ACTUALIDAD
EN MIS RATOS DE SOLEDAD
El Archivo Histórico “Pablo L. Martínez” (AHPLM), de Baja
California Sur, realizó en este primer semestre de 2015 la tercera edición del libro En mis ratos de soledad, de Manuel Márquez de León.
La primera publicación la llevó a cabo el propio autor
en la ciudad de México, al regreso de su exilio, cinco años antes de morir. La
segunda (1977) estuvo a cargo del Patronato del Estudiante Sudcaliforniano, que
dirigía Jesús Murillo Aguilar, con prólogo de José Alberto Peláez Trasviña.
Personaje emblemático de la Sudcalifornidad principalmente
por las circunstancias guerreras que emprendió, Márquez de León se ofrece en
esta obra como un pensador: “Consagrado desde mis primeros años al servicio de
la patria –expresa en el ‘discurso preliminar’ del libro-, todos mis esfuerzos
se han encaminado siempre a un fin preferido, a su felicidad; y como me ha
tocado en suerte vivir en una época desgraciada, donde la virtud no es
favorablemente acogida por la generalidad de mis compatriotas, he tenido que
sufrir mucho.
Continúa: “Frecuentemente me han tratado de visionario
y loco todos aquellos que sólo saben rendir culto al interés privado. Nada he
podido adelantar en la vida política, porque son muy pocos los que quieren
seguir una bandera que lleve por lema desprendimiento...”
Y explica: “Persuadido de que el origen de los males
que pesan sobre mi país es la corrupción, ese veneno que mata la dignidad y
envilece a las naciones, me he propuesto combatirlo con la pluma, ya que contra
un enemigo tan temible por su ruindad, poco sirve la espada.”
Dice que “Las virtudes cívicas son la base única sobre
que los pueblos pueden levantar el edificio de su grandeza...”
Y como si tuviera visión anticipada de la Sudcalifornia
de nuestros días, afirma que “es necesario tener en cuenta el poco escrúpulo
con que hoy se oculta la verdad y se sacrifica el bien público al mezquino
egoísmo.”
Sostiene, al final de este preámbulo, que “he dado en
la manía de amar a mi patria con desinterés, de trabajar por ella de buena fe,
y acepto el calificativo de loco; y de un loco bastante raro en estos tiempos,
cuando es tan difícil que tal locura exista.”
Consta
de dos partes: la primera de siete capítulos, y la segunda, de siete también,
con un discurso final y cinco cartas, más tres adiciones sobre tratamientos de
otras preocupaciones de la época (finales del siglo XIX).
Así,
Manuel Márquez de León se nos entrega en este libro como hombre interesado en
los problemas de su tiempo, con una queja fundamental: “Las desgracias de mi
patria, a que nunca he podido ser indiferente, me han lacerado el corazón. Ella
ha sido víctima de la poca virtud e ilustración de sus gobernantes...”
Casi
un retrato de nuestro presente.
CRÓNICA HUÉSPED
CRÓNICA DE TEATRO
(Última parte)
Por Aníbal Angulo
“[...] En la Casa de la juventud también
montamos Exposición de escenas del teatro mundial (1966), que consistía en
fragmentos de la obra Cándida, de
Bernard Shaw, Variaciones para cinco
dedos, de Peter Shatfer, y La muerte
de un viajante, de Arthur Miller; en esta última, además de Manuel Ojeda y
yo, actuaron Basilisa Cosío y Eligio Moisés Coronado.
En la segunda parte se presentaba Donde está la señal de la Cruz, de
Eugenio
O’Neill, en la que participaba también Bonita
Campillo.
Las funciones eran los martes, jueves y sábados
a las 20 horas.
Nacho del Río era el maestro de teatro [...]
ACTUALIDAD
RAZONES PARA
CAMBIAR
VERSUS
NO CAMBIO
Desde el primer día autorizado
por la ley para el inicio de las campañas políticas que desembocarán en los
comicios del 7 de junio próximo, la de Ricardo Barroso Agramont, candidato a
gobernador, quedó abierta con la frase “Razones para cambiar”, en franca
oposición a la de “no cambio” que aparece en anuncios espectaculares subrepticiamente
integrados al paisaje de las principales poblaciones sudcalifornianas, sin
patrocinador visible aunque evidente, y que fue denunciada por esta columna en
los primeros días de marzo anterior.
Barroso, que además abrió un sitio con el
mismo lema (www.razonesparacambiar.mx), y en clara intención de
interrelacionarse con sus conciudadanos, sostiene que hay muchas razones para
cambiar y pregunta cuál es la de cada quien, con la certeza de que su opinión
será atendida debidamente.
Cuando este blog advirtió la pésima impresión
que provocan frases como las de los carteles referidos (si estoy bien no cambio
- si voy bien no cambio - si me va bien no cambio), dijo que contienen convocatorias a la inmovilidad, a
la pasividad y el conformismo, a la autocomplacencia y el apoltronamiento.
Que, por donde se las mire, se hallan
contrapuestas “al afán renovador del espíritu humano,
al empeño transformador del vigor ciudadano, a la imprescindible promoción del
cambio, porque la renovación, el cambio y la transformación son consustanciales
a la convivencia y el devenir del hombre.”
De manera que, en un
proceso político como el que está viviendo BCS, sostener que hay razones para
cambiar se convierte en exhorto para poner a trabajar la inteligencia, para
ejercer la inconformidad, para pensar que “aun en la infundamentable
consideración de que en las actuales circunstancias fuéramos o estuviéramos
bien, habría que buscar las formas de estar mejor y así hasta el infinito, que
de tal manera ha consistido en esencia la historia de la humanidad.”
Pero –valga repetirlo— nos hallamos
muy lejos de estar, ir o sentirnos bien porque son palmarios los
rezagos, las deficiencias, incompetencias y retrasos en las búsquedas y
consecución de los satisfactores por los que se han empeñado todas las
generaciones de sudcalifornianos, con su trabajo y creatividad, con la espada y
la pluma, con sus proyectos y esperanzas.
Todos, pues, tienen un
plan en esta campaña; unos lo dan a conocer desde la anonimidad, y otros lo
muestran con la luz en la cara.
He ahí las diferencias.
Que de ellas, entonces, se colijan las razones para quedarnos como estamos o cambiar.
RESEÑA
CRÓNICAS DE
MI PUERTO
Diríase que Crónicas de mi puerto viene a ser simbiosis afortunada de realismo
costumbrista con el ejercicio de la microhistoria que alentó desde su Colegio
de Michoacán don Luis González y González.
Valiente atrevimiento, pues, el de la
maestra Rosa María Mendoza, que sin más antecedente que el de su exitoso primer
libro Huellas ancestrales, auténtico best seller regional publicado hace
catorce años y vuelto a editar apenas un año después, y sin más galas
historiográficas que el productivo amor por la tierra de sus antepasados y
propia, así como por el profundo conocimiento que ha adquirido de ella mediante
el acopio de papeles, fotografías, recortes, memorias personales y entrevistas,
que ha vertido con ordenada amenidad en el libro que ustedes leerán
deleitosamente una vez que lo adquieran porque, si no, la casa pierde, ya que
esta primera edición fue financiada generosa, solidaria y totalmente por un
grupo de sus familiares. Únicamente es de lamentarse
que, para su emblema, dicho grupo haya optado por uno de los adjetivos más
ásperos del nombre de nuestra entidad, y omitido el nombre de California que,
como se sabe, y es incontrovertible, le corresponde en primer término, con lo
cual queda negado, al menos en parte, lo que Rosita defiende y promueve.
Pero digámoslo de una vez: El libro que hoy
se presenta es un ente gozoso, donde los paceños reconoceremos aspectos de
nuestra ciudad que hasta hoy ignorábamos o habíamos olvidado, y quienes han
adoptado a La Paz como hogar permanente hallarán muchas razones para sentirse
satisfechos de haber decidido vivir en un asentamiento humano rico en
historia, vigoroso, dinámico, pletórico de valores que desde sus orígenes
poseyó vocación urbana, primero como puerto, al que dio el nombre de Santa Cruz
el propio Hernán Cortés en 1535, y que rebautizó como La Paz Sebastián Vizcaíno
en 1596; luego como real, creado por el padre Kino en 1683; enseguida como
misión, fundada por el también jesuita Juan de Ugarte en 1720; y finalmente
como capital, que estableció en 1830 el gobernador José Mariano Monterde, quien
más tarde –valga la acotación-- habría de dirigir la defensa del Castillo de
Chapultepec en su calidad de director del Colegio Militar, contra la
intervención estadounidense.
Hace poco preguntaba un empresario local --a
quien las dificultades financieras dañaron recientemente sus negocios-- que si alguna vez este cronista había visto
tan mal a La Paz como en los últimos tiempos; se refería básicamente, por
supuesto, a la economía y los servicios.
La respuesta fue afirmativa, añadida la
certeza de que, en tales materias, ninguna época pasada fue mejor nuestra
ciudad; todo en ella ha sido posible mediante afanes extraordinarios de sus
habitantes, capaces de enfrentar y superar dificultades como la distancia de
los centros de abastecimiento, la nula existencia de ríos superficiales, la
escasez de los recursos acuíferos del subsuelo y el pobre régimen de lluvias,
en fin, lo que todos los paceños (y los sudcalifornianos en general) conocemos
sobradamente, y que han limitado un desarrollo proporcional y justo a los
empeños.
Desde sus inicios de crecimiento
demográfico, hacia 1823 en que el señor Juan García obtuvo el primer permiso de
los concedidos por el gobierno para poblar aquel paraje con gente del sur
peninsular, y construyó la casa en la cual hizo un preliminar depósito de
mercancías --lo cual puede considerarse el origen de la vida comercial en esta
región--, la ciudad ha ido desarrollándose de modo gradual merced a la
tenacidad de su gente.
Algún día de mayo de 1960 quedó inaugurado
el nuevo sistema de agua potable y alcantarillado de esta capital, que amplió
de manera considerable la dotación de esos servicios a buena cantidad de sus
habitantes, residentes más allá del centro citadino.
Todo ello es parte de la historia de un
pasado duro y aleccionador. Ahora las cosas son un poco menos difíciles, aunque
los problemas persisten, como persiste, como siempre, la decisión de
resolverlos.
Pero volvamos al libro: En términos
generales, su contenido puede ser dividido en una primera parte épica, en
lenguaje de tercera persona; y una segunda lírica, donde la autora se vierte
entera y desnuda su paceñidad. Quiero decir que el texto inicia con una serie
de capítulos que se refieren a lo que otros han dicho de esta ciudad, y termina
con lo que la escritora recuerda y quería decir, y dijo, de su ciudad amada.
Hay títulos que pueden recordarse como antepasados
ilustres de este fruto evocador de la historia común, algunos de los cuales se
mencionan en la obra, aunque la lista es apenas una muestra de lo cuantioso que
se ha generado en esta materia: Alma
California, de Abel Camacho Guerrero; los Apuntes históricos de Baja California, de Manuel Clemente Rojo; Baja California ilustrada, de John R.
Southworth; El otro México, de
Fernando Jordán; todos los textos de Jesús Castro Agúndez; La literatura en BCS y Los
candados del destino, de Armando Trasviña Taylor; La Paz de antaño, de Rogelio Olachea Arriola; Los últimos californios, de Harry Crosby; Pervivencias, de Félix Ortega Romero; y varios otros que hablan del
interés que ha provocado en muchos, propios y visitantes, la cotidianidad
paceña en particular, y sudcaliforniana en términos de mayor amplitud.
Concluyo: Rosa María Mendoza Salgado aporta con
Crónicas de mi puerto un nuevo y espléndido
integrante de la comunidad bibliográfica de esta parte de México, con que
cumple de verdad su propósito de compartir búsquedas y hallazgos que vendrán a
enriquecer de elementos ciertos a nuestra identidad, a validar nuestra
pertenencia y a legitimar aún más el orgullo de ser paceños.
(En la presentación del libro, el viernes 10 de abril de 2015 en el Archivo Histórico de BCS. Imagen: Alejandrino de la Rosa.)
ACTUALIDAD
BUENA NOTICIA PARA BCS
Excelente disposición ha
emitido en beneficio de los sudcalifornianos el presidente Enrique Peña Nieto,
a través de la secretaría de Hacienda y Crédito Público, mediante el decreto
del jueves 26 de marzo anterior, que amplía los “beneficios fiscales a los
contribuyentes de las zonas afectadas [...] por la lluvias severas durante
septiembre de 2014, publicado el 19 de septiembre” del mismo año.
El acuerdo presidencial considera
previamente que “los trabajos de rehabilitación y construcción de
infraestructura que se llevan a cabo en las zonas afectadas de Baja California
Sur se encuentran en una etapa muy avanzada para concluir el proceso de
recuperación de los activos afectados, por lo que el gobierno federal [...]
estima conveniente ampliar por última vez el plazo por el que se autorizó la
deducción inmediata de las inversiones efectuadas en las mencionadas zonas al
30 de junio de 2015.”
La ampliación se halla contenida en la
reforma al artículo tercero de este documento publicado en el “Diario oficial de la Federación”, cuya
nueva redacción dice que:
“Se otorga un estímulo fiscal a los
contribuyentes que tengan su domicilio fiscal, agencia, sucursal o cualquier
otro establecimiento, en las zonas afectadas [por el huracán Odile], consistente en deducir de forma
inmediata las inversiones efectuadas en bienes nuevos de activo fijo que
realicen en dichas zonas afectadas, durante el periodo comprendido entre el 15
de septiembre de 2014 y el 30 de junio de 2015, en los ejercicios en los que se
adquirieron dichos bienes, aplicando la tasa de 100 por ciento sobre el monto
original de la inversión, siempre que dichos activos fijos se utilicen
exclusiva y permanentemente en las mencionadas zonas.”
Lo anterior significa, lisa y llanamente,
que todos aquellos bienes que hayan sido o sean adquiridos en dichas zonas
afectadas de BCS tendrán deducibilidad total de impuestos respecto a lo que se
pagó a partir del 15 de septiembre pasado, o se pague por ellos hasta el
término de junio próximo.
Ello evidencia nuevamente el interés del
ejecutivo federal por la reactivación de la economía de los sudcalifornianos,
en particular para atenuar los graves perjuicios que produjo Odile a su paso por esta entidad.
Buena noticia, sin duda, que repercutirá de
forma significativa en la vida económica regional.
CRÓNICA HUÉSPED
SOY UN AMERICANO
QUE AMA Y RESPETA A MÉXICO
Por Miguel Mathes*
Me conmueve sobremanera ser objeto del inmenso honor de
ser condecorado por el gobierno de México, que muy dignamente preside el señor
licenciado Miguel de la Madrid, y en un lugar como Tlatelolco, donde se
conjugan elementos expresivos, tanto del glorioso pasado como de la magnífica
nación presente, y de una manera también muy especial al hecho de estar en este
edificio que albergó al Colegio de la Santa Cruz, fundado precisamente hace 450
años, el cual ha sido objeto de mi interés y estudio.
Soy el menos
indicado para opinar si merezco tal distinción. Si se me impone por las
investigaciones históricas y los libros que he escrito, todos ellos sobre este
gran país, seguramente podría decirse que se debe más a la bondad y gentileza
de los queridos amigos mexicanos que a mis verdaderos méritos. Pero si esta
condecoración se me otorga por mi amor a México, por la manera en que me he
arraigado en esta tierra, por el gozo que me causa conocerla; si se debe a los
fuertes lazos que me unen con ella, me permito decir que pocas veces ha sido
tan justamente concedido este galardón.
Mis estrechos
vínculos con México se remontan a mi infancia, cuando hice mis primeros viajes
a este país. Eran largas travesías desde la Alta a la Baja California, en medio
de paisajes transitados otrora por los personajes que después habría de
estudiar con tanto gusto y pasión.
Entré a México
por la puerta de la península californiana, cuya gente, serranías, costas y
valles fueron un espléndido inicio de lo que me toparía con posterioridad en el
resto del país.
Desde que tuve
edad para viajar sin la tutela paterna o la de mi madrina, aquella querida dama
nacida en San José del Cabo, mis correrías traspusieron la península,
adentrándose en el “macizo” continental, pudiendo comprobar y reafirmar lo que
ya me anunciaba: la esencia maravillosa y cálida de esta tierra y sus
habitantes.
Ha sido la mía
una permanente trashumancia por la República. Desde Tijuana hasta Chetumal y
del Bravo al Suchiate he estado en casi todas partes. He conocido y entablado
amistad con mexicanos de todo tipo. Por ello me indigna que a este México
nuestro no se le califique ahora con toda su grandeza. Quien incurre en ello
demuestra su ignorancia crasa.
Lo hago ahora y
lo he hecho siempre: exhortar a quien vitupera a México y a los mexicanos, a
que conozca este país, seguro como estoy de que si lo hace con buena
disposición es imposible que no se enamore de sus más altos valores y se comprometa
con ellos.
Lo afirma un
nativo de la Alta California, un historiador que, con todo rigor, no hace
afirmaciones en falso. Me baso en cuarenta años de recorrer la República en
todo tipo de locomoción, inclusive a pie, de los cuales no guardo sino felices
recuerdos de lugares y personas: estrechas, estrechísimas amistades y una
riqueza afectiva inconmensurable.
Lo mismo ha
ocurrido con el mundo académico mexicano donde no he encontrado más que
atenciones y la mayor camaradería. Muestra evidente de que, cuando los hombres
tienen buena voluntad y poseen buenos sentimientos, las fronteras pierden
importancia y se convierten más en puentes que en barrancos.
Con orgullo
puedo decir que mis amigos verdaderos, los que son realmente entrañables, son
precisamente algunos colegas mexicanos [...]
Pertenezco a
esa clase de estadounidenses que respetan a México y lo quieren por lo que ha
sido y por todo lo que es, con la seguridad de que los actuales contratiempos
no lograrán impedirle alcanzar el destino que merece.
Con todo mi
corazón, al gobierno de México, a su presidente y a su pueblo, mi mayor
agradecimiento por este momento tan emocionante. No olvidaré su significado ni
la alta responsabilidad que implica.
Hoy, que me
siento más mexicano que nunca, asumo el compromiso de no defraudar a quienes me
han considerado merecedor de esta muestra de confianza y distinción.
* En el acto en que le fue impuesta la condecoración del Águila Azteca -que se otorga a extranjeros
que han prestado servicios excepcionales a México-, el 17 de marzo de 1986.
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