En 1931 Aldous Huxley
publicaba su obra más leída, Un mundo
feliz. En esta distopia presentaba un cuadro del futuro, unos seiscientos
años después de Ford, en el que describía una sociedad dividida en castas,
creadas artificialmente, en la que había una pequeña minoría en las cúspide;
donde los seres humanos eran fabricados en masa en laboratorios y adoctrinados
desde la más tierna infancia para aceptar su lugar en la jerarquía social, a
cambio de placeres y distracciones continuas, y del uso de una droga, el soma,
que les permitía evadirse cuando quisieran de la realidad, sin los efectos
negativos del alcohol y de las drogas que actualmente se venden o se consumen
ilegalmente.
Casi treinta años más tarde publica Nueva visita a un mundo feliz, en el que hace una revisión de sus
predicciones para ver si éstas estaban cercanas o lejanas en el tiempo. En su
opinión, la realidad de Un mundo feliz
podría situarse en torno a un siglo en el tiempo, por tanto era una posibilidad
mucho más cercana de la que presuponía al escribir la obra original.
En Nueva visita a un
mundo feliz Huxley analiza las diversas amenazas para la libertad de su
mundo, el mundo de fines de los años 50, considerando que el futuro se
parecería cada vez más a su visión de una dictadura que uniformizaría cada vez
más a los seres humanos, destruyendo el libre albedrío y la reflexión autónoma
con la propaganda continua desde la más tierna infancia, sin necesidad de usar
métodos de terror y exterminio, al contrario de lo que pensaba Orwell en su novela 1984, autor y novela que cita con
admiración.
Entre los múltiples peligros para una sociedad libre incluye
desde el exceso de población al exceso de organización, la propaganda, el arte
de vender, el lavado de cerebros, el uso de sustancias químicas y drogas, la
hipnopedia- introducir ideas durante el sueño- y la persuasión
subconsciente.
En todos estos puntos Huxley va desarrollando sus ideas, va
observando el mundo que se va levantando a su alrededor y va explicando porque
considera que la tendencia futura de las sociedades será algo más cercano a lo
imaginado en Un mundo feliz que a 1984 de Orwell, aunque es consciente de que
el proceso será largo y habrá un interregno en que se combinarán los métodos de
control policial o militar con el control basado en la perpetua distracción y
en la infantilización de los humanos.
Para él, el aumento creciente de la población y la presión
creciente sobre los recursos favorece el desarrollo de formas de poder
autoritarias y que intervengan de manera creciente. Pero este peligro se ve
acrecentado por otros muchos, como la creciente concentración del poder
político y económico provocado por el desarrollo tecnológico, por la producción
y distribución en masa que hace que los hombres y mujeres modestos pierdan su
existencia como productores independientes.
Pero no sólo eso, sino que la citada concentración de
poderes hace que estos dominen los medios de comunicación de masas,
consiguiendo influir en el
pensamiento y los sentimientos de la gente a través de la radio, la televisión
o el cine pero también con la propaganda comercial, otro medio de llevar a la
sociedad a abrazar los valores que el poder quiere.
Huxley escribió el texto a fines de los años cincuenta.
Desde el hoy, ¿cómo vemos Un Mundo
Feliz y Nueva visita a un mundo feliz?. Pues de manera preocupante observamos
como se han desarrollado nuevos medios para facilitar la distracción continua
de las multitudes, como Internet y los teléfonos móviles que cada vez traen
nuevos avances. La concentración de poder continua, siendo la unión entre
Estado, gran empresa y banca la fuerza que domina la sociedad de manera
creciente.
No han desaparecido los métodos orwellianos, pues hace poco
nos hemos enterado del control y espionaje masivo del gobierno de los Estados Unidos de Internet, si
bien es cierto que este control no va unido de momento al uso de métodos
terroristas de gobierno. Por otro lado, la moralidad de las comunidades humanas
presentadas en la obra Un mundo
feliz, búsqueda del goce y del
placer en un sentido cada vez más bajo, rechazo del dolor, del esfuerzo, del
sacrificio, de la lucha por el autoperfeccionamiento moral y espiritual es cada
vez más la mayoritaria de nuestras sociedades.
La búsqueda del bien, la verdad, la belleza, la libertad
como responsabilidad y no dominio parece esfumarse de las mentes humanas,
embotadas con el bombardeo de los medios y la publicidad.
Aparecen nuevas drogas de diseño, consumidas por gente
joven, quizá reflejo de un mundo vaciado de verdaderos valores, en el cual la
persona no tiene asideros ni ideales profundos por los que luchar, a los que
unirse, pues todo gira en torno al dinero y a la riqueza material, cada vez más
escasa por otra parte.
Aún no se ha descubierto el soma, esa droga inocua de los
habitantes de la distopía de Huxley aunque no dudamos que en cuanto aparezca no
tardará en lograr un enorme éxito; la familia no ha desaparecido, aunque ya
sólo subsiste la familia nuclear y veremos por cuanto tiempo y los seres
humanos aún no somos creados en laboratorios y destinados a ocupar un lugar en
la jerarquía social.
Pero la creación de un rebaño humano fácilmente manejable con el señuelo del
consumismo y el hedonismo-ideal final de los distintos grupos políticos, de los
de la gaviota a los de la hoz y el martillo o el 15M-, al que se le va
destruyendo sus elementos humanos va avanzando progresivamente, entre la
inespiritualidad y materialismo grosero de Occidente y el fundamentalismo
religioso creciente de los musulmanes, dos extremos que se tocan en su
antihumanismo y rechazo a la verdadera libertad.
Los dos últimos capítulos de Nueva visita a un mundo feliz
son un intento de plantear alternativas a la deshumanización buscando una
educación para la libertad y retomar los viejos ideales que propugnaban la
descentralización de los poderes políticos y económicos para levantar
federaciones de pequeñas comunidades donde los individuos cooperen como personalidades completas y no sean
funciones especializadas, robots que siguen las consignas o la propaganda, en
busca siempre de diversiones y placeres, y donde pueda hacerse real la
democracia.
En algún aspecto, incluso, Huxley peca de optimista. Decía
en su introducción a Un Mundo feliz que sin seguridad económica no puede haber
amor a la servidumbre, por lo que su mundo imaginado de castas iba unido a la
seguridad material. Pero un caso como España nos ha demostrado que el régimen
estatal-capitalista contemporáneo-es decir la conjunción de la oligarquía
estatal con la de la gran empresa y la banca- ha logrado atomizar la sociedad
de tal manera e inculcado con gran éxito el individualismo egoísta, que la
ausencia total de seguridad no es incompatible con la más grande servidumbre,
pues la gente cree que mientras otros caen, ellos se salvarán y, por otra
parte, creen que todo pasará, que se volverá a un pasado feliz de consumo y
pleno empleo.
El poder, por tanto, está viendo que no tiene enfrente
verdadera resistencia, que puede hacer y deshacer a su antojo, otra señal más
de la destrucción del hombre, su dignidad y sus valores.
Por tal motivo recomendamos leer Un mundo feliz y Nueva
visita a un mundo feliz. En ambos libros están los síntomas de la enfermedad y
algunas posibles soluciones.En la editorial Edhasa pueden leerlas seguidas, o releerlas,
pues Aldous Huxley y su visión del futuro siempre darán mucho que pensar.