Caramelos por San Valentín

Gracias a una beca que he tenido la suerte de conseguir, el lunes empecé a trabajar en una empresa. Cuando me cogieron vi que todo el mundo era extremadamente joven (de las aproximadamente 40 personas que forman parte de la empresa no creo que haya más de 5 que lleguen a los 30 años) y que todo el mundo era terriblemente amable. Al cabo de unos días me he dado cuenta de que es una empresa que funciona así: hay una especie de presión invisible que te obliga a ser encantador con todo el mundo. La verdad es que no está mal, te evitas malas caras y muchas de las personas son simpáticas de verdad. El caso es que cuando me contaron que si era el cumpleaños de alguien, ese alguien tenía que llevar algo de comer para todos, tanto si le gustaba como si no, empecé a calcular fiestas mentalmente para ver si me iba a tocar alguna de esas situaciones de forzada familiaridad que me ponen tan nerviosa.
Mi beca dura seis meses, así que descarté mi cumpleaños (por los pelos) y las Navidades, y seguí felizmente a lo mío pensando que no tendría que enfrentarme a ninguna situación peligrosa.
Pues bien, esta mañana ha aparecido la de recursos humanos con un millón de tarjetitas, rosas y caramelos, diciendo que había que mandar mensajes y dulces a nuestros compañeros.
¡San Valentín es este domingo, ¿realmente era necesario adelantarlo?! Si cae en domingo, mala suerte, ya lo celebraremos el año que viene... ¡cuando yo no esté!
Me he negado sutilmente diciendo que aun no conocía a casi nadie, pero al cabo de un rato he visto que la sala de trabajo estaba desierta porque todo el mundo estaba escribiendo tarjetitas, y he pensado "igual tampoco te vas a morir por mandar una de ésas. Total, si así ellos son felices y puedes evitar que todo el mundo te odie...".
Al salir al rellano donde estaba todo el jaleo montado, una chica que estaba arrodillada rellenando unas quince tarjetas me dijo: "Mírame. Creo que San Valentín es la fiesta más comercial y artificial que existe, y aquí estoy, mandado mensajes a media plantilla".

Conclusión: le he mandado caramelos a mi compañera de mesa y a una compañera de la facultad que también trabaja allí; me han llegado tarjetas y dulces de ellas dos, además de otro chico al que también conocía de antes, y nuestro jefe de departamento nos ha enviado una rosa para mí y para mi compañera. Y hasta me lo he pasado bien.

Es lo malo de las sectas, al final te engañan, y te acaban gustando.

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