Cesar Vallejo Pasion de America

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CESAR VALLE JO: PASIN DE AMERICA

r. POETA DEL DOLOR

Ciertas experiencias poticas cuyas vivencias tienen como sustento


un particular herosmo h u m a n o , suelen conseguir la admiracin devota
de los1 h o m b r e s que las continan en el tiempo. Tales sucesos artsticos
coronan u n a concepcin o imagen del ser, que constituye a veces para
los pueblos en u n sentido amplio de esta estimacin el logro de u n
presupuesto ideal o de u n a ejemplar conducta social y trascendente.
Csar Vallejo encarna uno de esos fenmenos poticos que se d a n en po-
cas ocasiones como la consumacin de u n a singular estructura h u m a n a ,
lrica y metafsica, ms all de una mera actitud vital y esttica, d o n d e
la palabra se vuelve reveladora del ser y vehculo de su inmanencia
espiritual elevada a smbolo o imagen sustancialmente creadora. La ad-
miracin que este poeta suscita no slo en el orbe latinoamericano,
sino dentro de todo el m u n d o de habla espaola, de m a n e r a especial
en las juventudes literarias y extraliterarias, mueve a suponer que l
condens y exalt en s mismo precisos valores poticos y h u m a n o s que
son tenidos por esos' grupos sociales como metas o ideales de la poesa
y del h o m b r e . Porque Csar Vallejo resumi en su vida todo el ser,
denso y metafsico, el ser indoamericano y universal a la vez, y ese
ser fue expresado sin comparaciones por lo particular de su lenguaje
Y su acento original en forma sustantivamente americana.
N o se supongan vanas ni tendenciosas las palabras con las que acaba-
mos de resumir nuestra d e n o d a d a estimacin del poeta de Trilce. Csar
Vallejo constituye uno de esos raros tipos h u m a n o s que llevan consigo
en alguna m e d i d a como el que corresponde al intenso sufrimiento beet-
hoveniano todo el dolor del m u n d o y la ms fraternal solidaridad con
los seres1 vivientes. Vallejo era y es sntesis de a m o r y de piedad. Por ese
amor y esa piedad fue poeta y por ese a m o r y esa piedad super su par-
ticular padecimiento y pesimismo para adherir a u n sistema social
y econmico que prometa la salvadora reivindicacin del h o m b r e .
Y porque era u n h o m b r e de su tiempo, que en su tristeza viva atento

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a la m e n o r posibilidad de esperanza para la persona h u m a n a , se en-
treg a esa nueva y delgada luz que sus ojos y su alma descubran y
que lo llev a consumir su vida, despus, j u n t o con el agnico d r a m a
espaol cifra angustiosa de la tragedia contempornea.
Los que ven en la poesa u n ejercicio supremo del ser a travs de la
palabra, por revelarse y revelar al h o m b r e que se es en su ms emocio-
n a d a plenitud y h o n d u r a y en su lacinante condicin, encuentran en
este poeta una comprobacin de sus ideales artsticos y h u m a n o s , por-
que l representaba en su poesa y en su existencia el acontecimiento
profundo, social y metafsico del h o m b r e . Los valores estticos y per-
sonales que su obra potica resuma y con los que ella estaba com-
prometida hasta las races-, eran la expresin del alma h u m a n a en todo
su desamparo y su tristeza, el a b a n d o n o que padece el h o m b r e frente
a una sociedad poderosa y opresora, el sentimiento oscuro de Dios y
el ms all y, al mismo tiempo, una inconmensurable solidaridad con
el dolor de los dems.
De tal manera; este tipo d e poesa constituye el ms sobrecogedor
testimonio de la desdicha del h o m b r e . T o d o su fondo indescifrable-
m e n t e sombro,. su h a m b r e fsica y espiritual, su constante dolencia
por esta tierra injusta y por este trnsito amargo, su vasto sufrimiento,
en fin, por u n m u n d o tal vez maravilloso, pero hostil y ajeno, se re-
velan en esta lrica original como las muestras ms irrefutables, si no
totalmente de la triste condicin del h o m b r e , s de aquellas 1 poderosas
y negativas circunstancias que operan sobre l. Ejemplo conmovedor
de este presupuesto es el que configura la poesa dramtica de Csar
Vallejo, cuya propia experiencia aparece consustanciada con aqulla
como u n a unidad indestructible y nica, prolongando en nosotros su
sufrimiento universal. N o sabemos cundo la creacin potica h a
ofrecido u n testimonio tan desgarrador de la fluencia interior del in-
dividuo, de su terrible destino de testigo del h o m b r e y del m u n d o .
Prueba de la inmensa y desconocida subjetividad de la persona, de
su profunda antena emocional y de su ms oscuro contenido metafsi-
co es esta obra, casi sin semejantes si se la mira como un pleamar
doloroso, de heroico acento, expresado con la palabra h u m a n a .
Por ello, insistir hoy en la frecuentacin de Csar Vallejo, cuando
en las arenas movedizas de la literatura m o d e r n a se pierde a veces
el sentido del arte potico contemporneo, es acudir a u n a fuente de
autntica poesa, que es a la vez u n venero sustancialmente america-
no. Porque l representa, de m o d o m u y particular, la sntesis vida-
poesa y resume de m a n e r a sustantiva en su c a n t o . el ser latinoame-
ricano o, en su caso, con ms precisin, indoamericano, hacia el

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cual tiende esforzadamente el pensamiento de nuestro tiempo, en los
pueblos que van desde el Ro Grande mejicano a la Tierra del Fuego.
Con tal espritu, asomarse a Vallejo es retomar el hilo que ten-
diera Daro proclamando a la Amrica nuestra, que tena poetas /
desde los viejos tiempos de Netzahualcyotl, para situarnos de nuevo
ante ese tipo de aeda que, continuando a aqullos, representa hoy a
nuestro segregado continente.
De esta forma, Vallejo se perfila ciertamente como el poeta ms
peculiar del m u n d o latinoamericano, como su voz ms personal y dis-
tinta. El autor de Los heraldos negros se d a como sntesis perfecta
del espaol y del indgena, manifestndose en la misteriosa lengua
de la poesa, y cuyo resultado vital es u n doloroso sentimiento de la
vida, un complejo de humillacin y de frustrado destino^ que arranca
de la conquista impuesta a sangre y fuego. Y esta pasin, con todo
su h o n d o sentido, se impone como el dolor del primitivo h o m b r e in-
doamericano, en forma especfica, si se quiere, el mestizo de nuestro
continente:
Yo soy el coraquenque ciego
que mira por la lente de una Haiga.

Yo soy el llama, a quien tan slo alcanza


la necesdad hostil a trasquilar.

Soy el pichn de Cndor desplumado


por latino arcabs,

Yo soy la gracia incaica que se roe (i).

Este dolor que r e z u m a la poesa de Csar Vallejo no se manifiesta


como producto de la invencin, como artificio retrico, como actitud
ideolgica o como simple romanticismo herido por la vida, sino como
algo que se descubre con mayor profundidad todava, consustanciado
con sus huesos y su sangre. Es un ancestro, u n morbo que se expresa
desde las e n t r a a s ; como u n a voz impuesta por la naturaleza. Su dolor
se revela orgnicamente como el sufrimiento de Amrica, su pasin
V su d r a m a , que a la vez lleva consigo la signaein amarga del h o m b r e
contemporneo. Esta conclusin proviene tanto del conocimiento de la
existencia del poeta peruano como de la lectura de sus1 versos, de la
comprensin d e su signo vital como de la recepcin sensible de cada
u n o de sus poemas, en todos los cuales l puso, como pocos, su vida
y su muerte. L a existencia de Csar Vallejo se identifica con el sufri-

{i) Poesas Completas (Edit. Losada, 1949), p. 48.

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miento mismo, ms que por las penosas circunstancias que le toc
vivir, por la forma de padecerlas, sin atenuantes y sin limitaciones,
como se evidencia a partir de su ausencia del hogar para residir en
Trujillo, primero, donde estudia, y despus en Lima, con el mismo
inters, y a d o n d e le llega la noticia de la m u e r t e de su m a d r e , que
le h a r manifestar en una carta a su h e r m a n o M a n u e l (i bis): Yo vivo
m u n d o m e ; y no s a dnde m e dejar ir esta vida miserable y trai-
dora. E n este m u n d o no me queda nada ya. Apenas el bien de la
vida de nuestro papacho. Y el da que esto haya terminado, m e h a b r
m u e r t o yo t a m b i n para la vida y el porvenir, y mi camino se ir
cuesta abajo. Estoy desquiciado y sin saber qu hacer, ni para qu
vivir. As paso .mis das hurfanos lejos de todo y loco de dolor.
Este trance vallejiano es seguido por su afrentosa crcel, d u r a n t e
casi cuatro meses, en la ciudad de Trujillo:

(Oh las cuatro paredes de la celda.


Ah las cuatro paredes albicantes
que sin remedio dan al mismo nmero) (2).

Luego cierta persecucin de que es objeto posteriormente, y por


eso mismo o como pretexto para su fuga, su viaje sin retorno a Europa,
donde sus vicisitudes en Pars sern largas y prolijas, como sus h a m -
bres. Antes, Vallejo habra escrito desde Lima (3):

Asi pasa la vida, vasta orquesta de esfinges


que arrojan al vaco su marcha funeral.

Estos dos versos ttricos no son nicos en su vida. Son simplemen-


te el adelanto de esa visin sombra y dramtica de la existencia que
lo poseer definitivamente.
Parece que Vallejo acusara un oscuro deseo de su propio dolor,
u n m o r b o pattico que lo enclaustra en s mismo y lo aprisiona en u n
desesperado sentimiento ante la vida. Es u n padecimiento visceral el
que experimenta y es tambin, de m o d o esencial, la tristeza metafsica
del ser, que lleva consigo. El ser sufre en Vallejo porque existe, porque
el h o m b r e no tiene para expresar su vida sino su muerte y porque an
est lejos de la redencin y del paraso, social o celeste, a que tal vez
oscuramente aspira.
Este dolor aparece entonces como una fatalidad de su destino, como
una signacin inevitable y amarga, y as lo revelan testimonios per-

(i bis) Aula Vallejo (nms. 5, 6, 7), p. 332, Universidad N a c . de Crdoba (Ar-


gentina).
(2) Poesas Completas (Edit. Losada), p. 95.
(3) dem, p. 5$.

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sonales y escritos1 d e sus amigos, como el d e A r m a n d o Bazn, que
expresa en u n a carta (4): A veces m e d a b a la impresin de q u e pre-
m e d i t a d a m e n t e buscaba la tortura del da siguiente. Despus d e m u -
chos aos b e venido a pensar en q u e sta era su forma, tal vez, de
solidaridad con el sufrimiento d e su raza. Y m s adelante agrega:
Yo creo q u e t a m b i n existe u n estrecho paralelismo entre la vida de
Vallejo y la agona en que se debate an el pueblo americano. Alcides
Spelucn, por su parte, h a dicho (5): . . . u n a vida heroica como la de
Vallejo, t a n constantemente zaherida por la desgracia y t a n h e n c h i d a
de zozobras angustiantes. J u a n Larrea afirma al respecto (6): Al odio
de Dios... opone... el dolor absoluto. Y Jos Carlos Maritegui ano-
ta (7): Vallejo siente el dolor h u m a n o : su pena no es personal. Su
alma est triste hasta la muerte d e la tristeza d e todos los h o m b r e s
y d e la tristeza de Dios. Porque para el poeta no slo existe la pena d e
los hombres. Leopoldo Panero le haba escrito estos versos postu-
mos (8):

y haba llegado hacia nosotros para gemir, haba venido


para gemir, aunque callaba tercamente en su corazn ilusorio.

Xavier Abril h a destacado hace muchos aos (9) que el tono d e su


voz es desgarrador; expresa la angustia d e l destino, que es uno e idn-
tico e n l h o m b r e d e todos los tiempos. Su poesa es el grito m s
intenso, despojado de todo lo q u e es fugaz y temporal d e la tragedia
contempornea. A n t e n o r Samaniego dice (10): Dolor y m u e r t e for-
m a r o n la coyuntura de su poesa. L a propia mdula de su alma est
sustantivada por esta materia q u e fluye d e m o d o inagotable por los
rijosos cauces d e l verso... d e este extrao licor doloroso.
Por esta penosa condicin d e su existencia, Vallejo se senta iden-
tificado con Cristo, considerndose t a l vez u n crucificado, y Ernesto
More, su amigo, h a b a d e decir precisamente (11): Jams llor por s
mismo... Lloraba p o r otras cosas. Por Cristo, por Lenin y p o r Chaplin.

(4) Tomado de Algunos juicios y testimonios acerca de Csar Vallejo, del


libro de JUAN LARREA : Csar Vallejo o Hispanoamrica en la cruz de su razn
(Universidad Nac. de Crdoba, 1957, Argentina).
(5) dem.
(6) dem.
(7) dem.
(8) dem.
(9) dem.
(10) dem.
(ir) dem.

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CUADERNOS. 262.- 6
Y haca bien, porque l pareca amasado con los tres. Y el propio
Vallejo lo dice inequvocamente en estos versos:

Linda Regia! Tus pies son las dos lgrimas


que al bajar del Espritu ahogu,
un Domingo de Ramos que entr al mundo,
ya lejos para siempre de Beln (12).

Y all est su clebre ((Piedra negra sobre u n a piedra blanca (13):

Me morir en Pars con aguacero,


un da del cul tengo ya el recuerdo.

Csar Vallejo ha muerto; le pegaban


todos sin que l les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
tambin con una soga.

El era t a m b i n el crucificado, el apaleado, el azotado hasta morir...


El h o m b r e del Calvario siglo x x .
T o d a esta aflijente circunstancia vallejiana, esta conciencia de ser
poeta del dolor, se puede comprobar en sus" versos, consustanciada con
su evolucin esttica, porque desde sus Heraldos negros l solo fue la
voz que vena a clamar por los golpes tan fuertes... Yo no s! / Gol-
pes como del odio de Dios (14). Su a m a r g a voz se profundiz, hacin-
dose ms 1 grave y ms d r a m t i c a a n ; pero era la m i s m a entonacin,
con su antigua desgarradura, con el primer temblor h u m a n o , que cul-
mina en los supremos versos de 1937: los Poemas humanos y Espaa,
aparta de m este cliz. Porque era sa su fatalidad, la tendencia pro-
funda de su alma enraizada en su tierra americana -aunque viva y
m u e r a lejos d e ella, a m a s a d a en su indefinible sustancia telrica y
en el espritu de su raza, castigada por la conquista espaola.

2. VALLEJO Y EL SER LATINOAMERICANO

La palabra, el verso en Csar Vallejo. son el ser. mismo, lo n o m b r a n


y lo expresan desde adentro. Porque en l la palabra no sale de sus
labios simplemente, sino que se origina o brota desde su organismo

(12) Poesas Completas (Losada), u p. 33.


(13) Poesas Completas (Edit. Losada, 1949), p . 189, antes citadas, y a la?
cuales nos remitiremos en adelante.
(14) dem, p. 31.

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entero. Su verso es integral e integrador, porque se confunde con el
propio ser i n d o a m e r i c a n o a u n q u e h o y lo llamemos, p o r otro sentido
ms bien, latinoamericano y resulta su voz esencial. Por eso, h a b l a r
de Vallejo es remitirse al ser americano, a su e n t r a a y contenido. Y
por eso t a m b i n la extraordinaria particularidad del caso Vallejo en
la poesa del continente. Para entenderlo y apreciarlo en profundidad,
en su meollo, debemos comenzar por reconocer la singularidad d e su
poesa y d e su tipo h u m a n o . Vallejo se d a como u n a expresin inslita
y genial del mestizo d e nuestra Amrica. Su voz es la voz de una raza
que se expresa contenida y enigmticamente, sustantivamente, sin adje-
tivacin casi, con u n a desnudez esencial que a veces puede resultar
oscura o i m p r e g n a d a de misterio, como en m u c h o s poemas d e Trtlce.
Es la raza que lleva sobre s u n a afrenta hasta ahora incurable, u n a
humillacin sin remedio, a n o ser la que se vislumbra en el p a n o r a m a
social d e u n a revolucin profunda y plena y en la cual Vallejo vio la
posible redencin de s mismo o ms bien de su caso como ser que
representaba y m e d i u n i z a b a al h o m b r e . Por lo dicho p r i m e r a m e n t e es
por lo que Vallejo se diferencia de muchos escritores y poetas impor-
tantes de A m r i c a latina que t r a t a n lo que se llama la problemtica
del continente con temas, ambientes y personajes latinoamericanos:
que sai expresin no posee el gusto americano que tiene la de Vallejo;
que esa expresin de los dems no se d a desde el ser americano, desde
adentro de eso que es A m r i c a latina. Poetas y narradores famosos
ven y revelan este fabuloso m u n d o nativo tronchado en su vida particu-
lar por la devastadora conquista. Y esa literatura es latinoamericana
y m u y valiosa en ciertos casos. Pero Vallejo es otra cosa. E n algunos de
aquellos 1 casos se podra decir que usan u n lenguaje europeo para tratar
situaciones, idiosincrasias y fuentes americanas. E n el poeta peruano
el lenguaje, la h e r r a m i e n t a parlante es sustancialmente americana. Y
por ms que se destierre a Europa y acabe all con sus huesos de
h a m b r e y d e miseria, por ms que asimile el marxismo y se h a g a
comunista, sigue siendo sustantivamente americano su ser y su lenguaje,
y su estructura anmica que es lo importante- contina siendo lo
mismo. Vallejo tiene u n a m a n e r a m u y particular d e darse como el
ser m i s m o de A m r i c a : enigmtico, oscuro, visceralmente misterioso,
orgnicamente metafsico. Y al mismo tiempo es el ser universal. Y por
eso su p a l a b r a es sustantivamente creadora, renovadora. Y p o r eso tam-
bin su necesidad de inventar vocablos o de dislocar las palabras o de
alterar su funcin gramatical. Es u n retorcimiento del ser por expre-
sarse con plenitud y con verdad profunda. Es u n vaciamiento d e la
entraable modalidad del ser. U n a forma desgarradora de morir a tra-

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vs de la poesa, del verbo potico y proftico, del verbo original. Y si
bien Vallejo consult y sigui las evoluciones de la poesa lrica de
nuestro tiempo, no comulg, finalmente, con los diversos movimientos
que se produjeron ni comparti la suerte y el destino del surrealismo,
con el que podra haber estado vinculado a partir de Trilce. El les dijo
a sus epgonos* en evidente referencia (15): Hacedores de imgenes,
devolved las palabras a los hombres. / Hacedores de metforas 1 , no ol-
vidis, etc. Porque Vallejo vea en la palabra al ser mismo expresn-
dose, no el juego retrico por medio de ella, no la mera escritura auto-
mtica o la revelacin potica del m u n d o onrico. Vea a la palabra
como el m d i u m para llegar al Ser. El surrealismo poda haber sido
una fuente o u n estmulo para el avance y desenvolvimiento de su
poesa hacia sus cauces definitivos, hasta su expresin l t i m a ; pero la
expresin que a Vallejo le preocupaba era sustancialmente creadora, y
con esa actitud vital y artstica estimaba el lenguaje. De ah que el
autor de Trilce su obra clave sea todava u n poeta del futuro, u n
poeta de m a a n a , no suficientemente asimilado ni advertido en todo su
caudal, en su torrencial manifestacin lrica. Por lo apuntado anterior-
m e n t e escribi t a m b i n : Amigo Alfonso Reyes, seor ministro ple-
nipotenciario: T e n g o el gusto de afirmar a usted que hoy y siempre
toda obra de tesis, en arte como en vida, m e mortifica (16).
H a y u n soneto d o n d e el gran poeta peruano h a expresado el pro-
blema f u n d a m e n t a l del escritor y del h o m b r e y que es a la vez un
modelo d e lenguaje a m e r i c a n o : la lucha dramtica por la expresin
total que descubra a c a b a d a m e n t e su pensamiento y su sentimiento ante
la vida y el m u n d o y, p o r ende, su ubicacin y su destino h u m a n o ;
u n a expresin d o n d e se ponga a fondo el h o m b r e que se es y a la vez
el h o m b r e que se quiere ser y t a m b i n el ser que no se alcanza a ser,
donde la poesa se d como medio trascendente del espritu revelador,
como suma del individuo, como cifra del h o m b r e absoluto. N o en vano
el ttulo del soneto es Intensidad y altura:

Quiero escribir, pero me sale espuma,


quiero decir muchsimo y trie atollo;
no hay cifra humana, que no sea suma,
ni hay pirmide escrita, sin cogollo.

Quiero escribir, pero me siento puma;


quiero laurearme, pero me encebollo-
No hay voz hablada que no llegue a bruma;
no hay dios ni hijo de dios, sin desarrollo.

(15) Aula Vallejo, p . 27.


(1 ) dem.

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Vamonos, pues, por eso a comer yerba,
carne de lldnto, fruta de gemido,
nuestra alma melanclica en conserva.

Vamonos. Vamonos! Estoy herido;


vamonos a beber lo ya bebido,
vamonos, cuervo, a fecundar tu cuerva (17).

Se trata realmente, como se ve, de u n poema de intensidad y


altura, de u n poema d o n d e el autor d e Trilce se pone entero. E n l
Vallejo parece experimentar la impotencia del lenguaje para verterse
totalmente hacia afuera, para revelar la suma h u m a n a que el poeta y
el h o m b r e se sienten. Valejo quiere decir su todo, su absoluto senti-
miento del h o m b r e y de la vida en un verso, en un poema, as como
en una rosa perfecta se pueden condensar todo el color, la belleza, el
aroma y la exquisitez del m u n d o y a la vez en sus espinas, todo el
dolor y la crueldad de que esa perfeccin est rodeada. El autor nos
est h a b l a n d o de esa suma de intensidad y altura que es1 su alma, de
esa suma que est nsita en cualquiera de sus versos; pero al escribir
le sale espuma. Porque detrs de la palabra del h o m b r e est la tiniebla,
permanece el misterio; no puede traspasarlos, no consigue alcanzar la
claridad que anhela, la revelacin exacta. Su palabra, que era espuma
o que, en lugar de brotar ella verdadera, esencial daba paso slo
a la espuma oral, concluye en b r u m a .
Vallejo nos dice en este poema que ha estado siempre f u n d a m e n t a l
y sustancialmente herido, roto en su vida interior, y por esa quebra-
dura, por esa lesin, su ser se va da a da, gota a gota, como le
ocurrir al fin, despus de su postrero Espaa, aparta de m este cliz.
Este soneto es suma y expresin extraordinaria del alma y del arte
vallejianos, y su lenguaje tiene las particularidades 1 de su estilo sustan-
tivamente americano. Su forma y su contenido no tienen p a r a n g n
dentro de la poesa latinoamericana. Su gran fuerza renovadora del
idioma, su aliento desgarrado y genial, el golpe de martillo de sus ver-
sos, la p a l a b r a puesta en su funcin de m d i u m del alma, que no es1
simplemente el alma, sino todo el ser y su vasta experiencia h u m a n a ,
su sentimiento v conciencia del m u n d o , se h a n combinado de un m o d o
magistral para darnos esta acabada sntesis de s y de su poesa, que
son una m i s m a cosa.
Sealemos por otro lado que como antitticas consecuencias de las
diferentes circunstancias econmicas', polticas y culturales de sus res-
pectivos tiempos, as como, al norte del Continente, W h i t m a n poti-

(17) Poesas Completas, p. 169.

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camente expresa y representa, despus de mediados del siglo anterior,
el desenvolvimiento democrtico y la expansin mercantilista de los
Estados Unidos, Valle jo, al sur, encarna el sufrimiento y la pasin
amarga del h o m b r e latinoamericano de nuestro siglo; vive el des-
tino del mestizo de nuestra Amrica. Este destino nace con l m i s m o ;
se lo h a n transmitido sus ascendientes peruanos y espaoles 1 , lo que
le hace decir a Pablo A n t o n i o Cuadra (18): Vallejo, adems, ince-
santemente, descubre la dolorosa ecuacin del h o m b r e americano.
Descendiendo d e abuela quechua p u r a y de abuelo espaol, e n todo
su canto pueden seguirse las dos huellas ancestrales, acercndose a
cada tema para volver a d r a m a t i z a r su fusin; es el mestizo que siente
como indio y piensa como espaol, o viceversa, que en eso est su
agona.
Este destino de sufrimiento, decimos, lo h a experimentado Vallejo
tal vez desde su infancia y adolescencia en Santiago de Chuco, segn
puede verse en algunos poemas familiares de Los heraldos negros y lo
h a reiterado despus a m a r g a m e n t e d u r a n t e cuatro meses en u n calabozo
de Trujillocorno lo sealamos en pginas anteriores, y m s tarde,
en medio d e u n a m b i e n t e desdeoso u hostil, tanto en la ciudad nom-
b r a d a como luego en Lima, llevndolo siempre adherido a los1 huesos
en su posterior exilio europeo, para morir finalmente de ese dolor, que,
consustanciado con el sentimiento de la tragedia espaola, lo h a sobre-
vivido lacerante en sus poemas. Csar Vallejo se descubre as como la
pasin descarnada d e Amrica latina, su derrota, su humillacin,
desde la noche de la conquista hasta la opresin de nuestros das.
Antenor Orrego explica la antinomia casi irreductible que proviene de
la negacin m u t u a d e las dos culturas que chocan en Amrica al pro-
ducirse la conquista: la americana y la europea, sealando cmo final-
m e n t e de esas dos negaciones que se oponen surge una nueva realidad
americana como sntesis de ambas, dndose la obra de Vallejo como
u n producto d e la m i s m a (19). Y como esa sntesis, agregamos nosotros,
contina siendo conflictual y lastimera, la vida y la obra de Vallejo
se manifiestan como expresin del dolor mismo.
El Cristo Vallejo vive la pasin que venimos comprobando, como
u n a cruz cotidiana que l lleva en la carne y en el alma. Los heraldos
negros y Trilce lo confirman patticamente. Son esos golpes ciegos y
sangrientos del clebre poema que abre su primer libro y que de otro
m o d o expresivo o a travs de otras situaciones poticas se exponen con

18) Csar Vallejo o Hispanoamrica en la cruz de su razn, citado, pp. 158-159.


(19) Aula Vallejo, 2-3-4, p p . 216-217.

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igual o menor intensidad antes de llegar a su culminacin en los Poe-
mas humanos;
Hdy golpes en la vida, tan fuertes... Yo no s!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no s! (20).

Yo soy el coraquenque ciego.., (31).

Soy el pichn de cndor desplumado... (22).

He almorzado solo ahora, y no he tenido


madre, ni splica, ni srvete, ni agua,
ni padre... (23)

y muerta de hambre tu memoria viene


sin probar ni agua, de lo puro triste (24).

Todos los das amanezco a ciegas


a trabajar para vivir; y tomo el desayuno,
sin probar ni gota de l, todas las maanas (25).

Y se apolilld mi paciencia,
y me vuelvo a exclamar: Cundo vendr
el domingo bocn y mudo del sepulcro (26);

Hasta cundo estaremos esperando lo que


no se nos debe... Y en qu recodo estiraremos
nuestra pobre rodilla para siempre!

Ya nos hemos sentado


mucho a la mesa, con la amargura' de un nio
que a media noche, llora de hambre, desvelado...

Y cundo nos veremos con los dems, al borde


de una maana eterna, desayunados todos!
Hasta cundo este vdlle de lgrimas, a donde
yo nunca dije que me trajeran (27).

Como en todos estos versos y en otros muchos ms que no inclui-


mos para no resultar fatigosos, se siente patticamente el destino y

(20) Poesas Completas, p. 21.


(21) Vanse las ya citadas Poesas Completas, en las pp. 48, 103, 117, 125, 129,
62 y 56,
(22) dem.
(23) dem.
(24) dem.
(25) dem.
(26) dem.
(27) dem.

87
la gleba que alimenta el espritu de su pueblo, con esa compasin
y solidaridad de Vallejo, que lo hacen precisamente poeta del dolor,
poeta-mdium del dolor h u m a n o . Vase si no, entre tantos ejemplos
posibles, La de a mil (28):

El suertero que grita La de a mil


contiene no s qu fondo de Dios.

Yo le miro el andrajo. Y l pudiera


darnos el corazn;

H a y u n a frase de A n t e n o r Orrego en su prlogo a la primera edi-


cin de Trilce, en la cual el escritor peruano y amigo de Vallejo
h a insistido con d e n u e d o : Esta poesa retrae hacia su origen la esen-
cia del ser)) (29). Este pensamiento de Orrego, advertido por Xavier
Abril en su libro Vallejo (30), nos parece m u y revelador y de conside-
rable importancia para comprender los fundamentos de la poesa va-
llejiana. Vallejo vuelve en su canto a los orgenes tanto del ser como
de la p a l a b r a ; se sita ante el m u n d o como el primer h o m b r e , pero
como el primer h o m b r e americano desnudo luego d e la noche de la
conquista, p r e g u n t a n d o por su suerte y su destino, arrebatado por el
despojador. Vallejo se retrotrae hacia su esencial condicin h u m a n a ;
retorna a sus huesos y a su sangre, al ltimo reducto metafsico de
su alma y, como Cristo en el H u e r t o de los Olivos, se siente perdido
y abandonado:

Dios mo, estoy llorando el ser que vivo;


me pesa haber tomdote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado;
t no tienes Maras que se van!

Dios mo, si t hubieras sido hombre,


hoy supieras ser Dios;

Y el hombre s te sufre: el Dios es l! (31).

El ser vuelve en este poema, y lo mismo toda su poesa, a su ver-


d a d e r a esencia. T o r n a a su condicin h u m a n a triste, a su sentido

(28) dem.
(29) Aula Vdllejo, 2-3-4, p. 213.
(30) Vallejo, por XAVIER A B R I L (Edic, Front, 1958), p. 108.
(31) Poesas Completas, p. 66.

88
fatal; se retrae hacia el ser americano que l personifica, castigado,
humillado en su desolacin y su p o b r e z a :

Yo nac un da
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que mastico... Y no saben
por qu en mi verso chirran
oscuro sinsabor de fretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto (32).

En un silln antiguo sentado est mi padre.


Como una Dolorosa entra y sale mi madre
Y al verlos siento un algo que no quiere partir... (33).

Vallejo es un poeta esencialmente subjetivo,, en quien la emocin


arrastra con todo el ser, con toda su sustancia interior, como u n dique
que se r o m p e y por lo cual pone en su verso todo su contenido... Su
profundidad y su formidable energa psquica lo retraen al ser y desde
all el verbo potico n o m b r a y descubre; su palabra se vuelve origina-
ria ; por esta razn, el mpetu y la violencia que hay a veces en sus
versos, ese formidable treno, esa originalidad de sus metforas, ese
golpe d e martillo que resuena en sus frases. La palabra originaria,
reveladora, se manifiesta en Valle|o porque la emocin extraordinaria
del primer h o m b r e desterrado del paraso lo vuelve hasta las profundi-
dades del ser, y en su poesa se expresa- su esencia, que entendemos
es lo que dice Orrego. La palabra que nombra, la palabra creadora est
en sus labios, porque por medio de la poesa Vallejo torna a los orgenes
del ser, a su esencia primigenia, a su condicin de pobre barro pen-
sativo. Y por esto su originalidad y hasta sus peruanismos, que lo hacen
inconfundible, volvindose universales sus giros y sus modismos por
gracia de su acento potico.
E n consecuencia, podemos afirmar que no hay en nuestra Amrica
u n a voz lrica como la de Vallejo, h e n c h i d a de ese sufrimiento h u m a n o ,
de esa pasin amarga, de esa h o n d u r a telrica y metafsica, que es el
trasfondo del &er americano. Daro puede expresar por momentos este
ser o ms bien intuirlo; pero ese presentimiento o esa conciencia es
de orden intelectual y no se aloja en su sangre y en los recovecos de
su alma, como ocurre con este mestizo genial. Y el b a r d o nicaragense

{3-2) dem, p. 77.


m) dem, p. 73.

89
podr enumerar a nuestra Amrica con versos1 rtmicos y exactos, sin
alcanzar la hondura y gravedad que venimos sealando;
Ms la Amrica nuestra que tena poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcyotl,

la Amrica del grande Moctezuma!, del Inca,


la Amrica fragante de Cristbal Coln,

esa Amrica
que tiembla de huracanes y que vive de amor (34);

De este modo se expresa Daro. Y Neruda, el otro gran poeta de


Amrica, desde su Canto general, expone las penurias y desvelos, las
esperanzas del hombre latinoamericano; denuncia las injusticias de
su miserable situacin social y canta su historia desde sus orgenes
hasta nuestros das. Pero Vallejo nos hace sentir como nadie su raz
dramtica, su lacerada condicin humana, como intrprete e instru-
mento emocional de la desgarradura motivada por la conquista. Neruda
es un poeta cuando no cautivante, tumultuoso y romntico, que canta
tanto el dolor como la belleza del hombre y del mundo que lo en-
marca. En cambio, Vallejo es un poeta sustantivo cuya queja lasti-
mera se arrastra sobre la tierra con su agobiadora carga telrica y su
conciencia usurada. De ah que el mismo autor de Alturas de Macchu
Picchu le dir en su Elega fnebre (35): Porque eres el espectro
americano indoamericano, como vosotros prefers decir, un espectro
de nuestra martirizada Amrica, un espectro maduro en la libertad
y en su pasin. Tenas algo de mina, de socavn lunar, algo terrenal-
mente profundo.
Vallejo alcanza continuamente una expresin verdaderamente ame-
ricana tanto cuando escribe desde el Per como cuando lo hace desde
Pars, porque ya lo hemos dicho su ser contiene el espritu ame-
ricano y sus huesos y su sangre estn alimentados con l. Y el espritu
americano en Vallejo es dolor, pasin desgarrada, retraimiento del ser
a su esencia original. Por eso las actuales generaciones que preguntan
por el ser americanoporque creen en l o porque lo sienten vivir en
ellas mismasse identifican incondicionalmente con Vallejo, con su
poesa y con su actitud humana, porque stas sintetizan la propia pa-
sin de la presente Amrica latina, el ser concreto y abstracto a la
vez, fsico y metafsico, que se resume en una forma profunda de sentir
la existencia, en una manera desgarradora de comprobar su realidad

(34) Cantos de vida y de esperanza (Ed. M u n d o Latino, M a d r i d , 1920), p. 53.


(35) Csar Vallejo o Hispanoamrica en la cruz de su razn.

90
adversa, y, sin embargo, creyendo desesperadamente en su redencin
social y h u m a n a , en u n vivir absolutamente como pasin. Y este ser
t a n denso y pleno se vierte en los versos de Valle]o de u n m o d o espon-
tneo, orgnico; si se quiere, hemorrgico como en los Poemas huma-
nos y Espaa, aparta de m este cliz, con u n lenguaje clsico y
completamente nuevo a la vez, esencialmente propio, ms all d e todas
las influencias y ascendencias que pudieron hallrsele. Con ese estilo de
vida y de poesa que se resume y r e z u m a en el ser a que nos hemos
venido refiriendo, Vallejo no h a hecho otra cosa -es lcito decir- que
trasladar a sus poemas la intensidad s'ubjetiva de su experiencia hu-
m a n a y de su intuicin visionaria. Y lo h a hecho f u n d a m e n t a l m e n t e a
travs d e las formas d e u n a emocin exacerbada y de u n a i n d o m a b l e
angustia motivada por las profundas causas de la existencia, sintin-
dose al mismo tiempo u n instrumento subjetivo, como lo son a veces
los grandes poetas sociales, los profetas del pueblo. De ah que el b a r d o
peruano pudiera decir: Yo n o . s u f r o este dolor como Csar Vallejo.
Yo no m e duelo ahora como artista, como h o m b r e ni como simple
ser vivo siquiera... M e duelo ahora sin explicaciones. M i dolor es tan
h o n d o , que no tuvo la causa ni carece de causa... H o y sufro, suceda
lo que suceda. H o y sufro solamente (36). Es decir, Vallejo padece
como encarnacin del h o m b r e , como esencia y conciencia del m u n d o ,
y como i n s t r u m e n t o subjetivo que l era del mismo, deba expresarlo.
Sin d u d a que en esta caracterizacin de Csar Vallejo, su pathos ge-
nial juega un papel difcil de d e t e r m i n a r en su extensin y profun-
d i d a d ; pero esto es evidente y est poticamente configurado en aque-
llos intensos versos suyos:

Yo nac un da
que Dios estuvo enfermo,
grave (37).

De la m a n e r a que en prrafos anteriores lo afirmbamos, el ser


americano y a la vez el h o m b r e universal viven desnudos y descar-
nados en la poesa vallejiana. La profunda herida abierta por la con-
quista respira especialmente en los versos de sus dos primeros libros,
golpea la sensibilidad del lectorcomo esos mismos golpes de la vida,
que l t e m p r a n a m e n t e acusara, sumergindolo con vigor en su pozo
de oscura poesa, en su pozo de a m a r g a h u m a n i d a d . N o h a y en estas
pginas ni e las entraables de sus ltimos das parisinos un simple
goce esttico, u n a emocin potica pura, sino que ms all de stas y

(36) Poesas Completas, p . 235.


(37) Poesas Completas, ya citadas, en p. 78.

91
resumindolas al mismo tiempo producen u n impacto que sacude el
ser, dndole u n a imagen del h o m b r e desolada y cruel, a u n q u e u n a
ternura fraternal las riegue. Y ese lenguaje, desgarrador a veces, espe-
cialmente en los Poemas humanos, contenido y sobrio, enigmtico,
sustantivo siempre, es el lenguaje del mestizo hispanoamericano o indo-
americano en este caso. Csar Vallejo se ofrece, sin duda, como la ex-
presin acabada y agobiadora insistimos en ellodel maridaje vio-
lento de las dos r a z a s : la india y la espaola. T o d a la tristeza de sus
antepasados, sometidos a sangre y fuego, humillados en las- noches en
que se confundan los siglos xv y xvi, crepita como un fuego a m a r g o
en los versos de Los heraldos negros:

Hay ga-nas de volver, de amar, de no ausentarse,


y hay ganas de morir, combatido por dos
aguas encontradas que jams han de istmarse (38).

Arriero, vas fabulosamente vidriado de sudor.


JLa hacienda Menocucho
cobra mil sinsabores diarios por la vida (39).

Mi padre duerme. Su semblante augusto


figura un apacible corazn;
est ahora tan dulce...
si hay algo en l de amargo, ser yo (40).

Hay soledad en el hogar sin bulla,


sin noticias, sin verde, sin niez.
Y si hay algo de quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blchncos, curvos.
Por ellos va mi corazn a pie (41).

Dios mo, y esta noche sorda, oscura,


ya no podrs jugar, porque la Tierra
es un dado rodo y ya redondo
a fuerza de rodar a la ventura,
que no puede parar si no en un hueco,
en el hueco de inmensa* sepultura (42).

El profundo pesar que rebasa la estructura lrica vallejiana es el


sufrimiento real de Amrica hispana hecho poesa. Su destino es morir
el ser que vive, como dir despus en los Poemas humanos. Su ser
resume como el otro ser d e t e r m i n a d o : la tristeza, la inocencia de u n

(38) dem, p. 67.


(39) dem, p. 71.
(40) dem, p. 72.
(41) dem, p. 74.
(42) dem, p. 67.

92
m o d o virginal, el fatalismo, el misticismo sombro, el sometimiento a
lo desconocido, que no es otra cosa que la opresin de mil causas
conocidas que operan diversamente, desde distintos ngulos, sobre el
h o m b r e que transita secularmente estas tierras'. Y como f u n d a m e n t o de
todo ese bagaje potico-vital, del ser que se retrae hacia su esencia ori-
ginaria, como dira A n t e n o r Orrego, se complota contra l esa pobreza,
inevitable slo en apariencia, propia del sujeto hispanoamericano, in-
hbil a veces para asegurarse el debido futuro unido esto a u n amargo
sentimiento d e frustracin y de culpa mtica, para abrirse paso en
el m u n d o de la fuerza y del podero econmico, que le h a r n decir
con reminiscencias infantiles:
Ya nos hemos sentado
mucho a la mesa, con la amargura de un nio
que a media noche, llora desvelado... (43).

Y que ms tarde, en Pars, se reverter en este clamor desesperado:


Un pedazo de pan, tampoco habr ahora para m? (44).

O en esa atroz confesin, en ese desasimiento total de su propia


persona, en ese mea culpa absoluto:
Todos mis huesos son ajenos;
yo tal vez los rob!

Yo soy un mal ladrn... (45).

H e m o s dicho ya de qu forma, al ser profundamente h u m a n a , esta


voz de la Amrica india se vuelve desesperado acento del h o m b r e
universal. Vallejo sobrepasa su propio lenguaje original, sus modismos*,
sus giros localistas, para convertirse en el idioma transido de todas las
personas. As lo comprueba tambin lo hemos dicho en su consus-
tanciamiento con la tragedia espaola, con el republicano espaol, cuya
causa a m a y defiende con desesperacin y en cuya cruz el mismo
Vallejo se crucifica voluntaria y finalmente drama y tragedia revela-
dos en sus dos ltimos libros y en su propia m u e r t e inmediata.
Puede considerarse que no hay u n poeta, en trminos universales,
de u n a subjetividad tan vasta y csmica como la de Csar Vallejo,
ni otra poesa d o n d e se sienta de una m a n e r a t a n descarnada, i n m e -
diata y fsica el dolor del h o m b r e . A q u estriba precisamente la vigorosa
originalidad de su obra lrica. Csar Vallejo se aleja voluntariamente

(43) dem, p. 6-2.


(44) dem, p. 160.
45) . dem, p. 57.

93
de lo literario, d e los comunes recursos 1 estticos, de las teoras poticas
(Amigo Alfonso Reyes, seor ministro, etc.). Su lenguaje es despia-
dado, implacablemente h u m a n o :

Estis muertos, no habiendo antes vivido jams (46).

famas, hombres humanos,


hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicera, en la aritmtica.

El dolor nos agarra, hermanos hombres,


por detrs, de perfil,
y nos coloca en los cinemas,
nos clava en los gramfonos,
nos desclava en los lechos (47).

Considerando en fro, impar cialm ente


que el hombre es triste, tose y, sin embargo (48),

hay gentes tan desgraciadas, que ni siquiera


tienen cuerpo (49).

Pero h e m o s dicho t a m b i n qu esta dolorosa fuerza de Job tie-


ne, completndose, u n a profunda ternura h u m a n a , esa ternura que
h a almacenado por siglos la cruel introversin del mestizo. Son innu-
merables 1 los ejemplos que se pueden d a r al respecto, pero slo recor-
daremos algunos para remitir al lector, en todo caso, a su o b r a :

Y el hombre pobre... pobre! Vuelve Jos ojos como


cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada (50).

Y ya no habrn reproches en tus ojos benditos,


ni volver a ofenderte. Y en una sepultura
los dos nos dormiremos, como dos hermanitos (51).

Quisiera hoy ser feliz de buena gana,


ser feliz y portarme frondoso de preguntas,
abrir por temperamento de par en par mi cuarto, como loco (52).

(46) dem, p. 141.


(47) dem, p. 170.
(48) dem, p. 177.
(49) dem, p. 184.
(50) dem, p. ai.
(51) dem, p. 35.
(52) dem, p. 175.

94
Un hombre pasa con un pan al hombro.
Voy a escribir, despus, sobre mi doble? (53).

Es fcil advertir cmo en esta profunda subjetividad la ternura y


el sufrimiento humano ocupaban un lugar fundamental, porque siendo
l expresin del dolor del hombre, era a la vez una infinita solidaridad
con su destino dentro del universo. Porque Vallejo era uno de esos
escritores cuya experiencia vital se resuma, ms que en ciertas anc-
dotas, en el discurrir de su emocin profunda y de su eminente con-
dicin subjetiva; ms que en los actos y aventuras de la existencia o
en las hazaas intelectuales, en el testimonio rnetafsico de su ser in-
mensamente abierto al mundo. Y de esa forma sustantiva se dio entero
en su obra, puso su inconmensurable vida interior en sus poemas1. Por
estas razones seguramente, en lo ms desolador y terrible de la historia
contempornea, el individuo de nuestro tiempo debe reconocerse en
ella casi corno en ninguna otra poesa de esta poca:

Pero cuando yo muera de vida


y no de tiempo (54).

Dice y pregunta despus en otro poema:

Una piedra en que sentarme


no habr ahora para m? (55).

Desesperado e impotente para resolverse por s mismo potica y


humanamente, concluye ms tarde con denuedo en el famoso soneto,
ya citado:
Vamonos, pues, por eso a comer yerba,
carne de llanto, fruta de gemido,
nuestra alma melanclica en conserva.
Vamonos Vamonos! Estoy herido (56);

En algn momento, con ese mismo tono de desesperacin, Vallejo


habr de interrogarse perplejo y sombro:
Es para eso que morimos tanto?
Para slo morir,
tenemos que morir a cada instante? (57).

(53) dem, p, 197.


(54) dem, p. 155.
(55) dem, p. 159.
(56) dem, p. 169.
(57) dem, p. 173.

95
Sin embargo, luego, un da cualquiera, su ternura estallar inconte-
nible en un fraternal deseo de entregarse a los h o m b r e s :
Me viene, hay das, una gana\ ubrrima, poltica,
de querer, de besar al cario en sus dos rostros (58).

F r e n t e a este poemario, ahora a b r u p t a m e n t e recorrido, la sensibili-


d a d esttica cede su lugar a la sensibilidad h u m a n a , al sentimiento del
h o m b r e de nuestro tiempo, herido, marcado h o n d a m e n t e por la vida,
destruido por la guerra, el sentimiento dramtico del h o m b r e de este
siglo espectacular y terrible. Porque se trata de una poesa arrancada
de los meollos y meandros del individuo, d e las entretelas del alma,
de una conciencia que est sangrando ante la vida:

Un cojo pasa dando el. brazo un nio.


Voy, despus, a leer a Andr Bretn?

Otro tiembla de fro, tose, escupe sangre.


Cabr aludir jams di Yo profundo?

Otro busca en el fango huesos, cascaras.


Cmo escribir, despus, del infinito?

Un albail cae de un techo, muere, y ya no almuerza.


Innovar, luego, el tropo, la metfora? (59).

Es la misma desesperacin y la misma impotencia que cuando


escribe en su clebre soneto comentado'.

Quiero escribir, pero me sale espuma.

Es una desesperacin que rehuye expresarse literariamente, que-


riendo superar el lenguaje y, en ltimo trmino, hacer de la palabra
u n rgano vivo, consciente y sangrante. Porque el hueso de Vallejo
es metafsico; su sangre y su aliento estn nutridos de emocin n a t u r a l
y de jugo metafsico. De esta m a n e r a advertimos que en el autor de
Espaa, aparta de m esta cliz hay, entre ms, dos cosas m u y impor-
tantes que destacar: su profunda y vasta sensibilidad h u m a n a , que le
permite u n a intensa percepcin del sufrimiento y de la condicin espe-
cfica del h o m b r e , y la otra, que pone en su poesa de u n a m a n e r a
incomparable por lo descarnada y total, su m o d o de percibir lo h u -
m a n o , lo que consideramos sin esfuerzo su sentimiento dramtico d e la
existencia, y otra vez aquello de Orrego, de que Vallejo retrae el ser
a su esencia original. De esta forma, si el destino de Vallejo aparece

(58) dem, p. 204.


(59) dem, p . 197.

96
como signado por el dolorsegn lo hemos manifestado con insisten-
cia a lo largo d e todo este trabajo, se expresa a la vez como resumen
de la pasin de Amrica. Su destino se descubre corporizando la mayor
plenitud h u m a n a para trasladar ntegramente esa totalidad de su perso-
na lacerada al campo profundo de la poesa. Consecuente con este pen-
samiento, vemos cmo Vallejo se vierte caudalosamente en sus Poe-
mas humanos y en Kspaa, aparta de m este cliz. N o h a y en estos
dos libros u n verso, u n a sola lnea que no den testimonio cabal de este
h o m b r e ntegro en el ms pleno sentido d e la p a l a b r a ; ntegro porque
responda a una totalidad de la persona, a una plenitud del ser, que
era en s el ser americano y al mismo tiempo el h o m b r e universal.
Su poesa aparece as comprometida con el ser h o n d o , con el seno
metafsico del h o m b r e , que alternativamente oscurece e ilumina su tras-
fondo. Esa condicin tan verdadera y trascendente en nuestro autor,
como otro ser d e n t r o de l mismo A lo mejor soy otro, dice (6o),
es inseparable de sus piezas seas, de su organismo completo, de sus
entraas y de sus sueos. Por esa razn l conceba el p o e m a que
era la revelacin de su vida y del m u n d o como u n a totalidad impo-
sible de ser m u t i l a d a sin destrursela por esta operacin: si a u n poema
se le a m p u t a u n verso, u n a palabra, u n a letra, u n signo ortogrfico,
M U E R E (61). Por concebir la poesa como el h o m b r e mismo, su tras-
mutacin en trminos de imgenes, Vallejo h a encontrado tan amplia
respuesta en las generaciones actuales, que seguirn extendindose en
tan vasta admiracin e identificacin trascendente. Su gran voz (Ah
querer, ste, el mo, ste, el m u n d i a l , i n t e r h u m a n o y parroquial, pro-
vecto !) comienza a expandirse y a ensancharse su n o m b r e hacia el
m u n d o , en busca de aquellos a quienes dirigiera su clido mensaje:

Hay, hermanos, muchsimo que hacer {6a).

Conviene en este instante formular algunas consideraciones sobre


el absurdo en la poesa de Vallejo, que, a la m a n e r a de un interlocutor
contradictorio, hace or su voz en l juego dialctico de su expresin
potica.
E n verdad que nuestros afanes de absoluto chocan casi siempre con
el absurdo. El todo que nos inquieta y mueve concluye por disolverse
en la n a d a para tornar otra vez de sta a su plenitud inicial. La pasin
y los desasosiegos profundos del espritu son ardorosamente contradicto-
rios en su contrapunto con la realidad. P a r a el alma intranquila no hay

(60) dem, p. 218.


(61) Aula Vallejo, 1, p. 27.
(6a) Poesas Completas, p. 172.

97
CUADERNOS. 262.7
teoremas vlidos, sino por u n instante no ms, y luego se vuelven
falsos o equvocos. El nico teorema real es la dualidad de la razn
h u m a n a y del espritu. Esta contradiccin polmica y este absurdo
races metafsicas del alma de Csar Vallejo se d a n a cada m o m e n t o
en su desgarradora poesa, y ya en Trilce lo llevan a expresar: Ab-
surdo, slo t eres puro (63). T a n t o que a veces esta misteriosa fluen-
cia lrica parece existir slo por ellos; sobrevivir por esta chanza oscura
del destino que la est inspirando, por este dialctico contrapunto entre
el no va ms y el.ms all.
Pero no h a y en esto, ni falta hace decirlo, u n simple juego potico.
Es una condicin indefinible, profunda, metafsica del alma del poeta
y d e los dos rostros de la verdad. Y tienen otra vez que ver con el
aqu tan comentado pensamiento de Orrego. De la contradiccin y
el absurdo se va hacia el conocimiento verdadero, hacia la razn ltima,
hacia la luz final. T o d a s las nuestras son verdades y razones de doble
filo que t e r m i n a n siempre por cortar la malla que apresa el espritu y
le impide volar hacia la soberana verdad.
H a y , por ltimo, en la contradiccin y el absurdo ms all de un
sabio h u m o r paradjicola bsqueda irracional pero lcida de una
conciencia esclarecedora de los enigmas esenciales de la existencia, de
la esfinge p r e g u n t o n a del desierto. Es, en fin, u n a desesperada inqui-
sicin de la luz, u n ensayo del espritu por otras vas...

3. ESPAA, APARTA DE M ESTE CLIZ

E n m a r c a r en unas pocas lneas la tragedia espaola y con ella el


d r a m a del h o m b r e de nuestro tiempo no es tarea e n c o m e n d a d a a estas
limitadas pginas. Sin embargo, debemos mencionarla para situar den-
tro de ella la poesa y el caso Vallejo. Porque este gran poeta se consu-
m a como tal y se sacrifica con este suceso: la tragedia espaola y con
ella el calvario del individuo contemporneo. El h o m b r e Vallejo, iden-
tificado en forma total con la Repblica espaola, a cuyo nacimiento
asiste personalmente en M a d r i d el 14 de abril de 1931, se afilia en
esa ocasin al Partido Comunista espaol, llevado por la fuerza de los
acontecimientos, segn lo manifiesta en una carta a J u a n Larrea y
porque debe encontrar en ese sistema poltico u n a respuesta real e
inmediata para su afn de justicia social y de fraternidad verdadera.
T o d a su esperanza ideolgica se engarza all y florece dentro de ese cau-
ce y de aquel extraordinario acontecimiento, que lo absorbe plenamente,

(63) dem, p. 140.

98
a u n q u e l no fuera n u n c a u n poltico, y d a u n curso adecuado a su
idealismo redentor, que se canaliza generosamente hacia la causa del
pueblo espaol. Es sta la culminacin, para las ideas sociales de Va-
llejo, de la etapa que se iniciara con su primer viaje a Rusia en 1928.
Pero esta etapa, que, como u n a rbita dramtica, viene a. cerrarse luego
del primer ao de la guerra civil, d a cuenta antes de ello del aparente
agotamiento del poeta Vallejo. Es decir, que d u r a n t e todo este tiempo,
que se sepa, Csar Vallejo h a b a dejado d e escribir poesa. H a s t a que
se produce la catstrofe espaola, y entonces, luego, en septiembre d e
e n ias
X
937 clamorosas tierras 1 peninsulares, y ms tarde en la expec-
tativa angustiosa de Pars, estalla en poemas el corazn desgarrado del
aeda peruano. Como u n a herida caudalosa, su canto se vierte gota a
gota, verso a verso, da a da para acusar todo su dolor, para revelarle
al m u n d o el d r a m a que, como u n rayo, lo hiere m o r t a l m e n t e en las
races mismas d e su vida. Y con los patticos Poemas humanos y los
epopyicos versos de Espaa, aparta de m este cliz, se va t a m b i n
la existencia de Vallejo. El h o m b r e m u e r e asesinado por la tragedia
espaola, por la tragedia del h o m b r e contemporneo, resumida en el
d r a m a de ese heroico pueblo. El poeta se h a desangrado exhaustiva-
m e n t e e n estas dos obras, y esa consuncin h a significado la inmediata
m u e r t e sin causa cientfica conocida del h o m b r e . Y Csar Vallejo
m u e r e como u n Cristo crucificado en este calvario. El no poda sobre-
vivir a esta tragedia. Espaa h a b a constituido su gran esperanza; el
sueo por el cual el mismo Vallejo tornaba al seno de su m a d r e se
realizaba magnficamente en la nueva realidad que Espaa prometa.
La fusin de las dos negaciones, como dira A n t e n o r Orrego, se repro-
duca en u n a sntesis emocionada y h o n d a . E n ella sus ideales reden-
tores iban a convertirse en razn vital, en u n a formidable constancia
social que a sus ojos, por fin, les iba a ser d a d o contemplar. Sus afanes
de u n a sociedad justiciera y en u n pueblo como aquel que lo retrotraa
a su mismo entraable ser estaban en vas de lograrse. Y Vallejo muere
con la Repblica espaola, a u n q u e la agona d e sta lo sobreviva algu-
nos meses ms.,. Otra vez Amrica se sacrifica, agoniza por Espaa,
pero ahora por los ms nobles ideales del h o m b r e . M a s al morir, el
indoamericano genial deja su conmovedor poemario, sus transidos can-
tos espaoles, d o n d e , por encima de la plvora de los combates, por
detrs de la m u e r t e multitudinaria, la destrozada voz del poeta quiere
salvar a Espaa, levantarla, hacer triunfar a su pueblo. T i e m b l a por
ella, llora por su causa, m u e r e , en fin, por este pas, por esta espe-
ranza, que a m a tanto.

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H a y en estos poemas u n lenguaje m u c h a s veces delirante, loco de
amor, de ira, de desesperacin esperanzada que n o cede, salpicado de
versos geniales:

Voluntario de Espaa, miliciano


de huesos fidedignos, cuando marcha a morir tu corazn,
cuando marcha a matar con su agona
mundial, no s verdaderamente
qu hacer, dnde ponerme; corro, escribo, aplaudo,
lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo
a mi pecho que acabe, al bien que venga,
y quiero desgraciarme;

Su voz se alza hasta la misma altura que crea heroicamente su


hondo sentido epopyico:
Proletario que mueres de universo, en qu frentica armona
acabar tu grandez, tu miseria

Se amarn todos los hombres


y comern tomados de las puntas de vuestros pauelos tristes
y bebern en nombre
de vuestras gargantas infaustas!

Vallejo siente su vida identificada con la suprema existencia de las


multitudes en lucha y exclama:

por la vida, por los buenos matad


a la muerte, matad a los malos!

(Todo acto o voz genial viene del pueblo


y va hacia l) (64).

Y ve en este combate u n sentido redentor, u n a como posible digni-


ficacin del h o m b r e en todas sus categoras sociales, de u n m o d o uni-
versal, convirtiendo hasta a las mismas bestias en personas:

pelear por todos y pelear


para que el individuo sea un hombre,
para que los seores sean hombres,
para que el todo sea un hombre, y para
que hasta los animales sedn hombres (65),

(64) dem, pp. 249 a 253.


(65) dem, pp. -155 a .260.

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Su voz se enternece para situarle al lado de ]os menos fuertes, de
los ms desheredados:
Tcitos defensores de Guernica,
oh dbiles
oh suaves ofendidos
que os elevis, crecis y llenis de poderosos dbiles el mundo! (66)

El canto de Vallejo crece epopyica y desgarradoramente cuando


exclama:
Mlaga sin padre ni madre,
ni piedrecilla, ni horno, ni perro blanco!
Mlaga sin defensa, donde naci mi muerte dando pasos
y muri de pasin mi nacimiento!
Mlaga, que estoy llorando!
Mlaga, que lloro y lloro! (67).

O en estos versos incomparables por su profundidad h u m a n a , d o n d e


canta a u n h o m b r e humildsimo que corporiza para l a todos los
hombres:
Sola escribir con su dedo grande en el aire;
Viban los compaeros! Pedro Rojas,
de Miranda de Ebro, padre y hombre,
marido y hombre, ferroviario y hombre,
padre y ms hombre. Pedro y sus dos muertes.
Papel de viento, lo han matando: pasa!
Pluma de carne, lo han matado: pasa!
Abisa a todos los compaeros pronto!

Registrndole, muerto, sorprendironle


en su cuerpo un gran cuerpo, para
el alma del mundo,
y en la chaqueta una cuchara muer tan,

Viban los compaeros al pie de esta cuchara para siempre!

Su cadver estaba lleno de inundo (68).

La desesperacin de Vallejo ante la terrible posibilidad de la derrota


estalla en versos delirantes, en visiones patticas, en gemidos profticos,
que conquistan a veces una grandeza sinfnica:
Los mendigos pelean por Espaa
y atacan a gemidos, los mendigos,

(66) dem.
(67) dem.
(68) Poesas Completas, pp. 260 a 270.

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matando con tan slo ser mendigos.
El poeta saluda al sufrimiento armado! (69).

Ah pasa! Llamadla! Es su costado!


Ah pdsa la muerte por Irn:
sus pasos de acorden, su palabrota,
su metro del tejido que te dije,
su gramo de aquel peso que ha callado... si son ellos! (70).

La t e r n u r a lo sobrepasa como a u n vaso desbordante y concluye,


en su agona, destruyndolo:

.Un libro qued al borde de su cintura muerta,


un libro retoaba de su cadver muerto {71).

Por eso, al referirme a esta agona,


alejme de m gritando fuerte:
Abajo mi cadver!... Y sollozo {72).

J a m s un poema pico alcanz la intensidad, el vigor estupendo de


este c a n t o :

Lo rodearon millones de individuos


con un ruego comn: Qudate, hermano!.
Pero el cadver ay! sigui muriendo.
Entonces todos los hombres de la tierra
lo rodearon; les vio el cadver triste, emocionado;
incorporse lentamente,
abraz al primer hombre; echse a andar... (73).

El mismo tono heroico convierte este poderoso h i m n o en u n salmo


bblico:

Pddre polvo que subes de Espaa,


Dios te salve, libere y corone,
padre polvo que asciendes del alma.

Padre polvo, sudario del pueblo,


Dios te salve del mal para siempre,
padre polvo espaol, padre nuestro! (74).

(69) dem.
(70) dem.
(71) dem.
(72) dem.
(73) dem.
(74) dem,

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Y luego de este Redoble fnebre, finalmente, su desesperacin,
que se resiste a aceptar la brutal realidad:

Si cae Espaa digo, es un decir


salid, nios del mundo; id a buscarla!... (75),

Y con esta epopeya del pueblo espaol, Csar Vallejo libr su lti-
ma batalla potica y h u m a n a . Con ella concluy su doloroso trnsito
terrestre. Pero su palabra verdadera y trascendente queda. Su poesa es
la poesa del h o m b r e ante el negativo destino. Para nosotros, criatura
de Amrica latina, es un smbolo y un ejemplo. El simboliza el dolor
y la pasin de la persona latinoamericana volcndose fraternamente
hacia el h o m b r e universal, jugndose entero por ste y consumindose
en su d r a m a . Su ejemplo es el amor de los? seres h u m a n o s y su adhe-
sin viva y profunda al ideal de la justicia social revolucionaria. Vallejo
se consustanci como pocos con la verdad del h o m b r e y fue perma-
n e n t e m e n t e leal a s mismo a travs de todas sus crueles' vicisitudes.
Arquetipo de una ternura redentora, m u r i de una fiebre social y
h u m a n a misteriosa, cuya razn se intuye asocindola a la tragedia es-
paola. Su veracidad virginal y proftica y la sinceridad de su rai-
g a m b r e metafsica lo configuraron como u n rebelde a todo lo impues-
to y coercitivo, a m a n t e de una mayscula libertad d o n d e el h o m b r e
se diera totalmente a sus profundas e indeclinables causas: cd3ueno es,
en todos los tiempos escribi Vallejo alguna vez en L,a dicha en la
libertad (76), los modos y las personas, recordar a los h o m b r e s en
su ley de h a b e r nacido nicamente para ser dichosos. C u a n t o los h o m -
bres hacen o suean va a su dicha. N a d a se pierde en s mismo, por-
que todo sirve o debe servir a la dicha de los hombres... Pero la fe-
licidad slo es posible por la libertad absoluta. Pobre del h o m b r e que
pretende buscar la dicha fuera de esta condicin. Pobre de aquel que
pretende invertir esta ley, erigiendo a las obras de la naturaleza y a las
obras h u m a n a s en objeto de servidumbre por parte de los hombres.

Concluyamos el presente trabajo con esta reflexin: Creemos que


la misin del espritu americano podra ser, en el mejor de los casos,
la de b r i n d a r al m u n d o u n a nueva esperanza, entretejida con su dolor,
su intuicin y sn particular experiencia h u m a n a . Ese fue el sentido in-
d u d a b l e del gran descubrimiento: revelar lo desconocido del m u n d o ,

(75) Poesas Completas, pp, 0.71-272.


(76) Aula Vallejo, 1, p. 41.

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donndolo con u n a fraterna generosidad. Del caudaloso mensaje valle-
jiano, henchido de ternura y sufrimiento h u m a n o s , se levanta, al tiempo
que u n a poderosa voz de poeta y de protesta genrica y trascendente,
u n sentimiento t a m b i n de esperanza en los hombres y en la transfor-
macin social de los pueblos: su obra final y su vida lo certifican as.
Las juventudes de Amrica latina que h a n percibido con emocin
estos estmulos, conuyen vidamente hacia su obra. Ella los i l u m i n a r
en la verdad y en el espritu de la raza, que se acongoja y, sin embar-
go, proyecta ser esperanzada hacia el futuro y, por su conducto, se di-
rigir hacia los das redentores' del h o m b r e .

F L I X GABRIEL F L O R E S
Avda. Ro B a m b a , 466
Quebrada de las Rosas
CRDOBA (Argentina)

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