REvista de Signis 13
REvista de Signis 13
REvista de Signis 13
Comit Patrocinante
Toms Maldonado, Eliseo Vern (Argentina); Umberto Eco, Paolo Fabbri (Italia).
Directora
Lucrecia Escudero Chauvel (Argentina).
Jefes de Redaccin
Claudio Guerri (Argentina).
Jefes de Redaccin adjuntos
Eliseo Coln Zayas (Puerto Rico)
Teresa Velzquez Garca-Talavera (Espaa)
Comit de Redaccin
Lucrecia Escudero Chauvel, Claudio Guerri, Juan ngel Magarios de Morentn, Rosa Mara Ravera, Oscar
Steimberg, Oscar Traversa (Argentina); Eduardo Peuela Caizal, Monica Rector, Maria Lucia Santaella (Brasil);
Armando Silva (Colombia); Rafael del Villar (Chile); Charo Lacalle, Jorge Lozano, Cristina Peamarn, Jos
Mara Paz Gago, Jos Romera Castillo, Carlos Scolari, Teresa Velzquez (Espaa); Adrin Gimate-Welsh, Alfredo
Tenoch Cid Jurado (Mxico); Eliseo Coln Zayas (Puerto Rico); Fernando Andacht (Uruguay); Jos Enrique
Finol (Venezuela).
Comit Cientfico
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Pignatari (Brasil); Romn Gubern, Carmen Bobes (Espaa); Erik Landowski (Francia); Pino Paioni (Italia); Jos
Pascual Buxo (Mxico); Desiderio Blanco (Per); Floyd Merrell (USA).
Comit Asesor
Leonor Arfuch, Ana Mara Camblong, Mario Carln, Olga Corna, Mara Teresa Dalmasso, Fabricio Forastelli,
Susana Frutos, Mara Ledesma, Isabel Molinas, Silvia Tabachnik, Estela Zalba (Argentina); Ana Claudia Alvez
de Oliveira, Carlos Assis Iasbeck, Silvia Borelli, Beth Brait, Yvana Fechine, Jos Luis Fiorim, Irene Machado,
Eduardo Neiva, Eufrasio Prates (Brasil); Ana Mara Burdach (Chile); Jess Martn-Barbero, Eduardo Serrano
Ojuela (Colombia); Desiderio Navarro (Cuba); Juan Alonso, Pilar Couto, Jos Manuel Prez Tornero, Mon
Rodrguez, Santos Zunzunegui (Espaa); Eero Tarasti (Finlandia); Claude Chabrol, Patrick Charaudeau, Jean
Paul Desgoutte, Franois Jost, Guy Lochard (Francia); Bernard McGuirk, Guillermo Olivera, Greg Philo (UK);
Paolo Bertetti, Cristina Demaria, Gianfranco Marrone, Roberto Pellerey, Patrizia Violi (Italia); Carmen de la
Peza, Roberto Flores, Katia Mandoki, Raymundo Mier, Mara Eugenia Olavarra, Mara Rayo Sankey Garca
(Mxico); Oscar Quezada Macchiavello (Per); Rosario Snchez Vilela (Uruguay); Walter Mignolo (USA);
Frank Baiz, Rocco Mangieri, Dobrila de Nery (Venezuela).
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Nueva Coleccin
deSignis 13
Directora: Lucrecia Escudero Chauvel
Fronteras
Coordinadora: Teresa Velzquez
Velzquez, Teresa
Fronteras. - 1a ed. - Buenos Aires : La Cruja, 2009.
220 p. ; 23x16 cm. - (DeSignis)
ISBN 978-987-601-088-7
Ana Mara Camblong (Universidad Nacional de Misiones); Eliseo Coln Zayas (Universidad de Puerto Rico);
Franois de Bernard (Grupo GERM, Pars); Olga del Ro Snchez (Universidad Autnoma de Barcelona,
Espaa); Lucrecia Escudero Chauvel (Universidad de Lille III, Francia); Antonio Fausto Neto (Universidad do
Valle do Rio do Sinos, Brasil); Fabricio Forastelli (CONICET, Argentina); Nstor Garca Canclini (Universidad
Autnoma de Mxico, Mxico); Claudio Guerri (Universidad de Buenos Aires, Argentina); Tanius Karam
(Universidad Autnoma Ciudad de Mxico; Mxico); Jorge Lozano (Universidad Complutense de Madrid,
Espaa); Ral Magalln Rosa (Universidad Carlos III, Espaa); Carmen Martnez Romero (Universidad
de Granada, Espaa); Mara Ins Mendoza Bernal (Universidad del Zulia, Venezuela); Silvia Molina y Vedia
(Universidad Nacional Autnoma de Mxico, Mxico); Flix J. Ros (Universidad de La Laguna, Tenerife,
Espaa); Marta Rizo Garca y Vivian Romeu Aldaya (Universidad Autnoma Ciudad de Mxico, Mxico),
Valentina Saini (LAPREC-Universidad Autnoma de Barcelona, Espaa); Graciela Spector-Bitan (Universidad
Hebrea de Jerusaln, Israel); Sahar Taalat (Universidad Complutense de Madrid, Espaa); Aime Vega Montiel
(Universidad Nacional Autnoma de Mxico, Mxico); Teresa Velzquez (Universidad Autnoma de Barcelona,
Espaa).
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Tucumn 1999 - C1050AAM
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Diagramacin: Ana Uranga B.
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ISBN: 978-987-601-088-7
Impreso en Argentina
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F ronteras
I. Escenarios
Coordinadora: Teresa Velzquez
Teresa Velzquez
Presentacin y bibliografa
Dilogo disciplinar e interacciones tericas: las fronteras y sus permeabilidades 9
Fronteras culturales
Graciela Spector-Bitan
El exilio del lenguaje. Identidades e inmigracin 19
Fronteras sociales
Franois de Bernard
Pobreza y violencia 55
Fronteras mediticas
Sahar M. Talaat
La construccin de universos simblicos a travs de la ficcin televisiva:
transmisin de identidades culturales excluyentes 75
Tanius Karam
Nuevas fronteras a propsito del discurso periodstico sobre derechos humanos.
El caso de las Muertas de Jurez 96
Antnio Fausto Neto
Enunciao meditica e suas zonas de pregnncias 105
Fronteras polticas
Flix J. Ros
La atlanticidad como hibridacin cultural 116
Fabricio Forastelli
La construccin de fronteras en el anlisis poltico del discurso: Ernesto Laclau 134
Fronteras tecnolgicas
III. Discusin
Sin lmites
Fronteras y confines en la semitica de la cultura
Jorge Lozano 183
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I. E scenarios
Fronteras culturales
Fronteras sociales
Fronteras mediticas
Fronteras polticas
Fronteras tecnolgicas
Teresa Velzquez
1. Introduccin
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Dilogo disciplinar e interacciones tericas: las fronteras y sus permeabilidades
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Teresa Velzquez
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Dilogo disciplinar e interacciones tericas: las fronteras y sus permeabilidades
Desde esta perspectiva situamos esta reflexin porque consideramos que la fron-
tera es un espacio dinmico, de traslaciones, de intercambios y en donde la semiosis
ilimitada se genera en ese espacio de trnsito y de interpretacin que tiene su lugar
en ese lmite a traspasar que seala la semiosfera como lugar de traduccin (Lotman
1996)
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Teresa Velzquez
La frontera como concepto semitico abre una enorme perspectiva para espacio
del dilogo disciplinar. La semitica contempornea cuyo objeto de estudio sea, en
sentido extenso y sin exclusiones, el espacio de la vida cotidiana, lo que acontece en la
sociedad y sus consecuencias, precedido de una formalizacin para la interpretacin
de estos fenmenos generadores de sentido que devienen en universos simblicos,
hace que este campo disciplinar, obligatoriamente, se vea impulsado o bien a dialogar
e interactuar con otros espacios tericos con el fin de contribuir al avance de la propia
disciplina en esa puesta en comn, o bien a tomar de otros mbitos disciplinarios sus
especificidades para poder traducirlas a universos simblicos comprensibles para la
sociedad. Un lugar de reflexin que comparte espacios fronterizos que se permeabili-
zan por la necesidad de avanzar y explicar los fenmenos contemporneos de la vida
de las sociedades. As, si se abandona el enfoque unidireccional de las disciplinas y
sus fronteras y se aborda, se afronta, un discurso en el que sea posible dar respuesta
a problemas disciplinares, en precisa lgica, ello conducira a que las especificidades
de cada campo disciplinar constituido como frontera quede positivamente borroso
en aras de la construccin de un discurso permeabilizado metodolgicamente que
d respuesta al dilogo disciplinar. La semitica nos ha dejado bastantes ejemplos de
esta permeabilidad, entre otras: Semitica de la historia, del arte, de la literatura, de
la comunicacin, de la arquitectura, del cine, de la imagen, de la moda, del mundo
digital, del teatro y, de una manera global, la Semitica de la cultura.
Cuando ya Umberto Eco (1977), en el captulo introductorio del Tratado de Semitica
General titulado Hacia una lgica de la cultura, establece posibles diferentes lmites de
la Semitica en un intento de clarificar qu es objeto de la misma y qu no lo es y emplea
en sus reflexiones el trmino umbral, ste nos parece una excelente representacin para
mostrar que los lmites no frenan, no cierran el hecho de estudiar las funciones semiticas
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Dilogo disciplinar e interacciones tericas: las fronteras y sus permeabilidades
En este punto, las fronteras semiticas y, por lo tanto, definidas por Lotman (1984
[1996]) como semiosfera, se encuentran con el intrprete (Morris 1964), el cual fija,
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Teresa Velzquez
desde su propio universo cultural, lo que pertenece a ese sistema de signos que se le
ofrece interpretar y que decide incorporarlo a su propio universo de signos en un con-
tinuo dinmico, lo que nos hace recuperar la nocin de semiosis en Peirce.
5. A modo de conclusin
Deseamos concluir esta reflexin con una apuesta optimista sobre el futuro de
nuestra disciplina. Creemos firmemente que abordar la disciplina semitica desde las
fronteras tericas y el dilogo que se d en ese espacio de trnsito har que la semi-
tica contempornea se ocupe de esas transversalidades que, sin duda, hacen avanzar
el conocimiento cientfico.
Tendremos, as, un espacio transdisciplinar, en y desde la semitica, que conduci-
ra a la construccin de un discurso permeabilizado en el que se compartiran meto-
dologas, conceptos, teoras desde el propio campo disciplinar y en dilogo con otros
mbitos tericos-disciplinares. Esto dara lugar a una propuesta para otros campos
cientficos y, en concreto, para las ciencias sociales, en el que, finalmente, se llegara a
la transdisciplinariedad.
Vemos, pues, que abordar la semitica desde la perspectiva de la frontera supone,
en primer lugar, la bsqueda de espacios tericos transitables y permeables; en segun-
do lugar, una determinada estrategia basada en la transdisciplinariedad abordada des-
de el propio campo disciplinario; en tercer lugar, contar con un aparato conceptual en
constante revisin y vlido para los diferentes mbitos disciplinares; en cuarto lugar,
una teora semitica que refuerce su campo de reflexin, que profundice y priorice
los temas que preocupan a la sociedad contempornea, de manera que sea un campo
cientfico que d respuestas a la sociedad en la que basa sus reflexiones tericas; y, en
quinto lugar, una semitica as considerada dara lugar a la creacin de conocimiento,
donde los contextos de produccin simblica pudieran ser definidos e identificados.
Notas
1
Nombre con el que se denomina en Europa a los jvenes que, o bien acceden a su primer
puesto de trabajo, bien se mantienen con ese sueldo durante varios aos, lo que implica
una imposibilidad de independizarse de las familias y entrar en la cadena productiva de las
sociedades occidentales con una mnima dignidad.
2
En los estimulantes dilogos epistolares a travs del ciberespacio que hemos mantenido con
Lucrecia Escudero, le agradecemos profundamente su acertada sugerencia sobre la reflexin
que presentamos en estas pginas y que en este pasaje recuerdan el Tratado de Semitica General
de Umberto Eco y sus consideraciones sobre los lmites de la Semitica y sus presupuestos
epistemolgicos, por lo que, en su opinin, deba quedar visiblemente manifiesto, habida
cuenta, adems de que, implcitamente, lo estaba. Creo que ste es un ejemplo ms del dilogo
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Dilogo disciplinar e interacciones tericas: las fronteras y sus permeabilidades
de enunciados, intertextualidad, de la que nos hablaba Bajtn (1979 [1982]), puesto que, sin
una conciencia clara, mientras se produca el presente artculo, los textos que hemos ledo en
diferentes perodos de nuestra vida intelectual afloran en nuestra escritura, en nuestro dilogo
intelectual, lo que incide en la dinmica del texto producido, su referencia y citacin.
Referencias bibliogrficas
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Sevilla: GITTCUS-Alfar.
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Fronteras culturales
G raciela Spector-Bitan
1.1 Identidades
Cuando el individuo llega al nuevo pas, debe enfrentarse con un contexto des-
conocido y diferente desde el punto de vista tnico y cultural, que a la vez le permite
nuevas posibilidades de eleccin. La identidad tnica es la accin de clasificar, sepa-
rar y agrupar la poblacin en una serie de categoras definidas en trminos de noso-
tros y vosotros (Epstein 1978). Por ello, la nueva situacin provoca tanto a nivel
individual como grupal nuevas confrontaciones con el s mismo que conducen al
abandono de formas establecidas de inclusin o a la emergencia de nuevas expresio-
nes de exclusividad. La etnia, entonces, halla su expresin ms visible en la aparicin
de nuevas categoras sociales. Si aplicamos estos conceptos a la situacin de los judos
en la dispora y en Israel, vemos que tanto la identidad juda como la nacional (rusa,
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Graciela Spector-Bitan
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El exilio del lenguaje. Identidades e inmigracin
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Graciela Spector-Bitan
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El exilio del lenguaje. Identidades e inmigracin
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Graciela Spector-Bitan
por lo menos parte de los inmigrantes se niega a emplear las estrategias pragmticas
del lenguaje hebreo, segn se lo han explicado en detalle, ella los considera fracasos
pragmticos. Generalmente empleamos el trmino fracaso cuando los intentos de
lograr un objetivo no son coronados por el xito. Por qu Gershenson denomi-
na entonces fracasos tambin a las instancias en las que el inmigrante afirma que
prefiere las estrategias de su lengua? Parecera que la investigadora decidiera hacer
caso omiso de lo que, a mi juicio, constituye la explicacin del fenmeno: los sen-
timientos negativos e incluso hostiles de sus entrevistados hacia la cultura israel, y
hacia los israeles, a los que consideran groseros y poco delicados. Cmo es posible
esperar que empleen las estrategias pragmticas de una cultura que desprecian? Es
ste un caso de ceguera paradigmtica aguda, que aqueja a la mayor parte de las
investigaciones acerca del fracaso pragmtico. Las explicaciones son siempre exte-
riores al grupo investigado, y reflejan la ideologa bsica de integracin de los inmi-
grantes en Israel. Slo podremos hablar de fracaso cuando los inmigrantes expresen
su intencin de hablar como los nativos.
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El exilio del lenguaje. Identidades e inmigracin
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Graciela Spector-Bitan
la culpa ante la traicin tnica que tal aprendizaje implica. Ciertos individuos de-
tendrn su aprendizaje a poco de iniciarlo, con las consecuentes dificultades en su
avance profesional y social. Otros, ms ambiciosos, procurarn adquirir un nivel
ms elevado, a pesar de que, en la mayor parte de los casos, ciertas habilidades lin-
gsticas exhibirn un nivel inferior dentro de la constelacin de habilidades lin-
gsticas del nuevo idioma; o, si poseen una competencia elevada, emplearn un
dialecto neutro, desprovisto de expresiones idiomticas, carente de colorido, que
seala su extranjeridad. Como lo explica Trosset (1986: 185), uno teme llegar al
xito total en el aprendizaje del nuevo idioma, ya que hablar otro idioma perfecta-
mente es convertirse en otra persona. El miedo de perder nuestra identidad provoca
una fuerte resistencia contra la adquisicin total y completa del nuevo lenguaje.
En este proceso, distintos individuos arriban a soluciones diferentes, casi siempre
no-nativas, expresando el exilio del lenguaje que hablan.
3. Conclusin
Referencias bibliogrficas
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El exilio del lenguaje. Identidades e inmigracin
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S an J uan de P uerto R ico y los deleites
de una carnavalizacin domesticada
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San Juan de Puerto Rico y los deleites de una carnavalizacin domesticada
Una vez derribada la muralla en 1897, el mbito institucional de los espacios para
la diversin y lo festivo estuvo representado primero en la fantasmagora de la carpa,
Cine Path,- estructura mvil e inestable que metaforiz al nuevo medio- y posterior-
mente en la teatralidad del edificio del Casino de Puerto Rico (figura 2). El avance
de la modernidad urbana de San Juan se daba ahora extramuros, no slo en lo que
respecta al espacio, sino a las ideas. En La fiesta de los patriotas franceses, un ensayo
que apareci publico en 1910 en el semanario El Puerto Rico Ilustrado dice: A raz
de la invasin norteamericana en 1898, para el puertorriqueo, lo francs asumi el
aura de lo intelectual, lo moderno y lo representativo de la libertad (citado en Vivo-
ni Farague 1995 [1910]: 47). En lo que atae a la salida del permetro de la muralla,
la mirada de una voluntad de ciudad moderna se volc hacia los barrios de Puerta de
Tierra y Santurce.
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Eliseo Coln Zayas
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San Juan de Puerto Rico y los deleites de una carnavalizacin domesticada
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Eliseo Coln Zayas
El barrio de Santurce inici el siglo veinte como ciudad jardn, para el ocio, dis-
frute y diversin. La evolucin urbana a lo largo del tramo de la Carretera Central,
hoy Avenida Ponce de Len, estuvo vinculada, en gran medida, al desarrollo del tran-
va de vapor que desde 1880 una la ciudad amurallada con Santurce, eje de los pri-
meros atisbos urbansticos de San Juan. Uno de los primeros parques de diversiones
en la isla se construy en los terrenos del Instituto Provincial de Segunda Enseanza,
en la parada diecinueve. Estos predios fueron utilizados en 1893 para la Feria Expo-
sicin del Cuarto Centenario del Descubrimiento de Amrica. Una montaa rusa
constituy uno de los atractivos ms importante del parque.
Parece que luego de la invasin estadounidense, Santurce iba en camino a con-
vertirse en el lugar ameno y buclico que el poeta modernista puertorriqueo, Luis
Llorns Torres, describi en 1915. Llorns considera la ciudad como una especie de
Garden City, que, en este caso, complementara el proyecto de City Beautiful que ob-
servamos en Puerta de Tierra. Santurce sera para el poeta un espacio idlico para el
esparcimiento, la diversin, el recreo y el disfrute: jardines poblados de mil rosas,
palmeras de exhuberantes ramas, casas de estilos caprichosos, casas tibias como los
besos. Nuestro pintor de la vida santurcina en gran medida reproduce las ideas que
recoge Ebenezer Howard en el libro de 1902, Garden Cities of Tomorrow Junto a la
grandiosidad arquitectnica y urbanstica del City Beautiful, el ambiente buclico del
Garden City conform el clima de opiniones para el desarrollo de las ciudades a prin-
cipios de siglo veinte. El City Beautiful provey grandes espacios para ser utilizados
por pocas personas, el nfasis estaba en el aire de grandeza y no en el disfrute. Por otro
lado, las ciudades jardn o jardines suburbanos del Garden City contribuyeron a los
procesos de pensar la ciudad como un suburbio. Fueron construidas fuera de los per-
metros de la ciudad, una ciudad al margen de la ciudad, en donde conviven personas
que comparten los mismos intereses y nivel social.
Visto desde la mirada del City Garden, Llorns Torres se detena a disfrutar el con-
junto de residencias que, entre la elegancia y pomposidad del Beaux Arts, y el exotis-
mo tropical de los cottages, formaban el espacio pastoril del Santurce de las primeras
dos dcadas del siglo veinte santurcino. Mirar la ciudad constitua un gesto de diver-
sin y entretenimiento. Los antecedentes abundan: el paseo por las alamedas en Sevi-
lla, por Unter den Linden en Berln, por el Gardiners Mall en Dubln, por la Avenida
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San Juan de Puerto Rico y los deleites de una carnavalizacin domesticada
Nevsky en San Petersburgo o por los bulevares parisinos, entre otros tantos ejemplos.
Santurce se erigi como el primer espacio de diversin del siglo veinte sanjuanero de
los diversos sectores de la sociedad.
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Eliseo Coln Zayas
La situacin econmica de la isla hacia finales de la dcada del treinta dio paso a
la casa mediana, al edificio de apartamentos y al saln de baile. En algunos casos, la
necesidad de establecer lazos entre los espacios constitutivos del sector hegemnico,
y un sentido social de identidad personal y de grupo, llev a la bsqueda de formas
culturales que articularan sus vnculos con el pasado. El Spanish Revival en la arqui-
tectura fue una de los dispositivos que permiti estrechar los lazos con el pasado. Para
un sector de la poblacin de la ciudad en plena reestructuracin, la invencin de una
tradicin espaola les permiti reconocerse como grupo. Esta esttica del Spanish
Revival haba sido utilizada para la construccin de grandes estructuras como el Van-
derbilt Condado Beach Hotel, la Escuela de Medicina Tropical, el cuadrngulo de la
Universidad de Puerto Rico.
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San Juan de Puerto Rico y los deleites de una carnavalizacin domesticada
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Eliseo Coln Zayas
4. Conclusin
La apariencia de una ciudad y como organiza sus espacios son las bases materia-
les sobre las cuales un sinnmero de sensaciones y prcticas sociales pueden pensarse,
evaluarse y lograrse. San Juan cerr el siglo veinte con lugares que respondieron a los
nuevos sentidos de lo ldico, de lo festivo, del ocio. San Juan, ciudad plenamente su-
burbana, recorre los caminos del mall. Una sociedad masiva, acelerada, con nuevas
tareas funcionales, nuevos materiales, nuevas tecnologas e ideologas, y nuevos gustos
y modas, convive con unos lenguajes, maneras de vivir y tradiciones populares que se
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San Juan de Puerto Rico y los deleites de una carnavalizacin domesticada
Referencias bibliogrficas
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E n las zonas fronterizas de la discursividad textual .
L a escritura literaria
Si bien parte importante del debate terico actual se ocupa del problema de la
identidad, no se han analizado suficientemente en este debate lo que consideramos las
fronteras discursivas de lo identitario. El pensamiento esencialista, debido a su fun-
damentacin bsicamente ahistrica, como ha estudiado ampliamente Juan Carlos
Rodrguez (1984 [2001] y 2002), intentar silenciar, cuando no negar, las cuestiones
referentes a los lmites de las construcciones culturales. Para presentarse a s mismo
y sus nociones como categoras universales, el esencialismo necesita borrar tanto sus
lmites, sus zonas fronterizas, como su historicidad. Si queremos llamar la atencin
sobre ello es porque, de hecho, gran parte de los anlisis que se ocupan de lo iden-
titario acaban participando de la nocin esencialista de identidad y defendiendo su
carcter universalista, y ello incluso cuando se ocupan de analizar cmo se construyen
de forma particular identidades determinadas por el gnero, la geoterritorialidad, la
etnicidad o el sexo.
Aquello que en principio y de manera sustancial delimita las caractersticas particu-
lares de cada una de las nociones de identidad son las zonas fronterizas de la discursivi-
dad textual. En este sentido, se hace necesario en este debate plantear algunas preguntas
as como delimitar algunas conceptualizaciones. Al interrogarnos acerca de cmo se
construye lo identitario, las preguntas bsicas atenderan a analizar si estructuralmente
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En las zonas fronterizas de la discursividad textual. La escritura literaria
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Carmen Martnez Romero
cepcin ahistrica de lo identitario como algo unificado y universal. Sin embargo, son
las relaciones de poder en el orden cultural las que histricamente han estructurado
la relacin entre sujetos y, por lo tanto, el estrato bsico de lo identitario; de aqu la
significativa funcin que el discurso literario del sujeto cumple en este proceso.
De hecho, es obvia la evidencia de la relacin entre el poder y lo poltico, se ana-
liza ampliamente su relacin con lo econmico y no se silencia la manera en que el
poder se manifiesta en lo social y las diferencias de clase. No obstante, se representa
de manera totalmente opaca la manera en que opera la relacin entre poder y espa-
cio cultural, entendiendo ste como el lugar a travs del cual el sujeto estructura su
relacin con lo real. No obstante, su funcin va a ser determinante para conformar y
estructurar a partir del discurso cultural cualquier otro espacio, desde el econmico
al poltico o el social.
El anlisis de las relaciones de poder en el orden cultural evidencia a qu respon-
den las zonas fronterizas en las que se cruzan diferentes discursividades textuales. Pues
los textos de las zonas fronterizas delimitan la lgica estructural de las diferencias cul-
turales, que construyen a la vez las radicalmente diferentes nociones de lo identitario,
desde la nocin de la identidad como expresin del hombre mismo, como expresin
de principios sacralizados o como pregunta abierta a las paradojas de las identidades
construidas como esencialidades, ya sean sagradas o libres.
La escritura fronteriza nace de una negacin, que al mismo tiempo es una bsque-
da. En principio, la negacin de los moldes discursivos precedentes, al mismo tiempo
que se buscan las claves de un nuevo lenguaje, pero que al no producirse en el vaco,
necesita reproducir de alguna manera la discursividad precedente. En este sentido,
necesitan una diferente lectura aquellos textos que se colocan en los lmites de la es-
critura de la modernidad con la escritura sacralizada o aquellos otros que se colocan
en los lmites de la escritura del sujeto moderno, pero tambin en las fracturas con
una identidad sacralizada, con larga tradicin.
Para llevar al espacio de la escritura literaria esta teorizacin, y como muestra de la
carnavalizacin del lenguaje en una escritura que quiere marcar fronteras con la cons-
truccin de la identidad tanto en la discursividad sacralizada como en la de la moder-
nidad, hacemos referencia a textos de Federico Garca Lorca, entresacados de algunas
de sus obras poticas o teatrales aunque sean las menos conocidas por el gran pblico
y estn consideradas por la crtica tradicional como sus textos ms oscuros.
Si tomamos estos textos para interrogarnos acerca de cmo se construye lo iden-
titario en la escritura literaria, las preguntas tericas bsicas que hemos planteado
atenderan a analizar si la identidad en estas obras se construye como expresin de
un s mismo o si se construye al sujeto como expresin de una esencia sagrada, o
si lo que se construye es un desmontaje de ambas expresiones de lo identitario. Y en
este sentido, la lectura de estas obras nos lleva a dibujar ese mosaico plural que va a
caracterizar una escritura en la frontera, pues lo que la lectura crtica tradicional con-
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2. El desmontaje de lo sacralizado
Los textos que comentamos se sitan en una negacin, al mismo tiempo que ini-
cian una bsqueda que slo es posible en una escritura fronteriza. En primer lugar,
la negacin de moldes de gnero, pero de manera bsica la fractura de lo sacralizado.
Si la voz del ser humano en las discursividades teocrticas se construye como expre-
sin de una esencia sobrenatural, es para, a la vez, construir unas relaciones sociales,
unas relaciones identitarias definidas por vnculos de dependencia. Las imgenes de
identidad que se construyen son las de un hombre, una mujer marcados por una de-
pendencia estructurada verticalmente. Esto es, una construccin identitaria marcada
por unas relaciones de sometimiento en cuyo vrtice est lo sagrado, que se convierte
en la fuente de las estrategias discursivas que producen las realidades sacralizadas, que
esta escritura fronteriza intentar desmontar.
Lo que Lorca propone como un nuevo lenguaje literario va a necesitar de una es-
trategia que antes que nada tiene que ser desacralizadora. Esta escritura en la frontera
necesitar construir el desmontaje de un lenguaje sagrado, un lenguaje construido
desde el necesario sometimiento que estructura todas las relaciones identitarias, en
aquellas culturas donde la palabra revelada se convierte en el canon que estructura
una identidad siempre jerarquizada y siempre sometida al otro.
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Buscando una nueva expresin para la escena, y para negar los moldes clsicos
del gnero, se toman como material textos significativos de la escenografa de lo sa-
grado, aunque son textos que se toman para su carnavalizacin, de ah que el texto
elegido para parodiar la teatralidad teocrtica sea en numerosas ocasiones la Pasin
Cristiana.
En el centro de la escena, una cama de frente y perpendicular, como pintada por un pri-
mitivo, donde hay un Desnudo Rojo coronado de espinas azules. Al fondo, unos arcos
y escaleras que conducen a los palcos de un gran teatro. A la derecha, la portada de una
universidad. Al levantarse el teln se oye una salva de aplausos (Garca Lorca, 1978:121,
El Pblico).
De hecho, todo el dilogo, en este cuadro, entre el personaje del Desnudo y el En-
fermero, se convierte en una parodia del Sermn de las Siete Palabras, y la agona del
crucificado se convierte en la agona de todos los personajes.
ENFERMERO. (En voz alta). Cundo va a comenzar el toque de agona?
(Se oye una campana)
LOS LADRONES. (Levantando los cirios). Santo. Santo. Santo.
DESNUDO. Padre: en tus manos encomiendo mi espritu
ENFERMERO. Es cierto. Y las farmacias estn abiertas para la agona.
DESNUDO. Para la agona del hombre solo, en las plataformas y en los trenes (Garca
Lorca 1978: 137, El Pblico).
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En las zonas fronterizas de la discursividad textual. La escritura literaria
Esta escritura no se sita all donde el modelo ya est plenamente instituido, presin-
tiendo que los modelos instituidos pertenecen a una cultura basada, asentada, y solidifi-
cada por una autoridad, la que le ha dado el poder solidificado de unas nociones cultu-
rales construidas como naturales. Con la construccin de un nuevo lenguaje se plantean
tambin las dificultades inherentes, subrayando que esta dificultad para construir un
nuevo lenguaje, una nueva escritura, una nueva recepcin, est bsicamente en el placer
de lo conocido, al mismo tiempo que en el miedo a lo desconocido.
Esta escritura no slo es una cida crtica del esencialismo literario o la verdad sa-
cralizada, sino que al mismo tiempo que construye, instituye otra mirada, una mirada
desde lo que todava no es un lenguaje conocido. Por otra parte, la acumulacin de
todo aquello que es hueco, silencio, fractura, lmite, esto es, zona fronteriza, se con-
vierte en recurso para construir el sentido de esta escritura. La crtica a la cultura al
aire libre es la crtica a sus silencios, a todo aquello de lo que no se habla en la dis-
cursividad moderna.
Frente a la mscara y el silencio amordazado del cuerpo, el fronterizo lenguaje
bajo la arena es la investigacin en las humedades confinadas, y la escritura
ser la encargada de investigar lo que hay detrs de las mscaras que esconden el
cuerpo. Un lenguaje, apenas visible en sus trazos, que no tiene donde descan-
sar, pues el verdadero drama es un circo de arcos donde el aire y la luna y las
criaturas entran y salen sin tener un sitio donde descansar. Un lenguaje bajo
la arena que todava no es lenguaje y busca la investigacin de los huecos por
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Lo ms interesante de esta escritura es aquello que este lenguaje, esta mirada frac-
turada, no es. Escritura fronteriza que se resume en una pregunta abierta del hombre
y la mujer de nuestros das que suben al escenario y se preguntan: dnde est hoy el
ser o no ser del poder y el amor?, por qu nos entretienen con el amor del que Romeo
y Julieta son representacin?, qu es lo que no sabemos del poder y las rutinas de
vida?, y el resto de interrogaciones que podemos seguir aadiendo desde la frontera
con un neurotizado lenguaje libre ensimismado en sus sometimientos, y un sacraliza-
do lenguaje velado por el sometimiento en su expresin ms pura.
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Fronteras sociales
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Interculturalidad y fronteras internas. Una propuesta desde la comunicacin y la semitica
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Interculturalidad y fronteras internas. Una propuesta desde la comunicacin y la semitica
mltiple y lo diverso que no estn delimitados por lneas ni trazas visibles; son espacios
de intercambio, lugares invisibles en donde tienen lugar los procesos de interaccin
entre lo igual y lo diferente. El espacio entre lo uno y lo otro se convierte as, entonces,
en un lugar de negociacin y/o conflicto entre los imaginarios y sentidos de la vida que
cada uno posee y que se despliegan, justamente, en la interaccin.
As, las fronteras simblicas, entonces, estn hechas de materialidades discursivas
diversas, de universos de sentidos distintos y, a veces, contrapuestos. Pero es en ellas
en donde se manifiesta el encuentro intercultural, el intercambio comunicativo entre
sujetos distintos que, en el mismo proceso de interaccin, ponen en comn saberes
y haceres, para compartirlos, negociarlos y/o rechazarlos. Todo ello contribuye a la
construccin de un nosotros frente a un ellos. Por lo anterior, las fronteras simblicas
pueden comprenderse como los espacios de gestacin de la identidad.
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al propio lenguaje (Lozano 1999: 4). La frontera semitica es el lugar donde tienen
lugar los intercambios, la agregacin de filtros lingsticos a travs de los cuales un
texto toma la forma se traduce a otro texto (Lotman 1996).
Y ah est el punto interesante: la traduccin, fenmeno comprendido como par-
te indisoluble del intercambio, la interpretacin, la interaccin. Es en la frontera
semitica en tanto zona de negociacin y generacin de sentidos donde esto justa-
mente ocurre. Sin esta negociacin de sentidos, el dilogo y por ende, la comunica-
cin es imposible. Esta zona de negociacin garantiza los contactos semiticos entre
los mundos de los sujetos interactuantes, lo que resulta ms visible en situaciones de
contacto o interaccin intercultural, pero no resulta privativo de ellas.
Segn Appadurai (2001), la negociacin puede darse mediante tres posibilidades:
que una de las lenguas prevalezca sobre la otra y la haga desaparecer; que se produzca
una mezcla de las dos lenguas formando una tercera; y que se use el cambio de cdigo
alternando en el habla trozos de ambas lenguas. En cualquier caso, todas las posibili-
dades contribuyen a ocasionar cambios en el lenguaje, en las formas de ver y pensar
el mundo, en las prcticas rituales y hasta en la propia comprensin que los colectivos
tienen de s mismos (Appadurai 2001); de ah la importancia de las fronteras en la
auto-percepcin y la hetero-percepcin. Es as que llegamos a una definicin de fron-
tera que parece ser til para comprender las situaciones de interaccin intercultural:
la frontera es un espacio donde se condensan infinidad de procesos socioculturales
(Grimson 2000), un espacio generador de una inmensa mixtura de identidades que,
a la vez, generan distinciones y conflictos, pero tambin dilogos.
Adems del mismo concepto de frontera semitica, as como del de semisfera, nos
parece importante recuperar algunas ideas en torno a la categora de mundos semiticos
posibles, que seran los contrapuestos a los mundos del sentido comn. Los mundos se-
miticos posibles son los lugares desde donde los sujetos interpretan el mundo, a s mis-
mos y a los otros. Son posibles en el sentido de que no existen en un sentido estricto, son
disposiciones listas para ser utilizadas para dotar de significados a algo. Y por supuesto,
son semiticos porque abarcan todas las materias primas de la comunicacin: los conos,
los ndices, los smbolos y todas sus posibles combinaciones. Podemos ver los mundos se-
miticos posibles, por lo tanto, como el conjunto de alternativas entre las posibilidades
enunciativas y comprensivas que se ponen en juego en situaciones de interaccin.
En este ltimo apartado trataremos de sintetizar lo dicho a lo largo del texto, para
proponer, en ltimo trmino, una forma de comprensin de las fronteras culturales,
internas, simblicas, semiticas como categora bsica para un mejor entendimiento
de los procesos de comunicacin intercultural.
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P obreza y violencia
Franois de Bernard
1. Prembulo
El ttulo de este texto fue propuesto por los organizadores del encuentro Violen-
ce, Foi et Dialogue Interculturel/Violence, Fait and Intercultural Dialogue, celebrado
en Alejandra, Egipto, en diciembre de 2005 y organizado por la Comisin Alema-
na de la UNESCO y la Fundacin Anna Lind, no ha sido propuesto por m, sino
por los organizadores del encuentro. Hago esta observacin porque tendra razones
para considerar como irrazonable al personaje que surgira en una escena cualquiera
pretendiendo abrazar con su discurso una problemtica tan temible como pobre-
za y violencia, que parece reunir ella sola lo esencial de los males de la humanidad
contempornea y difunta Si bien he aceptado abordar este desafo, no es ni por
presuncin, ni con motivo de competencias supuestas en la materia (De Bernard
1995, 2002), sino para ponerme al servicio del objetivo que nos ha sido asignado por
la dinmica poltica euro-mediterrnea, a saber: la idea de pensar, de acompaar y, si
es posible, de favorecer una dinmica tal, por la instauracin de un dilogo intercul-
tural, con vistas a profundizar en los vnculos entre los pueblos y las naciones del rea
mediterrnea, y se esfuerzan por definir los contornos de un proyecto de porvenir co-
mn y pacfico, en el seno del cual todos podran tener el sentimiento de convertirse
en ganadores en un respeto mutuo.
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lencia en funcin de cada uno de estos marcos y sus relaciones recprocas. Cmo
resistir los dos acercamientos normativos que consisten: a) en dividir en sectores la
comprensin la idea de que todo depende de uno de los marcos en particular y
b) explicar todo por la aspiracin de lo local por lo global? En efecto, encontramos
la contradiccin de que: c) no queremos volver a pensar localmente la pobreza y
la violencia; d) no sabemos o todava no pensar globalmente concertamos, por
recurrencia, lo local en funcin de lo global, hablamos entonces de glocal, con el
fin de enmascarar la ignorancia o la incapacidad; y e) nos mostramos incapaces
de pensar la relacin misma entre los diferentes marcos en los que se despliegan la
pobreza y la violencia.
Con el fin de superar los diferentes conocimientos en el seno de los cuales se en-
cuentra atrapada la problemtica pobreza y violencia, sugiero volver a visitarla gra-
cias a ciertos instrumentos disponibles que ya han sido probados en repetidas ocasio-
nes. Estos instrumentos son los conceptos de trmino, lmite, frontera, borderline, pero
tambin de inclusin.
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cin favorecida por un pensamiento diferente de los lmites entre pobreza, violencia,
democracia, globalizacin, mercado mundial, Estados-nacin, Europa, el Mediterr-
neo, frica, el Mundo y, finalmente: la poltica Esto permitira, en particular, en-
tender la pobreza como otra vertiente, otro lmite comn de la globalizacin lo que
no es en absoluto lo mismo que concebirla como su producto, su consecuencia, y
entender as la pobreza en marcha en la globalizacin en el sentido del gobierno de
la pobreza (Bernard 2002).
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Pobreza y violencia
Esto nos reenva a la situacin del famoso Sir Alfred del aeropuerto de Roissy, que
permanece borderline despus de numerosos aos, sin visa, sin estatus, sin posibilidad
de partida. Lleva consigo y en s, sobre este lmite territorial, toda la violencia y la po-
breza de un mundo globalizado que no le formula ninguna respuesta, puesto que no
hay producto industrializable, vendible que se corresponda con su situacin y pueda
serle entregado en su direccin.
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Notas
1
La desigualdad es a menudo fuente de violencia. Es peligroso para la paz y la seguridad
nacionales e internacionales dejar que se agraven las desigualdades econmicas y polticas. En
efecto, estas desigualdades, en particular la lucha por el poder poltico, la tierra y otros bienes,
pueden engendrar la desintegracin de la sociedad y la exclusin social y conducir a conflictos
y a la violencia. (Naciones Unidas 2005).
2
Se refiere el autor a los acontecimientos acaecidos en las ciudades autnomas espaolas de
Ceuta y Melilla del Norte de frica, ciudades fronterizas con Marruecos, en octubre de 2005,
donde mueren diferentes emigrantes subsaharianos. [Nota de la coordinacin del nmero].
3
El Mediterrneo es la frontera ms desigual del mundo. Ninguna otra frontera separa tan
grandes diferencias de ingresos. Entre 1994 y 2004, el PIB por habitante de los Quince se ha
ms que doblado, elevndose en la actualidad a ms de 30.000 dlares. En el mismo perodo,
en la orilla Sur del Mediterrneo, el ingreso por habitante ha pasado de un poco menos a un
poco ms de 5.000 dlares. En aquello que concierne a los diez nuevos pases de la Unin, este
ingreso ha pasado de 6.000 a casi 15.000 dlares. Discurso del presidente Josep Borell para
la apertura de la sesin plenaria de la Asamblea Parlamentaria Euro-mediterrnea, Rabat, 21
de noviembre de 2005.
4
Deleuze, Gilles. Cours du 21 mars 1978, Universit de Vincennes.
5
Respecto de este concepto vase Monsalve Solorzano 2002.
6
La poltica es la composicin de los mundos. O tanto una composicin del mundo comn
segn las relaciones, muy a menudo conflictivas, como las comunidades traban entre ellas.
Tal es una cosmopoltica, una poltica de los mundos. sta no busca someter la totalidad del
mundo a una administracin comn, a una gestin comn de los recursos, de las producciones,
de los intercambios y de los consumos, al gobierno de una fuerza comn que monopolizara
la violencia legtima; del mismo modo que no invoca una mtica regulacin natural de las
necesidades o una armona naturales de las alegras. (Tassin 2003).
7
Se refiere el autor al Primer Festival Mundial de las Artes Negras, celebrado en Dakar, en 1966,
que impulsa Leopold Sedar Senghor como Presidente del Senegal. [Nota de la coordinacin
del nmero]. .
8
Este festival se inscribe en el espritu de la Declaracin universal de la UNESCO sobre la
diversidad cultural. Su concepcin ha sido madurada por aquellos que creen en esta declaracin
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y que han comprendido que la cultura es un factor de paz, de estabilidad y de cohesin social.
Esta conviccin que ha favorecido su puesta en marcha deriva de la voluntad firme de sus
iniciadores (la Agencia Intergubernamental de la Francofona, Burkina Faso, Cte dIvoire
y Mal), a los cuales se han aadido Gambia, Guinea Conakry y Senegal. El Tringulo de
Balafon tiene unos objetivos globales y unos objetivos especficos. Los objetivos globales son:
establecer entre pases africanos vecinos unas relaciones culturales fundadas en el intercambio
de experiencias, el conocimiento y el respeto recprocos; contribuir a la consolidacin de la
integracin y de la paz entre las poblaciones de Burkina Faso, de Cte dIvoire y de Mal;
valorizar el patrimonio cultural de la sub-regin. En la pgina web: www.afribone.com,
consultada el 29 junio de 2005.
9
La declaracin fundadora de este Festival sealaba: l. Que las artes escnicas son una
herramienta esencial para contribuir a la integracin cultural profunda de nuestros pueblos.
2. Que su desarrollo constituye un aporte fundamental al fortalecimiento de las identidades
nacionales, sobre la base del respeto a las diversidades culturales que nos unen, del derecho
de los creadores a expresarse libremente y de la comunidad en su conjunto al acceso universal
de los bienes culturales, partiendo de la garanta de su libre circulacin. 3. Que para lograr
ese desarrollo es menester propiciar una mayor cooperacin entre los gobiernos, los creadores
y el sector privado en proyectos de trascendencia interregional. 4. Que el crecimiento de la
actividad cultural de la regin servir para alentar nuevos proyectos que revertirn el concepto
de frontera como limitacin, al de punto de encuentro de culturas diversas y mancomunadas.
Instituto Nacional del Teatro, Argentina, 2003.
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E sos monstruos en la frontera *
1. Introduccin
El tema de este trabajo sugiere mucho, pero nada tiene que ver con los monstruos
guardianes que aparecen en las antiguas sagas ni con los muros que pretenden separar
unos pueblos de otros, como el desaparecido muro de Berln o el presente que trata de
contener la migracin ilegal mexicana hacia los Estados Unidos. Pero si este trabajo
no habla de estas cosas, de qu habla?
Ningn monstruo se percibe como tal a s mismo. La caracterizacin del mons-
truo procede de los dems, de los otros que lo observan. Uno nunca es un monstruo;
la dinmica de la argumentacin y los recovecos de la propia miseria, siempre permi-
ten justificar nuestros errores y desplazar la monstruosidad hacia otro lado.
En este trabajo, al tratar sobre lo que ocurre en las fronteras de la sociedad, se
habla de monstruos, estos seres desconocidos que ocasionan pesadillas al resto de la
sociedad: se trata de los sistemas emergentes autoorganizados, que son formaciones
sociales que la propia sociedad no se explica cmo surgieron.
Para poder entender desde qu perspectiva se estn observando estos monstruos
es necesario hacer una brevsima revisin que permita establecer los conceptos y la
aproximacin terica desde los cuales se parte.
El gran observador de monstruos es el sistema social en general, sus espacios ms
activos, sus subsistemas ms claramente definidos y sus preferencias culturales. El sis-
tema social, tal como lo define la teora desarrollada por Niklas Luhmann (1991) es
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Esos monstruos en la frontera
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Silvia Molina y Vedia
camente ciertos temas, fenmenos y problemas. Tambin podra decirse que el silen-
ciamiento es el caldo de cultivo de los pequeos huevos de monstruo. La desatencin
implicada en la condicin de silenciamiento no suele ser el producto de oscuras ma-
quinaciones, sino del inters por operar eficientemente sobre cuestiones consideradas
prioritarias, la escasez de recursos disponibles y la costumbre de asignarlos para las
actividades que ya estaban previstas (Molina y Vedia y De la Garza 2006). En los es-
pacios silenciados de la sociedad, la comunicacin que se produce no trasciende, no
impacta, pero puede llegar a desbordarse cuando sus enlaces hacen emerger un nuevo
sistema, un sistema autoorganizado que pugna por influir en el resto de la sociedad
o que, por sus caractersticas, provoca en ella grandes irritaciones. As como en toda
fantasa urbana aparecen monstruos como los cocodrilos gigantes en las alcantarillas
de Nueva York, la diferencia es que stos a los que se hace referencia, se desplazan en
pleno da, aunque al principio no los veamos.
Es el alto nivel de irritacin que provoca en la sociedad el reconocimiento de la
mayora de los sistemas emergentes autoorganizados lo que caracteriza su percepcin
monstruosa. Atendiendo a estas y otras apreciaciones, el objetivo de este trabajo
consiste en explicar por qu, en las fronteras de la sociedad, existe una serie de sis-
temas emergentes autoorganizados cuyo surgimiento y desarrollo le resultan tan in-
quietantes.
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Silvia Molina y Vedia
los sistemas emergentes autoorganizados. Sin embargo, al principio estos sistemas son
percibidos por el resto de la sociedad slo como ruido.
El sistema social no ofrece las mismas posibilidades de desarrollo a todos sus com-
ponentes, sino que su misma complejidad y el grado de evolucin de los sistemas di-
ferenciados en su interior crean oportunidades distintas entre y dentro de ellos (Luh-
mann 1998). En el aspecto comunicativo, esto implica un desfase entre el uso de los
medios de comunicacin socialmente generalizados2 y las posibilidades de acceso a
objetos, metas y relaciones. Entre quienes menos acceso tienen a ellos estn los sec-
tores silenciados, fronterizos, porque aun cuando perciban los mensajes estandariza-
dos de los medios masivos, tales mensajes corresponden a perspectivas alejadas de sus
posibilidades o no responden a lo que necesitan, y cuando esperan ser tomados en
cuenta comprueban que son sistemticamente ignorados.
El efecto del silenciamiento es una suerte de confinamiento de las comunicaciones
dentro de los mismos espacios en que se producen y no exactamente una ausencia de
comunicacin en el nivel de los sectores silenciados. La comunicacin de los sectores
silenciados no trasciende hacia otros sectores de la sociedad, porque la sociedad mis-
ma no est interesada en ella.
En la percepcin opuesta, en los sectores no silenciados, slo lo que ellos mismos
dicen es trascendente, ya que segn ellos, en los otros sectores hay poblaciones donde
no pasa nada. Se figuran as a los sectores silenciados como aquellos en que si bien
no existe una total ausencia de comunicacin, sta debe tratar de algo simple, casi va-
co de significado, como la conversacin plana.3
Por lo tanto, al estar excluidos o alejados de los grandes centros de decisin, los
espacios silenciados de una sociedad son campos de cultivo en los que proliferan las
comunicaciones sin el procesamiento estricto de los cdigos que operan en los secto-
res claramente diferenciados de la sociedad, tales como la poltica, la educacin o la
religin4 (Luhmann 1998). Por lo mismo, estas comunicaciones no estn necesaria-
mente ligadas a las preferencias y convenciones sociales, y pueden llegar a generar sus
propias estructuras de significacin, sus ofertas preferenciales y sus valores.
Los sistemas sociales emergentes autoorganizados suelen resultar de la amalgama
de las demandas y expectativas ms diversas. Esto se debe a que en los sectores silen-
ciados no existe ninguna constriccin que los obligue a seguir un cdigo preciso ni
a proceder segn las normas que existen y rigen bajo las formas predominantes del
control social y la ley.
Debido a ello, la emergencia de estos nuevos sistemas es inesperada en la sociedad,
que no tiene recursos para reconocerlos, normatividad para regularlos ni recursos para
afrontar sus demandas que siempre le parecen exageradas o fuera de lugar. A la sor-
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Esos monstruos en la frontera
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Silvia Molina y Vedia
problemticas, sino que habla de una enorme turbulencia social en las fronteras del
sistema social y en las zonas limtrofes de cada uno de los sistemas internamente di-
ferenciados en su interior.
Adems de los problemas que existen cuando un sistema emergente autoorganiza-
do surge en la sociedad, existe otro factor de irritacin igualmente problemtico. Los
sistemas emergentes autoorganizados no slo se desarrollan desde s mismos, sino que
producen su propia comunicacin y, a veces, su propio lenguaje. No hay traductores de
esos lenguajes. El contraste entre, por un lado, lo que quieren y cmo lo dicen y, por
el otro, lo que pueden hacer las instituciones y organizaciones formales de la sociedad,
suele ser enorme. No slo el cdigo, sino muchas veces el lenguaje que se usa, tiene sig-
nificados ininteligibles para el otro. A esto se debe sumar la extraordinaria rapidez con
que los sistemas emergentes pueden transformarse y transformar sus demandas.
Establecer comunicacin entre el conjunto de la sociedad y los sistemas emergen-
tes es problemtico porque en ellos las demandas evolucionan ms rpido que el di-
logo con las autoridades y lo vuelven casi imposible. Las experiencias frustrantes para
el sistema poltico y la sociedad en general en su trato con los sistemas emergentes au-
toorganizados, aunadas con el hecho de que muchas veces no se tienen ni se pueden
tener los recursos necesarios para satisfacer las demandas, aumenta la irritabilidad de
la sociedad y sus esfuerzos por contener lo que no sabe y a veces no puede solucio-
nar. Si, por un lado, en los trminos ms positivos, el sistema poltico trata de crear
estructuras que contengan tales demandas comisiones, oficinas especializadas para
tratar el asunto, etc., en los trminos ms negativos suele practicar el silenciamiento
deliberado y la represin.
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Esos monstruos en la frontera
deSignis 13 | 73
Silvia Molina y Vedia
Notas
Referencias bibliogrficas
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conferencia presentada en el XVIII Encuentro Nacional AMIC, Michoacn (indito).
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Fronteras mediticas
Sahar M. Talaat
1. Introduccin
deSignis 13 | 75
Sahar M. Taalat
la regin, lo que supuso que entrara en competencia con otras producciones regiona-
les e internacionales. Los aos noventa, con la multiplicacin de cadenas va satlite,
inician una etapa de incipiente pluralismo frente a los monopolios estatales de medios
de comunicacin. La produccin de ficcin y entretenimiento dibuja nuevas perspec-
tivas en el mercado de los medios de comunicacin rabes, lo que ha permitido su
influencia a nivel social, econmico y poltico. Como consecuencia, otras industrias
mediticas como la ficcin siriana, jordana, libanesa o de los pases del Golfo Prsico
comenzaron a ampliar el mapa de productos y a reducir el monopolio egipcio en el
mercado regional.
Las series de televisin rabes durante el mes del Ramadn normalmente aspiran
a mostrar tres necesidades: la primera, formalizar una diversidad de perspectivas y va-
lores a alcanzar; la segunda, establecer los criterios precisos capaces de expresar una
perspectiva determinada sobre el inters pblico; y la tercera, encontrar indicadores
operacionales de los criterios simblicos, capaces de producir experimentos mediti-
cos sociales confiables y comunicables para exponerles al debate publico.
En el caso de los pases rabes, y como efecto de la situacin de colonizacin vi-
vida a lo largo de su historia, cobra sentido el concepto de cultura nacional, y la
crtica entre Cultura y Estado expuesta por Sinclair (2000) para la poca de la globa-
lizacin y que refleja, segn el autor, nuevos terrenos que buscan una proteccin de
la cultura contra las fuerzas extranjeras y guardan su enfoque sobre la autenticidad
cultural y la soberana nacional. Encontramos en estas ideas una justificacin de por
qu las series rabes, en su mayora, contienen un elemento de defensa de la propia
cultura y tradicin.
Algo que los investigadores David Morley y Kevin Robins (1995) destacaban al
hablar del papel simblico desempeado por la televisin al ofrecer a la audiencia
una imagen de s misma y de la nacin como una comunidad conocida y colocar
a los individuos en el centro de la vida nacional. Segn estos autores, la televisin
refuerza cotidianamente en los individuos la estandarizacin del tiempo a nivel
nacional, en lugar de vivir en un tiempo y espacio limitados por lo local. No cabe
duda de que cada generacin ve su cultura a partir de las tradiciones con las que
crece (Tomlinson 1991).
Muchos pases, sobre todo aquellos que se encuentran en vas de desarrollo, pro-
curan proteger y defender sus propias culturas lingsticas nacionales en la esfera
comunicacional y, dentro de los Estados, observamos cmo las fuerzas polticas de-
mandan unas estrategias de comunicacin que respeten y fomenten la integracin y
la identidad regional y local.
En cada paso, y segn cada nivel de organizacin social, comenzando por lo glo-
bal hasta lo local y viceversa, hay un seguimiento de una lnea normativa que estable-
ce ciertas premisas sobre la naturaleza y significacin del nexo entre la comunicacin
masiva y la cultura del pueblo o lugar.
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La construccin de universos simblicos a travs de la ficcin televisiva
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Sahar M. Taalat
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La construccin de universos simblicos a travs de la ficcin televisiva
Para abordar este apartado nos refreiremos a dos telenovelas que fueron difundi-
das por el canal satlite privado Saudi, MBC Middle East Broadcast Corporation,
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Sahar M. Taalat
difundidas tambin por el satlite Nilesat y que se transmiten desde Dubai, Emiratos
rabes. La primera, Bab Al Hara, La puerta del barrio, ficcin siria que va por su
tercera temporada durante el Ramadn, ha tenido una audiencia muy elevada, lo que
ha favorecido al canal MBC, pues ha sido el canal ms visto en los pases rabes, sobre
todo en Arabia Saudita, segn las estadsticas publicadas por IPSOS y PARC sobre la
audiencia de entre quince aos y ms. La segunda fue la telenovela egipcia El rey Fa-
ruk, que se presentaba en el mismo canal durante el mes de octubre de 2007, segn
el peridico Al Saharq Al Awsat.
Las telenovelas rabes, sean egipcias o sirias, tratan los temas sociales y polticos,
donde exponen una variacin temtica histrica y convencional que reflejan sus po-
cas. El tema central de la telenovela siria Bab Al Hara destaca la historia de Siria bajo
el protectorado otomano y los acontecimientos histricos de los movimientos revolu-
cionarios contra los otomanes como reflejo de las luchas permanentes de los pueblos
que sufran un colonialismo tirnico. La telenovela destaca los valores sociales y cul-
turales tradicionales desaparecidos ahora. En cuanto al formato del melodrama de la
serie, el encuadramiento meditico cultural focaliza la vida convencional de Damasco
durante esta poca, como las relaciones sociales entre las familias, el papel importante
del hombre en la sociedad y la situacin de la mujer y su rol secundario en un am-
biente dirigido por la mentalidad masculina.
Aunque muchos crticos han remarcado que el contenido ha sido exagerado, la ma-
yora de la audiencia rabe, desde Marruecos hasta Irak y los pases del Golfo, aprecia-
ron los detalles de la narracin en los que los telespectadores reconocieron una profunda
familiaridad donde se encuentra recuerdos de unos xitos histricos de los tiempos he-
roicos, algo que no corresponda con los acontecimientos en su vida actual.
La serie El rey Faruk, ha desarrollado una visin histrica distinta sobre el perfil de
la sociedad egipcia durante su reino. Muchas escenas han construido unos smbolos
de llamamiento a la conciencia popular concretando sobre los valores de la partici-
pacin social; el desarrollo democrtico representado por los cambios de partidos, la
legislacin, los movimientos parlamentarios; la situacin de la corrupcin; el poder
del arte y su conexin con lo poltico; el papel importante de la mujer a nivel polti-
co, social y educativo. La opinin pblica rabe, y egipcia sobre todo, ha relacionado
los argumentos de la serie con su situacin actual, comparando entre la historia que
estudiaban en el colegio y la otra narracin televisiva.
La serie estuvo expuesta a muchas crticas porque el tema principal relata la parte
desconocida de la vida personal del ltimo rey de Egipto. Su autobiografa ha sido
desconocida para muchas generaciones durante dcadas, y ha sido omitida por los
personajes de la revolucin, que ocultaban al pueblo egipcio muchos aspectos de su
personalidad y reacciones durante su poca. Su tratamiento social, humano y poltico
ha dejado preguntas abiertas a la audiencia a quien le llegaba la historia de la familia
real egipcia desfigurada y que no representaba la realidad de la experiencia de estos
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La construccin de universos simblicos a travs de la ficcin televisiva
5. Conclusin
Segn las lecturas que los pblicos hacen de esas telenovelas en funcin de sus
gustos, existen enfoques del melodrama que no representan una intervencin poltica
directa. Sin embargo, se pueden deducir muchas consecuencias indirectas sobre las
polticas educativas y sobre las prcticas culturales.
La utilidad de la informacin simblica en la narracin de las telenovelas rabes
puede referirse a criterios de uso muy distintos. Por ejemplo, la necesidad de este
simbolismo es imprescindible para la reproduccin del sistema social apropiado para
contribuir a la creacin, o al menos, a la recreacin de las condiciones institucionales,
culturales o materiales. Estas condiciones son determinantes para el funcionamiento
de la formacin social y para medir los efectos de los medios rabes.
Aunque todava los sistemas de comunicacin en el mundo rabe que han perdido
influencia suelen ser tenazmente conservadores. Algo que ilustra que la integracin de
la comunicacin con la organizacin y con la accin social no tiene por qu ser siem-
pre armonizada. Slo se requiere que el reajuste efectuado permita una prctica de la
comunicacin pblica viable y que se encuentra en grado suficiente con las necesida-
des de informacin que la sociedad tiene en su momento para conseguir una reforma
funcional de la comunicacin.
El impacto de relacionar simblicamente lo histrico y lo actual significa que la
sociedad es capaz de superar la estigmatizacin ignorante y extraer de su oscuridad
una mirada fundamental para construir sus identidades propias. Este tipo de teleno-
vela puede dirigirse a diferentes categoras de audiencia y sirve para el mantenimiento
de la estructura social. Lo que introduce una crtica cultural primordial a travs de los
medios rabes para desarrollar la confianza en las fuerzas transformadoras que tocan
los centros nerviosos de la represin social y poltica. El nuevo flujo de la telenovela
rabe influye en asumir la responsabilidad de vincularse con la sociedad en la gestin
de los asuntos de la vida cotidiana e incorpora valores de modernidad que los gobier-
nos en aquellos pases tienen que adaptarles para crear un mecanismo cultural capaz
de mantener un equilibrio social que corresponda al inters publico protegiendo sus
identidades locales y regionales.
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Sahar M. Taalat
Notas
1
Efectivamente, la cadena comercial panrabe Middle East Broadcasting (MBC), fundada en
Londres, en septiembre de 1991 por empresarios saudes llega va satlite Eutelsat y Arabsat
a los pases rabes. Desde 1993, cuando fue adquirida por un cuado del rey saud Fahd,
tambin llega a los inmigrantes rabes en Europa. A partir de 2006 emite en abierto para
captar audiencias en Europa y en el norte de frica. Del mismo grupo es la cadena Al-Arabiya,
que tambin emite va satlite.
2
Nos referimos a los resultados de la investigacin titulada Anlisis de la exclusin social en
la ficcin de la televisin de la Unin Europea y del Mediterrneo Sur SEC2002-03868,
financiado por el Ministerio de Educacin y Ciencia. Direccin General de Investigacin de
Espaa, realizada durante los aos 2002 a 2005, a la que hemos tenido acceso y en la que se
analizaron series emitidas por televisiones de distintos pases de la regin mediterrnea. As:
Espaa: TVE 1 y TV3; Francia: France 3; Italia: RAI 1; Marruecos: TVM; Egipto: TV E.
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Rey Faruk (2007).
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E liminando fronteras : identidades de gnero frente a la
televisin
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Aime Vega Montiel
fronteras erigidas. Con este propsito, el objetivo del presente trabajo es conocer la
forma en la cual las amas de casa y los jefes de familia se relacionan con la televisin
en el marco de su vida cotidiana. El lente a travs del cual ser analizado este fenme-
no comunicativo es el de la perspectiva de gnero. El supuesto central del que parto
es que la identidad de gnero determina las formas particulares en que estas mujeres y
hombres se relacionan con la realidad social y con los otros, formas que pasan por la
manera en que se conciben como ciudadanos, en la percepcin que tienen de las esfe-
ras domstica y pblica y en cmo las vivencian, en cmo participan en los procesos
comunicativos y, en este sentido, en cmo se relacionan con la televisin y en cmo
interpretan los mensajes mediticos.
Las fronteras del gnero, al igual que las de clase, se trazan para servir una gran
variedad de funciones polticas, econmicas y sociales. Estas fronteras son a menu-
do movibles y negociables. (Conway, Bourque y Scott 1996: 24). Las fronteras de
gnero constituyen las bases sobre las cuales Occidente construy el proyecto de la
Modernidad. Fronteras de gnero que, como lo seala Joan W. Scott, son, al mismo
tiempo, un proyecto cultural pero tambin poltico. Cultural porque se reconoce el
gnero como un elemento constitutivo de las relaciones sociales, basadas en las dife-
rencias sexuales. Poltico, porque el gnero es el campo dentro del cual y por medio
del cual se articula el poder que, si bien no es el nico, es el que sent las bases para
que el mundo fuera dividido entre dominantes y dominados, divisin basada en refe-
rencias a las diferencias biolgicas, sobre las que tambin se construy la divisin del
trabajo y que ha determinado, en ltima instancia, el control y acceso diferencial so-
bre los recursos materiales y simblicos (Scott 1996). De esta manera, las fronteras de
gnero fueron construidas sobre sistemas binarios que oponen el hombre a la mujer,
lo masculino a lo femenino, mediante un orden jerrquico de conceptos normativos
que se muestran en la Tabla 1. Qu forma toman estas fronteras en los casos particu-
lares de las sujetas y los sujetos de esta investigacin? Veamos a continuacin la forma
en la cual estas representaciones definen mandatos y delinean fronteras entre las amas
de casa y los jefes de familia.
En el modelo hegemnico, la sociedad exige a los hombres pasar por pruebas que
den cuenta de su capacidad para acceder a la cualidad ms deseada y al mismo tiem-
po ms difcil de alcanzar: la masculinidad. En este tenor, la condicin masculina se
encuentra constantemente en duda, por lo que se exige al varn que pruebe a lo largo
de su vida, mediante su afirmacin social y personal, que es poseedor de esta cuali-
dad. Es as que la sociedad establece pautas, rituales, pruebas, sistemas de premios y
castigos que incentivan la conducta agresiva y activa del varn, inhibiendo al mismo
tiempo sus comportamientos pasivos. Y dado que el cumplimiento de este mandato
resulta en un proceso harto complicado, el beneficio que se recibe a cambio es el ms
preciado por el pensamiento moderno: la posibilidad de ejercer poder y, con ello, el
privilegio de ser importante. En este orden de ideas, el primer y ms importante
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Eliminando fronteras: identidades de gnero frente a la televisin
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Aime Vega Montiel
abarca aspectos esenciales de la existencia global de los sujetos: sus formas particulares
de relacionarse con el mundo, de hacer, de sentir, de estar, sus creencias, saberes y len-
guajes. Y en el caso de las amas de casa, estos mandatos se hacen ms evidentes, pues son
los que las hacen visibles/invisibles ante los otros. Este deber ser se materializa a travs
de tres factores fundamentales: la reproduccin, el espacio y el trabajo. La reproduccin
biolgica, es decir, su naturaleza, se detecta como el primer elemento que traza la iden-
tidad genrica de estas mujeres. Representa la principal y mxima justificacin para que
sean ellas quienes se responsabilicen de los otros. El ser procreadoras les confiere una se-
rie de responsabilidades a las que no pueden renunciar: nutrir, cuidar, ser testigo y viga
de sus vidas. Y la nutricin y el cuidado de los otros, al lado de la reproduccin, han sido
relegados al mbito de la naturaleza y excluido de toda consideracin pblica. El espacio
domstico se constituye como la segunda fuente de identidad de las amas de casa. La
casa es su espacio vital, exclusivo, del que no deben apartarse para no dejar de cumplir
con su deber ser, el de madres y esposas. As, la esfera domstica constituye tambin un
espacio de reproduccin ideolgica para ellas, en tanto que es ah en donde se define
y se interioriza lo que es ser mujer, en trminos de la divisin sexual del trabajo y de la
construccin socio-histrica del gnero. En tercer lugar, el trabajo domstico, definido
como inactividad en tanto que engloba el conjunto de actividades privadas, individua-
les y concretas que se realizan en la esfera domstica y que se encuentran destinadas a
la satisfaccin de necesidades de la familia lo que les asigna el carcter de gratuito y
obligatorio, es el tercer elemento que determina la identidad de estas mujeres. Y pues-
to que son asignados por naturaleza o por obligacin, estos tres elementos dan un
carcter fundamental a la identidad de las mujeres amas de casa: la invisibilidad. Dado
que su funcin biolgica, su espacio y su trabajo lo materializan en los otros, teniendo
como marco el mbito domstico el que nunca se ha destacado por ser un generador
de opiniones individuales, todo lo considerado como parte de esta esfera incluidas las
amas de casa es definido como extrao y ajeno al mundo pblico de la ciudadana, ese
mundo que ha sido determinado para la existencia y realizacin de los varones, lo que
derivar en una posicin deficitaria de las mujeres amas de casa en la esfera pblica-po-
ltica. Una vez que ha sido delineado el marco de construccin de las fronteras de gne-
ro, es necesario reconocer, sin embargo, que aun y cuando estas fronteras trazadas por
el lenguaje, por la forma en la que hemos aprendido a nombrar al otro y a la otra, pa-
recen ser rgidas e inamovibles, en su interior es posible transformar y construir nuevas
identidades, en este caso de gnero. En este tenor, si bien el lenguaje social conceptual
establece fronteras, contiene a la vez posibilidades de negacin, resistencia, reinter-
pretacin y el juego de la invencin e imaginacin metafrica (Scott 1996: 289). As,
de acuerdo con lo que ha sido expuesto en este apartado, estas construcciones sociales
de lo que es ser una ama de casa o un jefe de familia es lo que definir a estas mujeres y
hombres la manera en que se relacionen con la realidad social: con la esfera domstica,
con la esfera pblica, la auto-percepcin de su ciudadana y, en el tema de anlisis que
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Eliminando fronteras: identidades de gnero frente a la televisin
aqu me ocupa, en la forma en que se relacionen con la televisin y con los mensajes
que sta produce.
El fenmeno comunicativo que analiza esta investigacin, y a travs del cual se
hace visible cmo las audiencias femeninas y masculinas delinean formas particulares
de relacionarse con la televisin, determinadas por su identidad de gnero, es el de
la recepcin televisiva. Para la aproximacin emprica a este fenmeno, traigo a este
apartado un modelo para lo que defino como el anlisis integral de la recepcin tele-
visiva (Vega 2004a). Tomando como base las aportaciones de los estudios culturales
y de la perspectiva crtica para el anlisis de la audiencia (Orozco 1996; Lull 1990;
Jensen 1987; Morley 1980, 1986), coincido en que el proceso de recepcin televisiva
es un proceso social, de construccin de sentido, que toma forma en el marco de la
vida cotidiana al tiempo que se encuentra en dilogo con el marco contextual. As, lo
defino como: a) un acto social, porque es en la realidad social en donde se manifiesta;
b) un proceso activo, en movimiento, porque es cognitivo y reflexivo, en tanto que es
un acto de produccin de significado, en el que participan los receptores y la propia
televisin como productora de contenidos, discursos y cogniciones; y c) un dilogo,
en tanto que receptores y televisin mantienen una interaccin permanente, de ida
y vuelta, de objetivos, informaciones, contenidos e intereses, que rebasa el lmite es-
pacio-temporal del acto de mirar televisin. Conceptuado de esta manera, como un
fenmeno social, activo y dialgico, considero tambin que el proceso de recepcin
televisiva no es unvoco y, por lo tanto, tampoco analizable a un solo nivel ni en una
sola dimensin, macro o micro. Por ello requiere de un anlisis integral que considere
ambas dimensiones y que observe, por un lado, la forma en que las audiencias inter-
pretan y se apropian de los mensajes televisivos, pero al mismo tiempo, los conteni-
dos televisivos y el papel institucional de este medio de comunicacin, en tanto que
se trata de una institucin que forma parte de una estructura econmica y poltica
bien definida y que juega un importante rol, en cuanto productora de discursos, en la
conformacin de las audiencias como sujetos sociales.
Mirar la recepcin televisiva como un proceso social complejo, que se manifiesta
a nivel macro y micro y que involucra la participacin de, por lo menos, dos actores
centrales, me lleva a asumir que no es posible construir una forma unvoca de anali-
zarlo. Ms bien, me sugiere proponer un modelo metodolgico que permita enten-
der cules son los elementos que median este proceso y la importancia de cada uno.
Partiendo de esta premisa, considero que un estudio integral del proceso de recepcin
televisiva implica tres dimensiones bsicas de observacin: una individual, una tele-
visiva y una social-institucional el modelo se desarrolla en el Tabla 1. La dimensin
individual hace alusin a los receptores, es decir, a las y los sujetos concretos, en este
caso, a las mujeres amas de casa y a los hombres jefes de familia. La encuentro aso-
ciada a los factores que vuelven a cada sujeto nico, que le determinan una identidad
particular y que lo ubican en realidades concretas. Estos elementos inciden en la for-
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Aime Vega Montiel
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Eliminando fronteras: identidades de gnero frente a la televisin
Las evidencias que en este trabajo se discuten derivan de trabajos empricos que he
desarrollado en Mxico entre grupos de audiencia constituidos por jefes de familia y
por amas de casa, en el marco de los procesos electorales que han sido celebrados en-
tre 1997 y 2003. La estrategia metodolgica ha considerado trabajar con amas de casa
y jefes de familia residentes en el Distrito Federal y el rea metropolitana, con rangos
de edad entre los 25 y los 35 aos de edad, del nivel socioeconmico medio y bajo y
con estudios de nivel bsico. Las herramientas metodolgicas han sido la entrevista
en profundidad y el grupo de discusin. En las siguientes lneas se discutirn algunos
hallazgos en torno al papel que juega la identidad de gnero en el proceso de recep-
cin de noticiarios de televisin entre las amas de casa y los jefes de familia mexicanos.
Para este propsito, me centrar en la exposicin de los siguientes temas: fuentes de
informacin, motivacin para mirar los telediarios, contexto y hbitos de recepcin,
comunidades de interpretacin y lderes de opinin. La finalidad es observar la im-
portancia de incluir esta categora en el anlisis de los procesos comunicativos.
El contexto particular en el que se han recogido los datos empricos ha sido el de
los procesos electorales que se han celebrado en nuestro pas a nivel federal. Es por
esta razn que las y los participantes, sin distincin de gnero, edad o nivel escolar,
han resaltado la importancia de informarse sobre lo que acontece en la poltica na-
cional, teniendo como principal fuente de informacin los medios de comunicacin.
En el caso de los jefes de familia, la lectura del diario ocupa un lugar privilegiado: lo
hacen de camino al trabajo, sea en el auto o en el transporte pblico, o al final de la
jornada laboral, una vez que estn descansando en el hogar. Los hombres entrevista-
dos dicen preferir los diarios deportivos, los que incluyen una seccin de informacin
general que les permite saber lo que pasa en el pas. En cambio, para las mujeres son
los noticiarios radiofnicos una fuente bsica para informarse. La razn se halla en
que, dado que tienen una carga de trabajo domstico importante, para estas mujeres
escuchar los noticiarios de radio les representa una ventaja porque no les demanda
una recepcin exclusiva. Pueden hacerlo al tiempo que limpian la casa o mientras
conducen el auto, de camino a la escuela de sus hijos. Para ellas, la prensa represen-
ta otro recurso para conocer los acontecimientos. Sin embargo, la eleccin del diario
que leen no depende de ellas. En la mayora de los casos, estas mujeres leen el peridi-
co que compra su marido: Pues leemos Reforma, a veces El Financiero, pues es segn
el que traiga mi esposo, no tiene fijo. Antes lea La Jornada, pero dice que ahora ya
no le gusta. De todos los medios de comunicacin, el que se erige como la principal
fuente de informacin para estos grupos de recepcin es la televisin. La mayora de
los y las participantes afirman tenerla como la va principal para saber de los aconte-
cimientos. Por qu privilegiar este medio? Por su inmediatez. Es ms fcil enterarse
de lo que sucede a travs de la televisin. De todos los formatos, son los telediarios
los programas ms atendidos por las amas de casa y por los jefes de familia. Dicen
mirarlos con regularidad, casi a diario. De todas las emisiones, los nocturnos, es decir,
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Aime Vega Montiel
los que cuentan con los ndices de audiencia ms elevados en Mxico, resultan ser los
ms vistos: Noticiero y Hechos, y con una audiencia marginal: Noticias y CNI Noticias.
Entre los jefes de familia, Noticiero, de la empresa Televisa, conducido por Joaqun
Lpez Driga, es el ms visto, aunque tienen una posicin crtica frente el programa
pues consideran que representa la voz oficial. El otro telediario de su preferencia es
Hechos, de Televisin Azteca, pero no la emisin estelar que es dirigida por Javier Ala-
torre, sino el que encabeza Pablo Latap en Canal. La razn? El horario: es transmi-
tido a las 9 de la noche y eso les da la posibilidad de ir pronto a la cama a descansar
y despertar temprano al da siguiente. En este tenor, consideran que la emisin de
Alatorre presenta las mismas noticias, por lo que no consideran necesario tener que
esperar a su transmisin 10:30 de la noche para enterarse de lo que sucede. Para
las amas de casa, son el de Televisa y el de TV Azteca sus preferidos. Sin embargo, y
aun cuando constituyen su principal fuente de informacin, estos telediarios tienen
un nivel muy bajo de credibilidad entre este grupo de audiencia. La mayora de las
participantes opina que en Mxico es muy difcil que estos noticiarios logren cumplir
con su funcin social, pues sta se ve entorpecida por los intereses que los dueos de
las empresas televisivas tienen con el gobierno y con algunos partidos. Subyace su es-
cepticismo en torno a la veracidad de las noticias porque piensan que siempre tienen
una tendencia. Adems, critican el amarillismo y la espectacularizacin prevaleciente
en las noticias que, de acuerdo con las discusiones sostenidas por estas mujeres, obe-
decen a la lgica comercial que gua hoy a las televisiones mexicanas.
La primera razn que motiva a estas amas de casa y a estos jefes de familia a mirar
los telediarios es la de informarse. Ambos gneros lo consideran parte de un deber
ser ciudadano. Hacen referencia a esta actividad como si se tratara de una obligacin,
como algo que se tiene que hacer. As tambin, mirar los noticiarios forma parte de
su vida cotidiana: Yo no me imagino apagar la tele a las 10:30 de la noche, cuando
empieza el noticiario. No tendra ni idea ahorita de nada, ni de qu pasa en mi ciudad
ni en el pas. Una cualidad que las y los participantes destacan de estos programas,
comparndolos con otras fuentes, es que les proporcionan la informacin de manera
resumida. Consideran que es ms fcil enterarse a travs de los telediarios porque les
permite tener un panorama general de lo que ha sucedido a lo largo del da sin te-
ner que invertir mucho tiempo en ello. La mayora valora positivamente el resumen
introductorio de estos programas de noticias, porque les posibilita enterarse en muy
pocos minutos de la informacin ms importante. En el caso particular de las amas
de casa, otra razn por la que dicen ver los telediarios es por costumbre. En este sen-
tido, la eleccin concreta de un telediario no ha dependido tanto de ellas como del
hecho de que mirarlo forma parte de una tradicin familiar. Y una razn ms para
ellas radica en la compaa que les representan los programas de noticias y, en gene-
ral, la televisin. Dado que una de las condiciones en la vida de las amas de casa es la
soledad en la que su actividad las sumerge, la televisin les proporciona una compa-
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Eliminando fronteras: identidades de gnero frente a la televisin
a. En este tenor, estos programas representan para ellas un escape a la soledad que
les significa vivir la mayor parte de su tiempo en el espacio domstico; de ah que fre-
cuentemente encuentren en ellos al acompaante ideal a su jornada interminable de
trabajo. Por ltimo, y como sealaba lneas arriba, el locutor comporta una buena
razn para mirar el telediario. En este sentido, para los jefes de familia es importante
que este personaje sea honesto e inteligente y que en su personalidad se resuman las
principales cualidades de lo que socialmente se identifican como las caractersticas de
la virilidad: seguridad, sinceridad, decisin y liderazgo en sus opiniones. Por su parte,
las mujeres, adems de mencionar dichas caractersticas, destacan el atractivo fsico
del presentador y su espontaneidad como una de las razones fundamentales por la
que miran el telediario.
Para todos los participantes, es su casa el primer escenario en donde la recepcin
de los telediarios toma forma. Los espacios concretos dentro del hogar en los que am-
bos grupos de recepcin prefieren mirar estos programas son diversos. La sala es el
marco principal en el que ven los noticiarios. De acuerdo con Morley (1986), es este
el escenario familiar ms importante. Es el lugar de encuentro entre los miembros de
la familia, en donde comparten y comentan su vida diaria. En esta socializacin, la
televisin forma parte fundamental. Su presencia en la sala de los hogares que habitan
los participantes se da, pues, por descontada. Una pregunta central para los fines de
esta investigacin consisti en saber si exista un sof que destacara como el privile-
giado en el hogar, as como la identidad de su ocupante habitual. La respuesta general
fue que, en efecto, el sof existe y que est colocado frente al televisor. Que el ocupan-
te principal es el jefe de familia o, en su ausencia, los hijos, pero nunca o casi nunca
es el ama de casa quien se sienta en l a mirar televisin. Por otro lado, para ambos
gneros la actividad de mirar los telediarios es esencialmente social; la consideran una
actividad que valoran como positiva en tanto que estos programas proponen a la fa-
milia temas acerca de los cuales discutir. En este sentido, como lo han observado otros
trabajos (Morley 1986; Lull 1990), es la familia el ncleo central entre la televisin
y la vida cotidiana. En lo relativo a sus hbitos de recepcin, esta investigacin evi-
dencia que se ven determinados por la situacin particular de gnero de estas mujeres
y de estos hombres. En el caso particular de las amas de casa, la percepcin que ellas
tienen de su hogar como un lugar de trabajo y de responsabilidades continuas propi-
cia que su consumo de los programas de noticias sea muy particular. En este sentido,
su recepcin no es atenta dado que es una prctica que se ve interrumpida constan-
temente por actividades asociadas a su trabajo domstico preparar la cena, planchar,
supervisar la tarea de sus hijos, puesto que para ellas el hogar no es primordialmente
un lugar para el ocio, sino principalmente de trabajo. En cambio, y dado que como
fue sealado en la primera parte de este trabajo, el hogar representa para el varn un
lugar de ocio, en el que se le nutre, sirve, respeta y satisface trabajo desempeado por
las amas de casa, los jefes de familia entrevistados dijeron destinar un tiempo y aten-
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Aime Vega Montiel
cin especficos a mirar estos programas, interrumpidos tal vez solo por los bocados
que le pegan a su cena. Por ltimo, las relaciones de poder son clave en los hbitos de
recepcin de estos programas entre estos grupos de audiencia. Si partimos de que en
el seno de la sociedad masculina el poder pertenece a los hombres, este mismo orden
se traslada al espacio domstico. En la mayora de los casos, sin distincin por gnero,
es el jefe de familia quien elige el noticiario que se mira en la casa. En segundo lugar,
son los hijos varones. Despus, son las hijas cuando son adolescentes o jvenes. Al
final de la lista, son las amas de casa quienes lo escogen. La explicacin que ambos
gneros encuentran es porque reconocen que son ellos, los jefes de familia, quienes
tienen ms conocimiento sobre los temas, puesto que pasan la mayor parte del da en
el espacio pblico, lo que les da la posibilidad de adquirir conocimientos y experien-
cias a los que difcilmente tienen acceso quienes pertenecen al espacio domstico
(es decir, las amas de casa), y ello les da la autoridad para elegir qu noticiario mirar.
Hay, pues, un reconocimiento implcito de que ellos son los que saben y, por lo tanto,
una desvaloracin sobre los conocimientos de las amas de casa. Y aunque algunas de
las participantes manifiestan su molestia frente a esta situacin, la asumen como par-
te del mandato que su identidad genrica les ordena. La posibilidad que da el control
remoto de hacer zapping, constituye una de las actividades favoritas de estos hombres
al momento de mirar los telediarios. En contraste, el zapping disgusta a la mayora de
estas mujeres porque constituye una prctica que ellas definen como masculina, que
asocian a los jefes de familia. A la luz de lo expuesto, es posible afirmar que el poder
masculino en la familia en relacin con estos hbitos particulares de mirar televisin,
no son simplemente caractersticas del ser mujer o del ser hombre: se constituyen
como elementos que definen la construccin socio-histrica de la feminidad y la mas-
culinidad, base sobre la que se construye el poder.
Las comunidades de recepcin, como los espacios de socializacin en los cuales los
grupos de recepcin intercambian habitualmente sus apropiaciones de los mensajes
y se reapropian de ellos hasta lograr significaciones ms definitivas, resultan determi-
nantes. Estos espacios son tan diversos como cada sujeto. Sin embargo, en esta inves-
tigacin la identidad de gnero se hace evidente en la eleccin de comunidades. Para
los jefes de familia, sus comunidades interpretativas se hallan muy alejadas del hogar,
en la esfera pblica. De esta manera, lugares como el transporte pblico mientras se
trasladan a su lugar de trabajo les representan espacios para discutir sobre las noticias
que miran por televisin, y ms cuando se trata de informaciones relativas a la poltica
nacional. Pero son fundamentalmente el lugar de trabajo y cuando celebran reunio-
nes con amigos sean en el gimnasio, en el bar o en el propio lugar de trabajo los
espacios que ms valoran para intercambiar informaciones y opiniones con los otros.
En contraste, para las amas de casa la familia constituye la comunidad de recepcin
ms importante, fenmeno que se ha evidenciado en investigaciones anteriores sobre
audiencias televisivas en Mxico y en otros pases (Morley 1986; Jensen 1987; Lull
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Eliminando fronteras: identidades de gnero frente a la televisin
1992; Orozco 1996). Ellas consideran que la discusin familiar en torno a lo suce-
dido en poltica o en unas elecciones les representa el insumo ms importante para
darle un sentido a las informaciones que han visto a travs de los telediarios. Todas las
participantes valoran positivamente la existencia de estos espacios como un recurso
que las ayuda a reflexionar mejor su voto. Otras comunidades consideradas por ellas
se hallan en la escuela de sus hijos, sea al momento de llevarlos o de recogerlos, en
donde tienen la oportunidad de conversar con otras amas de casa sobre estos temas.
As tambin, los encuentros cotidianos con las vecinas les representan insumos para
discutir acerca de lo que miran en los noticiarios televisivos. Por otro lado, es en las
comunidades de recepcin en donde tanto los jefes de familia como las amas de casa
identifican habitualmente a los lderes de opinin. Esos personajes a quienes les adju-
dican un reconocimiento especial sea porque tienen acceso a informacin privilegia-
da, sea porque tienen el reconocimiento generalizado de los otros para opinar. Para
los hombres, estos lderes se hallan de nuevo en la esfera pblica y, adems, siempre
en figuras masculinas y nunca en femeninas: en los noticiarios de televisin recono-
cen a sus conductores, en sus lugares de trabajo reconocen a sus jefes, en sus familias
reconocen a su padre o a sus hermanos. Y, por supuesto, en ellos mismos reconocen
la capacidad de liderazgo que otros sujetos como sus esposas o sus hijos buscan
para tomar una decisin tan importante como lo es la del voto. En cambio, para las
mujeres estos lderes se hallan, de nuevo y en primer lugar, en el hogar. De los lderes
de opinin, son las figuras masculinas las ms importantes. Sin distincin de edad
ni de nivel educativo, el primer lder de opinin para todas estas amas de casa es el
jefe de familia. Las mujeres reconocen tambin en el padre, los hermanos e incluso
en el suegro figuras en las que identifican a sus lderes de opinin; as tambin, los
presentadores de los telediarios son reconocidos por las amas de casa como lderes de
opinin. Y al igual que los jefes de familia, las amas de casa difcilmente reconocen
en las mujeres una lder de opinin; y, mucho menos, ninguna de ellas reconoce que
otra ama de casa pueda llegar a serlo. Hay un menosprecio generalizado en torno a los
conocimientos que ellas pueden tener sobre temas que no pertenecen a la esfera do-
mstica. Podemos observar que estas comunidades y estas figuras parecen representar
para las amas de casa y los jefes de familia los principales insumos para interpretar lo
que ven por televisin y para, eventualmente, ejercer acciones concretas. Estas figuras
coinciden con las que son reconocidas por ambos gneros como las expertas sobre los
temas de la esfera pblica: las masculinas. De acuerdo con lo que se observa, este re-
conocimiento va acompaado, en el caso de las amas de casa, de una autovaloracin
de su ciudadana muy limitada. Reconocen a estas comunidades y a estos lderes, s,
porque les representan una fuente de informacin y de discusin fundamental para
sus acciones polticas, pero tambin porque tienen una baja autoestima en torno a
sus conocimientos, juicios y valoraciones sobre estos temas, lo que propicia que tanto
los hombres como las mujeres que han participado en esta investigacin no reconoz-
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Aime Vega Montiel
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N uevas fronteras a propsito del discurso periodstico sobre
derechos humanos . El caso de las M uertas de J urez
Tanius K aram
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Nuevas fronteras a propsito del discurso periodstico sobre derechos humanos
los medios como a los enunciadores a definirse, a retomar una posicin, a fijar posi-
ciones o a incluir nuevos objetos en sus intercambios simblicos.
Un rasgo del discurso pblico sobre DDHH como frontera lo constituye el papel
central que ha tenido la crnica como gnero periodstico. La crnica periodstica ha
cumplido histricamente un papel fundamental como dispositivo para dar cuenta de
los esfuerzos que realiza un sector de la sociedad civil, como son las organizaciones ci-
viles de derechos humanos y algunos grupos vulnerables que han tenido una relacin
tensa con el Estado (Monsivis 1980). La crnica es un gnero que tiene un vrtice
eminentemente fronterizo: ficcin y realidad, oralidad y literalidad, presente y pasa-
do, literatura y periodismo, emprico y potico. Esta personalidad, difcil de soste-
ner, ha hecho que la crtica la arroje hacia un limbo en el cual condena y aceptacin
no acaban de definirse (Reguillo 2003).
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Tanius Karam
tes informativas por parte de los medios y, sobre todo, se usa la informacin propor-
cionada por estos grupos para confrontar las versiones oficiales.
Los hechos que asolan la opinin pblica conforman estructuras temticas de con-
frontacin entre actores discursivos que copan los espacios textuales que los medios,
todava de manera escasa, dedican a estos temas: casos como el de los campesinos asesi-
nados en la sierra de Guerrero caso Aguas Blancas, en junio 1995 o los 45 indgenas
zapatistas muertos por policas en la aldea de Acteal Chiapas en diciembre 1997, el
asesinato de la activista de los derechos humanos Digna Ochoa en octubre de 2001 o
el de las mujeres muertas en la ciudad fronteriza de Ciudad Jurez sobre lo que nos
centramos ntegramente en el siguiente apartado se han convertido en las principales
estructuras tpicas y narrativas para hablar de los DH. Decir DH en la opinin pblica
mexicana remite indefectiblemente a estas estructuras semnticas. Por ello nos centra-
mos en el que consideramos uno de los ms impactantes cuya sola existencia basta para
echar por tierra los magros avances en la materia por parte del Estado mexicano.
El llamado caso las Muertas de Jurez es sin duda el caso que ms tiempo se ha
sostenido en la prensa mexicana y que desde hace unos aos ha sido objeto de men-
ciones a nivel internacional. La cronologa sobre el asesinato de ms de trescientas
mujeres en la ciudad fronteriza de Ciudad Jurez en la provincia de Chihuahua tie-
ne su inicio en mayo de 1993, cuando localizaron el cuerpo de una mujer no identi-
ficada muerta en las faldas del cerro Bola. Al final de ese ao se documentaron vein-
ticinco casos ms de mujeres asesinadas, todas con indicios de algn tipo de violen-
cia sexual y/o fsica. Desde entonces la cifra ha aumentado entre doce como en el
2002 y treinta y cuatro como en 1999 nuevos casos cada ao. En general se pre-
sume que la mayora de las vctimas han sido muy jvenes no mayores de 25 aos,
en algunos casos incluso se ha tratado de nias. De acuerdo con la informacin oficial
de la provincia de Chihuahua, en total suman doscientos cincuenta y ocho casos de
mujeres asesinadas entre 1993 y 2003, aunque algunas organizaciones extienden la
cifra a ms de trescientas.
El tema se ha vehiculizado en la opinin pblica nacional, en decenas de crnicas,
editoriales, noticias, reportajes y no slo libros o suplementos especiales de semana-
rios polticos, sino tambin pelculas, canciones, obras de teatro. Es sin duda el hecho
que ms ha impactado a la opinin pblica y uno de los acontecimientos ms clara-
mente complejos por todo lo que implica como hecho social y como relato cultural,
que aglutina tanto problemas de gnero como de juventud, pobreza, migracin, espe-
culacin, delincuencia organizada, etc. Jurez aparece como una figura retrica para
referirse a muchas cosas: desde la pobreza misma, hasta la ingobernabilidad; desde la
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Nuevas fronteras a propsito del discurso periodstico sobre derechos humanos
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lato cognitivo: entre lo que sabemos y lo que no, lo que podemos imaginar y lo que
no. Con respecto al espacio, dice I. Covarrubias (2000) que los lugares donde ha sido
posible la violencia estn ubicados en zonas definidas en trminos espaciales de la
ciudad; hacia el nor-poniente de la ciudad y al sur lote Bravo, aunque los asesinatos
se hayan ejecutado en otros lugares. El espacio pblico en Ciudad Jurez tiene pro-
pietarios antes que poseedores temporales. Lomas de Poleo, por ejemplo, es uno de
los sitios donde han aparecido muchos de los cuerpos de las mujeres asesinadas. Es un
rea de gran superficie ms de 7 millones de metros cuadrados; es un rea que per-
tenece, de acuerdo con el Diario de Jurez 26 de mayo 1999 a cuatro propietarios
y tiene una situacin estratgica, lo que remite al punto anterior de la especulacin
de un espacio simblicamente aislado dentro de la ciudad de centros laborales, ha-
bitaciones, pero que tiene una ubicacin especfica en la mancha urbana de Ciudad
Jurez, que de acuerdo con una entrevista del diario Reforma del 6 de abril 2000 al
encargado de Planes y Programas Urbanos de Ciudad Jurez, la superficie de la ciu-
dad ha crecido por encima de su poblacin debido a las invasiones de nuevos colonos
y a la estrategia de los desarrolladores, que fraccionan e introducen servicios en terre-
nos alejados de la zona urbanizada.
La explicacin de este fenmeno hay que buscarla en el crecimiento desequilibra-
do y el desarrollo urbano sin planificacin del que ha sido objeto la ciudad. Por otra
parte, el espacio ha sido objeto para el anlisis de la especulacin en la zona. Parecera,
como seala Mike Davis (1992), que prevaleciera una suerte de ecologa del mal
a cargo de inversionistas que despejan, nivelan, pavimentan una parte del terreno,
se ocupan apenas del agua, construyen algunas casas y conectan el producto. Tales
inversionistas terminan por el ver el desierto slo como otra abstraccin de dos sig-
nos: el dinero y la basura entrelazados, aunque el efecto pblico es de desolacin,
de abandono.
Para Gonzlez (2002 [2003]: 40-41), hay tres smbolos que se imponen en la
ciudad de Jurez como ciudad: Por una parte, la nocin del Norte en un pas exten-
so como Mxico, de pertenencia a una latitud extrema casi olvidada por los grandes
centros econmicos y polticos del pas y, por lo tanto, recia y entera por s misma,
desdeosa de una idea de nacionalidad. Los habitantes de Ciudad Jurez suelen decir
que los males vienen del Sur, en particular el crecimiento urbano, inequitativo, sbito
y vertiginoso que ha tenido la localidad desde 1970, justo debido al flujo migratorio,
la poblacin flotante provista por el imn de ser una ciudad que es al mismo tiempo
un enlace: un puente. Por la otra, el puente es el smbolo primario de la ciudad: Paso
del Norte, frontera con EEUU; punto superior respecto de lo bajo del resto del pas.
Ciudad Jurez vive al interior de la maquila, en relacin con la economa global. Los
migrantes se han asentado en condiciones precarias en las reas de la Sierra de Jurez,
al oeste de la ciudad, desde donde puede contemplarse la promesa del otro lado. Fi-
nalmente, la idea del automvil como nico espacio de movimiento y desplazamien-
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Nuevas fronteras a propsito del discurso periodstico sobre derechos humanos
to, como signo de prosperidad y desarrollado en una ciudad con carencia en el trans-
porte pblico que obliga a los trabajadores a caminar grandes distancias por espacios
desconectados y desarticulados, una ciudad prcticamente desconectada como no
pocas ciudades en Estados Unidos para el peatn, que tiene como nico recurso ca-
minar bajo puentes y terrenos.
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posibles causas de los asesinatos: trfico de rganos, de escenas para pelculas snuff o
gore, o que los dueos de las maquiladoras reprimen de esa forma brutal a las trabaja-
doras que intentan hacer labor sindical dentro de las maquiladoras o que son mujeres
contratadas por los polleros bandas que trafican con el trnsito de indocumentados
hacia los Estados Unidos para satisfacer a los inmigrantes mientras estn en cautive-
rio y muchas otras razones ms que se han especulado.
Una de las caractersticas del metarrelato es la indeterminacin del agresor. Desde
el principio se manej como posible culpable, y de hecho fue detenido el 3 de octu-
bre de 1995, al egipcio Latif Charif Charif, un qumico que llevaba poco tiempo de
vivir en Ciudad Jurez, despus de una residencia de dos dcadas en los Estados Uni-
dos. No se pudo comprobar su culpabilidad, aunque el gobernador de la provincia de
Chihuahua, Barrio Terraza, lo declar culpable ante un grupo de periodistas. Desde
un principio pareca que los homicidios en Ciudad Jurez exponan la violencia, el
sexo y el ocio entrelazados.
Desde el principio, en los relatos de prensa apareci con fuerza la figura del asesi-
no serial. En octubre de 1995, el Diario de Jurez public un texto que llamado El
diario de Richy, que una persona recogi en la calle. Se trataba de un mazo de hojas
tamao carta unidas por un listado. Mediante una caligrafa dispersa se describan ac-
tos de extrema violencia contra mujeres, que al parecer guardaban un parecido con el
de los casos detectados. Cuando se compar la caligrafa de este diario con la grafa
de Latif, el resultado fue negativo (Gonzlez 2002 [2003]: 25).
En el potencial discursivo en aumento, la culpabilidad se diluye. La autoridad
presenta en no pocas ocasiones referencias y estadsticas que simulan el control, ms
que ejecutivo o material, cognitivo. La cifra, el dato, el argumento, aparecen despro-
vistos de su valor indicativo o argumentativo; se genera la certidumbre del control
ante una sociedad ms indignada y que apenas reconoce algn valor a estas declara-
ciones. Al no tener informacin o sustentarse en hechos poco comprobables, en los
relatos de prensa, en las informaciones citadas nunca aparece el violador material, el
autor directo en algunos de los casos. Se tienen acercamientos, hiptesis, conjeturas.
El juicio social reelabora ese agresor; ante la necesidad psicolgica de una respuesta,
aunque sea tentativa y preliminar, el agresor se multiplica, quintaesencia del mal y
de esos contra-valores que tanto en el eje de comunicacin como de poder con-
forman el proceso de significacin en el metarrelato violatorio de derechos humanos.
El agresor de multiplica y adquiere la sustancia de un grupo o una entidad, de una
persona o un principio.
Los rasgos de las vctimas jvenes, sin posibilidad de defenderse, pobres, nias
mujeres es arquetpica para esta situacin de Wild West y el lenguaje lo construye de
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Nuevas fronteras a propsito del discurso periodstico sobre derechos humanos
manera metafrica. Las Muertas de Jurez, apodo, sobrenombre para lo que resulta
socialmente doloroso e innombrable, ha sobrevenido en una estrategia lingstica de
eufemizacin, por dems arraigada en la cultura popular mexicana minimiza la ame-
naza social y permite adoptar a estas vctimas.
De acuerdo con los testimonios e investigaciones realizadas, se ha podido compro-
bar que la mayora de las jvenes asesinadas provienen de la clase social baja, son in-
migrantes, muchas de ellas recin llegadas a la ciudad y sin familiares o lazos afectivos
establecidos. Las vctimas no presentan un patrn general en su ocupacin: algunas
de ellas eran empleadas de las maquiladoras, amas de casa, prostitutas, estudiantes,
empleadas domsticas, entre otras muchas ms ocupaciones que no se han podido
determinar. Lo mismo ocurre con el lugar a donde se dirigan. Los lugares en donde
han sido encontradas han sido por lo general solitarios, en descampados.
De los aspectos sealados por los relatos de prensa, encontramos una serie de ras-
gos muy amplios que van desde su condicin de mujeres, trabajadoras e inmigrantes,
su edad, sexo, su vida familiar. Estos relatos han atribuido las causas de los asesinatos
a diversas razones, que van desde crmenes pasionales, narcotrfico, sectas satnicas,
hasta las causas estructurales o anlisis sociolgicos de la violencia. Ana Bergareche
(citada por Gonzlez 2002 [2003]: 35), quien en 1997 terminaba su tesis doctoral
en la Universidad de Londres sobre violencia, trabajo e igualdad en las maquilado-
ras juarenses, ejemplifica los modos de funcionamiento de la ideologa patriarcal, los
rompimientos familiares en la relacin hombre-mujer en tanto factores simblicos y
estructurales que ayudan a comprender la naturaleza de la violencia contra las mu-
jeres, sustentada en atavismos, creencias patriarcales, abusos, sumisin femenina y
marginalidad.
En varias de las noticias y relatos citados por los medios, est la referencia al cuer-
po. La imagen de la mujer desnuda sobre el descampado, la tierra balda, cuyo cad-
ver se arroja como si fuera basura. Estos cuerpos aparecen arrojados en el espacio p-
blico. Varias de las noticias as, como el discurso referido en distintos actores sobre
todo de la autoridad, hacen descripciones del cuerpo: bocabajo, la cabeza orien-
tada hacia el norte, el brazo derecho flexionado bajo el abdomen, tena el cabello
anudado con una banda o liga caf (citados por Gonzlez 2002 [2003]: 45), una
descripcin que contrasta con la razn integral del mvil y la naturaleza del crimen,
otra estrategia de la simulacin; el referente detenido y preciso, controlado y ubicado
en un lugar especfico, dentro de un espacio indeterminado.
El vnculo principal entre el agredido en su aspecto inmediato como no de-
terminado y el agresor es la dimensin dolosa de los homicidios que remite, a un
sema de irracionalidad en todo el metarrelato, lo cual no solo se verifica en la im-
pericia gubernamental para explicar el problema, sino en la insensibilidad sobre todo
de las autoridades locales, en la propia incapacidad del Estado y sus instituciones por
conferir una razn a lo que estos hechos han significado. En varios casos de los relatos
deSignis 13 | 103
Tanius Karam
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E nunciao meditica e suas zonas de pregnncias
1. Introduo
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Antnio Fausto Neto
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Enunciao meditica e suas zonas de pregnncias
lugares de vulnerabilidade para os sistemas abstratos, mas tambm junes nas quais
a confiana pode ser mantida ou reforada (Giddens 1991: 91). A transformao
da sociedade dos meios na sociedade midiatizada uma acelerao do processo da
interrupo do contato direto (Luhmann 2005: 17). entre os indivduos, pela pre-
sena dos media, que se intensifica no apenas no mbito do seu prprio territrio,
mas tambm por seu deslocamento e sua expanso para outros campos. Da resulta a
emergncia de um novo ambiente que estrutura novas formas de vnculos. A natureza
dos media transforma-se, pois no so mais apenas agentes de sentidos nem espaos
de interao entre produtores e receptores, mas marca, modelo, matriz, racionalidade
produtora e organizadora de sentido (Mata 2002: 84).
Convertido em sistema, organiza sua realidade por auto-operaes. Institui os
processos de interao que vai estabelecer com o que externo, definindo ainda zo-
nas de pregnnciass entre as suas fronteiras (internas) e aquilo que configura o espao
que lhe exterior. a este processo que estamos chamando de midiatizao. Ou seja,
a mediatizao opera atravs de diversos mecanismos, segundo setores da prtica so-
cial, e produz em cada um deles diferentes conseqncias (Vern 1998: 124).
A categoria de campo requer a problematizao dos seus limites para pensar a evo-
luo dos processos de midiatizao, no apenas mais como uma categoria analtica,
mas como manifestaes especficas. Nascido no ambiente de determinadas orien-
taes sociolgicas, este conceito tem sido trabalhado mais no nvel terico do que
enquanto uma problematizao emprico-analtica sobre a evoluo dos processos
miditicos. S mais recentemente que algumas reflexes pioneiras sistematizam hi-
pteses que orientam alguns debates sobre esta noo e que tem como cenrio a tran-
sio da sociedade miditica para a sociedade midiatizada. Dentre suas principais
hipteses, destaca-se a problemtica da autonomia do campo dos media examinada
pela perspectiva representacional. Isto , a atividade central da mdia era entendida
pela sua competncia discursiva, e que estaria a servio da organizao interacional
dos demais campos, alm da tematizao de suas atividades, algo que convertia os
media num lugar intermedirio. Ao lado destas, o reconhecimento do campo como
um lugar dinmico caracterizado menos por uma topografia e mais por suas relaes
de tenso. Ou seja, um espao energtico, maneira da fsica que fala de campo de
foras para designar a tenso gerada pelo confronto entre plos de sentido oposto.
(Rodrigues 1999: 18).
A dinamizao da atividade meditica, atravs da evoluo dos processos de tec-
nologias em meios, sua insero na sociedade, seu papel na mudana das formas
de vida das instituies e dos atores, prioriza as manifestaes dos processos que
transformam o ambiente social. Convertidos em novos atores e objetos, o ambiente
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Antnio Fausto Neto
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Enunciao meditica e suas zonas de pregnncias
C C Atores
Instituies Meis Individuais
1 1
C 4
3
Figura 1: Esquema para a anlise de midiatizao.
Nele, o autor chama ateno para o fato de, entre os vrios nveis, no haver pro-
cessos lineares entre uma causa e efeito, nos encontramos frente a circuitos de feedba-
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Antnio Fausto Neto
ck. As flechas em dupla direo tentam sugerir esta complexidade (Vern 1997: 15).
Trata-se de quatros zonas que se afetam atravs de fluxos em sentido duplo, e todas
esto em contato, atravs do trabalho de afetao desenvolvido pela centralidade do
lugar dos media. Tal modelo, no pode ser projetado de maneira genrica e/ou redu-
cionista para explicar os fenmenos da midiatizao das prticas sociais, uma vez que
seus processos se do de modo especfico, nas relaes entre as trs instncias, e tam-
bm, de modo peculiar, no interior de cada campo. Complexos j nas suas fronteiras,
os nveis de contato entre esses crculos tornam-se mais ainda mais no seu prprio
interior.
Se desdobrarmos estes trs nveis dimenses analticas, veremos os desdobramentos de
novas flechas. As modalidades atravs das quais as instituies se afetam uma a outras se
transformaram como resultado da mediatizao; os vnculos dos atores individuais entre
si se modificam tambm por obra dos meios e, enfim, se afetam uns aos outros atravs
de processos extremamente complexos (os modos pelos quais a imprensa escrita e a tv se
afetam reciprocamente so, deste ponto de vista, particularmente interessante) (Vern
1997: 15).
110 | deSignis 13
Enunciao meditica e suas zonas de pregnncias
4. Transformaes da autonomia
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Antnio Fausto Neto
e atores sociais, o que leva os medias a reformularem suas estratgias de vnculos com
essas instncias.
Os contratos de leituras, operaes com que os media arquitetam formas de in-
terao com seus usurios remodelam-se continuamente (Fausto Neto 2007a). Suas
regras no so esquemas tcitos, mas anunciadas publicamente para que os usurios
dos media possam saber como eles operam tais interaes. Seus fundamentos so
anunciados como matrias jornalsticas, que funcionam como guias de leituras para
que o leitor possa, da para frente, entender como deve percorrer as regras do contra-
to junto topografia dos jornais.2 O deslocamento de tecnologias da esfera produti-
va para as mos dos receptores produzem novas formas de contato entre um e outro,
permitindo, de forma totalmente livre ou sob condies, a co-participao dos que
esto l fora (receptores) nos processos produtivos miditicos (jornalsticos). Gran-
des grupos jornalsticos, como a Editora Abril, responsvel pela edio de quase uma
centena de ttulos, dos mais diversos gneros, lanou recentemente publicao sema-
nal, a revista Sou Mais Eu, endereada ao pblico feminino, ao preo de meio dlar
e cujo contrato presente no prprio exemplar, pede que os leitores faam o envio de
materiais, tornando-se seus produtores.3
Uma vez que inseridos nesta nova ambincia, com os seus processos e fluxos afe-
tados por suas regras de produo, tende-se ver alteraes e caractersticas das prticas
dos campos sociais, uma vez que as regras de seu funcionamento passam a ser referidas
pelas afetaes do processo discursivo da mediatizao. Produzir formas de reconheci-
mento implica, hoje, para as diferentes prticas sociais recorrer continuadamente aos
mecanismos de auto-referencialidade calcadas num modo de dizer meditico.
O campo dos media alm de afetar as prticas de outros campos, com suas opera-
es de sentido, evidencia seus sistemas de operaes a partir de processos de chama-
da de ateno para suas prprias aes, ou seja, chama ateno para a gnese dos seus
processos de codificao. A nfase no est mais no referente, mas nas operaes que
vo engendr-lo. O importante no a realizao do debate poltico, como servio
pblico a ser ofertado aos eleitores. Mas a sua promoo, cujas regras de realizao
se constituem no prprio acontecimento.
Chama-se ateno para os diferentes investimentos financeiros, humanos, tcnico
e discursivos, que foram feitos para a produo do debate, enfatizando-se, assim, que
o acontecimento o relato das condies de sua realizao. A seco carta dos edito-
res no tem mais como assunto os temas que a edio semanal de uma revista oferece
aos leitores. Relata no lugar desses o conjunto de operaes feitas e sobre as quais se
estrutura a construo dos acontecimentos. Nesse processo, jornalistas viram perso-
nagens clebres, reprteres so guiados ao podium de heris. Jornal cria seco diria,
h mais de trs anos, em que descreve aspectos do seu processo de produo da sua
discursividade. Suas regras so enaltecidas como as nicas formas de inteligibilidade
sobre o modo de compreender as coisas e/ou de teorizar o jornalismo.4
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Enunciao meditica e suas zonas de pregnncias
5. Concluses
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Antnio Fausto Neto
Notas
1
Dicionrio Aurlio. Edio eletrnica autorizada Positivo Informtica Ltda, 2004.
2
Este o seu novo Dirio de Santa Maria Santa Maria, 19/07/2007.
3
Transcreve-se um dos aspectos do contrato: Como usar a revista. Primeira revista 100% interativa
com histrias reais de gente como voc. Mais do que uma leitora, voc uma colaboradora, que escreve
histrias, manda receitas, fotos flagrantes... Revista Sou mais eu, Editora Abril, So Paulo.
4
Ver Jornal O Globo, Seco Por dentro do Globo. Rio de Janeiro.
114 | deSignis 13
Enunciao meditica e suas zonas de pregnncias
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deSignis 13 | 115
Fronteras polticas
Flix J. Ros
1. Introduccin
116 | deSignis 13
La atlanticidad como hibridacin cultural
2. La mirada eurocentrista
Las Canarias constituyen una de las regiones de la Unin Europea ms alejadas del
continente; de ah lo de ultraperifricas. Situadas en el Ocano Atlntico, el elemento
fronterizo ha estado presente desde el momento de la conquista del territorio insular por
parte de la corona espaola en el siglo XV. Hemos sido parada y fonda de numerosos
visitantes extranjeros que han dejado escritas sus impresiones y contado sus recorridos
por las distintas islas del archipilago, unas veces a lomo de una mula, otras sobre un
dromedario o camello, como aqu se le llama al animal de una sola joroba. Estos via-
jeros, franceses, ingleses y alemanes en su mayor parte, contribuyeron a la elaboracin
del perfil caracterolgico de los isleos, deformado muchas veces por la parcial mirada
eurocentrista del visitante, cuando no por un mal disimulado prejuicio racial.
Veamos un fragmento de Un viaje a Canarias en primavera, que escribi el botni-
co Herman Christ (1886) con motivo de un viaje que realiz a las islas desde el puer-
to de Marsella en 1844. En el texto habla de los aborgenes, comparando el carcter
insular con el del espaol peninsular:
Es indudable que, en las islas, especialmente en La Palma, La Gomera y El Hierro, pero
tambin en los montes de Tenerife y en los valles de Gran Canaria, el pueblo aborigen ha
perdurado en una proporcin bastante ms elevada de lo que normalmente se cree. La
comparacin del espaol de Canarias con el de la Pennsula lo demuestra claramente. La
forma alargada de la cabeza y la cara, el color del pelo, frecuentemente castao y rubio,
las largas extremidades, y una fisonoma familiar, que recuerda ms a los vascos o bretones
que a los romanos, son indicio de ello; pero, aun as, de menos peso que el carcter, to-
talmente diferente. El canario es sensible y lleno de comprensin hacia los deseos ajenos,
servicial, extravertido, charlatn, pacfico; [] En cambio, al isleo le falta el ardor y la
energa, la obstinada tenacidad y el estoicismo que se advierten en el peninsular. El isleo
es de materia blanda, y sus carencias parecen ser las de un carcter dbil que las de uno
fuerte. Si se aparta en pequeas cosas de la verdad, es ms por cortesa que por inters. No
obstante, aun as, la historia demuestra que defiende su patria con herosmo. En 1796, la
milicia de Santa Cruz de Tenerife, bajo las rdenes de su comandante Gutirrez, hizo huir
a una escuadra inglesa mandada nada menos que por Nelson, despus de una fuerte lucha
artillera (Christ 1886: 72-73).
deSignis 13 | 117
Flix J. Ros
Las referencias clsicas al archipilago Canario que han llegado hasta nosotros
tambin se detienen en esa condicin de final de algo de la que hablbamos antes:
Canarias es tierra de frontera, finis terrae y, por lo tanto, tierra de paso, de intercam-
bio, pero tambin de descanso, de retiro final
Homero (s. IX-VIII a. C.) sita en esa tierra ignota, ms all de las Columnas de
Hrcules, al extremo de la tierra, los Campos Elseos donde Menelao puede retirarse
a descansar:
[] te enviarn a los Campos Elseos, al extremo de la tierra, donde est el rubio Rada-
mantis. All la vida de los hombres es ms cmoda, no hay nevadas y el invierno no es
largo; tampoco hay lluvias, sino que Ocano deja siempre paso a los soplos de Cfiro que
sopla sonoramente para refrescar a los hombres (Odisea, IV, 561-569).
Hesodo (s. VIII a.C.) habla de unos seres bienaventurados que no sufren dolor y
que viven en unas islas paradisacas situadas en el Atlntico de profundas corrientes:
Estos viven con un corazn exento de dolores en las Islas de los Afortunados, junto al Ocano
de profundas corrientes, hroes felices a los que el campo frtil les produce frutos que germi-
nan tres veces al ao, dulces como la miel [] (Los trabajos y los das, 167-173).
La fantasa construye con libertad absoluta un mundo que poco a poco pierde su
referencialidad y acaba sumergido en la ficcin idealista. As, el elemento imaginario
de estas islas lejanas y desconocidas aparece resaltado algunos siglos despus en el tex-
to de Pomponio Mela (s. I d. C.):
Frente al Atlas estn las Fortunatae Insulae, cuya tierra produce una cantidad tan abun-
dante de frutos que renacen y se suceden incesantemente, hasta el punto de que sus habi-
tantes viven sin inquietud das ms dichosos que los habitantes de cualquier tierra cuida-
dosamente cultivada. Hay una isla extraordinaria, notable por dos fuentes dotadas de una
propiedad singular: las aguas de una fuente dan a los que la beben una risa que acaba con
la muerte; la otra cura todas las afecciones (De situ orbis).
118 | deSignis 13
La atlanticidad como hibridacin cultural
J. J. Armas Marcelo abunda en esta tesis en sus Propuestas para una literatura mes-
tiza (1994) cuando se pregunta por el mestizaje del insular, el mestizaje de nuestra
lengua de nuestra forma de hablar y de nuestra literatura de nuestra manera de
escribir. (Armas Marcelo 1994: 40).
deSignis 13 | 119
Flix J. Ros
Eero Tarasti (2007) habla de una crisis de naturaleza semitica que padece nuestro
mundo porque los signos que lo representan no se corresponden con su naturaleza
epistmica, han perdido las conexiones con sus verdaderos significados. No hay una
correlacin entre los signos que se observan en la vida social y sus estructuras inma-
nentes. En el presente coexisten en nuestro entorno tres estados de sociedad:
- una sociedad etnosemitica o arcaica que es la que mantiene en su vida social for-
mas tradicionales de relacin (local society);
- una sociedad sociosemitica que tiene su origen en los complejos procesos de la
industrializacin, entre los que podemos hablar de la formacin de los Estados
modernos y las instituciones representativas ligadas a ellos (national society);
- y por ltimo la sociedad tecnosemitica, en la que predominan los medios elec-
trnicos de comunicacin (global society).
Estos tres estados de sociedad deberan coexistir en cualquier comunidad sin fric-
ciones o, al menos, sin inestabilidades significativas. Porque el ser humano no slo
debe estar preparado para enfrentarse con la nueva comunicacin global, llena de po-
sibilidades de desarrollo aunque con lastres significativos, sino que tambin debe con-
vencerse de que no puede despreciar la conexin local y que tiene que preservarla para
no perder las referencias inmediatas que han formado su persona, al sujeto. Aunque
para ello habra que redefinir los signos que articulan el discurso del dilogo entre las
comunidades, volver a caracterizarlos olvidando el etnocentrismo y el logocentrismo
que han guiado el pensamiento occidental, para recordar que las sociedades se cons-
truyen con y desde el otro (Bajtn).
En un trabajo en el que se estudian las actitudes y los estereotipos insulares en la
Comunidad Autnoma Canaria (Rodrguez Prez y Quiles del Castillo 2001), los
autores afirman en la presentacin de su volumen que en nuestra comunidad, desde
hace dcadas, muchos cientficos
[] han emprendido el estudio y desarrollo de productos culturales que demuestren la
singularidad de Canarias sin que ello le sirva de argumento para negar al otro o para con-
siderar al otro un enemigo potencial. En esta direccin son muchos los gegrafos que escri-
ben sobre las peculiaridades del territorio, del clima, etc.; los historiadores y antroplogos
que se concentran en las particularidades del proceso de colonizacin y de las coordenadas
polticas y sociales que conforman la sociedad y las costumbres de Canarias; los lingistas
que investigan el habla y recogen las formas y modismos del castellano de Canarias, y, en
fin, los gelogos, los epidemilogos, los especialistas en arte, los pedagogos, etc., que cen-
tran parte de su labor en el estudio de la idiosincrasia canaria (Rodrguez Prez y Quiles
del Castillo 2001: 25).
Esto no es nuevo para nosotros. Sin embargo, hasta hace muy poco tiempo no
exista una clara conciencia regional y cada isla mantena sus peculiaridades (como
lo siguen teniendo hoy, aunque la institucin de la Autonoma ha homogeneizado el
perfil del canario medio).
120 | deSignis 13
La atlanticidad como hibridacin cultural
Y esto ha sido as desde el principio de nuestra historia escrita. Claro est que el
ingenio del insular le ha hecho bromear con las idas y venidas de los distintos pueblos
que intentaron conquistar las Canarias. Hay un chiste que habla de los dos errores
cometidos por los canarios: no dejamos entrar al Almirante Nelson, con lo que perdi-
mos la oportunidad de acabar siendo sbditos de la corona inglesa y s dejamos salir al
general Franco para encabezar el golpe de Estado contra la 2 Repblica espaola.
Hoy, de lo que se trata es de poder convivir en un fondo multicultural con una acti-
tud intercultural. Como dice Paloma Lpez Reillo (2006):
() mientras la multiculturalidad slo se refiere a un hecho en el que una o ms cultu-
ras coexisten, la interculturalidad introduce el concepto del dilogo y de interaccin. Por
tanto, hablamos de interculturalidad cuando nos referimos a la interaccin entre culturas,
entendidas como ya dijimos anteriormente, como sistemas dinmicos de accin y comuni-
cacin, en continua transformacin y que permite el intercambio, la relacin entre ellas y la
produccin de lo cultural (Lpez Reillo 2006: 35).
deSignis 13 | 121
Flix J. Ros
122 | deSignis 13
La atlanticidad como hibridacin cultural
Nuestro caso particular de injerto isleo disuelve las fronteras y encuentra su me-
jor acomodo en una realidad mayor que hemos dado en llamar atlanticidad, esto es,
un complejo sistema de relaciones y reciprocidades culturales entre los distintos pue-
blos atlnticos. Por ello, desde uno de los espacios insulares de la Comarca Cultural
Atlntica, hacemos ahora nuestras las palabras del escritor mexicano Carlos Fuentes
(1991) al hablar de la tradicin de la Amrica Hispana:
As pues, multiplicar y heterogeneizar el lenguaje, pluralizar las voces, se convierte en un
acto, no slo revolucionario, sino creador de una fuerza extraordinaria. (...) Esa es nuestra
tradicin: afirmar el valor de lo plural frente a una cultura unitaria, ortodoxa e intolerante
(Fuentes 1991: VIII).
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deSignis 13 | 123
Flix J. Ros
124 | deSignis 13
H abitar la frontera
1. Enclave de la estancia
Hablo desde aqu enclave fronterizo si los hay. Una pequea provincia argenti-
na, denominada Misiones, toponimia recordatoria de la empresa jesutica, abrazada
en un 80% de su permetro por Paraguay y Brasil. Un apndice territorial trazado por
dos grandes ros internacionales: Paran y Uruguay. Estamos instalados en este lugar-
cito al que los medios de comunicacin llaman el corazn del Mersosur tanto por
su ubicacin cuanto porque nuestra semiosis local-internacional late al ritmo de los
cruces, las tensiones, los agravios y los enamoramientos que la poltica centralizada
del Estado-nacin implementa con intempestivos y errticos propsitos. Nosotros,
los de aqu noms, no sabemos por qu ni cundo el gobierno nacional decidir de-
nostar a nuestros vecinos, ignorarlos agresivamente, o tal vez se acordar de que esta-
mos tambin en Latinoamrica y ordenar compulsivas e improvisadas integraciones,
ejercitando una ostentosa retrica que no hace ms que poner de relieve su incohe-
rencia histrica.
Nadie nos consulta, ni siquiera nos advierte acerca de cul ser la ltima moda
geopoltica para la prxima temporada. Semejante grado de omisin nacional en-
gendra una virtuosa paradoja de supervivencia: sin abandonar el entrenamiento en
la inexistencia, hemos adquirido la capacidad de generar una idiosincrasia autnoma
y singular. La vida cotidiana transcurre alterada por los golpes arbitrarios del Estado
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Ana Mara Camblong
nacional, pero a la vez persiste entramada en una continuidad displicente cuya fuerza
defensiva, sabia y memoriosa nos protege del colapso cardaco cultural.
Se supone que el corazn no slo se ubica en el medio, sino que adems ejerce
sus funciones vitales con jerarqua principal. Pero en este caso, la metfora mediti-
ca deviene una broma sarcstica que la tribu fronteriza convierte en hbitat inmune
con sus blindajes, su indolente desobediencia y su socarrona resignacin. La zona de
frontera se inviste tanto de extica distancia para la metrpoli cuanto de inters so-
breactuado por la condescendencia de ddivas triviales, disloques polticos y prensa
efectista. Estamos acostumbrados, desde el fondo de los tiempos, a incursiones in-
tempestivas que levantan solemnes muros del soberano ser nacional, crispado y en
guardia, o bien que minimizan las diferencias a travs de cruzadas de integracin des-
aprensiva. Estamos habitando la frontera internacional, borde en el que resuenan los
mandatos unilaterales de los objetivos nacionales y estamos, a la vez, habitando una
zona compartida y atravesada por ajetreos de pasiones vecinales: parientes, matrimo-
nios, amigos y enemigos ntimos. Queda expuesto entonces este corazn desubicado:
el problema no debe focalizarse en los confines con otros pases, sino tambin en los
problemticos lmites con el poder concentrado en Buenos Aires.
Estamos habitando la paradoja del confn central, del corazn en los talones
acaso el taln de Aquiles del Estado nacional?, de las distancias interiores y las cer-
canas externas. Habitar la frontera supone instalarse en los decursos de la paradoja.
Nuestra lgica pone en crisis la contradiccin, la identidad y el tercero excluso, nues-
tro universo configura otros mundos con dinmicas diferentes.
2. Estancia paradjica
126 | deSignis 13
Habitar la frontera
excede, lo analiza en el despliegue de los metalenguajes, hace girar los mundos en es-
tudio, los mueve, los intercambia, los interroga, y al mismo tiempo, su enunciacin
no deja de estar involucrada en la frontera misma desde la que se piensa-escribe.
Un pensamiento situado que si bien es cierto intenta re-flexionar acerca del ca-
rcter paradojal del universo fronterizo, no es menos cierto, aceptar y advertir que el
dispositivo paradjico le concierne, lo compromete, construye sus matrices y mode-
la sus decisiones, sus derroteros y hbitos interpretativos. El dispositivo epistmico
paradojal tiende sus coordenadas, expande sus argumentaciones, abre posibilidades,
inventa alternativas y afecta los universos semiticos para concebir una diversidad de
ordenamientos.
Nosotros, los de aqu noms, sabemos por experiencia propia que cruzamos el
ro, cruzamos la lnea, cruzamos la aduana, cruzamos el mojn y estamos en otra len-
gua, en otro pas, con otra moneda, en otra ley. A la inversa, sabemos fehacientemen-
te que el cruce no nos provoca extraeza porque del otro lado estamos los mismos
vecinos que hablamos guaran o espaol o portugus naturalmente. Un ir y venir
de documentos, monedas y legalidades que se entretejen, que se manejan y se trans-
greden con franca displicencia de hbitos arraigados. Sabemos cambiar dinero como
sabemos cambiar o mezclar las lenguas, sabemos estar aqu como sabemos estar all.
Sabemos en qu consiste la diferencia pero tambin en qu consiste nuestra continui-
dad vecinal, nuestras costumbres de antigua data, nuestra familiaridad compartida en
tonos, acentos, gestualidad, olores, comidas, vestimenta, ritos ancestrales. Sabemos
que atravesamos fronteras, pero tambin sabemos que las fronteras nos atraviesan.
Una orientacin posible para interpretar tales posicionamientos sera adoptar la
propuesta de Homi Bhabha (2002), quien postula un tercer espacio semitico in bet-
ween, una estancia entre. Por esta va, lo intercultural ha tenido un amplsimo es-
pectro de usos, aplicaciones y rplicas, no por azar, sino precisamente porque pone el
dedo en la llaga: el tercero incluso. La lgica aristotlica que no nos comprende, nos
excluye y nos condena a la irrelevancia. Nuestra estancia movediza, esquiva y excn-
trica instalada en el deslinde, habitando el borde, resulta irrelevante o, lo que es lo
mismo: in-significante. Por lo tanto, presentar su ausencia, nominarla, conferirle per-
tinencia, interpretar sus implicaciones ticas y polticas impone un efecto rotundo en
nuestras lucubraciones sobre las fronteras. Nosotros, tribu irrelevante de la periferia,
estamos y no estamos al mismo tiempo. La estancia entre instaura un espacio ter-
cero que deslinda lo uno y lo otro, los mantiene en friccin, los mezcla, los confunde
y los pone en crisis.
En dicha inter-estancia proliferan procesos semiticos extravagantes y mixturas
infinitas, pero tambin permanecen modelizaciones diferentes en simultnea vigen-
cia. La complejidad y la dinmica de la semiosfera fronteriza potencia los enredos
interculturales y lingsticos, productos semiticos hbridos, segn los aportes de
Nstor Garca Canclini (2001), o bien criollos si se prefiere la nocin ms tradicio-
deSignis 13 | 127
Ana Mara Camblong
nal. Desde luego caben distinciones, matices y otros alcances de estas categoras que
ahora no podemos considerar, pero interesa tener presentes tales conceptos en el con-
texto de la estancia entre.
Sin desmentir ni colisionar con esta lnea de investigacin, estimamos posible en-
sayar otros aspectos interpretantes. Nuestra insistencia en la dinmica paradojal con-
sidera que la estancia fronteriza encarna el continuo de simultaneidad de confines
ciertos, precisos, inexcusables, cuya incidencia incorpora la discontinuidad y la per-
tinencia de ambos trminos contradictorios. Una continuidad contradictoria. Estar
y no-estar configura la estancia del universo fronterizo. No tan slo un espacio entre,
no tan slo una mezcla que gesta otra cosa, sino una perpetua dinmica paradjica
que sin abolir la contradiccin, la sostiene, la reproduce, la potencia y la convierte en
continuidad.
Este sealamiento no oficia de denuncia, no solicita solucin o refutacin de lo
paradjico, ms bien aboga por reconocer que existe un orden de lo paradojal en la
semiosfera fronteriza. Existe, pues, una tribu que habita la apora en continuidad. Si
bien lo aportico alude desde su etimologa griega al camino sin salida, como situa-
cin enojosa que habra que evitar y/o superar, nuestra reflexin considera que la es-
tancia fronteriza no necesita (ni puede) evitar o superar la encrucijada contradictoria
ejecutando la exclusin del tercero. Por el contrario, habr de habitar el espacio apo-
rtico y concebir categoras tericas que se hagan cargo de los mundos paradjicos.
La composicin poblacional de este borde que nos ocupa se caracteriza por su he-
terogeneidad y compleja dinmica fragmentaria, movediza, generadora de contactos,
mixturas y entrecruzamientos varios. Desde luego, en primera instancia responde a
su condicin de frontera internacional, en la que podramos relevar la presencia de
poblacin criolla asentada desde tiempos coloniales luego reforzada por el constan-
te arribo de migraciones internas, portadora del idioma espaol con sus variantes
locales. Este lugar se constituy en un territorio tanto de borde como de pasajes de
ejrcitos en movimientos estratgicos, de maniobras extractivas y latifundistas de po-
lticos y empresarios, de traficantes de armas, de drogas y de toda mercadera que las
ventajas cambiarias determinaran. Semejante territorio de confines y atravesamien-
tos atrajo la vocacin fronteriza, evangelizadora y empresarial de los jesuitas, quienes
lograron imponer una impronta cristiana a-la-espaola, cultural y lingstica en el
acervo regional.
La orden instaur un orden que replante los lmites, que camin la zona con
otros criterios, que domin la poblacin autctona y dej en la memoria una car-
tografa fantasmal y concreta en nuestro abigarrado sentido de pertenencia. Los ex-
pulsados histricos estn y no-estn en nuestra memoria, en nuestro cotidiano y en
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Ana Mara Camblong
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Habitar la frontera
tos, niveles, ordenamientos, etc. Se podra aducir que tales movimientos tambin va-
len para las culturas metropolitanas contemporneas.
En efecto, nada de lo que ocurre en la frontera excede lo semitico, inexcusable-
mente semitico. Aunque resulte redundante, hay que repetir que no nos referimos
nicamente a fronteras que se ubican en el lmite geopoltico, sino tambin a todo
tipo de frontera que las sociedades complejas gestan, anidan y potencian con diversos
rangos de estabilidad. La particularidad consiste en el relieve y en la habitualidad de
fronteras perifricas y geopolticas. Se trata no slo de un hbitat, sino tambin de un
modo de habitar. Los habitantes del borde se habitan a los desbordes y a los contra-
sentidos. Se podra decir que el habitante de frontera es un habitu de la entropa.
En este contexto lo paradojal, no es un ejercicio intelectual metadiscursivo ni una
operacin reflexiva, sino un dispositivo que se instala en el centro de la vida fronteriza
y, por lo tanto, un componente de nuestro pensamiento y nuestros diagramas prcticos.
Nosotros, los del borde, no hablamos de paradojas sino que, ms bien, las actuamos, las
habitamos y las transitamos en nuestra praxis y en nuestra experiencia cotidiana. Los
atolladeros contradictorios son el pan nuestro de cada da. De ah que no vivamos ni
interpretemos la apora como el mximo oprobio, desatino o trampa a la manera griega,
sino como una recurrencia de los componentes semiticos en refriega.
La continuidad paradjica genera y sostiene una semiosis en la que los saltos, los
corrimientos y los estallidos de la significacin ponen en emergencia el yugo de la
coherencia razonable. No se trata de una irracionalidad, sino de una bullente interac-
cin que deja a la intemperie la convencin del sentido, la contingencia de las reglas
y sus excepciones, sin dejar de hacer crujir las estructuras ms preciadas para el poder
histrico del pensamiento racional y universalista. El dominio consolidado y omn-
modo de la razn y sus correlatos condiciona nuestra estancia en la excepcin, en la
exclusin y en las paradojas que nos aquejan. No podramos detectar paradoja alguna
donde no hay regla, donde no hay poder concentrado, donde no se sostiene una ra-
zn legitimada y legitimante; es la propia vigencia de este orden la que moviliza las
contradicciones del borde.
En sntesis, lo paradojal est inextricablemente enroscado en los regmenes vi-
gentes, en las estrategias polticas y las distribuciones econmicas. No hay paradoja
porque s, porque exista un lugar llamado frontera donde se cran o proliferan para-
dojas/aporas como si fueran parte de la flora o del paisaje. No podramos, no debe-
ramos buscar o enunciar leyes universales de la discontinuidad y los confines. Hay
historia, hay acontecimiento y hay responsabilidad poltica en los avatares aporticos
del margen extremo.
Retomando lo paradojal/aportico en continuo devenir semitico, incursionamos
en un horizonte imaginario cuyas determinaciones en perpetuum movile y en flagran-
tes replanteos, atajos, deslices, ensambles, mixturas y amalgamas, solicita un concepto
que ponga en escena la conciencia semitica del lmite jaqueado y de la semiosis en
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Ana Mara Camblong
crisis. En este punto incorporamos el umbral (Bajtn 1989: 399), nocin que da
cuenta de la delicada travesa crtica, de los avatares del atribulado pensamiento fron-
terizo en trnsitos complejos y trances traductores.
Los umbrales semiticos focalizan la estancia en el pasaje, porque lo nuestro es
pasar, dira el poeta, instaurando cronotopos en los que la semiosis entra en muta-
ciones dismiles y poco previsibles. Los desequilibrios semiticos propios del umbral
requieren un aparato terico con categoras que acojan la escurridiza diferencia infi-
nitesimal, el leve cambio, el sutil desplazamiento y que, a la vez, vuelvan pertinentes
las emergencias de la primeridad (Peirce), esa potencia pura difcil de asir, pero no por
ello menos operante en las materializaciones de la semiosis. En nuestra propuesta, el
umbral configura un espacio-tiempo de primeridad, tanto porque conlleva la posibi-
lidad de mover correlatos, de replantear cualidades en movimiento, percepciones en
disponibilidad oscilante, cuanto por las emergencias sensibles primarias, afecciones
pasionales: miedo, angustia, pudor, alegra creativa, esperanza. 1
Otra particularidad de los umbrales finca en el relieve que adquiere la funcin fti-
ca, propuesta por Jakobson (1975: 356-357) en su clsico artculo sobre las funciones
del lenguaje. Nuestro uso de esta categora se desplaza hacia la semiosis integral para dar
cuenta de un clima ftico, en cuya dinmica los contactos de toda ndole (gestos, mira-
das, distancias, olores, posturas corporales, ropas, fraseo o palabras sueltas) se crispan,
se vuelven altamente significativos y buscan el encuentro en un espacio-tiempo, en una
situacin inestable y de modalidades equvocas. Lo ftico deja su impronta en diversos
componentes de la semiosis, en un olisqueo que busca las maneras de contactar, no de
comunicar. Estas prcticas se vuelven notablemente potentes a la hora de establecer un
vnculo incipiente que permita amarrar la semiosis, de hallar un atisbo de enlace en un
universo preado de incgnitas o de reglas poco conocidas para el encuentro.
En el umbral se debilita la prominencia semitica del lenguaje, puesto que ge-
neralmente supone friccin entre lenguas diferentes, o entre variantes dialectales de
una misma lengua (diglosia), evento que pone en crisis el intercambio lingstico. La
baja intervencin del lenguaje provoca una laxitud o bien turbulencias en los corre-
latos de redes interpretantes, las que se ven comprometidas en mutaciones inestables,
desequilibrios y desarticulaciones disipativas que afectan profundamente las cadenas
sgnicas. En consecuencia, se yergue la pertinencia omnmoda de los silencios, osten-
sivos ndices de vulnerabilidad semitica y/o de resistencias diversas. El silencio en los
umbrales imprime, con su intermitencia o su densa presencia, las huellas equvocas
de interpretantes en vilo rastreando traducciones de dificultosas facturas. El silencio
requiere todo un captulo destinado a desplegar las constelaciones de sus efectos e in-
cidencias, pero aqu nos conformamos con sealar la injerencia decisiva que adquiere
en la estancia del umbral.
La estancia del umbral es una configuracin de la semiosis en riesgo, una expe-
riencia fehaciente de borde, de abismo y de catstrofe. Hay una conciencia semitica
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Habitar la frontera
Notas
1
En la configuracin del umbral resulta indispensable el estudio y el despliegue de las teoras
de las pasiones, desde Spinoza a Remo Bodei, pasando por las mltiples investigaciones
de distintos autores que aqu no podemos tratar. Cabe destacar las teoras de Macedonio
Fernndez, quien asigna mximo relieve a los componentes de la sensibilidad, los afectos y la
pasin en la mdula del pensamiento paradjico haciendo mundo. Este sealamiento converge
con la singularidad excntrica de un pensamiento criollo que tiene extraas coincidencias
con Peirce (vase Camblong 2003).
Referencias bibliogrficas
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La construccin de fronteras en el anlisis poltico del
discurso : E rnesto L aclau
Fabricio Forastelli
1. Introduccin
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La construccin de fronteras en el anlisis poltico del discurso: Ernesto Laclau
Varios aspectos se siguen de esta cita seminal. Primero, las entidades sociales no
preexisten a su articulacin discursiva, por lo que la distincin entre discursivo y ex-
tra-discursivo es un residuo metafsico, pero tambin un lmite ontolgico que no
puede ser superado por el anlisis de sus transiciones lgicas. En segundo lugar, y a
partir del modelo lingstico saussureano, para Laclau las entidades son relacionales
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Fabricio Forastelli
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La construccin de fronteras en el anlisis poltico del discurso: Ernesto Laclau
3. Significantes vacos
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Fabricio Forastelli
Urs Stheli (2004), por su parte, observa que el argumento de Laclau ha quedado
atrapado en un crculo vicioso entre la dimensin primaria y estructural de la dislo-
cacin y el antagonismo como su articulacin histrica. Privilegiar inadecuadamente
el antagonismo ante otras formas de constitucin de lmites sociales supone que la
politizacin implcita en el concepto de articulacin antagnica produce despolitiza-
cin. Para Stheli, nos encontramos ante una paradoja incompatible con la teora de
los sistemas, que tiene su base en un prejuicio semitico (2004: 240), esto es una
distincin inadecuada entre los niveles de realizacin del discurso. La diferencia en-
tre el sistema y su ambiente, es decir el lmite entre ellos, no dependera del trabajo
terico sino de la clarificacin de las condiciones histricas de posibilidad de una
articulacin antagnica (2004: 239). Laclau estara en acuerdo con la idea de que la
forma diferencia/equivalencia no es suficiente para definir la naturaleza del lmite,
pero alertara ante la idea de que el mismo tuviera alguna funcin fuera de la articu-
lacin misma. Por qu? Porque esa relacin entre diferencia y equivalencia no est
vinculada a ningn contenido particular, sino que es el resultado de procesos y prc-
ticas concretos. As, aunque Stheli reconoce la diferencia entre lmite (social) y fron-
tera (poltica), falla en dar cuenta de la negatividad que el antagonismo inyecta en el
proceso de constitucin de lo que Laclau llama la sistematicidad del sistema (Laclau
1996: 74): lo poltico de la poltica.
Desde el vocabulario psicoanaltico, Jason Glynos y Yannis Stavrakakis, en una
lnea anloga a la de Slavoj iek, sacan conclusiones distintas. Renunciar a la dis-
tincin entre el ser discursivo y la existencia extradiscursiva (2004: 204) implica
que los lmites del discurso se vuelven internos y, por lo tanto, son ontolgicamente
constitutivos de su existencia (tienen carcter axiomtico). Para ellos, Laclau analiza
adecuadamente el rol que lo simblico y lo Real tienen en la positivizacin de los l-
mites respecto de la exclusin, pero falla al no dar cuenta de su relacin con las fanta-
sas sociales (lo imaginario) y el concepto de goce (su inscripcin material). En efecto,
tanto lo imaginario como el goce suponen que existe algo que, mientras no puede ser
completamente positivizado en parte porque ha sido exteriorizado, en parte porque
es esencialmente negativo, emerge no obstante como soporte de la simbolizacin
social de la falta que vuelve posible e imposible todo discurso. La fantasa social es el
terreno en que se define la relacin entre lo simblico y lo Real: las ideologas seran,
entonces, intentos precarios para organizar modos de identificacin que estn siem-
pre fantasmticamente estructurados (Glynos y Stavrakakis 2004: 204).
Para dar cuenta del proceso de dislocacin y articulacin, Laclau propone en
Emancipacin y diferencia (1996) el concepto de significante vaco. En la medida en
que la significacin est habitada por una imposibilidad estructural, la misma slo
puede significarse a s misma como interrupcin de la estructura del signo, una sub-
versin que slo puede ser interior al sistema (1996: 70). La condicin para esa inte-
rrupcin es reconocer la dislocacin de cada unidad de significacin entre su dimen-
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La construccin de fronteras en el anlisis poltico del discurso: Ernesto Laclau
sin diferencial y su dimensin equivalencial. Por eso, mientras el lmite indica ese
algo igualmente presente y puro en cada elemento de una cadena de diferencias,
la frontera es siempre de exclusin y funciona como el significante de un tipo de rela-
cin que hace posible la emergencia de significantes vacos como significantes de una
falta, de una totalidad ausente (1996: 80). Una relacin hegemnica consiste en un
particularismo que intenta encarnar una universalidad abstracta y vaca y confirma,
por lo tanto, que los dos trminos no pueden constituirse sin referencia al otro.
Hemos visto que los lmites del discurso dependen tanto de una intertextuali-
dad que los desborda e impide suturarlos en una totalidad, como de los intentos de
fijacin parcial que dependen de una exclusin (Laclau y Mouffe 1987: 130). Nos
encontramos as con la paradoja constitutiva del acto emancipatorio, que podramos
llamar la paradoja de la contingencia: la constitucin de lo social como transparente
a s mismo depende de la exclusin radical de una opacidad que la impide. As, para
Laclau no importa el contenido que es asignado a cada polo del eje transparencia/
opacidad, sino la frontera que el acto emancipatorio instituye. Consideremos la si-
guiente cita:
Pero qu podemos decir del acto de exclusin en cuanto tal, de la diferencia constitutiva
entre transparencia y opacidad. Es ella transparente u opaca? Est claro que la alternativa
es indecidible, y que los dos movimientos lgicos que son igualmente posibles hacer lo
opaco transparente o hacer lo transparente opaco desdibujan la nitidez de la alternativa
(Laclau 1996: 21. Itlicas en el original).
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Fabricio Forastelli
lgicas que se reflejan (Laclau 2005: 79), el populismo nos da una clave sobre dos
procesos: uno por el que se explica su marginalidad dentro de la teora poltica; el
otro dado por el valor de la nominacin en la produccin de lo poltico. Para Laclau,
esto implica aceptar la heterogeneidad constitutiva del terreno social y propone que la
unidad mnima de anlisis es la demanda, y no el concepto sociolgico de grupo.
As, distingue entre demandas democrticas (o institucionales) y demandas popu-
lares en el espacio comunitario. Las primeras son aquellas que el sistema satisface ais-
ladamente y, por lo tanto, tienden a identificar los lmites del discurso con los lmites
de lo social. La comunidad se construye a travs de un imaginario que, por un lado,
no requiere de la constitucin de fronteras sociales y, por otro, supone una concep-
cin de la poltica como administracin del conflicto. Las demandas populares, por
el contrario, se organizan a travs de la expansin de una cadena de equivalencias y,
por lo tanto, presuponen la existencia de una frontera o dicotomizacin social que es
interna y constitutiva de la comunidad. El populismo definira la organizacin de de-
mandas plurales en una cadena equivalencial, la construccin de una frontera interna
a lo social y la expansin de esa cadena a travs de la construccin de una identidad
popular que, sin embargo, no se define por la suma de demandas particulares, sino
por la existencia de un exterior a la comunidad (Laclau 2005: 77). Sabemos que, en
consecuencia, el populismo es una lgica social que atraviesa muchos fenmenos po-
lticos, y nomina el momento propiamente poltico de la construccin contingente
de lo social.
Las categoras de pueblo y de populismo nombran el exceso constitutivo de lo
social, limitado por el hecho de que la totalidad est presente en aquello que est au-
sente (Laclau 2005: 224). El populismo supone un particularismo (en s constituido
alrededor de una cadena de demandas heterogneas) que pretende encarnar esa univer-
salidad ausente. Aqu Laclau distingue entre las condiciones tericas y las condiciones
histricas que el populismo nos ofrece para comprender la posibilidad e imposibilidad
de la constitucin plena de lo social. La condicin estructural para la emergencia y ex-
pansin de identidades populares es la multiplicacin de las demandas sociales, cuya
heterogeneidad puede ser llevada a alguna forma de unidad slo a travs de articula-
ciones polticas equivalenciales (2005: 229). Desde este punto de vista, las fronteras
corresponden a la interrogacin terica. Pero sta produce una pregunta histrica: vi-
vimos en sociedades que tienden a incrementar la homogeneidad social a travs de me-
canismos inmanentes infraestructurales o, por el contrario, habitamos un terreno hist-
rico donde la proliferacin de puntos heterogneos de ruptura y antagonismo requiere
crecientemente de formas polticas de reagregacin (2005: 230. Itlicas en el original).
Su respuesta es que el balance hacia la heterogeneidad est definido por una condicin,
el capitalismo global, y las fronteras definiran un tipo de totalidad dominado por la
reagregacin. En este, el principio estructural por el que las fronteras antagonistas es-
tn fundadas en lgicas equivalenciales precisa reconocer que, en el capitalismo global,
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La construccin de fronteras en el anlisis poltico del discurso: Ernesto Laclau
Notas
1
El terreno de opciones de su vocabulario es amplio: boundary, limit, horizon, chain
y frontier.
2
Cmo reconstruir las distinciones liberales bsicas mientras se mantiene su potencial
democrtico? (Laclau 2005: 334).
3
Del pasaje de la guerra total a la guerra de posicin. Antonio Gramsci (1998: 330-331) dice:
En la poltica el cerco es recproco, a pesar de todas las apariencias, y el mero hecho de que el
dominante tenga que sacar a relucir todos sus recursos prueba el clculo que ha hecho sobre
su adversario.
4
Para dar cuenta de las corrientes en teora social sobre anlisis del discurso, ver (Howarth
2000).
5
En este punto conviene considerar los comentarios de David Howarth (1998: 136-138) sobre las
limitaciones del abordaje post-marxista: dificultad para establecer las constricciones particulares
de una formacin discursiva; ausencia de criterios para establecer cmo ciertos intereses dominan
sobre otros; una explicacin insatisfactoria sobre cmo el grupo dominante previene que las
relaciones de subordinacin se transforman en relaciones de opresin, y falta de propuestas
concretas para articular aspectos de la democracia liberal con las demandas socialistas.
Referencias bibliogrficas
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Critchley, S. y Marchant, O. (eds.). London: Routledge.
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Fabricio Forastelli
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Routledge.
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Fronteras tecnolgicas
1. Introduccin
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Mara Ins Mendoza Bernal
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Fronteras virtuales: entre el ser y el parecer
siempre desde la perspectiva de las fronteras que los separan, de la lnea divisoria
(divisoria digital) que deben transitar y de los lugares virtuales que han de traspasar
para acceder al ciberespacio, como actantes (Greimas 1980, 1989) activos que se ins-
criben en un contexto de interaccin donde se juega con el ser/parecer .
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Mara Ins Mendoza Bernal
parte, para que este espacio virtual sea dinmico es imprescindible que la mirada ac-
tiva, los gestos y los actos de cada usuario, al mismo tiempo espectador, lector, actor y
autor (Levis 1999: 153), vayan dando contenido a las imgenes y a los sonidos que
las rodean.
A modo de corolario, se puede deducir que el ciberespacio es un laboratorio
metafsico, una herramienta para examinar el sentido mismo de lo real, que obliga a
preguntarnos acerca del lugar que ocupan los mundos electrnicos en la experiencia
humana (Piscitelli 1995: 221).
Para acceder a Internet, y con ella al ciberespacio, se deben tener en cuenta dos
etapas bien diferenciadas:
1. La industria de Internet conformada por los fabricantes, las empresas de soft-
ware para Internet, los proveedores de servicios y de contenidos para Internet.
2. Los compradores y usuarios de Internet.
Este camino entre la produccin-compra del hardware-software y el acceso a Inter-
net se ha visto obstaculizado por una serie de fronteras-obstculos entre vendedores-
compradores-usuarios, relacionadas con: el poder adquisitivo, la ubicacin geogrfica,
clase social, gnero, idioma, invasin a la privacidad en Internet y el control-censura
por parte de gobiernos y ciber-empresas. Fronteras que en algunos casos son virtuales y
en otros se relacionan con diferentes aspectos de la vida econmica, social y cultural de
los individuos. Fronteras que se examinarn a la luz de la competencia, que Greimas
(1989: 62) define como el querer y/o poder y/o saber-hacer del sujeto focalizando
nuestra atencin en la competencia modal cognitiva (saber-hacer) y en la potestativa
(poder-hacer) del sujeto (Serrano 2003); y, del programa narrativo entendido como un
sintagma elemental de sintaxis narrativa de superficie, constituido por un enunciado de
hacer que rige un enunciado de estado (Greimas y Courtes 1982: 320).
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Fronteras virtuales: entre el ser y el parecer
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Mara Ins Mendoza Bernal
El idioma es otra de las barreras que limitan el acceso a Internet, puesto que el
78% de los sitios web estn en ingls. Tambin los costes elevados de los servicios
y de los contenidos generan barreras entre alfabetos/analfabetos informticos
debido a que los proveedores dependen de troncales estadounidenses o europeas
y a que estn concentrados en unas pocas reas metropolitanas del mundo de-
sarrollado.
Por ltimo, existe tambin una frontera para el acceso a Internet de los grupos
o individuos que tienen dificultades de aprendizaje o poco tiempo disponible. A la
primera categora pertenecen, principalmente, las personas de edad, los marginados
de un sistema escolar esencialmente ineficaz y elitista (Mercier, Plassard y Scardigli
1985: 137). En la segunda categora estn los ejecutivos, que aun disponiendo del
saber y la cultura que les permiten dominar las tcnicas para el uso de la Red, no dis-
ponen del tiempo para hacerlo.
De las reflexiones anteriores se puede inferir que el amplio abanico de sujetos co-
lectivos y actantes-sujetos que aspiran a entrar en posesin conjuncin con un
objeto de deseo mltiple conformado por equiposhardware y software, as como
por el saber-hacer-interpretar inherente a este tipo de tecnologa se ven obstaculi-
zados al no-poder-hacer fronteras por una serie de variables oponentes que les
impiden entrar a formar parte del exclusivo club de quienes estn conectados poder-
hacer y saber-hacer a la Red, generndose as exclusiones y desigualdades econmi-
cas, sociales y culturales.
Tambin hay que precisar que existen fronteras entre los usuarios de Internet,
en tanto actores de un proceso constante de metacomunicacin que asume como
objeto propio las reglas de la interaccin y la situacin comunicacional (Boccia Ar-
tieri y Mazzoli 2000, citados por Vittadini 2004:98). En el marco de este proceso de
metacomunicacin digital, es posible identificar un espacio virtual propio del noso-
tros, internautas y especialistas en Internet, frente a un ellos que invaden nues-
tra privacidad virtual a travs de: virus, espionaje troyanos, fisgones voyeurs,
trollings permite a los recopiladores de datos, a los agentes de ventas directas y a los
vendedores de listas reunir y vender informacin personal sobre prcticamente todo
el mundo, piratas que se introducen en los cdigos para sembrar caos destruyen-
do la informacin [] vulnerando los conceptos de autora y propiedad (Ledesma
2004: 55-56), destacndose el cracker que adopta una actitud de destruccin y robo;
o bien de tcnicas de control y de censura por parte de los gobiernos, etc.
En este ltimo caso, se trata de marcos frames digitales que llevan a las tecno-
sociedades y a los gobiernos a establecer, en nombre de la seguridad y de una pre-
tendida transparencia, sistemas cada vez ms frreos y sofisticados de vigilancia y de
control que ponen en entredicho la privacidad, la libertad individual y la libertad de
expresin. Asimismo, se marca, se etiqueta y se clasifica al individuo (Levis 1999) en
funcin de intereses comerciales.
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Fronteras virtuales: entre el ser y el parecer
S [(S O) (S O)]
Actantes que se pueden ubicar en la categora de la veridiccin constituida por la
puesta en correlacin de dos esquemas: el esquema parecer/no-parecer [] llamado
manifestacin y el ser/no-ser, inmanencia (vase Greimas y Courtes 1982: 434).
Si se parte del supuesto de que el ciberespacio es un microcosmos digital en el
que no existen fronteras de ningn tipo, nos encontramos, como se ha demostrado
a lo largo de este trabajo, con que s existe una serie de fronteras que impiden el acce-
so/control de Internet. Esto, desde la perspectiva semitica greimasiana, se interpreta
as: el ciberespacio est en conjuncin con el /no-ser/, con fronteras, y se hace ver sin
fronteras /parecer/, ubicndose entonces en la mentira.
Cada vez que observamos una imagen online protegida por un sistema de con-
fianza, un ordenador en alguna parte toma nota de nuestra accin. Bajo el aparente
/parecer/ objetivo de asegurarse de que las obras protegidas no se utilicen de forma
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Mara Ins Mendoza Bernal
5. Conclusin
Referencias bibliogrficas
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Courtes, J. (1997) Anlisis semitico del discurso. Del enunciado a la enunciacin. Madrid:
Gredos.
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Fronteras virtuales: entre el ser y el parecer
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V agabundos de identidad
Que el mundo se haya vuelto ms pequeo hace que, cada vez ms, nos empecemos
a preocupar tanto por el de al lado como por nosotros mismos. Como respuesta a este
fenmeno acudamos a Greimas, quien afirmar: En la frontera est la salvacin
Asimismo, la idea de frontera ha adquirido en la sociedad actual un estatus que sobre-
pasa su propia definicin. Vemos fronteras donde hay lmites, y vemos lmites donde
slo hay fronteras. En este sentido, es necesario visitar inmediatamente a ODonnell
(2000: 116), para quien creer en un mundo dividido es crear un mundo dividido. Si
al final aprendemos la leccin de Coln, que uno alcanza el Este yendo al Oeste, ten-
dremos posibilidad de hacer un mundo ms interesante y apto para la convivencia. De
esta forma, somos conscientes de que el mundo es asimtricamente interdependiente y
de que esa interdependencia se articula cotidianamente en tiempo real, a travs de las
nuevas tecnologas de informacin y comunicacin, en un fenmeno que hemos deno-
minado Era de la informacin. En este sentido, la era de los laberintos interconec-
tados implica no slo la prdida de centro, sino la bsqueda de lo global, del crculo,
de la conexin absoluta. Desde esta perspectiva, la mundializacin como trmino, y la
mundializacin de la informacin en particular, tena el problema de que, como dir
Wolton, no es sino el reflejo de un modelo poltico y cultural, el de Occidente. Son las
condiciones de recepcin, es decir las culturas, quienes hacen la diferencia. Pensemos
que hoy, al hablar de globalizacin, hablamos tambin de sus efectos colaterales. Gracias
a la mundializacin de la comunicacin se hacen todava ms visibles los daos de la
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Vagabundos de identidad
El espacio no necesita ser hablado para significar, dir Greimas. El espacio signi-
fica, y ser a travs de la espacialidad como se produzca ese proceso de significacin. El
espacio tiene un uso, y unos valores de intercambio. Yvette Marin (1996: 70) definir
el espacio no slo como indicador sino tambin como origen de las relaciones socia-
les. El espacio es concebido as como mediador o mediatizador podramos hablar de
la espaciologa, puesto que, como nos recuerda Bodei (2005), los mundos pequeos
se acaban. Recordemos, en cualquier caso, que la presencia de un mdium no modifica
de por s una de las condiciones generales de la constitucin del espacio: la relacin en-
tre una instancia subjetiva y el mundo (Pozzato 2000: 1). As percibimos que para que
haya espacio, es necesario que haya una capacidad de movimiento; si no, no podemos
hablar de espacio. Por ello, donde termina la capacidad de movimiento terminara el es-
pacio. El lugar frente al espacio tiene una connotacin de pertenencia, dada a travs de
su nominacin. Dndoles un nombre, una estabilidad, creamos lugares que antes eran
espacios, producindose la identificacin de territorio con lugar. Vemos entonces cmo
el espacio se ocupa y los lugares se habitan. El espacio, gracias a esta indefinicin, tie-
ne una concepcin ms abstracta, que le conceden connotaciones temporales. El lugar
siempre ser definido por oposicin, ya sea a un espacio o a otro lugar... Sin embargo,
en su plural, espacio es sinnimo de lugar, al delimitar y captar. En este sentido, Internet
no es un lugar, es un espacio que deviene un inespacio.
Por otra parte, debemos recordar que hablar de espacios pblicos y privados sig-
nificar retomar sus orgenes en la polis, donde el que habla tiene que tener autoridad.
Sin embargo, en la actualidad, la definicin de espacio pblico y privado no es esttica.
Podemos pensar en cmo se han privatizado las creencias o en cmo se ha invertido el
concepto de pblico y privado a la hora de dar nuestro nmero del telfono mvil. En
el inicio eran considerados como privados, ahora son perfectamente pblicos. Por el
contrario, ser el telfono de casa el que se convierta en integrante del espacio privado.
Internet, en este sentido, puede ser concebido como un espacio pblico en su definicin
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Ral Magalln Rosa
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Vagabundos de identidad
Todo territorio tiene su recorrido. El recorrido implica, as, no slo una disposicin
lineal y ordenada de los elementos entre los que se efecta, sino tambin una perspectiva
dinmica que sugiere una progresin de un punto a otro, gracias a instancias interme-
dias (Greimas y Courts 1982). Vemos as cmo, y al igual que un texto, el recorrido
tiene una orientacin. Floch (1991) nos recuerda cmo el recorrido orientado de la mi-
rada, propuesto por la lectura de la pgina de un diario, se identifica con el privilegio
concedido a la horizontalidad, as como a la creacin de tensin de este eje, de izquier-
da a derecha en nuestra cultura. Es importante, en este sentido, sealar cmo desde
otras culturas se aboga por la creacin de otro Internet donde no predomine nuestro
recorrido de lectura de izquierda a derecha ni nuestro sistema alfabtico. Por otra parte,
y si pensamos en Internet como un espacio sin territorio, diremos que estar compuesto
por un laberinto interconectado. El laberinto es as entendido como metfora que revela
la prdida de un centro. Al respecto, Umberto Eco (1987: 8-27) distinguir: el laberinto
de Teseo: se entra por un lado y se sale por el otro, imposible equivocarse; los clsicos,
como el del minotauro, que conducen sin errores al centro, donde est el monstruo; los
barrocos, que tienen vas muertas y caminos sin salida; y los modernos, rizomas (hi-
pertextos), donde todos sus espacios se interconectan. El laberinto semitico de Eco es
semejante a una galaxia en movimiento, nunca posible de cartografiar en su totalidad.
En esto se acerca a la imagen de semiosfera de Lotman, dir Mangieri (2000: 193).
Pero los laberintos actuales se refieren tambin a la acumulacin y la transmisin de co-
nocimientos, a la sobreinformacin y el rizoma.
Por otra parte, junto al laberinto surge la nocin de tecnoutopa. Al respecto, re-
cordemos que un mapa que no incluya Utopa no merece la pena llamarlo mapa,
dir O. Wilde. La utopa siempre ha estado unida a la idea de viaje, concebido como
la negacin del mundo y de sus conflictos, capaz de ofrecer a los hombres una visin
de una sociedad perfecta envuelta por un condicional impreciso (Servier 1967: 364).
Sin embargo, en la actualidad existe una tendencia hacia la subjetivizacin de las
utopas. Louis Marin (1995: 1) sostendr que la utopa es el grado cero de la sntesis
dialctica de los contrarios. La utopa es concebida por Marin como algo irrealizable
en el momento de su formulacin, como aquel discurso que funciona como un es-
quema de la imaginacin, como una figura textual que presenta una solucin imagi-
naria de las contradicciones. Al respecto, y si pensamos en Internet, una de las ms
grandes ventajas de los medios digitales es que el aumento de informacin no implica
aumento de espacio (Aguirre 1999). Por lo tanto, la utopa actual, por un lado, es en
potencia un lugar, que se caracteriza por la no visibilidad; no la podemos ver aunque
s percibir, de ah la subjetivizacin de la misma. Esto puede explicar cmo el vaco de
utopas que atraviesa el mbito de la poltica se ve llenado en los ltimos aos por un
cmulo de utopas provenientes del campo de la tecnologa y la comunicacin (Bar-
bero 2001: 86). Pero, a lo largo del siglo XX surgi otra nocin de utopa: la del aqu
y ahora, que podramos equipararla a la nocin de autopa.
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Ral Magalln Rosa
4. Fronteras tecnolgicas?
En Internet podemos distinguir las fronteras fsicas de las fronteras virtuales, que
son mediadas a travs de unas fronteras tecnolgicas, capaces de reducir el maniques-
mo fronterizo. En este sentido, Internet ha sido considerado como una no-frontera, un
no-lugar, adems de gora electrnica. Sin embargo, el problema en hacer esta interre-
lacin es que, dependiendo del tipo de frontera al que nos refiramos, tendremos la ne-
cesidad mencionar el horizonte que lo recorre y lo domina; por ejemplo: China, dnde
se encuentra el horizonte en Internet? En el territorio y en la lengua, principalmente, y
no en la frontera. Recordemos que el horizonte es aquello que cada vez que me acerco
a l, est ms lejos (Noel 1983: 154). Al contrario del horizonte, en Internet hablamos
de fronteras redes, de fronteras araa, con similares procesos de captura. De esta forma,
podemos entender cmo las fronteras no son slo movibles, sino que en esas zonas de
contacto es precisamente donde se juega con la creacin de diferentes sentidos. Al res-
pecto, Aug (1998) se refiere al exceso de espacio, que es correlativo del achicamiento
del planeta. Su explicacin fue anticipada por Meyrowitz (1985) cuando al referirse al
siglo XX afirm que no haba habido una verdadera conquista espacial, sino solamente
una conquista del tiempo de paso. Por otra parte, vemos cmo Internet permite, gra-
cias a la serialidad de los contenidos, como los boletines diarios de noticias, exclusivizar
su informacin. De esta forma, puede transmitir ms confianza que la televisin por-
que transmite una mayor sensacin de comunicacin, adems de asociarse a la idea de
que la distancia permite la libertad. T eliges tu informacin, porque no creemos en la
sinceridad de la comunicacin a gran escala, dir Wolton (2000: 45). Pero el problema
es reconocer de dnde proviene el mito de un sistema de informaciones infinito y gra-
tuito, independiente del poder, las mentiras y los errores. En este sentido, no debemos
olvidar que hay un lmite para toda comunicacin, pese a la accesibilidad instantnea
de todos los lugares y todos los espacios (Castro Nogueira 1997: 77). En Internet, como
en todo, primero conquistamos para despus darnos cuenta de que no todo puede ser
conquistado... Desde esta perspectiva, comunica informando; y ya sabemos que iniciar
uno mismo la comunicacin crea una sensacin de igualdad (Wolton 1999: 247).
Como sabemos, las fronteras no sern problemas que se siten en el nivel de la di-
ferencia lingstica, sino en el nivel de las valoraciones de esa diversidad (Fabbri 1995:
9). Por esta razn, en el sistema general de la cultura, y al hablar de textos, diremos que
stos cumplirn por lo menos, dos funciones bsicas: la transmisin adecuada de los
significados y la generacin de nuevos sentidos (Lotman 1996: 94). Marrone (2001:
364), desde esta perspectiva, destacar la eficacia simblica de los espacios, en los cua-
les la articulacin significativa de la espacialidad acta sobre los cuerpos cogindolos y
transformndolos, reprogramndolos.... De esta forma, y en relacin con el espacio que
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Vagabundos de identidad
define el texto, podemos distinguir entre el texto que se enuncia y el margen, donde en-
contramos las indicaciones pertinentes (Recanati 1981: 113-130). Acudiendo a la eti-
mologa de texto vemos cmo nos reenva a textus, tejido, trama, una trama de hilos que
se entrelazan. Segn esta idea, es imposible leer sin asignar un determinado marco. El
frame nos ayuda a ir con una predisposicin concreta a los textos, indicndonos cmo ha
de ser ledo, y sabiendo que no se puede interpretar sin tener en cuenta las reglas propias
del mismo. En este sentido, cmo establecemos y configuramos la enmarcacin en In-
ternet? Recordemos que la ampliacin del marco no tiene por qu suponer la creacin de
otro nuevo ni un cambio de sentido con respecto al anterior. La razn es que hablamos
de mensajes universales, o ms bien globales, con un mismo cdigo, y que no necesitan
traduccin. En este sentido, Internet podra ser considerado el medio de comunicacin
que se sita al margen del texto, frente a los medios oficiales que se sitan en el texto. Y
el telfono mvil? El telfono mvil sera el tipex tanto de la informacin oficial como de
la informacin oficiosa (con sus variantes estticas y de uniformidad). La ventaja de In-
ternet es que, junto a la informacin oficial, aparecen multitud de voces que interpretan
la letra pequea del texto; mientras que el telfono mvil se est convirtiendo en el modo
de reclamar los abusos de esa letra pequea al menos en ciertas ocasiones.
Desde esta perspectiva, la carencia de espacios pblicos multiplica la sensacin
de inseguridad en las grandes ciudades. Surge entonces la idea de la vuelta a la aldea.
Pero en la ciudad es imposible que todos se conozcan, pero s que todos puedan ser
visibles. Concibindose as la posibilidad de vecindarios globales y glocales, donde
se establece la necesidad de ciertos regmenes de visibilidad que no de transparencia.
Esto hace que hablemos de una Nueva Edad Media, ya que cada vez nos sentimos
menos seguros en los territorios fsicos, por lo que potenciamos los espacios virtua-
les. Como hemos podido percibir con las tcnicas de phishing, la amenaza virtual al
ser menos instintiva frente a la fsica, la conocemos peor y por lo tanto la tememos
menos... Recuerda Fabbri (1995: 227) que el espacio fsico y el espacio de la realidad
pasional no son simtricos. El miedo, por ejemplo, aparece cuando una persona se
instala en el espacio en el que ya hay otra persona que se percibe como amenazadora.
Sin embargo, dnde est el miedo en Internet? Al respecto, es necesario decir que
para las pasiones, como para todo, hay umbrales de superacin, de distancia; y cierto
alejamiento espacial aumenta la capacidad de abstraccin, y de superacin; pero pa-
sando de ese lmite se paraliza la abstraccin, haciendo que predominen los procesos
intelectuales sobre los fenmenos anmicos o socializantes (Simmel 1986).
Analizando la relacin del espacio con el presente, habra que decir que quizs
sea ste el nico tiempo que podamos definir como espacio temporal. As, podremos
concebir la experiencia como una categora espacial, unida a la memoria. Sin embar-
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Ral Magalln Rosa
go, esto no es vlido para aquellos espacios virtuales donde el tiempo es entendido
como la cuarta dimensin del espacio o como la materializacin principal del tiempo
en el espacio (Bajtin 1989: 237-401). Pensemos en que se ha hablado de una verda-
dera colonizacin del presente por el o los futuros virtuales. Sin embargo, ms bien
parece que lo que se ha colonizado ha sido el tiempo irreversible, y que la nueva fron-
tera est tanto en el espacio irreversible como en el tiempo reversible. Por lo tanto,
podemos subrayar que el presente en Internet no es un espacio, es un tiempo; el tiem-
po de la simultaneidad. En esta sociedad acelerada, se establece as como principio
hegemnico donde la informacin y su circulacin adquieren su mxima expresin.
Est claro, pues, que los medios electrnicos han roto la necesidad de una presencia
fsica como condicin necesaria para percibir la experiencia de primera mano. An-
tes era ms fcil separar las esferas entre adultos y nios (Meyrowitz 1985: 7). Aqu,
como en la aldea, todo el mundo opina. La democratizacin supone la posibilidad,
por parte de todos, de predecir ms que de decir. Desde esta perspectiva, vemos como
las respuestas colectivas de mayor trascendencia estn apareciendo en torno a las lla-
madas multitudes inteligentes. De Kerckhove quien distingue tres eras: una anal-
gica, una digital y una inalmbrica, nos recuerda que los satlites, y no las fronteras
nacionales, gobiernan las configuraciones geogrficas (1999: 241).
Por otra parte, y continuando con esta compresin del planeta, autores como
Ianni (1996:3) se preguntarn si el globo ha dejado de ser una figura astronmica
para adquirir plenamente significacin histrica. Sin embargo, puede que sea cierto
que en Internet existan posibles identidades mltiples y simultneas, pero nunca de-
jan de serlo las pasionales. Diremos que la respuesta pasar entonces por distinguir
entre identidad y pertenencia como primera premisa para establecer el equilibrio de
estos flujos emocionales y racionales. En esta misma lnea, Canclini apunta a que si
el mensaje se globaliza se globalizan las fronteras y empezamos a hablar de un no-
madismo cultural, donde las fronteras son cada vez ms interiores. De esta forma,
en la medida en que el mundo se hace cada vez ms pequeo, las consecuencias de
nuestros actos se harn cada vez ms grandes. Esto nos permite pensar en la necesi-
dad de crear una nueva cultura de la frontera. Recondo (1999) defender el paso de
la frontera-muro a la frontera-puente, mientras que Garca Canclini abogar por las
fronteras mviles. Recordemos entonces que todas las personas estn en cierta medi-
da, permanentemente en trnsito... No tanto de dnde vienes?, sino entre dnde
ests? (Clifford 1992: 109). De esta forma, el nacionalismo de Internet se configura
en torno a sus correspondientes disporas. En este sentido, la nomadicidad contra-
riamente a lo que podamos pensar implica que en todo momento y lugar el sistema
sabe quines somos, dnde nos encontramos y qu servicios necesitamos (Kleinrock
1996). Por lo tanto, si bien Internet, el medio inteligente en palabras de Octavio
Islas (2000), ha modificado nuestra relacin con el espacio y el tiempo en un nivel
tanto comunicativo como experiencial (no olvidemos que se habla de una Sociedad
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Vagabundos de identidad
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T rnsito del conocimiento y acceso a la R ed .
U n nuevo espacio a recorrer ?
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Trnsito del conocimiento y acceso a la Red. Un nuevo espacio a recorrer?
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Trnsito del conocimiento y acceso a la Red. Un nuevo espacio a recorrer?
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Olga del Ro Snchez
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Trnsito del conocimiento y acceso a la Red. Un nuevo espacio a recorrer?
los recursos objetivos para el acceso a las NTIC de que disponga la poblacin, las
capacidades subjetivas para otorgar sentido a las mismas. As, no todas las personas
se aproximan a las tecnologas de la misma manera; cada cual puede describirse a s
mismo segn para qu y con qu intensidad las utiliza.
Aspiracionales tecnolgicos:
Quiero entrar, pero me falta plata (16 %)
E-ldicos:
- Quieren entrar pero no pueden, sin plata
Entrando al juego (7%) Inseguros tecnolgicos:
- Usan telfono mvil
- Uso ldico de Internet Me la pondr? (7%)
- Disposicin positiva hacia las NTIC
- Usuarios recientes - No usan tel. mvil
- Han intentado aprender
- Estudiantes jvenes - Valoran la tecnologa, pero
- Adultos jvenes, GSE bajo
- Alta sociabilidad desconfan de sus capacidades
- Poco informados
- Inclinacin al consumo cultural - Visin positiva NTIC
- Hombres, trabajan, GSE bajo
- Son informados
E-distantes:
E-conectados: Internet? Puede ser, pero
Internet es parte de mi vida (8%) no s (7%) Automarginados
Mundo de - Uso intensivo y diverso de Internet - Bajo uso de Internet No la necesito (19%)
- Uso bsico - Usan Tel. mvil
las NTIC - Problemtico estar sin NTIC
- Optimistas tecnolgicos - Buscan informacin sobre - Sienten que las tecnologas no son para ellos
- GSE alto trabajo - No les sera posible entrar
- Baja carga de responsabilidad - NTIC como amenaza - Dueas de casa
- Alta individualizacin, autoconfianza - Acceden en lugares pblicos - Bajo nivel educacional
y poder subjetivo - Dueas de casa, GSE medio - Baja sociabilidad
- Baja sociabilidad y - Bajo poder subjetivo e individualizacin
confianza
E-trabajadores: Excluidos:
La tecnologa es una herramienta til (8%) Usuarios prog: Ya me qued afuera (21%)
- Uso diario de Internet, principalmente en el trabajo Es el lmite (7%) - No usan nada
- Hacen trmites y buscan informacin - Se sienten dentro - No les interesa aprender, no ven utilidad
- Leen noticias - Usan mvil y PC - Actitud negativa hacia las NTIC
- Buen manejo de herramientas - No necesitan Internet pero saben - Jubilados, GSE bajo
- Ambos sexos, casados, 35 a 54 aos cmo conseguirlo - Mundo difcil de entender
- Carga de responsabilidad media - Disposicin positiva a NTIC - Bajo poder subjetivo
- Alto poder subjetivo - 25-35 aos
- Individualizacin media - GSE medio
El mapa de los modos de estar fuera y dentro del mundo de las NTIC resalta
tres capacidades subjetivas esenciales para definir la ubicacin de cada persona: 1) el
poder subjetivo, entendido como la percepcin de disponer de las capacidades ne-
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Olga del Ro Snchez
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Trnsito del conocimiento y acceso a la Red. Un nuevo espacio a recorrer?
4. A modo de conclusin
Desde la perspectiva que nos ocupa, en el contexto actual se reproducen las ten-
siones y discusiones entre los paradigmas positivistas y crticos. La equiparacin expl-
cita, implcita o subliminal de la informacin con el conocimiento responde a intere-
ses neoliberales al diluir las potencialidades de las TIC como facilitadoras del trnsito
haca el conocimiento (entendido como factor de empoderamiento) de colectivos
tradicionalmente excluidos. Esto se produce de dos formas: por una parte, en la me-
dida en que utilizando los mismos significantes para significados distintos elabora (y
vende) discursos perversos en tanto ocultan los aspectos susceptibles de ser apropia-
dos (en el sentido de apropiacin) socialmente; por otro, en la medida en que los im-
pedimentos a dicha apropiacin redundan en la exclusin, desigualdad y pobreza de
amplios colectivos que ven cmo las fronteras transmutan en muros.
Notas
1
La traduccin del ingls y el subrayado son de la autora de este trabajo.
2
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II. P untos de vista
M iradas cruzadas
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Lucrecia Escudero Chauvel
ticas, una innovacin esttica en la poesa y en la narrativa, muy significativa, que tenan
equivalencias con lo que pasaba en Argentina, Brasil y otros pases latinoamericanos.
Comenzaban a despegar interpretaciones asociadas con la modernizacin, el desarrollo
industrial y la aparicin de clientelas culturales ms sofisticadas. Entre otras cosas, se ob-
serv un despegue editorial en Argentina y Mxico. Hay muchos paralelismos y grandes
discrepancias. Pero es cierto que la larga duracin de esa hegemona unipartidaria del
PRI en Mxico como partido de Estado clienteliz el movimiento intelectual y artstico,
limit las irreverencias, las insurrecciones y gener cierta complacencia nacionalista.
Hubo una pequea elite que se conectaba con los grandes movimientos inter-
nacionales como la expansin del expresionismo abstracto y otras corrientes estado-
unidenses hacia mitad de siglo XX. Estando Mxico tan cerca de Estados Unidos, el
impacto fue mayor que en la Argentina o en el Brasil, Colombia o Venezuela. En los
ltimos aos este proceso ha pasado por muchas etapas, ha habido un agotamiento
en la vanguardia por su propia dinmica interna y tambin por los movimientos in-
ternacionales, como el postmodernismo.
Mi impresin es que los movimientos ms interesantes han pasado a zonas cultu-
rales y artsticas menos nobles, o sea a la fotografa, la TV, un poco el cine, pero me-
nos en la literatura o las artes plsticas.
LEC: Uno de los roles que asumi el intelectual en la Argentina ha sido precisa-
mente estar en ese lugar de frontera critica, ha sido mucho ms crtico, terica y po-
lticamente. Hubo un perodo en que el ser intelectual o profesor en la Argentina
significaba la posibilidad de morir o desaparecer. Me parece que en Mxico se han
producido muchos ms intelectuales orgnicos que en la Argentina; tal vez la carac-
terstica del argentino sea no producir intelectuales orgnicos, a la vista de los ltimos
debates, tal vez quiz sea ese uno de nuestros defectos.
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Miradas cruzadas
NGC: Roger Bartra, que me parece uno de los intelectuales ms brillantes, con
formacin en ciencias sociales y en las artes. Empez haciendo un trabajo como an-
troplogo sobre el campesinado y los indgenas, y la situacin del campesinado en re-
lacin con las polticas de Estado. Centra sus estudios de los aos sesentas y setentas,
en cmo era el modo de produccin populista y campesinista. Despus se despeg
de eso y fue de los primeros que intentaron acompaar y pensar desde adentro del
Partido Comunista mexicano. Hizo una revista muy innovadora, donde se discuti a
fondo la democratizacin de Mxico. En esa poca escribe un libro importante que se
llama Las redes imaginarias del poder poltico, a mediados de los ochenta. Despus, si
bien sigue escribiendo sobre temas polticos, de vez en cuando y hace intervenciones
valiosas en la vida pblica, su principal obra han sido dos grandes volmenes sobre el
tema del salvaje en las culturas europeas. Son investigaciones histrico-culturales muy
sofisticadas sobre culturas europeas y las redes de los europeos con Amrica Latina. Y
varios estudios sobre la melancola como hecho cultural.
LEC: La sociedad que aparece reflejada en los medios mexicanos es una sociedad
que est empezando a discutir activamente sobre el rol de la sociedad civil, y este es un
proceso que nosotros en la Argentina lo hemos vivido en los ochenta: una sociedad
civil que se ha colocado una gran interrogacin an sin respuesta cmo es posible
haya pasado lo que pas en la Argentina, con la educacin de esa sociedad civil? Ha-
cia dnde estaba mirando mientras ocurra el terrorismo de Estado? Han descubierto
los talk-shows, que aqu es un gnero nuevo, cuando es un gnero viejo en Europa,
que tiende a desaparecer con la declinacin de la poltica. Pero es nuevo en los medios
mexicanos, estn discutiendo e interrogndose sobre una suerte de lugar comn del
espacio publico: qu somos nosotros cmo sociedad? Cmo es que nosotros duran-
te setenta aos tuvimos un mismo partido en el gobierno, la famosa dictadura per-
fecta? Que reflexin tienes en torno a ello?
NGC: Creo que esa parte del debate tiene ms tiempo, 15 20 aos, cuando
comienza la democratizacin efectiva, por ejemplo las elecciones transparentes, con-
fiables, en todo el pas. La propia aparicin del PRD, el Partido de la Revolucin
Democrtica, durante los aos ochenta, es expresin de ese debate pblico. Es cierto
lo que decs respecto de hechos equivalentes a los del cono sur, aunque de menor en-
vergadura, en cuanto al terror de Estado: la represin de Tlatelolco en el 68 y otros
acontecimientos posteriores en los setentas. Finalmente se abre una parte de los ar-
chivos, se comienza a investigar, hay denuncias pblicas. Se reconoce que la sociedad
es mltiple, que hay muchas voces. Pero hay mucha discusin acerca de lo que falta.
Falta una ley de informacin que efectivamente pluralice los medios, no hay ombuds-
man o figuras defensoras de la ciudadana en los medios, en la informacin. En el
Estado hay una Secretara de Derechos Humanos, hay comisiones nacionales de de-
deSignis 13 | 173
Lucrecia Escudero Chauvel
NGC: Aparece de varias maneras y con cambios histricos, porque aqu se hablaba
ms bien de pluralismo cultural, y las instituciones se referan a la multietnicidad, o sea
las sesenta y dos etnias indgenas. Se reconoca que Mxico no es un pas criollo, sino
mestizo, y que ese mestizaje ha sido insatisfactorio, ha creado ficciones de nacionalidad.
En la actualidad comienza a reconocerse que hay muchas formas de interculturalidad.
La interetnicidad es una de ellas y sigue siendo una de las protagnicas del mundo en-
tero, como lo hemos visto en la ex Yugoslavia, en los pases rabes, en los enfrentamien-
tos judos-palestinos. Lo sigue siendo en partes de Amrica Latina. Pero propongo una
visin ms abierta, ms densa de la interculturalidad, a partir de la globalizacin de la
cultura. Me parece que la parte menos resuelta de la globalizacin no es la econmica,
sino las muchas formas de interculturadidad: la intensificacin de las dependencias re-
cprocas entre pases y entre culturas, entre generaciones y los sistemas de circulacin
meditica de la cultura. Tenemos una posibilidad de creacin simultnea y apropiacin
mltiple de 10 15 patrimonios a la vez. En este proceso estallan las concepciones clsi-
cas del pluralismo cultural en Amrica Latina y de la multiculturalidad estadounidense,
que era segregacionista: cada uno en su barrio. Un barrio para los chicanos, otro para
los puertorriqueos, otro para los afroamericanos, eso ha fracasado. El caldero de razas,
el crisol, se acab, no funciona. Tambin ocurre en Europa por la apertura de la Unin
Europea hacia el Este, por la afluencia de migrantes de todos los continentes, no slo de
frica, y su convivencia en el trabajo o la escuela.
NGC: Eso ha sido estudiado por varios antroplogos y algunos crticos culturales.
Me interesa, por ejemplo el trabajo de Rita Segato, una antroploga argentina que vive
174 | deSignis 13
Miradas cruzadas
deSignis 13 | 175
Lucrecia Escudero Chauvel
Pars desde hace muchsimo tiempo; en Pars, que es una ciudad extraordinariamente
democrtica en el sentido de la posibilidad y donde se puede llegar a prcticamente
todas partes por medio del transporte pblico. Es, sin embargo, una sociedad que
produce y re-produce fronteras imaginarias, ya sea por el efecto de la moda o de la
especulacin inmobiliaria, donde una calle es la frontera entre un barrio de clase me-
dia (el 15) y un barrio de grandes burgueses (el 7mo), separados solo por una aveni-
da, pero la propiedad cuesta exactamente el doble si est de este o del otro lado de la
avenida. En este mundo tan segmentado socialmente pero aparentemente tan circu-
latorio, se han producido los ms grandes incendios de ciudades satlites y de violen-
cia urbana. Es cierto que no se puede comparar San Pablo con Mxico, pero hay sin
embargo una evolucin acelerada en estos aos de neoliberalismo que las acerca en la
marginacin y la violencia. Cmo ves t esta transformacin y hacia dnde van las
transformaciones de las fronteras en las ciudades latinoamericanas?
NGC: Tal vez convenga decir algo de cmo veo la diferencia de las ciudades euro-
peas, y en cierto modo de la Argentina, por el temprano trazado y desarrollo histrico
de su formato actual. Y en cambio, la manera en que ha sido trastornado el diseo ur-
bano en todas las grandes ciudades y algunas medianas de Amrica Latina por las mi-
graciones y el desarrollo industrial y, ltimamente, el crecimiento de la informalidad,
el desempleo y otros procesos de desintegracin social y de complejizacin del tejido
urbano. En la Argentina, a principios del siglo XX, fueron trazadas las princpiales
ciudades con un sentido bastante moderno, con avenidas anchas, casi como si estu-
vieran previendo la presencia automovilstica contempornea. En grandes ciudades
de Amrica Latina con tradicin colonial importante, como Mxico o Lima, donde
hubo un trazado riguroso muy ordenado que vena desde la colonia, fue desbordado
a partir de los aos 40 y 50 por la tumultuosa migracin, que se expandi de manera
desordenada en las ciudades. En la ciudad de Mxico, las fronteras dentro de la ciu-
dad estn desdibujadas porque hay barrios populares que se han convertido en barrio
de elite o barrios de clase media sin dejar de ser populares. Hay muy pocas zonas de
la ciudad que tengan una zona amplia bien delimitada de una clase social, con una
esttica urbana propia. Menciono las Lomas, San ngel, Coyoacn. ltimamente, la
nica experiencia de construccin de espacio urbano exclusivo para ricos, para trans-
nacionales, que no tiene nada que ver con el urbanismo clsico mexicano y el latino-
americano, es Santa Fe. Es una zona de 800 hectreas, donde el gobierno de Salinas
desaloj hace un poco ms de una dcada a los sectores populares muy pobres que
vivan ah e implant en pocos aos un conjunto de edificios de arquitectura desigual
pero muy moderna y fraccionamientos cerrados para residencias de alto costo, edifi-
cios de transnacionales empresariales, consultoras, Televisa, Hewlett-Packard.
Hace una semana me encontr con dos videastas, uno alemn y otro belga, que
vinieron a filmar un video sobre las orillas en la ciudad de Mxico, y tratbamos de
176 | deSignis 13
Miradas cruzadas
ver si era un tema posible, y ellos iban reconociendo que en realidad todas las orillas
atraviesan toda la ciudad. Son como lneas que no pueden ser, en parte como lo que
decas de Pars, porque un gran eje vial dividi un barrio en dos partes o porque muy
artificialmente una especulacin inmobiliaria lo logr en otro lugar. Pero casi todo el
tiempo uno ve la ciudad zigzagueando entre lo popular, lo medio y lo alto. Esto se ve
en muchas ciudades latinoamericanas por el crecimiento irregular y porque los planes
de organizacin de espacios urbanos, de regularizacin urbana, son muy tardos. En
Mxico DF, el primer plan regulador urbano es de 1979, cuando la zona metropoli-
tana tena ya quince millones de habitantes. Con quince millones, qu vas a regular?
Esa es la experiencia de Caracas, Lima, Bogot un poco menos, ya que es una ciudad
que ha sido reordenada varias veces.
NGC: Lo que trato con esos tres trminos es comparar tres nfasis disciplinarios.
La antropologa se ha especializado en las diferencias, se ha convertido en la teora
de las diferencias. Gran parte de la sociologa, sobre todo las teoras macrosociolgi-
cas, son teoras de la desigualdad: a travs de la distincin subordinan la diferencia a
la desigualdad socio-econmica y cultural. Y las teoras de la comunicacin aparecen
ms bien como teoras de la conexin y desconexin. Se est conectado, se tiene ac-
ceso o no. Lo que trato de explorar en este libro es cmo podemos articular estas tres
perspectivas tericas y superar la artificialidad de separarlas. Algunos autores, los ms
abiertos a las otras disciplinas o capaces de hacer trabajo transdisciplinario, estn re-
conociendo estas interacciones.
deSignis 13 | 177
Lucrecia Escudero Chauvel
LEC: En semitica se trabaja desde hace muchos aos con el concepto de traduc-
cin intersemitica en la comprensin de la semiosis. Esta nocin de traducibilidad
parece aplicable en tu territorio Se traduce en la cultura o no se traduce? Hay un
tercero al que uno se refiere en la traduccin?
178 | deSignis 13
Miradas cruzadas
deSignis 13 | 179
III. D iscusin
S in lmites
F ronteras y confines en la semitica de la cultura *
Jorge Lozano
A Sergio Lira, in memoriam
Curiosamente, tanto frontera como confn conllevan trmino, cuya raz ter-
significa atravesar, alcanzar una meta que se encuentra ms all, como nos re-
cuerda Pavel Florensky (2005), ese estudioso del espacio que sostuvo que es posi-
ble representar un espacio sobre una superficie, pero slo destruyendo la forma de
lo representado.
deSignis 13 | 183
Jorge Lozano
En ese bello libro dedicado a la Machina memorialis, se nos recuerda, por ejemplo,
que limes, siempre referido al surco en la tierra, encuentra parentesco en limo, y refi-
rindose al margen de los libros, dice que el margen de la pgina es el lugar por excelen-
cia en que el lector puede ejercitar y dar espacio a la propia actividad memorstica.
Limnatis, propia de las cinagas y las lagunas, es una de las caractersticas de Arte-
misa, segn Jean Pierre Vernant (1986). Tambin tiene su lugar Artemisa a orillas del
mar, en las zonas costeras, donde se confunden los lmites de la tierra y el agua. Se tra-
ta de los confines, las zonas limtrofes, las fronteras donde se establece contacto con el
Otro son palabras de Vernant, donde se codean lo salvaje y lo cultivado: para opo-
nerse, pero a la vez para interpenetrarse. Dejemos hablar al mismo Vernant (1986) de
La muerte en los ojos: Cazadora, nodriza, partera y la batalla, Artemisa es siempre la
divinidad de las mrgenes, con el doble poder de administrar el pasaje necesario entre
el salvajismo y la civilizacin, y delinear estrictamente sus fronteras cuando llega el
momento de franquearlas.
184 | deSignis 13
Sin lmites. Fronteras y confines en la semitica de la cultura
un espacio cerrado, es una lnea cierta y estable, distincin que no se sostiene por lo
que indistintamente cabe hablar como parasinnimos de fronteras y confines.
En la primera mitad del siglo XIX, Karl Haushofer pretendi basar la geopol-
tica (disciplina justamente tildada de seudocientfica) en la doctrina de los confines
naturales. Y en 1920 [1969] Frederik Turner, en su clebre The Frontier in American
History, destac, en cambio, la importancia de la frontera mvil en la construccin
de la sociedad americana. Es a la frontera que el intelecto americano debe sus carac-
tersticas ms relevantes.
Si la frontera fuese una lnea que separa dos regiones diferentes, podemos sos-
tener que tamaa definicin no tiene existencia real fuera del mapa geogrfico y,
por lo tanto, es una abstraccin o, por decirlo con Gregory Bateson (1955 [1976]),
una diferencia que hace una diferencia. Bateson se refera al principio debido a Al-
fred Korzybski (1933 [1958]): el mapa no es el territorio. El mapa es una suerte
de efecto que marca diferencias, que organiza noticias sobre las diferencias en el
territorio. El mapa de Korzybski es una metfora que, reducida a su ms extre-
ma simplicidad, permite afirmar que el efecto no es la causa. Bateson se pregunta:
Qu aspectos del territorio pasan al mapa?. Sabemos que el territorio no pasa al
mapa, excepto sus fronteras, que son los puntos en que cesa de ser uniforme por
comparacin con otra matriz de mayor dimensin. Lo que pasa al mapa conclui-
r es la diferencia.
deSignis 13 | 185
Jorge Lozano
1. Oposiciones semiticas
Aparece en la Ilada (2. 867) brbaro: Nastes iba al frente de los Carios, de br-
bara lengua. Cuando Aristteles en Poltica sostiene que si el hombre es un animal
poltico, quien es por naturaleza apolis, o es superior (dios) o es inferior (animal). As,
dentro/fuera, nosotros/ellos, griegos/brbaros, polis/apolis, civilizacin/barbarie, co-
mienza a ser una oposicin semitica universal. Se repite constantemente que la An-
tigedad cre a los brbaros, y en Inventig the Barbarian, de significativo ttulo, Edith
Hall (1991) sostiene, por otra parte, que la historia de la invencin del brbaro es la
historia del conflicto griego con los persas.
Pero los antiguos griegos tambin consideraban brbaros a los egipcios. Los ro-
manos, a los cartagineses y a los griegos. Y las estirpes arias, que haban conquistado
la India, aunque eran brbaras, usaban el trmino snscrito mleccha (muy prximo al
barbaros griego) a los habitantes del ro Indo. A la vez, los rabes disponan de la pa-
labra adjami para referirse, como despreciables extranjeros, a los persas.
El brbaro es ante todo el persa, con su hybris desptica, como Jerjes. En Los per-
sas de Esquilo, los brbaros eran crueles, miedosos, indisciplinados, amantes del lujo
y de la desmesura. Tambin existe una femineidad brbara, como la que representa la
Medea de Eurpides, dominante, pasional, exacerbada, hechicera, asesina de sus hijos
y de su hermano
186 | deSignis 13
Sin lmites. Fronteras y confines en la semitica de la cultura
El persa, a la vez, representa por sincdoque a Asia. Como seala en Historias He-
rdoto (I 4), los persas, en efecto, reivindican para s el Asia y todos los pueblos br-
baros que la habitan y consideran Europa y todo lo griego como algo aparte.
deSignis 13 | 187
Jorge Lozano
en Le miroir de Hrodote, Dionisio es extranjero, pero adems vuelve locos a los que
le siguen, a travs de la mana.
Ms all de esta ancdota, queda claro que ambos, Anacarsis y Escila, perecen por
haber trasgredido la frontera (Hartog 1980).
En esa precisa lnea, Lotman (1999), que indagaba en sus ltimos trabajos en la
traduccin de lo intraducible, como reserva para ulteriores traducciones (traduccin
intersemitica, lo llamaba Jakobson [1987] para referirse a la traduccin de signos
lingsticos en otro tipo de signos), recurre a las matemticas, y ms en concreto a la
188 | deSignis 13
Sin lmites. Fronteras y confines en la semitica de la cultura
topologa, para encontrar una definicin de confn que le permita hablar de un con-
junto de puntos que pertenecen al mismo tiempo, al espacio interno y al externo.
Como nos ensea esta disciplina, la cultura no slo crea una organizacin interna,
sino tambin su tipo de desorganizacin externa. Lo que es aplicable a los brbaros,
al enemigo, al Otro o a la moda.
Notas
Referencias bibliogrficas
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Jorge Lozano
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190 | deSignis 13
A utores / resmenes / abstracts
A na M ara C amblong
Habitar la frontera
Resumen
Se focaliza el anlisis en la frontera de la provincia de Misiones, Argentina, lim-
trofe con Paraguay y Brasil, enclave geopoltico y sociocultural perifrico respecto de
Buenos Aires y central en el Mercosur. La poblacin heterognea, en constante mo-
vimiento de pasajes, cambios de documentos, monedas, lenguas y costumbres, confi-
gura una semiosfera fronteriza caracterizada por las tensiones paradjicas. Las aporas
entre el poder concentrado en la metrpoli y la dinmica vecinal gestan una plurali-
dad de contradicciones vigentes y continuas. La proliferacin paradojal solicita una
reflexin terica y metodolgica que contemple esta matriz paradojal que imprime a
la semiosis fronteriza una dinmica diferente. Se incorpora la nocin de umbral, sus
principales caractersticas e implicaciones semiticas en el hbitat de frontera.
Abstract
It focuses on the analysis of daily life in the frontier of the province of Misiones,
Argentina, which borders Paraguay and Brazil, geo-political and socio-cultural pe-
ripheral enclave with respect to Buenos Aires and Central respect to Mercosur. The
heterogeneous population, in constant movement of fares, changes of documents,
currency, languages and habits forms a border simiosphere characterized by parado-
xical tensions. The aporias between the power concentrated in de metropolis and the
neighbouring dynamics give rise to a plurality o continuous and prevailing contradic-
tions. The paradoxical proliferation calls for a theoretical and methodological reflec-
tion that considers this paradoxical matrix which imprints the frontier semiosis with
a different dynamics. The notion of threshold is incorporated, its main characteris-
tics and semiotics implications in the frontier habitat.
Ana Mara Camblong es doctora en Letras (UBA) y titular de las ctedras de Se-
mitica I y II en la carrera de Letras de la Fac. de Humanidades y Cs. Sociales de la U.
N. de Misiones. All dirige la Maestra en Semitica Discursiva y la Especializacin
en alfabetizacin intercultural. Especialista en crtica literaria y gentica textual, en
particular ha estudiado la obra del escritor argentino Macedonio Fernndez. Por este
trabajo ha recibido el Primer Premio Nacional en Lingstica, Filologa e Historia del
deSignis 13 | 193
Arte -Produccin 1993-1995-, de la Secretara de Cultura de la Nacin. Simultnea-
mente ha dedicado sus investigaciones a la Poltica lingstica en zonas rurales y de
frontera. Email: [email protected]
Resumen
Este ensayo describe algunos de los espacios para el gozo y disfrute de las personas
en el San Juan del siglo XX. El ensayo parte de la idea de que el devenir ldico de las
ciudades responde en gran medida al afn de representacin de los diferentes compo-
nentes sociales que las conforman. Se asume que este acaecer se da mediante diversas
modalidades de construccin y uso del espacio pblico, que a veces crean conflictos
y confrontaciones entre los diversos usuarios. El recorrido se detiene en algunos de
los recintos que para el entretenimiento, el espectculo y la distraccin de los sanjua-
neros surgieron y desaparecieron durante el siglo pasado, a la vez que se proponen
miradas y acercamientos a su posible papel en el desarrollo cultural y urbanstico de
la ciudad. A travs de este ensayo se propone una mirada a la ciudad de San Juan de
Puerto Rico y los espacios que se fueron construyendo durante los primeros aos del
siglo XX para la carnavalizacin disciplinada. Estos son espacios arquitectnicos para
la fiesta, lo festivo y la diversin que responden a propuestas de organizacin del es-
pacio pblico.
Abstract
This essay describes some of the spaces for enjoyment in the city of San Juan,
Puerto Rico, during the 20th century. The essay is based on the idea that the seg-
mentation of areas for entertainment in cities is very much linked to the quest for
representation of different social components that make it up. It is assumed that
this occurs through various modes of development and use of public space, crea-
ting conflicts and confrontations among various users. The essay is organized by the
description of some of the sites that for distraction of people in the city of San Juan
emerged and disappeared during the last century, suggesting their possible role in
cultural and urban development of the city. The essay proposes a look at the city of
San Juan, Puerto Rico, and the spaces that were built during the early years of the
20th century for the disciplined rituals of entertainment. These were architectural
spaces for festivities and enjoyment that respond to proposals for the organization
of public space.
194 | deSignis 13
Autores / resmenes / abstracts
F ranois de B ernard
Pobreza y violencia
Resumen
Segn la presentacin normativa, la pobreza es la causa de la violencia y la violencia,
a la vez, es la causa de la pobreza, etc., en una espiral de efectos creciente. Para ir ms all
de las diversas doxas, se sugiere revisitar esta pregunta con diversas herramientas cientfi-
cas, como los conceptos de lmite, frontera, borderline e inclusin. Un punto esencial es
que el proyecto de la globalizacin es la vuelta al nomos del oikos (a la oikonomia y, ms
all: a la crematstica) como concepto imprescindible para la promocin y la extensin
del mercado mundial. Cuanto ms globalizamos ms pobreza necesitamos, pues esta
ltima parece ser el combustible principal del motor de la globalizacin. La violencia
globalizada aparece como un lmite compartido con la pobreza, como un lmite de la
globalizacin que slo puede ser compartido con la poltica.
Abstract
According to the normative presentation, poverty is the cause of violence and vio-
lence, by its turn, is the cause of poverty, and so on in a spiral of growing effects. In
order to go beyond the different doxas, I suggest to revisit this question with different
scientific tools, as the concepts of boundary, limit, frontier, borderline and inclusion.
One key argument is that the project of globalisation is the return to the nomos of
the oikos (to the oikonomia, and beyond: to chrematistics) as an indispensable prima-
te for the promotion and extension of the world market. The more we globalise, the
more poverty is needed, as this latter seems to be the main fuel of the motor of glo-
balisation. The globalised violence therefore becomes a limit shared with poverty as
a limit of globalisation that can only be bound by the political.
deSignis 13 | 195
dustrias culturales desde 1991. De 1982 a 1991, ejerci diferentes funciones dentro de
consejos de administracin de empresas, paralelamente a sus actividades de enseanza e
investigacin (profesor de Finanzas Internacionales en la Universidad de Paris 5 Ren-
Descartes; direccin de seminarios en el Colegio Internacional de Filosofa). Algunas
de sus principales publicaciones son A Fbrica do terrorismo, Europe, diversit culturelle
et mondialisations, coordinateur, Dclaration universelle sur la diversit culturelle. Com-
mentaires et propositions, coordinateur, Parthnia 2050, O Governo da Pobreza, La
Pauvret durable y LEmblme dmocratique. E-mail: [email protected]
Resumen
Las caractersticas de transparencia, horizontalidad, interactividad y su poten-
cialidad para democratizar la informacin, la comunicacin y el conocimiento atri-
buidas a las NTIC, han dado lugar a un discurso dominante aislado del contexto
y organizacin social en que estas se desarrollan, estableciendo una relacin causal
casi directa entre el uso de las nuevas tecnologas que dan acceso a una gran masa
de informacin y el acceso al conocimiento. A pesar de que el argumento de base
para la integracin de las TIC en el desarrollo es el valor de la informacin y la co-
municacin, el trnsito hacia el conocimiento requiere de ms factores. La ecua-
cin acceso = conocimiento que prevalece en el discurso oficial obvia que para
encontrar la informacin adecuada, se requiere del conocimiento previo que per-
mita formular las preguntas de informacin pertinente, identificar y comprender
las respuestas.
Abstract
The characteristics of transparency, horizontality, interactivity and its potentiality
to be democratic the information, the communication and the knowledge attributed
to the NTIC, have given rise to an isolated dominant speech of the context and social
organization in which these are developed, establishing an almost direct causal relation
between the use of the new technologies that give to access to a great mass of informa-
tion and the access to the knowledge. Although the argument of base for the integration
of the TIC in the development is the value of the information and the communication,
the transit towards knowledge requires more factors. The equation access=knowledge
that prevails in the obvious official speech that to find the information suitable is re-
quired of the previous knowledge that allows to formulate the questions of pertinent
information, to identify and to include/understand the answers.
196 | deSignis 13
Autores / resmenes / abstracts
Resumo
Reflete-se sobre as transformaes do trabalho da enunciao meditica a partir da
emergncia dos processos de mediatizao afetando diferentes prticas sociais, alm
daquelas do seu prprio campo. Descreve-se, a partir destas questes os modos atra-
vs dos quais a autonomia dos media enunciada, enfatizando-se, particularmente,
as operaes de auto-referencialidade.
Abstract
The transformations of mediatic enunciation procedures are contemplated star-
ting from the emergency of the mediatization processes allocating different social
practices, besides those of its own area. It is described, starting from these queries the
manners through which the media autonomy is enunciated, being emphasized, par-
ticularly, the operations of solemnity-reference.
deSignis 13 | 197
de Nvel Superior; membro do Comit Cientfico do CNPq, Fundao Carlos Chagas;
professor titular da Universidade do Vale do Rio dos Sinos, Unisinos, ex-professor das
universidades UFRJ, UFPB, UnB e PUC Minas, co-fundador da Associao Nacional
de Programas de Ps-Graduao em Comunicao Comps. Tem experincia na rea
de Comunicao, com nfase em Teoria da Comunicao, atuando principalmente nos
seguintes temas: teoria da comunicao, discurso, jornalismo. autor de diversas obras,
entre elas: Comunicao e Mdia ImpressaEstudo sobre a Aids, Ensinando TV Escola,
Lula PresidenteTeleviso e poltica na campanha eleitoral de 2002.
F abricio F orastelli
La construccin de fronteras en el anlisis poltico del discurso :
Ernesto Laclau
Resumen
En el presente artculo sostendremos la centralidad de la nocin de frontera en el
pensamiento de Ernesto Laclau. Creemos que la misma ha permitido dos tareas: re-
formular innovadoramente la teora de la hegemona e impedir una serie de suturas,
en su argumento definidas por la propia radicalidad de las opciones intelectuales en
juego. Para dar cuenta de su funcin, colocaremos el concepto de frontera en relacin
con tres categoras: antagonismo, dislocacin y significantes vacos.
Abstract
This article explores the centrality of the notion of frontier in Ernesto Laclaus
work. The notion of frontier has allowed him to develop two tasks: to reformulate
the theory of hegemony as the horizon of the possibility/impossibility of society, and
to prevent a series of closures in the context of the radical character of his intellectual
options. To account for its function, we will consider the concept of frontier in re-
lation to three categories: antagonism, dislocation and empty signifiers.
198 | deSignis 13
Autores / resmenes / abstracts
simblica. Teora y mtodo en sociologa del arte (1979, Siglo XXI, Mxico); Las culturas
populares en el capitalismo (1982, Nueva Imagen, Mxico); Cultura transnacional y cul-
turas populares (1988, Roncagliolo, Lima); Culturas hbridas (1990, Grijalbo); Cultura
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para entrar e sair da Modernidade (1998, Fontes, So Paulo); Las industrias culturales en
la integracin latinoamricana (con Carlos Moneta, 1999, Eudeba, Buenos Aires); La
globalizacin imaginada (1999, Paids, Barcelona); Imaginarios urbanos (1999, Eude-
ba); Consumidores e cidadaos (1999, UFRJ, Rio de Janeiro); Latinoamericanos buscando
lugar en este siglo (2002, Paids). E-mail: [email protected]
T anius K aram
Nuevas fronteras a propsito del discurso periodstico sobre derechos
humanos . El caso de las muertas de J urez
Resumen
En el presente trabajo se hace una exploracin socio-semitica del discurso de
prensa sobre derechos humanos. Para ello se le caracteriza en primer lugar como
un espacio de frontera. Se hace un recuento del proceso mediante el cual el dis-
curso sobre derechos humanos entr a la prensa, para rescatar de ah sus elemen-
tos hipo-textuales. Se presenta un caso, el de las llamadas Muertas de Jurez
ocurrido en la frontera norte mexicana (Ciudad Jurez), del cual se comentan
dos aspectos del anlisis: por una parte, la construccin simblica de la frontera
como el lugar de la violacin de los derechos humanos; por la otra, las formas de
caracterizacin del agredido-agresor en el metarrelato de prensa sobre este acon-
tecimiento violento.
Abstract
In this paper we explore from social-semiotics perspective the human rights press
discourse. We define this as border symbolic space. We make a brief introduction
about how human rights become a topic for the press; this made for recover those
hypo-textual elements. We present as an example the case called Juarez Deaths
which have happened at Mexican border city Ciudad Jurez. We emphasize two
aspects from analyses: first, symbolic constructions of border as a place for human
rights violation; secondly, how aggressor and victim are represented and constructed
through meta-narration media discourse.
deSignis 13 | 199
truccin (2008), ambos junto con Jess Galindo y Marta Rizo; es compilador de Mirada a
la ciudad desde la comunicacin y la cultura. En 2006 coordin un seminario sobre semi-
tica y comunicacin en su universidad. E-mail: [email protected]
J orge L ozano
Sin Lmites. Fronteras y confines en la semitica de la cultura
R al M agalln R osa
Vagabundos de identidad
Resumen
Internet, concebido como inespacio y como margen del texto, transforma el con-
cepto de territorio, modificando la relacin espacio-tiempo a travs de nuevas formas
de significacin, y el concepto de identidad racional e identidad pasional, en favor de
identidades relacionales.
Abstract
Internet, conceived like not-space and text margin, transforms the territory con-
cept, and modifies the relation space-time through new forms of meaning, also mo-
difying the concept of rational identity and passional identity, in favour of relational
identities.
200 | deSignis 13
Autores / resmenes / abstracts
Resumen
El texto propone analizar la escritura producida en espacios situados entre
fronteras tericas as como entre diferentes prcticas culturales, pues aunque ocu-
pndose ampliamente el debate terico actual del anlisis de cmo se construyen
de forma especfica identidades particulares, gran parte de estos anlisis acaban
participando del ahistoricismo terico, las nociones esencialistas, como ha de-
mostrado Juan Carlos Rodrguez. La operatividad de la nocin bajtiniana para
diferenciar entre la construccin de lo identitario en las culturas sacralizadas y la
construccin del sujeto en las culturas de la modernidad, as como el desmontaje
del logos antropocntrico, nos ha servido para evidenciar la necesidad de esta-
blecer fronteras tericas en el anlisis de los diferentes enunciados culturales. Las
referencias a textos lorquianos sirven para analizar lo que hemos definido como
escritura fronteriza, construida a partir de diferentes nociones de lo identitario,
desde la nocin de identidad como expresin de s mismo, a su consideracin
como expresin de una esencia sacralizada o como pregunta abierta a las parado-
jas de la identidad.
Abstract
The text proposes to analyze the writing produced in spaces located between
theoretical borders, because although taking care widely the present theoretical
debate of the analysis of how particular identities are constructed of particular form,
great part of these analyses ends up participating in the essentialists notions. The
operativity of the bajtinian notion to differentiate between the construction of the
identity in the consecrated cultures and the construction of the subject in the cultures
of modernity, as well as the disassembling of the anthropocentric logo, has served
us to demonstrate the necessity to establish theoretical borders in the analysis of the
different cultural statements. Study in particular of text literary, as The Public of Lorca,
serves to analyze what we have defined as border writing, constructed from different
slight knowledge from the identity, from the notion of identity like expression of
itself, to his consideration as expression of a consecrated essence or as he asks open
the paradoxes of the identity.
deSignis 13 | 201
Del neorrealismo a la renovacin formal (1989), La crtica marxista italiana (2000) y
Literatura y psicoanlisis (2000). Estudiosa de la novela femenina, ha realizado traba-
jos de investigacin sobre Martn Gaite, Merc Rodoreda y Carmen Riera. Tambin
son numerosas sus publicaciones sobre teora y analtica de la escena moderna. En la
actualidad dedica su investigacin al anlisis de la transmisin de valores culturales en
los medios de comunicacin. E-mail: [email protected]
Resumen
En este artculo se investiga desde la perspectiva de uno de los aspectos de la
semitica greimasiana (modalidades y veridicciones), las fronteras existentes en las
tecnologas digitales, con especial nfasis en Internet. Se inicia con el concepto de
cibercultura como espacio de significados; posteriormente se examinan aspectos re-
lacionados con la brecha digital, invasin de la privacidad, tecnologas del control y
comprobacin como las nuevas barrera-fronteras que promueven la exclusin y la
desigualdad ante las nuevas tecnologas. El estudio concluye con una investigacin en
el ser-visto en Internet.
Abstract
In this article, the existing borders in the digital technologies, with special empha-
sis on the Internet, are investigated from the perspective of one aspect of the greima-
sian semiotics (modalities and veridictions). It initiates with the concept of ciber-cul-
ture as space of meanings; subsequently it examines the digital gaps, the invasion of
privacy, technologies of control and the testing of how new barriers-borders promote
exclusion and inequality in relation to the new technologies. The article ends with
an investigation on the be-seen in Internet.
Resumen
Partiendo de la perspectiva de la teora de sistemas de Niklas Luhmann, este en-
sayo trata sobre la formacin de sistemas emergentes autoorganizados en las zonas
silenciadas y fronterizas del sistema social. Se consideran en l dos tipos de fron-
teras: la que separa la sociedad de su entorno y las internas, que separan un sub-
sistema de otro dentro de la misma sociedad. Tomando en cuenta lo anterior, se
explica por qu, en las fronteras de la sociedad, existe una serie de sistemas emer-
gentes autoorganizados cuyo surgimiento y desarrollo le resultan muy inquietantes
y conflictivos.
202 | deSignis 13
Autores / resmenes / abstracts
Abstract
This essay is based in the systems theory made by Niklas Luhmann and talk about
the formation of the self-organized emergent systems in the silenced and bordering
areas of the society. It refers to two different kinds of borders: the border that separa-
tes the society from the environment, and those interior borders, that separate social
subsystems between them.
This article explains why, in the society borders, series of self organized emergent
systems exist, having a growing and development very worrying and conflictive for
the rest of society.
F lix J. R os
La atlanticidad como hibridacin cultural
Resumen
En este artculo se revisan algunos de los signos que han contribuido a la cons-
truccin de la identidad de las Islas Canarias. En los contextos diversos del mundo
hispnico, las islas mantienen caractersticas particulares, determinadas por su condi-
cin geogrfica y circunstancias histricas. La identidad es una construccin dinmi-
ca activa que se transforma constantemente. La identidad de los isleos, su manera
de ver el mundo y de explicarlo a s mismos se forma durante los siglos por medio de
las contribuciones culturales de la gente que entrecruza tradiciones ancestrales con las
que vienen del exterior. Tambin se dice generalmente que la hibridacin es otra de
las caractersticas que forman la identidad de la isla, una identidad canaria forjada en
los encuentros sucesivos y diversos con la gente que viene de exterior. El concepto de
nacionalidad, que permite que exploremos con mayor profundidad la identidad del
ser humano histrico, no es inmutable, sino que est sujeto a cambio.
Abstract
This paper reviews some of the signs that have contributed to the construction of the
Canary Islands identity. In the diverse contexts of the Hispanic world, the islands main-
tain particular characteristics determined by their geographical condition and historical
circumstances. Identity is an active dynamic construction that constantly transforms
itself. The identity of the islanders, their way of seeing the world and of explaining it
to themselves is shaped over the centuries by means of the cultural contributions of the
deSignis 13 | 203
people that meld ancestral traditions with those that come from outside. It is also usua-
lly said that hybridization is another of the characteristics that form the island identity,
a Canarian identity forged in the successive and diverse encounters with people coming
from outside. The concept of nationality, that allows us to explore in greater depth the
identity of the historical human being, is not immutable, but is subject to change.
Resumen
Las siguientes pginas presentan una discusin en torno al concepto de frontera,
abordado como frontera interna, como frente cultural generador de universos de sen-
tido distintos. En un primer momento se presenta la conceptualizacin bsica de la
frontera, distinguiendo entre frontera cultural, interna y simblica. Se hace explcita
tambin una concepcin semitica de la frontera. Posteriormente, se presenta una
reflexin en torno a cmo el concepto de frontera puede ser til para comprender
los procesos de comunicacin intercultural. A lo largo del texto se hace nfasis, sobre
todo, en una concepcin sociocultural y semitica de frontera.
Abstract
The following pages present a discussion around the concept of border, boarded
as internal border, as cultural front generator of different universes of sense. At a first
moment appears the basic conceptualizacin of the border, distinguishing between
cultural, internal and symbolic border. A semiotic conception of the border is also
made explicit. Later, appears a reflection around how border concept can be useful
to understand intercultural communication processes. Throughout the text becomes
emphasis, mainly, in a social, cultural and semiotic conception of border.
204 | deSignis 13
Autores / resmenes / abstracts
Resumen
El presente trabajo analiza la relacin entre el idioma y las identidades en la expe-
riencia inmigratoria. Propone un marco terico que permite reinterpretar en forma
positiva las dificultades del inmigrante para adquirir el idioma de inmigracin, sugi-
riendo que actan como mecanismos que aseguran la continuidad de las identidades.
Propone la existencia de un contrato implcito entre nativos e inmigrantes, segn el
cual el inmigrante mantendr elementos lingsticos que lo identifiquen claramente
como extranjero, permitiendo al nativo hacer uso de sus derechos de antigedad
sobre el territorio y al inmigrante, contrarrestar la amenaza identitaria que implica-
ra lograr una competencia lingstica nativa. Finalmente, se analiza el concepto de
competencia lingstica imaginaria como mecanismo regulador de la negociacin
entre las diferentes identidades nacionales en la inmigracin.
Abstract
The paper analyzes the relationship between language and identities in immigra-
tion. It offers a theoretical framework that positively reinterprets the immigrants di-
fficulties in acquiring the new language, suggesting that they act as mechanisms that
ensure the maintenance of identity. The author suggests that an implicit contract
exists between immigrants and natives, according to which natives will remain stran-
gers forever, allowing the native to keep the special rights derived from his earlier
belonging to the country, and the immigrant to soften the threat that a native profi-
deSignis 13 | 205
ciency would represent for his previous identity. Finally, the concept of imagined
proficiency is discussed, as a linguistic reflection of the negotiation between national
sub-identities.
S ahar M. T alaat
La construccin de universos simblicos a travs de la ficcin televisiva :
transmisin de identidades culturales excluyentes
Resumen
La cultura de masas en general, y en los pases rabes en particular, crea un siste-
ma de cultura que constituye un conjunto de smbolos, valores, mitos e imgenes que
refieren la vida cotidiana o el imaginario colectivo. La ficcin televisiva en la regin
representa realidades poli-culturales en las que la cultura de masas se hace contener,
controlar y, a veces, censurar. Esta cultura no es autnoma en sentido absoluto. Pue-
de impregnarse de su cultura nacional, religiosa, humanista, tnica, etc. Sin embargo,
penetra en la cultura nacional, religiosa, humanstica y otras ms. La ficcin televisiva
rabe representa las culturas nacionales cruzadas por divisiones internas profundas.
Su identidad cultural se manifiesta en su poder relativo para definir sus propias iden-
tidades y su capacidad de movilizarse en la sociedad. El artculo pone en cuestin la
manera en la que las telenovelas Bab Al Hara (La puerta del barrio) y El rey Faruk for-
mulan un diseo comunicativo para subrayar la importancia del rol de los medios en
la creacin del sentimiento de pertenencia y de auto-reconocimiento de su historia.
Abstract
Mass culture everywhere, but particularly in the Arab world, has created a cultural
system based on the compilation of symbols, values, myths and images that refer to the
practices of the daily life and to the collective imaginary world. Television drama in the
region represents political-cultural realities, in which the mass culture formulates a way
of containment, control and sometimes censorship. This culture is not autonomous in
absolute sense. It can be impregnated with elements which are national, religious, hu-
manist, ethnic-culture, etc. Meanwhile, it also penetrates in the national, religious, hu-
206 | deSignis 13
Autores / resmenes / abstracts
manist culture, and among others. The Arab TV drama illustrates such interrelatedness
of cultures through the expression of profound internal divisions. Its cultural identity is
derived from its relative power to define its own identities as well as from its ability to
mobilize the society. With such operations in mind, this article examines the method
of the development of two Arab TV dramas, Bab Al Hara (The Door of the Alley) and
King Faruk, named after the last King of Egypt. Both TV dramas formulate a commu-
nicative design that highlights important role of the media in creating the feeling of
belonging and the sense of self-recognition within ones history.
Resumen
El objetivo de este artculo es el de analizar el proceso de recepcin televisiva entre
audiencias femeninas y masculinas a la luz de la perspectiva de gnero, con el propsi-
to de contribuir a la eliminacin de una de las fronteras torales del mundo moderno:
la frontera de gnero. Basado en herramientas cualitativas, este trabajo analiza la for-
ma en la cual las amas de casa y los jefes de familia se relacionan con la televisin en
el marco de su vida cotidiana. El supuesto central del que se parte es que la identidad
de gnero determina las formas particulares en que estas mujeres y hombres se rela-
cionan con la realidad social y con los otros, formas que pasan por la manera en que
se conciben como ciudadanos, en la percepcin que tienen de las esferas domstica y
pblica y en cmo las vivencian, en cmo participan en los procesos comunicativos
y, en este sentido, en cmo se relacionan con la televisin y en cmo interpretan los
mensajes mediticos.
Abstract
The main purpouse of this article is to analyze using the cathegory of gender, the
reception process among female and male audiences, with the objective of contribute
deSignis 13 | 207
to eliminate the frontier of gender. Based on qualitative methodology, this research is
focused on the relationship between housewives and head of families with television,
in the daily life. The hypothesis expresses that the identity of gender determines par-
ticular forms of: relationship with the society; assuming citizenship; relationship with
public and private spheres; and participation in communicative processes, in particu-
lar in the television reception.
T eresa V elzquez
Presentacin y bibliografa
D ilogo disciplinar e interacciones tericas : las fronteras y sus
permeabilidades
208 | deSignis 13