Saer Bestiario Bovarismo Perversión y Parodia

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Orbis Tertius, 2010, XV (16)

Bestiario, bovarismo, perversin y parodia en La pesquisa de Saer


por Rafael Arce (Universidad Nacional del Litoral)
RESUMEN El presente trabajo tiene por objeto una de las novelas de Juan Jos Saer ms transitadas: La pesquisa (1994). Tomando como punto de partida varios de los ms importantes trabajos crticos, se pretende hacer una lectura diferente de los mismos problemas que han preocupado a la crtica, haciendo hincapi en algunas caractersticas de la novela que parecen haber pasado desapercibidas. Por lo tanto, nos ocuparemos una vez ms del transitado problema de la relacin de la novela con el gnero policial para, a partir de elementos nuevos, arriesgar nuevas hiptesis. Palabras clave: Juan Jos Saer - policial - poltica - novela argentina - parodia - realismo Abstract: The object of this paper is one of Juan Jos Saers most widely read novels, La pesquisa (1994). Taking as a starting point several of the most relevant critical approaches to it, we intend to provide a different reading of the same issues criticism has been concerned with, highlighting some features in the novel which have seemingly gone unnoticed. Therefore, we shall deal, once more, with the much debated problem of the relationship between the novel and crime literature in order to venture new hypotheses from new elements. Keywords: Juan Jos Saer - crime literature - politics - Argentinian novel - parody - realism

I. Animalizacin y ficcin televisiva Sin darme cuenta dice Saer en un apunte sobre La pesquisa haba cambiado caballos por viejecitas, y estaba escribiendo otra vez la misma novela de siempre (1999: 158). Este desplazamiento, que uno podra muy bien llamar metonmico, seala la relacin de La pesquisa con Nadie nada nunca. La posibilidad trpica de la viejecita reenva a la figuracin de esta novela, que la crtica seal a menudo, esto es, la de los crmenes de la dictadura militar argentina, trasfondo sutil, aunque evidente, en las dos novelas.1 No es necesario, sin embargo, leer el apunte de Saer para entrever la metonimia: es posible apreciar ya en los trazos del movimiento trpico un resto de animalidad en las viejecitas. La amplia descripcin con la que comienza la historia policial posee quizs esta funcin: hacer de la vieja burguesa parisina una especie particular, de manera tal de acercar los ojos del lector a los ojos del asesino. Este espcimen extrao, cuyos rasgos de humanidad son sutilmente desdibujados, ser el que devendr, despus del ritual de tortura y de muerte, y quizs un poco antes, ya ni siquiera un animal sino un mero objeto inanimado. Esta animalizacin de lo humano o, lo que es casi lo mismo, su deshumanizacin, la sufre el victimario lo mismo que la vctima. Sera ms preciso decir su deshumanizacin porque, si bien la novela comienza con comparaciones que hacen del asesino algo animal, pronto esa falta de humanidad se vuelve confusa, pudiendo ser entonces el serial killer monstruo, demiurgo o demonio. Esta cadena metonmica llega incluso a incluir al artista, puesto que no est ausente de la concepcin de los crmenes la idea del asesinato como una de las bellas artes. Es ms: si el criminal puede convertirse en artista a travs de la estilizacin de sus crmenes, el artista saeriano sera precisamente el serial killer que opera con cada obra, como dice Saer en el mismo fragmento que cit ms arriba, el eterno retorno de lo idntico.
La relacin entre el militar argentino de la represin y el serial killer es explicitada por el mismo Saer en otro ensayo: La vocacin proliferante y repetitiva de la llanura se manifest otra vez, con un producto inesperado: el serial killer. Durante dos o tres aos, el mismo esquema de secuestro, suplicio, muerte, desaparicin, se aplicaba todos los das, varias veces por da (1991: 195).
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Ahora bien, esta deshumanizacin que se apodera de los personajes del relato policial, a travs de sutiles inflexiones a cargo del narrador saeriano, confundido con la voz de Pichn Garay, ms que convertir a las viejecitas en objetos y al asesino en animal, demiurgo, demonio o artista, tiene quizs el efecto contrario: lograr que todas esas cualidades se vayan como alojando dentro mismo del sentido de lo humano. Esto es: la dialctica entre victimario y vctima, en el ritual de tortura y de asesinato, pone en juego lo que hay de divino, monstruoso, artstico y objetual en lo humano mismo. Deshumanizando lo humano, el narrador del relato policial pretende, en realidad, hacer emerger su propia concepcin de lo humano, en la cual se hallan, sin conflicto, las cualidades que a primera vista pueden juzgarse como las ms contradictorias. Esta suerte de concepcin antropolgica no deja afuera el trasfondo histrico del relato policial, es decir, el mundo contemporneo, encarnado en la principal capital europea, Pars, lo que es no slo una cita al gnero, sino la necesaria conexin con la negatividad saeriana que abomina de lo posmoderno. En este sentido, los ciudadanos sobre los que recae la amenaza son tambin objeto, con la ptina irnica propia del personaje de Pichn, de una evaluacin deshumanizante. El mundo claro, legal, representado por la polica, una polica sacada explcitamente del gnero policial, coincide ms o menos con el mundo moderno en su cenit, que algunos llaman posmoderno, y que encuentra en el habitante de la ciudad europea y rica su ejemplo privilegiado: Habiendo sido moldeados durante siglos para considerarse a s mismos como el ncleo claro del mundo, todos sus extravos eran descartados cuando formulaban su propia esencia, lo que, por cierto, se olvidaban de hacer cuando definan la de los otros (1994: 89). La cita explcita del policial clsico es ms que un mecanismo constructivo de la novela: es el tema del relato de Pichn. Morvan y Lautret, se dice, son dos incurables bovaristas, de manera que se parecen demasiado a la idea que una persona puede hacerse de la polica, tienen demasiado aire de policas, han visto demasiadas series de televisin y pelculas del gnero. Por supuesto, el bovarismo posmoderno no es literario sino televisivo: los parisinos asisten al relato de los crmenes a travs de la pantalla de televisin, donde ocupa un lugar destacado la imagen misma de los hroes encargados de dar caza al serial killer, mientras Pichn se encarga de citar el periodismo escrito como la fuente de su relato. Si lo policial se hace presente como tal en la novela no es tanto por el ya reiteradamente proclamado trabajo intertextual, sino ms bien por hacer de la sedimentacin de los gneros el origen del kitsch televisivo actual. En el relato de Pichn, la vida de este mundo se construye a travs de la ficcin televisiva, y es esa ficcin la que se amolda al gnero de manera, digamos, clsica: los detectives europeos ven series y pelculas de policas y actan en consecuencia; los habitantes de las grandes ciudades contemplan a travs de la pantalla de televisin una supuesta realidad que tiene todos los tics del gnero. La vida, ms que imitar al arte, imita un pastiche, un remedo del arte: Como todos los notables de su poca, Lautret saba por otra parte que la inmensa mayora de los habitantes de ese continente, y tambin sin duda de los restantes, confunde el mundo con un archipilago de representaciones electrnicas y verbales de modo que, pase lo que pase, si es que todava pasa algo, en lo que antes se llamaba vida real, basta saber lo que se debe decir en el plano artificial de las representaciones para que todos queden ms o menos satisfechos y con la sensacin de haber participado en las deliberaciones que cambiarn el curso de los acontecimientos (1994: 34-35). As como la crtica corrosiva de la sociedad de consumo hace de las viejecitas animales y de los parisinos meros compradores compulsivos, mientras ellos creen proclamar, con cada

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una de sus acciones, su individualidad y su libertad, la aventura del serial killer no es ms que un producto prefabricado, elaborado con todos los elementos ya enlatados del gnero, bastante sedimentado por cierto, que los espectadores consumen y las vctimas sufren como el ltimo avatar de la moda criminal. De manera circular, la ficcin televisiva no slo pone en escena el relato policial, sino que, al mismo tiempo, lo hace posible: la confianza que inspira el asesino, confundido con el detective que quiere darle caza, repetida a travs de las pantallas hogareas, es lo que termina por hacer caer en la trampa a sus vctimas. La ficcin televisiva, por lo tanto, hace posible los crmenes, la pesquisa policial que surge en torno a esos crmenes y, en ltima instancia, el relato mismo. II. Locura y sentido El gnero policial, se sabe, es un producto de la modernidad, de su confianza en la razn y en la ciencia. Surge, si pensamos en Poe y en sus continuadores, tanto de una estructura narrativa como de la configuracin de un carcter: el detective razonador. Por otra parte, este optimismo racionalista, que lleva al detective a avanzar con xito en la investigacin, engendra su contradiccin irreductible: la lgica del criminal. Si, de alguna manera, la razn del detective encarna la racionalidad moderna y, por lo tanto, el orden estatuido, la accin del asesino es corrosiva de la razn y atenta contra el orden establecido. Sin embargo, la lgica del detective se aplica a los crmenes del asesino: stos no pueden carecer de un sentido y es en ese sentido que descansa la estructura narrativa de la pesquisa detectivesca, que es el ncleo de todo relato policial. El criminal atenta entonces contra la racionalidad moderna y, sin embargo, es juzgado por la ley de acuerdo con esa misma racionalidad como si, en definitiva, l tambin fuera razonable. El lmite del orden social es la razn, pero ni an as el criminal puede zafarse de la lgica del detective: si sus actos carecen de sentido, es entonces que est loco y la locura, gracias a que la psicologa moderna surge en la misma poca que el gnero policial, tambin tiene su posibilidad de ser explicada razonablemente. La novela de Saer afirma la cualidad de la locura de ser, no lo contrario de la razn, ni algo reducible a ella, sino un tipo de razn de orden diferente. Cuando se describe el desastre de la carnicera lo que se pone ante los ojos es ms bien una pintura; Morvan piensa, entonces, que el resultado de ese rito ms que carecer de sentido posee un exceso del mismo: Morvan saba que la puesta en escena que se desplegaba en la habitacin tena un sentido para el que la haba organizado, pero ese sentido nunca se hara evidente a nadie que no fuese su propio organizador. Haba casi demasiado sentido, infinitamente ms de la cantidad irrisoria que una mente ordinaria se resigna a aceptar del mundo opaco y casi mudo (1994: 107). Sin embargo, este suplemento escapar tambin a la explicacin psiquitrica, que slo se encarga de su tajada media de sentido. Este exceso tiene que ver con la puesta en escena, con la pintura, con la escultura de carne trabajada a partir del cuchillo, como si el asesino se hubiera servido del martillo y del cincel. Es un suplemento que tiene que ver con el arte. La misin de la razn moderna, que encarna el detective, es hacer inteligible la locura y, por lo tanto, dar razn de ser al horror, al crimen. La historia de Pichn explica clnicamente la locura de Morvan y la razn de ser de sus crueles asesinatos seriales: el verosmil genrico funciona en su plenitud y la vida personal de Morvan, desde su nacimiento mismo, explica la gnesis de su psicosis y la lgica de su psicosis explica la razn de ser de sus actos. El motivo del detective que es tambin el asesino ya ha sido explotado ms de una vez por representantes del gnero,2 lo cual vuelve a la historia de Pichn, si ponemos entre parntesis por un momento el anlisis hecho al comienzo, un policial stricto sensu, respondiendo su desenlace perfectamente a la lgica del gnero.
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Por ejemplo, The murder of Roger Ackroyd de Agatha Christie y The second shot de Anthony Berkeley.

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III. Poltica y perversin La crtica ya ha sealado la conexin del relato policial con ese disimulado motivo de la historia base de La pesquisa, esto es, la desaparicin del Gato, el hermano de Pichn, y de Elisa, su amante, durante la dictadura militar argentina. El viaje en lancha que se narra mediante un largo flash-back acerca a los personajes al lugar de Nadie nada nunca, la casa de Rincn donde se produjo la desaparicin, acontecimiento que se va mencionando de manera difuminada en varios tramos de la novela, como los copos de nieve que caen sobre los rboles de la rue Voltaire, los pedacitos de la carta que rompe Lautret o las mariposas blancas que, en el patio cervecero, anuncian la inminencia de la tormenta. Estas menciones diseminadas, aisladas y fugitivas, configuran la zona de una laguna en la historia: la historia de la saga saeriana, la historia que narra La pesquisa, pero tambin la historia argentina y, de manera ms general, la historia de violencia poltica de Occidente. Este silencio en torno a la desaparicin tiene un protagonista: Pichn Garay. Es el personaje que encarna el silencio no slo por su papel dentro de la trama de la desaparicin, papel que el narrador saeriano nos revela a travs de los pensamientos de Tomatis, sino tambin, y sobre todo, porque es el personaje que detenta la palabra. Pichn narra una historia policial tpica, pero calla la historia policial que le compete a l mismo. Se podra decir: narra una historia para callar otra, habla del otro lado, del lado de all, para mantener el silencio en torno a este lado, al lado de ac. Este podra ser uno de los sentidos del comienzo abrupto y adversativo de la novela: All, en cambio, en diciembre, la noche llega rpido (1994: 9). En este sentido, la irona de Pichn es inofensiva, casi ingenua: hoy, el policial funciona slo en el primer mundo, en la capital europea, donde el desarrollo tecnolgico y la sedimentacin de los antiguos gneros llevan a su mximo grado una realidad televisiva bovarizada. No obstante esto, su irona da un matiz siniestro a ciertas cosas: el lector accede a la objetivacin de las viejecitas, a la animalizacin de los ciudadanos, a la metamorfosis de un asesino que en definitiva sigue siendo humano. El serial killer es, al fin y al cabo, un producto de su mismo medio. La historia de Morvan conecta la trama policial con el destino de Europa: l ignora si es hijo de un comunista que particip en la resistencia o, por el contrario, hijo de un miembro del enemigo, un agente de la Gestapo. El paralelo es evidente: la historia de los crmenes de la dictadura es un captulo ms de la historia de violencia en Occidente.3 La solucin de Tomatis no es entonces, como se ha sealado a menudo, paralela a la de la historia de Pichn; no complejiza el relato policial, no le anexa un desenlace suplementario. La solucin de Tomatis es la respuesta al silencio de Pichn en torno a la historia no contada. No es que el narrador saeriano ponga a los dos personajes a charlar amablemente para poder narrar su novela policial e inscribirla con elegancia en la saga. El agn entre Pichn y Tomatis tiene que ver con eso inenarrable y, sin embargo, imborrable. La solucin de Tomatis es de otro orden: se sale de las reglas del verosmil genrico, las trasciende. Si la solucin de la historia de Pichn, esto es, la culpabilidad de Morvan, se demuestra trabajosamente con la explicacin psicolgica, la solucin de Tomatis no se apoya en lo razonable: lo primero que se dice es que Lautret mataba a las viejecitas por puro placer. Si Morvan es un psictico y, por lo tanto, un modelo de serial killer y de culpable en tramas policiales, Lautret es en cambio un perverso. Lautret tortura, viola y mata porque s. La gratuidad de sus actos est reida con la verosimilitud genrica tpica del policial. No hay doble solucin, porque una doble solucin implicara dos posibles culpables dentro de la misma lgica genrica.4 La versin de Tomatis es, por lo tanto, el momento de trascendencia pardica del gnero.5
La alternativa Lautret/Morvan para designar al verdadero asesino parece diluirse en una culpabilidad global que apunta a un fondo cultural comn: sea el que sea el asesino (quizs lo sean ambos), de todas formas ha sido modelado por la misma civilizacin europea de la cual el narrador emprende la crtica sistemtica (Fabry 1996: 456). 4 La indecidibilidad respecto del asesino la sostienen varios trabajos crticos, aunque para cada uno tal indecidibilidad funciona de forma diferente. Vanse los trabajos de Marcos Mayer (1994), Graciela
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Es en este suplemento de sentido donde se entrev la conexin con la historia silenciada. Los crmenes de la dictadura no pueden someterse a las reglas genricas del policial, pues sus criminales no son psicticos, sino perversos. La relacin entre perversin y crmenes de la dictadura ya haba aparecido en la novela anterior, Lo imborrable. En esa historia, narrada por Tomatis, el general Negri es un perverso notorio: Hay dos clases de homicidas desequilibrados entre los que gobiernan actualmente: los que tienen una ereccin cuando mandan a cometer a terceros los crmenes que planifican, y los que slo pueden tenerla si sacrifican a sus semejantes con sus propias manos. Va de cajn que el general Negri pertenece a la segunda categora (1993: 33). Hay una continuidad, entonces, entre Nadie nada nunca, Lo imborrable y La pesquisa, que son las tres novelas donde el motivo de la dictadura argentina tiene una cierta importancia en la configuracin de la trama. Lo que deca al comienzo acerca del bestiario de vctimas y victimarios tambin se trabaja en las otras dos novelas: en Nadie nada nunca a travs de los caballos asesinados y del comisario torturador, el Caballo Leyva; y en Lo imborrable a travs de la representacin de los ciudadanos cmplices o indiferentes como reptiles que se arrastran por el suelo, caracterizacin que llegar hasta el mismo general Negri, cuyo tic de iguana, tocndose con la lengua el interior de la mejilla, no ha podido ser extirpado por sus asesores de imagen.6 Podra objetarse, quizs, que la perversin tambin puede ser explicada clnicamente. Pero lo que aqu se contrasta es una versin donde la psicosis explica (clarifica, hace inteligible) el crimen con otra donde la dimensin explicativa est ausente o se vuelve irrelevante. Esta oposicin del psictico y el perverso, en relacin con el motivo histrico-poltico de la dictadura, tambin resulta decisiva. El psictico no es responsable de sus actos: de ah que Morvan termine internado en un psiquitrico. Por el contrario, el perverso sabe bien lo que hace: es ms, el perverso, Lautret, al contrario de Morvan, pone en juego su goce en la repeticin compulsiva del acto de matar. La perversin, rgimen de la violencia poltica, impide la disolucin de la responsabilidad criminal, algo que habilita la psicosis. IV. Parodia y hermenutica Uno puede decir, entonces, dejando de lado la indecidibilidad y la ambigedad ya un poco trasnochadas de la crtica saeriana, que la solucin de Tomatis es la verdadera y que en esta novela el nico detective es el lector, pues la razn por la cual Lautret es el verdadero asesino no es de orden diegtico, sino potico: la gratuidad del asesino perverso, que es el asesino de la historia silenciada, vuelve la explicacin psicolgica un mero juego intelectual, como es por otra parte el verdadero policial de enigma. Me parece que la operacin pardica, que tiene una funcin potica aunque tambin diegtica (porque Tomatis, con su solucin, pone

Speranza (1995), Genevive Fabry (1996:459), Silvia Larraaga (1996: 604), Milagros Ezquerro (2001: 55), Julio Premat (2002: 353-366), Florinda Goldberg (1997: 93) y Dardo Scavino (1997: 52). Volver, en el final de este trabajo, sobre la lectura de Premat. 5 He aqu entonces el homenaje a Chandler, algo poco perceptible, porque la presencia intertextual ms notable parece ser la del policial de enigma. Pero, en definitiva, la historia que nos cuenta La pesquisa es la del silencio de un amigo y la puesta en evidencia de ese silencio, que ha dejado cicatrices en la relacin. El homenaje a Chandler es, como habitualmente sucede en la narrativa saeriana, un efecto retardado, consecuencia de una larga vuelta, y al mismo tiempo un punto de partida cristalino, evidente, literal: la historia de base es, despus de todo, la de una conversacin cargada de reproches, de cuentas pendientes, de resentimientos. El largo adis (la novela policial favorita de Saer) y La pesquisa hablan, al fin y al cabo, de lo mismo: de la amistad. 6 No se me escapa que Glosa entra en esta serie, por motivos evidentes y no tan evidentes. Lo evidente es lo poltico y su papel en la historia. Lo no evidente: el carcter cuasi-reptil del padre de Leto. Pero hara falta un trabajo ms extenso para poder dar cuenta de Glosa como corresponde.

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al descubierto lo que Pichn pretende silenciar), reduce a nada el verosmil genrico.7 Me parece, tambin, que algunos crticos han mordido el anzuelo cuando se han puesto a indagar a fondo en la historia personal y clnica de Morvan, arriesgando complicadas interpretaciones sobre el papel de la mitologa griega en la trama de la novela, tanto en la psicologa del supuesto asesino como en el entrelazamiento de las dos historias, la de base y la policial.8 Hay tambin en este momento pardico una constatacin del fin del policial, de su clausura, sobre todo en lo que se refiere a la literatura argentina. La solucin de Tomatis es una manera de decir que el verosmil genrico ya no responde a la realidad policial del mundo y, mucho menos, a la realidad poltica argentina, como si se reformulara la pregunta adorniana: Cmo escribir policiales despus del Olimpo? Y, sin embargo, la narracin, nos dice al fin y al cabo La pesquisa, es posible. No veo por qu, como dice tambin otro trabajo crtico, la metfora de Lautret revela la imposibilidad de hablar de los crmenes de la dictadura.9 Creo que es exactamente al revs, es el rodeo, si se quiere, metonmico (ms que metafrico), lo que permite narrar lo inenarrable pero imborrable. Tomatis destruye la historia policial de Pichn introduciendo el elemento silenciado, que est sin embargo latente en la historia policial misma. Porque, en definitiva, hablar de la dictadura argentina es referirse a una violencia ms amplia, ms general. Lautret encarna al asesino occidental, producto de la decadencia de la modernidad.10 V. Coda: la catacresis En uno de sus ltimos trabajos, Miguel Dalmaroni polemiza con un tipo de lectura que la crtica viene haciendo de algunas narraciones de Saer en relacin con la historia poltica argentina de los aos de la dictadura. Tal lectura vendra a formar parte de un modo de anlisis cuyo objeto lo constituyen ciertos relatos argentinos que pretenden narrar el horror histrico de una forma antirrealista, esto es, velada, elptica, metafrica o alegrica. Leer estas narraciones consiste, entonces, en desentraar su clave simblica. Dalmaroni (2009) seala la insuficiencia o inadecuacin de este punto de vista para el caso de Saer. Mi lectura de La pesquisa suscribe de algn modo esta hiptesis, hiptesis que tiene un alcance ms general y que abarca las otras novelas a las que se ha hecho alusin en el recorrido. Del mismo modo, esta posicin antialegrica tiene que ver con un punto de vista respecto del conjunto de la obra de Saer: cierta mirada que retoma la a juicio de algunos anquilosada nocin de realismo para leer una obra narrativa de finales del siglo XX y principios del XXI. Pareciera ser que la narracin saeriana, ms que representar una cierta concepcin de la realidad, configura una experiencia de lo real inmediato, material: materiacin realista, dice Dalmaroni, utilizando una categora de la crtica pictrica. Segn esta idea, el realismo de Saer sera de tipo filosfico. Al contrario de Dalmaroni, yo no estara tan seguro de un tal realismo. Pero s coincido en pensar que en Saer no hay ni alegora ni metfora, sino una experiencia narrativa de lo literal. Esta idea de lo literal necesita ser desentraada.
Curioso que slo lo haya visto un crtico airiano: La segunda solucin, a la que volvemos despus del final, es sin duda la ms potica: la que, guardando una mayor necesidad con el universo narrativo de Saer, se revela por lo tanto como la ms verosmil, saerianamente verosmil (Contreras 2002: 174). Contreras lo lee en otro sentido, pero converge con mi lectura: es en el nivel potico en donde el enigma policial se resuelve, y no en el narrativo. 8 En algunos casos, la miopa crtica respecto de la parodia llega incluso (para seguir con la metfora cristalizada) a hacer tragar el anzuelo al crtico: Es la segunda versin, igualmente verosmil desde el punto de vista policial, pero mucho menos desde el punto de vista narrativo, ya que todos los indicios que siembra el personaje narrador conducen a Morvan, o ms bien a su alter ego monstruoso (Ezquerro 2001: 59). 9 Es la hiptesis central de Florinda Goldberg: La construccin en abismo en que los relatos de diversas pesquisas se reflejan entre s, se convierte en metfora al dejar en blanco el tercer enigma, inenarrable por cuanto no puede ser investigado (1997: 99). 10 Para una lectura diferente, pero que hace hincapi tambin en el enfrentamiento entre Pichn y Tomatis y se inclina igualmente por Lautret como el culpable, vase: Joaqun Manzi (1995: 113-127).
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En principio, conlleva el sentido ms obvio, esto es, que hay en Saer una tendencia a la explicitacin: Dalmaroni se pregunta con incertidumbre cmo puede ser que se hable de lo alusivo o lo elptico en Nadie nada nunca en relacin con el tema de la dictadura y se piense incluso que la novela, a travs de lo cifrado, elude la censura de la poca en que fue publicada. Nadie nada nunca, por el contrario, hace referencia de manera clara y explcita a la dictadura militar argentina. Si bien el tema no es el centro de la novela, y el clima opresivo, sintomtico de un cierto momento histrico, configura una especie de crculo alrededor del conjunto de los personajes, no hay nada cifrado ni elptico sino, por el contrario, una mencin transparente. Esta aparicin cruda y evidente de lo histrico referencial se repite en Glosa, Lo imborrable, La pesquisa y La grande. Por otra parte, habra que entender lo literal, tambin, en otro sentido. El realismo saeriano sera un neorrealismo, un realismo que retorna despus de que lo simblico, lo metafrico, lo alegrico, lo mtico, han permitido a la narracin problematizar una cierta nocin de lo real.11 Este retorno del realismo no es un idea ma, sino que se inscribe en un debate candente y actual sobre la narrativa argentina contempornea12 y que tambin tiene sus ecos en el resto del mundo, ecos que ya ni hablan siquiera de realismo sino (lo que es an ms enftico) de realidad, cuando se dice por ejemplo que la novela est muerta y que slo puede narrarse a travs de la no ficcin. En este contexto, me gustara servirme, un poco abusivamente, de esa idea derridiana de la retirada de la metfora (Derrida 1997) y pensar quizs, desde ah, este retorno de la obra de Saer a un realismo pos-figurativo: lo literal no sera, entonces, aquello que se opone a lo metafrico como lo simplemente dado, sino ese lugar donde lo figurado y lo propio han dejado de oponerse. Lo literal no es ni metafrico ni no metafrico, sino que ms bien se sustrae a esa oposicin. Es, para decirlo con una figura de Derrida, catacrtico. Cuando en Lo imborrable se habla de los reptiles que se arrastran por el suelo, uno puede leer eso como una metfora y de inmediato accede a la lectura poltica del texto: los reptiles seran los militares sanguinarios y los ciudadanos cmplices. Ahora bien, cuando el general Negri no puede, cual iguana, dejar quieta su lengua, qu sucede? Parece ser que la metfora ha contagiado, metonmicamente, lo real, lo propio: el general Negri es, de repente, en parte al menos, una iguana. No hay entonces metfora, hay una fuerza metonmica que acerca el animal al ser humano, hay una continuidad y contigidad entre el reptil y el ser humano: las caractersticas del general Negri no permiten pensarlo ni propiamente humano, ni metafricamente reptil. Es, ms bien, catacrticamente, cuasi humano, cuasi reptil. O, quizs, dicho en trminos deleuzianos: la pentaloga poltica de Saer (Nadie nada nunca, Glosa, Lo imborrable, La pesquisa, La grande) nos habla del militar argentino en trminos de un devenirreptil. La misma idea ha sostenido, o pretendido sostener, mi lectura anti-metafrica de La pesquisa. Entre Lautret y los criminales de la dictadura no hay una relacin metafrica, sino metonmica, de continuidad y contigidad: es una y la misma perversin, la del agente de la Gestapo posible padre de Morvan, la de la violencia poltica que, en Occidente, fue predominante, literal, en la trama de la historia del siglo XX. La corrosiva crtica saeriana viene por ese lado: Pichn trae una historia policial real, armada, mediante el artificio periodsticotelevisivo (que he intentado leer aqu como un bovarismo degradado, pueril), como una ficcin de enigma tpica. Se recordar que, en Nadie nada nunca, la ficcin televisiva tambin da a la historia de los asesinatos de caballos ribetes policiales. Entre las dos novelas, el paralelo (habra que hablar ms bien de tangente y no de paralelo) resulta iluminador: la estructuracin de lo
Es una generalizacin abusiva, pero puede circunscribirse si uno piensa en la tradicin narrativa que la obra de Saer tiene por referencia: En Joyce el simbolismo se opone dialcticamente al realismo. En Kafka, la parbola y la alegora sugieren la indefinicin. En Pavese o en Thomas Mann las bsquedas mticas sitan la posibilidad de sentido en una dimensin cultural, en un sentido amplio, que excede la realidad propiamente histrica (Saer 1997). 12 Ver especialmente el Boletn 12 del Centro de Estudios de Teora y Crtica Literaria, de Rosario (AAVV 2005) y el trabajo de Sandra Contreras (2005).
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policial deforma (televisiva, periodsticamente) tanto la historia del serial killer parisino como la historia de violencia durante la dictadura argentina (y, si uno quiere ir ms lejos, tambin la historia de violencia poltica de Occidente). Deforma o configura, pues quizs la idea de deformacin presuponga algo as como una historia dada previamente, lo que estara reido con la concepcin narrativa de Saer: configura, entonces, una cierta experiencia del horror en la tranquilizadora y conformista clave de una historia policial de enigma. Hay una relacin de colaboracin entre el papel anestsico y edificante de los medios masivos y la estructuracin que de los hechos se realiza mediante el trasnochado molde de un gnero por dems transitado, pero que sigue funcionando en tanto los espectadores lo confunden con una realidad previa, dada. Del mismo modo que Dalmaroni se sorprende de que haya crticos que hablen de lo cifrado o lo alusivo en Nadie nada nunca, yo a mi vez quedo perplejo cuando una vez ms se sirven de lo indecidible para hipotetizar una desconstruccin del policial que conlleva, sin embargo, un doble final de la novela. Este tipo de lectura entraa una evidente paradoja: se dice (verdad de Perogrullo) que La pesquisa no es un policial, que lo que hace en realidad es desconstruir el policial; simultneamente, se enfatiza que no se puede determinar quin es el asesino, que es indecidible, que la narracin admite los dos culpables. Pero esta aseveracin descansa en seguirle el juego a la trama de la novela y en segurselo segn el verosmil policial. Claro que desde el punto de vista narrativo no se puede decidir, pero esto indecidible se apoya en una estructura que, supuestamente, la narracin desconstruye. O sea que la afirmacin de la doble culpabilidad (o, mejor, cualquier hiptesis que pretenda, narrativamente, resolver el enigma del culpable) slo se sostiene conservando la lgica policial que, segn estos crticos, la novela impugna. Por lo tanto, no se puede afirmar, al mismo tiempo, que el policial se desconstruye y que la culpabilidad es indecidible.13
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A pesar de que la posicin de Premat ha sido incluida dentro de quienes hipotetizan la indecidibilidad respecto del culpable de la novela, su lectura se toca en ms de un punto con la ma. Premat seala el aspecto fuertemente irnico de la explicacin psicoanaltica en la culpabilidad de Morvan: Las referencias repetidas a la locura, a la psiquiatra, al psicoanlisis, son por lo tanto irnicas (357). Tambin advierte sobre la relacin de este tipo de explicacin con la lgica de la investigacin policial: Curiosamente, la identidad del asesino, as demostrada, est sugerida por una serie de indicios que en vez de remitir a la lgica de las investigaciones policiales remiten al psicoanlisis, es decir a otro sistema interpretativo que ha sido a menudo asociado al de los detectives (356, cursiva ma). No veo por qu no remitiran estos indicios a la lgica de las investigaciones policiales: la frase parece contradictoria, porque sugiere que la explicacin de la primera solucin remite a un campo diferente del detectivesco (al psicoanlisis), pero en la misma frase se dice que este campo se asocia a menudo al de los detectives (no habra, como tal, un campo detectivesco, sino que ese campo se forma con contenidos diversos, entre los que se cuentan la lgica y la ciencia: de ah la inclusin del psicoanlisis como explicacin cientfica de la psiquis criminal). Esto no es irrelevante, porque despus Premat va a decir: [Tomatis] formula una resolucin distinta al enigma, ya no de inspiracin psicoanaltica sino basada en la lgica formal de las novelas policiales. [] Por otro lado, la interpretacin de Tomatis refuerza el parentesco con el gnero policial (359). A mi juicio, y como la frase anterior de Premat lo deja suponer, ambas explicaciones son de tipo genrico-policial. Es ms: segn el modo en que he venido leyendo, al contrario de lo que dice Premat, la primera sera la ms policial, porque es la ms racional, la ms inteligible, la que encuentra causas puntuales, identificables. Me parece que la irona respecto a la explicacin psicoanaltica, que Premat seala bien, pasa a ser, cuando Tomatis toma la palabra, directamente parodia. El porque s categrico de Tomatis respecto a las causas de los crmenes de Lautret se opone, con fuerza, a la trabajosa explicacin psicoanaltica de la historia de Pichn. Lo que yo digo respecto de la perversin, Premat lo ve perfectamente, pues dice de la solucin de Tomatis que da una visin de los comportamientos humanos mucho ms escalofriante que la paciente construccin justificadora de la culpabilidad eventual de Morvan (361). Es ms: la paradoja que yo sealo, Premat la ve en la explicacin de Tomatis: Es en este sentido que la versin de Tomatis resulta paradjica, porque reintroduce la incertidumbre, a pesar de su claridad lgica (361). Ntese cmo lo que Premat llama paradoja muestra por qu para m la explicacin de Tomatis es menos policial, no ms: porque la explicacin policial, la verdadera explicacin policial, es la que establece el orden, no el caos. La explicacin de Tomatis sera coherente con la cosmovisin de

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El enigma reclama una resolucin de tipo potico (o, si se quiere, hermenutico), entendiendo que las razones por las cuales Lautret sera el verdadero culpable no dependen de la estructura narrativa (que sigue una trama policial todo el tiempo sometida a la irrisin), sino del encadenamiento metonmico entre la historia parisina y la argentina, de la fuerza trpica en el desplazamiento de una violencia tan ciega como perversa. Fue Joaqun Manzi, en su tesis doctoral, el primero en sealar que Lautret quiere decir lautre: el otro, lo otro. LAutre, podra decirse, siguiendo a Blanchot: la pura presencia annima.14 Es esta otredad irreductible la que se manifiesta en violencia perversa: una fuerza ciega que aniquila los caballos de Nadie nada nunca, los aborgenes de El entenado y las viejitas de La pesquisa. Lo inhumano del hombre que se pretende y se dice esencialmente humano. De ah el bestiario, la traza de lo arcaico que acerca, de repente, al hombre, luz de razn, al fango de lo indistinto. O como lo enuncia, de modo paradjico, el narrador de El entenado: Pero ahora que soy un viejo me doy cuenta de que la certidumbre ciega de ser hombre y slo hombre nos hermana ms con la bestia que la duda constante y casi insoportable sobre nuestra propia condicin (1983: 119).

toda la narrativa saeriana (y es esto, precisamente, lo que pudo leer Sandra Contreras), mientras que la de la historia de Pichn es del orden del policial, es decir, el de la razn y la luz. Lo que nos devuelve a la idea de que la explicacin tomatiana, paradjicamente brillante y dejando las cosas en su oscuridad, velando sin velar (Blanchot), trasciende (parodiando, desconstruyendo) la de la historia de Pichn, hecha por los medios, por el imaginario de los gneros, por la ciencia y por la razn. Quizs Premat no da este paso porque, siendo como es su lectura una hermenutica de tipo psicoanaltico, una interpretacin como la ma corre el riesgo de atentar contra sus presupuestos tericos y su ejercicio de lectura del corpus. Esto no es una crtica a la lectura de Premat: creo que la diferencia entre l y los otros crticos que sostienen la indecidibilidad estriba precisamente en el papel que juega la misma en el contexto de la lectura que cada uno se propone. A Premat le interesa menos el gnero policial que el costado psicoanaltico del asunto. Creo que, an asumiendo mi punto de vista, su lectura sigue siendo sostenible: la parodia tomatiana (no as la irona pichoniana que Premat seala, que es inofensiva) impugna el policial, lo clausura una vez ms, pero no destruye el nivel fantasmtico de la historia de Morvan, coherente por otra parte con la fantasmtica de toda la obra saeriana, como Premat muy bien demuestra. A mi juicio, Tomatis tiene razn, pero, como muy bien lo ve Premat, su hiptesis no cierra, no tranquiliza, sino que abre, pone en juego la oscuridad, la otredad irreductible. 14 Aquello no tiene nombre ni cara; aquello es la pura presencia annima (Blanchot 1959: 185).

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