Amor o Venganza - Cristina GL PDF
Amor o Venganza - Cristina GL PDF
Amor o Venganza - Cristina GL PDF
¿Amor o Venganza?
Este libro va dedicado a vosotros. Todo
lo que habéis hecho por mí, seguirme
siempre, apoyarme en mis malos momentos
y buenos. He crecido junto a todos vosotros
mis PERLAS, sois maravillosos, estoy
orgullosísima de teneros desde distintos
países del mundo. Porque sin vosotras este
sueño no se habría hecho realidad, porque
tanto mi familia como vosotros habéis hecho
que luche por ser quien soy. Nunca os olvido
ni nunca lo hare, sois parte de mi familia y
siempre lo seréis, por más momentos que os
hagan soñar, porque lucharé por mis sueños,
tengo motivos ¿Sabéis? Sois vosotros. ¡¡Os
adoro mis PERLAS!!
Opresión
Las manos comienzan a temblarme, las piernas parecen gelatina. Me ha
dado un gran vuelco el corazón… mi italiano, mi bello… las lágrimas brotan
por mis mejillas, no hay más dolor que la opresión que siento en el pecho al
verlo en este estado.
Esta acostado en una camilla, con una bata azul de papel. Tapado con una
sábana blanca… su rostro es demasiado pálido. Tiene un enorme tubo que sale
de su boca. Este va conectado a un respirador, el dichoso marcapasos indica
sus constantes vitales, tiene cables enganchados por todo el cuerpo… y su
cabello ¡Oh dios su cabello! Está totalmente rapado con una gran venda en la
cabeza—respiro profundamente intentando calmar mis ganas de gritar
desesperada, mis ojos van hacia la venda que más impacta—. Su tumor.
Me falta el aire en esta pequeña habitación, me duele tanto verlo así, tanto
que siento que me ahogo. El aire que entra por mi boca quema desgarrando por
dentro. “POR TU CULPA” las palabras de su madre me vienen a la cabeza.
Ahora lo entiendo todo… esos sueños, me intentaban decir algo que no
entendía, algo que nunca llegue a imaginar, era por esto… querían decirme que
lo salvara.
Me llevo las manos a los ojos cuando rompo a llorar desconsoladamente,
siento como si miles de cuchillos me desgarraran por dentro, como si una
parte de mi vida se hubiera ido, como si el sol no fuera a salir nunca.
—Alessandro…—susurro a su lado—. Por favor bello… tienes que
despertar—. Le acaricio su pómulo—. Tienes que ser fuerte…—cada palabra
que sale de mis labios duele en mi garganta al decirlas—. Tienes que luchar,
por favor.
No puedo continuar diciéndole nada, no puedo aguantar verlo así… todo
esto es demasiado fuerte. Me siento hundida sin él, sin esperanzas… acaricio
mi vientre ¡Bolita! Absorbo una gran bocanada de aire. Él no puede sufrir,
tiene una familia.
Otra patada hace que mi vista se vaya a mi vientre mientras su mano sigue
tocándome mientras la sostengo… el aparato vuelve cada vez más deprisa
tanto que me asusto y lo miro…
—Has despertado… —sollozo, sus ojos están empapados en lágrimas y su
vista clavada en mi.
—¡Enfermeras! ¡Doctor! —chillo corriendo hacia la puerta, la enfermera
viene corriendo —. ¡Ha despertado! —sollozo emocionada.
Rápidamente se meten en la habitación y al ver que sí que es cierto
comienzan a retirarle el tubo de la boca y varios aparatos que no le iban a
hacer falta. Corro a su lado impaciente de que nos dejen solos y pueda darle
besos… y caricias y poder hablar con el… ¡Está casado! — replica mi
subconsciente.
Tras varios minutos las enfermeras se van y el color pálido de mi chico va
desapareciendo por el rosáceo de sus mejillas.
—Bello—sollozo a su lado, me mira extraño… no me gusta su mirada,
parece que no me conociera—. ¿Sabes quién soy? —me preocupa que el coma
haya hecho quedarse amnésico—. Alessandro… ¿Sabes quién soy? —estoy
empezando a ponerme nerviosa, no deja de mirarme y no contesta… levanta su
mano y toca mi vientre, y por fin hay esta lo que tanto tiempo he esperado su…
¡SONRISA! —. Te he echado tanto de menos…—sonrío y asiente—. ¿No
puedes hablar verdad? —niega lo intenta, pero no puede, el tubo le ha dañado
la garganta.
Pasan las horas y Alessandro va recuperando su movilidad, ya dice
palabras sueltas como agua, baño…
—Te… qui… e.… ro—susurra, me levanto rápidamente de la silla donde
estoy sentada a su lado y sello mis labios con los suyos. Como lo echaba de
menos.
—Yo sí que te quiero mi bello—intento poner ese acento italiano que tan
ridícula parezco y logro sacarle esa media sonrisa pícara—. Me encanta
cuando sonríes así—le giño un ojo y su sonrisa se expande de oreja a oreja.
—A.… le… xi… a—¿A dicho Alexia? ¡Si! ¡Claro que lo ha dicho!
¿Entonces ha escuchado todo lo que le he dicho?
—Si mi amor… se va a llamar Alexia—una lagrima cae desde su ojo
derecho, rápidamente la cojo con mi dedo—. ¿Has escuchado toda la carta?
—asiente—. Bueno no estaba toda… no he podido terminarla—susurro.
—Me… ha… en.… can… ta… do…—susurra débilmente.
—Si…
—Voy a tener que castigarte—sus ojos se encienden y es todo fuego—.
Bolita no te muevas de tu sitio—se agacha y se pega a mi vientre para hablarle
—. Mamá y yo vamos a jugar.
Agarra mi mano y me lleva hasta nuestra habitación, cierra la puerta con el
pestillo… me quedo mirándolo de pie delante de la cama, sus movimientos
contoneándose viniendo hacia mí, hace que todos mis sentidos nerviosos se
activen… no se puede imaginar lo que provoca en mi este dios griego… y las
ganas que tengo sentirlo dentro de mí.
Silenciosamente me empotra con su cuerpo y comienza a besarme
bruscamente, disfruto de sus besos… de su pasión, su lengua se junta con la
mía y ambas se entrelazan, sus manos recorren toda mi espalda.
—Esto no te hace falta—arranca tan bruscamente el vestido que llevo
puesto que lo rompe en pedazos—. Y esto tampoco—estira de mis braguitas y
las rompe… sí que se ha despertado eufórico este hombre—. El sujetador te lo
respeto—sonríe pícaramente con delicadeza lo quita, dejándome
completamente desnuda.
—No me mires—le tapo los ojos con la mano—. Estoy fea—el embarazo
hace que haya engordado de caderas… pechos… muslos… por primera vez
me siento tímida ante él.
—Estás preciosa—susurra en mis labios.
Con delicadeza me tumba sobre la cama, rápidamente se quita su ropa
dejando su miembro varonil al aire… madre mía… su torso desnudo… ese
tatuaje… me está volviendo completamente loca.
—No quiero hacerle daño a bolita—advierte, me mira de pie delante de
mí, tengo una muy buena vista—. Que si no rompía hasta la cama—sonríe.
Rápidamente se coloca encima mía, sus labios se sellan con los míos, me
encanta la posesión con la que me besa, recorro con las yemas de mis dedos
cada centímetro de su perfecta espalda, sus labios recorren todo mi cuello…
hasta llegar a mi seno derecho, lo chupa… muerde… absorbe haciendo que
este se ponga duro… mientras con su otra mano pellizca suavemente con la
yema de sus dedos.
Me está provocando demasiado… mis hormonas están alteradas… sus
brazos… sus pectorales… su espalda como se mueve… esto es una locura…
—Por favor—le pido.
No me hace esperar más, de una embestida se mete dentro de mí, me llena
completamente… su pene se amolda a mi vagina provocándome un frenesí
excitante… uno… dos… tres… cada vez sus embestidas son más fuertes,
ambos estábamos con ganas de tenernos… levanta mis piernas para darse
mejor acceso y yo disfruto cada una de sus embestidas… la cama comienza a
hacer ruido.
Doce… trece… catorce… estoy llegando al clímax, mi cuerpo se
estremece ante su tacto, sus besos y esa lujuria que desprende sobre mi…
quince… me dejo ir… este hombre me hace llevar al décimo cielo… tras de
mí su cuerpo comienza a tensarse y rápidamente tras dos embestidas más se
deja llevar inundándome completamente.
Nuestras respiraciones son entrecortadas… me apoyo en su pectoral
cuando se tumba a mi lado, estamos completamente empapados de sudor,
exhaustos… como echaba de menos su forma de hacerme el amor… como
echaba de menos a él.
Celos
“Es su marido” las palabras de la enfermera vienen a mi cabeza e
imágenes de Emma con su anillo… ¿De verdad están casados? Agito la cabeza
intentando no pensar en ello, espero que no sea cierto y que solo sea una
mentira de esa…
—¿Cuánto tiempo he estado en coma? —pregunta mi chico mientras me
acaricia el pelo, levanto la cabeza de su pecho para mirarlo.
—Demasiado—sus ojos se penetran en los míos intensamente—. Te he
echado de menos…
—Ahora ya estamos juntos—acaricia mi cara y me da un suave beso en los
labios.
—¿Qué pasó la noche que tuviste el accidente? —es algo que me a
reconcomido la cabeza.
—No, no creo que nadie hiciera eso—miro hacia abajo ¿Emma? No, por
muy loca que este sé que a Alessandro no le haría daño—. Seguro que solo
fallaron y ya está.
—¿Sabes algo de como quedo el coche? —quizás donde lo llevo a
arreglar sepa algo.
—No… Erika—me mira—. Acabo de llegar a casa, he estado meses en
coma—comienza a tensarse—. ¿Cómo crees que voy a saber que ha pasado?
—tiene razón.
—Lo… lo siento—agacho la mirada—. Es cierto acabas de llegar y ya
pretendo que lo sepas todo—susurro.
—No pidas perdón, solo que, espérate a que disfrute un poco de mi futura
mujer y entonces ya me enterare de lo demás—sonríe de oreja a oreja.
—¿Futura mujer? —sonrío y asiente.
—Claro… no pensaras que te ibas a librar tan rápido de mi—sonríe
pícaramente—. Vamos a hacer un trato—muerde su labio—. Si nos casamos
habrá sexo, si no… ¡No! —¿Cómo? El coma no le ha dejado muy bien por lo
que se ve—. El sexo fuera del matrimonio es pecado—bromea.
—¿Estarás de broma no? —niega—. Alessandro… recuerda hace unos
minutos—le giño un ojo y niega, me exaspera cuando es así.
Estamos demasiado a gusto entre las sabanas frías, acariciándonos,
besándonos… varias veces ha dado besos a nuestra niña… me parece tan
tierno ¡LA SORPESA! ¡Mierda! Me levanto lo más rápido que puedo, pero
soy demasiado torpe y bolita hace que me cueste más levantarme.
—¿Dónde vas? —pregunta extrañado.
—Em… mmm…—¡Piensa Erika! ¡Piensa! —. He quedado con Marta, ya
sabes para cosas de chicas.
Salgo al jardín donde están todos los preparativos, menos mal que no se le
ha ocurrido mirar… si no se hubiera echado todo a perder.
—Euge por favor ¿Me puedes ayudar? —digo mientras sostengo dos
grandes bandejas de pasteles.
—Si, claro—espeta un poco borde, esa contestación no me ha gustado
nada.
—Hay que ponerlo allí—señalo una mesa larga que hay unos metros más
de distancia nuestra.
—Si, claro—vuelve a contestar igual—. ¿Cómo esta Alessandro? —sonríe
al decir su nombre y una sensación de celos recorre mi cuerpo.
—Muy bien—le sonrío falsamente, a esta que le importa.
Dejamos las bandejas encima de la mesa, Euge lleva unos días un poco
estúpida pero hoy, al decirle que Alessandro estaba bien, parece que su estado
de ánimo ha cambiado… quietecita bonita que él es mi chico.
Voy lo más rápido que puedo al servicio no quiero perder más tiempo sin
estar con mi italiano, pero unas voces hacen que me vaya hacia el despacho de
Alessandro… ¡Micaela! Seguro que está hablando con Euge como me había
dicho.
—¡Tienes que parar quieta! —le grita Micaela, mientras yo miro por el
pequeño agujerito que hice para ver a Alessandro—. ¿No puedes dejar a las
parejas tranquila?
—Hay tía ¡Por favor! ¿Aun sigues con eso? —¿Que parejas se refiere?
—Me destrozaste la vida—solloza—. ¡Eres una sinvergüenza! —grita—.
Hoy será tu última noche, yo me encargare de que te echen—ambas se retan
con la mirada… no sé qué ha pasado, pero tiene que haber sido realmente
bueno—. Te tenías que a ver quedado con el mugroso con el que te fuiste.
—Ya—dice cortante.
—No sé qué te pasa conmigo… pero… si… te he hecho algo… lo siento
Se acerca a mi sonriendo y yo sonrío, que paranoica soy a veces… una
bofetada se instala en mi mejilla izquierda, esta comienza a arder ante el
golpe, las lágrimas brotan por mis mejillas…
—Qué razón tenía Emma.
.ALESSANDRO.
Iba hacia mi despacho cuando observo a mi madre pegarle un bofetón a
Erika ¿Pero qué cojones está pasando? ¿Por qué ha hecho eso? Corro hacia
ella cuando veo que vuelve a levantarle la mano…
—¿Qué cojones estás haciendo? —le espeto a mi madre, aunque sea la
persona que me ha cuidado tantos años, no voy a permitir que le haga esto a mi
futura mujer.
—¡Alessandro esta mujer es mala para ti! —grita Rosalinda, tiene ojos
inyectados en sangre de la ira que contiene hacia Erika, en cambio mi bella
sigue frotándose la mejilla donde le ha pegado, las lágrimas corren por su
precioso rostro y me está doliendo demasiado.
—¡Estás loca! —le grito y agarro a Erika, ella esconde la cara apoyada en
mi hombro… cada vez llora más incluso empapándome la camiseta—. ¿Qué
estabas haciendo? ¿Y por qué le has pegado? ¿Qué derecho tienes sobre ella
para hacerle eso? ¡No lo vuelvas a hacer más en tu vida! —grito, la desafío,
nuestras miradas se encuentran y el odio hacia ella es inevitable.
—¡Es una buscona! —grita cortante—. Tenía razón Emma—dice
finalmente con aires de superioridad, me es imposible reconocer a la persona
que me ha cuidado toda mi vida.
—¿Qué Emma tenía razón? —espeto bruscamente, solo ese nombre hace
que me entre arcadas—. Mama… por el bien de ambos… mejor dicho de los
tres y de la niña que estoy esperando… como vuelvas a ponerle la mano
encima a Erika—me interrumpe sin acabar la frase.
—¿Me estas amenazando con lo que yo he hecho por ti? —no me deja
acabar y espeta bruscamente, parece ofendida.
—¡Si! —asiento—. No vuelves a pisar mi casa—espero que lo entienda o
tendré que tomar medidas, no le voy a consentir esto a nadie.
—¿De verdad me vas a echar de tu casa porque se quede ella? —agita las
manos hacia todos los lados.
—Tú.
.ALESSANDRO.
Sus ojos se encuentran con los míos, su sonrisa hace que toda la ira corre
por mis venas, la sangre me hierve…
” —¡Eres una zorra! ¡Por tu culpa me han echado! —gritaba mi padre a mi
madre, mientras yo intentaba tapar los oídos de Alexia con mis pequeñas
manos.
—Bruno. Por favor… relájate, yo no tengo la culpa—solloza mi mamá.
—¡Tú eres la culpable de todo! —Alexia y yo nos sobresaltamos de
debajo de la cama.
Escucho como algo de cristal cae al suelo… Aprieto con mis pequeñas
manos los oídos de Alexia, pero los míos… No están tapados, golpe tras
golpe… Bofetón tras bofetón y sollozo y llantos de mi madre inundan mis
oídos.
Estamos temblando, muertos del miedo, sé que con pegarle a mama no le
sobra. Se que después voy yo.
—Niño apestoso ¿Dónde estás? —Alexia y yo nos escondemos bajo mi
cama, siempre ha sido mi escondite para que papa no nos encuentre, la colcha
de la cama es larga y así no nos puede ver.
Mi respiración cada vez es más acelerada, escuchar los pasos de sus botas
pesadas, hacen que sepa que se está aproximándose a nosotros. Tengo mucho
miedo y mi cuerpo comienza a temblar, Alexia me mira, a pesar de no decir
nada ella sabe lo que pasa.
—Aquí estás, niño mal nacido—agarra mis piernas y rápidamente suelto a
mi hermana, no quiero que ella salga y la pille también—. ¡Eres un mocoso!
¿Qué te pensabas que no iba a ver tus sucias botas de fútbol? —me espeta en
la cara, su aliento apesta a algo muy fuerte que últimamente está bebiendo.
—Papi. No me pegues—sollozo, las manos me tiemblan y mi papi se ríe.
—Si no lo hago, nunca llegarás a ser un hombre—me regaña y un golpe
fuerte estampa en mi costilla izquierda, las lágrimas brotan por mis mejillas.
Lo suelto y lo empujo contra el suelo, ver como intenta coger aire es como
verme a mi cuando era pequeño… los mismos gestos.
—¡Eres un capullo! —le grito agachándome hacia su cara para que me
escuche—. No mereces la pena vivir, pero no seré yo quien te la quite, porque
antes me gustaría ver cómo te come el remordimiento… aunque dudo que tu
hayas sentido eso ¡Solo estas hecho de mierda!
—Ti… e… nes… mis… ge… nes…—me espeta—. Eres sangre de mi
sangre.
—¡No! ¡Yo no soy como tú! —la ira vuelve a encenderme por dentro.
—Si… si… que… lo… e.… res…—me vuelve a espetar.
—Hace años no era empresario, no tenía nada que ver con las franquicias
de moda. Yo nunca he sido así, es toda una tapadera—abro los ojos como
platos.
—¿Cómo? —no estoy entendiendo nada ¿He vivido con un hombre que ni
siquiera se a que dedica?
—Bueno no es realmente tapadera—se explica al ver mi cara de confusión
—. Sí que soy empresario, pero no por que quiera.
—¿Entonces qué demonios eres? —estoy empezando a cabrearme, mi
confusión va a más, no saber quién es la persona con la que he estado me está
confundiendo.
—Todo ocurrió…
.ALESSANDRO.
” —¿Sí? Assistente capo Ribererchi —contesto.
—Señor necesitamos una patrulla, hay un atracador a mano armada en una
casa de campo en Grosseto.
—Recibido, vamos para allá cinco patrullas, bordear la casa—guardo el
walkie-talkies en el bolsillo izquierdo del pantalón de mi uniforme y salgo
corriendo a indicar a mis agentes y dar órdenes.
Llegamos hasta un camino viejo, el corazón me va a mil cuando un cartel
“MIL BELLOS” ¡Mierda! Por favor que no sea… por favor que no sea, me
pido a mí mismo es el campo de mis abuelos… por favor no, rezo para mí.
Llegamos y me llevo el gran susto de mi vida, la casa de mis abuelos esta
acordonada, salgo corriendo del coche y voy hacia la casa.
—Señor Ribererchi ¡No! —grita uno de mis agentes para que no entre, se
escucha a mi abuelo gritarle y al atracador rompiendo cristales.
Hago oídos necios a mis agentes y entro tirando la puerta de una patada,
mis abuelos están sentados en una silla cada uno atados, mi abuela esta presa
del pánico y mi abuelo un pobre hombre alterado y con problemas de corazón.
—¡Tira el arma al suelo! ¡Estás acorralado! ¡Ya! —grito lleno de ira.
El atracador parece no escucharme, apunta con su pistola a la cabeza de mi
abuelo y el corazón comienza a acelerarse, se me va a salir del pecho, la
angustia que siento invade todo mi cuerpo. Las manos apuntando con la pistola
comienzan a temblarme y mi abuela ante esta escena comienza a llorar…
—Te juro que como le hagas daño me las vas a pagar ¡Hijo de puta! —
grito y el atracador prepara la pistola, el nudo en mi garganta cada vez es más
asfixiante—. ¿Qué quieres dinero? ¿Joyas? ¡Llévatelas toda! Son unos pobres
ancianos que no tienen nada.
—No los quiero a ellos, si no a ti—me señala a mí con la pistola, ambos
estamos apuntándonos.
—¡Baja… el… arma! —le advierto, la ira se apodera de mí.
Un compañero entra por la puerta de atrás, mientras que intento distraer al
atracador le da un fuerte golpe en la cabeza y este cae desplomado… corro
hacia mis abuelos para desatarlos rápidamente pero un segundo atracador que
no sabíamos dónde estaba, dispara contra el pecho de mi abuelo que todavía
no lo había podido soltar. Mi compañero dispara al atracador y este cae en el
acto… las lágrimas desbordan mis ojos… otra vez no.… otra vez he perdido
lo que más quería en la vida.
—¡Abuelo! —grito sollozando, lo suelto rápidamente y lo pongo sobre mis
rodillas—. Abre los ojos… no te duermas…—le pido, si lo hace puede morir,
presiono fuertemente la herida del balazo, mis manos comienzan a llenarse de
sangre, es una herida demasiado profunda—. ¡Héctor llama a una puta
ambulancia! —grito—. ¡Ya!
—Ignacio—llora desconsolada mi abuelita.
—Abuelo por favor… despierta… no cierres los ojos… aguanta—le
suplico, las lágrimas brotan por mis mejillas, siento como poco a poco el
dolor me ahoga.”
.ERIKA.
Las lágrimas brotan por mis mejillas viendo como mi chico de deshacer en
pedazos… es terrible todo lo que ha pasado, tan joven y todo lo ha perdido.
—¿Y por qué abandonaste? —me mira a los ojos, los tiene inyectados en
sangre y sus ojeras son completamente moradas.
.ALESSANDRO.
Veo como Erika se retuerce del dolor ¿Cómo que se está asfixiando? Eso
es imposible… según la matrona nacería en dos semanas… aunque el doctor
ha dicho que no le consta que haya una matrona que se llame así.
—Doctor por favor haga algo ¡Ya! —le exijo.
—Tenemos que dormirla—Erika comienza a llorar del dolor, las gotas de
sudor de su frente se mezclan con las lágrimas de sus ojos—. Está sufriendo
mucho y no va a poder aguantarlo, no sabemos de qué se trata de lo que le han
inyectado, pero es algo que nunca hemos visto—se apresura a decir.
.ERIKA.
Ver a mi italiano con mi niña ha sido la estampa más bonita que he visto en
mi vida… ambos estamos muy emocionados. Alessandro me pasa a nuestra
pequeña y yo la cojo en brazos.
—Eres preciosa—susurro y beso su pequeña frente, mi chico va corriendo
a por su silla para ponerse a nuestro lado—. Alessandro… es nuestra niña—la
felicidad invade toda mi alma, las lágrimas de felicidad brotan mis mejillas.
Ya han pasado tres horas y las visitas no tardan en llegar. Mis padres están
entusiasmados, mañana se venían en el primer vuelo… no quieren
desperdiciar el momento de conocer a su primera nieta. Nadie se lo
esperaba… normal, ha nacido antes de tiempo.
—¡Perooo que perlaa mas guapaaaa! —grita Marta cuando la ve, le aprieta
los mofletes a mi pequeña y esta comienza a hacer pucheros, Alessandro que
siempre ha sido protector, ahora con su niña más se levanta y va corriendo
para que no llore.
—¡Cuidado! —le espeta a Marta.
—Alessandro—rueda los ojos poniéndolos en blanco—. Te recuerdo que
soy madre…
—Si y además muy torpe—siempre le gusta hacerla rabiar.
—No perdona guapito—pone su dedo índice al aire—. La torpe aquí es tu
querida esposa… novia… mujer o lo que sea—se ríe y yo con ella.
—Mi futura mujer—me guiña el ojo… “ESTA CASADO” me recuerda mi
subconsciente y me doy una palmada en la frente a mí misma, a veces se
podría ir de paseo y dejar de recordármelo.
—¿Se puede? —oigo la voz de Rosalinda.
—Si claro mama, pasa—dice entusiasmado—. Mira Alexia… tu abuelita.
Rosalinda se acerca a ella, pero parece no hacerle mucha gracia, la cara
de asco que pone no me gusta ni un pelo.
—Alessandro—lo llamo—. Puedes traer a mi niña, ya necesito verla—le
sonrió y viene rápidamente hacia mí con mi pequeña.
—¡Te no tiero una enanitaa! —los gritos desde el pasillo nos indica que
por ahí viene el torbellino de la casa.
.ALESSANDRO.
“10 DE LA MAÑANA”
Me fastidia mucho tener que dejar a Erika, sola con la niña… ¡Esta con su
familia! Me recuerda mi subconsciente, aun así, no me quedo tranquilo, todo
sea por una buena causa.
—Hola guapo—sonríe con sus dientes perfectos y su cara totalmente
maquillada.
—Emma. No tengo mucho tiempo ¡Firma! —le exijo, he hablado con mi
abogado para poner la demanda de divorcio, no sé cómo cojones he podido
estar casado con ella.
—Espérate, que impaciente—dice pareciendo ofendida—. Por lo menos
un café—sonríe, me desespera, no quiero perder más tiempo con ella, quiero
estar con Erika y Alexia.
—¡Uno y firmas! —le advierto mosqueado, esta mujer es exasperante,
pasamos dentro de mi despacho donde soy el jefe en una empresa
internacional de moda.
—Vaya tal y como lo recordaba—pasa sus largos dedos por mi mesa de
cristal.
—¿Emma que quieres? Se que quieres algo a cambio de la firma—esta
mujer es muy retorcida y sé que algo me pedirá.
—Vaya… que bien me conoces—me espeta sonriente, un escalofrío
recorre todo mi cuerpo, esto no pinta nada bien.
—No estoy para tonterías, mi mujer me está esperando con mi hija y me
gustaría pasar el tiempo con ellas—le espeto cortante.
Llego lo más rápido que puedo y aparco en coche cruzado en dos plazas,
no quiero perder tiempo de estar con las dos personas que amo. Dos personas
hablan a lo lejos… Luan… la supuesta matrona, que casi mata a mi mujer y a
mi hija, voy corriendo hacia ella… pero mi mayor sorpresa es con la persona
que está hablando.
—Tú…
Rosas Rojas
—Ale… Alessandro te lo puedo explicar—abre sus ojos como platos ante
la sorpresa de verme, es una de las personas que sabían que había pasado con
esta matrona y ahora está aquí… entregando lo que parece ser un sobre ¿Con
dinero?
—Micaela, esto no me lo esperaba de ti… y ¡Tú! —señalo a la matrona—.
Tu y yo nos veremos la cara en los juzgados—vuelvo a mirar a Micaela, tiene
la mirada perdida—. Estás despedida—le digo y solo asiente.
—Señor… por favor déjame que le explique.
—Micaela cállate—le dice Luan.
—¿Qué se calle el que? —inquiero saber.
—De nada que a ti te incumba—me espeta la matrona.
Tengo que morderme la lengua y recordar que es una mujer… si llega a ser
un hombre dudo que vida para contarlo. Ante todo, siempre hay que tenerles
respeto a las mujeres, avanzo rápidamente ante la llamada de Micaela por
detrás, viene corriendo hacia mí.
—Señor… por favor… escúcheme—me suplica sollozando y niego.
—¡No! —la señalo—. Esto no me lo esperaba… ahora no me vengas con
escúchame—le replico—. ¡Sabes que casi pierdo a mi mujer y a mi hija! —
grito y la ira invaden mis venas.
—Lo siento… señor—vuelve a agachar la cabeza.
—No me vale tu perdón… me vale la lealtad y tu eso has tenido poca—le
recrimino—. Cuando vuelva a casa no quiero verte allí—miro hacia un lugar
fijo, me duele ver como llora después de tenerla como ama de llaves más de
ocho años.
Avanzo lo más rápido que puedo ya son las siete de la tarde y conociendo
a Erika, sé que debe estar preocupada o mejor dicho pensando que puedo
estar… ¡Emma! Corro por los pasillos, sin querer le doy a uno de los carros
donde llevan la comida de algún paciente, pido disculpas y sigo hacia la
habitación a ver a las personas que más quiero… mis bellas.
.ERIKA.
Un golpe sonoro nos sobresalta a las tres, por el umbral aparece
Alessandro fatigado he intentado recuperar el aire de sus pulmones.
—Bueno nosotras ya nos vamos—dice Cande, me da un buen abrazo.
—Aquí te dejo a tu niña—me sonríe Lau al darme a Alexia, ambas le dan
un beso en su moflete sonrojado.
Ambas se despiden de Alessandro… todas las dudas se agolpan en mi
cabeza ¿Dónde ha estado? ¿Qué ha hecho? ¿Con quién ha estado?
—¿Dónde estabas? —pregunto mientras viene hacia mí.
—Directa…—susurra sonriendo, pero a mí no me hace gracia… y mucho
menos que no es la única vez que me deja sola en un hospital.
—Alessandro… no estoy para juegos, he estado esperándote y ya son las
siete de la tarde y ahora me vienes sonriendo—el cabreo va subiendo de nivel.
—¡Tranquila…! —pide—. Toma…—me da un sobre beis grande.
—¿Qué es esto? —me extraña.
—Tu solo ábrelo…—susurra expectante con una sonrisa de oreja a oreja.
Comienzo a abrirlo, cada vez está más nervioso y esto no me huele nada
bien, estos sobres nunca suelen traer nada bueno “DEMANDA DE
DIVORCIO” es lo primero que leo.
—¿Te ha dado el divorcio? —por favor que diga que sí.
—Sigue leyendo—me anima a que lo haga.
Mis ojos van hacia la parte inferior del documento, donde puedo ver la
firma de Emma, abro los ojos como platos al comprobar que sí que se lo ha
dado y mi sonrisa invade mi rostro.
—¿Nos casamos? —pregunta sonriendo y a la vez nervioso, ansioso de mi
contestación.
—¿Ya? —pregunto sorprendida y asiente—. Alessandro… sigo estando en
el hospital—me rio—. Además, querrás que estén todos ¿No? —niega y lo
miro extrañado.
—Solo me basta que estés tú y nuestros pequeños—alarga su mano y
acaricia la cabeza de nuestra pequeña—. Casémonos ya…—me pide mientras
nos miramos a los ojos.
—¿Me lo estás diciendo de verdad? —aún estoy que no me lo creo y
asiente.
—¡Enfermera! —grita—. ¡Enfermera! ¡Auxilio! —vuelve a gritar.
—¡Calla loco! Se pensarán que ha pasado algo si las llamas así—
comienzo a reírme.
—¡Enfermera! —vuelve a gritar.
—¿Sí? —viene corriendo hacia nosotros—. ¿Pasa algo? —pregunta
preocupada, lo sabía… sabía que si la llamaba así se iba a preocupar.
—Vamos…
—¿Sabes? Nunca imagine como la niña de mis ojos podría casarse…
poder llevarla de mi brazo hacia el altar que le depara una vida nueva…—
comienzan a soltarse las lágrimas al gran hombre de mi vida—nunca pensé
que este momento llegaría, en el que serias todo una mujer hecha y derecha…
—Papa… ya lo soy—le regaño esbozando una sonrisa enorme.
—Lo sé… pero no de esta forma, no de la forma en que te llevo hacia un
altar para que otra persona te cuide, para que ese hombre que está
completamente loco por ti te haga feliz, ese muchacho es muy bueno hija—
asiento, mi italiano es el mejor hombre en la faz de la tierra—. Sé que vais a
ser muy feliz a su lado, he visto como cuida al torbellino que no ha dejado de
correr por todo el vestuario y que lo llevaba alterado—sonríe al recordarlo—.
¿Sabes lo que me ha dicho? —niego—. Me ha dicho que no me preocupara,
que puedo confiar en él, que te va a tratar como toda una reina a ti y a la
pequeña… que eres su vida.
—No me puedo creer que estés tomando esto—me enseña una bolsa donde
contiene anfetaminas.
—¿De dónde has sacado eso? —grito, no me puedo creer que ahora
rebusque en mis cosas.
—¡Qué más da! Te vas a destrozar la vida—grita, la ira invaden mis venas
y me abalanzo sobre él, nos asestamos varios golpes en la cara, no me gusta
que registren mis cosas y menos una persona que no tiene nada que ver
conmigo.
—¡Eres un capullo! —grito y asesto un golpe en su mandíbula”
Toco mi mandíbula al recordar todos los golpes que nos dimos esos días,
me pego una paliza bastante grande, estuvimos días sin hablarnos. Todo lo días
desde mi ventana veía como jugaba solo al balón y recordaba meses a tras
incluso tan solo días, cuando lo hacíamos juntos. Recuerdo que le escribí un
mensaje al móvil… siempre recordare aquel mensaje.
“ERES MUY MALO, HASTA SIN PORTERO NO PUEDES METER…
RETIRATE”
Mire por la ventana y vi como abrió el mensaje, sonreía como un capullo,
yo hice lo mismo… baje corriendo y tras un empujón volvimos a jugar…
Todos los invitados se han ido. Erika, Alexia en su cuco ajena a todo y yo
seguimos sentados en los escalones viendo hacia nuestro frente. Vuelvo
corriendo hacia el vestuario donde se había cambiado, quiero recoger sus
cosas y dárselas a Marta, sé que las va a guardar bien.
Comienzo a recoger su chaqueta, pantalones… el ruido de sus llaves
retumba sobre el suelo y yo me sobresalto. Me agacho a cogerlas y me llevo
una gran sorpresa… ¡Aun lo tenía! Agarro fuerte el llavero y lo abro…
¡Nuestra foto juntos!
La casa está más triste… más solitaria… apenas se oyen ruidos. Cuando se
escuchan son cristales estampando contra el suelo.
—Mami Eika ¿Te le pasa a papi? —pregunta el pequeño Izan.
—Esta malito…—le sonrío para intentar calmarlo, tengo que inventarme
otra escusa… él está malito llevo ya diciéndoselo dos semanas.
—Sempre esta malito—hace un pequeño puchero—. Ya no tere jugar
conmig—suspira triste, sé que, aunque sea pequeño se da cuenta de las cosas
—. ¿Ya no me quere? —una lágrima recorre su pequeño moflete sonrojado.
—Claro que te quiere…—doy un pequeño toque sobre su nariz, él sonríe
ante el gesto.
“¿Ya no me quere?” Sus palabras retumban en la cabeza… cómo no va a
querer al niño de sus ojos… esto no puede seguir así, me levanto del sofá y me
voy a paso decidido hacia el despacho, tiene que afrontarlo y luchar hacia
delante.
—¿Puedo pasar? —pregunto al abrir un poco la puerta y metiendo solo la
cabeza, me mira y finalmente asiente.
—¿Qué quieres? —pregunta con voz apagada.
—Quiero que salgas—avanzo hacia él y me paro frente a su escritorio, no
me siento si no que apoyo mis brazos en la mesa—. Quiero que sigas
adelante… Alessandro—me mira expectante—. Quiero que lo superes…
—¿Cómo quieres que supere el perder a una persona que ha sido mi
hermano y no he sido capaz de decirle lo mucho que le quería? —sé que se ha
martirizado todos y cada segundo de su día a día… piensa que no le ha dado
todo su amor.
—Por nosotros… por los que estamos intentando apoyarte… que salgas a
delante con tu familia—las palabras se agolpan en mi corazón, intento
contener las lágrimas de verlo en ese estado demacrado…—. Quiero que lo
intentes por nosotros—nos miramos fijamente a los ojos.
Se levanta despacio ante mi atenta mirada, viene hacia mí y sin
esperármelo sella sus labios con los míos, agarra mi cabeza suavemente con
ambas manos, haciendo que nuestros labios no puedan separarse… disfruto de
sus labios, cada vez aprieta más… su lengua busca la mía y juntas se mueven
al mismo compás… hacia tanto tiempo que no me besaba… desde aquella
trágica noche.
—Lo siento…—susurra en mis labios—. Sé que tenía que haberme abierto
con vosotros… lo siento—está realmente arrepentido de haber estado distante
—. ¿Qué puedo hacer para que me perdonéis? —me mira a los ojos y solo veo
dolor y arrepentimiento.
—No tienes que hacer nada… solo salir hay fuera, coger a ese pequeño
torbellino y jugar con él y a nosotras…—no me deja terminar.
—A vosotros daros mi vida—mis labios y los suyos se vuelven a
encontrar.
Salimos por fin de ese espacio cerrado y oscuro que es su despacho, la luz
cegadora entra por la ventana del comedor. Ambos se nos van la vista hacia el
pequeño que nos mira triste… comienza a hacer pucheros…
—¿Dónde está mi grandullón? —se agacha mi chico y abre los brazos para
recibir a su pequeño.
—¡Papiiii! —grita y viene corriendo hacia él.
—¿A qué quieres jugar? —le sonríe mientras revuelve el cabello dorado
del pequeño.
—¿Por qué llora? —mira preocupado hacia la cuna de Alexia que hay en
el salón.
—Bello… es un bebe… solo llora, come y hace sus necesidades—le
sonrío.
—¿Puedo ir yo? —eso no debería de preguntármelo.
—Ya tendrías que haber ido—le sonrío, mi chico va hasta nuestra pequeña
cargando en brazos a Izan.
Miro desde la distancia, como los dos hombres de mi casa observan a mi
pequeña princesa… Alessandro le pregunta a Izan que le pasa a la niña, y este
como es tan brujo a veces le dice que es fea. Muerdo mi labio para no reírme
a carcajadas.
—Erika… hay algo que no huele nada bien—dice Alessandro tapando su
nariz, Izan al ver que su papa lo hace él lo imita.
—No tuele bien—pone cara de asco.
—Alessandro…—susurro.
Se aparta de mi sexo, sujeta mis caderas y de una embestida fuerte me
penetra… su cuerpo está totalmente rígido… piel con piel, el gusto que siento
disfrutando hace que me pierda. Uno… dos… tres… cada embestida más
fuerte, los gruñidos de su boca son una melodía para mí, coge mi trasero y
aprieta cada vez más fuerte, más rápido… mi clímax está llegando…
comienzo a tensarme… una… dos…. tres… cuatro…
Tras varias embestidas más su cuerpo se tensa encima de mí, clava sus
dedos en mi trasero y tras un grito ahogado llegamos juntos al clímax,
inundándome y saciándome por completo.
Ambos nos quedamos tumbados en la cama, nuestras respiraciones
entrecortadas se acompasan al mismo compás. Agarra mi mano y la lleva hasta
su boca donde deja una fina línea de besos, me estremezco ante el tacto de sus
labios sobre mi piel.
Apoyo mi cabeza sobre su pecho, llevo mis dedos hasta su precioso
tatuaje, toco cada letra de su precioso cuerpo… contiene en el tanto
sufrimiento y tanta lucha vencida.
—Eres una persona increíble—susurro y doy un fuerte beso en su pecho.
—¿Por qué? —acaricia mi cabello.
—Porque nunca te das por vencido… ¿Sabes? Se que nunca te lo he
dicho… pero rompiste todos mis esquemas en “Morbo” —le confieso, nunca
se lo había dicho y que mejor momento que ahora—. Varias veces dude en
ir… pero saber que te podía encontrar me animaba a hacerlo—sonrío al
recordarlo.
—Creo que nunca te lo he comentado… Marta como bien sabes estaba con
Mariano y me hablo de ti—¿Marta sabía que iba a Morbo? —. Bueno me
hablo de todas, en ese momento estaba con otra persona—Emma.… pongo los
ojos en blanco—. Si justo la misma que estás pensando… cuando me enseño
tu foto, al principio me pareciste una chica más, es mas no me convencías…—
lo miro y pongo el ceño fruncido—. Insistió a que fuera a Menorca a
conocerte, esa noche que te vi en Morbo no sabía que eras tú…—me confiesa
—. Pero esa chica que disfrutaba con mi forma de hacer el amor, esa mujer
salvaje—sonríe y muerde su labio inferior—. Esa chica me volvió
completamente loco… soñé varios días como tocaba tu cuerpo, como te
estremecías ante mi tacto… como gritabas con cada embestida—nos miramos
fijamente—. Sabía que eras especial, fui noche tras noche esperando para
verte… la tarde que un hombre ajeno te estaba tocando y escuchar como
intentabas pedir ayuda, me hizo saber que se trataba de la mujer que llevaba
días soñando… y siempre me acordaré de tu forma ridícula de imitar mi
acento—comienza a reírse.
—¡Oye! —frunzo mi ceño sonriendo, me levanto un poco apoyando mi
codo en la cama y mi cara en mi mano para poder verlo mejor.
—Es verdad… era ridícula la forma en que lo hacías—se ríe, tira la
cabeza hacia atrás mostrando su perfecta sonrisa—. Debo de admitir que me
cautivaste… recuerdo la cara que se te puso cuando vistes mi coche y te lleve
al paseo marítimo… por cierto ¿Quién es Sara? —¿Por qué me pregunta por
Sara?
— Sa… Sara.
—Fue la que te robo el coche… pudieron pillarla intentaba según me
dijeron darse a la fuga con unas niñas—¿Cómo? ¿No estaban en Australia?
—Alessandro… Sara… es… es… la mujer de Liam—abre los ojos como
platos, se tensa—. Y esas son sus niñas… pensé… pensé que vivían en
Australia con Sara.
Accedo a sus datos hay cosas que no sé qué significan, carpetas con
contraseñas… “ERIKA” veo una carpeta con mi nombre, picho doble clic y se
abre… comienzo a mirar más carpetas “DATOS” “INFORMACIÓN”
“FOTOS” “FAMILIA” “AMIGAS”
Me meto en la carpeta de “FOTOS” me corroe la intriga de saber que tiene
dentro… - ¡Pues fotos! - me replica mi subconsciente como si fuera tonta, a
veces lo echaba de menos.
“287af490-bca2948f-98e9b9020ae” me meto dentro de esta foto ya que las
tiene seleccionadas por nombre y aparece una foto mía con el delantal de la
cafetería familiar donde trabajaba, sostengo un “DULCE TENTACIÓN” de los
que prepara mi madre y salgo sonriendo de oreja a oreja.
“99sn14fad47sbc4fa285bbe4b6c97” otra foto mía aparcando en coche de
mi padre en el paseo marítimo…
Sigo viendo fotos y la gran mayoría son sonriendo, algunas de las que
encuentro son de las veces que hemos dormido junto, hay una que llama mi
atención, estaría soñando… tengo cara de estar feliz ¿Qué soñaría ese día?
Una tras otra voy intentando ver todas las fotos… me es imposible son más
de mil fotos, tampoco tengo tanto tiempo, una de ellas capta mi atención no
tiene ese nombre tan raro que tienen todas… si no… “ERIKA Y LIAM”
accedo a la foto.
Sigo pasando fotos y hay demasiadas de ese día con Liam, hablando con
él, ambos sonriendo… ¡Mierda! ¡No! ¡No! Me repito a mí misma… recuerdo
cuando inconscientemente puse mi mano sobre la suya cuando estábamos
comiendo… también esta esta foto aquí.
Salgo corriendo de mi carpeta no quiero saber nada más, no me quiero
imaginar la de cosas que puede haber hay, espero que él no haya podido
verlas… aunque está el nombre cambiado… ¡No! ¡No! ¡No! Apoyo mis codos
sobre la mesa del escritorio y entierro mi cabeza sobre los brazos, esto es
frustrante… —Bórralo—dice mi subconsciente… sí lo hago se enterará que
me he metido.
Salgo fuera al inicio… una carpeta llama mi atención “MCEME” me meto
dentro de ella, esta no tiene contraseña como las demás… comienzo a leer el
documento nada más ver el nombre de Micaela ¡Son datos de ella! Miro de
arriba abajo cada dato, apenas entiendo las cosas muchas están puestas en
códigos… pero lo que si entiendo es donde esta Micaela “RESIDENCIA
PENITENCIARIA DE NÁPOLES”
Pulso el inicio para apagar el ordenador justo cuando pita y llega un
mensaje al buzón. Pienso varias veces si mirar o no.… pero soy tan
sumamente cotilla que lo hago “EMMA” ¿Pero por qué cojones habla con esta
mujer?
Entro dentro del correo y veo que no es un mensaje solo si no que hay más
de quinientos… la sangre en mis venas comienza a hervir… mi cabreo
aumenta
” De: Alessandro R
Para: Emma P
Asunto: Investigación
¿Has encontrado algo? Necesito saber si sabes algo de lo que ha
ocurrido con Micaela. Hasta que no me entere de por que mató a mi hermano
no me quedaré conforme.” (01: 11 AM)
” De: Emma P
Para: Alessandro R
Asunto: Investigación
Aun no sé nada, déjame un poco de tiempo, pero le sacare información
¿Tu como estas? ¿Sigues con ansiedad? ¿Te sigues tomando las pastillas? Me
tienes preocupada… sabes como soy y me preocupo por ti… un beso mi
bombón” (01: 17 AM)
Comienzo a ponerme roja de ira ¿Mi bombón? ¿Pero quién se cree que es
esa zorra para llamar así a mi marido? Aprieto los puños de mi mano dejando
que mis nudillos queden completamente blancos ¿Qué pastillas tomaba
Alessandro? ¿Ansiedad? ¿Qué sabe ella que no se yo? Todas las preguntas
invaden mi cabeza… me siento algo aturdida… sigo leyendo, pero ahora
mensajes anteriores de hace una semana y seis días… un día después de mi
trágica boda.
” De: Alessandro R
Para: Emma P
Asunto: Mariano ha fallecido…
Necesitaba contártelo, me siento solo… pensaras que soy idiota, si tengo
mujer y familia… pero no, estoy solo. A veces creo que Erika no me entiende,
odio esa extraña forma de no darse cuenta de que estoy sufriendo, no quiero
que esto salga de aquí. Necesito que me escuches… eres la única que lo haces,
un beso bella ” (05:32 AM)
Ahora sí que estoy voy a explotar de ira ¿Bella? ¿Se siente solo? —
Respira Erika… hace días ya de eso—me pide mi subconsciente, ahora ni
respira ni leches… el cabreo va aumentando. Apago el ordenador y salgo
corriendo del despacho. Tengo mejores cosas que hacer ahora…
Cojo a mi niña y la monto en su cuco de viaje, agarro las llaves del range
rover de Alessandro, pongo mi GPS en mi móvil y me dirijo a salir por la
puerta.
—¡Mierda! —resoplo, esta William vigilando en la puerta para que no
salga.
Voy hacia la puerta trasera de la cocina donde salgo silenciosamente, llego
hasta la cochera… espero que no haga mucho ruido, monto a mi pequeña y la
aseguro bien, arranco el coche ¡Allá vamos!
Cenicienta
Miro por el retrovisor y veo que William no me siga, no quiero que sepa a
donde voy, mi móvil comienza a vibrar… “ALESSANDRO”
—Hola cariño—sonrío.
—Déjate el hola cariño y dime donde paras—dice autoritario, parece que
está bastante cabreado… encima, cabreada yo.
—Ya te he dicho que iba a comprar pañales—resopla al otro lado del
teléfono.
—¿Y eso no podía haberlo hecho William? —espeta bruscamente.
—¡No! —contesto de mala manera.
Pasamos por unos largos pasillos sin apenas iluminación, oigo como
hombres con impulsos agresivos me vitorean al pasar por los pasillos de sus
celdas, me siento completamente aturdida… por una parte siento miedo…
pero tengo que hacerlo… tengo que saber la verdad.
—Hay esta, si tiene cualquier percance o se pone agresiva, tendrá que
dejar de hablar con ella—me explica, más bien me advierte.
El alma se me cae al suelo, viste con un mono azul marino bastante
demacrado, el cabello grasiento y un moño, tiene ojeras moradas y parece que
haya envejecido veinte años de golpe. Sus ojos se clavan en mi cuando me ve,
una sonrisa aparece en su cara… pero no la que me ponía siempre… si no la
de una loca sin corazón.
—Vaya… parece que el señorito—dice con asco —. Le ha dejado venir…
—El no.… no sabe nada—¡Céntrate Erika! Déjate el quedarte muda a la
hora de hablar… me regaña mi subconsciente—. He venido porque he
querido.
—¿Por qué has leído mis emails? —inquiere saber—. ¿Por qué? —alza la
voz.
—¡Porque me da la real gana hacerlo! —grito yo ahora—. Por qué
confiaba en ti—le replico ante su atenta mirada—. Por qué confiaba en que no
volverías a hablar con ella…—las lágrimas comienzan a rodar por mis
mejillas—. Porque pensaba que era yo la persona con la que compartirías todo
—sollozo, el nudo que he ido conteniendo durante todo el día ahora se hace de
notar en mi garganta—. ¿No se supone que era para lo bueno y para lo malo?
—no aparta la vista de mi—. Pues creo que una parte te la has saltado…
—Erika…—avanza hacia mí.
—¡No! —pongo mi brazo derecho por delante para frenarlo—. ¡Para!
quiero estar sola… ahora no quiero saber nada de ti… irónico ¿No? como tú
de mi—dibujo una sonrisa falsa a la vez que triste en mi rostro.
—Erika… por favor… escúchame—habla más calmado.
—No… Alessandro ¿Cuántas veces más piensas mentirme? —alzo la voz
sollozando—. ¿Cuántas veces quieres que me hunda? ¿Sabes lo que es sentirse
infravalorada? Lo dudo… el millonario Ribererchi el más deseado… ¿Sabes
cuantas veces he leído eso en las revistas del corazón? ¿Sabes cuantas veces
he pensado que me querías a mí? ¡A mí! —me señalo y clavo mi dedo en mi
pecho—. Me sentía valorada como mujer… como persona, creía estar
viviendo en un cuento de hadas—las lágrimas ruedan por mis mejillas—. Pero
me doy cuenta que no ni tu eres un príncipe ni yo cenicienta…
—Erika… por favor… cálmate—me pide.
—¿Qué me calme? ¡Joder! Eres un idiota… ¿Alguna vez en tu vida me has
valorado? —niega, su respuesta me la esperaba, pero aun así me duele—. Lo
sabía… nunca has valorado a nadie que no seas ¡Tú! —le señalo.
“UN DÍA TE DIJE QUE HASTA QUE LA ÚLTIMA ROSA MUERA ESE
DIA MORIRÍA MI AMOR POR TI… YA SABES QUE ES IMPOSIBLE QUE
PASE… CADA ROSA… CADA UNA DE ELLAS ES SOLO UNA PARTE DE
LO QUE SIEN…”
No termino de leer el mensaje cuando marco su número dos tonos y coge
la llamada.
—Hola mi bella—sé que sonríe al otro lado, pero aun así mantiene las
distancias.
—Quiero que me digas todo lo que piensas…—una leve sonrisa sale de su
perfecta boca.
—¿Todo? —pregunta sorprendido ante mi respuesta.
—Si—contesto como una adolescente enamorada.
—Ve a mi despacho—pide…—. Sabrás todo lo que siento por ti y todo de
mi…—susurra al otro lado.
Me voy hacia su despacho, entro y una nota llama mi atención me dirijo
hacia ella, siento como mis pulsaciones se aceleran y como el corazón me va a
mil, las piernas me flaquean y mis manos tiemblan… ¿Qué habrá dentro? ¿Mas
dinero? Niego rotundamente, no él no me volvería a hacer algo así…
—¿Una nota?
—Léela, cuando lo hagas hablamos…—se despide de mí y cuelga.
Me siento en su sillón y abro torpemente el sobre…
” Mi perfecta bella…
Creo que con esta nota podrás saber lo que siento por ti y lo que realmente
me pasa… sé que he sido un completo idiota, me he comportado muy mal
contigo, créeme no era mi intención. No te comenté nada por no preocuparte,
las pastillas… son parte del tratamiento el doctor me ha dicho que el tumor ha
vuelto a salir… no sabe si podrá curarse. No quería preocuparte y lo he hecho
no tenía motivos para hacerlo, tenía que habértelo contado todo a ti ¿En lo
bueno y en lo malo?
No sé el tiempo que me queda… ni si quiera si llegaré a ver crecer a mi
pequeña de ojos grandes y mejillas sonrojadas, pero seguro que desde donde
esté estaré orgulloso de la mujer que eres. Eres luchadora, fuerte…
increíblemente preciosa… eres la luz de mis días, mi motivo de luchar por
cada segundo.
Organicé nuestra boda corriendo en cuanto me enteré de que mi tumor
había vuelto a salir, no quería perder la oportunidad de casarme con la
persona que amo… estoy luchando pero me siento apagado y sin fuerzas… con
esto no quiero que me sientas lástima, si no que me dejes disfrutar cada
momento… cada sonrisa tuya… cada lagrima de alegría… cada vez que me
dices idiota… siento en las yemas de mis dedos el tacto de tu piel, veo en mi
cabeza tu sonrisa y tus cabreos, la forma en la que me miras cada vez que
hacemos el amor…
Nunca creí que podría llegar a enamorarme, pensé que eso no existía…
que solo eran cuentos… pensé ¿Quién iba a querer estar con un hombre con
tanto pasado oscuro como yo? Pero llegaste tú, rompiste mis muros, te metiste
como un rayo de vida dentro de mi encendiendo la oscuridad que se apoderaba
Cada vez que te veo recuerdo la noche que te conocí, no pude olvidarte de
mi cabeza, eres una persona exasperante pero llena de vida, no quiero que tu
luz se apague nunca, que los motivos de vivir siempre sean luchar cada día por
tus sueños… si algún día mi luz se apaga no quiero que estés triste si no que
luches… por ser la mujer que eres, valiente y decidida…
Escribirte esta nota es duro para mi recordar cada momento de como mi
doctor me decía que no sabrían lo que podría vivir es insoportable…
insoportable no poder ver cada día la persona que quiero… no poder ver
crecer a mi familia… pero más insoportable es no volver a recibir tus
besos…”
—Había una vez una niña con cabello rojizo… ojos azules como el cielo,
piel blanca como la porcelana.
—Mami Eika…—me interrumpe—. ¡Tú me queres? —parece preocupado.
—Claro que sí, soy tu mami Eika—sonrío—. ¿Por qué me preguntas eso?
—Por te… ahora está la enanita… y a mí no me veis—comienza a poner
pucheros ¡Hay mi pequeño! Lo que sufre el.
—Cariño claro que te queremos, papa y yo—sonrío, no me aparta la
mirada—. Claro que te vemos… y nos encanta estar contigo—le aseguro y
asiente.
—¿Y por te estáis más con la enanita? —inquiere saber.
Primero uno y después el otro, estamos tan cansado que nos tumbamos en
la cama con Izan en medio… en milésimas de segundo los tres caemos
rendidos en los brazos de Morfeo
Venganza
Siento como una punta fina de un extraño liquido pasa por mi cara, está un
poco frio. Abro los ojos y veo al pequeño Izan con un eyerliner negro en la
mano.
—¿Izan que haces con eso? —susurro al ver como sonríe de oreja a oreja.
—Mami ¡Muy apa! —¿Cómo que muy guapa? Me levanto rápido de la
cama y me voy hacia el espejo.
—¡Qué horror! —me sobresalto al ver mi cara, está completamente negra,
me ha pintado mientras dormía.
—Papi pambién esta apo—sonríe, miro hacia mi chico que aun esta peor
que yo, ver las pintas que llevamos y la gracia que le hace al pequeño hace
que comience a reírme a carcajadas… este torbellino.
Si el trayecto antes era más aburrido, ahora mucho peor, sigue tenso desde
que le he preguntado por su familia… ¿Por qué no ve a su hijo? ¿Se lo habrán
quitado? Espero que no se le ve un buen hombre. Por fin llegamos a la plaza,
William va a mi lado, observando cada movimiento que hago y como un
segurata que es vigilando cada detalle de mi alrededor.
—William… creo que te excedes demasiado protegiéndome—me mira
serio.
—Señora por eso me pagan para hacer mi trabajo—dice cortante, vaya un
zas en toda regla.
—Vale…
—No quiero seguir viviendo en la riqueza que vivo… ahora mismo solo
quiero sencillez, un modo de vida tranquilo… he sido heredada de toda la
riqueza de los Ribererchi… no solo en eso, si no en el duro trabajo que
llevaban… Mariano me ocultaba que tenía un alto cargo en una multinacional
de moda.
—Un momento… ¿Mariano tenía una empresa multinacional de moda? —
asiente—. Ya lo entiendo todo… por eso Alessandro comenzó a dedicarse a
ello, intento ocultar que era policía secreta, bueno lo dejo… y comenzó a
llevar una empresa…
—Si eran socios… Alessandro no dudo en que pueda llevarlo solo… pero
esa empresa necesita alguien más… y por eso he recurrido a ti… ¿Aceptarías
el cargo?
—¿Yo? Marta… apenas me acuerdo de dirigir una tienda… ¿Cómo voy a
aceptar el cargo de una empresa? —abro los ojos como platos.
—Se que estas aquí volviéndote completamente loca, has estado muchos
meses sin trabajar y conociéndote eres una mujer emprendedora…—asiento,
sí que es cierto, estos meses porque estaba acompañada de Micaela que si no
me hubiera vuelto loca—. ¿De verdad confías en mí? —pregunto y mi amiga
asiente enérgicamente—. ¡Acepto! —es una locura, pero no pierdo nada al
intentarlo… ¡Alessandro! ¿Cómo se lo tomara?
Después de casi dos horas hablando con Marta, se marcha a su casa dentro
de dos días sale su vuelo y tiene que prepararse todo lo que se quiere llevar.
—¡Alessandro! —lo llamo para que venga.
—Dime mi bella—sonríe de oreja a oreja, es precioso este dios griego.
—Tengo algo que decirte…—le entrego la carpeta que Marta me ha dado
hace una hora para que firmara y me hiciera cargo de la empresa, coge la
carpeta verde y la mira con bastante curiosidad.
—¿Qué es? ¿Otro bebe? Erika… no puedo con dos, no puedo con más…—
dice derrotado.
—Alessandro no adelantes nada, solo ábrelo—le pido sonriendo.
Mi chico hace caso a lo que le pido y lo abre, comienza a leerlo y cada
vez está más ¿Sorprendido? ¿Cabreado? ¿Entusiasmado? ¡Joder! No puedo
saber que piensa…
—¿Has firmado? —inquiere saber abriendo los ojos como platos.
—Si…—susurro, parece que no se lo ha tomado bien… —. ¿Estás
cabreado por no comentártelo antes? —pasa sus manos por su cabello, parece
que si.
—¡No! —¿Cómo?
—¿A qué te refieres con no? —inquiero saber.
—No, no estoy cabreado, me parece una idea estupenda… ¿Sabes lo que
significa no? —niego—. No solo te tendré en casa—me giña un ojo—. Si no a
mi entera disposición en el trabajo—muerde su labio inferior.
—Alessandro…—intento frenarlo cuando viene hacia mí con paso
despacio, su mirada es penetrante… muerde su labio fuertemente.
—Quiero hacerte mía—susurra muy lento, todos los poros de mi piel se
activan al igual que mis sentidos nerviosos.
Llega hasta mí, me tumba en la cama. Baja mi pantalón llevándose consigo
mi ropa íntima, acaricia con sus dedos recorriendo mi muslo y mi ingle
derecha, contemplo cada uno de sus movimientos… ambos nos miramos,
deseosos… con ganas de tenernos el uno al otro, de sentir piel con piel.
Mete una fruta en mi boca, sin dejar que la muerda… la pasa por mis
labios, suave y delicadamente… vuelve a meterla en mi boca, antes de que me
la quite pego un pequeño bocado y saboreo la exquisita fruta.
—Piña—susurro, oigo como sonríe.
—Perfecto—oigo como deja la fruta en el carrito y coge otra—. A ver si
sabes esta.
Pasa por mis labios su dedo humedecido en vino… intenta volverme
completamente loca y lo está consiguiendo… pasa por mis labios húmedos
otra fruta, está más pequeña… mete en mi boca, chupo sus dedos al mismo
tiempo que la deliciosa fruta… el sabor es exquisito.
—Frambuesa—sonrío.
—Muy bien Erika…—dice orgulloso de mi—. Estás acertando…—se
acerca a mí y posa sus labios sobre mi oreja, sopla y me estremezco ante el—.
Tendrás tu recompensa si sigues así—sin esperármelo, besa delicadamente mi
cuello—. Solo queda una—sonríe sobre mi piel.
Vuelve a coger algo del carrito, se detiene en algo… no puedo ver lo que
está haciendo, pero la espera me impacienta…
—Muerde—me pide y lo hago—. ¿Sabes qué es? —asiento.
—Banana…—susurro.
—Perfecto—sonríe—. Sabía que no me ibas a defraudar. Ahora tendrás tu
recompensa.
Me agarra fuertemente de mis piernas tumbándome en la cama y levanta mi
vestido, sus manos comienzan a recorrer desde mi pie… mi muslo… mi ingle,
me arqueo ante su tacto… sube hacia mi vientre. Me levanta un poco para
quitarme el vestido, y con él se lleva la venda… sus ojos ardientes y su deseo
se refleja en su rostro.
Agarra el dobladillo de mi ropa interior y la arranca… no llevo sujetador
ya que he decidido no ponérmelo. Agarra mis pechos turgentes, sus labios se
sellan con los míos, disfruto de su sabor a frambuesa… parece que no soy la
única que ha comido. Sus besos apasionados y cada vez más fuerte hace que
me vuelva completamente loca, masajea mis senos… aprieta… retuerce…
acaricia delicadamente… todos los poros de mi piel desprenden calor.
—Bella—susurra en mis labios—. Te quiero.
No me deja contestarle vuelve a impactar sus labios contra los míos, se
levanta y se comienza a quitarse sus pantalones, alargo la mano y toco por
encima de su bóxer, muerde su labio inferior y sé que está disfrutando.
—¿Te gusta las vistas? —sonríe.
—Siempre ha sido así—le giño un ojo y niega sonriendo.
Arrastra su bóxer hasta tirarlo sobre un mueble de la habitación. Se pone a
horcajadas y levanta mis piernas, sin esperármelo me penetra duramente,
desde mi vista disfruto de sus labios entre abiertos y su respiración entre
cortada… la forma en que su boca dibuja una “O” con cada embestida, agarro
sus caderas clavando mis uñas en él. Sus movimientos cada vez son más
raudos, la pasión nos invade, agarra mis pechos y los mueve circularmente.
Uno… dos… tres… varias embestidas fuertes me llevan casi al clímax,
cuatro… cinco… seis… siete… siento como estoy a punto de alcanzar el
mismo cielo.
—Alessandro… me queda muy poco—susurro mientras intento recuperar
el aire.
Dos embestidas más, su cuerpo y el mío se tensan, me arque bajo el tacto
de sus manos cogiéndome de mi espalda y penetrándome más fuerte, se le
escapa un leve gruñido y se va conmigo.
Ambos nos tumbamos saciados en la cama… el frio tacto de la seda hace
que me recorra un escalofrío por mi cuerpo, estamos completamente
empapados de sudor.
—Vamos a bañarnos, aún queda el postre—me giña un ojo, me encanta ese
gesto tan suyo, tan varonil… me vuelve loca.
Ambos nos metemos a la ducha, donde la pasión nos vuelve a endulzar y
hace que nos saciemos más.
—¿Voy bien? —pregunto cuando me pongo mi vestido, intento peinarme
con las yemas de los dedos.
Se coloca en mi espalda, ambos nos miramos en el espejo grande que
cubre toda una pared del camarote de arriba hacia abajo.
- Estas perfecta – besa mi cuello -.
Salimos hacia proa donde la mesa ya no está, ahora solo hay velas que
forman un precioso corazón… ahora no huele a vainillas si no ha frambuesa…
me lleva hasta el centro del gran corazón dibujado con velas, sin esperármelo
aparece un hombre tocando el violín, inundando nuestros oídos con su
preciosa melodía.
Agarra mi mano y me pega a su cuerpo. Comenzamos a bailar pegados,
apagan la luz de todo el barco en medio de la nada, la luz de las velas y de la
perfecta luna llena nos acompañan en nuestra preciosa velada, bailamos
lentamente al mismo compás que la melodía… nos miramos con el reflejo de
la luna.
—Mi preciosa y perfecta bella—sellamos nuestros labios.
—Lo amaba, sin más… no podía imaginarme una vida sin él y créeme sigo
sin imaginármelo y lo estoy viviendo, pensé en separarme muchísimas veces,
pero luego me buscaba… me hacía sentirme viva, sentirme una mujer… y me
dio lo más bonito que tengo en la vida… a mi niña.
—No tenías que habértelo callado—le regaño, no me gusta que lo haya
pasado tan mal—. Sabes que estaba para ti, para que me contaras lo que
realmente te pasaba.
—Lo se Erika, y te lo agradezco, pero no quería que lo juzgarais, porque a
pesar de que me estaba engañando siempre ha sido el hombre de mi vida.
—¿Estuvo dos años o menos? — suspira al otro lado.
—Cuando lo conocí, todo iba bien, sabes que a los tres meses nos fuimos a
vivir juntos… y dos meses después me lleve el gran chasco, nunca lo habían
dejado, sabía que no se iba de viajes por negocios… las cenas para mí en su
casa eran horribles, ella aparentaba estar enamorada del señor Ribererchi,
pero las miradas que se echaban eran de pasión, creo que nunca he sido su
amor… el amor de su vida, si no que era esa mujer. Competía cada día con
ella, llego un punto en que Mariano se tiraba días sin aparecer y al mes
llegaban cartas de facturas de hotel para dos… hasta el día de su muerte la
tuvo presente.
—¿A qué te refieres con que la tuvo presente?
—Cuando corrí a abrazarlo, lo tenía en mis brazos y sus palabras fueron…
encontrarás a alguien que te ame de verdad, dile a Rosalinda que siempre la
amaré—me quedo completamente petrificada, Marta sufriendo por él y que él
le dijera eso, me parece injusto para ella—. Fue muy doloroso, porque ni
siquiera me tuvo presente… no fue capaz de decirme que me quería… solo me
deseo lo mejor y amaba a otra.
¿Cómo le explico a Erika, que su mejor amiga Candela está metida en todo
este embrollo? ¿Por qué Candela? ¿Qué tiene en contra de Erika? Las
preguntas invaden mi mente, me siento saturado y muy nervioso así que salgo y
voy a ver a mi chica como sigue desfilando.
.ERIKA.
Sigo desfilando, me está gustando, Francis y Fabrichio me animan a que
continúe, creo que después de aquí tendré que ir a que me quiten el mal de ojo,
las modelos hay varias que si las miradas mataran yo ya lo estaría.
Comienzan a aplaudir y cuando me giro abro los ojos como platos…
¡Alessandro! Sonríe de oreja a oreja, mis labios se curvan al ver a mi perfecto
chico, mando un beso al aire y sigo contoneando mis caderas.
De reojo puedo ver como Alessandro habla con el estilista y el instructor,
los tres sonríen, parece ser que le está dando órdenes.
—¡Perfecta! —alza la voz mi dios griego.
—Lo sé… el señor Ribererchi y esos dos armarios son muy buenos en lo
suyo—me asegura e intenta tranquilizarme, pero no puedo pensar que mi niña
y el hombre de mi vida corre peligro me inquieta y me da pánico a la vez.
—Si que está—dice Alessandro por el altavoz—. Está su coche y el de…
mi padre…
Los minutos se me hacen eternos, miro cada uno de sus movimientos, una
persona que no es ni Emma ni el padre de Alessandro abre la ventana…
Candela… el alma se me cae al suelo al ver a Cande.
—¿Qué hace Candela ahí? ¿Por qué tiene a mi niña? —grito sollozando al
verla, su aspecto demacrado y su mirada de ira me hace darme cuenta que la
persona que creía tímida e inocente, me la ha estado jugando.
—Erika… tranquila —vuelve a pedirme Alessandro tras escuchar mis
gritos—. Tranquila.
Un gran estruendo suena, son disparos, miro atenta todo lo que está
ocurriendo, mi pequeña cada vez llora más, Alessandro se esconde tras la
casa para intentar ir por otro lado. Candela sale disparando y el padre de
Alessandro también.
Marcus y Donald disparan, me siento aturdida… con miedo… el corazón
me va a estallar de lo rápido que late, mi pánico va en aumento, necesito salir
de aquí… necesito saber que está pasando con Alessandro y mi niña.
—Vale.
Son las siete de la tarde y por fin hemos llegado el trayecto se me ha hecho
un poco largo, ya que estoy cansada del día agotador de hoy, Izan ha querido
que me metiera con él al parque de las bolas y como no, no me he podido
negar.
—¡Ya hemos llegado! —dice mi chico al aparcar el coche en el pequeño
descampado de al lado de la casa de la abuelita.
Miramos hacia atrás para ver a los niños y ambos se han quedado
completamente dormidos, ya decía yo que estaban muy callados.
—¡Bello! ¡Bella! —viene la abuelita entusiasmada al vernos.
—Son muy bellos, Izan es igualito que tu—mira a mi chico, se pone tenso
—. Pero con mejor vida—asiente mi chico—. Y Alexia… es la niña más
bonita que he visto en mi vida, se parece a los dos.
—Pero más a mi—dice mi chico orgulloso, le doy un codazo.
—¡Oye! —le saco la lengua.
—Bueno vale… Erika a ti en el mal genio—se encoje y comienza a reírse
a carcajadas.
Veo como la abuelita mira a su nieto y sonríe… no me quiero imaginar
cuanto habrá pasado la pobre mujer… todos los problemas que habrá tenido.
Martín seca sus lágrimas con su ropa sucia ¿Dónde está la ropa que le
regale? Verlo otra vez así… tan mal… tan triste me duele es un niño pequeño,
o merece tanto dolor.
—Alessandro—voy hacia la cocina donde mi chico prepara agua caliente
para curar las heridas de Martin—. ¿Dónde está su mama?
—¿Euge? —asiento—. No se Erika… estoy igual que tú, preguntándome
donde está su madre… por qué ese capullo lo trataba así… ¿Sabes? Me ha
recordado a mi…—agacha la mirada.
—Ya está mi bello, no te acuerdes de eso, ahora Martin ya está bien… me
preocupa que Euge, no corra la misma suerte con ese hombre.
—¿Cómo? —no entiendo nada, como pudo hacer eso teniendo un niño tan
pequeño.
—Todos los días eran peleas constantes… le pegaba… la violaba… un
día el pequeño llego de jugar a la pelota con sus amigos y se encontró a su
mama tirada en la cama con un bote de pastillas… desde ese momento este
niño ha estado solo con ese hombre—no me puedo creer que todo eso le haya
pasado a Martín—. Le concedieron la custodia a ese mal nacido…—niega
cerrando los ojos—. Para después hacerle eso a la pobre criaturita.
—¿Ahora quién la tiene? —inquiero saber—. Me refiero a quien tiene su
custodia
—Hasta esta tarde, ese hombre… ahora la tendrá el estado hasta que se
encuentre un lugar de acogida.
—¡Yo lo hare! —digo y ambos abren los ojos.
—Erika… no creo que sea buena idea, me da pena… pero somos muchos
—dice Alessandro.
—¡Me da igual! —espeto cabreada—. Ya una vez vi cómo se iban de casa,
como la luz de ese niño se apagaba, Alessandro sabes por lo que ha pasado—
las lágrimas brotan por mis mejillas—. No puede quedarse a la espera que
alguien le dé una familia, porque puede estar así años… años que no le den
amor, años esperando su regalo de cumpleaños o Navidad—sollozo—. Años
esperando que le alguien le quiera—asiente la abuelita, las lágrimas caen por
sus ojos—. Yo no lo conoceré tanto, pero es un niño pequeño inocente que ha
pasado una terrible agonía, bastante ha tenido como para ahora nadie le
quiera… y ¿Sabes? Yo le quiero, tuve con ese niño como un flechazo al ver su
dulzura y lo bueno que es… no se merece eso…—sollozo.
—¿De verdad me quieres? —se escucha de fondo la vocecita débil de
Martin, nos mira a los tres.
—Claro que si—viene corriendo hacia mí y me da el mayor abrazo que he
recibido en mi vida—¿Quieres ser de nuestra familia? ¿Qué Alessandro y yo
seamos tus papas? —asiente sonriente, esa sonrisa que nunca antes había
reflejado tanta alegría.
Miro a mi chico, va de muy fuerte, pero es el más débil de todos, las
lágrimas ruedan por sus mejillas, viene hacia nosotros y nos abraza, la
abuelita al vernos llora emocionada y le señalamos que se una con nosotros
—¿Serás mi abuelita también? —dice Martin a la abuelita.
—Siempre he sido y siempre lo seré, aunque no fuera de sangre… lo soy
de sentimientos—señala su corazón—. Para mí siempre has sido ese niño que
tanto he querido.
—Yo también abuelita.
Preparo chocolate para todos, mientras los demás están sentados en los
sillones y el sofá delante de la chimenea que mi chico acaba de enchufar.
—¡Mamii! ¡Pocholate! —sonríe Izan, cuando viene corriendo hacia la
cocina al olerlo.
—Si campeón, chocolate—le sonrío y revuelvo su cabello.
Corre hacia los demás para decirle a todos que estoy haciendo chocolate,
remuevo mientras escucho que están hablando.
—¿Qué es el chocolate? —pregunta tristemente Martín.
—¿No sabes que es el chocolate? —pregunta mi chico extrañado.
—No.… nunca me han hecho…—contesta.
La pena por este niño invade todo mi interior… ¿Qué clase de infancia ha
tenido? Creo que ni eso ha tenido… saco los cuencos y veo uno más grande
¡Para Martín! Me digo a mi misma. Hecho todo dentro de los cuencos y los
coloco sobre una bandeja. Voy al salón donde están todos.
—Bella que bien huele—dice la abuelita.
—Toma Martín, este para ti—le doy el cuenco más grande—. Cuidado y
no te quemes—sonrío, me mira extrañado y mira el cuenco, pero finalmente
asiente y sonríe—. Este para el campeón—alza las manos el pequeño trasto
para cogerlo, pero Alessandro se adelanta para que no se queme y lo deja
encima de la mesa auxiliar—. Y este para mi bello—sonrío y me giña un ojo.
Pasamos las horas hablando, la abuelita como cada vez que venimos nos
cuenta cosas nuevas sobre mi chico, de pequeño le gustaba mucho irse con su
abuelita y sobre todo con su abuelito a ver como trabajaban en el campo.
Comienza a sacar fotos, unos álbumes que nunca había visto. Aparentemente
son viejos, pero muy bonitos.
—Mira bella, mi bello cuando era pequeño—señala a un niño de unos
cinco años, llevaba pantalón roto por la rodilla, el cabello despeinado y un
balón de futbol viejo en sus manos—. Siempre ha sido guapísimo—sonríe
dulcemente y mira a mi chico, yo asiento.
Pasamos foto tras fotos, Alessandro cada vez se pone más tenso… ¿Por
qué? Ya veo la respuesta… Su madre y su hermana en una foto, ambas
sonriente… felices… iguales que en mis sueños ¿Cómo he podido soñar
exactamente igual? Pienso que será porque las vi en aquella foto tan grande
que guarda mi chico en la habitación que ahora está bajo llave.
—Eran muy guapas—sonrío y la abuelita asiente.
—Mucho… mi niña—una lagrima rueda por su mejilla.
—Ya Erika, pero no entiendes… no quería que supieras esa mala vida que
tuve… la que me llevo por el peor camino… y mucho menos que supieras todo
lo ocurrido con Emma—suspira.
—Tranquilo, no pasa nada—alargo la mano y acaricio su mejilla, cierra
los ojos ante mi tacto.
Mi móvil comienza a sonar, tanto que me sobresalta, solo son las siete de
la mañana… ¿Papa? Me extraño al ver su teléfono en la pantalla. Me acomodo
en la cama y cojo la llamada.
—¿Papa? —pregunto extrañada—. Solo son las siete de la mañana…
—Cariño, lo sé… tienes que venir lo más rápido que puedas—¿Cómo que
lo más rápido que pueda? Estoy empezando a asustarme, Alessandro se
despierta y me mira…—. Cógete un vuelo y ven rápido, es muy urgente—me
indica, está asustado… incluso que diría llorando.
—¿Papa que ha pasado? —inquiero saber, siento como si mi corazón fuera
a salirse de mi pecho.
—Alessandro mi padre jamás me mentiría en una cosa así… tiene que ser
muy grave, tranquilo dentro de tres días vuelvo, no tardaré tanto—sonrío a mi
chico, intenta hacerlo el pero no le sale—. Te quiero mi italiano idiota—sello
mis labios con los suyos, con su brazo libre me agarra fuertemente.
—Alexia—mira a nuestra niña, se acerca a su oído y mi pequeña de
mejillas sonrojadas y ojos grandes sonríe.
—Ma.… ma.… ma.… má—muerdo mi carrillo de mi labio inferior,
empieza a balbucear algo que ninguno de los dos entendemos, nos miramos y
comenzamos a reírnos.
—Quiere decir que no quieres que te vayas—sonríe mi chico.
—¿Ahora entiendes idioma bebe? —me giña un ojo ¡Me lo como!
—Bueno pequeño—me agacho y me pongo frente a Izan—. Ahora tu eres
el hombrecito de la casa, cuídame a estos dos—le sonrío y asiente
enérgicamente—. Y, sobre todo—levanto mi dedo para darle como él dice,
pequeñas ordenes—. No destrozar la casa—le sonrío y revuelvo su cabello.
—Voy a ver qué me dice a mi—le digo a las chicas y paso dentro.
—Erika…—dice la mujer cuando entro en la caseta—. Estaba esperando
decirte tu futuro—me sonríe y me pide que me siente frente a ella, comienza a
echar las cartas.
—¿Cómo… como sabe mi nombre? —inquiero saber, todo me parece muy
extraño… quizás Marta se lo haya dicho.
—Yo lo sé todo—pone dos cartas sobre la mesa—. Vaya vas a tener una
vida movida… vas a tener muchos obstáculos—miro expectante las cartas,
hecha dos más—. Vaya…—sonríe.
—¿Qué pasa? —abro los ojos como platos preocupada ¿Qué ve? —.
¿Algo malo? —niega.
—Un hombre moreno de ojos profundos y verdes… perfil recto… mayor
que tú—no conozco a nadie que los tenga así—. Será tu debilidad—sonríe—.
Te llevará por un camino con muchas espinas… pero lucharás por el…—
escucho cada una de sus palabras—. Pero tu felicidad durará poco…
—¿Cuánto queda para eso? ¿Cómo que durará poco? —muerdo mi labio
sé que aún tengo quince años… pero quizás pueda aparecer pronto.
—Mucho… antes tendrás que pasar muchos engaños—dice apenada, me
levanto rápido, no quiero escuchar las mentiras que está diciendo esta mujer
¿Engaños de quién? salgo lo más rápido que puedo de la caseta… “
—¡Erika espera! —grita mientras baja corriendo tras mía, intento bajar lo
más rápido que puedo—. ¡Espera! ¡Quiero hablar contigo! —alza la voz.
—¡Liam eres un mentiroso! —me giro y se para en seco tres escalones más
arriba, abro la puerta de la calle, necesito salir cuanto antes de aquí y volver
con mi italiano y mis niños.
—No es ninguna broma Erika, por eso he vuelto con ella… estaba interna
en un centro psiquiátrico… al darle solo dos semanas de vida… he decidido
hacerle sus últimos días feliz, pero sé que no le hago… sé quién es el único
hombre que le hace feliz, pero no me atrevo a decírselo—admite.
—¿Tu padre? —asiente—. ¿Por eso me has llamado verdad? Para que yo
hablara con el…—asiente—. Liam no puedes meterme siempre en tus líos…
por tus líos me he comido yo muchos y el que siempre salía de rositas eras tu
¿Y cómo me quedaba yo? —abre los ojos.
—Lo sé… por una vez te lo estoy pidiendo por favor…—se acerca a mí,
estamos a dos pasos uno en frente del otro—. Nunca he dejado de quererte…
—susurra, me quedo completamente paralizada, no me esperaba nada de
esto… después de casi dos años no me lo esperaba—. Hemos estado años y
años separados… pero cada vez que te veo me doy cuenta que siempre has
sido la mujer de mi vida…—me mira a los ojos y aparto la mirada.
—Un poco tarde… siento no sentir lo mismo, es algo que he sentido
durante años y por fin a día de hoy, solo quiero a una persona… Alessandro—
cierra sus ojos.
Agarro el pomo de la puerta y decido salir, cogeré el vuelo más rápido que
haya, necesito volver a mi hogar, sentir a mi chico cerca y a mis niños
inundándome de alegría. Volver aquí ha sido un completo error, tenía que
haberlo pensado más veces… o mejor dicho con la cabeza fría
—¡Espera! —agarra mi brazo y me lleva hasta el en milésimas de segundo,
posa sus labios sobre los míos tan rápido que no me da tiempo a reaccionar,
miles de imágenes vienen a mi cabeza ¡Alessandro! Empujo rápidamente su
cuerpo del mío.
—¡Para! —grito—. ¿Te has vuelto loco? —grito aún más fuerte, la ira
invade mi cuerpo, una bofetada se instala en su rostro, tanto que queda la
marca de mis dedos y el anillo de bodas—. ¿Para esto querías que volviera?
—Déjalo… ven conmigo podemos ser felices…—dice el muy canalla.
—¿Querías que volviera para hacerme esto? ¡No voy a dejar lo mejor de
mi vida por un tío como tú! —aprieto mis puños y grito, siento como si el
corazón se fuera a salir de mi pecho—. ¡Eres asqueroso! —le grito, vuelve a
agarrarme y sin volver a esperármelo sella sus labios con los míos—. ¡Para!
— vuelvo a gritar, tengo la necesidad de volver a dejarle la marca de mi
anillo, pero es inútil… todo él es inútil—. Antes quizás te funcionaba hacerme
callar así… pero no soy una inmadura como tú, que es infiel a la persona que
quiere—le espeto, intento calmar mi respiración, siento como si el aire se
volviera más denso.
—¡Quizás mi problema no fuera que le engañara, si no que te quería a ti!
—grita ahora el, ambos nos desafiamos con la mirada—. Fui un idiota por
tanto tiempo… pero sé que todavía sientes algo por mí.
—Si…—admito—. ¿Sabes que siento? —me acerco a él.
—¿Qué sientes? ¿Me quieres? —pongo mis labios cerca de los suyos,
tanto que puedo notar el aire caliente que sale de sus labios.
—Siento pena…—lo empujo y salgo corriendo de la entrada, monto en el
coche y salgo lo más rápido que puedo del lugar, no quiero volver a ver esta
persona.
Mi móvil comienza a vibrar… miro la pantalla… ¡Alessandro!
—Bella—sonríe mi chico al otro lado, miles de imágenes pasan por mi
cabeza, la pelea que acabo de tener con Liam, jurar amor eterno a mi chico…
—Hola… hola… mi… mi amor—sonrío intentando disimular que todo lo
ocurrido me ha afectado.
—Me alegro—sonríe.
—Tengo… tengo que irme—miro a través de la pantalla donde marca mi
vuelo.
—Erika…—agarra mi brazo, mis ojos se encuentran con los suyos… su
mirada es triste…—. Mi hijo era lo mejor de mi vida—asiento—. Jamás os
haría daño a ti… ni a Alessandro, para mí ha sido como un hijo—su mirada
me demuestra que es totalmente sincero—. Solo busco paz conmigo mismo y
estar tranquilo.
—¿Por qué huyes de todos? —pregunto, me suelta el brazo, baja la cabeza
y al levantarla parece un hombre derrotado… herido.
—Todos creen que soy malo—niega con la cabeza—. Todos le creen a esa
mujer que abuso de mi hijo – escucho atentamente sus palabras—. ¿Sabes lo
que duele enterarse que tu mujer te engañaba con tu hijo por un mensaje
cuando yo creía que me quería? Erika… no es buena…—una lagrima se
escapa de su ojo izquierdo—. Por culpa de esa mujer lo he perdido todo…—
dice se señala de arriba hacia abajo y me doy cuenta que ni siquiera lleva
zapatos—. Solo te pido que os mantengáis alejados de esa mujer—asiento.
—Gracias…—susurro.
Avanzo hacia mi destino para encontrarme con mi familia, paso decidido y
mirada al frente, intentando no pensar en el hombre derrotado y herido que ha
quedado tras de mí, me giro y el alma se me cae al suelo. Esta sentado en una
esquina esperando que alguien le dé algo ¿Qué ha pasado con toda su riqueza?
¿Dónde está ese hombre tan poderoso que conocí hace dos años?
Doy la vuelta sobre mis talones y corro hacia el mostrador, no quiero
perder el vuelo… pero tampoco quiero dejarlo aquí… en estas condiciones
tan lamentables.
—¿Por qué has venido? —dice alzando la voz—. ¿Por qué? —grita, la ira
vuelve a invadir su cuerpo, una ira que nunca le ha dejado.
—¡Alessandro! —espeto bruscamente, me mira—. Mira las condiciones
en las que esta… ¿No te has preguntado realmente por qué desapareció? Solo
has querido buscarlo para vengarte de una cosa que te dijo Rosalinda… ¿No
has pensado que la única que quiere hacernos daño es ella? —Alessandro me
mira fijamente, procesando cada una de las palabras que digo.
Estira su mano y agarra al hombre que está sentado en el suelo, pasa su
mano por el hombro y lo lleva hasta el sofá, yo los sigo detrás.
—¿Cómo se, que no quieres hacernos daño? —inquiere saber.
—Sabes que nunca lo he hecho…—dice, mirándose sus manos.
—Creí que era lo mejor para ti… hablé con tu abuela…—abre los ojos
como platos—. Ella me dijo que dejara que te metieran, iba a ser lo mejor, te
estabas volviendo agresivo—cierra los ojos mi chico, respira pausadamente
intentando calmarse—. Sé que nunca podrás perdonarme… he perdido a la
mujer que amaba… a mi hija… también he perdido a mi hijo… y a cambio de
todo eso he recibido engaños… perdiendo a la mujer que creí que me
quería… por favor… no dejes que te pierda a ti también.
Las lágrimas brotan por mis mejillas, ambos están destrozados, nunca
llegue a pensar que eran padre e hijo y ahora estarían contándose lo que cada
uno piensa, todo lo que han pasado, dejando ver el dolor que hay dentro de
cada uno.
—¿Quién te dijo que eras mi hijo? —inquiere saber.
—Rosalinda… Rosalinda me entrego una caja donde guardabas cosas…
entre ellas una prueba de paternidad…—deja sus hombros caer rendidos—.
Parece que una tras otra me demuestra que Rosalinda nunca ha sido buena…
estaba equivocado contigo… me dijo que le harías daño a mi familia—ambos
se miran a los ojos.
—Por cierto ¿Quieres tomar algo? —me dice la chica—. Ahora mismo no
conozco a nadie y no me vendría nada mal conocer a alguien—asiento.
Ambas nos vamos a una cafetería, estaba en lo cierto es Sevillana, es
pelirroja de ojos verdes y cabello rizado, piel pálida, por la cara que tiene le
hecho muchos menos años que yo.
Que ganas tengo de que nos vayamos a esquiar, jacuzzi… cena… ¿Cuánto
falta para irnos? ¡Tres días! Deseando verte mi bello.” (9:00 AM) son
mensajes de esta mañana.
“De: Alessandro Ribererchi
Para: Amaya Laorden
Asunto: Nieve
Por favor, mantente un poco el orden… nadie se puede enterar de esto, mi
mujer cree que voy con un empresario… mantente callada, un beso mi bella…
te espero esta noche.” (9:05 AM)
“De: Amaya Laorden
Corro hacia un cojín del sillón frente a la chimenea de este gran despacho,
y me tapo la boca con el intentando ahogar mis llantos y la angustia que invade
mi cuerpo. Tras varios minutos llorando sin cesar, intento calmarme… respiro
hondo e intento ser fuerte.
—¡William! —grita Alessandro desde el comedor, está tomándose un café
recién hecho mientras ve el periódico deportivo en el sofá.
—¿Si, señor? —viene lo más rápido posible.
—Tienes que llevarme al trabajo, hoy no me llevaré el coche—asiente.
William me mira y niega con la cabeza. Sabe algo, paso por uno de los
espejos del pasillo, tengo los ojos hinchados y rojos de tanto llorar… me doy
a mí misma una fuerte bofetada en mi mejilla izquierda y me prometo no
volver a llorar por alguien que no me valora.
Voy hasta la cocina donde me preparo un café y unas tostadas con
mermelada de melocotón, hoy Alessandro solo se ha servido a si mismo… me
siento sobre la barra del desayuno.
—¡Mamiii! —grita Izan al verme—. ¿Estás solita? —pregunta, le ayudo a
que se suba a la silla alta de la barra.
—¡No! Ahora estoy con la mejor compañía que se puede tener, un
verdadero hombre—las palabras salen altas y claras por mi boca antes de
darme cuenta.
Alessandro parece haberlo oído cuando tose, miro de reojo su reacción, se
ha manchado el pantalón del traje gris que lleva, maldice en voz baja y sale
hacia la habitación. Miro al pequeño Izan, que contempla mi mirada, me sonríe
y yo a él.
Llevo en mis manos la nota que me dejo con un ramo de flores el primer
día de mi trabajo, toco varias veces y veo que no contesta… abro la puerta
¡No esta!
—Perdona—no me acuerdo del nombre de la secretaria de Alessandro—.
¿El señor Ribererchi? —pregunto.
—Ha ido al baño, señora Ribererchi—asiento y voy hacia el baño.
Entro en el de los hombres sin importarme quien pueda verme, no hay
nadie… después en el de las mujeres… tampoco. Doy la vuelta sobre mis
talones para marcharme a mi despacho y la voz de una mujer hace que me
quede completamente petrificada.
—No puedo ser feliz sin ti Erika… eres todo… eres mi única forma de ser
feliz—llora desconsolado.
— Pues inténtalo… a mí ya me has perdido—niega rápidamente con la
cabeza y maldice porque lo tienen cogido, intenta soltarse de los hombres de
seguridad y tras una amenaza con despedirlo lo hacen, corre hacia mí, pero
pongo mi mano para que haya distancia—. No te vayas… lo siento…
Miro hacia el gran charco que cruzo… intento poner separación entre
nosotros, me duele como ha acabado todo, me duele ver cómo me he tenido
que alejar de la persona que amaba… por qué… incluso no soy capaz de
recordar que ha pasado, me ha llevado al límite de irme lo más lejos posible
de él… y de mi familia.
—Así le va.
Llegamos hasta la casa de Marta, es preciosa decorada a su gusto rústico,
la chica que le cuida a su niña se tiene que ir, miro a Erika… es igualita a
Mariano, me sorprende ver como se parecen tanto. Alexia va hacia su prima
gateando y ambas se entienden a su forma de hablar.
Llegamos hacia el pub, que razón tenía Marta es de los más glamurosos
que hay, nos saltamos la cola y llegamos al de seguridad, estiro del brazo de
Marta.
—Marta… la gente nos mira mal…—miro hacia todos los lados—. No
podemos saltar así, porque si—le explico.
—Tranquila—susurra sonriendo—. Buenas noches, soy la señora
Ribererchi y ella mi cuñada— sonrío –. Erika Ribererchi—sonríe.
—Pasen—nos indica el de seguridad, la miro y me giña el ojo.
—De algo tiene que servirme el apellido—dice y muerdo el carrillo de mi
labio inferior para no reírme de lo descarada que se está volviendo en estas
situaciones.
Marta habla con un camarero, subimos las escaleras principales, la
barandilla es de plata, el suelo luce una gran alfombra roja, la música está
demasiado alta. Para hablar con Marta tengo que gritar demasiado.
—¡Tienes que probarlo! —me señala su coctel—. Está riquísimo—
comienza a reírse, solo lleva uno y ya va demasiado contenta.
Bebemos champan… coctel… gran vino de reserva… no sé cuánto he
mezclado ya, pero me siento en el punto, si tomo algo más acabaré en el baño
vomitando.
—¡Vamos a bailar! —grita de alegría, agarra mi mano y bajamos hasta la
pista de baile.
Ambas nos movemos al compás de la música, muevo mis caderas
sensualmente, me siento desatada, el alcohol corre por mis venas haciendo
efecto. Una tras otra no paramos de bailar.
Unas manos agarran mis caderas, baila tras de mi… sigo moviéndome…
imagino que es el… el italiano que ha roto completamente mi corazón, pero
que todavía deseo más que a nada en este mundo. Agarro sus manos y un
escalofrío recorre mi cuerpo.
Un movimiento brusco hace que caiga al suelo ¿He tropezado con mi
tacón? Miro hacia arriba y mis ojos no pueden creer lo que ven.
Sus ojos verdes se encuentran con los míos, su mirada esta completa de
ira… miedo… y dolor…
—Alessandro—susurro.
Observo más allá de sus ojos, apenas puedo ver debido a la luz de colores
de este local, Marta corre hacia mí y me ayuda a levantarme, apoyo mi pie
izquierdo en el suelo y me duele, parece que me lo he doblado. Alessandro al
ver que apenas puedo andar ya que los tacones no lo facilitan viene hacia mí.
El tacto de su piel con la mía arde, me toma en sus brazos, siento como si
la adrenalina corriera por mi cuerpo, le indico que me saque fuera quiero
tomar el aire. Marta se ha quedado hablando dentro con William.
—No.… no sabía que estabas aquí—le explico y asiente—. De haberlo
sabido, no hubiera venido.
—Erika—dice, me quedo totalmente embobada mirando sus labios—. Me
gustaría hablar contigo—uno de los de vigilancia nos mira y le giña un ojo…
qué raro… salimos hacia la calle y por fin puedo respirar aire fresco.
—Ya puedo ir sola—le digo, aprieta las yemas de sus dedos más fuertes
en mi piel—. Alessandro…—susurro.
Se queda pensativo unos segundos y me baja, intento apoyar el pie y menos
mal que no me duele, no podría soportar más el tacto de su piel con el mío.
Levanto la vista y me quedo completamente petrificada, ha perdido el brillo de
sus ojos, su cabello está más largo y ha perdido mucho peso… las ojeras
violetas invaden su rostro.
—Todos hemos cambiado… unos a mejor—me señala—. Y otros a peor…
—Lo… lo siento…—ambos nos miramos a los ojos, su mirada esta tan
intimidante que tengo que apartar la vista de él—. No sabía que te estaba
afectando tanto…
—¿De verdad? —sonríe irónicamente—. He parecido un loco llamándote
—me explica y asiento—. ¿Por eso te cambiaste el numero?
—Quería mantener la distancia… Alessandro es lo mejor—abre los ojos
como platos.
—¿De verdad crees que es lo mejor? —no puedo apartar la vista del
mientras su voz se va desquebrajando—. Bueno… para ti si… no hay nada
más que verte, estás más guapa que nunca.
—Gra… gracias—trago saliva, ese piropo hace que todo dentro de mí se
remueva y esos pájaros que creía que se habían esfumado han vuelto.
—No me las des—sonríe.
Tras unos minutos en silencio, miro hacia todos los lados intentando no
encontrarme con su mirada, sé que no ha dejado de mirarme de arriba hacia
abajo, sigue apoyado en el coche, varias veces ha pasado sus manos sobre su
barba de varios días.
—No grites o nos oirán—trago saliva y asiento, lleva sus labios a mi oído,
noto su respiración y me estremece—. Eres increíblemente perfecta bella—
besa mi cuello delicadamente, siento como mi piel se eriza ante su tacto—. No
te puedes ni imaginar la de cosas que haría ahora mismo contigo… tanto
tiempo sin sentir tu sabor… sin oír tus gemidos…—sus palabras me provocan
cada vez más.
Levanta su cabeza de mi cuello y mira mis pechos, todavía tapados con la
camisa que llevo puesta, coge el dobladillo de la camiseta y estira de ella
arrancando varios botones de ellas, mi respiración se acelera, estoy deseosa
de que este dios griego me posea haciéndome suya.
Pido un café con una napolitana de chocolate, llevaba ya mucho tiempo sin
comer… miro a Fabrichio que me mira como si fuera un ángel o algo divino.
—¿Por qué me miras así?
—No me creo que estés aquí…—sonríe, agarra mis manos—. Estoy tan
contento que hayas vuelto, ha sido un caos completo… si no llega a ser por el
señor Ribererchi mayor, nos hubiéramos ido a pique—me sorprende su
comentario.
—¿Cómo que a pique? ¿Tanto ha pasado desde que me fui? —inquiero
saber y asiente.
—Mucho… sé que no debería de meterme en esto… pero Alessandro
perdió muchos contactos importantes en la empresa… canceló una reunión que
había para unos chinos… querían comprar moda de aquí…—abro los ojos
como platos.
—¿Cómo que lo canceló? ¿Pero se ha solucionado? —asiente.
—Si, gracias al señor Ribererchi… él tenía contactos que volvió a
recuperar, de ahí que ahora sea el mayor jefe, ya no hay socios, bueno estas
tu… pero no has estado y eso ha facilitado las cosas, ya que al no estar él se
hizo cargo de todo sin tener que hacerle falta tu consentimiento para seguir
adelante con la empresa China—me explica.
—¿Ella está? —espero que diga que no, sé que Alessandro me ha dicho
que la echó… pero si sigue estando me llevaría una gran decepción.
—¿Amaya? Que va—niega—. La echó en cuanto te fuiste, fue la primera
que puso patitas en la calle… adivina… ahora está trabajando en un puesto
ambulante de pizzas, con lo diva que se creía ella—pone cara de asco y yo me
rio a sutilmente.
Pasan las horas, hasta que me doy cuenta que es la hora de salir de
trabajar, hablar con Fabrichio ha sido un rato bastante agradable, extrañaba su
locura y su forma de ver la vida.
—¿Vamos? —dice mi chico al verme en la recepción asiento y nos vamos
a casa.
Agarro si cintura y la empotro contra mía, llevando sus labios y los míos a
unirse salvajemente, siento el sabor a cereza que desprende de su deliciosa
boca, su respiración agitada y lo deseosa que esta me está poniendo a mil por
hora.
Bajo las manos suavemente hasta llegar a su culo, un leve gemido sale de
lo más profundo de su garganta, aprieto fuertemente su trasero y le doy un
sonoro cachete.
—Eres mía bella—susurro en su oído.
—Solo tuya…—dice suavemente, ese efecto de sus palabras en mi
provoca un estado de seducción.
—Voy a hacer que disfrutes como nunca antes—le digo y asiente, le cuesta
tragar saliva, nuestros ojos se encuentran.
—Hazlo…—pide, sus palabras son órdenes para mí.
Quito suavemente su camiseta. Tumbo su perfecto cuerpo sobre la cama,
me encanta las vistas que tiene en esa posición, toda ella para mí…
entregándose siempre y haciendo que ambos disfrutemos.
—¿Te gustan las vistas? —dice pícaramente.
—No te imaginas cuanto—le giño mi ojo derecho, muerde su labio…
como siga así no voy a poder empezar.
Me arrodillo ante su cuerpo, llevo mis manos hacia la cinturilla de su
pantalón, agarra mi cabello y estira de el con posesión, como me gusta que
haga eso… muerdo mi labio y cierro los ojos… disfrutando del tacto suyo en
mi piel.
Abro los ojos y quito velozmente el pantalón llevándome consigo su ropa
íntima, dejándola completamente desnuda… es tremendamente preciosa, su
cuerpo bronceado que siempre ha sido, sus labios carnosos… me dejo llevar
por la pasión y el desenfreno.
Meto mi dedo dentro de su cuerpo, se estremece ante el… buscando más…
quiere mucho más… ¡Te lo voy a dar mi bella! Sonrío, meto otro dedo y
muevo circularmente, dentro… fuera… dentro… fuera… su espalda se arquea
y ver como disfruta hace que mi pene este completamente duro.
Me levanto y me quito mis pantalones, fuera bóxer… fuera camiseta, me
mira expectante con los ojos muy abiertos, muerde sus labios y pasa la lengua
por el inferior… miro ansiosamente esos labios que yo también quiero morder.
Levanto sus piernas y tras una embestida me meto dentro de ella, miles de
explosiones estallan dentro de mi ante su tacto… fuego… pasión…
desenfreno… morbo… miro fijamente a mi chica, cierra los ojos y coge las
sabanas de la cama. Eleva su trasero para mayores embestidas, agarro sus
muslos y aprieto fuertemente con los dedos, poso mis labios sobre su pierna…
cuatro… cinco… seis… cada embestida es más raudas, más hondas… doce…
trece… catorce… siento como su cuerpo se tensa bajo el mío, moviendo sus
caderas pidiendo más, elevándose para estar completamente penetrada.
Dos embestidas más y alcanzamos los clímax juntos, me encanta ver como
se jadea para mí… dejándola completamente exhausta… siento como si me
hubieran liberado completamente por dentro… siento que cada día que pasa es
la persona que más amo en mi vida.
—Te quiero…—dice intentando recuperar el aliento—. Mi bello—sonríe,
pasa las manos por su cabello despeinado.
—Y yo a ti mi bella—sonríe de oreja a oreja.
Nos quedamos mirándonos segundos… minutos o quizás incluso horas, no
puedo dejar de ver su precioso rostro.
Las lágrimas brotan por mis mejillas, siento como si me asfixiara el dolor
que tuvo que sentir… nunca llegue a pensar que podría ocurrirle eso, que
podría reaccionar así, cuando me lo conto me sentí culpable… pero ahora…
ahora todo dentro de mí se ha descompuesto.
—Tranquila… no tienes que llorar, todo esto en si se lo ha buscado el
solo, siempre ha sido un chico problemático que hace las cosas según su
impulso, de ahí que la vida le jugara malas pasadas, pensaba que con todo lo
que ha pasado entendería las cosas y recapacitaría antes de hacerlas… pero
parece que no aprende.
—Creo que ya se ha dado cuenta…—asiente—. Continúa por favor—le
pido.
—Le pedí las explicaciones y seguía negando, por no ensañarme con él
otra vez, cogí mis cosas y me fui a comisaria, al ser juez y al ser ambos mis
sobrinos me facilitarían los datos esa noche… llegue y pregunte—cierra los
ojos y muerde su puño—. Estaba Emma recogiendo a Izan, el lloraba que
quería irse con su papá… decía que ella no era su mama, que era una bruja, la
asistente intentaba calmarlo para que ella se lo llevara. Corrí hacia Izan, al
verme me abrazo fuertemente y me decía llorando desconsolado que dónde
estaba su papi… quería irse con él, no con su mama… decía que su mama eras
tú, me rompía ver las lágrimas de un niño tan pequeño ver como sufría por las
malas consecuencias de su padre… como pagaba por ello y lo destrozado y
desolado que estaba. Izan no entendía que estaba haciendo allí con esa mujer
—las lágrimas no cesan por mis mejillas, el dolor se apodera de mí, siento el
corazón en un puño—. Intente hablar con la asistente, pedirle explicación de
que había pasado, me dijeron que su padre había sido conflictivo, le explique
que él no era así, pero sabes… se rio, sabía que si… era la misma mujer que
ha llevado sus casos, le pedí que por favor me lo diera a mí, soy su tío y podía
mantenerlo… pero se negó, se negó a que viera a su padre. Él había cedido a
su hijo la custodia total, no podía ni hablar con el… ni verlo—cierro los ojos,
mi mente recrea esa imagen que nunca fue vista… pero si puedo llegar a
imaginar como el pequeño lloraría pidiendo volver con su padre—. Corrí
hacia la policía, sabía que algo había hecho, él tenía la custodia total, como
era posible que la pudiera ceder tan rápido… ahí es donde me enteré de todo.
Había ido bebido a comisaria, con la botella en la mano, magulladuras en los
puños… pregunto que donde podía hablar con una asistente… no le
respondían, sabían quién era. Muchos le han tenido miedo, su padre el señor
Ribererchi, justamente me entere esa noche que era su padre, siempre ha sido
un hombre muy respetado y Alessandro al ser secreta y de mayor categoría
podía incluso despedirlos a todos cuando quisiera, así que nadie le escuchaba
o más bien intentaban no hacerle caso para no verse después sin trabajo. Salió
a la calle, vio un coche patrulla, pego a unos de los policías que estaban de
vigilancia y con la porra que llevaba empezó a darle golpes al coche patrulla,
rompiendo cristales… la puerta…—cierra los ojos y niega—. Ahí fue donde
le hicieron caso, lo detuvieron y llamaron a la asistenta, esta estaba cabreada
por su comportamiento y le dijo que, si hacia algo más le quitarían a su hijo, él
le dijo de ceder la custodia… y esta no se lo pensó dos veces. Alessandro le
dio la llave y fueron a por el niño. Cuando me lo contaron volví a su casa,
estaba otra vez emborrachándose, le dije lo peor que puedes decirle a una
persona… recuerdo que llore desconsolado hacia la Toscana… quiera evitar
que me vieran así, pero me sentía triste por no haber podido ayudar… ¿Por
qué no me llamo por la tarde y me dijo que quería hacer? ¿Por qué no me lo
conto todo en el primer momento? la abuelita me vio, estuve días intentando
ocultarle que paso, pero el vino, vino a pedirme perdón… estábamos hablando
justamente aquí en la cocina cuando la abuelita escucho sus llantos y
arrepentirse de haber dado a su hijo… mi madre ese día entro en estado de
shock, hace una semana que esta mejor… pero no es la misma mujer sonriente
que siempre ha sido, solo la he visto dos veces así en mi vida, cuando mataron
a mi hermana y mi sobrina… y cuando también lo hicieron con mi padre.
—No.… no sé qué decir…—digo sinceramente—. Nunca pensé que
pudiera haber hecho algo así… ¿Quién lo sacó de la cárcel? Él me dijo que
pasó la noche en el calabozo.
Las lágrimas brotan por mis mejillas, es un dibujo de Izan, nos ha dibujado
a todos… papi… mami Eika… nanita… cojo el dibujo que está colgado en el
corcho, lo doblo y me lo guardo en el bolsillo trasero de mi pantalón vaquero.
—¡Mami Eika! —grita Izan, me giro y veo como el pequeño corre hacia
mí.
—Izan…—abrazo fuertemente a este pequeño, siento como su cuerpo
comienza a temblar, noto como mi hombro queda completamente empapado.
—¿None está papi? —mira hacia todos los lados y suspira, seco sus
lágrimas… lo alejo de mí y miro su ropa, le esta pequeña y parece que esté
descuidado—. Llévame a casita… no tero estar aquí…—pide llorando
desconsolado, se me parte el alma verlo así.
El tío de Alessandro se agacha y toca la cabeza del pequeño, este al darse
cuenta abraza a su tío y pide que nos lo llevemos… siento como si mi corazón
se hubiera hecho pedazos… voy hacia donde está el asistente, este está
hablando con su monitora.
—Me lo quiero llevar a casa—le digo, ambos me miran.
—Erika—cierra los ojos Marcelo—. No es tan fácil, la junta directiva
tiene que aprobarlo y salir la aceptación—me explica y niego.
—Quiero llevármelo a casa…—siento como las lágrimas corren por mi
rostro—. Mírelo—los tres lo miramos—. Está desconsolado… necesita a su
familia—le explico y asiente—. No es justo solo es un niño de cuatro años.
—Erika, intentaré que todo vaya más rápido—me asegura, pero después
de ver en qué condiciones esta, no quiero que vaya rápido… quiero que sea
ya.
—¿Cuánto tiempo? —inquiero saber—. He dicho ¿Cuánto tiempo van a
tardar en aceptar la junta directiva?
—Lo más rápido puede ser dentro de tres meses—me explica.
—¿Tres meses? —alzo la voz—. ¡No! ¡No! ¡No! —niego rotundamente—.
¿Por qué esta aquí? ¿Dónde está Emma? —va a contestar Marcelo, cuando la
monitora le para.
—Emma.… lo dejo aquí—dice la mujer.
—¿Cómo que lo dejo aquí? —pregunto cabreada—. ¿Prefiere que este
aquí antes que con su padre? —asiente la mujer.
—Según ella… todas las noches lloraba, no la dejaba dormir… tengo
entendido que conoció a un hombre—me explica la monitora.
—¿Por qué haces esto? ¿Por qué me quieres hacer daño? —inquiero saber,
no contesta… el silencio invade la cocina.
—Mi familia está en peligro por tu culpa—dice finalmente tras un
incómodo silencio—. Siempre ha sido tu culpa.
—¿De qué estás hablando? Yo nunca te he hecho daño… te he considerado
como mi madre aquí en Italia, te he permitido cosas en tus horas de trabajo…
como que fueras a ver a tus niñas en su graduación… y ahora…—oigo como
carga una pistola—. Y ahora…—me quedo completamente bloqueada, trago
saliva… por favor que no venga Alessandro… por favor.
Los gritos del pequeño Izan y Alessandro jugando con el me indica que
viene hacia la cocina… imploro y rezo para que no vengan… si lo hace
Alessandro correrá un grave peligro con esta mujer.
—Ni se te ocurra decir que he estado aquí… si no quieres acabar bajo
tierra ¿Entendido? —estoy paralizada completamente—. ¿Entendido? —alza
un poco la voz lo suficiente para que la escuche solo yo.
Muevo mis dedos sobre una tela suave… intento mover mis pies y lo
consigo, estoy tumbada creo que en el sofá.
—Papi… mami Eika se está moviendo—dice el pequeño Izan.
—Bella…—susurra mi chico, abro los ojos y los dos están mirándome—.
¿Te encuentras mejor? —inquiere saber.
—Si… ¿Por qué estoy aquí acostada? —inquiero saber.
—Te has desmayado… tiene el azúcar al veinte ¿Cuánto hace que no te
haces pruebas? —veo que está realmente preocupado, antes me hacía cada tres
meses, a veces Alessandro me acompañaba.
—¿Cómo que Emma? ¿Por qué te llaman a ti? ¿Qué está pasando? —
inquiero saberlo todo.
—Alguien ha atentado contra ella… esta en estado crítico—cierra los ojos
—. Quizás de esta noche no sobreviva—aprieta sus puños—. Ha sido mala
Erika, demasiado mala diría yo, pero nadie se merece eso…—niego, por
mucho daño que me haya hecho esa mujer, no merece el sufrimiento que está
pasando.
—Puedo acompañarte—le sugiero y me mira.
—Erika no creo que sea buena idea—dice cuando está cogiendo su
americana.
—Si… creo que es el mejor momento para hablar con ella o por lo menos
que me escuche, siempre hemos peleado… y no le deseo lo peor… pero me
gustaría que me escuchara—me gustaría decirle todo lo que pienso.
—Vale…
Llegamos hasta el hospital, estoy demasiado nerviosa, he venido a ver a la
mujer que tanto daño me ha hecho, quizás Laura tenga razón soy masoca y no
aprendo… pero no puede morirse sin antes decirle lo que pienso.
Alessandro da los datos de Emma, a quien hemos venido a verle, el alma
se me cae al suelo cuando en la sala de espera hay tres policías y Paul, de
aspecto demacrado y con esposas en sus manos, no da crédito al verme,
parece sorprendido.
—Mi hermana no querría verte aquí…—dice, su mirada cambia de
sorpresa a asco—. Le has hecho mucho daño…—escupe al suelo, miro hacia
otro lado.
—Vamos…—dice mi chico, pasa su brazo por mi hombro y me lleva al
sitio más lejos de la sala —. Y tú—lo mira—. Cállate si no quieres que te
parta la boca otra vez—lo amenaza, uno de los policías se ríe, vaya parece ser
que uno de ellos es amigo de mi chico.
—Eres un capullo—replica Paul a mi chico, una descarga eléctrica se
desprende por su cuerpo dejándolo paralizado.
—Eres mejor madre que yo para el… Erika, lo tenía—una lagrima brota
por el único ojo que le queda el de su lado izquierdo, el otro lo ha perdido
como parte de su rostro por las quemaduras—. Me enamoré de un hombre… él
no lo quería y lo lleve a los servicios sociales… ese hombre me abandono,
cuando fui a recuperar a mi hijo me dijeron que era imposible, que ante mi mal
comportamiento de madre no podían permitirme verlo… entonces lo entendí,
todo me estaba pasando por ser mala persona… todo estaba volviéndose en mi
contra… intente mejorar como persona… ese hombre me la jugo… hace días
recibí llamadas…—la escucho atentamente—. Llamadas inesperadas de un
numero extraño, amenazas constantes… esta mañana, iba a montar en mi coche
y había una nota firmada… decía—las lágrimas brotan por mis ojos, ambas
estamos llorando—. Espero que este sea tu último viaje cachorrita—niega—.
Mire hacia todos los lados, arrugue el papel y me monte en el coche para ir a
ver a Izan… pero nunca lo hice, en mi coche empezó a salir fuego… no
recuerdo nada más…—niega cerrando los ojos—. Eran tal las ganas que tenía
de que me dejaran ver a mi hijo que monte en el coche…
—¿De quién se trataba esa nota? —inquiero saber.
—De Micaela…
Despedida
—¿Qué… qué tiene que ver Micaela? —observo el rostro quemado de
Emma.
—Ella hará todo lo posible por hacerte daño…—me asegura—. Su familia
corre peligro gracias a ti—no entiendo lo que quiere referirse.
—Esta… esta mañana Micaela ha aparecido en mi casa—me mira
atentamente—. Entró por la ventana—cierro los ojos al recordarlo.
—Parece que después vino a por mí—lleva Emma su mano derecha a su
cabeza.
—¿Por qué dice Micaela que su familia está en peligro por mi culpa?
Siempre me lo ha dicho cada vez que la he visto.
—Por qué lo está—dice finalmente—. Si quieres saberlo todo habla con
mi hermano… él te dará una carta que había escrito… era para Alessandro—
un escalofrío recorre mi cuerpo—. Quería pedirle perdón por todo el daño
que os he causado, pero creo ahora mismo que tú eres quién debes de saberlo
todo… esta todo explicado… lo… lo…—una máquina tan familiar pita en la
habitación, miro hacia ella y esta convulsionándose, el pulso le está bajando,
las lágrimas brotan por mis mejillas sin cesar.
—Por favor tiene que salir de aquí—me indica una enfermera, comienza a
preparar las descargas.
—¿Erika estás bien? —corre Alessandro hacia mí, ambos nos quedamos
en el umbral de la puerta, tiemblo bajo sus brazos rodeándome, apoyo mi
cabeza en su pecho—. Tranquila…
Escucho como las enfermeras llaman al doctor y gritan para que venga
rápido, un pitido continuo me indica que acaba de fallecer. Levanto la mirada
y miro a mi chico, no puede apartar la vista de Emma, cierra los ojos y dice
algo en voz baja, tanto que no puedo llegar a escuchar lo que dice.
Sonrío ante su respuesta, cada día esa magia que creía haber perdido
vuelve hacia nosotros, esta noche me siento más unida a el que nunca… nunca
habíamos tenido una conversación así si no había sido por alguna
reconciliación y yo siempre lloraba.
—A veces creo que no te merezco—dice y lo miro—. Cada día cuando
estas a mi lado me doy cuenta de lo afortunado que soy…—asiento, me
abalanzo sobre él y sello mis labios con los suyos, sin dejarle terminar le doy
un beso rápido—. Te quiero—susurro y sonríe en mis labios, clava sus
caderas en las mías pone sus manos en mi rostro y me besa apasionadamente,
su lengua se abre paso en mis labios.
Estoy tumbada encima de él, ambos tenemos deseo del uno al otro, roza
con sus dedos mis muslos descubiertos… toda la piel se enciende, su tacto me
quema… va subiendo poco a poco hasta llegar al dobladillo de mi camiseta,
toca suavemente mis caderas. Sus besos cada vez son más pasionales, su sabor
es extremadamente exquisito, me encanta su pasión y su deseo.
De un giro y menos mal que el sofá es bastante grande me gira y se pone
encima mío, su respiración esta acelerada, el sabor de sus labios a vino aun
encienden más mis ganas de que me posea y me haga suya.
Levanta mi camiseta hasta sacármela de la cabeza y de mis brazos con mi
ayuda, observo como su musculado cuerpo se estremece ante mi tacto de mis
dedos por sus brazos… su respiración cada vez es más entre cortada, su
mirada desprende puro fuego.
—Eres mía—susurra en mis labios.
—Siempre lo he sido—respondo y asiente, traga saliva y desabrocha el
sujetador de deporte que llevo, dejando mis pechos al aire.
Lleva sus labios hasta mi seño izquierdo, muerde… chupa… lame… besa,
me estremezco ante su tacto, una descarga eléctrica recorre mi columna…
provocándome más deseo.
Quita suavemente su pantalón llevándose consigo su bóxer… dejando su
pene varonil y perfecto a mi vista, la agarro delicadamente, abre los labios en
forma de o, intentando respirar pausadamente, muevo mis manos hacia arriba y
hacia abajo, deleitándome de su precioso cuerpo.
Bruscamente y ante el morbo que sentimos, arranca mi ropa íntima y lleva
uno de sus dedos dentro de mí, ambos nos estamos complaciendo… llenando
de deseo, nuestras miradas se encuentran, muerdo mi labio y el fuego de sus
ojos son tan refulgentes que saca su dedo y de una embestida se mete dentro de
mí, llenándome y saciándome por completo.
—Cuando quieras mi bello—le susurro, sella sus labios con los míos.
Pasan los días y cada día es único… mágico… y diferente, Alessandro
está trabajando en casa, dice que no quiere irse tan pronto al trabajo. El timbre
llama mi atención.
—¡Voy! —me apresuro a decir para que nadie se levante, con eso me
refiero a Izan.
—Buenos días—sonríe con maldad—. Vengo a ver a mi querido hijo—
pasa por delante mía dándome su chaqueta como si yo se la fuera a coger, esta
cae al suelo.
—¿Qué haces aquí? —inquiero saber, dando golpes en el suelo con mi
bailarina—. Tú no eres bienvenida—le espeto bruscamente.
—Esta es la casa de mi hijo… no tuya—me espeta mirándome a los ojos,
un escalofrío recorre mi cuerpo—. Además, no tengo por qué darte
explicaciones ¡Alessandro! —llama gritando para que salga.
—Mas te vale que te mantengas al margen de mi familia, si no quieres que
Alessandro vea la carta—se tensa, ya sabe a qué me refiero.
—¿De verdad vas a creer a esa mujer? —me mira a los ojos—. Te
recuerdo que te ha hecho daño—me espeta—. Y encima la crees…
—Será por algo—le digo—. ¿Por qué quieres hacerme daño? —inquiero
saber.
—Cariño, si quisiera hacerte daño eres presa fácil—me giña el ojo—.
¡Alessandro! —vuelve a llamarlo esta vez cabreada.
—¿Mama? —la mira extrañado cuando aparece por el umbral del pasillo y
la ve—. ¿Qué haces aquí?
—¿Es que una madre no puede venir a ver a su querido hijo? —le da un
abrazo y mi chico me mira extrañado.
—Si… pero no te esperaba… bueno, esperábamos—dice finalmente.
—Tengo que hablar contigo—ambos pasan al despacho, odio cuando
hacen esto, apenas me entero de lo que hablan mientras miro por el agujero de
la puerta—. Mira esto—le pasa unas fotografías.
—¿Qué? —abre los ojos atentamente a las fotos—. ¿Fue Micaela la que
hizo que se incendiara el coche de Emma? —asiente cerrando los ojos
Rosalinda, como si le doliera.
—Hijo esa mujer es muy mala… me ha amenazado—las lágrimas salen
por sus ojos.
—¿Cómo que te ha amenazado? ¿Mama sabes algo? —asiente—. ¡Dímelo!
—Quiere haceros daños… he intentado hablar con ella para protegeros…
pero temo que os haga daño—le explica, no entiendo nada… en la carta Emma
le echaba las culpas a Rosalinda… algo me da mala espina.
Rosalinda se despide de Alessandro, entro al despacho y ella sale por el
umbral de la puerta, miro a mi chico que está sentado en su silla con las manos
en su cabeza, intentando dar crédito a las fotos, logro ver la que está mirando
cuando me acerco a él, es Micaela con gasolina rociando el coche de Emma.
—¿Lo has escuchado todo verdad? —asiento—. No me puedo creer que
puede llegar a tener tanta maldad esta mujer—explica mirando las fotos.
—Ella solo obedecía órdenes—las palabras salen de mi boca antes de
darme cuenta de que he dicho.
—¿A qué te refieres Erika? —inquiere saber.
—Nada…—le digo lo más rápido que puedo, me mira atentamente, sabe
que algo pasa.
—¡Dímelo! Erika… tú y mis hijos corréis peligro, todo lo que tenga que
saber quiero saberlo ¡Ya! —espeta malhumorado.
Voy hacia mi habitación abro el cajón de mi mesita y cojo la carta, voy
hacia el despacho cuando mi chico habla por teléfono.
—Quiero que la encontréis ¡Ya! —grita—. ¡Me importa una mierda! —
comienza a ponerse rojo de ira—. Esa mujer debe de estar encerrada en la
cárcel… adiós—cuelga de golpe, avanzo despacio, no es momento de
cabrearlo más, me siento en la silla al otro lado de la mesa, frente a él.
—Toma…—estiro la carta y la coge—. Léela entera—le digo y asiente.
Se remueve en su silla… le incomoda leer lo que está leyendo, me mira
varias veces y le digo que continúe, abre los ojos lo máximo que puede… lo
ha leído.
—Erika… ¿Está acusando a Rosalinda? —asiento—. ¡Es imposible que
quiera hacernos daño! ¿De verdad te has creído esto?
—Alessandro…
—¡Tú! —me levanto y la señalo - eres de lo peor, eres una… una ¡Zorra!
—sigo sus movimientos ante su atenta mira, una bofetada cruza mi cara.
—¡Has sido mi hijo! No tienes derecho a llamarme así—grita, nuestras
miradas se encuentran ambos nos desafiamos.
—Tenía razón Erika… eres la mujer más mala con la que me he topado en
mi vida—me llevo mis manos magulladas a mi cabello, estiro de el—.
Encima… estas… estas con este desecho social ¡Mato a mi familia! —grito,
las lágrimas corren por mis mejillas.
—Todo fue culpa de tu padre…—intenta protegerlo.
—¡Ese no era mi padre! —grito fuera de sí, estampo mi mano contra la
puerta, esta se hace un agujero—. Mi padre era el hombre que te amo por
año… que me adopto para darme una vida mejor y que tu… tu intestaste
arruinarlo y acusarlo de que quería hacerle daño a mi familia… pero no, ahora
me doy cuenta que la única mala de aquí eres tú—la vuelvo a señalar.
—Siempre te he querido como a un hijo…—dice con los hombros
cabizbajo.
—¡No! Tu nunca has querido a nadie, solo a este capullo—le pego una
patada, aún sigue tirado en el suelo—. Primero fue mi padre… te aprovechaste
de él y lo peor de todo… ¡De Mariano! —la ira está volviendo a correr por
mis venas—. ¿Dónde está Micaela? Se que ella nos está haciendo daño por tu
culpa ¡Dímelo! —grito advirtiéndole—. Si no las vas a pagar muy caras…
—Esa mujer te ha puesto en contra mía, Erika nunca ha sido buena para
ti… solo quiere tu dinero…—ahora se mete con mi mujer y esto ya me está
sacando de quicio—. Se cosas de ella…
—¡Tú no sabes nada de ella! No vuelvas a pronunciar su nombre en tu
sucia boca—le espeto—. No tienes derecho ninguno ni a mirarla de lejos
¿Dónde está Micaela? —vuelvo a repetir.
—¿De verdad te vas a creer la carta? —pregunta indignada.
—¡Si! Desde luego a ti seguro que no.… me das asco—le digo, siento
repugnancia por esta mujer, por todo el daño que me ha causado y encima
estando con la persona que más daño me ha hecho en toda mi vida.
Visto que no me quiere decir donde esta Micaela, doy la vuelta sobre mis
talones y me marcho, ese capullo sigue tirado sangrando en el suelo y si tanto
lo quiere tenía que a verlo socorrido antes y no ahora, esa mujer nunca ha
querido a nadie. Solo a ella misma. Cojo el móvil.
—¡Dígame señor Ribererchi! —dice al otro lado Marcus.
William hace como que mira hacia otra dirección, Alessandro comienza a
reírse, no entiendo cómo puede estar sonriendo después de lo que habrá
podido pasa, miro hacia sus manos y me llevo la sorpresa… más bien lo
sabía, sabía que si se había encontrado con ese hombre se habría peleado con
él y hay esta la muestra sus magulladuras en sus nudillos.
—Hay que curarte—le digo cuando llegamos al centro del salón, me mira
extrañado—. Las manos—le digo y las mira, aprieta el puño… se ha vuelto a
acordar, a veces podría callarme un poco.
—¿Qué ha pasado? —pregunta William mirando hacia todos los lados—.
¿Está bien? —abre los ojos lo más grande que puede.
Todas mis alertas se activan ¿Otra vez? No hemos tenido precaución, pero
tampoco podía tener más ¿No? ¡Mierda! ¡Mierda! Comienzan a temblarme las
manos, Alessandro me mira atentamente y observa mis movimientos.
—Creo… creo… que necesito un predictor—le digo y asiente
rápidamente, coge el teléfono y parece llamar a alguien.
—Marcus, necesito un predictor… donde sea, lo quiero rápido, gracias—
me mira seriamente—. Lo va a traer en unos minutos…—cierra los ojos—.
Erika, otro en estos momentos no.…—asiento, tiene razón, espero que no esté
embarazada.
Pasan diez minutos cuando Marcus entra por la puerta, parece que haya
corrido el medio mataron, saca la caja y nos mira a ambos, Alessandro en
pocas palabras le da las gracias y se marcha. Mi chico saca el predictor de la
caja, mis manos me tiemblan, mis piernas parecen gelatina… todo da vueltas.
—Erika… ¿Me oyes? —oigo la voz de mi chico a lo lejos—Erika…
bella…—abro los ojos y veo que estoy tumbada en el sofá.
—Tiene que haber sido el azúcar—le explico la causa de mi desmayo,
miro hacia la mesa auxiliar y veo el predictor… vale espero que el mareo no
sea por eso.
—Toma—me ofrece un tazón de chocolate—. Bébetelo todo y cuando
estés mejor lo hacemos… si quieres mejor mañana por la mañana… he
leído…—dice sosteniendo el papel—Que tienes que hacerlo mejor cuando te
levantes para ser más exactos—asiento—. Ahora descansa lo necesitas.
Entra un rayo de luz por la ventana, da completamente en mis ojos… me
giro, pero hace demasiado calor, Alessandro está completamente durmiendo
encima mía… lo hecho para un lado y miro en mi mesita está el predictor…
me persigue donde vaya. Mi vientre me ruge, recuerdo que lo último que comí
fue un tazón de chocolate… no se ni siquiera la hora que era ni las horas que
he dormido.
Miro el despertador y son las siete de la mañana, miro a mi chico y pienso
un par de veces en llamarlo o no ¿Querrá que lo despierte para esto? Cojo el
test de embarazo y lo pongo en mi mano ¡Haya vamos!
Dejo el predictor en un lado del lavabo… esperando a que ver que sale,
no puedo estar quieta en un sitio, me siento nerviosa… me acerco a él solo
queda un minuto para que salga el resultado, toques en la puerta me sobresalta,
pego un brinco en mi lugar y me pongo tan nerviosa que doy un golpe al test,
este sale volando y cae al retrete. Intento sacarlo como sea, pero Alessandro
entra por la puerta.
—¿Qué haces? Necesito hacer mis necesidades, por favor—me coge del
brazo y me saca lo más rápido que puede, vaya buenos días… me quedo
completamente embobada viendo cómo se contonea su precioso trasero y su
espalda desnuda al mismo compás.
El portazo del baño me saca del embobamiento que tenía con mi dios
griego, y me doy cuenta que acaba de entrar y el test ha caído al retrete… con
lo pequeño que es se colara… empiezo a dar fuertes golpes a la puerta para
que abra, pero ya es tarde… ha estirado de la cadena.
—¿Qué ocurre? —inquiere saber extrañado.
—El predictor…—miro hacia el retrete.
—Lo es que lo sea, creo que todo el mundo se merece una segunda
oportunidad—le digo mirándonos ambos a los ojos, asiente… sabe que si no
fuera así él tampoco la hubiera tenido.
—No soy quien, para negarlo, yo he tenido más de una—se rasca la
barbilla—. Por lo menos déjame tenerlos vigilados y saber que no van a
hacernos daño—asiento.
Hemos decidido ir hasta la casa de ese hombre, Marcus y William nos
acompañan, ante todo quieren la máxima seguridad, pasamos por un campo de
amapolas, tienen una casa de campo escondida… es entendible, pasamos con
el coche por dónde están sus dos hijas corriendo y disfrutando, ahora se les ve
felices. Pablo está sentado en una hamaca en el porche viendo como sus hijas
corren por los campos de amapolas.
—¡Llevad cuidado hijas mías! —sonríe.
Se queda sorprendido al vernos llegar, no nos esperaba, me mira y su
mirada se intensifica, sostengo en mi mano el sobre que nos ha enviado, su
mirada va hacia él.
—Señor… yo…—comienza a ponerse nervioso cuando vamos avanzando,
subimos los escalones y nos ponemos a dos metros de el—. Yo…
—Tranquilo…—susurro sonriendo, al verme se tranquiliza—. Solo hemos
venido porque vamos a aceptar—se levanta rápidamente y sonríe.
Nos montamos en el coche y nos vamos hacia casa, Alessandro está muy
pensativo mirando por la ventana.
—He pensado que tendríamos que vivir más tranquilos, hace meses que
llevo mirándola, exactamente desde que volviste a mi lado…—no entiendo de
que está hablando—. Hace tiempo que no veo a mi abuelita—saca de su
chaqueta una foto y me la entrega, es una preciosa casa blanca al estilo de la
toscana.
—¿Es de la toscana? —le pregunto emocionada… la casa es preciosa.
—Si… ¿Te gustaría que la compráramos? —asiento dando palmaditas—.
He pensado que Izan y Alexia podrán correr por toda la parcela, tiene piscina
y es un lugar tranquilo ¿Te parece bien? —inquiere saber—. Aparte estaremos
alejados de Micaela…
—Me parece perfecto—me abalanzo sobre él, sonríe y sello mis labios
con los míos, saboreo sus labios, su sabor.
—Tranquila… estamos en el coche—tose William para que nos
percatemos de que él está.
—¡Perdón! —sonrío de oreja a oreja, desde que vi cómo era la Toscana he
querido vivir ahí y ahora por fin viviremos allí.
Alessandro le pide a William que vaya en dirección a la Toscana, quiere
enseñarme la casa, el gesto de su rostro ha cambiado completamente está
entusiasmado y relajado. Tras media hora llegamos hasta la toscana, pasamos
por unos caminos de piedra, hasta los caminos me parece precioso, llegamos
hacia un gran vaya con una puerta dorada… es preciosa y elegante, Alessandro
le da a un mando y entramos con el coche, una gran fuente está centrada a la
subida, la casa esta como en una pequeña colina… tenía razón hay una enorme
piscina donde sé que nuestros pequeños se lo van a pasar bomba.
—Estábamos viendo una casa nueva para vivir con la abuelita todos juntos
—responde mi chico, el pequeño sale corriendo de la alegría por toda la casa
con sus manos levantadas y gritando.
Pasan los días y ya tenemos casi toda la mudanza preparada para
marcharnos a nuestro nuevo hogar, cuando vengas mis padres y mis hermanos a
visitarnos ya no tendrán que quedarse en más hoteles si no que podrán hacerlo
en la enorme casa de la Toscana.
—Señor acaban de llegar los hombres de la mudanza—nos indica
William.
—Bien, dile que lo lleven todo, nosotros vamos en mi coche—asiente.
Vamos en dirección hacia nuestro nuevo hogar, pero Alessandro se desvía,
sé que está nervioso y algo tenso, no ha vuelto a hablar con su abuelita desde
lo ocurrido y esto para él es demasiado importante, es su forma de pedirle
perdón.
—Tranquilo…—paso mi mano por su hombro—. Te perdonara…
” UN MESES DESPÚES “
Estamos en julio y hace un calor de mil demonios, Alessandro limpia la
piscina para que los pequeños impacientes puedan bañarse, ambos están
acalorados y con ganas de un buen chapuzón. Pero mi chico hoy no puede
quedarse con los niños por muchas ganas que tenga de bañarse con ellos, tiene
que marcharse a trabajar dentro es el desfile de moda italiana más importante
y tiene que ultimar los preparativos.
—Mmmm—que bien huele, bajo por las escaleras, me siento un poco
pesada.
—Para desayunar chocolate—sonríe la abuelita, está removiendo una
cacerola grandísima de chocolate.
—No tenías por qué—le digo, hemos contratado a una mujer para que nos
ayude en casa, es enorme y yo sola no puedo hacerlo todo—. Está Florida para
ayudarme—le explico.
—Muchacha déjame sentirme joven—replica la abuelita
—Vale…—me siento en el taburete de la isleta central.
—Me acaba de llamar mi padre, dice que los pedidos de los trajes no lo
he hecho… creía que en avión se habían enviado, ahora vamos con mucho
retraso—pasa sus manos por su cabello—. Tengo que solucionarlo, si no
tendremos que volver esta misma noche—asiento, no quiero que esto se acabe,
pero se lo que le importa ese desfile—. Tengo que ir a mi habitación, llama a
Florida de mi parte y pregunta cómo van los niños, se habrán despertado ya—
asiento.
Se levanta y se marcha rápido, me voy tras él, pero recuerdo que yo tengo
habitación para mi sola, y mejor dejarlo solo, si estoy con el puedo distraerle.
—¡Hola señorita! —dice Florida al otro lado—. ¿Cómo está yendo el
viaje? ¿Van bien? ¿Ha pasado algo? —inquiere saber, cada vez se está
preocupando más.
—Tranquilla Florida, está todo bien… yo estoy…—miro hacia todos los
lados la gran habitación que tengo para mí sola—. Quería saber cómo están
los niños y la abuelita…
” Espero que disfrutes del baño como una reina… para mi es lo que eres y
lo que te mereces “
Sonrío al leerla varias veces… ¿Cuándo lo ha preparado? Me despojo de
mi ropa y entro dentro de la bañera, el agua esta templada como a mí me gusta,
ni caliente ni fría… le doy a un botón donde pone jacuzzi, las burbujas
comienzan a salir y siento un hormigueo por todo mi cuerpo… un hormigueo
que relaja. Pulso otro botón donde sale una canción que me encanta… David
Bisbal—Me enamore de ti—cojo la copa y me sirvo un poco de champán… es
rosado y esta delicioso.
Los ruidos de la puerta me sobresaltan, no sé el tiempo que llevo aquí
metida… pero estoy completamente arrugada, me he tomado más de la media
botella de champán mientras seguía relajándome una y otra vez con la canción
y las burbujas.
—¡Voy! —salgo lo más rápido que puedo y me pongo el albornoz blanco
que nos han puesto en el hotel.
Abro la puerta y tras ella aparece un hombre del servicio de habitaciones
con una mesa llena de dulces y frutas exóticas y encima de ella otra nota más.
Le pido que lo deje todo en dentro, cuando se marcha cojo la nota y la leo.
” Mira en el armario y encontrarás una preciosa tela que te hará
deslumbrar “
Voy hacia el armario y veo una bolsa de tela, la abro y hay un vestido fino
blanco… con preciosos brillantes que cubren un palabra de honor, saco el
vestido corto… es precioso de vuelo, y una tela suave y sedosa, tras ellos
aparece unos tacones de aguja blancos brillantes y una caja donde dentro
contiene unos pendientes de diamante.
Corro hacia el teléfono del hotel y marco el número que tengo apuntado.
Al otro lado la voz que habla me saca una sonrisa d oreja a oreja.
—¿Qué pasa bella? —sé que está sonriendo.
—¿Porque todo? —inquiero saber.
—¿A qué te refieres con todo? —ahora quiere saber el.
Voy lo más rápido que puedo y ya llego tres minutos tarde, espero y espero
y la prueba no sale ¿Por qué no sale? Debería de salir, me estoy poniendo
demasiado nerviosa ¡El resultado!
Saco el test para taparlo, quiero enseñárselo a mi chico, pero mi móvil
comienza a vibrar.
Corro hacia él, todavía sostengo en mi mano el test quiero saber cuál es la
prueba, pero antes quiero que me coja en sus brazos, sentir su calor… oler su
aroma y saborear sus besos.
—Por fin has llegado—dice cuando por fin estoy abrazada a el—. No veía
el momento de que vinieras…—oigo como sonríe, apoyo mi cabeza en su
torso, sus brazos fuertes me abrazan completamente, me siento increíblemente
feliz.
—Eres…—lo miro—. Eres increíble… todo…—miro hacia todos los
lados hay muchas sillas—. ¿Y la gente? ¿Y la fiesta? —sonríe negando.
—Erika… esta fiesta es para ti—dice y lo miro extrañada—. ¡No me
mires así! —se ríe—. Todo este viaje ha sido para ti…
—¿Por qué? —inquiero saber, me agarra de una mano y me lleva hasta la
orilla de la playa, el agua fría y transparente toca mis pies, siento la arena
mojada bajo mis talones.
—Porque te lo mereces, te mereces cada cosa buena en la vida…—me
agarra de ambas manos, aunque en una de ellas tenga la mano cerrada y los
dos nos miramos a la luz del atardecer—. Sé que este discurso te lo he dado
ciento de veces, pero no tengo otro más que agradecerte como eres conmigo…
con nuestros hijos…—recuerdo que sigo teniendo en mi mano el test, creo que
no se ha dado cuenta que lo llevo.
—Alessandro yo…—tengo que saber el resultado, ambos tenemos que
saberlo.
—Espera… – sonríe—. Déjame terminar y ahora hablas tu—asiento—. No
tengo modo de agradecerte todo… llegaste como un rayo de luz en mi vida, un
rayo que por lo idiota que he sido en ocasiones y no han sido pocas… se ha
apagado… pero quiero volver a verte con esa luz que me inspira todos los
días y me da la fuerza para seguir adelante, eres el pilar de mi vida… el aire
que respiro, el sol con el que me gusta amanecer y la noche en la que me gusta
descansar… eres esencial en mi vida ¡Joder! —sonríe—. ¡Eres lo más bonito
de mi vida! —las lágrimas comienza a brotar por mis ojos mientras rio, todo
es felicidad—. Cuando te miro veo lo afortunado que soy de tenerte a mi lado,
eres perfecta… absolutamente preciosa… te amo, si tengo que gritar para que
el mundo entero lo sepa lo hare—sonríe—. ¡TE AMO ERIKA! —grita
mirando hacia el mar, lo abrazo fuertemente—. Nunca te marches de mi lado—
susurra en mi oído, mientras acaricia con ambas manos mi espalda—. He
aprendido de mis errores y te prometo que no se volverán a repetir… por
favor… como antes te he dicho esta fiesta es para ti…—se separa de mí y
vuelve a cogerme de las manos, ambos nos miramos y se pone serio – Cásate
conmigo…
Por siempre juntos
—Alessandro… ¡Sabes que sí! Siempre ha sido que si—le digo, me
levanta en volandas y damos vueltas, ambos nos reímos sin cesar.
—Me haces sentir el hombre más vivo y más feliz del mundo—sus ojos me
demuestran lo feliz que es.
—Solo hay una cosa…—sin ellos nada es igual—. Nos faltan todos,
nuestra familia… mis padres… mis hermanos… mis amigas… y tu familia—
digo finalmente y asiente.
—Nadie ha dicho que no lo estén—lo miro sorprendida ¿Están aquí? Miro
hacia todos los lados y desde lo lejos y el cielo ya casi oscuro aparecen todos
vestidos de blanco con unos farolillos dorados cada uno en una mano.
Las lágrimas brotan por mis mejillas, Alessandro me baja rápidamente y
corro hacia mis padres, tanto tiempo sin verlos se me estaba haciendo duro…
aprieto fuertemente el test de embarazo, desde que me lo he hecho no puedo
soltarlo.
—¡Papa! ¡Mama! —grito corriendo hacia ellos, siento como la brisa
marina golpea mi cara y como mis lágrimas de felicidad inundan mis ojos—.
Os he echado de menos—los abrazo fuertemente a ambos, siento como que me
estiran del vestido, miro hacia abajo y veo a Izan con su pequeño farolillo.
—Estás muy guapa…—dice sonrojado.
—A ti también te he echado de menos ¡Muuucho! —lo beso fuertemente y
sonríe de oreja a oreja.
“Bella:
¿Sabes? Nunca había llegado a imaginar tanta felicidad, nunca había
llegado a imaginar tener esta vida juntos, gracias por todos los momentos
vividos y perfectos a tu lado. Gracias por los tres maravillosos hijos que
tenemos juntos, por tu paciencia y delicadeza, por tu compresión, te admiro
con cada palabra que sale de tu boca, te admiro por como eres, desafiante,
dulce, romántica y muy… muy… SEXY.
Gracias por ser la mujer que me ha sabido alegrar mis días y consolarme
en mis peores momentos, gracias por cada minuto dedicado a este italiano
idiota. Nunca me cansare de decir que eres la mujer perfecta, guerrera que
siempre has estado luchando por tus metas, sueños… ¿Recuerdas aquella vez
dentro del probador? Mmm… no sabes lo que te haría ahora mismo. Por qué
solo tú eres y serás, mi bella siempre te esperaré y seguiré a tu lado en este
viaje juntos. Te amo mi amor”