RETROSPECTIVAS
JONI MITCHELL. Blue.
Joyas de los setenta (5ª parte).
Cuando se habla de Joni Mitchell, una imagen de archivo histórico me viene siempre a la cabeza: la de sus súplicas de calma y respeto desde el escenario en el festival de la Isla de Wight. Corría 1970, empezaba una década. Eran los tiempos dorados del folk, de los cantautores conductores de conciencias. Y de artistas que, como ella, se atrevían a declarar sus sensaciones y emociones más profundas, depositándolas sobre el desordenado lecho del mundo en forma de canción.
Cuando se habla de folk, como estilo o como símbolo, “Blue” (71) siempre aparece en las menciones. Un álbum que ha llegado a ser icónico con el tiempo. Una decena de historias interiores que desfilan desnudas, aún así esplendorosas. A Joni nunca le hizo falta ornato y parapeto: solo su voz, una guitarra, su pluma veloz y original. Esa voz divina y no terrena, el dominio insultante de los tonos, las notas de cristal sostenidas en el aire. Y el destello titilante de las seis cuerdas, brillando, oscilando, acelerando, en un modelo de composición que no es típico, ni matemático, ni sencillo. Y aunque a la rubia canadiense siempre se la dibuje sola, sentada, abrazando la cálida madera de su compañera del alma, en este disco destacan por encima de todo los temas edificados al piano. Esa poética y melancólica “My Old Man”, la suave caricia de terciopelo de “Blue”, el embrujo navideño de “River”. Cosa que no hace peores “All I Want” y “Little Green”. Ni tampoco “Carey”, con su tam-tam de frescura africana; o “California”, con su pedal steel de polvo en el camino.
Las tres últimas veces que escuché este disco lo hice en ambientes que le dieron una dimensión etérea: tumbada en la hierba, contemplando las hojas de los árboles en el ocaso de una tarde veraniega; conduciendo de noche por una carretera solitaria; tumbada al abrigo de una manta, con la única luz de una vela. Blue significa azul: el color del cielo, del mar y, casualmente, de este blog. Blue también significa tristeza.
www.jonimitchell.com
Joyas de los setenta (5ª parte).
Cuando se habla de Joni Mitchell, una imagen de archivo histórico me viene siempre a la cabeza: la de sus súplicas de calma y respeto desde el escenario en el festival de la Isla de Wight. Corría 1970, empezaba una década. Eran los tiempos dorados del folk, de los cantautores conductores de conciencias. Y de artistas que, como ella, se atrevían a declarar sus sensaciones y emociones más profundas, depositándolas sobre el desordenado lecho del mundo en forma de canción.
Cuando se habla de folk, como estilo o como símbolo, “Blue” (71) siempre aparece en las menciones. Un álbum que ha llegado a ser icónico con el tiempo. Una decena de historias interiores que desfilan desnudas, aún así esplendorosas. A Joni nunca le hizo falta ornato y parapeto: solo su voz, una guitarra, su pluma veloz y original. Esa voz divina y no terrena, el dominio insultante de los tonos, las notas de cristal sostenidas en el aire. Y el destello titilante de las seis cuerdas, brillando, oscilando, acelerando, en un modelo de composición que no es típico, ni matemático, ni sencillo. Y aunque a la rubia canadiense siempre se la dibuje sola, sentada, abrazando la cálida madera de su compañera del alma, en este disco destacan por encima de todo los temas edificados al piano. Esa poética y melancólica “My Old Man”, la suave caricia de terciopelo de “Blue”, el embrujo navideño de “River”. Cosa que no hace peores “All I Want” y “Little Green”. Ni tampoco “Carey”, con su tam-tam de frescura africana; o “California”, con su pedal steel de polvo en el camino.
Las tres últimas veces que escuché este disco lo hice en ambientes que le dieron una dimensión etérea: tumbada en la hierba, contemplando las hojas de los árboles en el ocaso de una tarde veraniega; conduciendo de noche por una carretera solitaria; tumbada al abrigo de una manta, con la única luz de una vela. Blue significa azul: el color del cielo, del mar y, casualmente, de este blog. Blue también significa tristeza.
www.jonimitchell.com