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VIRTUD
ALASDAIR
MACINTYRE
VISTANOS PARA MS LIBROS:
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ALASDAIR MACINTYRE
TRAS LA VIRTUD
Traduccin castellana de
AMELIA VALCAACEL
EDITORIAL CRITICA
Grupo editorial Grijalbo
BARCELONA
PREFACIO
A. M.
\X-\al!rtown, Mass.
l. UNA SUCEP,E~<CIA INQUIETANTE
tos que seran necesarios para dar sentido a toda esta actividad se
han perdido, quizs irremediablemente.
En tal cultura, los hombres usaran expresiones ccmo neutrino,
masa, <<gravedad especfica>>, peso atmico, de modo sistemtico
y a menudo con ilacin m:s o menos similar a los modos en que
tales expresiones eran usadas en los tiempos anteriores a la prdida
de la mayor parte del patrimonio cientfico. Pero muchas de las
creencias implcitas en el uso Je esas expresiones se habran perdido
y se revebrh1 un demento de arbitrariedad y tambin de eleccin
fortuita en su aplicacin que sin duda nos parecera sorprendente.
Abundaran !as premisus ap:1rentemente contrarias y excluyentes entre
s, no soportadns por ningn argumento. Apareceran teor:Is subjeti-
vistas de la ciencia y seran criticadas por aquellos que sostuvieran
que la nocin de verdad, incorporada en lo que decan ser ciencia, era
incompatible con el subjetivismo.
Este mundo posible imaginario se aproxima mucho a alguno de
los que han construido los escritores de ciencia ficcin. Podemos des-
cribirlo como un mundo en el que el lenguaje de las ciencias natura-
les, o por lo menos partes de l, contina siendo usado, pero en un
grave estado de desorden. Notemos que la filosofa analtica, si llega-
se a florecer en ese mundo imaginario, no sera capaz de revelar la
realidad de este desorden. Porque las tcnicas de la filosofa analtica
son esencialmente clescripriv:Js. y ms concretamente descriptivas del
lenguaje del presente en tanto que tal. El filsofo analtico sera capaz
de elucidar las estructuras conceptuales de lo que pasara por pen-
samiento cientfico y discurso en ese mundo imaginario, precisamente
en In forma en que l mismo elucida las estructuras concepruales de
la ciencia tal como es.
Tampoco la fenomenologa o el existencialismo seran capaces de
discernir nada incorrecto. Todas las estructuras de la intencionalidad
seran lo que ahora son. La tarea de suministrar una bnse epistemo-
lgica para esos falsos simulacros de ciencia natural, (!n trminos
fenomenolgicos no diferira de esa misma tarea tal como se afronta
en el presente. Un Husserl o un Merleau-Ponty quedaran tan enga-
ados como un Strnwson o un Quine.
A qu viene construir este mundo imaginario babitado por
pseudocientficos ficticios y una filosofa real y verdadera? La hipte-
sis que quiero adelantar es que, en el mundo actual que habitamos,
el lenguaje de h moral est en el mismo grave estado de desorden
UNA SUGERENCIA INQUIETANTE 15
premisas que invocan derechos se oponen a las que invocan una posi-
bilidad de generalizacin; en la tercera, la pretensin de equidad
compite con b de libertad. Precisamente porque no hay establecida
en nuestra sociedad ninguna manera de decidir entre estas pretensio-
nes, las disputas morales se presentan como necesariamente intermi-
nables. A partir de conclusiones rivales podemos retrotraernos hasta
nuestras premisas rivales, pero cuando llegamos a las premisas la dis-
cusion cesa, e invocar una premisa contra otra sera un asunto de
pura alirmacin y contra-afirmacin. De ah, tal vez, el tono ligera-
mente estridente de tanta discusin moral.
Sin embargo, esa estridencia puede tener t::mbin otro origen.
No slo en discusiones con otros nos vemos rpidamente reducidos
a afirmar o contra-afirmar; tambin ocurre en las discusiones que con
nosotros mismos tenemos. Siempre que un agente interviene en el
foro de un debate pblico, es de suponer que ya tI:ne, implcita o
explcitamente, situado en su propio fuero interno d asunto de qut:
se trate. Pero si no poseemos criterios irrebatibles, ni un conjunto
de razones concluyentes por cuyo medio podamos convencer a nues-
tros oponentes, se deduce que en el proceso de reajustar nuestras
propias opiniones no habremos podido apelar a tales criterios o tales
razones. Si me falta cualquier buena razn que invocar contra ti, da
la impresin de que no tengo ninguna buena razn. Parecer, pues,
que adopto mi postura como consecuencia de alguna decisin no
racional. En correspondencia con el carcter inacabable de la discu-
sin pblica aparece un trasfondo inquietante de arbitrariedad pri-
vada. No es para extraarse que nos pongamos , la defensiva y por
consiguiente levantemos la voz.
Un segundo rasgo no menos importante, aunque contraste con
el anterior en estas discusiones, es que no pueden por menos de pre-
sentarse como si fueran argumentaciones racionales e impersonales.
Normalmente se presentan de modo adecuadamente impersonal. Qu
modo es se? Consideremos dos maneras diferentes en que puedo
predisponer a alguien para que realice una determinada accin. En
un primer caso tipo digo: haz tal y tah~. La persona a que me
dirijo responde: por qu voy a hacer yo tal y tal?. Yo replico:
porque yo lo quiero>~. No he dado en este caso a la persona a quien
me dirijo ninguna razn para hacer lo que le he ordenado o pedido,
a no ser que, aparte de ello, l o ella posea alguna razn peculiar
para tener mis deseos en cuenta. Si soy un oficial superior, digamos,
EL DESACUERDO MOJtAL ACTUAL Y EL EMOTIVISMO 23
textos de los que ahora han sido privado;. Adems, los conceptos
que empleamos han cambiado de carcter. al menos en algunos casos,
durante los ltimos trescientos aos. En la transicin desde la diver-
sidad de contextos en que tenan su elemento originario hacia nuestra
cultura contempornea. <<virtud y piedad v obligacin e incluso
deber se convirtieron en algo distinto de lo que un~1 vez fueran.
Cmo deberamos escribir la historia de tales cambios?
Al tratar de responder a esta pregunta se clarifica mi hiptesis
inicial en conexin con los rasgos del debate moral contemporneo.
Pues si estoy en lo cierto al suponer que el lenguaje mor:~! pas de
un estado de orden a un estado de desorden, esa transicin se refle-1
jar, y en parte consistir de hecho, en tales cambios de significado.
Por otra parte, si las caractersticas que he identificado en nuestras
propias argumentaciones morales -la ms notable, el hecho de que
simultnea e inconsisrentemente tratemos b discusin moral as como
ejercicio de nuesrra capacidad de raciocinio que como simple expre-
sin asertiva- son sntomas de desorden moral, debemos roder cons-
truir una narracin histrica verdadera en cuyo estadio ms temprano
el razonamiento moral era de clase muy diferente. Podemos?
Un obstculo para hacerlo ha sido el tratamiento uniformemente
ahistrico de la filosofa moral por parte de los filsofos contempo-
r(\neos que han escrito o enseado sobre este particular. Demasiado
a menudo todos nosotros consideramos n los filsofos morales del
pasado como si hubie:-::m contribuido a un debate nico cuyo asunto
fuera relativamente :!1v.-uiable: trat:unos a Platn, Hume y Mili
como si fuesen comc:-::por:lneos nuestros :: entre ellos. Esto nos lleva
a abstraer a estos amores del medio cultural y social de cada uno, en
el que vivieron y pensaron; al hacerlo as, la historia de su pensa-
miento adquiere una falsa independencia del resto de la cultura. Kant
deja de ser parte de la historia de Prusia, Hume ya no es un escocs.
Tales caractersticas se han vuelto irrelevantes para el punto de vista
desde el que nosotros concebimos la filosofa moral. La historia emp-
rica es una cosa, la filosofa otra completamente distinta. Pero, hace-
mos bien en entender la divisin acadmica de las disciplinas tal
como convencionalmente lo hacemos? Una vez ms parece que hay
una posible relacin entre el discurso moral y la historia de la orto-
doxia acadmica.
Con razn, en este punto se me podra replicar: No pasa usted
de hablar de posibilidades, sospechas, hiptesis. Conceda que lo que
TRAS LA VIRTUD
ficios. El terapeuta tambin trata los fines como algo dado, como
si estuvieran fuera de su perspectiva; su compromiso tambin es
tcnico, de dicacia en transformar los sntom:~s neurticos en energa
dirigida, los individuos mal integrados en otros bien integrados. Ni el
gerente ni el terapeuta, en sus papeles de gerente y terapeuta, entran
ni pueden entrar en debate moral. Se ven a s mismos, y son vistos
por !os que los miran con los mismos ojos, como figuras incontesta-
bles, que por s mismas se restringen a los dominios en donde el
acuerdo racional es posible, naturalmente desde su punto de vista
sobre el reino de los hechos, el reino de los medios, el reino de la
e11cacia mensurable.
Es importante, por supuesto, que en nuestra cultum el concepto
de terapia se haya generalizado saliendo de b esfera de la medici-
na psicolgica, donde tena obviamente su legtimo lugar. En The
Triumpb of the Therapeutic (1966) y tambit:n c:n To My Fellow
'feacbers ( 1975), Philip Rieff ha documentado con devastadora pers-
picacia d mmero de caminos por los que la verdad ha sido despla-
zada como valor y reemplazada por la eficacia psicolgica. Los mo-
dismos de la terapia han invadido con xito y por completo esferas
como la de la educacin y la de la religin. Los tipos de teora que
intervienen o se invocan para justificar estas modas teraputicas son
naturalmente muy diversos, pero la moda propiamente dicha tiene
mayor significacin social que las teoras de que se abastecen sus
promgomsras.
1
He dicho en general de los personaies que son aquellos papeles
sociales que proveen de definiciones morales a una cultura; es crucial
hacer hincapi en que no quiero decir que las creencias morales
expresaJ,s e incorporadas en los personaes de una cultura en par-
ticular aseguren el consenso universal dentro de esa cultura. Al con-
trario, y en parte porque proveen de puntos focales de desacuerdo,
son capaces de llevar a cabo su tarea definitoria. De ah que el carc-
ter moralmente definitorio del papel gerencial en nuestra cultura se
evidencia lo mismo por las numerosas censuras contemporneas con-
tra los mtodos manipuladores de los gerentes t!n la teora y en la
prctica, que por los homenajes que por igual motivo reciben. Quie-
nes se empean en criticar la burocracia no consiguen otra cosa sino
reforzar eficazmente la nocin de que el yo tiene que definirse a s
mismo en trminos de su relacin con dicha burocracia. Los tericos
de las organizaciones neoweberianos y los herederos de la Escuela de
50 TRAS LA VIRTUD
cristiano que Pascal haba intentado llevar a cabo en sus Pwses, una
discusin de la que slo poseemos fragmentos.
La intencin de Kierkegaard al idear la pscudonimia de Eitten-
Eller era dotar al lector de la ltima eleccin, incapaz l mismo de
determinarse por una alternativa ms que por arra puesro que nunca
apareca como l mismo. A propugna el modo de vid:1 esrrico;
B propugna el modo de vida tico; Vctor Eremita edira y :mora
los papeles de ambos. La opcin enrre lo tico y lo esttico no es
elegir enrre el bien y el mal, es la opcin sobre si escoger o no en
trminos de bien y mal. En el corazn del modo de vida esttico, tal
como Kierkegaard lo caracteriza, est el intemo de ahogar el yo en
b inmediatez de la experiencia presente. El p:1rndigma de la expre-
sin esttica es el enamorado romntico que se sumerge en su pro-
pia pasin. Por conrraste. el pnradigma de lo tico es el matrimonio,
un estado de compromiso y obligaciones de ripo duradero, en que el
presente se vincula con el pasado y el fururo. Cada uno de los dos
modos de vida se articula con conceptos diferentes, actitudes incom-
patibles, premisas rivales.
Supongamos que alguien se plantea la eleccin entre ellos sin
haber, sin embargo, abrazado ninguno de ellos. No puede ofrecer
ninguna razn para preferir uno al otro. Puesto que, si una razn
determinada ofrece apoyo para el modo de vida tico (vivir en el
cual servir a bs exigencias del deber, o vivir de modo que se acep-
tar la perfeccin moral como una meta, lo que por tanto dar cierto
significado a las acciones de alguien), la persona que, sin embar-
go, no ha abmzado ni el tico ni el esttico tiene an que escoger
entre considerar o no s esta razn est dorada de alguna fuerza. Si ya
tiene fuerza para l, ya ha escogido el tico; lo que ex bypothesi no
ha hecho. Y lo mismo sucede con las razones que apoyan el esttico.
El hombre que no ha escogido wdava, debe elegir las razones a las
que quiera prestar fuerza. Tiene an que escoger sus primeros prin-
cipios y, precisamente porque son primeros principios, previos a
cualesquiera otros en la cadena del razonamiento, no pueden aducirsc
ms razones ltimas para apoyarlos.
De este modo, Kierkegaard se presenta como imparcial frente a
cualquier posicin. l no es ni A ni B)>, Y si suponemos que
representa la postura de que no existen fundamentos para escoger
entre ambas posiciones y de que la eleccin misma es la razn ltima,
niega tambin esto porque l, que no era ni A)> ni B, tampoco es
62 TRAS LA VIRTUD
como-es, la naturaleza-humana-tal-como-podra-ser-si-se-realizara-su-
te/os y los preceptos de la tica racional como medios para la tran~i
cin de una a otra, permanece central en la concepcin testa del
pensamiento y el juicio vaiorativo.
De este modo, durante el predominio de la versin testa de la
moral clsica la expresin moral tiene un doble punto de vista y
propsiro y un doble criterio. Decir lo que alguien debe hacer es
tambin y al mismo tiempo decir qu curso de accin, en las circuns-
rancias dadas, guiar eficazmente hacia el verdadero fin del hombre
y decir lo que exige la ley, ordenada por Dios y comprendida por la
razn. L1s sentencias morales se usan entonces dentro de este marco
para sustentar pretensiones verdaderas o falsas. Muchos de los man-
tenedores medievales de este esquema creyeron por descontado que
el mismo era parte de la revelacin divina, pero tambin descubr-
miemo de la razn y racionalmente defendible. Este ;!cuerdo ,nplio
no sobrevive cuando salen a escena el protestantismo y el catolicis-
mo jansenista. o aun antes sus precursores medievales inmediatos.
Incorporan una nueva concepcin de la razn. (Mi posicin en ste
y otros puntos similares queda en deuda con la de Anscombe, 1958,
aunque diferencindose bastante de ella.)
La razn no puede dar, afirman las nuevas teologas, ninguna
autntica comprensin del verdadero fin del hombre: ese poder de
b razn fue destruido por la cada dei hombre. Si Adam integer
stetissct, piensa Calvino, la razn jugara el papel que Aristteles le
asign. Pero ahora la razn es incapaz de corregir nuestras pasiones
(no por casualidad las opiniones de Hume son las de alguien educado
como calvinista). Sin embargo, se mantiene la oposicin entre el-hom-
bretal-como-es y el hombre-tal-como-podra-ser-si-realizara-su-telas,
y la ley moral divina es an el maestro de escuela que nos pasa del
primer estadio al ltimo, aunque slo la gracia nos hace capaces de
responder y obedecer a sus preceptos. El jansenista Pascal mantiene
una postura peculiar muy importante en el desarrollo de esta histo-
ria. Es Pascal quien se da cuenta de que la concepcin de la razn
protestante-jansenista coincide en muchos aspectos con la concepcin
de la razn instalada en la ciencia y la filosofa ms innovadoras del
siglo xvu. La razn no comprende esencias o pasos de la potencia al
acto; estos conceptos pertenecen al esquema conceptual sobrepasado
de la escolstica. Desde la ciencia antiaristotlica se le ponen estric-
tos mrgenes a los poderes de la razn. La razn es clculo; puede
78 . TRAS LA VIRTUD
gsticos de las prcticas del tesmo clsico, que han perdido el con
texto de que estas prcticas los provean. En ese contexto, los juicios
morales eran a b vez hipotticos y categricos. Eran hipotticos,
puesto que expresaban un juicio sobre la c:onducra teleolgicameme
apropiada de un ser hum:mo: deb::s hacer esto y esto daclo que tu
tc!os es tal :: tal o quiz debes h:tcer esto y esto si no quieres que
tus deseos esenciales se frustren>>. Eran categricos, puesto que sea
!aban los comenidos de la ley universal ordenada por Dios: debes
hacer esto y esro; esto es lo que ordena [a ley de Dios. Pero extrai-
gamos de ellos :lqucllo en virtud de lo que eran hipotticos y aquello
en virtud de lo que eran catescricos y qu nos queda? Los juicios
morales pierden toJo esrarus claro y paralelamente las sentencias que
los expresan pierden todo significado indiscutible. Tales sentencias
se convierte:1 en formas de expresin tiles para un yo emotivist:l,
que al perder b guia del contexto en que estuvieron insertadas origi
nariamente, ha perdido su send:t wnro lingstica como prctica en
el mundo.
Sin embargo. plantear las cosas :1s es anncrparse en un camino
pendiente de jusriiicacin. En apariencia doy por supuesto que estos
cambios se pueden caracterizar mediante conceptos como superviven-
cia, prdida de contexto y consiguiente prdida de claridad; mientras
que, como he subrayado ames, muchos de los que vivieron dicho
cnmbio en la cultura que !1os ha ?rccedido lo \'ieron como una libe
racin. tanto de la carga del tesmo como de las confusiones ele los
modos teleolgicos de pensar. Lo que he descri ro en trminos de pr-
dida de estructura y contenido tradicional fue percibido por bs cabe
zas filosficas ms elocuentes como la consecucin de su propia auto
noma por parte del yo. El yo se liberaba de las formas de organizacin
social desfasadas que lo hab:tn aprisionado, simultneamente por
medio de la creencia en un mundo ordenado testa y teleolgico y
por medio de aquellas estructuras jerrquicas que pretendan legiti
marse a s mismas como parte de ese mundo ordenado.
Con independencia de que consideremos este momento decisivo
de cambio como una prdida o una liberacin, como una tnnsicin
hacia la autonoma o hacia la anomia, conviene destacar dos de sus
rasgos~ E!-.primero son las consecuencias polticas y sociales del cam
bio. Los cambios abstrctos en los conceptos morales toman cuerpo
en hechos reales y concretos. Hay una historia an no escrir~, en la
que se interpretar a los Mdici, Enrique VIII y Thomas Cromwe!l,
TRAS LA VIRTUD
As, hay dos partes de las pretensiones "del gerente cuya autori-
dad est pendiente de justificacin. La primera concierne a la existen-
cia de un campo de ht::chos moralmente neutral, en el que el gerente
es experto. La otra concierne a las cuasi-leyes y generalizaciones y
sus aplicaciones a casos concretos. de::iv.1das del estudio de -:ste cmn-
po. Ambas pretensiones son el reHejo de pretensiones realizad;ts por
las ciencias naturales; y no es sorprendente que lleguen a acuarsc
expresiones tales como ciencia gerencial. La pretensin de neutra-
lidad moral del gerente, que es en si misma una parte importante del
modo en que el gerente se autopresenta y funciona en el mundo
social y moral, es paralela a las pretensiones de neutralidad moral
que muchos cientficos fsicos plantean. Lo que esto supone puede
entenderse mejor comenzando por consideror cmo lleg a ser social-
mente aprovechabie la nocin relevante de hecho y cmo fue
puesta a contribucin, en los siglos XVII y XVIII, por los antepasados
intelectuales del gerente burocrtico. Resultad que esta hi5toria se
relaciona de manera muy importante con la nistoria que ya he conta-
do acerca de la manera en que el concepto de sujeto moral autnomo
surgi en :.1 filosofa moral. Esa aparicin implic un rechazo de
todas las opiniones aristotlicas y cuasi-aristotlicas de aquel mundo
al que provea de contexto la perspectiva teleoigica, y en donde las
apelaciones valorativas funcionaban como una clase concreta de pre
censiones factuales. Y con tal rechazo, ambos, el concepto de valor
v el de hecho, adquirieron un nuevo car:crer.
No es una verdad eterna que conclusiones vaiorativas morales o
de otro tipo no puedan deducirse de premisas factuales; pero es
verdad que d significado asignado a las expresiones valorativas mo-
rales y a otra clase de e.xpresiones vaiorativas clave cambi durante
los siglos XVII y XVIII, de forma que las consideradas comnmente
como premisas factuales no implicaran lo que comnmenre se tome)
por conclusiones morales o valorativas. La promulgacin histrica ele
esta divisin aparente entre hecho y valor no fue, sin embargo, un
asunto que se redujese a cmo reconstruir moral y valor; fue tam-
bin reforzada por un cambio del concepto de hecho, cambio cuyo
examen debe preceder n toda evaluacin de b pretensin del gerente
moderno como supuesto poseedor de conocimientos que justifiquen
su autoridad.
7. HECHO>, EXPLICACiN Y PERICIA
cias a categoras tales como las creencias, los gozos y los temores en
nuestra comprensin de la conducta humana, tal comprensin no po-
dra tomar la forma que Quine considem inherente a una ciencia
humana, a saber, incorporar leyes a modo de generalizaciones. La
interpretacin aristotlica de lo que comporta entender la conducta
humana conlleva una referencia inevitable a tules categoras; y de
ah que no sorprenda que cualquier intento de entender la conducta
humana mediante explicaciones mecnicas deba entrar en wn-licto
con el aristotelismo.
La nocin de <<hecho en lo que a los seres humanos respecta, se
transforma durante la transicin del aristotelismo al mecanicismo.
En el primero, In accin humana, precisamente porque se explica
rcleolgicamente, no slo puede, sino que debe, ser car;cterizaJa por
referencia a la jerarqua de bienes que abastecen de fines a la ~1ccin
humana. En el segundo, la accin humana no slo puede. sino que
debe, ser caracterizada sin referencia alguna a tales bienes. Para el
primero, los hechos acerca de la accin humana incluyen los hechos
acerca de lo que es valioso para los seres humanos (y no slo los
hechos acerca de lo que consideran valioso); para el ltimo, no hay
hechos acerca de lo que es valioso. Hecho se convierte en ajeno
al valor, es se convierte en desconocido para debe y tanto la
explicacin como la valoracin cambian su carcter como resultado
de este divorcio entre es y debe.
Otra implicacin de esta transicin fue apuntada algo 'mtes por
Marx en la tercera de las Tesis sobre Feuerbach. Est claro que la
visin mec::micisra de la accin humana incluye una tesis sobre la pre-
decibilidad de la conducta humana y otra tesis sobre los modos ade-
cuados para manipular la conducta humana. En tanto que observa-
dor, si conozco las leyes pertinentes que gobiernan la conducta de los
dems, puedo, siempre que observe que las condiciones pertinentes
han sido cumplidas, predecir el resultado. En tanto que agente, si
conozco estas leyes puedo, siempre que pueda buscar el medio para
que se cumplan las mismas condiciones, producir el resultado. Lo que
Marx entendi fue que un agente tal se ve forzado a contemplar
sus propias acciones de un modo completamente diferente de como
considerara la conducta de aquellos a quienes est manipulando. La
conducta de los manipulados est siendo forzada de acuerdo con las
intenciones, razones y propsitos del agente, intenciones, razones y
propsitos que considera, al menos mientras se ocupa en t:1l manipu-
HECHO~>, EXPLICACIN Y PERICIA: 113
Los que preparan la comida han de esperar que los que la toman
aparezcan en sirios y a horas concretos; la secretaria que telefonea en
una oficina tiene que poder esperar que la secretaria de otra oficina
le responda; el autobs y el tren deben encontrar a los viajeros en
puntos prefijados. Todos nosotros tenemos un gran volumen de
conocimiento tcito e inexpresado de expectativas predecibles acerca
de los dems, as como tambin un cmulo amplio de informacin
explcita. Thomas Schelling, en un experimento famoso, dijo a un
grupo de cien sujetos que tenan como tarea encontrar en .Manhattan
a una persona desconocida en una fecha dada. Lo nico que saban
sobre la persona desconocida era que ella saba todo lo que ellos sa-
bJn. Lo nico que ellos tenan que suministrar era la hora y el
lugar del encuentro. Ms de ochenta seleccionaron el anuncio que
est Jeb:~jo del gran reloj de la sala de espera de la Estacin Central,
, las doce del medioda; y precisamente porque el ochenta por
ciento dio esta respuesta, sta es la respuesta correcta. Lo que el
cxnerimento de Schelling sugiere es que todos nosotros sabemos
m~s sobre las expectativas de los dems que sobre nuestras expecta-
tivas (y viceversa) de lo que normalmente reconocemos.
Una segunda fuente de predecibilidad sistemtica de la conduc-
ta humana brota de las regularidades estadsticas. Sabemos que ten-
demos a coger ms catarros en invierno, que la tasa de suicidios se
incrementa bacia las Navidades, que si multiplicamos el nmero de
cientficos cualficados que trabajan en un problema bien definido
aumenta la probabilidad de que se resuelva ms pronto, que los ir-
landeses son ms propensos que los daneses a padecer enfermedades
mentales, que el mejor indicador de lo que votar un hombre en la
Gran Bretaa es lo que vota su mejor amigo, que su esposa o marido
le asesinar ms probablemente que un criminal desconocido, y que
todo es ms grande en Texas, incluido el ndice de homicidios. Lo
interesante de este conocimiento es su relativa independencia del co-
nocimiento causal.
Nadie sabe las causas de algunos de estos fenmenos y muchos
de nosotros tenemos creencias causales falsas sobre otros. As como
b impredecibi!iclad no cntr:.1a inexplicabilidad, tampoco la prede-
cibilidad no implica explicabildad. El conocimiento de regularidades
estadsticas juega un papel importante en nuestra elaboracin y reali-
zacin de planes y proyectos, as como tambin el conocimiento de
las expectativas programadas y coordinadas. Sin l, no seramos capa-
134 TRAS LA VIRTUD
tanto para los mismos que las profieren como para otros. Parecen
funcionar, no como una refutacin de mi argumentacin de que una
creencia metafsica en ]a pericia gerencial se ha institucionalizado en
nuestras corporaciones, sino como una excusa para seguir participan-
do en l:J.s comedias equvocas que a consecuencia de ello se represen-
tan. Los talemos histrinicos del actor con poco papel son tnn nece-
sarios al drama burocrtico como la contribucin de los grandes
actores gerenciales.
9. NIETZSCHE O ARISTTELES?
1'-Jo hay sitio para ficc.icnes del estilo de los derechos naturales, la
utilidad, la mayor felicidad para el mayor mimero. Yo mismo debo
hacer existir nuevas tablas de lo que es bueno>~. <<Sin embargo,
queremos llegar a Jer lo que somos, seres humanos nuevos, nicos,
incomparables. que se dan a s mismos leyes, que se crean a s
mismos (p. 266 l. El sujeto moral autnomo, racional y racional-
mente justificado, del siglo XVIII es una ficcin, una ilusin; enton-
ces, resuelve Nietzsche, reemplacemos la razn y convirtmonos a
nosotros mismos en sujetos morales autnomos por medio de algn
acto de voluntad gigamesco y heroico, un acto de voluntad cuya
calidad pueda recordarnos la arrogancia aristocrtica arcaica que pre-
cedi al supuesto desasrre de la moral de esclavos, y por cuya efica-
cia pueda ser prottico precursor de una nueva era. El problema
estriba en cmo .-:onstruir con absoluta originalidad, cmo inventar
una nueva tabla de lo que es bueno y norma. Problema que se plan-
tea a todo individuo, y que constituira el corazn de una filosofa
moral nietzscheana. En su bsqueda implacablemente seria del pro-
blema, no en sus trvolzs soluciones, es donde yace la gr:mdeza de
Nietzsche, la grandeza que hace de l el filsofo moral si las nicas
alternativas a la filosofa moral de Nietzsche resultaran ser las for-
muladas por los filsofs de la Ilustracin y sus sucesores.
Nietzsche es tambin por otra causa el filsofo moral de la era
presente. Ya he ai1rmado que la era presente, en su presentacin de
y para s misma, es principalmente weberiana; y tambin he subra-
yado que la tesis centrai de Nietzsche estri presupuesta en las cate-
goras centrales del pensamiento de Weber. De ah que el irraciona-
lsmo proftico de Nietzsche -irracionalsmo porque los problemas
de Nietzsche estn sin resolver y sus soluciones desafan a la razn-
permanece inmanente en ras formas gerenciales weberianas de nuestra
cultura. Siempre que los que estn inmersos en la cultura burocr-
tic:l de la era intemen calar hasta los fundamentos morales de lo que
son y lo que hacen, descubrirn premisas nietzscheanas tcitas. Y por
consiguiente, se puede predecir con seguridad que en contextos apa-
rentemente remotos de las sociedades modernas gerencialmente orga-
nizad.ts, surgirn peridicamente movimientos sociales informados
por el tipo de irracionalismo del que es antecesor el pensamiento de
Nietzsche. Y en la medida en que el marxismo contemporneo es
tambin weberiano, podemos esperar irracionalismos profticos tanto
de la izquierda como de la derecha. As pas con el radicalismo estu
148 TRAS LA VIRTIJD
que antes habl como tradicin clsica y a cuya visin del hombre
llam la visin clsica del hombre. A la tarea me dirijo y su punto
de partida proporciona (demasiada fortuna para ser coincidencia) un
primer caso de prueba para decidir la cuestin entre Nietzsche y
Aristteles. Porque Nietzsche se vio a s mismo como el ltimo here-
dero del mensaje de aquellos aristcratas homricos cuyas hazaas y
virtudes abastecieron a los poetas por los que ineludiblemente hay
que empezar a abordar la cuestin. Es, sin embargo, una justicia
potica con Nietzsche en sentido estricto que iniciemos nuestra con-
sideracin de la tradicin clsica, en la que Aristteles emerger como
figura central, por una consideracin de la naturaleza de las virtudes
en el tipo de sociedad heroica que se retrara en la Ilacla.
1O. LAS VIRTUDES Ei\! LAS SOCIEDADES
HEROICAS
ello. Sin embargo, uno de los temas centrales de las sociedades heroi-
cas es tambin que a ambos les aguarda por igual h muerte. La
vida es frgil, los hombres son vulnerables y que esto sea as es la
esencia de la condicin humana. En las sociedades heroicas, la vida
es la medida de valor. Si alguno te mata, amigo o hermano mo, yo
r~ debo su muerte, y cuanto te haya pagado mi deuda, sus amigos o
hermanos le debern la ma. Cuanto ms extenso sea mi sistema de
parentesco y amistad, cuantos ms vnculos tenga, ms compromisos
pueden llevarme a tener que pagar con la vida.
Adems, hay fuerzas en el mundo que nadie puede controlar. La
vida humana est invadida por pasiones que a veces parecen fuerzas
impersonales, a veces dioses. La clera de Aquiles desgarra tanto a
Aquiles como a su relacin con los dems griegos. Estas fuerzas,
junto con las reglas de parentesco y amistad, constituye11 los modelos
de una naturaleza ineluctable. Ninguna voluntad o asrucia permitir
a nadie evadirlos. El destino es una realidad social y descubrir el
destino un papel social importante. No es casual que el profeta o
el adivino florezcan por igual en la Grecia homrica, en la Islandia
de las sagas y en la Irlanda pagana.
Aunque haga lo que debe hacer, el hombre continuamente camina
hacia su destino y su muerte. Es la derrota y no la victoria la que
al final permanece. Entender esto es ello mismo una virtud; en rea-
lidad, entender esto es parte necesaria del valor. Pero qu conlleva
ral entendimiento? Qu hemos entendido si hemos captado las
conexiones entre valor, amistad, fidelidad, estirpe, destno y muerte?
Se~uramente que la vida humana tiene una forma determinada, la
forma de cierta clase de historia. No slo los poemas y sagas narran
lo que les ocurre a los hombres y las mujeres, sino que en su forma
narrativa los poemas y sagas capturan una forma que estaba ya pre-
sente en las vidas que relatan.
Qu es el carcter, sino la determinacin de lo fortuito?,
escribi Henry James. Qu es lo fortuito, sino la ilnstracin del
carcter?. Pero en la sociedad heroica un carcter de naturaleza
relevante slo puede mostrarse por una sucesin de incidentes y la
sucesin misma debe ejemplificar cienos modelos. La sociedad heroi-
ca est de acuerdo con James en que el cancter y lo fonuito no pue-
den caracterizarse de forma independiente. As, entender el valor en
tanto que virtud no es slo entender cmo puede mostrarse, sino
tambin qu lugar puede tener en cierta clase de historia sancionada.
160 TRAS LA VIRTUD
Las sociedades heroicas tal como las han representado los poemas
homricos o las sagas islandesas e irlandesas pueden o no haber
existido; pero la creencia de que haban existido fue crucial para
aquellas sociedades clsicas y cristianas que se pensaron a s mismas
como resultado emergente de los conflictos de la edad heroica y que
definieron su propio punto de vista parcialmente en trminos de esa
emergencia. Ningn ateniense del siglo v pudo actuar como actua-
ban Agamenn y Aquiles. Ningn islands del siglo XIII pudo haber
actuado exactamente como los hombres del siglo x. Los monjes de
Clonmacnoise eran muy diferentes de Conchabar o Cchulainn. Sin
embargo, la literatura heroica abastece de gran parte de sus escritu-
ras morales a esas sociedades ms tardas; y de !os problemas que
comporta el relacionar esas escrituras con la prctica real surgen
muchas de las claves morales tpicas de las sociedades tmdas.
En muchos de los primeros dilogos de Pl:1tn, S6c:-ates interro-
ga a uno o varios atenienses acerca de la naturaleza Je alguna virtud
-el valor en el Laques, la piedad en el Eutifrn, la justicia en La
Reprblica-, de un modo tal que los lleva a la contradiccin. El
lector moderno casual podra suponer fcilmente que Platn enfrenta
el rigor de Scrates con la frivolidad del ateniense comn: pero como
el modelo se repite una y otra vez, otra interpretacin se ofrece por
s sola, esto es, que Platn acusa un estado general de incoherencia
en el uso del lenguaje valorativo en la cultura ateniense. Cuando en
La Replblica Platn desarrolla su versin coherente y bien integra-
da de las virtudes, parte de su estrategia consiste en expulsar de la
ciudad-estado la herencia homrica. Un punto de partida para la inves-
tigacin de las virtudes en la sociedad clsica sera establecer una
conexin entre alguna de las incoherencias bsicas de la sociedad cl-
168 TRAS L:A VIRTUD
1er la distincin crucial entre lo que tiene por bueno para s cual-
quier individuo en particular en cualquier tiempo en particular y
lo que es realmente bueno para l como hombre. Por la busca de la
obtencin de este bien ms lejano, practicamos las virtudes y lo ha-
cemos eligiendo acerca de los medios para lograr ese fin, que son
medios en los dos sentidos antes descritos. Tales medios piden juicio
)' el ejercicio de las virtudes exige, por lo tanto, la capacidad de juz-
5:u y hacer lo correcto, en el lugar correcto, en el momento correcto
'! de la forma correcta. El ejercicio de tal juicio no es una aplicacin
rutinaria de normas. He aqu quiz la omisin ms obvia y asombro-
;a del pensamiento de Aristteles para cualquier lector moderno: las
normas apenas son mencionadas en algn que otro pasaje de la
tica. Adems, Aristteles mantiene que la parte de la moral que
es obediencia a normas es obediencia a las leyes proclamadas por la
ciudad-estado, siempre y cuando la ciudad-estado las sancione como
debe. Tales leyes prescriben y prohiben absolutamente ciertos tipos
Je accin y tales acciones estn entre las que un hombre virtuoso
podra realizar o no. Es parte crucial de la opinin de Aristteles que
ciertos tipos de accin estn prohibidos u ordenados absolutamente,
sin considerar circunstancias ni consecuencias. La opinin de Arist-
teles es teleolgica, pero no consecuencialista. Adems los ejemplos
que da Aristteles de lo absolutamente prohibido se parecen a pre-
ceptos de un sistema moral a primera vista completamente distinto,
d Je la ley mosaica. Lo que dice acerca de la ley es muy breve, aun-
que insista en que hay normas de justicia naturales y universales,
adems de las convencionales y locales. Parece como si quisiera de-
cir que la justicia natural y universal prohbe absolutamente ciertos
tipos de actos, pero que los castigos que se imponen a quien los co-
mete varan de ciudad en ciudad. No obstante, lo que dice sobre el
tema es tan breve como crptico. Por lo tanto, parece interesante pre-
guntar de modo ms general (mejor que imputar a Aristteles opinio-
nes que van ms all de lo que est en el texto) cmo opiniones
como las de Aristteles acerca del lugar de las virtudes en la vida
humana deberan exigir alguna referencia a las prohibiciones absolu-
ras de la justicia natural. Y al hacer esta pregunta es bueno recordar
la insistencia de Aristteles en que las virtudes encuentran su lugar,
no en la vida del individuo, sino en la vida de la ciudad y que el
individuo slo es realmente inteligible como poiitikon :won.
La ltima puntualizacin sugiere que una manera de elucidar la
1..\S VIRTUDES SEGN ARISTTELES 191
relacin entre las virtudes, por un lado, y por otro la moral de las
leyes, es considemr qu implicara, en cualquier poca, fundar una
comunidad para alcanzar un proyecto comn y originar algn bien
reconocido como bien companido por todos cuantos se empean en
el proyecto. Podramos considerar ejemplos modernos de tal pro
yecto la fundacin y mantenimiento de una escuela, un hospital o
una galera de ane; en d mundo antiguo, los ejemplos tpicos se
ran un culto religioso, una expedicin o una ciudad. Los que parti-
ciparan en tal proyecto neccsaran desarrollar dos tipos completa-
mente diferentes de prcticas valorativas. Por un lado, necesitaran
valorar -alabar como excelencias- cuantas cualidades de mente y
cancter contribuyeran a la realizacin de su bien o bienes comunes.
Esto es, necesitarian reconocer un ,;onjunto de cualidades como vir-
tudes y el conjuntO correspondit:me de defectos como vicios. Tam-
bin necesitaran identificar cie!"tOs ripos de accin como daosos, en
tanto afectaran a fos fundamemos Je la comunidad de tal modo que
hicier:m imposible el realizar 0 :1lcmzur d bien al menos en algn
sentido y por un tiempo. Ejemplos de tales agravios seran tpica
mt:nte el segar una vida inocente, el robo, el perjurio y la traicin.
La tabla de virtudes promulgada en tal comunidad enseara a sus
ciudadanos qu clase de acciones les procuraran mrito y honor;
la tabla de los delitos les enseara qu clase de acciones se considera-
ran no slo malas., sino intolerables.
L1 n::spuesta a tales Jeliws habra Je ser d considerar que !a
persona que los rometiera se e.'l:cluia u s misma de la comunidad.
Lu violacin de los fundamentos Je b comunidad por el delincuente
ha de identificarse como tal por hi ~~..>munidad; de lo contrario, es la
misma comunidad la que falla. De ah cue d delincuente en un sent
do clave se ha excluido de la comunidad y por su accin provoca el
castigo. Que la aclusin hayu de .':cr permanente (por va de ejecu-
cin o exilio irrevocable) o temporal (por va de prisin o exilio du
rante un tiempo). eso depende de la gravedad particular del delito.
Un cierto grado de acuerdo acerca de la escala de gravedad de los
Jeliros sera parcialmente constitutiva de tal comunidad, as como un
cierro grado de acuerdo sobre la naturaieza e importancia de las dis
tin ras virtudes.
La necesidad de estos dos tipos de prctica surge del hecho
de que un miembro individual de tal comunidad puede fallar en su
papel de miembro de la comunidad de dos maneras completamente
192 TRAS LA VIRTUD
diferentes. Por una parte, puede dejar de ser lo bastante bueno; esto
es, pueden faltarle las virtudes a tal punto, que su contribucin
al logro del bien comn de la comunidad sea despreciable. Pero pue-
de fallarse de esta manera sin cometer ningn delito en particul:Jr
de los que las leyes de la comunidad especifican; en realidad puedl!
uno abstenerse de cometer delitos a causa de sus vicios. La cobr-
da puede ser la razn de alguno para no cometer asesinato; la va-
nidad y la jactancia en ocasiones conducen a decir la verdad.
A la inversa, fallar a la comunidad cometiendo un delito contra
la ley no es simplemente fallar no siendo lo bastante bueno. Es fal-
tar de manera completamente diferente. En realidad, aunque quien
posee alto grado de virtudes ser menos susceptible que los dems
a cometer delitos graves, un hombre valiente y modesto puede oca-
sionalmente cometer asesinato, y su delito lo es ni ms ni menos que
el de un cobarde o un bravucn. Ser positivamente malo no es lo
mismo que ser defectivo en bondad o en obrar el bien. No obstante,
las dos clases de fallo estn ntimamente relacionadas. Ambas lesio-
nan en cierto grado a la comunidad y alejan del xito al proyecto
comn que se comparte. Un delito contra las leyes destruye las rela-
ciones que hacen posible la comn persecucin del bien; el carc-
ter defectivo, a la vez que es ms susceptible de cometer delitos,
incapacita para contribuir al logro del bien sin el cual la vida comn
:le la comunidad no tiene objeto. Ambos son malos porque son
privaciones del bien, pero privaciones de muy diferente entidad. De
modo que una interpretacin de las virtudes en tanto que parte esen-
:ial de la interpretacin de la vida moral de una comunidad nunca
puede por s misma quedar cerrada y completa. Y Aristteles, como
l1emos visto, reconoce que su interpretacin de las virtudes tiene que
:ompletarse con otra, por breve que sea, de los tipos de accin que
!stn absolutamente prohibidos.
Hay otro vnculo clave entre las virtudes y la ley, porque d sa-
Jer cmo aplicar la ley slo es posible para quien posee la virtud de
la justicia. Ser justo es dar a cada uno lo que merece; y los supues-
tos sociales para que Horezca la virtud de la justicia en la comuni-
lad son, por tanto, dobles: que haya criterios racionales de mrito
r que e..'l:ista acuerdo socialmente establecido sobre cules son esos
:riterios. Gran parte de la asignacin de bienes y castigos de acuerdo
1 los mritos est por supuesto gobernada por normas. Ambas, !a
iistribucin de cargos pblicos dentro de la ciudad y la sancin acor-
LAS VIRTUDES SEGN ARISTTELES 193
ciudad, sino que se reduce a una amenaza para esa vida, la tragedia
como la entendi Aristteles, no puede acercarse a la comprensin
homrica de que el conflicto trgico es la condicin humana esencial
-en opinin de Aristteles el hroe trgico falla por su propia im-
perfeccin, no porque la situacin humana sen a \'eces irremediable-
mente trgica- y la dialctica ya no es el camino hacia la verdad,
sino en su mayor parte slo un procedimiento subordinado y se
miformal de la investigacin. Scrates argumentaba dialcticamente
con individuos particulares, y Platn escribi dilogos; Aristteles,
en cambio, da exposiciones y tratados. Existe naturalmente el co-
rrespondiente contraste llamativo entre el punto de vista aristotlico
sobre la tcoioga y el de Esquilo o el de Sfocles; para Aristteles
esa apelacin especial a la divinidad que en ambos, Esquilo y Sfo-
cles, seala el reconocimiento del dilema de la tragedia, carece de
realismo. La divinidad impersonal e inmutable de la que habla Aris-
tteles, cuya contemplacin metafsica procura al hombre su espec-
fico y ltimo te!os, no puede interesarse en lo meramente humano
y an menos en lo dilemtico; no es otra cosa que pensamiento que
se piensa continuamente a s mismo y slo consciente de s mismo.
Puesto que tal contemplacin es el ltimo telos humano, el in-
grediente esencial y final que completa la vida del hombre que es
ettdaimon, existe cierta tensin entre la visin de Aristteles del
hombre como esencialmente !JOlrico y su visin del hombre como
esencialmente metafsico. Para llegar a ser ettdaimon son necesarios
requisitos materiales y sociales. La estirpe y la ciudad-estado hacen
posible el proyecto humano metafsico; pero los bienes que propor-
cionan, aunque necesarios, aunque ellos mismos parte de la vida hu-
mana plena, estn subordinados al punto de vista metafsico. No
obstante, en muchos pasajes donde Aristteles trata de las virtudes
individuales, la nocin de que su posesin y prctica se subordinen al
fin a la contemplacin metafsica parecera bastante fuera de lugar.
(Para una excelente discusin del tema, vid. Ackrill, 1974, y Clark,
1979.) Consideremos por ejemplo, y una vez ms, la discusin do!
Aristteles acerca de la amistad.
Aristteles, respondiendo probablemente a la discusin de Pla
tn acerca de la amistad en el Lisias, distingue tres clases de amis-
tad: la que deriva de la mutua utilidad, la que deriva del muruo
placer y la que deriva de una preocupacin comn por los bienes
que son de ambos y por tanto de ninguno de ellos en exclusiva.
200 TRAS LA VIRTUD
-
formada por las virtudes) es el que encontramos vigente en la his-
toria. Y sobre la naturaleza del razonamiento prctico, Aristteles
proporciona otra discusin que es de relevancia crucial para el carc-
ter de las virtudes.
La descripcin aristotlica del razonamiento prctico seguramen-
te es correcta en lo esencial. Tiene un nmero de rasgos clave. El
primero es que Aristteles mantiene que la conclusin de un silo-
gismo prctico es una clase concreta de accin. La nocin de que
una argumentacin pued;J terminar en una accin ofende por supues-
to a los prejuicios filosficos humeanos y posthumeanos, segn los
cuales slo los juicios (en algunas versiones especialmente brbaras,
Jas sentencias) pueden tener valores de verdad y entrar en esas rela-
ciones de consistencia o inconsistencia que en parte definen la argu-
mentacin deductiva. Pero los juicios slo poseen estas caractersti-
cas en virtud de su capacidad para expresar creencias. Y las acciones
tambin pueden, por supuesto, expresar creencias, aunque no siem-
pre tan clara o poco ambiguamente como un juicio verbaL Por esto
y slo por esto, puede confundirnos la contradiccin entre las ac-
ciones de un agente dado y sus afirmaciones. Nos confundira, por
ejemplo, alguien del que supiramos tres cosas: primera, que quiere
mantenerse sano; segunda, que ha afirmado sinceramente que en-
friarse y mojarse es malo para su salud diciendo al mismo tiempo que
la nica forma de mantenerse caliente y seco en invierno es ponerse
el abrigo, y tercera, que habitualmente en invierno sale sin abrigo.
Tal accin parece expresar una creencia inconsistente con las dems
creencias que ha expresado. Si codas fueran sistemticamente con-
tradictorias, pronto llegara a ser ininteligible para quienes le rod~
ran. No sabramos cmo responderle, porque no podramos cuadrar
lo que hiciera o lo que quisiera decir con lo que hiciera, o ambas
cosas a la vez. As, la descripcin del silogismo prctico de Aristte-
les puede servir para declarar las condiciones necesarias de la accin
humana inteligible y hacerlo de modo tal que valga reconocidamente
pata cualquier cultura humana.
El razonamiento prctico riene, segn Aristteles, cuatro ele-
mentos esenciales. Ante todo. esdn los deseos y metas del agente,
supuestos, pero no expresos, en su razonamiento. Sin stos no hay
contexto para el razonamiento, y la premisa mayor y la menor no
pueden determinar adecuadamente lo que va a hacer el agente. El
segundo elemento es la premisa mayor, un aserto que pretende que
204 TRAS LA VIRTUD
bien supremo del Filsofo con las creencias del Filsofo acerca de la
relacin de la voluntad humana con el bien y el mal. Pero es lo
ltimo lo que Abelardo desea acentuar.
Lo que exige el cristianismo no es meramente un concepto de
defectos de carcter o vicios, sino de ofensas a la ley divina, de pe-
cados. Cualquier carcter individual puede, en cualquier tiempo dado,
ser Lm compuesto de virtudes y vicios, y estas disposiciones se apro-
pi:un de la voluntad para llevarla en una u otr:I direccin. Pero
siempre est ::~bierto a la voluntad el ceder o el resistir a estos im-
pulsos. Ni siquiera la existencia de un vicio entraa necesariamente
la comisin de una accin malvada. Todo depende del carcter, del
acto interior de voluntad. Por tanto el carcter, campo de lucha de
las virtudes y los vicios, se convierte simplemente en una circuns-
rnncia ms, externa a la voluntad. El verdadero campo de lucha de
la moral es b voluntad y slo ella.
Esta interiorizacin de la vida moral, con su nfasis sobre la
volunrad y la ley, no slo mira hacia atrs, a ciertos textos del Nuevo
Tesramenro, sino tambin al estoicismo. Es interesante considerar su
ascendencia estoica para poner de manifiesto la tensin entre cual-
quier moral de las virtudes y cierto tipo de moral de la ley.
Segtn la opinin estoica, distinta de la aristotlica, aret es esen-
cialmente w1a expresin singular y su posesin por un individuo, un
asunto de todo o nada; se posee la perfeccin que la atet (virtus y
bones&as son las Jos trauucciones que los latinos usan) exige o no se
posee. Con virtud, se tiene valor moral; sin virtud, se es moralmente
despreciable. No hay grados intermedios. Puesto que la virtud requie-
re recto juicio, el hombre bueno es, en opinin estoica, tambin el
hombre sabio. Pero no es necesariamente afortunado o eficaz en sus
acciones. Hacer lo correcto no produce necesariamente placer o feli-
cidad, salvacin propia o del mundo, o cualquier otro tipo de xito.
Ninguna de estas cosas son bienes autnticos; son slo bienes con-
dicionalmente, con los que ayudar a la. recta accin que realiza un
agente con voluntad bien formada. Slo tal voluntad es incondicional-
mente buena. De ah que el estoicismo abandonara cualquier nocin
de telas.
La regla a que debe conformarse una voluntad que acta recta-
mente es la ley encarnada en la naturaleza misma, la del orden cs-
mico. La virtud es, por ello, conformidad con la ley csmica tanto
por una disposicin interna como en los actos externos. Esa ley es
212 TRAS LA VIRTUD
una y la misma para todos los seres racionales; nada tiene que ver
con circunstancias particulares o locales. El hombre bueno es ciuda-
dano del universo; su relacin con las dems colectividades, con la
ciudad, el reino o el imperio, es secundaria y accidental. Por tanto,
d estoicismo nos invita a ponernos contra el mundo de las circuns-
c:ancias fsicas y polticas y al propio tiempo nos exige actuar en con-
tormidad con la naturaleza. Aqu hay sntomas de paradoja, y no
equvocos.
Porque, por un lado, la virtud encuentra propsito y apunta fuera
de s misma; vivir bien es vivir la vida divina, vivir bien es servir
no a un propsito privado, sino al orden csmico. Sin embargo, en
cada caso individual hacer lo correcto es actuar sin miras a ningn
otro propsito, es simplemente hacer lo que est bien por s mis-
mo. La pluralidad de las virtudes y su ordenacin tclcolgica en la
vida buena -como lo entendieran Plutn y Aristteles, y ms alL
de ellas Sfocles y Homero- des<1p:uece; ocupa su lugar un simple
monismo de la virtud. No es sorprendente que los estoicos y los pos-
ltreros seguidores de Aristteles nunca pudieran dejar de disputar.
Por descontado, el estoicismo no es slo un episodio de la cul-
mra griega y romana; sienta el precedente para rodas las morales
europeas posteriores que juzgan central la nocin de ley, en tal me-
dida que desplazan los conceptos de las virtudes. Es un tipo de opo-
sicin que, dada mi discusin anterior sobre la relacin enrre la parte
Jc la moral que consiste en reglas ncgLi.vas Jc: !a :cy, ;.uc proLb.:n,
y la parte que atae a los bienes positivos, hacia los que las virtudes
IDOS llevan, debe parecer sorprendente; si bien la hiswria moral sub-
siguiente nos la ha hecho tan familiar '-lue Je hecho estamos lejos
de quedar sorprendidos. Al examinar las breves observaciones de
...~ristteles acerca de la justicia natural, apunt que una comunidad
que contempla su vida como dirigida hacb un bien compartido y
que proporciona a esta comunidad sus tareas comunes, necesiran
:21.rticular su vida moral en trminos tanto de virtudes como de ley.
JEsta sugerencia puede darnos quiz la cbve de lo que sucedi con
el estoicismo; porque ante la desaparicin de tal forma de comu-
:idad, desaparicin que ocurri al ser reemphlzada la ciudad-estado
como forma de vida poltica, primero por el reino macednico y
Huego por el Imperio romano, cualquier relacin inteligible entre las
virtudes y la ley desaparecera. No existira ningn autntico bien
compartido; los nicos bienes seran los bienes de los individuos.
APARIENCIAS Y Cir.CUNSTAI'ICIAS ~.!EDIEVALES 213
tcncia quiero decir algo ms y otra cosa que lo que se le exigi para
reconciliarse con el papa Alejandro III. Un :1o antes de esa recon-
ciliacin, tan pronto como supo la muerte de Becket, se encerr en
su propia h:Jbitacin, vestido de :1rpillera : cubierto de cenizas; y
Jos aos ms tarde hizo penitencia pbl!cn en Canterbury y fue azo-
tado por los monjes. La querella de Enrique con Becket slo era
posible dentro de una profunda comunid:1d de puntos de vista acerca
de la justicin humana y la divina. En d fondo est:~ban de acuerdo
acerca de lo que signific:~ba ganar o perder para unos contendientes
cuya historia pasada los haba llevado hasrn aquel punto, y que os-
tentaban bs dignidades de rey y de arzobispo. Por tanto, cuando
Becket se vio en situacin de tener que :~sumir dramticamente el
papel de m<rtir, <!1 y Enrique no discrepaban acerca de los criterios,
significado y con~ecuencias del martirio.
Existe una diferencia fundamental entre esta querella y la que-
rella ms wrda entre Enrique VIII y T om.s !vloro, en la que est
en disputa precisamente la interpretacin de los acontecimientos.
Enrique II y Thomas Becket vivan dentro de una estructura narra-
tiva nica, Enrique VIII y Thomas Cromwell por un lado, y Toms
Moro y Reginald Pole por otro, vivan en mundos conceptuales riva-
les y narraban, segn iban actuando y despus de actuar, relatos dife-
rentes e incompatibles ucerca de lo que hacan. En la querella medie-
vaL el ~ntendimienro narrativo se manife~r:1h t:~m~)in en el ::~cuerdo
acerca de las virtudes y vicios; en la querella Tudor, esa estructura
de acuerdo medieval se haba perdido. Y fue ::$a estructura la que
intent expresar el aristotelismo medieval.
Al hacerlo, tuvieron por supuesto que reconocer virtudes que
Aristteles no conoci en absoluto. Una de ellas merece especial
consideracin. Es la virtud teologal de la c::~r:cbd. Aristteles, al
considerar la natur::~leza de la amistad, haba cPnc!uido que un hom-
bre bueno no puede ser amigo de un malvado; :-' puesto que el lazo
de la amistad autntica es la lealtad compartid:, :1! bien, lo anterior
no es sorprendente. Pero en el cenrro de la religin bblica est el
concepto de amor por los que pecan. ~Qu omtc el universo de
Aristteles par:1 que tal nocin de amor se:1 inconcebible dentro de
d? En mi intento de entender la rebcin de la moral de las virtudes
con la moral de la ley he sugerido que el conrexro que necesitbamos
para hacer inteligible esta relacin era aquella forma de comunidad
constituida por el proyecto compar~ido de a!cmz:1r un bien comn
21$ TRA:{ LA VIRTUD
rnir cualquier riesgo que se nos exija a lo largo del amino; tenemos
que escuchar cuidadosamente lo que se nos diga acerca de nuestras
insuiciencias y corresponder con el mismo cuidado. En otras pala-
bras, tenernos que aceptar como componentes necesarios de cualquier
prctica que contenga bienes internos y modelos de excelencia, las
virtudes de la justicia, el valor y la honestidad. Si no las aceptarnos,
estaremos haciendo trampa corno las haca nuestro nio imaginario
en sus comienzos corno ajedrecista, con lo cual no alcanzaramos los
modelos de excelencia y los bienes internos a la prctica, sin los cua-
les sta es intil excepto como artificio para lograr bienes externos.
Cabe plantear lo mismo de otra manera. Cada prctica exige cier-
to tipo de relacin entre quienes participan en ella. Las virtudes son
los bienes por referencia a los cuales, querrnoslo o no, definimos
nuestra relacin con las dems personas que comparten los prop-
sitos y modelos que informan las prcticas. Consideremos un ejemplo
de cmo la referencia a las virtudes debe hacerse en determinados
tipos de relacin humana.
Sean A, B, e y D unos amigos en el sentido de la <lrnistad que
Aristteles considera primario: comparten la bsqueda de ciertos
bienes. En mi terminologa, comparten una prctica. D muere en
extraas circunstancias, A descubre cmo muri D y le cuenta la
verdad acerca de ello a B, mientras que le miente a C. e se entera
de la mentira. Lo que A no puede pretender es que se entienda que
su relacin de amistad es la misma con B que con C. Al decir la
verdad a uno y mentir al otro, ha definido parcialmente una dife-
rencia en su relacin. Por descontado, A puede explicar esta dife-
rencia de muchas maneras; quiz trataba de evitarle un dolor a e
o quiz simplemente le enga. Pero como resultado de la mentira,
existe alguna diferencia en la relacin, quedando en tela de juicio
su acuerdo en la bsqueda de un bien comn.
Es decir, que cuando compartimos los modelos y propsitos tpi-
cos de las prcticas, definimos nuestra mutua relacin, nos demos
cuenta o no, con referencia a modelos de veracidad y confianza y,
por tanto, los definirnos tambin con referencia a modelos de justicia
y de valor. Si A, un profesor, da a B y e las notas que sus trabajos
merecen, pero punta a D segn le agraden sus ojos azules o le
repugne su caspa, ha definido su relacin con D de otra manera que
su relacin con los dems miembros de la clase, lo quiera o no. La
justicia exige que tratemos a los dems, en lo que respecta a mrito
LA NATURALEZA DE LAS~VIRTUDES 239
humana y tradicin moral, entonces los bienes, y con ~llos los nicos
fundamentos de la autoridad de las leyes y las virtude!!, slo pueden
descubrirse entrando en relaciones constitutivas de comunidades cuyo
lazo fundamental sea la visin y la comprensin comn de esos bie-
nes. Arrancarse uno mismo de esa actividad compartida que desde
un principio aprendimos obedientemente, como aprende un aprendiz,
aislarse de la comunidad que encuentra su fin y propsito en tales
actividades, ser excluirse de encontrar bien alguno tuera de uno
mismo. Ser condenarse al solipsismo moral que constituye la gr:m-
deza nietzscheana. De ah que debamos concluir, no slo que Nietzsche
no vence por defecto en la disputa contra la tradicin aristotlica, sino
tambin, lo que es quiz ms importante, que desde la perspectiva
de esta tradicin es como mejor pueden comprenderse los errores
bsicos de la postura nietzscheana.
El atractivo ele la postura de Nietzsche reside en su aparente
sinceridad. Cuando expuse la argumentacin del emotivismo revi-
sado y puesto al da deca que una vez aceptada la verdad del emoti-
vismo, un hombre sincero ya no querra continuar usando la mt!yor
parte del lenguaje moral del pasado, a causa de su carcter engaoso.
Y Nietzsche fue el nico gran filsofo que no se acobard ante esta
conclusin. Puesto que adems el lenguaje de la moral moderna est
cargado de pseudoconceptos como los de utilidad o derechos natu-
rales, pareca que slo la intransigencia de Nietzsche nos salvara de
confundirnos con tales conceptos; pero ahora est claro que el pre-
cio que hay que p:1gar por esa liberacin es el de otra confusin
diferente. El concepto nietzscheano de superhombre es tambin un
pseudoconcepto. ;ttmque quiz no siempre. desgraciadamente, lo que
antes llam una ficcin. Representa el ltimo intento, por parte del
individualismo. Je evitar sus propias consecuencias. Y la posicin
nietzscheana resulta que no es un modo de escapar o de dar alternar
tiva al esquema conceptual liberal individualista ele la modernidad
sino ms bien el momento ms representarivo del propio desarrollo,
interno de ste. Y por tanto, cabe esperar que las sociedades libe-
rales individualistas cren superhombres de ve.z en cuando. L:s-
tima!
Era por tanto acertado ver en Nietzsche al ltimo antagonista
de la tradicin aristotlica en cierto sentido. Pero ahora resulta que,
en el fondo, la postura nietzscheana es slo una faceta ms de la
misma cultura moral de la que Nietzsche crey ser crtico implacable.
:.Hs TRAS LA VIRTUD
Sin embargo, Edel tiene hasta cierto punto bastante razn con
sus dos crticas. Gran parte de la historia institucional y social a la
que Tras la virtud remite, en el mejor de los c:1sos. indirectamente,
en reaiidad es esencial para el ripo de narrativa a la que aluda en
Tras la L'rtud, y sin embargo no consegua demostrarlo con xito;
la historia de las interrelaciones entre la interpretacin aristotlica
de las virtudes y otros esquemas morales que van desde el platonismo
hasta el presente es ms vasta y compleja de lo que la he presentado.
Por tanto, Frankena y Edel proporcionan avisos saludables, tamo a
m como a mis lectores, al identificar temas a los que en el fondo
haba prestado insuficiente atencin. Quedo en deuda permanente
con ellos por sus crticas.
las condiciones especifico.das para cada una de las tres fases. Esto es
importante, porque hay cualidades de las que puede argumentarse
plausiblemente que satisfacen las condiciones de la nocin de prc-
tica, pero que no son virtudes, cualidades que pasan las pruebas de la
primera fase, pero que fallan en la segunda o la tercera.
Consideremos como ejemplo de tales cualidades la audacia y la
falta de escrpulos, y distingmoslas de la cualidad frontica de saber
cundo ser audaz o decidido. Est claro que hay prcticas, la explo-
racin de desiertos por ejemplo, en que la audacia y la falta de con-
templaciones para conducirse uno mismo y a los dems puede ser
condicin no slo del xito, sino incluso de la supervivencia. Tal
cualidad puede exigir corno condicin de su ejercicio el cultivo de
cierta insensibilidad para con los sentimientos de los dems; preocu-
parse de sus sentimientos slo es posible una vez satisfecha la preo-
cupacin por la supervivencia. Transpngase este complejo de cuali-
dades a la participacin en la prctica de crear y mantener la vida de
una familia y tendremos la frmula para un desastre. Lo que en un
contexto parece ser una virtud, en el otro parece que se ha conver-
tido en un vicio. Segn mi criterio, esa cualidad no es una virtud ni
un vicio. No es una virtud, porque no puede satisfacer las condicio-
nes impuestas por la exigencia de que una virtud contribuya al bien
de la vida humana completa, donde los bienes de las prcticas par-
ticulares se someten al criterio dominante que responde a la pregunra
de cul es el mejor tipo de vida para un ser humano como yo?.
Por supuesto, es posible que ciertas cualidades pudieran satisfacer
este segundo ripo de exigencia, pero no a las exigencias de la tercera
fase, donde los bienes de las vidas particulares deben integrarse en
los patrones generales de la tradicin informada por la bsqueda de
lo bueno y lo mejor.
En parte por la manera en que tipifiqu esa tercera fase en mi
interpretacin de las virtudes, a ms de un crtico le ha parecido que
doy pie a la acusacin de relativismo. Robert Wachbroit (loe. cit.)
ha argumentado que mi caracterizacin del bien humano en trminos
de bsqueda del bien, incluso con las restricciones impuestas por las
dos fases de mi interpretacin, es compatible con el reconocimiento
de la existencia de tradiciones distintas, incompatibles y rivales.
Y est en lo cierto. Por tanto, intenta encerrar mi posicin en un
dilema. Supongamos que dos tradiciones morales rivales e incompa-
tibles se enfrentan en alguna situacin histrica especfica, en que
EPLOGO A LA SEGUNDA EDICIN INGLESA 337
Van Fraasen, Bas C., 276 Weber, Max, 43-45, 48, 102, 114,
veracidad, 239, 240, 274 148, 181, 18.3, 321
Verne, Julio, 123 Weil, Simone, 163
Vico, G., 57, 267, 325, 338 Wiiliam de Canterbury, 262
Virgilio, 209 Wittgenstein, L., 132, 235
Woo]f, Leonard, 31
Woolf, Virginia, 29, .32
Wachbroit, Robert, 323, 333, 338
Wadeil, Pau], 333-334
wampanoag, indios, 193 yo, el, 51-55, 86, 161, 267-274
NDICE
Prefacio 9
Bibliografa . 341
ndice alfabtico 345