La Propuesta - Mercedes Franco - PDF Versión 1

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Secretos y Sombras de un Amor

Intenso.
(La Propuesta)
Saga No. 2

Mercedes Franco
Tabla de Contenidos
Tiempo Presente. Saint Tropez, Francia
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Tiempo Presente. Saint Tropez, Francia
Soñé con Florencia, la que ahora conocía como Sonia, la volvía a ver
mandándome, gritándome, amenazándome, fue una noche brutal donde mis
pesadillas volvieron con más furor que nunca. Me desperté de repente
llorando y gritando, él se asustó al verme y comenzó a consolarme,
diciéndome que sólo había sido un mal sueño.
Entre sus brazos me sentía protegida y amada, era una sensación cálida y
dulce, su ternura era adictiva, y yo necesitaba de ella con todas las fuerzas de
mi ser. Toda la noche me la pasé en vela pensando en lo que debía hacer, qué
sabía realmente Eric de su madre, y sintiendo mucha rabia. Por qué ese
hombre, entre tantos otros, justamente tenía que ser el hijo de esa maldita
mujer.
A la mañana siguiente, me paré desvelada, con unas ojeras de terror y,
precisamente, ese día llegaba la familia de Eric. Estos, proverbialmente se
habían atrasado en el viaje, pero, aún, así cualquier prórroga no era suficiente
para mí. Él pretendía presentármelos en la facha con la que andaba. Me
imaginaba a su madrastra mirándome de pies a cabeza, y sentía un retorcijón
en el estómago.
- ¡Maldición! Grité frente al espejo.
- ¿Qué pasó? Me interrogó él asombrado.
- Mira estas terribles ojeras, cómo voy a ver a tu familia así.
- Jajajaja, eso es lo de menos amor, tú siempre te ves hermosa.
- Mmmm, dije sin mucho convencimiento.
Me arreglé lo mejor que pude para dar una buena impresión. Sabía que
sería incómodo, pero ya estaba metida en eso, y debía seguir adelante. Si lo
quería a él, debía aceptar a su difícil familia. Efectivamente, a las 4:30 de la
tarde, llegaron en su flamante limosina. Él me tomó de la mano y la tenía
helada.
- Tranquila amor, todo va a estar bien.
- Eso espero, le dije muy nerviosa.
El auto se detuvo, y sentí que todo aquello parecía una escena de alguna
película hollywoodense. Ellos comenzaron a salir del auto, primero su
hermana, la reconocí por la foto de internet y las que estaban en la casa. Se
veía igual, sólo que un poco más delgada; el mismo cabello oscuro y los
inmensos ojos azules. Al ver a Eric le sonrió y se le iluminó el rostro, él
también se notaba encantado.
Luego bajó su padre con rostro austero, estaba serio y ni siquiera hizo el
intento de simular una sonrisa, agarró el celular y se puso a hablar con
alguien, mientras le daba la mano a su esposa para que bajara del auto. Era
una mujer espléndida, increíblemente elegante y chic; sumamente delgada,
alta, llevaba una túnica holgada de seda que le quedaba a la perfección, con
un cinturón que ceñía su cintura cimbreante. Las fotos no le hacían justicia,
pues en persona era muchísimo más atractiva.
- Hola hermanito, ¡guaooo! Estás muy guapo, más de lo que recuerdo,
dijo guiñándome un ojo, ¿por qué será?
- Debe ser la alegría de verte, mi pequeña mariposa.
Y luego volteándose hacia mí, me sonrió y dijo:
- Hola, cómo estás Lara, por fin conozco a la famosa Lara, me dijo
estirándome la mano.
- Hola, encantada ¿famosa?
- Sí, Eric me habló maravillas de ti, estaba ansiosa por conocerte.
- Ah, ya, le dije asombrada mirando a Eric, que me sonreía con gesto
de complicidad.
- Bueno, bueno, hay que prepararse porque Amanda ya va a empezar, y
mientras decía esto entornaba los ojos.
Eric la secundaba riendo disimuladamente, yo no entendía a qué se
referían, había mucha complicidad entre estos dos hermanos.
- ¿Cómo estás hijo? Le preguntó su padre parcamente.
- Padre, le dijo él.
- ¿Cómo ha estado todo?
- Todo bien, mira te presento a Lara.
Él me miró examinándome con disimulo, yo llevaba puesto un sencillo
vestido de seda, mientras él tenía un atuendo evidentemente de diseñador. Me
miró y seguramente hizo su veredicto en segundos. Pero puso una sonrisa que
bien pudo haber usado ante un millonario japonés o un empresario
norteamericano con el que hiciera un negocio extraordinario.
- ¿Cómo está señorita? Dijo mientras extendía su mano hacia mí.
- ¿Cómo está?
- Muy bien y estaré mejor a las 6:00 a.m., cuando haya descansando.
- ¿Está cansado?
- Oh sí, ven Amanda te quiero presentar a…
- Lara, dije.
- Lara, la amiga de Eric.
- Novia, dijo él.
La mujer hizo un imperceptible gesto de extrañeza, pero que, a mi ojo
avizor, fue completamente obvio.
- Mmmm, así que tú eres la novia de Eric, vaya, lo tenías guardado,
debes tener algo especial… él nunca trae novias aquí. Dijo su padre.
Y dijo la palabra especial con un acento extraño, al cual podría atribuírsele
cualquier otra motivación, menos una benevolente.
- ¿Cómo está?, le dije mientras extendía mi mano.
- Muy bien, y estaré mejor luego de comenzar a organizar este servicio
mío y todo el trabajo que tenemos pendiente.
- ¿Trabajo? Le dije.
- Sí querida, trabajo… aquí todo es trabajo, hay que organizar las
reuniones, la temporada de verano es muy agitada, supongo que no
estás acostumbrada, y… bueno, espero que lo hagas, sino te vas a
aburrir terriblemente.
- Ah, entiendo.
- Ya querida, no aburras a Lora con tus detalles festivos.
- Es Lara, le dije corrigiéndolo.
Él me miró con un gesto que me pareció indescifrable, era una cortesía
displicente, de esa que usaría algún personaje ante la prensa para evadirlos.
Tanto ella como su esposa se comportaban justamente como lo que había
imaginado. En cambio, su hermana era muy distinta, parecía descomplicada,
sincera y auténtica.
Luego de la presentación, ellos subieron a sus habitaciones, yo me quedé
en el jardín cerca de la piscina a tomar un poco de aire. Eric se desvivía por
atender a su hermana, se sentaron en la sala de estar a conversar largo rato.
Ambos eran realmente encantadores, y tenían una gran relación, me alegraba
por Eric, porque su padre no parecía precisamente un modelo de amor. Bien
me lo dijo él, “un hombre cerrado… de negocios”.
Dormí un poco agitada, seguí soñando con ella. Florencia era como un
fantasma que se apoderaba de mis noches. Me desperté empapada en sudor,
con la respiración agitada y asustada.
- ¿Otra pesadilla Amor?
- Sí.
- Debes ver al médico, no es normal que todas las noches estés así.
- Eso no me ha servido de nada.
- Buscaremos al médico indicado, esto se tiene que terminar.
- Eso espero, le dije, más refiriéndome a mi secreto que a las pesadillas
en sí.
- Ven, mi linda, me dijo ofreciéndome sus brazos, todo va a estar bien
¿sí? Tranquila, ven y duerme otra vez mi cosita.
Esas palabras en otro tiempo me habrían dado risa, me parecían ridículos
esos apodos, estaba acostumbrada a ser tratada secamente, todo para mí era
práctico y al grano. Pero en él resultaba encantador, me costaba imaginarme a
ese hombre de mundo, con su flamante traje Hugo Boss dirigiendo una
compañía, usando esas palabras: ¡cosita! Ese era el apodo que me había
colocado. Y, francamente, me encantaba ser su “cosita”, me desconocía,
ahora estaba en un territorio completamente desconocido.
- Y, ¿le has hablado a tu hermana de mí?
- Por supuesto.
- No habías dicho nada.
- Es natural para mí hablar con ella, nos tenemos el uno al otro, sabes.
¿A quién más le podría decir cómo me siento realmente?
- ¿Cómo te sientes realmente?
- ¡Totalmente enamorado!
- Suena bonito como lo dices, me parece muy tierna esa relación entre
ustedes, pensé que…
- ¿Qué?
- Que no te llevabas bien con ninguno.
- Casi.
- Ella es muy simpática.
- También muy talentosa, ya la conocerás, creo que ustedes se la
llevarán muy bien.
- Eso espero. Eric ¿cómo te sientes por lo de tu madre?
- ¿En qué sentido?, respondió volviéndose evasivo.
- Lo de la foto, y bueno todo lo que conversamos ayer.
- Ahora no quiero hablar de eso.
- Nunca hablas de eso.
- Sabes, yo te dije lo que había pasado, esa mujer no merece que
dediques tiempo a saber nada… sólo quiero olvidar ¿sí? He pasado
toda mi vida preguntándome el motivo de su abandono, si hice algo
malo ¿te imaginas? Un niño de diez años pensando si era el culpable.
Ahora que sé la clase de persona que era, me alegra seguir adelante.
- ¿Y la perdonas?
- No lo sé, por ahora creo que no quiero hacerlo, tal vez, después.
- Entiendo.
Me preocupaba por él, y toda la rabia que le había visto profesar por esa
mujer, deseaba que nunca sintiera lo mismo que yo. No obstante, a la vez,
también necesitaba saber qué tanto conocía de su madre, si conocía los
alcances que tuvo, lo mala que podía ser. Tal vez fue afortunado y no sabía
completamente la verdad. Ella le había hecho un gran favor al abandonarle,
desvinculándose de su vida le dio el mejor regalo.
Como Sonia, pudo ser el recuerdo de una maravillosa mujer, hermosa y
bondadosa, alguien a quien extrañar, pero como Florencia, era una pesadilla,
la decepción, la mujer capaz de todo por ganar dinero, sólo por el sadismo de
usar a otros para sus propósitos, porque no conocía otra manera de vivir.
Como esas personas que liberan de la cárcel y luego de un tiempo vuelven a
delinquir; la sociedad los hace malos, los orilla a seguir siéndolo, para luego
cobrarle la deuda.
Ella estaba hecha de lo malo, y le gustaba, se había casado por dinero,
como me lo dijo una vez, sin saber que luego de tantos años, conocería
justamente a esas personas a quienes había abandonado. Los usó, pero luego
se cansó de fingir y volvió a su vida anterior. Esa es otra historia… pero si
Eric no se hubiese empeñado en saber de su madre, nunca se habría enterado
de nada y pudo ser feliz toda su vida, al igual que Alexandra, sin empañarse
con el sucio que ella dispersaba en todos los que tuvimos la mala suerte de
conocerla.
- Bueno, le dije, volvamos a lo de “totalmente enamorado”.
- A ver, pensé que ya lo sabías.
- No con tanta pasión, como lo dices ahora.
- ¿Quieres pasión? ¡Puedo darte pasión!
Y empezó a besarme arrebatadoramente, seduciéndome con su bella
manera de tocarme, volviéndome loca. Pronto me había quitado la bata y su
boca recorría mi cuello lamiéndolo, poco a poco.
- Quiero hacerte algo.
- ¿Qué?
Entonces se dirigió hacia el sur, haciéndome sentir sus labios sobre el
panty, suavemente, luego me tomó las piernas acariciándolas, y poco a poco
me los comenzó a quitar, entonces su boca se apoderó de mi sexo;
mostrándome todo lo que sabía hacer con ella. Fue una sensación increíble,
nunca me había dejado llevar con él de esa manera, lo había hecho con otros
hombres, pero más que por complacerme a mí misma, era por ceder ante las
necesidades de ellos, y lo que podría obtener para mí.
Después de hacerme llegar al orgasmo, me empezó a besar los senos,
diciéndome:
- Eres tan hermosa, nunca había visto unos senos tan bellos como los
tuyos.
- ¿Has visto muchos?
- No tantos, soy selectivo, digámoslo así.
- Ajá.
- En serio, jajaja, es lo más bello que he visto en mi vida, son tiernos
igual que tú.
- Piensas que soy tierna.
- Mucho, amor. Quiero seguir amándote.
- A ver, muéstrame, le dije insinuante.
- Primero te voy a besar toda, luego te colocaré sobre mí para hacerte
eso que tanto te gusta… tú sabes.
- Ven, hazme todo lo que quieras.
Entonces le quité los pijamas y metí mi mano allí, en ese lugar mágico. Él
comenzó a gemir y poco a poco su sexo cobró vida entre mis manos.
- Me muero por ponerlo dentro de ti.
- Yo también.
Me monté sobre él y lo envolví fuertemente con mis piernas, usando un
truco que había desarrollado, apreté fuerte y luego soltaba, mientras él lo
introducía.
- Oh, Lara, no sabes cómo me fascina eso.
- Lo sé, le dije, mientras le mordisqueaba la oreja.
Él me movía sobre él haciendo pequeños círculos, lo cual me hacía sentir
una deliciosa sensación de rozamiento, entonces descubrí algo nuevo, lo
mucho que me gustaba que me hiciera eso. Y yo pensaba que ya sabía todo,
pero con Eric todavía existía tanto por conocer.
Estaba casi a punto del orgasmo, cuando se detuvo, y quedó quieto.
- ¿Qué pasó?
- Ven.
Me tomó y me volteó poniéndome de espaldas a él, me inclinó un poco
hacia adelante y entonces comenzó a hacérmelo así, primero de forma suave
y luego cada vez más intenso, mientras con una mano acariciaba mi clítoris al
mismo tiempo, lo soltaba y luego lo tomaba nuevamente. Sentía una deliciosa
pulsación dentro, cada vez más intensa, era como un calor que se iba
expandiendo en oleadas, una presión que me invadía cada vez más.
Luego de hacerme delirar de placer, caímos rendidos. Me sentía relajada,
plena, amada. Este hombre me volvía loca, me hacía perder el control como
nadie, porque no sólo se trataba de sexo, sino del amor que compartíamos.
Estábamos pasando a otro nivel, entre los dos existía pasión y romance, ¡la
mezcla perfecta!
Al día siguiente, efectivamente, Amanda había tomado el control de la
casa, ahora las cosas se movían y giraban a su ritmo. Era una persona
controladora y le encantaba que hicieran lo que ella quería, las sirvientas iban
de un lado a otro acomodando todo a su gusto, mientras repartía órdenes aquí
y allá.
- Esto es agotador, querida no te imaginas, me decía con un gesto de
tragedia en el rostro.
Yo me reía por dentro, definitivamente, ella no tenía la menor idea de lo
que era algo agotador. Me recordaba mucho a un personaje de televisión, la
suegra malvada, era como un cliché de la esposa millonaria, salida de algún
reality norteamericano. Eran las nueve de la mañana y ya estaba de punta en
blanco, con el peinado perfecto, sin un cabello fuera de lugar. Y yo todavía
andaba sin una gota de maquillaje.
Ella se me quedó mirando atentamente, se acercó como para comprobar su
hallazgo. Y luego dijo con espanto:
- Pero… querida ¡ya son las nueve y andas sin maquillaje!
- Eh, sí, pero me gusta maquillarme para salir, creo que es más sano
para mi piel.
Me miró como si no entendiera a qué me refería.
- Jajajajaja, sí claro, me dijo como si fuese una broma.
Me le quedé mirando hasta que comprendió que hablaba en serio.
- Pero… es que tienes unas ojeras que pareces un… un cómo se
llama… ah sí, un mapache, no puedes andar así. No, no, nunca se
sabe quién va a llegar, embajadores, amigos, socios. Eric es un
hombre muy importante, tienes que verte perfecta.
- Eh… es que…
- Es que nada, dijo palmoteando, vamos, decía mientras me conducía
hacia la escalera. Vamos, tienes que arreglarte por Dios.
- Pero, pensé que estábamos de vacaciones.
- Jajajaja, sí claro, dijo con sorna, por supuesto. Si quieres te mando a
mi maquillador, ya debe llegar, ¡uff!, sí, está atrasadísimo. Antoine,
Antoine, ven.
Y comenzó a hablar en francés con su mayordomo, me llamaba la
atención la cadencia del sonido y, aunque no entendía, me encantaba. Yo me
quedé parada al lado de la escalera sin saber qué hacer, mientras ella le daba
un montón de ininteligibles instrucciones.
- Bueno querida, tienes suerte. Rodrigo ya está en el aeropuerto, mandé
el helicóptero para que lo traigan rápido, porque esto es realmente una
emergencia, me dijo mientras miraba inquisitivamente mis
proverbiales ojeras.
- Mmmm, gracias, dije sin saber realmente qué responder.
Mientras observaba a Alexandra por la ventana, Rodrigo me examinaba
palmo a palmo, y me hablaba con un tono idéntico al de su flamante jefe.
Pero él, a diferencia de Amanda, parecía realmente cordial, no me convencían
los modales de ella, eran refinados pero en el fondo no demostraba
sinceridad. Todo parecía falso, me recordaba un poco a Florencia o Sonia, ya
no sabía cómo llamarle, tal vez eran muy parecidas y por eso su padre se
había casado con ella.
- Querida, pero ¿qué es esto? Me interrogó mirando seriamente mis
ojeras.
- No pude dormir bien anoche.
- ¡Ja!, me imagino. Dijo mientras me picaba el ojo.
- Yo, no he podido dormir bien últimamente.
- Obvio, quién dormiría teniendo algo así al lado, dijo esto haciendo un
gesto alusivo al tamaño de la anatomía de Eric. Pero, ¡esto hay que
arreglarlo ya! Dile a ese hombre que te deje descansar, aunque sea
una noche, ¡Por Dios! Bueno, no te culpo querida, yo también
desearía que un hombre así me desvelara toooda la noche.
Tenía un acento realmente gracioso y se movía de una manera única,
pavoneándose de un lado a otro. Era un hombre joven, de unos 34 años,
atractivo, moreno, con un aire mediterráneo, de ojos profundamente oscuros,
barba incipiente, cabello ondulado y muy oscuro. Su gesto era vivaz y
sensual, parecía tener una gran energía por dentro, como una especie de
remolino que se apoderaba de todo a su alrededor.
- Ok, déjame ver, uff, tienes un rostro maravilloso, ¡Qué estructura ósea
amor! Ya quisieran muchas tenerlo así y ¿quién es tu cirujano? Dame
el número ya, ya querida.
- ¿Cirujano?
- Sí, tontita, el que te hizo todo esto, me dijo mientras me señalaba y
me agarraba los senos como si fuese la cosa más natural del mundo.
- ¡Eyy! Dije sorprendida al sentir sus manos en ellos. No, no tengo
ningún cirujano.
- Oh por Dios, son naturales, ¡tus senos son naturales! no puedo
creerlo. Eric es el hombre más afortunado del mundo, con razón, el
muy desgraciado, jajajaja.
- Baja la voz, le dije asombrada de su desparpajo.
- No puedo creerlo.
- Sí, pero baja la voz, todos te van a oír.
- Jajajaja, sí claro querida, jajaja. En esta casa no se oye lo que dices en
la habitación de al lado. ¿No ves? Paso seguido, hizo un grito agudo.
- ¡Dios! jajaja, ¿qué te sucede?
- ¿Ves? Querida, aquí todo el mundo está en lo suyo. Eric seguramente
en una conferencia aburridísima de su compañía. Alex mostrándolo
todo en esa piscina y pensando a quién va a conquistar esta noche.
Ami, bueno, jaja, Ami es Ami, haciéndole la vida de cuadritos a esas
pobres incautas, dijo señalando hacia abajo. Y el ogro, jajaja,
momificado en ese cuarto tal vez.
- ¡Dios, qué cosas dices!, dije disimulando la risa que me causaban sus
gestos exagerados, y también por el tino que tenía para describir todo
con sinceridad y humor.
- Y, entonces dime…cuéntamelo todo.
- ¿Qué?
- ¡Ohhh, por Dios!, dijo entornando los ojos, ¿es bueno en la cama? Yo
creo que sí, pero nunca había estado cerca de alguien quien pudiera
aclarármelo.
- ¿No?
- No querida, porque crees que tengo tanta curiosidad. ¡Dios! Andas
como perdida, a ver, habla, qué esperas o quieres que me muera de un
infarto aquí.
- Ah…pero y su esposa…
- ¿Su esposa? Ella no venía aquí, y tampoco se hablaba con Amanda, ni
con nadie, nunca la traté. Además, era muyyy, estirada, como te digo,
estiradísima. Eric nunca ha traído a nadie para acá, no entendía qué
hacías aquí, pero ahora que veo tus senos, lo entiendo todo.
- ¡Dios mío!, qué cosas dices.
- ¿Entonces?
- ¿Entonces qué?
- ¡Ohhh! Hizo con gesto impaciente. ¿Por qué ustedes las mujeres son
así? Todo es un misterio. Yo, por ejemplo, digo las cosas como son.
Es bueno, es malo, muy sencillo. Por ejemplo, anoche me ligué a uno,
y ¡ohhh!, fue una decepción, te lo digo. Que ni me llame, que ni me
llame.
- Jajajajaja, ¿y tú siempre eres así?
- ¿Así cómo?, me dijo sin entenderme, como si su forma de
comportarse fuese la más natural del mundo.
- Olvídalo, le dije muerta de la risa.
- Vas a quedar di-vi-na, te lo digo, ni Gisell en el 99, en sus mejores
tiempos.
- ¿Cuál Gisell?
- Bunchen, cariño, Bunchen, en qué mundo vives.
- ¿Tú la conoces?
- Por supuesto, la he maquillado mil veces, de dónde crees que sale esa
belleza felina ¿ah? Me dijo mientras me hacía un gesto de garra con la
mano y un ruido como si fuese un tigre.
- De Ro-dri-go.
Los dos volteamos hacia la puerta y allí estaba Alexandra en un diminuto
traje de baño negro, y envuelta con una exquisita capa en color blanco hueso.
- Ohhhhh, cariño, mi caramelo de crema batida y chocolate, ohhh, por
fin Darling, tiempo que no te veía, y qué te habías hecho, ¿ah? Vaya,
estás despampanante. Sí, a ver, le decía mientras le daba la vuelta y
reía como loco. Ohh y qué pasó aquí atrás, tienes que darme el
número de tu cirujano, este sí que no es real, jajaja, le dijo mientras le
agarraba las nalgas con fuerza, y ella reía como loca.
- Jajajaja, y tú ni se diga, cómo se ve que te ha ido muyyy bien.
- Por supuesto, Darling, qué te crees.
- ¿Y tú?, me dijo señalándome, si sobrevives a Rodrigo puedes soportar
cualquier cosa aquí, este es peor que todos esos juntos, dijo señalando
hacia algún lugar donde supuse, estaba la habitación de su padre.
- Y Ami ¿qué está haciendo?
- ¿Ami? dijo con acento cómico. Está haciéndole la vida imposible a
las pobres muchachas.
- Oh, sí, me imagino, jajajaja. Las pobres, cómo las compadezco. Ami
es mi amiga, pero ufff, seamos sinceras, a veces puede ser un
completo fastidio.
- ¿A veces? Siempre es un completo fastidio, diría yo, jajajaja.
Yo los miraba como esperando un indicio para saber qué hacer, decir o
cómo comportarme. Este ambiente era muy ajeno, estaba acostumbrada a
tratar con personas extravagantes, pero no a este nivel de clase y dinero.
- A ver, Lara, te tienes que acostumbrar querida, dijo imitando el
acento afectado de Amanda, aquí somos así, todos hablamos mal de
todo el mundo ¿no crees Rodri?
- Ya lo creo Darling, y yo soy el primero, no me dirás que no es muy
divertido.
- Totalmente.
- Bueno, yo…
- Oh cariño no, aquí no puedes titubear, estás nadando entre tiburones,
así te mueras del susto, no puedes mostrarlo. Me dijo ella.
- No, no, definitivamente que no, y esas terribles ojeras de mapache
tienen que desaparecer, voy a buscar un producto que tengo de mi
colección, es buenísimo para eso, ya verás, vas a quedar más fresca
que una lechuga.
Alexandra aprovechó que él se alejó para acercarse y decirme algo, al
parecer íntimo.
- Quiero hablar contigo, ¿te parece si salimos mañana?
- Ok, está bien le dije un poco nerviosa.
¡Vaya! ¿De qué querría hablarme? La observé mientras volvía a su modo
superficial con Rodrigo, era como una especie de personaje que había
desarrollado para sobrevivir entre todo ese montón de gente exótica.
- A ver Rodri, cuéntamelo todo,
Lo dijo con idéntico acento al que él usó conmigo, parecía como una
especie de código entre ellos.
- A bueno, qué te puedo decir, una decepción total, prometía mucho,
pero al final, nooo. Nada que ver.
- ¡Oh por Dios! Y dijo mirándome, ¿no detestas cuando eso pasa? Oh
no, jajaja, olvidaba que andas con mi hermano, no me digas nada,
noo, no quiero saber nada.
- Jajajaja, me reí por sus gestos, y lo gracioso de su postizo
comportamiento.
- A ver querida, mírame directamente a los ojos, así, así.
Cuando Rodrigo terminó su trabajo me veía estupenda. Sí que sabía
maquillar, nunca me había visto más atractiva.
- Querida estás lista para las pasarelas de Nueva York ¿Verdad Alex?
- Definitivamente, te ves muy hermosa. Ami te dejará en paz por un
buen rato, jajajaja.
- Oh querida, hoy tampoco vas a dormir, mejor mando a traer unas
cuantas toneladas de mi make up mágico, porque lo vas a necesitar.
- Jajajaja, por Dios, Rodrigo déjala tranquila, hoy estás insoportable.
- Pues sabes cómo me pongo cuando no he tenido buen sexo.
- Ufff, entonces haré unas llamadas porque quién te aguanta, apenas
son las 10:00 de la mañana.
- ¡Vaya!, con razón la señora Amanda te recomendó tanto, eres genial.
- Jajajajaja, la señora Amanda, qué linda, jajajajaa.
- Jajajajajaja, rió fuertemente Alexandra.
No entendía por qué ambos reían así, no estaba al tanto del contexto para
poder entenderlo.
- Bueno, sigues tú Darling, porque francamente te hace falta. Te ve Zac
así y no te vuelve a contratar para sus desfiles.
- Hazlo rápido, algo sencillo.
Cuando terminó había quedado preciosa, era una mujer deslumbrante con
una belleza natural, pero así maquillada parecía realmente una modelo,
despampanante.
- Te ves muy hermosa Alexandra.
- Gracias cariño, pero en la tarde es cuando vamos a arrasar, jajajaja.
Sabes, en esta temporada se consiguen muchos chicos guapos, lástima
que andas con mi hermano, jajaja. Si no, nos divertiríamos mucho
más juntas.
- Jajajaja, ¡qué cosas dices!
- Jajajajaja.
- Acostúmbrate, Darling, esta niña es una loca de remate.
Bajamos a desayunar y el tono formal que otorgaba el padre de Eric y su
esposa me eran desagradables, sentado a la cabecera de su enorme mesa.
Parecía que estábamos en un evento oficial, como en una escena de una
película de época, donde el tono y la apariencia eran lo más importante. Eric
se notaba realmente tenso, mientras su padre hojeaba el New York Times.
- ¡Qué te he dicho Rich, no me gusta que leas ese periódico en la mesa!
- ¡Vamos! Que las mujeres siempre están mandando. ¿Y tú también
eres así? me interrogó.
- Eh… titubee.
- ¡Ja! Claro que sí, todas son así.
- Padre, ¿supervisaste el diseño del edificio que te mandé?
- Sí.
- Y… ¿qué te pareció?
- Pues… un poco inviable diría yo para las necesidades de la compañía.
- Vamos, podemos darnos el lujo de hacerlo, y sabes perfectamente que
podremos sacarle provecho.
- Nadie se hace millonario dándose lujos, hijo.
- Por Dios, y tú dices eso, que te acabas de comprar un nuevo yate.
- Sí, pero un yate no cuesta lo que vale hacer uno de tus edificios.
- ¿Uno de mis edificios?
- Sí, siempre quieres “creatividad”. ¿No sabes que la creatividad sale
cara? Yo prefiero lo obvio, práctico, si algo funciona ¿por qué hacerlo
diferente? ¿No crees?
- Igual voy a construirlo, sabes perfectamente que es lo que siempre he
deseado.
- Entonces hazlo, no necesitas mi aprobación, eres el presidente
¿recuerdas?
- Sí, soy el presidente, pero necesito tu aprobación.
- ¡Bah! Vamos a seguir con eso. Somos dos adultos.
- Ya, por eso no me gusta que hablen de negocios en la mesa, dijo
Amanda.
- Espera, querida, agregaré algo más. Nunca he entendido tus diseños,
esto no es arte, es un negocio de construir edificios. Bueno, por lo
menos no podré discutirte que en cuanto a mujeres tienes un excelente
gusto. Lara es muy hermosa, se verá muy bien en todas las reuniones
y eventos sociales.
- ¡Basta papá!
- Richard, ya por favor, comamos tranquilos.
Yo solamente trataba de mirar hacia otro lado, no podía creerlo, su padre
era completamente insensible. Eric, en el fondo, todavía tenía la esperanza de
encontrar algo de afecto en este ser seco, pero yo conocía muy bien a los
hombres. Este era un muro, por encima de él nadie saltaría, su padre era
inexpugnable y duro. ¡Pobre Eric! Ahora entendía por qué no me había
querido presentar a su familia, no fue por mí, sino porque necesitaba
conocerme mejor para asegurarse que lo amaba lo suficiente como para
aguantar esta tortura.
- Buenos días, dijo Alexandra, ya con otro atuendo. Un hermoso
vestido veraniego color coral, que le sentaba divino.
- Buenos días, hija.
- Buenos días, Alexandra.
- Oh, ¿y qué desayunaremos?, aquí hay un silencio sepulcral.
- Tu hermano que es muy creativo, creo que debería dejarte eso a ti.
- No empecemos padre, le dijo ella frunciendo el ceño.
- Yo sólo decía, que nunca he entendido esa vocación tuya, llena de
gente rara y excéntrica, ¿qué necesidad cuando tenemos tanto trabajo
en el negocio?
- No te molestes en entenderlo, nunca podrías, tienes una cabecita muy
cerrada ahí arriba, y ya basta de eso que tenemos visitas, no querrás
que Lara piense que somos una familia de locos.
- ¡Ja! Lo que tú digas.
El desayuno trascurrió en silencio. La tensión que se sentía allí bien podría
haberse cortado con una navaja, por debajo de la mesa le tomé la mano a Eric
en señal de apoyo. Cuando terminamos y el señor Richard se fue con su
esposa, pude respirar aliviada.
- No le hagas caso a papá Lara, está loco jajaja.
- Ven, me dijo Eric, vamos a prepararnos.
- ¿Para qué?
- Para la pesca, interrumpió ella, ¿no sabías que aquí todos están
obsesionados con eso?, pero tranquila, en realidad no vamos a pescar
nada, eso es sólo una excusa para mostrar hermosos vestidos. Con
suerte, lo único que se pesca allí es un millonario, pero ya tú pescaste
uno jajajaja, en todo caso me toca a mí ver qué puedo encontrar.
No le atribuí malos motivos al discurso de Alexandra, porque ella era muy
desenfadada, y parecía tener alguna broma sarcástica siempre en la punta de
la lengua.
- ¿Y vamos en helicóptero? Le dije bromeando.
- No es necesario, me contestó muy serio, vamos en mi auto.
Cuando vi el auto, ¡Vaya, era espectacular! Muy distinto al otro, era un
deportivo Lamborghini en color plateado, descapotable, de líneas feroces y
estilizadas, me le quedé mirando y él se rió, ante mi sorpresa.
- Primero las damas, me dijo abriéndome la puerta.
- Gracias, le contesté ya habituada a su caballerosidad.
- Y... ¿qué tipo de auto es este?
- Es un Lamborghini Centenario, y corre divinamente. Además, tiene
esto, me dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
Acto seguido, apretó un botón y el techo se corrió y comencé a sentir la
suave brisa en mi cara. Tomamos la carretera a alta velocidad, y yo me
sujetaba mi sombrero con la mano, mientras el delicioso viento le otorgaba al
paseo una sensación de libertad, de un lado podía ver toda la costa y del otro
las serranías. Era completamente hermoso, a lo lejos se divisaban botes
pesqueros y más al fondo, las montañas en colores sepias, violeta y azules,
dependiendo de la distancia en que se encontraran. Se respiraba una deliciosa
brisa marina, me sentía encantada.
Cuando llegamos al puerto, pude ver el yate, era inmenso, pero luego
observé que se llamaba Sonia, entonces sentí un retorcijón en el estómago.
Mientras caminaba por el muelle tomada de la mano con Eric, me sentía
como una reina estando al lado de ese hombre maravilloso, era lo único que
podría agradecerle a ella, haber tenido al hombre de mi vida.
Eric me dio la mano para entrar, me sentía muy elegante con mis sandalias
altas y vestido de diseñador. Allí estaba Alexandra, encantadora, con un traje
en color hueso y elegantes gafas Celine.
- Hoy hay mucho que ver, me voy a divertir.
- ¿Cuándo vas a acomodar esa cabecita loca?, le dijo él dándole
palmaditas en la frente.
- Ven Lara, siéntate aquí conmigo.
- Está bien.
El mar se veía precioso, mientras Eric hablaba con el capitán, yo me
dediqué a mirar el horizonte y Alexandra me buscaba conversación.
- Cuéntamelo todo, jajaja, pero no en el sentido que le atribuye Rodrigo
por supuesto, sino cómo se conocieron ustedes dos.
- Nos conocimos en un gimnasio, cuando él estaba en una trotadora y
yo esperaba que terminara para ejercitarme.
- Vayaa, ¡qué original!
- Sí, muy cotidiano, pero esa es la verdad.
- Me parece lindo, sabes. Creo que, si me dijeras que se conocieron, no
en una disco porque a Eric no le gusta, pero en una fiesta o una
reunión de negocios, creo que eso sería de lo más aburrido… A ver,
sígueme contando.
- Bueno, me invitó a tomar café y por ahí siguió todo.
- Sabes, veo a mi hermano muy feliz, nunca lo había visto así, ni
siquiera con Sandra, creo que está muy enamorado de ti, y eso me
hace feliz, me dijo tocándome el brazo, gracias por hacer feliz a mi
hermano.
- Él también me hace muy feliz, sabes.
- Mi hermano es un gran hombre, y no te lo digo porque sea mi
hermano, nuestra vida no ha sido fácil, a lo mejor podrías pensar que
sí, por todo esto, pero… la felicidad no está en el dinero.
- Así dice Eric.
- Hay gente que piensa en la felicidad fundamentada en cosas
materiales, y sí, se tiene comodidad y lujos, pero no todo se puede
comprar, por ejemplo, el amor, la dignidad, la amistad o una madre…
en fin, me imagino que él te habrá contado que nuestra madre murió
cuando éramos pequeños.
- Sí, eso me comentó, me di cuenta que realmente ella no sabía nada, y
yo tuve que hacer un gran esfuerzo para disimular lo molesto que me
resultaba ese tema.
- Mi madre era una mujer muy hermosa. Algunos dicen que me parezco
un poco a ella, dijo esto mientras se colocaba de perfil como si
estuviese haciendo una selfie; y eso espero, porque he visto sus fotos
y era una mujer despampanante. Y, además, trabajaba en muchas
causas benéficas, era incansable, bueno eso me han dicho, yo no la
conocí porque… pues murió cuando yo tenía como un año de edad.
Eric sí se debe recordar más porque tenía 10 años, pero nunca le gusta
hablar de ese tema, creo que todavía le hace falta.
- Me imagino, le dije parcamente.
- Y este yate era de ella. Mi padre se lo compró como regalo de
aniversario, unos meses antes que muriera. Él lo quería vender, pero
yo le insistí que no. No sé, pensarás que es tonto, pero estando aquí
me siento más cerca de ella.
- No creo que sea tonto, me parece tierno.
- ¡Ay qué linda! Bueno, cuéntame más de ti. Eric me dijo que eres
escritora, y me mencionó algunas de tus novelas.
- Sí, son novelas románticas.
- ¡Oh, genial! A mí me gusta el romance. Me dijo que estabas
escribiendo una nueva.
- Así es, pero desde que llegué, no he podido escribir.
- Aquí es así. Te absorben el tiempo horriblemente. Te acostumbrarás,
si quieres unas verdaderas vacaciones, tendrás que escaparte con Eric
a Fiji u otro lugar. Este es el último sitio para unas verdaderas
vacaciones, aquí todo es apariencia y “dejarse ver”.
- Sí, ya me he dado cuenta, y yo pensé que podría descansar.
- Jajajajaja, ¡qué cómica eres! ¿Nunca habías venido?
- No, la verdad puede que te parezca un exabrupto, pero nunca había
estado en Europa.
- ¿En serio? Vaya, creo que eres la primera persona que conozco que
me dice eso.
- Jajajaja, te debe parecer muy raro.
- Pues, me parece… ¡Excelente! Eres como un soplo de aire fresco para
mí, me alegro que Eric te haya traído. Alguien con quien hablar
verdaderamente, sin tener que fingir o hablar tonterías.
- Qué bueno, me alegra que sientas eso, también me alegro que hayas
venido, porque si no me sentiría extraña.
- Te entiendo perfectamente, mi padre y Amanda son insufribles, ufff,
te acostumbrarás, es como… como el pez globo, algo a lo cual le vas
agarrando el gusto, o lo aprendes a comer o te mueres.
- Ok, jajaja.
Mirando el océano me di cuenta que estaba nuevamente en un lugar
que perteneció a Florencia. Entonces, mis pensamientos se fueron
dispersando por los vericuetos de la existencia. Yo también fui una de esas
personas que creían que el dinero lo era todo, que podía ser feliz con él,
por eso se desgració mi vida. Mis ojos se perdieron en el azul intenso del
mar, y las imágenes se volvieron más claras llevándome otra vez al
pasado.
Hace 12 años atrás. Ciudad Capital
Había conocido a Sonia doce años atrás, pero, en ese entonces, no se
llamaba de esa forma. Me había fugado de casa por rebeldías de la edad, y
andaba prácticamente en la calle, tratando de sobrevivir. Ella me vio a la
salida de un restaurante, mientras miraba en la basura para encontrar algo de
comer. Me examinó con su ojo experto, como quien ve una buena mercancía.
- ¿Cómo te llamas?
- Laura.
- Vaya Laura, eres muy hermosa, ¿qué edad tienes niña?
- 18 años señora.
- Perfecto, dijo con una encantadora sonrisa al tiempo que miraba a su
acompañante, el cual me sonrió con simpatía.
Ella era una hermosa mujer de cabello rojizo y ojos grises, tenía entonces
como 40 años, y estaba envuelta en una especie de aura especial. Su
acompañante era un hombre alto y corpulento, completamente calvo. El gesto
bonachón de su rostro contrastaba con su imponente presencia.
- ¿Y qué estás haciendo ahí?, ¿con quién vives?
- ¿Por qué me pregunta eso?, le dije desconfiada.
- Tranquila, ven, ¿quieres comer algo? Mi nombre es Florencia, ven,
vamos…
- Sí, le contesté.
Me dejé llevar por ella, debí correr como era mi instinto primario. En el
fondo sentí que esa mujer tenía algo malo, pero su sonrisa era como una
droga que te turbaba, y conducía hacia donde ella quisiera.
- ¿Sabes? Me dijo mientras me daba de comer. Con esa belleza puedes
ser modelo, puedes hacer algo bueno en vez de estar buscando comida
en la basura ¿quieres estar así toda tu vida?, o ¿te gustaría avanzar?
Una chica como tú puede llegar muy lejos ¿Nunca has tenido sueños?
- Jajajaja. Ay señora, sí.
- Sí, yo sé de eso cariño, ven conmigo y vas a ganar suficiente dinero,
para mantenerte, y para lo que quieras.
- ¿Para estudiar?
- Sí, con lo que te pague vas a pagar eso y mucho más. Puedes
conseguir lo que quieras.
Siempre había deseado ser una gran escritora, para eso tenía que estudiar y
aprender, con eso me había comprado, era muy astuta. Pronto me llevó a su
mansión, donde era la “Gran Madame”, su casa era elegante y hermosa,
refinada, todo de buen gusto, “con clase y discreción” como decía, “de aquí
nada sale, y lo que entre es porque lo deseo así”.
Me dijo que yo era tan hermosa que sería la mejor “modelo” de allí.
Realmente a esa edad mi cuerpo era muy atractivo, tenía unos senos
naturalmente grandes, cintura estrecha y caderas redondeadas; piernas
torneadas y mi rostro era muy hermoso, de grandes ojos color miel, con
acentos verdosos cerca del iris. Además, tenía una cualidad, como decía
Florencia, era muy sensual.
- Tienes un muy buen look. Generalmente, sólo acepto a chicas
universitarias, pero contigo hago una excepción porque sé el potencial
que tienes.
- Ok, le contesté sin saber nada de lo que decía.
Estaba fascinada, la admiraba, me encantaba su aspecto, su largo cabello
rojizo, sus increíbles ojos; era espectacular, su voz era magnética, hechizaba a
las personas sólo con su presencia.
- Tú puedes ir más allá, yo te voy a guiar. ¿Quieres? Te puedo instruir,
y serás la más cotizada.
- Sí quiero, dije inocentemente, sin saber en lo que me estaba metiendo.
- Dime algo, ¿eres virgen?
- Sí, pero porque me lo pregunta.
- Porque esas cosas son importantes.
Pronto me di cuenta que aquello era más que una academia de modelos,
nos tomaban fotos, videos, nos daban ropa y arreglaban, parecía un ambiente
normal. Sin embargo, veía que las chicas salían, y luego llegaban cansadas,
algunas llorando y otros con gesto resignado. Pero me quedé por necesidad,
no sabía que más hacer, estaba perdida en la vida, era una tonta niña que no
conocía nada del mundo.
Ella vendió mi virginidad a uno de sus clientes, fue la experiencia más
desagradable de mi vida, aquel hombre era como 30 años mayor que yo, y me
trató como una cosa. Lloré todas las noches por un mes. Después de eso, no
lloré más en mucho tiempo. Me acostumbré a sacar partido a los hombres.
Desde que ese tipo me había tratado así, empecé a sentir rabia hacia ellos.
Tomaba todo lo que podía, en ocasiones aprovechándome.
De día era una respetable estudiante de letras en la universidad, y de noche
acompañaba a hombres de dinero, para luego acostarme con ellos en hoteles,
bares, baños, departamentos. Un día uno me pegó porque estaba borracho. Y
Florencia lo puso en su lista negra, fue una experiencia dolorosa y llena de
vergüenza.
- ¡No seas tonta! Saca provecho. Aquí tienes muchas ventajas. ¡Cuántas
desearían toparse con algún hombre de dinero! Tú los ves todos los
días, tienes mucha suerte, aprende a aprovechar eso. Yo hice lo
mismo, tuve un hombre con mucho dinero ¿sabes?, y con eso pude
sacar todo esto adelante, antes dependía de él y de su aburrido mundo,
no lo quería, pero me sirvió. Ahora soy independiente, tengo mi
propio dinero, mi negocio de modelos, y estoy lejos de todo ese
mundo estúpido y aburrido.
- Pero… ¿usted no lo amaba?
- Claro que no, eso del amor es pura mentira. Sabes, tú me recuerdas
mucho a mí. Yo también era una jovencita con muchas tonterías en la
cabeza, pero luego conocí el mundo, y aprendí a usar a los hombres
para mi beneficio, es tiempo que tú hagas lo mismo.
Así, poco a poco, fui aprendiendo los trucos, enviciando mi mente, puede
que, desde fuera, alguien lo vea ilógico, hasta absurdo; pero estando allí, te
lavaban el cerebro, como en una secta. Comenzabas a creer en todo lo que te
decían, y hasta te aliabas con ellos o los defendías si fuese necesario, eran tu
familia porque no tenías más nada.
Como Florencia lo había sospechado pronto, fui la más cotizada, ella me
dedicó el máximo de sus esfuerzos, dietas, ejercicios, tratamientos de belleza.
Era la que más citas tenía, y pronto comencé a hacer lo que ella me había
enseñado, usar a los hombres para mi beneficio. Así logré pronto salir de la
mansión, uno de ellos me regaló un apartamento y otro un carro. A los 22
años había casi terminado mi carrera, y mis compañeros pensaban que yo era
fantástica. En apariencia era una joven exitosa, modelo, atractiva, con
algunos lujos, ropa bonita. Claro, no era millonaria, pero estaba por encima
de lo que mis amigos de la universidad podían hacer o tener.
Lo que no sabían era lo que hacía para lograrlo, ni todo lo que tuve que
pasar para vivir en una falsa estabilidad. Aún tenía a Florencia respirándome
en el cuello, no podía zafarme de ella, aunque quisiera; estaba atada, había
invertido mucho dinero en mí, y no saldría tan fácil de ese mundo.
En ese tiempo, había aprendido todos sus trucos, aunque la detestaba, en
el fondo la seguía admirando; todavía era la mujer más bella y astuta que
había conocido en mi vida, sin darme cuenta, trataba de imitarla, en su ropa,
gestos, estilo, y funcionaba. Mientras más me parecía a ella, más éxito tenía.
Era algo asqueroso, pero sus tácticas eran como recetas mágicas.
Mi existencia estaba rodeada de un falso sentido de realización, yo vivía
en una falsedad, con una máscara. Mientras mi abuela estuvo viva, le
mandaba dinero, pero luego que murió, me desvinculé de lo que había sido
mi vida. Ahora todo giraba en torno a Florencia, mis compañeros de estudio y
todos los clientes que tenía.
Era un mundo lleno de desesperanza, donde nada tenía razón ni lógica,
estaba en un estado completo de soledad, y no importaba el número de
personas a mi alrededor; el dolor de la melancolía era constante. Compartía
todos los días con seres que sólo hablaban entre ellos en otro idioma, de cosas
que no tenían significado, temas vacíos y sin trascendencia. Ellos se
complacían a sí mismos escuchando sus banalidades, mientras fumaban quién
sabe qué cosa, inventando historias, donde lo único resaltante eran los
grandes egos de sus protagonistas.
Así, un día me encontré sentada en un lugar desconocido, en unos muebles
extraños de cuero negro y arrugado, en una distinguida discoteca de la
capital. Allí, como zombi, escuchaba el frenético ritmo de la música, viendo
todo con ojos perdidos, observando los cuerpos multicolores, traspasados por
los haces de luz, vanidosos y perfectos, moviéndose vertiginosamente,
sacudiéndose con fuerza. Era una especie de orgía sensual y erótica, como un
moderno rito pagano.
Él me tomó de la mano y me llevó al baño, luego de decirme un montón
de obscenidades que pensaba hacerme, me metió en uno de los cubículos, y
luego me hizo montar sobre el Váter, se abrió el cierre del pantalón y sacó su
pene erecto. Me subió un poco el vestido mientras me acariciaba las piernas y
me bajó los pantys con premura.
- Oh, eres demasiado sexy, me encantas, recuérdame darle las gracias a
la Madame.
Yo permanecía callada, pensando en otra cosa, era uno de mis recursos de
desviación, sobre todo cuando estaba con un hombre que me disgustaba. Este
era un ejecutivo de unos 40 años, en ese entonces yo tenía 22 y un hombre de
esa edad me parecía un anciano; era atractivo y de cabello cano, delgado y
alto, obviamente casado a juzgar por la mancha blanquecina en su anular
derecho.
- Vamos ven, me dijo invitándome a acercarme. Comenzó a
acariciarme el pubis. ¡Oh sí nena! ¡Qué bien! Así me gusta, quiero
que grites.
- Pero… estamos en un baño público.
- Bah, maldición, este lugar es casi mío, si quiero tener sexo en mi baño
gritando o lo que sea lo hago, ¡los demás que hagan lo que les dé la
gana!
Entonces tuve que hacer lo que me decía, se sentó y me montó sobre él,
luego me penetró con una dureza casi salvaje, generándome malestar.
- Te gusta ¿verdad? A las mujeres como tú les gusta así.
- Sí, le mentí.
- Oh, vaya, guaooo que bien se siente, sí. Tú y yo vamos a ser muy
buenos amigos. Vamos grita, grita para mí.
Tuve que ponerme a gritar mientras podía escuchar el murmullo y risitas
de los hombres que entraban y salían del baño.
- ¿Por qué no colocó a su guardaespaldas en la puerta? Le pregunté.
- ¿Qué? Ohhh, así es más divertido, ¡pero vamos!, que estamos
teniendo un sexo increíble, no me hables de tonterías, ¡así vamos!,
muévete más, más, te dije, más.
Lo hice en ese baño tres veces, y para mí fue realmente desagradable, él
estaba todo sudado, y con una gran cara de satisfacción en su rostro.
- Espérame en la mesa y pide más whisky para todos, ¿sí muñeca?
Me puse a beber para olvidar el desagradable episodio, y calmar un poco
el dolor que me había dejado su salvaje comportamiento. Pronto estaba tan
borracha que apenas podía mantenerme en equilibrio. Me dirigí como pude al
baño y cuando entré en el cubículo poco me faltó para orinarme encima. De
pronto, escuché a unas mujeres que hablaban entre ellas, al principio eran
murmullos, pero después creí escuchar cosas familiares y, que, al parecer, se
referían a mí.
- ¿Viste cómo entró con Sergio? Como si nada a ese baño.
- Todas esas zorras son así.
- Sí, definitivamente, si Aurora supiera, ¿pero a quién le va a creer?
Dime, ella piensa que Sergio es un santo, y Dios libre al que le diga la
verdad. En tremendo problema se involucra. Yo la quiero, pero no, no
me meto en eso.
- Yo menos, no voy a ser quien le cuente. Además, las cosas que he
oído de él, ese hombre es de armas tomar. Yo también tengo una
familia, no me quiero meter en problemas.
Yo me tapaba la boca asombrada, y escuchaba todo lo que estas mujeres
decían, hablaron cosas terribles que ese tal Sergio había hecho. No me
extrañaba, pues estaba acostumbrada a tratar con tipos de mala calaña, pero
este parecía llevarse el premio.
- Unos hombres estaban comentándolo, yo los oí, que en el baño se
oían los gritos de esa zorra.
- No sé por qué a los hombres les gusta eso, nunca los entenderé.
- Y le viste la vestimenta a la mujercita esa, de qué hueco la habrá
sacado.
- Esas son muchachas que no tienen padre, ni madre, ni perro que les
ladre, y se meten a esto porque no tienen talento, ni nada que hacer en
la vida. Es lo único que saben hacer para sobrevivir, vender el cuerpo.
- Y tampoco es que sea tan bonita ¿no? Yo diría que Aurora es mucho
más bella, pero la edad. Ni modo amor, esa, si tiene 20, es mucho,
contra eso ¿quién puede?
- Sí, pero esas también envejecen, y en este ambiente más. Hoy se la
tira uno y mañana el otro, y así van pasando de mano en mano, hasta
que las acaban, las botan como basura, se meten drogas, alcohol para
aguantar y luego terminan en… bueno, pueden terminar en varios
sitios, en la calle, en un refugio o en un bote de basura.
- Bueno, si es lista, también puede conseguir a un viejo que la
mantenga.
- Puede ser, puede ser… Aurora no será tan joven, pero al menos es una
dama, y eso no se lo va a quitar nadie.
- Eso es cierto…
Las mujeres salieron del baño mientras dejaron en mí la estela de su
veneno, yo nunca había escuchado a alguien hablar así de mí. Seguramente,
sí lo hacían, pero no en mi presencia. Sus palabras calaron hondo en mi
corazón y, por primera vez, en mucho tiempo, una luz se encendió dentro de
mí, allá en ese abismo oscuro en el cual se había convertido mi alma.
Ese episodio me había llevado a reflexionar, antes estaba como en piloto
automático, dejando que la vida me llevara por un sendero de destrucción.
Pero ahora, gracias a esas mujeres, mi mente despertaba otra vez, haciéndome
un llamado de alerta, diciéndome que era hora de irme. Debía salir de esa
vida disipada antes de que ella acabara conmigo.
A veces me levantaba a medianoche angustiada, y miraba por la ventana
de mi apartamento, veía el cielo nocturno y en la distancia las pequeñas luces
de las casas lejanas, dispersas en las montañas. Me imaginaba cómo sería
estar allí, qué se sentiría ser libre, aunque fuese una vez; ahora mi pasado era
tan lejano, meditaba y me daba cuenta que sólo fui feliz cuando estuve con
mi abuela, en esa modesta casa a las afueras de la ciudad. ¡Una gran ironía!
Había huido de mi casa y ahora sólo deseaba nunca haberlo hecho. Fui una
completa estúpida.
Comencé a tener problemas para dormir, las pesadillas comenzaron a
visitarme, daba vueltas en mi cama pensado qué hacer y cómo escapar de esa
vida. Tenía que existir una forma para recuperar mi libertad, debía comenzar
desde cero, no importaba.
Rex, el ayudante de Florencia, se había convertido en mi confidente, creo
que en el fondo estaba enamorado de mí, pero nunca lo dijo, se mostraba
atento y amigable. Era mi mano derecha y me ayudaba en todo. Ambos
sentíamos una gran confianza mutua, en ese momento era mi único amigo.
Al día siguiente, al encontrarme a solas con él, fue lo primero que le dije,
que quería irme, rehacer mi vida. Él puso un gesto extraño y luego me
susurro:
- Sí, hay una manera, pero no querrás escucharla.
- Claro que sí, dime… lo que sea.
- ¡Hay que matarla!
- Aaaa.
- A Florencia, por supuesto.
- No, eso no. Nunca haría algo así ¿cómo se te ocurre?
- Lo sabía, eres demasiado buena para esto, para todo esto.
- Tiene que haber otra manera de escapar.
- Déjame pensarlo, es difícil, pero déjame pensar qué podemos hacer.
- Ya no aguanto más esto Rex.
- Yo tampoco cariño, yo también quiero dejar este maldito lugar y
olvidar a esa mujer.
- ¡Entonces piensa en algo! Le dije desesperada, por favor.
- Te lo prometo nena, te lo prometo. Sólo dame tiempo.
Mientras Rex pensaba en algo, los meses siguieron trascurriendo. Un día
Florencia me llamó porque tenía un cliente “especial”, así les llamaba a los
millonarios que requerían de sus servicios. Con ellos todo era discreto, nunca
se decía un nombre, todo era inventado, cada cliente tenía un nombre en
código al igual que cada chica. Algunos hombres eran asquerosos, pero otros
nos trataban bien, solo querían hablar y tener compañía o sexo discreto. Y,
aun así, era lo más triste del mundo, terminabas sintiéndote una cosa.
- Vamos cariño, te voy a presentar a alguien. Me dijo Florencia con
fingida amabilidad.
Era un hombre muy atractivo, moreno de exóticos ojos verdes, me miró
como una serpiente a su presa. Me recorrió de arriba abajo, con ojos golosos
y sonrió con aprobación.
- Tienes razón, vale lo que pesa en oro. Lástima que no sea virgen. A
mi jefe le habría encantado. Dijo con un evidente acento árabe.
- Bueno, hay cosas que se pueden arreglar… entre usted y yo, por
supuesto, podemos entendernos, ¿no cree?
- ¡Ja! ¿quién va a creerle que esta chica lo sea?
- Hay formas, existen formas de hacer las cosas.
- No, definitivamente no. Si mi jefe me descubre, me meteré en un
problema muyyy grande. No.
- Bueno. Yo decía, si logra algo así para él, ambos ganaríamos mucho
dinero, y si le gusta realmente, bueno, quién sabe.
- Usted no conoce mi cultura.
- No, pero conozco a los hombres más que usted. No hay ninguno que
se resista a eso e hizo un gesto mostrándome como a una mercancía.
No podía creerlo, estaba negociando con mi vida, como si fuese un objeto,
yo era un ser humano, y esta mujer pretendía mandarme con un supuesto
“jeque” o lo que fuese. Hacerme quién sabe qué cosa en el cuerpo, engañar a
ese hombre para que pensara que yo era señorita, y si se daba cuenta ¿qué
pasaría conmigo? ¿Me golpearía o mataría? Esto era demasiado, me asusté y
comencé a temblar.
- Yo no quiero ir ahí, le dije con malestar.
El hombre me miró de arriba abajo como a una cosa, con desprecio en los
ojos, como si nunca hubiese imaginado que yo era una humana con voz y
pensamiento. Simplemente me ignoró y le dijo a Florencia:
- Prepárala y, bueno, veremos qué pasa.
- Excelente decisión, Omar. Usted y yo haremos buenos negocios
juntos.
Luego que el hombre se fue, se dirigió hacia mí con su acostumbrada
sonrisa. Se acercó y me dio una cachetada que me hizo soltar las lágrimas.
Yo me sorprendí porque nunca me había tratado de esa manera, sus insultos
siempre eran ironías o sarcasmos bien dirigidos. En ese momento, mostró su
verdadero yo, allí la empecé a conocer como la víbora que era realmente.
- ¡Jamás vuelvas a hacer eso! Jamás me cuestiones delante de un
cliente, tú haces lo que yo te diga, yo te hice y te puedo destruir
¿entiendes?
- Pero… yo no quiero hacer eso, no quiero irme con ese hombre, ni
operarme. No quiero engañar a ese hombre, puede ser peligroso.
- Tú harás lo que te diga, o quieres que tus amigos sepan lo que has
hecho, tu familia, esos tíos tuyos, y la memoria de tu abuelita quedaría
empañada. Sí, qué pensarían si supieran que eres mucho más que
una… “modelo”. Dijo esto con un tono de fingida inocencia mientras
se miraba las uñas.
- No, no, eso no.
- ¡Ja! Creo que no has aprendido nada cariño, a veces pienso si he
perdido mi tiempo contigo. O tal vez tus amiguitos de la universidad
podrían enterarse casualmente, no sé, de alguna de tus aventuras, de
dónde salió tu carro, por ejemplo, ese apartamento que tanto quieres,
en este mundo esas cosas pasan ¿sabes? He visto muchas chicas de
aquí que, pues, no quisieron cumplir con el contrato… y bueno…
tuvieron un mal final, digámoslo así.
En ese momento, supe que estaba atrapada, si quería salir de allí sería
muerta o desprestigiada, sin amigos, sin carrera, que para mí era lo mismo.
¿Qué haría?
Pasé los meses más amargos, ella me obligó a operarme, era muy
doloroso, pensaba en lo horrible que era tener que pasar por ese calvario dos
veces, que un hombre me maltratara como la primera vez. Me prepararon y
luego me llevaron con ese hombre. El apuesto hombre exótico me condujo a
una mansión, allí me dejó en manos de una mujer de mediana edad, de
cabello negro y ojos castaños, grandes y profundos, la cual vestía con un traje
holgado y andaba con un hiyab en la cabeza, luego supe que se llamaba
Salma.
Ésta me condujo a una habitación especial, donde dos mujeres más me
prepararon, bañaron, frotaron aceites, peinaron, maquillaron y vistieron. Ellas
casi no me hablaban y yo me sentía terriblemente sola, estuve en esa jaula de
oro por un mes. Todos los días me daban instrucciones, me acicalaban, era un
ritual monótono, lo único agradable era pasear por los exuberantes jardines,
llenos de palmeras exóticas, caminerías, piscinas, fuentes; ellas me conducían
con señales. Supuse que no sabían hablar bien en mi idioma, pues se
comunicaban conmigo en un lenguaje rudimentario, pero por sus expresiones
entendía lo que me querían decir.
Al fin, una noche me bañaron y acicalaron más de lo normal, untaron mi
cuerpo con esencias y me colocaron una túnica blanca, casi transparente, sin
nada debajo, pusieron rosas sobre mi cabello, y luego la mujer llamada Salma
me condujo hasta una habitación increíblemente grande, donde se sentía un
olor peculiar, como una especie de incienso.
Era hermosa y espaciosa, llena de flores, y de una decoración
completamente sobria en tonos claros. Del baño salió un hombre de unos 40
años, hermoso de grandes ojos verdes, con una barba tupida y negra como el
azabache. Nunca le había visto en todo el tiempo que estuve hospedada allí.
Yo bajé la vista porque Salma me había dicho que no debía mirarlo
directamente, en señal de respeto.
Él sonrió y se acercó a mí, me levantó el mentón y me examinó con
cuidado.
- Omar tenía razón, eres muy hermosa. Ven aquí.
Lo seguí y me indicó que me sentara en una silla, entonces me lavó los
pies con un jarrón especial que contenía agua de rosas, me ofreció un té de
jazmín. Luego me levantó y poco a poco me quitó la túnica hasta que quedé
desnuda ante él.
- Eres hermosa, eres hermosa, repetía mientras me comenzó a besar en
el cuello. Me estremecí de temor.
Él me empujó hasta la cama, y allí comenzó a acariciarme, primero con
ternura y luego con pasión, parecía disfrutarlo mucho, y a decir verdad, su
comportamiento no tuvo nada que ver con el hombre de mi primera vez.
Tuvimos relaciones varias veces, él no me dijo nada, se quedó
completamente callado, y yo traté de parecer una inexperta, según lo que me
había indicado Florencia.
- Quiero que te quedes unos días. Haré arreglos para eso. Me gustas
mucho, quisiera poder conservarte.
Me sentí asustada, este hombre me quería como a uno de los objetos
valiosos de su casa, yo por dentro rogaba que no se enterara del engaño y
pudiese salir ilesa de todo ese lío. Estuve unos días más y él luego me dejó ir,
sin decir palabras. Fue muy extraño, era un hombre completamente
hermético, pero al menos me había tratado bien. Volví a mi vida normal,
estudiando y recibiendo los clientes de Florencia.
A veces compartía con las otras muchachas de la mansión y me daba
cuenta que todas teníamos historias muy parecidas. Ella se había aprovechado
de eso para ganar dinero con nosotras. Era una maldita arpía, ambiciosa y
controladora.
Una vez me contrataron para ir a una fiesta en la cual había personas
conocidas del medio artístico, muchos estaban bebiendo, y otros en actitudes
comprometedoras. Fui al baño y, mientras estaba en el váter, escuché el
asqueroso ruido que ellas hacían, me di cuenta que todas estaban drogándose.
Eran un grupo de mujeres realmente hermosas, que parecían modelos,
pero bien sabía que eran acompañantes de lujo ¿así terminaría yo? Una de las
chicas esperaba su turno mientras sostenía una copa de champaña Moet
Chandon, tenía una expresión delirante, su rostro era pálido como la muerte y
su cuerpo realmente cadavérico. Escuché una y otra vez como aspiraban,
ellas me ofrecieron el polvo blanco con una sonrisa, como si en realidad me
mostrasen algo valioso, ¡la clave de la felicidad le llamaron! Negué con la
cabeza, salí corriendo de allí…entonces fui un momento afuera y empecé a
llorar larga y amargamente.
Me sentí atrapada, pensé en el fatalismo de mi vida, una vez que se
entraba quedabas condenada, era una trampa sin salida, la historia mil veces
contada, repetida y vuelta a contar, la chica sana y bonita que luego se
tornaba oscura y triste. Yo era un objeto estético de sacrificio, esperando el
momento en que fuese inmolada. ¿Quién haría el sacrificio? ¿Qué hombre
acabaría conmigo?
Alguien me ofreció unas pastillas y tampoco acepté, ese lugar era un
espacio para la perdición, lleno de seres vacíos que sólo querían escapar de
sus vidas, pero que, al mismo tiempo, trataban de convencerte de lo
maravillosa que era. No quería vivir como ellos, mi corazón había tomado la
decisión de ser libre, y haría cualquier cosa para lograrlo.
De pronto, todo empezó a girar, las luces se tornaron hermosos puntos
parpadeantes y multicolores, que trataba de alcanzar con mis manos, mientras
mis ojos vagaban sin rumbo tratando de capturar los colores en el espacio.
Luego, desperté en la mansión, no tuve conciencia de lo que había pasado,
simplemente, estaba allí tirada en una cama, me levanté un poco mareada y
traté de pararme, pero no lo conseguí. Pensé que tal vez me metieron algo en
la bebida.
- Hola, ya te despertaste, me dijo Rex, con ternura.
- Estaba en la fiesta y de pronto aparecí aquí.
- Sí, yo te traje ¿Y qué bebiste?
- Whisky, pero no tanto para perder la conciencia.
- ¿Hiciste algo en el baño?
- Noooo, sabes que no comulgo con eso.
- Me alegra que sea así. Sabes que el “jeque” se enteró que no eras
virgen.
- ¿Y cómo lo supo? ¿Y tú cómo te enteraste?
- Pues sabes que tengo oídos en todos lados. Y la respuesta a la otra
pregunta es que tal vez no puedes disimular todo lo que sabes. Pero
francamente no creo que le haya molestado mucho.
- Y ahora ¿qué va a pasar?
- No lo sé, Florencia estaba preocupada, ese tipo de hombres no se
andan con cuentos y el engaño es una ofensa terrible en su cultura.
Además, pagó una tarifa millonaria por una virgen, es una terrible
estafa.
- ¿Crees que vaya a tomar alguna venganza?
- No lo sé, en todo caso, tú no debes preocuparte, si quisiera hacerte
algo malo ya lo habría hecho ¿no crees?
- Es cierto, se portó muy bien conmigo.
- ¿Y cómo era?
- Sabes que no puedo hablar de los clientes.
- Lo sé, pero siempre me da curiosidad saber cómo viven ese tipo de
personas.
- Ok, está bien, esa casa era deslumbrante, pero me imagino que no
vive allí, parece un hombre que viaja a muchas partes. De hecho, casi
nunca lo veía.
- Vaya, ¿pero te trató bien?
- Sí, me trató bien, además, era muy atractivo y educado.
- Bueno, me alegra, si te hubiera tratado mal…no sé qué haría.
- No hables tonterías Rex.
- Quiero que me prometas que te vas a cuidar, ten cuidado con quién
andas y lo que tomas. Estoy seguro de que hoy trataron de drogarte
para hacerte quien sabe qué. Ya no aguanto más que pases por esto,
quiero sacarte de aquí como sea.
- Lo dices como si tuviera la oportunidad de decidirlo. ¿Quién más que
yo desea salir de todo esto? Sácame de aquí Rex, siento que no
aguanto, no quiero terminar como esas mujeres.
- ¿Cuáles mujeres?
- Unas que vi en el baño, se drogaban y parecían unos cadáveres,
zombis, no sé, fue horrible.
Luego de unos meses las cosas parecieron calmarse con el árabe, no supe
más de él, y Florencia siguió su negocio tal como antes. Nunca me dijo nada,
todo lo sabía por Rex, quien se encargaba de mantenerme al tanto de lo que
sucedía.
En esa época me encontraba alienada, con más ganas que nunca de
escapar, perdí la cuenta de las noches que lloré en los brazos de Rex,
mientras él se devanaba los sesos buscando una solución, ya que Florencia no
podía enterarse de mis planes.
Irónicamente, sin querer, ella misma me dio la clave para salir de ese
mundo, al conseguirme un nuevo admirador, y por alguna extraña razón,
ahora parecía más considerada y amable conmigo que antes, no me forzaba
tanto. Sólo a veces me decía con tono misterioso que tenía mucha suerte. Este
hombre nuevo era un poco mayor, de unos 50 años, se llamaba Marcelo y era
de origen italiano. No estaba acostumbrada a estar con alguien de esa edad,
pero a esas alturas había vivido de todo, así que no me afectaba, estuve con
hombres que me pegaron, otros me usaron como a una basura, y muy pocos
fueron considerados.
A pesar de que era muy agradable conmigo, yo seguía siendo un objeto
que le pertenecía, una cosa estéticamente bonita que podía lucir, llevándome
en todo sentido como lo hubiese hecho con un perro lujoso, pensaba que él
era la llave para mi próximo paso, el precio que debía pagar.
Hablé con él y le conté que deseaba empezar otra vida, mudarme, estar en
otro sitio, y que esporádicamente podíamos compartir. Él accedió y me
compró un apartamento en otra ciudad, todo a escondidas de Florencia. Yo
no tenía vergüenza ni dignidad y era capaz de cualquier cosa con tal de
escapar de ese mundo. En ese momento, no me parecía malo venderme de esa
manera.
Marcelo, mi nuevo amigo, era un hombre callado y desengañado de la
vida, se la pasaba viajando y me llamaba cuando estaba en la ciudad. Sin
embargo, estaba pendiente de mis gastos, me compraba ropa nueva y quería
ayudarme a salir de la mansión de Florencia. Hasta ese momento, yo creí
saber lo que era vivir con lujos. Pero no era más que una niña tonta, aún
inexperta.
A la vida todavía le faltaba mucho por enseñarme. Y yo aprendería cada
lección como la mejor alumna, no tenía idea de lo que el destino me
deparaba. Pero pronto mi vida daría un giro inesperado que cambiaría todo.
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Hace 6 años atrás. Ciudad Capital
Recuerdo la fecha como si fuese ayer, 6 de julio del 2012 a las 6:30 a.m.
Ese fue el día cuando ella apareció muerta en su cama, con los ojos abiertos
al cielo, y un gesto de locura en la mirada. Llamaron a la ambulancia, y eso
fue todo. Había acabado mi pesadilla, era como un milagro. La policía
investigó y todo quedó como un suicidio, le rogué a Rex que me dijera la
verdad, si él la había asesinado, pero me juró que no. Quise creerle, pero en el
fondo nunca estuve segura.
Esa noche hablé con Marcelo y empaqué mis cosas mientras pensaba
cómo era posible que una mujer así se suicidara, era demasiado orgullosa
para eso. O tal vez existían otras cosas de las cuales yo no tenía ningún
conocimiento, quizá detrás de esa fachada y la podredumbre, yacía otra mujer
a quien yo no conocía. Como decía ella: “todos tienen algo que esconder,
sólo hay que saber dónde buscarlo”.
Salí a caminar para despejar mi mente y pensar en lo que debía hacer, de
repente empezó a llover y pronto estuve empapada de pies a cabeza, me
resbalé y caí en un charco. Extrañamente, me dio un ataque de risa, allí estaba
toda llena de barro, pero feliz.
Pasé por una tienda y viéndome en el reflejo de la vidriera, me entró un
acceso nervioso de risa, con todo el maquillaje corrido, mojada y sucia. No
podía creer que al fin podría rehacer mi vida, todavía estaba Marcelo de por
medio, pero sabía cómo manejarlo. Rex y yo juramos hacer nuestras vidas,
alejarnos de ese mundo y nunca más volver, decidimos no vernos más, pese
al aprecio que nos teníamos, pues toda vinculación debía desaparecer.
Empecé otra vida, cambié mi nombre para alejarme de ese pasado y
cualquier asociación que se pudiera hacer con Florencia y su mansión de
chicas. Marcelo se había ido a su país y dejó todo a mi nombre, ya estaba
libre, pues él era el último eslabón que me ataba a la mansión, así había
muerto Laura Montes, desde ese momento me convertí en Lara Rey.
Pronto con mi nueva identidad, título, belleza y simpatía, se me abrieron
muchas puertas, y encontré un trabajo, en el cual fui ascendiendo. Me creí
libre, pero en el fondo mantenía ciertas actitudes que adquirí en mi vida
pasada. Usaba a las personas para lograr mis propósitos, sobre todo a los
hombres y, aunque ya no me prostituía abiertamente, a veces me acostaba
con alguno para avanzar en mi carrera.
Así pasó el tiempo, estudiando, trabajando, tuve varias parejas, más
amigos con derecho que otra cosa. Pero no me gustaba vivir con ellos,
aunque muchos me lo rogaban, no lograban despertar nada en mi corazón,
estaba como muerta, sólo quería surgir en la vida, y nunca más depender de
nadie, aunque tuviese que usar a algunas personas para conseguirlo.
Así hicieron muchos conmigo y también lo haría yo con ellos. Todos
estábamos en esa guerra silente llamada vida, donde la supervivencia del más
fuerte era la consigna, una disputa en la cual finalmente caeríamos, víctimas
del cansancio, la soledad, la tristeza y el asco, cuando ya las estrategias se
volvieran obsoletas y te cambiaran como quien bota a un objeto viejo por uno
novedoso.
En ese tiempo conocí a Luci, cuando al fin víctima de mis pesadillas
decidí ir a la psicóloga. Y allí estaba ella, haciendo terapia para superar la
muerte de su madre. Instantáneamente, nos caímos bien, aunque me había
propuesto no decir nada, excepto a mi psicóloga. Poco a poco nos hicimos
amigas, y ella se fue ganando mi confianza, entonces le conté mi vida y todo
lo que pasé.
Por tercera vez en mi vida lloré mares mientras ella comprensiva me oyó
sin juzgarme. Fue una gran bendición conocerla, por fin tener a una persona
con quien hablar más allá de un ámbito profesional. Nunca me cuestionó ni
denigró por mi pasado.
Siguió pasando el tiempo y por fin logré volverme escritora, tuve éxito,
claro, sentí que me faltaba mucho por mejorar, pero al final pude llegar donde
había querido. Con algunas ayudas prestadas por amigos, amantes, y personas
que estaban dispuestas a darme la oportunidad. Aunque ya comenzaba la
inquietud de liberarme de mis malas acciones, el conocer a Eric me terminó
de impulsar a cambiar completamente mis malas actitudes hacia los demás.
Comprendí que todavía la mansión habitaba dentro de mí, no era totalmente
libre, pero al menos sabía que era hora de liberarme de esa maldición.
Presente. Saint Tropez
- Lara ¿qué pasó?
- Ah, ¿de qué?
- Te estaba hablando y no me respondías, estabas como ida.
- Ah, disculpa es que… estaba recordando algo.
- Vaya que sí, estabas como muerta.
- Sí, tienes razón, estaba como muerta. Pero ella no entendió el sentido
que le di a estas palabras.
El azul intenso del mar se quedó grabado en mi memoria, todavía me
faltaba mucho para ser esa persona que tanto deseaba. Pero al menos
quería intentarlo.
3 meses después. Ciudad Santa María.
- ¡Oh, guao Alexandra!, ¡qué hermoso es tu apartamento!
- ¿Te gusta? Un amigo me ayudó a decorarlo.
- Es exquisito, ¡me encantaaa!
- Y espera que veas el closet, te quiero mostrar unas prendas que son de
mi nueva colección.
- ¿En serio? Es maravilloso.
- Sí, te voy a invitar a Nueva York, allí tengo uno de mis talleres, te va
a encantar.
- Estoy segura de ello.
- Mira, ¡taraaaan!, dijo mientras me abría las puertas de su enorme y
exagerado closet.
- ¡Vayaaa! Es más grande que mi apartamento.
- Jajajaja, qué exagerada.
- No, te hablo en serio, es increíble, espectacular diría yo.
Su apartamento era inmenso, en tonos crema y ciruela, tenía un gusto
refinado, igual que su hermano. Al fondo tenía una enorme ventana
panorámica desde la cual se divisaban las montañas. En ese momento, el
paisaje lucía hermoso y parecía una esmeralda refulgente.
- ¡Qué vista tan maravillosa!
- Sí, por eso lo compré solamente por esta vista, es la mejor de la
ciudad.
- Absolutamente, estoy de acuerdo.
- ¿Y qué deseabas decirme?
- Quería leerte la cartilla de mi hermano.
- ¿Cómo es eso?
- Bueno, vamos a enseriarnos, mi hermano está muy enamorado de ti
¿sabes?, y ¿tú?
- Ahhh, jajaja me tomas por sorpresa, ¿a qué viene esto?
- Siempre soy muy protectora con mi hermano.
- Y no crees que él esté grandecito para defenderse.
- Seguramente, pero eso no me importa, es mi hermano y quiero saber
si tú lo amas.
- A ver, aunque no tengo que justificarme contigo, me caes bien y me
parece que tu actitud es muy tierna.
- Ok, pero no me has respondido.
- Ya va, espérate.
- Aja.
- Sí, yo lo amo, nunca he amado a un hombre como a él.
- Oh vaya, tanto dar vueltas para responderme esto, ¡mujer qué
misteriosa eres! Vamos, ven acá.
Entonces, me dio un gran abrazo, no estaba acostumbrada a esas
expresiones de afecto tan efusivas, así que me sentí realmente incómoda.
Pero lo soporté porque ella me agradaba y, además, era la hermana del
hombre que amaba. Seguimos conversando toda la tarde, mientras me
mostraba las hermosas prendas para su nueva colección, las cuales eran
bellísimas. Me regaló algunos de sus vestidos exclusivos y nos divertimos
como nunca tomando vino, mientras ella me contaba los detalles de su
última conquista amorosa.
En la noche recibí una llamada de Eric, y nuevamente me llenaba de
sorpresas.
- Hola amor.
- Hola, ¿cómo estás?
- ¿Cómo la pasaste con Alex?
- Muy bien, nos divertimos mucho.
- ¿Tienes mucho trabajo con la novela?
- Sí ¿por qué?
- Es que quiero que vayamos a un sitio.
- ¿Dónde?
- Es una sorpresa.
- Otra vez, ¿me vas a hacer lo del otro día?
- Jajaja, es que necesariamente tiene que ser así.
- Mmm, bueno, por la novela no hay problema, puedo escribir en
cualquier lado.
- Bueno, entonces prepárate, nos vamos el próximo martes y trae tu
pasaporte.
- ¡Oh, vaya! jajajaja y ¿qué clase de ropa debo empacar?
- Para clima tropical.
- Suena bien…
Ya me había acostumbrado al lujo de su yet, a Elena y los otros asistentes
de vuelo. Me recosté y soñé con un gran muro, del otro lado oía la voz de
Eric que me gritaba y por más que trataba de saltarlo no podía. Me desperté
sobresaltada, entendí que el sueño representaba todas las cosas que nos
separaban, ¿qué pensaría Eric si descubría quién era realmente?, me daba
tanto miedo. Hasta ese momento nunca había querido detenerme a pensar en
ello.
- Amor ¿qué pasa?
- Nada, es que… no sé, estoy un poco cansada.
- ¿Tuviste otra pesadilla?
- Sí, otra vez.
- Te dije que cambiaras de psicóloga, no veo que estés avanzando con
tu terapista. ¿Cuándo me vas a hacer caso? Me preocupas.
- Ella dice que esas cosas no cambian de la noche a la mañana.
- No sé, no me convence.
- Sabes, tengo muchas cosas en mente para este viaje.
- ¿Sí? ¿Cómo cuáles?
- Ya verás.
- Y ¿cómo sabes qué vamos a hacer si no conoces nuestro destino?
- Eso no tiene nada que ver, le dije con gesto insinuante.
- Mmmm, vaya, suena interesante.
Entonces lo besé y comencé a morderle la oreja.
- No creas que no me di cuenta de que me estás cambiando el tema.
- No, no es eso, sino que… porque no vamos allá un momento.
Lo lancé en la cama, y con gesto feroz me tiré encima, al principio lo
había hecho para desviar la conversación, sin embargo, nunca se apagaba
mi deseo de estar con él. Le arranqué la ropa y me monté sobre él,
entonces le hice sexo oral, mientras él gemía con furia. Cuando acabó me
bajé y tomé su mano y lo guie hasta mi sexo, haciendo que me acariciara
con suavidad por encima de la ropa. Él me sacó los pantys por debajo de
mi vestido y comenzó a acariciarme lentamente, y luego cada vez más
rápido. Después colocó sus labios y comenzó a besarme hasta hacerme
enloquecer. Cuando terminamos se acercó y me abrazó con ternura.
- Lara, te amo.
Lo dijo de una manera profunda, sentí un temor extraño, porque me
daba cuenta de que nuestra relación avanzaba cada vez más. Yo quería
estar con él, pero mi mundo estaba plagado de mentiras, y luego de
conocer que Florencia era esa Sonia, su madre, no sabía qué hacer. Cómo
podría vivir con él así, entre tanto engaño, lo amaba y era el hombre más
maravilloso que había conocido. Pero, él no merecía vivir una vida así, su
madre le había mentido toda su vida y ¿ahora yo?
- Yo también Eric.
- Te veo desanimada ¿qué te pasa?
- Nada, amor, es que... estoy pensando en mi novela.
- Bueno, si quieres descansar o escribir, te dejo sola.
- Sí, por favor, necesito escribir.
El mar de Fiji era espectacular, sentía que el olor de la brisa marina me
llenaba por dentro, produciéndome una deliciosa sensación de paz interior.
¿Cómo era posible que existiera un lugar tan hermoso?, se podía decir que
estaba conociendo un verdadero paraíso.
- ¿Te pongo el bloqueador?
- Está bien.
- Sabes, nunca me voy a cansar de acariciar esta piel tan bella, tan
suavecita.
- Jajajaja, ya, me haces cosquillas.
- Pero te gusta.
- Sí, mucho amor. Gracias por traerme a este lugar tan bello, ahora sí
me siento inspirada para escribir.
- Me alegra mucho ¿y cuándo voy a leer tu novela?
- Cuando la termine.
- Vayaaa, me tienes con esa intriga, una vez me dijiste que esta novela
era más real ¿se basa en algo que hayas vivido?
- Ahhh, en algunos aspectos, podría ser.
- Estoy impaciente por leerla.
- Sabes, me quedé pensando en tu padre y cómo es contigo.
- No pienses en eso, yo acepté que él no va a cambiar, estuve toda mi
vida tratando de complacerlo, ganarme su amor… ya me liberé de
eso.
- Pero ¿sientes rabia hacia él?
- No rabia, digamos que le reprocho por ser un mal padre.
- Entiendo.
- Pero no hablemos de eso.
- Yoo, quisiera decirte que… mi infancia no fue nada fácil.
- Me dijiste que tus padres murieron.
- Sí, me crio mi abuela, como te conté, pero ella falleció también.
- ¿Y por qué no has buscado al resto de tu familia?
- Porque me traen malos recuerdos.
- ¿Y no has pensado que tal vez podrían necesitar de ti?
- Cuando yo los necesité, ellos me abandonaron.
- ¿Y no los perdonas por eso?
- No sé.
- Tal vez deberías buscarlos.
- Y si tu madre estuviese viva ¿la buscarías?
- Ya lo hice.
- ¿Qué? Le contesté asombrada.
- La busqué, para eso contraté a un investigador.
- Y… ¿hablaste con ella?
- Sabes, no quiero seguir hablando de esto Lara, mejor hablemos de
otras cosas.
- Siempre te cierras con ese tema.
- Porque ya no tiene sentido, ella está muerta y yo quiero olvidarme de
eso.
- Está bien.
- No te molestes, solo quiero sanar a mi manera.
- Yo también quiero sanar a mi manera con esa familia.
- Está bien, lo respeto.
- Amor, ven mírame, ¿no vamos a discutir por esto verdad?
- No, claro que no, a veces entre las parejas hay desacuerdos, creo que
es bueno que pasemos por esto, sobre todo por…
- ¿Por qué?
- No, olvídalo.
- A ver, dime
- No nada, sobre todo porque es normal y bueno discutir a veces.
- Mmmm, ok.
Esa noche me invitó a pasear, teníamos nuestra propia playa privada,
detrás de su hermosa casa. Esta era mi preferida, me parecía más hermosa
que las otras, a pesar de ser la más sencilla, tenía un aspecto de cabaña,
muy íntima y cálida.
Me puse un hermoso maxi vestido en color aguamarina, con sandalias
sepia, llevaba el cabello suelto y ondulado, y el agua de la playa le había
aportado un aire más natural. Tomados de la mano caminamos por el
hermoso paisaje de suaves arenas, que a la luz de la luna parecían de color
plateado. Había una energía muy sensual en ese lugar, que me trasmitía
una especie de electricidad.
Eric se veía espectacular vestido de blanco, con su piel bronceada y su
cuerpo se veía más sensual. Llegamos a una especie de tienda, debajo
había un picnic, y alrededor estaban colocadas muchas luces blancas y
faroles, lo cual me hizo recordar nuestra primera cita. En el suelo, había
pétalos de rosas blancas.
- Oh Eric, es hermoso, ¡me encanta! ¡Me fascina!, le dije mientras lo
abrazaba.
- Me alegra que te haya gustado.
- Es bello, todas estas velas, en eso estuviste parte de la tarde eh, jajaja,
mientras yo escribía estuviste haciendo todo esto.
- Así es.
- Oh vaya, me sorprendiste, dije conmoviéndome.
- ¡Ay! ¿qué pasó mi cosita?, no llores, quiero que seas feliz amor, ven,
ven, no, ven, quiero abrazarte mucho, eres mi bebé, mi cosita
hermosa.
- Es que, no sé, me sorprendiste.
- Ven mi amor, vamos adentro.
- Oh vaya, ¡qué picnic más hermoso!
Dentro de la tienda había comida, flores y vino. Él sirvió champaña y
brindamos por nosotros y todo lo que habíamos vivido hasta ese momento.
Hablamos toda la noche a la luz de las velas mientras comíamos uno de la
mano del otro. De pronto él me miró con dulzura y sentí como una
pulsación extraña dentro de mí.
- Lara, hemos compartido mucho, y yo siento que… ya no quiero estar
sin ti, eres muy importante para mí, nunca había sentido esto por
nadie, en ningún sentido y quiero que lo sepas… por nadie.
- Oh Eric yo…
- Ya va, espera, déjame terminar.
- Está bien.
- Yo, te amo Lara, como nunca he amado a nadie. Por favor, dijo
arrodillándose, ¿te casarías conmigo?
- Eric… dije con el corazón a punto de salírseme por la boca.
Él había sacado una cajita y dentro estaba el anillo más hermoso que
había visto en mi vida. Un delicado diamante rosa de corte princesa.
- Oh Eric, ¡Es hermoso!
- Amor, deseo tanto que seas mi esposa.
- Eric yo…
Un montón de emociones se agolparon en mi pecho, no sabía qué
responder, mi corazón decía que sí, pero la lógica me indicaba que no
debía, el contexto y mi pasado, al igual que en mis sueños, nos separaban
irremediablemente. Mil pensamientos pasaron por mi mente, un nudo se
formó en mi garganta.
- ¿Lara? ¿Estás aquí?
- ¡Oh disculpa!, es que, me tomaste desprevenida, yo… estoy
emocionada, es que…
- Oh amor no llores, todo va a estar bien, te amo cosita, te amo mucho
amor, ven, ven bebé.
Entonces me besó tiernamente, mientras me abrazaba con dulzura.
- Sí, Eric, sí, quiero casarme contigo.
- Amor, me haces muy feliz.
Me puso el anillo y este centellaba como una estrella. Nunca pensé que
pudiese tener algo tan hermoso, era divino, casi gritaba de alegría, me di
cuenta que todas esas historias ridículas eran ciertas, que se podía delirar
de alegría cuando te ponían una de esas sortijas.
- Amor me haces el hombre más feliz del mundo, me siento muy
afortunado por tenerte, eres talentosa, buena persona, bella y la mujer
más sensual del planeta.
- ¡Qué exagerado!
Me sentí muy mal por todo lo que decía, ¿yo buena persona? Y él se
sentía afortunado por tenerme, a mí que era una cualquiera. La peor
mentirosa del mundo, tal vez no era mejor que su madre, qué pensaría él si
supiera todo. ¿Seguiría pensando que era una buena persona? ¿Aceptaría
seguir conmigo después de eso?
No lo creía, él empezó a besarme con ternura mientras me repetía que
lo hacía el hombre más feliz del mundo. Siguió bajando por mi cuello, y
yo empecé a sentir esa deliciosa corriente eléctrica, que comenzaba
justamente donde me estaba besando con pasión, y se iba trasladando al
sur de mi cuerpo.
Luego, siguió bajando y poco a poco me quitó el vestido.
- Eric, para, nos pueden ver.
- Tranquila, nadie nos va a ver, toda esta zona me pertenece, está vigilada,
nadie se puede meter para acá. Estamos solos.
- No sé.
- No pienses en nada amor, sólo siente esto.
Entonces, comenzó a besarme toda, haciéndome perder la razón, comencé
a quitarle la ropa también. Hicimos el amor apasionadamente, cuando
terminamos estábamos exhaustos. Nos quedamos abrazados mientras
veíamos el amanecer naciendo por el horizonte marino.
- Lara, me siento…
- ¿Feliz?
- Sí, pero siento como si estuviera flotando en una nube.
- Yo también, me siento así como flotando.
- Soy muy feliz amor.
- Yo también, nunca me había sentido así Eric.
- Yo tampoco.
Nos quedamos una semana más, fue la experiencia más hermosa de mi
vida. Con él, cualquier lugar habría sido bello, pero estar en Fiji era como
disfrutar de un oasis. Juntos vivimos muchas experiencias, y yo me sentía en
las nubes con ese hombre tan bello. Estaba muy relajada, tanto que escribí
varios capítulos de mi novela.
Pero luego que volvimos al mundo real, empecé realmente a estresarme,
me di cuenta que el impacto de la luna de miel había pasado, ahora era
momento de hablar con su familia, y lo peor, organizar la boda. Yo deseaba
algo íntimo, pero sabía que eso era imposible. La familia Zarco no lo
aprobaría jamás.
Estaba muy angustiada, además, todavía tenía esa tormenta en mi cabeza
acerca del pasado, no quería vivir mi vida con él llena de mentiras. Por
experiencia, sabía que todo llegaba a descubrirse y, aunque no fuese así,
¿cómo podía mentirle al hombre que amaba?, ¿cómo iba a construir una vida
juntos en un mundo de engaños?
El día que Eric me invitó a la reunión en casa de sus padres, me sentía
muy asustada. Era la primera vez que visitaría esa casa, pues no compartimos
mucho a lo largo de nuestra relación. Y, además, ahora sería presentada como
su prometida, eso era totalmente diferente. Su familia era una de la más
importante del país, y esa boda debía ser por todo lo alto.
- Tranquila cariño, me dijo Rodrigo, yo seré tu maquillador oficial, ya
con eso tienes el 70% de la guerra ganada, total, a la gente sólo le
importa que la novia sea bella, si es fea estamos perdidos, pero
contigo todo saldrá bien.
- Gracias, Rodrigo, pero yo quería una boda íntima.
- Jajajaja, que linda, me encanta tu inocencia cariño, ¿crees que
Amanda y Richard Zarco van a aceptar algo así?
- No, claro que no, sé que nunca aceptarían eso.
- Yo me encargo de Ami, ya verás, la voy a poner como una seda para
que no tengas que lidiar tanto con ella, porque sé que se puede poner
insufrible.
- Gracias, te lo agradezco.
- Tenemos que ensayar cariño, maquillaje, peinado, todo, todo tiene
que estar perfecto.
- Sabes, detesto todas estas cosas.
- Ay cariño, entonces no eres mujer, nos estuviste engañando a todos.
- Jajajaja, no, es que no sé, me fastidian todas esas cosas, me parecen
banales.
- ¡Ay! Serán banales, pero muy hermosas.
- Bueno sí, pero no sé, la mayoría de las personas que van a esas cosas
critican, hablan, no sé, no sienten aprecio verdadero.
- ¿Y eso qué importa? Jajajaja. Lo importante es dejarse ver, que sepan
que tienes estatus, dinero, cariño, eso es lo más importante. Además,
toda esa gente que habla en el fondo, lo que hacen es ponerte más en
el panorama ¿no entiendes? Ay cariño, hay que enseñártelo todo, por
Dios, ¿de dónde te sacaron?
- Tú eres imposible.
- A ver cariño, muéstrame esa linda cara, te voy a dejar como una diva,
todos se van a quedar con la boca abierta cuando llegues a esa
recepción.
- ¡Oh Dios!, estoy muy nerviosa, creo que siento náuseas.
- No, pero Dios, ¿qué voy a hacer contigo? Vamos, no puedes mostrar
nervios con esa gente amor, nada que ver. Tranquila, que Rodrigo te
va a dejar como una diva, y todos estarán tan pendientes de tu belleza
que ni te vas a preocupar.
Cuando me miré al espejo, efectivamente Rodrigo me había dejado
hermosa, él era increíble para resaltar la belleza natural de una persona.
Ahora me sentía más tranquila, sólo me faltaba vestirme y peinarme. Me
había comprado un hermoso traje Valentino, un vestido cóctel en color fucsia
que combinaba a la perfección con mis zapatos y accesorios.
A las 6:00 p.m., ya estaba lista, y cuando salí, Rodrigo aplaudía
emocionado.
- ¡Ohhh! Lara estás bellísima, toda una diva, te lo dije cariño.
Llegamos a la recepción y ya Amanda de punta en blanco recibía a los
invitados, estaba muy cordial, pero, a su vez, parecía que algo le molestaba.
- ¡Vamos, por fin llegaron! Son los anfitriones y tienen media hora de
retraso, eso es muy poco elegante.
- Ok, está bien Amanda, discúlpanos.
- Pero entren ya, que estamos organizando los lugares para la cena.
- Dios, esa mujer es realmente estresante, me dijo Eric.
A las 9:00 de la noche todos estaban dispuestos y Amanda dio por
comenzada la cena. Entre los comensales contaban, aparte de ella, el papá
de Eric y Alexandra, unos amigos de la familia, Luci, y tres amigos de
Eric. Era una cena íntima, en total, asistieron13 personas.
Al momento de hacer el brindis, el padre de Eric tomó la palabra, yo
estaba muy asustada, porque ese hombre era impredecible.
- Bueno, estamos reunidos aquí para brindar por el compromiso de Eric
con Lara. Desde que la vi, dije: “mi hijo siempre ha tenido un gusto
impecable, eso no se puede discutir, obviamente Lara es una mujer
muy hermosa y eso siempre le viene bien a los Zarco”. ¿Cierto?
- Sí, respondieron todos los hombres presentes riendo.
- Así es, así que salud por los novios, y esperemos que sea una boda
muy efusiva y comentada… después de todo, para eso somos los
Zarco, para las primeras planas, abrir caminos y dar de qué hablar,
¿verdad Eric?
No había entendido su discurso, pero por la cara de Eric me di cuenta
que no podía ser algo bueno. Obviamente, no aprobaba que me casara con
él, pero era un hombre irónico, que le gustaba decir las cosas entre líneas,
con una diplomacia solapada. La verdad es que él y Florencia, Sonia o
como se llamara esa mujer, seguramente quedaban muy bien juntos,
definitivamente se merecían. Sentí pena por Eric, con esos dos padres y,
de paso, tenía que aguantar sus infamias.
Fue una cena bastante incómoda, y con excepción de algunos amigos
de Eric y su hermana, todos eran insufribles. Fui al tocador y al salir, vi a
Eric discutiendo con su papá. Instintivamente, me escondí detrás de una
pared, y desde allí oí lo que ambos hablaban.
- Vaya papá, te luciste hoy.
- Tú y yo hablamos.
- A esta edad y todavía no puedes respetar mis decisiones.
- La respeto, sino no estaríamos en esta recepción, y de paso haciéndola
en mi casa. ¿Qué más respeto quieres?
- Quiero que respetes a Lara, ese brindis fue la gota que colmó el vaso.
- Estoy en mi casa, puedo hacer lo que quiera, no estoy de acuerdo con
esa boda, esa mujer no te conviene.
- ¿Por qué?
- Porque no es de tu clase, ¿cuándo entenderás?, primero era Sandra y
ahora esto, ¿es tan difícil conseguir una mujer de tu nivel?
- Basta, esto es demasiado, me largo de aquí.
- ¡Como quieras!
Era en ese ambiente donde se desarrollaría la boda, con esta gente que,
obviamente, me despreciaba. Pero entendí que, en el fondo, tal vez en el
fondo, tenían razón de no querer que yo me casara con Eric. Quizá yo
también estaba de acuerdo con su padre, él merecía alguien a su nivel, pero
no por el dinero, sino debido a mi pasado. Me puse a llorar y Luci me
encontró.
- Amiga, ¿qué te pasa?
- Sácame de aquí Luci, por favor, no quiero estar un minuto más aquí.
- Está bien amiga, pero ¿y Eric?
- Después hablo con él.
- Está bien, como quieras.
Me quedé meditando toda la noche, sabía que no era el mejor partido para
él, pero amaba a ese hombre, y ese argumento era más poderoso que
cualquier razonamiento lógico. Tuve que inventarle excusas a Eric, pero no
me creyó y, evidentemente, se dio cuenta de que estaba molesta por su padre,
supuso que era por el brindis. Traté de disimular y convencerlo de enfocarnos
en el matrimonio y todos los detalles que teníamos por delante.
Aquello era una carrera estresante, había organizadores, decoradores y
asistentes, pero, aún así, tenía que tomar mil decisiones, escoger pasteles,
flores, detalles y cargar a Amanda detrás todo el día diciéndome esto sí y esto
no. Era una auténtica pesadilla.
Luego de dos meses, al fin llegó el día de la boda, la decoración quedó
espectacular, con orquídeas blancas y rosas, no se podía discutir que esa
mujer tenía un gusto exquisito. Todo era perfecto, como lo había imaginado y
más.
Avancé con mi vestido puesto y cuando Rodrigo me colocó el velo, todas
suspiraron.
- Te ves hermosa, me dijo Alexandra, te ves realmente espectacular.
- Gracias cuñadita.
- Estoy muy feliz por los dos.
- Estás muy linda, me dijo Luci con ternura.
Luego, todos me dejaron sola para que me preparara. Estaba lista para salir
cuando me asomé al pasillo y entonces su padre se acercó para hablar
conmigo, tenía una cara muy seria. Una gota de sudor helado corrió por mi
frente, parecía muy molesto.
- ¡Necesito hablar contigo! Me increpó.
- Dígame.
- No quiero que te cases con mi hijo, si lo amas te irás de aquí
silenciosamente, sin hacer ruido ni escándalos.
- No entiendo ¿a qué se refiere?
- Yo soy un hombre de negocios, me gusta ver todo en esos términos, te
investigué, sabes, con dinero se pueden hacer muchas cosas. Me gusta
ir al grano, no nos hagas perder más el tiempo.
Lo miré con ojos asustados, estaba aterrada, solo quería salir corriendo de
allí.
- No entiendo, fingí.
- Claro que entiendes, así que tú y Sonia eran muy buenas amigas, ¿qué
quieres? ¿Destruirle la vida a mi hijo? ¿Cuánto dinero quieres?
- No, creo que usted es el encargado de eso ¿no?
- Cállate zorra, acaso crees que no sé acerca de tu trabajo en el “burdel”
de la Madame. Ustedes dos son iguales, unas mentirosas. Si amas a
mi hijo, si en algún momento lo has amado, te irás discretamente,
luego inventarás algo, y entonces te apartaras y dejaras que él rehaga
su vida con alguien que lo merezca.
- ¿Así hizo con Sonia? Le dijo que se fuera y que luego inventaría algo.
- Es mejor que te calles, tú eres como un mosquito y yo te puedo
aplastar en cualquier momento. Si continúas con esto va a ser peor, no
voy a dejar que manches el nombre Zarco, tendré que exponerte
delante de todos y mi hijo saldrá muy mal parado.
- Usted es un desgraciado.
- Escoge, te vas o lo hago delante de todo el mundo.
- Entonces me voy, porque no quiero hacerle daño a él.
- Perfecto, entonces entenderé que por lo menos sí lo amas. Ven, te
tengo preparado un auto, tómalo y lárgate de nuestras vidas de una
buena vez.
Fue la decisión más terrible de mi vida hasta ese momento. Lloré todo
el trayecto al apartamento, lo único que se me ocurrió fue llamar a Rex.
- Necesito hablar contigo.
- ¿Laura?
- Sí
- Amor, por fin oigo tu voz, ¡Dios mío pensé que nunca más oiría esa
voz!
- ¿Sabes dónde nos podemos ver?
- En el mismo lugar de siempre, me respondió con misterio.
Agarré una maleta y metí lo primero que encontré, casi toda mi ropa
nueva estaba en casa de Eric empacada para nuestra luna de miel. No quería
pensar, tomé el primer vuelo a Ciudad Capital, y no podía parar de llorar.
Tanto que la sobrecargo se preocupó por mí.
- Señorita, ¿le pasa algo?
- No, nada, sólo me siento mal.
- ¿Quiere que le traiga algo de tomar?
- No gracias, no es necesario.
Yo no era bienvenida en esa familia, y entendí que no podía seguir con las
mentiras, Eric no merecía eso, su padre tenía razón. Nunca nos llevaríamos
bien y eso sería un infierno para ambos. Él debía estar con alguien más, una
mujer que le brindara un pasado limpio y un mejor futuro. Otra vez el gris me
invadía, y recordé las palabras de una mujer a la que conocí cuando vivía en
la mansión: “una vez que entras, no puede salir”.
Diciembre 20. Ciudad Capital
Cuando avancé hacia el muelle mis piernas temblaban, el frío era atroz,
la neblina le daba un aspecto lúgubre al paisaje. Había un motón de
gaviotas sobrevolando. Entonces, lo distinguí, su inconfundible figura
corpulenta, era una gran mancha en contraluz al amanecer.
Doce años atrás nos encontramos y nuestras vidas se cruzaron para
infortunio de ambos. Él avanzó lentamente, un tanto desgarbado, al verlo
de cerca me di cuenta que los años se le empezaban a notar, su rostro
estaba surcado por incipientes arrugas.
- ¡Laura!
- Hola Rex
- No te reconocí.
- ¿Tan vieja estoy?
- No, te ves bellísima, más hermosa que nunca, parece que el tiempo no
pasó.
- ¿La mataste?
- ¿Qué?
- Que si mataste a Florencia, a Sonia Zarco ¿La mataste?
- Cómo sabes ese nombre.
- Respóndeme, ¿la mataste?
- Te juro que no, te lo he jurado mil veces.
- Vamos, Rex, di la verdad, soy yo Laura, puedes confiar en mí. Rex,
cuéntame todo, todo, dime ¿quién la fue a ver?, ¿con quién habló?...
cuéntamelo todo.
Era el amanecer más gris que había visto en mi vida, gris como mi
corazón, el azul intenso del mar parecía plomo ante las nubes de esa
tormenta. Un silencio reinaba en el ambiente y sólo se escuchaban los
graznidos de las gaviotas, sobrevolando el paisaje.
- Está bien, te contaré todo Laura…
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