La cubierta de Vecovurt ya ofrece al lector alguna pista acerca del contenido de la novela. La casa que vemos en ella bien puede ser la de la pareja protagonista, formada por Yaren y Nit. Una casita preciosa de un film de sobremesa. Al fondo los rascacielos, la modernidad, el progreso financiero, enmarcado en un territorio virgen hasta apenas hace dos siglos. Virgen no, habitado por los aborígenes que fueron borrados del mapa. Vecovurt se sitúa en un archipiélago en el Pacífico, próximo a Groenlandia, en América del Norte.
Podemos pensar en una de esas comunidades modélicas donde el aire que se respira es la felicidad. Si bien, llegado a lo más alto de la pirámide de Maslow, cubiertas ya todas las necesidades físicas y espirituales, parece sobrevenir entre la población el tedio, aquel aburrimiento tan peligroso del que ya nos advirtió Walter Benjamin. Y la manera que encuentra la población de escapar de ellos mismos y de salir del aburrimiento es recurrir al Trupe, una droga legal.
En la pareja formada por Yaren y Nit, completada con los hijos: Jaslu y Lera, entrará Velkan, un rumano que deja los Cárpatos en busca de su particular El Dorado, que bien puede ser Vecovurt. La novela se despliega minuciosamente en el campo psicológico. Está por ver si el nacimiento y el destino van de la mano, aherrojados al determinismo o no. Velkan ha tenido una infancia difícil, su familia no es un dechado de virtudes, sino un puñado de supervivientes golpeados una y otra vez por una realidad que les ha dado muy escasas oportunidades y todavía menos alegrías y sí un resentimiento del que Velkan quiere sustraerse.
Velkan se cuestiona su identidad. Sabe muy bien de dónde viene pero no tanto hacia dónde va. Le gustan las mujeres pero puede encontrar también el amor en los brazos de un hombre. Es rumano pero se puede sentir más de Vecovurt que cualquiera. Se siente escritor pero sus haberes se los proporciona su oficio de repostero, en la elaboración diaria de éclairs a la crema. Es un camaleón que puede reemplazar a Nit cuando se ausente unos meses, y ejercer de marido para Yaren, de padre para Jaslu y Lera. La narración indaga en la posibilidad de ser otro sin dejar de ser uno mismo, si esto es posible. Si bien, al irse de Rumanía y luego volver tres veces, ya constata ahí Velkan una fisura, el cual va teniendo cada vez más claro hacia dónde quiere ir y en qué casilla del tablero quiere afincarse. Por otra parte, Nit es mestizo, de madre aborigen y padre blanco y libra también su particular batalla contra su pasado, identidad y memoria.
El referido tedio también puede verse alterado con la llegada del drama, de la mano de un incidente, como el que sucede en la refinería en la que trabaja Nit. O en otro anterior, como una inundación, lo que permite que las vidas de Nit y Velkan se fundan y confundan. Esos momentos de zozobra parecen espolear a la población, sacarlos de su letargo y monotonía, ofrecerles la posibilidad momentánea de sentirse vivos.
Se habla en la contraportada de odisea contemporánea. Tal vez la novela de Alba Ramírez lo sea. Pueden ser dos décadas para volver a casa, o bien para encontrarse con uno mismo, para cerrar el círculo, para saber que ocupas tu lugar; ese es el proceloso camino que el lector descubrirá siguiendo los pasos de Velkan.
Vecovurt
Alba Ramírez Guijarro
Ápeiron Ediciones
2024
176 páginas