Título: Yo fui a E.G.B.
Autores: Javier Ikaz/Jorge Díaz
Editorial: Plaza & Janés
Año de Publicación: 2013
ISBN: 9788401346712
Nº de Páginas: 256
Sinopsis de la editorial: Si aprendiste los ríos y las cordilleras mientras mordisqueabas una goma
Milán, si comiste empanadillas en Móstoles, si estabas entre dos
tierras y no encontrabas el sitio de tu recreo, si para ti el tiempo era
oro y jugabas al precio justo, seguro que fuiste a EGB.
Si llevaste hombreras o te echabas laca Nelly, si el primer libro que
leíste fue El libro gordo de Petete, si tu primera lágrima fue porque
Marco no encontraba a su madre, si el primer polo que te comiste fue un
frigodedo, no hay duda de que tú también fuiste a EGB.
Los pitufos, Naranjito, Parchís, ET, las chapas, el seiscientos,
Orzowei, los minerales, los gusanos de seda, los rotring, la
teleindisdreta, la abeja Maya, los lagartos de V, la Botilde, The Final
Countdown... Todos los que fuimos a EGB sabemos que hay mil historias
que contar y estamos deseando retroceder en el tiempo para recordarlas
todas en un libro totalmente ilustrado y escrito por los autores del
exitoso blog Yo fui a EGB.
El libro que celebra el fenómeno de internet Yo fui a EGB , seguido por
más de medio millón de personas, y ganador del Mejor Blog Personal y
Mejor Blog del Público en los Premios Bitácoras, y Mejor Blog Personal y
Mejor Blog del Año en los Premios 20Blogs.
E.G.B, eran las siglas de Educación
General Básica, sistema educativo aprobado en 1970 y que pretendía
acabar con el analfabetismo en España. Era obligatorio, duraba 8
años y al acabar con 14 años obtenías tu primer título oficial:
el Graduado Escolar. Luego podías seguir con la F.P. (Formación
profesional) o con el B.U.P. (Bachillerato Unificado Polivalente),
que eran 3 años y obtenías el título de Bachiller. Si querías ir
a la universidad tenías que hacer el C.O.U. (Curso de Orientación
Universitaria), que en realidad no era más que un 4º de Bachiller.
Teníamos que escoger entre Religión o Ética y luego entre Ciencias
o Letras (aunque se podían hacer sándwiches mixtos).
Durante las décadas de los 60 y 70
hubo un gran indice de natalidad en España que se llamó Baby Boom.
Por este motivo, mucha gente hizo la E.G.B. (como poco y además al
ser obligatoria todo los niños tenían que pasar por ella). Muchos
vivíamos en barrios que se empezaron a desarrollar en esa época
donde había niños por todas partes. A veces había más de 40 niños
por clase (basado en hechos reales) y tuvimos que estrenar colegios e
institutos. Duró hasta mediados de los 90, así que quien la acabó
entera tiene por lo menos 31 años. Así que esos niños de la E.G.B.
ya estamos un poco creciditos y nos toca empezar a ser abuelitos
cebolletas contando batallitas. No vivimos una guerra ni tuvimos
cartillas de racionamiento: nuestras batallitas hablan de cintas,
hombreras y polvos pica pica... Y hasta de un erizo rosa.
JAVIER IKAZ Y JORGE DIAZ, LOS AUTORES:
Javier Ikaz nació siendo aún muy pequeño, concretamente un abril de 1978, pero con
la total convicción de que no le gustaría ir a clase. Cuando llegó el
momento de ponerse la bata y acarrear una pesada mochila descubrió que
aquello tampoco estaba tan mal, a pesar de las matemáticas. Hizo muchos
amigos de los que se alejaba cuando se ponían a jugar al fútbol, ocasión
que aprovechaba para leer y escribir. De hecho la afición la mantiene y
le ha permitido publicar varios libros, y gracias a su cinefilia ha
dirigido numerosos cortometrajes y un documental. No era mal estudiante y
mucho menos bueno, pero finalmente acabó con el libro de escolaridad en
un cajón del mueble del salón, junto a un montón de cartas del banco
sin abrir, y con un título de informático sin ejercer.
Desde bien joven desarrolló un oído musical nefasto, a pesar de tener la
casa llena de cassettes de todo tipo. Una vez se encontró una moneda de
cien pesetas en la calle y descubrió que la vida merece la pena. Desde
entonces lee y escribe como si no hubiese mañana. A veces hasta de
manera profesional.
Nació en Bilbao en abril de 1971 y hubiera pasado totalmente desapercibido durante los ocho años de su EGB de no ser por aquellos cuadernos de matemáticas en los que utilizaba la regla hasta para hacer el símbolo "más" y aquella dichosa canción que un profe les mandó inventar y que a punto estuvo de convertirse en el himno del colegio. Siempre suspendía gimnasia, calcaba los dibujos y se ponía rojo como un tomate cuando tenía que hablar en público, ¡imaginaos cuando tuvo que pasar por todas las clases cantando su canción.
Se aficionó a llegar tarde por las mañanas y enseguida descubrió que el
pasillo no era ningún castigo. No ganó ni una sola medalla, pero sí un
montón de amigos que todavía conserva y a los que sigue llamando por su
mote del cole.
De la universidad salió con un título en Ciencias de la Información
(Publicidad) que le permitió trabajar como creativo en varias agencias
de publicidad hasta que hace un par de años decidió montar la suya
propia, Pentsaleku, ese lugar al que mandan a los niños a pensar cuando
se portan mal. Además de diseñar, bloguea y, durante los últimos ocho
años, ha escrito en un montón de publicaciones hasta hacer de los blogs
su profesión y conseguir hablar de música sin necesidad de tener que
cantar. Hace muy poco descubrió que ya no se pone colorado.
Su afición a recordar viejos tiempos les llevó a crear la página de Facebook llamada Yo fui a E.G.B., que actualmente cuenta con 761.161 me gusta. En la portada aparece el mítico libro de Sociales de 8º, ese azul marino con cuadrados de colores. De la página salió el blog del mismo nombre para sacar del baúl de los recuerdos aquellos objetos que marcaron nuestra infancia y adolescencia. Y entre otras cosas, se ha elegido la película, la canción o la serie de la E.G.B. Debido a su éxito, el blog dio lugar a un libro del mismo nombre que ya va por la 6º edición y está siendo todo un fenómeno de ventas desde que salió. Se pidió la colaboración de los seguidores con fotos y la que escribe esta reseña mandó unas cuantas que tenía por casa. De todas, una les gustó y está en el libro. Luego os diré cuál es.
Yo fui a E.G.B. se puede considerar como un concepto en si mismo, ya que desde hace muchos años es una conversación habitual entre los que vivimos aquella época hablar de lo que veíamos por la tele o la música que escuchábamos. Recuerdo que el año pasado, un comercial me dijo que era 2 años menor que yo y así empezamos a hablar de nuestra infancia. Al hablarle de este grupo de facebook, me dijo que no lo conocía, pero que, evidentemente, lo iba a buscar. Los de la E.G.B. siempre queríamos tener una banda (y no sólo de Rock'roll). Y todos formamos una banda con la consigna de
Yo fui E.G.B. Con el irónico
"no somos nostálgicos, más que nada porque no hay nostalgias como las de antes" quieren demostrar cómo tuvimos una gran vida social sin redes sociales o cómo llegábamos sanos y salvos después de viajar en un coche sin aire acondicionado y sin cinturón de seguridad.
IMPRESIONES:
La portada más de E.G.B no puede ser:
escrito a boli Yo fui a E.G.B con la tilde tachada de la i del fui,
ya que lo mismo te decían que había que poner la tilde como te
decían que no. También cada año cambiaba la regla si había que
poner las tildes a las mayúsculas o no ponerlas. El papel milimetrado yo lo
utilicé hacia 5º de E.G.B más o menos, ya que a cada profesor le
gustaba un tipo de papel. Normalmente para matemáticas se utilizaban
los cuadrados y para lengua los renglones. El milimetrado vale para
todo, pero a mí sólo me gusta para gráficos.
El nombre de los autores imita a unas
etiquetas que se utilizaban mucho en esa época y que se hacía con
una máquina. Hasta que no vi el libro no me había vuelto a acordar
de estas etiquetas. Ya os digo que con este libro empiezan a salir
muchos recuerdos que tenías ahí metidos.
Al abrir el libro encontramos una foto
de esas que se hacía con todos los compañeros de clase (pero que en
mi colegio nunca se hizo). Todo chicos (todavía se separaban las
clases por sexo) y con la sonrisa acid que se convirtió en todo un
símbolo de la época.
El indice del libro como no podía ser
de otro modo, está escrito a mano, ya que a falta de Word tocaba
hacer los indices de los trabajos que teníamos que hacer en clase a
la antigua usanza (si acaso se hacían con la máquina de escribir,
pero para eso había que ir a mecanografía).
CAPITULO 1: ¿QUE QUEREIS DE MERENDAR?:
A ritmo de la canción de Tostarica que cantaba Teresa Rabal,
empezamos recordando lo que comíamos durante las meriendas o cuando
estábamos en la calle con los amiguetes. Hay que tener en cuenta que
en esa época no había tantas marcas como ahora, por lo que todos
consumíamos prácticamente lo mismo. Empezamos por los helados, que
había 3 grandes marcas: Frigo, Miko y Camy (que se notaba que
rivalizaban entre ellas). De Frigo me gustaba el Negrito y el Super
Choc, de Camy el Colajet y el Fantasma (que gracias a el libro me
enteré que se llamaba Nifty) y de Miko no tenía ningún helado de
referencia, por lo que pedía los almendrados y los de naranja o
limón. También había otras marcas como Royne o Avidesa (que no sé
por qué pero los tenía mucha manía y no sé si llegué a probar
alguna vez alguno). Y sí no, siempre nos quedaba pedir un buen
corte, como hacían nuestros padres. Eso sí, si quedaba poca paga y
el calor apretaba, nada mejor que el Flash. Con 5 duros podías
comprar hasta 5 flashes (¡Pobre garganta!).
El resto del año y con la paga de los
domingos tocaba ir al kiosko a comprar provisiones de chuches para
toda la semana. Nunca faltaban los chicles de Cheiw y los de Bang Bang
para hacer los globos más grandes (eso sí, en clase mejor no
comerlo). Las niñas teníamos un chicle para nosotras llamado Niña
que era de fresa y sabía riquísimo (igual algún niño lo probaba a
escondidas también). ¿Quién hablaba de sexismo en esa época?
Tampoco faltaban los palotes y si con
suerte alguna niña de clase cumplía años esa semana, tendríamos
un sugus como mínimo (2 era un lujo). ¿Por qué razón no había
casi sugus azules? Pregunta sin respuesta.
Pero como los Chimos nada, que hasta a
los padres les gustaba. Eso si, mejor que no se enterasen de que
antes de comer el domingo tomábamos un Peta Zeta, ese caramelo que
explotaba en la lengua. Había mucha originalidad, como los
Escalofríos, que los metías en la boca y notabas eso: un
escalofrío. Y para hacernos los mayores, nada mejor que cigarrillos
de chocolate, que al final comías el papel y todo. O si no, el
caramelo de cubalibre (si no salimos borrachos ni fumadores
empedernidos, hay que pensar que tan malo no era, ¿verdad?).
Una cosa que odiaba era el palulú (que
en otras zonas se llamaba palodú). Siempre que venía a los kioskos,
lo compraba, pero después de morderlo un poco lo acaba tirando.
Todavía no sé que veían en él, con ese sabor que te quedaba...
Para quitar el sabor nada mejor que un Kojak (un chupa-chups que se
llamaba como un un personaje de la tele). Al acabarlo, había un
chicle, así que tenías 2 chucherías en una.
Para empezar el día sólo teníamos el
Cola-Cao o el Nesquik (en mi casa eramos del segundo). Mientras
escuchábamos en la radio los Porretas, no faltaba el Nesquik con las
galletas Fontaneda untadas con mantequilla y mermelada. Y para el
recreo mi madre me metía en la cartera pan con chocolate o si no un
Phoskito. También me encantaba Mi Merienda de Panrico, sobre todo
por esa chocolatina de Nestlé que llevaba. Todo eso se acabó cuando
llegó el Bollycao (el cacho con más chocolate te hacía entrar en
éxtasis). En cuanto a Bony, Tigretón o Pantera Rosa me quedo con el
último. La fresa no es lo mío, pero con ese bollo hacia la
excepción. Y para merendar, a parte del bocadillo de toda la vida,
no faltaba el sándwich de Nocilla (y si era triple mejor).
Para el postre tocaba yogur. Las marcas
principales eran Danone y Yoplait. Comprabas una u otra dependiendo
de los regalos que dieran. Danone regalaba cromos de la serie de
dibujos de moda del momento como David, el Gnomo o Willy Fog. Yoplait
era más de regalos que venían en las tapas. A veces también
juntando un número determinado de tapas regalaban cosas. Y era
evidente que comprábamos estos yogures por los regalos, ya que en
todas las clases había una yogurtera, con la que salían unos
yogures de muerte.
Viendo todo esto, ¿no daba la
sensación de que todo el país giraba entorno a los niños? Debía
ser que como había tantos...
CAPITULO 2: ENAMORADO DE LA MODA
JUVENIL
Con la frase de la mítica canción de los
también míticos Radio Futura, el libro habla de la moda que había
en nuestra época. Todavía no había franquicias de ropa “low
cost” como Zara o Primarkt, así que tocaba hacer la ropa en casa.
Muchas madres sabían coser aunque sea con el Burda y si no siempre
había una modista en la familia (yo creo que en todas había al
menos una). Como mucho estaba la tienda de ropa de barrio, ya que lo
de Galerías Preciados o El Corte Inglés quedaba para las grandes
ocasiones.
Eso sí la ropa duraba años y años,
prácticamente hasta que dabas el estirón, ya que las madres, muy
apañadas ellas, remendaban los jerséis y pantalones con coderas y
rodilleras o dejaban un buen bajo en faldas y pantalones. Y, por
supuesto, heredábamos la ropa entre los hermanos o incluso entre los
primos. Porque al fin y al cabo, la moda de los niños nunca pasa de
moda ¿no?
Pero sí hablamos de moda de la E.G.B
hay que hacerlo de la moda de los 80 (término que se empezó a usar
nada más empezar esa recordada década). Era de todo menos sencilla
y parecía que estaba de moda ir como un hortera: pelos a lo pincho,
calentadores, guardapolvos y, por supuesto, hombreras. Dicen que
todas las modas vuelven, pero esta tiene pinta de que va a quedar
como un eterno disfraz de carnaval.
Tampoco hay que olvidar la moda acid
con esos colores fosforitos y esas “smiley” que nos sonreían por
todas partes.
je, je, je... esa es mi foto. Son unas chapitas que todavía tengo guardadas.
Hacia finales de los 80 surgió la moda
(o fiebre) de las marcas. Todas las prendas que llevábamos puestas
tenían que ser de marca (pero de la auténtica). Eso sí, nadie era
pijo y siempre el pijo era el otro. Pero visto ahora, ¿no creéis
que todos lo eramos?
CAPITULO 3: ¡AL RECREO!
De la generación de la E.G.B se dice
que es la última generación que jugó en la calle por lo que
conocimos juegos tradicionales como el pañuelo o la gallinita ciega.
Recuerdo que en mi barrio de vez en cuando y sin saber por qué, se
ponían de moda la peonza o el yo-yo y toda la calle se llenaba de
estos juegos que tanto valían para niños como para niñas. Pero
también había juegos para ellos como las chapas o las canicas.
Nosotras teníamos la goma o la comba. Si queríamos jugar todos
juntos, teníamos el rescate o el churro, media-manga o mango-entera
(o mangotero) que tantas columnas destrozó. Y para echar a suertes
alguna parte de los juegos, lo decidíamos con “piedra, papel o
tijera”. También estaba el escondite y quién se escondía el
último y el otro no lo veía decía aquello de “por mi y por todos
mis compañeros y por mi el primero”.
Pero en la calle no se podía estar
mucho tiempo y más si hacía frío. En casa teníamos infinidad de
juegos, muchos de ellos los anunciaban cuando llegaban las navidades
(¿os acordáis de aquello de
“Feber, juguetes para compartir”?).
Muchos no los llegamos a tener en mi casa, pero si los vi en casas
de otros niños como mis vecinos, compis de clase o primos carnales
(que en esa época había niños hasta en la sopa). También había
juegos en los campamentos que iba por el verano. Yo recuerdo jugar al
¿Quién es quién?,
El Tragabolas,
Conecta 4,
Tres en Raya o
El
Ahorcado (estos 2 últimos se podían hacer con un papel y un lápiz,
pero si eran imantados los podías utilizar en viajes de esos
interminables de los que luego hablaré). Al
Monopoly nunca llegué
jugar y los
Juegos Reunidos los tenían mis primos y traían hasta
una ruleta de casino. Y, por supuesto, cubiletes, dados, cartones
para el parchís, la oca o las damas... Vamos, una ludoteca en una
caja. Había hasta juegos que salían de programas de TV como el de
La Botílde del
1, 2, 3... (del que luego hablaré). Y sí estabamos
sólo niñas, jugábamos con muñecas como la
Nancy, la
Barbie o los
Barriguitas, que hasta tenían sus propios juegos como la noria o una
especie de Tío Vivo. Para jugar uno solo teníamos juegos de agua,
que el que tenía yo era un hipopótamo que tragaba bolas. Pero si
hay un juego de la E.G.B para un solo jugador ese era el cubo de
Rubik, que nunca logré acabar. Eso sí, ¿alguien jugó alguna vez
al
Simón, aquel juego que había que seguir una sucesión de luces?
Porque yo cada vez que lo veía en una casa, lo tenían apartado en un
cajón y no le hacían mucho caso.
Y si dicen que que fue la última
generación que jugó en la calle, también se dice que fue la
primera que jugó con vídeo-juegos. Los primeros que llegaron eran
maquinitas, al principio de una pantalla y luego de 2 (que eran el no
va más). La primera que tuve fue roja y recuerdo que el juego
consistía en que una niña (que ahora sería un avatar) tenía que
coger una hamburguesa y llevarla a una casa. Había muchos niveles y
recuerdo que salía una musiquita bastante insoportable. Hasta me
lloraban los ojos de tanto querer batir récords y yo creo que ahí
empezó mi miopía.
Aquella maquinita pasó a mejor vida,
pero el otro día buscando el el baúl de los recuerdos, encontré la
de 2 pantallas. Era de Nintendo y no sé si había que construir unas
vallas. Os dejo la foto
CAPITULO 4: APARTA QUE NO VEO LA TELE
Los de mi generación nos preguntamos a
menudo cómo fue posible que nuestros padres echaran pestes de la TV
diciendo que era la caja tonta o que estaba el demonio dentro, si era
la única que conseguía mantenernos callados y en silencio cuando
estábamos en casa. La programación duraba sólo unas horas al día,
pero había un horario infantil dedicado a los niños (igualito que
ahora, vamos). Todos los días a las 18:00 teníamos programas como
La Cometa Blanca o Barrio Sésamo con el entrañable Espinete, aquel
erizo rosa que llegaba al barrio a vivir. También había programas
semanales como Dabadabadá, Sabadabadá o El Kiosko. Y por supuesto,
los dibujos animados. Los sábados y domingos después de comer había
dibujos como Marco, Heidi, La abeja Maya o Mazinger Z (aquel de
“puños fuera”). También tuvimos de producción propia como
David, El Gnomo, Dartacan o Willy Fog. Estos 2 últimos eran
adaptaciones de clásicos de la literatura y todavía hay quién se
pregunta por qué había que poner animales de protagonistas. Yo
todavía no lo entiendo, pero me gustó, eso sí.
Fijaos hasta dónde llegaba la
programación infantil que muchas veces entre programa y programa
ponían unos minutos de dibujos animados como
El Risitas (aquel perro
que se reía a todas horas) o
La Hormiga Atómica. Y no os digo nada
cuando llegaba la navidad: todo era para el público infantil.
Recuerdo que hubo un año que pusieron por la mañana un programa que
se llamaba
Mazapán y que lo presentaban
Teresa Rabal y
Torrebruno. A
la mitad del programa ponían alguna película de dibujos animados
como
Mujercitas. Y lo más chocante: sólo se emitió un año y todo
el mundo tuvo la sensación de que se emitió siempre.
Y por supuesto estaban Los Payasos, que
eran la familia Aragón: Gaby, Miliki, Fofito y Milikito (yo al
recordado Fofó no lo llegué a conocer ya que murió cuando era muy
pequeña). Últimamente estaba Rody (hermano de Fofito), que hacía
de mudo. Sus canciones son míticas y seguro que todo el mundo sabe
la de “Susanita tiene un ratón” o la de “Hola D. Pepito, hola
D. Jose”. Ahora hay que preguntarse cómo a los de esta generación
nos sienta tan mal que nos llamen de Ud. cuando todas las semanas,
nos preguntaban a los niños aquello de: ¿¿¿¿COMO ESTAN
USTEDES???
Pero también había una programación
no infantil que también nos gustaba. Y como hasta los 90 no llegaron
las privadas, sólo había 2 canales (el segundo muy minoritario),
veíamos en la tele lo que hubiera. Recuerdo series como
El coche
fantástico o
El Equipo A (que no me gustaba nada, pero lo veía).
Una que marcó fue
V, aquella de los lagartos que invadían la tele y
que tan mal nos lo hacían pasar (al rascarse tenían piel de
lagarto). En mi clase nos molaba
Fama y luego bailábamos la canción
del principio a todas horas. Mi memoria empezó con
Con 8 basta,
aquella familia de 8 hijos donde la madre lo tenía todo hecho. Eso
sí, si hay una serie emblemática por excelencia fue
Verano Azul. Lo
echaban los sábados por la tarde y es el día de hoy y aunque suene
obsoleta y resulte algo cutre, siempre gustará a todo el mundo. Sin
duda, la serie de la
E.G.B. por excelencia.
Hubo series que no todos vimos en su
momento, pero como hubo tantas reposiciones (sobre todo de
Verano
Azul) más o menos nos suenan a todos. Además, cuando llegaron las
privadas,
Tele 5 y
Antena 3 al principio se dedicaron a sacar del
archivo todas las series que pusieron en los primeros años en TVE
(fijaos, tantas ganas de que empezasen y luego se dedicaron a
reponer). Eso sí, hay una cosa que desapareció de la tele en 1985 y
fueron
LOS DOS ROMBOS, aquellos polígonos de 4 lados que ponían en
una esquina de la TV cuando el contenido no era el apropiado para los
niños. Un rombo: para menores de 14 años y 2 para mayores de 18 y era
cuando más lo querías ver. Lo que hacen las prohibiciones...
También molaban los concursos, que
unían frente al televisor a padres e hijos. La noche del viernes era
especial, ya que emitían
“Un, Dos, Tres... responda otra vez”
donde salían frases que luego todos repetíamos como:
“...y hasta
ahí puedo leer” o
“22, 22, 22”, entre otras muchas. Hoy en día
serían auténticos
“trendding topics”.
Otros concursos que me recuerdo fueron
El precio justo que tanto le gustaba a mi abuelo, Juego de niños
donde se podía ganar un gallifante; Si lo sé... no vengo con el
“eternamente joven” Jordi Hurtado o Los Sabios que lo presentaba
Isabel Garbi que luego fue Isabel Gemio. Pero mi preferido fue El
tiempo es oro con el recientemente desaparecido Constantino Romero
que también era actor de doblaje y que inmortalizó aquello de “Yo
soy tu padre”.
CAPITULO 5: CARNET DE VIDEO CLUB
La llegada del video supuso una
alternativa a las 2 únicas cadenas de TV. Por fin podíamos grabar
aquello que no podíamos ver o que nos gustaba para volverlo a ver
miles de veces y también podíamos alquilar en los vídeo-clubs
películas.
Hubo 3 sistemas: 2000, BETA y VHS. Beta
era el mejor y se comió al 2000 (que casi no conocí a nadie que lo
tuviera). Pero VHS tuvo mejor marketing que Beta y se lo comió. Yo
tuve VHS y aseguro que era un sistema malo, pero cumplió su función.
Ya no había que esperar a la TV para
ver una película que se nos había escapado en el cine y también
podíamos descubrir un cine nuevo que prácticamente se producía
para ser distribuido en los video clubs. Ahora casi no quedan, pero a
partir de mediados de los 80 España se llenó de video-clubs y te
daban un carnet de socio en cada uno. Normalmente, el viernes era el
día de alquilar; así que si echaban algún rollo en la tele, metías
una peli y ya está.
Entre las décadas de los 70 y 80 hubo
un gran cine dirigido al público infantil y juvenil. Había
películas de ciencia ficción como la saga de
La Guerra de las
galaxias o
Encuentros en la tercera fase. Otras de aventuras como
Los
Goonies o la trilogía de
Regreso al futuro. La fantasía vendía
mucho y una muy recordada fue
Los Cazafantasmas. También molaban los
bichitos como
Los Gremlins o los
Critters (que no recuerdo si la vi o
no). Pero sin duda, el que arrasó fue
E.T. con un extraterrestre que
llegaba a la tierra porque se había perdido. Y si queríamos reírnos
nada mejor que la saga de
Loca academia de policías o
Esta casa es
una ruina. Y, por supuesto,
Grease, que todos vimos 5 veces por lo
menos. Aunque también eso de pasar miedo nos daba mucho morbo y para
eso teníamos una amplia oferta como
El Resplandor,
El exorcista y
todos los
Viernes 13. A partir de entonces empezamos a celebrar
Halloween todos los 1 de noviembre
.
Por fin un capítulo dedicado a
nuestros años de colegio, ya que si fuimos a la E.G.B será porque
fuimos al colegio, como no. Todos teníamos las pinturas de Alpino y
un boli bic (que cogíamos con ganas después de tantos años con el
lápiz). El estuche mejor que fuera de esos de 2 ó 3 pisos que tenía
tantas cosas que muchas no sabías ni su finalidad. La goma de Milán
y si era de nata que levante la mano quien no la probó. Pero si hay
algún objeto escolar que recordaré siempre será el diccionario
Iter Sopena con las banderas de todo el mundo, el esqueleto y las
partes del avión. Mejor no hablar cuando tenías que buscar
palabras... Y todos pasamos por las cartillas de Rubio y dio lugar a
que al final casi todos escribiéramos casi igual con esas letras
redondas. (¿Por cierto alguien llegó a coger el boli como decían
al final?).
Siempre me acordaré de mis primeros
libros de lectura con esos dibujos que hacía
Juan Ramón Sánchez,
que era el dibujante de los programas infantiles de TVE. De la clase
de gimnasia prefiero no hablar, aunque hay que decir que en mi
colegio enseñaban hasta bailes regionales. Y aunque siempre fui muy
chapucera, molaban las clases de manualidades (luego llamadas
Pretecnología) ya que eran los viernes por la tarde y aquello ya era
un recreo más que nada. Tuve que bordar varías mantelerias para el
día de la madre, que luego nunca llegaban a estar hechas para ese
día. Y como mi padre no fumó durante muchas temporadas, nunca le
hice el cenicero de arcilla (con lo fácil que era, por otra parte).
CAPITULO 7: EN EL AUTO DE PAPA.
“En el auto de papá nos iremos a
pasear...” decían los payasos en una canción. Esta parte es la
que más recordamos los de mi generación, pero no para decir aquello
de “cualquier tiempo pasado nos parece mejor”. España era un
país en vías de desarrollo, así que todavía no había tantas
autopistas y cuando tocaba viajar, había que hacerlo por carreteras secundarias.
Si a eso añadimos que los niños no teníamos sillas para nosotros y
que atrás ni cinturón de seguridad había, os podréis imaginar lo
que era viajar en esa época (y más con calor y sin aire
acondicionado). Ahora nos damos cuenta que fuimos unos
supervivientes, la verdad.
Para amenizar aquellos viajes,
escuchábamos cintas que compramos en las gasolineras o bares de
carretera. Ya sabéis, Los Chunguitos, Los Chichos y los chistes de
Eugenio. Y si no, estaba la radio que siempre se estropeaba al llegar
a un puerto de montaña. Pero si la biodramina que tomabas para el
mareo, no tenía cafeína tocaba dormir y dormir... En este sentido,
nostalgia yo no tengo, pero si me lo tomo con humor y pienso que
afortunadamente, España cambió para bien en este sentido. Aunque
muchas autopistas sean de peaje, claro.
CAPITULO 8: TOPICOS (¿A QUE TU TAMBIEN
LO HACIAS?)
Nuestra infancia estuvo muy poco
diversificada y prácticamente hacíamos todos los mismos, ya que no
había tantos canales de TV y la oferta en todos los sentidos era muy
limitada. Por eso, todos más o menos tenemos los mismos recuerdos y
decíamos las mismas frases. Algunos de estos tópicos son:
- Contestar “Digamelón” o “Hola
Rafaela” cuando coges el teléfono.
- Tuviste un teléfono de disco en casa
(mejor que no marcar un número que tuviera muchos ceros...).
- Cruzar los dedos cuando se quiere tener
suerte.
- Tenías en los sillones tapetes de
ganchillo
- Tu mueble tenía un un mueble bar
- Encima del televisor había un toro o
algún adorno.
- En las librerías tenías libros del
Círculo de Lectores o Discolibro.
CAPITULO 9: SI PASAS POR EL QUIOSCO,
TRAEME...:
Ahora quedan pocos kioskos, pero
durante aquellos años en todos los barrios había por lo menos una
caseta donde se vendían las chuches y los periódicos. En el norte,
por el clima, casi siempre los kioskos eran como tiendas que estaban
en locales. Normalmente, con la paga de los domingos, aparte de las
chuches, comprábamos alguna lectura. Yo era asidua a la revista Zipi
y Zape que aparte de una historieta de los famosos gemelos, había
historietas de Roquita y de La panda; así como pasatiempos y una
sección para cartearnos entre los niños. Para las ocasiones
especiales, caía algún Don Miki o algún libro de la colección
Barco de Vapor. También me encantaban los libros de elige tu propia
aventura, de esos que elegías tu la historia y hasta podías acabar
convertido en mosca.
Y como siempre me gustaron las
revistas, me encantaba la revista Jana que recuerdo que con el primer
número regalaron un anillo. Había varías historietas
protagonizadas por chicas; algunas continuaban y otras no. Hace poco
vi en e-bay una oferta de una chica que las vendía casi todas y
estuve apunto de picar. También estaban las revistas del corazón,
que a falta de programas como Sálvame se convertían en auténticos
folletines con escándalos de cuernos o con las memorias semanales de
Lola Flores. Todo el mundo recuerda las portadas del Pronto que
parecían trending topics del twitter.
Otras revistas que gustaron mucho
fueron las televisivas. La más mítica siempre será la
TP, pero
hacía mediados de los 80 salieron muchas al mercado. La más
recordada fue el
Tele Indiscreta que regalaba posters, pegatinas y
carpetas de las series que más nos gustaban. Otras fueron
Clan TV o
TV plus (que sólo costaba
“25 canillas que dice mi abuela” como
rezaba el anuncio). Y para cuando empezábamos la adolescencia
teníamos el
Super Pop donde salían los ídolos del momento. Cuando
me tocó a mí, era exagerado todos los que había y las portadas no
sabían donde meter tanto titular. Que yo recuerde, de cantantes
nacionales estaban los
Hombres G, aunque también se dejaban caer
Mecano y
Duncan Dhu. De extranjeros, arrasaban
Bon Jovi,
Modern
Talking o
Europe. Y en canto a actores estaban, entre otros,
Tom
Cruise,
Rob Lowe,
Patrick Sawyze,
Ralph Macchio ó
Michael J. Fox.
Salía un jueves y otro no y regalaban cosas como carpetas,
pegatinas, pósters y hasta cintas (yo creo que la que tenía por una
cara el
Voyage, Voyage y la de
Carrie de
Europe por la otra la tuvo
media España). Y si no querías gastar tanto dinero, estaba el
Vale,
que el principio era un tanto
“guarrilla” con esas portadas...
Luego se recicló en el
Nuevo Vale y era más fina. Por tan sólo 50
ptas. tenías hasta un relato de amor que siempre leía...
CAPITULO 10: DE DOBLE PLETINA:
Pero si hay un objeto de referencia de
la Generación E.G.B. ese es la cinta de cassette. Podías comprar una
cinta virgen y grabar canciones de la radio (o sino de otra cinta
original en un radio cassette de doble pletina). Había hasta
emisoras que te ponían la canción entera y sin interrupciones para
que la gente pudiese grabarla, ya que en Los 40 principales o dabas
al Pause o si no tenías la canción con el locutor hablando). Las
había normales, de cromo o de metal, pero a mí todas las
grabaciones me sonaban igual. Si querías conservar la grabación y
que no se borrara accidentalmente, le quitabas la pestaña y listo.
Eso sí, si querías que volviera a ser virgen tapabas con celo el
agujero y otra vez podías grabar (hay quien lo hacia con cintas
originales que no le gustaban. Un reciclaje en toda regla, vamos).
Y si algo inolvidable tuvo esta
generación fue la música, ya que fue una época irrepetible con
cantantes para todas los gustos y edades. Para los más pequeños
estaba el mítico grupo
Parchís y sus rivales aunque colegas de
compañía discográfica
Regaliz. Otros que arrasaron fueron
Enrique
y Ana y parece ser que cuando se separaron fue un dramón nacional.
También estaban
Teresa Rabal,
Torrebruno o
Nins (unos
pijis que
cuando crecían desaparecían y venían otros). Y, por supuesto,
Los
payasos de la tele con la gallina
Turuleca y no
Turuleta como casi
todos decíamos
.
A mediados de los 70 llegó el fenómeno
fan, con idolos musicales que salían en el mencionado
Super Pop.
Empezaron
Los Pecos,
Miguel Bosé,
Pedro Marín,
Ivan (que vivía en
mi barrio) o
Gonzalo (que salió en
Verano Azul). Luego llegaron
Spandau Ballet y
Duran Duran, pero me pillaron algo pequeña. Yo fui
ya de la época de
Hombres G,
George Michael,
Rick Astley,
Glenn
Madeiros (que anda cantando por hoteles de
Haway) o
Modern Talking
(que eran un poco
Milli Vanilli también). Los
New Kids on the Block
me pasaron con más pena que gloria y con los
Take That y los
Backstreet Boys ya estaba algo crecidita. Eso sí, me encanta
Robbie
Williams. Lo que es verdad, que la mayoría de los cantantes que
arrasaron, duraron a penas 1 año y la mayoría fueron cantantes de
un sólo éxito y de los que nunca más se supo
.
Yo fui a E.G.B. aparte de hacer un
respaso a cómo fue la infancia y la juventud de los que estudiamos
E.G.B es un resumen de la España de aquella época. De la España
donde casi no había autopistas y donde a los niños nos mandaban a
la cama cuando echaban una peli de Alfredo Landa porque ponían los 2
rombos. Y que sin embargo, podías comprar en los kioskos cigarrillos
de chocolate para emular a tu padre fumando. Es un libro para decir
eso de “cómo hemos cambiando” o “qué tiempos aquellos”...
En algunas cosas salimos ganando, en otras sientes pena y nostalgia,
qué remedio. Ya podía TVE poner programas infantiles por la tarde y
no un programa donde la gente pide dinero porque no tiene para comer.
Por lo demás, decir que el libro se me ha hecho corto y me he
quedado con ganas de más. Ya se habla de una segunda parte debido al
éxito obtenido. Espero que sea verdad.