Yo Leo, Tú Lees...
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En este artculo se presentan dos escenas en las que se cruzan particulares experiencias de lectura y concepciones de esta. Del encuentro de estas escenas surgen preguntas que implican profundamente las representaciones circulantes acerca de la lectura. Si pensamos que toda produccin de sentido es en alguna medida lectura, no existiran sentidos que se construyen de forma social, colectiva? Sentidos que contemplan la experiencia individual pero que tambin la exceden para construir experiencia colectiva? Cules son los conceptos que nos habilitan a pensar esos procesos? Este artculo aborda estas preguntas desde la perspectiva de las ciencias sociales y apuesta a los conceptos de sujeto lector colectivo y comunidades lectoras como herramientas necesarias para comprender y repensar algunas problemticas vinculadas a la formacin de lectores. A lo largo de su desarrollo, se busca replantear los vnculos entre formas ms y menos prestigiosas de construccin de sentidos.
This article presents two scenes in which particular experiences of reading and its conceptions are connected. From the intermingling of these scenes, questions that deeply imply the representations of reading emerge. If we think that any building of meaning is in some extent reading, are there meanings socially or collectively built? Meanings that contemplate the individual experience but that also exceed it to build a collective experience? Which are the concepts that enable us to think about those processes? This article deals with these questions from the perspective of the social studies and supports the concepts of subject collective reader and reading communities as necessary tools to understand and rethink some problems related to the training of readers. Throughout its development, the aim is to redefine the relations between more and less prestigious ways of meaning construction.
I
Hace un tiempo, en una reunin de trabajo del programa Libros y Casas de la Argentina, desarrollado por la Secretara de Cultura de la Nacin, una bibliotecaria declar que la iniciativa le produca una gran satisfaccin, ya que estos son programas muy importantes para que la gente empiece a leer y deje un poco de chusmear.2 Las vecinas, agreg, pasan demasiado tiempo juntndose a hablar de cualquier cosa, y sera bueno que se dedicasen ms a la lectura. Creo que esta oposicin entre la lectura y los chismes algo grosera tal vez en la formulacin que relatamos tiene de trasfondo una serie de concepciones acerca de la lectura. Vale la pena detenerse en ellas a la hora de pensar las relaciones entre arte, escuela y comunidad. En este artculo me propongo comenzar explorando estas concepciones, para luego ponerlas en tensin con una escena de lectura y hacer, finalmente, una reflexin acerca de dos conceptos: el de espacios comunitarios de lectura y el de sujeto lector colectivo. Son tres las preguntas con las que podemos abrir el juego: Por qu es buena la lectura o, al menos, mejor que el chusmero? Por qu es malo el chusmero o, al menos, peor que la lectura? No podemos pensar otras relaciones posibles entre una y otra actividad, y considerar incluso que tengan puntos en comn? Sobre este punto me interesa plantear dos niveles de anlisis. El primero de ellos surge de la crtica del relativismo cultural. Parece evidente que la bibliotecaria est pensando la lectura en trminos de alta cultura: la lectura que educa, civiliza, hace progresar. Se trata de la oposicin entre la alta cultura y la cultura de masas: mejor leer Ulises de Joyce o En busca del tiempo perdido de Proust que acudir a las sagas de Harry Potter o El cdigo Da Vinci. Intentemos desarmar, en el plano terico, este esquema. En primer lugar, ms all de los criterios que podamos tener para evaluar, en trminos formales, la calidad de una obra, esta no est necesariamente relacionada con la profundidad de la lectura que una persona pueda realizar, con el impacto que pueda causar en ella. En segundo lugar, pensar que es preferible que todo el mundo lea una obra literaria y no otra Ulises en lugar de El cdigo Da Vinci es menospreciar notablemente al lector y a la experiencia de la lectura (ver Larrosa, 2003a). No quiero decir con esto que demos solo El cdigo Da Vinci a quien pide El cdigo Da Vinci y Ulises a quien pide Ulises.3 Creo que todos tenemos el derecho de tener a nuestro alcance la mayor diversidad posible de libros. Lo que quiero plantear es que considerar que la lectura es, en el camino de vida de una persona, superior al intercambio de chismes y noticias sobre el vecindario es una mirada notablemente etnocntrica, marcada por un prejuicio de clase. Es decir, es un juicio de valor realizado sobre la base de un sistema de valores que es propio de un contexto cultural y social atravesado por relaciones de poder. Un juicio que olvida que, desde otros puntos de vista, en otros contextos socioculturales, el valor puede ser distinto, incluso inverso.
Sin embargo, es en el segundo nivel de anlisis en el que quiero adentrarme ms profundamente. Pasemos entonces a l. La sentencia de 35
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la bibliotecaria, como lo manifiesta el primer nivel de anlisis, supone una oposicin radical entre la lectura y el chusmero, como si no pudieran tener, entre ellos, caractersticas en comn. Me parece que es en este lugar en el que se abren algunas lneas para indagar en el concepto de espacio comunitario de lectura. Por qu la lectura no puede tener caractersticas en comn con el chusmero? Creo que tiene que ver con que, al construir ese contraste, estamos pensando la lectura nicamente como una actividad individual, que hace al crecimiento personal de un sujeto, a su autonoma. No dejo de coincidir con esa perspectiva. Coincido con que la lectura es una prctica fundamental en la construccin de ciudadana (Petit, 2001) y que contribuye a la formacin de individuos ms autnomos y con capacidad de pensamiento crtico. No obstante, creo que es una mirada parcial. En el marco del mismo programa Libros y Casas se trabaj con Laura Devetach, quien present su obra La construccin del camino lector. Toda la labor del programa gir en torno de esta rica produccin terica y de las sugerentes intervenciones que la autora hizo en nuestro encuentro de cierre. En l, ella haba hecho varias referencias a situaciones de lectura lindantes con lo que podramos llamar chusmero, tales como la circulacin de esquelas con mensajes entre vecinos, de modo que retom aquellas cuestiones que me preocupaban desde la intervencin de la bibliotecaria. En efecto, si consideramos lectura toda construccin de sentido, ms all de la actividad del desciframiento (Montes, 2007), no podramos considerar tambin prcticas de lectura a muchas situaciones catalogadas como chusmero? Por ejemplo, una conversacin entre vecinos acerca de un hecho reciente Imaginemos algo tpico: un adulterio sospechado en el barrio. Por qu no llamar lectura a ese encuentro? Dnde estn los lmites? El dilogo avanz en torno al tema, y, finalmente, Laura respondi que haba que tener en cuenta que, en ltima instancia, el objetivo ltimo de estos programas es la formacin de lectores crticos y autnomos. Todos en el programa coincidimos en esto; sin embargo, estoy en desacuerdo con que sea el objetivo nico o ltimo de cualquier programa de promocin de la lectura. Voy a servirme de otra escena para explicar por qu.
II
Durante el ao 2005 coordin un centro de lectores, una propuesta de taller optativa y a contraturno, en una escuela del barrio de La Cava, Bccar, en el norte del conurbano bonaerense. All, jvenes de entre 13 y 17 aos venan para prepararse como lectores en voz alta; realizaban funciones en las que exponan cuentos, poemas, coplas, adivinanzas, entre otros textos. Despus de cada lectura, se abra un espacio de intercambio. Luego de trabajar todo el ao con espectculos para los chicos de la escuela, en diciembre decidimos hacer una funcin abierta, para padres, hermanos, amigos, conocidos. Elegimos, para ese evento, una obra llamada De amores y desamores, que recopilaba una serie de textos literarios elegidos especialmente sobre ese tema. El plato principal de esa funcin era un cuento de Frank Stockton, adaptado por Gustavo Roldn para la editorial Colihue, llamado La dama o el tigre. Resumo brevemente su argumento, ya que es importante para entender lo que viene. En un reino lejano y semibrbaro, un monarca, caprichoso e implacable, ha diseado un extrao sistema de justicia, dictado inapelablemente por el azar. Ante cada crimen lo suficientemente importante para interesar al rey, se preparan, en el anfiteatro, dos puertas exactamente iguales entre las que tiene que optar el acusado. De una saldr un tigre, que se lo comer vivo. De la otra, una dama, con la que tiene que, s o s, casarse. El conflicto comienza cuando la hija del rey, bella e igualmente caprichosa, se enamora de un sbdito. Por supuesto, es correspondida. Durante un tiempo logran mantener su romance en secreto, pero el rey termina por enterarse. Indignado y sorprendido, decide sentenciar al sbdito en el anfiteatro. Elige al tigre ms sanguinario, por un lado, y a la mujer ms hermosa del reino, por el otro. He aqu el conflicto de la princesa: que su amado sea devorado ante sus ojos por un tigre es tremendo. Pero que se case con otra, a quien ha visto, encima, intercambiando miradas con l? Las dos opciones son terribles, pero no son igualmente terribles. Cuenta Stockton que la princesa haba logrado enterarse qu esconda cada una de las
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puertas, y saba lo que su amado encontrara si iba hacia la derecha, y qu si iba hacia la izquierda. Cuenta tambin que el da del extrao juicio, sentada junto a su padre, seal a su amado, con un pequeo gesto, la puerta de la derecha. En el final vemos al hombre caminar decidido en esa direccin. Pero no sabemos ms. Stockton interpela al lector: cul habr sido la decisin de la princesa: sufrir de envidia y celos al verlo casarse con otra, o de horror y espanto despedazado entre las garras de un tigre? Ese ao haba en el centro de lectores un grupo por la maana y otro por la tarde. Por eso mismo, en diciembre repetimos la funcin. Sin embargo, cada uno de los grupos tena sus propios intrpretes de los textos, de modo que La dama o el tigre era ledo por Mara durante la maana y por Regina durante la tarde. Curiosamente, ellas se conocan de antes por un motivo bastante particular: Manuel, novio de Regina en ese momento, haba sido inmediatamente antes (y quin sabe si con alguna superposicin) el
novio de Mara. Eso lo sabamos, al menos, algunos de los presentes. En la primera funcin, Mara fue la encargada de leer el cuento. Ni Regina ni Manuel fueron parte del pblico. Sin embargo, durante el segundo turno, Mara se qued entre los espectadores y tambin lo hizo Manuel, unos asientos ms atrs. Regina interpret La dama o el tigre. Lo que viene ya es relativamente previsible: cuando Regina puso su voz a la pregunta de Stockton: Quin sali por la puerta elegida, la dama o el tigre? comenz el debate. Se elevaron diferentes voces, pero hubo dos que sobresalan por la firmeza con la que tomaban posiciones: Mara sosteniendo implacable que antes que verlo con otra, mejor verlo muerto, aunque se lo coma un tigre y Regina ms misericordiosa?, argumentando que si lo ama de verdad va a querer lo mejor para l. El debate dur unos cuantos minutos, en los que Manuel, atrs y al costado, se haca cada vez ms pequeo. Creo que esta escena ofrece mucha tela para cortar al pensar en las relaciones entre literatura
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y comunidad, como una parte de las que se tejen entre artes, escuela y comunidad. En primer lugar, debemos pensar en el poder de la metfora. El hecho de que las buenas historias nos ayudan a actualizar y resignificar conflictos personales, cuando las encontramos en un libro, no es algo demasiado novedoso. Es probable que, al ensayar el relato, Mara y Regina hayan revivido y repensado a solas este conflicto amoroso, y tambin otros. Incluso es posible que lo hayan conversado con alguien. Y creo que es harto probable que ese proceso haya contribuido a hacerlas crecer, a desarrollar su autonoma y capacidad crtica. Sin embargo, qu otras cosas suceden al llevar este proceso a un escenario comn, al compartir el debate no solo entre ellas (y Manuel), sino tambin con otra gente? La historia amorosa entre Manuel, Regina y Mara de La Cava deja de ser solo la historia de ellos tres para ser tambin la historia de una princesa, la mujer ms hermosa del reino y el sbdito codiciado, en un pas lejano y semibrbaro. Y aun ms, se entrama con otras historias que, narradas o apenas insinuadas en boca de otros espectadores, suman colores, aromas, lugares, dolores, tiempos. Qu sucede con las reflexiones sobre el amor, la institucin del noviazgo, los celos, la pareja, en cada uno de los presentes en ese momento? Pero, sobre todo, qu ocurre con ellos como totalidad, con ellos como grupo, como comunidad, como actor colectivo? Creo que vale hacerse tambin esta pregunta. Ms all de nuestras subjetividades personales, tambin formamos parte de grupos y lo que cimenta nuestra presencia en esos grupos es, entre otras cosas, el conocer las mismas historias, el compartir el significado de ciertos smbolos y sus contradicciones, el elegir algunos de esos smbolos como representantes especficos de un nosotros. As, si la subjetividad de cada uno est hecha, entre otras cosas, de un entramado de textos, de narrativas, de lo que nos contaron, lo que contamos, de lo que nunca llegamos ni llegaremos a contar, podemos pensarla como una intertextualidad (Larrosa, 2003b), o, segn el concepto de Laura Devetach, como una textoteca (Devetach, 2008). Y al mismo tiempo, si hay 38 muchos de estos textos que compartimos con
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otros, con un grupo, tambin ese grupo tiene una intertextualidad, una textoteca compartida, que hace a una conciencia colectiva, a una subjetividad colectiva.
III
Luego de este recorrido, propongo volver a las cuestiones con las que abr este trabajo y retomar la indagacin acerca de cules son los objetivos de los proyectos de promocin de la lectura. En ese sentido, me parece interesante formular una pregunta que hace a una figura importantsima en la construccin de estos proyectos: el lector. Quin es el lector en la escena que narr recin? Quin lee? Estamos acostumbrados a pensar al lector solamente como una persona, un individuo. Y es a partir de esa imagen que concebimos el objetivo de la promocin de la lectura en tanto el desarrollo de la autonoma, la imaginacin y la capacidad crtica de ese individuo. Es posible, en la escena anterior, pensar al lector de esa manera, en tanto individuo? S, si consideramos a los distintos participantes de la escena como distintos lectores. Sin embargo, creo que esta perspectiva es solo parcial. Uno de los grandes aportes de la mirada de las ciencias sociales es el de poder pensar lo social como una variable con una especificidad propia:4 la sociedad como una realidad diferente a la suma de todos los individuos. Esta es la perspectiva que construye y desarrolla la escuela sociolgica francesa, a principios del siglo XX, que considera que la sociedad es una realidad sui generis (Durkheim, 1982 [1913]: 14) y que, para comprender los procesos sociales, es necesario pensarla como una totalidad que acta, es decir, pensar en un sujeto colectivo. Si volvemos al campo de la lectura, no podemos pensar al lector como un sujeto colectivo, un sujeto lector colectivo? Qu pasa si recurrimos a l para responder la pregunta acerca de quin es el que lee? Sin dudas, es diferente interrogar la escena de La dama o el tigre pensando en una sumatoria de lectores individuales, que hacerlo pensando en un lector colectivo. No observaremos lo mismo ni comprenderemos del mismo modo.
Un grupo que lee, una comunidad que lee, excede en ese movimiento (entendiendo la lectura como tal) a una sumatoria de lecturas. Una comunidad lectora se construye en torno a las historias, los sentimientos, los deseos y las ideas de cada uno de sus integrantes, pero va ms all de ellos al reinterpretar su movimiento, sus historias, sus conflictos, sus contradicciones. Una comunidad lectora construye sentidos en capas que se superponen y entrelazan, y forma entramados cambiantes con las historias vividas, las contadas, las imaginadas, las deseadas; con las palabras odas, sentidas, pronunciadas; con los gestos, las miradas y los cuerpos en los que esas palabras despliegan su vida. Una comunidad se apropia de smbolos, los resignifica. Volvamos a la pregunta acerca de la relacin entre lectura y chusmero, con el ejemplo anterior: dos vecinas hablando de un adulterio sospechado en el barrio. Propongo que pensemos esta conversacin como un espacio de lectura, en tanto se trata de dar sentido, dar palabra a rumores, sospechas, deseos, temores, angustias. Qu pasa si, en esas conversaciones, los dilogos con otros textos estn habilitados? Si a esa labor de poner en comn ideas, expresiones, historias, si a ese construir puentes de sentido, si a ese aferrarse a smbolos comunes, apropiarlos, reinterpretarlos... Si comprendemos todo eso como un espacio en el que se cruzan tambin las historias que leemos en los libros, las que omos de narradores, los poemas que nos gustan, los refranes, los dichos, los decires que nos expresan. En definitiva, si pensamos esa conversacin como la puesta en juego de una textoteca colectiva, a la que echamos mano para dar sentido a lo que nos pasa y a la que transformamos permanentemente con nuestros cambios, invenciones, aprendizajes. La construccin de espacios comunitarios de lectura est relacionada con enriquecer y potenciar a ese lector colectivo, generar lugares en los que el juego con la textoteca comn, compartida, est habilitado, legitimado y abierto. Espacios a los que podemos acceder todos, cuando lo necesitemos, cuando lo deseemos. Desde este lugar es que propongo repensar la relacin entre la lectura y los chismes de barrio, o entre la lectura y otras actividades de produccin de sentido que suelen ser vistas
como banales, superficiales. Cuando trabajamos como mediadores de lectura apuntamos a la formacin de lectores autnomos y crticos, y tambin a la conformacin de la comunidad como lectora en su totalidad.
IV
Con este recorrido espero haber logrado exponer la idea de que podemos pensar en un sujeto lector colectivo que se complementa, conceptualmente, con el lector individual. No es que exista uno o el otro: estn ambos, siempre. Se trata de elaborar perspectivas diferentes para abordarlo. Al mismo tiempo, un proyecto puede tomar distintos rumbos si focaliza sobre uno u otro. Preocuparse por fortalecer una comunidad lectora por medio de un sujeto lector colectivo implica otros caminos, otras miradas, otras bsquedas. Me parece importante la diferencia conceptual cuando pensamos, por ejemplo, en la evaluacin de los proyectos, en la tan difcil y temida medicin de resultados. Colocar la mirada exclusivamente en los individuos, en su evolucin personal, puede impedir que veamos otros procesos que estn sucediendo. Procesos que son fundamentales a la hora de garantizar, en una comunidad, los derechos culturales. A lo largo del tiempo, los participantes de un proyecto pueden variar, entrar, salir, tomar liderazgos o plegarse a ellos. Si nos quedamos con la mirada colocada solo en los individuos veremos procesos aparentemente interrumpidos, rumbos distintos de aquellos que nosotros con nuestro deseo superpuesto con el del otro querramos. Pensar en la evolucin de un sujeto lector colectivo puede, en este sentido, ampliar el panorama. La construccin y el fortalecimiento de espacios comunitarios de lectura, asumiendo que siempre variarn quienes los transitan, son parmetros que deberamos considerar al evaluar la marcha de un proyecto. No estoy hablando de dejar de lado la formacin de lectores autnomos, ni siquiera en tanto objetivo central de la promocin de la lectura, sino de no perder de vista este otro aspecto del campo, que es complementario e indispensable. En ese sentido, pienso que tal vez una forma de construirlo, en la prctica, sea por
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medio de las divisiones e instituciones ya creadas dentro del Estado. La escuela es probablemente el lugar ideal para proponerse la formacin de lectores crticos y autnomos. Al decir de Graciela Montes (2007), es la gran ocasin. Pero, aun cuando tambin la escuela es tierra frtil para el despliegue de comunidades lectoras, creo que el rea denominada a nivel nacional, en casi todas las provincias y muchos municipios como Cultura, es el espacio en el que, por excelencia, debemos apuntar a la construccin, legitimacin y fortalecimiento de espacios comunitarios de lectura. Pienso en una poltica pblica de lectura en el mbito de las actividades de Cultura; una poltica que pueda tomar, como programa, como lnea de trabajo, estos objetivos. Hoy en da, en la Argentina, estamos lejos de esto. El ao pasado tuve la posibilidad de conocer estos mbitos desde el interior, en mayor profundidad, y a pesar de encontrar muchsimas iniciativas en el marco de la sociedad civil (en centros comunitarios, bibliotecas populares, comedores populares, entre otros), raras veces estaban articuladas por una poltica pblica. Y sospecho que, ms all de las falencias ms generalizadas del mbito estatal, que todos conocemos, esta desarticulacin se debe tambin a la dificultad de concebir la lectura como una prctica colectiva y no solo individual. Un ltimo ejemplo: cuando pensamos en los logros de las bibliotecas, los pensamos generalmente en trminos de lectores y libros: cunta gente retira libros, los lee, de qu calidad son estos, etc. Quiero contraponer a estas ideas y parmetros de evaluacin, una escena que me contaron en el Centro Integrador Comunitario (CIC) del Ministerio de Desarrollo Social de la Nacin en Ranchillos, Tucumn.5 En los ltimos tiempos, varias chicas muy jvenes, embarazadas, se haban acercado al CIC para hacerse atender en el centro de salud. Llegaban, sin embargo, como si fuesen a hacer cualquier trmite. Esos embarazos resultaban, para esas chicas, ms una carga que un proceso vivido con alegra, con amor, o con alguna intensidad emocional. Ante esta situacin, las facilitadoras que trabajan en el CIC decidieron desarrollar una propuesta para intentar dar una vuelta de tuerca a la situacin: se propusieron armar un taller para confeccionar ajuares para
los bebs por venir. Y, con el grupo en marcha, decidieron que cada nacimiento ira acompaado de una pequea fiesta. Marta, la coordinadora del CIC, me contaba que no solo las chicas estaban contentas con el taller, sino que haba cambiado algo en sus posturas: en vez de llevar a los nios como bolsas colgando, los abrazaban, los acunaban, los sostenan con firmeza. No es este acto, de un enorme poder simblico, una prctica de lectura con todas las letras? Sin embargo, no era vista as por sus protagonistas. Y menos aun, por supuesto, por actores de bibliotecas o de secretaras o direcciones de Cultura. Qu pasara si pudiramos articular otros libros, otros textos, en estos espacios? Incluir poemas sobre la maternidad, artculos periodsticos sobre el embarazo adolescente o, simplemente, bellos textos que acompaen esos encuentros, que amplen las miradas, los panoramas, y den, a los futuros recuerdos de esas madres, un horizonte. Esos horizontes se entrelazan en los vaivenes de la vida y de los textos, de las ideas y los temores, de las razones y los deseos. Los horizontes colectivos hacen a la vida de una comunidad porque, aun cuando toman una forma distinta en cada uno de sus integrantes, pueden ser reconocidos por todos como los propios, los que hablan de un nosotros. Ese nosotros que tambin lee, se transforma, se mueve, y cuanto ms espacio tenga, cuanto ms variedad de lugares ofrezca, ms lugar dar tambin a cada uno. Para chusmear, para leer, o para dar espacio y voz a tantas palabras que se atraviesan en uno y otro.
Notas
1. Este trabajo fue originalmente presentado en el simposio Literatura y otras artes, entre la escuela y la comunidad, en el marco de las jornadas 30 aos de lectura y escritura en Amrica Latina, La Plata, 2009. 2. En la Argentina, expresin coloquial que se refiere al acto de circular con murmuraciones acerca de la vida privada de otras personas. En este artculo hemos preferido conservar esa expresin tan local, ya que cada pas latinoamericano tiene una formulacin diferente y no habra razones para escoger una u otra. Adems, utilizamos el sustantivo chusmero.
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3. La cuestin es por dems compleja, y compete a lo que es analizado en antropologa como los lmites del relativismo cultural. Ver, para profundizar en la cuestin de lo especfico a la literatura, Saer (2006). Agradezco a Silvia Castrilln esta ltima referencia. 4. Para una historia del concepto de sujeto en la antropologa, ver Ortner (2005). 5. Los CIC (Centros Integradores Comunitarios) son espacios construidos por el Ministerio de Desarrollo Social de la Argentina, donde funcionan distintas reas relacionadas con las diversas necesidades de una comunidad, como centros de salud y bibliotecas, entre otros. Cada CIC tiene un funcionamiento distinto, en funcin de su contexto local. Para ms informacin ver http://www.desarrollosocial.gov.ar/notas/CIC.asp.
Montes, G. (2007). La gran ocasin. Buenos Aires: Ministerio de Educacin, Ciencia y Tecnologa. Ortner, S. (2005). Geertz, subjetividad y conciencia posmoderna. Etnografas contemporneas, 1 (1/4). Petit, M. (2001). Del espacio ntimo al espacio pblico. En Lecturas: del espacio ntimo al espacio pblico. Mxico: Fondo de Cultura Econmica. Saer, J. J. (2006). Posmodernos y afines. En Trabajos. Buenos Aires: Seix Barral. Stockton, F. (1994). La dama o el tigre. En La dama o el tigre. Buenos Aires: Colihue.
Referencias bibliogrficas
Devetach, L. (2008). La construccin del camino lector. Crdoba: Comunicarte. Durkheim, E. (1982 [1913]). Las formas elementales de la vida religiosa. Madrid: Akal. Larrosa, J. (2003a). Lenguaje, experiencia y formacin. En La experiencia de la lectura. Mxico: Fondo de Cultura Econmica. (2003b). Narrativa, identidad y desidentificacin: Notas sobre la vida humana como novela. En La experiencia de la lectura. Mxico: Fondo de Cultura Econmica.
Este artculo fue recibido en la Redaccin de LECTURA Y VIDA en julio de 2009 y aceptado para su publicacin ese mismo mes.
Profesor en Ciencias Antropolgicas por la Universidad de Buenos Aires. Docente en Educacin por el Arte. Tallerista y capacitador en el campo de la formacin de lectores y la gestin cultural.
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