Bill S. Ballinger - El Diente y La Uña
Bill S. Ballinger - El Diente y La Uña
Bill S. Ballinger - El Diente y La Uña
diente y un trozo de dedo: tales son las pruebas principales de un juicio que puede
mandar a un hombre a la crcel de por vida. Pero uno de los implicados en el asunto es Lew
Mountain, un mago, un prestidigitador profesional, sobre el que cabe sospechar que se haya
servido de sus habilidades con fines criminales.
En realidad la historia de Mountain es la historia de una venganza maquiavlica en la que
intervienen un falsificador de billetes, una vctima angelical, un falso ayuda de cmara y una
legin de leguleyos.
El diente y la ua es una novela sorprendente por su perfecta construccin argumental. Al
inconfundible estilo de la novela negra norteamericana se une un acertado sentido del
suspense, que mantiene en vilo la atencin del lector a lo largo de una compleja encuesta
judicial.
Bill S. Ballinger
El diente y la ua
ePub r1.0
a lga rri 15.11.14
Ttulo original: The tooth and the nail
Bill S. Ballinger, 1955
Traduccin: Mario Montalbn Len
Retoque de cubierta: algarri
Se llamaba Lew; su apellido no importa, salvo por un caso que contar ms adelante; y era
conocido como Lew el Austraco, Lewison Clark y Patrick Paris. Sin embargo, haba nacido como
Luis Montaa, nombre espaol, americanizado como Lewis Mountain que significa lo mismo. Su
nombre era especial en cierto sentido, porque su familia haba sido americana durante muchas
generaciones, y cuando l naci ya nada tenan de espaol. Pero los antiguos apellidos permanecen, y
por esto l naci como Luis Montaa.
Adems, no naci en California, Texas, Arizona o Nuevo Mxico ni en ninguno de los estados
fronterizos donde puede hallarse a los descendientes de los espaoles. Naci en Iowa, que est situada
aproximadamente en el centro de Estados Unidos, donde puede encontrarse a cualquier individuo de
cualquier parte del mundo. Naci en una granja excelente, con muchos acres ondulados de suelo
frtil; su abuelo era granjero, y cuando falleci, su padre pas a heredar la propiedad.
En vida fue mago hacedor de milagros, prestidigitador, un ilusionista como Harry Houdini o
Thurston. Fue un buen mago, mas como muri pronto no tuvo tiempo de ser tan famoso como los
que he mencionado.
A pesar de ello, realiz algo que ninguno de esos otros ilusionistas hubieran intentado jams.
Primero, veng un asesinato.
Segundo, cometi un asesinato.
Tercero, fue asesinado en el intento.
1
El juez del Tribunal de Sesiones Generales, del Condado de Nueva York, se alis la toga negra,
arregl deliberadamente los papeles que tena delante y mir al ayudante del fiscal del distrito.
ste se puso de pie detrs de la mesa de la acusacin y avanz unos pasos hacia la tribuna de los
jurados. En la sala austera y sombra, de techo alto, el ayudante del fiscal era el centro de la atencin
general, por lo que se detuvo confiadamente un instante antes de dar comienzo a su declaracin.
Volvise ligeramente y sus ojos se posaron en el acusado, que estaba sentado al lado del defensor,
y todos los ojos de los jurados siguieron su mirada. En aquel momento, con las miradas de los
jurados fijas en el preso, el fiscal empez a hablar. Pronunciaba con claridad y fluidamente, con tono
de amable charla, pasendose lenta y deliberadamente por delante de la tribuna del jurado, donde se
sentaban nueve hombres y tres mujeres.
El ayudante del fiscal del distrito era un individuo llamado Franklin Cannon. Hombre de media
edad, de mediana altura y cabello de color indeterminado, era un tipo lento y desprovisto de
emociones que intentaba solamente cumplir con las obligaciones de su profesin. No le gustaban los
ademanes teatrales, y preparaba sus casos cuidadosamente, presentando los hechos con lgica, y
todas las pruebas, ante el jurado, con honestidad y sinceridad, por lo que muchas veces perjudicaba
en grado sumo a sus contrarios. Cannon apreciaba la importancia de inaugurar un proceso; en tal
momento, el jurado ya sola formarse unas impresiones duraderas de la acusacin y la defensa,
opiniones de las que ya no se desviaba en todo el juicio.
Cannon, mientras peroraba, tena conciencia del escrutinio a que estaba sometido por los ojos del
jurado. Mientras segua refirindose a generalidades, saba que aquellos ojos sondaban su rostro,
examinaban sus ropas, observaban sus gestos; una docena de pares de orejas calibraban el sonido de
su voz, sospesando sus palabras. A medida que transcurran los minutos, senta cmo suba la tensin
entre los jurados, y cmo el aislamiento de cada uno desapareca al acostumbrarse a su aspecto y al
sonido de su voz. La experiencia le deca a Cannon que todos los jurados nuevos estn inquietos al
iniciarse un juicio, y l se contentaba con pasar aquel tiempo adicional en construir sus primeros
contactos con el jurado. Uno a uno, iran pensando:
Me recuerda al primo Joe, por la forma cmo habla, o bien: Se parece un poco a Bob
Elkton, del departamento de ingeniera.
O simplemente:
Cannon habla como un hombre razonable.
Fuese lo que fuese lo que pensara el jurado la comparacin familiar o la sbita aceptacin de l
como persona, fuesen cuales fuesen sus decisiones, la barrera caera de pronto, y la acusacin
podra continuar tranquilamente con su objetivo de enviar un hombre a la silla elctrica.
Bruscamente, Cannon dej de hablar y avanz ms hacia el jurado. Se detuvo de nuevo y pareci
rebuscar en sus mentes.
Deben recordar continu lenta, casi suavemente que el acusado no tiene obligacin de
demostrar su inocencia, puesto que esta obligacin corresponde al Estado; y que mi obligacin es
demostrar la culpabilidad del acusado.
El primer defensor se levant de su silla y se qued en pie junto a la mesa.
Seora dijo, debera usa instruir al jurado de que lo que acaba de decir el fiscal es slo
un asunto legal. No tiene nada que ver con su magnanimidad particular.
Cannon dio media vuelta y, al hacerlo, pareci saludar a su contrincante.
Ciertamente, es un asunto legal concedi cortsmente.
Los ojos del jurado estaban fijos en el defensor, en parte hostiles, en parte sorprendidos por
aquella sbita intervencin. Cannon, que intua la simpata del jurado por l, simpata que la defensa
poda disipar rpidamente, volvi a concentrarse en su discurso.
En muchos aspectos, ste es un caso excepcional y muy interesante la voz de Cannon sonaba
ahora con gravedad. El acusado lo est de asesinato. Y el hecho de que est acusado es la causa de
su presencia aqu, aunque esto no significa necesariamente que l cometiera el crimen. El Estado de
Nueva York intentar demostrar que mat a un hombre que l conoca como Isham Reddick que
trabajaba para l como ayuda de cmara y chfer.
Cannon dio media vuelta y fue hacia su mesa para coger un rimero de papeles, que hoje
detenidamente.
Ahora intentaremos demostrar que el acusado posea un motivo y tuvo la oportunidad.
Los radiadores, pintados de plata, en la silenciosa sala, soltaban leves rachas de calor. Las hileras
de bancos de roble, la bandera que ondeaba flojamente, las persianas de los ventanales, los espectros
callados de los procesos de otros acusados, aguardaban pacientemente.
Cannon termin de repasar sus notas, dej los papeles y volvi a situarse delante de la tribuna del
jurado.
Indudablemente, todos ustedes conocen la expresin evidencia circunstancial. Y
probablemente se habrn referido a ella de manera burlona No es raro or que un criminal,
despus de quedar convicto, afirma su completa inocencia e insiste en que todas las pruebas eran
circunstanciales.
El abogado sonri, y varios jurados le devolvieron la sonrisa.
Existen algunos casos, particularmente de asesinato, en que los hechos y la evidencia no son, al
menos en parte, circunstanciales. Posiblemente, slo en un caso donde hay testigos de vista del hecho,
donde los testigos pueden identificar a la vctima y al acusado, pueda hablarse del caso como carente
de evidencia circunstancial.
El abogado defensor se puso en pie.
Protesto! grit. ste es un asunto de argumentacin, y es terico hasta el punto de que no
puede probarse en favor ni en contra.
Cannon se encar con el juez.
Por favor, Seora replic calmosamente, opino que el tema de la evidencia,
particularmente de la evidencia circunstancial, es de suma importancia para el jurado el cual debe
comprenderlo plenamente volvise hacia el defensor y sonri. Estoy seguro de que mi colega
piensa referirse a este tema cuando le llegue el turno.
Caballeros intervino el juez, sobre los puntos de la Ley referentes a la evidencia, yo
mismo instruir al jurado.
Cannon asinti cortsmente y volvi a dirigirse al jurado.
Es obligacin ma y de mi asociado aadi, indicando al Comisario Ayudante del Fiscal,
Rickers, demostrar en este caso el corpus delicti. En un homicidio, este trmino se refiere al
cuerpo de la persona muerta. Ocasionalmente, los periodistas Cannon dirigi una mirada hacia el
banco de la Prensa, contribuyen al mito de que sin un cadver no hay sentencia. Esto no es
exactamente cierto, aunque sea un tema estupendo para leerlo una tarde dominical en algn peridico.
Lo que indudablemente quieren decir con esto, es que sin la prueba del cadver, no puede haber
sentencia, pero, damas y caballeros de este jurado, este caso es enteramente diferente. En varios casos
notables, que puedo citar, se han dado veredictos de culpabilidad sin que haya existido la presencia
fsica del corpus delicti, aunque la evidencia del cuerpo del delito est probada ms all de toda duda
razonable.
En casi todas las jurisdicciones, slo la evidencia directa sirve para demostrar el hecho de la
muerte, aunque la evidencia circunstancial pueda, claro est, salir a relucir para demostrar que la
muerte fue causada por un agente criminal. Y ahora, con esto en claro, volvamos a la noche del
veintids de noviembre del ao pasado.
El jurado se dispuso a escuchar atentamente.
Es afirmacin de este Estado prosigui Cannon, que en dicha fecha, poco antes de
medianoche, el acusado mat a un hombre llamado Isham Reddick. ste estaba empleado en su casa,
un sitio que se halla en la calle Ochenta y Nueve Este, en la ciudad de Nueva York. Presentaremos las
pruebas que demuestran que el tal Reddick se haba convertido en una espina para el acusado; que
Isham Reddick le haca objeto de chantaje, y que el acusado, al menos en una ocasin y
probablemente en otras, le haba entregado a Reddick una suma considerable de dinero. En la noche
del veintids de noviembre, hubo una discusin entre el acusado y la vctima, que concluy en
violencia
Protesto! objet el defensor. Esto es una conclusin.
Qu intenta demostrar, seor Cannon? inquiri el juez.
Intento detallar la posicin del Estado en este caso, e indicar slo lo que demostrar ms
adelante.
Contine, seor Cannon asinti el juez, aunque debo insistir ante el jurado en que, en estos
momentos, no haya todava ninguna evidencia que apoye lo que usted manifiesta.
Gracias dijo el defensor, sentndose.
Luego, continu mirando fijamente a Cannon.
El fiscal reanud cautelosamente su peroracin. No quera ser interrumpido ms. Las sombras de
la tarde ya flotaban en los rincones de la sala, y el fiscal consult su reloj. Un poco ms y habra que
aplazar la sesin hasta el da siguiente. Esto le ofrecera al jurado una noche entera para considerar
sus observaciones antes de que la oposicin estableciese su defensa.
Durante aquella noche del veintids de noviembre sigui Cannon, y en las primeras horas
de la madrugada, el cuerpo de Isham Reddick fue desmembrado y destruido en un intento de borrar
todas las pruebas del crimen. Y, ante la posibilidad del descubrimiento o deteccin del crimen, para
que no quedase ninguna prueba palpable. Por suerte para la justicia, no fueron borradas todas las
seales del crimen. El cuerpo no qued completamente destruido y otras pruebas indiscutibles del
homicidio quedaron preservadas gracias a la temprana aparicin de las autoridades.
sta es la evidencia que presentar ante ustedes. Y ustedes la apreciarn, la sospesarn y la
considerarn. Cuando hayan odo la relacin del caso completo, cuando hayan visto la evidencia con
sus propios ojos, si ustedes creen ms all de toda duda razonable que el acusado es culpable, su
deber, caballeros, su obligacin, ser regresar a esta sala con un veredicto de culpabilidad call
por un momento y agreg: Gracias.
El juez contempl el reloj de pared estilo Western Unin, golpe la mesa con la maza una vez y
aplaz la sesin hasta la maana siguiente. Todos se pusieron respetuosamente de pie, en tanto el juez
se encaminaba a su despacho.
2
Todo empez el da en que conoc a Tally Shaw. Conocerla, con todos los respetos debidos a los
poetas, no fue como escuchar al ruiseor en un parque, o encontrar un manantial fresco tras una
ardorosa caminata por el desierto. Mas el hecho de que ella fuese para m una completa desconocida,
lo mismo que para Nueva York, que estuviese en la Sptima Avenida discutiendo con un taxista, fue lo
que puso en movimiento todos los sucesos que ocurrieron despus. Y, si hay que creer en la
inevitabilidad, fue inevitable que yo actuase como lo hice.
Un taxi se haba detenido delante del hotel donde yo me alojaba, y su pasajera no tena bastante
dinero para pagar la carrera. El taxista se mostraba decidido a conservar en su poder el equipaje de la
dama, y sta, una joven, le suplicaba gimoteando, pidindole que al menos le permitiese coger un
maletn.
El Delafield, un hotel pequeo aunque no de mala calidad, que cuenta entre su clientela a mucha
gente del espectculo, no tiene portero, de lo contrario la joven habra podido pedirle prestado el
dinero. Cuando empuj la puerta para entrar en el vestbulo, o que la joven exclamaba:
Es ridculo! Slo le debo a usted un dlar!
No es culpa ma rezong el conductor. Me quedar con su equipaje y lo podr recoger
cuando me pague el pavo.
Oh, no s cmo ha sido Si tena ms dinero No s dnde estar rebusc urgentemente
en su bolso. Debi carseme cuando almorc. Recuerdo que antes an lo tena. En la estacin, antes
de coger el tren
Yo estaba en el centro del umbral, con la puerta abierta, escuchando la discusin. Espoleado por
mi curiosidad, volv a la acera dejando la puerta cerrada, siguiendo la conversacin.
Oiga, jovencita protest el taxista con indiferencia, tal vez tena usted el dinero, tal vez no.
Pero yo me quedo con sus maletas hasta que me pague o llamo a un poli.
No, no, por favor! Se asust la chica. Qudese una maleta la sombrerera. No le basta?
Yo me llevar el maletn
Ni hablar de eso! Se indign el chfer. Me quedo con ambas cosas!
Pero he de tener algo o no podr inscribirme en el hotel No me dejarn sin pagar por
adelantado, yendo sin equipaje.
Me guardo todo el equipaje se obstin el taxista.
Comprend de pronto que me haba situado al lado de la joven, y ante mi propia sorpresa, o mi
voz que deca:
Si la seorita lo permite, yo pagar la carrera el chfer concentr en m unos ojos llenos de
suspicacias, y la muchacha tambin. Cunto le debe? inquir.
Un pavo replic el taxista.
Aqu lo tiene y entrguele el equipaje a la joven.
El chfer dej una sombrerera y un maletn de piel en el suelo. Volviendo a su asiento, puso el
coche en marcha y desapareci. La joven no dijo nada.
Bien exclam, ahora le toca a usted. O me da las gracias o me quedo con su equipaje.
Ha sido muy amable me dirigi una sonrisa de embarazo. Muchas gracias.
Conque perdi el dinero, eh?
S repuso, registrando el bolso una vez ms.
No tiene idea de dnde lo perdi?
Pudo ser en la estacin de Filadelfia comenz a hablar con atropellamiento. Baj en
aquella estacin a comer un bocadillo. Luego volv al tren. Y no volv a mirar el bolso hasta llegar
aqu. No llam a ningn mozo, ni compr nada ms.
No puede telegrafiar pidiendo ms dinero? pregunt, pero ella sacudi tristemente la cabeza
. Bueno aad, de nada sirve quedarnos en la acera. Vamos. La invito a una taza de caf
mientras usted decide qu es lo que ha de hacer.
El Delafield tiene un pequeo comedor, abierto las veinticuatro horas del da, y a l nos
encaminamos. Al coger su equipaje recib una sorpresa. La sombrerera no pesaba ni era ms ligera
de lo que caba esperar; en cambio el maletn pesaba como si estuviese lleno de plomo.
No cree que esto pesa demasiado para llevarlo usted? pregunt cortsmente.
S asinti, con cierto nerviosismo, pero es un buen ejercicio.
Sonri y se encogi de hombros.
Nos encaramamos a los taburetes del bar, situado a un lado del comedor y ella pidi una taza de
t. El mostrador estaba desierto, aunque se hallaba adornado invisiblemente con los fantasmas de
generaciones de quesos y bocadillos.
Para empezar le pregunt a la joven, conoce a alguien en la ciudad a quien telefonear
alguna amiga, algn pariente?
No. Soy una completa extraa aqu.
De dnde viene?
De Filadelfia.
La respuesta es fcil repliqu. Le prestar cinco dlares y ya me los devolver. Coja esta
noche el tren Salen prcticamente a todas horas.
No puedo dijo en voz baja.
Tomar los cinco dlares? No se preocupe, ya me los devolver.
No me refiero al dinero. Es que no puedo regresar a Filadelfia.
Se volvi hacia m, su semblante lleno de determinacin.
Por qu no?
No contest. Bruscamente, comprend que estaba equivocado Su semblante no mostraba
determinacin, sino miedo.
Est bien, cambiemos de tema. Hbleme de usted; no pertenezco a la Sociedad de Ayuda al
Viajero, pero har lo que pueda
Entonces me dijo que se llamaba Tally Shaw. No tena familia, ya que su ltimo pariente, un to
anciano, haba muerto la semana anterior. Se haba llevado el dinero restante para venir a Nueva
York. Y ahora aqu estaba sin dinero, sin amigos, sin empleo. Yo la escuch, la contempl y
comprend que su vista era un agradable pasatiempo. Mientras hablaba, mantuvo la vista fija en la taza
de t, como intentando leer en las hojas. Ocasionalmente, volva la taza lentamente entre sus dedos.
En aquel movimiento haba una gracia inconsciente, en tanto mantena la cabeza arqueada sobre su
esbelto cuello, mostrando un hermoso perfil. Sin embargo, no posea lo que pudiera calificarse de
gran belleza. Su encanto resida en su timidez, en su quietud, en una fusin de suavidad y reposo.
En su cabellera danzaban las luces del techo. La regularidad de sus delicadas facciones se vea
contrarrestada por su boca, clida y un poco ancha, y por sus prominentes pmulos que ponan en su
rostro una expresin enigmtica una leve nota oriental.
Qu pensaba hacer en Nueva York, antes de perder su dinero? quise saber.
No haba hecho planes se encogi de hombros. Claro est, me gustara hallar un empleo.
Ha trabajado ya?
Bueno, un poco antes de fallecer to Will.
Sabe escribir a mquina, taquigrafa?
No No lo he estudiado.
Ha sentido alguna vez deseos reprimidos? Sabe cantar, bailar? Nunca dese ser actriz?
Dej firmemente la taza de t sobre el mostrador.
No s cantar una sola nota replic. Me gusta bailar, pero slo al comps de una
orquesta. Y no tengo dotes de actriz. Y usted?
No le asegur, conozco muy poco de estas cosas. Aunque empujado por necesidades
econmicas o problemas de empleos de temporada, he cantado en el coro de El prncipe estudiante,
bail en el vals de La viuda alegre, hice algunos papelitos hablados, incluyendo cinco versos en una
ocasin encend un cigarrillo y aad. Tally, tambin he vendido billetes en un carnaval, trabaj
de payaso en un circo y fui comerciante en Nevada
Oh! me mir asombrada y un poco intrigada. Es usted actor!
Slo por necesidad aclar. No por eleccin. Por gusto, si he de decirlo todo, soy mago.
Sabe hacer trucos?
Ciertamente. Y algn da usted los adivinar.
Por primera vez se ech a rer. Momentneamente pareca haber olvidado sus problemas.
Me gustan los magos! exclam. Toda mi vida me han gustado los ilusionistas y los
payasos.
Estoy de acuerdo con usted, salvo que personalmente no me gustan los payasos.
Es usted celoso! Me mir atentamente y luego continu, como si me viera por primera vez
. Me ha dicho que se llamaba Lew. Cul es su verdadero nombre?
Lew Mountain. ltimamente trabaj bajo el pseudnimo de Patrick Pars o Profesor Pars.
Trabaja ahora en algn espectculo?
Trabajo en una sala de fiestas. Lo cual trae a mi memoria otro tema. No tengo mucho dinero.
Como mago, s que resulta poco digno confesar que no puedo materializar monedas en el aire. De
modo que pensando as, slo puedo hacer esto agit la mano en el aire y le mostr en la palma
de la mano la llave de mi habitacin en el hotel. Esta noche puedo poner a su alcance todos los
secretos, todos los misterios, todos los goces, todos los romances y el encanto de, del Taj Mahal!
Levant visiblemente la llave.
Qu es? pregunt.
La llave que conduce a un bao caliente, a un lecho bastante duro, a cuatro paredes a prueba de
sonidos, y a un suelo y un techo muy dudosos. Es la llave de mi habitacin, la nmero 302, situada en
el Hotel Delafield donde ahora estamos.
Me haba escuchado con una sonrisa, mas de pronto la sonrisa se esfum.
Eh, aguarde! me apresur a exclamar. No salte a conclusiones equivocadas. Usted necesita
descansar esta noche tal vez contar con un lugar para algunos das. Qudese aqu. Tengo la
habitacin alquilada por un mes. Usted se queda aqu y yo ya encontrar algn sitio donde roncar un
par de noches. Lo cual me re cuerda que conozco a un tipo que tiene un apartamento no muy lejos de
aqu. Y lleva aos acosndome a invitaciones.
Oh murmur. Luego se abrillant su mirada. No dirn nada en el hotel? No se
opondrn?
No creo la tranquilic. A la direccin le gustara, claro, cobrar doble y que nosotros
vivisemos en pecado. No son moralistas, sino realistas. Pero una palmera salva a la doncella y si un
botones; entonces, usted podra quedarse aqu eternamente.
Salt del taburete y recog el equipaje.
Vamos la anim.
Salt a su vez del taburete, siguindome al fondo del comedor donde se abra una puerta que daba
al interior del hotel. Dej el equipaje en el suelo, y me asom al vestbulo. Max, el botones, estaba
apoyado contra el quiosco de peridicos, leyendo las revistas. Con el instinto seguro del que huele un
pavo, levant la cabeza tan pronto como se dio cuenta de mi presencia. Inmediatamente dej la lectura
y se acerc. Retroced con l hacia el comedor.
Te presento a una vieja ta ma de Montreal le dije, indicando a Tally. Ha venido a
descansar y, debido a la falta de habitaciones en el hotel, tiene que alojarse en la ma.
Est muy bien conservada sonri, examinndola con atencin.
S, verdad? Milagros del agua de su pueblo. Bueno, no podras subir este equipaje a mi
cuarto, sin que te viese nadie y sin que me cobren el doble?
Podra pasar el Yanquee Stadium por el vestbulo sin que lo supiera nadie asegur.
De acuerdo le entregu un billete. Esto es por el equipaje. Te ver arriba.
Max cogi la sombrerera y casi se disloc el hombro al levantar el maletn.
Caray, seora ta! exclam, qu lleva aqu, una carga de bombas?
Tally enrojeci y pretendi coger el maletn.
Pesa mucho Yo lo llevar.
No parece usted una dama muy afortunada replic Max, bizqueando los ojos. He
acompaado a borrachos mucho ms pesados.
Pareci desvanecerse literalmente en el vestbulo.
La habitacin 302 estaba situada a espaldas del edificio, lejos de la Sptima Avenida. Era un
cuarto de medidas regulares, con las paredes empapeladas, con los marcos de puertas y ventanas
pintados de blanco. Haban modernizado el viejo mueblaje hasta una capa de pintura de esmalte
negro, incluyendo la cama, el armario, la silla de alto respaldo y la mesita del telfono. Haban
quitado las manijas de los muebles, reemplazndolos por pequeos circulitos de madera pintados
tambin de negro. Las lmparas, que eran de los aos veinte, seguan mostrando sus viejas bases,
aunque las pantallas eran modernas, con dibujos particularmente odiosos. Slo los grabados de las
paredes eran los mismos. Y seran los grabados del hotel hasta el da en que las termitas los sacaran a
dentelladas de sus marcos.
Tally contempl calmosamente la habitacin.
Lo mejor que puede decirse de este cuarto brome, es que est pagado hasta finales de
mes.
De modo sorprendente, me acarici una mano.
No sabe qu bonito me parece murmur.
Si se lo parece, le mostrar lo dems. Por supuesto, no se extraviara aqu, aunque de este modo
no perder tiempo buscando. Aqu est el bao. No lleva a ninguna parte. ste es el armario; no
intente encerrarse en l y dar media vuelta; yo lo prob una noche y qued encajado. Luego, llegu
tarde a mi representacin.
Al lado de la cama, atraje hacia m una puertecita de madera.
Esto es la cocina expliqu. No se permite guisar en las habitaciones, pero no ocurre nada
mientras la direccin no se entera volv a cerrar la puertecita y le entregu la llave. No la abra
ms que cuando la necesite. La camarera lo sabe Bueno, todas lo saben, mas maana por la maana
dele este dlar y no dir nada.
De una gaveta saqu una bandeja elctrica, algunos platos, tazas y unos cubiertos, junto con
algunos cacharros de aluminio, una cafetera y un asador pequeo.
Aqu tiene le ense. Todo lo necesario para la alimentacin! Tengo azcar, caf y sopa
envasada bajo llave; y leche fuera de la ventana.
Utilitario asinti ella, cuando menos. No creo que d usted muchas fiestas.
Slo durante el auge de la temporada repliqu modestamente, y slo para, bueno, para
m mismo.
La joven dej los utensilios en la gaveta y la escondi debajo de la cama.
Comprendo que le estoy causando grandes molestias balbuci.
En absoluto la cort, con tono ligero. Siempre espero visitas.
Sonri. De modo inexplicable, tena el rostro como embadurnado por una expresin suave e
inescrutable.
Pronto hallar algo murmur.
No corra, muchacha contest. Elija a su gusto, y empiece por arriba, si puede. Siempre
podr ir descendiendo.
Cog el sombrero y sal al pasillo.
Hasta maana a medioda me desped. Y hgase una taza de caf. Y otra para m.
Me levantar mucho antes prometi.
S, pero yo no repuse.
Yendo por la calle, reflexionando qu amigos tena en la ciudad y dnde encontrara una cama
para dormir, recit en voz alta:
Charles Denman, primer abogado de la defensa, era un individuo sardnico, con un rostro
vigilante y esculido. De pie junto a un ventanal de la sala, su figura quedaba recortada contra la luz,
y detrs suyo, en el aire, se agitaban perezosamente las motas de polvo.
Denman llevaba toda la maana dirigindose al jurado, tratando de triturar el discurso de apertura
del fiscal, pronunciado el da anterior.
Usualmente continu, ste es el momento en que la defensa establece lo que desea
demostrar si bien vuelvo a recordarles que ni la declaracin del acusado ni la del fiscal representan
prueba alguna Pero creo que ser mejor que demore revelar nuestra defensa su voz se abati a
un nivel confidencial, porque, francamente, no creo que la acusacin haya encontrado una base
firme en su caso. Por ahora, suya es la carga de las pruebas, y prefiero dejarlo as.
Les pedirn a ustedes que escuchen una historia en la que alguien fue supuestamente asesinado.
No existe el cadver, ni el motivo, ni hay testigos. Y con esta grosera, mejor dira liviana, tela,
ustedes tendrn que decidir ms all de toda duda razonable, que se ha cometido el asesinato.
Aparte de que aqu estamos en un honrado tribunal, que se juzga ahora la vida de un inocente, yo
dira que toda la historia es tan tan increble, que no lograra el favor de media hora de televisin.
Sin embargo prosigui Denman, tras observar la sonrisa de los jurados, haremos lo que
podamos para demostrar la inconsistencia, la falta de firmeza de todos los cargos. Estoy seguro de
que ustedes necesitarn muy poca ayuda para darse perfecta cuenta de la falta de pruebas en los
cargos presentados.
Dio media vuelta, en direccin a Cannon.
Ayer, mi respetado colega, el seor Cannon, dijo, y le cito Denman fue lentamente a su
mesa y cogi cuidadosamente una hoja de papel; luego, se cal unos lentes con montura de concha y
sosteniendo el papel ante l, ley con claridad: Deben recordar que el acusado no tiene obligacin
de demostrar su inocencia, puesto que esta obligacin corresponde al Estado, y que mi obligacin es
demostrar la culpabilidad del acusado. Denman dej el papel sobre la mesa y se quit las gafas.
Naturalmente, el seor Cannon admiti otras cosas el defensor dio media vuelta y se encar
casualmente con el jurado. No voy a leer todo su discurso porque creo estarn de acuerdo en que
no vale la pena.
El rostro de Denman mostraba suma avidez.
Sin embargo, les ruego que recuerden la gravedad de la declaracin. Hablar es una cosa
Hacer, otra. Cuando se introduzcan en este caso las pruebas, e indudablemente se introducirn de
forma muy impresionante, pregntense a s mismos qu demuestran. Dganse, por favor: Qu
significa esto? Es una evidencia del hecho? Significa algo a la luz de todo el caso?. Muchas
personas inocentes fueron condenadas por evidencia circunstancial
Protesto, Seora! grit Cannon, ponindose de pie.
Se acepta la protesta! sentenci el juez. Luego, volvise hacia el jurado. Debern pasar
por alto la ltima observacin de la defensa.
Denman sonri interiormente. Aunque el juez advirtiese tal cosa al jurado, algunos miembros del
mismo recordaran su frase. Denman haba trabajado con dureza, tratando de borrar de la mente de
los jurados la simpata hacia el acusador, y procurando que la experimentasen por l. Y empezaba a
sentirse agotado con el paso de las horas. Siempre haba considerado el caso con inseguridad. Como
abogado, saba que su deber era defender tanto al culpable como al inocente. Hasta cierto punto, slo
limitado por su habitual cinismo, estaba dedicado a su profesin. Luchaba por los derechos de los
acusados, protega los derechos definidos por la Ley, y a veces sufragaba las costas de la defensa. No
lo haca por amistad, ni por ganancias monetarias, sino por la satisfaccin de luchar de igual a igual
con la ley. A veces, experimentaba mayor simpata hacia los culpables. El cliente, en este caso, haba
afirmado su inocencia. Los clientes raras veces le mentan a Denman, y si se convenca de que le
engaaban, se negaba a representarles. Mas en este caso no estaba completamente convencido. Ni
estaba seguro de conocer toda la historia; aunque lo que saba le fascinaba.
Deseo aadir muy pocas cosas sigui, aunque s quiero recordarles que mi cliente no ha
confesado su culpa. Lo cual significa que no es culpable hasta que los cargos queden demostrados
irrefutablemente. Y, damas y caballeros, esto no suceder. Yo les ruego, yo les suplico, que
mantengan vivo su sentido de comparacin, que continen albergando sentimientos de escepticismo,
y que tengan el cerebro libre de prejuicios hasta haber escuchado a ambas partes.
Estuvo un momento erguido ante los jurados, y por fin salud con la cabeza, dio media vuelta y
se retir a la mesa de la defensa.
El juez aplaz la sesin.
El ayudante de Denman, un joven de ojos azules y pelo corto, le ayud a meter los documentos en
la cartera.
Creo que esto va muy bien le confi a su superior.
Denman levant la vista para seguir a su cliente que era escoltado, al salir de la sala, entre dos
guardias.
Bastante bien, supongo asinti el abogado. Aunque nunca se sabe hasta que es
demasiado tarde.
Los periodistas pasaron por la barandilla de madera y se aproximaron a Denman.
Supongo que podemos decir que se siente usted optimista, abogado pregunt uno.
Cmo podra ser de otro modo? sonri Denman alegremente.
4
Tally posea una especie de seguridad interior, una tranquila aceptacin de la vida que, al cabo de
muchos aos de vagabundeos e inestabilidad, me atraa profundamente. Durante varias semanas
busc infructuosamente diversos empleos. Tardara meses, posiblemente aos, en conseguir los
contactos necesarios para lograr ganar el dinero preciso para sustentarse haciendo de modelo o
recepcionista, o cualquier otro de los trabajos bien pagados que poda desempear. Slo quedaban,
por tanto, las tareas vulgares, mal pagadas, que ofrecen aburrimiento y monotona.
En el Club Martinique, donde yo actuaba, el primer pase del espectculo tena lugar a las nueve
y media de la noche. En consecuencia, yo llegaba al club un poco antes de las nueve para vestirme,
comprobar el equipo y maquillarme. Todas las tardes, con regularidad, me encontraba con Tally en
el Delafield y cenbamos juntos en alguno de los restaurantes baratos de la Octava Avenida, y
luego pasebamos por Broadway.
A veces, nos metamos entre la multitud, detenindonos a contemplar los vestbulos de los teatros
y cines. Por la noche, las tiendas grandes y pequeas relucan con los anuncios de nen color verde,
lavanda y rosa; los discos atronaban por los altavoces en las tiendas dedicadas a su venta,
ensordeciendo en la calle; diminutas tortugas con los caparazones pintados se arrastraban sin rumbo
en un interminable intento de escapar a la contemplacin de los escaparates; muchos de stos estaban
llenos de rostros de yeso de un doliente Jess cuyos melanclicos ojos parecan mirar desde un
rincn; montones de naipes con mujeres desnudas al dorso. En algunas tiendas, los atareados
comerciantes pegaban iniciales personales en absurdas pieles de pltano de la anchura de tapas de
cloaca; en otras, es posible adquirir excrementos de perro, de goma, para bromas, a precios
populares; estatuas de la Libertad de latn, equipadas con termmetros y barmetros, aunque no con
velocmetros; corbatas de rayn con la fecha del cumpleaos y el signo personal del zodaco;
mantillas espaolas, navajas, fotos de moir de mujeres, que pueden manejarse de forma que sus
pechos y caderas se muevan atractivamente; pulseras souvenirs de la ciudad de Nueva York, relojes
por 2,75 dlares con garanta ilimitada concedida por el fabricante (desconocido e inhallable);
alfombras orientales que obligaran a un rabe a tirar el Corn al fuego.
Hay tiendas de penique con mquinas que ensean a torpedear los buques enemigos; mquinas
para comprobar la fuerza personal; y mquinas donde se puede visualizar una pelcula de strip-tease.
Hay tenderetes donde venden jugo de naranja, de papayo, leche de coco, y salsa de uva con sabor a
menta; bocadillos calientes y perros calientes. Hay salas de baile donde la entrada permite bailar
con chicas cansadas y aburridas. Hay tambin sitios donde es posible comprar marihuana y otras
drogas.
La multitud se empuja, corre, se detiene con un pulso y una palpitacin que llega con la noche y
huye con el da. S, es un paraje de ensueos casi todos malos!
Por las noches, despus de cenar, bamos cogidos de la mano, hablando, riendo, explorando
Cuando llegaba el momento de irme al club, acompaaba a Tally al hotel, dejndola con la promesa
de visitarla a la maana siguiente.
Una noche, mientras contemplbamos las fotos de una pelcula, en el vestbulo de un cine,
comprend que Tally tal vez tendra una oportunidad en el circo El Gran Circo, que acababa de
inaugurar la temporada en Nueva York.
Tengo una idea djele. Te gustara trabajar en un circo? El sueldo de una chica de
conjunto no es malo y no hace falta ninguna experiencia: slo ser bonita. Trabajaras casi nueve
meses al ao, habitacin y comida pagadas. Qu tal? Maana iremos al Garden, a la matine.
Has trabajado alguna vez en el circo, Lew? me pregunt.
Seguro asent. Dos temporadas. Antes de la guerra. Entonces, yo era muy joven y parece
que ha transcurrido ya mucho tiempo.
Tally busc de nuevo mi mano.
El circo cmo es?
Regresamos al hotel, andando lentamente entre el gento, teniendo a veces que bajar a la calzada,
y dando rodeos por entre la corriente humana.
Claro que el decir el Gran Circo, me refiero a un circo porque slo hay uno Grande.
Empieza todos los aos la temporada aqu, en el Madison Square Garden. All hay una enorme
tribuna siempre llena. Luego, cuando trabaja en otros sitios, lo hace bajo la lona setenta y cinco
mil metros de lona. Viaja unos veinticinco mil kilmetros al ao, y cuando en diciembre llega a
Florida uno se queda realmente sorprendido de haber resistido tanto.
Tan duro es?
Oh, s
Me acordaba de todo del nio que yo haba sido el adolescente que pas del circo pequeo,
de las ferias, a trabajar con el Circo Grande. Despus de las ferias, aquello me pareci majestuoso.
El Circo Grande era muy lujoso comparado con todo lo anterior.
Pero se aprende a resistirlo. Se sufren lluvias, tormentas, huracanes, ciclones todo lo que
el servicio meteorolgico puede presentar anualmente. Tormentas de polvo, tempestades de arena
el viejo termmetro a cuarenta grados no significa nada. Se ejecutan cuatrocientas representaciones
en algo ms de doscientos das, recorriendo ochenta poblaciones de ms de veinticinco Estados.
Y cmo lo hacen?
Bueno, el Gran Circo lleva su propio convoy. Con cuatro secciones. Se duerme all, se come
all Con todo el equipo y el personal y los animales. Cuando se plantan las tiendas y la carpa, el
circo abarca dieciocho acres de terreno.
Y si yo si yo pudiera trabajar en el circo balbuci ella, t no iras conmigo?
No. Me gustara y sera divertido. Mas he trabajado demasiado tiempo tratando de conjuntar
mi propia actuacin. Si alguna vez vuelvo al circo, sera como augusto, y con el maquillaje de payaso
nadie me reconocera. Hay tal vez unas mil quinientas personas trabajando en el Gran Circo y de
todas ellas, nadie queda tan invisible como el payaso.
Ya estbamos en el hotel y yo tena prisa.
Maana iremos a verlo le dije.
Me mir, asinti, aunque no con excesivo entusiasmo, y la dej.
Al da siguiente estuvimos en el Gran Circo, detrs de la pista. Ante nosotros se haba formado
una enorme procesin, rota en ocasiones, dejando brechas, que volvan a juntarse, a formarse, a
presionarse.
Los ojos de Tally iban captando la magia del color: los bien cuidados caballos con sus jinetes
sosteniendo gigantescos candelabros dorados; vegetales animados que andaban sobre patas de goma
roja; toros poderosos, inmensos elefantes con tiendas encima, envidia de los potentados orientales;
coristas esbeltas, bellsimas, ataviadas como los meses del ao, cada una rodeada por pajes,
cortesanos y grotescos enanos; jirafas, altsimas, torpes y arropadas con lazadas de satn en el cuello;
cebras tirando de los carritos de los payasos; hadas estilo rococ, adornadas con polvo de oro y
plata, con estrellas, con sedas y terciopelos; naves espaciales de plstico y cromo, lanzando centellas
y fuego de colores, atestados de seres interplanetarios; una falange de antiguos romanos con cascos
emplumados, corazas doradas y espadines; bailarinas con calzones de piel y sombreros mejicanos,
armadas de pistolas de marfil; tigres que se paseaban inquietamente en sus jaulas de color carmes y
oro; monos vestidos de hombre; cerdos amaestrados, ataviados como enfermeras; acrbatas con
pieles de leopardo y calzones de seda; hurs persas de los cuentos de Scherezade, acompaadas de
ifrits, jinnis y mamelucos; y la procesin continuaba.
Los protagonistas de Madre Gansa con gigantescas cabezas de carnaval: Bob-Peep y Litle Jack
Horner; Boy Blue con un tremendo cuerno; Old Mother Hubbard y el Caballo de Corazones; carretas
y carrozas; coches de coronacin y coches usados; Atlas llevando un enorme globo sobre los
hombros; y payasos payasos
Payasos de todas las estaturas, trajes y colores; riendo, llorando, saltando, brincando,
conduciendo autos de miniatura, montando animales increbles Magnficos, deliciosos payasos!
Por un momento, Tally cerr los ojos ante tanta confusin, y cuando volvi a abrirlos, un payaso
estaba junto a ella contemplndola. Su cabeza terminaba en punta y encima llevaba un sombrero muy
pequeo, con una gran pluma de faisn en la cinta. Sus grandes y mviles labios caan en decepcin,
mientras sus ojos, que miraban hacia arriba gracias al efecto de unas lneas de color negro, la
miraban con una sorpresa perpetua, arrolladora.
Vamos la asusto? pregunt el payaso con voz cascada.
Lo siento rio Tally sin aturdirse. Me ha sorprendido, nada ms.
ste es Hammy Nolan le present. Le conozco desde que estuvimos juntos en la feria.
Ham, una buena amiga ma: Tally Shaw.
Hola, chica salud Ham con su voz normal.
Qu tal van los asuntos? quise saber.
Regular replic el payaso. Como siempre aunque la temporada acaba de empezar y no
es posible predecir nada. Pero ya sabes que en este oficio las cosas no suelen cambiar mucho.
Ham, Tally necesita trabajo. Est todava Seaton como director del espectculo?
Seguro.
Crees que le hacen falta chicas?
Nolan sacudi la cabeza lentamente. Llevaba la garganta rodeada por un enorme cuello plisado y
su traje en forma de globo aumentaba su corpulencia.
Todava no es el momento adecuado para preguntrselo, Lew. Las de mayo an no se han ido.
Tally me mir intrigada y me apresur a explicarle:
Se refiere a la gente que se une al circo en el Sur, y continan slo hasta que llega al Norte. Se
marchan hacia el primero de mayo, cuando el circo empieza su gira.
Aguarda tres o cuatro semanas ms me aconsej Nolan.
S, tienes razn acced.
Ham contemplaba a Tally. Detrs de su mscara de maquillaje, era imposible saber qu pensaba.
Cuando por fin habl, sus palabras no dejaron en m ninguna duda.
Una muchacha estupenda, Lew. Sigues con tus trucos de magia?
S.
Seguro que realzara tu actuacin. Por qu no la llevas como ayudante?
Durante aos haba actuado solo, y nunca se me haba ocurrido la idea de realzar mi actuacin
con la presencia de una chica. Mis contratos menudeaban, trabajaba casi constantemente, y mi agente
consegua para m buenos sueldos.
No es mala idea murmur. Me volv hacia Tally y le pregunt: Te gustara? Quieres
trabajar conmigo?
Me gustara si t lo deseas.
De este modo contrat a una ayudante. A partir de aquel da del circo, pasamos todas las tardes
todas sin faltar una, ensayando con Tally. Yo rehce algunos nmeros a fin de que ella pudiera estar
ms tiempo en el escenario. Bsicamente, mi nmero consista en tres ilusionismos: atrapar una carpa
viva en el aire con un anzuelo diminuto; sacar leche de una marmita y hacerla desaparecer en el aire,
a medida que la iba sacando; y una cuerda que iba extrayendo de un cesto y al final se converta en
una cobra. Asimismo, y esto era muy importante, entre cada uno de estos tres trucos, ejecutaba otros
menores con la mxima rapidez.
Cronometrando el tiempo y los movimientos, atrayendo la atencin del pblico durante
fracciones de segundo, Tally me permita trabajar con ms libertad, libre de la constante atencin del
auditorio. Gracias a este nuevo truco, mi representacin resultaba mejor, ms rpida y ms
complicada.
Ideamos un vestido apropiado, como unos leotardos blancos y con lentejuelas, ceidos como un
traje de bao; adems, Tally llevara guantes negros hasta el codo. Oh, estara magnfica!
Aad la tradicional capa negra a mi esmoquin aunque esta capa tena tambin su truco. Estaba
confeccionada de tal manera que yo poda cambiar el color de su forro de carmes a prpura, a
amarillo y a azul, slo con abrirla y cerrarla. Mas fue Tally la que inmediatamente puso nuevo color
y nueva vitalidad a la simple rutina.
Despus de casarnos, nos instalamos en el Delafield. Y llevaba yo all algunos das solamente,
cuando vi que faltaba algo. Era el maletn de piel, aqul tan pesado, propiedad de Tally.
Eh, mueca observ. Dnde est tu equipaje?
Qu equipaje?
En aquel momento estaba sacando la cafetera de debajo de la cama.
Ya sabes qu equipaje.
Bueno tengo la sombrerera en el armario, cario.
S, pero y el maletn? Aqul que pesaba tanto como si tuviera dentro uranio?
Oh replic con indiferencia, sin levantar la vista del suelo, donde estaba arrodillada. Me
deshice de l.
Por qu?
No vala la pena guardarlo.
Qu haba dentro?
Nada. Trapos viejos.
No s por qu aquello me pareci tan importante; tal vez porque ella slo haba venido a Nueva
York con dos bultos y ahora slo tena uno.
Y no tienes ms ropas en alguna parte?
No se incorpor, echndose el cabello hacia atrs y quitndose el polvo de las manos. T
me aceptaste para bien y para mal. No, slo tengo las ropas que hay aqu sonriendo, se inclin
hacia m y me bes. Ya sabas que yo no era una heredera. Quieres pedir el divorcio?
Por ahora no sonre a mi vez, y hasta alguna vez te comprar un vestido.
Empez a hacer caf y no volv a referirme al asunto. Pero no logr apartar de mi mente aquel
maletn. Saba que me lo contara todo en alguna ocasin; mientras tanto, yo no poda dejar de
especular un poco: por qu haba abandonado tan repentinamente su hogar? Por qu no tena
ningn lazo familiar en la vida? Por qu no haba trado ms ropa?
No conoca mucho a las mujeres, pero posea an el mnimo sentido comn para saber que
ninguna mujer, pudiendo, sale jams de su casa con un solo vestido y unas pocas prendas interiores.
7
Tally y yo hacamos tres nmeros por noche en el Martinique. Esto no era raro; la mayora de
clubs tienen varios pases, y algunos incluso cuatro o cinco. El primero empieza hacia las nueve y
media; hay otro poco antes de medianoche y el ltimo hacia la una y media. Es una forma de vivir al
revs, ya que cuando uno se acuesta es casi de da. Uno se levanta a medioda o a primeras horas de la
tarde, y esto te concede casi el tiempo justo para cenar; y en unas muy pocas horas hay que hacer todo
aquello que la gente normal hace durante todo el da.
Lo importante de este modo de vida es la perspectiva con que se miran las cosas. Las horas que
cuentan, las importantes, son las oscuras, las horas de la noche. El da slo significa la oportunidad
de ir a la lavandera, ensayar el nmero; o visitar al agente teatral. De noche, cuando estn las luces
encendidas, tu vida se ilumina con ellas. Lo que digo es que tal vez la vida del artista sea como un
club nocturno. Si por cualquier motivo, el lector tiene la ocasin de entrar en un club nocturno
durante el da, ver que es un lugar desolado. Los cuartos y la sala estn silenciosos, desiertos, salvo
la presencia de algunos mozos y las mujeres de la limpieza que trabajan inevitablemente bajo una
dbil luz. Las sillas estn apiladas encima de las mesas, y stas se hallan separadas de las paredes para
que las mujeres puedan limpiar mejor. Las alfombras se ven radas, los cuadros y los espejos de mal
gusto, y los muros necesitan una capa de pintura. Y por encima de todo, penetrando en todos los
cuartos, en todos los rincones, en los muebles y las lmparas, flota el olor a cerveza agria. En la
cocina, el mayordomo pide vveres; y detrs del mostrador, el camarero comprueba sus provisiones.
En el despacho, en contadura, un contable pone en orden el libro. Parece en conjunto un restaurante
cerrado por quiebra.
De noche todo es diferente. El club est iluminado con luces tamizadas; la orquestina toca,
llenando los rincones con su msica; las mesas estn cubiertas con manteles blancos; en tanto los
camareros agitan las cocteleras con hielo, como si fuesen maracas. Es un mundo diferente.
Poco despus, este mundo se torna real.
Entre los pases del espectculo, hay muy poco que hacer. Sin tiempo para alejarse mucho del
local, o ejecutar algo de importancia, por regla general, despus de quitarse los trajes para no
arrugarlos, uno se sienta entre bastidores conversando, o jugando a cartas. Algunos leen revistas y
peridicos, escriben cartas o llaman largamente por telfono.
Tally y yo compartamos un pequeo camerino. Apenas era mayor que una alacena, con dos sillas
y un tocador para el maquillaje. Despus del primer pase, nos ponamos las ropas de calle y salamos
a dar una vuelta; entre los otros dos pases, aguardbamos en el camerino.
Y hablbamos.
Cada noche, de un modo u otro, ella me contaba algo de su vida, de cmo murieron sus padres en
un accidente de automvil siendo ella muy nia, y cmo haba ido a vivir con sus tos. La ta haba
fallecido ocho aos despus.
Y slo quedamos to Will y yo explicaba. Aunque era un hombre muy mayor, nunca pens
en l como en un viejo. Era alto y slido, y casi completamente calvo tanto, que tena el crneo
como afeitado. No hablaba mucho ni se quejaba; era muy generoso y muy poco prctico.
Mientras ella hablaba, yo intentaba verla en relacin con aquel hombre que la haba criado,
trataba de imaginarla cmo era entonces.
Poco prctico? me admir% Qu haca?
Era grabador, pero algo ms. Era un artista. Un verdadero artista se quit un brazalete de
la mueca y abri un guardapelo unido al mismo. Aadi: Esta soy yo un grabado que to Will
hizo cuando cumpl los catorce aos.
Me entreg el guardapelo y yo lo puse contra la luz. De pronto, me sonri un rostro aniado. Los
reducidos detalles de sus facciones, el trazado de las lneas, eran exquisitos. No poda decir nada. Me
limit a asentir en silencio y cerr el guardapelo, devolvindoselo.
Siempre quiso ser grabador prosigui ella. Bueno, en la tradicin de Durero. De joven
estuvo estudiando en Europa. Grabar, como arte, estaba desapareciendo; cuando volvi aqu, se cas
y para ganarse la vida, se convirti en fotograbador.
Y esto hizo el resto de su vida?
S la voz de Tally guardaba grandes simpatas para el pasado. Siempre tena trabajo y gan
mucho dinero. Tena en casa el banco y las herramientas y, de vez en cuando, grababa en acero o
haca un aguafuerte. Cuando lo terminaba, lo destrua casi siempre. O lo regalaba a quien le gustaba.
Otra noche, en el camerino, Tally se estaba cepillando los guantes de terciopelo que
complementaban su atuendo. Realizaba esta simple tarea con una concentracin que me record a una
mujer llevando a cabo los quehaceres domsticos. Exista cierta incongruencia entre la accin casera
y la sofisticacin de su vestido que me emocionaba. Me acord de ella creciendo en casa de su to.
Cuntame ms cosas le rogu, de la casa donde vivas. Del sitio donde tu to tena su banco
de grabador.
Momentneamente continu cepillando los guantes. Cuando alcanzaron un grado de perfeccin,
los colg en una percha. Casualmente, cruz el camerino, mirndome con indiferencia, y riendo de
pronto, se dej caer en mis rodillas. Nuestro doble peso hizo que la silla crujiera y se arquease
peligrosamente, lo cual debi orse a travs del tabique. Desde el camerino contiguo, una bailarina
grit:
Eh, que esto no puede hacerse durante la representacin!
Tally se ruboriz y trat de levantarse. La cog por la cintura y la sosegu.
No te molestes en negarlo, cario re. Que piensen lo que gusten!
Tally me rode el cuello con un brazo. Encend un cigarrillo y se lo pas.
Contina dije. E ignora las interrupciones.
Bueno, vivamos en Filadelfia en una calle corta aunque lo mismo poda haber sido una
calle de Cincinnati o Chicago.
Has estado en Cincinnati o Chicago? indagu.
Sacudi la cabeza, sonriendo.
No. Pero nuestra calle era igual que otras muchas de Filadelfia que conozco, y que s son
iguales que otras muchas de todo el pas.
Seguro, cario.
Era una casa con otras idnticas a su lado Ya sabes, continan a cada lado como un solo
bloque, y son exactamente iguales. Pero, si bien cada bloque es exactamente igual, no hay dos bloques
idnticos. Quiero decir busc cuidadosamente las palabras, que las casas de nuestro bloque eran
algo distintas a las del bloque inmediato y ste un poco diferente del otro y as todos. Lo
entiendes?
S, te entiendo.
En nuestro bloque todas las casas eran de dos pisos, sin contar el stano, claro. Todas las casas
utilizaban los mismos muros contiguos, y estaban construidas directamente sobre la acera. Para
llegar al portal era preciso subir seis peldaos de cemento. Conoca muy bien aquellos peldaos
porque haba jugado en ellos. Haca rebotar una pelota all, saltaba con la pierna izquierda y contaba
los peldaos; luego, saltaba con la derecha, y volva a tirar la pelota. Todas las nias de aquel bloque
hacan lo mismo.
Todas las casas tenan un portal de madera, pintado de blanco, con dos pilastras. En el segundo
piso, haba una galera verde. Oh, haba algo ms! Todo el mundo de nuestro bloque se senta muy
orgulloso de que todas las ventanas tuvieran el alfizar de mrmol. No era mrmol autntico, sino
piedra imitndolo. De modo que lo llambamos mrmol.
Cario la interrump, tal vez esto sea una tremenda sorpresa para ti, pero slo en
Filadelfia hay hileras de casas como stas.
De veras? Frunci el ceo e inclinndose hacia el tocador, aplast el cigarrillo. Los
dormitorios se hallaban directamente encima del comedor y el saln, sin grandes pretensiones. La
casa de un obrero.
Contigo dentro, mueca dije, besndola en la nuca, era una mansin.
No neg con gravedad, era una casa pequea. En invierno, to Will pintaba el portal. En el
stano solamos guardar los impermeables y paraguas. Cuando viva ta, siempre suplicaba que nos
trasladsemos a otra casa pero nunca nos fuimos de all suspir. Es gracioso hablar as de
todo aquello.
Una noche, yo estaba sentado leyendo el peridico en el camerino, con la silla apoyada contra la
pared y los pies sobre el tocador. Haba un artculo relativo a un estafador al que haban atrapado por
llevar a cabo el timo de la estampita. En resumen, es esto: el timador busca a un tonto, y le pide
dinero por un motivo u otro. Para darle una garanta, mete dentro de un sobre, casi siempre bonos
del Estado, y cierra el sobre. Luego, cuando el tonto empieza a sospechar, abre el sobre y halla slo
recortes de diario. El timador se ha limitado a darle el cambiazo con los sobres, tomando luego las
de Villadiego con el dinero. Y es sorprendente cmo la gente cae de buena fe en este truco.
Le lea a Tally el artculo en voz alta y cuando conclu, me ech a rer. Sorprendentemente, no me
secund.
Nadie observ le hizo este timo a to Will, pero creo que es el nico que no le hicieron.
O sea que el viejo era un tonto.
Oh, no. En cambio siempre se dejaba embaucar por una historia sentimental, y siempre fue
optimista. Y entre ambas cosas, casi siempre estaba arruinado. Durante todos aquellos aos que
estuvo trabajando, gan mucho dinero, pero nunca tena nada. Oh, s, pagbamos el alquiler aadi
sacudiendo tristemente la cabeza, y las cuentas del tendero, y podamos vestirnos, pero nada ms.
To Will le prestaba dinero a todo el que se lo peda. Y siempre compraba cosas, cosas que nos
iban a dar una fortuna de la noche a la maana, y nunca era as! Compr terrenos durante la
bancarrota de los aos treinta y los perdi; especul en sectores de terreno de los cementerios, que
jams llegaron a construirse; puso dinero en la fabricacin de un coche con el motor detrs, y el auto
no lleg a fabricarse ech atrs la cabeza, como deseando ahuyentar aquellos recuerdos. Invirti
dinero en bonos de un Gobierno sudamericano con gran descuento, y un nuevo Gobierno los
cancel. Todo lo que tocaba se deshaca en sus manos.
De repente, hubo lgrimas en sus mejillas, arruinando su maquillaje.
El pobre to Will era balbuci, bueno, crea que todo el mundo era honrado como l. De
viejo, enfermo y sin hijos an crea en los milagros.
Clmate, chiquilla la anim. Tal vez no lo sabes, pero tus lgrimas estn estropeando esa
carita de Venus le di mi pauelo y se sec los ojos. Esto va mejor alab. Y ahora, a qu ha
venido todo esto?
Esboz una sonrisa.
Soy una tonta. No vino por nada. Es que hace tan poco que muri to Will que siempre que
pienso en l me entristezco se levant y fue hacia el espejo para retocar el maquillaje. Es
gracioso lo que pasa con los dos nicos hombres de mi vida.
Un momento le interrump. Quieres hacer una confesin? En tal caso, har lo mismo con
mis confidencias de adolescente, pero slo si mi abogado y mi agente estn presentes.
No seas tonto sonri, recogindose el pelo con un lazo de terciopelo y volvindose hacia m
. Estoy seguro que eres de fiar. Oh, me has interrumpido en mal momento. Iba a decir que los dos
nicos hombres que he amado en vida sois t y to Will. Y los dos sois tan diferentes To Will
era
Un verdadero tipo de Filadelfia! la ataj de nuevo.
Por favor, no tengas celos! parpade y sonri. No, viva en un mundo de maravillas
inventado por l. Mientras que t, chico listo, conoces todas las respuestas, eh? de puntillas, me
rode el cuello con sus brazos y me bes en los labios. Luego, inclinando la cabeza a un lado,
pregunt: No es as?
Chiquilla, no te equivocas asent con solemnidad. Y agregu: Adems, creo que la calidad
del lpiz de labios ha degenerado desde mi juventud.
Se neg a rer el chiste y me contempl con los ojos muy cerca de los mos. Comprend que
estaba muy seria.
Te amo, cario susurr, y me apasiona que me ames gentilmente, afloj el abrazo,
retrocediendo un paso y me mir. Pero no me gustara que llegaras algn da a odiarme, Lew.
Un momento! grit, tratando de rer. A qu viene esta conversacin? Yo no odio a nadie.
Amo a todo el mundo. Soy un gran amador!
S, querido Tally dio media vuelta, sonriendo suavemente y se puso el vestido. Salgo a
comprar unos caramelos. Quieres uno?
No, treme una ostra ped. Con una perla dentro.
Y durante cierto tiempo, as fueron las cosas. Era una existencia apretada, interior, como metida
una dentro de la otra: un camerino donde esperbamos hasta la hora de ejecutar nuestro nmero, y la
orquesta tocando nuestra introduccin. Los aplausos desde los veladores; el sobre con el salario los
viernes.
A veces, caminbamos de madrugada hacia el hotel, detenindonos a tomar caf y bollos con los
camioneros, los lecheros y los polis. Era Broadway cuando la noche hua y las luces se haban
apagado, sin llegar todava el amanecer. Las aceras estaban solitarias y tristes; la hora era gris, fra;
ah, pero es maravilloso andar con la chica que te quiere al lado.
Entonces, el mundo ya no est solitario ni fro.
9
El hombre de la silla de los testigos era el forense Howard M. Eggleston. Ataviado con un traje
gris humo, una corbata a rayas grises y marrones, responda a las preguntas con precisin y
autoridad.
Cunto tiempo hace que es usted forense, doctor? inquiri Cannon.
Siete aos.
Y en ese tiempo, cuntas autopsias ha efectuado?
Anualmente?
S, anualmente.
Bueno, entre doscientas y doscientas cincuenta No todos los aos es el mismo nmero.
S, claro. Pero es justo afirmar que en siete aos usted ha efectuado de mil cuatrocientas a siete
mil cincuenta autopsias, correcto?
S.
Doctor Eggleston, considerara esta cifra un poco baja? Si fuese necesario, podra darnos la
cifra exacta de sus archivos?
La cifra siempre estara situada entre los dos extremos que usted ha mencionado. Y sera
mantenida por el archivo.
Gracias, doctor. En esos siete aos, como resultado de su deber, usted ha examinado un gran
nmero de cadveres cientos de ellos literalmente. Los ha examinado de hombres, mujeres y
nios de muchas edades y razas, verdad?
Cierto. Por la Ley, se requiere un examen en todos los casos de homicidio por accidente,
antinatural y sospechoso.
Ha identificado cadveres con falta de miembros, como la cabeza, los brazos o las piernas?
En algunos casos, s.
Y en esos casos en que los cadveres estaban tan espantosamente mutilados, eran las facciones
o detalles corporales irreconocibles?
S.
Denman se puso en pie.
Esto es muy interesante se dirigi al juez, pero qu intenta demostrar el seor fiscal?
Cannon, a su vez, volvise hacia el tribunal.
Como bien sabe el seor defensor, estoy estableciendo el fondo del testigo para su experta
declaracin.
Denman, que no deseaba una extremada eficacia de las actividades mdico-legales ante el jurado,
exclam:
La defensa concede que el doctor Eggleston es un experto.
Volvi a sentarse.
Cannon fue hacia su testigo.
Bien, doctor, aqu tengo algunas pruebas. Como ya las he presentado al tribunal, deseo que
usted las identifique. Primero, esta hacha identificada por el seor Cane. La examin en su
laboratorio?
S.
Qu hall usted?
En el punto de la V, donde las garras de la hacha se juntan, haba restos de sangre y cabellos
rotos.
Pudo identificar aquella sangre como humana?
S, seor. Era sangre humana perteneciente al tipo O.
Fue posible identificar el cabello?
Identifiqu el cabello como de una cabeza humana.
Gracias. Bien, aqu tiene un sobre, tambin identificado por el seor Cane, que contiene varios
cabellos procedentes del cepillo de Isham Reddick. Los examin?
S, seor replic Eggleston. Los cabellos del sobre son idnticos a los que hall en el
hacha en el laboratorio.
El jurado, como un solo hombre, se inclin hacia delante con los ojos fijos en el forense.
Quiere usted decir, pues, sin duda posible, que los cabellos del hacha y los del cepillo son
idnticos, eh?
Exacto.
Por favor, puede mostrarnos cmo lleg a esta conclusin?
Instalaron un proyector ~ una pantalla y el tribunal pudo ver proyectados secciones cruzadas de
pelos, sumamente ampliadas. Eggleston, con voz decidida explic la duplicacin de la construccin
celular y los puntos de identificacin. Cuando concluy, Cannon reanud el interrogatorio:
Aqu tenemos un pedazo de lona identificado por Harold Lafoski. Lo examin usted?
S, seor. Esta lona haba sido quemada por fuego, y contena restos de pintura y sangre
Eggleston hizo una pausa y aadi: Sangre humana.
Pudo identificar el tipo?
S. Era del tipo O.
Aqu tenemos un frasco con una etiqueta que lleva el nombre del detective Cane, junto con la
palabra horno, identificndolo como procedente del cuarto del horno. Qu hall usted en este
frasco?
Restos, como los que suelen encontrarse en los intersticios del suelo de un cuarto con horno
tierra, mugre, polvo de carbn, astillitas, restos de grasa y trementina. Asimismo, restos de sangre
humana.
Pudo identificar el tipo de la sangre?
S. Era del tipo O.
Cogiendo el segundo frasco, Cannon se lo entreg a Eggleston. El frasco contena el sedimento
del agua de la trampilla situada bajo el lavabo del stano. Cannon tambin le pregunt al forense qu
contena.
Tierra, partculas de grasa como las que se hallan en las bases del jabn, leja, cerdas de cepillo
naturales o sintticas y restos de sangre humana.
Identific el tipo de la sangre, doctor?
S. Era del tipo O.
Doctor Eggleston prosigui Cannon, aqu an tengo un sobre, grande, color manila. Este
sobre fue identificado por el seor Lafoski. Contiene una muestra de las cenizas contenidas en un
cubo que se hallaba debajo del horno. Usted ha examinado su contenido. Quiere contarle al tribunal
qu demostr su examen?
El forense extrajo un papel del bolsillo, lo repas brevemente, y empez a recitar una larga lista
de propiedades qumicas con voz tona.
Cuando hubo terminado, Cannon volvise hacia el jurado.
Le pedir al testigo que repita su declaracin sonri levemente. Yo no he podido entender
una sola palabra.
Los del jurado asintieron sonriendo.
Bien resumi el forense, aparte de la ceniza de carbn, de madera, ciertos residuos de
origen vegetal
Cules, doctor?
Algodn, lino Tambin hay evidencias de origen proteico
Cannon le interrumpi. Muy lentamente, articulando cada una de las palabras, pregunt:
Significa esto la posibilidad de carne humana o mejor, lo que antes poda ser carne
humana?
Correcto.
Hubo unos segundos de completo silencio en la sala. Cannon la alarg hasta el mximo y luego,
tosiendo ligeramente, rompi el encanto y continu presentando la evidencia.
Doctor, otro punto de identificacin importante el fiscal desenroll un papel embreado.
Dentro se hallaba el hueso chamuscado, con una etiqueta atada que ostentaba el nombre del detective
Meyers. Puede decirme si examin esto y puede decirnos, por favor, sus hallazgos?
Lo examin afirm el forense. Es un fragmento de un hueso que tcnicamente se llama
tibia.
En lenguaje lego, doctor, es lo que se conoce como espinilla, verdad?
S.
Qu ms puede decirle al tribunal?
Que es de origen humano y perteneci a un ser adulto.
Podra determinar la estatura de dicho ser?
S, dentro de ciertos lmites. El adulto meda de un metro setenta a uno ochenta.
Cmo puede determinarlo, doctor?
Eggleston se lanz a una detallada explicacin basada en las medidas y proporciones del cuerpo
humano. Cannon, por fin, le formul otra pregunta.
No es posible que una deformidad en la estructura sea afecte a otras partes del cuerpo?
Eggleston se mostr de acuerdo en que era posible tal deformidad, mas que de existir tambin
poda detectarse con investigaciones suplementarias.
Entonces, no exista esta posibilidad en este caso? quiso saber Cannon.
No replic Eggleston. El hueso perteneca a un ser adulto normalmente desarrollado.
Gracias. Y ahora, una ltima identificacin.
Cannon present el frasco de formaldehido que contena el fragmento de dedo. Eggleston lo
examin y declar que se trataba de un sector bien conservado de dedo humano, consistente en la
porcin situada entre la juntura media y la punta del dedo. Era el tercer dedo de la mano derecha.
Puede contarle al tribunal cmo fue seccionado este dedo de la mano?
Mediante un instrumento agudo.
No puede precisar ms qu instrumento?
No.
No es cierto que podra haberlo hecho un hacha, por ejemplo?
En efecto.
Gracias, doctor, nada ms Cannon volvise hacia Denman. Su testigo, defensor.
Me reservar el privilegio de contrainterrogar ms adelante al testigo replic Denman sin
levantarse de su asiento.
Entonces, Cannon convoc al detective Charles L. Risko al estrado. Cuando hubo prestado
juramento, Cannon le pregunt:
Usted est empleado en el Departamento de Identificacin del Cuerpo de Polica de la ciudad de
Nueva York. Es as?
S, seor.
Su deber consiste en llevar un archivo de huellas dactilares tomadas por dicho departamento,
efectuar comparaciones e identificarlas en lo posible.
S, seor.
Cunto tiempo lleva en este empleo?
Once aos.
Le entregaron este fragmento de dedo? Cannon present en alto el frasco.
S, seor. Me lo entreg la Brigada de Homicidios y yo proced a efectuar una impresin.
Una impresin clara? Que poda examinarse con garantas de seguridad?
S, seor. Logr una impresin clara.
Y qu hizo despus?
Proces dicha impresin para identificarla.
Cmo lo hizo?
La envi por los canales regulares para su identificacin explic Risko. Primero a travs
de nuestros archivos de Nueva York.
Fue identificada la impresin?
S, seor, inmediatamente. Tenamos las impresiones de un tal Isham Reddick en su solicitud
para la licencia de conducir.
Puede demostrarnos cmo se llev a cabo la identificacin?
En la pantalla se proyectaron una copia de la impresin hecha por Risko y otra del dedo impreso
en la solicitud. Risko indic las caractersticas idnticas de ambas impresiones, en nmero de treinta
y cuatro, lo cual constitua una identificacin positiva. Fue despedido, sin ser contrainterrogado por
Denman, y Cannon llam a Lincoln M. Means al estrado.
Est usted empleado en el Departamento de Licencias del cuerpo de Polica de la ciudad de
Nueva York?
S.
Lleva usted consigo la solicitud original efectuada por Isham Reddick con el propsito de
obtener una licencia para conducir un taxi?
S, seor.
Quiere, por favor, leer la informacin relativa a la apariencia fsica de Isham Reddick que
usted posee?
Means empez a leer en el formulario de solicitud en voz alta.
Sexo masculino; edad 36; ojos azules, cabello castao oscuro; peso ochenta kilos;
estatura un metro setenta y tres.
Un momento, seor Means. Quiere volver a leer la estatura?
S, seor. Un metro setenta y tres centmetros.
Fue escrito esto por el propio Reddick?
Fue escrito por un hombre que firm como Isham Reddick.
Denman protest contra esta afirmacin. El tribunal le apoy. Despidieron a Means, mientras
Alvin G. Hartney, experto calgrafo, ocupaba el estrado. El testigo efectu una identificacin positiva
de la escritura de la solicitud, basada en otro escrito hallado en el cuarto de Reddick. Means volvi al
estrado.
Seor Means, lea de nuevo, por favor, lo relativo a la estatura en la solicitud de Reddick.
Un metro setenta y tres centmetros.
No escribi un metro ochenta, o un metro ochenta y dos?
No, seor.
No escribi un metro sesenta y cinco?
No, seor.
Escribi un metro setenta y tres?
Exactamente.
De acuerdo.
Denman no utiliz al testigo, reservndose para ms adelante el contrainterrogatorio.
Obviamente, aguardaba a que completase su red de identificaciones. A su lado, el acusado estaba
sentado, con la cabeza parcialmente inclinada y las manos cruzadas sobre la mesa.
El siguiente testigo fue Stanley Boss, mdico odontlogo. Se present como practicante de la
ciudad de Nueva York, con un consultorio que tena diez aos de antigedad. Cannon empez el
interrogatorio con relacin al diente encontrado e identificado por el detective Lafoski.
Ha visto antes este diente?
S, seor. Estoy familiarizado con l.
Quiere contarle al tribunal cmo puede identificarlo?
El dentista, un individuo delgado con un rostro vulgar, se ajust nerviosamente las gafas. Luego,
se aclar la voz.
Bueno, el ao pasado llam un cliente.
Por favor le interrumpi cortsmente Cannon, denos la fecha exacta, si puede.
S, puedo. Lo consult en mi archivo. Fue el da doce, una semana exacta, antes de venir el
paciente. Vino verme el diecinueve de setiembre, de modo que llam el doce.
Gracias, adelante.
Bien Boss volvi a aclararse la garganta. Recib su llamada pidiendo hora. Era un paciente
nuevo al que no conoca. Dijo llamarse Isham Reddick. Le pregunt por qu me llamaba y dijo que
haba visto mi nombre en la seccin de nombres clasificados por profesiones del listn telefnico.
Contest que estaba muy atareado y que slo daba hora de consulta de una semana para la otra.
Dijo que deseaba venir a verme a la primera ocasin posible, y le di hora para el diecinueve de
setiembre.
Acudi a la cita?
S, con exactitud. Mi esposa acta de enfermera. Fue ella la que tom todos sus datos.
Incluyendo el tipo de sangre en caso de intervencin. Era
Protesto! grit Denman.
Se admite la protesta.
Ms tarde llamaremos a la seora Boss se inclin Cannon. Siga, por favor, seor Boss.
El seor Reddick se quej de que le dolan tres muelas posteriores. Le apliqu los rayos X, mas
no hall caries en ninguno de sus dientes. No pareca haber motivos para el dolor. Sin embargo, al
paciente le faltaba un diente de la parte delantera de la boca, lo cual afectaba a su aspecto. Discutimos
la posibilidad de reemplazarlo. Contest que ello dependera del precio y yo me mostr muy
razonable en realidad, cit un precio muy bajo, para colocarle un puente mvil, precio que l
acept.
Doctor, puede indicarnos en su propia dentadura la posicin exacta del diente que le faltaba a
Isham Reddick?
Boss entreabri ligeramente los labios en una sonrisa y luego, separndolos ms, seal el
primer diente del lado izquierdo de su boca. Mantuvo el dedo quieto un instante y por fin lo retir,
apretando los labios.
Procedi usted a fabricar el diente postizo?
S, seor. Lo hice yo mismo.
Tom las medidas exactas?
S, hasta el punto lmite. Llevo un expediente de todo el trato hecho, medidas y el matiz del
color.
Hay matices de color? Cuntos?
Hay muchos grados en el colorido de los dientes, lo mismo que en el color de la piel.
Particularmente, los dientes postizos colocados junto a los verdaderos de un paciente han de tener un
color idntico a stos.
De modo, doctor Boss, que cuando usted vio el diente presentado aqu como evidencia, usted
pudo identificarlo como el mismo que haba hecho para Isham Reddick.
S, seor. Es un diente idntico.
Quiere contarle al tribunal, por favor, cmo pudo identificarlo? Fue a visitarle la Polica?
Le el caso en el peridico. Lo que primero me sorprendi fue que prcticamente haba
ocurrido en el mismo barrio. Luego, le el nombre, Isham Reddick y record que era mi paciente.
Los peridicos decan que haban encontrado un diente mas no supe si era el que yo haba hecho o
no. Como tena un diagrama completo de su dentadura, pues lo hago siempre rutinariamente y con el
aparato de rayos X, pens que podra prestar algn servicio.
Muy de agradecer, doctor. De modo que usted se present a la Polica ofreciendo su ayuda.
S, seor. Pens que era mi deber.
Despus llamaron a la seora Boss y declar que haba llenado una ficha con el tipo de sangre de
un cliente llamado Isham Reddick.
Qu tipo de sangre tena el seor Reddick?
Segn la ficha, el tipo O.
Se lo dijo l mismo?
No neg la enfermera. l no lo saba, o al menos no se acordaba. Le tom una muestra y la
envi al laboratorio. Luego, nos devolvieron la muestra con el resultado y lo inscrib en la ficha.
10
Citando una frase de Porgy: la felicidad es algo. Es difcil recordar la sensacin de felicidad,
al cabo de cierto tiempo, tal vez por ser transitoria, intangible, efervescente. A menudo, se confunde
con el contento que, segn creo, es un compromiso entre ser feliz y desdichado. Ms tarde, cuando
uno vuelve la vista hacia los meses y los aos pasados, es imposible recordar claramente los
momentos de completa felicidad, aunque es mucho ms fcil recordar aquellos momentos en que
prevaleca el contento.
S, no obstante, que aquellos meses de nuestro matrimonio en Nueva York, cuando actubamos en
el Martinique, fueron dichosos. Nuestro mundo se compona de dos habitaciones: la de un hotel
con las paredes empapeladas y un pequeo camerino. Las dos habitaciones estaban conectadas por
una calle larga, que a veces estaba iluminada por luces de nen, a veces por la luz gris del alba, que
empezaba a suavizar la negrura de la noche, cuando bamos de una habitacin a otra.
Tally reconoca mejor que yo, lo que disfrutbamos en aquella poca. Tal vez por esto no quera
abandonar aquella forma de vida aunque ya no nos quedaba otra eleccin. Slo unos das antes de
terminar en el Martinique, volv al hotel con un nuevo contrato de cinco semanas para el Lark
Club de Filadelfia. Cuando se lo cont a Tally, me escuch en silencio. Sentada en la cama,
jugueteaba nerviosamente con el anillo de boda, sin la menor emocin en su semblante.
Lew murmur cuando termin de describir el contrato, me gustara que no hubieras
aceptado.
Su voz apenas era audible.
Oye, cario repliqu, llevas casi tres meses fuera de Filadelfia. Tiempo ms que suficiente
para haber superado tu pesar por la muerte de tu to. Ahora ya puedes volver all.
Moviendo tristemente la cabeza, se neg a mirarme a los ojos. De pronto, intu que por debajo de
su rostro impasible, estaba luchando con otras emociones que yo no poda identificar.
No es por to Will murmur de nuevo, tragando saliva. Se mir las manos y baj la cabeza
. Tendr que ir contigo?
Encend un cigarrillo.
Claro, mueca trat de mantener el tono ligero. El gerente del club de Filadelfia dijo: No
me importa que venga el mago, pero que no deje de venir la mueca.
Pero Tally no sonri. Luego, dijo ms para s que para m, hablando en voz alta:
Por qu tena que ser para all el contrato, y no para Chicago o Los ngeles?
En esta profesin manifest, hay que aceptar los contratos como vengan. En cierto modo,
tenemos suerte. No tendremos que parar ni un solo da.
Tally se levant de la cama, dio un par de vueltas por la habitacin, detenindose ante el tocador,
cogi y dej el cepillo del cabello, fue a la ventana, se asom a la calle, volvi a la silla y
constantemente estaba reflexionando, aunque yo no saba qu era lo que pensaba no, no lo saba.
No podras ir t solo pregunt al fin, y dejarme aqu?
Creo que no. Han contratado el nmero tal como lo hago ahora, no en singular.
S, supongo que ste es un motivo gimi con tono de resignacin.
A la semana siguiente terminamos en Nueva York y empezamos a preparar el equipaje para
Filadelfia. Yo posea un bal viejo, y Tally ya haba reunido bastantes cosas. La sombrerera ya no
contena todas sus ropas. Orgullosamente, se haba comprado dos maletas. Y una tercera ms
pequea, como un neceser de viaje. Cuando volv al Delafield tras haber estado fuera todo el da,
efectuando las visitas de despedida, disponiendo que viniesen a buscar el bal y puliendo los ltimos
detalles, nos despedimos del hotel. Max nos ayud a subir al taxi.
Hasta la vista dijo.
Y as, con Tally llevando el neceser, salimos para Filadelfia.
En Filadelfia muchos clubs nocturnos estn agrupados en la calle Locust y la Decimotercera
Avenida. Algunos son buenos, otros malos. El Lark era pequeo, nuevo y en proceso de establecer
una poltica de espectculos luchando entre la sofisticacin y la correccin, la monotona y la
vulgaridad. Cuando llegamos, todo estaba mezclado. En el cartel, un cmico llamado Lemmie Hall
representaba imitaciones con ayuda de un sombrero, y actuando tambin de presentador. Haba una
cantante sumamente atractiva, de buena voz; unas bailarinas llamadas las Cinco Encantadoras
Larks, una coleccin de coristas con rostros misteriosos, inescrutables, piernas delgadas y ropas
alquiladas y Tally y yo.
El interior era pequeo, y las paredes estaban tapizadas con terciopelo; las mesas, sillas y el
mostrador eran de madera clara, muy modernos. Los clientes estaban muy apretujados, como
embutidos en el saln, y la pista de baile no era mayor que una bandeja de camarero. Actubamos en
la pista, y el espectculo se vea respaldado por siete msicos con chaquetillas coloradas. El director
tocaba el violn, y haba un guitarrista, mas por desdicha ambos instrumentos eran elctricos.
Ocasionalmente, los dos msicos mezclaban los controles del volumen y el resultado por los
altavoces era como el gritero de una tribu africana.
Lo que daba ms fama al Lark era una estatua de mrmol que se ergua en casi en el centro de
la sala. Era la escultura de un hombre desnudo besando a una joven desnuda. El mrmol blanco estaba
iluminado en la base por varios reflectores, y contra el terciopelo negro del fondo, el visitante
obtena la impresin de que Afrodita y su amiguito estaban jugando completamente manchados de
harina.
Llevbamos trabajando en el Lark una semana, cuando son el telfono. Tally y yo parbamos
en el Hotel McAndrews, que es otro hotel para artistas. Se halla situado en una callejuela
increblemente estrecha, cerca del distrito nocturno, y cuenta al menos con cincuenta aos de
antigedad. Pero es confortable, aunque viejo. Exceptuando el vestbulo. Lo han redecorado con
fluorescentes, muebles cromados, imitacin de piel y accesorios tubulares, con una capa de pintura
salmn en el techo. El vestbulo tiene forma de L con la recepcin y dos ascensores en el corte
vertical de la letra; al otro lado, una escalera conduce a los pisos, y una puerta da al bar y comedor.
Dentro, hay dos puertas que llevan a una calle diferente, pues el bar est localizado en una esquina del
edificio.
Nuestra habitacin estaba en el piso superior, en una esquina tambin, en la fachada del edificio.
Los corredores del McAndrews estn poco iluminados y sus paredes presentan una pintura color
chocolate hasta la altura del hombro, con un tono ms claro hasta el techo. Los suelos estn cubiertos
por alfombras viejas, y hasta a la luz del da, todo aquello tiene un sabor arcaico, vetusto. No
obstante, las habitaciones resultan cmodas.
En la nuestra haba una cama de matrimonio, un aparato de televisin que funcionaba una hora
por cada nquel introducido en la ranura, varias butacas cmodas y dos lmparas de lectura. El cuarto
de bao con el suelo de linleo, con una gran baera de metal, de patas en pezua. Con dos enormes
armarios, Tally instal en uno el plato elctrico, que utilizbamos como cocina.
Cuando lleg el da el de la llamada telefnica, estbamos an durmiendo, pese a ser tarde.
Son el aparato y yo lo dej tocar unos instantes, esperando que contestase Tally. Mas al ver que no
era as, lo cog yo.
S, quin es?
Al otro extremo hubo un silencio tan especial que me despabil por completo. Escuch
atentamente, aunque no oa nada.
Eh, diga! Diga! Agit el aparato. Diga!
Al cabo de unos momentos, una voz murmur:
Le pagar veinticinco de los grandes por ellas.
Quin es? volv a preguntar. Y por qu pagar veinticinco de los grandes?
Ya lo sabe fue la respuesta.
Colgaron.
Lentamente, dej el receptor en su soporte. Luego, cog los cigarrillos de la mesita.
Reflexionando, decid que se trataba de una broma. Alguien a quien yo conoca posiblemente
alguien del Lark. Me encog de hombros y, ya totalmente despierto, hice un poco de caf. Tally se
despert mientras herva el agua y se sent en la cama.
Chica, eres muy mala doncella le dije. Quieres una taza?
Oh, s, por favor.
Estir los brazos, sacudi la cabeza y su cabellera se despleg sobre la almohada al volver a
tenderse. Llev una taza a la cama y me sent a su lado.
No ha sonado el telfono? me pregunt en tanto sorba el caf.
Seguro que no eran las campanas de Santa Mara repliqu.
Quin llamaba?
Una voz. Una voz misteriosa y si te parezco imbcil no puedo impedirlo.
Deja de decir tonteras, querido me interrumpi. Quin era? No se han equivocado de
nmero?
No me extraara que fuese Lemmie Hall. Probablemente, su sentido del humor
Qu dijo?
Pues el que llamaba dijo con voz disfrazada: Le pagar veinticinco de los grandes por ellas.
Qu!
Tally se incorpor en la cama, derramando el caf.
Ponindose de pie de un salto, le arrebat la taza de sus temblorosas manos. Tena el semblante
gris de miedo y no poda hablar.
Mueca! dej la taza sobre la mesa y cog sus manos entre las mas. Tally, qu te pasa?
Qu sucede? Cuntamelo.
Liber las manos y pasando los brazos en torno a mi cuello, enterr el rostro en mi pecho.
Permanecimos en esta postura algn tiempo como sostenindonos mutuamente.
Lew susurr ella al fin, no s no s qu hacer.
Qu sucede, Tally? Dmelo, y sea lo que sea, pensaremos qu puede hacerse.
Encend un cigarrillo y, abatindola sobre la cama, se lo coloqu entre los labios.
No s cmo empezar dijo lentamente. No s exactamente cmo empez, pero haba ese
hombre. Lo llambamos Greenleaf[2].
Quin era?
No lo s de veras.
Le viste? Qu aspecto tena?
No le vi nunca. Slo habl algunas veces con l por telfono.
Empez a temblar y le acarici la espalda.
Bueno, mueca trat de sosegarla, hablaste con l por telfono. De qu?
De unas planchas De los grabados falsificados que estaba haciendo to Will
Qu dices? la mir sin dar crdito a sus palabras. Le temblaron los labios y continu con
ms calma. Oye, ser mejor que me lo cuentes a tu manera desde el principio.
Fui hacia el tocador y cog un pauelo limpio. Se sec los ojos e intent sonrer.
Una vez creo que ya trat de contarte cmo era to Will. Se fiaba de todo el mundo. Toda su
vida fue bueno y generoso y admirable. Y todo el mundo se aprovech de l, con ideas y planes
idiotas para hacer dinero. Cuando lleg a viejo no le quedaba nada.
Tally hizo una pausa para exhalar una bocanada de humo.
La compaa para la que haba trabajado casi toda su vida la vendieron y los nuevos amos le
dijeron que era ya demasiado viejo. Al principio, no poda creerlo. Todo el da estaba sentado en casa
fingiendo leer anuncios y escribiendo cartas a otras empresas, pero, como es natural, nadie le
contest. Al cabo de algn tiempo, tuvo que creer la realidad. Cuando finalmente la acept, se le
quebr el corazn y los nimos. No era ms que un anciano, demasiado viejo para trabajar,
demasiado intil para darle un sueldo.
Abrazndose el cuerpo con sus propios brazos, Tally iba rememorando el pasado.
Su cerebro, bueno, no quiero decir que estuviera loco. Simplemente, se negaba a vivir en
este maldito mundo. Poco a poco, vi cmo cambiaba Oh, al principio en cosas sin importancia.
Dej de afeitarse primero durante das, luego semanas; dej de llevar corbata; se le rompan los
cordones de los zapatos y se limitaba a hacerles un nudo
Tally me mir fijamente.
Siempre le haba gustado comer, pero cada vez coma menos negndose a tragar carne y
patatas, y en ocasiones encontraba montones de mendrugos y rebanadas de pan en su cuarto. Como un
chiquillo, sabes cmo esconden los nios la comida para poder salir antes de casa a jugar? Bien,
me recordaba esto. To Will se estaba convirtiendo en nio y hablaba y pensaba como tal.
Y t qu hiciste? quise saber.
Naturalmente, tena que buscar empleo. To Will cobraba una pensin de retiro muy exigua
Me emple como cajera en una tienda del centro, y los sbados y domingos solamente manejaba la
registradora para el seor Doremus. Este posea el drugstore de nuestro barrio, y habamos
comprado all toda la vida. Trabajando, yo estaba mucho tiempo fuera de casa, dejando solo a to
Will, lo cual no era bueno, mas nada poda hacer para remediarlo. Poda cuidarse de s mismo, pues
no estaba invlido ni tullido. Poco tiempo despus, cuando yo llegaba a casa l no estaba. Paseaba
hacia el centro de la ciudad y regresaba, haciendo mucho ejercicio. Cuando haca buen tiempo, se
sentaba en la plaza de Washington, en el pequeo parque, que se halla exactamente en el centro del
distrito de la Prensa y las imprentas. Probablemente esperaba ver a algunos antiguos amigos
aadi, en un susurro. Pens que esto le haca bien. Como si tuviera alguna obligacin
Seguro la consol, le gustaba volver al distrito de las imprentas, tal como a los
maquinistas viejos les gusta rondar por las estaciones.
Esto pens continu Tally. De pronto, un da lleg to Will feliz, dndose aires de gran
importancia. Se mostr muy reservado, alardeando de ello como un cro. Insinu que tena un
trabajo. Aunque no dijo nada ms, aadi que tena algo que ver con el Gobierno. Muy secreto!
Pens que posiblemente era invencin suya.
Durante varias semanas habl de un caballero muy importante que haba conocido. Se
encontraron en la plaza y charlaron largo y tendido. Y un da, to Will vino a casa con un cheque.
Estaba firmado por un tal Greenleaf.
De cunto era el cheque?
De treinta y cinco dlares. Al principio, cre que no era bueno. To Will estaba muy contento y
me explic que Greenleaf le apoyaba y que le entregara treinta y cinco dlares todas las semanas
hasta que emprendiera un gran negocio que tena en proyecto. Nosotros necesitbamos tanto aquel
dinero que decid cobrar el cheque. Luego, me qued el dinero sin gastarlo por si reclamaban el
importe. Pero no sucedi as. Y a partir de entonces, todos los viernes to Will me entregaba el
cheque, que yo cobraba a mi vez.
No sospechaste nada?
Al principio, s, pero luego Oh, no s. Por primera vez, alguien le entregaba dinero a to
Will en vez de llevrselo, y lo necesitbamos tanto tanto To Will empez a trabajar en el stano,
durante todo el da y a veces de noche. Mantena su taller cerrado y nunca me dejaba entrar all.
Cuando le preguntaba que haca, eluda el tema y me deca que no me preocupase, que l poda
cuidarse de todo! Lew, quiero que sepas, aunque resulte risible, que estaba como un nio con un gran
secreto. No tuve fuerzas para lastimarle de modo que le dej tranquilo. Saba que segua siendo un
maravilloso grabador y pens que honrada, verdaderamente que estaba trabajando para
Greenleaf.
Y nunca viste a ese sujeto?
No. Varias veces llam por telfono para hablar con to Will, y yo le contest que estaba en el
stano.
Tally ya se haba dominado por completo y hablaba lentamente, con cierta vacilacin. Le serv
ms caf. Se incorpor sobre la almohada y ocasionalmente tomaba un sorbo, mientras continuaba
con su relacin.
Una noche llam Greenleaf. To Will cogi el telfono y yo o parte de la conversacin. Ya
haba terminado lo que estaba haciendo y estaba ansioso de principiar el nuevo trabajo. Comprend
que Greenleaf contestaba que an tardara unos das, y quera que to Will fuese inmediatamente al
centro. De pronto, de manera imprevista, to Will, se mostr como un nio terco, y grit que l
mismo las llevara a Washington. Empez a discutir y me sorprendi ver lgrimas en sus ojos. Unos
lagrimones que resbalaban por sus mejillas, y temblaba tanto que no poda estar de pie. Se hundi en
una silla al lado del telfono. Y recuerdo que antes de colgar exclam: Nadie las tendr hasta que
me den el trabajo!.
Luego, fue a la cocina y sentse al lado de la mesa. Se puso de bruces encima, sostenindose la
cabeza, y all continu sentado, llorando y balbuciendo. Tuve miedo de que le diese un ataque al
corazn o a la cabeza. Intent calmarle y poco despus me cont lo ocurrido.
Will Shaw conoci un da a Greenleaf en la plaza de Washington. El encuentro fue casual, y
luego continuaron vindose como dos viejos amigos. El to de Tally le cont a su reciente amigo que
haba sido un estupendo grabador. Greenleaf a su vez le confi que era amigo personal del jefe del
Departamento de Imprenta y Grabado de Washington, D. C[3]. Greenleaf le prometi a Will Shaw
hablar con su amigo para que le dieran un empleo. El viejo, buceando en sus recuerdos, se acord de
que en aquel Departamento siempre haban buscado grabadores con experiencia. Y que en su juventud
haba rechazado una proposicin para trabajar all. Inmediatamente, cobr nuevas esperanzas.
Sin embargo, unas semanas ms tarde, Greenleaf le comunic, con toda clase de precauciones, a
to Will, que en Washington consideraban que era demasiado viejo y que su amigo del Departamento
no crea que pudiera ya cumplir con el trabajo. To Will se hundi en las simas de la desesperacin.
Eventualmente, Greenleaf propuso una solucin, que el viejo no estaba en condiciones de sospesar o
calcular, y que por tanto acept inmediatamente. Will Shaw tena que hacer una serie de planchas
duplicadas, de manera tan experta que no podran diferenciarse de las originales. Greenleaf llevara
las planchas a Washington y las enseara a su amigo. Cuando el Departamento no pudiese distinguir
las buenas de las otras, tendran la prueba ante los ojos y al viejo le concederan el empleo. Greenleaf
tuvo buen cuidado, al hablar con el anciano, de no mencionar la palabra falsificacin, y aqul,
olvidndose de todos los reglamentos de la Ley en contra de la reproduccin del dinero del
Gobierno, se dej convencer por su amigo. Como Greenleaf tena varios amigos en los distintos
Departamentos de Washington, to Will pens de buena fe que ninguna ley poda serle aplicada por
algo tan inocente.
En su entusiasmo por ayudar a to Will, Greenleaf le ofreci generosamente adelantarle algn
dinero mientras haca las planchas. Tambin, y muy amablemente, Greenleaf le comunic al anciano
que no deba apresurarse en su labor, sealando que todos sus planes quedaran frustrados si las
planchas no eran perfectas. To Will poda tomarse todo el tiempo que necesitase; cuando finalmente
quedase contratado para trabajar en Washington ya le devolvera los adelantos a Greenleaf.
El viejo debi estar bastante chiflado para creerse este cuento coment. Desde el principio
se oa la tostada. Will Shaw encontr a Greenleaf ocasionalmente como una gallina se encuentra
con un halcn.
To Will slo tena una idea fija volver a trabajar. Lew me suplic Tally, debes recordar
que el viejo ya no ya no
De acuerdo. Estaba enfermo y era muy viejo. Qu ms ocurri?
Cuando finalmente lo comprend todo, hice que to Will me entregase la llave y baj al taller.
Dentro, en el banco de trabajo, haba unas planchas terminadas para billetes de cinco, diez y veinte
dlares. Saba que el Gobierno las considerara como falsificaciones y tambin estaba segura de que
Greenleaf pretenda usarlas en su provecho. Algo me deca que deba sacarlas al momento de casa.
No era muy tarde, de modo que las met en aquel maletn que tena cerradura, y las llev al drugstore
de Doremus. Todos los que trabajbamos all tenamos una taquilla para las botas y uniformes, y yo
puse el maletn en la ma, cerrando con la combinacin. Estaba sumamente inquieta y me sent a
tomar una coca cola.
Trat de decidir qu hacer. En Filadelfia hay una Casa de la Moneda de Estados Unidos, una
sucursal, claro. Es un edificio de ladrillos pardos, que haba visto muchas veces. Llevara all las
planchas y las entregara a alguien con autoridad. De pronto, me decid en contra porque podran
pensar que to Will era peligroso y lo enviaran a un instituto mental. Pens enviarlas por correo,
annimamente, pero esto me asust porque haba ledo que el FBI puede seguir el rastro de todo lo
enviado por correo. Llevaba ya en el drugstore una hora, y cuanto ms pensaba en todo ello ms
confusa estaba. Finalmente, decid que al da siguiente llevara las planchas al puente del ro
Delaware, y las arrojara al agua.
Cuando llegu a casa haba un gran silencio. To Will no estaba a la vista. Fui a la cocina donde
le haba dejado y le busqu en su dormitorio. De vuelta a la cocina, observ que la puerta que llevaba
al stano estaba slo entornada, y que abajo haba luz. Pens inmediatamente que to Will haba
bajado al taller. Abr la puerta para llamarle y le vi. Estaba tendido al pie de la escalera.
Muerto? pregunt, ms bien afirmativamente.
S call un instante y prosigui quedamente. No recuerdo casi nada ms de aquella noche.
Llam al mdico y avis a la Polica. Aseguraron que se trataba de una muerte accidental.
No lo fue?
Al principio pens que s. Saba que to Will estaba terriblemente angustiado. En ese estado,
pudo tropezar o caer por la escalera Incluso sufrir un ataque al corazn o al cerebro y haberse
roto el cuello.
No les hablaste a los policas respecto a las planchas o a Greenleaf?
No. Las planchas no estaban en casa y cre preferible no mencionarlas. La Polica se port muy
bien conmigo. El mdico me recet un sedante y una chica de la vecindad me hizo compaa toda la
noche. Al da siguiente, cuando volvieron los policas, yo ya haba reflexionado profundamente.
Decid definitivamente no decir nada de las planchas ni de Greenleaf. Slo declare que to Will era
muy viejo y haba perdido un poco el conocimiento.
Qu te hizo pensar luego que no era un accidente? me interes.
Bueno, cuando la Polica se march por segunda vez, tuve la oportunidad de dar un vistazo a
toda la casa. Y estuve segura de que alguien haba estado all, haciendo un registro. No haba seales
muy claras slo algn cajn abierto, algo fuera de sitio Muy leves rastros, de lo contrario, la
Polica se habra dado cuenta. Pero cuando se vive mucho tiempo en una casa, es un hbito ver las
cosas en un sitio fijo: la escoba siempre est dentro de la alacena o el modo cmo est colocada la
ropa interior en un cajn. Bien, algunas cosas por el estilo haban cambiado. No faltaba nada, mas
estuve convencida de que alguien haba llevado a cabo un registro completo. Y la nica ocasin en
que haba podido tener lugar era la noche en que to muri, porque yo no estaba en casa. Y a partir de
entonces no me haba movido.
La Polica no registr la casa?
No, en realidad, no. Miraron por las habitaciones sin registrarlas a conciencia.
De acuerdo exclam. Qu ms?
Me asust porque no saba qu pensar ni saba qu hacer. Una chica que trabajaba tambin en el
drugstore accedi a vivir conmigo hasta despus de enterrar a to Will lo cual tuvo lugar dos das
despus. Celebrado el funeral, la muchacha estuvo conmigo aquella noche y volvi a su casa. Al
da siguiente, son el telfono: era Greenleaf.
Podras identificar la voz de Greenleaf si la oyeras ahora? quise saber.
Medit un momento.
No no estoy segura, aunque recuerdo que pareca afectada.
Afectada? Con algn acento distintivo?
Volvi a meditar un instante.
No, creo que no. Me pareci nacido en el Este.
Sonaba su voz como de Filadelfia, de Nueva York, de Boston?
No, ms ms gruesa se encogi de hombros. Era diferente. Bien, me dijo que
necesitaba las planchas grabadas por to Will. Le contest que ignoraba de qu hablaba y se ech a
rer. Esto me enfureci y le comuniqu que si las encontraba las entregara rpidamente al Gobierno,
pues saba que haba engaado a to Will para que las confeccionase. Volvi a rer y me record
todos los cheques que yo haba cobrado. Luego, hubo un prolongado silencio y cre que haba
colgado. De pronto, exclam con voz helada y amenazadora: Le pagar las planchas, o prefiere
que haya otro accidente en su familia?.
Nada ms?
Nada ms. Aunque antes de colgar dijo algo que no tena sentido. Son como lenu lotre.
Lenu lotre? repet. Ests segura de que dijo esto?
S. Aunque no lo o con mucha claridad. Pero murmur lenu lotre y colg.
Supongo murmur vacilante que pudo apartar la cara del telfono por un momento, y slo
oste parte de la frase respecto a que sera un necio el que no se aprovechase de su oferta, o algo
por el estilo.
A mis propios odos esto sonaba dbil. Demasiado dbil y en disonancia con el carcter del
individuo.
Bien aad, esto no importa ahora. Qu sucedi luego?
Me asust confes Tally. La muerte de to Will, la casa registrada, mis mentiras a la
Polica, y la amenaza de Greenleaf respecto a un accidente. Anhelaba huir de all, huir de todo, de
modo que met cosas en la sombrerera, lo ms de prisa que pude y sal de casa. En el drugstore
recog el maletn con las planchas y cog el primer tren para Nueva York.
Lo dems ya lo s la interrump. Encontraste a un joven alto, guapsimo y con talento y te
casaste con l, el sueo dorado de toda mujer!
Una sonrisa ilumin su tenso semblante.
Exacto, querido asinti.
Se inclin y me bes en los labios, en tanto tintineaba la taza de caf entre los dos.
Incidentalmente musit, te deshiciste de las planchas en Nueva York, claro.
Oh, no! replic. Estn dentro de mi maletn nuevo, en el armario!
Jesucristo!
Salt de la cama, abr el armario y saqu el pesado maletn. Lo abr y admir una serie de placas
de acero, grabadas, unas planchas falsificadas. Contemplando aquellas bellas falsificaciones, sent
cmo el sudor inundaba mi frente.
11
Denman llam al forense para proceder al contrainterrogatorio. El defensor ocultaba bien sus
temores. Cannon haba logrado, a su entender, establecer el hecho de un cadver en la casa,
identificando al hombre que, en vida, era Isham Reddick. Aunque todava haba algunos cabos sueltos
en el caso del fiscal, Denman tena pocas dudas de que a Cannon le costara muy poco atarlos. Sin
embargo, la defensa comprenda qu curso haba emprendido la acusacin, y saba que era necesario
contrarrestar aquel testimonio para impresionar al jurado.
Doctor Eggleston empez Denman quedamente, usted identific la sangre encontrada en
un hacha, un pedazo de lona, y dos frascos conteniendo diversos residuos, todo lo cual presentaba
restos de sangre humana. Es exacto?
S.
El seor fiscal ha dicho que usted es un forense muy experto, cosa que no ponemos en duda en
absoluto.
Gracias replic el doctor con sequedad.
Ahora bien, usted ha clasificado toda la sangre, o sus restos, que encontr, como pertenecientes
al tipo O. Correcto?
Correcto. Era del tipo O.
Como forense experto, doctor Eggleston, puede manifestarle al tribunal cuntos tipos hay de
sangre?
Cuatro.
Slo cuatro tipos? Denman fingi profunda sorpresa. Aadi. Quiere decir, doctor, que
entre todos los millones miles de millones de personas que pueblan la tierra, slo se encuentran
cuatro tipos distintos de sangre?
S, exacto.
Y todo el mundo posee uno de esos tipos? Un momento! Denman pidi silencio. Bien,
doctor, si es tan amable de enumerar esos cuatro tipos
Hay cuatro tipos para clasificar la sangre humana repiti Eggleston con voz clara y audible
. Esos tipos son el O, el A, el B y el AB.
Cul es el tipo menos corriente?
El AB.
Y el ms comn?
El O.
Muy interesante. El tipo O El tipo ms comn el tipo que presentan literalmente cientos de
millones de personas, correcto?
S mascull Eggleston.
Denman volvise y mir casualmente a los jurados. Luego, volvi a concentrar su atencin en el
testigo.
Entre los doce hombres y mujeres que componen este jurado, cul es la probabilidad
matemtica respecto al tipo O?
Protesto! Se opuso Cannon. Esto requiere una conclusin!
Seora gru Denman, creo que la nica conclusin es que el jurado tiene sangre en las
venas.
Cannon enrojeci. Sin embargo, el juez dictamin en favor suyo.
Repita la pregunta de otro modo, por favor dijo.
El defensor se encogi de hombros.
Doctor Eggleston, usted identific decididamente la sangre de esos diversos objetos, como
perteneciente al tipo O. Puede, en su calidad de experto, identificar dicha sangre como perteneciente
exclusivamente a Isham Reddick?
No, seor confes el testigo sin mirar a Cannon.
Entonces, slo la clasific de acuerdo con generalidades exclam Denman
despreciativamente.
La identifiqu como perteneciente al mismo tipo de sangre que la de Reddick.
Pero no puede demostrar que fuese suya, verdad?
No, seor.
Denman se apart desdeosamente del testigo y se enfrent con el jurado, aunque segua
dirigindose a Eggleston.
Dicho de otro modo, usted no demostr nada.
Esto no es cierto! grit el testigo con firmeza.
Denman dio media vuelta rpidamente.
Qu demostr entonces, doctor?
Que no era imposible que la sangre fuese de Isham Reddick replic el mdico, mirando
fijamente al defensor.
Inmediatamente, Denman cambi de ataque.
Espero que pueda mostrarse ms especfico respecto a la misteriosa ceniza que usted analiz,
doctor. Por un instante deseo refrescarle la memoria respecto a la declaracin que prest usted para
el seor Cannon.
Sacando una hoja de papel, ley:
Aquellas planchas me inquietaban mucho! Saba que tena que desprenderme de ellas lo antes
posible. En un hotel extrao, no es costumbre llamar a un botones, pedirle un martillo y empezar a
golpear contra un yunque una serie de planchas de metal con la esperanza de destruirlas. La sola
posesin de las planchas significaba un gran lo con el Departamento del Tesoro, a pesar de no haber
servido nunca para imprimir.
Ms peligroso todava, segn mis ideas, era el desconocido e invisible Greenleaf. Haba
dispuesto, con mucho tiempo y algn gasto, que el viejo Will hiciese las planchas. Si Tally estaba en
lo cierto, haba buscado las planchas en la casa la noche en que el viejo muri. Bien, ahora resultaba
imposible enviar las planchas al Gobierno sin mezclar a Tally, debido al dinero que Greenleaf les
haba entregado en cheques, que ella haba cobrado personalmente. Y haba algo ms
Y si Greenleaf era el responsable de la muerte del viejo? No era probable que le hubiese
golpeado por la escalera cuando Will Shaw vio que ya no poda entregarle las planchas por
habrselas llevado Tally? No era posible que primero hubiese golpeado a Will Shaw, y luego, con el
viejo inconsciente, haberle arrojado al stano?
De todas formas, una cosa estaba clara: tena que deshacerme inmediatamente de las planchas. Y
adems, no tena intenciones de vagar por las calles de Filadelfia, llevndolas, mientras buscaba un
lugar donde esconderlas. Tally se qued sosegadamente en cama mientras yo me vesta. Pareca
angustiada.
Oye, mueca le espet, besndola, voy a salir No te muevas hasta que vuelva.
Asinti. Guard de nuevo las planchas en el armario y sal apresuradamente de la habitacin.
Ya en la calle, me dirig hacia el Ayuntamiento, buscando un sitio donde esconder las planchas y
donde pudiesen continuar ocultas por algn tiempo. Preferiblemente, hasta terminar nuestro contrato
con el Lark y haber regresado a Nueva York. Las calles estaban llenas de personas que me pareca
me contemplaban suspicazmente. Yendo por la avenida del parque Benjamn Franklin hacia el Museo
de Arte, me acerqu al monumento de George Washington, que se halla sobre una isla de cemento
rodeada por el trfico. Dentro del parque del Museo de Arte, no obstante, hall otra estatua, con el
sitio que andaba buscando. Era un fundido en bronce de un hombre con una espada en alto, a caballo,
y le llamaban el Len Luchador. Directamente detrs, creca un seto bien recortado, muy espeso, con
una masa entrelazada de races gruesas. De pie detrs de la estatua, cavando entre las races, podra
esconder las planchas sin ser visto por nadie. Las planchas enterradas a regular profundidad, podan
quedar escondidas durante aos corroyndose y quedando fuera de todo uso.
Estaba ya ansioso por regresar al hotel, coger las planchas y enterrarlas en el sitio elegido. Baj
muy de prisa la escalinata del museo, llam un taxi y me hice conducir al hotel.
Ya en el MacAndrews, un botones abri la puerta del taxi y le entregu un nquel.
Buen da, seor Mountain me dijo el botones.
S, en efecto conced.
Era un chico delgado, prcticamente sin espaldas, que caminaba como un pingino. Varias veces,
cuando llova, buscaba taxis para Tally y para m, y en consecuencia no escasebamos las propinas.
Por un momento, estuve a su lado en la soleada acera, y de pronto una gran sombra pareci cubrir al
sol.
El botones mir hacia arriba y, gritando unas palabras sin sentido, me empuj hacia la calzada.
Se oy un ruido tremendo como un portazo!
La muerte yaca a mi lado en la calle!
Estupefactos, el botones y yo permanecimos all, y en aquellos instantes de parlisis, la acera se
pobl de gente, procedente de las calles y casas vecinas, formando un crculo en torno al espantoso
guiapo.
A mis pies haba una zapatilla negra, de terciopelo, con ribetes dorados.
Era una zapatilla de Tally.
Las olas que laman las playas de todos los ocanos del mundo dejaron de moverse por un
momento, permaneciendo inmviles. Luego, las mareas, atropellndose entre s, corrieron ms de
prisa, como surgiendo del fondo de los mares y oscureciendo la luz del sol. Dentro del negro centro
de la enorme ola, se oy un estruendo, cada vez ms potente, al tiempo que la ola ganaba en tamao,
hasta que no qued ms que la presencia de un estrpito tan intenso que ningn otro sonido poda
orse, ni verse ninguna otra visin. Y, sin embargo, en medio haba voces que chillaban, voces que
murmuraban.
Ante el mo apareci un rostro. Un rostro que no haba visto nunca. Un rostro ancho, con ojos
negros y mandbula poderosa. Finalmente, no pude soportar ms el estruendo de las voces de la
nica voz. La voz que perteneca al semblante ancho.
Aquella cara era de un detective llamado Brockheim, y estbamos ya en mi cuarto del hotel. Haba
all otros hombres, algunos de paisano, otros de uniforme. Era como si todo el mundo estuviera all.
Todo el mundo, excepto Tally.
Vamos, vamos repeta Brockheim, s, ha sido un choque. Vamos, seor Mountain, ha de
contestar unas preguntas. Vamos, hombre, anmese uno de los policas haba encontrado un frasco
de whisky medio lleno y me sirvi un trago. Lo beb sin hallarle gusto. Vamos, vamos repiti
Brockheim.
Asido a los brazos de la butaca, los apret fuertemente. Mis dedos carecan de vida y yo estaba
apretando slo espuma de cerveza, leche descremada
S murmur finalmente, encontrando la voz en mi interior.
As est mejor aprob Brockheim. Dgame, seor Mountain, cundo vio a su esposa
por ltima vez?
No s
Vamos replic el detective, usted acababa de regresar al hotel cuando su esposa salt por
la ventana. Debi verla antes, por la maana.
No s
Cunto tiempo hace que sali usted del hotel? Cunto tiempo ha estado fuera?
Entre todos aquellos mirones, vi la aparicin de mi reloj de pulsera que yo haba consultado en el
parque del Museo de Arte.
Dos horas musit.
Bravo! exclam Brockheim satisfecho. Cuando sali de aqu esta maana, qu haca su
esposa?
Estaba en cama.
Desnuda y en cama?
S.
Y usted se march, y ella entonces debi levantarse y vestirse, porque estaba vestida cuando
salt. Por qu? Pensaba salir?
No creo tartamude, recordando a Tally tal como la haba visto por ltima vez recostada
contra la almohada. Aunque pudo decidir salir. Yo no deba volver en algunas horas.
Cmo estaba cuando la vio usted esta maana? Discutieron por algo?
No. No discutimos. Jams nos pelebamos.
Estaba deprimida por algo?
Oh, no puedo pensar gem. Estoy confundido Me resulta difcil comprender sus
preguntas. Permitan que me lave la cara.
Sin esperar el permiso de Brockheim, me puse en pie y entr en el cuarto de bao.
Me afloj la corbata, me desabroch el cuello de la camisa y abr el grifo del agua fra.
Recogiendo el agua con las manos, me lav el rostro y coloqu las heladas manos debajo del cuello.
Cuando mi cabeza empez a despejarse, desapareci la niebla de irrealidad que tena ante los ojos.
Me sequ la cara y las manos y volv al dormitorio.
Est bien murmur, ahora me siento mejor.
Le he preguntado si su esposa pensaba salir.
S, recuerdo su pregunta. Dijo que Tally estaba vestida de calle. Y no obstante an iba en
zapatillas.
Exacto asinti Brockheim. Dgame, por qu estaba preocupada? Una mujer no salta por
una ventana en un sbito impulso.
Era el momento de la gran decisin! Me hallaba en el lugar sin retorno. O ahora contaba toda la
verdad o nunca. Insertando un cigarrillo entre mis labios, fing buscar en mis bolsillos una cerilla.
Antes de que Brockheim hiciese funcionar su encendedor, fui al armario, lo abr y saqu un librito de
cerillas de una chaqueta. Mis ojos apenas rozaron un rincn del armario.
El maletn de Tally con las planchas falsificadas haba desaparecido!
Volv a la silla y tom asiento. Saba que Tally no se haba suicidado no haba saltado por su
propio impulso. No slo careca de motivos para ello, sino que era psicolgicamente imposible
reconciliar esto con su carcter. El acto final de un suicidio desesperado necesita un
acondicionamiento, durante algn tiempo, y Tally no haba dado muestras de tales ideas.
Yo saba qu la Polica deba considerar la posibilidad de que su cada fuese accidental. Las dos
grandes ventanas al extremo del cuarto eran bastante anchas y altas. Y ambas posean unos alfizares
singularmente bajos, a no ms de cincuenta centmetros del suelo. La parte inferior de una estaba
totalmente levantada, deslizndose para cubrir toda la mitad superior del marco, y dejando una
amplia abertura. Suponiendo que Tally hubiese abierto la ventana, se hubiese asomado, descansando
las manos en el alfizar, y se le hubiesen deslizado las manos Al perder el equilibrio, era posible
que el impulso de la cada la hubiese arrojado fuera de la ventana? Esto era imposible de demostrar,
pues el alfizar, que era de cemento, no contendra ni huellas dactilares ni de las palmas de las manos.
Quedaba en pie un hecho, un hecho excepcional, el ms importante! Las planchas haban
desaparecido. Cuando yo sal del hotel, estaban en el armario. Poda Tally haberse vestido,
escondindolas en algn lugar del hotel? Era una posibilidad, aunque lo dudaba. Esperaba que yo
regresase. Luego, si ella no se haba librado de las planchas, Greenleaf haba entrado en la habitacin
y las haba cogido.
Con tantas reflexiones, parecer que yo haba medido la situacin con detalle, mientras intentaba
demorar mi respuesta a Brockheim. No, no sucedi as. En realidad, todas esas posibilidades pasaron
por mi mente en un slo destello de lucidez. Al momento siguiente, haba tomado una decisin. Saba,
sin la menor duda posible, que era intil hablar de las planchas desaparecidas y acusar a Greenleaf
al que nunca haba visto ni poda identificar, y contra el cual no tena ninguna prueba. Admitir la
existencia de las planchas, que valan millones en dinero falso, era sealar con el dedo un motivo
para m tambin. Lgicamente, la Polica creera que Tally haba escondido las planchas para
guardarlas, y que yo la haba matado para apoderarme de ellas.
Aunque posea una coartada la palabra del botones para el momento de la muerte, ello no
descartaba la posibilidad de un cmplice.
Por eso, en un instante, fijando mi mirada en la de Brockheim, exclam:
S, estaba preocupada Bueno, no preocupada realmente angustiada y deprimida por la
muerte de su to. Falleci aqu, en Filadelfia, hace menos de cuatro meses, y era el nico pariente de
mi mujer, con el que haba vivido muchos aos, puesto que era hurfana, y su muerte la dej muy
deprimida. Al regresar aqu para trabajar a mi lado, sintise abatida mas no hasta el punto de
quitarse la vida.
Brockheim sac del bolsillo un chicle, le quit el envoltorio de papel y se lo meti en la boca.
Masticando lentamente, explic:
Trato de dejar de fumar. Pero no sirve de mucho me mir con ojos penetrantes y pregunt
: Cunto tiempo llevaban casados?
Se lo dije.
Recin casados, eh? observ.
S.
Tena ella algn seguro?
No lo s Tal vez se lo hizo antes de casarnos. En tal caso, no poda ser por mucho y jams lo
mencion.
No obtuvo nada de ella?
Ni un penique.
Seguro?
Segursimo,
Puedo averiguarlo Brockheim se encogi de hombros. Cay en un profundo silencio y
sigui masticando el chicle. Tras esta pausa, observ: En la centralita me han contado que esta
maana, antes de salir, le llamaron por telfono. Quin era?
Le mir fijamente.
Supongo que un bromista del club donde trabajo. El que llam no slo quera despertarnos.
Fingi haberse equivocado de nmero
Oh, de veras? Brockheim se acerc a la ventana. Entonces, hubo otra llamada ms
tarde despus de irse usted. Una llamada muy breve. Tan pronto como aqu descolgaron el
telfono, la conexin qued rota. El mismo bromista?
Es posible. En mi profesin abundan No son muy graciosos.
Nunca lo son.
De pie delante de la ventana, el detective se agach y se asom para contemplar los quince
pisos que haba hasta la calle. Inclinndose ms, puso las manos en el alfizar, soportando con ellas el
peso de su cuerpo.
Le molestaba a su esposa el aire fresco? inquiri, con voz distante.
No mucho repliqu.
Brockheim retir el cuerpo de la ventana.
No tena nada contra el aire fresco. De haber tenido jaqueca o no haberse encontrado bien,
pudo abrir la ventana para asomarse.
Padeca de jaqueca?
No lo s. Esta maana nos despertamos tarde. Tal vez slo quiso tomar un poco el aire
S regresando al centro de la habitacin, Brockheim se enfrent conmigo. Cree posible
que saltara?
No me mostr muy seguro.
Entonces, cree que cay?
S, tuvo que caer.
Bien murmur lentamente, ahora le dejar tranquilo. Tengo que interrogar al personal del
hotel y tambin al del club donde usted acta. Ms tarde volver a hablar con usted.
Hizo una seal a sus subordinados y todos le siguieron al pasillo.
Instantneamente, la habitacin qued desierta, una enorme habitacin cuadrada, con muchos
kilmetros de largo y muchos de anchura. Y en ningn lugar del cuarto haba sonidos, en ningn
lugar del cuarto haba movimiento salvo en mis dedos. Poco despus, los estudi y descubr que
estaban barajando. Sin embargo, en mis manos no haba naipes.
Fui hacia el armario y cog la botella de whisky.
13
Los ojos del dentista, detrs de sus gafas sin montura, contemplaban a Denman con inters. Se
pas nerviosamente una mano por el cabello y se aclar la voz. El defensor se le aproxim con
estudiada indiferencia, con las manos metidas en los bolsillos del pantaln.
Doctor, declar usted que un paciente que usted conoca bajo el nombre de Isham Reddick le
llam porque le dolan tres muelas, no?
Correcto, seor.
Bien, usted examin atentamente las muelas, incluso con rayos X mas no hall ningn mal en
dichas muelas.
No vi ningn motivo para el dolor.
Y tras comunicarle esto al paciente, qu dijo l?
Que seguan dolindole.
Despus de la primera visita, usted volvi a verle en diversas ocasiones. Repiti alguna vez
que le dolan las muelas?
No me acuerdo.
En cambio recuerda todo lo dems, verdad?
Cuando le vi ltimamente Boss juguete con un anillo de la mano izquierda, yo slo
pensaba en su muela postiza.
Y no le extra que su paciente ya no se quejase de las muelas. Usted le manifest que las tena
en buen estado, y l, muy amable, no volvi a quejarse.
Exacto afirm Boss. A veces, los dientes o las muelas duelen por ser sumamente sensibles
a los cambios de temperatura Luego, la condicin pasa y
De modo que usted decidi que no estaban daadas las muelas de Isham Reddick, y procedi a
fabricar un diente postizo para l. Dgame, doctor Boss, quin habl primero de ese diente postizo?
Reddick, estoy seguro.
Por qu?
Bueno, la falta del diente afectaba a su apariencia. Lo necesitaba. Y la cantidad de tiempo y
trabajo necesarios para fabricar el diente exceda a lo que Reddick poda pagar. Era ms importante
para l tener el diente que para m fabricarlo.
Usted implica, doctor Boss, que le hizo un favor a Isham Reddick al fabricarle el diente
postizo, y yo pienso que fue usted muy generoso Denman hizo una pausa y luego pregunt:
Tiene usted muchos pacientes, doctor Boss?
Pues s.
Es un consultorio importante el suyo?
Tengo todos los clientes que puedo cuidar.
Denman volvi al ataque.
Y no obstante, a pesar de su mucho trabajo, usted perdi bastante tiempo, y muchos esfuerzos,
claro, para fabricar un diente postizo para Isham Reddick, que no poda pagrselo como otro
paciente ms rico, verdad?
Ciertamente replic Boss con sequedad.
Doctor Boss, no niego que usted hiciese el diente para Isham Reddick. Estoy seguro de ello.
Mas no estoy seguro de que usted fabricase el diente a mano, especialmente coloreado, con la debida
forma, el conveniente matiz un diente diferente a todos los dems dientes del mundo
deliberadamente, Denman contempl al testigo de arriba abajo. Bien, lo hizo, doctor?
S, lo hice! afirm decididamente el dentista.
Pinselo prosigui Denman. No es posible que en su depsito hallase un diente apropiado
a este uso? Usted posee un depsito de dientes de muchos tamaos y formas, no es cierto?
S.
De modo que pudo encontrar uno que fuese apropiado para Isham Reddick, con lo cual usted
poda ahorrar mucho tiempo y esfuerzo No es as?
No! tron Boss.
Por qu?
Porque el paciente jams se satisface con un trabajo mal hecho.
Pero Reddick no habra notado la diferencia. Hubiera visto un diente delantero, que pareca
razonablemente adecuado a sus necesidades un diente que no tena
Denman intentaba que Boss admitiera haber utilizado un diente de su depsito. Con esta admisin,
la identificacin del diente hecha por el odontlogo como perteneciente a Reddick quedara
sumamente debilitada. Sin embargo, Boss sostuvo tenazmente que haba fabricado el diente para
Reddick, y Denman no logr hacerle flaquear.
El interrogatorio de Denman a la seora Boss fue rpido.
La mujer repiti su declaracin anterior, respecto al tipo O de la sangre de Reddick, que figuraba
en su archivo. Denman no poda sacarle nada ms. Al concluir el contrainterrogatorio, el tribunal
aplaz la vista para el da siguiente.
A las diez de la maana siguiente, el fiscal llam de nuevo al teniente Mikleson para testimoniar.
Teniente, usted declar la otra vez que en su primera visita a la casa de la calle Ochenta y
Nueve Este, registr el dormitorio del acusado, el bao contiguo y que se tomaron fotografas de
dichas habitaciones Mikleson confirm su declaracin y Cannon continu: Cuando registr el
dormitorio, qu encontr?
Un revlver en el segundo cajn del escritorio.
Es este revlver?
S asinti Mikleson, el mismo, un 32, con un proyectil disparado.
Hall algo ms?
S. Una nota doblada y colocada bajo diversas ropas, en la cmoda.
Es sta la nota?
Cannon le entreg una hojita de papel azulado, aproximadamente de ocho centmetros de ancho y
doce de largo, de una clase corrientemente utilizada en las libretas de notas. sta se hallaba totalmente
desgarrada por un lado.
Mikleson examin el papel y asinti.
Es la misma. La identifiqu con mis iniciales.
Cannon dio media vuelta, dirigiendo las frases siguientes al jurado.
Voy a leer lo que dice este papel. Reddick empez con voz clara y bien timbrada, mt.
8500 se enfrent con el juez. Seora, presento esta nota como evidencia regres junto a
Mikleson y sigui: Asimismo, en posesin del acusado, usted encontr una libreta. Puede
identificarla?
El fiscal le entreg un cuaderno en piel, y el testigo lo identific.
Gracias dijo Cannon, despidiendo al polica.
Volvi a llamar al experto calgrafo, Alvin G. Hartney, y le ense el cuaderno.
Usted examin los escritos y las notas de esta libreta y lo ha comparado con muestras de la
escritura del acusado. Dira que todo fue escrito por la misma mano?
S asinti Hartney. La escritura de la libreta es idntica a la de otras muestras escritas por
el acusado.
Aqu tenemos una hojita de papel prosigui Cannon, que procede supuestamente de la
libreta. Ha examinado usted su escritura?
Cannon entreg al calgrafo la hoja de papel.
S.
Puede identificar la escritura?
S. Es idntica a la de las anotaciones de la libreta y a la de las muestras de escritura del
acusado.
Dira positivamente que todo fue escrito por la misma persona?
S! afirm Hartney.
Cannon le permiti abandonar el estrado.
Mary Deems! voce el ujier.
Una mujer de media edad, que todava conservaba una figura bastante esbelta, avanz hacia la
silla de los testigos. Su redonda cara no mostraba arrugas, ni llevaba otro maquillaje que un poco de
color en los labios. Se present como dama de servicio domstico, de la casa de la calle Ochenta y
Nueve Este, habiendo trabajado para el acusado. Ataviada de negro, cruz los tobillos, junt las
manos sobre las rodillas y comenz con su declaracin.
Ha dicho usted que se dedicaba al servicio domstico. Puede explicarnos cules eran sus
deberes? interrogla el fiscal.
Pues limpiaba la casa, contestaba al timbre y al telfono y por la maana preparaba un
desayuno continental.
Aclare lo del desayuno, por favor.
Yo no soy cocinera, pero por las maanas haca caf y calentaba unos bollos que serva con
mermelada inclin la cabeza, reflexionando. Cuando me contrataron dije que no era cocinera, y
me replicaron que en la casa no se guisaba. El desayuno, realmente ligero, era la nica comida que
hacan en la casa. A veces haba una pequea reunin, y entonces alguien traa algo de una tienda.
Viva usted all, seorita Deems?
S, seor. Tena una habitacin arriba.
Haba otros criados en la mansin, aparte de usted?
Isham Reddick. Tambin viva all. Estaba empleado como ayuda de cmara y chfer.
Slo ustedes para llevar una casa tan grande como aqulla?
Nosotros ramos los que vivamos all Mary Deems sacudi la cabeza, slo Isham
Reddick y una servidora, Y haba un matrimonio los seores Lightbody, que venan de da. l era
portero de otro edificio de la misma calle.
Un momento. Portero?
Bueno, encargado. Encargado y portero de una casa de apartamentos de la misma calle. Vena
todos los das, a buscar las cenizas, a comprobar el horno y arreglar los posibles desperfectos de la
casa. La seora Lightbody, su mujer, vena con regularidad para ayudarme a limpiar.
Entiendo. Bien, volvamos a Isham Reddick. Dijo usted hace poco que estaba empleado como
ayuda de cmara y chfer. Es as?
S, seor, y en realidad haca un poco de todo.
Mary Deems no deseaba formular conclusiones definitivas.
Veamos, seorita Deems, cuntos aos lleva usted como criada perdn, empleada
domstica?
La mujer vacil.
Desde jovencita.
No, no le pido una respuesta exacta Cannon se mostraba comprensivo con la edad de las
mujeres. Digamos unos veinte aos?
Pues s.
Conforme. En ese tiempo usted habr trabajado para otras familias. Cmo definira a Isham
Reddick, en sus funciones de chfer, ayuda de cmara y de todo un poco, comparado con otros
criados similares?
La mujer consider la pregunta unos instantes y repuso lentamente:
No muy bien, seor su rostro honrado se asustaba ante la terrible idea de hablar mal del
muerto, porque en realidad, se tomaba muy poco inters por su trabajo. Naturalmente su
expresin se aclar un poco, es posible que no le gustase la idea de tener que hacer tantas cosas. Lo
normal es que un ayuda de cmara sea un ayuda de cmara y que un chfer sea un chfer.
Conoca muy bien a Isham Reddick? Mary Deems se ruboriz y Cannon se apresur a
aadir: No me refiero a nada personal, pero conversaba mucho con usted?
No, seor, no mucho. Normalmente, cuando no estaba de servicio, permaneca en su habitacin.
Slo en una ocasin se comport con gran amabilidad. Estbamos solos y me invit al cine. Despus,
me invit tambin a cenar.
Se acuerda usted muy bien de este incidente, seorita Deems. Existe para ello algn motivo,
aparte de ser la nica ocasin en que la invit a salir?
S, existe otro motivo. Haba un pequeo restaurante cerca del cine de la calle Noventa y Dos.
All nos detuvimos a cenar y estaba yo leyendo atentamente la minuta porque no quera que el seor
Reddick gastara demasiado dinero conmigo. Decid de pronto tomar un bocadillo y una taza de t, y
l coment: Vamos, no sea tonta, pida lo que quiera. Tengo mucha pasta. Oh, s, dijo pasta.
Isham Reddick, le dijo: Vamos, no sea tonta, pida lo que quiera. Tengo mucha pasta repiti
Cannon. Y con estas palabras, seorita Deems, usted entendi que tena mucho dinero, claro.
Esto es lo que pens, aunque caba la posibilidad de que bromease un poco o desease
farolear, sabe usted lo que es farolear, seor fiscal? Mary Deems se ruboriz. Seguramente
pensaba que no era lgico que una seorita distinguida lo supiera. Bromeando a mi vez, repliqu
que estaba segura de que no dispona de ms dinero que del necesario para pagar la cena. Entonces,
riendo, sac del bolsillo un fajo de billetes y los tuvo delante de mi cara un minuto, muy ufano.
Luego, volvi a guardrselos.
Le comunic Reddick cunto dinero haba en el fajo?
No, seor. Mas cuando me lo ense, distingu que entre los billetes haba bastantes de cien
dlares.
En su opinin, poda haber unos ochocientos dlares en total, verdad?
Cannon se vio interrumpido por Denman al ponerse en pie.
Protesto!
Admitida la protesta sentenci el juez.
Est bien, seorita Deems continu el fiscal. Despus de ensearle Reddick el fajo de
billetes, muchos de cien dlares, qu dijo usted?
Naturalmente, me pregunt de dnde habra sacado tanta pasta digo, dinero. No poda ser de
su sueldo
Protesto! exclam Denman, colrico.
Admitida la protesta!
Qu dijo l? preguntle Cannon a la dama del servicio domstico.
Primero, yo me ech a rer y exclam: Muchacho, debe tener usted una mina de oro!. l
tambin rio y contest: No, no posea ninguna mina de oro. Ms bien pareca un enterrador Saba
dnde estaban enterrados los cadveres.
Un momento, seorita Deems la ataj Cannon. Isham Reddick le dijo que l pareca un
enterrador y que saba dnde estaban enterrados los cadveres. Se refera a una tercera persona,
verdad?
S, seor.
Y con esta observacin, usted comprendi que Reddick no se refera a verdaderos cadveres,
sino que posea una informacin importante.
Exacto. Se refera a esto.
No me parece una observacin apropiada para una persona que apenas poda pagar el precio de
un diente postizo observ Cannon. No le caus a usted esta impresin?
En efecto, seor. Pareca tener mucho dinero.
Llevaba Isham Reddick el diente postizo la noche en que la invit a usted al cine?
Oh, no Recuerdo que haba un hueco muy grande en su dentadura igual que siempre hasta
entonces.
14
En el campo mgico de la ilusin lo que uno no ve siempre est all. Lo que ocurre es que uno
no lo ve hasta que el mago lo ensea. Las sedas estn embutidas dentro del huevo hueco; las flores
cerradas en la palma de la mano; la carta escondida detrs de los dedos. Pero la Muerte es la mayor
nigromante de todas; en un momento de descuido realiza su truco y arrebata una vida, y la gente ni
siquiera se da cuenta apenas de que aquel ser que respiraba ya no alienta.
La ilusin de la vida persiste Uno cree captar la voz en el cuarto contiguo; se espera or los
pasos por la escalera los pasos del ser amado; se anticipa un perfil en el restaurante atareado; el
sonido de una risa en el bar; las piernas que se mueven vivaces en la acera La ilusin sigue all; el
ayer an no se ha convertido en el hoy. Y hoy no debe transformarse jams en el maana, porque
entonces sera ya demasiado tarde.
La esperanza se demora, como la ltima y suave brisa entre los rboles antes del invierno; como
el ltimo acorde musical antes del silencio. Se halla all antes de que la desesperacin marchite
completamente el ltimo ramillete de flores de ilusin, y la Muerte ejecuta su ltimo saludo antes de
que caiga el negro teln de terciopelo.
Los labios delicados y siempre recordados te rozan la mejilla por la noche, en cambio por la
maana no hay a tu lado ms que las revueltas ropas de la cama. Slo en tu mente permanece la voz;
slo detrs de tus adormilados ojos el rostro se convierte en realidad. En la tristeza de las noches sin
fin, en la desdicha de los das siempre iguales, la esperanza se desvanece. La ilusin ha quedado
completada! Porque slo entonces desaparece para siempre
No perd a Tally en la calle ante el McAndrews aquella tarde, ni en la calle Locust ni en
ninguna de las otras calles de Filadelfia. Desapareci una noche varios meses ms tarde en Nueva
York. Estaba yo tendido de espaldas, en la acera, delante de un bar de la Octava Avenida; estaba
tendido all porque me haban echado del local. Y me haban echado porque no haba podido abonar
la bebida y no haba podido abonar la bebida porque no haba vuelto a trabajar desde que sal de
Filadelfia. Reflexionando sin indignacin que era muy triste verse arrojado a la calle de este modo,
estuve tendido unos instantes contemplando el cielo. No poda ver el azul, ni las estrellas ni el
firmamento. Slo una niebla borrosa, semitranslcida, semiopaca de anuncios de nen azules y
colorados, de fluorescentes amarillos y verdes; de Mazdas blancos y General Electrics color mbar:
todos los colores se hallaban reunidos sobre la calle, mezclados a una bruma marrn de coloridos
tembleantes. Rodando lentamente sobre mi estmago me incorpor y me tambale hacia un edificio,
para apoyarme en la pared. De pronto, devolv sobre el muro el licor barato que haba ingerido poco
antes.
Fue en aquel momento que decid matar a Greenleaf!
Por la maana fui a ver a mi agente. Llevaba una semana durmiendo sin desnudarme, tena la
camisa tan sucia como un trapo de garaje; necesitaba afeitarme y no haba comido desde no s, tres
o cuatro das. Tuve que ir andando a la agencia porque no tena dinero para el Metro, ni poda sacarlo
de ninguna parte. A cada manzana me vea obligado a sentarme para descansar. Al tomar asiento en el
bordillo de la acera, jadeando de cansancio, los transentes daban un rodeo antisptico. Por fin llegu
a la agencia y aguard fuera hasta que mi agente apareci.
Sol le espet, quiero hablar contigo.
Asinti y abri la puerta de su cubculo, dejndome entrar. Era un hombrecito con una panza
compacta, redonda. Tras indicarme una butaca me dio un cigarrillo; el humo se agarr fuertemente a
mi garganta.
Tienes que ayudarme le rogu.
Claro, Lew replic con tono simptico. S lo que ocurri en Filadelfia Lo siento.
Necesito pasta. Estoy sin blanca.
S, s, lo comprendo sus ojos escrutaron mis ropas y mi rostro. Te encuentras ya bien,
verdad, Lew?
S asent, me encuentro bien.
Has montado un buen nmero, Lew y no tiene sentido perderlo tontamente. Incluso
trabajando solo, puedo darte trabajo continuo. Aunque tendrs que dejar de beber.
Sol repuse con tono apremiante, en tanto la pequea estancia daba vueltas delante de mis
ojos, y en mi estmago senta calambres de hambre, no me sermonees. Dame algo de pasta, y
me largar!
Cunto necesitas?
Sac del bolsillo un talonario.
No lo s lo que t creas que puedes prestarme. Lo necesito desesperadamente y te juro que no
es para beber.
Seguro, seguro Sol se mostr muy comprensivo. Tienes bastante con doscientos?
pregunt luego, escribiendo en un taln, que me entreg tras firmarlo.
Gracias dobl el taln y me lo met en un bolsillo. Tras ponerme de pie, me as al escritorio
para no tambalearme. Ahora regresar a mi hotel.
Cundo piensas volver a actuar?
No lo s respond lealmente. Primero tengo que hacer algo muy importante. Pero si no
vuelvo a trabajar, te devolver el dinero.
Olvdalo, Lew replic Sol. Te lo he dado en recuerdo de los viejos tiempos.
Una ducha caliente borra muchos pecados al menos los pecados de la suciedad, la mugre y la
grasa. Ya en el hotel me duch, me afeit y dorm veinticuatro horas. A la maana siguiente, con
ropas limpias, forc a mi estmago a aceptar un ligero desayuno. Aunque todava tena el cerebro
algo alterado y no poda concentrarme mucho, empec a planear la forma de atrapar a Greenleaf. Y
durante los sucesivos das segu meditando en ello, sospesando las posibilidades, considerando las
probabilidades. Poco a poco, da a da, la idea iba tomando cuerpo. Mi problema ms urgente, no
obstante, era el dinero necesario para ultimar mis planes. Y lo necesitaba urgentemente. El dinero que
Sol me haba dado, despus de pagar la cuenta del hotel, apenas bastaba para lo ms perentorio.
Exista un medio rpido de reunir fondos y decid correr el riesgo, aunque era peligroso. Tan
pronto como me sent mejor y el temblor abandon mis manos, fui en busca de Max, el primer
botones del hotel. Le di una propina y le dije:
Dentro de un par de das vendr un amigo mo del teatro, y quiere un poco de accin. Sabes
dnde se juega?
Dados?
No. Pquer.
Max me mir seriamente.
Seguro que ese tipo es amigo suyo?
Completamente.
Conozco un sitio, pero un desconocido puede all salir mal parado. Particularmente si se gana
mucho. El tipo que lleva el local no pertenece precisamente a una asociacin de beneficencia.
Me encog de hombros.
No puedo garantizar la moral de mi amigo contest, pero le conozco. No es mala persona.
Mir fijamente a Max.
El chico encendi un cigarrillo.
Qu diablos? A m me importa un bledo. Cmo se llama?
Tom Murphy. Su padre se llamaba Tom Murphy y su abuelo
S, lo s me interrumpi Max, se llamaba Tom Murphy.
Ignoro cmo lo has adivinado, pero as es.
De acuerdo. Dgale a Tom Murphy que pregunte por Jack en la tabaquera. Y que yo le envo
Max indic una pequea tienda de tabaco cerca de Times Square. Que pregunte por Jack antes de
las nueve y media, cualquier noche. El juego empieza a las diez La partida cambia de sitio con
frecuencia.
A la noche siguiente fui en busca de Jack. Con los ltimos cincuenta dlares en el bolsillo, me
sent en una partida de siete, en la trastienda de una zapatera. Era una partida de tono menor tpica. La
diriga un griego demacrado y peligroso llamado Steve, que se quedaba con un pequeo tanto por
ciento de cada apuesta. Los dems jugadores eran un comerciante de coches de Bronx, el dueo de un
restaurante, dos forasteros que asistan a una convencin, un director de radio, y un viajante de
comercio.
Jugu cuidadosa, cautelosamente y como no poda permitirme grandes prdidas, jugu con
lealtad. Cuando la partida se interrumpi a las cuatro de la madrugada, tena setenta dlares en el
bolsillo. Para mis propsitos, era la cantidad soada. No era mucho mas lo bastante para provocar
comentarios.
Durante las dos semanas siguientes, todas las noches acud a la partida de Steve; jugbamos en
habitaciones de hotel, en garajes, trastiendas y despensas de restaurantes, tiendas de obsequios,
lenceras, barberas, antigedades, y en cualquier otro local cuyo propietario estuviese dispuesto a
ganar veinte pavos por dejar jugar. Los jugadores cambiaban, y todas las noches haba caras
nuevas excepto la ma. Naturalmente, al griego no le importaba quin ganaba o perda mientras
pudiese cobrar su tanto por ciento de cada apuesta. Sin embargo, perd deliberadamente pequeas
cantidades en dos ocasiones, e indirectamente llam la atencin de Steve. Al trmino de las dos
semanas, haba ganado unos quinientos dlares.
Una noche, al interrumpirse la partida, le dije a Steve:
Vamos a tomar algo en el Automtico?
Accedi y anduvimos por Broadway hacia Times Square. Ya en la mesa, continu:
Necesito hacer pasta rpidamente. Me gustara tomar parte en alguna partida grande.
Steve se trag su pasta danesa sin contestar. Cuando hubo terminado, se limpi los labios con una
servilleta de papel.
Juegas muy bien. Y has ganado algn dinero. Por qu quieres perderlo?
No creo que lo pierda.
Tal vez no asinti, encogindose de hombros. Pero todos piensan lo mismo que t y
De acuerdo, lo perder. Es mi dinero. En cambio, si gano, le dar el diez por ciento.
Los ojos del griego se concentraron en m. Me contempl con fijeza durante un minuto y al final
los apart con indiferencia.
Eres muy ambicioso coment.
Hay un local que puedo comprar en la Costa Oeste expliqu. No siempre estar en venta. O
consigo pasta o tendr que olvidarlo mantuve mi voz inexpresiva. Usted tiene contactos, sabe
dnde se juega fuerte No perder.
Dijiste el diez por ciento.
Exacto.
Mir por encima de mi hombro, a lo lejos.
Tal vez pueda ayudarte volvi a centrar en m su atencin. De cunta pasta dispones?
Media sbana.
No es bastante.
Haba llegado el momento del regateo. Esto era lo importante. Steve tena razn: con quinientos
dlares en una partida de categora no podra sostenerme largo tiempo.
De acuerdo, Steve, necesito dinero. Prsteme otros quinientos y le pagar otro diez por ciento.
No hay trato. Mis quinientos en el fondo, sin jugarlos.
Quera decir que slo deba apostar con mis quinientos, y dejar los suyos expuestos en la mesa. Si
perda mi dinero, cambiara las fichas por el suyo y se lo devolvera.
Est bien acced a regaadientes, lo ensear sin jugarlo, mas en este caso slo le dar por
l el cinco por ciento.
Steve se puso en pie, echando atrs la silla metlica.
Ver qu puedo hacer.
Tres noches ms tarde, el griego me pas la contrasea de la partida grande. Tena lugar en la
suite de un hotel del centro, situado en el cinturn ms elegante del East Side. Steve me acompa por
diversos motivos: para que me permitiesen la entrada, para vigilar su dinero y para recoger el quince
por ciento de mis supuestas ganancias. El saloncito de la suite estaba decorado sin personalidad, con
una falsa chimenea, grandes espejos antiguos y lmparas modernas de dibujos extraos. Haban
dispuesto una gran mesa rectangular en el centro de la estancia, cubierta con bayeta verde. En torno a
la misma haba cinco jugadores, aparte de m. Steve no jugaba, sentado atentamente a un lado, un
poco apartado de la mesa, de modo que slo poda ver mis cartas. Media docena de tipos de aspecto
duro rondaban por la habitacin, contemplando el juego. El saln no tard en llenarse de humo, a
pesar del aparato de aire acondicionado que funcionaba a pleno rendimiento.
Era una partida estricta de cinco cartas, cambiando la baraja y la mano a cada jugada. Las fichas
eran de veinticinco, cincuenta y cien dlares. Ignoro quines eran los dems jugadores, pues nadie se
present. Evidentemente todos eran expertos.
A medida que transcurrieron las horas, me fui tranquilizando. A las dos llevbamos ya tres horas
jugando, suficientes para que todos estuvieran un poco cansados, un poco ms lentos de ojos, un
poco ms lentos de reflejos. Desde el principio de la partida, estuve muy atento y no pude vislumbrar
ningn truco ni trampa alguna. Sin que se diesen cuenta, comprobaba las cartas a cada oportunidad, y
no hall ninguna marca en ellas. Las barajas, seis en total, se cambiaban con regularidad, sin orden
alguno. La partida me pareci sumamente correcta. Hubo alguna expectacin con apuestas de tres y
cuatro de los grandes. Varios de los primeros jugadores perdieron en cantidad y se retiraron, siendo
remplazados por algunos de los mirones silenciosos.
Yo haba estado jugando mis cartas con sumo cuidado, ganando un poco, y continuaba reteniendo
mis fichas, esperando una oportunidad. Oportunidad que siempre se presenta en una partida, en un
momento u otro, para bien o para mal.
Uno de los primeros jugadores era un individuo de mandbulas gruesas, con la nariz rota y
cabello negro que se peinaba con raya en el centro. Haba ganado varias jugadas durante la partida y
apostaba con mucho tiento, retirndose a menudo. A medida que discurra la noche, iba pensando
dnde le haba visto, aunque sin poder situarlo. Continu vigilndole; posea unas manos rpidas y
seguras, y un rostro impasible.
De pronto lleg!
Mejillas Gordas baraj y ofreci el mazo a cortar por la derecha. Cogindolo casualmente con la
izquierda, su mano derecha cubri durante un instante la baraja, y en dicha fraccin de segundo, con
una mano, realiz el cambio Ednase. Lo hizo literalmente en un parpadeo y ni yo mismo hubiese
podido jurar que lo haba hecho. El Ednase es uno de los trucos ms rpidos y seguros de las cartas,
cambiando la posicin original del corte de la baraja, y significa una cosa: que el jugador ha trucado
la baraja.
Era lo que yo aguardaba. Cuando cog mi mano, encontr tres ochos y una pareja de reinas. Full!
Se abrieron las apuestas, que dieron la vuelta a la mesa con cuatro pujas. Mejillas Gordas haba
realmente hecho un buen trabajo. Mientras segua la puja, yo reflexionaba en las probables cartas del
tipo aqul. Lleg el momento del descarte, y el jugador de mano pidi dos cartas, lo que indicaba un
tro; el siguiente no pidi ninguna, lo que significaba un full, una escalera o color; el jugador de mi
derecha pidi una probablemente para ligar con dos parejas. Una cosa era segura: en una baraja
preparada, la secuencia est determinada; rmpela y se provoca un trastorno. Descart mis tres ochos
y ped tres naipes. Mejillas Gordas dej ver un levsimo tic de sorpresa; haba proyectado que
tambin yo me quedase con todas mis cartas. El jugador de mi izquierda pidi dos naipes.
Mejillas Gordas estudi su jugada. En aquel momento pens que le haba fastidiado. Tena cuatro
cartas iguales, o sea pquer, pero seguramente no se haba molestado en prepararse cuatro cartas
iguales de nominacin muy elevada ya que no era necesario para ganar a un full o un color.
Cogiendo mis nuevas cartas, contempl una reina, y un seis y un nueve de picas. Indudablemente,
la reina y el seis estaban destinados al jugador de mi izquierda, pues no se esperaba que yo me
descartase.
Mejillas Gordas saba que yo tena tres reinas, un seis y un nueve de picas lo cual era mucho
menos que m jugada original. Utilizbamos una baraja Bicycle azul.
Por regla general, los mazos usados en las partidas entre profesionales son naipes de la marca
Bicycle, impresos con dorsos dibujados en rojo y azul. Esas cartas son tradicionales
probablemente porque son muy difciles de marcar debidamente. Yo he conseguido jugar con una
baraja roja y azul escondida debajo de mi chaqueta, distribuyendo las cartas de acuerdo con la
sucesin preparada, cosa sencilla, pues durante aos lo hice en mi nmero.
Bien, saqu la cuarta reina de mi baraja particular, y disimul el seis de picas en la palma de mi
mano. El segundo individuo apost, elevando la puja, en tanto que el que tena la mano se retir; el de
mi derecha hizo lo mismo; yo elev la apuesta; el jugador de mi izquierda abandon; y Mejillas
Gordas aument la apuesta.
Con esto, slo quedbamos Mejillas Gordas, el segundo hombre de mi izquierda y yo mismo.
Obviamente, Mejillas Gordas tena un pquer; el de su izquierda un color desde el principio.
Volvimos a elevar la apuesta, y el color se retir. Mejillas Gordas y yo nos contemplamos a travs de
la mesa. Yo haba apostado ya setecientos dlares de mi propio dinero. El que estaba en el centro de
la mesa era todo mo. Mejillas Gordas aadi otros doscientos cincuenta; yo segu. Detrs mo, o la
pesada respiracin de Steve al ver que pona en la mesa los doscientos cincuenta dlares con fichas
de su dinero.
Mejillas Gordas ense cuatro cincos.
Yo cuatro reinas!
Impasiblemente, Mejillas Gordas empuj el dinero hacia m. Lo saba y yo tambin, pero no
poda decir nada. Al reunir mis cartas, empalm la cuarta reina, dej el seis de picas, y las mezcl
todas con los descartes. Mejillas Gordas encendi un cigarrillo.
Su cara me es familiar murmur. Conoce a Bill?
Su voz sonaba tona.
S, le conozco mucho asent.
Naturalmente, era una frase convenida; la presentacin de dos profesionales del juego.
Mejillas Gordas se encogi de hombros.
No le he visto ltimamente dijo.
La partida termin una hora despus. No intent ms trucos, jugu noblemente y trat de proteger
mis ganancias. Al salir del hotel, llevaba tres mil quinientos dlares de ganancia. Apart setecientos,
con el fin de entregarle un veinte por ciento a Steve, y le devolv sus quinientos pavos de exhibicin.
Gru y se embols la pasta.
No me gust que te sirvieses de parte de mi dinero objet.
Se siente muy desdichado? re.
No, mas aquello no entraba en el trato.
Se encasquet firmemente el sombrero gris y llam a un taxi. Durante un momento vacil antes
de abrir la portezuela.
Ha sido una buena noche coment. Luego trep al coche y aadi: Pero los mecnicos de
las cartas no viven mucho.
Yo s.
Se alej dentro del vehculo.
En mi bolsillo, incluyendo las ganancias y el dinero primitivo, tena algo ms de tres mil dlares.
Pasta suficiente para atrapar a Greenleaf.
15
$ 1000,00
1800,00
2000,00
4000,00
6600,00
8500,00
Debajo de la ltima cantidad de ocho mil quinientos dlares hay una raya horizontal, pero no est
la suma. Si desean saber el total, creo que es de veintitrs mil novecientos dlares. Asimismo, al lado
de una cantidad hay escrita en lpiz la frase: y ms a percibir.
Cannon entreg el sobre a los jurados para su examen.
Luego, se volvi hacia Lightbody.
Deseo formularle otras preguntas respecto a un punto. Usted ha odo el testimonio de la
seorita Deems respecto a la noche del veintids de noviembre, segn la cual Isham Reddick le dijo
que el acusado le haba ordenado que diese la noche libre a la servidumbre, incluido el da siguiente.
Habl usted de lo mismo con Reddick?
S, seor. Son el telfono
A qu hora, por favor y la fecha?
A primera hora de la noche pues nos sentbamos a cenar hacia las seis. Era el veintids de
noviembre del ao pasado. Isham Reddick me llam para comunicarme que el jefe no quera que
encendiera el horno, ya que an haca calor, y que poda hacer fiesta al da siguiente, puesto que l se
marchaba de la ciudad.
De manera que usted no fue a encender el horno aquella noche del veintids de noviembre ni a
la maana del veintitrs, como haca normalmente. Cierto?
S, seor. Reddick me dijo que le notificase a mi mujer lo mismo respecto a la limpieza. Y se lo
dije.
Cannon despidi a Lightbody, y Denman se reserv el derecho de contrainterrogarle ms
adelante. El fiscal llam a Alvin Hartney, el experto calgrafo, al estrado de los testigos.
Seor Hartney empez el fiscal, usted ya ha examinado esta prueba le entreg el sobre
con las cifras, correcto?
S, seor replic Hartney.
Tambin examin otras muestras de la escritura de Isham Reddick una nota que escribi para
un garaje, una postal que envi a la seorita Deems, y otras muestras.
S, las examin con todo cuidado.
Est escrito este sobre por la misma mano que escribi la nota del garaje, la postal para la
seorita Deems y las dems muestras de la escritura de Isham Reddick?
La escritura es la misma.
Puede afirmar, sin ninguna duda, que Isham Reddick escribi estos nmeros y lo dems que
figura al dorso del sobre?
S, seor volvi a afirmar Hartney sin vacilar.
Cannon pas el testigo a Denman. El defensor se dispuso a contrainterrogarlo. Llevaba las gafas
en la mano, y palmeaba con ellas la otra mano pensativamente.
Tengo entendido, seor Hartney, que es ms difcil identificar cifras que letras del alfabeto. Es
verdad?
S hasta cierto punto.
Cul es ese punto?
Los nmeros suelen escribirse con ms uniformidad que las letras del alfabeto.
Ya. Bien, al mirar la lista de cantidades escritas al dorso de este sobre, encuentro los siguientes
nmeros: 1, 2, 4, 5, 6, 8, y 0. Los nmeros 3, 7 y 9 faltan. En la postal que Isham Reddick le envi a la
seorita Deems se ve la direccin de la casa, empleando los nmeros 3 y 7 y claro est, los
nmeros 8 y 9 de la calle Ochenta y Nueve Este. Entonces, el nico nmero en comn, en el sobre y la
postal, es el nmero 8. Puede usted afirmar, seor Hartney, que es capaz de establecer la semejanza
de una escritura por un solo nmero?
Hay otras razones.
Cules? No sern otras cifras. En la nota al garaje, Isham Reddick escribi simplemente una
respuesta al dorso de la factura. Se la leer, destacando que no lleva fecha. Reddick escribi: Esta
factura se pag anteayer. Denman hizo una pausa y aadi: Bien, espero una respuesta a mi
pregunta. Cules son las dems razones?
En el sobre agreg las palabras y ms a percibir.
Denman repiti la frase y ms a percibir, irnicamente.
En la postal que envi a la seorita Deems, se limit a poner: Nos veremos muy pronto.
Maana en casa. Hizo una pausa y deliberadamente pregunt: Sobre la base de su firma, las
palabras esta factura fue pagada anteayer, y nos veremos muy pronto. Maana en casa, y
naturalmente, el nmero 8, usted puede identificar una escritura
S afirm Hartney decididamente. Las palabras sern distintas, pero las letras son las
mismas.
No hablo de las letras le interrumpi Denman, sino de los nmeros. Y lo nico que usted
pudo saber que Reddick escribi definitivamente fueron el 3, el 7, el 8 y el 9. De modo que, cmo
puede afirmar absolutamente que escribi el resto?
S, es posible Hartney estaba ya angustiado. Tambin escribi los otros nmeros!
De pronto, Denman se acord. Rpidamente despidi al testigo. Hartney mir mudamente al juez
y empez a levantarse lentamente de la silla. El juez le contempl atentamente antes de manifestar:
Es deber de este tribunal poner en claro la verdad. Deseo formular una pregunta al testigo.
Seor Hartney, usted ha declarado que Isham Reddick escribi los otros nmeros. Quiere, por favor,
contarle a este tribunal qu otras cantidades escribi y dnde las vio?
Hartney mir directamente al juez.
S, seor. Cuando Isham Reddick rellen la peticin para la licencia de conducir, escribi su
edad, estatura y peso y en esas cifras se incluan el 1, 3, 5 y 6, adems del 7. Lo cual me dio en
comn los nmeros 1, 5, 6 y 7 para identificacin de la escritura y las cantidades del sobre. Ms que
suficiente.
Gracias, seor Hartney.
El testigo abandon el estrado. Denman le ignor y pidi permiso para llamar a Gerald
Lightbody. Cuando ste se hubo sentado, Denman le estudi con atencin. El defensor estaba inquieto.
La evidencia que, en su opinin, era puramente circunstancial, iba ahogando lentamente a su cliente.
La evidencia que deba mostrar una grieta, un agujero, por donde introducir l una cua, se tornaba
ms slida a cada instante. Denman se inclin hacia delante, intentando desacreditar a Lightbody,
estableciendo la hostilidad del testigo.
Seor Lightbody, usted ha declarado textualmente que a Isham Reddick no le gustaba
ensuciarse las manos de ningn modo. Exacto?
Exacto. Era as!
O sea que, a causa de que Isham Reddick no quera hacer un trabajo para el cual le pagaban a
usted, usted pensaba que no quera ensuciarse las manos.
Yo
Le pidi alguna vez Isham Reddick que hiciese usted el trabajo a l?
No.
Y no obstante, usted contina hablando mal de Reddick. Dgame la voz de Denman son
casual, le gusta jugar a bolos?
S asinti el testigo, en guardia. Juego un poco.
Acude al cine?
S.
Y tal vez, de cuando en cuando, a un partido de bisbol
De vez en cuando.
De modo resumi Denman, que usted juega a los bolos, va al cine y ve ocasionalmente un
partido de bisbol. Se gasta cincuenta centavos aqu, y un dlar all. Tal vez un par de dlares, y le
gusta gastarlos. No es cierto?
Bien de vez en cuando
La voz de Denman le cort secamente.
Usted tiene derecho a gozar de algn espectculo, pero cuando Isham Reddick se gastaba doce
centavos de ms en un paquete de cigarrillos, porque le gustaba, porque compraba cigarrillos
Congress, usted le acusa de darse aires de gran seor! Cmo suele medir a la gente, seor
Lightbody?
El testigo se aclar la garganta y cruz las piernas con angustia.
Yo
Otra pregunta, por favor. Es domingo y usted no tiene dinero. Es culpa suya, por no haber
cobrado el cheque Y le pide a Isham Reddick que le preste cinco dlares. Reddick es generoso y en
lugar de cinco, le presta veinte dlares. Y usted no slo no se muestra agradecido a Reddick, sino que
busca un motivo siniestro a la situacin. No es as?
Lightbody, con el rostro enrojecido e iracundo, sacudi la cabeza.
No! logr articular.
Cmo no? Primero dice que Isham Reddick se estaba riendo, y acto seguido afirma que
hablaba en serio cuando asegur que pronto sera ms rico.
Denman saba que estaba en terreno resbaladizo. No tena inters en pintar a Reddick como un
tipo simptico aparte de probar que su defendido no tena motivos para matarle. A lo sumo, slo le
interesaba que Lightbody tartamudease y vacilase ante el jurado. Naturalmente, siempre caba la
posibilidad de que el testigo perdiese los estribos. Denman continu azuzndole.
De modo que Reddick se port bien con usted, le ayud, le prest dinero y a cambio, usted
ahora intenta rebajarle en todos los sentidos.
Usted no lo conoca! grit Lightbody. A veces pareca el dueo de la casa. No cuando el
amo estaba presente, claro, porque entonces se arrastraba por los suelos. Incluso la noche en que me
llam: No necesita encender el fuego esta noche. Y maana tmese el da libre. Sonaba como si me
pagase unas vacaciones. Y haca ya dos das que no se encenda fuego en aquel horno, a causa del
calor que haca!
Denman, que estaba retirndose, dio media vuelta y se encar con Lightbody.
Acaba de decir que haca varios das que no se encenda el horno? Y que no se encendi el
veintids de noviembre?
Esto he dicho asinti hoscamente Lightbody.
Es raro que Reddick le llamase deliberadamente para comunicarle que no se molestase por el
horno cuando no estaba ya encendido Denman experimentaba cierta excitacin. Tal vez haba
hallado por fin el hilo de la trama, un hilo que sin saberlo poda conducirle muy lejos. Saba
Reddick que no estaba encendido el fuego?
Claro que lo saba, pero tuvo que llamarme para darse aires de gran seor de pronto, el
testigo ahuyent las esperanzas de Denman. Era el modo de actuar de Reddick. No tena autoridad
para decir nada, a menos que se lo ordenase el amo.
Lightbody clav un instante la vista en el acusado y la desvi rpidamente.
16
Tres mil pavos Bien, bastante para empezar a buscar a Greenleaf. Durante los das y las
noches que dur mi recuperacin, no pens en otra cosa. Me pasaba el tiempo tumbado en la cama de
mi habitacin, tratando de imaginarme su rostro. Nunca lo consegu, ni siquiera lo imagin. Siempre
vea su figura el cuerpo de un hombre con el rostro en blanco. Me recordaba a las muecas de
papel recortable, que llevan vestidos, y tienen manos y pies, pero no cara. Los vestiditos de papel
se colocan en otra figura con cara, y el juguete queda completo.
Slo haba una persona que hubiese conocido a Greenleaf, a mi entender; sta era Will Shaw, y el
viejo haba fallecido. Slo una persona que yo haba conocido, hubiese podido reconocer al menos
su voz: Tally. Y haba muerto.
Tendido en cama, iba viendo cmo la habitacin se oscureca. Abajo, las luces de la ciudad se
encaramaban por el costado del edificio, hasta el alfizar de la ventana, abrindose paso lentamente
por las Paredes. Estaba tendido de espaldas, estudiando las sombras que jugueteaban en el techo,
quedando en tinieblas el resto del cuarto. Mi mente trataba de descubrir la identidad de Greenleaf,
reuniendo lo poco que saba de l. Al principio, no me concentraba mucho, pues mi cerebro se
fatigaba y abandonaba el estudio. Slo acertaba a pensar: Greenleaf Greenleaf una y otra vez.
Claro que esto no significaba mucho, porque el mundo careca de sustancia. Lo mismo poda haber
murmurado: Atlntico Atlntico o Pacfico Pacfico.
De repente algo se asent en mi mente, y durante unos minutos logr concentrarme con claridad.
La bola de odio rondara por mi estmago hasta que no pudiese soportarla. Tena que dejar de beber,
por lo que entr en el cuarto de bao, llen un vaso de agua y lo fui bebiendo mientras fumaba un
cigarrillo. En la oscuridad, el cigarrillo perda el gusto y slo su extremo encendido me deca que
segua consumindose. El ojo resplandeciente del cigarrillo se hermanaba con mi odio.
Al correr de los das, de las semanas, algunas cosas comenzaron a encajar. No al momento, sino
despacio. Naturalmente, Greenleaf no era su verdadero nombre, sino un apodo. Y un apodo, por
desgracia, que haba tomado para relacionarse con el viejo. Greenleaf era un estafador lo ms
selecto del mundo criminal. Era ms hbil, ms inteligente que el criminal medio. Greenleaf era un
nombre nuevo, que no tena absolutamente ninguna ficha o expediente policaco.
Segundo, era altamente cruel un asesino oportunista ms que un criminal premeditado.
Posiblemente, no le gustaba matar; lo cual poda explicar que hubiese elegido aquella cada como por
accidente y no mediante un arma. Naturalmente, esto era una mera conjetura.
Finalmente, saba que Greenleaf operaba solo. Casi todos los estafadores trabajaban solos, salvo
cuando necesitaban un cmplice para solucionar una determinada situacin. A veces, se juntan media
docena o una, para planear una gran estafa; mas sta es la excepcin. Con el viejo y confiado Will
Shaw, no necesitaba ayuda.
Indudablemente, tena un cmplice un impresor. Tena que ser un impresor, y de categora, para
imprimir las planchas del viejo. Esto, no obstante, no era raro. Todos los estafadores poseen alguna
conexin con un impresor; necesitan un impresor que haga los encabezamientos de las cartas, de las
facturas, de los bonos falsos, de todos los documentos de que se sirven. De modo que Greenleaf tena
un impresor alguien que poda imprimir adecuadamente los billetes de cinco, diez y veinte dlares.
Haba otro extremo difcil de determinar: pasaba el propio Greenleaf los billetes por s mismo,
o los daba a terceros? Un comprador al por mayor de billetes falsos, los adquiere a diez centavos el
dlar; y vuelve a venderlos a otras personas, las cuales, a su vez, los cambian por dinero, o compran
objetos, y se quedan con la diferencia. Si Greenleaf venda todo el stock de billetes falsos, jams le
encontrara. Sin embargo, si los pasaba l mismo, poda tropezar con l. Despus de meditar largo
tiempo decid que Greenleaf los pasaba personalmente. Aunque venderlos a otra persona al por
mayor sea ms rpido, tambin es ms peligroso. Porque las tremendas sumas falsificadas se
esparcen al mismo tiempo por ciudades diferentes, y es ms fcil que los Bancos se den cuenta. Y
adems, los agentes del Tesoro pueden detectarlos con ms rapidez. Con unas planchas tan perfectas
como las que posea Greenleaf, poda vivir muchos aos pasando l mismo el dinero. Cuidando no
inundar el mercado, podra vivir siempre de aquella estafa como un millonario. Slo tena que
darle una parte al impresor. Greenleaf no tena que temer a otros socios, otros compradores ni que
atraparan a nadie pasando un billete o bien por un delito totalmente distinto, poniendo a la Polica
sobre su pista. Me pareci muy lgico que Greenleaf en persona pasara los billetes.
Con el dinero ganado al pquer, me fui a ver a Dave Sherz. Dave diriga una agencia de
detectives, y antes haba sido capitn de un escuadrn de guardas privados que protegan la ruleta de
un garito en Nevada. Yo haba trabajado all una temporada, tiempo atrs, y le conoca.
Se acord de m y me estrech cordialmente la mano.
Sintate, Lew. Qu tal va la vida?
Regular, Dave mir en torno a su despacho. Dnde estn las paredes revestidas de caoba,
las secretarias sexy y los cadveres?
Has visto demasiadas pelculas rio Dave. Bostez y enlaz las manos en la nuca,
recostndose en su silln y colocando los pies sobre la mesa. Este oficio es tan tranquilo que voy a
la iglesia en busca de alguna excitacin.
No hay crmenes? pregunt, fingiendo sorpresa.
No, diablo. Adems, los policas se encargan de ello. Slo maridos suspicaces, esposas ms
suspicaces todava, y algunas investigaciones de seguros.
Bien suger lentamente, tal vez te interese buscar algo para m.
Me interesa buscar lo que sea, incluso flores.
Sigues en contacto con el hampa?
En Reno, una de las obligaciones de Dave era estar en contacto con todos los indeseables para
impedirles la entrada en el local.
Algo. Cuando dej Reno, me contrat en Las Vegas, y all tuve luego un negocio mo durante
unos aos. Ests interesado por alguien en particular?
Por un tipo. Se llama Greenleaf, nombre que puede ser autntico, aunque lo dudo. No s cul es
su aspecto, de dnde viene ni cules son sus antecedentes ni nada que pueda ayudarte.
No es mucho se amosc Dave.
Lo nico que s es que estuvo en Filadelfia una temporada hace un ao. Y segua hace unos
meses. Tena cuenta corriente en un Banco, aunque ignoro cul. Firmaba los talones con el nombre de
Greenleaf. No s dnde viva ni cules eran sus iniciales.
Nada ms?
Nada ms.
No recuerdo el nombre. No he conocido nunca en el hampa a nadie llamado Greenleaf. Claro
que puedo buscar en el fichero de la Polica si tienen registrado este nombre, como tal o como
apodo.
De acuerdo.
Asimismo, poseo bastantes relaciones a causa de mis investigaciones para las compaas de
seguros. Tal vez sepa algo por la cuenta corriente de Filadelfia. Aunque no puedo asegurarte nada.
Podr ayudarte esto?
Me ayudar cualquier cosa.
Bien, tratar de complacerte afirm Dave.
Apart los pies de la mesa y sac un cigarrillo de un paquete. Tras encenderlo, pregunt:
Puedo preguntarte por qu te interesa ese personaje?
No, no puedes.
Se encogi de hombros.
Bien, tan pronto sepa algo te llamar.
Dej varios billetes encima de la mesa.
Ya me dars la factura.
Por favor, Lew sonri Dave, en recuerdo de los viejos tiempos, con esto basta. A menos
que tenga que contratar un par de trineos de Alaska.
Haba pensado en otra cosa, que poda significar algo o nada, pero en lo cual Dave no poda
ayudarme. En cambio, s poda un catedrtico de la Universidad de Columbia; se llamaba Thurman
Simons, y era profesor de lenguas romances. El profesor Simons hablaba fluidamente italiano,
espaol, francs y portugus. Adems no era lerdo con el alemn, el holands y diversos dialectos.
Llam al profesor por telfono y quedamos citados para el da siguiente, despus de clase. Ante mi
sorpresa, Simons era relativamente joven, bajo, regordete, con cabello castao. Llevaba gafas de sol
con montura de plstico rosa, y pareca absolutamente incapaz de estar quieto en su silla. Mientras
hablbamos, se pas un dedo por el cuello de la camisa, se pein el pelo con las palmas de las manos,
se ajust nerviosamente las gafas sobre la nariz, cambi mil veces de postura, fum incesantemente,
y cuando no tena otra cosa que hacer, llevaba con el pie un comps imaginario.
Cuando inici la conversacin, le manifest claramente que deseaba pagarle sus servicios, pero
desech mi ofrecimiento.
Me encantar poder ayudarle junt nerviosamente las manos, como acaricindolas y aadi
: Y si insiste en pagar, haga un donativo en mi nombre a la Cruz Roja, aunque al fin y al cabo, tal
vez no logre ayudarle.
En realidad repliqu lentamente, no es muy importante salvo en una forma personal.
Profesor continu, mirndole fijamente sin poder descubrir la expresin de sus ojos detrs de sus
gafas, mi esposa falleci hace varios meses. Antes de morir, estaba bueno, delirando y no dej
de repetir unas palabras que a m me sonaron como lenu lotre. Para nosotros no significaba
absolutamente nada, y tal vez slo eran unos sonidos sin significado, aunque no me lo parecieron.
Naturalmente, una muerte causa una tremenda impresin a la familia, y todos nos hemos preguntado
si quera comunicarnos algo.
Es muy triste, seor Mountain dijo Simons con simpata, y le presento mi ms sentido
psame. No s si podr ayudarle, pero lo intentar. Dgame, hablaba su esposa otro idioma, aparte
del ingls?
No que yo sepa.
Hum el profesor junt las puntas de los dedos, formando una tienda, y luego los separ.
Tal vez estudi algn idioma en el instituto
No lo s, profesor. Quiz s, pero nunca lo mencion hice una pausa y agregu.
Posiblemente la mejor explicacin puede ser que slo delirase.
Necio quien lo haga necio quien lo haga.
El profesor lade la cabeza, repitiendo la frase con diversas interjecciones y sonidos guturales.
Habra jurado que detrs de las gafas, sus ojos estaban mirando hacia arriba. Pareca escucharse a s
mismo. Al cabo de largo tiempo, dijo:
Esta frase evidentemente fue distorsionada en la pronunciacin. Tal vez su difunta esposa le
prest un acento errneo y posiblemente sin darse cuenta, usted la ha distorsionado ms an
movi ligeramente las manos. Se me ocurren varias posibilidades, y la ms obvia es que sea
francs. El francs posee una frase que significa literalmente uno u otro, e idiomticamente
significa cualquiera.
Qu frase?
Lun ou Vautre replic el profesor Simons.
La pronunciacin era ms o menos: Lon u lotr.
Le sirve de algo? inquiri el profesor.
De nuevo escuch en mi mente a Tally contndome su conversacin con Greenleaf. ste haba
llamado despus del entierro de Will Shaw. Tally se asust y al mismo tiempo se enfureci, por lo
que neg tenerlas, amenazando al estafador con entregarlas al Departamento del Tesoro si las
encontraba. Greenleaf se ech a rer, recordndole los cheques que ella haba cobrado.
Pagar por ellas aadi Greenleaf, a menos que prefiera que haya otro accidente en la
familia. O algo por el estilo. Y posiblemente agreg lun ou lautre. El significado de la frase,
dentro de la conversacin, era lgico: una cosa o la otra, a elegir. Me volv hacia Simons.
Supongo que nunca llegaremos a saber a qu se refera, profesor. Pero mil gracias por su
ayuda.
No he hecho nada repuso Simons moviendo tristemente la cabeza. Pensar ms en ello y
tal vez se me ocurra alguna idea. Llmeme a finales de semana.
Gracias asent. Le estrech la mano. Entregar un donativo a la Cruz Roja.
No volv a llamar al profesor. Despus de pensar en su explicacin de aquella frase, me convenc
de que haba acertado.
Pasaron varios das antes de tener noticias de Dave Sherz. Cuando me llam al hotel pas por su
oficina. No pareca haberse movido de su silla desde la vez anterior. Indicndome el asiento, me
tendi la fotocopia de un cheque.
No qued muy bien se disculp. La sacaron de un negativo de microfilm, pero debe
pertenecer al tipo que buscas.
La examin. Era un cheque para el Banco Mercantil de Filadelfia, al portador, por la suma de
treinta y cinco dlares; y estaba firmado por Derek A. Greenleaf.
Averiguamos en todos los Bancos me explic Sherz, y tropezamos con este pjaro. Otras
cuentas bajo el nombre de Greenleaf, que encontramos, no dieron ningn resultado. Algunas tenan
varios aos de antigedad, y otras eran de residentes permanentes. sta, la de Derek Greenleaf, se
abri hace menos de un ao.
Cundo la cerr?
Nunca. Abri la cuenta con un depsito de mil dlares. Y todos los meses firmaba cuatro
cheques, de treinta y cinco dlares cada uno. Finalmente, hace unos seis meses, dej de firmar
cheques. Un da, cobr un cheque por el valor total de la cuenta. Nada ms.
Qu direccin dio?
Un nmero de la calle Spruce Sherz consult un cuaderno, que me entreg. Le suena?
Esa direccin no confes, pero conozco la calle Spruce.
Era una va de casas baratas y pensiones de poca categora con una poblacin transente.
Veamos sigui Sherz y estuvimos en este nmero de la calle Spruce. Una autntica
pensin. La patrona nunca haba odo el nombre de Greenleaf.
El Banco tena que enviarle un saldo mensual dije. Qu ha sido de ellos? Los
devolvieron?
Dave se encogi de hombros.
Ya pens en ello. Pero en una pensin con varios huspedes, y una patrona que apenas recuerda
sus nombres, devuelven al momento los sobres cuyas seas no coinciden plenamente.
Qu encontraste en los archivos de la Polica?
Nada que encaje dijo Dave sinceramente. Desconocen ese apodo. Derek, como nombre de
pila, ha sido usado un par de veces, pero no concuerdan con las fechas ni el lugar. Un verdadero
bandido llamado Eddie Jackson, alias Derek Moore, lo utiliz en San Francisco. Todava est en
chirona, y lleva ya all tres aos, en California. Otro granuja, Fred Hoskins, us el nombre de Derek
Tone, pero Hoskins casi tiene setenta y cinco aos, y se porta bien en Birbingham, Alabama. Vive
con un hijo casado
Cog el sombrero y me dirig a la puerta.
Buen trabajo murmur.
Pero me senta deprimido.
Lew me detuvo Sherz, lamento no haber podido servirte mejor. Y no quiero estafarte el
dinero. Quieres que siga en el asunto?
Ese tipo es muy escurridizo sacud la cabeza. Tal vez sea ste el final del camino. Si
necesito ayuda, te llamar.
D vuelta a las muecas de papel. Algn vislumbre, el fragmento de una visin, mas ningn
hombre, ninguna persona, ningn rostro. Un tipo que utilizaba el nombre de Derek Greenleaf, un
estafador con mil dlares en una cuenta corriente, un hombre que empleaba frases en francs, un
hombre capaz de asesinar a un anciano y a una joven. Hoy, ahora mismo, un hombre con la
oportunidad de ganar millones de dlares.
Y sin ningn rostro!
La idea me asalt durante la noche, mientras dorma. Me asalt subconscientemente, porque por
la maana me despert con la respuesta. Saltando de la cama, me vest apresuradamente y corr a la
estacin de Pennsylvania. All cog un tren para Filadelfia. Me desayun en el tren y segu dando
vueltas a la idea. Sherz me haba dicho que Greenleaf utilizaba unas seas de la calle Spruce en su
cuenta corriente del Banco. Greenleaf saba, claro, que el Banco sacaba microfilms de todos los
cheques, como parte del sistema de contabilidad, y a Greenleaf le importaba mucho recobrar tales
cheques. Los cancelados. Los necesitaba para su propia proteccin para usarlos como una amenaza
contra Will Shaw o Tally. De modo que cuando dio sus seas de la calle Spruce saba que poda
recobrarlos.
Dave Sherz haba adelantado la teora de que la patrona de la pensin probablemente devolva o
tiraba la correspondencia equivocada, o para la que no tena ninguna otra direccin de envo. S, era
posible, y si era posible, la tarea de conseguir la correspondencia poda haberle resultado muy
simple al estafador. Lo nico que tena que hacer era cogerla. En consecuencia, haba que suponer
que, o bien Greenleaf viva en la pensin bajo otro apodo, o muy cerca en el mismo barrio, donde
poda recoger la correspondencia sin comentarios.
Llegu a la estacin de la calle Treinta de Filadelfia y llam al Banco Mercantil, pidiendo que me
pusieran con el departamento de cheques personales. Me informaron que las declaraciones para los
clientes las enviaban el cuatro de cada mes. Sal de la estacin y cog un taxi hacia la calle Spruce. Al
acercarme, le dije al conductor que continuase hasta la esquina, donde me ape. Retroced andando y
me detuve delante de la casa. Era un edificio vetusto de cuatro pisos, imitacin ladrillo. Un portal, que
necesitaba una buena mano de pintura, daba directamente a la calle. Ms all haba un pasillo oscuro.
En el techo brillaba una bombilla con un globo verde y marrn. Contra una pared haba una pesada
mesa, sobre la cual colgaba un espejo. Encima de la mesa haba montones de anuncios, peridicos,
facturas y cartas. El pasillo se bifurcaba en forma de Y. Uno de los oscuros corredores llevaba al
fondo de la casa, y el otro formaba una empinada escalera que ascenda a los pisos superiores. En
aquel momento, se aproximaban unos pasos por el corredor, y una mujer gruesa y ataviada con un
vestido de satn bastante ajado lleg resoplando al pasillo. Me mir suspicazmente y con voz
estridente me pregunt si buscaba a alguien.
S repuse cortsmente, a la patrona.
Yo soy se present, y no quiero comprar nada. Tampoco tengo habitaciones libres. De
modo que, adis!
Lo siento. Esta pensin me la recomend un amigo mo Derek Greenleaf.
Se trata de una broma? replic belicosamente. Quin se figura que es? Hace poco, otro
individuo estuvo aqu preguntando por l. Le contest que nunca haba odo hablar de ese Greenleaf,
y es verdad.
Haba sido un agente de Dave Sherz.
Seorita le espet, refrenando mi disgusto ante aquella vieja gruona, necesito su ayuda.
igame, por favor.
No me gusta que la bofia meta sus narices en mis negocios. sta es una pensin respetable, y
tengo derecho a que nadie se meta conmigo.
S, claro conced. Pero no soy polizonte. Se trata de algo estrictamente personal entre
Greenleaf y yo.
Repito que no conozco a ningn Greenleaf!
Dio media vuelta y enfil pasillo adelante.
Un momento! grit. Saqu el billetero y extraje dos billetes de veinte dlares, que sostuve en
alto para que los viese. Le pagar la informacin, si puede ayudarme. Usted es mujer de negocios
aad rpidamente, y supongo que habr tenido algunos pensionistas que se habrn ido sin pagar.
Nunca! proclam. Siempre me pagan por adelantado!
Tal vez era imaginacin ma, pero creo que empez a mostrarse menos suspicaz.
Ese Greenleaf me debe algn dinero y lo necesito ment, buscando una historia convincente
. Le di crdito y me estaf.
Culpa suya!
No del todo me defend. En realidad, la culpa fue de mi socio. l le dio el crdito. Y mi
socio falleci la semana pasada, y desde entonces trato de localizar a Greenleaf.
Aqu no he tenido a nadie de ese nombre objet. Cmo es?
No lo s. No lo vi nunca.
Jess! Pues cmo espera que le ayude?
Bien medite un poco. Por un perodo de seis o siete meses, todos los meses, el cinco o seis,
vena una carta a esta casa dirigida a su nombre. La traan a nombre de Derek A. Greenleaf.
Recuerda haberla visto?
La misma carta?
No, todos los meses era diferente, aunque siempre llegaba por la misma fecha. Un sobre
grande, marrn como los que emplean en los Bancos.
A nombre de Greenleaf? Bizque un poco los ojillos en profunda meditacin. Ha venido
alguna ltimamente?
No creo repliqu. Aunque siempre cabe la posibilidad. Mas supongo que dejaron de llegar
hace unos cinco o seis meses.
Llevo aqu hace unos quince aos contest, y viene mucho correo para gente cuyos
nombres no recuerdo. He cogido la costumbre de repasar el correo, fijndome solamente en si veo
mi nombre. Luego, lo dejo todo en esta mesa, y los huspedes son quienes lo revisan fue hacia la
mesa, resoplando por el esfuerzo, y rebusc entre la pila de cartas, mirando tambin los anuncios y
peridicos. Aqu no hay nada para Greenleaf anunci.
Eso demuestra que l coga las cartas objet. De lo contrario, todava estaran aqu o
usted recordara haberlas visto. Particularmente, de haberse acumulado seis o siete sobres. Si no viva
aqu con nombre supuesto aad, casualmente, debi poder entrar a buscar las cartas. Recuerda
a alguien que no viviese aqu, pero que entrase con cierta regularidad? Un hombre, claro, y deba
tener preparada una buena excusa por si usted le interrogaba. Probablemente, vena la primera
semana de cada mes.
Caba la posibilidad de que Greenleaf conociese a uno de los huspedes, y que fuese ste quien le
entregase el correo. Sin embargo, no crea que Greenleaf se confiase a nadie.
No recuerdo a nadie en particular neg la patrona. Algunos huspedes reciben visitas y yo
veo a mucha gente. La nica persona que se me ocurre no puede ser, porque era francs
Qu! exclam. Le ofrec un cigarrillo que rechaz. Sola venir por aqu un francs?
indagu.
Pensndolo bien murmur, frunciendo los labios, vena regularmente, casi siempre
despus del da uno. Lo recuerdo porque buscaba habitacin y preguntaba si tena alguna vacante.
Normalmente, los huspedes se despiden el da ltimo de mes, o el primero a lo sumo, si se trasladan
a otro sitio. Ese francs vena varios das cada mes. S, ahora lo recuerdo, pues le dije que viniera la
ltima semana del mes, mas no lo hizo. No, no le alquil ninguna habitacin.
Reflexion. S, la cosa tena sentido. Evidentemente, Greenleaf saba francs. Un estafador
siempre es buen actor, y Greenleaf saba falsificar un acento, sin duda, para engaar a una persona
tan cndida como aquella patrona. La visitaba justo a tiempo para recoger la carta, preguntando por
una habitacin cuando estaba seguro de que no haba ninguna. Indudablemente, Greenleaf no tena
deseos de verse relacionado con la calle Spruce por si algo fallaba en sus planes.
Cul era su aspecto? inquir.
Corpulento ms alto y ms delgado que usted, sin embargo la patrona se esforzaba por
recordar al cabo de tanto tiempo. Bueno, no le prest mucha atencin. Tendra unos cincuenta aos.
Recuerdo, eso s, que posea una nariz grande asinti para subrayar sus palabras. S, una nariz
grande en una cara ms bien afilada, demasiado larga y el pelo gris. Vesta muy bien.
Le entregu los dos billetes de veinte dlares.
Gracias, me ha ayudado mucho. Si quiere usted venir conmigo a la comisara y contemplar
unos retratos para ver si puede identificar a ese individuo, le pagar cincuenta dlares ms.
Sus gordezuelos dedos se engarfiaron sobre los billetes, que guard luego en el escote. De nuevo
sus pupilas mostraron cierto recelo y movi la cabeza colricamente.
No quiero tratos con la bofia. Slo he pretendido ayudarle a usted. Pero no quiero tratos con la
bofia!
Mientras iba calle Spruce abajo, me senta de buen humor. Un rostro afilado, una nariz grande,
pelo gris, cincuenta aos, alto, delgado Ms detalles que aadir a la mueca de papel.
Algn da cortara la cabeza de esa mueca!
17
Cannon, mientras iba tejiendo el caso, segua preocupado por la falta de motivo. Confiaba
haber impresionado al jurado respecto al corpus delicti; la evidencia era, en parte, circunstancial,
aunque, en su opinin, indiscutible. En la noche del veintids de noviembre, o en la madrugada del
veintitrs, un criado conocido como Isham Reddick haba sido asesinado, desmembrado su cuerpo y
destruido casi todo en un horno crematorio de una casa situada en la calle Ochenta y Nueve Este. Sin
embargo, no todas las pruebas del crimen haban sido consumidas por el fuego, pues quedaba el
fragmento de un dedo, con la huella dactilar identificable, un diente, un puado de cenizas, manchas
de sangre en el suelo, la lona, y un banco de trabajo, un fragmento de tibia humana, aparte de otras
pruebas entre las que se incluan la posible arma del crimen, una pistola y la bala, y el instrumento
destripador: un hacha ensangrentada.
Cannon estaba convencido de haber establecido el crimen y de haber identificado a la vctima,
cosas ambas requeridas por la ley. Sin embargo, quedaba el motivo. Por qu haba el acusado
asesinado a Isham Reddick?
No se comete ningn crimen sin motivo, a menos que el homicida est loco, y obviamente, en este
caso el acusado no se encontraba en ese estado. An haba que resolver la razn que se ocultaba tras
el asesinato, y Cannon crea que era el chantaje. El chfer-ayuda de cmara haba extorsionado a su
amo. Cannon tena pruebas de que Reddick haba reunido casi veinticuatro mil dlares
posiblemente ms. Muchos crmenes se han cometido por menos! Y al no ver un fin a esa sangra
financiera, el acusado haba matado al chantajista.
Buscando este punto particular, un punto clave en este caso, Cannon haba perdido mucho tiempo,
mucho trabajo a fin de alimentar su teora. Present a tres testigos. El primero que subi al estrado
fue la seorita Beatrice Hyman, vendedora empleada en una joyera de la Quinta Avenida de la ciudad
de Nueva York.
Seorita Hyman empez Cannon, entre los efectos y bienes de la habitacin de Isham
Reddick se encontr un recibo una nota de caja que usted identific haber hecho usted misma.
S, seor. Un recibo por trescientos cincuenta dlares por la venta de un reloj de pulsera.
Cundo se efectu la venta?
Segn los archivos de la tienda, el diecisiete de octubre del ao pasado.
Seorita Hyman, le ensear una fotografa y le ruego que la identifique.
Exhibi una impresin en blanco y negro.
Beatrice Hyman, una mujer delgada, de expresin eficiente, estudi atentamente la foto.
Es el mismo hombre al que vend el reloj declar.
Le dijo su nombre?
S, se llamaba Isham Reddick. Y ste es el nombre con que figura en nuestro archivo de ventas.
Usted ha declarado que Isham Reddick compr un reloj de pulsera por trescientos cincuenta
dlares. Lo considera un reloj caro?
Protesto! Denman ya estaba en pie. La pregunta exige una opinin.
Seorita Hyman prosigui Cannon imperturbable, vende usted muchos relojes de pulsera
por valor de trescientos cincuenta dlares cada uno?
No muchos.
Se gastan muchos clientes el sueldo de un mes y medio en un reloj de pulsera?
Denman volvi a protestar, pero esta vez Cannon arguyo ante el juez.
No creo que esta respuesta exija una opinin, Seora dijo. La seorita lleva varios aos
en la tienda vendiendo relojes. Como empleada, forma parte de su trabajo determinar, dentro de
ciertos lmites, qu cliente puede gastar ms y cul menos, en apariencia al menos.
Pero no conoce la posicin financiera de todos los clientes! objet Denman.
El juez consider ambos argumentos y al fin decidi:
Contine, seor Cannon, con cautela.
Cannon volvise hacia la testigo.
Muchos de los clientes que visitan la tienda, son ricos o al menos gozan de cierto bienestar?
S, eso creo asinti con claridad la seorita Hyman.
Tiene la tienda muchos clientes con pocos medios de fortuna?
No, seor.
Bien, si un caballero gana doscientos cincuenta dlares al mes, y se gasta trescientos cincuenta
en un reloj de pulsera, dira usted que compra un reloj caro?
En esas circunstancias, s.
En su tienda hay relojes ms baratos a la venta, verdad?
Tenemos algunos a setenta y siete dlares; stos son los menos caros, aunque sean tambin de
buena calidad.
Le ense alguno de esos relojes de setenta y siete dlares a Isham Reddick?
S, seor. Y tambin otros de ciento cincuenta dlares, y de doscientos setenta y cinco. Pero
finalmente quiso el que estaba marcado a trescientos cincuenta.
Pag al contado?
Pag al contado. En billetes grandes.
Por qu cree que pag en billetes grandes?
Bueno explic la seorita Hyman, la mayora de nuestros clientes tienen cuenta abierta.
Ocasionalmente, algunos pagan al contado, y en tal caso siempre lo hacen con billetes grandes. Si el
seor Reddick hubiera pagado trescientos cincuenta dlares en billetes pequeos, habra habido en la
caja un buen montn de billetes y no lo recuerdo.
No recuerda si el seor Reddick le dio un buen puado de billetes?
No, seor. Aqulla era una venta ordinaria para la tienda la joven hizo una pausa y aadi:
A lo sumo habra media docena de billetes.
Una pregunta ms. Vende muchos relojes de pulsera de trescientos cincuenta dlares a
individuos que trabajen de chfer?
No lo creo replic la testigo.
Cannon la despidi; en cambio Denman le pidi que siguiera en el estrado para el
contrainterrogatorio.
Seorita Hyman empez cortsmente, suele preguntarles a los clientes desconocidos,
cuando entran en la tienda, qu hacen para vivir?
Claro que no!
Si yo entrara en su tienda, y fuese, por ejemplo, conductor del Metro, me dira usted: En qu
se gana usted la vida?.
No, seor.
Puede usted adivinar, de una ojeada, en qu trabaja un cliente? Si yo entrase en su tienda y me
mirase, podra decir acaso: Este tipo trabaja en el Metro?
Esto no es correcto replic la testigo airadamente.
Entonces, cmo sabe que Isham Reddick era chfer? Llevaba uniforme?
No, seor, no llevaba uniforme ni saba en qu se ocupaba. No me interesaba en absoluto.
Entonces, cmo supo que era chfer?
El seor Cannon me lo dijo cuando habl conmigo.
De modo que hasta que el seor Cannon se lo comunic, usted no saba nada de Isham Reddick.
O sea que usted vende relojes, diamantes y joyas caras a los chferes, sin saberlo! Denman
aadi: Si no visten de uniforme, claro. Correcto?
Pues, s.
Tras haber ganado un tanto, Denman sigui en otra direccin.
Usted ha mencionado, seorita Hyman, que el reloj menos caro que venden en la tienda donde
usted trabaja vale setenta y siete dlares. Dgame, cul es entonces el ms caro de hombre,
naturalmente?
No estoy muy segura, pero dira que cuesta varios miles de dlares.
De quererlo, podra yo adquirir algo ms caro?
S con un pedido especial.
Creo que un reloj de dos mil dlares puede ser muy bueno observ Denman con sequedad.
Pero volviendo a Isham Reddick, compr un reloj de trescientos cincuenta dlares, no de quinientos
ni de mil, ni de mil quinientos. Si quera un buen reloj, y haba ahorrado para ello, existe algn
motivo por el que no pudiese comprar un reloj de trescientos cincuenta dlares?
Ninguna en absoluto se apresur a conceder la seorita Hyman.
Denman le dio las gracias y la joven baj del estrado.
El seor Dann, de la casa Dann y Glend, Trajes para Caballeros, impecablemente ataviado con un
traje de mezclilla, bien abrochado hasta el cuello, y con una corbata muy delicada, se present como
socio decano de la tienda de modelos exclusivos que serva a muchos distinguidos caballeros de
Nueva York, as como a figuras de relieve nacional.
Su tienda est situada en Madison Avenue empez Cannon.
En efecto asinti Dann, llevamos all ms de treinta aos.
Usted, o su socio el seor Glend, se ocupan en persona de la clientela?
Naturalmente, tenemos los cortadores, que efectan una gran parte de la labor. Pero el seor
Glend y yo atendemos a todos los clientes. sta es una profesin estrictamente personal y no
podemos tener dependientes.
Dann contemplaba apreciativamente el traje de Cannon, y lo que vea no mereca, al parecer, su
entera aprobacin.
Recuerda haberle vendido tres trajes a un caballero que usaba el nombre de Isham Reddick?
Cannon le entreg al testigo una fotografa. Es ste el hombre?
Dann asinti y Cannon prosigui interrogando.
Dganos, por favor, qu sucedi.
Dann cruz atildadamente las piernas, procurando mantener inclume la raya del pantaln.
se individuo vino a nuestra tienda, y yo mismo le recib. Dijo que estaba interesado en la
adquisicin de unos trajes. Le manifest que slo los hacamos a medida. El que llevaba era de
confeccin, por cierto de muy mala tela, por lo que supuse que no comprara nada y se largara
perdn, marchara de la tienda. En algunas ocasiones, entran en el establecimiento algunas personas,
evidentemente bajo la impresin de que bueno, tenemos trajes de ganga. Claro est, nosotros
nunca, oh, nunca! di testigo estaba horrorizado ante semejante posibilidad y procedi a
eliminar una mota invisible de la solapa de su bien cortada chaqueta. Dichas personas, cuando les
decimos nuestros precios, suelen correr hacia la calle.
Cules son sus precios, seor Dann?
Nuestros trajes empiezan por doscientos dlares. Y varan segn las telas elegidas y otros
detalles.
Cuando usted le manifest esto a Isham Reddick, qu dijo?
Contest que encargaba tres trajes. Aquel da eligi tela para uno gris carbn, otro gris ms
claro, y uno de franela azul. El seor Mat le tom las medidas. Le comuniqu al cliente que como
todava no tena cuenta abierta con nosotros, debera pagar por adelantado el importe de las telas y el
corte y que el resto poda abonarlo al entregar los trajes.
Opuso alguna objecin el cliente?
Oh, no, seor. Pag inmediatamente cuatrocientos dlares.
En su primera visita pag cuatrocientos dlares, eh? En dinero contante?
S, antes de salir de la tienda prosigui el seor Dann, me entreg cuatro billetes de cien
dlares.
Recuerda qu traje llevaba cuando entr en la tienda?
Slo recuerdo que era menos que mediocre, aunque no me fij en los detalles. Bueno, supongo
que no haba ningn detalle que recordar Era slo un traje vulgar.
El sastre resopl desdeosamente.
Ha dicho usted un traje menos que mediocre o sea un traje barato, verdad?
Un traje que deba costar bastante menos de cincuenta dlares replic Dann rpidamente.
Le sorprendi que Isham Reddick adquiriese aquellos trajes caros?
S. Ciertamente, no pareca capaz de gastar tanto.
Protesto! Protesto! clam Denman, ponindose de pie.
Sin conclusiones ni opiniones orden el juez, seor Dann.
Sin embargo, Cannon ya haba terminado con el testigo, y avanz el defensor hasta el estrado.
Seor Dann solicit Denman, me gustara que examinase el traje que llevo. Cree que es
barato?
Denman, como un maniqu dio media vuelta delante del sastre.
Puedo acercarme? pregunt Dann.
S, puede hacerlo.
El testigo baj del estrado y dio una vuelta completa en torno al abogado defensor, examinando
las solapas y comprobando los botones de las mangas. Despus regres a su silla.
Y bien? inquiri Denman, sonriendo.
Su traje, abogado dijo el seor Dann con gran dignidad, fue confeccionado por Meade y
Thomas, sastres de muy slida reputacin, competidores nuestros desde hace veinticinco aos se
encogi de hombros y aadi. Pag usted al menos doscientos cincuenta dlares o tal vez ms.
La sala se estremeci en una estruendosa carcajada. Denman sonri y se inclin ante el testigo.
Exacto, caballero. La prxima vez ir a su tienda.
El sastre asinti y murmur:
No hacemos rebajas ni a los abogados.
Esta vez el juez tuvo que utilizar la maza.
Bien continu Denman, pasemos a hablar de los trajes de Isham Reddick, al menos de
doscientos dlares, por lo que deban ser excelentes. Est de acuerdo en que fue una estupenda
adquisicin, seor Dann?
Naturalmente.
No encuentra raro que un caballero pague doscientos dlares por un traje?
Es algo que veo todos los das.
Incluso tres trajes a doscientos dlares cada uno?
Sigo opinando que es una compra excelente. Los trajes duran ms y tienen mejor aspecto
cuando se cambian a menudo. Cualquier caballero debera tener en su guardarropa por lo menos
catorce trajes.
De acuerdo interrumpi Denman al sastre. Tengo entendido que Isham Reddick pag
cuatrocientos dlares al contado. Le pag luego el saldo?
No, seor se entristeci Dann. Vino a hacer todas las pruebas y no volvimos a saber nada
de l. Cuando los trajes llevaban varias semanas confeccionados, llamamos al nmero que Reddick
nos haba dado. Al preguntar por l, un polica se puso al aparato. Despus, vino a verme la Polica.
Y sigue creyendo que aquellos trajes eran una buena compra?
Absolutamente!
Denman despidi al sastre. El abogado defensor sentase cada vez ms deprimido; aparte del
asentimiento de Dann referente a la buena calidad de la ropa, y el buen sentido de la compra, saba
que el jurado no poda simpatizar con un chfer que pagaba doscientos dlares por un traje y se los
compraba de tres en tres.
Anthony Gillick, empleado del Despacho de Viajes Monterrey, posea una voz muy chillona.
Identific el retrato de Reddick como el hombre que le haba visitado la tarde del veinte de
noviembre, del ao anterior, en la oficina de viajes.
Qu deseaba Isham Reddick? indag Cannon.
Hacer una reserva para un vuelo a Pars el veinticuatro de noviembre.
Poda reservarle usted tal plaza en tan breve plazo?
No era difcil chill el testigo. En esa poca del ao hay poco turismo. Adems, era un
vuelo de lujo.
Qu diferencia hay en los billetes?
Los vuelos normales cuestan aproximadamente ciento cincuenta dlares menos que los de lujo.
Cundo pensaba regresar Isham Reddick?
No lo s. Slo compr un pasaje de ida. Le dije que se ahorrara dinero comprndolo de ida y
vuelta, si lo utilizaba dentro del plazo de un ao. Contest que no pensaba volver.
O sea que no pensaba volver en el plazo de un ao?
No es eso objet Gillick con voz estridente. Se esforz por rebajar el tono. Isham Reddick
dijo que no planeaba volver nunca.
Lo expres as?
S, seor. Eso dijo.
Incidentalmente, seor Gillick, cul era el precio del pasaje a Pars?
Quinientos setenta y cinco dlares.
Los abon Reddick?
S, seor. Al contado.
Volvi a verle?
No, seor. Veinticuatro horas antes de salir el avin llamamos a su residencia para confirmar la
reserva, como es nuestra norma Gillick hizo una pausa, trag saliva apresuradamente y su nuez
subi y baj varias veces. Bueno me comunicaron que el seor Reddick haba muerto.
Isham Reddick fue, al parecer, un individuo muy ocupado coment Cannon, contemplando al
testigo. Quinientos setenta y cinco dlares por un pasaje de avin, cuatrocientos dlares en trajes,
trescientos cincuenta dlares para un reloj de pulsera En total, mil trescientos veinticinco dlares.
Es esto un monlogo o un interrogatorio? le interrumpi Denman.
Exagerando ligeramente el movimiento, Cannon fingi prestar atencin al abogado defensor.
Oh, lo siento murmur. Su testigo, abogado.
Denman, tristemente, inici el contrainterrogatorio del nuevo testigo.
18
De vuelta en Nueva York, repas los datos. Barajndolos una y otra vez en mi mente, fui
examinndolos con atencin. A veces encajaban y a veces no. Con paciencia volv a barajarlos,
rehaciendo todo el proceso. Descubr que pensaba mucho mejor por la noche, particularmente
cuando iba en Metro. Muy tarde, coga el ltimo vagn del convoy, en la estacin de la Sptima
Avenida. Al extremo del vagn me situaba de pie en la plataforma, contemplando la negrura de los
tneles que pasaba rauda a cada lado. Las luces se trocaban de rojas a mbar y a verde, y los rales
parecan dos serpientes que se iban alargando interminablemente en sus pozos. En un tren del Metro
no hay ritmo de rock ni de beat, y en cambio s se experimenta una sensacin de destino y mi
destino era Greenleaf.
Finalmente, ensambl todos los datos y saqu mis conclusiones. Saba que Greenleaf era alto,
algo ms de metro ochenta; que era delgado; que posea una nariz grande y larga; cabello gris, y que
hablaba francs. No crea, no obstante, que lo fuese. Tally jams haba dicho que su to se hubiese
referido al acento de Greenleaf ni ella tampoco. El granuja haba interpretado deliberadamente el
papel de francs ante la patrona de Filadelfia. De haber sido realmente francs, hubiese tratado de
disimularlo.
La descripcin fsica de Greenleaf le permita representar tres papeles, e indudablemente los
haba interpretado en algn momento. Existe un tipo fsico comn a Estados Unidos, Inglaterra y
Francia, tipo ejemplarizado por un hombre alto, delgado, de nariz grande, que en Amrica concuerda
con la concepcin de un vaquero del Oeste. Mas con un leve cambio de acento se convierte en un
deportista ingls o en un oficial del Ejrcito francs. El acento ingls, particularmente en la zona
oriental de Estados Unidos, resulta a veces difcil de distinguir del acento bostoniano.
El empleo de una frase francesa por Greenleaf en su conversacin con Tally, me induca a creer
que haba representado el papel de un habitante del Este bien educado (o de un ingls), para embaucar
mejor a Will Shaw. Era posible que as fuese, debido a la historia que le solt al anciano respecto a
sus influencias en Washington y a su posicin diplomtica. Will Shaw, en su estado senil, tal vez no se
haba fijado en el acento ingls, si Greenleaf se haba hecho pasar por alguien de Gran Bretaa. No
poda estar seguro de esto, si bien recordaba que Tally haba mencionado en una ocasin que
Greenleaf no hablaba como un natural de Filadelfia o Nueva York.
Pero Greenleaf, tras haberse apoderado de las planchas, debi adoptar inmediatamente un nuevo
papel lo ms distinto posible del anterior, fuese ingls, bostoniano o francs. Por consiguiente, de
todos los papeles que poda interpretar, slo le quedaba uno: el de nativo del Oeste.
No un vaquero, claro, pero s un individuo procedente de Texas, Arizona Nuevo Mxico
Tena que empezar a buscar a un sureo del Oeste, alto, delgado, de pelo gris, pero dnde?
ste era el problema: dnde poda pasar el dinero falsificado? No en una poblacin pequea, porque
un forastero con mucho dinero siempre es objeto de especulacin y curiosidad. Adems, si alguien
adivinaba la falsificacin, en una poblacin de poca importancia sera muy fcil atraparlo.
Decid que de hallarme en la situacin de Greenleaf, teniendo que pasar dinero falso, lo hara en
una gran urbe con gran movimiento turstico. Automticamente, tena que ser en Nueva York,
Chicago o Los ngeles. Esta conclusin me enfrent con otro problema, que poda decidir si llegara
alguna vez a encontrar a Greenleaf. Planeaba convertir el dinero falso en legtimo y meterlo en un
Banco? O pensaba gastarlo para su sustento y caprichos?
Haba algo en el invisible Greenleaf, y en lo que de l haba odo que tal vez S, era muy
posible que aquel hombre desease cierta respetabilidad. Su propensin a usar frases extranjeras, su
representacin del papel de un caballero, en realidad no era una gran base para asentar una
conclusin; pero mi intuicin respecto a la clase de papeles que le gustaba representar no poda
desdearla en modo alguno. Por este motivo, Greenleaf abrira una cuenta corriente. Y esto a su vez
significaba algo ms: no poda cometer la tontera de ingresar billetes falsos en un Banco. En
cambio, se vea obligado a cambiarlos por legtimos, cambiando los ms posibles. Nueva York es
una de las pocas ciudades del pas donde un hombre puede comprar un paquete de cigarrillos,
pagarlo con un billete de veinte dlares y no escuchar el menor comentario al recibir el cambio.
Greenleaf poda cambiar billetes de veinte dlares todo un da entero, sin tener que entrar dos veces
en la misma tienda. Otro factor me ayud a llegar a esta conclusin final. A la mayora de estafadores
les gustan la bebida, las mujeres y las luces brillantes. La vida nocturna de Nueva York es la ms
divertida de todas las del mundo, y tena que atraer por fuerza a mi hombre. Indudablemente,
convertir el dinero falso en autntico durante el da y gastar dlares falsos de noche, deba de ser el
sueo dorado de Greenleaf.
Segn mi razonamiento, yo ya haba completado un crculo. En Nueva York, donde yo estaba, se
hallaba tambin Greenleaf!
Aunque no poda reconocerlo a simple vista, caba la posibilidad de que l s pudiese
reconocerme a m. Ignoraba si me haba visto en Filadelfia. Haba visto a Tally y, por lo que yo saba,
poda habernos visto trabajar en el club o a ambos en el hotel.
Como parte de mi nmero, yo luca un bigote, pequeo, recortado, estilo militar. Es extrao que
cuando un hombre que nunca ha llevado bigote se deja crecer uno, no altera tanto su fisonoma como
cuando uno que siempre ha llevado un bigote, se lo afeita. Eso fue lo primero que hice: afeitarlo.
En una ocasin, trabajando en el circo, hubo un alboroto en una poblacin del Sur y perd un
diente delantero al caer al suelo el poste de una tienda. Tan pronto como pude me hice poner un
diente postizo, con puente mvil. Bien, me lo quit, dejando una amplia grieta en mi dentadura. Tengo
las cejas y el pelo oscuros excelente combinacin para un mago, pero en Norteamrica esto es
algo muy fcil de recordar. Sin embargo, no quera teirme el cabello porque no solamente puede ser
analizado, sino que requiere mucho trabajo y gran atencin mantenerlo siempre teido.
Pint mis cejas de color castao claro, lo que cambi inmediatamente la expresin de mi rostro.
La mayor parte de mi vida haba actuado con la cara maquillada como parte de mi labor. Hay un
principio del maquillaje que posee gran importancia: maquillaje con la mxima sencillez posible. Es
fcil mantener un mnimo de maquillaje da a da, y resulta ms difcil de detectar. Bueno, mi
maquillaje era sencillo: cejas claras, un diente de menos, sin bigote A esto aad unas gafas
convencionales, de concha, con lentes ordinarias. Sin embargo, el vidrio corriente y plano forma
siempre en los bordes unos crculos concntricos de profundidad, que los hace parecer
extremadamente fuertes.
En la pelea que mencion, donde perd el diente, uno de los conductores del circo, llamado Isham
Reddick, falleci. Yo haba ido en el camin de Reddick muchas veces, durante noches interminables
y muy aburridas, metido en un atad de madera y enterrado en un cementerio batista al borde de la
ciudad.
Pero recordaba el nombre de la poblacin donde haba nacido Reddick, porque me haba causado
cierta impresin. Era Rocky, en Colorado, y sus padres se haban marchado de all siendo l un nio.
Me sent y escrib una carta dirigida al archivo del juzgado municipal. Adjunt un billete de cinco
dlares, y afirm en la misiva que me llamaba Isham Reddick y que necesitaba una copia de mi
partida de nacimiento. Diez das ms tarde, recib un formulario oficial en el que se atestiguaba que
mi nacimiento estaba registrado en la pgina treinta y tres, volumen veintisis, del archivo municipal
de la poblacin. Estaba firmado por el oficial del juzgado y, cranlo o no, me devolva tres dlares.
As de sencillo. Yo era ya Isham Reddick.
El mejor sitio para encontrar la pista de Greenleaf era en los bares de la ciudad, en las cafeteras y
locales nocturnos. Como yo no poda dar vueltas por todas partes preguntando por Greenleaf, con la
posibilidad de alertarle, imagin un buen disfraz. Fui al Departamento de Licencias de Conducir de la
ciudad y solicit una licencia como conductor de taxi. No fue difcil; tras llenar varios formularios y
pasar el examen, me tomaron las huellas dactilares. Transcurrieron varios das mientras verificaban
los archivos; yo no posea ficha policaca, y por lo visto el verdadero Isham Reddick tampoco. Me
concedieron la licencia.
La ciudad de Nueva York posee tantas compaas de taxis como transentes, por lo que eleg una
de las ms importantes, la Eastern Circle Taxi Company, razonando que probablemente habra en ella
ms cambios de personal, y solicit trabajo nocturno. Me dieron un turno de doce horas, desde las
seis de la tarde a las seis de la maana, y tena que empujar un montn de chatarra pintado de color
naranja con crculos prpura en los guardabarros. El taxi renqueaba, resoplaba y jadeaba como una
lancha guardacostas entre el hielo. Pero yo era el recin llegado a la compaa y deba aguantarme.
Ser taxista es duro, sin diferencias para nadie. Empec a dar vueltas en torno a Manhattan, Bronx y
Brooklyn durante la primera parte de la noche. Necesitaba ganar algo para no reducir mi limitado
capital, y asimismo para demostrar que haba trabajado cuando comprobaban el cuentakilmetros y
el dinero cobrado por las maanas en el garaje. Sin embargo, despus de medianoche, evitaba todas
las carreras que poda. En cambio, detena el coche en alguna de las filas de taxis formadas delante de
los clubs nocturnos. All, charlaba con otros taxistas y vigilaba a los clientes que entraban y salan de
los locales. Buscaba a un tipo alto, delgado, con pelo gris y una nariz grande! Uno a uno, los taxis se
iban situando en el primer lugar de la fila, aceptando al primer cliente que sala del establecimiento.
Por regla general, cuando llegaba al segundo lugar, me largaba hacia otro club y repeta la misma
maniobra.
Todas las maanas, entregaba el dinero justo pero suficiente para no ser despedido. Lo que
cobraba en las carreras de la primera parte de la noche no justificaba la vagancia de ms tarde.
Ignoro por qu no me despidieron, salvo que haba escasez de conductores y posiblemente yo era
el nico que se conformaba a conducir aquel trasto viejo. El caso es que el encargado del turno de
noche me iba soportando, aunque siempre con la amenaza de despedirme al da siguiente.
Vi a muchos individuos que podan ser Greenleaf. Mas aunque respondan a la descripcin fsica,
fallaban cuando efectuaba alguna comprobacin. O eran desconocidos en el club, y yo me imaginaba
que Greenleaf tena que ser un parroquiano asiduo y conocido, y bien eran excesivamente conocidos.
Una noche cre haberle encontrado.
Ese tipo parece un gran seor le dije al portero del club. Quin es?
El portero mir al individuo de aspecto distinguido, de pelo gris, buena estatura y delgado, que
llevaba cogida del brazo a una buena hembra, y replic:
Es un ranchero.
Cmo se llama?
Cready. Yo le digo buenas noches, seor Cready, y me suelta diez dlares.
S, debe tener un buen montn coment, fingindome impresionado.
Oh, claro asinti el portero. Gasta la pasta como si la odiara. En su regin es un gran
personaje.
Contempl a Cready subir torpemente a un taxi, con la chica detrs, asindose al ranchero en
forma posesiva.
No sabe dnde paran? inquir casualmente.
Realmente, no me importaba la respuesta porque estaba pensando largarme de all y seguir a la
pareja.
Seguro dijo el portero, l vive en el Van Dyke Plaza como siempre que viene a Nueva
York mi interlocutor gui un ojo pensativamente. Lleva ya unos cuatro o cinco viniendo aqu.
Y cuando est en la ciudad, siempre se aloja en el Van Dyke Plaza.
Nada ms. Me encog de hombros, dando media vuelta para ocultar mi desaliento. Esto fue tpico,
de un modo u otro, de todos los casos en que cre haber hallado a Greenleaf. Naturalmente, ya saba
que utilizaba otro nombre.
Poco a poco empez a gustarme empujar aquel cacharro viejo por las calles, de noche. Aquellas
horas, teniendo que estar despierto toda la noche, era una vuelta a mi antigua forma de vivir. Tally me
pareca muy remota, y el agudo dolor por su prdida haba desaparecido. Mas el odio que yo
alimentaba por Greenleaf tena ya demasiado tiempo de vida para olvidarlo. El deseo de venganza
arda en m como siempre. El evangelio de mi execracin, la letana de sangre que yo haba recitado
demasiado a menudo, los conoca demasiado bien para olvidarlos. Yo era como el hombre que,
creyendo poco en religin, acaba convertido en un fantico.
Eventualmente, claro est, encontr a Greenleaf. Le encontr tal como siempre pens que le
encontrara. La primera vez que le vi, estaba ligeramente bebido bajo la marquesina del Copabonga
Club, discutiendo con una ramera rubia que haba salido con l del local. Greenleaf le dedic un
saludo galante, y sacando un mazo de billetes, separ unos cuantos. Tras dejarlos en la mano de la
mujer, la hizo subir a un taxi. Luego, regres junto al portero y le entreg otro billete. El portero
salud, sonri y dijo algo antes de silbar, llamando a otro taxi. Yo era el quinto de la fila, por lo que
no pude seguirle. Esper unos instantes y entonces salt de mi cacharro y me acerqu al portero.
Quin era ese zopenco? le pregunt, encendiendo un cigarrillo.
El portero, un gigante de casi dos metros, llamado Oozie, sonri.
Un rey del petrleo de Texas repuso. Y lleva consigo sus pozos.
Extendi la mano y me mostr un billete de veinte dlares.
La excitacin empez a dominarme.
Ojal hubiera podido llevarle dije, fingiendo envidia. Viene a menudo por aqu?
Oh, como una vez por semana.
Un cliente regular?
S, casi. Se present hace tres o cuatro meses. Probablemente, no tardar en regresar a Texas.
Tocante a Greenleaf, el tiempo era perfecto. Y el disfraz tambin. Texas y petrleo.
Cmo se llama?
Seor Ballard Humphries respondi el portero, imitando una especie de ladrido.
Vaya, cierra el pico re volviendo a subir el coche.
Di varias vueltas en torno al club esperando que el otro taxista reapareciese en la fila, mas no
vino, por lo que pens que seguramente habra cogido otra carrera a la vuelta. Como no saba su
nmero y la compaa a que perteneca, regres al Copabonga Club a la noche siguiente. All
estaba estacionado el taxi. Salt al suelo y me acerqu al otro vehculo, apoyndome contra la
portezuela. Saqu un paquete de cigarrillos y le ofrec uno al taxista, el cual lo acept y se lo coloc
detrs de la oreja para fumarlo en otra ocasin.
El taxista, un tipo corpulento, me mir.
Hola, chico dije por la ventanilla, qu tal el millonario de Texas que llevaste ayer?
Se encogi de hombros.
Todos son iguales contest.
S, excepto con el dinero.
Tienes razn permiti que una sonrisa distendiera sus arrugadas facciones. Me dio diez
pavos por la carrera y me oblig a guardarme el cambio.
Si la carrera era larga
Un pavo y medio hasta el East Side.
Ciudad arriba?
S, en la calle Ochenta y Nueve. Una casa baja a media manzana.
Conozco la calle ment. Y seguro que tambin la casa. Tiene una barandilla de bronce
desde la acera.
El taxista medit un instante y sacudi la cabeza.
No, no hay barandilla. La casa tiene una puerta de cristal cubierta con una reja de hierro.
Esto no quiere decir nada, chico murmur. En aquella calle hay muchas puertas como sa.
Maana dar una vuelta por all y seguro que ver la barandilla que acompaa a los peldaos del
porche.
Mi colega escupi desdeosamente por la ventanilla.
No. Es la tercera casa a partir de un edificio de apartamentos. En el mismo lado de la calle. Y
no tiene barandilla.
De acuerdo me resign, quiz tengas razn.
Al volver a mi taxi estaba contento, positivo, seguro, aunque todava tena que comprobarlo.
Poco despus, volv a saltar al suelo y me dirig hacia Oozie.
Oye, Oozie le espet al portero, te acuerdas de aquel millonario de Texas de anoche?
Cmo dijiste que se llamaba?
Humphries, por qu?
He estado pensando. Lo cierto es que estoy ms que harto de llevar ese trasto, y tal vez el seor
Humphries necesite un chfer. Quisiera pedirle trabajo.
Ah, pues adelante. Yo no te lo impido.
Y cmo lo hago? No puedo detenerle cuando salga del club. He de mostrarme diplomtico.
Tal vez si pudiese llevarle a alguna parte, mientras yo guo podra iniciar una charla
Sali del club un grupo de cuatro y Oozie tuvo que llamar al primer taxi, ayudando a subir a los
pasajeros; luego cobr la propina y cerr la portezuela. Haba perdido todo inters por m y estaba
impaciente.
Bien, muchacho, se es tu problema, no el mo.
Est bien, Oozie me encog de hombros. Pensaba hacerte una proposicin. Darte veinte
pavos ahora mismo le puse dos billetes de diez en la mano, si me das la oportunidad de llevarle
la prxima vez que se presente Humphries. Y si me concede el empleo, te regalar otros veinte.
Oozie me mir de arriba abajo.
A propsito pregunt, nunca te han hecho sangrar por la nariz?
Pas por alto esta observacin.
Cmo puedo ayudarte? inquiri.
Mira, a partir de ahora ya no me colocar en la fila expliqu. Estacionar en la esquina, al
otro lado de la calle. Cuando l salga, entretenle cuanto puedas antes de llamar al primer taxi de la
fila. Esto me dar tiempo de venir hasta aqu y cogerle por mi cuenta.
Los chicos se pondrn furiosos objet Oozie.
Dile al que pierda la carrera que le regalar diez moscos. Esto le calmar.
Est bien asinti Oozie, no muy convencido. Volvi a estudiarme de arriba abajo. Y no te
olvides de mis veinte.
Si consigo el empleo, son tuyos.
Humphries no volvi al Copabonga en toda la semana. Todas las noches yo aparcaba en la
esquina, al otro lado de la calle, como amartillado a la calzada. Todas las maanas, cuando iba a
entregar, el encargado me daba un escndalo, chillaba, y finalmente me despidi. No obstante, por la
noche volvi a admitirme y yo volv a mi espionaje.
Al fin, el martes siguiente por la noche, se present Humphries. Sali del club a las dos de la
madrugada, con una esbelta morenucha, que poda haber sido su hija, si bien pareca mucho ms
experimentada que su madre. Oozie les entretuvo, segn lo convenido, yo puse el motor en marcha y
me detuve delante del club con la portezuela prcticamente abierta.
Oozie les ayud a subir, y Humphries, con acento texano, me dio la direccin de la calle Ochenta
y Nueve. Al arrancar, l y la morenucha comenzaron a jugar en el asiento posterior. Tras llevar
varios minutos conduciendo, me aclar la garganta y dije en voz alta:
Perdn, seor, pero usted me parece un caballero muy educado.
Esta observacin cogi a Humphries por sorpresa, y por el retrovisor vi que s enderezaba en el
asiento. Gruendo, inquiri:
Hummm Quieres repetir eso, hijo?
Lo repet y aad:
Si no le molesta, seor, me gustara obtener unos informes y creo que usted puede
facilitrmelos.
Bien, adelante replic l. Si puedo ayudar a un ser humano, me siento muy dichoso.
Se trata de esto. A primera hora de esta noche, yo estaba descendiendo por delante del edificio
de las Naciones Unidas y cog a un caballero con su esposa. Creo que eran franceses y los llev
hacia arriba. El caballero hablaba un poco ingls, no mucho, y cuando salt del coche me dio un
billete y me dijo que me guardara el cambio. Era una buena propina, por lo que le di las gracias, y
entonces dijo algo en francs. Yo le pregunt: Qu ha dicho?, y l se ech a rer y contest en
ingls que haba dicho: De nada.
Me ech la gorra hacia la nuca y continu:
Bien, he estado pensando en ello, y me gustara recordar cmo lo dijo en francs. Sabe usted
acaso ese idioma, caballero?
Humphries se ech a rer a carcajadas.
Le dir la verdad expres. Me siento orgulloso de haberme diplomado en la Universidad
Cristiana de Texas.
Ya seguro, he odo hablar de ella. Tienen grandes equipos de rugby y ftbol y claro est,
de bisbol. Lo he visto en los noticiarios. Est en Waco, verdad?
Exacto asinti al momento. Y poseen grandes equipos. Bueno, como deca, estudi un
poco de francs y lo recuerdo perfectamente.
Oh, Ballard exclam la morenucha con admiracin, no me habas dicho que tambin
hablas francs. Esto es maravilloso
Pues, s, amiguita, lo hablo proclam Humphries, pavonendose. Y si mal no recuerdo, la
frase que debi pronunciar ese caballero francs, es il ny a pas de quoi.
La pronunciacin qued bastante malograda por un hipo.
La muchacha intent repetir la frase fonticamente.
Il ni a pa de cu bati palmas. Oh, es estupendo.
Buena chica sonri Humphries. T tambin eres estupenda.
Yo pensaba en otras cosas. Llevaba en el coche a un texano que hablaba francs. A un texano
graduado en la Universidad Cristiana de Texas, que la confunda con la Universidad Baylor. Porque
la Cristiana se halla en Fort Worth, y la Baylor en Waco.
Borracho o no, un texano autntico no puede cometer tamao error!
19
La acusacin haba dejado concluso su caso el da anterior. Denman, abogado defensor, haba
alegado que la acusacin deba retirarse al no haberse demostrado la culpabilidad del acusado ms
all de un lmite razonable. El jurado sali de la sala durante la discusin entre los dos abogados y, al
denegarse la mocin, regres a la sala.
Quiere el tribunal decirles a los seores jurados que la denegacin no les concierne, pues se
trata slo de una decisin del tribunal sobre una cuestin legal? solicit Denman.
Su Seora habl en este sentido.
En este momento prosigui el defensor tambin dejo de mi excepcin constancia para el
acta.
Su excepcin ser registrada accedi el juez. Adelante, por favor, seor Denman.
Con el permiso del tribunal, me gustara iniciar la defensa maana por la maana. Estamos
acercndonos al final de la sesin de la tarde y propongo que el tribunal aplace la vista hasta maana.
Cannon no protest y el juez se puso en pie y se retir a su despacho. Denman se acerc a su
cliente y le acompa hasta el cubculo que tena reservado detrs de la sala, con las ventanas
enrejadas. Delante de la puerta haba un agente de guardia. El abogado tom asiento a una slida
mesa de roble, bastante rajada. Su cliente, despus de encender un cigarrillo, se dirigi
indolentemente a la ventana, que daba a un respiradero. Denman estaba fatigado, y por un momento
estuvo sentado, casi hundido, en una silla, con la barbilla apoyada sobre el pecho. Finalmente,
levantando la cabeza, murmur:
Sintese, Humphries. Tenemos que hablar.
El individuo alto, de pelo gris, con el rostro profundamente arrugado, se apart de la ventana y
anduvo hacia la mesa. Tom asiento.
Oiga empez Denman con voz queda, desprovista de toda emocin, esta tarde hemos de
llegar a una decisin y de que sta sea acertada o no depender la salvacin de su vida.
El abogado hizo una leve pausa antes de continuar.
Antes de tomar esta decisin, deseo sostener con usted una ligera conversacin. Usualmente,
tengo mis propias ideas respecto a la inocencia o culpabilidad de un sujeto. Que sea culpable o
inocente no es cosa ma; mi deber es procurar que se le otorgue un proceso justo, segn est definido
por las leyes del pas y el Estado. Yo defiendo a los acusados dentro de mi mxima capacidad. Cuanto
ms s de un caso, mejor puedo preparar la defensa.
Denman volvi a callar unos momentos.
Pero que me maten exclam lentamente, si s qu pensar de usted, Humphries!
Afirm que no era culpable, verdad? replic el acusado.
El hombre a quien sorprenden con un cuchillo en la garganta de su vctima puede alegar lo
mismo gru Denman indignado. Mi creencia personal es que usted oculta algo o a alguien
al ver que Humphries empezaba a objetar, el abogado levant una mano, pidiendo silencio. He
estado sentado muchas veces en esta misma habitacin, Humphries. Mire a su alrededor: cun
grande es? Tres por cuatro metros? Dos ventanas pequeas con rejas. Mire esa desvencijada mesa
dos sillas y un guardia al otro lado de esta puerta cerrada. Pero esto es elegante, es un aposento
principesco en comparacin con lo que le espera luego. S, yo he estado aqu antes. Cuntas veces?
Cincuenta Cien No me acuerdo, Humphries. Al correr de los aos, todos los rostros de esta
habitacin parecen iguales, unos teidos ya con el color grisceo de los muros y los aos a venir
entre cuatro paredes, o con la imagen de la muerte estampada ya en el semblante. Le digo esto
deliberadamente para asustarle para poner en su corazn el temor de Dios. Se da cuenta de la
situacin en que se encuentra?
Denman se irgui en su silla, extendiendo las piernas, rectas y tiesas, ante l.
He visto hombres que entraron aqu con una fortuna ilcita escondida, hombres que se negaron
a hablar. Aguardaban la oportunidad de salir con vida y convertirse en individuos ricos. Algunos
murieron en la crcel, al cabo de los aos, antes de poder recuperar el dinero. Otros, dieron su
ltimo paseo a la silla proclamando que diran toda la verdad. Ya era tarde. Algunos han logrado
recobrar la fortuna slo para volver a ser capturados por la Polica.
No s de qu habla rezong Humphries.
Tampoco yo confes Denman con sinceridad. Ni siquiera lo adivino. Pero usted no me ha
dicho la verdad no me ha expuesto todos los hechos, no me ha contado nada! Usted y yo hemos
estado sentados durante una semana entera, mientras Cannon nos abrumaba con datos y testigos. Y
dnde estamos? Ninguna coartada! Ningn testigo ni siquiera uno slo! Dgame, y ahora
honradamente, le extorsionaba Reddick?
No! Humphries peg con fuerza sobre la mesa. Ya se lo dije! As Dios me salve, no me
extorsionaba. Nunca me pidi un centavo!
Supongamos continu Denman sin dejarse abatir, que es verdad. Pero poda saber
Reddick algo algo que pudiera usar para un chantaje?
Humphries no contest inmediatamente, y antes de su negativa transcurri una pequesima
fraccin de segundo.
No No tena nada contra m.
Denman lentamente se pas una mano agotada por el cabello.
Humphries murmur con voz sosegada, mire el caso que ha presentado Cannon. Afirma
que usted mat a Isham Reddick en el cuarto del horno con el revlver hallado en su cajn. Despus
de matarlo, lo descuartiz sirvindose del banco de trabajo, la lona y el hacha. El cuerpo fue
consumido en el horno, y usted dispuso de casi toda la ceniza. Incluso ha encontrado rastros de ceniza
en su coche. Como evidencia, tiene un dedo de Reddick, parte de la pierna, un diente, y posiblemente
su sangre. Despus del crimen, afirma, usted limpi el stano, y se lav y duch en el cuarto de bao
de abajo. Bien, por qu ocurri todo esto? Cannon afirma que Reddick le haca a usted objeto de un
chantaje. Tiene pruebas con su escritura de un pago de, al menos, ocho mil quinientos dlares
Reddick gastaba su dinero como un marinero de permiso. De dnde lo sacaba? Cannon asegura que
de usted. Varios testigos han declarado que Reddick lo dio a entender. Cannon ha demostrado que
usted no es de Texas, que carece de negocios all, que sus ingresos son misteriosos. De dnde
procede su propio dinero? Saba algo Reddick? Le pagaba usted para hacerle callar? Denman
sacudi la cabeza desmayadamente. Y an quiere usted que yo crea que no oculta nada!
Cannon no ha podido demostrar que yo tuviese un expediente criminal objet Humphries.
No concedi el abogado, no ha podido. Pero hay muchos individuos que han conculcado
la ley, que han cometido delitos que, de salir a la luz, les llevara a la crcel, y siguen en libertad.
Soy inocente! proclam Humphries. Reddick era un loco. Un loco furioso!
Y usted desea que el jurado crea que se mat, que se suicid, y luego se inciner l mismo en el
horno
El tono de Denman era sarcstico.
Pudo robar otro cadver la voz de Humphries era de incredulidad.
No sea ridculo! protest Denman. Crame, es imposible robar un cadver; ms fcil
sera penetrar en Fort Knox[4]. No, la acusacin posee pruebas sumamente peligrosas, mas no es sta
la cuestin. Lo que deseo saber, Humphries, es por qu POR QU.
Humphries se apart de la mesa.
No lo s
S lo sabe, Humphries, pero no quiere decrmelo. Es as, verdad? Humphries call, aunque
sacudi la cabeza. Est bien prosigui el abogado, encaremos la cuestin a decidir. Maana
empezaremos la defensa. No tenemos ninguna prueba que establezca una coartada para la noche del
veintids de noviembre o la madrugada del veintitrs; no tenemos testigos; ni tenemos otra teora
respecto a lo que sucedi.
Yo no tengo que declarar record Humphries.
Exacto asinti Denman, por regla general, en cualquier defensa, es mejor que el acusado
no declare. Pero maldita sea, hombre!, tenemos que hacer algo. Sin ninguna defensa, y si usted no
sube a declarar, el jurado se preguntar por qu. Denman estudi el muro pintado de color
parduzco que tena enfrente, siguiendo sus ojos una grieta que corra, muy estrecha, por uno de los
lados.
Pesadamente, se puso en pie y anduvo en torno a la mesa hasta situarse delante de la pared. Con un
dedo sigui la lnea, y por fin se meti la mano en el bolsillo y volvi a sentarse.
Hay grietas en todo el caso murmur lastimosamente. Y varias tambin en el caso
presentado por Cannon, pero no puedo taponarlas volvi a enfrentarse con su cliente. Bien, qu
le parece? Piensa jugarse la vida sobre el cuento que me larg?
Es la verdad replic el acusado. No puedo decir nada ms.
Est dispuesto a subir al estrado y contar eso? Luego, Cannon le destrozar literalmente.
Estoy dispuesto, si usted lo ordena.
Humphries, no quise decir eso. Mas no podemos hacer otra cosa. Slo con que uno del jurado
le crea a usted o a una parte de su historia estar usted salvado seguramente. S, es nuestra nica
oportunidad.
El guardia abri la puerta y Denman sali al corredor.
20
Tard una hora en conseguir que Greenleaf, o mejor Humphries, me concediese un empleo. La
primera noche, cuando le llev a su casa, jugu con su vanidad. Al llegar delante de la mansin, salt
al suelo y abr la portezuela posterior, ayudndole a salir y mientras tanto le quit el billetero del
bolsillo posterior del pantaln.
A las doce del da siguiente estaba de nuevo en su casa. Me abri la puerta una criada, y al cabo de
unos minutos Humphries entr tambalendose en el saln, llevando un batn de seda, y con expresin
desdichada. No pareci reconocerme.
Me llamo Reddick, seor me present. Anoche le traje aqu en mi taxi. Despus, encontr
su cartera en el asiento trasero. He venido a devolvrsela.
Se la entregu, y la mir casi sin verla. Por fin la abri y cont los billetes. Haba casi quinientos
dlares en billetes de diez y veinte, todos nuevos! Yo ya los haba contado la noche anterior.
Bien gracias murmur. Contempl la carterita con ojos vacuos. Todava no me haba
dado cuenta Acabo de levantarme. Anoche fue terrible
S, seor asent, mirando a mi alrededor.
Era una estancia amplia, con un techo muy alto y antiguo. Los muros estaban pintados de verde, y
haba una chimenea monumental, estilo italiano, sumamente recargada, que dominaba la habitacin.
Humphries fue hacia un silln Imperio y se hundi en l. Cogi cinco billetes, de veinte, y me los
entreg.
Aqu tiene la recompensa por haberme devuelto la cartera dijo.
Gracias, seor contest, pero es demasiado. Con veinte dlares tengo bastante.
Sus ojos inyectados en sangre me miraron sorprendidos.
Es usted un hombre honrado!
S, seor, en efecto. Y usted parece enfermo. Dnde est la cocina, seor?
Humphries hizo un gesto, indicando el fondo de la casa. Yendo hacia el sitio indicado, encontr
una cocina espaciosa y pintada de blanco, con un refrigerador elctrico. Abr una lata de jugo de
tomate, lo vert en un vaso y aad dos cucharadas de Worcestershire, con una pizca de pimienta roja.
Cuando volv al saln, Humphries estaba sentado en el mismo sitio, con los ojos cerrados. Le
sacud, tom el vaso y lo apur. Estuvo inmvil unos instantes, trag saliva bruscamente y movi la
cabeza en una reaccin retrasada.
Hermano, lo necesitaba, vaya resaca! intent levantarse y volvi a caer dbilmente. Le
estoy sumamente agradecido y ahora voy a vestirme.
Le ayudar a subir, seor me ofrec.
Empez a protestar; sin hacerle caso le cog del brazo y le ayud a ponerse en pie.
No tengo nada que hacer expliqu.
Ya arriba, mientras l estaba estpidamente bajo la ducha, eleg un traje del armario, una camisa y
ropa interior. Luego, le ayud a ponrselo todo.
Lo que usted necesita, seor Humphries un caballero tan acaudalado como usted, es un buen
hombre que le ayude. Si puedo hablar con franqueza, ya estoy harto de conducir aquel cacharro.
Dgame, tiene usted coche?
No gru, resulta difcil conducir en esta maldita ciudad.
No lo es con un buen chfer observ. Alguien que mantenga el auto en buen estado, y que
le lleve a usted a todas partes hice una pausa y agregu: Y que le recoja a usted, claro a
cualquier lugar y a cualquier hora del da y de la noche. Vaya, es algo sumamente necesario. Ya sabe,
resulta peligroso ir andando por la ciudad a altas horas de la noche llevando tanto dinero como
lleva usted.
Bobadas!
No, seor. Necesita usted a alguien que le mantenga a salvo en su casa de noche, alguien que le
ayude en casa por el da. Un hombre as no tiene precio, seor. Y, si me permite decirlo, yo soy este
hombre y estoy a su disposicin.
Humphries mir torpemente en mi direccin.
Es usted casado?
No, seor repuse vivamente, aunque sent la bilis en mi garganta. Estoy solo.
Y su familia?
Llevo aqu trabajando largo tiempo, pero mi familia est en Rocky, Colorado.
Cmo se llama?
Se lo dije: Isham Reddick. Frunci el ceo unos instantes, y no supe si estaba complacido,
disgustado, o era slo por la resaca. Poco despus murmur:
No hay mucha servidumbre aqu, Reddick. Slo una criada, una mujer de limpieza, y un
hombre para todo, a horas. No es mucho, y tal vez podra emplear a otra persona. Cunto quiere
usted cobrar?
Trescientos al mes, seor.
Le ofrezco doscientos cincuenta y habitacin. Yo slo tomo el desayuno, aunque usted puede
comer aqu.
S, seor. Acepto.
Aquella tarde fuimos a comprar un coche. Yo estaba ansioso por saber qu hara, pero Humphries
era cauteloso. En vez de adquirir un Cadillac, opt por otro ms pequeo, un coche de tipo medio
un sedn negro con aplicaciones blancas. No me sorprendi, pues ello confirmaba mis suposiciones.
Un hombre tan rico como aparentaba ser Humphries, no habra vacilado en pagar un precio alto. Mas
Humphries tena que pagar con un cheque personal. Le habra sido imposible pagar con billetes de
diez o veinte dlares, de modo que estaba obligado a hacerlo con un cheque contra su cuenta
corriente que no deseaba agotar. Sin embargo, por lo que a m concerna, lo mismo poda haber
comprado una lancha a motor, y yo le habra conducido por la Quinta Avenida.
Aquella tarde me traslad a una habitacin de la servidumbre, en el piso alto de la casa. Con la
puerta cerrada, pude relajarme por primera vez. Estaba temblando, de odio y triunfo. Me esforc por
sosegarme, aunque hubiera querido aporrear las paredes y gritar por la escalera. Tras recobrar el
dominio de mis emociones, pens en Humphries, analizando lo que haba visto. Sus ojos, de prpados
gruesos, no eran grandes, y se hallaban muy hundidos en su cara; la nariz, tan larga como la que me
haban descrito, se abultaba ligeramente en el puente, dndole un aspecto de ave de presa; y sus labios
eran una combinacin de crueldad y sensualidad. El labio superior era delgado, recto y muy estrecho,
y el otro, grueso y delgado. Sin embargo, e indiscutiblemente, aquel hombre posea un aspecto
distinguido.
El mayor problema consista en no descubrirme. En mi papel de taxista y actualmente chfer de
Humphries, haba aceptado mi disfraz si mereca ese nombre. No dio muestras de haberme visto
antes, ni aludi a algn parecido familiar. Me convenc de que no sospechaba nada aunque no crea
que Humphries pudiese confiar en algo o alguien en toda su vida. Estando como estaba decidido a
matarle, tema que Humphries pudiese leer esta decisin en mi semblante. En consecuencia, me
esforc en mostrarme servil haciendo todo lo posible para complacerle, sin alterar mi expresin. Y
le gust.
Aquella noche, ya tarde, con el desprecio y el odio en mi corazn, estuve sentado en mi cuarto,
fumando y considerando el mejor mtodo de matarle. Si bien gozaba pensando que poda
estrangularle con mis propias manos, haciendo su agona penosa y lo ms larga posible, saba que
haba un fallo. Aunque Humphries tena unos veinte aos ms que yo, tambin era ms alto y
corpulento y posiblemente ms fuerte. Pero me gustaba pensar en mis manos como posible
instrumento de muerte, as como en pistolas, cuchillos, instrumentos romos y todas las posibles
variaciones.
De todos modos, estaba decidido a escapar a las consecuencias de su muerte. Sera para m una
satisfaccin muy pequea ofrecerme para el sacrificio despus de su muerte. No, esperaba rehuir la
ley, y con esto en la mente empec a planear un mtodo con el que eludir a la justicia despus de
asesinar a Humphries. Determin que Isham Reddick fuese un carcter definido, concreto, dndole un
motivo para matar a Humphries; luego, Reddick desaparecera completamente. Mientras la Polica
buscase a Isham Reddick, el chfer de cejas claras, bien afeitado, faltndole un diente, y llevando
gafas gruesas, yo, de la noche a la maana, volvera sencillamente a ser Lew Mountain.
Era un buen plan e inmediatamente lo puse en accin. A medida que iba edificando el fondo del
proyecto un poco aqu, un poco all mantuve mis ojos bien abiertos para averiguar el otro
cmplice de Humphries: el impresor. Humphries iba todos los das al centro, llevndole yo, y
usualmente dejaba el coche hacia la mitad de Manhattan. Yo intent dejar el auto a mi vez, para
seguirle, y volver antes que l, mas esto resultaba muy difcil. En varias ocasiones, no obstante,
consegu verle cerca del lugar donde le haba dejado. Por lo que logr descubrir, despus de seguirle
todo el da, se dedicaba por completo a pasar los billetes de diez y veinte dlares, comprando
innumerables artculos de poco precio, que muchas veces arrojaba inmediatamente. Sin embargo,
Humphries pareca poseer un depsito inagotable de billetes. Yo haba registrado la casa de arriba
abajo, desde el tico al stano, buscando el lugar donde los esconda. Registrar una mansin grande
no es tarea fcil. Y dediqu a ello muchas horas, puesto que slo poda registrar algunos minutos
cada vez. Siempre tena a mi alrededor a la criada, a la mujer de la limpieza, o al hombre para todo, y
no poda despertar sus recelos.
La casa de la calle Ochenta y Nueve Este era alquilada, totalmente amueblada, a una familia
acaudalada que resida en Connetticut. En consecuencia, no crea que Humphries tuviese acceso a
paos de pared deslizantes, cuartos secretos y pasadizos escondidos. Era simplemente una hermosa
casa, y despus de mi bsqueda estuve convencido de que si Humphries hubiese hallado un sitio
donde esconder el dinero, yo tambin lo habra encontrado.
Sin embargo, tard bastante en descubrir cmo Humphries obtena sus billetes del impresor.
Diariamente, mientras estaba por el centro de la ciudad, yo registraba su aposento y todo lo suyo.
Esto no poda provocar ningn comentario de Mary Deems o la seora Lightbody, ya que yo
trabajaba tambin como ayuda de cmara. No hall dinero en las ropas de Humphries ni en su
habitacin, y jams encontr el menor atisbo de correspondencia ni pista alguna. Excepto una vez.
Junto al lecho de Humphries haba un telfono con lnea directa al exterior; adems, haba en la
mansin varias extensiones. Aunque el del dormitorio no posea extensin, no haba en l nada
misterioso, ni era su nmero ningn secreto. Sobre la mesita, al lado del telfono, haba una libreta.
Un da, descubr unos trazos en el bloc. La hoja de papel de encima, en la que haba escrito las
palabras originales, haba sido arrancada dejando una identificacin en la hoja de abajo. Pude leer las
palabras: Magarian-2:00. Dej el bloc en su sitio y baj a la terminal del autobs.
En las cabinas telefnicas de dicha terminal, se hallan todos los listines de Nueva York, as como
los de las ciudades vecinas de Nueva Jersey y Connetticut. Haba bastantes Magarian alistados, mas no
la Magarian Printing Company. Obviamente, no poda averiguar nada, de modo que regres a casa.
Pens pedirle ayuda a Dave Sherz, mas por entonces ya haba decidido que un asesinato es tarea
solitaria.
Por regla general, a las diez de la noche, recoga a Humphries en un caf, despus de cenar l, y
le llevaba, junto con una chica a una sala de fiestas. Tras dejarle all, me ordenaba regresar a buscarle
a una hora determinada. Entonces, yo sola apostarme en la esquina, lejos del club. Luego, pasaba tres
o cuatro horas aguardndole. La mayora de las veces, cuando salan, la chica estaba tan bebida que
tena que llevarla prcticamente sobre los hombros. Las mujeres todas eran iguales: muy bonitas de
cara, muy maquilladas, con los instintos rapaces de los gavilanes muy desarrollados. Siempre me
sorprendi que Humphries consiguiese encontrar tantas, y eventualmente decid que seguramente
seran call-girls[5]. A menudo, Humphries se llevaba la chica a casa, aunque a veces le daba dinero
dentro del coche, llevndola luego a un taxi. En algunas ocasiones, alguna acompaaba a Humphries
hasta la casa, y despus yo la conduca a su domicilio. Invariablemente, vivan en una pensin barata
del centro.
Cuando descubr el mtodo de Humphries de obtener el dinero, se debi a un error mo. Nunca lo
hubiese adivinado, a no ser porque Humphries entr una noche en un nuevo club que careca de
puerta posterior. l y la chica llevaban ya varias horas dentro. Yo aguardaba en la esquina, como de
costumbre, cuando vi a Humphries salir apresuradamente. Cogi un taxi y se larg en direccin
opuesta a la ma. El taxi dobl la otra esquina y desapareci, y cuando yo llegu al cruce ya no estaba
a la vista. Volv a mi esquina y esper. Al cabo de media hora, Humphries estaba de vuelta en el club.
Entonces lo imagin todo. Lo referente a los clubs y a las chicas. Humphries emborrachaba a su
acompaante, se levantaba de la mesa, corra a visitar al impresor, y volva. La chica, borracha, no
saba si l haba estado ausente tres minutos o treinta, por lo que siempre poda establecer una
coartada para la velada.
Despus de esto me dediqu a vigilar las salidas laterales o posteriores de todos los clubs, e
invariablemente Humphries apareca, tomaba un taxi y yo le segua. Slo tardaba unos minutos en
llegar a un drugstore o un restaurante, a cualquier sitio dejando que el taxi aguardase fuera.
Humphries penetraba en el local y no tardaba en salir. Volva a subir al taxi. De vuelta al club! Era
muy sencillo, pues jams tena que acercarse siquiera a la imprenta.
Seguramente, de da, Humphries llamaba al impresor y le comunicaba a qu club pensaba acudir
por la noche. Luego, concertaban la cita para algn sitio prximo a aqul, y el impresor le entregaba
el dinero a Humphries rpidamente. Nunca asist a la transaccin, ni vi al impresor; era peligroso
seguir a Humphries tan de cerca, puesto que poda verme. Despus de espiar a Humphries y observar
su rutina varias veces, por pura precaucin, dej de seguirle.
Comprend, con sardnico placer, que Humphries no sacaba ningn gusto de la vida. Trabajaba
mucho durante el da para cambiar los billetes, a fin de pagar el gasto de la casa y los sueldos
relacionados con ella. Y constantemente trabajaba bajo la tensin de un posible tropiezo o
descubrimiento. Todas las noches, se diriga a un caf, escoga a una chica, estableca la coartada, y
se pona en contacto con el impresor. No tena oportunidades de trabar amistades ni descansar o
relajarse. Slo poda beber. Humphries se hallaba en un laberinto, corriendo mucho y siempre sobre
el mismo sitio, para ir viviendo. Naturalmente, gastaba mucho en ropas y joyas, pero aparte de esto,
dnde estaba el goce, si solamente las prostitutas y su ayuda de cmara podan admirar aquel lujo?
En la fiesta del cuatro de julio [6], Humphries anunci que se iba a un albergue situado cerca de
Bear Mountain, por unos das. Yo tuve que llevarle all, y despus de sortear el denso trfico de
Nueva York, cortando por Nueva Jersey, volvimos al Estado de Nueva York. Durante el trayecto,
Humphries sac un cuaderno del bolsillo, escribi algo y me dio una hoja de papel.
Le llamar para que venga a recogerme gru, cuando est dispuesto a regresar. Si ocurre
algo en casa, llmeme. Entendido? Indic el papel. Aqu tiene el nmero de telfono.
Qu puede suceder, seor?
Bruscamente irritado, salt del coche con impaciencia, y yo le segu al albergue acarreando el
pesado equipaje.
Cmo puedo saber si ocurrir algo o no? Pero si pasa alguna cosa, llmeme.
S, seor le asegur.
Ya en el coche, examin la nota. Humphries haba garabateado: Reddick Bear mt. 8500. Bear
Mountain 8500 era el nmero del albergue. Lo haba escrito en una hojita de papel azulado y
deliberadamente, arranqu un borde. Cuando hube terminado de hacerlo, le: Reddick mt. 8500.
Met cuidadosamente el papel en mi bolsillo.
Al regresar a la ciudad, me detuve en casa Duval, una tienda de objetos de magia de la Octava
Avenida cerca de la calle Cuarenta y Cuatro.
Como todas las tiendas de magia profesionales, estaba situada en el segundo piso del edificio,
para impedir que entren a comprar personas que no pertenecen a la profesin. Esas tiendas se
especializan en fabricar artculos y actos mgicos altamente complicados, vendiendo muy pocos cada
ao, aunque tambin venden otros productos ms populares. En la tienda Duval, siempre haba el
mismo encargado, Harry Lohr, y yo adquira regularmente all todo lo que necesitaba. En la mayora
de tales establecimientos, permiten que los parroquianos guarden sus tiles, cuando no los usan o no
tienen contrato y ellos se encargan de tenerlo todo en buen estado. Cuando entr en casa de
Humphries, llev mi bal teatral a casa de Duval, para que lo guardase. La tienda est siempre abierta
hasta tarde. Me met las gafas en el bolsillo, y mantuve el labio hacia abajo para disimular la falta del
diente. Al entrar, me salud Harry:
Qu te pasa, Lew? Pareces otro muchacho.
Oh, ms joven brome. Me he afeitado el bigote para poder coger la bala con los dientes
le espet.
Era una broma antigua. Unos aos atrs, apareci un inventor con una composicin que se
disolva tras pasar a travs de un cristal de medio centmetro de espesor. Una bala hecha con tal
sustancia poda pasar a travs del cristal, dejando un agujero, y desaparecer luego sin dejar rastro. Un
ilusionista, con una bala autntica en la boca, poda crear la ilusin de coger la verdadera bala con
los dientes, despus de haber sido disparada una pistola a travs del cristal. S, era un truco de
primera clase. El fulano que lo invent le vendi la idea a Harry. ste adquiri la sustancia adecuada
y me ense el truco. Me gust, y mientras lo ensayaba, se me agot uno de los ingredientes de la
composicin para imitar las balas. Harry telefone al nmero que el inventor le haba dejado, pero el
tipo se haba largado. No conseguimos encontrarle, ni volvimos a verle nunca ms ni le vio nadie
ms. Porque ese truco no lo ha hecho nadie jams.
El tercer cuarto hacia el fondo me indic Harry. Lo encontrars t mismo.
Pas por en medio de habitaciones llenos de estanteras repletas, cofres atestados, disfraces,
mscaras, y medio siglo de coleccionar todos los artculos necesarios para crear ilusiones en un
escenario. Llegu a una habitacin casi desnuda, donde slo haba una media docena de bales
reforzados. No tuve dificultad en reconocer el mo. Del mismo saqu un montn de billetes de teatro,
no los ordinarios de color verde y naranja que se ven en las tiendas de magia, sino unas imitaciones
muy razonables de billetes autnticos, en cuanto al color y el tamao. Naturalmente, aquellos billetes
estaban cubiertos con una escritura falsa, con palabras de doble sentido y retratos distintos de los
reales. Nunca hubiera podido pasar por dinero autntico, pero los ilusionistas sustituyen los
verdaderos por stos cuando fingen romper, en tiras los de un espectador ante los ojos del auditorio.
A corta distancia, es difcil observar las diferencias. Mi bal estaba lleno de miles de artculos
semejantes, pero finalmente consegu cerrarlo de nuevo.
Ya en mi cuarto del piso alto, envolv el rollo de billetes falsos con otros autnticos de mi
propiedad. Form un montn que hubiese impresionado incluso a un Banco!
A la noche siguiente llev a Mary Deems a un cine y a cenar. Era una mujer muy agradable que
sala muy poco de casa y estaba ansiosa de complacerme. Cuidadosamente, fue pidiendo los platos
ms baratos de la minuta; sin embargo, yo tena que ensearle el fajo de billetes, cosa que hice a la
primera ocasin. La vista de tanto dinero casi la asust. Era lo que yo quera.
Llevaba Humphries tres das fuera, cuando la maana del cuarto le una noticia en la pgina nueve
del diario matutino. La noticia deca que un hombre identificado como Adrin Magarian, propietario
de la Imprenta Inland, haba sido hallado muerto en su despacho. Por lo que le, la imprenta era una
tiendecita situada cerca de la calle del Canal, y la Polica crea que la muerte se deba a un atraco.
Haban golpeado a Magarian en la cabeza, saqueando la tienda. A juzgar por el lugar donde haban
publicado la noticia, quedaba patente que Magarian no era un tipo importante.
Decid que la Polica no haba encontrado las planchas falsas de Humphries, de lo contrario la
noticia habra merecido los honores de la primera plana. Me pregunt si le habra liquidado
Humphries u otra persona, para robarle. Me inclin por la teora Humphries, ya que segua su
norma: nada de cuchillos ni pistolas. Entonces quise saber cul era su reaccin, y le llam al 8500 de
Bear Mountain, el nmero que me haba dado. Cuando se puso al telfono, le manifest:
Seor, no s si es algo importante, pero he preferido molestarle.
S, qu pasa?
Su gruido me son algo forzado.
Un tipo acaba de llamar a casa expliqu, preguntando por usted. Contest que estaba usted
fuera de la ciudad. Tambin quera saber si yo poda ponerle en contacto con alguien llamado
Magarian.
Cmo?
Magarian.
Hubo una larga pausa.
Nunca he odo ese nombre dijo l al fin. Quin llamaba?
No lo s. No quiso decirlo.
Sabe si volver a llamar? la voz de Humphries apareca indiferente.
No lo dijo.
Al cabo de un momento, Humphries observ:
Por qu me ha llamado?
Usted me orden hacerlo si ocurra algo.
Y bien, qu ha ocurrido?
Nada admit servilmente, salvo que llam ese tipo. Y pens que poda ser importante.
Pues no lo es replic Humphries, recobrando su caracterstico gruido texano.
Incidentalmente aadi con tono casual, ya estoy harto de estar aqu. No he puesto los pies fuera
desde que llegu; creo que ser mejor que venga a recogerme esta misma tarde.
S, seor.
Ni entonces ni ms tarde le mencion la noticia del peridico, ni l se refiri jams a ello. Sin
embargo, nunca logr apartar de m el convencimiento de que Humphries haba usado su excursin a
Bear Mountain como una coartada, para poder regresar calladamente a Nueva York y liquidar a
Magarian. Lo cierto era que el impresor estaba muerto, y yo no tard en descubrir que Humphries
segua en posesin de las planchas.
Que Humphries conoca a Magarian y saba que haba muerto lo demostraban sus actos de
omisin. Durante varias semanas, hasta pasado el primero de agosto, Humphries no frecuent ni
cafs ni clubs nocturnos. Luego, de pronto, volvi a su antigua rutina de escurrirse a medianoche de
los clubs, por lo que comprend que haba encontrado otro impresor.
Mientras tanto, yo iba desarrollando mis planes. Como motivo para que Isham Reddick matase a
Humphries escog el chantaje con un caballo. Usualmente, es el chantajista el muerto, no la vctima.
Bien, yo cambi esta norma, ya que el chantajista matara a la gallina de los huevos de oro. La Polica
se imaginara que yo haba llevado a mi vctima hasta el fin de la resistencia, y que para impedir que
se revolviera contra m, lo haba matado. Enseando mi fajo de billetes por toda la casa, dej caer
ciertas insinuaciones referentes al origen de mi fortuna. Deliberadamente le prest dinero al hombre
para todo, un verdadero asno. Para adornar el cuento, cog un sobre que llen de cifras fantsticas,
incluyendo el nmero 8500 con el exclusivo fin de que lo encontrara Lightbody. Supuse que ms
adelante se acordara y lo mencionara en el momento oportuno.
Aunque mis tres mil dlares se iban agotando vertiginosamente, era necesario que mi historia
fuese convincente. La Polica tena que creer que yo estaba exprimiendo a Humphries como un limn.
Para dejar un rastro claramente marcado, adquir un reloj de pulsera, de oro, varias joyas, trajes,
equipo deportivo, y todo lo que se me ocurri; no estaba seguro de que la Polica descubriese todas
mis compras, pero saba que al menos se enterara de algunas.
En una cosa comet un grave error. Era importantsimo que tuviese una dentadura completa el da
que saliese de casa de Humphries despus de matarle. La Polica buscara a un hombre al que le
faltaba un diente. Pero no me acordaba del sitio dnde haba dejado el mo postizo. No recordaba
haberlo visto desde que me traslad a casa de mi futura vctima, ni pude encontrarlo. En
consecuencia, tena que hacerme otro. Comprenda que el dentista poda recordar haberlo fabricado y
que, por tanto, posiblemente se lo comunicara a la Polica. Lo cual alterara la descripcin que
haran circular de mi persona, mas decid que el dentista seguramente tardara varios das en acudir a
la Polica, lo cual me dara un buen adelanto para huir.
Llam a un odontlogo llamado Boss y fui a verle. Tratando de pasar lo ms inadvertido posible,
me atuve a mi papel de Isham Reddick, un chfer pobre, muy trabajador. Como tena que dar una
direccin y un nmero de telfono, no me atreva a utilizar un nombre falso por si Boss llamaba
alguna vez, quiz para anular una visita. Si sospechaba de m, me recordara antes. Bien, me entreg
un nuevo diente.
Todava tena que decidir por qu mtodo matara a Humphries. Haba estado tan ocupado
buscando la mejor forma de protegerme, que continu demorando aquella solucin final. Finalmente,
llegu a la conclusin de que lo mejor sera dar el golpe estando fuera de la ciudad, determin
desnudar el cadver y esconderlo donde pudiese pasar desapercibido algunos das. Esto me
concedera an ms tiempo para desaparecer. Sin embargo, Humphries no mostr deseos de salir de
la ciudad.
Poco despus del primero de noviembre, comenc a sugerir unas vacaciones cortas, anhelando
despertar en l una sensacin de cansancio. Indirectamente, recomend un viaje a Virginia, pero se
neg a morder el cebo. Cada da se mostraba ms taciturno y sombro. Cuando le conoc, Humphries
era un hombre expansivo, farolero, casi siempre borracho. Desde su regreso de Bear Mountain, en
julio, se haba ido deteriorando. Posiblemente le tena preocupado la idea de que alguien estuviera
enterado de sus relaciones con Magarian; o tal vez la tensin de tener que pasar, todos los das, los
billetes falsos, le estuviera debilitando. Lo cierto era que la exuberancia del falso texano se iba
extinguiendo; ocasionalmente, abandonaba su falso acento sureo y mostraba menos inters en
mantener su apariencia.
La escalera bostezaba ante nosotros. El pie del tramo de peldaos estaba como lavado por el
reflejo de la luz procedente del cemento del suelo, mientras que la escalera en s se hallaba envuelta
en sombras. La bajada era muy empinada, y al lado derecho haba una barandilla. Me cambi el
revlver a la mano izquierda, y me as de la barandilla al descender. Delante de m, Humphries tena
la cabeza al nivel de mi pecho, y el sudor de su persona, el agrio olor del miedo, flotaba en el aire. Su
olor me volva loco y le empuj con el revlver. Lentamente, con las piernas movindose al unsono
en el mismo ritmo macabro, fuimos bajando, peldao a peldao.
Cuando Humphries lleg al suelo del stano, gimi en voz alta y se detuvo de pronto,
agachndose, y volviendo a erguirse con un destellante arco de luz a su costado. Instintivamente,
agach la cabeza y alargu la mano derecha para apoyarme contra el poste del final de la escalera.
Un instante ms tarde, el hacha se hunda en la madera, y Humphries caa al suelo.
Yo continu apoyado. Mir inquisitivamente la pistola que tena en la mano No recordaba haber
disparado. No haba olor a plvora en mi nariz, ni en mis odos el eco del disparo. De pronto, tuve
conciencia del calor de mi mano derecha. Involuntariamente mov la mano, sostenindola delante de
mis ojos. Me faltaba parte de un dedo de la mano derecha. La sangre manaba de la herida a
borbotones. La parte cortada se hallaba en el suelo, junto al poste de la escalera. Ofuscadamente, le
propin un puntapi al cuerpo inmvil de Humphries. No se movi. En mi mano no senta ninguna
sensacin, y anduve sin rumbo por el cuarto del horno, buscndome el pulso de la mueca e
intentando detener el flujo de sangre. De repente, empec a pensar con claridad y raciocinio. Las
telaraas del odio, la ira enloquecida que haban retorcido durante tanto tiempo mis ideas, se haban
desintegrado, disolvindose finalmente con las gotas de sangre que iban sealando mis pasos,
enrojeciendo el suelo del stano.
Volviendo a donde estaba tendido Humphries, me arrodill a su lado. Todava estaba inconsciente,
pero escuch el jadeo irregular de su respiracin en medio del silencio. Abr el cilindro del revlver
y hall las balas intactas.
Dando un suspiro de alivio, comprend que no haba disparado contra Humphries.
ste se haba desvanecido a causa del choque del miedo. En un ltimo y consciente esfuerzo,
haba cogido el hacha del suelo, hacha que Lightbody utilizaba para cortar los leos, y la haba
arrojado contra m en un desesperado intento de defensa. Y en el mismo instante, se haba desmayado.
A veces, criminales empedernidos se han desvanecido tambin. Casi inmediatamente comprend algo
ms; ah tena a un hombre que haba cometido al menos tres asesinatos, o era responsable de ellos, y
haba escapado al castigo. Sin embargo, la justicia poda an quedar satisfecha.
Segn mi reloj, eran casi las diez y media de la noche del veintids de noviembre. Encend un
cigarrillo y me sent en el ltimo peldao de la escalera para meditar. Las mayores ilusiones se
componen, a partes iguales, de las cosas que uno ve y de las que no, como yo bien saba. Obviamente,
no poda dejar todo mi cuerpo, pero s algunos rastros que demostrasen que lo haba dejado entero.
La ilusin creara un asesinato cometido y casi borrado por completo!
Cogiendo el hacha, pas al cuarto contiguo, una especie de lavandera, donde se guardaban las
herramientas en un cajn. Pegu varios cabellos mos, manchados de sangre, al filo del hacha, y
limpiando el mango en la manga de mi chaqueta, la met en el cajn. Junto a la lavandera haba un
cuarto de bao. Estando de pie sobre el lavabo un par de minutos, dej que se formase un reguero en
el mismo, hacia el desage. Luego, dej ms manchas por el cuarto, hasta que me vi obligado a
suspender la operacin. Ya haba perdido demasiada sangre. Con un trozo de bramante me at el dedo
lo ms fuertemente posible para detener la hemorragia, y vend el extremo de la herida con mi
pauelo.
Tema enormemente que Humphries recobrase el conocimiento. Debajo de la escalera del stano
haba una pequea alacena donde se guardaban los leos de las chimeneas. En la parte exterior de la
puerta haba un cerrojo muy pesado. Levant a Humphries, lo arrastr hasta la alacena y lo dej
encerrado.
Volv a mi cuarto de arriba y hall un par de guantes de conducir. Me los calc y rellen el dedo
hueco con algodn. Luego, me puse un abrigo. Cog el coche, por segunda vez aquella noche, y volv
a la tienda Duval. Harry me abri, sin mostrar ninguna sorpresa por mi tardo retorno all. Del fondo
del bal saqu a Ornar mi esqueleto. Slo Dios sabe quin haba sido Ornar. Yo lo haba adquirido
completo, con las articulaciones unidas por alambres, a Harry Lohr diez aos antes, para realizar un
truco consistente en la desaparicin de un ser humano. Harry haba comprado Ornar a un ilusionista
mucho antes, pero Ornar era un esqueleto autntico, no una composicin de pasta. Le quit la tibia, y
romp los extremos. Mientras devolva el esqueleto al bal, record de repente el cajn donde
guardaba otros muchos objetos.
All encontr el diente perdido. Lo haba metido en el bal, tal vez por la fuerza de la costumbre,
el da en que me traslad a la calle Ochenta y Nueve. Tras guardarlo en mi bolsillo, coloqu la tibia
de Ornar plana contra mi trasero, sujetndola con el cinturn. Con el abrigo, era imposible ver nada
sospechoso. Me empezaba a doler terriblemente la mano, y estaba ansioso de marcharme, pero an
tena que efectuar otras maniobras.
Conduje por la ciudad, buscando una cafetera de servicio permanente, y evitando cuidadosamente
las zonas altas y medias de Manhattan. Hall cuatro abiertas, y en cada una compr cinco libras de
ternera[7]. Luego, con veinte libras de carne, la tibia de Ornar y el diente postizo volv a la casa.
Cuando llegu era ms de medianoche. Inmediatamente encend un gran fuego en el horno y,
destrozando el banco de trabajo, lo met dentro; una lona que se usaba cuando pintbamos, tambin
aliment el fuego despus de haber arrancado cuidadosamente un fragmento con manchas de
sangre. El dolor del dedo suba ya por el brazo, y el extremo, descolorido e hinchado por efectos del
torniquete improvisado, me obligaba a suspender de cuando en cuando las operaciones. Se haba
apoderado de m una intensa debilidad, y lleg a parecerme imposible que pudiera llevar a cabo todo
lo que tena proyectado para crear la ilusin. Mi cabeza me daba vueltas. Me esforc por subir a los
pisos altos de la casa, para buscar entre los botiquines. En el cuarto de Mary Deems encontr un
frasco con tres pastillas de codena. Me las tom a la vez, y sirvieron para aliviarme el dolor, o al
menos adormecerlo hasta el punto de poder continuar con mi tarea. Tambin efectu un
descubrimiento importante. En el mismo botiqun encontr un frasquito con ter, que Mary empleaba
con propsitos de limpieza, para quitar manchas. Me llev el frasquito al cuarto del horno.
Lo mantuve crepitando, forzando la corriente, y a las cuatro el fuego ya haba consumido buena
cantidad de carbn. Quit las cenizas, que met en un cubo. Llev ste al coche, arranqu y delante de
un edificio de apartamentos dej el cubo disimulado entre otros. No obstante, en el piso del auto haba
quedado la impresin del cubo y algunas cenizas.
El amanecer no estaba lejos. Examin a Humphries, todava dentro de la alacena, y decid que
sera mejor llevarlo arriba, cuando me quedaban fuerzas. Al tocarlo se estremeci. Esto me asust.
Apresuradamente, vert un poco de ter en los restos del pauelo, del que haba arrancado unas tiras
para vendarme el dedo, y lo sostuve delante de su larga nariz, rogando a Dios que no lo matase.
Rpidamente volvi a sosegarse, y al momento apart el pauelo. Sin que volviese a estremecerse, lo
sub, lo llev en vilo y lo arrastr, alternativamente, por la escalera hasta su dormitorio, cosa difcil
con un hombre de su corpulencia, en estado insensible. Le desnud, le dej en cama, y colgu su traje
en el armario.
De vuelta al stano, atic el fuego aunque no tanto como antes. Cuando resplandeci, dispar el
revlver contra un pedazo de carne de ternera, y la arroj al fuego. Primero destell, luego qued
envuelta en llamas, y empez a quemarse, despidiendo un humo muy negro y muy espeso. Al fin,
qued la carne reducida a cenizas, y revolv la masa con el extremo del atizador; despus sacud el
horno para que las cenizas, de la madera y la carne, cayesen al receptculo inferior, donde ya haba
colocado previamente el pedazo de lona achicharrado.
Dej cuidadosamente la tibia de Ornar encima de las brasas. Los extremos rotos empezaron a
chamuscarse. Permit que el fuego envolviese gradualmente todo el hueso, hasta ennegrecerlo, y
consumirlo en parte. Luego, la saqu de entre las llamas y lo met en el cubo de la ceniza, junto con
un pedazo de madera quemada procedente del banco de trabajo.
Quedaba ya poco tiempo. Casi paralizado por el cansancio, tom un trago largo de las
provisiones de Humphries. Tena el cerebro tan debilitado por la fatiga, que el whisky no me supo a
nada. Volv al trabajo, y at una manga de riego a una conexin interior y regu el suelo del horno,
dejando que el agua formase algunos charquitos, que se secaban por evaporacin. Cuando hube
terminado, todos los suelos quedaron limpios, aunque haba rastros de sangre en los resquicios del
piso!
En la calle se oan ya seales de vida y actividad, por lo que tuve que apresurarme. Como gesto
final, dej el diente que Boss haba fabricado sobre las brasas y cuando estuvo ennegrecido lo arroj
al fondo del horno. La prueba indiscutible de mi dedo, la dej semiescondida en el suelo, junto al
horno.
Enterr la nota en la habitacin de Humphries, la que deca: Reddick, mt. 8500, en un cajn
del tocador, junto con el revlver disparado, despus d limpiar las huellas. Me desnud y me di una
ducha para quitar todo rastro de sangre y cenizas. Al terminar, me puse las mismas ropas
manchadas de sangre, pues no poda dejarlas en la casa.
Volv a subir a mi cuarto. Con bastante torpeza, porque me vea obligado a usar la mano
izquierda, oscurec mis cejas con un lpiz de maquillaje y me puse el diente postizo encontrado en el
bal; me met los lentes en el bolsillo. Me pein cuidadosamente, teniendo buen cuidado de dejar unos
pelos en mi peine. La sangre haba formado una mancha en el guante de mi mano derecha, por lo que
me puse otros, rellenando de nuevo el hueco del dedo partido. El par de guantes desechados lo met
en un bolsillo del abrigo. Registr la habitacin con la mirada, los cajones de los que saqu todos los
papeles escritos, dejando solamente unas muestras de mi escritura. Una vez ms pas al dormitorio de
Humphries para echar una ltima ojeada. Todava estaba inconsciente. Al lado de su cama, donde yo
las haba dejado, se hallaban las planchas. Envolvindolas con un papel, me las llev para destruirlas
despus.
En el ltimo momento, de pie en el vestbulo, lo repas todo con los ojos de mi mente: el horno,
las cenizas, las manchas de sangre; el diente, el dedo con la ua, la tibia, el pedazo de madera del
banco, el trozo de lona; el hacha con los pelos y la sangre; las seales del cubo de la ceniza en el
coche la nota y el revlver de Humphries en el cajn del tocador. Record tambin los alardes
efectuados ltimamente: el dinero prestado a Lightbody, el que le ense a Mary Deems; el sobre con
las cantidades al dorso; el reloj de oro; los trajes caros; el pasaje para Pars Y, naturalmente, la
casa abandonada; Humphries inconsciente para unas horas sin ninguna coartada, sin testigos. Y la
belleza cnica de la ltima verdad. Humphries no se atrevera jams a decir toda la verdad. Aunque la
conociese, tendra los labios sellados o cambiara un castigo por otro, un verdugo por otro La
vida de Humphries se haba fundado en mentiras; y deba continuar viviendo sobre esta base. Sus
verdades slo serviran para condenarle.
S, estoy plenamente satisfecho murmur.
La ilusin era completa!
23
Dos semanas antes, el jurado haba dictado su veredicto. Despus de casi setenta y dos horas de
deliberacin y discusiones, el jurado haba llegado a una decisin. Y volvieron a la sala.
Culpable! pronunci el portavoz del jurado con voz firme.
El tribunal iba a dictar sentencia.
Humphries se hallaba delante del juez, solo, frente a la elevada mesa de roble. Ya no haba gente
en la sala; ni pblico ni espectadores. Slo los miembros del tribunal, el fiscal Cannon, y el abogado
defensor, Denman.
La sala, con el juez que ha de dictar sentencia, siempre es un lugar solitario. El lugar ms
solitario del mundo.
El juez contempl al acusado que tena delante y luego murmur ritualmente:
Desea decir algo antes de que sea pronunciada su sentencia?
Humphries levant la cabeza y al fin se encogi desesperadamente de hombros. Llevaba el mismo
traje que luci durante todo el proceso, pero ahora le colgaba flojamente. Su cabello gris pareca ms
blanco, y su larga nariz que se proyectaba al frente, ms pareca el pico de un pajarito.
No, Seora expres en voz baja.
Bien observ el juez.
Cogi un papel de la mesa y empez a leer las formalidades requeridas por la Ley del Estado de
Nueva York. Al cabo de unos minutos lo dej a un lado y sigui hablando, sin leer.
Es opinin de este tribunal, que en diversos modos, el caso del Pueblo del Estado de Nueva
York contra Ballard T. Humphries, ha sido bastante extraordinario. Un jurado de seres humanos
iguales a usted lo ha encontrado culpable de asesinato, de un asesinato sumamente reprensible, al
que hay que agregar el descuartizamiento de su vctima despus del crimen. Ese crimen fue cometido
y ejecutado, al parecer, segn el jurado, sin la menor duda, por el acusado del caso. Usted ya ha
escuchado el veredicto: Culpable.
Sin embargo, la Ley no se halla en contradiccin con la justicia. Es deber de este tribunal
descubrir la verdad, y tratar de que la justicia se efecte dentro de su jurisdiccin. Personalmente creo
que no se han desentraado ni explorado todos los detalles y hechos de este caso, ni por la defensa ni
por la acusacin. Tal vez, en realidad, no existan tales hechos y detalles en contra de la opinin de
este tribunal, o caso de existir, nunca sern hallados ni revelados. Por este motivo, este tribunal ha
reflexionado la sentencia a imponer. Escuche.
Yo le sentencio a usted, el prisionero Ballard Temple Humphries, a ser entregado al alcaide, o a
cualquier otro oficial autorizado de la prisin del Estado de Nueva York, situada en Ossining, Nueva
York, durante la semana del seis de mayo, o sea la prxima, para que quede encarcelado durante
todo el resto de su existencia natural!
El juez se arrebuj en la toga, se puso en pie y se retir de la sala. Denman se aproxim al preso
antes de que los dos guardias estuviesen a una distancia ms corta. El abogado coloc una mano,
llena de simpata, sobre un brazo del sentenciado.
Ha tenido suerte murmur. No sabe an la suerte que ha tenido!
Humphries sacudi la cabeza tristemente, y empez a marchar. Los guardias se colocaron uno a
cada lado, y el preso sali de la sala del tribunal arrastrando los pies.
24
Un ilusionista con un dedo de menos es como un juguete roto, un fenmeno con dos pulgares.
Yo haba entregado mi dedo por la captura de un asesino; mi porvenir por un tubo de pintura blanca
como payaso de circo.
Tengo una copia del cartel. Dice que el Gran Circo se halla trabajando en el Oeste. Los
gallardetes ondean en lo alto de los mstiles, toca la msica, y los nios ren. Ya he estado demasiado
tiempo rodeado por los fantasmas de la muerte: Tally, a la que am; Will Shaw, a quien no conoc y
Magarian, que no me habra gustado.
Y, claro est, Isham Reddick. Falleci hace aos por primera vez, y de nuevo recientemente. Y en
esta segunda ocasin, Greenleaf muri con l; no de prisa, no sbitamente, sino un poco cada da.
Ya es hora de sacudirme de encima los fantasmas, el que am y los otros que nunca conoc. Por la
noche, oigo los silbatos del tren distante que va hacia el Oeste.
Los sigo.
25
En su celda, fue hacia la ventana y se qued debajo, con los escasos rayos de luz cayendo como
agua sucia sobre su cabellera. Humphries no poda asomarse por la ventana, pero se pegaba a ella
tanto como poda.
Encendi un cigarrillo, que consumi rpidamente. En su cerebro, slo se agitaba una pregunta.
Da a da, noche a noche, giraba all de manera interminable, incansable. Quin era?, pensaba.
Quin era? Quin era? Quin era? Quin era?
Colrico, impaciente, arroj el cigarrillo al suelo y volvi el rostro hacia la elevada ventana.
El hijo de zorra! gru. Quin fue el que me conden? Quin? Quin?
Dando media vuelta, cay encima del camastro.
Quin era? Quin era?
Rod sobre s mismo, y en su cerebro continu danzando incesantemente la misma pregunta, el
mismo interrogante que le laceraba como una afilada cuchilla:
Quin era? Quin era? Quin era? Quin era? Quin era?
Sobre esta novela.
(Por el autor)
En 1954, cuando trabaj en El Diente y la Ua, me traslad a la ciudad de Nueva York, viviendo en
un edificio de Brooklyn Heights. Mi vida era ms plcida, no ya como en los das de Chicago, donde
escrib Retrato de Humo.
En aquella zona haba muchos escritores. Yo conoca a algunos, mas no a todos. Casi todo el
tiempo tena que escribir para la televisin. Me gustaban los actores, los directores y los tcnicos,
pero no los administradores. Y personalmente, odiaba a casi todo el personal de las agencias de
publicidad; aunque contaba con algunos amigos entre ellos.
Ordinariamente, no volva a mi apartamento hasta altas horas de la noche, despus de haberse
emitido mis espectculos por TV. En aquellos das, casi todos los espectculos de televisin se
transmitan en directo. Coma algo, dorma unas horas y hacia las dos de la maana me levantaba
para componer El diente y la ua. No fue difcil, y me gustaba trabajar de noche. Me sentaba en un
divn del saloncito y escriba en la mquina colocada sobre una mesita de mrmol. La habitacin
gozaba de un silencio absoluto, y enfrente de m haba una antigua chimenea de mrmol con el diseo
de unas rosas y racimos de uva. Cuando me cansaba, al cabo de dos horas, dejaba de escribir y me
levantaba para contar las rosas y las uvas. Nunca consegu realizar dos sumas iguales.
El diente y la ua estaba directamente relacionada con la poca, o eso crea yo. Los tiempos
cambiaban, haban cambiado mucho desde los das a orillas del lago Michigan (Chicago). En los
peridicos haba noticias respecto a ser culpable por asociacin, y la teora de la fiscala estatal
era que si no puedes condenar al reo por un crimen, acsale por otro.
Asimismo, por aquellos aos, un espectacular caso de asesinato termin en sentencia sin que la
acusacin hubiese podido presentar el cuerpo del delito. Estas ideas flotaban en mi mente como en un
limbo, despus fueron definindose ms y finalmente tomaron forma en el papel, como comienzo de un
argumento.
Me pareci que Lew Montana formaba parte de la sociedad en que vivamos. Como carcter, no
poda ser un caso tpico, como mi vecino en su negocio de importacin, o el otro que posea una
academia de baile; pero lo que Montana senta y crea era tpico de mis vecinos y de otros muchos
seres humanos.
No obstante, esta vez no tuve que meditar tanto el modo de escribir la trama, como me ocurri con
Retrato de Humo. Tena que emplear la misma tcnica de entonces. Una vez empec, la novela pareci
avanzar sola, salvo por un descanso de tres semanas, que usualmente me concedo siempre en todas
mis obras. Una vez he empezado, y cuando llevo ya unas tres semanas escribiendo, suelo pararme. El
alto dura una semana, a veces ms, y mientras tanto trato de convencerme de que el argumento es
bueno y he de continuar, que la vida no es tan difcil como parece, y que no he de estar deprimido por
no haber nacido rico.
Despus, contino escribiendo.
Bill. S. Ballinger
Notas
[1] Cuatro de julio: celebracin de la Independencia de Estados Unidos. (N. del T.). <<
[2] Greenleaf significa literalmente: hoja de rbol (o planta) verde. (N. del T.). <<
[3] Washington, distrito de Columbia. Capital de Estados Unidos. (N. del T.). <<
[4] Localidad donde estn situadas las cajas de seguridad del Tesoro de Estados Unidos. <<
[5] Muchachas de vida ligera a las que se llama a su casa en busca de diversin o compaa. (N. del
T.). <<
[6] El da cuatro de julio se celebra en Estados Unidos la Independencia Nacional. (N. del T.). <<
[7] Dichos establecimientos, especie de drugstores, venden un surtido de artculos muy diversos, desde
vasitos de agua de un recipiente, hasta medicamentos, pasando por la parte de carnicera, verdulera y
restaurante. <<