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Pescados
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Libro electrónico195 páginas1 hora

Pescados

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Un gran número de recetas para una comida o una cena con un intenso aroma de mar o un delicado sabor de agua dulce. Truchas, salmones, lucios, anguilas, calamares, bacalao, sepias, langostinos, lenguados, caballas, sardinas, merluzas, dentones, doradas, lubinas, atún... Al horno, guisados, fritos, en papillote, adobados, rellenos, hervidos...: infinidad de maneras de preparar el pescado, con ideas que acentuarán su sabor y lo enriquecerán (combinándolo con verduras, frutas, salsas, hierbas aromáticas...). Un libro que le ayudará a redescubrir el valor y el sabor de este alimento tan rico en sustancias nutritivas y, al mismo tiempo, ligero y fácil de digerir, y que además ofrece la enorme ventaja de que se puede cocinar en poco tiempo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 may 2020
ISBN9781646999019
Pescados
Autor

Varios autores

Autores incluidos en esta antología: JACOB y WILHELM GRIMM E. T. A. HOFFMANN NATHANIEL HAWTHORNE HANS CHRISTIAN ANDERSEN FIÓDOR M. DOSTOIEVSKI CHARLES DICKENS THEODOR STORM BRET HARTE ZACHARIAS TOPELIUS ALPHONSE DAUDET ANTHONY TROLLOPE GUY DE MAUPASSANT AUGUST STRINDBERG NIKOLÁI S. LESKOV ROBERT LOUIS STEVENSON AMALIE SKRAM ANTÓN P. CHÉJOV THOMAS HARDY GUSTAV WIED SARAH ORNE JEWETT ARTHUR CONAN DOYLE LÉON BLOY WLADYSLAW REYMONT CLARÍN SAKI RAMÓN MARÍA DEL VALLE INCLÁN GRAZIA DELEDDA O. HENRY G. K. CHESTERTON JAMES JOYCE EMILIA PARDO BAZÁN DYLAN THOMAS RAY BRADBURY DINO BUZZATI TRUMAN CAPOTE PAUL AUSTER

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    Pescados - Varios autores

    ÚTILES

    INTRODUCCIÓN

    Actualmente, el pescado está al alcance de casi todo el mundo. Sin embargo, este alimento y los platos que se pueden preparar con él todavía siguen manteniendo una imagen de excepcionalidad, de elementos preciosos que pueden dar un toque especial a cualquier comida o cena.

    El pescado es un alimento muy importante porque es rico en proteínas nobles, vitaminas (en particular A y D) y sales minerales, además de ser mucho más fácil de digerir que la carne.

    No obstante, y pese a todas sus virtudes, el pescado no es un elemento demasiado frecuente en nuestras mesas, aunque en los últimos tiempos se haya advertido una leve inversión de esta tendencia. Los factores que juegan en contra de un aumento en el consumo del pescado son tanto de origen cultural y económico, como de orden práctico. A estos factores, se les han ido sumando ciertas creencias que no siempre se ajustan a la realidad.

    Hemos mencionado que hoy el pescado es muy apreciado, pero no siempre ha sido así, y además no para todas las clases; un ejemplo muy ilustrativo de cómo los gustos van cambiando a lo largo de los siglos, lo podemos hallar en la época del Imperio romano, donde los platos con pescado eran mucho menos apreciados que los de carne, a excepción de las morenas que, criadas en acuarios, se vendían a precios desorbitados. Sin embargo, y a pesar de esta y muchas otras curiosidades alimentarias, durante mucho tiempo las proteínas consumidas procedían principalmente de la carne.

    Una tímida difusión del pescado tuvo lugar cuando apareció el cristianismo, que, tras un primer momento de intransigencia, lo aceptó como alimento para los días de Cuaresma, es decir, para casi la mitad del año, ya que a la Cuaresma propiamente dicha se sumaban otros periodos de menor duración, además de las vigilias de las fiestas. El cristianismo, por lo tanto, desempeñó un papel muy importante en la introducción del pescado en una cultura básicamente carnívora. En ese sentido cabe destacar la influencia de los primeros evangelizadores en el norte de Europa, que iniciaron a sus habitantes en el arte de la pesca.

    Todos los testimonios que hallamos sobre el consumo de pescado en la época medieval hacen referencia al pescado de agua dulce, que se comía en el mismo lugar en el que se pescaba; por tanto, se puede presuponer que esta actividad se concentraba principalmente a lo largo de los ríos y en lagos, y no en el mar. Del exiguo número de pescadores, dan cuenta los censos de la época, según los cuales otros oficios estaban más extendidos.

    El hecho de que el pescado se introdujera como un alimento «alternativo» a la carne, en una cultura preferentemente carnívora, quizás llevó a una visión negativa del mismo. A este factor cabe sumarle las teorías médicas galénicas, según las cuales el pescado era un animal «frío», y por ello no era adecuado para alimentar al hombre, animal de sangre caliente.

    Existía, además, un problema objetivo, que consistía en el rápido deterioro del pescado y en la dificultad de transportarlo, lo que constituyó una ligera ventaja para algunas especies que se mantenían vivas durante algunos días, como por ejemplo las anguilas. Para el resto, estas dificultades se tradujeron en un mayor coste de venta. De hecho, durante mucho tiempo y hasta hace bien poco, el pescado fresco ha sido sinónimo de lujo; y a las clases menos favorecidas no les quedaba otro remedio que consumir pescado seco, ahumado o salado.

    Por otra parte, la «ligereza» del pescado, es decir, la facilidad de digestión del mismo respecto a la carne, que hoy es una de sus cualidades más apreciadas, en épocas en las que la mayoría de personas sufrían el hambre cotidianamente constituía uno de sus mayores defectos. Hasta el siglo XIX el pescado no fue un alimento muy apreciado, pero a partir de esta fecha comenzó a tener una imagen positiva por el hecho de ser un manjar caro. No obstante, los platos realizados con pescado seguían cocinándose sólo en ocasiones especiales.

    Sólo en época reciente, el pescado ha sido rehabilitado de sus connotaciones negativas, se han reconocido sus propiedades organolépticas y se ha aconsejado su consumo en las dietas adelgazantes y de mantenimiento, para quienes padezcan trastornos digestivos, etc. Además, su ligereza es determinante: los platos de pescado pueden formar parte de las típicas comidas o cenas compuestas por varios platos, sin que los comensales se sientan demasiado pesados.

    El pescado según Platina

    A continuación, transcribimos las reflexiones de Platina sobre el pescado, puestas de manifiesto en su De honesta voluptate en el siglo XV. Como veremos, a medio camino entre la Antigüedad y la Edad Moderna, ya existían ciertas convicciones dietéticas que todavía hoy sostienen algunos detractores del consumo de pescado.

    «La naturaleza de los peces que comemos habitualmente es fría y húmeda, al igual que el elemento del cual proceden, pero parece que la de los peces de mar lo sea menos a causa de la salinidad. Cocinado de todas las maneras, el pescado de mar se considera poco sano: de hecho, no se considera un buen alimento y produce mucha sed. (...) Otros consideran que el pescado de mar es mejor que el de río; el de río, que el de lago; el de lago, que el de pantano. Para mí son más apreciables los peces que viven entre rocas que los que viven en la arena, y estos últimos más que los que viven en los pantanos o en las ciénagas. Además, no son despreciables los peces que por instinto natural suben desde el mar a los ríos o que bajan desde los ríos hasta el mar. En cualquier caso, todas las clases de peces cuestan de digerir debido a su humedad y viscosidad; además, generan sangre fría y flemática, con la cual se originan graves enfermedades, como la debilidad de nervios, la predisposición a la parálisis, el ardor».

    Algunos consejos

    Los numerosos tipos de pescado pueden agruparse en peces de agua dulce y peces de agua salada; estos últimos también incluyen los mariscos.

    Al contrario de lo que sucede con los peces de mar, los de agua dulce suelen ser bastante insípidos y, por ello, deben formar parte de platos aromáticos; en contrapartida, el gusto delicado de sus carnes se presta a muchas preparaciones complejas. Las mismas formas de preparación pueden servir para «salvar» un pescado de mar no demasiado fresco.

    Entre los peces de mar, el pescado azul (caballa, anchoas, etc.) no tiene todavía el reconocimiento que se merece, porque erróneamente se le considera muy graso. De hecho, esta característica es muy relativa porque, efectivamente, es el pescado más graso, pero en cualquier caso es menos graso que la carne.

    En general, las recetas de pescado deben incluir pocos ingredientes, pero de primera calidad. En cuanto al pescado fresco, lo ideal sería cocinarlo enseguida, pero si no es posible (y de hecho casi nunca lo es), debe limpiarlo y conservarlo dentro de la nevera en un recipiente hermético y, preferentemente, con una rejilla en el fondo; antes de cocinarlo,

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