sábado, 31 de agosto de 2013

Un cuento chino



El dedo

Un hombre pobre se encontró en su camino a un antiguo amigo. Éste tenía un poder sobrenatural que le permitía hacer milagros. Como el hombre pobre se quejara de las dificultades de su vida, su amigo tocó con el dedo un ladrillo que de inmediato se convirtió en oro. Se lo ofreció al pobre, pero éste se lamentó de que eso era muy poco. El amigo tocó un león de piedra que se convirtió en un león de oro macizo y lo agregó al ladrillo de oro. El amigo insistió en que ambos regalos eran poca cosa.
-¿Qué más deseas, pues? -le preguntó sorprendido el hacedor de prodigios.
-¡Quisiera tu dedo! -contestó el otro.

                                                                  Feng Meng-lung

jueves, 29 de agosto de 2013

Teresa



Henri Matisse: Icarus
"Lo raro entre la gente de mi edad es que tenemos la propensión mítica o legendaria poco desarrollada. Quizá porque el sueño, o el señuelo, de la revolución nos llegó ya muy desactivado o cuando prácticamente todo había acabado. Ni siquiera nos adorna una derrota de bulto o la decencia de haber creído alguna vez en algo grande y verdadero. En una democracia sin barullo utópico, hemos cumplido la ruta de apacibles burgueses reformistas, votantes de izquierda con la conciencia tranquila, solidarios de cuenta corriente y manifestación invariablemente lúdica. No tenemos causas perdidas ni paraísos robados. Somos los primeros demócratas de toda la vida en España y no sé si eso imprime carácter o lo quita, pero en todo caso a mí me hace bastante incrédulo ante las fiebres revolucionarias que nublaron la vista, hace ya más de muchos años, a escritores que son muy ejemplares"
- ¿Qué te parece, Teresa? ¿Te reconoces en este autorretrato generacional?
- No sé... ¿Quién lo ha escrito?
- Jordi Gracia
- ¿Jordi Gracia...?
- Sí, el de El intelectual melancólico.
- ¡Ah!, vale; ya recuerdo. ¿Me dejas un momento la nota que has leído?
- Claro. Aquí la tienes. Mientras, yo sirvo el café. Y prueba estas chocolatinas que nos ha puesto Antonio; son deliciosas.
- La verdad -me dice Teresa, devolviéndome la nota- es que yo nunca me he planteado eso del perfil generacional. Y no sé a qué generación pertenezco, si es que pertenezco a alguna. En cualquier caso, así, a primera vista, hay algo que no me agrada de este retrato.
- ¿Qué?
- El tono, quizá. No sé si es ironía o arrogancia... Pero hay una cosa que sí me ha llamado la atención y en la que en cierto modo me reconozco. Me refiero a eso de que nosotros, como él dice, la gente de mi edad, llegamos cuando prácticamente todo había acabado. Es cierto. Verás. A mediados de los noventa, me trasladé a Madrid con el firme propósito de convertirme en actriz profesional. Desde mi llegada, hubo algo que me llamó poderosamente la atención: todo el mundo hablaba del pasado reciente con veneración y con nostalgia. Ya sabes, todo aquello de la transición, la movida...
Henri Matisse: Mujer con ánfora
Bueno, pues, al poco de estar allí, una noche tuve un sueño que todavía hoy recuerdo con absoluta nitidez, como si lo hubiera visto en una película. Yo entro en un amplísimo salón donde bastantes personas trajinan limpiando y retirando mesas, apilando sillas, recogiendo en grandes cubos todo tipo de restos y desperdicios, barriendo el suelo, desmontando un escenario, retirando focos... Todo lo hacen con cierta celeridad y con aparente eficiencia. Y en silencio. Eso me llama mucho la atención: nadie habla. De pronto, un hombre elegantemente vestido se dirige a mí y me dice muy amablemente: lo siento, señorita; ya se ha marchado todo el mundo: la fiesta ha terminado. Y, ¡plum!, fundido en negro.
Me desperté con la sensación de que yo no estaba donde estaba, sino después, siempre después de... No sé si me explico.  Es como si ya hubiera sucedido todo, como en la fiesta del sueño... No sé si tiene algo que ver con lo que dice Gracia.
Pero, bueno, yo no me dejé embaucar con aquellas milongas y me dediqué a trabajar. Fueron dos años duros y difíciles, en los que viví un montón de experiencias y aventuras. Todas efímeras. En algunos momentos hasta fui feliz.
No paraba: el gimnasio, las clases de interpretación, los castings... Hice algo de publicidad y algún que otro pequeño papel en funciones en salas alternativas... Un día, esperando turno en un casting, una compañera que conocía de anteriores pruebas me dijo que después tenía una entrevista de trabajo en una nueva compañía aérea que buscaba azafatas. Me invitó a que la acompañara. Lo hice y dos semanas después entré a trabajar en la Compañía. Mi vida dio un giro radical. He volado a los cinco continentes, hasta que me destinaron a los servicios en tierra y... Pero, bueno, ¿por qué te cuento yo todo esto?

Henri Matisse: Baigneuse dans le roseaux
- ¿Quieres más café? ¿O prefieres una copa?
Teresa se me quedó mirando unos segundos y con una sonrisa dijo: vale, una copa.
Y seguimos conversando. Me contó algunas experiencias de aquellos años en Madrid (con la condición de que no las recogiera en esta semblanza). Me habló de su colección de libros de teatro ("una especie en peligro de extinción"), de cómo en sus viajes se inició en la fotografía, de su pasión por la ópera y su debilidad por la canción romántica italiana, especialmente por Ornella Vanoni: "Ho sbagliato tante volte ormai che lo so già / Che oggi quasi certamente / Sto sbagliando su di te..."

lunes, 26 de agosto de 2013

Antología parcial / 96





Oración de los bostezadores
                                                     
Señor.
Estamos cansados de tus días
y tus noches.
Tu luz es demasiado barata
y se va con lamentable frecuencia.
Los mundos nocturnales
producen un pésimo alumbrado
y en nuestros pueblos
nos hemos visto precisados a sembrarle a la noche
un cosmos de globitas eléctricas.
Señor.
Nos aburren tus auroras
y nos tienen fastidiados
tus escandalosos crepúsculos.
¿Por qué un mismo espectáculo todos los días
desde que le diste cuerda al mundo?
Señor.
Deja que ahora
el mundo gire al revés
para que las tardes sean por la mañana
y las mañanas sean por la tarde.
O por lo menos
—Señor—
si no puedes complacernos
entonces
—Señor—
te suplicamos todos los bostezadores
que transfieras tus crepúsculos
para las 12 del día.
Amén. 

Luis Vidales: Suenan timbres (1926)

jueves, 22 de agosto de 2013

Poética / Montale


 
No voy en busca de la poesía, espero que me visite.

No niego que un poeta pueda o deba ejercitarse en su oficio, en cuanto tal. Pero los mejores ejercicios son los interiores, hechos de meditación y lectura. Lecturas de todo tipo, no sólo de poesía.


No es preciso que un poeta dedique su tiempo a leer versos ajenos, pero no puede concebirse que ignore todo lo que se ha hecho en su arte, desde el punto de vista técnico.

El lenguaje de un poeta es un lenguaje historizado, una correlación. Vale en cuanto se opone o se diferencia de otros lenguajes. Naturalmente, el principal origen de cualquier idea poética está en el campo de la prosa.

El sueño de todos los poetas modernos es un verso que sea también prosa

Un poeta no debe malgastar su voz solfeando demasiado, no debe perder aquellas cualidades de timbre que luego no podrá recuperar. No hace falta escribir una serie de poesías allí donde una sola agota una situación psicológica determinada, una ocasión. En este sentido es prodigiosa la enseñanza de Foscolo, un poeta que no se ha repetido jamás.

La necesidad de un poeta es la búsqueda de una verdad puntual, no de una verdad general. Una verdad del poeta-sujeto que no abjure de la del hombre empírico. Que cante lo que une al hombre con los otros hombre s, pero que no niegue lo que lo desune y lo vuelve único, irrepetible.

Habiendo sentido desde que nací una desarmonía total con la realidad que me rodeaba, la materia de mi inspiración no podía ser sino esa desarmonía.

Mis motivos son sencillos: el paisaje (a veces alucinado pero a menudo naturalista), nuestro paisaje ligur que es también universal; el amor, en forma de fantasmas que frecuentan las varias poesías y provocan las acostumbradas “intermitencias del corazón” (lenguaje proustiano que yo no uso); finalmente, la evasión, la huida de la cadena férrea de la necesidad, el milagro, por así decirlo, laico (“busca una malla rota en la red...”). A veces los motivos pueden fundirse, a veces están aislados...

No busqué adrede la oscuridad.

Desde hace muchos años los mejores artistas en pintura, en música, en poesía, fundan su arte en la imposibilidad de decir.

Un poeta no debe renunciar a la vida. Es la vida la que se encarga de escapársele.

                                                                  Eugenio Montale