Los Caciques
Los Caciques
Los Caciques
ACTO PRIMERO
Sala de despacho en la planta baja de un casern de pueblo, habitado por gente de buen
acomodo. A la derecha, en segundo trmino, puerta de entrada en comunicacin con el zagun;
en primero, puerta de otra habitacin. Al fondo, una ventana con reja y una puertecilla que dan al
huerto, inundado de sol, y del que se ven arriates llenos de flores. A la izquierda, puerta de una
hoja, que comunica con habitaciones interiores. Ante esta puerta, una mesa de despacho
antigua y un silln de vaqueta. El resto del mobiliario, adecuado: antiguo, cmodo y fuerte. Un
reloj de caja en lugar visible.
MORRONES.(Entra con gran respeto.) Buenos das nos d Dios; con permiso de ustedes!
DOA CESREA.Regulares que sean.
DON ACISCLO.Qu te trae por ac tan de maana?
MORRONES.Pues nada, que tengo un disgusto, con permiso de usted, que no s cmo no le
da a uno atiricia.
DON ACISCLO.Pues qu pasa?
MORRONES.Pues pasa que don Sabino, el mdico; el Perniles y el Garibaldi, pues me han
hecho venir a molestarle a usted, con permiso de usted, porque quieren hablarle de no s qu
cosas anmalas y urgentes; que me lo he tenido que apuntar. (Mira un papel.)
DON ACISCLO.Quejas tenemos?
MORRONES.Qu s yo!... Cuatro garambainas... Que si los sueldos, que si el riego, que si la
contribucin... Nada, lo de siempre: protestas.
DOA CESREA.Madre, qu tropa!... Pero si sos protestan de todo.
MORRONES.Toma, como que el ao pasado les cay la Lotera y elevaron una protesta por
haberles cado en la de tres pesetas.
DON ACISCLO.Bueno, pues les dices que aguarden, si quieren, que yo voy a tomar el
chocolate. Eso si no encuentras alguna razn de las tuyas para que se vayan.
MORRONES.Yo, si usted lo manda, razones siempre tengo. Les abro la puerta y les abro la
ventana y ellos escogen: o se marchan o los marcho. (Accin de echarlos.)
DON ACISCLO.Djales, que todava no es el caso. Pero como me hurguen mucho, les va a
doler, por stas! Que esos tres me andan buscando las cosquillas...
DOA CESREA.Y viene con ellos Garibaldi, el republicanote ese?...
MORRONES.El mismo. Ahora dice que se ha sindicado con un garrote que tiene as de gordo.
DOA CESREA.Mala tronada en ellos! Valiente gentuza! (Vanse DON ACISCLO y DOA
CESREA primera derecha.)
MORRONES.Igual da; pero qutatelo. (Se lo quita y lo tira sobra una silla.)
DON SABINO.Has tenido la bondad de decirle al seor alcalde...?
MORRONES.Le he dicho lo que le tena que decir, y dice que si quieren ustedes esperarle,
que le esperen; que ahora saldr...
DON SABINO.Entonces... (Mira como buscando una silla.)
MORRONES.Que ahora saldr con su seora a dar un paseo y que volver a la una; pero que
ustedes hagan lo que sea de su conveniencia, que l no se va a privar de sus cosas por nadie.
DON SABINO.Pues esperaremos; no os parece?
PERNILES.Qu remedio! Yo no me voy sin que me oiga. (Van a coger sillas para sentarse.)
GARIBALDI.Ni yo... Le quiero presentar al noy del fresno. (Por el garrote.)
MORRONES.(Muy extraado.) Pero es que se van ustedes a sentar?
DON SABINO.Hombre, si es posible...
MORRONES.(Como resignndose.) Bueno; pero cojan ustedes taburetes, que las sillas son
para los amigos polticos.
PERNILES.Est bien. (Se sientan en taburetes.)
MORRONES.(A GARIBALDI.) Y t, tira ese cigarro; que aqu no se puede fumar.
GARIBALDI.Y por qu fumas t?
MORRONES.No se puede fumar viniendo de visita. (A PERNILES, que se vuelve a mirar el
reloj.) Y t qu miras?
PERNILES.Hombre, iba a mirar la hora...
MORRONES.La hora!... En seguida si fuera yo el alcalde iba a tener un reloj destapado para
que se aprovechasen de los del partido contrario... Maana lo forro.
GARIBALDI.Lo que debas t de hacer, aunque seas aguacil y ests amparado por ciertos
mandones, es mirarte una miaja ms en la atencin de las personas que necesitan del municipio
y no avasallar a todo Cristo por menos de nada.
MORRONES.T lo que vas a hacer es callarte la boca ahora mismo.
GARIBALDI.Y principalmente por don Sabino lo he dicho, que es una persona mdica y
respetable, llena de canas; que uno al remate no es letrado ni muchsimo menos, y anda con
Dios, y que le falten a uno, que tan hecho est uno a trancas como a barrancas.
MORRONES.T eres un parlero que hablas ms de la cuenta, y si no te callas, te agarro de
los cabezones y sales... (Le amenaza.)
GARIBALDI.(Enfurecido.) Prueba y te doy con el noy!...
MORRONES.A m?... (Se dispone a acometerle.) Por vida e...!
DON ACISCLO.Pues se pone usted de acuerdo con el boticario. Para todo hay recursos. Y
como remate, usted cree que estoy yo aqu para aguantar menosprecios de nadie?...
DON SABINO.Menosprecios?
DON ACISCLO.S, seor, menosprecios!... Va usted a visitar a la mujer del sargento de la
Guardia Civil y a la del registrador, y a ellas sellos, jarabes, pldoras, emplastos, sanguijuelas... i
Viene usted a ver a mi mujer, y magnesio efervescente nada ms!
DON SABINO.Es que eran distintas las dolencias.
DON ACISCLO.Pamplinas. A mi mujer hay que darla dobles recetas que a todo el mundo,
tenga lo que tenga; que para eso es mi mujer.
DON SABINO.Pero si usted permitiera que yo le explicase...
DON ACISCLO.Ni una palabra. De forma que me presenta usted una instancia en papel
sellado de tres reales y se la da usted a se (Por MORRONES.), que ya sabe lo que tiene que
hacer con ella.
MORRONES.S, seor.
DON SABINO.Pero...
DON ACISCLO.Otro.
DON SABINO.Seor alcalde, perdone usted que le diga que esto es conculcar la ley.
DON ACISCLO.Est usted errado.
DON SABINO.Yo errado?...
DON ACISCLO.Errado completamente. A ver, el veterinario.
PERNILES.(Se levanta.) Servidor.
DON ACISCLO.(Aparte.) Lo de la magnesia lo tena yo clavado en el alma... (Alto.) Expn,
Perniles.
PERNILES.Pues yo, seor alcalde, vengo como concejal de oposicin...
DON ACISCLO.Ya s que eres otrista; no me lo recalques.
PERNILES.A decirle a usted que me se haga justicia; porque lo que estn haciendo conmigo
los sabuesos de usted es una gorrinada.
DON ACISCLO.Oye, t... A ver las palabritas que usas, que no estamos en sesin!
PERNILES.Es que hay que hablar claro.
DON ACISCLO.En el Ayuntamiento, las porqueras que quieras; aqu, con urbanidad.
PERNILES.Es que ya no hay cristiano que aguante esto; que no me dejan vivir; que el to
Marcos, amparado en ust, ha cogido el agua del Acequin de las Jarillas para su molino y nos
quita de regar a los que tenemos derecho para ello.
GARIBALDI.Pues nada; paso por lo del macho, paso por que sea cartero, paso por que sea
cojo siendo cartero y paso por que siendo cojo y cartero no sepa leer ni escribir; pero por lo que
no puedo pasar de ninguna de las maneras es por la forma que tiene de repartir la
correspondencia.
DON ACISCLO.Qu forma tiene, vamos a ver?
GARIBALDI.Pues nada, que coge las cartas y las deja encima de una mesa a la puerta de su
casa. Usted va y mira; que hay una carta y que es para usted, pues deja usted cinco cntimos y
se la lleva; que no es para usted, pues deja usted diez y la coge si quiere. Y cuando se presenta
el interesado a reclamar pues le dice: "Haber venido antes!"
DON ACISCLO.Y qu pero tienes que ponerle a eso?... Yo no os entiendo! Estis
clamando da y noche por la libertad y en cuanto un funcionario pblico os deja en libertad...
GARIBALDI.Es que queremos libertad con orden y con justicia, que es lo que no hay en este
pueblo.
DON ACISCLO.(Airado y dando golpes en la mesa.) Qu ests diciendo?
GARIBALDI.El Evangelio; que hay que decir las cosas como sean.
PERNILES.(Animado por el ejemplo de GARIBALDI.) S, seor; que esto es peor que la
Inquisicin, para que usted lo sepa.
GARIBALDI.Porque aqu, para que le dejen respirar a uno y no le quemen la cosecha o le
maten el ganado, tiene que votar lo que usted quiera y ser esclavo de usted.
PERNILES.O ser la seora de usted.
GARIBALDI.O de su otra seora...
DON ACISCLO.(Indignado.) Garibaldi!
PERNILES.O de sus amigos, o de las criadas de sus amigos, o de los amigos de sus criadas.
GARIBALDI.Para pagar las contribuciones, nosotros; para cobrar, los compinches...; pues no,
seor. Esto no puede ser!
PERNILES.Y no ser. Que antes que vivir en este atropello, es mejor echarse por los caminos
a pedir una caridad a Dios.
DON ACISCLO.Que estis faltando a la ley!
DON SABINO.(Airado.) Pero qu entiende usted por ley?
DON ACISCLO.Una cosa que me permite poner multas; conque cincuenta duros cada uno.
Morrones, avisa a la Guardia Civil.
DON SABINO.Que avise a quien le d la gana; pero hay que acabar con esta ignominia; hay
que vivir como seres civilizados, como hombres siquiera; porque cuando se vive hundido en la
infamia de una tirana bestial e ignorante, es preferible la muerte..., cien veces la muerte!... Y hay
que luchar...
LOS DOS.S, seor.
DON SABINO.Hay que luchar; pero no por unas mseras pesetas perdidas, no; hay que luchar
porque el oprobio y la esclavitud en que vivimos es vergenza para la civilizacin y ludibrio y
escndalo para la patria. Muera el caciquismo!... Muera cien veces!...
LOS DOS. Muera!... (Vanse gritando: "Muera!".)
DON ACISCLO.Canallas! Granujas!... A la calle!... Me han atropellado! Me han
desacatado!... Dan gritos revolucionarios!
MORRONES.(Que ha sacado una escopeta de la primera derecha y quiere ir tras ellos.)
Djeme usted a m, que les voy a dar civilizacin!...
DON ACISCLO.(Contenindole.) No; quieto, Morrones...; ahora, no, que es de da y salen de
mi casa. (Le quita la escopeta y la esconde.)
MORRONES.Eso les vale!... Maldita sea!...
DON ACISCLO.Pero ven ac, vamos a hacer una denuncia por desacato. Los tengo medio
ao en la crcel. Por stas!
MORRONES.Medio ao!... Seis aos de cadena perpetua cada uno y no pagan, no sea
usted primo!
DON ACISCLO.Es verdad. Seis aos! Veinte aos..., cuarenta aos... (Vase primera
derecha.)
CRISTINA.S, seora; es alto, elegante, de ojos grandes, pelo negro, labios finos..., dientes
blancos...
EDUARDA.Una tontera de moreno, vaya!
CRISTINA.Usted no puede imaginarse un hombre ms guapo, doa Eduarda!
EDUARDA.Ya lo creo que puedo. T no conoces mi fuerza imaginativa. Adems, t te
expresas con un calor, que no es que describes, es que fotograbas... Y sigue, sigue...; dices
que cuando estabas ahogndote, l, heroicamente, se lanz al agua?
CRISTINA.S, seora; cuando yo estaba ahogndome, de pronto l se tira al agua, coge la
botella, llena el vaso, me lo da, bebo un sorbo y me pasa la espina.
EDUARDA.(Con cierto desencanto.) Ah! Pero no fue un naufragio?
CRISTINA.No, seora, fue una raspa. Si ya se lo he dicho a usted, pero usted se ha
empeado que me pas en el ocano, y fue en una fonda.
EDUARDA.Confiesa que en el mar hubiese sido ms romntico; pero, en fin, todo es
ahogarse. Sigue, sigue.
CRISTINA.Pues, como digo, fue en la fonda del balneario de La Robla, donde yo haba ido
acompaando a mi ta Constanza. All encontr a Alfredo.
EDUARDA.Ay! Alfredo! Hasta el nombre escalofra!
CRISTINA.Antes de aquello de la espina haba notado yo que aquel joven me miraba con
inters y que deca al pasar alguna palabra cariosa; pero ya desde aquella tarde nos acompa
sin falta en todos nuestros paseos, y al cabo, una noche de luna muy clara, muy clara, despus
de cenar, fuimos a dar una vuelta por la carretera y se me declar.
EDUARDA.Oh!... Sigue.
CRISTINA.Se me declar pintndome un amor..., ay, doa Eduarda!...
EDUARDA.Rosceo?
CRISTINA.No me acuerdo, porque yo no estaba para colores... Pero qu frases me dijo tan
discretas y tan amables!... Y claro, como una, metida en estos poblachos, no ha odo jams a un
joven educado tres palabras cariosas y bien dichas, pues yo, a medida que me pintaba su
cario, iba sintiendo interiormente una alegra y un temblor que yo no saba cmo disimularlo.
EDUARDA.Y t qu le dijiste, qu?
CRISTINA.Pues le dije que aquello no poda ser formal, que era que quera burlarse de m;
que yo no poda gustarle...; en fin, todas esas tonteras que dice una mujer cuando quiere decir
que s y no sabe cmo.
EDUARDA.Oh, qu cndida ingenuidad!
CRISTINA.l entonces me cont toda su vida. Y yo no s, vamos, porque a los hombres no los
puede una creer...; pero qu s yo, se me figur que aqul me hablaba con un sentir honrado y
verdadero. Me dijo que era pobre, muy pobre.
EDUARDA.Pobre!... Qu poemtico!
CRISTINA.Que no tena padres.
EDUARDA.Hurfano!... Qu elegaco!
CRISTINA.Que viva con un to.
EDUARDA.Vivir con un to!... Mi ideal!
CRISTINA.Y yo..., pues tambin le cont mi vida. Le dije que era hurfana como l, que viva
enterrada en esta tristeza de pueblo con un hermano de mi padre que me administraba la
fortuna, y que se me figuraba que esto me tena amarrada a mis tos, que queran casarme a su
gusto para que no pudiese escapar de su lado, y que yo tena ansia de un cario leal y
verdadero que me sacara de esta esclavitud y de estos egosmos. l me escuchaba as como
emocionado, y luego, con voz temblorosa, me prometi quererme siempre, venir por m, casarse
conmigo, sacarme del pueblo... Yo entonces llor al orlo, nos cogimos las manos y..., me da un
sofoco recordarlo!...
EDUARDA.Dime! Dime!...
CRISTINA.Y luego nos dimos un beso!
EDUARDA.Oh, un beso!... Ah Cristina, qu recuerdos se despiertan en m!
CRISTINA.Pues ya ve ust si es infamia, al da siguiente de aquella noche tan feliz
desapareci del balneario sin despedirse siquiera!
EDUARDA.Qu perfidia! Qu ingratitud!...
CRISTINA.Yo llor sin consuelo. Aquello me pareci una burla. En el hotel se murmuraba que
se haba ido sin pagar. Yo no hice caso; pero luego ca en la cuenta...
EDUARDA.El que se conoce que cay en la cuenta fue l.
CRISTINA.Ca en la cuenta de que quiz, arrepentido de haberme engaado, no quiso ni
despedirse.
EDUARDA.Pobrecilla!
CRISTINA.A los pocos das volvimos al pueblo, aqu me paso estas horas largas llorando y
pensando en l. Volver? No volver? Las margaritas que yo he deshojado!...
EDUARDA.Volver!; ten esperanza!
CRISTINA.No; no volver, doa Eduarda! Aquello fue una broma con una pobre seorita de
pueblo. Como una no sabe expresarse, no tiene modales, ni elegancia, ni nada... Claro, cuesta
tan poco engaarnos!... Si viera usted, tengo una rabia y un coraje! Ser una seorita de
pueblo!... Me da una pena!... (Llora.)
EDUARDA.Por Dios, Cristina, no llores, no llores; que me ests atormentando cruelmente. (Se
levanta.)
CRISTINA.Yo?...
CRISTINA.Lo creo!
EDUARDA.Vamos, Cristina, vamos hacia el jardn. Necesito aire... Tu relato y mi recuerdo me
retraen a rememoraciones que... Ah!...
CRISTINA.(Cogiendo una margarita que lleva en el pecho.) Volver? No volver?... S,
no...; s, no... (La va deshojando. Hacen mutis por el jardn.)
ESCENA VII (CARLANCA y CAZORLA, por la segunda derecha; luego, MORRONES, por la
primera derecha.)
(CAZORLA, fino, redicho, vestido con humildad, pero pulcramente. Vienen jadeantes, plidos,
consternados. Hablan con agitacin, con ira.)
CAZORLA.Ay, prate, Carlanca, prate; que no puedo ms!
CARLANCA.Y yo vengo con la lengua fuera; pero djalo, no le hace que reventemos. Hay
que ponerlos sobre aviso, tienen que saber la gravedad de la cosa!
CAZORLA.Quin habr sido el ladrn?
CARLANCA.No s; pero el que haiga sido, mralas, si no me las paga con su sangre!...
Llamemos.
CAZORLA.Ay, qu disgusto ms horrible! Ay, en cuanto se entere don Acisclo!...
CARLANCA.Cae en una apopleja. Pero ni para unto va a servir el que tenga la culpa! Lo
asesino!... (Llamando.) Ave Mara Pursima!...
CAZORLA.Ay Carlanca, no llames; que yo no tengo valor para darles el trago!
CARLANCA.No hay que perder tiempo. Sera peor. Pero djate, que al causante, mal rayo si
no le clavo la faca en las entraas!... (Volviendo a llamar.) Alabado sea Dios!
MORRONES. (Saliendo primera derecha.) Quin?
LOS DOS.Morrones... (Le coge cada uno de un brazo.)
MORRONES.Seor Cazorla! Carlanca!...
CAZORLA.Y el seor alcalde?
MORRONES.Pero qu pasa que vienen ustedes ms blancos que un papel?...
CAZORLA.Pues pasa que el mundo se nos viene encima!
MORRONES.Mi madre!
CARLANCA.Que ya puedes ir escogiendo el presidio que te guste ms.
MORRONES.Recontra; pero va en serio?
CAZORLA.El Evangelio es una chirigota comparado con lo que acabas de or.
MORRONES.Pero...
CARLANCA.Arrea, avisa a don Acisclo y a la seora Cesaria, que salgan a escape.
MORRONES.(Inicia el mutis.) Voy, voy...
CARLANCA.(Detenindole.) Ah, escucha!...; para que no se asuste as, de pronto, dile que no
es nada; pero que se traiga el revlver, por si acaso.
CAZORLA.Eso. Y adeles que la cosa no tiene importancia; pero que si no est el mdico,
que lo avisen.
MORRONES.Bueno. (Va a marcharse.)
CAZORLA.(Vuelve a detenerlo.) Oye..., y manda, como cosa tuya, que hagan una miaja de
tila.
MORRONES.Para cuntos?
CAZORLA.Kilo y medio. Arrea. (Vase primera derecha.)
CARLANCA.Pobre don Acisclo!
CAZORLA.Bueno, y si al decrselo se nos muere, qu hago?
CARLANCA.Pues en cuanto le veas con sntomas as como para entierro, te callas.
CAZORLA.Pero, Dios mo! Quin habr sido el delator?
CARLANCA.Yo lo sabr y ay de l! Iremos a presidio; pero le rajo! Por contarlo!
CAZORLA.Calla, que salen.
ESCENA VIII (DICHOS, DOA CESREA y DON ACISCLO, por la primera derecha.)
DOA CESREA.Qu pasa?
DON ACISCLO.Qu ocurre, qu dice Morrones, que dicen ustedes...?
DOA CESREA.Madre, qu caras!
DON ACISCLO.Se nos ha quemado la parva?
DOA CESREA.Se ha muerto el ganado?
CARLANCA.Peor!
DOA CESREA.Peor!
DON ACISCLO.Hablen ustedes, que me ahogo de angustia. Qu es lo que pasa?
CAZORLA.Ay don Acisclo, en diez aos que llevo al frente de la secretara de este
Ayuntamiento, nunca le he dado a usted un mal disgusto!
DON ACISCLO.Rediez!
CAZORLA.(Lee.) "Y esta amenaza va a realizarse al fin."
DON ACISCLO.Pero qu es! Qu amenaza es sa?
CARLANCA.Tenga usted valor, don Acisclo!
CAZORLA.(Leyendo.) "A peticin de algunos elementos de ese pueblo, Garca Moyuelo ha
solicitado del presidente del Consejo de ministros, enemigo acrrimo del caciquismo, que se
enve un delegado con rdenes seversimas..."
DON ACISCLO.Santo Dios!
CAZORLA.(Leyendo.) "Para que inspeccione tu gestin administrativa durante los dieciocho
aos que llevas al frente de ese Municipio."
DON ACISCLO.(En el colmo del furor.) Investigarme a m?... Pero quin manda eso?...
Pero qu ladrn se va a atrever a eso?...
DOA CESREA.Calma, Acisclo, calma, deja que siga. Adelante!...
CAZORLA.(Lee.) "Aseguran que ese Ayuntamiento es una cueva de ladrones."
DON ACISCLO.Cmo ladrones!... Pero dice ladrones?
CAZORLA.Con todas sus letras. Mire usted. (Le muestra la carta.)
DON ACISCLO.(Leyndolo.) Ladrones nada ms!... Digo, nada menos!
CAZORLA.(Lee.) "El delegado que os enva, hombre enrgico y resuelto, ha prometido al
ministro que, o le rends cuentas hasta el ltimo cntimo, u os trae a Madrid atados codo con
codo."
TODOS.Codo con codo!
CAZORLA.(Leyendo.) "Uno de estos das enviarn al pueblo una seccin de la Guardia Civil,
para apoyar la gestin del delegado."
DOA CESREA.Santo Dios!
CARLANCA.La Guardia Civil!
DON ACISCLO.Qu infamia!... (Con sonrisa sarcstica.) No dejarle venir solo!
CAZORLA.(Leyendo.) "Yo, enterado de la cosa por una confidencia secreta, me he credo en
el deber de avisarte para que os preparis, y como yo s que t llevas los libros de una forma
especial, como persona que sabe muy bien lo que se lleva, te aconsejo un procedimiento
expeditivo: quema los libros o quema el Ayuntamiento."
DON ACISCLO.Y si quemramos las dos cosas?
CARLANCA.Es una idea!
CAZORLA.(Leyendo.) "Y por ltimo, vigilad sin descanso. El delegado y su secretario llegarn
a sa de incgnito. Quieren sorprendernos. Quiz estn ya entre vosotros."
MORRONES.Entre nosotros?... (Mira por todos los rincones.)
CAZORLA.(Acabando de leer.) "Calma y astucia. Maura, no!... Tuyo siempre, Demetrio
Snchez Cunero."
DON ACISCLO.(En el colmo de la ira.) Ay Cesaria, que me ahogo, que me siento morir!
DOA CESREA.Ladrones, canallas, granujas!
DON ACISCLO.Quieren mi perdicin!... Infames! Asesinos! Treinta y dos aos haciendo en
este pueblo lo que me ha dado la gana, y no tenerse en cuenta esta antigedad! Ay, darme
agua!... Me rechinan los dientes! Me retuerzo de coraje! (Le dan convulsiones de ira.)
DOA CESREA.Por Dios, Acisclo, no te pongas de esa forma!
CARLANCA.Por Dios, seor Alcalde! Calma. Fmese usted un cigarro. (Se lo da.)
CAZORLA.Desabrocharlo... hacerle aire.
DON ACISCLO.Investigarme a m!... Yo codo con codo?... Antes asesino, machaco, trituro,
incendio...
DOA CESREA.Sujetarlo, que voy a hacerle tila. (Vase por la izquierda.)
DON ACISCLO.Hacerme esto a m?... Yo, que ha llegado una Nochebuena, y capones al
ministro, tortas al subsecretario, lea al director general...
CARLANCA.Ya les dara yo capones, pero no de pluma!
CAZORLA.Bien, dejemos frusleras; no hay que perder tiempo. Vamos a pensar rpidamente
lo que nos conviene hacer.
DON ACISCLO.Bueno, total: en qu renuncio pueden cogernos?
CARLANCA.En casi nada.
CAZORLA.Lo ms dudoso es lo de la crcel. Ya sabe usted que haba catorce presos con una
consignacin de dos pesetas, que en total eran veintiocho diarias. Un da los cogi usted a
todos, los dej en libertad...
DON ACISCLO.S, y me se olvid suprimir la consignacin el primer ao... y los dems aos,
pues para que no creyesen que haba sido de mala fe..., lo fui cobrando y...
CARLANCA.Una distraccin cualquiera la tiene, seor!
CAZORLA.Tambin es grave lo del monte de las Jarillas, que es del procomn, y ste pidi el
aprovechamiento que era del pueblo, para fundar, con el producto, un asilo de ancianos.. Y el
aprovechamiento, pues se ha aprovechado; ahora, que el asilo...
DON ACISCLO.S, hombre, s; que no puede estar uno en todo y me distraje...
CARLANCA.Ancianos, ancianos!... Para lo que van a vivir!...
CAZORLA.Porque lo de que estn cerradas las escuelas hace ocho aos, no creo yo que...
CARLANCA.Eso qu le importa a ninguno!...
DON ACISCLO.Para qu quiere nadie saber leer en este pueblo, si lo nico que hay que leer
son los rtulos de las calles y cuatro o cinco nmeros atrasados de "La Lidia", que tiene el
sacristn!...
CAZORLA.Pues claro, porque yo creo que tengamos sin pagar al mdico siete aos y doce sin
abonar nada a la Diputacin, y que los fondos para enseanza... y el aprovechamiento de
riegos... cuatro tonteras...
CARLANCA.Todo eso, nada... Espuma de virutas, que dijo Maura!
CAZORLA.Y que se vean todos los Ayuntamientos de Espaa, a ver si estn mejor!...
DON ACISCLO.(Con resolucin.) Bueno, de todos modos hay que prevenirse. Para las
ocasiones son los hombres. Vern ustedes cmo lo arreglo yo todo en dos boleos. Morrones.
MORRONES.Mande usted.
DON ACISCLO.En t confo.
MORRONES.Un perro soy.
DON ACISCLO.Quin?
DOA CESREA.El delegado y su secretario.
DON ACISCLO.Qu dices?
DOA CESREA.Lo que oyes!
DON ACISCLO.Mi madre!
DON RGULO.nimo!
CAZORLA.Lo ve usted!
DOA CESREA.Estn en el Hotel Anastasia.
DON ACISCLO.Cmo lo sabes?
DOA CESREA.Pues por la Jesusa, que la mand a la fonda donde tiene sirviendo a su
sobrina para que se enterara, y le han dicho que acaban de llegar dos forasteros. El uno, muy
bien vestido y ms joven, y el otro, ya entrado en aos, pero elegante tambin.
DON RGULO.Ellos son!
DOA CESREA.A ms, ha dado la coincidencia que no hara una hora que estaban en el
pueblo esos dos seores cuando han llegado ocho parejas de la Guardia Civil.
CAZORLA.Pues ya no hay duda.
CARLANCA.La Guardia Civil!
DOA CESREA.Y creo que el teniente ha ido en seguida a saludar a los forasteros.
CARLANCA.No diga usted ms. Ellos son!... Codo con codo!...
DON ACISCLO.Y qu seas tienen?
DOA CESREA.Pues el delegado creo que es un seor muy delgado, y el que no es
delegado tambin es delgado, pero no tanto. Parece que se han metido en el cuarto y que tratan
de esquivar que la gente los vea.
DON ACISCLO.Ah, traicioneros!
CAZORLA.Quieren cogernos desprevenidos!
DOA CESREA.Creo que de que han llegado, han pedido dos jarros de agua. Se supone
que para lavarse.
CARLANCA.Qu raro, lavarse por la tarde!
DOA CESREA.La Jesusa ha advertido a la Anastasia, de mi parte, que los vigilen, y all
est de guardia.
DON RGULO.Bien hecho. Y yo, si a ustedes les parece, voy a organizar hbilmente el
espionaje, y en cuanto sepa tanto as de inters, vengo a enterarles en un vuelo.
DON ACISCLO.Ah tenemos a esos tos... agurdalos aqu y me pasas el recado... (Suena
una campanilla.)
DON RGULO.Ya estn ah, ya estn ah.
DON ACISCLO.Todos dentro. Que esperen.
CAZORLA.Dinero, amabilidad, agasajos..., y luego!... (Gesto malicioso.)
DON ACISCLO.S lo que hay que hacer, descuida... Adentro. (Vanse los cuatro por la primera
derecha.)
PEPE.Una realidad como un rascacielos; porque si don Acisclo administra a esa bella joven
fincas urbanas, predios rsticos y sumas en metlico, es decir, una fortuna sustantiva, yo en
cambio administro lo que pudiera llamarse tu fortuna esttica, es decir, tu figura arrogante, tu
belleza masculina...
ALFREDO.To!
PEPE.Tu belleza masculina, que estamos solos; aunque esto te lo digo yo a ti en la plaza de
toros, si se tercia. Tus atractivos personales, tu juventud, tu simpata, tu elegancia.
ALFREDO.Pero, to!...
PEPE.Elegancia. Porque no tiene nada que ver que no hayas pagado el traje. Y todas estas
prendas que se manifiestan en ti, constituyendo un tesoro interno, externo y aun medio
pensionista..., no son nada?
ALFREDO.Por Dios, to, eso son fantasas!
PEPE.Cmo fantasas! Tu fortuna es tan positiva como la de ella y ms privilegiada. La
belleza es la gloria de los dioses! Veinticinco mil pesetas las tiene cualquiera. Una mirada dulce,
horadante y revoloteadora es privilegio de los elegidos... El bello Narciso, Paris, Ulises, t, La
Cierva y dos o tres ms... De modo que estamos a ellas!
ALFREDO.Bueno; pero si t le dices al to todo eso...
PEPE.Ah, no; eso, no! No soy tan indiscreto. Al to le dir lo que nos dijo Menndez: que
venimos a adquirir una gran finca rstica para la implantacin de un enorme negocio de
avicultura, ideado por m, y que consiste en la cruza de loros con palomas mensajeras, con el fin
de que stas puedan dar los recados de palabra.
ALFREDO.Eso es.
PEPE.Y que queremos establecer aqu grandes criaderos lorocolombfilos. Mientras, t te
pones al habla con la chica..., y veremos lo que se presenta.
ALFREDO.Bueno, es que yo pienso que, como no tenemos un real, si no podemos pagar la
fonda, pues dentro de dos das...
PEPE.Chis. No te importe. Todo se resolver. El acaso no desatiende a los bienintencionados.
ALFREDO.Y diga usted, to: no hubiese sido mejor lo que yo me propona? Haber solicitado
una ocupacin, tener trabajo y luego haber venido...
PEPE.Por Dios, Alfredo!... Trabajar!... No insistas, caramba! No me hables a m de trabajo.
Nada de propsitos antiprogresivos. Fjate en las aspiraciones del proletariado universal. Ah
tienes las "trade unions" de Inglaterra, los "sein feiner", los "forein besteblat". "L'internationel" y
todas las grandes actividades societarias; todas las grandes masas obreras unindose para no
hacer nada o para hacer lo menos posible... Y vamos ahora nosotros, hombres cultos, a volver
la cara a las corrientes modernas?... De ningn modo!... Trabajo, no!
ALFREDO.S, bueno, to; pero es que si no trabajamos...
PEPE.T observa cmo a medida que la gente es ms progresiva y ms culta, quiere trabajar
menos y ganar ms!... Pues bien, yo, absolutamente identificado con este noble propsito
ESCENA XVI (DICHOS, DON ACISCLO, DOA CESREA, DON RGULO, CAZORLA,
CARLANCA y MORRONES, por la primera derecha.)
DON ACISCLO.(Con traje de fiesta. Muy grave.) Seores...
PEPE.Seor alcalde... Perdone usted que respetuosamente me presente yo solo... Jos Mara
de Ojeda... (Sealando a ALFREDO.) Mi...
DON ACISCLO.Mucho gusto; pero no hace falta. Sabemos quines son ustedes y a lo que
vienen.
PEPE.(Con gran sorpresa.) A lo que venimos?
ALFREDO.(dem.) Saben ustedes a lo que venimos?
DON ACISCLO.Ce por be.
PEPE.Por be! (Aparte, a ALFREDO.) Ay Alfredo, que dice por be!
ALFREDO.(Aparte, a PEPE.) Nos meten en la crcel.
PEPE.Nada, nada; jueves y domingos! Seor alcalde, esa amable exageracin repostera es
que me diluye en gratitud!... Mis ms rendidas cortesas!... Seora..., seores..., seorita...;
Seora!...
ALFREDO.(Aparte, a OJEDA.) Pero este to!...
PEPE.(Aparte.) Bueno, este alcalde lo rifas a cinco duros la papeleta y te las quitan de las
manos... Esto es una joya municipal! (Alto.) Seores...
ALFREDO.Seoras... (Vanse.)
DON ACISCLO.(A CRISTINA.) Cristina..., ven aqu!
CRISTINA.To!
DON ACISCLO.(La coge de la mano.) Si quieres salvar a tu to, si quieres salvar al pueblo
que te ha visto nacer..., enamora a ese joven!
CRISTINA.(En el colmo del estupor.) To!...
DON ACISCLO.Enamora a ese joven!
TELN
ACTO SEGUNDO
Sala en el Hotel Anastasia. Puerta de entrada a la izquierda. Dos a la derecha. Al fondo,
dos balcones que dan a la calle, con puertas vidrieras. Por ellos se ven un balcn y una ventana
de la casa de enfrente. El balcn tiene un letrero que dice: CRCULO DE LA AMISTAD. Es
practicable, as como la ventana.
MORRONES.S, seora; porque lo que l me tiene dicho fue que me dijo, dice: "Pues ndate
corriendo y le dices a la seora Anastasia que a esos dos seores forasteros les ponga a su
disposicin la sala principal con todos los muebles de lujo."
ANASTASIA.Pues ya lo ests viendo: el espejo dorado, la cmoda de mrmol y la sillera
buena: que no siendo al obispo, no dejo sentar a nadie.
MORRONES.Y me aadi que les pusiese usted un retrato del rey en la sala, la mecedora
menos derrengada, edredones, alfombra para el suelo y escupidera.
EUSTAQUIO.Atiza!
MORRONES.Y dos toallas cada uno... Cosa que no comprendo para qu!
MELITONA.Una para cada mano ser.
ANASTASIA.Pero oye t, Morrones...: pero quin sern esos dos personajes para tanto
ringorrango?
MORRONES.Yo no lo s; pero vaya usted a saber quin sern!
MELITONA.T lo sabes.
MORRONES.Que no, palabra.
ANASTASIA.Y bien que lo sabes, sino que eres ms secreto que un candado.
MORRONES.Que no, seora, y que no lo s; que si lo supiera, lo dira.
EUSTAQUIO.Ni te lo figuras?
MORRONES.Ni por ensoacin.
MELITONA.Pos tiene que ser gente muy gorda, porque para ponerles escupiera, calclate...
ANASTASIA.Como que aqu no se le ha puesto a nadie, no siendo como un diputado que vino,
que le gustaba echar todas las colillas en el mismo sitio. Mira que es tontera!
MELITONA.(Riendo.) Se ven unas cosas!...
MORRONES.Yo lo nico que puedo decirles a ustedes, es que para m esas personas son
dos personas que pican muy alto, pero muy alto!
MELITONA.Pos si pican muy alto, yo les quitaba el retrato de Joselito.
ANASTASIA.Eso voy a hacer, porque toreros para personajes no me hace.
MELITONA.Y digo yo que ste tendr que serv a la mesa con el "mokin" y guantes.
ANASTASIA.Natural.
EUSTAQUIO."Mokin" tengo; es corto; pero es "mokin". Ahora, que los guantes son de cuando
hice el servicio, y a ms de ser verdes, pues les faltan dos dedos, que se los cort este invierno
cuando tuve sabaones. De modo que para m, que los guantes no estn a la altura de esos
seores.
PEPE.Verdaderamente panormico.
ALFREDO.Crculo de la Amistad... Muy bien.
MELITONA.S, seor. Pero aqu, en el pueblo, le llaman La Escorpionera.
PEPE.Un delicado humorismo.
ALFREDO.Y nuestro equipaje?
MELITONA.Ya lo tiene el excelentsimo seorito en su cuarto. (Se lo indica.)
ALFREDO.Ah, pues con permiso!... (Entra en el primero.)
EUSTAQUIO.Y vosotros ya os podis retirar si no nos manda nada el excelentsimo seor.
PEPE.Nada, nada... Muchas gracias.
EUSTAQUIO.Servidor. (Reverencia.)
MELITONA.Servidora. (Otra reverencia.)
PEPE.Por Dios, criatura; que te vas a caer.
MELITONA.No le hace.
PEPE.(Aparte.) Vaya una postal! Qu colores! (Alto.) Eres una tricroma.
MELITONA.Qu dice el seor?
PEPE.Que tricoma!
MELITONA.Ay, qu seor; que micoma! (Vase por la izquierda.)
ESCENA IV
PEPE.Oh! No diga usted eso; tanto agasajo nosotros, dos personas tan...
ANASTASIA.Y una lo que siente es no haber sabido antes lo que eran ustedes.
PEPE.Oh, eso, no; por Dios! Pero qu es lo que somos nosotros, diga usted?... Haga usted
el favor de decrmelo! Qu somos nosotros?...
ANASTASIA.Toma, pues menudo!... Digo... Nada! Una friolera!... Y por qu no han querido
ustedes decirlo al llegar?
PEPE.Pues no lo hemos querido decir, porque francamente..., porque no lo sabamos que
aqu se nos estimase de manera tan halagea.
ANASTASIA.Aqu crea el seor que, aunque esto es un humilde pueblo, se sabe tratar a las
personas de categora, como son los excelentsimos seores. (Aparte.) Voy a ver si son
militares. (Alto.) Y ustedes de qu son?
PEPE.(Palpndose con asombro.) Cmo que de qu somos?... (Aparte.) Nos habrn
tomado por dos Sajonias?
ANASTASIA.S; qu de qu son?
PEPE.Pues somos de arcilla mortal perecedera, seora.
ANASTASIA.S, s; arcilla!... Que me lo va usted a hacer de creer! Usted es una persona
muy gorda!
PEPE.Yo?
ANASTASIA.Pero muy gorda!
PEPE.Cincuenta y ocho kilos cuatrocientos gramos, seora. Ya ve usted que la cosa no...
ANASTASIA.S, s; ya, ya... (Aparte.) No se lo saco, es muy ladino. (Alto.) Pos nada, cualquier
cosa que les ocurra a los seores no tiene el seor ms que poner el dedo ah (Indicando el
botn de un timbre.) y apretar para dentro y luego dar dos palmas por si no suena, que casi
nunca suena, y en segua venimos, cuando lo omos.
PEPE.S, seora; muchas gracias.
ANASTASIA.Y del reloj tampoco hagan caso los seores, y de que sienta el seor que dan las
once, me lo viene ust a decir, que yo le dir la hora que es. Que este reloj no lo entiende ms
que servidora.
PEPE.Descuide usted, que por nosotros puede apuntar lo que quiera.
ANASTASIA.Ah, y en la mecedora sintese usted con cuidado, que renguea del lado derecho;
que vino un ministro una vez, y esos ministros se columpian de una forma que todo lo
esguardamillan.
PEPE.S, seora; que se dan mucho aire.
ANASTASIA.Conque a la excelentsima disposicin de usted, y ustedes disimulen, porque si
s yo lo que son ustedes, a cualquier hora les pongo esta maana como les he puesto en el
almuerzo atn en escabeche; me ha dado una rabia !... (Vase, por la izquierda, haciendo
reverencias.)
PEPE.Bueno; yo confieso que desde que he llegado a casa del alcalde, la perplejidad est a
punto de sumirme en la idiotez. Yo no me explico lo que nos sucede. Yo no entiendo por quin
nos toman o con quin nos confunden...; porque yo tengo cierto parecido con Lloyd George;
pero, caramba, a la legua se conoce que no hablo en ingls.
PEPE.Que quin es?... Calla, hombre, que no he cado al suelo al verla porque no haba
alfombra; que si no, pierdo el conocimiento!
ALFREDO.Pero la conoce usted?
PEPE.Una ex vctima! De esto hara ya cinco lustros... Yo habitaba en la calle de los Tres
Peces; ella era mi vecina. Un da se asom a la ventana, hice as (Un revuelo de ojos.), la
incendi y an le queda rescoldo; estoy seguro.
ALFREDO.Y esa seora es casada?
PEPE.Lo ignoro; pero de todas formas puede sernos de gran utilidad en el desenvolvimiento
de los sucesos que nos aguardan.
ALFREDO.Sobre todo, por ser amiga de Cristina.
PEPE.En fin, pronto saldremos de dudas. El alcalde nos ha anunciado su inmediata visita.
Esperemos.
ALFREDO.S, esperemos. (Pasea. Dan las tres en el reloj.) Las tres.
PEPE.No... No hagas caso del reloj hasta que se lo consultemos a la duea del hotel.
(Detenindole.) Ni te sientes en la mecedora hasta que ella te diga cmo tienes que columpiarte.
ALFREDO.Es curioso!
PEPE.Ya me ha dicho que me dar un cuaderno con instrucciones para usar el mobiliario sin
peligro.
ALFREDO. Verdaderamente en estos tristes pueblos espaoles todo es extrao, temeroso,
desconcertante...
PEPE.Porque todo es viejo, solapado, sin sentido renovador... Muebles y personas... Todo
tiene un misterio, un secreto, una mcula!...
ALFREDO.Cierto; s, seor; ciertsimo; tan cierto, que yo, que deseo ardientemente la visita de
don Acisclo, al mismo tiempo temo, no s por qu, que el enigma se aclare. (Dan golpes como
llamando en la puerta izquierda.)
PEPE.Calla. (Alto.) Quin?
PEPE.Pero qu es eso?
MELITONA.Pues cuatro pollos, seis ristras de unas longanizas que aqu llamamos
fritangueras, cuatro jamones, aceitunas, arrope y, adems...
ALFREDO.Bueno: pero todo eso...?
MELITONA.Todo eso es un regalo para los excelentsimos seores.
PEPE.Un regalo para nosotros?...
EUSTAQUIO.S, seor; todo esto lo ha trado el to Mangola y el seor Aniceto con una carta,
aqu presente... (La saca de la faja y se la da.)
PEPE.Qu raro!... Veamos... (Lee.) "Excelentsimo seor don Jos Mara de Ojeda: Al saber
por Nemesio Ullares, alias Carlanca, la llegada de vuecencia, dos humildes y fieles servidores le
quien significar con este pobre obsequio su gran respeto y simpata. Somos contratistas del
mercado. Servidores de usted para todo lo que sea menester en cuerpo y alma. Que se lo
coman con salud y a mandar a estos sus humildes servidores, Calixto Mangola, Aniceto
Barranco. Las longanizas son de confianza." Bueno; pero este seor Mangola...
ALFREDO.Pero este Mangola por qu se ha molestado?
MELITONA.No podemos decirle al excelentsimo seorito.
EUSTAQUIO.Lo dejamos aqu?
PEPE.No; la volatera dejarla en el corral, que ya dispondremos. Lo dems amontonarlo en
esta mesa.
EUSTAQUIO.(Ensendole los pollos.) Son muy majos!
PEPE.S; son unos pollos que haran buen papel hasta en el Ritz: regordetes y tomateros. (Lo
deja todo amontonado y se lleva los pollos.)
MELITONA.Con permiso. (Se van por la izquierda.)
PEPE. Ni ms, ni menos!... Y que no cabe duda que esto no es confusin; aqu lo tienes bien
claro. (Lee el sobre de la carta.) "Seor don Jos Mara de Ojeda." Esto es un cuento de hadas!
ALFREDO.Esto es una paliza que nos esnuca en cuanto caigan de su burro.
PEPE.De sus burros. Si te refieres a nosotros, no singularices; que no me gusta quedarme
solo.
ANASTASIA.(Por la izquierda.) Dan ustedes su permiso?
PEPE.Adelante, seora Anastasia.
ANASTASIA.Acaba de llegar el seor secretario, que viene a hacerles a ustedes una visita;
que si le pueden ustedes recibir... aqu me ha dado la tarjeta.
PEPE.(La coge y lee.) "Justino Cazorla, secretario del Ayuntamiento. nimas Benditas,
dieciocho, bajo."
ALFREDO.Pero viene solo?
ANASTASIA.S, seor; solo.
PEPE.No viene el seor alcalde?
ANASTASIA.No, seor; viene don Justino nada ms. Eso s, de todo lujo. Ya vern ustedes
elegancia.
PEPE.Pues que pase. (Vase ANASTASIA.)
ALFREDO.Lo ve usted, to?... Lo que sospechbamos. El alcalde no se atreve a afrontar cara
a cara la cuestin y nos enva a ste para que nos eche.
PEPE.Es muy posible. Estemos sobre aviso. Prudencia y precaucin. Llvate las longanizas.
Me hace poco serio.
ALFREDO.Las meter aqu. (Entra por la primera derecha.)
PEPE.No; yo lo deca porque verdaderamente, seor Cazorla, se expresa usted con una
correccin tan acadmica como desusada en estos pequeos pueblos, donde precisa un
lenguaje vulgar para la recproca comprensin.
CAZORLA.Exacto de toda evidencia; pero es que servidor dispone en su riqueza idiomtica de
lo que pudiramos llamar dos lxicos o lenguajes. Lengua de diario o trapillo para conversar con
el elemento trashumante y analfabeto de la localidad y lenguaje de lujo para ocasiones como la
presente, en que he de dirigir mi verbo sonoro y preciosista a personalidades relevantes que
pueden gustar las exquisiteces filolgicas de las ms selectas locuciones.
PEPE.Vamos, un lenguaje de blusa y otro de chaqueta; digmoslo as.
CAZORLA.Exacto.
ALFREDO.Es originalsimo.
CAZORLA.En el primero uso las frases ms corrientes, como mecachis, caramba, un cuerno!
Que te crees t eso!..., y similares, y en el segundo, intercalo los bonitos vocablos, estulticia,
exgesis, arcaico, caritide y miasmas, jugndolo todo ello con un sentido de agilidad y
aristocratismo que me envidia acerbamente el seor Azorn.
ALFREDO.Muy bien. Bueno; pero a nosotros hblenos usted con toda sencillez, Cazorla.
PEPE.A nosotros nos habla usted en mangas de camisa...
CAZORLA.Seor!...
PEPE.Literariamente, claro est.
ALFREDO.(Ofrecindole un cigarrillo.) Usted fuma?
CAZORLA.Estoy incurso en el consuntivo y depauperante vicio; s seor. (Toma el cigarrillo.)
PEPE.Pues avance sin temor y obligrese romboideamente en ese adminculo arrellanatorio.
(Sealndole una silla. Aparte.) A m no me achicas t.
ALFREDO.(Quitndole el sombrero, al ver que se hace un lo entre los guantes, el sombrero,
el bastn y el cigarro.) Y si no se opone, dejaremos aqu su exornacin craneana y borsalinesca.
(Lo deja en una silla.)
CAZORLA.Gratitudes mil. (Se sientan.)
PEPE.(Al ver que CAZORLA trata en vano de encender un encendedor.) Parece que la torcida
est influminable.
CAZORLA.(Algo contrariado.) No; sabe usted que en casa, cuando se acaba la bencina le
echan ans del Mono y casi nunca prende. Pero con paciencia... (Sigue disparando.)
PEPE.Bueno, y que trae el seor Cazorla por este su cuarto hotelero?
CAZORLA.Pues servidor viene, ante todo, en nombre del Consistorio que indignamente
secretario, a ofrendarles los ms frvidos testimonios admirativos y las ms respetuosas
sumisiones. (Sigue disparando.)
PEPE.Seorita!
ALFREDO.Pero dijo eso?
EDUARDA.Como si lo hubieran ustedes odo. La suplic que le amase a usted; yo fui testiga.
ALFREDO.Ay, to!; pero suplicarle l mismo que...!
PEPE.Bueno; el cuentecito ese de Pinocho en el Japn, es un precepto evanglico comparado
con lo que nos est pasando en esta localidad. Honores, ddivas, regalos en especie, donativos
en metlico y encima mandarle a uno la novia!... Bueno, o este pueblo pertenece al partido
judicial de Jauja, o yo no lo entiendo.
ALFREDO.(A CRISTINA.) Pero t no sospechas a qu puede obedecer todo esto?
CRISTINA.No lo s, Alfredo, no lo s. Yo slo pienso en este instante, que te quiero con
locura, que estoy a tu lado y que soy la ms feliz de las mujeres.
ALFREDO.Cristina ma! (Quedan hablando aparte en voz baja.)
PEPE.(Se acerca melanclicamente a EDUARDA, que se ha sentado lejos en una silla.)
Eduarda!... La mano inexcusable del Destino nos acerca de nuevo. (Seala a los muchachos.)
He aqu el pasado que reverdece. No los envidias?
EDUARDA.No me tutees, que soy casada!
PEPE.Casada t!... Oh!... T casada?
EDUARDA.Lo sientes?
PEPE.Lo siento por tu marido..., porque...
EDUARDA.Pepe!... Bueno, te llamas Pepe, definitivamente?
PEPE.Pepsimo!
EDUARDA.No hago el ridculo!
PEPE.Lo de Pepe, machacado!
EDUARDA.Pues bien, Pepe: t tienes la culpa si me encuentras vinculada a otro hombre. Me
abandonaste.
PEPE.Ya te he dicho que aquello fue una calaverada.
EDUARDA.Pero, ah!, una calaverada que me produjo trastornos mentales horribles... Como
me hiciste creer que te llamabas Piones, que eras seminarista y capitn, todo a un tiempo, pues
yo, en mi desvaro, aborrec el cascajo y no haca ms que decir "Dominus vobiscum" y saludar
militarmente. Con lo que yo te amaba!... Abandonarme!
PEPE.Si vieras cunto te he recordado!
EDUARDA.Es de verdad, Pepe?
mirada de sus ojos dulces el cansancio de la vida montona, y en su triste sonrisa, el anhelo de
una existencia mejor. Con qu resignada melancola miraban alejarse el tren!... A m, te digo
que me daban ganas de cogerlas a todas en un puado y llevarlas a otro mundo, y a otra vida
que valiera la pena de vivirse, fuera de aquel estrecho ambiente pueblerino, egosta y brutal, que
slo ellas encantaban con el hechizo da su juventud.
CRISTINA.Pero llevrtelas a todas?... Con que te llevases una!...
ALFREDO.S, pero una que vale por todas!... Una, que quiz no est ducha en las artes de
una vida refinada, en los encantos de una gentil desenvoltura, como las seoritas de grandes
ciudades, pero cuyo aspecto de simptica cortedad, me dice a m, no s por qu, que posee un
alma blanda, de matiz suave... Alma propicia a un amor largo, leal y profundo!... Me enga?...
CRISTINA.Qu has de engaarte?... Ahora, que yo, as muchas cosas bonitas, como t, no
sabr decir, pero sentirlas, s; sentirlas las sentir todas..., todas las que hagan falta para
quererte una vida entera!
ALFREDO.Cristina!
CRISTINA.Alfredo!
PEPE.Eduarda!
EDUARDA.Pepe! (Hablan y ren.)
ESCENA XII (DICHOS, DOA TRSILA, CHICOS y CHICAS; luego, DON ACISCLO, DOA
CESREA, DON RGULO, CAZORLA, CARLANCA, DON ALICIO, SOCIOS DEL CASINO,
SEORITAS, etc., etc.)
(Entra DOA TRSILA, una seora con lentes, ridculamente vestida y con un peinado muy raro
y muy liso. Lleva un papel de msica en una mano y una batuta en la otra. La sigue un coro de
CHICAS y CHICOS, que traen un estandarte. Vienen formados de cuatro en fondo cantando y
andando a pasos rtmicos.)
TRSILA, CHICOS Y CHICAS.(Al mismo tiempo. Cantan, avanzando hacia OJEDA, y a
medida que avanzan, l retrocede, tambin a comps, como asustado de aquello.)Loor, loor,
loor;... Oh, insigne y gran seor! Por tu visita honrosa, la juventud estudiosa te aclama con
fervor. Loor, loor, loor!... (Durante el himno han entrado las Comisiones con trajes de fiesta, se
colocan ordenada y convenientemente, de modo adecuado, para que el conjunto pueda resultar
ms cmico.)
DOA TRSILA.Con la venia del seor alcalde. (Reverencia.) Excelentsimo seor: Cbeme
la inmerecida honra de ofrendar a vuecencia este tierno plantel cultural, delicadas flores. (Aparte,
a un nio.) Mateo no te toques las narices que est feo... (Alto.) Delicadas flores que cultiv una
servidora, humilde maestra superior, que no es normal, por envidias, e hija del pedagogo don
Zacaras Ullera, mi seor padre, honra y prez de la magistratura docente nacional. Feo est que
una servidora lo diga, pero mi seor padre era una persona muy docente; mucho ms docente
que yo. Con honda pena lo manifiesto. Sin embargo, como se murmura en la corte que si los
ayuntamientos tienen o no tienen abandonadas sus obligaciones respecto a instruccin pblica,
yo quiero dar a vuecencia un ments mostrndole los progresos de estos tiernos nios y nias,
que no dir yo que sean unos Merlines, pero s honra y prez de la infancia estudiosa y crecedera.
(Aparte, a un nio.) Tiburcio, que me das con el estandarte. (Alto.) Y ahora, con permiso de
vuecencia, me voy a permitir examinarlos, individual y corporativamente, para que se juzgue de
su instruccin. Con la venia.
PEPE.(Aparte.) Oye, prvulo, no metas el dedo en el arrope; haz el favor. (Alto.) Siga...
DOA. TRSILA.Vamos a ver... rsula Canana.
CHICA 1.(Dando un paso al frente.) Servidora...
DOA TRSILA.A ver, tenga usted la bondad de decirnos: cuntos golfos hay en Espaa?...
CHICA 1.Muchsimos, golfos hay muchsimos...
DOA TRSILA.Muy bien... Y cabos, hay muchos cabos?
CHICA 1.Cabos tambin hay muchsimos.
DOA TRSILA.Pero determnelos!
CHICA 1.Pues el Finisterre, en Vizcaya; el Ortegal, en Gerona; el..., el...
DOA TRSILA.Cmo se llama el que hay en Huelva?... Cabo de... (Accin de pegar.)
CHICA 1.Cabo de... (Le da golpes con la batuta.), de Palos.
DOA TRSILA.Y cmo se llama el de Almera, cabo de qu?
que tengo el honor de presidir, ha organizado un banquete que, a manera de modesto homenaje,
se ofrecer maana a este nuestro ilustre y preclaro husped.
PEPE.(Aparte, a un chico.) Nio, deja las morcillitas!
DON ALICIO.Ah, mis leales y queridos villalganceos, los sentimientos patriticos se exaltan
ante las grandes y meritorias personalidades, honra de la nacin!
PEPE.(A ALFREDO.) Me han tomado por un poltico. Lo que yo me figuraba.
DON ALICIO.Y mucho ms cuando el ciudadano integrrimo que nos honra con su visita no es
un poltico.
PEPE.(A ALFREDO.) Pues no soy un poltico.
DON ALICIO.-No es un poltico ni mucho menos, y, claro, que ante tal negativa, vosotros me
preguntaris: es acaso un hombre de ciencia?... No.
PEPE.(A ALFREDO.) No.
DON ALICIO.Es un escritor eminente?... No.
PEPE.No.
DON ALICIO.Es un artista ilustre?... No.
PEPE.(Asombrado.) Tampoco.
DON ALICIO.Pues qu es este hombre, me preguntaris?... Y yo voy a deciros lo que es este
hombre.
PEPE.(Aparte.) Gracias a Dios!
DON ALICIO.Pues este hombre es nada menos! que el mdulo representativo de una nueva
funcin generatriz del Estado, en su relacin legislativa, he dicho legislativa?..., jurdica, dentro
de las modernas ideologas plasmadas en las grandes sntesis aspirativas de la Humanidad...
Eso es este hombre!
PEPE.Va, hombre!
DON ALICIO.S, hombre; eso y nada ms.
ALFREDO.(Aparte, a PEPE.) Qu ser eso de mdulo?
PEPE.(dem, a ALFREDO.) No s; pero me suena a algo as como a marisco.
ALFREDO.(dem, a PEPE.) Pues s que nos ha sacado de dudas.
DON ALICIO.Y ahora que ya sabis quin es, una sola palabra para terminar. Conterrneos,
honremos a este hombre; porque honrndole, nos honramos. He dicho. (Aplausos, bravos,
felicitaciones.)
PEPE.Seores, unas palabras...
TODOS.Chis..., chis... (Gran atencin.)
TELN
ACTO TERCERO
La misma decoracin del acto segundo. Es de noche.
CAZORLA.Mi plan! Voy a seguir azuzando. (Vase al balcn con DON RGULO.)
DON ACISCLO.Pues de pronto, yo he metido en la crcel hasta el Perniles y Garibaldi, para
que no les puedan dar datos contra nosotros.
DOA CESREA.Pero no basta, Acisclo; no basta. No seas infeliz, que t eres un
desgraciado. (Hablando el resto de la escena en tono confidencial.)
DON ACISCLO.Yo?
DOA CESREA.T! Ya lo ves. Esos tos te han cogido el dinero y se han reido de ti!
DON ACISCLO.Pues mal ao para ellos, que el que se re de m, llora a la postre.
DOA CESREA.Si quiera qutales las dos mil pesetas.
DON ACISCLO.Djalo, que de eso se ha encargado Carlanca. Ha cogido la bufanda, el
retaco... y dos amigos, y esos canallas se dejan en el pueblo los billetes, como se los dej aquel
recaudador de contribuciones... Por stas!
DOA CESREA.Haces bien. Y a ms, no consientas que a ti te quiten de mandar.
DON ACISCLO.Nunca!
DOA CESREA.T tienes en el pueblo todo el poder; pues antes que soltar la taj hay que
dejarse en ella los dientes.
DON ACISCLO.Descuida. No suelto las riendas. Treinta aos mandando... Con los enemigos
que da eso! [Si me vieran cado, se me coman!; estoy yo ya muy duro para que me roan. No; yo
te digo que no. Yo te digo que antes de irme le pegaba fuego al pueblo!
DOA CESREA.(Con entusiasmo.) Ese eres t!
DON ACISCLO.Antes que verme pisado, todo! Lo oyes bien? (Con gesto de ira feroz.)
Todo!
DOA CESREA.Acisclo, que me espantas!
DON ACISCLO. (Sonriendo.) Mujer!
DOA CESREA.Lo has dicho en un tono, que se me han puesto de punta hasta los pelos
del aadido!
DON ACISCLO.(Sigue sonriendo.) No te apures, ya me conoces. En el fondo soy un infeliz.
Todo le llamo yo a un sustento de nada.
DOA CESREA.Pero ten cuidado con Carlanca, que se es muy bruto!
DON ACISCLO.Bah, otro infeliz!... Sabes quin va a hacerles el avo a los forasteros?
DOA CESREA.Quin?
DON ACISCLO.Ese mequetrefe.
DOA CESREA.Cazorla!
DON ACISCLO.Ese. Que malo (Riendo socarronamente.), no se arrima una vez a don Rgulo,
que no le encienda el coraje. (Para cumplir la indicacin del dilogo, un momento antes se ve a
DON RGULO,inquieto, volver a su mana de dispararle a PEPE OJEDA, y a ANASTASIA y
CAZORLA que tratan de detenerlo.)
DON RGULO.(Exaltado de nuevo.) S, s; tiene usted razn: luego se irn a Madrid
ufanndose de habernos burlado y habernos escarnecido..., y eso, no. De un caballero no se
ren esos... Djeme usted; lo mato!
CAZORLA.S, s...; pero ahora, no!
ANASTASIA.-(Asustada.) Por la Virgen Santsima! Caramba! Calma!
DON ACISCLO.Pero qu le pasa a ese hombre?
CAZORLA.Por Dios, seor alcalde, intervenga usted; que le quiere disparar!
DON ACISCLO.(Va hacia l.) Pero qu va usted a hacer, so loco!... (Le separa del balcn.)
Venga usted aqu.
DON RGULO.Don Acisclo, mi honra peligra! Estoy en un estado de excitacin que, o mato
a ese hombre o me muero de un berrinche, me muero!
DON ACISCLO.Serenidad, don Rgulo; que no somos criaturas. Ya conoce usted mis
doctrinas: brutos, pero a tiempo.
CAZORLA.Eso le digo yo; quiz esta misma noche nos dar ocasin para todo.
DOA CESREA.Seguro. Cuando le traigan ustedes los libros del Ayuntamiento para que los
revise.
DON ACISCLO.Esprese usted a entonces, y de que ponga tanto as de reparo en nada, le da
usted el puetazo acordado en sesin, y en seguida los padrinos, la cuestin de honor y lo que
sea; que no ser poco, siendo usted el atizante.
DON RGULO.No s si tendr paciencia para esperar, seor alcalde. Yo aguanto pocas
cosas, muy pocas; pero menos que ninguna que nadie levante los ojos hasta mi mujer, porque a
se lo mato.
DON ACISCLO.Hombre, no se ponga usted as! Despus de todo, aunque descubriese usted
cualquier cosilla...
DON RGULO.Ese muere!
DON ACISCLO.(Aparte.) Sabr lo mo?
DOA CESREA.Es que doa Eduarda es una mujer honrada, don Rgulo.
DON RGULO.Pero le tolera a ese hombre excesivas galanteras, seora Cesrea.
DON ACISCLO.Bueno...; no hay que olvidar tampoco que usted mismo la recomend que
estuviese amable con ese sujeto, y ella, quiz que por hacerle a usted caso...
DON RGULO.Pero una cosa es que me haga caso a m y otra que le haga caso a l.
Caramba!
CAZORLA.Eso es bblico.
DON RGULO.Comprendern ustedes mi deseo de venganza.
DON ACISCLO.Bueno, calma; que todo llegar. Y ahora, antes que acabe, al Casino. (A
ANASTASIA.) Y t de esto ni tanto as, porque te costara...
ANASTASIA.Quiere usted callarse... Pasen por el gabinete y bajen por la escalera que da al
callejn. (Vanse todos por la segunda derecha.)
PEPE.Eduarda!
EDUARDA.Pepe! (Se estrechan la mano.)
CRISTINA.Y Alfredo?
PEPE.Ahora vendr. Qued con unos seores. Creo que queran regalarle un perro y le
llevaron a que lo viese.
EDUARDA.Un perro? Qu cosa ms rara!
CRISTINA.Ay! Yo no estoy tranquila. Si vieran ustedes, yo tambin he odo a Cazorla no s
qu de un perro!...
PEPE.Bueno, y qu ocurre?
EDUARDA.Ay! Pues que yo deseaba por momentos hablar contigo. Sabes ya con quin te
confunden?
PEPE.S; al fin lo s: con un Delegado del Gobierno.
CRISTINA.Quin se lo ha dicho a ustedes?
PEPE.(Muy confidencial.) Pues el propio Delegado, que lleg esta tarde al pueblo y que se
aloja en casa del sargento de la Guardia Civil.
LAS DOS.Es posible?
PEPE.Se llama Abilio Monreal, y da la feliz coincidencia de que le conozco, por ser pariente de
unos amigos mos. Le cont la confusin de que ramos vctimas y me prometi no presentarse
hasta que yo le avise, para darnos tiempo a que Alfredo y t resolvis lo que os convenga. De
modo que por ese punto nuestra seguridad personal no corre peligro.
EDUARDA.Ay, no; Pepe, no lo creas; t ests en un error! Tu vida corre ms peligro que
nunca!
PEPE.Caracoles! Qu dices, Eduarda?
CRISTINA.Que est usted en un peligro terrible, seor Ojeda!
PEPE.Yo?... Caramba! Pero por qu en un peligro?... Haced el favor de explicaros.
EDUARDA.S, Pepe; es preciso que lo sepas todo! Un canalla ha metido en el corazn de mi
esposo el torcedor de los celos.
PEPE.Cuerno! Quin dices que ha metido el torcedor?
CRISTINA.Un granuja.
PEPE.Pero quin ha sido se?
EDUARDA.El infame de Cazorla. (Llora.)
PEPE.El secretario?
PEPE.Aterrado? Qu le pasar?
ALFREDO.Ya lo oyes, Cristina; es imposible permanecer aqu sin grave riesgo. Es necesario
que resuelvas pronto.
CRISTINA.Y qu he de hacer yo?
ALFREDO.Decidirte, venirte a Madrid. Huir de estos canallas.
PEPE.S; hay que marchar esta misma noche.
CRISTINA.Pero huir, irme con ustedes!...
ALFREDO.Fa en mi amor y en mi lealtad.
CRISTINA.S; en ti fo, Alfredo... Pero irme sola... No; no me atrevo!
ALFREDO.Entonces me quedo yo tambin; porque yo no te dejo en manos de estos
energmenos! Sea lo que Dios quiera.
CRISTINA.No; eso, no; t vete, slvate.
ESCENA VIII (PEPE OJEDA, DON SABINO y MARA TERESA, por la primera izquierda.)
DON SABINO.(Entra rpido, desolado, seguido de MARA TERESA y en actitud suplicante.)
Caballero, caballero!
PEPE.Qu le ocurre a usted, seor mo?
DON SABINO.Y ser tal nuestra desgracia, seor, que esta vileza no tenga remedio?
PEPE.Cmo no!... Abandonemos valientemente este rbol aoso y carcomido de la poltica
caciquil y plantemos otro joven, sano y fuerte, que absorba para s la savia fecunda y saque al
otro y d con l en tierra; porque slo en las ramas de ese rbol nuevo podr cantar el pjaro de
nuestro aurora... (Aparte.) Ojeda, que te pones cursi!
DON SABINO.Y usted que lo sabe y que lo dice, por qu no va a Madrid y lucha para
lograrlo, y trabaja?...
PEPE.(Vivamente y con disgusto.) Ah, no; trabajar, no!... A m pedidme verbo, no accin. Yo
soy un apstol, los apstoles no han trabajado nunca. Adems, yo, que me parezco un poco a
los polticos espaoles, soy como un libro de cocina: tengo recetas para todo; pero..., pero hay
que buscar la cocinera.
DON SABINO.Pero si la cocinera no parece, qu vamos a hacer polticamente los
espaoles?
PEPE.Pues lo que venimos haciendo, comer de fiambre!... Pero usted, mi pobre amigo, no
ceje en su generosa lucha.
DON SABINO.Y cmo no cejar? No ve usted el resultado de mi rebelda? La nia y yo
hemos sufrido miseria, nos morimos de hambre, de hambre, seor mo!... y cuando voy a
implorar como una limosna mi sueldo no quieren pagarme, me dicen que el Ayuntamiento no
tiene dinero..., no tiene dinero!...
PEPE.(Exaltado.) Que el Ayuntamiento no tiene dinero?... Canallas!... Y me dan a m todo
esto para que no los lleve a la crcel!... Don Sabino, tome usted! (Le entrega los billetes que ha
sacado del bolsillo.)
DON SABINO.(Asombrado.) Qu es esto?
PEPE.Dos mil pesetas.
DON SABINO.Seor!...
PEPE.Gurdeselas. No le humillo con el oprobio de una limosna, no. Ese dinero es del
Ayuntamiento. No es usted su acreedor? Gurdeselo sin escrpulo.
DON SABINO.Pero...
PEPE.No le deben a usted siete aos? Pues uno menos.
DON SABINO.Y cmo le pagara yo a usted, seor delegado...?
PEPE.A m no me llame usted delegado, por lo que ms quiera!
DON SABINO.Pero por qu?
PEPE.Pues..., porque no lo soy.
[DON SABINO.Qu dice usted?
PEPE.La verdad.
ESCENA X (PEPE OJEDA, DON ACISCLO, CAZORLA y DON RGULO, por la izquierda.)
DON ACISCLO.Excelentsimo seor!...
CAZORLA.Seor Ojeda. (DON RGULO slo una grave reverencia. Lleva un garrote enorme.)
PEPE.Seores! (Aparte.) Vaya una carita que trae el del caamn. (Alto.) Quiere usted dejar
el junquito?...
DON RGULO.Gracias. (No lo suelta.) Es comodidad.
DON ACISCLO.Qu, y qu tal y cmo les pinta a ustedes por este pueblo, seor Ojeda?
PEPE.Pues nos pinta que ni Zurbarn, seor alcalde. Esto es tan pintoresco como
paradisaco. Un vergel!
DON ACISCLO.Aqu otra cosa no tendremos, pero buena voluntad...
PEPE.Calle usted, hombre; una gloria!
DON ACISCLO.Porque el accidente del cohete..., si viera usted que me ha quitado a m el
sueo.
CAZORLA.Aquello ya comprendera el seor que fue un accidente meramente fortuito.
PEPE.Fortuito y que si me da en el ojo, pues para sacarme la nia a paseo; pero nada ms!...
Y a ustedes, seores, qu les trae por esta su fonda?
DON ACISCLO.Pues con permiso de usted, y aunque la hora no sea muy all que digamos,
pues por salir de esto le traemos a usted los libros; nada... Cuatro cuentejas... Aqu se pueden
llevar las cuentas por los dedos...; nada. Usted nos pone el visto bueno...
PEPE.Bueno.
DON ACISCLO.Vamos, para que uno pueda responder el da de maana, y nada...
CAZORLA.Esta contabilidad es tan sencilla que no hace falta tenedor.
PEPE.Pues si no hace falta tenedor, con los dedos, como dice el alcalde.
DON ACISCLO.De forma que si usted quiere dar un vistacillo...
PEPE.Con alma y vida...; pero antes, seores, si yo me atreviese, les pedira un favor
inmenso.
DON ACISCLO.Cmo favor? Todos criados de usted. Usted es el que manda. Qu hay que
hacer?
PEPE.Pues nada; el asunto es que me han sorprendido ustedes de visita con una persona que
tengo en esa habitacin.
DON ACISCLO.Eh?
PEPE.La cosa que ha venido a tratar es grave y urgente. Si ustedes me permitiesen, yo
reanudara el "pour parler" y en seguida a sus gratas rdenes.
ESCENA XI (PEPE OJEDA y EDUARDA, por la segunda derecha; luego, los otros, al pao.)
PEPE.(Aparte.) Audacia, Ojeda. (Abre la puerta segunda derecha. Alto.) Tenga la bondad,
seora.
EDUARDA.(Saliendo.) Pero...
PEPE.(Aparte, a EDUARDA.) Nos oyen; discrecin. (Le ofrece una silla de espaldas a primera
derecha.)
EDUARDA.(Aparte, a PEPE OJEDA.) Quin?
PEPE.(Aparte.) Tu marido!
EDUARDA.Ah!...
PEPE.(dem.) Silencio. Va a quedar tu honor como las propias rosas. Calma. (Se sienta
tambin. Alto.) Pues nada, seora; perdone esta pequea e involuntaria interrupcin en nuestra
conferencia, que estaba deseando reanudar, y estaba deseando reanudarla, porque la honra de
una seora tan digna como usted me interesa como mi propia honra.
DON RGULO.(Por entre las cortinillas.) Ella!
EDUARDA.Muchsimas gracias, seor mo!...
PEPE.Y claro est que yo, como usted me exige, le dir a su esposo, dndole cuantas
pruebas estime justas, que es usted vctima de una calumnia incalificable.
EDUARDA.Ms que incalificable, altera!
PEPE.Fementida. Pero le aadir que l, sin sospecharlo, tambin es vctima de una villana
inmunda.
EDUARDA.De una trama diablica!
PEPE.Es preciso que le digamos que no soy yo, pobre de m!, que he llegado hace cuarenta y
ocho horas a este pueblo, el que le hace a usted el amor, no; que el que le hace a usted el amor,
hace ms de seis aos; el que la viene a usted asediando con cartas y la atropella y la pellizca
brbara y villanamente, por rincones y pasillos, que no soy yo, que no soy yo...; que es el seor
alcalde! El seor alcalde! No es esto verdad, seora? (Se han ido asomando poco a poco DON
ACISCLO y CAZORLA, por el montante; DON RGULO, por entre las cortinas.)