lunes, 4 de julio de 2016

El vuelo venció al viento.

No voy a decirte entre palabras
lo que se suele, en estas ocasiones:

que estaré bien, que el dolor
solo será un ave de paso,
que pronto dejará de importar
que alguien sople sobre
tu herida abierta
y sobre mi nombre agrietado,
que mataré al que te remate,
que me haré a un lado y dejará de llover
en tus caminos, y dejarás de caerte
en mis vacíos,
y volverás a ser la dueña de todas las montañas.

Sé que una vez fui suficiente
y ocupé todos tus paisajes.

Sé que me sacaste del agujero y me
llamaste luz
–con estas mismas manos
con las que hoy me devuelves–.

Sé que jugamos a ser
ciegas y supimos volver a casa,
y nada entonces sería capaz de derrotarnos nunca,
pensamos,
ciegas de amor y borrachas de fuego.

Sé que otra casa te habitará y no será
mi abrigo el que descuelgues.
Sé que mi llanto pronto dejará de tener nombre de mar
y este abecedario nuestro se descolgará de las paredes.

Sé que me esperaste
inmersa en tu reloj y en tus deseos,
y no me concediste ni un segundo
cuando el tiempo me adelantó.
Sé que no aparecí,
sé que ya no estabas detrás de la puerta.

Sé que me colocaste enfrente,
que quisiste volver antes de irte,
que te paralizó el miedo
y no supiste hacerlo.

Sé que me fui
antes de ver cómo no volvías,
como también
sé que el vuelo venció al viento.

Sé que no seré capaz de decirte nada
porque me duele esta voz
que ya no te nombra de la misma manera.

Sé que no seré capaz de ponerme delante
porque siempre antepuse tus pies a mi camino,
porque siempre he amado tu manera de andar por el mundo:
libre de obstáculos,
libre de caídas,
libre de suelos —dos centímetros por encima del aire—,
libre, ahora, de mí.

Sé que te echaré de menos con los huesos
y el silencio,
que le hablaré a un fantasma de tu carne
hendida en las sombras,
que recorreré con estos dedos desgastados
la silueta de tus huellas,
que no encontraré respuesta a mi pasado
y que nadie sabrá, como hacías tú,
calmar este pinchazo y llevarme al mar en un espejo.


No será tan distinto amarte y olvidarte,
no lo será.


Sé que pronto dejará de pasar nada,
que este mar me traerá las mismas olas,
que estas malditas palabras ocuparán cada frase
y pronto no tendré nada que contar
que no hable de esta soledad obligada,
de este agujero inesperado,
de este abandono tuyo tan frío y distante,
de este dolor que me encierra con llave el alma,
de este vacío irreparable donde ya no cabe nadie.

Pero no,
no voy a decirte lo que todo el mundo ya sabe.

La única manera de vaciarse de amor
es llenándose de silencio.