Van A Gloria
Van A Gloria
Van A Gloria
A. Los líderes religiosos a menudo son culpables del orgullo religioso. La intolerancia
religiosa era muy pronunciada en los días del Señor Jesús Dado que eran el pueblo
elegido de Dios y los beneficiarios de las promesas especiales del pacto, se consideraban
superiores a los demás. Previno a la gente diciendo: “Guardaos de los escribas, que
gustan de andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras
sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas; que devoran las casas de las
viudas, y por pretexto hacen largas oraciones; estos recibirán mayor condenación” (Lucas
20:46-47).
Una de las parábolas más importantes del Señor Jesucristo tiene que ver con la
vanagloria, el engreimiento, y la santurronería. Dijo: “Dos hombres subieron al templo
a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo
de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones,
injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos
de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al
cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios sé propicio a mí, pecador. Os digo que
este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece
será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:10-14).
El espíritu de vanagloria es repugnante a nuestro Señor.
Un ejemplo de vanagloria:
Hay diferentes tipos de vanagloria. Hay una clase de vanagloria que es grotesca: la
jactancia. Hablan todo el tiempo de lo que hacen o tienen, hablan todo el tiempo de sí
mismos. O inventan cosas o agrandan las cosas descaradamente. Es un tipo de
hipocresía. O tratan de llamar la atención con un comportamiento diferente,
extravagante “Que el sabio no se gloríe de su sabiduría que el fuerte no se gloríe de su
fuerza que el rico no se gloríe de su riqueza El que se gloría, que se gloríe en el Señor” (2
Corintios 11, 17)
B. Oigamos lo que la Biblia dice acerca de la jactancia por las riquezas: “Cuando Jehová
tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac, y Jacob que
te daría, en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien,
que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste,
y luego que comas y te sacies, cuídate de no olvidarte de Jehová, que te sacó de la tierra de
Egipto, de casa de servidumbre” (Deuteronomio 6:10-12).
Hay un verdadero peligro en que las riquezas, la fama, y el éxito hagan que uno se olvide
de su Señor, sus amigos, los pobres, y la causa de Cristo y que se encierre y se aísle de
los demás para vivir una vida demasiado egocéntrica y regalada.
C. Los pecadores necios son jactanciosos. Hay poca o ninguna esperanza para el
pecador orgulloso y jactancioso.
Dijo el salmista:
“¿Hasta cuándo los impíos, hasta cuándo, oh Jehová, se gozarán los impíos?
¿Hasta cuándo pronunciarán, hablarán cosas duras, y se vanagloriarán todos los
que hacen iniquidad?” (Salmo 94:3-4).
“Porque el malo se jacta del deseo de su alma; bendice al codicioso y desprecia a
Jehová” (Salmo 10:3).
Hay poca esperanza para el pecador jactancioso, a menos que se arrepienta de sus
pecados y se vuelva a Jesucristo en busca de perdón y salvación.
B. El creyente debe gloriarse en el Señor. “En Jehová se gloriará mi alma; lo oirán los
mansos y se alegrarán” (Salmo 34:2).
“En Dios nos gloriaremos todo el tiempo, y para siempre alabaremos tu nombre” (Salmo
44:8).