USA, 2013. 130m. C.
D.: Justin Lin P.: Vin Diesel, Neal H. Moritz & Clayton Townsend G.: Chris Morgan, basado en los personajes creados por Gary Scott Thompson I.: Vin Diesel, Paul Walker, Dwayne Johnson, Jordana Brewster
Aunque soy consciente de que, a medida que pasa el tiempo, el público que acude a una sala a ver una película parece cada vez más empecinado en querer encerrar al cine en una jaula realista (y, lo que me resulta más triste, por parte de un público esencialmente joven), tengo la firme convicción de que la fantasía es una parte fundamental del hecho cinematográfico. Fantasía entendida como la capacidad del medio fílmico para llevar al límite los elementos que dan forma a la película, de estirarlos y retorcerlos hasta situar al espectador en un terreno en el que la verosimilitud de los hechos narrados son puestos en duda a la vez que ganan en fuerza, en emoción al encontrarnos ante algo que no tendría cabida en nuestra vida diaria. ¿Acaso un melodrama no es más traumático cuanto más tormentoso resulta? ¿No es una comedia más divertida cuanto más delirante llega a resultar?
Este choque entre la fantasía y la realidad (siempre conceptos esquivos y no fácilmente definibles) no es algo nuevo. Recordemos como el siempre mordaz Alfred Hitchcock definía a todos aquellos que criticaban las licencias dramáticas de su cine como sus "amigos los verosímiles". Quizás más chocante sea que este concepto de lo verosímil sea muchas veces asociado al cine fantástico y de acción, los cuales, por su propia condición de vehículos evasivos e, incluso, sobrenaturales, deberían estar íntimamente relacionados con el concepto de la suspensión de la incredulidad. Todos aquellos que ponen el grito en el cielo porque un encanecido Indiana Jones se libra de una explosión atómica al refugiarse en el interior de una nevera posiblemente hayan olvidado el viaje que realizaba en submarino... atado a la torreta, en la inaugural En busca del arca perdida.
En su intento por recoger la reválida del cine de acción en clave blockbuster (esquivando el concepto superheróico que prima en estos momentos y aprovechando que la serie dedicada a Misión Imposible se va desinflando cada vez más en cada entrega) la saga de Fast and Furious parece haber cogido el testigo del actioner fantástico. Más allá de las habilidades casi sobrehumanas que muestran los personajes del film a la hora de controlar los potentes coches que manejan, a lo largo del metraje de esta sexta entrega se da un paso más en un intento de enmendarle la plana al mismísimo género de superhéroes. Entre los momentos álgidos de Fast and Furious 6 podemos encontrar la arrolladora persecución por una autopista entre el gang liderado por Dominic Toretto a bordo de sus vehículos y un imparable tanque capaz de pasar por encima de cualquier coche y que culmina con la absolutamente alucinante salvación in extremis por parte del mismo Toretto de uno de los miembros de su grupo; la pelea digna del wrestling más salvaje de Toretto y el agente Hobbs contra un gigantesco enemigo que les dobla en tamaño y que parece sacada antes de un videojuego de lucha que de un combate real; o la manera con la que intentan detener el despegue de un enorme avión militar. Todas ellas escenas que despiertan la celebración por parte de la platea, incrédula ante el espectáculo sin límites que desfila ante sus ojos.
Fast and Furious 6 no reniega de sus influencias, más bien lo contrario, las reconoce como parte de su mapa genético. La primera persecución que tiene lugar en las calles nocturnas de Londres pone en juego un primitivo prototipo de Fórmula 1, creado con placas de metal cuya rampa situada en la parte frontal le permite volcar todos los coches que se precipitan hacia él. Sin duda, un diseño al que no hubieran hecho ascos las violentas hordas punk de Mad Max 2. Cuando uno de los personajes dice sentirse como en una película de James Bond está verbalizando el posible objetivo de los creadores de la serie: esta Fast and Furious 6 resulta más cosmopolita que la entrega anterior, empezando su recorrido por las Islas Canarias, para moverse a continuación por Rusia, Londres, Madrid, una pequeña parada en Los Ángeles y una coda final afincada en Tokio. Con su experto en informática y gadgets, Fast and Furious (la saga) parece querer convertirse en la versión hiperbólica y anabolizada de James Bond.
A pesar de la tremenda fisicidad de la acción, en la que los golpes en las peleas cuerpo a cuerpo son contundentes y dolorosos mientras que en las persecuciones motorizadas sentimos el vértigo de la velocidad y la brutalidad de los choques, en Fast and Furious 6 se continúa con el discurso que daba una irresistible base dramática a Fast and Furious 5: el intento por parte de Toretto de alcanzar la libertad personal para él y su familia. Así, el comienzo del film es revelador: Toretto y Brian están enzarzados en una carrera que nos remite al reto que el segundo le lanzaba al primero al final de la entrega anterior. Pero cuando llegan a su destino descubrimos asombrados que Brian se dirigía al convento donde su mujer, Mia, hermana de Toretto, está dando a luz a su primer hijo. Poco después, Toretto está en la cama junto a Elena. Abraza su cuerpo desnudo, pero su mirada se centra en la ventana abierta y el paisaje que se ve a través de ella. El siguiente plano le muestra delante de un motor colocado encima de una mesa. A pesar de su posición de millonarios, el grupo protagonista de Fast and Furious 6 se encuentra fuera de lugar en la confortabilidad de una vida cómoda y pacífica. Como si el aceite y la gasolina se hubiera mezclado con su sangre para siempre, se sienten irremediablemente atraídos al riesgo y a la aventura, a viajar siempre al filo del abismo.
De nuevo, las motivaciones de los protagonistas no son la codicia y el ansia de enriquecerse, sino el de completar una familia rota años antes y el conseguir volver a sus raíces. Posiblemente sea un mensaje ingenuo, pero eficaz a la hora de dotar de carisma a estos forajidos modernos cuya única ambición en la vida parece ser conseguir ese pequeño hueco en el mundo en el que ser felices. Ya sea ese hueco una persona querida muerta y resucitada o esa destartalada casa que, sin embargo, resulta más confortable que la más lujosa de las mansiones. El último plano de Fast and Furious 6 parece poner final a ese sueño, pero no nos preocupemos: la secuencia de créditos inicial, formada por escenas sacadas de las anteriores entregas, y que toma la forma de opening oficial de la serie, y la secuencia intercalada entre los créditos finales, que llena agujeros en la cronología de la saga uniendo puentes con el pasado y el futuro, nos indican que esto, todavía y ya en su sexta parte, aún está comenzando.