PAH - Vidas Hipotecadas
PAH - Vidas Hipotecadas
PAH - Vidas Hipotecadas
67>=B31/2/A
Ada Colau y Adri Alemany, por el texto de la obra
Gerard Pisarello y Jos Coy, por los prlogos
Traducido del cataln por Mariano Veloy
La traduccin de esta obra ha contado con una ayuda del Institut Ramon Llull.
Angle Editorial
Cuadriltero de Libros
Muntaner 200, tico 8 / 08036 Barcelona
T. 93 363 08 23 / F. 93 363 08 24
www.cuadrilaterodelibros.com
[email protected]
Primera edicin: junio de 2012
ISBN: 978-84-940037-3-8
DL: B-18.015-2012
Impreso en Romany Valls, S.A.
Esta obra est sujeta a la licencia Reconocimiento-No Comercial-Sin Obra Derivada
3.0 de Creative Commons. Se permite la reproduccin, distribucin y comunicacin
pblica siempre que se cite a los autores y no se haga un uso comercial. No se permite
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$E LA BURBUJA IMMOBILIARIA
AL DERECHO A LA VIVIENDA
D72/A
67>=B31/2/A
Dedicado a nuestro hijo Luca, que con solo once
meses de vida ha seguido el ritmo frentico de las
asambleas, las manifestaciones, los desahucios y las
largas horas de acalorados debates sin perder nunca
la sonrisa. Dedicado a todos los padres y madres,
abuelos y abuelas que intentan educar a sus hijos y
nietos en los valores de la justicia social. Dedicado
a Ernest Marco, Luca Martn, Luca Delgado y
Guillem Domingo, quienes, desde 2009, cuando la
PAH no era ms que una pequea idea, nunca han
dejado de creer en ella ni de trabajar para que se
convirtiera en una realidad. Dedicado a todas las
PAH y a todas las personas que aportan su tiempo
desinteresadamente y lo mejor de ellas mismas en
defensa del derecho a la vivienda.
ndice
Denunciar el poder, por Gerard Pisarello 11
S se puede!, por Jos Coy 15
Introduccin 21
1. CMO HEMOS LLEGADO HASTA AQU:
EL ADN DE LA BURBUJA INMOBILIARIA
El derecho a la vivienda. Un derecho vulnerado
sistemticamente 27
De la sociedad de proletarios a la sociedad de propietarios 33
La nueva arquitectura global y sus efectos locales 39
La particularidad del caso espaol: la formacin
de la burbuja inmobiliaria 41
Mitos y falacias: la construccin del imaginario popular 41
El rol de la Administracin: Comprad, comprad, malditos! 51
La agenda oculta de la Administracin: el porqu de las cosas 60
Bancos y cajas: una triple responsabilidad 65
Deconstruyendo la cultura de la propiedad 73
El rescate de Bankia y la reforma financiera 79
2. LA PAH: UNA RESPUESTA SOCIAL Y COLECTIVA
A LA CRISIS
De V de Vivienda a la Plataforma de Afectados
por la Hipoteca 87
Las personas afectadas: del Prozac al apoderamiento 93
La expansin del movimiento. La PAH se extiende
como la plvora 103
Objetivos, propuestas y campaas 107
La batalla por la dacin en pago 107
La lucha contra los desahucios 123
Mociones en los ayuntamientos 136
La ILP de la vergenza 142
La respuesta de la Administracin 149
Pequeas grandes victorias 159
Hacia un cambio de modelo: de la burbuja inmobiliaria
al derecho a una vivienda 165
3. ASPECTOS LEGALES. CONSEJOS Y RECURSOS
La hipoteca y el procedimiento de ejecucin en el
Estado espaol: anomala o perversin? 179
Y en Europa, cmo lo hacen? 184
Sentencias con sentido y sensibilidad 188
Las fases del proceso 193
Fase 1: Dejar de pagar. Consejos 195
Fase 2: Inmersos en el proceso. Consejos 208
Fase 3: Una vez subastado el piso. Consejos 216
Los datos sobre ejecuciones hipotecarias y desahucios 227
Los datos oficiales 227
Otros datos de inters 234
11
Denunciar el poder
Bertolt Brecht dej escrito que quien pretenda combatir la men-
tira y la ignorancia debe superar, al menos, cinco dificultades.
Debe tener, primero, el valor de escribir la verdad, aunque en to-
das partes intenten sofocarla. Debe poseer, adems, la inteligencia
para descubrirla en medio del ruido y de la manipulacin. Debe
dominar, asimismo, el arte de hacerla manejable como arma.
Debe presentar, en cuarto lugar, la capacidad de dirigirse a aque-
llos que la utilizarn de manera ms eficaz. Y debe, por fin, des-
plegar la astucia necesaria para difundirla entre ellos. A juzgar
por estas palabras, es muy probable que, de haber tenido en sus
manos este libro, Brecht hubiera sonredo complacido.
Y es que Vidas hipotecadas es, ante todo, un libro valiente. Uno
de esos libros que irrumpen sin pedir permiso, en el momento
justo en el que los mismos poderes que han generado la crisis se
disponen a pactar su propia impunidad y a culpabilizar a los ms
vulnerables. Denunciar al poder, descubrirlo in fraganti borrando
sus huellas e intentando diluir su responsabilidad, no es tarea f-
cil. Mucho menos cuando se hace con nombres y apellidos, como
ocurre en estas pginas. De todas las explicaciones de la crisis
que circulan en los medios, hay una recurrente: la que todo lo
atribuye a los designios de los mercados, concebidos como una
suerte de entidad misteriosa capaz de operar al margen de la vo-
luntad de las personas de carne y hueso. Contra esta suerte de
pensamiento mgico se sublevan estas lneas. Cuando los autores
1i
ADA COLAU I ADRI ALEMANY
de este libro hablan del poder, del concentrado bloque de poder
financiero, inmobiliario y constructor que est detrs de la crisis
espaola, no lo hacen con el nimo de quien trata un fenmeno
inescrutable, que ocurre porque s, porque las cosas no pueden
ser de otro modo. Lo hacen, por el contrario, sealando una tra-
ma mafiosa que se ha construido a golpe de decisiones y de ac-
tuaciones normativas muy concretas. Y que ha contado con el
respaldo explcito de administraciones de diferente color poltico,
de tribunales y de los propios partidos polticos.
La existencia de esta trama no es un fenmeno reciente.
Como bien muestra el libro, hunde sus races en el franquismo,
pero ha operado con comodidad tras la instauracin de la mo-
narqua parlamentaria. Si los autores se ocupan de ella no es por
simple vocacin inquisitiva. Es, sobre todo, por la violencia que
su voracidad especulativa ha infligido a miles de familias. Esta
identificacin con las vctimas, con todas aquellas personas que
adems de perder sus casas y sus empleos han visto hipotecadas
sus vidas por la codicia de unos pocos, es otro de los signos de
valenta de estas pginas. Porque hay que ser valiente, en los
tiempos que corren, para ponerse del lado de los ms vulnerables.
Para defender sus intereses sin engaarlos ni eximirlos de res-
ponsabilidad. Pero distinguiendo siempre su situacin de la de
aquellos que desde el privilegio y el abuso trafican con las necesi-
dades ajenas.
Claro que, como el propio Brecht recuerda, la predisposicin
para decir la verdad puede resultar estril si se carece de la inteli-
gencia para descubrirla. Y este es un libro inteligente. Mucho
ms, desde luego, que los interminables documentos oficiales e
informes acadmicos que ni previeron la debacle actual, ni son
capaces de ofrecer salidas justas y sostenibles a la misma. A lo
largo de las pginas que siguen, los lectores encontrarn indigna-
cin. Pero una indignacin razonada, apoyada en datos empricos
slidos y en una comprensin profunda de la economa poltica y
de las vas jurdicas que han propiciado la crisis. En la defensa de
1
DENUNCIAR EL PODER
su punto de vista, los autores no estn solos. Y para probarlo,
convocan en su apoyo a algunas de las voces que mejor han in-
terpretado lo que est ocurriendo: gente como el gegrafo David
Harvey, la periodista Naomi Klein y, entre nosotros, los econo-
mistas Jos Manuel Naredo y Albert Recio. Estas afinidades
consiguen que Vidas hipotecadas se adhiera a un gnero singular:
el del ensayo reivindicativo, dirigido a inflamar, que no por ello
renuncia al sentido de complejidad de las cosas ni a la necesidad
de explicar con rigor por qu la realidad es como es.
Que esto sea as no debera sorprender. Despus de todo, Ada
Colau y Adri Alemany son dos de los activistas ms lcidos que
el movimiento por el derecho a una vivienda digna ha dado en
Barcelona en los ltimos aos. Y lo son, entre otras razones, por-
que desde su implicacin en V de Vivienda, primero, y como ca-
ras visibles de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca
(PAH), ms tarde, han exhibido un gran talento para comunicar
la verdad en diferentes registros y para hacerla manejable como
arma, como peda Brecht. Este libro no constituye una excep-
cin. Es un trabajo de activistas, pero no del activista que prefiere
anteponer su vanidad o su propia jerga a la comunicacin de los
argumentos que utiliza. Lo que aqu se dice, se dice de forma di-
recta y comprensible, con una pretensin deliberada: desbordar el
crculo de los ya convencidos e incidir en el sentido comn me-
dio que suele regir en estos temas.
Seguramente, este afn pedaggico tambin obedece a otra de
las exigencias brechtianas: la de saber evaluar en qu manos re-
sultar ms eficaz la verdad que se procura comunicar. Tambin
en este punto, el trabajo se revela como una apuesta ambiciosa.
Por un lado, es una radiografa incisiva de la burbuja urbanstica
e inmobiliaria que sintoniza, tanto en el diagnstico como en la
terapia, con las propuestas de grupos como Democracia Real Ya,
Juventud Sin Futuro o el propio 15-M. Por otro, aspira a ser, de
manera ms especfica, una herramienta operativa al servicio de
los afectados por la crisis hipotecaria. Los captulos con consejos
1
ADA COLAU I ADRI ALEMANY
y recursos para las personas y familias amenazadas por desalojos
deben leerse en esta clave. Como un recurso prctico, de asesora
sindical, orientado a impulsar la solidaridad entre los afectados, a
liberarlos del miedo y la parlisis, y a reforzar su capacidad de
autoorganizacin.
Esta combinacin entre denuncia y profundidad analtica, en-
tre llamamiento a la movilizacin y preocupacin por los proble-
mas inmediatos, es una de las mayores virtudes del libro. Sera
equivocado, no obstante, atribuirla a una simple intuicin terica.
Si este libro es posible, lo es porque quienes lo escriben no son
simples observadores externos de un fenmeno social extendido.
Por el contrario, lo que los autores explican aqu refleja lo que
ellos, y muchas otras personas como ellos, llevan aos haciendo
en centros sociales, en colectivos de defensa de migrantes, en
asociaciones de vecinos, en las calles y en los barrios. Esta expe-
riencia personal no los exime de errar ni los vuelve infalibles.
Pero ayuda a explicar por qu su mensaje ha logrado romper el
cerco que el poder meditico suele imponer a las ideas crticas,
llegando a miles de personas y ganndose el respeto y la confian-
za de los propios afectados.
Ya en la Antigedad clsica, la abolicin de la esclavitud por
deudas fue una de las banderas irrenunciables del movimiento
democrtico que desvel a la oligarqua y a los grandes acreedo-
res. Siglos ms tarde, este ensayo viene a actualizar el viejo y no-
ble reclamo, vinculndolo a la erradicacin de los grandes privi-
legios financieros, urbansticos e inmobiliarios y a la garanta del
derecho a una vivienda digna para todas y todos. Porque con vi-
das hipotecadas no hay libertad, ni democracia, merecedora de
ese nombre. Y porque, como recuerdan da a da las mujeres y
hombres de la PAH, s se puede!.
Gvv~vu Pis~vviio
Profesor de Derecho Constitucional de la UAB
1,
S se puede!
Barcelona, la ciudad que vio nacer el movimiento de afectados por
la hipoteca, hace ahora tres aos, es desde donde Ada y Adri me
piden que les escriba un texto a modo de prlogo para este libro.
Es abril de 2012. Ms de un centenar de activistas procedentes
de diferentes puntos del territorio nos hemos dado cita en la ca-
pital barcelonesa para coordinar la campaa de recogida de fir-
mas para la ILP (Iniciativa Legislativa Popular). Un hilo de opti-
mismo recorre la asamblea. Sentimos cmo la PAH va tomando
cada vez ms fuerza. De la nada, estamos construyendo un movi-
miento que todava no ha tocado techo y que se ha convertido en
un foco de resistencia contra la violencia de los bancos, la injusti-
cia y la crisis del sistema. No obstante se trata de un optimismo
comedido. Somos conscientes del contexto econmico y poltico
en el que nos movemos. Entre otros asuntos, nos preocupa la de-
riva que parece haber tomado el Gobierno, dispuesto a modificar
el Cdigo Penal con el objetivo de sancionar la resistencia pacfi-
ca que venimos practicando con el fin de paralizar los desahucios
o que empleamos en las acciones de presin, como las ocupacio-
nes de entidades bancarias, con el objetivo de conseguir daciones
en pago y alquileres sociales para las familias.
Sin embargo, la sensacin de que el movimiento crece, se con-
solida y se ampla con los nuevos nodos que siguen apareciendo en
ciudades y municipios donde este an no estaba presente inunda
la asamblea. Incluso llegamos a bromear con la posibilidad de ir a
1o
ADA COLAU I ADRI ALEMANY
prisin a causa de la reforma que pretende aprobar el ministro de
Interior. De la crcel, seguro que es ms difcil que te desahucien.
Por momentos, el optimismo se convierte en euforia. En el
momento en que escribo estas lneas existen ms de 60 platafor-
mas desparramadas por toda la geografa espaola. Pero ms all
de las cifras, lo que ms fuerza nos da es recibir el cario, la sim-
pata y la complicidad de la gente. Lo comprobamos diariamente
y en cada una de nuestras acciones.
Los ms veteranos, aquellos que nos conocemos desde hace
algo ms de dos aos, no podemos evitar sentirnos orgullosos al
volver la vista atrs y analizar el camino recorrido. Nuestra tra-
yectoria ha ido de menos a ms, teniendo en cuenta que en un
principio fue una autntica travesa en el desierto. La razn: la
dificultad que tenemos las personas afectadas para hablar pbli-
camente sobre una realidad que vivimos como un fracaso perso-
nal, en una sociedad que mide a las personas por sus xitos. Y es
que el principal problema al que nos enfrentamos las vctimas de
la crisis, cuando tocamos fondo y nos damos cuenta de que es
imposible hacernos cargo de las deudas contradas, es superar la
vergenza, el estigma y el miedo asociado al proceso, y atrevernos
a contar la situacin que atravesamos, incluso en el entorno ms
cercano.
Por eso uno de los logros ms importantes de la Plataforma ha
sido hacer visible un problema que se vive de manera individual,
un problema que rara vez consegua traspasar la esfera de lo nti-
mo y privado, y convertirlo en un problema social.
La PAH nos ha conferido autoestima, seguridad y una identi-
dad colectiva que nos permite hacer frente a los bancos y medir-
nos con ellos de igual a igual. La Plataforma tambin ha sido
fundamental a la hora de hilvanar un relato que explica la crisis
atendiendo a las razones estructurales del modelo actual. Un re-
lato que ha contribuido a que muchos afectados dejen de sentirse
culpables de la situacin que atraviesan, gracias a que ha logrado
transformar el sentimiento de impotencia y aislamiento inicial
1,
,S SE PUEDE!
en fortalecimiento y organizacin colectiva. Ni somos responsa-
bles de esta crisis, ni de haber perdido nuestro empleo.
Valga como ejemplo mi propia historia personal. Tard tiempo
en llegar a la conclusin de que no era culpable de haberme que-
dado en el paro y en encontrar ese sentimiento de indignacin y
rebelda. Llevaba una vida normal y corriente con un trabajo de
comercial autnomo bien remunerado en el sector textil. La glo-
balizacin destroz una actividad con gran pujanza en diversos
lugares del arco del Mediterrneo y el cierre de financiacin por
parte de los bancos supuso la ltima estocada. Llevo ms de tres
aos sin poder afrontar la cuota hipotecaria y pude detener la su-
basta de mi casa tras cuatro das de huelga de hambre.
La PAH me dio los instrumentos y la fuerza para seguir ade-
lante. No puedo evitar recordar mi primera conversacin telef-
nica con Ada, en la que me contaba el funcionamiento de aquel
experimento que bajo el nombre de Plataforma de Afectados
por la Hipoteca se haba puesto en marcha en Catalua con tan
buenos resultados. Rpidamente entendimos los conceptos con
los que trabajaban estos compaeros. Meses antes habamos in-
tentado impulsar algo similar que no acab de cuajar. As, decidi-
mos retomar la iniciativa incorporando las tcnicas, los criterios,
los mtodos de trabajo y las pautas utilizadas en Barcelona para
abordar la problemtica.
Al recordarlo, vuelvo a mirar atrs y me emociono. No ha sido
fcil, nada fcil. Incluso pronunciar dacin en pago sin que la
lengua se trabara fue todo un reto. A da de hoy, es difcil encon-
trar a alguien que no sepa lo que significa, y se ha convertido en
una reivindicacin de permanente actualidad en la agenda polti-
ca y social. Tambin recuerdo el silencio meditico inicial, cuan-
do nadie nos haca caso.
Pero este es un prlogo escrito en caliente que habla de una
realidad y un conflicto cuyo final an no est escrito. En el mo-
mento en que trazo estas lneas nos encontramos en un contexto
de creciente conflictividad social en las calles e inmersos en la
18
ADA COLAU I ADRI ALEMANY
campaa de recogida de firmas. Una campaa que de nuevo nos
permite constatar el calor de la gente y la solidaridad de la ciuda-
dana con nuestras demandas. Porque tal y como reza a menudo
Joaqun el Cura, sacerdote murciano y activista de la PAH, la
banca no tiene corazn, la ciudadana s.
La recesin en la que estamos inmersos y la poltica de recor-
tes aplicada por los gobiernos para salir de ella, que ahondan en
la herida y ralentizan la recuperacin econmica, nos conducen a
una situacin de deterioro social sin precedentes. La receta de
austeridad que nos impone la dictadura de los mercados hace de
la Plataforma una herramienta de lucha til y poderosa. Y para
los cientos de miles de familias que estamos condenadas de por
vida a la exclusin social y a la precariedad, se convierte en un
motivo de esperanza.
Pero nos vienen tiempos difciles. La destruccin de empleo
no cesa y con ello aumenta el nmero de familias que se ven
obligadas a elegir entre comer y pagar la hipoteca. Ante este es-
cenario, y a pesar del incansable trabajo realizado hasta la fecha,
debemos redoblar los esfuerzos para llegar a las ciudades y pue-
blos donde todava no estamos. Y, a la vez, continuar manejando
la pluralidad que atesora el movimiento en cuanto a proceden-
cias, identidades, creencias y culturas como hemos venido ha-
ciendo hasta ahora. Una transversalidad que nos enriquece y nos
potencia. Sin lugar a dudas, uno de los factores que explican el
arraigo del movimiento y un elemento que nos ha permitido cre-
cer sorteando las dificultades que nos hemos ido encontrado en
el camino.
A pesar de ser relativamente joven, la PAH ya se ha ganado un
lugar en la historia de los movimientos sociales en el sur de Eu-
ropa. Formamos un puente de conexin con otros movimientos,
como el vecinal, el sindical y el 15-M, entre otros. De hecho, so-
mos parte del origen del movimiento de los indignados, que ha
amplificado nuestra lucha, ha servido de altavoz de nuestras pro-
puestas y nos ha aportado gran cantidad de activistas.
1
,S SE PUEDE!
Hemos pasado del silencio meditico inicial a convertirnos en
una fuente de noticias y objeto de incontables anlisis, artculos y
estudios.
Mientras termino este prlogo, leo en los peridicos que el
Gobierno inyectar miles de millones de euros para sanear las
cuentas de Bankia. Un sistema que rescata a las entidades finan-
ciera que han provocado la crisis y que deja en la estacada a mi-
llones de ciudadanos, tiene sus das contados.
Se cumple un ao desde la eclosin del 15-M y las plazas y ca-
lles de los barrios, pueblos y ciudades vuelven a llenarse. Tengo la
certeza de que vamos a vivir acontecimientos histricos (ya los es-
tamos viviendo) y que seremos testigos de potentes luchas socia-
les y cambios de conciencia. Tambin tengo la certeza de que la
PAH va ser una pieza clave en ese motor de cambio. Estoy con-
vencido que no solo presenciaremos una poca de cambios, sino
algo ms profundo. Estamos a las puertas de un cambio de poca.
S se puede!
Josv Cov
Impulsor de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca
de Murcia y damnificado por la crisis hipotecaria
i1
Introduccin
Aunque la inmensa mayora de las personas que firmaron una
hipoteca durante la burbuja inmobiliaria no lo saban, en el Esta-
do espaol no basta con entregar la propiedad de la vivienda para
saldar la deuda hipotecaria. Desde que empez la crisis, en 2007,
ms de 350.000 ejecuciones hipotecarias han dejado a centenares
de miles de familias en la calle y con una deuda de por vida.
Pero detrs de las cifras hay personas, vivencias, proyectos que
se hacen aicos, sueos que se convierten en la peor de las pesa-
dillas. Vidas hipotecadas, voces y testimonios que ponen rostro a
los nmeros y a las fras estadsticas. Estadsticas que nos hablan
de ejecuciones hipotecarias y desahucios, pero que no nos dicen
nada del miedo a perderlo todo y a quedar sin nada que siente
cada una de las familias que pasan por esta amarga experiencia.
No nos dicen nada de angustias como la de Jaime, separado, con
cuatro hijos y un nieto a su cargo, sobre quien pesa una orden de
desahucio inminente de CatalunyaCaixa. No nos dicen nada de
la incertidumbre que siente Matas, que tuvo que hipotecarse
para sacar adelante un pequeo negocio que quebr con la crisis.
Ahora perder el piso donde haba vivido toda la vida y Caja
Madrid le seguir reclamando 200.000 euros. Tampoco nos di-
cen nada del sentimiento de rabia e impotencia que sinti Llus
cuando se dirigi a los servicios sociales para pedir ayuda y lo
amenazaron con quitarle la custodia de su hijo si lo acababan
desahuciando y no poda ofrecerle un hogar. Las estadsticas
ii
ADA COLAU I ADRI ALEMANY
tampoco dicen nada de la ansiedad que sufra Blanca cada vez
que el director de una de las sucursales de Caixa Peneds la ame-
nazaba dicindole que se lo quitara todo, que la dejara sin nada,
que nunca podra volver a trabajar, ni a tener nmina, y ni siquie-
ra podra jubilarse. Su voz todava se rompe al recordarlo: Al
principio yo no hablaba, no poda, solo lloraba. Llegu a ir al
banco a sacar la nmina a las doce de la noche y a las cinco de la
madrugada. Pensaba que me lo quitaran todo de un da para
otro! No poda dormir pensando que me sacaran de casa de re-
pente, sin avisar. Datos que tampoco nos hablan del acoso del
que era objeto Josep cuando el banco intentaba localizarlo y lo
llamaba a todas horas, a su casa, a su trabajo, incluso a familiares,
para presionarlo y exigir que pagara. Tampoco nos hablan de Isa-
bel, con la casa subastada, pendiente de que le notifiquen la fecha
de desahucio y preocupada por su madre, que figuraba como ava-
ladora en su contrato hipotecario y que a la edad de 75 aos pue-
de perder su vivienda. Los datos tampoco nos hablan del senti-
miento de culpa que arrastra Santiago, que cay en el
alcoholismo cuando una ejecucin hipotecaria se llev por delan-
te su casa, ni de la preocupacin de la hermana que lo aval, pen-
diente ahora de que en cualquier momento le embarguen la n-
mina para cobrarse la deuda que an mantiene Santiago.
Jaime, Matas, Llus, Blanca, Josep, Isabel y Santiago son solo
algunos de los rostros que se esconden detrs de las 212 ejecu-
ciones hipotecarias y los 159 desahucios que se producen cada
da en todo el Estado.
Cmo hemos llegado hasta aqu? Cul es la dimensin de la
problemtica? Se podra haber evitado? Hasta qu punto son
responsables las personas afectadas de la situacin en la que se
encuentran? Cules son las consecuencias que comporta el pro-
ceso de ejecucin hipotecaria? Hay responsables polticos? Qu
papel han jugado las entidades financieras? Estas son algunas de
las preguntas que nos formulamos y a las que respondemos en la
primera parte de este libro, que tiene por trasfondo una tesis que
i
INTRODUCCIN
ya os podemos avanzar: los habitantes de este pas hemos sido
vctimas de una gran estafa.
Pero todas estas personas, adems de tener en comn el hecho
de haber sufrido un proceso judicial que les niega una segunda
oportunidad, comparten otra caracterstica. Lejos de resignarse y
acatar las consecuencias de una legislacin hipotecaria que los
condena de por vida, todas ellas decidieron luchar por la supervi-
vencia, pero tambin para mantener su dignidad. As, la transfor-
macin de una problemtica individual en una lucha colectiva y
el proceso de organizacin de las personas afectadas y solidarias
para conquistar el derecho a una vivienda son el eje vertebrador
de la segunda parte de este libro, que se basa en nuestra expe-
riencia en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca.
Finalmente, en la tercera parte hacemos un repaso de los prin-
cipales aspectos legales y recogemos algunos consejos y pautas
para actuar ante un proceso de ejecucin hipotecaria en sus dife-
rentes fases. Esperamos que esta parte resulte til no solo para
personas directamente afectadas, sino tambin para plataformas
locales y otros colectivos que quieran dar apoyo a las vctimas de
la estafa inmobiliaria.
Los casos concretos de personas afectadas a los que se hace re-
ferencia en distintos momentos del libro son todos reales, sin
embargo, aparte del nombre, hemos evitado incluir datos perso-
nales, porque los consideramos innecesarios. Por otro lado, una
vez explicada la importancia de las vidas que hay en juego cuan-
do hablamos de la crisis hipotecaria, tampoco hemos querido
abusar de las historias personales. Esto es lo que habitualmente
buscan los medios de comunicacin, lo que llaman historia hu-
mana, y casi nunca dan espacio a la investigacin de las causas
estructurales, ni a la lucha colectiva que a lo largo de los ltimos
tres aos ha hecho posible que se empiecen a escuchar muchas
de las denuncias individuales. Con este libro queremos hacer
nuestra humilde contribucin a reequilibrar este tratamiento
parcial y con frecuencia sensacionalista de la realidad.
i
ADA COLAU I ADRI ALEMANY
Hay una larga lista de personas que con su esfuerzo y su entre-
ga han hecho posible la historia que, en parte, este libro recoge.
No concretaremos los nombres, porque seguro que nos dejara-
mos a ms de una persona imprescindible. Pero no podramos
dar por finalizada esta introduccin sin mostrar un inmenso
agradecimiento a todas las personas afectadas y solidarias que en
lugar de rendirse han dado el paso de organizarse colectivamente
para hacer frente a Goliat. A todas ellas; a quienes las asesoran y
las acompaan a la hora de reclamar sus derechos ante entidades
financieras y administraciones; a quienes se levantan a las seis de
la maana para detener un desahucio; a quienes abrazan a un
compaero o una compaera que ha tenido un mal da; a quienes
sacan tiempo de debajo de las piedras para ayudar a los otros;
a todos vosotros, queremos aprovechar esta ocasin para deciros
que es un honor y un placer compartir sueos, acciones y deseos.
A pesar de lo que nos quieren hacer creer, estamos demostrando
que, si nos unimos, las cosas pueden ser distintas.
1
Cmo hemos llegado hasta aqu:
el ADN de la burbuja inmobiliaria
i,
El derecho a la vivienda.
Un derecho vulnerado sistemticamente
El artculo 47 de la Constitucin espaola establece que todos
los ciudadanos del Estado espaol tenemos derecho a una vi-
vienda digna y adecuada. Y todava ms: que los poderes pblicos
promovern las condiciones necesarias y establecern las normas
pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utiliza-
cin del suelo de acuerdo con el inters general para impedir la
especulacin, y que la comunidad participar en las plusvalas
que genere la accin urbanstica de los entes pblicos.
En 2006, el relator especial de la Organizacin de Naciones
Unidas (ONU) sobre el Derecho a una Vivienda Adecuada, Mi-
loon Kothari, vino en misin oficial a Espaa para evaluar la situa-
cin de la vivienda en nuestro pas. De la mano del Observatorio
de Derechos Humanos DESC, tuvo la oportunidad de reunirse
con integrantes de colectivos y movimientos sociales en Barcelona,
Madrid y Sevilla; asimismo, se entrevist con instituciones pbli-
cas y distintos cargos pblicos, entre los cuales se hallaba el Minis-
terio de Vivienda. Este Ministerio haba nacido dos aos atrs con
el mandato de velar por el derecho a la vivienda de la poblacin.
Meses despus de la visita, la Relatora emiti un informe devasta-
dor que llegaba a la conclusin de que el derecho a la vivienda en
el Estado espaol haba sido vulnerado sistemticamente, y que las
administraciones pblicas haban sido cmplices de esta conculca-
cin. El informe, que tuvo gran repercusin en los medios, denun-
ciaba el proceso de mercantilizacin al que se haba sometido la
i8
ADA COLAU I ADRI ALEMANY
vivienda (y, por extensin, las ciudades). Al mismo tiempo, instaba
a la Administracin a implementar una serie de medidas para en-
derezar la situacin antes de que fuera demasiado tarde.
L~ vivs:~ ix:oniii~vi~
En una apuesta por un crecimiento fcil, rpido y a corto plazo,
Espaa se entreg durante aos a la fiesta inmobiliaria. Se cons-
truyeron ms viviendas que en Alemania, Italia y Francia juntas.
Pero esta sobreproduccin no se tradujo nunca en una mayor ac-
cesibilidad. Al contrario. Desmintiendo el dogma neoliberal, los
precios no dejaron de aumentar, lo que convirti a Espaa en
uno de los pases de la Unin Europea donde el acceso a la vi-
vienda resultaba ms caro.
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0
0
4
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0
0
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0
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0
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0
8
(
*
)
-
- - - - - - - - - - - -
350,0
300,0
250,0
200,0
150,0
100,0
50,0
0,0
Precios viviendas
Salarios
IPC
Precio de las vivienda, salarios y precios de consumo. Medias anuales.
100 = 1997. Serie 1997-2007.
1
0
0
=
1
9
9
7
(*) Previsin. Fuente: Instituto Nacional de Estadstica (INE) y Ministerio de Vivienda.
i
CMO HEMOS LLEGADO HASTA AQU: EL ADN DE LA BURBUJA INMOBILIARIA
Entre otros, existen dos elementos clave que explican esta pa-
radoja: por un lado, los bajos tipos de inters y la liberalizacin
del crdito permitieron que bancos y cajas prestaran todo el di-
nero que quisieron y a quienes quisieron, y lo hicieron a plazos
cada vez ms largos; por otro, la posibilidad de mantener millo-
nes de viviendas vacas esperando a que se especulara con ellas
sin ninguna clase de penalizacin. Fruto de este modelo, el Esta-
do propici la confusin entre el derecho a una vivienda y el he-
cho de garantizar el acceso al crdito; esto impuls la propiedad
privada ms all de los lmites razonables y a costa del sobreen-
deudamiento de una buena parte de la poblacin.
Durante aos, la poblacin escuch un nico mensaje repeti-
do por inmobiliarias, promotores, constructores, entidades fi-
nancieras y medios de comunicacin: la vivienda nunca baja de
precio, la vivienda es una inversin segura. Mensajes que se fue-
ron institucionalizando en boca de las administraciones pbli-
cas. Las ministras de Vivienda repetan ao tras ao que haba
llegado el momento de comprar, mientras el Ministerio de Eco-
noma se encargaba de cultivar las condiciones materiales y
acompaar estos mensajes con polticas que animaban a la po-
blacin a endeudarse: una poltica fiscal que desgravaba nica-
mente la compra, una poltica de suelo que incentivaba la espe-
culacin, una liberalizacin del alquiler que lo desautorizaba
como alternativa real y un parque de viviendas sociales insignifi-
cante. A pesar del mandato constitucional, Espaa nunca hizo
una poltica encaminada a garantizar el derecho a la vivienda;
ms bien, se limit a poner en marcha una economa poltica
que convirti la mercantilizacin de la vivienda en una suculen-
ta fuente de ingresos para determinados sectores privados y para
la propia Administracin.
Ei uv~:~ vx civv~s
Pero las cosas siempre pueden ir a peor. Si durante la burbuja in-
mobiliaria Espaa era uno de los pases europeos con mayores
o
ADA COLAU I ADRI ALEMANY
dificultades para acceder a la vivienda a causa de sus elevados
precios, con el estallido de la burbuja y la irrupcin de la crisis, al
problema del acceso hay que sumarle la prdida de la vivienda
por parte de miles de personas que hasta aquel momento, y se-
gn las estadsticas, tenan resuelta esta cuestin. En un pas
donde el principal gasto de los hogares es la vivienda, y en el cual
se ha impulsado durante aos la propiedad privada como forma
casi exclusiva de tenencia, cuando disminuyen los ingresos, el
primer gasto que no se puede afrontar es la hipoteca. Con una
tasa de paro superior al 22 %, con ms de 5 millones de personas
en edad de trabajar sin trabajo remunerado y con 1,4 millones de
hogares con todos sus miembros en paro, resulta fcil intuir la
magnitud de la tragedia hipotecaria.
Segn datos del poder judicial, entre 2007 y el tercer trimestre
de 2011 se iniciaron 349.438 ejecuciones hipotecarias en Espaa.
Segn datos de 2011, cada da se inician 212 procesos; es decir,
6.360 al mes.
Aunque no todos los procesos afectan a la vivienda habitual, as
sucede en la mayora de los casos. Y hay que tener en cuenta que
cada proceso de ejecucin hipotecaria no afecta a un solo in-
dividuo, sino a toda la unidad familiar. Adems, en un solo pro-
ceso de ejecucin hipotecaria suele estar implicada ms de una
vivienda, ya que las entidades financieras (conscientes de los
riesgos que asuman en la concesin de hipotecas de alto riesgo)
exigieron avales, y con frecuencia estos avales no fueron otros
que la vivienda de algn familiar cercano, en especial los padres.
A pesar de que la mayor parte de las personas que firmaban es-
tas hipotecas no eran conscientes de ello, los avaladores deben
responder de manera solidaria con todos sus bienes presentes y
futuros, exactamente igual que lo hacen los titulares de la hipo-
teca. Por ello, un solo proceso de ejecucin hipotecaria puede
suponer que dos o incluso tres unidades familiares pierdan la vi-
vienda. As las cosas, estamos hablando de un problema que, en-
tre afectados directos e indirectos, concierne a dos millones de
1
CMO HEMOS LLEGADO HASTA AQU: EL ADN DE LA BURBUJA INMOBILIARIA
personas; una cifra que se podra duplicar en los prximos aos,
ya que ningn pronstico augura el final de la actual recesin.
Con este volumen de afectacin no es de extraar que en febre-
ro de 2009 surgiera la Plataforma de Afectados por la Hipoteca
(PAH). La primera aportacin valiosa de esta Plataforma fue,
adems de visibilizar la cantidad de ejecuciones que se estaban
produciendo, poner sobre la mesa una anomala jurdica en el pro-
cedimiento espaol que tiene consecuencias devastadoras. En Es-
paa la entrega de la vivienda no es suficiente para saldar la deuda,
ya que el prstamo recae sobre la persona y no sobre el bien hipo-
tecado, que solo es una garanta y, en caso de impago, no se consi-
dera suficiente para extinguir el prstamo. Cuando se produce una
situacin de impago, la vivienda va a subasta; si la subasta queda
desierta, que es lo que ocurre el 90 % de los casos en el contexto
actual de crisis, las entidades financieras pueden adjudicarse la vi-
vienda por el 60 % del valor de tasacin (hasta hace poco, era el
50 %). La diferencia de la deuda que no quede cubierta por este
60 %, ms los intereses de demora y las costas judiciales del proce-
so (ambos muy elevados), quedarn como una deuda viva para la
persona expropietaria. Una deuda que adems genera nuevos inte-
reses, y esto, en la prctica, imposibilita llegar a saldarla.
El resultado de esta legislacin anacrnica es prcticamente
una versin contempornea de la esclavitud: los que en una oca-
sin cometieron el error de firmar una hipoteca quedarn conde-
nados financieramente de por vida. No solo se trata de que el
banco podr ejercer siempre que quiera su derecho y seguir eje-
cutando la deuda restante adjudicndose los bienes de la persona
afectada o embargando una parte de sus ingresos; adems, la per-
sona embargada constar como morosa en ficheros de acceso p-
blico, como los ficheros de incumplimiento de obligaciones dine-
rarias (Asnef o Badexcug) y el Registro de Aceptaciones
Impagadas (RAI). As, al desahucio se le suma una condena fi-
nanciera que se transforma en una condena a la exclusin social:
la persona podr ser embargada de por vida (nminas, cuentas
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ADA COLAU I ADRI ALEMANY
bancarias, herencias, etctera) y tendr serias dificultades para
llevar una vida digna, ya que aparecer en el listado de morosos
puede convertirse en un impedimento a la hora de encontrar tra-
bajo, alquilar una vivienda, contratar una lnea telefnica o, inclu-
so, percibir ayudas pblicas. Por haber querido acceder a una vi-
vienda, a un bien de primera necesidad reconocido como
derecho fundamental, puede convertirse uno en un proscrito sin
posibilidad de recuperarse. Por supuesto, esta grave vulneracin
del derecho a la vivienda implica la vulneracin de otros dere-
chos fundamentales interdependientes, como es el derecho a la
salud. La ansiedad ante el inminente desahucio y la muerte fi-
nanciera de las familias causa trastornos psicolgicos graves, que
en ocasiones se traducen, entre otros, en episodios de violencia,
alcoholismo, desatencin de los hijos, tensiones familiares, incre-
mento de la violencia de gnero e intentos de suicidio cada vez
ms frecuentes.