Mañana salimos de viaje en dirección a Suiza, y estoy emocionadísima. Hace demasiado tiempo de la última vez y me muero de ganas de ver a la familia y a los amigos que tenemos allí, aunque esta vez será una estancia más corta y vamos a ir en avión. Lo comprendo por mi padre, es más cómodo y práctico -aunque no toque ir hasta el aeropuerto de Alicante/Elche y además aterrizamos en Munich-, pero no puedo evitar sentir algo de nostalgia por esos viajes en coche que nos pegábamos los cuatro, cuando mi hermano y yo aún eramos unos críos que nos pasábamos el trayecto jugando a mil cosas. Las rutinas de carretera, las paradas por el camino, aprovechar a hacer escala en pueblitos franceses un par de noches, el paso de la frontera... esas pequeñas tonterías pero de las que guardo buenos recuerdos.
Pero bueno, ahora es el momento de atesorar nuevos momentos en la memoria, y aprovecharemos para conocer Munich y alrededores antes de regresar a España a principios de septiembre. A mí me esperará después un aburrido trayecto en tren hasta que regrese a Madrid, qué le vamos a hacer. Solo estoy sufriendo porque el viajar en avión limita mi capacidad de llenar la maleta de compras en Suiza -el maletero del coche al regresar de una estancia en Suiza era digno de verse-, tendré que controlarme un poco. El chocolate y los pasteles que no pueda llevarme me los comeré in situ, no hay problema :P.
Como día, elaborar helado casero siempre es un pequeño placer, entre otras cosas porque te permite darte un buen festín mientras estás en el proceso. ¡Hay que catar la mezcla! Y es inevitable que queden restos en la máquina heladera cuando lo trasladas al recipiente para guardarlo, y claro, no vas a desperdiciar esa delicia. Ay lo que me gusta meter la cuchara en el helado recién hecho, cuando está taaaan cremosito... lo dicho, pequeños placeres. En este caso improvisé un poco para aprovechar unos frutos del bosque congelados maravillosos que encontramos en una tienda cercana, sin añadir demasiadas grasas pero sí un componente lácteo suficiente para suavizar la mezcla.
Receta de helado de frutos del bosque
Inspiración: el verano, los frutos del bosque, Suiza y los recuerdos de mi infancia
Ingredientes para 1 litro (y unas cuantas cucharadas de regalo)
- 500 g de mezcla de frutos del bosque (congelados o frescos)
- 100 g de azúcar
- 1 cucharadita de miel
- 1 pizca de sal
- 200 ml de nata para montar (sin lactosa)
- 250 g de queso fresco batido o yogur natural
- 1 cucharadita de zumo de limón
- 1/4 cucharadita de esencia de vainilla
Disponer los frutos del bosque (arándanos, moras, fresas, grosellas, frambuesas) en un recipiente, añadir el azúcar y mezclar. Dejar que se descongelen por sí mismos y se maceren con el azúcar. Cuando estén más blanditos, triturar. También se podrían cocer un poco, aunque prefiero dejarlos crudos. Otra opción es colar la mezcla para coger solo los jugos líquidos, pero yo adoro los trocitos de fruta y también las semillitas.
Montar la nata hasta que esté bastante espesa y batir con el queso fresco o el yogur. Añadir a la mezcla de frutos del bosque, agregar la sal, la miel el zumo de limón y la vainilla, y mezclar todo hasta tener una textura homogénea. Tapar y dejar enfriar en la nevera por lo menos un par de horas.
Cuando la mezcla esté bien fría, proceder a formar el helado siguiendo las instrucciones de la máquina que se tenga. O congelar directamente, o formar polos, o beber como si fuera un batido. Está buenísimo de cualquier manera, aunque es verdad que los paladares más acostumbrados al puro dulce igual echarán en falta más azúcar. Probar y ajustar.
Supongo que ya nos volveremos a leer en septiembre y cuando haya regresado, aunque me espera un montón de lío al volver así que no sé cuándo tendré tiempo de publicar nuevas cositas. Sea como sea, ¡sed felices! Y daos caprichos de helados caseros, que a pesar de que son para todo el año, al final es en verano cuando más los aprovechamos ;).