03 - El Cantar de Shannara (Parte 1)
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Terry Brooks
El Cantar De Shannara
Terry Brooks
1
A medida que el verano tocaba a su fin y daba entrada, lentamente, al otoo, el
cambio de estacin que se estaba produciendo en las Cuatro Tierras empezaba a dejar
sentir sus efectos. Lejos quedaban ya los largos y tranquilos das de mediados de ao en los
que el sofocante calor enlenteca el ritmo de la vida y pareca que haba tiempo para todo.
Aunque las temperaturas seguan siendo altas, los das eran ya ms cortos, el aire ms seco
y la vida empezaba a recordar sus necesidades primordiales. Los signos de transicin eran
evidentes por doquier. En los bosques de Valle Umbroso, las hojas ya haban empezado a
mudar su color.
Brin Ohmsford se detuvo junto a los parterres de flores que bordeaban el camino
principal que conduca a su casa para observar el follaje carmes del viejo arce, que en los
calurosos das estivales cubra el patio con su refrescante sombra. El rbol, con su tronco
ancho y poblado de nudos, ofreca una figura imponente. Brin esboz una leve sonrisa. Ese
viejo arce evocaba muchos de sus recuerdos infantiles. Movida por un impulso, dej el
camino y se dirigi hacia l.
Era una joven alta, ms que sus padres o que su hermano Jair, y casi tanto como
Rone Leah; y, a pesar de su delgado y aparentemente frgil cuerpo, era tan fuerte como
cualquiera de los dos.
Por supuesto, Jair no estaba dispuesto a admitirlo, pero slo porque para l era duro
aceptar su papel de hermano pequeo. Una muchacha, despus de todo, no era ms que
eso, una muchacha.
Sus dedos tocaron con suavidad el duro tronco del arce, como si lo acariciara, y
levant la vista hacia la maraa de ramas que se extenda sobre su cabeza, cubierta por una
cabellera larga y negra que indicaba, sin lugar a dudas, quin era su madre. Veinte aos
antes, Eretria presentaba el mismo aspecto que hoy ofreca su hija, desde la piel morena y
los ojos negros hasta los rasgos suaves y delicados. Lo nico que le faltaba a Brin era el
ardor de su madre. Eso lo haba heredado Jair. Ella posea el temperamento de su padre:
tranquila, gran seguridad en s misma y disciplinada. Tras una alocada actuacin de Jair,
Wil Ohmsford se haba visto obligado a admitir con cierto pesar que exista una notable
diferencia entre sus hijos: Jair era capaz de hacer cualquier cosa, mientras que Brin slo
emprenda una actividad despus de considerar con detenimiento sus pros y contras,
aunque su capacidad de accin no era menor. Brin an no estaba segura de quin haba
salido peor parado al final.
Sus manos se deslizaron de vuelta a sus costados. Record la nica vez que haba
utilizado la cancin de los deseos con el viejo arce. Todava era una nia que
experimentaba la magia lfica. Fue a mediados de un verano y lo hizo para cambiar su
color verde por el carmes otoal. Su mente infantil no vea en ello ningn inconveniente,
puesto que pensaba que el rojo era mucho ms bonito que el verde. Su padre se haba
enfurecido, porque el rbol haba tardado casi tres aos en recuperar sus ciclos biolgicos
tras la brutal alteracin de su sistema. sa fue la ltima vez que ella o Jair utilizaron la
magia en presencia de sus padres.
Brin, ven a ayudarme, por favor le llam su madre.
Dio una palmadita al viejo arce y a continuacin se dirigi hacia la casa.
Su padre nunca haba acabado de confiar en la magia de los elfos. Haca poco ms de
veinte aos que Wil Ohmsford haba utilizado las piedras lficas recibidas de su abuelo,
que a su vez las haba recibido del druida Allanon, para proteger a la Elegida, Amberle
Elessedil, en su bsqueda del Fuego de Sangre, y su utilizacin haba producido un cambio
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Despus subieron al carro, que avanz lentamente por la polvorienta carretera hacia
su destino.
Brin los observ hasta que se perdieron de vista.
Aquella tarde, Brin, Jair y Rone Leah hicieron una excursin a los bosques de Valle
Umbroso y se entretuvieron en ellos hasta hora avanzada, cuando el sol ya haba empezado
a esconderse tras las montaas que bordeaban Valle Umbroso y las sombras de los rboles
se haban alargado, adquiriendo longitudes que anunciaban el crepsculo. Tenan una hora
de camino hasta la aldea, pero los dos Ohmsford y el montas lo haban recorrido tantas
veces que no corran peligro de perderse ni aun en la noche ms oscura. Por ello,
caminaban despacio, disfrutando de los ltimos minutos de un bello da de otoo.
Podramos ir a pescar maana sugiri Rone, mientras diriga una amable sonrisa a
Brin. Con este tiempo no creo que tenga demasiada importancia el que consigamos pescar
o no algn pez.
Como Rone era el mayor de los tres, abra la marcha a travs del bosque, con la
deteriorada vaina que cubra la espada de Leah cruzada a la espalda, bajo su capa de caza.
En otros tiempos, esta espada haba sido considerada un distintivo del heredero del trono
de Leah, pero ya no cumpla esa funcin. No obstante, Rone siempre haba sentido
veneracin por la vieja hoja, que haba llevado su bisabuelo Menion cuando parti en
busca de la Espada de Shannara. Su padre se la haba regalado al advertir lo que supona
para l: era un pequeo smbolo de su posicin como prncipe de Leah, aunque fuera el
ms joven de sus hijos.
Parece que te olvidas de algo respondi Brin, frunciendo el entrecejo. Maana es
el da establecido para hacer las reparaciones pendientes en la casa. Recuerda que
prometimos a mi padre que las haramos mientras estuviera fuera.
Ya habr tiempo para eso dijo Rone, encogindose de hombros. Las reparaciones
pueden esperar.
Yo creo que deberamos explorar los alrededores del valle terci Jair Ohmsford.
Delgado y fuerte, haba heredado las facciones lficas de su padre: ojos estrechos,
cejas en ngulo y orejas un poco puntiagudas, cubiertas por una mata de cabello rubio
enmaraado.
Creo que deberamos buscar alguna huella de los espectros corrosivos.
Qu sabes sobre los caminantes, tigre? le pregunt Rone, esbozando una sonrisa.
Tigre era el apodo amistoso que dedicaba a Jair.
Tanto como t supongo. En Valle Umbroso escuchamos las mismas historias que t
en las tierras altas respondi el joven del valle. Caminantes negros, espectros corrosivos,
seres que proceden de la oscuridad. Slo se habla de eso en la posada.
Cuento, eso es todo lo que son, y nada ms que eso dijo Brin, dirigindole una
mirada de reproche.
T que opinas? pregunt Jair a Rone.
Quizs s, quizs, no respondi el joven de las tierras altas, encogindose de
hombros, ante la sorpresa de Brin.
Rone, historias como sta no han faltado desde que fue destruido el Seor de los
Hechiceros, y todas ellas son falsas contest la joven, sintindose sbitamente furiosa.
Por qu tendra que ser diferente en esta ocasin?
No s si es diferente, pero creo que siempre es bueno ser precavido. Recuerda que
nadie crea en la existencia de los Portadores de la Calavera en la poca de Shea Ohmsford;
hasta que fue demasiado tarde.
Por eso he sugerido que deberamos echar un vistazo por los alrededores insisti
Jair.
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No tengo miedo de nada contest el joven de las tierras altas a la defensiva, pero
estoy pensando... Mira, ser mejor que lo discutamos ms tarde. Permteme que te diga lo
que me sucedi cuando vena hacia aqu. Estuve a punto de perderme. Haba un perro
lobo...
Brin se qued un poco rezagada mientras hablaban. Segua perpleja por la inesperada
renuencia de Rone a pasar un par de noches en el bosque de Duln; una excursin que todos
haban hecho docenas de veces. Haba algo peligroso fuera de Valle Umbroso? Frunci el
entrecejo al recordar la preocupacin de su madre, y ahora tambin Rone se mostraba
preocupado. El joven de las tierras altas, al contrario que ella, no se apresur a calificar
como rumores sin fundamento las historias de los espectros corrosivos. De hecho, se haba
mostrado evasivo, cuando normalmente lo hubiera tomado a broma. Por qu? Entonces
pens que tal vez tuviera motivos que se lo impidieran.
Media hora despus, las luces de la aldea empezaron a filtrarse entre los rboles del
bosque. Ya era noche cerrada, y los tres jvenes avanzaban con precaucin por el sendero
con la ayuda de la brillante luz de la luna. El camino descenda hacia la resguardada
hondonada donde se levantaba la aldea, ensanchndose hasta convertirse en una carretera.
Aparecieron las primeras casas, y de su interior les llegaron los sonidos de las voces. Brin
sinti que el cansancio empezaba a apoderarse de ella. Deseaba deslizarse entre las sbanas
de su cmoda cama y entregarse a una buena noche de sueo.
Descendieron hacia el centro de Valle Umbroso, pasando ante la vieja posada que
haba dirigido la familia Ohmsford durante varias generaciones. Los Ohmsford seguan
siendo los propietarios del establecimiento, pero tras el fallecimiento de Shea y de Flick
haban dejado de vivir en l. Ahora lo administraban unos amigos de la familia,
compartiendo los ingresos y los gastos con Wil Ohmsford. Brin saba que a su padre nunca
le haba gustado vivir en la posada, porque no se senta vinculado al negocio. Prefera
llevar la vida propia de un sanador. Slo Jair mostraba un relativo inters por los asuntos
de la posada, y se deba a que le gustaba visitarla para escuchar los relatos de los viajeros
que pasaban por all. Eran relatos con la dosis de aventura necesaria para satisfacer el
espritu del inquieto joven del valle.
Aquella noche, la posada estaba llena; tena abiertas sus grandes puertas dobles, las
luces del interior caan sobre las mesas y la larga barra estaba atestada de viajeros y de
aldeanos que rean y bromeaban mientras beban cerveza en la fresca noche de otoo. Rone
dirigi una sonrisa a Brin por encima del hombro, al tiempo que haca un gesto de
resignacin. Daba la impresin de que nadie deseaba que terminara el da.
Poco despus llegaron al hogar de los Ohmsford, una casa de piedra y mortero
situada sobre una pequea loma y rodeada de rboles. Se encontraban en medio del
sendero de guijarros que conduca a la puerta principal entre una serie de setos y ciruelos
en flor, cuando Brin les orden con un gesto que se detuvieran.
Haba una luz en la ventana de la habitacin delantera.
Alguno de vosotros ha dejado una lmpara encendida? pregunt con calma,
aunque conoca la respuesta de antemano.
Los dos hermanos respondieron con un gesto negativo.
Quizs haya entrado alguien que desee haceros una visita sugiri Rone.
La casa estaba cerrada respondi Brin.
Se miraron el uno al otro, sin decir nada ms, sintiendo que una vaga inquietud creca
en su interior.
Bien, entremos y veamos quin la ha encendido dijo Jair, que pareca ajeno a todo
ello, al tiempo que reanudaba la marcha.
Espera un momento, tigre repuso Rone, agarrndolo por el hombro y tirando de l
hacia atrs. No nos precipitemos.
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Quin crees que est esperando dentro, un espectro? pregunt a su vez Jair,
soltndose y mirando a la luz.
Queris dejar de decir estupideces? dijo Brin en tono cortante.
Eso es lo que crees, verdad? pregunt Jair, esbozando una sonrisa. Que un
caminante ha entrado a robar!
Muy gentil por su parte encender una luz para que advirtiramos su presencia
coment Rone.
Miraron de nuevo hacia la ventana iluminada, sin atreverse a tomar una decisin.
Bien, no podemos quedarnos aqu toda la noche dijo Rone, sacando la espada de
Leah. Echemos un vistazo. Vosotros dos seguid detrs de m. Si ocurre algo, id a la
posada en busca de ayuda. Vacil. Pero no creo que suceda nada.
Continuaron avanzando hasta llegar a la puerta. Una vez all, se detuvieron para
escuchar. La casa estaba en silencio. Brin dio la llave a Rone y entraron. El recibidor
estaba negro como la pez, salvo por una franja de luz amarilla que se extenda por el corto
pasillo que conduca al interior. Tras un instante de duda, atravesaron el recibidor y
entraron en la habitacin delantera.
Estaba vaca.
Bien, aqu no hay ningn espectro corrosivo dijo Jair. Aqu no hay nada
excepto...
No termin la frase. Una enorme sombra se proyect en la zona iluminada desde el
oscuro comedor situado en el lado opuesto. Era un hombre cuya estatura superaba los dos
metros, cubierto por una capa negra. Retir la capucha hacia atrs para mostrar un rostro
enjuto y curtido, de expresin dura. Su barba y cabellos eran negros, salpicados de gris,
pero sus ojos se imponan a lo dems; profundos y penetrantes, daban la impresin de que
lo vean todo, hasta lo que se hallaba escondido.
Rone Leah levant la espada, pero la mano del forastero, saliendo de entre sus ropas,
lo detuvo.
No necesitars eso.
El joven de las tierras altas vacil, fij un instante sus ojos en los de su oponente y
baj la espada. Brin y Jair permanecieron inmviles, incapaces de huir o de hablar.
No tenis nada que temer dijo el forastero, con voz grave.
Pero ninguno de los tres se tranquiliz mucho con aquella afirmacin, aunque se
relajaron un poco al comprobar que la negra figura no tena intencin de acercarse a ellos.
Brin dirigi a su hermano una rpida mirada y vio que observaba al forastero con toda su
atencin, como si intentara descubrir algo. El hombre alto mir al muchacho, luego a Rone
y, por ltimo, a ella.
Ninguno de vosotros me conoce? pregunt con voz suave.
Allanon! exclam Jair, tras un momento de silencio, haciendo un gesto de
asentimiento, con la excitacin reflejada en su rostro. Eres Allanon!
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Brin, Jair y Rone Leah se sentaron juntos en la mesa del comedor con Allanon.
Segn sus noticias, nadie, ni siquiera Wil Ohmsford, lo haba visto desde haca veinte aos.
Pero todos conocan las leyendas por l protagonizadas. Un enigmtico y oscuro
vagabundo que haba viajado hasta los ms lejanos confines de las Cuatro Tierras. Era
filsofo, maestro e historiador de las razas; el ltimo de los druidas, el hombre sabio que
haba conducido a las razas desde el caos subsiguiente a la destruccin del viejo mundo
hasta la civilizacin que floreca en la actualidad. Fue Allanon quien llev de la mano a
Shea, Flick Ohmsford y Menion Leah en la bsqueda de la legendaria Espada de Shannara,
haca ya ms de setenta aos, para poder destruir al Seor de los Hechiceros.
Fue Allanon quien visit a Wil Ohmsford cuando ste estudiaba para sanador en
Storlock, y logr convencerlo para que fuera el gua y protector de la joven elfina Amberle
Elessedil en la bsqueda del Fuego de Sangre para restituir la vida a la agonizante Ellcrys,
y encarcelar de nuevo a los demonios que se haban esparcido por las Tierras Occidentales.
Ellos conocan las historias de Allanon, y tambin saban que las apariciones del druida
siempre iban acompaadas de problemas.
He realizado un largo viaje para verte, Brin Ohmsford dijo el hombre alto,
reflejndose el cansancio en su voz grave. Un viaje que nunca pens que tendra que
hacer.
Por qu me buscas? pregunt Brin.
Porque necesito la cancin de los deseos.
Qu extrao! musit Allanon, tras un breve silencio, que pareci interminable,
durante el cual la joven del valle y el druida se estudiaron con atencin. Hasta hace poco
no he comprendido que el paso de la magia lfica a los hijos de Wil Ohmsford tena tan
profundo propsito. Pensaba que era poco ms que un efecto secundario e inevitable,
producido por la utilizacin de las piedras lficas.
Para qu necesitas a Brin? pregunt Rone, con gesto preocupado, porque aquello
no le gustaba nada.
Para qu necesitas la cancin de los deseos? pregunt a su vez Jair.
Estn aqu tus padres? pregunt Allanon sin apartar su mirada de Brin.
No. Y al menos tardarn dos semanas en volver. Tratan a los enfermos de las aldeas
del sur.
No dispongo de dos semanas, ni siquiera de dos das murmur el gigante.
Debemos hablar ahora, y slo a ti te corresponder tomar la decisin. Y si la tomas en el
sentido en que creo que lo hars, temo que tu padre no me perdonar.
Tengo que acompaarte? pregunt Brin con calma, comprendiendo en aquel
preciso instante de qu estaba hablando el druida.
Permteme que te hable de un peligro que amenaza a las Cuatro Tierras prosigui
Allanon, sin responder a la pregunta de Brin. Un mal tan grande como aquel al que se
enfrentaron Shea Ohmsford y tu padre. Enlaz las manos ante s, sobre la mesa, y se
inclin hacia ella. En el mundo antiguo, antes del amanecer de la raza humana, haba
criaturas fantsticas que utilizaban magias benficas y malficas. Estoy seguro de que tu
padre te ha contado la historia. Ese mundo lleg a su fin con la venida del hombre. Las
criaturas que utilizaban la magia malfica fueron recluidas tras el muro de la Prohibicin y
las que utilizaban la magia benfica se perdieron en la evolucin de las razas; todas, salvo
la de los elfos. Sin embargo, se conserva un libro de esa poca. Es un libro de magia negra,
de un poder tan espeluznante que incluso los magos elfos del mundo antiguo lo teman. Era
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llamado Ildatch. De origen incierto, parece que apareci en los primeros tiempos de la
creacin de la vida. Las criaturas malignas lo utilizaron hasta que los elfos consiguieron
apoderarse de l. Tan grande era el inters que despertaba, que varios magos elfos, a pesar
de conocer su poder, se atrevieron a investigar sus secretos y, como consecuencia,
perecieron. Entonces, los magos supervivientes decidieron destruirlo, pero desapareci
antes de que lo hicieran. Despus, a lo largo de los siglos siguientes, fueron abundantes los
rumores de que era utilizado en distintos lugares, pero nunca se presentaron pruebas de su
existencia. El druida frunci el entrecejo. Y entonces las Grandes Guerras acabaron con
el viejo mundo. La existencia del hombre qued reducida a su nivel ms primitivo durante
dos mil aos. La situacin se mantuvo inalterable hasta que los druidas convocaron el
Primer Consejo en Paranor para recopilar las enseanzas del mundo antiguo que pudieran
ser tiles para el nuevo. Todos los conocimientos, tanto los contenidos en los libros como
los transmitidos por va oral, que se haban conservado a travs de los aos, fueron
estudiados y analizados por el Consejo con la intencin de desvelar sus secretos. Por
desgracia, no todos eran buenos. Entre los libros hallados por los druidas se encontraba el
Ildatch. Lo encontr por casualidad un druida joven, brillante y ambicioso, llamado Brona.
El Seor de los Hechiceros susurr Brin.
Se convirti en Seor de los Hechiceros cuando el poder del Ildatch le hizo cambiar
prosigui Allanon con un gesto de asentimiento. Se perdi en la magia negra junto con
sus seguidores y durante casi un milenio todos ellos amenazaron la existencia de las razas.
Slo cuando Shea Ohmsford domin el poder de la Espada de Shannara, Brona y sus
seguidores fueron destruidos. Hizo una breve pausa. Pero el Ildatch desapareci otra
vez. Lo busqu en las ruinas del Monte de la Calavera cuando cay el reino del Seor de
los Hechiceros, pero no lo encontr. Pens que el que se perdiera era lo mejor que poda
haber ocurrido, y que quedara sepultado entre las ruinas para siempre. Pero estaba
equivocado, porque fue recuperado por una secta de seguidores humanos del Seor de los
Hechiceros; supuestos hechiceros de las razas de hombres que no estaban sometidos al
poder de la Espada de Shannara y, por tanto, no fueron destruidos con el Maestro. An no
s cmo lo hicieron, pero consiguieron descubrir el lugar donde el Ildatch estaba sepultado
y lo recuperaron. Lo llevaron a las profundidades de su guarida en las Tierras Orientales,
donde, escondidos de las razas, comenzaron a ahondar en los secretos de su magia. Eso
ocurri hace ms de sesenta aos, por lo que puedes suponer lo que les ha sucedido.
Quieres decir que todo ha comenzado de nuevo? Que hay otro Seor de los
Hechiceros y otros Portadores de la Calavera? pregunt Brin, inclinndose hacia delante,
con el rostro completamente plido.
Esos hombres no eran druidas como Brona y sus seguidores, y tampoco ha
transcurrido tan largo tiempo desde su subversin respondi Allanon con un gesto
negativo. Pero la magia subvierte a quienes la utilizan de manera inadecuada. La
diferencia est en la naturaleza del cambio producido. En cada ocasin, es diferente.
No puedo comprenderlo dijo Brin con un gesto de impotencia.
Diferente repiti Allanon. La magia, buena o mala, se adapta a quien la utiliza, y
ste a ella. La ltima vez, las criaturas nacidas de su toque volaban...
La frase qued en suspenso, mientras sus oyentes intercambiaban rpidas miradas.
Y esta vez? pregunt Rone.
Esta vez el mal camina respondi el druida, estrechando sus negros ojos.
Espectros corrosivos! exclam Jair.
se es el nombre que dan los gnomos a los caminantes negros respondi Allanon
con un gesto de asentimiento. Son otra forma de la misma maldad. El Ildatch los ha
convertido, como ya hiciera con Brona y sus seguidores, en vctimas de la magia y, en
consecuencia, en esclavos del poder. Estn perdidos para el mundo de los hombres,
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sumidos en la oscuridad.
Entonces, los rumores son ciertos murmur Rone Leah, buscando con sus ojos
grises los de Brin. No te lo haba dicho antes porque no quera que te preocuparas, pero
unos viajeros que pasaron por Leah me informaron de que los caminantes se dirigan hacia
el oeste desde el pas del Ro Plateado. Por ello, cuando Jair sugiri que acampsemos
fuera de Valle Umbroso...
Los espectros corrosivos han llegado tan lejos? lo interrumpi Allanon, reflejando
su preocupacin en la voz. Cunto tiempo hace de eso, prncipe de Leah?
Varios das respondi Rone, con un gesto de indecisin. Justo antes de mi partida
de Leah hacia aqu.
Entonces hay menos tiempo del que pensaba. Las arrugas que surcaban la frente
del druida se hicieron ms profundas.
Pero que estn haciendo aqu? insisti Jair.
Supongo que siguen mis pasos respondi Allanon, levantando su oscuro rostro.
El silencio se extendi por la casa oscura. Ninguno de los tres habl; los ojos del
druida los mantenan inmovilizados.
Escuchad bien. La plaza fuerte de los espectros corrosivos se encuentra en el
interior de las Tierras Orientales, en lo alto de las montaas del Cuerno Negro Azabache.
Es una fortaleza imponente y antigua, construida por los trolls durante la Segunda Guerra
de las Razas. Se llama Marca Gris. La fortaleza se asienta en el borde de las montaas que
rodean un profundo valle. Es en ese valle donde han escondido el Ildatch. Respir
profundamente. Hace diez das estuve en los lmites del valle, decidido a entrar en l,
sacar el Ildatch de su escondite y destruirlo. El libro es la fuente del poder de los espectros
corrosivos. Si se destruye y pierden el poder, se habr puesto fin a su amenaza. Pero
permteme que te explique algo sobre la naturaleza de esa amenaza. Los espectros no han
estado con los brazos cruzados desde la cada de su Maestro. Hace seis meses, los gnomos
y los enanos se declararon la guerra una vez ms por cuestiones fronterizas. Durante aos,
las dos naciones han luchado en los bosques de Anar; por ello, al principio nadie se
sorprendi. Pero en esta ocasin existe una diferencia, desconocida para la mayora. Los
gnomos son conducidos por la mano de los espectros corrosivos. Las tribus de gnomos,
que fueron vencidas y dispersadas tras la cada del Seor de los Hechiceros, han sido
esclavizadas por la magia negra, en esta ocasin bajo el dominio de los espectros. Y la
magia les da una fuerza que nunca tendran por s mismos. As es como han conseguido
hacer retroceder a los enanos hacia el sur e impedido que vuelvan a avanzar. La amenaza
es grave. Hace poco, las aguas del Ro Plateado han empezado a desprender malos olores,
corrompidas por la magia negra. La tierra est agonizando. Cuando muera, tambin
morirn los enanos, y las Tierras Orientales se perdern. Los elfos de las Tierras
Occidentales y los habitantes de la frontera de Callahorn se han apresurado a ayudar a los
enanos, pero su ayuda no es suficiente para oponer una resistencia eficaz a la magia de los
espectros corrosivos. Slo la destruccin del Ildatch puede poner fin a lo que est
sucediendo.
Recuerdas las historias que te ha contado tu padre, que a l se las cont el suyo y a
ste, a su vez, el suyo, Shea Ohmsford, sobre la invasin del Seor de los Hechiceros de
las Tierras Meridionales? pregunt el druida, volvindose hacia Brin. A medida que el
mal avanzaba, la oscuridad cubra todas las cosas. Una sombra se extenda sobre la tierra, y
todo lo que a su paso tocaba, se marchitaba hasta morir. En aquella oscuridad, la vida se
agotaba y slo persista el mal. Eso es lo que comienza de nuevo, muchacha; esta vez en el
Anar.
Hace diez das prosigui Allanon, apartando su mirada estaba ante las
fortificaciones de Marca Gris, decidido a buscar y destruir el Ildatch. Entonces fue cuando
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descubr lo que haban hecho los caminantes negros. Valindose de su magia han creado en
el valle una cinaga boscosa para proteger el libro, un Maelmord en el lenguaje de los
duendes, una barrera de tal maldad que destroza y devora cualquier cosa ajena a ella que
intente entrar. Entiende: esa selva oscura vive, respira y piensa, y nada ni nadie puede pasar
a travs de ella. Yo lo intent, pero ni siquiera mi importante poder fue suficiente. El
Maelmord me rechaz, y los caminantes negros descubrieron mi presencia. Me
persiguieron, pero consegu despistarlos. Y ahora me estn buscando
Su voz se apag, y Brin mir a Rone, que pareca muy contrariado.
Si te estn buscando, terminarn por llegar aqu, no es cierto? dijo el joven de la
montaa, aprovechando la ocasin que le proporcionaba la pausa del druida.
S, lo harn, pero no precisamente porque me persigan. Tarde o temprano intentarn
eliminar a cualquier persona que suponga una amenaza para su poder sobre las razas, y es
probable que la familia Ohmsford constituya esa amenaza.
A causa de Shea Ohmsford y la Espada de Shannara? pregunt Brin.
Indirectamente, s. Los caminantes negros no son criaturas creadas por la ilusin
como lo fue el Seor de los Hechiceros; por tanto, la Espada no puede causarles dao
alguno. Las piedras lficas, tal vez. Esa magia es una fuerza que se ha de tener en cuenta, y
los caminantes habrn odo hablar de la bsqueda del Fuego de Sangre en la que intervino
Wil Ohmsford.
Pero la amenaza real para ellos es la cancin de los deseos concluy el druida, tras
una breve pausa.
La cancin de los deseos? Brin no poda salir de su asombro. Pero si es slo un
pasatiempo! No tiene el poder de las piedras lficas! Por qu iban a considerarla una
amenaza esos monstruos? Por qu iban a sentir temor por algo tan inofensivo?
Inofensivo? inquiri Allanon, mientras sus ojos lanzaban un breve destello.
Luego los cerr como si tratara de ocultar algo, tornndose inexpresivo su oscuro rostro.
Entonces fue cuando Brin se sinti realmente asustada.
Allanon, por qu ests aqu? le pregunt una vez ms, intentado evitar que le
temblaran las manos.
Quiero que me acompaes a las Tierras Orientales, a la guarida de los caminantes
negros respondi el druida, mientras crepitaba la dbil llama de la lmpara de aceite,
abriendo de nuevo los ojos. Quiero que utilices la cancin para entrar en el Maelmord,
llegar hasta el Ildatch y entregrmelo para que lo destruya.
Cmo? pregunt Jair, tras intercambiar miradas con Brin y Rone.
La cancin de los deseos puede subvertir incluso a la magia negra respondi
Allanon. Puede alterar la conducta de cualquier ser viviente. Incluso puede obligar al
Maelmord a aceptar a Brin. La cancin puede abrirle el paso como si fuera uno de los
suyos.
La cancin puede conseguir eso? pregunt Jair con mirada de incredulidad.
La cancin no es ms que un juguete repiti Brin, haciendo un gesto negativo.
Lo es? O es que t slo la has utilizado como un juguete? pregunt el druida.
No, Brin Ohmsford, la cancin de los deseos es magia lfica y posee el poder de la magia
lfica. T todava no lo has comprobado, pero puedo asegurarte que es as.
No me importa lo que pueda ser, pero Brin no ir! intervino Rone visiblemente
enfadado. No le puedes pedir que haga algo tan peligroso!
No tengo eleccin, prncipe de Leah respondi Allanon impasible. Slo me queda
la posibilidad que tuve cuando ped a Shea Ohmsford que partiera en busca de la Espada de
Shannara o a Wil Ohmsford en busca del Fuego de Sangre. La herencia de la magia lfica
que por primera vez le fue otorgada a Jerle Shannara pertenece ahora a los Ohmsford. Me
gustara tanto como a ti que no hubiera sucedido, pero sera como desear que la noche
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estuviera dispuesto a aprobar sin oponer objeciones. Te pido que lo arriesgues todo por
poco ms que mi palabra de que es necesario que lo hagas as. Te pido confianza cuando
existen pocas razones para confiar. Te pido todo esto sin ofrecerte nada a cambio. Nada.
Pero tambin te digo prosigui Allanon, inclinndose hacia delante, levantndose a
medias de la silla con el rostro ensombrecido que si piensas detenidamente en el asunto, a
pesar de los argumentos que pudieras oponer, te dars cuenta de que debes acompaarme.
Ni siquiera Rone se atrevi a contradecirlo esta vez. El druida mantuvo su posicin
durante un instante, con las negras vestiduras desplegadas mientras se apoyaba en la mesa,
y despus, lentamente, recuper su postura anterior. En aquel momento su aspecto
reflejaba un gran cansancio, una especie de silenciosa desesperacin. No era algo propio
del Allanon que su padre le haba descrito en tantas ocasiones, y Brin se asust por ello.
Lo meditar con detenimiento tal como me pides dijo, pero su voz fue slo un
susurro. Pero necesito tiempo para ello, al menos esta noche. Tengo que intentar poner en
orden mis sentimientos.
Hablaremos de nuevo por la maana. Medtalo bien, Brin Ohmsford respondi
Allanon con un gesto de asentimiento, tras un instante de vacilacin, y empez a
levantarse.
Bien, y yo qu? Es que lo que yo piense no tiene ninguna importancia? pregunt
Jair, ya puesto en pie, con su cara lfica arrebolada. Si Brin te acompaa, tambin yo lo
har! No me dejaris atrs!
Jair, recuerda que... empez a decir Brin, pero Allanon la interrumpi con la
mirada, se levant y rode la mesa hasta ponerse frente al muchacho.
Tienes valor le dijo con voz suave, poniendo una mano sobre el delgado hombro
del joven del valle, pero tu magia no es vlida para este viaje. Tu magia es ilusin, y la
ilusin no puede abrirnos paso a travs del Maelmord.
Pero puedes estar equivocado insisti Jair. Adems, quiero ayudar!
Hay algo que debes hacer mientras Brin y yo estemos ausentes respondi Allanon
con un gesto de asentimiento. Has de ocuparte de la seguridad de tus padres, velar por
ellos para que los caminantes negros no los encuentren antes de que consigamos destruir el
Ildatch y utilizar la cancin para protegerlos si se presentan. Lo hars?
Brin no se preocup demasiado por que el druida diera por hecho que ella lo
acompaara a las Tierras Orientales, y mucho menos por que animara a Jair a utilizar la
magia lfica como arma defensiva.
Lo har si debo hacerlo respondi Jair, con un matiz de queja en la voz, pero
preferira acompaaros.
En otra ocasin, Jair le dijo Allanon, presionando su hombro con la mano.
Tambin puede haber otra ocasin para m puntualiz Brin con sarcasmo.
Todava no he tomado ninguna decisin, Allanon.
No habr otra ocasin para ti, Brin respondi el druida, mirando a la joven. sta
es tu ocasin. Debes acompaarme. Maana lo comprenders dijo por ltimo,
dirigindose hacia la puerta principal con un gesto de despedida, mientras se cea las
negras vestiduras que lo cubran.
Dnde te encontrar, Allanon? pregunt la joven del valle.
Estar cerca respondi el druida sin detenerse, y un instante despus haba
desaparecido.
Bueno, y ahora qu? pregunt Rone.
Ahora todos nos vamos a la cama respondi Brin, buscando su mirada y
levantndose de la mesa.
A la cama? se asombr el joven de las tierras altas. Cmo puedes pensar en
acostarte despus de lo ocurrido? pregunt, sealando en la direccin en que haba
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desaparecido el druida.
Qu otra cosa puedo hacer, Rone? pregunt a su vez Brin, echndose el pelo
hacia atrs y esbozando una sonrisa. Estoy cansada, confundida y asustada, y necesito
descansar.
Qudate aqu esta noche le dijo, besndolo en la frente. Tambin bes a Jair y lo
estrech entre sus brazos A la cama, los dos! Y se dirigi hacia su dormitorio, cerrando
la puerta tras ella.
Consigui conciliar el sueo durante algn tiempo, un sueo inquieto y lleno de
pesadillas, en el que los temores subconscientes tomaron forma y la persiguieron. Se
despert con un sobresalto, angustiada, y encontr la almohada empapada de sudor.
Entonces se levant, se visti deprisa y atraves sin hacer ruido las oscuras habitaciones de
su casa. En la mesa del comedor encendi una lmpara de aceite, baj la llama, se sent y
fij su vista en las sombras.
Se sinti invadida por una sensacin de desamparo. Qu deba hacer? Recordaba las
historias relatadas por su padre, e incluso las que contaba su bisabuelo Shea Ohmsford
cuando ella slo era una nia. Lo que sucedi cuando el Seor de los Hechiceros baj de
las Tierras Septentrionales y sus ejrcitos arrasaron Callahorn, extendiendo la oscuridad
por toda la tierra. El lugar que pisaba el Seor de los Hechiceros quedaba en tinieblas.
Ahora volva a suceder lo mismo: guerras fronterizas entre gnomos y enanos,
envenenamiento de las aguas del Ro Plateado y los terrenos colindantes, las tinieblas
cubriendo las Tierras Orientales. Todo como haba ocurrido setenta y cinco aos atrs.
Tambin en esta ocasin, como entonces, haba una manera de impedirlo, de detener el
avance de la oscuridad. Tambin en esta ocasin se haba recurrido a un Ohmsford para
que realizara el trabajo, porque, al parecer, no haba otra posibilidad.
Se encogi bajo sus ropas.
Al parecer, sa era la frase clave por lo que respectaba a Allanon. Cunto de todo lo
que le haba dicho slo era lo que pareca? Cunto era verdad y cunto media verdad? La
historia de Allanon siempre era la misma. Su poder y sus conocimientos eran enormes, y
slo comparta una mnima parte de ellos. Deca lo que crea necesario e imprescindible, y
guardaba para s el resto. Manipulaba a los dems para conseguir sus propsitos, y con
frecuencia ocultaba esos propsitos. Cuando se viajaba por las rutas de Allanon, era
necesario ser plenamente consciente de que se hara a ciegas.
Pero la ruta de los caminantes negros poda ser an ms oscura, siempre que fueran
otra forma del mal destruido por la Espada de Shannara. Ella deba sopesar la oscuridad de
una y otra parte. Allanon siempre haba utilizado la manipulacin en sus relaciones con los
Ohmsford, pero era el protector de las Cuatro Tierras. Lo hizo para salvaguardar a las
razas, no para perjudicarlas, y sus advertencias siempre se haban cumplido. No haba
razn alguna que pudiera inducir a pensar que ahora estaba equivocado.
Pero la magia de la cancin posea el suficiente poder para atravesar la barrera
levantada por el mal? Brin no poda creer que lo tuviera. Qu era la cancin sino un efecto
secundario de la utilizacin de la magia lfica? No tena la fuerza de las piedras lficas. No
era un arma. Sin embargo, segn Allanon era lo nico que se poda oponer a la magia
negra; el nico medio para hacerle frente, porque incluso su poder haba fallado.
El sonido de unos pies descalzos que se aproximaban al comedor la sobresaltaron.
Rone Leah sali de la oscuridad, se dirigi a la mesa y se sent.
Tampoco yo puedo dormir murmur, parpadeando ante la luz de la lmpara de
aceite. Has tomado ya alguna decisin?
Ninguna respondi Brin, encogindose de hombros. No s qu decisin debo
tomar. No puedo dejar de preguntarme qu hara mi padre.
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Pronto llegara la maana. Una plida luz plateada se filtraba a travs de la niebla
que preceda al amanecer en el bosque y empujaba a las sombras hacia el oeste. Roto su
intranquilo sueo por la inquietud, los miembros de la casa Ohmsford se levantaron. Antes
de que hubiera transcurrido una hora iniciaron los preparativos para la marcha de Brin a las
Tierras Orientales. Rone fue a la posada en busca de caballos, arneses de montar, armas y
alimentos. Brin y Jair empaquetaron la ropa y el equipo de acampada. Todos realizaron las
tareas encomendadas con gran eficacia. Hablaban poco; nadie tena mucho que decir y
ninguno senta deseos de entablar conversacin.
Jair Ohmsford, sobre todo, se mostraba muy reservado; se mova por la casa y haca
su trabajo en deliberado silencio. Le disgustaba tener que quedarse en casa, mientras que
Brin y Rone viajaran al este con Allanon. sa era la primera decisin que haban tomado
aquella maana poco despus de levantarse. Tras reunirse en el comedor, como haban
hecho la noche anterior, discutieron brevemente la decisin de Brin de ir al Anar. Una
decisin, pens Jair, que todos, excepto l, ya conocan. En esa reunin se decidi que Brin
y Rone acompaaran a Allanon y que l se quedara. La verdad es que al druida le
desagrad la insistencia de Rone en acompaarlos, as como sus argumentos de que Brin
necesitaba a alguien en quien poder confiar, a alguien en quien poder creer. No, el druida
no se sinti satisfecho por ello. De hecho, slo accedi cuando Brin dijo que se sentira
mejor si Rone estaba cerca de ella. Pero cuando Jair sugiri que an se sentira mejor si
tambin iba l, porque posea la magia del cantar para protegerla, los tres mostraron una
tenaz oposicin. Brin aleg que era muy peligroso y Rone que era un viaje demasiado
largo y arriesgado. Allanon le record que era en su casa donde realmente se le necesitaba.
Tienes una responsabilidad con tus padres le dijo. Debes utilizar la magia que
posees para protegerlos.
Tras pronunciar estas palabras, Allanon se retir y no hubo otra oportunidad de
discutir con l el asunto. Rone pensaba que ahora Brin era el centro del universo y que, por
ello, no poda oponerse a sus deseos ni a la decisin que haba tomado. Eso era todo.
Evidentemente, parte del problema con su hermana resida en que ella no le comprenda.
En realidad, Jair no estaba completamente seguro de que ni siquiera se comprendiese a s
misma. Mientras ultimaban los preparativos, con Allanon y Rone todava ausentes, sac a
colacin el tema de las piedras lficas.
Brin dijo, mientras doblaban las mantas sobre el suelo del saln para envolverlas
en telas impermeables. Yo s dnde esconde nuestro padre las piedras lficas.
Siempre he credo que lo sabas contest ella, levantando la vista.
Bueno, hizo un secreto tan grande de ello...
Y a ti no te gustan los secretos, verdad? Las has sacado en alguna ocasin?
Slo para mirarlas admiti, inclinndose hacia delante. Brin, creo que deberas
llevarlas.
Para qu? inquiri la joven con un tono de enfado en su voz.
Para que te protejan y guen.
Con su magia? Slo nuestro padre puede utilizar su magia, como bien sabes.
Bueno, pero quizs...
Adems, tambin sabes lo que l piensa de las piedras lficas. El emprender este
viaje ya lleva consigo bastantes problemas como para aadir otro ms con las piedras. Me
parece que no tienes las ideas muy claras Jair.
T eres quien no piensa con claridad respondi Jair, con visible enfado. Los dos
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sabemos lo peligroso que este viaje puede ser para ti. Necesitars toda la ayuda que puedas
encontrar, y las piedras te seran muy tiles; slo necesitas descubrir cmo funcionan, y t
eres muy capaz de hacerlo.
Nadie excepto el portador legtimo puede...
Conseguir que las piedras acten? Haba acercado su rostro al de su hermana, en
su deseo de que tuviera en cuenta sus argumentos. Pero quiz t y yo seamos una
excepcin, Brin, porque ya poseemos la magia lfica. Tenemos la cancin de los deseos.
Tal vez podamos conseguir que las piedras funcionen!
No dijo ella, tras un momento de tenso silencio. No. Prometimos a nuestro padre
que nunca intentaramos utilizarlas...
Tambin nos hizo prometer que no utilizaramos la magia lfica, no lo recuerdas?
Pero yo lo hago y, a veces, tambin t. Y no es eso lo que Allanon te exigir cuando
lleguis a la fortaleza de los caminantes negros? No lo es? Entonces, qu diferencia
existe entre utilizar la cancin de los deseos y las piedras lficas? La magia lfica es
magia lfica!
No importa respondi Brin, que le miraba con una expresin distante, volviendo
su atencin a las mantas. No las coger. Ven aqu, aydame a atar esto.
No hablaron ms ni sucedi ninguna otra cosa. Ella se comport de la misma forma
que cuando rechaz su ofrecimiento de acompaarla a las Tierras Orientales. No le haba
dado ninguna razn aceptable; se haba limitado a decir que no cogera las piedras lficas,
tanto si poda usarlas como si no. Jair no poda comprenderlo. No comprenda a su
hermana. l, en su caso, no hubiera dudado en cogerlas y buscar la manera de utilizarlas,
porque eran un arma poderosa contra la magia negra. Pero Brin... Brin pareca que ni
siquiera era capaz de ver la contradiccin existente entre aceptar la utilizacin de la magia
de la cancin y negarse a utilizar la magia de las piedras lficas.
Pas el resto de la maana intentando encontrar algn sentido a las razones que
pudiera tener su hermana, o a la carencia de ellas, para negarse a utilizar las piedras. Las
horas pasaron con rapidez; Rone regres con caballos y provisiones; cargaron los fardos y
despus tomaron un ligero almuerzo bajo los robles del patio trasero. Entonces, de
improviso, apareci Allanon, tan sombro al medioda como en lo ms oscuro de la noche,
como si de la misma muerte se tratara, y el tiempo se termin. Rone estrech la mano de
Jair y le dio unas cordiales palmadas en la espalda, hacindole prometer que cuidara de
sus padres cuando regresaran. Luego, Brin lo estrech entre sus brazos.
Adis Jair le susurr. Recuerda que te quiero.
Yo tambin te quiero logr decir l, y la abraz.
Poco despus, ya sobre los caballos, descendan por el polvoriento camino, agitando
los brazos en seal de despedida una y otra vez. Jair esper a que se perdieran de vista para
enjugarse las lgrimas que corran por sus mejillas y que hubiera preferido evitar.
Esa misma tarde baj a la posada. Lo hizo pensando en la posibilidad aducida por
Allanon de que los caminantes o sus aliados gnomos buscaran al druida por las tierras
situadas al oeste del Ro Plateado. Si sus enemigos llegaban a Valle Umbroso, su primer
objetivo, sin lugar a dudas, sera el hogar de los Ohmsford. Adems, era mucho ms
interesante estar en la posada, con sus habitaciones llenas de viajeros procedentes de todas
las tierras, cada uno con un relato diferente que contar, cada uno con una noticia diferente
que compartir. Jair prefera, sin la menor duda, la excitacin de los relatos contados ante un
vaso de cerveza en la taberna al aburrimiento de una casa vaca.
Mientras se diriga a la posada, llevando consigo algunos objetos personales, sentir
en su rostro el suave calor del sol vespertino contribuy a aliviar el disgusto que an senta
por haberse quedado solo. Deba de admitirlo: existan buenas razones para ello: alguien
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tena que explicar a sus padres, cuando regresaran, por qu Brin no estaba en casa. Desde
luego, no sera una tarea fcil. Se imagin, durante un breve instante, el rostro de su padre
al escuchar lo que haba sucedido, e hizo un gesto de preocupacin. Su padre no iba a
recibir una alegra cuando conociera la noticia. Incluso sera probable que se propusiera
seguir a Brin, llevando consigo las piedras lficas.
Un gesto de determinacin se dibuj en su rostro. En ese caso, lo acompaara. No
poda permitir que prescindieran de l por segunda vez.
Dio una patada a las hojas cadas que cubran el camino, que quedaron esparcidas.
Por supuesto, su padre se opondra frontalmente a sus pretensiones, y tambin su madre.
Pero tena dos semanas enteras para encontrar la forma de persuadirlos.
Sigui caminando, ahora un poco ms despacio, dejndose imbuir por ese
pensamiento. Pero despus lo rechaz, porque pens que era preferible informarles de lo
sucedido con Brin y Rone, y luego acompaarlos a Leah, donde deban quedarse bajo la
proteccin del padre de Rone hasta que concluyera la bsqueda. Era lo ms aconsejable y,
por tanto, lo que hara. Desde luego, Wil Ohmsford podra oponerse a este plan, y Jair, que
conoca muy bien a su padre, esperaba que impusiera cualquier otra idea que pudiera
ocurrrsele.
Hizo un gesto de fastidio y aceler el paso. Tena que pensar en ello.
Cuando el da estaba a punto de terminar, Jair Ohmsford cen en la posada con la
familia que administraba el negocio de sus padres, les brind su ayuda para el trabajo del
da siguiente y despus se dirigi hacia el saln para escuchar los relatos de los viajeros
que estaban de paso en Valle Umbroso. Ms de uno hizo mencin de los caminantes
negros, los espectros corrosivos vestidos de negro que nadie haba visto pero cuya
existencia todos admitan, los malignos que arrebataban la vida slo con la mirada.
Proceden de la oscuridad de la tierra, aseguraban las distintas voces en speros susurros, y
todas las cabezas se movan en un gesto de asentimiento. Era preferible no toparse nunca
con algo que fuera parecido a ellos. Incluso Jair empez a sentirse inquieto por esa
posibilidad.
Se qued escuchando las narraciones de los viajeros hasta pasada la medianoche, y
despus se fue a su habitacin. Durmi profundamente, se levant al alba y pas la maana
trabajando en la posada. Ya no se senta tan mal por haber sido obligado a quedarse.
Despus de todo, la parte que le corresponda desempear tambin era importante. Si los
caminantes negros conocan la existencia de las piedras lficas y se acercaban a Valle
Umbroso en busca de su poseedor, Wil Ohmsford correra tan grave peligro o incluso
mayor que su hija. Por tanto, Jair deba mantener los ojos bien abiertos, a fin de que nada
malo le ocurriera a su padre antes de que l pudiese avisarle para que lo evitara.
Jair termin el trabajo que le haban encomendado hacia el medioda. Tras
agradecerle su colaboracin y decirle que poda tomarse algn tiempo libre, el pequeo
Ohmsford se dirigi hacia los solitarios bosques que se levantaban detrs de la posada, se
intern en ellos y experiment con la cancin durante varias horas, utilizando la magia de
varias maneras y quedando complacido con el control que ejerca sobre ella. Pens de
nuevo en las estrictas recomendaciones de su padre sobre la conveniencia de no utilizar la
magia lfica. Pero su padre no poda comprenderlo. La magia formaba parte de l, y su uso
era tan natural como el utilizar los brazos y las piernas. No poda pretender que la
ignorara! Sus padres no se cansaban de advertirle que la magia era peligrosa, y hasta Brin
se lo recordaba de vez en cuando, aunque con menos conviccin, porque ella tambin
segua usndola. Estaba convencido de que se lo repetan sin cesar slo porque, al ser ms
joven que Brin, se preocupaban ms por l. Hasta el momento, no haba observado ningn
indicio que confirmase tal peligro en el uso de la magia, y mientras no lo observara,
seguira usndola.
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sensatos. Estoy buscando al druida. Dime si est aqu o si se ha ido a otra parte, y me ir.
Druida? pregunt Jair, tras un momento de vacilacin. No conozco ningn
druida. No s lo que t...
Buscando evasivas, no es as? dijo el gnomo, haciendo un gesto de desaprobacin
y lanzando un suspiro. Pues peor para ti, muchacho, porque en tal caso tendremos que
seguir el camino difcil.
Empez a avanzar hacia l, con las manos extendidas. Instintivamente, Jair se retir.
Entonces pens en la cancin de los deseos y, tras un momento de duda y de incertidumbre
porque nunca haba utilizado la magia contra un ser humano, la us. Emiti un sonido bajo,
sibilante, y apareci un gran nmero de serpientes, enroscadas alrededor de los brazos
estirados del gnomo, que empez a proferir gritos desesperados, agitando los brazos con
fuerza para desprenderse de las serpientes. Jair mir a su alrededor, vio una rama de rbol
partida del tamao de un bastn, la cogi y golpe con ella la cabeza del gnomo, que lanz
un gruido, se derrumb y qued inmvil tendido en el suelo.
La rama resbal de las temblorosas manos de Jair. Haba matado al gnomo? Se
arrodill con cautela junto a l y cogi una de sus muecas. Le lata el pulso. El gnomo no
estaba muerto, slo inconsciente. Jair se levant. Qu deba hacer ahora? El gnomo estaba
buscando a Allanon y saba que haba estado en Valle Umbroso y en el hogar de los
Ohmsford, saba... quin poda decir qu otras cosas poda saber? En cualquier caso,
demasiado para que Jair se quedara en Valle Umbroso, y ms ahora que haba utilizado la
magia. Hizo un gesto de reproche, furioso. Haba recurrido a la magia, cuando deba
haberla mantenido en secreto. Pero ya era demasiado tarde para arrepentirse. No crea que
el gnomo estuviera solo. Deba de haber otros, y con toda probabilidad estaran en su casa.
All era donde deba ir, porque all era donde estaban escondidas las piedras lficas.
Ech una mirada a su alrededor, mientras ordenaba con rapidez sus pensamientos. A
pocos metros del lugar en que se hallaban, haba una leera. Agarr al gnomo por los pies,
lo arrastr hasta ella y lo encerr en el interior, cerrando a continuacin la puerta y
asegurndola con la barra de metal. Despus, muy a su pesar, esboz una leve sonrisa.
Aquella leera estaba bien construida, y al gnomo no le resultara fcil salir.
Regres con paso apresurado a la posada. A pesar de la urgencia, deba notificar al
posadero que se iba, porque de lo contrario toda la comunidad lo buscara por el valle y sus
alrededores.
La desaparicin de Brin y de Rone fue fcil de justificar: dijo que haban decidido
irse a Leah y que a l no le haba apetecido acompaarlos. Pero todos se extraaran de su
propia desaparicin, porque no quedaba nadie que pudiera justificarla. As, con gesto
despreocupado y sonrisa de disculpa, le dijo al posadero que haba cambiado de opinin y
que partira para las tierras altas a primeras horas de la maana. Pasara la noche en su
casa, preparando el equipaje. Cuando el posadero le pregunt por qu haba cambiado tan
pronto de opinin, le dijo que haba recibido un mensaje de Brin, y antes de que le pudiera
hacer nuevas preguntas, atraves la puerta.
Se intern en el bosque, corriendo hacia su casa en medio de la oscuridad. Sudaba a
mares, acalorado por la excitacin y la expectativa. No estaba asustado, quiz porque no
haba tenido tiempo suficiente para darse cuenta de lo que estaba haciendo. Adems, lo
ocurrido con el gnomo le obligaba a actuar.
Las ramas de los rboles golpeaban su cara. Sigui corriendo, sin preocuparse de
esquivarlas, con la mirada fija en la oscuridad que tena delante. Aquella parte del bosque
le era familiar, y encontr su camino sin mayores problemas, movindose con pies de gato,
escuchando con atencin los sonidos circundantes.
A unos cincuenta metros de la casa, entr en un bosquecillo de pinos, siguiendo su
ruta sin hacer ningn ruido hasta que distingui la oscura silueta del edificio entre las
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ramas. Entonces se dej caer sobre las manos y rodillas, y escudri en la noche. No
escuch sonido alguno, ni percibi ninguna seal de movimiento. Daba la impresin de
que todo estaba en su sitio. Se detuvo para apartar un mechn de pelo que le cubra la cara.
Lo que deba hacer era fcil, o deba serlo; slo tena que entrar en la casa, coger las
piedras lficas y volver a salir. Si no haba nadie vigilando, as sera...
Entonces algo se movi en los robles que crecan en la parte trasera de la casa; slo
una sombra y durante un breve instante; luego, nada. Respir profundamente y esper. Los
minutos pasaban. Los insectos zumbaban a su alrededor, buscando qu comer, pero los
ignor. Entonces percibi de nuevo el movimiento, en esta ocasin con ms claridad. Era
un hombre. No, un hombre no, sino un gnomo.
Se qued quieto. Bien, fuera un gnomo o no, l tena que entrar en la casa. Y si lo
era, habra ms de uno, esperando, vigilando; pero sin saber si l volvera, ni cundo. El
sudor corra por su espalda, mientras que su garganta estaba seca. El tiempo apremiaba.
'Tena que salir de Valle Umbroso, pero no poda hacerlo dejando all las piedras lficas.
No le quedaba otra opcin que utilizar la cancin de los deseos.
Tard un momento en preparar su voz para lo que se propona: simular el zumbido de
los mosquitos que lo rodeaban por todas partes, subsistiendo an en el calor de principios
de otoo. Luego se desliz desde los pinos hacia una zona menos densa del bosque. Ya
haba utilizado aquel truco en un par de ocasiones, pero nunca en condiciones tan
apremiantes. Se movi con lentitud, dejando que su voz lo convirtiese en parte de la noche
del bosque, sabiendo que si todo sala bien, sera invisible para los ojos que lo vigilaban.
Se acercaba a la casa, poco a poco. Vio de nuevo al gnomo, que vigilaba entre los rboles
de la parte trasera del oscuro edificio. Despus vio a otro ms lejos, a su derecha, junto a
los altos arbustos situados frente a la casa, y a un tercero al otro lado de la carretera, junto
al abeto. Ninguno miraba hacia donde l estaba. Dese correr confundido con el viento de
la noche hasta llegar a la sombra que proyectaba la casa, pero mantuvo el ritmo de su paso
y el zumbido de su voz uniformes y suaves. No dejes que me vean, rog. No dejes que me
miren.
Cruz el prado, deslizndose de rbol en rbol, con los ojos alerta para descubrir a
cualquier otro gnomo. La puerta trasera era la que ofreca menos dificultades, porque
quedaba oscurecida por las sombras de unos altos arbustos, que an conservaban las hojas.
Una inesperada llamada desde un lugar alejado de la casa lo asust y le oblig a
detenerse. El gnomo que estaba detrs de la casa sali de entre los robles y un rayo de luna
emiti un destello al chocar en su largo cuchillo. La llamada se repiti, seguida de unas
risas. La hoja descendi. Eran unos vecinos que estaban en la carretera, bromeando y
hablando en la clida noche otoal, despus de la cena. El sudor empapaba la tnica de
Jair, y por primera vez sinti autntico miedo. A una docena de metros de l, el gnomo que
haba salido de los robles dio media vuelta y desapareci de nuevo entre ellos. La voz de
Jair tembl, pero enseguida consigui reafirmarla, mantenindolo oculto, y sigui
avanzando hacia la casa.
Se detuvo ante la puerta, dejando que la cancin se extinguiese durante un momento,
e intent calmarse. Busc con torpeza en sus bolsillos hasta encontrar la llave de la puerta,
la meti en la cerradura y la hizo girar lentamente. Abri la puerta sin hacer ningn ruido y
entr. Se detuvo en la oscuridad del interior. Algo no funcionaba. Poda sentirlo ms que
describirlo; era una sensacin que helaba sus huesos. Algo andaba mal. La casa... la casa
no estaba como siempre; era diferente... Permaneci en silencio, esperando que sus
sentidos le revelaran lo que suceda. Poco a poco fue adquiriendo conciencia de que haba
algo ms en la casa, algo terrible, algo tan maligno que su sola presencia impregnaba el
aire de temor. Fuera lo que fuese, pareca que estaba en todas partes al mismo tiempo,
como un horrible y negro manto que flotara en el hogar de los Ohmsford como un velo de
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Fue una huida muy arriesgada.
Los Ohmsford ya haban huido de Valle Umbroso en otra ocasin al amparo de la
noche, perseguidos por los seres negros, que despus los acosaron a lo largo y ancho de las
Cuatro Tierras. Haban pasado ms de setenta aos desde entonces, desde cuando Shea y
Flick Ohmsford salieron de la posada de Valle Umbroso, donde vivan, huyendo del
monstruoso y alado Portador de la Calavera que envi el Seor de los Hechiceros para
destruirlos. Jair conoca la historia; con unos pocos aos ms de los que l tena, haban
huido hacia el este hasta llegar a la ciudad de Culhaven. Pero Jair Ohmsford no era menos
capaz que ellos. l tambin haba crecido en Valle Umbroso y saba cmo sobrevivir en un
pas desconocido.
Mientras corra a travs de los bosques de Valle Umbroso, llevando como nico
equipaje las ropas que vesta, el cuchillo de caza en su cinturn que todos los hombres del
valle portaban y la bolsa de piel con las piedras lficas ocultas en su tnica, confiaba en su
capacidad para llegar sin dao a su destino. Pero en ningn momento se sinti invadido por
el pnico; slo haba experimentado un sentimiento punzante de expectacin. Slo haba
sentido verdadero miedo cuando estuvo en la cocina de su casa, oculto entre las sombras de
la gran chimenea, escuchando el silencio, sabiendo a ciencia cierta que en la habitacin
contigua estaba un caminante negro y sintiendo que su maldad impregnaba hasta el aire
que respiraba. Pero eso ya haba quedado atrs, perdido en la oscuridad del pasado
mientras l avanzaba hacia el futuro, y ahora sus ideas eran claras y estaba decidido a
llevarlas a la prctica.
Cuando sali de Valle Umbroso eligi Leah como punto de destino. Tardara tres das
en llegar, pero ya haba hecho antes ese viaje y, por tanto, no se expona a perderse.
Adems, all encontrara la ayuda que necesitaba y que en Valle Umbroso nadie le poda
prestar.
Valle Umbroso no era ms que una pequea aldea, y sus habitantes no estaban
preparados para enfrentarse a los caminantes negros ni a sus aliados, los gnomos. En
cambio, Leah era una ciudad; las tierras altas estaban regidas por la monarqua y
protegidas por un ejrcito profesional. El padre de Rone Leah era el rey y un buen amigo
de la familia Ohmsford. Jair le expondra los ltimos acontecimientos, le pedira que
enviase patrullas al sur al encuentro de sus padres, para que los advirtieran del peligro que
correran en Valle Umbroso. Despus los tres se quedaran en la ciudad, esperando el
regreso de Allanon con Brin y Rone. A Jair le pareca un magnfico plan y no encontraba
una sola razn que le impidiese llevarlo a la prctica con xito.
Sin embargo, el joven del valle no estaba dispuesto a dejar nada al azar. Por eso haba
sacado las piedras lficas de su escondite, donde podan haberlas encontrado los
caminantes negros, aunque eso implicara confesar a su padre que conoca el lugar tan
secreto donde las haba escondido.
Mientras corra, abrindose paso a travs de los bosques de Valle Umbroso hacia las
montaas que rodeaban el valle, intent recordar todo lo que el anciano rastreador le haba
revelado en sus charlas sobre las diversas formas de ocultar su propio rastro a los
perseguidores. Jair y el anciano convirtieron aquello en un juego, compitiendo entre s en
el invento de nuevos y complicados trucos para despistar a imaginarios perseguidores. Para
el rastreador, la experiencia era la base de su habilidad. Para Jair, su desbordada
imaginacin. Ahora el juego se haba convertido en realidad, y la imaginacin sola no era
suficiente. Necesitaba la experiencia del anciano, y Jair se esforz en recordar el mayor
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A pesar del gran cansancio que senta, Jair continu la marcha hacia el este a travs
de las praderas, con las tierras altas destacndose ante l a medida que se acercaba. Una o
dos veces volvi la vista atrs, al campo que haba atravesado, pero siempre lo encontr
vaco.
Era medioda cuando lleg al pabelln de caza, una casa de madera y piedra que se
levantaba entre pinos en el lindero de los bosques de las tierras altas. El pabelln estaba
edificado sobre una colina que dominaba las praderas, pero oculto por los rboles hasta
hallarse a corta distancia. Jair subi los escalones de piedra que conducan a la puerta del
pabelln tambalendose a causa del cansancio, se volvi para buscar la llave que Rone
dejaba oculta en una grieta de las piedras y vio que la cerradura estaba rota. Levant el
pestillo con cautela y mir al interior. No haba nadie.
Por qu tena que haber alguien?, gru para s, con unos prpados pesados como
el plomo por la necesidad de dormir.
Entr y cerr la puerta. Pase brevemente la mirada por el inmaculado interior,
decorado con muebles de madera y piel, estantes llenos de provisiones y artculos de
cocina, barra de cerveza y chimenea de piedra, y se dirigi satisfecho hacia el corto
corredor situado al fondo de la sala principal que conduca a los dormitorios. Se detuvo
ante la primera puerta que encontr, la abri, entr y se dej caer en una amplia cama con
colchn de plumas.
En un instante, se qued dormido.
Cuando despert, estaba oscureciendo y el cielo de otoo haba adquirido un tono
azul oscuro de agonizantes rayos de sol plateados que se filtraban a travs de las cortinas
de la ventana del dormitorio. Lo haba despertado un ruido producido, al parecer, por unas
botas al pisar con fuerza las tablas de madera.
Sin pensarlo, se levant y, an medio dormido, se dirigi a la puerta del dormitorio, y
mir fuera. La sala principal del pabelln, baada en sombras, estaba vaca. Jair parpade,
escudriando la oscuridad, y entonces vio algo ms: la puerta de la entrada estaba abierta.
Dio un paso hacia el corredor, sin poder creer lo que vea, entrecerrando sus
somnolientos ojos.
Dando otro paseo, muchacho? pregunt una voz conocida a sus espaldas.
Se gir con la velocidad de un rayo, pero aun as fue demasiado lento. Algo le golpe
en la cara, y al instante explotaron luces ante sus ojos. Cay al suelo y qued sumergido en
las tinieblas.
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An era verano en el lugar donde el ro Mermidon descenda de Callahorn y verta
sus aguas en la vasta extensin del lago del Arco Iris. El lugar era verde y fresco, una
mezcla de praderas y bosques, colinas y montaas. El agua del ro y de docenas de
afluentes alimentaba la tierra y la mantena hmeda. La niebla del lago se desplazaba hacia
el norte cada amanecer, hasta acabar dispersndose, y se asentaba sobre la tierra, dando
vida en una prolongacin del verano. Olores dulces y hmedos saturaban el aire, y el otoo
todava era un extrao en aquellas latitudes.
Brin Ohmsford estaba sola, sentada en una pequea colina desde la que se dominaba
la desembocadura del ro Mermidon en el lago, y senta una gran paz interior. El da estaba
a punto de llegar a su final, y el sol se haba convertido en una brillante llamarada amarillorojiza en el horizonte occidental, cuya luz tea de carmes las aguas plateadas que se
extendan ante ella. Ni la menor rfaga de viento alteraba la calma del anochecer, y la
superficie del lago era como un espejo. Sobre su cabeza, las bandas de color adquiran ms
intensidad, contrastando con el gris de la parte oriental del cielo ya oscurecido. El
maravilloso arco iris que daba nombre al lago hunda sus races, arquendose, en ambas
orillas. Las grullas y los gansos planeaban graciosamente en la menguante luz y sus gritos
perturbaban el profundo silencio.
El pensamiento de Brin salt de un lugar a otro. Haca cuatro das que haba dejado
su hogar y viajaba en direccin este hacia el profundo Anar, alejndose de l ms que
nunca. Pareca extrao que supiese tan poco sobre el viaje, incluso en aquel momento.
Haban pasado cuatro das, y ella era poco ms que una nia agarrada a la mano de su
madre, confiando ciegamente en ella. Desde Valle Umbroso se haban dirigido hacia el
norte a travs del Duln, despus se haban desviado hacia el este siguiendo el curso del ro
Rappahalladron, para dirigirse de nuevo hacia el norte, y una vez ms hacia el este
bordeando el lago del Arco Iris hasta la desembocadura del ro Mermidon. Durante esos
cuatro das, el druida no le haba dado ni la ms mnima explicacin.
Desde luego, tanto Rone como ella haban buscado esa informacin con preguntas
constantes, pero Allanon se haba negado a responderlas de manera sistemtica. Alegaba
que todava no era el momento adecuado, y que deban limitarse a seguirlo. Y as lo haban
hecho, cautelosos y disgustados, prometindose a s mismos que conseguiran esas
explicaciones antes de llegar a las Tierras Orientales.
Sin embargo, el druida les dio pocos motivos para creer que lo conseguiran. Los
oblig a guardar las distancias con su caracterstica actitud enigmtica y reservada. De da,
cuando viajaban, cabalgaba delante de ellos, dejando claro que prefera la soledad. Por la
noche, cuando acampaban, los dejaba y se internaba en las sombras. No coma ni dorma;
comportamiento que pareca acentuar las diferencias existentes entre ellos y, en
consecuencia, aumentar las distancias. Los vigilaba como un halcn a su presa, sin dejar
nunca que deambularan solos.
Hasta este momento, se corrigi. Aquel atardecer del cuarto da, Allanon se ausent
inesperadamente. Haban acampado en el lugar donde el ro Mermidon verta sus aguas en
el lago del Arco Iris, y el druida se haba adentrado en los bosques que bordeaban las aguas
del ro sin darles ninguna explicacin. La joven del valle y el muchacho de las tierras altas
lo haban visto partir, siguindolo con mirada incrdula. Cuando estuvieron convencidos de
que los haba dejado, decidieron no perder ms tiempo preocupndose por l y dedicaron
su atencin a los preparativos de la cena. Tres das comiendo pescado de las aguas del ro
Rappahalladron y despus de las del lago del Arco Iris haban mitigado de momento su
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entusiasmo por tal alimento. Por ello, armado con un arco y flechas de fresno, un arma que
utilizaba en sus tiempos Menion Leah, Rone fue en busca de una comida distinta. Brin
dedic varios minutos a recoger lea para el fuego, despus se acomod en el lugar donde
ahora se encontraba y se dej invadir por la soledad del momento.
Allanon! Era un enigma difcil de resolver. Comprometido en la preservacin de la
tierra, amigo de su familia, benefactor de las razas y protector contra el mal al que ellos
solos no podran oponer resistencia. Pero, qu amigo utilizaba a la gente como Allanon?
Por qu ocultaba con tanto cuidado las razones de sus actos? A veces pareca tan enemigo,
malvado y destructor como aquello a lo que se opona.
El mismo druida haba contado a su padre la historia del antiguo mundo, del que
proceda toda la magia. Buena o mala, blanca o negra, la magia era la misma, en el sentido
de que su poder estaba enraizado en la fuerza, la sabidura y la voluntad de quien la
utilizaba. Despus de todo, cul era la diferencia entre Allanon y el Seor de los
Hechiceros en su lucha para hacerse con la Espada de Shannara? Los dos eran druidas y los
dos haban aprendido la magia en los libros del mundo antiguo. La diferencia estaba en la
naturaleza de cada uno de ellos: el Seor de los Hechiceros se haba dejado corromper por
el poder, y Allanon haba permanecido puro.
Quizs s, quizs no. Saba que su padre albergaba serias dudas sobre el asunto. En su
opinin, estaba tan corrompido por el poder como el Seor Oscuro, aunque de una manera
diferente, ya que la vida de Allanon tambin estaba dirigida por el poder que posea y por
los secretos de su uso. El que su sentido de la responsabilidad fuera mayor y su propsito
menos egosta, no lo exima de su sometimiento. En realidad, haba algo extraamente
triste en Allanon, a pesar de su duro y, en cierto modo, amenazador comportamiento. Pens
durante un buen rato en la tristeza que el druida le haca sentir, una tristeza que
probablemente su padre nunca haba sentido; y se pregunt por qu esa sensacin era tan
intensa en ella.
Ya estoy aqu!
Se volvi sobresaltada. Era Rone, que la llamaba desde abajo, en el bosquecillo de
pinos que creca cerca de la colina, donde haban instalado el campamento. Se puso en pie
y empez a bajar de la pequea colina.
Ya veo que Allanon no ha regresado dijo el joven de las tierras altas mientras ella
se acercaba. Llevaba un par de gallinas salvajes colgadas al hombro y las dej caer al
suelo. Quiz tengamos la suerte de que no vuelva.
Tal vez eso no sera precisamente suerte coment la joven mirndolo fijamente.
Depende de cmo lo mires respondi Rone, encogindose de hombros.
Dime cul es tu punto de vista, Rone.
De acuerdo respondi el joven de las tierras altas, frunciendo el entrecejo. Yo no
confo en l.
Puedo saber por qu?
Por lo que pretende ser: protector contra el Seor de los Hechiceros y contra los
Portadores de la Calavera; protector contra los demonios que huyeron del antiguo mundo
de la magia; y ahora protector contra los espectros corrosivos. Pero no debes olvidar que
siempre necesita la ayuda de la familia Ohmsford y de sus amigos. Yo tambin conozco la
historia, Brin. Siempre es la misma. Aparece de improviso y comunica la existencia de un
peligro que amenaza a las razas, para aadir que slo un miembro de la familia Ohmsford
puede ayudar a acabar con l. Y los Ohmsford son descendientes de la casa lfica de
Shannara y herederos de las magias que pertenecen a ella. Primero fue la Espada, luego las
piedras y ahora el cantar. Pero nunca las cosas son del todo lo que parecen, verdad?
Qu ests diciendo, Rone? le pregunt Brin, con un gesto de incredulidad.
Estoy diciendo que el druida llega de no se sabe dnde con una historia pensada
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para conseguir la ayuda de Shea o Wil Ohmsford, y ahora la tuya. Siempre sucede lo
mismo; slo dice lo imprescindible; slo descubre lo necesario para conseguir sus
propsitos y oculta lo dems; siempre esconde una parte de la verdad. No puedo confiar en
l. Juega con las vidas de los dems!
Y crees que es eso lo que est haciendo con nosotros?
T no? pregunt a su vez Rone como respuesta, lanzando un profundo suspiro.
No estoy segura respondi Brin, tras guardar un momento de silencio.
Entonces, t tampoco confas en l?
No he dicho eso.
Bueno, Brin, entonces di lo que piensas. Confas en l o no? insisti el hombre de
las tierras altas, manteniendo su mirada fija en la joven del valle, mientras se sentaba con
movimientos pausados y cruzaba sus largas piernas ante s.
Supongo que, en realidad, an no lo s respondi la muchacha del valle,
sentndose tambin.
Entonces, por todos los demonios, qu ests haciendo aqu?
Estoy aqu, Rone, porque l me necesita; eso es lo que creo de todo lo que ha dicho
respondi Brin, esbozando una leve sonrisa ante su obvio disgusto. Del resto no estoy
segura. Descubrir por mis propios medios la parte que mantiene oculta.
Si puedes.
Encontrar la manera de conseguirlo.
Es demasiado peligroso afirm Rone.
Por eso deseaba que me acompaases, Rone Leah, para que me protegieras, y
tambin t viniste para protegerme, verdad? contest Brin esbozando una sonrisa.
Despus se levant, se acerc a l y le dio un beso en la frente. El muchacho de las tierras
altas se ruboriz hasta adquirir un intenso color escarlata, mientras murmuraba algo
ininteligible, y ella se ri muy a su pesar.
Por qu no dejamos esta discusin para ms tarde y nos dedicamos a preparar esas
gallinas? Estoy hambrienta.
Ella hizo una pequea hoguera para cocinar, mientras Rone desplumaba y limpiaba
las gallinas. A continuacin, las cocinaron y comieron, acompaadas de queso y cerveza.
Se mantuvieron en silencio, sentados sobre la pequea loma, contemplando el oscuro cielo
de la noche, las estrellas y la creciente luna que desparramaba su plida luz plateada sobre
las aguas del lago. Cuando terminaron ya era noche cerrada y Allanon segua sin aparecer.
Brin, recuerdas lo que dijiste hace un momento sobre mi presencia aqu para
protegerte? pregunt Rone cuando volvieron junto a la hoguera.
Ella respondi con un gesto de asentimiento.
Bien, es cierto; estoy aqu para protegerte. No permitir que te ocurra nada, nunca.
Supongo que lo sabes concluy l tras un instante de vacilacin.
Lo s contesto ella, esbozando una sonrisa en la oscuridad.
Bien dijo Rone, removindose inquieto y manoseando la deteriorada vaina que
cubra la espada de Leah. Adems tengo otra razn para estar aqu. Espero que lo
entiendas. Estoy aqu para probarme algo a m mismo. Titube una vez ms, buscando las
palabras adecuadas para explicarse. Soy prncipe de Leah, pero eso es slo un ttulo. Nac
con l, igual que mis hermanos, y todos ellos son mayores que yo. Y esta espada, Brin, en
realidad no es ma, es de mi bisabuelo. Es la espada de Menion Leah. Siempre lo ha sido,
desde que la llev en la bsqueda de la Espada de Shannara. Por eso me acompaa
siempre, y tambin el arco de fresno, porque Menion los utilizaba y me gustara parecerme
a l. Pero no me parezco en nada.
No puedes saberlo respondi ella.
sa es la cuestin prosigui el muchacho de las tierras altas. Nunca he hecho
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nada para descubrirlo. Y sa es la segunda razn por la que estoy aqu. Necesito saberlo.
As es como Menion Leah lo averigu, participando en la bsqueda de la Espada de
Shannara como protector de Shea Ohmsford. Quiz yo pueda hacer algo similar.
Quiz respondi Brin, esbozando una sonrisa. En cualquier caso, me alegro de
que me lo hayas dicho. Guard silencio un breve instante. Ahora te confiar un secreto.
Yo acced a venir por la misma razn. Tambin hay algo que debo probarme a m misma.
No s si podr hacer lo que Allanon espera de m; no s si soy lo bastante fuerte. Nac con
el don del cantar, pero nunca supe lo que deba hacer con l. Creo que existe una razn
para que se me haya concedido el don de la magia. Tal vez la conozca ahora, a travs de
Allanon. Puso la mano sobre el brazo de Rone. As que, despus de todo, no somos tan
diferentes.
Continuaron hablando un rato ms, pero su somnolencia aumentaba a medida que
avanzaba la noche y el cansancio del da de viaje los dominaba. Al fin la charla
languideci, dejando paso al silencio, y se dispusieron a dormir. La clara y fra noche de
otoo los envolvi en su soledad y paz, mientras se tendan cerca de las brasas de la
hoguera y se cubran con las mantas.
Poco despus, los dos estaban dormidos.
Ninguno de ellos vio la figura alta vestida de negro que estaba de pie en la oscuridad
de los pinos, exactamente en los lmites de la zona iluminada por el fuego.
Cuando se despertaron a la maana siguiente, vieron a Allanon. Estaba sentado en un
tronco partido a unos pocos metros de distancia. Su figura alta y descarnada le haca
parecer un fantasma en la griscea luz del amanecer. Los mir en silencio mientras se
levantaban, lavaban y tomaban un desayuno ligero, pero no les dijo dnde haba estado.
Ms de una vez, la joven del valle y el muchacho de las tierras altas lo miraron con
descaro, pero l no pareca advertirlo. Continu sentado en el tronco hasta que recogieron
las camas y los utensilios de cocina y empezaron a ensillar los caballos.
Hay un cambio de planes les dijo, y ellos le dirigieron una mirada inquisitiva. Ya
no nos dirigiremos al este, sino al norte, a los Dientes del Dragn.
Los Dientes del Dragn? inquiri Rone, apretando la mandbula. Por qu?
Porque es necesario.
Necesario para quin? replic el joven prncipe de las tierras altas.
Slo ser durante un da, ms o menos. Allanon concentr su atencin en Brin,
ignorando al enfadado Rone. Tengo que hacer una visita. Cuando la haya realizado,
volveremos a viajar en direccin este y completaremos nuestro viaje.
Allanon. Brin pronunci su nombre con suavidad. Dinos por qu tenemos que ir
al norte.
El druida dud un momento, y su cara se ensombreci an ms, pero despus hizo un
gesto de asentimiento.
Muy bien. La noche pasada recib una llamada de mi padre. Me pide que vaya a su
encuentro, y estoy obligado a hacerlo. En vida fue el druida Bremen. Ahora su alma
emerge desde el otro mundo a travs de las aguas del Cuerno del Infierno, en el Valle de
Pizarra. Dentro de tres das, antes del alba, hablar all conmigo.
Bremen, el druida que se libr de la masacre del Consejo de Paranor cuando el Seor
de los Hechiceros baj desde las Tierras Septentrionales arrasndolo todo a su paso en la
Segunda Guerra de las Razas, y quien haba forjado la Espada de Shannara. Despus, haca
unos setenta aos, record Brin, Shea Ohmsford acompa a Allanon al Valle de Pizarra y
pudo ver cmo el alma de Bremen sala de las aguas del Cuerno del Infierno para hablar
con su hijo, advertirle sobre lo que le esperaba y profetizar...
l puede ver el futuro, no es as? pregunt Brin, al recordar en aquel momento
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valle se estremeci al sentir el contacto de sus manos. No podemos seguir con l; ya no.
Est jugando con nosotros como lo hizo con todos los dems. Djalo, abandnalo a l y su
estpida bsqueda, y regresa conmigo a Valle Umbroso.
No contest, mirndolo directamente a los ojos y haciendo un gesto negativo. Era
necesario que viese esto.
Nada de esto es necesario, demonios! Sus manos grandes retrocedieron y se
cerraron sobre la empuadura de la espada de Leah. Si vuelve a hacer algo semejante, no
lo pensar dos veces...
No, Rone. Brin le cogi las manos, ya estaba calmada, y entonces se dio cuenta de
que haba pasado algo por alto. No lo hizo para asustarme o intimidarme, sino para
ensearme, y porque es necesario apresurarse. Se vea en sus ojos. No te has dado cuenta?
Yo no he visto nada respondi el joven de las tierras altas, haciendo un gesto
negativo. Por qu es necesario apresurarse?
Algo va mal respondi la joven del valle, dirigiendo su mirada hacia el lugar por
donde se haba marchado el anciano druida.
Volvi a pensar en la destruccin del rbol, en las palabras de advertencia del druida
y en su compromiso solemne. Nunca! Volvi su mirada a Rone.
Crees que podra usar la cancin para matar? le pregunt, con voz tranquila.
No contest el joven de las tierras altas, tras un instante de duda.
Ni an para salvar tu vida? pens ella. Y qu pasara si no fuese un rbol lo que
te amenazara, sino una criatura viviente? La destruira para salvarte? Oh, Rone!, y si
fuera un ser humano?
Seguirs acompandome en este viaje? pregunt.
Hasta el momento en que cojamos ese maldito libro y lo hagamos pedazos
respondi Rone, esbozando una frvola sonrisa. Luego se inclin para depositar un ligero
beso en sus labios, y ella lo estrech entre sus brazos.
Todo saldr bien oy que le deca.
Lo s respondi Brin.
Pero, en realidad, ya no estaba segura.
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6
Cuando Jair Ohmsford recuper la conciencia, estaba atado de pies y manos y sujeto
al tronco de un rbol. Lo haban trasladado del pabelln de caza a un claro del bosque
rodeado de abetos que se alzaban muy juntos sobre l como centinelas dispuestos a cumplir
con su misin. Delante de l, a unos dos metros de distancia, arda una hoguera,
esparciendo su dbil resplandor por la sombra oscuridad de los rboles silenciosos. La
noche cubra la tierra.
Ya te has despertado, muchacho?
La conocida y desagradable voz proceda de su izquierda, y l volvi la cabeza con
lentitud, intentado descubrir a su dueo. Una figura inmvil estaba en cuclillas en los
lmites del resplandor que despeda el fuego.
Cuando Jair se dispuso a contestar, advirti que, adems de inmovilizado, tambin
estaba amordazado.
Oh, s, perdona! dijo su captor. Me he visto obligado a amordazarte. No hubiera
conseguido retenerte si utilizabas de nuevo tu magia contra m. Lo comprendes, verdad?
Puedes hacerte una idea del tiempo que me cost salir de aquella leera?
Jair volvi a apoyarse en el rbol, recordando los acontecimientos pasados. Era el
gnomo de la posada el que lo haba seguido, le haba dado alcance en el pabelln de caza
de Rone y lo haba capturado, dndole un golpe por detrs...
Se encogi al recordarlo, sintiendo que un lado de su cabeza an lata.
Bonito truco, ese de las serpientes. El gnomo se ri entre dientes, se levant y
entr en el sector iluminado por el fuego, sentndose con las piernas cruzadas cerca de su
prisionero. Sus ojos verdes y estrechos estudiaron a Jair. Cre que eras inofensivo,
muchacho, no un cachorro de druida. Mala suerte para m, verdad? Yo estaba
completamente seguro de que te asustaras tanto que me diras enseguida lo que quera
saber; que lo contaras todo con pelos y seales para librarte de m. Pero en lugar de eso
me encontr con serpientes en mis brazos y una rama de metro y medio estrellada contra
mi cabeza. Soy afortunado por seguir con vida! El rudo rostro amarillo se levant
ligeramente. Por supuesto, se fue tu mayor error. Lo seal con el dedo. Debiste
acabar conmigo. Pero no lo hiciste, y eso me dio otra oportunidad. Aunque debo suponer
que actuaste de acuerdo con tu forma de pensar, siendo de Valle Umbroso.
En cualquier caso, cuando sal de la leera te persegu como un zorro a un conejo.
Demasiado malo para ti, porque por nada del mundo poda permitir que te escaparas
despus de lo que me habas hecho. Esos otros tontos te hubieran permitido huir, pero no
yo. He seguido tu rastro durante tres das. Estuve a punto de alcanzarte a orillas del ro,
pero cuando llegu ya lo habas cruzado y me fue imposible encontrar tu rastro en la
oscuridad de la noche. Tuve que esperar hasta el amanecer. Pero te encontr dormido en
ese pabelln, no es as?
Solt una alegre carcajada, mientras Jair enrojeca de ira.
Oh, no te enfades conmigo! prosigui el gnomo. Slo estaba haciendo mi
trabajo. Adems, era una cuestin de orgullo. Nadie, en veinte aos, me haba hecho una
trastada semejante, y menos an un muchacho. No podra vivir sin reparar esa situacin
bochornosa. Oh, dejarte sin sentido!; tambin lo tuve que hacer. Como ya te he dicho, no
poda correr riesgos con la magia. Se levant y se acerc unos pasos; su burda cara
mostraba una evidente curiosidad. Era magia, verdad? Cmo aprendiste a hacer eso? La
magia est en la voz, no es cierto? Atraes a las serpientes utilizando la voz. Es un
verdadero truco. Me asust y perd el control; y yo pensaba que, salvo los caminantes
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un gesto de disculpa y ponindose en pie. Te he trado sobre mis hombros desde ese
pabelln de caza unos tres kilmetros y, aunque no eres muy voluminoso, pesas ms de lo
que aparentas. Y mi apetito ha experimentado un considerable aumento mientras t
descansabas. Estate tranquilo mientras cocino.
Slanter trajo una alforja del otro lado del claro, sac algunos utensilios para cocinar y
en unos pocos minutos puso al fuego un estofado de buey y verduras. El olor de la comida
se expandi por el aire nocturno hasta llegar a la nariz de Jair, y la boca se le hizo agua.
Estaba hambriento. Desde el da que dej la posada, no haba hecho una comida decente.
Adems, si quera contar con alguna posibilidad de liberarse del gnomo, necesitaba
conservar las fuerzas, y pensaba intentarlo en la primera oportunidad que se le presentara.
Cuando la cena estuvo lista, Slanter se acerc adonde estaba atado y le dio de comer,
a la vez que tambin l coma. El sabor del estofado era delicioso, y terminaron con todo,
junto con un trozo de pan y un poco de queso. Slanter bebi ms cerveza, pero a Jair le dio
agua.
No estaba mal el estofado, si he de alabarme a m mismo coment el gnomo,
inclinado cerca del fuego, mientras limpiaba la olla. He aprendido algunas cosas tiles
con el paso de los aos.
Cunto tiempo hace que eres rastreador? le pregunt Jair, picado por la
curiosidad.
Casi toda mi vida. Empec a aprender cuando tena tu edad. Termin de limpiar
los utensilios de cocina, se puso en pie y se acerc de nuevo al joven del valle. Qu
sabes t de los rastreadores?
En unas pocas palabras, Jair le explic todo lo que saba del anciano rastreador que
se haba hospedado en la posada. Le habl de sus conversaciones y de los juegos de rastreo
con que se haban entretenido mientras se curaba la pierna del anciano. Slanter escuchaba
en silencio, con un inters indisimulado en su rostro amarillo y arrugado. Cuando termin,
el gnomo se sent, con una mirada distante en sus ojos agudos.
Yo era como t, hace mucho tiempo. Slo pensaba en convertirme en rastreador. Un
da dej mi hogar en compaa de un anciano de la frontera. Por aquel entonces, yo era ms
joven que t. Me fui de casa, salimos de las Tierras Orientales en direccin a Callahorn y
las Tierras Septentrionales. Estuve fuera de casa ms de quince aos. He viajado por todas
las tierras en una u otra ocasin, y hay tantas cosas de ellas en m como de gnomo de las
Tierras Orientales. Es extrao, pero eso me ha convertido en una especie de desarraigado.
Los gnomos no confan en m porque he estado alejado de ellos demasiado tiempo, he visto
demasiadas cosas y ya no soy como ellos. Un gnomo que no es un gnomo. He aprendido
ms de lo que ellos aprendern nunca, encerrados en los bosques de las Tierras Orientales.
Ellos tambin lo saben, y por eso les cuesta soportarme, aunque me respetan porque soy el
mejor en mi oficio. Dirigi una aguda mirada a Jair. Por eso estoy aqu, porque soy el
mejor. El druida Allanon, ese tipo del que te habl en Valle Umbroso y que t no conoces,
recuerdas?, entr en las montaas del Cuerno Negro Azabache y en la Marca Gris, e
intent adentrarse en el Maelmord. Pero hasta ahora nadie, ni druida ni demonio, ha
conseguido llegar hasta ese foso. Los espectros detectaron su presencia y salieron en su
persecucin: un espectro corrosivo, una patrulla de cazadores gnomos y yo para seguir su
rastro. Llegamos hasta tu aldea, y esperamos a que apareciera alguien, aunque estaba claro
que el druida ya haba abandonado el poblado. Entonces apareciste t.
La mente de Jair trabajaba sin descanso. Qu saba en realidad? Conoca las
razones por las que Allanon haba ido a Valle Umbroso? Saba algo de...? De repente se
acord de las piedras lficas, que haba guardado en su tnica cuando huy de Valle
Umbroso. Las tena an? Se las haba sustrado Slanter?
Con su mirada fija en la del gnomo, se estir lentamente entre las cuerdas que le
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ataban, intentando sentir la presin de las piedras lficas contra su cuerpo, pero era
completamente imposible. Las cuerdas se anudaban pegadas a sus ropas, y le impedan
averiguarlo. Sin embargo, se cuid de no mirar hacia abajo.
Te hacen dao las cuerdas? le pregunt Slanter.
Slo intentaba ponerme cmodo respondi el joven del valle con un gesto
negativo, forzndose para relajarse y cambiar de tema. Por qu te has tomado la molestia
de seguirme si tu objetivo es Allanon?
Porque estoy siguiendo el rastro del druida para descubrir adnde se dirige, y eso es
precisamente lo que he hecho contest Slanter, levantando un poco la cabeza. l fue
hasta tu aldea, a visitar tu familia. Ahora se dirige a las Tierras Orientales, no es cierto?
Oh, no es necesario que contestes! Al menos a m. Pero no te quedar ms remedio que
contestar a los que me acompaan, cuando lleguen aqu maana por la maana. Son lentos,
pero seguros. He tenido que dejarlos para alcanzarte. Vers, estn interesados en conocer el
motivo de la visita de Allanon. Y, por desgracia para ti, quieren saber algo ms.
Hizo una pausa significativa, con su mirada fija en Jair.
Sobre la magia? pregunt el joven del valle, tragando una bocanada de aire.
Muy agudo muchacho dijo Slanter esbozando una dura sonrisa.
Qu ocurrir si me niego a responder?
Eso sera una locura contest el gnomo, con voz tranquila.
Se miraron fijamente el uno al otro, sin hablar.
El espectro me obligar a confesar, verdad? pregunt Jair.
l no es tu problema dijo Slanter. Se dirige al norte tras los pasos del druida. El
sedt es tu verdadero problema.
El sedt? Qu es un sedt?
Un sedt es un caudillo gnomo; en este caso, Spilk, que est al mando de la patrulla.
Un sujeto bastante desagradable, no como yo. Es un autntico gnomo de las Tierras
Orientales. Te rebanara la garganta sin sentir el menor remordimiento. l es tu verdadero
problema. Ser mejor que respondas a las preguntas que te haga. Se encogi de
hombros. Adems, cuando le hayas dicho lo que quiere saber, yo har todo lo que est en
mi mano para que te libere. Despus de todo, nuestra lucha no es contra la gente de Valle
Umbroso, sino contra los enanos. No intento desilusionarte, pero t no eres importante. La
magia que t posees es lo que realmente interesa. Si respondes a las preguntas, creo que te
soltarn sin demora.
No te creo respondi Jair, mirndolo con suspicacia.
No me crees? Bien, entonces te doy mi palabra, que es tan buena como la tuya
arguy el gnomo, arqueando sus pobladas cejas. Acptala, muchacho.
Jair prefiri guardar silencio por el momento, extraado por creer que el gnomo
estaba diciendo la verdad. Si prometa que intentara conseguir su liberacin, lo hara. Si
crea que sera liberado tras responder a las preguntas, era probable que as ocurriese. Pero
mirando las cosas de otra forma, por qu deba de confiar en un gnomo?
Estoy confuso dijo entre dientes.
Confuso? Slanter hizo un gesto de decepcin. Quizs crees que tienes eleccin,
muchacho. Pero si no contestas, Spilk se ocupar de ti. Y si no consiguiera hacerte hablar,
te entregar a los caminantes. Qu crees que te pasar entonces?
Jair sinti que se le helaban los huesos. No se le haba ocurrido pensar en qu pasara
entonces.
Crea que eras inteligente prosigui el gnomo, haciendo una mueca. Astuto, por
la forma en que conseguiste escapar de esos otros e incluso lograste pasar inadvertido al
caminante. Por tanto, debes seguir siendo inteligente. Qu importancia tiene ahora lo que
puedas confesar a alguien? Qu importancia tiene que le digas al sedt el motivo de la
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visita del druida? De todas formas, el druida se encuentra lejos, y no es probable que lo
alcancemos a este lado de las Tierras Orientales. l no te debe de haber comunicado nada
decisivo, verdad? Y por lo que respecta a la magia, slo quieren saber cmo la aprendiste.
Te la ense el druida u otra persona? Esper una respuesta, pero Jair permaneci en
silencio. Bien, di simplemente cmo la aprendiste y cmo la utilizas; es bastante simple y
no te arrancarn la nariz. Nada de trucos. Di la verdad. Lo haces, y renuncias a utilizarla.
De nuevo esper una respuesta de Jair, y una vez ms ste guard silencio.
Bueno, pinsalo insisti Slanter, encogindose de hombros con resignacin.
Despus se levant, se estir y se acerc a Jair, volviendo a amordazarlo mientras esbozaba
una alegre sonrisa. Siento que tengas que dormir con tantas incomodidades, pero no
puedo correr el ms mnimo riesgo contigo. Ya me has dado una muestra de lo que eres
capaz de hacer.
Con la sonrisa todava en sus labios, recogi una manta del otro lado del claro, la
ech sobre Jair y lo envolvi en ella, remetiendo las esquinas en las cuerdas donde stas lo
sujetaban al rbol para que permaneciera fija. Luego se acerc al fuego y lo apag con los
pies. A la luz dbil de las ascuas, Jair pudo ver su figura robusta mientras se alejaba hacia
la oscuridad.
Verme reducido a perseguir jvenes del valle murmur el gnomo. Qu forma de
malgastar mi talento! Ni un enano...! Al menos podran encomendarme el rastro de un
enano. U otra vez el del druida. Bah! El druida ha regresado para ayudar a los enanos, y
yo estoy sentado aqu, vigilando a un muchacho...
Sigui murmurando durante un rato ms, pero no pudo entender casi nada, y luego su
voz se desvaneci por completo.
Jair Ohmsford, sentado solo en la oscuridad, se pregunt qu poda hacer cuando
llegase la maana.
Esa noche durmi mal, entumecido y magullado por las cuerdas que lo sujetaban,
obsesionado con lo que le esperaba. Desde cualquier punto de vista, su futuro era bastante
negro. No poda esperar ayuda de sus amigos, ya que nadie saba dnde estaba. Sus padres,
Brin, Rone y Allanon crean que estaba a salvo en la posada en Valle Umbroso. Tampoco
poda esperar que sus captores fueran considerados con l. A pesar de las garantas que le
haba dado Slanter, tena pocas esperanzas de ser liberado aunque contestara a todas las
preguntas que le hicieran. Despus de todo, qu podra responder a las que le hicieran
sobre la magia? Slanter pensaba que era algo que le haban enseado. Cuando los gnomos
supieran que no era una capacidad adquirida, sino un don con el que haba nacido, querran
saber ms. Lo llevaran a las Tierras Orientales, ante los espectros corrosivos...
As pasaron las horas de la noche. Se qued adormecido a ratos, cuando el cansancio
se impona al malestar y la preocupacin, pero siempre durante poco tiempo. Por fin,
cuando ya se acercaba el amanecer, sucumbi al agotamiento y logr conciliar el sueo.
Levntate orden Slanter, sacudindolo con rudeza cuando todava no haba
amanecido. Ya han llegado.
Los ojos de Jair parpadearon al abrirse, mirando de soslayo hacia el gris precursor
del alba que cubra el bosque de las tierras altas. El aire era fro y hmedo, aun con la
manta cubrindole su cuerpo, y una leve neblina de otoo cubra los troncos oscuros de los
abetos. Todo estaba inmerso en una tranquilidad de muerte, la vida del bosque an no haba
despertado. Slanter se inclin sobre l y, a continuacin, desat las cuerdas que lo
sujetaban al rbol. No haba otros gnomos a la vista.
Dnde estn? pregunt cuando le quit la mordaza.
Cerca. A un centenar de metros cuesta abajo. Slanter cogi la tnica del joven del
valle por delante y le puso en pie. Ahora, ningn truco. No utilices la magia. Te he
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desatado del rbol para que puedas presentarte ante ellos con la dignidad de un hombre,
pero volver a atarte si me causas problemas. Lo has entendido?
Jair hizo un gesto de asentimiento. Todava llevaba atados las manos y los pies, y se
senta tan entumecido que le costaba mantenerse en pie. Permaneci con la espalda
apoyada en el abeto, con los msculos agarrotados y doloridos. En el estado en que se
encontraba, aunque consiguiera huir, no podra llegar muy lejos. Su mente estaba aturdida
por la fatiga y el miedo mientras trataba de recuperar las fuerzas. Responde las preguntas,
le haba aconsejado Slanter. No seas loco. Pero qu respuestas poda dar? Qu respuestas
iban a aceptar como vlidas?
Entonces, una lnea de figuras imprecisas se materializ en la penumbra, caminando
con dificultad entre los rboles del bosque. Dos, tres, media docena, ocho; Jair miraba
cmo iban apareciendo de uno en uno a travs de la niebla, formas voluminosas cubiertas
con capas de bosque de lana, gnomos de facciones amarillas y toscas que se vislumbraban
bajo las capuchas, con manos de dedos gruesos que se cerraban sobre lanzas y garrotes. No
pronunciaron ni una sola palabra mientras entraban en el claro, pero sus ojos agudos se
fijaron en el joven del valle cautivo, y sus miradas no reflejaban amabilidad.
Es ste?
El que habl preceda a los dems. Era de constitucin fuerte, cuerpo musculoso y
trax enorme. Clav el extremo de su garrote en la tierra del bosque, agarrndolo con unos
nudosos dedos llenos de cicatrices y retorcindolo lentamente.
Bien, es ste?
El gnomo mir a Slanter, que respondi con un gesto de asentimiento. El gnomo
volvi su mirada hacia Jair, y se ech hacia atrs con lentitud, destacndose entonces sus
facciones toscas e irregulares en la ancha cara. Unos ojos crueles estudiaron al joven del
valle sin inters, intentado descubrir sus cualidades.
Cmo te llamas? le pregunt.
Jair Ohmsford respondi Jair inmediatamente.
Qu estaba haciendo el druida en tu casa?
Jair titube, mientras decida lo que deba contestar. Algo desagradable se reflej en
los ojos del gnomo. Con un rpido e imprevisto movimiento de manos, empuj el garrote
hacia los pies del joven del valle, hacindole caer. El gnomo permaneci ante l en
silencio, luego estir la mano, cogi su tnica por delante y lo puso en pie.
Qu estaba haciendo el druida en tu casa? volvi a preguntar el gnomo.
Fue a ver a mi padre minti Jair, tragando saliva e intentado disimular el miedo
que senta.
Por qu?
Mi padre es el depositario de las piedras lficas, y Allanon quera utilizarlas como
arma contra los espectros corrosivos.
Se produjo un interminable silencio. Jair ni siquiera respiraba. Si Slanter haba
encontrado las piedras lficas en su tnica, quedara al descubierto su mentira y sufrira las
consecuencias. Esper, con la mirada fija en el gnomo.
Dnde estn ahora el druida y tu padre? pregunt por fin el gnomo.
Han salido en direccin este respondi Jair, respirando con alivio. Y dud un
instante antes de aadir: mi madre y mi hermana estn visitando a los enfermos de las
aldeas del sur de Valle Umbroso. Yo deba quedarme en la posada hasta que regresaran.
El gnomo emiti un gruido, mirando con atencin a Jair, pero el joven mantuvo la
vista en l. No puedes probar que miento, pens. No puedes.
Practicas la magia? pregunt el gnomo, levantando un dedo nudoso del garrote.
Yo... Jair mir los oscuros rostros que lo rodeaban.
El garrote se elev y un golpe rpido y fuerte alcanz a Jair entre las rodillas,
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hacindole caer de nuevo. El gnomo esboz una irnica sonrisa y volvi a poner en pie a
Jair.
Responde, practicas la magia?
Jair respondi con un gesto de asentimiento, incapaz de pronunciar una palabra a
causa del dolor y esforzndose por mantenerse en pie.
Mustralo orden el gnomo.
Spilk interrumpi Slanter. Es posible que debas reconsiderar esa peticin.
Mustralo orden de nuevo Spilk, dirigiendo su mirada a Slanter, para fijarla de
nuevo en Jair.
Jair dud. El garrote se elev. Aunque en esta ocasin el joven estaba preparado, no
se pudo mover con la suficiente rapidez para evitar el golpe. Lo alcanz en toda la cara. El
dolor explot en su cabeza, y un torrente de lgrimas inund sus ojos. Cay de rodillas,
pero las nudosas manos de Spilk se agarraron a su tnica y le obligaron a permanecer de
pie una vez ms.
Mustralo orden por tercera vez el gnomo.
Jair se sinti invadido por la ira, una ira tan intensa que quemaba. No pens en lo que
iba a hacer, sino que se limit a hacerlo. Un rpido grito ensordecedor brot de sus labios y
se convirti de pronto en un silbido terrible. En un instante, Spilk se encontr cubierto de
enormes araas grises. El sedt gnomo aull con desesperacin, intentando librarse con
desesperacin de los grandes insectos peludos, y cay de espaldas ante Jair. Los gnomos
que estaban detrs de l se dispersaron, golpeando la tierra con las lanzas y los garrotes
para mantener a las araas lejos de s. El sedt se revolcaba por el suelo del bosque, en un
intento desesperado de deshacerse de aquellas horribles araas que se pegaban a su cuerpo,
llenando con sus gritos el aire matutino.
Jair prolong su canto un momento ms, y despus call. Si no hubiese estado atado
ni se hubiese sentido tan aturdido por los golpes que le haba asestado Spilk, hubiera
aprovechado la confusin creada por el cantar para huir. Pero Slanter haba tomado las
debidas precauciones para que no pudiese correr.
Spilk sigui rodando por el suelo algunos segundos ms, torturndose
innecesariamente, hasta que se dio cuenta que las araas haban desaparecido. Se puso de
rodillas con esfuerzo, respirando con dificultad y de forma irregular, volviendo su
maltrecha cara hasta que sus ojos encontraron los de Jair. Se puso de pie profiriendo un
aullido y se lanz sobre el joven del valle, precedido de sus nudosas manos. Jair se
tambale hacia atrs con las piernas trabadas por las cuerdas, y un instante despus, el
gnomo estaba encima de l, golpendolo salvajemente con sus puos. Docenas de golpes
cayeron sobre el rostro y cabeza de Jair, que tuvo la sensacin de haberlos recibido todos a
la vez, quedando sobrecogido por el dolor y la sorpresa.
A continuacin slo qued oscuridad.
Se despert poco despus. Slanter estaba arrodillado junto a l, dando unos leves
toques a su cara con un pao empapado en agua fra. El agua picaba, y l se agitaba a su
contacto.
Tienes ms valor que cerebro, muchacho susurr el gnomo, inclinndose ms
sobre su cara. Te encuentras bien?
Jair hizo un gesto de asentimiento, llevndose la mano a la cara para comprobar los
desperfectos. Slanter la retir de un golpe.
Estate quieto. Le dio algunos toques ms con el pao, y luego esboz una dbil
sonrisa en su tosco rostro. Dejaste medio muerto al viejo Spilk, lo hiciste. Medio muerto!
Jair levant la vista ms all de Slanter, hacia donde se encontraba el resto de la
patrulla que se apiaba en el extremo opuesto del claro, con los ojos clavados en l. Spilk
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estaba un poco apartado de los dems, y su cara reflejaba una furia incontenible.
He tenido que quitrtelo de encima yo mismo le deca Slanter. De no haberlo
hecho, te hubiera matado a puetazos.
Me exigi que le mostrase la magia susurr Jair, tragando saliva con dificultad. Y
yo me limit a obedecer sus rdenes.
El razonamiento divirti al gnomo, que esboz otra sonrisa, ocultando su rostro a los
ojos del sedt. Luego puso un brazo alrededor de los hombros de Jair y lo levant hasta
dejarlo sentado. Escanci una pequea cantidad de cerveza del recipiente colgado en su
cintura y se la dio a beber. Jair acept la cerveza y la trag con esfuerzo, sintiendo el calor
que desprenda en su recorrido hacia el estmago.
Mejor?
Mejor dijo Jair.
Entonces escucha. La sonrisa haba desaparecido. Tengo que amordazarte de
nuevo. Ests a mi cargo; los otros no quieren saber nada de ti. Continuars atado y
amordazado mientras no tengas que comer. Acptalo. Se trata de un viaje largo.
Un viaje largo? Adnde? Jair no se preocup de ocultar la expresin de alarma
reflejada en sus ojos.
Al este. Al Anar. Sers llevado ante la presencia de los espectros corrosivos. sa es
la decisin que ha tomado Spilk. Quiere mostrarles tu magia. El gnomo hizo un gesto
solemne. Lo siento, pero no puedo evitarlo despus de lo que has hecho.
Sin esperar la respuesta de Jair, Slanter volvi a amordazarlo. Desat la cuerda que
sujetaba los tobillos del joven del valle, y lo puso en pie. Despus cogi un trozo corto de
cuerda, y anud un extremo al cinturn de Jair y el otro al suyo.
Spilk llam entonces.
El sedt gnomo se volvi sin pronunciar una palabra y empez a andar en direccin al
bosque, seguido por toda la patrulla.
Lo siento, muchacho repiti Slanter.
Juntos, se internaron en la niebla de las primeras horas de la maana.
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Los gnomos hicieron caminar durante todo el da a Jair hacia el norte a travs del
pas de colinas boscosas que bordeaba el permetro occidental de Leah, aprovechando la
cobertura de los rboles y evitando sistemticamente las carreteras que cruzaban en todas
direcciones las tierras altas. Fue una larga y agotadora jornada para el joven del valle,
agravada por la forma en que lo haban atado, ya que las cuerdas cortaban y dificultaban
los movimientos de su cuerpo a cada paso. Quiz su malestar no pasase desapercibido a la
cuadrilla de gnomos, pero ninguno intent aliviarlo, ni tampoco demostraron la menor
preocupacin por el dao que su ritmo de marcha pudiera causarle. Veteranos rudos y
endurecidos en las guerras fronterizas de las Tierras Orientales, estaban acostumbrados a
realizar marchas forzadas a travs de las regiones ms dificultosas y en las condiciones
ms desfavorables, que a veces duraban varios das. El estado fsico de Jair era bueno, pero
no estaba preparado para competir con aquellos hombres.
Al caer la noche, cuando llegaron a orillas del lago del Arco iris y bajaron hasta una
ensenada semioculta para establecer el campamento, Jair apenas poda andar. Volvieron a
atarlo a un rbol, y despus le dieron una comida ligera y un poco de cerveza. Una vez
finalizada la cena, el joven del valle no tard en dormirse.
El da siguiente transcurri de una manera muy parecida. Lo despertaron al
amanecer, y prosiguieron la marcha en direccin este siguiendo las orillas del lago,
bordeando el norte de las tierras altas hasta alcanzar la proteccin de los Robles Negros.
Ese da, los gnomos se detuvieron en tres ocasiones para descansar; una a media maana,
otra a medioda y la ltima a media tarde. El resto del tiempo lo pasaron caminando, y Jair
con ellos, aunque tena el cuerpo dolorido y los pies llenos de ampollas. Llevado hasta el
lmite de su resistencia, se neg a darles la satisfaccin de que pudieran advertir su
desfallecimiento. Su decisin le dio fuerzas, y consigui aguantar.
Mientras permanecieron dentro de los lmites de las tierras altas, no dej de pensar en
la posibilidad de la fuga. En ningn momento le pas por la cabeza que fuera imposible
escapar; el problema resida en saber elegir el momento ms adecuado. Incluso haba un
plan que no ofreca ninguna dificultad. Slo tena que hacerse invisible; los gnomos no
esperaran ese truco, porque deban de creer que su magia se limitaba a crear araas y
serpientes ilusorias. No saban que tambin poda hacer otras cosas. Tarde o temprano se le
presentara la oportunidad. En cualquier momento lo liberaran el tiempo necesario para
que pudiera volver a mostrarles su magia. Slo necesitaba un breve instante para
desaparecer de su vista. La seguridad que le daba este pensamiento, ilumin su interior.
La necesidad de fugarse aument cuando Slanter le dijo que el caminante que haba
estado en Valle Umbroso con la patrulla de gnomos se diriga al este tras los pasos de
Allanon. Cmo poda saber el druida que era perseguido por el espectro corrosivo? Slo
l poda prevenirlo, si encontraba la forma de liberarse.
Sus planes al respecto ocupaban el primer lugar en sus pensamientos cuando a
ltimas horas de la tarde entraron en los Robles Negros. Los grandes troncos oscuros se
elevaban a su alrededor como una empalizada, ocultando el sol. Se internaron en el bosque,
siguiendo una senda que corra paralela a la ribera del lago, para luego torcer en direccin
este, introducindose en la penumbra. Los rboles ofrecan un refugio fresco, profundo y
silencioso. El bosque los recibi y engull como si fuera una cueva que descendiera al
interior de la tierra.
A la cada de la tarde, las tierras altas haban quedado muy atrs. Establecieron el
campamento en un pequeo claro protegido por los robles y una cordillera que se extenda
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en direccin norte hasta el borde del agua. El joven del valle se sent con la espalda
apoyada contra un tronco cubierto de musgo que superaba su estatura una docena de veces,
todava atado y amordazado, y vio cmo Slanter serva en un plato estofado de carne de
una cacerola que herva al fuego de una pequea hoguera. Aunque estaba cansado y
confuso, Jair estudi al rastreador, ponderando las contradicciones que observaba en su
carcter. Durante los dos das que llevaba en compaa de Slanter, haba tenido muchas
oportunidades de observarlo, y segua estando tan intrigado como cuando habl con l por
primera vez despus de su captura. Qu clase de persona era? Sin duda era un gnomo,
pero, al mismo tiempo, no lo pareca. No era un gnomo como los de las Tierras Orientales.
No era un gnomo como los otros que integraban la patrulla, y ellos parecan advertirlo. Lo
notaba en su forma de comportarse con l. Lo toleraban y, al mismo tiempo, lo evitaban.
Por otra parte, el mismo Slanter lo haba reconocido en su primera conversacin con Jair.
Para aquellos gnomos, Slanter era tan extrao como el joven del valle. Pero haba algo ms
en el gnomo que lo converta en un ser distinto; quiz fuera su carcter o tal vez su
inteligencia. No caba la menor duda de que era ms listo que los otros. Probablemente, eso
se debiera a que haba realizado cosas que ellos jams haran. Rastreador experto, viajero
de las Cuatro Tierras, era un gnomo que haba roto las tradiciones de su pueblo saliendo de
la tierra natal. Haba visto cosas que ellos nunca veran. Entenda muchas cosas que los
dems nunca podran llegar a entender. En resumen, haba aprendido.
Sin embargo, a pesar de todo eso, Slanter estaba all. Por qu razn?
El rastreador se retir del fuego, se acerc a Jair lentamente con un plato de estofado
en la mano y se sent en cuclillas a su lado. Le quit la mordaza y empez a darle de
comer.
No est nada mal, verdad? le pregunt el gnomo, con su mirada fija en l.
No, est muy bueno respondi el joven del valle.
Hay ms, si quieres dijo Slanter, removiendo el estofado del plato con aire
ausente. Cmo te encuentras?
Me duele todo el cuerpo.
Y los pies?
En particular los pies.
Permteme que los vea dijo el rastreador, dejando el estofado.
Le quit las botas y los calcetines y examin los pies llenos de ampollas, haciendo un
gesto de preocupacin. Despus se acerc a su morral y sac de l una lata pequea. La
abri, meti en ella los dedos y extrajo una pequea cantidad de ungento rojizo, que
empez a aplicar sobre las heridas. Era fresco y calmaba el dolor.
Calma el escozor y protege a la piel cuando caminas dijo. Frot un poco ms,
levant la vista un momento, con el tosco rostro amarillo contrado por una triste sonrisa, y
luego baj la vista de nuevo. Eres duro, verdad?
Jair no contest. Se limit a contemplar cmo el gnomo terminaba de aplicar el
ungento y despus volva a darle de comer. Estaba hambriento y tom dos platos de
estofado.
Bebe un poco le dijo Slanter cuando hubo terminado, poniendo la botella de
cerveza en sus labios.
El joven tom varios tragos, haciendo una mueca.
No sabes lo que es bueno para ti coment el gnomo.
No su sabor respondi Jair.
Hace un rato escuch algo que creo que debes saber dijo Slanter, sentndose de
nuevo en cuclillas junto a l. No son buenas noticias para ti. Hizo una breve pausa, y
mir por encima de su hombro. Nos encontraremos con un caminante tan pronto como
salgamos de los Robles Negros. Spilk dijo que nos estara esperando all.
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Ya es suficiente.
La voz de Slanter son bronca y precipitada mientras apretaba las cuerdas de nuevo.
Jair permaneci quieto, sin ofrecer ninguna resistencia. Tras asegurar las cuerdas, Slanter
se puso frente a l.
Mejor?
Mejor respondi Jair con calma.
Es hora de dormir un poco dijo el rastreador, haciendo un gesto de asentimiento.
Bebi una vez ms de la botella de cerveza, y despus se inclin hacia delante para revisar
las cuerdas. Siento que las cosas sean as, muchacho. A m me gustan tan poco como a ti.
Entonces aydame a huir suplic Jair, con voz suplicante.
Slanter le mir fijamente sin pronunciar una sola palabra y con el rostro
completamente inexpresivo. A continuacin, coloc con cuidado la mordaza en la boca de
Jair y se levant.
Ojal no nos hubiramos encontrado nunca murmur, antes de alejarse.
En la oscuridad, Jair se desliz contra el roble. Maana. Un da ms, y luego caera
en poder de los espectros corrosivos. Su cuerpo se estremeci. Tena que fugarse antes de
que eso ocurriera. No saba cmo conseguirlo, pero deba intentarlo.
Respir profundamente el aire fresco de la noche. Al menos ahora saba algo que
antes ignoraba, algo muy importante. Slanter no haba sospechado lo que tramaba. Le
haba permitido unos momentos de libertad, el tiempo suficiente para devolver la
circulacin a sus miembros y a su cuerpo, el tiempo indispensable para aliviar levemente el
dolor y el malestar que senta.
El tiempo necesario para comprobar que an tena en su poder las piedras lficas.
El amanecer lleg con demasiada rapidez, o al menos eso le pareci a Jair, y la
aurora irrumpi por el este, tiendo de gris la negrura de los Robles Negros. Por tercer da
consecutivo, los gnomos le hicieron caminar hacia el este. Los bancos de negras nubes que
se acercaban desde el norte impedan el paso de los clidos rayos del sol, y un viento
spero y fuerte sopl entre los rboles, con una frialdad que anunciaba la proximidad del
invierno. Envueltos en sus capas cortas, los gnomos agacharon la cabeza para protegerse
del remolino de polvo y hojas, y avanzaron con dificultad.
Cmo poda emprender la fuga?
Cmo?
La pregunta se repeta una y otra vez en la mente del joven del valle mientras se
esforzaba en mantener el ritmo de marcha impuesto por sus captores. Cada paso marcaba
el transcurrir de los segundos que quedaban, de los minutos, de las horas. Cada paso que
daba, reduca la distancia que le separaba del espectro. El da que acababa de iniciarse era
todo el tiempo de que dispona para intentar la huida; en ese tiempo tena que encontrar la
oportunidad para liberarse y utilizar la cancin de los deseos. Slo necesitaba un momento,
pero ese momento podra no llegar.
Hasta entonces no haba albergado la ms mnima duda sobre su forma de actuar,
pero el tiempo se le escurra de las manos. Ya estaba casi mediada la maana, y llevaban
varias horas caminando. Se recrimin en silencio por no haber aprovechado la oportunidad
que le haba dado Slanter la noche anterior, cuando accedi a desatar sus brazos y manos.
Entonces tuvo tiempo suficiente para escapar de sus secuestradores. Unos segundos para
inmovilizarlos en el sitio en que se encontraban, cubrindolos con algo tan repugnante que
les impidiera pensar en nada ms mientras se desataba las cuerdas de los tobillos, otros
pocos para cambiar el tono de voz hasta hacerse invisible a sus ojos, y lo habra
conseguido. Sin duda era peligroso, pero posible, si no hubiese dado su palabra. Pero el
que la promesa se la hubiera hecho a un gnomo, le exima de su cumplimiento?
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insistencia al hombre de negro. Haba una extraa expresin en su cara tosca, algo...
Reconocimiento?
El forastero levanto de repente sus ojos y se encontr con los de Jair. Eran
indiferentes y carentes de expresin. Slo permanecieron fijos en los suyos durante un
breve instante. A continuacin, el hombre se volvi hacia Spilk.
Vens de muy lejos? pregunt.
No metas las narices donde no te llaman respondi Spilk, escupiendo el agua que
tena en la boca.
El hombre se encogi de hombros. Acab el agua de su taza, y se inclin para
guardarla en el morral. Cuando se incorpor, tena en su mano la vara negra.
Es tan peligroso el joven del valle?
Los gnomos lo miraron con suspicacia. Spilk puso a un lado su cantimplora, agarr
con fuerza su garrote y rode el estanque hasta ponerse al frente de sus hombres.
Quin eres? pregunt.
Nadie que te interese conocer respondi el forastero, encogindose de hombros
una vez ms.
Entonces lrgate de aqu ahora que ests a tiempo dijo Spilk, esbozando una fra
sonrisa. Esto no tiene que ver contigo.
El forastero no se movi, y daba la impresin de que pensaba en el asunto.
He dicho que esto no tiene nada que ver contigo insisti Spilk, dando un paso
hacia l.
Nueve cazadores gnomos viajando por las Tierras Meridionales con un joven del
valle amordazado y atado como si fuera un cerdo? inquiri el forastero, esbozando una
leve sonrisa. Quiz tengas razn. Tal vez no sea de mi incumbencia.
Se inclin para recoger su morral, lo ech al hombro con un movimiento rpido y
empez a alejarse del estanque, pasando por delante de los gnomos. Jair sinti que sus
esperanzas, avivadas durante segundos, se desvanecan. Haba llegado a pensar que el
hombre estaba dispuesto a ayudarlo. Empez a caminar hacia el estanque para calmar su
sed, pero Slanter le bloque el paso. Sus ojos estaban an pendientes de los movimientos
del forastero, pero levant lentamente la mano para agarrar del hombro a Jair, hacindolo
retroceder unos pasos que lo alejaron de la patrulla.
Por otra parte, tal vez ests equivocado dijo el forastero, detenindose a menos de
dos metros de Spilk. Despus de todo, quiz me interese este asunto.
El morral del forastero resbal de su hombro hasta caer al suelo, y sus duros ojos
grises se clavaron en Spilk. El sedt le devolvi la mirada, y su rostro reflej incredulidad e
ira. Los dems gnomos que lo acompaaban intercambiaron miradas de inquietud.
Ponte detrs de m. La voz de Slanter fue un siseo en su odo, mientras avanzaba
para situarse delante de l.
Por qu no dejas que el joven del valle se marche? dijo el forastero a Spilk en
tono de sugerencia, acercndose an ms a l.
Spilk blandi su pesado garrote contra la cabeza del forastero. Aunque era rpido, el
forastero lo fue todava ms, y bloque el golpe con su bastn. Despus avanz con
movimientos suaves, como si no hiciera ningn esfuerzo, y levant el bastn, golpeando
varias veces al sedt. Recibi el primer golpe en el estmago, haciendo que se doblase. El
segundo, en la cabeza, y le hizo caer al suelo como una piedra.
Pas un momento sin que nadie se moviera, pero poco despus los gnomos se
lanzaron al ataque desenvainando las espadas y esgrimiendo las hachas y las lanzas entre
aullidos de consternacin. Siete hombres fuertes cayeron sobre la solitaria figura negra.
Jair clav los dientes en la mordaza que lo mantena mudo al presenciar lo que suceda a
continuacin. Con la rapidez de un gato, el forastero bloque el ataque, haciendo girar el
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bastn negro a toda velocidad. Dos gnomos cayeron all mismo con los crneos
destrozados y los otros cinco lanzaron estocadas a ciegas cuando el forastero se alej de un
salto. Un destello de metal surgi de su capa negra, y despus una mano empuando una
espada corta. Unos segundos despus, otros tres atacantes caan desplomados en medio de
un charco de sangre.
Ya slo quedaban de pie dos de los siete que se haban lanzado sobre la figura negra.
El forastero se agach frente a ellos, fintando con la espada corta. Los dos gnomos
intercambiaron una mirada y retrocedieron. Entonces, uno de ellos se dio cuenta de que
Jair estaba medio escondido detrs de Slanter. Abandonando a su compaero, se lanz
sobre el joven del valle, pero ante su sorpresa, Slanter se interpuso en su camino,
amenazndolo con un cuchillo largo. El atacante profiri un aullido de rabia al verse
traicionado, moviendo su arma de un lado a otro a unos veinte pasos. El forastero
reaccion con rapidez y, estirndose con la agilidad de una serpiente, lanz un brazo hacia
delante; un cuchillo atraves de parte a parte la garganta del gnomo, que inmediatamente
se puso rgido y se desplom sin hacer ningn ruido.
Aquello fue ms que suficiente para el nico gnomo que quedaba con vida.
Prescindiendo de todo lo dems, emprendi una veloz huida y desapareci en el bosque.
Slo quedaron Jair, Slanter y el forastero. El gnomo y el forastero intercambiaron
una mirada sin hablar, con las armas preparadas. El bosque era un remanso de silencio a su
alrededor.
T tambin? pregunt con calma el forastero.
Yo no respondi Slanter, haciendo un gesto negativo y bajando la mano en la que
tena el cuchillo. S quin eres.
El forastero no dio muestras de sentirse sorprendido, y se limit a hacer un gesto de
asentimiento. Con su espada, seal a los gnomos que yacan entre ellos.
Qu hay de tus amigos?
Amigos? inquiri Slanter, mirando a los cadveres. No de esa clase. Las
desventuras de la guerra nos reunieron, y ya hemos viajado juntos demasiado tiempo y
demasiado trecho por el mismo camino. Eran un puado de estpidos. Sus ojos oscuros se
encontraron con los del forastero. Para m, el viaje ha concluido. Ya es hora de que siga
una ruta distinta.
Despus, cort las cuerdas que aprisionaban a Jair con el cuchillo largo que llevaba
en la mano. Lo envain y le quit la mordaza.
Parece que hoy es tu da de suerte, muchacho. Acabas de ser liberado por Garet
Jax!
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De Garet Jax se haba odo hablar hasta en una aldea tan pequea de las Tierras
Meridionales como Valle Umbroso.
Tambin era conocido por el apelativo el Maestro de Armas; un hombre cuya
destreza en el combate cuerpo a cuerpo era tal que se deca que no tena rival. Fuera cual
fuese el arma que se eligiera, o que el combate se limitara exclusivamente al uso de los
brazos, los pies y el cuerpo, era mejor que ningn otro. Algunos an iban ms all: nunca
haba existido nadie que pudiera igualrsele.
Las historias que corran de boca en boca sobre l se haban convertido en leyendas.
Los relatos sobre Garet Jax eran contados en las tabernas mientras se beba tras concluir la
jornada de trabajo, en las posadas de los pueblos, relatadas por viajeros procedentes de
tierras lejanas, o alrededor del fuego en los campamentos y los hogares cuando la noche
caa sobre las gentes y la oscuridad estableca un nexo de unin que pareca adquirir
consistencia con el intercambio de palabras. Nadie conoca su procedencia; esa parte de su
vida estaba velada por la especulacin y el rumor. Pero todo el mundo tena noticia de, al
menos, un lugar en que haba estado y conoca una historia para ilustrarlo. La mayor parte
de lo que se contaba era cierto y siempre haba algunas personas que podan testificarlo.
Algunas historias eran del dominio popular, contadas y vueltas a contar a lo largo y ancho
de las Tierras Meridionales y tambin en las otras tierras.
Jair Ohmsford las saba de memoria.
Una de ellas, quiz la ms antigua, hablaba de unos bandidos gnomos que tenan su
campo de accin en las aldeas aisladas de Callahorn, en las tierras fronterizas orientales.
Atacados en una ocasin por la Legin Fronteriza, se dividieron en pequeos grupos de
menos de una docena de hombres cada uno, que continuaron atacando los caseros ms
desprotegidos. Las patrullas de la Legin recorran las tierras peridicamente, pero los
bandidos se escondan hasta que pasaban. Un da, un grupo de diez hombres asalt la casa
de un granjero justo al sur de la confluencia de los ros Mermidon y Rabb. No haba nadie
en la casa, excepto la esposa del granjero, sus hijos pequeos y un forastero, que an no
haba alcanzado la pubertad, que se haba ofrecido a realizar algunos trabajos a cambio de
una cena y cama por una noche. Cuando los asaltantes intentaron entrar en la casa, el
forastero hizo entrar a la familia en el stano que utilizaban para refugiarse de las
tormentas, y se enfrent a ellos. Mat a ocho antes de que los dos restantes emprendiesen
una veloz huida. Se dijo que, despus de aquel asalto fracasado de los bandidos, los
ataques de los gnomos fueron ms espaciados, y todo el mundo empez a hablar de Garet
Jax.
Se contaban tambin otras historias, tan populares como sta. En Arborlon, El
Maestro de Armas haba instruido a una unidad especial de la Guardia Nacional para que
se ocupara de la defensa del rey elfo Ander Elessedil. En Tyrsis haba preparado unidades
especiales de la Legin Fronteriza, y otras en Kern y Varfleet. Intervino durante un tiempo
en las guerras fronterizas entre los enanos y los gnomos, instruyendo a los enanos en el uso
de las armas. Viaj por las Tierras Meridionales, combatiendo en las guerras civiles que se
desencadenaron entre los Estados miembros de la Federacin; se deca que haba matado
all a muchos hombres, y la verdad es que se cre muchos enemigos. Nunca ms pudo
volver a visitar la zona...
Jair interrumpi sus pensamientos cuando advirti que el hombre tena clavados sus
ojos en l, casi como si leyera sus pensamientos, y su rostro se enrojeci.
Gracias dijo con esfuerzo.
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Garet Jax no le contest. Sus duros ojos grises siguieron clavados en l un momento
ms, y despus desvi la mirada. La espada corta desapareci entre los pliegues de su capa,
y se inclin para registrar los cadveres de los gnomos que yacan dispersos a su alrededor.
Jair le observ un instante, y a continuacin mir con disimulo a Slanter.
Ests seguro de que es Garet Jax? le susurr.
Eso es lo que dije, verdad? Nunca puedes olvidarte de una persona como l. Lo
conoc hace cinco aos, cuando estaba instruyendo a los soldados de la Legin en Varfleet.
Entonces yo prestaba mis servicios de rastreador para la Legin. En aquellos aos, yo era
duro como el hierro, pero a su lado... Se encogi de hombros. Recuerdo una vez que
haba unos tipos que estaban furiosos porque haban sido superados en los entrenamientos
o algo as. Se lanzaron contra Jax, armados con picas, cuando les dio la espalda. Ni
siquiera tena un arma y ellos eran cuatro, todos ms altos que l. El gnomo hizo un gesto
de incredulidad, con la vista perdida en la distancia. Mat a dos e hizo huir a los dos
restantes con tal rapidez que apenas tuve tiempo de verlo, aunque estaba cerca.
Jair volvi a mirar a la figura negra. Decan que era un personaje de leyenda, pero
tambin le llamaban otras cosas. Le llamaban asesino y mercenario; slo era leal y
responsable para quien le pagaba. No tena compaeros; Garet Jax siempre viajaba solo. Ni
amigos; era demasiado peligroso, demasiado duro para tenerlos.
Entonces, por qu haba ayudado a Jair?
ste todava est vivo dijo el Maestro de Armas, inclinado sobre Spilk.
Slanter y Jair intercambiaron una mirada de complicidad y se acercaron al lugar
donde se encontraba tendido el gnomo herido.
Grueso crneo murmur Garet Jax, levantando la vista cuando estuvieron junto a
l. Ayudadme a levantarlo.
Juntos arrastraron al inconsciente Spilk hasta un extremo del claro. Una vez all, lo
apoyaron contra un pino, y el Maestro de Armas at sus manos y pies con las cuerdas que
antes haban inmovilizado a Jair. Satisfecho, se apart unos pasos del gnomo y se volvi
hacia ellos, que se limitaban a observar sus movimientos.
Cmo te llamas, joven del valle? pregunt a Jair.
Jair Ohmsford respondi, con cierta incomodidad bajo la mirada de aquellos
extraos ojos grises.
Y t? pregunt a Slanter.
Me llaman Slanter respondi el rastreador.
Por qu no me explicas lo que hacan nueve cazadores gnomos con este joven del
valle? le pregunt el Maestro de Armas, reflejando una expresin de desagrado en su duro
rostro.
Slanter hizo una mueca de contrariedad, pero enseguida empez a relatarle todo lo
que haba sucedido desde que encontr a Jair por primera vez en Valle Umbroso. Para
sorpresa del joven del valle, incluso le dijo el truco de magia que haba utilizado para
escapar de l. Garet Jax escuchaba sin hacer ningn comentario.
Es eso cierto? pregunt el Maestro de Armas, volvindose hacia Jair cuando el
rastreador concluy su relato.
Jair vacil durante un breve instante, y despus hizo un gesto afirmativo. Por
supuesto, no se ajustaba por completo a la verdad, pero formaba parte de la historia que
haba inventado para Spilk, y no haba razn alguna para cambiarla en este momento. Era
preferible que ambos pensaran que su padre estaba con Allanon y que llevaba con l las
piedras lficas; al menos hasta que estuviera seguro de que poda otorgarles su confianza.
Sigui una larga pausa, que el Maestro de Armas aprovech para pensar en el asunto.
Bien, no creo que deba dejarte solo en esta regin, Jair Ohmsford, y menos an en
compaa de este gnomo. Slanter se puso rojo como un tomate, pero guard silencio.
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Creo que es mejor que me acompaes, porque slo as sabr que ests seguro.
Ir contigo adnde? pregunt el joven del valle, dirigindole una mirada
dubitativa.
A Culhaven. Tengo una cita all, y t me acompaars. Si ese druida y tu padre se
han adentrado en las Tierras Orientales, es posible que los encontremos all, y si no fuera
as, al menos conseguiremos que alguien acceda a que viajes en su compaa.
Yo no puedo... empez a protestar Jair, pero luego se contuvo. No poda mencionar
a Brin, pero tampoco poda dirigirse al este.
Me es imposible hacer eso dijo al fin. Mi madre y mi hermana estn visitando las
aldeas del sur de Valle Umbroso, y no saben nada de lo que ha sucedido. Tengo que
regresar para informarlas.
Demasiado lejos, y yo no dispongo de tiempo respondi Garet Jax, haciendo un
gesto negativo. Nos dirigiremos al este; luego, cuando se presente la oportunidad, les
enviaremos un mensaje. Adems, si lo que me has dicho es cierto, es ms peligroso
retroceder que continuar el viaje. Los gnomos y los espectros te conocen y saben dnde
vives. Cuando descubran que has conseguido huir, irn a buscarte all. No te he rescatado
para que vuelvan a cogerte en cuanto les haya dado la espalda.
Pero...
Est decidido concluy el Maestro de Armas, inmovilizndolo con una intensa
mirada. Vendrs al este. Dirigi una rpida mirada a Slanter. T puedes ir adonde
quieras.
Se dirigi al lugar del claro donde haba dejado su morral y su bastn, para
recogerlos, y Jair lo sigui con la vista, sin saber qu hacer. Deba decirle la verdad o
acompaarlo al este? Pero qu ganaba contndole la verdad a Garet Jax? Era poco
probable que el Maestro de Armas lo acompaase durante el viaje de regreso.
Bueno, que tengas suerte, muchacho le dijo Slanter, con gesto contrariado.
Espero que no guardes ningn resentimiento contra m.
Adnde vas? le pregunt Jair, mirndolo a los ojos.
Qu puede importar eso? dijo el gnomo, dirigiendo una mirada cargada de odio a
Garet Jax y encogindose de hombros. Mira, tu relacin con l es mejor que la ma. Hace
mucho tiempo que debera haber seguido mi propio camino.
No he olvidado que me has ayudado durante todo el viaje, Slanter dijo Jair. Y
creo que seguiras ayudndome si lo necesitara.
Ests muy equivocado! le interrumpi el gnomo. Que sintiera lstima de ti no
significa... Mira, yo te hubiese entregado a los caminantes como lo hubiera hecho Spilk,
porque era lo que ms me convena. T y el Maestro de Armas no tenis ni la ms mnima
idea de a lo que os vais a enfrentar!
Te vi cmo esperabas con el cuchillo en la mano dispuesto a defenderme cuando l
se acerc insisti Jair. Por qu lo hiciste?
Si hubiera sido un poco inteligente, debera haber dejado que te cogiera respondi
Slanter dando un suspiro y dispuesto a alejarse. Sabes lo que me he hecho a m mismo?
Ni siquiera puedo regresar a las Tierras Orientales! El gnomo que consigui huir, contar
a todo el mundo lo que he hecho, y si no lo hace l, lo har Spilk, tan pronto como consiga
liberarse de las ataduras. Levant las manos, con gesto de impotencia. Pero a quin
puede importarle lo que me suceda? En realidad no la considero mi tierra. Hace muchos
aos que dej de pertenecer a ella. Los caminantes no se preocuparn de seguir la pista de
un pobre gnomo. Ir al norte y pasar all un poco de tiempo, o a las ciudades del sur.
Dejar que las cosas sigan su curso.
Slanter...
Pero se... El gnomo se dio media vuelta, y su voz se convirti en un susurro,
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dirigiendo gestos furiosos a Garet Jax, que beba agua en el estanque. se no es mejor
que yo! Me trata como si todo esto fuera obra ma, como si yo fuera el responsable!,
cuando ni siquiera conoca tu existencia, muchacho. Segua el rastro del druida. No me
gustaba perseguirte ni entregarte a los espectros.
Slanter, espera un momento! La mencin de los espectros corrosivos record al
joven del valle algo que casi haba olvidado al recuperar la libertad. Qu pasar con el
caminante con el que tenamos que encontrarnos a la salida de los Robles Negros?
Qu quieres saber de l? inquiri Slanter, con expresin contrariada por la
interrupcin.
An estar esperndonos, verdad? pregunt Jair, sin mostrar el menor signo de
preocupacin. El gnomo vacil un momento antes de hacer un gesto de asentimiento.
S en lo que ests pensando. S, an estar esperndonos dijo el gnomo, arrugando
la frente. Escoge otro camino, rodalo.
Supn que l decide pasar por all dijo Jair, acercndose unos pasos y sealando
con disimulo a Garet Jax.
En ese caso, habr un Maestro de Armas menos respondi Slanter, encogindose
de hombros.
Y un joven del valle menos.
Qu quieres de m, muchacho? pregunt el gnomo, tras un momento de silencio
en que se limitaron a intercambiar una mirada.
Que nos acompaes.
Qu?
T eres rastreador, Slanter, y, por tanto, puedes evitar que el caminante nos
encuentre. Por favor, acompanos.
No respondi Slanter, haciendo un gesto negativo. Eso significa ir a las Tierras
Orientales. No puedo volver all. Ahora no. Adems quieres que yo te lleve a Culhaven.
Yo! A los enanos les gustara!
Slo hasta la frontera, Slanter insisti Jair. Luego sigue tu propio camino. Slo te
pido eso.
Estoy muy agradecido por tu moderacin! dijo el gnomo, con irona, mientras
Garet Jax se acercaba a ellos. Sabes qu es lo ms divertido de todo esto? Que se nunca
me aceptara.
No puedes saberlo insisti Jair, y se volvi cuando el Maestro de Armas lleg a su
altura. Dijiste que Slanter poda ir adonde quisiera. Por tanto, puede acompaarnos si lo
desea.
Garet Jax mir primero al gnomo, y despus a Jair.
Es un rastreador precis Jair. Nos ayudara a evitar a los caminantes y a encontrar
una ruta segura hacia el este.
La eleccin es suya respondi el Maestro de Armas, encogindose de hombros.
Tras esta respuesta, se produjo un largo y embarazoso silencio.
Slanter, si aceptas, te ensear cmo funciona la magia prometi Jair.
Los oscuros ojos del gnomo reflejaron un repentino inters, aunque intent
disimularlo.
Bien, ya es suficiente, merece la pena una oportunidad... Entonces se detuvo.
No! Qu intentas hacerme? Crees que puedes sobornarme? Es eso lo que crees?
No es eso dijo Jair. Yo slo...
Pues no puedes lo interrumpi. No acepto sobornos! No soy de esa clase...!
Farfull hasta quedar en silencio, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para decir a
qu clase no perteneca. Luego, con voz ms tranquila, dijo: . Si significa tanto para ti, si
es tan importante, de acuerdo, ir. Si quieres que te acompae, te acompaar, pero no
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Por ah dijo.
Al sur? pregunt Garet Jax, mirndolo con curiosidad.
Al sur respondi Slanter, frunciendo sus pobladas cejas. El caminante viene de la
regin del Ro Plateado, a travs de la Cinaga Brumosa. Es el camino ms directo y fcil,
al menos para esos diablos. No los asusta nada que pueda vivir en una cinaga. Si
queremos reducir los riesgos al mnimo posible, debemos continuar en direccin sur
rodeando la Cinaga Brumosa sin salir de los Robles Negros, y a continuacin nos
desviaremos hacia el norte por encima de las tierras bajas.
Un largo camino, gnomo objet el Maestro de Armas.
Pero os llevar adonde queris ir! repuso el rastreador.
Quiz podramos correr.
Y tal vez incluso podramos volar replico Slanter, cuadrndose con las manos en
las caderas. Ja! No tienes ni idea de lo que ests diciendo!
Garet Jax no respondi, sino que se limit a clavar su mirada en el gnomo. Y dio la
impresin de que Slanter se dio cuenta, en aquel preciso momento, de que su actitud no
haba sido la ms adecuada. Mir a Jair de reojo, se aclar la garganta con nerviosismo y se
encogi de hombros.
Bueno, vosotros no conocis a los caminantes negros como yo, no habis vivido
entre ellos ni visto lo que pueden hacer dijo el gnomo, profiriendo un profundo suspiro.
Son como algo robado a la oscuridad, como si cada uno fuera un pedazo arrancado a la
noche. Cuando pasan, nunca se ven ni se oyen, sino que slo se sienten; slo sientes su
llegada.
Jair se estremeci, recordando su encuentro con el caminante en Valle Umbroso y su
presencia invisible, justo detrs de la pared.
No dejan huellas continu Slanter. Aparecen y desaparecen tal como su nombre
indica: espectros corrosivos, caminantes negros.
Se detuvo, haciendo un gesto dubitativo. Garet Jax dirigi su mirada hacia Jair. La
mente del joven del valle estaba ocupada en lo que haba sentido cuando entr en su casa y
se encontr con uno de ellos esperndolo.
No quiero correr el riesgo de tropezar con alguno de ellos dijo, en voz baja.
Entonces vayamos al sur dijo el Maestro de Armas, reajustando el morral en sus
hombros.
Pasaron toda la tarde caminando hacia el sur a travs de los Robles Negros,
siguiendo el camino que serpenteaba entre los rboles. El crepsculo cay sobre el bosque,
y la luz gris del da se disolvi con rapidez en la noche. Una niebla tenue, hmeda y
pegajosa empez a filtrarse por los espacios que quedaban libres entre los rboles, y poco a
poco fue adquiriendo densidad. El sendero se hizo difcil de seguir, desapareciendo a
intervalos regulares cuando la niebla se asentaba. Los sonidos nocturnos salieron de la
oscuridad, y eran poco agradables.
Slanter hizo un gesto para que se detuvieran. Descansaran durante la noche? Quera
saberlo. Los dos hombres miraron a Jair. Rgido y entumecido, el joven del valle ech una
mirada a su alrededor. Los robles gigantes se elevaban por todas partes, y sus troncos
negros y relucientes los rodeaban como muros de una enorme torre. La niebla y las
sombras se extendan por todas partes, y en algn lugar de su interior los esperaba un
caminante negro.
Jair Ohmsford, dolorido y cansado, apret los dientes e hizo un gesto negativo, y
prosiguieron su camino.
La noche tambin cay sobre el claro donde Spilk estaba atado al gran roble. Haba
pasado toda la tarde luchando con las cuerdas que lo aprisionaban, aflojando los nudos y
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A travs de la imponente y mellada cordillera de los Dientes del Dragn, el azul
oscuro del cielo nocturno se haba convertido en gris. La luna y las estrellas empezaron a
perder su brillo, y el horizonte, por el este, a aclararse con el tenue resplandor de la aurora
que anunciaba su inminente presencia.
Los ojos oscuros de Allanon recorrieron el muro impracticable de montaas que se
levantaba a su alrededor, entre peascos y picos de rocas monstruosas, yermas y
desgastadas por el viento, la lluvia y el hielo. Luego baj la mirada con rapidez, casi con
ansiedad, al punto donde la piedra se divida ante l. Debajo se encontraba el Valle de
Pizarra, el umbral de la prohibida Morada de los Reyes, el hogar de los espritus de las
pocas. Permaneci de pie, con las ropas negras ceidas alrededor de su alto y enjuto
cuerpo. Su rostro mostraba una ansiedad apremiante. Una masa de roca negra, reluciente
como cristal oscuro, triturada y esparcida, se extenda hasta el valle, formando una senda
quebrada. En el centro de la roca haba un lago, con sus lbregas aguas coloreadas de un
sucio negro verdoso, cuya superficie se arremolinaba perezosamente en el silencio vaco,
sin viento. Giraba como un recipiente de fermentos, removido por una mano invisible, de
forma mecnica y uniforme.
Padre, murmur sin producir ningn sonido al pronunciar la palabra.
Un crepitar repentino de pies calzados con botas al pisar las rocas sueltas le hizo
girar la cabeza y acordarse de sus dos compaeros de viaje, que en aquel momento salieron
de la sombra de las rocas situadas ms abajo para reunirse con l. En silencio,
contemplaron el valle que se extenda al fondo.
Es ste? le pregunt Rone Leah.
Allanon hizo un gesto de asentimiento. El recelo impregnaba las palabras del joven
de las tierras altas y tambin se reflejaba en sus ojos. Siempre era evidente, nunca se
preocupaba de ocultarlo.
El Valle de Pizarra dijo el druida, y empez a andar, serpenteando al bajar por la
ladera salpicada de rocas. Debemos darnos prisa.
Tambin en los ojos de la joven del valle se reflejaban el recelo y la desconfianza,
aunque ella procuraba disimularlos. Siempre haba recelo en quienes viajaban con l hasta
aquel lugar. Haba estado con Shea Ohmsford y con Flick durante la bsqueda de la Espada
de Shannara, y con Wil Ohmsford y la elfina Amberle durante la bsqueda del Fuego de
Sangre. Quiz lo tena merecido. La confianza no es algo que se otorgue a ciegas, sino que
hay que ganarla, y para ganarla, uno ha de ser sincero y honesto. l nunca era as, y nunca
podra serlo. Era un preservador de secretos que no podan compartirse, y siempre deba
velar por la verdad, porque la verdad no debe ser expresada sino aprendida. Era difcil
mantener oculto lo que saba, pero hacer otra cosa supondra traicionar la confianza que le
haba dado y por la que haba trabajado con tanta dureza.
Volvi la vista atrs un instante para asegurarse de que la joven del valle y el
muchacho de las tierras altas le seguan, y despus centr de nuevo su atencin en las rocas
esparcidas a sus pies, siguiendo su camino en deliberado silencio. Sera fcil renunciar a la
confianza depositada en l, revelar todo lo que saba sobre el destino de aquellos a quienes
aconsejaba, descubrir los secretos que posea y permitir que los acontecimientos se
desarrollaran de una forma diferente de la que previamente haba planeado.
Pero estaba seguro de que nunca lo hara. Actuaba de acuerdo con el cdigo ms
elevado del ser y del deber. Era su vida y su propsito. Si eso significaba soportar recelos,
tendra que soportarlos. Aunque el precio fuese alto, haba que pagarlo.
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necesitase su calor; al amparo de la capucha, su rostro oscuro se levant para encontrar los
ojos vacos y ciegos de su padre.
Estoy aqu.
Los brazos del fantasma se levantaron. Aunque ni siquiera lo rozaron, Allanon sinti
su abrazo fro como la muerte. La voz de su padre le lleg lenta y angustiada.
La poca termina. El crculo est cerrado.
El fro se hizo ms intenso en su interior, helndolo por completo. Las palabras
brotaron juntas como una sola, y aunque las oy todas, captando cada una de ellas con
dolorosa precisin, estaban atadas como nudos en una cuerda. Las escuch en un silencio
desesperado, con un temor que nunca haba sentido, comprendiendo al fin lo que estaba
destinado a ser, lo que deba ser y sera.
Sus duros ojos negros se llenaron de lgrimas.
Aterrorizados y en silencio, Brin Ohmsford y Rone Leah permanecan en el mismo
lugar donde el druida los haba dejado y contemplaban cmo surga el fantasma de Bremen
de las profundidades del Cuerno del Infierno. Sintieron un intenso fro, no provocado por
un viento errante, puesto que no lo haba, sino por la llegada del fantasma. Juntos lo
miraron, lo vieron ante Allanon, cubierto de andrajos y esqueltico, y tambin observaron
que levantaba los brazos como si quisiera rodear y tirar hacia abajo de la negra figura del
druida. No podan escuchar sus palabras; el aire estaba lleno de los agudos gritos que el
lago haba liberado. La roca se estremeci y rugi bajo sus pies. Si hubieran podido huir,
hubiesen corrido sin volver la vista atrs. Estaban seguros de que en ese momento haban
soltado a la muerte para que paseara junto a ellos.
Luego, todo aquello termin de repente. El fantasma de Bremen dio media vuelta y
se sumergi poco a poco en las lbregas aguas. Los gritos arreciaron, convirtindose en
frenticos gemidos de angustia antes de que se impusiera de nuevo el silencio. El lago se
agit e hirvi durante un breve instante, despus se apacigu y las aguas se arremolinaron
con plcida calma.
En el este, el sol se asom sobre las accidentadas cumbres de los Dientes del Dragn,
y su luz plateada se esparci entre las agonizantes sombras de la noche.
Brin escuch la agitada respiracin de Rone, y lo cogi de la mano. Allanon cay de
rodillas, con la cabeza inclinada, en la orilla del Cuerno del Infierno.
Rone! susurr con voz ronca, empezando a avanzar hacia l.
ste la sujet por el brazo, avisndole, recordndole lo que el druida les haba dicho,
pero ella se solt de su mano y corri hacia el lago. Rone la sigui.
Corrieron juntos hacia el druida, resbalaron al detenerse sobre las rocas sueltas y se
inclinaron junto a l. Tena los ojos cerrados, y una intensa palidez cubra su rostro oscuro.
Brin toc su mano y estaba tan fra como el hielo. Pareca que el druida estaba en trance.
La joven del valle mir con indecisin a Rone, y l hizo un gesto de impotencia.
Ignorndolo, puso sus manos en los hombros del druida y lo sacudi con suavidad.
Allanon susurr.
Los ojos oscuros del druida se abrieron, parpadeando, y se encontraron con los de la
muchacha. Por un instante, ella penetr en su interior, que era presa de una angustia
terrible. En su interior haba miedo y tambin incredulidad. Se impresion tanto que se
retir con rapidez de su lado. Entonces, todo lo que haba visto desapareci, dejando su
lugar a la ira.
Os dije que no os movierais les reproch, ponindose en pie.
Qu ha pasado, Allanon? pregunt la joven del valle, ignorando la ira del druida.
Qu has visto?
El druida no contest. Sus ojos miraron a las lbregas aguas verdes del lago y su
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cometido.
Pero por qu... por qu tena que darme...? balbuce Rone.
El druida le volvi la espalda y empez a alejarse. Rone lo sigui con la mirada,
reflejando en su rostro el aturdimiento que senta.
Es una mala jugada, Allanon! grit Brin a la figura que se retiraba, furiosa por lo
que le haba hecho a Rone, y empez a caminar tras l. Qu derecho tienes...?
Nunca acab de formular la pregunta. Se produjo una terrible explosin que la elev,
dejndola caer despus sobre la tierra del valle. Una masa de fuego rojo que giraba a gran
velocidad rode a Allanon y lo hizo desaparecer.
Varios kilmetros al sur, con el cuerpo fatigado y dolorido, Jair Ohmsford pasaba de
las sombras de la noche a un amanecer de brumas fantasmales y escasa luz. Los rboles y
las tinieblas parecan retirarse, descorrindose como si se tratara de una gran cortina, para
dejar paso al nuevo da, que se present como un inmenso vaco, como una cueva
monstruosa de niebla densa que encerraba al mundo entre sus paredes insondables. Se
iniciaba a unos cincuenta metros de donde l estaba, y todo lo dems terminaba all. Mir
con ojos somnolientos el camino salpicado de madera seca y el agua verdosa que se
extenda hasta perderse en la niebla, aunque sin comprender por qu estaba all.
Dnde estamos? pregunt.
En la Cinaga Brumosa contest Slanter.
Dirigi su aturdida mirada hacia el gnomo, y ste le correspondi con otra muy
parecida a la suya.
Hemos cruzado la orilla demasiado cerca, nos hemos desviado hacia una bolsa
continu. Tendremos que retroceder, y rodearla.
Jair asinti, mientras intentaba ordenar sus pensamientos dispersos. Garet Jax
apareci de pronto junto a l, negro y silencioso. Su mirada, dura e inexpresiva, se clav
durante un breve instante en la suya, antes de volverse hacia la cinaga. El Maestro de
Armas no pronunci ni una sola palabra, sino que se limit a hacer un gesto de
asentimiento a Slanter, y el gnomo dio media vuelta, seguido de Jair. Los ojos de Garet Jax
no reflejaban cansancio.
Pasaron la noche caminando. Fue una marcha interminable y agotadora a travs del
laberinto de los Robles Negros. En la mente del joven del valle solamente haba un
recuerdo nebuloso y distante, un pequeo fragmento de tiempo perdido en la extenuacin.
nicamente su fuerza de voluntad lo mantena en pie. Incluso el sentimiento de temor
haba desaparecido, porque la amenaza no pareca inmediata. Tena la sensacin de haber
caminado en sueos, porque no poda recordar nada de lo que haba ocurrido. Pero no
haban tenido tiempo para dormir, Jair lo saba muy bien; slo para andar.
Una mano tir de l hacia atrs cuando se aproxim demasiado a la orilla de la
Cinaga Brumosa.
Mira dnde pones los pies, joven del valle dijo Garet Jax, a su lado.
Mascull algo como respuesta y sigui caminando, tambalendose.
Es un muerto andante oy que deca Slanter, pero no recibi ninguna respuesta.
Se restreg los ojos. El gnomo tena razn. Las fuerzas casi lo haban abandonado.
No podra continuar mucho tiempo ms.
Pero lo hizo. Sigui caminando durante horas, o al menos eso le pareci, avanzando
con dificultad a travs de la niebla y de la penumbra gris, tambalendose detrs de la slida
figura de Slanter, con una vaga conciencia de la presencia prxima y silenciosa de Garet
Jax. Perdi el sentido del tiempo. Slo era consciente de que todava se mantena en pie y
de que segua caminando. Un paso segua al anterior, un pie al otro, y cada vez era un
esfuerzo separado y distinto. El camino no tena fin.
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Hasta...
Maldito fango! murmur Slanter, cuando de pronto toda la cinaga pareci
explotar hacia arriba.
El agua y el cieno salieron disparados hacia arriba, como un enorme surtidor, y
cayeron en forma de lluvia sobre el asombrado joven del valle. Un rugido spero y
penetrante rompi el silencio de la madrugada, y algo enorme se elev casi encima de Jair.
Un habitante de los troncos! oy que gritaba Slanter.
Jair, confuso y asustado, retrocedi tambalendose, consciente de la enorme y
espantosa criatura que tena ante l, de su cuerpo escamoso que chorreaba agua de la
cinaga, de los dientes que sus fauces abiertas dejaban al descubierto y de los miembros
terminados en garras que lo precedan. Intent retroceder con frenes, pero las piernas se
negaron a obedecerle, demasiado entumecidas por la fatiga para responder a su peticin.
La terrible criatura estaba casi encima, su sombra obstaculizaba el paso de la escasa luz del
amanecer y su aliento era ftido e intenso.
En aquel preciso momento, algo se precipit sobre l desde un lado, arrollndolo y
apartndolo de las garras del monstruo. Con asombro, vio a Slanter de pie donde l haba
estado, con la espada corta desenvainada, blandindola con violencia ante la enorme
criatura que se dispona a atacarle. Pero la espada era un arma completamente inadecuada.
Con un simple golpe, el monstruo la hizo caer de las manos del gnomo. Inmediatamente
despus, una enorme garra se cerr alrededor del cuerpo de Slanter.
Slanter! grit Jair, intentando ponerse en pie.
Garet Jax ya haba reaccionado. Salt como una sombra nebulosa, e introdujo su
bastn negro en las fauces abiertas de la criatura, clavndolo con fuerza en el tejido blando
de la garganta. El habitante de los troncos profiri un terrible rugido de dolor, cerr las
mandbulas sobre el bastn y lo parti en dos. Entonces sus garras intentaron arrancar las
esquirlas que quedaban en su garganta, y soltaron a Slanter.
Garet Jax salt otra vez hacia la criatura, empuando su espada corta. Con un
movimiento tan rpido que los ojos de Jair apenas pudieron captar, se subi sobre el
hombro del monstruo y fuera del alcance de sus vidas garras, y clav la espada hasta la
empuadura en la parte baja de la garganta del habitante de los troncos. Su sangre oscura
chorre y el Maestro de Armas se apart de un salto. El habitante de los troncos estaba
gravemente herido, como poda deducirse de sus bramidos lastimeros. Dio media vuelta
con brusquedad y se alej tambalendose para perderse entre la niebla y la oscuridad.
Slanter, aturdido y tembloroso, intentaba incorporarse, pero Garet Jax se acerc a Jair
y lo puso en pie de un fuerte tirn. El joven del valle, con los ojos muy abiertos, miraba al
Maestro de Armas con admiracin.
Nunca he visto... nunca he visto a nadie moverse... tan deprisa! tartamude.
Garet Jax ignor su comentario sujetndose el cuello de la tnica con la mano, tir
del joven del valle hacia los rboles, y Slanter sigui sus pasos sin demora.
En unos segundos, dejaron atrs el claro.
El fuego rojo arda alrededor del druida, envolvindolo en espirales carmeses y
fulgurando ttricamente en contraste con la luz gris del amanecer. Medio cegada por la
explosin, Brin cay de rodillas y se tap los ojos. En medio del fuego, el druida se
desplom contra la brillante roca negra clavada en el valle. Una sutil aura azul lo mantena
separado de las llamas que lo rodeaban. Era una especie de escudo, pens la joven del
valle; su proteccin contra el horror que pretenda destruirlo.
Busc con desesperacin a la criatura que haba causado aquel espanto y la encontr
a menos de veinte metros. All, rgida, destacndose contra la dbil y dorada luz del sol que
llegaba del horizonte, haba una figura negra con los brazos levantados y extendidos,
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lanzando fuego rojo. Un espectro corrosivo! Haba llegado junto a ellos sin hacer ningn
ruido y, atacando por sorpresa, haba conseguido coger desprevenido al druida. Sin
ninguna posibilidad de defenderse, Allanon estaba vivo slo gracias a su instinto.
Brin se puso en pie de un salto y grit con todas sus fuerzas a la negra criatura que
atacaba al druida, pero ella no se movi ni se alter el fuego. Sala de manera incesante y
uniforme de las manos estiradas hacia donde estaba acurrucado el druida, girando
alrededor de su cuerpo y golpeando la dbil coraza azul con la que se protega. Una luz
carmes fulguraba y se reflejaba en el cielo desde la pulida superficie de la roca del valle, y
todo se ti del color de la sangre.
Entonces Rone Leah, dando un rpido salto, se puso delante de Brin, y se qued all
de pie como una bestia dispuesta a atacar.
Demonio! grit enfurecido.
Levant la hoja negra de la Espada de Leah, sin pensar en a quin iba a ayudar ni en
la razn por la que pona su vida en peligro. En ese momento era el bisnieto de Menion
Leah, ms rpido y temerario de lo que jams fue su ascendiente, y el instinto se impona a
su razn. Con el grito de batalla que sus antepasados haban lanzado durante siglos, atac.
Leah! Leah!
Se lanz hacia el fuego y con la espada cort el crculo que aprisionaba a Allanon. En
un instante, las llamas se rompieron como si fueran de cristal, cayendo en esquirlas ante la
figura acurrucada del druida. El fuego continuaba fluyendo de las manos del espectro
corrosivo, pero de la misma forma en que el hierro es atrado por un imn, se diriga hacia
la hoja esgrimida por el joven de las tierras altas y se consuma deslizndose hacia abajo.
Sin embargo, a pesar de eso, no tocaba las manos de Rone; era como si la espada lo
absorbiera. El prncipe de Leah estaba a la misma distancia del espectro que del druida,
manteniendo en posicin vertical la Espada de Leah ante s, mientras el fuego carmes
danzaba fuera de la hoja.
Allanon se levant, tan negro y amenazador como la criatura que lo haba
aprisionado, libre ahora de las llamas que lo inmovilizaban. Sus delgados brazos se
levantaron bajo las vestiduras, y un fuego azul explot hacia el exterior, alcanz al espectro
corrosivo, lo levant del suelo y lo lanz hacia atrs como si hubiese sido golpeado por un
ariete. Las negras vestiduras se ahuecaron en el aire, y un terrible e insonoro alarido
reverber en la mente de Brin. Una vez ms, el fuego del druida estall en llamas, y unos
segundos ms tarde el ser negro haba quedado reducido a polvo.
El fuego se extingui entre el humo y las cenizas, y el silencio se adue de nuevo
del Valle de Pizarra. Rone baj la Espada de Leah, y el hierro negro produjo un sonido
agudo al chocar contra la roca. El joven de las tierras altas inclin la cabeza; sus ojos
reflejaban aturdimiento mientras buscaban a Brin. Ella se acerc, y lo rode con sus
brazos.
Brin murmur Rone. Esta espada... el poder...
No te asustes, prncipe de Leah lo interrumpi Allanon, poniendo su delgada mano
sobre el hombro del joven como muestra de agradecimiento, con una voz que denotaba
cansancio, pero que inspiraba confianza. El poder te pertenece por derecho propio. Lo has
demostrado aqu. En verdad eres el protector de la joven del valle y, al menos en esta
ocasin, tambin el mo.
Mantuvo su mano un momento ms sobre el hombro del joven de las tierras altas, y
despus el hombre alto se dirigi hacia el camino que les haba llevado all.
El espectro corrosivo estaba solo dijo, volvindose hacia ellos. De lo contrario,
ya hubiramos visto a los otros. Vaymonos. Ya no tenemos nada que hacer aqu.
Allanon... empez a decir Brin detrs de l.
Vamos, muchacha. Se nos acaba el tiempo. Paranor necesita cualquier ayuda que
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Era media maana cuando Jair y sus compaeros salieron de los Robles Negros. Ante
ellos se extenda un paisaje ondulado, con una zona de colinas al norte y tierras bajas al
sur. Perdieron poco tiempo en admirar el paisaje. Completamente exhaustos, slo le
dedicaron el suficiente para localizar un grupo de arces de hoja ancha y color carmes
brillante por el toque del otoo que poda ofrecerles proteccin. Pocos segundos despus,
se haban entregado a un profundo sueo.
Jair no supo si alguno de sus compaeros se haba quedado de guardia mientras l
dorma, pero fue Garet Jax quien lo despert ya avanzado el crepsculo. Preocupado por
hallarse an tan cerca de la Cinaga Brumosa y de los Robles Negros, el Maestro de Armas
quera encontrar un lugar ms seguro para pasar la noche. Como las Tierras Bajas del
Tmulo de la Batalla encerraban innumerables peligros, se dirigieron al norte, hacia las
colinas. Parcialmente recuperados tras el medio da de sueo, siguieron caminando hasta la
medianoche, en que se acomodaron para dormir en una arboleda de frutales silvestres
parcialmente invadida por la maleza. En esta ocasin, Jair insisti en que los tres deban
turnarse en hacer guardia.
Al da siguiente, prosiguieron su camino hacia el norte y, a ltimas horas de la tarde,
llegaron al Ro Plateado. Claro y centelleante a la luz crepuscular, serpenteaba en su
camino hacia el oeste a travs de riberas arboladas y bancos rocosos. Los tres viajeros
siguieron durante varias horas el curso del ro en direccin este, hacia el Anar, y al caer la
noche estaban bastante lejos de la Cinaga Brumosa y de los Robles Negros. No
encontraron a ningn otro viajero a lo largo de su marcha, ni descubrieron ningn rastro de
gnomos ni de caminantes negros. Al parecer, de momento, se encontraban a salvo de
cualquier persecucin.
Era ya de noche cuando llegaron a una pequea rea protegida por arces y nogales en
una loma, junto al ro, y all instalaron el campamento. Decidieron arriesgarse a encender
una hoguera, sin humo, que les permiti comer algo caliente, y se quedaron contemplando
las brasas mientras languidecan hasta convertirse en ceniza. La noche era despejada y
clida, y las estrellas empezaban a centellear, reunidas en figuras brillantes que destacaban
sobre el oscuro teln del cielo. Los pjaros nocturnos cantaban a su alrededor, los insectos
zumbaban, y el tenue clamor de las veloces aguas del ro se oa en la distancia. Las hojas
secas y el matorral emitan un olor dulzn y mohoso en la fra oscuridad.
Creo que voy a recoger un poco de lea dijo Slanter, que haca ya un rato que
guardaba silencio, y se puso de pie con lentitud, como si le costara trabajo.
Te ayudar dijo Jair.
Te he pedido que me ayudes? inquiri el gnomo, dirigindole una mirada de
contrariedad. No necesito a nadie para recoger lea, muchacho. Con expresin ceuda,
se adentr en la oscuridad.
Jair se recost de nuevo, con los brazos cruzados sobre el pecho. Aquello era una
muestra de la forma en que se haban desarrollado los acontecimientos desde que los tres
juntos iniciaran la marcha; nadie hablaba mucho ni sobre nada concreto y, cuando tenan
que decir algo, no derrochaban precisamente amabilidad. Con Garet Jax, no importaba,
porque era taciturno por naturaleza, y era normal que le costara comunicarse. Pero Slanter
era una persona locuaz, y su actitud reservada inquietaba a Jair. El joven del valle lo
prefera como se haba mostrado antes: impetuoso, hablador, casi rudo. Ahora no era as.
Pareca ensimismado; como si viajar en compaa de Jair le resultara desagradable.
Bien, de alguna forma lo era, admiti el joven del valle, tras pensar un poco en el
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asunto. Despus de todo, Slanter no haba emprendido aquel viaje por voluntad propia,
sino presionado por l. Un gnomo con un muchacho que haba sido su prisionero y con
otra persona que no se fiaba de l, y todo con el nico propsito de que ambos llegaran sin
sufrir ningn dao a un pueblo que estaba en guerra con el suyo propio. No hubiera estado
en esa situacin si no se hubiese comprometido a ayudar a Jair, convirtindose en poco ms
que un vagabundo.
Tambin estaba el asunto del habitante de los troncos. Slanter haba acudido en su
ayuda en un acto de valenta que an desconcertaba al joven del valle; un acto inesperado
en alguien tan oportunista y egosta como l. Por otra parte, el gnomo haba fallado en su
intento de detener al habitante de los troncos, convirtindose en vctima y vindose forzado
a depender de Garet Jax para conservar la vida. Tal vez fuera sa la causa por la que se
mostraba resentido. Slanter era un rastreador, y los rastreadores son orgullosos. Eran ellos
quienes deban proteger a la gente que guiaban, y no al contrario.
El pequeo fuego crepit de repente, atrayendo su atencin. A una docena de pasos
de distancia de donde l estaba, apoyado contra un tronco, Garet Jax se estir y levant la
vista. Sus ojos extraos se encontraron con los de Jair y ste se sorprendi una vez ms por
el carcter del Maestro de Armas.
Supongo que debo darte las gracias una vez ms le dijo, levantando las rodillas
hasta el pecho, por salvarme de esa cosa en la cinaga.
Garet Jax volvi a mirar al fuego, y Jair esper un momento, pensando si deba decir
algo ms.
Puedo preguntarte algo? dijo al fin.
El Maestro de Armas respondi con un gesto de indiferencia.
Por qu me salvaste de la criatura de la Cinaga Brumosa y antes, en los Robles
Negros, de los gnomos que me haba hecho prisionero? Los ojos duros volvieron a
clavarse en l, y Jair se dispuso a continuar sin darse tiempo para arrepentirse. Es que no
acabo de entender por qu lo hiciste. Al fin y al cabo, no me conocas. Podas haber
seguido tu camino.
Segu mi camino respondi Garet Jax, haciendo de nuevo un gesto de indiferencia.
Qu quieres decir?
Que mi camino era el tuyo. Eso es lo que quiero decir.
Pero t no sabas adnde me llevaban insisti Jair, frunciendo el entrecejo.
Al este. A qu otro lugar poda ir una patrulla de gnomos con un prisionero?
Jair se sinti an ms desconcertado. Aunque no poda discutir esa deduccin, sin
embargo, lo que haba dicho el Maestro de Armas le ayud a entender por qu se haba
preocupado de rescatarlo.
Todava no entiendo por qu me ayudaste insisti.
No crees que yo sea muy humanitario, verdad? inquiri el Maestro de Armas,
esbozando una dbil sonrisa.
Yo no he dicho eso.
No era necesario. Pero tienes razn, no lo soy.
Jair hizo un gesto dubitativo, mientras lo miraba con insistencia.
Digo que no lo soy repiti Garet Jax, ahora con expresin severa. No hubiera
vivido mucho tiempo si lo fuese. Y mantenerme vivo es lo que mejor s hacer.
Se produjo un largo silencio. Jair no saba cmo continuar la conversacin, y el
Maestro de Armas se ech hacia delante, inclinndose para recibir el calor del fuego.
Pero me interesas dijo con voz pausada. Su mirada se detuvo en Jair. Supongo
que por eso te rescat. Me interesas, y la verdad es que ya son muy pocas las cosas que
despiertan mi inters...
Su voz se apag. Haba una mirada distante en sus ojos, pero un momento despus
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Esta bolsa contiene polvo de plata prosigui el anciano, tras guardar las piedras
lficas en sus vestiduras, y sacar una bolsa. Es el restaurador de la vida para las aguas del
Ro Plateado. Debes llevarlo a la Fuente del Paraso y esparcirlo en las aguas envenenadas.
Tan pronto como lo hagas, el ro recuperar su pureza. Entonces encontrars la manera de
devolver a tu hermana a s misma.
Devolverla a s misma?, Jair hizo un gesto de incomprensin. Qu quera decir
con eso?
Ella se perder a s misma. Pareca que el Rey del Ro Plateado haba recuperado
la capacidad de leer sus pensamientos. Tu voz ayudar a tu hermana a encontrar el camino
de vuelta.
Jair segua sin comprender, y empez a hacer preguntas para aclarar su confusin,
pero el anciano le oblig a callar con un gesto de silencio.
Escucha lo que voy a decir. Un brazo delgado se extendi hacia l, y coloc en sus
manos la bolsa con el polvo de plata. Ahora estamos unidos. Hemos realizado un
intercambio de confianza. Podemos hacer lo mismo con la magia. Tu magia es tan intil
para ti, como para m lo es la ma. Volvi a introducir la mano en sus vestiduras. Las
piedras lficas son tres, una para la mente, otra para el cuerpo y la tercera para el corazn;
magias que se entrelazan y conforman el poder de las piedras. Por tanto, tambin recibirs
tres magias. Primero sta.
Para la mente, un cristal de la visin dijo el anciano, entregndole un cristal
brillante, que colgaba de una cadena de plata. Cntale, y te mostrar el rostro de tu
hermana dondequiera que est. Utilzalo cuando necesites saber lo que est haciendo. Y
necesitars saberlo, porque debes llegar a la Fuente del Paraso antes que ella al
Maelmord.
Para el cuerpo, fuerza para ayudarte a salir de apuros en tu viaje al este y para
combatir los peligros que te acosarn prosigui el anciano, levantando su mano hasta el
hombro de Jair. Esa fuerza la encontrars en aquellos que viajarn contigo, pues no hars
solo este viaje. Un toque de magia, entonces, para cada uno. Comienza y termina aqu.
Seal a Garet Jax, que continuaba dormido. Cuando ms lo necesites, l estar a tu lado.
Ser tu protector hasta que llegues a la Fuente del Paraso.
Y para el corazn, nio, la magia final, que te ser muy til concluy el anciano,
volvindose de nuevo hacia Jair. Una sola vez podrs recurrir a la cancin de los deseos,
no para obtener ilusin, sino realidad. Es la magia que salvar a tu hermana. Utilzala
cuando ests en la Fuente del Paraso.
Pero cmo debo usarla? pregunt Jair. Qu tengo que hacer?
No puedo decirte lo que debes decidir por ti mismo respondi el Rey del Ro
Plateado. Cuando hayas echado el polvo de plata en la Fuente del Paraso y las aguas
vuelvan a ser limpias y claras, echa en ellas el cristal de la visin. All debes encontrar la
respuesta.
Pero s cauteloso prosigui, inclinndose hacia delante y levantando su frgil
mano. Debes llegar a la Fuente antes de que tu hermana entre en Maelmord. Est escrito
que lo har, pues la fe del druida en su magia est bien fundamentada. T debes estar all
cuando eso suceda.
Estar afirm Jair, cogiendo con fuerza el cristal de la visin.
He depositado en ti toda mi confianza dijo el anciano, haciendo un gesto de
asentimiento. Eres responsable de las tierras y de las razas, y no debes fallarles. Pero
tienes valor. Sers leal. Repite las palabras, Jair.
Ser leal dijo el joven del valle.
El Rey del Ro Plateado se levant como un fantasma en la noche. Un gran cansancio
cay de repente sobre el joven del valle, obligndolo a abrigarse con su capa de viaje. El
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Cuando Jair despert, ya haca rato que haba amanecido. El cielo estaba
completamente despejado y los rayos del sol calentaban la tierra, humedecida por el roco
de la maana. Se estir perezosamente y aspir el olor que desprendan el pan y la carne
sobre el fuego. Arrodillado junto a la hoguera del campamento y de espaldas a l, Garet Jax
preparaba el desayuno.
Jair mir a su alrededor, pero no vio a Slanter por ninguna parte.
Todo ser como antes...
De repente record lo que haba sucedido la noche pasada y sinti miedo. El Rey del
Ro Plateado... o quiz slo un sueo? Mir sus manos. No tena ningn cristal de la
visin. Cuando se durmi, lo tena en sus manos; suponiendo que existiera tal cristal. Palp
el suelo, buscndolo; luego sacudi la capa con el mismo fin. No lo encontr. Entonces
haba sido un sueo. Busc en los bolsillos de su tnica. En uno de ellos, encontr un bulto
del tamao de la bolsa donde guardaba las piedras lficas... o era la bolsa que contena el
polvo de plata? Sus manos registraron todo su cuerpo.
Buscas algo?
No, slo... balbuce, haciendo un gesto negativo al ver que Garet Jax lo estaba
mirando.
Entonces sus ojos captaron un destello metlico sobre su pecho, en la parte que la
tnica dejaba al descubierto. Mir hacia abajo, inclinando hacia atrs la barbilla. Era una
cadena de plata.
Quieres comer? le pregunt Garet.
Jair no le oy. Estaba pensando que lo sucedido la noche anterior no haba sido un
sueo, sino algo real. Pas la mano por la cadena de plata hasta llegar al cristal que colgaba
de ella.
Quieres comer o no? repiti Garet Jax, con manifiesta impaciencia.
S... s, claro respondi Jair, levantndose para acercarse al Maestro de Armas, que
le pas un plato ya servido. Disimulando la excitacin que senta, el joven del valle
empez a comer.
Dnde est Slanter? pregunt poco despus, al acordarse de nuevo del gnomo
ausente.
No ha vuelto respondi Garet Jax, encogindose de hombros. Lo he buscado por
los alrededores antes de preparar el desayuno. Sus huellas llegan hasta el ro y luego se
dirigen al oeste.
Al oeste? Jair dej de comer. Pero se no es el camino del Anar.
Temo que tu amigo pens que ya haba llegado demasiado lejos con nosotros dijo
el Maestro de Armas, haciendo un gesto de asentimiento. se es el problema con los
gnomos: no son personas dignas de confianza.
Jair se sinti desilusionado. Le pareca bien que Slanter hubiera decidido seguir su
propio camino. Pero por qu tena que irse a escondidas? Por qu no le haba dicho
nada? Pens en aquello un momento ms; despus sigui comiendo y liberndose de la
desilusin. Esa maana deba ocuparse de otros problemas ms urgentes.
Pens una vez ms en todo lo que el Rey del Ro Plateado le haba dicho. Deba
realizar una misin. Deba penetrar en el Anar hasta las montaas del Cuerno Negro
Azabache y la madriguera de los espectros corrosivos, y llegar al pico llamado Fuente del
Paraso. Sera un viaje largo y peligroso incluso para un rastreador experto. Jair mantena
su mirada en el suelo. Lo hara, por supuesto. No tena la menor duda. Pero aunque estaba
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animoso y decidido, deba admitir que se hallaba lejos de ser un rastreador experto, o
experto en cualquier cosa. Necesitara ayuda. Pero dnde iba a encontrarla?
Mir con curiosidad a Garet Jax. Este hombre ser tu protector, le haba dicho el Rey
del Ro Plateado. Le doy la fuerza para combatir contra los peligros que te acosarn en tu
viaje. Cuando lo necesites, l estar a tu lado.
Saba Garet Jax algo de eso?, se pregunt Jair frunciendo el entrecejo. No pareca
que as fuera. Era obvio que el anciano no se haba hecho visible al Maestro de Armas,
porque de lo contrario le habra hecho algn comentario. Eso significaba que tendra que
explicrselo l. Pero cmo poda convencer al Maestro de Armas para que lo acompaara
al Anar profundo? Cmo poda hacerle entender que no haba sido un sueo?
An estaba reflexionando sobre el problema cuando, para su asombro, Slanter
apareci entre los rboles.
Queda algo en el puchero? pregunt, frunciendo el entrecejo.
Sin contestar, Garet Jax le dio un plato. El gnomo dej caer el morral que llevaba, se
sent junto al fuego y se sirvi una generosa racin de pan y carne. Jair no dejaba de
mirarlo. Estaba ojeroso e irritable, como si no hubiese dormido en toda la noche.
Qu te preocupa? pregunt de repente el gnomo, dndose cuenta de que lo estaba
mirando.
Nada dijo Jair apartando su mirada, para volver a mirarlo un segundo despus.
Slo me preguntaba dnde habas estado.
Decid dormir abajo, junto al ro respondi Slanter, inclinado sobre el plato. All
hace ms fresco. Aqu, el fuego da demasiado calor. Jair desvi su mirada hacia el morral,
y el gnomo se dio cuenta. Cog el morral para explorar un poco ro arriba. Me pareci
conveniente comprobar que... Se interrumpi. No tengo por qu darte explicaciones,
muchacho! Qu importancia tiene que hiciera una cosa u otra? Ahora estoy aqu, verdad?
Pues djame en paz!
El gnomo volvi a concentrar toda su atencin en el desayuno. Jair mir con
disimulo a Garet Jax, pero el Maestro de Armas pareca ajeno a lo que suceda a su
alrededor. Se volvi de nuevo hacia Slanter. Era evidente que estaba mintiendo; sus huellas
se dirigan ro abajo. Garet Jax lo haba dicho. Por qu haba decidido regresar?
A menos...
La idea era tan absurda que apenas poda admitirla. Pero quizs el Rey del Ro
Plateado utiliz sus poderes mgicos para que el gnomo volviera. Si hubiera ocurrido de
esa forma, Slanter nunca lo sabra. El anciano poda haberse dado cuenta de que Jair
necesitaba al rastreador, a un gnomo que conoca palmo a palmo las Tierras Orientales.
Entonces pens en la posibilidad de que el Rey del Ro Plateado hubiera propiciado
su encuentro con Garet Jax; que el Maestro de Armas le hubiese ayudado en los Robles
Negros influenciado por el anciano. Era posible? Era eso lo que haba impulsado a Garet
Jax a liberarlo, aunque el propio Maestro de Armas lo ignorara?
Jair se sent, ensimismado en sus propios pensamientos y olvidando por completo el
desayuno que tena en el plato. Eso explicara la reluctancia de ambos, rastreador y
mercenario, para discutir las razones de sus actos. Ni siquiera ellos mismos podan
comprenderlas. Sin embargo, si era cierto, tambin Jair poda haber sido objeto de una
manipulacin similar. Qu parte de lo que haba sucedido poda atribuirse al anciano?
Garet Jax termin su desayuno y pisote el fuego, para apagarlo. Slanter tambin se
puso en pie, y recogi el morral. Jair mir con atencin a los dos, y se pregunt qu deba
hacer.
Era consciente de que no poda guardar silencio.
Es hora de irse dijo Garet Jax, iniciando la marcha. Slanter ya estaba al borde del
claro.
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sucedido. Pero le haba sucedido, y todo fue demasiado convincente para no ser real.
Lo intentar dijo al fin, dando un suspiro.
Empez a cantar con voz suave al cristal. Lo sostena en el hueco de sus manos como
si fuera un objeto frgil, con la cadena de plata colgando entre los dedos. Cant sin saber lo
que deba cantar ni cmo infundir vida al cristal. Baja y dulce, su voz clam pidiendo que
le mostrara a Brin.
Respondi casi de manera instantnea. Una luz destell en el interior de sus palmas,
sorprendindolo tanto que casi dej caer el cristal. Era algo vivo. La luz despeda un
pequeo resplandor blanco brillante, que se expandi hasta adquirir el tamao de una
pelota. Garet Jax se acerc ms; su delgado rostro reflejaba una gran excitacin. Slanter se
acerc atravesando el claro.
Entonces, de forma repentina, el rostro de Brin Ohmsford apareci dentro de la luz,
oscuro y bello, enmarcado por montaas de laderas ridas y empinadas en un amanecer
menos agradable que el que ellos disfrutaban.
Brin! susurr Jair.
Tan real era su cara dentro de la luz, que durante un momento pens que le
respondera. Pero sus ojos y sus odos estaban demasiado lejos para ver y or. Entonces, su
imagen se desvaneci. Jair haba dejado de cantar a causa de la emocin, y la magia del
cristal se haba disipado. La luz tambin desapareci.
Dnde estaba ella? pregunt hecho un manojo de nervios.
No estoy seguro respondi Garet Jax, haciendo un gesto negativo. Quizs... No
acab la frase.
Jair se volvi hacia Slanter, pero el gnomo tambin estaba haciendo un gesto
negativo.
No lo s. Ha sido demasiado rpido. Cmo lo has hecho, muchacho? Con esa
cancin, no es cierto? sa es tu magia.
Y la magia del Rey del Ro Plateado aadi Jair. Me crees ahora?
Yo no ir al Anar dijo Slanter, haciendo un gesto negativo y displicente.
Te necesito, Slanter.
No me necesitas. Con una magia como sa, no necesitas a nadie. El gnomo mir
hacia otro lado. Canta a tu camino por el Maelmord como has cantado a tu hermana.
Jair hizo un esfuerzo para controlar la ira que creca en su interior, y volvi a guardar
el cristal y la bolsa de polvo de plata en su tnica.
Entonces ir solo afirm con decisin.
Todava no necesitas eso. Garet Jax se colg el morral en el hombro y empez a
atravesar el claro una vez ms. Primero, el gnomo y yo te llevaremos sano y salvo a
Culhaven. Despus puedes contar a los enanos esa historia. El druida y tu hermana ya
habrn pasado por all, y si no es as, no me cabe la menor duda de que los enanos tendrn
noticias de ellos. En cualquier caso, averiguaremos si alguien entiende algo de lo que nos
has dicho.
Ests diciendo que yo he inventado todo eso! respondi Jair, siguiendo sus
pasos. Escchame un momento. Por que habra de hacerlo? Qu razn podra tener?
Vamos, dilo!
No pierdas el tiempo preguntndome lo que pienso respondi Garet Jax con
tranquilidad, mientras recoga la capa y la manta del joven del valle, y se las daba para que
no las dejara all. Te lo dir yo mismo cuando lo sepa.
Juntos se internaron en el bosque, siguiendo el sendero que conduca hacia al este a
lo largo del curso del Ro Plateado. Slanter los mir, con su tosco rostro amarillo
distorsionado por el disgusto, hasta que se perdieron de vista. Luego, tras recoger su
morral, se apresur a seguirlos, murmurando entre dientes mientras caminaba.
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Allanon, Brin Ohmsford y Rone Leah cabalgaron durante casi tres das en direccin
norte hacia la fortaleza de Paranor. El camino elegido por el druida era largo y tortuoso, un
viaje duro y lento a travs de una regin abrupta, llena de empinadas cuestas resbaladizas,
pasos estrechos y asfixiantes bosques selvticos. Pero, al mismo tiempo, el camino estaba
libre de gnomos, espectros corrosivos y cualesquiera otros seres malvados que pudieran
acosarlos. Por ese motivo lo haba elegido Allanon. Haba tomado la decisin de no
someter a la joven del valle a ningn otro riesgo, aunque eso significara tener que soportar
cualquier penalidad durante su viaje al norte.
Por eso haba descartado llevarlos a travs de la Morada de los Reyes como en otros
tiempos a Shea Ohmsford, un camino que los habra obligado a prescindir de sus caballos y
continuar el viaje a pie por las cavernas subterrneas que guardaban los cuerpos de los
reyes, donde era posible encontrarse una trampa a cada paso y ser atacados por los
monstruos que las defendan de los extraos. Tampoco los llev por los llanos de Rabb al
desfiladero de Jannisson, un viaje a caballo por campo abierto donde podan ser
descubiertos fcilmente y que los acercara demasiado a los bosques de las Tierras
Orientales y del enemigo que queran evitar a toda costa. En lugar de eso, eligi una ruta
en direccin oeste a lo largo del curso del ro Mermidon, a travs de los densos bosques
que cubran las laderas bajas de los Dientes del Dragn desde el Valle de Pizarra hasta las
montaas boscosas de Tyrsis. Cabalgaron hasta que llegaron al desfiladero de Kennon, un
sendero de alta montaa que los adentr en los Dientes del Dragn para llevarlos, algunos
kilmetros al norte, a los bosques que rodeaban el alczar de Paranor.
Al amanecer del tercer da salieron del desfiladero de Kennon hacia el valle, un
amanecer gris y duro como el hierro, nublado y con un fro invernal. Cabalgaban en fila al
atravesar el estrecho paso que se abra entre las montaas desnudas y desoladas, apenas
perceptibles contra el cielo matutino; daba la sensacin de que haba desaparecido todo
signo de vida. El viento barra la roca vaca con rachas furiosas, y ellos inclinaban la
cabeza para defenderse de su fuerza. Abajo, el arbolado valle del Alczar de los Druidas se
extenda oscuro y amenazador. Una niebla blancuzca y arremolinada ocultaba a sus ojos la
distante cspide del Alczar.
Mientras cabalgaban, Brin Ohmsford se enfrentaba a una fuerte sensacin de desastre
inminente. En realidad era una premonicin que la haba acompaado desde que salieron
del Valle de Pizarra. La segua con voluntad insidiosa, una sombra tan lbrega y fra como
la tierra por la que cabalgaba, una cosa escurridiza que se ocultaba entre las rocas y los
peascos, cambiando de un escondite a otro, vigilando cada uno de sus pasos con intencin
secreta y maligna. Envuelta en su capa de montar, extrayendo el calor que poda de sus
gruesos pliegues, dej que su montura siguiese su camino por el estrecho sendero y sinti
el peso de la presencia cuando se le acerc.
Pensaba que el caminante haba sido el promotor principal de esa premonicin. Ms
que lo desapacible del da, el enigmtico plan del druida o el miedo que ahora le causaba el
poder de su cancin, fue el caminante la causa de su desasosiego. Allanon le haba
asegurado que no haba otros. Pero tales seres malignos y negros, silenciosos en su llegada,
veloces y terribles en sus ataques, desaparecan con tanta rapidez como se haban
presentado, sin dejar nada ms que sus cenizas. Era como si se tratara de seres llegados a la
vida desde la muerte, para regresar a ella, sin rostro, sin forma y sin identidad, pero
terrorficos.
Tena que haber otros. No saba cuntos ni tampoco le preocupaba demasiado
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saberlo. Pero, sin duda, eran muchos, y todos la buscaban. Lo senta. Espectros corrosivos.
Dondequiera que estuviesen, cualesquiera que fuesen sus oscuros propsitos, todos la
buscaban. Slo haba sido uno segn el druida, pero se los haba encontrado; y si l lo
haba conseguido, tambin lo conseguiran otros Cmo consigui encontrarlos? Allanon
haba soslayado la pregunta, diciendo que haba sido por casualidad. De alguna manera se
haba cruzado en su camino, y los haba seguido, atacando en el momento en que crey que
el druida estaba debilitado. Pero Brin pensaba que tambin era posible que el ser hubiera
seguido el rastro del druida desde que huy de las Tierras Orientales. En ese caso, habra
estado en Valle Umbroso y quizs hubiera encontrado a Jair.
Era extrao, pero hubo un momento, un breve y fugaz momento, cuando serpenteaba
a travs de la penumbra de la madrugada, sola con sus pensamientos entre el viento y el
fro, en que sinti el contacto de su hermano. Fue como si l la hubiera mirado, como si su
visin hubiese traspasado de alguna manera la distancia que los separaba para encontrarla
en el camino que sala de los grandes riscos de los Dientes del Dragn. Pero el contacto se
esfum y Jair retrocedi hasta el hogar cuya vigilancia ella le haba encomendado.
Aquella maana estaba preocupada por la seguridad de Jair. El espectro poda haber
estado antes en Valle Umbroso y descubierto a Jair, a pesar de lo que dijo Allanon. l haba
descartado esa posibilidad, pero no poda confiar completamente en l. Era un guardin de
los secretos, y slo revelaba lo que quera que se supiese, ni un pice ms. Se haba
comportado as con los Ohmsford desde la primera vez que fue a buscar a Shea.
Volvi a pensar en el encuentro del druida con el fantasma de Bremen en el Valle de
Pizarra. Algo haba pasado entre ellos que el druida haba decidido mantener en secreto;
algo terrible. A pesar de que afirmara lo contrario, haba recibido una informacin que le
haba producido una gran inquietud, y que hasta lo haba asustado. Poda ser algo
relacionado con Jair?
La idea la obsesionaba. Si poda sucederle algo a su hermano y el druida lo saba,
estaba convencida de que lo mantendra en secreto. No permitira que nada interfiriese en
la misin que le haba asignado. Era tan enigmtico y terrible en su determinacin como el
enemigo al que queran vencer, y en eso la asustaba tanto como ellos. An estaba
preocupada por lo que le haba hecho a Rone.
El prncipe de Leah la amaba; no se lo haba dicho, pero era as. La acompaaba en
aquel viaje por el amor que senta hacia ella, para asegurarse de que tuviera a alguien en
quien poder confiar siempre. Y estaba convencido de que Allanon no era esa persona. Pero
el druida haba echado al traste las intenciones de Rone y, al mismo tiempo, haba
conseguido silenciar sus crticas. Haba desafiado a Rone en el papel de protector que ste
se haba asignado, y cuando acept el desafo, lo convirti en una versin menor de s
mismo al infundir la magia en la espada de Leah.
Reliquia vieja y deteriorada, la espada haba sido poco ms que un smbolo que Rone
llevaba para mantener vivo el legado de valor y fortaleza atribuido a la casa de Leah. Pero
el druida la haba convertido en un arma con la que el montas poda aspirar a la
realizacin de sus propias hazaas, imaginadas con frecuencia. Al hacerlo, Allanon haba
dispuesto que el papel de Rone como protector fuera mucho ms importante de lo que ella
y el joven de las tierras altas haban esperado. Y eso poda destruir a Rone Leah.
Fue asombroso, algo que nunca hubiera podido imaginar le confes cuando
estuvieron a solas la noche siguiente a la visita al Valle de Pizarra.
Haba tartamudeado al hablar, a causa de la excitacin que an senta al recordarlo.
Slo despus del tiempo transcurrido se sinti capaz de hablarle de aquello.
Tuve la impresin de que el poder explotaba dentro de m dijo luego. Brin,
todava ignoro lo que me impuls, pero actu. Vi a Allanon atrapado en el fuego, y actu.
Cuando la espada cortaba las llamas, yo senta su poder. Yo formaba parte de l. En ese
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momento me pareci que no haba nada imposible para m. Nada! Brin, ni siquiera el
druida me asusta ya!
Los ojos de la muchacha de valle exploraron los oscuros bosques que se extendan
ms abajo, an envueltos en la bruma, a la media luz del da otoal. Su premonicin se
deslizaba entre las rocas y a travs de cada curva del camino, con la agilidad de un gato, y
con su seguridad. No se mostrar hasta que est sobre nosotros, pens. Y entonces nos
destruir. De alguna manera s que es as. La voz susurra cuando pienso en Jair, en Rone
y en Allanon, y sobre todo cuando pienso en los espectros corrosivos. Susurra secretos que
me estn vedados, en la opresin gris de este da, y en la brumosa oscuridad que nos
precede.
Todos nosotros seremos destruidos.
Al medioda se adentraron en los bosques. Cabalgaron toda la tarde, sumidos en la
niebla y la penumbra, por senderos estrechos como agujas que transcurran entre rboles
enormes y matorrales asfixiantes. Era un bosque vaco, desprovisto de vida y color, duro
como el hierro en el gris otoal, con hojas que haban cambiado su color verde por un
marrn polvoriento y que se rizaban a causa del fro como seres asustados. Los lobos
haban poblado aquellos bosques en otros tiempos; grandes monstruos grises que atacaban
a todo aquel que se atreva a entrar en la tierra de los druidas. Pero los lobos haban
desaparecido haca ya mucho tiempo, y ahora slo haba calma y soledad. Daba la
sensacin de que algo se estaba muriendo.
Al llegar el crepsculo, Allanon les orden parar. Estaban cansados y doloridos por la
larga cabalgada. Ataron los caballos a unos robles gigantes, dndoles slo una racin
pequea de agua y comida para evitar los calambres, y luego siguieron a pie. La penumbra
abri las puertas a las sombras de la noche, y la calma dio paso a un retumbo apagado que
pareca flotar en el aire. El druida los conduca con paso firme y seguro, recorriendo el
camino como alguien que estaba familiarizado con el lugar. Tan silenciosos como las
sombras que los rodeaban, los tres se deslizaron entre los rboles y matorrales, y se
desvanecieron en la noche.
Qu haremos ahora?, se pregunt Brin. A qu oscuro propsito del druida
serviremos esta noche?
Los rboles crecan ahora ms separados, y en la escasa luz griscea pudieron ver los
farallones de Paranor, imponentes y altsimos, donde se alzaba la antigua Fortaleza de los
Druidas. Mostraba su oscura silueta como un gigante monstruoso de piedra y hierro
profundamente enraizado en la tierra.
El retumbo que antes haban captado proceda del interior de la Fortaleza y de la
montaa que la sustentaba, y se haca ms fuerte a medida que se acercaban. Era el sonido
montono y continuo producido por una mquina. Las estrechas ventanas con rejas de
hierro mostraban antorchas que ardan como ojos de diablos, destacndose con su color
rojizo en el cielo de la noche, y el humo se mezclaba con la niebla. En otros tiempos, los
druidas recorran aquellas salas. Era una poca de ilustracin y grandes promesas para las
razas del hombre. Pero esa poca ya haba pasado, y ahora slo las recorran los gnomos y
los espectros corrosivos.
Escuchadme susurr Allanon, y ellos se acercaron para or mejor. Escuchad lo
que os digo y no hagis preguntas. El fantasma de Bremen nos ha puesto sobre aviso.
Paranor ha cado en manos de los espectros corrosivos. Buscan entre sus muros las
historias secretas de los druidas para aumentar su poder. La fortaleza ha sido invadida en
varias ocasiones y en todas ellas ha sido recuperada. Pero esta vez no podr serlo. Eso
marca el final de su historia. La era se cierra, y Paranor debe quedar relegada.
El muchacho de las tierras altas y la joven del valle miraron al druida con asombro.
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Allanon, Brin y Rone adoptaron grandes precauciones para avanzar por el bosque.
Con cuidado y rapidez, atravesaron un laberinto de rboles que se proyectaban hacia el
cielo como las pas negras de una trampa. A su alrededor, la noche estaba tranquila. Entre
ramas casi desprovistas de hojas por la llegada del otoo, podan ver trozos del nublado
cielo nocturno, bajo y amenazador. Las llamas de las antorchas que iluminaban el interior
de las torres del Alczar fluctuaban, produciendo unos reflejos rojizos que parecan una
muestra de la furia de sus habitantes.
Brin Ohmsford estaba asustada. La premonicin martilleaba en su mente, que se
defenda gritando en silencio su desesperacin. Los rboles, ramas y matorrales slo eran
entrevistos en su apresurada marcha. Huye, pens. Huye de ese ser que nos amenaza!
Pero no, no hasta que hayamos terminado, no hasta... El aire penetraba en sus pulmones
en rpidos jadeos, y el calor que producan sus esfuerzos se converta en escalofros al
llegar a su piel. Se senta vaca y sola.
Entonces llegaron a las grandes rocas sobre las que se asentaba el Alczar. Las manos
de Allanon se movieron con rapidez sobre la piedra situada frente a l, con la cabeza
inclinada en actitud de concentracin. Se desvi a la derecha una media docena de pasos, y
sus manos volvieron a buscar. Brin y Rone lo siguieron y esperaron. Un segundo despus
se enderez, apartando las manos. Algo en la piedra cedi, y una parte de la pared gir para
dejar al descubierto un agujero oscuro. Allanon les orden con un gesto que lo siguieran.
Avanzaron a tientas, y la piedra se cerr tras ellos.
Esperaron en la oscuridad, sin conseguir ver nada, escuchando los leves ruidos que
produca el druida al moverse. Entonces destell una luz y las llamas lamieron la cabeza de
una antorcha impregnada de pez. Allanon se la pas a Brin, encendi otra para Rone y una
tercera para l mismo. Estaban en una cmara pequea y aislada de la que parta una
escalera que ascenda por la roca. Tras echarles una rpida mirada, Allanon comenz el
ascenso.
Se adentraron en la montaa, subiendo cientos de escalones que se convertan en
miles a medida que la escalera se prolongaba. Varios tneles atravesaban la ruta que
seguan, pero ellos nunca dejaron la escalera, continuando el largo ascenso en espiral. El
interior de la roca era templado y seco, y desde algn lugar situado frente a ellos les
llegaba el retumbar de la maquinaria de una caldera. Brin reprimi el pnico que creca
poco a poco en su interior. Tena la sensacin de que la montaa estaba viva.
Siguieron subiendo peldaos y, despus de cierto tiempo, la escalera termin ante
una gran puerta reforzada con barras de hierro, y con las bisagras incrustadas en la piedra
de la montaa. Se detuvieron ante ella, con la respiracin agitada. Allanon se inclin junto
a la puerta, toc con suavidad uno de los clavos que tachonaban las barras de hierro, y la
puerta gir hacia atrs. Un ruido ensordecedor los sobresalt; el bombeo y la fuerza de
propulsin de los pistones y las palancas resonaba en el pequeo pasadizo como el rugido
de un gigante que luchara por liberarse. El calor, spero y seco, sacudi sus rostros, y
pareci succionar todo el fro del aire. Allanon mir durante un breve instante ms all de
la puerta, y a continuacin la cruz. Brin y Rone le siguieron, tras proteger de forma
instintiva sus rostros.
Estaban en la cmara de la caldera. Un gran foso negro se abra paso al interior de la
tierra y, en su interior, la maquinaria funcionaba con cadencia uniforme, avivando los
fuegos naturales de la tierra y bombeando su calor hacia las habitaciones del Alczar,
situadas en la parte superior. Adormecida desde la poca del Seor de los Hechiceros,
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haba sido puesta en marcha por el enemigo, y la sensacin de intrusin era vibrante y
opresiva. Sin detenerse, Allanon los condujo por el estrecho andn de metal que circundaba
el foso hasta una de las puertas de la cmara. Tras tocar con sus manos una barra de hierro,
la hizo girar hacia atrs, abrindose a la oscuridad. Se alejaron del terrible calor con las
antorchas encendidas, y cerraron la puerta tras ellos.
De nuevo estaban en un pasadizo, y lo siguieron hasta encontrar una escalera.
Empezaron de nuevo la subida. Con lentitud y cautela, porque tenan la sensacin de que
alguien estaba muy cerca, los tres ascendieron en la oscuridad, escuchando con atencin...
Detrs de ellos, en alguna parte situada en un nivel ms bajo, una puerta produjo un
gran estrpito al cerrarse de golpe, y los tres se quedaron inmviles durante un momento.
El eco reverber en el silencio, pero como no escucharon ningn otro sonido extrao,
siguieron adelante.
En lo alto de la escalera haba otra puerta. Se detuvieron ante ella y escucharon.
Allanon toc una cerradura oculta para abrirla, la atraves y sigui adelante. Ms all haba
otro pasadizo con otra puerta en su extremo, a continuacin otro pasadizo, otra escalera,
otra puerta, y otro pasadizo. Los corredores secretos se multiplicaban en el antiguo Alczar
y recorran, vacos y negros, sus viejos muros. El moho y las telaraas impregnaban el
ambiente de un olor que haca sentir la antigedad del lugar. Las ratas corran delante de
ellos en la oscuridad, pequeos centinelas que avisaban de su proximidad. Pero, en el
Alczar de los Druidas, nadie las oa.
En aquel momento sonaron voces en alguna parte de las salas del Alczar y llegaron
hasta donde los intrusos, cautelosos y ocultos, estaban agazapados. Eran voces profundas y
bajas, un murmullo que creca y se desvaneca, pero muy cerca. La boca de Brin estaba tan
seca, que le dificultaba el tragar saliva. Tena ojos irritados por el humo de las antorchas, y
era consciente del peso de la roca a su alrededor. Se senta atrapada. La premonicin,
oculta en la penumbra y rodendola por todas partes, danzaba a su alrededor.
Tambin llegaron al final de ese tnel. La oscuridad cedi de pronto ante la luz de las
antorchas, y un muro de piedra bloque su paso. No se vea puerta alguna ni corredor que
partiera de all. Pero Allanon no vacil. Se aproxim al muro, acerc su odo a l, como si
escuchase, y se volvi hacia Brin y Rone Leah. Hizo un gesto de silencio e inclin un poco
la cabeza. Brin respir profundamente para mantener la tranquilidad. Lo que deseaba
indicar el druida estaba claro: iban a entrar en el Alczar de los Druidas.
Allanon se volvi de nuevo hacia el muro. Al tocar la piedra, una pequea puerta,
disimulada en l, se abri hacia fuera sin hacer ningn ruido, y los tres la atravesaron de
uno en uno.
Se encontraron dentro de un pequeo estudio sin ventanas, lleno de polvo y con un
fuerte olor a rancio. El contenido de la habitacin estaba desparramado por todas partes, en
total desorden. Los libros haban sido retirados de los estantes que cubran las paredes y
estaban esparcidos por todas partes, con las cubiertas rotas y muchas pginas arrancadas.
Los sillones tenan la tapicera desgarrada; la mesa rojiza y sillas de respaldo alto estaban
volcadas en el suelo, e incluso haban levantado algunas tablas del entarimado.
Allanon observ aquel desastre a la luz de las antorchas, con su rostro oscuro en
tensin por la furia. Luego se dirigi, sin pronunciar palabra, a la pared opuesta, meti el
brazo entre los estantes vacos y toc algo. La estantera gir hacia atrs en silencio,
abriendo paso hacia una bveda oscura. El druida les indic con un gesto que esperasen
fuera, y entr. Puso la antorcha en un sustentador de hierro fijado a un soporte, y se acerc
a la pared de la derecha. Estaba formada por bloques de granito, lisos y sellados contra el
aire y el polvo. El druida empez a pasar los dedos por la piedra con suavidad.
Desde el estudio, los jvenes contemplaron durante un momento los movimientos de
Allanon, pero enseguida algo distinto llam su atencin. Una delgada veta de luz perfilaba
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una puerta en la oscuridad de la habitacin, una puerta que conduca a las salas del Alczar.
Desde all lleg a sus odos un sonido de voces.
Los dedos del druida se curvaban sobre la pared de granito de la bveda, mientras
mantena su cabeza inclinada en actitud concentrada. De improviso, un resplandor azul
oscuro se extendi por la piedra a partir del punto donde sus dedos la tocaban. El
resplandor se convirti en fuego que crepit sin ruido a travs del granito, ardi y, por
ltimo, se extingui. En el lugar en que haba estado el muro, apareci una gran estantera
llena de enormes libros encuadernados en cuero: las historias de los druidas.
Las voces se acercaban por el corredor que daba al otro lado del estudio.
Allanon cogi uno de los grandes volmenes y lo llev a la mesa de madera que
ocupaba el centro de la estancia. Tras dejarlo sobre ella, lo abri y empez a hojearlo sin
sentarse; pronto encontr lo que estaba buscando, y se inclin para leerlo.
Amortiguadas y roncas, las voces se mezclaban con el ruido producido por unos pies
calzados con botas. Al menos haba media docena de gnomos al otro lado de la puerta.
Brin pronunci mentalmente el nombre de Rone, reflejndose el miedo en sus ojos a
la luz de las antorchas. El joven de las tierras altas vacil un momento, despus entreg su
antorcha a Brin y desenvain la espada de Leah. Lleg hasta la puerta en dos zancadas y
corri el cerrojo.
Los gnomos que estaban en el corredor que daba al otro lado del estudio pasaron sin
detenerse; todos menos uno. Una mano asi la cerradura, intentando abrir la puerta. Brin
retrocedi en las sombras del estudio, rogando para que el sujeto no viera la luz ni oliera el
humo, rogando para que no se abriera la puerta. La cerradura se movi otro poco y
entonces, el que estaba fuera empez a forzarla.
Rone Leah descorri el cerrojo de forma brusca, abri la puerta de golpe y arrastr a
un asombrado gnomo al interior, el cual logr emitir una exclamacin de sorpresa antes de
que la empuadura de la espada del joven de las tierras altas golpeara su cabeza, dejndolo
inconsciente en el suelo.
Rone cerr la puerta inmediatamente, volvi a echar el cerrojo y retrocedi. Brin
corri a su lado. En la bveda, Allanon dejaba en su sitio el tomo que haba consultado y
con un rpido movimiento circular de su mano ante las historias de los druidas, devolvi la
pared de granito a su estado original. Cogi la antorcha de la abrazadera, sali de la
bveda, coloc en su lugar la estantera que ocultaba la entrada e indic a la muchacha del
valle y al joven de las tierras altas que le siguieran por el pasadizo que los haba llevado a
aquella estancia.
Retrocedieron por el laberinto de tneles, con el cuerpo cubierto de sudor a causa del
miedo y el esfuerzo. Todo a su alrededor segua como antes. De vez en cuando podan
escuchar voces que pronto dejaban de or, y slo el sonido ronco y montono de la caldera
era constante.
Allanon les orden que se detuvieran ante otra puerta cubierta de polvo y telaraas.
Con un gesto, el druida les indic que apagaran las antorchas en el suelo del pasadizo. Iban
a volver a entrar en el Alczar.
Pasaron de la oscuridad de su pasadizo a un vestbulo iluminado con antorchas, cuya
luz se reflejaba en el bronce y la madera pulida. Aunque en el antiguo alczar todo estaba
cubierto por una gruesa capa de polvo, an brillaban sus ornamentos en algunos lugares,
como puntos de fuego entre las sombras. Un gran vestbulo se perda en la oscuridad, con
sus paredes de roble profusamente adornadas con tapices y pinturas, junto a altas vitrinas
que guardaban objetos decorativos de otras pocas. Antes de entrar, la joven del valle y el
muchacho de las tierras altas lo recorrieron con una mirada rpida, pero no vieron a nadie.
Allanon los condujo sin prdida de tiempo por un corredor oscuro situado a la
izquierda, deslizndose de sombra en sombra, evitando los pequeos sectores iluminados
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bien por la luz de las antorchas o bien por la luz de la luna que penetraba por las altas
ventanas enrejadas que se arqueaban hacia el cielo sobre las almenas exteriores. Una
extraa calma llenaba las estancias, como si ellos fuesen los nicos seres vivos que
quedaban en el Alczar. Slo el zumbido constante de la maquinaria alteraba la quietud. La
mirada de Brin pas del oscuro corredor al iluminado vestbulo de entrada. Dnde estaban
los espectros corrosivos y los gnomos, que eran sus servidores? Una mano se apoy en su
hombro y se sobresalt. Era la de Allanon, que la arrastraba hacia la sombra de una arcada,
antepuesta a una puerta doble de hierro.
En ese momento, como si respondiera a la pregunta que la muchacha no haba
formulado, se escuch un grito, estridente y spero, en el silencio del Alczar. Brin se gir
como movida por un resorte hacia el lugar de donde haba procedido el grito; era el estudio
que acababan de abandonar. El gnomo que haban dejado inconsciente, haba recuperado la
conciencia.
Se oyeron pasos por todas partes, resonando contra el suelo de piedra y poniendo fin
a la tranquilidad. Tambin se escucharon algunos gritos. La espada de Rone destell
tenuemente en la penumbra, mientras l se pona delante de Brin. Pero Allanon ya haba
abierto las puertas de hierro; tir de ellos hacia dentro, y despus las cerr.
Haban salido a un pequeo rellano iluminado por una hilera de antorchas colocadas
a lo largo de la escalera que ascenda, enroscndose como una serpiente, por los muros de
piedra de la altsima torre que se levantaba sobre ellos. Daba la sensacin de que la torre,
imponente y negra, alcanzaba alturas imposibles, mientras que a sus pies, bajo el pequeo
rellano que les daba soporte, descenda al interior de la tierra como a un pozo sin fondo.
Salvo el rellano y la escalera, no haba nada que rompiera la lisa superficie de los muros
que se perdan en las sombras impenetrables.
Brin se apret contra las puertas de hierro. Aqulla era la torre que guardaba el
santuario de los druidas. All creyeron que estaba la Espada de Shannara los acompaantes
de Shea Ohmsford. Era algo tan monstruoso que pareca un agujero hecho por un gigante
para atravesar toda la tierra.
Rone Leah dio un paso hacia el borde del rellano.
Mantnte apartado de ah, prncipe Leah! le dijo Allanon, hacindole retroceder
de un tirn.
Fuera, los gritos y el alboroto iban en aumento, invadindolo todo. Allanon empez a
ascender por las estrechas escaleras, apoyando la espalda contra el muro de la torre.
Manteneos lejos de m! les dijo el druida mirando hacia abajo.
Tras subir una docena de peldaos, se acerc al borde de la escalera. Sus manos
salieron de las negras vestiduras, con los dedos curvados. De sus labios fluan palabras que
los jvenes no entendan, graves y llenas de furor.
Como respuesta, un silbido sali del abismo de la torre. Las manos del druida
descendieron lentamente, con los dedos curvados como garras y las palmas hacia abajo.
Sala vapor de la comisura de sus labios, de sus ojos y odos y de la piedra sobre la que se
encontraba. Brin y Rone miraban horrorizados. El pozo emiti otro silbido.
Entonces explot el fuego azul de las manos de Allanon, produciendo un gran
estallido de llamas que se precipitaron hacia las tinieblas de las profundidades.
Desprendiendo chispas, fulgur con fuerza hasta muy abajo. De repente, su color cambi a
un verde ttrico, y muri.
La torre se qued en silencio. Se oan gritos de alarma y pisadas, dbiles y caticos,
al otro lado de las puertas de hierro, pero dentro el silencio era absoluto. Allanon volvi a
apoyarse en el muro, rodendose crispadamente el cuerpo con los brazos y manteniendo la
cabeza inclinada en un gesto de dolor. El vapor que sala de su interior haba desaparecido,
pero la piedra sobre la que se encontraba y contra la que se apoyaba pareca chamuscada.
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Entonces el pozo volvi a emitir otro silbido, y en esta ocasin hasta la torre se
estremeci con su sonido.
Mirad en su garganta! dijo Allanon con voz spera.
Los dos jvenes miraron al interior del pozo desde el borde del rellano. A gran
profundidad, una turbia niebla verde se agitaba como fuego lquido contra los muros. El
silbido que emita era como una voz, pavorosa y llena de odio. La niebla, que se pegaba
lentamente a las paredes ondeando por la piedra como si fuese agua, empez a ascender.
Est saliendo! dijo Rone, sin levantar la voz.
La niebla ascenda por los muros de piedra como si fuera algo vivo. Poco a poco se
iba acercando a ellos.
Allanon, que haba regresado al rellano, los apart del borde. Sus oscuros ojos
destellaban como el fuego.
Corred, ahora! les orden. No miris atrs! No os detengis! Huid del Alczar
y de la montaa!
A continuacin abri las puertas de la torre de un fuerte empujn y entr en los
corredores del Alczar. Haba cazadores gnomos por todas partes, y se volvieron ante su
aparicin. Sus toscas facciones amarillas quedaron paralizadas por la sorpresa. El fuego
azul estall en las manos del druida y sali empujado sobre ellos, lanzndolos hacia atrs
como si fueran hojas arrastradas por un viento repentino. Sus gargantas profirieron
terrorficos alaridos cuando los alcanz el fuego, y se dispersaron aterrorizados. Apareci
un espectro corrosivo, un ser negro y sin rostro con sus vestiduras. El fuego azul lo barri
con fuerza sorprendente cuando el druida se volvi hacia l, dejndolo reducido a cenizas.
Corred! volvi a gritar Allanon, mirando hacia el lugar donde Brin y Rone
estaban paralizados por el asombro.
Lo siguieron, corriendo a toda velocidad, sorteando a los gnomos cados bajo la luz
de las antorchas en direccin a los pasadizos que les haban conducido hasta all. Los
salones slo estuvieron vacos un momento, porque enseguida aparecieron otros gnomos
para contraatacar en una cua slida de figuras amarillas armadas que proferan iracundos
aullidos. Sus lanzas y espadas cortas apuntaban hacia fuera desde su centro. Allanon acab
con el pretendido asalto con un solo estallido del fuego de los druidas, y dej expedito el
camino. Un segundo grupo se ech sobre ellos desde un corredor lateral, y Rone se volvi,
con la espada de Leah en alto. Al tiempo que daba el grito de batalla de sus antepasados, se
lanz contra los gnomos.
Detrs de ellos aparecieron dos espectros. De sus manos negras sali fuego rojo, que
se arque hacia Allanon, pero el druida consigui bloquearlo con su propio fuego. Las
llamas se esparcieron por todas partes en una lluvia salvaje, y los muros y los tapices
empezaron a arder. Brin se acurruc junto a una pared, protegindose los ojos con las
manos, y Rone y Allanon se situaron a ambos lados. Llegaban gnomos desde todas
direcciones, y ahora haba ms espectros. Aquellos monstruos negros y silenciosos salan
de la oscuridad para atacarlos. Rone Leah interrumpi su lucha contra los gnomos, para
ocuparse de un espectro corrosivo que se haba acercado demasiado. La hoja de bano de
la espada de Leah cay sobre el espectro, que qued reducido a cenizas. Las llamas
apuntaban a su cuerpo, pero las desvi; la hoja negra absorba el impacto de su fuerza. Con
un aullido de ira, volvi al lugar donde estaba Brin. Su rostro mostraba un fiero regocijo, y
jirones de niebla verde se arremolinaban salvajemente en el interior del negro metal de la
espada. Cogi del brazo a la joven del valle, la puso en pie y la empuj hacia delante, hacia
donde se encontraba Allanon luchando para llegar a la puerta por la que haban salido de
las catacumbas. Su negra figura se levantaba sobre el humo, el fuego y los cuerpos como si
la sombra de la muerte hubiese cobrado vida.
Por la puerta, joven de las tierras altas! rugi, haciendo retroceder a los atacantes
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Ya estaba bien avanzada la tarde cuando Jair Ohmsford y sus compaeros de viaje
llegaron a la ciudad de Culhaven, habitada por enanos. En opinin del joven del valle, lo
mejor de todo el viaje era que haba llegado a su conclusin. Haban caminado bajo un
cielo encapotado y con un viento fro por todo el pas del Ro Plateado, y hasta los colores
cambiantes de los grandes bosques de las Tierras Orientales tenan un fro matiz gris e
invernal. Los pjaros volaban hacia el sur bajo un amenazador cielo otoal, y la corriente
del ro cuyo curso bordeaban era turbulenta y hostil.
El Ro Plateado empezaba a mostrar las primeras seales del envenenamiento
profetizado por su Rey. Una espuma negruzca cubra sus aguas, y su lmpido color
plateado se haba tornado turbio. Peces moribundos, pequeos roedores y pjaros cados
flotaban sobre sus aguas, y el ro estaba lleno de madera casi podrida y de matorrales.
Incluso su olor era desagradable: la fresca limpieza se haba convertido en un olor rancio y
ftido que asaltaba sus ventanas nasales cada vez que el viento cambiaba de direccin. Jair
recordaba los relatos de su padre sobre el Ro Plateado, relatos que se transmitan de
generacin en generacin desde los tiempos de Shea Ohmsford, y lo que ahora vea afliga
su corazn.
Garet Jax y Slanter no hicieron gran cosa por mejorar su estado de nimo. Aunque
Jair hubiera olvidado la enfermedad del ro y el aspecto desapacible del da, le hubiese sido
difcil esbozar una sonrisa o mostrar jovialidad en su voz con el Maestro de Armas y el
gnomo por compaeros de viaje. Reservados y taciturnos, caminaban a su lado con el
entusiasmo propio de una comitiva fnebre en su camino hacia un velatorio. No haban
intercambiado ni una docena de palabras desde que reanudaron la marcha a primeras horas
de la maana, y ni una sola sonrisa haba endulzado sus caras. Con la mirada fija en el
camino, siguieron adelante impulsados por una determinacin que rayaba en el fanatismo.
Jair intent entablar conversacin en una o dos ocasiones, y como nica respuesta recibi
un ronco gruido. La comida del medioda se convirti en un tenso y desagradable ritual,
aunque necesario, y hasta la silenciosa marcha era preferible a aquello.
Por tanto, el saber que ya estaban acercndose a Culhaven supuso para el joven del
valle algo ms que un alivio, aunque slo fuera por la posibilidad que se le brindaba de
hablar con alguien educado; pero no le faltaban motivos para dudar incluso de eso. Haban
sido vistos por los enanos tan pronto como salieron del Anar, y los sometieron a una
estrecha vigilancia sin hacer ningn esfuerzo para darles la bienvenida. A lo largo de los
ltimos kilmetros haba patrullas de cazadores enanos; hombres endurecidos, cubiertos
con chalecos de cuero y capas de bosque, armados y resueltos en su modo de andar.
Ninguno de ellos los haba saludado, ni se haba detenido para entablar la ms breve
charla. Todos haban pasado a su lado y seguido su camino sin hacer ninguna pregunta.
Slo sus ojos se haban desviado para mirar a los visitantes, y su mirada no poda
calificarse precisamente como amistosa.
Cuando Jair y sus compaeros de viaje entraron en el pueblo de los enanos, fueron
observados sin ningn disimulo por todos los que se cruzaron en su camino, y haba algo
ms que suspicacia en sus miradas. Garet Jax pareca ajeno a las inquisitivas miradas que
los seguan, pero Slanter empezaba a ponerse nervioso y Jair se senta casi tan incmodo
como el gnomo. Garet Jax encabezaba la marcha por la carretera que atravesaba la aldea,
claramente familiarizado con el lugar y seguro de lo que estaba haciendo. El camino que
recorran estaba bordeado de casas cuidadas con esmero y de tiendas; todos ellos era
edificios bien construidos, con pequeos jardines en la fachada, adornados por macizos de
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flores. Las familias y los vendedores levantaban la vista a su paso; con las herramientas de
trabajo en las manos, hacan una pausa en su quehacer diario. Pero incluso all no faltaban
los hombres armados; cazadores enanos con una expresin dura en su mirada y armas
sujetas al cinturn, que hicieron sentir a Jair, a pesar de que se hallaban en una comunidad
civil, como si se encontrara en un campamento militar.
Por ltimo, cuando entraban en el centro de la villa, fueron detenidos por una
patrulla. Garet Jax se adelant para hablar un momento con uno de sus miembros y el
enano se alej por la carrera. El Maestro de Armas retrocedi hasta donde se haban
quedado Jair y Slanter y los tres juntos observaron a los restantes miembros de la patrulla
en deliberado silencio, mientras esperaban. Algunos nios enanos rondaron a su alrededor,
mostrando curiosidad, con los ojos fijos en Slanter. ste consigui ignorarlo durante un
rato, pero luego se cans del juego y emiti un inesperado gruido que los hizo huir en
busca de refugio. El gnomo los sigui con mirada colrica que despus traslad a Jair, y se
repleg atemorizado.
Unos minutos ms tarde regres el patrullero con el que haba hablado Garet Jax,
acompaado por un enano de aspecto tosco y gran barba negra ensortijada, bigote y cabeza
calva. Sin aflojar el paso, se dirigi al Maestro de Armas con una sonrisa en los labios y las
manos extendidas en seal de saludo.
Has tardado en llegar dijo, mientras Garet Jax estrechaba sus encallecidas manos.
Sus vivaces ojos castaos escudriaban a los forasteros bajo sus pobladas cejas. El
aspecto del hombre era duro y feroz. Vesta su robusto cuerpo con prendas de bosque de
diversas procedencias, que ofrecan un fuerte contraste con el cinturn y las botas de piel
suave, y llevaba una hilera de cuchillos largos sujetos a la cintura. Un gran pendiente de
oro colgaba de una de sus orejas.
Elb Foraker. Garet Jax se lo present a Jair y a Slanter sin ms ceremonia.
Viajas en extraa compaa, Garet dijo Foraker, tras observarlos un momento en
silencio, volvindose hacia el Maestro de Armas.
Son tiempos extraos le respondi Garet Jax, encogindose de hombros. Hay
algn sitio donde podamos sentarnos y comer algo?
Por aqu dijo Foraker, haciendo un gesto de asentimiento.
Dejaron atrs a la patrulla y siguieron hasta un punto en que la carretera se desviaba
a la derecha. All haba un edificio que albergaba un gran comedor lleno de bancos y
mesas, algunas de las cuales estaban ocupadas por cazadores enanos absortos en su cena.
Algunos levantaron la vista y saludaron a Foraker, pero en esta ocasin ninguno se mostr
especialmente interesado por sus acompaantes. Jair pens que era evidente la diferencia
que estableca la persona con quien estabas. Foraker eligi una mesa para ellos al fondo de
la sala, junto a un muro, y pidi que les sirvieran la cena.
Qu se supone que debo hacer con estos dos? pregunt el enano a Garet Jax
cuando ya se haban sentado.
Un hombre que va derecho al bulto, verdad? dijo el Maestro de Armas,
volvindose hacia sus compaeros. Estuvo conmigo hace diez aos, cuando adiestraba a
los cazadores enanos para una escaramuza fronteriza a lo largo de las montaas
Wolfsktaag. Volvimos a encontrarnos en Callahorn, hace ya unos cuantos aos. Por eso
estoy aqu ahora. Me pidi que viniese, y no acepta un no como respuesta. Mir de nuevo
a Foraker. El joven del valle es Jair Ohmsford. Est buscando a su hermana y a un druida.
Un druida? Qu druida? pregunt Foraker frunciendo el entrecejo, mientras se
recostaba en la silla. Ya no quedan druidas. No ha habido druidas desde...
Lo s, desde Allanon lo interrumpi Jair, sin poder permanecer callado ni un
segundo ms. se es precisamente el druida que estoy buscando.
Es verdad eso? pregunt Foraker, mirndolo con insistencia. Qu te hace
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pueblo desde que sal de las Tierras Orientales. Slo cuento conmigo mismo.
Eso no es cierto. Los gnomos son tu gente. T regresaste para ayudarlos, no es as?
Los tiempos cambian. Regres porque era conveniente hacerlo. Ahora no volver
porque no es oportuno! Slanter se estaba enfadando. Por qu no te olvidas del tema de
una vez por todas, muchacho? No tengo ninguna obligacin de hacer nada. A fin de
cuentas, el Rey del Ro Plateado no me dio el polvo de plata para limpiar su ro.
Qu suerte!, verdad? dijo Jair, enrojeciendo y empezando a irritarse. Tienes la
suerte de cambiar de lado cada cinco minutos cuando las cosas se ponen mal! Crea que en
los Robles me habas ayudado porque habas tomado una decisin! Crea que te importaba
lo que me haba sucedido! Bien, quizs estaba equivocado. Qu es lo que te importa,
Slanter?
Me importa seguir vivo respondi el gnomo, desconcertado. Y tambin debera
preocuparte a ti tambin si tuvieses un poco de cerebro.
Seguir vivo! exclam Jair, indignado, levantndose a medias del asiento con las
manos apoyadas en la mesa. Bien, dime ahora lo que piensas hacer cuando los espectros
corrosivos envenenen las Tierras Orientales y luego se dirijan al oeste para envenenar las
otras tierras. Eso es lo que suceder, verdad? Eso es lo que dijiste! Adnde podrs huir
entonces? Piensas en cambiar de bando una vez ms... convertirte de nuevo en gnomo el
tiempo suficiente para engaar a los caminantes?
Tienes una boca demasiado grande para alguien que comprende tan poco de la vida
respondi Slanter levantndose y empujando a Jair hacia atrs. Si hubieses andado por el
mundo cuidando de ti mismo en lugar de permitir que otros lo hicieran, no juzgaras a los
dems con tanta ligereza. Ahora, cierra la boca!
Jair no replic. No iba a sacar nada en claro forzando el asunto. Slanter estaba
decidido a no colaborar y, por tanto, lo mejor era aceptarlo. Incluso era posible que
estuviese mejor sin la compaa del gnomo.
Los dos daban claras muestras de enfado cuando lleg Garet Jax. Volvi solo, y se
dirigi directamente hacia ellos. Si advirti la tensin existente entre el gnomo y el joven
del valle, no lo demostr. Tom asiento junto a Jair.
Tienes que presentarte ante el Consejo de Ancianos dijo, con voz serena.
No s qu pensar sobre eso respondi Jair, haciendo un gesto dubitativo. No s si
es lo correcto. El Maestro de Armas le traspas con la vista.
No tienes otra opcin dijo el Maestro de Armas, mirndolo fijamente.
Qu se sabe de Brin? Y de Allanon?
No hay noticias. Foraker lo ha investigado, y no han estado en Culhaven. Nadie
sabe nada de ellos. Los ojos grises buscaron la reaccin del joven del valle. Cualquier
ayuda que necesites para tu bsqueda, tendrs que conseguirla con tu propio esfuerzo.
Jair ech una rpida mirada a Slanter, pero el gnomo no se dio por enterado.
Cundo tengo que ir al Consejo? pregunt el joven del valle volvindose de
nuevo hacia Garet Jax.
Ahora respondi el Maestro de Armas, levantndose.
El Consejo de Ancianos se haba reunido en la Asamblea, una sala grande y
cavernosa en las entraas de un edificio cuadrado que alojaba todas las oficinas donde se
tramitaban los asuntos del pueblo de Culhaven. Los doce hombres que integraban el
Consejo estaban sentados detrs de una larga mesa colocada sobre un estrado en la
cabecera de la cmara, de cara a unas hileras de bancos separadas entre s por pasillos que
conducan a una puerta doble situada frente a ellos, que comunicaba con el exterior. Por
esa puerta entraron Garet Jax, Jair y Slanter. Las sombras lo cubran todo excepto el frente
de la Asamblea, perfectamente iluminado por unas lmparas de aceite. Los tres avanzaron
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hasta los lmites de la zona iluminada, donde se detuvieron. Otro grupo de personas
ocupaba asientos en los bancos ms cercanos al estrado, y sus cabezas se levantaron y se
volvieron cuando ellos pasaron. Una neblina de humo de pipa se extenda sobre los
hombres reunidos, y el olor intenso del tabaco quemado impregnaba el aire.
Acercaos orden una voz.
Siguieron adelante hasta sobrepasar la primera lnea de bancos. Jair mir con
inquietud a su alrededor. Los rostros que le miraban no eran slo de enanos. Un grupo de
ellos estaba sentado a su derecha, y media docena de hombres de la frontera de Callahorn a
su izquierda, un poco apartados. Foraker tambin estaba entre los enanos, con gesto duro y
obstinado, apoyndose en la pared del fondo.
Bienvenidos a Culhaven dijo la voz.
El que haba hablado se levant detrs de la mesa del estrado. Era un enano con
barba gris y entrado en aos, de rostro tosco y piel bronceada, cuyas arrugas se destacaban
bajo la intensa luz de las lmparas. Ocupaba el centro de los Ancianos del Consejo.
Mi nombre es Browork, anciano y ciudadano de Culhaven, y el primero en este
Consejo les inform. Acrcate, joven del valle prosigui, haciendo una sea a Jair con
la mano.
Jair se adelant un par de pasos y se detuvo, mirando la lnea de rostros que lo
observaban desde arriba. Todos eran viejos y curtidos, pero sus ojos conservaban la rapidez
y agudeza habituales.
Cul es tu nombre? le pregunt Browork.
Jair Ohmsford respondi l. De Valle Umbroso.
Qu tienes que decirnos, Jair Ohmsford? pregunt de nuevo el enano, haciendo
un gesto de asentimiento.
Jair mir a su alrededor. Todos los rostros esperaban expectantes; rostros que nunca
haba visto. Deba revelarles lo que saba? Volvi a mirar al anciano.
Puedes hablar sin reservas le anim Browork, tras advertir su preocupacin.
Todos los aqu reunidos son personas de confianza; todos son lderes en la lucha contra los
espectros corrosivos.
Volvi a sentarse lentamente, y se dispuso a esperar el parlamento del joven del valle.
Jair mir a su alrededor una vez ms, luego dio un profundo suspiro y empez a hablar.
Paso a paso, revel todo lo sucedido desde que Allanon lleg a Valle Umbroso haca
muchos das. Les habl de la llegada del druida, de sus advertencias sobre los caminantes
negros, de la necesidad de que Brin lo acompaara y de su partida hacia el este. Describi
su huida posterior, las aventuras que haba vivido en las tierras altas y en los Robles
Negros, su encuentro con el Rey del Ro Plateado y la profeca pronunciada por el
legendario Rey. Tard tiempo en contarlo todo. Mientras hablaba, los hombres reunidos
escuchaban en silencio. Le era difcil mirarlos; tena miedo de lo que podra ver en sus
rostros. En cambio, mantena los ojos fijos en el arrugado rostro de Browork y en sus ojos
azules y profundos que lo miraban fijamente.
Cuando al fin termin, el anciano se inclin hacia delante, con las manos plegadas
sobre la mesa y su mirada todava pendiente de Jair.
Hace veinte aos luch junto a Allanon para defender a la ciudad lfica de Arborlon
de las hordas de demonios. Fue una batalla terrible seal con la mano a un elfo rubio
poco mayor que Brin. El joven Edain Elessedil an no haba nacido. Su abuelo, el gran
Eventine, era rey de los elfos. sa fue la ltima vez que Allanon camin por las Cuatro
Tierras. El druida no ha sido visto desde entonces, joven del valle. No ha pasado por
Culhaven. No ha entrado en las Tierras Orientales. Qu respondes a eso?
Ignoro por qu no sigui este camino respondi Jair, con un gesto de duda. No s
adnde ha ido. Slo s adnde va; y mi hermana lo acompaa. Y tambin s que ha estado
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en las Tierras Orientales. Se volvi hacia Slanter. Este cazador sigui su rastro desde el
Maelmord hasta mi casa.
Esper que Slanter confirmara sus palabras, pero no lo hizo.
Nadie ha visto a Allanon desde hace veinte aos repiti con calma otro anciano del
Consejo.
Y nadie ha hablado nunca con el Rey del Ro Plateado dijo un tercero.
Yo he hablado con l afirm Jair. Y tambin mi padre. Ayud a mi padre y a una
joven elfina a huir de los demonios y a llegar a Arborlon.
Conozco a tu padre, muchacho dijo Browork, que continuaba observndolo. Fue
a Arborlon para ayudar a los elfos en su lucha contra los demonios. Se rumoreaba que era
el poseedor de las piedras lficas, tal como has dicho. Pero t afirmas que cogiste las
piedras lficas del lugar donde estaban escondidas en tu casa y se las entregaste al Rey del
Ro Plateado, es as?
A cambio de una magia que yo pudiera utilizar respondi Jair con rapidez. Por
una oportunidad de salvar a Brin. Por un cristal de la visin para encontrarla. Y por fuerza
para aquellos que me ayuden.
Browork dirigi su mirada a Garet Jax, y el Maestro de Armas hizo un gesto de
asentimiento.
Yo he visto el cristal del que habla. Es mgico. Nos mostr el rostro de una joven.
l dijo que esa joven era su hermana.
El elfo identificado como Edain Elessedil se puso en pie de repente. Era alto y de tez
clara, y el cabello rubio le llegaba hasta los hombros.
Mi padre me ha hablado de Wil Ohmsford muchas veces. Siempre como de un
hombre honorable. No creo que un hijo suyo haga afirmaciones falsas.
A menos que confunda la fantasa con la realidad dijo otro miembro del Consejo.
Lo que nos ha relatado es difcil de creer.
Pero las aguas del ro estn corrompidas puntualiz otro. Todos sabemos que los
espectros corrosivos las envenenan con el propsito de destruirnos.
Como muy bien has dicho, eso es algo que todos sabemos replic el primero, por
lo que difcilmente puede probar algo.
En aquel momento, se levantaron otras voces, expresando opiniones controvertidas
sobre el relato de Jair. Browork levant sus manos con autoridad.
Tranquilidad, ancianos! Pensemos en lo que estamos haciendo! Se volvi de
nuevo hacia Jair. Tu bsqueda, si es cierta, exige que te prestemos ayuda. No puedes tener
xito si te falta nuestra ayuda, joven del valle. Hay ejrcitos de gnomos entre ti y lo que
buscas; ese lugar que llamas la Fuente del Paraso. Tambin has de tener en cuenta que
ninguno de nosotros ha estado nunca en ese lugar, ni ha visto el nacimiento del Ro
Plateado. Mir a su alrededor en busca de que los ancianos confirmaran sus palabras, y
muchas cabezas hicieron gestos de asentimiento. Para poder ayudarte, debemos saber
dnde nos metemos. Debemos asegurarnos de lo que hemos de hacer. Cmo vamos a
creer en una cosa de la que no tenemos conocimiento personal? Cmo podremos saber
que es verdad lo que nos dices?
Yo nunca mentira insisti Jair, enrojeciendo.
Es probable que no lo hicieras a sabiendas dijo el anciano. Pero no todas las
mentiras son intencionadas. A veces, lo que creemos que es verdad no es ms que una
falsedad con apariencias de verdad. Tal vez sea eso lo que te ha ocurrido. Tal vez...
Tal vez si malgastamos demasiado tiempo hablando, sea tarde para hacer algo por
Brin! dijo Jair, a punto de perder por completo la paciencia. No os estoy engaando!
Lo que os he dicho, ha sucedido!
El murmullo que se levant en el Consejo expresaba su desacuerdo, pero Browork
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Pero eso tambin podra ser un truco dijo otro. Podra ser obra de los espectros
corrosivos!
Jair mir a su alrededor. Varias cabezas se inclinaban en un gesto de asentimiento.
Bajo la luz humeante de las lmparas de aceite, el recelo y el miedo nublaban muchos ojos.
Me parece que el riesgo es demasiado grande dijo un tercero.
Nuestro compromiso nos obliga a prestar ayuda a cualquiera que busque la
destruccin de los espectros dijo Browork, levantndose y reflejando su determinacin en
sus ojos azules. Este muchacho nos ha dicho que est aliado con otros, con el mismo
propsito. Yo creo en sus palabras, y pienso que debemos hacer todo lo que est en
nuestras manos para ayudarle en su bsqueda. Pido una votacin, ancianos. Los que estis
de acuerdo, levantad las manos.
La mano de Browork se levant, y le siguieron media docena ms en el Consejo.
Pero los disidentes no iban a ser silenciados con tanta facilidad.
Esto es una locura! grit uno. Quin ir con l? Vamos a enviar hombres del
pueblo, Browork? Quin ir a esa bsqueda que tan imprudentemente has aprobado? Si ha
de llevarse a cabo, exijo que sean voluntarios.
Se levant un murmullo de voces expresando su apoyo.
Que as sea respondi Browork con un gesto de asentimiento. Recorri la cmara
con la mirada, pasando de un rostro al siguiente, buscando, esperando que alguno de ellos
captase el desafo.
Yo ir.
Jair mir a su alrededor para localizar al que haba hablado. Garet Jax haba dado un
paso adelante, pero sus ojos grises eran inexpresivos cuando miraron al Consejo.
El Rey del Ro Plateado prometi al joven del valle que yo sera su protector dijo,
con voz serena. Por tanto, su promesa debe cumplirse.
Quin de vosotros desea ir? pregunt Browork, haciendo un gesto de
asentimiento y volviendo su atencin a los dems.
Elb Foraker se separ de la pared en que estaba apoyado y avanz hasta situarse
junto a su amigo. De nuevo Browork observ a los reunidos. Un momento despus se
produjo cierto movimiento entre los hombres de Callahorn. Un gigantesco hombre de la
frontera se puso de pie; su cabello negro enmarcaba un rostro alargado y amable, cubierto
por una barba corta.
Yo ir afirm, y se adelant para unirse a los otros. Jair dio un paso hacia atrs en
contra de su voluntad. El hombre de la frontera era casi tan alto como Allanon.
Helt le dijo Browork. Los hombres de Callahorn no necesitan convertir esta
bsqueda en algo propio.
Combatimos al mismo enemigo, anciano respondi el hombre de la frontera,
haciendo un gesto de indiferencia. La bsqueda me atrae, y quiero ir.
Yo tambin quiero ir, anciano dijo Edain Elessedil, ponindose en pie.
T eres un prncipe de los elfos, joven Edain repuso Browork. Ests aqu con tus
cazadores para saldar una deuda que tu padre cree que contrajo cuando los enanos lo
apoyaron en Arborlon. Tu actitud es encomiable, pero ests elevando demasiado el precio
de la deuda. Tu padre no aprobara tu decisin. Te ruego que la reconsideres.
No hay nada que reconsiderar, Browork respondi el prncipe elfo, esbozando una
leve sonrisa. La deuda que se ha de pagar en este asunto no es la contrada con los enanos,
sino con el joven del valle y con su padre. Hace veinte aos, Wil Ohmsford acompa a
una Elegida de los elfos en la bsqueda de un talismn que destruira a los demonios que
haban conseguido escapar de la Prohibicin. Arriesg su vida por mi padre y por mi
pueblo. Ahora yo tengo la oportunidad de hacer lo mismo por Wil Ohmsford: acompaar a
su hijo para ayudarle a encontrar lo que est buscando. Estoy tan capacitado como
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A ltimas horas de la maana siguiente, tan pronto como realizaron los preparativos,
el pequeo grupo sali de Culhaven hacia el Anar profundo. Jair, Slanter, Garet Jax, Elb
Foraker, Edain Elessedil y Helt, bien armados y con las provisiones necesarias,
abandonaron el poblado y desaparecieron casi de manera inadvertida. Slo Browork fue a
despedirlos, reflejando en su arrugado rostro una mezcla de conviccin y recelo. Prometi
a Jair que enviara un mensajero a sus padres para advertirles sobre la existencia de los
espectros corrosivos e informarles de la situacin. A los dems les dio un fuerte apretn de
manos y palabras de nimo. Slo Slanter evidenci una comprensible falta de apreciacin
de sus buenos deseos. Ninguna otra formalidad acompa su partida. El Consejo de
Ancianos y los dems lderes, tanto enanos como extranjeros, que haban participado en la
reunin de la noche anterior seguan divididos sobre la cordura de la empresa. La mayora
de ellos, a decir verdad, estaban convencidos de que la aventura concluira en fracaso.
Pero la decisin ya estaba tomada, y el grupo parti en pos de su objetivo. Se fueron
solos, sin escolta, a pesar de la tenaz oposicin de los cazadores elfos que haban
acompaado a Edain Elessedil en su viaje al este desde la ciudad de Arborlon, ya que se
sentan responsables de la seguridad de su prncipe. No eran ms que una fuerza simblica,
despus de todo, enviada apresuradamente por Ander Elessedil al recibir una peticin de
ayuda de Browork, como reconocimiento de la obligacin contrada con los enanos por su
ayuda en la lucha de los elfos contra los demonios haca veinte aos. Slo Edain Elessedil
haba sido enviado en representacin de su padre, pero sin una expectativa real de entablar
batalla a menos que las fuerzas de los gnomos llegaran a Culhaven. Su oferta de unirse al
grupo en su bsqueda en pleno centro del pas enemigo fue completamente inesperada.
Pero poco podan hacer los cazadores elfos para evitarlo, puesto que el prncipe era libre de
tomar sus propias decisiones, excepto insistir en acompaarle. Algunos enanos y hombres
de la frontera tambin quisieron ir, pero fueron rechazados por Garet Jax, decisin que fue
apoyada por los seis integrantes del grupo, incluido Slanter. Cuanto menor fuese su
nmero, mayor y ms discreta sera su movilidad, lo cual se traducira en un aumento de
sus posibilidades de atravesar los grandes bosque del Anar sin ser vistos. Con la inevitable
excepcin de Jair, todos eran profesionales expertos, adiestrados para sobrevivir en un
medio hostil. Pero el joven del valle contaba con la magia como poderosa arma protectora,
y no lo olvidaba. Incluso Edain Elessedil haba sido instruido por miembros de la Guardia
Especial del Rey durante los aos de su pubertad. Todos estuvieron de acuerdo en que era
aconsejable no aumentar su nmero.
Por tanto, slo fueron seis los que emprendieron el viaje a pie, puesto que la espesura
del bosque impeda cualquier otro medio de locomocin, hacia las oscuras selvas,
siguiendo el curso del Ro Plateado. Browork los sigui con la mirada hasta que se
perdieron de vista entre los rboles, y luego volvi de mala gana a Culhaven y al trabajo
que all le esperaba.
Era un da de otoo claro y fro, la atmsfera estaba tranquila y limpia, y el sol
brillaba en el cielo. Los rboles desprendan destellos rojos, dorados y marrones; las hojas
caan para cubrir la tierra del bosque como una alfombra que cruja cuando los pies de los
seis compaeros la pisaban al avanzar. El tiempo transcurri con rapidez. Antes de que se
dieran cuenta, la tarde haba llegado a su fin y el crepsculo haba cado sobre el Anar,
llenndolo de sombras grises y violetas al tiempo que se ocultaba el sol.
El grupo acamp junto al Ro Plateado, en una pequea arboleda de fresnos,
resguardada en sus lmites orientales por un afloramiento de rocas. Tras consumir los
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alimentos que compusieron la cena, Garet Jax les pidi que permanecieran reunidos.
sta ser nuestra ruta. Fue Elb Foraker quien tom la palabra, arrodillndose en
medio de ellos para dibujar unas lneas en el suelo con un palo tras retirar las hojas. El
Ro Plateado sigue por aqu. Seal su recorrido. Nosotros nos encontramos ahora en
este punto. Hacia el este, a cuatro das ms o menos, est la fortaleza de Capaal,
perteneciente a los enanos, que protege las esclusas y los diques del Cillidellan. Al norte de
este lugar, el Ro Plateado baja del Alto Bens y las prisiones de los gnomos en Dun Fee
Aran. Todava ms al norte se levantan las montaas del Cuerno Negro Azabache y Marca
Gris. Mir uno a uno a todos los que le rodeaban. Si es posible, debemos seguir el curso
del Ro Plateado hasta Marca Gris. Si por cualquier causa nos vemos obligados a dejar el
curso del ro, el camino a travs del Anar multiplicar las dificultades, con su vegetacin
selvtica. Hizo una breve pausa. Los ejrcitos de los gnomos ocupan todo el norte y el
este de Capaal. Una vez all, tendremos que adoptar las oportunas precauciones. Alguna
pregunta?
Garet Jax levant la vista.
Haces que parezca mucho ms fcil de lo que es dijo Slanter, rompiendo el
silencio.
Precisamente, por eso te necesitamos respondi el Maestro de Armas,
encogindose de hombros. Una vez hayamos llegado a Capaal, sers t el responsable de
establecer la ruta que debamos seguir.
Si llegamos tan lejos dijo Slanter, escupiendo con desprecio sobre las lneas
trazadas en el suelo por Elb Foraker.
El grupo se separ, y cada uno se preocup de preparar su lecho para pasar la noche.
Tras un momento de duda, Jair sigui a Slanter hasta alcanzarlo en el extremo opuesto del
claro.
Slanter llam.
El gnomo mir a su alrededor, vio al joven del valle y mir para otro lado. Jair dio
unos pasos ms hasta situarse frente al gnomo.
Slanter, slo quiero decirte que no fue idea ma el obligarte a que nos acompaaras.
En cualquier caso, eso era lo que queras contest Slanter, con una mirada dura y
fra.
Yo no obligara a nadie a hacer algo que no quiere, ni siquiera a ti respondi Jair,
haciendo un gesto negativo. Pero me alegro de contar contigo. Quiero que lo sepas.
Qu gran consuelo! respondi el gnomo en tono burlesco. No te olvides de
decrselo a los caminantes cuando nos capturen!
Slanter, no seas as. No...
Djame solo contest el gnomo, dndole la espalda con un movimiento brusco.
No quiero saber nada de ti. No quiero saber nada de todo esto. Entonces se volvi para
mirar al joven del valle, y ste pudo ver una frrea determinacin en sus ojos. A la
primera oportunidad que tenga, muchacho, desaparecer! Recurdalo... a la primera
oportunidad! Todava te alegras de que est aqu?
Se separ de Jair con paso airado, mientras el joven del valle contemplaba con
impotencia cmo se alejaba, triste y enfurecido por la manera en que se haban sucedido
los acontecimientos.
No est tan enfadado contigo como parece dijo una voz grave, y Jair se volvi,
encontrndose a Helt cerca de l, con su largo y amable rostro inclinado hacia abajo. Est
enfadado consigo mismo ms que con nadie.
No me lo ha parecido respondi Jair, haciendo un gesto de duda.
El hombre de la frontera se acerc al tocn de un rbol y se sent, estirando sus
largas piernas.
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una luz intensa brill en el interior del cristal, y apareci el rostro de Brin. Los mir,
buscando algo que sus ojos no podan ver. Haba montaas tras ella, ridas y desoladas a la
luz de una madrugada tan gris y triste como la que ellos estaban viviendo. Jair continu
cantando, siguiendo el rostro de su hermana cuando ella se gir de repente. Rone Leah y
Allanon estaban con ella, mirando con preocupacin hacia un bosque denso e
impenetrable.
Jair dej de cantar y la visin desapareci. Mir con ansiedad a los que le rodeaban.
Dnde est?
Esas montaas son los Dientes del Dragn dijo Helt. Son inconfundibles.
Y el bosque? pregunt Garet Jax, haciendo un gesto de asentimiento y mirando a
Foraker.
Es el Anar respondi el enano, frotndose el barbudo mentn. Ella se dirige hacia
all con sus compaeros, pero desde el norte, a travs del Rabb.
La otra vez que usaste el cristal de la visin, las montaas eran las mismas, creo: los
Dientes del Dragn dijo el Maestro de Armas, cogiendo a Jair por el hombro. Tu
hermana y el druida estaban entonces en ellas, y ahora se disponen a salir. Qu estaran
haciendo all?
Se miraron unos a otros en silencio.
Paranor dijo Edain Elessedil.
El Alczar de los Druidas aadi Jair. Allanon ha llevado a Brin al Alczar de los
Druidas. Por qu razn lo habr hecho?
Nunca podremos averiguarlo si nos quedamos aqu dijo Garet Jax. Las respuestas
a estas preguntas se encuentran en el este.
Jair guard el cristal de la visin en su tnica, y todos se prepararon para
reemprender la marcha. El viaje hacia el Anar continuaba.
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16
Cuatro das despus de salir de Culhaven, llegaron a La Cua. Eran las ltimas horas
de la tarde y el cielo segua gris y opresivo. La lluvia caa con la misma intensidad que los
das pasados, y el Anar estaba empapado y fro. Los rboles, despojados del color otoal,
se destacaban negros y esquelticos entre las estelas de niebla que se deslizaban como
fantasmas en la oscuridad. En el bosque vaco y tenebroso no se escuchaba ningn sonido.
El terreno que durante todo el da se haba ido elevando de forma suave pero
continua, se convirti de pronto en un conglomerado de rocas y riscos. El Ro Plateado
saltaba entre ellos, crecido a causa de las lluvias, serpenteando a travs de una profunda
garganta. Las montaas se abrazaban a los lados y lo limitaban con despeaderos
escarpados y desprovistos de toda vegetacin. Ensombrecido por la niebla y la proximidad
de la noche, el Ro Plateado pronto qued oculto a la vista.
Se encontraban en la garganta que los enanos denominaban La Cua.
Los miembros del grupo subieron por la ladera sur, con las cabezas inclinadas contra
el viento y las capas ceidas a sus cuerpos. El viento ruga con fuerza y les impeda or
cualquier sonido que no fuera el suyo propio, y todos ellos tenan una fuerte sensacin de
profunda y depresiva soledad. Caminaban entre matorrales y pinos, ascendiendo
lentamente, con la impresin de que el horizonte se cerraba a su alrededor mientras la tarde
mora en brazos de la noche. Foraker encabezaba la marcha; ste era su pas y conoca sus
peculiaridades mejor que nadie. Garet Jax iba a continuacin, tan negro e indiferente como
los rboles que haban dejado atrs; despus Slanter, Jair y Edain Elessedil. El gigantesco
Helt cerraba el grupo. Nadie hablaba, y el tiempo transcurra lentamente.
Haban alcanzado la cima de una colina y se disponan a iniciar el descenso hacia un
bosquecillo de abetos cuando Foraker se detuvo de improviso para escuchar, y poco
despus les orden que se adentraran deprisa en la arboleda. Habl un momento con Garet
Jax, y desapareci entre la niebla y la lluvia.
Esperaron en silencio su regreso durante mucho tiempo. Cuando al fin reapareci, lo
hizo por el lado contrario al que haba partido. Les hizo seas para que lo siguieran y se
adentr en el bosquecillo. Cuando se detuvo, todos se reunieron a su alrededor.
Gnomos dijo con voz serena, aunque el agua corra desde su cabeza calva hasta su
barba poblada y culebreaba por ella. Al menos un centenar. Estn vigilando el puente.
Se produjo un silencio de asombro. El puente se hallaba situado en el centro de una
regin que suponan segura, porque estaba protegida por todo un ejrcito de enanos con
sede en la fortaleza de Capaal. Si haba gnomos en un lugar tan occidental y tan cercano a
Culhaven, qu le haba sucedido a ese ejrcito?
Podemos retroceder? pregunt Garet Jax.
No a menos que quieras perder tres das respondi Foraker, haciendo un gesto
negativo. El puente es el nico paso que permite acceder a La Cua. Si no cruzamos por
l, tendremos que descender por las montaas que hemos subido y dar un rodeo hacia el
sur por tierras selvticas.
La lluvia golpeaba sus caras.
No podemos perder tres das dijo el Maestro de Armas tras un momento de
reflexin. Crees que conseguiremos pasar sin que lo adviertan los gnomos?
Tal vez, cuando est oscuro respondi Foraker, encogindose de hombros.
Llvanos, para que lo veamos dijo Garet Jax, haciendo un gesto de asentimiento.
Subieron por las rocas, desvindose para permanecer bajo la cobertura de los pinos,
los abetos y la maleza. Las piedras estaban mojadas y resbaladizas a causa de la lluvia. La
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niebla y la noche se cerraban cada vez ms. Caminaban con Elb Foraker a la cabeza, como
sombras silenciosas.
Entonces un chisporroteo de fuego rompi la oscuridad, y fue apagado rpidamente
por la lluvia. Sali de ms all de las rocas que estaban frente a ellos. Se agacharon como
un solo hombre para no ser vistos y se deslizaron hasta un lugar que les permiti observar,
por encima del borde de una cresta, lo que haba detrs.
Los escarpados muros de La Cua parecan cortados a pico, cubiertos por la niebla y
barridos por la lluvia. Tendido sobre el impresionante precipicio haba un slido puente
construido en madera y hierro, bien sujeto y asegurado a la roca del precipicio por la
destreza e ingeniera de los enanos contra el empuje y la fuerza del viento. En el lado del
puente ms prximo a ellos haba una amplia extensin de roca que llegaba hasta los
riscos, escasamente poblada de rboles y cubierta en aquel momento por las hogueras de
los gnomos protegidos por salientes rocosos y tiendas de lona. Haba gnomos por todas
partes: en corros alrededor de las fogatas; dentro de las tiendas, dibujndose su silueta con
la luz del fuego, y a lo largo de la planicie desde los riscos hasta el puente. Al otro lado de
la garganta, casi perdida en la oscuridad, otra docena de gnomos patrullaba un estrecho
sendero que iba desde el precipicio, sobre una colina de escasa altura, hasta una amplia y
arbolada ladera que se adentraba un centenar de metros en la selva.
En ambos extremos del puente, los cazadores gnomos hacan guardia.
El grupo de los seis, agazapados en la cresta, observaron la escena durante largo rato;
despus, Garet Jax les hizo una seal para que se dirigieran a una especie de gruta que
haba ms abajo.
Cuando estuvieron reunidos en la gruta, el Maestro de Armas se volvi hacia Helt.
Crees que podremos pasar cuando caiga la noche?
Quizs hasta el puente respondi el hombre grande, dando muestras de su
indecisin.
Eso no es suficiente dijo Garet Jax, haciendo un gesto negativo. Tenemos que
atravesar la guardia.
Un hombre solo podra conseguirlo dijo Foraker. Por debajo del puente,
deslizndose a lo largo de las riostras. Si fuera lo bastante rpido, podra llegar al otro lado,
matar a los centinelas y defenderlo el tiempo suficiente para que los otros le siguieran.
Eso es una locura! dijo Slanter. Aunque consiguieras hacerlo y eliminaras a la
docena de centinelas que estn apostados al otro lado del puente, los dems caeran sobre ti
en un minuto! Cmo conseguirs librarte de ellos?
Utilizando el ingenio de los enanos respondi Foraker. Nosotros construimos
cosas mejor que la mayora, gnomo. Ese puente est diseado para, en caso necesario,
dejarlo caer. Quitas las clavijas en cualquiera de sus lados y se precipitar en la garganta.
Cunto tiempo se necesita para quitar las clavijas? le pregunt Garet Jax.
Un minuto, quiz dos. Hace ya algn tiempo se esperaba que los gnomos intentaran
invadir Capaal. Hizo un gesto negativo. Aunque me preocupa que lo hayan hecho ya, y
nadie los haya detenido. Son demasiado precavidos como para apoderarse del puente de la
forma en que lo han hecho. Y que hayan acampado sugiere que no estn demasiado
preocupados por la posibilidad de que puedan ser atacados. De nuevo hizo un gesto
negativo. Estoy preocupado por el ejrcito.
Preocpate de l en otro momento dijo Garet Jax, limpindose la lluvia de los ojos
y mirando uno por uno a los cinco compaeros de viaje. Escuchad con atencin. Cuando
oscurezca por completo, Helt nos conducir a travs del campamento hasta el puente. Yo lo
cruzar por debajo. Cuando termine con los centinelas, Elb y el gnomo lo cruzarn con el
joven del valle. Helt, t y el prncipe elfo utilizad arcos largos para mantener a los gnomos
en este lado del puente hasta que hayamos quitado las clavijas. Luego cruzad cuando os lo
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permitir adoptar la apariencia de gnomos ante los centinelas y, por tanto, nos brindar
la oportunidad de pasar, sin ser detenidos, estaba intentando decir. Deba hablar para que
Garet Jax lo entendiera? Pero no poda hacerlo, porque ste haba ordenado mantener un
silencio absoluto. El viento poda desviar sus voces, y eso era demasiado peligroso. Volvi
a repetir los mismos gestos. Los otros se acercaron an ms a l, mirndose con inquietud
mientras Jair continuaba haciendo seas a Garet Jax.
Por fin, pareci que el Maestro de Armas haba entendido lo que le deca. Dud un
momento, cogi a Jair del brazo para acercarlo y seal a los otros y al puente de arriba.
Podra enmascararlos a todos? Jair no estaba seguro; no haba pensado en ello. Posea la
fuerza necesaria para conseguirlo? Estaba oscuro, llova y todos iban cubiertos con capas y
capuchas. Slo tardaran un momento. Hizo un gesto afirmativo.
Garet Jax apoy las manos en sus hombros, mirndolo con insistencia, y a
continuacin indic a los dems con un gesto que lo siguieran. Todos comprendieron. El
joven del valle iba a utilizar la cancin para pasar al otro lado sin ser vistos. No saban
cmo, pero haban visto el poder que posea. Adems, todos, salvo Slanter, confiaban en
Garet Jax, e incluso el gnomo poda confiar en tales circunstancias. Si l crea en Jair, los
otros tambin creeran. Salieron de su escondite y empezaron a ascender hacia el puente.
Ante ellos, un grupo de varias formas oscuras mantena una animada conversacin. De
repente, conscientes de su proximidad, los centinelas se dieron la vuelta. Slo eran tres.
Jair ya haba empezado a cantar, y su voz se mezclaba con el viento produciendo un sonido
spero y gutural que hablaba de gnomos. Por un instante, los centinelas dudaron y
blandieron sus armas. Jair elev el tono de su voz, intentando dar a sus compaeros una
apariencia semejante a la de Slanter. El rastreador gnomo debe de creer que me he vuelto
loco, pens durante un breve instante, mientras an cantaba.
Entonces, los centinelas bajaron las armas y se hicieron a un lado. Un cambio de
guardia? Un relevo para los del otro lado de la garganta? Jair y sus compaeros los
dejaron con su curiosidad, pasando entre ellos con las cabezas inclinadas y las capas
ceidas. Entraron en tropel en el puente, acompaados del ruido de sus botas sobre la
madera. Jair cantaba, mantenindolos ocultos en sus disfraces de gnomo.
De repente, le fall la voz, agotada su garganta por el esfuerzo al que la haba
sometido. Pero ya haban atravesado la lnea de centinelas, y un velo de niebla y lluvia los
protega de cualquier mirada que pudiera seguirles. Llegaron a mitad del puente, el viento
aullaba a su paso en furiosas rachas. De pronto, Garet Jax indic con un gesto a Helt y
Edain Elessedil que retrocedieran. En ese instante, Jair vio en el rostro de Slanter la
admiracin que senta hacia l. Luego Garet Jax les indic a ambos que se pusieran tras l,
y volvieron a avanzar con Elb Foraker a su lado.
Envueltos en lluvia y oscuridad llegaron al otro lado del puente; eran poco ms que
sombras encapuchadas para los gnomos que all estaban de guardia. La garganta de Jair
aument su tensin. Esta vez, ninguna cancin podra conseguir que pasaran sin peligro;
haba demasiados gnomos. Un grupo de rostros se volvi hacia ellos cuando se acercaron.
Durante unos segundos, los centinelas se limitaron a contemplar las figuras que se
aproximaban, sorprendidos por su aparicin, pero seguros de que slo podan ser gnomos
del campamento instalado al otro lado del precipicio. Entonces, antes de que la sorpresa se
pudiera convertir en alarma o de que pudieran ser descubiertos por el tamao y la forma de
sus cuerpos, Garet Jax y Foraker se abalanzaron sobre ellos. Una espada corta y un
cuchillo largo centellearon en la oscuridad. Seis gnomos cayeron muertos antes de que los
dems pudieran ver lo que estaba sucediendo. Sus atacantes se precipitaron entre ellos, y
los gritos de alarma brotaron salvajemente de sus gargantas, avisando a los del otro lado.
No tardaron en orse los gritos de respuesta. Jair y Slanter estaban agazapados en el
extremo del puente, contemplando la lucha y escuchando gritos a su alrededor. El agudo
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chasquido de los arcos de fresno lficos se impona al ruido del viento y la lluvia, y
cayeron ms cazadores gnomos.
Entonces, un gnomo solitario sali de la oscuridad ante ellos, ensangrentado y
maltrecho, con el rostro amarillo distorsionado bajo la dbil luz. Corra hacia el puente,
con un hacha de dos filos en las manos. Vio a Slanter y se detuvo, confuso. Despus vio a
Jair y se lanz contra l. El joven del valle retrocedi tambalendose, intentado en vano
protegerse. Le haba cogido tan de sorpresa la aparicin del gnomo que se olvid del
cuchillo largo que llevaba en su cintura. El gnomo levant su arma dando un grito, y Jair
levant las manos para protegerse.
No, al muchacho no, t... grit Slanter.
El gnomo dio un grito cargado de rabia, y volvi a levantar el hacha. La espada de
Slanter descendi, y su atacante cay de rodillas, muriendo poco despus. Slanter
retrocedi, con una mirada de asombro en su tosca cara. Luego cogi a Jair por el brazo,
levantndolo de un tirn y empujndolo hacia delante hasta que se apartaron del puente.
Elb Foraker apareci de repente y, sin pronunciar una sola palabra, se desliz por
debajo del puente de caballetes hasta el lugar donde estaban las clavijas que lo sustentaban.
Con movimientos nerviosos, empez a soltarlas.
Se escucharon ms gritos procedentes del centro del puente. Unos pies corrieron
sobre los tablones de madera y, entre la niebla y la oscuridad, aparecieron Helt y Edain
Elessedil. Todava sin cruzarlo del todo, se volvieron, haciendo zumbar los grandes arcos
de fresno. Se oyeron gritos de dolor en la oscuridad detrs de ellos. De nuevo zumbaron los
arcos, y se escucharon ms gritos. El sonido de los pies que corran se desvaneci en la
noche.
Date prisa con las clavijas! grit Helt.
Entonces apareci Garet Jax, y se dispuso a ayudar a Elb en su tarea. Juntos
golpearon las clavijas una tras otra hasta soltarlas. Slo quedaban dos por soltar cuando de
nuevo volvi a orse el ruido de unas botas al pisar las tablas.
Helt! dijo el Maestro de Armas un momento despus, trepando por el saliente.
Foraker estaba un paso tras l. Abandonad el puente!
El hombre de la frontera y el prncipe elfo llegaron corriendo, con las cabezas
inclinadas para esquivar las lanzas y flechas que volaban tras ellos. Menos pesado y ms
rpido, Edain fue el primero en salir del puente, saltando por encima de Jair y Slanter.
Ahora! le grit Foraker a Garet Jax.
Estaban uno en frente del otro, con las palancas apoyadas en los garfios fijados en la
ltima de las clavijas ocultas. Con un esfuerzo conjunto, consiguieron soltarla. En ese
preciso instante Helt salt a tierra firme.
Emitiendo un gemido, las vigas de madera se desencajaron de sus puntales, y el
puente empez a bajar sumergindose en la oscuridad de la noche. Los gnomos que an
estaban sobre l dieron gritos desesperados, pero ya era demasiado tarde para salvarse. El
puente se descolg de golpe, y cay, chocando contra las rocas hasta que se solt del otro
lado y desapareci en el fondo de la garganta.
Sobre unos riscos situados al norte de La Cua, seis sombras se deslizaron en la
oscuridad y desaparecieron.
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17
Aquella noche, o tal vez a primeras horas de la maana, dej de llover. Los
miembros del grupo que haba salido de Culhaven dorman en una cueva situada a unos
seis kilmetros al este de La Cua, y ninguno de ellos se dio cuenta del momento exacto en
que haba sucedido, ni siquiera Edain Elessedil, que haba hecho la ltima guardia.
Completamente agotado por el esfuerzo realizado en la terrible marcha, se haba quedado
dormido.
As que el amanecer, adems de un nuevo da, trajo consigo un cambio de tiempo. Al
norte, casi perdida en la neblina azulada del horizonte, se levantaba la enorme cordillera
que llamaban del Cuerno Negro Azabache, y de sus gigantescos picos soplaba un viento
helado que anunciaba la muerte del otoo y el nacimiento del invierno. spero e inflexible,
barra hacia el sur las nubes, la lluvia y la niebla que cubran el Ro Plateado, y el cielo
volvi a recuperar su color azul. Con la retirada de la lluvia, tambin haba desaparecido la
humedad. La tierra empapada pronto se sec y endureci, el agua de la lluvia y la niebla se
evaporaron en el viento y la tierra volvi a verse con sorprendente claridad, avivada por la
dorada luz del sol.
Una vez ms se encaminaron hacia el este, abrigados con sus capas de lana, todava
hmedas, para protegerse del fro viento. Farallones y colinas cubiertas de hierba
flanqueaban el Ro Plateado, que se agitaba entre sus riberas arboladas. A medida que
avanzaban, el Anar aumentaba sus proporciones. Durante todo el da tuvieron ante sus ojos
los arracimados picos de Capaal, que emergan sobre las copas de los rboles como puntas
de lanza dispuestas a agujerear el cielo. Muy lejanos cuando al alba iniciaron la marcha, se
acercaban paulatinamente con el paso de las horas hasta que, a media tarde, el grupo de los
seis lleg a sus laderas y prosiguieron el camino en continuo ascenso.
No haban subido mucho, cuando Edain Elessedil les pidi que se detuvieran.
Escuchad! les dijo. No lo os?
Permanecieron inmviles y en silencio en la ladera abierta, mirando hacia los picos
que el prncipe elfo sealaba. El viento soplaba con furia entre las rocas, y no se escuchaba
otro sonido que su triste lamento.
No oigo nada dijo Foraker, pero ninguno se movi.
El sentido del odo del elfo estaba mucho ms desarrollado que el del enano.
De pronto, el viento cambi direccin y se acall, permitiendo escuchar un retumbar
profundo y acompasado que proceda de un lugar lejano. Les llegaba dbil y amortiguado,
perdido entre los innumerables recovecos y laberintos de las rocas.
Tambores gnomos! dijo Foraker, adquiriendo su barbudo rostro una expresin
sombra.
Reemprendieron la marcha con cautela, con los ojos puestos en los riscos y
hondonadas que tenan ante ellos. El retumbar de los tambores aument su intensidad,
latiendo contra el embate del viento y levantando ecos de la tierra.
Cuando la tarde declinaba y la sombra de los picos se extenda hasta ms abajo de
donde se hallaban, percibieron un nuevo sonido. Era un ruido extrao, una especie de
aullido penetrante que al principio confundieron con el viento, pero que no tardaron en
diferenciar por su tono y su furia. Descendi por las laderas de la montaa desde las
cumbres lejanas y, cuando lo escucharon, intercambiaron miradas de sorpresa.
Se est librando una batalla dijo Garet Jax.
Han atacado Capaal! exclam Foraker haciendo un gesto de asentimiento y
reemprendiendo la marcha.
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Las esclusas y los diques respondi Foraker, sealando con el dedo. Ves las
aguas del Cillidellan? El veneno de los espectros corrosivos las ha ennegrecido y
envenenado. Los diques retienen esas aguas, impidiendo que lleguen a las tierras situadas
al oeste, y las esclusas controlan la corriente. Si los enanos abandonaran la fortaleza,
caeran en manos del enemigo. Los gnomos abriran las compuertas y el Cillidellan se
desbordara, inundando las tierras del oeste con sus aguas corrompidas. Envenenaran
todas las tierras que pudiesen, y acabaran con la vida que hubiera en ellas. se es el
propsito de los espectros. Incluso Culhaven se perdera. Hizo un gesto de
preocupacin. Los enanos nunca lo permitirn.
Jair contempl de nuevo la batalla que se estaba librando abajo, quedndose
impresionado por la ferocidad de la lucha. Conseguiran resistir los enanos el embate de
esa cantidad de gnomos?
Cmo conseguiremos superar este obstculo? pregunt Garet Jax, mirando el
precipicio.
Dirigindonos hacia el este por las montaas cuando haya oscurecido respondi el
enano, absorto en sus pensamientos. As os mantendris sobre el campamento de los
gnomos. Una vez pasado el Cillidellan, bajad hasta el ro y cruzadlo. A continuacin, girad
hacia el norte. Entonces ya estaris bastante seguros. Se puso en pie y le tendi la mano.
Buena suerte, Garet.
Suerte? inquiri el Maestro de Armas, ponindose rgido. No estars pensando
en quedarte, verdad?
No estoy pensando en nada respondi el enano, encogindose de hombros,
porque ya est decidido.
Aqu no puedes prestar ninguna ayuda, Elb insisti Garet Jax, mirndolo
fijamente.
Alguien tiene que informar a la guarnicin de que el puente de La Cua ha sido
derribado repuso Foraker, haciendo un gesto afirmativo. De lo contrario, si sucede lo
peor y Capaal cae en manos de los gnomos, podran intentar huir a travs de las montaas
en esa direccin y quedar atrapados all. Se encogi de hombros. Adems, Helt puede
dirigiros en la oscuridad mejor que yo. En cualquier caso, mis conocimientos de la regin
terminan en Capaal. El gnomo tendr que ser vuestro gua.
Hicimos un pacto; los seis dijo el Maestro de Armas con voz fra. Nadie seguir
su camino. Te necesitamos.
Ellos tambin me necesitan respondi el enano, apretando las mandbulas con
obstinacin.
Los restantes miembros del grupo presenciaban el enfrentamiento entre el enano y el
Maestro de Armas en un incmodo silencio. Ninguno de los dos daba la menor muestra de
reconsiderar su decisin.
Permite que se vaya dijo Helt con voz suave. Tiene derecho a elegir.
La eleccin la hizo en Culhaven respondi Garet Jax, dirigiendo una fra mirada al
hombre de la frontera.
Jair sinti que un nudo oprima su garganta. Quera decir algo, cualquier cosa, para
romper la tensin existente entre el enano y el Maestro de Armas, pero no encontraba la
frase adecuada. Mir a Slanter con la intencin de averiguar lo que el gnomo estaba
pensando, pero Slanter pareca indiferente a la discusin.
Tengo una idea dijo Edain Elessedil, y todas las miradas se concentraron en l.
Quiz no funcione, pero creo que merece la pena intentarlo. Se inclin hacia delante. Si
consiguiera acercarme lo suficiente a la fortaleza, podra atar un mensaje a una flecha y
dispararla al interior. As informaramos a los defensores de lo ocurrido en La Cua.
A ti que te parece? pregunt Garet Jax, dirigindose a Foraker.
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Qu estoy haciendo aqu? Qu tiene que ver todo esto conmigo? Nada, absolutamente
nada! La nica razn de que est aqu es que fui lo bastante estpido para acceder a
llevarte hasta Culhaven. sa es la nica razn! Aydanos a pasar inadvertidos del
caminante negro, me dijiste. Aydanos a llegar a las Tierras Orientales. T puedes hacerlo
porque eres un rastreador. Ya! El tosco rostro amarillo del gnomo se inclin hacia
delante. Y aquel sueo estpido...! Eso es todo lo que era, muchacho... Un sueo! No
hay ningn Rey del Ro Plateado, y toda esta caminata hacia el este es una prdida de
tiempo. Ah!, pero de todos modos, aqu estoy verdad? Yo no quiero estar aqu; no hay
ninguna razn que justifique mi presencia, pero aqu estoy a pesar de todo. Hizo un gesto
de contrariedad con amargura. Y por tu causa!
Quiz sea as respondi Jair, furioso, soltndose de su mano. Quizs ests aqu
por mi culpa. Pero el sueo era real, Slanter, y ests equivocado al decir que nada de esto
tiene que ver contigo. Me llamas muchacho, pero eres t el que acta como tal!
Bien eres un cachorro de lobo, no es cierto? pregunt Slanter, mirndolo con
insistencia.
Llmame lo que quieras! dijo Jair, ponindose colorado. Pero mejor ser que
empieces a pensar en quin eres t.
Qu significa eso?
Significa que no puedes seguir dicindote a ti mismo que todo lo que les ocurre a
los dems no tiene nada que ver contigo, porque s tiene que ver, Slanter!
Se quedaron mirndose. La oscuridad, extraamente silenciosa por la ausencia de
viento, ya lo inundaba todo. Haban cesado por completo el retumbar de los tambores
gnomos y el clamor de la batalla de Capaal.
No tienes muy buen concepto de m, verdad? dijo al fin Slanter.
En realidad, no es as respondi Jair, dando un suspiro. Tengo un gran concepto
de ti.
T tambin me gustas confes el gnomo, tras mirarlo un momento. Ri sin ganas,
con tristeza, y luego levant la vista. Pero ahora escchame, porque no voy a repetrtelo
ni una sola vez ms. Yo no formo parte de esto, sta no es mi guerra, y tanto si te gusta
como si no, me ir en cuanto se presente la primera oportunidad.
Esper un momento, como si quisiera asegurarse de que sus palabras haban
producido el efecto deseado.
Ahora vete y djame en paz dijo por ltimo.
Jair dud un momento, intentando decidir si deba proseguir la conversacin; luego
se puso de pie y se alej, contrariado. Al pasar por donde Helt dorma, le oy murmurar:
Te dije que se preocupaba.
Lo s murmur Jair Ohmsford mirando sorprendido a Helt; luego esboz una leve
sonrisa y continu andando.
Era ya casi media noche cuando Garet Jax orden que dejaran la proteccin de las
rocas y volvieran adonde haban estado. Abajo, cientos de hogueras rodeaban la fortaleza
de Capaal, esparcidas entre los riscos a ambos lados de las esclusas y diques sitiados. Los
seis, con Foraker a la cabeza, empezaron el descenso. Bajaron por el empinado tobogn, y
despus siguieron un estrecho sendero que se internaba entre varios desfiladeros y
plataformas rocosas. Avanzaron por l con cautela, como sombras silenciosas de la noche.
Tardaron ms de una hora en llegar al permetro de las hogueras por el lado ms
cercano a ellos. En aquel sector, los gnomos no eran tan numerosos; la mayora se hallaba
en las inmediaciones de las almenas de los enanos. En los senderos que conducan hasta
all, los fuegos eran escasos y dispersos. Ms all de las lneas de asedio de las laderas
meridionales, una agrupacin de picos se elevaba hacia el cielo, unidos en su base como
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dedos aprisionados y rotos que emergieran de la tierra. Los seis saban que, al otro lado de
los picos, haba una serie de colinas bajas que flanqueaban las orillas del sur del
Cillidellan, y que tras ellas crecan los bosques que se extendan hacia el este. Una vez se
hubieran adentrado en los bosques, podan mezclarse con la noche y dirigirse al norte sin
correr el riesgo de ser vistos.
Pero primero deban acercarse lo suficiente a las almenas de Capaal para que Helt,
con su arco de fresno, enviase el mensaje de Foraker a los defensores. Previamente haba
tomado la decisin de que fuera el hombre de la frontera quien realizara el disparo, ya que
era ms fuerte que Edain Elessedil, aunque la idea haba sido de ste. Con el gran arco de
fresno como instrumento, no necesitaba acercarse a ms de doscientos metros de las
murallas de la fortaleza para introducir la flecha con su mensaje en el interior.
Paso a paso, los seis siguieron su camino hacia abajo desde las alturas de la montaa
a travs de las lneas de vigilancia de los gnomos. Extendindose hacia arriba a lo largo de
los caminos ms anchos desde donde el campamento principal rodeaba las almenas de la
fortaleza, los gnomos prestaban poca atencin a los senderos y pequeos salientes que
cruzaban en todas direcciones la pared del risco. Y por esos senderos y salientes condujo
Foraker a su grupo en un descenso lento y cauteloso, en el que el suelo era traicionero y
apenas ofreca proteccin. Todos haban ennegrecido sus caras con carbn y llevaban
atados a las botas trozos de cuero blando. Ninguno hablaba. Las manos y los pies
avanzaban con cautela, por temor a que las rocas sueltas o cualquier sonido pudiera
descubrir su presencia.
Se encontraban a unos doscientos metros de las murallas de la fortaleza, justo detrs
de las primeras lneas de asedio del ejrcito de los gnomos. Las hogueras ardan a su
alrededor, a lo largo de los senderos que conducan hasta all. Se agazaparon en silencio
entre un grupo de arbustos y esperaron a que Helt disparara la flecha. El hombre de la
frontera sac la flecha con su mensaje del carcaj, la encaj en el arco y se adelant,
protegido por la oscuridad. Cuando haba avanzado varias docenas de metros, al final del
matorral, se puso de rodillas, tir hacia atrs de la cuerda del arco, la sujet junto a su
mejilla y la solt.
Una fuerte vibracin rompi el silencio del refugio del grupo, pero, ms all de
donde estaban escondidos, el sonido se perdi en el clamor rutinario del campamento de
los gnomos. Sin embargo, como medida de precaucin, los seis se aplastaron contra la
maleza durante varios minutos, con los ojos y los odos prestos a descubrir cualquier
indicio de que haban sido descubiertos. Pero no percibieron ninguno. Helt regres e hizo
un gesto de asentimiento en direccin a Foraker. El mensaje haba llegado a su destino.
El grupo retrocedi, deslizndose entre las lneas de hogueras y los gnomos, hacia el
este por el oscuro cinturn de picos, en direccin al Cillidellan, cuyas aguas destellaban
con la suave luz de la luna. Lejos, tras el lago, donde el dique se una con la amplia ladera
de las montaas del norte, los fuegos de los gnomos ardan vivamente alrededor de las
esclusas y los diques cercados y a lo largo de la orilla del Cillidellan. Jair mir las
numerosas hogueras y se qued helado. Cuntos miles de gnomos asediaban la fortaleza?
Parecan muchos. Demasiados. Los fuegos se reflejaban en las aguas del lago, dndoles un
resplandor rojizo. Retazos de llamas danzaban en la superficie como gotas de sangre.
El tiempo pasaba con rapidez. Las estrellas titilaban hasta donde alcanzaba la vista,
salpicadas y en cierta forma perdidas en la inmensidad de la noche. Tras atravesar las
hogueras que ardan en la ladera sur, siguieron su camino alejndose del ejrcito de los
gnomos. Pronto alcanzaron la altura suficiente para ver las tierras bajas que flanqueaban la
orilla sur del Cillidellan, casi hasta donde podan empezar el descenso hacia los bosques.
Jair experiment una inequvoca sensacin de alivio. Se haba sentido en peligro sobre las
laderas abiertas de los riscos. Estaran mucho mejor cuando pudiesen confiar en la
El Cantar De Shannara
Terry Brooks
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Durante un breve instante, se quedaron inmovilizados donde estaban, escrutando la
oscuridad a sus espaldas en temeroso silencio. Una risa aguda y estridente se mezcl con
las voces que se acercaban, y entre las rocas se vislumbr un parpadeo de la luz
desprendida por una antorcha.
Escondeos! orden en voz baja Garet Jax, arrastrando a Jair con l hacia las
sombras.
Se dispersaron inmediatamente, con rapidez y en silencio. Empujado con brusquedad
contra el suelo por el Maestro de Armas, Jair levant la cabeza y mir. La luz de las
antorchas tocaba la superficie oscura de las rocas y las voces se escuchaban con claridad.
Eran gnomos, al menos media docena. Sus pies, calzados con botas, hacan ruido al pisar
las piedras del camino y los arneses de cuero crujan. Jair se aplast contra la tierra y
contuvo la respiracin.
Un pelotn de cazadores gnomos se diriga hacia el montn de piedras, ocho
hombres fuertes que iluminaban el camino con antorchas. Entre risas y bromas hechas en
su lengua spera y gutural, pasaron entre ellos, sin verlos. La luz de las antorchas inund el
pequeo sector, persiguiendo a las sombras y a la noche, penetrando en su escondrijo. Jair
se qued paralizado. Desde donde se encontraba poda distinguir la silueta de Helt
aplastada contra las rocas. No podran evitar que los descubrieran.
Pero los gnomos no se detuvieron. Sin reparar en la presencia de las figuras
escondidas a su alrededor, los miembros del pelotn prosiguieron su camino. Los primeros
haban traspasado ya la lnea frontal de piedras, con la mirada puesta en las luces del
campamento situado ms abajo. Jair respir con lentitud y cautela. Quizs...
Entonces, uno de los rezagados afloj el paso y se volvi hacia las rocas. Una fuerte
exclamacin brot de sus labios, mientras su mano buscaba la espada. Los otros se
volvieron, sustituyendo las risas por gritos de asombro.
Garet Jax se puso en movimiento. Sali de las sombras que lo ocultaban con una
daga en cada mano. Cogi a los dos cazadores ms prximos a l y los mat de un solo
golpe. Los otros se dieron la vuelta con las armas dispuestas, todava confusos por el
inesperado ataque. Pero tambin haban salido de su escondite Helt y Foraker, y otros tres
gnomos ms cayeron sin un gemido. Los tres supervivientes huyeron hacia abajo entre
salvajes aullidos. Edain Elessedil salt sobre una roca y levant su arco. La cuerda zumb
dos veces, y murieron dos ms. El ltimo trep a una roca con la agilidad de un gato, y se
perdi en la oscuridad.
Los miembros del grupo corrieron hacia el borde de las piedras. Empezaban a
escucharse gritos de alarma procedentes de las hogueras.
Bien, ya no conseguiremos escabullirnos! dijo Foraker con acritud. Todos los
gnomos que se hallan a ambos lados de estos riscos nos buscarn con ahnco en los
prximos minutos!
Hacia dnde tenemos que correr? pregunto Garet Jax al enano, mientras guardaba
las dagas bajo su capa negra.
De vuelta por el camino que nos ha conducido hasta aqu respondi Foraker tras
una breve vacilacin. Hemos de alcanzar las cumbres, si podemos llegar a tiempo, o tal
vez consigamos encontrar uno de los tneles que llevan a Capaal.
T sers el gua dijo Garet Jax, haciendo una rpida seal. Recordad que
debemos permanecer juntos. Si por cualquier causa debemos separarnos, procurad hacerlo
en compaa de otro, no en solitario. Ahora, adelante!
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Sin ms demora, retrocedieron por el estrecho sendero. Aunque los gritos y alaridos
de la guardia de los gnomos se esparcan por toda la montaa, los seis treparon por el
camino an vaco hasta rodear el flanco del pico, dejando a sus espaldas las luces del
campamento y perdindose en la oscuridad.
Ante ellos aparecieron las llamas de las hogueras encendidas por los asediantes de la
fortaleza. Muy por debajo del sendero que seguan, el cuerpo principal del ejrcito de los
gnomos an desconoca lo que estaba sucediendo. Las antorchas oscilaban en la oscuridad
llevadas por los centinelas que suban desde sus puestos de vigilancia y se diseminaban por
los riscos, pero sus perseguidores todava estaban muy por debajo de los seis. Foraker los
condujo a toda prisa por el sector oscuro, atravesando toboganes, hondonadas y tenebrosos
desfiladeros. Si se movan con la suficiente rapidez, quiz consiguieran huir por el camino
que los haba llevado all, a travs de los picos que rodeaban Capaal. De lo contrario,
quienes los buscaban los acosaran arriba, y se encontraran atrapados entre los dos
ejrcitos.
De repente escucharon gritos de alarma procedentes de algn lugar situado ante ellos.
Foraker maldijo entre dientes, pero no afloj el paso. Jair tropez y cay sobre las rocas,
arandose los brazos y las piernas. Helt, que iba detrs, lo levant y lo empuj con fuerza
para que continuara caminando.
Entonces dejaron la cobertura de un desfiladero para salir a un sendero ancho que
transcurra sobre un terreno empinado, donde se encontraron frente a una patrulla completa
de gnomos. stos se dirigan hacia ellos desde todas partes, con las espadas y lanzas
emitiendo destellos a la luz de las hogueras. Garet Jax se interpuso, cortndolos el paso con
su espada corta y su cuchillo largo. Los gnomos caan muertos a su alrededor, y toda la
patrulla se repleg durante un instante ante la furia del atacante. A la desesperada, los cinco
miembros del grupo intentaron pasar entre ellos, con Elb Foraker y Edain Elessedil a la
cabeza. Pero haba demasiados gnomos que, tras reagruparse, bloquearon el camino y
contraatacaron. Salieron de la pared del risco, dando gritos de rabia. Foraker y Edain
Elessedil se perdieron de vista. Helt hizo frente al asalto durante un momento; con su
gigantesca figura se opuso a los gnomos que intentaban derribarlo. Pero ni siquiera el
hombre de la frontera poda ofrecer resistencia durante mucho tiempo a tan crecido
nmero. Al final, lo obligaron a desalojar la cornisa, y desapareci entre las sombras de la
noche.
Jair, desesperado, se tambale. Se haba quedado solo. A Slanter tampoco se le vea
por ninguna parte. Pero Garet Jax apareci de repente; una forma negra que logr zafarse
de los cazadores gnomos, demasiado lentos para capturarlo. Unos segundos ms tarde
empujaba al joven del valle hacia el desfiladero.
Solos, los dos volvieron sobre sus pasos apresuradamente, con sus perseguidores
gritando tras ellos y un parpadeo de luz de antorcha engrandeciendo sus sombras. Al llegar
al final del desfiladero, el Maestro de Armas levant la mirada hacia la escarpada pared del
risco, y luego empuj a Jair detrs de l y empez a bajar por una hondonada cubierta de
matorrales que los acercaba a las hogueras encendidas en torno a la fortaleza. El joven del
valle estaba demasiado aturdido para discutir la decisin. Slanter, Foraker, Helt y Edain
Elessedil haban desaparecido en un momento. No poda creerlo.
A medio camino del fondo de la hondonada se abra una pequea senda, apenas lo
suficientemente ancha para permitir el paso de un hombre solo, y, al menos por el
momento, estaba desierta. Tras ocultarse en un pequeo matorral, Garet Jax explor con la
mirada los alrededores. Jair hizo lo mismo, y no vio ninguna salida. Haba gnomos por
todas partes. Las antorchas ardan en los caminos que quedaban sobre sus cabezas, en las
cornisas ms anchas y en los senderos que discurran a sus pies. El sudor corra por la
espalda del joven de valle, y su propia respiracin sonaba spera en sus odos.
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tras ellos en la oscuridad, pero de momento estaban fuera del alcance de su luz.
Son un rugido procedente de algn lugar situado ms abajo, y miraron hacia atrs
con aprensin. Daba la sensacin de que las luces de las hogueras haban invadido toda la
pared del risco, como pequeas porciones de fuego danzando en la oscuridad. Varios
centenares ms ardan en la lnea de picos que se alzaban en la parte sur. Eran los del
ejrcito acampado en las riberas del Cillidellan. Toda la montaa pareca salpicada de
llamas.
Elb, estamos rodeados! dijo el prncipe elfo, asombrado por el gran nmero de sus
enemigos.
Sigue subiendo! respondi el enano.
Continuaron su ascenso, luchando por abrirse camino en la oscuridad. Un nuevo
grupo de antorchas apareci a su derecha, y escucharon los gritos alborozados que dieron
sus perseguidores cuando los descubrieron. Lanzas y flechas silbaron a su alrededor.
Foraker se alej de ellas, concentrando toda su atencin en la parte de la pared del risco
que an estaba a oscuras.
Elb! grit Edain Elessedil, con un tono de dolor en la voz. Su hombro estaba
atravesado por una flecha.
Adelante... otra docena de pasos hasta esos arbustos! le dijo el enano, tras ponerse
a su lado. Haz un esfuerzo!
Cargando con el prncipe elfo herido, Foraker subi hacia un gran matorral que
surgi de improviso en la noche. Ya la luz de las antorchas parpadeaba sobre sus cabezas.
Algunos cazadores gnomos descendan de las cumbres donde los grupos de bsqueda
formaban un cordn que impeda cualquier tentativa de huida. Edain Elessedil apret los
dientes contra el dolor de su hombro e hizo un esfuerzo para seguir adelante con el enano.
Se adentraron en el matorral y, al amparo de su sombra, se tendieron jadeando sobre
la tierra.
Aqu... nos encontrarn dijo en voz baja el prncipe elfo, intentando ponerse de
rodillas. En su espalda, el sudor y la sangre se mezclaban y corran.
Estate quieto! le dijo Foraker tirando de l hacia abajo, y empez a gatear por el
matorral como si buscara algo. Aqu est! La puerta de un tnel! Esperaba encontrarla y
la memoria no me ha fallado, pero... tengo que buscar el mecanismo que la abre...
Mientras Edain Elessedil vigilaba, empez a buscar con nerviosismo por la ladera,
entre las rocas desmoronadas y la tierra, apartando y escarbando con silenciosa
desesperacin. Los gritos de sus perseguidores se oan cada vez ms y ms cerca. A travs
de los pequeos claros de la maleza entraba la luz de las antorchas, fluctuando y ondeando
contra la oscuridad.
Elb, ya casi estn aqu! dijo Edain con voz ronca.
Se llev la mano a la cintura y sac la espada corta que llevaba sujeta a su cinturn.
Ya lo tengo! grit l enano, con voz triunfante.
Un pedazo cuadrado de terreno rocoso gir hacia atrs, dejando al descubierto una
abertura en la pared del risco. Entraron sin perder un segundo, y despus Foraker empuj
la roca hacia su posicin original, que se cerr pesadamente. Entre agudos chasquidos, los
cerrojos volvieron a correrse de forma automtica.
Se quedaron inmviles, a oscuras, durante un largo rato, escuchando los tenues
sonidos de los gnomos que estaban fuera. Despus se marcharon, y el silencio fue total.
Enseguida, Foraker comenz a buscar a tientas. El pedernal solt una chispa al chocar con
la piedra, y una viva luz amarilla de antorcha ilumin el lugar. Estaban en una pequea
cueva de la que parta una escalera de piedra que descenda hacia el interior de la montaa.
Foraker puso la antorcha en una abrazadera de hierro situada junto a la puerta y pas
a ocuparse del hombro herido del prncipe elfo. En pocos minutos lo vend e improvis un
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conviertas en gnomo.
Su rostro amarillo se volvi hacia Helt. El hombre de la frontera no dijo nada,
limitndose a esperar.
O en espectro aadi.
De qu ests hablando? pregunt Helt, haciendo un gesto de sorpresa.
Incluso pensar en ello debe ser una locura, pero supongo que no mayor que otras
cosas que han sucedido respondi Slanter. T y yo, hombre de la frontera. Un caminante
negro y su criado gnomo. Envulvete bien en la capa y cubre tu cabeza con la capucha. No
infundiremos ninguna sospecha, porque eres bastante alto. Pasaremos entre ellos, en lnea
recta hasta las puertas de esa fortaleza, sin detenernos. Espero, por el bien de todos, que los
enanos nos franqueen la entrada.
Se oyeron gritos a su izquierda. Helt mir en aquella direccin, y luego se volvi
hacia Slanter.
T podras hacerlo sin m. Podras huir solo con mucha ms facilidad que si yo te
acompao.
No me tientes! respondi el gnomo.
Ellos son tu gente insisti el hombre de la frontera con mirada serena. Todava
ests a tiempo de volver.
Olvdalo respondi Slanter, tras pensar en ello un momento, haciendo un gesto
negativo. Tendra a ese negro diablo del Maestro de Armas siguiendo mis pasos por las
Cuatro Tierras, y no quiero arriesgarme a que eso pueda ocurrir. El duro rostro amarillo
pareci tensarse an ms. Y est el muchacho... Sus ojos lo miraron directamente.
Bueno, lo intentamos o no?
Lo intentaremos respondi Helt, enderezndose y cubrindose con su capa.
Salieron del matorral con paso decidido. Slanter llevaba la capa abierta, para que
todos pudieran ver que era un gnomo quien indicaba el camino, y el hombre de la frontera
con la suya ceida, gigantesco e impresionante. Pasaron con osada entre las lneas de
asediantes hacia el grueso del ejrcito emplazado ante los muros de la fortaleza,
procurando evitar las luces para que no pudieran ver con claridad sus rostros. Recorrieron
casi cincuenta metros, y nadie les pidi que se identificaran.
De pronto se encontraron ante una lnea transversal que se interpona en su camino,
iluminndolo. Slanter, sin vacilar ni un instante, se dirigi hacia las hogueras, seguido de la
alta figura encapuchada. Los cazadores gnomos que all estaban los miraron con asombro,
cogiendo sus armas.
Dejad paso! orden Slanter. Viene el Amo!
Los ojos de los gnomos se dilataron y el miedo se reflej en sus rudos rostros
amarillos. Bajaron las armas con rapidez y se apartaron para dejar libre el paso. Sin prdida
de tiempo, el rastreador y el hombre de la frontera se dirigieron hacia una franja en
penumbra que quedaba entre las lneas. Ahora estaban completamente rodeados de
gnomos, que los miraban con sorpresa y curiosidad. Pero aquella noche otoal nadie pona
obstculos, porque el tumulto organizado con la bsqueda de los intrusos en la ladera se
impona a todo lo dems.
Ante ellos haba una nueva lnea de sitiadores. Slanter levant los brazos con gesto
dramtico ante los cazadores gnomos que se volvan a mirarlos.
Dejad paso al Amo, gnomos!
De nuevo se apartaron para abrirles paso. El sudor corra por el rostro de Slanter
cuando se volvi para mirar a la oscura figura que segua sus pasos. Cientos de ojos
estaban pendientes de ellos, y se haba producido un ligero movimiento en las filas de los
gnomos. Algunos empezaban a preguntar qu estaba sucediendo.
Ya haban llegado ante la ltima lnea del asedio. Los cazadores gnomos que la
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formaban tambin cogieron sus lanzas cortas y se oyeron voces malhumoradas. Una vez
rebasadas las hogueras, se vean las oscuras murallas de la ciudadela de Capaal y las
antorchas encendidas en sus almenas parecan manchas aisladas de luz temblorosa.
Apartaos! grit Slanter, levantado una vez ms los brazos. La magia negra corre
suelta esta noche y los muros de la fortaleza enemiga se derrumbarn ante ella! Apartaos!
Dejad paso al caminante!
Como si quisiera dar ms fuerza a las palabras del gnomo, la figura encapuchada
levant un brazo lentamente y seal hacia la guardia.
Ese gesto fue suficiente para los gnomos. Se separaron, rompiendo filas, y la mayora
corri hasta la segunda lnea de defensa, mirando con temor de vez en cuando hacia atrs.
Varios permanecieron inmviles con gesto preocupado ante el paso de las dos figuras, pero
todava nadie les pidi que se identificaran.
El gnomo y el hombre de la frontera siguieron su camino sin detenerse, con la mirada
puesta en los oscuros muros que se levantaban ante ellos. Slanter levant las manos muy
por encima de su cabeza mientras se acercaban, rogando en su interior que ese simple gesto
fuera suficiente para detener las mortferas armas que, sin duda, les estaban apuntando.
Estaban a unos veinticuatro metros de las murallas cuando escucharon una voz.
No des un paso ms, gnomo!
Abrid las puertas! dijo Slanter, detenindose en seco y bajando los brazos,
mientras rogaba que los gnomos que haban quedado atrs no lo oyeran. Somos amigos!
Se produjo movimiento encima de las murallas, y llamaron a alguien que estaba
abajo. Pero las puertas seguan cerradas. Slanter mir con desesperacin a su alrededor.
Detrs, los gnomos daban seales de agitacin.
Quines sois? pregunt la voz de la muralla.
Abre las puertas, imbcil! respondi Slanter, que haba perdido la paciencia.
Callahorn! dijo Helt con voz bronca, adelantndose y colocndose junto al
gnomo.
Tras ellos, un coro de aullidos se alz entre los gnomos. El juego haba terminado. El
rastreador y el hombre de la frontera emprendieron una frentica carrera hacia las puertas
barradas y reforzadas de la fortaleza, gritando sin cesar para que las abrieran y mirando de
vez en cuando hacia atrs. Una lnea entera de cazadores gnomos iba tras ellos, agitando
las antorchas con bruscos movimientos y gritando de rabia. Las lanzas y las flechas
atravesaban la oscuridad.
Maldita sea! Abrid, por...! grit Slanter con todas sus fuerzas.
De repente se abrieron las puertas y varias manos se extendieron para tirar de ellos
hacia dentro. Un momento despus, estaban en el interior de la fortaleza. Las puertas se
cerraron de golpe a sus espaldas, mientras los gritos cargados de furia subieron de tono en
el exterior, invadindolo todo.
Los echaron al suelo, apuntndolos con lanzas de hierro.
Explcaselo t, hombre de la frontera dijo Slanter, haciendo un gesto de disgusto y
mirando a Helt. Yo no podra hacerlo aunque quisiera.
Jair Ohmsford cay dando vueltas hacia el Cillidellan, convirtindose en una
manchita negra que apenas se destacaba en el azul grisceo del cielo nocturno, con el
estmago contrado y los odos llenos del ruido producido por el embate del viento. Lejos,
a sus pies, las aguas del lago rielaban con reflejos de luz carmes, producidos por las
hogueras de los gnomos y, a su alrededor, las montaas y riscos prximos a Capaal crecan
ante su empaada visin. Le pareci que el tiempo se detena, y tuvo la sensacin de que
nunca reanudara su marcha.
Entonces choc con una fuerza terrible contra la superficie del lago, penetrando a
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continuacin en las profundidades de sus fras y oscuras aguas. El aire sali de sus
pulmones con asombrosa rapidez, y todo su cuerpo qued entumecido por el choque.
Haciendo un gran esfuerzo, intent abrirse paso a travs de la fra oscuridad que se haba
cerrado a su alrededor, slo deseando llegar a la superficie para respirar. El calor de su
cuerpo se disip en pocos segundos, y sinti una fuerza aplastante que amenazaba con
partirlo en dos. Intent subir, desesperado por la necesidad. Unas luces danzaban ante sus
ojos, y sus brazos y piernas le pesaban como si fueran de plomo. Dbilmente, intent
sobreponerse, perdido en un torbellino de tinieblas.
Breves instantes despus, todo haba desaparecido.
Tuvo un sueo interminable de sentimientos y sensaciones inconexas, y de tiempos y
lugares conocidos y, a la vez, completamente nuevos. Le llegaban oleadas de sonido y
movimiento a travs de paisajes de pesadilla y lugares conocidos, a travs de los senderos,
en tantas ocasiones transitados, de los bosques de Valle Umbroso, y a travs de los
remolinos del agua negra y fra donde la vida pasaba en confusa sucesin de caras y formas
desligadas unas de otras, fragmentadas y aisladas. Brin estaba all, apareca y desapareca,
era una forma distorsionada que combinaba la realidad con la fantasa y exiga
comprensin. Le llegaban palabras de seres deformados y sin vida, pero la voz de su
hermana pareca que pronunciaba las palabras, llamndole, llamando...
Entonces fue consciente de que Garet Jax lo sujetaba, rodeando su cuerpo con los
brazos, y que su voz era un susurro de vida en aquel lugar oscuro. Jair flotaba sobre las
aguas, con el rostro hacia el cielo nublado. Intent hablar, pero no pudo. Estaba despierto
de nuevo, de vuelta al lugar donde se haba perdido, pero no era plenamente consciente de
lo que le haba sucedido ni de lo que ocurra en aquel preciso momento. Derivaba dentro y
fuera, replegndose cada vez que llegaba demasiado lejos para poder regresar al sonido, al
color y a la sensacin que significaban vida.
Luego, tambin lo cogieron y tiraron de l otras manos, sacndolo de las aguas y de
la oscuridad y colocndolo sobre el suelo slido. Oa voces speras que murmuraban
vagamente; las palabras sin sentido llegaban a su mente como hojas arrastradas por el
viento. Logr parpadear, y Garet Jax se inclin sobre l, con su rostro moreno y enjuto,
mojado y distorsionado por el fro, y con el cabello rubio pegado a la cabeza.
Joven del valle, puedes orme? Todo est bien, y ahora tambin t lo ests.
Aparecieron otras caras; rostros de enanos, resueltos y graves, que estudiaban el
suyo. Trag saliva, se atragant y murmur algo incoherente.
No hables le dijo uno. Slo procura descansar.
l hizo un gesto de asentimiento. Las manos lo envolvieron en unas mantas, luego lo
levantaron y lo llevaron a otro lugar.
Menuda noche! dijo otra voz, riendo entre dientes.
Jair intent mirar hacia atrs, adonde le haba llegado la voz, pero no controlaba su
sentido de la direccin. Se sumergi en el calor de las mantas, acunado por el suave
balanceo de las manos que lo llevaban.
Pocos segundos despus, estaba dormido.
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19
Jair durmi hasta el da siguiente, y hubiese continuado hacindolo si unas manos no
lo hubiesen sacudido sin miramientos, al tiempo que una voz susurraba su odo.
Despierta, muchacho! Ya has dormido bastante! Vamos, despierta!
De mala gana, el joven del valle se estir entre las mantas, se dio media vuelta y se
frot los ojos para liberarse del sueo. Una griscea luz solar entraba por una estrecha
ventana situada junto a su cabeza, hacindole guiar los ojos.
Vamos, casi hemos perdido todo el da! He estado encerrado todo el tiempo,
gracias a ti!
Los ojos de Jair buscaron al hombre que haba hablado, y encontraron una figura que
le era familiar a un costado de su cama.
Slanter? murmur con incredulidad.
Quin otro podra ser? contest el gnomo. Jair parpade.
Slanter repiti Jair, en tono afirmativo, parpadeando.
De repente, los sucesos de la noche anterior inundaron su mente como un torrente de
imgenes: su huida de los gnomos en las montaas que rodeaban Capaal, la dispersin del
grupo, la larga cada hasta el Cillidellan seguido de Garet Jax, y el rescate de sus aguas por
los enanos. Todo est bien, y ahora tambin t lo ests, le haba dicho el Maestro de
Armas. Parpade de nuevo. Pero Slanter y los otros...
Slanter! exclam, ya completamente despierto e intentando incorporarse.
Slanter, ests vivo!
Por supuesto que estoy vivo! Es que no lo parece?
Pero cmo...? Jair dej la pregunta en el aire y agarr el brazo del gnomo con
ansiedad. Y los otros? Qu ha sido de ellos? Estn bien?
No vayas tan deprisa, quieres? El gnomo, irritado, se solt de su mano. Estn
todos muy bien, y adems aqu, as que no debes preocuparte. El elfo tiene una herida de
flecha en el hombro, pero sobrevivir. El nico que en este momento corre verdadero
peligro soy yo. Y slo porque me muero de aburrimiento encerrado contigo en esta
habitacin! Quieres levantarte de una maldita vez?
Jair no comprendi todo lo que le haba dicho el gnomo. Todos estn bien, se repeta
a s mismo. Todos lo consiguieron. Nadie se haba perdido, aunque estaba previsto que
alguno se perdiera. Respir profundamente, con alivio. De pronto, algo de lo que le haba
dicho el Rey del Ro Plateado flot en su mente: Habr un toque de magia para cada uno
de los que viajen contigo. Fuerza para el cuerpo. Quiz fue esa fuerza, ese toque de magia,
lo que hizo que cada uno de ellos saliera indemne de los graves peligros que corrieron la
noche anterior.
Levntate, levntate, levntate! insisti Slanter, dando saltos de impaciencia.
Por qu te quedas ah sentado?
Jair sac las piernas de la cama y mir con atencin la habitacin donde se
encontraba. Era una cmara pequea de muros adoquinados, escasamente amueblada; slo
una cama, una mesa y sillas. Los muros estaban desnudos, salvo la pared opuesta, que
estaba cubierta por un gran tapiz herldico que colgaba del techo inclinado. Haba otra
ventana al otro lado de la cama de Jair, y una sola puerta de madera, que estaba cerrada. En
un rincn se encontraba una pequea chimenea recubierta de hierro, en la que arda una
pila de troncos.
Dnde estamos? pregunt el joven del valle, volvindose hacia Slanter.
Dnde crees que estamos? inquiri a su vez el gnomo, mirando al joven del valle
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Yo dira que tienen razn respondi Jair, esbozando una leve sonrisa.
La expresin que se dibuj en el rostro del gnomo al escuchar estas palabras hizo que
Jair volviera la cabeza hacia otro lado, hasta que consigui endurecer su expresin.
Rindose en su interior, iba a ponerse las botas cuando se acord del cristal de la visin y
el polvo de plata. No los haba encontrado al vestirse. No los haba tocado al meter las
manos en sus bolsillos. La sonrisa que empezaba a aflorar a sus labios desapareci. Pas
las manos sobre sus ropas. Nada! Busc con nerviosismo entre las ropas de la cama, en el
camisn y por los alrededores. El cristal de la visin y el polvo de plata haban
desaparecido. Entonces pens en la noche anterior, en el largo salto que lo sumergi en el
Cillidellan. Los habra perdido en el lago?
Buscas algo? le pregunt Slanter, con falsa preocupacin.
Slanter, qu has hecho...? inquiri Jair, ponindose rgido y volvindose hacia el
gnomo.
Yo? pregunt el gnomo interrumpindolo, con una expresin de inocencia en su
astuto rostro. Tu fiel niera?
Dnde estn, Slanter? pregunt Jair, indignado. Dnde los has puesto?
Aunque me hubiera divertido, tengo cosas mejores que hacer respondi el gnomo,
con una amplia sonrisa dibujada en su rostro. Si lo que ests buscando es la bolsa y el
cristal, el Maestro de Armas los tiene. Los cogi anoche, cuando te trajeron aqu y te
desvistieron. No los iba a dejar a mi alcance, desde luego. Cruz los brazos sobre el
pecho, en actitud desafiante. Y termina ya de una vez. O es que tambin necesitas ayuda
para vestirte?
Jair se puso rojo como un tomate, termin de vestirse y, sin pronunciar palabra, se
dirigi a la puerta y llam. Cuando se abri, le dijo al enano que estaba de guardia que
queran salir. El enano, frunciendo el entrecejo y mirando a Slanter con suspicacia, les
pidi que tuvieran paciencia y volvi a cerrar la puerta.
Con expectante curiosidad por la carencia de cualquier indicio de lucha en el exterior
e inquietud por las cosas en general, tuvieron que esperar toda una hora antes de que la
puerta de la habitacin volviera a abrirse, y el guardia les indicara que lo siguieran.
Salieron de la habitacin con rapidez, siguieron un corredor sin ventanas, pasando docenas
de puertas similares a la que haban dejado atrs, subieron varias escaleras y salieron a las
almenas que dominaban las lbregas aguas del Cillidellan. El viento llev hasta sus rostros
unas finas salpicaduras de agua del lago; el aire del medioda era fro y bronco. Tambin
all reinaban la quietud y la expectacin. Una densa niebla y bancos de nubes bajas que se
extendan entre los picos que resguardaban las esclusas y los diques lo cubran todo.
Centinelas enanos patrullaban por las murallas, escudriando los alrededores a travs de la
niebla. La nica seal de la presencia de los gnomos era el lejano parpadeo de las
hogueras, que punteaban de rojo la oscuridad.
El enano los condujo bajo las almenas, desvindose hacia un amplio patio que
ocupaba el centro del alto dique que encerraba el lago Cillidellan. Al norte y al sur de su
camino, las torres y parapetos de la fortaleza se elevaban contra el cielo plomizo,
perdindose en la niebla. El oscuro da daba a la ciudadela un aspecto misterioso y
fantasmal, sumergindola en una media luz neblinosa que la haca parecer producto de un
sueo. Haba pocos enanos en el enorme patio, que pareca casi desierto. A intervalos
regulares, se abran grandes agujeros, provistos de escaleras; negros tneles que Jair
supuso que llevaban a las maquinarias subterrneas de las esclusas.
Casi haban llegado al extremo opuesto del patio, cuando un grito los hizo detenerse.
Edain Elessedil corra hacia ellos para darles la bienvenida con una amplia sonrisa y el
brazo y hombro heridos cubiertos con un vendaje. Se dirigi primero a Jair y le tendi la
mano.
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Sano y salvo despus de todo, Jair Ohmsford! Pas su brazo sano por el cuello del
joven del valle, mientras se volvan para seguir a su taciturno gua. Espero que te sientas
mejor.
Mucho mejor contest Jair, esbozando una amplia sonrisa. Cmo est tu brazo?
Slo es un pequeo rasguo. Est un poco rgido, pero nada ms. Qu noche!
Menos mal que conseguimos llegar todos ms o menos ilesos. Y ste! Seal a Slanter,
que los segua a un par de pasos de distancia. Su huida casi podra considerarse
milagrosa! Te lo ha contado?
Jair hizo un gesto negativo, y Edain Elessedil le explic en pocas palabras todo lo
que les haba sucedido a Slanter y Helt la noche anterior durante su huida a travs del
campamento de los gnomos. Jair escuchaba su relato con asombro creciente, mirando de
vez en cuando hacia atrs. Bajo una actitud de estudiada indiferencia, Slanter pareca
sentirse un poco avergonzado por la atencin de que era objeto.
Era la salida ms fcil, eso es todo dijo cuando el expresivo elfo termin su relato.
Jair consider que lo ms prudente era no hacer comentarios.
El gua los llev por una escalera que suba hasta una almena de la atalaya
septentrional y despus, a travs de una serie de puertas dobles, hasta un patio interior
lleno de plantas y rboles que crecan en un lecho de tierra negra, sin duda llevada hasta
all de otro lugar. Incluso hasta aquellas altas montaas los enanos haban llevado consigo
algo de su pas, pens Jair con admiracin.
Tras los jardines haba una amplia terraza ocupada por mesas y bancos.
Esperad aqu les orden el enano antes de irse.
Por qu no atacan hoy, prncipe elfo? pregunt el joven del valle despus de que
se retirara el enano. Qu les ocurre a los ejrcitos de los gnomos?
Parece que nadie se explica lo que puede haber sucedido respondi Edain
Elessedil, haciendo un gesto de ignorancia. Han sitiado las esclusas y los diques durante
casi una semana. Cada da, los gnomos atacan ambos frentes de la fortaleza, pero hoy no lo
han hecho. Los gnomos, preparados para la batalla en sus lneas de asedio, se limitan a
vigilarnos. Da la impresin de que estn a la esperan de algo.
Eso no me gusta nada dijo Slanter.
Tampoco a los enanos dijo Edain con voz serena. Han enviado emisarios a
Culhaven y exploradores por los tneles subterrneos a la retaguardia del ejrcito gnomo
para observar. Titube, y luego mir a Jair. Garet Jax tambin ha salido.
l? pregunt Jair, sobresaltado. Por qu? Adnde ha ido?
No lo s respondi el elfo, haciendo un gesto negativo. No me lo ha dicho. No
creo que nos haya abandonado; seguramente est vigilando los alrededores. Orden a Helt
que lo acompaara.
Entonces explora por su cuenta dijo Slanter, frunciendo el entrecejo. Es algo
natural en l.
Quin podra afirmarlo? pregunt el elfo, esbozando una sonrisa. El Maestro de
Armas es reservado, Slanter.
Oscuras razones y oscuros propsitos impulsan a ese hombre respondi el gnomo,
casi para s mismo.
Permanecieron en silencio un momento, sin mirarse, pensando cada uno de ellos en
la trascendencia de los actos de Garet Jax. Jair record que Slanter le haba dicho que el
Maestro de Armas tena el cristal y el polvo de plata. Por tanto, si le suceda algo, la magia
del Rey del Ro Plateado se perdera, y eso implicaba que tambin se perdera la nica
posibilidad de ayudar a Brin.
El sonido producido por la puerta al abrirse les hizo volverse, y vieron aparecer a
Foraker. Se dirigi adonde ellos estaban y los salud uno a uno, con un apretn de manos.
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ste puede prestarnos su ayuda, permtenos aceptarla. Nuestra situacin es bastante difcil.
Y si descubrimos que el mwellret miente... bien, entonces ya pensaremos lo que debemos
hacer con l.
Es una prdida de tiempo respondi Slanter bajando la vista hacia mesa y
volvindose a sentar. Vete sin m. Utiliza tu propio criterio, Foraker.
Pens que preferiras eso antes que estar encerrado con llave respondi el enano,
haciendo un gesto displicente. Crea que no te gustaba. Hizo una breve pausa, y vio que
los oscuros ojos del gnomo se levantaban para encontrarse con los suyos. Adems, yo no
puedo saber si el mwellret dice la verdad o no. T eres el nico que puede ayudarnos en
eso.
Todos permanecieron en silencio durante unos segundos, y Slanter sigui mirando
con insistencia a Foraker.
Dnde est el mwellret? pregunt al fin el gnomo.
En una habitacin de almacenaje que le sirve de celda respondi Foraker. Nunca
sale de all, ni siquiera para estirar las piernas. Le disgustan el aire y la luz.
Diablo negro! respondi entre dientes el gnomo, y despus lanz un suspiro.
Muy bien. T y yo.
Y tambin estos dos si lo desean dijo Foraker, sealando a Jair y Edain.
Yo s respondi Jair, sin pensarlo.
Y yo se apresur a decir el prncipe elfo.
Os llevar all ahora mismo dijo Foraker, ponindose en pie.
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20
Desde la terraza ajardinada descendieron a las entraas de las esclusas y los diques
de Capaal, de la luz gris del crepsculo a las tinieblas. Descendieron por pozos con
escaleras y pasadizos que serpenteaban entre la piedra y el maderaje. Las sombras se
reunan alrededor de pequeas zonas de luz difusa emitida por las llamas de las lmparas
de aceite que colgaban de soportes de hierro. En el interior de la masa rocosa del dique el
aire estaba viciado y haba mucha humedad. En el absoluto silencio que inundaba los
niveles inferiores poda percibirse el lejano eco de las aguas que se precipitaban en las
esclusas y el ronco crujido de las grandes ruedas y palancas. En su camino descendente,
pasaron ante innumerables puertas cerradas, con la sensacin de que haba una bestia
encerrada tras cada una de ellas, agitndose al ritmo de los sonidos de las esclusas y su
maquinaria, esperando su oportunidad para escaparse.
Apenas si se tropezaron con enanos en aquellos niveles de la fortaleza.
Pertenecientes a un pueblo del bosque que logr sobrevivir a las Grandes Guerras
construyendo tneles en las entraas de la tierra, haca ya mucho tiempo que los enanos
haban abandonado su prisin subterrnea para volver a ver la luz del sol y sentir su calor,
prometindose no volver a repetir jams la experiencia. Su fobia a los lugares oscuros y
cerrados era bien conocida por las gentes de las otras razas, y slo con grandes dificultades
conseguan soportar tales encierros. Las esclusas y los diques de Capaal eran necesarios
para su existencia, vitales para regular las aguas del Ro Plateado en su curso hacia el
oeste, donde se encontraba su tierra natal, y por eso hacan ese sacrificio... Pero nunca
durante periodos muy largos ni con ms frecuencia de la necesaria. Los breves turnos
asignados para inspeccionar la maquinaria que haban construido al servicio de sus
propsitos, terminaban con salidas apresuradas al mundo de la luz y del aire.
Por esta razn, los pocos rostros que los cuatro compaeros encontraron en su
camino reflejaban una dura y contrariada expresin que apenas enmascaraba su aversin a
aquellas desagradables tareas. Elb Foraker empezaba a dar muestras de esa fobia. Aunque
soportaba con entereza la incomodidad, mantena su oscuro y fiero rostro mirando al
frente, al laberinto de corredores y escaleras, y su slido cuerpo erguido, conduciendo a sus
compaeros a travs de la luz de las lmparas y de las sombras hacia el almacn que an
estaba en un nivel ms inferior. Mientras caminaban, relat a Jair y a Edain Elessedil la
historia de los mwellrets.
Empez explicndoles que eran una especie de trolls. Los trolls haban sobrevivido a
las Grandes Guerras en la superficie de la tierra, expuestos a los terribles efectos de las
energas que se haban desencadenado. Mutantes de los hombres y mujeres que antes
fueron, su forma se alter, y su piel y sus rganos corporales se adaptaron a las terribles
condiciones que las guerras produjeron casi en todo el planeta. Los trolls de las Tierras
Septentrionales sobrevivieron en las montaas, aumentaron su estatura y fuerza, y su piel
se endureci hasta adquirir la apariencia de una rugosa corteza de rbol. Pero los mwellrets
eran los descendientes de unos hombres que haban intentado sobrevivir en los bosques
que las Grandes Guerras haban convertido en pantanos con las aguas corrompidas y la
vegetacin que creca en sus mrgenes, enferma. Por tanto, adquirieron las caractersticas
de las criaturas que tienen como habitculo los pantanos, las peculiaridades de los reptiles.
Cuando Slanter los llam lagartos, los defini con exactitud. Su piel era escamosa, sus
brazos y piernas se haban acortado y terminaban en garras, y sus cuerpos eran tan flexibles
como los de las serpientes.
Pero haba una diferencia an ms significativa entre los mwellrets y las restantes
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especies de trolls que ocupaban los oscuros rincones de las Cuatro Tierras. El retroceso de
los mwellrets en la escala de la civilizacin haba sido ms rpido, y se caracterizaba por
una extraa e increble capacidad para cambiar de forma. El instinto de supervivencia
haba exigido mucho a los mwellrets, y sin duda mucho ms que al resto de los trolls. En el
proceso de aprendizaje de los secretos de esa supervivencia haban experimentado una
transformacin fsica que los permita alterar la forma de su cuerpo con la flexibilidad de la
arcilla aceitada. No tan avezados en su arte como para ser capaces de disfrazar sus
caractersticas bsicas, podan, sin embargo, acortar o alargar las distintas partes de su
cuerpo y moldearse a s mismos con la finalidad de adaptarse a las exigencias del medio
ambiente en que se hallaran. Se saba muy poco sobre cmo se lograba cambiar de forma,
pero todos saban que poda conseguirse y que los mwellret eran los nicos que lo
conseguan.
Poco era lo que se saba de los mwellrets al otro lado de las fronteras de las Tierras
Orientales, porque eran un pueblo aislado y solitario que no acostumbraba aventurarse
fuera del refugio que le ofreca el Anar profundo. Ningn mwellret se haba dejado ver en
la poca de los Consejos de Paranor. Ningn mwellret haba luchado en las Guerras de las
Razas. Haban permanecido en su oscuro pas, entre bosques, pantanos y selvas
montaosas.
Excepto en lo que respecta a los gnomos, as fue. Algn tiempo despus del Primer
Consejo de Paranor, celebrado haca ya ms de mil aos, los mwellrets abandonaron las
tierras pantanosas y los bosques desolados para trasladarse a las cumbres arboladas de las
montaas del Cuerno Negro Azabache. Tras dejar el ftido lodazal de las tierras bajas para
las criaturas que lo haban habitado antes de la destruccin del viejo mundo, los mwellrets
se dirigieron a las tierras boscosas ms altas, habitadas por tribus dispersas de gnomos. Los
gnomos, que son un pueblo supersticioso, se aterrorizaron ante la presencia de aquellas
criaturas que eran capaces de cambiar de forma y que parecan dominar la magia negra,
que haba vuelto a tener vigor con el advenimiento de los druidas. Al mismo tiempo, los
mwellrets empezaron a aprovecharse del temor que hacia ellos sentan las tribus de
gnomos que habitaban en las montaas del Cuerno Negro Azabache para imponer su
autoridad sobre ellas. Los mwellrets asumieron el papel de caciques, y los gnomos se
vieron reducidos a la condicin de esclavos.
Al principio, se registr cierta oposicin hacia aquellas criaturas, a las que llamaban
lagartos, pero algn tiempo despus esa resistencia fue decreciendo, hasta desaparecer por
completo. Por una parte, los gnomos carecan de la organizacin y fuerza necesarias para
defenderse y, por otra, unos cuantos ejemplos aterradores de lo que podan hacer con
quienes se revelaban contra sus decisiones dej una huella profunda en los dems. La
fortaleza de Marca Gris se construy bajo el dominio de los mwellrets, una ciudadela
enorme desde la que los lagartos gobernaban a las tribus que habitaban en las
inmediaciones. Pasaron los aos, y todas las montaas del Cuerno Negro Azabache fueron
sometidas por los mwellrets. Los enanos del sur y las tribus de gnomos por el norte y el
oeste se abstuvieron de penetrar en esas montaas, y los mwellrets no mostraron ningn
inters en aventurarse ms all de su nuevo hogar. Con la llegada del Seor de los
Hechiceros en la Segunda Guerra de las Razas, se rumore que haban alcanzado con l un
acuerdo por el que los lagartos se comprometan a entregar cierto nmero de sus sbditos
gnomos al Seor Oscuro, para que le prestaran su servicio como esclavos. Sin embargo,
esto slo era un rumor, porque nadie pudo probarlo.
Luego, tras la abortada Tercera Guerra de las Razas, cuando Shea Ohmsford encontr
la mtica Espada de Shannara y el Seor de los Hechiceros fue destruido, los mwellrets
empezaron a extinguirse de manera completamente inesperada. La edad y la enfermedad
empezaron a hacer mella en ellos, y haba pocos jvenes, dada la escasez de nacimientos.
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A medida que su nmero disminua, tambin lo haca su dominio sobre las tribus de
gnomos que habitaban en las montaas del Cuerno Negro Azabache. Poco a poco, su
pequeo imperio fue desmoronndose hasta quedar reducido a Marca Gris y a las pocas
tribus que an permanecan en sus proximidades.
Y, al parecer, ahora esos pocos han sido empujados hacia los pantanos que los
haban engendrado dijo Foraker como conclusin de su relato. Sea cual fuere su poder,
no supona ninguna competencia para los caminantes. Como los gnomos que dominaban,
se hubieran convertido en esclavos si se hubieran obstinado en vivir en las montaas.
Hubiese sido preferible que los hubieran borrado de la faz de la tierra! dijo
Slanter con amargura. No se merecen otra cosa!
Es cierto que poseen el poder de la magia negra? pregunt Jair.
Nunca he presenciado algo que me permita afirmar tal cosa respondi Foraker,
haciendo un gesto de indiferencia. Creo que su magia est en el cambio de forma, aunque
se cuentan historias de las maneras en que influyen sobre los elementos: viento, aire, tierra,
fuego y agua. Quizs en parte sean ciertas, aunque slo porque han desarrollado una
comprensin profunda de las reacciones de los elementos. Sin embargo, en conjunto, no
son ms que supersticiones.
Slanter dijo algo entre dientes que nadie consigui entender y mir a Jair, dndole a
entender que no estaba de acuerdo con lo que haba dicho el enano.
No corres ningn peligro, Jair Ohmsford dijo Foraker, esbozando una leve sonrisa
y arqueando sus cejas. Si estuviera lo bastante loco como para utilizar la magia entre
estos muros, estara muerto antes de que pudiera parpadear!
El oscuro corredor se ilumin de repente, y los cuatro se acercaron a un pasadizo
transversal, en cuya pared derecha haba varias puertas. Un par de centinelas hacan
guardia ante la ms prxima, y volvieron para verlos llegar. Tras dirigirles un breve saludo,
Foraker les orden que abrieran la puerta. Los centinelas intercambiaron una rpida mirada
e hicieron un gesto de indiferencia.
Lleva una luz dijo el primero, entregando a Foraker una lmpara de aceite. El
lagarto mantiene su antro ms negro que la pez.
Foraker encendi la lmpara con la mecha de la que arda colgada junto a la puerta, y
dirigi una mirada a sus compaeros.
Preparados dijo a los centinelas.
Los pernos de los pasadores se soltaron y la aldaba se levant. Con un crujido
lastimero, la puerta bordeada de hierro gir hacia la oscuridad. Foraker se adelant sin
pronunciar ni una sola palabra, seguido muy de cerca por los otros tres. Cuando el tenue
crculo de la lmpara de aceite convirti las tinieblas en penumbra, pudieron distinguir las
canastas, cajas de embalaje y sacos almacenados en aquella estancia. El enano y sus
compaeros se detuvieron, y la puerta se cerr de golpe.
Jair pase su mirada con aprensin por la tenebrosa habitacin. Un olor rancio y
ftido impregnaba el aire, un hedor que hablaba de cosas muertas y corrompidas. Las
sombras lo envolvan todo, densas y silenciosas, alrededor de su pequea luz.
Stythys? Elb pronunci el nombre con naturalidad.
Pas un largo rato sin recibir respuesta alguna. Despus, en las sombras situadas a su
izquierda, entre un montn de cestos y cajas, un ligero movimiento interrumpi el silencio.
Quin ess? silb algo.
Foraker respondi el enano. He venido a hablar contigo. Radhomm te dijo que
vendra a visitarte.
Hss! dijo la voz, que son como si se arrastrara una cadena por la piedra. Di lo
que quierass, enano.
Algo se movi en la penumbra; era enorme y se mova en sigilo como la propia
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muerte. Una forma apareci, vaga y sombra, elevndose junto a los bultos de vituallas.
Jair sinti una repentina y abrumadora repulsin. No hables, le advirti una voz en su
interior. No digas nada!
Pequeass gentess murmur la figura con frialdad. Enano, elfoss y gnomo, no
debiss assusstaross, pequeass gentess. Acercaoss mss.
Por qu no te acercas t? le pregunt Foraker con impaciencia.
Hss! No me gussta la luz. Necessito la osscuridad!
Entonces todos nos quedaremos donde estamos respondi Foraker, haciendo un
gesto de indiferencia.
Quedaoss accedi el lagarto.
Jair mir de reojo a Slanter. El rostro del gnomo estaba contorsionado por el odio y la
repugnancia que senta, y cubierto de sudor. Daba la impresin de que estaba dispuesto a
saltar en cualquier momento. Edain debi de advertirlo, porque de repente pas ante Jair y
Foraker para colocarse al otro lado del inquieto gnomo, en actitud casi protectora.
Estoy bien! dijo Slanter, moviendo la mano hacia la oscuridad.
Entonces, de repente, el mwellret avanz hasta el borde de la luz, una alta y
encapuchada figura que pareci materializarse entre las sombras. Con forma prcticamente
humana, camin erguido sobre dos poderosas piernas traseras, torcidas y musculosas. Los
antebrazos se extendan con precaucin, y donde debiera haber estado la piel y el vello slo
haba escamas grises, terminando en garras en lugar de en manos. Bajo la capucha, el
rostro del mwellret se volvi hacia ellos, y la luz les mostr un hocico escamoso de reptil
que se abri para mostrar hileras de dientes afilados y una lengua de serpiente. Tena las
fosas nasales en el extremo superior del hocico, y ms arriba, casi perdidos en la oscuridad
de la capucha, unos ojos verdes y hendidos brillaban tenuemente.
Sstythyss ssabe lo que oss trae por aqu, pequeass gentess dijo el monstruo. Lo
ssabe muy bien.
Marca Gris dijo Foraker, rompiendo el silencio que se haba producido tras las
ltimas palabras del lagarto.
Loss esspectross corrossivoss respondi el lagarto. Sstythyss lo ssabe.
Caminantess que desstruyen. Vienen de loss infiernoss, del agujero negro del Maelmord.
De la muerte! Ssubieron hassta la Fuente del Paraso para envenenar lass aguass del Ro
Plateado. Envenenan la tierra. Fueron a Marca Griss, esso hicieron loss demonioss. Fueron
para echarnoss de nuesstross hogaress. Para essclavizarnoss.
Pudiste ver cmo lo hicieron? pregunt Foraker.
Lo vi todo! Loss esspectross ssalieron de la osscuridad, noss echaron por la fuerza
y cogieron lo que ess nuesstro. No hay rival para tal poder. Huimoss! Algunoss de
nossotross fuimoss desstruidoss!
De repente, Slanter lanz un escupitajo hacia la oscuridad, hablando entre dientes,
mientras daba un paso atrs y pisoteaba el suelo de piedra.
Quedaoss! silb de repente el mwellret, con un inequvoco tono de mando en su
voz. La cabeza de Slanter se levant con brusquedad. Loss gnomoss no tienen por qu
temernoss. Hemoss ssido amigoss; no como loss esspectross. Loss caminantess desstruyen
todo lo que ess vida porque no sson vida. Sseress de la muerte! La magia negra gobierna.
Todass lass tierrass caern en ssu poder.
Pero t conoces la manera de acabar con ellos! le presion Foraker.
Hss! Marca Griss noss pertenece! Loss esspectross entraron ssin ningn derecho
en nuesstra cassa! Sse creen sseguross con nossotross fuera; pero esstn equivocadoss.
Hay manerass de llegar hassta elloss all! Manerass que elloss no conocen!
Pasadizos! exclam Jair de pronto, tan interesado en lo que el lagarto estaba
diciendo que olvid durante un breve instante su determinacin de no hablar.
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Al orlo, la cabeza del mwellret se levant, como la de un animal que oteara el aire.
Jair se qued helado, con la sensacin de que algo maligno se posaba sobre l.
La lengua de serpiente del mwellret culebre hacia fuera.
Magia, pequeo amigo? Tieness magia?
Nadie se atrevi a hablar. Jair sudaba por todos sus poros. Foraker se volvi para
mirarlo, extraado, sin saber muy bien lo que haba sucedido.
En tu voss, pequeo amigo? pregunt el mwellret. Lo percibo en tu voss,
ssabess? Lo percibo en ti. Magia como la ma. Hazlo por m, ss? Habla!
Algo pareci enrollarse alrededor de Jair, alguna espiral invisible que le hizo
expulsar el aire de los pulmones, y empez a cantar sin poder evitarlo. La cancin de los
deseos se desliz con rapidez entre sus dientes apretados, y ondas de color y forma flotaron
por al aire entre ellos, danzando en la oscuridad y a la luz de la lmpara como si se tratara
de seres vivos.
Jair recuper su libertad un instante despus; las espirales que aprisionaban su cuerpo
desaparecieron. La cancin de los deseos se extingui y el joven del valle jade y cay de
rodillas, agotado. Slanter fue corriendo a su lado, y tir de l hacia la puerta, gritando
salvajemente al mwellret e intentando alcanzar el cuchillo largo de Edain Elessedil con su
mano libre. Foraker se interpuso, desenvainando su espada mientras se daba la vuelta para
enfrentarse con Stythys, que haba reducido su tamao, replegndose bajo la proteccin de
su capa y retrocediendo de nuevo hacia la oscuridad.
Qu le has hecho? le pregunt el enano. El mwellret se encogi an ms, y sus
ojos rasgados arrojaron destellos. Foraker le dio la espalda. Es suficiente. Nos vamos.
Quedaoss! gimi el mwellret de repente. Hablad con Sstythyss! Puedo deciross
cossass de loss esspectross!
Ha dejado de interesarnos respondi Foraker, golpeando el puo de su espada
contra la puerta de salida.
Hss! Debiss hablar con Sstythyss ssi desseaiss desstruir a loss esspectross! Sslo
yo ss cmo! El ssecreto ess mo! La voz de la criatura era ahora dura e increblemente
fra; su fingida cordialidad haba desaparecido por completo. Loss pequeoss amigoss
volvern; deben volver! Lo ssentiriss ssi oss vaiss!
Lo que de verdad sentimos es haber venido! dijo Edain Elessedil. No
necesitamos tu ayuda!
Jair ya estaba en el umbral de la puerta abierta, sostenido por el prncipe elfo y
Slanter, que no dejaba de hablar entre dientes. Sacudiendo la cabeza para despejarse, el
joven del valle volvi la vista atrs, hacia el mwellret, una encapuchada figura sin rostro
sumida en las sombras.
Necessitiss mi ayuda! dijo la criatura con voz suave, levantando su escamoso
brazo. Venid otra vez, pequeoss amigoss! Volved!
Despus, los centinelas enanos cerraron la puerta y la aseguraron con barras. Jair
tom una bocanada de aire y se enderez, liberndose de los brazos que lo sostenan.
Foraker lo detuvo, mir con insistencia a sus ojos, solt un gruido y se volvi hacia el
pasadizo que los haba llevado hasta all.
Supongo que te encuentras bien dijo. Volvamos al aire libre.
Qu ha ocurrido, Jair? le pregunt Edain Elessedil. Cmo pudo obligarte a
hacer eso?
No estoy seguro respondi el joven del valle, haciendo un gesto dubitativo, y
todava temblando sigui los pasos Foraker, flanqueado por el prncipe elfo y el gnomo.
No estoy seguro de nada.
Diablos negros! dijo Slanter malhumorado, aplicndolos su insulto favorito.
sos pueden doblegarte.
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21
Una noche negra, neblinosa y calma cay sobre Capaal. Las cumbres de las
montaas ocultaban la luna y las estrellas, y slo las lmparas de aceite de los enanos y las
hogueras de los gnomos daban luz en la triste oscuridad. Empez a formarse escarcha
sobre la piedra y el monte bajo, y el aliento adquira un denso color blanquecino a medida
que la temperatura descenda. Una desagradable quietud yaca sobre todas las cosas.
Desde las almenas de la fortaleza, Jair y Elb Foraker contemplaban las esclusas y los
diques que conectaban ambos lados de la garganta cuyo fondo estaba surcado por las aguas
del Ro Plateado.
Tiene ms de quinientos aos le deca el enano, con voz grave y spera. Fue
construida en tiempos de Raybur, cuando nuestro pueblo estaba regido por la monarqua,
despus de la Segunda Guerra de las Razas.
Jair miraba por encima de los parapetos hacia la oscuridad que se extenda a sus pies,
sin hablar, recorriendo el contorno del complejo que dibujaba la tenue luz de las antorchas
y las lmparas que iluminaban sus piedras. Haba tres diques, bandas anchas que se
curvaban ante la corriente del Ro Plateado cuando se precipitaba en la garganta. Varias
esclusas regulaban la corriente; la maquinaria estaba instalada en el interior de las mismas
y oculta por los diques y la fortaleza que ofreca proteccin a ambos. La fortaleza se
asentaba a horcajadas sobre el dique alto, y se extenda de un lado a otro, guardando todos
los pasadizos que conducan a su interior. Detrs del dique alto estaba el Cillidellan,
rodeado por las hogueras rojas del ejrcito sitiador, pero extraamente opaco en las
sombras de aquella noche sin luna. Entre el dique alto y sus niveles inferiores, el Ro
Plateado quedaba retenido en dos pequeos embalses, en su curso descendente. Unos
abruptos riscos flanqueaban los dos extremos de los niveles inferiores, y los nicos
caminos que permitan llegar hasta all discurran por andenes angostos o pasadizos
subterrneos perforados en la roca.
A los gnomos les gustara ser propietarios de esto dijo Foraker, sealando el
complejo con el brazo. Prcticamente, controla todo el suministro de agua a las tierras
situadas al oeste hasta el lago del Arco Iris. En las estaciones lluviosas, evita las
inundaciones que solan producirse antes de que se construyeran las esclusas y los diques.
Hizo un gesto de satisfaccin. En una mala primavera, incluso Culhaven poda quedar
arrasado por la avenida de las aguas.
Jair pase lentamente su mirada por las instalaciones, impresionado por la
grandiosidad de la construccin, admirando los esfuerzos que debieron realizarse en su
construccin. Foraker ya le haba llevado a visitar los mecanismos internos de las esclusas
y los diques, explicndole su funcionamiento y las tareas que desempeaban. Jair se senta
agradecido por la excursin.
Slanter estaba enfrascado en la correccin de los mapas de las tierras situadas al
norte hasta las montaas del Cuerno Negro Azabache que tenan los enanos, porque, segn
el gnomo, no eran muy precisos. Deseando evitar por todos los medios un nuevo encuentro
con el mwellret y decidido a demostrar su capacidad y conocimientos, Slanter accedi a
completar con anotaciones los mapas, para que el pequeo grupo dispusiera de una
informacin fidedigna de la geografa de las tierras que deban atravesar cuando
reanudaran el viaje. Edain Elessedil se haba ido, tras pedir excusas. Por eso, cuando
Foraker le sugiri la posibilidad de visitar las esclusas y los diques, Jair acept de
inmediato. En opinin del joven del valle, los motivos de proponer tal paseo respondan en
parte a la necesidad de dejar de pensar en Garet Jax, que an no haba regresado. En
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No acab la frase, la advertencia del Rey del Ro Plateado reson en su mente. Hojas
en el viento, haba dicho. Tu hermana y el druida. Ambos se perdern.
Apart de s con brusquedad ese pensamiento. No se perdern, se dijo a s mismo.
Los encontrar antes. Los encontrar. Echar el polvo de plata en la Fuente del Paraso
para limpiar sus aguas, y despus el cristal de la visin, y despus... Hizo una pausa,
inseguro. No saba qu poda ocurrir despus. Hara algo que impedira que la profeca del
anciano se cumpliera.
Pero antes tena que viajar al norte. Y haba que esperar el regreso de Garet Jax.
Foraker recorra de nuevo las almenas, con su rostro barbudo inclinado sobre el
pecho y las manos en los bolsillos de la capa de viaje que cubra su robusta figura. Jair lo
alcanz cuando empezaba a bajar a una rampa inferior por un tramo de anchos escalones
de piedra.
Sabes algo de Garet Jax? le pregunt.
Qu quieres que sepa? respondi el enano sin levantar la cabeza.
No lo s dijo Jair, haciendo un gesto de impaciencia. Algo.
Algo? inquiri Foraker. Eres bastante impreciso, no te parece? Qu clase de
algo?
Algo que nadie ms sepa dijo Jair, tras reflexionar un breve instante. Algo acerca
de l.
Foraker se dirigi hacia un parapeto que dominaba la oscura extensin del
Cillidellan; apoyando los codos sobre la obra de piedra, dej vagar su mirada. Jair
permaneci a su lado, callado y esperando.
T quieres comprenderle, no es as? pregunt al fin Foraker.
Un poco, al menos respondi el joven del valle, haciendo un gesto de
asentimiento.
No estoy seguro de que eso sea posible, Ohmsford respondi el enano, lanzando
un suspiro. Es como si intentaras comprender a un... un halcn. T lo ves, ves su
apariencia, ves lo que hace. Te maravillas, te asombras. Pero no puedes comprenderlo; no
del todo. Tendras que ser como l para poder comprenderlo.
Sin embargo, da la impresin de que t le comprendes dijo Jair.
Eso crees, Ohmsford? Que yo le comprendo? pregunt a su vez Foraker,
volvindose con rapidez hacia el joven del valle y haciendo un gesto de asentimiento. No
ms que al halcn de que he hablado. Menos, quizs. Yo lo conozco porque he pasado
algn tiempo con l, he luchado con l y he entrenado hombres con l. Lo conozco.
Tambin s lo que es. Pero todo eso no es ms que polvo y paja cuando se trata de
comprender. Hizo un gesto dubitativo. Garet Jax es como otra forma de vida comparado
contigo, conmigo o con cualquier otro que quieras nombrar. Una forma de vida especial y
singular, porque slo hay una. Enarc las cejas. Es mgico a su manera. Hace cosas que
ningn otro hombre podra hacer... ni siquiera intentarlo. Sobrevive a peligros que
acabaran con la vida de cualquier otro, y lo consigue una y otra vez. Tiene instinto, como
el halcn; y es este instinto el que le permite volar por encima de todos nosotros, hasta
donde nadie puede tocarlo. Comprenderle? No, me es imposible.
Sin embargo, vino a las Tierras Orientales por ti dijo Jair, tras permanecer un
momento en silencio. Al menos, l dice que sa es la razn. Y si es as, indudablemente
tiene sentimientos amistosos hacia ti. Debis de compartir alguna afinidad.
Quiz respondi Foraker, haciendo un gesto de despreocupacin. Pero eso no
significa que le comprenda. Adems, hace lo que hace por razones exclusivamente
personales, que no siempre coinciden con las que expone; eso lo s por experiencia. No
est aqu slo por m, Ohmsford. Tambin hay otras razones. Apoy la mano en el
hombro del joven del valle. Sinceramente, creo que est aqu tanto por ti como por m.
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se contorsion bajo la mano de acero. Pero necesita el toque de los caminantes, Maestro
de Armas! Lo necesita!
Garet! exclam Foraker, tirando del Maestro de Armas con rudeza y sealando a
la orilla ms cercana del Cillidellan, a unos cien metros de donde el dique alto se arqueaba.
El Maestro de Armas solt a Slanter y todos los ojos miraron en la direccin que sealaba
el enano.
De entre los gnomos reunidos en la ribera, se destacaban tres figuras con capas
oscuras que se acercaban.
Espectros corrosivos! dijo Slanter. Los caminantes han llegado!
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22
Los espectros corrosivos bajaban hasta el lago Cillidellan, deslizndose hacia sus
orillas de una manera que daba la sensacin de que apenas se movan. Con los rostros
ocultos en las sombras de sus capuchas, podran ser considerados fantasmas inmateriales si
no asomaran sus negros y engarfiados dedos entre sus ropas para agarrar los tres nudosos
bastones grises de madera embrujada. El lamento unsono de sus seguidores gnomos los
envolva, confundindose con el silbido del viento. Desde las almenas de Capaal, pareca
que los tres seres negros tuvieran su origen en aquel sonido.
Entonces, el ttrico lamento emitido por los gnomos ces de repente, y el estridente
alarido del viento ocup la vaca extensin del lago Cillidellan, haciendo que sus olas se
estremecieran.
El espectro que iba en primer lugar sac su esqueltico brazo negro y fibroso de la
ropa que lo cubra y levant el bastn. Una quietud extraa y vibrante cay sobre las
cumbres, y los defensores advirtieron que hasta el viento se calmaba durante un breve
instante. Entonces baj el bastn lentamente, dirigindolo hacia las ennegrecidas aguas del
lago. Los bastones de madera embrujada de los otros dos espectros se unieron a l,
tocndose y fundindose en uno cuando sus puntas bruidas se sumergieron en las aguas
del lago Cillidellan.
En el primer momento, nada extrao sucedi, pero enseguida explotaron los
bastones, convirtindose en lanzas de fuego rojo cuyas llamas descendieron hasta el fondo
del lago, quemando y tostando su fra oscuridad. Las aguas se estremecieron, subieron de
nivel y, por ltimo, empezaron a hervir. Los gnomos, apartndose de la orilla del lago,
lanzaron gritos en los que se mezclaban la alegra y el miedo.
Es la llamada! dijo Slanter.
El fuego rojo ardi en la lbrega e impenetrable oscuridad, penetrando hasta los ms
profundos rincones del lago a los que nunca haba llegado la luz. El resplandor de las
llamas se extendi hacia la superficie de las aguas como si fuera una mancha de sangre.
Chorros de vapor se elevaron en direccin al cielo con un agudo silbido, y las aguas del
lago empezaron a arremolinarse.
Los defensores que contemplaban la escena desde las murallas de la fortaleza se
quedaron inmovilizados por la indecisin. Presentan que algo abominable estaba a punto
de ocurrir, y nadie saba cmo evitarlo.
Tenemos que salir! dijo Slanter, intentado agarrar a Garet Jax. El miedo se
reflejaba en sus ojos, pero tambin haba en ellos determinacin. Deprisa, Maestro de
Armas!
El fuego de los bastones embrujados se extingui de repente, la madera gris sali del
lago Cillidellan y las garras que los sujetaban recuperaron su posicin inicial. Pero las
aguas continuaron hirviendo. La mancha roja se haba convertido en un resplandor
profundo y lejano que brillaba a muchos metros de la superficie, como un ojo que
empezara a abrirse despus de un sueo.
OOOOOOMMMMMMMMMMM!
El lamento del ejrcito de los gnomos, agudo y expectante, se escuch de nuevo. Las
manos se levantaron y se unieron, soltndose cuando los bastones de los espectros
corrosivos lo indicaron. El lago empez a desprender vapor como respuesta al lamento, y
todo el Cillidellan pareci entrar en erupcin con renovado furor.
Entonces, algo monstruoso y oscuro sali de las profundidades.
Maestro de Armas! exclam Slanter.
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Seguid en vuestros puestos orden Garet Jax, deteniendo a Slanter con un gesto
negativo. Helt, trae los arcos largos.
El hombre de la frontera se dirigi sin prdida de tiempo a la torre viga. Jair lo
sigui con la mirada y, a continuacin, volvi a concentrar su atencin en el Cillidellan, en
el lamento ensordecedor de los gnomos y en la cosa negra que surga de las profundidades.
Ahora ascenda con gran rapidez, aumentando de tamao a medida que se iba
acercando a la superficie. Sin duda, un mal convocado por los espectros, pero de qu
clase? Jair trag saliva para aliviar la tensin de su garganta. Fuera lo que fuese, era
monstruoso; su volumen pareca ocupar todo el fondo del lago mientras iba ascendiendo.
Empez a tomar forma. Era un ser enorme, con brazos que se retorcan y tanteaban...
En ese preciso instante, una ola atronadora rompi la superficie del lago y penetr en
el gris amanecer. Un cuerpo negro y deforme surgi de las aguas que lo aprisionaban y su
silueta se dibuj contra la luz durante un breve instante. Tena el aspecto de un tonel
cubierto de fango y cieno del fondo, con incrustaciones de conchas marinas y coral. Cuatro
grandes piernas-aletas lo propulsaban en su movimiento ascendente, prensiles y espinosas.
Su cabeza era una masa de tentculos retorcidos que rodeaban unas fauces gigantescas, en
cuyo interior se alineaban unos dientes afilados como navajas. La parte posterior de los
tentculos estaba recubierta de ventosas del tamao de una mano humana abierta, y el resto
estaba cubierto de escamas y espinas. Justo detrs de los tentculos y a ambos lados de
ellos, un par de ojos rojizos parpadeaban framente. En pie, completamente estirado, la
terrible criatura meda ms de treinta metros de la cabeza a la cola y trece de un lado a otro.
En las almenas de Capaal se escucharon exclamaciones de consternacin.
Un kraken! dijo Foraker. Estamos perdidos!
El lamento de los gnomos se haba convertido en un grito que no se pareca en nada a
cualquier grito humano. Ahora, tras la aparicin del monstruo, el lamento convertido en
grito de batalla se abri paso a lo largo y ancho de Capaal. En el interior de las aguas del
lago, el kraken emiti un bramido, retorciendo su negro cuerpo hacia el muro del dique y la
fortaleza que lo protega.
Viene por nosotros! dijo Garet Jax, reflejando sorpresa en su voz. Un ser que no
puede vivir en agua dulce, un ser que procede del ocano, est aqu! Trado por la magia
negra! Sus ojos grises desprendieron destellos. Pero creo que no conseguir capturarnos.
Helt!
El gigantesco hombre de la frontera corri a su lado, con tres arcos largos en la
mano. Garet Jax cogi uno, otro se lo dio a Edain Elessedil y el tercero se lo entreg a
Helt.
Escuchadme! dijo Slanter, dando un paso adelante. No podis enfrentaros a eso!
Es un monstruo sacado del mal, demasiado poderoso incluso para vosotros!
Qudate con el joven del valle, gnomo le orden Garet Jax, que pareci no haber
escuchado sus palabras. Ahora est a tu cargo. Cuida de su seguridad.
Se retir de la torre viga, con Helt y Edain Elessedil pisndole los talones. Foraker
dud un instante, dirigi una mirada recelosa a Slanter y despus los sigui.
El kraken se lanz contra la muralla de la ciudadela de los enanos, golpeando su
gigantesco cuerpo contra la piedra y el mortero con una fuerza extraordinaria. Los
tentculos emergieron del agua y se extendieron para capturar a los enanos que estaban en
las almenas. Docenas de ellos fueron arrastrados a las aguas del lago o apresados por las
ventosas del ser que los atacaba. Gritos y alaridos llenaron el aire de la maana mientras
los enanos moran. Los proyectiles llovieron sobre el ser negro, pero su piel lo protega de
cualquier dao. Apartaba a las pequeas figuras que intentaban alejarlo, barrindolas con
sus brazos parecidos a ltigos, rompiendo las almenas tras las que se protegan.
Los gnomos se sumaron al ataque. El ejrcito de sitio arremeti contra las puertas a
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ambos lados del dique alto, con escaleras de mano y garfios de anclaje. Los defensores
corrieron hacia los parapetos para rechazar el nuevo asalto. Pero los gnomos parecan
haber enloquecido. Sin preocuparse de las prdidas que sufran, se precipitaban contra las
puertas y las murallas donde los esperaba la muerte.
Sin embargo, su aparente locura no era tal, porque tena un claro objetivo. Mientras
los enanos se ocupaban de rechazar su ataque, el kraken se diriga a la parte norte para
atacar la muralla en el punto en que sta estaba ms cerca de las puertas. Con una sacudida
repentina, emergi de las aguas del lago y se agarr a la piedra del dique con las aletas en
el lugar donde se curvaba hacia la orilla. Unos enormes tentculos se lanzaron hacia
delante y se extendieron por las murallas hasta que las ventosas se adhirieron a las puertas,
momento en que el monstruo los atrajo hacia s. Ante su empuje, las barras de seguridad y
las cerraduras cedieron, produciendo un gran ruido. Las puertas de la ciudadela se
desplomaron, arrancadas de sus goznes, y los gnomos pasaron sobre ellas entre rugidos de
triunfo.
Sobre las almenas de la torre viga, Jair y Slanter contemplaban la lucha con
creciente ansiedad. Sin las puertas que los protegieran, los enanos no podran resistir
mucho tiempo el empuje de sus atacantes, que acabaran invadiendo la fortaleza en unos
pocos minutos. Sus defensores ya se estaban replegando en las murallas, aunque quedaban
pequeos grupos, reunidos alrededor de sus capitanes, que intentaban oponerse con todas
sus fuerzas al asalto. Pero desde el punto de vista del joven del valle y el gnomo estaba
claro que la batalla estaba perdida.
Tenemos que huir mientras sea posible, muchacho! dijo Slanter, cogiendo a Jair
por el brazo.
Pero el joven del valle no se movi y continu buscando a sus amigos. Estaba
demasiado horrorizado por lo que acababa de presenciar para poder tomar una decisin. El
kraken estaba regresando a las aguas del lago, arrastrando su cuerpo a lo largo de la
muralla hacia el centro del dique. Atentos a sus movimientos, los espectros corrosivos se
deslizaron por las destrozadas almenas con los bastones grises en alto, exhortando a sus
seguidores gnomos a continuar avanzando. Los gnomos entraban en la fortaleza con una
decisin implacable.
Slanter! dijo Jair, sealando el centro de la batalla.
En los baluartes de la muralla delantera, la figura gigantesca de Helt se destac entre
el humo y el polvo, con Elb Foraker a su lado. Con el arco en una mano y una flecha en la
otra, el hombre de la frontera se apoy en los parapetos, apunt a los espectros, tir
lentamente de la cuerda en la que ya haba colocado la flecha y la solt. Describiendo una
lnea borrosa, la larga flecha negra vol hasta clavarse en el pecho del espectro lder. La
criatura se puso rgida de repente y retrocedi por la fuerza del golpe. Una segunda flecha
sigui a la primera, y el espectro volvi a tambalearse mientras segua retrocediendo. De
las gargantas de los gnomos ms prximos brotaron fuertes gritos de desaliento y, durante
un momento, el avance de los invasores pareci vacilar.
Pero en ese momento el espectro corrosivo recuper la estabilidad. Una de sus garras
cogi las flechas clavadas en su pecho y las extrajo sin esfuerzo. Las sostuvo en alto para
que todos las vieran, y las parti por la mitad. A continuacin levant el bastn embrujado,
y de su punta sali un chorro de fuego rojo que se extendi por todas las almenas,
quemando tanto la piedra como a los defensores que se encontraban sobre ellas. Helt y
Foraker saltaron hacia atrs al sentir el contacto del fuego y desaparecieron entre los
cascotes de la destrozada muralla y el polvo que produjeron.
Jair, enfurecido, empez a dirigirse hacia all, pero Slanter le grit:
No puedes hacer nada para ayudarlos, muchacho!
Sin esperar ninguna rplica a su afirmacin, arrastr a Jair por los baluartes hacia la
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Armas corri a lo largo del ensangrentado dique alto; una figura pequea y gil que no se
alejaba de los tentculos mortales del kraken, sino que iba directamente hacia ellos.
Ondeando como una sombra inmaterial, se lanz contra las fauces abiertas del monstruo.
Los tentculos martillearon, intentado alcanzarlo, pero fallaron en su intento, por ser
demasiado lentos para alguien tan increblemente rpido. Pero un resbaln, un error...
Tras coger impulso, el Maestro de Armas salt sobre las fauces de la bestia. La
golpe con gran rapidez y clav profundamente la espada corta en el tejido blando del
interior de la garganta. De manera instantnea, los tentculos intentaron golpearlo y el
gigantesco cuerpo se tambale. Pero el Maestro de Armas ya estaba en movimiento,
rodando de lado, apartndose de la trampa que el monstruo le haba tendido. De nuevo en
pie, Garet Jax vio otra arma, una lanza con punta de hierro, cuyo mango an era asido por
las manos de su propietario muerto. Con un movimiento rpido, la cogi. El kraken fij la
mirada en su peligroso atacante demasiado tarde. Garet Jax estaba a unos dos metros de un
ojo. La lanza con punta de hierro sali disparada hacia arriba y penetr en el ojo
desprotegido, atravesando la piel y el hueso hasta penetrar en el cerebro.
El kraken herido se repleg con evidentes signos de angustia, agitando las aletas de
forma descontrolada. En su intento de sumergirse en las aguas del Cillidellan golpe las
murallas, esparciendo cascotes a su alrededor. Garet Jax todava agarraba la lanza clavada
en el cerebro del monstruo, haciendo grandes esfuerzos para no soltarla, barrenando ms y
ms, a la espera de que se extinguiera su vida. Pero el kraken era increblemente fuerte.
Tras levantarse, se solt del dique alto, se sumergi de golpe en el lago y se perdi de vista.
Con las manos todava agarradas al mango de la lanza, Garet Jax fue arrastrado tras l.
Jair se tambale sin dar crdito a sus ojos y tuvo que apoyarse en la rota balaustrada.
Su grito de clera se ahog en su garganta antes de que pudiera salir de ella. Abajo, el
dique alto haba quedado libre y los defensores enanos atrapados en su interior
abandonaron su prisin por la seguridad de la atalaya del sur.
Entonces se dio cuenta de que Slanter estaba a su lado, y se esforzaba por mantenerse
en pie. La sangre cubra su rostro amarillo, pero el gnomo no prestaba atencin a sus
heridas. Sin pronunciar una sola palabra, tir del joven del valle hacia las escaleras que
estaban a sus espaldas. Entre tropezones y cadas, llegaron al patio interior y empezaron a
atravesarlo en la direccin que haban seguido los enanos en su huida.
Pero ya era demasiado tarde. Aparecieron cazadores gnomos por ambos lados de las
almenas que haban dejado atrs. Innumerables figuras armadas y ensangrentadas que
proferan gritos y aullidos, y se esparcan por la cumbre del dique alto, corriendo hacia el
patio. Slanter ech una rpida mirada a sus espaldas e hizo dar media vuelta a Jair,
adentrndose los dos en uno de los pozos de escalera. Bajaron con rapidez varios tramos,
iluminados con lmparas, aproximndose a la oscuridad de los niveles interiores que
conducan hacia los mecanismos internos de las esclusas. Arriba, los ruidos de la
persecucin empezaron a desvanecerse.
Cuando bajaron todas las escaleras, se encontraron en un pasadizo en penumbra que
recorra el dique por debajo. Tras un breve instante de duda, Slanter se dirigi hacia el
norte tirando de Jair.
Slanter! grit el joven del valle, tirando a su vez del gnomo para que aminorase la
marcha. Esto nos lleva otra vez al lugar de donde salimos, nos aleja de los enanos.
Los gnomos tambin seguirn la direccin que ellos han tomado respondi
Slanter. No irn a cazar enanos ni a nadie a un lugar que creen desierto, verdad? Ahora,
corre!
Continuaron, envueltos en la penumbra, luchando contra su propio cansancio a lo
largo del corredor vaco. Los ruidos de la lucha estaban muy lejanos, y se oan distantes y
dbiles entre el constante chirrido de la maquinaria y la lenta embestida de las aguas del
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Cillidellan. La mente de Jair repasaba una y otra vez los ltimos acontecimientos vividos.
El pequeo grupo de Culhaven haba dejado de existir; Helt y Foraker haban sido abatidos
por los caminantes, Garet Jax haba sido arrastrado por el kraken y Edain Elessedil haba
desaparecido. Slo quedaban Slanter y l, y huan para salvar la vida. Capaal haba cado
en manos de los gnomos. Las esclusas y los diques que regulaban las aguas del Ro
Plateado en su curso hacia el pas de los enanos estaban en poder de su mayor y ms
implacable enemigo. Todo se haba perdido.
Senta los pulmones oprimidos por el esfuerzo de su carrera. Su respiracin era
fatigosa y spera. Sus ojos le escocan por las lgrimas y su boca estaba reseca por la
amargura y la clera. Qu iba a hacer? Cmo podra llegar hasta donde estuviera Brin?
No la alcanzara antes que se adentrara en el Maelmord y se perdiese para siempre. Cmo
poda realizar la misin que le haba encomendado el Rey...?
Sus piernas fallaron al tropezar con algo que no haba visto, y cay de bruces al
suelo. Slanter, que iba delante, sigui corriendo sin advertir lo sucedido, hasta que se
convirti en una sombra en el tnel. Sin perder un momento, Jair se puso de pie. Slanter se
estaba alejando demasiado.
En ese momento, un brazo sali de la oscuridad y una mano spera y escamosa tap
su boca, cortndole la respiracin. Un segundo brazo, duro como el hierro, rode su cuerpo
y lo arrastr de espaldas hacia una puerta abierta.
Qudate, duende silb una voz. Amigoss, nossotross de la magia. Amigoss!
Jair se dispuso a dar un grito terrorfico, pero no consigui articularlo.
Era media maana cuando Slanter sali del tnel de huida de la fortaleza, entre unos
matorrales que ocultaban su boca, y se encontr solo en las cumbres barridas por el viento
de las montaas del norte de Capaal. Una luz neblinosa y cenicienta se filtraba del cielo
nublado, y el fro de la noche an se dejaba sentir en las rocas de la montaa. El gnomo
mir a su alrededor con cautela, luego retir la maleza y se dirigi a rastras hasta la ladera
cada en la garganta.
A sus pies, las esclusas y los diques de Capaal se vean repletos de gnomos. En las
anchas bandas de bloques de piedra y alrededor de las almenas y baluartes de la fortaleza,
los cazadores gnomos se movan como hormigas, ocupados en mantener su posicin.
Bueno, sta es la manera en que tena que terminar, pens Slanter, e hizo un gesto de
resignacin. Nadie poda enfrentarse con xito a los caminantes. Haban conquistado
Capaal. El sitio haba concluido.
Se puso en pie lentamente, sin apartar la mirada de la escena que se desarrollaba a
sus pies. No era fcil que desde aquella distancia consiguieran descubrir su presencia. Los
gnomos estaban esparcidos por toda la fortaleza y lo que quedaba del ejrcito de los enanos
haba huido hacia el sur en direccin a Culhaven. No le quedaba nada que hacer, salvo
seguir su propio camino.
Y, por supuesto, eso era lo que haba deseado durante todo el tiempo.
Sin embargo, se qued all sin moverse, hacindose a s mismo varias preguntas que
no obtuvieron respuesta. No saba lo que haba ocurrido a Jair Ohmsford, que haba
desaparecido sin dejar rastro. Lo haba buscado en cuanto ech en falta su presencia, pero
sin encontrar ninguna seal que le aclarara su desaparicin, y como no poda hacer otra
cosa, se vio obligado a continuar solo la huida.
En realidad, el muchacho era un problema dijo entre dientes, irritado, pero era
consciente de que sus palabras carecan de conviccin.
Dio un suspiro, mir el cielo gris y empez a alejarse de all. Con el joven del valle
desaparecido y el resto de los miembros del grupo muertos o dispersos, el viaje a la Fuente
del Paraso haba llegado a su fin. En realidad, a l no le pareca una desgracia. Desde el
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