Es frecuente hablar, desde hace muchos años, de la crisis de la izquierda, o mejor dicho de las izquierdas, pues no hay ni ha habido una izquierda en singular, al igual que tampoco una derecha .
En lo que no hay acuerdo, como es lógico, es en fechar el inicio de la crisis. Unos consideraran que es el olvido de sus viejos principios y la aceptación acrítica de lo existente, si bien otros pueden pensar lo contrario, que el utopismo, fue muy dañino, y la alejó de la realidad de las sociedades.
En mi opinión, son dos fenómenos modernos, o relativamente modernos, los que provocaron, en amplios sectores de la izquierda una profunda crisis teórica y ética de la que , al menos en España, no parece levantar cabeza. El primero nos sitúa en 1917, con la toma del poder por los bolcheviques en Rusia. Se da el pistoletazo de salida a un nuevo fenómeno, el de los regímenes totalitarios, que causarían millones de muertos y una represión nunca vista en distintos países. Una parte de la izquierda, vio con buenos ojos los Estados del llamado socialismo real y a los Partidos Comunistas que se crearon por todo el mundo en apoyo de las tesis dictatoriales bolcheviques . Numerosos intelectuales se sumaron con entusiasmo a la causa del totalitarismo comunista, cerrando los ojos ante la brutalidad del leninismo y del estalinismo, así como del maoísmo y otros.
Este apoyo suponía tirar por la borda el apoyo de la izquierda al viejo lema, Libertad, igualdad, fraternidad, y también, al posterior de la primera internacional, aquel que rezaba que "La emancipación de los trabajadores es obra de los trabajadores mismos, o no es". Es decir que la vieja izquierda, con sus diferencias, defendía un concepto de sociedad basado en la libertad igualitaria, es decir en la democratización y en la igual libertad de todos en la participación y toma de decisiones políticas, llegando en el caso del socialismo, en sus comienzos, a defender lo que ahora llamamos democracia económica, o gestión por los mismos trabajadores de la economía. Pero el triunfo del bolchevismo y sus posteriores derivados en todo el mundo, rompe el ideario de democracia radical de la izquierda, convirtiéndose parte de ésta en defensora de unos sistemas de dominación absoluta en nombre de la igualdad, olvidando que no hay igualdad sin libertad, que ambas van unidas. Y que no hay proyecto reformador o emancipador sin dar a individuos y trabajadores libertad para desarrollar una gestión democrática. Incluso se identificó, y no sólo por los comunistas o cercanos, nacionalización económica, con emancipación obrera, olvidando que un verdadero proyecto de emancipación obrera o laboral, debe basarse en el cooperativismo, o democracia económica, no en el dominio de unos pocos, situados en general fuera del dominio industrial o fabril, sobre los trabajadores.
Pero toda dictadura cae, y los regímenes comunistas sucumbieron ante los deseos de libertad y la propia ineficacia económica. Dejando, eso sí, muy tocada a parte de la izquierda.
Pero hay otra ideología, otra tentación, que arrastra a buena parte de la izquierda, destruyendo sus viejos principios. Y son las ideologías identitarias, las que se basan en hacer banderas de las diferencias linguísticas o culturales. Este pensamiento ,tampoco tiene en principio nada en común con los viejos principios de la izquierda basados en buscar lo que une, en superar fronteras artificiales y luchar contra una explotación que a todos afecta, independientemente de donde se viva. Bien es cierto que estos principios en la práctica fueron muy débiles .La primera guerra mundial, cuando la gran mayoría de socialistas apoyaron el choque armado entre países, olvidando el internacionalismo, es claro ejemplo de ello.
Pero volviendo a la actualidad, y centrándonos en España, vemos como el nacionalismo se ha extendido a buena parte de las fuerzas de izquierda, que parecen temerosas de ser identificadas como derechistas o franquistas, si se oponen a los nacionalismos y apoyan un proyecto solidario entre los ciudadanos españoles. ¿Por qué sucede esto?. Pues sucede, entre otras cosas, por el olvido de la izquierda de lo que debieran ser su principio. La libertad igualitaria, el rechazo a privilegios, la búsqueda de lo que une(que no significa negar la diversidad) a los ciudadanos y trabajadores. Que no tiene por supuesto nada que ver con el patriotismo de los conservadores, los neoliberales y otros, basado en mantener la estructura de dominación caciquil y oligárquica, de los poderes políticos, económicos, religiosos y financieros tradicionales, que identifican la unidad de España con las corridas taurinas, las sevillanas o las procesiones. No. Una nueva izquierda, alejada de la tentación totalitaria e identitaria, debe buscar un proyecto de unión basado en una idea clara de no dominación. En el desarrollo de instituciones que favorezcan la igualdad política, el control y gestión democrática de los ciudadanos tanto de las instituciones políticas, como de las económicas. Y su desarrollo en otras partes del mundo, por que un explotado es un explotado, aquí, en Perú o en India.Sólo espero que, alguna vez, renazca de las ruinas una izquierda fiel al proyecto emancipador de igual libertad para todos, fuera de políticas identitarias.