CALIFORNIA: LABORATORIO DE SÍNTESIS BARROCA
Por Antonio Pompa y
Pompa.*
El barroco mexicano –dice Octavio Valdés—es
la inquietud de la línea, línea sin reposo en perpetuo devenir, como
persiguiendo la expresión de algo que no acaba nunca de manifestar. Ignora los
perfiles estrictos y, en constante aventura, se lanza hacia arriba por veredas
inesperadas, tejiendo inverosímiles laberintos y, cuando tropieza con los
términos arquitectónicos, se escapa de las limitaciones, derramando en el
espacio jardines increíbles.
así es la expresión genuina del alma del
mexicano. Mas si estudiamos las manifestaciones insospechadas en la expresión
de México, encontramos –ya lo hemos dicho—cierta limitación en el
aparcelamiento de la idiosincrasia regional. Todo mexicano está sujeto a un
común denominador, pero con una serie de peculiaridades, con una serie de
aspectos y manifestaciones que, dentro de ese común, tiene una particularidad
que le limita y le hace diferente de sus costumbres y por su región.
El yucatanense difiere del veracruzano y
ambos del norteño, del hombre del bajío, del tapatío o del hombre de la costa
occidental; hasta en su alimentación, el sonorense come y actúa de muy diverso
modo que el hombre de Chiapas o del tabasqueño. Su paisaje es distinto, su
paisaje diferente. Su conciencia aparenta complicaciones y expresión amargada
como si fuese víctima de algunas frustraciones; ello es explicable, su
mestizaje va hacia lo integral, mas aún no está integrado. Quiere expresar
realidades y realizaciones que ha concebido pero que aún no experimenta por su
propio sentido; por ello, en forma volcánica a veces, a veces brutal, trata de
explicar, y al explicar complica en formas de expresión dinámica.
A todo este barroquismo aparcelado en el
extenso solar mexicano, se vuelca en la California por medio de la inmigración
y, como ya hemos dicho en ocasión antecedente, la California se convierte en
laboratorio de síntesis barroca del barroquismo mexicano.
Para el historiador, para el sociólogo, para
el economista, para el antropólogo social, para el psicólogo, la península de la
Baja California es el mejor laboratorio para la especulación del mestizaje
mexicano, de ese mestizaje cultural que nos hace universales dentro de ese
estudio de ecumenidad con tónica mexicana.
Como el mare
nostrum de los romanos y de los griegos, así el golfo de California o mar
de Cortés está reconcentrando los estratos de las expresiones mestizas de esas
parcelas que hacen de México un mosaico.
Si en México se está gestando un mestizaje
cultural, más que somático, progresivo e ininterrumpido, en la península de la
California se está operando el mismo fenómeno, pero con una violencia, con un
acelerado movimiento que se presta para la especulación y para augurar la forma
en que el auténtico México se está formando.
México, indiscutiblemente, está en un carril
dinámico, pero la California opera esa integración con mayor rapidez, con mayor
urgencia, y esto tiene una explicación lógica: en la provincia se hace un haz
de voluntades que integra la idiosincrasia regional, su paisaje, su tradición,
la herencia familiar, las costumbres conservadoras de lo propio, de aquello que
“no se encuentra en otra parte fuera de su provincia”.
Pero cuando el provinciano sale en plan de
aventura y aposenta en territorio de la California, inhóspito y bello, su
psicología se disloca y encuentra una comunidad de semejantes en igual proceso
espiritual, y entonces forma y constituye un haz barroco, un haz embrionario de
auténtica mexicanidad.
Por ello la California se ha convertido en
un laboratorio del mexicano del mañana.
(Imagen: Diálogo
de las caracolas, óleo de Alejandro Angulo Green.)
* En Antonio Pompa y
Pompa, Espejo de provincia (Geografía del
paisaje mexicano), Edit. Porrúa, México, 1975.