Pederastia, Sobredimensión y Amnesia PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 5

A POSTILLAS

Simplemente pedofilia, pederastia y homosexualidad descontrolada en la Iglesia Catlica en los Estados Unidos? Y ante tal fenmeno, solamente las fras medidas disciplinares?

por Monseor Carlos Manuel DE CSPEDES GARCA-MENOCAL

El Papa Juan Pablo II se reuni en el Vaticano con los cardenales de Estados Unidos el pasado mes de abril.

ALGUNAS CONSIDERACIONES QUE NO PRETENDEN agotar tema tan complejo, que desgarra a vctimas y victimarios, a familiares y personas relacionadas con la situacin y, por supuesto, a la familia cristiana, la Iglesia. Desde hace aos aparece de vez en cuando en la prensa alguna referencia a casos de pederastia, situados preferentemente en los Estados Unidos de Norteamrica. En meses recientes las referencias a esas situaciones se han multiplicado y, en Norteamrica, han acaparado titulares de peridicos y revistas de gran circulacin y han ocupado horas estelares de la Televisin. El asunto parece tomar cauces un poco ms serenos despus de la reunin realizada en la Santa Sede entre el Papa, algunos de sus ms estrechos colaboradores, los Cardenales norteamericanos y algunos Obispos de ese mismo pas y despus que se anuncia una Asamblea de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, que se celebrar en Dallas, en el mes de Junio prximo, y que promete tomar medidas efectivas con relacin a tal problema. En menor nmero que en los Estados Unidos y con menos ruido meditico, aparecen en estos das denuncias y comentarios en otros pases de Europa y de Amrica Latina. De qu se trata en realidad? Cmo aproximarnos a esa realidad, indudablemente sombra, para actuar con com-

prensin y, al mismo tiempo, con efectividad evanglica, sin olvidar ni la pobreza de la naturaleza humana, ni su capacidad de recuperacin, teniendo en cuenta la proteccin a los realmente nios y la ayuda a los dbiles o enfermos que se ven involucrados en semejantes problemas? Mencionar algunos elementos que no deberamos dejar de tomar en cuenta para no minimizar, ni ultradimensionar, ni sacar de contexto, ni exclusivizar el problema que nos ocupa. Ante todo, pongmonos de acuerdo en relacin con el vocabulario empleado. Hasta ahora, he entendido que pedofilia expresa la inclinacin sexual interior del ya joven o adulto, hombre o mujer, hacia infantes, varones o nias, en estado anterior a la pubertad, o sea, hacia nios que realmente lo son. La pedofilia puede tener carcter heterosexual u homosexual, o sea, la inclinacin interior del joven o del adulto puede orientarse hacia nios del sexo diverso al suyo, o hacia nios de su propio sexo. Se trata de una aberracin sexual, de ndole psquica, con races de diverso orden (inmadurez afectiva, traumas, educacin defectuosa, etc.). He conocido personas jvenes que han padecido esta inclinacin, la han manifestado a quienes han podido ayudarles, han recibido tratamiento psiquitrico y han encaminado su situacin, sea porque han superado la inclinacin aberrante y han ordenado correctamente su sexualidad, sea porque han logrado un manejo con-

58

trolado de un problema que no han podido resolver radicalmente, pero han podido llevar una vida aceptablemente normal, sin caer en la realizacin de actividad sexual con nios. La situacin casi siempre resulta ms difcil de resolver cuando se trata de pedofilia homosexual. O sea, cuando se renen dos problemas. Por pederastia he entendido hasta ahora la realizacin de la actividad sexual con nios, no la simple inclinacin interior. Cuando se habla de delitos en este terreno, se piensa en pederastia, no en pedofilia, aunque no siempre el lenguaje resulta preciso y frecuentemente se usan los trminos indistintamente. Recientemente he ledo que pedofilia se refiere a la actividad sexual con nios reales, mientras que pederastia se refiere a la actividad con jvenes o adolescentes. Adems, en relacin con la forma jurdica del delito, se suele calificar como delito de pederastia (o de pedofilia, cuando se usan indistintamente los trminos) la realizacin de actividad sexual de mayores de edad con menores de edad. Evidentemente, la frontera de la mayora de edad en cuestiones sexuales no coincide con la de la mayora de edad para otras responsabilidades y actividades de ndole jurdica (por ejemplo, la responsabilidad para votar, para contratar, para que se imputen determinados delitos, etc.), ni tampoco coinciden estas fronteras en los cdigos de las diversas naciones. Una mayora de edad bastante frecuentemente sealada en cdigos occidentales suele ser los dieciocho aos. Cuando ese es el caso, el acto sexual de una persona mayor de dieciocho aos con una menor de dieciocho aos puede ser considerado pederastia. Lo es formalmente, pero realmente, una joven o un varn de diecisiete aos, precisamente en occidente, hace mucho rato que, sexualmente, dejaron de ser nios. Aplicando esta observacin al caso que nos ocupa, las acusaciones contra sacerdotes, me pregunto si puede considerarse realmente pederastia abuso de menor que un sacerdote que ronde los treinta aos tenga comercio sexual con hombre o mujer de diecisiete aos. Si de hombre se trata, es evidentemente un caso de relacin simplemente homosexual; si de mujer, un caso de simple relacin heterosexual extramatrimonial. Lo cual, por supuesto, puede crear problemas de conciencia al sacerdote, por lo que tiene su accin de falta contra su compromiso celibatario; adems, si se sabe y resulta una actitud sostenida y escandalosa, puede traerle problemas cannicos, pero, en principio, no tendra por qu acarrearle consecuencias penales en los tribunales penales ajenos a la Iglesia. Las relaciones sexuales entre adultos, sean homosexuales o heterosexuales, no suelen estar penalizadas en occidente, si no median condiciones agravantes, como el uso de la violencia, el engao, etc En relacin ntima con esto, lo primero que llama la atencin en la arremetida reciente es que se trata, casi siempre, de situaciones antiguas, de hace treinta y hasta cuarenta aos. Los sacerdotes acusados tienen ms de sesen-

Cardenal Bernard Law, Arzobispo de Boston

ta o setenta aos y no parece que en los ltimos decenios hayan estado involucrados en situaciones de ese tipo. Cuando eventualmente realizaron los actos de los que la mayora son acusados rondaban los treinta aos. Los nios abusados son hoy hombres y mujeres de ms de cuarenta o cincuenta aos y los hechos en cuestin ocurrieron, en su mayora, cuando eran adolescentes, de ms de quince aos, no cuando eran nios pequeos. O sea, en esos casos, se trata no de pederastia real, sino de pederastia legal o formal, teniendo en cuenta que para estos delitos la edad que se ha tomado como frontera suele ser los dieciocho aos. Un hombre o una mujer de diecisis o diecisiete aos no es un nio en materia sexual; es un joven ya desarrollado que sabe muy bien lo que se trae entre manos en cuestiones de sexo. Quien acceda a relaciones sexuales con ellos no es un pedfilo y pederasta por aadidura; es alguien sexualmente atrado por un hombre o una mujer joven, aunque su delito, en el caso de que exista, sea calificado jurdicamente como pederastia. Hay situaciones, sin embargo, en las que s se tratara de nios reales, impberes, o sea, de varones o de nias menores de catorce o trece aos. Eso es verdadera pederastia, no slo jurdica y, casi siempre, por supuesto, responde a conflictos relacionados con la pedofilia. La aproximacin a los casos, tanto desde el punto de vista puramente legal, como del psquico y del moral y espiritual, no puede ignorar los matices que dependen de las diversas situaciones. Ni la responsabilidad del victimario, ni la de la autoridad eclesistica, ni la inocencia de la victima tienen el mismo grado, la misma coloracin.. Otro elemento que me llama la atencin es que, casi siempre, cuando se trata de verdaderos nios-vctima, estos casos fueron ventilados en su momento entre el sacerdote

59

en cuestin, la autoridad eclesistica y la familia del nio. Entonces, al parecer, todos estuvieron de acuerdo en guardar discrecin sobre el asunto, tanto por evitar el escndalo eclesistico, cuanto por el bien del nio. Si hubo indemnizacin econmica, sta se acord de manera privada entre las partes y las cantidades acordadas, segn he conocido en algunos casos, alcanzaron un nivel razonable, aunque me pregunto, siempre que he odo acerca de una situacin de esta ndole, cmo se calcula el precio de tal delito. Sin embargo, con el correr de los aos, el que fue nio o no tan nio y ya es adulto, hyase ventilado o no privadamente el asunto en su momento, lleva las cosas a los tribunales penales civiles y reclama cantidades realmente exorbitantes. Cuando no ha habido reconocimiento de culpa por parte del sacerdote, las pruebas resultan sumamente difciles. Casi siempre se trata de palabra contra palabra. No han faltado casos en los que, a posteriori, el acusador se retracta y confiesa l entonces que, en realidad, necesitaba dinero y que por esa razn invent la historia del abuso sexual e hizo la acusacin. Recordemos la dolorosa historia del Cardenal Bernardin (q.e.p.d.), una de las personalidades ms notables de la Iglesia en el siglo XX, que siendo Arzobispo de Chicago fue acusado por un exseminarista de haber abusado sexualmente de l cuando era Rector del Seminario. El Cardenal lo neg todo y lo perdon todo; la acusacin nunca se pudo probar, pero algunos quedaron con la duda. Con el paso del tiempo, el exseminarista, enfermo creo que de SIDA, confes que todo haba sido una calumnia para conseguir dinero por medio del chantaje al Cardenal, que no cay en la trampa pues tena su conciencia tranquila. Poco despus muri el Cardenal. Es bueno esclarecer tambin que los Estados Unidos de Norteamrica no tienen la exclusiva en este tipo de problemas y, en general, de delitos sexuales sacerdotales. Lamentablemente, casos semejantes pueden ocurrir y de hecho ocurren en casi todas partes, incluyendo a nuestro Pas, aunque no en todas partes reciban la publicidad que reciben en los Estados Unidos. En trminos generales, yo tengo buena impresin de la Iglesia Catlica en los Estados Unidos, pero ni en ese Pas, ni en ningn otro, existen luces y vacunas ticas que garanticen hasta un ciento por ciento que quienes se ordenan como sacerdotes son realmente idneos, bien escogidos por sus superiores eclesisticos; ni que aunque lo hayan sido, sean inmunes a las debilidades humanas y a los ms graves pecados en el ejercicio de su ministerio sacerdotal; ni que los superiores eclesisticos siempre acierten y tomen las mejores decisiones ante situaciones tan complejas, en las que deben tener en cuenta muchas personas y contextos, sin desconocer dado el terreno en el que nos movemos la economa de la gracia y la dinmica de la conversin. Cuando las cosas salen mal, resulta muy fcil acusar a posteriori a un superior de excesiva lenidad e imputarle que hubiera sido mejor que tomara otra decisin distinta a la que tom

y que entonces se habran evitado otros males; de que fue ingenuo en contar ms con los remedios espirituales que con los castigos jurdicos, etc. Es la situacin que ahora padece el Arzobispo de Boston, el Cardenal Bernard Law, entraable amigo personal y de muchos en nuestra Iglesia y en nuestro pueblo, a quien admiramos precisamente por su lucidez intelectual y su talante pastoral bondadoso y comprensivo. Me pregunto, cuntas veces sali bien la estrategia espiritual y comprensiva del Cardenal Law, ante casos anlogos y ante otras situaciones difciles, y debido a la naturaleza de las cosas, lo ignoramos y continuaremos ignorndolo? Su error, si es que error ha habido en el manejo de algunas de estas situaciones de abuso sexual de menores, no nos debe producir amnesia frente al cmulo de aciertos y de virtudes de un hombre en quien reconocemos hoy una de las ms notables personalidades de la Iglesia Catlica en los Estados Unidos y uno de los ms valientes defensores de los criterios de la Iglesia Catlica ante situaciones en las que los propios catlicos colaboran frecuentemente a alimentar confusiones. Pienso en temas tan sustanciales como la defensa integral de la vida (ilicitud del aborto, condiciones para la licitud de la guerra, industria armamentista, justicia social interna e internacional, empleo de ciertos medicamentos elaborados con materia de fetos producto de abortos, etc.), como la calificacin tica de las relaciones sexuales extramatrimoniales, los enfoques de las relaciones entre homosexuales y lesbianas, la ordenacin sacerdotal de mujeres, etc. Por detrs de algunos de estos temas se mueven grandes intereses econmicos y polticos, y por detrs de todos se agitan pasiones de gran intensidad. Adems, no olvidemos que los grandes medios de comunicacin en los Estados Unidos no estn precisamente en manos de catlicos y frecuentemente ni siquiera en manos de cristianos. Y aunque las relaciones ecumnicas han avanzado en los ltimos cuarenta aos, siempre resulta fcil encontrar en esos medios una pluma dispuesta a atacar el prestigio de la Iglesia Catlica maximalizando sus errores y sus pecados. No vamos a negarlos, ni a minimizarlos. Los reconocemos, nos arrepentimos de ellos y hacemos propsitos de enmienda, pero no somos mirlos blancos y podemos volver a caer en faltas en las que no deseamos incurrir. Simplemente pedimos la comprensin que casi siempre tratamos de tener y, sobre todo, pedimos que no se exageren las dimensiones, ni se pierdan las perspectivas, las proporciones y las interrelaciones situacionales. Abundo en esta ltima consideracin. Hace muy pocos das y cuando ya los Cardenales norteamericanos se encontraban en Roma participando en el encuentro al que los convoc Su Santidad Juan Pablo II, escuch casualmente a un comentarista norteamericano, desconocido por m, aparentemente no catlico, que al presentar el asunto de los abusos de menores en los Estados Unidos, afirmaba

60

que la proporcin de casos probados de abusos de menores por parte de sacerdotes catlicos, pastores protestantes y rabinos judos era anloga; no haba grandes diferencias cuando se establecan las proporciones justas; recuerdo que dijo que los casos probados de sacerdotes en los ltimos aos eran 177, sobre ms de mil acusaciones en un pas en el que el nmero de sacerdotes se eleva a 45 mil. Esto significa que la proporcin de sacerdotes que han faltado es, de acuerdo con el reportero de televisin, inferior al 0,5 por ciento. Adems, las proporciones de los delitos de abuso de menores en relacin con algunas profesiones laicas eran mucho mayores; citaba explcitamente a maestros y mdicos. Y llegaba a afirmar, lo que para m constituy una sorpresa, que la mayor parte de casos probados de abusos de menores ocurra en el seno de la familia: padres y madres, hermanos mayores, tos y hasta abuelos. Aada que esta ltima situacin era la ms oculta, la que ms se sustraa del debate pblico; dijo fue su expresin que ese era el tab mejor guardado por la sociedad norteamericana. Segn los datos de este comentarista y los que extraigo de varios artculos de peridicos norteamericanos, los lamentables problemas causados por la pedofilia y la pederastia no se cien al mbito de la Iglesia Catlica. Estn presentes en otros grupos religiosos, en grupos profesionales muy relevantes y riesgosos, como son el magisterio y la medicina, y sobreabundan en la que en principio resulta la ms respetable institucin en los Estados Unidos, la familia. Siendo as las cosas, me resulta una gran falta de informacin o una gran maldad presentar la situacin como crisis de la Iglesia Catlica. En realidad es una crisis de gran envergadura social y es la sociedad ntegra la llamada a poner remedio, sea por una revisin de la educacin y del ordenamiento de la vida, sea por el recurso a los auxilios mdicos eficaces, sea por planteamientos muy serios en relacin con la erotizacin ambiental y el libertinaje sexual, con las costumbres y modas que se promueven, con los programas de televisin y de cine, con la poltica en relacin con las drogas y las bebidas alcohlicas, con la pseudotolerancia que se expresa con el todo vale, y que no resulta en tolerancia, sino en confusin, desmoralizacin y relativismo universal, etc. La Iglesia Catlica y las dems iglesias y comunidades eclesiales estn inmersas en ese caldo de cultivo y por muchas medidas que tomen al respecto, la magnitud del problema sobrepasa lo que las iglesias pueden hacer. Pueden hacer ms de lo que hacen, pero siempre se quedarn cortas en los remedios si no es la sociedad por entero la que se compromete en la bsqueda de las soluciones, sin dejarse cohibir por una falsa concepcin de los derechos humanos y si no se deja chantajear por intereses econmicos y polticos. Ignoro si los datos del comentarista citado y los que he encontrado en diversas publicaciones son ciertos y, en todo caso, no los puedo verificar. Pero la presentacin tan agre-

siva, sensacionalista y como si de una exclusividad catlica se tratase, hecha por los medios norteamericanos en las ltimas semanas, me levanta sospechas. Ningn medio de comunicacin se ha atrevido a tocar tan vitrilicamente a otros grupos religiosos, a grupos profesionales y a la institucin familiar. Por qu s a la Iglesia Catlica? No me huele esa presentacin a un estremecimiento tico de buena ley, sino a azufre y cuerno quemado, a intenciones perversas desprovistas de eticidad genuina y distorsionantes de la opinin pblica; a una manifestacin ms del mysterium iniquitatis que opera en el corazn y la mdula del mundo de los hombres. Manifestacin que se suma y potencia el dao causado por la pedofilia y la pederastia reales, manifestaciones ellas mismas tambin del mismo mysterium iniquitatis operante en la sombra. Es decir, me parece que se puede afirmar, con toda objetividad, que s hay casos de pederastia, de pedofilia y de homosexualidad descontrolada entre los sacerdotes, pero que de ningn modo se puede insinuar que los pederastas, los pedfilos y los homosexuales son los que dan el tono de la existencia sacerdotal catlica, ni mucho menos que este tipo de problemas dependen del celibato sacerdotal catlico. Ni en los Estados Unidos, ni en ninguna parte, ya que los abusos de menores ocurridos en familia o por parte de grupos profesionales o en otras familias religiosas que no mantienen la ley del celibato, estos fenmenos ocurren en igual o en mayor medida. Me parece tambin que se puede afirmar que los problemas que dependen de la pederastia, la pedofilia y la homosexualidad descontrolada

Cardenal Joseph Louis Bernardin

61

no han sido encarados con la mayor eficacia, pero no se puede afirmar que los Obispos no tienen en cuenta el dao infligido a nios y jvenes por sacerdotes pederastas, pedfilos y homosexuales y que solamente se preocupan por el prestigio pblico de la institucin eclesial y del de los sacerdotes a su servicio. Pocas cosas estremecen tanto a un Obispo como la bsqueda de las mejores soluciones para estas cuestiones, que tengan en cuenta todos los ingredientes de la situacin y todas las personas implicadas. Doy fe de ello porque conozco muy de cerca y por mucho tiempo a unos cuantos Obispos, de Cuba y de otros pases, incluyendo a los Estados Unidos. Por consiguiente, aunque todo sea como afirma el comentarista, aunque sean vlidas mis consideraciones anteriores y aunque el problema haya sido hiperbolizado recientemente, no me caben dudas de que hay un ncleo real en toda la cuestin ante el que no podemos permanecer indiferentes. Nos llama a humildad, a reconocimiento de nuestra pobreza y de nuestra falibilidad; a distanciamiento de toda forma de soberbia y de arrogancia eclesial; nos llama a vivir en la verdad de nuestra condicin y a reconocer nuestra indigencia de misericordia por parte de Dios y de misericordia y reconciliacin entre nosotros, todas las personas humanas. Slo quien est libre de pecado podra lanzar la primera piedra, y el nico libre de pecado, Dios mismo hecho hombre, no la lanza, sino que nos da una mano, nos levanta del polvo y nos coloca de nuevo en el camino. Cualquier crisis espiritual que afecte a los sacerdotes y sta, sin exageraciones, parece serlo puede ser inicio de nuevo crecimiento, de conversin, de purificacin, o sea, de cambio efectivo, no solamente afectivo, con relacin a la formacin sacerdotal en nuestros seminarios y casas de formacin, con relacin al ordenamiento y al ejercicio generoso del ministerio sacerdotal y a la voluntad de santidad de la existencia sacerdotal, as como con relacin a las medidas a tomar en los problemas reales que dependan de la crisis en cuestin. En esta circunstancia, en los problemas reales derivados del abuso sexual de menores y de otros desrdenes psquicos y espirituales que pueden afectar el ejercicio evanglico del ministerio o servicio sacerdotal. Imposible abordar toda la problemtica de la pedofilia y de la pederastia, femenina y masculina, de sacerdotes y de no sacerdotes, de carcter homosexual y de carcter heterosexual, en el mbito de un artculo periodstico. Por ejemplo, un amigo no catlico practicante, pero ticamente cristiano, en carta que cito textualmente, me sugera algunos ngulos del asunto sumamente provocadores: En Amrica Latina y as era Cuba antes de 1959 muchos padres alientan una forma de pedofilia o pederastia con sus hijos varones menores de edad. No hay nada ms frecuente que el padre que lleva a su hijo varn a que visite a una prostituta adulta tan pronto arriba a la pubertad 13 14 aos para que adquiera experiencia (a veces adquieren gonorrea!). Tambin es una hipocresa condenar mujeres adultas por tener relaciones sexuales con varones adolescentes algo que ha sucedido en los Estados Unidos recientemente, como si el dao psico-

AN EN MEDIO DE ESTE MUNDO SOBRECARGADO DE CONFUSIONES, SOBREEROTIZADO Y VIOLENTO, QUE NO PARECE SABER BIEN A DNDE VA, SALDR ROBUSTECIDA LA VIDA SACERDOTAL EN ESTA AURORA DEL SIGLO XXI.
lgico fuera igual en los dos sexos, cuando es as que los muchachos y las muchachas viven esta experiencia de manera totalmente diferente; como diferente es la experiencia si tiene carcter homosexual o tiene carcter heterosexual. Para los varones este tipo de vnculo heterosexual, por prematuro que legalmente sea, no suele convertirse en trauma. Las opiniones de mi amigo requieren matices, y deberan ser colocadas dentro del marco genrico del hedonismo ambiental y de la mala educacin sexual, pero abren un filn sutil, no siempre contemplado en este problema. Pongo punto final reafirmando que la Iglesia Catlica no puede renunciar pertenece a Su identidad a la ya mencionada confianza en la eficacia de la gratia Christi y, por ende, en las posibilidades de conversin. Pero sabemos tambin que, segn la buena Teologa, aunque la eficacia de la gracia no depende sustancialmente de los medios humanos, tampoco los ignora y en gran medida su eficacia est condicionada por la presencia o la ausencia de esos medios y de los componentes naturales de la existencia humana. Toda existencia cristiana y la existencia sacerdotal es una forma de la existencia cristiana es el resultado del dilogo libre y responsable entre la naturaleza y la sobrenaturaleza que Dios, Padre, Hijo y Espritu Santo, nos regala. Este dilogo inefable nos pide confianza en la eficacia de la gracia y cultivo de los medios que, de providencia ordinaria, la incrementan, pero tambin limpieza de vida, distanciamiento de todas las situaciones que lejos de ayudar el desarrollo normal de la existencia sacerdotal, introducen contradicciones con el cumplimiento de nuestros deberes y con la coherencia con los compromisos que con toda libertad y gozo asumimos el da de nuestra Ordenacin sacerdotal. Del equilibrio harmnico entre la presencia real de lo sobrenatural y de lo natural sano (an en medio de este mundo sobrecargado de confusiones, sobreerotizado y violento, que no parece saber bien a dnde va), as como del recurso a las ayudas mdicas y a las medidas disciplinares cuando sea necesario, saldr robustecida la vida sacerdotal en esta aurora del siglo XXI. Y con ella, la vida de la Iglesia en su integridad. Es mi conviccin y mi esperanza. La Habana, 28 de abril de 2002.

62

También podría gustarte