Los Caciques

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Los caciques, de Carlos Arniches

Farsa cmica de costumbres de poltica rural en tres actos. Estrenada en el Teatro de la


Comedia, de Madrid en la noche del 13 de febrero de 1920

PERSONAJES (por orden de aparicin):


EDUARDA
DON ACISCLO
DOA CESREA
MORRONES
DON SABINO
PERNILES
GARIBALDI
CRISTINA
CARLANCA
CAZORLA
DON RGULO
PEPE OJEDA
ALFREDO
ANASTASIA
MELITONA
EUSTAQUIO
DOA TRSILA
DON ALICIO
MARA TERESA
ABILIO MONREAL
Chicos, chicas, seoritas, socios del Casino, etc.

ACTO PRIMERO

Sala de despacho en la planta baja de un casern de pueblo, habitado por gente de buen
acomodo. A la derecha, en segundo trmino, puerta de entrada en comunicacin con el zagun;
en primero, puerta de otra habitacin. Al fondo, una ventana con reja y una puertecilla que dan al
huerto, inundado de sol, y del que se ven arriates llenos de flores. A la izquierda, puerta de una
hoja, que comunica con habitaciones interiores. Ante esta puerta, una mesa de despacho
antigua y un silln de vaqueta. El resto del mobiliario, adecuado: antiguo, cmodo y fuerte. Un
reloj de caja en lugar visible.

ESCENA PRIMERA (EDUARDA y DON ACISCLO)


(Al levantarse el teln aparece la escena sola. A poco se ve por la ventana del huerto a
EDUARDA, que viene acongojada, huyendo. La sigue, jadeante y ansioso de amor, DON
ACISCLO; ella le rechaza de un empujn y entra indignada en escena por la puertecilla del foro)
EDUARDA. No, no!... Por Dios, quieto!... (Huye de l, que entra siguindola.) Djeme usted
o demando auxilio! (Toda la escena en voz baja y emocionada.)
DON ACISCLO.Es que me tiene usted loco!
EDUARDA.Respete usted que soy casada.
DON ACISCLO.Y a m qu me importa!
EDUARDA.Qu cnico!... Pero y mi marido? Y su mujer?...
DON ACISCLO.He dicho que no me importa. (Intenta ir hacia ella.) Esos ojos me tiene
trastornado y...!
EDUARDA.(Con cmica energa.) Atrs!
DON ACISCLO.Pero, Eduarda, si es que...
EDUARDA.(Heroicamente.) Si da usted un solo paso, me secciono la cartida con el
raspador!
DON ACISCLO.(Asustado.) Eduarda!
EDUARDA.Atrs!... O me ve usted tinta en sangre! (En uno de sus ademanes, mete los
dedos en el tintero.)
DON ACISCLO.Tinta?
EDUARDA.Tinta! (En un ademn trgico, vuelca el tintero.)
DON ACISCLO. Por Dios, el tintero!
EDUARDA.Nada me importa! Mi honor ante todo!
DON ACISCLO.Pero si yo...

EDUARDA.Es usted un miserable!... Estar yo tranquilamente en la huerta cogiendo


manzanas subida a la escalera, y de pronto sentir...! Oh, qu vergenza! (Llora.)
DON ACISCLO.Es que cre que se caa usted.
EDUARDA.Y me iba usted a sujetar con dos dedos? (Accin de dar un pellizco.)
DON ACISCLO.Cuando una persona se cae...
EDUARDA.Cuando una persona se cae, se la sostiene; pero no se la retuerce... Y de dnde
se me ha retorcido a m! Que... Ah, si lo supiera mi Rgulo! Oh Rgulo, Rgulo!
DON ACISCLO.Y usted, Eduarda, por qu no quiere ser una miaja complaciente y...?
EDUARDA.(Con altivez.) Basta de indignidades!... Djeme usted salir.
DON ACISCLO.(Con pasin.) Salga usted; pero no ser sin que antes... (Intenta sujetarla para
darle un beso.)
EDUARDA.(Rechazndole.) No, nunca!... Socorro! (Le muerde la mano.)
DON ACISCLO.(Retorcindose de dolor.) Rediez, qu bocado en el dedo! Si me ha comido
la yema!
EDUARDA.Canalla, seductor! Satrico! (Vase puerta izquierda.)
DON ACISCLO.(Intenta sujetarla, antes que se marche.) Eduarda... Eduarda... (Luchan
brevemente. Ella le rechaza y le coge con la puerta la americana, dejndole sujeto. Aterrado.)
Atiza! La americana con la puerta!... Cogido por el vuelo! (Suplicante.) Por Dios, Eduarda, abra
ust; que estoy cogido! Eduarda!... El vuelo!... Eduarda!...

ESCENA II (DON ACISCLO y DOA CESREA)


(Aparece DOA CESREA, por la primera derecha.)
DOA CESREA.Hola, hombre!
DON ACISCLO.Mi mujer! "Tableteau!"
DOA CESREA.De dnde sales?
DON ACISCLO.Pues de ah, de la...; que vena de...
DOA CESREA.No ibas con doa Eduarda por el huerto?
DON ACISCLO.S, con ella iba; que quera unas manzanas.
DOA CESREA.Y qu la dio, que sent un grito?
DON ACISCLO.Como darla, nada la dio nada; pero arrim la escalera, se subi al rbol y de
poco se cae.
DOA CESREA.Pues ya no tiene edad para andarse por las ramas.

DON ACISCLO.Toma! Eso la he dicho yo; pero...


DOA CESREA.(Cambiando el tono irnico por otro ms acre y resuelto.) Ni t tampoco la
tienes de andarla a los alcances.
DON ACISCLO.Cesrea!... (Se sopla el dedo dolorido.)
DOA CESREA.Que te creers que no lo estoy notando todo!... As que una es tonta! Te
figurars que me chupo el dedo como t!
DON ACISCLO.Mujer, yo!...
DOA CESREA.Y ten cuidado, no te corte yo los vuelos!
DON ACISCLO.(Aparte.) Ojal!
DOA CESREA.Que no me dejas una en paz!... Que me tienes ms reconsuma!... Ah,
agarrado como una rata!... Te parece bonito? (Le zarandea.)
DON ACISCLO.(Avergonzado.) Cesrea!...
DOA CESREA.(Amenazadora.) Qu deba yo hacer ahora?
DON ACISCLO.Pues traerme otra americana u abrir por detrs!
DOA CESREA.Maldita sea!... Y que te coste, que el da que me harte se lo digo a don
Rgulo, que ya le tienes conocido; que se, por cuestin de celos, le pega un tiro a su familia.
DON ACISCLO.Mujer, despus de todo, por una broma...
DOA CESREA.Por una broma!... Acisclo, parece mentira que t, t!, el dueo, el amo, el
rey del pueblo, una persona de tu mando y de tu valer, un hombre al que todo el mundo le tiene
miedo, que haces que se le mude el color a los ms templados...; un hombre que causa un
respeto que eriza, ahora, por esa ta cursi..., ah prendido como un murcilago!... Si alguien se
enterara!... Si yo no tuviera prudencia!... (Levanta el pestillo, abre la puerta y deja en libertad a
DON ACISCLO.)
DON ACISCLO.Mujer, los hombres somos hombres, Cesrea, y con esto ya est dicho que
somos muy poca cosa... Salomn era Salomn, y en cuestin de faldas, o de lo que se llevase
en aquel entonces, pues... ya te acordars que sum dos mil y pico... Y Napolen, con ser lo que
era..., pues... tambin se sumaba lo suyo.. Conque uno, que es una miaja menos..., pues algn
sumandillo...
DOA CESREA.Sumandillo, y llevas veintids en lo que va de mes, y estamos a cinco!...

ESCENA III (DICHOS y MORRONES.)


MORRONES.(Desde fuera.) Ave Mara Pursima.
DOA CESREA.Quin se extraa?
MORRONES.Se puede pasar?
DON ACISCLO.El alguacil! Pasa, Morrones.

MORRONES.(Entra con gran respeto.) Buenos das nos d Dios; con permiso de ustedes!
DOA CESREA.Regulares que sean.
DON ACISCLO.Qu te trae por ac tan de maana?
MORRONES.Pues nada, que tengo un disgusto, con permiso de usted, que no s cmo no le
da a uno atiricia.
DON ACISCLO.Pues qu pasa?
MORRONES.Pues pasa que don Sabino, el mdico; el Perniles y el Garibaldi, pues me han
hecho venir a molestarle a usted, con permiso de usted, porque quieren hablarle de no s qu
cosas anmalas y urgentes; que me lo he tenido que apuntar. (Mira un papel.)
DON ACISCLO.Quejas tenemos?
MORRONES.Qu s yo!... Cuatro garambainas... Que si los sueldos, que si el riego, que si la
contribucin... Nada, lo de siempre: protestas.
DOA CESREA.Madre, qu tropa!... Pero si sos protestan de todo.
MORRONES.Toma, como que el ao pasado les cay la Lotera y elevaron una protesta por
haberles cado en la de tres pesetas.
DON ACISCLO.Bueno, pues les dices que aguarden, si quieren, que yo voy a tomar el
chocolate. Eso si no encuentras alguna razn de las tuyas para que se vayan.
MORRONES.Yo, si usted lo manda, razones siempre tengo. Les abro la puerta y les abro la
ventana y ellos escogen: o se marchan o los marcho. (Accin de echarlos.)
DON ACISCLO.Djales, que todava no es el caso. Pero como me hurguen mucho, les va a
doler, por stas! Que esos tres me andan buscando las cosquillas...
DOA CESREA.Y viene con ellos Garibaldi, el republicanote ese?...
MORRONES.El mismo. Ahora dice que se ha sindicado con un garrote que tiene as de gordo.
DOA CESREA.Mala tronada en ellos! Valiente gentuza! (Vanse DON ACISCLO y DOA
CESREA primera derecha.)

ESCENA IV (MORRONES, DON SABINO, PERNILES y GARIBALDI)


MORRONES.(Desde la puerta.) Que les da a ustedes su premiso...; pero para pasar aqu hay
que limpiarse los pies.
DON SABINO.(Entra. Se descubre.) Buenos das.
PERNILES.(Pasa sin quitarse el sombrero.) Libertad, fraternidad...
MORRONES.Qutate el sombrero.
GARIBALDI. Igualdad.

MORRONES.Igual da; pero qutatelo. (Se lo quita y lo tira sobra una silla.)
DON SABINO.Has tenido la bondad de decirle al seor alcalde...?
MORRONES.Le he dicho lo que le tena que decir, y dice que si quieren ustedes esperarle,
que le esperen; que ahora saldr...
DON SABINO.Entonces... (Mira como buscando una silla.)
MORRONES.Que ahora saldr con su seora a dar un paseo y que volver a la una; pero que
ustedes hagan lo que sea de su conveniencia, que l no se va a privar de sus cosas por nadie.
DON SABINO.Pues esperaremos; no os parece?
PERNILES.Qu remedio! Yo no me voy sin que me oiga. (Van a coger sillas para sentarse.)
GARIBALDI.Ni yo... Le quiero presentar al noy del fresno. (Por el garrote.)
MORRONES.(Muy extraado.) Pero es que se van ustedes a sentar?
DON SABINO.Hombre, si es posible...
MORRONES.(Como resignndose.) Bueno; pero cojan ustedes taburetes, que las sillas son
para los amigos polticos.
PERNILES.Est bien. (Se sientan en taburetes.)
MORRONES.(A GARIBALDI.) Y t, tira ese cigarro; que aqu no se puede fumar.
GARIBALDI.Y por qu fumas t?
MORRONES.No se puede fumar viniendo de visita. (A PERNILES, que se vuelve a mirar el
reloj.) Y t qu miras?
PERNILES.Hombre, iba a mirar la hora...
MORRONES.La hora!... En seguida si fuera yo el alcalde iba a tener un reloj destapado para
que se aprovechasen de los del partido contrario... Maana lo forro.
GARIBALDI.Lo que debas t de hacer, aunque seas aguacil y ests amparado por ciertos
mandones, es mirarte una miaja ms en la atencin de las personas que necesitan del municipio
y no avasallar a todo Cristo por menos de nada.
MORRONES.T lo que vas a hacer es callarte la boca ahora mismo.
GARIBALDI.Y principalmente por don Sabino lo he dicho, que es una persona mdica y
respetable, llena de canas; que uno al remate no es letrado ni muchsimo menos, y anda con
Dios, y que le falten a uno, que tan hecho est uno a trancas como a barrancas.
MORRONES.T eres un parlero que hablas ms de la cuenta, y si no te callas, te agarro de
los cabezones y sales... (Le amenaza.)
GARIBALDI.(Enfurecido.) Prueba y te doy con el noy!...
MORRONES.A m?... (Se dispone a acometerle.) Por vida e...!

ESCENA V (DICHOS y DON ACISCLO.)


DON ACISCLO.(Por la primera derecha. Autoritario y desptico.) Qu es eso?
MORRONES.Seor alcalde... Era que...
DON ACISCLO.Silencio! Anda para un rincn, que es lo tuyo.
MORRONES.No dejarme... Maldita sea! (Va a sentarse junto a la puerta, refunfuando.)
DON ACISCLO.(Se va a su mesa y se sienta.) Sentarse.
MORRONES.Y encima les dice que se asienten. Se cae ustedes de bueno! As le tratan.
DON ACISCLO.A callar. Sentarse he dicho.
LOS TRES.Con permiso. (Se sientan con cmica rapidez.)
DON ACISCLO.Pues ustedes dirn... (Se levantan los tres como para hablar.) Sentarse he
dicho! (Vuelven a sentarse con mayor rapidez que antes.) S que me quieren ustedes hablar.
Accedo; pero uno a uno y cuidadito con lo que se dice. Comenzaremos por usted, don Sabino.
DON SABINO.(Ponindose en pie.) Como usted mande.
DON ACISCLO.Conque ust dir qu intestino se le ha deteriorado.
DON SABINO.Pues... nada, seor alcalde, que un servidor de usted...
DON ACISCLO.Por muchos aos.
DON SABINO.Por muchos aos, s, seor... Me veo, bien a mi pesar, en la precisin de
molestarle respetuosamente, acuciado por las dolorosas necesidades de la vida. Porque, claro,
aunque uno es un humilde mdico rural, pues tiene uno que comer de vez en cuando; tiene uno
que vestir, llammoslo as; tiene uno que...
DON ACISCLO.Exigencias no faltan, no.
DON SABINO.Las igualas son cortas; las visitas, escasas..., y como el digno Ayuntamiento de
su acertadsima presidencia tiene la bondad de adeudarme...
DON ACISCLO.(Agriando mucho ms el gesto y dando un golpe en la mesa con una regla;
carraspea.) Ejem!...
DON SABINO.(Sobrecogido, trata de dulcificar el concepto.) ...nada, siete efmeras y cortas
anualidades, que importan la insignificante suma de catorce mil quinientas pesetas; pues yo,
agotados todos mis recursos para la vida, me permito elevar a usted una humilde splica...
DON ACISCLO.(Dando otro reglazo sobre la mesa.) Dicha sea!... Y tiene ust la frescura de
venir aqu con esas quejas?
DON SABINO.Cmo la frescura, seor alcalde?
DON ACISCLO.La frescura! No quito una letra.

MORRONES.(Enardecido.) No quite usted una.


DON SABINO.Yo crea que elevar una humilde queja...
DON ACISCLO.Una humilde queja!... Pero cuidado que hace falta descaro, don Sabino.
DON SABINO.Seor alcalde!
DON ACISCLO.Vamos a ver: Qu le deban a usted en el ltimo pueblo?
DON SABINO.Once anualidades.
DON ACISCLO.Y en el anterior?
DON SABINO.Nueve.
DON ACISCLO.Y viene usted a estrellarse conmigo, que no le debo ms que siete!
DON SABINO.Seor alcalde...
DON ACISCLO.Le ha pagado a usted alguno?
DON SABINO.No, seor.
DON ACISCLO.No le han pagado los otros y quiere que le pague yo!... Prtese usted bien,
debiendo menos que los dems, para que encima se lo agradezcan con estas exigencias.
DON SABINO.Peor me lo agradecen a m, que no me pagan y encima me maltratan, don
Acisclo!
DON ACISCLO.Usted se lo ha buscado.
DON SABINO.Yo?
DON ACISCLO.S, seor, ea! Que si no lo digo, reviento. Usted se lo ha buscado por ser
enemigo poltico mo.
DON SABINO.Yo enemigo de usted?
DON ACISCLO.Y encubierto y solapado, que son los malos.
DON SABINO.Don Acisclo!
DON ACISCLO.Y le voy a usted a probar su malquerencia, que la tengo conoca en todos los
detalles. Aqu, en este pueblo de mi mando, no hay ms que dos partidos polticos, dos!...,
porque no quiero confusiones; el miista, que es el mo, y el otrista, que son todos los dems;
bueno, pues en los dos ltimos aos se han muerto cinco personas en el pueblo...; pues todos
de mi partido. Y eso no se lo aguanto yo ni a usted ni a nadie. Conque, o se mueren cinco
personas del partido contrario en el trmino de dos meses o no cobra usted un real.
DON SABINO.Seor alcalde, es que los otristas no son ms que tres.
DON ACISCLO.Pues que se mueran dos veces cada uno.
DON SABINO.Y, adems, se cuidan mucho.

DON ACISCLO.Pues se pone usted de acuerdo con el boticario. Para todo hay recursos. Y
como remate, usted cree que estoy yo aqu para aguantar menosprecios de nadie?...
DON SABINO.Menosprecios?
DON ACISCLO.S, seor, menosprecios!... Va usted a visitar a la mujer del sargento de la
Guardia Civil y a la del registrador, y a ellas sellos, jarabes, pldoras, emplastos, sanguijuelas... i
Viene usted a ver a mi mujer, y magnesio efervescente nada ms!
DON SABINO.Es que eran distintas las dolencias.
DON ACISCLO.Pamplinas. A mi mujer hay que darla dobles recetas que a todo el mundo,
tenga lo que tenga; que para eso es mi mujer.
DON SABINO.Pero si usted permitiera que yo le explicase...
DON ACISCLO.Ni una palabra. De forma que me presenta usted una instancia en papel
sellado de tres reales y se la da usted a se (Por MORRONES.), que ya sabe lo que tiene que
hacer con ella.
MORRONES.S, seor.
DON SABINO.Pero...
DON ACISCLO.Otro.
DON SABINO.Seor alcalde, perdone usted que le diga que esto es conculcar la ley.
DON ACISCLO.Est usted errado.
DON SABINO.Yo errado?...
DON ACISCLO.Errado completamente. A ver, el veterinario.
PERNILES.(Se levanta.) Servidor.
DON ACISCLO.(Aparte.) Lo de la magnesia lo tena yo clavado en el alma... (Alto.) Expn,
Perniles.
PERNILES.Pues yo, seor alcalde, vengo como concejal de oposicin...
DON ACISCLO.Ya s que eres otrista; no me lo recalques.
PERNILES.A decirle a usted que me se haga justicia; porque lo que estn haciendo conmigo
los sabuesos de usted es una gorrinada.
DON ACISCLO.Oye, t... A ver las palabritas que usas, que no estamos en sesin!
PERNILES.Es que hay que hablar claro.
DON ACISCLO.En el Ayuntamiento, las porqueras que quieras; aqu, con urbanidad.
PERNILES.Es que ya no hay cristiano que aguante esto; que no me dejan vivir; que el to
Marcos, amparado en ust, ha cogido el agua del Acequin de las Jarillas para su molino y nos
quita de regar a los que tenemos derecho para ello.

DON ACISCLO.Pero es que l es primo mo, mira t ste!


PERNILES.Ms primos somos nosotros, que pagamos y no regamos.
DON ACISCLO.Y qu quieres decir con eso?
PERNILES.Pues con eso quiero decir que antes todos cogamos buenas calabazas, que es la
principal cosecha del pueblo; pero hogao, como no consienten de regar ms que a sus amigos
de usted, pues resulta que las mejores calabazas son las del partido miista.
DON ACISCLO.Cada partido tiene las calabazas que se merece. Si vosotros hubieseis votado
lo que yo os deca, no las habra como las vuestras; pero ya que me hicisteis de perder la
eleccin, calabacines y gracias.
PERNILES.Es decir, que voy a mirar yo con sosiego que me se pierdan todas las cosechas?
DON ACISCLO.T vers lo que te conviene, Perniles, porque aqu no hay ms que dos
caminos: o te haces miista o vas a regar cuando estornudes.
PERNILES.De modo que la conciencia poltica...?
DON ACISCLO.Riega con ella.
PERNILES.Bueno, y ltimamente, si no me dejan regar, que no me manden el recibo del agua,
eso es!
DON ACISCLO.Alto all! Eso es otra cosa. El recibo te lo mandan, porque en la cuenta de
regantes resulta un lquido en contra tuya.
PERNILES.Pero qu lquido va a resultar si no me dan agua!
DON ACISCLO.No es lquido de humedad, es de aritmtica, y tienes que enjugarlo.
PERNILES.Pues si no me dan agua, el otro lquido que lo enjuague el secretario. (Se sienta.)
DON ACISCLO.Eso lo veremos, que t eres muy altanero, y o pagas o te se embarga, que ya
me tienes conocido. Otro. A ver, t, Garibaldi, vienes tambin sobre alguna protesta?
GARIBALDI.Servidor vengo sobre el cuado de usted, que me ha tirado dos coces el macho,
porque lo tiene enseado a cocear a los republicanos de una manera, que en cuanto se habla de
Lerroux, no hay quien pare a su lao.
DON ACISCLO.Yo, en las opiniones polticas del macho, no me puedo meter.
GARIBALDI.Bueno, est bien; eso ya me lo arreglar yo, porque estoy educando a mi burra de
una forma, que de que oiga mentar a La Cierva, de una coz le va a quitar la cabeza a un santo.
Pero de camino vengo a hacerle a usted una denuncia.
DON ACISCLO.Contra quin?
GARIBALDI.Contra su consabido cuado, Anastasio Mangola, alias Jaro.
DON ACISCLO.T dirs.

GARIBALDI.Pues nada; paso por lo del macho, paso por que sea cartero, paso por que sea
cojo siendo cartero y paso por que siendo cojo y cartero no sepa leer ni escribir; pero por lo que
no puedo pasar de ninguna de las maneras es por la forma que tiene de repartir la
correspondencia.
DON ACISCLO.Qu forma tiene, vamos a ver?
GARIBALDI.Pues nada, que coge las cartas y las deja encima de una mesa a la puerta de su
casa. Usted va y mira; que hay una carta y que es para usted, pues deja usted cinco cntimos y
se la lleva; que no es para usted, pues deja usted diez y la coge si quiere. Y cuando se presenta
el interesado a reclamar pues le dice: "Haber venido antes!"
DON ACISCLO.Y qu pero tienes que ponerle a eso?... Yo no os entiendo! Estis
clamando da y noche por la libertad y en cuanto un funcionario pblico os deja en libertad...
GARIBALDI.Es que queremos libertad con orden y con justicia, que es lo que no hay en este
pueblo.
DON ACISCLO.(Airado y dando golpes en la mesa.) Qu ests diciendo?
GARIBALDI.El Evangelio; que hay que decir las cosas como sean.
PERNILES.(Animado por el ejemplo de GARIBALDI.) S, seor; que esto es peor que la
Inquisicin, para que usted lo sepa.
GARIBALDI.Porque aqu, para que le dejen respirar a uno y no le quemen la cosecha o le
maten el ganado, tiene que votar lo que usted quiera y ser esclavo de usted.
PERNILES.O ser la seora de usted.
GARIBALDI.O de su otra seora...
DON ACISCLO.(Indignado.) Garibaldi!
PERNILES.O de sus amigos, o de las criadas de sus amigos, o de los amigos de sus criadas.
GARIBALDI.Para pagar las contribuciones, nosotros; para cobrar, los compinches...; pues no,
seor. Esto no puede ser!
PERNILES.Y no ser. Que antes que vivir en este atropello, es mejor echarse por los caminos
a pedir una caridad a Dios.
DON ACISCLO.Que estis faltando a la ley!
DON SABINO.(Airado.) Pero qu entiende usted por ley?
DON ACISCLO.Una cosa que me permite poner multas; conque cincuenta duros cada uno.
Morrones, avisa a la Guardia Civil.
DON SABINO.Que avise a quien le d la gana; pero hay que acabar con esta ignominia; hay
que vivir como seres civilizados, como hombres siquiera; porque cuando se vive hundido en la
infamia de una tirana bestial e ignorante, es preferible la muerte..., cien veces la muerte!... Y hay
que luchar...
LOS DOS.S, seor.

DON SABINO.Hay que luchar; pero no por unas mseras pesetas perdidas, no; hay que luchar
porque el oprobio y la esclavitud en que vivimos es vergenza para la civilizacin y ludibrio y
escndalo para la patria. Muera el caciquismo!... Muera cien veces!...
LOS DOS. Muera!... (Vanse gritando: "Muera!".)
DON ACISCLO.Canallas! Granujas!... A la calle!... Me han atropellado! Me han
desacatado!... Dan gritos revolucionarios!
MORRONES.(Que ha sacado una escopeta de la primera derecha y quiere ir tras ellos.)
Djeme usted a m, que les voy a dar civilizacin!...
DON ACISCLO.(Contenindole.) No; quieto, Morrones...; ahora, no, que es de da y salen de
mi casa. (Le quita la escopeta y la esconde.)
MORRONES.Eso les vale!... Maldita sea!...
DON ACISCLO.Pero ven ac, vamos a hacer una denuncia por desacato. Los tengo medio
ao en la crcel. Por stas!
MORRONES.Medio ao!... Seis aos de cadena perpetua cada uno y no pagan, no sea
usted primo!
DON ACISCLO.Es verdad. Seis aos! Veinte aos..., cuarenta aos... (Vase primera
derecha.)

ESCENA VI (CRISTINA y EDUARDA, del huerto.)


Se levanta la cortina de la ventana y asoma la cara dulce y graciosa de CRISTINA. Por el otro
extremo asoma EDUARDA.
CRISTINA.No hay nadie?
EDUARDA.Nadie. Pasa, Cristina, pasa. (Entran de puntillas. Cristina trae unas flores en la
mano.)
CRISTINA.Tengo miedo que nos puedan or.
EDUARDA.Pues pasa sin temor; sintate aqu y cuntamelo todo. Oh, pero quin iba a
figurarse que t...! Habla, hija, habla! (Se sientan.)
CRISTINA.S; s, doa Eduarda; es preciso que hablemos, porque yo necesito una persona
buena como usted a quien abrirle mi corazn, contndole todo lo que me sucede.
EDUARDA.Claro, as te encontraba yo de triste y de pensativa. Pero cmo iba a imaginar!
Oh, tu aventura es una aventura llena de inters, de poesa, de pasin!...
CRISTINA.Me ha costado ya ms lgrimas!... Si supiera usted...!
EDUARDA.Sigue, sigue..., y dices que se trata de un joven esbelto, de ojos oscuros, fuerte
como un pugilista, gil como un berebere?...

CRISTINA.S, seora; es alto, elegante, de ojos grandes, pelo negro, labios finos..., dientes
blancos...
EDUARDA.Una tontera de moreno, vaya!
CRISTINA.Usted no puede imaginarse un hombre ms guapo, doa Eduarda!
EDUARDA.Ya lo creo que puedo. T no conoces mi fuerza imaginativa. Adems, t te
expresas con un calor, que no es que describes, es que fotograbas... Y sigue, sigue...; dices
que cuando estabas ahogndote, l, heroicamente, se lanz al agua?
CRISTINA.S, seora; cuando yo estaba ahogndome, de pronto l se tira al agua, coge la
botella, llena el vaso, me lo da, bebo un sorbo y me pasa la espina.
EDUARDA.(Con cierto desencanto.) Ah! Pero no fue un naufragio?
CRISTINA.No, seora, fue una raspa. Si ya se lo he dicho a usted, pero usted se ha
empeado que me pas en el ocano, y fue en una fonda.
EDUARDA.Confiesa que en el mar hubiese sido ms romntico; pero, en fin, todo es
ahogarse. Sigue, sigue.
CRISTINA.Pues, como digo, fue en la fonda del balneario de La Robla, donde yo haba ido
acompaando a mi ta Constanza. All encontr a Alfredo.
EDUARDA.Ay! Alfredo! Hasta el nombre escalofra!
CRISTINA.Antes de aquello de la espina haba notado yo que aquel joven me miraba con
inters y que deca al pasar alguna palabra cariosa; pero ya desde aquella tarde nos acompa
sin falta en todos nuestros paseos, y al cabo, una noche de luna muy clara, muy clara, despus
de cenar, fuimos a dar una vuelta por la carretera y se me declar.
EDUARDA.Oh!... Sigue.
CRISTINA.Se me declar pintndome un amor..., ay, doa Eduarda!...
EDUARDA.Rosceo?
CRISTINA.No me acuerdo, porque yo no estaba para colores... Pero qu frases me dijo tan
discretas y tan amables!... Y claro, como una, metida en estos poblachos, no ha odo jams a un
joven educado tres palabras cariosas y bien dichas, pues yo, a medida que me pintaba su
cario, iba sintiendo interiormente una alegra y un temblor que yo no saba cmo disimularlo.
EDUARDA.Y t qu le dijiste, qu?
CRISTINA.Pues le dije que aquello no poda ser formal, que era que quera burlarse de m;
que yo no poda gustarle...; en fin, todas esas tonteras que dice una mujer cuando quiere decir
que s y no sabe cmo.
EDUARDA.Oh, qu cndida ingenuidad!
CRISTINA.l entonces me cont toda su vida. Y yo no s, vamos, porque a los hombres no los
puede una creer...; pero qu s yo, se me figur que aqul me hablaba con un sentir honrado y
verdadero. Me dijo que era pobre, muy pobre.

EDUARDA.Pobre!... Qu poemtico!
CRISTINA.Que no tena padres.
EDUARDA.Hurfano!... Qu elegaco!
CRISTINA.Que viva con un to.
EDUARDA.Vivir con un to!... Mi ideal!
CRISTINA.Y yo..., pues tambin le cont mi vida. Le dije que era hurfana como l, que viva
enterrada en esta tristeza de pueblo con un hermano de mi padre que me administraba la
fortuna, y que se me figuraba que esto me tena amarrada a mis tos, que queran casarme a su
gusto para que no pudiese escapar de su lado, y que yo tena ansia de un cario leal y
verdadero que me sacara de esta esclavitud y de estos egosmos. l me escuchaba as como
emocionado, y luego, con voz temblorosa, me prometi quererme siempre, venir por m, casarse
conmigo, sacarme del pueblo... Yo entonces llor al orlo, nos cogimos las manos y..., me da un
sofoco recordarlo!...
EDUARDA.Dime! Dime!...
CRISTINA.Y luego nos dimos un beso!
EDUARDA.Oh, un beso!... Ah Cristina, qu recuerdos se despiertan en m!
CRISTINA.Pues ya ve ust si es infamia, al da siguiente de aquella noche tan feliz
desapareci del balneario sin despedirse siquiera!
EDUARDA.Qu perfidia! Qu ingratitud!...
CRISTINA.Yo llor sin consuelo. Aquello me pareci una burla. En el hotel se murmuraba que
se haba ido sin pagar. Yo no hice caso; pero luego ca en la cuenta...
EDUARDA.El que se conoce que cay en la cuenta fue l.
CRISTINA.Ca en la cuenta de que quiz, arrepentido de haberme engaado, no quiso ni
despedirse.
EDUARDA.Pobrecilla!
CRISTINA.A los pocos das volvimos al pueblo, aqu me paso estas horas largas llorando y
pensando en l. Volver? No volver? Las margaritas que yo he deshojado!...
EDUARDA.Volver!; ten esperanza!
CRISTINA.No; no volver, doa Eduarda! Aquello fue una broma con una pobre seorita de
pueblo. Como una no sabe expresarse, no tiene modales, ni elegancia, ni nada... Claro, cuesta
tan poco engaarnos!... Si viera usted, tengo una rabia y un coraje! Ser una seorita de
pueblo!... Me da una pena!... (Llora.)
EDUARDA.Por Dios, Cristina, no llores, no llores; que me ests atormentando cruelmente. (Se
levanta.)
CRISTINA.Yo?...

EDUARDA.S, ea!... Quiero tambin hacerte mi confesin. Me ests atormentando, porque,


sbelo de una vez, tu aventura renueva en mi alma el dolor de un episodio parecido.
CRISTINA.Doa Eduarda, qu dice usted?
EDUARDA.Lo que oyes. Qu mujer no tiene su dardo en el corazn!... Ah, esos amores
fugitivos, esas poticas aventuras de unos das, dejando en el alma una huella tan perdurable!...
Yo tambin conoc otro como tu Alfredo. El mo se llamaba Rigoberto. Rigoberto Piones de
Vargas. Como guapo, el Apolo del Belvedere era un Charlot a su lado. Perteneca a una gran
familia valladolisoletana. T ya habrs odo hablar de los piones de Valladolid.
CRISTINA.Muchsimo; s, seora.
EDUARDA.Era tierno, blanco, suave, apasionado, donjuanesco, arrogante..., y, para colmo,
me dijo que era militar.
CRISTINA.Pero todo eso sera antes de casarse con el seor Blanco?
EDUARDA.Ah, claro, hija!; eso fue mucho antes de que yo pusiera los ojos en Blanco. T no
puedes imaginarte cmo idolatr a Rigoberto! Aquello era la enajenacin, el arrebato, el
traumatismo! Yo tambin tengo mi noche de luna, mis promesas ardientes murmuradas en un
jardn solitario!... Yo tambin gust de la miel de un beso furtivo... Ah, Cristina!
CRISTINA.Tambin!
EDUARDA.Tambin. Me lo dio en la rotonda, en la rotonda de mi casa. Mam dormitaba, yo
confime, l incitme... y, al fin, imprimimelo! Cunto adorle! Pero oh funesta coincidencia!,
tambin el mo, como el tuyo, desapareci un da sbitamente.
CRISTINA.Es posible?
EDUARDA.Lo que oyes. Y a poco averig, aterrada..., que no se llamaba Rigoberto, sino
Exuperio; que lo de los Piones era una superchera y que lo nico que tena de militar era la
licencia absoluta y un gorro de cuartel.
CRISTINA.Qu horror!
EDUARDA.Qu horror y qu sacrilegio!
CRISTINA.Sacrilegio?
EDUARDA.Sacrilegio, s; porque hay ms!...; psmate, aquel hombre estudiaba para
sacerdote!
CRISTINA.Jess!
EDUARDA.Era un ordenado de Epstola, es decir, era un desordenado, porque todo se lo
gastaba en juergas. Tuvieron que echarlo del seminario. No te digo ms.
CRISTINA.Qu desengaos hay en la vida!
EDUARDA.Pues ya lo ves; pas el tiempo, me cas, soy fiel a mi esposo, y, sin embargo,
recuerdo tanto a aquel hombre que cuando mi marido dice por ah que estamos a partir un pin,
me pongo como la grana...

CRISTINA.Lo creo!
EDUARDA.Vamos, Cristina, vamos hacia el jardn. Necesito aire... Tu relato y mi recuerdo me
retraen a rememoraciones que... Ah!...
CRISTINA.(Cogiendo una margarita que lleva en el pecho.) Volver? No volver?... S,
no...; s, no... (La va deshojando. Hacen mutis por el jardn.)

ESCENA VII (CARLANCA y CAZORLA, por la segunda derecha; luego, MORRONES, por la
primera derecha.)
(CAZORLA, fino, redicho, vestido con humildad, pero pulcramente. Vienen jadeantes, plidos,
consternados. Hablan con agitacin, con ira.)
CAZORLA.Ay, prate, Carlanca, prate; que no puedo ms!
CARLANCA.Y yo vengo con la lengua fuera; pero djalo, no le hace que reventemos. Hay
que ponerlos sobre aviso, tienen que saber la gravedad de la cosa!
CAZORLA.Quin habr sido el ladrn?
CARLANCA.No s; pero el que haiga sido, mralas, si no me las paga con su sangre!...
Llamemos.
CAZORLA.Ay, qu disgusto ms horrible! Ay, en cuanto se entere don Acisclo!...
CARLANCA.Cae en una apopleja. Pero ni para unto va a servir el que tenga la culpa! Lo
asesino!... (Llamando.) Ave Mara Pursima!...
CAZORLA.Ay Carlanca, no llames; que yo no tengo valor para darles el trago!
CARLANCA.No hay que perder tiempo. Sera peor. Pero djate, que al causante, mal rayo si
no le clavo la faca en las entraas!... (Volviendo a llamar.) Alabado sea Dios!
MORRONES. (Saliendo primera derecha.) Quin?
LOS DOS.Morrones... (Le coge cada uno de un brazo.)
MORRONES.Seor Cazorla! Carlanca!...
CAZORLA.Y el seor alcalde?
MORRONES.Pero qu pasa que vienen ustedes ms blancos que un papel?...
CAZORLA.Pues pasa que el mundo se nos viene encima!
MORRONES.Mi madre!
CARLANCA.Que ya puedes ir escogiendo el presidio que te guste ms.
MORRONES.Recontra; pero va en serio?
CAZORLA.El Evangelio es una chirigota comparado con lo que acabas de or.

MORRONES.Pero...
CARLANCA.Arrea, avisa a don Acisclo y a la seora Cesaria, que salgan a escape.
MORRONES.(Inicia el mutis.) Voy, voy...
CARLANCA.(Detenindole.) Ah, escucha!...; para que no se asuste as, de pronto, dile que no
es nada; pero que se traiga el revlver, por si acaso.
CAZORLA.Eso. Y adeles que la cosa no tiene importancia; pero que si no est el mdico,
que lo avisen.
MORRONES.Bueno. (Va a marcharse.)
CAZORLA.(Vuelve a detenerlo.) Oye..., y manda, como cosa tuya, que hagan una miaja de
tila.
MORRONES.Para cuntos?
CAZORLA.Kilo y medio. Arrea. (Vase primera derecha.)
CARLANCA.Pobre don Acisclo!
CAZORLA.Bueno, y si al decrselo se nos muere, qu hago?
CARLANCA.Pues en cuanto le veas con sntomas as como para entierro, te callas.
CAZORLA.Pero, Dios mo! Quin habr sido el delator?
CARLANCA.Yo lo sabr y ay de l! Iremos a presidio; pero le rajo! Por contarlo!
CAZORLA.Calla, que salen.

ESCENA VIII (DICHOS, DOA CESREA y DON ACISCLO, por la primera derecha.)
DOA CESREA.Qu pasa?
DON ACISCLO.Qu ocurre, qu dice Morrones, que dicen ustedes...?
DOA CESREA.Madre, qu caras!
DON ACISCLO.Se nos ha quemado la parva?
DOA CESREA.Se ha muerto el ganado?
CARLANCA.Peor!
DOA CESREA.Peor!
DON ACISCLO.Hablen ustedes, que me ahogo de angustia. Qu es lo que pasa?
CAZORLA.Ay don Acisclo, en diez aos que llevo al frente de la secretara de este
Ayuntamiento, nunca le he dado a usted un mal disgusto!

DON ACISCLO.S, bueno, ya lo s; pero...


CAZORLA.Cuando se le muri a usted su suegra, para evitar que usted se afligiese, le dije
que era la ma; as yo me haca la ilusin y usted no se disgustaba.
DOA CESREA.(Impaciente.) Bueno; pero ahora, ahora...: qu es lo que pasa ahora?
CARLANCA.Pues ahora pasa que les tenemos que dar a ustedes el disgusto ms grande de
su vida.
DON ACISCLO.Canastos! Y si es un disgusto, por qu no se lo dan ustedes a otro?
CAZORLA.Es intransferible, don Acisclo; si no a estas horas ya se lo haba yo dado al seor
cura o a otro amigo de confianza.
DON ACISCLO.Pues venga, venga, por Dios, lo que sea!
DOA CESREA.De qu se trata?
CAZORLA.Pues vern ustedes. Estaba yo en el Ayuntamiento, con aquel expediente que me
dijo usted que lo estudiase para ver cmo podamos dejar de resolverlo, cuando en esto llega
una carta para usted, y como usted me tiene autorizado para abrirlas, la abro, la leo y me caigo
redondo.
DON ACISCLO.De quin era?
CARLANCA.De don Demetrio.
DON ACISCLO.De nuestro antiguo diputado?
CAZORLA.El mismo. Aqu est.
DON ACISCLO.Y qu dice?
CAZORLA.iganla ustedes, si tienen valor, y juzguen de mi espanto.
LOS DOS.A ver, a ver...
CAZORLA.(Leyendo.) "Seor don Acisclo Arrambla Pael. Mi querido Acisclo: Si no tienes agua
de azahar en casa, no empieces la lectura de esta carta."
DON ACISCLO.Tenemos?
DOA CESREA.Creo que s. Sigue, Cazorla.
CAZORLA.(Lee.) "Porque tu corazn municipal y patriota va a sufrir el ms terrible de los
golpes."
DON ACISCLO.Golpes a m!...
CAZORLA.(Leyendo.) "Cuando yo tena vuestra representacin en Cortes, tu gestin al frente
del Municipio estaba garantizada, pero desde que los otristas me arrebataron el acta, dndosela
a ese imbcil de Garca Moyuelo, que una terrible amenaza se cerna sobre vosotros..."
DOA CESREA.Amenaza!...

DON ACISCLO.Rediez!
CAZORLA.(Lee.) "Y esta amenaza va a realizarse al fin."
DON ACISCLO.Pero qu es! Qu amenaza es sa?
CARLANCA.Tenga usted valor, don Acisclo!
CAZORLA.(Leyendo.) "A peticin de algunos elementos de ese pueblo, Garca Moyuelo ha
solicitado del presidente del Consejo de ministros, enemigo acrrimo del caciquismo, que se
enve un delegado con rdenes seversimas..."
DON ACISCLO.Santo Dios!
CAZORLA.(Leyendo.) "Para que inspeccione tu gestin administrativa durante los dieciocho
aos que llevas al frente de ese Municipio."
DON ACISCLO.(En el colmo del furor.) Investigarme a m?... Pero quin manda eso?...
Pero qu ladrn se va a atrever a eso?...
DOA CESREA.Calma, Acisclo, calma, deja que siga. Adelante!...
CAZORLA.(Lee.) "Aseguran que ese Ayuntamiento es una cueva de ladrones."
DON ACISCLO.Cmo ladrones!... Pero dice ladrones?
CAZORLA.Con todas sus letras. Mire usted. (Le muestra la carta.)
DON ACISCLO.(Leyndolo.) Ladrones nada ms!... Digo, nada menos!
CAZORLA.(Lee.) "El delegado que os enva, hombre enrgico y resuelto, ha prometido al
ministro que, o le rends cuentas hasta el ltimo cntimo, u os trae a Madrid atados codo con
codo."
TODOS.Codo con codo!
CAZORLA.(Leyendo.) "Uno de estos das enviarn al pueblo una seccin de la Guardia Civil,
para apoyar la gestin del delegado."
DOA CESREA.Santo Dios!
CARLANCA.La Guardia Civil!
DON ACISCLO.Qu infamia!... (Con sonrisa sarcstica.) No dejarle venir solo!
CAZORLA.(Leyendo.) "Yo, enterado de la cosa por una confidencia secreta, me he credo en
el deber de avisarte para que os preparis, y como yo s que t llevas los libros de una forma
especial, como persona que sabe muy bien lo que se lleva, te aconsejo un procedimiento
expeditivo: quema los libros o quema el Ayuntamiento."
DON ACISCLO.Y si quemramos las dos cosas?
CARLANCA.Es una idea!

CAZORLA.(Leyendo.) "Y por ltimo, vigilad sin descanso. El delegado y su secretario llegarn
a sa de incgnito. Quieren sorprendernos. Quiz estn ya entre vosotros."
MORRONES.Entre nosotros?... (Mira por todos los rincones.)
CAZORLA.(Acabando de leer.) "Calma y astucia. Maura, no!... Tuyo siempre, Demetrio
Snchez Cunero."
DON ACISCLO.(En el colmo de la ira.) Ay Cesaria, que me ahogo, que me siento morir!
DOA CESREA.Ladrones, canallas, granujas!
DON ACISCLO.Quieren mi perdicin!... Infames! Asesinos! Treinta y dos aos haciendo en
este pueblo lo que me ha dado la gana, y no tenerse en cuenta esta antigedad! Ay, darme
agua!... Me rechinan los dientes! Me retuerzo de coraje! (Le dan convulsiones de ira.)
DOA CESREA.Por Dios, Acisclo, no te pongas de esa forma!
CARLANCA.Por Dios, seor Alcalde! Calma. Fmese usted un cigarro. (Se lo da.)
CAZORLA.Desabrocharlo... hacerle aire.
DON ACISCLO.Investigarme a m!... Yo codo con codo?... Antes asesino, machaco, trituro,
incendio...
DOA CESREA.Sujetarlo, que voy a hacerle tila. (Vase por la izquierda.)

ESCENA IX (DICHOS, menos DOA CESREA)


MORRONES.La Guardia Civil!
DON ACISCLO.(Aterrado.) Dnde?
MORRONES.Digo que la Guardia Civil es lo que ms me ha ofendido a m.
CARLANCA.(Iracundo.) No asustes sin motivo, so animal!
DON ACISCLO.Hay que quemar los libros!
CARLANCA.Pero si los quemamos, es posible que vayamos a la crcel.
CAZORLA.Pero si no los quemamos, es seguro!
DON ACISCLO.S, hay que incendiarlo, arrasarlo, quemarlo todo!... Darme fuego... Yo lo
quemo todo!... Darme fuego!...
MORRONES.No, por Dios!...
DON ACISCLO.Darme fuego, hombre, que estoy muy nervioso y quiero fumar.
CAZORLA.Ah, bueno!... (Le dan una cerilla cada uno.)

DON ACISCLO.Hacerme esto a m?... Yo, que ha llegado una Nochebuena, y capones al
ministro, tortas al subsecretario, lea al director general...
CARLANCA.Ya les dara yo capones, pero no de pluma!
CAZORLA.Bien, dejemos frusleras; no hay que perder tiempo. Vamos a pensar rpidamente
lo que nos conviene hacer.
DON ACISCLO.Bueno, total: en qu renuncio pueden cogernos?
CARLANCA.En casi nada.
CAZORLA.Lo ms dudoso es lo de la crcel. Ya sabe usted que haba catorce presos con una
consignacin de dos pesetas, que en total eran veintiocho diarias. Un da los cogi usted a
todos, los dej en libertad...
DON ACISCLO.S, y me se olvid suprimir la consignacin el primer ao... y los dems aos,
pues para que no creyesen que haba sido de mala fe..., lo fui cobrando y...
CARLANCA.Una distraccin cualquiera la tiene, seor!
CAZORLA.Tambin es grave lo del monte de las Jarillas, que es del procomn, y ste pidi el
aprovechamiento que era del pueblo, para fundar, con el producto, un asilo de ancianos.. Y el
aprovechamiento, pues se ha aprovechado; ahora, que el asilo...
DON ACISCLO.S, hombre, s; que no puede estar uno en todo y me distraje...
CARLANCA.Ancianos, ancianos!... Para lo que van a vivir!...
CAZORLA.Porque lo de que estn cerradas las escuelas hace ocho aos, no creo yo que...
CARLANCA.Eso qu le importa a ninguno!...
DON ACISCLO.Para qu quiere nadie saber leer en este pueblo, si lo nico que hay que leer
son los rtulos de las calles y cuatro o cinco nmeros atrasados de "La Lidia", que tiene el
sacristn!...
CAZORLA.Pues claro, porque yo creo que tengamos sin pagar al mdico siete aos y doce sin
abonar nada a la Diputacin, y que los fondos para enseanza... y el aprovechamiento de
riegos... cuatro tonteras...
CARLANCA.Todo eso, nada... Espuma de virutas, que dijo Maura!
CAZORLA.Y que se vean todos los Ayuntamientos de Espaa, a ver si estn mejor!...
DON ACISCLO.(Con resolucin.) Bueno, de todos modos hay que prevenirse. Para las
ocasiones son los hombres. Vern ustedes cmo lo arreglo yo todo en dos boleos. Morrones.
MORRONES.Mande usted.
DON ACISCLO.En t confo.
MORRONES.Un perro soy.

DON ACISCLO.Mrchate inmediatamente y bscame catorce hombres que quieran ir a la


crcel por tres pesetas diarias, con opcin a escoger los delitos que ms les gusten. Cuasi todos
con caras de criminales...
MORRONES.Est bien.
DON ACISCLO.En segua me sacas de donde los haya nueve ancianos. De ambos sexos los
nueve. Y sobre la marcha, sea como sea, te haces con veinticuatro chicos, de los cuales doce u
catorce sean chicas.
MORRONES.Catorce presos, nueve ancianos, veinticuatro chicos; que varias sean chicas...
Descuide usted. Dentro de media hora estoy aqu con todo el ganado. (Vase por la segunda
derecha.)
DON ACISCLO.Hala..., vuela...
CAZORLA.Lo malo es que no tenemos ningn chico que sepa leer.
DON ACISCLO.No importa.
CAZORLA.Y si quieren examinarlos?
DON ACISCLO.Pues se le dice a la seora Trsila, la mujer del sacristn, que les ensee a
uno u dos cuatro tonteras de Historia, cuentas y pamplinas de sas; les pregunta usted que
dnde estn las montaas de Navarra, y muy brutos tienen que ser para no decirle a usted que
en Aragn. Y despachados.
CARLANCA.Si se pudieran arreglar los libros tan fcilmente!...
DON ACISCLO.Todo se andar; deje ust descansar al macho.

ESCENA X (DON ACISCLO, CARLANCA, CAZORLA y DON RGULO, por la segunda


derecha.)
DON RGULO.(Entrando.) Seor Alcalde... Seores.
DON ACISCLO.Don Rgulo!
DON RGULO.Vengo explosivo, la indignacin me corroe, me crispa la ira...
DON ACISCLO.Se ha enterado usted?
DON RGULO.De todo. Es una indignidad lo que ese Gobierno centralista y canallesco quiere
cometer con nosotros.
CARLANCA.Quieren investigarnos!
CAZORLA.Ajustarnos las cuentas!
DON RGULO.Las cuentas!... Jams mientras yo viva en este pueblo! Un caballero espaol
y cristiano no tolera semejante bochorno.
CAZORLA.Muy bien.

DON ACISCLO.Y luego, que aparte de lo de caballero y de lo de cristiano, si se enteran que


cobra usted como matrona de consumos, era otro bochorno.
CARLANCA.Desconfiar de nosotros!
DON RGULO.No debemos tolerarlo. Somos los nietos de los Comuneros, y el que tiene en
su escudo el len rampante de Castilla y seis rodelas en campo de azur, no se deja investigar.
DON ACISCLO.Y qu haramos? Usted qu opina?
DON RGULO.Djenme ustedes a m. Que venga ese delegado. Ya saben ustedes que yo le
pego un tiro a una mosca a veinte metros. Viene, examina los libros y en cuanto haga una
multiplicacin que no nos convenga le mando los padrinos. Cuestin de honor.
CARLANCA.Eso es ser un caballero!
DON RGULO.A un hidalgo espaol no hay quien le ajuste nada. Al menor recelo, a la ms
leve sospecha le cruzo la cara.
CAZORLA.La verdad es que usted con la pistola en la mano...
DON RGULO.Acurdense ustedes de mi duelo con Menndez, el teniente de la Guardia
Civil. Se permiti mirar malvolamente a mi Eduarda y le tuvo cojo medio ao de un balazo en el
peron.
DON ACISCLO.S, vamos; pero por cosa de mujeres, no...
DON RGULO.(Saca una pistola.) Quieren ustedes que machaque aquella avispa que acaba
de pararse en el marco del reloj?
CARLANCA.No, hombre, por Dios; no hace falta.
DON RGULO.(Se guarda la pistola.) Est bien. Pues ya lo saben ustedes: no hay que
intimidarse. Unmonos ante el enemigo comn. Unmonos y seremos fuertes. "La force premier
que le droit".
CAZORLA.Eso lo he ledo yo en alguna parte.
DON RGULO.En los hongos. Unmonos y podremos hacer lo que nos d la gana, que es
para lo que se une todo el mundo. Aprendamos de las sencillas lecciones de las cosas ms
nimias. Qu es un grano de arroz por s solo?... Nada; pero junta usted muchos granos,
adiciona un pollo y paella... Pues imitemos el ejemplo del arroz, y unindonos como sabrosos
granos, no seremos pa-ella, pero seremos pa-nosotros. La unin "fait la force". De otro hongo.
LOS TRES.Muy bien.
DON RGULO.Y ltimamente, para cuando se me acabe la razn, me queda la puntera. Yo
soy un caballero, no una cocinera. Yo no me dejo ajustar cuentas!

ESCENA XI (DICHOS y DOA CESREA, por la izquierda.)


DOA CESREA.Ya estn ah!... Ya han venido, ya han venido!

DON ACISCLO.Quin?
DOA CESREA.El delegado y su secretario.
DON ACISCLO.Qu dices?
DOA CESREA.Lo que oyes!
DON ACISCLO.Mi madre!
DON RGULO.nimo!
CAZORLA.Lo ve usted!
DOA CESREA.Estn en el Hotel Anastasia.
DON ACISCLO.Cmo lo sabes?
DOA CESREA.Pues por la Jesusa, que la mand a la fonda donde tiene sirviendo a su
sobrina para que se enterara, y le han dicho que acaban de llegar dos forasteros. El uno, muy
bien vestido y ms joven, y el otro, ya entrado en aos, pero elegante tambin.
DON RGULO.Ellos son!
DOA CESREA.A ms, ha dado la coincidencia que no hara una hora que estaban en el
pueblo esos dos seores cuando han llegado ocho parejas de la Guardia Civil.
CAZORLA.Pues ya no hay duda.
CARLANCA.La Guardia Civil!
DOA CESREA.Y creo que el teniente ha ido en seguida a saludar a los forasteros.
CARLANCA.No diga usted ms. Ellos son!... Codo con codo!...
DON ACISCLO.Y qu seas tienen?
DOA CESREA.Pues el delegado creo que es un seor muy delgado, y el que no es
delegado tambin es delgado, pero no tanto. Parece que se han metido en el cuarto y que tratan
de esquivar que la gente los vea.
DON ACISCLO.Ah, traicioneros!
CAZORLA.Quieren cogernos desprevenidos!
DOA CESREA.Creo que de que han llegado, han pedido dos jarros de agua. Se supone
que para lavarse.
CARLANCA.Qu raro, lavarse por la tarde!
DOA CESREA.La Jesusa ha advertido a la Anastasia, de mi parte, que los vigilen, y all
est de guardia.
DON RGULO.Bien hecho. Y yo, si a ustedes les parece, voy a organizar hbilmente el
espionaje, y en cuanto sepa tanto as de inters, vengo a enterarles en un vuelo.

DON ACISCLO.Bien pensado. Vaya usted a ver qu averigua.


DON RGULO.Hasta ahora.
DOA CESREA.Salga usted por la puerta del callejn. (Vanse los dos por la izquierda.)

ESCENA XII (DICHOS y MORRONES, por la segunda derecha.)


MORRONES.Seor Alcalde... (Forman todos un grupo y discuten en voz baja. DON ACISCLO
se acerca a MORRONES.)
DON ACISCLO.Has hecho mi encargo?
MORRONES.S, seor.
DON ACISCLO.Traes presos, viejos y nios?
MORRONES,Traigo una muestra de cada cosa.
DON ACISCLO.Pues?
MORRONES.Presos no encuentro. Ni por seis pesetas quiere ir nadie a la crcel.
DON ACISCLO.iQu canallas!... Con las veces que han estado de balde!
MORRONES.Por fin, he convencido a dos, por nueve pesetas uno con otro, que no s si
servirn para criminales...
DON ACISCLO.A nueve pesetas la pareja! Cmo se ha puesto todo!... Abusones!
MORRONES.De ancianos tampoco hay abundancia con esto de la gripe; pero ver usted
luego lo mejor que he encontrado. Y los chicos me los estn recogiendo mi mujer. Le he dicho
que los pague a seis pesetas la media docena... Ya tena nueve cuando me he venido; pero los
nueve de ambos sexos, como usted quera.
DON ACISCLO.Bueno, aguarda ahora, (a CARLANCA y CAZORLA) y vosotros venir para ac.
(Los lleva aparte.) Vosotros sois mis pies y mis manos. T eres la astucia, t el valor. Ya
estamos solos. Somos hombres. Hay que echar el corazn por la boca. Con esos delegados hay
que hacer algo..., pero algo radical, me expreso?
CARLANCA.Tengo lo mo.
DON ACISCLO.Qu?
CARLANCA.Cojo la manta y el retaco, me aposto esta noche detrs de una esquina, y...
(Accin de disparar.)
DON ACISCLO.Chis! Esos procedimientos son mu anticuados.
CARLANCA.Muy anticuados, pero de "requiescat in pace".
DON ACISCLO.Otra cosa, otra ms... (Pensando.) Ms de ahora!

CARLANCA.Y meterles un perro rabioso en el cuarto de la fonda?


DON ACISCLO.Hombre, eso no me acaba a m de disgustar; tiene cierta novedad y no cae en
el Cdigo.
CAZORLA.No cae, pero tropieza. Abandonemos lo delictivo, seor alcalde. Yo, yo tengo el
nico procedimiento!
DON ACISCLO.Venga.
CAZORLA.No nos engaemos; si esos hombres investigan de veras, vamos a la crcel. De
forma que yo que usted, lo que haca era sobornarlos. Esto es vulgar, pero seguro. Dinero...,
agasajos..., obsequios..., discursos..., msicas, cohetes, comidas...
DON ACISCLO.Tienes razn... es lo ms prudente.
CAZORLA.Que les conviene el unto y se van..., vayan con Dios! A enemigo que huye... usted
lo pase bien. Que no se van..., ah de mi ingenio!
DON ACISCLO.Qu piensas?
CAZORLA.Es mi secreto. Pero si no se van, yo les juro a ustedes que buscar quien les haga
marcharse a ua de caballo, dejndose aqu el dinero que les haya usted dado, los obsequios y
quiz la piel; y todo sin responsabilidad nuestra.
DON ACISCLO.De veras?
CAZORLA.Palabra! Me juego la vida! Por stas! Ya lo tengo medio maquinado!
DON ACISCLO.Eres muy grande, Cazorla! Digno de m!
CARLANCA.Qu hombre! Y no tener una mala condecoracin!
DON ACISCLO.Deja, que todo se andar.

ESCENA XIII (DICHOS y DON RGULO, por la segunda derecha.)


DON RGULO.Seores..., seores...
DON ACISCLO.Qu pasa?
DON RGULO.El delegado que viene!
Los TRES.Que viene!
DON RGULO.Que viene hacia aqu. Pregunt en la fonda las seas de usted, y l y su
secretario se dirigen a esta casa.
DON ACISCLO.Pues hay que prepararse. Voy a arreglarme un poco. (Llamando.) Morrones!
MORRONES.(Del huerto.) Mande usted.

DON ACISCLO.Ah tenemos a esos tos... agurdalos aqu y me pasas el recado... (Suena
una campanilla.)
DON RGULO.Ya estn ah, ya estn ah.
DON ACISCLO.Todos dentro. Que esperen.
CAZORLA.Dinero, amabilidad, agasajos..., y luego!... (Gesto malicioso.)
DON ACISCLO.S lo que hay que hacer, descuida... Adentro. (Vanse los cuatro por la primera
derecha.)

ESCENA XIV (MORRONES, PEPE OJEDA y ALFREDO.)


PEPE.(Asomando por la segunda derecha.) Da vuecencia su permiso?
MORRONES.Pasen ustedes adelante.
ALFREDO.Felices y municipales.
PEPE.Tengo el honor de estrechar la diestra (Le da la mano.) del seor alcalde de este
excelentsimo...?
MORRONES.No, seor; soy el alguacil, Eustaquio Morrones, para servir a usted y la
compaa...
PEPE.Hombre, Morrones!...
MORRONES.S, seor.
PEPE.Ya deca yo que usted me pareca algo municipal! En qu Ayuntamiento no hay
morrones?
MORRONES.(Muy sonriente.) S, seor, s...
PEPE.Pues nosotros desebamos entrevistarnos con el seor alcalde de esta muy noble, muy
invicta, muy leal y muy calurosa villa. Porque cuidado que hace aqu calor, mi estimable y
discreto alguacil!
ALFREDO.Y cunta mosca tienen ustedes, caramba!
MORRONES.Usted ve que hay tantas?... Pues casi todas son nacidas en el pueblo!
PEPE.Claro, las forasteras no tienen sitio!
MORRONES.Poco.
PEPE.Pues si usted nos hiciera el obsequio de avisar al seor alcalde... y decir que
deseamos...
MORRONES.Con muchsimo gusto. Aguarden ustedes unas miajas. (Vase por la primera
derecha, despus de hacer una gran reverencia.)

ESCENA XV (PEPE OJEDA y ALFREDO.)


ALFREDO.Ay, to! Estoy que no respiro.
PEPE. Por Dios, Alfredo, clmate, que tienes una cara de asustado que va a
comprometernos!
ALFREDO.Es que si esto nos sale mal...
PEPE. Qu va a salirnos!
ALFREDO.Estoy temblando.
PEPE.Confa en m. Ya no es hora de retroceder. Adelante! "Audaces fortuna juvat."
ALFREDO.S, pero ahora que me veo aqu, tengo un pnico...
PEPE.Adems, t no me has asegurado que la chica te quiere?
ALFREDO.Hombre, yo creo que s...
PEPE.Entonces...?
ALFREDO.Pero es que tengo entendido que ese don Acisclo es una mala bestia, y en cuanto
averige que soy un pelafustn, sin dos reales, que vengo con la pretensin de casarme con su
sobrina, que es muy rica, segn mis referencias... Yo creo que nos mete en la crcel!...
PEPE.En la crcel! No cabemos!... Ya te he dicho que confes en m. Para algo te acompao.
Con que la chica te quiera, que ella te quiere, tuya ha de ser, haga el to cuanto se le antoje.
ALFREDO.Es que a m, se lo juro a usted, me molesta sobre todas las cosas la idea de que
nadie pudiera imaginar que es una codicia vergonzosa la que me impulsa a esta aventura. Yo
quiero a esa muchacha porque es bonita, porque es sencilla, porque es buena. Su recuerdo es
una alegra en mi corazn. Nada me importa lo que tenga, ni para nada pens en su dinero,
hasta el punto que lo nico que me aflige y me asusta ahora es que alguien, y aun quiz ella
misma, pudiera creer que soy un seorito tramposo que viene a explotar la candidez y el amor
de una muchacha de pueblo para salvarse con su fortuna. No, eso no, to, eso no lo quiero!
PEPE.Poco a poco, Alfredito!... Es que esa indignidad tampoco la apadrinara yo. Tu limpio
linaje no cede al mo en limpieza; que si la Cerda fue tu familia, la Cerda fue la ma. Quieres
nada ms limpio! Ahora que yo he venido aqu acompandote porque considero necesario
subrayar tu romntico amor con una lnea sutil de practicismo; porque yo entiendo que t eres
tan rico como la muchacha.
ALFREDO.Yo?
PEPE.S, seor, t. Porque en los tiempos que corremos todo hay que capitalizarlo. Y a la
fortuna de la chica yo opongo la tuya, no menos grande.
ALFREDO.Pero que est usted diciendo?

PEPE.Una realidad como un rascacielos; porque si don Acisclo administra a esa bella joven
fincas urbanas, predios rsticos y sumas en metlico, es decir, una fortuna sustantiva, yo en
cambio administro lo que pudiera llamarse tu fortuna esttica, es decir, tu figura arrogante, tu
belleza masculina...
ALFREDO.To!
PEPE.Tu belleza masculina, que estamos solos; aunque esto te lo digo yo a ti en la plaza de
toros, si se tercia. Tus atractivos personales, tu juventud, tu simpata, tu elegancia.
ALFREDO.Pero, to!...
PEPE.Elegancia. Porque no tiene nada que ver que no hayas pagado el traje. Y todas estas
prendas que se manifiestan en ti, constituyendo un tesoro interno, externo y aun medio
pensionista..., no son nada?
ALFREDO.Por Dios, to, eso son fantasas!
PEPE.Cmo fantasas! Tu fortuna es tan positiva como la de ella y ms privilegiada. La
belleza es la gloria de los dioses! Veinticinco mil pesetas las tiene cualquiera. Una mirada dulce,
horadante y revoloteadora es privilegio de los elegidos... El bello Narciso, Paris, Ulises, t, La
Cierva y dos o tres ms... De modo que estamos a ellas!
ALFREDO.Bueno; pero si t le dices al to todo eso...
PEPE.Ah, no; eso, no! No soy tan indiscreto. Al to le dir lo que nos dijo Menndez: que
venimos a adquirir una gran finca rstica para la implantacin de un enorme negocio de
avicultura, ideado por m, y que consiste en la cruza de loros con palomas mensajeras, con el fin
de que stas puedan dar los recados de palabra.
ALFREDO.Eso es.
PEPE.Y que queremos establecer aqu grandes criaderos lorocolombfilos. Mientras, t te
pones al habla con la chica..., y veremos lo que se presenta.
ALFREDO.Bueno, es que yo pienso que, como no tenemos un real, si no podemos pagar la
fonda, pues dentro de dos das...
PEPE.Chis. No te importe. Todo se resolver. El acaso no desatiende a los bienintencionados.
ALFREDO.Y diga usted, to: no hubiese sido mejor lo que yo me propona? Haber solicitado
una ocupacin, tener trabajo y luego haber venido...
PEPE.Por Dios, Alfredo!... Trabajar!... No insistas, caramba! No me hables a m de trabajo.
Nada de propsitos antiprogresivos. Fjate en las aspiraciones del proletariado universal. Ah
tienes las "trade unions" de Inglaterra, los "sein feiner", los "forein besteblat". "L'internationel" y
todas las grandes actividades societarias; todas las grandes masas obreras unindose para no
hacer nada o para hacer lo menos posible... Y vamos ahora nosotros, hombres cultos, a volver
la cara a las corrientes modernas?... De ningn modo!... Trabajo, no!
ALFREDO.S, bueno, to; pero es que si no trabajamos...
PEPE.T observa cmo a medida que la gente es ms progresiva y ms culta, quiere trabajar
menos y ganar ms!... Pues bien, yo, absolutamente identificado con este noble propsito

societario, pretendo ir de un salto a su absoluta consecucin. Yo no trabajar ni tanto as hasta


que se logre la triplicacin de los sueldos y la supresin total del trabajo. Porque si te dan
mucho dinero y no te dan tiempo para gastrtelo, qu haces! Viene el desequilibrio anunciado
por los marxianistas..., y eso, no! Yo no quiero la grave responsabilidad de volver la cara a los
grandes ideales humanos. Nada de trabajo!... De modo que... (Se escucha rumor de voces
femeninas en el huerto.)
ALFREDO.Calle usted, por Dios!
PEPE.Pues?...
ALFREDO.Ella..., parece su voz! (Va a mirar.) S, es ella!... Viene, se acerca...
CRISTINA.(Dentro.) Por aqu, venga usted por aqu!... (Entra y queda muda de estupor al ver
a ALFREDO.) Ah! Alfredo!
ALFREDO.Cristina! (La abraza apasionadamente.)
EDUARDA.(Entrando.) Pero con quin hablas?
CRISTINA.l!
EDUARDA.Oh!
PEPE.(A EDUARDA.) Seora!...
EDUARDA.(Mirndole con fijeza y estupor, que se resuelve en una tremenda exclamacin de
sorpresa.) Ah!... T!
PEPE.Eduarda!
EDUARDA.El ordenado!... (Quedan juntas. Ellos se separan.)

ESCENA XVI (DICHOS, DON ACISCLO, DOA CESREA, DON RGULO, CAZORLA,
CARLANCA y MORRONES, por la primera derecha.)
DON ACISCLO.(Con traje de fiesta. Muy grave.) Seores...
PEPE.Seor alcalde... Perdone usted que respetuosamente me presente yo solo... Jos Mara
de Ojeda... (Sealando a ALFREDO.) Mi...
DON ACISCLO.Mucho gusto; pero no hace falta. Sabemos quines son ustedes y a lo que
vienen.
PEPE.(Con gran sorpresa.) A lo que venimos?
ALFREDO.(dem.) Saben ustedes a lo que venimos?
DON ACISCLO.Ce por be.
PEPE.Por be! (Aparte, a ALFREDO.) Ay Alfredo, que dice por be!
ALFREDO.(Aparte, a PEPE.) Nos meten en la crcel.

PEPE.(dem.) Y nos reciben en comisin. (Alto.) Entonces, si nos permitiera usted


explicarnos...
DON ACISCLO.Ni una palabra. S cmo hay que tratar ciertas cosas, y en esta casa no
tendramos libertad para expresarnos...
PEPE.Sin embargo, yo...
DON ACISCLO.(Categrico.) De forma, que ustedes se vuelven a la fonda, descansan y
esperan mi visita.
PEPE.Seor alcalde, yo, a pesar de lo que usted ordena, quisiera merecer...
DON ACISCLO.Morrones..., acompalos a la fonda; que los pongan en el saln principal, el
mobiliario de lujo...
ALFREDO.(Aparte.) Atiza!
DON ACISCLO.Un retrato del rey.
PEPE.Hasta su majestad!... Caramba, seor alcalde; pero tanto honor...!
DON ACISCLO.Caf, puro y copa despus de las comidas!...
PEPE.Pero, seor alcalde..., puro y copa!
DON ACISCLO.Y mondadientes; pero sin estrenar!... Todo por mi cuenta.
PEPE.(Aparte, a ALFREDO.) Por su cuenta!... Has odo?, por su cuenta!
ALFREDO.Bueno; por todas estas distinciones...
DON ACISCLO.Las que ustedes se merecen. Conque a la fonda!
ALFREDO.Pero...
DON ACISCLO.A la fonda!
PEPE.(Aparte, a ALFREDO.) En fin, djalo. l sabr por qu lo hace... (Alto.) A la fonda!
Respetuosos servidores!... (Saludando.) Seora, seores, seorita; seores...
ALFREDO.(dem.) Seorita, seora, seores; seora...
PEPE.Alguacil... (Reverencias a todos.)
MORRONES.No; yo voy con ustedes...
PEPE.Ah, s; es verdad!... Mis cordiales saludos a todos!...
DON ACISCLO.(A MORRONES.) Ah, y que les pongan plato de dulce jueves y domingos!...
PEPE.Por Dios, es demasiado!... Basta con los domingos.
DON ACISCLO.Jueves y domingos!

PEPE.Nada, nada; jueves y domingos! Seor alcalde, esa amable exageracin repostera es
que me diluye en gratitud!... Mis ms rendidas cortesas!... Seora..., seores..., seorita...;
Seora!...
ALFREDO.(Aparte, a OJEDA.) Pero este to!...
PEPE.(Aparte.) Bueno, este alcalde lo rifas a cinco duros la papeleta y te las quitan de las
manos... Esto es una joya municipal! (Alto.) Seores...
ALFREDO.Seoras... (Vanse.)
DON ACISCLO.(A CRISTINA.) Cristina..., ven aqu!
CRISTINA.To!
DON ACISCLO.(La coge de la mano.) Si quieres salvar a tu to, si quieres salvar al pueblo
que te ha visto nacer..., enamora a ese joven!
CRISTINA.(En el colmo del estupor.) To!...
DON ACISCLO.Enamora a ese joven!

TELN

ACTO SEGUNDO
Sala en el Hotel Anastasia. Puerta de entrada a la izquierda. Dos a la derecha. Al fondo,
dos balcones que dan a la calle, con puertas vidrieras. Por ellos se ven un balcn y una ventana
de la casa de enfrente. El balcn tiene un letrero que dice: CRCULO DE LA AMISTAD. Es
practicable, as como la ventana.

ESCENA PRIMERA (ANASTASIA, MELITONA, EUSTAQUIO y MORRONES.)


(Dirigidos por ANASTASIA, MELITONA y EUSTAQUIO cambian la sillera vieja de cretona, que
adornaba la sala, por otra no menos antigua y deteriorada, pero de damasco o de algo
semejante que suponga un mayor lujo; as como las cortinas que hay ante las puertas las
sustituyen por otras ms lujosas. Aaden, adems, los muebles, adornos y utensilios que en el
dilogo se indican. Al empezar el acto EUSTAQUIO est subido en una escalerilla, acabando de
colocar una cortina en sustitucin de otra. MELITONA pone unas sillas y quita otras.
ANASTASIA pasa el plumero a unos cuadros que deben ser colocados.)
MORRONES.De modo y manera que se ha enterado usted de todo?
ANASTASIA.Que s, hombre, que s. Y le dices a don Acisclo que todo se har y como lo que
l tiene mandado. Y que se tratar a esos seores mismamente como si fueran dos prncipes.

MORRONES.S, seora; porque lo que l me tiene dicho fue que me dijo, dice: "Pues ndate
corriendo y le dices a la seora Anastasia que a esos dos seores forasteros les ponga a su
disposicin la sala principal con todos los muebles de lujo."
ANASTASIA.Pues ya lo ests viendo: el espejo dorado, la cmoda de mrmol y la sillera
buena: que no siendo al obispo, no dejo sentar a nadie.
MORRONES.Y me aadi que les pusiese usted un retrato del rey en la sala, la mecedora
menos derrengada, edredones, alfombra para el suelo y escupidera.
EUSTAQUIO.Atiza!
MORRONES.Y dos toallas cada uno... Cosa que no comprendo para qu!
MELITONA.Una para cada mano ser.
ANASTASIA.Pero oye t, Morrones...: pero quin sern esos dos personajes para tanto
ringorrango?
MORRONES.Yo no lo s; pero vaya usted a saber quin sern!
MELITONA.T lo sabes.
MORRONES.Que no, palabra.
ANASTASIA.Y bien que lo sabes, sino que eres ms secreto que un candado.
MORRONES.Que no, seora, y que no lo s; que si lo supiera, lo dira.
EUSTAQUIO.Ni te lo figuras?
MORRONES.Ni por ensoacin.
MELITONA.Pos tiene que ser gente muy gorda, porque para ponerles escupiera, calclate...
ANASTASIA.Como que aqu no se le ha puesto a nadie, no siendo como un diputado que vino,
que le gustaba echar todas las colillas en el mismo sitio. Mira que es tontera!
MELITONA.(Riendo.) Se ven unas cosas!...
MORRONES.Yo lo nico que puedo decirles a ustedes, es que para m esas personas son
dos personas que pican muy alto, pero muy alto!
MELITONA.Pos si pican muy alto, yo les quitaba el retrato de Joselito.
ANASTASIA.Eso voy a hacer, porque toreros para personajes no me hace.
MELITONA.Y digo yo que ste tendr que serv a la mesa con el "mokin" y guantes.
ANASTASIA.Natural.
EUSTAQUIO."Mokin" tengo; es corto; pero es "mokin". Ahora, que los guantes son de cuando
hice el servicio, y a ms de ser verdes, pues les faltan dos dedos, que se los cort este invierno
cuando tuve sabaones. De modo que para m, que los guantes no estn a la altura de esos
seores.

ANASTASIA.Hombre, claro, si les faltan dos dedos...


MORRONES.Ah! Y una advertencia que me ha hecho el seor alcalde para ti, Melitona.
MELITONA.Para m?
MORRONES.Que si entras a servirles a esos seores para cualquier cosa que te llamen y te
dieran un abrazo, pues que te aguantes.
MELITONA.Y por qu me tengo que aguantar que me abracen?
MORRONES.Pues porque es como un servicio del Estado!
ANASTASIA.Naturalmente; una cosa que te manda el municipio, no vayas a hacer lo que
haces con todos; que largas ms guants, que los primeros ocho das parece y que tienes
erisipela.
MELITONA.Pues a ver si una se va a dejar que la abracen.
MORRONES.Bueno; pero t reflexiona que en esta ocasin te dejas dar un abrazo y es un
mrito que haces para el Ayuntamiento.
ANASTASIA.Hay cosas muy serias y sta no se hace cargo. Cmo ser de arisca, que cada
vez que vienen seores formales, como jueces o cannigos, o cosa as, la tengo que bajar al
entresuelo; porque, claro, en esas personas cualquier hinchazn es ms notado.
MORRONES.La juventud y que no mira nada!... De modo y manera que estamos
entendidos?
ANASTASIA.Dile al seor alcalde que se har todo a su satisfaccin.
MORRONES.Pues tanto gusto y de aqu a otro rato.
ANASTASIA.Adis, Morrones, y que te vaya bien.
MORRONES.(A MELITONA.) Y ya lo sabes, si te 'hacen as... (La abraza.) o as... (Le da un
pechugn.)
MELITONA.(Dndole una bofetada.) Que no haga as?
MORRONES.(Tantendose las muelas a ver si se le mueven.) Justo.
MELITONA.Descuida. (Vase MORRONES por la izquierda.)

ESCENA II (ANASTASIA, MELITONA y EUSTAQUIO.)


EUSTAQUIO.(Extendiendo una alfombra.) Pero, madre ma!..., quin sern esos dos
personajes?... Yo estoy loco!...
ANASTASIA.Para mandar el seor alcalde lo que ha mandado, y por su cuenta, calclate!
Ahora, que yo no me quedo con las ganas de saberlo.
MELITONA.Ni yo. Tenemos que hacer lo que haya que hacer para averiguarlo.

EUSTAQUIO.Y malo ser que entrambas...


ANASTASIA.Yo tengo un instinto de que al llegar uno, a la media hora ya s si es militar o
comisionista y empleado.
MELITONA.Y en qu lo conoce ust?
ANASTASIA.Pues unas veces en que me lo dicen ellos y otras en que se lo pregunto yo.
EUSTAQUIO.Perspicacia que hay.
ANASTASIA.Pero con stos me ha fallado. Callarse, que me parece que ya los oigo.
MELITONA.(Va a la puerta y mira.) S, ellos son.
ANASTASIA.Mucho cumplimiento, eh?

ESCENA III (DICHOS, PEPE OJEDA y ALFREDO, por la izquierda.)


ALFREDO Y PEPE.(Pequeo saludo.) Seora!
ANASTASIA.Excelentsimos seores! (Exagerada reverencia, en la que le acompaan
EUSTAQUIO y MELITONA.)
PEPE.Ya nos han dicho abajo que hemos sido trasladados de cuarto, es cierto?
ANASTASIA.Por orden del seor alcalde; s, seor; excelentsimo seor. (Reverencia de los
tres.)
ALFREDO.(Aparte.) Sigue mi perplejidad.
ANASTASIA.El seor Ayuntamiento ha ordenado que se les pusiera a los excelentsimos
seores en la sala principal, como corresponde al rango de personas tan principales.
(Reverencia de los tres.)
EUSTAQUIO.Excelentsimos seores!
PEPE.(Aparte, por EUSTAQUIO.) Ese animal se va a dejar las narices en el suelo.
ANASTASIA.S, seor; aqu tenemos dos alcobas muy aparentes para los seores.
(Reverencia.)
EUSTAQUIO.Una para cada uno... (Reverencia.)
PEPE.Admirable.
ANASTASIA.Y la sala, como ven los excelentsimos seores, tiene dos balcones, que son
esos que dan a la calle, para cuando se quieran asomar.
MELITONA.La calle est abajo. (Reverencia.)
ANASTASIA.Y en frente tienen los seores el Casino.

PEPE.Verdaderamente panormico.
ALFREDO.Crculo de la Amistad... Muy bien.
MELITONA.S, seor. Pero aqu, en el pueblo, le llaman La Escorpionera.
PEPE.Un delicado humorismo.
ALFREDO.Y nuestro equipaje?
MELITONA.Ya lo tiene el excelentsimo seorito en su cuarto. (Se lo indica.)
ALFREDO.Ah, pues con permiso!... (Entra en el primero.)
EUSTAQUIO.Y vosotros ya os podis retirar si no nos manda nada el excelentsimo seor.
PEPE.Nada, nada... Muchas gracias.
EUSTAQUIO.Servidor. (Reverencia.)
MELITONA.Servidora. (Otra reverencia.)
PEPE.Por Dios, criatura; que te vas a caer.
MELITONA.No le hace.
PEPE.(Aparte.) Vaya una postal! Qu colores! (Alto.) Eres una tricroma.
MELITONA.Qu dice el seor?
PEPE.Que tricoma!
MELITONA.Ay, qu seor; que micoma! (Vase por la izquierda.)

ESCENA IV

ANASTASIA y PEPE OJEDA.


ANASTASIA.(Que queda recogiendo plumeros y paos de limpieza.) Y qu, le gusta al
excelentsimo seor cmo ha quedado la sala?
PEPE.Seora, el saln de Gasparini es la garita de un centinela comparado con esto.
Verdaderamente suntuosos! (Aparte.) Si yo pudiera sacarle a esta seora por qu nos agasajan
de esta forma.
ANASTASIA.(Aparte.) Cmo le sacara yo quin es!
PEPE.Ahora, que lo que yo deploro vivsimamente es haber venido a producir a ustedes esta
molesta suntuaria, ese trasiego ornamental...
ANASTASIA.No, seor; no faltara otra cosa. Muchsimo gusto. Lo que ustedes se merecen y
nada ms.

PEPE.Oh! No diga usted eso; tanto agasajo nosotros, dos personas tan...
ANASTASIA.Y una lo que siente es no haber sabido antes lo que eran ustedes.
PEPE.Oh, eso, no; por Dios! Pero qu es lo que somos nosotros, diga usted?... Haga usted
el favor de decrmelo! Qu somos nosotros?...
ANASTASIA.Toma, pues menudo!... Digo... Nada! Una friolera!... Y por qu no han querido
ustedes decirlo al llegar?
PEPE.Pues no lo hemos querido decir, porque francamente..., porque no lo sabamos que
aqu se nos estimase de manera tan halagea.
ANASTASIA.Aqu crea el seor que, aunque esto es un humilde pueblo, se sabe tratar a las
personas de categora, como son los excelentsimos seores. (Aparte.) Voy a ver si son
militares. (Alto.) Y ustedes de qu son?
PEPE.(Palpndose con asombro.) Cmo que de qu somos?... (Aparte.) Nos habrn
tomado por dos Sajonias?
ANASTASIA.S; qu de qu son?
PEPE.Pues somos de arcilla mortal perecedera, seora.
ANASTASIA.S, s; arcilla!... Que me lo va usted a hacer de creer! Usted es una persona
muy gorda!
PEPE.Yo?
ANASTASIA.Pero muy gorda!
PEPE.Cincuenta y ocho kilos cuatrocientos gramos, seora. Ya ve usted que la cosa no...
ANASTASIA.S, s; ya, ya... (Aparte.) No se lo saco, es muy ladino. (Alto.) Pos nada, cualquier
cosa que les ocurra a los seores no tiene el seor ms que poner el dedo ah (Indicando el
botn de un timbre.) y apretar para dentro y luego dar dos palmas por si no suena, que casi
nunca suena, y en segua venimos, cuando lo omos.
PEPE.S, seora; muchas gracias.
ANASTASIA.Y del reloj tampoco hagan caso los seores, y de que sienta el seor que dan las
once, me lo viene ust a decir, que yo le dir la hora que es. Que este reloj no lo entiende ms
que servidora.
PEPE.Descuide usted, que por nosotros puede apuntar lo que quiera.
ANASTASIA.Ah, y en la mecedora sintese usted con cuidado, que renguea del lado derecho;
que vino un ministro una vez, y esos ministros se columpian de una forma que todo lo
esguardamillan.
PEPE.S, seora; que se dan mucho aire.
ANASTASIA.Conque a la excelentsima disposicin de usted, y ustedes disimulen, porque si
s yo lo que son ustedes, a cualquier hora les pongo esta maana como les he puesto en el

almuerzo atn en escabeche; me ha dado una rabia !... (Vase, por la izquierda, haciendo
reverencias.)
PEPE.Bueno; yo confieso que desde que he llegado a casa del alcalde, la perplejidad est a
punto de sumirme en la idiotez. Yo no me explico lo que nos sucede. Yo no entiendo por quin
nos toman o con quin nos confunden...; porque yo tengo cierto parecido con Lloyd George;
pero, caramba, a la legua se conoce que no hablo en ingls.

ESCENA V (PEPE OJEDA y ALFREDO, por la primera derecha.)


ALFREDO.Bueno, to, tenemos unas alcobas... que estupefaccionan... Qu camas!...! Cinco
mantas en cada una!
PEPE.Caracoles!... Cinco mantas!... Oye: no ser una irona alusiva a la frescura de que
nos consideran posedos?
ALFREDO.Hombre, no lo creo. Y usted ha sacado algo en limpio de esa seora?...
PEPE.Absolutamente nada. Sigo agitndome en el caos, Alfredo. He tratado de sonsacarla
con cierta habilidad, y lo nico que me ha dicho de un modo concreto es que si ella sabe quines
somos, esta maana no nos da escabeche. De lo que he deducido que nos suponen dos
personas a las que no se las puede escabechar, y esto ya es un buen sntoma.
ALFREDO.Pues yo le declaro a usted, to, que me encuentro sumido en la confusin ms
absoluta. Cada hora que pasa es mayor mi sorpresa. Cuando creamos que nos iban a recibir de
un modo hostil y agresivo, nos colman de atenciones, nos anegan en lujo.
PEPE.Nos recomiendan para una mesa luculesca y nos lo sufragan todo, que es lo
verdaderamente inaudito.
ALFREDO.Bueno, y usted a qu atribuye esto?
PEPE.Pues yo atribuyo esto a dos cosas: o a enajenacin mental complicada con delirio
despilfarrante por parte de don Acisclo o a que ese to se ha enterado de tus pretensiones y se
trae la tctica de colmarnos de agasajos e ir de obsequio en obsequio hasta favorecernos con
dos billetes de vuelta para la corte, con el fin de que nos restituyamos con una celeridad
cicloniana a la calle de Argumosa, cuarenta y cinco, abandonando tus pretensiones a la mano de
su opulenta sobrina.
ALFREDO.Tiene usted razn; es muy posible que sea eso.
PEPE.Es casi seguro. Como esta gente es tan prfida!...
ALFREDO.Ah, pues sera vano su propsito!... Renunciar yo a Cristina!... Jams! Ha visto
usted qu encanto de criatura, to?
PEPE.Eso no es criatura; eso es meter la mano en el saco de una tmbola y que te toque la
Venus de Milo. Qu suerte tienes!
ALFREDO.Bueno, y esa seora que estaba con ella y que ha dado un grito gutural al verle a
usted... Quin es?... Porque tambin eso me ha sorprendido.

PEPE.Que quin es?... Calla, hombre, que no he cado al suelo al verla porque no haba
alfombra; que si no, pierdo el conocimiento!
ALFREDO.Pero la conoce usted?
PEPE.Una ex vctima! De esto hara ya cinco lustros... Yo habitaba en la calle de los Tres
Peces; ella era mi vecina. Un da se asom a la ventana, hice as (Un revuelo de ojos.), la
incendi y an le queda rescoldo; estoy seguro.
ALFREDO.Y esa seora es casada?
PEPE.Lo ignoro; pero de todas formas puede sernos de gran utilidad en el desenvolvimiento
de los sucesos que nos aguardan.
ALFREDO.Sobre todo, por ser amiga de Cristina.
PEPE.En fin, pronto saldremos de dudas. El alcalde nos ha anunciado su inmediata visita.
Esperemos.
ALFREDO.S, esperemos. (Pasea. Dan las tres en el reloj.) Las tres.
PEPE.No... No hagas caso del reloj hasta que se lo consultemos a la duea del hotel.
(Detenindole.) Ni te sientes en la mecedora hasta que ella te diga cmo tienes que columpiarte.
ALFREDO.Es curioso!
PEPE.Ya me ha dicho que me dar un cuaderno con instrucciones para usar el mobiliario sin
peligro.
ALFREDO. Verdaderamente en estos tristes pueblos espaoles todo es extrao, temeroso,
desconcertante...
PEPE.Porque todo es viejo, solapado, sin sentido renovador... Muebles y personas... Todo
tiene un misterio, un secreto, una mcula!...
ALFREDO.Cierto; s, seor; ciertsimo; tan cierto, que yo, que deseo ardientemente la visita de
don Acisclo, al mismo tiempo temo, no s por qu, que el enigma se aclare. (Dan golpes como
llamando en la puerta izquierda.)
PEPE.Calla. (Alto.) Quin?

ESCENA VI (DICHOS, EUSTAQUIO y MELITONA.)


EUSTAQUIO.Dan los excelentsimos seores su permiso?
PEPE.Adelante quien sea. (Entran EUSTAQUIO con cuatro pollos, unas largas ristras de
chorizos y dos jamones, y MELITONA con otros dos jamones, dos barriles de aceitunas, una
orza de arrope y tres o cuatro quesos.)
EUSTAQUIO.Pasa, Melitona. (Entran los dos.) Pues los seores dirn a dnde y cmo quieren
que dejemos todo esto.
ALFREDO.Cmo todo eso?

PEPE.Pero qu es eso?
MELITONA.Pues cuatro pollos, seis ristras de unas longanizas que aqu llamamos
fritangueras, cuatro jamones, aceitunas, arrope y, adems...
ALFREDO.Bueno: pero todo eso...?
MELITONA.Todo eso es un regalo para los excelentsimos seores.
PEPE.Un regalo para nosotros?...
EUSTAQUIO.S, seor; todo esto lo ha trado el to Mangola y el seor Aniceto con una carta,
aqu presente... (La saca de la faja y se la da.)
PEPE.Qu raro!... Veamos... (Lee.) "Excelentsimo seor don Jos Mara de Ojeda: Al saber
por Nemesio Ullares, alias Carlanca, la llegada de vuecencia, dos humildes y fieles servidores le
quien significar con este pobre obsequio su gran respeto y simpata. Somos contratistas del
mercado. Servidores de usted para todo lo que sea menester en cuerpo y alma. Que se lo
coman con salud y a mandar a estos sus humildes servidores, Calixto Mangola, Aniceto
Barranco. Las longanizas son de confianza." Bueno; pero este seor Mangola...
ALFREDO.Pero este Mangola por qu se ha molestado?
MELITONA.No podemos decirle al excelentsimo seorito.
EUSTAQUIO.Lo dejamos aqu?
PEPE.No; la volatera dejarla en el corral, que ya dispondremos. Lo dems amontonarlo en
esta mesa.
EUSTAQUIO.(Ensendole los pollos.) Son muy majos!
PEPE.S; son unos pollos que haran buen papel hasta en el Ritz: regordetes y tomateros. (Lo
deja todo amontonado y se lleva los pollos.)
MELITONA.Con permiso. (Se van por la izquierda.)

ESCENA VII (ALFREDO y PEPE; luego, ANASTASIA.)


ALFREDO.(En el colmo de la estupefaccin.) Bueno, to; pero qu es esto?
PEPE.Pues esto es Mangola, ya lo ves!
ALFREDO.Yo estoy atnito, absorto!... Pero usted comprende...?
PEPE.Yo qu voy a comprender, hombre!... Este kilmetro de longaniza acaba de enrarecer
las tinieblas de mi espritu. Porque yo, ltimamente, me explico lo de instalarnos con comodidad,
me explico el tratamiento, el postre de cocina; pero que venga Mangola y nos ponga una tienda
de ultramarinos, eso no me lo explico yo... Ni se lo explica Aristteles!
PEPE.Porque, vamos, aqu en este pueblo, es que crees que te van a pegar un tiro y te
ponen un estanco!

PEPE. Ni ms, ni menos!... Y que no cabe duda que esto no es confusin; aqu lo tienes bien
claro. (Lee el sobre de la carta.) "Seor don Jos Mara de Ojeda." Esto es un cuento de hadas!
ALFREDO.Esto es una paliza que nos esnuca en cuanto caigan de su burro.
PEPE.De sus burros. Si te refieres a nosotros, no singularices; que no me gusta quedarme
solo.
ANASTASIA.(Por la izquierda.) Dan ustedes su permiso?
PEPE.Adelante, seora Anastasia.
ANASTASIA.Acaba de llegar el seor secretario, que viene a hacerles a ustedes una visita;
que si le pueden ustedes recibir... aqu me ha dado la tarjeta.
PEPE.(La coge y lee.) "Justino Cazorla, secretario del Ayuntamiento. nimas Benditas,
dieciocho, bajo."
ALFREDO.Pero viene solo?
ANASTASIA.S, seor; solo.
PEPE.No viene el seor alcalde?
ANASTASIA.No, seor; viene don Justino nada ms. Eso s, de todo lujo. Ya vern ustedes
elegancia.
PEPE.Pues que pase. (Vase ANASTASIA.)
ALFREDO.Lo ve usted, to?... Lo que sospechbamos. El alcalde no se atreve a afrontar cara
a cara la cuestin y nos enva a ste para que nos eche.
PEPE.Es muy posible. Estemos sobre aviso. Prudencia y precaucin. Llvate las longanizas.
Me hace poco serio.
ALFREDO.Las meter aqu. (Entra por la primera derecha.)

ESCENA VIII (PEPE OJEDA y CAZORLA; luego, ALFREDO.)


CAZORLA.(Desde la puerta.) Felices y augurales. Da usted su aquiescencia penetrativa?
PEPE.(Aparte.) Caray, qu lxico! (Alto.) S, seor; pase usted adelante.
CAZORLA.Disclpeme, seor mo, si en una forma poco rectilnea y cediendo a presiones
jerrquicas, me permito intercalar en sus familiares sosiegos la inoportunidad de una intromisin
espordica.
PEPE.(Alto.) Alfredo, sal; que ha venido un pariente de Snchez de Toca. (ALFREDO sale y le
hace una reverencia.)
CAZORLA.No; perdone usted, seor Ojeda; no me une ningn lazo consanguneo con el
susodicho primate, aunque por honra preclara yo lo tendra.

PEPE.No; yo lo deca porque verdaderamente, seor Cazorla, se expresa usted con una
correccin tan acadmica como desusada en estos pequeos pueblos, donde precisa un
lenguaje vulgar para la recproca comprensin.
CAZORLA.Exacto de toda evidencia; pero es que servidor dispone en su riqueza idiomtica de
lo que pudiramos llamar dos lxicos o lenguajes. Lengua de diario o trapillo para conversar con
el elemento trashumante y analfabeto de la localidad y lenguaje de lujo para ocasiones como la
presente, en que he de dirigir mi verbo sonoro y preciosista a personalidades relevantes que
pueden gustar las exquisiteces filolgicas de las ms selectas locuciones.
PEPE.Vamos, un lenguaje de blusa y otro de chaqueta; digmoslo as.
CAZORLA.Exacto.
ALFREDO.Es originalsimo.
CAZORLA.En el primero uso las frases ms corrientes, como mecachis, caramba, un cuerno!
Que te crees t eso!..., y similares, y en el segundo, intercalo los bonitos vocablos, estulticia,
exgesis, arcaico, caritide y miasmas, jugndolo todo ello con un sentido de agilidad y
aristocratismo que me envidia acerbamente el seor Azorn.
ALFREDO.Muy bien. Bueno; pero a nosotros hblenos usted con toda sencillez, Cazorla.
PEPE.A nosotros nos habla usted en mangas de camisa...
CAZORLA.Seor!...
PEPE.Literariamente, claro est.
ALFREDO.(Ofrecindole un cigarrillo.) Usted fuma?
CAZORLA.Estoy incurso en el consuntivo y depauperante vicio; s seor. (Toma el cigarrillo.)
PEPE.Pues avance sin temor y obligrese romboideamente en ese adminculo arrellanatorio.
(Sealndole una silla. Aparte.) A m no me achicas t.
ALFREDO.(Quitndole el sombrero, al ver que se hace un lo entre los guantes, el sombrero,
el bastn y el cigarro.) Y si no se opone, dejaremos aqu su exornacin craneana y borsalinesca.
(Lo deja en una silla.)
CAZORLA.Gratitudes mil. (Se sientan.)
PEPE.(Al ver que CAZORLA trata en vano de encender un encendedor.) Parece que la torcida
est influminable.
CAZORLA.(Algo contrariado.) No; sabe usted que en casa, cuando se acaba la bencina le
echan ans del Mono y casi nunca prende. Pero con paciencia... (Sigue disparando.)
PEPE.Bueno, y que trae el seor Cazorla por este su cuarto hotelero?
CAZORLA.Pues servidor viene, ante todo, en nombre del Consistorio que indignamente
secretario, a ofrendarles los ms frvidos testimonios admirativos y las ms respetuosas
sumisiones. (Sigue disparando.)

PEPE.Pues trasfusineles usted nuestros ms rendidos, qu digo rendidos!..., nuestros ms


derrengados testimonios de inenarrable gratitud, aunque no nos expliquemos la cortesa
concejalesca.
ALFREDO.Tome una cerilla. (Se la ofrece.)
CAZORLA.No; si es cuestin de amor propio. En cuanto vienen personas de Madrid me pone
en ridculo; pero a m delante de forasteros, no... (Sigue disparando.)
PEPE.Pero no se moleste, si con una cerilla...
CAZORLA.No es molestia, es perseverancia. tem ms, vengo tambin a adquirir, "de visu", la
seguridad de que su aposentamiento corresponde a cuanto se debe a su jerarqua y el Municipio
tiene decretado.
ALFREDO.Ah, en eso est usted absolutamente tranquilneo.
PEPE.Las satisfacciones hospederiles y los aditamentos alimenticios sobrepasan a lo que
pudo fantasear nuestra ms exaltada apetencia.
CAZORLA.(Que sigue disparando.) Celbrolo, e "ipso facto..."
ALFREDO.Pero por qu no quiere usted aceptar? (Ofrecindole su cigarrillo para que
encienda.)
CAZORLA.No; perdone usted; es cuestin personal. Veremos quin puede ms. (Sigue
disparando.)
PEPE.Convnzase usted que lo de hoy es mono.
CAZORLA.Qu s yo!... Pues como les iba diciendo, satisfechas mis dos encomendadas
averiguaciones, deseo..., y voy con esto a internarme en un campo absolutamente confidencial...
(Acercan los tres las sillas sin levantarse para estar ms juntos.), deseo decirles, en nombre del
seor alcalde, que le disculpen esta primera visita, que me encomienda a m, compenetrado de
la dificultad de los primeros "pour parlers", dada la enojosa cuestin que les trae a esta villa.
ALFREDO.Hombre, eso de enojosa!... (Todos otro avance con las sillas.)
PEPE.Bueno; pero dgame usted, seor Cazorla; vamos a ver. Ustedes saben a lo que
venimos nosotros aqu?...
CAZORLA.(Mira a todos lados. Otro avance con las sillas.) Lo sabemos exactamente, s,
seor. ..; lo sabemos todo, pero todo.
ALFREDO.Entonces, el seor alcalde?
CAZORLA.Pues el seor alcalde, encantado de su presencia en el pueblo, vendr dentro de
breves instantes al frente de una Comisin del Casino, que est organizando el homenaje con
que pretendemos festejar a ustedes.
PEPE.Festejarnos a nosotros?... Pero...
CAZORLA.(Otro avance.) Pero antes, seor Ojeda, me ha encomendado don Acisclo una
delicada misin.

PEPE.Delicada?... A ver si ahora...?


CAZORLA.(Un poco azorado.) Faciltenmela ustedes, ahorrndome para cumplirla, sutiles
disculpas y enojosos alegatos. (Se levanta y saca un sobre del bolsillo del pecho.) Internado en
este envelope encontrarn algo que es splica y ofrenda. Cuando yo me ausente rasguen,
extraigan y mediten. (Se lo da.) Nada ms.
PEPE.Pero de qu s trata?
ALFREDO.Qu es?
CAZORLA.Me reitero en cordial servidumbre. (Coge todos sus chismes apresuradamente e
inicia el mutis.)
PEPE.Pero...
CAZORLA.Suysimo. (Vase por la izquierda.)
PEPE.Pero esta carta!...
ALFREDO.Qu hombre ms estrafalario!
CAZORLA.(Entra de nuevo, radiante de satisfaccin, con el encendedor encendido.) Por fin!
Los DOS.Enhorabuena!
CAZORLA.No era mono!... (Vase.)
ALFREDO.Bueno; y qu contendr este sobre?
PEPE.Esto es una carta diciendo que nos larguemos.
ALFREDO.Abra usted a ver.
PEPE.(Rasga el sobre y mira.) Alfredo!
ALFREDO.To!
PEPE. Cgeme, que me derrumbo!
ALFREDO.Pero qu es?
PEPE.(Sacando dos billetes.) Dos mil pesetas!
ALFREDO.Dos mil pesetas!
PEPE.Bueno; la vorgine espantosa de la duda acaba de sorberme.
ALFREDO.Yo ya no s qu es esto!
PEPE.Pues dos mil pesetas, no te lo digo?
ALFREDO.Pero a qu vienen esas dos mil pesetas?
PEPE.Hombre, dos mil pesetas vienen siempre a una cosa agradabilsima.

ALFREDO.Supongo que no tendr usted la pretensin de quedarse con ellas.


PEPE.Te dir.
ALFREDO.Cmo te dir?... Hay que arrojrselas a la cara inmediatamente.
PEPE.No; groseras, no.
ALFREDO.Por qu, por qu nos las dan?
PEPE.Hombre, yo lo ignoro, pero recuerdo lo que deca Tales de Mileto: "Si te piden una
peseta, pregunta por qu te la piden. Si te la dan, no preguntes por qu." El que te la da, es el
encargado de saberlo.
ALFREDO.Argucias.
PEPE.Filosofas. A m me puedes quitar la razn; a Tales de Mileto, no. (Se las guarda.)
ALFREDO.Pero no comprende usted...
PEPE.(Sorprendido.) Calla, que todava hay algo dentro del sobre... (Rebusca.) S, una tarjeta
(La lee.) "Desistan de lo que les trae y no sern las ltimas. Acisclo Arrambla Pael."
ALFREDO.Lo ve usted?... Lo est usted viendo?... "Desistan de lo que les trae." Es decir,
que ese inmundo sujeto nos adula, nos agasaja, nos colma de honores y nos da hasta dinero!...,
para que yo, cobardemente, me vaya del pueblo renunciando a su sobrina! Cree, sin duda, ese
miserable, que es un repugnante egosmo lo que nos trae aqu!... Pues no, no me voy; no me ir
ni con ddivas, ni con halagos, ni con millones!"... No, no y no!
PEPE.Hombre, Alfredito, no te exaltes.
ALFREDO.En cambio, estoy seguro que Cristina, la pobre Cristina, est a estas horas
encerrada en su habitacin como en una mazmorra para que yo no la hable, para que yo no la
vea. Para que yo...

ESCENA IX (DICHOS, CRISTINA y EDUARDA, por la izquierda.)


CRISTINA.(Asomndose por la puerta izquierda.) Alfredo!
ALFREDO.Cristina!... T!
CRISTINA.(Corriendo a l.) Por fin a tu lado! Me pareca imposible!
ALFREDO.Pero t! T aqu, Cristina ma! (Se cogen las manos efusivamente y hablan aparte
con apasionada vehemencia.)
EDUARDA.(Aparece en la puerta con digna severidad y saluda a OJEDA con una inclinacin
ceremoniosa.) Caballero...
PEPE.(Yendo a ella con impulso cordial.) Eduarda!
EDUARDA.(Detenindose con un gesto altivo.) Yo le llamo a usted caballero, porque no s
cmo llamarle.

PEPE.(Resignado ante la irona.) Eduarda...


EDUARDA.Todava ignoro su verdadero patronmico... Exuperio... Rigoberto...
PEPE.Jos Mara.
EDUARDA.(Dudando.) Bah!
PEPE.Jos Mara, por stas! (Jurando.) Eduarda, no me guarde usted rencor. Han pasado
cinco lustros. El tiempo todo lo purifica. Yo comprendo que para usted fui un calavera.
EDUARDA.Cmo un calavera? Un osario!
ALFREDO.(Trayendo de la mano a CRISTINA.) Pero, a todo esto, ven que te presente. Mi to.
PEPE.Seorita, encantadsimo de usted! (Presentando ALFREDO a EDUARDA.) Mi sobrino.
EDUARDA.(Le da las puntas de los dedos.) Amable joven!
CRISTINA.De modo que viniste slo por m?
ALFREDO.A cumplirte mi palabra, no es verdad, to?
PEPE.Exactamente; y garantiza la seriedad de semejante propsito, el que nuestro primer
paso en este pueblo, ha sido ir a visitar a su pariente y tutor.
ALFREDO.Y de ti estbamos hablando precisamente cuando llegasteis, y con cierta inquietud,
te lo aseguro.
CRISTINA.Con inquietud, por qu?
ALFREDO.Pues porque, francamente, tu to nos ha recibido con tan exagerada amabilidad y
con tales muestras de esplendidez..., que sospechamos, no sin cierto fundamento, que lo que
pretende es que yo desista, por las buenas, de tu cario y me vaya de aqu.
CRISTINA.Pero qu ests diciendo? Todo lo contrario!
ALFREDO.Cmo todo lo contrario!
CRISTINA.Que mi to est encantadsimo con que nos queramos!
PEPE.Pero es posible!
EDUARDA.Como que vinimos aqu porque l nos mand, con la excusa de que vigilramos
los detalles del alojamiento.
ALFREDO.(Asombrado, a OJEDA.) Pero es posible?... Pero ha odo usted cosa igual?
CRISTINA.Vers. Cuando llegasteis a casa, nosotras oamos absortas los encargos que haca
a Morrones para que fueseis esplndidamente tratados. Os despidi sin escucharos siquiera, y
de pronto, cuando os alejabais, me coge de la mano, me atrae hacia s, y sealndote me dice
conmovido: "Cristina, si me quieres, enamora a ese joven!"
ALFREDO.Eh?

PEPE.Seorita!
ALFREDO.Pero dijo eso?
EDUARDA.Como si lo hubieran ustedes odo. La suplic que le amase a usted; yo fui testiga.
ALFREDO.Ay, to!; pero suplicarle l mismo que...!
PEPE.Bueno; el cuentecito ese de Pinocho en el Japn, es un precepto evanglico comparado
con lo que nos est pasando en esta localidad. Honores, ddivas, regalos en especie, donativos
en metlico y encima mandarle a uno la novia!... Bueno, o este pueblo pertenece al partido
judicial de Jauja, o yo no lo entiendo.
ALFREDO.(A CRISTINA.) Pero t no sospechas a qu puede obedecer todo esto?
CRISTINA.No lo s, Alfredo, no lo s. Yo slo pienso en este instante, que te quiero con
locura, que estoy a tu lado y que soy la ms feliz de las mujeres.
ALFREDO.Cristina ma! (Quedan hablando aparte en voz baja.)
PEPE.(Se acerca melanclicamente a EDUARDA, que se ha sentado lejos en una silla.)
Eduarda!... La mano inexcusable del Destino nos acerca de nuevo. (Seala a los muchachos.)
He aqu el pasado que reverdece. No los envidias?
EDUARDA.No me tutees, que soy casada!
PEPE.Casada t!... Oh!... T casada?
EDUARDA.Lo sientes?
PEPE.Lo siento por tu marido..., porque...
EDUARDA.Pepe!... Bueno, te llamas Pepe, definitivamente?
PEPE.Pepsimo!
EDUARDA.No hago el ridculo!
PEPE.Lo de Pepe, machacado!
EDUARDA.Pues bien, Pepe: t tienes la culpa si me encuentras vinculada a otro hombre. Me
abandonaste.
PEPE.Ya te he dicho que aquello fue una calaverada.
EDUARDA.Pero, ah!, una calaverada que me produjo trastornos mentales horribles... Como
me hiciste creer que te llamabas Piones, que eras seminarista y capitn, todo a un tiempo, pues
yo, en mi desvaro, aborrec el cascajo y no haca ms que decir "Dominus vobiscum" y saludar
militarmente. Con lo que yo te amaba!... Abandonarme!
PEPE.Si vieras cunto te he recordado!
EDUARDA.Es de verdad, Pepe?

PEPE.Como me llamo Rigober... Caramba, perdona, que..., que me senta transportado a


aquellas locuras de cinco lustros ha.
EDUARDA.Ah!... Cinco lustros transcurridos! Y dime, Pepe, cmo me encuentras?
PEPE.Mejor que antes, Eduarda.
EDUARDA.(Alegre.) De veras?
PEPE.T eres como el oro: el tiempo te avalora y te embellece.
EDUARDA.Oh, qu galantera tan metalrgica! Pero... ah!... Estoy olvidando... Bueno,
caballero...
PEPE.Por Dios, Eduarda, no vuelvas a la seriedad! Quiero ver en tus labios aquel rictus de
alegra que tanto me gustaba!
EDUARDA.Ah, mi ritus, mi ritus!... Esfumse en el dolor y en el tiempo. (Va a caer sentada en
una silla.)
PEPE.(Detenindola.) No, ah no te sientes que hay manteca! (Se sientan en otro lado y
siguen hablando.)
ALFREDO.(Alto, a CRISTINA.) Pero es de veras que dudabas que yo volviese?
CRISTINA.S, Alfredo, s; no quiero engaarte, lo dudaba. Cuando se ama mucho, mucho,
mucho, todo es duda... El tiesto de mis margaritas siempre ha estado sin flores. A quin iba yo a
preguntar si volveras!
ALFREDO.Y qu te contestaban, vamos a ver?
CRISTINA.Pues, como las flores son buenas, cuando una me deca que no, otra, al verme
llorar, me consolaba dicindome que s, que vendras..., que te esperase.
ALFREDO.Pues ya ves cmo las que negaron mintieron.
CRISTINA.Pero mira; yo, en cambio, a mi corazn a todas horas le deca lo mismo. Si vuelve
ser mi amor de siempre; si no vuelve, mi recuerdo de toda la vida.
ALFREDO.Pero por qu dudabas?
CRISTINA.Qu s yo!... Cre que nunca podra interesarte una pobre seorita de pueblo.
ALFREDO.Y por qu no?... Una seorita de pueblo!... Precisamente por eso me interesaste
ms.
CRISTINA.Amabilidad!
ALFREDO.No lo creas. La seorita de pueblo siempre me ha inspirado a m una profunda, una
viva simpata.
CRISTINA.De veras?
ALFREDO.Cuando en mis viajes he visto, paseando por los andenes de las pequeas
estaciones, esos grupos de muchachas cogidas del brazo, me ha parecido siempre adivinar en la

mirada de sus ojos dulces el cansancio de la vida montona, y en su triste sonrisa, el anhelo de
una existencia mejor. Con qu resignada melancola miraban alejarse el tren!... A m, te digo
que me daban ganas de cogerlas a todas en un puado y llevarlas a otro mundo, y a otra vida
que valiera la pena de vivirse, fuera de aquel estrecho ambiente pueblerino, egosta y brutal, que
slo ellas encantaban con el hechizo da su juventud.
CRISTINA.Pero llevrtelas a todas?... Con que te llevases una!...
ALFREDO.S, pero una que vale por todas!... Una, que quiz no est ducha en las artes de
una vida refinada, en los encantos de una gentil desenvoltura, como las seoritas de grandes
ciudades, pero cuyo aspecto de simptica cortedad, me dice a m, no s por qu, que posee un
alma blanda, de matiz suave... Alma propicia a un amor largo, leal y profundo!... Me enga?...
CRISTINA.Qu has de engaarte?... Ahora, que yo, as muchas cosas bonitas, como t, no
sabr decir, pero sentirlas, s; sentirlas las sentir todas..., todas las que hagan falta para
quererte una vida entera!
ALFREDO.Cristina!
CRISTINA.Alfredo!
PEPE.Eduarda!
EDUARDA.Pepe! (Hablan y ren.)

ESCENA X (DICHOS, DON RGULO y CAZORLA, en el balcn del Casino.)


CAZORLA.(Asomndose recatadamente por las persianas entreabiertas.) Mire usted, don
Rgulo, mire usted los hombres que nos manda el Gobierno para moralizarnos!
DON RGULO.(Asomndose.) Porra! Mi mujer bromeando con l!
CAZORLA.Silencio! Seguiremos observando. (Retira a DON RGULO.) La vbora ha picado.
El veneno har lo suyo. Sois mos! (Cierra, despus de lanzar una mirada mefistoflica. Se
escuchan en la calle los sones de una charanga lejana que va acercndose poco a poco y el
alegre gritero de la multitud.)

ESCENA XI (DICHOS, ANASTASIA, MELITONA, EUSTAQUIO y MORRONES, por la izquierda.)


CRISTINA.Msica!... Oyen ustedes?
ALFREDO.Pero qu msica es sa?
PEPE.Qu ocurrir?
EDUARDA.(Que se asoma al balcn.) Es la charanga del to Maillo.
PEPE.Pero es que hay fiestas en el pueblo?
CRISTINA.No, qu ha de haber! Por eso me choca.

EDUARDA.Y vienen hacia aqu, y les sigue la gente.


CRISTINA.Anda, y ponen colgaduras en el Casino! (Un mozo pone colgaduras con los
colores nacionales en el Casino.)
PEPE.(Asustado, a ALFREDO.) Oye, pero ser eso tambin por nosotros?
ALFREDO.Mucho me lo temo!...
PEPE.Oye, t, se me puede confundir a m con el obispo?... Porque yo ruedo ya de conjetura
en conjetura...
(Entran MELITONA, ANASTASIA, EUSTAQUIO y MORRONES, por la izquierda. Vienen
jadeantes, emocionados y muy alegres.)
MORRONES.Excelentsimo seor...
PEPE.(Atnito.) Es a m?
MORRONES.A usa excelentsima, que vengo de parte del seor alcalde a decirle a usted,
que si puede vuecencia recibir a la seora maestra, y a los alumnos de las escuelas pblicas, y a
una comisin del Casino que viene a festejar a usa.
PEPE.A festejarme a m!
EUSTAQUIO.A usa; conque usted dir.
ALFREDO.Pero esa msica y esos cohetes son por nosotros?
EUSTAQUIO.Por ustedes!
PEPE.Lo ests viendo?
CRISTINA.Por vosotros!... Pero a qu santo?
PEPE.No s, porque yo me llamo Nicomedes!... digo!... (Estallan cohetes, repican las
campanas, vuelve a sonar la msica, grita la gente.)
MORRONES.Conque, qu les digo a las comisiones?.
PEPE.S, que suban, que suban. (Todos van hacia la puerta de la izquierda.)
ALFREDO.Bueno, to, yo creo llegado el caso de que pregunte usted de un modo concreto con
quin nos confunden.
PEPE. Qua, hombre; con esta gente prfida nada de lealtades. Aguarda: malo ser si a
alguna de esta comisiones no le saco yo por quin nos toman.
CRISTINA.Ya estn ah; ya suben.
ANASTASIA.Viene todo lo mejor del pueblo.
EUSTAQUIO.Ahora ver ust lo bueno!

ESCENA XII (DICHOS, DOA TRSILA, CHICOS y CHICAS; luego, DON ACISCLO, DOA
CESREA, DON RGULO, CAZORLA, CARLANCA, DON ALICIO, SOCIOS DEL CASINO,
SEORITAS, etc., etc.)
(Entra DOA TRSILA, una seora con lentes, ridculamente vestida y con un peinado muy raro
y muy liso. Lleva un papel de msica en una mano y una batuta en la otra. La sigue un coro de
CHICAS y CHICOS, que traen un estandarte. Vienen formados de cuatro en fondo cantando y
andando a pasos rtmicos.)
TRSILA, CHICOS Y CHICAS.(Al mismo tiempo. Cantan, avanzando hacia OJEDA, y a
medida que avanzan, l retrocede, tambin a comps, como asustado de aquello.)Loor, loor,
loor;... Oh, insigne y gran seor! Por tu visita honrosa, la juventud estudiosa te aclama con
fervor. Loor, loor, loor!... (Durante el himno han entrado las Comisiones con trajes de fiesta, se
colocan ordenada y convenientemente, de modo adecuado, para que el conjunto pueda resultar
ms cmico.)
DOA TRSILA.Con la venia del seor alcalde. (Reverencia.) Excelentsimo seor: Cbeme
la inmerecida honra de ofrendar a vuecencia este tierno plantel cultural, delicadas flores. (Aparte,
a un nio.) Mateo no te toques las narices que est feo... (Alto.) Delicadas flores que cultiv una
servidora, humilde maestra superior, que no es normal, por envidias, e hija del pedagogo don
Zacaras Ullera, mi seor padre, honra y prez de la magistratura docente nacional. Feo est que
una servidora lo diga, pero mi seor padre era una persona muy docente; mucho ms docente
que yo. Con honda pena lo manifiesto. Sin embargo, como se murmura en la corte que si los
ayuntamientos tienen o no tienen abandonadas sus obligaciones respecto a instruccin pblica,
yo quiero dar a vuecencia un ments mostrndole los progresos de estos tiernos nios y nias,
que no dir yo que sean unos Merlines, pero s honra y prez de la infancia estudiosa y crecedera.
(Aparte, a un nio.) Tiburcio, que me das con el estandarte. (Alto.) Y ahora, con permiso de
vuecencia, me voy a permitir examinarlos, individual y corporativamente, para que se juzgue de
su instruccin. Con la venia.
PEPE.(Aparte.) Oye, prvulo, no metas el dedo en el arrope; haz el favor. (Alto.) Siga...
DOA. TRSILA.Vamos a ver... rsula Canana.
CHICA 1.(Dando un paso al frente.) Servidora...
DOA TRSILA.A ver, tenga usted la bondad de decirnos: cuntos golfos hay en Espaa?...
CHICA 1.Muchsimos, golfos hay muchsimos...
DOA TRSILA.Muy bien... Y cabos, hay muchos cabos?
CHICA 1.Cabos tambin hay muchsimos.
DOA TRSILA.Pero determnelos!
CHICA 1.Pues el Finisterre, en Vizcaya; el Ortegal, en Gerona; el..., el...
DOA TRSILA.Cmo se llama el que hay en Huelva?... Cabo de... (Accin de pegar.)
CHICA 1.Cabo de... (Le da golpes con la batuta.), de Palos.
DOA TRSILA.Y cmo se llama el de Almera, cabo de qu?

CHICA 1.Cabo de..., cabo de...


CHICO 1.Miau!
CHICA 1.Gato!
PEPE.Gata, rica.
DOA TRSILA.Como ver vuecencia, salvo la confusin del sexo, todo lo dems...
PEPE.S; una verdadera monada. Parece mentira!, y a la edad que tiene; porque esta nia no
habr cumplido an los treinta y seis aos.
CHICA 1.Me voy para los dieciocho!
PEPE.Bueno, pues vete; anda, rica, vete y no vuelvas; anda.
DOA TRSILA.Ahora va a ver vuecencia un discpulo aventajado. Aniceto Recocho.
CHICO 1.Servidor.
DOA TRSILA.Qu son lneas paralelas?
CHICO 1.Mauregato, Sisebuto, Recaredo, Chindasvinto...
DOA TRSILA.Pero qu ests diciendo, so zarrapastroso?
CHICA 2.Es que l dice los reyes godos, porque lo de las paralelas me lo tena usted que
haber preguntado a m. Mire usted el papel y ver.
DOA TRSILA.(Confusa.) El papel?...
CHICA 2.Estos dos eran los reyes... Paralelas, mi hermano y yo...
DOA TRSILA.S, s; bueno... (Aparte.) Me estis haciendo correr un ridculo que eriza.
(Alto.) Bien; pues di, di... Qu son lneas paralelas?
CHICA 2.Pues aquellas que no se prolongan por mucho que se encuentren. Ve usted como
era yo?
DOA TRSILA.(Aparte.) Maldita sea tu estampa, so cafre!
PEPE.Bueno; basta, basta... Si no me lo dijeran creera que estas criaturas haban estudiado
en Bolonia.
DON ACISCLO.Y ahora, excelentsimo seor, pocas palabras de mi parte. Ya ha visto usted
nuestra juventud estudiosa cmo aprovecha los desvelos del municipio, de forma que slo nos
resta que, "iso fazto", don Alicio Carrascosa, aqu presente..., llamado por su elocuencia el
Melquades de Pancorbo (DON ALICIO hace una gran reverencia.), su ciudad natal, va a tener el
honor de ofrecerle el homenaje que le preparamos. Ande usted don Alicio.
TODOS.Chis... (Silencio, expectacin.)
DON ALICIO.(En tono de oratoria rural.) Excelentsimo seor: Mis nobles y queridos
coterrneos. El ilustrsimo Ayuntamiento de esta villa, conjuntamente con el Casino de la misma,

que tengo el honor de presidir, ha organizado un banquete que, a manera de modesto homenaje,
se ofrecer maana a este nuestro ilustre y preclaro husped.
PEPE.(Aparte, a un chico.) Nio, deja las morcillitas!
DON ALICIO.Ah, mis leales y queridos villalganceos, los sentimientos patriticos se exaltan
ante las grandes y meritorias personalidades, honra de la nacin!
PEPE.(A ALFREDO.) Me han tomado por un poltico. Lo que yo me figuraba.
DON ALICIO.Y mucho ms cuando el ciudadano integrrimo que nos honra con su visita no es
un poltico.
PEPE.(A ALFREDO.) Pues no soy un poltico.
DON ALICIO.-No es un poltico ni mucho menos, y, claro, que ante tal negativa, vosotros me
preguntaris: es acaso un hombre de ciencia?... No.
PEPE.(A ALFREDO.) No.
DON ALICIO.Es un escritor eminente?... No.
PEPE.No.
DON ALICIO.Es un artista ilustre?... No.
PEPE.(Asombrado.) Tampoco.
DON ALICIO.Pues qu es este hombre, me preguntaris?... Y yo voy a deciros lo que es este
hombre.
PEPE.(Aparte.) Gracias a Dios!
DON ALICIO.Pues este hombre es nada menos! que el mdulo representativo de una nueva
funcin generatriz del Estado, en su relacin legislativa, he dicho legislativa?..., jurdica, dentro
de las modernas ideologas plasmadas en las grandes sntesis aspirativas de la Humanidad...
Eso es este hombre!
PEPE.Va, hombre!
DON ALICIO.S, hombre; eso y nada ms.
ALFREDO.(Aparte, a PEPE.) Qu ser eso de mdulo?
PEPE.(dem, a ALFREDO.) No s; pero me suena a algo as como a marisco.
ALFREDO.(dem, a PEPE.) Pues s que nos ha sacado de dudas.
DON ALICIO.Y ahora que ya sabis quin es, una sola palabra para terminar. Conterrneos,
honremos a este hombre; porque honrndole, nos honramos. He dicho. (Aplausos, bravos,
felicitaciones.)
PEPE.Seores, unas palabras...
TODOS.Chis..., chis... (Gran atencin.)

ALFREDO.(Aparte, a PEPE.) Pero qu va usted a decir?


PEPE.(dem, a ALFREDO.) Una cosa parecida a la suya. Yo no me aguanto eso de mdulo.
(Alto.) Villalganceos: Honrndome exageradamente ha dicho, en disculpable exaltacin el
elocuente orador que me ha precedido en el uso de la palabra, que yo soy un mdulo. Pues bien,
s, quiz yo sea un mdulo; pero l, en cambio, es una esptula.
ALFREDO.(Asustado, le tira de la americana.) To!
PEPE.Una esptula con la que se extiende sobre el lienzo de las realidades espaolas el vivo
anhelo del espritu nacional, que trata laudablemente de incorporarse, en la plenitud de todas sus
conciencias, a la marcha triunfadora de los pueblos libres hacia los nuevos ideales del Derecho y
de la Justicia...
TODOS.Bravo, bravo! (Aplauden.)
PEPE.Villalganceos: pocas palabras ms. Al honrarme a m, vosotros sabis qu ideales
exaltis?
TODOS.S, s!
PEPE.Al ofrecerme este homenaje, vosotros sabis lo que significo yo?
TODOS.S, s!
PEPE.Vosotros sabis quin soy yo?
TODOS.S, s!
PEPE.Pues si vosotros sabis quin soy yo, yo no...; yo no os molestar en volveros a
informar respecto a mis legendarias y tradicionales convicciones. He dicho. (Aplausos.)
DON ALICIO.Viva Espaa!
TODOS.Viva!
DON ALICIO.S, viva la Espaa de Sagunto y de Numancia, de Coln y de Hernn Corts, del
Dos de Mayo y de Covadonga! (Aplausos frenticos.)
TODOS.Vivaaaaa! (Llorando todos, se abrazan; suena la msica, repican las campanas,
estallan los cohetes. Van desfilando, despus de estrechar la mano y felicitar a OJEDA.
Cantando.)
DOA TARSILA, CHICOS Y CHICAS.(Al mismo tiempo.)Loor, loor, loor... Oh insigne y gran
seor!, etctera, etc.
(Vanse todos.)

ESCENA XIII (PEPE OJEDA y ALFREDO.)


ALFREDO.Pero, to!
PEPE.(Cayendo derrengado sobre una silla.) Ay, Alfredo!

ALFREDO.Qu le pasa a usted?


PEPE.Que mi confusin sigue en aumento; que yo estoy muy malo; que yo no s lo que me
pasa! A qu vienen esas explosiones patriticas? Por quin me toman? Media hora hablando
y an no lo s!
ALFREDO.Sin embargo, to, a m me parece que empiezo a comprender...
PEPE.T?
ALFREDO.S. Todo eso sospecho que lo hacen porque nos temen.
PEPE.A nosotros? Que nos temen?
ALFREDO.S, nos tienen miedo; no hay duda..., por eso son las ddivas, el dinero, las
aclamaciones. Nos confunden con algo que para ellos es un fantasma medroso.
Voz.(Lejos.) Viva Espaa!
VOCES.(dem.) Vivaaaaa!
ALFREDO.Y conciencias concupiscentes y claudicadoras que infam el delito quieren acallar
el terror de verse castigadas con gritos de falso patriotismo!
PEPE.Es posible! Sin duda es eso El miedo, siempre el miedo... La cobarda [profanando,
para disculparse, las reliquias sagradas de la Historia! Cobarda, miedo, claudicacin!... Ah
miserables!
Voz.(Ya muy lejos.) Viva Espaa!
PEPE.S, viva Espaa! Pero cmo va a vivir si no nos hacemos todos un poco mejores! Viva
Espaa; pero viva con un ideal cierto, seguro, firme, que acabe para siempre con los sin
miedosos, con los claudicadores, con los cobardes... (Sale al balcn.) Viva Espaa! (Le aclaman
frenticamente. La gente grita; le aplauden de los balcones del Casino. Estalla un cohete junto a
l. Entrando.) Mi madre! (Se cubre los ojos con las manos.)
ALFREDO.Qu ha sido?
PEPE.Un cohete! Por poco me deja ciego! Y me lo ha disparado el secretario! Lo he visto!
Canalla! Ladrn!
Voz.Viva Espaa!
VOCES.Vivaaaa! (Msica, campanas, aplausos.)

TELN

ACTO TERCERO
La misma decoracin del acto segundo. Es de noche.

ESCENA PRIMERA (PEPE OJEDA, DON RGULO y CAZORLA.)


(Al levantarse el teln, aparece PEPE OJEDA en el Casino. Est en pie, pronunciando un brindis
a la cabecera de la mesa, donde acaban de celebrar un banquete. Se ven socios sentados cerca
de l, que en las ocasiones que se indican le aplauden. En el cuarto de la fonda, que tiene las
vidrieras de los dos balcones cerradas, razn por la cual se ve accionar a PEPE OJEDA sin que
se le oiga, estn DON RGULO y CAZORLA. Se hallan situados junto al balcn de la izquierda,
mirando a travs de las vidrieras, hacia el Casino.)
DON RGULO.(Iracundo y exaltadsimo, apunta a PEPE con una "browning" que tiene en la
mano.) S, s; djeme usted, lo mato sin remedio! Le mato en pleno discurso!
CAZORLA.(Esforzndose por contenerle.) No, no, por Dios! Sera una tragedia espantosa!
Sera una interrupcin, que ni en el Congreso! Calma, mucha calma.
DON RGULO.Pero no oye usted lo que dice? No oye usted lo que grita ahora ese cnico?
(Quedan atentos, abren un poco la vidriera y entonces se oye a PEPE OJEDA hablando como
un poco lejos y en tono oratorio.)
PEPE.Celebremos; s, celebremos todas nuestras conquistas, nuestras hermosas conquistas,
para que nos envidien aquellos que... (Cierra. Se deja de or, aunque se le sigue viendo
accionar.)
DON RGULO.Ah miserable! Que celebren sus conquistas! Y mrela usted, mi mujer se
sonre! Oh!
CAZORLA.Qu cinismo! Pobre amigo! (Le abraza.)
DON RGULO.Ah, no, no; yo no lo sufro! (Apunta de nuevo.) Djeme usted que dispare!
CAZORLA.(Desvindole el brazo.) S, le sobra a usted la razn por encima de los pelos; pero
Contngase usted ahora! Sera producir una tragedia intil. No es ste el momento! Yo, don
Rgulo, que estimo su honor como mi propio honor, le dir a usted que realice su justa venganza
cuando sea llegado el instante; ahora, no. (Misteriosamente.) Piense usted que al disparar desde
esta casa, no slo se comprometera usted, sino que comprometera a don Acisclo. (Entorna la
puerta del balcn y deja de verse a PEPE OJEDA.)
DON RGULO.S; es verdad! Eso te vale, villano!
CAZORLA. A don Acisclo, que est ah dentro (Seala la puerta primera derecha) haciendo,
en complicidad con la Anastasia, un registro entre los papeles de esos hombres; registro que
puede ser nuestra salvacin... La salvacin del pueblo!
DON RGULO.S, s; es cierto, amigo Cazorla; lo comprendo todo; pero es que las leales
revelaciones de usted han despertado en mi corazn el demonio de los celos...
CAZORLA.Don Rgulo, yo no poda consentir el ridculo de un amigo entraable.
DON RGULO.S; ha hecho usted bien, muy bien; pero es que yo ya no puedo vivir sin una
venganza terrible! Y me vengar; s, me vengar! (Queda junto al balcn, mirando
obstinadamente al Casino.)

CAZORLA.Sin embargo, calma; calma ahora.

ESCENA II (DICHOS, DON ACISCLO, DOA CESREA y ANASTASIA, por la primera


derecha.)
DON ACISCLO. (Sale cautelosamente por la primera derecha, seguido de DOA CESREA y
ANASTASIA.) Na, absolutamente nada! Ni un papel, ni un detalle! Maldita sea!
CAZORLA.(Yendo a su encuentro.) No encontraron nada?
DON ACISCLO.Nada; estoy que me muerdo! Todo registrado y nada! Ni el nombramiento,
para haberlo roto; ni cartas, ni credenciales, ni oficios...; nada!
CAZORLA.Pero no han encontrado ni siquiera...!
ANASTASIA.Nada. No lo oye usted? Cuatro calcetines con una de tomates, qu ni una
fbrica de conservas, tres camisolas sin marca, dos jerseises y unas silenciosas. Es todo lo que
tena la maleta.
DOA CESREA.Y la mar de facturas. Zapatera de no s qu..., debe. Sastrera de no se
cuntos, debe. Camisera... de quin sabe Dios..., debe. Esos han dejado a deber hasta el
bautizo.
ANASTASIA.Y tambin les hemos encontraod una factura de la sombrerera, de cinco gorras.
Psmese usted!
DON ACISCLO.Claro, cinco gorras. Como que es su uniforme!
CAZORLA.No tener ms, es inverosmil!
DOA CESREA.No lo duden ustedes; esos hombres son muy ladinos, y para m que han
dejado el equipaje en el cuartel de la Guardia Civil, para que no pudieran tocarles la
documentacin.
CAZORLA.Es muy posible.
DON ACISCLO.(A ANASTASIA.) Y t no les has visto romper papeles o esconderlos?
ANASTASIA.Digo, pues si yo lo hubiera visto! Ya los tendran ustedes en su poder. Les llevo
una lista hasta de las veces que estornudan, conque usted ver. (Yendo hacia el balcn.) Y
todava est hablando! Eso es un loro.
DON ACISCLO.Maldito sea! Pues yo no puedo hacer ms para quitrmelos de encima, ya lo
han visto ustedes. Por las buenas, regalos, dinero, festejos... Qu lstima fue lo del cohete!
Con el ingenio que tena!
CAZORLA.Si estalla medio metro ms abajo..., tiene que ir a curarse a Madrid!
DON ACISCLO.Ya les dije a ustedes que eso era poco inocente. Ahora hay que comenzar
por las malas!
DOA CESREA.Pero por las malas..., de veras.

CAZORLA.Mi plan! Voy a seguir azuzando. (Vase al balcn con DON RGULO.)
DON ACISCLO.Pues de pronto, yo he metido en la crcel hasta el Perniles y Garibaldi, para
que no les puedan dar datos contra nosotros.
DOA CESREA.Pero no basta, Acisclo; no basta. No seas infeliz, que t eres un
desgraciado. (Hablando el resto de la escena en tono confidencial.)
DON ACISCLO.Yo?
DOA CESREA.T! Ya lo ves. Esos tos te han cogido el dinero y se han reido de ti!
DON ACISCLO.Pues mal ao para ellos, que el que se re de m, llora a la postre.
DOA CESREA.Si quiera qutales las dos mil pesetas.
DON ACISCLO.Djalo, que de eso se ha encargado Carlanca. Ha cogido la bufanda, el
retaco... y dos amigos, y esos canallas se dejan en el pueblo los billetes, como se los dej aquel
recaudador de contribuciones... Por stas!
DOA CESREA.Haces bien. Y a ms, no consientas que a ti te quiten de mandar.
DON ACISCLO.Nunca!
DOA CESREA.T tienes en el pueblo todo el poder; pues antes que soltar la taj hay que
dejarse en ella los dientes.
DON ACISCLO.Descuida. No suelto las riendas. Treinta aos mandando... Con los enemigos
que da eso! [Si me vieran cado, se me coman!; estoy yo ya muy duro para que me roan. No; yo
te digo que no. Yo te digo que antes de irme le pegaba fuego al pueblo!
DOA CESREA.(Con entusiasmo.) Ese eres t!
DON ACISCLO.Antes que verme pisado, todo! Lo oyes bien? (Con gesto de ira feroz.)
Todo!
DOA CESREA.Acisclo, que me espantas!
DON ACISCLO. (Sonriendo.) Mujer!
DOA CESREA.Lo has dicho en un tono, que se me han puesto de punta hasta los pelos
del aadido!
DON ACISCLO.(Sigue sonriendo.) No te apures, ya me conoces. En el fondo soy un infeliz.
Todo le llamo yo a un sustento de nada.
DOA CESREA.Pero ten cuidado con Carlanca, que se es muy bruto!
DON ACISCLO.Bah, otro infeliz!... Sabes quin va a hacerles el avo a los forasteros?
DOA CESREA.Quin?
DON ACISCLO.Ese mequetrefe.
DOA CESREA.Cazorla!

DON ACISCLO.Ese. Que malo (Riendo socarronamente.), no se arrima una vez a don Rgulo,
que no le encienda el coraje. (Para cumplir la indicacin del dilogo, un momento antes se ve a
DON RGULO,inquieto, volver a su mana de dispararle a PEPE OJEDA, y a ANASTASIA y
CAZORLA que tratan de detenerlo.)
DON RGULO.(Exaltado de nuevo.) S, s; tiene usted razn: luego se irn a Madrid
ufanndose de habernos burlado y habernos escarnecido..., y eso, no. De un caballero no se
ren esos... Djeme usted; lo mato!
CAZORLA.S, s...; pero ahora, no!
ANASTASIA.-(Asustada.) Por la Virgen Santsima! Caramba! Calma!
DON ACISCLO.Pero qu le pasa a ese hombre?
CAZORLA.Por Dios, seor alcalde, intervenga usted; que le quiere disparar!
DON ACISCLO.(Va hacia l.) Pero qu va usted a hacer, so loco!... (Le separa del balcn.)
Venga usted aqu.
DON RGULO.Don Acisclo, mi honra peligra! Estoy en un estado de excitacin que, o mato
a ese hombre o me muero de un berrinche, me muero!
DON ACISCLO.Serenidad, don Rgulo; que no somos criaturas. Ya conoce usted mis
doctrinas: brutos, pero a tiempo.
CAZORLA.Eso le digo yo; quiz esta misma noche nos dar ocasin para todo.
DOA CESREA.Seguro. Cuando le traigan ustedes los libros del Ayuntamiento para que los
revise.
DON ACISCLO.Esprese usted a entonces, y de que ponga tanto as de reparo en nada, le da
usted el puetazo acordado en sesin, y en seguida los padrinos, la cuestin de honor y lo que
sea; que no ser poco, siendo usted el atizante.
DON RGULO.No s si tendr paciencia para esperar, seor alcalde. Yo aguanto pocas
cosas, muy pocas; pero menos que ninguna que nadie levante los ojos hasta mi mujer, porque a
se lo mato.
DON ACISCLO.Hombre, no se ponga usted as! Despus de todo, aunque descubriese usted
cualquier cosilla...
DON RGULO.Ese muere!
DON ACISCLO.(Aparte.) Sabr lo mo?
DOA CESREA.Es que doa Eduarda es una mujer honrada, don Rgulo.
DON RGULO.Pero le tolera a ese hombre excesivas galanteras, seora Cesrea.
DON ACISCLO.Bueno...; no hay que olvidar tampoco que usted mismo la recomend que
estuviese amable con ese sujeto, y ella, quiz que por hacerle a usted caso...
DON RGULO.Pero una cosa es que me haga caso a m y otra que le haga caso a l.
Caramba!

CAZORLA.Eso es bblico.
DON RGULO.Comprendern ustedes mi deseo de venganza.
DON ACISCLO.Bueno, calma; que todo llegar. Y ahora, antes que acabe, al Casino. (A
ANASTASIA.) Y t de esto ni tanto as, porque te costara...
ANASTASIA.Quiere usted callarse... Pasen por el gabinete y bajen por la escalera que da al
callejn. (Vanse todos por la segunda derecha.)

ESCENA III (EDUARDA, CRISTINA y EUSTAQUIO, por la primera derecha.)


(Entran las dos acongojadas, con caras de angustia, precedidas del CRIADO.)
EUSTAQUIO.Pero qu les ocurre a ustedes para ese desasosiego y ese agobio?
EDUARDA.Nada, Eustaquio; no te preocupes, no es nada. (Aparte.) Me sorber las lgrimas.
EUSTAQUIO.(Ofreciendo una silla a CRISTINA.) Pero sintense ustedes, que vienen que se
ahogan.
CRISTINA.(Que pasea agitada.) No, no, gracias; yo no podra estarme quieta.
EDUARDA.Mira, Eustaquio, hijo; lo que deseamos es que nos dejes solas.
EUSTAQUIO.Pero ya saben ustedes que esta habitacin la ocupan...
EDUARDA.S, s...; lo sabemos todo; pero nos precisa asomarnos a ese balcn un momento.
Por eso venimos. Nada ms. (Saca una moneda, que le da.) Toma y calla.
EUSTAQUIO.(Cogindola.) Dos reales!
EDUARDA.Si eres discreto, no sern los ltimos.
EUSTAQUIO.(Aparte.) Gorda tiene que ser la cosa! (Vase por la primera izquierda.)

ESCENA IV (EDUARDA y CRISTINA.)


EDUARDA.(Dando rienda suelta a su dolor.) Ay Cristina de mi alma, estoy desolada, muerta
de angustia!
CRISTINA.Y yo, doa Eduarda, y yo! Mire usted cmo tiemblo desde que sorprend entre mi
to y el secretario la conversacin que he sorprendido.
EDUARDA.Es preciso que estos hombres conozcan el peligro en que estn.
CRISTINA.S... Para que se vayan del pueblo, para que huyan a escape.
EDUARDA.S, para que se vayan; pero tambin para que antes Ojeda me salve a m, salve
mi honor! Ah, ese infame, ese canalla de Cazorla!

CRISTINA.Tiene la maldad del demonio.


EDUARDA.Peor! El demonio es un nio de primera comunin comparado con l!... Ese
miserable, haber sembrado el infortunio en mi hogar, hasta hoy dichoso!... Ah! (Llora.)
CRISTINA.Qu infamia! Si parece mentira!... Habrsele ocurrido meter celos contra usted en
el corazn de don Rgulo para que mate al seor Ojeda y que el Ayuntamiento se vea libre de l.
Vamos, que no paga ni hecho trizas!
EDUARDA.Y haberme infamado a m, Cristina, a m: que teniendo clavado en mi corazn el
dardo que tengo, antes morira cien veces que faltar a mi esposo!... (Llora.)
CRISTINA.Pero usted cree que don Rgulo le dar crdito a esa infamia?
EDUARDA.Ya lo creo que le da crdito; pues eso es lo trgico! En unas cuantas horas mi
marido es otro. Antes no tena ms que ojos para mirarme. Ahora busco su mirada y la
encuentro en los calcetines, en la alacena, en el "Blanco y Negro", en cualquier parte menos en
m. Estamos en la mesa, me habla, y lo hace en un tono tan glacial, que me enfra hasta la sopa.
Y luego, l, de suyo tan amable siempre, tan corts conmigo... Ay, la que me ha hecho hoy a los
postres, Cristina! (Llora.)
CRISTINA.Qu le ha hecho?
EDUARDA.Figrate que yo, cuando una naranja me sale dulce, nunca me la como sin darle
dos o tres cascos. Pues hoy, hoy como siempre se los di... (Llorando amargamente.) y me ha
dado con los cascos en las narices... l, devolverme los cascos!
CRISTINA.Pues si con el carcter que tiene se pone furioso!...
[EDUARDA.Figrate qu tragedia! Una mujer deshonrada, un hombre muerto!
CRISTINA.S, s. Pues no perdamos tiempo. Hay que ponerlos sobre aviso. Llmelos usted.
EDUARDA.Pero cmo?
CRISTINA.Acerqumonos al balcn a ver si nos ven.
EDUARDA.S; es lo mejor. Le har una seal.
CRISTINA.D usted en los cristales.
EDUARDA.Calla, ya parece que mira. Chis, chis! (PEPE OJEDA mira: le hacen seas, que no
entiende y que le obligan a poner cara de extraeza, sin interrumpir por eso el discurso.)
CRISTINA.(Abriendo el balcn.) Que vengan.
EDUARDA.(Haciendo seas.) Venid...
PEPE.(Como si continuara dirigindose al auditorio.) Qu decs?
CRISTINA.Que vengan ustedes.
PEPE.Qu decs a esta afirmacin que yo os hago?... (Ms seas.) Qu queris decir?...
Ah, seores!

EDUARDA.Que vengas, hombre!


PEPE.Yo? (Le hacen seas que s.) Yo... Ya voy..., ya voy a terminar...
EDUARDA.Pronto. (Seas.)
PEPE.Voy a terminar y voy en seguida..., porque en este brindis creo haberos confirmado
todo... (Cierran y deja de orse a PEPE OJEDA.) cuanto en mi larga actuacin...
CRISTINA.Ya nos ha entendido.
EDUARDA.Entonces no tardarn. Estoy deseando que lleguen.
CRISTINA.Y yo; qu hago yo, doa Eduarda, qu hago? Qu le dir a mi Alfredo?... Estoy
inquieta, indecisa, no duermo, no vivo!
EDUARDA.T no le quieres, Cristina?
CRISTINA.Con un cario inmenso; ya lo sabe usted.
EDUARDA.Pues entonces?...
CRISTINA.Pero por otra parte le tengo miedo a mi to; que si supiera que venan a quitarle mi
fortuna, era capaz de hacer una brutalidad, y luego, Alfredo parece que me quiere; pero hace tan
poco que le conozco...
EDUARDA.Mira, Cristina. En amor sigue siempre el impulso de tu corazn. No vaciles. T,
aunque lejanos, no tienes unos parientes en Madrid?
CRISTINA.S, seora.
EDUARDA.Pues vete con ellos. Emancpate de la tutela de estos egostas. Dichosa t, que
puedes abrir tus alas de golondrina, tender el vuelo y hacer el nido en el alero de un tejado
cortesano. Ay de las que tenemos la jaula colgada en el clavo del deber, a la puerta de un
corral!
CRISTINA.Pero si yo me marchase, el pueblo..., la gente...; podran decir...
[EDUARDA.Seras t capaz de algo indigno?
CRISTINA.Antes me morira; ya lo sabe usted.
EDUARDA.Entonces..., no te temes a ti misma y temes a los dems? No vaciles, Cristina...;
vete a Madrid, csate con Alfredo. Y ya ves que te lo digo yo, yo que cuando te vayas me
quedar sin tu tierno afecto y sin... (Vacila.) Ay!... Pero la jaula, el clavo...; qu remedio!
Alegremos la vida de los que nos enjaularon y bendigamos a Dios hundiendo el pico en el alpiste
cotidiano..., y perdona esta imagen pajarera y dolorida.
CRISTINA.Usted me da nimo, doa Eduarda.
EDUARDA.Calla; s... l sube!

ESCENA V (DICHOS y PEPE OJEDA, por la puerta izquierda.)

PEPE.Eduarda!
EDUARDA.Pepe! (Se estrechan la mano.)
CRISTINA.Y Alfredo?
PEPE.Ahora vendr. Qued con unos seores. Creo que queran regalarle un perro y le
llevaron a que lo viese.
EDUARDA.Un perro? Qu cosa ms rara!
CRISTINA.Ay! Yo no estoy tranquila. Si vieran ustedes, yo tambin he odo a Cazorla no s
qu de un perro!...
PEPE.Bueno, y qu ocurre?
EDUARDA.Ay! Pues que yo deseaba por momentos hablar contigo. Sabes ya con quin te
confunden?
PEPE.S; al fin lo s: con un Delegado del Gobierno.
CRISTINA.Quin se lo ha dicho a ustedes?
PEPE.(Muy confidencial.) Pues el propio Delegado, que lleg esta tarde al pueblo y que se
aloja en casa del sargento de la Guardia Civil.
LAS DOS.Es posible?
PEPE.Se llama Abilio Monreal, y da la feliz coincidencia de que le conozco, por ser pariente de
unos amigos mos. Le cont la confusin de que ramos vctimas y me prometi no presentarse
hasta que yo le avise, para darnos tiempo a que Alfredo y t resolvis lo que os convenga. De
modo que por ese punto nuestra seguridad personal no corre peligro.
EDUARDA.Ay, no; Pepe, no lo creas; t ests en un error! Tu vida corre ms peligro que
nunca!
PEPE.Caracoles! Qu dices, Eduarda?
CRISTINA.Que est usted en un peligro terrible, seor Ojeda!
PEPE.Yo?... Caramba! Pero por qu en un peligro?... Haced el favor de explicaros.
EDUARDA.S, Pepe; es preciso que lo sepas todo! Un canalla ha metido en el corazn de mi
esposo el torcedor de los celos.
PEPE.Cuerno! Quin dices que ha metido el torcedor?
CRISTINA.Un granuja.
PEPE.Pero quin ha sido se?
EDUARDA.El infame de Cazorla. (Llora.)
PEPE.El secretario?

CRISTINA.Ese bandolero, que suponindole el inspector que esperaban, le ha hecho creer a


don Rgulo que usted pretende a doa Eduarda.
PEPE.Eh?
EDUARDA.(Llorando.) Y que yo, pobre de m!, te correspondo; para que as mi esposo,
ofendido, te rete a un duelo y te mate.
PEPE.Qu bestia!... Oye, t: ese facineroso ha hecho pelculas?
EDUARDA.No; pero tiene un ingenio malfico que espanta. (Desconsolada.) Y lo grave es que
mi marido te reta.
PEPE.(Alarmado.) T crees?...
EDUARDA.Te reta, s; te reta y te mata.
PEPE.(Tratando de disimular el miedo.) Mujer; eso, no; me mata o le mato yo a l. Despus de
todo...
EDUARDA.No, no; te mata, Pepe, te mata. Mi marido tira a la pistola de un modo que a veinte
pasos le quita al canario un caamn del pico.
PEPE.(Crece su alarma.) Caracoles!
CRISTINA.A veinte pasos; s, seor!
PEPE.Pero esos blancos?
CRISTINA.No le fallan.
PEPE.Pues me habis dejado el corazn que parece un despertador sin timbre. Y dices que
un caamn?
EDUARDA.Al canario.
PEPE.(Aparte.) Canario!
EDUARDA.Adems, boxea de un modo, que aunque no tuviese armas, si te coge y te tira un
directo al estmago, te deja en "ocaut".
PEPE."Ocaut"?... "Ocaut" a m?... Oye: la carretera es saliendo de aqu, a la izquierda?
Porque a boxeo puede que me gane; pero en el ltimo "cross country" he batido yo el "record" de
los cinco kilmetros con obstculos. Me seguan dos sastres en motocicleta y no me vieron, no
os digo ms.
EDUARDA.Pero es que t no puedes abandonarme, Pepe.
PEPE.Que no puedo?
EDUARDA.No puedes, porque hay algo peor!
PEPE.Peor que el caamn?

EDUARDA.Que mi marido cree que te correspondo, y no me habla y me rechaza y me


desprecia... Y vosotros, al fin os iris de aqu, os iris para siempre, pero yo he de quedarme, y
cmo me quedo yo, infeliz, si del corazn de mi esposo no se disipa la duda infamante?
PEPE.Y qu puedo hacer yo para disiparle esa ridiculez?
EDUARDA.Que le hables, que reivindiques mi honor, que le jures que es una calumnia...
PEPE.Oye, y todo eso no se lo podra yo decir por escrito? Ya sabes que tengo una letra
clarsima y que redacto con cierta soltura.
CRISTINA.No; yo creo que slo oyndole a usted mismo se quedara tranquilo.
PEPE.S, Cristina; pero es que una persona tan exaltada y con esa puntera..., porque al
canario le quita el caamn y le estropea el almuerzo; pero a m me quita el crneo... y adis,
Pepsimo!... Adems, cmo puede ese imbcil dudar de tu honra?
CRISTINA.Es que es Otelo.
PEPE.Aunque sea su padre, hija! Hay que tener sentido comn y saber contar.
EDUARDA.Saber contar, qu?...
PEPE.Aos.
EDUARDA.Pepe.
PEPE.Lo digo por los mos!
EDUARDA.Ay, no me abandones, Pepe!
CRISTINA.No; no la abandone usted, seor Ojeda!
PEPE.Bueno; no tengis cuidado. No soy ningn Cid Campeador, para qu voy a engaaros,
sentira que un ventajista o un loco me hiciera dejar en este villorrio el agradable pergamino que
me envuelve y que tantos afanes me ha costado conservar; pero al cabo, ms mrito tiene
jugarse el tipo con el miedo que sin l. De modo que me quedo; le hablar a tu marido.
EDUARDA.Gracias, Pepe; muchas gracias. (CRISTINA va al balcn a mirar.)
PEPE.Eso, s; que yo le hablo a tu marido; pero el Cazorlita ese y el alcalde me las pagan,
vaya si me las pagan. Lo que me contaste de que el alcalde te hace el amor es cierto, verdad?
EDUARDA.Cmo si no iba yo a decrtelo!
PEPE.Basta.
EDUARDA.Qu intentas?
PEPE.No; nada. A m a agilidad intelectual no me sobrepasa ningn municipio, como dira ese
mirlo legislativo. Ya veris!
CRISTINA.(Que entra del balcn.) Alfredo, ya viene Alfredo... Pero viene corriendo, como
aterrado!...

PEPE.Aterrado? Qu le pasar?

ESCENA VI (DICHOS y ALFREDO.)


ALFREDO.(Que entra lvido, descompuesto, con la americana rota.) Ay to, ay to de mi alma!
CRISTINA.(Anhelante.) Alfredo!
PEPE.Qu te ocurre?
EDUARDA.Viene usted lvido!
CRISTINA.Tiemblas!
PEPE.Qu te ha pasado?
ALFREDO.No; nada. Se acuerda usted del perro que me queran regalar?
PEPE.S; un "seter", un precioso "seter".
ALFREDO."Seter", eh? Pues mire usted la americana. (La lleva desgarrada por detrs.) Mire
usted qu "seter"!
EDUARDA.Qu siete!
ALFREDO.El perrito, que estaba rabioso.
PEPE.Qu dices?
ALFREDO.Absoluta y totalmente rabioso. Si no tengo la suerte de esquivarle, me destroza.
CRISTINA.Qu infames!... Ven ustedes lo que yo deca del perro?
EDUARDA.Asesinos!
ALFREDO.Ay, qu rato he pasado!
PEPE.Por lo que parece, estos cafres empiezan a tirar con bala.
CRISTINA.Por algo temblaba yo de que no vinieras!
ALFREDO.Y, adems, sospecho que nos preparan algo terrible. En ese callejn he visto un to
envuelto en una manta y con algo debajo, que si no es un trabuco es un pariente prximo.
CRISTINA.Ay!... Qu acecharn?
EDUARDA.Debe ser el Carlanca; es un asesino!
PEPE.Ya, ya; uno de los que gritaban viva la Espaa del Dos de Mayo y de Covadonga!... Y
de las encrucijadas!... Ladrones!... Sois muchos y malos; pero no podris conmigo, yo os lo
prometo! Ay, la partida que os voy a jugar!

ALFREDO.Ya lo oyes, Cristina; es imposible permanecer aqu sin grave riesgo. Es necesario
que resuelvas pronto.
CRISTINA.Y qu he de hacer yo?
ALFREDO.Decidirte, venirte a Madrid. Huir de estos canallas.
PEPE.S; hay que marchar esta misma noche.
CRISTINA.Pero huir, irme con ustedes!...
ALFREDO.Fa en mi amor y en mi lealtad.
CRISTINA.S; en ti fo, Alfredo... Pero irme sola... No; no me atrevo!
ALFREDO.Entonces me quedo yo tambin; porque yo no te dejo en manos de estos
energmenos! Sea lo que Dios quiera.
CRISTINA.No; eso, no; t vete, slvate.

ESCENA VII (DICHOS y EUSTAQUIO, por la primera izquierda.)


EUSTAQUIO.Excelentsimo seor.
PEPE.Qu se te ofrece?
EUSTAQUIO.Dispnseme usted y que haya entrado sin premiso; pero es que la cosa...
PEPE.Qu pasa?
EUSTAQUIO.Don Sabino, el mdico, que viene llorando que da compasin con su hija de la
mano y un lo de ropa; que dice que tiene precisin de hablar con usted; que por Dios y que si
puede usted recibirlo.
PEPE.Que lo reciba yo?... Al mdico?... Pero qu desea?
EUSTAQUIO.Yo no s; pero est el pobre que su alma se la parten.
EDUARDA.Pobre don Sabino! Qu le ocurrir?
PEPE.En fin, dile que pase. Vosotros mientras entrad ah y resolver con urgencia lo que nos
conviene a todos. Pero pronto, antes que nos corten la retirada. (Entran EDUARDA, CRISTINA y
ALFREDO por la segunda derecha.)

ESCENA VIII (PEPE OJEDA, DON SABINO y MARA TERESA, por la primera izquierda.)
DON SABINO.(Entra rpido, desolado, seguido de MARA TERESA y en actitud suplicante.)
Caballero, caballero!
PEPE.Qu le ocurre a usted, seor mo?

DON SABINO.Amprenos, vengo huyendo, lleno de temor y zozobra.


PEPE.Pero qu le pasa? Qu es lo que teme?
DON SABINO.Que cometen conmigo la ms infame de las iniquidades. Sospecho que me
persiguen, que me quieren encarcelar.
PEPE.Pero por qu causa?
DON SABINO.Por nada en realidad. El alcalde, que pretexta un ridculo desacato. Son unos
miserables! Pero a m lo que me importa sobre todo es salvar a mi hija. A mi hija!... No tengo
otra cosa en el mundo... Por Dios, caballero!
MARA TERESA.(Suplicante.) Piedad, seor!
PEPE.Clmese usted. (Se sientan.)
DON SABINO.Caballero, soy el mdico de este pueblo; me deben mis honorarios de siete
aos. Ayer maana fui con otros dos hombres de bien a elevar una protesta a casa de ese
fariseo. Mis compaeros ya estn en la crcel, yo temo correr la misma suerte. Por eso vengo a
implorar auxilio y proteccin de usted, que en estos instantes es aqu autoridad suprema como
Delegado del Gobierno.
PEPE.(Aparte.) Caracoles! Y cmo le digo yo a este pobre seor...? (Alto.) Pero usted es
realmente amigo del alcalde?
DON SABINO.Yo qu he de ser!... Yo no soy enemigo de nadie, seor; pero como yo no he
tolerado que mi asistencia a los enfermos est mediatizada por los caprichos polticos de un
brbaro, me llama enemigo y me persigue, y no me paga, y quiere hundirme en la miseria y en la
desesperacin, o quiz lanzarme al crimen... Por eso solicito el auxilio de usted. Tengo miedo.
Quiero irme, irme pronto. Antes que permanecer aqu prefiero morir de hambre en la cuneta de
una carretera. Despus de todo, esto coronara gloriosamente el martirio de una vida consagrada
a la Humanidad y a la Ciencia en un pas de ingratos. (Llora.)
PEPE.Pero tanta infamia es posible?...
DON SABINO.Qu saben ustedes, los que viven lejos de estos rincones!... Treinta y cinco
aos, seor me he pasado de mdico titular, de mdico rural, luchando siempre contra el odioso
caciquismo, contra un caciquismo brbaro, agresivo, torturador; contra un caciquismo que
despoja, que aniquila, que envilece... y que vive agarrado a estos pueblos como la hiedra a las
ruinas... Yo he luchado heroicamente contra l con mi rebelda, con mis predicaciones; porque
yo, que la conozco, estoy seguro de que en esta iniquidad consentida a la poltica rural est el
origen de la ruina de Espaa.
PEPE.Ah, s; tiene usted razn, seor mo, y lo grave es que esa tremenda iniquidad de que
usted habla no desaparece porque en ella tienen su fundamento las tradicionales oligarquas de
nuestra vieja poltica.
DON SABINO.Exacto, exacto...
PEPE.(Sigue con exaltacin oratoria.) Por eso este mal es tan hondo y tan permanente,
porque es base de muchos intereses creados, raz sustentadora de muchos poderes
constituidos.

DON SABINO.Y ser tal nuestra desgracia, seor, que esta vileza no tenga remedio?
PEPE.Cmo no!... Abandonemos valientemente este rbol aoso y carcomido de la poltica
caciquil y plantemos otro joven, sano y fuerte, que absorba para s la savia fecunda y saque al
otro y d con l en tierra; porque slo en las ramas de ese rbol nuevo podr cantar el pjaro de
nuestro aurora... (Aparte.) Ojeda, que te pones cursi!
DON SABINO.Y usted que lo sabe y que lo dice, por qu no va a Madrid y lucha para
lograrlo, y trabaja?...
PEPE.(Vivamente y con disgusto.) Ah, no; trabajar, no!... A m pedidme verbo, no accin. Yo
soy un apstol, los apstoles no han trabajado nunca. Adems, yo, que me parezco un poco a
los polticos espaoles, soy como un libro de cocina: tengo recetas para todo; pero..., pero hay
que buscar la cocinera.
DON SABINO.Pero si la cocinera no parece, qu vamos a hacer polticamente los
espaoles?
PEPE.Pues lo que venimos haciendo, comer de fiambre!... Pero usted, mi pobre amigo, no
ceje en su generosa lucha.
DON SABINO.Y cmo no cejar? No ve usted el resultado de mi rebelda? La nia y yo
hemos sufrido miseria, nos morimos de hambre, de hambre, seor mo!... y cuando voy a
implorar como una limosna mi sueldo no quieren pagarme, me dicen que el Ayuntamiento no
tiene dinero..., no tiene dinero!...
PEPE.(Exaltado.) Que el Ayuntamiento no tiene dinero?... Canallas!... Y me dan a m todo
esto para que no los lleve a la crcel!... Don Sabino, tome usted! (Le entrega los billetes que ha
sacado del bolsillo.)
DON SABINO.(Asombrado.) Qu es esto?
PEPE.Dos mil pesetas.
DON SABINO.Seor!...
PEPE.Gurdeselas. No le humillo con el oprobio de una limosna, no. Ese dinero es del
Ayuntamiento. No es usted su acreedor? Gurdeselo sin escrpulo.
DON SABINO.Pero...
PEPE.No le deben a usted siete aos? Pues uno menos.
DON SABINO.Y cmo le pagara yo a usted, seor delegado...?
PEPE.A m no me llame usted delegado, por lo que ms quiera!
DON SABINO.Pero por qu?
PEPE.Pues..., porque no lo soy.
[DON SABINO.Qu dice usted?
PEPE.La verdad.

DON SABINO.Entonces usted ha venido aqu...?


PEPE.A una cosa muy distinta de la que suponen, y para la cual usted podra hacerme ahora
un favor inmenso.
DON SABINO.Usted dir.
PEPE.Mi sobrino y la sobrina del alcalde se aman!
DON SABINO.Cielos! Cristinita?
PEPE.Es preciso que esa muchacha salga para Madrid esta misma noche. Usted tendra
inconveniente en acompaarla?
DON SABINO.Con alma y vida! Si ella quiere... Precisamente a Madrid vamos nosotros.
PEPE.A qu hora sale el tren?
DON SABINO.A las diez y cuarto.
PEPE.Todava queda media hora; sobra tiempo. Usted y su hija se llevan a Cristina, esperan
en la estacin y toman los billetes. Nosotros no tardaremos.
DON SABINO.Pero cmo podr usted salir del pueblo, porque yo he sabido que quieren
coaccionarle, que le tienen cercado!
PEPE.No importa. Me ir.
DON SABINO.Adems, esos bribones no tardarn en venir con los libros... y con la murga!
PEPE.Con la murga? Para qu?
DON SABINO.Es la costumbre del alcalde. En cuanto tiene que rendir cuentas de cualquier
cosa, lleva la murga, para que en cuanto le pidan una aclaracin toque el pasodoble de Joselito y
no hay modo de entenderse.
PEPE.No est mal. Ahora que a m, como si me quiere traer la Sinfnica. Contra todos puedo.
Yo le doy a usted mi palabra, que no slo no han de tocarme el pelo de la ropa, sino que hasta
alguno de ellos puede que me acompae a la estacin.
DON SABINO.Pero usted es el demonio!
PEPE.Peor. Soy el hombre que ha vivido sin dinero.

ESCENA IX (DICHOS y EUSTAQUIO.)


EUSTAQUIO.Da usted su premiso?
PEPE.Pasa.
EUSTAQUIO.El seor alcalde, el secretario y don Rgulo; que si pueden pasar a saludarle a
usted.

DON SABINO.(Aparte.) Ah estn.


PEPE.S; pero que tengan la bondad de aguardar un instante.
EUSTAQUIO.Est bien.
PEPE.Dales el recado y vuelve, que he de hacerte un encargo.
EUSTAQUIO.Volando. (Vase.)
DON SABINO.Ellos aqu!...
PEPE.Calma. Tenga la bondad de hacerme un recibo de las dos mil pesetas.
DON SABINO.Con mucho gusto; s, seor.
PEPE.Mientras escribir yo unas lneas. (Los dos se sientan y escriben rpidamente.) A m
Carlancas y Rgulos... Ya veris la que os preparo!
DON SABINO.(Entregndoselo.) El recibo.
PEPE.Muy bien. Pues ahora, sin perder minuto, entre en esa habitacin y explique a Cristina,
a mi sobrino y a doa Eduarda, que estn en ella, cunto hemos convenido. Salgan al
marcharse, usted y su hija, con Cristina y mi sobrino, por la puerta que da a esa calleja y a la
estacin. Dgale a doa Eduarda que espere mi aviso. Gracias por todo y hasta luego.
DON SABINO.Vamos, hija.
MARA TERESA.Caballero! (Vanse por la segunda derecha.)
EUSTAQUIO.(Entrando.) Usted mandar.
PEPE.Toma esta carta y llvala a casa del sargento de la Guardia Civil.
EUSTAQUIO.S, seor.
PEPE.Si no la llevas te mando fusilar.
EUSTAQUIO.No, seor.
PEPE.A escape.
EUSTAQUIO.S, seor.
PEPE.No tardes.
EUSTAQUIO.No, seor.
PEPE.Y a esos seores, que pasen.
EUSTAQUIO.S, seor.
PEPE.Ahora, Dios mo, inspiracin y desenvoltura para acabar con estos reptiles. Es una
villana la que voy a hacer; pero con fulleros no es cosa de jugar limpio.

ESCENA X (PEPE OJEDA, DON ACISCLO, CAZORLA y DON RGULO, por la izquierda.)
DON ACISCLO.Excelentsimo seor!...
CAZORLA.Seor Ojeda. (DON RGULO slo una grave reverencia. Lleva un garrote enorme.)
PEPE.Seores! (Aparte.) Vaya una carita que trae el del caamn. (Alto.) Quiere usted dejar
el junquito?...
DON RGULO.Gracias. (No lo suelta.) Es comodidad.
DON ACISCLO.Qu, y qu tal y cmo les pinta a ustedes por este pueblo, seor Ojeda?
PEPE.Pues nos pinta que ni Zurbarn, seor alcalde. Esto es tan pintoresco como
paradisaco. Un vergel!
DON ACISCLO.Aqu otra cosa no tendremos, pero buena voluntad...
PEPE.Calle usted, hombre; una gloria!
DON ACISCLO.Porque el accidente del cohete..., si viera usted que me ha quitado a m el
sueo.
CAZORLA.Aquello ya comprendera el seor que fue un accidente meramente fortuito.
PEPE.Fortuito y que si me da en el ojo, pues para sacarme la nia a paseo; pero nada ms!...
Y a ustedes, seores, qu les trae por esta su fonda?
DON ACISCLO.Pues con permiso de usted, y aunque la hora no sea muy all que digamos,
pues por salir de esto le traemos a usted los libros; nada... Cuatro cuentejas... Aqu se pueden
llevar las cuentas por los dedos...; nada. Usted nos pone el visto bueno...
PEPE.Bueno.
DON ACISCLO.Vamos, para que uno pueda responder el da de maana, y nada...
CAZORLA.Esta contabilidad es tan sencilla que no hace falta tenedor.
PEPE.Pues si no hace falta tenedor, con los dedos, como dice el alcalde.
DON ACISCLO.De forma que si usted quiere dar un vistacillo...
PEPE.Con alma y vida...; pero antes, seores, si yo me atreviese, les pedira un favor
inmenso.
DON ACISCLO.Cmo favor? Todos criados de usted. Usted es el que manda. Qu hay que
hacer?
PEPE.Pues nada; el asunto es que me han sorprendido ustedes de visita con una persona que
tengo en esa habitacin.
DON ACISCLO.Eh?
PEPE.La cosa que ha venido a tratar es grave y urgente. Si ustedes me permitiesen, yo
reanudara el "pour parler" y en seguida a sus gratas rdenes.

DON ACISCLO.S, seor; como usted mande. No faltaba ms.


PEPE.Pues pasen por aqu; aguarden y perdonen unos minutos. (Invitndolos a pasar.) Don
Rgulo...
DON ACISCLO.(Aparte.) Qu ser esto?
DON RGULO.(dem.) No s cmo puedo contenerme!
CAZORLA.(dem.) Observaremos. (Entran por la primera derecha.)

ESCENA XI (PEPE OJEDA y EDUARDA, por la segunda derecha; luego, los otros, al pao.)
PEPE.(Aparte.) Audacia, Ojeda. (Abre la puerta segunda derecha. Alto.) Tenga la bondad,
seora.
EDUARDA.(Saliendo.) Pero...
PEPE.(Aparte, a EDUARDA.) Nos oyen; discrecin. (Le ofrece una silla de espaldas a primera
derecha.)
EDUARDA.(Aparte, a PEPE OJEDA.) Quin?
PEPE.(Aparte.) Tu marido!
EDUARDA.Ah!...
PEPE.(dem.) Silencio. Va a quedar tu honor como las propias rosas. Calma. (Se sienta
tambin. Alto.) Pues nada, seora; perdone esta pequea e involuntaria interrupcin en nuestra
conferencia, que estaba deseando reanudar, y estaba deseando reanudarla, porque la honra de
una seora tan digna como usted me interesa como mi propia honra.
DON RGULO.(Por entre las cortinillas.) Ella!
EDUARDA.Muchsimas gracias, seor mo!...
PEPE.Y claro est que yo, como usted me exige, le dir a su esposo, dndole cuantas
pruebas estime justas, que es usted vctima de una calumnia incalificable.
EDUARDA.Ms que incalificable, altera!
PEPE.Fementida. Pero le aadir que l, sin sospecharlo, tambin es vctima de una villana
inmunda.
EDUARDA.De una trama diablica!
PEPE.Es preciso que le digamos que no soy yo, pobre de m!, que he llegado hace cuarenta y
ocho horas a este pueblo, el que le hace a usted el amor, no; que el que le hace a usted el amor,
hace ms de seis aos; el que la viene a usted asediando con cartas y la atropella y la pellizca
brbara y villanamente, por rincones y pasillos, que no soy yo, que no soy yo...; que es el seor
alcalde! El seor alcalde! No es esto verdad, seora? (Se han ido asomando poco a poco DON
ACISCLO y CAZORLA, por el montante; DON RGULO, por entre las cortinas.)

EDUARDA.No ha de serlo! Pruebas mil puedo dar!


PEPE.Es preciso que su esposo sepa tambin que el que me inculpa a m es el canalla de
Cazorla.
EDUARDA.S, seor; ese zorro consistorial y acadmico.
PEPE.Que quiere que su esposo me finiquite para que una vez yo en la huesa y don Rgulo
en presidio, echarla a usted en brazos del alcalde. No es verdad todo esto, doa Eduarda; no
es verdad?
EDUARDA.Tan verdad como el Evangelio. Lo juro por la sagrada memoria de mi padre. (Se
oyen en la habitacin primera derecha estacazos, ayes, golpes, gritos de socorro.) Pero qu
sucede ah dentro?
PEPE.Parece que estn jugando a carambolas. (Ms golpes.)
EDUARDA.Jess!
PEPE.Pues a palos! (Salen, lvidos, descompuestos, con los pelos en desorden, DON
ACISCLO y CAZORLA huyendo de DON RGULO, que los persigue frentico, y al que no queda
ya del bastn ms que una viruta.)
DON ACISCLO.Socorro!
CAZORLA.Auxilio!... Por Dios, don Rgulo!... Falso, impostura!...
DON RGULO.Canallas! Miserables!
DON ACISCLO.Sujetarlo, que es una calumnia! Sujetarlo!
EDUARDA.Pero estaban los tres!
PEPE.Pues no, que se juega!
DON RGULO.Pero es de veras lo que he odo, Eduarda?
EDUARDA.Yo ignoraba que estuvieses con ellos. per] s, lo que ha dicho este seor es la
verdad. Mi honor ante todo!
DON ACISCLO.Yo no fue sino que le gast unas bromas.
PEPE.Silencio!
DON RGULO.De modo que todos aquellos cardenales...?
PEPE.De ese papa. (Seala a DON ACISCLO.)
DON RGULO.Djame que los mate!...
EDUARDA.No, por Dios, vmonos... No te pierdas por esos bribones...
DON RGULO.Granujas..., bandidos!
EDUARDA.Y maana nos vamos del pueblo!...

DON RGULO.Me darn ustedes una satisfaccin!...


PEPE.Qu ms satisfaccin?... Ha venido usted con una carga de lea y se va con una
viruta, conque no s...
EDUARDA.Clmate, Rgulo, clmate! (Se lo lleva.)
DON ACISCLO.(Amenazador.) Y usted jugarnos esta encerrona!
PEPE.Y la que me preparaban ustedes a m, seor Arrambla?
CAZORLA.Me ha hecho pedazos!
PEPE.Ya le volver a usted a pegar! No se apure!
DON ACISCLO.Ha sido una infamia!
CAZORLA.Meternos en una ratonera!
PEPE.Pues qu quera usted, zarandearme la masa pilosa y que yo permaneciese esttico?
CAZORLA.Qu traicin!
PEPE.Cada uno tiene su manera de exterminar insectos acrobticos, mi cultiparlante amigo!
DON ACISCLO.Vmonos, vmonos, y yo le juro...

ESCENA XII (DICHOS, ALFREDO y MONREAL, que aparecen por la izquierda.)


PEPE.No, calma, un poco de calma, seor alcalde. No hemos terminado.
ALFREDO.To, aqu est el seor Monreal.
PEPE.Adelante, mi querido amigo.
MONREAL.Seor Ojeda. (Se estrechan la mano.)
PEPE.Pase usted, pase usted... Tengo el honor de presentarle a don Acisclo Arrambla Pael,
alcalde, dueo y seor de este pueblo insigne, y a su digno secretario...
MONREAL.(Reverencia.) Seores... Pero qu les ha ocurrido, les observo una agitacin?...
PEPE.Nada..., un ligero "match" de boxeo. Seor alcalde, presento a usted al seor delegado
del Gobierno, que es el que viene a ajustarles a ustedes las cuentas.
DON ACISCLO.(Asombrado.) Eh?... Cmo?...
MONREAL.Aqu traigo mis credenciales.
DON ACISCLO.Entonces, ustedes han venido?...
ALFREDO.(Que ha salido con la maleta y la manta.) Por su sobrina de usted, que ya est en
la estacin.

DON ACISCLO.(Asombrado.) Pero qu dicen?


ALFREDO.Detalles, por correo!
PEPE.Conque aqu le dejo a usted, seor Monreal, con un alcalde de pronstico, los libros,
dos kilmetros de longaniza, varios jamones, el Carlanca, un recibo de dos mil pesetas y un
perro rabioso... Y usted, apreciable y exiguo filsofo, tendr la exquisitez de acompaarnos.
CAZORLA.Yo?
PEPE.Hasta el propio "sleeping", y debemos advertirle que como en la va pblica cualquier
cofrade trate de agredirnos, le alojo a usted en la deforme pelota que est haciendo pasar por
crneo, un esferoide plmbeo. (Le apunta con la browning.)
CAZORLA.Pero...
PEPE.Dale la maleta. (ALFREDO se la da.) Andando. (A DON ACISCLO.) Y a este seor es
al que deben ustedes tocarle el pasodoble de Joselito! Qu sigan ustedes bien!... (Volviendo.)
Ah, y que conste que los espaoles no podremos gritar con alegra "Viva Espaa!" hasta que
hayamos matado para siempre a los caciques! (Vase. Teln.)

FIN DE LOS CACIQUES

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