01 - (101319) Los Pobres en Espíritu
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Introducción.
B. Hay contraste entre las bienaventuranzas y los ayes, Luc. 6:20-26. ¡Ay de al-
gunos! y ¡qué felices son otros!
C. Sin duda Jesús sorprendió a sus oyentes cuando identificó a los que son
bienaventurados. Muchos hubieran dicho "Bienaventurados los ricos". Los
escribas y fariseos hubieran dicho, "bienaventurados los hijos de Abraham;
bienaventurados los circuncisos; ¡ay de los incircuncisos!" Pero Jesús no
enseñaba como los escribas, Mat. 7:29.
D. El dice, "Bienaventurados los pobres en espíritu", los humildes, los que recono-
cen que son pecadores y buscan el perdón de Dios.
E. Todo el mundo peca (Rom. 3:23), pero los pobres en espíritu son los que re-
conocen que son pecadores y que están dispuestos a confesar sus pecados -- hu-
mildemente admitir que han pecado, que están errados, que están mal -- y que
buscan el perdón de Dios y de las personas a quiénes han ofendido. Muchos
(como el fariseo de Luc. 18:11,12) no son "pobres en espíritu".
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I. Sant. 4:6, "Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes".
A. 1 Ped. 5:5,6, Pedro dice lo mismo, y luego agrega esta exhortación, "Humillaos,
pues, bajo la poderosa mano de Dios". El hombre debe humillarse delante de
Dios, reconociendo que es un pecador necesitado del perdón de Dios, y
dispuesto a escuchar su enseñanza, obedecerle y dedicar su vida al servicio de
El. La soberbia y el egoísmo destruyen al hombre (Prov. 16:18).
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d. 4. La única esperanza para los hombres es que se humillen y que sean
"pobres en espíritu", que reconozcan que están enfermos (Luc. 5:31), y
que urgentemente necesitan del perdón de Dios.
A. Cristo vino al mundo para buscar y a salvar lo que se había perdido (Luc.
19:10). El Buen Médico vino a buscar enfermos (Luc. 5:32; 15:1,2). "Palabra
fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para
salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero" (1 Tim. 1:15). Jesús no
puede ayudar a los que no reconocen que son pecadores perdidos.
C. Por lo tanto, "los pobres en espíritu" son los que reconocen que son pecadores,
"destituidos de la gloria de Dios" (Rom. 3:23), y ponen toda su confianza en
Dios para que les perdone y que les reciba en su reino.
E. Desde luego, muchos pobres no son buenos (Prov. 19:15; 21:25; 24:30-
34), y muchos ricos no son malos (Abraham era muy rico). La verdad es
que hay peligro tanto en la pobreza como en la riqueza (Prov. 30:8,9),
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pero la mayoría de "los pobres en espíritu" son pobres también en lo
material.
A. Luc. 7:36-50, la mujer pecadora que regó con lágrimas los pies de Jesús y
los enjugaba con sus cabellos era pobre en espíritu. Reconocía que estaba
arruinada espiritualmente, y confiaba en Jesús para el perdón.
B. Luc. 18:9-14, el publicano que dijo, "Sé propicio a mí, pecador"; era
pobre en espíritu. Reconocía que necesitaba el perdón de Dios, que estaba
totalmente carente de la justicia de Dios, y no confiaba en sí (como hizo el
fariseo), sino en Dios.
V. "Porque de ellos es el reino de los cielos", porque estos son los únicos que lo
buscan.
B. Juan 3:5, "el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el
reino de Dios". El famoso rabino, Nicodemo, tuvo que arrepentirse y
cambiar su vida. No podía entrar en el reino de los cielos en virtud de ser
"un principal entre los judíos" (ver. 1). Ya no bastaba con ser "judío", ni
aun con ser un judío famoso. El tenía que humillarse (ser "pobre en es-
píritu"), y obedecer al evangelio, para entrar en el reino. Tuvo que
arrepentirse y bautizarse y dejar que el Señor le transformara en la imagen
de Cristo. Los pobres en espíritu no discuten acerca de la necesidad de
bautizarse, porque al saber que el bautismo es un mandamiento del Señor
(Mar. 16:16) para remisión de pecados (Hech. 2:38), con gusto lo obede-
cen.
Conclusión.
A. "Los pobres en espíritu" son personas humildes que reconocen que son
pecadores, destituidas de la gloria de Dios. Reconocen que están en
bancarrota espiritual.
B. Estos crucifican la soberbia, porque reconocen que no pueden justificarse
a sí mismos. Por lo tanto, ponen toda su confianza en Dios.
C. Compungidos de corazón, los tales obedecen al evangelio de Cristo, para
obtener el perdón de los pecados y el don del Espíritu Santo, Hech.
2:37,38.
D. Entonces como cristianos siguen siendo "pobres en espíritu", siempre
dispuestos a admitir faltas y pedir perdón, Sant. 5:16; 1 Jn. 1:9.
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