25 Cuentos Infantiles

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LA BOBINA MARAVILLOSA

Erase un principito que no quería estudiar. Cierta noche, después de haber


recibido una buena regañina por su pereza, suspiro tristemente, diciendo:

¡Ay! ¿Cuándo seré mayor para hacer lo que me apetezca?


Y he aquí que, a la mañana siguiente, descubrió sobre su cama una bobina de
hilo de oro de la que salió una débil voz:
Trátame con cuidado, príncipe.

Este hilo representa la sucesión de tus días. Conforme vayan pasando, el hilo
se ira soltando. No ignoro que deseas crecer pronto... Pues bien, te concedo el
don de desenrollar el hilo a tu antojo, pero todo aquello que hayas desenrollado
no podrás ovillarlo de nuevo, pues los días pasados no vuelven.

El príncipe, para cerciorarse, tiro con ímpetu del hilo y se encontró convertido
en un apuesto príncipe. Tiro un poco mas y se vio llevando la corona de su padre.
¡Era rey! Con un nuevo tironcito, inquirió:

Dime bobina ¿Cómo serán mi esposa y mis hijos?

En el mismo instante, una bellísima joven, y cuatro niños rubios surgieron a su


lado. Sin pararse a pensar, su curiosidad se iba apoderando de él y siguió
soltando mas hilo para saber como serian sus hijos de mayores.

De pronto se miro al espejo y vio la imagen de un anciano decrépito, de


escasos cabellos nevados. Se asusto de sí mismo y del poco hilo que quedaba
en la bobina. ¡Los instantes de su vida estaban contados! Desesperadamente,
intento enrollar el hilo en el carrete, pero sin lograrlo.

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Entonces la débil vocecilla que ya conocía, hablo así:

Has desperdiciado tontamente tu existencia. Ahora ya sabes que los días


perdidos no pueden recuperarse. Has sido un perezoso al pretender pasar por la
vida sin molestarte en hacer el trabajo de todos los días. Sufre, pues tu castigo.

El rey, tras un grito de pánico, cayó muerto: había consumido la existencia sin
hacer nada de provecho

EL MUÑECO DE NIEVE

Había dejado de nevar y los niños, ansiosos de libertad, salieron de casa y


empezaron a corretear por la blanca y mullida alfombra recién formada.

La hija del herrero, tomando puñados de nieve con sus manitas hábiles, se
entrego a la tarea de moldearla.

Haré un muñeco como el hermanito que hubiera deseado tener se dijo.

Le salio un niñito precioso, redondo, con ojos de carbón y un botón rojo por
boca. La pequeña estaba entusiasmada con su obra y convirtió al muñeco en su
inseparable compañero durante los tristes días de aquel invierno. Le hablaba, le
mimaba...

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Pero pronto los días empezaron a ser mas largos y los rayos de sol mas
calidos... El muñeco se fundió sin dejar mas rastro de su existencia que un
charquito con dos carbones y un botón rojo. La niña lloro con desconsuelo.

Un viejecito, que buscaba en el sol tibieza para su invierno, le dijo


dulcemente: Seca tus lagrimas, bonita, por que acabas de recibir una gran
lección: ahora ya sabes que no debe ponerse el corazón en cosas perecederas.

EL CEDRO VANIDOSO

Erase una vez un cedro satisfecho de su hermosura.

Plantado en mitad del jardín, superaba en altura a todos los demás árboles.
Tan bellamente dispuestas estaban sus ramas, que parecía un gigantesco
candelabro.

Plantado en mitad del jardín, superaba en altura a todos los demás árboles.
Tan bellamente dispuestas estaban sus ramas, que parecía un gigantesco
candelabro.

Si con lo hermoso que soy diera además fruto, se dijo, ningún árbol del mundo
podría compararse conmigo.

Y decidió observar a los otros árboles y hacer lo mismo con ellos. Por fin, en
lo alto de su erguida copa, apunto un bellísimo fruto.

Tendré que alimentarlo bien para que crezca mucho, se dijo.

Tanto y tanto creció aquel fruto, que se hizo demasiado grande. La copa del
cedro, no pudiendo sostenerlo, se fue doblando; y cuando el fruto maduro, la
copa, que era el orgullo y la gloria del árbol, empezó a tambalearse hasta que se
troncho pesadamente.

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¡A cuantos hombres, como el cedro, su demasiada ambición les arruina!

LA GATA ENCANTADA

Erase un príncipe muy admirado en su reino. Todas las jóvenes casaderas


deseaban tenerle por esposo. Pero el no se fijaba en ninguna y pasaba su tiempo
jugando con Zapaquilda, una preciosa gatita, junto a las llamas del hogar.
Un día, dijo en voz alta:

Eres tan cariñosa y adorable que, si fueras mujer, me casaría contigo.

En el mismo instante apareció en la estancia el Hada de los Imposibles, que dijo:

Príncipe tus deseos se han cumplido

El joven, deslumbrado, descubrió junto a el a Zapaquilda, convertida en una


bellísima muchacha.

Al día siguiente se celebraban las bodas y todos los nobles y pobres del reino
que acudieron al banquete se extasiaron ante la hermosa y dulce novia. Pero, de
pronto, vieron a la joven lanzarse sobre un ratoncillo que zigzagueaba por el salón
y zampárselo en cuanto lo hubo atrapado.

El príncipe empezó entonces a llamar al Hada de los Imposibles para que


convirtiera a su esposa en la gatita que había sido. Pero el Hada no acudió,
y nadie nos ha contado si tuvo que pasarse la vida contemplando como su
esposa daba cuenta de todos los ratones de palacio

EL NUEVO AMIGO
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Erase un crudo día de invierno. Caía la nieve, soplaba el viento y Belinda
jugaba con unos enanitos en el bosque. De pronto se escucho un largo aullido.
¿Que es eso? Pregunto la niña .

Es el lobo hambriento. No debes salir porque te devoraría le explico el enano


sabio.

Al día siguiente volvió a escucharse el aullido del lobo y Belinda , apenada,


pensó que todos eran injustos con la fiera. En un descuido de los enanos, salio,
de la casita y dejo sobre la nieve un cesto de comida.

Al día siguiente ceso de nevar y se calmo el viento. Salio la muchacha a dar


un paseo y vio acercarse a un cordero blanco, precioso.

¡Hola, hola! Dijo la niña. ¿Quieres venir conmigo?

Entonces el cordero salto sobre Belinda y el lobo, oculto se lanzo sobre el,
alcanzándole una dentellada. La astuta y maligna madrastra, perdió la piel del
animal con que se había disfrazado y escapo lanzando espantosos gritos de dolor
y miedo.

Solo entonces el lobo se volvió al monte y Belinda sintió su corazón


estremecido, de gozo, mas que por haberse salvado, por haber ganado un amigo.

EL HONRADO LEÑADOR

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Había una vez un pobre leñador que regresaba a su casa después de una
jornada de duro trabajo. Al cruzar un puentecillo sobre el río, se le cayo el hacha
al agua.

Entonces empezó a lamentarse tristemente: ¿Como me ganare el sustento ahora


que no tengo hacha?

Al instante ¡oh, maravilla! Una bella ninfa aparecía sobre las aguas y dijo al
leñador:

Espera, buen hombre: traeré tu hacha.

Se hundió en la corriente y poco después reaparecía con un hacha de oro


entre las manos. El leñador dijo que aquella no era la suya. Por segunda vez se
sumergió la ninfa, para reaparecer después con otra hacha de plata.

Tampoco es la mía dijo el afligido leñador.

Por tercera vez la ninfa busco bajo el agua. Al reaparecer llevaba un hacha
de hierro.

¡Oh gracias, gracias! ¡Esa es la mía!

Pero, por tu honradez, yo te regalo las otras dos. Has preferido la pobreza a
la mentira y te mereces un premio.

LA SEPULTURA DEL LOBO

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Hubo una vez un lobo muy rico pero muy avaro. Nunca dio ni un poco de lo
mucho que le sobraba. Sintiéndose viejo, empezó a pensar en su propia vida,
sentado a la puerta de su casa.

¿Podrías prestarme cuatro medidas de trigo, vecino? Le pregunto el burrito.

Te daré; ocho, si prometes velar por mi sepulcro en las tres noches siguientes a
mi entierro.

Murió el lobo pocos días después y el burrito fue a velar en su sepultura.


Durante la tercera noche se le unió el pato que no tenia casa. Y juntos estaban
cuando, en medio de una espantosa ráfaga de viento, llego el aguilucho que les
dijo:

Si me dejáis apoderarme del lobo os daré una bolsa de oro.

Será suficiente si llenas una de mis botas. Dijo el pato que era muy astuto.

El aguilucho se marcho para regresar en seguida con un gran saco de oro,


que empezó a volcar sobre la bota que el sagaz pato había colocado sobre una
fosa. Como no tenia suela y la fosa estaba vacía no acababa de llenarse. El
aguilucho decidió ir entonces en busca de todo el oro del mundo.

Y cuando intentaba cruzar un precipicio con cien bolsas colgando de su pico,


fue a estrellarse sin remedio.

Amigo burrito, ya somos ricos. Dijo el pato. La maldad del Aguilucho nos ha
beneficiado.

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Y todos los pobres de la ciudad. Dijo el borrico, por que con ellos
repartiremos el oro

EL CABALLO AMAESTRADO

Un ladrón que rondaba en torno a un campamento militar, robo un hermoso


caballo aprovechando la oscuridad de la noche. Por la mañana, cuando se dirigía
a la ciudad, paso por el camino un batallón de dragones que estaba de
maniobras. Al escuchar los tambores, el caballo escapo y, junto a los de las tropa,
fue realizando los fabulosos ejercicios para los que había sido amaestrado.

¡Este caballo es nuestro! Exclamo el capitán de dragones. De lo contrario no


sabría realizar los ejercicios. ¿Lo has robado tu? Le pregunto al ladrón.

¡Oh, yo...! Lo compre en la feria a un tratante...

Entonces, dime como se llama inmediatamente ese individuo para ir en su


busca, pues ya no hay duda que ha sido robado.

El ladrón se puso nervioso y no acertaba a articular palabra. Al fin, viéndose


descubierto, confeso la verdad.

¡Ya me parecía a mí exclamo el capitán Que este noble animal no podía


pertenecer a un rufián como tu!

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El ladrón fue detenido, con lo que se demuestra que el robo y el engaño rara
vez quedan sin castigo.

LA OSTRA Y EL CANGREJO

Una ostra estaba enamorada de la Luna. Cuando su gran disco de plata


aparecía en el cielo, se pasaba horas y horas con las valvas abiertas, mirándola.

Desde su puesto de observación, un cangrejo se dio cuenta de que la ostra


se abría completamente en plenilunio y pensó comérsela.

A la noche siguiente, cuando la ostra se abrió de nuevo, el cangrejo le echó


dentro una piedrecilla.

La ostra, al instante, intento cerrarse, pero el guijarro se lo impidió.

El astuto cangrejo salió de su escondite, abrió sus afiladas uñas, se abalanzó


sobre la inocente ostra y se la comió.

Así sucede a quien abre la boca para divulgar su secreto: siempre hay un oído
que lo apresa.

EL PAPEL Y LA TINTA

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Estaba una hoja de papel sobre una mesa, junto a otras hojas iguales a ella,
cuando una pluma, bañada en negrisima tinta, la mancho llenandola de palabras.

¿No podrias haberme ahorrado esta humillacion? Dijo enojada la hoja de papel a
la tinta. Tu negro infernal me ha arruinado para siempre.

No te he ensuciado. Repuso la tinta. Te he vestido de palabras. Desde ahora


ya no eres una hoja de papel, sino un mensaje. Custodias el pensamiento del
hombre. Te has convertido en algo precioso.

En efecto, ordenando el despacho, alguien vio aquellas hojas esparcidas y


las junto para arrojarlas al fuego. Pero reparo en la hoja “sucia” de tinta y la
devolvio a su lugar porque llevaba, bien visible, el mensaje de la palabra. Luego,
arrojo las demas al fuego

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NUEZ DE ORO

La linda Maria, hija del guardabosques, encontró un día una nuez de oro en
medio del sendero.

-Veo que has encontrado mi nuez.


Devuélvemela -dijo una voz a su espalda.

María se volvió en redondo y fue a encontrarse frente a un ser diminuto, flaco,


vestido con jubón carmesí y un puntia-gudo gorro. Podría haber sido un niño por
el tamaño, pero por la astucia de su rostro comprendió la niña que se trataba de
un duendecillo.

-Vamos, devuelve la nuez a su dueño, el Duende de la Floresta -insistió,


inclinándose con burla.
-Te la devolveré si sabes cuantos pliegues tiene en la corteza. De lo contrario me
la quedaré, la venderé y podré comprar ropas para los niños pobres, porque el
invierno es muy crudo.
-Déjame pensar..., ¡tiene mil ciento y un pliegues!

María los contó. ¡El duendecillo no se había equivocado! Con lágrimas en los
ojos, le alargó la nuez.

-Guárdala -le dijo entonces el duende-: tu generosidad me ha conmovido. Cuando


necesites algo, pídeselo a la nuez de oro.

Sin más, el duendecillo desapareció.

Misteriosamente, la nuez de oro procuraba ropas y alimentos para todos los


pobres de la comarca. Y como María nunca se separaba de ella, en adelante la
llamaron con el encantador nombre de ‘Nuez de Oro”

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CAPERUCITA Y LAS AVES

Aquel invierno fue más crudo que de ordinario y el hambre se hacía sentir en
la comarca. Pero eran las avecillas quienes llevaban la peor parte, pues en el
eterno manto de nieve que cubría la tierra no podían hallar sustento

Caperucita Roja, apiadada de los pequeños seres atrevidos y hambrientos,


ponía granos en su ventana y miguitas de pan, para que ellos pudieran
alimentarse. Al fin, perdiendo el temor, iban a posarse en los hombros de su
protectora y compartían el cálido refugio de su casita.

Un día los habitantes de un pueblo cercano, que también padecían escasez,


cercaron la aldea de Caperucita con la intención de robar sus ganados y su trigo.

-Son más que nosotros -dijeron los hombres-. Tendríamos que solicitar el envío
de tropas que nos defiendan.
-Pero es imposible atravesar las montañas nevadas; pereceríamos en el camino -
respondieron algunos.

Entonces Caperucita le habló a la paloma blanca, una de sus protegidas. El


avecilla, con sus ojitos fijos en la niña, parecía comprenderla. Caperucita Roja ató
un mensaje en una de sus patas, le indicó una dirección desde la ventana y lanzó
hacia lo alto a la paloma blanca.

Pasaron dos días. La niña, angustiada, se preguntaba si la palomita habría


sucumbido bajo el intenso frío. Pero, además, la situación de todos los vecinos de

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la aldea no podía ser más grave: sus enemigos habían logrado entrar y se
hallaban dedicados a robar todas las provisiones.

De pronto, un grito de esperanza resonó por todas partes: un escuadrón de


cosacos envueltos en sus pellizas de pieles llegaba a la aldea, poniendo en fuga a
los atacantes.

Tras ellos llegó la paloma blanca, que había entregado el mensaje.


Caperucita le tendió las manos y el animalito, suavemente, se dejó caer en
ellas, con sus últimas fuerzas. Luego, sintiendo en el corazón el calor de la
mejilla de la niña, abandonó este mundo para siempre

LA RATITA BLANCA

El Hada soberana de las cumbres invito un día a todas las hadas de las
nieves a una fiesta en su palacio. Todas acudieron envueltas en sus capas de
armiño y guiando sus carrozas de escarcha. Pero una de ellas, Alba, al oír llorar a
unos niños que vivían en una solitaria cabaña, se detuvo en el camino.

El hada entro en la pobre casa y encendió la chimenea. Los niños,


calentándose junto a las llamas, le contaron que sus padres hablan ido a trabajar
a la ciudad y mientras tanto, se morían de frío y miedo.

-Me quedare con vosotros hasta el regreso de vuestros padres -prometió ella.

Y así lo hizo; a la hora de marchar, nerviosa por el castigo que podía


imponerle su soberana por la tardanza, olvido la varita mágica en el interior de la
cabaña. El Hada de las cumbres contemplo con enojo a Alba.

Cómo? ,No solo te presentas tarde, sino que además lo haces sin tu varita?
¡Mereces un buen castigo!

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Las demás hadas defendían a su compañera en desgracia.

-Ya se que Alba tiene cierta disculpa. Ha faltado, sí, pero por su buen corazón, el
castigo no será eterno. Solo durara cien años, durante los cuales vagara por el
mundo convertida en ratita blanca.

Amiguitos, si veis por casualidad a una ratita muy linda y de blancura


deslumbrante, sabed que es Alba, nuestra hadita, que todavía no ha cumplido su
castigo

EL GRANJERO BONDADOSO

Un anciano rey tuvo que huir de su país asolado por la guerra. Sin escolta
alguna, cansado y hambriento, llegó a una granja solitaria, en medio del país
enemigo, donde solicitó asilo. A pesar de su aspecto andrajoso y sucio, el
granjero se lo concedió de la mejor gana. No contento con ofrecer una opípara
cena al caminante, le proporcionó un baño y ropa limpia, además de una
confortable habitación para pasar la noche.

Y sucedió que, en medio de la oscuridad, el granjero escuchó una plegaria


musitada en la habitación del desconocido y pudo distinguir sus palabras:

-Gracias, Señor, porque has dado a este pobre rey destronado el consuelo de
hallar refugio. Te ruego ampares a este caritativo granjero y haz que no sea
perseguido por haberme ayudado.

El generoso granjero preparó un espléndido desayuno para su huésped y


cuando éste se marchaba, hasta le entregó una bolsa con monedas de oro para
sus gastos.

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Profundamente emocionado por tanta generosidad, el anciano monarca se
prometió recompensar al hombre si algún día recobraba el trono.

Algunos meses después estaba de nuevo en su palacio y entonces hizo


llamar al caritativo labriego, al que concedió un título de nobleza y colmó de
honores. Además, fiando en la nobleza de sus sentimientos, le consultó en todos
los asuntos delicados del reino.

LA AVENTURA DEL AGUA

Un día que el agua se encontraba en su elemento, es decir, en el soberbio


mar sintió el caprichoso deseo de subir al cielo. Entonces se dirigió al fuego:
-Podrías tú ayudarme a subir mas, alto?

El fuego aceptó y con su calor, la volvió más ligera que el aire, transformándola en
sutil vapor.

El vapor subió más y más en el cielo, voló muy alto, hasta los estratos más
ligeros y fríos del aire, donde ya el fuego no podía seguirlo. Entonces las
partículas de vapor, ateridas de frío, se vieron obligadas a juntarse
apretadamente, volviéndose más pesados que el aire y cayendo en forma de
lluvia.

Habían subido al cielo invadidas de soberbia y fueron inmediatamente


puestas en fuga. La tierra sedienta absorbió la lluvia y, de esta forma, el agua
estuvo durante mucho, tiempo prisionera del suelo y purgó su pecado con una
larga penitencia

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EL LOBO

Cauto, silencioso, el lobo salió una noche del bosque atraído por el olor del
rebaño. Con paso lento se acercó al redil lleno de ovejas, poniendo atención en
donde ponía la pata para no despertar con el más leve ruido al dormido perro.

Sin embargo, la puso sobre una tabla y la tabla se movió. Para castigarse por
aquel error, el lobo levantó la pata con que habla tropezado y se la mordió hasta
hacerse sangre.

¿Verdad, amiguitos, que este lobo fue el mejor juez de sí mismo?

EL EMIR CAPRICHOSO

Hubo una vez en un lugar de la Arabia un emir sumamente rico y muy


caprichoso en el comer. Los mejores cocineros de la región trabajaban para él,
forzando cada día su imaginación para satisfacer sus exigencias.

Harto ya de tiernos faisanes y pescados raros, un día llamó a su cocinero jefe y le


dijo:

-Ahmed, voy a pedirte que me busques algún manjar que no haya probado nunca,

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Erase un hombre muy rico, pero también muy avaro. Un día acudió a la feria,
donde le ofrecieron un jamón muy barato.

porque mi apetito va decayendo. Si quieres seguir a mi servicio, tendrás que


ingeniarte cómo hacerlo.

-Si me ingenio y logro sorprenderos, ¿qué me daréis?

Aquel gran glotón, repuso:

-La mano de mi bellísima hija

Al día siguiente, el propio Ahmed sirvió al Emir en una bandeja de oro, el


nuevo manjar. Parecían uslos de ave adornados con una artística guarnición.
Comió el Emir y gritó entusiasmado:

-¡Bravo, Ahmed! Esto es lo más exquisito que he comido nunca. ¿Puedes decirme
qué es?

-El loro viejo que conservabais en su jaula de plata, señor.

-Tunante! Me has engañado. ¡No te casarás con mi hija!

El Gran Visir intervino en el pleito. Y puesto que el Emir había proclamado


que el manjar era exquisito, sentenció a favor del cocinero, que fue dichosísimo
con su hermosa princesa.

EL CASTIGO DEL AVARO

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-Se, lo compro! Después de todo, hago un negocio, pues con ese dinero ni
patatas hubiera adquirido.

Y se dio el gran atracón de jamón, manjar que nunca probaba. Resultó que
estaba podrido y al día siguiente, aquejado de fuertes dolores, hubo de llamar al
médico.

-Qué habéis comido? -le preguntó el galeno

El avaro, entre suspiros, mencionó su compra barata.

-¡Buena la habéis hecho! -se burló el médico-.

Entre la factura de la botica y la mía, caro va a saliros el jamón podrido.

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EL ASNO Y EL HIELO

Era invierno, hacía mucho frío y todos los caminos se hallaban helados. El
asnito, que estaba cansado, no se encontraba con ánimos para caminar hasta el
establo.

-¡Ea, aquí me quedo! -se dijo, dejándose caer al suelo. Un aterido y hambriento
gorrioncillo fue a posarse cerca de su oreja y le dijo:

-Asno, buen amigo, tenga cuidado; no estás en el camino, sino en un lago helado.

-Déjame, tengo sueño ! Y, con un largo bostezo, se quedó dormido.

Poco a poco, el calor de su cuerpo comenzó a fundir el hielo hasta que, de


pronto, se rompió con un gran chasquido. El asno despertó al caer al agua y
empezó a pedir socorro, pero nadie pudo ayudarle, aunque el gorrión bien lo
hubiera querido.

La historia del asnito ahogado debería hacer reflexionar a muchos


holgazanes. Porque la pereza suele traer estas consecuencias.

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LA GRATITUD DE LA FIERA

Un pobre esclavo de la antigua Roma, en un descuido de su amo, escapó al


bosque. Se llamaba Androcles. Buscando refugio seguro, encontró una cueva. A
la débil luz que llegaba del exterior, el muchacho descubrió un soberbio león. Se
lamía la pata derecha y rugía de vez en cuando. Androcles, sin sentir temor, se
dijo:

-Este pobre animal debe estar herido. Parece como si el destino me hubiera
guiado hasta aquí para que pueda ayudarle. Vamos, amigo, no temas, vamos...

Así, hablándole con suavidad, Androcles venció el recelo de la fiera y tanteó su


herida hasta encontrar una flecha profundamente clavada. Se la extrajo y luego le
lavó la herida con agua fresca.

Durante varios días, el león y el hombre compartieron la cueva. Hasta que


Androcles, creyendo que ya no le buscarían se decidió a salir. Varios centuriones
romanos armados con sus lanzas cayeron sobre él y le llevaron prisionero al
circo.

Pasados unos días, fue sacado de su pestilente mazmorra.


El recinto estaba lleno a rebosar de gentes ansiosas de contemplar la lucha.

Androcles se aprestó a luchar con el león que se dirigía hacia él. De pronto,
con un espantoso rugido, la fiera se detuvo en seco y comenzó a restregar
cariñosamente su cabezota contra el cuerpo del esclavo.

-íSublime! ¡Es sublime! ¡César, perdona al esclavo, pues ha sojuzgado a la fiera! -


gritaron los espectadores

El emperador ordenó que el esclavo fuera puesto en libertad. Lo que todos


ignoraron fue que Androcles no poseía ningún poder especial y que lo ocurrido no
era sino la demostración de la gratitud del animal.

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LOS GENIECILLOS HOLGAZANES

Erase unos duendecillos que vivían en un lindo bosque. Su casita pudo haber
sido un primor, si se hubieran ocupado de limpiarla. Pero como eran tan
holgazanes la suciedad la hacía inhabitable.

-Un día se les apareció la Reina de las hadas y les dijo:

Voy a mandaros a la bruja gruñona para que cuide de vuestra casa. Desde luego
no os resultará simpática...

Y llegó la Bruja Gruñona montada en su escoba. Llevaba seis pares de gafas


para ver mejor las motas de polvo y empezó a escobazos con todos. Los
geniecillos aburridos de tener que limpiar fueron a ver a un mago amigo para que
les transformase en pájaros.

Y así, batiendo sus alas, se fueron muy lejos...

En lo sucesivo pasaron hambre y frío; a merced de los elementos y sin casa


donde cobijarse, recordaban con pena su acogedora morada del bosque. Bien
castigados estaban por su holgazanería, errando siempre por el espacio...

Jamás volvieron a disfrutar de su casita del bosque que fue habitada por
otros geniecillos más obedientes y trabajadores.

LA FALSA APARIENCIA

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Un día, por encargo de su abuelita, Adela fue al bosque en busca de setas
para la comida. Encontró unas muy bellas, grandes y de hermosos colores llenó
con ellas su cestillo.

-Mira abuelita -dijo al llegar a casa-, he traído las más hermosas...

¡mira qué bonito es su color escarlata!

Había otras más arrugadas, pero las he dejado.

-Hija mía -repuso la anciana-

Esas arrugadas son las que yo siempre he recogido. Te has dejado guiar por
las y apariencias engañosas y has traído a casa hongos que contienen veneno. Si
los comiéramos, enfermaríamos; quizás algo peor...

Adela comprendió entonces que no debía dejarse guiar por el bello aspecto
de las cosas, que a veces ocultan un mal desconocido.

EL VIAJERO EXTRAVIADO

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Erase un campesino suizo, de violento carácter, poco simpático con sus
semejantes y cruel con los animales, especialmente los perros, a los que trataba a
pedradas.

Un día de invierno, tuvo que aventurarse en las montañas nevadas para ir a


recoger la herencia de un pariente, pero se perdió en el camino. Era un día
terrible y la tempestad se abatió sobre él. En medio de la oscuridad, el hombre
resbaló y fue a caer al abismo. Entonces llamó a gritos, pidiendo auxilio, pero
nadie llegaba en su socorro. Tenía una pierna rota y no podía salir de allí por sus
propios medios.

-Dios mío, voy a morir congelado...


-se dijo.

Y de pronto, cuando estaba a punto de perder el conocimiento, sintió un


aliento cálido en su cara. Un hermoso perrazo le estaba dando calor con
inteligencia casi humana. Llevaba una manta en el lomo y un barrilito de alcohol
sujeto al cuello. El campesino se apresuró a tomar un buen trago y a envolverse
en la manta. Después se tendió sobre la espalda del animal que, trabajosamente,
le llevó hasta lugar habitado, salvándole la vida.

¿Sabéis, amiguitos qué hizo el campesino con su herencia?

Pues fundar un hogar para perros como el que le había salvado, llamado
San Bernardo. Se dice que aquellos animales salvaron muchas vidas en los
inviernos y que adoraban a su dueño...

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