Schopenhauer y El Idealismo
Schopenhauer y El Idealismo
Schopenhauer y El Idealismo
Resumen
This paper takes as its starting point Schopenhauers criticism of Kants second edition of
the Critique of Pure Reason and aims to look in depth at the form of idealism that each
of them adopts and the respective assumptions they are based on. The analysis ultimately
leads to the discovery of the last root of the discrepancy in the different ways of conceiving
empirical intuition and the relations between the world of phenomena and the domain of
metaphysics in both thinkers.
Keywords: Shopenhauer; Kant; idealism; empirical intuition; phenomenon.
Sumario
1. La pata de palo 4. La cosa en s y la teora de la intuicin
2. Kant: del escndalo de la filosofa Anexo: Carta de Schopenhauer a
al escndalo de la cosa en s Rosenkranz y Schubert
3. Schopenhauer: del esse est percipi Referencias bibliogrficas
al die Welt ist meine Vorstellung
1. La pata de palo
El 24 de agosto de 1837, Schopenhauer escribi una carta dirigida a Karl
Rosenkranz y a F. W. Schubert, ambos profesores de la Universidad de
Knisgsberg1. Poco dado a andarse con rodeos, el de Danzig dejaba patente
desde el principio el motivo de la misiva, que no era otro sino la edicin de
las Obras Completas de Kant que ellos tenan entre manos por aquella poca.
En particular, era una obra la que preocupaba a Schopenhauer: la Crtica de
la razn pura. Y no simplemente porque fuera este el trabajo capital de Kant,
sino porque, tras los cambios introducidos por l en la segunda edicin, la
versin original haba quedado en el olvido y todas las ediciones posteriores
(cinco, sin contar las dos primeras) se haban ceido nicamente al texto que
el regiomontano haba dado por definitivo. Tal proceder poda considerarse
lgico y justo con el pensamiento kantiano si no fuera porque, a ojos de
Schopenhauer, lo que Kant haba hecho con la segunda edicin de la Crti-
ca era deteriorar una obra maestra del pensamiento, puesto que la haba
convertido en un libro contradictorio consigo mismo, mutilado y echado
a perder.
No es esta la nica ocasin en la que Schopenhauer censura a Kant por
haber ofrecido una segunda versin de su pensamiento que no hace sino des-
virtuar su exposicin originaria. As piensa l, la Crtica de la razn prc-
tica no tiene en esencia ms contenido que la Fundamentacin de la metafsica
de las costumbres (exceptuando la exposicin de la relacin entre libertad y
necesidad), solo que expuesto con ms amplitud, interrumpido con digresio-
nes y apoyado con declamaciones morales (Schopenhauer, 1840: 159). En
ambos casos, encontraramos, pues, la confirmacin kantiana del viejo refrn
Nunca segundas partes fueron buenas. Pero el caso de la primera crtica es
mucho ms grave para nuestro filsofo: porque, exceptuando la exposicin
antes mencionada (que, en realidad, aparece ya en la tercera antinomia de la
razn pura), poco o nada encuentra l de aprovechable en la tica kantiana,
cualquiera que sea la versin en que la examinemos. Antes bien, a ojos de
Schopenhauer, la tica de Kant es abstracta, rigorista, carente de contenido
real, flota en el aire sin ningn apoyo slido y se muestra totalmente incapaz
de mover al hombre a conductas de valor moral.
Muy distinto es, sin embargo, el juicio que a Schopenhauer le merece la
Crtica de la razn pura, mas no precisamente porque est exenta de defectos
(no hay ms que echar una ojeada a la Crtica de la filosofa kantiana para
apreciar lo mucho que de ella desecha como lastre inservible). Pero lo que
conserva tiene para l un valor imperecedero que compensa los errores y jus-
1. Hasta donde yo s, hay una sola versin espaola de dicha carta, que se halla incluida en A.
Schopenhauer, Cartas desde la obstinacin, Mxico, Los Libros de Homero, 2008, pero
contiene algunos errores y omisiones. Por esa razn he aadido al final de este trabajo mi
propia traduccin ntegra de la carta segn la edicin de Carl Gebhardt, Der Briefwechsel
Arthur Schopenhauers, en Paul Deussen, Smtliche Werke, volumen xiv, Mnich, Piper, 1929.
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epistolar que se cerraba en octubre de 1838 con una carta en la que Rosenkranz
daba a Schopenhauer claras muestras de aprecio y se comprometa a enviarle
un autgrafo de Kant.
Parece, pues, que algo tuvo que ver Schopenhauer en la conservacin de la
versin original de la Crtica, posiblemente destinada a quedar en el olvido.
Gracias a l y a los dos editores, la posteridad iba a recibir la obra maestra
de uno de los ms grandes espritus de la historia, tal como sali inicialmente de
las manos de su autor: sin aadidos ni adulteraciones, sin mutilaciones ni
patas de palo; porque una pata de palo (en lenguaje menos castizo: una
pierna de madera) es lo que, a ojos de Schopenhauer, suponan los cambios
introducidos en la segunda edicin.
Pero en qu consistan esos cambios? En qu haba traicionado el Kant
de la segunda edicin al de la primera? Cul era, en definitiva, el Kant genui-
no al que, segn Schopenhauer, la debilidad senil y el respeto humano haban
obligado a ocultarse? Una sola palabra resume la respuesta a todas esas interro-
gantes: idealismo. Schopenhauer lo expresa claramente en su Crtica de la filo-
sofa kantiana (Schopenhauer, 1819a: 499-500). Segn l, Kant, en un prin-
cipio, haba profesado un idealismo anlogo al de Berkeley y al del propio
Schopenhauer, conforme al cual el mundo externo existente en el espacio y el
tiempo es una mera representacin del sujeto que lo conoce. Ese idealismo
decidido se habra expresado de manera especial en las pginas de la primera
edicin dedicadas a los paralogismos de la razn pura, pginas que Kant susti-
tuy despus por otras de contenido y orientacin muy diversos. Adems de
las motivaciones extrafilosficas antes sealadas, Schopenhauer encuentra una
razn principal de la renuncia de Kant a ese idealismo decidido: la (defectuosa)
deduccin kantiana de la cosa en s, que entraba en contradiccin directa con
dicho idealismo y termin por obligarle a suprimir el mencionado pasaje y a
declararse expresamente en contra de Berkeley.
En un primer examen hemos de reconocer que Schopenhauer no carece de
razn en algunas de sus observaciones. Aunque el propio Kant no contaba con
lograr un xito temprano, es bien sabido que la publicacin de la Crtica tuvo
una recepcin ms desfavorable de lo previsto, que se expres de diversas for-
mas: Herz y Tetens, de quienes Kant esperaba una adecuada comprensin de
su obra, no parece que hicieran comentario alguno; s lo hizo, en cambio, otra
de las esperanzas kantianas, Mendelssohn, que tard dos aos en terminar
aquella obra que destrozaba los nervios; Hamann consideraba que la crtica
era el producto de una razn escolstica y la tachaba de excesivamente abstrac-
ta; juicio este ltimo en el que coincida con Herder, a quien le cost un ao
leerla. Y as podramos citar otros nombres que no dieron precisamente una
calurosa bienvenida a la nueva obra kantiana4.
4. Pueden encontrarse ms detalles sobre la recepcin kantiana de la KrV en su primera edicin
en Karl Vorlnder (1992), Immanuel Kant: Der Mann und das Werk (2 vols.), Hamburgo,
Meiner Verlag (en especial, en el captulo 1.1 del libro iii), y en Lutz-Henning Pietsch
(2010), Topik der Kritik: Die Auseinandersetzung um die Kantische Philosophie (1781-1788)
und ihre Metaphern, Berln, W. de Gruyter (en especial, en el captulo ii).
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Pero si algo irrit a Kant sobremanera fue la famosa resea escrita por Garve
(y alterada por Feder), que fue publicada annimamente el 19 de enero de 1782
en las Gttingischen gelehrten Anzeigen y en la que se caracterizaba la filosofa
crtica como un idealismo, al tiempo que se destacaban las afinidades de Kant
con Berkeley. Fruto de la indignacin kantiana fueron los Prolegmenos de 1783
y, finalmente, la segunda edicin de la Crtica. En el prlogo a esta ltima (Kant:
B XXVII-XXVIII) Kant seala que aquellos malentendidos de algunos hom-
bres agudos le han llevado a realizar cambios con vistas a remediar, entre otras
cosas, la falsa interpretacin de los paralogismos introducidos en la psicologa
racional, es decir, el pasaje en el que se expresaba de forma ms inequvoca el
idealismo kantiano. Por otro lado, aun cuando Kant advierte all que no ha
modificado nada en la estructura ni en las demostraciones del libro, sino sola-
mente en el modo de exposicin, unas pocas lneas ms adelante se abre una
extensa nota en la que reconoce la adicin de algo nuevo: la refutacin del
idealismo psicolgico (el de Berkeley); una refutacin que Kant considera ahora
necesaria, por cuanto es un escndalo de la filosofa y del entendimiento huma-
no en general el tener que aceptar slo por fe la existencia de las cosas exteriores
a nosotros [...] y el no saber contraponer una prueba satisfactoria a quien se le
ocurra dudar de tal existencia (Kant: B XXVIII, nota k).
Ahora bien, que Schopenhauer tenga o no razn acerca de la envergadura
y los motivos de los cambios kantianos no implica que la tenga tambin en la
cuestin de fondo: es justa la crtica que el de Danzig hace a Kant? Cul de
los dos pensadores tiene razn, si es que alguno de los dos la tiene? Esta, que
en un principio podra ser una pregunta sencilla, esconde, sin embargo, una
extraordinaria dificultad. Y no solo porque tras la cuestin del idealismo se
halla una compleja problemtica que ha sido abordada desde muy diferentes
puntos de vista a lo largo de la historia y que incluye un gran nmero de pro-
blemas, sino tambin porque hay razones para conjeturar (y esta es mi hipte-
sis de trabajo) que el idealismo en ambos pensadores no significa exactamente
lo mismo, sino que denota posicionamientos diferentes y descansa en apoyos
distintos. En consecuencia, no es mi intencin afrontar aqu la tarea de dilu-
cidar cul de los dos se acerca ms a la verdad. Ni siquiera es mi intencin
analizar en detalle la crtica de Schopenhauer al idealismo kantiano, porque,
como veremos, no se trata de una crtica pormenorizada, sino de un rechazo
global que tiene que ver con otros elementos de sus sistemas respectivos. Por
esa razn pretendo nicamente examinar la forma en que cada uno de ellos
afronta el problema del idealismo, desde qu supuestos lo plantean y cules
son las cuestiones de fondo que intervienen en cada caso. Con ello aspiro a
mostrar que la crtica de Schopenhauer al idealismo kantiano es solo la super-
ficie de una discrepancia que tiene fundamentos ms profundos.
3. Schopenhauer: del esse est percipi al die Welt ist meine Vorstellung
10. Todo nuestro conocimiento emprico se descompone en dos partes que tienen ambas su
origen en nosotros mismos: la afeccin sensorial y las formas dadas a priori, es decir, ubicadas
24 Enrahonar 55, 2015 Pilar Lpez de Santa Mara
punto crucial responsable del conflicto entre los dos pensadores sobre el idea-
lismo: la teora de la intuicin.
En varias ocasiones, en especial en el apndice sobre la filosofa kantiana
(Schopenhauer, 1819a: 503 s.), Schopenhauer critica a Kant por no haber
ofrecido explicacin alguna sobre la intuicin emprica y su contenido, puesto
que se limita a decir que est dada. En Kant la intuicin emprica, compe-
tencia exclusiva de la sensibilidad, resulta de aadir a las afecciones de los
sentidos (lo dado) las formas puras de espacio y tiempo. A esto replica Scho-
penhauer: Lo que el ojo, el odo, la mano sienten no es intuicin, son meros
datos. Solo cuando el entendimiento pasa del efecto a la causa aparece el mundo
como intuicin extendida en el espacio, cambiante en la forma y permanente
en la materia a lo largo del tiempo (Schopenhauer, 1819a: 60). Quiere esto
decir que con la sola sensibilidad no obtenemos representaciones, sino meras
sensaciones. Para que tenga lugar la intuicin, y por lo tanto la experiencia, es
necesario que intervenga el entendimiento aplicando la ley de la causalidad (su
nica funcin) y aparezca as el objeto como causa de aquellas sensaciones. Esto
implica que, para Schopenhauer, la intuicin emprica es tambin intelectual,
por cuanto en ella interviene el entendimiento adems de los sentidos; implica
tambin que los animales poseen entendimiento, dado que tambin ellos tienen
representaciones empricas y conocen objetos, siendo la carencia de razn lo
nico que les diferencia del hombre; pero implica, en especial, que todos los
elementos de la intuicin, por as decirlo, se cuecen en la propia cocina, sin
que sea preciso ir a pedir ningn ingrediente al vecino. Tanto las formas de la
intuicin como la materia y el propio objeto de la representacin permanecen
en el terreno de lo subjetivo: La ley de causalidad nos es conocida a priori, por
consiguiente, es una funcin de nuestro intelecto y tiene origen subjetivo; ade-
ms, la propia afeccin sensorial a la que aqu aplicamos la ley de causalidad es
innegablemente subjetiva; y, finalmente, incluso el espacio, en el que por medio
de esa aplicacin establecemos como objeto la causa de la sensacin, es una
forma de nuestro intelecto dada a priori y, por lo tanto, subjetiva. Con ello,
toda la intuicin emprica permanece sobre una base y un terreno subjetivos,
como un mero proceso dentro de nosotros, y no hay nada totalmente distinto
de ella, independiente de ella, que pueda ser introducido como cosa en s o
presentado como su supuesto necesario (Schopenhauer, 1819a: 500-501)11.
en las funciones de nuestro intelecto o cerebro: tiempo, espacio y causalidad; a estas aadi
Kant otras once categoras del entendimiento que yo he demostrado que son superfluas e
inadmisibles. En consecuencia, la representacin intuitiva y nuestro conocimiento emprico
basado en ella no ofrecen en verdad ningn dato para inferir una cosa en s, y Kant no
estaba autorizado, segn sus propios principios, a suponerla (Schopenhauer, 1850a: 124).
11. S podra acaso encontrarse una afinidad entre la teora schopenhaueriana de la intuicin
y los pasajes en los que Kant se refiere al objeto trascendental en la segunda acepcin
mencionada (nota 7). Pues en ambos casos se tratara de prescindir de la cosa en s y hacer
recaer en la conciencia el peso de la objetividad, bien por medio de un concepto de objeto
en general pensado por ella (Kant) o bien por medio de la aplicacin de la causalidad, a
cargo del entendimiento.
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nombre a la edicin. Pues, con excepcin de ese nico punto del que he de
hablar, en el caso de las obras de Kant veo poca ocasin para ello. La comple-
cin y la impresin correcta no son aqu difciles de lograr, y el orden de los
libros es en ltimo trmino indiferente.
Por lo que a m respecta, creo que puedo suponer que mi relacin con la
filosofa kantiana y mi crtica de la misma les son conocidas. Desde hace veinti-
siete aos la teora de Kant nunca ha dejado de ser un objeto principal de mi
estudio y mi reflexin. Me gustara saber quin de entre los contemporneos es
ms competente que yo en la filosofa kantiana. Pero vayamos al asunto!
Es sabido que con la segunda edicin Kant ha efectuado una significativa
variacin en la Crtica de la razn pura: y conforme a esta segunda se han
impreso todas las ediciones siguientes. Pero tengo la firme conviccin, nacida
del reiterado estudio de la obra y apoyada en razones seguras, de que con ese
cambio ha mutilado, desfigurado y echado a perder su obra. Lo que le movi
a ello fueron los respetos humanos nacidos de la debilidad senil, que no solo
ataca a la mente, sino que a veces tambin priva al nimo de aquella firmeza
necesaria para despreciar como lo merecen a los contemporneos con sus opi-
niones y puntos de vista; algo sin lo cual nunca se llega a ser un gran hombre.
Se le haba reprochado que su teora no era ms que un idealismo berkeliano
renovado; luego haba causado escndalo su demolicin de las sagradas doc-
trinas del antiguo dogmatismo, en concreto, de la psicologa racional. A ello
vino a aadirse desde el exterior que el gran rey, el amigo de la Luz y protector
de la Verdad, acababa de morir y le sucedi aquel heredero a quien Kant pron-
to tuvo que prometer que no volvera a escribir. Con todo ello Kant se dej
intimidar y tuvo la debilidad de hacer lo que no era digno de l. Lo que hizo
fue cambiar por completo la primera parte del segundo libro de la Dialctica
trascendental (p. 341 de la primera edicin y p. 399 de la quinta edicin) y
suprimir sin ms treinta y dos pginas de la misma; unas pginas que conte-
nan justo lo que resulta ineludiblemente necesario para la clara comprensin
de toda la obra y cuya supresin, as como la nueva versin que las sustituye,
lleva a toda su teora a caer en contradicciones consigo misma. En mi crtica
(p. 612-618) yo censur y resalt esas contradicciones por la simple razn de
que entonces, en 1818, no haba visto nunca la primera edicin, en la que
dichas pginas no son contradictorias, sino que concuerdan con el conjunto.
En verdad, la segunda edicin se asemeja a un hombre al que se le ha ampu-
tado una pierna y se la ha sustituido por una de madera. En el prlogo a la
segunda edicin, p. xlii, Kant presenta excusas pobres e incluso falsas por
la eliminacin de aquella importante y extremadamente bella parte de su libro,
porque no quiere aparentar que se ha retractado expresamente de aquello que
ha suprimido. As, dice l que esto ltimo se puede consultar en la primera
edicin, que ha necesitado espacio para los nuevos pasajes intercalados o que
todo es una simple exposicin mejorada. Mas lo fraudulentos que son todos
esos pretextos se pone en evidencia cuando se compara la segunda edicin con
la primera. Porque en la segunda edicin no solamente ha suprimido el impor-
tante y hermoso pasaje fundamental que he mencionado para insertar a cam-
Schopenhauer y el idealismo kantiano Enrahonar 55, 2015 27
man con avidez esa fuente de la sabidura. Lo que alguna vez ha de ocurrir, no
lo entreguen a un tiempo futuro ni a unos editores que les eclipsen: sean
conscientes de la importancia de su posicin y aprovechen la oportunidad de
adquirir un mrito verdadero y permanente en la filosofa, animndose a dar
un paso cuya audacia, plenamente justificada por la naturaleza del asunto,
redundar claramente en su honor. Sapere audete! 12. Hagan imprimir la Cr-
tica de la razn pura exactamente segn la primera edicin y aadan las adi-
ciones y variantes de la segunda edicin como suplemento, haciendo siempre
referencia a ellas desde el texto impreso. Este es en el fondo el nico mtodo
puramente cronolgico, ya que as ofrecen ustedes la Crtica en su forma ori-
ginal, tal y como Kant la present al mundo tras largos aos de trabajo, y luego
aaden las modificaciones que le hizo con posterioridad.
He cotejado con exactitud las dos ediciones, he anotado todas las divergen-
cias y diferencias, y me ofrezco a enviarles un fidedigno ndice que seala con
precisin cualquier divergencia o adicin por pgina y lnea, y que solo nece-
sitan verificar, quedando libres de cualquier otra molestia. La primera edicin
tiene solo veintisiete pginas menos que las dems: su unidad orgnica, la
originalidad de su constitucin y tambin todos los pasajes que le son pecu-
liares la hacen absolutamente ms clara e inteligible que la segunda. Esto se
extiende hasta su ndice, que, debido a su simplicidad, es mucho ms com-
prensible que el de la segunda.
No se dejen vencer por la peculiar tendencia del hombre (de la que nos
previno Pitgoras) a permanecer en el camino trillado, en la va transitada, en
la amplia ruta de lo acostumbrado, adoptando acaso la insuficiente medida de
basarse en la segunda edicin y aadirle como variantes los pasajes originales
de la primera. Esto sera como si a una antigedad restaurada no se le implan-
tasen las partes autnticas que se hubieran descubierto despus, sino que se
pretendiera simplemente colocarlas junto a ella. Antes bien, en esta gloriosa
ocasin den ustedes prueba de juicio e inteligencia obrando en consecuencia
y haciendo lo que es indicado y pertinente al tema. Seguir li pochi e non la
volgar gente13. Si quieren nombrarme como consejero y autoridad, hganlo.
Estoy tan firmemente convencido de que el proceder que les recomiendo es el
nico correcto, que estoy dispuesto a asumir yo solo toda la responsabilidad
si as lo desean; y dejo a su arbitrio el que, a fin de defender su proceder en el
sentido por m indicado, reproduzcan todo el pasaje principal de la presente
carta desde Pero vayamos al asunto! hasta en cierta medida adulterado: lo
cual, no obstante, tendra que hacerse con mencin de mi nombre y sin nin-
gn cambio u omisin.
Algunos comprarn su edicin a fin de poseer esa rara forma original de la
Crtica de la razn pura que no conocen ms que por una oscura tradicin,
mientras que la Crtica de la razn pura mutilada en su sexta o sptima edicin
es un libro ampliamente difundido. Ese es un argumento para el editor. Pero
Arthur Schopenhauer
Referencias bibliogrficas
Hume, David (1981). Tratado de la naturaleza humana I. Madrid: Editora
Nacional.
Kant, Immanuel (1988). Crtica de la razn pura. 6. ed. Madrid: Alfaguara.
Schopenhauer, Arthur (1819a). El mundo como voluntad y representacin I.
Madrid: Trotta, 2009.
(1819b). El mundo como voluntad y representacin II. Madrid: Trotta, 2009.
(1840). Los dos problemas fundamentales de la tica. Madrid: Siglo XXI,
2009.
(1850a). Parerga y paralipmena I. Madrid: Trotta, 2009.
(1850b). Parerga y paralipmena II. Madrid: Trotta, 2009.
Pilar Lpez de Santa Mara is a Professor of Philosophy at the University of Seville. Her teach-
ing and research work has focused on Contemporary Philosophy and the Theory of Knowledge.
She is the author, among others, of a book on Wittgenstein and of various critical translations
of the works of Schopenhauer.