Boletin Americanista 63
Boletin Americanista 63
Boletin Americanista 63
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Boletn Americanista
Universidad de Barcelona
Facultad de Geografa e Historia
Seccin de Historia de Amrica
Ao LXI.2 Barcelona 2011
63
BOLETN
AMERICANISTA
BOLETN
AMERICANISTA
63
NDICE
DOSSIER
Sobre esclavizados/as y afrodescendientes en Argentina: nuevas perspectivas de
anlisis
Coordinadoras: Lea Geler y Florencia Guzmn . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
presentacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Florencia Guzmn. De esclavizados a afrodescendientes. Un anlisis histrico
sobre la movilidad social a finales de la colonia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Laura Casals. Africanos y afrodescendientes en el Buenos Aires tardocolonial:
Una mirada sobre el cuerpo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
Mara de Lourdes Ghidoli. Potencia de los estereotipos. Retrato intervenido de
Ernesto Mendizbal, periodista afroporteo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Lea Geler. Un personaje para la (blanca) nacin argentina. El negro Benito, teatro
y mundo urbano popular porteo a fines del siglo xix . . . . . . . . . . . . . . . . 77
Alejandro Frigerio, Eva Lamborghini. (De)mostrando cultura: Estrategias polticas y culturales de visibilizacin y reivindicacin en el movimiento afroargentino . . . 101
Liliana Tamagno, Marta Maffia. Lo afro y lo indgena en Argentina.
Aportes desde la antropologa social al anlisis de las formas de la visibilidad
en el nuevo milenio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121
ARTCULOS
Katia Figueredo Cabrera. Las estrategias de legitimacin de la derecha hispanocubana para con la Espaa franquista: la accin y el discurso (1936-1939) . . . . 145
Flavio Gomes. Africanos, naciones y cofradas en Ro de Janeiro,
siglos xviii y xix . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167
Francisco Luis Jimnez Abollado. Mercedes y privilegios para consolidar un
mayorazgo indiano: De don Pedro Moctezuma Tlacahuepantzin a don Pedro
Tesifn Moctezuma, primer conde de Moctezuma (1569-1639) . . . . . . . . . . . 189
Rosa Torras Conangla. Explotacin laboral en la regin maderera del sureste
mexicano (siglo xix) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211
RESEAS
Balzan, Luigi. A carretn y canoa. La obra del naturalista Luigi Balzan en Bolivia
y Paraguay (1885-1893). Edicin, estudio, notas y traduccin del italiano de Clara
Lpez Beltrn . La Paz: Institut de Recherche pour le dveloppement
(IRD)/Instituto Francs de Estudios Andinos (IFEA)/Embajada de Italia en
Bolivia/Plural Editores, 2008 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233
Combs, Isabelle. Diccionario tnico. Santa Cruz la Vieja y su entorno
en el siglo xvi. Cochabamba: Instituto de Misionologa y Editorial Itinerarios
(Scripta Autochtona 4), 2010 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235
Garca Jordn, Pilar (ed.). El Estado en Amrica Latina: Recursos e Imaginarios,
siglos xix-xxi. Barcelona: Publicacions i Edicions de la Universitat
de Barcelona/TEIAA, 2011 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 237
Inch, Marcela y Medinaceli, Ximena (coords.). Pleitos y riqueza. Los caciques
andinos en Potos del siglo xvii. Transcripcin y estudios del expediente de don Diego
Chambilla contra los bienes de su administrador. Coordinacin de Ximena Medinaceli
y Marcela Inch . Sucre: Ediciones Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB)/
Fundacin Cultural del Banco Central de Bolivia/Instituto de Estudios Bolivianos
de la Facultad de Humanidades (UMSA) y ASDI SAREC, 2010 . . . . . . . . . . 239
Jimnez Abollado, Francisco, y Ramrez Calva, Verenice Cipatli. Pretensiones
seoriales de Don Pedro Moctezuma Tlacahuepantzin Yohualicahuacatzin. Desafos
y vicisitudes de un mayorazgo, 1528-1606. Estudio y fuentes documentales .
Hidalgo: Universidad Autnoma del Estado de Hidalgo, 2011 . . . . . . . . . . . 248
Kemner, Jochen. Dunkel Gestalten? Frei Farbige in Santiago de Kuba. Berln:
LIT Verlag, 2010 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249
Matienzo, Javier; Tomich, Roberto; Combs, Isabelle, y Page, Carlos.
Chiquitos en las Anuas de la Compaa de Jess (1691-1767). Cochabamba:
Instituto de Misionologa/Ed . Itinerarios (Scripta Autochtona, 6), 2011 . . . . . . . 251
Olvera Ramos, Jorge. Los mercados de la Plaza Mayor en la Ciudad de Mxico.
Mxico: Ediciones Cal y Arena, 2007 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 252
Ramrez Calva, Verenice Cipatli, y Jimnez Abollado, Francisco (coords.).
Historia colonial en el estado de Hidalgo . Hidalgo: Universidad Autnoma del
Estado de Hidalgo, 2009 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 254
Villar, Diego; Crdoba, Lorena, y Combs, Isabelle. La reduccin imposible.
Las expediciones del Padre Negrete a los pacaguaras (1795-1800).
Cochabamba: Instituto de Misionologa y Misiones Franciscanas Conventuales
(Scripta Autochtona, 3), 2009 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 256
DOSSIER
Sobre esclavizados/as y afrodescendientes en Argentina:
nuevas perspectivas de anlisis
Coordinadoras:
Lea Geler y Florencia Guzmn
Presentacin
Con este dossier nos proponemos dar cuenta del proceso de renovacin y consolidacin de un campo interdisciplinario de estudios y reflexin sobre afrodescendencia en la Argentina . La fundacin, a comienzos de 2010, del Grupo de
Estudios Afrolatinoamericanos (GEALA) en el Instituto de Historia Argentina y
Americana Dr . Emilio Ravignani de la Universidad de Buenos Aires, al que
pertenecen las autoras y el autor de los artculos aqu presentados, forma parte
de este movimiento acadmico que busca generar nuevas visiones e interpretaciones sobre la temtica, en un pas que hasta la fecha se considera y autodefine como blanco-europeo .
En efecto, sabemos que la construccin del estado-nacin argentino se bas
en lineamientos ideolgico-polticos muy estrictos en cuanto a las caractersticas de blanquitud y europeidad que deba detentar su poblacin . Esas ideas,
sin embargo, no fueron aceptadas de modo unnime sobre quienes se imponan, generndose distintas formas de identificacin en una poblacin que, aun
asumiendo los valores de la modernidad y la civilizacin, deba lidiar con marcaciones que no se atenan a los criterios aceptados . Una consecuencia de este
proceso fue la marginacin de la poblacin descendiente de esclavizados y esclavizadas de origen africano de toda representacin y reconocimiento nacional,
tornndose invisibles . As, hasta hace pocas dcadas, las escasas investigaciones que incorporaban la temtica afro obliteraban aspectos como el mestizaje,
tomaban los censos como fuentes objetivas y asuman la explicacin de la
desaparicin de los negros argentinos como supuesto de partida .
Por el contrario, las investigadoras e investigador que contribuyen con sus
trabajos a este dossier se enmarcan en los nuevos rumbos de anlisis que las
ciencias humanas en Argentina han estado recorriendo, fruto de la discusin de
nuevas perspectivas terico-metodolgicas, la relectura de fuentes ya trabajadas, la utilizacin de nuevos materiales para el anlisis, la incorporacin de los
estudios sobre migrantes en general y de africanos en particular, y la interdisciplina . En un proceso de discusin continuada, y contemporneamente a lo que
suceda en el resto del mundo, las investigaciones histricas sobre afrodescendientes fueron ganando elementos, teoras y metodologas de los estudios del
arte y de la antropologa, y viceversa, redundando en nuevas miradas y, sobre
todo, en nuevas preguntas . sta es la lnea que siguen los trabajos que aqu
se presentan, que cubren un perodo temporal amplio . En todos ellos, el estudio en profundidad de casos particulares define una estrategia metodolgica
que ilumina el funcionamiento de lgicas sociales ms generales . Desde una
interpretacin situada, las autoras y el autor cuestionan las visiones unvocas
y utilizan gran variedad de conceptualizaciones, teoras y metodologas en un
proceso que demuestra su riqueza explicativa . Sobre todo, plantean visiones
ms dinmicas y no esencializantes de los procesos sociales .
Boletn Americanista, Ao lxi. 2, n. 63, Barcelona, 2011, pp. 9-12, ISSN: 0520-4100
As, en el mundo tardocolonial y en las primeras dcadas del siglo xix, el carcter contingente de ciertos itinerarios locales le posibilita a Guzmn explorar
las modalidades del pasaje y movilidad social de los esclavizados y afrodescendientes, en el contexto de las consideraciones acerca de la raza/color/calidad
y en el interjuego entre la legislacin y la realidad social . Asimismo, el estudio
exhaustivo de las Solicitudes de Esclavos en la Buenos Aires del colonial tardo
le da el marco a Casals para realizar una serie de consideraciones sobre la corporalidad y sobre el estatus filosfico-jurdico del cuerpo esclavizado .
Ya a fines del siglo xix, el retrato intervenido de Ernesto Mendizbal, periodista y escritor afroporteo, es el punto de partida para que Ghidoli efecte
un estudio de la iconografa y de las representaciones de la corporalidad, estereotipos y arquetipos de las personas de ascendencia africana producidos
durante el perodo republicano y nacional . Por su parte, Geler explora, a travs
del anlisis del personaje de Benito figura principal de la exitosa obra teatral
Justicia criolla, la problemtica de la construccin de la racialidad blanca en
Buenos Aires, trazando simultneamente lneas para repensar las formas en que
se impona y negociaba el proyecto de nacin moderna y blanco-europea en el
mundo urbano popular porteo en expansin .
Llegados los siglos xx y xxi, Frigerio y Lamborghini investigan en el contexto
de la llegada de las teoras multiculturalistas al pas las estrategias de visibilizacin cultural y poltica de los afroargentinos, a travs del seguimiento de la
asociacin frica Vive, una de las agrupaciones de militantes de descendientes
de esclavizados, pionera en la iniciacin del ciclo contemporneo de reclamos
reivindicativos . Tamagno y Maffia, por su lado, analizan de manera comparada
las nuevas formas de visibilidad que el actual contexto sociopoltico habilita
para los casos particulares de los inmigrantes caboverdeanos, de los provenientes del frica subsahariana, y de la poblacin indgena qom (toba) migrante en
las grandes ciudades .
Tomados en conjunto, los artculos que se presentan en este dossier no
obstante referirse a temas, momentos y espacios diversos mantienen un intenso dilogo en torno a algunas temticas comunes, que vale la pena destacar .
Hacen referencia, en primer lugar, a las identificaciones como procesos plurales . Esta visin ms fluida e historizada permite reconocer, por ejemplo, cmo diferentes formas de identificacin coexisten simultneamente entre s y con otras
clasificaciones y etiquetaciones (re)utilizadas, matizadas y/o rechazadas por los
sujetos: esclavo/a, libre, negro/a, mulato/a, ladino/a, bozal, afroargentino/a,
afrodescendiente, sujeto de la dispora, subalterno/a, argentino/a, extranjero/a,
migrante, indgena, etc .; una coexistencia que permea tanto el mundo colonial
como el poscolonial . Estas identificaciones no son excluyentes sino que se superponen, activan y reutilizan segn los contextos y las posibilidades tanto de
quienes vivan o viven en los mundos estudiados como de quienes los estudian .
En segundo lugar, como resultado de la desnaturalizacin de las concepciones raciales, todos los trabajos leen y retoman la ambigedad como un signo
caracterstico de las conceptualizaciones sobre el color, la raza o el cuerpo .
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Por ende, se preguntan por las ambigedades de estatus, calidad y color, pero
tambin por aqullas que definen, desdibujan y vuelven a construir el cuerpo
del sujeto esclavizado, del sujeto poltico, del sujeto negro, del sujeto indgena, del
sujeto afrodescendiente, del sujeto amo y del sujeto blanco, teniendo en cuenta la performatividad de los procesos clasificatorios y los espacios que estas
mismas ambigedades crean para la accin individual y colectiva, permitiendo
(auto)adscripciones y posicionamientos diversos .
En tercer lugar, persiste en los trabajos que aqu se presentan el entendimiento de la centralidad de la agencia de varones y mujeres esclavizadas y libres en el mundo colonial, y afrodescendientes o africanas en el poscolonial . En
todo caso, los artculos muestran que las estrategias utilizadas por los sujetos
subalternizados para sobrevivir y llevar adelante sus vidas en las mejores condiciones posibles fueron y son mltiples, ni fijas ni nicas, lo cual permite beneficiarse y aprovechar las oportunidades, utilizar los intersticios abiertos y todos
los recursos disponibles en las sociedades coloniales o contemporneas para
la creacin de nuevos espacios de interlocucin, especialmente con el Estado,
pero tambin como parte del proceso de conformacin de discursos colectivos .
En cuarto lugar y en este sentido, existe en los trabajos una fuerte focalizacin en la temtica de la representacin y la autorrepresentacin de los afrodescendientes, de los pueblos indgenas y de los migrantes africanos . Por un
lado, se detectan las pautas de repeticin de determinadas caractersticas, que
tienden a desdibujar la individualidad para favorecer la generalizacin a travs
de la codificacin de ciertos rasgos que fomentan la creacin de estereotipos . El
uso de estas construcciones estereotipadas marcar las relaciones entre amos
y esclavizados o entre justicia estatal y demandantes en el perodo colonial, as
como las posibilidades y/o los caminos de la movilidad social . Asimismo, servir
de soporte material para la desigualdad a lo largo del siglo xix, recreando imgenes y/o personajes alterizables y parodiables en el momento de la construccin
de una nacin homognea, y signar, en los siglos xx y xxi, las formas de (des)
aparicin pblica . Por otro lado, este tipo de representaciones se enfrentar
con las posibilidades de autorrepresentacin de afrodescendientes, migrantes
africanos y pueblos originarios en el pas, a nivel categorial, judicial o poltico,
que deben entenderse siempre en dilogo permanente con las representaciones
hegemnicas y con los contextos histrico-sociales que las enmarcan .
Por ltimo, desde diversos momentos y objetivos, los artculos tienden a
valorar cmo las estrategias utilizadas tanto por el Estado o los grupos hegemnicos como por los afrodescendientes y africanos en Argentina actuaron y
actan en conjunto para crear, reproducir, pero tambin para modificar y socavar, las bases de un sistema social profundamente racializado que estructura
diferencias de acceso a recursos materiales o simblicos desde la poca de la
colonia hasta la actualidad .
En vistas de que el ao 2011 ha sido declarado por la Asamblea General de
las Naciones Unidas como el Ao Internacional de los Afrodescendientes, esperamos con este dossier fomentar la discusin y la formacin de redes de dilogo
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DE ESCLAVIZADOS A AFRODESCENDIENTES.
UN ANLISIS HISTRICO SOBRE
LA MOVILIDAD SOCIAL A FINALES
DE LA COLONIA
Florencia Guzmn
CONICET, Asia y frica/UBA, GEALA
Resumen: Qu elementos legitimaban los criterios de movilidad social en el
mundo colonial americano? Qu mecanismos favorecieron el pasaje de una
categora a otra? Cmo se da el interjuego entre la legislacin y la realidad
social; entre la condicin legal y el estatus social; entre la raza/color/calidad y
la funcin social de los sujetos coloniales? Estas preguntas me guiaron en la
exploracin histrica en torno a la movilidad social de los esclavizados y afrodescendientes en la sociedad catamarquea a finales de la colonia . La reduccin de escala tiene el propsito de situar el anlisis en un ordenamiento social
transversal, y, asimismo, el de enfatizar el carcter situacional de los procesos
de movilidad social en este mbito especfico .
Palabras clave: Movilidad, Historia colonial, Esclavizados, Afrodescendientes,
Catamarca .
Abstract: Which criteria legitimate the social mobility in the Colonial Latin American world? Which mechanisms favored the passage from one category to another? How does the interplay between law and social reality, between the legal
status and social status; between race / color / quality and social role of colonial
subjects worked? These questions guided me in the historical exploration about
the social mobility of slaves and descendants in Catamarcas society at the end
of the Colonial period . The downscaling is intended to place the analysis in a
cross social order, as also to emphasize the situational character of the processes of social mobility in this specific area .
Key words: Mobility, Colonial History, Slaves, Afro-descendants, Catamarca .
1. Introduccin
Qu elementos legitimaban los criterios de movilidad social en el mundo colonial americano? Qu mecanismos favorecieron el pasaje de una categora
a otra? stas son algunas de las preguntas que me guiaron en la exploracin
Boletn Americanista, Ao lxi. 2, n. 63, Barcelona, 2011, pp. 13-34, ISSN: 0520-4100
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el color de la piel . Tericamente, cada grupo que poda definirse desde el punto
de vista racial constitua un estrato social propio (Mrner, 1969: 61) .
Este sistema, conocido tambin como sistema de castas, jerarquizaba a
los individuos mezclados segn su procedencia adscrita: espaoles en posiciones sociales superiores y el resto no espaoles en posiciones sociales inferiores . La clasificacin social se explicaba por la calidad, que se asociaba con
identidades raciales y categoras sociales . Negro, mulato, moreno, cuartern,
pardo, zambo, son trminos descriptivos que aluden a matices cromticos y determinan categoras sociales (Bernand, 2009: 19) . La calidad abarcaba varios
atributos que tenan que ver con el origen, color, ocupacin, religin, lenguaje,
vestimenta, filiacin y lugar de residencia . Ninguno de estos criterios determinaba de manera individual la calidad . A pesar de que el color era claramente un
marcador de estatus en Latinoamrica, la definicin de la calidad necesitaba de
ms marcadores que simplemente el color (Burns, 2008) .
La complementariedad de estos procesos trajo novedades respecto a lo que
se deseaba implementar en las Indias . En primer lugar la ambigedad y el cambio en las clasificaciones e identidades socio/tnicas/raciales . Los lmites entre
los rasgos fenotpicos (color y apariencia fsica), las prcticas culturales (vestimenta, lenguaje) y las categoras jurdicas (indio, espaol, esclavo) se fueron
alterando a lo largo de los siglos y las fronteras tnicas, sociales y jurdicas se
sobredimensionaron y se influyeron mutuamente (Gonzlez Undurraga, 2010) .
Por ende, las designaciones y taxonomas resultaron inestables y flexibles y
entraron en tensin con las categoras jurdicas . Con este corrimiento y cambio,
era obvio que nada se poda mantener en el lugar asignado . A diferencia de la
Amrica inglesa, donde la calidad y el nacimiento de una persona tendan a
ser claramente definidos y fijados de manera permanente, en Hispanoamrica,
segn Twinam, ambas variables tenan categoras intermedias y un individuo
poda tener simultneamente ms de un status racial o de nacimiento (2009:
51) . El derecho consuetudinario y la costumbre popular establecan varias categoras intermedias, incluida la de hijos naturales, o sea hijos de padres solteros,
que seran automtica y totalmente legitimados por un matrimonio subsiguiente
(Twinam, 2009: 52) . Ms an, entre los hijos naturales y bastardos, existan categoras veladas como expsito e hijo de padres no conocidos que podan
ser utilizadas para ocultar todas las variables de la ilegitimidad . Twinam subraya
que el reconocimiento de posiciones intermedias entre los extremos blanco y
negro, o legtimo y bastardo, revela la presencia de una flexibilidad social . Quiz
por ello, los habitantes de las colonias que eran ilegtimos o mestizos no necesitaban esperar a que sus descendientes borraran ese defecto de su nacimiento
o mejoraran su calidad . Los individuos podan realzar su posicin y disfrutar al
mismo tiempo de ms de un estatus e identidad social (2009: 53) .
As pues, el sistema social colonial se distinguir por la ambigedad y flexibilidad variable de instituciones, categoras y taxonomas clasificatorias; y se
imbricara, luego, con una mayor rigidez y jerarquizacin en las ltimas dcadas
coloniales . Ello podra explicar por qu el concepto de pureza de sangre, que
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colonial buscar cerrar tales brechas a fines del siglo xviii y principios del xix
(Stern, 1999: 36) .
Desde luego que el proceso de pasar era ms fcil para unos que para otros .
Segn Twinam, era ms fcil el ascenso social para los ilegtimos que para los
racialmente mezclados (2009: 59) . Existan criterios complementarios de clasificacin social . Es decir, procesos compensatorios en los que las desventajas
de una evaluacin podan compensarse con las ventajas de otra (legitimidad
sobre el color o viceversa, por ejemplo) y que operaban dentro de ciertos lmites porque entre los factores que conferan el status tena que haber cierta
consistencia (Stolcke, 1992: 58) . Un moreno rico [explica la autora] difcilmente poda aspirar a casarse con una mujer blanca, como tampoco considerara
nunca un noble la posibilidad de casarse con una parda [] El resultado fue una
gradacin sumamente compleja y un grado considerable de fluidez en el sector
medio, libre; por ejemplo, entre los pardos y mestizos, no as en los extremos
(Stolcke, 1992: 58-59) .
Se puede analizar la movilidad social en el mundo colonial sin tener en
cuenta estos pasajes? Basta slo con describirlos? Pienso que no, y menos
an en el caso de los esclavizados, cuya realidad incorpora a su vez nuevas
complejidades . stos apelaron a la justicia, gracia y benignidad de las autoridades para lograr una mudanza de estado o un cambio de amo . Litigaron, negociaron e intervinieron en el espacio judicial . Hicieron uso de las instituciones
de la justicia para obtener cartas de libertad; es decir, el documento por el cual
se les reconoca legalmente el fin de la sujecin y la configuracin de un nuevo
estado jurdico-social, de libre o liberto (Gonzlez Undurraga, 2010) .
El cambio de condicin de esclavizado a libre significaba movilidad social?
Aun discutiendo el sentido que tena la libertad en los tiempos coloniales (que
no supona quedar exentos de relaciones de dependencia material y simblica),
el nuevo estado jurdico establece un pasaje social de acuerdo a lo que venimos
desarrollando . El cambio de condicin les posibilitaba a los ex esclavizados un
medio legal y pblico para acceder a otras ventajas: formar parte de la milicia,
migrar, constituir familias, retener a los hijos, adquirir bienes e inclusive iniciar un
proceso de blanqueamiento social (en un estado de dominacin como en el
que estaban insertos, estas posibilidades no pueden desestimarse) . Son numerosos los ejemplos de antiguos esclavizados que buscaron moverse hacia una
categora que les ofreciese una mejor ubicacin . Algunas habilidades sociales y
los intersticios de la sociedad colonial influirn en estos pasajes, tal como veremos en las prximas pginas .
Pero tambin resulta necesario considerar otras formas de ascenso y movilidad social . Me refiero, nuevamente, al extenso y profundo mestizaje, que con
el correr del tiempo fue modificando el estatus social y la calidad de la poblacin esclavizada y libre en toda la Hispanoamrica colonial . El efecto fue una
poblacin afrodescendiente libre, de colores variables, y con estatus asimismo
mudables . Otra consecuencia fue la disparidad entre el estatus social y el estatus legal de los esclavizados y afrodescendientes; porque no obstante tener
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(De la Cadena, 2008: 24) . El color oscuro, segn Carmen Bernand, indicaba invariablemente una marca servil y por lo tanto infame [] Sin ser esencial, por lo
menos hasta mediados del siglo xvii, este criterio era pertinente (2009: 18-19) .
En las dcadas finales de la colonia, una serie de medidas dictadas por el
Estado colonial afectaron a las disputadas cuestiones de nacimiento y color . Por
un lado, la Real Pragmtica de Matrimonios, expedida en Espaa en 1776 y en
Amrica en 1778, apuntaba a mantener la igualdad social y racial otorgando a
los padres mayor control sobre sus hijos . Si un posible consorte tena defectos
de raza o calidad, como resultado de la ilegitimidad, un padre podra recurrir
a los funcionarios reales para evitar que los clrigos bendijeran el matrimonio
desigual y castigar al vstago rebelde, desheredndolo . Esta interposicin del
Estado en lo que habitualmente haba sido una tradicin eclesistica de libre
eleccin de cnyuge era consistente con las incursiones borbnicas contra la
autoridad papal y ponan al Estado del mismo lado de las lites locales amenazadas por los que ascendan desde abajo (Twinam, 2009: 43) . Una segunda disposicin permita a los pardos que haban ascendido socialmente comprar unas
licencias llamadas Cdulas de gracias al sacar, que desde el punto de vista legal los converta en legtimos y en blancos . Mediante un arancel los mulatos y
pardos podan comprar blancura y convertirse en personas de honor (ibd .: 43) .
Esta poltica, seguramente dictada por consideraciones financieras (en 1801 se
estableci una tarifa), buscara, segn Mrner, contrabalancear polticamente a
una lite criolla cada vez ms sospechosa y recompensar mritos individuales
de la gente de color . Un decreto todava ms radical, expedido en 1794, declaraba que aquellos bautizados como expsitos o de padres no conocidos
tenan derecho a algunos de los privilegios de los legtimos (Twinam, 2009: 43) .
Estas medidas contradictorias en sus objetivos y efectos buscaron contrarrestar, y a la vez fomentar, el movimiento ascendente de algunos sectores bajos y
medios, entre los que se encontraban los pardos libres . La intromisin de la monarqua en el proceso de movilidad social abri el camino de la regulacin de la
justicia en la formulacin de los estatus . Se sum as a los procesos formales e
informales de movilidad social que observbamos en las dcadas anteriores . En
todos los casos, las sensibilidades clasificatorias, y por ende las posibilidades
de modificarlas, cambiarlas y mejorarlas, responden a historias locales especficas, tal como veremos en las prximas pginas .
nistrativa y jurdicamente de manera tarda (cerca de cien aos despus que las
ciudades vecinas) y se caracterizara por ser una zona de frontera en el espacio
regional, debido a su aislamiento de las rutas comerciales que se dirigan y complementaban la economa y el comercio con Potos . Tambin se encontraba alejada de las autoridades polticas y religiosas (situadas en las ciudades de Salta
y Crdoba, respectivamente) . La presencia gravitante de poblacin esclavizada y
afrodescendiente libre en el mbito de la ciudad y en las poblaciones del Valle
central (el nmero de mulatos libres en los otros curatos no debe desestimarse),
y un nmero menor de indgenas y mestizos (respecto a las ciudades vecinas) la
distingue del resto de las parroquias catamarqueas, y tambin de las ciudades
vecinas (Guzmn, 1999, 2010) .
2 . Las fuentes eclesisticas nos ofrecen algunas referencias sobre los colectivos sociales catamarqueos . Desde las primeras actas de bautismos (comienzan en 1724) hasta las ltimas de la colonia, se advierten cambios en el conjunto de las clasificaciones . Aparecen nuevas categoras (pardo, mulato, moreno,
zambo, cholo), al mismo tiempo que una cantidad importante de individuos,
sobre todo en las ltimas dcadas, dej de tener una clasificacin sociotnica
(a pesar de estar anotados entre las castas y naturales) . En los primeros tiempos, todas las partidas estuvieron asentadas en un mismo libro de bautismos,
pero a partir de 1764, seguramente a tono con la poltica estatal de establecer
genealogas y de marcar las jerarquas, se asentaron los espaoles y mestizos
por un lado y las castas y naturales por otro . Con expreso mandato, adems,
de que fueran anotadas todas las informaciones relacionadas con la filiacin y
la legitimidad de los padres .
En las visitas pastorales, circunstancia en la que los obispos recorran las
ciudades que conformaban el amplio Obispado del Tucumn, encontramos
las primeras referencias a las jerarquas de color y de calidad . En 1729, el obispo
de Tucumn don Juan de Sarricolea dejaba asentadas dos referencias al color
blanco y, lo ms importante, una asociacin entre: blanco + espaol + honra +
servicios al Rey .
Mulatos y mestizos y dems gente blanca campestre que abundan mucho en nmero pero no
en provecho (Larrouy, 1927: 52) .
La gente espaola y blanca, aunque por la mayor parte pobre, es trabajadora y de buena ndole, especialmente la noble, que se seala mucho en su modo de proceder honrado, cortesano
y honesto, y todo se aplica con grande valor y lealtad y constancia al Real servicio de Vuestra
Magestad en la defensa y conservacin de esta Provincia contra la continua guerra que le hace
al Indio Brbaro, quien en estos cuatro aos se ha ido desenfrenando cada da con mayor insolencia ( Larrouy, 1927: 56) .
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que en el campo . Viviendas, vestimentas, oficios, obligaciones y representaciones religiosas no eran los mismos para unos que para otros . La legislacin delimitaba, pero tambin un conjunto de prcticas informales establecan alteridad .
No slo los espaoles y mestizos fueron anotados en el libro de bautismos,
matrimonios y defunciones, separados del resto de las castas y naturales,
sino que, mientras estos ltimos se bautizaban en la iglesia parroquial, los espaoles realizaban estas celebraciones en sus viviendas, porque hacerlo en la
iglesia era cosa de indios y de mulatos:
Tenan como cosa de menos valer y agena a su hidalgua, el llevar sus hijos a donde son llevados los de los pobres, indios y mulatos, y como a los hijos de estos siempre bautizaba el cura, o
su teniente, se desdeaban los seores espaoles de que por mano de estos fuesen bautizados
sus hijos3 .
Aqu no hay justicia sino cuando peca un indio o un mulato . Pero a un espaol? Este goza
de inmunidad . Se burla de m el Alcalde de la hermandad con unos modos indignos (Larrouy,
1927: 292)4 .
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Don Juan Bautista Robn, vecino de esta ciudad de Catamarca y residente en el paraje de Guaycama, declara que da en venta real y perpetua una negra zamba esclava llamada Florentina de
23 aos a Don Fernando Segura, quien reside en el paraje de Piedra Blanca7 .
A pesar de que el color no era fijo como criterio de clasificacin, sino ambiguo y variable (y cada vez ms complejo a juzgar por los ejemplos), las referencias a los colores estn presentes en la documentacin . No sabemos a qu se
refieren, si al color de la piel, a la condicin legal o a las calidades de los sujetos
(o es que stas se confundan y enlazaban unas con otras?) . Las adscripciones
coloniales establecan fronteras permeables que posibilitaban vas de escape
si se articulaban con habilidad . Estos pasajes (sospechosos en palabra de Twinam) explicaran, segn Magnus Mrner, la relativa facilidad con la cual funcion
una limitada movilidad social vertical durante la ltima centuria colonial dentro
de la pigmentocracia (1969: 74) .
La poblacin afrodescendiente de Catamarca en la primera dcada del siglo
xix, de acuerdo con el Censo de 18128, era una poblacin heterognea, mvil, que no tena ni la misma condicin, ni la misma calidad, y ni siquiera el
mismo color . El sector esclavizado representa tan slo el 10% del conjunto, y,
entre ellos, los nacidos en frica tan slo el 4% . Predominan los pardos con
relacin a los mulatos, negros y dems castas . El mbito rural parecera,
tambin, ser el ms apropiado para acceder a tierras, formar familia e iniciar
un progresivo blanqueamiento social, lejos de la aristocracia y de los linajes
urbanos (Endrek, 1966) . En el partido de Miraflores (departamento Capayn) encontramos, por ejemplo, 25 familias pardas junto a otras espaolas y mestizas . Son todos labradores pero con claras diferencias de calidad, a juzgar por
la informacin que nos ofrece el censo, en el que observamos que los hijos de
los pardos, en la mayora de los casos, son los domsticos de las viviendas
espaolas (no as los mestizos) . Es decir, que no obstante los pasajes y mudanzas que constatamos en el conjunto de esta poblacin, observamos que todava los afrodescendientes mantienen una situacin de subalternidad respecto
a los sectores mestizos y blancos .
No es la misma relacin que contemplamos respecto a la poblacin indgena; as, tanto el estatus social de los afrodescendientes, como los niveles de
integracin al mundo espaol, estaran por encima del de los indios: stos
trabajan como jornaleros, peones y artesanos en la ciudad pero se concentran
sobre todo en el barrio de la Merced . Presentan, adems, una mayor endogamia
matrimonial, y si bien comparten algunas ocupaciones y oficios con los afrodescendientes, esclavizados y libres, stas se encuentran insertas, en gran medida,
en el conjunto de las actividades primarias . Entretanto, los negros, mulatos,
pardos y cholos residen de manera repartida en la ciudad, realizan una variedad de tareas y oficios que favorecen la movilidad social y tienen, adems,
7 . AHC . Protocolos de Escribanos, Caja 12, Aos 1787-1790 (3 de julio de 1788) . El nfasis es mo .
8 . Censo de 1812 . AGN, 10, 43-10-6 . Un estudio detallado del censo en Maeder, 1970 .
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fano y pas por ello a estar bajo la proteccin del Titular de Indios del Pueblo de
Choya . El segundo testigo, llamado Mateo Albornoz, indio tributario del Pueblo
de Choya, declara que conoca muy bien al novio desde sus primeros aos
. . . hasta el presente en esta ciudad donde se ha criado el dicho suplicante . . . .
Saba que era soltero, tanto en la ciudad de Catamarca como en el Pueblo de
Choya, de donde era natural su padre, tambin un indio tributario del citado pueblo . La madre, por otro lado, era mestiza y natural de la ciudad . Aqu se plantea
una diferencia entre la ciudad y el partido de Choya . Segn el testimonio de Mateo
Albornoz, el novio Jos Joaqun Daz era natural del pueblo de Choya, pero se
haba criado en la ciudad . Resulta interesante destacar que Jos Joaqun Daz
figura como indio tributario en los empadronamientos estudiados y en otra
documentacin consultada, mientras que apareca registrado como mestizo en
su informacin matrimonial, dato que resulta acertado cuando conocemos
que su madre era mestiza o espaola .
2 . Pardo o espaol?: el caso de Ignacio Rojo
Este caso10 trata de la pareja de doa Mara Juana de Crdoba, descendiente
de los Ponce de Crdoba, una de las tantas familias con linaje venidas a menos
(segn se deduce de lo que aporta al matrimonio), y de Ignacio Rojo, hijo legtimo de los pardos Jos Rojo y Pascuala Nieva, hija natural reconocida (seguramente de una esclava) del general don Esteban Nieva y Castilla . El marido
de Pascuala era un pardo oriundo de Ipizca que al casarse adquirir un
prestigio indudable: puebla la estancia, planta higuerales en la Chacarita y adems contina con las arrias de mulas . Su hijo Ignacio Rojo, habiendo superado su origen bastardo, se haba beneficiado con la movilidad social que otorga
cierto bienestar econmico (tena propiedades rurales y un cargo en la milicia) .
Cuando le propuso matrimonio a Mara Juana Crdoba, ella le pide a cambio de
aceptar el convite el regalo [de] una esclava, doce sillas y una caja para poner
ropa . El matrimonio se realiz finalmente y pareca ser productivo para ambos:
doa Mara le daba a Rojo un pasaje de categora social de pardo a espaol
y ste una situacin econmica que le garantizara salir del estado de estrechez
en el que se encontraba . La pareja no tuvo hijos propios, pero Rojo s tendr dos
hijos naturales que llevar a vivir con la pareja en calidad de criados . Como Rojo
muere repentinamente, se plantear el problema de la divisin de los bienes
entre Mara y los hijos ilegtimos del cnyuge fallecido (deja un capital de 1 .297
pesos) . El conflicto surgir por la posesin de una esclava, que segn Mara le
correspondera porque haba sido la prenda de negociacin para hacer efectivo
el matrimonio, una especie de regalo de bodas . Afirmaba que no se trataba de
un bien ganancial, aunque hubiera sido adquirida una vez casados . La viuda
explicaba en un escrito que haba accedido a casarse con Rojo no obstante
la desigualdad, que es muy notorio de inferior esfera a la ma, cumpliendo
10 . AHC, Expedientes Judiciales, Causa Civil, Juicio sucesorio de Ignacio Rojo, Capayn, 1756,
Caja 6 . Sobre este expediente Gaspar Guzmn public un artculo en el diario La Unin (1966: 3) .
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el marido lo que le haba prometido, una esclava a los tres aos de casada,
comprndola con bienes de compaa, por deuda anterior al matrimonio que lo
contrajo mediante dicha gratuita promesa . Los hijos, por su parte, sostenan
que la esclava era un bien ganancial y que deba dividirse el valor de la misma
entre las partes correspondientes . Qu pas finalmente? Luego de varias idas
y vueltas, quedar establecido que los hijos de Rojo deban heredar la sexta
parte de la herencia, que inclua a la esclava .
3 . Esclavo o reputado por espaol?: el caso de Juan Castro
Juan Castro, Juan Pardo Castro o Juan mulato esclavo, como se lo conoce en
varios documentos coloniales, naci en 1711 y falleci en 1783 . Su historia est
ligada al servicio de la Virgen del Valle, a sus milagros y santificacin11 . De la
Informacin Jurdica de los milagros de la Virgen del Valle12 se desprende una
parte significativa de la vida de Juan Castro: su nacimiento, salvacin y luego la
entrega al servicio del culto mariano . La historia comienza en 1701 cuando doa
Mariana Navarro de Velasco, con ocasin de contraer enlace con el maestre de
campo don Jos Luis Cabrera, recibe de su madre, doa Mariana de Tula, su
dote en tierras y una mulata esclava llamada Anastacia, de 18 aos (donacin
de su abuela doa Mara Ramrez de Sandoval)13 . Doce aos despus de este
hecho, con motivo de un nuevo matrimonio de doa Mariana, y ante una nueva
valoracin de sus bienes, aparece nuevamente la mulata esclava, que ahora tiene 27 aos, y su hijo Juan, de un ao, valuados los dos en 850 pesos14 . En 1715,
en su testamento, doa Mariana declara que durante su segundo matrimonio
su esclava Anastacia tuvo cuatro hijos: Francisco de 12, Jos de 8, Agustn de
5 y Francisca de 12 das15 . En este acto lega Anastacia a San Francisco, con
la disposicin de que no la pueda vender el convento, porque de lo contrario
quedara libre . Asimismo, deja al mulato Juan (recordemos, el primer hijo de
la esclava), de 14 aos de edad, a Nuestra Seora de la Limpia Concepcin
del Valle, para que cuide la lmpara y lo tenga el mayordomo mayor, y que se
emplee en servicio, l o sus jornales, de la Reyna de los ngeles, y obtenga conocimiento el juez eclesistico de dicha ciudad para que lo traten bien. Declara,
11 . El culto a la Virgen del Valle habra comenzado aproximadamente en 1640, cuando los indios
de la encomienda de Choya encontraron la imagen de la Pursima Concepcin en la gruta que hoy
sigue congregando a una gran cantidad de fieles (Guzmn, 1985) .
12 . El manuscrito original de la Informacin se encuentra en el Archivo de San Francisco de
Catamarca y fue publicado, entre otros, por Larrouy, 1915 .
13 . La escritura de donacin a la Virgen del Valle se encuentra en el archivo de San Francisco,
fechada en Capayn el 17 de agosto de 1700 . Doa Mara Ramrez de Sandoval afirmaba que haba
criado a su nieta Mariana Navarro . Por mejora en el quinto, le donaba para despus de sus das una
esclava Anastacia, de 17 aos, con la que no pudiera enajenar; y si lo hiciera, sera de su hija (de
la donante) doa Mariana Ramrez de Tula; si viviendo ella (la donante) la esclava procrease, los hijos
de sta seran de su hija (la donante); muerta sta seran de su nieta . La esclava haba sido valuada
en 600 $ (Larrouy, 1915: 149) .
14 . Capayn, 30 de junio de 1712 (Larrouy, 1915: 150) .
15 . Capayn, 21 de octubre de 1725 (Larrouy, 1915: 149-150) .
Boletn Americanista, Ao lxi. 2, n. 63, Barcelona, 2011, pp. 13-34, ISSN: 0520-4100
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16 . Ibd. De acuerdo con el libro parroquial, doa Mariana habra sido enterrada en la capilla de
Capayn el 20 de octubre de 1825 (Larrouy, 1915: 150) .
17 . Vase en Informacin Jurdica de los milagros de la Virgen del Valle, publicada por Larrouy
(1915: 348-352) .
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4. Algunos comentarios
De lo escrito hasta aqu destacar algunas cuestiones tiles para el anlisis . En
primer lugar, los casos presentados corroboran que el cambio de categora (estatus social/calidad) era comn en el mundo colonial . El pasaje social y las reclasificaciones, producto de migraciones, filiaciones, autoadscripciones, no significan
necesariamente una movilidad social vertical en la estructura social . Era posible
nacer indio y morir mestizo despus de migrar a una ciudad, o nacer mestizo y
convertirse luego en indio si viva en un pueblo de indios . Tambin poda nacer
mulato y convertirse en indio o mestizo . Estas identidades plurales no necesariamente significaban movilidad o ascenso social . Los propios individuos podan
jugar, como parece ser el caso de Jos Daz, dentro de ciertos lmites con su
autoidentificacin . Estos ejes de identidad podan servir, incluso, para mudar la
condicin jurdica o la calidad de un sujeto si se articulaban estratgicamente
(Farberman y Ratto, 2009) . En el caso de Ignacio Rojo, su puesto militar y la condicin social de su esposa eclipsaron su calidad de pardo (descendiente de una
esclava) . Se advierte aqu una ficcin de calidad que envolva su estatus en un
silencio que permita una mayor (aunque no total) movilidad social (Rapapport,
2010: 51) . Mientras vivi pudo moverse libremente en la sociedad catamarquea,
comprar propiedades, vestir elegante, ser jefe de milicias . Este ejemplo resulta
revelador de la manera en que las identidades se desdoblaban en dos esferas: la
pblica y la privada . Pblicamente Ignacio Rojo era un espaol, que estaba integrado al mundo hispnico; se vesta como espaol, se cas con una mujer
espaola de calidad, tena tierras y llev adelante actividades comerciales de
distinta ndole con los productos derivados de sus fincas y estancias . Era militar,
con un cargo que slo poda tener el sector principal de la sociedad . Aunque en
su mundo privado era un pardo, y esto parece demostrarlo no slo la negociacin que realiza con su mujer para compensar su linaje y su procedencia (descendientes de esclavos o al menos de pardos), sino tambin la declaracin de la
propia esposa tras su fallecimiento . En esa dualidad pueden entrar, inclusive, sus
propios hijos, a quienes reconocer en lo privado, pero no pblicamente . Se vislumbra aqu otra consideracin a la que hicimos referencia: la compensacin del
estatus de la que nos habla Verena Stolcke (cuando uno o varios atributos compensaban el color o el origen, como parecera demostrar este ejemplo) . Este ascenso social ya lo haba iniciado su padre, quien haba logrado romper la frontera
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afrodescendiente y el resto de los esclavos que estn al servicio del culto mariano (la relacin con su madre, al servicio del convento de San Francisco, la
inferimos cotidiana, dada la cercana entre ambas instituciones eclesisticas) .
As, este personaje mantiene relaciones familiares y sociales con individuos e
instituciones que cruzan transversalmente a la sociedad urbana catamarquea
de finales de la colonia . De all, seguramente, proviene, adems, su articulacin
social y su integracin privilegiada .
En los tres casos que hemos presentado el color no define la calidad de los
sujetos . Lo cual no quiere decir que haya una ruptura tajante entre las nociones
coloniales de calidad y las concepciones modernas de raza (Thomson, 2008) .
Una compleja mezcla de variables afectaba las posibilidades de movilidad social en el mundo colonial catamarqueo . La vida social, como en el resto de la
Hispanoamrica colonial, era mucho ms flexible y ms compleja de lo imaginado . Si bien las condiciones variaron en los tres siglos de dominacin colonial,
hay varios factores que gravitaron y deben tenerse en cuenta . En primer lugar,
otra vez, la consideracin del mestizaje como proceso central y constitutivo de
las Amricas coloniales, con incidencia variable en los cambios de categora,
pasajes y movilidad social, tanto formal (sancionada por las leyes) como informal (costumbres, tiempo) . La relacin entre mestizaje y blanqueamiento (biolgico y social) tiene incidencia en los siglos coloniales y parece ser medular en el
estudio de las clasificaciones sociales, tanto en el pasado como en el presente .
En estas sociedades coloniales de colores variables la blancura se poda adquirir a travs de diversos procesos sociales (De la Cadena, 2008: 23) e incluso
legales, en las ltimas dcadas . En segundo lugar, la geografa, pues las microculturas de las lites regionales influyeron en los procesos de diferenciacin,
clasificacin y discriminacin; con la correspondiente posibilidad de movilidad y
de bsqueda de reparacin . Tambin hay que tener presente la poca, pues a
medida que el siglo xviii llegaba a su fin, los prejuicios se intensificaron . El vnculo entre limpieza, legitimidad y honor estaba institucionalizado, puesto que las
tradiciones espaolas se haban fusionado (Twinam, 2009) . As pues, detrs de
ese mundo tardocolonial yacan siglos de tradiciones hispnicas, herencias
de sangre y de linaje, que influyeron en la legitimacin civil y en las posibilidades
del pasaje y movilidad social de los sujetos coloniales catamarqueos .
Bibliografa citada
AGUIRRE, Carlos (1993) . Agentes de su propia libertad. Lima: Pontificia Universidad Catlica del Per .
ARES QUEIJA, Berta, y STELLA, Alessandro (coords .) (2000) . Negros, mulatos
y zambaigos. Derroteros africanos en los mundos ibricos. Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos, pp . 75-78 .
BERNAND, Carmen (2009) . El color de los criollos: de las naciones a las castas . En: Cussen, C . (ed .) . Huellas de frica en Amrica: Perspectivas
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AFRICANOS Y AFRODESCENDIENTES EN EL
BUENOS AIRES TARDOCOLONIAL:
UNA MIRADA SOBRE EL CUERPO
Laura Casals
Universidad de San Martn/IDAES
Resumen: En el presente artculo se abordarn representaciones del cuerpo
africano y afrodescendiente en Buenos Aires en el perodo tardocolonial, teniendo como eje la ambigedad que caracteriza al cuerpo esclavizado, y que creemos acompaa a aquellos que han conseguido su libertad, entre el cuerpo de
un sujeto (que no es posible de ser cosificado) y el cuerpo como propiedad
de un otro . Entendiendo el cuerpo como una construccin cultural que interviene
en la definicin de relaciones sociales, en este trabajo analizaremos la ambigedad entre sujeto y propiedad en las representaciones del cuerpo afro a partir del
anlisis de las Solicitudes de Esclavos en Buenos Aires, concentrndonos en
tres ejes: la presentacin que hacen de s mismos los solicitantes, los marcos de
definicin de la legitimidad o la ilegitimidad de la violencia, y el modo en que
valoraciones morales y econmicas sobre el cuerpo contribuyen a la configuracin de los parmetros esperables en la relacin amo-esclavo .
Palabras clave: Afrodescendientes, Buenos Aires, Historia colonial, Cuerpo,
Violencia
Abstract: In this article we will deal with the representations of the African and
Afro-descendent body in Buenos Aires during the late-colonial period, considering as the core the ambiguity that characterizes the enslaved body, which we
believe accompanies those who achieved liberty, between the body of a subject
(which is not liable to be reified) and the body as another persons property . Understanding the body as a cultural construct that intervenes in the definition of
social relations, in this paper, we will analyze the ambiguity between the subject
and property in the representations of the Afro body, through the analysis of the
Slaves Petitions in Buenos Aires, focusing in three angles: the petitioners selfintroduction, the definition frames of legitimacy or illegitimacy of violence and
how moral and economic appreciations of the body contribute to the composition of the expected parameters of the master-slave relationship .
Key words: Afro-descendants, Buenos Aires, Colonial History, Body, Violence .
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1. Introduccin
La poblacin africana y afrodescendiente en el Buenos Aires tardocolonial ha
sido objeto de numerosos estudios, que han dado cuenta no slo de su relevancia demogrfica1, sino de las caractersticas de su participacin en los distintos
mbitos de la vida social . La situacin de la poblacin esclavizada urbana se
diferencia de aquella que habita en el mbito rural (Goldberg y Mallo, 1993), y
se caracteriza por la esclavitud estipendiaria o a jornal . sta favorece su participacin en una multiplicidad de mbitos econmicos y de sociabilidad para
cumplir con el pago del jornal, y acumular su propio peculio a fin de incrementar
sus posibilidades de acceder a la libertad (Saguier, 1985) .
La poblacin esclava es parte constitutiva de la sociedad colonial, y su vnculo a jornal con los amos dar caractersticas particulares a la gravitacin de
afrodescendientes esclavos y libres . En primer lugar, porque la poblacin esclava generalmente convive con sus amos, pero puede generar regmenes de
autonoma que lo habiliten a vivir separado de ellos (Saguier, 1985) . La diversidad de situaciones derivada de los distintos acuerdos sobre esta autonoma,
da lugar a la conformacin de un espacio urbano complejo en su composicin
tnica . Las viviendas de afrodescendientes no estn confinadas a una zona especfica de la ciudad (Otero, 2008), aun cuando s hay una opcin por los barrios
perifricos en el caso de los afrodescendientes libres que acceden a la compra
de inmuebles, y una mayor presencia de esclavos conviviendo con sus amos
en la zona central de la ciudad (Rosal, 2009: 84) . En segundo lugar, y relacionado con ello, el espacio urbano genera mbitos de autonoma (negociados
con el amo) e incluso espacios capilares de poder cotidiano vinculados a la circulacin y los rumores (Bernand, 2001), al delito (Mallo, 2005) y a la circulacin
de informacin (Johnson, 2007) . Por otra parte, la poblacin esclava participa
de espacios de sociabilidad religiosa como cofradas y hermandades (Rosal,
2008a, 2008b; Cirio, 2002) . En tercer lugar, las posibilidades econmicas de la
esclavitud a jornal (profundamente heterogneas) dieron lugar en Buenos Aires a
que la poblacin afrodescendiente esclava, y sobre todo libre, tuviera una fuerte
participacin en los oficios y en la produccin artesanal, y pudiera acumular un
caudal de dinero en vistas a la obtencin de su libertad o bien la adquisicin de
bienes (Rosal, 1982, 2005, 2006, 2009; Goldberg y Mallo, 1993, 2005) .
La configuracin de una participacin activa de afrodescendientes en la sociedad colonial es central para nuestro anlisis, aun cuando por las caractersticas
de nuestras fuentes nos concentremos en un sector minoritario de esta poblacin:
aquellos afrodescendientes esclavizados que se presentaron ante la justicia, solicitando ante el gobernador, primero, y luego de la creacin del virreinato del Ro
de la Plata con capital en Buenos Aires en 1776, ante el virrey .
1 . La sociedad colonial de Buenos Aires tuvo un acelerado crecimiento poblacional en la segunda mitad del siglo xviii, que se expres de manera significativa en la poblacin afrodescendiente, que
llega a constituir un tercio de la poblacin (Goldberg, 1976; Johnson, 1979; Borucki, 2010) .
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Las fuentes analizadas en este trabajo son 136 solicitudes presentadas entre
1768 y 1808, que se encuentran en el legajo Solicitudes de Esclavos del Archivo
General de la Nacin2 . La poblacin esclavizada tanto en la pennsula como en
Amrica cont con la posibilidad de acceder a la justicia denunciando a sus
amos por malos tratamientos, o falta de alimento y vestido3 . Las solicitudes
presentadas demandan mayoritariamente la posibilidad de acceder al papel de
venta para cambiar de amo, comprar su libertad o evitar la venta fuera de la
tierra . Estas demandas se complementan con el pedido de baja de su precio,
y en menor nmero se solicita el reconocimiento de una libertad reclamada por
nacimiento o por otorgamiento (en muchos casos pstumo) del amo .
En estas presentaciones intentaremos abordar las representaciones que circulan respecto del cuerpo esclavizado y sus prcticas; los comportamientos
normados para esos cuerpos y sus posibilidades de insubordinacin .
Objeto de reflexin con una larga trayectoria de debates, las ciencias sociales en el siglo xx han presentado el cuerpo, no ya como una evidencia natural
o como un objeto divorciado del sujeto encarnado en l (como establece la
tradicin racionalista), sino como una construccin cultural e histrica articulada
con el modo heterogneo y conflictivo en que cada sociedad define a las personas . En este sentido, siguiendo a Le Breton, Las representaciones sociales le
asignan al cuerpo una posicin determinada dentro del simbolismo general de la
sociedad, por lo cual el cuerpo es una construccin simblica, no una realidad
en s mismo [] sino el efecto de una construccin social y cultural, y por lo
tanto atravesada por las relaciones de poder de la sociedad y de su tiempo (Le
Breton, 1990: 13-14)4 .
El conjunto de representaciones y de smbolos que se construyen alrededor
del cuerpo nos permite aproximarnos a las definiciones que una sociedad hace
de los sujetos y sus comportamientos esperables, jerrquicamente estructurados . Michael Jackson identifica estos comportamientos como patrones de uso
del cuerpo, asociados a la nocin de habitus de Pierre Bourdieu5 (Jackson, 2010) .
En este sentido, hablamos de representaciones pero tambin de prcticas corporales, socialmente definidas: La dimensin corporal de la interaccin est im2 . Archivo General de la Nacin (en adelante AGN), Sala IX, 13-1-5, Solicitudes de Esclavos . En
todas las citas del trabajo se ha adaptado la ortografa y gramtica originales para su mejor lectocomprensin .
3 . Lucena Salmoral ahonda sobre el ordenamiento jurdico hispnico respecto del derecho de
los esclavos a presentarse ante la justicia como mtodo de sostn del sistema esclavista (Lucena
Salmoral, 2000) .
4 . Silvia Citro realiza un interesante recorrido histrico articulando las nociones filosfico-antropolgicas sobre el cuerpo, y las transformaciones sociales de las concepciones sobre el cuerpo,
desde la antigedad hasta nuestros das (Citro, 2010) .
5 . Pierre Bourdieu define su concepto de habitus planteando que Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producen habitus, sistema de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas para funcionar como
estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prcticas y
representaciones (Bourdieu, 1991: 92) .
Boletn Americanista, Ao lxi.2, n . 63, Barcelona, 2011, pp . 35-55, ISSN: 0520-4100
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pregnada de una simbologa inherente a cada grupo social y se origina en una educacin informal, impalpable, cuya eficacia podemos asegurar (Le Breton, 2002:
53), entendiendo lo simblico como parte de la vida material en un contexto especfico de relaciones sociales (Thompson, 2000) . Las posibilidades abiertas por el
horizonte simblico de estas relaciones son histricas y se configuran en el marco
de un espacio social6 . Michel de Certeau plantea, en este sentido, que al igual
que una lengua, este cuerpo est sometido a una administracin social . Obedece
a reglas, rituales de interaccin y escenificaciones cotidianas . Tiene igualmente
sus desbordamientos relativos a estas reglas (Vigarello, 1997: 1) .
Abordaremos el cuerpo, entonces, no como un objeto/sujeto sobre el que se
ejerce un dominio unilateral, sino como un territorio en el que se despliega una
relacin de poder y por lo tanto un conflicto, expresado en el nivel de las representaciones sociales y de las prcticas . Esas prcticas nos permiten acceder a un
cuerpo siempre fragmentado del que Uno capta realizaciones particulares, que
seran los equivalentes de frases o de estereotipos: comportamientos, acciones,
ritos (De Certeau en Vigarello, 1997: 2) . Este carcter fragmentado de nuestro
acceso al cuerpo nos remite al carcter particular de las fuentes histricas, mediadas por el lenguaje verbal: el acceso al cuerpo a partir de narrativas, de textos .
As como la antropologa tiene la herramienta etnogrfica para acceder a prcticas que se despliegan en lo intelectual y en lo corporal de manera simultnea,
nuestro intento ser acceder, a partir de las narrativas de nuestras fuentes, no slo
a representaciones sino tambin a prcticas corporales . stas sern abordadas
en trminos relacionales, concentrando la mirada en aspectos conflictivos que
hagan aparecer, en su funcionamiento alrededor de prcticas, representaciones
que de otro modo permanecen ocultas, en el sentido de no-dichas .
El punto de partida articulador de estos conflictos ser la ambigedad propia
del cuerpo esclavo, en tanto encarna a un sujeto7 y, al mismo tiempo, es propiedad de otro . La interrogacin respecto de prcticas y representaciones del
cuerpo se basa, justamente, en que este cuerpo resulta inescindible del sujeto
al que encarna . Es esa imposibilidad de escisin la que nos permite hablar de
ambigedad, ya que encarna un lmite a la cosificacin y posibilidad de ejercicio
de la propiedad por parte de los amos . Del mismo modo, nos permite hallar en
las prcticas corporales rasgos de las tcticas o resistencias cotidianas a esa
misma relacin de propiedad8 .
6 . En el caso de la sociedad colonial, por espacio social me refiero al espacio pblico holstico
donde lo poltico, lo religioso y lo social aparecen entrelazados (Peire, 2000: 116) .
7 . Al hablar de sujeto no nos situaremos en el nivel de la definicin de una persona jurdica, sino
centralmente en el de la imposibilidad de cosificar totalmente a los sujetos esclavizados . Esto conlleva un reconocimiento de niveles (mayores o menores) de agencia respecto de su situacin, que
configuran un reconocimiento a su carcter de persona, aun en instancias que no estn divorciadas
de la violencia y la opresin sufridas por esta poblacin .
8 . Esta ambigedad viene a poner en entredicho, como caso lmite, la divisin racionalista y
cartesiana entre el sujeto y su cuerpo, entendido como objeto en el pasaje entre ser un cuerpo
y poseer un cuerpo (Le Breton, 1990; Citro, 2010; Jackson, 2010) .
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El objetivo de este trabajo es, entonces, interrogarnos sobre algunos elementos de las representaciones del cuerpo esclavo en la ciudad de Buenos
Aires en el perodo tardocolonial a partir del relevamiento de las mencionadas
Solicitudes de Esclavos .
Este anlisis implica una mirada sobre tres cuestiones previas: en primer
lugar, el modo en que sern abordados estos discursos ante la justicia, teniendo
en cuenta su carcter mediado . En segundo lugar, la tensin entre pensar el
espacio judicial como un mbito de resistencia o de integracin de la poblacin
esclava a la sociedad colonial . En tercer lugar, desde qu perspectiva abordaremos el problema de la violencia en la relacin amo-esclavo, dado que es una
constante en estas presentaciones .
Las fuentes judiciales son producidas en el mbito de la autoridad, y presentan discursos mediados: por el conjunto de relaciones sociales que vinculan a los amos con las autoridades coloniales; por los oficiales de justicia que
transcriben las declaraciones; e, incluso, por el manejo de la lengua (no slo
escrita sino oral) . Aun as, entendemos que nos muestran elementos centrales
sobre las representaciones que circulan en esta sociedad, y a las cuales la poblacin afrodescendiente no es ajena . Estas solicitudes sern entendidas como
enunciados complejos, siguiendo a Mara Isabel Filinich, en el sentido de que
la enunciacin subsume las diversas modalidades bajo las cuales el sujeto se
hace presente en lo que comunica (Filinich, 1998: 9) . A su vez, este sujeto que
se encuentra situado ante la justicia, mbito que encarna la regla de la norma
moral y (en tanto todo enunciado busca satisfacer una expectativa que supone
en el destinatario) tiende a doblegar los cuerpos en pos de encarnar lo que esa
norma espera (Albornoz Vsquez y Argouse, 2009) . En las fuentes hallaremos,
entonces, una doble jerarqua social: la que existe entre el amo y el esclavo que
estn en conflicto (con sus alianzas y redes sociales); y la que existe entre el discurso oral del esclavo y el sujeto (fsico e institucional) letrado que lo convierte
en un documento jurdico escrito .
En este ltimo aspecto, situar a nuestras fuentes en el marco de estas relaciones de poder (nunca unilaterales) nos remite a la contraposicin o complementariedad de las actitudes de integracin y de resistencia de los esclavos
frente al estado colonial . El mbito judicial permite observar intentos de adaptacin o resistencia, que ms que alternos nos parecen complementarios (Mallo,
2008) . Aun cuando la resolucin no sea siempre favorable (y en muchos casos
nos sea desconocida), y el esclavo siga en un plano de subordinacin, la utilizacin de las instituciones judiciales nos parece un indicador de integracin, entendida en el sentido que le da Silvia Mallo al abordar la problemtica del delito:
un cuadro de violencia rigiendo las relaciones de este sector inestable y fragmentado de la sociedad entonces en cambio y transicin, pero que generaba
a la vez un acelerado proceso de adaptacin y la elaboracin de estrategias de
supervivencia (Mallo, 2005: 4-5; Bernand, 2001; Rosal, 2008c) .
39
Es en este sentido que resulta frtil la categora de tctica de Michel de Certeau, entendida como aquello que los dominados producen en sus operaciones
de uso, en sus maneras de hacer dentro del territorio de lo dominante: La
tctica no tiene ms lugar que el del otro . Adems, debe actuar con el terreno
que le impone y organiza la ley de una fuerza extraa [] Obra poco a poco .
Aprovecha las ocasiones y depende de ellas (De Certeau, 2007: 43).
Si bien el marco terico de Michel de Certeau ha sido construido con el horizonte de un dispositivo de poder distinto al de la sociedad colonial portea9, la
nocin de tctica resulta frtil . Desde esta categora entrevemos prcticas de los
esclavos caracterizadas por la produccin de sentido y aprovechamiento de
oportunidades de transformacin, en muchos casos momentnea10, de su vida .
Pensamos estas solicitudes, los modos cotidianos de resistencia que en ellas
aparecen, as como el uso que all se hace de las representaciones dominantes
del cuerpo, como tcticas. Esto nos permitir acceder a los modos en que los
esclavos se descubren como no-cosificables, como sujetos, poniendo en tensin
la ambigedad entre sujeto y propiedad que coexisten en su persona y su cuerpo .
En este sentido, las nociones de resistencia e integracin no nos aparecen
divorciadas en tiempo y lugar, sino que se imbrican una y otra, pudiendo analizar
resistencias en el espacio mismo de la incorporacin al sistema de derecho y la
manipulacin de sus regulaciones morales . Desde esta perspectiva veremos los
usos de las representaciones del buen y el mal esclavo, y del buen y el mal amo,
que iluminan un conjunto de representaciones sociales de las obligaciones mutuas (jerarquizadas y desiguales) entre ambos, que se despliegan tambin en el
territorio del cuerpo; de un cuerpo que se presenta como un cuerpo violentado .
Por ltimo, los niveles de violencia involucrados en la relacin amo-esclavo
en el perodo colonial han sido objeto de debates, en particular por la tradicional
comparacin entre los niveles de violencia utilizados en distintos espacios y
formaciones econmicas coloniales . No ser objeto de este estudio analizar los
niveles de violencia ejercidos sobre la poblacin esclava, ni la centralidad o marginalidad de la esclavitud como sistema social para la organizacin econmica
de Buenos Aires11 . Nuestro inters estar puesto en el modo en que en este conjunto de documentos se argumenta respecto de la legitimidad e ilegitimidad del
uso de esta violencia, entendiendo que aun cuando la relacin social de esclavitud es inseparable de ella12, sta no era ilimitada, desprendindose de ello dos
9 . Michel de Certeau contrapone la nocin de tctica a la de estrategia, ligada al poder disciplinario, tal como lo define Michel Foucault (De Certeau, 2007) .
10 . Los esclavos utilizan recursos como el cambio de amo o fugas momentneas en muchos
casos sin que su condicin jurdica cambie .
11 . Silvia Mallo define la sociedad rioplatense como una sociedad multirracial con esclavos
en la cual la necesidad de la esclavitud no es una parte integral de la economa (Mallo, 2008: 2); una
postura diferente es sostenida por lvaro de Souza Gmez Neto (2002) .
12 . En el marco de las relaciones amo-esclavo y tambin fuera de l, el dolor fsico como pena
para quien infringe las reglas era aceptado en la sociedad colonial, tanto para el castigo pblico (con
su cariz vergonzante) como para el castigo privado (entendido como correctivo) (Crespi, 2009) .
40
13 . Respecto de la nocin del honor seguimos el anlisis de Carolina Gonzlez Undurraga para
el Chile colonial; la autora plantea que al marcar el reconocimiento social de un sujeto, el honor sirve
como una brjula cultural para establecer ciertas caractersticas del comportamiento de los sujetos,
flexibilizando las jerarquas sociales en la medida que entran otros factores a determinar la manera en
que esos sujetos ayudan al equilibrio o disrupcin del orden social (Gonzlez Undurraga, 2006: 3) .
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14 . El carcter pblico de la presentacin, en el marco de nociones de familia ampliada hispnica, es ya un cuestionamiento y una mancha al honor del amo (Bernand, 2001) .
15 . Lucas Rebagliatti analiza la nocin de caridad al estudiar la funcin del defensor de pobres
en el perodo, marcando que: En el Ro de la Plata, al igual que en Espaa, puede advertirse una
mixtura de concepciones tradicionales y modernas acerca de la pobreza, lo que explica la importancia que sigui manteniendo la limosna y la caridad hacia los ms pobres entre la elite . La existencia
de la funcin capitular del defensor de pobres tambin puede interpretarse en el mismo sentido
(Rebagliatti, 2009: 21) .
16 . AGN, Sala IX, 13-1-5, Solicitudes de Esclavos, 3 de noviembre de 1787 .
17 . AGN, Sala IX, 13-1-5, Solicitudes de Esclavos, 6 de noviembre de 1777 .
42
La descripcin de un cuerpo herido (sin un pie), humilde y servil (en sus trabajos y desinters) y que forma parte indisociable del ncleo familiar a partir de
la crianza de los hijos, es el punto de partida para la impugnacin de la violencia,
y la negociacin de un precio justo para su venta .
El cuerpo sobre el cual se ejerce una violencia injusta se presenta, entonces,
como un cuerpo productivo, debilitado por el trabajo para su amo . Es as como
Juan Francisco Daz, esclavo de don Francisco Daz, dice hallarse en el mayor
desconsuelo fatigado del trabajo a que dicho su amo le obliga aos hace [igual
que a sus compaeros] que padecen en igual clase, con el dolor del repetido
castigo20 . En trminos similares se expresa Manuel Fernndez, negro esclavo
de don ngel Castelli que solicita papel de venta:
hallndose enfermo dimanado de los muchos trabajos con que su dicho amo lo aflige y aun
vindolo de la enfermedad, que padece castigndolo diversas veces, y no slo eso sino que
hasta del lado de su mujer lo ha separado tenindolo preso con grillos21 .
Es, entonces, el buen uso del cuerpo expresado en el trabajo para su amo el
que construye un cuerpo dbil, injustamente violentado y sujeto bajo el control
del amo a partir de la prisin y grilletes .
Ahora bien, en los ltimos dos casos, si bien hay un recorrido paralelo, no
debe dejarse pasar la diferencia de gnero . Los cuerpos femeninos estarn vinculados a representaciones particulares asociados a dos elementos centrales:
la maternidad y el goce sexual . En este sentido, el relato de Mara Dorothea es
ilustrativo del primer elemento, al igual que el de Mara Nicolasa, esclava de
doa Mara Antonia Burgus, quien esperaba de ella darle producto de doce
hijos esclavos, donde no ha producido [ms] que cuatro, uno vendido, dos en su
poder y una chica de edad de dos meses para tres y como ahora se ve mal mirada y mal tragada busc le diese su papel de venta22 . Respecto del segundo
18 .
19 .
20 .
21 .
22 .
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44
sindole insufrible el cotidiano maltrato que dicha su seora le da, trayndola totalmente
desnuda, aporreada y castigada peor que si fuera sierva de un gentil, como en caso necesario
(aunque con rubor de la pblica honestidad) se manifestara a los piadosos ojos de V.E. para
acreditar toda verdad, sin ms causa que le den mrito a su seora para tanto maltrato, que el
haberle pedido su papel de venta por lo arriba expuesto24 .
Mara Antonia, negra esclava de don Francisco Sosa, tambin hace pblicas las marcas de los golpes recibidos de parte de su amo, siempre que yo
clamaba por mi marido me hera, pues en el cuerpo traigo las cicatrices de tres
heridas . Esta violencia se presenta asimismo injustificada habindole servido
con gusto y buen proceder25 . La exposicin pblica de las marcas corporales
de la violencia sin causa revierte como carga moral al amo o ama (Bernand,
2001; Albornoz Vsquez, 2009) . Marcas que son mostradas o presentadas
como narracin del cuerpo sufriente hallan all su real encarnacin .
El cuerpo no es un objeto sobre el cual se dice, sino que sostiene una praxis,
en palabras de Jackson: El primer problema surge de la tendencia intelectualista a considerar la praxis corporal como secundaria respecto de la praxis verbal (Jackson, 2010: 62) . En un sentido similar, Andr Le Breton habla de estas
prcticas como modalidades de accin, de secuencias de gestos, de sincronas musculares que se suceden para obtener una finalidad precisa (Le Breton,
2008: 41) . Estos cuerpos, y sus prcticas, como mencionbamos en palabras
de Michel de Certeau en la introduccin, se nos presentan fragmentados . En
parte esto es as por las propias caractersticas de las fuentes, sin embargo, la
narrativa debemos pensarla encarnada en un cuerpo que habla, y en nuestro
caso se muestra, puesto que es all tambin donde encontramos su carcter
de sujeto26 (Vigarello, 1997; Matta, 2010; Le Breton, 1990) .
En sntesis, la presentacin de un cuerpo dbil (y anciano27), enfermo o
herido, a un tiempo que humilde, servil y productivo, le permite al esclavo postular la injusticia de los malos tratos o castigos recibidos . De este modo, redirecciona la carga moral hacia el amo hablando a travs de las marcas del cuerpo,
y apoyando una demanda de bajada en el precio de su venta .
24 . AGN, Sala IX, 13-1-5, Solicitudes de Esclavos, 14 de octubre de 1777, el nfasis es nuestro .
25 . AGN, Sala IX, 13-1-5, Solicitudes de Esclavos, 3 de abril de 1771 .
26 . Recordemos adems que en el imaginario occidental, el cuerpo, como factor de individuacin, define los lmites de la persona dando forma y contorno al individuo a la vez que constituye el
lmite y el vnculo de sus relaciones interpersonales . De acuerdo con esto, el cuerpo no slo resulta
el soporte sobre el cual la narracin del sufrimiento es montada sino que adems opera como un
factor de individuacin, que en s mismo delimita los mrgenes de la persona (Matta, 2010: 31) .
27 . As como la negra Mara Dorothea expresaba haber servido durante 30 aos a su ama, Juan
Thomas, moreno esclavo de don Luis de Robles, dicindose libre, en la ltima de sus tres presentaciones termina por decir que no halla comprador por ser hombre viejo el que suplica, quebrado
y desnudo como es notorio y el precio alto . AGN, Sala IX, 13-1-5, Solicitudes de Esclavos, 13 de
diciembre de 1777; el mismo argumento utiliza Antonio Josef Escalada, a quien vimos peticionando
por su mujer, a quien dan un precio alto para ser una esclava de crecida edad . AGN, Sala IX, 131-5, Solicitudes de Esclavos, 29 de diciembre de 1777 .
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hallndose sin culpa y temerosa del castigo ha osado quitarse los grillos y venir con ellos a
valerse del patrocinio de V .E .30 .
Paula Gorman, negra esclava del Dr . don Miguel Gorman (a quien veremos
luego denunciado por otro de sus esclavos), solicita a las autoridades ser separada de la casa de su amo aduciendo:
que su amo le compr como cinco o seis aos ha que me hallaba sin enfermedad alguna,
como en efecto exista sana y robusta, pero en el da muy al contrario a causa de que en este
perodo me ha ultrajado de golpes su tremendo genio, con tanta crueldad y [ . . .] que una hora no
he contado por segura sin que se ejercitaran los crueles oficios de su inhumanidad que me ha
reducido a un estado tan deplorable que absolutamente me hallo desvalida careciendo de hasta
el ms leve consuelo que promete una [ . . .] salud32 .
30 .
31 .
32 .
33 .
34 .
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no supe lo que era darme un trapo para cubrir mis carnes, pues no cejaba de trabajar para darle
jornal y con lo que me vino a pagar ahora cuando le ped el papel de venta fue amarrarme y pegarme de palos, pues que solamente la divina misericordia sabe cmo estoy, pues que casi me
dej por muerto y a la noche lo que sal fui para lo de mi mujer echando sangre, noms andaba
a los tres das fue mi mujer a lo de mi amo y le dijo que se estaba muriendo y la respuesta que
le daban era que le dejasen si quera irse al hospital que se fuese35 .
Los tres esclavos seguirn presentando relatos de los mltiples castigos que
reciben, y es en esta lnea de argumentacin como logran que resulten compatibles sus prcticas de sustraccin con la presentacin moral de su laboriosa
obediencia, dado que procuraba enmendarse en su trabajo39 .
35 .
36 .
37 .
38 .
39 .
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50
Ibd .
Ibd .
AGN, Sala IX, 13-1-5, Solicitudes de Esclavos, 24 de octubre de 1777 .
AGN, Sala IX, 13-1-5, Solicitudes de Esclavos, 29 de noviembre de 1777 .
AGN, Sala IX, 13-1-5, Solicitudes de Esclavos, 24 de octubre de 1777 .
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Vicente, la huida es relatada por el amo como forma de deslegitimar la presentacin del esclavo:
Visto yo la desvergenza y atrevimiento repetido del esclavo en cuestin y la de que mandndole callar no lo hizo respondindome con la misma altanera, y aun enfurecido tom una raja
de lea que estaba a la mano y le di con ella un golpe en la cabeza tirndosela despus como
consta al dicho Lamela; y como luego que me seren del enfado mand que lo curasen, entonces supe que se haba escapado del casco por la puerta cochera que es la falla que tiene50 .
5. Palabras finales
Las representaciones del cuerpo dominantes en cada sociedad son expresin
del modo en que aqulla configura sus nociones de persona y la regulacin de
50 . AGN, Sala IX, 13-1-5, Solicitudes de Esclavos, 16 de septiembre de 1795 .
51 . Ibd .
52 . Ibd .
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los comportamientos . En este sentido, estas concepciones no son slo simblicas sino que configuran espacios materiales de conflicto . El cuerpo esclavo
se nos aparece como ambiguo, en cuanto es encarnacin de un sujeto y a un
tiempo propiedad de otro . Los conflictos alrededor del uso privado de la violencia por parte de los amos se desarrollarn tambin en este territorio de representaciones y prcticas corporales . stas se despliegan en el mbito judicial con
los cuerpos mostrados, y configuran un marco de normas de comportamiento
amo-esclavo alrededor de concepciones morales del buen o mal uso del cuerpo, como la humildad, la debilidad y la laboriosidad, que expresan lugares del
honor que son siempre relacionales .
Desde esta perspectiva observamos que el lmite entre la violencia legtima
e ilegtima no se encuentra cristalizado, sino que se encuentra en el carcter de
sujeto del esclavo; sujeto que articula tcticas que le permiten, aun en el mbito
de la incorporacin al sistema dominante, configurar espacios de resistencia e
insubordinacin, expresadas en las prcticas de sus cuerpos .
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xix,
Estereotipos, Repre-
Abstract: This paper seeks to uncover the strategies of construction of stereotypes of Africans and their descendants . The analysis focuses on a portrait of
Ernesto Mendizbal, a journalist afroporteo of the late 19th century, which
there presents inscriptions and drawings in order to caricature the portrayed
one . The paper proposes the idea of a recognition of certain power of the image
that the intervention would seek to deactivate, which puts in evidence the symbolic fights that are served the systems of representation as weapon .
Key words: Afro-Descendants, Argentina, 19th Century, Stereotypes, Visual and
Verbal Representation, Power of Images .
En la escuela aprend a copiar sotas y me hice despus un molde para calcar la figura de San
Martn a caballo [ . . .] y de adquisicin en adquisicin, yo conclu en diez aos de perseverancia
con adivinar todos los secretos de hacer mamarrachos . En una visita [ . . .] ocup el da en copiar
la cara de un san Jernimo, y una vez adquirido aquel tipo, yo lo reproduca de distintas maneras
en todas las edades y sexos . Mi maestro, cansado de corregirme en este pasatiempo, concluy
por resignarse y respetar esta mana instintiva (Sarmiento, 1948 [1850]: 98) .
57
sentido, David Freedberg ha estudiado la relacin que se establece entre la imagen y el espectador, las respuestas activas y exteriorizadas a que dan lugar las
imgenes . Concretamente, Freedberg ha analizado las reacciones iconoclastas
que llevan a la destruccin o mutilacin de ciertas representaciones, en su mayor parte retratos . Las agresiones a la imagen nacen del sentimiento implcito de
que se agrede a la persona representada: un gran nmero de ataques contra
imgenes se basa en la atribucin de vida a la figura representada o en la suposicin de que la imagen es el prototipo, que la deshonra infligida a la imagen no
slo se comunica al prototipo sino que le causa un perjuicio real (Freedberg,
1992: 461) . Si nos detenemos a pensar en qu imgenes son el blanco de este
tipo de vandalismo, la mayora de las veces estamos ante cuestiones relacionadas con diferencias polticas, raciales, de gnero, de clase . Nos enfrentamos al
poder que le conferimos a las imgenes reaccionando no slo intelectual sino
tambin emocionalmente ante ellas . Los poderes de una imagen slo se pueden
pensar asociados a un lugar especfico dentro de una trama cultural, por lo cual
se trata de imgenes que se activan y adquieren determinados significados en
ese horizonte cultural .
El rostro es el lugar fundamental de inscripcin de la identidad social y personal: el valor simultneamente social e individual que distingue al rostro del
resto del cuerpo, su eminencia en la aprehensin de la identidad se relaciona
con el sentimiento de que el ser por entero se encuentra all (Le Breton, 2008:
74) . Y el retrato comienza a convertirse, a partir del siglo xv y en correspondencia con el surgimiento del individualismo, en la forma artstica que mejor
expresa y expone esa identidad . Ms especficamente nos referimos al retrato
naturalista, aquel que supone un parecido fisonmico . Entonces la historia
del retrato estar conectada estrechamente con los cambios en las creencias
sobre la naturaleza de la identidad1 personal, y marcarn qu aspectos de ella
son apropiados o susceptibles de retratar . Proporcionan al retrato una forma
de inmortalidad fundamentada en determinadas virtudes, variables segn la
clase social a la que pertenezca el sujeto representado . Pero qu sucede con
el retrato del otro, entendiendo otro en un sentido amplio que incluira a un adversario poltico, a alguien perteneciente a una poblacin o un gnero distinto,
y a un enfermo, entre otros: son de igual manera portadores de una identidad
individual y social?
El presente escrito toma como motivo de indagacin un retrato de autor,
aquel que acompaa a la edicin de un libro, pero no la imagen genrica que
aparece en todas las ediciones sino un objeto especfico, perteneciente a una
edicin particular . Este retrato concreto aparece modificado, caricaturizado, intervenido por alguien, tal vez el poseedor del libro . Nuestra intencin es poner
nombre al posible autor de la intervencin y, teniendo en cuenta que el retratado es un afroporteo de fines del siglo xix, analizar si esta caricaturizacin se
1 . La nocin de identidad merecera por s sola un trabajo especfico; slo mencionar que debe
tenerse en cuenta la imposibilidad de identidades fijas y estables .
58
vincula con concepciones de los otros, en este caso un otro con ascendentes
africanos, siendo conscientes de que estas concepciones no se encuentran extinguidas sino que perduran hasta la actualidad .
1. El retratado
En nuestro caso particular, el objeto de estudio es un retrato de autor que acompaa al libro Historia de un crimen, publicado en 1881 . El retratado es Ernesto Mendizbal, periodista, escritor, poeta afrodescendiente del cual tenemos
noticias a travs de los peridicos y folletos del momento y de su produccin
escrita . Su biografa se nos escapa ya que no aparece mencionado en ninguna
de las compilaciones biogrficas de afroargentinos publicadas2 .
El aporte de los registros censales y las referencias contemporneas nos
permiten, por lo pronto, delinear una sucinta biografa . Habra nacido alrededor
de 1858-1859, ya que en el Primer Censo Nacional de 1869 se lo registra con
10 aos . All aparece tambin que era hijo de Rosendo Mendizbal3, profesor de
dibujo, hermano del poeta Horacio Mendizbal4 y to del compositor de tangos
Rosendo Anselmo Mendizbal5 .
Para 1876 lo encontramos escribiendo notas en el peridico La Libertad .
Ricardo Rodrguez Molas, historiador pionero en estudiar la temtica afro en Argentina, alude a Mendizbal en su libro Historia social del gaucho (1968), cuando
describe el reparto latifundista de la tierra:
Precisamente lo expone en 1876 un negro porteo, Ernesto Mendizbal, en un artculo6 sarcsticamente titulado La arcadia de Carhu [] He aqu sus palabras, las esenciales que plantean
una actitud progresiva: La pequea propiedad, todos lo sabemos, representa tierra al alcance
de todos los hombres, de todos los capitales . El gaucho de nuestra campaa, el inmigrante
europeo, todos podrn ser propietarios . La grande propiedad ella est al alcance nicamente de
los grandes capitales, y adaptndola como lo propone La Prensa se propende a la creacin de una
casta de grandes propietarios, que son y han sido en todos los tiempos modernos monopolizadores del trabajo de los dems hombres, hasta reducirlos al vasallaje (Rodrguez Molas,
1968: 181) .
59
Para este mismo ao, 1876, Oscar Chamosa seala que Mendizbal era el
director del peridico La Broma (Chamosa, 2003: 122) . Desconocemos el origen de esta afirmacin ya que la lectura de noticias posteriores no nos permite
confirmar este dato . A lo largo de 1878 hemos podido seguir, a travs de los peridicos La Broma y La Juventud, un encendido debate centrado en los modos
de sociabilidad y tipos de educacin ms convenientes para el progreso de la
comunidad afrodescendiente de Buenos Aires (Geler, 2009; 2010) . Brevemente,
se vislumbran dos posiciones antagnicas preponderantes: quienes promueven una educacin centrada en el aprendizaje de oficios que permitan a los
negros salir de la miseria y dejar de lado las asociaciones festivas, que implican
derroche de dinero y esfuerzos; y quienes abogan por la creacin de escuelas
para nios de color y prcticas asociativas comunes en la sociedad blanca
burguesa . Dentro de este segundo grupo encontramos a Ernesto Mendizbal
(Ghidoli, 2009) .
A fines de julio de ese mismo ao, tanto en La Broma como en La Juventud,
se anuncia para el 1 . de agosto la presentacin del peridico La Idea, bajo la direccin de nuestro protagonista . Sin embargo, el 4 de agosto La Broma escribe
un editorial titulado Farza y contra-farza en el cual se lamenta por la no aparicin de la publicacin cuyo lema poderoso era la educacin . No sabemos, por
el momento, los motivos del fracaso, pero el peridico parece responsabilizar al
fallido director: Qu debe hacer Mendizbal? Lanzar una contra-farza []
que le sirviera de disculpa [] Hgalo as el joven [] por el respeto que debe a
la sociedad a la que pertenece .
Para la Navidad de 1879 aparecen noticias que lo ubican en Montevideo7 . Siguiendo el rastro de los libros que public, aparece una vinculacin cercana con
Uruguay, ya que dos de sus libros vieron la luz en aquella ciudad8 . La duda nos
la despeja el propio Mendizbal en el prlogo de otro de sus libros, Germinal,
estudio literario sobre la obra homnima de mile Zola . All escribe: No puedo,
pues, abrigar pretensiones respecto del mrito literario de mi escrito, porque lo
que con l me propuse fue solamente ejercer una misin de verdad y filosofa,
explicando desde las columnas de El Ferro-Carril de Montevideo, del que a la
sazn [1885] era redactor poltico y literario, lo que a mi juicio deba entenderse
por bueno, santo y generoso (Mendizbal, 1890: 16) .
En 1880, el ao en que tienen lugar los hechos que Mendizbal relatar
luego en su libro, lo perdemos de vista ya que no se hace alusin a l en la
prensa afro . A pesar de hacerse referencia a los acontecimientos revolucionarios y tomar posicin respecto de los actores polticos que participan de
la contienda, La Broma no menciona a nuestro retratado en sus pginas . Tal
vez se deba a la pertenencia a distintas facciones . Mendizbal se enrolara
7 . La Broma, Buenos Aires, 25 de diciembre de 1879 .
8 . Mes Amis chez eux (1884) . Montevideo: Imprenta de El Ferrocarril; Mximo Santos. Significacin poltica e histrica de su gobierno en la evolucin social sudamericana (1886) . Montevideo:
Imprenta de El Siglo Ilustrado .
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9 . Somos la traza de una gran nacin, destinada ejercer una poderosa influencia en la civilizacin de la Amrica y del mundo; pero para alcanzar realizar y completar el cuadro con la perfeccin de los detalles, es menester entrar con paso firme en el carril de la vida regular de un pueblo,
constituido semejanza de los que nos hemos propuesto como modelo; es decir, necesitamos paz
duradera, orden estable y libertad permanente [sic] Julio A . Roca (Mendizbal, 1881: portada) .
10 . El Comit por la Paz: Alem prohij desde el Club de la Paz, de tendencia autonomista, la
candidatura de Bernardo de Irigoyen, otro de sus grandes amigos . Sostuvo que el candidato presidencial deba ser ajeno a todo localismo, para poder expresar el sentido nacional .
11 . Almanaque del Progreso, Buenos Aires, 1881 .
12 . La Broma, Buenos Aires, 3 de febrero de 1881 .
13 . Constantino Grand, litgrafo activo en Buenos Aires desde 1870 .
14 . Ventura Lynch (1850-1888) . Msico, pintor, folklorista, escritor y periodista . Autor de retratos, cuadros de historia, motivos campestres, asuntos militares, etc . Escribi: Cancionero bonaerense, Las costumbres del indio y la transformacin del gaucho . Perteneca a una distinguida familia .
15 . En 1897 publica Memento Policial o Breve Manual del Empleado de Polica en la editorial
J . Peuser .
Boletn Americanista, Ao lxi.2, n 63, Barcelona, 2011, pp . 57-76, ISSN: 0520-4100
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2. El libro
En cuanto al libro en cuestin, Historia de un crimen, hemos hallado hasta el
momento cuatro ejemplares en distintos reservorios: en la Biblioteca del Museo
Histrico Sarmiento, en la Biblioteca Nacional, en la Biblioteca del Congreso de
la Nacin y en la Biblioteca del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr .
Emilio Ravignani de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos
Aires . El que nos interesa es el ejemplar de la Biblioteca del Museo Histrico Sarmiento, el cual se encuentra inventariado dentro de los libros que probablemente
pertenecieron a don Domingo .
El ttulo del libro invitara a la lectura de una novela policial, ya que carece de
subttulo que d cuenta de su contenido . Sin embargo, se trata de una crnica
de los hechos polticos (no hace mencin de las batallas) vinculados a la Revolucin de 1880, encabezada por Carlos Tejedor . En el prlogo, su autor seala que
originalmente la Historia de un crimen habra sido menos extensa, centrndose
slo en la narracin de hechos sin discutir personalidades . Pero la aparicin del
libro del propio Tejedor, La defensa de Buenos Aires todas luces errneo por
no decir perverso, requera, segn Mendizbal, una refutacin, y por lo tanto
anunciaba una segunda parte de esta obra:
Una causa poderosa me decide obrar as . En algunos acontecimientos he sido actor y en otros
espectador, habiendo an muchos ms que la confidencia ha trado mi conocimiento . Para
indagar la veracidad de estas confidencias, necesito ms tiempo del que puedo actualmente disponer . Si estas confidencias se refiriesen a los hechos, las habra acaso admitido sin vacilar; pero
refirindose, como se refieren, a las personas, he querido verificarlas por completo, porque de la
aseveracin del historiador depende muchas veces hasta la reputacin privada de los hombres
(Mendizbal, 1881: XIII-XIV) .
3. El retrato
Pascal Blanchard ha sealado que un hombre blanco nunca sera reducido
a un cuerpo, ya que se tratara de un cuerpo normal . En cambio, siendo el
cuerpo negro un cuerpo anormal, diferente, es pasible de ser estigmatizado
a fin de que tenga sentido (Blanchard, 2006: 51) . Es por ello, propone el autor, que existe, en las imgenes [del cuerpo negro] y en los discursos que las
acompaan, yuxtaposicin entre imaginario, grupo de poblacin y espacio
geogrfico (Blanchard, 2006: 51) . Como hemos sealado al comienzo de este
escrito, el rostro, la parte del cuerpo ms individualizada, es la marca de una
16 . Domingo Sosa fue uno de los militares afrodescendientes que lleg al rango de coronel, el
rango ms alto alcanzado por un soldado negro .
17 . Se denominaba porteos a los habitantes de la provincia de Buenos Aires (Sbato, 2008: 32) .
Boletn Americanista, Ao lxi.2, n 63, Barcelona, 2011, pp . 57-76, ISSN: 0520-4100
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persona . Si nos centramos en la representacin de la corporalidad de personas de ascendencia africana a lo largo de la modernidad, existe una repeticin
de determinadas caractersticas que tienden a desdibujar la individualidad para
favorecer la generalizacin a travs de la codificacin de ciertos rasgos que fomentan la creacin de un estereotipo . Podramos argumentar que la posibilidad
de hacerse retratar que ofrecieron el daguerrotipo y la fotografa en la segunda
mitad del siglo xix, permitira sortear ese lugar comn, siempre que se tratase de
retratos encargados por los propios afrodescendientes . Sin embargo, nuestro
ejemplo dar muestras de que resulta muy difcil evadir el estereotipo .
Suponemos que el origen de este retrato de autor litografiado (Fig . 1) se
encuentra en un retrato fotogrfico, probablemente en formato carte-de-visite o
cabinet, de moda en aquel entonces, que hasta el momento no hemos hallado .
Mendizbal, como muchos de los afrodescendientes de fines del siglo xix, se
hizo retratar a la manera burguesa, lo cual implicaba una descripcin del individuo y al mismo tiempo una identidad social . Adems de ser la forma de representacin en auge, era smbolo de estatus, el ascenso de las clases medias y
medias bajas hacia una mayor importancia social, econmica y poltica (Tagg,
1993: 37) . stos eran motivos suficientes para alguien a quien sus ancestros
africanos lo vinculaban con la esclavitud y la servidumbre, y cuyo propsito era
formar parte del campo intelectual porteo .
Este retrato burgus de autor tena la intencin de atestiguar su integracin
a la sociedad de su poca, dejando constancia en una imagen fotogrfica y fijando de esa manera una representacin acorde con el estatus al cual pretenda
pertenecer . Para un descendiente de africanos esclavizados no bastaba con ser
libre e instruido; era necesario parecerlo, y sobre todo cuando se buscaba formar parte de un grupo ilustrado . Posar para una fotografa, que creemos origen
del grabado, es mostrarse en una postura que se supone no es natural . [ . . .]
Ponerse en pose es respetarse y exigir respeto (Bourdieu, 1979: 126) . Mendizbal construy su imagen a partir de un conjunto de signos de pertenencia
social, cultural, histrica: retratos fotogrficos, publicaciones, manera de vestir,
pose . Sin embargo, veremos que esta bsqueda de reconocimiento no siempre
tuvo resultados favorables sino que emergieron los prejuicios ms persistentes,
como advertiremos en nuestro caso particular .
Desconocemos, por el momento, quin realiz el dibujo, aunque s sabemos
que la imagen fue litografiada en los talleres de Roln y Oca . El peridico La
Broma del 20 de mayo de 1881 nos aporta datos acerca de este taller: [Zenn]
Rolon18 y [Ezequiel] Oca son dueos de un establecimiento de litografa y de edicin de msica, en Piedras 17319 . Resulta importante destacar que, al menos
para una de las etapas de produccin de esta imagen, la litografa, se acudi a
la propia comunidad . Nos queda por dilucidar lo referente a los dibujos .
18 . Zenn Roln (1856-1902) . Msico y compositor . Estudi en Florencia durante 6 aos . Compuso msica religiosa, himnos y operetas (Ford, 1899: 91-100; Gesualdo, 1961: 465) .
19 . Los nombres de pila fueron sealados por Toms A . Platero (2004: 101) .
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Las intervenciones realizadas en la imagen estn en consonancia con la propuesta de Blanchard mencionada anteriormente, mostrando una yuxtaposicin
entre imaginario, grupo de poblacin y espacio geogrfico .
23 . Adems es importante sealar que la asociacin con el diablo-macho cabro no es excluyente al caso de los descendientes de africanos, sino que se ha aplicado a lo largo de la historia a
otras identidades . Strickland (2003: 134-136) .
24 . Coleccin Beln Sarmiento .
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En las modificaciones y agregados hechos al retrato de Mendizbal podramos percibir conceptos de inferioridad racial propios del perodo histrico,
como la comparacin entre raza negra-animales, el burro en este caso, y ms
claramente en los elementos vinculados con la esclavitud, es decir, las cadenas
rotas, las expresiones Libertad de Vientres o Guinea, y aun en la identificacin con el diablo s creemos que subyace una jerarqua racial . Quien aade
estos atributos pretende establecer, de la manera ms sencilla, clara y directa,
que el sujeto retratado no pertenece al mismo grupo social o cultural que aquel
sujeto que est realizando la imagen (Mason y Alvarado, 2001: 243) . El punto
de partida es un tpico retrato burgus y se realiza la conversin a un retrato que
podramos denominar etnogrfico . Los autores, al referirse a este tipo de retratos, sealan que lo que haca falta eran los atavos o adornos exticos, las
marcas de distincin y de diferencia esenciales que le otorgaran a la imagen una
esttica especfica (2001: 243) . La inclusin del nuevo nombre del retratado,
Ka-tin-ga, el menor, es la culminacin de este proceso [ . . .] la aplicacin de
una etiqueta etnogrfica (Mason, 1998: 45) . Evidentemente, en nuestro caso,
la intencin es borrar todo rastro del original, para lo cual se le han agregado
una serie de atributos que reconvierten la imagen en otra . Nos queda, sin embargo, bastante confusa toda la espectacularidad escatolgica, vinculada a lo
olfativo . Recurrimos nuevamente a Muchembled para iluminar este aspecto . El
autor escribe: Oler mal llegara a ser un da un signo esencial de inferioridad
social [tambin racial?] . Mientras tanto, el hedor evocaba a la vez la imagen del
diablo, [ . . .] y la imagen de los placeres de la carne [ . . .] La nariz proporcionaba a
la vez placer y terror (Muchembled, 2000: 132) .
29 . El nfasis es mo .
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6. Eplogo
Ernesto Mendizbal, como muchos de los afrodescendientes de fines del siglo
xix que tuvieron la posibilidad de hacerlo, se hizo retratar a la manera burguesa .
Era la forma de representacin de moda, pero a la vez era smbolo de estatus
social, motivos suficientes para alguien a quien sus ancestros africanos lo vinculaban con la esclavitud y la servidumbre, y cuyo propsito era formar parte
del campo intelectual porteo . Se autorrepresenta a partir de un conjunto de
marcas de pertenencia social, cultural e histrica . Por medio del retrato y de sus
escritos buscaba no dejar dudas acerca de su situacin social y construir una
imagen haciendo uso de los cdigos utilizados por la sociedad mayor . Sin embargo, un retrato implica tambin un espectador y una distancia . En este caso,
30 . No aparecen retratos de militares, quienes eran, y siguen siendo, los ms reproducidos en
las publicaciones .
31 . Tambin aparecen Eugenio del Sar, fundador de la Sociedad de Socorros Mutuos y Fines
Culturales La Protectora; Bernardino Posadas, pintor; Estanislao Grijera, organista; Gabino Ezeiza,
poeta .
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75
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xix,
Teatro popular,
Abstract: In the late nineteenth century, the black population of Buenos Aires
had been officially declared disappeared, consolidating the process of its invisibility . However, in the context of the local popular theater movement, the
character of the black continued to have a particular relevance . Understanding the theater as a space for construction of subjectivity and communitas that
was of fundamental importance in the shaping of the popular world in Buenos
Aires, I will focus on Benito, a character in the play Justicia criolla, written by
Ezequiel Soria, which was featured in Buenos Aires in 1897 . I will propose that
the analysis of this successful character lets us see some of the guidelines by
which whiteness and the native-popular were being imposed and negotiated,
while producing the marginalization of Afro-Argentineans into oblivion .
Key words: Blackness/Whiteness, Buenos Aires, 19th Century, Popular Theatre,
Racial Relations
1 . El trabajo se inscribe en los proyectos de investigacin HAR2009-07094 y Ref .
PIP11420100100003 (2011-2013) .
Boletn Americanista, Ao lxi. 2, n . 63, Barcelona, 2011, pp . 77-99, ISSN: 0520-4100
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1. Introduccin
En Buenos Aires, la capital federalizada de la Argentina y eptome del progreso
del pas, el fin del siglo xix se presentaba como un momento de cambios rpidos
y fuertes . El Estado se consolidaba, se afianzaba la modernizacin tecnolgica
as como la expansin econmica seguida siempre de sus respectivas y gravsimas crisis y los inmigrantes europeos llegaban por cientos de miles . Comenzaban tambin a conformarse diversas organizaciones sociales que lucharan
por una representacin poltica que diera cuenta de los intereses de las nuevas
masas poblacionales, y por una mejora de las condiciones de vida de una clase
obrera cada vez ms delineada (Gallo y Corts Conde, 2005; Rock, 1988) . Los
cambios se proyectaban a su vez en los intentos de las lites locales por conservar y reproducir su poder, al que vean crecientemente amenazado . En este
contexto, el cosmopolitismo liberal que haba sido la ideologa por excelencia
para pensar la repblica decimonnica comenzaba a chocar y a ceder espacio
a los nacionalismos esencialistas en busca de una racialidad cientificista blanca
y de una homogeneidad cultural europeizada y moderna (Bertoni, 2001) . As,
se destacaba en los escritos de los intelectuales de la poca la aparicin de una
mirada medicalizada sobre la realidad social basada en el positivismo, que
intentara aislar y expulsar todo lo que fuera considerado patolgico (locura,
criminalidad, sexualidad, etc .) (Nouzeilles, 2000; Gayol, 2008) . La aprobacin de
la Ley de Residencia de 1902 constituye uno de los hitos que dejan ver cmo los
grupos hegemnicos dispondran de todos los medios a su alcance para limitar y poner bajo control a la poblacin, percibida como un conjunto annimo y
cuyos elementos disruptores haba que identificar y desterrar o encerrar (Ruibal,
1993) . Sin embargo, en tensin y negociacin con ese creciente control social,
en el mbito del mundo popular urbano se producan novedades culturales de
importancia, como lo era el gran movimiento de teatralidad popular de origen
nacional que comenzaba a surgir .
Y es que en paralelo pero en dilogo constante con el teatro culto (Prieto,
2006), que pona en escena obras europeas consideradas de calidad, bajo
la mirada crtica y el desprecio de las lites, se desarrollaba un teatro popular que se centraba en la vida cotidiana del pueblo, tanto de la urbe como
del mbito rural . Se trataba bsicamente de zarzuelas y sainetes, especialmente espaoles, en los que los actores y actrices tambin eran casi exclusivamente
extranjeros (Gallo, 1958), aunque paulatinamente comenzaban a incorporarse
autores, msicos y actores/actrices argentinos/as . Estos espectculos cortos,
en general de un acto, tenan lugar en teatros o en el marco de puestas circenses (Cilento y Rodrguez, 2002), convocando da tras da a cientos de personas
a las salas, en las que se llegaban a realizar hasta cuatro secciones por noche .
El teatro popular tena una relevancia altsima en el desarrollo cultural local,
abrindose al igual que el circo como un espacio de encuentro y recono-
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cimiento a miles de personas que comenzaban sus vidas en una nueva tierra
o que se enfrentaban con cambios radicales en su cotidianidad, y donde en
cada actuacin se produca un intenso dilogo entre el pblico y lo que suceda
en el escenario . El teatro popular como seala Pellarolo cumpla una funcin social semejante a la de un ritual compensatorio [] Sus finales catrticos eran explosiones colectivas que no diluan las fuerzas contestatarias fuera
del teatro, sino que, por el contrario, animaban al pblico a proseguir con la
presin reformista necesaria para el cambio social en mbitos extrateatrales
(1997: 58) . No es casual, entonces, que [e]n esos das, los estrenos teatrales se
discut[ieran] a voz en cuello en los cafs, como hoy las incidencias de un partido
de ftbol (Ponferrada, 1961: 30) . En este sentido, es importante analizar estos
eventos artsticos como una zona de experiencia y de construccin de subjetividad (Dubatti, 2007) en la que intervienen tanto los actores, como el texto, la
actuacin, el pblico, el contexto, etc ., y que como toda performance/rito
marcan identidades, tuercen y rehacen el tiempo, adornan y remodelan
el cuerpo, cuentan historias, permiten que la gente juegue con conductas repetidas, que se entrene y ensaye, presente y re-presente esas conductas
(Schechner, 2000: 13) . Es decir, una zona donde se pueden realizar transmisiones de saberes, de memorias, de corporalidades (Taylor, 2004), pero tambin su
cambio y negociacin .
El xito multitudinario y masivo de Juan Moreira en 1884, llevado a escena
por la compaa circense de los Podest, haba puesto en el centro de mira al
gaucho, mientras que las obras que tenan como marco el espacio urbano especialmente el conventillo comenzaban a tomar a los personajes que se abran
camino en el imaginario porteo y que se iban tornando prototpicos en una
Buenos Aires que mutaba inconteniblemente: el compadrito, el inmigrante, el
truhn, etc ., y, en algunas ocasiones, el negro . En este sentido, hay que destacar que la poblacin local de descendientes de esclavizados y esclavizadas
de origen africano, trados al territorio posteriormente argentino en poca de la
colonia, ya se consideraba oficialmente desaparecida o en vas de desaparecer,
cumpliendo aparentemente la profeca que desde dcadas atrs se impona
como futuro para este grupo (Geler, 2007) . Sin embargo, los afroporteos no
slo continuaban habitando la ciudad, sino que eran personajes de gran relevancia de ese mundo popular en expansin, tanto por su protagonismo en el
mismo (Geler, 2010a) como por la capacidad amalgamadora de su figura, algo
que exploraremos aqu .
El 28 de septiembre de 1897, el peridico La Nacin uno de los de mayor
tirada e importancia en la Argentina del momento anunciaba el estreno de la
obra Justicia criolla en el teatro Olimpo de Buenos Aires, a cargo de la compaa
dirigida por Enrique Gil . Escrita por el argentino Ezequiel Soria y musicalizada
por Antonio Reynoso, Justicia criolla se describa como una zarzuela cmicodramtica, en un acto y en prosa (Soria, 1899: 106) . La obra fue un xito sin
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Si bien estos sealamientos realizados desde un escenario no deben llevarnos a confundir lo real con la propuesta artstica, el poder performtico y de
creacin de subjetividad del teatro, y la profunda importancia simblica del espacio teatral en el mundo popular a fines del siglo xix permiten estudiarlas como
parte, causa y consecuencia del universo simblico en que se desarrollaba, realimentando y creando lneas de accin y pensamiento efectivas en el contexto
de circulacin y apropiacin de ideas, sentires y percepciones .
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quien relataba pormenorizadamente los problemas que se discutan en la cmara de diputados, pero con una fuerte postura crtica:
benito: Las cuestiones polticas que empiezan a moverse y que hacen olvidar los asuntos de
ms utilidad; ya nadie habla de la unificacin de la deuda ni de las leyes econmicas que tan
necesarias son para el progreso del pas; ahora los asuntos que tenemos a la orden del da son
el censo, la reforma de la Constitucin y el pedido de la intervencin de algunas Provincias .
Sobre todo, [] los discursos de siempre sobre los artculos cinco y seis de la Constitucin
[] que no sirven sino para que el Gobierno Nacional mande un politiquero de su gusto con un
batalln y haga a su capricho la poltica de la Provincia . Cranme ustedes, seores, que todava
estamos muy atrasados en cuestin de democracias . El pueblo es el que calienta el agua para
que los gobiernos tomen el mate, y no hay tu ta . El que no sea otario, que se haga catlico, es
decir, gubernista, y est seguro el puchero . (Soria, 1899: 119-120) .
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en la construccin estatal-nacional argentina, amn de su protagonismo en todos los otros mbitos sociales y culturales, especialmente en el mundo urbano
popular (Geler, 2010a) . Trabajar en estos sitios permita, adems, el aprendizaje
y ejercicio de los modales, vestimenta y modismos del habla del que muchos
afroporteos hacan gala y por lo que se destacaban en la mirada de la lite
intelectual de la poca, que los sola retratar como personas elegantes y educadas9 . Pero, al contrario que la carrera militar, el comercio, las artes o el desarrollo
de alguna otra profesin u oficio, estos puestos pblicos no daban mayores
posibilidades de movilidad social para los afroporteos y los encerraba en la
imagen del servidor (relacionado indefectiblemente con el servicio domstico y
la esclavitud pasada), funcionando asimismo como un escaparate visible de la
pirmide social argentina del momento y que los grupos de poder se preocupaban por conservar . De hecho, en una lnea de su dilogo con Jos, Benito dejaba explicitado que su lugar nunca superaba los lmites espaciales/simblicos
de la lite poltico-econmica: Te dir: yo no entro nunca al recinto, porque yo
hago el servicio del mate y el caf en las antesalas (Soria, 1899: 120) .
Asimismo, la posicin que ocupaban los afroporteos que trabajaban en el
Estado les permita acceder a personas y situaciones en otras formas inalcanzables y, como quedaba retratado en sus peridicos comunitarios de la dcada
de 1880, habilitaba a acciones efectivas frente a injusticias o discriminaciones
practicadas contra los afrodescendientes (Geler, 2010a) . En este sentido, los
afrodescendientes que trabajaban en las administraciones pblicas ocupaban,
en general, el lugar de intermediarios exitosos entre el mundo popular al que
los afroporteos pertenecan y las esferas del poder poltico-econmico . Si en
trabajos anteriores entend a algunos afroporteos como intelectuales subalternos, imbuidos del espritu republicano y liberal y encargados de llevar a su
comunidad al progreso y civilizacin que se imponan como la nica alternativa para pertenecer a la nacin (Geler, 2010a), en este caso podemos repensar
la figura del intermediario siguiendo los lineamientos que explicita Vovelle del
intermediario cultural: un navegante entre dos mundos [] [que] debe ser
considerado en trminos dinmicos . El intermediario cultural, en las diferentes
formas que reviste, es el agente de la circulacin [] Colocado entre el universo
de los dominantes y el de los dominados, adquiere una posicin excepcional y
privilegiada; ambigua tambin, en la medida en que puede encontrrselo tanto
en el papel de perro guardin de las ideologas bien consideradas como en el de
portavoz de las rebeliones populares (1985: 166) .
Me parece muy significativo que Soria eligiera retratar a Benito en esta posicin intermedia, en la que l mismo se situaba al escribir su obra desde la
didctica y desde la crtica . Benito era el personaje que, a travs del conocimiento adquirido en su andar por el Congreso, poda ensear al pblico
diversas cuestiones relativas al quehacer democrtico, pero poda criticar el
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mundo poltico desde la visin del pueblo . En este caso, adems, Benito era
el intermediario entre la posicin poltica de Soria y el pblico . Y si en el prrafo citado anteriormente Benito explicitaba una crtica poltica, unas lneas ms
adelante deca: Mir, Jos, no me vengs con derechos y cdigo aqu . Nosotros somos de la opinin de los que nos mandan . Yo sigo siempre la poltica
del presidente de la Cmara (Soria, 1899: 120) . La ambigedad posicional de
Benito volva a ponerse de manifiesto cuando ste dejaba escapar una de las
supuestas discusiones que se estaban dando en el Congreso sobre el precio
de las bebidas alcohlicas, mostrando una va de circulacin de informacin
entre las esferas de gobierno y el pueblo que efectivamente se daba, como
se puede leer en los peridicos afroporteos (Geler, 2010a), en un dilogo
que se cerraba con una nueva confusin de Benito al pensarse otra vez como
diputado en plena oratoria, volviendo a la irona de la imposibilidad y de la fantasa en la que el pblico poda reconocerse:
benito: Ahora s que va a subir el guindado .
antonio: Y por qu?
benito: Porque el Congreso va a dictar la ley estancando los alcoholes .
jos: Eso es inconstitucional .
benito: (con tono oratorio) No, seor; nuestra carta fundamental faculta a las cmaras para crear
las fuentes de la riqueza nacional y yo creo, seores diputados, digo seores (Soria, 1899:
120) .
10 . Cuando la Comisin Directiva del Censo Nacional de 1895 discuti los programas para esa
operacin, se trat detenidamente el punto relativo a investigar la composicin tnica de la poblacin del pas, acordndose no hacerla, primero, porque, dado el corto nmero existente, absoluto y
relativo, de negros, mulatos e indios civilizados, la investigacin careca de importancia; y segundo,
teniendo en cuenta que, salvo los negros de raza pura imposibilitados de substraerse a la clasificacin, los mulatos e indios en gran parte hubieran sido censados como blancos, suministrando
cifras inexactas e inferiores la realidad (1898: XLVI) . Y ms adelante, se cita a De Moussy: Se
puede prever, pues, que llegar un tiempo en que esta raza [negra] [] desaparecer por completo
de estos pases, tanto por su destruccin como por la transformacin gradual a consecuencia de su
mezcla con la sangre caucsica . Este pensamiento escrito en 1860 se va convirtiendo rpidamente
en realidad (Segundo Censo de la Repblica Argentina, mayo 10 de 1895. Buenos Aires: Talleres
Grficos de la Penitenciara Nacional, 1898: XLVIII) .
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En este dilogo en particular, Benito personificaba, en primer lugar, los anhelos imposibles de ascenso social hasta esferas de poder poltico del pblico .
En segundo lugar, Benito representaba al mismo Estado, serva como guardin/
columna/portero, es decir, la base de una imaginada estructura o pirmide social,
nuevamente posicionndolo como pueblo, pero esta vez pueblo-soberano, el
pilar sobre el que se apoya el poder poltico . En tercer lugar, Benito gracias a
su cercana al Estado-grupos hegemnicos que se ubicaban como los modelos a seguir, poda educar a travs de sus palabras, modales, vestimenta
y oratoria, distinguindose dentro del mismo mundo popular y representando
la posibilidad de mejora a que podan (y deban) aspirar los espectadores,
posicionndose adems como un nexo comunicador entre pueblo y poder . Por
ltimo, Benito era un negro en un pas que se quera europeo, representando
entonces una alteridad racializada en erosin que volva toda la situacin ms
hilarante y enrarecida . Y esta misma presencia reforzaba la direccionalidad de
un mestizaje tanto buscado como ocultado, cuya problemtica tambin quedaba retratada en la obra .
4. Mestizaje
En escenas subsiguientes, Benito y Jos sostienen varios dilogos . Entre ellos,
se destaca uno donde, luego que Benito explicara su intencin de enamorar a
una muchacha llamada Juanita, Jos le preguntaba:
jos: Cmo es posible que Juanita, que es una mujer hermosa, blanca como una hoja de
papel sellado; con el talle ms recto y derecho que el auto del Juez y con unos ojos ms negros
que la conciencia de un procurador, cmo es posible, digo, que esa mujer pueda enamorarse de
un hombre de color, un moreno?
benito: Chei, chei, baj la prima que puede que se te rompa; vos te has credo que a m me
vas a tomar para el escndalo? Que soy moreno? Eso no es inconveniente para ser marido y
adems, aqu donde me ves, cuando yo le digo a una hembra truco! Ya se sabe, me retruca y ya
tenemos bolada para una quincena . Que uno no tiene la cara blanca? Eso es cosa del destino;
pero cuntos que tienen el rostro blanco tienen el alma como el carbn! Y luego lo negro tambin tiene sus cosas buenas! No te acords lo que cantaba el otro da aquel payador que omos
en los Corrales? [] Tratndose de mujeres a las unas les gusta lo blanco y a otras lo negro . As
lo he odo cantar muchas veces . Escucha (msica) . (Soria, 1899: 122) .
La riqueza de este dilogo ha sido reseada en varias ocasiones, casi siempre para destacar, como lo hace Natale, un sobreentendido: subyacente antagonismo racial que exista entre el inmigrante y el negro (1984: 164), agregando que este dilogo es superficial pero revela con toda claridad el prejuicio
que tambin posean los sectores bajos extranjeros de la ciudad con relacin a
los morenos (1984: 164) .
En otra oportunidad (Geler, 2010b) hice hincapi en que esta supuesta animosidad entre extranjeros y negros porteos que denomino hiptesis del
enfrentamiento parece ser ms bien una construccin acadmica que se
basa en la cerrada conviccin por parte de muchos investigadores y profe86
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formara un discurso de lo nacional-autctono, con la consiguiente revalorizacin de algunos aspectos de lo popular por parte de los grupos hegemnicos
(Prieto, 2006) .
Estas corrientes se vieron reflejadas en la produccin teatral nacional, cuyo
surgimiento estuvo signado por la bsqueda de lo autctono en las artes escnicas y por el enfrentamiento entre el teatro culto (por definicin europeo) y
el divertimento popular (Cilento y Rodrguez, 2002) . Justamente, la separacin
tajante entre estos dos mbitos en el momento en que comenzaban a surgir
autores y actores/actrices nacionales llev a que las primeras obras teatrales
argentinas se basaran en folletines (no en libros) y en la estructura circense
existente, quedando marcadas as por una textualidad tardorromntica [que]
entraba en clara asincrona con la que comenzaban a introducir compaas extranjeras, fundamentalmente el naturalismo de Ibsen, a partir de 1896 (Cilento
y Rodrguez, 2002: 80) .
Justicia criolla, estrenada en 1897, se situaba en este momento de cambio de
paradigma esttico-acadmico . Pero como es dable suponer, este tipo de cambios afectan de manera desplazada las estructuras del sentir (Williams, 1980)
organizadas sobre supuestos y sentidos comunes arraigados en tradiciones,
memorias y saberes distintos . Pensemos en el autor de la pieza, Ezequiel Soria,
que haba llegado a Buenos Aires unos pocos aos antes, siendo oriundo de
la provincia de Catamarca . Es interesante sealar, siguiendo a Guzmn (2010),
que aqul era uno de los territorios de la que sera posteriormente Argentina que
primero fueron conquistados por la Corona espaola, y donde un complejo sistema de produccin agrcola, de tributacin y de poder ayudaron a conformar a
lo largo de los siglos una poblacin donde el mestizaje se constituy como pieza
fundamental de sobrevivencia y movilidad social para los diversos grupos indgenas y afrodescendientes, e incluso para los hispanocriollos que no posean
capital o prestigio . Por ello, era muy probable que Soria manejara la idea del
mestizaje como forma naturalizada de consolidacin de sociedad, y tambin
como forma de mejoramiento racial, a la manera de los pensadores nacionales de unas dcadas antes (Alberdi, por ejemplo), y la propusiera en su texto
no slo como probabilidad y posibilidad, sino como necesidad . El dilogo entre
Benito y Jos muestra, segn este punto de vista y tomando en cuenta la posicin docente del primero, una invitacin al mestizaje, dando letra al pblico
para justificarlo y volviendo a enfatizar, por lo mismo, la disposicin pedaggica
de Benito y su lugar como referente dentro del mundo popular .
Pero, en el contexto argentino, una invitacin al mestizaje era una invitacin
al blanqueamiento, ya que la idea que subyaca era la del mejoramiento
paulatino de la poblacin11, propuesto tanto a nivel biolgico como realizado
a nivel categorial . En este sentido, en un momento de la obra, el guitarrista
que se encuentra en escena (y a quien posteriormente Benito invitar a reali11 . Lane seala que en los Estados Unidos anglosajones, a diferencia de esta idea de mejoramiento, el mestizaje se relacionaba directamente con la degeneracin racial (1998: 35) .
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zar una payada) susurra para el pblico: (Qu bolada para el pardo!) (Soria,
1899: 129) . La utilizacin de la voz pardo en vez de negro (Benito era por
definicin de Soria un negro) muestra la traslacin de trminos que permitira,
a la larga, decantar las categoras raciales intermedias en alguno de los extremos binomiales en que se reconocera la poblacin portea (Andrews, 1989;
Frigerio, 2006) . As, pardo una categora intermedia poda entenderse como
sustituto de negro uno de los polos categoriales, dando pie tanto a la negritud de lo intermedio como a la blanquitud de lo negro (el pueblo argentino es
blanco por definicin) . En cualquier caso, la inexistencia de categoras intermedias en la formacin nacional de alteridad argentina (Briones, 2005) se sustenta
para el caso afrodescendiente en el proceso donde la mezcla daba (y da) como
resultado blanquitud nacional/racial, aunque superpuesta con una estratificacin social que ubicaba a lo negro que absorbe la mezcla pero que deja de
ser percibido como racial/biolgico y pasa a ser una categora simblica
en el mundo popular de manera indeleble (es decir, que profundiza y oculta la
racializacin social), en un proceso complejo del que estamos analizando slo
algunas aristas12 . Es por esto que no se debe olvidar que el blanqueamiento por
mestizaje no poda erosionar todas las marcas que cimentaban criterios visuales, pero tambin criterios relativos a comportamientos, formas de hablar, de
bailar, de divertirse, etc . (Geler, 2010a) . Y de hecho, aunque para la poblacin/
pblico (en buena medida extranjeros) poda llegar a ser lo mismo pardo que
negro, para los propios afrodescendientes de Buenos Aires ser pardo o ser
negro constitua una diferencia fundamental que designaba su estatus dentro de
la comunidad afroportea y de la sociedad general (Geler, 2010a), en un proceso
de hegemona (Williams, 1980) que refiere a la introyeccin y reproduccin del
sistema racial por parte de los grupos subalternos (Foucault, 2005 [1975]) .
A esto hay que agregar que el personaje de Benito se presentaba como
propuesta de mestizaje en la medida en que se basaba en la construccin estereotpica de la hipersexualidad del negro ( cuando yo le digo a una hembra
truco! Ya se sabe, me retruca), como tambin desde la msica y el baile,
mbitos en que el mismo estereotipo hace sobresalir a los afrodescendientes, lo
que lo haca creble e interesante para la propuesta teatral/didctica de mestizaje/mejoramiento/blanqueamiento . Lo llamativo de Justicia criolla en este punto
es que el baile y la msica utilizados por Benito para demostrarle a Jos su valor
como hombre en el mercado de la seduccin eran ni ms ni menos que el tango .
La puesta en escena del tango en Justicia criolla gener numerosas reseas
de los historiadores del tango, del teatro y de la msica argentina en general, ya
que se discute si fue sta la primera vez que se bail un tango con estilo rioplatense en escena13 . La importancia de este evento es mucha, ya que se trata de
la msica y el baile que caracterizara lo popular urbano porteo desde entonces
y que llegara a transformarse en la msica-baile nacional por excelencia . Y,
12 . Para ms informacin sobre este tema, vase Frigerio, 2006 .
13 . Vase Natale, 1984: 165, y Lanuza, 1946: 197 .
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era denominado como habla parda (Geler, 2010a: 131), posicionando a los
afroporteos como uno de los ejes fundamentales en la gnesis de la forma de
habla que caracterizara al mundo urbano popular y a su imaginario y mitologa
posteriores . Y aqu basta destacar que tanto el lunfardo definido por la categora mezclada de pardo como el tango que se enraza en tradiciones africanas tanto como europeas (Natale, 1984)16 pueden entenderse cabalmente
como parte del proceso de mezcla, recalando otra vez en el mestizaje como
propuesta . La criollez urbana que representaba Benito era mestiza, construida
en dilogo con el recin llegado, como producto local, y con los grupos de la
lite local, como popular .
En definitiva, tenemos un personaje que baila la forma caracterstica del tango rioplatense y que habla en lunfardo, y cuyos dilogos con el extranjero lo
ubicaban inmediatamente como el nativo, una de las patas locales del mundo
popular que se ampliaba y reconstrua en parte en esos mismos bailes y en
esas mismas formas de habla . El nfasis en que Benito era el personaje nativopopular por excelencia tambin se explicitaba en los versos que ste le cantaba
a Jos:
benito: Yo soy un hombre entendido / en poltica y amor [] / Yo conozco bien mi tierra / y a
conciencia puedo hablar [] / Arrastran los corazones / las porteas para amar, / como el Ro
de la Plata / le arrastra a su seno el mar . / Mi tierra es Buenos Aires / y este pueblo es un jardn /
sus mujeres son las flores / y hay cada hembra as . (Soria, 1899: 122-23) .
16 . En realidad, tradiciones histricas ya percibidas como locales/criollas (evidentemente africanas, coloniales europeas, indgenas; que a su vez son resultado de procesos histricos particulares)
y nuevo-europeas .
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obra, deben de haber influido, sin duda, para que Enrique Gil, el director de la
compaa que la puso en escena, decidiera tomar este papel e interpretarlo l
mismo .
Este fragmento de la nota de La Nacin muestra cunto peso tena el personaje de Benito en la obra, y cun aplaudida fue la actuacin de Gil en ese papel . Un dato no menor a tener en cuenta es que Gil era una de las figuras ms
populares del gnero chico hispano (Lafforgue, 1986: 434) en Buenos Aires,
siendo l mismo espaol .
Bosch describe la participacin de Gil del siguiente modo: Y qu decir de Enrique Gil, otro que [] procur destacarse como intrprete de obras criollas hasta
donde pudo? El que en el ao 1897 logr realizar la hazaa [de] [] llamar la
atencin del pblico porteo, llevando al teatro masas compactas y continuas de
concurrencia, que deseaba admirarlo en un papel criollo hecho a la maravilla, el del
negrito del Congreso? Y que logr interesar como el que ms! (1969 [1929]: 63) .
La focalizacin de la crtica y de la memoria en este personaje que parece
ser el protagonista ms que un secundario permite suponer que haba un inters particular por Benito, ya entrevisto por Gil a la hora de la eleccin de personajes y preparacin de la puesta en escena . Evidentemente, Gil haba elegido
el papel ms llamativo de la obra y se lo haba guardado para s . Este inters
por hacer de Benito poda basarse en el deseo del pblico por ver en escena
papeles criollos y los esfuerzos de los actores espaoles por satisfacer sus demandas (Aisemberg y otros, 2002: 154) . De hecho, segn Casadevall, los
[a]ctores espaoles como [] Enrique Gil se aplicaron a acriollarse para reproducir, con debida propiedad, tipos y lenguajes propios de los suburbios de
Buenos Aires (1965: 41) . Y, como vimos, Benito se propona como el personaje
ms criollo de la pieza, aun por sobre los personajes principales, tambin nativos .
Antes de continuar, cabe preguntarse por qu no se eligi a un actor socialmente negro para representar el papel . En realidad, si bien existieron a lo
largo del siglo xix actores afrodescendientes el caso de Benito Gimnez es
el ms destacado, si stos eran socialmente negros en general quedaban
relegados al ostracismo (Zayas de Lima, 2006; Seibel, 2001) o circunscriptos a
papeles racializados estereotipados (el/la negro/a-como-personaje: esclavo/a,
sirviente, bufn, bailarn/a, etc .) . Esto hay que entenderlo como parte de un
proceso comn a todo el mundo occidental/colonial, en el que negar o desprestigiar la participacin de los actores/actrices socialmente negros/as en escena
17 . La Nacin, Teatros y Fiestas, Buenos Aires, 2 de octubre de 1897 .
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en trminos no estereotipados forma parte de las relaciones de poder que impiden la autorrepresentacin de las personas racializadas, quitndoles el potencial de subvertir o promover la produccin de fisuras en el sistema de dominacin (Hall, 2010 [1987]; Dorlin, 2009)18 . Que el actor o la actriz socialmente
negro/a pueda actuar slo de negro/a participa de este entramado que acota
y encasilla cualquier discurso a los cnones establecidos y designados para el
otro racial . Pero Benito, un personaje cuyas caractersticas parecan coincidir
con las del papel de negro, tampoco fue la excepcin . La cuestin es que este
personaje encerraba aristas que lo complejizaban .
Porque hay que recordar que, si bien Benito representaba el ser criollo (masculino) por antonomasia entendido aqu como la esencia de la autoctona popular urbana, este personaje estaba signado por la ambigedad (duplicidad de
su forma de habla, su baile, su ocupacin como empleado del Estado/partcipe
del entramado poltico clientelar, su papel de intermediario, su propuesta de
mestizaje, etc .) . Es decir, como Benito poda ser todo, incorporaba la posibilidad de abarcar toda diversidad, fuera sta entendida como social, cultural
o biolgica, volvindola homognea . Simultneamente, al ser negro, Benito
mostraba lo que no poda ser . Por un lado, no poda ser que un negro fuera
efectivamente un argentino, porque iba contra los discursos oficiales de blanquitud . Por el otro, tampoco poda ser que un negro ascendiera en la escala
social, quedando siempre atrapado en los mrgenes del mundo popular y en la
imaginacin del ascenso social . La altsima carga afectiva puesta en juego en
estas situaciones de posibilidad-imposibilidad conllevaba una gran capacidad
de reconocimiento del pblico con este personaje (que en ese momento sera
homogneamente negro) . Pero tambin jugaba un rol fundamental que Benito
fuera un personaje que, desde su misma concepcin, haba sido pensado para
ser interpretado por un actor europeo (blanco), transformando la negritud en
algo que se poda poner y sacar .
En este sentido, que un espaol hiciera admirablemente como se calific
la actuacin de Gil de criollo supone un entrenamiento particular en las formas
de habla y de movimientos que haba que representar . Segn Pellettieri (2008), las
tcnicas actorales de la teatralidad popular del momento imponan, entre otras,
la mmesis individual (prctica ante el espejo e imitacin posterior de s mismo), la
maquieta (interpretacin caricaturesca no naturalista, exagerando el discurso, el
ademn, el sigilo y el desparpajo) y la declamacin (una burla del estilo declamatorio del actor del teatro culto) . Podemos inferir que para representar a Benito, Gil
habr utilizado estas tcnicas que movilizaban al pblico y provocaban efectos de
risa y reconocimiento . Si la mmesis sera fundamental para acriollar el acento y la
maquieta para componer una corporalidad tanguera muy ligada al compadrito,
la declamacin debe de haber sido extraordinariamente til para las secciones en
que Benito haca de poltico, creando un juego de representaciones donde la burla
18 . En Geler (2010c) profundizo en otros intentos (histricos y contemporneos) de autorrepresentacin afrodescendiente en Buenos Aires .
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era tanto para los actores del teatro serio como para los polticos a quienes se
imitaba y para el propio personaje que confunda su estatus .
Es decir, Benito era un personaje pardico que permita multiplicidad de miradas, juegos y posicionamientos . Aqu, al visualizar el entramado de burlas,
equvocos e imposibilidades posibles que encerraba Benito, se hace necesario
traer a la palestra una tradicin muy importante en Buenos Aires de representacin pblica del negro como personaje estereotipado y que, sin duda, habr
influido en Gil a la hora de guardarse para s este papel: el negro de carnaval .
En otro trabajo (Geler, 2011) expuse que, si a fines del siglo xix se fue delineando con melancola la imagen de los carnavales porteos de antao, donde
los negros eran protagonistas, el carnaval moderno tambin estuvo signado
por la figura del negro . En este caso, la figura del negro se poda entender
como una encarnacin del pueblo argentino homogneo que se buscaba generar, necesitado tanto de mejora como de amalgamiento racial/cultural . El negro, en ese contexto ritual especfico, representaba la posibilidad de mejora
(blanquitud/europeidad) a quienes eran nativos que se cumpla en la capacidad
generalizada de disfrazarse de negro/ser negro (es decir, en la posibilidad de
quitarse el disfraz/ser blanco) y a quienes siendo extranjeros deban incorporar los requerimientos de su nuevo hogar (argentinidad/homogeneidad), aunque
siempre dentro de los lmites claramente establecidos del mundo popular; y
tambin, por supuesto, era una forma de burla generalizada . El disfraz de negro
en carnaval tena as un xito rotundo que sumaba, igualmente, la posibilidad a
los performers de comportarse con mayor libertad sexual segn el estereotipo
de hipersexualidad de los negros, en ese perodo ritual cclico acotado que an
se caracterizaba por la ruptura e inversin de normas, cdigos y roles sociales
(Bajtn, 2005) . Y un hecho fundamental a relevar de la utilizacin del disfraz de
negro en los carnavales finiseculares, que permite comprender ms cabalmente
el carcter complejo del mismo, era que los propios afrodescendientes de Buenos Aires quienes efectivamente podan ser tildados de negros/as segn
las construcciones de percepcin racial de la poca tambin lo usaban, reforzando as su propia blanquitud/homogeneidad nacional (Geler, 2011; 2010a) .
De esta manera, si el carnaval poda ser entendido como un rito colectivo
donde a travs de la produccin de communitas (Turner, 1999) entre los participantes se transmitan saberes y memorias (Taylor, 2004), promoviendo asimismo
la visualizacin y negociacin de conflictos, las performances teatrales y ms
especficamente este tipo de teatralidad popular muy ligada a las formas circenses, y donde el pblico tena gran peso en lo que suceda en escena ya que
interactuaba incesantemente segn le convenciera o no lo que vea (Pellarolo,
1997) pueden entenderse del mismo modo . En este contexto, creo que tanto
para Enrique Gil, como para el pblico, y posiblemente tambin para Soria, la
performance del negro en escena se relacionara con esta otra performance realizada en carnaval, muy presente en el imaginario urbano porteo .
Y si en el carnaval el personaje del negro se representaba con los performers tiznndose la cara y las partes visibles del cuerpo, y/o utilizando
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6. Palabras finales
En la Buenos Aires que cambiaba de siglo, el personaje del negro Benito representaba la figura de lo que no poda ser y, simultneamente, mostraba no slo
lo que era sino lo que poda/deba ser, exaltando, mediante la veta pardica
y paradjica del personaje racializado y estereotipado, los lineamientos a seguir acerca del mejoramiento de la poblacin por mestizaje y educacin, as
como el papel que se atribua el Estado en esta trama a futuro . En el espacio de
creacin de subjetividad del teatro, la capacidad mediadora y la caracterstica
ambigedad de Benito (al igual que la del negro de carnaval) proporcionaban las
bases para que lo negro expulsado del imaginario de la realidad nacional, pero
imprescindible, se tornara un significante que poda ser reutilizado, retomado y
rechazado constantemente para recrearse como argentinidad y como mundo
popular . Que Benito fuera negro y simultneamente el personaje criollo-popular por excelencia, deja entrever no slo la importancia que tena lo negro en
la construccin nacional popular (basada, sin duda, en la importancia de los afrodescendientes en la construccin poltica y econmica local) sino tambin cmo
se negociaba el mapa de alteridades (sociales, raciales, culturales) en la ciudad
moderna, blanca y europea, creando referencias cruzadas entre autor, pblico
y actores para reconocerse, identificarse y generar proyectos en comn, no exentos de crticas y de propuestas de movilizacin poltica . Mientras lo criollo se
asentaba como elemento revalorado, lo negro poda (y deba) ser actuado y
dejado de lado, materializando una performance continuada de blanquitud que
modificaba los cuerpos, las concepciones individuales y grupales y tambin los
imaginarios . Y aunque considero que el estudio del personaje del negro es
fundamental para entender la historia y actualidad de la conformacin nacional/
racial de la Argentina, no debemos olvidar que los afroporteos deban convivir
con estas creaciones que les afamaban, del mismo modo que los expulsaban
si su color de piel los continuaba sealando . Este tipo de personajes, entonces,
cimentaba la marginalidad de quienes eran reconocidos/as socialmente como
negros y abra camino para el ocultamiento, la desigualdad y el olvido de los
que ha hecho gala el pas hasta la actualidad .
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(DE)MOSTRANDO CULTURA:
ESTRATEGIAS POLTICAS Y CULTURALES
DE VISIBILIZACIN Y REIVINDICACIN
EN EL MOVIMIENTO AFROARGENTINO
Alejandro Frigerio
Universidad Catlica Argentina/CONICET
Eva Lamborghini
Universidad de Buenos Aires/CONICET
Resumen: Desde fines de la dcada de 1990, en Argentina viene conformndose un incipiente pero dinmico movimiento social afrodescendiente, posibilitado por la creciente vigencia de narrativas multiculturalistas de la nacin . El
trabajo examina cmo frica Vive, la agrupacin de militantes afroargentinos
pionera en la iniciacin del ciclo de reclamos de reivindicacin racial, desarrolla
junto con sus actividades polticas una estrategia de visibilizacin cultural . Discute visiones tericas del multiculturalismo que enfatizan sus limitaciones y peligros, destacando en cambio la agencia de los militantes y la implementacin de
estrategias mltiples para aprovechar esta nueva estructura de oportunidades .
Palabras clave: Afroargentinos, Multiculturalismo, Visibilizacin poltica y cultural .
Abstract: Since the end of the 1990s, a small but dynamic afrodescendant social movement has taken shape in Argentina, made possible by the growing
importance of multicultural national narratives . The paper examines how frica
Vive, the Afro-Argentine activist organization that pioneered the current cycle of
racially-based collective claims develops, together with its political activities, a
strategy of cultural visibility . Theoretical views on multiculturalism that emphasise its dangers and limitations are discussed, highlighting instead the activists
agency and their creative use of multiple strategies in order to take advantage of
this new structure of opportunities .
Key words: Afro-Argentines, Multiculturalism, Political and cultural visibility .
Desde fines de la dcada de 1990, en Argentina se viene conformando un incipiente pero dinmico movimiento social afrodescendiente, posibilitado por la
creciente vigencia, en los niveles regional y local, de narrativas multiculturalistas
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nmicos externos, utiliza al mximo los recursos simblicos (culturales, identitarios) de los que dispone para tomar provecho de esta indita estructura de
oportunidades polticas (McAdam, 1982) posibilitada por el multiculturalismo .
Luego de resear la historia de la agrupacin y sus actividades polticas,
mostraremos cmo lleva a cabo, progresivamente, un rescate, despliegue y
escenificacin de cultura afroargentina que incluye la re-visibilizacin del candombe argentino, as como la tradicionalizacin y apropiacin de gneros afroamericanos como la rumba y la salsa . Esto permite su reposicionamiento frente
a otros grupos (afroargentinos, afrouruguayos, indgenas) en el mercado de reclamos tnico-raciales .
Plantearemos la necesidad de emplear visiones dinmicas y menos esencializantes de las identidades de los grupos tnicos y de su cultura, entendiendo
las nuevas producciones culturales no como formas superficiales y artificiales,
sino ms bien como parte de un continuo proceso de tradicionalizacin y retradicionalizacin como sugieren los estudios contemporneos desde el folklore
(Bauman, 2000; Fischman, 2004; Martn, 2009) . Sugeriremos que en pases
como la Argentina, donde ha predominado una narrativa dominante de la nacin que enfatiza su homogeneidad y su blanquedad, la posibilidad de abrir la
definicin de la nacin para incluir a otros grupos tnico-raciales y sus manifestaciones culturales es ya, como seala Ferreira (2003) para Uruguay, una manera
importante de construir contra-hegemona .
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en julio de 1997 la agrupacin frica Vive . Esta ONG surgi con la intencin de
quebrar la invisibilidad del negro en Argentina, ayudar en la promocin social
de sus congneres y, de manera ms general, reivindicar el rol del negro en la
historia y la sociedad argentina .
Para lograr estos objetivos, en los primeros tiempos cont principalmente
con dos fuentes de apoyo . Una interna, compuesta mayormente por su familia
extensa, algunas afroargentinas de familias conocidas dentro de la comunidad,
y por Miriam, cuya formacin universitaria result de utilidad a la hora de realizar
proyectos o entrevistas con funcionarios . La segunda fuente de apoyo, ahora
externa, fue la red de organizaciones negras AfroAmrica XXI. Esta red, creada
por los consultores del BID que las invitaron a Washington, se propuso continuar
la integracin entre los distintos grupos de afroamericanos asistentes a dicha
reunin . Como representante argentina ante esta organizacin, Mara Lamadrid
(conocida como Pocha) fue invitada a dos reuniones internacionales ms, y recibi una pequea ayuda financiera y asesoramiento sobre asistencia social a
grupos vulnerables .
En un principio, Pocha intent ampliar su base de apoyo local reunindose
con miembros de su familia y otros integrantes de familias notables de la comunidad afroargentina, para persuadirlos de unirse a la organizacin . Realiz,
asimismo, presentaciones ante los delegados locales del BID, ante funcionarios
pblicos, empresas privadas e incluso embajadas, para obtener apoyo financiero para su organizacin, pero sin demasiado xito .
Su trabajo empez a atraer algo de atencin en Buenos Aires en 1999, luego de su participacin en un Seminario sobre Los Pueblos Originarios, AfroArgentinos y Nuevos Inmigrantes . La inclusin de los afroargentinos entre otras
minoras con mucha mayor visibilidad social (pueblos originarios, nuevos migrantes) concit el inters de algunos polticos locales y le permiti el acceso
a las oficinas de la Defensora del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, cuya
defensora adjunta se transform, durante un tiempo, en su principal aliada2 . A
travs del seminario gan tambin cierta visibilidad en los medios, especialmente en el diario Clarn, probablemente el de mayor circulacin en el pas, que le
realiz tres importantes notas en los aos subsiguientes incluida una de tapa .
Su aparicin en los medios fue particularmente relevante porque otorg algo
de visibilidad a los afroargentinos, desaparecidos de diarios y revistas desde
1971 ao en que la revista dominical del mismo diario public una nota sobre
la comunidad negra de la ciudad3 .
El ao 2000 fue especialmente fructfero para frica Vive . Con el apoyo econmico de la Defensora lograron organizar un baile en la Casa Suiza, donde
2 . En el apoyo de esta funcionaria puede verse la importancia de una nueva narrativa multicultural de la ciudad . La relevancia del nuevo contexto ciudadano para la valoracin de los movimientos
identitarios fue mencionada explcitamente por la defensora adjunta en un informe de actividades
realizadas durante el ao 2001 .
3 . Buenos Aires de bano, Clarn revista, Buenos Aires, 5 de diciembre de 1971 .
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se realizaban las famosas reuniones del Shimmy Club que congregaron a los
afroargentinos hasta la dcada del setenta (Frigerio, 1993) . Aunque con foco en
los parientes de la familia extensa de la presidenta de frica Vive, el baile reuni
a otros miembros de las familias conocidas de la comunidad negra .
En abril y agosto, miembros de la agrupacin realizaron, con el asesoramiento logstico de la Defensora, un censo de los negros residentes en Buenos
Aires . Si bien el nmero de individuos entrevistados por el mtodo de snowball
sampling no result muy grande, el censo consigui detallar algunas caractersticas de la poblacin negra de la ciudad . Por ser realizado con la ayuda de una
institucin pblica, brind un primer reconocimiento oficial a la existencia de
negros no slo migrantes, sino sobre todo argentinos en la ciudad, asestando
as un golpe a su invisibilizacin .
Ese mismo ao, los integrantes de frica Vive principalmente su fundadora,
Pocha entraron en conflicto con otros activistas negros debido a una gestin
ante la defensora adjunta del pueblo por la obtencin de una Casa del Negro .
Mientras que frica Vive quera que la casa fuera slo para afroargentinos,
la coalicin a la que se enfrent propona que fuera para todos los negros de la
ciudad . La imposibilidad de lograr un consenso hizo que la gestin de la casa
fracasara (Lpez, 2005) .
Durante 2001 la agrupacin realiz otro baile para nuclear a la comunidad
negra, con gran xito de concurrencia . Lograron incorporar a sus actividades a
algunos jvenes afroargentinos a partir de la realizacin de un encuentro juvenil .
Dos de ellos viajaron a la Conferencia Mundial contra el Racismo en Durban,
donde presentaron el informe del censo realizado con ayuda de la Defensora .
Las actividades emprendidas por frica Vive post-Durban quiz por el declive de los apoyos financieros externos comenzaron a desarrollarse junto a
las de otras agrupaciones afrodescendientes y ms tarde tambin africanas4 .
Esta mayor apertura hacia el accionar de otros activistas negros, principalmente
trabajadores culturales afroamericanos, ocurri paralelamente al deslizamiento
hacia formas de autoidentificacin ms inclusivas que la de afroargentinos
con la que empez Pocha (no significando por ello su abandono)5 .
As es que en el lapso 2003-2004, frica Vive particip de una serie de encuentros que tuvieron los militantes negros con representantes del Banco Mundial (BM) y del Instituto Nacional de Estadsticas y Censos (INDEC), con motivo
de la posible inclusin de una pregunta sobre afrodescendencia en el censo
de 2010 . En 2005 acompa la implementacin de una prueba piloto para testear la posible inclusin de dicha pregunta, donde el BM ofreci financiamiento
4 . En 2002 frica Vive obtuvo algunos crditos para microemprendimientos provenientes de
una ONG, pero al ao siguiente no logr obtener apoyo financiero para los diversos seminarios que
tena previstos .
5 . En trabajos previos en que analizamos el desarrollo de un movimiento social afrodescendiente
en Argentina, examinamos el predominio de determinadas categoras de identificacin utilizadas por
los militantes negros en tres etapas distintas (Frigerio y Lamborghini, 2009a; Lamborghini y Frigerio,
2010) .
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de frica Vive continuaron siendo parte del grupo, en su doble rol de activistas
polticos y proveedores de cultura afroargentina .
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Luego de esta irrupcin pblica por primera vez en muchos aos, el candombe argentino comenz a reaparecer de manera espordica primero, pero ms
regular despus en las actividades de frica Vive, aunque ahora como una performance artstica en distintos escenarios11 . Para ello fue necesario que el grupo
de msica afrocubana La Familia Rumba Nuestra, compuesto por familiares de
Pocha, lo incluyera dentro de su repertorio .
2.2. La escenificacin del candombe argentino
Una de las primeras apariciones pblicas de La Familia Rumba Nuestra en un
evento cultural en la capital fue en agosto de 2003, durante la presentacin de
un libro sobre los negros argentinos en el prestigioso Centro Cultural San Martn .
El grupo, que en ese momento estaba dirigido por el hermano de Pocha, con
algunos de sus sobrinos como percusionistas, interpret al comienzo y al final
de su espectculo algunos candombes argentinos . Otros tres sobrinos de Pocha (dos mujeres y un varn) bailaron ilustrando los movimientos del candombe .
Pocha vivi como un triunfo personal el hecho de que el grupo, en un principio ms volcado a la msica afrocubana, incluyera candombe argentino en su
repertorio y que sus sobrinas/os lo bailaran . As se lo explic a los presentes en
aquella oportunidad:
Yo les voy a contar cmo se arm La Familia Rumba Nuestra . Hace 6 aos que estoy en la
fundacin (frica Vive) y hace 5 que estoy atrs de que mi hermano armara este conjunto . Este
conjunto esta formado por sus hijos y los sobrinos . Tocan de todo, se tocan todo . Un cubano
se puso a hablar con uno de ellos porque no poda creer que se tocaran todo . Pero no saban
tocar el candombe . Entonces tenemos dos mellizas de ochenta aos que cantan los candombes
que han pasado de boca en boca en la familia, que van a venir ahora con otra ta y le van a dar
todos los candombes, y las letras, a los chicos . Todo esto es para que los chicos, los jvenes, se
integren donde nosotros estamos . Yo me cri en una familia donde siempre hubo un tambor, yo
creo que todo negro argentino tiene en su casa un tambor y lo toca . En sus fiestas, en sus bailes,
lo tocan . [] As hice todo, preguntndole a los mayores, que son los que saben, los que me
empujaron a esto . . . [] Esto es una fuerza en comn con toda mi familia, con La Familia Rumba
Nuestra, que se est integrando con nosotros . Queremos que canten todos los candombes
como ellos fueron escritos . Muchas gracias (19/08/2003) .
11 . Los bailes de frica Vive tuvieron el propsito de visibilizar a las familias negras argentinas,
ayudar a su comunalizacin (Brow, 1990) e, idealmente, sumar miembros a las actividades reivindicativas de la agrupacin . Fueron eventos importantes que mostraron a los afroargentinos que se
haba iniciado un ciclo de reclamaciones sociales, pero no tuvieron el efecto unificador deseado de
hecho, algunos de los presentes luego crearon sus propias agrupaciones .
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12 . Fischman (2004: 140) sugiere la necesidad de distinguir entre ambos conceptos aunque uno
sera una instancia ms especfica del otro para diferenciar los casos en que hay una determinacin
consciente y reflexiva, con intenciones polticas, por parte de quienes reconstruyen una tradicin .
13 . Es por estas articulaciones de sentido que preferimos utilizar el trmino performance
al de espectculo . Claramente, las actuaciones de este conjunto se producen en un contexto
de espectculo y de hecho sus integrantes reciben generalmente una retribucin econmica por
ellas, pero este marco no debe opacar las iniciativas y acciones individuales y grupales, y los actos
de transferencia de saber social, memoria y sentido de identidad a travs de acciones reiteradas de
los que da cuenta el concepto de performance (Taylor, 2005) . A la vez, como seala Fischman, la
performance es un locus privilegiado de tradicionalizacin y retradicionalizacin (2004: 136) .
14 . Las citas que utilizaremos en este apartado provienen de tres presentaciones de La Familia
Rumba Nuestra durante 2009 . El contexto ser identificado por las fechas . La primera, y con la que
iniciamos, fue el 5 de marzo, en la apertura de las Jornadas Del Amazonas al Ro de la Plata organizadas por y en la sede de la Fundacin Centro de Estudios Brasileros (FUNCEB) . La segunda, el
29 de marzo, en elPrimer Encuentro Artstico Candombe Afro-argentino, organizado por el INADI
a travs del Foro de Afrodescendientes, en una sede de La Chilinga, un conocido grupo porteo
de enseanza y percusin . La tercera fue el 30 de mayo, en el Festival Argentina Negra, realizado
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en el cntrico Hotel Bauen . En este festival se present el proyecto Apoyo a la poblacin afroargentina y sus organizaciones de base, bajo la direccin de Miriam Gomes, con la participacin de
varias agrupaciones afrodescendientes y africanas y el apoyo de la AECID .
15 . Una adecuada historiografa del Shimmy Club como de agrupaciones similares todava
precisa ser realizada . Los datos actuales indican que subsisti entre aproximadamente 1922 o 1924
y, quiz, 1972 . Sus bailes no siempre fueron en la Casa Suiza, pero s los ms recordados .
16 . Este otro grupo de candombe pertenece a la Asociacin Misibamba, cuyos miembros se
autodenominan afroargentinos del tronco colonial .
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17 . Mariano Mores es un famoso msico de tango que dirigi una agrupacin propia por muchos aos .
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Nosotros tratamos de seguir, con todo eso que hemos aprendido: el candombe argentino .
Nosotros somos parte de los afroargentinos no reconocidos . Que aqu estamos, vamos a bailar
para ustedes, no solamente candombe, sino rumba y culminaremos con una salsa, para que
vean la evolucin de nosotros, los afroargentinos, que no nos quedamos con el lamento del
tiempo cuando nuestros ancestros gritaban guaril, guaril, que era como gritar libertad,
libertad (evento de 29/03/2009) .
Este relato muestra claramente cmo tres gneros de distinta raigambre nacional son colocados en una serie evolutiva que los hace equivalentes (casi
como parte de lo mismo: la-msica-que nosotros-los-afroargentinos-bailamos)
e igualmente dignos de exhibicin como parte de un espectculo cultural reivindicativo . Esto resulta en buena medida posible porque la tradicionalizacin
no apela tanto a las prcticas de un pasado distante (las naciones africanas,
generalmente consideradas locus del candombe tradicional), como principalmente a uno reciente pero micamente significativo: los bailes de la Casa Suiza,
(ltimo) lugar donde las distintas familias afroargentinas pudieron reunirse regularmente y reconocerse como miembros de una comunidad negra:
Nosotros les vamos a mostrar un poco, no igual, porque, aunque ellos han vivido lo que es el
candombe en la casa, no vivieron eso que vivimos nosotros en la Casa Suiza, donde realmente
ah se saba bailar porque la gente estaba ah [la interrumpen los aplausos del pblico], esos
negros hermosos, que eran nuestra familia . Era tan lindo juntarse y ver a todas esas familias
negras, todos felices, que en medio de tambores y cantos pasaban ocho noches de carnaval en
una plenitud de gozo total (evento de 30/05/2009) .
La tradicionalizacin del primer gnero que el grupo suele abordar luego del
candombe argentino la rumba apela al mismo pasado reciente y lugar de origen . De hecho, la rumba abierta era uno de los gneros preferidos de danza de
los jvenes afroargentinos que asistan a la Casa Suiza, y el ms convocante
de la noche, segn los testimonios de varios testigos presenciales . Claramente
derivada de la rumba cubana, la rumba abierta es, sin embargo, una apropiacin performtica que los/as afroargentinos/as realizaron del gnero probablemente durante la dcada de 1960 .
Y nosotros estamos muy orgullosos de ser negros, porque, durante muchos aos, con Pocha
explotamos el color, el tema de la negrura, porque en aquella poca de los aos setentas no
haba rumberas ac que vinieran a bailar . Y nosotras sabamos bailar porque, no porque fuimos
a aprender a algn lugar . Nos haban enseado en la Casa Suiza (evento de 30/05/2009) .
Esta apropiacin es tradicionalizada apelando no slo al Shimmy, sino tambin a que es una enseanza, junto con la del candombe, de sus ancestros .
Como explica Pelusa:
Y entonces esta familia que componemos, nuestros ancestros nos ensearon a bailar el
candombe y nosotros lo aprendimos . No solamente a bailar candombe, nos ensearon una
mezcla de rumba cubana, con la rumba argentina . Cul es la diferencia en la rumba cubana y
la rumba argentina? En la rumba cubana es el hombre quien seduce bailando, en cambio en la
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rumba mezclada, argentina con cubana, es la mujer la que seduce bailando, la que mueve las
caderas al comps del tambor . Y nuestros ancestros nos dejaron todo esto que ahora les vamos
a mostrar muy brevemente, pero con el corazn (evento del 5/03/2009)18 .
La autoridad invocada para mostrar la autenticidad de la danza por si hiciera falta luego de su impactante despliegue de virtuosismo proviene de su
doble carcter de rumbera y de argentina dos condiciones que podran parecer
contradictorias para, por ejemplo, un bailarn cubano, pero que en funcin de la
forma de la argumentacin discursiva local resulta totalmente coherente .
2.5. La apropiacin de la salsa
Con sucesivas recomposiciones internas, desde 2008 el grupo pas progresivamente a presentarse no tanto como La Familia Rumba Nuestra sino como La
Familia . Si Rumba y Nuestra en el nombre del grupo resultan palabras muy
descriptivas y apropiadas para entender su repertorio, Familia resulta vital
para comprender su manera especfica de tradicionalizarlo . Dijimos antes que
la continuidad intergeneracional es un elemento importante en esta iniciativa de
tradicionalizacin . Son inevitables las referencias a las generaciones afroargentinas en las presentaciones performticas . Dijo Pelusa en una presentacin:
Y lamentablemente por la lluvia, no pude traer a mi madre y a mi ta, que son mellizas, porque
quera que vieran que esta cuarta generacin exista y que tambin existieron sus padres, y
que siempre hubo negros argentinos . Nosotros somos negros argentinos . Ellos son la sexta
generacin [seala a sus sobrinos, los msicos de La Familia] y este chiquito que est ac es la
sptima generacin de afros argentinos, es el hijo de mi sobrino [seala a un nio a un costado
del escenario] . Yo les cuento esto para la gente que no sabe, que nosotros s estamos, que estuvimos siempre, que a nuestros ancestros los trajeron [aplausos], que los trajeron como esclavos
aqu (30/05/2009)19 .
18 . El nfasis es nuestro .
19 . El nfasis es nuestro .
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Este nfasis en la continuidad intergeneracional y en las relaciones de parentesco entre todos los miembros del grupo (La Familia), permite la incorporacin
de la salsa al repertorio, lo que parece, a priori, ms desafiante ante la demanda (explcita o implcita) de expresiones autnticas y originarias en eventos
reivindicativos multiculturales . Las justificaciones y legitimaciones en este caso
no pasan por una continuidad cultural respecto del pasado, como con la rumba afroportea, sino por ser parte de las preferencias musicales de las nuevas
generaciones que se han integrado al conjunto (sexta y sptima generacin de
afroargentinos): [] y lo que les vamos a mostrar es que no nos quedamos
con la rumba Sino que en todo esto se incorpor la salsa . Y la gente que va
a actuar ahora bailando salsa es parte de mi familia, son mis hijos, son mis sobrinos, son mis hermanos, y todos nosotros somos hermanos, eh?! (evento
de 29/03/2009) .
Es el vnculo sanguneo entre todos los miembros del grupo y la descendencia de los afro-argentinos, que a su vez descienden de los esclavizados, lo que
legitima las formas musicales que quieran presentar . El repertorio responde as
a la construccin de un continuum temporal de diferentes gneros afroargentinos y, ms cerca en el tiempo, tambin afro(latino)americanos candombe argentino, rumba afroportea y salsa afroportea? , practicados por sucesivas
generaciones africanos esclavizados, afroargentinos mayores y adultos y
afroargentinos jvenes . Estos gneros se tradicionalizan y pueden ser (re)
presentados porque son los que tocan y disfrutan las diferentes generaciones
de afroargentinos (no nos quedamos slo con el candombe, no nos quedamos tampoco slo con la rumba) . La visin algo evolutiva que notamos antes
permite conectar sin problemas el pasado (candombe, luego rumba) con el presente (salsa), desde que hay continuidad sangunea entre los performers y se
provee una visin dinmica de la tradicin a diferencia de lo que sucede con
otro grupo que presenta msica afroargentina, que bucea preferentemente en
un pasado ms lejano en busca de su repertorio . Hay, tambin, un aprovechamiento al mximo de los capitales culturales precisamente- familiares: antes
de la conformacin del grupo, Pelusa era una avezada cantante y bailarina de
rumba; su hija mayor, una formidable bailarina de salsa .
La afroargentinidad como descendencia (menos que como color o pureza
cultural) es un rasgo extendido entre las familias negras locales (se sabe si alguien es negro menos por su color que por su pertenencia a alguna de estas
familias tradicionales) . Una de las frases favoritas de Pocha en las entrevistas
que le realizan es muy clara al respecto: Ac no hay que buscar la piel, hay
que buscar la descendencia . La misma lgica se aplica a la tradicionalizacin
del repertorio y de la idoneidad y representatividad de los performers . La racializacin de la identidad pasa menos por el color que por la descendencia . Para
tocar en La Familia hay que ser eso, familia, sin importar tanto si el color es el
adecuado para un emprendimiento reivindicativo de este tipo .
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3. Conclusiones
Por lo que se puede apreciar actualmente en Argentina, para varios de los militantes afrodescendientes una estrategia poltica de reivindicacin no se contrapone a una cultural . Como muestra el caso presentado, una misma agrupacin
puede perseguir ambas, con diferentes nfasis de acuerdo con las oportunidades que va encontrando y los capitales culturales y sociales que puede movilizar
en cada momento para aprovecharlas . En un contexto como el argentino, donde
la narrativa dominante de la nacin ha invisibilizado a las poblaciones afro, su
patrimonio y sus contribuciones culturales, los militantes creen necesario que
cualquier demanda de ciudadana debe contemplar tanto la visibilizacin de su
presencia y cultura, como reclamos polticos por sus derechos .
En contraposicin con lo que sostienen algunos crticos del multiculturalismo
(Segato, 2002), el anlisis de casos especficos muestra una variedad y dinmica notables de las nuevas identidades polticas, aun en un movimiento social
incipiente como es el afroargentino . Preferimos por ello hablar de identificaciones polticas para mostrar su carcter situado, contingente y estratgico . La
creatividad en la produccin y uso de las identificaciones permite a los militantes afroargentinos establecer alianzas con distintos grupos (en este caso, trabajadores culturales y migrantes afroamericanos y africanos), lo que se convierte
en uno de los recursos culturales y simblicos ms efectivos que poseen y movilizan . Una visin ms fluida de las identificaciones permite ver cmo existen
varias simultneamente (negro, afroargentino, afrodescendiente, miembro de la dispora) que no son excluyentes, sino que se superponen, activan o
utilizan en distintos contextos .
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El reto tanto para los abordajes tericos como para la construccin de polticas sigue centrndose en abarcar tanto la injusticia cultural como la econmica .
Como sugiere Hasenbalg (1995: 368), se trata de buscar formas a partir de las
cuales legitimar la diversidad cultural y al mismo tiempo asegurar la integracin
igualitaria de los grupos tnicos y raciales .
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1. Introduccin
Las presencias de afrodescendientes, inmigrantes africanos y pueblos indgenas en el marco de lo que denominamos nuevas formas de la visibilidad son
analizadas a partir de los avances de dos investigaciones de larga data sobre
poblacin indgena y afro en Argentina . La investigacin sobre la cuestin afro
comenz con el anlisis de la inmigracin caboverdeana iniciada a fines del
siglo xix y principios del xx y se proyecta hoy al anlisis de las migraciones que,
desde la ltima dcada del siglo xx y la primera del xxi, llegan desde Senegal, Nigeria, Camern y Ghana, entre otros pases del frica subsahariana, articulando
estos colectivos con el estudio de las organizaciones de afrodescendientes de
la Argentina . La investigacin sobre pueblos indgenas comenz con el estudio
de poblacin qom (toba) migrante a las grandes ciudades y se proyecta hoy al
anlisis de la cuestin indgena en general, haciendo nfasis en la necesidad de
recuperar la historicidad de las luchas indgenas tanto en el contexto de las distintas coyunturas histricas como en su relacin con las demandas de los conjuntos que, como los afro, conforman otras diversidades . El inters de poner en
dilogo ambas investigaciones ha tenido y tiene como objetivo la comprensin
de la diversidad que estuvo oculta, ignorada y negada en el imaginario de
la nacin argentina, y que en particular en la ltima dcada se ha hecho visible
al punto de tornarse una cuestin de estado . La Argentina ya no puede pensarse
a s misma como blanca y casi europea, y el estado nacional ha debido responder a los conjuntos que acusan diversidad, con una legislacin especfica en el
caso de la poblacin indgena y con algunas acciones concretas en el caso de
la poblacin afro .
Al mismo tiempo las nuevas formas organizativas se analizan como respuesta a las polticas pblicas actuales, que se interpretan ms como un producto de la necesidad de satisfacer en forma inmediata las demandas de la
actual coyuntura, que en definir modos de tratamiento que tengan en cuenta
las trayectorias histricas de estas poblaciones, las complejas dinmicas migratorias y las transformaciones que dichas poblaciones han operado . En este
marco nos detendremos en el anlisis comparativo de la constitucin de nucleamientos/organizaciones/asociaciones y en los modos en que a travs de
ellos se construyen y legitiman liderazgos . En este sentido, aspectos tales como
la etnicidad, la identidad, los procesos migratorios, las relaciones parentales y
familiares, las redes transnacionales y la construccin de liderazgos son insumos conceptuales necesarios e imprescindibles no slo para la produccin de
conocimiento sino a tener en cuenta en el diseo y aplicacin de polticas pblicas que puedan encontrar modos de resolver las tensiones que el campo de
la diversidad contiene y expresa . De este modo estamos contribuyendo desde
el trabajo acadmico a develar las tensiones propias de un momento particular
marcado por notorios procesos de visibilizacin que dan cuenta de las presencias activas del colectivo afro y del colectivo pueblos indgenas .
122
El tratamiento de la articulacin entre ambos supone al mismo tiempo la profundizacin y enriquecimiento respecto del conocimiento y la comprensin de
cada campo en particular, en una dialctica que sin solucin de continuidad
nos conmina a pensar tanto en la caracterizacin de cada campo como en una
reflexin terica ms general y abstracta sobre la diversidad y sus formas de
visibilidad en el marco de las sociedades complejas, sobre la interculturalidad
(Barabas, 2006; Tamagno, 2006) y sobre la colonialidad (Escobar, 2003) definida
como la vigencia, en la actualidad, de un pensamiento colonial que subyace a
la discriminacin, al prejuicio y al racismo tantas veces denunciado pero tantas
veces expresado en prcticas y representaciones .
123
La poblacin qom de Rosario1 consigui que la provincia de Santa Fe reconociera la Modalidad de Enseanza Intercultural Bilinge (Arias, 2010) y formalizara de algn modo la designacin de maestros qom en el sistema educativo .
Las demandas territoriales y habitacionales fueron respondidas parcialmente
con un Plan de Relocalizacin (Arias, 2005) y en la actualidad se est desarrollando un plan de autoconstruccin de viviendas en el conocido como Barrio
Toba, en la interseccin de las calles Juan Jos Paso y Travesa de dicha ciudad,
promovido y organizado por la Fundacin Madres Plaza de Mayo .
Con trayectorias dismiles, pero guiada por los mismos objetivos de dar a conocer la presencia en la ciudad, la poblacin qom de la periferia de la ciudad
de Buenos Aires comenz hacindose visible al transformarse en desafo para
los agentes de la Secretara de Desarrollo Comunitario del Municipio de Quilmes
en el Gran Buenos Aires (Tamagno, 1986) . Un conjunto de aproximadamente 20
familias se concentraban en ese momento en un sector de Villa IAPI, una de las
denominadas villas miserias que en el Censo Nacional de Villas de 1967 acusa
un 80% de poblacin proveniente de la provincia del Chaco . Estas familias no slo
se reconocan como indgenas qom, sino que mostraban rasgos llamativos si se
los comparaba con el resto de la poblacin migrante que conformaba la villa, muchos de ellos descendientes, seguramente, de poblacin indgena que dejara de
reconocerse como tal en el contexto de los procesos migratorios y de mestizaje .
Este conjunto de familias hablaba la lengua qom, que apareca con toda su significacin en la comunicacin entre ellos e incluso ante la presencia de no-tobas
cuando deban resolver alguna cuestin que los comprometa emocionalmente, o
cuando deseaban evitar que stos comprendieran lo que deseaban resolver slo
entre ellos; algo que fue estudiado luego con detenimiento en Ibez Caselli y
Tamagno (1999) e Ibez Caselli (2008, 2009) . Se caracterizaban, adems, por un
accionar colectivo/comunitario que les permita demandar a las autoridades segn sus propios trminos la posibilidad de conseguir un pedazo de tierra para
poder vivir todos juntos y no perder la lengua y la cultura2 y que se expresaba
adems en una relacin fluida con la poblacin qom de las localidades de origen
en la provincia del Chaco . Al mismo tiempo, un templo de la Iglesia Evanglica
Unida a cargo de un pastor qom que desarrollaba las ceremonias de cultos
en lengua qom cuando determinadas circunstancias as lo exigan marcaba no
slo el vnculo establecido con los pastores protestantes en la regin del Chaco
(Miller, 1979) sino que apareca como un espacio significativo en la reproduccin
de la dinmica sociocultural del pueblo qom (toba) (Tamagno, 2001, 2007, 2009a) .
1 . Los datos de la encuesta complementaria acusan una poblacin toba de algo ms de 47 .000
habitantes en las provincias de Chaco, Formosa y Santa Fe, de la cual ms del 50% viven en las ciudades . Si bien no hay datos referidos especficamente a la ciudad de Rosario, datos dados por los
referentes y constatados en las investigaciones de campo acusan una poblacin de ms de 10 .000
habitantes en la periferia del Gran Rosario .
2 . Reivindicacin que se vio acompaada por reclamos referidos al derecho a una educacin
intercultural bilinge . Vase Garca y Solari Paz, 2009, y Cremonesi y Cappannini, 2009 .
124
El nfasis puesto por nuestra lnea de investigacin en la necesidad de tener en cuenta la poblacin qom migrante que no haba reconocido el Censo
de Poblacin Indgena de 1968, se confirm cuando los referentes indgenas
participaron activamente para que el Censo Nacional de Poblacin de 2001 implementara una pregunta para detectar autoadscripciones y se realizara luego
especficamente la Encuesta Complementaria, que tuvo lugar en 2004-2005 . La
diagramacin e implementacin del censo, que implic la convocatoria a referentes indgenas para participar como capacitadores y como encuestadores, no
estuvo exenta de tensiones que implicaron desde desconfianza acerca de qu
se hara con los resultados del mismo, hasta discusiones respecto de qu indagar y cmo preguntar . En Maidana y otros (2010) expusimos sobre los alcances y limitaciones del mismo, evaluando no slo los meros datos censales que
se obtuvieron sino la movilizacin de subjetividades, entendiendo que el censo
opera en un campo social cargado de intereses y representaciones (Pacheco de
Oliveira, 1999) .
As como el Censo moviliz fuertemente el campo indgena, otro momento significativo de movilizacin y visibilizacin tuvo lugar en el contexto de los
festejos del Bicentenario . El da 12 de mayo comenz la movilizacin de tres
columnas desde diferentes puntos del pas, y el 20 de mayo distintos conjuntos
de referentes indgenas llegaron al centro de la ciudad de Buenos Aires y fueron
recibidos por la presidenta Cristina Kirchner . Dos columnas expresaron algunas
diferencias respecto a la relacin con el gobierno; una de ellas, la ms concurrida, tena a la cabeza una dirigente de un movimiento social, y la otra referentes
indgenas que se fundaban en liderazgos histricos . Ambas marchas no slo
fueron un estallido de colores y sonidos provenientes de diferentes puntos del
interior del pas, sino la confirmacin rotunda de la existencia de los pueblos
indgenas expresando la necesidad de que sus derechos sean reconocidos . La
cuestin indgena estuvo al mismo tiempo representada en uno de los cuadros
del espectculo desarrollado por el Grupo Fuerza Bruta, que coron la conmemoracin . Si consideramos los festejos del Bicentenario como un ritual, y si
aceptamos (Turner, 1974) que los rituales condensan y expresan los valores de
una sociedad, el hecho de que la cuestin indgena haya estado tan presente en
los mismos marca un punto de inflexin importante en la superacin de la idea
de pas blanco y venido de los barcos .
Todas estas situaciones o acontecimientos han sido momentos de significativa visibilizacin . En la actualidad son 30 los nucleamientos3 de poblacin qom
existentes en el Gran Buenos Aires, destacndose por los logros alcanzados
3 . Usamos el trmino nucleamiento para dar cuenta de la dinmica migratoria y de la capacidad de nuclearse en geografas distantes a las de las localidades de origen y en la medida en que
las condiciones materiales lo hacen posible . El trmino pretende a su vez limitar todo uso culturalista
del concepto de comunidad (Tamagno, 2001) . Cabe agregar que esta capacidad de conformar
conjuntos estables a lo largo del tiempo, ms all de las tensiones internas y las presiones individualistas del entorno, no la hemos observado en migrantes urbanos de otros pueblos indgenas de
nuestro pas y no hemos visto referencias en ese sentido en la bibliografa antropolgica .
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3. Presencias afro
A pesar de que el imaginario colectivo afirmaba que en Argentina no haba negros, los caboverdeanos se hacan visibles entre los conjuntos de inmigrantes
que caracterizaron a la poblacin de Ensenada, Dock Sud y la Boca (Avellaneda) en la provincia de Buenos Aires . Tempranamente se crean las asociaciones
en dos de las localidades ribereas, en 1927 en Ensenada y en 1932 en Dock
Sud, nucleando a un grupo de familias procedentes del archipilago de Cabo
Verde . El seguimiento, documentacin y anlisis de las particularidades de este
conjunto de inmigrantes dio como resultado un estudio detallado de la migracin, la constitucin de asociaciones, los lazos de parentesco que vinculan a las
familias entre s y las redes de relaciones que establecen con la sociedad de la
que forman parte y con las localidades de origen en Cabo Verde (Maffia, 1986,
2004, 2010a y 2010b) .
Las asociaciones fueron el escenario donde se desplegaron las luchas por la
hegemona entre los distintos grupos y donde se ponen en juego las identidades tnicas que implican a su vez distintos posicionamientos polticos (Maffia y
Ceirano, 2007) .
La gran mayora de los viejos caboverdeanos construyeron una imagen de
s mismos alejada de los otros africanos como portugueses siguiendo el
modelo construido por varias generaciones en Cabo Verde . En realidad, podramos hablar de una replicacin del modelo, la invisibilidad de frica en Cabo Verde es la invisibilidad de Cabo Verde en la Argentina . En el archipilago se niega
un origen africano y se mira todo el tiempo para Portugal; en Argentina se olvida
frica, Cabo Verde y se mantiene por lo menos en la primera etapa Portugal
(Maffia, 2010a) . Esta estrategia de blanqueamiento-invisibilizacin en un pas
como la Argentina, que oculta y niega la diversidad crece o supervive en contextos donde la invisibilidad se procesa por la produccin de una cierta mirada,
donde no es que el negro no sea visto, sino que l es visto como no existente,
mecanismo que se revela como una de las principales formas en que se manifiesta el racismo (Ilka Boaventura, 1996: 41) .
4 . Cabe agregar que estos hechos no han sido esclarecidos y que otra muerte enluta y ensombrece el escenario de los pueblos indgenas del Chaco argentino . Mrtires Lpez, dirigente qom y
campesino, con quien compartimos algunos espacios acadmicos y nuestro trabajo de campo, sufri un accidente sumamente confuso por el cual tambin se est exigiendo investigacin y justicia .
Vase http://argentina .indymedia .org/news/2011/06/784422 .php .
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Es particularmente en la dcada de los noventa cuando miembros de la segunda y tercera generacin de caboverdeanos despliegan nuevas estrategias
que tienen como fines primarios: la visibilizacin, la diferenciacin, la valorizacin y la filiacin a una historia que implica, al mismo tiempo, el reconocimiento
de su temporalidad . La mayor parte de los activistas son mujeres, algunas de
las cuales adquirieron su capital militante (Matonti y Poupeau, 2004) de las
competencias escolares que permitieron o incentivaron su adquisicin .
En la Argentina, como parte del proceso de democratizacin iniciado en el
ao 1983 luego de la dictadura militar (1976-1983), se observan transformaciones sociopolticas que generan posibilidades para un mayor activismo, por
ejemplo la aparicin de organizaciones como el Comit Argentino y Latinoamericano Contra el Apartheid (1986), fundado por Enrique Nadal intelectual y activista afroargentino fallecido en 2008, y el Comit Democrtico Haitiano (1987),
espacios donde comienzan a militar polticamente algunos afrodescendientes .
Nadal y su lucha contra el racismo ser el nexo que vincule a Miriam Gomes
(segunda generacin de caboverdeanos) y Luca Molina (afroargentina), fundadora de la Casa de la Cultura Indoafroamericana de Santa Fe en 1988 . Esta
Casa tiene entre sus principales objetivos el rescate, la defensa, el desarrollo, la
difusin y la valorizacin de las prcticas culturales provenientes de los pueblos
originarios y de los africanos trasplantados a Amrica por la esclavitud, y la lucha contra el racismo y todo tipo de discriminacin .
A mediados de la dcada de los noventa, Miriam es contactada por dos
consultores de un organismo multilateral regional, el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), quienes le solicitaron colaboracin para visitar las diferentes
comunidades y organizaciones negras de Argentina en el marco del Programa
de Alivio a la Pobreza en Comunidades Minoritarias de Amrica Latina . Miriam
le presenta a los consultores del BID a Mara Magdalena Pocha Lamadrid . A
raz del contacto establecido con la gente del BID, Miriam y Pocha viajan a Washington en 1996 a participar del Foro sobre la Pobreza y las Minoras en Amrica
Latina y el Caribe, donde se firma la Declaracin que sustent la formacin de la
Red Afroamrica XXI . A partir de la obtencin de los recursos sociales y culturales que le ofrece la vinculacin con esta Red, fundamentalmente la capacitacin
en la elaboracin y gestin de proyectos, Pocha crea la Fundacin frica Vive en
abril de 1997, la cual recibi apoyo financiero de la Fundacin Kellogs durante
tres aos . frica Vive es la primera organizacin que rene a afroargentinos en
la provincia Buenos Aires en el siglo xx, fuera de las tradicionales asociaciones
de inmigrantes como son las caboverdeanas .
La principal base constitutiva de frica Vive es parental, lo que podramos
denominar una amplia familia extensa en trminos antropolgicos, en cuyo seno
se establecen conexiones vinculadas a prcticas culturales que incluyen la comida, la msica, la danza, transmitindose esquemas cognitivos y disposiciones
que constituyen la dinmica de una identidad colectiva recreada por mucho
tiempo slo al interior de la familia .
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Tambin espacios como las reuniones del Shimmy Club en la Casa Suiza
(Frigerio, 1993), seala Otero Correa, fueron hasta mediados de la dcada de
1970 el lugar de encuentro y de unin, de reconocimiento del negro por el negro, la gran familia . Este mbito semisecreto y exclusivo es recordado como
un espacio ritualizado donde se reconocan entre s y se valoraban los negros
descendientes de africanos [] donde se permitan sentir y actuar la continuidad y comunidad grupal, como una colectividad diferenciada (Otero Correa,
2000: 34-35) .
El trabajo de frica Vive, segn Lamborghini y Frigerio, empieza a atraer
algo de atencin en Buenos Aires en 1999, luego de su participacin en un Seminario sobre Los Pueblos Originarios, Afro-Argentinos y Nuevos Inmigrantes .
La inclusin de los afroargentinos entre otras minoras con mucha mayor visibilidad social (pueblos originarios, nuevos migrantes) concita el inters de
algunos polticos locales y le permite el acceso a las oficinas de la Defensora
del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, cuya Defensora Adjunta se transforma, durante un tiempo, en su principal aliada (2010: 7) . Con su asesoramiento,
miembros de frica Vive realizan un censo de los negros residentes en Buenos
Aires . Si bien el nmero revelado es aproximadamente doscientos, consigue
detallar algunas caractersticas de la poblacin negra de la ciudad y, sobre todo,
se constituye en un importante elemento de reivindicacin simblica . Por ser
realizado con la ayuda de una institucin pblica, brinda un primer reconocimiento oficial a la existencia de negros no slo migrantes, sino sobre todo
argentinos en la ciudad, asestando as un golpe a su invisibilizacin (Lamborghini y Frigerio, 2010: 8) .
Para la dcada de los noventa comienza a notarse principalmente en la Ciudad Autnoma de Buenos Aires y el Conurbano Bonaerense, otra presencia
africana, inmigrantes provenientes del frica subsahariana, particularmente
desde Senegal, Guinea, Mauritania, Liberia, Sierra Leona, Nigeria, Mal, Costa
de Marfil, Ghana, entre otros (Zubrzycki y otros, 2010a y b) . Algunos de ellos se
organizan a travs de la conformacin de asociaciones como por ejemplo la de
los nigerianos en 1996, los africanos del Cono Sur en 2002, los senegaleses en
2007, respondiendo en parte a necesidades similares a aqullas que motorizaron la creacin de otras asociaciones de inmigrantes como la de los primeros
caboverdeanos (Maffia y Agnelli, 2008; Zubrzycki, 2010; Agnelli, 2010; Maffia,
2010b) . Podramos hablar de procesos de territorializacin, ms que material,
simblica, de recreacin de microespacios de interaccin social, que incluiran
no solamente a las asociaciones sino tambin a los bares y restaurantes tnicos (africanos) que se establecieron en estos ltimos aos sobre todo en la
ciudad Autnoma de Buenos Aires .
Volviendo a los caminos demarcados por las lderes locales (Miriam, Luca y
Pocha), nos encontramos que a partir del ao 2000 tienen una participacin ms
intensa y sostenida, vinculndose con miembros de otras comunidades negras
de Amrica Latina y el Caribe, a propsito de las reuniones preliminares a la III
Conferencia Mundial Contra el Racismo que se realizara en 2001 en Durban,
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5 . Para un anlisis ms detallado de algunas de estas organizaciones, vase Frigerio y Lamborghini, 2009, y Lamborghini y Frigerio, 2010 .
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En el proceso de expansin colonial, la poblacin afro y la indgena funcionaron como dos conjuntos subordinados brutalmente a los designios de lo que
Worsley (1969) denomina la construccin del mundo como uno solo, como
un nico sistema social bajo la hegemona de los intereses que generaron la
expansin colonial; lo que en trminos de Chomsky (1993) derivara luego y sin
solucin de continuidad en el nuevo orden mundial establecido en lo que hoy
conocemos como el Consenso de Washington . La conquista y la colonizacin
no slo transformaron de una vez y para siempre la existencia de los pueblos
preexistentes, sino que implicaron la llegada de poblacin africana como mano
de obra esclavizada necesaria e imprescindible para el desarrollo diseado
segn los intereses de los conquistadores . Indios y negros se transformaron
as en objeto de explotacin, racismo y cosificacin (Menndez, 1972), siendo
el principal sostn de los emprendimientos productivos como la mita, la encomienda, el yanaconazgo fundamentalmente los indios y el trabajo en las
grandes plantaciones y en el servicio domstico los negros . Pero ms all
de esto y/o del exotismo con que con frecuencia se pretenda falsamente paliar
la imagen descalificadora y racista que primaba sobre ellos, indios y negros
alternaron entre s y al mismo tiempo con los miembros de la sociedad que
contribuyeron a construir .
Argentina pareca ser un pas ajeno a estas cuestiones dado que se pens
como un pas venido de los barcos, y por lo tanto ms europeo o casi europeo, y as se mostr al mundo . El antroplogo brasileo Darcy Ribeiro (1980)
nos defini como pueblos trasplantados . La antroploga mexicana Lourdes
Arizpe (1989), al analizar la relacin entre arte, estado e integracin nacional,
plantea que la poblacin europea actu en pases como Argentina y Chile sobre
una especie de tabula rasa y que estos pases estaran por ello vacos de poblacin indgena . El mismo Eduardo Menndez, en el artculo antes citado (Menndez, 1972), al analizar el genocidio a travs del cual se conformaron las sociedades latinoamericanas bajo la expansin del capitalismo, advierte: no obstante
el diagnstico es casi fatal: la desaparicin en los prximos aos de los indios
brasileros . Sobre los indgenas de Argentina, su pas, no hay referencias .
Aos ms tarde, en 1988, en el simposio Las polticas culturales y la antropologa argentina actual realizado en Buenos Aires, Darcy Ribeiro revisara su
posicin al sealar la necesidad de que los argentinos quiebren con la entelequia de pas blanco venido de los barcos . Sin embargo, y a pesar de momentos
de cuestionamiento, la negacin ha continuado y es tal vez la causa de que la
Argentina no se contemple como uno de los casos a analizar cuando se trata
de la cuestin afro y/o de la cuestin indgena en Amrica Latina (Hopenhayn y
otros, 2006) .
A lo largo del desarrollo de nuestras propias lneas de investigacin que por
supuesto llevan implcita la revisin de dicho imaginario fuimos documentando, analizando y proyectando al conocimiento de nuestra sociedad nacional las
presencias indgenas que se hicieron visibles en la ciudad de La Plata y alrededores en la mitad de la dcada de 1980, y las presencias afro que comienzan a
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visibilizarse a partir de la dcada de los noventa pero que hunden profundamente sus races en dcadas anteriores7 .
El haber sido convocadas en el ao 2000 para coordinar el simposio Identidad y etnicidad8 contribuy a que nos uniramos en un espacio acadmico concreto y que en la organizacin del mismo compartiramos algunas cuestiones que
aparecieron como significativas, ms all de que las conceptualizaciones
que caracterizaban el abordaje del campo indgena diferan de aquellas con las que
se trataba la problemtica de la inmigracin extranjera, y dentro de ella la poblacin afro . En el primer caso, en el anlisis de la presencia indgena, se destacaban los conceptos de identidad/etnicidad, bilingismo, etnicidad y estado,
etnicidad y clase . En el segundo de los casos, en el anlisis de las migraciones
extranjeras primaban los conceptos de migracin, identidad tnica, estrategias
identitarias, asociacionismo, cadenas migratorias . De todos modos y a pesar de
la divisin del trabajo intelectual presente en todo campo acadmico, logramos
poner en dilogo la produccin de conocimiento respecto de las temticas citadas y proyectar lo all sucedido, aunque ms no fuera en dilogos discontinuos
y otras actividades acadmicas .
Lo afro comenz a visibilizarse por la accin de los grupos locales, fortalecidos al mismo tiempo en su relacin con los reclamos de reconocimiento
de los derechos de afrodescendientes y africanos expresados en los contextos
polticos regionales e internacionales . La posibilidad de pensar conjuntamente
ambas cuestiones no slo era insoslayable sino que enriquecera nuestras lneas
de investigacin sin ninguna necesidad de que las mismas se desdibujaran o
perdieran entidad en s mismas; ello condujo a que en el ao 2007 presentramos un proyecto para articular lo afro y lo indgena9 .
Una de las primeras observaciones fue cmo algunas de las consideraciones
que haban merecido el anlisis del Censo Nacional de Poblacin de 2001 y la
Encuesta complementaria de 2004 se actualizaban en torno a la posibilidad de
incorporar una pregunta sobre afrodescendencia en el Censo Nacional10, procesos que implicaron fuertes discusiones y tensiones al interior de ambos campos,
no slo respecto al texto de la pregunta sino a cmo realizarla, planteando el
derecho de participacin de los referentes indgenas y afro en el proceso censal . Al mismo tiempo dicha movilizacin implic aspectos referidos a prcticas,
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136
5. A modo de conclusin
Afros e indgenas ocuparon en la expansin colonial el lugar de la subordinacin, y la violencia, la explotacin, el racismo y la discriminacin hicieron
posible el establecimiento de grados de desigualdad que si bien hoy, procesos
de descolonizacin mediante, son criticados y denunciados en el contexto de
la lucha por los derechos humanos, an continan y a veces incluso se acrecientan; un pensamiento colonial que no ha sido erradicado permite dilatar las
respuestas a las demandas concretas de estos colectivos . Por ello, entendemos que es imprescindible para abordar en toda su complejidad la cuestin
afro y la cuestin indgena, ir en la bsqueda de las posibles convergencias y
divergencias e historizar las trayectorias de ambos conjuntos en su relacin
con la gestacin, consolidacin y desarrollo del estado-nacin . Y al mismo
tiempo hay que analizar las nuevas formas de visibilidad, las demandas y las
luchas de estos colectivos en la actualidad, en cada geografa y en cada una
de sus expresiones locales .
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141
ARTCULOS
1. Introduccin
La Guerra Civil espaola, aunque en su momento se describi como el tema
ms controvertido de la Cuba republicana despus de la Revolucin rusa, exhibe perceptibles lagunas investigativas en la mayor de las Antillas . En lneas
Boletn Americanista, Ao lxi. 2, n . 63, Barcelona, 2011, pp . 145-166, ISSN: 0520-4100
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generales, los estudios cubanos han parcializado la mirada en el exilio republicano, en la labor insular de las fuerzas progresistas a favor del Frente Popular
y en la brigada de voluntarios, haciendo especial nfasis en la figura de Pablo
de la Torriente Brau . Por consiguiente, la otra cara de la problemtica espaola,
es decir, los que desde la isla hicieron causa comn con los golpistas hispanos
durante la contienda peninsular, permanece en el terreno poco explorado de la
produccin historiogrfica nacional que ha reconstruido la historia de la guerra
civil desde la izquierda .
En funcin de tales insuficiencias, este trabajo analiza la sociabilidad de
la derecha hispano-cubana a travs de dos agrupaciones emblemticas: el
Comit Nacionalista Espaol (CNE) y la Falange Espaola Tradicionalista y
de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS) de Cuba,
hija del Decreto de Unificacin aplicado en la isla en agosto de 1937, cuya
actuacin valid el xito asociativo del grupo conservador hasta el final de
la guerra . En conjunto con estas asociaciones se aborda tambin la efmera
actuacin de la Confederacin Espaola de Derechas Autnomas (CEDA), la
Casa de Espaa y la Comisin Pro Ejrcito Salvador de Espaa, en la mayor
de las Antillas .
El trabajo cierra con un estudio comparativo sobre los componentes discursivos de la derecha hispano-cubana, que interpret la guerra civil como una cruzada destinada a liberar a Espaa de las hordas ateas de Mosc . La ausencia de antecedentes al respecto requiri la consulta de peridicos de la poca
como el Diario de la Marina y El Avance Criollo; de las revistas Arriba Espaa! y
Ecos de Beln, adems de los fondos Registro de Asociaciones, Secretara de
Estado y Especial del Archivo Nacional de Cuba .
El criterio autorizado de Pepn Rivero ratificaba el quehacer del director interino Rafael Mara Angulo Mendiola, quien para ese entonces haba abierto las
puertas del Decano de la Prensa a los representantes de la CEDA en Cuba . A
fin de desvirtuar errneas interpretaciones, este centro primero de su tipo en
Hispanoamrica desde el mandato del conservadurismo republicano en Espaa, notificaba que no tiene que ver, que no ha formado ni le interesa formar
contacto alguno con Falange Espaola en Cuba .
La parquedad de la nota evidenciaba, por un lado, la llegada a suelo cubano
de una de las ms notables querellas polticas de la Segunda Repblica espaola,
y, por otro lado, revelaba a menos de dos semanas de iniciada la contienda, la
existencia en la isla de la asociacin FE de las JONS de Cuba, entidad con un pobre expediente en el Archivo Nacional de Cuba y en el cual slo consta su inscripcin y asentamiento: 9 de julio de 1936, libro 20, folio 249, expediente n . 9465 .
De cualquier manera, se ha podido constatar que pese a su originalidad y
temprana creacin, la agrupacin no goz de las prebendas divulgativas del
Diario de la Marina y funcion alejada del control peninsular, por la imposibilidad
de Jos Antonio Primo de Rivera, lder de la FE de las JONS en Espaa, de expandir las influencias del partido fuera de la frontera ibrica, con excepcin de
la Falange de Miln, creada en 1935 .
Lo anterior explica las escasas noticias llegadas hasta nuestros das de la
primera colectividad falangista en la nacin antillana y su carcter secundario
en el Boletn n . 1 del Crculo Espaol Socialista (25 de julio de 1936), cuando
se calific de fascistas a los espaoles seguidores de Jos Mara Gil Robles, el
dirigente de la CEDA en Espaa . Pero conforme avanz el conflicto, el impacto
secundario de la FE de las JONS en la sociedad cubana se transform en una
cuestin neurlgica para el Partido Comunista de Cuba, al solicitar el 4 de noviembre de 1936 su prohibicin al presidente de la Repblica, Miguel Mariano
Gmez Arias, por considerarla una organizacin fascista .
Sin embargo, este reclamo respondi ms a una seal de alerta que al impacto real de la presencia de los pioneros del falangismo en la mayor de las
Antillas, cuyo nacimiento privado del amparo peninsular oblig a Jos Antonio Avedao Gonzlez (presidente), Alfonso Serrano Vilario (vicepresidente y
secretario general), Eleuterio Ozores Pelez (tesorero), Jos Lpez Gonzlez (vicetesorero), Manuel Santirso Laviada (vicesecretario general) y los vocales Ral
Novo Fernndez, Antonio Serrano Vilario, Ramn Prez Gonzlez y Jos Vega
Zurdo, a recluirse en el domicilio temporal de la Manzana de Gmez n . 570 y
resistir los embates de las JONS de la FE de Cuba, presidida por el comisionista
santanderino Francisco de la Vega Gonzlez .
Diferenciada de antemano por su nombre requisito exigido en el artculo n .
8 de la Ley de Asociaciones y protagonista de un cambio de coyuntura comienzo de la guerra civil y encarcelamiento en la ciudad republicana de Alicante
de Primo de Rivera, la nueva entidad se subordin de inmediato a Manuel Hedilla Larrey, jefe interino de la Junta de Mando Provisional de la FE de las JONS
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de Burgos, lo que le vali en los primeros das de octubre de 1936 el reconocimiento legal y la total anuencia para operar dentro del territorio nacional .
Una vez asentada en el libro 20, folio 293, expediente n . 9578, Francisco de
la Vega Gonzlez instal sus oficinas en la Manzana de Gmez n . 562, donde
comparti funciones con Joaqun Pertierra Fernndez (vicepresidente), Jorge de
Vera Garrido (secretario), Fernando Teijeiro Gonzlez (vicesecretario), Bernardo
Collado Otero (tesorero) y Jos Mara de la Serna Carral (vicetesorero), adems
de los vocales Francisco lvarez Garca, Manuel Pertierra Fernndez, Inocencio
Rodrguez Gonzlez, Remigio Feito Lana, Manuel Gonzlez Lpez, Jos Rodrguez Dans, Carlos Garca Renta, Inocencio Puente Caballero, Emilio Ruiz Trueba
y Julio de la Serna Lpez-Para .
Como rasgo propio resalta el origen hispano de todos los integrantes de las
JONS de la FE de Cuba, en su mayora empleados de firmas y establecimientos
espaoles, siendo menos notable su condicin de socios, apoderados y propietarios; estatus econmico que contrasta con las aseveraciones de la historiadora Consuelo Naranjo: Toda la documentacin sobre Falange aparecida hasta el
momento seala como miembros del partido a las lites cubanas y espaolas,
grandes propietarios y comerciantes, incluso algunos de stos cubanos con
cargos polticos, y al clero catlico (Naranjo Orovio, 1988: 25) .
De hecho, la escasa relevancia de sus miembros en la vida socioeconmica
y poltica de la isla, as como la incapacidad de la Junta de Mando Provisional
de la FE de las JONS de Espaa para encauzar sus actividades en el exterior, los
convirti temporalmente en un grupo minoritario que, sin ser centro de inters
del gobierno, procuraba la cooperacin econmica de: Todos los que sienten
simpata por las huestes que estn defendiendo, con honor de Espaa, la liberacin de la humanidad de las hordas comunistas, deben prestar su ayuda a
los falangistas, que tan heroicamente estn secundando al mil veces glorioso
ejrcito espaol .
En sentido general, la diarqua imperante entre la FE de las JONS y las JONS
de la FE conspir contra la unidad y las contribuciones monetarias de los falangistas insulares, lo que explica que al expirar 1936, Jorge de Vera Garrido, lder
para ese entonces de las JONS de la FE, reportara a la pennsula 872 pesos y
600 pesetas, uno de los montos ms bajos de los seis aos de existencia de la
entidad .
Es evidente que entre los hispanos establecidos en Cuba tambin se reflejaron las rivalidades polticas de la Espaa insurrecta, en proceso de reajuste
tras un golpe militar devenido lucha civil . La Falange, escindida territorialmente
y carente de un autntico liderazgo poltico e ideolgico, buscaba otorgarle al
partido un mando con autoridad sobre la zona dominada por los sublevados;
mientras, los militares se reagrupaban en torno a la Junta Tcnica del Estado al
mando omnmodo de Francisco Franco Bahamonde .
Desinformada y distante de los cambios peninsulares, la derecha hispana
residente en la mayor de las Antillas se aferraba a sus lderes naturales . Sin
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en Espaa la justicia social sobre la base de una organizacin econmica integradora, superior a los intereses individuales de grupos y clases .
En la escala de prioridades, la unidad de destino, entendida como el retorno histrico a los siglos de esplendor y legitimacin del carcter ecumnico de
Espaa, distaba por completo en opinin del administrador de la revista Arriba
Espaa!, Sergio Cifuentes Gonzlez de Posadas (camarada Chuchi) del imperialismo de conquista y de explotacin . La voluntad de Imperio slo pretenda
extender hasta Amrica las alas del nuevo espritu espaol: la religin, la ciencia
y la cultura para crear un sentimiento capaz de amar a Espaa en donde pueda
existir un vestigio de su pasado .
En esta nueva etapa, considerada por algunos especialistas como el comienzo del franquismo en Espaa, los cargos directivos fueron Juan Muiz Valln
(secretario general), Bernardo Collado Otero (delegado de la Seccin Femenina),
Rafael Piero del Villar, (delegado de Prensa y Propaganda), Norberto Solio
Fernndez (delegado de Administracin), y Jess Humara Lastra (delegado de
Investigacin) .
Todos, integrantes de la Junta Directiva, deban obediencia al delegado de
la Junta de Mando de Espaa capacitado para designar o destituir a sus subordinados y proponer al centro matriz las reformas reglamentarias . Al igual que
las JONS de la FE, sus miembros eran de origen hispano vinculados a firmas o
establecimientos espaoles como empleados y comerciantes, al parecer minoristas o detallistas, siendo menos relevante su condicin de socios, apoderados
y propietarios .
Revitalizada entonces la plataforma falangista en Cuba, Franco reforz en
la isla el alcance radial de las emisoras de Tetun y Canarias, adems de los
programas radiofnicos Hora Hispanoamericana y Hora de Espaa, este ltimo
particularizado por la retransmisin cada tarde de una charla del general Gonzalo Queipo de Llano . Gran impacto alcanz tambin la labor proselitista de
Julio de la Torre, capitn de las tropas franquistas que, a mediados de octubre
de 1937, visit La Habana como vocero de los ideales de la nueva Espaa en
formacin .
Por igual fecha, la nacin caribea reciproc los gestos en la figura de Agustn Parl Ordua, inspector general de los aeropuertos de Cuba y primer aviador
cubano . En su periplo por algunas de las ciudades ms importantes de la zona
nacionalista intercambi impresiones con Queipo de Llano en Sevilla, en Toledo
con su alcalde, y en Salamanca con los principales directivos de la ya nombrada
FET y de las JONS .
Este panorama de recepcin mutua justific, en buena medida, las libertades
concedidas a Alejandro Villanueva Plata una vez asumido el cargo de delegado
de la Junta de Mando de la FET y de las JONS de Espaa en Cuba, algunas de
cuyas primeras manifestaciones fueron el encuentro conciliatorio con Miguel
Espelius Pedroso, el mensaje de salutacin a los espaoles vinculados con la
cruzada y la entrega a Jos Ignacio Rivero Alonso del escrito de Jos del
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de exigua vida, slo alcanz a enviar un mensaje de felicitacin a Jos MillnAstray y confeccionar un lbum de firmas para solicitar del gobierno el reconocimiento de Francisco Franco . Como resultado, la depuracin dej el terreno libre
a los falangistas y al CNE .
Con posibilidades reducidas, la organizacin falangista afront el desafo
gracias al permanente monitoreo de Manuel Hedilla Larrey y su inters por zanjar la diarqua reinante en Cuba . En otra parte de la ya citada carta de Gregorio
Prendes Daz a un amigo suyo en Espaa, aqul apuntaba:
Aqu hay mucho trabajo por hacer [] Haban dos Falanges, peleadas una contra otra, naturalmente, y, como consecuencia, una tercera agrupacin, llamada Comit Nacionalista, que es el
que se lleva el dinero y lo manda ah por medio de la marquesa de Argelles . Ya supondrs cul
es mi labor . Unir las dos Falanges y comerle el terreno al Comit .
A pesar de la irrelevante atencin que desde los inicios mostr Franco por
sus simpatizantes en Cuba, circunscrita a simples cablegramas de salutacin, la
gestin de Prendes Daz resultaba en extremo difcil . Para enero de 1937, el CNE
daba muestra de una cohesin excepcional al remitir veinte mil dlares al cuartel
general de Salamanca e inaugurar dos emisiones radiofnicas: Hora Nacionalista Espaola y Del Momento Nacionalista Espaol, cuyas charlas se reproducan
en las pginas del Diario de la Marina.
Bajo la conduccin de Francisco J . Almodvar, hicieron uso del micrfono en
este ltimo programa: Jos Ignacio Rivero Alonso, la marquesa de Tiedra, Federico de Monteverde y el padre Jos Rubinos, entre otros . En lneas generales,
todos ellos defensores de un ideal fraguado sobre la marcha, coincidieron en
una crtica frrea al orden institucional republicano y depositaron en el triunfo de
las fuerzas insurrectas el advenimiento de una fase superior abocada a lograr el
reconocimiento de la personalidad histrica de Espaa, a borrar para siempre
la huella malsana de la influencia moscovita y a realzar los valores cristianos y
las tradiciones espaolas .
En ascenso permanente para la primavera de 1937, el CNE despuntaba por
su amplia labor publicitaria y propagandstica: emisin de sellos postales con la
bandera roja y gualda, edicin y venta del libro Franco, de Joaqun Arrars Iribarren, y la distribucin gratuita de 20 .000 ejemplares de la obra colectiva Espaa
y el nacionalismo . En un ambiente de plena cohesin, su presencia se haca
sentir con fuerza en Matanzas, Santa Clara y Camagey, filiales apadrinadas
por la Iglesia catlica local y los miembros disidentes del cuerpo diplomtico, lo
que motiv a Gregorio Prendes Daz a romper con el cerco de las hostilidades
y solicitar el 26 de abril de 1937 en Cienfuegos, una de sus dependencias ms
emblemticas, la cooperacin de todos los presentes con la causa franquista .
Sin embargo, frente a la aparente distensin entre el CNE y la FE de las JONS
de Cuba consecuencia de la vertebracin poltica en la Espaa rebelde, el
CNE se mostr escptico y eludi comentarios que pudieran comprometer su
imagen apoltica .
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Los falangistas, en cambio, obviaron la frialdad de los nacionalistas cubanos y reciprocaron la cortesa de abril con la invitacin a la misa por los muertos
en la guerra y por el general Emilio Mola Vidal . Desde luego, el ritmo de los
acontecimientos evidenciaba que Gregorio Prendes, lejos de restarle poder al
CNE, deseo expresado en su carta citada, haba decidido afiliarse a los actos de
la entidad en trminos de paz y concordia .
En espera de la aplicacin del Decreto de Unificacin en Cuba, el delegado
salmantino no tena ms opcin que aliarse momentneamente al nico grupo de derecha que con particular brillo destacaba por sus considerables aportes monetarios a las huestes franquistas . Al respecto informaba el periodista
Len Ichaso Daz: En un ao el Comit ha recaudado en metlico $226 .843,16,
146 .063,60 pesetas y 100 francos . De esta cantidad ha remitido al Gobierno de
Burgos la cantidad de $190 .041,68 y 134 .822,50 pesetas y 100 francos .
Esta inigualable capacidad de recaudacin, no exclusiva de Cuba, es una de
las hiptesis manejadas por los historiadores espaoles para explicar la coexistencia en Amrica Latina de algunos comits con la FET de las JONS . Tambin
se ha sealado como otra de las posibles razones de su autonoma, la negativa
de esas entidades para fusionarse con la filial del partido franquista, alegando
su carcter apoltico y, por lo tanto, la no inclusin en el Decreto de Unificacin .
Si bien ambos supuestos pudieran aplicarse al caso cubano, el silencio periodstico induce a pensar que todo se realiz como un pacto entre amigos y por
un objetivo comn: Francisco Franco . No obstante, aun cuando la fraternidad
dio muestras notorias de amistad verdadera hasta el final de la guerra, el CNE
nunca se integr a la Falange .
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A pesar de su declive protagnico, el comit se convirti en la primera entidad en solicitar al presidente cubano Federico Laredo Bru el reconocimiento a
la nueva Espaa . Mezcla de intereses econmicos e histricos, el documento,
fechado el 11 de febrero, buscaba otorgarle a la mayor de las Antillas un liderazgo en el concierto de las relaciones interamericanas, intento que al verse
frustrado, al menos por la rapidez exigida, impuls al CNE y a la Comisin de
Damas a celebrar la rendicin de Madrid en su local social de La Habana Vieja .
Con la participacin de Auxilio Social y la Falange, la cita hurfana de un
impacto social revisti un carcter ntimo y formal, notable en esencia por la promocin de la venta de Bonos de la Victoria . Bajo el lema Ni un hogar sin lumbre.
Ni un espaol sin pan, la campaa de tributacin nacional estaba destinada a
socorrer a la poblacin civil hispana y reconstruir la Espaa inmortal .
Confirmado oficialmente el fin de la guerra por Miguel Espins nuevo representante franquista en la isla y sucesor de Miguel Espelius, el movimiento
pro Repblica espaola anim sus filas para recibir con modestos honores a
los milicianos repatriados y algunos lderes de la extinta Repblica espaola .
La derecha hispano-cubana, en cambio, hizo gala de sus influencias radiales
y espacios pblicos para homenajear a Mara Josefa Argelles, Elicio Argelles
Pozo y al CNE .
El 17 de abril, en recepcin ntima, se congratul a la marquesa de Argelles .
En pomposa ceremonia, su medio hermano fue agasajado la noche del 24 de
junio en el Teatro Nacional; mientras Sacramento Marina asuma la organizacin
del tercer convite a bordo del Marqus de Comillas (10 de noviembre) .
De la mano de los festejos, el CNE reactiv la propaganda escrita con la
venta del compendio histrico del glorioso movimiento, la edicin extraordinaria del rotograbado del Diario de la Marina, dedicada al triunfo del ejrcito
nacionalista, y los cablegramas de felicitacin enviados a Burgos con ocasin
del desfile de la victoria en Madrid y del reconocimiento del gobierno franquista
por la mayor de las Antillas . Asimismo, a peticin de Francisco Franco organiz
la Comisin Pro Reconstruccin de Espaa Manuel Arns, ltimo empeo que
motiv su disolucin el 23 de mayo de 1940 .
Mola Vidal, simbolizaba la anttesis de marxista o sea, que se pone la soberana de la Patria y el sentido de la unidad nacional por encima de toda otra idea
(Colectivo de Autores, 1937: 20) .
Este nexo explica, por consiguiente, el compromiso con los militares insurgentes y su principal caudillo, responsable ante Dios y la historia de salvar a la
Madre Patria del rgimen republicano antiespaol, destructivo y promotor de
la lucha de clases, y evitar la expansin moscovita por el continente americano .
Desde luego, la confianza en Francisco Franco el Guillermo Tell de Espaa,
el Cid de la reconquista y el Velarde de la independencia y en la cruzada espaola se proyectaba ms all de un presente inmediato . En l recaa el cometido
de devolverle a Espaa la grandeza imperial, las glorias pasadas y, por si fuera
poco, consolidar los principios bsicos de la tradicin cristiana: familia, individuo
y religin, mancillados segn los principales voceros del CNE por el virus rojo,
enemigo mortal de una sociedad estructurada sobre vnculos espirituales .
En consecuencia, tal visin introduca como complemento la interpretacin
maniquea de las dos Espaas irreconciliables de Marcelino Menndez Pelayo: la
Espaa verdadera fundida en el amor a Dios y el orden divino, y la anti-Espaa
destructora de la personalidad histrica de la nacin .
La primera, el arquetipo a implantar una vez finalizada la guerra, se conceba
desde la base del sistema corporativista que, aunque de moda entre las derechas europeas, presentaba matices particulares en el caso espaol: Afirmamos
el corporativismo, no en el sentido fascista, no en cuanto corporacin sea una
imposicin del Estado, sino por el contrario, un Estado que se comprometa a
respetar, auxiliar y velar las corporaciones nacionales que nacen a la vida por
una necesidad social .
Al margen de los tonos propios de cada nacin y la factura amable, paternal, ordenada y nacional de este Estado, la imposicin de la democracia
jerrquica por encima de la democracia aritmtica o de nmero obedeca a la
concepcin mussoliniana de la predestinacin de las lites a ocupar los puestos
rectores de la sociedad, y al derecho inmanente de los mejores a gobernar . En
opinin del Duce, el nmero era opuesto a la razn y la historia haba demostrado las ventajas de las pequeas minoras en el poder (Mussolini, 1936), a lo que
agregaba Francisco J . Almodvar: nada ms flaco de sentido que suponer
legtimo el gobierno de las mayoras .
Por consiguiente, en esta frmula salvadora encontraban los nacionalistas criollos la clave eficaz para eliminar la lucha de clases y fomentar el nexo
tradicionalista, cuya definicin textual de la doctrina fascista expona como suyas el periodista cubano Antonio Gornes en las pginas del Diario de la Marina:
Es tradicionalista porque, fuera de la historia, el hombre no es nada y dentro de
ella, encuentra los recuerdos y glorias del pasado, el idioma, las costumbres y
las normas del vivir social (Gornes, 1937: 29) .
A tono con el recurrente sentir hispanista, merece un aparte la labor publicitaria de la revista Ecos de Beln del Colegio de Beln . El calificativo de
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8. Conclusiones
La guerra civil espaola se inscribe como uno de los sucesos de mayor resonancia mundial del siglo xx . Una nacin dividida y dos continentes polarizados fue
el saldo inicial de la crisis del sistema republicano, que a pesar de sus errores
haba logrado sortear la inestabilidad poltica en aras de prevenir el inevitable
derramamiento de sangre .
En medio de esta situacin altamente polmica, la sociedad cubana, y de
manera particular su colonia hispana, reflej de inmediato la conmocin del drama espaol al tomar partido por las tendencias en pugna . En el caso de los
partidarios del bando nacional o rebelde, desde el comienzo de la guerra, su
voluntad de unidad se vio entorpecida por la diarqua falangista, las disputas
entre las diferentes microfracciones sujetas a sus lderes naturales y el laissezfaire del alto mando insurgente enfrascado en la estabilizacin de los frentes de
combate .
Carente de una experiencia asociativa de corte poltico, a excepcin de la
CEDA y la inexperta FE de las JONS, la derecha espaola residente en Cuba
no tuvo ms opciones que elaborar de manera acelerada un organigrama de
accin para imponerse en un escenario gubernamental contestatario a la sublevacin militar . Pero entre julio de 1936 y agosto de 1937, la bsqueda de una
preeminencia hegemnica dentro de la colonia espaola domin su capacidad
conciliatoria, lograda slo con xito por el Comit Nacionalista Espaol, gracias
al acierto de su pregonado apoliticismo y a la integracin de potentados coBoletn Americanista, Ao lxi. 2, n . 63, Barcelona, 2011, pp . 145-166, ISSN: 0520-4100
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merciantes hispanos y relevantes figuras cubanas en su Junta Directiva . Muestra de la cohesin grupal fueron las cuantiosas ayudas materiales y monetarias
enviadas a la pennsula, as como la implementacin de una plataforma radial,
publicitaria y asociativa a lo largo y ancho de la isla .
El giro copernicano del grupo pro franquista sobrevendra luego del Decreto
de Unificacin y la ilegalizacin del Crculo Socialista Espaol, Izquierda Republicana Espaola y el Crculo Republicano Espaol . Eliminados entonces su
adversarios internos, Francisco Franco logr una vertebracin programtica y
terica entre el CNE y la FET y de las JONS de Cuba, apasionados apologetas
del naciente rgimen y defensores por excelencia del irreversible triunfo de la
Espaa verdadera frente a la anti-Espaa .
Fascistas por conviccin, ambas entidades convergan en su frrea crtica
a la democracia del nmero, al sufragio universal, al sistema pluripartidista, a
la lucha de clases y a los separatismos locales . Desde esta ptica no debe
perderse de vista el diseo estatal de una estructura jerrquica y corporativa, la
defensa de un nacionalismo unitario, la evocacin al pasado imperial, adems
de la campaa periodstica cuya cobertura publicitaria populariz el eslogan de
guerra antimarxista, el leitmotiv de cruzada cristiana y el mote de rojo para el
soldado republicano, hasta la derrota de la Segunda Repblica espaola y la
instauracin de la nueva Espaa .
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AFRICANOS, NACIONES
Y COFRADAS EN RO DE JANEIRO,
SIGLOS XVIII Y XIX1
Flavio Gomes
Universidad Federal de Ro de Janeiro
Resumen: En el presente artculo analizamos las naciones africanas en Ro
de Janeiro (siglos xviii y xix) basndonos en fuentes seriales como inventarios
post mrtem y registros parroquiales . Abordamos los cambios y permanencias
de las terminologas y clasificaciones, considerando tambin las cofradas y los
smbolos en los lugares y formas de enterrar a los muertos . La idea principal
es analizar cmo tales signos diacrticos pueden haber sido transformados en
cdigos y reinventados por las comunidades esclavas en el espacio urbano . De
esta manera, las identidades, creencias, memorias y costumbres de los africanos que atravesaban el Atlntico no necesariamente desaparecan en las experiencias de la esclavitud, sino que se adaptaban los recursos tnicos materiales,
sociales e ideolgicos .
Palabras clave: Identidades africanas, Cofradas, Ciudades, Ro de Janeiro,
Historia atlntica
Abstract: This paper analyzes the Africa nations present in Rio de Janeiro in
the 18th and 19th centuries, based on serial sources such as post-mortem inventories and parish records . I discuss the changes and continuities of terminologies and classifications, also considering the confraternities and their symbols
in the ways and places they buried the dead . The main idea is to analyze how
slave communities may have transformed such diacritical marks into codes and
reinvented them in that urban space . Thus, the identities, beliefs, memories
and customs of the Africans who crossed the Atlantic were not necessarily extinguished by the experiences of slavery . Instead they were adapted as ethnic
material, social and ideological resources .
Key words: African identities, confraternities, cities, Rio de Janeiro, Atlantic history
1 . Estas investigaciones fueron financiadas por el Consejo Nacional de Investigacin y Desarrollo Cientfico y Tecnolgico (CNPq) . Agradecemos a los editores de Boletn Americanista y comentaristas ad hoc por las crticas y sugerencias de una primera versin de este artculo .
Boletn Americanista, Ao lxi. 2, n . 63, Barcelona, 2011, pp . 167-188, ISSN: 0520-4100
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Las investigaciones sobre la dispora africana en las Amricas han involucrado a diferentes intelectuales en el Caribe, EE .UU . y Amrica Latina . Ya en
los albores del siglo xx los estudios de Nina Rodrigues y luego de Fernando
Ortiz, entre otros, sugirieron caminos analticos y metodolgicos originales .
Posteriormente, los estudios clsicos de Angelina Pollak-Eltz, Arthur Ramos,
Aguirre Beltrn, Melville Herskovits, Miguel Acosta Saines, Nina Friedemann,
Roger Bastide, Pierre Verger y las generaciones siguientes aportaron reflexiones innovadoras a la temtica en trminos de usos tericos y metodolgicos . Diversos estudiosos se han orientado hacia la posibilidad de identificar
las permanencias, dimensiones y transformaciones africanas en las Amricas
atravesando la esclavitud y la posemancipacin (Vinson III, 2006: 1-18 y Yelvington, 2006: 35-82) .
El principal objetivo era localizar en determinados tiempos, espacios y
agencias demostrando emprica y analticamente los sentidos de la dispora, de las reminiscencias y de los trazos de las culturas localizadas .
Desde la investigacin etnogrfica, pasando por la lingstica, la msica y
la religin, se buscara identificar signos y smbolos de la cultura material
supuestamente transferidos casi intactos desde el continente africano y as
conservados en las Amricas . Tendra lugar un debate de amplia colaboracin intelectual internacional en torno a la identificacin y al entendimiento de las similitudes y aproximaciones entre las numerosas culturas en la
dispora, inventndose el afroamericano, el afrobrasileo, el afrocubano, el
afrovenezolano, el afroecuatoriano, el afrocolombiano, el afromexicano, etctera (Yelvington, 2006: 35-82) . En los aos 70 se publica el estudio de
Mintz y Price, que ofrece otras variables de anlisis y pone especial nfasis
en la idea de creacin de nuevas identidades y culturas en diferentes contextos . De esta manera, las dimensiones tnicas ya no sugeran sistemas
culturales prcticamente genticos de los africanos en la dispora, sino que
formaban parte de un nuevo modelo de invencin que redefina los contornos y desdoblamientos de personas, grupos e instituciones (Mintz y Price,
1976 y 1992)2 . Ms recientemente, ha sido retomado el debate intelectual
sobre las dimensiones de las transformaciones y continuidades culturales
en las sociedades esclavistas y en las sociedades con esclavos en las Amricas3 . Ms all del paradigma, de la transmigracin y permanencia o de la
reinvencin cultural, numerosos investigadores han buscado interpretaciones menos generalizadoras sobre las dimensiones de las historias africanas
y sus diferentes impactos en la dispora (Cunha, 1985; Dantas, 1982; Silva,
2000; Silveira, 1988: 166-197 y Slenes, 1995-1996: 271-536) . En el presente
2 . Vase tambin el debate en Price, 2003, y Scott, 1991 .
3 . Lovejoy, 2008: 81-112; Hall, 2005; Heywood, 1999: 9-23; Gomz, 1998; Mann, 2001: 3-21;
Miller, 2004: 81-124 .
168
169
Tabla 1
Africanos identificados por naciones y gentos en Ro de Janeiro, 1687-1809
Clasificacin de las naciones y/o gento de
los Africanos
Angola
Bambuila
Benguela
Cabinda
Cabo Verde
Cabund
Camundongo
Cassange
Congo
Ganguela
Guinea
Luanda
Macua
Mina
Mozambique
Mogumbe
Molembo
Monjolo
Quibambo
Quissama
Rebolo
Santo Tom
Songo
Hombres
Mujeres
Total
134
6
105
3
2
25
6
16
36
35
14
1
1
32
5
13
1
11
1
5
40
1
9
77
3
52
0
0
5
0
5
12
13
7
0
0
25
2
3
0
0
0
1
13
0
1
211
9
157
3
2
30
6
21
48
48
21
1
1
57
7
16
1
11
1
6
53
1
10
Con una muestra basada en 60 inventarios, de los cuales el 80% es del siglo xviii, apenas 2 del siglo xvii y 22 del siglo xix (vase tabla 1), Nireu Cavalcanti
comprueba la fuerza de los africanos centrooccidentales de Angola, Benguela,
Congo, Ganguela y Rebolo, los cuales representan alrededor de un 72% de los
africanos listados en los inventarios . Hemos adaptado las cifras presentadas por
Nireu Cavalcanti slo en el caso de africanos con determinadas clasificaciones
de naciones y gentos; as, los de Angola y Benguela superan el 51% . Aun
as los africanos occidentales (Mina, Cabo Verde y Santo Tom) alcanzan el 8,3%;
mientras que los africanos orientales (Macua y Mozambique) constituyen un poco
ms del 1% . Los nmeros del estudio de Nireu ofrecieron un cuadro muy amplio,
considerando los datos de tres siglos, a pesar de su concentracin en el siglo
xviii . Los estudios demogrficos con perspectivas antropolgicas y culturales de
James Sweet y Mariza Soares refinaron la perspectiva etnodemogrfica . stos se
170
1744-1750
Total
Cabo Verde
19
Cacheu
frica Oriental (Mozambique/Isla San Lorenzo)
2
19
1
0
22
3
19
16
21
Costa de Mina
681
235
916
Regin/Perodo
El estudio original de Soares brind ndices de patrones de bautismos de africanos y criollos de madres africanas en las parroquias urbanas de Ro de Janeiro
del siglo xviii, a travs de una muestra de 9 .269 bautizados, de los que un 28,7%
eran adultos . En la parroquia Sede, en los perodos de 1718-1726 y 1744-1750,
los africanos occidentales varan de un 86,2% a un 88,6% de los africanos adultos bautizados (tabla 2) . Dividiendo los registros de lo que la autora llam gentos
mayoritarios (clasificaciones que ms aparecen en los registros: Guinea, Mina
y Angola), observamos la presencia del 40% de Guinea, el 23,51% de africanos
occidentales (Minas) y el 36,49% de africanos centrales (Angola) en las parroquias
Sede, Santa Rita, Candelaria y San Jos, entre 1718 y 1760 . Mariza Soares seal
que el trmino y clasificacin Guinea es inicialmente en Ro de Janeiro genrico para todos los africanos, sean centrales u occidentales (Soares, 2001) . A
medida que las denominaciones Angola y Mina van apareciendo con mayor frecuencia, disminuyen los registros de africanos adultos bautizados como de gento de Guinea, ms an en la segunda mitad del siglo xviii . Adems, es probable
que los africanos centrales (clasificados como Angola) provenientes de Luanda y
tambin Mpinda ya llegasen bautizados .
Boletn Americanista, Ao lxi. 2, n . 63, Barcelona, 2011, pp . 167-188, ISSN: 0520-4100
171
Tabla 3
Guinea
Mina
Angola
45
5
4
60
62
34
88
150
92
26
220
402
114
334
740
Soares realiz un abordaje innovador al calcular lo que denomina los gentos mayoritarios, analizando las clasificaciones de las madres africanas en
los registros de bautismos de criollos, es decir, de los esclavos nacidos en el
espacio colonial (tabla 3) . En estas mismas parroquias urbanas entre 1751 y
1760 aparecen como madres africanas de los criollos bautizados: el 68,9%
Angola y el 31,1% Mina (Soares, 2001) . En trminos comparativos, el ndice
de mujeres africanas occidentales y madres es menor que el ndice de mujeres
africanas occidentales adultas bautizadas y que el del conjunto de africanos
occidentales bautizados, lo que podra indicar que los africanos occidentales
no slo por ser menos en nmero se casaban menos y sus mujeres tenan
menos hijos .
Janeiro aparecieron en los estudios y fuentes utilizadas por Klein y repetidos por
Florentino (Florentino, 1994: 50 y ss ., y Klein, 1978: 111 y ss .) .
Sin embargo, surgen otras cuestiones con relacin a los puertos, reas y regiones de embarques en fuentes sobre los viajes atlnticos: cules son las nomenclaturas y clasificaciones de las llamadas naciones y etnnimos envolventes con las que varios africanos resignificaron sus diversas identidades en torno
a las grandes naciones mayoritarias: angolas, congos, cabindas, benguelas,
mozambiques, cassanges, minan, entre otras? (Morgan, 1997) . Cuando algunos
africanos llegaron al Ro de Janeiro del siglo xix, quin sabe si no encontraron ya algunas caras de las naciones africanas en construccin algunas en
transformacin desde el siglo xviii, como sugieren los estudios de Mariza Soares
ya citados y, por lo tanto, se agregaron? Era en contextos diversos donde
los africanos se inventaban en trminos de naciones y otros rdenes tnicos
y/o identitarios, articulndose en una extraordinaria ciudad atlntica . Cuerpos,
lenguas y mentes eran permanentemente reorganizados en trminos sociales y
tnicos . Los africanos, y tambin los criollos, no tenan una nica identidad, sino
varias . Signos, marcas, mercado de trabajo, territorios (reales y simblicos), peinados y otras seales ganaban, mantenan, cambiaban o perdan significados .
El estudio pionero y ms amplio sobre los orgenes de los africanos que llegaron
a Ro de Janeiro en el siglo xix es el de Mary Karasch . En un muestreo basado
en registros aduaneros, documentacin de navos negreros apurados y registros
de impuestos, de prisiones y de entierros de la Santa Casa de Misericordia, se
dividi el origen de los africanos en diversas reas de concentracin, clasificndolas como Occidental, Centrooccidental y Oriental, adems de aquellas consideradas de origen africano desconocido . Con fuentes de naturaleza diversa,
sus datos proyectaron la concentracin de algunos grandes grupos de africanos
en Ro de Janeiro . Entre otros aparecen, significativamente, congos, angolas,
cabindas, benguelas, cassanges y mozambiques . Los africanos occidentales
representarn entre el 1,5% y el 7% (dependiendo de las fuentes y perodos) del
volumen total de africanos; los africanos centrales (divididos entre Congo Norte,
norte de Angola y sur de Angola) representarn el 79,7%; y los africanos orientales el 17,9% . Karasch sealara inclusive 37 nombres de origen desconocido .
Aparecen tambin cerca de 500 etnnimos diferentes de grupos u orgenes de
los africanos desembarcados en Ro de Janeiro (Karasch, 2000: 35 y ss .) .
Basndonos en registros parroquiales e inventarios post mrtem de las primeras dcadas del siglo xix, evaluamos un cuadro ms complejo de las naciones africanas en Ro de Janeiro, especialmente en la ciudad4 . Aunque los africanos centrales aparezcan, en todos los estudios disponibles, como la mayora
de las naciones de Ro, hay variaciones importantes . Los africanos centrales
son mayora en los bautismos, pero con un 52,5% . Consideramos que este n4 . Para el perodo de 1801-1830 contabilizamos 12 .057 esclavos en 997 inventarios post mrtem
abiertos en Ro de Janeiro (cubren reas urbanas y rurales), 36 .647 registros de bautismos de adultos
en las parroquias urbanas de Candelaria, Santsimo Sacramento, San Jos, Santana y Santa Rita .
Boletn Americanista, Ao lxi. 2, n . 63, Barcelona, 2011, pp . 167-188, ISSN: 0520-4100
173
dice ms bajo en los bautismos puede ocultar un subregistro de africanos centrales en la ciudad . As, los angolas y benguelas representan apenas un 2,4%
y 2,8%, respectivamente, en los bautismos de adultos africanos; sin embargo,
no debera pensarse en una supuestamente baja representacin de los mismos,
sino que hay que tener en cuenta el hecho, como ya hemos sealado para el
siglo xviii, de que muchos africanos centrales embarcados en Luanda y tambin
en Benguela llegaban a Ro ya bautizados, ya fuera en los establecimientos o villas litorales africanas, o incluso en los barcos negreros (Candido, 2006; Ferreira,
2005: 66-99; Ferreira, 2007: 99-128) . Efectivamente, eso pareca no suceder con
los africanos centrales de las reas de Congo Norte . De cada cinco africanos
centrales bautizados, cuatro eran clasificados como cabindas .
Tabla 4
%
2,4
2,8
30,7
0,2
1,8
1,6
Naciones
Congo
Ganguela
Haus
Inhambane
Libolo
Mina
%
9,1
0,25
0,1
0,35
0,25
11
Naciones
Mozambique
Monjolo
Nago
Quilimane
Quissama
Songo
%
31,3
3
0,15
2,9
0,15
1,6
%
0,45
0,2
13,2
22,2
9
1,8
0,55
0,7
0,6
4,4
12,7
3,9
0,15
Naciones africanas
Luanda
Mina
Moange
Mozambique
Mocumbe
Mogumbe
Mofumbe
Monjolo
Nago
Quilimane
Quissama
Rebolo
Total
%
1
3,3
0,15
9,4
0,3
1
1,6
3,1
0,15
0,55
1,3
8,3
6 .743 (100%)
Fuente: Archivo Nacional, inventarios post mrtem, 1801-1830 (muestra de 997 inventarios) .
175
Comparando reas de embarque (%) de africanos en Ro de Janeiro, considerando registros parroquiales e inventarios post mrtem, 1801-1830
Principales
reas de embarque
frica Occidental
frica Oriental
frica Central
Congo Norte
Sur de Angola
Norte de Angola
Otros de frica Central
Total (nmeros absolutos)
% en registros
parroquiales
13
34,5
52,5
39,8
3
9,7
-
% en inventarios post
mrtem
4
10
86
24,8
26,1
32,1
3
17,113
6 .743
177
en la dispora, en Ro de Janeiro . Tan slo Angola, Benguela, Congo, Mina, Cabinda y Mozambique podran variar a veces hacia Cassange, Rebolo, Monjolo,
Ganguela, Songo, Calabar y Quilimane; y luego para Camundogo, Cabund,
Camund, Muxicongo, Cabo Verde, Santo Tom e Inhambane o Luanda, Ambuila, Massangano, Baca, Mofumbe, Nago, Macua, Sena, etctera . Ya hemos sealado cmo Rebolo presenta una variacin de ms del 500% entre los bautismos y los inventarios . Pero hay otros ejemplos indicativos . La nacin Luanda
prcticamente no aparece en los registros de bautismos, pero en los inventarios
representa el 1,2% de los africanos centrales y el 3,2% de los africanos del norte
de Angola . Rebolo, Monjolo, Cabund, Camondongo, Camund, Quissaman y
Cassange alcanzan unos 1 .369 registros en los inventarios, es decir, un 20,3%
de los africanos y un 23,5% de los africanos centrales . Sin embargo, los registros de bautismos, que ascienden a 1 .127, equivalen solamente a un 6,6% del
total de africanos y a un 12,6% de los africanos centrales, y las naciones Camondongo y Camund apenas aparecen en los bautismos . El caso ms emblemtico es el de los denominados cabunds una nacin que aparecer con
reyes e identidades en el interior de las cofradas, como veremos, que suponen
el 2% de los africanos centrales en los inventarios pero slo un 0,4% en los
bautismos . Ya Libolo rene al 0,4% de todos los africanos bautizados y en
los inventarios apenas aparece representado . A diferencia de Ganguela que
suma tambin un 0,25% de los bautizados, pero alcanza un 3,9 % en los inventarios, aparecen naciones en los inventarios prcticamente nunca mencionadas entre los bautismos de casi 35 mil africanos en las parroquias centrales
de Ro, como los Baca/Ambaca, que suman en los inventarios un 1,4% de los
africanos del norte de Angola .
De esta forma, podramos tener diferentes combinaciones de nomenclaturas, terminologas y clasificaciones que podran aparecer (o desaparecer) ms
aglutinadas y convergentes, o bien dispersas y aisladas, dependiendo de las
fuentes y perodos . La concentracin de las clasificaciones ms generales en
las aportaciones de los barcos o en los bautismos en masa diverga de lo representado en los entierros e inclusive en la evaluacin de los inventarios, donde
apareceran no slo africanos recin llegados sino tambin aquellos con algn
tiempo ya en la dispora; con la posibilidad de que ellos mismos conciban o
informen de su nacin o que cuenten con alguien para hacerlo, que podra
ser el mismo seor o un compaero africano, a diferencia del recin llegado con
informacin genrica brindada en el caso de los bautizados por traficantes o
intermediarios directos de la trata de esclavos . En parte sucede lo que sugiere
Midlo Hall: El Louisiana Slave Database 1719-1820, herramienta sofisticada y
detallada sobre la esclavitud, nos muestra que, cuando los africanos venan por
primera vez, sus etnias raramente eran indicadas, y que, por lo tanto, los esclavos slo pasaban a definirse tnicamente despus de algunos aos viviendo
en Amrica . Cuanto ms tiempo los africanos permanecan en Louisiana, ms
frecuentemente sus etnias eran identificadas (Hall, 2005: 31-32) .
178
5 . Algunos estudios sobre la esclavitud, familia esclava y quilombos han enfatizado las diferencias entre criollos y africanos en Ro de Janeiro . Dichos abordajes, sin embargo, se concentraron en
las reas rurales . Vase, entre otros, destacando la tabulacin de datos de los mismos: Faria, 1998:
tabla 23, p . 349; Gos y Florentino, 1997, grficos 20 a 26: 149-158; Gomes, 1995, grfico 2, 4 y 5:
205 y 210-212 . Entre los pocos trabajos que se ocupan de parroquias urbanas, se destacan los de
Lima, 1998: 11-32 .
179
Africanos
occidentales
34
Africanos centrales
33
33
Iglesia de la Candelaria
27
45
Iglesia Sede
180
181
182
Cofrada de Nuestra Seora del Rosario y San Benito para solicitarle a la Intendencia General de Polica ayuda para sus bailes, ya que, teniendo la
costumbre en la ocasin de las Festividades de la misma Seora y Santo de
formar baile de negros por toda la Ciudad y Campo de Santa Anna . Queran
ayuda? S . Cabe recordar que en el tiempo del fallecido Paulo Fernandes
Viana por orden vocal que recibiera de S . Majestad conviniera con la referida
Cofrada para evitar los desordenes que seguan a los Bailes de los Negros
en los das de Fiesta cuando salan a tomar limosna, que la Intendencia de la
Polica contribuira anualmente con cinquenta contos de ris9 . El poder pblico y los poderes privados dialogaban cuando se trataba de las cofradas,
los bailes de negros y los africanos reinventando sus naciones10 . Entre
dilogos, tensiones, conflictos y solidaridades debemos destacar significados
simblicos, como el tambor . ste tambin estaba en disputa entre las propiedades reivindicadas en el conflicto de la nacin cassange . Adems, se
tena la tradicin transtnica de las cofradas y las reinvenciones culturales de
las fiestas de congos y su ritualizacin en la dispora . Parte de este proceso
de transformacin cultural no slo se explica por la experiencia de la dispora
sino tambin por las transformaciones ocurridas en las mrgenes africanas del
Atlntico (Lovejoy, 2008: 81-112) .
4. Consideraciones finales
En Ro de Janeiro se presenta una cara subterrnea de las reinvenciones entre solidaridades y conflictos de las identidades africanas (encubiertas por
las nomenclaturas y clasificaciones) organizadas en naciones a travs de las
cofradas y fiestas . Los africanos de grupos diversos podan ser identificados
(e identificarse) en naciones ms amplias, lo que tambin suceda con los
grupos minoritarios . Las diferencias no seran necesariamente borradas, pero
igualmente las semejanzas podan estar siendo construidas y redefinidas . Las
elecciones ritualizadas, las disputas en las cofradas por la mesa de directores, el control de recursos y, posteriormente, la formacin de sociedades ampliadas tenan sentidos resignificados de las naciones (Heywood, 1999: 9-23;
Lara, 2002: 71-100) .
Recientes estudios sobre la dispora africana han problematizado la cuestin de las identidades (Oliveira, 1997: 37-74; Oliveira, 1995-1996: 174-193;
Pars, 2005: 87-132 y Reis, 1997: 7-33) . Adems de un contexto de reinven-
9 . Biblioteca Nacional de Ro de Janeiro, Seccin de Manuscritos, Cdice II-34, 28,25, Representao da Irmandade de Nossa Senhora do Rosrio e So Benedito, pedindo a S .A .R . que mande
o Intendente Geral da Polcia pagar, do cofre desta, uma quantia que lhes havia sido prometida em
substituio as esmolas que os pretos conseguiam com suas dansas, por ocasio das festas dos
ditos santos, 1822 .
10 . Sobre cofradas, rituales fnebres y sus significados en Ro de Janeiro, vase: Oliveira, 1995
y Soares, 2002: 59-84 . Vase tambin Reis, 1995: 49-72 .
Boletn Americanista, Ao lxi. 2, n . 63, Barcelona, 2011, pp . 167-188, ISSN: 0520-4100
183
11 . Vase el debate reciente en Eltis, Morgan y Richardson, 2007: 1329-1358; Hall, 2010: 136150; Lovejoy, 2000: 1-29 .
184
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doa Isabel cas tres veces . De su primer marido, el conquistador Alonso de Grado, no tuvo hijos;
de su segundo matrimonio con Pedro Gallego, tuvo un hijo, Juan de Andrada, mientras que del tercero, con Juan Cano, tuvo cinco hijos, Catalina, Isabel, Juan, Gonzalo y Pedro .
2 . Comentarios sobre las Tablas que hablan de la descendencia del emperador Moctezuma y las
mercedes a la Casa de Moctezuma, 1740 . Archivo General de Indias (en adelante, AGI), Mxico, 764 .
3 . Sobre los intentos y consecuencias de antiguos conquistadores y sus herederos por constituir
una sociedad de corte feudal en el virreinato de Nueva Espaa, vase la Carta al rey del conquistador Francisco de Terrazas exponiendo las causas por las cuales conviene repartir la tierra de Nueva
Espaa entre los conquistadores y a perpetuidad, en lugar de quitar las encomiendas a los que las
tienen, Mxico a 1 de junio de 1544 (Paso, 1939: 105-111) . Vase, adems Surez, 1990 y Orozco,
1853 .
190
191
la Corona una serie de mercedes y mejoras, as como la restitucin del patrimonio materno, la provincia de Tula con su seoro, pueblos, vasallos, estancias,
montes, aguas e indios tributarios, lo anejo y perteneciente a todo ello8 . La
conservacin de la lnea legtima encabezada por don Pedro Moctezuma Tlacahuepantzin, dentro de la denominada Casa de Moctezuma, iba a depender
necesariamente de estas mercedes o privilegios como sucesor en los dominios
de su padre, pero tambin de defender y luchar por el antiguo tlatocayotl de Tula
como bienes dotales de su madre, doa Mara Miahuaxochitl, seora de ese
territorio9 . Sobre ellos se van a sustentar las sucesivas mercedes y privilegios
durante el perodo virreinal novohispano .
La primera merced monetaria que recibi don Pedro Moctezuma le fue provista el 18 de junio de 1540, y consisti en 100 pesos por un solo ao, que cobr
hasta 1542, luego de su arribo a Nueva Espaa de su segundo viaje a la Pennsula
Ibrica10 . Hacia 1544 se le volvieron a conceder otros 100 pesos11 . El 27 de noviembre de 1550, por una real cdula fechada en Valladolid, se le asignaron a don
Pedro 500 pesos anuales . Consultados el Consejo de Indias y el rey, sabedores
que de los bienes de su padre ni de otra cosa no tiene de qu se sustentar e
padece necesidad, acordaron entretanto que le hacemos otra merced se le den
en esa tierra de nuestra Real Hacienda quinientos pesos de oro de minas en cada
un ao para su sustentacin12 . Cuatro aos ms tarde, el Rey Felipe II se dirigi
a los oficiales de la Real Hacienda de Nueva Espaa para informarles que don
Pedro Moctezuma le haba hecho relacin que con los quinientos pesos que por
Su Majestad les estn mandados dar en cada un ao en la tierra, l no se puede
sustentar conforme a la calidad que l era hijo de Moctezuma13 .
El rey orden a sus oficiales que, adems de los 500 pesos de oro que cada
ao se le daba, se le proporcionase otros 100 pesos de oro anuales para su
sostenimiento . Y en 1560 se le seal que esos 600 pesos obtenidos en 1550 y
1554 pasaran a beneficiar a sus hijos y esposa luego de su muerte14 .
8 . Comentarios sobre las Tablas que hablan de la descendencia del emperador Moctezuma y las
mercedes a la Casa de Moctezuma, 1740 . AGI, Mxico, 764 .
9 . Vase al respecto Rentas de don Pedro (Jimnez y Ramrez, 2010) . Un interesante anlisis
sobre la disputa legal entre don Pedro Moctezuma y doa Mara Miahuaxochitl contra el comn y
principales de Tula, que ocuparon las tierras del tlatocayotl de Tula, con sus 21 estancias, as como
la posterior evolucin de las relaciones entre los herederos de don Pedro con los caciques de Tula
hasta el siglo xviii puede verse en Ramrez, 2010: 153-173 .
10 . Mandamiento del virrey Antonio de Mendoza para que se paguen a don Pedro, hijo de Moctezuma, cien pesos por un ao, Mxico, 1 de abril de 1542 (OGorman, 1935: 3); Mandamiento de
Antonio de Mendoza para que los oficiales de Su Majestad paguen 100 pesos de oro comn a don
Pedro Moctezuma, Mxico, 23 de mayo de 1542 (OGorman, 1935: 7-8) .
11 . Merced a don Pedro Moctezuma, 1544 . AGN, Mercedes, vol . 2, f . 288r .
12 . Traslado de la merced de 500 pesos que fue hecha a don Pedro, Valladolid, 27 de noviembre
de 1550 . AGI, Mxico, 765B, ff . 1r-2v .
13 . Traslado de la merced de 100 pesos hecha a don Pedro Moctezuma, Valladolid, 23 de febrero de 1554 . AGI, Mxico, 765B, ff . 1r-1v .
14 . Merced de 600 pesos de don Pedro para su esposa e hijos, 24 de diciembre de 1561 . AGI,
Justicia, 218, N . 2, R . 3, ff . 22v-23r .
192
Hubo que esperar hasta 1567 para que don Pedro Moctezuma recibiera la
recompensa que cambi su situacin y coloc los cimientos de la mejora familiar . En marzo del citado ao, tres aos antes de su muerte, le fue concedida una
merced de 3 .000 pesos de oro de minas situados en repartimientos de indios
vacos de la Nueva Espaa
para que los tenga y goce l por todos los das de su vida y despus de l sus herederos y
sucesores perpetuamente para siempre jams, los cuales dichos tres mil pesos se vinculen para
ello por va de mayorazgo para que no se puedan trocar, vender ni enajenar15 .
193
razgo fundado, las tierras de Tula no empezaron a hacerlo hasta que don Pedro
Moctezuma lo dispuso en su testamento, das antes de morir, en septiembre
de 1570 . Graduales sentencias dictadas por el Consejo de Indias restituyeron a
esta rama de los Moctezuma las 21 estancias de Tula, que permanecieron bajo
su control durante todo el perodo hispnico . Las sucesivas vistas de ojo y tomas de posesin de dichas estancias desde mediados del siglo xvi hasta finales
del siglo xviii as lo atestiguan .
194
195
27 . Dos memoriales del conde de Moctezuma solicitando disfrutar en estos reinos las rentas que
se le haban concedido en Nueva Espaa, Consejo, 11 de marzo de 1630 y 31 de enero de 1632 .
AGI, Patronato, 245, R . 30 .
28 . El hijo legtimo de don Pedro, don Martn Moctezuma, nacido de su matrimonio con doa
Ins Tiacapan, tendra que heredarle a su muerte; en caso de que don Martn muriese antes de dejar
descendencia, como as ocurri, el mayorazgo pasara a don Diego Luis Moctezuma, el mayor de
sus cinco hermanos naturales . stos eran, adems de don Diego Luis, don Bartolom de San Sebastin, don Lorenzo, doa Mara y doa Magdalena, en Testamento de don Pedro de Moctezuma,
Mxico, 8 de septiembre de 1570 . AGN Tierras, vol . 2627, exp . 1, ff . 726-726v .
29 . Duplicado de la merced de 3 .000 pesos a don Pedro de Moctezuma, San Lorenzo del Escorial, 23 de marzo de 1567 . AGI, Mxico, 386 .
30 . Mayorazgo de Moctezuma, Mxico, 26 de marzo de 1569 . AGN, Tierras, vol . 2627, exp . 1,
f . 818v .
196
Un detalle significativo incluido por don Pedro Moctezuma en el testamento, y que vino a cambiar las estipulaciones del mayorazgo, fue la incorporacin
de las estancias de la provincia de Tula, bienes dotales patrimoniales de su
madre doa Mara Miahuaxochitl . Hasta el fallecimiento de don Pedro, de las
21 estancias que conformaban dichos bienes patrimoniales, slo posea seis
estancias . El resto estaba pendiente de sentencia en el Real y Supremo Consejo de Indias para incorporarse a su patrimonio . Por ello, dej mandado a su
hijo don Martn que, por va de vnculo y mayorazgo, tuviera las estancias junto
a las dems rentas que dejaba en la Caja Real . Adems, solicitaba al rey que le
confirmara e hiciera merced de la dicha provincia de Tula, sin quitarles cosa
alguna de los tres mil pesos que le hizo merced en la dicha Real Caja pues
aquello fue por razn del seoro del dicho Moctezuma su padre y lo dems es
del patrimonio y bienes dotales mayorazgo de la dicha su madre34 .
31 . Ibd ., f . 826r .
32 . En la constitucin del mayorazgo, don Pedro Moctezuma puntualiz que tuvo a sus seis hijos siendo soltero y con diferentes indias nobles y solteras . Posiblemente fuera la situacin legal de
sus hijos, habidos fuera del matrimonio cristiano, la que forz a don Pedro a decidir que los seis fueran herederos y usufructuarios de la dicha merced vinculada . De manera que instituy seis vnculos
en sus hijos para que cada uno obtuviese 500 pesos de oro de minas procedentes de la merced de
los 3 .000 pesos, y en caso de fallecimientos se repartiran por igual entre los que quedasen vivos . El
que los hijos de don Pedro Moctezuma aparezcan como hijos naturales habidos con mujeres solteras puede explicar que a la fecha de institucin del mayorazgo no hubiese formalmente un heredero
nico del mismo . Ibd ., ff . 821v, 822v .
33 . Testamento de don Pedro Moctezuma, Mxico, 8-10 de septiembre de 1570 . AGN, Tierras,
vol . 2627, exp . 1, ff . 726r-726v .
34 . Ibd ., f . 726r .
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Don Martn Moctezuma sucedi en el mayorazgo tras la muerte de don Pedro en septiembre de 1570, pero no fue hasta el 19 de junio de 1576 cuando
finalmente se le dio la posesin de las rentas perpetuas, las tierras y los tributos35 . Disfrut poco tiempo del mayorazgo, pues falleci a finales de ese ao36 .
El prematuro deceso de don Martn dej al mayorazgo en un comps de espera .
La sucesin corresponda a su hermano natural, don Diego Luis de Moctezuma,
como estipulaba el testamento paterno37, quien se encontraba en Castilla desde
1567 representando a su familia ante la Corte .
Tanto doa Ins Tiacapan, madre de don Martn Moctezuma, como los herederos de doa Isabel de Moctezuma, hermana de don Pedro, encarnados por
su hijo mayor, don Juan Andrada Moctezuma, y despus por su nieto don Pedro
Andrada, apelaron y reclamaron para s la titularidad del mayorazgo aduciendo
la bastarda de don Diego Luis (Tezozomoc, 1949: 135)38 . Tras ms de diez
aos de litigio, el pleito por la sucesin del mayorazgo finaliz en agosto de
1587, con sucesivas sentencias de vista, revista y la ejecutoria a favor de don
Diego Luis, declarndosele sucesor legtimo de su hermano don Martn39 .
El reconocimiento de la legitimidad de don Diego Luis Moctezuma para detentar el mayorazgo en liza supuso cambios cruciales en la familia y futuros herederos de don Pedro, que afectaron definitivamente su desenvolvimiento ulterior
con relacin, entre otras cosas, a las mercedes y privilegios concedidos hasta
entonces y por otorgar . Por lo pronto, la Corona se curaba en salud manteniendo en la Corte hispana al nieto de Moctezuma II, ofrecindole mercedes dignas
de la mejor nobleza titulada hispana, donde en nombre de S .M . se le sealaran
[] 100 mil ducados de renta anual y perpetua, y se le concedera Grandeza de
Primera Clase y Llave de la Cmara40 . Si a esto le unimos su casamiento en
1579, en pleno litigio por la sucesin en el mayorazgo, con doa Francisca de la
35 . Informe del Consejo de Indias, 18 de enero de 1740 . AGN, Archivo Histrico de Hacienda,
vol . 1880, exp . 1, f . 21v .
36 . Carta de Pedro de Andrada Moctezuma, solicitando el mayorazgo Moctezuma, Mxico, 1 de
diciembre de 1576 . AGN, Civil, vol . 772, exp . 2, ff . 1r-1v .
37 . Testamento de don Pedro Moctezuma, Mxico, 8-10 de septiembre de 1570 . AGN, Tierras,
vol . 2627, exp . 1, f . 733r .
38 . ste fue el mayor de los hijos que tuvo don Pedro Moctezuma, habido con doa Catalina
Quiauhxuchtzin, pariente suya y con la que se cas segn la costumbre prehispnica . En el acta
de constitucin del mayorazgo, don Pedro seal que Diego Luis era hijo de Catalina, natural de
Tula . Igualmente, en su testamento don Diego Luis indic que era hijo de Catalina Quiauhxuchtzin .
Tezozomoc dice que la madre de don Diego era igualmente una mujer originaria de Tula, pero que
su nombre era Magdalena Quiauhxuchtzin (Mayorazgo Moctezuma, Mxico, 26 de marzo de 1569 .
AGN, Tierras, vol . 2627, exp . 1, f . 822r; Testamento de don Diego Luis Moctezuma, Valladolid, 31 de
mayo de 1606 . AGN . Tierras, vol . 2337 . exp . 1 . f . 596v) .
39 . Sentencias del Consejo . Diego Moctezuma con Pedro Andrada Moctezuma y otros sobre
el Mayorazgo de este ttulo, 1587 . AGI, Escribana de Cmara, 953; Autos seguidos por don Diego
Luis Moctezuma contra los Oficiales Reales sobre paga de cierta merced, 1590 . AGN, Vnculos y
Mayorazgos, vol . 76, exp . 3, ff . 44r-46v .
40 . Comentarios sobre las Tablas que hablan de la descendencia del emperador Moctezuma y
las mercedes a la Casa de Moctezuma, 1740 . AGI, Mxico, 764 .
198
Antes de morir, en su testamento, volva a incidir en el asunto de las mercedes comprometidas, al grado de exhortar al monarca a que se la hicieran efectivas a sus hijos . Por supuesto, anteponiendo la lealtad obligada hacia la figura
del Rey de Espaa, no slo de sus hijos, sino la que dieron su abuelo, su padre
y l mismo . Don Diego Luis lo nico que consigui fue que se crease una Junta
especial formada por personas de los distintos Consejos del Estado, que se reuni
en Valladolid para intentar solucionar estos problemas . En el transcurso de estas
discusiones falleci don Diego Luis . ste dej la deuda incorporada en su testamento como compromiso a solucionar por su hijo mayor y heredero, don Pedro
Tesifn Moctezuma, y su viuda, doa Francisca de la Cueva42 .
Cuando en 1606 don Diego Luis Moctezuma determin redactar el testamento, su situacin econmica, adems de la personal y social, era muy distinta
a la que tena cuando lleg a la Pennsula Ibrica en 1567 como enviado de
41 . Pretensin de don Diego Luis Moctezuma, Valladolid, 1604 . AGI, Mxico, 762 .
42 . Traslado del testamento de don Diego Luis Moctezuma, Valladolid, 31 de mayo de 1606 .
AGN, Tierras, vol . 2337, exp . 1, f . 599v .
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su padre y hermanos para resolver problemas en la Corte . Desde su reconocimiento por el Consejo de Indias como heredero de don Pedro Moctezuma
y del mayorazgo que ste instituy, le fue llegando liquidez monetaria desde
Nueva Espaa, especialmente la derivada de la merced de los 3 .000 pesos de
oro de minas anuales vinculada a su mayorazgo . Adems, percibi otros ingresos procedentes de las estancias y patrimonio de la jurisdiccin de Tula . A
esto, no debemos desdear los posibles vnculos con el ducado de Alburquerque, del que descenda directamente su esposa, doa Francisca de la Cueva,
uno de los grandes ttulos de la nobleza hispana (Elliot, 2005: 340)43 .
Hay que referir que las mercedes estaban situadas en la Caja Real de la
Audiencia de Mxico . Mientras don Diego Luis Moctezuma y sus descendientes gozaron su mayorazgo lograron colocar diferentes administradores de sus
mercedes y propiedades en la Nueva Espaa44 . stos tenan licencias y poderes para demandar y cobrar todo lo que perteneca a don Diego Luis, desde la
merced de 3 .000 pesos de oro comn hasta cargamentos de cueros, cochinilla
y otros depsitos que se efectuaban en la Caja Real procedentes de su mayorazgo y propiedades vinculadas . El objetivo final era el envo a la ciudad de
Sevilla, lugar donde se fiscalizaban los productos provenientes de las Indias,
de las utilidades y la plata recaudadas45 . La presencia de los administradores
en la Nueva Espaa fue fundamental para que los resultados financieros tuvieran el fin deseado y don Diego Luis pudiera recibir al otro lado del ocano,
no sin dificultad, sus capitales . En su testamento refiere que haba entrado
mucha cantidad de maravedes y barras de plata de mis rentas que tengo en
la ciudad de Mxico y lugares de mi mayorazgo . Asimismo, hizo constar que
dej a doa Francisca de la Cueva, su mujer, la no despreciable cantidad de
siete mil ducados,
e tenga e se le paguen de lo mejor y ms bien parado de mis bienes, y ans se lo mando y
encargo al dicho don Pedro Moctezuma, mi hijo mayor, lo cumpla; y asimismo si la dicha mi
mujer tuviere otra cualquier accin a mis bienes, en razn de bienes gananciales y en otra
forma, se le d y pague de los dichos mis bienes que tambin se lo encargo al dicho don
Pedro mi hijo46 .
43 . John Elliot seala que los ingresos de la casa ducal de Alburquerque en torno a 1600 giraban
en torno a los 50 .000 ducados anuales .
44 . Carta poder de don Diego Luis Moctezuma a Gernimo del Castillo para que administre su
mayorazgo y bienes en la Nueva Espaa, 1595 . AGN, Tierras, vol . 2337, exp . 1, ff . 560r-562v; Expediente de concesin de licencia para pasar a Nueva Espaa a favor de Hernando de Isla, vecino
de Guadix, que va a administrar la herencia de Diego Luis de Moctezuma, 1585 . AGI, Indiferente,
2064, N . 33; Juan de Albear, en nombre de don Diego Luis de Moctezuma, pide que se citen a los
sucesores sobre ciertas ventas, Madrid, 9 de enero de 1597 . AGI, Patronato, 245, R . 24 .
45 . Carta poder de don Diego Luis Moctezuma a Gernimo del Castillo para que administre su
mayorazgo y bienes en la Nueva Espaa, 1595 . AGN, Tierras, vol . 2337, exp . 1, ff . 560r-561r .
46 . Traslado del testamento de don Diego Luis Moctezuma, Valladolid, 31 de mayo de 1606 .
AGN, Tierras, vol . 2337, exp . 1, ff . 597r, 598v .
200
47 . Memorial de don Pedro Moctezuma, hijo de don Diego Luis Moctezuma, sobre aumento de
su renta, 1621 . AGI, Patronato, 245, R . 26, ff . 1r-1v .
48 . Traslado del testamento de don Diego Luis Moctezuma, Valladolid, 31 de mayo de 1606 .
AGN, Tierras, vol . 2337, exp . 1, f . 599r .
201
49 . Escritura de transaccin y convenio que otorgaron los hijos de don Diego Luis Moctezuma
y doa Francisca de la Cueva, su madre, con Su Majestad, apartndose de todos sus derechos y
acciones a la Real Corona, en virtud de habrseles concedido 1 .500 ducados anuales a cada uno
y dos hbitos para el hijo mayor y el que se casase con la hermana que le segua, Madrid, 26 de
enero de 1612 . AGI, Patronato, 245, R . 17, ff . 1v-2 .
50 . Real Provisin a Don Pedro de Tesifn dndole ttulo de vizconde del lugar de Ylucan en
Nueva Espaa, Madrid, 24 de febrero de 1627 . AGI, Indiferente, 451, L .A 10, ff .79v-80; Real Provisin a D . Pedro Tesifn Moctezuma de la Cueva, dndole ttulo de conde de Moctezuma de Tultengo, en Nueva Espaa, Madrid, 13 de septiembre de 1627 . AGI, Indiferente, 451, L .A 11, ff . 6v-7 .
51 . Relacin de las mercedes que por los decretos de S .M ., consultas y otros papeles de la
Secretara de Nueva Espaa parece se han hecho a la Casa de los Condes de Moctezuma desde el
ao de 1567 hasta 8 de octubre de 1684 . AGI, Mxico, 762 .
202
ejemplo de este tipo de merced sera la que por cdula de 23 de marzo de 1567
se concedi a don Pedro Moctezuma de 3 .000 pesos de oro de minas por va
de mayorazgo perpetuo, consignados en encomiendas incorporadas a la Real
Corona52 .
Por otra parte, en los primeros aos del siglo xvii les fueron concedidas mercedes en encomiendas vacas conforme a la ley de sucesin, que era de dos
vidas . Estas encomiendas eran aquellas que fueron incorporndose a la Corona
una vez que terminaban las vidas de posesin de sus beneficiarios, la mayor
parte de ellos descendientes de los primeros conquistadores y pobladores hispanos de la Nueva Espaa . A partir de los primeros aos del siglo xvii despuntaron estas vacantes . Seala Silvio Zavala que desde entonces la provisin
de estas encomiendas era otorgada por el rey, y cuando haba indios vacos,
los virreyes y gobernadores situaban la encomienda, o sea, hacan efectiva
la merced, poniendo al beneficiario en posesin de los frutos (Zavala, 1973:
137-139)53 . Cuando don Pedro Tesifn Moctezuma, en 1612, hizo dejacin y
renuncia a sus potenciales derechos sobre los territorios novohispanos en favor
de la Corona hispana, sta le sum 1 .000 ducados de plata de rentas perpetuas
en repartimientos de indios vacos a los 3 .000 pesos de oro de minas que tenan vinculados en su mayorazgo desde 1567 . Adems, los cuatro hermanos de
don Pedro Tesifn fueron provedos, igualmente, de estas encomiendas pero
de acuerdo a la ley de sucesin por dos o tres vidas . Cada uno de ellos recibi,
en la misma real provisin otorgada a su hermano, 1 .500 ducados anuales en
indios vacos . En caso de muerte de alguno, sin dejar descendencia, la merced
se prorrateaba entre los restantes hermanos, incluido don Pedro Tesifn . El fallecimiento de los cuatro hermanos entre 1621 y 1641, sin sucesin, supuso que
las encomiendas vacas que tenan asignadas se sumaran, por las vidas estipuladas, al mayorazgo que detentaba54 .
Aunque las concesiones de estas mercedes se otorgaron en 1612, fue en
1618 cuando empezaron a ingresarse en las arcas de la Caja Real de la Hacienda novohispana los tributos de las encomiendas concedidas55 . Sin embargo,
por la informacin facilitada a la Corona, las rentas que llegaban a Espaa eran
muy cortas y no alcanzaban a la tercera y cuarta parte de lo estipulado para
52 . Silvio Zavala se apoya en Fabin de Fonseca y Carlos de Urrutia (Fonseca y Urrutia, 18451853) para sealar que la primera encomienda perpetua en la Nueva Espaa fue la que otorg el
Rey Felipe II, en virtud de Real Decreto, el 23 de marzo de 1567 a favor de don Pedro de Moctezuma
adjudicndole por va de mayorazgo 3 .000 pesos de oro de minas sobre el ramo de tributos reales
(Zavala, 1973: 707-708) .
53 . Recopilacin, Libro VI, Tt . VIII, Ley 41; Tt . XI, Leyes 14-15 y Libro VIII, Tt . IX, Ley 21 .
54 . Razn sobre las mercedes de la transaccin de los Moctezumas, y su cumplimiento, y las
que goza la actual Condesa y junta que se form el ao de 1634 para tratar de las dependencias de
esta Casa . Madrid, 3 de septiembre de 1685 . AGI, Mxico, 762 .
55 . Tocante a las encomiendas del conde Moctezuma, Mxico, 10 de mayo de 1690 . AGI, Mxico, 762 .
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59 . Por don Pedro Tesifn Moctezuma se me ha dado el memorial incluso en particulares suyos,
2 de septiembre de 1625 . AGI, Mxico, 143, R . 3, N . 50 .
60 . Sobre un memorial del conde Moctezuma, 14 de julio de 1629 . AGI, Mxico, 762 .
61 . Ibd.; Charles Gibson seala que cuando a Hernn Corts le concedieron el ttulo de marqus
del Valle de Oaxaca, le otorgaron asimismo jurisdiccin civil, penal y eclesistica en su marquesado
(Gibson, 1980: 65) .
62 . Sobre un memorial del conde Moctezuma, 14 de julio de 1629 . AGI, Mxico, 762 .
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de este gnero67 . La nueva encomienda prometida a don Pedro Tesifn Moctezuma fue concedida por real cdula de 23 de agosto de 1632 . La renta era
de 1 .000 ducados y estara situada en la primera encomienda que vacase en la
Nueva Espaa, atento a sus necesidades y a los gastos que se le recrecieron
con los administradores que tena con las dems rentas68 .
La ltima concesin que el primer conde de Moctezuma recibi en vida fue el
Seoro de La Peza, en el trmino de la ciudad de Guadix (donde naci en torno
a 1585), en el Reino de Granada . Despus de la constitucin del mayorazgo
en 1569 y la asignacin de ttulos de nobleza y rdenes militares entre 1627 y
1629, la obtencin, mediante compra a la Corona el 6 de noviembre de 1631, del
pueblo de La Peza supona para la casa condal de Moctezuma su consolidacin
como seoro con jurisdiccin, dentro de su subordinacin a la legislacin general del reino castellano (lvarez, 1994: 106; Garca, 1992: 28-29) . Lo que no pudo
obtener don Pedro Tesifn cuando solicit su marcha a la Nueva Espaa varios
aos antes, lo logr en su patria chica, Guadix, en medio de fuertes necesidades econmicas . La adquisicin de un seoro no slo representaba prestigio
social sino tambin econmico . Tomando en cuenta las especiales circunstancias econmicas por las que estaba atravesando la familia de don Pedro Tesifn
Moctezuma en el primer tercio del siglo xvii, la compra del seoro de La Peza
podra ser vista como una fuente importante de ingresos . Sin embargo, autores
como lvarez Nogal admiten que lo que impulsaba al comprador era alcanzar
prestigio social ms que un rendimiento econmico, pues fueron escasos quienes figuraron entre los compradores de este tipo de seoros en el siglo xvii,
marcado por una crisis generalizada (1994: 110) .
No se puede determinar como merced esta concesin, pues se obtuvo a
travs de una permuta . En octubre de 1631, el Consejo de Hacienda concedi
67 . Testimonio del ttulo de encomienda que goza el conde don Diego Luis Moctezuma de 1 .000
ducados de renta en los pueblos de Santiago Tecali y Tecomastlahuaca, 1655 . AGI, Mxico, 762 .
68 . dem; Relacin de las mercedes que por los decretos de S .M ., consultas y otros papeles de
la Secretara de Nueva Espaa parece se han hecho a la Casa de los Condes de Moctezuma desde
el ao de 1567 hasta 8 de octubre de 1684 . AGI, Mxico, 762 . En 1646, la condesa de Moctezuma,
viuda de don Pedro Tesifn y tutora del segundo conde de Moctezuma, Diego Luis Tesifn Moctezuma, le envi una carta al Rey Felipe IV en la que le haca relacin de que la merced de 1 .000 ducados
en encomiendas vacas an no las gozaba despus de tantos aos, por lo que solicitaba que pasara a su hijo sin que corrieran las vidas . As lo decidi la Cmara de Indias y el Rey, quien envi una
nueva Real Cdula ordenando al Virrey de la Nueva Espaa se diera curso a esta merced . Y habra
que esperar a 1653 para que el representante del conde de Moctezuma en Nueva Espaa, a travs
de un informe que recibi procedente del Tesorero y Juez Contador General de los Reales Tributos y
Azogues del virreinato donde se le haca relacin de las encomiendas vacas existentes, solicitara se
incorporaran las rentas procedentes de los pueblos de Santiago Tecali y de Tecomastlahuaca, por el
valor de 1 .000 ducados de plata, que transferidos a pesos equivalan a 1 .378 pesos, 5 tomines y 4
granos . Estamos ante una muestra de la desproporcin con la que actuaban las autoridades novohispanas para dar cumplimiento a un mandamiento real, y cmo la Corona se amoldaba asimismo
a estas situaciones que afectaban directamente a un sbdito que esper veintin aos (1632-1653)
para obtener esta merced . Sobre las deudas al conde de Moctezuma, Consejo, 19 de noviembre de
1701 . AGI, Mxico, 763 .
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dra haberle facilitado el acceso y control de las mismas con mayor disposicin .
Sus sucesores siguieron dependiendo de los bienes vinculados al mayorazgo,
adems de las rentas anuales en encomiendas de indios vacos . Entre 1642 y
1692 se les situaron un total de 8 .250 ducados de renta anual en encomiendas
de indios vacos73 . En 1673, por ejemplo, disponan de 22 pueblos encomendados, distribuidos por diversas regiones del centro del virreinato novohispano74,
y los adeudos o pasivos atrasados a fines del siglo xvii ascendan a 163 .481
pesos75 .
Es natural que por la difcil situacin de las arcas y finanzas de la Corona a
fines del siglo xvii, as como la libertad con la que actuaron muchos funcionarios
de la Hacienda novohispana en esos aos, no solamente se retuvieran cantidades importantes de mercedes reales y pensiones que se entregaban, sino que
muchas aguardaban en las Cajas Reales perodos de tiempo dilatados, como
era el caso de las rentas procedentes de los tributos puestos en indios vacos a
los descendientes de don Pedro Moctezuma Tlacahuepantzin .
Bibliografa citada
LVAREZ NOGAL, Carlos (1994) . El Conde de Moctezuma en el Reino de Granada . En: Reino de Granada y el Nuevo Mundo: V Congreso Internacional de Historia de Amrica. Granada: Diputacin Provincial de Granada, vol . 2, pp . 102-115 .
BARRIENTOS GRANDN, Javier (2004) . El Gobierno de las Indias . Madrid: Editorial Marcial Pons .
BAUDOT, George (1996) . Mxico y los albores del discurso colonial . Mxico:
Nueva Imagen .
CLAVERO, Bartolom (1989) . Mayorazgo: Propiedad feudal en Castilla (13691620) . Madrid: Siglo XXI .
DOMNGUEZ ORTIZ, Antonio (2001) . Espaa. Tres milenios de Historia . Madrid:
Marcial Pons (Historia) .
ELLIOT, John H . (2005) . La Espaa Imperial, 1469-1716 . Barcelona: Vicens Vives .
FERNNDEZ DE RECAS, Guillermo (1965) . Mayorazgos de la Nueva Espaa,
Mxico: UNAM .
FONSECA, Fabin de, y URRUTIA, Carlos (1845-1853) . Historia general de Real
Hacienda . Mxico: Vicente G . Torres .
73 . Comentarios sobre las Tablas que hablan de la descendencia del emperador Moctezuma y
las mercedes a la Casa de Moctezuma, 1740 . AGI, Mxico, 764 .
74 . Certificacin que por los libros y papeles de la Real Contadura de Tributos y Servicio de la
Nueva Espaa estn situados en don Pedro Tesifn Moctezuma y sus hermanos, Mxico, 11 de julio
de 1673 . AGI, Mxico, 762 .
75 . Certificacin del monto lquido que importaron las encomiendas puestas en la condesa de
Moctezuma, Mxico, 10 de mayo de 1690 . AGI, Mxico, 762 .
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1 . Este artculo forma parte de la tesis doctoral Espacios de resistencia y colonizacin. La construccin territorial del Mxico republicano desde la localidad de Palizada, en el suroeste de la Pennsula de Yucatn (1821-1916), UNAM, Mxico: 2010 .
2 . Entrevista a una mujer habitante del pueblo de Palizada (Cam ., Mxico), nacida en 1928 .
Realizada por Rosa Torras, Palizada, 16 de mayo de 2009 . La cursiva es ma .
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3 . Rica en palo de tinte y maderas preciosas, la regin est atravesada por un sistema de ros
navegables que desemboca en el sur del Golfo de Mxico, vinculando Guatemala, Chiapas, Tabasco
y Campeche . La lite asentada en Isla del Carmen, cuyo puerto era el principal punto de exportacin
de la madera hacia Europa, consider la regin de Los Ros como su hinterland, pues de ah extraan
el producto hacindolo llegar hasta el ro Palizada (afluente del Usumacinta), que lo transportaba
hasta el puerto carmelita .
212
213
blacin y una estructura social menos jerrquica se tradujeron en escasez crnica de fuerza laboral . Como veremos ms adelante, lo anterior tuvo efectos
particulares en el suroeste peninsular, compartidos con las zonas madereras de
Tabasco y Chiapas, pues reforz los mecanismos de sujecin .
Los mecanismos mencionados iban respaldados por un cuerpo legal creado
al efecto5, emitido por el Congreso de Yucatn, al que perteneca Campeche
antes de 1863, y por el del estado de Campeche a partir de su creacin en el
mencionado ao, siendo su denominador comn el dar por hecho la existencia
de la deuda como mecanismo de sujecin del trabajador a su dueo .
Destaca la Ley de 30 de octubre de 1843 declarando libre y reglamentando
el trabajo de los sirvientes, pues con ella como ocurra en muchos otros casos
fuera y dentro de la Repblica Mexicana qued incorporado a la regulacin del
trabajo forzoso el postulado liberal que garantizaba la libertad de trabajo, artilugio jurdico dirigido a hacer compatible el sistema econmico yucateco que se
deseaba legalizar con la ideologa del momento .
As rezaba el primer captulo de la ley: Todo ciudadano es libre para prestar
sus servicios a quien mejor le parezca, sin que ninguna autoridad pueda obligarle a servir [a] determinada persona, so pena de veinticinco pesos de multa por
primera vez, cincuenta por la segunda, privacin de oficio y de tres aos de los
derechos de ciudadano por la tercera . Para inmediatamente aclarar, en su artculo segundo, que: Esta libertad slo ser coartada cuando espontneamente
se hubiesen contrado obligaciones recprocas, a cuyo cumplimiento quedan
sujetas ambas partes .
En el artculo tercero, por su parte, clasificaba las obligaciones de tal manera que, excepto para mayordomos, mayorales, vaqueros y artesanos, las obligaciones contradas espontneamente por los sirvientes con sus patrones
quedaban lo suficientemente indefinidas como para que stos tuvieran margen
para alegar, cuando as lo desearan, obligacin de trabajo por incumplimiento
de tareas . De la misma forma se estableca que para el pago de los diferentes
trabajos del campo la costumbre har ley (art . 4 .), aunque contemplaba que
cada sirviente era libre para poner tasa a su trabajo . En caso de fuga, el sirviente sera perseguido, detenido y devuelto con su amo despus de tres das
de crcel en caso de que nadie pagara por l; los gastos causados por la aprehensin y manutencin en prisin seran cargados a la deuda del prfugo (art .
15 .) . Adems, prohiba a los propietarios admitir a su servicio a personas que
no acreditaran, mediante boleta del juez de su vecindad, estar libres de deuda o
tener documento de separacin temporal (art . 12 .) .
214
215
de los hacendados de sujetarla con endeudamiento . Pero la situacin en el norte y el sur fue distinta, como se analizar ms adelante .
216
Como muestra, un extracto del reporte del juez, fruto de las entrevistas que
realiz a varios testigos:
De sus deposiciones resulta probado que la primera [ilegible] del rancho de Soler [se refiere a
Mara Vsquez], no slo estaba sirviendo forzada sin deber nada sino que su llamado amo la haba
casado contra su voluntad con un individuo que tambin fue violentado, como inequvocamente
se deduce de la fuga que hizo al da siguiente de la celebracin del matrimonio: que cuando
determinaba a reclamar la injusticia con que se le trataba, se le contestaba que estaba pagando
ciento cincuenta pesos de la deuda de su prfugo esposo: que resuelta por fin, cansada de tantos
sufrimientos, a fugarse de la vista de sus tiranos, tuvo la desgracia de ser apre[hen]dida, que despus de otros [ilegible] tratamientos, le mand cortar a raz el pelo, ignominia que siempre se ha
considerado de gran tamao para el sexo frgil . Este hecho est comprobado con la simple vista
de la paciente . Los dems indgenas niegan los crditos que dicen sus amos han contrado, quejndose del rigor con que se los trata . // Por todas las declaraciones que ha sido posible tomarse
de los dos precitados ranchos y otros, no queda la menor duda de que innumerables indgenas
han sido conducidos furtivamente y permanecen all forzados, en donde se los trata con la mayor
ignominia y crueldad . // Cuando los sirvientes de otras rancheras necesitan algn dinero, jams
se les da moneda corriente, sino pedazos de hoja de lata en unas [ilegible] y en otras plomo, tal
como el que incluyo a VS que se reparte en los ranchos de Candelaria, San Ysidro y S . Andrs,
pertenecientes a D . Juan de Dios Mucel . De ese modo es claro que no pueden comprar nada de
lo que llega a esos lugares por ser la tienda del amo en donde exclusivamente se recibe dichas
monedas supuestas . En las expresadas rancheras de Mucel, existe una crcel pblica en donde
tiene grillos y otras clases de tormentos, para cuyo establecimiento tiene segn l permiso del
Ayuntamiento desde el ao de 1828 . Son tantas las crueldades y horrorosas arbitrariedades que
all se perpetran, segn voz pblica de aquella villa, que se tiene ya por muy comn y sabido por
todos este clebre y visible dicho De la Laguna a Candelaria Dios; de la Candelaria a la Laguna
Juan de Dios Mucel . // Por varios hechos y declaraciones privadas que he tomado se manifiesta
igualmente que otros muchos se implican en el vergonzoso trfico de reducir a los infelices indgenas para venderlos . Tambin est probado que del pueblo de Pich han remitido a la repetida villa
algunos desgraciados contra toda su libertad . // Pero lo que ms llama la atencin, y hace horrorizar a los dulces sentimientos de la humanidad, es el trato desptico y cruel que reciben aquellos
infelices, ponindoles mordazas, y recibiendo cuando menos cincuenta azotes por algunas faltas
quiz leves, o por delitos que deban ser castigados por la autoridad pblica con arreglo a las
leyes, y no por la arbitrariedad de un individuo privado . As es que segn informes que me han
dado, los delincuentes de los ranchos son all juzgados sumariamente por la legislacin particular
que cada propietario de rancho tiene establecida, y a no ser ese feliz descubrimiento en que est
interesado los [ilegible] pblica y la humanidad, debiera publicarse con singular satisfaccin que
la villa del Carmen es ejemplar en su rgida moralidad por la sencillsima razn de no existir dos
causas criminales hace mucho tiempo en el Juzgado respectivo de los vecinos y residentes de la
referida villa . [] Al punto pues, se percibe el objeto de tan escandaloso y antisocial abuso: evitar
que los criados bajen al lugar en donde residen los Jueces y Autoridades pblicas, evitando el que
puedan hacer los justos reclamos de su maltratamiento . Con ese mismo objeto lo primero que se
procura cuando se establece algn rancho es exigir o levantar alguna capilla, para que sin salir de
all celebren sus solemnidades religiosas, pero por ms que quisiera extenderme en este informe,
jams podra adquirirse una cabal y completa idea de los escandalosos atentados que, segn pblica voz de aquella villa, se perpetran en los ranchos referidos, atentados que hacen estremecer
a los corazones sensibles y que an conservan los dignos y humanos sentimientos de compasin
y lstima . // Innumerables hechos atenta[to]ros de los [ilegible] y sagrados derechos del hombre
pudiera alegar; pero no puedo pasar en silencio el sin igual delito cometido en la persona de un
infeliz indgena que a las oraciones de la noche se hallaba repicando en la puerta de la Iglesia del
pueblo de Lerma: fue sorprendido por un feroz enemigo de la humanidad, le cubri con una gran
frazada, embarcndole violenta y furtivamente hasta la Laguna9 .
9 . Ibd ., ff . 1-4 .
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10 . Atanasio Soler Prim, de origen cataln, era propietario en 1859 de la hacienda Sitio Nuevo y
del rancho Romn Tixel, ubicados en el Partido del Carmen . Era miembro, adems de la Sociedad
Agrcola Mexicana . Tulane Latin American Library (TLAL) (microfilm), vol . 5, exp . 2, Estadstica del
Estado de Campeche. Agricultura industrias anexas. Partido del Carmen. Municipalidades de Palizada, Sabancuy y Mamantel. Agencia del Ministerio de Fomento en Campeche; HNDM, El Siglo xix,
Ciudad de Mxico, 14 de enero de 1880, p . 2 .
11 . Juan de Dios Mucel fue alcalde de Ciudad del Carmen en 1831, 1835 y 1840-1841 (Bolvar,
1989); AGEY, Poder Ejecutivo, Ramo Gobernacin, CD 14, Caja 21, vol . 13, exp . 27, Representacin
de Juan de Dios Mucel pidiendo su licencia por enfermo, 9 de noviembre de 1840, f . 1 .
12 . Casa de la Cultura Jurdica de Campeche (CCJC), Juzgado 1 . de Distrito, Juicios Civiles,
Fondo Baldos, caja 1852-1873, exp . 24 o 9, Solicitudes de varios Seores del Carmen, ao 1859 .
218
El relato segua contando que era tanto el maltrato que reciban los sirvientes, que uno de los dueos muri asesinado en el mismo rancho y que a otro,
encargado de la explotacin en el momento en que escriba el denunciante
annimo, tambin intentaron matarlo por la desesperacin de los trabajadores, pues para acabar de empeorar su condicin, la primera autoridad que
actualmente existe en aquella villa es tambin de la familia de los dueos de
la finca14 .
Siempre a travs de la prensa publicada en Ciudad de Mxico, fue annimamente escrito un artculo en el que se narraban unos hechos, ocurridos en el
Partido del Carmen, sangrientos y brbaros, que son sin embargo a nuestro juicio plida muestra de los horrorosos actos que ha de originar nuestro impropio
sistema de servidumbre y el inicuo trato que los trabajadores reciben de los mayordomos y capataces15 . Uno de ellos sucedi en abril de 1890, en la hacienda
San Geronimito de Benito Anizan, francs dueo de una de las compaas de
explotacin de palo de tinte ms importantes de la regin, cuando un mozo
de apellido Lpez, sirviente en ella, mat de un tiro al mayordomo segundo e
hiri gravemente al capataz, dndose despus a la fuga . El columnista segua
narrando otros hechos de sangre que demostraban el inveterado odio del sirviente hacia ellos, mayordomos y capataces .
Sin embargo, las denuncias por va judicial no empiezan a aparecer sino
hasta finales del siglo xix, a partir del momento en que algunos sirvientes tuvieron acceso a la justicia federal . El mecanismo era solicitar su amparo acusando
al jefe poltico de Campeche por violacin de los artculos 5, 16, 17 y 19 de la
Constitucin . En la revisin de los archivos del Juzgado 1 . del Distrito de Campeche, solamente encontramos los siguientes casos para todo el estado:
En 1895, Eleuterio Borges, nacido en Peto (Yuc .) y vecino de la finca Haltunchn, en Champotn, que fuera del poltico y magistrado Antonio Lanz
Pimentel y heredado por su esposa, solicit a la duea se le liquidaran las
cuentas pues haba terminado el tiempo para el cual haba sido contratado .
No quera renovar contrato debido a los malos tratos recibidos como sir13 . Hemeroteca Nacional Digital de Mxico (HNDM), La Patria, Ciudad de Mxico, 14 de noviembre de 1877, p . 3 . La cursiva en el original .
14 . HNDM, La Patria, Ciudad de Mxico, 14 de noviembre de 1877, p . 3 .
15 . HNDM, El Economista Mexicano, Ciudad de Mxico, 10 de mayo de 1900, p . 165 .
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19 . CCJC, Fondo Campeche, Seccin Juzgado 1 . de Distrito, Serie Amparos, Caja 1, exp . 18
o 3, ao 1900, f . 1 .
20 . Ibd .
21 . CCJC, Fondo Campeche, Seccin Juzgado 1 . de Distrito, Serie Amparos, Caja 2, exp . 77
o 83, ao 1900, f . 1 .
22 . Archivo General del Estado de Campeche (AGEC), Fondo Gobernacin, Asuntos Agrarios,
caja 1 exp . 10, 8 de marzo de 1871, f . 1 .
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Lamentablemente, en la revisin de los expedientes de juicios civiles no aparecieron los casos que sabemos existieron, pues son mencionados en los juicios
de amparo expuestos, de citaciones a dueos de ranchos y haciendas que se
negaban a aceptar el pago de las deudas contradas por sus trabajadores . Es
muy probable que existieran bastantes ms que los escasos encontrados de
amparo, pues este segundo paso requera desplazamientos a ciudad de Campeche y muchos ms gastos .
Ante la escasez de registros en el caso campechano, un repaso a la realidad
tabasquea puede aportar elementos clarificadores, por formar parte de la misma regin maderera . En la revisin de expedientes judiciales federales slo encontr un caso de solicitud de amparo contra el jefe poltico por haber entregado
a una familia a su amo en calidad de sirvientes prfugos, para que continuaran a
su servicio contra su voluntad23 . Los demandantes Romualdo Jimnez, su esposa y sus cinco hijos argumentaban la inconstitucionalidad del artculo 2 .672
del Cdigo Civil, que defina como prfugos a quienes abandonaran una finca
sin liquidar sus deudas, pudiendo ser perseguidos por el propietario o por la
autoridad . Ello contradeca el mencionado artculo 5 . de la Constitucin federal,
que prohiba el trabajo forzado y sin retribucin . La justicia de la Unin ampar
a la familia Jimnez en contra del empleador Francisco Ortoll .
La violacin de este artculo constitucional fue el sustento legal para los juicios penales interpuestos por sirvientes contra sus amos por el delito de esclavitud . El patrn general de esos casos se resume en: la deuda del mozo siempre
aumentaba en lugar de disminuir y no se aceptaba su liquidacin, se obligaba a
trabajar a la esposa e hijos, a quienes tambin se sujetaba por deuda, sufriendo
todos malos tratos y horarios de trabajo interminables; el jefe de familia hua de la
finca para ir a Villahermosa a denunciar la situacin y solicitar el amparo de la justicia federal, pues estaba perseguido por prfugo y su familia retenida en la finca;
en algunos casos lleg a procesarse al propietario, siendo encarcelado y liberado
por el pago de una fianza24 .
Adems del delito de esclavitud, aparecen dos causas instruidas por la venta
de mozos . En la primera, el juez recibi una carta annima, pues rezaba la misma:
222
No extrae, Sr ., que no diga mi nombre, pues sera tanto como firmar mi sentencia de muerte,
pues el Sr . Yncln me perseguira de una manera terrible y como cuenta en sta con el apoyo del
no menos pcaro Sr . Ldo . Cruces, que todo lo allana con cobrar miles por comprar autoridades,
es el motivo por el que no firmo, pero puede tomar apuntes y encontrar lo cierto25 .
El juez abri una investigacin en la que todos los mozos atestiguaron que
era cierta esa prctica, mientras que los acusados lo negaban, afirmando que
lo que suceda era que los mozos voluntariamente vendan su deuda . La resolucin final fue que la ley federal no conocera los casos que afectaran slo a
intereses particulares sino de los estados, y que le corresponda entonces a la
justicia del estado de Tabasco seguir con el mismo .
La otra causa se sita en la hacienda Nuevo Len, en jurisdiccin de Monte
Cristo (actual municipio Emiliano Zapata) . El encargado de la misma se neg a
liquidar las deudas de ocho mozos que la haban pedido, pues saban que se
iba a vender la finca, alegando que era el nuevo dueo quien deba hacerlo si le
convena . Ante ello, los sirvientes pedan el amparo de la justicia para que no
se lleve a efecto la costumbre inveterada de que se venda una finca con todo y
sirvientes sin el consentimiento de stos26 . La intervencin del juez hizo posible
una renegociacin conveniente para los sirvientes .
En resumen, en todos los juicios analizados aparecen reiteradamente denuncias
de malos tratos y una fuerte preocupacin por los hijos, pues los hacan trabajar desde muy pequeos, los castigaban y, adems, heredaban las deudas de los padres .
Eran pocas las veces en que los agraviados lograban llegar a la justicia federal y, seguramente, menos los casos que han permanecido en los archivos . No
obstante, la aseveracin de un juez de Distrito puede darnos idea de qu tan
representativa sea esa pequea muestra .
Que tratndose por desgracia en este Estado, en el que a ttulo y bajo el nombre de mozos
adeudados se priva de su libertad a los sirvientes de todas las fincas del Estado, se proceda a
la correspondiente averiguacin27 .
25 . CCJT, Juzgado 1 . de Distrito, Penal, caja 1891/3-40, exp . 3/891, Causa instruida contra
Rafael Yncln por el delito de venta de mozos, ao 1891 .
26 . CCJT, Juzgado 1 . de Distrito, Penal, caja 1891, exp . s .n ., Acusacin que Virginio Polo y
socios hacen a su amo Amalio Ocampo porque quiere venderlos, ao 1891, f . 1 .
27 . CCJT, Juzgado 1 . de Distrito, Penal, caja 1891/3-40, exp . s .n ., Diligencias seguidas contra
Rafael Yncln por violacin del art 5. de la Constitucin Federal, f . 1 .
28 . El debate sobre las condiciones laborales en Tabasco queda reflejado en la prensa del
momento . Vase: HNDM, El Economista Mexicano, Ciudad de Mxico, 10 de mayo de 1890, pp .
166-167; El Comercio del Golfo, San Juan Bautista, 10 de diciembre de 1893, p . 1; 7 de enero de
1894, pp . 1-2; 14 de enero de 1894, pp . 1-2; 18 de febrero de 1894, pp . 2-3; 8 de abril de 1894, p . 1;
22 de junio de 1894, pp . 1-2; 1 de julio de 1894, p . 2; 15 de septiembre de 1893, p . 1 .
29 . Segn las denuncias de la prensa, los estados donde exista esclavitud eran Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatn, Coahuila y Tamaulipas . Para seguir el debate sobre ese asunto, vase:
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El proceso de privatizacin de tierras para la explotacin de los tintales impeda a los pobladores con pocos recursos acceder a stos y los abocaba,
224
La deuda y la tienda de raya convertan as al sirviente en esclavo a perpetuidad . En 1886, la Cmara de Diputados conoci un informe sobre el estado del
trabajo en el campo en Mxico elaborado por la Secretara de Fomento basndose en informes locales . El presentado por el presidente municipal de Jonuta
(Tabasco) deca:
Los sirvientes de campo estn sumidos en una especie de esclavitud, constituida por una
deuda de 300, 400, 500 y aun ms pesos que debe cada uno, y por la ley que rige estos contratos y permite el confinamiento forzado del sirviente, quien si por causa justa quiere cambiar
de amo, disfruta slo de tres das de plazo para cada cien pesos que debe, para buscar quien
pague por l31 .
La dureza del trabajo de cortadores de rboles, tanto de tinto como de caobas, de mediados del siglo xix ya haba sido documentada por el campechano
Marciano Barrera, quien tambin, como buen propietario de tierras que era, urga al gobierno reglamentos para la agricultura que permitieran reprender las
30 . Charnay se refiere a los miles de mayas que fueron vendidos para trabajar en las haciendas
azucareras cubanas, como forma de castigo y para financiar la Guerra de castas (Menndez, 1923) .
31 . HNDM, El Siglo Diez y Nueve, Mxico, 19 de enero de 1893, p . 1 .
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faltas domsticas y los abusos en que por las vicisitudes ha llegado a insolentarse la clase sirviente (Barrera, 2005: 47-48) .
En el mismo sentido que Barrera y Charnay, pero con una visin menos racista y una intencin clara de denuncia, el viajero francs Arthur Morelet describi
el sistema laboral en los bosques de Tabasco y Yucatn para el mismo perodo .
Sera imposible sacar partido de los bosques sin el auxilio de los indgenas; ahora bien, para
obtenerle a vil precio, es til ligarles por medio de una obligacin pecuniaria . Es un principio
que nunca pierde de vista el especulador y que aplica ante todas las cosas . Los obreros, cuyos
brazos emplea, dependen casi siempre de l; se establecen en el lugar de la explotacin, con
sus mujeres e hijos, cuando estn casados; se les da una mala choza y un hacha, en seguida
se les vende todo aquello que necesitan para subsistir, por que la hacienda est ordinariamente
situada a una distancia considerable de los mercados . Crerase [sic] que la venta en detalle
de estas provisiones, compradas por mayor y con rebaja, es frecuentemente el beneficio ms
positivo de la corta? El balance de este vergonzoso trfico se eleva a veces hasta 150 o 300 por
100 a favor del vendedor, segn su rapacidad o la de sus agentes (Morelet, 1990: 107-109) .
226
227
228
Bibliografa citada
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RESEAS
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de Clara Lpez Beltrn . La Paz: Institut de Recherche pour le dveloppement/
Instituto Francs de Estudios Andinos/Embajada de Italia en Bolivia/Plural Editores, 2008, 419 pp .
A lo largo de los siglos xviii y xix el territorio latinoamericano fue recorrido por
gran cantidad de exploradores cientficos y viajeros naturalistas europeos,
poseedores de amplios conocimientos y vidos de encontrar nuevos lugares y
sociedades hasta entonces escasamente conocidas, cuando no desconocidas .
Uno de ellos fue el italiano Luigi Balzan (1865-1893), quien realiz diversos
estudios y exploraciones en Paraguay y Bolivia, y cuyas actividades pasaron
desapercibidas tanto en Amrica como en su Italia natal, permaneciendo su
obra dispersa, y casi olvidada, hasta la actualidad . Es gracias a la labor de recopilacin, traduccin al espaol y edicin realizada por la historiadora boliviana
Clara Lpez Beltrn que hoy podemos disfrutar de la totalidad de la obra de
Balzan . En este sentido, el presente trabajo est conformado por los estudios
cientficos y los relatos de los viajes realizados por Balzan, siendo el objetivo
prioritario de aqullos la naturaleza, la geografa, la poblacin y sus propias
vivencias en su periplo por la Bolivia de fines del siglo xix .
En la primera parte de la obra, Lpez Beltrn presenta un breve y necesario
estudio de la aventura cientfica del naturalista italiano, sealando su papel en
el desarrollo del americanismo cientfico en su pas de origen y las vicisitudes
vividas para llevar a cabo sus viajes de exploracin . A travs de su correspondencia, custodiada en el archivo de la Sociedad Geogrfica Italiana, Lpez Beltrn
desentraa los motivos que llevaron al joven Balzan a emigrar a la Amrica del
Sur y su inters por llevar a cabo misiones cientficas en nombre de su Italia natal
en la amazona . Asimismo, se da cuenta del devenir de la produccin cientfica
de Balzan y del escaso inters de la sociedad italiana por el continente americano, en favor del imperio colonial en el continente africano . Buen indicador de
tal situacin es que los informes del naturalista vieron demorada reiteradamente
su publicacin hasta el punto de que sus dos ltimos informes apareceran pstumamente . Dcadas ms tarde, su obra sera de nuevo recuperada por la Italia
fascista, ensalzando su figura, para quedar, posteriormente, en el olvido .
La segunda parte del libro est dedicada ntegramente a la transcripcin
traducida al espaol de los siete informes elaborados por el naturalista, aqu
integrados bajo el ttulo Viaje de exploracin de Luigi Balzan en la regin central de Sudamrica . Estos informes se detienen, particularmente, en narrar su
recorrido por la amazona boliviana, desde La Paz a Santa Cruz de la Sierra .
Con un lenguaje accesible y sencillo, Balzan nos narra los pormenores del viaje,
la ruta escogida, sus dificultades y el transporte utilizado . Se detiene en vvidas
descripciones del ecosistema y de las poblaciones que recorri detallando el
tipo de vegetacin, de vas fluviales y la diversidad animal; y de las ciudades y
pequeas aldeas donde permaneci por semanas o escasos das . Con todo, en
Boletn Americanista, Ao lxi. 2, n . 63, Barcelona, 2011, pp . 233-258, ISSN: 0520-4100
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nuestra opinin, resultan mucho ms estimulantes las descripciones y reflexiones relativas, por un lado, a las actividades econmicas de los grupos de poder
blanco-mestizos, siendo destacable su aproximacin a la vida en las barracas
gomeras, a las relaciones establecidas entre patrones y peones, y al proceso
de recoleccin y elaboracin de la goma elstica; y, por otro lado, a los grupos
tnicos con los que contact mosetn, maropas, cavineos, araonas, movimas, moxeos, haciendo hincapi en sus actividades cotidianas, culturales y
econmicas, y detenindose, en la medida de lo posible, en sus caractersticas
lingsticas . Asimismo, es tambin interesante anotar su crtica, nada velada, a
la explotacin laboral ejercida sobre los peones indgenas y blanco-mestizos
empobrecidos y contra los vicios que ello conllevaba (embriaguez, violencia,
robo, juego, falta de ley, etc .) .
La tercera parte del libro est integrada por los escritos cientficos de Balzan . El
primero es un estudio entomolgico de los pseudo-escorpiones de Paran y Paraguay, que revela el inmenso inters de Balzan por las ciencias naturales . El segundo
es el texto de una conferencia dictada en Italia al regresar de su primer viaje por
Amrica del Sur y en la que describe sus impresiones sobre la Repblica del Paraguay . El ltimo documento es un artculo etnogrfico en el que aborda el hbitat, la
cultura y la distribucin de los distintos grupos tnicos de la Amazona y el Chaco .
Finalmente, la cuarta parte del libro recoge distintos ndices temticos onomstico, topogrfico y zoobotnico y un glosario, elaborados por Lpez Beltrn, y que sirven, juntamente con las notas adicionales incorporadas por ella al
texto, para facilitar la lectura y comprensin de la obra, as como tambin para
complementar su contextualizacin . En este sentido, cabe sealar tambin que
ante la falta de material grfico para ilustrar los distintos informes, se han aadido diversas fotografas y mapas contemporneos a la poca de la narracin,
adems de mapas elaborados por Lpez Beltrn, que indican detalladamente
el recorrido seguido por el naturalista italiano a travs de la geografa boliviana .
En definitiva, A carretn y canoa se convierte en una publicacin de especial
relevancia para aquellos investigadores que se acercan a la historia y evolucin del conocimiento cientfico elaborado por los viajeros y exploradores que
recorrieron Amrica Latina en el siglo xix . Es, asimismo, una obra con valiosa
documentacin que permite adentrarse en la vida social y econmica de la
amazona boliviana en pleno auge gomero, con los ojos y las apreciaciones
de alguien ajeno a una realidad de la que, como la mayora de los contemporneos bolivianos, poco conoca . De este modo, la aparicin en espaol de
documentacin que hasta la fecha haba permanecido si no indita, difcilmente
localizable, seguro enriquecer los futuros estudios histricos, antropolgicos y
etnogrficos de la Bolivia finisecular .
Anna Guiteras Mombiola
Universitat de Barcelona
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fuentes del siglo xvi, razones todas ellas que hacen fundamental la obra de
Combs para la reconstruccin de la historia de las tierras bajas .
Anna Guiteras Mombiola
Universitat de Barcelona
Garca Jordn, Pilar (ed.). El Estado en Amrica Latina: Recursos e Imaginarios, siglos xix-xxi. Barcelona: Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona/TEIAA, 2011, 244 pp .
Este libro es un compendio de artculos relativos a diferentes aspectos de la
construccin y desarrollo de los estados nacionales de El Salvador, Guatemala, Brasil, Bolivia, Paraguay y Argentina . La obra se estructura en torno a dos
lneas prioritarias; la primera se centra en los recursos existentes en el interior
del Estado, quines tienen o pretenden obtener su control, el tipo de recursos
ms importantes y cules son las estrategias diseadas en el mbito institucional . La segunda lnea gira en torno a los valores y al imaginario construidos en
el proceso de constitucin de las repblicas; en particular se estudia el papel
desempeado por los grupos dirigentes y las polticas por ellos implementadas
para conseguir la internalizacin de dichos valores por la poblacin y los eventuales cuestionamientos de estos valores e imaginario por otros grupos en el
interior del Estado .
La primera lnea de investigacin relativa al control de los recursos se desarrolla en cuatro captulos . El primero de ellos, Haciendas comparadas . Una
aproximacin a las Haciendas Pblicas de El Salvador y Guatemala a finales del
siglo xix, del historiador Antonio Acosta, propone una metodologa comparativa de las Haciendas Pblicas de los citados pases a partir de la seleccin de
coyunturas concretas en el interior de los ltimos quince aos del siglo xix . El
segundo trabajo, Los indios como recurso econmico . El caso de Mato Grosso
(Brasil), siglos xix-xx, se debe a la historiadora Chiara Vangelista; la autora nos
propone una reflexin en torno a las funciones cumplidas por la mano indgena
en la regin matogrossense, tanto en el interior de las sociedades tribales como
fuera de ellas . El tercer trabajo, A propsito de las leyes bolivianas de colonizacin de tierras baldas . La construccin de la sociedad beniana y el avance de
la frontera interna (1880-1920), se debe a la joven historiadora Anna Guiteras,
quien a partir del caso especfico del departamento del Beni (Bolivia) demuestra
que las leyes, decretos y resoluciones gubernamentales propiciaron, en buena
medida, el acaparamiento de tierras por parte de los grupos blanco-mestizos
que devinieron grandes terratenientes en la amazona boliviana y contribuyeron
al avance de la frontera interna en los mbitos social, econmico, poltico y
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lamentaba en una ocasin que sus gateras se hubieran ausentado a los minerales
de Piquiza (provincia Chayanta) y Lipez (p . 84) . Se puso ms complicado el asunto
cuando las compradoras se llevaban un cesto sin decir cundo iban a pagar, o sin
fianza, slo a veces dejando prendas (por ejemplo topos) en garanta . Adems, las
devoluciones podan ser en montos pequeos y en fechas imprevistas, y Mateos
tuvo que llevar la cuenta anotando los pagos parciales en el margen de cada
entrada . No sabemos si Mateos supo comunicarse bien con las minoristas en sus
propios idiomas; quiz una razn para la confusin en las cuentas era de carcter
lingstico .
Sobre las ventas a nfima escala de las gateras a los consumidores directos,
y sobre la organizacin espacial y social de las plazas, el documento nos dice
poco8 . Cmo se estableca el valor de un puado o montoncito? Qu yapas
habrn dado las mujeres a sus caseras, y quines eran? Cabe preguntar tambin si las vainas no habrn funcionado en las pequeas transacciones como
fraccionamientos del medio real, como sera el caso en el siglo xix .
Medinaceli corrige la hiptesis de la rpida mestizacin en los mercados,
mostrando que las piezas claves en la red minorista del aj eran a menudo las
flamantes pallas, mujeres incas del Cusco, junto con varias collas (que
sin duda incluan a mujeres de mitayos, entre ellas algunas lupaqa adems de
pakasas: aqu colla = mujeres del Collao) . La vinculacin con los Incas es
sugerente: se anotan tambin las visitas de Chambilla a Copacabana, donde
vivan los Incas del Sucsu Panaca del Cusco, descendientes del Inca Challco
Yupanqui, antiguo gobernador del Qullasuyu; segn la parte de Mateos, don
Cristobal Sucsu Biracocha Inga, capitn de los Copacabanas, es ntimo amigo
del dicho don Diego Chambilla y su deudo por parte de su mujer (p . 346) . Los
Karanqa se encuentran menos en este documento, aunque Mateos fiaba a
carangas o caranguillas adems de las pallas y las collas . Pues es evidente
que las etnias persistan y se reagrupaban en Potos (colla y lupaqa estn en
dos niveles distintos de clasificacin), y no solamente entre los mitayos de la
industria minero-metalrgica . A diferencia de los tpicos que ven el mercado
como el lugar donde se perdan las identidades tnicas, reemplazndose por
categoras coloniales como indio o mestizo, aqu se percibe ms bien una
divisin tnica del trabajo incluso en las plazas de mercado, que se puede examinar producto por producto (tambin haban carniceros collas, por ejemplo) .
Pero llama la atencin la ausencia, desde la perspectiva de este expediente,
de especializaciones propias de las siete naciones de Charcas (aparte de
las mujeres karanqa), o de otras capitanas de ms al norte del Qullasuyu .
Apenas se menciona el comercio de la coca; y de las harinas y los cereales de
Cochabamba y Chayanta nada se dice . Se trata de un sesgo Collao-cntrico
8 . Aqu Medinaceli nos remite al libro pionero de Jane Mangan . Trading roles: Gender, ethnicity
and the urban economy in Colonial Potos . Durham: Duke University Press, 2005 . El expediente no
menciona la coca, seguramente porque otros grupos (especialmente espaoles) se encargaron de
su suministro, como han mostrado Ruggiero Romano y Paulina Numhauser .
Boletn Americanista, Ao lxi. 2, n . 63, Barcelona, 2011, pp . 233-258, ISSN: 0520-4100
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que refleja las bases productivas especficas de Chambilla, y que debe complementarse con documentacin sobre otros rubros del mercado, y otros lugares
de procedencia, otras rutas, y otras vendedoras .
Diego Chambilla era uno de esos seores aymaras que florecieron por un
tiempo durante la Contrarreforma catlica . Manejaban la escritura alfabtica,
ponan a sus hijos a estudiar con los jesuitas (como tambin lo hacan los Mallku
Qaraqara y Charka), se vestan como espaoles; adems, Chambilla hizo referencia al Quijote (p . 128) y luca una cadena de oro en el cuello que le haba
encargado a Pedro Mateos en Potos . La adopcin de ciertos objetos, conocimientos y costumbres europeos no necesariamente le amestizaba (salvo
en un sentido muy general): no le quitaba su calidad de lupaqa . Chambilla y su
familia eran, y queran ser, de la nobleza aymara: prsperos, ladinos, modernos
y cristianos; y haban muchos otros caciques como l9 . Lo cual no significa que
no pudiera encontrarse en la crcel en el caso de que no entregara toda la tasa,
o el nmero correcto de mitayos o alquilas . Sus negocios eran, en alguna
medida, un intento de asegurarse contra tales eventualidades . Su riqueza era
proverbial y mostraba aficin por los objetos de oro adems de su cadena, por
ejemplo, una cabestrilla . Incluso pidi a Mateos que encargara un tipque de
oro para su hija, muy galana a modo y manera de plumaje y que lleve piedras
finas, con un experto platero de oro [sic] de Chucuito (Urinsaya), Lorenzo
Chicchi10 . Lo del plumaje remite a la fina esttica precolombina del poder, pero
ahora con un toque de Midas Desafortunadamente, este tipque fue robado
por un soldado vicua antes de que pudiera llegar a su destinataria, y cuando Mateos quiso apresar a Chicchi, salieron por su fiador todos los chucuitos
hurinsayas . Se ve que las solidaridades de los pueblos y las parcialidades de
la provincia lacustre seguan funcionando activamente en la ciudad minera .
El texto tambin nos permite relacionar dos tipos de literacidad, la del
quipo y la alfabtica . Como confirma Marcela Inch en otra valiosa contribucin,
la alfabetizacin de sus hijos era un objetivo central para los capitanes y caciques . As pues, con la ayuda de Fernando Chambilla, Mateos llev las cuentas
de lo que recibi y vendi, y a qu precios, en sus cuadernillos de papel, que
despus pasara a libros de contabilidad, enviando copias a Diego Chambilla,
quien asent la informacin en su propio libro de cuentas, que empezaba el 10
de septiembre de 1618, y era de pliego entero aforrado en pergamino . Ya en
9 . Comprese el caso de los caciques de los Qaraqara y los Charka en Tristan Platt, Thrse
Bouysse-Casssagne y Olivia Harris . Qaraqara-Charka. Mallku, Inka y Rey en la Provincia de Charcas (siglo xvii) . La Paz: IFEA/PLURAL/University of St Andrews/University of London/Inter-American
Foundation/Fundacin del Banco Central de Bolivia, 2006, o la casa de los Guarache de Jess de
Machaca en Silvia Rivera Cusicanqui . El mallku y la sociedad colonial en el siglo xvii: el caso de
Jess de Machaca Revista Avances, 1 . La Paz, 1978 .
10 . La palabra tipque no aparece ni en el Diccionario de la RAE, ni en el Vocabulario de Covarrubias, y no se comenta por los coordinadores . Diego Gonzlez Holguin traduce la palabra tipque
como prendedor . Ver Vocabulario de la Lengua General de todo el Per llamada lengua Quichua o
del Inca. Lima, UNMSA, 1989 [1608] .
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mostrado mayor consideracin hacia el lector sealando agrupaciones genricas ([Cartas], [Interrogatorio], [Peticin], [Memoria], etc .), distinguiendo
jerarquas y poniendo notas explicativas (por ejemplo, de palabras desconocidas o sobre los reordenamientos adoptados) . Tampoco hay un ndice general
al final, herramienta de trabajo indispensable para un libro tan complejo, y que,
con la tecnologa hoy disponible, no supone tanto trabajo como antes15 .
Para los que perseveren en la lectura, sin embargo, el libro encierra tesoros
que enriquecern nuestra imagen de la gran poca de Potos con un sinnmero de detalles, vignettes de experiencias vivenciales, un panorama lleno de
conexiones geogrficas y sociales que pone sobre el tapete las contradicciones
violentas de esos turbulentos aos, mostrando la interseccin y las mediaciones
de gneros, clases y etnias, en toda su unidad compleja, ambigua, contradictoria y abigarrada . La construccin del sujeto en un ambiente como ste requera
una agilidad atltica a la hora de barajar perspectivas y relaciones sobrepuestas . La otredad entre andinos y espaoles aparece cruzada por negociaciones,
violencias simblicas y reales, acuerdos e intercambios, contradicciones, e
instituciones donde confluyen todos los grupos, como los que se encuentran
en la plaza y el Gato, en donde cada persona aporta su propia experiencia vital en
un hervidero cotidiano de diferencias y convergencias .
En fin, cada lector encontrar su propio tema . Mencionar, para terminar,
una discusin entre las dos partes sobre el valor de los testigos indios presentados por Chambilla para responder a su primer interrogatorio, todos procedentes
de ayllus diferentes del pueblo de Pomata (Anansaya) . El abogado de Mateos,
Pedro de Contreras, Protector de Menores, denunci que todos eran sujetos
de Chambilla, y cit el Concilio Provincial de Lima porque dijo que es hecho
comprobado que los indios son fciles de perjurarse y declarar falsamente en
causas; y esto se muestra porque todos los testigos declararon por igual .
Segn Contreras, los indios eran como los esclavos de sus caciques, as que
no era posible confiar en lo que decan .
En cambio, Diego Camacho, el Protector General de Indios que hablaba por
Diego Chambilla, dijo que lo del Concilio no afectaba la justicia de su parte, y
que Contreras podra haberse callado sin proferir insultos: que, aunque indios,
no son inferiores a l ni de peor naturaleza, antes tienen la ventaja de ser hijos
legtimos [se insina la ilegitimidad del hijo menor de Mateos], y los ms de
ellos principales que no se pueden decir ser del todo sujetos al dicho mi parte,
antes en el mando tienen igualdad, si bien reconocen alguna superioridad . A
diferencia de la parte de Mateos, Camacho dijo que los testigos eran indios
libres, no esclavos, y que slo dependan de sus caciques para fines de tasa,
mita y otros servicios; no haba por qu suponer que iban a sentirse obligados
y Lourdes Uchanier, que ofrece una introduccin clara y amena, aunque breve, a la temtica y la
estructura del expediente .
15 . Estas observaciones surgen de nuestras reflexiones sobre la mejor manera de presentar los
documentos publicados en Platt, Bouysse-Cassagne y Harris, op . cit .
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a atestiguar segn los deseos de sus caciques . Pues estn ya los indios tan
sabios y ladinos que saben muy bien defenderse y quejarse a los jueces y superiores de cualesquiera agravios que sus caciques les hacen, y aun oponerse
a ellos en su defensa como cosa natural . O sea, se haban presentado estos
libres como testigos porque participaban en el traslado de las mercancas y
tenan conocimiento directo de lo que se hablaba . (Despus Chambilla tuvo que
presentar a otros testigos de mayor rango para compensar la mala impresin
dejada por sus principales .)
A travs de estas discusiones polarizadas percibimos el crculo vicioso
de la sociedad colonial: en nombre de la tasa y de la mita, los corregidores se
lanzan a maltratar a los caciques, y los caciques a apremiar a los principales de
los ayllus, y stos a torcer el brazo (si no resulta el ruego) a los indios libres, y
estos ltimos a colaborar, sea para servir a Su Majestad o para evitar maltratos
y castigos . Es decir, o los caciques e indios deben someterse al crculo de la
violencia (suavizado a veces por relaciones de conveniencia mutua y/o reciprocidad asimtrica), o deben huir hacia las tierras bajas fuera del alcance del
corregidor . Al mismo tiempo, cada parte puede recurrir a la ley para denunciar
a sus verdugos . Pero si bien la ley puede a veces imponer soluciones, stas
llegan lentamente y con merma de los derechos de los indios . Al lado de estos
negativos rasgos sistemticos, sin embargo, sobresalen algunos personajes
que persiguen la justicia: Glave rescata la figura de Luis Osorio de Quiones,
quien tena relaciones estrechas con los caciques lupaqa a principios del siglo
xvii, manteniendo a su manera la tradicin pro indgena de santo Toms y Polo
Ondegardo, de Manuel Barros o de Juan Lpez de Cepeda; y los Protectores
Generales de Naturales a quienes recurri Chambilla tambin parecen haber
hecho un buen trabajo .
A pesar de tratarse de un solo expediente, este libro es un testimonio brillante de la realidad contradictoria del Estado espaol en Amrica, con sus elementos de justicia, legitimidad y consentimiento, junto con todo el triste aparato
de ineficiencia, tardanza, intolerancia, racismo y corrupcin; y tambin de los
esfuerzos de los caciques e indios de recurrir a las bases de una riqueza prehispnica que se iba, paulatinamente, erosionando, a la vez que el entusiasmo
de algunos por la modernidad catlica y letrada despertaba el asombro de las
autoridades civiles y eclesisticas espaolas . Por ltimo, muestra el esencial
eslabn social y econmico que representaban tanto los llameros y los caravaneros del Altiplano, como las gateras y los pulperos del comercio minorista
potosino . En fin, un texto que merece ser estudiado cuidadosamente, y no slo
en las carreras de historia y antropologa . Debe distribuirse una versin digitalizada para facilitar las bsquedas . Y convendra hacer una seleccin comentada
para uso en los colegios de todos los pases de habla castellana .
Tristan Platt
University of St Andrews
247
Jimnez Abollado, Francisco, y Ramrez Calva, Verenice Cipatli . Pretensiones seoriales de Don Pedro Moctezuma Tlacahuepantzin Yohualicahuacatzin.
Desafos y vicisitudes de un mayorazgo, 1528-1606. Estudio y fuentes documentales . Hidalgo: Universidad Autnoma del Estado de Hidalgo, 2011, 295 pp .
Los historiadores americanistas interesados en el estudio de la nobleza indgena en la Nueva Espaa estn de enhorabuena por la publicacin que aqu se
presenta . Francisco Jimnez y Verenice Ramrez, ambos docentes del UAEH,
desarrollan una lnea de trabajo en torno a la figura de don Pedro Moctezuma
Tlacahuepantzin y sus herederos, que abarca la prctica totalidad del perodo
colonial novohispano y que avanza en dicha figura tras estudios preliminares
anteriores sobre nobleza indgena, creacin y litigios en torno a mayorazgos
o la propia figura de don Pedro o sus descendientes (vanse los artculos de
Jimnez Abollado: Don Diego Luis Moctezuma, nieto de hueytlatoani, padre
de conde: un noble indgena entre dos mundos (Sevilla: AEA, 2008) o Los
descendientes de Moctezuma Xocoyotzin en el siglo xvii: encomiendas, mercedes y privilegios (52 Congreso Internacional Americanistas, Sevilla, 2006);
y el artculo conjunto con Verenice, La pugna por el mayorazgo de don Pedro
Moctezuma Tlacahuepantzin (53 Congreso Internacional de Americanistas,
Mxico, 2009) .
Ambos historiadores hacen gala de un gran conocimiento del tema, tanto a
nivel conceptual como de manejo de fuentes y documentacin de archivo, que
vierten en el complejo anlisis del proceso de integracin de los bienes patrimoniales y mercedes coloniales de don Pedro en el mayorazgo que se acaba
por configurar en 1569, pocos aos despus de que la Corona reconociera, en
1557, el otorgamiento de derechos . Confluyen en dicha creacin diversos intereses, que son los que enriquecen el objeto de estudio, al dar diferentes visiones sobre el papel que jug la Corona, los caciques o principales opuestos a las
reivindicaciones de los Moctezuma, las autoridades coloniales (Real Audiencia)
o los propios herederos .
Entran en juego problemas de carcter administrativo, econmico y judicial
que obligan a un concienzudo anlisis de las fuentes para desenmaraar el proceso de creacin y consolidacin del mayorazgo creado por don Pedro . Y es en
este aspecto donde la obra de ambos autores cobra un inters sobreaadido,
dado que sta se divide en dos bloques:
Una primera parte terica donde se analiza el mayorazgo como institucin y
su aplicacin en la Nueva Espaa, y se justifican las pretensiones seoriales de
don Pedro Moctezuma, don Martn Moctezuma y don Diego Luis Moctezuma
(pp . 1-108), y una segunda parte (pp . 109-278) conformada por un valiossimo
anexo documental .
Las fuentes documentales, algunas de ellas inditas, extradas del Archivo
General de la Nacin de Mxico (AGN) y del Archivo General de Indias de Sevilla
(AGI), configuran un corpus de 73 documentos (cartas, autos, informaciones,
probanzas, mercedes o testamentos), fundamental para lograr los objetivos tra248
zados, y que nos dan las claves para entender el proceso de formacin de un
mayorazgo indgena novohispano tan complejo y apasionante como el trabajo
que han llevado a cabo con rigor y pasin Verenice y Francisco .
Ello se ha de traducir no slo en un mejor conocimiento de esta institucin,
el mayorazgo indgena a lo largo del perodo, sino en el del papel que jug la
nobleza indgena en la consolidacin del orden colonial y los mecanismos legales, a partir de los cuales se transforma de nobleza prehispnica en nobleza
novohispana, con el consentimiento siempre y en funcin de los intereses de la
Corona, a la cual quedar adscrita desde el momento mismo de la conquista .
Ricardo Piqueras
Universitat de Barcelona
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1 . Las Anuas, del latn litterae annuae, eran cartas anuales, tambin llamadas Anales, que,
en la poca, recibieron genricamente la denominacin de Cartas Anuas o, simplemente, Anuas .
Boletn Americanista, Ao lxi. 2, n . 63, Barcelona, 2011, pp . 233-258, ISSN: 0520-4100
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Olvera Ramos, Jorge . Los mercados de la Plaza Mayor en la Ciudad de Mxico. Mxico: Ediciones Cal y Arena, 2007, 167 pp .
Este libro es un ejercicio de microhistoria acerca de uno de los espacios ms
emblemticos de la Ciudad de Mxico a lo largo de toda su historia . Si bien el
autor se centra en la plaza Mayor de la Ciudad de Mxico en el siglo xviii, vale
la pena mencionar que este espacio conformaba el centro urbano y simblico
de la propia Mxico-Tenochtitln durante el perodo mexica . En el momento de
la implantacin hispnica con sus estructuras polticas, religiosas y econmicas
en la capital del incipiente virreinato, el denominado primer cuadro de la ciudad
ser un lugar relevante . Desde la Independencia hasta hoy en da, la antigua
plaza Mayor, hoy el Zcalo capitalino, es un espacio poltico, cultural y social de
la ciudad en donde se conjugan todas las sinergias del Mxico actual .
Esta publicacin se define por ser un ejercicio de microhistoria en uno de
los espacios ms significativos de la capital novohispana . A pesar de que
algunas voces, como el mismo Luis Gonzlez y Gonzlez, han considerado la
microhistoria mexicana como una historia local, hay que pensar que si lo local
se refiere a una de las funciones de la plaza Mayor de la Ciudad de Mxico, lo
local tiene otro sentido . El autor, adems, se centra en el modelo de comercio
que se desarroll en la sociedad virreinal, un comercio monoplico a favor de
la economa de los espaoles y en el que los indios tendrn tambin su papel .
La obra nos presenta el desarrollo de tres mercados que se establecieron en
el espacio de la plaza Mayor y las relaciones sociales que se desarrollaron a lo
largo de los siglos xvi, xvii y xviii . En estos espacios se observa la estructura de
la sociedad virreinal: jerrquica de tipo seorial y claramente diferenciada por
sus orgenes tnicos .
El libro es ameno y sencillo, de fcil lectura, pero que no esconde el exhaustivo trabajo de bsqueda bibliogrfica y consulta de archivos, preferentemente
del Archivo Histrico de la Ciudad de Mxico, con documentacin, principalmente, de los siglos xvii y xviii .
El libro se compone de: introduccin, 5 captulos, conclusiones y bibliografa . El primer captulo trata sobre el comercio tradicional novohispano, su organizacin y el papel del cabildo . Tambin se acerca al papel de los comerciantes
y vendedores para disponer y regular la venta al pblico . El segundo captulo,
titulado: El mercado de bastimentos o los Puestos de Indios, analiza de
manera somera el sistema de abastecimiento de vveres durante los siglos xvi y
xvii en la capital . Resulta interesante el anlisis sobre el liderazgo que espaoles
y castas asumen, dejando a los indios como simples agentes de conduccin y
ventas . Se analiza tambin la llamada regatonera o acaparamiento por parte de
los hispanos, con las consecuencias derivadas de ello . El Baratillo o mercado
de artculos domsticos es el objeto de estudio del tercer captulo . Interesante
resulta observar la transformacin de este mercado, de comercio de objetos
de viejo a un espacio de artesanas manufacturadas, y un espacio en el que
las rdenes religiosas actuaron convirtindolo en lugar de obra piadosa . Sin
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embargo, las autoridades pronto vieron en el Baratillo un lugar de posible conflicto social y de actividades ilcitas . El cuarto captulo se acerca al estudio del
mercado de los productos ultramarinos, consecuencia de la consolidacin
del orden colonial . Ello llev a la construccin de El Parin o la Alcaicera de la
plaza Mayor, y de las casas de comercio o tiendas bajo dominio exclusivo de
espaoles y criollos . Los datos por ahora no han mostrado a ningn indgena
que fuera propietario de alguna de estas tiendas . Se trataba de tiendas bajo
propiedad particular, sin venta especializada y sin participacin directa de las
autoridades pero altamente jerarquizadas . Una de las cuestiones que se tratan
son los problemas de financiamiento de las autoridades virreinales y los dimes
y diretes que se establecen entre el gobierno y los mercaderes .
En definitiva, este libro de agradable lectura no esconde un erudito trabajo de
investigacin histrica sobre este espacio clave de la capital del Virreinato
de la Nueva Espaa .
Natlia Moragas
Universitat de Barcelona
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