domingo, 12 de febrero de 2017

Bosques

La gente se muere. Desaparece. Salen de nuestras vidas. No sólo la gente, esa visión genérica de los otros, indeterminada y alejada de nuestra propia individualidad. Se mueren las personas, que es como nos gusta referirnos a quienes nos rodean o hemos tenido cerca en algún momento. Se evaporan esas vidas con nombres y apellidos que nos acompañaron en un trecho más o menos largo de nuestra existencia. 

Cuando se va uno de los seres que ha formado parte de nuestro paisaje vital, aunque no fuera determinante, ni si quiera muy cercano, algo cambia y se transforma en nosotros. Un bosque no deja de serlo, ni de conservar su esplendor o su decadencia por el hecho de que desaparezca un sólo árbol. Sin embargo, el paisaje se modifica, ya no es el mismo que había antes de la ausencia.

Sherwood Forest, Inglaterra
Se nos mueren los cantantes que pusieron banda sonora a nuestras vidas, los escritores que nos hicieron reflexionar y crecer intelectualmente, los actores y actrices que nos hicieron reír y llorar, los directores de cine, los profesores, los vecinos de la asociación y los que nos hicieron descubrir nuestra conciencia crítica, nuestra rebeldía y nuestras ganas de soñar con cosas mejores para este mundo y los que lo habitan. Pérdidas que van despoblando el bosque y modificándolo. A cada árbol que cae a nuestro alrededor, sentimos que nos vamos quedando a la intemperie, más vulnerables, sin esa armadura de seres conocidos, de ejemplos cercanos, de experiencias compartidas que nos protegen de los vendavales y de las tormentas que nos sacuden.

Se nos mueren los cercanos, los propios, los que nos han hecho crecer, o los iguales en tiempo vivido. Se van aquellos con los que dibujamos los primeros trazos de nuestra vida. Y entonces, como nunca antes, comprendemos que el bosque era una simple suma de árboles y que estamos solos. Sujetos a la tierra por unas raíces, que son tan sólo las nuestras. Hemos llegado hasta aquí gracias al paisaje que nos ha cuidado, mecido, alimentado y aliviado. Nos hemos plantado fuerte gracias a él, nos hemos modelado a su sombra y cobijo, pero estamos solos. A nuestro alrededor, el espacio se amplia y deja ver los vacíos y, con ellos, nuestra propia presencia se hace más evidente y fuera ya del alcance del conjunto al que pertenecimos.

Se nos mueren y estamos solos. Nos encogemos, nos acobardamos, lloramos, nos compadecemos y nos sentimos solos. Y no lo estamos. Nos acompañan los que llegaron después. Aquellos por los que continuar en pie desplegando ramas, alimentando raíces, protegiendo de tormentas y ventiscas. Mientras añoramos el nuestro, nos hemos convertido en paisaje. Somos su bosque. Y aquí seguimos.

jueves, 17 de mayo de 2012

Caminaremos

Acaba un camino para seguir otros, pero en las viejas sendas dejamos parte de nostros. Alguien me ha recordado que lo vivido tiempo atrás también forma parte de nuestro presente, de lo que somos. Es cierto.
Este sitio contiene parte de lo que he sido durante cinco años y de lo que soy tras transitar todo ese camino.
Gracias, de corazón, a los que un día compartieron conmigo un trocito de él y lo hicieron más grato y más rico. Aquí queda, pues. Que sean el tiempo y el viento los que borren las huellas.


Caminaremos
hasta el instante
en que en la lluvia
crezca la libertad

J. A. Labordeta


lunes, 23 de abril de 2012

Simulacros

Cuanto más estentóreas, más falsas son las risas. Cuanto más ruidosos, menos sentidos son los llantos.
Hay quienes simulan las risas igual que simulan los llantos; viven simulando y acaban por simular que viven. No tienen mi respeto, en cambio, tienen mis más sinceras condolencias.

jueves, 19 de abril de 2012

Lluvia

Las casas no se rompen, ni se hunden. Las casas se resquebrajan lentamente y en silencio. La lluvia incesante que riega inocentemente el campo y el asfalto se filtra gota a gota entre las rendijas de techados precarios, paredes gastadas y ventanas desportilladas. El agua va calando los tuétanos de las construcciones mordidas por el abandono y la desatención. Se despintan y se desconchan por fuera con la misma voracidad con la que se va consumiendo su interior de vigas y tabiques.
Pero las miserias y los hambres no entienden de deterioros estructurales y se cobijan en lo inhabitable con sus familias de seis hijos, sus subsidios menguantes y sus futuros inciertos. Cuando las grietas acaban por abrir en canal el tejado, se desploma la desdicha, se aplasta la vida y se deja al descubierto el dolor. Los ojos curiosos se asoman, entonces, a una desgracia que se muestra ahora sin pudor. La misma desgracia que no quisimos mirar antes. Algunos, por incompetencia y, otros, por incapacidad, por desidia, o por impotencia.

Este pasado sábado, tras unos días de lluvia, se hundió parte de la vivienda que ocupaba una familia en una zona marginal de mi ciudad. Murió la madre y una niña de dos años. Sobrevivieron cinco hijos más y el padre. No sé cómo ni por qué la vida les llevó a instalarse en una casa que amenazaba ruina. Sí sé que comían gracias a ayudas sociales, que los niños estaban escolarizados y que era del conocimiento público que habitaban una construcción más que precaria.
Los informes técnicos -como los pésames y los lamentos- irán sucediéndose igual que lo hace la lluvia inútil que se empeña en seguir cayendo cuando ya está todo inundado.  Dirán que qué pena,  que un techo en mal estado, que la desgracia... Pero sabemos que no fue sólo eso. Porque todos  vimos, un día tras otro, que no dejaba de llover y que las grietas se iban haciendo más grandes.

jueves, 29 de marzo de 2012

Sueños

Hay sueños que no se pueden cumplir sin ayuda, sin motivación, sin aliento. Hay sueños que ni siquiera se llegan a soñar si no hay todo eso. Hay sueños que no son de una nada más. Ni antes, ni después de cumplirse. Los retos personales que requieren mucho esfuerzo resultan gratificantes, pero son sólo éso: retos.

Los sueños son otra cosa. Son puntos lejanos que se presentan inalcanzables en un horizonte cubierto de espeso ramaje que parece imposible despejar. Y lo es, a no ser que se vaya acompañado de otras manos que apartan los obstáculos, que alientan cada paso, que impulsan cada zancada, que esperan con una sonrisa en cada recodo del camino. Los retos acaban en el momento en que se consigue el objetivo. Producen satisfacción, pero nada más. Lo sueños, en cambio, empiezan mucho antes y se alcanzan cuando se comparten con aquellos que los hicieron posible. Cuando se abrazan las almas que los soñaron juntos. Y producen una emoción intensa y poderosa que no se agota con el paso del tiempo.



jueves, 8 de marzo de 2012

Rebrotar





A l'atzar agraeixo tres dons: haver nascut dona,
de classe baixa i nació oprimida.

I el tèrbol atzur de ser tres voltes rebel.



Divisa. Maria Mercè Marçal

jueves, 16 de febrero de 2012

Otras dignidades

Está la dignidad de los honores
de la etiqueta y de la jerarquía
de las señoras y de los señores
de vuecencia ilustrísima y usía
la dignidad de los que tienen plata
y el protocolo más la pleitesía
y / distancias salvadas / la corbata

las alcurnias de origen sospechoso
y la honra que hoy viene más barata
la fe del militar pundonoroso
que ordena simplemente la tortura
con el aval del todopoderoso

está la dignidad de la censura
la del garrote y de la contumacia
de la calumnia y su salpicadura
y las miserias de la aristocracia
y la ambición en tres velocidades
y el simulacro triste de la audacia

pero también hay otras dignidades
que no suelen andar de boca en boca
aunque recorran todas las edades
y toda la vergüenza que no es poca
la dignidad de la naturaleza
que de tan cuerda nos parece loca
la dignidad que siempre sale ilesa
del tumulto la trampa y su cortejo
y está la dignidad de la pobreza
la que se lleva inscripta en el pellejo
y permite enfrentar sin más señales
la entrañable mirada del espejo

está la dignidad de los leales
aquellos que en las buenas y en las malas
en tiempos de revés y en los triunfales
no cambian sus raíces por las alas
ni exigen el cilicio ni la alfombra
van sin alabanceros ni bengalas
y en el simple baluarte de su sombra
tienen la dignidad que dignifica
ésa que normalmente no se nombra
ni se lleva a la feria o se publica

Mario Benedetti. Dignidades