Horizonte de amor
Por Victoria Pade
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El policía Luke Walker intuyó que tendría problemas en el mismo instante en que Karis Pratt apareció en su puerta afirmando que la niña que llevaba en brazos era suya. Luke se había quedado destrozado cuando la hermana de Karis se había marchado del pueblo con una niña que entonces le había asegurado no era suya. Y aunque tenía motivos más que suficientes para mostrarse escéptico, Luke no tardó en darse cuenta de que Karis no se parecía en nada a su impetuosa hermana. Desde su nacimiento, la pequeña había conquistado el corazón de Luke sin que él pudiera hacer nada para impedirlo.
Victoria Pade
Victoria Pade is a USA Today bestselling author of multiple romance novels. She has two daughters and is a native of Colorado, where she lives and writes. A devoted chocolate-lover, she's in search of the perfect chocolate chip cookie recipe. Readers can find information about her latest and upcoming releases by logging on to www.vikkipade.com.
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Horizonte de amor - Victoria Pade
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2006 Victoria Pade
© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Horizonte de amor, n.º 1747- diciembre 2018
Título original: It Takes a Family
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1307-075-9
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
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Capítulo 1
YA está, preciosa, ya hemos llegado —dijo Karis Pratt.
No recibió respuesta del asiento trasero y se volvió a mirar a la niña de quince meses que iba sentada detrás de ella, a su derecha.
Era tarde para Amy y a Karis no le habría sorprendido que su sobrina se hubiese dormido, pero la niña estaba mirando por la ventana, con dos dedos metidos en la boca y movía los pies hacia arriba y hacia abajo, como lo hacía siempre que estaba cansada.
No había nada en aquella imagen que tuviese por qué provocarle lágrimas a Karis, pero aun así tenía los ojos húmedos y calientes, le picaban.
Parpadeó con fuerza y tragó saliva para evitar derramarlas.
—No te puedes imaginar lo mucho que deseo no hacer esto —le dijo a su sobrina—. No quiero hacer ninguna de las cosas que he venido a hacer, si tuviese otra opción…
Se le quebró la voz y se aclaró la garganta, luchando por tranquilizarse.
Cuando lo hubo conseguido, suspiró y añadió:
—Pero no la hay. Si no, no estaría aquí.
Allí, en medio de una tormenta de nieve que hacía que hubiese tan poca visibilidad que había tenido que conducir durante las dos últimas horas a paso de tortuga, hasta llegar al lugar del que su hermana había dicho que era «un pueblucho de mala muerte».
Northbridge, Montana.
Eran más de la nueve de la noche del último viernes del mes de octubre y Karis no había querido llegar tan tarde, pero no podía retroceder en el tiempo y no podía arriesgarse a que Amy pasase la noche con ella. Sobre todo, porque iba a tener que dormir en el coche. Así que se resignó a hacer lo que había ido a hacer y se desabrochó el cinturón de seguridad.
—Todo irá bien —comentó, sin saber si quería tranquilizar a su sobrina o a sí misma—. Es lo mejor.
Salió del coche y miró hacia la casa de ladrillos rojos que tenía delante. Era una estructura de tamaño medio, de dos pisos y ático, con un porche delantero cubierto y unos grandes números negros en la puerta, que le indicaron que estaba en la dirección correcta. La dirección desde la que su hermana Lea le había escrito cuando vivía allí.
Se alegró al ver que había luz en la ventana delantera. Con un poco de suerte, eso significaría que el hombre con el que había estado casada su hermana durante sólo diez meses estaría dentro y que su viaje no habría sido en vano.
Se cruzó el abrigo, se colocó el pelo detrás de las orejas y rodeó el coche.
Amy la miró con sus ojos grandes y azules cuando abrió la puerta, haciendo que se le encogiese el corazón.
«¿Cómo voy a hacer esto…?».
Pero una ráfaga de viento le recordó que no podía pasar la noche en el coche con la niña. Le subió la capucha para tapar su cabeza cubierta de rizos color caoba, quitó las fijaciones de la silla y la sacó con la niña dentro.
Luego fue hacia la casa rápidamente. Subió las cuatro escaleras del porche. Llamó al timbre.
Mientras esperaba, se inclinó a darle un beso en la frente a la niña y le dijo:
—Todo irá bien.
La puerta se abrió y detrás de ella apareció un hombre alto, de hombros anchos, imponente. Eso fue lo único que pudo ver, ya que la luz llegaba de detrás de él.
—Estoy buscando a Luke Walker —dijo Karis.
—Soy yo —respondió el hombre, con curiosidad en la voz.
—Sé que no me conoces…
¿Cómo iba a conocerla, si nunca se habían visto? Pero iba a decirle quién era, a pesar de que aquello le resultase humillante. Pensó en Amy e hizo acopio de valor.
—Soy Karis Pratt. La hermana de Lea.
Él agarró el borde de la puerta, como si fuese a cerrarla y darle con ella en las narices.
Pero no lo hizo. En su lugar, bajó la cabeza, y aunque Karis no pudo verle la cara, se dio cuenta de que estaba mirando a la niña.
Murmuró algo poco agradable y abrió la puerta de par en par.
—Entra, hace frío fuera —le ordenó en tono brusco.
Karis no estaba en posición de exigir mejores modales, así que metió a Amy en el calor de la entrada de la casa.
Luke Walker cerró la puerta y se volvió hacia Karis, que se sintió ligeramente aliviada. Su hermana no siempre había tenido buen gusto con los hombres, y ella sabía que le habría costado dejar a la niña con alguien que no le hubiese causado buena impresión.
Aquél le pareció un hombre atractivo, con el pelo negro azabache, corto y limpio. Tenía la mandíbula fuerte y masculina, con los rasgos muy marcados. La nariz era algo larga, pero perfecta en su forma. Y tenía una boca ni demasiado grande, ni demasiado pequeña. Sus ojos eran vivos e inteligentes, penetrantes y encantadores al mismo tiempo, de color verde y sombreados por unas tupidas pestañas.
Y el cuerpo que iba con aquella cara tampoco la defraudó. Luke era ancho de espaldas, tenía la cintura y las caderas estrechas, y las piernas largas y fuertes.
Karis sabía que era policía local, por eso había tenido la esperanza de que fuese diferente a los otros hombres con los que había salido Lea. Luke irradiaba una honradez que la ayudó a sentirse algo más aliviada. No mucho, pero algo más. Algo era algo.
Se inclinó a dejar la sillita de la niña en el suelo y se dio cuenta de que Amy miraba a Luke Walker casi con tanta intensidad como lo había observado ella.
Luego se irguió y se dio cuenta de que iba vestido con un uniforme azul marino, por lo que debía de haber regresado a casa hacía poco tiempo. La estaba mirando a ella fijamente, no a la niña.
—¿Qué quieres? —le preguntó, sin invitarla a moverse de la entrada de la casa.
De hecho, era tan alto y fuerte que Karis no podía ver nada del salón que había detrás de él.
No merecía la pena andarse con rodeos. Era evidente que Luke Walker ya no sentía nada por su hermana, y no lo culpaba. Así que contestó:
—Hace seis semanas, en Denver, hubo una explosión en la que murió Lea, nuestro padre y el hombre con el que Lea se marchó de aquí.
El ex marido de su hermana no le dio el pésame. Su única respuesta fueron unas arrugas en su entrecejo y la fuerza con la que apretó la mandíbula.
—Es una larga historia que imagino que no te interesa —continuó Karis—, pero debido a eso yo…
Karis se atascó cuando iba a decir lo que tenía que decir.
Pero no tenía otra opción, tenía que decirlo.
Tragó saliva.
—No puedo cuidar de Amy.
—No es hija mía —espetó Luke—. A pesar de que nació cuando yo estaba casado con tu hermana, Lea me dejó bien claro que Amy era de…
—Ya sé que te dijo eso —lo interrumpió Karis, por miedo a que la echase antes de que le diese tiempo a decir lo que tenía que decir—. Sé que te dijo que se marchaba con Abe porque él era el padre de la niña, pero Lea me dijo que no era la verdad, que sólo te lo había dicho para cortar la relación contigo y volver con él. Y a sus adicciones. Ella era así. Pero es posible que tú seas el padre de Amy.
—Tonterías.
—No sé si piensas que Lea me mintió a mí o que yo pretendo mentirte a ti, pero es lo que me dijo mi hermana. Si yo pensase que no cabía la posibilidad de que fueses el padre de la niña, no estaría aquí, pero lo cierto es que sí me parece que es posible…
—Así que tú misma reconoces que es sólo una posibilidad.
Karis lo miró fijamente a los ojos.
—Sí —asintió—. Conocía a mi hermana. Sus altibajos. A veces, cuando estaba desesperada, o decidida a salirse con las suya, se inventaba cosas. Pero lo cierto es que cuando me dijo que Amy era tu hija no estaba desesperada ni necesitaba salirse con la suya.
Bueno, tal vez aquél no hubiese sido exactamente el caso. Karis había criticado la decisión de su hermana y tal vez eso la hubiese hecho defenderse. Pero lo cierto era que Luke Walker era su último recurso, y aunque comprendía sus dudas, sólo podía aferrarse a la esperanza de que Lea le hubiese dicho la verdad por una vez: que no sabía quién era el padre de Amy, pero que podía ser Luke Walker.
—Al parecer, a ti te viene bien creerlo —sugirió él, dejando claro que no se dejaba engañar fácilmente.
—Mira. Lea hizo algo que a mí me costó todo lo que tenía, todo, para evitar que otras personas perdiesen un negocio. Lo que ves, además de doce dólares y el coche que hay aparcado fuera, donde está mi ropa y una tarjeta de crédito que me bloquearán en cuanto llene dos depósitos de gasolina, es todo lo que me queda. Mis amigos me han ayudado todo lo que han podido, pero no tengo dónde vivir, ni trabajo, ni referencias que dar para buscar trabajo. No puedo cuidar de Amy ahora mismo. Y dado que en la partida de nacimiento figuras tú como padre, y tal vez lo seas, tienes que ayudarme.
El hombre se limitó a mirarla con sus ojos verdes agua.
Karis continuó hablando:
—Creo que tanto por tu bien como por el de Amy lo mejor sería que te hicieses las pruebas de paternidad y averiguases la verdad. Sé que eso lleva tiempo, pero yo necesito ese tiempo para salir del agujero en el que estoy metida, luego, podremos reconsiderar la situación.
Karis había ido allí imaginándose tres posibles panoramas. En primer lugar, que Luke le diese la espalda a Amy completamente. Pero prefería no decírselo a él, así que le relató los otros dos.
—Si resulta que Amy no es hija tuya, no te pediré ni esperaré nada más de ti, me la llevaré. O si descubres que es tuya pero no quieres ocuparte de ella por lo que te hizo Lea o porque no quieres ser padre soltero, o por lo que sea, también me la llevaré a vivir conmigo y no volveré a pedirte nada más. Yo la quiero y quiero que esté conmigo, y no me gustaría que la niña viviese con alguien que…
Las malditas lágrimas volvieron a colmar sus ojos, a hacer que se le quebrase la voz, reduciéndola a algo que no quería parecer delante de aquel hombre.
—Olvídalo —añadió sin saber por qué. Tal vez fuesen los rescoldos de dignidad que todavía le quedaban.
Se dobló a recoger a la niña, contenta de que se hubiese dormido y no estuviese presenciando aquello.
—Espera —dijo entonces Luke Walker. Parecía enfadado, molesto y resentido, como si se sintiese entre la espada y la pared.
Karis se irguió por segunda vez y parpadeó para evitar que las lágrimas corriesen por sus mejillas. Levantó la barbilla y volvió a mirarlo a los ojos.
No obstante, él no habló inmediatamente. Se limitó a mirarla, a estudiarla cuidadosamente. Tal vez estaba considerando qué hacer.
Karis aguantó el silencio y el escrutinio, no pensaba suplicarle.
Luego, después de apretar y relajar la mandíbula en varias ocasiones, él dijo por fin:
—Me haré las pruebas de ADN para ver si es mía, aunque piense que no lo es.
—¿Y te quedarás con ella mientras tanto?
Hubo otro silencio antes de que él contestase:
—No, si no te quedas tú también.
Karis no lo entendió, pero no le llevó la contraria.
—Voy a quedarme unos días en Northbridge, tengo cosas que hacer aquí.
—Eso