Acaba un camino para seguir otros, pero en las viejas sendas dejamos parte de nostros. Alguien me ha recordado que lo vivido tiempo atrás también forma parte de nuestro presente, de lo que somos. Es cierto.
Este sitio contiene parte de lo que he sido durante cinco años y de lo que soy tras transitar todo ese camino.
Gracias, de corazón, a los que un día compartieron conmigo un trocito de él y lo hicieron más grato y más rico. Aquí queda, pues. Que sean el tiempo y el viento los que borren las huellas.
Cuanto más estentóreas, más falsas son las risas. Cuanto más ruidosos, menos sentidos son los llantos.
Hay quienes simulan las risas igual que simulan los llantos; viven simulando y acaban por simular que viven. No tienen mi respeto, en cambio, tienen mis más sinceras condolencias.
Las casas no se rompen, ni se hunden. Las casas se resquebrajan lentamente y en silencio. La lluvia incesante que riega inocentemente el campo y el asfalto se filtra gota a gota entre las rendijas de techados precarios, paredes gastadas y ventanas desportilladas. El agua va calando los tuétanos de las construcciones mordidas por el abandono y la desatención. Se despintan y se desconchan por fuera con la misma voracidad con la que se va consumiendo su interior de vigas y tabiques.
Pero las miserias y los hambres no entienden de deterioros estructurales y se cobijan en lo inhabitable con sus familias de seis hijos, sus subsidios menguantes y sus futuros inciertos. Cuando las grietas acaban por abrir en canal el tejado, se desploma la desdicha, se aplasta la vida y se deja al descubierto el dolor. Los ojos curiosos se asoman, entonces, a una desgracia que se muestra ahora sin pudor. La misma desgracia que no quisimos mirar antes. Algunos, por incompetencia y, otros, por incapacidad, por desidia, o por impotencia.
Este pasado sábado, tras unos días de lluvia, se hundió parte de la vivienda que ocupaba una familia en una zona marginal de mi ciudad. Murió la madre y una niña de dos años. Sobrevivieron cinco hijos más y el padre. No sé cómo ni por qué la vida les llevó a instalarse en una casa que amenazaba ruina. Sí sé que comían gracias a ayudas sociales, que los niños estaban escolarizados y que era del conocimiento público que habitaban una construcción más que precaria.
Los informes técnicos -como los pésames y los lamentos- irán sucediéndose igual que lo hace la lluvia inútil que se empeña en seguir cayendo cuando ya está todo inundado. Dirán que qué pena, que un techo en mal estado, que la desgracia... Pero sabemos que no fue sólo eso. Porque todos vimos, un día tras otro, que no dejaba de llover y que las grietas se iban haciendo más grandes.
Hay sueños que no se pueden cumplir sin ayuda, sin motivación, sin aliento. Hay sueños que ni siquiera se llegan a soñar si no hay todo eso. Hay sueños que no son de una nada más. Ni antes, ni después de cumplirse. Los retos personales que requieren mucho esfuerzo resultan gratificantes, pero son sólo éso: retos.
Los sueños son otra cosa. Son puntos lejanos que se presentan inalcanzables en un horizonte cubierto de espeso ramaje que parece imposible despejar. Y lo es, a no ser que se vaya acompañado de otras manos que apartan los obstáculos, que alientan cada paso, que impulsan cada zancada, que esperan con una sonrisa en cada recodo del camino. Los retos acaban en el momento en que se consigue el objetivo. Producen satisfacción, pero nada más. Lo sueños, en cambio, empiezan mucho antes y se alcanzan cuando se comparten con aquellos que los hicieron posible. Cuando se abrazan las almas que los soñaron juntos. Y producen una emoción intensa y poderosa que no se agota con el paso del tiempo.
Cajas
Lo diría una indígena y tendría razón. “Ustedes tienen la vida organizada en cajas. Nacen y les depositan en una cajita, su casa es una caja, y las habitaciones son cajas más pequeñas. Suben a la casa en una caja, bajan a la calle en una caja. Viajan en una caja. Duermen y hacen el amor sobre una caja. A través de una caja ven el mundo. Cambian de casa: lo meten todo en cajas. Los Bancos y las Cajas hacen caja. Y cuando mueren les introducen también en una caja.” Todo está hecho para que encajemos. Nos encajan la vida. Algunos no encajamos, y nos desencajamos. (De Claro interior)
Lo mejor de la vida
No fue olvidar que estábamos viviéndola lo mejor de la vida. Lo mejor de la vida vino después, cuando supimos que no habría otra oportunidad para vivirla; y cada trago que de ella bebimos lo apuramos al máximo, buscando más allá de los posos nuestro fondo. (De Conocimiento del medio)