La Crisis o El Crack de 1929
La Crisis o El Crack de 1929
La Crisis o El Crack de 1929
Han sido muchas las posturas tomadas por los especialistas en la elaboración de
hipótesis que conduzcan a establecer las causas de la gran depresión de los años treinta.
Para los historiadores marxistas, la causa de la depresión fue la descoordinación entre la
producción y el consumo. Nogaro afirma que fue la sobreproducción la clave de la
crisis. Para Neré, (no marxista) afirma que la sobreproducción es un mito ideologizado
y no explica todas las posibilidades causales. Lo cierto es que este debate aún está vivo
hoy pero no podemos dedicarnos a él, puesto que esto es una labor de especialista.
Pasemos a ver las principales causas de la depresión.
Estos son los tres factores o causas clave de la crisis de 1929. Estudiemos cada
uno de forma breve.
• La sobreproducción.
La producción supera las necesidades reales de consumo a partir de 1925, sobre
todo en los Estados Unidos, donde los Stocks aumentaban conforme se reconstruían las
economías europeas. Las causas de la sobreproducción son:
a) Distribución desigual de las rentas, que lleva implícita la limitación del consumo
a las capas sociales más ricas, que en la mayor parte de los países no eran muy
numerosas. Galbraith señala que en los Estados Unidos el 5 por 100 de la
población recibía la tercera parte de la renta nacional.
b) Mantenimiento de precios de monopolio, tipo cartel, que obligaba a la existencia
de grandes cantidades de stocks sin vender, al comprometerse los fabricantes a
mantener unos precios pactados de antemano. No hay competencia real, por lo
tanto las ventas no aumentaron. (ejemplo la actual situación de los pisos)
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• El desorden monetario
Los momentos de expansión exigen una sensibilidad monetaria y el
funcionamiento de un sistema monetario que organice los intercambios desde un centro
financiero mediante una divisa hegemónica. Pues la relativa expansión de los años
veinte se caracterizó por el marasmo monetario, la pérdida del patrón oro y la excesiva
dependencia financiera de los Estados Unidos, convertidos en los principales acreedores
y con Wall Street como el centro financiero más importante del mundo.
La existencia de nuevos centros financieros como el de Wall Street, junto con los de
Londres y París, originó una competencia de préstamos exteriores entre el dólar y la
libra que añadió nuevas dosis de inestabilidad.
En la conferencia de Génova (1922) se revisa el sistema del patrón oro clásico, y se
establece el empleo de divisas claves (el dólar y la libra), junto con el oro, para
respaldar los billetes emitidos por los bancos nacionales. Es decir junto con el oro, el
dólar y la libra sirven para respaldar otras monedas nacionales (ejemplo la peseta o el
franco). Lo que ocurrirá (cosa que no se previno en muchos países) es que la debilidad
del dólar arrastrará a todo país que usaba dicha moneda para respaldar su economía, por
ejemplo la propia Alemania. Así pues una crisis del dólar arrastró al resto de monedas.
Como bien indica Galbraith en su obra, tras “la Gran Bancarrota vino la Gran
Depresión”. Eso esto, lo que vamos a ver ahora, la Gran Depresión de los años treinta.
Primero veremos la situación en América y luego en el resto del mundo.
El peso de la economía de los Estados Unidos en el resto del mundo hizo que la
crisis se extendiera a partir de 1931. Los norteamericanos se vieron obligados a repatriar
capitales que tenía prestados en Europa desde 1918, lo que motivó quiebras bancarias
en Alemania y Austria y tensiones en la economía británica. La caída de precios
norteamericanos obligó a los países europeos a rebajar los suyos para hacerlos
competitivos y dar salida a sus stocks. Pero el descenso del poder de compra de los
Estados Unidos y su posterior proteccionismo cerraron aún más el mercado mundial.
En Europa, y en general en el mundo, la crisis fue similar a la americana: desplome de
las cotizaciones de Bolsa, descenso de los precios, sobre todo los agrícolas, caída de los
créditos y de las inversiones, hundimiento de la producción industrial y aumento del
paro.
Podríamos hacer un resumen rápido de la evolución de la crisis en los
principales países europeos o coloniales, pero más importante que esto es conocer las
consecuencias de la crisis de 1929.
Múltiples fueron las consecuencias del año 1929. De todas ellas destacamos tres
consecuencias que debemos estudiar más detenidamente. Esas tres fueron: las
consecuencias sociales, teóricas y políticas. Veamos cada una de ellas.
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Fueron sin duda de las más graves. Debemos ver como afectó la crisis al paro, a
la demografía y a la desigualdad social.
El paro. Constituye la primera y más terrible consecuencia de la gran depresión. En
1932 había en el mundo 40 millones de desempleados. En los Estados Unidos, puede
diferenciarse el paro total y el paro parcial: el primero va acompañado de mendicidad,
enfermedad y hacinamiento en la Ciudades de lata (llamadas Hoovervilles irónicamente
en Estados Unidos) y en los arrabales de las grandes ciudades; el paro parcial, aunque
menos dramático también afectó a la vida diaria. En los Estados Unidos se calcula que
el 63 por 100 de los trabajadores industriales estaban contratados a tiempo parcial, con
lo que los salarios, ya de por sí bajos, se convertían en salarios de hambre. La juventud
sufrió con mayor dureza aún esta situación, pues la búsqueda de un primer empleo sé
hacia totalmente inútil y los centros docentes no podían soportar la prolongación de la
escolaridad.
Descenso demográfico. Se produce por la disminución de la nupcialidad, la natalidad y
las migraciones, unida al aumento de la mortalidad infantil y senil. Los distintos
regímenes políticos establecieron distintas medidas demográficas para afrontar la crisis;
las democracias liberales tendieron a restringir la natalidad para paliar los efectos
sociales de la crisis (paro), mientras que los regímenes totalitarios, sobre todo el alemán,
fomentaron el crecimiento de la población por razones ideológicas. En cuanto a las
migraciones, los Estados Unidos se negaron a la entrada de emigrantes. En este aspecto
la crisis también contribuyó a cambiar el statu quo imperante en el mundo.
Desigualdad en la estructura social. La crisis acentuó las desigualdades sociales, pues
aunque se produjeron importantes quiebras en sus negocios, los patrimonios personales
de los ricos no mermaron mucho, mientras que la depresión afectó de lleno a las clases
medias y bajas. Sobre todo la burguesía media sufrió la crisis hasta tal punto que acabó
proletarizándose. Muchos buscaron la solución en los fascismos. Pero sobre quien más
recayó el peso de la crisis fue sobre el proletariado, que incluso llegó a subdividirse en
estratos diferentes según fuera industrial, rural, parado, semiparado o con trabajo fijo.
Consecuencias políticas
Tras 1930 se plantea una crisis de los partidos socialdemócratas, que tuvieron
que transformar sus principios. La consecuencia política clave de la crisis va a ser el
auge que alcanzaron los movimientos fascistas, en especial en Alemania.
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¿Cabe preguntarse cómo se intentó solucionar la crisis de 1929, durante los años
treinta? Dicha pregunta la respondemos en el punto siguiente.
Hubo una primera respuesta a la casi común a todos los países: la política
deflacionista, que establece restricciones al crédito y a las importaciones. Esta política
tenía como objetivo preservar el equilibrio de los intercambios exteriores y defender la
moneda. Se ponen en marcha medidas proteccionistas: control de cambios y fijación de
contingentes de importación.
Todas estas restricciones estaban condenadas al fracaso, pues eran difícilmente
soportables en el ámbito social. La llegada de nuevos equipos al poder, que se dieron
cuenta de la necesidad de cambiar de rumbo, propicia la devaluación de las monedas
(con excepción de Alemania), así como el relanzamiento de la producción y el consumo
gracias al crédito del Estado. El carácter opuesto de estas dos medidas (deflación y
devaluación) provocó la larga duración de la crisis. La falta de solidaridad entre las
naciones perpetuó aún más el marasmo. La conferencia de Londres de 1933 demostró
que cada una de las naciones iba a intentar solucionar sus problemas sin contar con la
participación de las demás: la frase exportar la crisis es la más explícita en este aspecto.
Es conveniente analizar dos modelos básicos de superación de la crisis: el New Deal en
los Estados Unidos y la autarquía en Alemania.
La autarquía en Alemania.
Evidentemente para el ascenso del nazismo fue clave la crisis económica de finales de
los años 20 y principio de los años 30. Una vez en el poder Hitler tuvo que llevar a cabo
planes de choque para atajar la crisis económica que asolaba Alemania. El nazismo se
presentaba como “el auténtico socialismo” alemán. Sin embargo, como sabemos esto
sólo fue una máscara. Para no alargar nuestro discurso, podemos decir cuales fueron los
puntos clave de la política económica nazi en estos años (1933-1939) Esos puntos
fueron:
Como era necesario un desarrollo orgánico de la economía, Hitler estructuró el
crecimiento económico del país mediante planes cuatrienales. El primero duró
de 1933 hasta 1936 y el segundo arrancó en septiembre de 1936. Los objetivos
de estos planes era hacer de Alemania una nación autosuficiente. La realidad era
que estos planes fueron en verdad un instrumento de la preparación bélica del III
Reich. La autarquía alemana no debía comprometer la preaparición bélica del
país, por lo tanto estábamos ante una economía dirigida a la futura guerra.
Para integrar a los obreros en el orden nacionalsocialista, se crearon grupos o
asociaciones de empresarios y obreros por sectores profesionales. De esta
manera se aseguraba el control del proletariado y se evitaban las huelgas. El
nazismo eliminó los sindicatos dejando todo en manos de un único sindicato
creado en octubre de 1934, nos referimos al Frente de Trabajo Alemán, que a
partir de este año controlará toda la vida laboral de los obreros alemanes. El
siguiente paso fue la creación del servicio de trabajo obligatorio creado en 1935,
hecho que significó un paso más para la militarización de la nación.
Se desarrolló de forma masiva los efectivos del ejército, la policía, la burocracia
y el aparato nazi. Este enorme desarrollo tuvo como fin absorber mano de obra
del mercado de trabajo.
El inicio de grandes inversiones en construcciones de obras públicas, como
autopistas, aeropuertos, puertos fábricas de armamentos etc... ayudó a la
economía alemana en un doble sentido, primero exaltando el régimen con sus
obras y segundo absorbiendo mano de obra y haciendo descender el paro.
Gracias a esta política el paro en Alemania pasó de 6 millones en 1932, a 2,7
millones en 1934. Para 1936 había sólo 1,5 millones y en 1939 se daba ya el
pleno empleo. Sí bien el paro descendió, no es menos cierto, que los obreros
alemanes estaban en una situación muy precaria. Trabajaban más horas por
menos sueldo y vivían en un país con un constate crecimiento de los precios y de
la vida. Por ello, los alemanes vivieron una clara pérdida de poder adquisitivo
todo ello debido al sacrificio que había que hacer en pos de la producción bélica.
La industria alemana buscó la autarquía tanto en tecnología como en materias
primas. A pesar de los avances en la siderurgia y en la industria química era muy
necesario materias primas del exterior que Alemania carecía de ahí la economía
de guerra y de ahí la futura política exterior agresiva.
El sector agrario alemán también fue de tipo autárquico. Sí bien en la industria
hubo mejoras muy notables, la política agraria del Reich fue un fracaso, hubo
retrocesos en la producción en muchos productos.
Evidentemente la política económica alemana tendía a la guerra y sin guerra la
economía alemana se hubiera hundido en muy poco tiempo. Por ello surgieron
las doctrinas del espacio vital y las políticas imperialistas agresivas.
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