La Formacion de Las Sociedades Complejas
La Formacion de Las Sociedades Complejas
La Formacion de Las Sociedades Complejas
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1. De la aldea a la ciudad
Eridu
La aparición en el sur de Mesopotamia de la cultura de Eridu, también
denominada El Obeid I, plantea la cuestión del desarrollo originario de las formas
de vida agrícola en este lugar. Algunos indicios arqueológicos, como el
refinamiento de sus cerámicas, sugieren que debió haberse formado en una
etapa aterior, pero, dada la parquedad de los datos, desconocemos si fue allí o
en alguna otra parte de donde fuese originaria.
El-Obeid
Desde mediados del V milenio a. C. se desarrolló la secuencia
característica de El-Obeid, sin ruptura con la anterior y con tantos elementos
de continuidad en los asentamientos, las cerámicas, etc, que muchos prefieren
considerar a ambas como distintos períodos de un mismo contexto cultural.
Por esta razón los precedentes periodos de Eridu y Haggi Mohammed se han
denominado también El Obeid 1 y 2. Se produjo entonces, durante El Obeid 3 o
temprano (4500-4000 a. C.) una sistematización de los recursos agro-
hidraúlicos que supuso la excavación de canales, con lo que se conseguía
ampliar el área cultivable, llevando el agua a tierras áridas, así como el drenaje
de las zonas pantanosas del delta.
Junto con la aparición del arado de tracción animal, la sistematización de
los recursos hídricos supuso a partir de entonces una trasformación de gran
alcance en la base productiva agrícola que permitía lograr mayores cantidades
de excedentes. La aparición de hoces de terracota en gran número, hechas en
serie, señala un mayor tamaño de las cosechas, exigiendo, junto a una mayor
inversión de trabajo, una manufactura abundante de las herramientas
destinadas a su recogida. Los asentamientos de este periodo -Eridu, El-Obeid,
Ur- se dispusieron a lo largo de los canales de riego, constituyendo centros
agrícolas con una economía diversificada, en la que a la agricultura extensiva de
regadío se sumaron la explotación del ganado bovino y caprino, así como un
cierto desarrollo de la arboricultura -palma datilera- y la horticultura,
favorecidas ahora por la disposición de agua de superficie en una mayor
abundancia. La pesca parece haber alcanzado en algunos lugares, como el
mismo Eridu, una considerable importancia.
Uruk
Desde el 3500 a. C. se produjo en el sur de Mesopotamia una nueva etapa
de desarrollo socio-cultural, que conocemos como Uruk por el nombre de uno de
sus principales yacimientos, dividida en una fase antigua (3500-3200 a. C) y
otra reciente (3200-3000 a. C), y en la que los avances tecnológicos y
organizativos prosiguieron en la misma dirección que habían adquirido en el
periodo anterior, sin que se pueda constatar ningún tipo de ruptura, pero con
una polarización mucho más marcada hacia una economía y una dirección
política cada vez más centralizadas. La sistematización hidráulica alcanzó a
mitad del cuarto milenio a. C. unas proporciones que rebasaban con creces la
dimensión puramente local. Por aquellas fechas la primacía del sur de
Mesopotamia ya estaba consolidada, culminando los procesos de urbanización
entre el 3500 y el 3200 a. C, cuando grandes asentamientos como Eridu, Uruk,
Ur o Nínive alcanzaron la categoría de ciudades.
La periferia mesopotámica
El desarrollo socio-económico y político que hemos venido estudiando no
es generalizable, sin más, a otras regiones del Cercano Oriente, donde la
aparición de las élites desde el Neolítico tardío siguió procesos diversos. En la
misma Mesopotamia, comunidades agrícolas avanzadas, como habían sido las de
Samarra y Halaf, que conocieron la presencia de elites incipientes, no
alcanzaron niveles superiores de complejidad sociocultural y organizativa,
completándose la secuencia, como hemos visto, en la llanura aluvial del sur. El
auge de la urbanización en el sur de Mesopotamia tuvo además la virtud de
convertir aquella zona en "centro", productora de tecnología y actividades
organizativas, frente a una "periferia"rica en materias primas y con una
evolución distinta.
Las tierras altas del norte.- En las tierras altas situadas más al norte,
allí donde precisamente habían florecido los asentamientos de la cultura de
Samarra y los halafienses, la influencia meridional con acusados rasgos
procedentes de El Obeid experimentó un retroceso durante la primera mitad del
cuarto milenio a. C., en favor de formas propias de organización, con la
constitución de jefaturas territoriales cuyos asentamientos más avanzados no
llegaron a alcanzar el rango de ciudad. Su característica principal fue que no
desarrollaron la institución del templo ni la elite sacerdotal, hasta un momento
muy tardío y por probable influencia del sur. Los principales indicadores
arqueológicos del rango son aquí las ofrendas funerarias, y su diversificación a
dado pie a suponer la existencia de una creciente complejidad social en la que,
mediante la acumulación privada de riqueza, emergería una élite aristocrática
con prerrogativas militares.
Templo y palacio
El templo y el palacio eran las sedes desde las que se ejercía la
administración y el gobierno en las ciudades sumerias. Las diferencias entre
ambos eran grandes, siendo el templo el lugar de culto, la "casa del dios", donde
la comunidad ofrecía a su dirigente simbólico, por medio de sus sacerdotes,
atención diaria y rituales que tenían lugar en las grandes festividades, por lo
general relacionadas con el calendario agrícola. El palacio era, en cambio, la
residencia de un dirigente humano, el monarca que lo habitaba rodeado de su
familia y de la corte de altos dignatarios.
Pero a pesar de estas diferencias la afinidad era también notable. Palacio
y templo eran, como queda dicho, sede de la actividad administrativa y de
gobierno, lugares donde se acumulaba el excedente, obtenido mediante
exacción, sobre el que se apoyaba el funcionamiento de todo el sistema
redistributivo. Ambos mantenían un importante grupo de personas
especializadas en actividades de administración, gobierno y producción, como
escribas, contables, jefes y supervisores del catastro, mercaderes, artesanos,
agricultores y soldados. Dichos especialistas, organizados jerarquicamente, no
poseían sus propios medios de producción, sino que trabajaban con los del
templo o palacio, siendo retribuidos mediante un sistema de raciones o
asignaciones de tierra.
Exacción y comercio
Las tierras de las comunidades rurales estaban grabadas con un diezmo
sobre la producción de sus cosechas, tasa que podía ser incrementada según
las necesidades previstas desde templos o palacios. La población libre de las
aldeas estaba así mismo sujeta a prestaciones obligatorias, una cierta cantidad
en días al año, en las tierras de aquellos, generalmente coincidiendo con los
grandes trabajos agrícolas estacionales, y en la construcción y mantenimiento
de los canales de riego y de las murallas. También era reclutada ocasionalmente
para formar una "milicia" de la ciudad que asegurase su defensa, junto a los
soldados de oficio, en circunstancias de amenaza militar.