La manera de
desarrollar buen gusto en literatura es leer poesía. Siendo la forma suprema de
la locución humana, la poesía no es sólo la más concisa, la más condensada
manera de transmitir la experiencia humana; ofrece también los criterios más
elevados posibles para cualquier operación lingüística, especialmente sobre
papel.
Mientras más
poesía lee uno, menos tolerante se vuelve a cualquier forma de verbosidad. La
poesía impone una gran disciplina a la prosa. Le enseña no sólo el valor de
cada palabra sino también los patrones mentales mercuriales de la especie,
alternativas a una composición lineal, la destreza de evitar lo evidente, el
énfasis en el detalle, la técnica del anticlímax. Sobre todo, la poesía
desarrolla en la prosa ese apetito por la metafísica que distingue a una obra
de arte de las meras belles lettres .
William Meyerowitz: White Sails |
Si lo que a
usted le interesa especialmente es la literatura contemporánea, entonces su
oficio es pan comido. Todo cuanto tiene que hacer es proveerse por un par de
meses con obras de poetas de su lengua natal, preferiblemente de la primera
mitad de este siglo. Supongo que acabará con una docena de libros delgados, y
al terminar el verano estará en gran forma.
Si su lengua
madre es el inglés, le recomendaría a Robert Frost, Thomas Hardy, W. B. Yeats,
T. S. Eliot, W. H. Auden, Marianne Moore y Elizabeth Bishop. Si el alemán,
Rainer Maria Rilke, Georg Trakl, Peter Huchel y Gottfried Benn. Si es el
español, Antonio Machado, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Rafael Alberti,
Juan Ramón Jiménez y Octavio Paz bastarán. Si su lengua es el polaco -o si
usted sabe polaco (lo cual sería una gran ventaja, porque la poesía más
extraordinaria de este siglo está escrita en esa lengua)- me gustaría sugerirle
los nombres de Leopold Staff, Czeslaw Milosz, Zbigniew Herbert y Wislawa
Szymborska. Si es francés, entonces por supuesto Guillaume Apollinaire, Jules
Supervielle, Pierre Reverdy, Blaise Cendrars, algo de Paul Eluard, un poquito
de Aragon, Victor Segalen y Henri Michaux. Si es griego, debería leer a
Constantino Cavafis, Georgio Seferis, Yannis Ritsos. Si holandés, tendría que
ser Martinus Nijhoff, en particular su asombroso "Awater". Si es
portugués, debe leer a Fernando Pessoa y quizás a Carlos Drummond de Andrade.
Si es la lengua sueca, lea a Gunnar Ekelöf, Harry Martinson, Tomas Tranströmer.
Si ruso, tendrían que ser -por lo menos- Osip Mandelstam, Marina Tsvetaeva,
Anna Ajmátova, Boris Pasternak, Vladislav Khodasevich, Velemir Khlebnikov,
Nicolai Klyvev. De ser el italiano, Quasimodo, Saba, Ungaretti y Montale.
Joseph Brodsky: "Cómo leer un libro"
(1988)