viernes, 22 de julio de 2016

Una jaqueca y un moratón

Reloj de agujas, ocho treinta y dos
EightThirtyTwo, de Corey Ramsey
La estación está prácticamente vacía cuando llego. Adelanto a dos mujeres en las escaleras, madre e hija. Cuando suben al andén se pegan a mí y no me gusta. Todo un andén para ellas excepto el metro cuadrado que ocupo yo y se colocan a mi lado. Creo que tenemos un problema, quizás falta de abrazos o quizás se cumple, no solo en desconocidos, la teoría de los veintitrés segundos de la que Claudia Piñeiro habla en Una suerte pequeña. Entre estas dos el silencio crea una barrera de tensión que puedo palpar sin conocerlas. Poco a poco esa tensión me toca, me incomoda incluso cuando empiezan a hablar de tonterías después de veintitrés segundos. Me aparto. ¡Ay! El canto del banco metálico me levanta la piel de la rodilla.

Llega el siguiente tren. Se abren las puertas y una ola de aire caliente nos azota por sorpresa. Algunas sacamos el abanico aun sabiendo que es completamente inefectivo. La gente busca sitios aislados para evitar el calor humano. Por suerte vamos pocos, a pesar de eso, la madre y la hija han escogido unos asientos pegados al mío. Creo que no les agrada que el aire de mi abanico les dé en la nuca porque se cambian a los de enfrente y me siento observada. El calor hace que mi cabeza quiera meterse en una guillotina. Ellas se aburren. Deberían callar y contemplar el paisaje seco y amarillento de julio, el mismo que hace justo catorce años contemplé por primera vez. Al bajarme, el aire cargado de la estación me azota el cuerpo y lo noto hasta frío.

Retrato de la diosa Fortuna, de Hans Sebald Beham
Fortuna, de Hans Sebald Beham.
Fuente: Wikipedia
Un rato antes, de camino a la estación, una chicuela se sube a la acera y, a pesar de estar viéndome, avanza justo frente a mí, como desafiándome. Tengo bastante prisa, la mochila me pesa por la ropa de deporte, no tengo ganas de apartarme. Me meto de nuevo en mi mundo, últimamente estoy muy filosófica y me ha dado por pensar qué coño hago aquí. No aquí en el neozulo, ni siquiera aquí en la empresa, sino AQUÍ. Intento una vez más encontrar una respuesta, incluso pienso en escribir una entrada sobre eso… La chicuela me saca de mi ensoñación cuando ya creo que va a pasar de largo. ¿La calle…? Me pilla descolocada, me suena, pero todas las calles son iguales en esa zona y todas tienen nombres de escritores. Que avance. Eso mismo debería estar haciendo yo. Al llegar al aparcamiento el tren entra en el apeadero. Ya no lo pillo. Después de todo, si hubiera apurado un poco más y hablado un poco menos, me habría dado tiempo a cogerlo y no habría tragado la tensión madre-hija. Tampoco tendría la rodilla hinchada.

Al llegar al trabajo la sensación de desasosiego creada por esas dos mujeres ha desaparecido, aunque todavía me duele la cabeza. En un rato tenemos café con la secretaria del super jefe, la sustituta de la Rotten. No me gusta, es de esas que te recorren de arriba abajo, sientes que te escruta hasta la ropa interior y hoy no llevo la más elegante. Ahora mismo no estoy animada para aguantarla. Parece que es el día de las incomodidades. ¿Por qué lo siento así? ¿Por una chica desorientada, una pregunta inocente, unos pocos segundos y un tren perdido? Unos segundos que hacen que tu vida cambie de alguna manera, puede que no te des cuenta hasta pasado un tiempo, o puede que nunca. Hoy me gustaría saberlo, si por casualidad ese breve instante perdido ha provocado algo más que una jaqueca y un moratón.

2 comentarios:

  1. El momento no es responsable de todo lo que piensas o te ocurre. Sólo es el detonante, la famosa gota que colma el vaso. Esos breves instantes son la mecha que prende pero lo que te viene preocupando es más antiguo y profundo que esa chica. A veces tenemos un bajón por circunstancias externas o internas y solo tenemos que esperar a que pase el temporal(y esperar que sea breve, si es largo, vamos mal). Tu cerebro ha elegido el tren perdido, la chica o la pregunta como cabeza de turco de tu malestar. Pero el bajón no es por eso, yo no lo creo(versión subjetiva, puedo equivocarme).
    En cuanto a preguntarte por el AQUÍ nos lo preguntamos todos más tarde o más temprano. Hace poco leí uno de esos ensayos científicos que no suelo reseñar. Decía que los organismos más complejos se extinguen antes. los organismos como ciertos vegetales, cucarachas, etc, sencillos que se limitan a vivir sin objetivo aparente duran más. La vida solo es. Los que buscamos objetivos estamos más expuestos a extinguirnos antes. Aunque te entiendo. Es difícil pensar que todo esto es para nada. Ya lo digo yo, ¿Todo esto para qué? Arriba, Dorotea. Tu cabeza guarda muchas buenas historias. Cuídala. Y a ti en general.

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    1. Sí, creo que tienes razón. Mis dudas y mi mal estar son una crisis de hace ya algún tiempo y es ahora cuando la estoy materializando en letras. No sé cuál ha sido el detonante, pero ahí está. Quiero hacer algo, no sé el qué o quizás no hay nada qué hacer y de verdad es mejor vivir sin objetivo.
      Muchas gracias por tu comentario, creo que siempre son muy acertados. Un abrazo.

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