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ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura

RESEÑAS DE LIBROS CLXXXIII 724 marzo-abril (2007) 333-335 ISSN: 0210-1963

Julio Ramos
Policiales de vanguardia
(Nota sobre un cuento de Pablo Palacio en la antología Un crimen provisional. Policiales vanguardistas
latinoamericanos de Álvaro Contreras)

Fundadores de bancos. Álvaro Contreras Conocíamos los lúcidos trabajos de Álvaro ras abre su introduccción al volumen con
publicó recientemente la antología titu- Contreras sobre la zona más intensa (y una hipótesis bastante razonable: cosa
lada Un crimen provisional. Policiales van- ciertamente la menos estudiada) de la rara, nos dice, la vocación de un policía de
guardistas latinoamericanos en Caracas. vanguardia literaria latinoamericana: sus vanguardia. ¿Cúal puede ser, en efecto, la
Editó el volumen Bernando Infante Deboín recorridos por los márgenes ominosos de verdad del crimen descubierto por un poli-
en una de las atractivas colecciones de Bid Felisberto Hernández, Pablo Palacio y Ro- cial de vanguardia? Dice elegantemente el
& Co. Se trata de un libro audaz, resultado berto Arlt. El libro titulado Experiencia y profesor Contreras en su prólogo titulado
del diálogo entre Álvaro Contreras, actual- narración (Vallejo, Arlt, Palacio y Felisberto “Los sabuesos de la vanguardia”:
mente Profesor de Letras en la Universi- Hernández) ubicaba a Álvaro Contreras,
dad de Los Andes de Venezuela, e Infante ya en 1998, entre un grupo de críticos Para el relato policial de vanguardia, el
Deboín, editor motivado por una rara y latinoamericanos que, sin desconocer ni enigma-crimen deja de ser una experiencia
exquisita vocación literaria que fulgura a subestimar los efectos transdisciplinares a descifrar, un reto a la razón moderna y
contrapelo de la homogenización del gusto de los estudios de la cultura y su cues- un desafío a los atributos del sujeto mo-
literario en las zonas multinacionales del tionamiento de la prioridad y del poder derno. Aquellas sombras de la modernidad
mercado editorial. letrado, nos invitan a repensar las tareas que rodeaban el crimen ya no interrogan
de la lectura literaria, la voluntad crítica las luces del sujeto. Si Dupin estaba en
“No es lo mismo robar un banco que de la experimentación artística, tras varias posesión y a disposición del saber legal,
fundarlo” es el lema –el epígrafe brechtia- décadas de subordinación y hasta menos- para los sabuesos vanguardistas el caso
no– que moviliza el trabajo de este crítico precio del quehacer literario en las tamba- no es definido necesariamente de acuerdo
alerta cuya selección de materiales cruza leantes agendas humanísticas de las aulas a una norma legal. El enigma propuesto
transversalmente los cuadros convencio- contemporáneas o en la administración por la narrativa vanguardista desafía –a
nales de la historia y de la ley del género privada de las empresas culturales. través de la parodia, el chiste, la ironía,
–perforando las planicies demasiado reco- el humor– ese imprerativo de racionalidad
rridas y previsibles tanto del canon policial No en vano el crimen de la lectura. ¿Para de la modernidad técnica, la maximación
como del vanguardista– para invitarnos a qué leer, después de todo? Lector fiel de los de la causalidad; y exhibe a la vez un tipo
una lectura gustosa, digamos, de sus pro- detectives del mal vivir –los vividores del de enigma que escapa a la lógica racional
pias pistas y condiciones de posibilidad: cuento– que se paseaban por la nocturna y y al lado utilitario de la sociedad moderna
sutiles indicaciones para aprender a armar generosa Serie Negra del Tiempo Contem- [...].
un excéntrico y jovial archivo donde se poráneo, lector también de las hipótesis no
barajan con destreza varias de las posibili- por sistemáticas y policiacas menos cono- Ante la mejor labor antológica siempre es
dades de lo que puede ser, hoy por hoy, el cedoras de la picaresca de Josefina Ludner posible salir con una pregunta impertinen-
deseo y el trabajo de la lectura literaria. en El cuerpo del delito– el profesor Contre- te. Por ejemplo: ¿por qué la inclusión en
la antología de “El hombre de la esquina reescritura del cuento clásico de Borges). mente los cachorros de Onetti, Felisberto
rosada“ y no de “La muerte y la brújula” de Pero también es probable que Contreras no Hernández o Meneces incluidos en el
Jorge Luis Borges? incluyera el cuento de Borges por el princi- volumen. Me refiero al cuento insólito
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pio formal o estilístico que preside sobre su del escritor ecuatoriano Pablo Palacio, “Un
El gran relato de Ficciones (1944) antici- selección. El cuento de Borges está escrito hombre muerto a puntapiés”. Este clásico
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paba curiosamente el marco de la lectura como si fuera un relato policial clásico y de la literatura de vanguardia está fechado
de Contreras: el detective clásico (Lönrot, su energía paródica –no muy visible hasta en 1926. Es un breve clásico latinomerica-
para Borges, o Auguste Dupin para Poe), lee la conclusión del relato– no hace mucho no de la crueldad (nada “menor”). En un
las pistas del crimen para restituir el orden ruido ni alboroto experimental. Modesta- progenitor seguramente de la crueldad que
de la ley. Al detective clásico lo anima una mente le prepara la cama última a Lönrot somete brutalmente al niño muerto a pun-
excesiva fe racionalista, la ilusión casi in- en el melancólico sur de Triste-Le-Roy. tapiés de Osvaldo Lamborghini; proveedor
fantil (anal, digamos) de que es realmente de una clave de reaproximación al relato
posible conocer al otro antes de separarlo Contreras puebla su jovial archivo con otro El niño proletario (1973) del tardío van-
o eliminarlo; conocerlo bien mediante el tipo de “sabuesos”. Son estos los excéntri- guardista argentino: la insistente relación
despliegue de ciertos dispositivos muy cos detectives que leen –sí, “leen”, algunos entre el espectáculo sádico, la homofobia
básicos e ingenuos del saber que buscan con tanto rigor como el pobre Lönrot, pero y el incurable miedo burgués al proleta-
reconstruir el orden roto por el crimen. pareciera que nunca de modo exclusiva- riado particularmente en la primera mitad
mente letrado y rara vez bajo el signo y el del siglo XX. Esa articulación, entre la
En el extremo sur del mapa cuadriculado sueldo de la máquina policiaca o estatal. forma misma de la experimentación y el
de Lönrot, el criminal espera pacientemen- Son, casi todos, en más de un sentido, su- enigma de la clase –inseparable asimismo
te entre los cantos del ruiseñor y el rostro jetos privados, aunque no necesariamente de cierto drama vanguardista de la mas-
plegado de Hermes. Red Scharlach había en el sentido de los detectives privados del culinidad– lleva ahora a abordar el relato
trazado el camino de Lönrot, listo para género clásico, para los cuales el Estado y de Palacio y a cuestionar amistosamente
matar fulminantemente por amor a una la ley moderna comenzaban a ser el motor el matiz hedonista del profesor Contreras
justicia excesiva (si bien individualizada mismo de una oscura trama delictiva. Son cuando nos sugiere en su introducción
en Borges) al mismo tiempo que venidera privados porque les falta algo. Desde esa que a contrapelo del utilitarismo moderno
y arcaica, incomprensible para el policía falta construyen un “saber” alternativo. estas ficciones sólo estetizan lúdicamen-
racionalista. Un sentido de la justicia te el enigma del crimen de la ley. Pablo
afín de cierto modo al de la Justicia que ¿Qué les falta? Les falta, diría tal vez Palacio le da la vuelta a la ley del crimen
tantas dificultades presenta a los lectores Álvaro Contreras, el “sentido demasiado no simplemente para divertirse: allí, en
liberales de aquella frase final de Walter común” necesario para pensar que el saber cambio, recibe lecciones privadas ante el
Benjamin en “Para una crítica de la vio- de un policía es capaz de restituir la jus- ojo de la ley y aprende –de la ley– a robar
lencia” sobre la violencia constitutiva y ticia de la ley. Los detectives convocados sin culpa, tal como lo han hecho siempre
fundante de la ley y el día del Juicio Final: por Álvaro Contreras son generalmente los impunemente el estado y la ley del cuen-
la irrupción mesiánica de una violencia sabuesos de la perversidad de la ley. Son, to. La escritura de Palacio se nutre cierta-
fulminante que no deja tiempo ni para el después de todo, detectives vanguardistas. mente de un resentimiento. ¿Será posible
drama de la sangre. Entonces: ¿para qué investigan? imaginarle otro rumbo (postnietzscheano)
a la jovialidad crítica? El propio Palacio nos
Álvaro Contreras no incluyó el cuento de Entre la manada de los sabuesos vanguar- da una pista.
Borges en su antología probablemente por distas reunidos con diligente y paciente
más de una razón bastante obvia: por un esfuerzo por Álvaro Contreras, uno de ellos, La performance del valor moral. El na-
lado, el alto costo impuesto por la Ley de más que un olfateante y distraído sabueso, rrador de “Un hombre muerto a puntapiés”
Propiedad Intelectual (que garantiza el es un ejemplar lobo vanguardista. De rostro lee la noticia de un brutal asesinato en las
costado del Monopolio de los Clásicos: ra- alargado y colmillos afilados, noble y ju- crónicas rojas de un periódico quiteño. Lo
zón por la cual Contreras probablemente guetón solamente entre los iguales (entre intriga la violencia del crimen y la falta
no incluyó otro cuento ejemplar: “La loca los que reconocen el principio indiscutible de evidencia. Los elementos del relato,
y el relato del crimen” de Ricardo Pglia, de la igualdad), ante él aúllan respetuosa- bastante simples, quedan pronto coloca-

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dos sobre la mesa: primero, un crimen sin delirio de la ley de la ley. Esa fidelidad sin ces tres elementos: la violencia del crimen
solución, segundo, una declaración policial trámites ni negociaciones en la exposición es causada por la violencia de un obrero
–una interpelación– incompleta; tercero, del delirio moral es la fidelidad al amor de contra un homosexual quien es a su vez
dos fotografías de la víctima; cuarto, la la justicia: la labor impostergable del amor extranjero.
“revelación” del investigador. No sabemos por la justicia: lo que le falta al sabueso

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casi nada sobre la víctima, aparte de su de la ley. Podría pensarse, siguiendo el dictum tan
apellido, Ramírez. Sabemos también que circulado de Benedict Anderson, que las
fumaba: “lo único que pudo saberse por Volvamos al relato: son varias las espe- comunidades nacionales son entidades
un dato accidental es que el difunto era culaciones sobre el “vicio” de la víctima, imaginarias. La ficción de Pablo Palacio
vicioso”. ¿De qué vicio se trata? conjeturas que el discurso del investigador trabaja allí donde rige la violencia de la
en el relato enuncia como si fueran hechos, negación y de la oclusión de tal modo y
A contrapelo de tales vaguedades, la fic- narrados en el tiempo pretérito. Es decir, con tal violencia que nos hace sospechar
ción de Palacio despliega las pistas inequí- la ficción muestra cómo la ideología borra que el acto mismo de la imaginación en
vocas de la procedencia del investigador, el origen especular, ficticio, de su elabora- tanto práctica constitutiva de las comu-
quien también sufre del vicio del tabaco, ción, y particulariza en su anverso el origen nidades nacionales o étnicas es frecuente-
aunque desplazado a una pipa; es propie- ficticio del juicio moral: mente inseparable del delirio, si no de una
tario de una casa, donde tiene un estudio. psicosis extrema, paralela a la de nuestro
Allí piensa. No trabaja, al menos cuando Oyó a lo lejos, pasos acompasados; el narrador.
investiga. Además sabemos que sabe algo corazón le palpitó con violencia; arrimóse
de filosofía y que probablemente su saber al muro de una casa y esperó. A los pocos La ficción no explicita la condición de la
es un saber colegial o universitario. instantes el cuerpo del un obrero llenaba identidad de Ramírez ni su deseo identitario.
casi la acera. Ramírez se había puesto No le era posible. La identidad del “otro” no
Es el prototipo del sujeto privado. ¿Cúál es pálido; con todo, aunque aquél estuvo parece ser en la obra de Palacio el objetivo
su privación? Insiste en que no es policía: cerca, extendió el brazo y le tocó el codo. deseado por la ficción. La identificación es
“soy un hombre interesado por la justicia y El obrero se regresó bruscamente y lo el objeto de las declaraciones y las interpe-
nada más”, nos dice. No tiene mucha evi- miró. Ramírez intentó una sonrisa meolsa, laciones policiacas a las que rotundamente
dencia, pero sí una curiosidad infatigable, de proxeneta hambrienta abandonada en se niega Ramírez. La ficción tampoco pro-
una “fuerza secreta de intuición” que lo el arroyo. El otro soltó una carcajada y una duce un saber sobre el delito “primero” ni
impulsa a “penetrar en el misterio de por palabra sucia [...]. sobre el criminal mismo. Ése pareciera ser el
qué se mataba a un ciudadano de manera objetivo de la operación policiaca y de la es-
tan ridícula” y luego a producir una serie Tras el primer fracaso, según la fantasía peculación del detective. La ficción –como
de hipótesis “preciosas”, más que bellas. del narrador, Ramírez intentaría seducir a los lobos viejos– olfatea el miedo de la ley:
Sabemos, finalmente, que es ciudadano un menor de 14 años, el hijo del obrero, la xenofobia, el racismo, la homofobia, o
legítimo de un país. quien lo descubre y le propina golpes la repulsión ante el cuerpo marcado por
“espléndidos y maravillosos en el género, la brutalidad de las formas múltiples de
Su explicación del crimen proyecta el lado sobre la larga nariz que le provocaba como la explotación. Son ésas efectivamente las
excesivamente luminoso de la ley: el juicio una salchicha”, hasta que lo mata. fobias condensadas por la instancia de la
moral que recorre de rabo a cabo la inves- violencia moral: la ley dogmática que posi-
tigación y la búsqueda de la evidencia. La ¿Y esa larga nariz? La misma nariz que bilita el reconocimiento de la ley. La ficción
ficción es de hecho para Pablo Palacio un el investigador tenía de frente en las de Pablo Palacio accede así a un saber que
laborioso y despiadado quehacer miméti- dos fotografías que lo llevarían también si bien está cruzado por ambigüedades for-
co, aunque no porque “represente” una a conjeturar que “nuestro difunto era males irreductibles, no es indeciso, ni puede
reproducción fiel de los hechos sociales; extranjero”. Los matices lombrosianos, –ante la alrma de los tiempos– darse el lujo
la ficción de Palacio es mimética porque criminológicos, del “método” experimental de los relativismos; por el contrario, ante los
representa con una fidelidad extrema el que el detective privado aplica al rostro de retos y el despliegue de su acción narrativa
delirio de la fantasía moral requerida por Ramírez son bastante obvios: es el rostro se imagina inequívoco y fulminante. Ése era
la ley misma para la ejecución del juicio: el de un estereotipo. La fantasía tiene enton- el objetivo de su investigación.

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