Enrique Pezzoni - Inscripcion y Reinvencion (1950-1970)

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Revista Borradores Vol.

VIII-IX Ao 2008
Universidad Nacional de Ro Cuarto - I.S.S.N. N 1851-4383



Enrique Pezzoni: inscripcin y reinvencin (1950-1970)


Anala Gerbaudo
Universidad Nacional del Litoral - CONICET - Agencia Nacional de Promocin
Cientfica y Tecnolgica


La voz del otro: maestros y discpulos, dones y deudas

En el ao 2003 Ana Mara Barrenechea responde a una entrevista en la que
reconstruye parte de su trabajo en la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de
Buenos Aires. All precisa las innovaciones didcticas y tericas que produce en la
institucin hacia 1958 cuando se hace cargo de las ctedras de Gramtica castellana y
de Introduccin a la literatura y, junto a ello, remarca la importancia que en ese
proceso tuvo el trabajo de sus ayudantes: Ofelia Kovacci, Mabel Manacorda de Rossetti
y Enrique Pezzoni. Puntualmente de Enrique Pezzoni destaca su colaboracin a la hora
de leer textos literarios no traducidos. Recuerda: era un traductor excelente y rpido
(Barrenechea, 2003a: 119).
De modo recproco, si se revisan los textos de Pezzoni se encontrar una
referencia constante a la produccin de Barrenechea: a sus trabajos sobre Borges, sobre
Cortzar, a sus consideraciones tericas sobre la autobiografa (cf. Pezzoni, 1972: 111;
1984: 209; 1985: 88; 1989: 26).
Tambin podr observarse un canon personal comn o lo que podramos
describir como un modo cercano de ordenar los textos en las bibliotecas: ambos
escriben sobre Felisberto Hernndez, sobre Borges, sobre Cortzar (cf. Barrenechea,
1954, 1957, 1964, 1975, 1977, 1978, 1983, 1990, 1992, 1996, 1997, 1999a, 1999b,
1999c, 1999d, 2000a, 2000b, 2003b; cf. Pezzoni, 1952, 1971, 1981, 1982a, 1982b,
1985, 1986b).
El anlisis de los programas que Barrenechea arma para la ctedra
Introduccin a la Literatura entre 1958 y 1966 (es decir, antes de que la dictadura de
Ongana y sus violentas intromisiones motivaran su renuncia) en la que Pezzoni
participaba como ayudante, el registro de las referencias de Barrenechea al trabajo de
Pezzoni y las de Pezzoni al de Barrenechea unidas a una afirmacin de J orge Panesi han
motivado las preguntas que intento responder en este escrito. Dice Panesi en una
entrevista reciente [1]: Hay una figura clave en los 60 que es Ana Mara Barrenechea y
que se va con el golpe. Otro polo era Enrique, que tambin se va en el 66 (2006: 1).
Lo que trato de despejar en este artculo es un conjunto de interrogantes
situados en una zona de borde [2] entre la teora y la didctica de la literatura. Dice
Barrenechea en otra entrevista: Una de las cosas que me parece ms interesante de las
posibilidades de la literatura y de la enseanza de la literatura y de la teora y la crtica
literaria es abrir puertas (2001: 39). Y reitera el reconocimiento de su deuda, no slo
para con sus maestros sino para con sus discpulos, sus ayudantes y otros compaeros
de trabajo. Desde una franca horizontalidad recalca la importancia del aprender de
1
otros y tambin de poner en cuestin lo que se recibe, lo que circula, lo que se publica
y se autoriza desde otros centros de investigacin (Barrenechea, 2001: 39).
Vuelvo sobre los programas de ctedra de Barrenechea [3] para tratar de
precisar por qu el trabajo de uno de sus ayudantes en Introduccin a la literatura,
Enrique Pezzoni, recibe de modo insistente sus elogiosos comentarios. Cmo
intervena Pezzoni sobre la lectura de la literatura por esos aos? Desde qu roles?
Cmo pensaba la lectura de la literatura?
Esos aos de trabajo compartido tejen lazos fuertes que se evidencian en
gestos posteriores: Pezzoni escribe un texto sobre Arlt en el libro-homenaje a
Barrenechea a cargo de La Schwartz Lerner y de Isaas Lerner (1984) y tambin
participa con otro escrito en otro texto-homenaje (cf. Pezzoni, 1987). En la introduccin
al nmero de Filologa realizado en memoria de Pezzoni, un nmero que casualmente
lleva el ttulo La voz del otro (y subrayo el adverbio casualmente porque la decisin de
dedicarlo a Pezzoni fue posterior a la eleccin del tema que la revista trabajara en esa
edicin) [4], Barrenechea dice: La voz del texto es, en la pasin crtica de Enrique
Pezzoni, el centro del dilogo-confrontacin entre los distintos YO que incluyen un
NOSOTROS -como siempre ocurre aunque no se quiera-. (1989: 3).
Porque en el caso puntual de este vnculo, la voz del otro se inclua
intencionalmente en la propia, porque este dialogismo buscado (que es tambin una
prctica y una poltica de envo) [5] es deliberado, deseara que las conjeturas que aqu
esboce permitan explicar, en parte, las razones tericas que lo fundamentan y que
indago a partir de las preguntas enunciadas que vuelven sobre los haceres de Pezzoni,
sobre sus intervenciones, sobre su obra [6].


Frente al hueco de la incertidumbre, la inscripcin

En El recuerdo de las cosas presentes, en una nota al pie, Pezzoni se
pregunta por una obsesin de Molloy que roza una propia. Pregunta que describe un
bucle extrao (Hofstadter, 1979) que lo hace retornar al sitio del que parte ponindolo
al desnudo. Marcas de autofiguracin y de autobiografa se deslizan as junto a los
interrogantes.
En J orge Luis Borges, confabulador (1899-1986) Molloy confiesa sus
vueltas sobre Atlas, un texto que, por alguna razn, la ha deslumbrado como lo ha hecho
la escritura de Borges en general a la que le ha dedicado varios trabajos (cf. Molloy,
1984, 1986 [1999]: 210). Pezzoni trata de encontrar las razones por las cuales esta
asidua lectora de Borges repite fragmentos de este texto en particular. Su hiptesis es
osada y tal vez, acertada: repetirse ese texto durante aos significa reconocerlo en el
conjunto de una obra que formula, transforma, reitera, tergiversa los textos que la
integran (1989: 12).
Extendiendo esta hiptesis a una lectura sobre el cuerpo ms amplio de la
literatura argentina, podramos decir que las vueltas de Pezzoni sobre Borges, el autor
sobre el que ms ha escrito, dejan entrever que algo hallaba all que no hallaba en otros
textos, en otras obras, en otros autores [7]. Y aventurando un poco ms la conjetura
podramos decir que en las recurrencias de Pezzoni, en sus insistencias, es posible
descubrir el sentido de su trabajo. Frente al hueco de la incertidumbre, Pezzoni
inscribe sus prcticas: en las huellas (Derrida, 1972a) de sus crticas, de sus
traducciones y de sus clases, en las marcas (Derrida, 1972b) que ese trabajo ha dejado
en sus compaeros y alumnos es posible reconocer una accin sobre una falta (o varias).
Vacancias del campo de la teora literaria, de la crtica literaria; vacancias en el abordaje
2
de determinados problemas o en el modo de plantearlos. Ante la ausencia, la
intervencin ejercida en un frente triple: traduccin, enseanza y ejercicio de la teora y
la crtica literarias.


A propsito de la crtica sobre un texto, el esbozo de una teora (un espacio para la
reinvencin)

De las insistencias del trabajo crtico de Pezzoni (aspecto sobre el que me
centro en este apartado), Monteleone se centra en una: sus vueltas sobre la nocin de
destino (1996: 160). Su artculo sobre Alejandra Pizarnik (Pezzoni, 1965a), su trabajo
sobre Henry J ames (Pezzoni, 1950) y su ensayo sobre Alberto Girri (Pezzoni, 1969a)
muestran que a lo largo del tiempo Pezzoni gira sobre esta cuestin realizando un
movimiento de vaivn que complejiza sus planteos. Si como seala Monteleone,
destino en estos trabajos se equipara a sentido (derrotero, sucesin, y, a la vez,
burla del suceder en un contrapunto de negaciones -1996: 161-), en otros se identifica
con mandato; en otros, con funcin social. Por ejemplo, en Transgresin y
normalizacin en la narrativa contempornea (1970), a partir de la nocin de destino,
Pezzoni formula una conjetura sobre el modo en que la literatura funciona en la cultura:
lejos de considerar que ese rol es aleatorio, lo inscribe en el marco de un deber ser, de
una tica que es tambin una poltica ya que si el mundo construido por la literatura es
siempre una conquista y una denuncia contra una presunta nocin de la realidad que
no suele ser ms que una convencin o un conformismo que determinado grupo social
busca imponer como real, el escritor cumple un papel de indagacin y de crtica que se
ejerce, fundamentalmente, a partir de una revisin de los modos de escribir. Dice
Pezzoni: el destino del escritor no es reiterar las experiencias de quienes lo
precedieron, sino sealar qu hubo en ellas de invencin y hallazgo, y tambin en qu
momento esos hallazgos se convirtieron en artculo de fe (1971, 12).
La lucha contra las convenciones canonizadas, los mandatos, los hbitos y
las rutinas adoptadas por comodidad o por costumbre es para Pezzoni una tarea
inherente a la literatura de la que exalta su carcter autnomo (insistencia que acompaa
la posicin de Borges respecto de la literatura comprometida) [8]. Pezzoni retoma el
ensayo La supersticiosa tica del lector (Borges, 1930) para subrayar que el destino
de la literatura y de lo que la hace posible, el lenguaje, es su desaparicin (1971: 19).
Huida de la presencia, del cotejo, de la representacin entendida como restitucin.
Conjeturas que el crtico desarrolla re-escribiendo las tesis derrideanas que, por ese
entonces, ya conoca [9].
En sus iteraciones, una proyeccin de sus bsquedas. En la inscripcin de
sus lecturas, una forma de practicar la crtica como escritura (Derrida, 1967b, 1972a).
En otras insistencias, una incipiente teora del lenguaje, de la literatura (y en particular
de la poesa) y de la traduccin. Es llamativa la repeticin de una estrategia en sus notas
sobre cine o sobre traducciones o sobre nuevos libros (hasta sus reseas publicadas en
Sur pueden incluirse en este conjunto): antes de describir el texto en cuestin realiza un
desarrollo, tan o ms extenso que la misma descripcin, en el que fija su punto de vista
sobre la lectura de la literatura, sobre la crtica, la traduccin, la tica del escritor, sobre
los pasajes que se advierten cuando se cuenta una historia primero en la literatura y
luego en el cine. Ese es el movimiento recurrente de sus escritos: a propsito de la
escritura de su lectura de una pelcula, de una traduccin, de un poemario, esboza una
teora sobre un aspecto puntual del gnero en el que participa el texto que lee.
3
Por ejemplo, cabe destacar que ya hacia el ao 1957, y a propsito de una
crtica de la pelcula Las puertas del infierno, arremete contra ciertos clichs de la
crtica cinematogrfica firmada por especialistas que ms tarde consolidarn
verdaderos estereotipos en el anlisis de la narrativa literaria y cinematogrfica (en
parte esto se debe a algunas de las operaciones de importacin del estructuralismo y de
la estilstica en Argentina -cf. Gerbaudo, 2006b-): Pezzoni toma distancia del mero
registro de lo que se ve desde una gramtica que slo mueve a detectar sin ni siquiera
promover una articulacin que merezca el nombre de anlisis [10]. Es llamativo el
modo en que su juicio sobre este proceso de aplicacin puede extenderse al uso
didctico que se har de las teoras estilsticas y estructuralistas que con rigor,
precisin y elegancia tanto l como Barrenechea han difundido en Argentina a partir de
sus lecturas crticas [11]. As, sobre las autorizaciones de las meras detecciones desde
un registro pseudocientfico, dice: Con una soltura que parece autorizada por una
tcnica infalible, estos cultores de una disciplina que es acaso la ms joven de todas
poseen ya un cuantioso registro de frmulas de apreciacin. Y agrega: Y no es fcil
resistirse al prestigio de un juicio que se nos presenta formulado en lenguaje casi
crptico, erizado de tecnicismos que ya integran una jerga determinada (1957: 79).
Sobre lo que se pierde al pretender mirar el arte desde estos anteojos, dice: En la letal
fijeza de una frmula slo puede yacer lo que ha perdido la huidiza movilidad de lo que
est vivo (1957: 79). A estas observaciones se suma el desatender a las tesis que, ya
desde los principios del siglo XX, los formalistas haban formulado ayudando a
destrabar las dicotomas fondo/forma, forma/contenido. Pareciera que el
empecinamiento de este pretendido ejercicio de lectura con el trabajo realizable en lo
que llama la epidermis gramatical no permite, justamente, leer lo que el texto propone
en su trabajo de escritura [12]. El resultado: la cuestionada diseccin del cuerpo
textual en partes no reunidas por ningn hilo que las enhebre, que las hilvane.
Admonitorio, hacia el cierre de la resea, interroga y subraya: Cmo hablar de los
admirables recursos de esta pelcula y de la pobreza de su contenido? Esos recursos
son el contenido. (Pezzoni, 1957: 80).
A propsito de su resea del clsico film El globo rojo, Pezzoni esboza una
teora sobre el lenguaje cinematogrfico al remarcar qu es lo que un film (un buen [13]
film, debiramos agregar) explota en su composicin. En una nota al pie y con el tono
de un comentario al margen, inscribe su teora, es decir, lo que a propsito de este film
sostiene sobre el cine, sobre las buenas pelculas: Un film con imgenes esenciales, que
no se traicionen volcndose en la palabra, no es un tour de force: es una forma de arte
que emplea su lenguaje especfico. (Pezzoni, 1956b: 91).
A propsito de la resea de dos pelculas montadas sobre la historia que
cuentan sendas novelas (El revs de la trama de Graham Greene y La romana de
Alberto Moravia), Pezzoni desarrolla su teora sobre las buenas transposiciones al
defender el carcter de escritura de toda composicin artstica (nuevo punto de
encuentro con Derrida que cuestiona la idea de ilustracin en arte: el dibujo que
ilustra el texto escrito, la pelcula que ilustra la novela pero tambin, el texto que
ilustra la teora -cf. Derrida, 1967b, 1979-). Sin rodeos sostiene que la palabra
ilustracin supone falta de autonoma (1955) y precisa lo que hace de un film que
retoma una historia ya contada en un texto literario, un buen film: Si el inters es
genuino, su propsito no ser el de ilustrar o repetir las peripecias de una obra de
probada eficacia sobre la sensibilidad del pblico... Ni aclarar ni profundizar: deber
contar de nuevo, literalmente. (Pezzoni, 1955: 117). Su autor deber entonces volver a
escribir. Deber firmar. Producir una contresignature (Derrida, 1990). Dejar su marca
(Derrida, 1972a).
4
En relacin con esta tesis respecto de lo que se espera que el arte haga (la
literatura, la poesa, el cine), en Transgresin y normalizacin en la narrativa argentina
contempornea [1970] vuelve, como tantas otras veces, sobre la escritura de Borges
para cuestionar su lectura como ejemplo de las teoras filosficas, como ilustracin
de las tesis que primero parecen haberse formulado en la filosofa. Prctica que acta lo
que Derrida llama metafsica del comentario (1967b: 255). Prctica que contrasta con
el gesto de Foucault (que en su Prefacio a Las Palabras y las cosas reconoce cunto
tuvo que ver la literatura de Borges en esa escritura); con el de Derrida (que
constantemente expresa su deuda con ese ilustre linaje de poetas profticos en el que
inscribe a Borges -cf. Derrida, 1998: 51-). Pezzoni cuestiona la misma tendencia que
con sarcasmo denuncia Libertella: mientras en Argentina leamos a Foucault y a
Derrida, Foucault y Derrida lean a Borges [14].
Sin mencionar el trabajo que Eco publica en 1962, Pezzoni deja entrever
hasta qu punto la literatura de Borges inspira lo que luego Obra abierta presenta
adems, simplificado. As como Derrida (1998: 59) aconseja leer La (Cixous, 1976) y
no La Feminidad (Freud, 1932) si se quiere entender algo de la compleja psiquis
femenina, Pezzoni sugiere que leer a Borges permite entender mejor cmo funciona la
literatura que la incipiente semitica de Eco:

Aos antes de la llamada obra abierta, el lector de Borges deba sortear una
serie de trampas hasta descubrir que en sus enigmticos relatos el misterio que
deba resolver no era el de unos mundos rotulados por la crtica como fantsticos
o irreales, cuanto el misterio de un texto que se problematizaba a s mismo como
recurso inventivo y que, al mismo tiempo, era incesante invencin: no el reemplazo
de la realidad por la irrealidad, sino el enfrentamiento dialctico de diferentes
formas de existencia. Obra cerrada, pero con la cual slo podr establecerse un
activo contrato de lectura. (Pezzoni, 1971: 18)

Inteligente discusin de las tesis de Eco respecto de qu es lo que habilita
llamar a un texto obra abierta o, como en el caso del nombre que inventa Pezzoni,
obra cerrada. Tambin, inteligente ejercicio de lectura de la obra de Borges y
especialmente, toma de distancia, sutil y elegante, de la tesis de su maestra que, con su
texto fundacional, La expresin de la irrealidad en la obra de Jorge Luis Borges
(Barrenechea, 1957), haba abierto un campo nuevo en la crtica literaria argentina.
Campo en el que Pezzoni sabe inscribirse refrendando, firmando sus intervenciones.
La teora de la literatura se escribe junto a la crtica. Operacin que se exhibe
con claridad en un nuevo escrito sobre Borges. A propsito de Otras inquisiciones,
Pezzoni arriesga una conjetura respecto de qu es lo que hace que un texto funcione
como literatura. Su apuesta lo aproxima, otra vez, al pensamiento derrideano. Marcar
la lengua, dir Derrida, es lo que el escritor hace cuando escribe, cuando firma. Dejarle
una herida, una cicatriz, una huella inconfundible, un sello personal: sa es su bsqueda
(Derrida, 1980a). Reinventar(la) es la tarea que al poeta parece adjudicarle Pezzoni:
crear un lenguaje dentro del lenguaje que le ha sido dado, dir siguiendo a Valry
[15] (1952: 40); forzar al mximo esos elementos que ya tienen una misin precisa en
la comunidad a la que pertenece (1952: 50).
Mientras escribe sobre Girri, Pezzoni compone un concepto que ajusta lo
que la poesa hace introducindose en una zona riesgosa al definir lo que el poema es:
el poema es la exhortacin a derribar las mscaras con que la lgica y los
convencionalismos corrientes disimulan el misterio del mundo (1969a: 99). Mientras
trabaja sobre poemas de Octavio Paz (1969b) y de Alejandra Pizarnik (1965a)
desmantela los mandatos representacionistas: apropindose de lo que la poesa de estos
poetas dice sobre lo que la poesa hace, sobre lo que puede, y revisando las tesis que
5
demasiado rpidamente confan en su funcin revolucionaria o representativa, Pezzoni
sostiene que los poetas ms que liberadores o exploradores, son inventores de la
realidad (1969b: 150). Ms que dar cuenta del mundo, cada poema incorpora un
mundo al mundo (1965a: 157); crea otro mundo a partir del mundo; inventa un
universo que no existe sino por esa fundacin. Invencin que se desprende del modo en
que Pezzoni piensa al lenguaje: as como Foucault se inspira en Borges para componer
las tesis de Las palabras y las cosas (1966), es la poesa de Girri la que otra vez
interpela a Pezzoni y le hace hablar sobre la literatura y su explotacin del abismo que
separa a las palabras de las cosas:

No hay xtasis verbal que consiga salvar la distancia abierta entre la palabra y lo
que la palabra nombra. No existe imagen que, surgida como una inmanencia del
sonido, nos entregue al mundo y nos persuada de que decir una cosa es poseerla, es
consustanciarla con la estrategia verbal inventada para atraparla. La palabra es
mero conato de llegar a la realidad, pero la realidad est siempre ms all de la
palabra: Nunca conseguiramos / llegar a la mdula, atrapar / qu signific,
exactamente, / Dante con amor, / qu quiso Scrates con aret (Semntica, en El
ojo). (Pezzoni, 1969a: 103)

A propsito de su lectura de traducciones de J ohn Donne realizadas por
William Shand y por Alberto Girri, esboza notas para una teora de la traduccin
(1954a) que contina en su descripcin de una puesta teatral realizada en Buenos Aires
(1954b). Una frase condensa su punto de vista sobre un trabajo que l tambin realiza:
Un traductor hbil puede lograr que el lector conciba a travs de su versin los
hallazgos de Shakespeare (1954b: 323). Anticipando las tesis derrideanas sobre la
traduccin como escritura (cf. Derrida, 1980c, 1984, 1986, 1987, 1998), como trans-
creacin (De Campos -1985a, 1985b-), y tal vez siguiendo las de Borges [16] que
probablemente tambin Derrida y De Campos ya haban ledo, Pezzoni observa una
tensin entre las versiones pasivamente literales y las que asimilan y transforman
(1954a: 89). Nombrando a la traduccin versin juega su apuesta: la traduccin no
restituye; la traduccin compone otro texto en el que el trabajo interpretativo y
escriturario del traductor tiene un papel crucial. Sus analogas descubren su alejamiento
de quienes prefieren las versiones literales que caracteriza como la descripcin de un
paisaje que no olvida la nervadura de la hoja ms pequea ni las fisuras de cada
corteza: pero rboles y hojas se habrn esfumado en el esquema final (1954a: 89).
En sintona con lo que aos ms tarde Derrida llama fidelidad infiel
(2001a: 47), la traduccin es para Pezzoni un acto de refrenda. Afinidades electivas es
la expresin que compone para hablar de las versiones no literales; aquellas en las que
encuentra la profundidad de lo real. Aquellas que elige por lo que en su exceso,
permiten: resolver quien se entusiasme con ellas si no es pecado celebrar tales
alardes de la alquimia potica (1954a: 88). Pezzoni se involucra en este juego pasional
con plena conciencia de los riesgos que su decisin implica:

No ha de ser siempre la dura necesidad quien imponga traducciones al traductor ni
es fatal que colabore en ellas la negligencia, el hasto, la prisa. Hay traducciones
que se hacen por amor. Son las ms tiles? Traducir a un poeta por amor, es de
veras un puro testimonio de veneracin? El afn de hacer asequible a los dems el
deleite de un verso no transforma en seguida aquella humilde actitud de entrega en
el instante lcido y soberbio de la creacin? Porque ya no se tratar de acercarse
cuidadosamente a un texto cualquiera, pero s de reproducir en los futuros lectores
aquel deleite suscitado por el poema original. Y el original que inicia as todo un
nuevo proceso de configuracin oficia un poco a la manera del ntimo sentimiento
que, llamado inspiracin o como se quiera, pugna por encontrar el molde exacto y
exclusivo en que fijarse. Los resultados de esa interaccin son a veces estupendos y,
6
sobre todo, curiosos. Pero existe el riesgo de que el lector naufrague en una
asimilacin demasiado intensa que lo aleje definitivamente del original buscado.
(1954a: 88)

A propsito de la publicacin de un conjunto de poemas por parte de jvenes
escritores argentinos enuncia su punto de vista sobre las condiciones en que suele
escribirse poesa en Argentina y en el mundo en general, sobre el lugar del arte en las
sociedades contemporneas sin que, cabe remarcarlo, esto atene la agudeza de sus
observaciones sobre las producciones que resea. Pezzoni recuerda la condena a cinco
aos de prisin que sufre en Mosc el poeta Yosip Brodski en 1964 por el delito de
vivir slo de la escritura (1965b: 121). Enfrentando a la corriente anti-intelectual
dominante por esos aos (cf. Gilman, 2003), Pezzoni afirma, no sin irona: El poeta
dedicado por entero a la poesa, y dedicado a ella sin transacciones, es poco menos que
un milagro (1965b: 121). Dedicado a ella sin transacciones: ignorando la agenda de
formas y/o contenidos que un partido o una agrupacin pretendan imponen?
Dislocando lo que la estructura de sentimiento (Williams, 1977) en esa coyuntura
particular deslizaba tambin como mandato, menos directo pero mandato al fin? As
como Derrida realiza conjeturas respecto de las continuidades de la filosofa escrita en
Occidente con las tesis condenatorias de la escritura fijadas en la Antigedad clsica (cf.
Derrida, 1967a, 1967b, 1972a), Pezzoni seala continuidades respecto de la condena de
la poesa. El escritor pareciera estar habilitado a escribir poesa siempre y cuando haga
mientras tanto otra cosa ms importante: mientras la poesa que firme est adems al
servicio de otra causa (seguiramos llamando poesa a esa poesa?) o mientras la
poesa no lo ocupe totalmente o mientras no pretenda vivir de ese trabajo. Pezzoni se
pregunta: es que han cambiado radicalmente las cosas para el poeta desde la
condena platnica, pasando por las alegoras de Daro en que el poeta es condenado a
morirse de fro tocando el organito en los jardines del opulento burgus, hasta los
juicios de la Rusia actual y el anonimato, la pobreza, las dificultades de publicacin en
las sociedades occidentales? (1965b: 121). Inflexible, Pezzoni sostiene an en estas
condiciones su tica de la lectura: la situacin no es un atenuante para justificar la mala
literatura, los malos poemas o los malos poetas. Anota: el mejor homenaje que puede
ofrecerse a su tenacidad es hablar de ellos con inters y hasta con severidad, sin el
vago elogio protector de las reseas habituales (1965b: 121). Coherente con lo
declarado, Pezzoni acta sus tesis y escribe su lectura crtica de un conjunto de poemas
de Ren Palacios More, de Luisa Futoransky y de Daro Cantn.
Recapitulemos: a propsito de la escritura de su lectura de textos literarios,
el esbozo de una teora de la literatura. A propsito de la escritura de su lectura de
traducciones, de ciertas pelculas, el esbozo de una teora sobre la traduccin, sobre el
cine. La resea de una novela reciente, de una traduccin o de una pelcula trasciende la
circulacin en su contexto inmediato para inscribir, por su escritura, una teora sobre la
literatura, la poesa, el cine, la traduccin. Se integran as al archivo (Derrida, 1995a,
1995b) [17] yendo ms all de la circunstancia que rodea a la aparicin de cada nuevo
texto que se describe. Don de la oportunidad, dira Derrida (2001b), y tambin don
del arte de sacar el mejor partido posible de la ocasin de la que se parte para hacer
con ello otra cosa.


Astucias de Tejedor Real

Tejedor Real. As llama Derrida a los traductores de poesa, a los que se
atreven a intentar (re)crear en otra lengua lo que la poesa hace con la lengua elegida
7
por el poeta para componerla. Ms concretamente: Derrida usa la expresin para definir
lo que la poesa de Cixous hace, lo que Savoir hace con el francs (lengua en la que
Cixous dice su ceguera, su miopa, preguntando cundo es posible -si es que es posible-
voir, (sa)voir).
Enrique Tejedor es el nombre que Pezzoni inventa para firmar algunas de sus
traducciones. Nombre en el que inscribe la deriva etimolgica que lleva de texto a tejido
(trabajo artesanal en el que tambin pone el ojo Derrida al componer ese otro nombre
para quien puede desarrollar esa prctica que, como a Pezzoni, lo ha fascinado,
hacindolo hablar-escribir, volver a escribir, teorizar). Sobre esta decisin dice Panesi:
Ese era el seudnimo que us para traducir, e incluso para evitar la persecucin
pretendidamente justiciera de los guardianes de la moral literaria, que nunca son los
guardianes del buen decir, sino los peleles fantasmticos de la estupidez (1989: 5).
Panesi alude al escndalo que provoca la traduccin que Pezzoni realiza de Lolita de
Vladimir Navokov.
En 1959, la editorial Sur publica una versin de Lolita traducida del ingls
por Enrique Tejedor. En el mismo ao un decreto de la Municipalidad de Buenos Aires
califica a la novela de inmoral, ordenando adems su secuestro. Palabra que utiliza
la revista Sur al publicar los resultados de una encuesta de opinin realizada a partir de
este suceso a diferentes escritores y crticos. Entre los encuestados, el mismo Enrique
Pezzoni, desde su consolidada posicin de lector aristocrtico y habituado a hacer de
cada circunstancia una pretexto para la teora, afirma: Quiz mi interpretacin irrite a
los lectores para quienes Lolita es una historia de amor desgraciado y culpable y slo
eso, y nada menos que eso. Es la alternativa que propone toda gran novela: limitarse al
placer del suceder inventado o buscar, adems, nuestra propia explicacin. (1959: 71).
Lo que Pezzoni pone de manifiesto con su observacin es la distancia entre una lectura
literaria de Lolita y otra ejecutada desde la moral (lugar incmodo, o ms bien
imposible para leer la literatura como literatura, si entendemos por literatura esa
irrupcin del lenguaje que pretendiendo decirlo todo -cf. Derrida, 1989-, paga por ello
el precio de ser leda como mera literatura y en ese mismo gesto, gana su poder en el
mismo momento en que lo pierde al inscribirse como detritus, resto, sobra, excedente, al
margen de los discursos serios portadores de verdad, de saber). Puntos de vista
inconmensurables que difcilmente pueden reunirse en una discusin: Enrique Tejedor
teje y atrapa en su tela a quienes pretendan atraparlo; deja ante la ley (cf. Derrida,
1985), ante las puertas de la ley, a los mismos que pretendan dejarlo esperando a l.
A esta traduccin se suman otras que hacen lugar a un listado
verdaderamente abrumador [18]. De ellas subrayo un aspecto vinculado con las tres
zonas en las que Pezzoni intervino al traducir ya que su tarea no slo ha permitido la
lectura en espaol de textos literarios escritos en ingls, en francs, en italiano (o
traducidos a esas lenguas y luego, vueltos a traducir por Pezzoni) sino que adems su
prctica se inscribe, simultneamente, en el campo de la docencia y de la extensin al
decidir traducir textos tericos recientemente escritos y materiales instrumentales como
los diccionarios tcnicos-especializados. Cabe destacar su versin de Teoras del
smbolo de Todorov (1977) y del Diccionario enciclopdico de las ciencias del lenguaje
de Ducrot y Todorov (1972). Aspecto por lo general desapercibido o poco valorado y
que sin embargo se integra como pieza clave del trabajo que los profesores
universitarios realizan desde el espacio de sus ctedras: poner a circular lo que se
produce en otros centros de investigacin sobre los contenidos de las materias que
ensean, democratizar el acceso a un texto al elaborar una versin en lengua espaola.
Entre las prcticas de Pezzoni que Barrenechea destaca al recordar a su equipo de
Introduccin a la literatura del Profesorado en Letras de la Universidad de Buenos
8
Aires (antes de iniciar el largo proceso de idas y venidas, de vueltas y de exilios desde el
66 en adelante), remarca sta.


Ensear, dejar marcas

Ensear consiste en dejar marcas, sostiene J ackson (1992: 42).
Enrique Pezzoni me ense a leer y siempre aprend cosas de sus
observaciones, confiesa Daniel Link (1994: 17).
No se ensea literatura, dice J orge Panesi. Ms que cualquier otra cosa
enseable, la literatura pone al profesor ante el brete de un discurso cuya nica accin
posible consiste en un aventurado e incierto razonar y en un compartir. Un compartir
razonado sobre un objeto ausente. Y ese objeto, siempre retirado y vuelto a postular en
los carriles del razonamiento compartido, hace surgir el entusiasmo. Y concluye: La
literatura es ese secreto individual que se nos revela, desvanecindose en el
entusiasmo... Se ensea nicamente algo as como una hiptesis de fervor que llama al
entusiasmo. Y estoy pensando en Enrique... Estoy seguro de que compartira este credo
pedaggico que es, en el fondo, su autorretrato (1989: 8).
Pezzoni trabaj y mostr constantemente su hacer dando a leer a los
tericos que lea, revela Laura Estrn (1999: 289).
Haba en Pezzoni esa preocupacin por la recepcin de las clases;
preguntaba si entendamos, aunque la pregunta sonara ms bien a: qu entienden?,
recuerda Annick Louis (1999: 17).
Coleccin incompleta de fragmentos que muestran las huellas de una
prctica que reclama revisar qu se entiende por obra cuando se habla de la produccin
de un crtico literario que tambin se ha desempeado como profesor de literatura. Por
ejemplo, as como Martn Prieto habla de obra exigua (2006: 318) al referirse a los
escritos de Pezzoni, por otro lado destaca la importancia de estas otras prcticas que no
forman parte del archivo pero que se descubren, ms all de las declaraciones, en las
producciones de varios de sus discpulos: J orge Panesi, Delfina Muschietti, Daniel Link
y Annick Louis. Dice: Pezzoni fue una figura gravitante en la literatura argentina
entre los aos sesenta y fines de los ochenta, con un magisterio ms personal que
autoral que puede rastrearse en la obra crtica de los que fueron sus discpulos (Prieto,
2006: 318). Tambin Laura Estrn realiza un comentario respecto de la brevedad de su
obra, aunque acotando el trmino al archivo, al trabajo crtico reunido: obra que se
puede tener totalmente entre las manos y ante los ojos, seala (1999: 302).
Sin embargo tanto Estrn como Prieto, de diferentes modos, hacen referencia
a otra parte de la obra de Pezzoni: Prieto, al aludir a las marcas del maestro en sus
discpulos; Estrn, al aclarar que su escrito incluye como objeto de anlisis crtico las
clases que Pezzoni dict en la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de
Buenos Aires entre 1984 y 1989 en su ctedra de Teora y anlisis literario (1999:
289).
Rondando las bsquedas de Louis (1999), escribo este artculo a partir de un
archivo fragmentario: parto de los programas de la ctedra de Barrenechea en la que
Pezzoni se desempeaba como J efe de Trabajos Prcticos antes del onganiato; recupero
entrevistas realizadas a Barrenechea (1981, 1997, 2001, 2003b), a J orge Panesi (2006),
a Gustavo Bombini (2006); vuelvo sobre los programas y las clases archivadas de
Pezzoni (y de algunos de sus ayudantes) desarrolladas entre 1984 y 1987 [19] y tambin
reviso los escritos firmados por Pezzoni buscando, con cierta pretensin, empezar a
reconstruir esa otra forma del archivo a la que Louis alude cuando habla de obra
9
subterrnea (1999: 11), es decir, esa parte del trabajo que se conserva en la memoria
de sus alumnos y de sus compaeros; en las huellas que es posible advertir en los
decisiones docentes y en las formas de intervencin crtica de los profesores que se han
formado con Pezzoni.
En esa lnea, retomo un texto que Molloy escribe despus de la muerte de
Pezzoni en el que evoca su modo de acercamiento a la literatura: acude una y otra vez
a la literatura, insistente y ambiguo, como en un asedio amoroso que le impusiera un
abundante repertorio de estrategias para seducir. Luego agrega, prcticamente
ordenando: Corroborar ese apremio y esa multiplicidad de actitudes sin ir ms lejos,
aplaudrselas o perdonrselas es leerlo por encima o desde lo que sobre l han
acumulado los manuales. Y concluye: En todo caso es no percibir el interrogante que
sus textos plantean al lector y se plantean a s mismos (Molloy, 1990: 572).
Seducir, atrapar, contagiar un entusiasmo. Altos estndares desde donde
medir una prctica que pretende involucrar a otro, incluirlo en el juego, hacerlo
partcipe gozoso de esa propuesta que se arma toda vez que se monta una escena de
enseanza en un aula de literatura, toda vez que se escribe una crtica sobre un poema,
sobre una novela, sobre una pelcula.
Cuando se escribe, cuando se ensea, cuando se habla, se les est
proponiendo a otros un nuevo punto de referencia, un nuevo contrato, una nueva
interpretacin... El otro es quien tiene que contestar o no, afirma Derrida (2001a: 40).
Pezzoni no ha delegado tanto a la responsabilidad del otro. Panesi usa la
palabra angustia para describir lo que Pezzoni senta toda vez que su palabra era
puesta en circulacin, salvo en sus traducciones (Panesi, 1989: 7). La obsesin por el
modo en que empleaba la palabra, a la vez que potenciaba lo que poda, tambin lo
atormentaba. En los ltimos aos le haba atacado una duda acerca de su trabajo y de
su trayectoria, recuerda Panesi (1989: 8). Se haba ido resignando a contar libros
como Adn Buenosayres al descubrir que en las jvenes generaciones no era tan
frecuente la lectura, seala Louis (1999: 18). Y agrega: en los pasillos de la facultad
preguntaba a los estudiantes si habamos ledo a Balzac o a Dostoievski... Deca
escandalizado que haban creado monstruos; que los estudiantes lean a Bajtin sin
conocer a Dostoievski o Rabelais, a Benjamin sin haber pasado por Baudelaire (1999:
18).
Soy un maestro slo en la mente de alguien que cree que yo podra
ensearle algo que no sabe, afirma J ackson (1995: 47). Agregara: y que adems
quiere que se lo ensee y busca aprender algo de y en lo que se le ensea. En la lectura
de la diferencia entre el aprender y el acreditar; en los hiatos entre lo que se cree que es
necesario ensear en las clases de literatura, lo que se ensea y lo que los estudiantes
aprenden a partir de lo que se ensea; en las posiciones respecto de lo que se espera que
la crtica promueva; en la decisin de invertir tiempo para traducir y poner a circular
textos que han permitido a quien los traduce y a quien los ensea formularse nuevas
preguntas respecto del objeto de su pasin (investigacin, enseanza); en el gesto de
convertir la biblioteca personal en biblioteca institucional, en todo esto que no es sino
una parte de lo que supone ensear literatura en la universidad argentina, se juega una
dimensin tica y poltica del trabajo docente que incluyo en la obra. En este caso, en la
obra de Enrique Pezzoni. Rearmar ese archivo, an fragmentario, contribuye a explicar,
en el cruce entre persistencias y renuncias, entre lo que se sostiene y lo que se abandona
y entre lo que se paga por no abandonar ciertas bsquedas, la historia de una prctica a
veces incomprendida, o entendida a destiempos, o recuperada en momentos lejanos a su
performance. Y es la propia Louis la que advierte este proceso en su dedicatoria cuando
(le) dice a otro de sus maestros: A Jorge Panesi, por lo que me ense y por lo que me
10
falta aprender en lo que me ense (1999: 7). Hay en su confesin el reconocimiento
de una disimetra entre lo que se ensea y lo que se aprende. Hueco (o grieta) en el que
los residuos de las prcticas siempre dejan que se cuele la escritura. Hueco que,
advertido, tambin ayuda a calmar la tensin del crtico literario que dicta clases de
literatura y que espera que sus palabras (puente o nexo con otras palabras) hagan
adems otra cosa mientras dicen, explican, envan, describen, sugieren, intervienen,
reinventan.


Descuidos (necesarios?) y deseos desmedidos

Si la crtica cae en la trampa de la literatura por su deseo de interpretar (cf.
Panesi, 2004), el crtico puesto en situacin de enseanza cae en otra que le teje su
propio universo de prctica al estar ante la urgencia de dar respuesta a una pregunta:
cmo ayudar a otros a interpretar (literatura, teoras y crticas sobre la literatura)?
Fue dando diferentes respuestas a estas preguntas como Pezzoni fue
construyendo su obra: si es verdad que una buena respuesta no suele tener una forma
general, inamovible y esttica, si es verdad que es necesario reinventarla (Derrida,
2001a: 37), este movimiento puede observarse en las prcticas que Pezzoni promova.
En su produccin crtica es posible advertir una suerte de vaivn [20]: una fluctuacin
en la que el trabajo sobre la escritura ser la marca persistente junto a una fascinacin
con variadas tradiciones de la teora literaria [21] y un cuestionamiento respecto de lo
que la teora puede con la literatura, ms visible a partir del testimonio de sus alumnos y
compaeros que registrable en sus escritos.
Dice Monteleone: En Pezzoni podemos seguir con cierta claridad las capas
superpuestas de los paradigmas tericos que atravesaron la crtica argentina entre
1950 y 1990 en uno de sus usos ms originales y deslumbrantes (1996: 160). Sus
crticas, las clases que se han conservado en diferentes soportes, sus reseas e incluso
sus traducciones revelan su trabajo inicial con la estilstica y el formalismo que pudo
utilizar creativamente, sin abandonar su intervencin ms potente: la escritura. Ms
tarde la incorporacin de escritos firmados por Adorno, por Barthes en sus diferentes
etapas (que tambin muestran distintas posiciones del propio Barthes sobre la
literatura), de Bajtin, Lotman, Derrida, Kristeva, Sollers, Deleuze, Blanchot, Steiner, la
lectura temprana de Paul De Man dan cuenta de sus revisiones categoriales.
Posiblemente sea en sus constantes literarias donde se halle una clave que
ayude a leer lo que no se ha abandonado en este movimiento de reflexiva oscilacin a
partir del cual inscribe su marca al reinventar lo que importa (y hablo aqu de las teoras
de la literatura que Pezzoni enseaba, de los textos literarios y tericos re-escritos desde
sus traducciones y de sus ensayos, reseas y notas crticas). Vaivn que deja sus huellas
en sus preguntas sobre su enseanza: si en relacin a su prctica se registra un reproche
final por un aparente descuido de la literatura, vale preguntarse cunto del entusiasmo
que Pezzoni provocaba en sus clases sobre la teora literaria conduca a ese eclipse que
l vea como falta y que probablemente encuentre en la literatura que ms ha admirado
su explicacin: si la relacin de conocimiento requiere que se hable de algo que sea el
objeto de esa referencia, bien puede afirmarse que la literatura de Borges se ha
encargado de parodiar esa relacin, ese deseo desmedido de apresar al objeto, de
capturarlo para s, al punto tal que sus bordes se confunden con los de los instrumentos
utilizados para tratar de atraparlo o de asediarlo cientficamente. Descolocaciones de
taxonomas, de las pretensiones de anlisis objetivos, de los criterios a partir de los
cuales se establecen y ordenan los gneros. Aquello que l mismo ha advertido en
11
Borges (cf. Pezzoni, 1971: 18) se traslada a su propia prctica, tendiente a leer la teora
como literatura y a centrar el ngulo de atencin en aquellas formas de inscripcin de la
crtica que s merecan el bastardeado adjetivo de literaria (aplicado con descuido a
cualquier tipo de anlisis sobre la literatura). Formas stas (tambin) del exceso y del
deseo, necesarios para cualquier transferencia y, por lo tanto, para cualquier acto de
enseanza.
La cuestin de la enseanza tal y como ha podido ocuparme,
comprometerme, no est nunca simplemente en la enseanza, confiesa Derrida (2001a:
32). Enseanza en el aula, en lo que se pone a circular desde el espacio del aula, en lo
que se traduce, en el texto crtico que se da a leer y que se espera, ayude a otros a
interpretar. Actos de enseanza que no se reducen al espacio del aula sino que
atraviesan y comprenden todo lo que en el aula se intenta movilizar: los envos a leer
textos literarios, crticos, tericos; el trabajo de traduccin que se pone a disposicin y
que intenta crear puentes entre quienes pueden leer en otras lenguas y aquellos que no;
las mediaciones necesarias para que pueda sobrevenir, tal vez, el entusiasmo. En esos
otros espacios tambin se inscribe la obra de Pezzoni.
All supieron buscarlo y encontrarlo sus discpulos, sus compaeros. Hacer
visible esta parte de su trabajo (ms modesta si se quiere, ms oculta que la escritura
crtica), exige un proceso de revisin de lo que supone, de lo que demanda decidir ser
profesor universitario. Profesor, no profesoruco (no ese enamorado de los
ordenamientos convencionales de la pedagoga, no ese creyente desvalido en todos
los sistemas establecidos, no el pacificador que slo est en paz cuando reproduce los
cretinismos enceguecedores de la jerarqua -Panesi, 1989: 9-).
Traducir, escribir, ensear: acciones en las que el tiempo se da, se ofrece, se
entrega al otro (tal vez lo nico que podamos donar, ofrecer, regalar sea eso: el tiempo
dedicado al otro, ms all de lo que el contrato laboral exige -cf. Derrida, 1991-).
Prcticas que demandan, la primera, mayor visibilizacin por lo que tiene de creacin
(cf. Venutti, 1995, 1998); la segunda, mayor puesta de manifiesto de su importancia
sociocultural ya que toda vez que se emprende un trabajo de enseanza se realiza una
apuesta a un cambio, a una transformacin, a un mejoramiento del otro (un ejercicio, en
parte violento, que se distancia de la mera convalidacin).
Dnde buscar la huellas de esas prcticas? Dnde encontrarlas? Quizs
justo all donde quien las ejecut no quiso o no busc o no pretendi intervenir (o
quizs, no de la manera que las apropiaciones de su obra van configurando).
Monteleone confiesa que ha buscado a Pezzoni en la firma garabateada y
angulosa, con tinta negra; en el recuerdo del modo en que recibe a un estudiante que
en otra clase haba adoptado un tono terico levantisco y a quien asombr con la frase
aqu llega el maula; en una foto de Atlas; en una carta; tambin, en esos universos
reinventados por Pezzoni en sus traducciones, en las inscripciones singulares de sus
traducciones en las que tambin, pone su firma:

(...) Quiz lo busqu en el instante en que Humbert Humbert acaricia la espalda
marfilea de Lolita; el instante en el cual el joven anglico de Teorema lee un
pequeo volumen de Rimbaud, iluminado por el sol oblicuo que ilumina el jardn; el
instante en el que el capitn Ahab, izndose al palo mayor del Pequod, divisa el
flgido chorro vaporoso de la ballena blanca; el instante en el que Malraux
descubre el aspecto sencillo de Mao, vestido de azul y con zapatos marrones,
convencindolo de que luchara contra Japn; el instante en el que los Reyes Magos,
luego de la ardua travesa, dan con el sitio donde hubo un Nacimiento, el
nacimiento y la amarga angustia de la muerte del poema de Eliot. Muchos vivimos
esos momentos porque Enrique, al traducirlos, los reescribi. Y all volv a buscarlo
y volver. (Monteleone, 1996: 162)
12


Notas
[1] La entrevista citada fue realizada en el marco de una Beca Postdoctoral del CONICET centrada en el
estudio de los procesos de importacin de teoras realizados por los profesores a cargo de las ctedras
Introduccin a la literatura, Literatura argentina y Literatura hispanoamericana (o denominaciones
similares) en las carreras de Profesorado en Letras de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad
Nacional del Litoral entre 1960-1970. La investigacin no slo se basa en los papeles de investigacin
firmados por esos profesores hasta 1970 sino que recupera especialmente sus programas de ctedra,
entrevistas a ellos y/o a sus alumnos y compaeros de trabajo, traducciones realizadas, apuntes de ctedra
y/o clases desgrabadas. Esta eleccin de materiales intenta rastrear las operaciones de importacin de
teoras realizadas desde sus espacios de intervencin y sus derivaciones en la enseanza de la literatura.
Para este trabajo amplo el margen temporal partiendo desde los aos 50 en funcin de incluir la
produccin inicial de Pezzoni en el corpus de trabajo ya que ello me permite trazar algunas lneas
importantes en las hiptesis que sostengo. Por las mismas razones hago algunas referencias a su
produccin posterior, es decir, cuando a los fines del anlisis es necesario.
[2] La categora zona de borde se inspira en lecturas de la obra de Derrida. Los artculos de Clmens
(1996, 1998) y de Giovannangeli (1996) subrayan el modo en que su escritura itera figuras que desafan
los lmites entre lo que parece estar claramente circunscrito en un espacio determinado y lo que queda
fuera de ese espacio. Por ejemplo, parergon es la categora que Derrida inventa para cuestionar la
demarcacin obra/fuera de obra, texto/contexto, texto/paratexto, pintura/marco. Por otro lado sus ensayos
deliberadamente se sitan en lo que los investigadores llaman el espacio del entre. Entre de los
gneros del discurso que parece agregar uno nuevo al catlogo desbaratando adems la taxonoma
existente y sus criterios.
Por extensin llamo zona de borde a los espacios que se crean en los lmites de las disciplinas, sin
incluirse de modo completo en ninguna y recuperando conceptos de varias. Zona que responde a una
verdadera transdisciplinariedad (Bixio y Heredia, 2000) toda vez que entendamos por ello la
confluencia de puntos de vista, categoras y resultados de investigaciones aportados por distintas
disciplinas que cooperan en el estudio de un problema complejo.

[3] Analic la produccin crtica de Barrenechea y sus programas de ctedra en Recreacin categorial e
intervenciones de Ana Mara Barrenechea (1958-1966): trabajo presentado en el marco del II Congreso
Internacional "Transformaciones culturales. Debates de la teora, la crtica y la lingstica" organizado
por el Departamento de Letras de la Facultad de Filosofa y Letras de la UBA y desarrollado los das 20,
21 y 22 de noviembre de 2006 (disponible on line en la pgina del Congreso a partir de agosto de 2007:
http://congresotransformacionesculturales.blogspot.com).
[4] Dice Barrenechea en la Introduccin: Como amigos y compaeros de investigacin de Enrique
Pezzoni, los miembros de este Instituto hemos querido ofrecer un homenaje a su memoria. La
Organizacin de Estados Americanos haba concedido con anterioridad un subsidio para un nmero
doble de Filologa: La voz del otro, tema conectado con los intereses de dicha entidad. Nada nos
pareci mejor que dedicarlo a Enrique Pezzoni, autor de El texto y sus voces. (...) Se echarn de menos
algunos nombres de autores conocidos que fueron sus amigos constantes. El tema ya prefijado les
impidi ofrecer un texto que se ajustase a l en el tiempo previsto, cosa que los organizadores
lamentamos, pero que se compensar con futuras colaboraciones que podrn dedicarle a Enrique Pezzoni
individualmente, en prximos volmenes de Filologa (Barrenechea, 1989: 3-4).
[5] Llamo prctica de envo a una decisin de lectura y de escritura que consiste en no evitarle al
destinatario (lector, estudiante que escucha una clase, colega que escucha una conferencia, etc.) el trabajo
de lectura de los textos implicados en el razonamiento propio sobre un problema puntual (citar no es
leer, dir Derrida -1998: 66-, enviando a realizar la lectura completa de los textos que recupera en sus
razonamientos). Por otro lado tambin doy este nombre al reconocimiento de las deudas con aquellos de
quienes se ha aprendido. Modo indirecto tambin de enviar a leer esos textos que para quien habla o
escribe tienen un papel central en sus propios desarrollos.
Prctica que constituye una poltica. Sigo a Rinesi cuando piensa la poltica como la actividad o el
conjunto de actividades desarrolladas en ese espacio de tensin que se abre entre las grietas de cualquier
orden precisamente porque ningn orden agota en s mismo todos sus sentidos ni satisface las
expectativas que los distintos actores tienen sobre l (2003: 23). Este concepto del que parto me habilita
a incluir como actividad poltica la explotacin de lo que esa grieta permite toda vez que se ejecuta una
prctica que supone una decisin que implica soslayar lo que no se elige con las consecuencias que ello
acarrea para la situacin en cuestin. En este caso, la prctica de envo supone una poltica en dos
sentidos. Primero: elegir no falsificar la complejidad inherente a la lectura y la escritura es una opcin que
supone obligar al otro a un gasto de tiempo y de energa en una tarea que lo involucra pero para la que no
13
siempre est dispuesto. Segundo: reconocer las deudas es una opcin que contrasta con la tendencia que
la angustia de las influencias produce sobre quien enuncia textos que pretenden instaurar una voz
inaugural en el campo (o en la comunidad, en buena medida, imaginaria -Nancy, 1990-) de que
participa.
[6] Uso el concepto obra en la doble acepcin que Derrida le confiere: por un lado, para hacer referencia
a una prctica aventurada (1967b), a una intervencin que desafa los carriles por donde suele
conducirse el pensamiento, las conjeturas, las reflexiones, la escritura, los protocolos de lectura y
escritura acadmicos (concepto que permite realizar una distincin sutil e importante: no todo texto
constituye una obra). Por el otro, Derrida habla de obra para referirse a un trabajo total, completo
(2001b). Acepcin que me permite incluir bajo dicho nombre no slo lo archivado (es decir, lo
conservado en algn soporte; por ejemplo, en el caso de Pezzoni, El texto y sus voces, las reseas y notas
escritas para Sur, las clases desgrabadas y circulantes en mimeo entre sus alumnos, sus programas de
ctedra, sus traducciones) sino tambin aquella parte de su trabajo que, habiendo dejado huellas y marcas
en otros, no obstante resulta menos tangible (por ejemplo, lo que es posible reconocer como enseanzas
de sus clases a partir de lo que luego han podido producir sus alumnos y compaeros; lo que recuerdan
estos alumnos y compaeros de esas clases; tambin el archivo por reconstruir, es decir, el que est
disperso o en estado de prdida potencial: otras clases circulantes desgrabadas por algunos de sus
estudiantes, otras evocaciones de sus prcticas docentes-).
[7] Autor no es quien quiere sino quien puede, podramos decir junto a Derrida cuyo trabajo evidencia
una constante preocupacin por desbaratar la validacin o la interpretacin de un texto a partir de la
intencionalidad de quien lo escribe. Su programa desconstruccionista equipara la figura del autor a aquel
que puede firmar, es decir, refrendar, producir una contresignature (1990), una escritura que permita
identificar a quien la produce (por los protocolos que respeta o que viola, por cmo trabaja sobre la
lengua que utiliza, por las marcas que le deja) asegurando su propiedad a partir de este trabajo ms all
del copyright. Es la escritura la que le confiere esta garanta independientemente de las que le otorguen el
derecho y las leyes de propiedad intelectual.
[8] El tono sarcstico que usa para responder a la encuesta de Contra. La revista de los francotiradores
probablemente sea la muestra ms clara de su posicin sobre esta polmica. La pregunta planteada desde
Contra conduca a una respuesta del tipo s/no: El arte debe estar al servicio del problema social?.
Borges sortea esta disyuntiva apelando a la irona. A la resolucin contenida en la propia pregunta,
Borges responde ridiculizando los supuestos de partida: Hablar de arte social es como hablar de
geometra vegetariana o de artillera liberal o de repostera endecaslaba (Borges, 1933: 305).
[9] En Transgresin y normalizacin en la narrativa argentina contempornea [1970], un trabajo que
Pezzoni publica en Revista de Occidente en 1971 y que recoge en El texto y sus voces, hace mencin a
Thorie densemble (1968) donde, entre otros, publica Derrida su conocido artculo La diffrance
(reeditado luego en Marges de la philosophie -Derrida, 1972b-).
[10] Sobre el aplicacionismo en el campo de la enseanza de la literatura en Argentina, ver Gerbaudo
2006, 2006b.
[11] Realizo aqu una distincin entre la enseanza de una teora a partir de una intervencin crtica (tal
como puede advertirse, entre otros, en las escrituras de las lecturas de Barrenechea y en las de Pezzoni) y
la formulacin de un modelo metodolgico que resume en una suerte de grilla a aplicar los
procedimientos que habra que realizar a la hora de leer cualquier texto literario (tal como se desprende
del texto de Castagnino -1953-, de amplia difusin en los contextos de formacin docente). Estudio este
problema en Impronta aplicacionista en la importacin de teoras en los estudios literarios (1960-1970).
Historia parcial de la configuracin de un obstculo epistemolgico para la lectura (Gerbaudo, 2006b).
[12] Sobre el privilegio de la lgica y de la gramtica en detrimento de la retrica en las lecturas de
literatura, ver The Resistance to Theory (De Man, 1982 [1986]: 3-20). Texto que Pezzoni ensea desde
su ctedra universitaria Teora y anlisis literario (Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de
Buenos Aires) despus de su retorno en tiempos de la reinstalacin democrtica.
[13] Cada vez que hablo de buen film, de buen texto, de buena teora sigo las derivaciones de la tica
deleuziana. Deleuze compone conceptos que hacen lugar a la descripcin de sucesos puntuales
atendiendo a sus efectos directos en los receptores. Dice: Lo bueno tiene lugar cuando un cuerpo
compone directamente su relacin con el nuestro y aumenta nuestra potencia con parte de la suya. Lo
malo tiene lugar cuando acta como un veneno que descompone la sangre (1981: 33). Estos conceptos
permiten incluir la subjetividad, no como accidente, sino como parte central de la tica de la lectura dada
la ambigedad con que se define cmo funcionan lo bueno y lo malo. Entiendo que toda lectura de un
objeto artstico est atravesada por este aspecto valorativo que es necesario hacer visible en funcin de
evitar la censura apoyada en una falsa objetividad que suele operar, por ejemplo, en la construccin y
legitimacin de cnones. Censura velada que por contrabando discursivo se presenta, justamente, como
14
lectura crtica (operacin, cabe remarcarlo, producida especialmente desde la universidad y por los
universitarios, es decir por esa comunidad imaginaria -Nancy, 1990- de la que formo parte).
[14] Frase citada por Roberto Ferro en el Panel de apertura de la Jornada La seal de un trazo. Adis a
Jacques Derrida, organizada por la Facultad de Humanidades y Ciencias (UNL) y la Alianza Francesa y
desarrollada en Santa Fe el 20 de mayo de 2005.
[15] Puede conjeturarse que las coincidencias entre Derrida y Pezzoni se inspiran en la comn lectura de
Valry, profusamente citado por ambos (cf. Derrida, 1972b, 1993, 2001a; Pezzoni, 1952: 40-50; 1989:
19).
[16] Resulta sorprendente descubrir que Las versiones homricas, ensayo escrito en 1932, propone tesis
que luego explota la desconstruccin y que tambin retoma Pezzoni (ignoro si recuperando a Borges o a
Derrida o a ambos). Cito un pasaje extenso en el que Borges revisa la tesis que degrada la traduccin y
que, por lo tanto, no reconoce el trabajo de recreacin que la operacin de pasaje supone cuestionando
adems la existencia de un punto cero o lugar de origen desde el cual leer, escribir, traducir. La idea de
que la primera vez que alguien lee un clsico en realidad re-lee (dada la inscripcin de interpretaciones
circulantes de ese texto en la cultura de la que el lector participa) est en clara analoga con la idea de
huella que luego Derrida desarrolla: Presuponer que toda recombinacin de elementos es
obligatoriamente inferior a su original, es presuponer que el borrador 9 es obligatoriamente inferior al
borrador H -ya que no puede haber sino borradores. El concepto de texto definitivo no corresponde sino a
la religin o al cansancio. La supersticin de la inferioridad de las traducciones -amonedada en el
consabido adagio italiano- procede de una distrada experiencia. (Borges, 1932: 239).
[17] Para Derrida el archivo exige un soporte en el que se conserve lo que se quiere guardar, proteger. Su
concepto mal de archivo (1995) da cuenta de dos obsesiones o ansiedades involucradas en la tarea. Por
un lado, el carcter de double bind de la prctica: se guarda, pero sabiendo que esos soportes o anclajes
materiales de la memoria pueden ser destruidos, pueden perderse, romperse o desaparecer. Por el otro, el
carcter incompleto y fragmentario de lo guardado contrasta con la proliferacin de lo susceptible de ser
archivado: Sil y a un souci et une souffrance de larchive, cest parce quon sait que tout peut tre
dtruit sans restes. Non seulement sans trace de ce qui a t, mais sans mmoire de la trace, sans le nom
de la trace. Et cest ce qui est la fois la menace de larchive et la chance de larchive. Larchive doit tre
dehors, expose au dehors. (Derrida, 1995b: 209).
[18] J uan Di Natale (1989) realiza una minuciosa reconstruccin de los textos firmados por Enrique
Pezzoni. El conjunto de estudios preliminares a diversos trabajos, las reseas, los artculos, las notas, los
ensayos crticos y la extensa lista de traducciones del francs, del ingls y del italiano cuestionan la
supuesta brevedad de su obra (toda vez que entendamos obra en el sentido dado en este trabajo).
[19] Agradezco a J orge Panesi el tiempo donado al concederme una entrevista que me ayud a reconstruir
parte del contexto socio-institucional que recupera este trabajo y tambin el orientar mi bsqueda de los
programas de ctedra que necesitaba, archivados en la biblioteca de la Facultad de Filosofa y Letras de la
Universidad de Buenos Aires. A Gustavo Bombini, la larga entrevista que me permiti reconstruir
vnculos, relaciones y advertir otras zonas en las que la enseanza de Pezzoni dej sus marcas. A Miguel
Dalmaroni, la generosa entrega de programas, diseos de evaluacin y clases de Enrique Pezzoni, Jorge
Panesi y Delfina Muschietti conservados en su archivo personal.
[20] En los textos firmados por Pezzoni por los aos 50 se pueden advertir pocas menciones tericas y un
cuidado trabajo en la escritura propia. Las huellas del estructuralismo y de la estilstica dejan sus marcas
en los escritos del 60 y del 70 pero siempre en cruce con teoras que revisaban la ortodoxia de estas
posiciones (Adorno, Blanchot, Kristeva). Los textos producidos desde el 80 en adelante tienen las marcas
de una tendencia que Panesi caracteriza de modo preciso al observar que en la universidad argentina, por
los aos 80, convivan an las tradiciones de la lingstica y de las teoras literarias en los abordajes de los
textos. Situacin particular definida en parte por las condiciones de produccin y circulacin del
conocimiento durante la dictadura. La confianza en el desvelamiento que la lingstica podra aportar
marca las producciones crticas de la poca: Recuerdo que en la dictadura, con la cultura de las
catacumbas, uno ha sentido la necesidad de estudiar anlisis del discurso, de poner atencin a las
propuestas de Lavandera, por ejemplo. Recuerdo que incluso hasta los 80 estudibamos a Chomsky,
hacamos ejercicios con los arbolitos (Panesi, 2006: 2). Es representativo de este proceso el escrito de
Pezzoni sobre Arlt que publica en el texto-homenaje a Ana Mara Barrenechea: Pezzoni retoma categoras
de Bajtin, de Genette, de Barthes, de Todorov (entre otros) junto a formulaciones de Ducrot y de
Bernstein. Lejos de esbozar una lectura estructuralista, representa una de las primeras inscripciones de la
sociocrtica en Argentina. El ttulo de su escrito, Memoria, actuacin y habla en un texto de Roberto
Arlt, explica este cruce: lejos de promover miradas lingisticistas sobre la literatura (cf. Gerbaudo,
2006), la descripcin de cmo Arlt hace hablar a sus personajes en sus textos, ms puntualmente en El
juguete rabioso, hace lugar a una revisin crtica que incluye, entre otras, las operaciones de construccin
del canon de la literatura argentina. Cito el pasaje inicial por la maestra con que dos frases de Pezzoni
15
logran adelantar los puntos ms importantes del anlisis que contina: En 1926 se publican en Buenos
Aires El juguete rabioso de Roberto Arlt y Don Segundo Sombra de Ricardo Giraldes. Hoy resulta
espectacular la aparicin simultnea de dos textos que trabajan en sentidos opuestos y hasta se muestran
como fijando -en la posterior literatura argentina- actitudes radicalmente divergentes respecto de la
realidad histrica y las contradicciones de clase (Pezzoni, 1984: 513). Pocos pasajes han revelado tanto
con tan poco: en su economa es posible advertir lo que Pezzoni sugiere respecto de cmo han operado las
instituciones en la consagracin de un texto y en el olvido parcial del otro (hablo especialmente de la
circulacin de Arlt en la crtica hasta Contorno y de su ausencia en el canon de la escuela media, por
contraste con el texto de Giraldes).
[21] La relacin entre Pezzoni y la teora literaria ha sido interpretada con algunas diferencias por
distintos crticos. Por ejemplo, Cella subraya la relacin de Barrenechea y de Pezzoni con la vertiente de
la estilstica desarrollada por Karl Vossler y Leo Spitzer (Cella, 1999: 37). Mayer encuentra que la lectura
de Borges realizada por Pezzoni en El texto y sus voces trabaja sobre una zona poco habitual en los
ensayos dedicados a su obra estrechando el crculo de la relacin Borges-teora literaria (Mayer, 1999:
92).
Por otro lado as como en la obra de Pezzoni es posible detectar fluctuaciones respecto de sus
preferencias tericas, en los crticos tambin se registran variaciones en sus lecturas de la obra de
Pezzoni. Por ejemplo, en 1971 Nicols Rosa firma un artculo titulado Sur o el espritu y la letra cuyas
irnicas consideraciones respecto de la letra burguesa incluyen los escritos de Pezzoni y tambin su
figura intelectual: Pezzoni haba trabajado como secretario de redaccin de la revista a partir del nmero
311 al 333 (si bien ya haba reemplazado a Bianco durante un viaje por Europa -Paz Leston, 1981: 294) y
colaboraba regularmente con sus escritos. Dice Rosa: Cuarenta aos de reseas, con ms de trescientos
cincuenta volmenes editados dejan un balance que se significa a s mismo por abundancia, no slo
porque en la coleccin no se encuentra la Crtica -o por lo menos la intencin- sino porque el magisterio
de Sur, ejercido sobre el espritu, olvid una ms patente realidad. De Sur debi surgir o una generacin
de crticos (y la burguesa intelectual tena los medios instrumentales necesarios), o una propuesta de
actividad crtica que se definiera coherentemente con sus propios postulados explcitos. Sur prefiri -
estaba obligada por sus presupuestos ideolgicos- el diletantismo. Las sutilezas de Daniel Devoto, la
voluntaria exquisitez de J os Bianco, la erudicin de Battistesa, la no desdeable filologa de Mara Rosa
Lida, las precisiones de Enrique Pezzoni, slo son un registro muy pequeo en cantidad y calidad que no
pueden borrar ese sistema de escritura de la banalidad que impera en las pginas de la revista. (Rosa,
1971 [1987]: 182) En 1987 Rosa publica Los fulgores del simulacro. All revisa sus juicios ms
categricos sobre Pezzoni en un epgrafe que repite tambin al reeditar el artculo en el libro La letra
argentina (2003). En dicho epgrafe Rosa reconoce al crtico que firma El texto y sus voces: La decisin
de incluir este texto entre los restos me llev mucho, demasiado tiempo. Cules fueron las razones de
mis dudas? (...) Me molesta hoy ... una presuncin de injusticia para con Enrique Pezzoni. La aparicin de
su libro El texto y sus voces lo confirma: sus trabajos ms valiosos marcan una notable diferencia con lo
que aqu llamamos escritura Sur. (Rosa, 1987: 121).
En Lecciones de literatura Giordano escribe sobre las clases de Pezzoni compiladas por Louis. Advierte
en esas clases una tensin entre el homme de lettres y el profesor de literatura toda vez que, an sabiendo
que la literatura resiste la comprensin en trminos generales y directamente comunicables, el rol de
profesor pareciera llevar a traicionar en un punto ese credo tico y terico. Dice Giordano: en las clases
de Pezzoni -tal y como nos llegan hoy transcriptas- asistimos tanto a la explicacin de la literatura por la
teora, como al cuestionamiento, y a veces la disolucin, de los presupuestos tericos por obra de lo que
acontece en la literatura. (2005: 279). Y agrega: Tal vez si el profesor pudiese contentarse con ser un
homme de lettres que cuenta a otros sus aventuras textuales (algo as como un ensayista oral), Pezzoni
hubiese centrado la exposicin de su lectura de Borges con la constatacin del carcter juguetn y
desasosegante de sus ficciones. Pero un profesor siempre se exige algo ms consistente, con ms peso
moral, que el recuerdo de sus experiencias: la posibilidad de atribuirles un valor que las justifique
institucionalmente. (2005: 281). A partir de la descripcin de estos roles, Giordano escribe el modelo de
las clases de literatura que desea (y tambin, en cierto modo, seala cul es el rol de Pezzoni que ms
valora o que prefiere): Cuando la intransitividad y la inquietud de los juegos textuales se estabilizan en la
produccin de un efecto crtico-didctico (cuando se consuma la traicin a la tica del homme de lettres),
el profesor descubre ante sus estudiantes, y en este descubrimiento consiste su mejor enseanza, que las
buenas lecciones de literatura son las que dicta, ms all de los conceptos y las metodologas, despus de
atravesarlos, la literatura misma. (...) El buen profesor no es aquel que no traiciona su sensibilidad de
homme de lettres (el profesor se constituye en esa traicin), sino aquel que, como Pezzoni en estas clases,
encuentra un estilo de exposicin en el que los conceptos y los modos argumentativos no niegan, sino que
aoran la sensibilidad traicionada (2005: 283).

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