Sueños inconfesables
Por Penny Jordan
2.5/5
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Información de este libro electrónico
Liam se sorprendió de su propia reacción. Había tratado siempre de mantenerse a una distancia prudencial de Samantha debido a su carácter impetuoso, pero de repente descubría que deseaba sucumbir a su sensualidad provocadora y ser el padre de sus hijos...
Penny Jordan
Penny Jordan, one of Harlequin's most popular authors, sadly passed away on December 31, 2011. She leaves an outstanding legacy, having sold over 100 million books around the world. Penny wrote a total of 187 novels for Harlequin, including the phenomenally successful A Perfect Family, To Love, Honor and Betray, The Perfect Sinner and Power Play, which hit the New York Times bestseller list. Loved for her distinctive voice, she was successful in part because she continually broke boundaries and evolved her writing to keep up with readers' changing tastes. Publishers Weekly said about Jordan, "Women everywhere will find pieces of themselves in Jordan's characters." It is perhaps this gift for sympathetic characterisation that helps to explain her enduring appeal.
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Sueños inconfesables - Penny Jordan
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Avenida de Burgos 8B
Planta 18
28036 Madrid
© 1999 Penny Jordan Partnership
© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Sueños inconfesables, n.º 1176- agosto 2022
Título original: The Perfect Father
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.:978-84-1141-086-1
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
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Capítulo 1
Estoy seguro de que hiciste algún trabajito extra durante los fines de semana, Sam. Ciertamente, nunca pensé que una mujer fuera a ganar la medalla de oro de la empresa…
—Es que Sam no es una mujer. Las mujeres son pequeñas y dulces. Además, suelen quedarse en casa con sus hijos. Sam… ni siquiera tiene nombre de mujer.
Samantha Miller se puso en pie, dejando ver lo alta que era, un metro ochenta y cinco centímetros. Le sacaba diez centímetros al hombre que se había estado metiendo con ella de un modo tan despiadado.
—¿Sabes cuál es tu problema, Cliff? —replicó ella con tono afable—. Que no sabes reconocer a una verdadera mujer cuando la ves. Me parece que un hombre no es realmente un hombre si solo sabe tratar a ese tipo de mujeres que has descrito —hizo una pausa para dar énfasis a sus palabras, consciente de que sus compañeros de trabajo la observaban, ya que estaban en una gran oficina sin particiones—. Además, soy lo suficiente mujer como para tener un hijo cuando quiera.
Solo entonces dejó ver lo mucho que la habían enfadado los insultos de Cliff; sus ojos echaban chispas y la voz comenzó a temblarle.
—Tener tú un hijo… —se burló su antagonista—. ¿Quién diablos querría dejar embarazada a una mujer como tú? De ninguna de las maneras. Solo podrías conseguir tener un niño a través de un donante de esperma…
Unas cuantas personas que estaban alrededor se echaron a reír y Samantha se dio cuenta de que parecían compartir el punto de vista de Cliff Marlin.
Ante esa misma situación, quizá otra mujer se habría echado a llorar o habría perdido los estribos, pero Sam, no. Había aprendido desde joven que, siendo tan alta, su llanto resultaba ridículo y además…
Así que miró a Cliff con una sonrisa fingida y se encogió de hombros.
—Tienes derecho a opinar así, Cliff, pero es una pena que seas tan mal perdedor. Quiero decir, que si yo jugara al golf tan mal como tú, supongo que también estaría algo dolida. Y en cuanto a lo de tener hijos… no sé cuántas veces habrás fallado ese putt en el green del ocho…
Entonces fue el comentario de Samantha el que provocó la risa de alguno de sus compañeros.
Sin darle tiempo de responder a Cliff, se dio la vuelta y salió con la cabeza bien alta.
Pero sabía que en cuanto desapareciera de su vista, empezarían a cotillear sobre ella, la «amazona» de uno ochenta y cinco. Dirían que desde que llevaba trabajando en la empresa, nunca había ido a ningún acto social con un acompañante. Además, era la única del pequeño grupo de compañeras de trabajo que no les había confesado a las otras su vida privada.
Samantha, que acababa de cumplir los treinta, sabía que entraba en una década que sería la más productiva de toda su vida. También era posible que encontrara el amor… que llegara el hombre del que le sería posible enamorarse, aquel con el que podría pasar el resto de su vida, aquel con el que formaría una familia.
Había muchos hombres, por supuesto… montones de ellos. Pero algunos no querían comprometerse, otros no querían tener hijos, otros estaban casados, otros… Sí, la lista de los hombres que no le convenían era también enorme, sobre todo para alguien tan exigente como ella.
—¿Por qué no has querido salir con él? —le había preguntado su hermana Roberta durante su última estancia en los Estados Unidos, cuando abandonó su casa de Inglaterra para hacer una visita a su familia.
Su madre había estado quejándose a Bobbie de que Sam era una obstinada al no aceptar salir con el hombre que estaba detrás de ella por aquel entonces.
—No me hace falta, ya sé que no es el hombre que estoy buscando —había respondido Samantha.
Luego, cuando se había quedado a solas con su hermana gemela, la reprendió.
—Para ti es fácil darle la razón a mamá. Tú has encontrado al hombre al que buscabas. Luke es un hombre muy especial y está claro que sois muy felices. Así que, ¿cómo puedes pedirme que me conforme con menos?
—Oh, Sam —Bobbie, entonces, la había abrazado—. Lo siento, llevas toda la razón. No debes conformarte con menos y yo deseo que encuentres al hombre ideal. Y ahora —había añadido, dando un bostezo—, estoy algo cansada.
—No me extraña que estés cansada —se había burlado Samantha, mientras observaba su abultado vientre.
Pero su hermana no iba a tener gemelos. Estaba esperando un solo bebé.
—¿Nunca has conocido a nadie al que pudieras amar, Sam? —le había preguntado Bobbie al fijarse en el modo en que la estaba mirando.
Samantha se había quedado pensando durante un rato. Luego, había sacudido la cabeza. Su rizado pelo rubio resaltaba sus ojos azules, haciéndolos parecer más grandes y oscuros que los de Bobbie.
—No, a menos que contemos a Liam, cuando empezó a trabajar con papá… Yo debía tener unos catorce años, pero Liam me dejó en seguida muy claro que no le interesaban las mocosas con trenzas y aparato en los dientes.
Roberta se había echado a reír. Liam Connolly era el ayudante más antiguo de su padre y no era ningún secreto que Stephen Miller lo había animado para que se presentara a gobernador del Estado cuando él terminara su mandato.
—Sí, supongo que para un hombre de veintiún años, especialmente siendo tan guapo como Liam, la idea de tener a una adolescente a su alrededor, que estuviera todo el día adorándole, no debía ser nada atractiva.
—Sí, te aseguro que no le pareció nada atractiva. ¿Sabes que ni siquiera quiso darme un beso un Día de Acción de Gracias? A mí… a la hija de su jefe…
—Sí, eso no habría sido nada bueno para su carrera, si papá se hubiera enterado.
—Y Liam siempre ha puesto su carrera por encima de todo.
Bobbie había levantado las cejas al oír ese comentario.
—Oh, vamos, Bo, ya sé que ha habido muchas mujeres en su vida, pero hasta papá ha comentado que nunca se compromete con ninguna. Liam no ha permitido que ninguna se fuera a vivir con él.
—Quizá esté buscando a la mujer adecuada…
—Si eso es cierto —replicó Samantha—, parece que antes se lo está pasando estupendamente con un montón de mujeres que no lo son.
Samantha se dirigió a los ascensores, pensando en lo que debían estar comentando sus compañeros de trabajo en esos momentos. Decidió que necesitaba salir a tomar aire fresco para despejarse de la discusión con Cliff. Aquel hombre llevaba seis semanas atacándola, desde que ella había conseguido el ascenso al que también él aspiraba.
Gracias a Dios, pronto tendría un mes de vacaciones y había planeado pasarlo casi entero con su hermana en Inglaterra.
Su padre, el gobernador del Estado, no podía tomarse todavía las suyas, así que ni él ni su madre la acompañarían.
Su familia estaba muy unida. Su madre era hija ilegítima de Ruth Crighton, la hija soltera de los Crighton de Haslewich, en Cheshire, Inglaterra. Y en aquellos tiempos estaba muy mal visto que las chicas solteras tuvieran hijos.
Había sido durante la Segunda Guerra Mundial. Ruth se había enamorado locamente del abuelo de Samantha, Grant Reynolds, pero debido a un malentendido y a la desaprobación de su padre, al que no le gustaban los americanos, Ruth creyó que Grant le había mentido. Él le había dicho que era soltero y lo cierto era que estaba casado y tenía un hijo en los Estados Unidos. Así que presionada por su familia, dio a su hija, Sarah Jane, madre de Samantha y Roberta, en adopción.
Entonces, Grant, el abuelo de Samantha, adoptó a la niña en secreto, pensando que Ruth quería deshacerse del bebé, igual que se había deshecho de él.
Así que unos años antes, Samantha y Roberta, como era evidente que su madre, Sarah Jane, seguía dolida por el rechazo de Ruth, habían decidido esclarecer las circunstancias que rodearon el nacimiento.
Y durante su viaje a Inglaterra, no solo consiguieron que sus abuelos se reconciliaran, sino que, además, Roberta conoció a Luke, con quien se había casado. Roberta y Luke tenían ya un hijo y otro estaba en camino.
Luke, un destacado abogado, era también un Crighton, al igual que su abuela, solo que de la rama de Chester.
Al principio, Samantha había recelado de su cuñado al considerarlo alguien demasiado austero, pero luego había descubierto que tenía un gran sentido del humor. Además, su hermana era inmensamente feliz a su lado. De manera que le perdonó que las separara, aunque a veces echara mucho de menos a Roberta.
Lo cierto era que Cliff Marlin le había hecho daño con sus comentarios. Le había removido ciertos sentimientos que prefería tener enterrados. Porque ni siquiera Bobbie sabía la envidia que a veces sentía Samantha, que siempre había pensado en su fuero interno que sería la primera en casarse y tener hijos.
Por supuesto, se alegraba de que Bobbie fuera feliz, pero ella también quería tener hijos. Se moría por tener descendencia y no veía ninguna posibilidad cercana de conseguirlo. No cuando no había ningún hombre en su vida.
Antes, cuando Bobbie le tomaba el pelo, diciéndole que tenía que encontrar a alguien cuanto antes para darles primitos a sus hijos, Sam siempre se había reído. Incluso le había dicho a su hermana que ya no era necesario encontrar pareja para tener hijos. Al menos, no era necesario tener una pareja como tenía Bobbie.
Samantha no pensaba eso de verdad, sino que era fruto de esa parte de su personalidad que le había dado siempre tantos problemas. Desde pequeña, había tenido un temperamento muy fuerte.
Por ejemplo, poco antes, en el despacho, estuvo tentada de contestarle a Cliff que le iba a demostrar lo femenina que era, que todos iban a ver lo fácil que le era conseguir una pareja y tener un hijo. Afortunadamente, había resistido la tentación.
Hubiera sido una imprudencia dejarse llevar por las emociones, sobre todo pensando en su carrera. Como todo el mundo sabía, el mundo de los negocios, dominado por las nuevas tecnologías, se regía por la lógica. Así que se necesitaban personas frías, que supieran dominar sus impulsos.
Y más aún siendo la hija del gobernador, lo que era para Cliff otro punto en su contra. Samantha había oído lo que le había dicho al respecto a un compañero, al enterarse de que le habían dado a ella el ascenso que tanto ansiaba.
—Es evidente que ella no habría tenido ni una sola oportunidad de no haber sido la hija del gobernador —le había oído decir—. No es difícil darse cuenta de que a la empresa le conviene tratarla bien, si quiere obtener los favores del gobernador.
Samantha sabía que aquello no era cierto. Se había ganado aquel ascenso por sus propios méritos. Sencillamente, era la persona más cualificada para ese trabajo y así se lo había dicho a Cliff. Pero