Sin irme por las ramas, el sino de mi vida en el momento actual, es el de definirme como persona ante mi mismo y ante los demás. Me explico. Quizás esto de definirse, valorarse, amarse o confiar en uno mismo es un tema muy trillado en la teoría, pero con grandes déficit en la práctica. Desde pequeño fui tímido, el once de una familia de doce hermanos y hermanas, era difícil destacar o sobresalir ante tanta gente, mayores que tu, que sabían lo que decir, lo que hacer y lo que pensar mejor que uno. Era más fácil optar por la vía de hacerse notar lo menos posible y dejarse llevar por una manada (como diría el domador de perros) que se manejaba bien. Y es verdad que se manejaban bien, cantaban, reían, se mostraban alegres y cariñosos, le montaban shows a cualquiera que se pusiera a su paso y siempre con inteligencia y buen humor. En este escenario era difícil aportar ideas, el show estaba montado y ya tenían establecido sus directores, protagonistas principales, secundarios, incluso a los figurantes. Fuí creciendo, y la timidez creció conmigo. En cualquier grupo en el que estaba adoptaba el papel de la persona callada y reservada, dejando siempre la iniciativa y el protagonismo a los demás. Con el tiempo y una caña nos damos cuenta que la propia vida la tiene que vivir uno mismo y que hay que hacerse un hueco en el escenario de la vida y decir : ¡ Aquí estoy yo! y mostrar el numerito que más le apetezca. Entonces te das cuenta que te faltan habilidades sociales y expresivas que uno no ha ejercitado mucho: la conversación, el diálogo, la negociación, el chiste, la historieta, el cuento o la escritura. Y que hay creencias y sentimientos negativos que uno tiene que detectar y desechar.
Uno de esos sentimientos es el miedo a mostrarse como uno es. Algo que parece tan absurdo como real. Ahora que trabajo con adolescentes observo como esta falta de confianza en ser uno mismo, aceptarse a si mismo, hacer o decir lo que uno cree sin temor a equivocarse o a ser juzgados está a la orden del día. Y me veo, yo, profesor, con mis 47 años, trabajando el mismo aspecto emocional que mis propios alumnos adolescentes. Así es la vida. Ojala en mi tiempo se hubiera trabajado este aspecto en la escuela o en el instituto. ¿Se acuerdan?. Clases de 40-45 alumnos, rigidez, orden absoluto, conocimientos de memoria y prohibido hablar o expresar emociones o pensamientos o ideas, o la famosa frase de "los niños no lloran". No me quejo, es lo que había en aquel momento político en lo que lo importante era escolarizar y sacar del analfabetismo a la población. El objetivo se consiguió. Ahora estamos viviendo otro tipo de analfabetismo, el analfabetismo emocional. Pero eso es otra historia.
En fin, no me alargo más. Lo importante está dicho, hablo de mi, en primera persona, todo un reto para alguien que era tímido. El tema da para mucho, no está todo dicho, seguro que continuará.
martes, 18 de mayo de 2010
jueves, 6 de mayo de 2010
Sintonizar Sin teorizar.
No me gusta hacer teoría, tampoco se hacerla, no se ni lo que es. Me gusta escribir cosas que salen de dentro, que salen sin pensar demasiado, cosas que maduran con el tiempo y se dejan caer por su propio peso. Es interesante leer y aprender lo que descubren los demás, podemos comprender y fijarnos en aspectos que nunca antes nos habíamos planteado. Pero ese conocimiento que nos viene de fuera tiene que interiorizarse, asimilarse, hacerlo propio y vivenciarlo. La teoría del otro entra en nuestra sintonía cuando fue expresada desde esa vivencia personal.
Esto lo escribo porque, a veces leo cosas que lo único que transmiten es teoría sin sentido, sin alma. Que nadie se de por aludido porque los que escriben estas cosas no pasan por aquí.
Esto lo escribo porque, a veces leo cosas que lo único que transmiten es teoría sin sentido, sin alma. Que nadie se de por aludido porque los que escriben estas cosas no pasan por aquí.
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