lunes, 23 de abril de 2012

Simulacros

Cuanto más estentóreas, más falsas son las risas. Cuanto más ruidosos, menos sentidos son los llantos.
Hay quienes simulan las risas igual que simulan los llantos; viven simulando y acaban por simular que viven. No tienen mi respeto, en cambio, tienen mis más sinceras condolencias.

jueves, 19 de abril de 2012

Lluvia

Las casas no se rompen, ni se hunden. Las casas se resquebrajan lentamente y en silencio. La lluvia incesante que riega inocentemente el campo y el asfalto se filtra gota a gota entre las rendijas de techados precarios, paredes gastadas y ventanas desportilladas. El agua va calando los tuétanos de las construcciones mordidas por el abandono y la desatención. Se despintan y se desconchan por fuera con la misma voracidad con la que se va consumiendo su interior de vigas y tabiques.
Pero las miserias y los hambres no entienden de deterioros estructurales y se cobijan en lo inhabitable con sus familias de seis hijos, sus subsidios menguantes y sus futuros inciertos. Cuando las grietas acaban por abrir en canal el tejado, se desploma la desdicha, se aplasta la vida y se deja al descubierto el dolor. Los ojos curiosos se asoman, entonces, a una desgracia que se muestra ahora sin pudor. La misma desgracia que no quisimos mirar antes. Algunos, por incompetencia y, otros, por incapacidad, por desidia, o por impotencia.

Este pasado sábado, tras unos días de lluvia, se hundió parte de la vivienda que ocupaba una familia en una zona marginal de mi ciudad. Murió la madre y una niña de dos años. Sobrevivieron cinco hijos más y el padre. No sé cómo ni por qué la vida les llevó a instalarse en una casa que amenazaba ruina. Sí sé que comían gracias a ayudas sociales, que los niños estaban escolarizados y que era del conocimiento público que habitaban una construcción más que precaria.
Los informes técnicos -como los pésames y los lamentos- irán sucediéndose igual que lo hace la lluvia inútil que se empeña en seguir cayendo cuando ya está todo inundado.  Dirán que qué pena,  que un techo en mal estado, que la desgracia... Pero sabemos que no fue sólo eso. Porque todos  vimos, un día tras otro, que no dejaba de llover y que las grietas se iban haciendo más grandes.