Antología de Lecturas Cortas
Antología de Lecturas Cortas
Antología de Lecturas Cortas
ANTOLOGÍA DE
LECTURAS
Fábulas
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Textos científicos
CICLO ESCOLAR
2018 - 2019
Fábulas
LA PULGA Y EL HOMBRE
Un hombre disfruta de un buen sueño cuando de repente comenzó a sentir picazón por todo el
cuerpo.
Molesto por la situación, buscó por toda su cama para ver qué era lo que les estaba causando tanta
molestia. Tras su búsqueda encontró a una minúscula pulga y le dijo las siguientes palabras:
– ¿Quién te crees que eres insignificante bicho, para estar picándome por todo mi cuerpo y no
dejarme disfrutar de mi merecido descanso?
– Contestó la pulga: Discúlpeme señor, no fue mi intención molestarlo de ninguna manera; le pido
por favor que me deje seguir viviendo, ya que por mi pequeño tamaño no creo que lo pueda molestar
mucho. El hombre riéndose de las ocurrencias de la pulga, le dijo:
– Lo siento pequeña pulga, pero no puedo hacer otra cosa que acabar con tu vida para siempre, ya
que no tengo ningún motivo para seguir aguantando tus picaduras, no importa si es grande o
pequeño que pueda ser el prejuicio que me causes.
Moraleja: Nos enseña a que todo aquel que le hace daño a otra persona, debe estar dispuesto a
afrontar las consecuencias. Ya que cuando uno molesta, agrede u ofende a otros compañeros, debe
saber que sus actos irán seguidos de unas consecuencias.
EL CONEJO Y EL CERDO
Había una vez en un colegio un conejo muy presumido que todos los días llevaba sus zapatitos muy
limpios, relucientes, brillantes.
En su misma clase también estaba el cerdito Peny, que tenía mucha envidia al conejo por sus zapatos.
Pero el cerdito al vivir en una charca de barro sabía que nunca conseguiría tener unos zapatos como
los de su amigo conejo.
Todos los días limpiaba y limpiaba, pero nada seguían igual de sucios.
Un día jugando en el recreo tenía que hacer una carrera para ver quién era el más veloz. El cerdito
asustado, no sabía qué hacer, ya que sus zapatillas no eran como las de su amigo.
El día de la carrera, el cerdito Peny no se lo pensó, y salió corriendo a la par que el conejo.
Mientras corría, solo pensaba en ser el ganador y no rendirse nunca, tal y como le decía su madre.
Al llegar a la meta, todos se quedaron asombrados por la rapidez del cerdito Peny, no entendían
como podía haberle ganado al conejo y sus súper zapatillas.
Moraleja: Da igual el zapato que lleves, el esfuerzo por conseguir una meta que te propongas no
está en los zapatos sino en ti. Debes ser feliz con lo que tienes, sentirte a gusto contigo mismo y
confiar en ti.
FAMILIA DE HORMIGAS
Había una vez una familia de hormigas formada por la madre, el padre y sus dos hijitas.
Pronto se acercaba el invierno, así que toda la familia salió en busca de comida ya que si no morirían.
Paseando por el prado, se encontraron con otra hormiga, pero esta no era de su misma especie, ya
que era de color rojo y le faltaban dos patitas.
Angustiada, la hormiga roja les pidió ayuda para que la llevasen hasta su casa, ya que podría morir
enterrada por la nieve.
La madre hormiga rotundamente dijo que no, ya que no pertenecía a su especie y si se enteraba el
resto de las hormigas negras podrían echarle del prado.
Así que la familia siguió su camino, pero una de las hijas no pudo aguantar y se dio la vuelta para
ayudar a la hormiga roja, aun sabiendo que podrían echarla del prado para siempre.
Una vez llegaron las dos a la casa de las hormigas rojas, estas sorprendidas por la solidaridad de la
hormiga negra, le regalaron toda la comida que tenían.
Gracias a esta recompensa, la familia de la hormiga negra pudo sobrevivir todo el invierno gracias a
la familia de hormigas rojas.
Moraleja: Hay que ayudar a los demás cuando lo necesiten, ya que algún día también nosotros
podemos necesitar esa ayuda.
También nos enseña a que no hay que prejuzgar ni discriminar a otros por su raza o por su condición
física, algo muy importante en la vida, ya que tenemos que educar a nuestros hijos en la tolerancia
y el respeto a la diversidad.
EL CIERVO Y EL VERVANTILLO
Esta fábula trata sobre dos ciervos, uno joven y otro más mayor.
Ambos querían quedarse a vivir en el monte ya que tenía alimentos para todo el año, pero esto solo
podía ser posible si ambos luchaban, ya que solo había provisiones para uno.
El cervatillo joven tenía muy claro que ganaría, ya que era más veloz y más rápido que el ciervo
anciano.
A la mañana siguiente cuando se encontraron para luchar, el ciervo anciano le propuso que se
marchara, ya que sabía perfectamente que él iba a ser el ganador.
El cervatillo tozudo y enfadado se dispuso a luchar hasta que fue perdiendo poco a poco sus cuernos.
- ¿Cómo lo has hecho?, no puede ser, si yo soy más. joven y más veloz que tú.
El cervatillo sorprendido se dio cuenta de que los cuernos estaban intactos, eran mucho más fuertes
y robustos que los suyos.
Moraleja: Debemos respetar a las personas mayores, ya que el ser una persona mayor no quiere
decir que sean patosos o lentos, sino todo lo contrario, ya que nos pueden enseñar muchas cosas
que aún no sabemos.
EL MONO Y EL DELFIN
Había una vez un marinero que se comprometió a realizar un viaje muy largo. Para hacer más
entretenida la travesía, se llevó con él a un mono para divertirse durante la larga travesía.
Cuando estaban cerca de la costa de Grecia, una muy ruidosa y violenta tempestad se levantó e hizo
naufragar a la débil nave. Su tripulación, el marinero y su mono tuvieron que nadar para así poder
salvar sus vidas.
Mientras tanto, el mono que luchaba contra las olas fue visto por un delfín; el cual creyendo que era
un hombre, fue a salvarlo deslizándose debajo él y transportándolo hacia la costa.
– Mono ¿eres ateniense (nacido en Atenas) ?, y él mono por darse de muy presumido y mentiroso,
le respondió:
El delfín le preguntó de nuevo si conocía el Pireo (el famoso puerto de Atenas). El mono creyendo
entonces que se trataba de un hombre, le contestó que no solo lo conocía, sino que también era uno
de sus mejores amigos.
El delfín indignado por tantas mentiras que el mono decía dio media vuelta y lo devolvió a alta mar.
Moraleja: Las propias mentiras del mentiroso son las que se encargan de revelar la verdad en un
pequeño descuido. Las mentiras tienen las patas muy cortas, por tanto, siempre saldrá a la luz la
verdad.
EL ASTRÓNOMO
En un país muy lejano, donde la ciencia es muy importante para sus habitantes, había un anciano
astrónomo al que le gustaba realizar el mismo recorrido todas las noches para observar las estrellas.
Un día, uno de sus viejos colegas le dijo que había aparecido un extraño astro en el cielo, el anciano
salió de la ciudad para poder verlo con sus propios ojos. Tan emocionado estaba el astrónomo
mirando al cielo, que no se dio cuenta que a pocos pasos de él había un agujero. Cuando se cayó al
agujero comenzó a gritar pidiendo ayuda.
Cerca del agujero pasaba un hombre, el cual se acercó hasta el agujero para ver lo que sucedía.
Informado de lo que había ocurrido, le dijo al anciano:
-Te ayudaré a salir de ahí, pero ten mucho cuidado la próxima vez que salgas por un lugar que
desconoces, tienes que estar muy atento por donde caminas ya que te puedes encontrar con
cualquier cosa en el suelo.
Moraleja: Antes de lanzarse a la aventura o ir por sitios desconocidos, hay que conocer muy bien el
lugar por el que se transita y ser precavidos.
EL CUERVO Y LOS PÁJAROS
Un día el dios Júpiter citó a todos los pájaros a una reunión para elegir como Rey al más hermoso de
todos. Los pájaros, muy halagados ante esta gran oportunidad, de inmediato fueron a las aguas del
gran río para lavarse y acicalarse para estar presentables.
El cuervo, dándose cuenta de su fealdad, se le ocurrió un plan que consistía en recoger las plumas
que los pájaros dejaban caer al acicalarse, para luego pegarlas a su cuerpo. Es así que el cuervo pasó
varias horas colocándose las plumas para ser el más bello de los pájaros.
Entonces llegó el día esperado y todas las aves acudieron a la cita, entre ellos el cuervo, que destacó
al instante por sus plumas multicolor. Júpiter al verlo, decidió coronar al cuervo por su gran belleza,
pero los pájaros se sintieron muy indignados por haber elegido al cuervo.
Sin embargo, el cuervo pronto perdió sus plumas, sintiéndose avergonzado ya que volvía a ser el
mismo que era en realidad.
Moraleja: No tenemos que aparentar lo que no somos y no debemos por que sentirnos inferiores
por nuestro físico o aptitudes, ya que cada persona es única y diferente, con sus virtudes y sus
defectos.
Debemos querernos tal y como somos, ya que solo así nos querrán los demás.
EL VIEJO PERRO CAZADOR
Hace muchos años, vivía un viejo perro de caza, cuya avanzada edad le había hecho perder gran
parte de las facultades, como ser más fuerte o veloz.
Un día, mientras se encontraba en una jornada de caza junto a su amo, se topó con un hermoso
jabalí, al que quiso atrapar para su dueño. Poniendo en ello todo su empeño, consiguió morderle
una oreja, pero como su boca ya no era la de siempre, el animal consiguió escaparse.
Al escuchar el escándalo, su amo corrió hacia el lugar, encontrando únicamente al viejo perro.
Enfadado porque hubiera dejado escapar a la pieza, comenzó a regañarle muy duramente.
-Querido amo mío, no creas que he dejado escapar a ese hermoso animal por gusto. He intentado
retenerlo, al igual que hacía cuando era joven, pero por mucho que lo deseemos ambos, mis
facultades no volverán a ser las mismas. Así que, en lugar de enfadarte conmigo porque me he hecho
viejo, alégrate por todos esos años en los que te ayudaba sin descanso.
Moraleja: Nos da el mensaje que debemos ser respetuosos con nuestros mayores, ya que hicieron
lo posible porque nuestra familia tuviera una vida feliz.
EL LABRADOR Y LA CULEBRA
Al lado del hogar de un modesto labrador, una culebra había decidido instalar su nido. Una tarde, el
pequeño hijo del labriego, pensando que era uno más de sus juguetes, agarró al animal de tan mala
manera, que este le mordió en defensa propia. Una mordedura de la que no se pudo recuperar y
que su padre quiso vengar cortándole la cola a la culebra.
Enterado de cómo habían sucedido los hechos, el labrador sintió tal culpa que fue en busca de la
culebra para pedirle perdón y ofrecerle miel, agua, harina y sal, como muestra de su sincero
arrepentimiento. A pesar de la nobleza de sus intenciones, la culebra no solo no le perdonó, sino
que además se permitió el lujo de decirle:
– Agradezco que quieras venir a intentar remediar el error que cometiste conmigo, pero no hay
ninguna posibilidad de que tú y yo podamos ser amigos. Mientras que a mí me falte la cola que tú
me quitaste y a ti el hijo que mi veneno te ha arrebatado, seremos incapaces de estar en paz.
Moraleja: Es imposible reconciliarse con algún amigo si uno de los dos no ha perdonado al otro. Con
esta fábula aprendemos a que hay que saber pedir perdón y perdonar cuando tengamos algún
debate o discusión con un compañero. De esta manera se resolverán tranquilamente y
pacíficamente cualquier problema.
LAS DOS AMIGUITAS
Era una vez 2 avestruces amiguitas que se hicieron tan pero tan amiguitas que no podían pasar un
día sin la compañía de la otra, hasta que cierto día un pequeño desliz entre ambas puso a prueba su
hermosa amistad:
-Dejemos los juegos por hoy y encontremos otra manera de llegar a un acuerdo.
Y diciendo estas palabras ambas acordaron alternarse diariamente y que cada una decidiese por un
día entero que juegos jugar.
De esta manera no hubo más problemas y conflictos y conservaron una linda amistad hasta la
muerte.
Moraleja: Hablando tranquilamente se puede llegar a un acuerdo, donde ambas personas salgan
privilegiadas. Debemos educar a nuestros hijos en el diálogo y la comunicación para resolver los
conflictos que le sucedan en la vida diaria, ya que es la mejor opción para llegar a un acuerdo.
Moraleja: Valora siempre tu propio trabajo, pero no olvides que el que hacen otros es igual de
importante que el tuyo. Todas las personas tenemos muchas cosas buenas que aportar a nuestro
entorno y a los demás.
EL CAZADOR Y EL PESCADOR
Había una vez dos hombres que eran vecinos del mismo pueblo. Uno era cazador y el otro pescador.
El cazador tenía muy buena puntería y todos los días conseguía llenar de presas su enorme cesta de
cuero. El pescador, por su parte, regresaba cada tarde de la mar con su cesta de mimbre repleta de
pescado fresco.
Un día se cruzaron y como se conocían de toda la vida comenzaron a charlar animadamente. El
pescador fue el que inició la conversación.
– ¡Caray! Veo que en esa cesta llevas comida de sobra para muchos días.
– Sí, querido amigo. La verdad es que no puedo quejarme porque gracias a mis buenas dotes para la
caza nunca me falta carne para comer.
– ¡Qué suerte! Yo la carne ni la pruebo y eso que me encanta… ¡En cambio como tanto pescado que
un día me van a salir espinas!
– ¡Pues eso sí que es una suerte! A mí me pasa lo que a ti, pero al revés. Yo como carne a todas horas
y jamás pruebo el pescado ¡Hace siglos que no saboreo unas buenas sardinas asadas!
– ¡Vaya, pues yo estoy más que harto de comerlas!…
Fue entonces cuando el cazador tuvo una idea brillante.
– Tú te quejas de que todos los días comes pescado y yo de que todos los días como carne ¿Qué te
parece si intercambiamos nuestras cestas?
El pescador respondió entusiasmado.
– ¡Genial! ¡Una idea genial!
Con una gran sonrisa en la cara se dieron la mano y se fueron encantados de haber hecho un trato
tan estupendo.
El pescador se llevó a su casa el saco con la caza y ese día cenó unas perdices tan deliciosas que
acabó chupándose los dedos.
– ¡Madre mía!, ¡qué sabroso! ¡Esta carne está increíble!
El cazador, por su parte, asó una docena de sardinas y comió hasta reventar ¡Hacía tiempo que no
disfrutaba tanto! Cuando acabó hasta pasó la lengua por el plato como si fuera un niño pequeño.
– ¡Qué fresco y qué jugoso está este pescado! ¡Es lo más rico que he comido en mi vida!
Al día siguiente cada uno se fue a trabajar en lo suyo. A la vuelta se encontraron en el mismo lugar y
se abrazaron emocionados.
El pescador exclamó:
– ¡Gracias por permitirme disfrutar de una carne tan sabrosa!
El cazador le respondió:
– No, gracias a ti por dejarme probar tu maravilloso pescado.
Mientras escuchaba estas palabras, al pescador se le pasó un pensamiento por la cabeza.
– ¡Oye, amigo!… ¿Por qué no repetimos? A ti te encanta el pescado que pesco y a mí la carne que
tú cazas ¡Podríamos hacer el intercambio todos los días! ¿Qué te parece?
– ¡Oh, claro, claro que sí!
A partir de entonces, todos los días al caer la tarde se reunían en el mismo lugar y cada uno se llevaba
a su hogar lo que el otro había conseguido.
El acuerdo parecía perfecto hasta que un día, un hombre que solía observarles en el punto de
encuentro, se acercó a ellos y les dio un gran consejo.
– Veo que cada tarde intercambian su comida y me parece una buena idea, pero corren el peligro
de que un día dejen de disfrutar de su trabajo sabiendo que el beneficio se lo va a llevar el otro.
Además ¿no creen que pueden llegar aburrirse de comer siempre lo mismo otra vez?… ¿No sería
mejor que en vez de todas las tardes, intercambiaran las cestas una tarde sí y otra no?
El pescador y el cazador se quedaron pensativos y se dieron cuenta de que el hombre tenía razón.
Era mucho mejor intercambiarse las cestas en días alternos para no perder la ilusión y de paso, llevar
una dieta más completa, saludable y variada.
A partir de entonces, así lo hicieron durante el resto de su vida.
Moraleja: Nunca pierdas la ilusión por lo que hagas e intenta disfrutar de las múltiples cosas que te
ofrece la vida.
EL LABRADOR Y EL ÁGUILA
Una hermosa tarde de primavera, un viejo labrador que llevaba varias horas cultivando la tierra
decidió hacer una parada en su trabajo.
– ¡Uf!, ¡qué cansado estoy! Iré a pasear un rato por el campo y luego continuaré con la faena.
Caminó por sus tierras sin rumbo fijo, disfrutando de la brisa y del calorcito del mes de abril.
Deambulaba feliz, sin pensar en nada más que en respirar bocanadas de aire fresco y estirar un poco
las piernas, cuando de pronto notó que una cosa extraña se movía entre la hierba.
Se acercó con cuidado, procurando no hacer ruido, y vio algo que le impactó: en un fierro oxidado
estaba atrapada un águila que luchaba desesperadamente por liberarse. El hombre se conmovió y
sintió mucha pena por el animalito.
– ¡Pobrecilla, con lo hermosa que es! ¡No puedo dejarla morir así!
Se agachó y trató de calmarla susurrándole palabras cariñosas.
– Tranquila, pequeña, yo te sacaré de aquí. Quédate quietecita para que pueda soltarte sin que te
lastimes.
El águila obedeció y dejo de moverse. A pesar de que estaba aterrada y no sabía si confiar de un
humano desconocido, permitió que el labrador hiciera su trabajo ya que era su única posibilidad de
sobrevivir.
Con ayuda de un palo el hombre hizo palanca y el fierro se pudo mover. El águila, que por suerte
solo tenía un pequeño rasguño en una pata, sacudió su plumaje y emprendió el vuelo hasta
desaparecer en el cielo.
El labrador se quedó un poco confundido.
– ¡Vaya, se ha ido sin darme las gracias! ¡Por no decir no me ha dicho ni adiós! En fin, si es una
desagradecida, no es mi problema.
Sin rencor alguno continuó su paseo hasta que llegó al muro de piedra que delimitaba la finca. Ya no
estaba para demasiados trotes y pensó que estaría bien tumbarse a dormir un rato antes de regresar.
– Estoy agotado y esta pared da muy buena sombra. Quince minutos de siesta serán suficientes para
recuperar fuerzas.
Se recostó apoyando la espalda en el muro y sus párpados se fueron cerrando lentamente. A punto
estaba de sumirse en un profundo sueño cuando, de repente, notó que alguien le arrancaba de un
tirón el pañuelo que llevaba anudado en la cabeza.
¡Menudo susto se llevó! Abrió los ojos de golpe y vio al águila volando a su alrededor con el pañuelo
en el pico.
– ¡Queeeeé! ¿Has venido a robarme después de lo que he hecho por ti? ¡Qué ingrata eres!
El labrador se puso en pie y agitó los brazos intentando atraparla.
– ¡Ladrona, devuélveme el pañuelo! ¡Cuando te agarre te vas a enterar!
Pero el águila no le hizo ni caso; se alejó unos metros y mirando fijamente al labrador, dejó caer el
pañuelo a bastante distancia. El campesino se enfadó aún más.
– ¡¿Me estás tomando el pelo?! ¿Por qué sueltas mi pañuelo tan lejos? ¡Soy un hombre mayor y no
me apetece seguir tus jueguecitos!
Amenazándola con el puño en alto, se fue buscar el pañuelo al lugar donde el animal testarudo lo
había tirado. Se agachó para recogerlo y en ese momento oyó un estruendo ensordecedor a sus
espaldas que casi le para el corazón.
– Pero, ¿qué es ese ruido tan grande?!
Miró hacia atrás y se echó las manos a la cara horrorizado ¡El muro se había desplomado!
Levantó los ojos al cielo y vio que el águila le contemplaba con ternura. Temblando como un flan,
observó de nuevo el muro, miró otra vez al ave, y al fin lo entendió todo ¡Le había salvado la vida!
Se llevó la mano al pecho y casi llorando de emoción le dijo:
– ¡Es increíble! Tuviste el presentimiento de que la pared iba a desmoronarse y me quitaste el
pañuelo para llamar mi atención y que me alejara del peligro ¡Muchas gracias, amiga mía! ¡Si no
fuera por ti estaría hecho papilla!
El águila no sabía hablar, pero bajó hasta su hombro, se posó, y le dio un beso en la mejilla antes de
desaparecer entre las nubes.
El labrador sonrió complacido pues el águila le había dado las gracias devolviéndole el favor.
Moraleja: Cuando alguien hace algo bueno por nosotros debemos ser agradecidos. Corresponder
con cariño y ayudar a los demás hará que te sientas muy feliz.
LAS RANITAS
Una mañana húmeda y soleada, un grupo de verdes y dicharacheras ranitas salió al bosque a dar un
paseo. Eran cinco ranas muy amigas que, como siempre que se juntaban, iban croando y dando
brincos para divertirse.
Desafortunadamente, lo que prometía ser una alegre jornada se truncó cuando dos de ellas
calcularon mal el salto y cayeron a un tenebroso pozo.
Las otras tres corrieron a asomarse al borde del agujero y se miraron compungidas. La más grande
exclamó horrorizada:
– ¡Oh, no! ¡Nuestras amigas están perdidas, no tienen salvación!
Negando con la cabeza empezó a gritarles:
– ¡Se han caído en un pozo muy hondo! ¡No podemos ayudarlas y no intenten salir porque es
imposible!
Las dos ranitas miraron hacia arriba desesperadas ¡Querían salir de ese oscuro túnel vertical a toda
costa! Empezaron a saltar sin descanso probando de todas las maneras posibles, pero la distancia
hacia la luz era demasiado grande y ellas demasiado pequeñitas.
Otra de las ranas que las observaba desde la boca del pozo, en vez de animarlas, se unió a su
compañera.
– ¡Es inútil que malgasten sus fuerzas! ¡Este pozo es tremendamente profundo!
Las pobres ranitas continuaron intentándolo, pero o no llegaban o se daban de bruces contra las
resbaladizas paredes cubiertas de musgo.
La tercera rana también insistió:
– ¡Déjenlo ya! ¡Dejen de saltar! ¿No ven que van a hacerse daño?
Las tres hacían aspavientos con las patas y chillaban todo lo que podían para convencerlas de
fracasarían en el intento. Finalmente, una de las dos ranitas del pozo se convenció de que tenían
razón y decidió rendirse; caminó unos pasos, se acurrucó en una esquina y se abandonó a su suerte.
La otra, en cambio, continuó luchando como una guerrera por salir a la superficie. Estaba sudorosa
y agotada, pero ni de broma pensaba resignarse. En vez de eso, paró unos segundos para recobrar
fuerzas y concentrarse en su objetivo. Cuando se sintió preparada, aspiró todo el aire que pudo,
agarro fuerzas y se impulsó como si fuera una saltadora olímpica. El brinco fue tan rápido y exacto,
que lo consiguió ¡Cayó sobre la hierba sana y salva!
Una vez afuera su corazón seguía latiendo a mil por hora y casi no podía respirar a causa del
tremendo esfuerzo que había hecho. Sus amigas le abanicaron con unas hojas y poco a poco se fue
relajando hasta que recuperó la tranquilidad y se acostumbró a la cegadora luz del sol. Cuando vieron
que ya podía hablar, una de las tres ranas le dijo:
– ¡Es increíble que hayas podido salir a pesar de que te gritábamos que era una misión imposible!
Ella, muy asombrada, le contestó:
– ¿Estaban diciendo que no lo intentáramos?
– ¡Sí, claro! Nos parecía que jamás lo conseguirían y queríamos evitaros el mal trago de fracasar.
La rana suspiró.
– ¡Uf! ¡Pues menos mal que como estoy un poco sorda no entendía nada! Todo lo contrario ¡Las veía
agitar las manos y pensaba que nos estaban animando a seguir!
Gracias a su sordera la rana no escuchó las palabras de desaliento y luchó sin descanso por salvar su
vida hasta que lo logró.
La otra ranita, que sí se había rendido, vio el triunfo de su amiga y volvió a recuperar la confianza en
sí misma. Se puso en pie, se armó de coraje y también aspiró una gran bocanada de aire; después,
con una potencia más propia de un puma, se propulsó dando un salto espectacular que remató con
una doble voltereta.
Sus cuatro amigas la vieron salir del pozo como un cohete y se quedaron pasmadas cuando cayó a
sus pies. La reanimaron igual que a su compañera y cuando se encontró bien, se marcharon a sus
casas croando y dando brincos como siempre.
Moraleja: Muchas veces dejamos de creer en nosotros mismos, dejamos de creer que somos
capaces de hacer cosas, porque los demás nos desaniman. Confía siempre en tus capacidades y lucha
por tus sueños. Casi nada es imposible si pones en ello todo tu corazón.
LOS DOS CONEJOS
La primavera había llegado al campo. El sol brillaba sobre la montaña y derretía las últimas nieves.
Abajo, en la pradera, los animales recibían con gusto el calorcito propio del cambio de temporada.
La brisa tibia y el cielo azul, animaron a salir de sus madrigueras a muchos animales que llevaban
semanas escondidos ¡Por fin el duro invierno había desaparecido!
Las vacas pacían tranquilas mordisqueando briznas de hierba y las ovejas, en grupo, seguían al pastor
al ritmo de sus propios balidos. Los pajaritos animaban la jornada con sus cantos y, de vez en cuando,
algún caballo salvaje pasaba galopando por delante de todos, disfrutando de su libertad.
Los más numerosos eran los conejos. Cientos de ellos aprovechaban el magnífico día para ir en busca
de frutos silvestres y, de paso, estirar sus entumecidas patas.
Todo parecía tranquilo y se respiraba paz en el ambiente, pero, de repente, de entre unos arbustos,
salió un conejo blanco corriendo y chillando como un loco. Su vecino, un conejo gris que se
consideraba a sí mismo muy listo, se apartó hacia un lado y le gritó:
– ¡Eh, amigo! ¡Detente! ¿Qué te sucede?
El conejo blanco frenó en seco. El pobre sudaba a chorros y casi no podía respirar por el esfuerzo.
Jadeando, se giró para contestar.
– ¿Tú que crees? No hace falta ser muy listo para imaginar que me están persiguiendo, y no uno,
sino dos enormes galgos.
El conejo gris frunció el ceño y puso cara de circunstancias.
– ¡Vaya, pues sí que es mala suerte! Tienes razón, por allí los veo venir, pero he de decirte que no
son galgos.
Y como quien no quiere la cosa, comenzaron a discutir.
– ¿Qué no son galgos?
– No, amigo mío… Son perros de otra raza ¡Son podencos! ¡Lo sé bien porque ya soy mayor y he
conocido muchos a lo largo de mi vida!
– Pero, ¡qué dices! ¡Son galgos! ¡Tienen las patas largas y esa manera de correr les delata!
– Lo siento, pero estás equivocado ¡Creo que deberías revisarte la vista, porque no ves más allá de
tus narices!
– ¿Eso crees? ¿No será que ya estás demasiado viejo y el que necesita gafas eres tú?
– ¡Cómo te atreves!…
Enzarzados en la pelea, no se dieron cuenta de que los perros se habían acercado peligrosamente y
los tenían sobre el cogote. Cuando notaron el calor del aliento canino en sus largas orejas, dieron un
gran salto a la vez y, por suerte, consiguieron meterse en una topera que estaba medio camuflada a
escasa distancia.
Se salvaron de milagro, pero una vez bajo tierra, se sintieron muy avergonzados. El conejo blanco
fue el primero en reconocer lo estúpido que había sido.
– ¡Esos perros casi nos hincan el diente! ¡Y todo por liarnos a discutir sobre tonterías en vez de poner
a salvo el pellejo!
El viejo conejo gris, asintió compungido.
– ¡Tienes toda la razón! No era el momento de pelearse por algo tan absurdo ¡Lo importante era
huir del enemigo!
Los conejos de esta fábula se fundieron en un abrazo y, cuando los perros, fueran galgos o podencos,
se alejaron, salieron a dar un paseo como dos buenos amigos que, gracias a su torpeza, habían
aprendido una importante lección.
Moraleja: En la vida debemos aprender a distinguir las cosas que son realmente importantes de las
que no lo son. Esto nos resultará muy útil para no perder el tiempo en cosas que no merecen la pena.
LOS DOS AMIGOS Y EL OSO
Los hombres que se consideraban buenos amigos paseaban un día por la montaña. Iban charlando
tan animadamente que no se dieron cuenta de que un gran oso se les acercaba. Antes de que
pudieran reaccionar, se plantó frente a ellos, a menos de tres metros.
Horrorizado, uno de los hombres corrió al árbol más cercano y, de un brinco, alcanzó una rama
bastante resistente por la que trepó a toda velocidad hasta ponerse a salvo. Al otro no le dio tiempo
a escapar y se tumbó en el suelo haciéndose el muerto. Era su única opción y, si salía mal, estaba
acabado.
El hombre subido al árbol observaba a su amigo quieto como una estatua y no se atrevía a bajar a
ayudarle. Confiaba en que tuviera buena suerte y el plan le saliera bien.
El oso se acercó al pobre infeliz que estaba tirado en la hierba y comenzó a olfatearle. Le dio con la
pata en un costado y vio que no se movía. Tampoco abría los ojos y su respiración era muy débil. El
animal le escudriñó minuciosamente durante un buen rato y al final, desilusionado, pensó que
estaba más muerto que vivo y se alejó de allí con aire indiferente.
Cuando el amigo cobarde comprobó que ya no había peligro alguno, bajó del árbol y corrió a abrazar
a su amigo.
-Amigo, ¡qué susto he pasado! ¿Estás bien? ¿Te ha hecho algún daño? – preguntó sofocado.
El hombre, sudoroso y aun temblando por el miedo que había pasado, le respondió con claridad.
– Por suerte, estoy bien. Y digo por suerte porque he estado a punto de morir a causa de ese oso.
Pensé que eras mi amigo, pero en cuanto viste el peligro saliste corriendo a salvarte tú y a mí me
abandonaste a mi suerte. A partir de ahora, cada uno irá por su lado, porque yo ya no confío en ti.
Y así fue cómo un susto tan grande sirvió para demostrar que no siempre las amistades son lo que
parecen.
Moraleja: El burro tocó la flauta por pura casualidad, pero eso no le convirtió en músico. Esta fábula
nos enseña que todos, alguna vez, hacemos las cosas bien sin pretenderlo, pero que lo realmente
importante es intentar aprender lo que nos propongamos poniendo verdadero interés y pasión en
ello.
LA ZORRA Y LAS UVAS
Cuenta la fábula que, hace muchos años, vivía una zorra que un día se sintió muy agobiada. Se había
pasado horas y horas de aquí para allá, intentando cazar algo para poder comer. Desgraciadamente,
la jornada no se le había dado demasiado bien. Por mucho que vigiló tras los árboles, merodeó por
el campo y escuchó con atención cada ruido que surgía de entre la hierba, no logró olfatear ninguna
presa que llevarse a la boca.
Llegó un momento en que estaba harta y sobrepasada por la desesperación. Tenía mucha hambre y
una sed tremenda porque, además, era un día de bastante calor. Deambuló por todos lados hasta
que, al fin, la suerte se puso de su lado.
Colgado de una vid, distinguió un racimo de grandes y apetitosas uvas. A la zorra se le hizo la boca
agua ¡Qué dulces y jugosas parecían! … Pero había un problema: el racimo estaba tan alto que la
única manera de alcanzarlo era dando un gran brinco. Cogió impulso y, apretando las mandíbulas,
saltó estirando su cuerpo lo más que pudo.
No hubo suerte ¡Tenía que concentrarse para dar un salto mucho mayor! Se agachó y tensó sus
músculos al máximo para volver a intentarlo con más ímpetu, pero fue imposible llegar hasta él. La
zorra empezaba a enfadarse ¡Esas uvas maduras tenían que ser suyas!
Por mucho que saltó, de ninguna manera consiguió engancharlas con sus patas ¡Su rabia era enorme!
Frustrada, llegó un momento en que comprendió que nada podía hacer. Se trataba de una misión
imposible y por allí no había nadie que pudiera echarle una mano. La única opción, era rendirse. Su
pelaje se había llenado de polvo y ramitas de tanto caerse al suelo, así que se sacudió bien y se dijo
a sí misma:
– ¡Bah! ¡Me da igual! Total… ¿Para qué quiero esas uvas? ¡Seguro que están verdes y duras como
piedras! ¡Que se las coma otro!
Y así fue como la orgullosa zorra, con el cuello muy alto y creyéndose muy digna, se alejó en busca
de otro lugar donde encontrar alimentos y agua para saciar su sed.
Moraleja: si algo es inalcanzable para ti o no te ves capaz de conseguirlo, no debes culpar a los demás
o a las circunstancias. Es bueno reconocer y aceptar que todos tenemos muchas capacidades, pero
también limitaciones.
EL PADRE Y LAS DOS HIJAS
Había una vez un hombre que tenía dos hijas. Meses atrás, las dos jovencitas se habían ido del hogar
familiar para iniciar una nueva vida.
La mayor, contrajo matrimonio con un joven hortelano. Juntos trabajaban día y noche en su huerto,
donde cultivaban todo tipo de frutas y verduras que, cada mañana vendían en el mercado del
pueblo. La más pequeña, en cambio, se casó con un hombre que tenía un negocio bien distinto, pues
era fabricante de ladrillos.
Una tarde, el padre se animó a dar un largo paseo y de paso, visitar a sus queridas hijas para saber
de ellas. Primero, acudió a casa de la que vivía en el campo.
– ¡Hola, mi niña! Vengo a ver qué tal te van las cosas.
– Muy bien, papá. Estoy muy enamorada de mi esposo y soy muy feliz con mi nueva vida.
– ¡Me alegro mucho por ti, hija mía!
– Sólo tengo un deseo que me inquieta: que todos los días llueva para que las plantas y los árboles
crezcan con abundante agua y jamás nos falte fruta y verdura para vender.
El padre se despidió pensando que ojalá se cumpliera su deseo y, sin prisa, se dirigió a casa de su
otra hija.
– ¡Hola, querida! Pasaba por aquí para saber cómo te va todo.
– Estoy muy bien, papá. Mi marido me trata como a una princesa y la vida nos sonríe.
– ¡Cuánto me alegra saberlo, hija!
– Bueno, aunque tengo un deseo especial: que siempre haga calor y que no llueva nunca; es la única
manera de que los ladrillos se sequen bajo el sol y no se deshagan con el agua ¡Si hay tormentas será
un desastre!
El padre pensó que ojalá se cumpliera también el deseo de su hija pequeña, pero en seguida cayó
en la cuenta de que, si se cumplía lo que una quería, perjudicaría a la otra, y al revés sucedería lo
mismo.
Caminó despacio y, mirando al cielo, exclamó desconcertado:
– Si una quiere que llueva y la otra no, como padre ¿qué debo desear yo?
La pregunta que se hizo no tenía respuesta. Llegó a la conclusión de que a menudo, el destino es
quien tiene la última palabra.
Moraleja: Es imposible tratar de complacer a todo el mundo.
EL HOMBRE QUE QUERÍA VER EL MAR
Había una vez un hombre que vivía en un pueblecito del interior del país. Toda su vida se había
dedicado a trabajar duramente para poder sobrevivir. Jamás se había permitido lujo alguno y todo
lo que ganaba lo destinaba a mantener su casa y comprar unos pocos alimentos.
Su día a día carecía de emociones y entretenimientos, pero nunca se quejaba de su suerte. Pensaba
que era lo que le había tocado vivir y se conformaba sin rechistar.
Sólo había algo que deseaba con todas sus fuerzas: ver el mar. Desde pequeño se preguntaba si sería
tan espectacular como algunos ancianos, que en otro tiempo habían sido pescadores, le habían
contado. Le fascinaba escuchar sus historias, plagadas de anécdotas sobre enormes peces y
tremendos oleajes que derribaban barcos de una sola embestida. Sí… Ver el mar era su único deseo
antes de morir.
Durante años, guardó cada semana una moneda con el fin de ahorrar y algún día poder emprender
ese deseado viaje que le llevaría a la costa.
Una mañana, por fin, el hombre sintió que ya había trabajado bastante y que el gran momento de
cumplir su sueño había llegado. Cogió la oxidada cajita de metal donde puntualmente guardaba el
poco dinero que le sobraba y contó unos cientos de pesos ¡Tenía ahorros suficientes para poder
permitirse ser un viajero libre como el viento durante una semana!
La ilusión le desbordaba y preparó todo con mucho esmero: la ropa, el calzado, las provisiones que
debía llevar… En cuanto tuvo todo listo, tomó el primer autobús hacia la costa y, una vez instalado,
se quedó dormido a pesar del ruido de la gente.
El aviso de que había llegado a su destino le despertó. Agarro sus cosas y, emocionado, corrió a ver
el mar. Cuando sus ojos se abrieron frente a él, se llenaron de lágrimas de felicidad.
– ¡Oh!, ¡qué hermoso es! Mucho más grande y azul de lo que me había imaginado….
Se quitó las sandalias y sintió la fina arena bajo sus pies. Muy despacio, caminó hasta la orilla dejando
que la brisa del atardecer bañara su cara. Después, en silencio, contempló las olas, escuchó su
increíble sonido y, entonces, se agachó para probar el agua. Juntó sus manos, dejó que se inundaran
y bebió un poco. De repente, su cara reflejó un inesperado gesto de desagrado; frunció los labios e
inmediatamente, escupió el líquido de su boca. Un poco abatido, suspiró:
– ¡Qué pena!… ¡Con lo maravilloso que es el mar y lo mal que sabe!
Moraleja: A veces nos ilusionamos tanto con algo que queremos tener que lo imaginamos perfecto
y más grandioso de lo que es en realidad; por eso, cuando por fin lo conseguimos, siempre hay algo
que nos decepciona. No pasa nada si las cosas no son o no suceden exactamente tal y como
deseamos. Lo mejor es ser positivos y ver siempre la parte buena de todo lo que nos ofrece la vida.
Cuentos
LAS CONEJITAS QUE NO SABÍAN RESPETAR
Había una vez un conejo que se llamaba Serapio. Él vivía en lo más alto de una montaña con sus
nietas Serafina y Séfora. Serapio era un conejo bueno y muy respetuoso con todos los animales de
la montaña y por ello lo apreciaban mucho. Pero sus nietas eran diferentes: no sabían lo que era el
respeto a los demás. Serapio siempre pedía disculpas por lo que ellas hacían. Cada vez que ellas
salían a pasear, Serafina se burlaba: 'Pero mira que fea está esa oveja. Y mira la nariz del toro'. 'Sí,
mira que feos son', respondía Séfora delante de los otros animalitos. Y así se la pasaban molestando
a los demás, todos los días.
Un día, cansado el abuelo de la mala conducta de sus nietas (que por más que les enseñaba, no se
corregían), se le ocurrió algo para hacerlas entender y les dijo: 'Vamos a practicar un juego en donde
cada una tendrá un cuaderno. En él escribirán la palabra disculpas, cada vez que le falten el respeto
a alguien. Ganará la que escriba menos esa palabra'.
Está bien abuelo, juguemos', respondieron al mismo tiempo. Cuando Séfora le faltaba el respeto a
alguien, Serafina le hacía acordar del juego y hacía que escriba en su cuaderno la palabra disculpas
(porque así Séfora tendría más palabras y perdería el juego). De igual forma Séfora le hacía acordar
a Serafina cuando le faltaba el respeto a alguien. Pasaron los días y hartas de escribir, las dos se
pusieron a conversar: '¿no sería mejor que ya no le faltemos el respeto a la gente? Así ya no sería
necesario pedir disculpas'.
Llegó el momento en que Serapio tuvo que felicitar a ambas porque ya no tenían quejas de los
vecinos. Les pidió a las conejitas que borraran poco a poco todo lo escrito hasta que sus cuadernos
quedaran como nuevos. Las conejitas se sintieron muy tristes porque vieron que era imposible que
las hojas del cuaderno quedaran como antes. Se lo contaron al abuelo y él les dijo: 'Del mismo modo
queda el corazón de una persona a la que le faltamos el respeto. Queda marcado y por más que
pidamos disculpas, las huellas no se borran por completo. Por eso recuerden debemos respetar a los
demás así como nos gustaría que nos respeten a nosotros'.
ITZERINA Y LOS RAYOS DEL SOL
Itzelina Bellas Chapas era una niña muy curiosa que se levantó temprano una mañana con la firme
intención de atrapar, para ella sola, todos los rayos del sol.
Una ardilla voladora que brincaba entre árbol y árbol le gritaba desde lo alto. ¿A dónde vas, Itzelina?,
y la niña respondió:
- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así tenerlos para mí
solita.
- No seas mala, bella Itzelina - le dijo la ardilla - Deja algunos pocos para que me iluminen el camino
y yo pueda encontrar mi alimento. -
Está bien, amiga ardilla - le contestó Itzelina -, no te preocupes. Tendrás como todos los días rayos
del sol para ti.
Siguió caminando Itzelina, pensando en los rayos del sol, cuando un inmenso árbol le preguntó. ¿Por
qué vas tan contenta, Itzelina?
- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así tenerlos para mí
solita, y poder compartir algunos con mi amiga, la ardilla voladora.
El árbol, muy triste, le dijo:
- También yo te pido que compartas conmigo un poco de sol, porque con sus rayos seguiré creciendo,
y más pajaritos podrán vivir en mis ramas.
- Claro que sí, amigo árbol, no estés triste. También guardaré unos rayos de sol para ti.
Itzelina empezó a caminar más rápido, porque llegaba la hora en la que el sol se levantaba y ella
quería estar a tiempo para atrapar los primeros rayos que lanzara. Pasaba por un corral cuando un
galloque estaba parado sobre la cerca le saludó.
- Hola, bella Itzelina. ¿Dónde vas con tanta prisa?
- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así poder compartir
algunos con mi amiga la ardilla voladora, para que encuentre su alimento; y con mi amigo el árbol,
para que siga creciendo y le dé hospedaje a muchos pajaritos.
- Yo también te pido algunos rayos de sol para que pueda saber en las mañanas a qué hora debo
cantar para que los adultos lleguen temprano al trabajo y los niños no vayan tarde a la escuela.
- Claro que sí, amigo gallo, también a ti te daré algunos rayos de sol – le contestó Itzelina.
Itzelina siguió caminando, pensando en lo importante que eran los rayos del sol para las ardillas y
para los pájaros; para las plantas y para los hombres; para los gallos y para los niños.
Entendió que, si algo le sirve a todos, no es correcto que una persona lo quiera guardar para ella
solita, porque eso es egoísmo. Llegó a la alta montaña, dejó su malla de hilos a un lado y se sentó a
esperar al sol.
Ahí, sentadita y sin moverse, le dio los buenos días, viendo como lentamente los árboles, los
animales, las casas, los lagos y los niños se iluminaban y se llenaban de colores gracias a los rayos del
sol.
Este cuento quiere enseñarnos lo importante que es el respeto al bien común.
LA CABEZA DE COLORES
Esta es la increíble historia de un niño muy singular. Siempre quería aquello que no tenía: los
juguetes de sus compañeros, la ropa de sus primos, los libros de sus papás... y llegó a ser tan
envidioso, que hasta los pelos de su cabeza eran envidiosos. Un día resultó que uno de los pelos de
la coronilla despertó de color verde, y los demás pelos, al verlo tan especial, sintieron tanta envidia
que todos ellos terminaron de color verde. Al día siguiente, uno de los pelos de la frente se manchó
de azul, y al verlo, nuevamente todos los demás pelos acabaron azules. Y así, un día y otro, el pelo
del niño cambiaba de color, llevado por la envidia que sentían todos sus pelos.
A todo el mundo le encantaba su pelo de colores, menos a él mismo, que tenía tanta envidia que
quería tener el pelo como los demás niños. Y un día, estaba tan enfadado por ello, que se tiró de los
pelos con rabia. Un pelo delgadito no pudo aguantar el tirón y se soltó, cayendo hacia al suelo en un
suave vuelo... y entonces, los demás pelos, sintiendo envidia, se soltaron también, y en un minuto el
niño se había quedado calvo, y su cara de sorpresa parecía un chiste malo.
Tras muchos lloros y rabias, el niño comprendió que todo había sido resultado de su envidia, y
decidió que a partir de entonces trataría de disfrutar de lo que tenía sin fijarse en lo de los demás.
Tratando de disfrutar lo que tenía, se encontró con su cabeza lisa y brillante, sin un solo pelo, y
aprovechó para convertirla en su lienzo particular.
Desde aquel día comenzó a pintar hermosos cuadros de colores en su calva cabeza, que gustaron
tantísimo a todos, que con el tiempo se convirtió en un original artista famoso en el mundo entero.
LAS FLECHAS DEL GUERRERO
De todos los guerreros al servicio del malvado Morlán, Jero era el más fiero, y el más cruel. Sus ojos
descubrían hasta los enemigos más cautos, y su arco y sus flechas se encargaban de ejecutarlos.
Cierto día, saqueando un gran palacio, el guerrero encontró unas flechas rápidas y brillantes que
habían pertenecido a la princesa del lugar, y no dudó en guardarlas para alguna ocasión especial.
En cuanto aquellas flechas se unieron al resto de armas de Jero, y conocieron su terrible crueldad,
protestaron y se lamentaron amargamente. Ellas, acostumbradas a los juegos de la princesa, no
estaban dispuestas a matar a nadie.
¡No hay nada que hacer! - dijeron las demás flechas -. Os tocará asesinar a algún pobre viajero, herir
de muerte a un caballo o cualquier otra cosa, pero ni soñéis con volver a vuestra antigua vida...
Algo se nos ocurrirá- respondieron las recién llegadas.
Pero el arquero jamás se separaba de su arco y sus flechas, y éstas pudieron conocer de cerca la
terrorífica vida de Jero. Tanto viajarona su lado, que descubrieron la tristeza y la desgana en los ojos
del guerrero, hasta comprender que aquel despiadado luchador jamás había visto otra cosa.
Pasado el tiempo, el arquero recibió la misión de acabar con la hija del rey, y Jero pensó que aquella
ocasión bien merecía gastar una de sus flechas. Se preparó como siempre: oculto entre las matas,
sus ojos fijos en la víctima, el arco tenso, la flecha a punto, esperar el momento justo y .. ¡soltar!
Pero la flecha no atravesó el corazón de la bella joven. En su lugar, hizo un extraño, lento y
majestuoso vuelo, y fue a clavarse junto a unos lirios de increíble belleza. Jero, extrañado, se acercó
y recogió la atontada flecha. Pero al hacerlo, no pudo dejar de ver la delicadísima y bella flor, y sintió
que nunca antes había visto nada tan hermoso...
Unos minutos después, volvía a mirar a su víctima, a cargar una nueva flecha y a tensar el arco. Pero
nuevamente erró el tiro, y tras otro extraño vuelo, la flecha brillante fue a parar a un árbol, justo en
un punto desde el que Jero pudo escuchar los más frescos y alegres cantos de un grupo de pajarillos...
Y así, una tras otra, las brillantes flechas fallaron sus tiros para ir mostrando al guerrero los pequeños
detalles que llenan de belleza el mundo. Flecha a flecha, sus ojos y su mente de cazador se fueron
transformando, hasta que la última flecha fue a parar a sólo unos metros de distancia de la joven,
desde donde Jero pudo observar su belleza, la misma que él mismo estaba a punto de destruir.
Entonces el guerrero despertó de su pesadilla de muerte y destrucción, deseoso de cambiarla por
un sueño de belleza y armonía. Y después de acabar con las maldades de Morlán, abandonó para
siempre su vida de asesino y dedicó todo su esfuerzo a proteger la vida y todo cuanto merece la
pena.
Sólo conservó el arco y sus flechas brillantes, las que siempre sabían mostrarle el mejor lugar al que
dirigir la vista.
UN CONEJO EN LA VÍA
Daniel se reía dentro del auto por las gracias que hacía su hermano menor, Carlos. Iban de paseo
con sus padres al Lago Rosado. Allí irían a nadar en sus tibias aguas y elevarían sus nuevas cometas.
Sería un día de paseo inolvidable. De pronto el coche se detuvo con un brusco frenazo. Daniel oyó a
su padre exclamar con voz ronca:
- ¡Oh, mi Dios!, lo he atropellado.
- ¿A quién, a quién?, le preguntó Daniel.
-El auto- No se preocupen, respondió su padre-. No es nada.
El auto inició su marcha de nuevo y la madre de los chicos encendió la radio, empezó a sonar una
canción de moda en los altavoces.
- Cantemos esta canción, dijo mirando a los niños en el asiento de atrás. La mamá comenzó a tararear
una canción. Pero Daniel miró por la ventana trasera y vio tendido sobre la carretera el cuerpo de
un conejo.
- Para el coche papi, gritó Daniel. Por favor, detente.
- ¿Para qué?, responde su padre.
- ¡El conejo, le dice, el conejo allí en la carretera, herido!
- Dejémoslo, dice la madre, es sólo un animal.
- No, no, para, para.
- Sí papi, no sigas - añade Carlitos-. Debemos recogerlo y llevarlo al hospital de animales. Los dos
niños estaban muy preocupados y tristes.
- Bueno, está bien- dijo el padre dándose cuenta de su error. Y dando vuelta recogieron al conejo
herido.
Pero al reiniciar su viaje fueron detenidos un poco más adelante por una patrulla de la policía, que
les informó de que una gran roca había caído sobre la carretera por donde iban, cerrando el paso.
Al enterarse de la emergencia, todos ayudaron a los policías a retirar la roca.
Gracias a la solidaridad de todos pudieron dejar el camino libre y llegar a tiempo al veterinario, que
curó la pata al conejo. Los papás de Daniel y Carlos aceptaron a llevarlo a su casa hasta que se curara
Unas semanas después toda la familia fue a dejar al conejito de nuevo en el bosque. Carlos y Daniel
le dijeron adiós con pena, pero sabiendo que sería más feliz en libertad.
FIN
LAURA CAMBIA DE CIUDAD
Las vacaciones se terminaron y Laura estaba triste. De nuevo tenía que ir al colegio y no estaba
entusiasmada con la idea. Y es que a su padre lo habían ascendido a director de una sucursal bancaria
y por ello tuvieron que mudarse de ciudad. Ella quería volver al colegio de siempre donde tenía
muchos amigos.
Tan sólo le faltaba un mes para cumplir los cinco años y pensaba que en su fiesta no tendría ningún
amigo. Sin embargo, en presencia de sus padres disimulaba, sus papás andaban muy ilusionados con
la casa que habían adquirido y ella no quería "aguarles" la fiesta. De camino para el colegio, siempre
de la mano de su mamá, iba pensando en su maestra Cristina y lo bien que se la pasaba con ella
¡Desde luego, ya no sería lo mismo!
La madre la condujo hasta la puerta de la clase cuando, ¡Qué sorpresa! ¿Cristina estaba allí? ¿Estaba
soñando? Pronto se aclaró el equívoco. La maestra se llamaba Rosa y era hermana gemela de
Cristina. En la clase había veinte niños y estaban sentados por grupos de siete. Laura se sentó en el
grupo donde había seis.
En dicho grupo estaba sentada María, que era hija de su maestra y que casualmente vivía en su
misma urbanización. Ricardo y Jaime eran dos niños muy divertidos y habladores. Estaba también
Carmen, una niña de etnia gitana de ojos grande y tez morena, pero la que más le llamó la atención
era una niña de rasgos distintos de los de todos.
Era china y sus padres acababan de instalar un bazar frente al colegio, por lo que llevaba poco tiempo
residiendo en la ciudad. Se llamaba Yenay y todavía no sabía hablar español. Laura, desde el primer
momento, conectó con Yenay y se entendían perfectamente sin palabras. Había pasado un mes y
Laura ya estaba mucho más alegre.
Jugaba constantemente en el recreo con los niños de su grupo y además se había propuesto
enseñarle su lengua a Yenay. Sus papás le habían preparado una fiesta de cumpleaños a la que
habían acudido todos los niños sin faltar ninguno de los de su grupo.
También acudieron a dicha fiesta amiguitos antiguos, ya que la distancia entre las dos ciudades era
de apenas veinte kilómetros. Laura disfrutó muchísimo. Se había dado cuenta de que seguía
teniendo los amigos de siempre y había conseguido otros nuevos con los que compartiría todos sus
juegos.
FIN
UNA LECHUGA NO ES UN PLATO
Matías estaba comiendo tranquilamente cuando de repente vio algo moverse en su plato:
¡Hay un gusano en mi plato!, dijo Matías haciendo gestitos con la mano como para ahuyentarlo. El
gusano primero miró el plato, después miró a Matías y luego dijo:
- ¡Glup!, parece que me equivoqué. Esta no es una hoja de lechuga. Cuando se le pasó un poquito el
miedo, Matías, que era muy curioso, se acercó a observar muy bien a don Gusano.
- ¡Vaya! -pensó- No sólo es bastante extraño y bonitos sus colores, sino que también tiene muchas
patitas. Debe estar desorientado.
- Desorientado no, apenas un poco cegato –corrigió el gusano- pero en voz tan bajita que nadie lo
escuchó.
Por un instante el gusanito detuvo su marcha, encorvó su lomo verde y miró a Matías con sus ojitos
finitos de gusano perdido.
Sonrieron cada uno a su manera. Matías, entonces, trajo una hoja de lechuga, que con mamá sacó
de la heladera.
Lo cargó sobre ella y la llevó al jardín. Don Gusano sintió el airecito y fue feliz.
Entretanto, Matías lo miraba divertido.
Pasito a paso el gusano se fue perdiendo entre las rosas con un buen bocado de lechuga entre las
mandíbulas.
Pero eso sí ¡lechuga sin condimentar!
Fin.
EL OREJÓN
Era su segundo día de clase. Henry se sentó en el primer pupitre del aula, al lado de la ventana, como
le recomendó su mamá. La profesora entró en clase y les dijo "buenos días". Hoy vamos a estudiar
algunos animales. Comenzaremos con el asno, ese animal tan útil a la humanidad, fuerte, de largas
orejas, y...
- ¡Como Henry!, la interrumpió una voz que salía de atrás del salón.
Muchos niños comenzaron a reír ruidosamente y miraban a Henry.
- ¿Quién dijo eso?, preguntó la profesora, aunque sabía bien quién lo había dicho.
- Fue Quique, dijo una niña señalando a su lado a un pequeñín pecoso de cinco años.
- Niños, niños, dijo Mily con voz enérgica y poniendo cara de enojo. No deben burlarse de los demás.
Eso no está bien y no lo voy a permitir en mi salón.
Todos guardaron silencio, pero se oía algunas risitas.
Un rato después una pelota de papel goleó la cabeza de Tomás. Al voltear no vio quien se la había
lanzado y nuevamente algunos se reían de él. Decidió no hacer caso a las burlas y continuó mirando
las láminas de animales que mostraba Mily. Estaba muy triste pero no lloró. En el recreo Henry abrió
su lonchera y comenzó a comerse el delicioso bocadillo que su mamá le había preparado. Dos niños
que estaban cerca le gritaron:
- Orejón, oye orejón, no comas tanto que va a salirte cola como un asno, y echaron a reír.
Otros niños a su alrededor lo miraron y tocando sus propias orejas, sonreían y murmuraban. Henry
entendió por primera vez, que de verdad había nacido con sus orejas un poco más grandes. 'Como
su abuelo Manuel', le había oído decir a su papá una vez.
De pronto se escucharon gritos desde el salón de música, del cual salía mucho humo. Henry se acercó
y vio a varios niños encerrados sin poder salir, pues algún niño travieso había colocado un palo de
escoba en los cerrojos.A través de los vidrios se veían los rostros de los pequeños llorando, gritando
y muy asustados. Dentro algo se estaba quemando y las llamas crecían.
Los profesores no se habían dado cuenta del peligro, y ninguno de los niños se atrevía a hacer nada.
Henry, sin dudarlo un segundo, dejó su lonchera y corrió hacia la puerta del salón y a pesar del humo
y del calor que salía, agarró la escoba que la trababa y la jaló con fuerza. Los niños salieron de prisa
y todos se pusieron a salvo.
Henry se quedó como un héroe. Todos elogiaron su valor. Los niños que se habían burlado de él
estaban apenados.
En casa, Henry contó todo lo sucedido a su familia, por lo que todos estaban orgullosos de él. Al día
siguiente, ningún niño se burló de Henry. Habían entendido que los defectos físicos eran sólo
aparentes, pero en cambio el valor de Henry al salvar a sus compañeros era más valioso y digno de
admira
SANTILÍN
Santilín es un osito muy inteligente, bueno y respetuoso. Todos lo quieren mucho, y sus amiguitos
disfrutan jugando con él porque es muy divertido.
Le gusta dar largos paseos con su compañero, el elefantito. Después de la merienda se reúnen y
emprenden una larga caminata charlando y saludando a las mariposas que revolotean coquetas,
desplegando sus coloridas alitas.
Siempre está atento a los juegos de los otros animalitos. Con mucha paciencia trata de enseñarles
que pueden entretenerse sin dañar las plantas, sin pisotear el césped, sin destruir lo hermoso que la
naturaleza nos regala.
Un domingo llegaron vecinos nuevos. Santilín apresuró a darles la bienvenida y enseguida invitó a
jugar al puercoespín más pequeño.
Lo aceptaron contentos hasta que la ardillita, llorando, advierte:
- Ay, cuidado, no se acerquen, esas púas lastiman.
El puercoespín pidió disculpas y triste regresó a su casa. Los demás se quedaron afligidos, menos
Santilín, que estaba seguro de encontrar una solución.
Pensó y pensó, hasta que, risueño, dijo:
- Esperen, ya vuelvo.
Santilín regresó con la gorra de su papá y llamó al puercoespín.
Le colocaron la gorra sobre el lomo y, de esta forma tan sencilla, taparon las púas para que no los
pinchara y así pudieran compartir los juegos.
Tan contentos estaban que, tomados de las manos, formaron una gran ronda y cantaron felices.
FIN
DE SONRISA EN SONRISA
Una mañana, Patricia se despertó asustada por un sueño que había tenido. Soñó que a todas las
personas que conocía se les había borrado la sonrisa.
Estaba rodeada de gente muy triste, con caras alargadas, con el ceño fruncido, con rostros llenos de
amargura, cosa que no le agradó nada.
Hasta su mamá, que era muy alegre y siempre tenía un chiste para compartir, sólo gritaba y mostraba
mal humor.
De igual manera su padre y hermano; por no hablar de la maestra, que tenía un rostro de estatua, y
sus compañeros de clase, quienes ni con una broma reían.
Esto angustió mucho a Patricia, ya que siempre pensaba que la sonrisa era la forma natural de
comunicarse para entender al amigo, al hermano y a los padres.
Esto lo pensaba debido a que sus mejores ratos los había vivido cuando todos los miembros de la
familia se reían, y sabía lo importante que era ese pequeño gesto para mantenerse unidos y
comunicarse.
Patricia cada vez se sentía más sola e incomprendida, nadie reía a su alrededor e incluso ella llegó a
dejar de sonreír y comenzó a llorar, temiendo que nunca volvería a ver feliz a nadie.
Pero llegó al punto de que el susto invadió todo su cuerpo y de repente se despertó. Se dio cuenta
de que estaba en su cama, a salvo, y dijo: "Menos mal que sólo fue un sueño".
En ese momento su mamá llegó a la cama con el desayuno y una tremenda sonrisa, dándole un beso
y diciéndole que el día hay que empezarlo feliz.
FIN
EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR
Hace mucho tiempo atrás, vivía un emperador muy rico que siempre estaba pendiente de lucir las
mejores prendas. Dos y tres veces en el mismo día, gustaba el emperador de cambiar sus vestidos y
llenarse de lujosas joyas. Los sastres del reino trabajaban sin descanso para proveer a su señor con
nuevos trajes, llenos de brillos y magníficas telas.
Cierto día, aparecieron en el reino dos ladrones muy bribones que decidieron estafar al emperador.
Los ladrones aseguraban poseer las mejores telas, y confeccionar ajuares nunca antes vistos. Como
era de esperar, el emperador quedó deslumbrado por las promesas de los ladrones y les pagó una
gran suma de dinero para que comenzaran a trabajar.
Durante varios días, los bribones se quedaron en una habitación del palacio simulando que tejían
hermosos vestidos, pero en realidad, solo se dedicaban a cobrar más oro y beber y comer a sus
anchas. El emperador, deseoso de conocer cómo avanzaba la obra, envió un sirviente a la habitación
de los ladrones.
Al llegar al lugar, el joven sirviente quedó consternado cuando vio el telar vacío, pero los ladrones le
aseguraron que el vestido estaba hecho de una tela mágica y que los tontos e ignorantes no serían
capaz de verla. “¡Claro que la veo! ¡Es hermosa!” exclamó el sirviente con temor a parecer tonto, y
marchó a contarle a su señor.
El emperador, sin poder contener su curiosidad, partió a contemplar la obra maestra. Al llegar quedó
sorprendido de no ver nada, pero como no podía parecer ignorante delante de sus súbditos, disimuló
su sorpresa y exclamó con alegría: “¡Es hermoso! ¡Nunca había visto nada tan maravilloso en mi
vida!”. Y decidió llevarlo puesto en la ceremonia del palacio al día siguiente.
Cuando llegó la hora, el emperador salió ante su pueblo completamente desnudo. Las personas
miraban aturdidas el espectáculo, pero nadie se atrevía a pronunciar palabra alguna. A pesar de los
murmullos, el emperador prosiguió la marcha, convencido que todo aquel que le miraba asombrado,
era por pura ignorancia y estupidez. Pero en realidad ¡Era todo lo contrario!
Este cuento sirve para demostrar que nunca debemos llevarnos por criterios ajenos, sino decir la
verdad siempre y pensar por nuestra propia cabeza.
LA NUEZ DE ORO
Había una vez una niña de nombre María, que tenía los cabellos negros como la noche. La hermosa
María gustaba de pasear por el bosque y conversar con los animales. Cierto día, encontró en el suelo
una nuez de oro.
“Un momento, niñata. Devuélveme esa nuez, pues me pertenece a mí y nadie más”. Al buscar el
lugar de dónde provenía la voz, la niña descubrió un pequeño duende que agitaba sus brazos desde
las ramas de un árbol.
El duendecillo vestía de gorro verde y zapatillas carmelitas y puntiagudas. Sus ojos verdes y grandes
miraban a la niña fijamente mientras repetía una y otra vez: “Venga, te he dicho que me regreses
esa nuez de oro que es mía, niña”.
“Te la daré si me contestas cuántos pliegues tiene esta nuez en su piel. Si fallas, la venderé y ayudaré
a los niños pobres que no tienen nada que comer”, contestó la valiente niña enfrentando la mirada
del duende. “Mil y un pliegues” contestó la criatura mágica frotándose las manos.
La pequeña María, no tuvo entonces más remedio que contar los pliegues en la nuez, y
efectivamente, el duende no se había equivocado. Mil y una arrugas exactas, tenía aquella nuez de
oro. Con lágrimas en los ojos, María la entregó al duendecillo, quien, al verla tan afligida, ablandó su
corazón y le dijo: “Quédatela, noble muchacha, porque no hay nada tan hermoso como ayudar a los
demás”.
Y así fue como María pudo regresar a casa con la nuez de oro, alimentar a los pobres de la ciudad y
proveerles de abrigos para protegerse del crudo invierno. Desde entonces, todos comenzaron a
llamarle tiernamente “Nuez de Oro”, pues los niños bondadosos siempre ganan el favor y el cariño
de las personas.
EL LEÑADOR HONRADO
Érase una vez, un leñador humilde y bueno, que después de trabajar todo el día en el campo,
regresaba a casa a reunirse con los suyos. Por el camino, se dispuso a cruzar un puente pequeño,
cuando de repente, se cayó su hacha en el río.
“¿Cómo haré ahora para trabajar y poder dar de comer a mis hijos?” exclamaba angustiado y
preocupado el leñador. Entonces, ante los ojos del pobre hombre apareció desde el fondo del río
una ninfa hermosa y centelleante. “No te lamentes buen hombre. Traeré devuelta tu hacha en este
instante” le dijo la criatura mágica al leñador, y se sumergió rápidamente en las aguas del río.
Poco después, la ninfa reapareció con un hacha de oro para mostrarle al leñador, pero este contestó
que esa no era su hacha. Nuevamente, la ninfa se sumergió en el río y trajo un hacha de plata entre
sus manos. “No. Esa tampoco es mi hacha” dijo el leñador con voz penosa.
Al tercer intento de la ninfa, apareció con un hacha de hierro. “¡Esa sí es mi hacha! Muchas gracias”
gritó el leñador con profunda alegría. Pero la ninfa quiso premiarlo por no haber dicho mentiras, y
le dijo “Te regalaré además las dos hachas de oro y de plata por haber sido tan honrado”.
Ya ven amiguitos, siempre es bueno decir la verdad, pues en este mundo solo ganan los honestos y
humildes de corazón.
PIEL DE OSO
Érase una vez, un joven campesino que se encontraba extraviado en medio de un bosque. Después
de mucho caminar, el jovenzuelo se encontró a orillas de un río con un duende muy simpático.
“Buen día, joven. Si matas a ese oso detrás de ti, no quedará duda de lo valiente que eres” le dijo el
duendecillo y señaló hacia unos arbustos donde se escondía un oso aterrador. El joven, sin dudarlo,
mató a la bestia rápidamente y regresó hacia el duende. “Ahora debes llevar esa piel durante tres
años. Si no te la quitas en ese tiempo, te regalaré un morral lleno de oro que nunca podrá quedar
vacío”.
El campesino aceptó sin dudarlo, y se marchó del lugar disfrazado de oso. Sin embargo, en todos los
lugares que visitaba era rechazado, y los hombres salían armados a su encuentro y le espantaban
con pedradas. De tanto huir espantado, el joven campesino disfrazado de oso logró hallar refugio en
la choza de Ilse, una muchacha radiante y bella que tuvo compasión del oso y le protegió desde
entonces.
“¿Quieres casarte conmigo, hermosa Ilse?” le preguntó un buen día Piel de Oso, porque así le
llamaban al campesino. “Estaré encantada de ser tu esposa, pues tú necesitas de alguien que te
cuide” le respondió la dulce muchacha sin pensarlo. Desde ese momento, Piel de Oso deseaba que
el tiempo pasara volando, para poder quitarse el disfraz y cumplir así su promesa al duende.
Transcurridos tres años, el muchacho salió en busca del duende para obtener su recompensa. “Qué
bueno es saber que no has fallado a tu parte del trato, jovenzuelo” exclamó el duendecillo al verle y
le mostró a Piel de Oso un morral lleno de pepitas de oro. “Aquí tienes lo prometido, un morral que
siempre estará lleno de oro”.
El muchacho, con una alegría inmensa, regresó a casa de su amada Ilse, la cual se encontraba
llorando desconsolada la pérdida de su prometido Piel de Oso. Al ver al campesino entrar en su choza
no le reconoció, y cuando este le pidió casarse con ella, la hermosa Ilse se negó completamente,
pues sólo se casaría con su amado Piel de Oso.
“¿Acaso no reconoces el amor en mis ojos, querida Ilse?” preguntó el joven, y fue entonces cuando
se abrazaron profundamente y decidieron casarse en el instante. Desde entonces, vivieron felices y
repartieron el oro entre los más pobres.
UGA LA TORTUGA
¡Caramba, todo me sale mal! se lamenta constantemente Uga, la tortuga. Y es que no es para menos:
siempre llega tarde, es la última en acabar sus tareas, casi nunca consigue premios a la rapidez y,
para colmo es una dormilona.
¡Esto tiene que cambiar! se propuso un buen día, harta de que sus compañeros del bosque le
recriminaran por su poco esfuerzo al realizar sus tareas.
Y es que había optado por no intentar siquiera realizar actividades tan sencillas como amontonar
hojitas secas caídas de los árboles en otoño, o quitar piedrecitas de camino hacia la charca donde
chapoteaban los calurosos días de verano.
- ¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego acaban haciendo mis compañeros? Mejor
es dedicarme a jugar y a descansar.
- No es una gran idea, dijo una hormiguita. Lo que verdaderamente cuenta no es hacer el trabajo en
un tiempo récord; lo importante es acabarlo realizándolo lo mejor que sabes, pues siempre te
quedará la recompensa de haberlo conseguido.
No todos los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que requieren tiempo y esfuerzo. Si
no lo intentas nunca sabrás lo que eres capaz de hacer, y siempre te quedarás con la duda de si lo
hubieras logrados alguna vez.
Por ello, es mejor intentarlo y no conseguirlo que no probar y vivir con la duda. La constancia y la
perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que nos proponemos; por ello yo te aconsejo
que lo intentes. Hasta te puede sorprender de lo que eres capaz.
- ¡Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras! Esto es lo que yo necesitaba: alguien que me
ayudara a comprender el valor del esfuerzo; te prometo que lo intentaré.
Pasaron unos días y Uga, la tortuga, se esforzaba en sus quehaceres.
Se sentía feliz consigo misma pues cada día conseguía lo poquito que se proponía porque era
consciente de que había hecho todo lo posible por lograrlo.
- He encontrado mi felicidad: lo que importa no es marcarse grandes e imposibles metas, sino acabar
todas las pequeñas tareas que contribuyen a lograr grandes fines.
DANIEL Y LAS PALABRAS MÁGICAS
Te presento a Daniel, el gran mago de las palabras. El abuelo de Daniel es muy aventurero y este año
le ha enviado desde un país sin nombre, por su cumpleaños, un regalo muy extraño: una caja llena
de letras brillantes.
En una carta, su abuelo le dice que esas letras forman palabras amables que, si las regalas a los
demás, pueden conseguir que las personas hagan muchas cosas: hacer reír al que está triste, llorar
de alegría, entender cuando no entendemos, abrir el corazón a los demás, enseñarnos a escuchar
sin hablar.
Daniel juega muy contento en su habitación, monta y desmonta palabras sin cesar.
Hay veces que las letras se unen solas para formar palabras fantásticas, imaginarias, y es que Daniel
es mágico, es un mago de las palabras.
Lleva unos días preparando un regalo muy especial para aquellos que más quiere.
Es muy divertido ver la cara de mamá cuando descubre por la mañana un buenos días preciosa,
debajo de la almohada; o cuando papá encuentra en su coche un te quiero de color azul.
Sus palabras son amables y bonitas, cortas, largas, que suenan bien y hacen sentir bien: gracias, te
quiero, buenos días, por favor, lo siento, me gustas.
Daniel sabe que las palabras son poderosas y a él le gusta jugar con ellas y ver la cara de felicidad de
la gente cuando las oye.
Sabe bien que las palabras amables son mágicas, son como llaves que te abren la puerta de los
demás.
Porque si tú eres amable, todo es amable contigo. Y Daniel te pregunta: ¿quieres intentarlo tú y ser
un mago de las palabras amables?
EL NIÑO Y LOS CLAVOS
Había un niño que tenía muy, pero que muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con
clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma, que él clavase un clavo en la cerca de detrás de
la casa.
El primer día, el niño clavó 37 clavos en la cerca. Al día siguiente, menos, y así con los días posteriores.
Él niño se iba dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal carácter, que clavar los
clavos en la cerca.
Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y se lo dijo a su padre que
no tenía que clavar ni un clavo en la cerca. Él había conseguido, por fin, controlar su mal
temperamento.
Su padre, muy contento y satisfecho, sugirió entonces a su hijo que por cada día que controlase su
carácter, que sacase un clavo de la cerca.
Los días se pasaron y el niño pudo finalmente decir a su padre que ya había sacado todos los clavos
de la cerca. Entonces el padre llevó a su hijo, de la mano, hasta la cerca de detrás de la casa y le dijo:
- Mira, hijo, has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos los
agujeros que quedaron en la cerca. Jamás será la misma.
Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter, dejas
una cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no importa tanto que pidas perdón. La herida estará
siempre allí. Y una herida física es igual que una herida verbal.
Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes hay que valorar.
Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre
tienen su corazón abierto para recibirte.
Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron con que el niño
reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
CARRERA DE ZAPATILLAS
Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del bosque se levantaron temprano porque ¡era
el día de la gran carrera de zapatillas! A las nueve ya estaban todos reunidos junto al lago.
También estaba la jirafa, la más alta y hermosa del bosque. Pero era tan presumida que no quería
ser amiga de los demás animales.
La jirafa comenzó a burlarse de sus amigos:
- Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta.
- Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.
- Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.
Y entonces, llegó la hora de la largada.
El zorro llevaba unas zapatillas a rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con moños muy
grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes con lunares anaranjados.
La tortuga se puso unas zapatillas blancas como las nubes. Y cuando estaban a punto de comenzar
la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada.
Es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas!
- Ahhh, ahhhh, ¡qué alguien me ayude! - gritó la jirafa.
Y todos los animales se quedaron mirándola. Pero el zorro fue a hablar con ella y le dijo:
- Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos diferentes, pero
todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y ayudarnos cuando lo necesitamos.
Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Y vinieron las hormigas, que
rápidamente treparon por sus zapatillas para atarle los cordones.
Y por fin se pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas, preparados, listos, ¡YA!
Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían ganado una nueva amiga que además
había aprendido lo que significaba la amistad.
Colorín, colorón, si quieres tener muchos amigos, acéptalos como son.
Leyendas
LA FLOR DE NOCHEBUENA
Cuenta una leyenda que hace mucho, mucho tiempo, en un pequeño pueblo de México, todos los
habitantes se reunían en la iglesia cada año durante el nacimiento de Jesús para dejarle algún regalo.
A Pablo le encantaba aquella tradición. Todos los años veía llegar a muchas personas desde muy
lejos con regalos hermosos: cestas de fruta, ropa, algún juguete... Pero según pasaban los años,
Pablo se ponía más y más triste. Él sólo veía como todos iban y depositaban sus regalos, pero él no
tenía nada que regalar, él era muy pobre y eso lo hacía sentir mal.
Pablo quiso esconderse para evitar que otros miraran que no tenía nada que dar, fue y se escondió
en un rincón de la iglesia y comenzó a llorar, pero pronto de sus lágrimas que habían caído al suelo,
comenzó a brotar una hermosa flor con pétalos rojos. Pablo comprendió que aquella flor era un
regalo de Dios, para que Pablo se la regalara al niño Jesús. Contento fue y deposito aquella flor juntos
con los demás regalos, pero manteniendo el secreto que había nacido de sus lágrimas.
El resto de personas, al ver aquella planta tan bella, decidieron llevar una idéntica cada año. Ese
gesto, poco a poco, se convirtió en una tradición, y hoy en todos los hogares, una bella flor de Pascua
deslumbra a todos con sus intensas hojas rojas.
LA LLORONA
Hace muchos años en la Ciudad de México, cerca de Xochimilco se escuchaban los tristes lamentos
de una mujer.
-¡Ay mis hijos! Que será de ellos- decía una voz perturbadora.
Mientras se escuchaba a la mujer misteriosa, los temerosos habitantes de la ciudad se encerraban
en sus casas a base de lodo y piedra. Tampoco los antiguos conquistadores se atrevían a salir a la
calle, pues los gritos de aquella mujer eran realmente espeluznantes.
Los rumores decían que se trataba de la llorona, una mujer vestida de blanco con cabellos largos y
aspecto fantasmagórico, que flotaba en el aire con un velo para cubrir su horripilante rostro.
Lentamente vagaba por la ciudad entre calles y plazas, y quién llegó a ser testigo de su presencia
dicen que, al gritar, ¡ay mis hijos!, agitaba sus largos brazos de manera angustiosa, para después
desaparecer en el aire y seguir aterrorizando en otras partes de la ciudad con sus quejidos y gritos.
Mientras la llorona recorría las plazas, lloraba desesperada, después de un tiempo se dirigía al río
hasta perderse poco a poco en la oscuridad de la noche, y así terminar disolviéndose entre las aguas.
Esto pasaba todas las noches en la ciudad de México y tenía verdaderamente inquietos a sus
habitantes, pues nadie sabía la causa de aquellos lamentos.
Algunas personas decían que la mujer tenía un enamorado, con el cual nunca había podido casarse
gracias a que la muerte la había sorprendido inesperadamente. Al morir el hombre se quedó solo y
triste, y descuido a tal punto a sus 3 hijos, que los pobrecitos se quedaron huérfanos sin que nadie
les ayudara. A causa de esto la mujer regresaba del más allá para cuidar de sus hijos, y los buscaba
desesperadamente a través de gritos y lamentos.
Otra versión cuenta que hace mucho, vivía una madre junto con sus tres hijos. El padre de los niños
los había abandonado hace mucho tiempo, hasta que un día, aquel hombre regresó. El hombre,
volvió cuando los pequeños se encontraban solos en casa y cuando la madre regresó a su hogar
buscó a sus niños, pero no los encontró, ni a ellos ni al hombre. Salió y buscó por el pueblo llorando
y gritando los nombres de sus niños sin poder encontrarlos. Con el pasar de los años, su búsqueda
continuó, pero sin éxito alguno y tras tanto esfuerzo, la mujer falleció de la tristeza. Desde entonces
su espíritu errante vaga todas las noches buscando a sus hijos, llorando y lamentando por los
alrededores de los pueblos.
LA LEYENDA DEL MAÍZ
Hace varios siglos, antes del descubrimiento de América, en México vivían los aztecas. Cuenta la
leyenda que se alimentaban de raíces de plantas que iban encontrando y de los animales que
conseguían cazar cada día.
Su mayor deseo era comer maíz, pero no podían porque crecía escondido detrás de unas altas y
escarpadas montañas, imposibles de atravesar.
Un día, pidieron ayuda a varios dioses y éstos, deseando prestar ayuda a los humanos, probaron a
separar las gigantescas montañas para que pudieran pasar y llegar hasta el maíz. No sirvió de nada,
pues ni los dioses, utilizando toda la fuerza que tenían, lograron moverlas.
Pasó el tiempo y, estaban tan desesperados, que suplicaron al gran dios Quetzalcóatl que hiciera
algo. Necesitaban el maíz para hacer harina, y con ella poder fabricar pan. El dios se comprometió a
echarles una mano, pues su poder era inmenso.
A diferencia de los otros dioses, Quetzalcóatl no quiso probar con la fuerza, sino con el ingenio. Como
era un dios muy inteligente, decidió transformarse en una pequeña hormiga negra. Nadie, ni
hombres ni mujeres, ni niños ni ancianos, comprendían para qué se había convertido en ese pequeño
insecto.
Sin perder tiempo, invitó a una hormiga roja a acompañarle en la dura travesía de cruzar las altas
montañas. Durante días y con mucho esfuerzo, las dos hormiguitas subieron juntas por la dura
pendiente hasta llegar a la cumbre nevada. Una vez allí, iniciaron la bajada para pasar al otro lado.
Fue un camino muy largo y llegaron agotadas a su destino, pero mereció la pena ¡Allí estaban las
doradas mazorcas de maíz que su pueblo tanto deseaba!
Se acercaron a la que parecía más apetitosa y de ella, extrajeron uno de sus granos amarillos. Entre
las dos, iniciaron el camino de regreso con el granito de maíz bien sujeto entre sus pequeñas
mandíbulas. Si antes el camino había sido fatigoso, la vuelta lo era mucho más. La carga les pesaba
muchísimo y sus patitas se doblaban a cada paso, pero por nada del mundo podían perder ese
granito del color del sol.
Los aztecas recibieron entusiasmados a las hormigas, que llegaron casi arrastrándose y sin aliento
¡Qué admirados se quedaron cuando vieron que lo habían conseguido!
La hormiga negra, que en realidad era el gran dios, agradeció a la hormiga roja el haberle ayudado y
prometió que sería generoso con ella. Después entregó el grano de maíz a los aztecas, que corrieron
a plantarlo con mucho mimo. De él salió, en poco tiempo, la primera planta de maíz y, de esa planta,
muchas otras que en pocos meses poblaron los campos.
A partir de entonces, los aztecas hicieron pan para alimentar a sus hijos, que crecieron sanos y
fuertes. En agradecimiento a Quetzalcóatl comenzaron a adorarle y se convirtió en su dios más
amado para el resto de los tiempos.
LA SORTIJA DE ESMERALDAS
Alba era una dama anciana perteneciente a la aristocracia mexicana quien poseía una vasta fortuna.
Desgraciadamente se encontraba sumamente enferma y no tenía herederos, pues durante su
juventud no fue capaz de procrear hijos.
En la noche de un jueves santo tuvo una pesadilla en la que vislumbró a detalle la manera en que iba
a morir. Una semana más tarde fue a entrevistarse con el clérigo del pueblo:
– Ay padre es que le juro que sentí la presencia del mismísimo Satanás.
– No se deje influenciar por las leyendas mexicanas que cuenta la gente. El demonio no existe.
-La muerte está cerca, Lo sé. Quiero pedirle que cuando yo muera mis posesiones sean repartidas
entre la gente que menos tiene.
– Por supuesto doña Alva, que yo me encargaré de que su última voluntad se cumpla. Replicó el
clérigo.
Transcurrieron un par de semanas, cuando una mañana se escucharon doblar las campanas de la
parroquia. La gente se enteró de la muerte de la anciana. Increíblemente se veía en los rostros de la
mayoría de los pueblerinos que les afectó dicha noticia, ya que dicha señora había dado el dinero
para la construcción de la clínica y de varios orfelinatos.
Al entierro únicamente asistió el sacerdote y uno de sus acólitos quien lo protegió de la lluvia con la
ayuda de un paraguas. Al término de la ceremonia ambos se dirigieron a sus respectivos hogares.
Sin embargo, uno de los enterradores notó como doña Alba llevaba una gran joya colocada en una
de sus manos.
Esperó hasta que la luna lo alumbrara lo suficiente y cabo hasta que pudo abrir el féretro. En efecto,
en el dedo anular de la mano derecha, la octogenaria tenía puesta una sortija de esmeraldas.
Por más que intento arrancarla, no lo consigo con lo que resolvió cortar el dedo y posteriormente
retirar el anillo con más calma.
Estaba volviendo a poner la tierra sobre el ataúd, cuando se dio cuenta escuchó el grito de una mujer.
Volteo y vio horrorizado como la figura espectral de doña alba lo apuntaba con el índice de su mano
amputada.
El hombre murió en el acto y así concluyó esta leyenda mexicana
EL CALLEJÓN DEL BESO
El Callejón del Beso es un hermoso lugar, situado en la ciudad de Guanajuato a unos 360 kms de
distancia de la Ciudad de México.
Cuenta la leyenda que Doña Carmen era la hija única de un padre avaro e intransigente.
Buscaba como muchos padres de aquella época, un exitoso comerciante para ceder la mano de su
hija. Por ello la cuidaba celosamente en su casa evitando que conociera a los hombres comunes y
corrientes que existían en el pueblo minero.
Tan solo pensar que su hermosa hija se enamorara de un pobre pueblerino, le llenaba de ansiedad.
Pero como suele suceder, el amor derriba todas las barreras por más fuertes que éstas sean.
Doña Carmen conoce a Don Luis, un humilde minero con el que se veía en un templo cercano a su
hogar, a escondidas de su padre.
Un día que el joven minero cortejaba a la hermosa doncella ofreciéndole agua bendita de sus manos,
fue descubierta.
Su padre la encerró en casa y la amenazó de casarla en España con un viejo y rico noble, con el que,
además, acrecentaría el padre su mermada fortuna.
La bella y sumisa doncella, triste, vivió su encierro al lado de su muy querida dama de compañía,
Doña Brígida.
Ambas lloraban todos los días su pena desde el balcón de su recámara, y Doña Brígida no hacía más
que prometerle que no dejaría que la llevaran a España en contra su voluntad.
El joven enamorado no supo en un principio qué hacer ya que no le era permitido hablar con su
amada, pero al pasar cerca de su casa, notó que la ventana de la recámara daba exactamente a la
ventana de la casa vecina, y estaban a escasos centímetros de distancia.
Se abría la posibilidad de poder estar en contacto con su amante si compraba aquella casa vecina.
Sugirió al dueño de aquella casa, un precio para comprarla, pero recibió constantes negativas hasta
fijarlo en un costo tan alto que tuvo que dar todo su patrimonio de años a cambio.
El precio valió la pena cuando al asomarse por la ventana y extender su mano pudo tocar con sus
nudillos la ventana del cuarto de su amada.
La sorpresa de Doña Carmen, fue mayúscula cuando, asomada a su balcón, encontró a tan corta
distancia al hombre de sus sueños.
No hicieron más que jurarse amor eterno y planear como se verían todas las noches a través de esos
balcones tan cercanos.
Cuando más abstraídos se encontraban los amantes, arropados en un cálido beso, del fondo de la
pieza se escucharon frases violentas.
Era el padre de Doña Carmen reprendiendo a Brígida, quien se jugaba la misma vida por impedir
que su amo entrara a la habitación de su señora.
El padre arrojó a la protectora de Doña Carmen y al ver como su hija se besaba con ese miserable
minero, con una daga en la mano y de un solo golpe, la clavó en el pecho de su hija lleno de rabia y
coraje.
Don Luis enmudeció de espanto…la mano de Doña Carmen seguía entre las suyas, pero cada vez
más fría y sin movimiento.
Ante lo inevitable, Don Luis dejó un tierno beso sobre aquella mano tersa y pálida, ya sin vida… El
joven no pudo soportar vivir sin su amada Carmen y desesperado se suicidó, tirándose desde el
brocal del tiro principal de La Mina de la Valenciana.
El Callejón del Beso aún existe en la hermosa ciudad de Guanajuato, está situado en la zona histórica,
en las faldas del cerro del Gallo, una barriada que existía ya desde el siglo XVIII y que es sin duda,
uno de los más típicos de dicha ciudad.
Este callejón tiene la peculiaridad de que mide 68 cm de ancho y sus balcones están casi pegados el
uno al otro, a la trágica distancia de “un beso”.
LEYENDA EL SOL Y LA LUNA
Cuenta la leyenda que cuando la tierra estaba en la oscuridad, era siempre de noche. Los más
poderosos, que vivían en el cielo, se reunieron para crear el Sol y que hubiera luz en la Tierra. Se
citaron en Teotihuacán, una ciudad que había en el cielo. Bajo ella, como un reflejo, estaba la ciudad
mexicana del mismo nombre.
Se dice que, en esa ciudad celeste de Teotihuacán, encendieron una enorme hoguera. Aquel
poderoso que quisiera convertirse en el Sol, debía saltar esta hoguera para resurgir como el Sol.
Se presentaron dos candidatos para ser el Sol: el Primero era grande, fuerte, hermoso y rico y
además, estaba vestido con ropas de lujo y adornado con piedras preciosas. Este ofrecía a sus
compañeros oro y joyas como muestra de su orgullo; por otro lado, el Segundo era pequeño, débil,
feo y pobre; su piel estaba cubierta de llagas, y estaba vestido con su ropa de trabajo. Como el
Segundo era un ser muy pobre, sólo podía ofrecer la sangre de su corazón, sus buenos y humildes
sentimientos.
Cuando llegó la hora de saltar la enorme hoguera, el grande y rico no se atrevió, tuvo miedo y salió
corriendo, sin embargo, el Segundo, que era muy valiente, dio un salto enorme sobre la hoguera y
salió convertido en el Sol.
El Primer candidato al verlo convertido en sol, sintió vergüenza y sin pensarlo mucho tomó carrerilla
y saltó la hoguera. Y en el cielo apareció un segundo Sol. Los demás Poderosos estuvieron de acuerdo
de que no podían existir dos soles en el firmamento, así que decidieron apagar al Segundo, para eso,
tomaron un Conejo por las patas y con mucha fuerza lo lanzaron contra el segundo Sol. El brillo de
este disminuyó rápidamente y tras poco, se convirtió en la Luna.
Si te fijas bien, durante los días de luna llena, puedes ver la figura de un conejo, que es el que acabó
con el segundo sol y dio vida a la luna.
EL PÁJARO CARPINTERO Y EL TUCÁN
Hace muchísimos años, en la selva amazónica, vivía un pequeño pájaro carpintero que iba a ser papá.
Los días habían pasado rápido y sus crías estaban a punto de nacer. Necesitaba fabricar un nido en
un lugar seguro, lejos de los depredadores; por este motivo, eligió la parte alta de un tronco
centenario, lejos de miradas indiscretas.
Como no disponía de mucho tiempo, se dedicaba día y noche a picotear sin descanso la corteza del
árbol ¡Tenía que hacer un agujero grande y confortable para los huevos!
El sonido de su pico golpeando la madera se extendió por los alrededores y llamó la atención de un
tucán. Al principio, el ave de colores no encontraba de dónde salía ese repiqueteo, pero indagó un
poco y descubrió al pájaro carpintero trabajando, oculto por el follaje de los árboles.
– ¡Hola, amigo! Veo que estás haciendo un nido para tu familia.
– Sí, así es. Tengo que terminarlo cuanto antes porque mis pequeñuelos llegarán al mundo de un
momento a otro.
El tucán estaba fascinado. Nunca había visto a nadie trabajar con tanto interés y decidió hacerle una
proposición.
– ¿Sabes? Yo no tengo casa y me veo obligado a anidar a la intemperie y en cualquier lugar. Nunca
me siento seguro y paso bastante frío. Me preguntaba si podría contar contigo para que fabriques
un nido para mí.
El pájaro carpintero dejó por un momento de picar la madera y le miró muy interesado. Sus ojos se
posaron en el pecho del tucán, un ave realmente hermosa y colorida.
– ¡Se me ocurre una idea! Si te parece bien, yo me comprometo a fabricar tu nido y a cambio, tú me
regalas algunas de tus preciosas plumas rojas ¡Creo que serían el adorno perfecto para mi cabeza!
– ¡Fantástico! Es un trato justo para los dos ¡Cuenta con ello!
En cuanto el pájaro carpintero terminó de construir su nido, se puso a taladrar otro agujero en un
árbol vecino para el tucán. Al finalizar la obra, el tucán le felicitó por su buen hacer, se quitó unas
cuántas plumas, y se las colocó a su nuevo amigo en la cabeza. Después, los dos volaron hasta una
charca que habían formado las lluvias de la mañana. El pájaro carpintero se inclinó un poco para
verse y se encontró guapísimo.
– ¡Oh, ¡qué bien me quedan! Muchas gracias, amigo ¡Son preciosas!
– Gracias a ti por construir mi nuevo hogar.
Se abrazaron y entre ellos se creó una amistad para toda la vida.
Dice la leyenda que, desde ese día, los pájaros carpinteros lucen orgullosos un simpático penacho
de plumas y que los tucanes siempre encuentran agujeros para vivir, pues sus amigos los pájaros
carpinteros se los ceden para que puedan guarecerse y anidar.
LA LEYENDA DE TEPOZTÉCATL
Tepoztécatl nació de una princesa cuyo embarazo fue producto del amor de un pajarillo. El pequeño,
fue nombrado por su madre como Tepoztécatl. Ella era inmensamente feliz con su niño, sin embargo,
cuando los padres de la princesa se enteraron de aquel bebé, se molestaron mucho con ella, ya que
no estaba casada, por lo que la obligaron a abandonar al niño lejos de su hogar.
Al abandonarlo, la princesa lo dejó cerca de un hormiguero, fue entonces cuando las hormiguitas lo
alimentaron con gotas de miel que obtenían de un panal de abejas. Poco después de alimentarlo,
las hormigas dejaron al bebé cerca de un maguey. Al tenerlo entre sus pencas, el maguey lo cobijó y
alimentó con el aguamiel que llevaba en su interior. Tiempo después el maguey lo colocó en una
caja y lo puso sobre las aguas del río Atongo, hasta que una pareja de ancianos que vivían en
Tepoztlán lo encontraron y criaron como si fuera su hijo.
El pequeño Tepoztécatl creció hasta convertirse en un fuerte y hábil guerrero. Un día una malvada
serpiente llamada Mazacóatl apareció por Xochicalco amenazando a los habitantes de aquel pueblo.
El padre adoptivo de Tepoztécatl fue elegido para acabar con aquella espantosa criatura, pero el
hombre se encontraba muy viejo y cansado, por lo que Tepoztécatl decidió tomar su lugar y luchar
contra la serpiente. Para ello el joven tomó muchos trozos de obsidiana y al estar luchando contra
la criatura le cortó las entrañas con los cristales, terminando así con su vida.
Cuando regresó a su pueblo Tepoztécatl se convirtió en su héroe, todos celebraron su victoria y lo
nombraron Señor de Tepoztlán y sacerdote del Dios Ometochtli. Años después Tepoztécatl
desapareció y se fue a vivir para siempre a la pirámide que se encuentra en la cima del cerro del
Tepozteco.
EL NIÑO DEL DÍA DE MUERTOS
La noche del 1 de noviembre de 1970 en el antiguo barrio de la salud, los niños de ese rumbo
recorrían las calles pidiendo su muerto como es la tradición
Cerca de la media noche un hombre llamado Rubén Varón, quien vivía a poca distancia del panteón
de ese lugar escucho que tocaban su puerta
– Don Rubén me da mi muerto,
Don Rubén: miguelito que andas haciendo a estas horas por la calle
– Aquel hombre le dio dulces al niño, y este le pidió más para llevarle a un niño que estaba encerrado
en una casa de esa misma calle a tres casas de ahí
Don Rubén: Mentiroso en esta casa no vive nadie
Niño: se lo juro don Rubén a todos los niños que pasan por ahí desde la ventana les dice que quiere
salir y para que no esté tristes le voy a llevar dulces
– Rubén recordó que, hacia años en esa vieja casa de adobe, había sido descubierto el cadáver de
un niño de 6 años, que había sido encerrado sólidamente en un cuarto y abandonado
misteriosamente por sus padres quienes dejaron la casa sin que nadie se diera cuenta.
– Don Rubén, le dijo a miguelito que se fuera a su casa que el mismo le llevaría dulces aquel niño.
Don Rubén salió a la oscura calle, lentamente se acercó a la ventana de aquella casa abandonada,
entre las sombras descubrió a un pálido niño
Niño de la casa: ¡déjame salir! ¡Déjame salir!
Don Rubén: ¿qué haces ahí?
Niño de la casa: ¡ábreme! ¡Ábreme!
Don Rubén: ¿quién eres?
Los ojos de aquel niño se pusieron en blanco y comenzaron a brillar intensamente, las ventanas se
cerraron violentamente mientras aquel ser seguía gritando
Ábreme, ábreme, ábreme…
Textos
científicos
EL ELEFANTE
El elefante es un animal herbívoro terrestre, el más grande que existe. Viven en manadas, que a veces
tienen cientos de integrantes. Tiene piel gruesa de color gris o amarronado y una muy buena
memoria.
Existen hoy en dos géneros distintos: el elefante africano y el elefante asiático. Entre los géneros
extintos de esta familia destacan los mamuts.
Normalmente viven de 50 a 70 años. El elefante más grande que se ha cazado, de los que se tiene
registro, pesaba alrededor de 11 000 kg
Presentan una prolongación nasal muy desarrollada, llamada comúnmente trompa, que gracias a su
desarrollada musculatura les permite utilizarla a modo de mano para agarrar objetos y comida.
También poseen colmillos, grandes dientes que salen de su mandíbula superior. Los colmillos de
elefante son una gran fuente de marfil. Los colmillos del elefante pueden pesar hasta 120 kg y tener
hasta 3 m. de longitud, aunque lo normal es que midan menos de un metro.
Otra de las características principales de los elefantes es que poseen unas grandes orejas (mayores
en el elefante africano que en el asiático). La principal función de estas orejas es la regulación de la
temperatura del animal. Al tener muchas venas permiten un correcto enfriamiento de la sangre, que
en animales de ese volumen sería difícil conseguir por otros medios.
LAS BALLENAS
Las ballenas son mamíferos marinos que viven en los océanos. Como otros mamíferos, las ballenas
pueden respirar oxígeno del aire, tienen una cantidad pequeña de pelo y son de sangre caliente.
Hay dos tipos básicos de ballena: las ballenas barbadas y las ballenas dentadas. Las ballenas
dentadas disponen de dientes muy afilados para cazar y alimentarse. Las ballenas barbadas no
tienen dientes, sino barbas de ballena que utilizan para filtrar la comida.
La ballena barbada se alimenta de plancton. Para ello, abre su enorme boca y toma una gran
cantidad de agua. Luego, cierra la boca y expulsa el agua a través de sus barbas de ballena, que
impiden que el alimento salga. La ballena dentada se alimenta de peces de mayor tamaño.
EL ASTEROIDE Y LA DESAPARICIÓN DE LOS DINOSAURIOS
Y es que este impacto no fue nada despreciable. Científicos señalan que el objeto que cayó tenía 20
kilómetros de anchura, y que la energía generada como consecuencia del impacto es equivalente a
que se hubiesen lanzado 10.000 bombas como la de Hiroshima.
Esto fue hace unos 65 millones de años, y aunque se considera al asteroide como el principal
responsable de este fenómeno, resulta que se trató de un conjunto de elementos en los cuales tiene
vital importancia el sitio en el cual cayó dicho asteroide.
El impacto del asteroide en una zona costera con poca profundidad y rica en azufre trajo como
consecuencia un gran despliegue de humo, escombros y azufre, lo que dejó a la Tierra sumida en
una oscuridad casi absoluta y aislada de la luz solar.
Estas son parte de las conclusiones del biólogo Ben Garrod, quien indica que lo que realmente causó
la extinción de los dinosaurios fue la ausencia de alimento que se generó tras la inmensa nube de
escombros y yeso producida como consecuencia del impacto del asteroide.
Las implicaciones de esto fueron definitivas. Algunas especies lograron adaptarse, variando su
alimentación y escondiéndose en madrigueras, y otras, como los dinosaurios, tuvieron menos
posibilidades de subsistir y vieron el final de sus vidas.
El sitio exacto en el que impactó el asteroide está en la península de Yucatán, en el golfo de México.
Esto generó un gran cráter en la superficie de la zona, llamada Chicxulub; el cráter que se generó
tiene un diámetro de unos 300 kilómetros.
Lo que fue realmente mortal para los dinosaurios fue la gran capa de azufre que se regó por toda la
atmósfera y que se mantuvo en esta durante un tiempo.
Científicos e investigadores han determinado que el asteroide no fue en sí mismo la razón de la
extinción de los dinosaurios, sino esa capa de azufre que envolvió el planeta.
EL ASTEROIDE ‘POTENCIALMENTE PELIGROSO’ 2016 NF23 SE APROXIMA A LA TIERRA
Cada año, miles de objetos espaciales entran en la atmósfera de nuestro planeta. La mayoría, se
desintegran antes de llegar al suelo, y todos son muy pequeños como para producir algún daño
significativo.
Algunos cuerpos incluso cruzan la órbita de nuestro planeta regalándonos asombrosos espectáculos
astronómicos. Pero de ahí a que se produzca un choque lo bastante grande como para poner en
peligro la vida en la Tierra, hay un trecho. Un cataclismo considerado como ‘gran impacto’ se
produce en la Tierra, aproximadamente, cada 100.000 años.
Aun así, es fácil dejarse llevar por el pánico cada vez que se anuncia que un cuerpo estelar pasará
‘relativamente cerca’ de nuestro planeta, o que incluso 'lo rozará'.
El último de estos anuncios se ha producido con el asteroide llamado 2016 NF23, que se
aproximara, para algunos, ‘peligrosamente cerca’ de la Tierra. Pero lo cierto es que la trayectoria
de este objeto no supone riesgo alguno para nosotros.
LA INSÓLITA AMISTAD ENTRE UN LOBO Y UN HOMBRE SOLITARIO.
¿Quién no ha soñado alguna vez con hacerse amigo de una manada de lobos? Seguramente, todos
los que crecimos viendo a Félix Rodríguez de la Fuente lo hemos hecho alguna vez. Pero la relación
entre lobo y hombre viene de más lejos.
Estamos hablando de una historia que comenzó hace miles de años, aunque aún no hay consenso
científico sobre el momento y lugar exacto en el que comenzó la domesticación del lobo, sobre
cuándo comenzó ese viaje en el que descubriríamos al mejor amigo del hombre.
Un estudio que saltó a los titulares de todo el mundo fue publicado en la revista Science en el año
2013 y aseguraba que la amistad hombre y lobo fue un proceso que se inició en Europa hace 19.000
años. En su trabajo, los científicos compararon las secuencias genéticas de muchas razas de perros
contemporáneos con las extraídas de los fósiles de 18 cánidos prehistóricos, de hasta 36.000 años
de antigüedad, en Asia, Europa y otras regiones del mundo. Los resultados concluyeron que los
perros modernos están más estrechamente ligados a la cadena genética de los antiguos lobos
europeos que a los de otras zonas.
En el año 2015 un nuevo trabajo rebatía el artículo de Science y concluía que el origen de la
domesticación del hombre era mucho anterior y comenzaba hace 27.000 a 40.000 años en
Siberia. Para ello analizaron un hueso de lobo encontrado en la península de Taimyr y descubrieron
que tenía 35.000 años. Por otro lado, los análisis genéticos revelaron que la raza de perro actual
conocida como husky siberiano está muy emparentada con este lobo ancestral. Los resultados de
este estudio fueron publicados en la revista Current Biology.
Quién sabe… quizás futuros hallazgos nos hagan reescribir la historia de la amistad del hombre y el
lobo, pero parece claro que esta se remonta a hace muchos miles de años. Mientras dejamos a los
científicos rastrear el verdadero origen del encuentro con este animal tan carismático, encontramos
preciosos ejemplos, reales y ficticios, que relatan historias de amistad entre el lobo y el ser
humano.
Uno de los últimos trabajos concluye que la domesticación del lobo comenzó hace más de 27.000
años
PRONTO PODRÁ COMUNICARSE CON SU PERRO GRACIAS A LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
¿Tiene usted un perro en casa? ¿Alguna vez se le ha quedado mirando a los ojos como si quisiera
decirle algo? ¿Le entiende cuando le mira o mueve el rabo o pone sus orejas de una manera u otra?
Pues sí, la tecnología podría estar cerca de solucionar ese diálogo entre el dueño y su can, y todo
ello gracias a la inteligencia artificial (IA).
Así lo asevera un estudio de la Universidad de Arizona del Norte desvelado a primeros de este año
por el doctor Slobodchikoff. Él y su equipo han estado trabajando durante meses en un instrumento
basado en inteligencia artificial y que aprenderá de las vocalizaciones del perro y lo traducirá al
inglés. Slobodchikoff lleva más de 30 años estudiando e investigando cómo se comunican los perros
de las praderas, y ha sido capaz de ayudar a crear la IA que ayudará a los amantes de los perros a
comunicarse con sus mascotas.
¿Y cómo ha construido Slobodchikoff el instrumento que nos permitirá saber lo que quieren nuestros
perros cuando nos miran o mueven el rabo o colocan sus orejas de una u otra manera? Gracias a
un algoritmo que convertirá la vocalización de un perro al idioma de Shakespeare. Según
Slobodchikoff los perros de la pradera que lleva tres décadas estudiando hacen ladridos agudos
cuando están en peligro, e incluso puede comunicar con su particular forma de lenguaje el color de
la ropa de una persona.
Para descubrir esta evidencia Slobodchikoff y su equipo de científicos se pasaron miles de horas
observando vídeos de los diversos tipos de ladridos hechos por los perros de las praderas. Y
aprendieron de las imágenes de la misma manera que la inteligencia artificial y el machine learning
aprenden.
A partir de aquí, los científicos de la Universidad de Arizona del Norte crean la empresa Zoolingua,
cuyo objetivo es el de desarrollar la tecnología necesaria para que las personas se comuniquen con
sus mascotas, lo que podría permitir hablar con todo tipo de animales y no sólo con los perros.
Slobodchikoff cuenta, ante su descubrimiento y la tecnología que está explorando para que las
personas puedan comunicarse con sus perros, que "si podemos hacer esto con perros de las
praderas, sin duda podremos hacerlo con perros y gatos"
DESCUBREN UN LAGARTO EXTINTO DE CUATRO OJOS
Actualmente, se sabe que animales como lagartijas, sapos, atunes e incluso algunos tiburones
poseen un tercer ojo parietal. De hecho, este desempeña funciones claves en la orientación
geográfica y los ciclos circadianos (aquellos que regulan los cambios en las características
fisiológicas en un ciclo de 24 horas) de estos seres.
Sin embargo, a pesar de que este órgano fuese común entre vertebrados primitivos, lo cierto es
que, hoy en día, el cuarto ojo tan solo lo poseen las lampreas (un tipo de pez). Ni aves ni mamíferos
cuentan con él.
“Pensábamos que el tercer ojo había ido desapareciendo de manera independiente en muchos
grupos de vertebrados, como mamíferos y aves, y que solo se conservó en lagartos entre los
vertebrados terrestres”, asegura Krister Smith, del Instituto de Investigación Senckenberg (en
Alemania). Pero, por otro lado, también existía la idea de que el tercer ojo de la lagartija se desarrolló
a partir de un órgano diferente, llamado parapineal, que está bien desarrollado en lampreas.
El fósil, hallado en 1871, pertenece a un linaje que vivió alrededor de unos 49 millones de años
atrás y gracias a esto, se han podido realizar unas primeras teorías sobre la historia progresiva del
tercer y cuarto ojo.
¿POR QUÉ SON TAN IMPORTANTES LOS ARRECIFES DE CORAL?
Los arrecifes de coral son ecosistemas frágiles, muy amenazados, pero de vital importancia para la
vida en los océanos.
Existen unos organismos en el océano que son en parte animal… en parte planta… y en parte piedra.
Algunos son tan pequeños que miden tan solo dos milímetros, pero todos juntos forman estructuras
que pueden llegar a ser visibles, incluso, desde el espacio. Son los corales, y juntos forman lo que
conocemos como arrecifes de coral. Y, a pesar de su reducido tamaño, los corales son uno de los
animales más importantes del océano.
Los arrecifes de coral son muy, muy antiguos. Llevan en los océanos, como mínimo, 500 millones de
años, y algunos de ellos empezaron a crecer hace 50 millones de años.
Estas estructuras tan increíbles ocupan una superficie muy reducida del fondo marino, y se
encuentran principalmente en zonas poco profundas de las regiones tropicales. Sin embargo, esta
área tan limitada es uno de los hábitats más importantes de los océanos. Los arrecifes de coral son
el refugio de innumerables peces, esponjas, pulpos, babosas, cangrejos, anguilas y un largo
etcétera. Se cree que hasta el 25% de las criaturas marinas dependen de los arrecifes para su
supervivencia.
Y es que, al igual que los árboles y las plantas de un bosque, los arrecifes de coral forman la base de
la cadena alimentaria de los organismos que viven allí. Además, también proporcionan estructura:
forman agujeros que permiten a los peces nadar y refugiarse en su interior, las langostas viven
debajo de ellos, algunas anguilas también usan sus agujeros… en conjunto forman unas
comunidades estructurales fascinantes y muy diversas.
LOS DELFINES ANIMALES INTELIGENTES Y DIFERENTES
Los delfines llamados comúnmente delfines oceánicos (para distinguirlos de los delfines de río) son
una familia de cetáceos odontocetos, que comprende unas 34 especies.
Son carnívoros estrictos.
Están entre las especies más inteligentes que habitan en el planeta. Se encuentran relativamente
cerca de las costas y a menudo interactúan con el ser humano.
Como otros cetáceos, los delfines utilizan el sonido, la danza y el salto para comunicarse, orientarse
y alcanzar sus presas.
Conducta social:
Los delfines son animales sociales que viven en grupos familiares. Los delfines pueden establecer
fuertes lazos sociales, donde incluso algunos individuos heridos o enfermos son cuidados por otros,
incluso ayudando a respirar al llevarlos a la superficie si fuese necesario.
Los delfines muestran desarrollo de cultura, algo que por mucho tiempo se creyó que era único del
ser humano. En mayo del 2005 se descubrieron en Australia delfines del Indo- Pacífico que
enseñaban a sus crías a usar herramientas, cubriendo sus hocicos con esponjas para protegerlos
mientras se alimentaban.
Alimentación:
Durante los primeros meses de vida se alimentan de leche materna por ser un mamífero y
posteriormente se nutre de peces y calamares como su alimento principal.
Utilizan muy diversas tácticas de caza: muchas veces cazan utilizando su velocidad, pero también
usan el eco localización para buscar presas enterradas en la arena.
Amenazas humanas:
La contaminación de los océanos, mares y ríos es una preocupación. Pesticidas, metales pesados,
plásticos y otros contaminantes industriales y agrícolas pueden causar la reducción de poblaciones
de delfines.
Diversos métodos de pesca, sobre todo la pesca del cerco del atún causa la muerte a delfines que se
quedan atrapados en las redes. En algunas partes del mundo los delfines se han considerado como
alimento.
Los delfines siempre han tenido una estrecha relación con el hombre, son usados en espectáculos y
en el ejército.
HALLAN EN ECUADOR UNA RANA QUE PUEDE CAMBIAR LA TEXTURA DE SU PIEL
El descubrimiento fue hecho por científicos del Centro de Investigación de la Biodiversidad y Cambio
Climático de la Universidad Tecnológica Indoamericana (BioCamb), quienes encontraron una rana
que puede mutar la forma de su piel, tal y como lo indicó Juan Manuel Gayasamín, director del
Instituto.
Los expertos describieron a la rana como una especie que puede cambiar la textura de su piel de
tubérculo a lisa y viceversa, en solo cinco minutos.
"Creo que lo que observamos en Pristimantis mutabilis es una rareza en el mundo animal. Algo
extraño que puede pasar en unas pocas especies, pero que seguramente es la excepción más que la
regla", agregó.
Ecuador es el tercer país más mega diverso en anfibios con 557 especies, entre ellos la Prismantis
Mutabilis.