Desde la Ilustración, y especialmente desde la Revolución Francesa hasta nuestros días, y fundamentalmente desde el hundimiento de los regímenes totalitarios, como el comunismo y el fascismo, dos corrientes de pensamiento han sido las dominantes. La liberal, y la socialista. Cierto es que no son corrientes puras, que con el tiempo se han transformado y añadido elementos de otros pensamientos, algo normal en toda obra humana, donde los hombres amoldan las ideas a su sentir o interés.
Ambos pensamientos buscaban, en sus inicios, una ruptura con el Antiguo Régimen, considerado un sistema liberticida y opresivo, clerical, aristocrático e injusto. Ambos buscaban abrir un nuevo orden de libertad, de individuos libres de dogmas pasados. La fractura entre liberales y socialistas estribaba, fundamentalmente, en que los segundos consideraban necesaria la igualdad económica para que existiera una real libertad, especialmente tras las duras condiciones de vida desarrolladas por la Revolución Industrial entre muchos trabajadores.
Estos son, a rasgos muy generales, algunas de las diferencias existentes entre ambas corrientes, y para algunas personas motivos de elección:libertad primero o igualdad primero. Como si en el fondo libertad e igualdad fueran enemigas, cosa inexacta en gran parte, como luego analizaremos.
Tras varios siglos de influjo socialista y liberal, podemos realizar un pequeño balance sobre sus logros, y sobre si la emancipación política y económica de los individuos y los trabajadores es importante, o si el mundo moderno en realidad no supone otra cosa que un nuevo sistema de servidumbre sobre las sociedades.
Si empezamos por el socialismo, deberíamos admitir honestamente que quizás sea la forma de pensamiento político que más se ha transformado. Así del lema de la Primera Internacional: "La emancipación de los trabajadores es obra de los trabajadores mismos o no es", del último tercio del siglo XIX, a lo que fue la socialdemocracia y el comunismo, media un abismo. Lema brillante, que implicaba una clara concepción de una sociedad de trabajadores autogobernados, dignos y libres, que si se puede criticar es por el olvido de la población no específicamente trabajadora, o al menos no en el sentido de trabajadores manuales o intelectuales, tales como ancianos, parados, estudiantes, amas de casa...Olvido importante, pues la libertad e igualdad debe ser para todos, no excluyente.
Pese a todo, es clara la superior concepción de vida social y política, de libertad igualitaria, de moral y esfuerzo de esa concepción del primer socialismo frente al socialismo o socialismos después desarrollados. El posterior socialismo, dividido entre socialdemocracia y bolchevismo, elimina la autogestión del centro de su pensamiento, anteponiendo otros valores tales como la justicia social, el reparto de riqueza...Es decir, que los socialistas modernos anteponen la productividad, el consumo, los bienes materiales, a la idea central de la libertad como no dominación, la convivencialidad y la participación y deliberación de las gentes en la toma de decisiones. Esto trae varias consecuencias. Una de ellas es considerar el Estado como herramienta fundamental y necesaria para la vida, cediéndole a este la facultad de dirigir la sociedad, a cambio de de pedirle que satisfaga las necesidades sociales de la población, ahondando por tanto en la ruptura con la concepción original del socialismo, o de parte de este. En segundo lugar el nuevo socialismo, olvidando que el Estado es la raíz de la dominación ,así como el impulsor del capitalismo, favorece una mentalidad entre los trabajadores de pasividad y mesianismo, esperando que sean otros los que nos salven, creando seres abúlicos, serviles y en el fondo resignados, siempre que se nos ofrezca algo de comer o cobijo. Dicha mentalidad pervive en toda su fuerza hoy por hoy, donde se continúa identificando público con estatal,bajo la etiqueta de Estado de Bienestar, apostando como alternativa por una banca estatal, entre otras ideas, sin preguntarse: ¿Quién controla realmente al Estado, quién controlaría una banca estatal, por ejemplo?. Entre moderados, rebeldes y revolucionarios se ha perdido casi totalmente la idea de una sociedad libre y cooperativa. Socialdemocracia y bolchevismo han destruido el viejo sueño de la Internacional, contribuyendo decisivamente a la instauración de una sociedad de masas y consumo, atomizada, inespiritual, jerarquizada, de asalariados cada vez menos opulentos y más al borde del abismo, al existir un paro creciente, a veces desde un discurso anticonsumista o crítico falaz, pues el objetivo de fondo es tener más, ser por tanto cada vez más esclavo de cosas y personas. La renuncia a la libertad igualitaria por un hipotético bienestar material, puede estar acabando mal
Pasando al liberalismo, también nos encontraríamos con un pensamiento variado, que va desde los llamados liberales progresistas, reformistas y de inquietudes sociales, a los llamados liberal conservadores, de los laicos a los religiosos...El centro del pensamiento liberal sería la libertad individual, la competencia y el mercado como mecanismos de progreso y bienestar. Empero, al igual que el socialismo, deberíamos analizar las características de las organizaciones e Instituciones preferidas por estos para ver si cumplen el requisito de establecer una sociedad de individuos libres. Y es aquí donde los liberales chocan con la realidad más cruda. Y la realidad más cruda es que la empresa, la fábrica, la oficina, no es un lugar de libertad y realización. Son estructuras de poder mayormente autoritarias, donde quienes mandan tienen un dominio casi absoluto sobre los trabajadores, siendo estos meras piezas de recambio. La libertad liberal, por tanto, hace aguas, al menos en lo que se refiere al mundo laboral. Pese a la retórica liberal sobre la iniciativa individual, el trabajador, en la empresa, es poco más que un peón en un tablero de ajedrez, al que sacrificar cuando convenga. Apenas dispone de iniciativa. En cuanto a la famosa mano invisible, tal cosa no es más que una ilusión. Tras las manos y las maquinarias están seres humanos de carne y hueso, que tejen sus telas de araña para sujetar a la colectividad.
Podemos observar por tanto, los mecanismos de opresión del socialismo y liberalismo. Sus diferencias y similitudes. Capitalismo estatal frente a capitalismo privado, mercado frente a planificación estatal. Culto de ambos al bienestarismo, a que las sociedades y sus gentes se centren en el goce, en lo material. A considerar a la sociedad menor de edad, y desarrollar un sistema político, económico, así como medios de comunicación y propaganda que alejan lo más posible a los individuos del sueño de autogobernarse, creando mentes serviles o dominadoras, infantiles, egoístas, temerosas de la libertad y la igualdad política.Son por tanto las sociedades de la modernidad sociedades de servidumbre, de trabajo asalariado y destructivo mayoritariamente, de pedigueños a los que las crisis económicas colocan en una situación delicada, vigilados, mandados y estructurados mentalmente desde distintas instancias tales como el Estado, la Empresa, la Banca, los medios de comunicación...Es decir habitantes de cárceles acristaladas a los que se conceden algunos derechos, paseantes de un mundo basado en la asimetría de poder.
¿Existe salida?. Creemos que sí. Esa salida, que pensamos que jamás veremos, es una salida dura, de esfuerzo, tensión, elevación moral, guerra interna con uno mismo, caídas en el fango, renuncias, aceptación de que no hay meta final, ni paraíso esperando. Esa salida es colocar el autogobierno de la sociedad como idea central, frente a los atajos que conducen a callejones sin salida y que centrándose en la felicidad y el goce, impulsan la infelicidad y el desánimo, pues siempre habrá quién tenga más y goce más. Poner el acento en los bienes inmateriales, sin caer en el culto a la pobreza o al dolor, lo que también sería peligroso, pero aceptando que la vida también es dolor y fracaso, no sólo placer, podría hacer nacer seres humanos dignos de tal nombre. Pero primero debemos ser capaces de alejarnos de los sistemas de pensamientos dominantes, creando uno nuevo cuya piedra angular sea la no dominación, el autogobierno. Y aún así convendría tener la suficiente lucidez para saber que tales seres, tales experiencias, están condenadas con casi total seguridad al fracaso. Pues lo mejor, el bien, suele acabar fracasando. Y quizá sea mejor así.