martes, 29 de enero de 2008

La última caricia



Se perdió tu caricia entre tu mano y mi mejilla.
Cayó, rodó por el viejo maderamen,
se llenó de astillas,
no queríamos ser cáliz para el sacrificio.

Habría sido la última caricia para tu piel, de la mía.
No la recogí, dejé que rodara y se perdiera,
éramos, ya, ofrenda del destierro.

© Ana di Cesare. De "Fuegos que no se apagan"

Indispensables

Escultura: Marés


- Temo que te me vuelvas indispensable .- Dije
- Ya lo eres para mí.- Vibró tu voz.

Luego... nos acostumbramos a esto de querernos
y lo indispensable se hizo tedio.


© Ana di Cesare. De "Sobre lo perdido y reencontrado"

Litografía: Dali, en homenaje a Sade


Entonces, las palabras molestan.

Encerrada y autista,
el uno es interior y sensible.
El borde conocido y aceptable
parpadea con asombros,
iluminaciones táctiles y audibles.

Soy loba egoísta en su hambre;
primitiva, preverbal
me hago ofrenda de piel.
Te cedo la razón, el pensamiento,
tiempos y métodos.
Todo esperan mis superficies,
todo reclaman mis honduras,
profesías gustosas de mareas y anclas.


© Ana di Cesare.






Haber tenido el valor de decir y, de marchar hacia un horizonte nuevo .
Me encogió la ternura, valor y paraíso.
Quedé así, olvidada al amor,
resignada a la tarea,
Comprometida con ajenos compromisos.


© Ana di Cesare

Él decía

Oleo: Felix Vallotton


Decía que era agua bautismal.
Por eso todas las noches me bañaba perfilando un rito en mis entradas y salientes.
Restregaba mi piel hasta dejarla roja y ardiente.
En ese punto se mostraba complacido, declaraba que había sido liberada del pecado.
Pecado que yo sabía no había cometido, ni tenía entidad.

Pero lo dejaba hacer y en su fe, fingiéndole que cada noche era una mujer nueva, renacida de sus manos de alfarero.



© Ana di Cesare. De "Sobre lo Perdido y reencontrado"

Gozos


Una copa de vino, una manzana,
el réquiem de Mozart chocando en las paredes...
la gloria.
Una hora mía, en silencio, sin amontonar las palabras nutricias.
¡Fuera obligaciones!
La bendita noche,
en mi impiedad solo falta la transverberación de Teresa…
© Ana di Cesare.

Péndulo



No me pidas que me quede... pero no dejes que me vaya.
No demandes mi mirada... pero no me prives de vos.
Quiero sentirte en mi cuerpo sin que me toques.
Quiero oirte en mi oído sin que te acerques.
Quiero desanudarme en vos,
con un cristal tan frío como el miedo al desamor, que nos separe
protegiendonos hoy, de este no saber que deseo.
¿O será que vos sí sabés para enseñarme?


© Ana di Cesare.

domingo, 9 de diciembre de 2007

¡ Ay! Si la primavera
consintiera en visitarme.
Si mi corazón fuera rayo
y mis piernas cuarzos pálidos,
confiables.


¡Ay! Si la soledad
doliera menos
y, la piel se manchara
de pecado,
lo ansiara y provocara.


Nada tensa mis nervios
ni riza mi boca al deseo.
Mansa, relicario, misal,
esta mujer duerme
un sueño blanco e importuno.


Cae la última gota de rocío
entre mis pechos sosegados,
entre mis labios pálidos,
por mis muñecas finas,
por el vientre blando
que, ayer, enamorado,
abría banderas
y entonaba himnos.




© Ana di Cesare. De "Fuegos que no se apagan"

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