Cuentos de Ed
Cuentos de Ed
Cuentos de Ed
Clara se le movía un diente. Al principio muy poco, casi no lo notaba. Después empezó a moverse
más y más. A veces, lo empujaba con la lengua y parecía que el diente fuera a salir despedido de la
boca, pero luego volvía a su sitio. Clara se miró en el espejo de su habitación y trató de imaginarse
sin diente. Pensó que iba a estar horrible. A algunos niños de su clase ya se les había caído algún
diente y a Clara no le gustaba la cara que se les quedaba, sobre todo cuando se reían. Le daba un
poco de miedo ver esos agujeros negros en sus bocas. «Yo estaré igual», pensó la niña inquieta. Y
otra cosa que le preocupaba era cuánto tiempo tardaría en salir el nuevo diente. ¿Y si no salía? —
Clara, eso es una tontería —le dijo su madre—. Tus dientes son de leche y tienen que caerse para
que salgan otros más fuertes. Siempre es así, es lo natural. No tienes que preocuparte. Además,
¿no te hace ilusión que venga el Ratoncito Pérez? —Sí, eso si —respondió Clara aunque no muy
convencida. A Clara le habían explicado que cuando se le cayese el diente lo debía colocar esa
misma noche bajo la almohada. Entonces mientras ella dormía llegaría el Ratoncito Pérez para
llevarse su diente y a cambio le dejaría un pequeño regalito. Clara no imaginaba cómo un simple
ratoncito podía recoger todos lo dientes que se les caían a los niños y dejarles su regalo en una
sola noche. Los ratoncitos no eran muy grandes. Una tarde, el diente de Clara se cayó por fin. Fue
mientras merendaba. Notó algo duro en la boca y un poco nerviosa lo sacó con los dedos. Lo miró
atentamente. Era muy pequeño. Corrió a enseñárselo a su madre. —Mami, mami, mira. —¡Qué
bien Clara! Esta noche vendrá el Ratoncito Pérez. Clara se miraba en el espejo. Pensó que si no
abría mucho la boca no se le vería aquel hueco negro tan feo que había dejado el diente que se
había caído. Aquella noche cuando se fue a la cama no tenía ni pizca de sueño. Había colocado su
diente bajo la almohada y cada poco tiempo lo tocaba para comprobar que seguía allí. No podía
dormir. De pronto oyó un pequeño ruido. Asomó un poco la cabeza entre las sabanas y entonces
vio algo moverse muy rápidamente por el suelo y casi sin darse cuenta apareció en su almohada
un ratoncito que casi le rozaba la nariz con su larguísimo rabo. 8 Patronato Municipal de Cultura.
Órgano de Animación Sociocultural. Programa Alicante Cultura.
El gigante y el sastre
Publicado por: Hermanos Grimm
Hubo una vez un sastre cuya jactancia era mas grande que su tamaño y lo que
realmente debía hacer. Pero un buen día no pudo mas y dejo todo su trabajo por ir
a pasear por el mundo.
El sastre en uno de sus viajes, pudo ver en el horizonte una torre tan alta que
parecía tocar el cielo. Dominado por la tentación, se acerco al lugar y muy
sorprendido vio que la supuesta torre, tenía piernas! sin darse cuenta había
llegado a estar frente a un gigante.
-“Claro que si acepto, que mas me queda”. Pensó el sastre, imaginando que
pronto escaparía.
-“Claro que si, pero no quiere que mejor le traiga el pozo, o mejor, la fuente de
agua?, jactándose una vez mas el sastre, como siempre.
El gigante después de oír lo que dijo el hombre, se preocupo al darse cuenta que
no era nada tonto, como el. Creía que tal vez era un hechicero. De inmediato lo
mando al bosque a cortar madera.
Hasta el día de hoy nadie sabe que le sucedió al sastre aquella vez.
Piel de oso
Publicado por: Hermanos Grimm
Hubo una vez un joven muy valiente durante un tiempo de guerra. Cuando por fin
llego el tiempo de paz, sus superiores lo dieron de baja, como ya no tenía un
hogar fue a pedir hospitalidad a sus hermanos quienes le dieron la espalda y se
negaron a recibirlo, pues pensaron que no les sería nada útil.
El soldado al verse solo con su rifle, se sentó bajo la sombra de un árbol a meditar
e imaginarse los días de hambre que le estaban por llegar. Al rato ve frente a el un
hombre con el pie partido quien lo miraba fijamente y le dijo:
-“Sé muy bien lo que necesitas, pero para no invertir en ti inútilmente, debo saber
si no tienes miedo.
-“Será mejor que lo demuestres ahora, tienes que ver lo que va detrás de ti”
Solo debía ponerse el abrigo verde del diablo y usar la capa hecha de piel de oso
y nunca quitárselo ni para dormir durante 7 años, si moría pertenecería al diablo, si
se mantenía vivo por todo ese tiempo mantendría su libertad, después de todo lo
recomendado, el diablo despareció. El diablo le dijo que nunca le faltaría dinero si
lo buscaba en el bolsillo del abrigo, y como así fue, este se dedico a viajar por el
mundo.
-“Si este hombre fue capaz de ayudar con tanta generosidad a mi padre y sin
conocerlo, tiene que ser un buen hombre. Yo si me casaría con el”.
Así quedaron antes de partir que el sastre debía continuar su camino por 3 años y
que un día volvería por la menor de las hijas con quien quedo comprometido, le
entrego a la joven novia la mitad de un anillo mientras el conservaría la otra parte
en señal de su promesa.
Y así fueron muy felices, logrando con el tiempo la aceptación del matrimonio por
parte de las hermanas.
El doctor sabelotodo
-“Por supuesto que puedes, solo debes tener dinero, comprar un libro que tiene un
gallo en la portada y hacer tu mismo un letrero que diga: “Soy el doctor
Sabelotodo”. Finalmente lo cuelgas en tu puerta.
Para ello, el “dr. sabelotodo”, fue invitado a cenar con su esposa. Cuando era la
hora de servir la comida, el sirviente les llevaba el primer plato, pero el “dr.
sabelotodo” indicando la comida a su esposa le dijo:
-“Éste es el primero”.
-“Sé que estas allí y te encontrare”. escuchando esto el hombre que se escondía,
salio gritando:
-“Éste hombre lo sabe todo”
Y así sucedió, la reina tuvo una bebé tan hermosa que su padre, el rey, no podía ocultar lo
orgulloso que se sentía de su niña. Por ello organizo una fiesta en palacio donde irían sus
amistades y familiares. Pero también estarían invitadas un grupo de hadas, ellas eran trece,
pero en palacio solo tenían 12 platos de oro, por ese motivo hubo que invitar solo a doce
hadas.
Llego el día de la fiesta y cada una de las hadas invitadas le obsequiaba a la bella niña una
virtud. Pero la hada que no fue invitada, se lleno de ira y fue a palacio, entro de un
momento a otro y grito:
-“Cuando su hija cumpla 15 años se pinchara el dedo y morirá en ese mismo instante”.
El rey no lo podía creer y quedo entristecido, sin embargo el tiempo pasaba y la niña crecía
llena de belleza y virtudes, siempre amable y bondadosa, todos la querían mucho. Llego el
día en que la niña cumplía 15 años, sus padres salieron a hacer unas compras para los
preparativos, mientras la niña estando sola recorría cada ambiente con mucha curiosidad.
La joven abrió una puerta y encontró a una anciana que estaba hilando, cuando se acerco
quiso hacer lo mismo pero se pincho el dedo quedando en el acto profundamente dormida.
Extrañamente sucedió lo mismo con todos los animales y personas y todo lo que había
alrededor de la niña, quedaron profundamente dormidos, incluso sus padres, cuando
ingresaron a palacio.
Al pasar los 100 años de la extraña declaración, un anciano le contó a un príncipe que había
una joven durmiendo hace mucho tiempo y que para llegar a ella había que pasar una
cortina de grandes espinas, el joven príncipe, sin miedo, ingreso al jardín y quedo
maravillado de ver tan bellas flores y a tan linda joven, ese día se cumplían los 100 años
que la bella durmiente descansaba. Cuando el príncipe se acerco no pudo evitarlo y le dio
un beso en la mejilla a la joven, ella despertó sonriente, también despertaron sus padres y
todos los seres vivientes alrededor de ella.
Tiempo después ellos se casaron y todos vivieron muy felices para siempre.
El cazador y el pescador
Había una vez dos hombres que eran vecinos del mismo pueblo.
Uno era cazador y el otro pescador. El cazador tenía muy buena
puntería y todos los días conseguía llenar de presas su enorme
cesta de cuero. El pescador, por su parte, regresaba cada tarde
de la mar con su cesta de mimbre repleta de pescado fresco.
– ¡Qué fresco y qué jugoso está este pescado! ¡Es lo más rico
que he comido en mi vida!
El pescador exclamó:
El cazador le respondió: