Las Piedras Elficas de Shannara - Terry Brooks PDF
Las Piedras Elficas de Shannara - Terry Brooks PDF
Las Piedras Elficas de Shannara - Terry Brooks PDF
Le Libros
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Gael, el joven elfo que serva como asistente personal a Eventine Elessedil,
negaba rotundamente con la cabeza; todava dentro de las ropas oscuras de
maana, su figura delgada se agitaba con inquietud y sus ojos trataban de evitar
los de Ander.
No puedo despertar al rey, prncipe Ander. Me dijo, con mucha insistencia,
que no lo molestase por ninguna razn.
Ni por nadie, Gael? pregunt suavemente Ander. Ni siquiera por
Arion.
Arion ha salido empez a decir Gael. Despus se interrumpi y adopt
una expresin an ms desdichada.
Precisamente. Pero y o estoy aqu. Vas a decirme de verdad que no puedo
ver a mi padre?
Gael no contest. Luego, cuando Ander se dirigi hacia el dormitorio de su
padre, el joven elfo lo sigui con premura.
Yo lo despertar. Por favor, espera aqu.
Pasados unos segundos volvi a salir, con la preocupacin an en el rostro,
pero hizo una seal de asentimiento hacia Ander.
Te ver, prncipe Ander. Pero por el momento, slo a ti. A nadie ms que a
ti.
El rey estaba an acostado cuando Ander entr, terminando un vasito de vino
que Gael deba de haberle servido. Salud a su hijo, y despus bebi
delicadamente bajo el calor de los cobertores de la cama, temblando por un
instante con el fresco matutino de la habitacin. Gael, que haba entrado con
Ander, sostena una tnica, que Elessedil se coloc y anud ceidamente a la
cintura.
A pesar de sus ochenta y dos aos, Eventine Elessedil gozaba an de
excelente salud. Su cuerpo segua siendo atractivo y fuerte. Cabalgaba, y era lo
suficiente rpido y certero con la espada como para resultar peligroso. Su mente
se mantena eficaz y aguda; y cuando la situacin lo exiga, como ocurra con
frecuencia, actuaba con decisin. Posea un extrao sentido del equilibrio y la
proporcin; la capacidad de ver todos los lados de un asunto, de juzgar a cada uno
de acuerdo con sus mritos y de elegir casi siempre aquello que resultaba ms
beneficioso para l mismo y para sus sbditos. Era un don sin el cual no hubiera
seguido siendo rey, ni siquiera seguira vivo. Era un don que Ander crea haber
heredado, aunque pareca no servirle de nada en las circunstancias presentes.
El rey camin hasta las cortinas tejidas a mano que colgaban en la pared del
fondo, las descorri, y empuj hacia fuera uno de los grandes ventanales que
daban al bosque. La luz, suave y dulce, inund la habitacin, y tambin el olor del
roco. Detrs de l, Gael se mova de un lado a otro en silencio, encendiendo las
lmparas de aceite para disipar la penumbra que an quedaba en los rincones de
la habitacin.
Eventine se detuvo ante la ventana, contemplando con fijeza su reflejo en el
vidrio empaado. Sus ojos eran increblemente azules, duros y penetrantes, los
ojos de un humano que haba visto demasiados aos y demasiadas desventuras.
Suspir y se volvi hacia Ander.
Muy bien, Ander, de qu se trata? Gael me ha contado que traes a un
escogido con un mensaje.
S, seor. Afirma que tiene un mensaje urgente de Ellcry s.
Un mensaje del rbol? Eventine frunci el entrecejo. Cunto tiempo
hace que dio un mensaje para alguien? Unos setecientos aos? Cul es el
mensaje?
No me lo ha dicho contest Ander. Insiste en comunicarlo
personalmente.
Eventine asinti.
Entonces dile que lo revele. Hazle entrar, Gael.
Gael hizo una reverencia y atraves corriendo las puertas de la cmara,
dejndolas ligeramente entreabiertas. Un momento despus se col en la
habitacin un perro enorme y peludo, que se acerc en silencio hasta el rey. Era
Manx, su lebrel, y lo salud cariosamente, acariciando su cabeza griscea, y
dando suaves palmadas en el brillante pelaje de su lomo. Manx haba estado con
l casi diez aos, ms prximo y fiel que cualquier humano.
Est encaneciendo un poco. Como y o murmur Eventine
apesadumbrado.
Las puertas se abrieron del todo y entr Gael, seguido de Lauren. El escogido
se detuvo en el umbral de la puerta durante un momento, mirando con
inseguridad a Gael. El rey despidi a su asistente con un movimiento de cabeza.
Ander iba tambin a retirarse cuando una ligera seal de su padre le indic que
se quedara. Gael se inclin una vez ms y sali; esta vez cerrando del todo las
puertas tras l. Cuando se hubo ido, el escogido dio un paso hacia delante.
Majestad, por favor perdone ellos pensaron que y o sera el nico
dijo casi atragantndose con las palabras.
No hay nada que perdonar le asegur Eventine. Con el encanto que
Ander saba que su padre poda ejercer, el rey se adelant y rode con su brazo
los hombros del joven elfo. S que debe ser muy importante para ti o de lo
contrario no habras abandonado tu trabajo en los jardines. Ven, sintate y
cuntamelo.
Dirigi una mirada interrogativa a Ander. Despus condujo al escogido hasta
una pequea mesa de lectura, situada en un extremo de la habitacin, hizo que se
sentara en una de las sillas mientras l ocupaba la otra. Ander les sigui, pero se
qued de pie.
Tu nombre es Lauren, verdad? pregunt Eventine.
S, majestad.
Muy bien, Lauren. Ahora dime por qu has venido.
Lauren se irgui en la silla y apoy las manos sobre la mesa, cruzando los
dedos apretadamente.
Majestad, Ellcry s nos habl esta maana. Sus palabras fueron casi un
susurro. Nos dijo nos dijo que se estaba muriendo!
Ander sinti que la sangre se le helaba. Durante un instante, el rey no
respondi; se qued rgido, con los ojos fijos en el joven.
Debe de ser un error dijo al fin.
Lauren neg enfticamente con la cabeza.
No es ningn error, majestad. Nos habl a todos. Todos todos lo omos.
Se est muriendo. La Prohibicin y a ha empezado a desmoronarse.
El rey se levant con lentitud, camin hasta la ventana abierta y, desde all,
contempl en silencio los bosques circundantes. Manx, que estaba enroscado a los
pies de la cama, se estir y lo sigui. Ander vio que la mano del rey se deslizaba
hacia el perro y le rascaba entre las orejas con movimientos automticos.
Ests seguro de eso, Lauren? pregunt Eventine. Totalmente seguro?
S s.
El escogido lloraba suavemente, casi sin producir ruido, apoy ado sobre la
mesa, con la cara oculta entre las manos. Eventine no se volvi. Continu
observando los bosques que eran su hogar y el hogar de su pueblo.
Ander pareca una estatua, con los ojos fijos en su padre y la mente aturdida
por el golpe. La monstruosidad de lo que acababa de or penetr en l
lentamente. Ellcry s se estaba muriendo! La Prohibicin se cuarteaba. El mal
que haba sido desterrado, volva con entera libertad. El caos, la locura, la
guerra! En definitiva, la destruccin.
Haba estudiado historia con sus tutores y despus en los libros de su
biblioteca. Era una historia con atavos de ley enda.
En otra poca, haca mucho tiempo, antes de las Grandes Guerras, antes del
amanecer de la civilizacin en el viejo mundo, incluso antes de la aparicin de la
raza de los hombres, hubo una guerra entre las criaturas con poderes mgicos del
bien y del mal. Los elfos lucharon en esa guerra, al lado del bien. Fue una lucha
larga, terrible y devastadora. Pero, al fin, las fuerzas del bien triunfaron sobre las
del mal. Sin embargo, la naturaleza del mal era tan poderosa que ste no pudo ser
destruido del todo; slo desterrado. Entonces, el pueblo elfo y sus aliados aunaron
sus poderes mgicos con la fuerza vital de la propia tierra para crear a Ellcry s,
para que con su presencia ejerciera una Prohibicin sobre las criaturas del mal.
Mientras Ellcry s viviese y floreciera, el mal no podra volver a la tierra.
Encerrado en un desierto de oscuridad, proferira sus lamentos de angustia tras el
muro de la Prohibicin, pero la tierra estara a salvo de l.
Hasta entonces! Pero si Ellcry s llegaba a morir, la Prohibicin terminara.
Estaba escrito que eso haba de ocurrir, porque ningn poder es tan fuerte para
durar eternamente. A pesar de todo, se tena la impresin de que Ellcry s lograra
la supervivencia. Haba estado all durante tantas generaciones inmutable,
como un punto fijo en el laberinto cambiante de la vida. El pueblo elfo lleg a
creer que estara siempre. Errneamente, al parecer. Absurdamente.
El rey se gir de repente, contempl durante un instante a Ander, volvi a la
mesa, sentndose otra vez y tomando la mano de Lauren entre las suy as para
tranquilizarlo.
Debes contarme todo lo que os dijo, Lauren. Cada detalle. Sin olvidar nada.
El escogido asinti en silencio. Sus ojos ahora estaban secos y su rostro
sereno. Eventine le solt la mano y se recost en el asiento. Ander llev una silla
de alto respaldo desde el otro lado de la habitacin y se sent junto a ellos.
Majestad, conocis la forma en que se comunica con nosotros?
pregunt con cautela.
Yo tambin fui un escogido, Lauren respondi Eventine. Ander observ a
su padre, sorprendido. Eso era algo que nunca le haba dicho. Pero Lauren
pareci adquirir un poco de confianza con la respuesta. Asinti y se volvi hacia
Ander.
Su voz en realidad no es una voz que suene, sino imgenes que aparecen en
nuestra mente le aclar. Pocas veces hay palabras como tales: las palabras
son la traduccin de los pensamientos que proy ecta en nosotros. As es como y o
traduzco cuando usa mi nombre. Las imgenes son breves y no estn totalmente
definidas, y nosotros tenemos que interpretarlas lo mejor que podemos. Hizo
una pausa y se volvi hacia Eventine. A m Ellcry s slo me haba hablado
una vez antes de esta maana, majestad. Slo nos haba hablado a los seis una
vez, en el momento de nuestra eleccin. Hasta esta maana lo que sabamos de
su manera de comunicarse se basaba en las escrituras de nuestra orden y en las
enseanzas de los escogidos que sirvieron antes. Incluso ahora, es muy confuso.
Eventine asinti con la cabeza para animarle. Lauren prosigui:
Majestad, Ellcry s nos habl durante un largo rato esta maana, algo que
nunca haba hecho. Nos llam a todos y nos explic lo que iba a pasar y lo que
nosotros, los escogidos, debamos hacer. Las imgenes no eran del todo claras,
pero no hay duda de que est muriendo. Le queda poco tiempo; pero no se puede
determinar cunto. El deterioro y a ha comenzado. Y a medida que vay a
debilitndose, la Prohibicin se debilitar con ella. Slo hay una posibilidad: un
renacimiento.
Eventine extendi la mano y asi la de Lauren. Ander tambin lo haba
olvidado; golpeado y confundido por el anuncio de la muerte de Ellcry s. Un
renacimiento! Estaba escrito en las historias antiguas que Ellcry s podra renacer
y, en ese caso, la Prohibicin se mantendra.
Entonces todava hay esperanza susurr.
Los ojos de Eventine estaban fijos en Lauren.
Qu debe hacerse para que pueda renacer?
Lauren movi la cabeza de derecha a izquierda.
Majestad, ha confiado su destino a los escogidos. Slo a travs de nosotros
permitir que se realice su renacimiento. No pretendo comprender sus razones,
pero las imgenes fueron claras. Entregar su semilla a uno de nosotros, que no
nombr. No apareci ningn rostro. Pero nos hizo saber que slo uno de los
escogidos, que sera seleccionado por ella, podra recibir esa semilla. Ningn otro
sera considerado. Quien quiera que sea seleccionado debe llevar la semilla al
origen de la vida de la tierra: a la fuente del Fuego de Sangre. All el portador
deber sumergir la semilla en el fuego. Cuando sea devuelta al lugar del antiguo
rbol, echar races y brotar uno nuevo para reemplazarlo.
Los detalles de la ley enda volvieron ahora a la mente de Ander el traslado de
la semilla, el ritual del Fuego de Sangre, el renacimiento. Estaba explicado en el
lenguaje extrao y formal de las ms viejas historias; historias que la may ora
del pueblo haba olvidado o nunca supo.
La fuente del Fuego de Sangre. Dnde se encuentra? pregunt
bruscamente.
Lauren le dirigi una mirada triste.
Nos mostr un lugar, prncipe, pero pero no fuimos capaces de
reconocerlo. Las imgenes eran vagas, casi como si no pudiese describirlo de
forma adecuada.
La voz de Eventine conservaba an la calma:
Cuntame lo que os mostr. Todo.
Lauren asinti.
Era un territorio salvaje con montaas y pantanos por todas partes. Haba
una niebla densa que iba y vena. Haba un pico muy alto, y bajo ese pico un
laberinto de tneles que se enterraban bajo la tierra. En algn punto del laberinto
haba una puerta de vidrio, de un vidrio irrompible. Tras la puerta estaba el Fuego
de Sangre.
No dio nombre a ninguna de las partes de ese rompecabezas? pregunt
el rey pacientemente.
Slo uno, majestad. Pero fue un nombre que no reconocimos. El laberinto
en donde se encuentra escondido el Fuego de Sangre se llama Salvafuerte.
Salvafuerte? Ander busc en su memoria, pero el nombre no significaba
nada para l.
Eventine mir a Ander y neg con la cabeza. Se puso en pie, se alej varios
pasos de la mesa y despus se detuvo con brusquedad. Se volvi hacia Lauren.
No os dijo nada ms? Ninguna pista? Ninguna informacin, aunque
parezca carecer de significado?
Nada. Eso fue todo.
El rey hizo un gesto de aprobacin al joven elfo.
Muy bien, Lauren. Tenas razn al insistir en contrmelo en seguida. Ahora,
puedes esperar fuera un momento?
Cuando la puerta se cerr detrs del escogido, Eventine volvi a su silla y se
dej caer lentamente. Su cara pareca haber envejecido de forma considerable
y sus movimientos eran los de un anciano. Manx se acerc a l y levant la cara
griscea para mirarlo como si le comprendiese. Eventine suspir, llevando su
mano cansada hasta la cabeza del perro.
He vivido demasiado? murmur. Si Ellcry s muere, cmo podr
proteger a mi pueblo de lo que ocurrir? Soy su rey. La responsabilidad de
protegerlo es ma. Siempre la he aceptado. Sin embargo, por primera vez en la
vida, deseara que fuese de otra forma Su voz se desvaneci y l se volvi a
mirar a Ander. Bueno, tenemos que hacer lo que podamos. Con Arion en
Sarandanon, necesitar tu ay uda. Ander se sonroj ante la inintencionada
ofensa. Ve con Lauren e interroga a los escogidos. Trata de averiguar algo
ms. Cualquier cosa. Yo sacar los libros de historia antigua de los stanos y los
examinar.
Crees que puede haber algo all? O en los mapas del antiguo mundo?
pregunt Ander, dubitativo.
No. T los has ledo hace menos tiempo; y o no recuerdo nada. De todas
formas, qu otra cosa podemos hacer? Si hay alguna posibilidad de encontrar el
Fuego de Sangre, tenemos que averiguar algo ms de lo que Lauren nos ha
referido.
Con una seal, le indic que se retirase. Ander sali para reunirse con Lauren,
y juntos volvieron al rbol donde los otros escogidos estaran esperndolos.
Intentara descubrir algo ms sobre el misterioso Salvafuerte. Pareca un
esfuerzo intil. Pero como haba dicho su padre, qu otra cosa podan hacer?
____ 04 ____
Aquel da de verano termin con una explosin brillante de color rojo y azul que
inund todo el horizonte occidental. Durante largos y bellos minutos, el sol
pareci suspendido sobre la cumbre de la Lnea Quebrada, iluminando las copas
de los rboles del bosque de la Tierra del Oeste y tejiendo sombras que
envolvieron la espesura con bandas tenues e inmviles de oscuridad. El aire se
enfri poco a poco, el calor del medioda fue desvanecindose mientras la brisa
nocturna susurraba y suspiraba entre los grandes y silenciosos rboles. La luz del
da se convirti en crepsculo, y la noche absorba el color del cielo.
La gente de la ciudad lfica de Arbolon comenzaba a regresar a sus hogares.
En los Jardines de la Vida, Ander Elessedil contemplaba a Ellcry s. Visto a la
luz de las ltimas horas de la tarde, el gran rbol pareca normal, engaosamente
intacto. Sin embargo, antes de que el sol declinara, los rastros de la enfermedad
que lo estaba destruy endo eran claramente visibles.
El mal se extenda con rapidez. En algunas ramas pequeas, la corrupcin
haba empezado a devorar la corteza blanca y plateada. Grandes grupos de hojas
colgaban marchitas, cubiertas de manchas, con las puntas curvadas y el color
rojo intenso oscurecido. Los escogidos haban frotado la corteza cuidadosamente
con blsamos hechos de hierbas y arrancado las hojas daadas, esperando,
contra toda razn, contener a la enfermedad, sabiendo al mismo tiempo que eso
era imposible. Ander vio la verdad reflejada en sus ojos. No podan curar a
Ellcry s. Nadie poda. Se estaba muriendo y nada lo poda evitar.
Suspir y se alej, sin saber bien por qu haba realizado esa ltima visita del
da a los jardines. Los escogidos haban vuelto y a a su alojamiento haca una
hora, cansados y tristes, silenciosos en su sentimiento de impotencia. Sin
embargo, l haba ido all movido por la esperanza irracional de encontrar las
respuestas que tan desesperadamente necesitaban. No las encontr, por supuesto;
y con la llegada del anochecer tena poco sentido permanecer all por ms
tiempo.
Al salir de los jardines, advirti que los centinelas de la Guardia Negra le
observaban con curiosidad. Todava no conocan la enfermedad del rbol, pero
podan advertir que algo no iba bien. Las actividades de los escogidos eran prueba
de ello. Pens que la noticia se extendera con rapidez, que los rumores
creceran. Pronto, el pueblo debera ser informado.
Pero por el momento, al menos, todo estaba en calma. Las luces se fueron
apagando, y muchas ventanas quedaron a oscuras mientras la gente se preparaba
para dormir. Los envidi. Tena pocas posibilidades de dormir esa noche; ni l ni
el rey.
Suspir de nuevo, deseando poder hacer alguna cosa por su padre. Eventine
siempre haba estado seguro de s mismo, convencido de que poda encontrar
solucin para cualquier problema. Pero ahora, en las dos visitas que Ander hizo
para informarle de la carencia de progresos, el anciano rey se haba mostrado
perdido en algn lugar de su interior. Haba intentado disimularlo ante su hijo,
pero era obvio que contemplaba con desesperacin el fin de todo aquello por lo
que haba trabajado durante toda su vida. Al fin se le presentaba un reto que
estaba ms all de sus poderes. Slo intercambi unas escuetas palabras con su
hijo, y lo despidi nuevamente para que continuase ay udando a los escogidos de
cualquier forma que pudiera.
Haba sido una tarea intil. Ander interrog a cada uno de ellos
cuidadosamente, despus los reuni y comprob sus recuerdos comunes,
buscando algn fragmento de informacin que pudiera conducir a Salvafuerte.
Pero no descubri nada ms de lo que y a saba.
El examen de los documentos conservados de la Orden tampoco dio ningn
resultado. Repas historias que databan de siglos atrs, buscando y rebuscando.
Haba repetidas referencias sobre el sagrado Fuego de Sangre, el origen de la
vida de su mundo y de todos sus seres animados. Pero en ninguna parte encontr
la ms leve mencin al misterioso lugar llamado Salvafuerte.
Tampoco Ellcry s les proporcion ninguna ay uda en la bsqueda. Por
sugerencia de Ander, los escogidos volvieron a pasar ante ella. Pasaron una y
otra vez, uno a uno y todos juntos, rogndole que les dijese algo ms para poder
comprender sus imgenes. Pero no les habl. Permaneci en silencio.
Al acercarse al alojamiento de los escogidos, vio que todas las luces estaban
apagadas. En apariencia, la rutina se haba impuesto y deban de haberse retirado
a sus aposentos a la hora acostumbrada, poco despus de finalizar la cena. Dese
que encontraran alivio en el sueo. Quiz lo lograsen. A veces, la angustia y la
desesperacin eran ms agotadoras que el trabajo fsico, y haban soportado a
ambas durante todo el largo da.
Pas con sigilo ante el recinto, y se encamin a la gran mansin para dar un
ltimo informe a su padre. Una sombra oscura se movi bajo un pequeo rbol
que estaba junto al sendero.
Prncipe?
Lauren? pregunt. Luego, cuando la figura se aproxim ms, vio que
realmente se trataba del joven elfo. Por qu no ests durmiendo?
Lo intent, pero no poda. Le le vi pasar hacia los jardines y supuse que
volvera por aqu. Prncipe Ander, puedo hablarle?
Me ests hablando, Lauren le record. Pero este breve intento de
bromear no logr aligerar la seriedad de la expresin del otro. Has recordado
algo?
Quiz. No sobre lo que Ellcry s nos dijo, sino algo que creo que debe saber.
Podemos dar un paseo?
Ander asinti. Volvieron a seguir el camino que llevaba Ander y se alejaron
poco a poco del recinto.
Tengo la sensacin de que debo ser y o quien resuelva el problema
empez a decir Lauren. Quizs es porque Ellcry s me habl primero a m; eso
hace que considere la bsqueda de Salvafuerte casi como una obligacin
personal. S que puede pensarse que me doy demasiada importancia, pero as es
como lo siento. En cualquier caso, no quiero que nada se me escape. Mir al
prncipe. Entiende lo que trato de decirle?
Creo que s. Se nos ha escapado algo?
Bueno, algo me ha ocurrido a m. Cre que deba comentrselo a alguien.
Ander se par y mir al joven elfo.
No quise decirle nada al rey. La ansiedad de Lauren se increment. Ni
a los dems. No estoy seguro de lo que saben sobre esto y nosotros no
hablamos de ella Su voz se apag y Ander esper con paciencia. Me
refiero a Amberle, prncipe. Despus de su eleccin, ella habl con Ellcry s
muchas veces; largas conversaciones. Las palabras iban saliendo con lentitud
. Con ella se comportaba de forma distinta que con el resto de nosotros. Pero
nunca hablamos de ello
Ander se haba puesto rgido. Lauren, al ver su reaccin, se apresur.
Quiz Ellcry s le volvi a hablar. O quizs ella la entenda mejor. As que
cabe la posibilidad de que le sea factible descubrir algo que nosotros no podemos.
Hubo un largo silencio mientras los dos se miraban frente a frente. Despus,
Ander movi la cabeza en un lento gesto negativo.
Amberle no puede ay udarnos ahora, Lauren. Se ha marchado. Ni siquiera
su madre sabe dnde est. No creo que la encontremos a tiempo para que pueda
ay udar.
El elfo pelirrojo asinti, mientras se borraba de su rostro el ltimo rastro de
esperanza.
Slo era una idea dijo, antes de volverse hacia el recinto. Buenas
noches, prncipe Ander.
Buenas noches, Lauren. De todas formas, gracias por tu confianza.
El escogido asinti otra vez antes de desandar el camino y desapareci en la
noche acompaado del suave murmullo de sus ropas. Ander lo contempl
durante un momento, con la angustia plasmada en su oscuro rostro. Su padre le
haba pedido que buscase cualquier indicio, cualquier cosa que pudiera ofrecer
una pista para localizar Salvafuerte. Sin embargo no haba ninguna esperanza de
encontrar a Amberle. Podra estar en cualquier rincn de las Cuatro Tierras. Y
ahora no era el momento ms adecuado para pronunciar su nombre ante
Eventine. Haba sido su favorita, la nieta cuy a eleccin le haba llenado de
orgullo y felicidad. Pero la traicin a su confianza le result ms dura de soportar
incluso que la muerte del padre, Aine.
Movi la cabeza lentamente y continu hacia la gran mansin.
Gael todava estaba cumpliendo sus deberes; tena el rostro marcado por la
fatiga y los ojos preocupados. Era inevitable que terminara enterndose de cul
era el problema a que se enfrentaban, pero deba confiar en que guardara el
secreto. Se dispona a levantarse y, cuando Ander le hizo un gesto, volvi a
dejarse caer en su asiento.
El rey le espera dijo. Est en su estudio y se niega a retirarse a
descansar. Si pudiera convencerlo de que durmiese, al menos unas horas
Dentro de su estudio privado, Eventine Elessedil levant la vista cuando entr
su hijo. Sus ojos estudiaron el rostro de Ander por un momento, ley endo el
fracaso escrito en l. Despus se retir de la mesa de lectura, ante la que estaba
sentado, y se frot los ojos con aire cansado. Se incorpor, estirndose, y camin
hasta las ventanas para atisbar, por entre los pliegues de las cortinas, la oscuridad
que haba tras ellas. Sobre la mesa llena de libros, haba una bandeja con comida,
apartada, sin haber sido tocada apenas. Las velas ardan con poca intensidad,
vertiendo la cera gota a gota, acumulndola sobre los candelabros de metal. El
pequeo estudio estaba silencioso y en penumbra; los estantes de roble y las
paredes cubiertas de tapices formaban una borrosa mezcla de colores desvados
y de sombras. Por todas partes se amontonaban los libros que Gael haba estado
subiendo de los stanos durante todo el da.
El rey volvi a mirar a su hijo.
Nada? Ander neg con la cabeza, sin hablar. Eventine hizo un gesto.
Yo tampoco dijo encogindose de hombros y sealando hacia un libro
abierto sobre la mesa. La ltima esperanza. Contiene una referencia a Ellcry s
y al Fuego de Sangre. Lelo t mismo.
El libro era uno entre los ms de cien volmenes de historia guardados por los
rey es elfos y sus escribas desde un tiempo y a perdido en la ley enda. Estaban
gastados y viejos, cuidadosamente forrados en cuero y latn, encerrados en
envolturas que servan para protegerlos contra los estragos del tiempo. Haban
sobrevivido a las Grandes Guerras y a la destruccin de la antigua raza de
hombres. Haban sobrevivido a la Primera y Segunda Guerra de las Razas.
Haban sobrevivido a las pocas de vida y muerte que relataban. Contenan toda
la historia conocida del pueblo elfo. Miles y miles de pginas, cuidadosamente
escritas a travs de los aos.
Ander se inclin sobre el libro abierto; la tinta se haba vuelto marrn con los
aos y la escritura era de estilo antiguo. Pero las palabras estaban an lo bastante
claras para ser ledas.
Entonces la Semilla ser entregada al Portador que sea escogido. Y la
Semilla ser transportada por el Portador hasta la Cmara del Fuego de Sangre,
all ser sumergida dentro del fuego y despus ser devuelta a la tierra. De esta
forma el rbol renacer y la Gran Prohibicin se mantendr para siempre. As
habl el Gran Mago a sus elfos; y aunque l pereci, este conocimiento nunca se
perder para su pueblo .
Eventine asinti cuando Ander levant la vista.
He ledo cada uno de esos libros, estudiando cada prrafo que pudiera
ajustarse al caso. Haba otros pero ninguno deca ms que el que has ledo.
Volvi hacia la mesa de lectura y se detuvo ante ella sealando con un dedo
las pginas de bordes dorados del intil volumen.
ste es el ejemplar ms viejo. Mucho de lo que contiene tal vez slo sea
ley enda. Los cuentos de las antiguas guerras entre los poderes mgicos del bien y
del mal, nombres de hroes, todo conduce a la Prohibicin. Pero no hay una sola
mencin a Salvafuerte o a la ubicacin del Fuego de Sangre. Y nada sobre el
origen de la magia que dio vida a Ellcry s y al poder de la Prohibicin.
Era difcil extraarse por esta ltima omisin, pens Ander. Sus antecesores
no solan confiar a los escritos los secretos de su magia. Tales cosas se pasaban
oralmente de unos a otros para que no pudieran ser robadas por los enemigos. Y
se comentaba que ciertas hechiceras eran tan poderosas que su uso estaba
limitado a un lugar y a un momento determinado. La hechicera relacionada con
Ellcry s poda ser una de ellas.
El rey se sent en su silla, examin el libro un rato ms y lo cerr despus sin
decir nada.
Tendremos que conformarnos con lo poco que dijo Ellcry s susurr.
Tendremos que usar eso para determinar las posibles ubicaciones del Fuego de
Sangre y despus encontrarlas.
Ander asinti en silencio. Aqul pareca un asunto sin esperanza. Slo haba
una mnima posibilidad de que lograran encontrar Salvafuerte sin ms que una
vaga descripcin como ay uda.
Me gustara que Arion estuviese aqu murmur su padre de repente.
Ander no hizo ningn comentario. Admiti que existan razones suficientes
para que el rey necesitase a Arion en aquel momento. Por el don de mando que
se precisara para dirigir e impulsar la bsqueda, Arion era la persona adecuada.
Y su presencia poda aliviar a su padre. No era momento para recriminarle por
eso.
Creo que deberas dormir, padre sugiri Ander despus de un instante de
silencio. Necesitars descansar para hacer frente a lo que nos espera.
El rey se levant y se dispuso a apagar las velas que haba sobre la mesa.
Muy bien, Ander dijo, haciendo un esfuerzo para sonrer a su hijo.
Envame a Gael. Pero tu da tambin ha sido muy largo. Vete a la cama y trata
de dormir.
Ander volvi a su casita. Para su sorpresa, se durmi. Mientras su mente
giraba sin cesar en crculos intiles, la fatiga fsica se apoder de l. Slo se
despert una vez durante la noche, cuando una pesadilla de horrores
indescriptibles interrumpi su sueo y lo dej empapado de sudor. Sin embargo, a
los pocos segundos volvi a dormirse, y los horrores quedaron olvidados. Desde
entonces, nada lo molest.
Era casi medioda cuando Wil se despert, sintiendo el calor del sol de verano
que se filtraba entre los lamos desde un cielo claro y despejado. Toc a
Amberle suavemente, y ella despert tambin. Se levantaron, lavaron, comieron
un poco y reanudaron el viaje hacia Arbolon.
Montados sobre Artaq recorrieron varios kilmetros ro arriba, casi hasta el
inicio de los bosques de la Tierra del Oeste, pero no encontraron ningn bajo que
les permitiese cruzarlo sin peligro. En lugar de perder tiempo volviendo atrs,
decidieron arriesgarse a cruzarlo a nado. Ataron sus escasas posesiones alrededor
del cuello de Artaq, se amarraron tambin ellos a la silla con una cuerda larga,
llevaron al gran caballo negro hasta el agua y avanzaron dentro de ella. Estaba
helada, y la inmersin repentina les produjo aturdimiento. Durante unos minutos
movieron alocadamente los brazos y las piernas, luchando contra el fro y la
corriente, despus adquirieron un movimiento de piernas estable, con las manos
agarradas a la seguridad de la cuerda. Artaq nad con fuerza. Aunque fueron
arrastrados corriente abajo ms de medio kilmetro, llegaron a la otra orilla
sanos y salvos.
Desde all cabalgaron hacia el norte a paso tranquilo, desmontando con
frecuencia para que Artaq descansara. Wil crey que se haban alejado del
Tirfing lo suficiente como para despistar cualquier persecucin inmediata, y no
vio ninguna razn para cansar ms al corcel negro. La carrera de la noche
anterior haba consumido parte de las fuerzas del precioso caballo, y necesitaba
tiempo para reponerlas. Si ahora no le daban esa oportunidad, podan inutilizarlo
para despus. Wil no descartaba la posibilidad de tener que forzarlo antes de
llegar a Arbolon. Adems, incluso al paso que llevaban, llegaran al valle de
Rhenn a la maana siguiente. As estaba bien, pens. Podan sentirse seguros
hasta entonces. Quizs Amberle tena una opinin diferente, pero se la guard
para s. Libre de los vagabundos, su humor haba mejorado notablemente. Volvi
a cantar y a tararear mientras marchaban, detenindose con frecuencia para
observar las pequeas flores y plantas, las pequeas muestras de vida que al
valense le habran pasado inadvertidas en la enorme alfombra de la pradera.
Tena poco que decirle a Wil, aunque le respondi con amabilidad siempre que se
diriga a ella, y sonrea pacientemente ante sus preguntas sobre los seres vivos
que atraan su atencin. Pero la may or parte del tiempo Amberle se mantuvo
distante y reservada, rehusando enzarzarse en conversaciones triviales, aislada en
ese mundo privado que haba escogido para s desde que empezaron el viaje
hacia el norte desde las orillas del lago del Arco Iris.
En el transcurso del da, Wil se encontr pensando en Eretria, preguntndose
si dejara a Cephelo y a la caravana como haba afirmado, y si volvera a verla
alguna vez. Haba algo en aquella muchacha que la haca fascinante. Le
recordaba una breve visin creada por las sirenas de Battlemound, que
provocaba en la mente pensamientos realmente estpidos. Ella era de carne y
hueso, no una visin. Sin embargo, si la tocaba, descubrira que como las sirenas
era un engao? Algo en ella le sugera eso, y le produca inquietud. No poda
olvidar que haba arriesgado su vida para salvarlo; no le gustara descubrir que
aquello haba sido una falsedad, una ilusin.
Al caer la noche torcieron hacia el oeste, para seguir la lnea de las tierras
boscosas en direccin norte hacia la vasta extensin de las Streleheim. Cuando la
oscuridad los envolvi, Wil gui a Artaq hacia el interior del bosque, siguiendo el
curso de un riachuelo entre los rboles durante unos cientos de metros hasta que
desemboc en unos rpidos que les proporcionaron agua para beber. All
acamparon, acomodando a Artaq en un sector con hierba abundante,
alimentndolo y dndole de beber antes de ocuparse de sus propias necesidades.
Una fogata para cocinar habra denunciado su presencia; por tanto, se
contentaron con los frutos y plantas que haba recogido Amberle. En esta ocasin
tambin eran alimentos desconocidos por el valense, pero le gustaron. Crea que,
con tiempo suficiente, podra llegar a acostumbrarse a aquellas extraas
comidas. Haba casi terminado con el ltimo de los frutos alargados de color
naranja, cuando la joven elfina se volvi hacia l de repente, con una expresin
inquisitiva en el rostro.
Te molestara que te hiciera una pregunta? le dijo con voz grave.
l sonri.
Cmo voy a saberlo si no s lo que vas a preguntarme?
Bueno, no tienes por qu contestar si no quieres, pero es algo que me intriga
desde que salimos del campamento de los vagabundos.
En ese caso, pregunta.
Al pequeo claro en el que estaban sentados llegaba poca luz, la maraa de
ramas que se entrecruzaban sobre sus cabezas, impeda el paso de la plida luz de
la luna y las estrellas y ella se acerc para poder verle la cara.
Sers sincero conmigo? le pregunt mirndolo con fijeza.
Lo ser.
Cundo usaste las piedras lficas, te? Titube, dudando qu palabra
usar. Te doli?
l la mir y una repentina premonicin surgi en el fondo de su mente, an
indefinida, pero real.
sa es una pregunta curiosa.
Lo s asinti ella, mostrando una breve sonrisa antes de que la seriedad
invadiera su rostro otra vez. En realidad no puedo explicarlo, fue un
sentimiento que tuve al observarte. Al principio parecas no poder controlar las
piedras lficas. Las sostenas alzadas y nada ocurra, aunque estaba claro que
intentabas usar su poder para detener al demonio. Despus, cuando al fin
cobraron vida, se produjo un cambio en ti; un cambio que provoc en tu cara una
expresin, casi como de dolor.
El valense asinti lentamente. Ahora le llegaba el recuerdo, y no era
agradable. Despus de que ocurri, haba levantado un muro en su interior, casi
de forma inconsciente, como en un acto reflejo. Incluso en aquel momento, no
saba por qu. Hasta que ella se lo haba recordado, no pens en lo que haba
sentido.
Los ojos de la joven mostraban preocupacin al fijarse en los de l.
Si prefieres empez a decir rpidamente.
No. Su voz era firme y serena. Movi la cabeza. No. No s si y o
mismo lo entiendo, pero me ay udar hablar de ello. Respir profundamente,
eligiendo las palabras con cuidado. Haba una barrera dentro de m. No s qu
era ni qu la produjo, pero estaba all y no me dejaba usar las piedras. Me
pareca que no poda esquivarla ni pasar sobre ella. De nuevo movi la cabeza
. Entonces el demonio casi se me vena encima, y Eretria y t estabais all, y
todos bamos a morir. De algn modo derrib la barrera, la derrib, la apart y
llegu hasta las piedras.
Hizo una pausa.
No era dolor, sino una sensacin de que algo desagradable estaba
ocurriendo dentro de m, algo que no s cmo describir. Una sensacin de algo
malo, y sin embargo no haba nada malo en lo que estaba haciendo.
Quiz te estabas haciendo mal a ti mismo murmur ella despus de
reflexionar un momento. Quiz la magia lfica sea perjudicial para ti de
alguna forma.
Quizs admiti. Sin embargo, mi abuelo nunca habl de ello. Podra
ser que la magia no le afectase a l y a m s? Por qu iba a ser diferente
conmigo?
Ella sacudi la cabeza con expresin de duda.
La magia lfica produce reacciones diferentes en personas diferentes.
Siempre ha sido as. Es una magia que nace del espritu, y el espritu nunca es
igual.
Pero mi abuelo y y o nos parecemos mucho, incluso ms que mi padre y
y o reflexion Wil. Espritus afines, se podra decir; no tan distintos como
para provocar esa diferencia en el uso de las piedras. Estoy seguro de que si
hubiera sentido lo que y o, me lo habra dicho.
Amberle extendi la mano y lo cogi del brazo.
Creo que no deberas usar ms las piedras lficas.
l sonri.
Ni siquiera para protegerte? pregunt en un tono desenfadado, pero ella
no le devolvi la sonrisa. Aquello no le pareca divertido.
No ser la causa de ningn dao para ti, curandero declar en voz baja
. No fui y o quien te involucr en este asunto, y siento que ests aqu. Pero y a
que ests, te hablar con franqueza. La magia lfica no es algo con lo que se
pueda jugar; puede resultar ms peligrosa que el mal contra el cual nos protege.
Nuestras historias nos han dejado esa advertencia. La magia puede actuar no slo
contra el cuerpo sino tambin contra el espritu. Las heridas del cuerpo pueden
tratarse. Pero qu pasa con las heridas del espritu? Cmo las trataras,
curandero? Se inclin hacia l. Nadie es digno de tal sacrificio, nadie. En
especial, y o.
Wil la mir en silencio durante uno momento, sorprendido al ver las lgrimas
que brillaban en sus ojos. Estir la mano para apoy arla sobre las suy as.
Nos cuidaremos el uno al otro le prometi. Trat de esbozar una sonrisa
. Quiz no necesitemos volver a usar las piedras.
La mirada que ella le dirigi en respuesta sugiri que no crea ni una palabra
de aquello.
Era medianoche cuando el aullido de los demonios lobos se elev en la
tranquilidad de las praderas, penetrante, feroz y cargado de odio. Wil y Amberle
se despertaron a la vez, con el placer de su sueo retorcido por el miedo. Durante
un momento ninguno de los dos se movi; permanecieron incorporados bajo las
mantas, mirndose con los ojos muy abiertos en la oscuridad. El aullido ces,
dejando un eco en el silencio que se produjo; luego se elev de nuevo, ms agudo
y ms fuerte. Esta vez no dudaron. Sin intercambiar ni una palabra, se
levantaron, se calzaron las botas y se pusieron la capa de montar sobre los
hombros. En pocos segundos ensillaron a Artaq, lo montaron y cabalgaron de
nuevo hacia el norte.
Avanzaron a un trote continuo, evitando las praderas abiertas, despejadas e
iluminadas por la luna y las estrellas, siguiendo la lnea de la zona boscosa. El aire
fro de la noche arremeta contra ellos mientras cabalgaban, cargado de la
humedad que se concentraba en el roco matutino, lleno con los olores de la
noche. Detrs de ellos, los aullidos continuaban, todava lejos, en algn lugar ms
all del Mermidon. Sin duda demonios lobos estaban buscndolos. Seguan el
rastro del da anterior, pero an no se haban dado cuenta de lo cerca que estaban
de su presa.
Artaq corra sin parar, esforzando su gran cuerpo en la carrera, poco ms que
otra sombra deslizndose en la noche de verano. Haba descansado casi todo lo
que necesitaba para esta marcha forzada y tardara en agotarse. Wil lo guiaba
con cautela, mantenindolo a un paso uniforme, sin permitir que se excediera.
Todava era temprano, la cacera acababa de comenzar. Sus perseguidores
descubriran pronto la verdad. El valense estaba furioso consigo mismo; no haba
credo que les pudieran encontrar con tanta facilidad. Las piedras lficas deban
de haber revelado su presencia en el Tirfing, y los demonios lobos se dirigieron
hacia all de inmediato, siguindoles hacia el norte, y ahora expulsndolos de los
bosques de la Tierra del Oeste. En cuanto encontraran el campamento que
haban abandonado, los lobos iran tras ellos para cumplir su venganza. Correran
tras ellos hasta darles alcance.
Cabalgaron durante ms de una hora sin divisar el valle, con el aullido tras
ellos mientras huan. ste era contestado ahora por gritos procedentes de las
praderas situadas bajo los Dientes del Dragn y las llanuras del norte. Wil sinti
que el corazn se le encoga. Los lobos los tenan rodeados. Slo la Tierra del
Oeste estaba abierta para ellos. Se pregunt de repente si tambin esa direccin
podra ser peligrosa. Record lo que haba ocurrido en el ro de Plata. El valle de
Rhenn podra ser tambin una trampa. Quizs estaban siendo conducidos
deliberadamente hacia el valle y all era donde los demonios pensaban terminar
con ellos. Pero qu otra alternativa les haban dejado, salvo correr ese riesgo?
Momentos ms tarde, los aullidos que les llegaban desde atrs se elevaron
hasta convertirse en un frenes. Los demonios lobos haban encontrado el
campamento.
Wil puso a Artaq a galope tendido. Los demonios podan llegar ahora en poco
tiempo, seguros de que su presa estaba prxima, sabiendo que podran atraparlos.
Los gritos del norte y del este sonaron en respuesta a los aullidos, agudos y
estridentes, mientras los cazadores empezaron a correr. Artaq sudaba, con la
cabeza extendida hacia delante y las orejas echadas hacia atrs. Las praderas se
transformaron en un terreno de escasos arbustos; haban entrado en las llanuras
de Streleheim. El valle de Rhenn no poda estar lejos. Wil se agach sobre el
cuello de Artaq y anim al caballo para que corriera.
Fue durante la tercera hora de persecucin, cuando las praderas de Callahorn
haban quedado y a bastante atrs y la tierra que pisoteaban los cascos de Artaq
se volvi dura y agrietada, cuando los aullidos de los demonios lobos se oy eron
tan cerca que pareca que las enormes formas grises saltaran ante ellos en
cualquier momento, cuando el viento y el polvo los haban cegado y el sudor del
miedo corra por sus cuerpos bajo sus desordenadas ropas, que el valense y la
joven elfina por fin divisaron los cerros irregulares que formaban la entrada del
valle de Rhenn. Surgieron de las planicies que precedan a los bosques lficos
como sombras oscuras y achaparradas destacando contra el cielo nocturno. Los
jinetes giraron hacia el paso sin aflojar la marcha. Los flancos de Artaq se
henchan con el esfuerzo, las ventanas de su nariz se ensanchaban. Un sudor
espumoso cubra su bruido cuerpo negro. Se forz an ms, corriendo a travs
de la oscuridad, con las dos figuras acurrucadas agarrndose a l con
desesperacin.
Pocos segundos despus, el paso estaba ante ellos, con sus aristas rocosas
elevndose a cada lado. Abajo, en el interior de la estrecha abertura del valle,
amenazaba la oscuridad. Wil atisb frenticamente a travs de los ojos llenos de
lgrimas mientras el viento cortaba su cara, tratando de distinguir a los demonios
que tema estuviesen esperando para tenderles una trampa. Con sorpresa
descubri que no haba ninguno. Estaban solos en el valle. Sinti una repentina
sensacin de euforia. Se estaban escapando! Los perseguidores se hallaban
demasiado atrs para atraparlos antes de que estuvieran a salvo en los bosques de
la Tierra del Oeste, en el pas de los elfos. Entonces conseguiran ay uda
El pensamiento incompleto qued suspendido en su mente, repitindose una y
otra vez en cadencia con el sonido de los cascos de Artaq en su carrera sobre la
tierra del valle. Wil sinti fro. Qu estaba pensando? No habra ninguna ay uda
para ellos. Nadie saba de su llegada, nadie excepto Allanon, y el druida haba
desaparecido. Ay uda? Qu ay uda poda esperar? Los demonios y a haban
penetrado en el corazn de la villa de Arbolon para destruir a los escogidos. Qu
le haca pensar que dejaran de perseguir a un valense increblemente ingenuo y
a una joven elfina inofensiva dentro de aquellos bosques? Todo lo que haban
conseguido llegando hasta el valle de Rhenn era sacar a Artaq de las praderas
abiertas, donde poda correr, y meterlo en el confinamiento de los bosques,
donde no poda. No haba nada que lograra evitar que los lobos continuaran tras
ellos. Las criaturas los superaban en rapidez y agilidad, eran ms aptas para
desplazarse en el laberinto de rboles y arbustos, ms capacitadas para
perseguirlos que ellos para escapar. Se haba preocupado tanto de lo que huan
que olvid considerar hacia dnde huan. No podra escapar. Seran atrapados;
seran asesinados. Era culpa suy a. l lo haba provocado.
Tena que hacer algo.
Su mente corra, buscando una solucin desesperadamente. Slo le quedaba
un arma.
Entonces Amberle grit. El valense mir hacia atrs, siguiendo el brazo rgido
de la elfina que sealaba al cielo.
Sobre la entrada del valle volaba una monstruosa criatura negra de alas
membranosas que se extendan sobre la cadena de montaas con una cabeza
ganchuda e inclinada como un miembro retorcido. Dando alaridos, sali de las
llanuras de Streleheim y enfil la entrada del valle, dirigindose hacia ellos. Wil
no haba visto nunca nada tan enorme. Anim frenticamente a Artaq, pero al
caballo y a no le quedaba nada que dar, se mova slo por el impulso de su
voluntad. A unos cientos de metros estaba la seal que marcaba el paso del otro
lado. Ms all se encontraban los bosques que los ocultaran de esa pesadilla,
bosques en los que una cosa de semejante tamao no podra penetrar. Todo lo que
necesitaban era unos cuantos segundos ms.
La criatura se lanz en picado hacia ellos. Pareca caer como una enorme
roca, precipitndose en la noche. Wil Ohmsford vio durante un momento al
jinete que la montaba, algo vagamente humano, pero encorvado y deforme, con
unos ojos rojos que se destacaban del rostro negro. El muchacho sinti que los
ojos lo traspasaban y le pareci que fundan su valor.
Crey que aquello era el fin. Pero entonces, con un ltimo esfuerzo, Artaq
atraves el paso, y penetr en la oscuridad de los rboles.
El gran caballo tom un estrecho sendero de tierra, sin disminuir apenas su
velocidad, mientras su cuerpo bruido regateaba y esquivaba los troncos y la
maleza. Wil y Amberle se aferraban a l, mientras las ramas y enredaderas que
los azotaban amenazaban con derribarlos a cada instante. l trat de refrenar al
caballo, pero ste haba tomado la iniciativa, quitndole todo control sobre l.
Ahora corra en su propia carrera.
En segundos perdieron todo sentido de la orientacin, confundidos por la
oscuridad del bosque que los encerraba y por el camino serpenteante que
recorran. Aunque y a no les llegaban los aullidos de los demonios lobos ni los
alaridos del monstruo volador, Wil sinti miedo ante la posibilidad de que
hubieran girado sin advertirlo y se estuvieran dirigiendo hacia las criaturas de las
que trataban de escapar. Tir de las riendas en un esfuerzo para dominar al
caballo, pero Artaq se mantuvo firme.
El valense casi haba perdido toda esperanza de lograr que el corcel negro se
detuviera, cuando ste disminuy bruscamente su velocidad y se detuvo. Se
qued en medio del camino, con los costados palpitantes y la nariz dilatada. Baj
su hermosa cabeza y resopl suavemente. Despus se produjo un largo momento
de silencio. Wil y Amberle se miraron interrogndose mutuamente.
Entonces una figura negra y alta apareci delante de ellos, surgiendo de la
noche sin ruido. Ocurri tan inesperadamente que Wil ni siquiera tuvo tiempo de
pensar en las piedras lficas. La figura oscura se aproxim, apoy una mano con
cario sobre el cuello sudoroso de Artaq, dndole unas palmadas. Desde las
sombras de la capucha de su capa, levant el rostro hacia la luz.
Era Allanon.
Estis bien? pregunt suavemente, extendiendo los brazos hacia
Amberle para bajarla.
La joven asinti con un gesto, reflejando el asombro en sus ojos de color
verde mar, asombro y un poco de enojo. El druida frunci el entrecejo y se
volvi para ay udar a Wil, pero ste y a estaba descendiendo del lomo de Artaq.
Te creamos muerto! exclam con extraeza.
Parece que siempre alguien tiene que declararme muerto antes de tiempo
coment el mstico con cierta petulancia. Como veis, estoy bastante
Allanon tenemos que salir de aqu. Wil mir a su alrededor con ansiedad.
Sus palabras se enredaron en su precipitacin por salir. Los demonios lobos nos
vienen persiguiendo todo el camino desde el Mermidon, y hay una cosa negra
voladora que
Wil, calma.
casi nos atrapa en el valle. Es ms grande que cualquier cosa que nunca
hay a
Wil!
Wil Ohmsford se call. Allanon sacudi la cabeza con gesto reprobatorio.
Vas a permitirme hablar, por favor?
El valense enrojeci y asinti.
Gracias continu el druida. En primer lugar, ahora estis a salvo. Los
demonios y a no os persiguen. El que los gua puede sentir mi presencia. Me teme
y ha dado la vuelta.
El valense le mir con escepticismo.
Ests seguro?
Completamente. Nadie os sigue ahora. Venid conmigo los dos y sentaos.
Los condujo hasta un tronco cado que estaba junto al camino, y el valense y
la elfina se sentaron. Allanon permaneci de pie.
Debemos seguir hacia Arbolon esta noche les dijo. Pero podemos
perder unos cuantos minutos para descansar.
Cmo has llegado hasta aqu? le pregunt Wil.
Podra haceros la misma pregunta. El hombre alto apoy una rodilla en
el suelo y se arrebuj en sus ropas oscuras. Comprendis lo que ocurri en el
ro?
El valense asinti.
Creo que s.
Fue el rey del ro de Plata intervino Amberle. Lo vimos; habl con
nosotros.
Habl con Amberle corrigi Wil. Pero qu te ocurri a ti? Te ay ud
tambin?
Allanon neg con la cabeza.
Me temo que ni siquiera lo vi; slo la luz que os envolvi y os llev. Es un
personaje solitario y misterioso, y se deja ver muy pocas veces. En esa ocasin
decidi presentarse ante vosotros. Las razones debe reservrselas, supongo. En
cualquier caso, su aparicin caus una confusin considerable entre los
demonios, y aprovech la confusin para escaparme.
Hizo una pausa.
Amberle, dijiste que habl contigo. Recuerdas lo que dijo? pregunt
despus.
La elfina pareci inquietarse.
No, no exactamente. Fue como un sueo. Dijo algo sobre reunirnos.
Durante un instante hubo un destello de entendimiento en los ojos oscuros del
druida. Pero ni Wil ni Amberle lo vieron, y desapareci en seguida.
No importa. El mstico se apart del tema, quitndole importancia. Os
ay ud cuando necesitasteis su ay uda y por eso estamos en deuda con l.
Con l seguro que s, pero desde luego no contigo. Amberle no se
molest en disimular su enojo. Dnde has estado druida?
Allanon pareci sorprendido.
Buscndoos. Desgraciadamente, cuando el rey del ro de Plata os ay ud,
hizo que nos separramos. Yo saba que estabais a salvo, desde luego, pero no
saba dnde habais sido llevados ni cmo encontraros. Podra haber empleado la
magia, pero me pareci un riesgo innecesario. El que gua a esos demonios que
han escapado de la Prohibicin tiene poderes tan grandes como los mos, quiz
may ores. Al usar la magia tambin lo habra conducido a l hacia vosotros. Por
eso decid continuar hacia Arbolon, buscndoos por el camino, crey endo que
recordarais y seguirais las instrucciones que os haba dado. Tu caballo gris, Wil,
se perdi en la batalla; por eso me vi obligado a ir andando, y estaba seguro de
que me precedais en el camino. Hasta que no usasteis las piedras lficas no supe
que estaba equivocado. Se encogi de hombros. Entonces casi haba llegado
a Arbolon. Di la vuelta y viaj hacia el sur a travs de los bosques, crey endo que
buscarais su proteccin en las cercanas del Mermidon. De nuevo me equivoqu.
Cuando o los aullidos de los demonios lobos, me di cuenta de que intentabais
llegar al valle de Rhenn. Eso me trajo hasta aqu.
Parece que has pasado mucho tiempo equivocndote le espet Amberle.
Allanon no dijo nada; sus ojos se encontraron con los de ella.
Creo que tu primer error fue ir a buscarme continu la elfina, con voz
acusadora.
Era necesario.
Eso est por ver. Lo que me preocupa en este momento es que los
demonios han estado desde el principio a un paso por delante de ti. Cuntas
veces han estado a punto de atraparme?
Allanon se levant.
Demasiadas veces. No ocurrir ms.
Amberle se levant a su vez. Tena el rostro enrojecido.
Tus promesas no me resultan muy tranquilizadoras. Quiero poner fin a este
viaje. Quiero volver a mi casa, a Villa Refugio, no a Arbolon.
El rostro del druida permaneci impasible.
Lo comprendo. Har lo que pueda por ti.
Quiz. Quiz slo hagas lo que te convenga.
El druida se tens ms.
Eso no es justo, Amberle. Sabes menos del asunto de lo que supones.
S una cosa. S que ni t ni el que elegiste para que me proteja habis
resultado demasiado eficaces. Sera mucho ms feliz si nunca os hubiera visto.
Estaba tan furiosa que casi se le saltaron las lgrimas. Los observ con fijeza,
provocndolos para que la contradijesen. Al no hacerlo ninguno, se dio la vuelta
y comenz a caminar por el camino oscuro.
Dijiste que tenamos que seguir hacia Arbolon esta noche, druida grit.
Quiero que esto termine!
Wil Ohmsford mir cmo se alejaba, revelando en el rostro resentimiento y
confusin. Durante un momento pens en quedarse all sentado y dejar que la
joven elfina siguiese por su cuenta. Obviamente, no haba sido de gran ay uda
para ella. Entonces sinti la mano de Allanon en su hombro.
No la juzgues con precipitacin le dijo en voz baja.
La mano se retir y el druida se adelant para coger las riendas de Artaq. Se
volvi a mirar a Wil interrogativamente. El valense sacudi la cabeza y se
levant. Despus de todo, haba llegado demasiado lejos. No conseguira nada
negndose a seguir.
El druida haba comenzado y a a caminar tras la menuda figura de la
muchacha, mientras sta desapareca por el sendero, entre los rboles. Wil, de
mala gana, sigui tambin.
____ 18 ____
Era el anochecer del da siguiente. Las sombras se alargaban en la ciudad
boscosa de Arbolon y la penumbra gris se haca ms intensa a medida que
entraba la noche. Eventine Elessedil estaba sentado solo en la tranquilidad de su
estudio examinando la lista de Gael sobre los asuntos que requeriran su atencin
por la maana. El cansancio se marcaba en su rostro y sus ojos se esforzaban por
ver con la luz de la lmpara de aceite que descansaba sobre el escritorio de
madera que l ocupaba. La habitacin estaba silenciosa, encerrando al anciano
rey de los elfos en la soledad de sus pensamientos.
Dirigi la mirada hacia Manx, que y aca tendido al otro lado de la sala junto a
la biblioteca, durmiendo. Los flancos grisceos del lebrel se elevaban y
descendan rtmicamente, mientras exhalaba el aliento por la nariz con un curioso
gemido nasal. Eventine sonri. T concilias el sueo con facilidad, pens, un
sueo profundo, libre de pesadillas y de problemas. Sacudi la cabeza. Cunto
dara por gozar de una sola noche de sueo apacible! Poco descanso haba
conseguido. Las pesadillas poblaban sus noches, pesadillas que eran distorsiones
de las desagradables realidades de las horas de vigilia, que se llevaba con l al
sueo. Le importunaban y atormentaban; se infiltraban perversamente,
desgarradoras y malignas. Cada noche se hacan presentes, aguijoneando su
subconsciente, fragmentando su sueo para que una y otra vez se despertara
agitado, hasta que al fin llegaba el amanecer y cesaba la lucha.
Se frot los ojos, y despus la cara, apartando la luz con las manos. Tendra
que irse a descansar, porque en cierto modo era necesario dormir. Pero saba que
no iba a hallar mucho reposo.
Cuando volvi a bajar las manos, se encontr cara a cara con Allanon.
Durante un momento no crey que estaba viendo al druida en realidad; lo
atribuy a una trampa de su mente, producida por el cansancio. Pero cuando
mir con fijeza sus ojos penetrantes y la imagen no desapareci, se puso en pie
sobresaltado.
Allanon! Cre que mis ojos me engaaban!
El druida se acerc y ambos se estrecharon las manos. Ya no haba el menor
rastro de incertidumbre en los ojos del rey de los elfos.
La encontraste?
Allanon asinti.
Est aqu.
Eventine no supo qu responder. Los dos humanos quedaron mirndose
fijamente sin decir nada. Delante de la estantera repleta de libros, Manx se
levant y bostez.
Cre que ella no volvera nunca dijo el rey al fin. Luego titube.
Dnde la has llevado?
Donde puede estar protegida respondi Allanon. Solt la mano del rey .
No tenemos mucho tiempo. Quiero que renas a tu hijo y a tus consejeros ms
ntimos; aquellos a quienes hay as hablado del verdadero peligro que amenaza a
los elfos. Asegrate de tu seleccin. Renelos dentro de una hora en las cmaras
del Consejo Supremo. Diles que hablar con ellos, pero que no se entere nadie
ms. Encrgate de que la guardia mantenga vigilancia fuera. Dentro de una hora,
nos veremos.
Se dio la vuelta y se dirigi a la puerta cristalera por la que haba entrado.
Amberle? dijo Eventine al verlo marchar.
Dentro de una hora repiti el druida.
Pas entre las cortinas y desapareci.
El tiempo fijado pas, y los que haban sido convocados por el rey se
encontraban reunidos en el Consejo Supremo. La sala del Consejo era una
cmara hexagonal construida de roble y piedra, con su techo de catedral, en
forma de estrella, elevndose hacia la conjuncin de unas enormes vigas. Varias
enormes puertas de madera daban a la sala, iluminada por lmparas de aceite
que colgaban bajas en los extremos de cadenas de hierro negro. Ante la pared
del fondo, estaba situado el estrado del rey, una serie de escalones que conducan
a un gran trono de roble labrado, flanqueado por una fila de estandartes que
sostenan las insignias de las casas de los rey es elfos. Las dems paredes estaban
bordeadas por gradas, de doce filas cada una, todas con vistas a un amplio
espacio pavimentado con piedra pulida, cercado como un coso por una barandilla
baja de hierro. En el centro exacto de la estancia se encontraba una gran mesa
ovalada con veintiuna sillas donde estaban sentados los miembros del Consejo
Supremo de los elfos.
Slo seis de aquellas sillas se hallaban ocupadas esa noche. En una de ellas se
sentaba Ander Elessedil. Hablaba poco con los otros cinco que lo acompaaban,
desviando su mirada inquieta hacia las puertas dobles del otro extremo de la
cmara. Los pensamientos sobre Amberle se amontonaban en su mente. Aunque
su padre no la haba mencionado al darle la noticia del regreso de Allanon, estaba
seguro de que el druida haba tenido xito en su misin. En caso contrario, el
Consejo no habra sido convocado con tanta premura. Tambin estaba seguro de
que Allanon pretenda presentarla ante el Consejo para pedir a sus miembros que
le confiaran la bsqueda del Fuego de Sangre. Pero no lo estaba del sentido de la
respuesta que daran. Si el rey acceda hablar primero, por requerimiento del
druida, y prestar su apoy o, era probable que los otros aceptaran sus deseos. Pero,
ni an eso poda determinarse, dados los sentimientos que los elfos albergaban
contra Amberle. Adems, no crea que su padre actuara de tal forma. Primero
escuchara la opinin de los que haba reunido a su alrededor. Despus, tomara
una decisin.
Ander dirigi una rpida mirada hacia su padre, luego desvi la vista. Cul
sera su propia opinin?, se pregunt de repente. Se le pedira que hablara, pero
cmo poda ser objetivo en una cuestin que se refera a Amberle? Un conflicto
de emociones incidi intensamente en su razonamiento. El amor y la decepcin
se mezclaron. Sus manos se cerraron ante l, sobre la mesa, a consecuencia de lo
que estaba sintiendo. Tal vez sera mejor que no opinara. Tal vez sera mejor que
se sometiera al juicio de los otros.
Su mirada recorri sus rostros en un momento. Aparte de Dardan y Rhoe,
que vigilaban fuera de la cmara, nadie saba que se estaba celebrando aquella
reunin. Haba otros a los que su padre podra haber llamado, personas buenas.
Pero haba elegido a stos. Ander pens que fue una eleccin adecuada, al
considerar el carcter de cada uno. Pero qu clase de dictamen emitiran
cuando oy eran lo que se iba a decir?
Se dio cuenta de que no estaba seguro.
Arion Elessedil se hallaba sentado a la derecha de su padre, el lugar
reservado en la mesa para el prncipe heredero del reino. Sera a Arion a quien el
rey mirara primero, como siempre haca cuando se necesitaba tomar una
decisin importante. Arion era la fuerza de su padre, y el anciano lo amaba
profundamente. Su presencia proporcionaba a Eventine una sensacin de
seguridad que Ander saba que l era incapaz de producir, aunque lo intentara.
Pero Arion careca de compasin, y a veces mostraba una intolerancia que
oscureca su buen sentido. Era difcil prever qu posicin tomara respecto a
Amberle. En otra poca haba sentido cario por la joven, la nica hija de su
amado hermano Aine. Pero de eso haca mucho tiempo. Sus sentimientos haban
cambiado tras la muerte de su hermano; y, an ms, con la traicin de Amberle
a su compromiso como escogida. El prncipe heredero albergaba una gran
amargura en su interior; la may or parte de ella causada por el dao que Amberle
le haba hecho a su padre. Era imposible saber hasta dnde llegaba esa
amargura, Ander la crea profunda y le preocupaban sus consecuencias.
El primer ministro del rey, Emer Chios, ocupaba la silla contigua a Arion.
Como primer ministro, era Chios quien presida el Consejo en ausencia del rey.
Un hombre claro y persuasivo que expresara sus sentimientos con franqueza, de
eso estaba seguro. Aunque Eventine y su primer ministro no siempre compartan
las mismas opiniones sobre los asuntos que se exponan ante el Consejo, ambos
respetaban el parecer del otro. Eventine escuchara con atencin lo que su primer
ministro tuviera que decir.
Kael Pindanon, jefe del ejrcito de los elfos, era el amigo ms antiguo e
ntimo del rey y, aunque diez aos ms joven, pareca como mnimo de su
misma edad. Su rostro tena el aspecto de la madera seca, su nudoso cuerpo el
del cuero sin curtir, lleno de cicatrices y huellas producidas por toda una vida de
batallas. El cabello blanco le llegaba hasta los hombros, y un gran bigote cado
formaba un arco alrededor de la fina lnea de su boca. Duro como el hierro y
fijo en sus convicciones, Pindanon era el ms previsible de los consejeros de
Eventine. El viejo soldado era del todo fiel al rey ; siempre hablaba de acuerdo
con lo que crea ms conveniente para el soberano y as actuara con Amberle.
El ltimo elfo en la mesa no era miembro del Consejo Supremo. Era ms
joven que Ander, delgado y de cabello oscuro, con aire alertado y ansiosos ojos
castaos. Se sent junto a Pindanon, retirando ligeramente la silla de la mesa, sin
hablar con los dems pero observndolos en silencio. Llevaba dos dagas en el
cinturn y una gran espada que, dentro de la vaina, colgaba del respaldo de su
silla. No llevaba ninguna insignia del cargo, salvo un pequeo medalln con el
blasn de los Elessedil que penda de una cadena de plata alrededor de su cuello.
Se llamaba Crispin. Era capitn de la Guardia Especial, el cuerpo de lite de
rastreadores elfos cuy a nica misin era la proteccin del rey. Su presencia en el
Consejo, en cierto modo, era un misterio. Ander nunca hubiera esperado que su
padre le pidiera consejo. Pero estaba claro que su padre no siempre haca lo que
Ander esperaba.
Se tom un descanso en su evaluacin. Con diferentes experiencias y
personalidades, los elfos all reunidos slo tenan en comn su absoluta lealtad
hacia el viejo rey. Quiz por esa lealtad, Eventine senta que poda confiarles sin
riesgos la difcil decisin respecto a Amberle. Quiz tambin estaban all porque
era a ellos a quienes pedira su apoy o cuando llegase el momento de defender la
patria de los elfos.
Y ese momento estaba cerca. La inevitabilidad de una terrible lucha entre
elfos y demonios se haca cada vez ms evidente. Ellcry s se debilitaba por das,
el decaimiento y la marchitez se extendan de forma inexorable por las ramas,
despojndola de su belleza y de su vida, debilitando el poder que mantena la
Prohibicin. Cada da llegaban nuevos informes de criaturas extraas y
aterradoras, seres nacidos de pesadillas y oscuras fantasas, que merodeaban por
las fronteras de la Tierra del Oeste. Los soldados elfos patrullaban desde el valle
de Rhenn hasta el Sarandanon, desde los Zarzales hasta Kershalt, y an segua
aumentando el nmero de criaturas. Era seguro que crecera ms, hasta que
lograran escapar las suficientes para unirse y atacar con eficacia a los elfos.
Ander apoy los codos en la mesa, y cruz las manos ante su frente,
protegiendo sus ojos de la luz. Ellcry s se estaba muriendo con tanta rapidez que
se pregunt si habra tiempo suficiente para llegar al Fuego de Sangre, aunque
Allanon hubiese tenido xito en su bsqueda. Tiempo! Todo dependa del tiempo.
Las enormes puertas del otro extremo de la sala se abrieron y las seis cabezas
se volvieron cuando Allanon entr andando a grandes pasos, alto e imponente en
sus ropas negras. Con l entraron dos figuras ms bajas, envueltas en capas y con
los rostros ocultos por las capuchas.
Amberle!, pens Ander en seguida. Una de ellas debe de ser Amberle!
Pero quin era la segunda figura?
Los tres avanzaron en silencio hasta el extremo opuesto de la gran mesa
ovalada. All el druida indic a sus compaeros que se sentaran y despus elev
su oscuro rostro hacia el rey.
Majestad dijo y se inclin levemente.
Allanon contest el rey . S bienvenido.
Estn todos los convocados?
Todos le asegur Eventine, y los nombr uno por uno; despus dijo:
Por favor, expn lo que has venido a decir.
Allanon se adelant unos pasos hasta quedar a medio camino entre los elfos y
las figuras encapuchadas.
Muy bien. Lo explicar slo una vez, as que pido que escuchen con
atencin. El pueblo elfo se encuentra en grave peligro. Ellcry s se est muriendo.
Se debilita con rapidez, y sta aumenta cada da que pasa. A medida que ella se
va debilitando tambin lo hace la Prohibicin. Los demonios que vuestros
antepasados encerraron empiezan a volver de nuevo a vuestro mundo. Pronto
estarn todos libres y, cuando eso ocurra, intentaran aniquilaros.
El druida dio un paso hacia delante.
Creed lo que os digo, caballeros elfos. No podis apreciar como y o el
alcance del odio que los empuja. Slo he visto a unas cuantas de esas criaturas,
unas cuantas que han cruzado y a la Prohibicin, pero incluso esas pocas me han
mostrado el odio que las consume a todas. Ese odio es pavoroso. Les da poder,
ms poder del que posean cuando fueron aisladas por primera vez. No creo que
seis capaces de hacerles frente.
No conoces el ejrcito de los elfos! exclam Pindanon con el rostro
encendido.
Comandante. Eventine habl con voz suave. El viejo soldado se volvi en
seguida. Djanos escucharle antes.
Pindanon volvi a sentarse, con la frustracin marcada en el rostro.
Ellcry s es la llave de vuestra subsistencia continu Allanon, ignorando a
Pindanon. Cuando Ellcry s muera, la Prohibicin desaparecer. La magia que
la cre tambin desaparecer. Una cosa puede evitarlo, y slo una. Segn la
ley enda de los elfos y las ley es de la magia que le dio vida, Ellcry s puede
renacer. Pero slo de una forma ser factible. Lo sabis bien. Un escogido que
est en su ao de servicio debe llevar la semilla a la fuente de la vida, al Fuego de
Sangre. La semilla debe ser sumergida por completo en el fuego, y luego
devuelta a la tierra donde se arraiga el rbol madre. As se producir la nueva
vida de Ellcry s. As la muralla de la Prohibicin ser restaurada y los demonios
quedarn desterrados de la tierra una vez ms.
Hace dos semanas, tras descubrir la situacin de Ellcry s, vine a ofrecer mi
ay uda a Eventine Elessedil. Llegu demasiado tarde. La Prohibicin y a se haba
resquebrajado permitiendo escapar a varios de los demonios que encerraba.
Antes de que me fuera posible actuar para evitarlo, mataron a los escogidos. Los
asesinaron brutalmente mientras dorman, asesinaron a todos los que
encontraron.
No obstante, le dije al rey que tratara de ay udar a los elfos de dos formas.
Primero, viajara a Paranor hasta el castillo de los druidas y all revisara los
libros de historia de mis antepasados para intentar descubrir el secreto de la
palabra Salvafuerte. Ya lo he hecho. He descubierto donde puede encontrarse
el Fuego de Sangre.
Hizo una pausa, estudiando los rostros de los humanos que le escuchaban.
Le dije tambin al rey que buscara a alguien que pudiera llevar la semilla
de Ellcry s al Fuego de Sangre, porque crea que esa persona exista. Tambin he
hecho eso. He trado a esa persona conmigo hasta Arbolon.
La tensin expectante de Ander creci mientras se elevaba un murmullo de
incredulidad entre los hombres reunidos. Allanon se gir e hizo una sea a la
menor de las figuras encapuchadas.
Ven aqu.
La figura oscura se levant vacilante, luego camin hasta detenerse junto al
druida.
Qutate la capucha.
De nuevo vacil. Los elfos se inclinaron hacia delante, impacientes; todos
excepto Eventine, que se mantena erguido en su asiento con las manos sobre los
tallados brazos de madera.
Bjate la capucha repiti Allanon afablemente.
Esta vez la figura obedeci. Unos brazos delgados y morenos salieron de
entre los pliegues de la capa y echaron hacia atrs la capucha que ocultaba su
cara. Los ojos de color verde de Amberle estaban fijos, sin mirar, para evitar
encontrarse con los de su abuelo. Hubo un instante de pesado silencio.
Entonces, Arion se levant de repente, lvido de rabia.
No! No, druida! Llvatela de aqu! Llvala al lugar donde la
encontraste!
Ander fue a levantarse de su silla, reflejando en su rostro el golpe que le
haban causado las palabras de su hermano, pero su padre lo cogi de un brazo y
lo oblig a sentarse de nuevo. Al momento se inici un intercambio de airados
comentarios, pero las palabras se perdieron en una confusin de voces que se
ahogaban unas a otras.
La mano de Eventine se elev bruscamente y el silencio regres a la sala.
Primero escucharemos a Allanon dijo con firmeza, y Arion se desliz
hacia su asiento.
El druida asinti.
Os pido a todos que recordis esto. Slo un escogido en servicio puede
llevar la semilla de Ellcry s. Cuando el ao comenz, haba siete. Seis han muerto.
Amberle Elessedil es vuestra ltima esperanza.
Arion lo interrumpi.
Ella no es una esperanza! Ya no es una escogida!
La voz del prncipe elfo fue amarga y dura. Kael Pindanon asinti, revelando
la repulsa en su rostro marcado por cicatrices.
Allanon se adelant un paso ms.
Niegas que ella es una escogida? La sutil sonrisa burlona apareci en sus
labios. Entrate entonces de que tambin ella lo niega. Pero le he dicho, y
tambin le dije a su abuelo y ahora te lo digo a ti, que ningn sentimiento, ni tuy o
ni de ella, cambiar lo que realmente es. Tus sentimientos no tienen influencia.
Nieta del rey o desechada por su pueblo, qu importa, prncipe elfo? Tu
preocupacin debera ser la supervivencia de tu gente, de tu gente y de la de
todas las tierras, porque el peligro las amenaza tambin. Si Amberle puede
prestar alguna ay uda a vosotros o a ellos, todo lo ocurrido debe ser olvidado.
Arion no cedi.
No lo olvidar. Nunca lo olvidar.
Qu quieres de nosotros? interrumpi Emer Chios bruscamente, y Arion
se sent de nuevo.
Allanon se volvi a mirar al primer ministro.
Slo esto. Ni vosotros ni y o ni Amberle tenemos derecho a decidir si ella es
an una escogida. Slo Ellcry s tiene derecho, porque fue ella quien tom esa
decisin en un principio. Por tanto debemos conocer los sentimientos del rbol.
Que Amberle vay a ante Ellcry s, y que ella decida si la acepta o la rechaza. Si es
aceptada como una escogida se le entregar la semilla y la llevar hasta el Fuego
de Sangre.
Y si es rechazada?
Entonces ser mejor que esperemos que la fe del comandante en el
ejrcito de los elfos est bien fundamentada.
Arion se levant una vez ms, ignorando la mirada de advertencia que su
padre le dirigi.
Nos pides demasiado, druida. Nos pides que pongamos nuestra confianza
en alguien que ha demostrado ser indigno de ella.
La voz de Allanon fue firme.
Os pido que pongis vuestra confianza en Ellcry s, como habis hecho
durante siglos incontables. Dejadle la decisin a ella.
Arion sacudi la cabeza.
No, presiento que pretendes enredarnos en un juego, druida. El rbol no le
habla a nadie; no le hablar a esta joven. Su mirada iracunda se desvi hacia
Amberle. Si la joven tiene que conseguir nuestra confianza, dejemos que ella
nos diga primero por qu se march de Arbolon. Que nos diga por qu se
deshonr a s misma y a toda su familia.
Allanon pareci considerar la peticin durante un momento, despus baj la
mirada hacia la elfina. El rostro de Amberle estaba plido.
Yo no pretend deshonrar a nadie dijo con voz serena. Hice lo que sent
que deba hacer.
T nos deshonraste! grit Arion. Eres la hija de mi hermano, a quien
y o amaba. Me gustara entender lo que hiciste, pero no lo entiendo. Lo que hiciste
llen de vergenza a tu familia, a todos nosotros. Infam el recuerdo de tu padre.
Ningn escogido ha rechazado nunca el honor de servir. Ninguno! Pero t, t
despreciaste el honor como si careciera de significado.
Amberle estaba tensa.
Yo no deseaba ser una escogida, Arion. Fue un error. Trat de servir como
los otros, pero no pude. Saba lo que se esperaba de m, pero no poda hacerlo.
No pudiste? Arion se inclin hacia delante amenazadoramente. Por
qu? Quiero saber por qu. sta es tu oportunidad para explicarlo. Hazlo!
No puedo! murmur ella, presa de la tensin. No puedo. No lograra
que lo comprendierais, ni aunque lo deseara, ni aunque Dirigi una mirada
suplicante a Allanon. Por qu me hiciste volver, druida? Esto no tiene sentido.
Ellos no quieren que est aqu. Yo no quiero estar aqu. Me siento asustada, no lo
entiendes? Djame volver a casa.
Ests en casa dijo el druida con afabilidad, con una tristeza en la voz que
no haba mostrado antes. Se volvi a mirar a Arion. Tus preguntas son intiles,
prncipe. Piensa de dnde proceden. El dolor conduce a la amargura, la
amargura a la ira. Si sigues por ese camino te perders.
Hizo una pausa, fijando sus ojos oscuros en los miembros del Consejo.
Yo no pretendo comprender lo que caus que esta joven abandonase a su
pueblo. No pretendo comprender qu provoc que eligiese una vida diferente de
la que se le ofreca en Arbolon. No me corresponde a m juzgarla, ni a vosotros.
Lo que hay a hecho antes, hecho est. Ha demostrado valor y determinacin al
realizar este viaje de vuelta a Arbolon. Los demonios la han descubierto. La han
seguido. An la siguen. Ha soportado penurias y afrontado peligros al volver.
Habr sido para nada?
Ante la mencin del peligro en que estaba Amberle, la alarma se asom por
un instante a los ojos de Eventine. Ander la vio; apareci y desapareci
rpidamente.
Podras haber llevado a esta joven ante Ellcry s sin necesidad de
consultarnos seal Emer Chios de repente. Por qu no lo hiciste?
Amberle no deseaba volver a Arbolon dijo Allanon. Vino porque y o la
persuad de que era necesario, de que deba ay udar a su pueblo en lo que
estuviera a su alcance. Sin embargo, no poda forzarla a venir en secreto y a
escondidas, sino abiertamente. Si ella tiene que ir ante Ellcry s, deber ser con
vuestra aprobacin.
El druida desliz su brazo sobre los delicados hombros de la joven. sta
levant la vista, reflejando sorpresa en su rostro infantil.
Tenis que hacer vuestra eleccin. El rostro del druida permaneci
impasible. Quin de vosotros la respaldar, caballeros elfos?
El silencio se densific en la cmara. Los elfos y el druida se miraron. Casi
olvidada ahora, la segunda figura se agitaba con nerviosismo en el otro extremo
de la mesa. Los segundos transcurran. Nadie se levant.
Entonces, de pronto, Ander Elessedil descubri que Allanon lo estaba mirando
a l. Algo no expresado en palabras pas entre ellos, casi una comprensin. En
ese instante Ander supo lo que deba hacer.
Se puso en pie lentamente.
Ander! oy protestar a su hermano.
Se volvi para mirar el rostro oscuro de Arion y vio reflejada una
advertencia en sus ojos implacables; entonces apart la vista. Sin pronunciar
palabra, rode la mesa hasta situarse delante de Amberle. Ella lo mir,
aterrorizada, como un animal salvaje a punto de huir. Rode suavemente los
hombros de la muchacha y se inclin para besarla en la frente. Haba lgrimas
en los ojos de ella cuando le devolvi el abrazo.
Emer Chios se levant.
No veo ninguna dificultad en aceptar lo que se nos ha propuesto, seores
dijo dirigindose a los dems. Debemos aprovechar cualquier oportunidad.
Dio un paso para unirse a Ander.
Crispin dirigi una rpida mirada a Eventine. El rey estaba sentado con
rigidez y su rostro se mostr inexpresivo al afrontar la mirada del capitn. Crispin
se levant y camin hasta colocarse junto a Ander.
El Consejo haba quedado dividido en partes iguales. Tres de pie con
Amberle; tres sentados a la mesa. Eventine mir a Arion. El prncipe heredero de
los elfos aguant la mirada de su padre, luego desvi sus ojos hacia Ander.
Yo no soy tan insensato como mi hermano. Mi respuesta es no.
El rey mir a Pindanon. La cara del viejo soldado tena un gesto duro.
Yo confo en el ejrcito de los elfos, no en esta joven. Luego pareci
dudar. Ella lleva vuestra misma sangre. Mi voto ser como el vuestro,
majestad. Decidid lo que ms convenga.
Todos los ojos se fijaron ahora en Eventine. Durante un instante ste pareci
ajeno a la situacin. Permaneci sentado mirando fijamente la mesa, con tristeza
y resignacin en el rostro. Sus manos se deslizaron lentamente sobre la superficie
de madera pulida, luego se entrecruzaron con fuerza.
Se puso en pie.
Est decidido entonces. Amberle se presentar ante Ellcry s. Se levanta el
Consejo.
Arion Elessedil se incorpor, dirigiendo una mirada furiosa hacia Ander, y
sali con arrogancia de la sala del Consejo Supremo sin decir una palabra.
Allanon?
El druida lo mir.
Algo me preocupa. Se tom un momento para ordenar las palabras.
Cuando dijiste a Amberle que debamos venir aqu esta noche, ella te record
que habas informado a los elfos del Consejo Supremo de que se le dara un da o
dos para descansar. Le contestaste que eso fue una mentira necesaria. Qu
quisiste decir?
La luz de la luna revel la familiar sonrisa burlona esbozndose en el rostro
enjuto del mstico.
Me estaba preguntando cundo haras esa pregunta, Wil Ohmsford. Ri
sonoramente. Tu mana de preguntar no tiene lmites.
Wil hizo un gesto de tristeza.
Tendr una respuesta para mi pregunta?
Allanon asinti.
Una respuesta que no te agradar. La mentira fue necesaria porque hay un
espa entre los elfos.
El valense se qued asombrado.
Cmo sabes eso?
Por lgica. Cuando llegu a Paranor, los demonios estaban y a
esperndome. Esperndome, valense; no me haba seguido nadie. Eso sugiere
que saban de antemano que y o iba para all. Cmo lo supieron? Y, sobre todo,
cmo supieron de m? Slo Eventine tena noticia de que y o haba vuelto a las
Cuatro Tierras. Slo Eventine conoca mi propsito de viajar a Paranor; le dije en
secreto que ira all para estudiar los libros de historia de los druidas, para intentar
descubrir la ubicacin de Salvafuerte. Le indiqu que no dijera nada y debi
hacerlo exactamente as. Se detuvo un momento. Eso deja slo una
posibilidad. Alguien escuch nuestra conversacin; alguien que tena razones para
delatarnos a los demonios.
Wil pareci confundido.
Pero cmo pudo ocurrir eso? T mismo dijiste que nadie conoca tu vuelta
a las Cuatro Tierras antes de que hablases con Eventine.
Eso tambin me extraa admiti el druida. El espa debe de ser
alguien con fcil acceso al rey, alguien que conozca todo lo que hace. Alguien
perteneciente al servicio de la casa, quiz. Se encogi de hombros. En
cualquier caso, fue una suerte que no mencionase al rey dnde poda encontrarse
Amberle, o los demonios la habran encontrado antes que y o, supongo.
Wil sinti un hormigueo en la piel. La sugerencia le result totalmente
desconcertante. Por primera vez desde que se haba encontrado con Allanon,
agradeci que el druida fuese tan reservado sobre lo que saba.
Si es as, por qu diste tanta informacin a los elfos del Consejo Supremo?
pregunt. Si hay un espa, le proporcionaste la posibilidad de informar sobre
todo lo que se dijo en la reunin.
El druida se inclin hacia delante.
Una posibilidad muy buena. De hecho, pretendo asegurarme de que lo
haga. sa es la razn de la mentira. Los demonios saben que estamos aqu, y
saben por qu estamos aqu. Saben quin soy, y saben quin es Amberle. Pero
todava no te conocen a ti. Todo eso lo han descubierto por mi conversacin con
Eventine y por lo que han visto mientras nos perseguan desde Villa Refugio. A los
elfos del Consejo Supremo no les he dicho nada nuevo, excepto una pequea
cosa; que Amberle descansara unos das antes de ver a Ellcry s. Por tanto,
durante ese tiempo al menos, los demonios no esperarn que hagamos nada.
Creo que esa mentira nos proporcionar una ventaja pequea pero muy til.
Qu clase de ventaja? pregunt Wil frunciendo el entrecejo. Qu
tienes en mente, Allanon?
El druida arrug los labios.
En cuanto a eso, Wil, me temo que tendr que pedirte que tengas un poco
ms de paciencia. Pero te prometo que recibirs la respuesta antes de que acabe
esta noche. Te parece justo?
Wil pens que no haba nada que pudiera calificarse de justo en todo aquello.
Sin embargo, saba que era intil insistir. Cuando Allanon tomaba una decisin, no
haba nada que hacer.
Una cosa ms. El druida apoy una mano en el hombro del valense
como advertencia. No le hables de esto a Amberle. Ya est suficientemente
asustada, y no hay razn para asustarla ms. Que quede como un secreto entre t
y y o.
El valense asinti. En eso, al menos, podan estar de acuerdo.
Se despert haca media tarde. Cansado y dolorido, se levant del fondo duro
del bote y se desliz hacia atrs para relevar a Amberle en el timn. Tena
hambre y sed, pero no haba nada que comer o beber. Lo haban perdido todo en
la huida del Py kon.
Poco tiempo despus, el cauce empez a estrecharse, y las ramas de los
rboles de ambas orillas se unieron sobre ellos formando una bveda. Las
sombras se alargaron y, en el oeste, el sol empez a ocultarse tras el muro de las
Estribaciones Rocosas, cambiando su luz dorada a rojiza con la llegada del
crepsculo. Un tramo de rpidos hizo saltar la lancha con violencia, pero Wil
logr esquivar las rocas y mantener su rumbo hasta pasarlos. Cuando el ro
empez a torcer hacia el sur en su largo viaje de vuelta a las praderas de
Callahorn, el valense llev la lancha hasta la orilla y desembarcaron.
Pasaron toda la noche al abrigo de un enorme y viejo sauce, a varios cientos
de metros de la orilla del ro. Escondieron la embarcacin entre unos arbustos,
recogieron frutos y hierbas para cenar y trataron de buscar agua para beber. No
la encontraron, y tuvieron que contentarse slo con los alimentos. Comieron,
conversaron un poco y se quedaron dormidos.
La maana amaneci soleada y agradable, y el valense y la elfina
emprendieron la marcha hacia las Estribaciones Rocosas, en direccin oeste.
Caminaron con viveza, disfrutando del calor de la maana, comiendo lo que les
quedaba de la fruta que haban recogido la noche anterior. Las horas
transcurrieron rpidamente, y la rigidez que notaban en sus miembros al
despertar fue desapareciendo a medida que avanzaban. A media maana,
descubrieron un pequeo arroy o donde unos rpidos desembocaban en una
laguna. El agua era buena para beber. Bebieron hasta saciarse; pero al no contar
con recipientes, no pudieron llevarse nada de reserva.
En el transcurso del da, las montaas de las Estribaciones Rocosas se vieron
cada vez ms sobre la mampara del bosque, una masiva lnea montaosa que
ocupaba todo el horizonte del oeste. Slo el lejano sur, donde se encontraba el
impenetrable pantano del Sudario, careca de montaas, y sus contornos estaban
invadidos por una densa niebla gris que se elevaba desde la cinaga como si
fuera humo. Por primera vez desde que escaparon del Py kon, Wil empez a
preocuparse de la ruta que seguan. La decisin de adoptar la del curso del
Mermidon hacia los bosques, bordeando las montaas, le haba parecido obvia.
Pero ahora que estaban all, se preguntaba cmo iban a lograr cruzar esos picos
monstruosos. Ninguno de los dos conoca aquella cordillera; ninguno de los dos
saba si existan pasos que pudieran cruzar sin peligro. Sin los rastreadores elfos
para guiarlos, cmo iban a evitar extraviarse?
A la cada de la tarde, se encontraron ante las Estribaciones Rocosas, mirando
hacia un laberinto de picos que se superponan unos a otros, a cientos de metros
de altura, sin mostrar ningn indicio de pasaje o acceso. El valense y la elfina
comenzaron a trepar hasta llegar a las laderas inferiores de la montaa ms
prxima. Los amplios y verdes prados estaban salpicados por brillantes
campanillas y centaureas rojas. El sol casi haba desaparecido, y empezaron a
buscar un lugar para pasar la noche. Pronto encontraron un arroy o que
desembocaba en un pequeo estanque dentro de un bosquecillo de pinos.
Instalaron all su campamento. Comieron frutas y hierbas, pero lo que Wil
deseaba realmente era carne y pan y consumi aquello un poco a desgana. La
luna y una dispersin espectacular de estrellas llenaron el cielo. Desendose
mutuamente buenas noches, se envolvieron en sus capas de viaje y cerraron los
ojos.
Wil segua preguntndose cmo atravesaran las montaas cuando el sueo
lleg.
Una hora ms tarde, los demonios atacaron a los elfos en el Paso de Baen.
Descendieron por las colinas del norte, rompiendo la tranquilidad del amanecer
con sus gritos y aullidos. Llegaron de la misma forma que haban llegado a la
Cuenca de Haly s, en masa y a oleadas como las aguas desbordadas de un ro.
En la parte baja del Paso, la falange de elfos esperaba; filas de lanceros y
piqueros aguardando hombro con hombro, con las armas preparadas. Cuando los
primeros demonios se abrieron paso hacia ellos, los grandes arcos de los elfos
zumbaron sobre las laderas de las Kensrowe y el aire se llen de flechas. Los
demonios se agitaban convulsivamente y caan, enterrados debajo de los que
llegaban detrs. Una rfaga de lanzas tras otra iba derribando sus filas, y cientos
de demonios murieron en el asalto.
Pero al fin alcanzaron a la falange y se lanzaron contra ella, profiriendo
aullidos de dolor al ser atravesados por las lanzas de puntas de hierro. Los
atacantes vacilaron y retrocedieron. Luego iniciaron una nueva embestida de
cuerpos deformes que usaban las garras y los dientes, y otra vez fue repelida. El
terreno situado ante la lnea defensiva de los elfos se llen de cuerpos muertos y
moribundos. Las hordas de demonios siguieron presionando sin cesar y al final la
lnea de elfos se resquebraj y cedi por el centro. Los demonios atravesaron la
brecha, avanzando a saltos y trepando por el paso.
Al instante fueron interferidos por un cuerpo de jinetes vestidos de gris con
adornos carmeses, dirigidos por un hombre alto de rostro curtido que montaba un
gigantesco caballo ruano. Los jinetes arremetieron contra los demonios,
blandiendo sus lanzas. Luego se retiraron hacia el valle, con las capas grises
ondeando al viento y sus figuras inclinadas sobre las monturas. Los demonios los
persiguieron, frenticos. Momentos despus, los jinetes viraban, cargando de
nuevo contra sus perseguidores, con las lanzas bajadas, dispersando los cuerpos,
atacando y apartndose con rapidez. Los demonios aullaban de frustracin y
gateaban tras ellos.
Entonces, de repente, los jinetes se volvieron en una lnea compacta que
impidi el avance de los demonios, y el brazo del hombre de rostro curtido se
levant. Los demonios y a no estaban agrupados en masa para protegerse, sino
dispersos a lo largo de las praderas en cientos de metros ms all de la entrada
del Paso de Baen, mirando a su alrededor, desesperados al comprender lo que les
haban hecho. A cada lado aparecieron las filas de la caballera de los elfos,
rodendolos como si fuesen ganado. Detrs de ellos, la brecha haba quedado
cerrada por una figura alta vestida de negro, que se encontraba sobre la ladera
inferior de las Kensrowe, arrojando fuego de sus manos extendidas para
dispersar a los demonios que se arremolinaban indecisos dentro del Paso. Los que
se encontraban atrapados trataban de romper con desesperacin las lneas que los
aprisionaban. Pero los elfos convergieron con rapidez, apartando con espadas y
lanzas las formas negras que llegaban hasta ellos. En pocos momentos, toda la
avanzada de demonios fue destruida. Por el Paso de Baen se extendi un eco del
grito de victoria de los elfos.
No termin as. Durante todo el resto de la maana y primeras horas de la
tarde continu la batalla. Una y otra vez los demonios se agruparon para embestir
contra la falange de elfos que obturaba el Paso de Baen. Una y otra vez
consiguieron atravesarla, resistiendo el ataque de los arqueros elfos y el fuego del
druida, de los lanceros y los piqueros, slo para encontrarse cara a cara con los
jinetes grises de los Cuerpos Libres de la Legin. Acosados y hostigados, no
cesaron en su persecucin. Sin importarles lo que les esperaba, se dejaban atraer,
a veces hasta la orilla del Innisbore, a veces hasta las laderas de las Kensrowe, o
hacia el valle de Sarandanon. Luego, cuando pareca que haban dado alcance a
los esquivos jinetes, se encontraban rodeados por la caballera de los elfos, con
sus filas debilitadas y desprotegidas, alejados de sus hermanos que batallaban
dentro del paso. Enfurecidos, se lanzaban contra el enemigo, pero no haba
escapatoria. Los elfos retrocedan y de nuevo sus lneas se cerraban frente al
Paso de Baen.
Durante un tiempo, los demonios trataron de ganar las laderas de las
Kensrowe, pensando en poner fin a los odiados grandes arcos. Pero los arqueros
elfos, cuidadosamente situados, ocultos y protegidos entre las rocas, destrozaban
a todo aquel que trataba de alcanzarlos. Con ellos se encontraba el gigante de
ropas oscuras, lanzando su fuego mgico desde las manos, y protegiendo con su
impresionante poder a los que luchaban debajo. Todas las formas de demonios
trataron de llegar hasta l: demonios que se enterraban bajo la tierra, demonios
que volaban, demonios que escalaban los muros de los riscos como moscas.
Todos cay eron. Todos perecieron.
En un ataque, los demonios se abrieron paso a travs de la falange de elfos
por donde sta bordeaba la orilla del Innisbore, hacindola retroceder por el Paso
mientras cientos de atacantes se concentraban sobre las colinas para dirigirse
hacia el valle abierto. Durante un momento, pareci que la lnea defensiva de los
elfos estaba definitivamente rota. Pero en un esfuerzo valeroso, la caballera
convergi por el este del nuevo avance y arremeti en una carga que empuj a
los demonios otra vez hacia las aguas del Innisbore. De nuevo, les fue imposible a
los demonios reagruparse y se extendieron a lo largo de la cabeza de play a, de
espaldas al lago. El ataque fracas, dispersado por las lanzas de los elfos. La
brecha volvi a cerrarse.
Miles de demonios murieron esa tarde en embestidas salvajes y sin sentido a
travs del Paso de Baen. Atacaron de forma incesante, surgiendo de los riscos
con la ciega determinacin de las ratas, ajenos a la destruccin que les
aguardaba. Elfos y fronterizos murieron con ellos, arrebatados por el frenes de
atravesar el Sarandanon. Sin embargo, la derrota de la Cuenca de Haly s no se
repiti ese da. Una y otra vez los demonios fueron rechazados, y las primeras
filas del asalto destruidas antes de que tuviesen la oportunidad de recibir refuerzos
de las masas que llegaban detrs.
Finalmente, a media tarde, los demonios lanzaron su ltimo ataque.
Agrupndose dentro del Paso de Baen, embistieron contra la falange de los elfos,
empujndola hacia atrs por la simple fuerza de su nmero. Huy eron por las
hendiduras y, de repente, y a no qued tiempo para tcticas cuidadosamente
planeadas, ni para la habilidad y el ingenio. Los elfos y la Legin contraatacaron,
cargando los jinetes en un asalto furioso. Las espadas y las lanzas se clavaban en
la maraa de cuerpos deformes. Los caballos y los jinetes gritaban y caan. Las
filas de soldados retrocedan y volvan al ataque desesperadamente. Pero al fin
los demonios fueron abatidos, huy eron por el Paso gruendo y araando,
profiriendo alaridos de rabia. Esta vez no volvieron. Salieron pisoteando a sus
propios muertos y moribundos, renqueando y gateando y arrastrndose hacia las
montaas del otro lado, hasta que el Paso de Baen qued vaco.
Los elfos contemplaron exhaustos e incrdulos las figuras que se retiraban,
viendo como el ltimo de ellos desapareca entre los riscos, oy endo como el
sonido de sus pasos se disolva lentamente en el silencio. Entonces miraron a su
alrededor y pudieron apreciar la magnitud de la batalla que haba terminado.
Sobre las praderas se encontraban diseminados montones de cuerpos oscuros y
retorcidos desde el este del Paso de Baen y las Kensrowe hasta el Innisbore,
inmviles y destrozados. El propio Paso estaba lleno de ellos. Los elfos se sentan
consternados. Era como si la vida no significase nada en absoluto para los
demonios, como si en cierto modo prefirieran la muerte. Los ojos empezaron a
buscar los rostros de los amigos y camaradas. Unas manos se extendieron hacia
otras, estrechndose con fuerza, y los elfos se llenaron de alivio, agradecidos por
haber logrado sobrevivir en medio de tan magna destruccin.
A la entrada del paso, Ander Elessedil encontr a Kael Pindanon e
impulsivamente abraz al veterano soldado. Los gritos de exaltacin empezaron a
elevarse de las gargantas de sus compatriotas, cuando comprendieron que haban
ganado la batalla de ese da. Stee Jans se adelant a la cabeza de los Cuerpos
Libres y los fronterizos se reunieron con los elfos, alzando las lanzas como saludo.
Abajo, en toda la extensin del Sarandanon, el rugido de la victoria se expanda y
retumbaba.
nicamente Allanon se mantuvo apartado. Solo ahora en las laderas de las
Kensrowe, con su rostro oscuro vuelto al norte, hacia las montaas por donde los
demonios haban huido tan repentinamente, preguntndose por qu estaban
dispuestos a entregar sus vidas a un precio tan bajo y, quizs algo ms importante,
por qu en toda la masacre no haba aparecido el que llamaban el Dagda Mor.
Era casi media noche cuando llegaron. Fue de repente, tan de repente que los
centinelas que estaban de guardia no tuvieron apenas tiempo de dar la alarma
antes de que los primeros demonios cay eran sobre ellos. Llegaron por el Paso de
Baen, en oleadas de cuerpos negros que surgan de la oscuridad de las montaas
del norte hacia la luz de los fuegos del campamento. Una a una las hogueras se
apagaron, sofocadas por los demonios que inundaban el paso y descendan por
las laderas de las Kensrowe. Con las hogueras apagadas y el cielo nocturno
ocluido por las nubes que haban llegado desde la Lnea Quebrada, todo el Paso
de Baen estaba sumido en la oscuridad. Era una oscuridad que los demonios
conocan bien, a la que se haban acostumbrado durante el tiempo de su encierro
tras la Prohibicin, una oscuridad que les sera de gran ay uda. Porque mientras
que los elfos y los hombres del sur podan ver muy poco, los demonios tenan la
visin clara del pleno da. Chillando con frentica ansiedad, atacaron.
A la entrada del paso, agrupada alrededor de Ander Elessedil y de la brillante
estaca plateada de Ellcry s, una falange de elfos recibi la embestida. El choque
hizo retroceder a los soldados, pero sin embargo mantuvieron las lneas. Cientos
de cuerpos oscuros se lanzaron contra ellos, clavndoles sus uas y sus dientes.
Los elfos se defendieron con decisin, hostigando a ciegas con lanzas y picas a la
masa de demonios que presionaba, y los gritos de dolor desgarraron la noche.
Pero los demonios siguieron llegando, apareciendo entre los elfos, luchando para
abrirse paso en sus defensas. Durante unos minutos, resistieron el asalto salvaje,
conteniendo a las masas que se abalanzaban sobre ellos. Pero la oscuridad los
confunda y entorpeca. Al final fueron desbordados. La falange empez a ceder,
retirndose de forma desordenada, quebrndose. En pocos segundos, los
demonios consiguieron atravesarla.
Eso habra sido el final de no haber intervenido Allanon. Lleg a las laderas
inferiores de las Kensrowe, donde los arqueros elfos luchaban en la oscuridad
para contener a sus agresores, en una batalla perdida de antemano, tom un poco
de polvo brillante que guardaba en una bolsita atada a su cintura y lo arroj al
aire. Al instante, el polvo se extendi por el cielo nocturno sobre los elfos,
llenando la oscuridad con un resplandor blanco que ilumin la tierra con luz de
luna.
La oscuridad en que se refugiaban los demonios se disip. Desde detrs de la
falange rota se elev un grito de nimo. Por la brecha que y a haba atravesado la
gran masa de demonios entr Stee Jans y los hombres de los Cuerpos Libres de la
Legin. Como una cua de hierro, destruy eron las lneas frontales de los
asaltantes. Menos de cuatrocientos jinetes aplastaron la horda y la hicieron
retroceder hasta la entrada del Paso de Baen. La caballera de los elfos lleg en
su ay uda al galope, guiados por Kael Pindanon, con la cabeza descubierta y su
pelo blanco aleteando al viento. A lo largo de toda la quebrantada lnea defensiva,
las lanzas de los jinetes acometieron contra los demonios y los obligaron a
retroceder.
Por las laderas de las Kensrowe, los demonios haban atravesado las filas de
arqueros y se deslizaban hacia el Sarandanon. Allanon se enfrent a ellos
prcticamente solo, lanzando desde sus dedos el fuego azul. Llegaban hacia l de
todas partes, aullando frenticos mientras el fuego los abrasaba. El druida no
cedi. Cuando fueron demasiados para l, envolvi las praderas que le rodeaban
en un infierno de muerte, con una muralla de fuego azul que enloqueci a los
demonios y destruy a todo aquel que trat de cruzarla.
A unos cien metros de la entrada del Pas de Baen, los elfos y los Cuerpos
Libres luchaban desesperadamente para evitar que el cuerpo principal de los
demonios llegara al Sarandanon. Fue una batalla terrible y terrorfica y el olor de
la muerte llen la noche estival. En el punto culminante, Kael Pindanon cay al
tropezar su caballo. El viejo guerrero se levant tambalendose, buscando
torpemente su espadn. Al instante, los demonios cay eron sobre l aullando. Los
rastreadores elfos trataron de abrirse paso hasta su acosado comandante,
repartiendo sablazos y estocadas entre los demonios que se alzaban ante ellos.
Pero stos fueron muy rpidos. Sus manos acabadas en garras alcanzaron a
Pindanon, esquivando los golpes de los elfos, y el viejo soldado fue despedazado
hasta morir.
En ese momento, varios demonios escaparon del acoso de los guerreros que
los rodeaban y se lanzaron hacia Ander Elessedil. Atravesaron el anillo de la
Guardia Especial que luchaba a su alrededor, saltando como gatos, para
arrojarse sobre el prncipe. En la desesperacin alz la estaca de Ellcry s como si
fuese un escudo y los atacantes fueron repelidos gritando de rabia, pero Ander
estaba solo ahora, rodeado por un montn de figuras negras y retorcidas, que lo
amenazaban con uas y dientes, esperando la oportunidad de atravesar la
proteccin del talismn. Los rastreadores elfos trataron de llegar hasta el
prncipe, pero los demonios bloqueaban su paso, desgarrando a quienes se ponan
a su alcance, sorteando salvajemente los golpes y sablazos de las lanzas y
espadas. Los otros demonios se precipitaron en su ay uda, al ver que casi estaban
a punto de atrapar al portador del abominable talismn. Las garras se extendan
hacia l, amenazadoras.
Entonces entre la maraa de guerreros surgi un gigante, el fronterizo de
rostro curtido con la capa gris manchada de sangre y polvo. Se lanz hacia los
demonios, abrindose paso entre la masa de cuerpos con amplios bandazos de su
espadn hasta situarse cerca de Ander. Los demonios profirieron gritos de rabia y
se lanzaron contra l. Pero Stee Jans resisti como una roca inamovible,
manteniendo alejados a los atacantes de Ander mientras llamaba a sus hombres.
stos llegaron cabalgando para ay udarle, formando alrededor de l un crculo de
hierro. All estaba de nuevo montado en su ruano y con la espada en alto. Los
jinetes grises cargaron hacia delante, lanzando su grito de batalla en la noche.
Durante un momento, Ander no fue consciente de lo que haba ocurrido.
Despus, a travs del resplandor brumoso de la falsa luz de luna, distingui a los
hombres de los Cuerpos Libres con Stee Jans a la cabeza. Su cabello rojo
aleteaba, una de su manos blanda el gran espadn y en la otra el estandarte de
batalla de los Cuerpos Libres. Solos, un puado contra cientos, los Cuerpos Libres
atacaron. Entonces, el prncipe elfo agarr las riendas de un caballo sin jinete, lo
mont, azuz al animal y lo espole mientras llamaba a los suy os.
Los demonios resistieron durante un poco de tiempo, chillando con rabia y
odio, agrediendo con sus garras a los humanos que se lanzaban contra ellos
temerariamente. Pero el gran hombre del espadn y el estandarte de batalla de
los Cuerpos Libres haba infundido un nuevo coraje a los elfos, un coraje que los
empujaba a afrontar la muerte sin miedo, a olvidarse de todo excepto de la
determinacin de destruir por completo a aquellos seres oscuros y deformes que
se encontraban ante ellos. Los demonios vacilaron y retrocedieron, lentamente al
principio, luego con precipitacin, porque la furia generada en el ejrcito de elfos
era may or que la suy a. Volvieron a escapar a las colinas del norte, trepando por
las laderas de las Kensrowe, por las rocas y los despeaderos del paso, huy endo
hacia las sombras encubridoras de la noche.
En pocos momentos, el Paso de Baen qued limpio y el Sarandanon de nuevo
en manos de los elfos.
Wil y Amberle llevaban andando menos de una hora cuando la tormenta los
alcanz. A travs de la densa bveda formada por los rboles se filtr una rociada
de gotas pesadas que rpidamente se transform en un diluvio. Las cortinas de
lluvia barrieron el camino, impulsadas por el viento del oeste, y los truenos
retumbaban por todo el bosque mojado. Ante ellos, la penumbra del estrecho
camino se hizo ms oscura con la lluvia, y las ramas de los rboles empezaron a
inclinarse hacia ellos, envindoles regueros de agua. En pocos minutos estuvieron
calados, sin la proteccin de sus capas de viaje que haban olvidado recoger de la
carreta de los vagabundos, junt con el resto de sus ropas. Las prendas ligeras
que les proporcionaron en su lugar se pegaban a sus cuerpos. No podan hacer
nada para evitarlo, de modo que se limitaron a bajar la cabeza y seguir
caminando.
Durante varias horas la lluvia continu cay endo a un ritmo constante, salvo
por algunos breves descansos que prometan en falso el final de la tormenta. El
valense y la joven elfina siguieron caminando sin parar a pesar de las
dificultades. Mientras el agua chorreaba por sus cuerpos y sus ropas y el fango
pareca sujetar sus botas, tenan los ojos fijos en el camino lleno de surcos.
Cuando al fin la lluvia amain y la tormenta se desliz hacia el este, la niebla
empez a salir del bosque para mezclarse con la penumbra. Los rboles y los
arbustos brillaban a travs de la neblina, el agua goteaba produciendo un
martilleo en la repentina quietud. El cielo segua nublado y oscuro; hacia el este
los truenos retumbaban, distantes y prolongados. La niebla empez a hacerse
ms densa, y los viajeros tuvieron que aflojar el paso.
Fue entonces cuando el camino comenz a descender en una ligera pendiente
que al principio era apenas perceptible, pero que fue acentundose
gradualmente. El valense y la elfina se deslizaron y resbalaron por la tierra
enfangada, atisbando en la penumbra que tenan ante s, pero sin encontrar otra
cosa que el tnel oscuro del camino formado por los rboles. La quietud se
acentu an ms. Incluso el dbil murmullo de los insectos cantando tras el paso
de la tormenta se haba disuelto en el silencio.
Entonces, de repente, tan de repente como si alguien hubiera quitado un velo
ante sus ojos, los rboles del bosque se abrieron, la pendiente lleg a su fin, y el
cuenco grande y oscuro de los Hoy os apareci ante ellos. El valense y la elfina
se quedaron parados donde estaban, en el centro del camino enfangado, y
contemplaron con asombro la dilatada extensin. Supieron al momento que
haban encontrado los Hoy os; aquel enorme foso de bosque negro no poda ser
otra cosa. Era como si hubieran topado con un monstruoso lago muerto, inmvil
y ttrico, con su oscura superficie llena de vegetacin, de modo que lo que y aca
bajo las aguas slo poda imaginarse. En su sombro centro se elevaba el
Pinculo, una columna solitaria de roca que se destacaba en la penumbra. Los
Hoy os estaban desolados como una tumba abierta que atraa hacia la muerte.
El valense y la elfina permanecieron de pie en silencio sobre el borde,
luchando contra el sentimiento de repulsin que creca dentro de ellos a cada
momento que pasaba mientras miraban a la penumbra silenciosa. Nunca haban
visto nada con un aspecto tan desolado.
Tenemos que bajar ah dijo Wil al fin, aborreciendo la idea.
La muchacha asinti.
Lo s.
l mir a su alrededor con la esperanza de encontrar un camino que seguir.
Frente a ellos, el camino pareca cortado. Pero al avanzar unos pasos, vio que en
realidad no lo estaba, sino que se divida hacia ambos lados para seguir bajando
entre las sombras. Dud un momento, estudiando los dos senderos, tratando de
decidir cul les proporcionara un descenso ms fcil. Eligi el que iba hacia la
izquierda. Ofreci su brazo a Amberle y sta se agarr con fuerza. Siguiendo el
camino, comenz a descender, sintiendo que sus botas resbalaban en la tierra
mojada y que las rocas se desprendan en terrones. Amberle estaba a su lado,
inclinndose sobre l para apoy arse. Siguieron avanzando con cautela.
Entonces, de repente, Wil perdi el equilibrio y cay . Amberle cay con l al
tropezar con sus piernas, resbalando sobre el sendero enfangado para
desaparecer con un grito agudo en la oscuridad del bosque. Frenticamente, Wil
gate tras ella, abrindose paso entre los espesos matorrales que desgarraban sus
ropas y araaban su cara. Podra no haber encontrado a la joven de no ser por la
seda brillante de sus ropas de vagabunda, una llamativa mancha roja
destacndose en la oscuridad. Se encontraba tendida entre un grupo de arbustos,
respirando de forma entrecortada, con la cara llena de barro. Sus ojos
parpadearon con inseguridad cuando la toc.
Wil?
La ay ud a sentarse, protegindola con sus brazos.
Te encuentras bien? Ests herida?
No, creo que no. Sonri. Eres bastante torpe, no te habas dado
cuenta?
l asinti, sonriendo aliviado.
Vamos, levntate.
Puso un brazo alrededor de su cintura y le ay ud a salir de entre los arbustos,
hasta ponerla de pie sobre el suelo. En ese mismo instante, ella grit y cay otra
vez, llevndose la mano al tobillo.
Me lo he torcido!
Wil se agach para examinarlo, palpndolo.
No hay nada roto, slo una dislocacin. Se sent a su lado.
Descansemos unos minutos antes de seguir. Puedo ay udarte a bajar o llevarte en
brazos si hace falta.
Ella movi la cabeza.
Wil, lo siento. Deb tener ms cuidado.
T? Fui y o quien se cay . Sonri, tratando de parecer animado.
Bueno, tal vez se presente una de las hermanas brujas para ay udarnos.
Eso no tiene gracia. Amberle frunci el entrecejo y mir a su alrededor
con inquietud. Quiz debamos esperar hasta maana para seguir bajando. Mi
tobillo estar mucho mejor entonces. Adems, si bajamos ahora, tendremos que
pasar la noche all, y no me gustara en absoluto.
Wil asinti.
A m tampoco. Y no creo que debamos buscar el camino de noche. La luz
del da no tardar mucho.
Quiz debiramos volver al borde dijo ella con cierta esperanza.
El valense sonri.
De verdad crees en la historia del viejo? Crees que ah abajo viven
brujas?
Ella lo mir con fijeza.
T no?
l pens un momento y se encogi de hombros.
No lo s. Quiz. S, supongo que s. Hay muy pocas cosas en las que y a no
crea. Se inclin un poco hacia delante, rodeando sus rodillas con los brazos.
Si hay brujas, espero que se asusten de las piedras lficas, porque es la nica
proteccin que nos queda. Desde luego, si tengo que usar las piedras para
asustarlas, podremos tener muchos problemas.
Por qu? pregunt ella con calma.
Todava crees que puedo usarlas, verdad? Incluso despus de lo que
ocurri en el Py kon?
S. Pero no debes hacerlo.
l la mir.
Dices lo mismo que dijiste en otra ocasin, recuerdas? Despus del
Tirfing, cuando acampamos sobre el Mermidon. Estabas preocupada por m.
Dijiste que no deba usar las piedras otra vez, aunque ello significase tu salvacin.
Lo recuerdo.
Despus, ms tarde, cuando huimos del Py kon, te dije que y a no poda usar
ms las piedras, que y a no poda dominar su poder, que mi sangre de elfo no era
lo bastante fuerte. Me respondiste que no deba juzgarme con tanto
apresuramiento; que tenas confianza en m.
Lo recuerdo tambin.
Bueno, recapacita. Yo creo que debo usar las piedras, pero que no puedo.
T crees que puedo, pero que no debo hacerlo. Divertido, no? Sacudi la
cabeza. Y todava no sabemos quin de los dos tiene razn, verdad? Aqu
estamos, casi en Salvafuerte, y todava no he averiguado
Se call al darse cuenta de lo que iba a decir.
Bueno, no importa concluy , apartando la vista. Mejor ser que nunca
lo averigemos. Mejor ser que pueda devolvrselas a mi abuelo.
Se quedaron en silencio durante un rato. Casi sin pensarlo, Wil se llev la
mano a su camisa y sac la bolsa que contena las piedras. Las palp
distradamente y estaba a punto de volver a colocarlas en su sitio cuando advirti
algo extrao en su tacto. Frunciendo el entrecejo, solt los cordones y vaci su
contenido en la palma abierta. Se encontr contemplando tres guijarros vulgares.
Wil! exclam Amberle con horror.
El valense examin los guijarros con un silencio lleno de asombro, mientras
su mente volaba.
Cephelo susurr al fin. Cephelo. De algn modo cambi las piedras.
Anoche probablemente, mientras dormamos. Tuvo que ser entonces; estaban en
la bolsa por la maana en Grimpen, lo comprob. Se levant sin dejar de
hablar. Pero esta maana olvid hacerlo. Anoche estaba muy cansado, y t te
quedaste dormida al momento. Debi de poner alguna droga en la cerveza para
asegurarse de que no me despertara. No es extrao que estuviera tan ansioso por
librarse de nosotros. No es extrao que hiciera caso omiso a las advertencias de
Hebel sobre los Hoy os. l deseara que no volviramos. La recompensa no
significa nada para l. Lo nico que le interesaba eran las piedras lficas.
Empez a subir por el sendero, con el rostro lvido. Luego, de pronto se
acord de Amberle. Volvi atrs y levant a la joven en sus brazos, la apret
contra s, y empez a trepar hacia el borde de los Hoy os. Durante un momento
mir a su alrededor, luego se dirigi hacia un grupo de arbustos situado a varios
metros de distancia. Adentrndose en la proteccin de las ramas, deposit a la
joven en el suelo.
Tengo que volver a buscar las piedras lficas declar en voz baja. Si te
dejo aqu, estars bien?
Wil, no necesitas las piedras.
l neg con la cabeza.
Si tengo que demostrarlo, preferira hacerlo con las piedras en mi poder. Ya
oste lo que el anciano dijo de los Hoy os. Las piedras son todo lo que tengo para
protegerte.
El rostro de Amberle estaba plido.
Cephelo te matar.
Quiz. Quiz se hay a alejado y a tanto que no logre alcanzarlo. Pero tengo
que intentarlo. Si no lo encuentro antes del amanecer, volver, te lo prometo. Con
las piedras lficas o sin ellas, volver para entrar en los Hoy os.
Ella fue a decir algo ms, pero se interrumpi. Las lgrimas resbalaban por
sus mejillas. Levant las manos para acariciar el rostro del muchacho.
Te quiero susurr. De verdad.
l la mir con asombro.
Amberle!
Vete le apremi con la voz quebrada. Cephelo se detendr a pasar la
noche y puedes alcanzarlo si te apresuras. Ten cuidado, Wil Ohmsford. No
regales tu vida tontamente. Vuelve a buscarme. Se estir hacia arriba para
besarlo. Vete. Deprisa.
l la contempl sin decir nada durante un instante ms, luego se puso en pie
de un salto. Sin mirar hacia atrs, se alej corriendo. En pocos segundos
desapareci en la penumbra del bosque.
____ 39 ____
Al amanecer del mismo da en que Wil y Amberle supieron que las piedras
lficas haban desaparecido, los demonios atacaron Arbolon. Con un aullido
aterrador que quebr la quietud de la maana y reverber a travs de los bosques
de las tierras bajas, surgieron en tropel de entre los rboles, en una oleada
gigantesca de cuerpos encorvados y retorcidos que se extendi por todo el
Carolan. Con un frenes que prescinda de la razn y el pensamiento, las criaturas
de la oscuridad salieron de la penumbra an densa en los bosques, y se arrojaron
a las aguas del ro Song. Como una enorme mancha que se expandiera por el
agua, llenaron el ro con sus cuerpos pequeos y grandes, veloces y lentos;
saltando, reptando, arrastrndose, agitndose en la rpida corriente. Algunos
nadaron por las aguas del ro, impulsndose y pateando para llegar a la otra
orilla. Los ligeros y alados volaron por encima, o avanzaron a saltos rozando la
superficie del ro. Otros, tan enormes que llegaban al fondo, empujaban
torpemente hacia delante, tratando de mantener fuera del agua sus hocicos y
narices, sumergindose y volviendo a emerger. Muchos se subieron en botes y
balsas rudimentarias, dirigindolos estpidamente por el ro y agarrndose a
cualquiera o cualquier cosa que estuviera a su alcance para ser arrastrados hasta
un lugar seguro, o al fondo del ro con aquello que haba fallado al prestarles
ay uda. La horda de demonios estaba poseda por la locura nacida de la
frustracin y el odio al enemigo que esperaba a pocos cientos de metros. Con
seguridad, esta vez conseguiran destruirlo.
Pero los elfos no se rindieron al pnico. Aunque el nmero, el tamao y la
ferocidad de los demonios podan haber hecho tambalearse la moral de un
defensor menos resuelto, los elfos la mantuvieron. Aqulla sera la ltima batalla.
Iban a defender su ciudad, el corazn de la tierra que les perteneca desde la
existencia de las razas. Todo lo dems estaba perdido, desde el ro Song hacia el
oeste. Pero los elfos se haban propuesto conservar Arbolon. Era mejor luchar y
morir all que ser expulsados de su propia patria, desterrados a tierras
extranjeras, acosados como los animales por los cazadores.
Sobre las almenas del Elfitch, Ander Elessedil observaba la marea de
demonios que avanzaba. Allanon se encontraba a su lado. Ninguno de los dos
hablaba. Tras un momento, Ander levant la vista. En el azul claro del cielo del
amanecer apareci una pequea mancha, que aumentaba de tamao a medida
que iba descendiendo en crculo, hasta que tom forma. Era Day n y su ruc,
Dancer. Empezaron a perder altura, planeando sobre los riscos de Carolan hasta
aterrizar en la despejada rampa situada ms abajo de donde se hallaban Ander y
el druida. Day n desmont y se dirigi apresuradamente hacia donde aguardaba
el prncipe de los elfos.
Cuntos? pregunt Ander en seguida.
Day n sacudi la cabeza.
Ni siquiera los bosques y la niebla pueden ocultar a todos. Los que vemos
ante nosotros son slo una muestra.
Ander asinti. Demasiados, pens tristemente. Pero Allanon haba dicho que
ocurrira as. Se forz a no mirar al druida.
Intentan rodearnos, Day n?
El jinete alado sacudi la cabeza.
Vienen directamente al Carolan, todos ellos. Baj la vista un momento
hacia los demonios que forcejeaban para abrirse paso y se revolvan en las aguas
del ro Song. Luego se gir y comenz a andar hacia las almenas. Dejar a
Dancer descansar unos minutos, luego volaremos para echar otro vistazo. Buena
suerte, alteza.
Ander apenas lo escuch.
Debemos resistir aqu murmur en tono bajo, casi para s mismo.
La lucha y a estaba en marcha. Los grandes arcos de los elfos hacan silbar
sus flechas, una tras otra, hacia la orilla del ro, y las lanzas negras volaban en
direccin a una masa de cuerpos afanosos que llenaban las aguas del Song. Las
flechas rebotaban como ramas inofensivas contra aquellos dotados de piel
escamosa o semejante al cuero, pero algunas cumplan su objetivo y los gritos de
las vctimas se elevaban sobre los gritos de ataque. Formas oscuras se retorcan y
se hundan en las aguas borboteantes, perdidas en la marea de cuerpos que iban
detrs. Las flechas de cabezas encendidas chocaban contra los botes, barcas y
troncos, pero la may ora eran apagadas rpidamente y la embarcacin
empujada hacia delante. Una y otra vez los arqueros dispararon contra las hordas
que salan del bosque hacia el ro, pero los demonios continuaban llegando,
ennegreciendo toda la ribera oeste y el ro en su esfuerzo por alcanzar el muro
defensivo de los elfos.
Entonces se oy un grito en lo alto del Carolan, y resonaron vtores. En la
penumbra previa al amanecer, los elfos se volvieron a mirar, reflejando
incredulidad y alegra en sus rostros ante la presencia de un jinete alto, de cabello
gris. El grito se transmiti por todo el Elfitch de boca en boca. A lo largo de la
lnea del frente del ro Song, detrs de las barricadas y las murallas, se elev en
la maana hasta convertirse en un rugido ensordecedor.
Eventine! Eventine viene a reunirse con nosotros!
Los elfos se transformaron en un momento, inundados por una nueva
esperanza, una nueva fe, una nueva vida. Porque all estaba el rey que los haba
gobernado durante casi sesenta aos; para muchos, durante toda su vida. All
estaba el rey que haba resistido al Seor de los Brujos, y que haba logrado
triunfar sobre l. All estaba el rey que se haba enfrentado a las crisis que haban
amenazado su pas. Herido en la Cuenca de Haly s, aparentemente perdido para
ellos, regresaba. Con su vuelta seguramente ningn mal, por muy monstruoso
que fuera, podra prevalecer contra los elfos.
Eventine!
Sin embargo algo iba mal; Ander se dio cuenta en el instante en que su padre
desmont y se volvi hacia l. No era el Eventine de siempre, como su pueblo
crea. Vio en sus ojos la enorme distancia a que se mantena el soberano de los
elfos a causa de lo ocurrido. Era como si se hubiera retirado dentro de s mismo,
no para escapar del miedo o la incertidumbre, y a que poda dominar ambas
cosas, sino de la tristeza profunda y permanente que pareca haber fragmentado
su espritu. Pareca estar bastante fuerte; la mscara de su rostro reflejaba
determinacin y voluntad de hierro, y salud a quienes lo rodeaban con sus
habituales palabras de nimo. Pero sus ojos delataban el vaco que senta, el
desnimo que lo haba desposedo de su corazn. Su hijo lo ley y vio que
Allanon tambin lo lea. Era slo la apariencia del rey la que haba cabalgado
aquella maana para estar con su pueblo. Quiz se deba a las muertes de Arion
y Pindanon, o a la herida que le haban infringido en la Cuenca de Haly s, o a la
derrota de su ejrcito, o a la terrible devastacin de su patria; o a todo aquello
mezclado con algo ms: la idea de fracaso, la conciencia de que si los elfos
perdan la batalla, el mal se extendera por las Cuatro Tierras, atacara a todas las
razas y nadie podra pararlo hasta que los destruy era. La responsabilidad
recaera sobre los elfos, pero en especial sobre Eventine, por ser su rey.
Ander abraz a su padre con cario, disimulando la tristeza que senta. Luego
dio un paso atrs y le tendi la estaca de Ellcry s.
Esto te pertenece, majestad.
Eventine pareci dudar un momento, luego sacudi la cabeza con lentitud.
No, Ander. Ahora te pertenece a ti. Debes llevarla en mi lugar.
El prncipe le observ en silencio. Vio en los ojos del anciano algo que antes
no haba visto. Su padre lo saba. Saba que no estaba bien, saba que algo en su
interior haba cambiado. La simulacin que haca para los otros no era vlida
para su hijo.
Ander retir la estaca.
Entonces, qudate conmigo en la muralla, majestad le pidi suavemente.
El rey asinti y juntos subieron a las almenas.
Mientras tanto, los primeros demonios llegaron a la orilla este del ro Song.
Surgieron del agua trepando con gritos salvajes para lanzarse contra las lanzas y
las picas procedentes de los baluartes de los elfos. Poco despus, las oscuras
aguas vomitaron demonios a lo largo de toda la lnea defensiva. Corneaban y
araaban, una mezcolanza de miembros y fauces que desgarraban ferozmente a
quienes les impedan el paso. En el centro, Stee Jans y lo que quedaba de sus
Cuerpos Libres apoy aban la defensa. El gigante fronterizo de pelo rojo al frente
de sus hombres, con el espadn alzado. En los flancos, Ehlron Tay y Kerrin de la
Guardia Especial, animaban a sus soldados:
Resistid, elfos, aguantad!
Pero no pudieron continuar resistiendo. Desbordados y sobrepasados en
nmero, vieron que su lnea de defensa empezaba a desmoronarse. Enormes
demonios se lanzaban contra los defensores y abran brechas en las murallas
bajas para que pasaran sus seguidores. Las aguas del ro Song estaban
oscurecidas por la sangre de los demonios y los cuerpos retorcidos; pero por cada
uno que caa, llegaban tres, un mpetu salvaje que ninguna fuerza menor podra
detener. Desde las puertas del segundo nivel del Elfitch, Ander dio orden de que
retrocedieran. Los elfos y sus aliados abandonaron con rapidez el muro del ro
que se desmoronaba y se adentraron en el bosque de atrs, siguiendo senderos
cuidadosamente memorizados hasta la seguridad de la rampa. Casi antes de que
los demonios comprendieran lo que estaba ocurriendo, los defensores se
encontraron al otro lado de las murallas, con las puertas cerradas tras ellos.
Al instante, los demonios fueron en su persecucin. Al internarse en el bosque
hacia el pie de la montaa, se encontraron con los centenares de trampas
colocadas por los elfos. Durante unos momentos, la embestida se colaps. Pero
como cada vez llegaban ms a la orilla del ro, los nuevos sobrepasaron a los
cados en las trampas y llegaron a la rampa del Elfitch. Agrupndose con
rapidez, atacaron. Treparon por las murallas de la primera puerta, hormigueando
unos sobre otros hasta que ocuparon las defensas del nivel ms bajo. Los elfos se
vieron obligados a retroceder. Casi antes de que las puertas del segundo nivel
pudieran cerrarse, el primero haba cado. Sin aminorar la marcha, los demonios
siguieron adelante, trepando por la rampa hacia la segunda entrada. Treparon por
las murallas e incluso por la pared escarpada del risco, adhirindose a la roca
como insectos. Agarrndose, saltando y escalando la pendiente de la rampa y la
pared del promontorio, aullaban con ferocidad. Los elfos estaban horrorizados. El
ro no haba detenido a los demonios. Las defensas de la ribera haban sido
superadas en minutos. Ahora el primer nivel del Elfitch estaba perdido y ni
siquiera la escarpada pared del risco pareca retrasarlos. Empezaban a tener la
impresin de que sus defensas eran intiles.
Los cuerpos de los demonios chocaron contra las puertas de la segunda
rampa y treparon por ellas con la ay uda de sus garras. Las espadas y las picas
atravesaban a los invasores. Las puertas se combaban sobre sus bisagras con el
peso de la embestida. Sin embargo, esta vez los defensores resistieron,
apuntalando las puertas con fuerza y hierro y repeliendo el ataque. Los gritos de
dolor y muerte llenaban el aire, y los demonios recompusieron sus fuerzas
formando una masa de formas retorcidas, que arremeta a ciegas contra las
murallas de la rampa. Del centro de sta, se destac un pequeo grupo de furias,
giles figuras grisceas que saltaron a lo alto de las murallas de piedra, con sus
rostros de mujer y gato contrados por el odio. Los defensores elfos retrocedieron
ante ellas, gritando de miedo a la vista de sus garras. Entonces el fuego azul de
Allanon estall entre las furias, dispersndolas. Los elfos contraatacaron,
arrojando a los seres gatunos de las murallas hasta que el ltimo desapareci en
la oscura masa de debajo.
El druida y los Elessedil ascendieron a la tercera puerta. Desde all
observaron cmo el ataque de los demonios incrementaba su fuerza. Los
defensores elfos seguan resistiendo, los arqueros de los niveles superiores daban
apoy o a los lanceros y piqueros de abajo. Los demonios se agarraban a la pared
del risco en toda la extensin de la rampa del Elfitch, ascendiendo por la montaa
en una lenta y ardua escalada. Desde la cumbre del risco, los enanos zapadores
usaban sus grandes arcos y piedras para derribar a las figuras negras. Unos tras
otros los demonios caan, gritando y contorsionndose hacia las rocas del fondo.
Entonces, sbitamente, un demonio monstruoso se adelant a los atacantes
que llegaban a las puertas de la segunda rampa, una criatura cubierta de escamas
que se apoy aba sobre sus patas posteriores como un humano, pero su cuerpo y su
cabeza eran de lagarto. Silbando con furia, embisti contra las puertas, haciendo
crujir las barras de seguridad y aflojando las bisagras. Los elfos, desesperados,
trataron de hacerle retroceder. Pareca que al monstruo no le afectaban los
golpes, que rebotaban en su cuerpo acorazado. Se lanz por segunda vez contra
las puertas, y en esta ocasin las derrib contra los elfos que las guardaban. stos
retrocedieron de inmediato, huy endo hacia el tercer nivel del Elfitch donde las
puertas se encontraban abiertas para recibirlos. El monstruoso lagarto y sus
hermanos los siguieron, invadiendo la rampa.
Durante un momento pareci imposible que los elfos lograran cerrar las
puertas antes de que los demonios llegaran. Entonces Stee Jans surgi en la
entrada de la rampa, con una enorme lanza en las manos. Flanqueado por los
soldados veteranos de los Cuerpos Libres y por Kerrin y algunos de la Guardia
Especial, se situ ante los demonios que avanzaban. En una embestida, el
demonio lagarto se lanz contra l. Pero el fronterizo era muy rpido.
Esquivando la arremetida del demonio, arroj la enorme lanza al interior de las
fauces abiertas. El lagarto retrocedi, silbando y ahogndose. La lanza haba
atravesado su cabeza. Sus manos acabadas en garras trataron de alcanzar al
comandante de la Legin, pero los hombres de los Cuerpos Libres y los elfos se
agruparon a su alrededor, parando los golpes. Retrocedieron en segundos,
situndose en la seguridad de las almenas, tras las puertas cerradas. Durante un
momento, el demonio lagarto se mantuvo de pie en el centro de la rampa,
tratando de librarse de la lanza asesina. Luego, su vida se acab, y cay hacia
atrs sobre sus hermanos, barrindolos de la rampa mientras se desplomaba
sobre la muralla y caa hacia el bosque de abajo.
Los demonios renovaron su ataque, gruendo. Pero haban perdido fuerza.
Dispersos por el Elfitch, les era difcil organizarse para una acometida
combinada. El may or de ellos haba sido asesinado y, al no contar con otro que
ocupara su lugar, vagaron indecisos tras las murallas de la rampa inferior.
Alentados por el valor de los Cuerpos Libres y de su propia Guardia Especial, los
defensores elfos los obligaron a retirarse. Flechas y lanzas cay eron sobre ellos, y
cientos de cuerpos oscuros se derrumbaron. Los demonios siguieron trepando,
pero ahora ms inseguros y vulnerables.
Ander reconoci su oportunidad. Dio la seal de contraataque. A la orden de
Kerrin, las puertas de la tercera rampa se abrieron y los elfos se lanzaron
adelante. Cargaron contra la masa de demonios, empujndolos hacia abajo,
hacia las puertas forzadas del segundo nivel. Barriendo la rampa, los defensores
obligaron a retirarse a los demonios hasta pasadas las primeras puertas.
All se reagruparon. All se les unieron como refuerzo los miles que
continuaban saliendo del ro Song para dirigirse al pie del risco. Los elfos
resistieron slo un momento, luego se volvieron a las puertas del segundo nivel,
asegurndolas de nuevo con hierros, y all se quedaron.
As sigui durante el resto del da y el principio de la noche. La batalla se libr
ferozmente arriba y abajo de la rampa, desde el pie del risco hasta las puertas
del tercer nivel; los elfos y los demonios se mataban y se destrozaban unos a
otros en una lucha en la que nadie peda ni daba tregua. Dos veces los demonios
retomaron las segundas puertas e hicieron presin contra la tercera. Dos veces
fueron expulsados; una de ellas hasta la base del promontorio. Murieron miles,
aunque el may or nmero correspondi a los demonios, porque estos luchaban sin
cuidarse de sus vidas, derrochndose a s mismos frente a las formaciones
cuidadosamente organizadas de los defensores. Sin embargo, tambin cay eron
elfos heridos y muertos, y su falta empez a notarse, en contraste con los
demonios que nunca parecan disminuir.
Entonces, de repente y sin aviso, los demonios dejaron de atacar. Iniciaron el
descenso del Elfitch sin luchar ni apresurarse, sino lenta y remisamente,
gruendo y resollando mientras se perdan entre los bosques. Las figuras negras
se agazaparon en las sombras de la noche, inmviles y silenciosas, como en
espera de que algo ocurriese. Detrs de las puertas y de las murallas del Elfitch y
desde el borde del Carolan, los exhaustos defensores atisbaron en la oscuridad.
No se preguntaban qu haba ocurrido, se limitaron a alegrarse de ello. Al menos
durante otro da la ciudad de Arbolon estaba a salvo.
Esa misma noche, apenas dos horas despus de la retirada de los demonios a
la oscuridad de los bosques situados bajo el Carolan, lleg un mensajero hasta
Eventine y Ander cuando stos se encontraban reunidos con los ministros en el
Consejo Supremo. Con voz excitada, anunci que un ejrcito de rock trolls haba
llegado del Kershalt. El rey y su hijo abandonaron con premura el edificio del
Consejo, seguidos por los dems, para encontrar el patio frontal completamente
lleno de figuras enormes, con su caracterstica piel similar a la corteza de rbol,
en formacin y protegidos por cuero y hierro. Los espadones y las lanzas
relucan bajo la luz ahumada de las antorchas que los rodeaban, y un mar de ojos
hundidos se posaron en los rostros atnitos de los elfos.
Su comandante se adelant. Era un enorme troll con una gran hacha de dos
filos atada a la espalda. Tras dirigir una rpida mirada a los otros elfos, se situ
ante el rey.
Soy Amantar, matureno de este ejrcito inform en el burdo dialecto de
los trolls. Somos mil quinientos, rey Eventine. Venimos para apoy ar a los elfos.
Eventine se qued sin habla. Casi haba olvidado a los trolls, crey endo que los
habitantes de la Tierra del Norte haban decidido no implicarse en el conflicto.
Ahora, al verlos all, cuando y a no esperaban ninguna otra ay uda Amantar vio
la sorpresa del viejo rey.
Rey Eventine, debe saber que se ha pensado mucho sobre su peticin de
ay uda dijo suavemente. Los elfos y los trolls hasta ahora siempre haban
luchado entre s. Hemos sido enemigos. Eso no puede olvidarse con facilidad.
Pero en cualquier momento se presenta la ocasin de comenzar de nuevo. Ese
momento ha llegado para los elfos y los trolls. Conocemos a los demonios.
Hemos tenido encuentros con algunos de ellos. Ha habido heridos y muertos. Los
rock trolls comprenden el peligro que los demonios representan. Los demonios
son un mal tan grande como el Seor de los Brujos y las criaturas de la marca de
la calavera. Ese mal nos amenaza a todos. Por tanto, es evidente que los elfos y
los trolls deben dejar de lado sus diferencias y unirse contra un enemigo comn.
Hemos venido, mis compatriotas y y o, para unirnos a los elfos.
Fue un discurso elocuente. Amantar termin y, con un ademn
cuidadosamente calculado, se arrodill para proclamar su voto de lealtad al
modo de los trolls. Detrs de l, los soldados le imitaron, arrodillndose todos en
silencio ante Eventine.
Ander vio las lgrimas que aparecieron en los ojos del anciano. Durante un
momento, Eventine volvi del lugar al que se haba retirado, y su rostro mostr
esperanza y un orgullo feroz. Lentamente se llev la mano derecha al corazn,
devolviendo a los trolls el voto al modo elfo. Amantar se levant, y ambos se
estrecharon las manos.
Ander sinti deseos de aplaudir.
Allanon caminaba por los estrechos senderos de los Jardines de la Vida bajo
un cielo nocturno nublado a travs del cual la luna y las estrechas se asomaban
furtivamente. Solitaria y silenciosa, su alta figura recorra la fresca y fragante
oscuridad de los macizos de flores y los setos esculpidos con la cabeza inclinada
hacia el camino y los brazos cruzados bajo los pliegues de su larga y negra capa.
El rostro oscuro estaba oculto entre las sombras de la capucha, con sus enjutas
facciones marcadas por arrugas de preocupacin y de un amargo propsito.
Porque esa noche iba a reunirse con la muerte.
Camin hasta el pie del montculo guardado por los miembros de la Guardia
Negra. Impaciente, levant la mano y se desliz entre ellos con la rapidez de una
idea fugaz, y ellos no lo vieron. Trep despacio hacia la cima, deseando no mirar
lo que tena que ver, con los ojos bajos y fijos en la pendiente cubierta de hierba.
Cuando al fin lleg, levant la cabeza. Ante l se encontraba Ellcry s con sus
ramas, esbeltas y elegantes en otro tiempo, marchitas y dobladas como huesos
disecados de algn animal muerto. Haban desaparecido la fragancia y el color,
y slo quedaba una sombra de lo que fue increblemente bello. En el suelo
y acan esparcidas las hojas rojizas como rollos de pergamino arrugado. El rbol
estaba desnudo, enclavado bajo el cielo nocturno entre un montn de ramas y
cortezas desprendidas.
Allanon se qued paralizado. Ni siquiera l estaba preparado para eso; ni para
lo que vio, ni para lo que sinti al verlo. El dolor creci en su interior ante la
inevitabilidad de lo que ocurra. Era incapaz de evitarlo, porque incluso los
druidas carecan del don de la vida eterna. Todas las cosas tenan que
desaparecer de la tierra un da u otro, y el de Ellcry s haba llegado.
Alz una mano para tocar las ramas marchitas, luego la dej caer. No quera
sentir su dolor. Pero era consciente de que deba calibrarlo. Levant la mano otra
vez, lentamente, tocndolas con suavidad. Slo la mantuvo un instante y en l
trat de transmitirle una sensacin de consuelo y esperanza, luego la retir. Un
da o dos, quiz tres. No, ms. Y morira.
Su alta figura se enderez, dejando caer las manos a los lados, con sus ojos
oscuros fijos en el rbol agonizante. Qu poco tiempo!
Al dar la vuelta se pregunt si tan poco tiempo bastara para que Amberle
volviera.
____ 40 ____
Wil Ohmsford corra por el bosque del Indomitun, siguiendo la marca oscura del
camino que se adentraba en la niebla y la penumbra. Las ramas y enredaderas
colgantes, cargadas de humedad, le rozaban y abofeteaban a su paso; y sus botas
hacan que salpicara el agua de los charcos del camino empapado por la lluvia,
ensucindolo de barro. Pero el valense no notaba nada de eso, su mente estaba
abrumada por las emociones que giraban y se retorcan para aturdirle con la
desesperacin ante la prdida de las piedras lficas, la rabia contra Cephelo, el
temor por Amberle, y la sorpresa ante las palabras que ella haba pronunciado.
Te quiero, le haba dicho, con la intencin de expresar exactamente eso. Te
quiero. Qu extrao le pareca or tal cosa de ella! Hasta ese momento, no haba
tenido en cuenta tal posibilidad. Al principio se haba mostrado resentida y
desconfiada con l. Y tampoco a l le gustaba entonces la joven elfina. Pero el
largo viaje que emprendieron en Villa Refugio hizo que se conocieran, y los
peligros y carencias a que se enfrentaron y lograron superar los haban unido. En
ese breve perodo de tiempo sus vidas se haban enlazado. No era tan extrao
entonces que surgiera alguna clase de afecto. Las palabras palpitaban en su
cabeza, repitindose. Te quiero. Saba que era cierto, y se pregunt cunto la
quera l.
Dio un paso en falso y cay contra el fango y el agua. Se levant furioso, se
sacudi el barro y el agua lo mejor que pudo y sigui corriendo. La tarde se
desvaneca con demasiada rapidez; tendra suerte si lograba llegar al camino
principal antes de que anocheciera. Cuando eso ocurriese, tendra que orientarse
en la oscuridad absoluta, solo en una tierra desconocida, con un cuchillo de caza
como nica arma. Estpido! se era el epteto ms benvolo que mereca por lo
ocurrido, por dejar que Cephelo lo engaara hacindole creer que les prestara
ay uda sin recibir a cambio ms que una vaga promesa. El inteligente Wil
Ohmsford!, se dijo a s mismo ardiendo de rabia. Y Allanon crea que se le
poda confiar la seguridad de Amberle.
Sus msculos empezaron a entumecerse por el esfuerzo de la carrera. La
desesperacin lo invadi al pensar en todo lo que Amberle y l haban soportado
para llegar a la situacin presente, slo para tener que enfrentarse a la prdida
total por falta de previsin. Siete rastreadores elfos dieron sus vidas para que ellos
llegaran al Indomitun. Muchos ms habran muerto defendiendo la Tierra del
Oeste contra los demonios, porque la Prohibicin estara rota y a. Todo para
nada? Todo para terminar as? La vergenza y luego la determinacin pasaron a
travs de l desplazando a la desesperacin. Nunca se rendira. Nunca!
Recuperara las piedras lficas que le haban robado. Volvera con Amberle. La
conducira a salvo hasta el Pinculo, hasta el Fuego de Sangre, y de vuelta a
Arbolon. Tena que hacer todo eso porque era su deber, porque hacer menos era
fallar, no slo a Allanon y a los elfos, sino tambin a s mismo. Y estaba
dispuesto.
Mientras ese pensamiento ocupaba su mente, una sombra apareci en el
camino, materializndose en la penumbra como un fantasma alto y silencioso
que le aguardaba. El valense se detuvo, tan aterrorizado que casi salt del camino
hacia el bosque. Respirando entrecortadamente, contempl la sombra, dndose
cuenta de que se trataba de un caballo y un jinete. El caballo gir sobre el
camino y pate. Wil se acerc con cautela, que se transform en incredulidad y
despus en asombro.
Era Eretria.
Sorprendido?
Su voz son fra y calculada.
Mucho admiti l.
He venido para salvarte por ltima vez, Wil Ohmsford. Ahora, supongo,
escuchars con ms atencin lo que tengo que decirte.
Wil avanz hasta ella y se detuvo.
Cephelo tiene las piedras.
Ya lo s. Puso una droga en tu cerveza, luego te las quit por la noche
mientras dormas.
Y no hiciste nada para avisarme?
Avisarte? Movi la cabeza lentamente. Te habra avisado, curandero.
Te habra ay udado. Pero t no me ay udaste, recuerdas? Todo lo que te ped fue
que me llevases contigo. Si lo hubieras hecho, y o te habra hablado de los planes
de Cephelo para que las guardaras bien. Pero me despreciaste, curandero. Me
abandonaste. Te creste que podas arreglrtelas sin m. Bueno, me dije, ir a ver
qu tal le va al curandero sin m. Se inclin para examinarlo, midindolo con la
mirada. No parece que te vay a demasiado bien.
Wil asinti; mientras tanto su mente pensaba. No era momento de decir
ninguna tontera.
Amberle est herida. Se cay y se torci un tobillo y no puede caminar sin
ay uda. He tenido que dejarla al borde de los Hoy os.
Parece que eres un especialista en abandonar mujeres en peligro
coment Eretria.
l se refren.
Supongo que debe parecer as. Pero a veces no podemos hacer lo que
queremos para ay udar a otros.
T lo has dicho. Me imagino que eso es lo que crees. Has abandonado
entonces a la elfina?
Slo hasta que recupere las piedras lficas.
Lo que no logrars sin m.
Lo que lograr contigo o sin ti.
La joven vagabunda lo observ durante un momento, luego su expresin se
suaviz.
Supongo que tambin crees eso, verdad?
Wil apoy la mano sobre el flanco del caballo.
Has venido para ay udarme, Eretria?
Ella lo mir sin decir nada durante un momento, luego asinti.
Si t tambin me ay udas a m. Esta vez tienes que hacerlo. Al no
contestar l, continu. Un trato, Wil Ohmsford. Te ay udar a recuperar las
piedras si accedes a llevarme contigo cuando las tengas.
Cmo las conseguirs? pregunt l con cautela.
Ella sonri por primera vez, con su acostumbrada sonrisa deslumbrante que lo
dej sin aliento.
Qu cmo lo har? Curandero, nac entre vagabundos y soy la hija de un
ladrn, que me compr. l te rob las piedras; y o las robar para ti. Conozco el
oficio mejor que l. Todo lo que necesitamos es encontrarlo.
No te habr echado de menos?
Ella neg con la cabeza.
Cuando nos separamos de ti le dije que deseaba adelantarme para unirme
a la caravana. l accedi, porque los vagabundos conocemos bien los caminos
del Indomitun y estara fuera del valle al anochecer. Como sabes, curandero,
desea que no me ocurra nada. Por las mercancas estropeadas no se paga
mucho. De todas formas, cabalgu slo ms o menos un kilmetro pasado el
Cerro del Silbato, luego tom otro camino que trae hacia el sur y se une con ste
a varios cientos de metros de aqu. Pens que te alcanzara al anochecer, y a
fuese en los Hoy os o por aqu, si descubras la prdida de las piedras. As que y a
ves, Cephelo no se dar cuenta de lo que he hecho hasta que no alcance a la
caravana. La carreta le obliga a ir ms despacio, por tanto, eso no ocurrir hasta
maana. Esta noche acampar en la carretera que sale del valle.
Entonces tenemos toda la noche para recuperar las piedras termin Wil.
Tiempo suficiente replic ella. Pero no si seguimos aqu hablando.
Adems, no desears que la elfina se quede sola en los Hoy os por mucho tiempo,
verdad?
La mencin de Amberle le estremeci.
No. Vmonos.
Un momento. Retir el caballo de l. Primero tu palabra. Una vez te
hay a ay udado, me ay udars t. Me llevars contigo cuando consigamos las
piedras. Dejars que me quede contigo hasta que est a una distancia segura de
Cephelo, y y o decidir cuando es el caso. Promtelo, curandero.
Haba poco ms que pudiera hacer aparte de quitarle el caballo, y ni siquiera
estaba del todo seguro de poder conseguir eso.
Muy bien. Lo prometo.
Ella asinti.
Bueno. Para que cumplas tu promesa, y o guardar las piedras cuando las
recuperemos hasta que hay amos salido del valle. Sbete detrs.
Wil mont sin hacer comentarios. De ningn modo iba a dejar que guardara
las piedras lficas cuando se las hubiera quitado a Cephelo, pero era intil
discutirlo. Se situ detrs de la muchacha y sta se volvi a mirarlo.
No te mereces lo que estoy haciendo por ti, lo sabes? Pero me gustas; me
gusta la suerte que tienes en la vida; en especial al conseguir mi ay uda. Agrrate
a mi cintura.
Wil dud primero y despus lo hizo, Eretria se inclin hacia atrs.
Mucho mejor ronrone con voz seductora. Te prefiero as que cuando
est la elfina cerca. Ahora cgete con fuerza.
Con un grito inesperado, apoy las botas en los costados del caballo. El animal
se encabrit sobresaltado, relinch y empez a galopar. Cabalgaron por el
accidentado sendero, inclinados sobre el cuello del caballo, golpendolo con las
piernas mientras huan a travs de la penumbra. Eretria pareca tener los ojos de
un gato, guiando a su montura con mano certera y experta entre troncos cados y
madera seca, sobre riachuelos y charcos formados por la lluvia, descendiendo
una pendiente fangosa para subir la siguiente. Wil se aferraba con todas sus
fuerzas, preguntndose si la joven habra perdido la cabeza. Si seguan as,
terminaran cay ndose.
Pero, contra sus previsiones, no se cay eron. Pocos segundos despus, Eretria
desvi al caballo por un estrecho espacio, situado entre los rboles que casi lo
llenaban todo. Con un impulso, el animal salt sobre la maleza hasta un segundo
sendero, que Wil no haba visto en su anterior camino hacia los Hoy os, y
siguieron galopando entre la penumbra brumosa, sin apenas aminorar la
velocidad ante los obstculos que se oponan a su paso, cabalgando sin parar en la
oscuridad creciente. La poca luz que quedaba empez a desvanecerse con la
llegada del crepsculo. El sol, perdido ms all de la bveda del bosque, se
hundi tras las cumbres de las montaas. Las sombras se hicieron ms intensas y
el aire ms fro. Eretria mantuvo el galope del caballo.
Cuando al fin se detuvieron, se encontraban de nuevo en el camino principal.
Eretria tir de las riendas del caballo con brusquedad, le dio unas palmadas en los
sudorosos flancos y se volvi a mirar a Wil, dirigindole una sonrisa burlona.
Esto era slo para demostrarte que puedo enfrentarme con cualquiera. No
necesito que me cuides.
El valense not que su estmago empezaba a asentarse.
Lo has conseguido, Eretria. Por qu nos detenemos aqu?
Para investigar le respondi mientras desmontaba. Sus ojos examinaron
el camino durante unos momentos; despus frunci el entrecejo. Qu raro. No
hay huellas de carreta.
Wil desmont tambin.
Ests segura? Escrut el camino, sin encontrar ninguna marca de ruedas
. Quiz la lluvia las ha borrado.
La carreta es demasiado pesada para que la lluvia borre todo rastro de su
paso. Movi la cabeza con gesto de extraeza. Adems, la lluvia casi deba
haber cesado en el momento en que lleg a este punto. No lo entiendo,
curandero.
La luz disminua por momentos. Wil mir a su alrededor con aprensin.
No se habr detenido a esperar que termine la tormenta?
Quiz. Pareca dudarlo. Ser mejor que retrocedamos un poco.
Vamos.
Volvieron a montar y empezaron a cabalgar hacia el oeste, observando de
vez en cuando la tierra enfangada en busca de seales de la carreta. No las
encontraron. Eretria llevaba el caballo a trote lento. Delante, la niebla se
arremolinaba saliendo del bosque por ambos lados, en delgadas estelas que se
deslizaban en la penumbra como tentculos. Los sonidos nocturnos llegaron de
entre los rboles cuando las criaturas del valle despertaron y comenzaron a cazar.
Luego un sonido distinto se elev de algn lugar situado delante de ellos, dbil
al principio, diluy ndose en un eco entre los otros sonidos ms agudos y cortos,
luego se hizo ms fuerte y persistente. Creci hasta convertirse en un aullido
estridente y misterioso, como si algn alma torturada estuviera sufriendo un dolor
que superara los lmites de su resistencia y antes de morir lanzara un ltimo grito
de terrible angustia.
Wil, alarmado, se apret contra el hombro de Eretria.
Qu es eso?
Ella se gir hacia atrs.
El Cerro del Silbato est ah enfrente. Esboz una sonrisa nerviosa. El
viento produce a veces ese sonido.
El grito creci, ms spero y penetrante, y la tierra empez a ascender a
travs del bosque en una pendiente rocosa que los elev por encima de la niebla.
Los rboles se separaron para dejar ver pequeos fragmentos del cielo azul de la
noche. El caballo comenz a reaccionar a los sonidos, resoplando con
nerviosismo, agitndose y revolvindose mientras Eretria trataba de calmarlo.
Ahora avanzaban ms despacio, abrindose paso hacia delante entre la oscuridad
hasta que estuvieron en la cumbre. Ms all, la carretera se rectificaba una vez
ms y desapareca en la penumbra.
Entonces Wil vio algo, una sombra que se mova hacia ellos, materializndose
entre el aullido del viento y la noche. Eretria la vio tambin y tir de las riendas
bruscamente. La sombra se acerc ms. Era un caballo, un gran alazn, sin
jinete, arrastrando las riendas. Lleg, sin prisas, hasta donde estaban y frot su
hocico con el del caballo de Eretria. El valense y la muchacha lo reconocieron
en seguida. Era el de Cephelo.
Ella desmont. Sin decir nada, examin al alazn, dndole palmadas en los
costados y en el cuello para calmarlo. No haba ninguna marca en el animal,
pero estaba sudando en exceso. Cuando se volvi a mirar a Wil, su rostro
expresaba extraeza.
Algo ha ocurrido. En otro caso, su caballo no estara aqu.
El valense asinti. Comenzaba a presentir algo malo en todo aquello.
Eretria se mont sobre el caballo de Cephelo.
Seguiremos un poco ms decidi, pero haba incertidumbre en su voz.
Uno al lado del otro, cabalgaron a lo largo de la cadena de cerros, mientras el
viento soplaba su misterioso aullido a travs de las altas rocas y los rboles del
bosque. En el cielo, las estrellas parpadeaban enviando su plida luz blanca a la
oscuridad del Indomitun.
Entonces algo ms apareci en la penumbra, otra sombra, esta vez negra,
inmvil y cuadrada sobre el camino. El valense y la joven vagabunda
aminoraron la marcha, conduciendo a sus caballos con cautela, revelando en sus
ojos la inquietud. Poco a poco la sombra empez a tomar forma. Era la carreta
de Cephelo, los llamativos colores destacaban bajo la luz de las estrellas. Se
acercaron un poco ms, y la inquietud se transform en horror. Los caballos que
tiraban de la carreta estaban muertos, retorcidos y destrozados, an amarrados a
los arreos de cuero tachonados de plata. Cerca de stos y acan varios animales
ms y, con ellos, sus jinetes, tirados sobre el camino como tteres, desgarrados y
descuartizados, con sus ropas brillantes teidas de sangre que rezumaba a travs
de la tela para mezclarse con la tierra enfangada.
Inmediatamente Wil mir a su alrededor, atisbando en las sombras del
bosque, buscando algn signo de lo que haba hecho aquello. Nada se mova.
Mir a Eretria. Se encontraba sentada como una esfinge sobre su montura, el
color haba desaparecido de su cara y estaba mirando con fijeza los cuerpos
tendidos. Sus manos cay eron poco a poco sobre su regazo, y las riendas quedaron
sueltas. Wil desmont, recogi las riendas cadas y trat de entregrselas otra vez
a la joven aterrorizada. Pero Eretria no reaccion, cogi sus manos, le coloc las
riendas entre sus dedos y la oblig a cerrarlos. Ella lo mir, muda.
Espera aqu orden.
Se dirigi hacia la carreta, examinando los cuerpos destrozados al pasar.
Todos estaban muertos, incluso la anciana que la haba conducido, inertes como
la madera seca. El valense sinti un hormigueo en la piel. Saba quin haba
hecho aquello. Uno a uno los revis hasta que encontr a Cephelo. Estaba muerto
tambin, su figura alta extendida en el suelo, con la capa verde hoja puesta, con
sus facciones angulosas congeladas en una expresin de horror. Tan destrozado
estaba su cuerpo que era difcil reconocerlo.
Wil se agach. Palp con cuidado las ropas del vagabundo muerto, buscando
las piedras lficas. No encontr nada. El pnico hizo un nudo en su estmago.
Tena que encontrar las piedras. Entonces vio las manos de Cephelo. La derecha
se agarraba a la tierra en un gesto que hablaba de una agona insoportable. La
izquierda estaba cerrada en un puo. El valense aspir profundamente y cogi la
izquierda. Uno por uno forz los dedos rgidos para abrirlos. La luz azul destell
entre ellos, y una sensacin de alivio lo inund. Incrustadas en la carne de la
palma estaban las piedras lficas. Cephelo habra tratado de usarlas como vio a
Wil hacer en el Tirfing, pero las piedras no le respondieron y muri con ellas en
la mano.
El valense las arranc de la mano del muerto, las limpi en su camisa y las
deposit otra vez dentro de su bolsita de cuero. Luego se levant, escuchando el
chillido del viento que soplaba entre los riscos. Sinti un desfallecimiento al
percibir el olor de la muerte. Slo un ser poda haber hecho aquello. Record a
los elfos muertos en el campamento del bosque de Drey y en la fortaleza del
Py kon. Slo un ser. La Parca. Pero cmo los haba encontrado? Cmo los haba
seguido desde el Py kon hasta el Indomitun?
Recuper la calma y se apresur a volver con Eretria. Ella segua montada
en el caballo de Cephelo, con sus oscuros ojos destellando de horror.
Lo has encontrado? pregunt con un susurro. Cephelo?
Wil asinti.
Est muerto. Todos estn muertos. Hizo una pausa. He recuperado las
piedras.
Ella pareci no haberle odo.
Qu clase de ser ha podido hacer eso, curandero? Algn animal, quizs?
Las hermanas brujas o?
No. Sacudi la cabeza. No Eretria, s lo que fue. Ese ser que nos ha
seguido a Amberle y a m desde Arbolon. Cre que lo habamos perdido al otro
lado de las Estribaciones Rocosas, pero de algn modo volvi a encontrarnos.
La voz de ella temblaba.
Es un demonio?
Un tipo especial de demonio. Volvi a mirar a los muertos sobre el
camino. Le llaman la Parca. Reflexion un momento. Debi de creer que
viajbamos con Cephelo. Quiz la lluvia lo indujo a error. Lo sigui y lo atrap
aqu
Pobre Cephelo murmur ella. Llev su juego demasiado lejos. Hizo
una pausa y volvi a mirarlo. Curandero, ese ser sabe y a que no estabas con
Cephelo. Dnde ir ahora?
Ambos se miraron. Ambos conocan la respuesta.
Amberle se despert en la oscuridad del bosque de los Hoy os. Fue un ligero
bamboleo y la sensacin de que estaba siendo trasladada lo que la despert, y por
un instante la sobrecogi el pnico. Unos dedos nudosos la sostenan, agarrados
fuertemente a sus brazos y piernas, a su cuerpo, e incluso al cuello y la cabeza;
dedos tan speros que parecan de madera. Su primera reaccin fue intentar
liberarse, pero control su impulso con un gran esfuerzo y se oblig a continuar
inmvil. Fuera lo que fuese aquello que la llevaba no deba hacerle saber que
estaba despierta. sa sera la nica ventaja con la que poda contar. Por el
momento, al menos, deba simular que dorma y averiguar todo lo que pudiese.
No tena ni idea de cunto tiempo haba pasado durmiendo. Podan haber sido
minutos u horas o incluso das. Sin embargo pens que an no haba transcurrido
la noche en que se cay . La lgica le deca que deba de ser as. Pens tambin
que lo que la haba capturado no era el ser que la persegua, puesto que ste se
habra limitado a asesinarla. Por tanto, deba ser algo diferente. El anciano Hebel
le haba dicho a Wil que los Hoy os eran el dominio privado de las hermanas
brujas. Quiz la haba capturado una de ellas.
Se sinti mejor tras su razonamiento y consigui relajarse ligeramente,
tratando de distinguir alguna caracterstica del terreno por el que era
transportada. Le result difcil; los rboles impedan el paso de la luz de las
estrellas y la luna, dejndolo todo envuelto en la noche ms profunda. De no ser
por los olores familiares del bosque, no hubiera sabido que se encontraba en uno.
El silencio era intenso; los escasos sonidos distantes y breves, gritos procedentes
de fuera de los Hoy os.
Pero capt otro sonido, un ruido que haca pensar en el roce de la brisa contra
las ramas de los rboles, pero no haba brisa, y el ruido proceda de debajo de
ella, no de arriba. Lo que la llevaba, estaba produciendo ese ruido.
Los minutos transcurran con rapidez. Pens un momento en Wil, tratando de
imaginar cmo actuara si estuviera en su lugar. Eso le hizo sonrer a pesar suy o.
Quin poda saber la locura que planeara Wil en una situacin semejante?
Luego se pregunt si lo volvera a ver.
Sus msculos empezaron a agarrotarse, y decidi comprobar si poda hacer
algo para aliviar su incomodidad sin delatarse a s misma. Para probar, estir las
piernas, simulando que se agitaba en el sueo, poniendo a prueba los dedos que la
sostenan. Estos permitieron su movimiento, pero no la soltaron. Eso fue todo.
El sonido de una corriente de agua lleg hasta ella, hacindose ms fuerte por
momentos. Ahora poda olerla, fresca y con aroma de flores silvestres; un
arroy o que serpenteaba y se agitaba en la tranquilidad del bosque. Luego la oy
debajo de ella, y el susurro de las ramas y los sonidos de la noche se
desvanecieron con su flujo. Las pisadas resonaron sordamente sobre tablones de
madera, y supo que estaba atravesando un puente. El gorgoteo del arroy o se
debilit un poco. Se oy el sonido metlico de cadenas que entrechocaban al ser
recogidas, y despus un golpe sordo. Algo se haba cerrado detrs, una puerta,
una puerta muy pesada. Sonaron los chasquidos de una barra de hierro y unos
cerrojos. Los percibi claramente. La atmsfera de la noche la acariciaba como
antes, pero ahora tena el olor inconfundible de la piedra y el mortero. El miedo
creci en su interior una vez ms. Estaba dentro de una zona amurallada, de un
patio quiz. Pareca que la estaban llevando a algn lugar cerrado. Si no escapaba
ahora, y a no lo lograra. Sin embargo, los dedos que la apresaban no le ofrecan
la menor posibilidad de liberarse, y eran muchos. Hara falta un esfuerzo
tremendo para soltarse, y no crea estar en las condiciones adecuadas. Y aunque
lograse escapar, dnde ira?, pens con tristeza.
Delante se abri otra puerta, con un ligero crujido. Pero no lleg hasta ella
ninguna luz; slo haba oscuridad por todas partes.
Muy bonita dijo una voz de repente, y la joven elfina se sobresalt.
Fue impulsada hacia delante. Despus, la puerta se cerr y los olores del
bosque desaparecieron. Estaba dentro, pero dentro de qu? Zigzagueando y
dando vueltas, sus raptores la condujeron por pasillos que olan a aire viciado y a
humedad; pero haba otro olor ms, una especie de incienso, un perfume. Aspir
profundamente y durante un momento su mente qued aturdida.
Entonces, al fin, hubo luz, repentinamente, inesperadamente, centelleando
dentro un alto pasaje abovedado. Amberle parpade ante la claridad; sus ojos
an estaban acostumbrados a las tinieblas. La llevaban por un pasaje abovedado
y luego por una escalera de caracol. La luz destell encima de ella, qued atrs
un momento, y luego la sigui, oscilando y abrindose paso en la oscuridad.
Su avance se detuvo. Sinti que la depositaban sobre una gruesa estera
trenzada, y los dedos de madera la soltaron. Se incorpor sobre los codos y mir
hacia la luz con los ojos entornados. Estuvo suspendida ante ella durante un
momento, luego se retir lentamente detrs de un muro de barras de hierro. Una
puerta se cerr y la luz desapareci.
Pero justo antes de desaparecer, permiti que la joven elfina viera un instante
a sus captores. Sus figuras delgadas se perfilaron con claridad en el resplandor
blanco. Parecan hechos de estacas de madera.
Ya en los Hoy os, Wil solicit una parada. Estaba tan oscuro que apenas poda
ver su mano delante de la cara; menos an a Hebel o a Eretria, ni tampoco stos
a l. Si intentaban seguir en esas condiciones, pronto se separaran y se perderan
sin remedio. Esper unos momentos a que su visin se aclarase un poco, pero no
lo consigui. Los Hoy os seguan siendo una lbrega masa de sombras apenas
perceptibles.
Fue Hebel quien ide un plan para resolver sus dificultades. Llam a Drifter
con un silbido, extrajo una larga cuerda del saco que llevaba detrs y at un
extremo al perro; con el resto at su cintura y las del valense y la vagabunda. As
unidos, podan seguir uno tras otro sin riesgo de separarse. El anciano revis la
fila, luego habl con voz suave a Drifter. El enorme perro comenz a andar.
Wil tena la impresin de llevar horas caminando por los Hoy os, avanzando a
ciegas por el laberinto interminable de rboles y arbustos en la negrura
impenetrable, confiando en el olfato del perro que los conduca. No hablaban
entre s, iban tan silenciosamente como podan, demasiado conscientes del hecho
de que en algn lugar del mismo bosque acechaba la Parca. Wil no se haba
sentido nunca tan desvalido como entonces. Era bastante malo no poder ver casi
nada, pero peor an saber que la Parca estaba all abajo tambin. Pensaba
constantemente en Amberle. Si l estaba aterrorizado, cmo deba de estar ella?
Su miedo le hizo avergonzarse. No tena derecho a estar asustado mientras ella se
encontraba sola y desprotegida por su causa.
Sin embargo, el miedo no lo abandon. Para espantarlo, cogi la bolsa donde
llevaba las piedras lficas y la apret con fuerza, como si as pudieran protegerlo
de lo que se esconda en la noche del bosque. No obstante, en su interior persista
el sentimiento de que las piedras lficas no actuaran, que haba perdido su poder
sobre ellas y era incapaz de recuperarlo, a pesar de lo que Amberle le dijera o l
se dijera a s mismo. El sentimiento careca de base y de objetivo, pero estaba
all, perturbador, malvolo, estremecedor. El poder de las piedras lficas y a no le
perteneca.
Estaba an tratando de librarse de ese sentimiento cuando la cuerda de
delante se afloj de repente. Casi tropez con Hebel, que se haba detenido.
Eretria choc con l, y los tres quedaron pegados, expectantes, tratando de ver en
la oscuridad.
Drifter ha encontrado algo susurr el anciano a Wil.
Arrodillndose, avanz hasta donde Drifter olfateaba la tierra, Wil y Eretria
lo siguieron. Dio unas palmadas al perro para calmarlo y palp la tierra durante
un rato, luego se levant.
Mallenroh. Pronunci suavemente el nombre. Se ha llevado a la
elfina.
Ests seguro? susurr Wil a su vez.
El anciano asinti.
Tiene que ser as. Esa Parca est en algn otro lugar ahora. Drifter y a no la
huele.
Wil no comprendi como Hebel poda estar tan seguro de aquello; sobre todo,
en la negrura que los rodeaba, pero no tena ningn sentido discutirlo.
Qu hacemos ahora? pregunt con ansiedad.
Seguir dijo Hebel. Drifter, vamos.
El perro volvi a caminar, seguido por los tres humanos. El tiempo pasaba y,
poco a poco, el bosque comenz a iluminarse. Al principio, Wil crey que sus
ojos lo estaban engaando, pero al fin se dio cuenta de que la noche estaba
acabando y que empezaba un nuevo da. Los rboles y los arbustos tomaron
forma a su alrededor, la lobreguez se suaviz, mientras el sol filtraba su dbil
resplandor a travs del techo del bosque. Delante, la figura peluda de Drifter se
hizo visible por primera vez desde que haban descendido desde el borde de los
Hoy os, con la cabeza baja y el morro casi pegado al camino, olfateando la tierra
hmeda.
Entonces, bruscamente, el perro levant su gran cabeza y se detuvo. Los
humanos se detuvieron con l con expresiones asombradas. Ante ellos se
encontraba la criatura ms extraa que nunca haban visto. Estaba hecha de
palos: dos brazos, dos piernas y el cuerpo, y unas races nudosas sobresalan
ensortijadas en los extremos de sus brazos y piernas formando los dedos. No
tena cabeza. Estaba vuelta hacia ellos, o al menos eso les pareci, porque las
races que formaban los dedos parecan apuntar en su direccin. Su cuerpo
delgado se balance ligeramente como un arbolillo sacudido por el viento. Luego
se dio la vuelta y se adentr en el bosque.
Hebel se volvi de inmediato para mirar a Eretria y al valense.
Os lo dije. Es obra de Mallenroh.
Indicndoles que lo acompaaran, sigui a la criatura. Los jvenes se
miraron indecisos, despus obedecieron. La pequea procesin se adentr en la
penumbra, serpenteando a travs de la maraa del bosque. Pasado cierto tiempo,
otros hombres de palo como el anterior aparecieron a su alrededor; seres sin
cabezas, nudosos, silenciosos excepto por el roce que producan al caminar. Antes
de que los humanos se apercibieran, haba docenas de criaturas, que surgan de
las sombras como fantasmas.
Os lo dije volvi a susurrar Hebel, con su curtido rostro enrojecido.
De pronto, el bosque se hizo menos denso. Ante ellos apareci una torre
solitaria, con su oscura cspide elevndose entre los rboles que crecan a su
alrededor. Estaba asentada sobre una pequea loma, una fortaleza casi
desprovista de ventanas, con la piedra envejecida y gastada cubierta de
enredaderas y musgo. La loma se haba convertido en una isla, circundada por
un arroy o que flua desde el bosque, serpenteando en una serie de saltos y
meandros antes de desaparecer en un curso sinuoso por los rboles de la
izquierda. Un muro bajo rodeaba la torre, construida junto a la orilla del arroy o;
ante ellos un puente levadizo se encontraba abierto y vaco, unas cadenas
colgaban laxas desde las casas de viga situadas a cada lado, un pesado y rstico
puente de madera se extenda sobre las aguas de debajo. Alrededor del
montculo y de la torre crecan enormes robles, rboles aejos cuy as ramas se
entrecruzaban ocultando el cielo matutino, dejando a la isla, como al resto de los
Hoy os, envuelta en una sombra oscura.
El hombre de palo que haban seguido se detuvo. Se volvi ligeramente, como
si su figura acfala estuviese cerciorndose de que estaban all. Luego comenz a
caminar hacia el puente levadizo. Hebel, cojeando, le sigui sin dudarlo, con
Drifter a su lado. Wil y Eretria se rezagaron un momento, menos seguros que el
anciano de que deban proseguir. La torre era una estructura amenazante; saban
que no deban poner un pie tras aquellos muros, saban que y a haban ido
demasiado lejos. Pero el valense tambin saba de algn modo que era all donde
iba a encontrar a Amberle. Se volvi a mirar a Eretria y ambos avanzaron.
El pequeo grupo prosigui por el borde del arroy o, siguiendo al silencioso
hombre de palo, rodeados por sus hermanos. Excepto por el sonido de sus pasos y
el fluir del arroy o, el bosque estaba en silencio. El hombre de palo entr en el
puente y lo cruz, perdindose de vista bajo la sombra de la puerta. Los hombres,
la joven y el perro cruzaron el puente tras l, Wil y Eretria mirando con
aprensin hacia la enorme torre negra.
Estaban ante la puerta. El hombre de palo reapareci ahora al otro lado del
arco sombro. En fila, avanzaron, mirando como la criatura segua andando hacia
la torre. Apenas haban atravesado la entrada cuando oy eron que las cadenas
crujan y geman. Tras ellos el puente levadizo se levant y se cerr contra la
muralla.
Ahora y a no era posible volver atrs. Muy juntos se dirigieron a la torre. El
hombre de palo los esperaba dentro de una especie de porche que protega dos
enormes puertas de madera revestidas de hierro. Una de las puertas estaba
abierta. El hombre de palo la atraves y desapareci. Wil levant la vista hacia la
enorme pared de piedra de la torre, luego busc en su camisa y sac la bolsa que
contena las piedras lficas. Con los otros, atraves el umbral hacia la negrura.
Se quedaron parados un momento, junto a la entrada, atisbando sin ver en la
penumbra. Luego la puerta se cerr tras ellos y los cerrojos se corrieron. Se
encendieron luces en unas lmparas recubiertas de vidrio que colgaban altas, su
resplandor blanco y suave no tena su origen en el aceite o el alquitrn, sino en
algo que no produca llama al arder. Por todas partes haba hombres de palo, sus
sombras deformes se proy ectaban sobre los muros, oscilando bajo la luz.
De la penumbra de detrs de ellos apareci una mujer, vestida de negro y
arrastrando largas guirnaldas de belladona roja.
Mallenroh susurr Hebel, y Wil Ohmsford sinti que el aire se helaba.
____ 42 ____
El segundo da de la batalla de Arbolon perteneci a Ander Elessedil. Fue un da
de sangre y dolor, de muerte y gran coraje. Durante la noche, las hordas de
demonios continuaron enviando a sus hermanos a travs de las aguas del ro
Song, solos y en grupos, hasta que todo su ejrcito se reuni para atacar, por
primera vez tras la rotura de la Prohibicin, ocupando el pie del Carolan desde la
cara rocosa a la ribera, extendindose de norte a sur hasta donde alcanzaba la
vista, en nmero asombroso y terrible. Al amanecer atacaron la ciudad. Se
lanzaron a escalar los muros del Elfitch, en oleadas, enloquecidos y aullando su
odio. Surgan de todas partes, trepando por la roca desnuda, abrindose paso con
sus garras a travs de la lluvia de flechas. Siguieron avanzando, como una gran
ola que deba barrer a los defensores que esperaban, e inutilizarlos
definitivamente.
Fue Ander Elessedil quien lo impidi. Fue como si ese da se convirtiese al fin
en el rey que su padre haba sido, el rey que condujo a los elfos contra los
ejrcitos del Seor de los Brujos haca cincuenta aos. Atrs quedaron el
cansancio y el desnimo. Atrs quedaron las dudas que tanto lo haban acosado
desde la Cuenca de Haly s. De nuevo crea en s mismo y en la determinacin de
los que luchaban con l. Era un momento histrico, y el prncipe de los elfos se
convirti en su punto focal. Reunidos a su alrededor haba ejrcitos de cuatro
razas, con sus estandartes de batalla aleteando al viento de la maana. All
estaban las guilas de guerra plateadas y el gran roble de los elfos, las bandas
grises y carmeses de los Cuerpos Libres y los caballos negros de la Guardia
Tradicional; all ondeaba el verde bosque de los enanos zapadores partido por el
sinuoso ro de Plata, y el martillo y los dos montes azules de los rock trolls de las
Kershalt. Nunca haban ondeado todas juntas. En la historia de las Cuatro Tierras,
nunca las razas se haban unido en una causa comn, para formar una defensa
comn y servir a un bien comn. Trolls y enanos, elfos y hombres; los humanos
del nuevo mundo se aliaban contra el mal de los tiempos antiguos. Durante ese
singular y maravilloso da, Ander Elessedil se convirti en la chispa que les
infundi vida.
Estaba en todas partes a la vez, desde el borde del promontorio hasta las
puertas del Elfitch, a veces montado a caballo, a veces a pie, siempre donde la
lucha era ms dura. Con su brillante cota de malla y la estaca de Ellcry s alzada,
estaba al frente de los defensores de la ciudad contra los demonios que trepaban
para asesinarlos. Dondequiera que fuese, el nimo creca y los defensores se
reorganizaban. Siempre superados en nmero, siempre presionados, y an as el
prncipe de los elfos y sus compaeros de armas expulsaban a sus atacantes.
Ander Elessedil era algo ms que humano ese da, luchando con tal ferocidad
que pareca como si nada pudiese resistrsele. Una vez tras otra, los demonios
trataron de derribarlo, comprendiendo rpidamente que aquel humano era el
corazn de la defensa de los elfos. Una vez tras otra, pareci que iban a lograrlo,
rodeando a Ander en un enjambre de cuerpos negros. Pero en cada una de esas
ocasiones, luch hasta liberarse. En cada una de esas ocasiones, oblig a los
demonios a retroceder.
Fue un da de hroes, porque todos los defensores de Arbolon estaban
inspirados por el valor del prncipe de los elfos. Eventine Elessedil se mantuvo
junto a su hijo y luch con l, infundiendo nimo a los elfos slo con su
presencia. Allanon estaba all tambin, con su alta figura, que superaba
notablemente las de los humanos armados que lo rodeaban, envuelto en su capa,
con las manos elevadas lanzando el fuego azul de entre los dedos en un arco que
alcanzaba el centro de la masa de furiosos demonios. En dos ocasiones, stos
lograron atravesar las puertas de la tercera rampa; y en las dos, los rock trolls,
bajo el mando de Amantar, los hicieron retroceder. Stee Jans y los hombres de
los Cuerpos Libres impidieron un tercer asalto, contraatacando con tal fiereza que
barrieron a los demonios hasta la segunda rampa y durante un tiempo
amenazaron con retomar sus puertas. La caballera de los elfos y los zapadores
enanos repelieron una embestida tras otra sobre el borde del Carolan, expulsando
a multitudes de demonios que haban logrado escalar la pared del risco y
parecan dispuestos a rodear a los defensores del Elfitch.
Pero fue Ander quien los dirigi, Ander quien les dio nuevas fuerzas cuando
pareca que y a no podran resistir, Ander quien los anim en cada momento.
Cuando el da toc a su fin y la oscuridad empez a insinuarse, los demonios
fueron obligados a retroceder, a deslizarse hacia los bosques de abajo, aullando
de rabia y contrariedad. Porque los defensores de Arbolon haban resistido
tambin el segundo da. Fue la mejor hora de Ander Elessedil.
Tras esto, la suerte de los defensores de la ciudad dio un mal giro. Con la
llegada de la noche, los demonios atacaron de nuevo. Esperaron a que la luz del
sol desapareciera para salir del bosque una vez ms y arremeter contra las
defensas de los elfos. Una a una apagaron las antorchas que estaban encendidas a
lo largo de la parte inferior del Elfitch, luchando hasta llegar a la tercera rampa.
Desesperadamente, los defensores se prepararon para el asalto, los enormes rock
trolls bloqueando las puertas mientras los elfos y los soldados de la Legin
luchaban encima de las murallas. Pero la embestida fue demasiado fuerte; las
puertas se combaron hasta romperse y por la rotura entraron los demonios,
abrindose paso con sus garras.
Tambin empezaron a irrumpir en las alturas. Docenas de figuras negras se
deslizaron entre las lneas de la caballera que patrullaba el promontorio y la
dispersaron salvajemente hacia la ciudad. Ms de un centenar de estos ltimos
demonios convergieron en los Jardines de la Vida, sabiendo que tras sus puertas
estaba lo que durante tantos siglos los haba mantenido prisioneros. All se
enfrentaron con los soldados de la Guardia Negra que estaban preparados para
cumplir con el propsito de su orden y defender, hasta que muriera el ltimo, el
antiguo rbol que se les haba confiado. Enloquecidos hasta lo increble, los
demonios atacaron. Cargaron contra las picas bajadas de la Guardia Negra y
fueron despedazados por ellas.
En el extremo sur del Carolan, otro grupo de demonios logr atravesar una
lnea de trampas colocadas por los enanos a lo largo de una escalera secundaria
que ascenda desde el ro Song y llegaron a la cumbre. Evitando a la Guardia
Negra y a los Jardines de la Vida, se deslizaron hacia el este, arrastrndose entre
las sombras lejos de la lnea de antorchas colocada en el borde y se dirigieron a
la ciudad. Media docena de elfos heridos, de camino hacia sus casas desde la
batalla, fueron alcanzados y asesinados. Muchos ms habran perecido de no ser
por una patrulla de zapadores enanos que se haba puesto de acuerdo con los elfos
para ay udarles en la vigilancia de la ciudad. Comprendiendo que los demonios
haban traspasado las defensas del promontorio, se dejaron guiar por los gritos de
los agonizantes y cay eron sobre sus asesinos. Cuando la pelea concluy , slo tres
enanos quedaron en pie. Los demonios y acan todos muertos.
Al amanecer, las cumbres haban sido despejadas y los demonios expulsados
una vez ms. Pero se haba perdido la tercera rampa del Elfitch y la cuarta
estaba amenazada. Al pie del risco, los demonios se agruparon de nuevo. Los
gritos resonaban en la maana tranquila mientras cargaban hacia arriba por la
rampa, en slida masa, portando ante ellos un enorme ariete de madera.
Empujaron el ariete contra las puertas, destrozando la barrera que constituan y
entrando despus en tropel. Los trolls y los elfos formaron rpidamente una
falange compacta, un muro de lanzas de hierro que se clavaron en las figuras
negras contorsionadas. Pero los demonios siguieron arremetiendo contra los
defensores hasta obligarlos a retroceder a las fortificaciones de la quinta rampa.
Fue un momento desesperado. Cuatro de los siete niveles del Elfitch estaban
perdidos. Los demonios se hallaban a mitad de camino hacia la cima. Ander
reorganiz a los defensores, flanqueado por Amantar y Kerrin y rodeado por la
Guardia Especial. Los demonios cargaron contra las puertas de la rampa. Pero
justo cuando pareca que iban a irrumpir a travs de ellas, apareci Allanon
sobre las murallas, con los brazos en alto. La llama azul se propag hasta la
rampa de abajo, dispersando la embestida de demonios, convirtiendo en cenizas
el ariete. Aturdidos por el momento, los atacantes retrocedieron.
Durante toda la maana los demonios trataron de abrir una brecha en la
defensa de la quinta rampa. A medioda, lo lograron por fin. Un par de ogros
monstruosos lleg para ponerse al frente de sus hermanos y se lanzaron contra
las puertas; una vez, dos veces. La madera y el hierro se hicieron pedazos. Los
ogros irrumpieron en la rampa del otro lado, dispersando a los defensores.
Algunos rock trolls trataron de detenerlos, pero los ogros los apartaron de un
empujn como si fuesen de papel. De nuevo Ander reagrup a sus soldados,
instndolos para que cargasen. Pero los demonios estaban penetrando por las
puertas destrozadas, arrasando a sus defensores.
Entonces el caballo de Eventine Elessedil fue abatido mientras cabalgaba
hacia la seguridad de las puertas de arriba, y el anciano rey se derrumb sobre la
rampa. Los demonios lo vieron caer. Con un aullido, se lanzaron hacia l. Lo
habran alcanzado sin la intervencin de Stee Jans. Con un puado de hombres de
los Cuerpos Libres de la Legin, el fronterizo se interpuso en su camino,
cortndoles el paso con sus espadas. Detrs de ellos, Eventine se incorpor
inseguro, aturdido y sangrando, pero vivo. Rpidamente Kerrin se adelant con la
Guardia Especial para rescatar al rey, y lo alejaron de la batalla.
Los soldados de la Legin resistieron durante un momento ms, luego
tambin fueron apartados. Los demonios presionaban hacia delante, acometiendo
contra los elfos que trataban de impedirles el paso. Conduciendo el asalto iban los
ogros que forzaron las puertas, aplastando a todo aquel que se pona a su alcance.
Ander Elessedil se lanz a detenerlos, con la estaca de Ellcry s levantada mientras
llamaba a los defensores de la ciudad para que resistiesen con l. Pero la
embestida era demasiado fuerte. Amantar y Stee Jans estaban luchando por sus
vidas en las murallas de la rampa, incapaces de llegar hasta el prncipe. Durante
un momento terrorfico, se encontr prcticamente aislado frente a la embestida
de los demonios.
Pero slo por un momento. Sobre las puertas de la sexta defensa, Allanon
llam con un silbido a Day n para que descendiera desde el borde del Carolan. Sin
mediar palabra le arrebat las riendas de Dancer al sorprendido jinete alado y,
de un salto, se mont sobre el gigantesco ruc. Al momento siguiente volaba hacia
abajo, con su tnica negra ondeando como una vela. Dancer emiti un chillido,
luego se dej caer en medio de los demonios que amenazaban a Ander,
atacndolos con las garras y el pico. Dando alaridos, las figuras negras se
dispersaron. El fuego azul brot de los dedos de druida y la rampa se llen de
llamas. Entonces, el druida agarr a un atnito Ander y lo alz hacia l, dio una
orden a Dancer, y ste se elev de nuevo en el aire; debajo, el resto de los
defensores retrocedieron hasta la seguridad de la sexta rampa.
Durante unos segundos ms, ardi el fuego del druida; luego chisporrote y se
apag. Los demonios enfurecidos cargaron contra los defensores que huan. Pero
los zapadores de la cumbre y a estaban alertados. Los manubrios y las poleas
empezaron a girar mientras las cadenas enrolladas en los soportes de la rampa se
iban apretando. La trampa de Browork cuidadosamente escondida estaba a punto
de saltar. Desde debajo del Elfitch se soltaron los soportes y a debilitados,
crujiendo y chirriando, cuando las cadenas enrolladas los dejaron libres. Con un
estremecimiento, la rampa situada bajo el sexto nivel se inclin hacia abajo y
cay . Los demonios que quedaron atrapados desaparecieron en una nube de
escombros. Los gritos y los aullidos llenaron el aire y toda la rampa inferior se
perdi de vista.
Cuando el polvo se pos, el Elfitch era una pila de piedras rotas y de vigas de
madera astilladas desde las puertas de la sexta rampa hasta la cuarta. Los
cuerpos de los demonios y acan dispersos sobre la superficie rocosa, entre los
escombros, destrozados y exnimes. Los que haban sobrevivido retrocedan
hacia el pie del risco, intentando esquivar los pedruscos y cascotes que llovan
incesantemente sobre ellos, para al fin desaparecer en los bosques.
Los demonios y a no volvieron a atacar ese da la ciudad de Arbolon.
Allanon! Aydame!
Pero Allanon se estaba moviendo. Una rpida palabra a Day n y las riendas
de Dancer estuvieron en sus manos. Un momento despus se hallaba montado
sobre el enorme ruc y se elevaba hacia el cielo. Ander Elessedil y los que se
encontraban con l contemplaron atnitos al druida. Allanon vol sobre los
jardines, con sus ropas negras ondeando y los brazos alzados. Sobre el Carolan,
los demonios que convergan aflojaron la marcha bruscamente y levantaron la
vista al cielo. Entonces, el tremendo estampido de un trueno estall sobre las
praderas, como si la tierra se hubiese partido con furia, y un fuego azul brot de
los dedos del druida. En un arco, cubri de un extremo a otro el avance de
demonios, barriendo sus filas delanteras, quemndolos hasta convertirlos en
cenizas. Aullidos y gritos surgan de los demonios mientras un muro de llamas se
alzaba ante ellos, obligndolos a retroceder de los rodeados Cuerpos Libres.
Un rugido de excitacin creci entre los elfos. A travs del anillo de fuego se
abri un estrecho pasillo hacia los jardines y su ejrcito. Por l se acercaban los
fronterizos, veloces ahora, porque poda cerrarse en cualquier momento. Los
demonios rugan por todas partes, pero el fuego los mantena a ray a. Corred!,
gritaba la mente de Ander. Todava hay una oportunidad! Seguan corriendo los
fronterizos y la distancia entre ellos se acortaba. Varias furias se lanzaron en su
persecucin, enloquecidas hasta perder del todo la razn, precipitndose en las
llamas. Pero Allanon las vio. Alz una mano cerrando el puo. El fuego del
druida cay sobre las criaturas felinas, que desaparecieron con el destello de una
explosin. Una columna de fuego que se elev hacia el cielo marcando su final.
Sobre sus cabezas, Dancer emiti su grito de batalla.
Y as, Stee Jans y los Cuerpos Libres salieron del fuego y volvieron a la
seguridad de las lneas lficas. Fueron recibidos con exclamaciones y vtores, y
los estandartes de batalla de las Cuatro Tierras se elevaron en su honor.
Encima del Carolan, el fuego del druida arda con menos intensidad ahora,
pero los demonios an no intentaban cruzarlo. Con las furias tan fcilmente
destruidas, ninguno se atreva a enfrentarse a Allanon. Arremolinndose tras la
muralla de llamas, gruan y rugan hacia el negro volador solitario. Y
esperaban.
El druida plane sobre ellos, buscando con su mirada. Saba lo que tena que
ocurrir. Haba lanzado un desafo, y uno de los demonios deba responder. Slo el
Dagda Mor era lo bastante fuerte para eso, y respondera, pensaba Allanon,
porque no tena otra opcin. El Dagda Mor captaba la magia de las piedras
lficas, como Allanon. Tambin l sabra que Wil Ohmsford las haba usado, que
la bsqueda del Fuego de Sangre haba tenido xito, y que lo que ms tema an
poda ocurrir: el renacimiento de la odiada Ellcry s y el restablecimiento de la
Prohibicin. Era un momento peligroso para el Seor de los Demonios. El
Suplantador estaba muerto. La Parca haba fracasado. Su ejrcito estaba
detenido. Si ahora no actuaba, incluso aunque toda la Tierra del Oeste fuese suy a,
habra perdido. Ellcry s era la clave para la supervivencia de los demonios. El
rbol madre deba ser destruido y la tierra en la que se enraizaba arrasada, para
que nunca creciera nada all. Despus tenan que encontrar la semilla y a la
ltima escogida. As los demonios estaran seguros de que no volveran a ser
expulsados de la tierra. Pero nada de eso ocurrira si Allanon no era destruido
primero. El Dagda Mor lo saba y ahora tendra que actuar
Un aullido aterrador sali de entre los demonios. De debajo del borde del
Carolan, una enorme sombra negra se elev hacia el cielo claro de la maana.
Allanon gir. Era la criatura alada que casi haba atrapado a Wil Ohmsford y a
Amberle en el valle de Rhenn cuando huan de Villa Refugio. El druida la vio con
claridad. Era un murcilago enorme, bruido y con alas membranosas; su morro
prominente abierto para mostrar unos colmillos relucientes, sus patas encogidas y
con garras. Haba odo rumores de que tales murcilagos vivan en el corazn de
las montaas de la Tierra del Norte, pero hasta el momento no haba visto
ninguno. La criatura se cerni sobre las hordas de demonios, con su grito agudo y
desgarrador que infundi en la masa negra de abajo una repentina tranquilidad.
Allanon se tens. Sentado a horcajadas sobre el cuello de la criatura iba el
Dagda Mor. El desafo haba sido aceptado.
El druida hizo virar bruscamente a Dancer. El murcilago vol hacia abajo,
con la figura encorvada del demonio inclinada sobre l. En una mano, el Bculo
de Poder comenz a emitir un resplandor rojizo. Allanon esper, reteniendo a
Dancer. El murcilago emiti un anticipado grito de triunfo. El fuego rojo sali
del Bculo de Poder del demonio, pero un instante demasiado tarde. Dancer
describi un arco agudo, guiado por el druida, y se desvi con rapidez hacia la
izquierda. El monstruo con alas descendi en picado, con sus pies en forma de
garras extendidos, y el fuego del demonio explot en el Carolan, mientras
Allanon haca girar a Dancer. El vuelo del murcilago era pesado y lento y,
cuando se elev, el druida pas bajo l y contraatac. El fuego azul quem las
alas y el cuerpo del monstruo, abrasando su piel membranosa, y el animal
profiri un grito penetrante.
Pero volvi, y otra vez el Dagda Mor hizo bajar su Bculo de Poder. El fuego
del demonio cort el cielo matutino, pasando ante el druida y su montura. Una
muralla de llamas qued suspendida en el aire ante ellos, y esta vez no tenan
posibilidad de girar. Dancer no dud un momento. Con un grito, el gigantesco ruc
hizo un rizo, poniendo a Allanon fuera del alcance del fuego, estirndose despus
y bajando suavemente a travs del Carolan. En los Jardines de la Vida, los vtores
surgieron de las gargantas de los elfos y sus aliados.
De nuevo el demonio atac, con su enorme portador cay endo velozmente.
De nuevo Dancer fue lo bastante rpido. El ruc vol hacia el otro lado del
acantilado. El fuego del demonio estall desde el bculo, pasando sobre el ruc y
quemando las praderas. Dancer vir a la izquierda, luego a la derecha,
cambiando de direccin con tanta rapidez que el Dagda Mor no lograba dirigir el
fuego hacia l. Mientras tanto, Allanon tambin atacaba. El fuego del druida
alcanz al monstruoso murcilago, quemndolo una y otra vez hasta que el humo
eman de su cuerpo maltrecho en pequeos remolinos mientras volaba.
La batalla continu; un duelo terrorfico que llev al druida y al demonio atrs
y adelante por encima de la ultrajada superficie del Carolan, girando y
regresando en su intento de inutilizar la maniobra del otro. El murcilago era
pesado y fcilmente atacable, pero al mismo tiempo fuerte y resistente a las
heridas. Dancer era rpido; el fuego nunca lo alcanzaba. Pero a medida que los
minutos transcurran y la lucha no acababa, el ruc empez a cansarse. Durante
tres das haba volado en la batalla, y sus fuerzas se estaban debilitando con
rapidez. Cada vez que retroceda sobre el promontorio, el fuego del demonio se
acercaba ms. El silencio cay sobre las filas de los defensores. Por cada una de
sus mentes pasaba el mismo pensamiento. Tarde o temprano el ruc fallara, o el
druida calculara mal. Entonces el Seor de los Demonios los atrapara.
Momentos despus, los temores se confirmaron. El fuego se cruz en el
camino de Dancer mientras haca un giro hacia la izquierda, alcanzando la gran
ala del pjaro. En ese instante, Dancer vacil y empez a descender en espiral
hacia el Carolan. Un grito de horror sali de los elfos. De nuevo, el Bculo de
Poder destell y de nuevo el fuego quem al pjaro herido. El murcilago se
lanz hacia abajo con las garras dispuestas. Desesperadamente, Allanon gir
mientras el monstruo caa hacia l, y sus manos se extendieron hacia el cielo con
los puos cerrados. El murcilago estaba casi encima cuando el fuego azul brot
de sus dedos. Toda la cabeza del monstruo pareci explotar y desaparecer. Pero
el impulso le llev contra el herido Dancer. A unos nueve metros sobre el
Carolan, el murcilago y el ruc chocaron, golpendose uno contra otro con una
fuerza terrorfica. Juntos cay eron hacia la tierra, arrastrando con ellos a sus
jinetes. Cay eron a plomo hasta estrellarse contra la dura tierra. Dancer tuvo un
estremecimiento y se qued inmvil. El murcilago no se movi.
En ese instante pareci que la batalla estaba perdida. Dancer y el murcilago
haban muerto. Allanon y aca tendido en el suelo, quemado. El Dagda Mor
trataba de liberar una de sus piernas que haba quedado debajo del murcilago, y
lo logr con esfuerzo. Entonces intent aproximarse al druida. Allanon se agit, y
levant un poco la cabeza. Lentamente, el Dagda Mor se arrastr hasta llegar a
unos tres metros de l. Con el rostro contorsionado por el odio, el demonio se
prepar. En sus manos, el Bculo de Poder comenz a iluminarse.
Allanon! se oy gritar a s mismo Ander Elessedil, y el eco reverber
en el repentino silencio.
Quizs el druida lo oy . De algn modo logr ponerse en pie, esquivando el
ray o de fuego que le pas cerca, movindose con tanta rapidez que estuvo sobre
el Dagda Mor antes de que el Bculo de Poder pudiera ser usado por segunda
vez. El demonio trat de proteger el bculo, alejndolo, pero las manos de
Allanon aprisionaron el palo nudoso. El fuego del demonio fulgur dentro del
bculo y el dolor traspas al druida. Pero su magia tambin surgi en su defensa,
y el fuego azul se mezcl con el rojo. El druida y el demonio forcejearon por su
posesin, estirando sus cuerpos en su esfuerzo para arrebatar el bculo de las
manos del otro.
Entonces Allanon encontr dentro de s un profundo reducto de fuerza, una
ltima reserva, y el fuego azul explot. Estall en sus manos y recorri el Bculo
de Poder, sofocando el fuego del demonio, llegando hasta el cuerpo del Dagda
Mor. El demonio abri los ojos con horror y emiti un grito agudo y terrible.
Allanon se incorpor con esfuerzo, liberndose de la figura encorvada, obligando
al demonio a arrodillarse lentamente. De nuevo el demonio grit, con odio
desbordado. Trat desesperadamente de luchar contra el fuego que lo envolva,
de librarse de las manos del druida. Pero stas se cerraron alrededor de las suy as
como argollas de hierro, apretndolas con fuerza contra el bculo. El Dagda Mor
sufri un temblor violento y cedi. Su grito se convirti en un susurro y sus
terribles ojos se quedaron en blanco.
El fuego del druida lo inund ahora sin impedimentos, envolvindolo en un
velo de luz azul hasta que su cuerpo se redujo a cenizas y desapareci.
Todo el Carolan qued en silencio. Allanon era una figura solitaria con el
Bculo de Poder an en sus manos. Baj la vista hacia la madera chamuscada y
humeante. Luego lo parti y arroj los pedazos al suelo.
Volvindose hacia los Jardines de la Vida, llam a Artaq con un silbido. El
caballo negro sali trotando de las filas de elfos. Allanon saba que le quedaban
slo unos momentos. Se estaba debilitando, y se mantena an de pie por la
fuerza de su voluntad. La pared de fuego que haba retenido a los demonios
empezaba a extinguirse. Ya estaban congregados a lo largo de su permetro, con
los ojos furiosos fijos en l, esperando a ver que ocurrira a continuacin. La
muerte del Dagda Mor no significaba nada para ellos. Su odio hacia los elfos era
lo nico que les importaba. El druida les devolvi la mirada, esbozando
lentamente una sonrisa burlona. Lo nico que los contena ahora era el temor que
les produca. En cuanto lo perdieran, volveran a atacar.
Artaq acerc la cabeza a su hombro y relinch suavemente. Sin apartar la
vista de los demonios, Allanon retrocedi con cautela hasta que pudo agarrar la
crin y los arneses del caballo. Luego, con dolor, mont en la silla, prximo a
desmay arse por el esfuerzo. Sujetando las riendas, hizo dar la vuelta a Artaq. Sin
premura aparente, comenz a acercarse a las lneas defensivas de los elfos.
Fue una huida agnicamente larga. Condujo a Artaq con una lentitud
deliberada; un paso ms rpido habra sido excesivo para l. Poco a poco los
Jardines de la Vida se fueron acercando. Con el extremo del ojo pudo ver
movimiento entre las lneas de los demonios. Unos cuantos y a intentaban
atravesar las llamas moribundas, aullando a su espalda. Otros los imitaron en
seguida. l se agarraba a los arneses de la silla con ambas manos y no se volvi.
Pronto, pensaba, pronto.
Entonces, de repente, la masa irrumpi, aullando y gritando. Los demonios se
precipitaron desde todas partes hacia l. Supo que estaba an demasiado lejos de
los Jardines de la Vida para escapar de ellos a esa marcha. No tena eleccin.
Clav sus botas sobre los flancos de Artaq y el caballo negro se lanz hacia
delante. El gran corcel atraves el Carolan en una carrera, con su cuerpo
convertido en una lnea horizontal. El aturdimiento invadi al druida y sinti que
sus manos se aflojaban. Iba a caer.
Sin embargo no cay . De algn modo logr sostenerse hasta alcanzar las filas
de elfos. En una embestida, Artaq las atraves, llevndole ms all de las manos
extendidas hacia las puertas de hierro de los Jardines. All se detuvo de repente.
Tampoco entonces cay Allanon. Una determinacin de hierro lo mantuvo
sobre el caballo negro. Su rostro estaba baado de sudor, y se volvi a mirar a las
hordas de demonios que, desde el otro lado del promontorio, se dirigan hacia los
jardines. En sus murallas, los defensores se prepararon.
Al menos ahora tienen una posibilidad, pens. Al menos les he dado una
posibilidad.
Entonces una avalancha de gritos se elev a su alrededor y las manos
sealaron hacia el cielo. Day n estaba a su lado, reflejando en sus gritos la
incredulidad.
Genewen! Es Genewen!
Los ojos del druida se alzaron. Al sur, casi perdido en el resplandor del sol del
medioda, un gran pjaro dorado se diriga volando hacia Arbolon.
____ 52 ____
Wil Ohmsford mir hacia abajo con horror. El sol era una explosin
deslumbrante de luz blanca que le haca guios. Dentro de l, la fiebre an arda.
Se senta dbil y mareado y el sudor que baaba su cuerpo se secaba por el
choque del viento. Genewen lo llevaba por los aires sobre el paisaje verde y
boscoso de la Tierra del Oeste, con sus alas extendidas planeando suavemente en
las corrientes de aire. Iba atado al ruc con correas de cuero, y su brazo roto
estaba vendado y entablillado. Delante estaba Perk, con su cuerpo pequeo
ladendose de acuerdo con los movimientos de Genewen, dirigiendo el vuelo con
sus manos y su voz. Acurrucada contra el jinete alado, casi perdida entre las
ropas que la cubran, se hallaba Amberle. Los brazos que rodeaban la cintura de
Wil pertenecan a Eretria. Se volvi, y los ojos oscuros de la joven vagabunda se
encontraron con los suy os. La mirada que le dirigi fue como un golpe.
Debajo se encontraba la ciudad lfica de Arbolon. Los cuerpos y acan
amontonados sobre el Carolan, los fuegos ardan sobre l, y el Elfitch estaba
derruido. Jinetes y lanceros, piqueros y arqueros rodeaban los Jardines de la Vida
como una muralla de hierro. Alrededor de ellos se arremolinaban los cuerpos
oscuros y retorcidos, miles de ellos, y pareca que en cualquier momento los
defensores seran totalmente aniquilados.
Los demonios, susurr sin voz. Los demonios!
De pronto se dio cuenta de que Amberle se mova. La elfina se haba
incorporado levemente, an apoy ndose en Perk, y le hablaba al muchacho. Una
de sus manos se agarraba al hombro del jinete alado. l asinti. Luego Genewen
empez a descender, dejndose caer con suavidad hacia el Carolan y los
Jardines de la Vida. Los jardines permanecan como una isla, con sus setos
esculpidos y los parterres de flores cuidadosamente ordenados y tranquilos,
flotando sobre un mar de praderas asoladas y vociferantes demonios negros. Wil
contempl el centelleo de las armas bajo la luz del sol mientras los defensores
luchaban contra las hordas que se dirigan hacia ellos. Algunas criaturas negras se
abran paso y a a travs de sus lneas. Varias las haban sobrepasado.
Sobre el pequeo montculo del centro de los jardines, los restos inertes de
Ellcry s y acan olvidados.
Genewen emiti de repente un chillido agudo que lleg hasta el bullicio de la
batalla. Durante un momento, todos los ojos se volvieron hacia el gigantesco ruc,
que se desliz hacia abajo como un ray o de luz de sol. Entre los elfos se elevaron
gritos dispersos de reconocimiento. Un jinete alado, gritaron, y buscaron
vanamente a otros.
Entonces Genewen entr en los jardines, aterrizando lentamente al pie del
pequeo montculo. Las grandes alas se plegaron y la cabeza escarlata se inclin.
Perk descendi de un salto, afanndose rpidamente en soltar las correas de los
arneses que sujetaban a los dems. Primero liber a Amberle, y sta se dej
caer como sin fuerzas del lomo de Genewen, quedando de rodillas al tocar el
suelo. Wil trat de ir en su ay uda, pero la fiebre lo haba debilitado y las correas
no se soltaron.
Desde el otro lado de los setos y los macizos de flores, los sonidos de la batalla
se acercaban.
Amberle! grit.
Ya se haba levantado y se encontraba, a una docena de pasos frente a l.
Elev su rostro de nia. Durante un momento sus terribles ojos sangrientos se
fijaron en l y pareci que ella iba a hablar. Luego, sin hacerlo, se gir y
comenz a subir el montculo.
Amberle! exclam Wil, luchando con las correas que lo sujetaban.
Genewen empez a dar fuertes bandazos, gritando, y Perk se apresur a
calmarlo.
Estte quieto, curandero! trat de prevenirle Eretria, pero l no estaba
en disposicin de ser prevenido. Lo nico que vea era que Amberle se alejaba.
La iba a perder. Poda sentirlo.
Genewen comenz a elevarse entonces, asustado por los forcejeos del
valense. Perk agarr los arneses y trat en vano de controlarlo. Entonces
apareci el cuchillo de Eretria que cort las correas que los mantenan sujetos a
Wil y a ella. Un instante despus caan los dos contra una fila de arbustos. El
dolor se renov en el cuerpo maltratado del valense cuando se levant con
torpeza. Eretria lo llam, pero l no le hizo caso, y empez a correr, tropezando,
tras la figura de la elfina que se alejaba. Ella y a estaba a medio camino de la
cima, y avanzaba con lentitud hacia el rbol.
Los aullidos y a se oan cerca. De repente, media docena de demonios
atraves los setos. Perk haba logrado que Genewen regresara a tierra, lo
acababa de desmontar y corri tras Wil. Al instante, los demonios lo siguieron.
Pero el valense los haba visto. Gir su puo, con las piedras lficas encerradas
en l. El fuego azul explot hacia los demonios y desaparecieron.
Mrchate! le grit a Perk. Mrchate volando!
Eretria tambin se haba aproximado. Otros demonios comenzaron a surgir
de entre los setos, gritando mientras avanzaban. Una fraccin de la Guardia
Negra se abri paso violentamente para interceptarlos, con las picas bajadas.
Pero los demonios se defendieron de los elfos y fueron hacia Wil, que se volvi
para hacerles frente; y otra vez las piedras lficas fulguraron. Perk se haba
montado sobre Genewen, pero en lugar de volar hacia un sitio seguro, el pequeo
jinete alado diriga el ruc contra los atacantes, tratando de expulsarlos. En aquel
momento, varias docenas ms llegaron por alguna parte, y ni siquiera el fuego de
las piedras lficas lograba detenerlos.
Entonces un grito penetrante se elev sobre los aullidos de los demonios y
pareci quedar suspendido en el calor del medioda estival. Wil se volvi.
Amberle estaba de pie sobre el montculo, con los brazos extendidos hacia
delante para alcanzar el tronco de Ellcry s. A su contacto, el rbol pareci rielar
como las aguas de un arroy o tocadas por un ray o de sol, luego se desintegr en
una lluvia de polvo plateado que cay sobre la elfina como si fuera nieve. Ella se
qued all, con los brazos alzados, estirando su cuerpo frgil.
Y empez a transformarse.
Amberle! exclam Wil por ltima vez, cay endo de rodillas,
desesperado.
El cuerpo de la elfina empez a perder su forma; su figura humana se
disolva, sus ropas se hacan jirones y caan, sus piernas se fundieron en una y de
sus pies salieron unos zarcillos que penetraron en la tierra; lentamente, sus brazos
alzados se alargaron y se dividieron.
Oh, Wil! murmur Eretria derrumbndose a su lado.
Amberle haba desaparecido. En su lugar se alzaba Ellcry s, perfectamente
formada, con su corteza plateada y sus hojas encarnadas reluciendo al sol,
nacida de nuevo al mundo de los elfos.
Un gemido de angustia se elev de los demonios. La Prohibicin estaba
restaurada. Aullaron por todo el Carolan mientras los arrastraba para volverlos a
encerrar. Frenticamente, tropezando unos con otros, trataban de escapar de la
negrura que se cerraba inexorablemente a su alrededor. Pero no haba
escapatoria. Fueron desapareciendo de la luz, cientos y despus miles, cuerpos
negros pequeos y grandes que se contorsionaban, hasta que el ltimo se
desvaneci.
El silencio cay sobre los defensores de Arbolon mientras miraban en
asombrado silencio a su alrededor. Pareca que los demonios nunca haban estado
all.
En los Jardines de la Vida, Wil Ohmsford llor.
____ 53 ____
Los elfos lo encontraron all poco despus. Por orden de Ander Elessedil, lo
llevaron a Arbolon. Demasiado aturdido por la prdida de Amberle para discutir,
con su cuerpo atormentado por la fiebre, se dej llevar. Fue conducido a la
mansin de los Elessedil, a travs de sus salones y corredores silenciosos y
sombros, hasta una habitacin donde lo acostaron. Los curanderos elfos lavaron
y curaron sus heridas y le vendaron el brazo roto. Le dieron a beber un lquido
amargo que le produjo sopor, y lo envolvieron cuidadosamente en sbanas y
mantas. Luego lo dejaron, cerrando la puerta al salir sin hacer ruido. Slo tard
segundos en dormirse.
So que vagaba a travs de una oscuridad profunda e impenetrable, perdido
sin esperanza. En algn lugar dentro de la misma oscuridad estaba Amberle, pero
no poda encontrarla; cuando la llam, oy su respuesta dbil y distante. Poco a
poco fue consciente de otra presencia, fra y maligna y extraamente familiar;
algo que y a haba encontrado en otra ocasin. Aterrorizado, comenz a correr,
cada vez a ms velocidad, abrindose paso a travs de las telaraas del silencio
negro. Pero aquello segua persiguindolo. Aunque no produca ningn ruido,
poda sentirlo, siempre a un paso detrs de l. Al fin, los dedos lo tocaron y l
grit de terror. Luego la oscuridad desapareci de pronto. Estaba rodeado de
jardines, hermosos y de vivos colores, y aquello haba desaparecido. El alivio
fluy en l; estaba a salvo de nuevo. Pero al instante siguiente, la tierra se
abomb bajo sus pies y fue lanzado al aire. De repente pudo ver una ola negra al
otro lado de los jardines que avanzaba lentamente, acercndose, alzndose como
un ocano donde se ahogara con seguridad. Desesperadamente busc a
Amberle, y la vio, corriendo por el centro del jardn como un fantasma sin voz.
Slo fue una visin fugaz. La llam una y otra vez, pero no hubo respuesta.
Entonces, la ola negra le alcanz y comenz a hundirse
Amberle!
Se despert sobresaltado, con el cuerpo empapado de sudor. Sobre una
pequea mesa situada en la pared de enfrente arda una vela. Las sombras
envolvan la habitacin, y el crepsculo inundaba la ciudad.
Wil Ohmsford.
Se volvi al or su nombre, buscando. Una figura alta y encapuchada estaba
sentada junto a su cama, negra y sin rostro en el dbil resplandor de la llama de
la vela.
El valense parpade al reconocerlo.
Allanon.
Luego, de repente, todo volvi a l. La amargura se agit en su interior, una
amargura tan tangible que casi pudo paladear su sabor. Cuando logr hablar, su
voz apenas fue un siseo.
Lo sabas, Allanon. Lo sabas desde el principio.
No hubo respuesta. Las lgrimas afluy eron a los ojos del valense. Record la
primera noche en Storlock, cuando conoci al druida. Entonces sinti que no
poda confiar completamente en l, que no deba confiar en l. Flick se lo
advirti; Allanon era un hombre de secretos, y los ocultaba bien.
Pero esto Cmo poda haberle ocultado esto?
Por qu no me lo dijiste?
Las palabras salieron en un susurro. Dentro de las sombras de la capucha no
se produjo ningn movimiento.
No te habra servido de nada saberlo, valense.
No te habra servido de nada a ti, no es lo que quieres decir? Me utilizaste!
Me dejaste creer que podra proteger a Amberle de los demonios si era
conducida a salvo hasta Arbolon, y que luego todo terminara. Sabas que y o
crea en esa falsedad!
El druida continu en silencio. Wil sacudi la cabeza en un gesto de reproche.
No pudiste al menos decrselo a ella?
No, valense, no me habra credo. No hubiera querido creerlo. Habra sido
pedirle demasiado. Recuerda lo que ocurri cuando habl con ella en Villa
Refugio. Ni siquiera quiso admitir que an era una escogida. Insista en que su
eleccin como escogida haba sido un error. No, no lo habra credo. No entonces.
Necesitaba tiempo para saber la verdad sobre s misma y comprenderla. No era
algo que y o pudiera explicarle; era algo que ella tena que descubrir.
La voz del valense tembl.
Palabras, Allanon. Eres experto en usarlas. Eres capaz de convencer con
mucha facilidad. Me convenciste una vez, verdad? Pero sta no me
convencers; s lo que hiciste.
Entonces tambin debes saber lo que no hice contest Allanon con
serenidad. Se inclin hacia delante. La decisin final fue de ella, valense, no
ma. Yo no estuve all para forzarla, slo trat de proporcionarle la posibilidad de
tomarla por s misma. Hice eso y nada ms.
Nada ms? Te aseguraste de que su decisin coincidiera con tus deseos. A
eso y o no lo llamara no hacer nada.
Me asegur de que comprendiese las consecuencias de la decisin,
cualquiera que tomase. Es diferente
Consecuencias! Wil levant la cabeza de repente de la almohada, y
lanz una carcajada llena de irona. Qu sabes t de las consecuencias,
Allanon? Su voz se quebr. Sabes lo que ella significaba para m? Lo sabes?
Las lgrimas resbalaron por su rostro. Volvi a recostarse lentamente,
sintindose de alguna forma avergonzado. Haba vertido toda su amargura,
quedndose a solas con el dolor. Desvi la vista de Allanon, y ambos
permanecieron en silencio. En la oscuridad del dormitorio, el resplandor de la
vela solitaria los acariciaba.
Pas un largo rato antes de que el valense volviera a mirarle.
Bien ahora todo ha terminado. Ella se ha ido. Trag saliva con dificultad
. Puedes al menos explicarme por qu?
El druida permaneci callado durante un momento, encogido en las sombras
de sus ropas. Cuando finalmente habl, su voz fue casi un susurro.
Escchame, valense. Ese rbol, Ellcry s, es una criatura maravillosa, una
muestra de magia viva formada por la unin de la vida humana con el fuego de
la tierra. Fue creado antes de las Grandes Guerras. Los magos elfos lo
concibieron cuando los demonios fueron vencidos y se enfrentaron a la
necesidad de evitar que volviesen a amenazar al mundo. Los elfos, como sabes,
no son un pueblo violento. La preservacin de la vida es su propsito y su trabajo.
Incluso ante criaturas tan destructivas y malignas como los demonios, no
conceban la aniquilacin deliberada de una especie. El destierro les pareci la
alternativa ms aceptable, pero saban que ste deba ser tan frreo que miles de
aos despus continuara mantenindolos sometidos a sus condiciones. Y en un
lugar donde no pudieran hacer dao a otros. Por eso los hechiceros elfos
utilizaron su magia ms poderosa, la que requera el may or sacrificio de todos, la
donacin voluntaria de la vida. Fue esta donacin lo que permiti la existencia de
Ellcry s y el establecimiento de la Prohibicin.
Durante un momento ces de hablar.
Tienes que comprender el modo de vida lfico, la naturaleza de los cdigos
que lo gobiernan, para apreciar lo que Ellcry s representa realmente y por qu
Amberle decidi convertirse en ella. Los elfos creen que estn en deuda con la
tierra, porque la tierra produce y alimenta la vida. Los elfos creen que cuando
alguien toma algo de la tierra, debe darle algo a cambio. Esta creencia es
tradicional; es ritual. Sus vidas les son dadas; por tanto tambin ellos deben dar
vida. Esto lo llevan a cabo, valense, dedicndose al servicio a la tierra,
esforzndose cada uno a su manera para que la tierra sea preservada. Ellcry s no
es ms que una extensin de ese cometido. Es la encarnacin de esa creencia de
que la tierra y los elfos son interdependientes. Ellcry s es la unin de la tierra con
la vida de los elfos, una unin concebida para protegerlos contra el mal que los
destruira a ambos. Amberle lo comprendi al final. Entendi que de la nica
forma en que la Tierra del Oeste y su pueblo podan salvarse era mediante su
sacrificio, su decisin de convertirse en Ellcry s. Entendi que la semilla que
llevaba poda recibir la vida slo por la cesin de la suy a propia.
Hizo una pausa y se inclin lentamente hacia delante, proy ectando la sombra
de su oscura figura sobre el valense.
La primera Ellcry s fue tambin una mujer; no es la casualidad lo que hace
que nos refiramos a ella como a una dama. Ellcry s debe ser siempre una mujer,
porque slo una mujer da a luz a sus semejantes. Los magos previeron esta
necesidad de procreacin, aunque no la frecuencia con que sera necesaria.
Eligieron a una mujer, una joven que, me imagino, sera muy parecida a
Amberle, y la transformaron. Luego establecieron la orden de los escogidos para
que la cuidasen y para que cuando llegara el momento pudiera elegir a quien la
sucediera. Pero a travs de los aos eligi a pocas mujeres. Las historias no
relatan por qu; ni siquiera ella lo saba y a. La eleccin de hombres se convirti
en un hbito durante mucho tiempo; slo escogi mujeres cuando fue necesario.
Quizs era por algo relacionado con su creacin en la poca de los magos elfos.
Quizs ellos le prometieron que sera servida por muchachos; quizs ella lo pidi.
Quiz la eleccin de muchachos era ms aceptable para los elfos. No lo s.
En cualquier caso, cuando eligi a Amberle, sospechaba la proximidad de
su muerte. No poda estar segura porque era la primera de su especie, y nadie
saba cuando se producira su muerte ni que signos la anunciaran. Muchos
crey eron que vivira para siempre. Y las caractersticas fsicas de la parte que
haba sido humana se haban convertido haca tiempo en algo distinto; por tanto,
tampoco eso poda ay udar. Hubo otros momentos de su vida en que crey que su
muerte estaba prxima, que deba elegir a alguien que la sucediera. En todas esas
ocasiones seleccion a una mujer. La ltima fue hace quinientos aos. No s qu
la impuls a ello, as que no lo preguntes. Eso no importa.
Cuando escogi a Amberle, la primera mujer en quinientos aos, fue
grande la sorpresa de los elfos. Pero su eleccin hubiera tenido may or
significado de haberse sabido que Ellcry s la elega como posible sucesora. Y an
ms. Estaba considerando a Amberle como una madre a su hijo an no nacido.
Una extraa consideracin, podras afirmar, pero ten en cuenta las
circunstancias. Si el rbol iba a morir, tena que producir una semilla, y la semilla
y Amberle llegaran a fundirse en una, la nueva Ellcry s nacida, al menos en
parte, de la antigua. La eleccin de Amberle fue hecha con ese propsito, e
implicaba necesariamente los sentimientos que una madre tiene hacia un hijo
an no nacido. La mujer que se haba convertido en Ellcry s en los antiguos
tiempos experiment esenciales cambios fsicos, pero emocionalmente
conservaba mucho de lo que haba sido. Algo de esto descubri el rbol en la
elfina. Por eso su relacin fue tan ntima al principio.
Reflexion un momento.
Por desgracia, fue esta relacin la causa de los problemas posteriores.
Cuando vine a Arbolon, alertado por el debilitamiento de la Prohibicin y la
amenaza de los demonios, visit los Jardines de la Vida para hablar con Ellcry s.
Me dijo que despus de la eleccin de Amberle como escogida, intent reforzar
los lazos que las unan. Lo hizo porque senta la enfermedad desarrollndose en su
interior. Comprendi que su vida estaba prxima al fin; la semilla que y a estaba
formndose deba ser entregada a Amberle. En su agona, ampliaba su instinto
maternal para abarcar a la muchacha. Quera prepararla para lo que le
esperaba, para que apreciara parte de la belleza, la gracia y la paz de que ella
haba disfrutado en su vida. Quera que Amberle comprendiera el significado de
su unin con la tierra, que entendiera su evolucin a travs de los aos, que
experimentara sus cambios; en resumen, que comprendiese un poco de lo que
una madre sabe y un nio no.
Wil asinti lentamente. Pensaba en el sueo que haban compartido Amberle
y l despus de que el rey del ro de Plata los rescatase de los demonios. En ese
sueo se haban buscado el uno al otro; l en un hermoso jardn tan asombroso
que le haba producido deseos de llorar; ella en la oscuridad, llamndole mientras
l se encontraba all sin responderle. Ninguno de los dos comprendi que el sueo
era una profeca. Ninguno de los dos comprendi que el rey del ro de Plata les
haba permitido vislumbrar lo que sera su destino.
El druida continu.
Las intenciones de Ellcry s eran buenas, pero excesivas. Asust a Amberle
con sus visiones, su insistencia maternal y la apropiacin de su identidad. La
elfina no estaba an preparada para la transicin que Ellcry s estaba tan ansiosa
de realizar. Lleg a atemorizarse y enfadarse, y se march de Arbolon. Ellcry s
no lo comprendi; sigui esperando que Amberle volviera. Cuando la
enfermedad se hizo irreversible y la semilla estuvo formada, llam a los
escogidos.
Pero no a Amberle? pregunt Wil, que ahora escuchaba atentamente.
No, no a Amberle. Pens que Amberle ira por voluntad propia. No quiso
mandar a buscarla porque, cuando lo haba hecho con anterioridad, slo
consigui que se marchara. Estaba segura de que cuando Amberle se enterase de
que se estaba muriendo, ira a verla. Por desgracia le quedaba menos tiempo del
que crea. La Prohibicin comenz a erosionarse, y ella no pudo mantenerla.
Varios demonios escaparon y los escogidos fueron asesinados; todos excepto
Amberle. Cuando y o aparec, Ellcry s estaba desesperada. Me dijo que deba
encontrar a Amberle; por eso fui a buscarla.
Una renovada amargura oscureci el rostro del valense.
Entonces y a sabas en Villa Refugio que Ellcry s an consideraba a
Amberle como una escogida.
Lo saba.
Y sabas tambin que la semilla le deba ser entregada para que la llevase.
Te ahorrar la molestia de hacer ms preguntas. Lo saba todo. Las
historias de los druidas de Paranor me revelaron la verdad de lo que sucedera a
Ellcry s, la verdad de cmo deba renacer. Hubo un ligero titubeo. Entiende
una cosa, valense. Yo tambin quera a esa muchacha. No deseaba engaarla, en
caso de que quieras calificar mis omisiones como engaos. Pero era necesario
que Amberle descubriera la verdad por s misma y no a travs de m. Le mostr
un camino a seguir; no le di ningn mapa que marcara sus desviaciones y sus
vueltas. Cre que era necesario que la decisin fuera suy a. Ni t, ni y o, ni nadie
ms tena derecho a tomar la decisin. Slo ella.
Wil Ohmsford baj los ojos.
Quizs. Y quizs hubiera sido mejor que supiera desde el principio dnde
terminara el camino que le mostraste. Sacudi la cabeza. Es curioso. Cre
que escuchar la verdad sobre todo lo que ha ocurrido me ay udara de algn
modo. Pero no. No me ay uda en absoluto.
Se produjo un largo silencio. Luego Wil levant la vista otra vez.
En cualquier caso, no tengo derecho a culparte por lo que ha ocurrido.
Hiciste lo que debas, lo s. La eleccin fue realmente de Amberle. Lo s. Pero
perderla de esta forma es tan duro
Su voz se apag y el druida asinti.
Lo siento, valense.
Comenz a levantarse, pero Wil le pregunt de pronto:
Por qu me has despertado ahora, Allanon? Para contarme esto?
El hombre alto se enderez, oscuro y sin rostro.
Para contarte esto y para decirte adis, Wil Ohmsford.
Wil lo mir, sorprendido.
Adis?
Hasta la vista, valense.
Pero dnde vas?
No hubo respuesta. Wil sinti que el deseo de dormir lo inundada; el druida lo
devolva al sopor del que lo haba sacado. Se resisti con obstinacin. Todava
quedaban cosas que aclarar. Allanon no poda dejarlo as y desaparecer en la
noche tan inesperadamente como haba llegado, embozado en su capa y con la
capucha echada, igual que un ladrn que temiera que la ms breve visin de su
rostro pudiera delatarlo
Una repentina sospecha atraves su mente en ese instante. A pesar de su
debilidad logr estirar la mano y agarrar las ropas del druida.
Allanon.
El silencio llen el pequeo dormitorio.
Allanon, djame ver tu cara.
Durante un momento pens que el druida no le haba odo. Allanon
permaneci inmvil junto a su cama, mirando hacia abajo en las sombras de sus
ropas. El valense esper. Luego lentamente el druida levant sus grandes manos
y se baj la capucha.
Allanon! susurr Wil Allanon.
El cabello y la barba del druida, negros como el carbn antes, estaban ahora
veteados de mechones grises. Allanon haba envejecido!
Es el precio que se paga por usar la magia. Allanon esboz una ligera
sonrisa burlona. Esta vez temo haber hecho demasiado uso de ella, y ha
tomado de m ms de lo que deseaba darle. Se encogi de hombros. A cada
uno se nos asigna un tiempo de vida, valense. Slo se, ni ms ni menos.
Allanon dijo Wil con voz dbil. Allanon, lo siento. No te vay as todava.
Allanon volvi a echarse la capucha, y sus manos se extendieron hacia abajo
para estrechar las de Wil.
Ha llegado el momento de que me vay a. Los dos necesitamos descansar.
Duerme, Wil Ohmsford. Trata de no guardarme rencor; creo que Amberle no lo
hara. Consulate con esto: Eres un curandero, y un curandero debe preservar la
vida. T lo has hecho aqu, con los elfos, con la Tierra del Oeste. Y aunque pueda
parecerte que has perdido a Amberle, recuerda que puedes encontrarla siempre
en la tierra. Tcala y ella estar contigo.
Se alej hacia la oscuridad y apag la llama de la vela.
No te vay as le rog Wil y a casi dormido.
Adis, Wil. Su voz pareci surgir de lejos. Dile a Flick que estaba en lo
cierto respecto a m. Le gustar.
Allanon murmur el valense suavemente y despus se qued dormido.
Ander Elessedil se despert con sobresalto. Sus ojos estaban nublados por el
sueo y escudri con cautela el dormitorio vaco, buscando fantasmas que no
estaban all. Una terrible sensacin de soledad le invadi. Cuntos de los que
deberan estar presentes no estaban: Arion, Pindanon, Crispin, Ehlron, Kerrin.
Todos muertos.
Volvi a adormecerse en la silla, aturdido por el cansancio hasta no sentir
nada, salvo el dolor de las articulaciones y los msculos. Cunto tiempo haba
dormido? No lo saba. Gael volvera pronto con la comida y la bebida, y juntos
continuaran la vela, atentos al maltrecho rey, esperando.
Los recuerdos le acosaban, recuerdos de su padre y de lo que haba sido,
imgenes espectrales del pasado, de momentos y lugares y acontecimientos que
nunca volveran. Eran agridulces, puesto que en ellos se mezclaban la felicidad
compartida y la conciencia de su transitoriedad. Evalundolos, hubiera preferido
que aquella noche los recuerdos le dejasen en paz.
Pens de repente en su padre y en Amberle, en el afecto especial que haba
sentido por ambos, en el corto perodo de tiempo en que los haba perdido y
encontrado para perderlos otra vez. Era difcil, incluso ahora, comprender la
transformacin que sufri Amberle. Tena que obligarse a creer que haba sido
real, que no era un producto de su imaginacin. An poda ver al pequeo jinete
alado, Perk, contndole lo que haba presenciado, con su rostro infantil perplejo y
asustado al mismo tiempo, tan seguro y tan preocupado que no poda ser puesto
en duda.
Su cabeza cay hacia atrs y sus ojos se cerraron. Pocos saban an la
verdad. Y no estaba seguro de si lo ms conveniente sera dejar o no as las
cosas.
Ander.
Se incorpor de repente, y los ojos penetrantes de su padre se encontraron
con los suy os. Se sorprendi tanto que no pudo hacer ms que quedarse mirando
al anciano.
Ander, qu ha ocurrido?
La voz del rey de los elfos fue un susurro dbil y spero en la quietud. Ander
se arrodill junto a l.
Todo ha terminado le contest suavemente. Hemos ganado. Los
demonios estn encerrados de nuevo dentro de la Prohibicin. Ellcry s
No pudo terminar. No encontr las palabras. La mano de su padre se desliz
fuera de las sbanas para buscar las suy as.
Amberle?
Ander aspir profundamente y sus ojos se llenaron de lgrimas. Se esforz en
mantener la mirada de su padre.
Est a salvo susurr. Ahora est descansando.
Hubo una larga pausa. Un indicio de sonrisa asom en la cara de su padre.
Luego sus ojos se cerraron. Un momento despus estaba muerto.
Haba amanecido cuando Wil Ohmsford despert. La luz gris plata se filtraba
a travs de las cortinas de las ventanas para ahuy entar a la oscuridad. Sus ojos se
abrieron con un lento parpadeo y se encontr mirando a Perk.
Wil?
La cara del pequeo jinete alado era una mscara de seriedad.
Hola, Perk.
Cmo te encuentras?
Un poco mejor, creo.
Eso est bien. Perk esboz una rpida sonrisa. Estaba realmente
preocupado.
Wil le devolvi la sonrisa.
Yo tambin.
Perk se sent al borde de la cama.
Siento haberte despertado, pero no quera irme sin decirte adis.
Te vas?
El muchacho asinti.
Deb haberme ido anoche, pero tena que dejar descansar a Genewen.
Estaba agotado despus de un viaje tan largo. Pero ahora tengo que irme. Deba
haber vuelto hace dos das al Ala Alzada. Probablemente me estarn buscando.
Hizo una pausa. Pero lo comprendern cuando lo explique. No se enfadarn.
Espero que no. No quisiera que te ocurriese eso.
Mi to Day n dijo que lo explicara tambin. Sabas que mi to Day n estaba
aqu, Wil? Mi abuelo lo envi. To Day n dijo que actu como un verdadero jinete
alado. Dijo que lo que Genewen y y o hicimos fue muy importante.
Wil se incorpor un poco sobre las almohadas.
As fue, Perk. Muy importante.
No poda abandonaros. Saba que me necesitaras.
Te necesitbamos mucho.
Y pens que a mi abuelo no le importara si le desobedeca por esta vez.
Eso creo.
Perk baj la mirada hasta sus manos.
Wil, siento lo de la dama Amberle. De verdad.
Wil asinti lentamente.
Lo s, Perk.
Estaba encantada, no? Estaba encantada y el encantamiento la transform
en rbol. Levant la vista. Era eso lo que ella quera, no? Convertirse en el
rbol para que los demonios desaparecieran. Era as como tena que ocurrir?
El valense trag saliva.
S.
Me asust, sabes? dijo Perk en voz baja. No estaba seguro de si eso
era lo que tena que ocurrir o no. Fue tan de repente. Nunca me dijo nada de eso
antes de que ocurriese.
No creo que ella quisiera asustarte.
Yo tampoco lo creo.
Slo fue que no tuvo tiempo de explicrtelo.
Perk se encogi de hombros.
Ya lo s, pero ocurri tan de repente
Se quedaron callados un momento y luego el jinete se levant.
Slo quera decirte adis, Wil. Vendrs a visitarme alguna vez? Yo quisiera
venir a verte, pero tendr que esperar a ser may or. Mi familia no me dejar
volar fuera de la Tierra del Oeste.
Ir a visitarte prometi Wil. Pronto.
Perk le dedic un breve saludo y se dirigi hacia la puerta. Su mano estaba y a
sobre el picaporte cuando se detuvo y se volvi a mirar al valense.
Ella me gustaba mucho, Wil, mucho.
A m tambin, Perk.
El pequeo jinete alado sonri y traspas la puerta.
____ 54 ____
Todos los que haban acudido a Arbolon para ay udar a los elfos regresaron a sus
pases de origen, excepto dos.
Los jinetes alados fueron los primeros, al amanecer del da en que Ander
Elessedil empez a reinar sobre los elfos terrestres. Los tres que quedaban de los
cinco que llegaron y el muchacho llamado Perk partieron discretamente, casi sin
despedirse de nadie excepto del nuevo rey, antes de que el sol culminara los
bosques del este. Montados en sus dorados rucs se lanzaron en persecucin de la
noche que hua, acompaados por los primeros ray os del sol de la maana.
A medioda partieron los rock trolls, con Amantar a la cabeza, tan fieros y
orgullosos como cuando llegaron, alzadas las armas en saludo mientras el pueblo
elfo se reuna en las calles y en los caminos arbolados para aclamarlos al pasar.
Por primera vez en ms de mil aos, los trolls y los elfos se separaban no como
enemigos sino como amigos.
Los enanos alargaron su estancia varios das, otorgando a los elfos los
beneficios de su gran experiencia en ingeniera mediante su colaboracin en el
bosquejo de los planos para la reconstruccin del destrozado Elfitch. Esa
reconstruccin era uno de los trabajos ms difciles a que tenan que enfrentarse
porque no slo se necesitaba reemplazar la quinta rampa demolida, sino tambin
apuntalar casi todo el resto de la estructura. Era el tipo de desafo que complaca
al formidable Browork. Con la ay uda de los zapadores que an eran capaces de
trabajar, traz para los elfos las lneas generales que lograran los mejores
resultados. Cuando al fin se despidi de Ander y del pueblo de los elfos, lo hizo
con la promesa de que otra compaa de enanos zapadores, en mejores
condiciones para servir que la suy a, sera enviada en breve para prestarles la
ay uda necesaria.
Sabemos que podemos confiar en los enanos dijo Ander al estrechar la
ruda mano de Browork.
Siempre aadi ste, asintiendo con la cabeza. Recurdalo cuando nos
necesites.
Por fin les lleg el momento de la partida a los hombres de Callahorn, al
pequeo grupo de soldados de los Cuerpos Libres de la Legin y de la Guardia
Tradicional que haba sobrevivido a la feroz batalla del Elfitch. Quedaban menos
de una docena, y seis de ellos no podran volver a luchar. El destacamento haba
dejado prcticamente de existir; los cuerpos de sus soldados se hallaban
esparcidos entre los pasos de la Lnea Quebrada y Arbolon. Sin embargo, el alto
fronterizo de curtido rostro a quin llamaban Stee Jans haba sobrevivido una vez
ms.
Fue a ver a Ander Elessedil a primeras horas de la maana del sexto de los
das transcurridos desde la victoria sobre las hordas de demonios, cabalgando
sobre su gran ruano hasta el borde del Carolan, donde se encontraba el rey
repasando con sus ingenieros los planos diseados por los enanos zapadores.
Ander se excus con apresuramiento, y se acerc hasta donde el comandante de
los Cuerpos Libres haba desmontado y esperaba. Ignorando la reverencia
respetuosa que el hombre le dirigi, Ander le cogi de la mano y se la estrech
con fuerza.
Ya te encuentras bien, comandante? le salud sonriendo.
Lo suficiente, majestad dijo Stee Jans, devolvindole la sonrisa. Vine a
darte las gracias y a decirte adis. La Legin se vuelve a Callahorn.
Ander movi la cabeza pensativamente.
No eres t quien tiene que dar las gracias. Soy y o, por m y por el pueblo
de los elfos, quien tiene que darlas, nadie ha sacrificado ms por nuestra tierra
que los hombres de los Cuerpos Libres. Y t, Stee Jans, qu habramos hecho sin
ti?
El fronterizo se qued en silencio un momento. Despus habl.
Majestad, creo que encontramos en esta gente y esta tierra una causa por
la que vala la pena luchar. Lo que dimos, lo dimos con gusto. Y no se perdi la
batalla; eso es lo que importa.
Cmo bamos a perder con una ay uda como la vuestra? Ander volvi a
estrecharle la mano. Qu hars ahora?
Stee Jans se encogi de hombros.
Los Cuerpos Libres y a no existen. Quiz se reorganicen. Quiz no. En ese
ltimo caso, tal vez hay a un nuevo puesto de mando en la Legin. De todas
formas, solicitar uno.
Ander asinti.
Pdemelo, Stee Jans. Pdemelo y el puesto ser tuy o. Sera para m un
honor otorgrtelo. Y tambin para el pueblo elfo. Eres uno de nosotros. Lo
pensars?
El fronterizo sonri, se dio la vuelta y volvi a subir a su montura.
Estoy dispuesto a pensarlo, rey Ander Elessedil. Le dedic un elegante
saludo. Hasta que nos volvamos a encontrar, majestad. Fuerza para los elfos y
para su rey.
Espole al caballo y se alej hacia el este por el Carolan, con su capa gris
ondeando tras l. Ander se qued mirndolo, dicindole adis con la mano. Hasta
que nos encontremos, fronterizo, le contest sin palabras.
As regresaron a sus pases todos los que llegaron a Arbolon para ay udar a los
elfos, todos los valientes, excepto dos.
Uno de ellos era el curandero, Wil Ohmsford.
La luz del sol caa sobre el Carolan como un manto de templada y brumosa
brillantez al acercarse el medioda. Wil Ohmsford iba hacia las puertas de los
Jardines de la Vida. Recorri el camino de grava con pasos tranquilos y
regulares, sin mostrar ningn signo de vacilacin. No obstante, al llegar ante ellas,
no estuvo seguro de poder continuar.
Haba tardado una semana en decidirse. Los tres primeros das que siguieron
a su desvanecimiento en aquellos mismos jardines los haba pasado en su cmara
de la mansin de los Elessedil, dormido la may or parte del tiempo. Dos das ms,
en los terrenos que rodeaban a la antigua mansin, luchando contra la confusin
de emociones que hervan en su interior mientras los recuerdos de Amberle
llegaban y retrocedan. Los ltimos dos das los pas tratando de evitar lo que
ahora iba a hacer.
Se detuvo un largo rato ante la entrada de los jardines, mirando hacia el arco
de hierro con incrustaciones de plata y marfil, los muros cubiertos de hiedra, y
los pinos y setos que conducan al interior. Las cabezas se volvan hacia l con
curiosidad mientras la gente de la ciudad iba y vena, entrando y saliendo por las
puertas ante las que l se encontraba. Estaban all por la misma razn que lo
haba llevado a l y se preguntaban si tal vez se senta ms temeroso y cohibido
que ellos. Los centinelas de la Guardia Negra, que estaban rgidos y con la
mirada al frente, a ambos lados, desviaron los ojos hacia la figura inmvil del
valense, slo un momento, apartndolos despus. Wil Ohmsford segua sin
decidirse a entrar.
Sin embargo tena que hacerlo. Se haba tomado bastante tiempo para
pensarlo. Deba verla una vez ms. La ltima vez. No se quedara tranquilo hasta
que lo hiciera.
Casi antes de decidirse, atraves las puertas y sigui la curva del camino que
lo llevara hasta el rbol.
Se sinti extraamente aliviado al hacerlo, como si al poner en prctica su
decisin de ir hasta ella estuviese llevando a cabo no slo algo necesario sino
tambin justo. Un poco de la determinacin que en tan alto grado haba posedo
durante las ltimas semanas, volva a l ahora; la determinacin que lo abandon
cuando perdi a la elfina, ante la creencia de que l le haba fallado. Se dio
cuenta de que ahora comprenda mejor ese sentimiento. No era tanto una
sensacin de fracaso como la conciencia de sus propias limitaciones. No podrs
hacer todo lo que desearas hacer, le haba dicho una vez su to Flick. Y as,
aunque fue capaz de salvar a Amberle de los demonios, no logr evitar que se
convirtiera en Ellcry s. Pero evitar eso, lo saba, era algo que nunca haba estado
en sus manos. Slo en las de ella. Era eleccin suy a, tal como le haba explicado;
tal como le haba explicado tambin Allanon. Ni la rabia, ni la amargura, ni los
resentimientos lograran cambiar eso o proporcionarle la paz que necesitaba.
Deba aceptar lo que haba ocurrido. Y ahora saba cmo. Aquella visita era el
primer paso.
Atraves una abertura que haba en una alta hilera de siemprevivas y se
encontr ante ella. Ellcry s se ergua contra el azul del cielo de medioda; su alto
tronco plateado brillaba y sus hojas de color escarlata se agitaban bajo la dorada
luz del sol. Era un espectculo de tan gran belleza que hizo acudir lgrimas a sus
ojos.
Amberle susurr.
Reunidos al pie del montculo sobre el que se elevaba Ellcry s haba familias
de la ciudad, con los ojos fijos en el rbol. Sus voces eran bajas y respetuosas.
Wil Ohmsford vacil, luego avanz para unirse a ellos.
Ves, y a no est enferma le deca una madre a su hijita. Vuelve a estar
bien.
Y su tierra y su pueblo estaban a salvo, aadi el valense en silencio. Gracias
a Amberle, gracias a que se haba sacrificado por ambos. Respir
profundamente, levantando la vista hacia el rbol. Fue algo que ella quiso hacer,
algo que tuvo que hacer, no slo por ser necesario, sino porque crey que era la
finalidad de su existencia. La tica de los elfos, el credo que haba gobernado su
vida; algo de ella misma tena que ser devuelto a la tierra. Ni siquiera cuando
estuvo lejos de Arbolon, olvid ese credo. Se reflejaba en su trabajo con los nios
de Villa Refugio. Era parte de la razn por la que volvi con l para averiguar la
verdad de su destino.
Algo de ella misma deba ser devuelto a la tierra.
Al final, se haba dado por completo.
Wil sonri con tristeza. Pero ella no lo haba perdido todo. Al convertirse en
Ellcry s haba ganado un mundo entero.
Mantendr a los demonios lejos de nosotros, mami? preguntaba la nia.
Lejos, muy lejos sonri la madre.
Y nos proteger siempre?
S, nos proteger siempre.
Los ojos de la nia revoloteaban del rostro de su madre al rbol.
Es tan bonita.
Su vocecilla estaba llena de admiracin.
Amberle.
Wil la contempl un instante ms, luego se volvi y sali lentamente de los
jardines.
Al atravesar las puertas vio a Eretria. Estaba a un lado del camino que
conduca a la ciudad; sus oscuros ojos se movieron rpidamente para encontrarse
con los de l. Las brillantes sedas de vagabunda haban desaparecido, sustituidas
por las ropas corrientes de los elfos. Pero nunca habra nada corriente en Eretria.
Estaba tan hermosa como la primera vez que Wil repar en ella. Sus cabellos
negros destellaban a la luz del sol, cay endo en rizos sobre sus hombros, y su
sonrisa deslumbrante ilumin su rostro sombro en cuanto capt la presencia
valense.
Avanz hasta ella para saludarla, con una leve sonrisa en los labios.
Parece que ests otra vez entero le dijo Eretria bromeando.
l asinti.
Puedes atribuirte el mrito. T eres quien ha conseguido que vuelva a
ponerme en pie.
La sonrisa de la muchacha se ampli ante el cumplido. Durante la ltima
semana haba ido a verlo todos los das, para darle de comer y curarle las
heridas; hacindole compaa cuando sinti que la necesitaba, dejndolo solo
cuando le pareci que as lo quera. Su recuperacin, tanto fsica como
emocional responda en una parte no pequea a sus esfuerzos.
Me dijeron que habas salido dijo mirando hacia los jardines. No haca
falta mucha imaginacin para saber adnde te dirigiras. De modo que pens que
deba seguirte y esperarte. Volvi a mirarlo con su atractiva sonrisa.
Descansan y a todos los fantasmas, curandero?
Wil advirti preocupacin en sus ojos. Ella comprenda mejor que nadie lo
que la prdida de Amberle haba supuesto para l. Haban hablado de eso en el
tiempo que dur su convalecencia. Los fantasmas, como ella los llamaba, eran
todos aquellos sentimientos de culpa que lo haban acosado.
Creo que quiz puedan descansar ahora respondi. Venir aqu me ha
ay udado, y con un poco ms de tiempo
Se encogi de hombros y sonri.
Amberle crea que deba entregar algo a la tierra por la vida que le dio. Me
dijo una vez que su creencia era parte de su herencia lfica. Y tambin de la
ma. Sabes? Siempre me consider ms como un curandero que como un
protector. Y curandero es lo que debo ser. Los curanderos dan algo a la tierra
cuidando a la gente que se ocupa de ella. Esa ser mi donacin, Eretria.
Ella asinti con gesto solemne.
Volvers a Storlock?
Primero ir a mi casa, a Val Sombro. Despus a Storlock.
Pronto?
Eso creo. Creo que debo irme y a. Se aclar la garganta. Sabes que
Allanon me dej a Artaq, su caballo negro? Un regalo. Supongo que quera
compensarme en algo por la prdida de Amberle.
Eretria mir hacia otro lado.
Es posible. Podemos volver ahora?
Sin esperar su respuesta, comenz a desandar el camino. l dud un
momento, confuso, luego se apresur a seguirla. Juntos, caminaron en silencio.
Has decidido quedarte con las piedras lficas? le pregunt al cabo de
unos minutos.
Le haba dicho, cuando su depresin era ms profunda, que pretenda
desprenderse de ellas. La magia lfica haba producido efectos en l, lo saba. Al
igual que haba envejecido a Allanon, le haba afectado a l, aunque no poda
determinar cmo. Ese poder le asustaba an. Sin embargo, la responsabilidad de
ese poder segua siendo suy a y no era correcto que se despreocupara
pasndoselo a otro.
Las guardar respondi. Pero nunca volver a usarlas. Nunca.
No dijo ella en voz baja. A un curandero no le servira de nada.
Dejaron atrs las murallas de los jardines y torcieron por el camino hacia
Arbolon. No hablaban. Wil poda sentir la distancia que los separaba, un abismo
creciente causado por la certeza de que la abandonara una vez ms. Ella, sin
duda, quera acompaarlo. Siempre haba querido estar con l. Pero no se lo
pedira; esta vez no, otra vez no. Su orgullo no se lo permitira. Medit sobre el
asunto.
Dnde irs ahora? le pregunt despus de un rato.
Ella se encogi de hombros con indiferencia.
No lo s. A Callahorn, tal vez. Esta joven vagabunda puede ir donde quiera,
ser lo que quiera. Hizo una pausa. Quiz vay a a verte. Me parece que
necesitas que te cuiden.
As era. Lo haba dicho en tono ligero, casi bromeando, pero estaba en lo
cierto. Soy para ti, Wil Ohmsford, afirm una noche en el Tirfing. Lo estaba
afirmando otra vez. Observ su rostro moreno, pensando en todo lo que haba
hecho por l, en todo lo que haba arriesgado por l. Si ahora la abandonaba ella
y a no tendra a nadie. No tena casa, ni familia, ni pas. Antes, cuando se haba
empeado en ir con l, exista una razn para rechazarla. Qu razn exista
ahora?
Era slo una idea aadi Eretria, cerrando el tema.
Una idea bonita dijo l. Pero estaba pensando que tal vez te gustara
venir conmigo ahora.
Las palabras fueron pronunciadas antes de evaluar el alcance de su decisin.
Hubo un largusimo silencio, mientras seguan caminando sin mirarse.
Quiz me gustara dijo ella al fin. Si t lo deseas.
Lo deseo.
Entonces vio su sonrisa, su sonrisa maravillosa y deslumbrante. Ella se detuvo
y se volvi hacia l.
Es tranquilizador comprobar, Wil Ohmsford, que al fin has recuperado el
juicio.
Cogi una mano del valense y la estrech con fuerza.