Índice
Prólogo, por Carlos Núñez Hurtado
11
Primeras palabras
23
I
31
n
71
In
10
IV
131
v
7
VI
167
187
VD
217
Notas, por Ana Maria Araújo Freire
237
Prólogo
Fue en el año 1977; Francisco Gutiérrez, connotado comunicador y educador, organizó un seminario en San José,
Costa Rica, para compartir con Paulo Freire y otros invitados la
propuesta y la práctica de su "Metodología del lenguaje total".
Raúl Leis de Panamá y yo participamos del privilegio de compartir esa inolvidable experiencia, que nos permitió conocer personalmente a Paulo, tanto en foros académicos en la universidad
como en reuniones de intensa discusión con el equipo de Francisco, así como en largas, informales y muy humanas conversaciones, mientras viajábamos por las entontes polvosas carreteras
de Talamanca en la costa atlántica de Costa Rica. Nacho Santos,
mexicano radicado en ese entonces en aquel bello país, colaboraba en el equipo que aplicaba el "lenguaje total" en aquella
apartada región.
Conducía el carro, mostrándonos las comunidades triétnicas y
el hermosísimo paisaje y explicándonos los primeros estragos
que en la vida, cultura y economía de los habitantes de la zona y
en la ecología de aquella región causaba la "invasión" creciente
de las compañías de explotación turística.
Así también tuvimos la oportunidad de conocer a Paulo "en
mangas de camisa", recordando vivencias, como cuando conversamos sobre el tema de la experiencia que tuvo Paulo cuando,
hacía muchos años, estuvo a punto de ahogarse en alguna playa
de Brasil. El tema de la vida y la muerte y el tránsito de un estado
a otro nos hicieron filosofar un buen rato sobre el sentido de la
vida, el compromiso y la trascendencia mientras saboreábamos
12 PAULO FREIRE
algunas frutas aderezadas con el polvo de aquellos apartados caminos vecinales.
En toda esa inolvidable experiencia fuimos conociendo al profundo, auténtico, tierno y comprometido ser humano que envolvía y cobijaba al intelectual y pedagogo de los oprimidos que a
tantos y tantos nos había hecho abrir los ojos, la mente y el corazón, mirando de nuevas maneras a los más des protegidos, a los
explotados de siempre.
Paulo Freire es fundamentalmente,
para mí, el ser humano
más humano que he conocido, y por ello quiero hablar tanto de
él como de su obra.
Su obra había llegado a México a finales de los sesenta, causando un gran impacto en un país que "despertaba" -aunque,
a decir verdad, nunca estuvo dormido- de una especie de letargo prolongado, en el que la "estabilidad", la "paz social" y el
"desarrollo" del partido-gobierno
habían quedado seriamente
cuestionados por la crisis del 68.
En ese México agitado y fértil por la sangre del 2 de octubre
en Tlatelolco, las propuestas de Paulo Freire germinaron de inmediato en muchísimos estudiantes, profesores, intelectuales,
religiosos y religiosas, miembros de organizaciones no gubernamentales y de movimientos sociales, que encontrábamos en sus
sugerentes propuestas políticas teóricas y pedagógicas un sendero que animaba a muchos a ponerse en marcha (y a otros nos
ayudaba a precisar el rumbo ya emprendido) tratando de abrir
camino en un espacio político monolítico, cerrado y autoritario.
La cerrazón del sistema, el corporativismo asfixiante y la falta
de expresiones políticas "legales" (hay que recordar que la reforma política en México vino casi diez años después) hicieron
que miles de conciencias intranquilas, "concientizadas"
por
Paulo Freire, dieran pie al desarrollo de una creciente, vigorosa
y militante corriente de "educación popular", que hoy rinde frutos muy importantes en el contexto político mexicano.
Pero algo similar ocurrió en todo el continente, aunque el impacto y la adopción de sus propuestas no podía ser ajena a cada
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
13
contexto particular, a cada situación política determinada, por lo
que las particularidades de ello son obvias y -de alguna manerael mismo Paulo nos habla de ello en el libro, pues, en este nuevo
trabajo, no sólo nos ofrece ideas sugerentes y compromisos renovados, sino que nos hace conocer y sentir al hombre que sustenta esas ideas yesos compromisos, así como los contextos y
circunstancias de sus búsquedas.
Es un libro en el que nos cuenta Paulo, anecdóticamente, testimonialmente, cómo fue desarrollándose su vida y su compromiso, siempre vital, siempre fresco, siempre en búsqueda de la
coherencia; se nos presenta él mismo con sus dudas, sus angustias, sus aprendizajes, sus hallazgos y sus legítimas reivindicaciones
ante una serie de detractores -principalmente
de la vieja izquierda- que lo cuestionaban por no ser "radicalmente revolucionario"; hoy, Paulo con razón les imputa su crítica de entonces con
su mismo compromiso y definición fundamental de siempre,
mientras muchos de aquéllos hoy en día se han convertido en defensores y promotores del más rampante neoliberalismo.
Yes que la búsqueda de la coherencia quizá sea el principal valor, la principal virtud del Paulo que conocimos por aquellos lejanos años sesenta y setenta y que se sigue manifestando plenamente en la Pedagogía de la esperanza. Ésa es la razón por la que,
viviendo con plena conciencia los tiempos actuales, no "repite"
un discurso gastado, sino que rescata y reafirma sus convicciones
y definiciones sustantivas de entonces, justamente haciéndolas
valer en los tiempos actuales de tantas confusiones, de tantas
derrotas y hasta claudicaciones.
En aquella ocasión en Costa Rica fuimos testigos de algunos
episodios que me gustaría referir (ya que Paulo no los menciona) y que -también anecdóticamente, siguiendo el "tono" del
libro- dan cuenta de lo que afirmo.
Una de estas vivencias se desarrolló en un lejano poblado en
la frontera con Panamá. Raúl Leis y yo la contamos en el libro
que he publicado, "Más sabe el pueblo ... " Anécdotas y testimonios de
educadores populares, de la siguiente manera:
14
PAULO FRElRE
La comunidad se llamaba "Cheis" (según la pronunciaban) y todos creímos que era un vocablo indígena,
hasta que nos aclararon que no, que el nombre lo había tomado la comunidad del apellido del dueño de la
bananera que controlaba toda la región, un gringo llamado "Mr. Cheis".
Pero, volviendo al cuento, en esa reunión Freire estaba muy callado ... la verdad, todos esperábamos que él
estuviera hablando. Cuando se terminó la reunión,
creo recordar que alguien le preguntó por qué estaba
tan callado, por qué no estaba participando. Entonces
él dijo: "Estoy en un profundo silencio activo". Luego
explicó el sentido de su respuesta.
Cuando él estaba en Guinea haciendo un trabajo
con los campesinos, en un taller cuyo tema era el de la
salud, había un viejito que estaba siempre callado. No
participaba en ninguna de las dinámicas que ponían
los coordinadores en las mesas; estuvo en una esquina,
completamente callado, sin participar, durante tres semanas.
Pero un día, al final del taller, le pidieron que identificara una "palabra generadora". Y se para el viejito
que nunca había hablado y dice: "Salud es liberación,
porque la salud se asocia con la liberación del hombre", etc. Hizo entonces una larga y muy clara exposición analítica de todo lo que se había venido tratando
durante esas semanas.
Entonces todo el mundo le dice: "Oiga, pero usted
no había hablado, pensábamos que era mudo; en todas
las dinámicas no hizo ruido, no participaba para nada".
Él contestó: "No, yo estaba en silencio, en un silencio
activo".
De esta manera, refiriéndonos esta anécdota suya,
Paulo Freire nos dio su punto de vista respecto a la participación y su verdadero significado. Cómo hay mo-
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
15
mentas en que uno debe interiorizarse, en "silencio
activo", y por tanto ni el grupo ni los coordinadores deben presionar a todos a tener el mismo nivel de participación en todo momento.
Esa mañana entendimos muy claramente lo que significaba el
concepto de la participación, componente esencial de la pedagogía actual. Y no lo comprendimos escuchando a Paulo disertar
sobre él, sino siendo profundamente coherentes con la lógica y
el sentido de la participación popular. Freire había sido llevado
hasta lo profundo de la montaña costarricense (frontera precisa
con Panamá), y, habiendo a su vez aprendido del anciano del
África lejana, nos dio a todos, coherentemente,
una verdadera
"lección" sobre participación.
En el viaje de regreso a Puerto Limón, unos compañeros pescadores nos invitaron a comer bajo una palapa a las orillas del
Caribe; era ya el atardecer y los pescadores nos obsequiaron con
una deliciosa langosta hervida. Paulo, en aquel maravilloso ambiente, se atrevió a pedir yuca con leche, complementos de recordados momentos de su infancia "nunca más, por tantos años,
revividos". Ahí entre los colores maravillosos del Caribe, entre
recuerdos y sabores recuperados y sobre todo entre aquel grupo
humano tan unido -a pesar de no habernos conocido antes-,
dialogamos con Paulo sobre el sentido profundo de la palabra
del pueblo, de su ritmo, de su visión, de su sabiduría, de su palabra pronunciada y de aquella guardada, siempre fértil y certera,
cuando se "dispara" oportunamente, ni antes, ni después.
Paulo trabajaba intensamente por aquellos tiempos en Guinea
Bissau y entusiasmado platicaba, aquí y allá, junto a un café, en
un receso de las jornadas de la universidad, o en medio de una
comida, de sus aprendizajes con el pueblo africano. "Leímos"
así, de sus labios y de su entusiasmo sin disimulo, las "cartas a
Guinea Bissau" que cargaba siempre en su versión mecanográfica y que mostraba y señalaba a cada momento, como queriendo convencernos, y convencerse él mismo, de que eso que
16
PAULO FREIRE
decía y tanto le entusiasmaba era cierto, tan cierto que él mismo
se había atrevido a dar cuenta de ello poniéndolo por escrito en
aquellas páginas que acariciaba con amor, al mismo tiempo que
nos las leía de memoria, sin abrirlas siquiera, porque eran ya
parte segura de su praxis, de la única verdad que vale la pena tener por verdad, porque es viva, es propia, es personal... pero
también es viva porque es de muchos, porque es de todos y a todos quiere servir; porque, por ser viva, se mueve, cambia, avanza
y retrocede ... pero no muere ni claudica.
Así es la verdad del Paulo que conozco, así 10 leo con pasión y
entusiasmo, cuando en medio de la debacle, de las flaquezas
y traiciones, nos hace recorrer su propia vida, dando cuenta en
ello del constante aprendizaje que su propia práctica comprometida le ha dado, y que él, tan impactan temen te, ofreció y
ofrece al mundo entero.
Por todo ello puede con autoridad moral reiterar su crítica
certera al autoritarismo aniquilador, de cualquier época; tanto
del aparentemente triunfante liberalismo como de los vacíos y
contradictorios procesos de los socialismos reales de la Europa
oriental.
Critica con certeras afirmaciones a quienes, desde la más rígida ortodoxia de izquierda, 10 calificaron de reformista, pedagogista y retrasador de las luchas revolucionarias del continente.
Sigue pronunciando
una palabra fuerte y clara contra los
opresores y en favor de los oprimidos, aunque hoy adquieran
nuevas personalidades y estrenen conceptos. Al re definirlos históricamente, no hace sino reafirmar la vieja contradicción entre
las clases antagónicas según su expresión de hoy, de los noventa,
en el mundo de los noventa pero con las injusticias de los sesenta y de siempre al afirmar que "la lucha de clases no es el motor de la historia, pero ciertamente es uno de ellos". Por eso insiste en el rigor del uso del lenguaje, por eso reafirma que el
tema de los contenidos no puede ser ajeno al de los objetivos
que se persiguen, ni mucho menos al de cómo se trabajan esos
contenidos.
PEDAGOGÍA
teto-
y
y
rí-
los
his-
semoinel
esos
DE LA ESPERANZA
17
El acto de educar y de educarse sigue siendo en estricto sentido un acto político ... y no sólo pedagógico.
Por ello también, al reconocer el fracaso del socialismo real
afirma optimista que es justamente la oportunidad de "contínuar soñando y luchando por el sueño socialista, depurándose
de sus distorsiones autoritarias, de sus actos totalitarios, de su ceguera dogmática". No se maneja con eufemismos; no. Reafirma
su vocación socialista (así, con mayúsculas) como ese modelo
humanizante y libertador que siempre ha soñado, pensado, propuesto, pero sobre todo por el que ha luchado coherentemente.
En aquel referido encuentro en San José, una noche -la últ!ma- tuvimos una pequeña fiesta de celebración y despedida.
Eramos apenas unos cuantos. Inevitablemente, poco a poco, sin
perder el gusto y el ánimo de celebración festiva, la conversación
volvió a ser la protagonista de la fiesta y las ideas, el alimento de
la misma.
Hablábamos del tema de la seguridad personal, de las amenazas siempre presentes por parte de los enemigos de toda causa
justa en cualquier lugar del mundo. En la reunión había varios
que explícitamente se entendían y actuaban desde una óptica y
compromiso religioso. Aunque quizá todos -o la gran mayoríaéramos cristianos, había como dos tendencias no contradictorias
pero sí con diferentes matices: quienes se empeñaban en entender la Pedagogía del oprimido desde una perspectiva más propiamente pedagógica (que dio origen a aquella tendencia psicosocial del pensamiento freireano que obligó al propio Paulo a
autocriticarse por 10 que, aun sin pretenderlo, había provocado
con algunas de sus afirmaciones ligadas al tema de la concientización) y los que la entendíamos también en su dimensión política.
La conversación fue riquísima y de gran impacto para todos.
Cuando terminó la fiesta, una amiga nos llevó en su carro al hotel. En el camino, me resultó imposible no hacer algún comentario al respecto, como queriendo todavía aprovechar aquellos minutos para saborear el "postre" de aquella rica sesión.
lH PAULO FRElRE
"Es muy claro -me dijo más o menos- que los compañeros
mantienen todavía una posición muy ingenua que, siendo honesta y comprometida, manifiesta su posición religiosa de influencia metafísica. Y por eso tratan de interpretarme a mí como
pedagogo; mas yo te digo a ti que soy sustantivamente político y
sólo adjetivamente pedagogo."
Estas últimas palabras sí fueron exactamente dichas así, porque nunca se me pudieron olvidar. Me marcaron para toda la
vida, y cuando las leí en otros trabajos, siempre evoqué esta noche inolvidable en la que Paulo se definió, como lo hizo también
en el momento en que -según nos cuenta- abandonó su trabajo
de abogado que lo llevaba a entrar en contradicción con sus
principios y valores. Como se definió de palabra y obra cuando,
coherente con su propuesta, fue escribiendo, como quien teje
poco a poco, con paciencia de artesano, su vida y su aprendizaje
compartidos con Elza y otros muchos compañeros y compañeras, su Pedagogía del oprimido, que por ser de él, como él es, ha
acabado siendo nuestra. Como se definió en el Brasil de los sesenta, que lo hizo "tener que redefinirse" -involuntariamentepor el exilio por el que tanto sufrió, pero que tanto le ayudó a vivir y sentir con realismo total la tristeza y la saudade. Exilio que le
ayudó a vivir otras realidades, otras luchas, otros pueblos, otras
afrentas y atropellos; otros colores, razas, inteligencias. Otros liderazgos y sabidurías, de tantas gentes, en tantos contextos, que
lo volvieron todavía más universal, más de todos.
A poco más de veinte años, Paulo reescribe ese compromiso
ético e histórico, sin variar en lo esencial, pero enriquecido con
su aprendizaje en su larga lucha y fecunda experiencia con los
campesinos de Jamaica o de Chile o de África, al igual que con
los migran tes españoles en Suiza, o con sus debates en Estados
Unidos o Australia.
Es la praxis la escuela de este buscador incansable de la coherencia, de la tolerancia (que él mismo define ahora en forma
hermosa y contundente al decirnos que es: "la virtud revolucionaria que consiste en la convivencia con los diferentes, para que
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 19
se pueda luchar mejor contra los antagónicos"). Hermosa forma
de reafirmar su compromiso, sin claudicar de sus posiciones políticas, pero también sin tratar de imponerlas a nadie. Coherencia parece ser la palabra clave que le lleva a transitar este difícil
camino de búsquedas, hallazgos, dudas, exilios, saudades, golpes
de Estado impensables, quiebres históricos y derrumbes de muros, claudicaciones, reafirmaciones heroicas ... y poder decirnos
con fuerza, casi gritarnos, que existe la esperanza, que los sueños
existen, que no han muerto las utopías, por las que paradójicamente tantos han tenido que morir.
Así lo reafirmaba vehementemente en su casa de Sao Paulo en
mayo de 1992, cuando me solicitó que escribiera estas líneas que
son un compromiso y un orgullo para mí.
Quizá el testimonio más elocuente de esa búsqueda de coherencia lo vivimos también en aquella ocasión en San José. Dentro del cargado programa de seminarios, charlas, visitas de
campo, etc., había sido programada una conferencia magistral
en el teatro Colón en San José.
Cuando Raúl y yo llegamos al teatro, las puertas habían sido
cerradas, pues estaba a reventar, a pesar de que todavía faltaba
bastante tiempo para la hora programada. No sin dificultad logramos identificarnos como parte del grupo invitado y pudimos
al fin ocupar los asientos reservados en la primera fila de la luneta.
El acto por fin empezó y caímos en la cuenta de que se aprovechaba la figura de Paulo Freire para revestir un acto oficial,
conmemorativo de Dinadeco (Dirección Nacional de Desarrollo
Comunitario). En la mesa de honor, funcionarios, ministros, el
propio Presidente de la República y Paulo Freire, acompañado
de los organizadores de los eventos que habían hecho posible su
visita a Costa Rica. Hablaron los ministros y funcionarios alabando sin pudor su propia institución ysu propio trabajo, mientras el público interpelaba a gritos lo que consideraba mentiras y
repudiaba así el montaje tan bien preparado para un acto más
propagandístico que legitimador.
20
PAULO FREIRE
Llegado el momento, el animador presentó -¡por fin!- a
Paulo Freire, quien muy suavemente dijo -palabras más, palabras menos- que cuando recibió la invitación para ir a Costa
Rica había aceptado, pero poniendo ciertas condiciones, como
moverse libremente, no tener cortapisas para hablar con nadie y
cosas por el estilo; todas -dijo- han sido respetadas, pero no
una, la más importante: no convertirlo en un mito; "puse como
condición -dijo- no dar ninguna conferencia de este tipo ... y
esto no ha sido cumplido. Yo quiero ser coherente -continuóy quiero ser un hombre de diálogo; por tanto, invito a todos los
presentes [un teatro a reventar] a que dialoguemos, porque -insistió- yo no soy un mito y lucho contra mi propio mito".
Hubo un desconcierto absoluto, y del silencio eterno empezaron
a surgir algunos rumores; poco después, algunas preguntas llegaron por escrito a la mesa. Alguna de las primeras, muy provocadora, le preguntaba -mejor dicho, le reclamaba- que cómo era posible que él, siendo el "pedagogo de los oprimidos", se prestara a
ser invitado por un gobierno opresor y etc., etc. El clásico discurso
"radical" de aquellos años, en pleno teatro y delante del Presidente.
Esta y otras muy pocas preguntas contestó Paulo Freire mientras el Presidente se retiraba, disculpándose por tener compromisos ineludibles. Pero no sólo él se retiraba. El público entero,
primero poco a poco y después masivamente, se retiraba manifestando abiertamente su descontento, mientras Freire continuaba dando su opinión sobre los pocos temas planteados.
Muy pronto, el teatro quedó completamente vacío y, en la
mesa de honor, sólo Paulo y algunos de los organizadores. Raúl
y yo, sentados en primera fila, no podíamos asimilar lo que estaba pasando. El mismo público juvenil, entusiasta y radical, que
había peleado por entrar al teatro apenas minutos antes, dejaba
al "mito" hablando solo.
Cuando terminó de comentar la última pregunta, Paulo dijo:
"Éste ha sido mi segundo gran fracaso monumental; el primero,
muy similar, me sucedió en alguna (no recuerdo cuál) universidad de Estados Unidos no hace mucho. Pero aunque esto sea
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 21
muy duro, estoy contento, porque he sido coherente. He logrado ser coherente con lo que digo y con lo que pienso. He
vencido mi propio mito ... y estoy contento por ello".
Se levantó lentamente y bajó hacia la luneta, encandilado por
las luces que le impedían ver a sus ya ausentes interlocutores;
sorprendido, triste, golpeado pero orgulloso, nos descubrió ahí
parados, fuertemente impactados, nerviosos y muy emocionados. Al vernos ahí de pie, solos, se encaminó a nosotros y, al encontrarnos, nos abrazó a los dos en un profundo silencio que decía todo, sin tener nadie que decir nada. Permanecimos así no sé
cuánto, ¿un minuto?, ¿dos? No lo sé; me pareció largo, íntimo y
muy emotivo el tiempo que me hizo conocer y entender el valor
humano profundo y el alma sensible y fraterna, que en aquel
abrazo me enseñó más que cualquier tratado.
Había luchado contra su propio mito ... y lo había derrotado.
¿Cómo no admirar y apreciar más al hombre que piensa, siente,
actúa y se compromete así?
Difícil hablar de esto sin caer o provocar la mitificación que él
mismo cuestiona. Pero basándome en su humildad y sencillez
me arriesgo a hacerlo, para reconocer el valor de la autenticidad ... yjustamente por ello ayudar a encontrar AL HOMBRE, para
no seguir buscando al mito.
Hoy, muchos años después y habiendo tenido algunos otros
encuentros personales con Paulo -pocos en realidad- me emociono al recordar aquello y al leerlo y sentirlo tan igualmente humano, coherente y comprometido, cuando nos convoca a soñar
y luchar por la esperanza, que nunca, como tampoco los sueños,
ha muerto.
De eso da cuenta Paulo en su libro, porque es el libro de sus
ideas, sus sueños, sus búsquedas y sus siempre coherentes compromisos. Porque es el libro de su esperanza, que tan generosamente nos ofrece para que la hagamos también nuestra.
Gracias, Paulo.
CARLOS NÚÑEZ HURTADO
Primeras palabras
Cuando mucha gente hace discursos pragmáticos y
defiende nuestra adaptación a los hechos, acusando al sueño y la
utopía no sólo de ser inútiles, sino también de ser inoportunos
en cuanto elementos que necesariamente forman parte de toda
práctica educativa que desenmascare las mentiras dominantes,
puede parecer extraño que yo escriba un libro llamado Pedagogía
de la esperanza: un reencuentro con la Pedagogía del oprimido.
Para mí, en cambio, la práctica educativa de opción progresistajamás dejará de ser una aventura de revelación, una experiencia de desocultamiento de la verdad. Es porque siempre he pensado así por lo que a veces se discute si soy o no un educador.
Eso fue lo que ocurrió en un encuentro realizado recientemente en la UNESCO, en París, según me contó uno de los que participaron en él, en que representantes latinoamericanos me negaban la condición de educador. Que obviamente no se negaban
a sí mismos. Criticaban en mí lo que les parecía mi politización
exagerada.
No percibían, sin embargo, que al negarme a mí la condición
de educador, por ser demasiado político, eran tan políticos
como yo. Aunque ciertamente, en una posición contraria a la
mía. Neutrales no eran, ni podrían serlo.
Por otra parte, debe de haber un sinnúmero de personas que
piensan como un profesor universitario amigo mío que me preguntó, asombrado: "¿Pero cómo, Paulo, una Pedagogía de la esperanza en medio de una desvergüenza como la que nos asfixia
hoy en Brasil?".
24
PAULO FREIRE
Es que la "democratización" de la desvergüenza que se ha
adueñado del país, la falta de respeto a la cosa pública, la
impunidad, se han profundizado y generalizado tanto que
la nación ha empezado a ponerse de pie, a protestar. Los jóvenes y los adolescentes también salen a la calle, critican, exigen
seriedad y transparencia. El pueblo clama contra las pruebas
de desfachatez. Las plazas públicas se llenan de nuevo. Hay
una esperanza, no importa que no sea siempre audaz, en las
esquinas de las calles, en el cuerpo de cada una y de cada uno
de nosotros. Es como si la mayoría de la nación fuera asaltada
por una incontenible necesidad de vomitar ante tamaña desvergüenza.
Por otro lado, sin poder siquiera negar la desesperanza como
algo concreto y sin desconocer las razones históricas, económicas y sociales que la explican, no entiendo la existencia humana
y la necesaria lucha por mejorarla sin la esperanza y sin el sueño.
La esperanza es una necesidad ontológica; la desesperanza es
esperanza que, perdiendo su dirección, se convierte en distorsión de la necesidad ontológica.
Como programa, la desesperanza nos inmoviliza y nos hace
sucumbir al fatalismo en que no es posible reunir las fuerzas
indispensables para el embate recreador del mundo.
No soy esperanzado por pura terquedad, sino por imperativo
existencial e histórico.
Esto no quiere decir, sin embargo, que porque soy esperanzado atribuya a mi esperanza el poder de transformar la realidad,
y convencido de eso me lance al embate sin tomar en consideración los datos concretos, materiales, afirmando que con mi esperanza basta. Mi esperanza es necesaria pero no es suficiente. Ella
sola no gana la lucha, pero sin ella la lucha flaquea y titubea.
Necesitamos la esperanza crítica como el pez necesita el agua
incontaminada.
Pensar que la esperanza sola transforma el mundo y actuar
movido por esa ingenuidad es un modo excelente de caer en la
desesperanza, en el pesimismo, en el fatalismo. Pero prescindir
PRIMERAS PALABRAS 25
des-
es
distor-
espeElla
titubea.
la
de la esperanza en la lucha por mejorar el mundo, como si la
lucha pudiera reducirse exclusivamente a actos calculados, a
la pura cientificidad, es frívola ilusión. Prescindir de la esperanza que se funda no sólo en la verdad sino en la calidad ética de
la lucha es negarle uno de sus soportes fundamentales. Lo esencial, como digo más adelante en el cuerpo de esta Pedagogía de
la esperanza, es que ésta, en cuanto necesidad ontológica, necesita anclarse en la práctica. En cuanto necesidad ontológica la
esperanza necesita de la práctica para volverse historia concreta. Por eso no hay esperanza en la pura espera, ni tampoco se
alcanza lo que se espera en la espera pura, que así se vuelve
espera vana.
Sin un mínimo de esperanza no podemos ni siquiera comenzar el embate, pero sin el embate la esperanza, como necesidad
ontológica, se desordena, se tuerce y se convierte en desesperanza que a veces se alarga en trágica desesperación. De ahí que sea
necesario educar la esperanza. Y es que tiene tanta importancia
en nuestra existencia, individual y social, que no debemos experimentarla en forma errada, dejando que resbale hacia la desesperanza y la desesperación. Desesperanza y desesperación, consecuencia y razón de ser de la inacción o del inmovilismo.
En las situaciones límite, más allá de las cuales se encuentra lo
"inédito viable", 1 a veces perceptible, a veces no, se encuentran
razones de ser para ambas posiciones: la esperanzada y la desesperanzada.
Una de las tareas del educador o la educadora progresista, a
través del análisis político serio y correcto, es descubrir las posibilidades -cualesquiera que sean los obstáculos- para la esperanza, sin la cual poco podemos hacer porque difícilmente
luchamos, y cuando luchamos como desesperanzados o desesperados es la nuestra una lucha suicida, un cuerpo a cuerpo puramente vengativo. Pero lo que hay de castigo, de pena, de corrección, de penitencia en la lucha que hacemos movidos por la
esperanza, por el fundamento ético-histórico de su acierto,
forma parte de la naturaleza pedagógica del proceso político del
26
PAULO FREIRE
que esa lucha es expresión. No será equitativo que las injusticias,
los abusos, las extorsiones, las ganancias ilícitas, los tráficos de
influencia, el uso del cargo para la satisfacción de intereses personales, que nada de eso por lo que con justa ira luchamos
ahora en Brasil se corrija, como no será correcto que todas y
todos los que fueran juzgados culpables no sean castigados severamente, aunque dentro de la ley.
No basta para nosotros, ni es argumento válido, reconocer
que nada de eso es "privilegio" del Tercer Mundo, como a
veces se insinúa. El Primer Mundo siempre ha sido ejemplar
en escándalos de todo tipo, siempre ha sido modelo de maldad
y de explotación. Basta pensar en el colonialismo, en la matanza de los pueblos invadidos, sometidos, colonizados; en las
guerras de este siglo, en la discriminación racial, vergonzosa y
envilecedora, en el saqueo que ha perpetrado. No, no tenemos
el privilegio de la deshonestidad, pero ya no podemos tolerar
los escándalos que nos hieren en lo más profundo de nuestro
ser.
Qué cinismo -entre decenas de otros- el de ciertos políticos
que, pretendiendo ocultar a sus electores -que tienen absoluto
derecho a saber qué hacen en el Congreso y por qué lo hacen-,
defienden con aires puritanos, en nombre de la democracia,
el derecho a esconderse en el "voto secreto" durante la votación
del juicio al Presidente de la República. ¿Por qué esconderse si
no hay riesgo, el más mínimo, de verse ofendidos en su integridad fisica? ¿Por qué esconderse cuando proclaman la "pureza",
la "honradez", la "inatacabilidad" de su presidente? Pues que asuman su opción con dignidad. Que expliquen su defensa de lo
indefendible.
La Pedagogía de la esperanza: un reencuentro con la Pedagogía del
oprimido es un libro así, escrito con rabia, con amor, sin lo cual
no hay esperanza. Una defensa de la tolerancia -que no se confunde con la connivencia- y de la radicalidad; una crítica al sectarismo, una comprensión de la posmodernidad progresista y
un rechazo de la conservadora, neoliberal.
PRIMERAS PALABRAS
27
En un primer momento, intento analizar o hablar de tramas
de la infancia, de la juventud, de los comienzos de la madurez
en que la Pedagogía del oprimido con que me reencuentro en este
libro se anunciaba e iba tomando forma, primero oral y después
gráficamente.
Algunas de esas tramas terminaron por traerme al exilio al que
llego con el cuerpo mojado de historia, de marcas culturales, de
recuerdos, de sentimientos, de dudas, de sueños rotos pero no
deshechos, de nostalgias de mi mundo, de mi cielo, de las aguas
tibias del Atlántico, de la "lengua errada del pueblo, lengua acertada del pueblo". * Llegué al exilio y a la memoria de tantas tramas que traía en el cuerpo añadí la marca de nuevos hechos,
nuevos saberes que se constituían entonces en nuevas tramas.
La Pedagogía del oprimido surge de todo eso y hablo de ella, de
cómo aprendí a escribirla e incluso de cómo, al hablar de ella
primero, fui aprendiendo a escribirla.
Después, en un segundo momento del libro actual, retomo la
Pedagogía del oprimido. Discuto algunos de sus momentos, analizo
algunas críticas que se le hicieron en los años setenta.
En el tercer y último momento de este libro hablo ampliamente de las tramas que tuvieron como personaje casi central
a la propia Pedagogía del oprimido. Es como si estuviera -yen
el fondo estoy- reviviendo, y al hacerlo repensando, ciertos
momentos singulares de mi vagabundear por los cuatro rumbos
del mundo al que fui llevado por la Pedagogía del oprimido. Sin
embargo, tal vez deba dejar claro para los lectores y las lectoras
que al referirme a la Pedagogía del oprimido y hablar hoy de tramas vividas en los años setenta no estoy asumiendo una posición
nostálgica. En verdad, mi reencuentro con la Pedagogía del oprimido no tiene el tono de quien habla de lo que ya ocurrió, sino
de lo que está ocurriendo.
* Manuel
Bandeira, "Evocacáo do Recife", en Poesias, 6a. ed., Río de
Janeiro,José
Olympo, 1955, p. 191.
28 PAULO FREIRE
Las tramas, los hechos, los debates, las discusiones, los proyectos, las experiencias, los diálogos en que participé en los años
setenta, teniendo como centro la Pedagogía del oprimido, me parecen tan actuales como otros a los que me refiero, de los años
ochenta y de hoy.
Quisiera ahora, en estas palabras primeras, agradecer a un
grupo de amigos y amigas, en Brasil y fuera de él, con quienes,
antes incluso de empezar a trabajar en esta Pedagogía de la esperanza, conversé sobre el proyecto y de quienes recibí importante estímulo.
Ana Maria Freire, Magdalena Freire Weffort, Maria de Fátima
Freire Dowbor, Lutgardes Freire, Ladislau Dowbor, Celso
Beisiegel, Ana Maria Saul, Moacir Gadotti, Antonio Chizzotti,
Adriano Nogueira, Márcio Campos, Carlos Arguelo, Eduardo
Sebastiani Ferreira, Adáo J. Cardoso, Henry Giroux, Donaldo
Macedo, Peter Park, Peter MeLaren, Ira Shor, Stanley
Aronowitz, Raúl Magaña, Joáo Batista F. Pinto, Michael Apple,
Madeleine Groumet, Martin Carnoy, Carlos Torres, Eduardo
Hasche, Alma Flor Ada, Joaquim Freire, Susanne Mebes,
Cristina Freire Heiniger y Alberto Heiniger.
Quisiera expresar también mi agradecimiento a Ana Maria
Freire, mi esposa, por las excelentes notas que aclaran y completan aspectos importantes de mi texto.
Me siento igualmente en deuda con Suzie Hartmann Lontra,
que paciente y dedicadamente revisó conmigo la dactilografía
de los originales. Digna de nota fue también la eficiente colaboración de mi secretaria, Regina M. Silva Bueno.
Por otra parte, no podría dejar de expresar aquí mi reconocimiento a Werner Linz por el entusiasmo con que siempre discutió conmigo, personalmente o por carta, el proyecto de este
libro, el mismo entusiasmo con que, hace veintitrés años, recibió
en Nueva York el manuscrito de la Pedagogía del oprimido, que
editó.
Finalmente, a Marcus Gasparian, una de las mejores presencias brasileñas, hoy, entre los editores buenos y sensibles, mi
PRIMERAS PALABRAS
proyecaños
pareaños
un
quienes,
espeimportanFátima
Celso
Chizzotti,
Eduardo
Donaldo
Stanley
Apple,
Eduardo
Mebes,
Maria
compleLontra,
dactilografía
colaboreconocidiscueste
recibió
que
presenmi
29
abrazo fraterno de admiración y mi agradecimiento por el gusto
con que constantemente discutió conmigo sobre lo que llegaría
a ser Pedagogía de la esperanza: un reencuentro con la Pedagogía del
oprimido.
P.F.
SAO PAULO, SEPTIEMBRE DE
1992
1
En 1947, en Recife, siendo profesor de lengua portuguesa en el colegio Oswaldo Cruz,2 donde había cursado la secundaria desde el segundo año y el curso llamado entonces prejurídico.é por favor especial de su director, el doctor Aluízio
Pessoa de Araújo,4 fui invitado a incorporarme al recién creado
Servicio Social de la Industria, SESI, Departamento Regional de
Pernambuco, instituido por la Confederación Nacional de Industrias, cuya forma legal había sido establecida por decreto presidencial. 5
La invitación me llegó a través de un gran amigo y compañero
de estudios desde los bancos del colegio Oswaldo Cruz, a quien
hasta hoy me une una grande y fraterna amistad, jamás perturbada por divergencias de naturaleza política. Divergencias que
necesariamente
expresaban nuestras diferentes visiones del
mundo y nuestra comprensión de la vida misma. Atravesamos algunos de los momentos más problemáticos de nuestras vidas
amenizando nuestros desacuerdos sin dificultad, defendiendo
así nuestro derecho y nuestro deber de preservar la estima mutua muy por encima de nuestras opciones políticas y de nuestras
posiciones ideológicas. Sin saberlo, en aquella época ya éramos,
a nuestro modo, posmodernos ... Es que en verdad, en el respeto
mutuo experimentábamos el fundamento mismo de la política.
Fue Paulo Rangel Moreira, hoy famoso abogado y profesor de
derecho'' de la Universidad Federal de Pernambuco, quien, en
una tarde clara de Recife, risueño y optimista, vino a nuestra
casa, en el barrio de la Casa Forte, en la calle Rita de Souza 224,
32
PAULO FRElRE
y nos habló a mí y a Elza, mi primera esposa, de la ex.istenci~ d~l
SESI y de lo que podría significar para n~s~tros trabajar en .el. El
ya había aceptado la invitación que le hI~Iera el entonce~ Jov~n
presidente de la organización, el ingemero y empresano Cid
Sampaio, para integrar el sector de proyectos en ,el campo ~e l~
asistencia social. Todo indicaba que pronto pasana al sector Jundico del organismo, lo que era su sueño, coherente con su formación y su competencia.
.'
Escuché, escuchamos, entre callados, cunosos, retIc~ntes,
desafiados el discurso optimista de Paulo Rangel. Habla un
poco de temor también, en nosotros, en Elza y en mí. Temor de
lo nuevo, tal vez. Pero también había una voluntad y un gusto
por el riesgo, por la aventura.
.
La noche iba "cayendo". La noche había "caído". En Re~Ife l~
noche "llega" de repente. El sol se "asombra" de estar iluminando todavía y "desaparece" rápido, sin más dem~ra.
,
,
Encendiendo la luz, Elza preguntó a Rangel: ¿Y que hara
Paulo en ese organismo? ¿Qué le puede ofrecer a Paulo: a~arte
del salario necesario, en el sentido de que ejercite su ~unosIda~,
se entregue a un trabajo creador qu~ no ~o lleve a monrse de _~ISteza a morirse de nostalgia del magisteno que tanto le ~sta. .
E~tábamos en el último año del curso jurídico, a medIa~os de
año. Para estas fechas ya había ocurrido algo realmente Im~ortan te en mi vida y a lo que ya he hecho referencia en entrevistas
y en trozos biográficos publicados en revistas o en libros. Un
acontecimiento que había hecho reír a Elza, por un lado, una
risa de confirmación de algo que ella casi adivinaba y a lo que
apostaba desde los inicios de nuestra vida en común; por e~otro
una risa amena, sin arrogancia, pero desbordante de alegna.
Cierto atardecer, llegué a casa, yo mismo con la sabro~a sensación de quien se deshacía de un equívoco y Elza, a~nendo la
puerta, me hizo la pregunta que en mucha gente ter~ma por tomar aire y alma burocráticos pero que en ella era siempre pregunta curiosidad viva verdadera indagación, jamás fórmula mecánicamente
memorizada: "¿Fue todo bien hoy en 1a o fici
icma -"
..
"
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
d~l
El
Jov~n
Cid
l~
JunforretIc~ntes,
un
de
gusto
l~
ilumi,
hara
a~arte
~unosIda~,
_~IS.
de
Im~orentrevistas
Un
una
que
otro
sensala
topreme..
-"
33
Le hablé entonces de la experiencia que había puesto fin a la
recién iniciada carrera de abogado. Necesitaba realmente hablar, decir, palabra por palabra, las que había dicho al joven dentista que poco tiempo antes había tenido sentado frente a mí, en
la oficina que pretendía ser de abogado, tímido, asustado, nervioso, las manos como si de repente ya no tuvieran nada que ver
con la mente, con el cuerpo consciente, como si se hubieran
vuelto autónomas y ya no supieran qué hacer de sí mismas, consigo mismas y con las palabras, dichas Dios sabe cómo, de aquel
joven dentista. En aquel momento singular yo necesitaba hablar
con Elza, como en otros momentos singularmente singulares de
nuestra vida he necesitado hablar de lo hablado, de lo dicho y
de lo no dicho, de lo oído, de lo escuchado. Hablar de lo dicho
no es sólo re-decir lo dicho sino revivir lo vivido que generó el
decir que ahora, en el tiempo de re-decir, se dice de nuevo. Por
eso re-decir, hablar de lo dicho, incluye oír nuevamente lo dicho
por el otro sobre nuestro decir o a causa de él.
"Me emocioné mucho esta tarde, hace poco -le dije a Elza-. Ya
no seré abogado. No es que no vea en la abogacía un encanto especial, una necesidad fundamental, una tarea indispensable que,
tanto como otra cualquiera, debe fundarse en la ética, en la competencia, en la seriedad, en el respeto a las gentes. Pero no es la
abogacía lo que yo quiero." Hablé entonces de lo ocurrido, de las
cosas vividas, de las palabras, de los silencios significativos, de lo
dicho, de lo oído. Deljoven dentista delante de mí a quien había
invitado a venir a conversar conmigo, abogado de su acreedor. El
dentista había instalado su consultorio, si no totalmente al menos
en parte, y no había pagado sus deudas.
"Me equivoqué -dijo él-, o fui demasiado optimista cuando
asumí el compromiso que hoy no puedo cumplir. No tengo
cómo pagar lo que debo. Por otra parte -continuó eljoven dentista, con voz lenta y sincera-, según la ley, no puedo quedarme
sin mis instrumentos de trabajo. Puede usted solicitar el embargo de nuestros muebles: el comedor, la sala ... -y con una risa
tímida, nada desdeñosa, más con humor que con ironía, com-
34
PAULO FRElRE
pletó-: Sólo no puede embargar a mi hijita de un año y medio ..."
Yo lo escuché callado, pensativo, para después decir: "Creo
que usted, su esposa, su hijita, su comedor y su sala van a vivir
unos días como si estuvieran entre paréntesis en relación con
las afrentas de su deuda. Hasta la semana que viene no podré
ver a su acreedor, a quien le voy a devolver el caso. Posiblemente tardará otra semana para conseguir a otro necesitado
como yo para que sea su abogado. Eso les dará un poco de aire,
aunque sea entre paréntesis. Quisiera decirle también que con
usted concluyo mi paso por la carrera sin siquiera iniciarlo. Muchas gracias".
El joven de mi generación dejó mi oficina tal vez sin haber
comprendido profundamente lo dicho y lo oído. Apretó calurosamente mi mano con su mano fría. Quizás en su casa, repensando lo dicho, haya empezado a comprender algunas de las razones que me llevaron a decir lo que dije.
Aquella tarde, repitiendo a Elza lo dicho, no podía imaginar
que un día, tantos años después, escribiría la Pedagogía del oprimido, cuyo discurso, cuya propuesta tiene relación con la experiencia de aquella tarde, también y sobre todo por lo que significó en la decisión de aceptar la oferta de Cid Sampaio que me
traía Paulo Rangel. Es que dejar definitivamente la abogacía
aquella tarde, habiendo oído de Elza: "Yoesperaba esto, tú eres
un educador", nos hizo pocos meses más tarde, en un comienzo
de noche que llegaba con prisa, decir que sí al llamado del SESI,
a su División de Educación y Cultura, cuyo campo de experiencia, de estudio, de reflexión, de práctica, se constituye como un
momento indispensable para la gestación de la Pedagogía deloprimido.
Un acontecimiento, un hecho, un acto, un gesto de rabia o
de amor, un poema, una tela, una canción, un libro, nunca tienen detrás una sola razón. Un acontecimiento, un hecho, un
acto, una canción, un gesto, un poema, un libro están siempre
involucrados en densas tramas, tocados por múltiples razones
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
35
de ser, algunas de las cuales están más cerca de lo ocurrido o de
lo creado, mientras que otras son más visibles en cuanto razón
de ser. Por eso a mí me interesó siempre mucho más la comprensión del proceso en que y como las cosas se dan que el producto en sí.
La Pedagogía del oprimido no podría haberse gestado en mí sólo
por causa de mi paso por el SESI, pero mi paso por el SESI fue fundamental, diría incluso indispensable, para su elaboración. Aún
antes de la Pedagogía del oprimido, el paso por el SE SI tramó algo
de lo que la Pedagogía del oprimido fue una especie de prolongación necesaria: me refiero a la tesis universitaria que defendí en
la entonces Universidad de Recife, después Federal de Pernambuco: Educadio e atualidade brasileira, que en el fondo, al desdoblarse en La educación como práctica de la libertad, anuncia la Pedagogía del oprimido.
Por otro lado, en entrevistas, en diálogos con intelectuales no
sólo brasileños, he hecho referencia a tramas más remotas que
me envolvieron, a fragmentos de tiempo de mi irifancia y de mi
adolescencia anteriores a la época del SESI, indiscutiblemente
una época fundante.
Fragmentos de tiempo que de hecho se hallaban en mí, desde
que los viví, a la espera de otro tiempo, que incluso podría no
haber llegado como llegó, en que se alargarían en la composición de la trama mayor.
tie-
A veces somos nosotros los que no percibimos el "parentesco"
entre los tiempos vividos y perdemos así la posibilidad de "soldar" conocimientos desligados y, al hacerlo, iluminar con los segundos la precaria claridad de los primeros.
La experiencia de la infancia y de la adolescencia con niños,
hijos de trabajadores rurales y urbanos, mi convivencia con sus
ínfimas posibilidades de vida, la manera como la mayoría de
sus padres nos trataban a Temístocles -mi hermano mayor inmediato- y a mí, su "miedo a la libertad" que yo no entendía ni
llamaba de ese modo, su sumisión al patrón, al jefe, al señor
que más tarde, mucho más tarde, encontré descritos por
36
PAULO FRElRE
Sartre* como una de las expresiones de la "connivencia" de los
oprimidos con los opresores. Sus cuerpos de oprimidos, que
sin haber sido consultados hospedaban a los opresores.
.
Interesante en el contexto de la infancia y la adolescencia, en
la convivencia con la maldad de los poderosos, con la fragilidad
que precisa convertirse en fuerza de los domi~a~~s, que e~ el
tiempo fundante del SES!, lleno de "soldad~ras y hgaduras de
viejas y puras "adivinaciones" a .las que mi ~u~vo "saber ~mergiendo en forma crítica dio sentido, haya yo leído la razono de
ser o algunas de las razones de ser, las tramas de libros ya escnto.s
que aún no había leído y de libros que toda~a ~staban por escribirse y que vendrían a iluminar la memona VIvaque ~e marcaba. Marx, Lukács, Fromm, Gramsci, Fanon, Memmi, Sartre,
Kosik, Agnes Heller, Merleau Ponty, Simone Weil, Arendt, Marcuse ...
Años después, la puesta en práctica de algunas de las "soldaduras" y "ligaduras" realizadas en el tiempo fundante ~el SES! me
llevó al exilio,7 especie de "fondeadero" que hizo posI~le volve.r
a unir recuerdos, reconocer hechos, actos, gestos, umr conocímientos, soldar momentos, reconocer para conocer mejo~.
.
En este esfuerzo por recordar momentos de mi expenencIa
que necesariamente,
cualquiera que sea el tie~po en. que
ocurrieron, se constituyeron como fuentes de mIS reflexiones
teóricas al escribir la Pedagogía del oprimido, y continúan siéndolo
hoy al repensarlas, me parece oportuno hacer refer~nci~ a un
caso ejemplar que viví en los años cincuenta, expen~nCIa qu~
resultó ser un aprendizaje de real importancia para rm, para. rru
comprensión teórica de la práctica político-educativa, que SI es
progresista no puede desconocer, como he afirmado siempre, la
lectura del mundo que vienen haciendo los grupos populares y
que en su discurso, en su sintaxis, en su semántica, expresa sus
sueños y deseos.
* Jean
Paul Sartre, prefacio a Los condenados de la tierra de Frantz
Fanon, México, FCE, 1963.
PEDAGOGÍA
los
que
en
fragilidad
el
de
~merde
escnto.s
escrimarSartre,
Mar"soldame
volve.r
conocí.
que
reflexiones
siéndolo
un
qu~
rru
SI es
la
y
sus
DE LA ESPERANZA
37
Trabajaba entonces en el SES! y, preocupado por las relaciones
entre escuelas y familias, venía experimentando
caminos que
mejor posibilitasen su encuentro, la comprensión de la práctica
educativa realizada en las escuelas, por parte de las familias; la
comprensión de las dificultades que tendrían las familias de las
áreas populares, enfrentando problemas, para realizar su actividad educativa. En el fondo lo que buscaba era un diálogo entre
ellas del que pudiera resultar la necesaria ayuda mutua que por
otro lado, al implicar una intensidad mayor de la presencia de
las familias en las escuelas, pudiera ir aumentando la connotación política de esa presencia en el sentido de abrir más canales
de participación democrática a padres y madres en la propia política educacional vivida en las escuelas.
Había realizado en esa época una investigación que había
abarcado a cerca de mil familias de alumnos, distribuidas entre
el área urbana de Recife, la Zona de Selva, la de agreste y lo que
podríamos llamar la "puerta" de la zona de sertiio de Pernambuco.f donde el SES! tenía núcleos o centros sociales en que prestaba asistencia médico-dental, escolar, deportiva, cultural, etc., a
sus asociados y familias.
La investigación, nada sofisticada, simplemente interrogaba a
los padres y madres acerca de sus relaciones con sus hijos e hijas.
La cuestión de los castigos, los premios, las modalidades de castigo más usadas, sus motivos más frecuentes, la reacción de los
niños a los castigos, el cambio o no del comportamiento en el
sentido deseado por quien castigaba, etcétera.
Recuerdo que al examinar los resultados me asusté -aunque
lo esperaba- con el énfasis en los castigos físicos, realmente violentos, en el área urbana de Recife, en la Zona de Selva, en el
agreste y en el sertdo, que contrastaba con la ausencia total no sólo
de éstos sino del castigo en general en las áreas pesqueras. Parecía que en esas áreas el horizonte marítimo, las leyendas sobre la
libertad individual de que la cultura está impregnada, el enfrentamiento de los pescadores en sus precarias jangadas9 con la
fuerza del mar, empresa para hombres libres y altaneros, las fan-
38
PAULO FRElRE
tasías que dan color a las historias fantásticas de los pescadores,
todo eso podría tener relación con un gusto por la libertad que
se opone al uso de los castigos violentos.
Ni siquiera sé hasta qué punto podemos considerar ese comportamiento licencioso y carente de límites, o si por el contrario
los pescadores, al enfatizar la libertad, condicionados por su propio contexto cultural, no están contando con la naturaleza
misma, con el mundo, con el mar en el cual y con el cual los niños se experimentan, como fuentes de los necesarios límites de
la libertad. Era como si al suavizar o reducir su deber de educadores de sus hijos, los padres y las madres lo compartieran con el
mar, con el mundo mismo, a los que tocaría establecer, a través
de la práctica de sus hijos, los límites de su quehacer. Así aprenderían naturalmente lo que podían hacer y lo que no.
En verdad, los pescadores vivían una gran contradicción. Por
un lado se sentían libres y arrojados, enfrentando el mar, conviviendo con sus misterios, haciendo lo que llamaban "pesca de
ciencia",lO de la que tanto me hablaran en las puestas de sol en
que, escuchándolos en sus cai(:aras,l1 aprendía a comprenderlos
mejor. Por el otro, eran perversamente despojados y explotados,
tanto por los intermediarios que les compraban por nada el producto de su dura labor, como por quienes les financiaban la adquisición de los instrumentos de trabajo.
A veces, oyéndolos, en las conversaciones con ellos en que
aprendí algo de su sintaxis y de su semántica -sin lo cual no podría haber trabajado eficazmente con ellos- me preguntaba si se
daban cuenta de qué poco libres eran en realidad.
Recuerdo que en la época de esa investigación indagamos la
razón por la que varios alumnos faltaban frecuentemente a clases. Los alumnos y los padres respondían por separado: "porque
somos libres", decían los alumnos, y los padres: "porque son libres; un día volverán".
En las demás áreas los castigos variaban entre amarrar a los niños al tronco de un árbol, encerrarlos durante horas en un
cuarto, darles "pasteles"12 con gruesas y pesadas palmatorias, po-
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
39
nerlos de rodillas sobre granos de maíz o golpearlos con una
correa. Este último era el castigo preferido en una ciudad de la
Zona de Selva famosa por sus fábricas de calzado.
Por motivos triviales se aplicaban esos castigos, y con frecuencia se decía a los asistentes de investigación: "El castigo duro es
lo que hace gentes duras, capaces de enfrentar la crudeza de la
vida". "Los golpes hacen al hombre macho".
Una de mis preocupaciones en aquella época, igualmente válida hoy, eran las consecuencias políticas que tendría ese tipo de
relación entre padres e hijos, que se haría extensiva después a
la relación entre profesores y alumnos, para el proceso de aprendizaje de nuestra incipiente democracia. Era como si la familia y
la escuela, completamente sometidas al contexto mayor de la sociedad global, no pudieran hacer otra cosa que reproducir la
ideología autoritaria.
Reconozco los riesgos a que nos exponemos al enfrentar problemas como éste. Por un lado el del voluntarismo, en el fondo
una especie de idealismo pendenciero, que presta a la voluntad
del individuo una fuerza capaz de hacerlo todo; por el otro el
objetivismo mecanicista, que niega a la subjetividad todo papel
en el proceso histórico.
li-
Ambas concepciones de la historia y de los seres humanos terminan por negar definitivamente el papel de la educación: la
primera porque atribuye a la educación un poder que no tiene;
la segunda porque le niega todo poder.
Por lo que se refiere a las relaciones autoridad-libertad, tema
de la investigación referida, al negar a la libertad el derecho a
afirmarse corremos también el riesgo de exacerbar la autoridad;
o bien, al atrofiar esta última hipertrofiar la primera. En otras
palabras, corremos el riesgo de caer seducidos por la tiranía de
la libertad o por la tiranía de la autoridad, trabajando en cualquier caso en contra de nuestra incipiente democracia.
No era ésa mi posición ni es ésa mi posición hoy. Y hoy tanto
como ayer, aunque posiblemente con más fundamento hoy que
ayer, estoy convencido de la importancia, de la urgencia de la de-
40
PAULO FRElRE
mocratización de la escuela pública, de la formación permanente
de sus educadores y educadoras, y entre éstos incluyo a los vigilantes, las cocineras, los cuidadores. Formación permanente, científica, en la que sobre todo no debe faltar el gusto por las prácticas
democráticas, entre ellas la que conduzca a la injerencia cada vez
mayor de los educandos y sus familias en los destinos de la escuela.
Ésa fue una de las tareas a que me entregué recientemente, tantos
años después de la comprobación de esa necesidad, de la que
tanto hablé en un trabajo académico de 1959, Educaaio e atualidade brasleira, siendo secretario de Educación de la ciudad de Sao
Paulo, de enero de 1989 a mayo de 1991. A la democratización de
la escuela pública, tan descuidada por los gobiernos mílítaresl''
que, en nombre de la salvación del país de la plaga comunista y de
la corrupción, estuvieron cerca de destruirla.
Cuando finalmente dispuse de los resultados de la investigación, organicé una especie de gira sistemática por todos los núcleos o centros sociales del SESI en el estado de Pernambuco,
donde manteníamos escuelas primarias.H así llamadas en la
época, para hablar a padres y madres sobre lo descubierto en
la investigación. Para hacer algo más: unir a la comunicación
sobre lo descubierto en la investigación la discusión sobre el problema de las relaciones entre autoridad y libertad, que necesariamente incluiría la cuestión del castigo y el premio en educación.
La gira para la discusión con las familias fue precedida por
otra, que hice para discutir la misma cuestión con las maestras,
en seminarios lo más rigurosos posible.
En colaboración con un compañero de trabajo recientemente
fallecido, Jorge Monteiro de Mello, cuya seriedad, honradez y
dedicación recuerdo con veneración ahora, redacté un texto sobre disciplina escolar que, junto con los resultados de la investigación, constituyó el objeto de nuestro seminario preparatorio
para los encuentros con las familias. Así nos preparábamos,
como escuela, para recibir a las familias de los alumnos, educadoras naturales de aquellos de quienes éramos los educadores
profesionales.
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
41
En aquella época yo daba largas charlas sobre los temas escogidos. Repitiendo el camino tradicional del discurso sobre,que se
hace a los oyentes, pasé al debate, a la discusión, al diálogo en
torno a un tema con los participantes. Y aun cuando me preocupaba el ordenamiento, el desarrollo de las ideas, hacía casi como
si estuviera hablando a alumnos de la universidad. Digo casi porque en verdad mi sensibilidad ya me había advertido sobre las diferencias de lenguaje, las diferencias sintácticas y semánticas, entre los obreros y las obreras con quienes trabajaba y el mío
propio. De ahí que mis pláticas estuvieran siempre cortadas o
permeadas por quiero decir, esto es, etc. Por otra parte, a pesar de
algunos años de experiencia como educador, con trabajadores
urbanos y rurales, yo todavía partía casi siempre de mi mundo,
sin más explicación, como si éste tuviera que ser el "sur" que los
orientase. Era como si mi palabra, mi tema, mi lectura del
mundo, en sí mismos, tuvieran el poder de "surcarlos". 15
Fue un aprendizaje largo, que implicó un recorrido, no siempre fácil, casi siempre sufrido, hasta que me convencí de que
aun cuando estaba seguro de mi tesis, de mi propuesta, y no tenía ninguna duda respecto a ellas, era imperioso, primero, saber
si coincidían con la lectura del mundo de los grupos o de la clase
social a quien me dirigía; segundo, se me imponía estar más o
menos familiarizado con su lectura del mundo, puesto que sólo
a partir del saber contenido en ella, explícito o implícito, podría
discutir mi lectura del mundo, que igualmente guarda y se funda
en otro tipo de saber.
Este aprendizaje, de larga historia, se ensaya en mi tesis universitaria antes citada, continúa esbozándose en La educación como
práctica de la libertad y se hace explícito definitivamente en la Pedagogía del oprimido. Un momento podría decir solemne, entre
otros, de ese aprendizaje, ocurrió durante la mencionada gira de
charlas en que examiné la cuestión de la autoridad, la libertad,
el castigo y el premio en la educación. Ocurrió exactamente en el
núcleo o centro social de SESI llamado Presidente Dutra.If en
Vasco da Gama.!? Casa Amarela, Recife.
42
PAULO FREIRE
Basándome en un excelente estudio de Piaget* sobre el código moral del niño, su representación mental del castigo, la
proporción entre la probable causa del castigo y éste, hablé largamente sobre el tema, citando al propio Piaget y defendiendo
una relación dialógica, amorosa, entre padres, madres, hijas, hijos, que fuera sustituyendo el uso de castigos violentos.
Mi error no fue citar a Piaget. Incluso habría sido rico, hablando de él, usar un mapa, partir de Recife, en el Nordeste brasileño, extenderme a Brasil, ubicar Brasil en Sudamérica, relacionar a ésta con el resto del mundo y en él mostrar Suiza, en
Europa, la tierra del hombre a quien estaba citando. Si hubiera
hecho eso, habría sido no sólo rico, sino provocativo y formativo.
Mi error estaba, primero, en el uso de mi lenguaje, de mi sintaxis,
sin mayor esfuerzo de aproximación a los de los presentes. Segundo, en la casi nula atención prestada a la dura realidad del
enorme público que tenía frente a mí.
Al terminar, un hombre joven todavía, de unos 40 años, pero
ya gastado, pidió la palabra y me dio tal vez la lección más clara
y contundente que he recibido en mi vida de educador.
No sé su nombre. No sé si vive todavía. Posiblemente no. malignidad de las estructuras socioeconómicas del país, que adquiere colores aún más fuertes en el Nordeste brasileño, el dolor, el hambre, la indiferencia de los poderosos, todo eso debe
de haberlo tragado hace mucho.
Pidió la palabra y pronunció un discurso que jamás pude olvidar, que me ha acompañado vivo en la memoria de mi cuerpo
durante todo este tiempo y que ejerció sobre mí una influencia
enorme. Casi siempre, en las ceremonias académicas en que me
torno doctor honoris causa de alguna universidad, reconozco
cuánto debo también a hombres como éste del que hablo ahora,
y no sólo a científicos, pensadores y pensadoras que igualmente
me enseñaron y continúan enseñándome y sin los cuales y las
* lean
Piaget, The MoralJudgment
Brace, 1932.
ofthe Child, Nueva York, Harcourt
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
43
cuales no me habría sido posible aprender, inclusive del obrero
de aquella noche. Es que sin el rigor, que me lleva a la mayor posibilidad de exactitud en los descubrimientos, no podría percibir
críticamente la importancia del sentido común y lo que hay en
él de buen sentido. Casi siempre, en las ceremonias académicas,
lo veo de pie, en uno de los costados del salón grande, la cabeza
erguida, los ojos vivos, la voz fuerte, clara, seguro de sí mismo,
hablando su habla lúcida.
"Acabamos de escuchar -empezó- unas palabras bonitas del
doctor Paulo Freire. Palabras bonitas de veras. Bien dichas. Algunas incluso simples, que uno entiende fácil. Otras más complicadas, pero pudimos entender las cosas más importantes que todas
juntas dicen.
"Ahora yo quería decirle al doctor algunas cosas en que creo
que mis compañeros están de acuerdo -me contempló con ojos
mansos pero penetrantes y preguntó-: Doctor Paulo, ¿usted sabe
dónde vivimos nosotros? ¿Usted ya ha estado en la casa de alguno
de nosotros?" Comenzó entonces a describir la geografía precaria
de sus casas. La escasez de cuartos, los límites ínfimos de los espacios donde los cuerpos se codean. Habló de la falta de recursos
para las más mínimas necesidades. Habló del cansancio del
cuerpo, de la imposibilidad de soñar con un mañana mejor. De la
prohibición que se les imponía de ser felices. De tener esperanza.
Siguiendo su discurso yo adivinaba lo que vendría, sentado
como si fuera realmente hundiéndome en la silla, que en la necesidad de mi imaginación y en el deseo de mi cuerpo se iba
convirtiendo en un hoyo para esconderme. Después guardó silencio por algunos segundos, paseó los ojos por el público entero, me miró de nuevo y dijo:
-Doctor, yo nunca fui a su casa, pero le voy a decir cómo es.
¿Cuántos hijos tiene? ¿Son todos varones?
-Cinco -dije yo hundiéndome aún más en la silla-o Tres niñas
y dos niños.
-Pues bien, doctor. Su casa debe ser una casa rodeada de jardín, lo que nosotros llamamos "oitdo livre",18 Debe de tener un
44
PAULO FREIRE
cuarto sólo para usted y su mujer. Otro cuarto grande para las
tres niñas. Hay otro tipo de doctor que tiene un cuarto para cada
hijo o hija, pero usted no es de ese tipo, no. Hay otro cuarto para
los dos niños. Baño con agua caliente. Cocina con la "línea
Arno",l9 Un cuarto para la sirvienta, mucho más chico que los de
los hijos y del lado de afuera de la casa. Un jardincito con césped
"ingrés" [inglés]. Usted debe de tener además un cuarto donde
pone los libros, su biblioteca de estudio. Por como habla se ve
que usted es hombre de muchas lecturas, de buena memoria.
No había nada que agregar ni que quitar: aquélla era mi casa.
Un mundo diferente, espacioso, confortable.
-Ahora fíjese, doctor, en la diferencia. Usted llega a su casa
cansado. Hasta le puede doler la cabeza con el trabajo que usted
hace. Pensar, escribir, leer, hablar, el tipo de plática que usted nos
acaba de dar. Todo eso cansa también. Pero -continuóuna cosa
es llegar a su casa, incluso cansado, y encontrar a los niños bañados, vestiditos, limpie citos, bien comidos, sin hambre, y otra es
encontrar a los niños sucios, con hambre, gritando, haciendo
barullo. Y uno se tiene que despertar al otro día a las cuatro de
la mañana para empezar todo de nuevo, en el dolor, en la tristeza, en la falta de esperanza. Si uno le pega a los hijos y hasta se
sale de los límites no es porque uno no los ame. Es porque la dureza de la vida no deja mucho para elegir.
Esto es saber de clase, digo yo ahora.
Ese discurso fue pronunciado
hace cerca de 32 años. Jamás lo
olvidé. Me dijo, aunque yo no lo haya percibido en el momento
en que fue pronunciado,
mucho más de lo que inmediatamente
comunicaba.
En las idas y venidas del habla, en la sintaxis obrera, en la prosodia, en los movimientos del cuerpo, en las manos del orador,
en las metáforas tan comunes en el discurso popular, estaba llamando la atención del educador allí presente, sentado, callado,
hundiéndose
en su silla, sobre la necesidad de que el educador,
cuando hace su discurso al pueblo, esté al tanto de la comprensión del mundo que el pueblo tiene. Comprensión
del mundo
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
45
que, condicionada
por la realidad concreta que en parte la explica, puede empezar a cambiar a través del cambio de lo concreto. Más aún, comprensión
del mundo que puede empezar a
cambiar en el momento mismo en que el desvelamiento
de la
realidad concreta va dejando a la vista las razones de ser de
la propia comprensión
que se tenía hasta ahí.
Sin embargo, el cambio de la comprensión, aunque de importancia fundamental,
no significa, todavía, el cambio de lo concreto.
El hecho de que no haya olvidado nunca la trama en que se dio
ese discurso es significativo. El discurso de aquella noche lejana se
aparece frente a mí como si fuese un texto escrito, un ensayo que
tuviese que revisitar constantemente.
En realidad fue el punto culminante de un aprendizaje iniciado mucho antes -el de que el
educador o la educadora, aun cuando a veces tenga que hablarle
al pueblo, debe ir transformando ese al en con el pueblo. Yeso implica el respeto al "saber de experiencia hecho" del que siempre
hablo, a partir del cual únicamente es posible superarlo.
Aquella noche, ya dentro del carro que nos llevaría de vuelta a
casa, hablé un poco amargado con Elza, que raramente no me
acompañaba
a las reuniones y hacía excelentes observaciones
que me ayudaban siempre.
-Pensé que había sido tan claro -dije-.
tendieron.
Parece que no me en-
-¿No habrás sido tú, Paulo, quien no los entendió? -preguntó
Elza, y continuó-:
Creo que entendieron
lo fundamental
de tu
plática. El discurso del obrero fue claro sobre eso. Ellos te entendieron a ti pero necesitaban que tú los entendieras a ellos. Ésa es
la cuestión.
Años después, la Pedagogía del oprimido hablaba de la teoría implícita en la práctica de aquella noche, cuya memoria me llevé al
exilio, al lado del recuerdo de tantas otras tramas vividas.
Los momentos que vivimos pueden ser instantes de un proceso iniciado antes o bien inaugurar un nuevo proceso referido
de alguna manera al pasado. De ahí que yo haya hablado antes
46
PAULO FRElRE
del "parentesco" entre los tiempos vividos que no siempre percibimos, dejando así de descubrir la razón de ser fundamental del
modo como nos experimentamos en cada momento.
Ahora quisiera referirme a otro de ellos, a otra trama que
marcó con fuerza mi experiencia existencial y tuvo sensible influencia en el desarrollo de mi pensamiento pedagógico y de mi
práctica educativa.
Al tomar distancia de aquel momento que viví entre los 22 y los
29 años, por lo tanto en parte cuando actuaba en el SES!, lo veo
como un proceso cuyo punto de partida se halla en los últimos años
de mi infancia y comienzos de mi adolescencia, en jaboatáo.s?
Durante todo el período referido, de los 22 a los 29 años, yo
acostumbraba caer de vez en cuando en una sensación de desesperanza, de tristeza, de abatimiento, que me hacía sufrir enormemente. Casi siempre duraba dos, tres o más días. A veces ese
estado de ánimo me asaltaba inesperadamente, en la calle, en la
oficina, en la casa. Otras veces me iba dominando poco a poco.
En cualquiera de los dos casos me sentía tan herido y desinteresado del mundo, como hundido en mí mismo, en el dolor cuya
razón de ser desconocía, que todo alrededor de mí era extrañeza. Razón de desesperanza.
Cierta vez un compañero de la época de la secundaria me
buscó ofendido y molesto para decirme que no podía entender
mi comportamiento
de dos o tres días antes: "Te negaste a hablar conmigo en la calle de la Emperatriz.X! Yo venía en dirección a la calle del Hospicio y al verte de lejos crucé hacia el lado
por donde tú venías caminando en sentido contrario, riendo y
saludándote con la mano. Esperaba que pararas, pero seguiste simulando no verme".
También hubo otros casos, menos fuertes que éste. Mi explicación era siempre la misma: "No te vi. ¿Qué es eso? Yo soy tu
amigo. No haría tal cosa".
Elza tuvo siempre una profunda comprensión y me ayudaba
en lo que podía. Y la mejor ayuda que podía darme y me daba
era no insinuarme siquiera que yo estaba cambiando con ella.
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
47
Después de cierto tiempo de vivir esa experiencia, sobre todo en
la medida en que fue haciéndose cada vez más frecuente, empecé
a tratar de situarla en el cuadro en que se daba. Qué elementos rodeaban o formaban parte del momento en que me sentía mal.
Cuando presentía el malestar procuraba ver lo que había a mi
alrededor, procuraba revisar y recordar lo ocurrido el día anterior. Volver a escuchar lo que había dicho y a quién, lo que había
oído y de quién. En último análisis, empecé a tomar mi malestar
como objeto de mi curiosidad. "Tomaba distancia" de él para
aprehender su razón de ser. En el fondo, lo que precisaba era
arrojar luz sobre la trama en que se generaba.
Empecé a percibir que el malestar se repetía casi igual -abatimiento, desinterés por el mundo, pesimismo-, que aparecía más
veces en época de las lluvias, que se daba sobre todo en o alrededor de la época de los viajes que hacía a la Zona de Selva, a fin de
hablar en las escuelas del SES!, a las profesoras y a las familias
de los alumnos, sobre temas educativos. Esa observación me hizo
pon~r atención a los viajes que con el mismo objeto hacía a la
zona del agreste del estado. Comprobé que antes y después de
ellos no me asaltaba el mismo malestar.
Es interesante observar cómo en pocas páginas estoy condensando tres o cuatro años de búsqueda, de los siete en que se repitió aquel fenómeno.
Mi primera visita a la ciudad de Sao Paulo se verificó cuando
me hallaba en pleno proceso de búsqueda.
Al día siguiente al de mi llegada, estaba en el hotel, por la
tarde, cuando empezó a caer una fuerte lluvia. Me acerqué a
la ventana y observé el mundo, afuera. El cielo oscuro, la lluvia
pesada cayendo. Faltaban, en el mundo que estaba observando,
el verde y el lodo, la tierra negra empapándose de agua o el
barro rojo convirtiéndose en una masa resbaladiza o a veces viscosa, que "se agarra a los hombres con modos de garonhona",
como dijo Gilberto Freyre del massapé22 del Nordeste.
El cielo oscuro de Sao Paulo y la lluvia que caía no me afectaron en nada.
48
PAULO FREIRE
Al volver a Recife llevaba conmigo un cuadro que la visita a Sao
Paulo me había ayudado a componer. Mis depresiones estaban
asociadas, sin duda, con la lluvia, el lodo, el barro massapé; el verde
de los cañaverales y el cielo oscuro. No a ningún elemento de esos
por sí solo, sino a la relación entre ellos. Me faltaba ahora, para alcanzar la claridad necesaria sobre la experiencia de mi dolor, descubrir la trama remota en que esos elementos habían ido adquiriendo el poder de deflagrar mi malestar. En el fondo yo venía
educando mi esperanza mientras buscaba la razón de ser más profunda de mi dolor. Para eso, jamás esperé que las cosas simplemente se dieran. Trabajé las cosas, los hechos, la voluntad. Inventé
la esperanza concreta de que un día me vería libre de mi malestar.
Fue así como en una tarde lluviosa de Recife, cielo oscuro,
plomizo, fui a jaboatáo en busca de mi infancia. Si en Recife
llovía, no se diga en Jaboatao, conocido como el "pinico del
cielo".23 Bajo una fuerte lluvia visité el Morro da Saúde (Cerro de
la Salud), donde viví de niño. Me detuve delante de la casa
donde viví, la casa donde murió mi padre al caer la tarde del día
21 de octubre de 1934. Volví a ver el amplio terreno cubierto de
césped que había en aquella época frente a la casa, donde jugábamos al fútbol. Volví a ver los árboles de mango, con sus frondas verdes. Volví a ver mis pies, mis pies enlodados, subiendo el
cerro a la carrera, el cuerpo empapado. Tuve frente a mí, como
en un cuadro, a mi padre muriéndose, mi madre estupefacta, la
familia sumiéndose en el dolor.
Después bajé del cerro y fui a ver de nuevo algunas áreas
donde, más por necesidad que por deporte, cazaba pajaritos inocentes, con el badoque24 que yo mismo fabricaba y con el que llegué a ser un tirador eximio.
.,
En aquella tarde lluviosa, de verdor intenso, de Cielo plomizo,
de suelo mojado, descubrí la trama de mi dolor. Percibí su razón de ser. Tomé conciencia de las varias relaciones entre las señales y el núcleo central, más profundo, oculto dentro de mí.
Descubrí el problema mediante la aprehensión clara y lúcida de
su razón de ser. Hice la "arqueología"25 de mi dolor.
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
49
Desde entonces, nunca más la relación lluvia, verde, lodo o
fango pegajoso deflagró en mí el malestar que me había afligido
por tantos años. Lo sepulté en la tarde lluviosa en que revisité Jaboatáo. Al mismo tiempo que luchaba con mi propio problema,
me entregaba en el SESI, con grupos de trabajadores rurales y urbanos, al de cómo pasar de mi discurso sobre mi lectura del
mundo a ellos, a desafiarlos en el sentido de que me hablaran de
su propia lectura.
Muchos de ellos habrán experimentado,
posiblemente,
el
mismo proceso que viví yo, el de desnudar las tramas en que los
hechos se dan, descubriendo su razón de ser.
Muchos, posiblemente, habrán sufrido, y no poco, al rehacer
su lectura del mundo bajo la fuerza de una percepción nueva: la
de que en realidad no era el destino, no era el hado ni el sino
irremediable lo que explicaba su impotencia, como obrero,
frente al cuerpo vencido y escuálido de su compañera, próxima
a la muerte por falta de recursos.
Por eso es preciso dejar claro que, en el dominio de las estructuras socioeconómicas, el conocimiento más crítico de la realidad, que adquirimos a través de su desnudamiento,
no opera,
por sí solo, la modificación de la realidad.
En mi caso, que acabo de relatar, poner al descubierto la razón de ser de mi experiencia de sufrimiento fue suficiente para
superarlo. En este sentido, indudablemente me liberé de una limitación que incluso perjudicaba mi actuación profesional y mi
convivencia con los demás. Y terminaba por limitarme también
políticamente.
Por eso, alcanzar la comprensión más crítica de la situación de
opresión todavía no libera a los oprimidos. Sin embargo, al desnudarla dan un paso para superarla, siempre que se empeñen
en la lucha política por la transformación de las condiciones
concretas en que se da la opresión. Lo que quiero decir es lo siguiente: mientras que en mi caso conocer la trama en que se gestaba mi sufrimiento fue suficiente para sepultarlo, en el dominio
de las estructuras socio económicas la percepción crítica de la
50
PAULO FREIRE
trama, a pesar de ser indispensable, no basta para modificar los
datos del problema. Como al obrero no le basta con tener en la
cabeza la idea del objeto que desea producir. Es preciso hacerlo.
La esperanza de producir el objeto es tan fundamental para el
obrero como indispensable es la esperanza de rehacer el mundo
en la lucha de los oprimidos y las oprimidas. Sin embargo la educación, en cuanto práctica reveladora, gnoseológica, no efectúa
por sí sola la transformación del mundo, aunque es necesaria
para ella.
Nadie llega solo a ningún lado, mucho menos al exilio. Ni siquiera los que llegan sin la compañía de su familia, de su mujer,
de sus hijos, de sus padres, de sus hermanos. Nadie deja su
mundo, adentrado por sus raíces, con el cuerpo vacío y seco.
Cargamos con nosotros la memoria de muchas tramas, el cuerpo
mojado de nuestra historia, de nuestra cultura; la memoria, a veces difusa, a veces nítida, clara, de calles de la infancia, de la adolescencia; el recuerdo de algo distante que de repente se destaca
nítido frente a nosotros, en nosotros, un gesto tímido, la mano
que se estrechó, la sonrisa que se perdió en un tiempo de incomprensiones, una frase, una pura frase posiblemente ya olvidada
por quien la dijo. Una palabra por mucho tiempo ensayada yjamás dicha, ahogada siempre en la inhibición, en el miedo de ser
rechazado que, al implicar falta de confianza en nosotros mismos, significa también la negación del riesgo.
Experimentamos, es cierto, en la travesía que hacemos, una
agitación del alma, síntesis de sentimientos contradictorios: la esperanza de libertad inmediata de las amenazas, la levedad de la
ausencia del inquisidor, del interrogador brutal y ofensivo, o del
argumentador tácticamente cortés a cuya labia -piensa- se entregará más fácilmente el "subversivo malvado y peligroso"; y
también, para aumentar la agitación del alma, la "culpa" de estar
dejando nuestro mundo, nuestro suelo, el olor de nuestro
suelo,26 nuestra gente. De esa agitación del alma forma parte
también el dolor de la ruptura del sueño, de la utopía. La amenaza de la pérdida de la esperanza. Habitan igualmente en la
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
51
agitación del alma la frustración de la pérdida, los slogans mediocres de los asaltantes del poder, el deseo de un regreso inmediato que lleva a un sinnúmero de exiliados a rechazar cualquier
gesto que sugiera una fijación en la realidad prestada, la del exilio. Conocí exiliados que apenas en el cuarto o quinto años del
exilio empezaron a comprar algún mueble para sus casas. Era
como si sus casas semivacías hablasen con elocuencia de su lealtad a la tierra distante. Más aún, era como si sus salas semivacías
no sólo quisieran expresar su deseo de regresar, sino fueran ya el
comienzo del regreso mismo. La casa semivacía reducía el sentimiento de culpa por haber dejado el suelo original. Tal vez resida ahí la necesidad, que en varios exiliados percibí, de sentirse
perseguidos, acompañados siempre de lejos por algún agente secreto que no se apartaba de ellos y que sólo ellos veían. Saberse
así en peligro les daba, por un lado, la sensación de continuar
políticamente vivos; y por el otro, al justificar por medio de medidas cautelosas su derecho a vivir, disminuía su culpa.
En verdad, uno de los problemas serios del exiliado o la exiliada es cómo enfrentar, de cuerpo entero, sentimientos, deseos, razón, recuerdos, conocimientos acumulados, visiones del
mundo, la tensión entre el hoy que está siendo vivido en la realidad prestada y el ayer, en su contexto de origen, del que llegó
cargado de marcas fundamentales. En el fondo, cómo preservar
su identidad en la relación entre la ocupación indispensable en
el nuevo contexto y la pre-ocupación en que necesariamente se
convierte el contexto de origen. Cómo enfrentar la saudade sin
permitir que se convierta en nostalgia. Cómo inventar formas
nuevas de vivir y de convivir en una cotidianidad extraña, superando así, o reorientando, una comprensible tendencia del exiliado o de la exiliada, que por lo menos por mucho tiempo no
puede dejar de tomar su contexto de origen como referencia y
tiende a considerarlo siempre mejor que el prestado. A veces es
realmente mejor, pero no siempre.
En el fondo es muy difícil vivir en el exilio, convivir con todas
las nostalgias diferentes -la de la ciudad, la del país, la de las gen-
52 PAULO FREIRE
tes, la de cierta esquina, la de la comida-, convivir con la nostalgia y educarla también. La educación de la nostalgia tiene que
ver con la superación de entusiasmos ingenuamente excesivos,
como por ejemplo el de algunos compañeros que me recibieron
en octubre de 1964 en La Paz, diciendo: "Llegas en el momento
de regresar. Pasaremos la Navidad en casa".
Yo estaba llegando después de haber pasado un mes o poco
más en la embajada de Bolivia, esperando que el gobierno brasileño se dignara expedir un salvoconducto sin el cual no podía
salir del país. Poco antes había estado preso, respondiendo a largos interrogatorios hechos por militares que me daban la impresión de que al hacerlos creían estar salvando no sólo a Brasil sino
al mundo entero.
-Pasaremos la Navidad en casa.
-¿Cuál Navidad? -pregunté curioso, más que nada sorprendido.
-Esta Navidad, la que se acerca -respondieron con inconmovible certeza.
Mi primera noche en La Paz, todavía sin sufrir el mal de altura
que me atacó al día siguiente, reflexioné un poco sobre la educación de la nostalgia, que tiene que ver con la Pedagogia de la esperanza. No es posible, pensaba, permitir que el deseo de regresar
mate en nosotros la visión crítica, haciéndonos ver en forma
siempre favorable lo que ocurre en el país, creando en la cabeza
una realidad que no es real.
Es difícil vivir el exilio. Esperar la carta que se extravió, la noticia del hecho que no ocurrió. Esperar a veces a gente real que
llega, ya veces ir al aeropuerto simplemente a esperar, como si el
verbo fuera intransitivo.
Es mucho más difícil vivir el exilio si no nos esforzamos por
asumir críticamente su espacio-tiempo como la posibilidad de
que disponemos. Es esa capacidad crítica de arrojarse a la nueva
cotidianidad, sin prejuicios, lo que lleva al exiliado o la exiliada
a una comprensión más histórica de su propia situación. Por eso
una cosa es vivir la cotidianidad en el contexto de origen, in-
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
53
merso en las tramas habituales de las que fácilmente podemos
emerger para indagar, y otra vivir la cotidianidad en el contexto
prestado, que exige de nosotros no sólo que nos permitamos
desarrollar afecto por él, sino también que lo tomemos como objeto de nuestra reflexión crítica, mucho más de lo que lo hacemos en el nuestro.
Llegué a La Paz, Bolivia, en octubre de 1964, y allí me sorprendió otro golpe de Estado. En noviembre del mismo año aterricé
en Arica, Chile, donde para asombro de los pasajeros, cuando
nos dirigíamos hacia el aeropuerto, grité feliz, con fuerza, convencido: "¡Viva el oxígeno!". Había dejado atrás los cuatro mil
metros de altura y regresado al nivel del mar. Mi cuerpo se viabilizaba de nuevo como antes. Se movía con facilidad, rápido, sin
cansancio. En La Paz, cargar un paquete, incluso pequeño, significaba un esfuerzo extraordinario para mí. A los 43 años me sentía viejo y debilitado. En Arica, y al día siguiente en Santiago, recobré las fuerzas y todo se dio casi de repente, en un pase de
magia. [Viva el oxígeno!
Llegué a Chile de cuerpo entero. Pasión, nostalgia, tristeza, esperanza, deseos, sueños rotos, pero no deshechos, ofensas, saberes acumulados, en las innúmeras tramas vividas, disponibilidad
para la vida, temores, recelos, dudas, voluntad de vivir y de amar
Esperanza, sobre todo.
Llegué a Chile y días después empecé a trabajar como asesor
del famoso economistaJacques
Chonchol, presidente del Instituto de Desarrollo Agropecuario -INDAP- y después ministro de
Agricultura del gobierno de Allende.
Sólo a mediados de enero de 1965 nos encontramos todos de
nuevo. Elza, nuestras tres hijas y nuestros dos hijos, trayendo
consigo también sus asombros, sus dudas, sus esperanzas, sus
miedos, sus saberes hechos y haciéndose, recomenzaron conmigo una vida nueva en tierra extraña. Tierra extraña a la que
fuimos entregándonos de tal modo y que iba recibiéndonos de
tal manera que la extrañeza se fue convirtiendo en camaradería ,
amistad, fraternidad. De repente, aún con nostalgia de Brasil,
54
PAULO FREIRE
queríamos especialmente a Chile, que nos mostró América Latina de un modo jamás imaginado por nosotros.
Llegué a Chile días después de la toma de posesión del gobierno demócrata cristiano de Eduardo Frei. Había un clima de
euforia en las calles de Santiago. Era como sí hubiese ocurrido
una transformación profunda, radical, sustantiva en la sociedad.
Sólo las fuerzas retrógradas, por un lado, y las marxistas-leninistas de izquierda por el otro, por motivos obviamente diferentes,
no participaban en la euforia. Ésta era tan grande, y había en los
militantes de la democracia cristiana una certeza tan arraigada
de que su revolución estaba plantada en tierra firme, que ninguna
amenaza podría siquiera rondarla. Uno de sus argumentos favoritos, mucho más metafísico que histórico, era lo que llamaban
la "tradición democrática y constitucionalista de las fuerzas armadas chilenas".
"[amás se levantarán contra el orden establecido", decían llenos de certeza, en conversaciones con nosotros.
Tengo en la memoria una reunión que no marchó bien en la
casa de uno de aquellos militantes, con unos treinta de ellos y
la participación de Plínio Sampaio, Paulo de Tarso,27 Almino
Affonso y yo.
A nuestros argumentos de que la llamada "tradición de fidelidad al orden establecido, democrático, de las fuerzas armadas"
no era una cualidad inmutable, que formaba parte de su ser,
sino algo que se daba en la historia como posibilidad, y que por
eso mismo se podía romper, instaurándose un nuevo proceso,
respondían que los brasileños en el exilio les "daban la impresión de niños que lloraban porque no habían aprendido a defender su juguete", "niños frustrados, incapaces". No se podía
conversar.
Pocos años después las fuerzas armadas chilenas resolvieron
cambiar de posición. Espero que sin la contribución de ninguno
de aquellos con quienes estuvimos aquella noche, así como espero también que ninguno de ellos haya pagado tan caro como
pagaron millares de chilenos -a quienes se sumaron otros lati-
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
55
noamericanos- por la perversidad y la crueldad que se abatieron sobre Chile en septiembre de 1973. No era por casualidad,
pues, que las élites más atrasadas, que veían amenaza y sentían
miedo incluso ante tímidas posiciones liberales, asustadas por la
política reformista de la democracia cristiana, vista entonces
como una especie de tercer camino, soñaran con la necesidad
de poner punto final a aquella osadía demasiado arriesgada.
Imagínese el lector lo que significó, no sólo para las elites chilenas sino también para las externas del norte, la victoria de
Allende.
Visité Chile dos veces durante el gobierno de la Unidad Popular y solía decir, en Europa yen Estados Unidos, que quien quisiera tener una idea concreta de la lucha de clases, expresándose
en las más variadas formas, tenía que visitar Chile. Sobre todo
quien quisiera ver, casi tocar, las tácticas con que luchaban las
clases dominantes, la riqueza de su imaginación para alcanzar
mayor eficacia en el sentido de resolver la contradicción entre
poder y gobierno. Es que el poder, como trama de relaciones, de
decisiones, de fuerza, seguía estando proponderantemente
en
sus manos, mientras que el gobierno, gestor de políticas, estaba
en manos de las fuerzas opuestas a ellas, de las fuerzas progresistas. Era preciso entonces superar la contradicción de modo que
el poder y el gobierno volvieran a ellas. El golpe fue la solución.
Por esta razón, en el cuerpo mismo de la democracia cristiana, la
derecha de ésta tendía a obstaculizar la política democrática de
las alas más avanzadas, sobre todo de la juventud. En eldesarro110del proceso iba quedando cada vez más clara la tendencia a la
radicalización y a la ruptura entre las opciones antagónicas que
no podían convivir en paz en el partido ni en la sociedad.
De afuera, el Partido Comunista y el Partido Socialista tenían
sus razones ideológicas, políticas, históricas y culturales para no
participar en esa euforia, que la izquierda consideraba, en el mejor de los casos, ingenua.
En la medida en que los niveles de lucha o los conflictos de
clase crecían y se profundizaban, también se profundizaba la
56
PAULO
FREIRE
ruptura entre las fuerzas de derecha y las diferentes tendencias
de izquierda en el seno de la democracia cristiana y de la sociedad civil. Se crearon así militantes que, en contacto directo con
las bases populares o procurando entenderlas a través de la lectura de los clásicos marxistas, empezaron a poner en tela de juicio el reformismo que terminó por ser hegemónico en los planes estratégicos de la política de la democracia cristiana.
El Movimiento Independiente
Revolucionario, MIR, nace en
Concepción, constituido por jóvenes revolucionarios que no estaban de acuerdo con lo que les parecía una desviación del Partido Comunista, la de "convivir" con dimensiones de la "democracia burguesa".
Es interesante observar, sin embargo, que el MIR, que estuvo
continuamente a la izquierda del Partido Comunista, y después
del propio gobierno de la Unidad Popular, mostró siempre simpatía por la educación popular que en general faltaba a los partidos de la izquierda tradicional.
Cuando el Partido Comunista y el Partido Socialista, dogmáticamente, se negaban a trabajar con ciertas poblaciones porque,
decían, careciendo de "conciencia de clase", se movilizarían sólo
durante el proceso de reivindicación de algo después de cuya
obtención vendría necesariamente la desmovilización, el MIR
creía que era necesario, primero, probar esta afirmación en
torno al "lumpen"; segundo, que aun admitiendo la hipótesis de
que en algunas situaciones hubiera ocurrido lo que se afirmaba,
sería oportuno observar si, en un momento histórico diferente,
se repetiría. En el fondo no se podía tomar la afirmación como
un postulado metafísico, porque contenía algo de verdad.
Fue así que, ya durante el gobierno de la Unidad Popular, el
MIR desarrolló un intenso trabajo de movilización y organización,
ya en sí pedagógico-político, al que se sumó una serie de proyectos educativos en las áreas populares. En 1973 tuve oportunidad
de pasar una noche con la dirigencia de la población de Nueva
Habana que por el contrario, tras obtener lo que reivindicaba,
sus viviendas, continuaba activa y creadora, con un sinnúmero de
PEDAGOGÍA
lec-
esPar-
sim-
el
DE LA ESPERANZA
57
proyectos en el campo de la educación, la salud, la justicia, la seguridad, los deportes. Visité una serie de viejos ómnibus donados
por el gobierno, cuyas carrocerías, transformadas y adaptadas, se
habían convertido en bonitas y arregladas escuelas que atendían
a los niños de la población. Por la noche esos ómnibus-escuela se
llenaban de alfabetizandos que aprendían a leer la palabra a través de la lectura del mundo. Nueva Habana tenía futuro, aunque
incierto, y por eso el clima que la envolvía y la pedagogía que en
ella se experimentaba eran los de la esperanza.
Al lado del MIR surgieron el Movimiento de Acción Popular
Unitaria, MAPU, y la izquierda cristiana, como expresiones significativas de la "rajadura" sufrida por la democracia cristiana. Un
buen contingente de losjóvenes más avanzados de la democracia
cristiana se une al MAPU, otro a la izquierda cristiana, además de
cierta migración hacia el MIR y los partidos comunista y socialista.
Hoy, transcurridos casi treinta años, se percibe fácilmente lo
que en la época sólo percibían y defendían algunos, que eran
considerados a menudo soñadores, utópicos, idealistas, cuando
no "vendidos a los gringos": que sólo una política radical, pero
jamás sectaria, sino que buscara la unidad en la diversidad de las
fuerzas progresistas, podría luchar por una democracia capaz de
hacer frente al poder y a la virulencia de la derecha. Se vivía, sin
embargo, la intolerancia, la negación de las diferencias. La tolerancia no era lo que debe ser: la virtud revolucionaria que consiste en convivir con quienes son diferentes para poder luchar
contra quienes son antagónicos.
La intensidad con que se vivían las contradicciones, el desnudamiento de la razón de ser de las mismas, la velocidad con que
se daban los hechos, el clima histórico de la década, no sólo en
Chile, ni tampoco únicamente en América Latina, todo eso iba
haciendo posible que la necesaria radicalidad con que apasionadamente se luchaba se distorsionara en posiciones sectarias que,
restringiendo y estrechando la lectura del mundo y la comprensión de los hechos, hiciera rígidas y autoritarias a la mayoría de
las fuerzas de izquierda.
58
PAULO FRElRE
El camino para las fuerzas progresistas que se hallaban a la izquierda de la democracia cristiana habría sido acercarse a ella
-la política es concesión con límites éticos- cada vez más, no
para dominarla, evitando que la derecha se acercara a ella para
anularla, ni para convertirse a ella. La democracia cristiana a su
vez, intolerantemente,
se negaba al diálogo. No había credibilidad, ni de un lado ni de otro.
Fue precisamente por la incapacidad de tolerarse de todas
esas fuerzas por lo que la Unidad Popular llegó al gobierno sin
el poder ...
De noviembre de 1964 a abril de 1969 acompañé de cerca la
lucha ideológica. Asistí, a veces sorprendido, a los retrocesos político-ideológicos de quienes, después de proclamar su opción
por la transformación de la sociedad, a la mitad del camino se
volvían asustados y arrepentidos y se convertían en férreos reaccionarios. Pero también vi el avance de los que, confirmando su
discurso progresista, marchaban coherentes, sin huir de la historia. Vi igualmente el camino de quienes, sin una posición inicial
más que tímida, buscaron, se apoyaron y se afirmaron en una radicalidad que jamás se prolongó en sectarismo.
Habría sido verdaderamente imposible vivir un proceso políticamente tan rico, tan problematizador,
haber sido tocado tan
profundamente por el clima de acelerados cambios, haber participado en discusiones animadas y vivas en "círculos de cultura"
en que no era raro que los educadores tuvieran casi que implorar a los campesinos que parasen, porque ellos ya estaban extenuados, sin que todo eso llegara a expresarse después en tal o
cual posición teórica defendida en el libro que en aquella época
no era siquiera proyecto.
Me impresionaba, ya cuando me informaban en las reuniones de evaluación, ya cuando presenciaba cómo se entregaban
los campesinos al análisis de su realidad local y nacional. El
tiempo sin límites que parecían requerir para amainar la necesidad de decir su palabra. Era como si de repente, rompiendo
la "cultura del silencio", descubrieran que no sólo podían ha-
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
59
blar, sino también que su discurso crítico sobre el mundo, su
mundo, era una forma de rehacerlo. Era como si empezaran a
percibir que el desarrollo de su lenguaje, dándose en torno al
análisis de su realidad, terminaba por mostrarles que el mundo
más bonito al que aspiraban estaba siendo anunciado,
en
cierto modo anticipado, en su imaginación. Y en esto no hay
ningún idealismo. La imaginación, la conjetura en torno a un
mundo diferente al de la opresión, son tan necesarias para la
praxis de los sujetos históricos y transformadores
de la realidad
como necesariamente
forma parte del trabajo humano que el
obrero tenga antes en la cabeza el diseño, la "conjetura" de lo
que va a hacer. He ahí una de las tareas de la educación democrática y popular, de la Pedagogía de la esperanza: posibilitar en
las clases populares el desarrollo de su lenguaje, nunca por el
parloteo autoritario y sectario de los "educadores," de su lenguaje que, emergiendo de su realidad y volviéndose hacia ella,
perfile las conjeturas, los diseños, las anticipaciones del mundo
nuevo. Ésta es una de las cuestiones centrales de la educación
popular: la del lenguaje como camino de invención de la ciudadanía.
Como asesor de Jacques Chonchol en el INDAP en el campo de
lo que en aquella época en Chile se llamaba "promoción humana", pude extender mi colaboración al Ministerio de Educación,junto a los trabajadores de alfabetización de adultos y también a la Corporación de la Reforma Agraria.
Fue mucho más tarde, casi dos años antes de abandonar
Chile, cuando pasé a asesorar a esos organismos a partir de otro,
el Instituto de Capacitación e Investigación en Reforma Agraria,
[CIRA, un organismo
mixto, de las Naciones Unidas y del gobierno de Chile. Trabajé ahí por la UNESCO, contra la voluntad y
bajo la protesta coherentemente
mezquina del gobierno militar
brasileño de la época.
Como asesor del INDAP, del Ministerio de Educación, de la
Corporación de la Reforma Agraria, viajé por casi todo el país,
acompañado siempre por jóvenes chilenos en su mayoría pro-
60
PAULO FREIRE
gresistas, y escuché a campesinos y discutí con ellos sobre aspectos de su realidad; debatí con agrónomos y técnicos agrícolas
una comprensión político-pedagógico-democrática
de su práctica, discutí problemas generales de política educacional con los
educadores de las ciudades que visité.
Hasta hoy tengo bien vivos en la memoria fragmentos de discursos de campesinos, de afirmaciones, de expresiones de legítimos deseos de mejorar, de un mundo más bonito o menos feo,
menos duro, en el que se pudiese amar -el sueño también del
Che Guevara.
Nunca me olvido de lo que me dijo un sociólogo de la ONU, un
excelente intelectual y no menos excelente persona, holandés,
con una barba roja a la Van Gogh, después de que asistimos, entusiasmados y plenos de confianza en la clase trabajadora, a dos
horas de debate en la sede de un asentamiento de la reforma
agraria, todavía en el gobierno de la democracia cristiana, en un
remoto rincón de Chile. Los campesinos discutían su derecho a
la tierra, a la libertad de producir, de crear, de vivir decentemente, de ser. Defendían el derecho a ser respetados como personas y como trabajadores, creadores de riqueza, y exigían su derecho al acceso a la cultura y al saber. En este sentido es como se
entrecruzan las condiciones histórico-sociales en que puede gestarse la pedagogía del oprimido, y no me refiero ahora al libro
que escribí y que a su vez se desdobla o se prolonga en una necesaria pedagogía de la esperanza.
Terminada la reunión, cuando salíamos del galpón donde se
había realizado, mi amigo holandés de barba roja me dijo pausadamente y con convicción, apoyando la mano en mi hombro:
"Valió la pena andar cuatro días por estos rincones de Chile para
oír lo que oímos esta noche". Y agregó con humor. "Estos campesinos saben más que nosotros".
Me parece importante llamar la atención en este punto sobre
algo en lo que hice hincapié en la Pedagogía del oprimido: la relación entre la claridad política de la lectura del mundo y los niveles de compromiso en el proceso de movilización y de organiza-
:'
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
61
ción para la lucha, para la defensa de los derechos, para la reivindicación de la justicia.
Los educadores y las educadoras progresistas tienen que estar
atentos en relación con este dato, en su trabajo de educación popular, porque no sólo los contenidos sino las formas de abordarlos están en relación directa con los niveles de lucha mencionados más arriba.
Una cosa es trabajar con grupos populares que se experimentan como lo hacían aquellos campesinos aquella noche, y otra
trabajar con grupos que aún no han logrado "ver" al opresor
"fuera" de ellos mismos.
Este dato sigue vigente hoy. Los discursos neoliberales, llenos
de "modernidad", no tienen fuerza suficiente para acabar con
las clases sociales y decretar la inexistencia de intereses diferentes entre ellas, como no tienen fuerza para acabar con los conflictos y la lucha entre ellas.
Lo que ocurre es que la lucha es una categoría histórica y social. Tiene, por lo tanto, historicidad. Cambia de tiempo-espacio
a tiempo-espacio. La lucha no niega la posibilidad de acuerdos,
de arreglos entre las partes antagónicas. En otras palabras, los
arreglos y los acuerdos son parte de la lucha, como categoría histórica y no metafísica.
Hay momentos históricos en que la supervivencia del todo social, que interesa a las clases sociales, les plantea la necesidad de
entenderse, lo que no significa que estemos viviendo un tiempo
lluevo, vacío de clases sociales y de conflictos.
Los cuatro años y medio que viví en Chile fueron así años de
profundo aprendizaje. Era la primera vez, con excepción de mi
rápido paso por Bolivia, que vivía yo la experiencia de "tomar
distancia" geográficamente, con consecuencias epistemológicas,
de Brasil. De ahí la importancia de esos cuatro años y medio.
A veces, en los largos viajes en automóvil, con algunas paradas
1'11 ciudades intermedias,
Santiago-Puerto Mont, Santiago-Arica,
lile entregaba a la búsqueda de mí mismo, refrescando el recuerdo de lo hecho mientras estaba en Brasil, con otras perso-
:'
62
PAULO FRElRE
nas, de los errores cometidos, de la incontinencia verbal de la
que pocos intelectuales de izquierda escaparon y a la que muchos siguen entregándose hasta hoy, revelando con eso una terrible ignorancia del papel del lenguaje en la historia.
"La reforma agraria por las buenas o por la fuerza." "O ese
congreso vota las leyes en favor del pueblo o lo vamos a cerrar."
En realidad, toda esa incontinencia verbal, esa palabrería
desordenada no tiene nada, pero de veras nada que ver con
una posición progresista correcta y verdadera. No tiene nada
que ver con una comprensión exacta de la lucha en cuanto
praxis política e histórica. Además es muy cierto que todo ese
discursear, precisamente porque se hace en el vacío, termina
por generar consecuencias que retardan aún más los cambios
necesarios. A veces, sin embargo, las consecuencias de la palabrería irresponsable generan también el descubrimiento
de
que la continencia verbal es una virtud indispensable para
los que se entregan al sueño de un mundo mejor. Un mundo
donde mujeres y hombres se hallen en proceso de liberación
permanente.
En el fondo yo procuraba re-entender las tramas, los hechos,
los actos en que me había visto envuelto. La realidad chilena, en
su diferencia de la nuestra, me ayudaba a comprender mejor mis
experiencias, y a su vez éstas, revisadas, me ayudaban a comprender lo que ocurría y lo que podía ocurrir en Chile.
Recorrí gran parte del país en viajes en que aprendí realmente
mucho. Aprendí tomando parte, al lado de educadores y educadoras chilenos, en cursos de formación para los que trabajarían
en las bases, en los asentamientos de la reforma agraria, con
campesinos y campesinas, la cuestión fundamental de la lectura
de la palabra, siempre precedida por la lectura del mundo. La
lectura y la escritura de la palabra implican una re-lectura más
crítica del mundo como "camino" para "re-escribirlo", es decir,
para transformarlo. De ahí la necesaria esperanza inherente en
la Pedagogía del oprimido. De ahí también la necesidad, en los trabajos de alfabetización con una perspectiva progresista, de una
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
63
comprensión del lenguaje y de su papel antes mencionado en la
conquista de la ciudadanía.
Enseñando el máximo de respeto a las diferencias culturales
que tenía que enfrentar, entre ellas la lengua, me esforcé todo
lo que pude para expresarme con claridad, aprendí mucho de la
realidad y con los nacionales.
El respeto a las diferencias culturales, el respeto al contexto al
que se llega, la crítica a la "invasión cultural" y al sectarismo, la
defensa de la radicalidad de que hablo en la Pedagogía del oprimido, todo eso que había comenzado a experimentar años antes
en Brasil y cuyo saber había traído conmigo al exilio, en la memoria de mi cuerpo, fue intensa y rigurosamente vivido por mí
en mis años en Chile.
Estos saberes que se habían ido constituyendo críticamente
desde la época de la fundación del SESI, se consolidaron en la
práctica chilena y en la reflexión teórica que sobre ella hice. En
lecturas esclarecedoras que me hacían reír de alegría, casi como
un adolescente, al encontrar en ellas la explicación teórica de mi
práctica o la confirmación de la comprensión teórica que tenía
de mi práctica. Santiago nos ofrecía, para no hablar más que del
grupo de brasileños que vivían allí, ya fuera legalmente exiliados
o simplemente de hecho, una oportunidad de incontestable riqueza. La democracia cristiana, que se definía a sí misma como
"revolución en libertad", atraía a un sinnúmero de intelectuales,
de líderes estudiantiles y sindicales, de dirigencias políticas de izquierda de toda América Latina. En particular, Santiago se había
transformado en un espacio o en un gran contexto teórico-práctico donde los que llegaban de otros rincones de América Latina
discutían con los nacionales y con los extranjeros que allí vivían
lo que ocurría en Chile y también lo que ocurría en sus países.
La efervescencia latinoamericana, la presencia cubana -hoy
igual que siempre amenazada por las fuerzas reaccionarias que
hablan con arrogancia de la muerte del socialismo-, su testimonio de que el cambio era posible, las teorías guerrilleras, la "teoría del foco", la personalidad carismática extraordinaria de Ca-
64
PAULO FREIRE
milo Torres, en quien no había dicotomía entre trascendentalidad y mundanidad, historia y metahistoria; la teología de la liberación, que desde tan temprano provocaba temores, temblores y
rabias; la capacidad de amar del Che Guevara, su afirmación tan
sincera como definitiva: "Déjeme decirle -escribía a Carlos Quijan 0-, a riesgo de parecer ridículo, que el verdadero revolucionario es animado por fuertes sentimientos de amor. Es imposible
pensar un revolucionario auténtico sin esta calidad";* mayo del
68, los movimientos estudiantiles por el mundo, rebeldes, libertarios; Marcuse y su influencia sobre la juventud; China, Mao
Tse-tung, la revolución cultural.
Santiago se convirtió casi en una especie de "ciudad-dormitorio"28 para intelectuales y políticos de las opciones más variadas.
En ese sentido es posible que Santiago en sí mismo haya sido en
aquella época quizás el mejor centro de "enseñanza" y de conocimiento de América Latina. Aprendíamos de los análisis, de las
reacciones, de la críticas hechas por colombianos, venezolanos,
cubanos, mexicanos, bolivianos, argentinos, paraguayos, brasileños, chilenos, europeos. Análisis que iban de la aceptación casi
sin restricciones de la democracia cristiana hasta su rechazo total. Críticas sectarias, intolerantes, pero también críticas abiertas,
radicales en el sentido que defiendo.
Yo y otros compañeros de exilio aprendíamos, por un lado, de
los encuentros con muchos de los ya referidos latinoamericanos y
las latinoamericanas que pasaban por Santiago, pero también de
la emoción del "saber de la experiencia vivida", de los sueños,
de la claridad, de las dudas, de la ingenuidad, de las mañas29 de
los trabajadores chilenos, en mi caso más rurales que urbanos.
Recuerdo ahora una visita que hice, con un compañero chileno, a un asentamiento de la reforma agraria, a algunas horas
de distancia de Santiago. Al atardecer funcionaban varios "círculos de cultura", y fuimos para acompañar el proceso de lectura
* Ernesto
Guevara,
Obra revolucionaria, México, Ediciones
Era, 1967.
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
65
de la palabra y de relectura del mundo. En el segundo o tercer
círculo al que llegamos sentí un fuerte deseo de intentar un diálogo con el grupo de campesinos. En general evitaba hacerlo debido a la lengua: temía que mi "portuñol" perjudicara la buena
marcha de los trabajos. Aquella tarde resolví dejar de lado esa
preocupación y, pidiendo permiso al educador que coordinaba
la discusión del grupo, pregunté a éste si aceptaba conversar
conmigo.
Después de su aceptación, comenzamos un diálogo vivo, con
preguntas y respuestas mías y de ellos a las que sin embargo siguió, rápido, un silencio desconcertante.
Yo también permanecí silencioso. En ese silencio recordaba
experiencias anteriores en el Nordeste brasileño y adivinaba lo
que ocurriría. Esperaba y sabía que uno de ellos, de repente,
rompiendo el silencio, hablaría en nombre propio y de sus compañeros. Sabía hasta de qué tenor sería su discurso. Por eso mi
espera en silencio debe de haber sido menos penosa de lo que
era para ellos oír el mismo silencio.
"Disculpe, señor -dijo uno de ellos-, que estuviéramos hablando. Usted es el que puede hablar porque es el que sabe.
Nosotros no."
Cuántas veces había oído ese discurso en Pernambuco y no
sólo en las zonas rurales, sino también en Recife. A fuerza de oír
discursos así aprendí que para el educador o la educadora progresistas no hay otro camino que el de asumir el "momento" del
educando, partir de su "aquí" y de su "ahora", para superar en
términos críticos, con él, su "ingenuidad". No está de más repetir que respetar su ingenuidad, sin sonrisas irónicas ni preguntas
malévolas, no significa que el educador tenga que acomodarse a
su nivel de lectura del mundo.
Lo que no tendría sentido es que yo "llenara" el silencio del
grupo de campesinos con mi palabra, reforzando así la ideología
que habían expresado. Lo que yo debía hacer era partir de la
aceptación de algo dicho por el campesino en su discurso, para
enfrentarlos a alguna dificultad y traerlos de nuevo al diálogo.
66
PAULO FREIRE
Por otra parte, después de haber oído lo dicho por el campesino, disculpándose porque habían hablado cuando el que podía hacerlo era yo, porque sabía, no tenía sentido que yo les
diera una lección, con aires doctorales, sobre "la ideología del
poder y el poder de la ideología".
En un puro paréntesis, en el momento en que revivo la Pedagogía del oprimido y hablo de casos como este que viví y cuya experiencia me fue dando fundamentos teóricos no sólo para defender sino para vivir el respeto de los grupos populares por mi
trabajo de educador, no puedo dejar de lamentar cierto tipo de
crítica en que me señalan como elitista. O la opuesta que me
describe como populista.
Los lejanos años de mis experiencias en el sssr, de mi aprendizaje intenso con pescadores, campesinos y trabajadores urbanos,
en los cerros y en las callejas de Recife, me habían vacunado contra la arrogancia elitista. Mi experiencia venía enseñándome que
el educando precisa asumirse como tal, pero asumirse como educando significa reconocerse como sujeto que es capaz de conocer
y que quiere conocer en relación con otro sujeto igualmente capaz de conocer, el educador, y entre los dos, posibilitando la tarea
de ambos, el objeto del conocimiento. Enseñar y aprender son
así momentos de un proceso mayor: el de conocer, que implica
re-conocer. En el fondo, lo que quiero decir es que el educando
se torna realmente educando cuando y en la medida en que conoce o va conociendo los contenidos, los objetos cognoscibles, y
no en la medida en que el educador va depositando en él la descripción de los objetos, o de los contenidos.
El educando se reconoce conociendo los objetos, descubriendo que es capaz de conocer, asistiendo a la inmersión de
los significados en cuyo proceso se va tornando también significador crítico. Más que ser educando por una razón cualquiera,
el educando necesita volverse educando asumiéndose como sujeto cognoscente, y no como incidencia del discurso del educador. Es aquí donde reside, en última instancia, la gran importancia política del acto de enseñar. Entre otros ángulos, éste es uno
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
67
que distingue al educador o la educadora progresistas de su colega reaccionario.
"Muy bien -dije en respuesta a la intervención del campesino-, acepto que yo sé y ustedes no saben. De cualquier manera,
quisiera proponerles un juego que, para que funcione bien,
exige de nosotros lealtad absoluta. Voy a dividir el pizarrón en
dos partes, y en ellas iré registrando, de mi lado y del lado de ustedes, los goles que meteremos, yo contra ustedes y ustedes contra mí. El juego consiste en que cada uno le pregunte algo al
otro. Si el interrogado no sabe responder, es gol del que preguntó. Voy a empezar por hacerles una pregunta."
En este punto, precisamente porque había asumido el "momento" del grupo, el clima era más vivo que al empezar, antes
del silencio.
Primera pregunta:
-¿Qué significa la mayéutica socrática?
Carcajada general, y yo registré mi primer gol.
-Ahora les toca a ustedes hacerme una pregunta a mí -dije.
Hubo unos murmullos y uno de ellos lanzó la pregunta:
-¿Qué es la curva de nivel?
No supe responder, y registré uno a uno.
-¿Cuál es la importancia de Hegel en el pensamiento de
Marx?
Dos a uno.
-¿Para qué sirve el calado del suelo?
Dos a dos.
-¿Qué es un verbo intransitivo?
Tres a dos.
-¿Qué relación hay entre la curva de nivel y la erosión?
Tres a tres.
-¿Qué significa epistemología?
Cuatro a tres.
-¿Qué es abono verde?
Cuatro a cuatro.
Y así sucesivamente, hasta que llegamos a diez a diez.
68
PAULO FREIRE
Al despedirme de ellos hice una sugerencia: "Piensen en lo
que ocurrió aquí esta tarde. Ustedes empezaron discutiendo
muy bien conmigo. En cierto momento se quedaron en silencio
y dijeron que sólo yo podía hablar porque sólo yo sabía, y ustedes no. Hicimos un juego sobre saberes y empatamos diez a diez.
Yo sabía diez cosas que ustedes no sabían y ustedes sabían diez
cosas que yo no sabía. Piensen en eso".
De regreso a casa recordaba la primera experiencia que había
tenido mucho tiempo antes en la Zona de Selva de Pernambuco,
igual a la que ahora acababa de vivir.
Después de algunos momentos de buen debate con un grupo
de campesinos el silencio cayó sobre nosotros y nos envolvió a todos. El discurso de uno de ellos fue el mismo, la traducción
exacta del discurso del campesino chileno que había oído en
aquel atardecer.
-Muy bien -Ies dije-, yo sé, ustedes no saben. Pero ¿por qué yo
sé y ustedes no saben?
Aceptando su discurso, preparé el terreno para mi intervención. La vivacidad brillaba en todos. De repente la curiosidad se
encendió. La respuesta no se hizo esperar.
-Usted sabe porque es doctor. Nosotros no.
-Exacto. Yo soy doctor. Ustedes no. Pero ¿por qué yo soy doctor y ustedes no?
-Porque fue a la escuela, ha leído, estudiado, y nosotros no.
-¿Y por qué fui a la escuela?
-Porque su padre pudo mandarlo a la escuela, y el nuestro no.
-¿Y por qué los padres de ustedes no pudieron mandarlos a la
escuela?
-Porque eran campesinos como nosotros.
-¿Y qué es ser campesino?
-Es no tener educación ni propiedades, trabajar de sol a sol
sin tener derechos ni esperanza de un día mejor.
-¿Y por qué al campesino le falta todo eso?
-Porque así lo quiere Dios.
-¿Y quién es Dios?
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
69
-Es el Padre de todos nosotros.
-¿Y quién es padre aquí en esta reunión?
Casi todos, levantando la mano, dijeron que lo eran.
Mirando a todo el grupo en silencio, me fijé en uno de ellos y
le pregunté:
-¿Cuántos hijos tienes?
-Tres.
-¿Serías capaz de sacrificar a dos de ellos, sometiéndolos a suírimientos, para que el tercero estudiara y se diera buena vida en
Recife? ¿Serías capaz de amar así?
-¡No!
-y si tú, hombre de carne y hueso, no eres capaz de cometer
tamaña injusticia, ¿cómo es posible entender que la haga Dios?
¿Será de veras Dios quien hace esas cosas?
Un silencio diferente, completamente diferente del anterior,
un silencio en que empezaba a compartirse algo. Y a continuación:
-No. No es Dios quien hace todo eso. ¡Es el patrón!
Posiblemente aquellos campesinos estaban, por primera vez,
intentando el esfuerzo de superar la relación que en la Pedagogía
del oprimido llamé de "adherencia" del oprimido al opresor, para,
"tomando distancia de él", ubicarlo "fuera" de sí, como diría
Fanon.
A partir de ahí, habría sido posible también ir comprendiendo
el papel del patrón, inserto en determinado sistema socioeconómico y político, ir comprendiendo las relaciones sociales de producción, los intereses de clase, etcétera.
La falta total de sentido sería que después del silencio que interrumpió bruscamente nuestro diálogo yo hubiera pronunciado un discurso tradicional, con frases hechas, vacío, intolerante.
II
Hoy, a más de veinticinco años de distancia de aquellas
mañanas, de aquellas tardes, de aquellas noches, viendo, oyendo,
casi tocando con las manos certezas sectarias, excluyentes de la
posibilidad de otras certezas, negadoras de las dudas, afirmadoras
de la verdad poseída por ciertos grupos que se llamaban a sí mismos de revolucionarios, reafirmo, como se impone a una Pedagogía de la esperanza, la posición asumida y defendida en la Pedagogía
del oprimido contra los sectarismos, siempre castradores, y en defensa del radicalismo crítico.
En realidad, el clima preponderante
entre las izquierdas era
el del sectarismo que, al mismo tiempo que niega la historia
como posibilidad, genera y proclama una especie de "fatalismo
libertador". El socialismo llega necesariamente ... es por eso que
si llevamos la comprensión de la historia como "fatalismo libertador" hasta sus últimas consecuencias, prescindiremos de la lucha, del empeño en la creación del socialismo democrático,
como empresa histórica. Desaparecen así la ética de la lucha y la
belleza de la pelea. Creo, y más que creo, estoy convencido de
que nunca hemos necesitado tanto de posiciones radicales -en
el sentido en que entiendo la radicalidad en la Pedagogía deloprimido- como hoy. Para superar, por un lado, los sectarismos basados en verdades universales y únicas y, por el otro, las acomodaciones "pragmáticas" a los hechos, como si éstos se hubieran
vuelto inmutables, tan al gusto de posiciones modernas los primeros, y modernistas las segundas, tenemos que ser posmodernamente radicales y utópicos. Progresistas.
72
PAULO FRElRE
Mi último período en Chile, precisamente el que corresponde
a mi presencia en el Instituto de Capacitación e Investigación en
Reforma Agraria, al que llegué al comenzar mi tercer año en el
país, fue uno de los momentos más productivos de mi experiencia de exilio. En primer lugar llegué a este instituto cuando ya tenía cierta convivencia con la cultura del país, con los hábitos de
su pueblo, cuando las rupturas político-ideológicas dentro de la
democracia cristiana ya eran claras. Por otro lado, mi actividad
en el ICIRA correspondió también a las primeras denuncias que
circularon contra mí en los y por los sectores más radicalmente
derechistas de la democracia cristiana. Decían que yo había hecho cosas que jamás hice ni haría. Siempre he pensado que uno
de los deberes éticos y políticos del exiliado es el respeto al país
que lo acoge.
Aun cuando la condición de exiliado no me transformaba en
un intelectual neutro, no tenía en absoluto el derecho a inmiscuirme en la vida político-partidaria del país. No quiero ni siquiera extenderme sobre los hechos que rodearon las acusaciones contra mí, fáciles de invalidar por su absoluta inconsistencia.
De cualquier modo, sin embargo, al ser informado de la existencia del primer rumor, tomé la decisión de escribir los textos de
los temas que tuviera que tocar en los encuentros de capacitación. y al hábito de escribir los textos sumé el de discutirlos,
siempre que fue posible, con dos grandes amigos con quienes
trabajaba en el ICIRA: Marcela Gajardo, chilena, hoy investigadora y profesora en la Facultad Latino-Americana de Ciencias
Sociales, yJosé Luiz Fiori, brasileño, sociólogo, hoy profesor de
la Universidad de Río de Janeiro.
Las horas que pasábamos juntos, discutiendo descubrimientos
y no sólo mis textos, debatiendo dudas, interrogándonos,
confrontándonos, sugiriéndonos lecturas, asombrándonos,
tenían
para nosotros tal encanto que casi siempre nuestra plática, a partir de cierta hora, era la única que se oía en el edificio. Ya todos
habían abandonado sus oficinas y nosotros seguíamos ahí, tratando de comprender mejor lo que había detrás de la respuesta
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
de un campesino
tura.
a un desafío planteado
73
en un círculo de cul-
Con ellos debatí varios momentos de la Pedagogía del oprimido,
que aún estaba en proceso de redacción. No tengo por qué negar el bien que me hizo la amistad de ambos y la contribución
que me dio su aguda inteligencia.
En el fondo, mi paso por el Instituto de Desarrollo Agropecuario, por el Ministerio de Educación, por la Corporación de la Reforma Agraria, mi convivencia con sus equipos técnicos, a través
de los cuales me fue posible tener ricas experiencias en casi todo
el país, con un sinnúmero de comunidades campesinas, entrevistando a sus dirigentes; la propia oportunidad de vivir la atmósfera histórica de la época, todo eso me resolvía dudas que había
traído al exilio, me profundizaba hipótesis, me reafirmaba posiciones.
Vivir la intensidad de la experiencia de la sociedad chilena, de
mi experiencia dentro de esa experiencia, me hacía repensar
siempre la experiencia brasileña cuya memoria viva había traído
conmigo al exilio, y así escribí la Pedagogía del oprimido entre 1967
y 1968. Texto que retomo ahora, en su "mayoría de edad", para
volverlo a ver, a pensar, a decir. Para decir también, puesto que
lo retomo en otro texto que también tiene su discurso que, del
mismo modo, habla por sí mismo, hablando de la esperanza.
En tono casi de conversación, no sólo con el lector o la lectora
que busca ahora por primera vez la convivencia con ese texto,
sino también con quienes lo leyeron hace veinte años y que
ahora, leyendo este repensar, se aprestan a releerlo, quisiera señalar algunos puntos a través de los cuales se podría redecir mejor lo dicho.
Creo que un punto interesante sobre el cual comienzo a hablar es el de la gestación misma del libro que, en cuanto incluye
la gestación de las ideas, incluye también el momento o los momentos de acción en que se fueron generando y los de ponerlas
en el papel. En realidad, las ideas que es preciso defender, las
que implican otras ideas, las que se repiten en varias "esquinas"
74
PAULO FRElRE
de los textos a las que los autores y las autoras se sienten obligados a regresar de vez en cuando, se van gestando a lo largo de su
práctica dentro de la práctica social mayor de que forman parte.
En este sentido hablé de las memorias que llevé conmigo alexilio, algunas conformadas en la infancia lejana, pero de real importancia hasta hoy en la comprensión de mi comprensión o de
mi lectura del mundo. Es por eso también que hablé del ejercicio al que siempre me entregué en el exilio, dondequiera que
estuviese el "contexto prestado": el de, experimentándome
en
él, pensar y repensar mis relaciones con y en el contexto original. Pero si las ideas, las posiciones que había que expresar,
explicar, defender en el texto venían naciendo en la acción-reflexión-acción en que participamos, tocados por recuerdos de
sucesos ocurridos en viejas tramas, el momento de escribir se
constituye como un tiempo de creación y de recreación, también, de las ideas con que llegamos a nuestra mesa de trabajo. El
tiempo de escribir, además, va siempre precedido por el de hablar de las ideas que después se fijarán en el papel. Por lo menos
así se dio conmigo. Hablar de ellas antes de escribir sobre ellas,
en conversaciones con amigos, en seminarios, en conferencias,
fue también una forma no sólo de probarlas, sino de recrearlas,
de parirlas nuevamente: después se pulirían mejor las aristas
cuando el pensamiento adquiriera forma escrita, con otra disciplina, con otra sistemática. En ese sentido, escribir es tanto rehacer lo que se ha venido pensando en los diferentes momentos
de nuestra práctica, de nuestras relaciones, es tanto redecir lo
que antes se dijo en el tiempo de nuestra acción, como leer seriamente exige de quien lo hace repensar lo pensado, reescribir
lo escrito y leer también lo que antes de constituir el escrito del
autor o de la autora fue cierta lectura suya.
Pasé un año o más hablando de aspectos de la Pedagogía del
oprimido. Los hablé con amigos que me visitaban, los discutí en
seminarios y cursos. Un día mi hija Magdalena llegó a llamarme
la atención sobre el hecho, delicadamente. Sugirió que contuviera un poco mis ansias de hablar sobre la Pedagogía del oprimido,
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
75
aún no escrita. No tuve fuerzas para vivir esa sugerencia: continué hablando apasionadamente del libro como si estuviera -yen
realidad estaba- aprendiendo a escribirlo.
No podría olvidar, en ese tiempo de oralidad de la Pedagogía
del oprimido, una conferencia, la primera, que pronuncié sobre el
libro en Nueva York, en 1967.
Era mi primera visita a Estados Unidos, adonde me habían llevado el padre Joseph Fitzpatrick y monseñor Robert Fox, ya fallecido.
Fue una visita sumamente importante para mí, sobre todo por
lo que pude observar en reuniones en áreas discriminadas, de
gente negra y puertorriqueña,
a las que fui invitado por educadoras que trabajaban con Robert Fox. Había muchas semejanzas
entre lo que ellas hacían en Nueva York y lo que yo había hecho
en Brasil. El primero en percibirlas fue Iván Ilich, quien propuso
entonces a Fitzpatrick y a Fax que me llevasen a Nueva York.
En mis andanzas y visitas a los diferentes centros que mantenían en distintas zonas de Nueva York, pude comprobar, rever,
comportamientos que expresaban las "mañas" necesarias de los
oprimidos. Vi y oí en Nueva York cosas que eran "traducciones",
no sólo lingüísticas, naturalmente, sino sobre todo emocionales,
de mucho de lo que oyera en Brasil y de lo que más recientemente venía oyendo en Chile. La razón de ser del comportamiento era la misma, pero la forma, lo que yo llamo el "ropaje",
y el contenido eran otros.
Hago referencia a uno de esos casos en la Pedagogía del oprimido, pero no vendrá mal tratarlo ahora en forma más amplia.
En una sala, participantes del grupo, negros y puertorriqueños. La educadora apoya en el brazo de una silla una foto artística de una calle, la misma en una de cuyas casas nos encontrábamos y en cuya esquina había casi una montaña de basura.
-¿Qué vemos en esta foto? -preguntó la educadora.
Hubo un silencio como siempre hay, no importa dónde y
cuándo hagamos la pregunta. Después, enfático, uno de ellos
dijo con falsa seguridad:
76
PAULO FREIRE
-Vemos ahí una calle de América Latina.
-Pero -dijo la educadora- hay anuncios en inglés ...
Otro silencio cortado por otra tentativa de ocultar la verdad
que dolía, que hería, que lastimaba.
-O es una calle de América Latina y nosotros fuimos allá y les
enseñamos inglés, o puede ser una calle de África.
-¿Por qué no de Nueva York? -preguntó la educadora.
-Porque somos Estados Unidos y no podemos tener eso ahí -y
con el dedo señalaba la foto.
Después de un silencio más prolongado otro habló y dijo, con
dificultad y dolor pero como si se quitase de encima un gran
peso:
-Tenemos
que reconocer
que ésa es nuestra calle. Aquí vivi-
mos.
Al recordar ahora aquella sesión, tan parecida a tantas otras en
que participé, al recordar cómo los educandos se defendían en el
análisis, en la "lectura"de la codificación (foto), procurando ocultar la verdad, vuelvo a oír lo que meses antes había oído de Erich
Fromm en Cuernavaca, en México. "Una práctica educativa así
-me dijo en el primer encuentro que tuvimos por mediación de
Iván Ilich y en que le hablé de cómo pensaba y hacía la educación- es una especie de psicoanálisis histórico, sociocultural y político."
Sus palabras eran pertinentes, eran confirmadas por la afirmación de uno de los educandos, con que los demás concordaban:
"ésa es una calle de América Latina, fuimos allá y les enseñamos
inglés", o "es una calle de África", "somos Estados Unidos y no
podemos tener eso ahí". Dos noches antes había asistido a otra
reunión, con otro grupo también de puertorriqueños
y negros
en que la discusión giró en torno a otra foto excelente. Era un
montaje que representaba Nueva York en cortes. Había seis planos o más, relativos a las condiciones económicas y sociales de
las diferentes zonas de la ciudad.
Después de entendida la foto, la educadora preguntó al
grupo en qué plano se situaban ellos. En un análisis realista, el
PEDAGOGÍA
grupo posiblemente
en la foto.
ocuparía
la penúltima
DE LA ESPERANZA
77
posición indicada
Hubo silencios, susurros, cambios de opinión. Finalmente
vino la manifestación del grupo. Su lugar era el tercer nivel empezando de arriba ...
De regreso al hotel, silencioso, al lado de la educadora que
manejaba su carro, continuaba pensando en las reuniones, en la
necesidad fundamental que tienen los individuos expuestos a situaciones semejantes mientras no se asumen a sí mismos como
individuos y como clase, mientras no se comprometen, mientras
no luchan, de negar la verdad que los humilla. Que los humilla
precisamente porque introyectan la ideología dominante que
los perfila como incompetentes y culpables, autores de sus fracasos cuya razón de ser se encuentra en cambio en la perversidad
del sistema.
Pensaba también en algunas noches antes cuando, traducido
por Carmen Hunter, una de las más competentes educadoras estadounidenses ya en aquella época, hablé por primera vez largamente sobre la Pedagogía del oprimido, que sólo quedaría definitivamente terminada al año siguiente. Y comparaba las reacciones
de los educandos en aquellas dos noches con las de algunos presentes en mi charla, educadores y organizadores de comunidad.
El "miedo a la libertad" marcaba las reacciones en las tres reu. niones. La fuga de lo real, la tentativa de domesticarlo mediante
el ocultamiento de la verdad.
Ahora mismo, recordando hechos y reacciones ocurridos hace
tanto tiempo, me viene a la memoria algo muy parecido a ellos
en que también participé. Una vez más la expresión de la ideología dominante, diría incluso -repitiendo lo dicho en la Pedagogíala expresión del opresor, "habitando" y dominando el cuerpo semivencido del oprimido.
Estábamos en pleno proceso electoral para las elecciones de
gobernador del estado de Sao Paulo, en 1982. Luiz Inácio Lula
da Silva, Lula, era el candidato del Partido de los Trabajadores y
yo participé, como militante del partido, en algunas reuniones en
78
PAULO
FREIRE
áreas periféricas de la ciudad; no en grandes actos políticos, para
los cuales me siento demasiado incompetente, sino en reuniones
en salones de clubes recreativos o de asociaciones de barrio. En
una de esas reuniones un obrero de unos 40 años habló para criticar a Lula y oponerse a su candidatura. Su argumento central
era que no podía votar por alguien igual a él. "Lula :-decía
el obrero convencido-, igual que yo, no sabe hablar. No tiene el
portugués que se precisa para ser gobierno. Lula no tiene estudios. No tiene lecturas. Y hay más, si Lula gana qué va a ser de
nosotros, qué vergüenza para todos nosotros si la reina de Inglaterra viene aquí de nuevo. La mujer de Lula no está en condiciones de recibir a la reina. No puede ser primera dama."
En Nueva York el discurso ocultador, buscando otra geografía
donde poner la basura que subrayaba la discriminación padecida por los discriminados, era un discurso de autonegación, así
como de autonegación de su clase era el discurso del obrero que
se negaba a ver en Lula, por ser éste obrero también, una contestación al mundo que lo negaba.
En la última campaña electoral para presidente, la nordestina
que trabajaba con nosotros en nuestra casa votó por Collar en el
primer turno y en el segundo y nos dijo, con absoluta certeza:
"No había por quién votar".
En el fondo debía estar de acuerdo con mucha gente elitista
de este país para quienes no se puede ser presidente si se dice
menas gente. En último análisis, decir menas gente revela que uno
es menos gente.
Volví a Chile. Poco después me hallaba en una nueva fase del
proceso de gestación de la Pedagogía del oprimido.
Empecé a escribir fichas a las que iba dando ciertos títulos, en
función del contenido de cada una, a la vez que las numeraba.
Andaba siempre con pedazos de papel en los bolsillos, cuando
no con una libretita de notas. Si se me ocurría una idea, no importa dónde estuviera, en el ómnibus, en la calle, en un restaurante, solo o acompañado, registraba la idea. A veces era una
frase nada más.
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
79
Por la noche en casa, después de cenar, trabajaba la o las ideas
que había registrado, escribiendo dos, tres o más páginas. A continuación ponía un título a la ficha y un número, en orden creciente.
Pasé a trabajar ideas tomándolas también de las lecturas que
hacía. Había ocasiones en que una afirmación del autor que estaba leyendo generaba en mí casi una conmoción intelectual, y
me provocaba una serie de reflexiones que posiblemente jamás
habían sido objeto de la preocupación del autor o de la autora
del libro.
En otros momentos la afirmación de tal o cual autor me llevaba a reflexionar en el mismo campo en que el autor se situaba
pero reforzaba alguna posición mía, que pasaba a ver más clara.
En muchos casos el registro que me desafiaba y sobre el cual
escribía en fichas eran afirmaciones o dudas, ya de los campesinos que entrevistaba y a quienes oía debatiendo codificaciones
en los círculos de cultura, ya de técnicos agrícolas, de agrónomos o de otros educadores con quienes me encontraba frecuentemente en seminarios de formación. Posiblemente fue la convivencia siempre respetuosa que tuve con el "sentido común",
desde los lejanos días de mi experiencia en el Nordeste brasileño, sumada a la certeza, que en mí nunca flaqueó, de que su
superación pasa por él, lo que hizo que jamás lo desdeñara o
simplemente lo minimizara. Si no es posible defender una práctica educativa que se contente con girar en torno al "sentido común", tampoco es posible aceptar la práctica educativa que, negando el "saber de experiencia hecho", parte del conocimiento
sistemático del educador.
Es preciso que el educador o la educadora sepan que su
"aquí" y su "ahora" son casi siempre "allá" para el educando. Incluso cuando el sueño del educador es no sólo poner su "aquí y
ahora", su saber, al alcance del educando, sino ir más allá de su
"aquí y ahora" con él o comprender, feliz, que el educando supera su "aquí", para que ese sueño se realice tiene que partir del
"aquí" del educando y no del suyo propio. Como mínimo tiene
80
PAULO FREIRE
que tomar en consideración la existencia del "aquí" del educando y respetarlo. En el fondo, nadie llega allá partiendo de
allá, sino de algún aquí. Esto significa, en última instancia, que
no es posible que el educador desconozca, subestime o niegue
los "saberes de experiencia hechos" con que los educandos llegan a la escuela.
Volveré sobre este tema, que me parece central en el examen
de la Pedagogía del oprimido no sólo como libro, sino también
como práctica pedagógica.
A partir de cierto momento pasé, de tanto en tanto, casi a jugar con las fichas. Leía tranquilamente un grupo, por ejemplo,
de diez de ellas y procuraba descubrir, primero, si había en su secuencia temática alguna laguna que hubiera que llenar; segundo, si su lectura cuidadosa provocaba o desencadenaba en
mí la emergencia de nuevos temas. En el fondo, las "fichas
de ideas" terminaban por convertirse en fichas generadoras de
otras ideas, de otros temas.
A veces, por ejemplo, entre la ficha número ocho y la número
nueve sentía un vacío sobre el cual empezaba a trabajar. Después
numeraba de nuevo las fichas de acuerdo con la cantidad de fichas nuevas que había escrito.
Al recordar ahora todo ese trabajo tan artesanal, incluso con
nostalgia, reconozco que habría ahorrado tiempo y energía y aumentado mi eficacia si hubiera contado entonces con una computadora, incluso modesta como la que tenemos ahora mi mujer
yyo.
Sin embargo, fue a causa de todo aquel esfuerzo artesanal
cuando decidí empezar a redactar el texto, en julio de 1967,
aprovechando un periodo de vacaciones, en quince días de trabajo que no era raro que cubriera las noches, escribí los tres primeros capítulos de la Pedagogía. Dactilografiado el texto, que
creía ya concluido con tres capítulos, los primeros, lo entregué a
mi gran amigo nunca olvidado y de quien siempre aprendí mucho, Emani Maria Fiori, para que le hiciera un prefacio. Cuando
Fiori me entregó su excelente estudio en diciembre de 1967, de-
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
81
diqué algunas horas en casa, de noche, a leer desde el prefacio
hasta la última palabra del tercer capítulo, que para mí en aquel
entonces era el último.
El año anterior, 1966,Josué de Castro,30 dueño de una vanidad tan frondosa como la de Gilberto Freyre, pero igual que la
de éste, es decir, una vanidad que no molestaba a nadie, había
pasado unos días en Santiago.
Una tarde en que no tenía tareas oficiales la pasamos juntos,
conversando libremente en uno de los bonitos parques de Santiago,Josué, Almino Affonso y yo. Hablando sobre lo que estaba
escribiendo, de repente nos dijo: "Les sugiero un buen hábito
para los que escriben. Terminado el libro, el ensayo, métanlo en
'cuarentena'
por tres o cuatro meses en un cajón. Después,
en una noche determinada, sáquenlo y reléanlo. Uno siempre
cambia 'algo''', concluyó Josué, con la mano en el hombro de
uno de nosotros.
Seguí esa recomendación al pie de la letra. La noche misma
del día que Fiori me entregó su texto, después de leerlo y también los tres capítulos de la Pedagogía, los encerré a todos por dos
meses en mi rincón de estudio.
No puedo negar la curiosidad, e incluso más que eso, cierta
nostalgia que el texto, encerrado allí "solo", me provocaba. A veces tenía fuertes deseos de releerlo, pero me parecía interesante
también tomar cierta distancia de él. Entonces me contenía.
Una noche, poco más de dos meses después, me entregué por
horas al reencuentro
con los originales. Era casi como si me
reencontrase con un viejo amigo. Incluso con una gran emoción
leí, lentamente, sin querer que la lectura terminara en seguida,
p~g~na p~r página, el texto entero. (En aquel momento no podía imagmar que venticuatro años después tendría varios reencuentros, no ya con los originales sino con el libro mismo, para
repensarlo y redecirlo.)
No introduje en él cambios importantes, pero hice el fundamental descubrimiento
de que no estaba acabado. Necesitaba
un capítulo más. Fue así, entonces, como escribí el cuarto y úl-
82 PAULO FREIRE
timo capítulo, aprovechando ya parte del tiempo del almuerzo
en los seminarios de formación realizados fuera de Santiago
pero cerca, ya en hoteles de ciudades lejos de Santiago, a las que
iba con el mismo fin. Terminada la cena, me iba casi corriendo a
mi cuarto y me internaba en las noches para al día siguiente retomar, bien temprano, la jornada de trabajo. Me acuerdo que el
único texto que fue capaz de apartarme de mi trabajo de escribir
fue Quarup, el excelente libro de Antonio Callado.
En aquella época todavía era capaz de leer mientras el automóvil devoraba las distancias. Así fue como, en uno de mis viajes
al sur de Chile, aprovechando el tiempo de camino que me posibilitó horas de convivencia con el libro, terminé en el hotel,
emocionado, la lectura de Quarup, cuando empezaba a amanecer. A continuación escribí una carta que finalmente, por timidez, no le envié nunca a Callado, y que desdichadamente
terminó por perderse, junto con otras dirigidas a mí, cuando nos
mudamos a Estados Unidos en 1969.
El gusto con que me entregaba a aquel ejercicio, a la tarea de ir
como gastándome en el escribir y en el pensar, inseparables en la
creación o en la producción del texto, me compensaba el déficit
de sueño con que volvía de los viajes. Ya no tengo en la memoria
los nombres de los hoteles donde escribí pedazos del cuarto capítulo de la Pedagogía, pero guardo en mí la sensación de placer con
que releía, antes de dormirme, las últimas páginas escritas.
En casa, en Santiago, no fueron raras las veces en que, absorbido y gratificado por el trabajo, me sorprendía cuando el sol
iluminaba el cuartito que había transformado en biblioteca, en
la calle Alcides de Gasperi 500, Apoquindo, Santiago. Me sorprendía el sol, los pájaros, la mañana, el nuevo día. Entonces miraba por la ventana el pequeño jardín que Elza había hecho, los
rosales que había plantado.
No sé si la casa estará todavía ahí, pintada de azul como lo estaba entonces.
No podría repensar la Pedagogía del oprimido sin pensar, sin recordar algunos de los lugares donde la escribí, pero sobre todo
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
83
uno de ellos, la casa donde viví un tiempo feliz, y de la cual salí
de Chile, cargando nostalgias, sufriendo por irme, pero con la
esperanza de poder responder a los desafíos que me esperaban.
Terminada finalmente la redacción del cuarto capítulo, revisados y retocados los tres primeros, entregué todo el texto a una
dactilógrafa para que lo pasara a máquina. A continuación hice
varias copias que distribuí entre algunos amigos chilenos, algunos compañeros de exilio y amigos brasileños.
En los agradecimientos, en la primera edición brasileña que
sólo pudo aparecer cuando el libro ya había sido traducido al inglés, al español, al italiano, al francés y al alemán, omití, debido
al clima de represión en que vivíamos, los nombres de algunos
amigos y también de compañeros de exilio.
Ninguno dejó de manifestarse, trayéndome su estímulo unido
a sugerencias concretas. Aclarar un punto aquí, mejorar la redacción allá, etcétera.
Ahora, tantos años después y cada vez más convencido de
cuánto debemos luchar para que nunca más, en nombre de la libertad, de la democracia, de la ética, del respeto a la cosa pública, vivamos de nuevo la negación de la libertad, el ultraje a la
democracia, el engaño y la falta de consideración de la cosa pública, como nos impuso el golpe de Estado del 1 de abril de
1964, que pintorescamente se llamó a sí mismo Revolución, quisiera recordar los nombres de todos los que me animaron con su
palabra, para expresarles mi agradecimiento: Marcela Gajardo,
Jacques Chonchol, Jorge Mellado, Juan Carlos Poblete, Raúl
Velozo, Pelli, chilenos; Paulo de Tarso, Plínio Sampaio, Almino
Affonso, Maria Edy, Flávio Toledo, Wilson Cantoni, Emani Fiori,
J oáo Zacariotti, José Luiz Fiori, Antonio Romanelli, brasileños.
Hay otro aspecto vinculado a la Pedagogía del oprimido y al clima
perverso, antidemocrático, del régimen militar que se abatió sobre nosotros en forma singularmente rabiosa, cruel y rencorosa,
que quisiera destacar.
Aun sabiendo que sería imposible editar el libro en Brasil, que
su primera edición fuera en portugués, la lengua en que fue es-
H4
PAULO FREIRE
crito originalmente, me interesaba que el texto dactilografiado
llegara a las manos de Fernando Gasparian, director de la editorial Paz e Terra, que lo publicaría. El problema era cómo mandarlo sin peligro no sólo para los originales, sino también y sobre
todo para el portador. A esa altura, a comienzos de los años setenta, ya vivíamos en Ginebra.
Comentando el hecho con intelectuales suizos, profesores de
la Universidad de Ginebra, uno de ellos, conseilleur national además de profesor, Jean Ziegler, me ofreció llevar personalmente
los originales, puesto que debía ir a Río de Janeiro por asuntos
académicos. Acepté su ofrecimiento convencido de que, con su
pasaporte diplomático, además de ser suizo, no le sucedería
nada: pasaría por el control de pasaportes y la aduana sin preguntas ni revisiones.
Días después Gasparian, discretamente,
acusaba recibo del
material pidiéndome que esperase un momento más favorable
para su publicación. Remití el texto a fines de 1970, cuando ya
había aparecido la primera edición del libro en inglés, o a comienzos de 1971. Su publicación en Brasil su primera edición en
portugués, sólo fue posible en 1975. Mientras tanto, un sinnúmero de brasileños y brasileñas lo leía en ediciones extranjeras
que llegaban al país por golpes de astucia y de valentía. En esa
época conocí a unajoven monja estadunidense que trabajaba en
el Nordeste y que me dijo que varias veces, al regresar a Brasil de
sus viajes a Estados Unidos, había llevado varios ejemplares de la
Pedagogía, poniendo cubiertas de libros religiosos sobre la cubierta original. De ese modo amigos suyos que trabajaban en la
periferia de ciudades nordestinas pudieron leer el libro y discutirlo aún antes de su publicación en portugués.
Fue también de aquella época una carta que me llegó a Ginebra, por mano de alguien, excelente carta de un grupo de obreros de Sao Paulo que desdichadamente
perdí de vista. Habían
estudiado juntos una copia del original escrito a máquina en
Chile. Es una lástima que de mis archivos de Ginebra haya quedado muy poco; entre muchas cosas buenas que se perdieron
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
85
estuvo esa carta. Recuerdo, sin embargo, cómo terminaba:
"Paulo -decían, más o menos-, debes continuar escribiendo
pero, la próxima vez, debes cargar más las tintas en las críticas
a esos intelectuales que nos visitan con aires de dueños de la
verdad revolucionaria. Que nos buscan para enseñarnos que somos oprimidos y explotados y para decirnos lo que debemos hacer."
Algún tiempo después que Ziegler, intelectual siempre ejemplar, hizo llegar a las manos de Gasparian el original de la Pedagogía, publicó un libro que se tomó best-seller apenas aparecido,
La Suisse au-dessus de tout soupcon [Suiza por encima de toda sospecha], en que desnudaba secretos suizos demasiado delicados sobre todo en el campo de las cuentas ocultas de cierto tipo de
gente del Tercer Mundo. Con ese libro Ziegler hirió un sinnúmero de intereses y sufrió represalias nada fáciles de enfrentar.
Recientemente Jean Ziegler se ha visto sometido a presiones y
restricciones mayores debido a la publicación de otro best-seller,
en que examina el "lavado" del dinero del narcotráfico. Como
conseilleur national o diputado federal por el cantón de Ginebra,
hace poco Ziegler vio su inmunidad parlamentaria restringida
por sus pares con el argumento de que él escribe como profesor,
como científico, como académico, y la inmunidad parlamentaria
se refiere a su actividad en el parlamento. Por lo tanto puede ser
procesado por lo que escribe como científico.
Por eso, recordando su generoso gesto de llevar para los brasileños y las brasileñas los originales del libro prohibido, quiero
hacer pública aquí mi solidaridad con el gran intelectual en
quien no separo al profesor, al científico serio y competente, del
vigilante representante del pueblo suizo, del conseilleur national.
Una última palabra, finalmente, de reconocimiento y agradecimiento póstumo, debo a Elza, en la hechura de la Pedagogía.
Creo que una de las mejores cosas que podemos experimentar
en la vida, hombres y mujeres, es la belleza en nuestras relaciones, aun cuando esté salpicada, de vez en cuando, de desacuerdos que simplemente comprueban que somos personas.
86
PAULO FREIRE
Fue ésa la experiencia que viví con Elza y por causa de la cual,
en el fondo, me fue posible disponerme a la recreación de mí
mismo bajo los cuidados igualmente generosos, desprendidos y
amorosos de otra mujer que hablándome a mí y de nosotros escribió, en un excelente libro suyo, que había llegado a mí para
"re inventar a partir de las pérdidas" -la de ella, con la muerte de
Raúl, su primer marido, y la mía con la de Elza- "la vida, con
amor".*
Durante todo el tiempo en que hablé de la Pedagogía deloprimido a otras personas y a Elza, ella siempre fue una oyente atenta
y crítica, cuando emprendí la fase de redacción del texto.
De mañana, muy temprano, leía las páginas que yo había escrito hasta la madrugada y que había dejado ordenadas sobre la
mesa.
A veces no se contenía. Me despertaba y, con humor, me decía: "Espero que este libro no nos haga más vulnerables a nuevos
exilios".
Me siento contento por registrar este agradecimiento
por la
libertad con que lo hago, sin temer que me acusen de sentimental.
Mi preocupación, en este trabajo esperanzado, como he demostrado hasta ahora, es la de mostrar, excitando, desafiando a
la memoria, como si estuviera excavando el tiempo, el proceso
mismo por el que ha venido constituyéndose mi reflexión, mi
pensamiento pedagógico, su elaboración de la que el libro es un
momento. Cómo viene constituyéndose mi pensamiento pedagógico, inclusive en esta Pedagogía de la esperanza, en que examino la esperanza con que escribí la Pedagogía del oprimido.
De ahí que intente encontrar en viejas tramas, hechos, actos
de la infancia, de la juventud, de la madurez, en mi experiencia
* Ana
Maria Araújo Freire, Analfabetismo no Brasil. Da ideología da
interdiaio do carpo a ideología nacionalista ou de como deixar sem ter e
escrever desde as Catarinas (paraguaucu}, Filipas, Anas, Genebras,
ApolOnias e Gracias até os Sevverios, Sao Paulo, Cortez Editora, 1989.
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
87
con otros, en los acontecimientos, instantes del proceso general,
dinámico, no sólo la Pedagogía del oprimido gestándose, sino mi
propia vida. En verdad, en el juego de las tramas de que forma
parte la vida adquiere ella sentido -la vida. Y la Pedagogía deloprimido es un momento importante de mi vida de la que ese libro
expresa cierto instante, exigiendo al mismo tiempo de mí la necesaria coherencia con lo dicho en él.
Entre las responsabilidades que me propone escribir, hay una
que siempre asumo. La de -viviendo ya mientras escribo la coherencia entre lo que va escribiéndose y lo dicho, lo hecho, lo haciéndose- intensificar la necesidad de esa coherencia a lo largo
de la existencia. Pero la coherencia no es inmovilizan te: en el
proceso de actuar-pensar, hablar-escribir, puedo cambiar de posición. Así mi coherencia, tan necesaria como antes, se hace con
nuevos parámetros. Lo imposible para mí es la falta de coherencia, aun reconociendo la imposibilidad de una coherencia absoluta. En el fondo esa cualidad o esa virtud, la coherencia, exige
de nosotros la inserción en un permanente proceso de búsqueda, exige paciencia y humildad, virtudes también, en el trato
con los demás. Ya veces ocurre que por n razones carecemos de
esas virtudes, que son fundamentales para el ejercicio de la otra,
la coherencia.
En esta fase de retoma de la Pedagogía, iré tomando aspectos
del libro que hayan o no provocado crítica a lo largo de estos
años, en el sentido de explicarme mejor, de aclarar ángulos, de
afirmar y reafirmar posiciones.
Hablar un poco del lenguaje, del gusto por las metáforas, del
cuño machista con que escribí la Pedagogía del oprimido y antes La
educación como práctica de la libertad, me parece no sólo importante sino necesario.
Empezaré precisamente por el lenguaje machista que marca
todo el libro y mi deuda con un sinnúmero de mujeres estadounidenses que me escribieron desde diferentes zonas de Estados Unidos entre fines de 1970 y comienzos de 1971, algunos meses después de la aparición de la primera edición del libro en Nueva
88
PAULO FREIRE
York. Era como si se hubieran puesto de acuerdo para enviar sus
cartas críticas, que fueron llegando a mis manos, en Ginebra, durante dos o tres meses, casi sin interrupción.
En general, comentando el libro, lo que les parecía positivo
en él y la contribución que aportaba a su lucha, invariablemente
hablaban de lo que les parecía una gran contradicción en mí. Es
que, decían ellas con sus palabras, al discutir la opresión y la liberación, al criticar con justa indignación las estructuras opresoras,
yo usaba sin embargo un lenguaje machista, y por lo tanto discriminatorio, en el que no había lugar para las mujeres. Casi todas
las que me escribieron citaban un pasaje u otro del libro, como
por ejemplo el que ahora escojo yo mismo: "De esta manera,
profundizando la toma de conciencia de la situación, los hombres se 'apropian' de ella como realidad histórica y, como tal, capaz de ser transformada por ellos".* Y me preguntaban: "¿Por
qué no las mujeres también?".
Recuerdo como si fuera hoy que estaba leyendo las primeras
dos o tres cartas que recibí y cómo, condicionado por la ideología machista, reaccioné. Y es importante destacar que, estando a
fines de 1970 y comienzos de 1971, yo ya había vivido intensamente la experiencia de la lucha política, ya tenía cinco o seis
años de exilio, ya había leído un mundo de obras serias, y sin
embargo al leer las primeras críticas que me llegaban todavía me
dije o me repetí lo que me habían enseñado en mi infancia:
"Pero cuando digo hombre, la mujer necesariamente
está incluida". En cierto momento de mis tentativas, puramente ideológicas, de justificar ante mí mismo el lenguaje machista que
usaba, percibí la mentira o la ocultación de la verdad que había
en la afirmación: "Cuando digo hombre, la mujer está incluida".
¿Ypor qué los hombres no se sienten incluidos cuando decimos:
"Las mujeres están decididas a cambiar el mundo"? Ningún
hombre se sentiría incluido en el discurso de ningún orador ni
* Pedagogía
del oprimido, 44a ed., México, Siglo XXI, 1970, p. 94.
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
89
en el texto de ningún autor que dijera: "Las mujeres están decididas a cambiar el mundo". Del mismo modo que se asombran
(los hombres) cuando ante un público casi totalmente femenino, con dos o tres hombres apenas, digo: "Todas ustedes deberían", etc. Para los hombres presentes, o yo ignoro la sintaxis de
la lengua portuguesa o estoy tratando de hacerles un chiste. Lo
imposible es que se piensen incluidos en mi discurso. ¿Cómo explicar, a no ser ideológicamente, la regla según la cual si en una
sala hay doscientas mujeres y un solo hombre debo decir: "Todos
ellos son trabajadores y dedicados"? En verdad, éste no es un
problema gramatical, sino ideológico.
En este sentido expresé al comienzo de estos comentarios mi
deuda con aquellas mujeres, cuyas cartas desdichadamente
perdí también, porque me hicieron ver cuánto tiene el lenguaje
de ideología.
Entonces les escribí a todas, una por una, acusando recibo de
sus cartas y agradeciendo la excelente ayuda que me habían
dado.
Desde entonces me refiero siempre a mujery hombre, o a los seres humanos. A veces prefiero afear la frase para hacer explícito
mi rechazo del lenguaje machista.
Ahora, al escribir esta Pedagogia de la esperanza, en la que repienso el alma y el cuerpo de la Pedagogia del oprimido, pediré a
las editoriales que superen su lenguaje machista. Y que no se
diga que éste es un problema menor, porque en verdad es un
problema mayor. Que no se diga que lo fundamental es el cambio del mundo malvado, su recreación en el sentido de hacerlo
menos perverso, y por lo tanto la superación del habla machista
es de menor importancia, sobre todo porque las mujeres no son
una clase social.
La discriminación de la mujer, expresada y efectuada por el
discurso machista y encarnada en prácticas concretas, es una
forma colonial de tratarla, incompatible por lo tanto con cualquier posición progresista, de mujer o de hombre, poco importa.
90
PAULO FREIRE
El rechazo de la ideología machista, que implica necesariamente la recreación del lenguaje, es parte del sueño posible en
favor del cambio del mundo. Por eso mismo, al escribir o hablar
un lenguaje ya no colonial, no lo hago para agradar a las mujeres o desagradar a los hombres, sino para ser coherente con mi
opción por ese mundo menos malvado del que hablaba antes.
Del mismo modo en que no escribí el libro que ahora revivo
para ser simpático a los oprimidos como individuos y como clase
y simplemente fustigar a los opresores como individuos y como
clase también. Lo escribí como tarea política que me pareció mi
deber cumplir.
Agréguese que no es puro idealismo no esperar que el mundo
cambie radicalmente para ir cambiando el lenguaje. Cambiar
el lenguaje es parte del proceso de cambiar el mundo. La relación lenguaje-pensamiento-mundo
es una relación dialéctica,
procesal, contradictoria. Es claro que la superación del discurso
machista, como la superación de cualquier discurso autoritario,
exige o nos plantea la necesidad de, paralelamente al nuevo discurso, democrático, antidiscriminatorio, empeñarnos en prácticas también democráticas.
Lo que no es posible es simplemente hacer el discurso democrático y antidiscriminatorio y tener una práctica colonial.
Un aspecto importante, en el capítulo del lenguaje, que quisiera destacar es cuánto me impresionó siempre, en mis experiencias con trabajadores y trabajadoras urbanos y rurales, su lenguaje metafórico. La riqueza simbólica de su habla. En un casi
paréntesis llamaría la atención sobre la rica bibliografía que hay
actualmente en materia de trabajos de lingüistas y filósofos del
lenguaje sobre la metáfora y su uso en la literatura y en la ciencia. Sin embargo aquí lo que me preocupa es acentuar hasta qué
punto el habla popular y la escasez en ella de esquinas de aristas
duras que nos hieran (y aquí les va una metáfora) siempre me
interesaron y me apasionaron. Desde la adolescencia en Jaboatao mis oídos empezaron a abrirse favorablemente a la sonoridad del habla popular. Más tarde, ya en el SESI, se sumaría a esto
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
la creciente comprensión
sintaxis populares.
de la semántica y necesariamente
91
de la
Mis largas conversaciones con pescadores, en sus cascaros en la
playa de Pontas de Pedra, en Pernambuco, así como mis diálogos con campesinos y trabajadores urbanos, en los cerros y en las
calles de Recife, no sólo me familiarizaron con su lenguaje sino
que me aguzaron la sensibilidad a la belleza con que siempre hablan de sí mismos, incluso de sus dolores, y del mundo. Belleza y
seguridad también.
Uno de los mejores ejemplos de esa belleza y de esa seguridad
se encuentra en el discurso de un campesino de Minas Gerais,31
en diálogo con el antropólogo Carlos Brandáo, en una de las
muchas andanzas de éste por los campos, como investigador.
Brandáo grabó una larga conversación con Antonio Cícero de
Souza, conocido como Cico, de la que aprovechó una parte
como prefacio al libro que organizó. *
Ahora usted llega y me pregunta: Cico, ¿qué es educación? Está bueno. Pues, yo lo que pienso, lo digo.
Entonces vea, usted dice: "educación"; ahí yo digo:
"educación". La palabra es la misma ¿verdad? La pronunciación, quiero decir. Es una misma: "educación".
Pero entonces yo le pregunto a usted: ¿es la misma
cosa? ¿Estamos hablando de lo mismo cuando decimos
esa palabra? Ahí yo digo: no. Yo se lo digo a usted así tal
cual: no, no es lo mismo. Yo creo que no.
Educación ... Cuando usted llega y dice "educación",
viene de su mundo. El mismo, otro. Cuando el que habla soy yo viene de otro lugar, de otro mundo. Viene
del fondo de un pozo que es el lugar de la vida de un
pobre, como dicen algunos. Comparación: ¿en el suyo
*
Carlos Brandáo et al., A questiio política da educaaio popular, Sao
Paulo, Brasiliense, 1980.
92
PAULO
FREIRE
esa palabra viene junto con qué? ¿Con escuela, no es
así? ¿Con un profesor fino, con buena ropa, estudiado,
buen libro, nuevo, cuaderno, pluma, todo bien separado, cada cosa a su manera, como debe ser... De su
mundo viene estudio de escuela que transforma a la
persona en doctor. ¿No es verdad? Yo creo que es, pero
creo de lejos, porque yo nunca vi eso aquí.
Cierta vez propuse a un grupo de estudiantes de un curso
de posgrado en la puc-sp32 una lectura en conjunto del texto de
Cico. Un análisis, una lectura crítica de ese texto.
Pasamos cuatro sesiones de tres horas para leer las cuatro páginas de Cico.
La temática que se fue planteando a medida que fuimos adentrándonos en el texto, descubriéndola, rica y plural, hacía que el
tiempo pasara sin que nos diéramos cuenta. No hubo intervalo
en los encuentros en que estudiamos a Cico, tal era la pasión
con que nos entregábamos al trabajo.
Algo que me gustaría mucho haber podido hacer, y que el no
haberlo hecho no me hizo perder la esperanza de llegar a hacerlo algún día, es discutir con trabajadores y trabajadoras rurales
o urbanos ese texto de Cico. Una experiencia en que, partiendo
de la lectura que hicieran del discurso de Cico, fuera agregándole la mía también. En el momento en que tomáramos el texto
de Cico y habláramos de él, me cabría enseñar n contenidos en
tomo a los cuales, igual que Cico, posiblemente con un poder de
análisis menor que el de él, ellos y ellas tienen un "saber de experiencia vivida". Lo fundamental, sin embargo, sería que los
desafiara para que, aprehendiendo la significación más profunda
de los temas y de los contenidos, pudiesen aprenderlos.
No hay cómo no repetir que enseñar no es la pura transferencia mecánica del perfil del contenido que el profesor hace al
alumno, pasivo y dócil. Como tampoco hay cómo no repetir que
partir del saber que tengan los educandos no significa quedarse
girando en torno a ese saber. Partir significa ponerse en camino,
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
93
irse, desplazarse de un punto a otro y no quedarse, permanecer.
Jamás dije, como a veces insinúan o dicen que dije, que, debemos girar fascinados en tomo al saber de los educandos, como la
mariposa alrededor de la luz.
Partir del "saber de experiencia vivida" para superarlo no es
quedarse en él.
pá-
el
ha-
al
Hace algunos años estuve en una capital nordestina, invitado
por educadores que actuaban en áreas rurales del estado. Querían tenerme con ellos y ellas en los tres días que dedicarían a la
evaluación de su trabajo con diferentes grupos de campesinos.
En cierto momento de una de las sesiones salió a luz la cuestión
del lenguaje, del contorno sonoro del habla de los campesinos,
de su simbolismo. Uno de los presentes relató entonces el siguiente hecho.
Hacía ya casi dos meses que quería, dijo, tomar parte en las
reuniones dominicales que un equipo de campesinos realizaba
después de la misa de las 9 de la mañana. Ya le había insinuado
al líder su deseo sin haber recibido la necesaria anuencia.
Un día finalmente fue invitado y oyó, como apertura de la reunión, presentándolo al grupo, el siguiente discurso del líder: "Tenemos hoy un compañero nuevo que no es campesino. Es un
hombre de lectura. En la última reunión discutí con ustedes sobre
la presencia de él aquí con nosotros". Después de hablar un poco
sobre el visitante, lo miró atentamente y dijo: "Necesitamos decirte, compañero, una cosa importante. Si viniste aquí pensando
enseñamos que somos explotados, no hace falta, porque nosotros
lo sabemos muy bien. Ahora lo que nosotros queremos saber de ti
es si tú vas a estar con nosotros, a la hora que caigan los palos".
Es decir, digo ahora yo, si tu solidaridad supera los límites de
tu curiosidad intelectual, si va más allá de las notas que vas a tomar en las reuniones con nosotros, si vas a estar con nosotros, a
nuestro lado, cuando caiga sobre nosotros la represión.
Otro educador, posiblemente estimulado por la historia que
había oído, dio su testimonio contando lo siguiente: que estaba
participando con otros educadores y educadoras en un día de es-
94
PAULO FRElRE
tudios con dirigencias campesinas. De repente uno de los campesinos habló diciendo: "Así como vamos en esta conversación
no nos vamos a entender. Porque mientras que ustedes ahí -y
señaló al grupo de educadores- no hablan más que de la sal,
nosotros aquí -e indicó al grupo de campesinos- nos interesamos por la sazón, y la sal no es más que una parte de la sazón".
Para los campesinos, los educadores estaban perdiéndose en
la visión que suelo llamar focalista de la realidad, mientras que
ellos lo que querían era la comprensión de las relaciones entre
las partes componentes de la totalidad. No negaban la sal, pero
querían entenderla en sus relaciones con los demás ingredientes
que en conjunto componían la sazón.
En relación con esa riqueza popular de la que tanto podemos
aprender, recuerdo sugerencias que anduve haciendo a varios
educadores y educadoras en contacto frecuente con trabajadores urbanos y rurales, en el sentido de ir registrando historias,
trozos de conversaciones, frases, expresiones, que pudieran servir para análisis semánticos, sintácticos, prosódicos de su discurso. En cierto momento de un esfuerzo como ése, sería posible proponer a los trabajadores, como si fueran codificaciones,
las historias o las frases, o los trozos de discurso, ya estudiados,
sobre todo con la colaboración de sociolingüistas, y probar la
comprensión que habían tenido los educadores de esas frases o
historias presentándola a los trabajadores. Sería un ejercicio de
aproximación de las dos sintaxis -la dominante y la popular.
En verdad, en materia de lenguaje hay algo más a lo que quisiera referirme. Algo que jamás acepté, por el contrario, que
siempre rechacé: la afirmación o la pura insinuación de que escribir bonito, con elegancia, no es cosa de científico. Los científicos escriben difícil, no bonito. Siempre me ha parecido que el
momento estético del lenguaje debe ser perseguido por todos
nosotros, no importa si somos científicos rigurosos o no. No hay
ninguna incompatibilidad entre el rigor en la búsqueda de la
comprensión y del conocimiento del mundo y la belleza de
la forma en la expresión de los descubrimientos.
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
cam-
Sería absurdo que la compatibilidad
entre la fealdad y el rigor.
95
se diera o debiera darse
-y
sal,
No por casualidad mis primeras lecturas de la obra de Gilberto Freyre, en los años cuarenta, me impresionaron tanto, así
c~~o hoy releerla también constituye un momento de placer estetíco.
en
A mí, desde muy joven, siempre me agradó un discurso sin
aristas, no importa si es de un campesino ingenuo frente al
mundo o d,e un sociólogo del porte de Gilberto Freyre. Creo que
en este palS poca gente ha manejado el lenguaje con el buen
gusto con que lo hizo él.
varios
historias,
serdisposi-
la
o
de
quique
escientíel
todos
hay
la
de
Nunca me olvido del impacto que causaba en adolescentes a
quienes yo enseñaba portugués, en los años cuarenta, la lectura
que hacía con ellos de trozos de la obra de Gilberto. Casi siempre lo tomaba como ejemplo para hablar de la colocación de los
pronombres objetivos en las oraciones, subrayando la belleza de
su estilo. Difícilmente, de acuerdo con la gramática o no, Gilberto Freyre escribía una cosa fea.
Fue él quien, en una primera experiencia estética, entre "ela
~inh~-se aproxi"!ando"y "ela vinha se aproximando ",* me hizo optar,
sm nmguna dificultad, por la segunda posibilidad, debido a la
sonoridad que resulta de la separación del se del verbo auxiliar
vinha que le "da" la libertad de dejarse atraer por la a del verbo
principal aproximando. El se de vinha-se pasa a ser s'a cuando se libera de aquel verbo y como que se arrima a la a de aproximando.
No comete pecado contra la seriedad científica quien, recha~an~o l~ estrechez y la falta de sabor de la afectación gramatical,
Jamas dice o escribe "tinha acabado-se", o "seuocé ver Pedro" o bien
"houueram muitas pessoas na audiencia ", o "fazem muitos ano; que voltei".**
*
**
La traducción sería más o menos: "ella veníase acercando"
venía acercándose". [T.]
y "ella
Aproximadamente:
"habíase acabado", "si verás a Pedro", "hubieron
muchas personas en el público", "hacen muchos años que volví"
[T.]
1 .
96
PAULO FRElRE
No comete pecado contra la seriedad científica quien trata
bien a la palabra para no herir el oído y el buen gusto de quien
lee o escucha su discurso, y no por eso puede ser acusado en
forma simplista de "retórico" o de haber caído en la "fascinación
de la elegancia lingüística como fin en sí misma". Cuando no
acusado de haber sido vencido por la fuerza del disgusto de un
parloteo inconsecuente, o señalado como "pretencioso" o "e~nob" o visto como ridículamente pomposo en su forma de escnbir o de hablar.
Si Gilberto Freyre, por no hablar más que de él, entre nosotros,
hubiera creído eso, es decir en la relación entre rigor científico y
desprecio por el tratamiento estético del lenguaje, no tendríamos
hoy páginas como la que sigue:
La palabra "Nordeste" es hoy una palabra desfigurada
por la expresión "obras del Nordeste", que significa
"obras contra las secas". Los sertiies de arena seca que rechina bajo los pies. Los sertoes de paisajes duros que
roen los ojos. Los mandacarús, * los vacunos y caballos
angulosos. Las sombras leves como almas del otro
mundo con miedo del sol.
Pero ese Nordeste de figuras de hombres y de animales
que se alargan casi como figuras de El Greco es tan sólo
un lado del Nordeste. El otro Nordeste. Más viejo que él
es el Nordeste de árboles gruesos, de sombras profundas,
de bueyes pachorrientos, de gente vigorosa y a veces redondeada casi como Sancho Panza por la miel de caña,
por el pescado cocido con mandioca, por el trabajo lento
y siempre igual, por los parásitos, por el aguardiente, por
el guarapo de caña, por el frijol, por las lombrices, por la
erisipela, por el ocio, por las enfermedades que hinchan
a las personas, por el propio mal de comer tierra.
*
Cactus típico del Nordeste brasileño
(Cereus jamacaru, P.) [T.]
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
97
y más adelante: "Un Nordeste oleoso donde en noche de luna
parece escurrir un aceite gordo de las cosas y de las personas".*
En relación con la Pedagogía del oprimido, hubo críticas como
las referidas más arriba y también a lo que se consideró la ininteligibilidad del texto. Críticas al lenguaje considerado como casi
imposible de entender, y tan rebuscado y elitista que no podía
esconder mi "falta de respeto por el pueblo".
Al recordar unas y volver a ver otras de esas críticas, hoy, me
acuerdo de un encuentro que tuve en Washington, en 1972, con
un grupo de jóvenes interesados en discutir algunos temas del
libro.
Había entre ellos un hombre negro, de unos cincuenta años
de edad, dedicado a problemas de organización comunitaria.
Durante los debates, de vez en cuando, después de una visible dificultad para comprender de uno de los jóvenes, él hablaba para
aclarar el punto, y lo hacía siempre muy bien.
Al final de la reunión se acercó a mí y, en forma simpática, me
dijo: "Si alguno de esos jóvenes te dice que no te entiende a
causa del inglés que hablas, no es cierto. La cuestión es de lenguaje-pensamiento.
La dificultad está en que ellos todavía no
piensan dialécticamente. Y todavía les falta convivencia con la
dureza de la experiencia de los sectores discriminados de la sociedad".
Es interesante también observar que algunas críticas, en inglés, al lenguaje "difícil y esnob" de la Pedagogía atribuían alguna
responsabilidad a mi amiga Myra Ramas, seria y competente traductora del libro. Myra trabajó con la máxima corrección profesional, con absoluta seriedad. Durante el proceso de traducción
del texto, acostumbraba consultar con un grupo de amigos a
quienes llamaba por teléfono para preguntar: "¿Tiene sentido
esta frase para ti?". Y citaba el trozo que acababa de traducir, sobre el cual tenía dudas. Por otra parte, terminada parte de un ca-
*
Gilberto Freyre, op. cit.
98
PAULO FRElRE
pítulo, enviaba copia de la traducción y del original a otros amigos estadounidenses que dominaban el portugués, como el teólogo Richard Shaull, quien prologó la edición estadounidense,
solicitándoles sus opiniones y sugerencias.
Yo mismo, que en esa época residía en Cambridge como profesor visitante en Harvard, fui consultado por ella varias veces. Recuerdo su paciente investigación de las diferentes hipótesis que
se le ocurrieron para traducir una de mis metáforas, "inédito viable", que finalmente optó por llamar "untestedJeasibility".
Con las limitaciones derivadas de mi carencia de autoridad respecto a la lengua inglesa, debo decir que me siento muy bien en
la traducción de Myra. Por eso, frente a los lectores y las lectoras
de lengua inglesa, en seminarios y discusiones, he asumido siempre la responsabilidad por las críticas hechas al lenguaje del libro.
Recuerdo también la opinión de un joven de 16 años, hijo de
una excelente alumna negra que tuve en Harvard, a quien solicité que leyera la traducción del primer capítulo de la Pedagogía,
que acababa de llegar de Nueva York. A la semana siguiente me
trajo la de ella y la de su joven hijo, a quien había pedido que leyera el texto. "Este texto -decía él- fue escrito sobre mí. Habla
de mí." Aun admitiendo que haya tropezado con alguna que
otra palabra ajena a su experiencia intelectual de adolescente,
eso no le hizo perder la comprensión de la totalidad. Su experiencia existencial en el contexto de la discriminación hizo que
desde el principio fuera sim-pático al texto.
Hoy, después de tantos años, con la Pedagogía traducida a un
sinnúmero de lenguas a través de las cuales ha cubierto prácticamente el mundo, ese tipo de crítica ha disminuido bastante.
Pero aún las hay.
Por eso me alargo un poco más sobre la cuestión.
No veo cómo puede ser legítimo que un estudiante o una estudiante, un profesor o una profesora cierre un libro cualquiera,
no sólo la Pedagogía del oprimido, diciendo simplemente que su
lectura no es viable porque no entendió claramente el significado de un período. Y sobre todo hacerlo sin haber hecho el me-
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
99
nor esfuerzo, sin haber actuado con la seriedad necesaria para
quien estudia. Hay muchas personas para quienes detener la lectura de un texto en el momento en que surgen dificultades para
su comprensión, a fin de recurrir a instrumentos de trabajo
corrientes -diccionarios, incluyendo los de filosofia y ciencias sociales, los etimológicos, los de sinónimos, las enciclopedias,
etc.-, es una pérdida de tiempo. No. Por el contrario, el tiempo
dedicado a la consulta de diccionarios y enciclopedias para elucidar lo que estamos leyendo es tiempo de estudio, no tiempo
perdido. A veces las personas continúan la lectura esperando
captar mágicamente, en la página siguiente, el significado de la
palabra, si es que aparece de nuevo.
Leer un texto es algo más serio, que exige más. Leer un texto
no es "pasear" en forma licenciosa e indolente sobre las palabras. Es aprender cómo se dan las relaciones entre las palabras
en la composición del discurso. Es tarea de sujeto crítico, humilde, decidido.
Leer, como estudio, es un proceso difícil, incluso penoso a veces, pero siempre placentero también. Implica que el lector o la
lectora se adentren en la intimidad del texto para aprehender su
más profunda significación. Cuanto más hacemos este ejercicio
en forma disciplinada, tanto más nos preparamos para que las
futuras lecturas sean menos difíciles.
Leer un texto exige de quien lo hace, sobre todo, estar convencido de que las ideologías no han muerto. Por eso mismo, la
que permea el texto, o a veces se oculta en él, no es necesariamente la de quien lo lee. De ahí la necesidad de que el lector
adopte una postura abierta y crítica, radical y no sectaria, sin la
cual cerrará el texto, prohibiéndose aprender algo de él, porque
es posible que defienda posiciones antagónicas a las suyas. E, irónicamente, a veces esas posiciones son apenas diferentes.
En muchos casos ni siquiera hemos leído a la autora o al
autor: hemos leído acerca de ella o de él y aceptamos las críticas
que se les hacen sin ir directamente a sus textos. Las asumimos
como nuestras.
100
PAULO FRElRE
El profesor Celso Beisiegel, pro-rector de la Universidad de
Sao Paulo y uno de los intelectuales más serios del país, me dijo
que cierta vez, participando en un grupo de discusión sobre ~a
educación brasileña, oyó decir a uno de los presentes que mis
trabajos ya no tenían importancia en el debate nacional acerca
de la educación. Curioso, Beisiegelle preguntó: "¿Qué libros de
Paulo Freire estudió usted?".
Sin casi silencio después de la pregunta, el joven crítico respondió: "Ninguno. Pero leí sobre él".
Lo fundamental, sin embargo, es que no se critica a un autor
o a una autora por lo que se dice sobre él o ella, sino por la lectura seria, dedicada, competente que hacemos de sus textos. Sin
que esto signifique que no debemos leer lo que se ha dicho y se
dice sobre él o ella, también.
Finalmente, la práctica de leer textos seriamente termina por
ayudarnos a aprender cómo la lectura, como estudio, es un proceso amplio, que exige tiempo, paciencia, sensibilidad, método,
rigor, decisión y pasión por conocer.
Sin necesariamente referirme a los autores o a las autoras de
críticas ni tampoco a los capítulos de la Pedagogía a que se refieren las restricciones, continuaré el ejercicio de ir tomando aquí
y allá algún juicio frente al cual debo pronunciarme, o rehacer
un pronunciamiento anterior.
Uno de esos juicios, que viene de los años setenta, es el que
me toma precisamente por lo que critico y combato, es decir, me
toma por arrogante, elitista, "invasor cultural", es decir alguien
que no respeta la identidad popular, de clase, de las cl~ses pOP~lares -trabajadores rurales y urbanos. En el fondo ese tipo de entica, dirigido a mí, con base en una comprensión distorsionada
de la concientización y en una visión profundamente ingenua de
la práctica educativa -vista como práctica neutra, al servicio del
bienestar de la humanidad-, no es capaz de percibir que una de
las bellezas de esta práctica es precisamente que no es posible vivirla sin correr riesgo. El riesgo de no ser coherentes, de decir
una cosa y hacer otra, por ejemplo. Yes precisamente su politici-
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
101
dad, su imposibilidad de ser neutra, lo que exige del educador o
de la educadora su eticidad. La tarea de la educadora o del educador sería demasiado fácil si se redujera a la enseñanza de contenidos que ni siquiera necesitarían ser manejados y "transmitidos" en forma aséptica, porque en cuanto contenidos de una
ciencia neutra serían asépticos en sí. En ese caso el educador no
tendría por qué preocuparse o esforzarse, por lo menos, por ser
decente, ético, a no ser con respecto a su capacitación. Sujeto de
una práctica neutra, no tendría otra cosa que hacer que "transferir conocimiento" igualmente neutro.
No es eso lo que ocurre en la realidad. No hay ni ha habido jamás una práctica educativa, en ningún espacio-tiempo, comprometida únicamente con ideas preponderantemente
abstractas e
intocables. Insistir en eso y tratar de convencer a los incautos de
que ésa es la verdad es una práctica política indiscutible con que
se intenta suavizar una posible rebeldía de las víctimas de la injusticia. Tan política como la otra, la que no esconde, sino que
por el contrario proclama su politicidad.
Lo que me mueve a ser ético por sobre todo es saber que
como la educación es, por su propia naturaleza, directiva y política, yo debo respetar a los educandos, sin jamás negarles mi
sueño o mi utopía. Defender una tesis, una posición, una preferencia, con seriedad y con rigor, pero también con pasión, estimulando y respetando al mismo tiempo el derecho al discurso
contrario, es la mejor forma de enseñar, por un lado, el derecho
a tener el deber de "pelear" por nuestras ideas, por nuestros sueños, y no sólo aprender la sintaxis del verbo haber, y por el otro
el respeto mutuo.
Respetar a los educandos, sin embargo, no significa mentirles
sobre mis sueños, decirles con palabras o gestos o prácticas que
el espacio de la escuela es un lugar "sagrado" donde solamente
se estudia, y estudiar no tiene nada que ver con lo que ocurre en
el mundo de afuera; ocultarles mis opciones, como si fuera "pecado" preferir, optar, romper, decidir, soñar. Respetarlos significa, por un lado, darles testimonio de mi elección, defendién-
102
PAULO FREIRE
dola; por el otro, mostrarles otras posibilidades de opción mientras les enseño, no importa qué ...
y que no se diga que si soy profesor de biología no puedo alargarme en otras consideraciones, que debo enseñar sólo biología,
como si el fenómeno vital pudiera comprenderse fuera de la
trama histórico-social, cultural y política. Como si la vida, la pura
vida, pudiera ser vivida igual en todas sus dimensiones en la favela,33 en el corti~d34 o en una zona feliz de los 'Jardines"35 de
Sao Paulo. Si soy profesor de biología debo, obviamente, enseñar biología, pero al hacerlo no puedo separarla de esa trama.
Es la misma reflexión que nos imponemos con relación a la alfabetización. Quien busca un curso de alfabetización de adultos
quiere aprender a escribir y a leer frases y palabras, quiere alfabetizarse. Pero la lectura y la escritura de las palabras pasa por la
lectura del mundo. Leer el mundo es un acto anterior a la lectura de la palabra. La enseñanza de la lectura y de la escritura de
la palabra a la que falte el ejercicio crítico de la lectura y la releetura del mundo es científica, política y pedagógicamente manca.
¿Que existe el riesgo de influir en los alumnos? No es posible
vivir, mucho menos existir, sin riesgos. Lo fundamental es prepararnos para saber correrlos bien.
Cualquiera que sea la calidad de la práctica educativa, autoritaria o democrática, es siempre directiva.
Sin embargo, en el momento en que la directividad del educador o de la educadora interfiere con la capacidad creadora, formuladora, indagadora del educando en forma restrictiva, entonces la directividad necesaria se convierte en manipulación, en
autoritarismo. Manipulación y autoritarismo practicados por muchos educadores que, diciéndose progresistas, la pasan muy bien.
Mi cuestión no es negar la politicidad y la directividad de la
educación, tarea por lo demás imposible de convertir en acto,
sino, asumiéndolas, vivir plenamente la coherencia de mi opción
democrática con mi práctica educativa, igualmente democrática.
Mi deber ético, en cuanto uno de los sujetos de una práctica
imposiblemente neutra -la educativa-, es expresar mi respeto
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
103
por las diferencias de ideas y de posiciones. Mi respeto incluso
por las posiciones antagónicas a las mías, que combato con seriedad y pasión.
Sin embargo, decir cavilosamente que no existen no es científico ni ético.
Criticar la arrogancia, el autoritarismo de intelectuales de izquierda o de derecha, en el fondo igualmente reaccionarios,
que se consideran propietarios, los primeros del saber revolucionario, y los segundos del saber conservador; criticar el comportamiento de universitarios que pretenden concientizar a trabajadores rurales y urbanos sin concientizarse también con ellos;
criticar un indisimulable aire de mesianismo, en el fondo ingenuo, de intelectuales que en nombre de la liberación de las clases trabajadoras imponen o buscan imponer la "superioridad"
de su saber académico a las "masas incultas", esto lo he hecho
siempre. Y de esto hablé casi exclusivamente en la Pedagogía del
oprimido. Y de esto hablo ahora, con la misma fuerza, en la Pedagogía de la esperanza.
Una de las diferencias sustantivas, sin embargo, entre mí y los
autores de esas críticas que se me hacen es que para mí el camino para la superación de esas prácticas está en la superación
de la ideología autoritariamente elitista; está en el ejercicio difícil de las virtudes de la humildad, la coherencia, la tolerancia,
por parte del o de la intelectual progresista. De la coherencia
que va reduciendo la distancia entre lo que decimos y lo que hacemos.
Para ellos y ellas, críticos y críticas, el camino está en la imposible negación de la politicidad de la educación, de la ciencia, de
la tecnología.
"La teoría del aprendizaje de Freire -se dijo más o menos en
los años setenta- está subordinada a propósitos sociales y políticos y una teoría así se expone al riesgo de la manipulación",
como si fuera posible una práctica educativa en que profesores y
profesoras, alumnos y alumnas, pudieran estar absolutamente
exentos del riesgo de la manipulación y de sus consecuencias.
104
PAULO FREIRE
Como si fuera o hubiera sido alguna vez posible, en algún
tiempo-espacio, la existencia de una práctica educativa distante,
fría, indiferente, en relación con "propósitos sociales y políticos".
Lo que se exige éticamente a los educadores y las educadoras
es que, coherentes con su sueño democrático, respeten a los
educandos, y por eso mismo no los manipulen nunca.
De ahí la cautela vigilante con que deben actuar, con que deben vivir intensamente su práctica educativa; de ahí que sus ojos
deban estar siempre abiertos, sus oídos también, su cuerpo entero abierto a las trampas de que está lleno el llamado "currículum oculto". De ahí la exigencia que deben imponerse de ir tornándose cada vez más tolerantes, de ir poniéndose cada vez más
transparentes, de ir volviéndose cada vez más críticos, de ir haciéndose cada vez más curiosos.
Cuanto más tolerantes, cuanto más transparentes, cuanto más
críticos, cuanto más curiosos y humildes sean, tanto más auténticamente estarán asumiendo la práctica docente. En una perspectiva así, indiscutiblemente progresista, mucho más posmoderna
que moderna, según entiendo la posmodernidad, y nada "modernizadora", enseñar no es simplemente transmitir conocimientos
en torno al objeto o contenido. Transmisión que se hace en su
mayor parte a través de la pura descripción del concepto del objeto, que los alumnos deben memorizar mecánicamente. Enseñar, siempre desde el punto de vista posmodernamente
progresista de que hablo aquí, no puede reducirse a un mero enseñar a
los alumnos a aprender a través de una operación en que el objeto del conocimiento fuese el acto mismo de aprender. Enseñar
a aprender sólo es válido -desde ese punto de vista, repítasecuando los educandos aprenden a aprender al aprender la razón
de ser del objeto o del contenido. Enseñando biología u otra disciplina cualquiera es como el profesor enseña a los alumnos a
aprender.
En la línea progresista, por lo tanto, enseñar implica que los
educandos, "penetrando" en cierto sentido el discurso del profe-
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 105
sor, se apropien de la significación profunda del contenido que
se está enseñando. El acto de enseñar vivido por el profesor o la
profesora va desdoblándose, por parte de los educandos, en el
acto de conocer lo enseñado.
A su vez, el profesor o la profesora sólo enseñan en términos
verdaderos en la medida en que conocen el contenido de lo que
enseñan, es decir, en la medida en que se lo apropian, en que lo
aprehenden. En este caso, al enseñar re-conocen el objeto ya conocido. En otras palabras, rehacen su cognoscitividad en la cognoscitividad de los educandos. Enseñar es así la forma que
adopta el acto de conocimiento que el profesor o la profesora
necesariamente realizan a fin de saber lo que enseñan para provocar también en los alumnos su acto de conocimiento. Por eso
enseñar es un acto creador, un acto crítico y no mecánico. La curiosidad de profesores y alumnos, en acción, se encuentra en la
base del enseñar-aprender.
Enseñar un contenido por la apropiación o la aprehensión de
éste por parte de los educandos exige la creación y el ejercicio
de una seria disciplina intelectual que debe ir forjándose desde
el nivel preescolar. Pretender la inserción crítica de los educandos en la situación educativa, en cuanto situación de conocimiento, sin esa disciplina es una espera vana. Pero así como no
es posible enseñar a aprender sin enseñar cierto contenido a través de cuyo conocimiento se aprende a aprender, tampoco se enseña la disciplina de que hablo a no ser en y por la práctica cognoscitiva de la que los educandos van volviéndose sujetos cada
vez más críticos.
III
En la constitución de esa necesaria disciplina no hay lugar para la identificación del acto de estudiar, de aprender, de
conocer, de enseñar, como un puro entretenimiento, una especie de juego con reglas flojas o sin reglas, ni tampoco como un
quehacer insípido, desagradable, fastidioso. El acto de estudiar,
de aprender, de conocer es difícil, sobre todo exigente, pero placentero, como siempre nos advierte Georges Snyders. * Es preciso pues que los educandos descubran y sientan la alegría que
hay en él, que forma parte de él y que está siempre dispuesta a
invadir a cuantos se entreguen a él.
El papel testimonial del profesor en la gestación de esa disciplina es enorme. Aquí una vez más su autoridad, de la que su
competencia es una parte, desempeña una función importante.
Un profesor que no toma en serio su práctica docente, que por
eso mismo no estudia y enseña mallo que mal sabe, que no lucha por disponer de las condiciones materiales indispensables
para su práctica docente, no coadyuva la formación de la imprescindible disciplina intelectual de los estudiantes. Por consiguiente, se anula como profesor.
Pero por otro lado esa disciplina no puede ser resultado de un
trabajo que el profesor haga en los alumnos. Si bien requiere la
presencia determinante del profesor o la profesora, su orientación, su estímulo, su autoridad, esa disciplina tiene que ser construida y asumida por los alumnos.
*
Georges Snyders, La joie
a l'école, París,
PUF, 1986.
108
PAULO FRElRE
Me siento obligado a repetir, para enfatizar mi posición, que
la práctica democrática en coherencia con mi discurso democrático, que habla de mi opción democrática, no me obliga al silencio en torno a mis sueños, así como tampoco la crítica necesaria
a lo que Amílcar Cabral* llama "negatividades de la cultura" me
convierte en un "invasor elitista" de la cultura popular. La crítica
y el esfuerzo por superar esas "negatividades" son no sólo recomendables sino indispensables. En el fondo esto tiene que ver
con el pasaje del conocimiento en el plano del "saber de experiencia vivida", del sentido común, al conocimiento resultante
de procedimientos más rigurosos de aproximación a los objetos
cognoscibles. Y realizar esa superación es un derecho que las clases populares tienen. De ahí que, por ejemplo, negar a los campesinos, en nombre del respeto a su cultura, la posibilidad de ir
más allá de sus creencias en torno a sí mismos en el mundo y a sí
mismos con el mundo revele una ideología profundamente elitista. Es como si descubrir la razón de ser de las cosas y tener de
ellas un conocimiento cabal fuera o debiera ser privilegio de las
elites. A las clases populares les bastaría con el "creo que es", en
torno al mundo.
Lo que no es posible -me repito ahora- es la falta de respeto
al sentido común; lo que no es posible es tratar de superarlo sin,
partiendo de él, pasar por él.
Desafiar a los educandos en relación con lo que les parece su
acierto es un deber de la educadora o el educador progresistas.
¿Qué clase de educador sería si no me sintiera movido por el impulso que me hace buscar, sin mentir, argumentos convincentes
en defensa de los sueños por los que lucho? En la defensa de la
razón de ser de la esperanza con que actúo como educador.
Lo que no es lícito hacer es esconder verdades, negar informaciones, imponer principios, castrar la libertad del educando o
castigarlo, no importa cómo, si no acepta mi discurso, por las ra-
*
Amílcar Cabral, Obras escolhidas, vol. 1, A arma da teoria - unidade e
luta, Lisboa, Seara Nova, 1976, p. 141.
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
10g
zones que sea; si rechaza mi utopía. Eso sí me haría caer, incoherentemente, en el sectarismo destructor que critiqué duramente
ayer, en la Pedagogía del oprimido, y critico hoy al revisitarla en la
Pedagogía
de la esperanza.
Estas consideraciones me traen a otro punto, directamente ligado a ellas, en torno del cual he sufrido igualmente reparos
que me parece deben ser reparados también. Me refiero a la insistencia con que desde hace largo tiempo defiendo la necesidad
que tenemos, educadoras y educadores progresistas, de jamás
subestimar o negar los saberes de experiencia vivida con que los
educandos llegan a la escuela o a los centros de educación informal. Es evidente que hay diferencias en la forma de lidiar con
esos saberes, si se trata de uno u otro de los casos citados anteriormente. Sin embargo, en cualquiera de ellos, subestimar la
sabiduría que resulta necesariamente de la experiencia sociocultural es al mismo tiempo un error científico y expresión inequívoca de la presencia de una ideología elitista. Tal vez sea realmente un fondo ideológico escondido, oculto, que por un lado
opaca la realidad objetiva y por el otro hace miopes a los negadores del saber popular al inducirlos al error científico. En
última instancia, es esa "miopía" lo que, constituyéndose en obstáculo ideológico, provoca el error epistemológico.
Ha habido diferentes formas de comprensión negativa, y en
consecuencia de crítica, a esta defensa del saber popular en la
que hace tanto me empeño. Negación del saber popular tan discutible como su mitificación, como su exaltación, de naturaleza
"basista". Basismo y elitismo, tan sectarios que prisioneros de su
verdad y en su verdad, se vuelven incapaces de ir más allá de sí
mismos.
Una de esas maneras de hacer la crítica de la defensa que
vengo haciendo de los saberes de experiencia vivida, que con
frecuencia se repite todavía hoy, para mi legítimo asombro, es la
que sugiere o afirma que en el fondo propongo que el educador
debe quedar girando, junto con los educandos, en torno a su saber de sentido común, cuya superación no se intentaría siquiera.
110
PAULO FREIRE
y la crítica de este tenor concluye victoriosa subrayando el obvio
fracaso de esa comprensión ingenua. Atribuida a mí -la de la defensa del giro incansable en torno al saber de sentido común.
Pero en verdad yo nunca he afirmado, ni siquiera insinuado,
tamaña "inocencia".
Lo que he dicho y repetido sin cansarme es que no podemos
dejar de lado, despreciado como inservible, lo que los educandos -ya sean niños que llegan a la escuela o jóvenes y adultos
en centros de educación popular- traen consigo de comprensión del mundo, en las más variadas dimensiones de su práctica
dentro de la práctica social de que forman parte. Su habla, su
manera de contar, de calcular, sus saberes en torno al llamado
otro mundo, su religiosidad, sus saberes en torno a la salud, el
cuerpo, la sexualidad, la vida, la muerte, la fuerza de los santos,
los conjuros.
Ése es, por lo demás, uno de los temas fundamentales de la
etnocíencia'v hoy: cómo evitar la dicotomía entre esos saberes,
el popular y el erudito, o cómo comprender y experimentar la
dialéctica entre lo que Snyders* llama "cultura primera" y "cultura elaborada".
Respetar esos saberes de los que tanto hablo, para ir más allá
de ellos, jamás podría significar -en una lectura seria, radical, y
por lo tanto crítica, jamás sectaria, rigurosa, bien hecha, competente, de mis textos- que el educador o la educadora deban seguir apegados a ellos, a esos saberes de experiencia vivida.
El respeto a esos saberes se inserta en el horizonte mayor en
que se generan -el horizonte del contexto cultural, que no se
puede entender fuera de su corte de clase, incluso en sociedades
tan complejas que la caracterización de ese corte es menos fácil
de captar.
Así, pues, el respeto al saber popular implica necesariamente
el respeto al contexto cultural. La localidad de los educandos es
* op. cit.
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
111
el punto de partida para el conocimiento que se van creando del
mundo. "Su" mundo, en última instancia, es el primer e inevitable rostro del mundo mismo.
Mi preocupación por el respeto debido al mundo local de los
educandos continúa generando, para mi asombro, de vez en
cuando, nuevas críticas que me ven sin rumbo, perdido y sin salida en los estrechos horizontes de la localidad. Una vez más, esas
críticas son resultado de lecturas mal hechas de mis textos o de
lecturas de textos sobre mi trabajo, escritos por quienes me leyeron igualmente mal, en forma incompetente, o no me leyeron.
Yo merecería no sólo ésas, sino otras críticas incluso contundentes, si en lugar de defender el contexto local de los educandos
como punto de partida para el ensanchamiento de su comprensión del mundo me pusiera a defender una posición "focalista".
Una posición en que, perdiéndose la inteligencia dialéctica de la
realidad, no se fuera capaz de percibir las relaciones contradictorias entre las partes y la totalidad. Habríase incurrido así en aquel
error criticado en cierto momento de este texto por campesinos a
través de la relación que hacían entre la sal, como parte, como
uno de los ingredientes de la sazón, y ésta como totalidad.
Jamás fue eso lo que hice o propuse a lo largo de mi práctica
de educador, que me viene proporcionando la práctica de pensar en ella, y de la que ha resultado todo lo que he escrito hasta
ahora.
Para mí viene siendo dificil, incluso imposible, entender la interpretación de mi respeto a lo local, como negación de lo universal. De lo local o de lo regional. Por ejemplo, no entiendo cómo,
cuando acertadamente se critican las posiciones que "ahogan" o
"suprimen" la totalidad en la localidad -focalismo para mí- se da
como ejemplo el "universo vocabular mínimo", categoría que
uso en mi comprensión general de la alfabetización.
El "universo vocabular mínimo" emerge naturalmente de la
investigación necesaria que se hace; fundándonos en él es como
elaboramos el programa de alfabetización. Pero yo nunca dije
que el programa que ha de elaborarse dentro de ese universo vo-
112
PAULO FRE1RE
cabular tenía que quedar absolutamente adscrito a la realidad local. Si lo hubiera dicho no tendría del lenguaje la comprensión
que tengo, revelada no sólo en trabajos anteriores, sino en este
ensayo también. Más aún, no tendría una forma dialéctica de
pensar.
Sin muchos comentarios, remito al lector o a la lectora a La
educación como práctica de la libertad, en cualquiera de sus ediciones. Se trata de la última parte del libro, en que hago un análisis
de las diecisiete palabras generadoras escogidas del "universo vocabular" investigado en el estado de Río de Janeiro y que se aplicarían también en Guanabara, como se llamaba en aquella
época Río.37 La simple lectura de las páginas, me parece, aclara
el equívoco de tal crítica.
Creo que lo fundamental es dejar claro o ir dejando claro para
los educandos una cosa obvia: lo regional surge de lo local igual
que lo nacional surge de lo regional, lo continental de lo nacional y lo mundial de lo continental.
Así como es un error permanecer adherido a lo local, perdiendo la visión del todo, también es un error flotar sobre el
todo sin referencia a lo local de origen.
Al volver de visita a Brasil en 1979, declaré en una entrevista
que mi recifecidad explicaba mi pernambucanidad,
que ésta
aclaraba mi nordestinidad, la que a su vez arrojaba luz sobre mi
brasilidad; mi brasilidad elucidaba mi latinoamericanidad y ésta
por su parte me hacía un hombre del mundo.
Ariano Suassuna se convirtió en un escritor universal no a partir del universo sino a partir de Taperuá.38
"El análisis crítico por parte de grupos populares de su forma
de estar siendo en el mundo de la cotidianidad más inmediata,
la de su tabanca", digo en Cartas a Guiné Bissau (publicado en
1977, página 59), "y la percepción de la razón de ser de los hechos que se dan en ella nos lleva a sobrepasar los horizontes estrechos
de la tabanca, o incluso de la zona, para alcanzar la visión global de
la realidad, indispensable para la comprensión de la propia tarea
de reconstrucción nacional."
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
113
Pero volviendo a la parte más remota, mi primer libro, La educación como práctica de la libertad, concluido en 1965 y publicado
en 1967, en la página 114, comentando el proceso de creación
de las codificaciones, digo:
Estas situaciones funcionan como un desafío a los grupos. Son situaciones-problema
codificadas, que guardan en sí elementos que serán descodificados por los
grupos con la colaboración del coordinador. El debate
en torno a ellas, como el que se hace con las que nos
dan el concepto antropológico de cultura, irá llevando
a los grupos a concientizarse para que concomitantemente se alfabeticen.
Son situaciones locales [el subrayado es actual] que sin
embargo abren perspectivas para el análisis de problemas
nacionales y regionales.
"La palabra escrita -dice Platón- no puede defenderse
cuando es mal entendida."*
No pueden responsabilizarme, debo decir, por lo que se diga
o se haga en mi nombre contrariamente a lo que hago y digo; no
vale afirmar, como lo hizo alguna vez alguien, con rabia: "Quizás
usted no haya dicho esto, pero personas que se dicen discípulas
suyas lo dijeron". Sin pretender, ni siquiera de lejos, parecerme
a Marx -no porque ahora de vez en cuando digan que ya está superado, sino por el contrario, precisamente porque para mí no
lo está, y sólo es preciso revisarlo-, me siento inclinado a citar
una de sus cartas, aquella en que, irritado con inconsecuentes
"marxistas" franceses, dice: "Lo único que sé es que no soy marxista".**
*
**
s
Paul Shorey, What Plato Said. A Resume and A nalysis 01Plato Writings
with Synopses and Critical Comment, Phoenix Books, The University of
Chicago Press, 1965, p. 158.
"Carta de Engels a Schmidt. Londres, 5.8.1890", en Obras escogidas,
Moscú, Editorial Progreso, vol. 11,p. 491.
114
PAULO FRElRE
y ya que cité a Marx aprovecho para comentar críticas que me
hicieron en los años setenta y que se decían marxistas. Algunas
de ellas, como lamentablemente no es raro que ocurra, pasaban
por alto dos puntos fundamentales: 1) que yo no había muerto;
2) que no había escrito solamente la Pedagogia del oprimido, y menos aún solamente La educación como práctica de la libertad, y por
lo tanto era imposible generalizar a todo un pensamiento la crítica hecha a un momento de él. Algunas de ellas eran válidas si
se centraban en el texto a o b, pero incorrectas si se extendían a
la totalidad de mi obra.
Una de esas críticas, al menos aparentemente más formal, mecanicista, que dialéctica, se sorprendía de que yo no hiciera referencia a las clases sociales, y sobre todo de que no afirmara que
"la lucha de clases es el motor de la historia". Le parecía raro
que en lugar de las clases sociales yo trabajara con el concepto
vago del oprimido.
En primer lugar, me parece imposible que después de la lectura de la Pedagogia del oprimido, empresarios y trabajadores, rurales y urbanos, hayan llegado a la conclusión de que eran, los primeros, trabajadores, y los segundos, empresarios. Y esto porque
la vaguedad del concepto de oprimido los había dejado tan confusos e indecisos que los empresarios vacilaban sobre si debían o
no continuar disfrutando del "plusvalor", y los trabajadores sobre el derecho de huelga como instrumento fundamental para
la defensa de sus intereses.
Recuerdo ahora un texto que leí, en 1981, recién llegado del
exilio, de una joven obrera paulista que preguntaba, y a continuación respondía: "¿Quién es el pueblo?". "El que no pregunta
quién es el pueblo."
Sin embargo, la primera vez que leí una de esas críticas me impuse algunas horas de relectura del libro, contando las veces en
que, en el texto entero, hablaba de clases sociales. Pasé las dos
docenas. No era raro que en una página mencionara dos o tres
veces las clases sociales. Sólo que hablaba de clases sociales no
como quien usa un lugar común o como temeroso de un posible
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 115
inspector o censor ideológico que me vigilase y a quien tuviera
que rendir cuentas. Los autores o las autoras de tales críticas, en
general, aunque no siempre fuera explícito, se incomodaban
principalmente con algunos puntos: la ya referida vaguedad del
concepto de oprimido, como el de pueblo; la afirmación que
hago en el libro de que el oprimido, al liberarse, libera al opresor; el no haber declarado, como ya señalé, que la lucha de clases es el motor de la historia; el tratamiento que daba al individuo, sin aceptar su reducción a un puro reflejo de las estructuras
socioeconómicas; el tratamiento de la conciencia; la importancia
acordada a la subjetividad; el papel de la concientización que en
la Pedagogia del oprimido supera, en términos de criticidad, la que
se le había atribuido en La educación como práctica de la libertad; la
afirmación de que la "adherencia" a la realidad en que se encuentran las grandes masas campesinas de América Latina exige
que la conciencia de clase oprimida pase, si no antes por lo menos
concomitantemente,
por la conciencia de hombre oprimido.
Esos puntos nunca fueron abordados al mismo tiempo, sino
que eran señalados ya uno, ya otro, en críticas escritas u orales,
en seminarios y debates, en Europa, en los Estados Unidos, en
Australia, en América Latina.
Ayer hablaba de clases sociales con la misma independencia y
conciencia del acierto con que hablo de ellas hoy. Es posible, sin
embargo, que muchas o muchos de los que en los años setenta me
exigían la constante repetición explícita del concepto quieran exigirme hoy lo contrario: que elimine las dos docenas de veces que
lo utilicé, porque "ya no hay clases sociales, y sus conflictos también desaparecieron con ellas". De ahí que al lenguaje de la posibilidad, que comporta la utopía como sueño posible, prefieran el
discurso neoliberal, "pragmático", según el cual debemos adecuarnos a los hechos tal como se están dando, como si no pudieran
darse de otra forma, como si no debiésemos luchar, precisamente
por ser mujeres y hombres, para que se den de otra manera.
Nunca entendí que las clases sociales, la lucha entre ellas, pudieran explicar todo, hasta el color de las nubes un martes al
116
PAULO FREIRE
atardecer, de ahí que jamás haya dicho que la lucha de clases, en
el mundo moderno, era o es el motor de la historia. Pero por
otra parte aún hoy, y posiblemente todavía por mucho tiempo,
no es posible entender la historia sin las clases sociales, sin sus intereses en choque.
La lucha de clases no es el motor de la historia, pero ciertamente es uno de ellos.
Como un hombre insatisfecho con el mundo de injusticias
que está ahí, al que el discurso "pragmático" me sugiere simplemente que me adapte, es obvio que debo, hoy tanto como ayer,
estar atento a las relaciones entre táctica y estrategia. Una cosa es
llamar la atención de los militantes que continúan luchando por
un mundo menos feo -sobre la necesidad de que sus tácticas primero, no contradigan su estrategia, sus objetivos, su sueño; segundo de que esas tácticas, en cuanto camino de realización del
sueño estratégico, se dan, se hacen, se realizan en la historia, y
por eso cambian- y otra es decir simplemente que ya no hay por
qué soñar. Soñar no es sólo un acto político necesario, sino también una connotación de la forma histórico-social de estar
siendo mujeres y hombres. Forma parte de la naturaleza humana que, dentro de la historia, se encuentra en permanente
proceso de devenir.
Haciéndose y rehaciéndose en el proceso de hacer la historia,
como sujetos y objetos, mujeres y hombres, convirtiéndose en seres de la inserción en el mundo y no de la pura adaptación al
mundo, terminaron por tener en el sueño también un motor de
la historia. No hay cambio sin sueño, como no hay sueño sin esperanza.
Por eso vengo insistiendo, desde la Pedagogía del oprimido, en
que no hay utopía verdadera fuera de la tensión entre la denuncia de un presente que se hace cada vez más intolerable y el
anuncio de un futuro por crear, por construir política, estética y
éticamente entre todos, mujeres y hombres. La utopía implica
esa denuncia y ese anuncio, pero no permite que se agote la tensión entre ambos en torno a la producción del futuro antes
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 117
anunciado y ahora un nuevo presente. La nueva experiencia de
sueño se instaura en la misma medida en que la historia no se inmoviliza, no muere. Por el contrario, continúa.
La comprensión de la historia como posibilidad y no determinismo a la que he hecho referencia en este ensayo sería ininteligible sin el sueño, así como la concepción determinista se siente incompatible con él, y por eso lo niega.
Es así que en el primer caso el papel histórico de la subjetividad es relevante, mientras que en el segundo está minimizado o
negado. De ahí que en el primero se reconozca la importancia
de la educación, que si bien no puede todo sí puede algo, mientras que en el segundo se subestima.
En realidad, siempre que se considere el futuro como algo
dado de antemano, ya considerándolo como una pura repetición mecánica del presente, con cambios apenas adverbiales, ya
porque será lo que tenía que ser, no hay lugar para la utopía, es
decir para el sueño, para la opción, para la decisión, para la espera en la lucha, única en que existe la esperanza. No hay lugar
para la educación, sólo para el adiestramiento.
Como proyecto, como diseño del "mundo" diferente, menos
feo, el sueño es tan necesario para los sujetos políticos, transformadores del mundo y no adaptables a él, como fundamental es
para el trabajador -permítaseme la repetición- proyectar en su
cerebro lo que va a hacer, antes de la ejecución.
. Por eso, desde el punto de vista de los intereses de las clases
dominantes, cuanto menos las dominadas sueñen el sueño del
que hablo en la forma confiada en que hablo, cuanto menos
ejerciten el aprendizaje político de comprometerse con una utopía, cuanto más se abran a los discursos "pragmáticos", tanto mejor dormirán ellas, las clases dominantes.
La modernidad de algunos sectores de las clases dominantes,
cuya posición supera de lejos la postura de las viejas y retrógradas dirigencias de los llamados "capitanes de la industria"
de otrora, no podría, pese a todo, modificar su naturaleza de
clase.
118
PAULO FRElRE
Pero eso no significa que las clases trabajadoras, en mi opinión, deban cerrarse sectariamente a la ampliación de espacios
democráticos que puede resultar de un nuevo tipo de relaciones
entre ellas y las clases dominantes. Lo importante sin embargo es
que las clases trabajadoras continúen aprendiendo en la práctica
misma de su lucha a establecer los límites para sus concesiones,
vale decir, que enseñen a las clases dominantes los límites en que
pueden moverse.
Por último, las relaciones entre las clases son un hecho político que genera un saber de clase, que exige una lucidez indispensable en el momento de la elección de las mejores tácticas a
utilizar y que, variando históricamente, deben estar en consonancia con los objetivos estratégicos.
Eso, en realidad, no se aprende en cursos de especialización.
Eso se aprende y se enseña en el momento histórico mismo en
que la necesidad impone a las clases sociales la búsqueda ineludible de una relación mejor en el tratamiento de sus intereses
antagónicos. En esos momentos históricos, como el que vivimos
hoy en el país y fuera de él, es la realidad misma la que grita, advirtiendo a las clases sociales la urgencia de nuevas formas de encuentro para la búsqueda de soluciones impostergables. La práctica de la búsqueda de esos nuevos encuentros, o la historia de
esa práctica, de esta tentativa, puede convertirse en objeto o contenido de estudio para dirigencias obreras, no sólo en cursos de
historia de las luchas de los trabajadores sino también en cursos
teórico-prácticos, posteriormente, de formación de dirigencias
obreras. Es lo que estamos viviendo hoy, en el seno de la aterradora crisis en que nos debatimos y en que ha habido momentos
de alto nivel en las discusiones entre clases dominantes y clases
trabajadoras. Por eso cuando dicen que estamos viviendo otra
historia, en la que las clases sociales están desapareciendo, y con
ellas sus conflictos, y que el socialismo se pulverizó en los escombros del muro de Berlín, yo por lo menos no lo creo.
Los discursos neoliberales, llenos de "modernidad", no tienen
la fuerza suficiente para acabar con las clases sociales y decretar
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
119
la inexistencia de intereses antagónicos entre ellas, igual que no
tienen fuerza para acabar con los conflictos y la lucha entre ellas.
Lo que ocurre es que la lucha es una categoría histórica. Y por
eso mismo tiene historicidad. Cambia de espacio-tiempo a espacio-tiempo. La lucha no niega la posibilidad de acuerdos, de
arreglos entre las partes antagónicas. Los acuerdos también forman parte de la lucha.
Hay momentos históricos en que la supervivencia del todo social plantea a las clases la necesidad de entenderse, lo que no significa, repitamos, que estemos viviendo un nuevo tiempo histórico vacío de clases sociales y de sus conflictos. Un nuevo tiempo
histórico sí, pero en el que las clases sociales continúan existiendo y luchando por intereses propios.
En lugar de la simple acomodación "pragmática" se impone a
las dirigencias trabajadoras la creación de ciertas cualidades o
virtudes sin las cuales se les hace cada vez más difícil luchar por
sus derechos.
La afirmación de que el "discurso ideológico" es una especie
de incompetencia natural de las izquierdas, que insisten en hacerlo cuando ya no hay ideologías y además, según dicen, ya nadie quiere oírlo, es un discurso ideológico y mañoso de las clases
dominantes. Lo superado no es el discurso ideológico sino el discurso fanático, inconsecuente, repetición de lugares comunes,
que jamás debió haber sido pronunciado. Lo que se va volviendo
cada vez menos viable, felizmente, es la incontinencia verbal, el
discurso que se pierde en una retórica agotadora que ni siquiera
tiene sonoridad y ritmo.
Cualquier progresista que, inflamado o inflamada, insista, a
veces con voz trémula, en esa práctica, poco o nada estará contribuyendo al avance político que necesitamos. Pero de ahí a proclamar la era del discurso neutro, ¡no!
Me siento absolutamente en paz al entender que el desmoronamiento del llamado "socialismo realista" no significa, por un lado,
que el socialismo en sí haya demostrado ser inviable y, por el otro,
que la excelencia del capitalismo haya quedado demostrada.
120
PAULO FREIRE
Qué excelencia será esa que puede "convivir con más de mil
millones de habitantes del mundo en desarrollo que viven en la
pobreza", * por no decir en la miseria. Por no hablar tampoco de
la casi indiferencia con que convive, con bolsones de pobreza y
de miseria en su propio cuerpo, el mundo desarrollado. Qué excelencia será esa que duerme en paz con la presencia de un sinnúmero de hombres y mujeres cuyo hogar es la calle, y todavía
dice que es culpa de ellos y ellas estar en la calle. Qué excelencia
será esa que poco o nada lucha contra las discriminaciones de
sexo, de clase, de raza, como si negar lo diferente, humillarlo,
ofenderlo, menospreciarlo, explotarlo, fuera un derecho de los
individuos o de las clases, de las razas o de un sexo en posición
de poder sobre el otro. Qué excelencia será esa que registra
tranquilamente en las estadísticas los millones de niños que llegan al mundo y no se quedan, y cuando se quedan se van temprano, en la infancia todavía, y si son más resistentes y consiguen
quedarse, pronto se despiden del mundo.
Cerca de 30 millones de niños de menos de 5 años
mueren cada año por causas que normalmente no serían fatales en países desarrollados. Cerca de 110 millones de niños en el mundo entero (casi 20 por ciento
del grupo de edad) no reciben educación primaria.
Más del 90 por ciento de esos niños vive en países de ingreso bajo y bajo medio. **
Por otro lado, la
UNICEF
afirma que
si se mantienen las tendencias actuales, más de 100 millones de niños morirán de enfermedades y desnutrición en los noventa. Las causas de esas muertes pueden
* Véase
**
Relatório sobreo desenvolvimento mundial, 1990, publicado
el Banco Mundial
por la Fundación Getúlio Vargas.
Warld Deoelopment Repon; 1990, p. 76.
para
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 121
mil
exsin-
contarse con los dedos. Casi todos morirán de enfermedades que en otros tiempos fueron bastante conocidas
en las naciones industrializadas. Morirán resecos por la
deshidratación, sofocados por la neumonía, infectados
por el tétanos o por el sarampión o asfixiados por la tos
ferina. Esas cinco enfermedades muy comunes, todas
relativamente fáciles y baratas de prevenir o tratar, serán responsables de más de dos tercios de las muertes
infantiles o más de la mitad de toda la desnutrición infantil de la próxima década.
y afirma además el informe de la
lle-
UNICEF:
que para plantear el problema en una perspectiva global, los costos adicionales, incluyendo un programa
para evitar la gran mayoría de las muertes y la subnutrición infantil en los próximos años, deberán ascender
aproximadamente a 2.500 millones de dólares por año,
a fines de los noventa. Es una cantidad similar [dice
atónito el informe] a la que las compañías estadounidenses vienen gastando anualmente para promover la
venta de cigarros. *
Qué excelencia será esa que, en el Nordeste brasileño, convive
con una exacerbación tal de la miseria que más parece ficción:
niños, niñas, mujeres, hombres, disputándose las sobras con
perros hambrientos, trágicamente, animalescamente,
en los
grandes basureros de la periferia de las ciudades, para poder comer. Y Sao Paulo no se libra de la experiencia de esa miseria.
Qué excelencia será esa que parece no ver a los niños panzones, devorados por los parásitos, a las mujeres desdentadas que a
los 30 años parecen viejas encorvadas, a los hombres quebrados,
* UNICEF - Fondo
de las Naciones
mundial da infancia, 1990, p. 16.
Unidas para la Infancia,
Situaoio
122
PAULO FRElRE
la disminución del porte de poblaciones enteras. Cincuenta y
dos por ciento de la población de Recife vive en fauelas, víctima
fácil de la intemperie, de las enfermedades que se abaten sin dificultad sobre los cuerpos debilitados. Qué excelencia será esa
que viene sancionando el asesinato frío y cobarde de campesinos
y campesinas sin tierra, porque luchan por el derecho a su palabra y a su trabajo ligado a la tierra y expoliado por las clases dominantes de los campos.
Qué excelencia será esa que no se conmueve con el exterminio de niñas y niños en los grandes centros urbanos brasileños;
que "prohíbe" que 8 millones de niños del pueblo asistan a la escuela; que "expulsa" de las escuelas a gran parte de los que consiguen entrar y llama a todo eso "modernidad capitalista".
Para mí, por el contrario, lo que no servía en la experiencia
del llamado "socialismo realista", en términos preponderantes,
no era el sueño socialista, sino el marco autoritario -que lo contradecía y del que Marx y Lenin también tienen su parte de
culpa, y no sólo Stalin-, así como lo positivo de la experiencia capitalista no era y no es el sistema capitalista, sino el marco democrático en que se encuentra.
En ese sentido también el desmoronamiento del mundo socialista autoritario -que en muchos aspectos viene siendo una especie de oda a la libertad y viene dejando estupefactas, atónitas,
desconcertadas y perdidas a muchas mentes antes bien comportadas- nos ofrece la posibilidad extraordinaria, aunque difícil,
de continuar soñando y luchando por el sueño socialista, depurándolo de sus distorsiones autoritarias, de sus disgustos totalitarios,
de su ceguera sectaria. Para mí, por eso, dentro de algún tiempo
la lucha democrática contra la malignidad del capitalismo se
hará incluso más fácil. Lo que se hace necesario es superar, entre
muchas otras cosas, la certeza excesiva con que muchos marxistas se declaraban modernos y, asumiendo la humildad frente a las
clases populares, volvernos posmodernamente menos seguros de
nuestras certezas. Progresistamente posmodernos.
Veamos rápidamente otros puntos antes aludidos.
PEDAGOGÍA
di-
do-
es-
ca-
socia-
las
DE LA ESPERANZA
123
Mientras la violencia de los opresores hace de los oprimidos hombres a quienes se les prohíbe ser, la respuesta de éstos a la violencia de aquéllos se encuentra
infundida del anhelo de búsqueda del derecho de ser.
Los opresores, violentando y prohibiendo que los
otros sean, no pueden a su vez ser; los oprimidos, luchando por ser, al retirarles el poder de oprimir y de
aplastar, les restauran la humanidad que habían perdido en el uso de la opresión.
Es por esto por lo que sólo los oprimidos, liberándose, pueden liberar a los opresores. Éstos, en tanto
clase [el énfasis es actual] que oprime, no pueden liberar, ni liberarse. *
La primera observación que haría respecto a esta cita de un
momento de la Pedagogia del oprimido es que en ese momento
dejo muy claro de quién hablo cuando hablo de opresor y oprimido.
En el fondo, o tal vez podría decir alrededor, no sólo del trozo
citado sino del libro entero, como no podría dejar de ser, está
oculta, e incluso no oculta sino clara, explícita, una antropología, cierta comprensión o visión del ser humano gestando su naturaleza en la propia historia, de la que necesariamente se torna
sujeto y objeto. Es precisamente una de las connotaciones de esa
naturaleza, constituyéndose social e históricamente, lo que fundamenta no sólo la afirmación hecha en el trozo citado, sino la
base, estoy seguro de que coherente, de las posiciones de orden
político-pedagógico defendidas por mí a lo largo de los años.
No puedo comprender a los hombres y las mujeres más que
simplemente viviendo, histórica, cultural y socialmente existiendo,
como seres que hacen su "camino" y que, al hacerlo, se exponen
y se entregan a ese camino que están haciendo y que a la vez los
rehace a ellos también.
*
Pedagogía del oprimido, op. cit., p. 50.
124
PAULO FREIRE
A diferencia de los otros animales, que no llegaron a ser capaces de transformar la vida en existencia, nosotros, en cuanto existentes, nos volvimos aptos para participar en la lucha en busca y
en defensa de la igualdad de posibilidades por el hecho mismo
de ser, como seres vivos, radicalmente diferentes unos de las
otras y unas de los otros.
Nosotros somos todos diferentes y el modo como se reproducen los seres vivos está programado para que lo
seamos. Por eso el hombre tuvo la necesidad, un día,
de fabricar el concepto de igualdad. Si fuéramos todos
idénticos, como una población de bacterias, la idea de
igualdad sería perfectamente inútil. *
El gran salto que nos volvimos capaces de dar fue trabajar no
propiamente lo innato ni solamente lo adquirido, sino la relación
entre ambos.
"La fabricación de un individuo -dice Jacob en el mismo artículo-, desde el punto de vista físico, intelectual, moral, corresponde a una interacción permanente de lo innato con lo adquirido."
Nos volvemos capaces de "tomar distancia", imaginativa y curiosamente, de nosotros mismos, de la vida que llevamos, y de disponernos a saber sobre ella. En cierto momento no sólo vivíamos,
sino que empezamos a saber que vivíamos, de ahí que nos haya
sido posible saber que sabíamos y por lo tanto saber que podríamos saber más. Lo que no podemos, como seres imaginativos y
curiosos, es dejar de aprender y de buscar, de investigar la razón
de ser de las cosas. No podemos existir sin interrogarnos sobre el
mañana, sobre lo que vendrá, a favor de qué, en contra de qué, a
favor de quién, en contra de quién vendrá; sin interrogarnos so-
*
Francois jacob, "Nous sommes programmés, mais pour apprendre",
Le Courrier, UNESCO, febrero de 1991.
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 125
bre cómo hacer concreto lo "inédito viable" que nos exige que luchemos por él.
Es por ser este ser "programado" pero no determinado -"cada
programa, en efecto, no es totalmente rígido. Define las estructuras que no son sino potencialidades, probabilidades, tendencias: los genes determinan solamente la constitución del individuo"- por lo que "las estructuras hereditarias y el aprendizaje se
hallan totalmente ligados".*
Es por estar siendo este ser en permanente búsqueda, curioso,
"tomando distancia" de sí mismo y de la vida que tiene; es por estar siendo este ser dado a la aventura y a la "pasión de conocer",
para lo cual se hace indispensable la libertad que, constituyéndose en la lucha por ella, sólo es posible porque, aunque "programados", no estamos sin embargo determinados; es por estar
siendo así por lo que hemos venido desarrollando la vocación
para la humanización y que tenemos en la deshumanización, hecho
concreto en la historia, la distorsión de la vocación. Jamás, sin embargo, otra dimensión humana. Ni una ni otra, humanización y
deshumanización, son destino seguro, dato dado, sino o hado.
Por eso una es vocación y la otra distorsión de la vocación.
Es importante insistir en que, al hablar del "ser más" o de la
humanización como vocación ontológica del ser humano, no estoy cayendo en ninguna posición fundamentalista, por lo demás
siempre conservadora. De ahí que insista también en que esta
"vocación", en lugar de ser algo a priori de la historia, es por el
contrario algo que viene constituyéndose en la historia. Por otra
parte la lucha por ella, los medios de llevarla a cabo, históricos
también, además de variar de un espacio-tiempo a otro, exigen,
indiscutiblemente, la asunción de una utopía. Pero la utopía no
sería posible si le faltara el gusto por la libertad, que es parte de
la vocación de humanización. Y tampoco si le faltara la esperanza, sin la cual no luchamos.
*
Francois jacob,
op.cit.
126
PAULO FRElRE
El sueño de la humanización, cuya concreción es siempre proceso, siempre devenir, pasa por la ruptura de las amarras reales,
concretas, de orden económico, político, social, ideológico, etc.,
que nos están condenando a la deshumanización. El sueño es así
una exigencia o una condición que viene haciéndose permanente en la historia que hacemos y que nos hace y rehace.
No siendo un a priori de la historia, la naturaleza humana que
viene constituyéndose en ella tiene en la referida vocación una de
sus connotaciones.
El opresor se deshumaniza al deshumanizar al oprimido, no
importa que coma bien, que vista bien, que duerma bien. No sería posible deshumanizar sin deshumanizarse, tal es la radicalidad social de la vocación. No soy si tú no eres y, sobre todo, no soy
si te prohíbo ser.
Como individuo y como clase, el opresor no libera ni se libera.
Liberándose en y por la lucha necesaria y justa, el oprimido,
como individuo y como clase, libera al opresor, por el simple hecho de impedirle continuar oprimiendo.
Liberación y opresión, sin embargo, no están inscritas, una y
otra, en la historia, como algo inexorable. Del mismo modo la
naturaleza humana, generándose en la historia, no tiene inscrito
en ella el ser más, la humanización, a no ser como vocación de la
que su contrario es distorsión en la historia.
La práctica política que se funda en una concepción mecanicista y determinista de la historia jamás contribuirá a disminuir
los riesgos de la deshumanización de hombres y mujeres.
Hombres y mujeres, a lo largo de la historia, venimos convirtiéndonos en animales de veras especiales: inventamos la posibilidad de liberarnos en la medida en que nos hicimos capaces de
percibirnos como seres inconclusos, limitados, condicionados,
históricos. Y sobre todo al percibir que la pura percepción de la
inconclusión, de la limitación, de la posibilidad, no basta. Es preciso sumarle la lucha política por la transformación del mundo.
La liberación de los individuos sólo adquiere profunda significación cuando se alcanza la transformación de la sociedad.
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 127
proreales,
etc.,
así
permaque
de
no
seradicalisoy
libera.
oprimido,
hey
la
inscrito
la
mecanidisminuir
convirposibide
condicionados,
la
premundo.
significa-
El sueño se convierte en una necesidad, indispensable.
En torno a esto, otro punto generaba críticas, precisamente el
papel que yo le reconocía y continúo reconociéndole a la subjetividaden el proceso de transformación de la realidad o a las relaciones entre subjetividad y objetividad indicotomizables, conciencia y mundo.
A partir de la publicación de la Pedagogía del oprimido no fueron pocas las veces que escribí o hablé sobre este tema, ya en entrevistas, sobre todo a revistas, ya en ensayos o en seminarios. No
está por demás, sin embargo, que ahora lo retome y lo discuta
nuevamente, por lo menos un poco.
Incluso no tengo duda de que éste, que siempre estuvo presente en la reflexión filosófica, continúa siendo un tema no sólo
actual sino decisivo, en este final del siglo. Continúa siendo objeto de reflexión filosófica, alargándose necesariamente, como
objeto de consideraciones, al campo de la epistemología, de la
política, de la ideología, del lenguaje, de la pedagogía, de la física moderna.
Tenemos que reconocer, en una primera aproximación al
tema, cuán difícil es para nosotros "andar por las calles" de la
historia, no importa si "tomando distancia" de la práctica para
teorizarla o comprometidos en ella, sin caer en la tentación de
sobrestimar la objetividad, reduciendo la conciencia a ella, o ver
y entender la conciencia como la todopoderosa y arbitraria hacedora y rehacedora del mundo.
Subjetivismo u objetivismo mecanicista, ambos antidialécticos,
incapaces por eso de aprehender la permanente tensión entre la
conciencia y el mundo.
En realidad, sólo en una perspectiva dialéctica podemos entender el papel de la conciencia en la historia, libre de toda
distorsión que ya exagera su importancia, ya la anula o la
niega.
En ese sentido la visión dialéctica nos indica la necesidad de
rechazar como falsa, por ejemplo, la comprensión de la conciencia como puro reflejo de la objetividad material, pero al mismo
128
PAULO FRElRE
tiempo nos indica también la necesidad de rechazar igualmente
la comprensión de la conciencia que le confiere un poder determinante sobre la realidad concreta.
Del mismo modo, la visión dialéctica nos indica la incompatibilidad entre ella y la idea de un mañana inexorable que ya he
criticado antes, en la Pedagogía y ahora en este ensayo. No importa que el mañana sea la pura repetición del hoyo que el mañana sea algo predeterminado
o, como lo he llamado, un dato
dado. Esta visión "domesticada" del futuro de la que participan
reaccionarios y "revolucionarios", naturalmente cada uno y cada
una a su manera, plantea para los primeros el futuro como una
repetición del presente que debe, sin embargo, sufrir cambios
adverbiales, y para los segundos el futuro como "progreso inexorable".* Ambas visiones implican una visión fatalista de la historia, donde no hay lugar para la auténtica esperanza.
La idea de la inexorabilidad del futuro como algo que vendrá
necesariamente
en cierto modo constituye lo que vengo llamando "fatalismo liberador" o "liberación fatalista", vale decir,
aquella que vendrá como una especie de regalo de la historia.
Aquella que vendrá porque está dicho que vendrá.
En la percepción dialéctica el futuro con el que soñamos no
es inexorable. Tenemos que hacerlo, que producirlo, o no vendrá más o menos en la forma como lo queríamos. Es muy cierto
que no debemos hacerlo en forma arbitraria y sí con los materiales, con lo concreto de que disponemos y además con el proyecto, con el sueño por el que luchamos.
Al tiempo que para las posiciones dogmáticas, mecanicistas, la
conciencia que vengo llamando crítica toma forma como una especie de epifenómeno, como resultado automático y mecánico
de cambios estructurales, para la conciencia dialéctica la impor-
*
Erica Sherover Marcuse, Emancipation and Consciousness. Dogmatic
and Dialectical Prespectives in the Early Marx, Nueva York, Basil
Blackwell, 1986.
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 129
tancia de la conciencia está en que, no siendo la fabricante de la
realidad, tampoco es, por otro lado y como ya he dicho, su puro
reflejo. Es exactamente en este punto donde reside la importancia fundamental de la educación como acto de conocimiento no
sólo de contenidos sino de la razón de ser de los hechos económicos, sociales, políticos, ideológicos, históricos que explican el
mayor o menor grado de "interdicción del cuerpo"39 consciente
a que estemos sometidos.
En los años cincuenta, tal vez más con la intuición del fenómeno que con una comprensión crítica del mismo, aunque ya
llegando a ella, en mi tesis universitaria ya aludida en este ensayo
afirmé y más tarde repetí en La educación como práctica de la libertad que si el progreso de lo que se llamaba "conciencia semintransitiva" a la "transitiva-ingenua" se daba de modo automático,
forzada por las transformaciones infraestructurales,
el cambio
más importante, de la "transitividad ingenua" a la crítica, estaba
asociado a un serio trabajo de educación orientado a ese fin. *
Obviamente las experiencias vividas en el SES!, sumadas a los recuerdos de la infancia y la adolescencia en jaboatáo, me ayudaban
a comprender, incluso antes de las lecturas teóricas al respecto, las
relaciones conciencia-mundo de un modo tendencialmente dinámico, jamás mecanicista. No podía escapar, naturalmente, al
riesgo al cual ya me he referido -el del mecanicismo o el del subjetivismo idealista al discutir aquellas relaciones, y reconozco deslices en el sentido de privilegiar la conciencia.
En 1974 participé en Ginebra, junto a Iván Ilich, en un encuentro patrocinado por el Departamento de Educación del
Consejo Nacional de Iglesias en el cual retomamos los conceptos
de "desescolarización" él, y de "concientización" yo, para el cual
escribí un pequeño documento. Este texto del que voy a citar
buena parte, en vez de simplemente remitir al lector o a la lec-
*
Paulo Freire, La educación como práctica de la libertad, México, Siglo
XXI,1989.
130
PAULO FRE1RE
tora, fue publicado por primera vez por la revista
sejo Mundial de Iglesias, en 1975.*
RlSK,
del Con-
Si no hay concientización sin revelación de la realidad
objetiva, en cuanto objeto de conocimiento de los sujetos involucrados en su proceso, tal revelación, aun
cuando de ella derive una nueva percepción de la misma
realidad desnudándose, no es aún suficiente para autenticar la concientización. Así como el ciclo gnoseológico
no termina en la etapa de la adquisición del conocimiento ya existente, pues se prolonga hasta la fase de
creación de un nuevo conocimiento, la concientización
no puede parar en la etapa de revelación de la realidad.
Su autenticidad se da cuando la práctica de la revelación
de la realidad constituye una unidad dinámica y dialéctica con la práctica de transformación de la realidad.
Creo que es posible y necesario hacer algunas observaciones a partir de estas reflexiones. Una de ellas es la
crítica que me hago a mí mismo de haber tomado el
momento de revelación de la realidad social como una
especie de motivador psicológico de su transformación
al considerar el proceso de concientización en La educación como práctica de la libertad. Mi error no estaba, obviamente, en reconocer la importancia fundamental
del conocimiento de la realidad en el proceso de su
transformación. Mi error consistió en no haber tomado
esos polos -conocimiento de la realidad y transformación de la realidad- en su dialecticidad. Era como si revelar la realidad significase su transformación. **
* En
**
Brasil, aparece en A,do cultural para a liberdade e outros escritos, Río
de Janeiro, Paz e Terra, 1976 [Acción cultural para la libertad, México,
Cupsa, 1983]. En Estados U nidos, con el título The Politics 01
Education, Massachusetts, Bergin and Garvey, 1986.
Paulo Freire, Acción cultural para la libertad, op. cit.
Con-
IV
Si mi posición en la época hubiese sido la mecanicista,
yo no habría hablado siquiera de concientización. Hablé de concientización porque, aun habiendo tenido un deslizamiento en
la dirección idealista, tenía tendencia a corregirme pronto y, así,
asumiendo la coherencia con la práctica que ya poseía, percibir
el momento dialéctico conciencia-mundo inherente a ella.
En una posición antidialécticamente mecanicista yo, como todos los mecanicistas, habría renegado de la concientización, de
la educación, antes del cambio radical de las condiciones materiales de la sociedad.
Río
México,
La perspectiva antidialéctica no puede entender, como antes
afirmé, la conciencia crítica a no ser como epifenómeno, "como
resultado de cambios sociales y no como factor de ellos", también (Erica Marcuse, 1986).
Es interesante observar cómo para la comprensión idealista,
no dialéctica, de las relaciones conciencia-mundo, podemos hablar de concientización siempre que ésta, en cuanto instrumento de cambio del mundo, se realice en la intimidad de la
conciencia, dejando así intacto el mundo propiamente dicho.
Desde el purito de vista del dogmatismo mecanicista ni siquiera
tenemos cómo hablar de concientización. Es por eso por lo que
las dirigencias dogmáticas, autoritarias, no tienen por qué dialogar con las clases populares, y sí decirles lo que tienen que hacer.
En forma mecanicista e idealista es imposible entender lo que
sucede en las relaciones de opresores u opresoras con oprimidos
u oprimidas, como individuos o como clases sociales.
132
PAULO
FREIRE
Solamente en la comprensión dialéctica, repitamos, de cómo
se dan conciencia y mundo, es posible comprender el fenómeno
de la introyección del opresor (u opresora) por el oprimido (u
oprimida), la "adherencia" de éste a aquél, la dificultad que
tiene el segundo para localizar al primero fuera de sí mismo,
oprimido. *
Otra vez me viene a la memoria el momento en que hace veinticinco años escuché de Erich Fromm, en su casa de Cuemavaca,
con la mirada de sus ojos pequeños, azules, brillantes: "Una
práctica educativa así es una especie de psicoanálisis histórico-socio-cultural y político".
Es esto lo que los mecanicistas dogmáticos, autoritarios, sectarios, no comprenden y rechazan casi siempre como "idealismo".
Si a las grandes mayorías populares les falta una comprensión
más crítica del modo como funciona la sociedad, no es porque
sean, digo yo, naturalmente incapaces, sino por causa de las condiciones precarias en que viven y sobreviven, porque hace mucho que se les prohíbe saber; la salida es la propaganda ideológica, la "esloganización" política y no el esfuerzo crítico a través
del cual hombres y mujeres van asumiéndose como seres curiosos, indagadores, como sujetos en proceso permanente de búsqueda, de descubrimiento de la misan d'étre de las cosas y de los
hechos. De ahí que, en el horizonte de la alfabetización de adultos, por ejemplo, yo venga desde hace mucho tiempo insistiendo
en lo que llamo "lectura del mundo y lectura de la palabra". Ni
la lectura sólo de la palabra, ni la lectura solamente del mundo,
sino las dos dialécticamente solidarias.
Es precisamente la "lectura del mundo" la que va permitiendo
el desciframiento cada vez más crítico de la o de las "situaciones
límite", más allá de las cuales se encuentra lo "inédito viable".
Es necesario, sin embargo, dejar claro que en coherencia con
la posición dialéctica en que me ubico, en que percibo las rela-
*
Véanse Sartre, Fanon, Menani, Freire, entre otros.
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
133
ciones m undo-eonciencia-práctica-teoría-Iectura-del-mundo-lectura-de-Ia-palabra-contexto-texto, la lectura del mundo no puede
ser la lectura de los académicos impuesta a las clases populares.
Ni tampoco puede tal lectura reducirse a un ejercicio complaciente de los educadores o educadoras en el cual, como prueba
de respeto hacia la cultura popular, callen frente al "saber de experiencia vivida" y se adapten a él.
.
La posición dialéctica y democrática implica por el contrano
la intervención de lo intelectual como condición indispensable
para la tarea. Y no hay en esto ninguna traició~ a.la demo~rac~a,
a la que tan contrarias son las actitudes y las practicas autontanas
como las actitudes y prácticas espontaneístas e irresponsablemente licenciosas.
En este sentido, vuelvo a insistir en la necesidad imperiosa que
tienen el educador o la educadora progresista de familiarizarse
con la sintaxis, con la semántica de los grupos populares, de entender cómo hacen ellos su lectura del mundo, de percibir sus
"mañas" indispensables para una cultura de resistencia q.ue se ~a
constituyendo y sin la cual no pueden defenderse de la VIOlenCIa
a que están sometidos.
Entender el sentido de sus fiestas en el cuerpo de la cultura de
resistencia, sentir su religiosidad en forma respetuosa, en una
perspectiva dialéctica y no sólo como si fuera expresión pura de
su alienación. Es preciso respetarla como un derecho suyo, no
importa que personalmente la rechacemos en general, o que
no aceptemos la forma como es vivenciada por el grupo popular.
En una conversación reciente con el sociólogo y profesor brasileño Otávio Ianni, de la UNlCAMP, le escuché relatar algunos de
sus encuentros con jóvenes militantes de izquierda, uno de ellos
ocurrido en la prisión en Recife en 1963. Ianni no escondía la
emoción ante lo que vio y oyó ni su adhesión a la forma en que
aquellos militantes respetaban la cultura popular y, en ella, la
manifestación de sus creencias religiosas.
-¿Qué necesita usted? -pregunta Ianni al joven encarcelado.
-Una Biblia -respondió.
134
PAULO FRElRE
-Pensé que me pediría el ¿ Qué hacer? de Lenin -dijo Ianni.
-No necesito a Lenin ahora. Necesito la Biblia para entender
mejor el universo místico de los campesinos. Sin esa comprensión, ¿cómo puedo comunicarme con ellos?
Además del deber democrático y ético de proceder en esa
forma que tienen el educador o la educadora progresistas, tal
procedimiento se impone también por exigencias en el campo
de la comunicación, como refería el joven de Recife.
Si el educador no se expone por entero a la cultura popular,
difícilmente su discurso tendrá más oyentes que él mismo. Más
que perderse inoperante, su discurso puede llegar a reforzar la
dependencia popular, puede subrayar la conocida "superioridad
lingüística" de las clases dominantes.
Siempre en el horizonte de la comprensión dialéctica de las
relaciones mundo-conciencia, producción económica-producción cultural, me parece valioso llamar la atención de educadores y educadoras progresistas sobre el movimiento contradictorio entre negatividades y positividades de la cultura. No hay
duda, por ejemplo, de que nuestro pasado esclavócrata'[? nos
marca como un todo aún hoy. Corta las clases sociales, tanto las
dominantes como las dominadas. Ambas revelan comprensiones
del mundo y tienen prácticas significativamente indicadoras de
aquel pasado que se hace presente a cada instante. Pero el pasado esclavócrata no se agota en la experiencia del señor todopoderoso que ordena y amenaza y del esclavo humillado que
"obedece" para no morir, sino en la relación entre ellos. Y precisamente obedeciendo para no morir el esclavo acaba descubriendo que "obedecer", en su caso, es una forma de lucha en la
medida en que asumiendo tal comportamiento
sobrevive. De
aprendizaje en aprendizaje se va fundando una cultura de resistencia, llena de mañas, pero de sueños también. De rebeldía, en
la aparente acomodación.
Los quilombosf
fueron un momento ejemplar de aquel
aprendizaje de rebeldía, de reinvención de la vida, de asunción
de la existencia y de la historia por parte de esclavas y esclavos
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
que, de la "obediencia" necesaria, partieron
invención de la libertad.
en búsqueda
135
de la
En un reciente debate público sobre la Presencia del Pueblo
en la Cultura Nacional, en el que participé con el ya citado sociólogo brasileño Otávio Ianni, refiriéndose a ese pasado esclavócrata y a las marcas por él dejadas en nuestra sociedad, apuntaba
también sus puntos positivos -la resistencia, la rebeldía de esclavos y esclavas. Hablaba de la lucha hoy de los "sin tierra" los "sin
casa", los "sin escuela", los "sin comida", los "sin empleo", como
formas actuales de quilombos.
Aprovechar esta tradición de lucha, de resistencia, y trabajarla
es una tarea nuestra, de educadores y educadoras progresistas.
Tarea que sin duda se distorsiona en la perspectiva puramente
idealista así como en la mecanicista, dogmática, autoritaria, que
transforma la educación en pura transmisión de "comunicados".
Otra consideración que no podría dejar de hacer en este ensayo es la que se refiere a la cuestión de los contenidos programáticos de la educación, en cuya discusión, de vez en cuando, se
me malinterpreta.
Esto exige una reflexión sobre la práctica educativa misma,
que vaya revelándola delante nuestro.
"Tomemos distancia" de ella, como lo hago ahora al escribir
en el silencio no sólo de mi escritorio sino de mi barrio, para
mejor "aproximarnos" a ella, y así sorprender los elementos que
la componen, en sus relaciones unos con otros.
En cuanto objeto de mi curiosidad, que ahora opera epistemológicamente, la práctica educativa a la que "tomando distancia" me "aproximo" comienza a revelarse para mí. La primera
comprobación que hago es la de que toda práctica educativa implica siempre la existencia de sujetos, aquel o aquella que enseña y aprende y aquel o aquella que, en situación de aprendiz,
enseña también; la existencia del objeto que ha de ser enseñado
y aprendido -re-conocido y conocido-, por último, el contenido.
I.os métodos con que el sujeto enseñante se aproxima al contenido que media el educador o la educadora del educando o edu-
136
PAULO FREIRE
canda. En realidad el contenido, por ser objeto cognoscible que
ha de ser reconocido por el educador o la educadora mientras lo
enseña al educando o educanda, que por su lado sólo lo aprenden si lo aprehenden, no puede, por eso mismo, ser simplemente transferido del educador al educando, simplemente depositado por el educador en el educando.
La práctica educativa implica además procesos, técnicas, fines,
expectativas, deseos, frustraciones, la tensión permanente entre
la teoría y la práctica, entre la libertad y la autoridad, cuya exacerbación, no importa cuál de ellas, no puede ser aceptada derttro de una perspectiva democrática, contraria tanto al autoritarismo cuanto a la permisividad.
El educador o la educadora críticos, exigentes, coherentes, en
el ejercicio de su reflexión sobre la práctica educativa o en el
ejercicio de la propia práctica, siempre la entienden en su totalidad.
No centran, por ejemplo, la práctica educativa ni en el educando, ni en el educador, ni en el contenido, ni en los métodos,
sino que la comprenden en la relación de sus varios componentes,
en el uso coherente de los materiales, los métodos, las técnicas.
No hay, nunca hubo, ni puede haber educación, sin contenido, a no ser que los seres humanos se transformen de tal modo
que los procesos que hoy conocemos como procesos de conocer
y de formar pierdan su sentido actual.
El acto de enseñar y de aprender, dimensiones de un proceso
mayor -el de conocer--, forman parte de la naturaleza de la práctica educativa. No hay educación sin enseñanza, sistemática o
no, de algún contenido. Enseñar es un verbo transitivo-relativo.
Quien enseña, enseña algo -contenido- a alguien -alumno.
La cuestión que se plantea no es la de si hayo no educación
sin contenido, a la que se opondría la otra, la de puro contenido, porque -repitamos- jamás existió práctica educativa sin
contenido.
El problema fundamental, de naturaleza política, está coloreado por tintes ideológicos, a saber, quién elige los contenidos,
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
137
a favor de quién y de qué estará su enseñanza, contra quién, a favor de qué, contra qué. Qué papel les corresponde a los educandos en la organización programática de los contenidos; cuál es el
papel, en. otro nivel, de los y las que en las bases -cocineras, porteros, cuidadores- están involucrados en la práctica educativa de
la escuela; cuál es el papel de las familias, de las organizaciones
sociales, de la comunidad local.
y que no se diga, con cierto tufillo aristocrático y elitista, que
alumnos, padres de alumnos, madres de alumnos, cuidadores,
porteros, cocineras, nada tienen que ver con esto. Que el tema
de los contenidos programáticos es de la pura competencia de
especialistas que se graduaron para el desarrollo de esta tarea.
Este discurso es hermano gemelo del otro: el que proclama que
el analfabeto no sabe votar. 42
En primer lugar, defender la presencia participativa de alumnos, de padres de alumnos, de madres de alumnos, de cuidadores, de cocineras, de porteros, en los estudios de los cuales resulte la programación de los estudios de las escuelas, lo que la
Secretaría Municipal de Educación de Sao Paulo ensaya hoy
en la administración petista43 de Luiza Erundina, no significa
negar la actuación indispensable de los especialistas. Significa
simplemente no dejarlos como "propietarios" exclusivos de un
componente fundamental de la práctica educativa. Significa democratizar el poder de elección de los contenidos a que se
extiende, necesariamente, el debate sobre el modo más democrático de tratarlos, de proponerlos a la aprehensión de los educandos, en lugar de su simple transferencia por el educador a los
educandos. Y esto es lo que también viene sucediendo en la Secretaría Municipal de Educación del Estado de Sao Paulo.H No
es posible democratizar la elección de los contenidos sin democratizar su enseñanza.w
No se diga que ésta es una posición popularista o dernocratista, No. No lo es. Es democrática. Es progresista. Es de progresistas y demócratas que ven la presencia crítica de las clases populares en los debates sobre el destino de la ciudad, del que la
138
PAULO FRE1RE
presencia en la escuela es un capítulo, como señal positiva y no
como algo malo y desaconsejable. No de los demócratas para
quienes la presencia del pueblo en los hechos, en los acontecimientos, del pueblo organizándose, es señal de que la democracia no anda bien.
Además de lo que representa, en términos de aprendizaje democrático, tal injerencia en los destinos de la escuela, podemos
aun imaginar lo que podrá aprender la escuela enseñando y lo
que podrá enseñar a cocineras, porteros, cuidadores, padres,
madres, en la búsqueda de la necesaria superación del "saber de
experiencia vivida" por un saber más crítico, más exacto, al cual
tienen derecho. Éste es un derecho de las clases populares que
los progresistas coherentes tienen que reconocer y defender -el
derecho a saber mejor lo que ya saben, junto a otro derecho,
el derecho a participar, de algún modo, en la producción del saber que aún no existe.
Lo que me parece igualmente importante destacar, en la discusión o en la comprensión de los contenidos, en una perspectiva crítica y democrática del currículum, es la necesidad de jamás permitirnos caer en la tentación ingenua de creer que son
mágicos. Y es interesante observar cómo cuanto más hacemos
esto más tendemos a considerarlos neutros o a tratarlos en
forma neutral. Ellos tienen en sí, para quien los entiende mágicamente, una fuerza tal, una importancia tal que al "depositarlos" en los educandos su fuerza opera en ellos el cambio esperado. Yes por eso por lo que magificados, o así entendidos, con
ese poder en sí mismos, no cabe al profesor otra tarea que transmitirlos a los educandos. Cualquier discusión en torno a la realidad social, política, económica, cultural, discusión crítica y
nada dogmática, es considerada no sólo innecesaria sino impertinente.
Yo no lo creo así. En cuanto objetos de conocimiento, los contenidos deben entregarse a la curiosidad cognoscitiva de profesores y alumnos. Unos enseñan, y al hacerlo aprenden. Y otros
aprenden, y al hacerlo enseñan.
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
139
En cuanto objetos de conocimiento no pueden ser enseñados,
aprehendidos, aprendidos, conocidos, de tal manera que se libren de las implicaciones político-ideológicas que han de aprender también por los sujetos cognoscentes. Una vez más se impone
la "lectura del mundo" en relación dinámica con el conocimiento de la palabra-tema, del contenido, del objeto cognoscible.
Que cada lector o lectora, con práctica docente o de alumno,
se cuestione sobre su trabajo como profesor o como profesora,
sobre su trabajo como alumno o como alumna, en las clases de
matemática, de historia, de biología, de gramática, de sintaxis,
en realidad importa poco. Que cada uno o cada una se pregunte
y vea si participando como docente o como alumno de la experiencia de la enseñanza crítica del contenido, la "lectura del
mundo", de naturaleza política, no se plantea necesariamente.
Lo que no es posible en la práctica democrática es que el profesor o la profesora, subrepticiamente o no, imponga a sus alumnos su propia "lectura del mundo", en cuyo marco se sitúa la
enseñanza del contenido. Luchar contra el autoritarismo de izquierda o de derecha no me conduce, sin embargo, a una neulralidad imposible que no es otra cosa sino el modo mañoso con
el cual se pretende esconder la opción.
El papel del educador o de la educadora progresista que no
puede ni debe omitirse, al proponer su "lectura del mundo", es
señalar que existen otras "lecturas del mundo" diferentes de la
suya y hasta antagónicas en ciertas ocasiones.
Repitamos que no hay práctica educativa sin contenido. Lo
que indiscutiblemente
puede suceder, de acuerdo con la posición ideológica del educador o de la educadora es, por un lado,
la exacerbación de la autoridad del educador que se explaya en
autoritarismo y, por el otro, la anulación de la autoridad del proícsor que se hunde entonces en un clima licencioso y en una
práctica igualmente licenciosa. Las dos prácticas implican formas diferentes de tratar el contenido.
En el primer caso, el de la exacerbación de la autoridad y de
Sil explayamiento en autoritarismo,
ocurre la "posesión" del con-
140
PAULO FREIRE
tenido por parte del educador o de la educadora. De este modo,
"poseyendo" como cosa propia el contenido, no importa ya que
tenga o no participación en su elección, poseyendo los métodos
con que manipula el objeto, manipula también a los educandos.
Aun llamándose progresista y democrático, el educador autoritario de izquierda, incoherente por lo menos en parte de su discurso, frente a sus educando críticos, indagadores, que no dicen
amén a sus discursos, se siente tan mal como el de derecha.
En el segundo caso tenemos la anulación de la autoridad del
profesor o de la profesora que se hunde en el ya referido clima
permisivo y en una práctica igualmente permisiva, en la que los
educandos, entregados a sí mismos, hacen y deshacen a su gusto.
Sin límites, la práctica espontaneísta, que lacera algo tan fundamental en la formación de los seres humanos -la espontaneidad-, no teniendo la suficiente fuerza para negar la necesaria
existencia del contenido, lo lleva, sin embargo, a perderse en un
injustificable mundo pedagógico "de fantasía".
Por todo esto, no hay otra posición para el educador o la educadora progresistas frente a la cuestión de los contenidos que empeñarse en la lucha incesante en favor de la democratización de
la sociedad, que implica la democratización de la escuela como
necesaria democratización, por un lado, de la programación de
los contenidos y, por el otro, de su enseñanza. Pero, reafirmo, no
debemos esperar a que la sociedad se democratice, se transforme
radicalmente, para comenzar la democratización de la elección y
de la enseñanza de los contenidos. La democratización de la escuela, principalmente cuando por la alternancia de gobiernos en
las democracias tenemos cierto ascendiente sobre la "red" o el
"subsistema" del cual forma parte, es parte de la democratización
de la sociedad. En otras palabras, la democratización de la escuela no es puro epifenómeno, resultado mecánico de la transformación de la sociedad global, sino un factor de cambio también.
Los educadores y las educadoras coherentes no tienen que esperar a que la sociedad brasileña global se democratice para co-
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 141
menzar también a tener prácticas democráticas en relación con
los contenidos. No pueden ser autoritarias hoy para ser democráticas mañana.
Lo que es imposible, en términos críticos, es esperar de los gobiernos municipales, estatales y federales de gusto conservador,
o de gobiernos "progresistas" pero tocados por el dogmatismo que
siempre he criticado, que democraticen
la organización del
currículum y la enseñanza de los contenidos. Ni autoritarismo ni
licencia, sino más sustantividad democrática es lo que necesitamos.
Data de 1960 un texto que escribí para el simposio "Educación para Brasil", organizado por el Centro Regional de Investigaciones Educativas de Recife, bajo el título de "Escala primária
para o Brasil" y publicado por la Revista Brasileira de Estudos Pedagógicos, núm. xxxv, de abril-junio de 1961.
Citaré un fragmento de aquel texto pertinente
tión en discusión en esta parte del ensayo.
para la cues-
[...] La escuela que necesitamos urgentemente es una
escuela en la que realmente se estudie y se trabaje.
Cuando criticamos, alIado de los otros educadores, el
intelectualismo de nuestras escuelas, no pretendimos
defender una posición para la escuela en la que se diluyesen disciplinas de estudio y una disciplina para estudiar. Tal vez nunca hayamos tenido en nuestra historia
una necesidad tan grande de estudiar, de enseñar, de
aprender, como hoy. De aprender a leer, a escribir, a
contar. De estudiar historia, geografía. De comprender
la situación o las situaciones del país. El intelectualismo
combatido es precisamente esa palabrería hueca, vacía,
sonora, sin relación con la realidad circundante, en la
que nacemos, crecemos y de la que aún hoy día, en
gran parte, nos nutrimos. Tenemos que cuidarnos de
este tipo de intelectualismo, así como de una posición
llamada antitradicionalista que reduce el trabajo esco-
142
PAULO FRE1RE
lar a meras experiencias de esto o de aquello, y a la que te
falta el ejercicio duro, pesado, del estudio serio y ho. l'ma mte
.
1ec tua 1.46
nesto del cual resulta una di1S0p
Es precisamente la comprensión autoritaria y mágica de los
contenidos, que caracteriza a las dirigencias vanguardistas para
quienes la conciencia del hombre y de la mujer es un "espacio"
vacío a la espera de contenidos, la que critiqué severamente en
la Pedagogía del oprimido y vuelvo a criticar hoy como antagónica
de una Pedagogía de la esperanza.
Pero es preciso dejar claro que no todo cuerpo consciente o
toda conciencia es ese "espacio" vacío a la espera de contenidos
para las dirigencias vanguardísticamente
autoritarias. Su conciencia, por ejemplo, no lo es. Es que ellas se sienten parte de un
grupo especial de la sociedad (Erica Marcuse, 1986) que "posee"
la conciencia crítica como algo "dado". En este sentido se sienten como si fuesen personas ya liberadas o personas inalcanzables por la dominación, cuya tarea es enseñar y liberar a los otros.
De ahí deriva su preocupación casi religiosa, su empeño casi místico, pero duro también, en el trato de sus contenidos, su certeza
respecto de lo que debe ser enseñado, transmitido. Su convicción de que la cuestión esencial es enseñar, transmitir lo que debe
ser enseñado y no "perder el tiempo en verborreas" con los grupos populares sobre su lectura del mundo.
Cualquier preocupación concerniente a las expectativas de los
educandos, sean ellos o ellas alumnos de la escuela básica o jóvenes y adultos en cursos de educación popular, es puro democratismo. Cualquier inquietud del educador demócrata orientada
en el sentido de no herir la identidad cultural de los educandos
es tomada como purismo perjudicial. Cualquier manifestación
de respeto a la sabiduría popular se toma por populismo.
Esta concepción es tan coherente, en la izquierda, con el
pensamiento
dogmático de origen marxista, según el cual
la conciencia crítica, histórica, se encuentra, según ya he referido, como algo casi "puesto ahí" (Erica Marcuse, 1986), como
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 143
es coherente, en la derecha, con el elitismo según el cual las clases dominantes saben por naturaleza y las dominadas son por
naturaleza ignorantes. Por eso las clases dominantes enseñan si
y cuando les apetece, y las dominadas aprenden a costa de un
gran esfuerzo.
Un militante dogmático que trabaja en una escuela como profesor no se distingue de su colega que trabaja en un sindicato o
en las favelas o la periferia de la ciudad, a no ser por lo que hay
de específico en cada una de estas actividades. Para el primero es
imperioso "llenar" la conciencia "vacía" de los educandos con los
contenidos cuyo aprendizaje él como educador -o ella- sabe
que son importantes e indispensables para los educandos. Para
el segundo es igualmente imperioso "llenar" la conciencia "vacía" de los grupos populares con la conciencia de clase trabajadora que según él, o ella, los trabajadores no tienen pero él,
clase media, juzga y afirma tener.
Aún tengo bien viva en la memoria la afirmación de cuatro
educadores alemanes, de la antigua Alemania Oriental, en una
noche de comienzos de los años setenta en la casa de uno de
ellos. Habló uno con el beneplácito de los demás: "Recientemente he leído la edición alemana de su libro Pedagogía deloprimido. Me pareció muy bueno el hecho de que usted critique la
ausencia de participación de los estudiantes en las discusiones
en torno del contenido programático. En las sociedades burguesas -continuó categórico- es importante hablar sobre eso y agitar a los estudiantes en torno del asunto. Aquí no, nosotros sabemos muy bien lo que los estudiantes deben saber",
De ahí en adelante, luego de lo que les dije a modo de respuesta, fue difícil mantener la conversación en buen ritmo. La
visita se acabó y yo me retiré a la casa de mi amigo, que me hospedaba, más temprano de lo que esperaba.
Demoré algún tiempo en dormirme. Pensé no sólo en lo que
acababa de oír aquella noche en Berlín, sino en lo que oyera
durante todo el día, reunido con un grupo de jóvenes científicos, investigadores universitarios. El contraste era enorme. Los
144
PAULO FREIRE
muchachos criticaban el autoritarismo del régimen, según ellos
retrógrado, antidemocrático, arrogante. Su crítica, sin embargo, era hecha desde dentro y no desde afuera de la opción socialista.
Los educadores con los que acababa de estar eran la expresión de aquello sobre y contra lo cual me habían hablado los jóvenes científicos.
Demoré en dormirme pensando en el exceso de certeza con
que aquellos educadores "modernos" hacían su discurso, su declaración de fe inconmovible: "Aquí no. Nosotros sabemos lo
que los estudiantes deben saber".
Ésa es siempre la certeza de los autoritarios, de los dogmáticos: que saben lo que las clases populares saben y lo que necesitan, aun sin hablar con ellas. Por otro lado, lo que las clases populares ya saben en función de su práctica en la práctica social,
es tan "irrelevante" y "desarticulado", que no tiene ningún sentido para los autoritarios y las autoritarias. Lo que tiene sentido
para ellos y para ellas es lo que viene de sus lecturas y lo que escriben en sus textos. Lo que les parece fundamental e indispensable es lo que ya saben sobre el saber y que, en forma de "contenidos", debe ser "depositado" en la "conciencia vacía" de las
clases populares.
Si alguien, por el contrario, asumiendo una posición democrática, progresista, defiende también la democratización de la
organización programática de los contenidos, la democratización de su enseñanza, la democratización, en suma, del currículum, los autoritarios lo consideran espontaneísta y permisivo, o
poco serio.
Si como ya he afirmado el discurso neoliberal no tiene fuerza
para borrar de la historia la existencia de las clases sociales por
un lado, y la lucha entre ellas por el otro, las posiciones dogmáticas y autoritarias que caracterizan al llamado "socialismo realista" y que se encuentran en la base del discurso y de la práctica
verticales de la organización curricular no tienen cómo mantenerse hoy.
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
145
Los neoliberales se equivocan cuando los critican y los niegan
por ser ideológicos, en una época en que, según ellos, las "ideologías han muerto". Los discursos y las prácticas dogmáticas de la
izquierda están equivocados no porque son ideológicos, sino
porque la suya es una ideología que concurre a la interdicción
de la curiosidad de los hombres y de las mujeres y contribuye a
su alienación.
"No pienso auténticamente si los otros no piensan también.
Simplemente no puedo pensar por los otros ni para los otros ni
sin los otros." Ésta es una afirmación que incomoda a los autoritarios por el carácter dialógico implícito en ella. Es por eso también que son refractarios al diálogo, al intercambio de ideas entre profesores y alumnos.
El diálogo entre profesoras o profesores y alumnos o alumnas
no los convierte en iguales, pero marca la posición democrática
entre ellos o ellas. Los profesores no son iguales a los alumnos
por n razones, entre ellas porque la diferencia entre ellos los hace
ser como están siendo. Si fuesen iguales, uno se convertiría en el
otro. El diálogo gana significado precisamente porque los sujetos dialógicos no sólo conservan su identidad, sino que la defienden y así crecen uno con el otro. Por lo mismo, el diálogo no nivela, no reduce el uno al otro. Ni es favor que el uno haga al
otro. Ni es táctica mañera, envolvente, que el uno usa para confundir al otro. Implica, por el contrario, un respeto fundamental
de los sujetos involucrados en él que el autoritarismo rompe o
impide que se constituya. Tal como la permisividad, de otro
modo, pero igualmente perjudicial.
No hay diálogo en el espontaneísmo como en el todopoderosismo del profesor o de la profesora. La relación dialógica no
anula, como se piensa a veces, la posibilidad del acto de enseñar. Por el contrario, funda ese acto, que se completa y se sella
en el otro, el de aprender, * y ambos sólo se vuelven verdadera*
Véase. a este respecto,
México, FCE, 1965.
Eduardo
Nicol, Los principios
de la ciencia,
146
PAULO
FREIRE
mente posibles cuando el pensamiento crítico, inquieto, del
educador o de la educadora no frena la capacidad del educando de pensar o comenzar a pensar críticamente también.
Por el contrario, cuando el pensamiento crítico del educador o
de la educadora se entrega a la curiosidad del educando, si el
pensamiento del educador o de la educadora anula, aplasta, dificulta el desarrollo del pensamiento de los educandos, entonces el pensar del educador, autoritario, tiende a generar en los
educandos sobre los cuales incide un pensar tímido, inauténtico, o a veces puramente rebelde.
El diálogo, en realidad, no puede ser responsabilizado por el
uso distorsionado que se le dé. Por su simple imitación o caricatura. El diálogo no puede convertirse en un "bate papo"47 despreocupado que marche al gusto y al acaso entre el profesor o
la profesora y los educandos.
El diálogo pedagógico implica tanto el contenido u objeto
cognoscible alrededor del cual gira como la exposición hecha
por el educador o la educadora para los educandos sobre ese
contenido.
A propósito de lo cual me gustaría regresar aquí a las reflexiones hechas por mí, anteriormente, sobre el aula expositiva. *
El mal no está realmente en la clase expositiva, en la explicación que el profesor o la profesora den. No es eso lo que caracteriza lo que critiqué como práctica bancaria. Critiqué y continúo criticando aquel tipo de relación educador-educando
en
que el educador se considera el único educador del educando,
en que el educador rompe o no acepta la condición fundamental del acto de conocer que es la relación dialógica;** la relación
en que el educador transfiere el conocimiento sobre a o b o e objetos o contenidos al educando, considerado simple recipiente.
* Paulo
**
Freire y Sergio Cuimaráes,
Janeiro, Paz e Terra, 1984.
Véase Eduardo Nicol, op. cit.
Sobre educacdo - diálogos, Río de
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
147
Ésta es la crítica que he hecho y continúo haciendo. Lo que
ahora se puede preguntar es lo siguiente: ¿será eso toda clase llamada expositiva? Creo que no. Digo que no. Existen clases expositivas que realmente son esto. Puras transferencia de conocimiento acumulado del profesor hacia los alumnos. Son clases
verticales, en las cuales el profesor o la profesora hacen autoritariamente lo imposible, desde el punto de vista de la teoría del conocimiento, vale decir, transfiere el conocimiento.
Hay otro tipo de clase en que el educador, no haciendo en
apariencia la transferencia de contenido, también anula la capacidad de pensar críticamente del educando, o por lo menos la
obstaculiza, porque son clases que parecen más canciones de
cuna que desafíos. Son exposiciones que "domestican" o hacen
que los educandos "duerman" arrullados. Por un lado, los educandos "durmiendo" arrullados por la sonoridad de la palabra
del profesor o de la profesora, por el otro, el profesor arrullándose a sí mismo. Pero hay una tercera posición que considero
profundamente válida, que es aquella en la cual el profesor o la
profesora hace una pequeña exposición del tema y enseguida el
grupo de estudiantes participa con ellos en el análisis de esa exposición. De este modo, en la pequeña exposición introductoria
el profesor o la profesora desafían a los estudiantes que, preguntándose entre ellos y preguntando al profesor, participan en la
profundización y el desdoblamiento de la exposición inicial. Un
trabajo de este tipo de ningún modo puede considerarse negativo o como escuela tradicional, en el mal sentido.
Finalmente creo que existe todavía otro tipo de profesor
al que tampoco considero bancario. Es aquel profesor muy serio
que frente a los estudiantes de un curso se pone en relación con
el tema, con el contenido, que trata en una relación de profundo respeto, incluso afectuosa, casi amorosa, pudiendo ser el
objeto de análisis tanto un texto suyo como un texto de otro autor. En el fondo, testimonia a los estudiantes cómo estudia,
cómo se "aproxima" a un tema determinado, cómo piensa críticamente. Cabe a los educandos tener o crear y desarrollar la ca-
148
PAULO FRElRE
pacidad crítica de acompañar
el movimiento que el profesor
haga en su aproximación al tema. En cierto aspecto, este tipo de
profesor también comete un error.
Es que la relación de conocimiento
no termina en el objeto,
esto es, la relación de un sujeto conocedor con un objeto cognoscible no es exclusiva. Se prolonga hasta otro sujeto, transformándose, en el fondo, en una relación sujeto-objeto-sujeto.
En cuanto relación democrática,
el diálogo es la posibilidad
de que dispongo para, abriéndome al pensar de los otros, no perecer en el aislamiento.
La Pedagogía del oprimido nació hace veintidós años, impulsada
por ese sentimiento con el cual la revivo hoy, aún más tocado y
envuelto por él que antes, en esta Pedagogía de la esperanza.
Comencé este texto diciendo que un poema, una canción,
una escultura, una pintura, un libro, una música, un hecho, un
caso, un acontecimiento jamás tienen por explicación una única
razón. Un acontecimiento,
un hecho, un gesto, de amor o de
odio, un poema, un libro, se encuentran
siempre envueltos en
densas tramas, tocados por múltiples razones de ser, algunas de
las cuales están más próximas a lo sucedido o a lo creado, algunas de las cuales son más visibles en cuanto razones de ser.
Gran parte del primer cuerpo de este libro se centró en la
comprensión
de algunas de las tramas en las que la Pedagogía del
oprimido fue encontrando
su origen.
Ahora, en la última parte de este estudio, hablaré de hechos,
de sucesos, de tramas en las que participé y en las que vengo participando, y que giraron y giran alrededor de la Pedagogía del oprimido.
De hecho, en septiembre de 1970, cuando aparece la Pedagogía en Nueva York, inmediatamente
comienza a ser traducida a
varias lenguas, generando curiosidad y críticas, favorables unas,
desfavorables otras. Hacia 1974 ya había sido traducida al español, al italiano, al francés, al alemán, al holandés y al sueco, yestaba por publicarse en Londres por Penguin Books. Esa edición
hizo llegar la Pedagogía hasta África, Asia y Oceanía.
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
149
El libro apareció en una fase histórica de intensa inquietud.
Los movimientos
sociales en Europa, en Estados Unidos, en
América Latina, en cada espacio-tiempo
con sus características
propias. La lucha contra la discriminación
sexual, racial, cultural, de clase, la lucha en defensa del medio ambiente, los Verdes
en Europa. Los golpes de Estado, con su nueva cara en América
Latina y sus gobiernos militares que se arrastraban desde la década anterior. Los golpes de Estado, ahora ideológicamente
fundamentados y todos, de un modo u otro, ligados al carro-guía del
Norte en el intento de hacer posible lo que les parecía que debía
ser el destino capitalista del continente. Las guerrillas en América
Latina, las comunidades
de base, los movimientos de liberación
en África, la independencia
de las ex colonias portuguesas, la lucha en Namibia, Amílcar Cabral,]ulius
Nyerere, su liderazgo en
África y su repercusión fuera de ella. La China de Mao. La Revolución Cultural. La extensión viva del significado de mayo de
1968. Las luchas político-sindicales y pedagógico-sindicales,
todas
obviamente políticas, principalmente
en Italia. Guevara asesinado en la década anterior y su presencia como símbolo, no sólo
para los movimientos revolucionarios latinoamericanos,
sino también para los líderes y activistas progresistas de todo el mundo. La
guerra de Vietnam y la reacción en el interior de Estados Unidos.
La lucha por los derechos civiles y el desbordamiento
del clima
político-cultural
de los años sesenta, en aquel país, hacia los setenta.
Éstas eran, junto a un sinnúmero de implicaciones y desdoblamientos, algunas de las tramas históricas, sociales, culturales, políticas, ideológicas, que tuvieron que ver, por un lado, con la curiosidad que el libro despertó y, por el otro, con la lectura que
también se haría de él; de su aceptación, de su rechazo, de las
críticas a él referidas.
No haber guardado en forma sistemática y debidamente
comentadas las cartas que me fueron llegando de cada área lingüística del mundo después de cada nueva traducción de la Pedagogía
es algo que hoy lamento casi con dolor. Eran cartas de Estados
150
PAULO FREIRE
Unidos, de Canadá, de América Latina y, después de la publicación del libro por Penguin Books, de Australia, de Nueva Zelandia, de las islas del Pacífico sur, de la India, de África; tal es la eficiencia de la red de distribución de aquella editorial. Luego de
las cartas y a veces junto con ellas me iban llegando invitaciones
para discutir o debatir puntos teórico-prácticos del libro. Con frecuencia recibía en Ginebra, por un día o más, a grupos de estudiantes universitarios, acompañados por sus profesores que coordinaban un curso o seminario sobre la Pedagogía, o a grupos de
obreros, principalmente italianos, pero también trabajadores inmigrantes en Suiza que, desde una óptica más política que la de
los estudiantes universitarios, querían aclarar puntos, iluminar aspectos directamente relacionados con sus prácticas.
Ahora recuerdo, por ejemplo, la coincidencia de posiciones
político-pedagógicas que había entre algunas de las tesis fundamentales del libro y la visión general que tenían las dirigencias
sindicales italianas que comandaban la lucha por lo que llamaban las "cincuenta horas" en aquel entonces. Movimiento finalmente victorioso en favor del derecho de los trabajadores a estudiar en el horario de trabajo.
En diferentes ocasiones, tanto en Ginebra como en Italia, me
encontré con algunos de los líderes con quienes había discutido
aspectos teórico-prácticos de su lucha referidos a la dimensión
del libro.
Fue en aquella época también cuando creamos un grupo de
compañeros, el Instituto de Acción Cultural, IDAC, con Elza
Freire, Miguel Darcy de Oliveira, Rosiska de Oliveira, Claudius
Ceccon, a quienes más tarde se sumó Marcos Arruda. El equipo
del IDAC tuvo un papel realmente importante para la época en la
discusión de la Pedagogía del oprimido en seminarios a lo largo de
Europa, Estados Unidos y Canadá. Alguna vez, como primer director del IDAC, participé de alguno de aquellos seminarios de
análisis del libro.
No sería excesivo subrayar cuánto me enriquecía discutir horas enteras con jóvenes universitarios alemanes, ya en Ginebra,
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
151
ya en sus universidades en Alemania, observando su indiscutible
gusto por la reflexión teórica, la seriedad con que me desafiaban, basados en una lectura cuidadosa, rigurosa, que habían hecho solos o con el profesor. Del mismo modo, lo mucho que me
enriquecía discutir con líderes obreros italianos o españoles.
Con los primeros, como ya he dicho, nos encontramos en Ginebra o en Italia, con los segundos sólo en Ginebra, puesto que en
aquella época teníamos prohibido, tanto yo como la Pedagogía
del oprimido, entrar en España y Portugal. Tanto la España de
Franco como el Portugal de Salazars'' nos proscribían a ambos.
A la Pedagogía y a mí.
En aquella época, y por causa de la Pedagogía, entré en contacto con la dura realidad de una de las dimensiones más dramáticas del tercer mundo en el primero. La realidad de los llamados
trabajadores inmigrantes. De los italianos, españoles, portugueses, griegos, turcos, árabes, en Suiza, en Francia, en Alemania. Experiencia de discriminación racial, de clase y de sexo.
En uno de los seminarios en los cuales participé en Alemania
para discutir la alfabetización y posalfabetización de obreros portugueses, algunos de ellos me dijeron que sus colegas alemanes
los menospreciaban
a tal punto y los creían tan incapaces de
aprender un día su lengua, que sólo se comunicaban con ellos
en alemán, usando los verbos en infinitivo. Y fue así que uno de
ellos habló conmigo: ''Yo gustar mucho de la reunión pero no entender todo" .
En París, en uno de estos seminarios a propósito de la Pedagogía del oprimido, un trabajador español, casi poseído por el dolor
y con mucha rabia, se quejó de la falta de solidaridad de clase de
sus colegas franceses. "Muchos de ellos -decía fatigado- nos patean el trasero si no somos cuidadosos y si no estamos siempre
con los ojos bien abiertos."
Éste podría ser un comportamiento
que reforzase el discurso
neoliberal de hoy, de acuerdo con el cual las clases sociales han
desaparecido,
ya no existen. Pero existían en la época del
desahogo del obrero español, y hoy también existen. Su existen-
152
PAULO FREIRE
cia, sin embargo, no significa necesariamente que sus miembros
ya hayan alcanzado un cierto nivel de solidaridad, sobre todo internacional. Por otro lado la propia ideología dominante, autoritaria, discriminatoria, atraviesa también sectores de los dominados: se aloja en ellos y los hace verse y sentirse superiores a los
compañeros que dejando su tierra de origen cargan consigo la
marca de la necesidad.
Otro problema serio que las dirigencias lúcidas y políticamente consustanciadas de los trabajadores inmigrantes debían
enfrentar en los años setenta, y que discutían conmigo a raíz de
la lectura que hacían de la Pedagogía, era la falta de motivación
de los compañeros para el compromiso con la lucha política en
sus países de origen.
Yo mismo participé en encuentros con trabajadores inmigrantes en Suiza, Francia, Alemania, en los que escuché discursos
que hablaban mucho más del ansia de una vida menos difícil en
la experiencia fuera de sus países y del deseo de volver un día
en condiciones bastante mejores que las que tenían al dejarlos.
De lo que me percataba en la época, bien escuchándolos en los
referidos encuentros, bien en conversaciones con las dirigencias
que me hablaban de las dificultades de movilización y de organización política, era de que gran parte de los trabajadores que
emigraban de sus países, al negar al contexto de préstamo los
embargaba un sentimiento de alivio y de alegría por tener trabajo
o por tener qué hacer, por un lado, y por el otro una sensación
de miedo, miedo de perder la ínfima seguridad encontrada en
el contexto de préstamo. Su fragilidad era mayor que el mínimo
tenor de aventura o de riesgo necesario para aceptar un compromiso político, por leve que fuese. El tiempo vivido en sus países
de origen a la espera de empleo, de seguridad, les había hecho
poner toda su esperanza en un empleo dentro del contexto de
préstamo y no en los cambios estructurales de su contexto. Así,
esos trabajadores dejaban su contexto de origen trayendo en el
cuerpo una especie de cansancio, que en la época llamé "cansancio existencial", Un cansancio que no era físico y sí espiritual,
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
153
que dejaba a las personas vacías de ánimo, de esperanza y con
miedo a la aventura y al riesgo. Es que al cansancio se sumaba lo
que llamé "anestesia histórica".
En una de mis visitas a Alemania, para un debate con trabajadores inmigrantes portugueses, realizado en una parroquia
donde se llevaba a cabo un excelente programa político-pedagógico, oí el siguiente relato de un joven sacerdote: "Recientemente recibí una denuncia de tres trabajadores portugueses, de
que ellos y muchos otros compañeros suyos estaban siendo explotados por los propietarios de sus precarias viviendas; que el
precio de los alquileres es exorbitante, no se respeta la ley que
regula los derechos y los deberes de los inquilinos, etc. Resolví
entonces, después de hablar sobre esto, un domingo durante la
misa, convidar a todo el que aceptase discutir conmigo la cuestión, para estudiar una solución. Varios feligreses vinieron a mi
encuentro. Trabajamos juntos durante dos sesiones y decidimos
crear un frente de lucha contra la arbitrariedad de los propietarios. Denuncias a la prensa, folletos, manifestaciones en las calles
del barrio de la parroquia, etc. No bien comenzamos a poner el
plan en práctica vino a verme una comisión de vecinos para solicitarme, por favor, que detuviese la campaña. Integrando la comisión venía uno de los que me habían hecho la denuncia. Habían sido amenazados de desalojo en caso de que yo no
detuviese las acusaciones". Todavía recuerdo las palabras con
que el sacerdote terminaba su relato: "Viví la fuerte tensión ética
entre continuar la lucha contra los explotadores, que, inclusive,
aprovechando la dependencia emocional de los oprimidos los
chantajeaban, o poner punto final a esta lucha en respeto a su
debilidad, devolviéndoles la relativa seguridad en que vivían, en
el fondo falsa pero indispensable".
En las líneas y entrelíneas de la Pedagogía del oprimido discuto
este fenómeno. Fanon y Memmi* también lo hacen o lo han he-
*
Frantz Fanon, Los condenados de la tierra, México, FCE, 1963; Albert
Memmi, Retrato del colonizado, Buenos Aires, De la Flor, 1969.
154
PAULO FREIRE
cho antes que yo. El miedo del oprimido, ya sea como individuo
o como clase, que lo inhibe de luchar. Pero el miedo no es una
abstracción, ni tampoco la razón de ser del miedo. El miedo es
muy concreto y causado por motivos concretos o que se presentan como si fueran concretos; por lo tanto, y hasta que se pruebe
lo contrario, concretos también.
A esto se debe que, por n razones, estando las dirigencias en
otro nivel, de mayor "inmunidad" contra el miedo que afecta a
las mayorías, deben imponerse una forma especial de tratar con
aquel miedo. Una vez más, entonces, se les plantea a las dirigencias la necesidad de vivir seriamente, rigurosamente, las relaciones entre táctica y estrategia de las que ya he hablado en este estudio. En último análisis, la cuestión que se les plantea a las
dirigencias es saber qué acciones y en qué niveles pueden ser
tácticamente puestas en práctica a través de la lectura crítica de
la realidad. En otras palabras, qué se puede hacer hoy para que
mañana se pueda hacer lo que no se puede hacer hoy. En el caso
de la parroquia alemana que acabo de narrar, la solución del
problema de que no se podía excluir el miedo de los trabajadores
pasaba por una paralización táctica de la acción iniciada. Acción
que tal vez pudiese ser retomada más adelante, después de un
trabajo político-pedagógico
que condujera a la superación, al
menos en parte, del miedo. Trabajo que mostrase a los trabajadores que los dueños de las casas eran igualmente vulnerables.
Guevara también habló de este aspecto de la relación dialéctica
opresores-oprimidos, o de la necesidad que tienen los segundos
de datos objetivos para convencerse de la vulnerabilidad de los
primeros, como un momento decisivo de su lucha. De hecho
cuanto más los oprimidos vean a los opresores como imbatibles,
portadores de un poder insuperable, tanto menos creerán en sí
mismos. Siempre fue así y así continúa siendo. Una de las tareas
del educador popular progresista, tanto ayer como hoy, es tratar
de colaborar en el proceso en el cual la debilidad de los oprimidos se va transformando
en fuerza capaz de transformar la
fuerza de los opresores en debilidad, por medio de la compre-
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
155
sión crítica de cómo se dan los conflictos sociales. Ésta es una esperanza que nos impulsa.
Si en los sesenta, de los cuales viví la mitad en el clima de la
transición brasileña interrumpida por el golpe de 1964 y la otra
mitad en Chile, escribí la Pedagogía, en los setenta, en que el libro se multiplicaba en varias lenguas, me vi expuesto con él a
desafíos de los cuales resultaban análisis que confirmaban y reforzaban muchas de mis tesis fundamentales.
Nunca será demasiado hablar de la importancia del sinnúmero de encuentros en los que participé con alumnos y profesores de universidades alemanas, suizas, inglesas, holandesas,
belgas, suecas, noruegas, francesas, latinoamericanas,
africanas, asiáticas, estadounidenses
y canadienses. Y entre uno y
otro de esos encuentros, de naturaleza académica, las no menos ricas sesiones sabatinas a las que fui sometido por grupos
obreros.
La tónica de los primeros, con una que otra excepción,
cuando se trataba de estudiantes del Primer Mundo, era el análisis teórico referente al mayor o menor rigor con que consideraban que yo me había acercado a talo cual tema, el lenguaje
más o menos preciso, la influencia de este o de aquel pensador
o aquella pensadora cuya obra, a veces, yo no había leído. La
incoherencia
en que habrá incurrido entre algo dicho, por
ejemplo, en la página 25 y algo afirmado en la página 122. Crítica muy al gusto de los estudiantes alemanes.
Cuando los encuentros se daban con estudiantes del Tercer
Mundo, la tónica era otra. Las discusiones giraban preponderantemente en torno a las cuestiones políticas. Eran esas cuestiones
las que nos llevaban a los problemas filosóficos, éticos, ideológicos y epistemológicos.
En los encuentros con trabajadores inmigrantes italianos, españoles y portugueses, gran parte de los cuales había leído la Pedagogía en italiano, en españolo en francés, el centro de interés
era siempre comprender su propia práctica de un modo más crítico para mejorar su práctica futura.
156
PAULO FREIRE
Mientras los universitarios, en general, buscaban encontrar y
"comprender en la teoría cierta práctica implícita", los obreros
buscaban sorprender la teoría implicada en su práctica. No importa en qué mundo me encontrase con dirigencias obreras, experimentándose
políticamente en el sentido del cambio del
mundo, era siempre así. Perteneciesen estas dirigencias al tercer mundo del tercer mundo o al tercer mundo del primer
mundo. Era siempre así.
Alguna que otra vez tuve oportunidad, en Ginebra o fuera de
Ginebra, de trabajar en largos seminarios con obreros y académicos, obviamente progresistas (espero que hoy continúen en
esa posición, para lo cual es preciso que no se hayan rendido a la
ideología de quien decreta la muerte de las ideologías y del que
proclama que soñares una forma de evadir el mundo y no de recrearlo).
Tuve uno de esos encuentros de inmensa riqueza en un fin de
semana en algún mes de los setenta en Alemania, en Frankfurt
precisamente, con varios académicos y un obrero español. Dos o
tres grupos de intelectuales progresistas, marxistas y cristianos,
que no mantenían buenas relaciones entre sí, aceptaron encontrarse en el caso de que yo participase en el día de estudios.
Siempre me pareció válido ser pretexto para buenas causas.
Acepté entonces la invitación y fui con dos amigos alemanes, ambos teólogos, intelectuales lúcidos, creadores y serios: Werner
Simpfendoerfer, que traducía la Pedagogía al alemán, y Ernst
Lang, ya fallecido, quien escribió su prefacio; era director del
Consejo Mundial de Iglesias y me convidó para trabajar allí.
La lengua de la reunión era el alemán, con traducción al inglés para mí y del inglés al alemán para los demás, a excepción
de los teólogos.
Uno de los grupos invitó a un obrero español inmigrante que
hablaba el alemán sin dificultad.
La presencia del trabajador español permitió que la reunión
alcanzase cierto nivel de equilibrio entre la abstracción necesaria
y la búsqueda de lo concreto. En otras palabras, la presencia del
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
157
trabajador disminuyó el riesgo de que la abstracción se negara a
sí misma, gateando perdida en una vaguedad cada vez más distante de lo concreto.
Cuando paramos la sesión por primera vez para tomar un
café, el trabajador se me acercó y comenzamos a hablar en español. Sólo nosotros nos entendíamos. Nadie en aquel recinto hablaba siquiera razonablemente el español.
Luego de unas pocas palabras con las que nos preparábamos
para una pequeña conversación, el trabajador español me dijo:
"Debo reconocer en estos jóvenes intelectuales ciertas cualidades que me hacen admirarlos. Están dedicados a la causa de la
clase obrera. Trabajan incansablemente, pero se sienten medio
dueños de la verdad revolucionaria. Nosotros, los trabajadores
inmigrantes, somos hoy -dijo en tono humorístico- una especie
de juguete nuevo para ellos".
En su discurso había sabiduría, gracia, pero no había resentimiento ni rabia. Era como si la verdad de que sus palabras estaban llenas le diese a él la paz con que hablaba. Se refería al problema con la tranquilidad de quien conocía su razón de ser.
Nos entretuvimos un poco haciendo comentarios sobre el elitismo, el autoritarismo, el dogmatismo de las posiciones por él
criticadas. En determinado momento me dijo: "Tengo una experiencia interesante que contarle en la que participé antes de leer
su libro Pedagogía del oprimido.
"Soy militante de un movimiento político de izquierda -continuó- que actúa fuera y dentro de España. Una de nuestras tareas
es la formación política de compañeros inmigrantes, a través de
lo cual buscamos movilizarnos y organizarnos.
"Hace un año más o menos, cuatro compañeros y yo nos juntamos para pensar en un curso de problemas políticos que ofreceríamos a nuestros colegas. Discutimos una tarde de sábado en
la casa de alguno y entre nosotros mismos lo que debería ser el
curso, cuáles serían sus contenidos, cómo desarrollar el tema. Finalmente organizamos todo el material que se entregaría a los
futuros alumnos, como suelen hacer ustedes los académicos. Es-
158
PAULO FREIRE
tábamos seguros de saber no sólo lo que nuestros compañeros
querían saber sino lo que debían saber. No había razón entonces
para perder el tiempo escuchándolos. Sólo debíamos comunicarles que podían contar con el curso. No precisábamos más que
anunciar el curso y hacer la lista de los interesados.
'Ya con un programa elaborado, con horarios en los fines de
semana, local, todo, comenzamos a buscar inscripciones.
"Fracaso total. Nadie se interesó. Hablamos con un sinnúmero
de compañeros, les mostramos la guía de los contenidos, visitamos a varios de ellos a quienes explicábamos la importancia del
programa, la importancia del curso, y nada.
"Cierto sábado nos reunimos para evaluar el fracaso, y fue entonces cuando se me ocurrió una idea.
"¿Por qué no intentamos hacer una investigación, en nuestras fábricas, conversando uno por uno con un buen número
de compañeros sobre lo que cada uno prefiere hacer? ¿Por qué
no tratar de descubrir las preferencias que tenían y lo que acostumbraban hacer los fines de semana? A partir de conocimientos de ese tipo podríamos encontrar los caminos de acceso
hasta ellos, y no a partir de nuestras certezas de lo que ellos deberían saber.
"Decidimos llevar a cabo la encuesta, y establecimos una noche quince días después para evaluar lo que habíamos hecho.
"En la noche señalada nos encontramos los cinco trayendo
cada uno su informe sobre la tarea realizada. Una gran cantidad
de compañeros gustaba de jugar cartas los fines de semana. Otro
gnlpo gustaba de pasear, de ir a los parques, de almorzar en casa
de amigos, de beber cerveza, etc.
"Elegimos el juego de cartas como la posible puerta de entrada por donde pasaríamos a los problemas políticos. De este
modo -continuaba lleno de vida el trabajador español- tratamos
de especializarnos en el juego de cartas y pasamos a integrar varios grupos que jugaban los fines de semana en casa de uno o de
otro. Durante la semana nos reuníamos para evaluar nuestra tarea política.
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
159
"A veces, durante eljuego, con las cartas en la mano y sin mirar a ninguno de mis compañeros, decía: ¿supieron lo que sucedió ayer en Madrid?
"No -decían.
"La policía ha apaleado y arrestado
porque reclamaban cosas mínimas.
"Silencio.
a varios colegas nuestros
'Y yo también guardaba en silencio.
"Allá cada tanto, otra jugada, otra pregunta de naturaleza política.
"Éramos cinco haciendo esto, en lugares diferentes.
"A los cuatro meses pudimos hacer una reunión para discutir
si sería interesante o no que organizáramos encuentros sistemáticos para discutir de política. Éramos treinta los que asistimos a
la primera reunión en la que nació por decisión colectiva el
curso real sobre problemas políticos, cuyos resultados han sido
hasta ahora los mejores posibles."
Se rió cuando le dije: "Esto prueba que si queremos
trabajar
con el pueblo, y no sólo para él, debemos conocer su Juego"'.
Es exactamente contra esto contra lo que siempre se rebelan
las educadoras y los educadores autoritarios que se proclaman
progresistas y que sin embargo se consideran propietarios del saber que simplemente deben extender a los educandos ignorantes.
Son estos o estas los que siempre quieren ver, en el respeto que
los radicalmente demócratas muestran por los educandos, señales de permisividad o espontaneísmo.
Son éstos o éstas los que continúan sin entender qué significa
partir de la lectura del mundo, de la comprensión que los educandos están teniendo del mundo, y que por eso mismo dicen
llenos de sorpresa que su práctica prueba que quedarse apenas en
el nivel de saber que los grupos tienen, sin intentar enseñar algo
más allá de aquel saber, no funciona. Pero es claro que no funciona. Es tan obvio que no funciona que ni es necesario probarlo. Una de las razones principales del desánimo de los miembros de los equipos que acostumbran evaluar su práctica es la
160
PAULO FRElRE
falta de saber teórico superior al saber del equipo por parte de
quien coordina el proceso de evaluación. No es necesario indagar para comprobar la inviabilidad de un seminario de evaluación en el que al coordinador o a la coordinadora les faltan conocimientos con los cuales puedan allanar los obstáculos que los
principiantes encuentran en su práctica. La tendencia normal es
al abandono del seminario. Como es imposible la eficacia de un
curso de física en el cual el profesor no sepa física. Nadie enseña
lo que no sabe. Pero tampoco nadie, dentro de una perspectiva
democrática, debería enseñar lo que sabe sin saber lo que saben,
y en qué nivel, aquellos y aquellas a quienes va a enseñar lo que
sabe. Esto por un lado. Y por el otro lado, sin respetar ese saber,
parte del cual está implícito en la lectura del mundo de los que
van a aprender lo que sabe el que va a enseñar.
Esto es lo que mi práctica, en coherencia con mi opción democrática, me ha enseñado. Fue eso también lo que la práctica
de los trabajadores españoles que acabo de mencionar les enseñó.
Todavía me gustaría explayarme en consideraciones respecto
a esta experiencia de los trabajadores españoles. La primera de
ellas, de orden ético-político, tiene que ver con el derecho y
hasta con el deber del educador o de la educadora de enseñar
lo que le parece fundamental en el tiempo y en el espacio en el
que se encuentra. La propia direccionalidad de la práctica educativa, que implica trascenderse siempre, perseguir objetivos y
metas, sueños, proyectos, plantea al educador ese derecho y ese
deber. Ya he dicho en este ensayo: ¿qué educador sería yo si no
me preocupase al máximo de ser convincente en la defensa de
mis sueños? Lo que no puedo es reducir todo a mi verdad, a mi
acierto. Por otro lado, si bien puedo estar convencido, como lo
estaban por ejemplo los trabajadores españoles, de que es fundamental la reflexión sobre la vida política de la ciudad, no puedo
sin embargo imponer los temas sobre los cuales deben versar el
análisis y la reflexión política. En una perspectiva casi moralista,
los trabajadores españoles cuya experiencia discutimos ahora ha-
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
161
brían sido desleales cuando se sirvieron del juego de cartas para
aproximarse a sus compañeros con el objeto de alcanzar su objetivo, que era estudiar seriamente con ellos la situación política
en España. Para mí no. Fueron tan éticos como pueden serlo los
académicos en sus investigaciones. La segunda reflexión es mucho más afirmativa y habla de la viabilidad en América Latina
hoy, no sólo del principio sino del método de trabajo de los
obreros españoles, siempre que el educador o la educadora popular tengan una opción democrática y sean coherentes con
ella.
No veo cómo la educación popular, no importa dónde y
cuándo, pueda haber prescindido o pueda prescindir del esfuerzo crítico de involucrar a educadores y educadoras por un
lado y educandos por el otro en la búsqueda de la razón de ser
de los hechos. En otras palabras, centrándose la educación popular en la producción cooperativa, en la actividad sindical, en
la movilización y en la organización de la comunidad para asumir la educación de sus hijos y de sus hijas a través de las escuelas comunitarias -sin que esto deba significar un estímulo al Estado para que no cumpla uno de sus deberes como lo es ofrecer
educación al pueblo, la que debe sumarse a la defensa de la salud-, en la alfabetización y en la posalfabetización, cualquiera
que sea la hipótesis, no es posible descartar el proceso gnoseológico. El proceso de conocer forma parte de la naturaleza misma
de la educación, de la cual la práctica llamada educación popular
no puede ser la excepción. En una perspectiva progresista, la
educación popular no puede, por otro lado, reducirse al puro
entrenamie.nto técnico que los grupos de trabajadores realmente
necesitan. Esa es la manera necesariamente estrecha de capacitar
que a la clase dominante le interesa, la que reproduce a la clase
trabajadora como tal. En la perspectiva progresista, la formación
técnica también es una prioridad naturalmente, pero a su lado
hay otra prioridad que no puede ser puesta al margen. El obrero
que está aprendiendo, por ejemplo, el oficio de tornero, de mecánico, de albañil, de carpintero, tiene el derecho y la necesidad
162
PAULO FRE1RE
de aprenderlo lo mejor posible, pero tiene igualmente el derecho de saber la razón de ser del propio procedimiento técnico.
Tiene el derecho de conocer los orígenes de la tecnología, así
como el de tomarla como objeto de su curiosidad y reflexionar
sobre el indiscutible adelanto que ella implica, pero también sobre los riesgos a que nos expone y de los cuales Neil Postman
nos advierte en extraordinario y reciente trabajo. * Ésta es sin
duda una cuestión no sólo profundamente actual sino también
vital de nuestro tiempo. Y la clase trabajadora no debe formar
parte de ella simplemente como el obrero de Tiempos modernos
que se vio ocupado en el acto de apretar tornillos, en la producción en serie, que Chaplin criticó genialmente.
Lo que me parece fundamental para nosotros hoy, mecánicos
o físicos, pedagogos o albañiles, carpinteros o biólogos, es la
asunción de una posición crítica, vigilante, indagadora, frente a
la tecnología. No endemoniarla ni endiosarla.
La frase casi hecha -ejercer el control sobre la tecnología y ponerla al servicio de los seres humanos- tal vez jamás tuvo tanta
urgencia de concretarse como hoy, en defensa de la libertad
misma, sin la cual el sueño de la democracia se diluye.
La formación de la clase trabajadora, dentro de la perspectiva
progresistamente
posmoderna, democrática, en la que me
pongo, le reconoce el derecho de saber cómo funciona su sociedad, de conocer sus derechos, sus deberes, de conocer la historia de la clase obrera, el papel de los movimientos populares en
la reconstrucción más democrática de la sociedad. La historia de
su país. La geografía, el lenguaje o, mejor dicho, la comprensión
crítica del lenguaje en sus relaciones dialécticas con el pensamiento y con el mundo: lenguaje, ideología, clases sociales y
educación.
En un viaje reciente y rápido por Europa, escuché decir a un
sociólogo europeo amigo mío, recientemente llegado de África,
*
Neil Postman, Technopoly - The Surrender o/ Culture lo Technology,
Nueva York, Alfred A. Knopf, 1992.
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
163
que según había oído de militantes políticos de cierto país africano el tiempo de Freire se había acabado. "Ahora necesitaban
-decían ellos- una educación ya no tan comprometida con la
comprensión crítica del mundo ni tan fiel a ella, sino una educación al servicio de la capacitación estrictamente técnica de la
mano de obra." Como si dentro de una visión progresista fuese
posible dicotomizar lo técnico de lo político. Quienes hacen esta
dicotomía son las clases dominantes, como ya lo he subrayado.
De ahí viene la riqueza con que contamos hoy de discursos proponiendo el ideal pragmático de ajustarnos al mundo tal cual es
en nombre de los valores del capitalismo. En una nueva historia
sin clases sociales y por lo tanto sin conflictos, a no ser los puramente personales, no tenemos otra cosa que hacer que darnos
todos las manos, callosas de muchísimos y suaves de algunos pocos, para rehacer el mundo en fiesta, por fin.
No creo realmente en esto pero entiendo, aun cuando lo lamente, el engaño en el que se encuentran enredados estos militantes africanos. La larga experiencia, intensamente trágica, que
vienen viviendo hace tanto tiempo; su negación como Pedro,
como Antonia, como personas, como clase, como sexo, como
raza, como cultura, como historia; el desprecio por su vida que
para los blancos perversamente asesinos no vale nada, y por eso
tanto puede estar o quedarse ahí como cosa que apenas se
mueve, habla y anda y se encuentra bajo su poder, como puede
partir, o evaporarse, o desaparecer, que a los blancos poco les importa. La larga y trágica experiencia, dignamente humanizada
por la lucha de su pueblo, por la belleza de la lucha, dejó sin embargo, en el cuerpo, una especie del mismo cansancio existencial al que me referí y que noté en los trabajadores inmigrantes
de Europa. Es como si el momento histórico de hoy exigiera de
los hombres y de las mujeres de ese país una lucha totalmente diferente de la anterior, una lucha en la que lo técnico sustituyese
por entero la formación política de los individuos. Por otro lado,
el destrozo de los parámetros de naturaleza política refuerza el
carácter fatalista que marca el "cansancio existencial" según
164
PAULO FREIRE
el cual la única alteración posible del mundo es el cambio puramente adverbial.
La verdad sin embargo es otra. No importa en qué sociedad
estemos, en qué mundo nos encontremos, no es posible hacer
ingenieros o albañiles, físicos o enfermeros, dentistas o torneros,
educadores o mecánicos, agricultores o filósofos, ganaderos o
biólogos, sin una comprensión de nosotros mismos en cuanto seres históricos, políticos, sociales y culturales: sin una comprensión de cómo funciona la sociedad. Y esto no lo da el entrenamiento que dice ser puramente técnico.
Otra preocupación a la que jamás podría negarse la educación popular es la que tiene que ver con la investigación epistemológica antes o concomitantemente
con las prácticas docentes,
principalmente en las áreas campesinas. Éste viene siendo hoy,
entre nosotros en Brasil, un quehacer caro a la etnociencia. Saber cómo los grupos populares rurales, indígenas o no, saben.
Cómo vienen organizando su saber, o su ciencia agronómica por
ejemplo, o su medicina, para la cual han desarrollado una taxonomía ampliamente sistematizada de las plantas, de las yerbas,
de los montes, de los olores, de las raíces. Yes interesante observar cómo matizan la exactitud taxonómica con promesas milagreras. Raíces cuyo té cura al mismo tiempo el cáncer y el dolor
de un amor deshecho; yerbas que combaten la impotencia masculina. Hojas especiales para el resguardo de la parturienta, para
la "paletilla caída", etc.
Investigaciones hechas recientemente en universidades brasileñas han venido demostrando la exactitud de los descubrimientos del saber popular.
Discutir con los campesinos, por ejemplo, que las universidades están comprobando algunos de sus saberes, es tarea política
de alta importancia pedagógica. Discusiones así pueden ayudar
a las clases populares a adquirir confianza en sí mismas o a aumentar el grado de confianza que ya tienen. Confianza en sí mismos tan indispensable para su lucha por un mundo mejor y a
cuya necesidad ya hice referencia en este texto.
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
165
Lo que me parece finalmente imposible, tanto hoy como ayer,
es pensar, o más que pensar tener una práctica de educación popular en la que, previa o concomitantemente,
no se hayan tomado y no se tomen en serio los problemas como: qué contenidos enseñar, a favor de qué enseñarlos, a favor de quién, contra
qué y contra quién. Quién elige los contenidos y cómo se enseñan. ¿Qué enseñar? ¿Qué aprender? ¿Cómo se dan las relaciones entre aprender y enseñar? ¿Qué es el saber de experiencia vivida? ¿Podemos descartarlo por impreciso, por desarticulado?
¿Cómo superarlo? ¿Qué es el profesor? ¿Cuál es su papel? Y el
alumno ¿qué es? ¿Ysu papel? ¿No ser igual al alumno significa
que el profesor debe ser autoritario? ¿Es posible ser democrático
y dialógico sin dejar de ser profesor, diferente del alumno? ¿Significa el diálogo una plática inconsecuente cuya atmósfera ideal
sería la de "deja como está para ver cómo queda"? ¿Puede haber
un intento serio de escritura y lectura de la palabra sin la lectura
del mundo? ¿Significa la crítica necesaria a la educación bancaria que el educador que la hace no tiene qué enseñar y no debe
hacerlo? ¿Será posible un profesor que no enseñe? ¿Qué es la codificación? ¿Cuál es su papel en el cuadro de una teoría del conocimiento? ¿Cómo entender, pero sobre todo cómo vivir la relación práctica-teoría sin que la frase se transforme en una frase
hecha? ¿Cómo superar la tentación basista, voluntarista, y cómo
superar la tentación intelectualista, verbalista, chacharera? ¿Cómo trabajar la relación lenguaje-ciudadanía?
Práctica, política y gnoseológicamente tampoco es posible hacer educación plena sin que estas preguntas estén siempre instigándonos y sin que estemos siempre respondiéndolas.
Creo, en fin, que la manera como las planteo en este ensayo
lleva implícita mis respuestas a ellas. Respuestas que expresan
mis posiciones político-pedagógicas reafirmadas en este texto.
v
Un día recibí una llamada en mi casa de Ginebra. Era
domingo, de mañana. Una mañana muy fría con el sol escondido, las montañas francesas que espían a Ginebra desde lejos,
envueltas en la cerrazón. Un domingo típico del enero suizo.
Era un trabajador inmigrante español que me pedía una entrevista con y él Ydos compañeros suyos, en cualquier noche de
la semana próxima. Me dijo que querían conversar conmigo sobre un programa de educación infantil que ellos habían organizado y llevaban adelante. Me adelantó que estaban leyendo la
Pedagogía del oprimido, sobre cuyo contenido estaban igualmente
interesados en conversar. Quizá, dijo, dependiendo
de su
tiempo y de su curiosidad, podríamos reunirnos algunas veces
para ese fin.
En el día marcado, y a la hora exacta, llegaron trayendo algunos documentos y algunos ejercicios para niños.
Conversamos un poco sobre el clima y la dureza del invierno.
Hablaron de España, indagaron sobre Brasil, después entraron
en el asunto que los unía. Sin embargo, tuvieron que hacer una
introducción en la cual manifestaron su opción política y su militancia, por una cuestión de método. Hablaron de su experiencia como trabajadores inmigrantes, de las restricciones al derecho a tener a sus familias con ellos, a las que muchos de ellos
estaban sometidos; de la necesidad que tenían, por el hecho de
tener tan sólo un año de permanencia legal en el país, de ir a su
país de origen a cada término de tal permiso, para renovarlo por
otro período, o no, en el próximo año.
168
PAULO FREIRE
Esa obligación legal, al mismo tiempo que eximía al gobierno
suizo de gastar en educación y en salud, por mencionar sólo estos sectores, los obligaba a vivir en una permanente
tensión. Su
inseguridad vital era una razón más del "cansancio existencial"
del cual ya he hablado. Me dieron ejemplos de cómo muchos de
sus compañeros experimentaban
alegrías salpicadas de temores,
en un presente que, no obstante haberles ofrecido el trabajo que
les faltaba en su país, era un presente de dudoso mañana. Un
presente en el que la carencia del cariño de sus familiares y su
ausencia física minaba su afectividad, sus fuerzas y su resistencia.
Por esta razón muchos de ellos, hundidos en el "cansancio existencial" y en la "anestesia histórica", girando alrededor de sus
problemas y sus preocupaciones
personales, no podían percibir
lo "inédito viable" más allá de la "situación límite en que estaban
inmersos. * Por eso también la dificultad para moverlos de la
"anestesia histórica", generadora
de una cierta apatía, de un
cierto inmovilismo, hacia la preocupación y el debate de naturaleza política. La anestesia histórica de la cual muchos eran presa
se sumaba además al clima cultural, político e ideológico de
Suiza, desfavorable a las manifestaciones políticas de carácter público. Recuerdo que un poco antes o un poco después del encuentro del que hablo ahora leí una declaración oficial, o casi
oficial, de naturaleza sindical, como reacción a una huelga realizada en una construcción
de grandes proporciones
en Ginebra, que, combatiendo la posición de los trabajadores, deploraba
que éstos, "por primera vez en Suiza, por lo tanto poco enterados de los usos y costumbres del país, recurriesen
a la fuerza
para obtener satisfacción, es decir, que recurriesen a la huelga".
Obviamente una nota como ésta no era nada alentadora para el
intento de hacer que los trabajadores inmigrantes superasen su
apatía por la participación política en que estaban ocupadas sus
dirigencias.
*
Sobre las situaciones límite y lo inédito viable, véase la Pedagogía del
oprimido, pp. 116 ss.
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
169
La posición declaradamente
contraria a la huelga de la nota
reforzaba esta "anestesia histórica" de la que hablo en quien la
tuviese.
Desde el punto de vista de las dirigencias progresistas de los
trabajadores
españoles, sin embargo, la reacción política de la
nota aparecía como un desafío y también como una confirmación de sus proyectos sobre la necesidad de formación política
de sus compañeros españoles.
El proyecto pedagógico del cual me vinieron a hablar en particular, directamente
ligado a los hijos de los trabajadores españoles que de acuerdo con las leyes suizas podían traer a sus familias consigo, era, en el fondo, un proyecto de contra-escuela. Era
una "escuela" que ponía en tela de juicio a la escuela suiza en
que estudiaban
los niños españoles. Una "escuela" que ponía
enjaque a la escuela suiza frente a los niños obreros.
Estábamos exactamente en los comienzos de los setenta, años
en los que hicieron eclosión los estudios althusserianos sobre la
escuela como reproductora
de la ideología dominante. Estudios
que no siempre salían librados de distorsiones y exageraciones de
interpretación.
No creo, si es que no me traiciona la memoria,
que hayamos hecho referencia a la Teoría de la Reproducción,
pero en el fondo la conversación se centró en la comprensión crítica del papel de la escuela y del papel que en ella pueden tener
educadoras progresistas o conservadoras. Vale decir que la conversación versó sobre el poder de la ideología dominante y cómo
contrarrestarla.
En realidad, centralmente,
el programa de la escuela de los trabajadores españoles del que me hablaban con el
más justo entusiasmo era la propia escuela suiza, entera, en la
que estudiaban regularmente sus hijos. Eso era lo que estaban haciendo y sobre eso vinieron a hablar conmigo aquella noche.
Acompañando
la práctica escolar a través de lo que enseñaban
en la escuela suiza y de cómo lo enseñaban, aquellos trabajadores españoles pensaban en otra escuela que tomase a la escuela
suiza como objeto de su análisis crítico. Había, sin embargo, una
condición fundamental
para que el niño formase parte de ella.
170
PAULO FREIRE
El niño debería, luego de una pequeña experiencia, decidir si
continuaría o no frecuentándola. La escuela, por otro lado, no
era diaria ni superaba el turno de dos horas tres veces por semana, ni tampoco pretendía sustituir a la escuela suiza. Completarla sí, a través de la experiencia de un pensar crítico sobre el
mundo. Los trabajadores españoles que conversaban conmigo
estaban convencidos de la necesidad que tenían sus hijos de estudiar con seriedad, de aprender, de crear una disciplina de
estudio, y les parecía que la escuela suiza estaba haciéndolo, por
lo menos en parte.
Los niños salían de la escuela suiza, de horario integral, yentraban en la otra en la que repensaban lo que habían aprendido
o lo que estaban aprendiendo.
El interés primordial de los trabajadores era, por un lado, disminuir el riesgo de alienación que sus hijos corrían lejos de su
cultura, riesgo intensamente reforzado por la escuela suiza, indiscutiblemente competente desde el punto de vista de los intereses dominantes, y por el otro estimular en los niños una forma
crítica de pensar, como ya lo he mencionado. De ahí su proyecto. De ahí la escuela sui generis que, tomando a la otra por objeto, ponía en jaque su práctica y analizaba su currículum, no
sólo el explícito sino también el escondido.
Los educadores de la escuela cuestionadora no eran fijos, Había turnos entre ellos según su tiempo libre. Se preparaban en
seminarios realizados durante las noches o en algún fin de semana para el ejercicio de los educadores.
Discutían también con los niños la ideología implícita en los
libros de historias infantiles, sin importar si estaban siendo usados por o en la escuela suiza.
Una de las historias que me repitieron entre risas, con un
gusto casi infantil pero críticos de la ideología que lo impregnaba, hablaba de la vida simple y feliz de una familia de cerdos.
El matrimonio y los tres hijos. El más joven era muy curioso,
nada rutinario, probaba todo y siempre estaba buscando algo
nuevo, diferente.
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
171
Sin embargo, nunca tenía éxito. Sus hermanos mayores seguían derechito todas las reglas prestablecidas y todo les salía
muy bien. Cierto domingo de otoño de cielo azul y abierto, el
pequeñuelo resolvió escapar del sitio donde vivía la familia para
dar rienda suelta a su curiosidad. Nada le salió bien. No bien
traspasó el primer espacio prohibido, fue atacado por un perro.
Mordido, consiguió aún salvarse por un pelo. Más adelante, movido otra vez por la curiosidad, "picaneó al perro con vara
corta", y el perro en este caso era un enjambre de abejas. El pobre casi muere de las picaduras horribles de las endiabladas y feroces abejas. De fracaso en fracaso, regresa en la nochecita a su
casa, cabizbajo, reflexivo. Sin ganas ni de pensar en una nueva
aventura. Prudente, pero con aire bondadoso de pedagogo
manso, el padre ya lo esperaba y le dijo con sabiduría: ''Yo sabía
que tú harías eso un día. Era necesario que lo hicieses para
aprender que no debemos salir de los carriles que ya encontramos para caminar. Cualquier intento de cambio nos expone a
riesgos y sufrimientos que nos cuestan mucho, como debe de
haberte ocurrido hoya ti".
Silencioso, arrepentido y lleno de culpa, el chanchito escuchaba el discurso "sensato" y moderado de su padre.
Contra sugestiones de este tipo, castradoras, contra programas
semejantes, sometedores, fue contra lo que los españoles habían
creado su escuela cuestionadora. Su sueño era el de una educación abierta, democrática, que estimulase en los niños el gusto
por la pregunta, la pasión del saber y de la curiosidad, la alegría
de crear y el placer del riesgo, sin el cual no hay creación.
De ahí la coincidencia entre la Pedagogia del oprimido, sobre la
cual conversamos en ese y otros encuentros que siguieron, y
la experiencia de la escuela cuestionadora.
La lectura de la Pedagogia confirmaba algunas de las instituciones pedagógicas que los habían movido hasta la concreción de
su experiencia. Todo análisis de las relaciones dialécticas opresores-oprimidos, del proceso de introyección del dominador por
los dominados; las reflexiones sobre la educación bancaria, su
172
PAULO FREIRE
autoritarismo, la educación cuestionadora, el diálogo, las iniciativas democráticas; la necesidad de desafiar la curiosidad de los
educandos en una práctica educativa progresista; la presencia
crítica de educadoras y educadores y de los educandos, mientras
que, enseñando unas y aprendiendo otros, todos aprenden yenseñan, sin que esto signifique que sean todos iguales o que quien
enseña no aprende o quien aprende no enseña. Todo esto los
había estimulado como a mí me estimulara la lectura de Fanon y
Memmi hecha cuando releía mis originales de la Pedagogía.
Posiblemente, al establecer su convivencia con la Pedagogía del
oprimido en referencia a la práctica educativa que estaban teniendo, deben de haber sentido la misma emoción que me invadió al adentrarme en Los condenados de la tierra y en Retrato del
colonizado. Esa sensación placentera que nos asalta cuando confirmamos la razón de ser de la seguridad en la que nos encontramos.
Los resultados positivos que alcanzaron llevaron a los padres
de los niños de la escuela cuestionadora, me dijeron en nuestro
encuentro, a buscarlos y a pedirles que hiciesen también para
ellos algo parecido. Una escuela donde pudiesen discutir juntos
su presencia en Suiza, la situación política de España, etcétera.
A través de la idea puesta en práctica de una escuela que cuestionase la escuela de sus hijos llegaron a cursos, a seminarios o a
encuentros de formación política para ellos, los padres. El
'juego", en Ginebra, no fue de cartas.
En el año siguiente al que conocí esta experiencia en la que
obreros educadores desafiaban a sus hijos a pensar críticamente
a través del cuestionamiento de sus escuelas, Claudius Ceccon, el
notable caricaturista brasileño entonces residente en Ginebra ,
me contó el siguiente relato sucedido con su hijo Flávio.
Cierto día Flávio le dijo, triste y herido, que su profesora le había hecho trizas un dibujo suyo. Viviendo la libertad que él
aprendía en casa y que cada día usaba más, experimentándose
en un clima de respeto y afecto en el cual su curiosidad no era
inhibida y su creatividad tenía campo para expresarse, no podía
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
173
entender el gesto ofensivo, para con él, y no sólo para con él, de
la profesora al romperle su dibujo. Era como si la profesora estuviese rompiendo una parte de él mismo. En el fondo, su dibujo
era una creación suya que merecía tanto respeto como un texto
o un poema que él hubiese escrito. O una bola de trapo, o un
carrito, sin importar con qué material lo hubiese construido. Lo
fundamental es que su dibujo era su obra, su creación, y la profesora lo había roto.
Como cualquier padre o madre de opción democrática, y
coherente con su opción, Claudius buscó a la profesora para
conversar sobre lo ocurrido.
La profesora tenía al niño en gran estima. Habló de él de
modo elogioso, resaltando su talento y su capacidad de ser libre.
Claudius se percató, por la mirada de la profesora, por sus gestos, por el tono de su voz, que a ella ni se le ocurría que él había
venido para mostrarle su desaprobación sobre lo sucedido con el
dibujo de Flávio. Más aún, con lo que había hecho con el propio
Flávio, con su creatividad casi destruida por ella.
Feliz con la visita del padre de uno de los alumnos al que ella
realmente admiraba, iba y venía palpitante, hablando de sus
actividades de clase.
Claudius oía y acompañaba su charla esperando el momento
oportuno para hablar de lo sucedido, su enojo ya gastado, disminuido. De pronto ella le muestra una colección de dibujos casi
idénticos de un gato negro. Un gato único, multiplicado, que
apenas sufría cambios de uno a otro en este o aquel trazo.
-¿Qué tal? -le preguntó la profesora sin esperar respuesta, y
de inmediato exclamó-. Los hicieron los alumnos. Les traje un
modelo de gato para que lo copiaran.
-Yo creo que hubiese sido mejor que tuviesen un gato vivo, caminando, corriendo, saltando -dijo Claudius-. Los niños habrían dibujado al gato como lo entendiesen, como lo percibiesen. Los niños reinventarían el gato de verdad. Tendrían la
libertad de hacer el gato que quisieran. Tendrían la libertad de
crear, de inventar y de reinventar.
174
PAULO FRE1RE
-¡No! ¡No! -casi gritó la profesora-o Tal vez eso sea posible
con su hijo, tal vez. No estoy segura, pero tal vez con su hijo eso
sea plausible; con él -repetía- que es vivo, inteligente, creativo,
libre. Pero ¿y los otros? Me acuerdo de cuando yo era niña
-continuó la profesora-o Me aterrorizaban las situaciones en las
que se me pedía que eligiera, que decidiera, que creara. Fue
por eso mismo que hace pocos días tomé (amenizó la acción de
romper con la acción de tomar) un dibujo de Flávio. Él dibujó
un gato que no podía existir. Un gato multicolor. No podía
aceptar su dibujo. Sería perjudicial no sólo para él sino para todos los otros.
y ése parecía ser el modo como funcionaba la escuela entera,
y no nada más aquella educadora que temblaba de miedo con
sólo oír hablar de libertad, de educación, de aventura, de riesgo.
Para ella el mundo no debería cambiar y, tal corno en la historia
del chanchito, jamás deberíamos salir de los carriles que determinan nuestro paso por el mundo. Marchar en los carriles ya
puestos para nosotros, ése es nuestro destino, nuestro sino.
Hacer los caminos caminando, reinventar el mundo, transformarlo, [jamás!
Fue por cosas como éstas y más serias que éstas por lo que los
trabajadores inmigrantes españoles crearon su escuela. Escuela
cuestionadora de la otra, la escuela suiza de sus hijos.
En las memorias que guardo de los hechos en cuyo casi centro
se mantiene la Pedagogía del oprimido, hay unas de los años setenta
que jamás olvidaré, de tal manera se encuentran aún enérgicos,
activos, los momentos que he vivido y que las memorias guardan.
Me refiero a los varios encuentros que tuve en Ginebra, ya en
mi escritorio en el Consejo Mundial de Iglesias, ya en nuestro
apartamento de Grand Lancy, con intelectuales, profesores, estudiantes, religiosos, negros, blancos de Sudáfrica. Durante los
setenta era raro el mes en que no llegase alguien, hijo o no de
Sudáfrica, pero residente en Sudáfrica, de paso por Ginebra,
para hablar conmigo de la experiencia trágica, absurda e impensable del racismo.
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
175
También era rara la vez en aquella época que yendo a Estados
Unidos no me encontrara con alguna mujer o algún hombre de
Sudáfrica, blanca o negro, por los mismos motivos que explicaban mis encuentros en Ginebra. Y por otros también.
También era raro que al hablar conmigo por teléfono la persona no dijera: "Llegué hace dos días a Ginebra. Por la noche
sigo hacia Sudáfrica. Ya que no podía entrar al país con la Pedagogía del oprimido sin correr un riesgo innecesario, lo he leído entre ayer y hoy. Me desvelé para poder leerlo. ¿Podría conversar
con usted hoy antes de viajar?". Obviamente nunca me negué a
una de esas consultas. Postergué otros encuentros, cancelé entrevistas, alteré agendas, pero nunca me negué a ninguno de
aquellos pedidos. Dolores de cabeza, malestar, falta de humor,
cansancio, nostalgia de Brasil, lectura de algún libro, escritura
de algún texto, ninguna de estas razones podía llevarme a rechazar una sola de esas peticiones. Frente a la necesidad afectiva,
emocional, y no solamente política de quien me buscaba, todas
esas razones eran razones de menor importancia. Ni siquiera
para mí valían como argumento para negar el encuentro que a
veces era solicitado para un sábado de tarde o un domingo de
mañana.
En el mismo momento en que era consultado por teléfono
percibía de tal modo la importancia y la urgencia del encuentro
que me sentía tan necesitado de éste como el solicitante. Por eso
es que rechazarlo implicaría mi propia frustración.
Mi rebeldía contra todo tipo de discriminación, desde la más
explícita y brutal hasta la más subrepticia e hipócrita, no menos
ofensiva e inmoral, me acompaña desde mi niñez. Desde mi más
tierna infancia reacciono casi instintivamente contra cualquier
palabra, cualquier gesto, cualquier señal de discriminación racial. Y también contra la discriminación de los pobres que más
tarde se definiría como discriminación de clase.
Los testimonios que escuché de sudafricanos y sudafricanas,
blancas y negras o negros, ya en Ginebra, ya en Estados Unidos,
me impactaron y continúan impactándome hoy cuando los re-
176
PAULO FRElRE
cuerdo, como ahora. La brutalidad del racismo es algo con que
difícilmente pueda convivir un mínimo de sensibilidad humana
sin espeluznarse o decir ¡qué horror!
Oí de blancos sudafricanos o residentes en Sudáfrica, tan disconformes como yo, tan antirracistas como yo, relatos dramáticos de prácticas discriminatorias inimaginables. Y de negros también. "No puedo decir mi Dios en presencia de los blancos, tengo
que decir vuestro Dios", me contó una vez unjoven negro, hombre de iglesia, para mi asombro y casi descrédito de lo que oía.
Blancos y negros, sudafricanos o residentes en Sudáfrica con
quienes conversé, hablaban en general de las relaciones opresores-oprimidos, colonizadores-colonizados, blancos-negros, utilizando elementos de cuño teórico comunes a Fanon, a Memmi y
a la Pedagogía del oprimido. También discutían sobre cómo trabajar principalmente con el cuestionamiento de situaciones concretas y, a través de la profundización de la o de las razones de
ser de la experiencia de ser oprimidos que los grupos populares
tenían de sí mismos, reconstruir su percepción anterior. En otras
palabras, cómo percibir la percepción anterior de la realidad y
asumir una nueva comprensión del mundo, sin que esto significase que por estar siendo percibido de un modo diferente el
mundo ya hubiese sido transformado. Pero esto significaba que
por causa de la nueva comprensión del mundo sería posible crear
la disposición para cambiarlo.
Hoy temo que alguno, algunos, o también algunas, de las inquietas o inquietos intelectuales justamente disconformes que
me buscaban en la época formen parte del grupo de los que se
dejaron domesticar por la sonoridad de cierto discurso neo liberal. De los que creen que al final la historia es así, la vida es así:
los competentes manejan las cosas y crean la riqueza que de
cierto modo, y cuando llegue el momento, será más o menos
distribuida. El discurso sobre y a favor de la justicia social ya no
tiene sentido, y si continuamos haciéndolo en la "nueva historia" estaremos obstaculizando el proceso natural en que los capaces hacen y rehacen el mundo. Entre ellos y ellas se encuen-
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
177
tran los que afirman que ya no necesitamos de una educación
militante, reveladora de las mentiras de la ideología dominante,
sino de una educación neutra y ávidamente abocada al entrenamiento técnico de la fuerza laboral, la transmisión de los contenidos en la flacura de su tecnicidad y su cientificismo. ¡Qué viejo
discurso!
Estas visitas de sudafricanos o residentes en Sudáfrica, sus expresiones de justísima furia y necesaria indignación, coincidieron con mi primera visita a África. A Zambia y a Tanzania. Una
vez más, gracias a la Pedagogía del oprimido. Debía parar en Zambia, donde tendría una semana de seminario en Kitwe, en un
centro de estudios teológicos, Mindolo Ecumenical Foundation,
antes de ir a Tanzania para otro seminario en la Universidad de
Dar Es Salaam. En ambos encuentros los debates giraron alrededor de la Pedagogía del oprimido, que era el motivo de las invitaciones que me habían hecho. Al aterrizar en Lusaka, donde debía
trasbordar a otro vuelo nacional hacia Kitwe, los altoparlantes
del aeropuerto me invitaron a presentarme en el sector de encuentros. Allí me esperaban un joven y una joven norteamericanos, casados, que según creo había conocido en Boston hacía
dos o tres años. Trabajaban en Zambia como voluntarios y tenían
muy buenas relaciones con las dirigencias del MPLA (Movimiento
para la Liberación de Angola).
Luego de los abrazos normales me preguntaron si podría quedarme en Lusaka ese día y viajar a Kitwe al día siguiente. El
equipo del MPLA en Lusaka deseaba conversar conmigo sobre
problemas de educación y lucha, así como alfabetización de las
zonas liberadas, etc. Me dijeron que si aceptaba ellos harían la
transferencia del vuelo y avisarían al centro de Kitwe.
A la una de la tarde estaba almorzando con la dirigencia del
MPLA, comandada por Lucio Lara, que poco tiempo después sería el segundo hombre de Angola como jefe del buró político
del partido, en la casa deljoven matrimonio.
Tuvimos una tarde y una noche de trabajo con algunos documentales que alimentaban nuestra conversación.
178
PAULO FREIRE
Inicialmente Lara hizo un informe realista de la situación en
que se encontraba la lucha por la liberación, para luego debatir
la práctica educativa en el seno de la propia lucha. Nos detuvimos en el análisis de cómo, aprovechando la necesidad de la
propia supervivencia en la lucha, discutir métodos o procedimientos más eficaces, más rigurosos que los "pases" o los amuletos, por ejemplo. De ningún modo, ni siquiera en el empeño de
salvar vidas humanas, en el esfuerzo por superar el saber del sentido común, sería legítimo disminuir ese saber, menospreciarlo:
era preciso respetarlo. Su superación pasa por él, ya decía yo en
aquella época.
Inclusive éste fue un tema caro al gran líder africano Amílcar
Cabral, que inspiró, junto con otros, los movimientos de liberación en las hoy ex colonias portuguesas. La capacitación más rigurosa de sus compañeros a través de verdaderos seminarios de
formación y evaluación que él acostumbraba coordinar en sus visitas a los frentes de lucha con el objetivo de superar lo que él
llamaba flaquezas o debilidades de la cultura. Dijo Amílcar Cabral:
Pero que nadie piense que la dirigencia de la lucha
cree que si usamos el mesito en la cintura no moriremos. No moriremos en la guerra si no hacemos la guerra o si no atacamos al enemigo en posición de debilidad. Si cometemos errores, si estamos en posición de
debilidad, ciertamente moriremos, no hay salida. Ustedes podrán contarme una serie de casos que les vienen
a la cabeza: "Cabral no sabe, nosotros vimos casos en
los que el mesito fue el que salvó a nuestros camaradas
de la muerte, las balas venían y se regresaban". Ustedes
pueden decir eso, pero yo tengo esperanzas de que los
hijos de nuestros hijos, cuando escuchen esto, estarán
satisfechos porque el PAIGEC (Partido Africano para la
Independencia de Guinea y Cabo Verde) fue capaz de
hacer la lucha de acuerdo con la realidad de su tierra,
pero dirán: nuestros padres lucharon mucho pero
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
179
creían en cosas extrañas. Esta conversación tal vez no
sea para ustedes ahora, estoy hablando para el futuro,
pero tengo la certeza de que la mayoría entiende lo
que digo y de que tengo razón. *
También discutimos por largo tiempo; permeando la plática
con documentales, la cuestión de la alfabetización y la necesidad
imperiosa que la propia lucha como proceso planteaba a sus dirigencias de correr -con seriedad, por supuesto- hacia la formación técnica de los militantes, con miras al uso de armas más
sofisticadas en la lucha, lo que demandaría otros niveles de conocimiento por parte de los militantes. Simultáneamente con
este tipo de preparación avanzaría la formación política de los
militantes, que en la comprensión crítica de Amílcar Cabral debían ser simples militantes armados y nunca militares.
Años después tuve la oportunidad de continuar algunos de estos temas con Lucio Lara, en Luanda, cuando él se encontraba
al frente del buró político del partido y me convidó, junto con el
entonces ministro de Educación de Angola, el poeta Antonio Jacinto, que había pasado siete años en los calabozos coloniales,
para asesorar a ese ministerio, a través del Consejo Mundial de
Iglesias.
Aquel encuentro en Lusaka, al igual que el que tuve en Dar Es
Salaam con la dirigencia del Frelimo (Frente de Liberación de
Mozambique), que me llevó al Campus de Formación de Cuadros, un poco alejado de Dar, en una quinta cedida por el gobierno de Tanzania, me marcó profundamente. Al fin de cuentas yo era invitado a conversar con militantes experimentados en
la lucha, cuyo tiempo no podía perderse con divagaciones o con
salidas intelectualistas. Lo que ellos querían era entregarse conmigo a la reflexión crítica y teórica sobre su práctica, sobre su lucha en cuanto que ésta era un "hecho cultural y un factor de cul-
* Amílcar
Cabral, Obras escolhidas, vol. 1, A arma da teoría - unidade o
luta, Lisboa, Seara Nova, 1976, p. 141.
180
PAULO FREIRE
tura". * Su confianza en mí como intelectual progresista era realmente importante para mí. Ellos no me criticaban porque así
como citaba a Marx también citaba a un campesino. Tampoco
me consideraban un educador burgués porque yo defendía la
importancia del papel de la conciencia en la historia.
Ésa fue una satisfacción -la de, siendo un pensador de la práctica educativa, haber sido comprendido y convidado por militantes en lucha al diálogo sobre su propia lucha, armada o no- que
me acompañó durante los años setenta y se prolonga hasta hoy
con mi visita a El Salvador, de la cual escribo al fin de este libro.
Mi paso por las ex colonias portuguesas, con la única excepción
de Mozambique, mis idas a Tanzania, mis conversaciones con el
presidente Nyerere en que discutíamos education as self-reliance**
y la Pedagogía del oprimido; mi presencia en Nicaragua, en Grenada -la linda e invadida isla del Caribe-, y mi encuentro con
Cuba. Pero al lado de la satisfacción de esos encuentros está la
alegría de muchos otros, en los cuatro rincones del mundo, con
personas progresistas soñando el sueño posible de cambiar el
mundo. Y la Pedagogía del oprimido llegando antes, casi siempre, a
esos cuatro rincones del mundo y preparando, en cierto modo,
mi llegada a ellos.
Recuerdo haber escrito en las noches africanas, entre Kitwe y
Dar Es Salaam, un informe severo, fuerte, sobre mi visita. Un informe en el cual transcribía relatos que escuchara de africanos
sobre el período anterior a la independencia de Zambia o de
Tanzania, en el cual yo mismo hablaba de las marcas crueles del
colonialismo y del racismo.
"Hace pocos años -rne decía un profesor tanzaniano al venir
conmigo al bar del hotel en Dar- yo no podía entrar en este bar
como lo hago hoy. Las cosas eran diferentes. Eran increíbles los
avisos expuestos en pizarras en nuestras playas: Blacks and dogs,
*
**
[bid.
La educación
como confianza en sí mismo. [T.]
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
181
[otbidden. * Blacks and dogs, jorbidden -casi tarareaba bajito mi
amigo el profesor de la Universidad de Dar en la mesa del bar
frente a mí- Blacks and dogs jorbidden." Era como si al repetir el
discurso ofensivo del aviso vergonzoso expresara la justa ira de
mujeres y de hombres de todo el mundo frente al ultraje que el
racismo significa.
Después anduve con él por la playa antes prohibida para él y
sólo permitida a los blancos. Su "inferioridad genética", de
acuerdo con la "ciencia" del famoso profesor "casualmente
blanco", contraindicaba el que sus pies de negro tocaran la
arena blanca y que su cuerpo negro "ensuciase" las aguas azules
de su propio mar. "Blacks and dogs, jorbidden" -dijo todavía, bien
bajito, cuando nos alejamos de la playa para ir a cenar a su casa.
Ya no hay pizarras de ésas en las playas de Tanzania, pero el
racismo continúa vivo y fuerte, aplastando, destrozando vidas y
afeando el mundo.
Dice Patrick Lekota, compañero de Popo Molefe -dos extraordinarios líderes negros sudafricanos-, en carta a un amigo:
Hoy estamos siendo juzgados. Antes estaba inquieto por mi
familia. Todos mis años se han ido a nuestra lucha. Y debe de
cruzarles por la cabeza la pregunta de si aún recuerdo mis obligaciones para con ellos. Pero hoy todo de repente se ha convertido en furia desenfrenada contra el sistema legal de Sudáfrica.
La semana pasada un Afrikaner prepotente, Jacobus Vorster,
fue condenado a pagar una multa (de 1.200 dólares), por
amarrar a un peón africano a un árbol y matarlo a golpes. Después fue puesto en libertad para regresar a su granja, con la orden de pagar a la viuda (43 dólares) por mes durante cinco
años. El peón (muerto) había matado accidentalmente a un perro de Vorster y herido a otro ... La vida africana es muy barata
en este país. **
*
**
Prohibida la entrada a negros y perros. [T.]
Rose Moss, Shouting at the Crocodile. Popo Moleft, Patrick Lekota and the
Freeing ofSouth Africa, Bastan, Beacon Press, 1990.
182
PAULO FRElRE
He aquí un momento del racismo, pero un momento seguido
de millones de instantes violentos, vergonzosos, absurdos como
éste.
Desde el 3 de enero hasta mediados de febrero de 1973 recorrí
doce estados de Estados Unidos invitado por dirigencias religiosas
ligadas al Consejo Mundial de Iglesias. En aquella peregrinación
me reuní con un sinnúmero de educadores y educadoras. Teniendo siempre como mediadora la Pedagogia del oprimido, discutí
su práctica con ellos y con ellas tratando entenderla críticamente
en el contexto en el cual se daba. No siempre, dígase de pasada, estaban los grupos de acuerdo con el análisis que yo hacía de su contexto histórico-social. Sin embargo las discrepancias, muchas veces
sobre cuestiones sustantivas como veremos más adelante, no imposibilitaban el diálogo, generalmente rico y dinámico.
Trabajando en una perspectiva ecuménica, el equipo responsable del viaje entró en contacto con varios grupos de trabajadores sociales de los doce estados que se sumaron al proceso, constituyendo con ellos una comisión coordinadora de eventos. Ésta,
por su lado, organizó el calendario de las reuniones.
Durante los días de la semana me reunía con grupos o dirigencias de movimientos que, aun negándose, según fui informado, a participar codo con codo con personas ligadas a la iglesia, no eran por esta causa marginados del proceso.
En los fines de semana se realizaba, en una ciudad de uno de
los estados en el que me encontrase, un amplio seminario con
setenta o más participantes cuyas líneas y temas principales de
debate eran definidos en un informe minucioso. En el último fin
de semana del viaje se realizó una concurrida reunión de evaluación en Nueva York con representantes de los doce seminarios
cuya pauta de trabajo fue extraída de los informes de cada uno
de los doce seminarios.
Como ya dije antes, visito regularmente ese país desde 1967
para participar en encuentros y conferencias, además de haber
vivido durante casi un año en Cambridge, en el número 371
de la calle Broadway. Sin embargo, nunca me había expuesto de
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
183
manera tan sistemática y directa a la compleja y altamente tecnificada realidad estadounidense. Aquellos cuarenta y cinco días
me desafiaron al máximo, y me enseñaron bastante. Reaprendí
cosas antes aprendidas, cosas obvias, como por ejemplo que la
unidad en la diversidad debe ser la respuesta eficaz de los proscritos y de las proscritas, de aquellos a los que se les prohíbe ser,
a la vieja regla de los poderosos: dividir para reinar. Sin unidad en
la diversidad ni siquiera es posible que las llamadas minorias luchen en Estados Unidos por sus derechos fundamentales, podría
decirse mínimos, mucho menos que superen las barreras que les
impiden "ser ellas mismas" o "minorías para sí", las unas con las
otras y no las unas contra las otras.
La primera vez que hice esta afirmación sobre la unidad en la diversidad fue en uno de estos seminarios de fin de semana. Un seminario en Chicago. Comenzó la mañana en el hotel en que estaba hospedado con Elza teniendo una de mis más concretas
experiencias de discriminación. Sentados en el restaurante para
el desayuno, observamos que los meseros iban y venían atendiendo al cliente de la derecha y al de la izquierda, al de enfrente
yal de algunas mesas más atrás pasando a lado de nosotros como
si no existiésemos o como si en una película de ciencia ficción
nos hubiésemos vuelto invisibles bajo el efecto de una de esas
drogas milagrosas.
Aquélla fue una experiencia que jamás podré olvidar. Y no podría olvidarla precisamente porque al experimentarla demoré
mucho en reconocerla como discriminación, y así descubrí que
en lo más íntimo de mi ser no creía posible que me discriminaran a mí. Yeso era, por lo menos, falta de humildad de mi parte.
Terminamos sin desayuno porque después de mis justas protestas y de la explosión de mi no menos justa ira, amenizada un
poco por la mansedumbre de Elza, nos retiramos "acompañados" por las disculpas del funcionario responsable, tan racista
como los meseros.
Ya sobre la hora del comienzo del seminario tomamos un jugo
de naranja y un poco de café en el bar de la esquina.
184
PAULO FRElRE
De este modo llegué al amplio salón, cuando todos los participantes del seminario ya estaban presentes, cargando cierto resentimiento así como mucho enojo y una sensación de impotencia, aunada a la sensación de hambre y a la frustración por no
haber comido mi plato predilecto de las mañanas norteamericanas: fried eggs and English muffin. *
Luego de la apertura de la sesión por parte de la coordinadora las dirigencias de los diferentes grupos se fueron levantando una a una diciendo: "Somos negros y queremos estar solos", "somos indios y queremos estar solos", "somos chicanos y
queremos un lugar sólo para nosotros". Unjoven negro se volvió
hacia el grupo de blancos y dijo con cierta ironía: "Éste es el
grupo de los otros". Ylos blancos, que silenciosos estaban, silenciosos quedaron.
A menos que yo esté totalmente equivocado, en las relaciones
entre blancos y negros parece haber, en muchos blancos que se
dicen no racistas, algo que los minimiza y les impide luchar auténticamente contra el racismo. Me refiero a lo que al menos a
mí me parece ser un fuerte sentimiento de culpa con el que se relacionan con hombres negros y mujeres negras. Y si hay algo que
irrite a las personas discriminadas es que las traten con ese modo
culposo. La presencia de la culpa sugiere por lo menos vestigios
de la razón de ser de la culpa, en este caso, del prejuicio. De ahí
la postura conformista que muchos blancos adoptan en situaciones como la descrita. Lo que quiero decir es lo siguiente: en mis
relaciones con negros, chicanos, chicanas, homosexuales, desamparados, obreros, blancos o negros, no tengo por qué tratarlos de
modo paternalista, desbordante de culpa, sino discutir con ellos
y con ellas, debatir, discrepar como compañeros o como compañeros en potencia, compañeros de lucha, de camino.
En realidad los proscritos, los renegados, aquellos a los que se
les prohíbe ser, no precisan de nuestra "tibieza" sino de nuestro
*
Huevos fritos y bollos. [T.]
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
185
calor, de nuestra solidaridad y de nuestro amor también, pero de
un amor sin maña, sin cavilaciones, sin sentimentalismos, de un
amor armado como aquel del que nos habla el poeta Thiago de
Melo.49
En medio del silencio que se hizo luego que los dirigentes de
cada grupo reivindicaran su aislamiento hablé y dije: "Respeto
la posición de ustedes, pero estoy convencido de que cuanto
más se identifiquen
como tales las llamadas minorías y se
cierren las unas a las otras, tanto mejor duerme la única y real
minoría: la clase dominante. En todas las épocas, entre los muchos derechos que el poder se arroga, siempre tuvo como condición intrínseca el derecho de perfilar, de describir a quien no
tiene poder. Y el perfil que los poderosos hacen de quienes
no tienen poder, al ser encarnado por ellos o ellas, obviamente
refuerza el poder de quienes lo tienen y en razón del cual perfilan. Los colonizados jamás podrían ser vistos y perfilados por
los colonizadores como pueblos cultos, capaces, inteligentes,
imaginativos, dignos de su libertad, productores ~e ,u~a len~a
que por ser lengua marcha y cambia y crece histórico-socialmente. Por el contrario, los colonizados son bárbaros, incultos,
'ahistóricos',
hasta la llegada de los colonizadores
que les
'traen' la historia. Hablan dialectos predestinados a no expresar jamás la 'verdad de la ciencia', 'los misterios trascendentales', y la 'belleza del mundo'.
"Generalmente, en un primer momento de su experiencia histórica, quien no tiene poder acepta, por esa misma razón, el perfil que los poderosos le hacen. Una de las señales de inconformismo de quienes no tienen poder es la rebeldía contra los
perfiles que les imponen los poderosos.
"Es necesario que las llamadas minorías reconozcan que en el
fondo ellas son la mayoría. El camino para reconocerse como
mayoría está en trabajar las semejanzas entre sí y no sólo las diferencias y así crear una unidad en la diversidad, fuera de la c~al no
veo cómo perfeccionarse ni cómo construir una democracia sustantiva, radical."
186
PAULO FREIRE
Mi discurso irritó a una parte de los presentes. "Ésa es una afirmación blanca" -dijo el joven líder negro con el dedo en alto,
con una mirada dura que me fulminaba.
"No. Ésta no es una afirmación blanca -dije yo-o Es una afirmación lúcida y progresista que podría haber sido hecha por un
hombre negro, por una mujer negra, por un irlandés de ojos
azules, por un chicana, no importa por quién, siempre que sea
progresista. Esta afirmación sólo no puede ser hecha por una
persona interesada en mantener el statu qua, sólo no puede ser
hecha, coherentemente, por un racista. Lo que es imposible, sin
embargo, es que históricamente, por n razones, hoy no haya pasibilidad de realizar una unidad en la diversidad. Que las bases
de cada 'minoría', por ejemplo, o más probablemente sus dirigencias, no hayan madurado lo suficiente para aceptar el diálogo entre ellas, el estar con. Esto es otra cosa. Decir, pues, que
la unidad en la diversidad es en sí 'una afirmación blanca', no es
correcto."
Los grupos se dividieron y se aislaron, discutieron y llegaron a
conclusiones sobre ciertos problemas.
VI
Al término del seminario y aprovechando una referencia hecha al asunto, volví a hablar sobre él insistiendo: en el camino en busca de la unidad en la diversidad, camino largo y difícil pero indispensable, las "minorías" -en el fondo, repítase,
mayoría-, en contradicción con la única minoría, la dominante,
tendrían mucho que aprender.
Es que nadie camina sin aprender a caminar, sin aprender a
hacer el camino caminando, sin aprender a rehacer, a retocar el
sueño por el cual nos pusimos a caminar. De eso volví a oír hablar
ahora, tanto tiempo después de aquella mañana de sábado en
Chicago. De eso habló transparente y enérgicamente ahora, en la
ECO-Río 92, el actual dirigente de los seringueiros entre los Pueblos de la Selva, Osmarino Amancio, uno de los discípulos de
Chico Mendes, cobardemente asesinado hace poco. Sus palabras,
y el énfasis con que las pronunciaba en presencia del cacique yanomami, me hacían recordar el encuentro de Chicago.
"En el comienzo -afirmó él-, instigados por los poderosos,
creíamos que los indios eran nuestros enemigos. Por su lado, los
indios, instigados por los mismos poderosos, creían que éramos
sus enemigos. Con el tiempo fuimos descubriendo que nuestras
diferencias jamás debían ser razón para que nos matásemos entre nosotros y en favor de los intereses de los poderosos. Descubrimos que éramos todos 'Pueblos de la Selva' y que queríamos
y queremos una misma cosa en torno a la cual debemos unirnos:
la selva. Hoy -concluyó-, somos una unidad en nuestras diferencias."
188
PAULO FREIRE
Existe otro aprendizaje demasiado importante pero también
demasiado difícil de hacer, principalmente en sociedades altamente complejas como la norteamericana. Me refiero al aprendizaje de que la comprensión crítica por parte de las llamadas
minorías de su propia cultura no se agota en las cuestiones de
raza y de sexo, sino que exige también la comprensión en ella
del corte de clase. En otras palabras, el sexo solo no explica
todo. La raza sola tampoco. La clase sola tampoco. La discriminación racial no puede, bajo ningún concepto, ser reducida a un
problema de clase como el sexismo. Por otro lado y no obstante
lo cual, sin el corte de clase yo, al menos, no entiendo el fenómeno de la discriminación racial ni sexual en su totalidad ni
tampoco el de las llamadas minorías en sí mismas. Además del
color de la piel, de la diferenciación sexual, existe también el
"color" de la ideología.
La multiculturalidad es otro problema serio que igualmente
no escapa a este tipo de análisis. La multiculturalidad no se constituye en la yuxtaposición de las culturas, mucho menos en el
poder exacerbado de una sobre las otras, sino en la libertad conquistada, en el derecho asegurado a moverse, cada cultura, con
respecto a la otra, corriendo libremente el riesgo de ser diferente, sin miedo de ser diferente, de ser cada una "para sí",
único modo como se hace posible que crezcan juntas, y no en la
experiencia de la tensión permanente provocada por el todopoderosismo de una sobre las demás, privadas de ser.
La tensión necesaria permanente entre las culturas en la multiculturalidad es de otra naturaleza. Es la tensión a la cual se exponen por ser diferentes en las relaciones democráticas en que
se vinculan. Es la tensión de la cual no pueden huir por estar
construyendo, creando, produciendo a cada paso la propia multiculturalidad, que jamás estará lista y acabada. La tensión, por lo
tanto, en este caso es la del inacabamiento que se reconoce
como razón de ser de la propia búsqueda, y la de conflictos no
antagónicos; no la creada por el miedo, por la prepotencia, por
el "cansancio existencial", por la "anestesia histórica" o por la
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
189
venganza que estalla por la desesperación frente a la injusticia
que parece perpetuarse.
Es preciso también dejar bien claro que la sociedad a cuyo espacio llegaron otros grupos étnicos por motivos económicos, sociales, históricos, y ahí se insertaron en relación subordinada,
tiene su clase dominante, su cultura de clase, su lenguaje, su sintaxis, su semántica de clase, sus gustos, sus sueños, sus fines, sus
proyectos, valores, programas históricos. Sueños, proyectos, valores, lenguaje que la clase dominante no sólo defiende como suyos, y siendo suyos define como nacionales, como ejemplares,
pero también por eso mismo "ofrece" a los demás, a través de n
caminos, entre ellos la escuela, y no acepta rechazos. Por ello no
existe el verdadero bilingüismo, mucho menos el multilingüismo
fuera de la multiculturalidad, y no existe ésta como fenómeno espontáneo sino como fenómeno creado, producido políticamente, trabajado a duras penas en la historia.
De ahí, otra vez, la necesidad de inventar una unidad en la diversidad. Por eso es que el mismo hecho de la búsqueda de la
unidad en la diferencia y la lucha por ella como proceso significa ya el comienzo de la creación de la multiculturalidad. Es
preciso destacar que la multiculturalidad como fenó~eno que
implica la convivencia de diferentes culturas en un rmsmo espacio no es algo natural y espontáneo. Es una creación histórica
que implica decisión, voluntad política, movilización, organización de cada grupo cultural con miras a fines comunes. Que
exige, por lo tanto, cierta práctica educativa coherente con esos
objetivos. Que exige una nueva ética fundada en el respeto a las
diferencias.
En un primer momento, la lucha por la unidad en la diversidad, que obviamente es una lucha política, implica la movilización y la organización de las fuerzas culturales en el sentido de la
ampliación, profundización y superación de la democrac~a puramente liberal, sin despreciar el corte de clases. Es preCiSOque
asumamos la radicalidad democrática, para lo cual no basta con
reconocer alegremente que en tal o cual sociedad el hombre y la
190
PAULO FRElRE
mujer son tan libres que tienen derecho hasta de morirse de
hambre, o de no tener escuela para sus hijos e hijas, o de no tener casa donde vivir. El derecho, por lo tanto, a vivir en la calle,
o a no tener un amparo en su vejez, o simplemente a no ser.
Es imperativo que vayamos más allá de las sociedades cuyas estructuras generaron la ideología por la cual la responsabilidad
por los fracasos y frustraciones que ellas mismas crean corresponde a los fracasados como individuos y no a las estructuras o a
la manera como funcionan esas sociedades. Si losjóvenes negros
no aprenden bien el inglés la culpa es de ellos, de su incompetencia "genética", y no de la discriminación a la que están sometidos -de raza y de clase-, ni tampoco del elitismo autoritario
con el que pretende imponérseles el "modelo culto", elitismo
que en el fondo es hermano gemelo de la total falta de respeto
por el saber y el hablar populares. Es lo mismo que sucede en
Brasil. Los niños y las niñas de las javelas no aprenden porque
son incompetentes de nacimiento.
Éstos fueron algunos de los temas debatidos en la jornada
la que he hablado.
de
La reacción a la mayoría de las posiciones que tenía en la
época y que tengo hasta hoy no se hacía esperar.
Habría sido terrible que la discrepancia se ocultara tras un silencio bien educado. Fue muy positivo que existiesen los diferentes grupos -con algunas excepciones, es verdad- expresándose
aunque fuese contra mi visión de los hechos y de los problemas.
Desde 1973 hasta 1992 las cosas no cambiaron mucho en lo referente al rechazo casi sistemático que movimientos antirracistas
y antisexistas, indiscutiblemente serios, oponen a la presencia de
la clase social en el análisis comprensivo del fenómeno, por un
lado, y de la lucha contra él por el otro, así como contra la tesis
de la unidad en la diversidad.
Recientemente una profesora universitaria negra amiga mía,
seria y competente, negaba con vehemencia cualquier relación
entre clases sociales y racismo, en una conversación conmigo, en
Boston, con mi esposa Nita y con el profesor Donaldo Macedo.
jaban
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
191
La escuchamos, nos escuchó, nos escuchamos respetuosamente, al igual que en 1973 oí a los que decían no a mis análisis.
Si ella se hubiese ofendido con nosotros y nosotros con ella
porque aunque para nosotros no sea posible reducir el racismo
a la clase social, tampoco podemos entenderlo sin ella, mientras
que para mi amiga no, habríamos caído en una posición sectaria, tan condenable como el racismo que execramos.
Más recientemente,
en julio de este año experimenté una
fuerte resistencia de un grupo de intelectuales competentes, en
su mayoría de origen mexicano y puertorriqueño, en California,
contra el sueño posible, contra la utopía necesaria, de la superación de ese gusto casi irrefrenable por la guetificación, en el sentido de la invención política de la unidad en la diversidad. Reacción o rechazo que se extendía igualmente a la aceptación de la
categoría de clase en los análisis de la realidad norteamericana.
En los intervalos del seminario me deleitaba con la lectura de
Manning Marabele. *
Otrajornada con momentos inolvidables fue mi primera visita
al Caribe con un programa de encuentros y debates en varias
islas, comenzando por Jamaica.
En todas las islas, con alguna que otra excepción, los encuentros eran planeados y coordinados por organizaciones que trabajaban en áreas populares, asesorando en varios campos y niveles
a los diferentes movimientos sociales.
Una vez más la lectura de la Pedagogia del oprimido y la aplicación de algunas de sus sugerencias me traían al campo, donde
casi siempre me enfrentaba con problemas idénticos, pero "vestidos", como acostumbro a decir, con "ropa" diferente.
Para evitar un alargamiento innecesario elegí los tres momentos más ricos de la experiencia de este viaje y en ellos me detengo.
*
The Crisis of Color and Demoeracy. Essass on Race, Class and POlJJer,
Monroe, Maine, Common Courage Press, 1992.
192
PAULO FREIRE
El primer momento es cuando me prohibieron
entrar en
Haití, en cuya capital tendría uno de los seminarios para discutir
alfabetización y posalfabetización.
En Ginebra yo ya había conseguido la visa de entrada a Haití,
por intermedio del Consejo Mundial de Iglesias. Sin embargo, al
llegar a Kingston los organizadores del encuentro me informaron que las autoridades haitianas les habían comunicado que me
estaba prohibido entrar en el país. Por consiguiente, sustituyeron el seminario de Haití por otro en la República Dominicana.
Vale más la pena subrayar lo que hay de mandoneo, de arbitrariedad, de miedo a la libertad, y también de coraje contra
ella, de horror a la cultura, de desprecio al pensamiento, en los
regímenes autoritarios, sin pueblo, que comentar cómo me
prohibieron entrar en Haití en aquella época. Me dijeron que,
cuando llegó al conocimiento del gobierno la solicitud de los
coordinadores
del seminario para que yo ingresase al país, las
autoridades nacionales resolvieron, tal vez para ser simpáticas a
los ojos del gobierno militar brasileño, consultar a nuestra embajada en Puerto Príncipe.
La respuesta, según la misma fuente, fue un no categórico.
Obviamente no puedo probar nada de esto, pero poco importa
frente al hecho de que el régimen militar, que se llamaba a sí
mismo serio, democrático y puro, se valió de presiones absurdas,
no sólo contra mí sino contra muchos otros brasileños en el exilio. Los primeros doctorados honoris causa que recibí fueron precedidos por ridículas presiones a las universidades que me otorgaban estos títulos. Mi período en la UNESCO, que fue pagado por
la FAO, provocó reacciones del gobierno militar de aquella época
que hablan pésimamente de él por la inconsistencia de los argumentos y la mezquindad que éstos contenían.
Después de una larga presión por parte de Elza, mi primera
esposa, sobre el consulado brasileño en Ginebra, insistiendo en
el derecho que ella y nuestros hijos menores tenían de tener el
pasaporte cuya renovación les venía siendo negada hacía más de
tres años, el gobierno brasileño ordenó que se les entregara un
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
193
documento válido solamente en Suiza, como si ellos necesitaran
un documento para ir de Ginebra a Zurich. Hablé mucho, por
todo el mundo, de la "creatividad" del Ministerio de Relaciones
Exteriores brasileño. En el fondo, la diplomacia nacional inventó lo que llamé el "quedaporte" con el que "suavizaba" la vida
de los exilados menos peligrosos ...
Lo interesante es que Elza viajó conmigo por parte del mundo
con su "quedaporte". En los aeropuertos los policías miraban
cuidadosamente, examinaban cautelosamente aquella rareza diplomática, sonreían y sellaban, aceptando así no tanto el "quedaporte" sino a la persona humana que lo llevaba.
Volvamos al caso.
Prohibida mi entrada en Haití, se organizó otro encuentro
en la República Dominicana. Era un grupo de educación popular relacionado con la Iglesia Católica. Entre veinte y veinticinco educadores y educadoras que querían discutir conmigo
principalmente
la cuestión de la temática generadora, la programación de los contenidos programáticos y la crítica de la
"educación bancaria". Yendo en dirección a la República Dominicana, hicimos una parada en Puerto Príncipe. Yo viajaba
junto a un técnico de las Naciones Unidas y a una educadorajamaicana. Por razones técnicas, el vuelo hacia la República Dominicana sólo despegaría tres horas después. De este modo, mi
amigo de las Naciones Unidas llamó por teléfono a una amiga
suya que rápidamente vino a buscarnos al aeropuerto para darnos un paseo por la ciudad.
Entré en el país cuando se me había prohibido hacerlo, con
mi documento suizo bajo el pasaporte de mi amigo. Un pasaporte azul, que "azulando" el mío, lo preservó de ser examinado.
Me impactó la pequeña ciudad. Principalmente la presencia
de artistas populares desparramando sus cuadros por las plazas,
llenos de color, hablando de la vida de su pueblo, del dolor de su
Pueblo, de su alegría. Era la primera vez que frente a tanta belleza, tanta creatividad artística, tal cantidad de colores, yo me
sentía como si estuviese -y de hecho estaba-, frente a una multi-
194
PAULO FREIRE
plicidad de discursos del pueblo. Era como si las clases populares
haitianas, privadas de ser, privadas de leer, privadas de escribir,
hablasen o hiciesen su discurso de protesta, de denuncia y de
anuncio a través del arte, única forma de discurso que les era
permitida.
Pintando, no sólo se mantenían sino que mantenían también,
dentro de sí mismos, tal vez sin saberlo, el deseo de ser libres.
Hace algún tiempo tuve muchas ganas de volver a Haití,
ahora legalmente, cuando el gobierno electo y legalmente democrático fue depuesto por otro aventurero afeador de su
mundo y aprisionador de su pueblo. Ahora, con esa nueva traición al pueblo haitiano, no. Es una lástima que lleguemos al fin
del siglo, y al fin del milenio, corriendo aún el riesgo histórico
de sufrir esos golpes cobardes contra la libertad, contra la democracia, contra el derecho de ser. Una vez más la minoría dominante, con el poder económico y político sobre el cual basa
su poder de fuego, su violencia destructiva, aplasta a las mayorías populares de Haití, que indefensas vuelven al silencio y a la
inmovilidad. Posiblemente se refugiarán en las artes populares,
en sus fiestas, en su música, en el ritmo de su cuerpo, al cualjamás deberán renunciar, pero que hoy son también la expresión
de su resistencia.
No me imaginaba, en el trayecto a la República Dominicana,
lo que allí me esperaba.
Como ciudadano brasileño no pedí visa de entrada. El problema era que no poseía ni siquiera el "quedaporte" brasileño, y
sólo un documento suizo de viaje.
Para la policía del aeropuerto yo no era brasileño sino suizo. Y
como suizo, necesitaba la visa. Como no la tenía, me prohibieron la entrada. Me llevaron con bastante grosería hasta la sala de
espera para embarcar en el mismo avión cuyo vuelo continuaba
hasta Puerto Rico. En el ínterin, mi amigo el técnico de las Naciones Unidas salió de la parte interna del aeropuerto a la sala
de llegadas y le contó al sacerdote que me esperaba lo que estaba sucediendo.
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
195
Aproximadamente a los quince minutos, cuando ya me había
"reciclado" para ir a Puerto Rico y de allí a Ginebra vía Nueva
York, fui abordado por el mismo policía que con tanta descortesía me había traído a la sala de espera desde donde abandonaría
el país. "Señor -me dijo él, ya más delicado-, acompáñeme que
usted va a entrar."
En aquel momento yo ya estaba más para viajar que para quedarme, pero las personas que me esperaban no debían ser castigadas y yo tampoco debía dejar de cumplir la tarea para la cual
había viajado a la República Dominicana. Acompañé al policía,
que se disculpaba, hasta el control de pasaportes donde estaba el
sacerdote que mucho tendría que empeñarse aún para que yo
pudiese ingresar al país. Es que fui "reprobado" en el test del "libro" del aeropuerto, seguramente hoy sustituido por computadoras. Mi nombre estaba allí enterito, sin errores ni equivocaciones, Paulo Reglus Neves Freire, escrito perfectamente, sin una letra
de más ni una de menos. Esto significaba que ahora no podía
entrar al país por motivos mucho más serios que los anteriores,
vale decir, que mi falta de visa de entrada. Ahora no, ahora estaba junto a un sinnúmero de personas "indeseables -"subversivos peligrosos", "provocadores", contrabandistas, traficantes.
La única salida, según dijo el jefe de policía del aeropuerto,
llamado a opinar, al sacerdote que me había convidado, es hablar con el general de la seguridad. Sólo él puede permitirlo o
negarlo. El propio jefe de policía del aeropuerto realizó la llamada.
-Sí -dijo el sacerdote-o Sí, mi general. Si el profesor acepta las
condiciones yo me responsabilizo por él.
Cubriendo el micrófono con la palma de la mano derecha me
preguntó: ¿Acepta usted quedarse los cinco días aquí sin salir de
la casa adonde haremos el seminario? La prensa no puede saber
de su presencia en el país. Ni nadie. ¿Acepta?
-Claro que acepto. He venido hasta aquí para conversar, para
enseñar y para aprender, y no para pasear o dar entrevistas.
Acepto sin problemas -respondí,
196
PAULO FRE1RE
-Muy bien, general. El profesor Freire agradece la posibilidad
de entrar en nuestro país en las condiciones que usted establece
y yo le garantizo que serán cumplidas al pie de la letra.
Pasó el teléfono al jefe de policía del aeropuerto que oyó las
órdenes del general en jefe de la seguridad nacional.
Entré. Trabajé los cinco días. Oí excelentes testimonios sobre
trabajos en zonas campesinas y urbanas.
Era para eso para lo que yo había viajado. Habría sido una inmadurez política de mi parte rechazar la propuesta del general
por razones de vanidad personal, por sentirme rechazado.
En los cinco días, sin entrevistas, sin asomarme a la calle, sin
visitar la ciudad, hice, sin embargo, lo que debía hacer.
El último día, en el viaje al aeropuerto, el padre dio discretamente algunas vueltas por la ciudad para que yo me llevase una
impresión general de la misma.
Experiencia indiscutiblemente incomparable a la que tuve algunos meses después, de una noche preso en un hotel de Libreville, en Gabón, África, cuando viajaba a Sao Tomé y Príncipe
atendiendo a una invitación de su recién instalado gobierno.
Preso en tránsito, vaya ironía, en una ciudad llamada Libreville,
por ser "demasiado peligroso y haber escrito un libro subversivo", según me dijeron sin ninguna clase de subterfugio.
-Pero, señor -dije al policía que tenía aires incontestables de
jefe-, estoy simplemente pasando por su país en el cual me demoraré veinticuatro horas solamente porque el vuelo hacia Sao
Tomé sale mañana por la tarde. Por otra parte, estoy pasando
por aquí convidado por el gobierno de Sao Tomé y Príncipe. No
veo esto que usted me acaba de comunicar, de que estaré preso
en el hotel hasta el vuelo de mañana, sino como un abuso de poder contra el cual protesto.
-Usted no estará preso. Usted es nuestro huésped, pero no
podrá salir de su cuarto.
Minutos después me cerraron la puerta del cuarto de hotel
por el lado de afuera.
No estaba preso. ¡Qué extraña semántica!
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
197
De aquella primera visita al Caribe hubo un punto que me impresionó mucho. Y fue la experiencia de visitar la linda y pequeñita isla de Dominica.
Los campesinos habitantes de una hacienda -núcleo de producción agrícola- que había entrado en crisis consiguieron que
el gobierno la expropiase -lo que según me dijeron también interesaba a la empresa británica que la explotaba- y se la entregase a ellos, que la pagarían en determinado número de años.
Con la expropiación de la hacienda, los campesinos crearon
una cooperativa con la ayuda de un ingeniero agrónomo que
trabajaba antes en ella. Cuando la visité ya hacía más de un año
que administraban la propiedad con excelentes resultados.
Existe un aspecto de carácter personal que me gustaría hacer
público en este libro. Una experiencia que viví y sobre la cual hablé con mis hijos de regreso a Ginebra. Fui hospedado por el
presidente de la cooperativa que administraba la vida económica, social y educativa de la hacienda. Vivía en una casa muy
simple con su esposa y sus hijos, sin luz eléctrica, en una elevación, en una especie de morro, como decimos en Brasil. Frente a
la casa había un frondoso árbol de mangos, algunos arbustos, un
pasto verde.
Llovía cuando bajé del carro para subir la cuesta jabonosa,
de un barro viscoso, "primo" del massapé del Nordeste brasileño. Una patinada aquí y otra en seguida, mi mano derecha
agarrando fuerte el brazo del campesino presidente, mis pies
adivinando dónde pisar. Finalmente llegamos a la casa iluminada por una lámpara de querosene.
Hablamos un poco el presidente y yo. La mujer, en un rincón
de la sala, no se atrevía a decir nada.
Cansado como estaba, no podía pensar en otra cosa que no
fuera irme a dormir.
Antes de ir al cuarto, el cuarto del compañero presidente y su
mujer, que me lo habían ofrecido con gesto fraterno, quise orinar, como de costumbre. Fue entonces cuando percibí cuán distante estaba de la vida concreta, de la cotidianidad de los campe-
198
PAULO FREIRE
sinos y de las campesinas, a pesar de haber escrito el libro cuya
lectura en sus círculos de estudio los llevara a convidarme para
conversar con ellos.
Cuanto más necesidad sentía de orinar, menos libre me sentía
para preguntar por el excusado. Complicaba las cosas. Me decía
a mí mismo: si pregunto por el excusado y no hay excusado,
¿cómo me van a entender?
En cierto momento me dije: ahora me estoy pareciendo un
poco a los blancos liberales que se sienten culpables cuando hablan con los negros, comportamiento al cual ya me referí algunas páginas atrás. Sólo que en este caso el corte es de clase. Me
recompuse y entonces pregunté: "¿Dónde queda el excusado?".
"¿El excusado? Queda en el mundo" -me dijo el compañero presidente llevándome cortésmente hasta debajo del árbol de mangos donde ambos aumentamos la cantidad de agua que caía sobre la vegetación.
Después del excusado mi mayor problema era cómo hacer
para tomar mi baño matinal al otro día. Mi baño matinal, de la
forma como lo hago, tiene que ver con mi posición de clase.
Como la forma de hablar, de concordar el verbo con el sujeto, la
manera de vestir, de caminar, de gustar de las cosas.
Para mí fue muy positivo convivir no sólo con el matrimonio
sino con los campesinos en general. Fue muy bueno principalmente observar cómo trabajaban la cuestión de la educación, de
la cultura, de la educación técnica, tanto ellos como sus compañeros de la cooperativa.
Para esto, visité durante dos o tres días el campo mismo, además de una conferencia organizada por la dirigencia en la que
participé, con la presencia de casi sesenta campesinos, donde se
discutieron problemas de organización curricular y problemas
de enseñanza-aprendizaje.
Con poco más de un año de ser sus propios patrones y experimentarse democráticamente,
el trabajo de la hacienda era realmente ejemplar, sin caer en los abusos de la permisividad o del
libertinaje por un lado, y sin los abusos de una autoridad sin lí-
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
199
mites por el otro. La contribución del agrónomo educador era
destacada por todos por su seriedad y competencia.
Habían organizado aproximadamente
diez "centros" o diez
núcleos en toda el área de la hacienda, bajo la dirección de un
equipo responsable y con la coordinación
de uno de ellos,
electo por sufragio. Construyeron diez salas rústicas de piso de
tierra con caballetes sobre los cuales se extendían tablas que se
transformaban en mesas y con unas extensiones que servían de
cocina. Los integrantes del área a la que correspondía el centro
se juntaban a la hora del almuerzo para hacer un almuerzo socializado. Todos los participantes del área de cada centro traían
de sus casas la contribución que podían -una gallina, un pescado, frutas, etcétera-o También había una comisión de dos, un
hombre y una mujer, que se turnaban en la preparación de los
alimentos.
Disponían de dos horas diarias para el almuerzo, durante el
cual discutían problemas de la experiencia cotidiana. Uno de
ellos, también por turno, se encargaba de anotar los asuntos discutidos o simplemente mencionados en las reuniones diarias.
Esos asuntos de las reuniones diarias eran llevados al gran encuentro quincenal que se realizaba durante un sábado en la sede
de la cooperativa con la presencia del ingeniero agrónomo y de
otros especialistas. La hacienda en su totalidad era considerada
por los campesinos no sólo un centro de producción económica
sino también de producción cultural. En el fondo los diez "núcleos culturales" dentro de la hacienda eran la mejor manera
que encontraron de abarcarla como totalidad dentro del proceso
de conocer mejor y de capacitarse mejor, la reunión quincenal
era el esfuerzo por retotalizar la totalidad abrazada.
Ésa fue una experiencia de educación popular directamente
ligada a la producción que vi funcionar de un modo ejemplar en
los años setenta.
Recientemente,
mientras participaba en una conferencia internacional en Montego,Jamaica
(mayo de 1992), conocí a una
educadora de Dominica. De inmediato le relaté lo que había
200
PAULO FRElRE
visto años atrás y le pregunté si sabía cómo andaba el trabajo en
la hacienda comunitaria. "Se acabó. Razones políticas" -me dijo.
A fines de 1979 y comienzo de 1980 estuve dos veces en el
Caribe nuevamente.
Mi destino fue Grenada, la pequeña y
magnífica isla que, como por arte de magia, comenzó una revolución -aparentemente
de la noche a la mañana- que aun
siendo bonita y mansa no escapó a la ira y al crujir de dientes
de la gente rabiosa, dueña del mundo, como de la gente rabiosa que sin ser dueña del mundo se siente dueña de la verdad revolucionaria.
La revolución de Grenada resultó en su momento final de un
arranque casi quijotesco de su líder, un joven y ardiente líder,
confiado de su pueblo.
Aprovechando la ausencia deljefe de gobierno, Bishop y una
docena de compañeros asaltaron una delegación policial que se
entregó sin resistencia. Con las armas conquistadas armaron a
otros militantes a los que se juntaron otros y otros más, como una
bola de nieve, y luego las fuerzas del gobierno se adhirieron al
movimiento, de tal modo que provocaron el colapso total del poder. Es obvio que el lado subjetivo de la revolución estaba a la expectativa. El malestar de las mayorías populares, su esperanza y su
disponibilidad al cambio, sin lo cual el arranque de Bishop y sus
compañeros no habría superado el segundo obstáculo.
La historia no se entrega ni se curva dócilmente a la voluntad
arrogante de los voluntaristas. Las transformaciones sociales se
hacen en la coincidencia entre la voluntad popular, una dirigencia lúcida y el momento histórico propicio. De este modo, un
movimiento popular tomó el poder con un mínimo de costo social. La reacción ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar. La isla se
preparaba para caminar de otra manera. Un gobierno diferente
buscaba cambiar la cara del país.
Mi primera visita a la isla fue combinada un mes antes en Managua, cuando allí estaba convidado por Fernando Cardenal,
coordinador de la Cruzada de la Alfabetización y luego ministro
de Educación. Fue en Managua, a cuya cruzada di un poco de mí
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
201
y de mi comprensión de la educación, donde mi a~igo Arturo
Ornelles, que trabajara conmigo en Sao Tomé, en Africa, y que
entonces trabajaba en el Sector de Educación de la üEA, me habló del interés que el Ministerio de Educación de Grenada tenía
en que yo visitase su país. Según Arturo, dependía sólo de mí.
Arturo se encargó de comunicarle. al gobierno de Crénada
que yo aceptaba la invitación pero que sería preciso que el ministro solicitase mi ida al país al Consejo Mundial de Iglesias en
cuya División de Educación yo trabajaba. Todo fue arreglado y a
mediados de diciembre llegábamos a Grenada cuando todo indicaba que sólo los círculos de poder fuera del gobierno y sus "señores externos" se oponían radicalmente a la nueva dirección
política del país. Era de esperar que se opusiesen. Defendían sus
intereses de clase y de raza.
Deben de haberse sentido jubilosos cuando, con el asesinato
de Mr. Bishop por parte del fanatismo sectario y autoritario de
una izquierda perversa e incompetente, que provocó fuerte reacción de Fidel Castro, se facilitó la ya fácil invasión de la isla. La
invasión desmoronó los sueños de las mayorías populares, que
continuarán viviendo una vida difícil, reinmersas posiblemente
en el fatalismo donde no hay lugar para la utopía.
No era ése el clima histórico durante mis dos visitas a Grenada. Muy por el contrario, había en las personas una alegría
contagiosa. Hablaban con la esperanza de quien comenzaba a
participar de la re-creación de su sociedad.
Tres encuentros me impresionaron en la primera visita. Aquel
en que, junto con el ministro, discutimos todo el día con los
equipos nacionales sobre algunos aspectos fundamentales de la
nueva educación que pretendían ir poniendo en práctica poco a
poco.
Pensábamos juntos en una educación que, siendo respetuosa
de la comprensión del mundo de los niños, los desafiase a pensar críticamente. Una educación en cuya práctica la enseñanza
de los contenidos jamás se dicotomizase de la enseñanza de pensar correctamente. De un pensar antidogmático, antisuperficial.
202
PAULO FRElRE
De un pensar crítico, prohibiéndose constantemente
caer en la tentación de la improvisación.
a sí mismo
Cualquier esfuerzo en el sentido de implementar las consideraciones referidas, vale decir, cualquier intento de poner en
práctica una educación que, respetando la comprensión del
mundo de los educandos, los desafíe a pensar críticamente, en
primer lugar, y que no separe la enseñanza del contenido del enseñar a pensar correctamente, en segundo lugar, exige la capacitación permanente de los educadores y de las educadoras. Su capacitación científica exige un serio y coherente empeño con
miras a superar las viejas marcas autoritarias y elitistas que perduran en las personas, que "habitan" en ellas, siempre prontas a ser
reactivadas. Y sin el ejercicio de ese intento de superación, que
engloba nuestra subjetividad y que implica el reconocimiento de
su importancia, tan menospreciada y disminuida por un dogmatismo que la reduce a un simple reflejo de la objetividad, todo
intento de cambiar la escuela para hacerla más democrática
tiende a fracasar.
Los dos principios ya referidos pueden inclusive fundamentar
toda una transformación de la escuela y de su práctica educativa.
Partiendo de aquellos dos puntos, les decía yo a los educadores y
las educadoras del encuentro, es posible ir desdoblando n dimensiones, innovando la organización curricular, la relación
educador-educando, las relaciones humanas en la escuela, dirección-profesores-empleados-cuidadores,
las relaciones de la escuela con las familias, con el barrio donde se encuentra la
escuela.
Quedó arreglado que en el mes de febrero del siguiente año,
1980, se realizaría un primer seminario nacional de capacitación
de cuadros que inmediatamente se desdoblaría en un sinnúmero de encuentros formadores por toda la isla.
Al seminario de febrero, propiciado por el sector del cual Arturo formaba parte y ya referido anteriormente, fue invitado el
sociólogo brasileño joáo Bosco Pinto, que actualmente es profesor de la Universidad Federal de Pernambuco, así como la soció-
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
203
loga y profesora chilena Marcela Gajardo, que no pudo asistir,
yo, y Arturo Ornelles, naturalmente.
El segundo encuentro que me impresionó en la primera visita
fue el que tuve con funcionarios administrativos del Ministerio
de Educación. El Ministerio reservó una mañana para nuestro
diálogo, al que fueron invitados todos, desde los limpiadores y
choferes hasta las secretarias de los diferentes departamentos,
pasando por las dactilógrafas.
Al solicitarme la reunión, el ministro me dijo: "Estoy convencido de que no es posible cambiar, reorientar la política pedagógica, poniéndola en la perspectiva democrática a la que aspiramos, sin contar con la adhesión de los diferentes sectores que de
un modo u otro forman parte del Ministerio de Educación. Así
como no es posible hacer nada sin la adhesión de los educandos,
de sus familias, de las comunidades".
Aquélla fue realmente la primera vez que una administración,
que se iba consolidando, me invitaba para hablar a sus servidores
de la educación sobre la importancia de nuestras tareas, sin importar si era la de limpiar la sala o la de pensar la práctica educativa. Y en esto no había, ni hay, ninguna demagogia.
Las reacciones variaban entre la sorpresa desconcertada que
traslucían los ojos de algunos y las caras de otros, y la curiosidad
que estallaba buscando saber por parte de muchos.
Una de las conclusiones a la que llegamos en presencia del ministro fue la de que ese tipo de reuniones debía sistematizarse,
aun cuando no fueran de carácter obligatorio.
El tercer encuentro que me marcó fue con el propio Mr.
Bishop. Nos recibió en el caserón oficial del gobierno a Arturo
Ornelles y a mí durante casi tres horas. Nuestra conversación estuvo rociada con jugos de frutas y en una mesa alIado teníamos
una bandeja con lindas frutas de la isla al alcance de nuestra voluntad, de nuestro deseo o inclusive de nuestra gula.
En este momento en que escribo y desmenuzo mi memoria,
me pregunto sobre tres o cuatro cualidades de aquel hombre,
prematuramente borrado del mundo que tanto amó y que en la
204
PAULO FRElRE
conversación que tuvimos nos tocó en lo profundo
turo como a mí.
tanto a Ar-
Creo que podría comenzar por su simplicidad, nada artificial.
Simplicidad del que vive la coherencia entre lo que dice y lo que
hace, sin siquiera tener que esforzarse para no permitirse caer
en la 'Jactancia" de su persona. Fue así, con simplicidad y a veces
con una sonrisa de niño, como nos habló de la empresa llena de
aventura, sin ser aventurera, que emprendió con sus compañeros buscando asumir el poder que ahora buscaba reinventar.
El gusto por la libertad y el respeto a la libertad de los otros, la
voluntad de ayudar a su pueblo a ayudarse, a movilizarse, a organizarse para reperfilar su sociedad. Un claro sentido de la oportunidad histórica, oportunidad que no existe fuera de nosotros
mismos, en un determinado compartimiento del tiempo, a la espera de que vayamos a su encuentro, sino en la relación entre
nosotros mismos y el tiempo, en la intimidad de los hechos, en el
juego de las contradicciones. Oportunidad que vamos creando,
haciendo en la propia historia. Historia que nos castiga cuando
no aprovechamos la oportunidad
o cuando simplemente la
inventamos en nuestra cabeza sin fundamento en las tramas sociales.
La manera dialéctica de pensar y no la manera de "hablar" sobre la dialéctica. La impresión que tengo ahora, recordando el
encuentro, es que Bishop vivía tan bien el pensamiento dialéctico que no hacía ninguna separación entre el discurso y la práctica. Por eso, por ejemplo, la comprensión que reveló durante la
conversación de la importancia de la subjetividad en la historia,
comprensión que lo llevaría a reconocer el papel de la educación, tanto antes como después de la producción, o mejor, del
esfuerzo para producir un nuevo poder.
Tal vez éste haya sido uno de los puntos, desdoblado en prácticas políticas de su gobierno, que provocó y predispuso contra
él a los mecanicistas, para nada dialécticos.
En un determinado momento de nuestra conversación me pidió algo que revelaba su gusto democrático y su semejanza con
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
205
el gran líder africano Amílcar Cabral, sobre cuya lucha hablamos
entusiasmados. Me pidió que durante mi presencia en la isla dedicase un poco de tiempo a los militares. "Es muy importante
-me decía más o menos- que usted discuta con ellos sobre el espíritu abiertamente civil con el cual y sólo con el cual podremos
rehacer nuestra sociedad."
Bishop percibía, aunque no lo dijese, que en el fondo en la
reinvención democrática de la sociedad el militar sólo tiene sentido cuando se sabe al servicio de la sociedad civil. Es ella la que
le da sentido a él y no él a ella.
Obviamente éste fue uno de los temas de nuestra conversación con los militares. Tema que provocó algunos silencios, tal
vez como expresión de desaprobación.
De mis reuniones, la que tuve con los militares fue la que menos me impresionó. Ya me había encontrado antes con algunos
oficiales superiores en Lima y en Lisboa luego de la llamada Revolución de los Claveles. En aquella ocasión tuve tres horas de
conversaciones con mayores y coroneles de las diferentes armas.
Gente joven cansada de una guerra injusta e imposible, la de
África.
En el fondo, las fuerzas armadas coloniales portuguesas estaban, en plena década de los setenta, debilitadas para la guerra
por estar insertas en un proceso en el cual percibían cada vez
más el absurdo de la guerra. Debían enfrentar a los africanos
que, en razón inversa de lo que les pasaba a ellas, crecían en la
convicción de la certeza ética e histórica de su lucha.
Mi encuentro con los militares portugueses, concientizados
por la guerra africana, fue organizado por un mayor que me dijo
haber leído y releído la Pedagogía del oprimido, obviamente a escondidas, y a escondidas también me dijo haberla utilizado en
sus tareas subrepticias junto a otros militares. Me reveló, entre
otras cosas, ese punto obvio y fundamental: quien hace la guerra
no son solamente los instrumentos altamente tecnológicos, de
indiscutible valor, ni tampoco los hombres, ni las mujeres. Quien
hace la guerra son los hombres, las mujeres y los instrumentos.
206
PAULO FREIRE
Para el éxito de la lucha, tienen una importancia decisiva
tanto la conciencia ética como la conciencia política. La tecnología es suplantada muchas veces por la creatividad del más débil,
poseedor sin embargo de una fortaleza que le falta al más fuerte:
su convicción ética e histórica de que su lucha es legítima.
Eso fue lo que sucedió en Vietnam, donde la tecnología altamente sofisticada de Estados Unidos se rindió a la voluntad de ser
de los vietnamitas y a su creatividad mañosa de más débiles.
Fue eso lo que sucedió también en la propia Grenada, donde
la falta de convicción ética e histórica de quienes tenían las armas cedió a la fuerza de la aventura amparada en la ética y en la
historia con que Bishop y sus compañeros llegaron al poder.
Arturo y yo volvimos en febrero de 1980 cuando joáo Bosco
Pinto llegaba a Grenada por primera vez.
Primeramente tuvimos una reunión con el grupo nacional organizador del seminario, donde nos enteramos de cómo funcionaría y de la tarea que cada uno de nosotros tendría que desempeñar durante el desarrollo del mismo.
La intención que todos teníamos, tanto el grupo nacional
como nosotros, era la de orientar todo lo que fuese posible los trabajos del seminario en dirección a una unidad práctico-teórica.
Por eso mismo descartamos de antemano la idea de hacer un
curso con discursos "teóricos", por buenos que fuesen, sobre teoría y práctica, sobre escuela y comunidad, en tomo a la identidad
cultural de los educandos, a propósito de la relación educadoreducando, de lo que es enseñar, de lo que es aprender. De la cuestión de los contenidos programáticos, de cómo organizarlos; de la
investigación sobre el medio en el que se encuentra la escuela o
de los medios en los que se encuentran varias escuelas, etcétera.
Evidentemente tendríamos que crear, tendríamos que imaginar situaciones hipotéticas, verdaderas codificaciones sobre las
que, presentándoles elementos que tipificasen la situación para
los participantes en el seminario, se les pediría que escribiesen
sobre ellos en un tiempo x. En el fondo, se les pediría que descodificasen la codificación.
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 207
A partir de un ejemplo que daré ahora podemos imaginar el
resto, del que lamentablemente
ninguno de nosotros tiene documentación hoy en día. Un dibujo, por ejemplo, donde se ve
una típica escuela rural de la isla, revelando n elementos de su
ambiente.
El grupo coordinador del seminario solicitaba:
a) Caracterizar, describir lo que se ve en el cuadro en términos
puramente narrativos.
b) Describir y analizar la rutina de un día no sólo de la escuela,
sino también de la zona donde estaba la escuela.
c) Describir, ahora más detalladamente, y en función de la experiencia -si la tuvo- o del conocimiento adquirido por informaciones, la relación entre las profesoras y los alumnos de esta escuela.
d) En caso de que desee hacer críticas al modo como se da la
relación entre las profesoras y los alumnos, fundamentarlas y sugerir cómo mejorar tal relación.
e) ¿Qué piensas de la positividad o de la negatividad de una escuela rural cuyos contenidos programáticos no incluyan nada o
casi nada sobre la vida de campo? En la respuesta analiza, critica,
señala caminos y, si estás de acuerdo, justifica.
j) De acuerdo con tu propia práctica, ¿qué es para ti enseñar
y qué es aprender?
g) ¿Crees que el papel del profesor es modelar al alumno conforme a cierto modelo ideal de hombre o de mujer, o por el
contrario ayudarlo a crecer y a aprender a ser él mismo? Justifica
tu posición.
Había otras indagaciones. Los participantes tenían dos horas y
media para responder a partir de las ocho de la mañana.
De las diez y media en adelante leíamos los trabajos. Una primera lectura individual de cada uno de nosotros. Inmediatamente discutíamos los diferentes trabajos. Por la tarde, debatíamos con todo el grupo tanto los aspectos teóricos como los
políticos y los metodológicos implícitos o explícitos en sus textos, basados en sus respuestas.
208
PAULO FRElRE
El diálogo entre los educadores nacionales y nosotros era muy
rico. Los análisis y las posiciones asumidas por ellos nos provocaban, y nosotros mismos -los coordinadores del seminario- nos
metíamos en discusiones sobre cómo reaccionaríamos frente a la
reacción de los educadores nacionales.
Dedicamos una semana entera a este curso y los resultados
fueron realmente excelentes.
Inmediatamente
después del curso que hicimos, los grupos
nacionales programaron otros tantos por todo el país.
Durante tres días nos reunimos con diferentes ministros de las
ocho a las diez y media de la mañana, mientras los participantes
respondían a las preguntas planteadas. Así nos reunimos con los
ministros de Agricultura, de Salud y de Planeamiento, y con ellos
conversamos sobre la posibilidad y la necesidad de un trabajo común que sumase el esfuerzo de sus ministerios al de la educación o tal vez, y mejor, de que el Ministerio de Educación, al programar su política, lo hiciese conociendo lo que se pensaba para
el país en términos de agricultura, salud y planeamiento.
Recuerdo que durante nuestro segundo y último encuentro
con Mr. Bishop hablamos sobre esa necesidad de una visión global del país, de las interrelaciones entre los diversos sectores, de
un buen equilibrio entre ministerios medios y ministerios fin, y
la comunicación entre todos. Hablamos de la cuestión de la
ética en el trato de la cosa pública, de la transparencia con que
el gobierno, sin importar la extensión o la profundidad de su
acción, desde una delegación policial en un rincón de la isla
hasta el gabinete del primer ministro, debe hablar o actuar.
Todo debe estar visible. Todo debe ser explicado. El carácter pedagógico del acto de gobernar, así como su misión educadora,
ejemplar, que por eso mismo demanda de los gobernantes una
seriedad incontestable. No existe gobierno que permanezca verdadero, legítimo, digno de fe, si su discurso no es corroborado
por su práctica, si apadrina y favorece a sus amigos, si es duro
sólo con los opositores y suave y ameno con los correligionarios.
Si cede una, dos, tres veces a las presiones poco éticas de los po-
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
209
derosos o de "amigos", ya no se detendrá. De ahí en adelante se
sucederán entonces los escándalos y la complicidad con estos escándalos acaba por anestesiar a sus agentes y crear el típico clima
de la "democratización de la desvergüenza".
En el momento en que recuerdo estos hechos de hace doce
años pienso en lo que hoy experimentamos en Brasil. La avalancha de escándalos en que están implicadas las más altas esferas
del poder, que se transforman en ejemplo para los simples ciudadanos del pueblo.
Todo es posible: engañar,
secuestrar, calumniar, matar,
"treinta monedas", comprar
puestos de alquiler por todo
traicionar, mentir, robar, falsificar,
asaltar, amenazar, destruir, recibir
bicicletas como si fuesen a abrirse
el país. Es preciso que todo deje de
ser posible.
La solución no está, obviamente, en el puritanismo
hipócrita,
sino en el gusto denotado por la pureza.
"Me gustaría mucho conversar un poco con usted" -me dijo
por teléfono un joven con acento portugués en una mañana de
domingo de la primavera de 1971.
Rápidamente lo consulté con Elza y ya con su anuencia lo invité a almorzar. Dejaría entonces para la tarde las respuestas para
una entrevista de una revista europea en que estaba trabajando.
Por eso mismo lo convidé para llegar a las once en punto, avisándole que a las dos y media de la tarde tendría que continuar trabajando en la entrevista que debía entregar el lunes.
En Ginebra todo queda cerca y hasta el ómnibus tiene horario, y un horario determinado. El ómnibus de las diez y cuatro
minutos pasa a las diez y cuatro minutos. Y si no pasa, no será
sorpresa que los habitantes del barrio reciban una carta muy cortés del servicio público pidiendo disculpas y prometiendo que el
hecho no se repetirá.
De este modo, al poco tiempo de la conversación telefónica
llega eljoven, realmente portugués, y toca el timbre. Era unjoven inquieto que hablaba rápidamente y mordiendo las sílabas,
comiéndose algunas vocales, jugando con las palabras en su es-
210
PAULO FRElRE
tructura de pensamiento de un modo diferente de como las hacemos "bailar" en nuestra estructura del pensamiento. Es eso,
además, lo que nos deja cansados a brasileños y portugueses en
nuestros diálogos. No es propiamente la prosodia más cerrada
de los portugueses, o más abierta de los brasileños, lo que los
cansa y nos cansa. Es la sintaxis. Tampoco es la semántica indicotomizable de aquélla. Es la sintaxis, la estructura del pensamiento. Eso es lo que nos cansa mutuamente.
En 1969, dos años antes de recibir la visita del joven inquieto
en Ginebra, recibí, en Estados Unidos, una serie de recados, algunos de ellos escritos en la misma hoja de papel, de ex analfabetos portugueses. Eran campesinos de una zona rural de Coimbra. Me escribían para hacerme llegar su agradecimiento por lo
que yo había hecho en su favor, para hablar de la amistad que
me tenían y para invitarme, cuando lo permitiesen las condiciones políticas, a visitarlos, abrazarlos, oír de sus bocas las palabras
de afecto.
Una joven norteamericana fue la joven portadora de los mensajes y de un banderín que habían hecho y que me regalaron. Las
palabras escritas en el banderín merecen cierta reflexión: "Hay
personas que hacen nacer flores donde no se pensaba que fuese
posible". Es como si hubiesen nacido con el destino correcto, con
el sino de no leer las palabras, y estuviesen convencidos de eso. Al
haber aprendido, la razón de lo sucedido estaba fuera de ellos.
En las profesoras y en mí. La razón sólo estaría en ellos si hubiesen fracasado.
Respondí a todas y a todos los que me escribieron, pequeñas
cartas en lenguaje simple, jamás simplista, y las dirigí a la dirección de María de Lourdes Pintacilgo, que algunos años después
sería primera ministra de Portugal y que en aquella época dirigía, junto con Tereza Santa Clara, el esfuerzo de un grupo de
personas excelentes que trabajaban en educación popular. La alfabetización en aquella zona rural de Coimbra era sólo una
parte de lo que hacía, con dedicación y competencia, el grupo
del Graal, amoroso y lúcido.
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 211
A cierta altura de la conversación el joven se refirió directamente al trabajo de Coimbra.
-¿ Usted sabe cuán distorsionadas fueron sus ideas en la zona
de Coimbra por un grupo de católicas?
-Lo que conozco del trabajo realizado en Coimbra no me parece ser una distorsión de mis propuestas sino, como todo indica, lo que podía hacerse históricamente -dije, y continué-:
¿Bajo qué régimen, bajo qué vigilancia policial cree usted que las
muchachas trabajaban en Coimbra?
y el joven, sin responder a mis preguntas, insistía en "que no
habían asociado la alfabetización con la lucha política contra Salazar. En el fondo, eran unas católicas idealistas sin la comprensión de la lucha de clases como motor de la historia" -concluyó
victorioso.
Pasan tres años y las fuerzas armadas colonialistas portuguesas
son concientizadas por la lucha de los africanos y hace eclosión
la Revolución de los Claveles. Un nuevo gobierno se instala y da
inicio al proceso de democratización del país y de descolonización del África anteriormente mal denominada portuguesa.
Esperanza, almas que antes tenían simplemente prohibido hablar ahora gritan y cantan, cuerpos que tenían prohibido pensar
discursean y rompen las ataduras que los aprisionaban.
Visito Portugal invitado por el nuevo gobierno así como por la
Universidad, adonde hablo a profesores y estudiantes. Visito
Coimbra, su universidad, y obviamente visito a los campesinos y
campesinas que en 1969 me habían escrito aquellas cartas fraternales, guiado por las mismas muchachas amorosas y dedicadas,
creyentes en Dios y en la necesidad de cambiar el mundo en favor de los más necesitados. Los abracé y las abracé cariñosamente. Nuestros cuerpos parecían "escribir" unos en los otros
nuestro discurso afectivo que expresaba un mutuo agradecimiento. El de ellos hacia mí, y el mío hacia ellos y ellas.
Fue aquella mañana en Coimbra, en el campo, cuando supe
que aquella pequeña comunidad rural, junto con otras pocas,
había dado apoyo total al gobierno revolucionario en uno de los
212
PAULO FRE1RE
embates de la derecha. Una de las campesinas más viejas que se
había alfabetizado con las jóvenes del Graal despertó cierta madrugada y discretamente recogió la propaganda fascista que había sido distribuida por la noche en su aldea. La aldea entera se
negó a apoyar la manifestación derechista a que fuera convocada por los panfletos ...
No fue necesario hacer ningún discurso sobre la lucha de clases, que de hecho se da durante el curso de la alfabetización,
para que en el momento preciso ella y sus compañeros percibiesen la relación entre la lectura de la palabra, la lectura del
mundo y, principalmente, la transformación el mundo ...
El trabajo de las muchachas católicas había sido sensato y dentro de los límites de la buena táctica y de ningún modo reaccionario.
La Revolución de los Claveles me soprendió en una visita de
treinta y cinco días a Australia, Nueva Zelanda y algunas de las
principales islas de la región. La Pedagogía del oprimido era nuevamente el centro de la trama. La publicación de Penguin Books,
como ya he destacado, la difundió por todo aquel mundo al que
se sumaban la India y el África equivocadamente
llamada inglesa. Nunca acepté la denominación de África inglesa, francesa,
portuguesa, por hablar sólo de estas Áfricas. Varias veces discutí
con amigos ministros de las ex colonias portuguesas -eso sí, ex
colonias portuguesas- contra la designación de África de "expresión portuguesa". No creo en la existencia de ésta, como tampoco en la del África de "expresión francesa o inglesa". Lo que
tenemos es un África a la cual se impuso, dominantemente,
colonialmente, la expresión portuguesa, la expresión francesa, la expresión inglesa. Y esto es otra cosa.
El gran riesgo, o uno de los grandes riesgos de estas Áfricas,
es, un poco por nostalgia del colonizado -el sentimiento ambivalente que el colonizado tiene por el colonizador, sentimiento de
rechazo y de atracción, al que se refiere Albert Memmi-, un
poco por necesidad, un poco por presión, el de ir profundizando entre ellas y sus "ex-expresiones" lazos que encarnen hoy
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 213
un nuevo tipo de expresión: la neocolonial. No es que yo defienda
lo imposible y lo absurdo para las diferentes Áfricas: la ruptura
absoluta con el pasado, que en el fondo no se transforma, y la renuncia a lo positivo de las influencias culturales de la vieja
Europa. Lo que defiendo y sugiero es la ruptura radical con el colonialismo y el rechazo, igualmente radical, del neocolonialismo.
La superación de la burocracia colonial, la superación de la escuela colonial, la formulación de una política cultural que enfrente seriamente la cuestión de las lenguas nacionales, despectivamente llamadas dialectos por los colonizadores, como llegué a
sugerir a los gobiernos de Angola, Bissau, Sáo Tomé y Príncipe.
En realidad ningún colonizado, ya sea como individuo o como
nación, sella su liberación, conquista o reconquista su identidad
cultural, sin asumir su lenguaje, su discurso, y ser asumido por
ellos.
Que la ex colonia portuguesa, que la ex colonia francesa, que
la ex colonia inglesa, no den las espaldas a esas lenguas, a esas
culturas, sino que se sirvan de ellas y que las estudien, que las
aprovechen en sus aspectos positivos, no sólo es correcto sino necesario. Lo fundamental, sin embargo, es que el país que recibe
la contribución -cualquiera que sea, tecnológica o artística-, lo
haga como sujeto que decide y no como objeto pasivo de la
transferencia que realiza el otro país. En cierta ocasión me dijeron, tal vez en son de broma, que cierto país africano habría recibido como contribución una máquina para limpiar el hielo de
las calles durante las fuertes nevadas, y que además habría tenido que pagar por ella a la Unión Soviética. En este caso era la
Unión Soviética la que se imponía a ese país de África ...
Pero volvamos a Australia, a Nueva Zelanda, a Papuasia-Nueva
Guinea y a Fidji.
Dejo al margen los comentarios sobre la belleza, en ciertos casos casi inigualable, de esa región para tratar de fijarme en uno
u otro punto de la teoría de que habla la Pedagogía del oprimido,
anclada en mi práctica y en la de otros que me fue posible explicar teóricamente. En el fondo, todo el viaje se desarrolló así. En
214
PAULO FREIRE
la discusión, en la indagación, en la crítica refutadora, en el análisis concordante, en la solicitud de aclaraciones.
En Australia, principalmente,
tuve oportunidad de convivir
con intelectuales que desde el lado correcto de Marx y alcanzando, por eso mismo, la relación correcta mundo-conciencia,
percibieron las tesis defendidas en la Pedagogía del oprimido y no lo
consideraron un libro idealista. Pero también dialogué con quienes, presos en el dogmatismo igualmente de origen marxista,
más que minimizar la conciencia, la reducían a la pura sombra de
la materialidad. Para quien pensaba así, en forma mecanicista, la
Pedagogía del oprimido era un libro idealista burgués. Probablemente una de las razones que hacen que este libro continúe tan
buscado hoy como hace veintidós años es precisamente lo que
llevaba a ciertos críticos a considerarlo idealista y burgués. Es la
importancia de la conciencia que está reconocida en él, y que no
obstante no es vista como hacedora arbitraria del mundo; es la
importancia manifiesta del individuo sin que se le atribuya
la fuerza que no tiene; es el peso igualmente reconocido de los
sentimientos, de la pasión, de los deseos, del miedo, de la adivinación, del valor de amar, de exasperarse, en nuestra vida individual
y social. Es la defensa vehemente de las posiciones humanistas sin
caer jamás en sentimentalismos. Es la comprensión de la historia
en cuyas tramas el libro busca entender de lo que habla, es el rechazo a las posiciones dogmáticas y sectarias, es el gusto por la
lucha permanente, que genera la esperanza sin la cual la lucha
perece. Es la oposición que ya está incluida en él contra los neoliberalismos que temen el sueño, no el imposible -pues ése no debe
siquiera ser soñado- sino el sueño que se hace posible en nombre de las adaptaciones fáciles a las infamias del mundo capitalista.
Muchos o muchas de los que en los años setenta, a veces por
carta, me decían: "Reconozco la falta de la presencia marxista en
sus análisis, el desconocimiento por parte de usted de que 'la lucha de clases es el motor de la historia'. Creo, sin embargo -y
esas personas eran las más cuerdas- que podemos aprovechar
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 215
algo de lo que usted dice 'reescribiéndolo'
a usted marxistamente". Muchos y muchas de los que así se expresaban hoy se insertan, lamentablemente, en el "pragmatismo realista" en el que
ni siquiera reconocen a las clases sociales caminando por las favelas, por los arrabales, por ¡as ciudades perdidas, por las avenidas de América Latina.
Recorrí gran parte de Australia así. Discutí con trabajadores
de fábricas, con los llamados "aborígenes", por uno de cuyos
grupos fui recibido en reunión especial, debatí con profesores y
alumnos universitarios, con grupos religiosos, protestantes y católicos. Entre éstos, no importa que fueran católicos o protestantes, el tema generador era la Teología de la Liberación. Su importancia. La superación que proponía de la acomodación y la
inmovilidad por la comprensión del significado profundo de
la presencia del hombre y de la mujer en la historia, en el
mundo. En el mundo a ser recreado siempre como condición
para ser mundo y no un puro soporte sobre el cual posarse.
En Nueva Zelanda las discusiones en torno a la Pedagogía del
oprimido y con grupos semejantes a los de Australia se repetían,
con mayor o menor énfasis en uno u otro aspecto. Me impresionaron las discusiones con las dirigencias indígenas. Su lucidez, la
conciencia de su posición subalterna y su rechazo de ésta, su deseo de lucha, su inconformidad. Hoy, la lengua de la población
maorí (que por lo demás es bilingüe), de cien mil habitantes, se
estudia facultativamente en las escuelas.*
Por Papúa-Nueva Guinea pasé muy rápidamente. La isla se
preparaba para alcanzar su autonomía en pocos meses y asumirse a sí misma. Deshacerse del estatuto de "protegida" de Australia bajo el que vivía desde la Segunda Guerra Mundial.
Una de las reuniones programadas para mí fue con un grupo
de jóvenes políticos que posiblemente tendrían una posición
destacada entre los que dirigían el proceso de asunción del go-
*
The Cambridge Encyclopaedia o/ the Language, Cambridge, Cambridge
University Press, 1987.
216
PAULO FRE1RE
bierno nacional. Tuvimos una reunión prolongada en la que discutimos problemas relacionados con el desarrollo y la educación, la educación y la democracia. Educación fundamental y
universitaria. Identidad cultural. Lenguaje, ideología, clases sociales.
pe noche participé en un debate en la universidad cuyos temas, como era de esperar, expresaban dudas y críticas sobre momentos de la Pedagogía del oprimido.
Algunas de las críticas repetían otras que me habían sido dirigidas anteriormente en Australia.
Por ejemplo, al lado de ciertos méritos del libro se subrayaba
el cuño "idealista" de mi humanismo. La "vaguedad" ya referida
en este trabajo del concepto de oprimido y del concepto de pueblo.
Obviamente yo rechazaba, ayer como hoy, tal tipo de críticas.
Los debates, sin embargo, jamás perdieron el tono de diálogo ni
se transformaron en polémica. En el fondo las personas discordaban conmigo pero no me querían mal. Sus críticas no se nutrían de enojo incontenido hacia mí. Por eso, aun en posiciones
diametralmente opuestas, ni en Australia ni en Nueva Zelanda
dejé de tener nunca una relación respetuosa con los que conmigo discrepaban. Fue también lo que me sucedió con el académico norteamericano Chester Bowers, en la Universidad de Oregón, en un debate en presencia de sesenta participantes en un
seminario enjulio de 1987.
VII
Discrepamos casi totalmente durante una hora y media
sin necesidad de ofendernos ni maltratarnos. Simplemente defendíamos nuestras posiciones que se contradecían, pero no teníamos por qué distorsionar uno el pensamiento del otro.
Fidji fue el último momento de mi largo viaje. Dos sucesos
fundamentales justificarían mi camino por tan distantes rincones del planeta. El encuentro en la Universidad del Pacífico Sur,
en el que los estudiantes demostraron una intimidad para conmigo que me hacía sentirme uno de sus profesores, que vivía por
allí en los alrededores del campus -tal era la convivencia que tenían con mis libros, debido a la traducción de éstos al inglés-,
fue uno.
Hasta hoy me agrada recordar la tarde del encuentro. El auditorio recién inaugurado y repleto en su enormidad, y número
igual de personas por los jardines, a semejanza de lo que pasó en
abril de 1992 en la Universidade Estadual de Santa Cruz, en Itabuna, Bahía.
Fue preciso instalar, tanto en los años setenta en Fidji como
ahora en Itabuna, altoparlantes en los jardines de ambas universidades y sólo entonces fue posible comenzar los trabajos.
Obviamente no pudimos experimentar el diálogo que nos
gustaría haber tenido. En ambos casos, simplemente hablé a los
estudiantes. En los años setenta, en Fidji, sobre ciertos aspectos
discutidos en la Pedagogía del oprimido, que era texto curricular de
ellos. En 1992 en Itabuna, sobre este libro en el que revivo la Pedagogía del oprimido que es esta Pedagogía de la esperanza.
218
PAULO FREIRE
Salvando las distancias temporales y espaciales que separan a
las dos reuniones, que he juntado aquí en forma casi chocante,
hubo algunas semejanzas entre ellas. Los participantes e~ ambas, tanto los del Pacífico Sur de veinte años atrás como los de
Itabuna de hoy, tenían motivaciones parecidas: se movilizaban
impulsados por el gusto de la libertad y tenían un punto de referencia en la Pedagogía del oprimido.
El segundo suceso fue el homenaje que me hizo una comunidad indígena, en su poblado en el interior de un bosque denso y
bonito.
Fue una solemnidad en la que se mezclaron tanto lo político
como lo religioso y lo fraterno.
La dirigencia y los miembros de la comunidad estaban al tanto
de lo que yo escribía y hacía. Algunos de ellos incluso habían
leído la Pedagogía del oprimido. Por eso me recibían como a un intelectual comprometido con la misma causa que los movilizaba y
los animaba a la lucha. Insistían en subrayar este aspecto tal
como lo habían hecho en Australia los llamados aborígenes que
me habían recibido en su intimidad, en el seno de su cultura.
Era como si en el espíritu y en los rituales de sus tradiciones
me estuviesen otorgando un doctorado honoris causa.
Ésta viene siendo además una razón que tengo para una legítima felicidad, no para arrogancias: la de ser homenajeado por
los intelectuales de las academias y por los intelectuales de los
campos y de las fábricas.
No tengo por qué esconder que vengo recibiendo esos homenajes y que los recibo de un modo saludable, es decir, que me
alegran y me hacen bien. Si lo ocultara, caería en falsa modestia.
El ritual de profunda significación con que la solemnidad se
desarrollaba, al tiempo inocente y ligero, me tocó y me emocionó. En el fondo, la acción simbólica de la ceremonia según yo
la entendí, pues no fue explicada ni creo yo que debiese serlo,
me sugirió que yo, como extranjero y no portador de ciertas cualidades o de ciertos requisitos fundamentales, estaba siendo invitado a "entrar" en el espíritu de la cultura, de los valores y de la
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 219
fraternidad. Para eso, sin embargo, yo debería "sufrir" experiencias que provocasen en mí la capacidad de "comulgar" con la
belleza y con la ética de aquella cultura.
Fue muy significativo, por ejemplo, que en el comienzo de la
ceremonia, evidentemente de purificación, yo no pudiese hablar.
Me estaba negado el derecho de la palabra, fundamental, indispensable a la comunión. Pero no es cualquier palabra la que
puede sellar la comunión. Por eso mi silencio mientras no sucedieran ciertas cosas en la ceremonia que refundasen mi palabra.
Por eso también la designación de un "orador" que hablase por
mí, según ordenó el sacerdote. Si yo no podía hablar en la intimidad o en el seno de la cultura mientras mi palabra no fuese refundada, no me sería posible "sufrir" la experiencia de la refunda:
ción de la palabra en el silencio absoluto. La palabra que rm
representante
me prestaba tenía por objeto recuperar la mía
propia.
Solamente en el proceso entero de la ceremonia, luego del
parlamento oficial de un delegado del grupo -euyo discurso no
me fue traducido-, probablemente discurso de exigencias que
se me hacían y a las que mi "representante" respondía; después
de beber en la misma "copa" la bebida purificadora sin vacilar,
sólo entonces me fue concedido el derecho de hablar en la intimidad de su mundo.
Mi discurso entonces ya era el discurso de un casi hermano.
Un discurso aceptado por las reglas y por las exigencias ético-religiosas de su cultura.
,
Hablé unas pocas palabras en inglés mientras me traducía un
sacerdote católico francés que vivía en Fidji hacía veinte años,
aunque la mayoría entendiese el inglés. Hablé de la alegría y del
honor de hablar después de un largo período de silencio. Mi habla, agregué, estaba acrecentada por un significado que antes no
tenía. Era un habla que de momento se legitimaba en otra cultura en la que la comunión no era sólo la de los hombres y las mujeres y los dioses y los ancestros sino también la comunión con
las diferentes expresiones de la vida. El universo de la comunión
220
PAULO FRElRE
~nglobaba a ~os árboles, a los animales, a los pájaros, a la propia
tierra, a los nos, a los mares. La vida en su plenitud.
Fueron días en aquella región, y no sólo en Australia o Nueva
Zelanda o Papuasia-Nueva Guinea o Fidji, en que me dividía entre la belleza exuberante de la naturaleza, de la creación humana, el sentido vital, amoroso de la tierra, de las poblaciones
llamadas aborígenes, y la maldad que yo ya conocía. La infamia
de la discriminación, racial y de clase. Discriminación agresiva, a
veces ostentosa ya veces disfrazada pero siempre infame.
A propósit~ he dejado para el fin de este ensayo algunos pocos comentanos de mi última visita a Chile, en el gobierno de la
Unidad Popular, enjunio de 1973, algunos meses antes de la viol~ncia golpista que, estando ya en el aire, era fácilmente perceptible, y las referencias a mi primera visita a Argentina en noviemb~e de ~~73 durante el gobierno de Perón. Primera visita que se
distanció de la segunda por un largo espacio, provocado por el
golpe que acarreó la prohibición de los libros de Marx, los de
Darey Ribeiro y los míos.
Cuando leí el decreto publicado en la prensa casi telegrafié al
general que se había hecho presidente para agradecerle la excelente compañía en la que me había colocado.
Mi visita a Chile en junio de 1973 fue de las que me dejaron
marcas más vivas desde cualquier ángulo que la observe ahora
distante como estoy de ella.
'
Me detendré en dos momentos que viví en ella, en el clima extraordinario de la lucha político-ideológica y en la confrontación
de clases que alcanzaba niveles de sofisticación por parte de la
clase dominante y de fuerte aprendizaje por parte de las clases
populares. Fue de aquella época el discurso de un operario que
a~rmaba haber aprendido más en una semana que en toda su
VIda. En el fondo, el joven obrero se refería a su aprendizaje sobre la lucha de clases. Había participado en una comisión de trabajadores que buscaba comprender las razones por las que de
repente comenzaron a faltar en el mercado chileno un sinnúmero de artículos -ehupones, pollos, medicinas básicas, etcétera.
rando
gro-
por
me
rrando
riesgos.
rías
era
neoliberal
mundo,
festación
volver
cho
perdiendo
perversidad
oídos
tan
reunión
educadores
ya
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
221
Padres y madres de familia con noches sin dormir, niños llorando por falta de chupones. No había ni uno -ni por un milagro- en las farmacias de Santiago.
-Buen día. ¿Tiene usted chupones?
-No, lo lamento mucho. La culpa la tienen quienes votaron
por Allende -era el discurso ideológico memorizado que según
me informaron se oía en Santiago.
Esto es lucha de clases.
-¿Tiene usted pollo?
-No. La culpa es de quien votó por Allende.
La clase dominante prefería perder en aquel momento, enterrando millares de pollos, para volver a ganar mañana sin
riesgos.
Esto es lucha de clases.
Hace diecinueve años, la clase dominante enterraba mercaderías así como desviaba productos y mentía diciendo que la culpa
era de quien había votado por Allende. Hoy hace un discurso
neoliberal en el que dice, y no sólo en Chile sino en todo el
mundo, que no existen las clases sociales y que cualquier manifestación en favor de la superación del capitalismo perverso es
volver a un sueño peligroso, negativo o destructivo, que ya ha hecho mucho mal.
Espero que las progresistas y los progresistas que sufrimos,
perdiendo compañeros y compañeras, hermanos, amigos, con la
perversidad de los golpes que nos impusieron, no prestemos
oídos a esas falsedadedes con aires de posmodernidades
pero
tan viejas como la costumbre de mando de los poderosos.
El primer momento al que me gustaría referirme es el de una
reunión en la que participé con un vasto grupo de educadoras y
educadores marxistas que me arguyeron idénticas cosas a las que
ya cité en el transcurso de este libro. Argumentaciones,
por
ejemplo, sobre la lucha de clases, sobre mi "idealismo", sobre el
diálogo que según algunos parecía sugerir "democratismo", sobre el humanismo con ciertos aires idealistas de que la Pedagogia
del oprimido está imbuida.
222
PAULO FRElRE
Fue un debate muy vivo de más de dos horas. Su contenido,
que había sido grabado, constituyó más tarde un número de una
revista de educación de Santiago.
Es una pena que por haber extraviado mi ejemplar de la revista no pueda hoy transcribir algunos de sus diálogos, por un
lado, y ser más exacto en relación con los temas discutidos por el
otro. Nada de eso me impide, sin embargo, afirmar la excelencia
de aquel encuentro por la seriedad con que discutimos.
Hoy pienso, mientras escribo durante el mes en que se cumplen diecinueve años del encuentro, en los compañeros y compañeras con los que debatí en aquel encuentro de Santiago, lleno
de esperanza de que ellas y ellos ni siquiera se habrán dejado tentar por el discurso de la acomodación "pragmática" al mundo.
Antes de despedirme y dejar el amplio salón en el que estábamos les pedí que mirasen a su alrededor y pensasen críticamente
sobre un póster que estaban utilizando para la campaña de alfabetización. Había varios colgados en la sala.
Mostraba a un obrero de mediana edad sentado junto a una
mesa. Sobre él había una mano fuerte y decidida que parecía
desmenuzar algo entre los dedos y de la que caían palabras sobre una ranura en la cabeza pasiva del operario. La mano vigorosa del educador siembra las letras y las sílabas en la cabeza del
obrero, simple recipiente.
"Éste es un póster -les dije entonces- que habiendo sido hecho por progresistas implica una gran incoherencia pues expresa, sin vacilar, una ideología ostentosamente autoritaria. Pero
además revela una profunda ignorancia científica sobre lo que
es el lenguaje,
"Éste es en realidad un póster que pueden hacer y utilizar los
reaccionarios que unen a su reaccionarismo la tremenda ignorancia del lenguaje que acabo de mencionar."
Había otro póster que decía: "Quien sabe enseña a quien no
sabe".
Para que quien sabe pueda enseñar a quien no sabe es preciso
que quien enseña sepa que no sabe todo y que quien aprende
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 223
sepa que no lo ignora todo. Esto lo he dicho antes y lo repito
ahora. Sin este saber dialéctico sobre el saber y sobre la ignorancia es imposible que quien sabe enseñe a quien no sabe dentro
de una perspectiva democrática y progresista.
El segundo momento que me emocionó de aquella visita y al
que ya me referí en algún punto de este ensayo fue la noche que
pasé, acompañado por el sociólogo Jorge Fiori, en el poblado
Nueva Habana, una "invasión de tierra" que conquistó aires de
ciudad libre.Allí vi Ysentí de cerca la capacidad de organización y
de gobierno de las clases populares. La sabiduría con que la dirigencia no sólo detectaba los problemas sino que además los discutía con la población entera de esta casi ciudad. Nada se hacía
en la vida colectiva de la "ciudad" sin que fuese sometido al debate de todos.
Creían en la democracia que estaban construyendo juntos así
como en el derecho "popular" que ya comenzaban a codificar y
en la educación igualmente popular, progresista, democrática, a
la que iban dando forma. Creían en la solidaridad individual y
social en la que se sentían y se sabían creciendo. Y por todo eso
también se sentían sujetos de profundos sustos y miedos que le
causaban a la clase dominante y, también, objetos de su rabia incontenida.
Nueva Habana fue destruida. Su líder fue asesinado en septiembre de 1973.
Su espíritu de libertad, su sueño fraterno, su ideal socialista están vivos. Tal vez, posiblemente, esperando el tiempo para su regreso posible, que pasa por la superación o el rechazo del discurso "pragmático" neoliberal.
En el mes de agosto de 1973 recibí una llamada de Buenos
Aires. Era el jefe de gabinete del doctor Taiana, ministro de Educación. Me dijo que el propio ministro quería hablarme.
"Profesor Freire -me dijo el doctor Taiana-, tendríamos mucho gusto si usted aceptase nuestra invitación de venir a Buenos
Aires lo más pronto posible. Sería muy bueno, por ejemplo, entre fines de este mes y comienzos de septiembre."
224
PAULO FREIRE
Era una época ya comprometida con unos encuentros promovidos por el Consejo Mundial de Iglesias a los que no podía
faltar.
carme
Europa,
pués.
La visita quedó organizada entonces para noviembre de 1973
luego que ajustáramos algunas exigencias que yo hacía para ir.
No trabajar de noche era una de ellas. Aprovechar todo lo posible parte de esas noches escuchando tango era otra.
El ministro cumplió lo pactado. Trabajé mucho pero escuché
mucho tango en dos noches de Buenos Aires.
En mi viaje hacia Argentina pasé una noche en Lima en la
casa de mi querido amigo Darcy Ribeiro. Pasamos la noche enredados en una plática alimentada de afecto y la curiosidad inquieta de saber. Por esa curiosidad que sólo tiene quien, sabiend? que sabe, sabe que sabe poco y que puede y precisa saber
más. Esta no es la curiosidad que tiene quien se sabe abarrotado
de saber.
ció
Darcy, en su silla casi "papal", sentado sobre sus propias piernas, me habló sobre su trabajo en Perú, de los proyectos de libros, de sus reflexiones en el campo de la cultura y de la educación. Habló, hablamos también de nuestra nostalgia de Brasil.
Revimos lo que habíamos visto y cómo habíamos visto lo que habíamos visto en la época que antecediera al golpe de 1964,
cuando él comandaba la Casa Civil del presidente Goulart50 y yo
comandaba el Programa Nacional de Alfabetización.e!
Hablamos de Chile. De sus encuentros con Allende, del espíritu realmente democrático del presidente asesinado, del golpe
de Chile que igualmente habría sucedido aunque las izquierdas
no hubiesen cometido los errores que cometieron. Cuanto menos errores cometidos, tanto más pronto habría sido impuesto el
golpe. En último análisis, la razón del golpe estaba mucho más
en los aciertos que en los errores cometidos por las izquierdas.
Un gran amigo nuestro, de Darcy y mío, el gran filósofo, más
que peruano latinoamericano, Augusto Salazar Bondy, líder de
la gran reforma educativa en Perú, a quien Darcy y yo dimos alguna contribución que se sumó a la de Iván Ilich, fue a bus-
junto
equipo.
Discurso
leído
sido
cados
que
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
225
carme al aeropuerto. Una semana más tarde, ya de regreso a
Europa, lo visité en el hospital en el cual murió unos días después. Un cáncer que lo venía matando calladamente se pronunció en las vísperas de su fin.
Ahora recuerdo nuestras pláticas en Cuernavaca, en México,
junto con Iván Ilich, en nuestra casa en Ginebra, en Lima con su
equipo. Era siempre un pensador serio, comprometido, lúcido.
Discurso claro, que dilucidaba, jamás oscurecía, que revelaba.
Cuando lo conocí, a fines de 1969 en Cuernavaca, él ya había
leído un conjunto de textos míos, algunos de los cuales habían
sido incorporados a la Pedagogía del oprimido y que fueron publicados por el Centro de Formación Intercultural de Cuernavaca
que Ilich dirigía.
A él le escuché un análisis sobre lo que le parecía ser lo que
haría de la Pedagogía del oprimido, en fase de traducción al inglés,
un libro cuya actualidad perduraría. En otras palabras, "la Pedagogía del oprimido no es un libro coyuntural", me dijo un día.
En su carro, cuando llegué a Lima, presentí que mi amigo se
aproximaba a su fin. Obviamente no le dije nada mientras algo
me decía que él se sabía muriendo. Mis sospechas crecieron
cuando me dijo que se inquietaba por el tiempo que necesitaba
para escribir -cuando me contaba de un libro que estaba escribien do- y que de algún tiempo a esta parte acostumbraba grabar
su discurso mientras manejaba de un lado a otro. "Voy entregando diariamente a mi secretaria todas las cintas que grabo."
No sé si mi amigo finalmente consiguió grabar su libro. Si consiguió terminarlo.
Me gustó haberlo visto por última vez al ir a Argentina y al
volver de ella. Sólo siento no haber podido conversar con él sobre lo que vi. Sobre lo que escuché en Argentina -una revolución cultural casi sin ninguna base en qué sostenerse. Una revolución cultural que estaba siendo hecha por un gobierno sin
poder para tanto. Un trabajo en el campo de la educación sistemática, desde la escuela primaria hasta la universidad, y en el
campo de la educación popular, de enorme riqueza y creativi-
226
PAULO FREIRE
dad. Una experiencia que hizo a Darcy Ribeiro exclamar emocionado: "Por favor, cuiden bien lo que están haciendo".
Mi presencia de una semana en Buenos Aires se repartió entre
dos encuentros de cuatro horas cada uno con los rectores de todas las universidades públicas del país, un encuentro de un día
con todos los equipos técnicos del Ministerio, una reunión con
un grupo popular en una zona periférica de Buenos Aires, y finalmente una trasnochada con militantes políticos en la que discutimos lo que estaba sucediendo en el país.
Realmente me sorprendió el ímpetu innovador con que las
universidades se estaban entregando al esfuerzo de reinventarse. En todos los aspectos de la experiencia de cada una de
ellas había algo que observar. Tanto en la actividad docente
como en la investigación, donde trataba de evitarse cualquier
dicotomía que en el fondo perjudica a ambas, así como en la extensión. En gran parte de ellas, si no en todas, se buscaba igualmente innovar en la llamada extensión, que, en vez de limitarse a
una visita puramente asistencial de la universidad a las zonas populares, se estaba transformando en un medio a través del cual
la universidad buscaba encontrarse con los movimientos sociales y los grupos populares. Y ese encuentro se estaba dando también en la intimidad de la universidad y no sólo en las zonas populares. Recuerdo que discutíamos bastante sobre la cuestión
política, así como sobre la cuestión epistemológica involucrada
en este problema.
La decisión política, de carácter progresista pero que jamás
debería explayarse en populismo, de colocar a la universidad
también al servicio de intereses populares y la necesaria implicación -en la práctica- de una comprensión crítica sobre cómo
debe relacionarse la ciencia universitaria con la conciencia de las
clases populares. En el fondo, la relación entre sabiduría popular, sentido común y conocimiento científico.
No tenía dudas, como no las tengo hoy, de que cuando pensamos en términos críticos en universidad y clases populares de
ningún modo estamos admitiendo que la universidad deba
cerrar
con
promiso
tencia.
terio
investigación
zables-,
ni
paciones
que
tan
mente:
existente,
conocimiento
separar
que
destacar
existente
ñar
nuevo
ción.
toda
cia
indagación,
vestigación
que
es
formar,
vadora
enseña
llas
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 227
cerrar sus puertas a la preocupación rigurosa que debe tener
con relación a la investigación y a la docencia.
No forma parte de la naturaleza de su relación o de su compromiso con las clases populares la falta de rigor o la incompetencia. Por el contrario, la universidad que no lucha por un criterio más riguroso, por más seriedad en el ambiente de la
investigación así como en el de la docencia -siempre indicotomizables-, no podrá aproximarse seriamente a las clases populares
ni comprometerse con ellas.
En el fondo, la universidad debe girar en tomo de dos preocupaciones fundamentales de las que se derivan otras y que tienen
que ver con el ciclo del conocimiento. Éste, por su lado, cuenta
tan sólo con dos momentos que se relacionan permanentemente: uno es el momento en que conocemos el conocimiento
existente, ya producido, y el otro es aquel en que producimos el
conocimiento nuevo. Aun cuando insista en la imposibilidad de
separar mecánicamente estos dos momentos, aunque enfatice
que son momentos de un mismo ciclo, me parece importante
destacar que el momento en que conocemos el conocimiento
existente es preponderantemente
el de la docencia, el de enseñar y aprender contenidos, y el otro, el de la producción del
nuevo conocimiento, es preponderantemente
el de la investigación. En realidad, empero, toda docencia implica investigación y
toda investigación implica docencia. No existe verdadera docencia en cuyo proceso no haya investigación como pregunta, como
indagación, como curiosidad, creatividad, así como no existe investigación en cuya marcha no se aprenda necesariamente porque se conoce y no se enseñe porque se aprende.
El papel de la universidad, sea ésta progresista o conservadora,
es vivir con seriedad los momentos de este ciclo. Es enseñar, es
formar, es investigar. Lo que distingue a una universidad conservadora de una progresista jamás puede ser el hecho de que una
enseña e investiga y la otra no hace nada.
Las universidades con cuyos rectores estuve trabajando aquellas ocho horas en 1973, en Buenos Aires, estaban convencidas
228
PAULO FRElRE
de esto. Ninguna de ellas estaba pretendiendo reducir su propia
democratización al tratamiento simplista del saber. No era eso lo
que les interesaba, sino disminuir la distancia entre la universidad o lo que en ella se hace y las clases populares, sin pérdida de
la seriedad y el rigor.
Otro aspecto al que los rectores y sus asesores prestaron igual
atención, en el campo de la docencia, fue la búsqueda de una
comprensión interdisciplinaria y no puramente disciplinaria de
la enseñanza.
Departamentos de diferentes facultades ensayaban trabajos así
en el intento de superar las visiones fragmentadas a las que sometemos a la realidad y en las que, no pocas veces, nos perdemos.
Sin embargo, no todo eran rosas. Las reacciones obvias partían de los sectarios que, enraizados en su verdad, jamás pueden
admitir nada que la haga tambalear. Sectarios de derecha o de izquierda -iguales en su capacidad de odiar lo diferente-, intolerantes, propietarios de una verdad de la que no se puede dudar
siquiera ligeramente, cuanto más negar.
Este proceso con el que conviví una semana era tan bonito
como frágil y amenazado. En ninguna de las reuniones en las
que participé dejé de expresar mis preocupaciones ni de sugerir
tácticas coherentes con el sueño estratégico progresista que los
animaba. Siempre les decía que era necesario que fueran mañosos y astutos como las serpientes. Y ellos me miraban con ojos y
caras asustadas frente a lo que les parecían advertencias infundadas. Algunos de ellos no entendían y hasta reaccionaban molestos cuando les decía que para mí había una gran distancia entre
lo que ellos hacían en el país, a nivel de educación, de cultura,
de los movimientos sociales populares, del discurso, y las bases
reales de su gobierno. No es que no debiesen hacer más que
algo, debían hacer mucho. Pero era necesario estar con los ojos
muy abiertos en relación con aquel problema.
No me parecía necesario tener la sensibilidad aguzada y la sabiduría de un buen analista político para descubrir en el aire el
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
229
golpe que se gestaba, tanto es así que en Chile me "tropecé" con
el golpe en las esquinas de las calles, enjunio de 1973.
En una de las reuniones que tuve con los técnicos del Ministerio, por ejemplo, había un policía infiltrado que hasta me hizo
preguntas provocativas. Luego de los trabajos, uno de los educadores me comunicó el hecho entre sorprendido e irritado. Hablé con el coordinador, que me respondió que eso no tendría
ninguna consecuencia. Aun cuando lo que los educadores y las
educadoras conversaban conmigo era de público conocimiento,
la presencia del policía significaba más que lo que él pudiese hacer con nuestro diálogo. Su presencia revelaba el desequilibrio
entre el poder y el gobierno. Al fin y al cabo, aquélla era una
reunión oficial, patrocinada por el gobierno, convocada por el
Ministerio de Educación, y aun así los órganos de represión tenían el poder de infiltrarse y vigilarla. Era como si -yen realidad
era así-las fuerzas reaccionarias que comandaban el país hubiesen permitido el regreso de Perón por una razón táctica pero
ejerciesen una rigurosa vigilancia sobre su gobierno.
Creo que no faltaría a la verdad si dijese, ahora que el tiempo
ha pasado, que en ninguna de aquellas reuniones de trabajo en
las que participé, incluyendo las que tuve con militantes políticos, no hubo nadie que concordase conmigo en ninguna de mis
observaciones. A veces decían, en el mejor estilo de los chilenos
en el comienzo del gobierno de la democracia cristiana, que yo
aún presentaba secuelas de los traumas causados por el golpe brasileño de 1964.
Cuanto más avanzaban en sus programas, respondiendo a la
curiosidad popular y estimulándola, ya se tratase de programas
desarrollados en las universidades o procesados en las zonas populares, tanto más se aprontaban y preparaban el desenlace final, atentas, las fuerzas del golpe.
En mis conversaciones expresé mi seria preocupación por la
propia supervivencia de por lo menos parte de ellos. De aquellos
y de aquellas cuya participación política fuese o estuviese siendo
más visible, cuya práctica estuviese notoriamente más ligada a las
230
PAULO FREIRE
clases populares o a aquellos y aquellas de quienes el servicio represivo estuviese creando un perfil con trazos más cargados.
Lamentablemente
mis advertencias tenían una razón de ser.
El golpe vino luego de la muerte de Perón, violento, malvado, y
algunos de los amigos que no creían válidos mis análisis tuvieron
que dejar el país a toda prisa y a escondidas mientras que otros,
desgraciadamente, desaparecieron para siempre.
A ellos y a ellas, y a todos los que en América Latina, en América Central, en el Caribe y en África, cayeron en la pelea justa,
presento mi homenaje respetuoso y amoroso en esta Pedagogía de
la esperanza en la que revivo la Pedagogía del oprimido.
Finalmente cierro el libro con un pequeño relato de la visita
que hicimos Nita y yo a El Salvador en julio de este año de 1992.
Campesinos y campesinas que lucharon durante años con las
armas en las manos y con los ojos curiosos en las frases, en las palabras, leyendo y releyendo el mundo y peleando para hacerlo
menos feo y menos injusto, aprendiendo a leer y a escribir las palabras, me invitaron a El Salvador para festejar un hiato de paz
en la guerra. Querían mostrarme lo que habían hecho y lo que
estaban haciendo. Era su forma de homenajearme.
A ellos y a ellas se unieron sus profesoras y profesores, así
como algunas de las dirigencias de la lucha y la Universidad Nacional de El Salvador, que me entregó el título de doctor honoris
causa.
Una vez más la Pedagogía del oprimido estuvo en el centro del
debate, con sus tesis fundamentales más actuales y más vivas que
en los años setenta. Ella, y no solamente los trabajos de alfabetización para adultos realizados en los campamentos guerrilleros.
Tal vez diría mejor que la Pedagogía del oprimido estuvo presente
como arma fundamental de la alfabetización realizada como lectura del mundo y como lectura de la palabra, como lectura del
contexto y lectura del texto, como práctica y teoría en una unidad dialéctica.
Es posible que hasta lo que Nita y yo vimos en El Salvador -Ias
guerrillas unidas en sus diferencias en función de sus objetivos
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
231
estratégicos, las militantes y los militantes madurados por el sufrimiento, radicales y no sectarios, las educadoras y los educadores con los ojos abiertos, críticamente optimistas; la derecha, más
o menos bien comportada aunque insatisfecha, la presencia
necesaria y ejemplar de las Naciones Unidas asegurando el
acuerdo de paz- se desmorone, se deshaga, lo cual será profundamente lamentable, desde el punto de vista de lo que todo esto
significa para la historia actual.
Lo que no se puede negar es cierta originalidad en la experiencia. Derecha e izquierdas haciéndose mutuas concesiones
para, asegurando la paz, disminuir los costos sociales, el sufrimiento preponderante
y casi exclusivo de las clases populares
que se extiende a amplios sectores medios de la sociedad. Sufrimiento que afecta con menor rigor y en forma muy diferente a
las clases dominantes.
Aparentemente, la concesión que hacen las clases dominantes
revelaría un mayor desprendimiento
de su parte, pues la continuidad de la lucha las haría sufrir menos que a las clases populares. Digo más: aparentemente las clases dominantes estarían revelando su espíritu magnánimo al ceder, pues no tienen razones
para dudar de que su fuerza, aumentada por la ayuda externa
del norte, aplastaría a las guerrillas si éstas llegasen al control total del país.
No creo, sin embargo, en la magnanimidad de las clases dominantes como tales. Es posible y comprobable la existencia de
magnanimidad en individuos miembros de las clases dominantes,
pero no la magnanimidad de los dominantes como clase.
Las condiciones históricas simplemente las han colocado en
esta posición en la que el acuerdo de paz es un momento de la
lucha para ellas y para las clases populares, pero no el fin de
la lucha. Las fuerzas populares necesitan estar preparadas, y estoy seguro de que lo están, a juzgar por lo que escuché de algunos de sus líderes. No pueden "dormir" como si nada pudiese
ocurrir mientras "duermen", no pueden desmovilizarse ni descuidar su preparación, bajo pena de ser aplastadas.
232
PAULO FREIRE
De cualquier modo, esta forma de encarar la tregua, no siempre explícita por las partes en conflicto, la tregua como un momento de la lucha, como intento de construcción o de invención
de una paz de la que puede resultar una experiencia democrática diferente, es algo que revela o anuncia una nueva fase histórica. No es una "historia nueva" sin clases sociales, sin lucha entre ellas, sin ideología, como si de repente, por arte de magia,
desapareciesen las clases sociales con sus conflictos y sus ideologías por las mangas del saco negro de un gran mago.
Es claro que estas cosas no suceden, principalmente porque se
trata del dominio de lo político, sin engendrar unjuego de tácticas en el que los dos lados miden sus propios pasos y los de quien
camina del otro lado en función de sus propias posiciones estratégicas. En el fondo, las concesiones que se hacen los antagonistas son pensadas en términos de pérdidas menores, que a veces y
a largo plazo se transforman en victorias para uno de ellos.
Si hace algunos años ya era difícil que las izquierdas tomasen
el poder del modo que fuera, como en Chile, Nicaragua, Grenada, y permaneciesen incólumes, hoy con el desmoronamiento
del llamado "socialismo real" -y no del socialismo, repito- que
hizo que el conservadurismo se volviera más audaz, los límites de
las izquierdas, a corto plazo, se redujeron.
Es por eso por lo que, viendo las cosas con realismo, conseguir
la paz en El Salvador, con las limitaciones evidentes, con concesiones a veces un poco mayores de lo que se podría esperar, es la
mejor manera de avanzar, porque es la posible. Es la mejor manera de que el pueblo se afirme, de que gane voz, presencia en
la reinvención de su sociedad, de que disminuya las injusticias.
Digo más, es la mejor manera de crear e ir consolidando un
modo de ser democrático del que resulte inclusive el aprendizaje, por parte de los que están acostumbrados a poder todo, de
que mucho de lo que les parece una amenaza a sus privilegios
-obviamente entendidos por ellos como sus derechos inalienables- es apenas el hacer efectivos los derechos por parte de
quien venía siendo privado de ejercerlos. El aprendizaje de que
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
233
sus privilegios, como el de explotar a los débiles, el de prohibirles ser, el de negarles la esperanza, son inmorales y como tales
precisan ser extirpados. Por otro lado, el aprendizaje por parte
de los aplastados y las aplastadas, de los impedidos de ser, de los
renegados, de que por medio de la lucha seria, decidida, incansable, es posible rehacer el mundo. De que la esperanza tiene
sentido si es parida en la inquietud creadora del combate, en la
medida en que sólo así ella puede también parir otras luchas en
otros niveles.
El aprendizaje, finalmente, de que en una nueva práctica democrática es posible ir aumentando los espacios para los pactos
entre las clases e ir consolidando el diálogo entre quienes son diferentes. Vale decir, ir profundizando las posiciones radicales y
superando las sectarias.
Esto no significa, sin embargo, de ningún modo, que en una
sociedad que así viva la democracia se instaure una historia sin
clases sociales, sin ideología, como proclama cierto discurso
pragmáticamente
posmoderno,
inclusive donde nada o casi
nada de esto sucede. En este sentido la posmodernidad
está,
para mí, en la forma diferente, sustantivamente democrática, de
tratar los conflictos, de trabajar la ideología, de luchar por la superación constante y creciente de las injusticias y de llegar al socialismo democrático. Existe una posmodernidad en la derecha,
pero también existe una posmodernidad
de izquierda, y no,
como casi siempre se insinúa, cuando no se insiste, que la pasmodernidad es un tiempo demasiado especial que suprimió clases sociales, ideologías, izquierdas y derechas, sueños y utopías. Y uno
de los aspectos fundamentales para la posmodernidad
de izquierda es el tema del poder, el tema de su reinvención que trasciende el de la modernidad, el de su pura conquista.
No es este tiempo demasiado especial, sin clases sociales, el
que estamos viviendo en Brasil en los años noventa, ni tampoco
en Suiza y mucho menos en El Salvador. Por eso, inclusive, uno
de los aprendizajes que la posmodernidad progresista exige de
nosotros es que no siempre la victoria total de la revolución evita
234
PAULO FREIRE
que ella se pierda más adelante. A veces se pierde en pleno goce
de su poder, que ella simplemente conquistó pero no reinventó,
no recreó. Se pierde por el exceso arrogante de certeza en sus
certezas, por la consecuente falta de humildad, por el ejercicio
autoritario de su poder. Se pierde por su modernidad.
Conceder es pues la mejor forma de ir ganando hasta que en
cierto momento realmente se gana la lucha que jamás es final y
completa. Ganar la lucha es proceso sin un punto que se pueda
llamar final. Cuando se absolutiza este punto, la revolución se inmoviliza.
Visitamos diferentes regiones del país y en dos de ellas participamos en seminarios regionales de educación. Estuvimos en una
linda área abierta en el monte, una especie de escenario donde
los guerrilleros se reunían y se reúnen para discutir, para soñar,
para evaluarse y para divertirse.
Presenciamos una sesión de un "Círculo de Cultura" en que
los militantes armados se alfabetizaban, aprendían a leer palabras haciendo la relectura del mundo. El aprendizaje de la escritura y de la lectura de la palabra, que hacían en la comprensión
del discurso, emergía o formaba parte de un proceso mayor y
más significativo -el de asumir su ciudadanía, el de tomar la historia en las manos. Es esto lo que siempre he defendido y es por
esto por lo que siempre me he batido por una alfabetización que
conociendo la naturaleza social de la adquisición del lenguaje jamás la separe del proceso político de la lucha por la ciudadanía.
Lo que jamás he defendido es la alfabetización neutra, el mero
ba be bi bo bu que parta del lenguaje de los educadores y no del
de los educandos. Conversamos con los combatientes y con sus
comandantes en un clima de esperanza. En un clima igualmente
de esperanza pasamos casi todo un día en una casi ciudad recién
poblada por exiliados que sobrevivían en un país vecino.
Desde la cima de una elevación veíamos todo un mundo por
construir de un modo diferente.V
Almorzamos con el líder de la ciudad en construcción, que
nos habló de lo que significaba para todas y todos el regreso a su
PEDAGOGÍA
235
DE LA ESPERANZA
país, la participación en las transformaciones necesarias para
que El Salvador cambiase de "cara", para que se fuese convirtiendo en una sociedad menos malvada, menos injusta, poco a
poco más decente, más humana.
Este sueño, por lo que pudimos sentir en la conversación y en
el excelente libro de Ana Guadalupe Martínez,* una de las líderes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional,
FMLN, así como también en la visita que realizamos a Radio Venceremos, es la utopía por la que los militantes salvadoreños comenzaron a luchar desde el comienzo. Se lanzaron al ataque sin
jamás despreciar la educación y su importancia para el combate
mismo. Evitaron todo lo posible, por un lado, caer en la ilusión
idealista que presta a la educación una fuerza que no tiene y,
por el otro, caer en el objetivismo mecanicista que le niega todo
valor antes de la revolución. Raramente he percibido una expresión tan fuerte de confianza crítica en la práctica educativa
en grupos populares. Y en las dirigencias también. No puedo
dejar de transcribir aquí la dedicatoria que me hicieron, en una
obra de arte, en ocasión de mi visita a la sede del FMLN:
Paulo Freire
Con su educación liberadora usted también ha contribuido a la lucha del pueblo salvadoreño por el cambio
social.
Con agradecimiento
y respeto.
FMLN,julio,1992
Las más duras dificultades, las carencias y las necesidades del
pueblo, las idas y venidas del proceso que depende de muchos
factores para solidificarse, nada de eso ha disminuido, en Nita y
en mí mismo, la esperanza con que llegamos a El Salvador, con
*
Ana Guadalupe
1992.
Martínez, Las cárceles clandestinas, El Salvador,
VCA,
236 PAULO FREIRE
que vivimos una semana en El Salvador y con que dejamos El
Salvador.
La misma esperanza con la que termino esta Pedagogía de la esperanza.
P.F.
Septiembre de 1992
Notas
Cuando Paulo Freire, todavía escribiendo este libro, sintió la necesidad de aclarar ciertos puntos apenas tocados o mencionados -puesto que profundizarlos sería desviarse del foco de su
interés temático-, me pidió que escribiese estas notas explicativas.
Para mí fue una inmensa alegría colaborar en una obra suya.
y sobre todo colaborar escribiendo sobre cosas que me gustan
tanto y en las cuales me he envuelto, con pasión, desde hace más
de quince años, como son las "tramas" de la historia de la educación brasileña.
Probablemente algunas notas hayan resultado extensas -reconozco que soy demasiado prolija. Otras que pueden parecer superfluas al lector o a la lectora brasileños no lo son dado que
este libro ya se encuentra en proceso de traducción a varias lenguas extranjeras.
Así, personas de otras culturas y otros contextos desconocen
nombres y hechos que para nosotros son bien conocidos. Estoy
segura de que esto exige explicaciones detalladas.
Mi dedicación a las notas fue creciendo a medida que me fui
adentrando en el libro, profundizando su lectura.
Fui reviviendo momentos de mi infancia, cuando conocí a
Paulo como alumno del Colegio Oswaldo Cruz, después de mi
juventud, cuando fue mi profesor de "lengua portuguesa".
Luego de haber venido a vivir a Sao Paulo y ya casada con Raúl,
me encontré algunas veces con él en la casa de mis padres, en
Recife, y acompañaba sus trabajos de creación y aplicación del
"método de alfabetización Paulo Freire".
238
PAULO FRElRE
Entonces vino el golpe de estado de 1964 y sólo esporádicamente tenía noticias de él desde Chile, Estados Unidos, Ginebra,
y de su trabajo que crecía en espíritu crítico y extensión.
Lo leí por primera vez en español, cosa extraña que me hacía
pensar: "Tan brasileño, tan nordestino, tan pernambucano,
tan
recifense, y yo que lo conocí auténtico en ese estilo de ser ahora
lo estoy leyendo en lengua extranjera." Cosa extraña, desconcertante. Lo oía entonces, con su voz tan familiar, repitiendo el
texto en portugués. Voz mansa, convicción fuerte, creación ingeniosa, cosas propias del nordestino.
Después el relato de las relaciones que entabló con el mundo,
con sus lectores de la Pedagogía del oprimido, quedaron más lejos
de mí. Sólo en apariencia, puesto que pude entender esa relación, porque aquí en Sáo Paulo con mis colegas discutía la Pedagogía del oprimido, ya que entre nosotros también despertaba reflexiones, conclusiones y dudas análogas a las que él tuvo por el
mundo y que narra en este libro.
Aun sin el diálogo cara a cara, había entonces un punto en común con el que ahora, haciendo estas notas, me siento familiarizada. Con las mismas cosas, los mismos hechos y las mismas personas de que y de quien habla. Porque en los últimos cinco años
asistí a ellos y los viví, participando junto con Paulo, tanto en
Brasil como fuera de él.
Escribir las notas sobre las calles de Recife, sobre mi padre
Aluizio y el cae, sobre Ariano y Teperoá, o sobre lo que es maña
o el presidente Goulart, me fascinó tanto como describir y analizar lo que está siendo para la historia de la educación el pensamiento pedagógico de Paulo Freire desde el 11Congreso Nacional de Educación para Adultos, o la administración petista y su
gestión en la Secretaría Municipal de Educación, o la experiencia político-pedagógica cargada de emoción que fue la visita que
realizamos juntos a Segundo Montes en El Salvador.
Hacer estas notas no fue un trabajo mecánico o neutro. No.
Esto no existe y aquél sería imposible para mí dado mi modo de
ser, de involucrarme y de entender el mundo. Ellas están carga-
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
239
das de experiencias, de mi comprensión de la historia de la educación brasileña y de mi rebeldía contra el autoritarismo elitista
y discriminador de la tradición colonial y esclavócrata brasileña,
aún presente entre nosotros.
De las interdicciones y prohibiciones. De las interdicciones del
cuerpo que hacen que no sólo se difunda el analfabetismo brasileño, según una tesis que propongo, sino una ideología de la
interdicción del cuerpo que es responsable por los "niños y niñas de la calle", por la miseria y por el hambre, por el desempleo, por la prostitución y por el exilio y la muerte de tantos brasileños en el período de la dictadura militar. Interdicción del
cuerpo de Paulo Freire (y de sus ideas) al que se prohibió vivir
durante quince largos años en Brasil; interdicción -la suya como
la de tantos otros brasileños- que contradictoriamente
lo llevó a
escribir la Pedagogía del oprimido, que negando todas las formas
de interdicción en Brasil apunta a la posibilidad de liberación de
hombres y mujeres. Todo esto se redondea en esta Pedagogía de la
esperanza.
Por todas estas razones me he sentido estimulada a escribir estas notas. Así, lancé en ellas todas mis emociones, mis conocimientos de la historia de la educación brasileña, pero, por sobre
todo, mi lectura del mundo orientada por el triángulo interdicción-li beración-esperanza.
ANA MARIA ARAúJa
FRElRE
240
PAULO FREIRE
1 Una de las categorías más importantes, porque invita a la
reflexiones, en los escritos de la Pedagogía del oprimido es lo "inédito
viable". Poco comentada, y me atrevo a decir poco estudiada, esta
categoría encierra toda una creencia en e! sueño posible y en la
utopía que vendrá, si los que hacen su historia así lo quieren:
esperanzas bien propias de Freire.
Para Freire los hombres y las mujeres como cuerpos conscientes
conocen mal que bien sus condicionamientos
y su libertad. Así, en
su vida personal y social encuentran obstáculos, barreras que es
preciso vencer. A esas barreras las llama "situaciones límite".
Los hombres y las mujeres tienen diversas actitudes frente a esas
"situaciones límite": las perciben como un obstáculo que no pueden
superar, o como algo que no quieren superar, o bien como algo que
saben que existe y que es preciso romper, y entonces se empeñan en
su superación.
En ese caso la "situación límite" fue percibida en forma crítica y
por eso los y las que la entendieron quieren actuar, porque se
sienten desafiados a resolver de la mejor manera posible, en un
clima de esperanza y de confianza, esos problemas de la sociedad en
que viven.
Para eso ellos y ellas se separaron epistemológicamente,
tomaron
distancia de lo que les "molestaba", lo objetivaron; sólo fue posible
verlo como un problema cuando lo entendieron en su profundidad,
en su esencia, destacado de lo que está ahí. Como algo "percibido" y
"destacado" de la vida cotidiana -Io "percibido destacado"- que no
pudiendo y no debiendo permanecer como tal pasa a ser un tema
problema que debe y precisa ser enfrentado, y por lo tanto debe y
precisa ser discutido y superado.
Freire llama "actos límite" a las acciones necesarias para romper
las "situaciones límite". Por lo tanto los "actos límite" se dirigen a la
superación y a la negación de lo dado, de la aceptación dócil y pasiva
de lo que está ahí, implicando en esa forma una postura decidida
frente al mundo.
Las "situaciones límite" por lo tanto implican la existencia de
aquellos y aquellas a quienes indirectamente sirven, los dominantes;
y de aquellos y aquellas a los que "niegan" y "frenan", los oprimidos.
Los primeros ven los temas problema encubiertos por las
"situaciones límite", de ahí que los ("o,lIsideren determinantes
históricos frente a los cuales no hay nada que hacer más que
adaptarse. Los segundos, cuando perciben claramente que los temas
que desafían a la sociedad no están encubiertos por las "situaciones
límite" cuando pasan a ser un "percibido destacado", se sienten
movidos a actuar ya descubrir lo "inédito viable".
Esos segundos son los que se sienten en e! deber de romper esa
barrera de las "situaciones límite", para trasponer, resolviendo por
medio de la acción reflexiva esos obstáculos a la libertad de los
oprimidos, la "frontera entre el ser y e! ser más" tan soñada por
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
241
Freire. Representando este último, evidentemente, la voluntad
política de todas y de todos los que como él y con él vienen
trabajando por la liberación de los hombres y de las mujeres,
independientemente
de raza, religión, sexo o clase.
Ese "inédito viable" es pues, en última instancia, algo que el
sueño utópico sabe que existe pero que sólo se conseguirá por la
praxis libertadora que puede pasar por la teoría de la acción
dialógica de Freire o evidentemente, pues no será necesariamente
sólo por la de él, por otra que persiga los mismos fines.
Lo "inédito viable" es en realidad una cosa inédita, todavía no
conocida y vivida claramente pero ya soñada, y cuando se torna en
"percibido destacado" por los que piensan utópicamente, entonces
éstos saben que e! problema ya no es un sueño y que puede hacerse
realidad.
Así, cuando los seres conscientes quieren, reflexionan y actúan
para derribar las "situaciones límite" que los/las obligan como a casi
todos y todas a ser menos; lo "inédito viable" ya no es él mismo, sino
su concreción en lo que antes tenía de no viable.
Por consiguiente, en la realidad son esas barreras, esas
"situaciones límite" las que, aun cuando no impiden -después de
"percibidas destaeadas"- a algunos soñar su sueño, prohíben a la
mayoría la realización de la humanización y la concreción del SER-MÁS.
2 El colegio Oswaldo Cruz funcionó bajo la dirección de Aluizio
Pessoa de Araújo de 1923 a 1956, cuando, para tristeza suya y de
todos los que conocían sus frutos y los habían aprovechado
concluyeron la actividades de la que fuera, sin duda alguna, una de
las más importantes iniciativas pedagógicas de la historia de la
educación en el Nordeste si no queremos decir, como sería justo y
real, de la historia de la educación brasileña.
Conocido por la seriedad ética y por la excelencia de su
enseñanza, e! colegio Oswaldo Cruz, que no tuvo ninguna relación
con su homónimo de la ciudad de Sao Paulo, albergó en su cuerpo
docente alumnos y alumnas no sólo de Recife o de Pernambuco,
sino jóvenes de los estados de Maranháo y Sergipe, de casi todo ese
Nordeste brasileño que acudía a él por confianza en sus propósitos y
en sus prácticas educativas.
Como director y profesor de las lenguas latina, portuguesa y
francesa, Aluizio reunió a su lado, en la tarea educativa, a
profesionales experimentados en las diversas áreas del
conocimiento, aunque a la vez estuvo siempre abierto a recibir
contribuciones de nuevos profesores jóvenes. Paulo Freire es uno de
los muchos ejemplos. Fue en e! Oswaldo Cruz donde inició su
docencia como profesor de lengua portuguesa. Los criterios de
Aluizio para la elección de profesores fueron siempre la
competencia profesional y la dedicación y la seriedad en el
tratamiento de! acto de educar.
242
PAULO FRElRE
Fueron en forma preponderante
los profesores del colegio
Oswaldo Cruz los que formaron el cuerpo docente de casi todas las
facultades que reunidas constituyeron la primera universidad
federal del estado de Pernambuco, en 1946.
Con su espíritu y su cuerpo de educador comprometido hizo del
cae un instituto educativo innovador y progresista para la época.
Desde 1924 acogió en él a algunas jóvenes en coeducación con los
varones. y fue también en ese colegio donde recibieron su
formación moral y científica alumnos de otras religiones, sobre todo
la judía -los judíos no tuvieron escuela propia en Recife hasta los
años cuarenta.
El cae contaba con laboratorios para las clases prácticas de
biología, química y física, en tres anfiteatros que aún hoy serían un
sueño para muchas facultades del país. La colección de mapas
históricos y geográficos y la biblioteca eran de alto nivel y siempre
actualizadas. Mantuvo bandas de música, coro, clases de ballet para
las jóvenes. Sus alumnos se organizaban en asociaciones
estudiantiles y publicaban periódicos y revistas, de las que son
ejemplo Sylogeu y Arrecifes.
Por el colegio Oswaldo Cruz de Recife pasaron, como alumnos o
como profesores, nombres nacional e incluso internacionalmente
reconocidos de científicos, juristas, artistas y políticos. Citaría aJosé
Leite Lopes, Mario Schemberg, Ricardo Ferreira, Newton Maia,
Moacir de Albuquerque, Claudio Souto, Ariano Suassuna, Walter
Azoubel, Pelópidas Silveira, Amaro Quintas, Dácio Rabelo, Abelardo
y AderbalJurema,
Egídio Ferreira Lima, Hervásio de Carvalho,
Fernando Lira, Vasconcelos Sobrinho, Odorico Tavares, Evandro
Gueiros, Dorany Sampaio, Etelvino Lins, Armando Monteiro Filho,
Francisco Brenand, Lucílio Varejáo, padre e hijo, Ricardo Palmeira,
Mario Sete y sus hijos Hoel y Hilton, Valdemar Valente, Manoel
Correia de Andrade, Albino Fernandes Vital y, como ya se ha dicho
y él mismo declara, el autor de este libro. Personas de las más
diferentes vertientes ideológicas, pero todos con sólida formación y
competencia profesional.
El colegio Oswaldo Cruz en la persona de su director no tuvo
miedo de romper las tradiciones elitistas y autoritarias de la
sociedad brasileña. Los que por él pasaron no conocieron las
discriminaciones de clase, raza, religión o sexo.
3 La enseñanza secundaria fue objeto de legislación a comienzos del
gobierno de Getúlio Vargas, mediante dos decretos, uno de abril de
1931 yel segundo del mismo mes de 1932, que consolidó la citada
organización de 1931 de esa rama de la enseñanza media,
sistematizándola.
Como en la tradición histórica brasileña la legislación escolar
venía haciéndose casi exclusivamente por actos del Poder Ejecutivo,
sin las necesarias iniciativas del Poder Legislativo o de la sociedad
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
243
civil, esa reforma de comienzos de los años treinta no causó
extrañeza. Sobre todo porque Vargas después de perder las
elecciones había tomado el poder supremo de la nación, en
noviembre de 1930, por medio de las fuerzas revolucionarias que
negaban sobre todo la hegemonía de la aristocracia cafetalera de
Sao Paulo y Minas Gerais, que había gobernado al país casi todo el
tiempo desde la instauración de la república.
Aun cuando técnicamente esa reforma educacional de Vargas y
de su ministro de Educación de entonces, Francisco Campos,
contenía medidas innovadoras, al no haber escapado de la tradición
pecaba en el conjunto, porque pecaba políticamente por el exceso
de centralización autoritaria y por el gusto elitista de la minoría que
manda en nuestra sociedad.
La reforma en cuestión estuvo vigente hasta 1942, cuando Vargas
que continuaba en el poder, pero desde 1937 detentando una
franca dictadura, la sustituyó por otra que acentuaba aún más esos
rasgos nada democráticos de la primera reforma.
Esa rama de la enseñanza, de perfil académico, que no
profesionalizaba sino que era apenas un puente hacia el nivel
superior, contradictoriamente
-en un país que quería y necesitaba
industrializarseera la que gozaba de más prestigio y prerrogativas
en la sociedad política y los segmentos medios y altos de la sociedad
civil, dentro de los sueños elitistas que se perpetuaban desde su
creación por los jesuitas en el siglo XVI, con el nombre de "cursos de
humanidades".
La enseñanza secundaria consolidada en 1932, a la que hace
referencia Freire, establecía dos ciclos: el primero, llamado
fundamental,
tenía cinco años lectivos de duración y aceptaba
alumnos y alumnas de más de diez años de edad después de un
examen de admisión bastante riguroso y selectivo en términos de
contenidos. El segundo ciclo, propedéutico para el superior, tenía
dos años lectivos de duración y era llamado complementaria; para
matricularse en él era necesario haber aprobado el primer ciclo.
El complementario se subdividía en tres secciones, según el curso
de nivel superior que el estudiante fuera a seguir después de la
conclusión de ese segundo ciclo.
Así, los establecimientos de enseñanza oficial o los privados
equiparados al colegio Pedro 11--colegio oficial modelo para todos
los establecimientos de enseñanza secundaria del país- ofrecían los
cursos prejurídico, premédico y preingenieril.
Como en esa época todavía no existían en Brasil cursos de
educación y formación de profesores de nivel superior, todas las
personas que se inclinaban hacia una formación en las ciencias
humanas necesariamente tenían que cursar el "segundo ciclo
secundario prejurídico" y después la facultad de Derecho.
Fue ése el caso de Freire. Cuando ingresó a la facultad de
Derecho de Recife en 1943 no tenía una idea clara de hacerse
244
PAULO FRElRE
educador; mucho menos en 1941, cuando inició el prejurídico. Sin
embargo sabía y sentía que su tendencia era a estar lo más cerca
posible de los problemas humanos.
4 Escribir sobre el propio padre no es tarea fácil. Pero cuando uno
siente y sabe que fue un hombre que perfeccionó durante los casi
83 años de su vida las cualidades humanas de generosidad,
solidaridad y humildad, sin haber perdido nunca la dignidad,
hablar de él es ameno, alegre y gratificador.
Aluizio, dice el diario de su padre, el médico Antonio Miguel de
Araújo, "nació el 29 de diciembre de 1897 (miércoles) a las 4 de la
mañana. Fue bautizado el 21 de febrero de 1898 por el Padre
Marcal [ilegible] y los padrinos Urbano de Andrade Lima y su
mujer doña Anna Clara Lyra Lima".
Aluizio Pessoa de Araújo, nacido en Timbaúba, murió en Recife
ell de noviembre de 1979.
El educador pemambucano
recibió su formación académica y
religiosa en el secular seminario de Olinda y después de la
conclusión de los "cursos mayores" desistió, para tristeza de sus
padres, de ir a Roma para hacer allá los votos sacerdotales.
Pocos años después de eso Aluizio se casó, el 25 dejunio de
1925, con Francisca de Albuquerque, conocida como Genove, quien
colaboró desde el primer momento en el funcionamiento
del
entonces gimnasio Oswaldo Cruz. Tuvieron nueve hijos y la alegría
de conmemorar cincuenta años de casados, aunque sin uno de tus
hijos, Paulo de Tarso.
La renuncia a la vida sacerdotal y el casamiento no lo
distanciaron de una vida orientada por las normas y los principios
de la Iglesia Católica, antes lo acercaron a la religiosidad más
auténtica y profunda. Pautó por ella su vida privada y profesional,
viviendo su fe y perfeccionando
sus cualidades de generosidad y
solidaridad. Y más que eso, su complicidad con la seriedad y la ética,
y el compromiso con el humanismo que lo llevó a una práctica de
educador extremadamente
abierta a todos y todas los que querían,
necesitaban y deseaban estudiar. Y lo hacía con humildad.
Como desde los años veinte hasta comienzos de los cincuenta
Recife contaba con pocas entidades educacionales públicas, y por
consiguiente gratuitas, Aluizio, como director y propietario del coc
-como era conocido el colegio-, al mantener los cursos de
secundaria en realidad convirtió su institución privada en una
institución de carácter público. Sin haber disfrutado nunca de
fondos públicos, ofreció enseñanza en su propio instituto a muchos
jóvenes que la necesitaban.
Su gratuidad era total, pues nunca cobró a sus alumnos y alumnas
becados, en ninguna forma de cobranza que pueda existir, lo que
había donado por su generosidad personal y por su comprensión
social de que la educación era un derecho de todos y de todas.
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
245
Jamás se apartó de esos principios, pues siempre tuvo la
convicción de que ésa era la "vocación" de estar siendo en el
mundo.
5 El SES! -Servicio Social de la Industria- fue creado por el Decreto
Ley n" 9.403 del entonces presidente de la República Eurico Gaspar
Dutra, el 25 de junio de 1946.
Al atribuir poderes a la Confederación
General de la Industria,
encargándole la creación, organización y dirección de ese servicio,
el acto legal hace algunas consideraciones para justificar la medida.
Sucintamente, los motivos que impulsaron al Poder EJecutivo a
dictar ese decreto serían éstos: "las dificultades que las cargas de la
posgnerra han creado en la vida social y económica del país"; el
hecho de que es deber del Estado, aunque no exclusivamente,
"favorecer y estimular la cooperación de las clases en iniciativas
tendientes a promover el bienestar de los trabajadores y de sus
familias" y favorecer condiciones tendientes al "mejoramiento de su
nivel de vida"; la disponibilidad de la CN!, como entidad de las clases
productoras, para "proporcionar asistencia social y mejores
condiciones de vivienda, nutrición, higiene de los trabajadores, y así
desarrollar el espíritu de solidaridad entre empleados y
empleadores"; y el hecho de que "ese programa, animando el
sentimiento y el espíritu de justicia social entre las clases,
contribuirá grandemente a destruir, en nuestro medio, los
elementos propicios para la germinación de influencias disolventes
y perjudiciales a los intereses de la colectividad".
Es un retrato del país, y es interesante analizar y apuntar lo que
la "letra de la ley" no dice pero está presente implícitamente en el
decreto.
Empezaría por denunciar la forma misma del acto.
Viene de arriba, del Poder Ejecutivo. Y en una forma aún más
autoritaria que un decreto: es un decreto-Iey, es decir un decreto
que eljefe del EJecutivo, en este caso el presidente de la República,
expide con fuerza de ley, absorbiendo por lo tanto funciones
propias del Poder Legislativo, más allá del suyo propio.
Dutra, como otros presidentes brasileños, utilizó ese mecanismo
tan del agrado del autoritarismo centralizador brasileño que
felizmente ya ha sido proscrito de nuestro aparato burocrático de
Estado.
El documento en cuestión habla de las dificultades de posguerra
cuando Brasil podría haber salido enriquecido del período bélico,
puesto que antes de él había sido uno de los países proveedores de
diversos productos esenciales para la guerra.
Los otros considerandos ocultan el recelo del comunismo.
Traducen miedo del régimen antagónico al capitalismo, el de la
"cacería de brujas" ordenada por los países del "Norte". Indican un
camuflaje para evitar la revelación, clara y consciente, de la lucha de
246
PAULO FRElRE
clases. "Piden" la aceptación tranquila y pasiva de las diferencias de
condiciones materiales entre patronos y empleados. Asisten para no
enfrentar.
Freire entró a trabajar en ese espacio, lo que ya a primera vista
parece contradictorio; sin embargo fue allí, aprendiendo con
trabajadores urbanos, rurales y pescadores, pero sobre todo con las
relaciones impuestas por los patrones a los trabajadores, donde fue
capaz de ir formulando un pensamiento pedagógico con las marcas
del diálogo, de la crítica y de la transformación social.
6 La Facultad de Derecho de Recife, hoy una de las unidades de la
Universidad Federal de Pernambuco, fue siempre un espacio de
luchas políticas y de renovación de las ideas en el escenario
brasileño.
Creada después de la independencia
de Brasil, el 11 de agosto
de 1827,junto con la "del Largo de Sao Francisco" de Sao Paulo, esa
escuela de cursos jurídicos, que inicialmente funcionó en el
convento de San Benito, de Olinda, nacía como posibilidad de
formar algo más que los hombres que llegarían a constituir el
aparato jurídico nacional. Fueron los egresados de esos dos cursos
los que forjaron, inicialmente, el propio aparato de Estado
brasileño.
7 Freire tuvo que pedir asilo político y salir de Brasil cuando tenía
apenas 43 años de edad. Tuvo que vivir alejado de su patria y de sus
familiares por más de quince años.
En ese tiempo perdió a su madre y a muchos de sus amigos.
Entre estos últimos, innúmeros militantes políticos, animadores de
los "círculos de cultura" y monitores del Programa Nacional de
Alfabetización, que no fueron perdonados por las torturas y
persecuciones de los años de la dictadura militar.
Así, contradictoria e irónicamente debemos la salida de Freire
de nuestro medio, en un momento en que actuaba y producía en
forma seria, eficiente y entusiasta, precisamente a sus cualidades.
Su "pecado" había sido alfabetizar para la concientización y la
participación política. Alfabetizar para que el pueblo saliera de la
condición de dominado y explotado, y así politizándose por el acto
de leer la palabra pudiera releer críticamente el mundo. Así
entendía él la educación de los adultos. Su difundido "método de
alfabetización Paulo Freire" se basaba en esas ideas que traducía y la
realidad de la sociedad injusta y discriminatoria que hemos
construido. Y que era necesario transformar.
El programa se preparaba para llevar todo esto a gran número
de aquellos y aquellas a quienes se les había negado el derecho a
asistir a la escuela cuando el golpe militar de 1964 lo suprimió.
Los militares que tomaron el poder y sus agentes quemaban o
aprehendían,
en el espíritu del "macarthismo" macabro de la
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
247
Doctrina de Seguridad Nacional que se instalaba en Brasil
procedente del "Norte", todo lo que les caía en las manos y les
parecía "subversivo".
En esa "nueva" lectura del mundo, vieja en sus tácticas de
castigar, maltratar y prohibir, no había lugar para Freire.
Él, que tanto amaba a su país y a su gente, fue privado de estar en
él: y estar en él con su pueblo.
8 El estado de Pernambuco es una de las unidades más pequeñas de
la federación. Su territorio es una estrecha faja de tierra que se
extiende desde el océano Atlántico hasta el límite del estado de
Piauí, entre los meridianos 35 y 41 Ylos paralelos 7 y 10.
Por las condiciones de lluvias, humedad, vegetación y
temperatura se divide en tres zonas, que del litoral hacia el interior
son: Zona de Selva, Zona de Agreste y Zona de Sertño,
La primera aún conserva un poco de la selva atlántica que la
cubría cuando se produjo la invasión portuguesa de las tierras
americanas en 1500, y tiene índices pluviométricos altos,
temperaturas elevadas y mucha humedad en el aire. Hasta hoyes
una zona de plantación de cañaverales, continuando la tradición
portuguesa que en el siglo XVI tuvo allí su mayor fuente de riqueza.
Fue la aventura colonialista lusitana la que desforestó gran parte
de esta zona, moviendo sus ingenios y derribando sus árboles
mediante el trabajo esclavo y vendiendo el azúcar en los mercados
europeos, iniciando así la destrucción ecológica de la zona.
Al alejarse unos pocos kilómetros de la orilla del mar las
condiciones climáticas van modificándose gradualmente,
para dar
lugar a la Zona del Agreste, en que la vegetación y las lluvias va~
haciéndose cada vez más escasas hasta llegar a la Zona de Sertao.
Allí la vegetación es exclusivamente de cactáceas, sobre todo el
mandacarú y el xiquexique, que caracterizan lo que llamamos caatinga.
Las temperaturas son muy elevadas durante el día, con sol
abrasador y cielo azul, sin nubes, con un considerable descenso de
temperatura por la noche.
Como es una zona totalmente desforestada, evidentemente las
lluvias son raras, siendo cosa común que haya muchos meses y hasta
años seguidos de sequía.
Las "secas", como las llamamos, dejan los lechos de los ríos con
el suelo a la vista de las poblaciones hambrientas y sedientas. El
suelo que serviría para la siembra de los "cultivos de subsistencia" se
cuartea, se abre para acoger la miseria, los animales muertos y la
señal de que hay que emigrar hacia el sureste del país si no se
quiere morir.
9 La jangada que tan bellamente marca el paisaje playero nordestino
es una pequeña embarcación utilizada por los pequeños pescadores
para ganarse la vida en la pesca de alta mar. Al ponerse el sol
248
PAULO FREIRE
venden el producto que les ha brindado el día del generoso mar de
aguas tibias de esa región brasileña, no gratuitamente, porque los
riesgos son grandes y el trabajo arduo.
Embarcación frágil, se construye con una madera de poca
densidad que por lo mismo flota sobre las aguas. De madera tan
liviana y porosa que aun cuando se llena de las aguas saladas del
mar tiende a permanecer sobre ellas.
La jangada está compuesta de cinco troncos de pau dejangada de
entre cuatro y cinco metros de largo, gruesos y unidos para formar
su lastre por algunas varas de madera resistente y dura que los
sobrepasan en el sentido del ancho, que debe ser de más o menos
un metro y medio a dos metros.
La jangada tiene una vela grande de tela, tradicionalmente
blanca, en la que el viento al pegar hace navegar a la jangada. Pocos
instrumentos fuera de la red de pescar y la vela, apenas un timón
rústico de madera, un cesto -el samburá- donde el pescador junta
los pescados, un cucharón de madera con el que va mojando la vela
para que al hacerse "impermeable" ofrezca mayor resistencia al
viento que sopla. Y un ancla. Ésta, tan rústica como todo y todos los
de la jangada, se compone de una cuerda de fibras de caroá con una
piedra en uno de sus extremos que hace parar a la jangada en el
punto que el jangadeiro quiera, o mejor dicho en el punto donde
intuitivamente sabe que puede encontrar las riquezas del mar que le
interesan.
10 Los pescadores nordestinos llaman "pesca de ciencia" una técnica
elemental usada para la pesca de alta mar que consiste en lo
siguiente: se toman tres puntos de referencia, dos de los cuales
pueden ser por ejemplo un cerro y la torre de la iglesia local, o
cualquier cosa que destaque a gran distancia en el paisaje de la
playa. La tercera referencia es la propia orilla de la playa. Tres
puntos son suficientes para que el pescador se meta mar adentro, lo
más perpendicular
posible a la orilla y a algunos kilómetros de ésta,
y por la observación a ojo desnudo mida y evalúe si está equidistante
de los dos puntos elegidos previamente en tierra firme. En ese lugar
que elige, desde el cual todo lo que ve en la playa le parece un
simple punto, en ese lugar donde su intuición y su sensibilidad le
dicen "[es aquí! este lugar es bueno", deposita su trampa y después
de unos pocos días la retira sin errar, sin haber dejado ninguna
señal visible para él mismo o para extraños de lo que su ingenio
creador puso a su servicio.
El instrumento que media su "conocimiento científico" -la idea
de un triángulo isósceles- y el acto mismo de medir y de determinar
el punto justo para obtener los frutos del mar, es el covo. Construido
con una liana flexible pero resistente, el covo es un gran cesto que
sumerge muy hondo con ayuda de una piedra. El covo -que es una
especie de trampa porque los peces, los camarones y otros animales
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
249
marinos que penetran en él jamás vuelven a salir a la libertad de la
inmensidad de las aguas del mar- permanece en el punto escogido
por el pescador el tiempo necesario para llenarse, tras de lo cual se
retira.
Esas técnicas tan rudimentarias son sin embargo el esfuerzo del
sentido común, de la lectura del mundo por parte del pueblo
pescador que hace de la percepción, de la observación y de la
experiencia el camino hacia un conocimiento que se aproxima a lo
que para nosotros es el conocimiento científico.
Conocimientos como éstos de la "pesca de ciencia" son lo que el
etnocientífico de la Universidad de Campinas, Marcio D'Olme
Campos, estudia entre los pescadores del estado de Sao Paulo, con
una concepción muy diferente de la expuesta aquí (d. nota 36).
11 En el Nordeste brasileño llamamos calcaras a las casas de hojas de
palma construidas junto al mar y utilizadas para abrigar las
embarcaciones y pertrechos de los pescadores. Es también el lugar
donde los pescadores se reúnen a platicar y descansar entre las
horas de trabajo.
12 Cuando el "educador" padre o madre, profesor o profesora, obliga
a su víctima a extender las manos y se las golpea con fuerza,
generalmente
con la palmatoria, infligiéndole además del castigo
moral las marcas del dolor que según dicen redime, esas marcas casi
siempre se concretan en grandes ampollas a las que el pueblo llama
"pasteles" [bolos], debido a que el volumen de las manos va
aumentando después del "acto disciplinario", igual que los pasteles
aumentan de volumen con el calor del horno.
13 Los gobiernos militares de Brasil tuvieron los siguientes
mandatarios: mariscal Humberto de Alencar Castelo Branco, del 15
de abril de 1964 al 15 de marzo de 1967; general Arthur da Costa e
Silva, del 15 de marzo de 1967 al 31 de agosto de 1969, en que
impedido de gobernar por enfermedad fue sustituido por una junta
militar formada por los generales Aurélio Lyra Tavares, brigadier
Marcio de Souza e Melo y almirante Augusto Rademaker
Grunerwald, del 31 de agosto de 1968 al 30 de octubre de 1969;
Emilio Garrastaru Médici, del 30 de octubre de 1969 al 15 de marzo
de 1974; Ernesto Geisel, del 15 de marzo de 1974 al 15 de marzo de
1979, yjoáo Batista Figueiredo, del 15 de marzo de 1979 al 15 de
marzo de 1985.
14 La actual estructura de la enseñanza en Brasil (septiembre de 1992,
es bueno señalar la fecha puesto que está en trámite en el
Congreso una nueva Ley de Directivas y Bases de la Educación
Nacional), que fue elaborada y entró en vigencia en los tiempos
más duros de la dictadura militar -LDBEN de 1971-, consta de tres
250
PAULO FRElRE
niveles de escolaridad. El primer grado, de ocho años lectivos de
duración, está formado por los antiguos cursos primario y
gimnasio; el segundo nivel, de tres o cuatro años lectivos de
duración, según la rama que se curse; y el tercer grado llamado
nivel superior o universitario, que ofrece cursos de tres a seis años
de duración.
En la tradición histórica brasileña la enseñanza regular estaba
formada por la enseñanza elemental o primaria; el nivel medio:
secundario, comercial, normal, agrícola, industrial y náutico -de
esas seis ramas sólo la primera no era de nivel profesional, sino
únicamente propedéutica para el superior-; yel nivel superior. No
podemos decir universitario porque la primera institución de ese
nivel de enseñanza reconocida como tal entre nosotros es la
Universidad de Sao Paulo -U5P- creada por el gobierno de ese
estado en 1934.
Las "escuelas primarias" mencionadas eran las que,
evidentemente, ofrecían el primer nivel de enseñanza que
oficialmente debían recibir todos los niños de los 7 a los 10 años de
edad.
15 "Surearlos" [suleá-los]: Paulo Freire usa este término (que no se
encuentra en los diccionarios), a fin de llamar la atención de los
lectores sobre las connotaciones ideológicas de los términos
"nortear", "orientar", etcétera.
El Norte es el Primer Mundo. El Norte está arriba, en la parte
superior, y así el Norte deja "escurrir" el conocimiento que nosotros
del hemisferio sur "engullimos sin confrontarlo con el contexto
local". Cf. Marcio D'Olme Campos, "A arte de sulearse", en Teresa
Scheiner (ed.), Interaaio Museu-Comunidade pela Educaaio Ambiental.
Manual de Apoio ao Curso de Extensiio Universitária, Río de J aneiro,
Uni-Rio/Tacnet Cultural, 1991, pp. 59-61.
El primero en alertar a Freire sobre la ideología implícita en
tales vocablos, que marca las diferencias de nivel de "civilización" y
de "cultura", bien al gusto positivista, entre el hemisferio norte y el
hemisferio sur, entre el "creador" y el "imitador," fue el físico ya
citado, Marcio Campos, actualmente dedicado a la etnociencia, la
etnoastronomía y la educación ambiental.
Transcribo palabras del propio Campos, del mismo texto antes
indicado, que explican cómo percibió y viene denunciando la
pretendida superioridad intrínseca de la inteligencia y del poder
creador de los hombres y de las mujeres del Norte:
La historia universal y la geografía, tal como son
comprendidas por nuestra sociedad occidental de tradición
científica, demarcan ciertos espacios y tiempos, períodos y
épocas, a partir de referenciales internalistas e incluso
ideológicos, muy al gusto de los países centrales del planeta.
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
251
Muchos son los ejemplos de ese estado de cosas que imprime
un carácter apenas informativo y libresco a la educación en los
países periféricos, es decir, del Tercer Mundo.
En el material didáctico encontramos, en los globos
terrestres, la Tierra representada con el polo norte arriba. Del
mismo modo, los mapas respetan a través de sus leyendas esa
convención apropiada para el hemisferio norte y se presentan en
un plano vertical (pared) en lugar del horizontal (piso o mesa).
Por eso encontramos personas en Río de Janeiro que dicen que
van a subir a Recife y hasta es posible que crean que hay un
norte en cada pico de montaña, ya que "el norte está arriba".
En las cuestiones de orientación espacial, sobre todo en
relación con los puntos cardinales, también hay problemas
graves. Las reglas prácticas que se enseñan aquí son prácticas
sólo para quien se ubique en el hemisferio norte y se Nortee
desde ahí.
La imposición de esas convenciones en nuestro hemisferio
establece confusiones entre los conceptos de arriba/abajo,
norte/ sur y especialmente principal/secundario
y
superior/inferior.
En cualquier referencial local de observación, el sol que nace
por el oriente permite la Orientación. En el hemisferio norte la
estrella polar, Polaris, permite nortearse. En el hemisferio sur, la
Cruz del Sur permite "surearse".
A pesar de eso, en nuestras escuelas continúa enseñándose la
regla práctica del Norte, es decir, con la mano derecha hacia el
Oriente (Este), tenemos a la izquierda el Oeste, al frente el
Norte y el Sur detrás. Con esa seudorregla práctica disponemos
de un esquema corporal que por la noche nos vuelve de espaldas
a la Cruz del Sur, la constelación fundamental para el acto de
"surearse." ¿No sería mejor usar la mano izquierda para señalar
el Oriente? [Subrayados míos]
Después de esta larga pero imprescindible cita, quiero llamar la
atención sobre unas pocas palabras del texto que, siendo pocas,
dicen mucho y con mucha fuerza. No siendo palabras abstractas,
implican un comportamiento,
una postura de alguien, de alguna
persona que los tiene. Si los tiene es porque los adquirió
concretamente.
Así, me extiendo en las observaciones-denuncias
del profesor
Marcio Campos cuando pregunta, con intención de invitarnos a la
reflexión: "volvernos de espaldas" o "volver la espalda" o ponernos
de espaldas a la Cruz del Sur -signo de nuestra bandera, símbolo
brasileño, punto de referencia para nosotros- ¿no será una actitud
de indiferencia, de menosprecio, de desdén hacia nuestras propias
posibilidades de construcción local de un saber que sea nuestro,
para con las cosas locales y concretamente nuestras? ¿Por qué es
252 PAULO FREIRE
eso? ¿Cómo surgió y se perpetuó entre nosotros? ¿A quién favorece?
¿A qué favorece? ¿En contra de quién? ¿En contra de quién va esa
forma de leer el mundo?
¿No será esa seudorregla práctica, otra forma de alienación que
alcanza a nuestros signos y símbolos, pasando por el saber
elaborado, hasta la producción
de un conocimiento
que se da la
espalda a sí mismo y se vuelve de frente, con el pecho abierto, la
boca golosa y la cabeza hueca como una vasija vacía para henchirse
de los signos y símbolos de otro lugar, y por último para ser
recipiente del saber elaborado por la producción
de hombres y
mujeres del Norte, de la "cumbre", de la "parte superior", del
"punto más alto"?
16 El general Eurico Gaspar Dutra fue presidente de la República del
31 de enero de 1946 al 31 de enero de 1951, inmediatamente
después de la caída de la dictadura de Getúlio Vargas que el
general Dutra.junto
con muchos otros militares y civiles, había
ayudado a construir desde 1930, cuando el político de Río Grande
del Sur emprendió
su lucha por el poder que se prolongó por
quince años.
En octubre de 1945 Dutra fue uno de los que depusieron
al
dictador que apenas elegido inició, irónicamente,
el período
histórico que se conoce como "redemocratización"
brasileña.
17 Vasco da Gama es un barrio popular, de alta densidad
localizado
en lo que entonces
era la periferia
demográfica,
de Recife.
18 En el Nordeste se llama oiuio el espacio libre entre la casa y el muro
que delimita el terreno donde está construida, o bien el área situada
al costado de cualquier edificación. Así, cuando decimos "en el oiuio
de la iglesia" nos referimos a los lados de la misma, excluyendo, por
tanto, su frente y su fondo. Por lo tanto, una casa de "oitiies libres" es
la construida dejando un espacio -no muy grande, si no sería
quintal o jardíl1- entre ella y los límites del terreno donde está
edificada, el muro.
19 En los años cincuenta
la "línea Amo" de aparatos electrodomésticos
representaba
el poder de consumo de la clase media nordestina,
que en aquellas épocas de posguerra era muy bajo, sobre todo si lo
comparamos
con el de su equivalente estadounidense,
el de muchos
países europeos o incluso de las familias de la región sureste o sur
del propio Brasil.
Esa "pobre" clase media nordestina de entonces trataba de
presentarse
como merecedora
de respeto y quería destacar como
"pudiente" cuando poseía en su casa una línea de aparatos
electrodomésticos
de marca renombrada.
Así, quien podía comprar
-iY no lo hacía en silencio!- una licuadora, una aspiradora o una
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 253
batidora marca Amo se sentía y se consideraba
miembro
privilegiado de la modesta clase media nordestina.
20 Jaboatio,
ciudad situada a apenas 18 kilómetros de la capital
pemambucana
(hoy integrada económicamente
a ésta), era
considerada
distante de Recife en los años treinta debido a las
difíciles condiciones de acceso. Se llegaba a ella casi exclusivamente
por los trenes de la compañía inglesa Great Westem, que explotaba
esos servicios.
La familia Freire se había trasladado allí con la esperanza de
mejores días, ya que se contaba entre el gran número de familias
brasileña empobrecidas
por el crack de la bolsa de Nueva York de
1929.
Después de perder a su marido, doña Tudinha "viajaba"
diariamente
desde ahí a Recife con la esperanza de conseguir una
beca para su hijo Paulo. Cada día que regresaba con un "no la
conseguí", su hijo más pequeño sentía más distante la posibilidad de
estudiar.
Cuando ya en la desesperanza
hizo su último intento, a
comienzos de 1937, recibió el "sí" de Aluizio Pessoa de Araújo.
Pasando por casualidad por la calle Don Bosco vio en la casa
número 1013 una placa, "Ginásio Oswaldo Cruz" (hasta los años
cuarenta pasó a llamarse "Colegio Oswaldo Cruz", y entró. Pidió
hablar con el director. Y su petición fue acogida con una sola
condición:
"que a su hijo, mi más nuevo alumno, le guste
estudiar".
Fue en jaboatáo donde Paulo, viviendo de los 11 a los 20 años de
edad, conoció el mundo de las dificultades de vivir con recursos
financieros escasos, de los problemas generados por la condición de
viuda precoz de su madre -cuando la sociedad era muy cerrada para
el trabajo de las rnujeres- y de la dificultad que él mismo, "muy flaco
y anguloso", tenía para vencer a un mundo hostil para con los que
poco podían y tenían.
Pero fue también en jaboatáo donde sintió, aprendió y vivió la
alegría de jugar fútbol y de nadar por el río jaboatáo viendo a las
mujeres en cuclillas lavando y golpeando en las piedras la ropa que
lavaban para sí y para su familia, y para las familias más acomodadas.
Fue también allí donde aprendió a cantar y a silbar, cosas que hasta
hoy gusta de hacer para aliviarse del cansancio de pensar o de las
tensiones de la vida cotidiana; aprendió a dialogar en la "rueda de
amigos" y aprendió a valorizar sexualmente,
a enamorar y a amar a
las mujeres, y finalmente fue allá enJaboatiio
donde aprendió a
tomar con pasión los estudios de la sintaxis popular y la erudita de
la lengua portuguesa.
de aprendizaje, de
Asf jaboatáo fue un espacio-tiempo
dificultades y de alegrías vividas intensamente,
que le enseñaron a
armonizar el equilibrio entre el tener y el no tener, el ser y el no ser,
254
PAULO FRElRE
el poder y el no poder, el querer y el no querer. Así se forjó Freire
en la disciplina de la esperanza.
21 Quisiera llamar la atención de los lectores sobre los nombres de las
calles de Recife. Son nombres pintorescos, regionales, bonitos y
románticos que no pasaron inadvertidos a los intelectuales, poetas y
sociólogos, como por ejemplo Gilberto Freyre.
No siempre alegres, pero casi siempre con una preposición,
podemos leer en las placas azules de letras blancas de la secular
Recife: rua das Crioulas [calle de las Morenas], rua da Saudade
[calle de la Nostalgia], rua do Sol y rua da Aurora (las que corren a
ambos lados del río Capibaribe, en el centro de la ciudad, al
poniente y al oriente), rua das Gracas, rua da Amizade [de la
Amistad], rua dos Milagres, Corredor do Bispo [del Obispo]' rua
das Florentinas, pra(a do Chora Menino [plaza del Llora Niño], rua
dos Sete Pecados o rua do Hospício, rua dos Martírios, beco da
Facada [callejón de la Cuchillada], rua dos Mogados [de los
Ahogados] ...
La rua da Imperatriz, tan conocida por todos los recifenses, que
comienza en la confiuencia de la rua da Matriz con la rua do
Hospicio, se extiende por el puente de Buena Vista y continúa por
la rua Nova, es en realidad, aunque pocos lo saben, la rua da
Imperatriz Teresa Cristina, en homenaje a la esposa del segundo y
último emperador de Brasil, Pedro 11.
22 Massapé o massapé, según el "diccionario Aurelio" de la lengua
portuguesa, es un vocablo formado muy probablemente
por la
unión de las palabras massa [masa] y pé [pie] por el poder que esa
arcilla tiene de adherirse y agarrarse a los pies de quien la pisa. Es
propia del Nordeste brasileño y está "formada por la
descomposición de los calcáreos cretáceos, casi siempre negra, muy
buena para el cultivo de la caña de azúcar" (Aurélio Buarque de
Holanda Ferreira, Novo dicionário da lingua portuguesa, Río de
Janeiro, Nova Fronteira, s.f., p. 902).
23 Pinico o penico es una vasija de uso doméstico que las personas
llevaban de noche a su habitación cuando aún no había en las casas
baños modernos. Las capas populares llaman "pinicos del mundo",
por analogía, a las regiones donde el índice pluviométrico es
extremadamente
alto.
24 Badoque o bodoque es una honda o resortera de fabricación
rudimentaria y casera, hecha generalmente por los niños, que
consiste en una horqueta de madera, con un elástico o trozo de
hule que al ser tensado y después soltado de repente lanza la
pequeña piedra colocada en el centro hacia los pajaritos que desea y
matar. Es utilizado como juguete, pero sobre todo como medio de
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
obtener
alimentos,
entre las poblaciones
255
más pobres de las zonas
rurales.
25 Aquí es obvio que la palabra arqueología está usada
metafóricamente,
por lo demás muy al gusto de Freire de utilizar
lenguaje figurado.
Así, fue usada en analogía con su sentido tradicional. Freire está
hablando de la "arqueología" que hizo de sus emociones pasadas.
Reviviéndolas, hizo un análisis de búsquedas, de verdadera
"excavación" en las emociones que lo hacían sufrir y caer en la
depresión.
Por lo tanto esa "arqueología" no remite a la comprensión
tenía del mismo término el filósofo francés Michel Foucault.
que
26 Quien es nordestino en el Brasil -Paulo Freire agregaría "y
africano"- sabe lo que es el olor del suelo.
En Recife, a cuyo suelo se refiere el educador, la tierra que
recoge el calor y la humedad, cuando la moja la lluvia, exhala un
olor fuerte a humedad y calor, como de cuerpo de mujer, o de
hombre, que la sensualidad de los climas tropicales acentúa.
27 Freire se hizo amigo de Paulo de Tarso Santos desde que éste lo
invitó a coordinar un programa nacional de alfabetización.
La Ley de Directivas y Bases de la Educación Nacional de 1961,
al descentralizar la educación, inhibía en cierto modo las campañas
de carácter nacional. Pero hallándose el presidente joáo Goulart
presente en la graduación de un grupo que se había alfabetizado en
la experiencia de Angícos, en el estado de Río Grande del Norte, y
comprobando
la eficacia del trabajo de Freire, pensó en romper la
por entonces nueva orientación de la política educacional de dejar
las iniciativas de la práctica educativa exclusivamente como deber
de las unidades federativas.
A esa voluntad se sumó la sensibilidad de Paulo de Tarso, que
por entonces se había convertido en ministro de Educación -hoy
conocido también por la expresividad y la belleza de su pintura, en
que la presencia simbólica de Brasilia marca los rebeldes primeros
años sesenta de Brasil-, llevándolo a crear el Programa Nacional de
Alfabetización.
Freire coordinó ese programa, que debía alfabetizar a cinco
millones de brasileños en dos años. Se esperaba modificar así el
equilibrio de las fuerzas en el poder, puesto que el método Paulo
Freire, que fue oficialmente implantado, no quería alfabetizar
mecánicamente
sino politizando a los alfabetizados.
La percepción de que la sociedad avanzaba hacia ese
desequilibrio llevó a la élite conservadora, que cooptaba sectores de
las capas medias, a ver el método Paulo Freire como altamente
subversivo. Y lo era, aunque no desde la perspectiva del dominado.
256
PAULO FREIRE
Los dominantes se asustaron con el método, con el autor y hasta
del gobierno populista de Goulart, ignorando las reales necesidades
del país, que reclamaba mayor seriedad en el asunto de la
educación.
Con el golpe militar del 1 de abril de 1964, que tuvo como uno
de sus blancos principales impedir al pueblo la adquisición de la
palabra escrita, porque el método ya no tenía como característica lo
que tenían las campañas de alfabetización anteriores -Ia
alfabetización alienada y alienante-, el programa fue eliminado y
sus mentores perseguidos. Muchos de ellos, como Freire, tuvieron
que exiliarse para escapar de la prisión y las torturas.
28 "Ciudad-dormitorio"
es una expresión brasileña que se aplica a las
ciudades donde la mayoría de los habitantes se va todo el día a
trabajar, generalmente a una ciudad cercana de mayor tamaño o
mayor oferta de empleo, regresando de noche sólo para dormir.
Freire obviamente utiliza aquí el término como metáfora, para
indicar que en aquel momento Santiago era una ciudad a la que
acudían intelectuales de diversas partes del mundo para politizarse
más y para discutir la latinoamericanidad
y la democracia cristiana
de Chile.
29 Maña [manha] es una expresión que caracteriza un
comportamiento
muy brasileño en que la persona, que no quiere o
no puede enfrentar a otra persona o una situación embarazosa o
difícil, intenta disimular ese hecho o situación con ardides y
artimañas en forma que ni encara al otro o a la cosa ni tampoco
desiste de ellos. Gana tiempo procurando sacar provecho para sí sin
hacer explícita su intención, 'Jugando" con palabras y muchas
veces, sobre todo las personas de las clases populares.jugando
con
el cuerpo en el balanceo que intenta huir de la realidad.
En la comprensión de Freíre, maña es todo eso y también la
necesaria forma de defensa que se encuentra en la resistencia
cultural y política de los oprimidos.
30 Josué de Castro fue un importante médico pernambucano
que
estudió e investigó las formas de alimentación de las poblaciones
nordestinas, inaugurando con ello lo que se llamó "ciclo del
cangrejo".
Ese nombre se debe a que el cangrejo es el crustáceo típico de
las zona de manglares y uno de los alimentos fundamentales de las
capas más pobres de la población de esas áreas. Se encuentra en
abundanciajunto
a las viviendas de quienes de él dependen -los
palafitos se construyen sobre los lodazales donde crecen los
mangles- y además tiene un alto valor nutritivo.
El libro más importante de Josué de Castro, mundialmente
conocido, se llama Geografia del hambre. Es un libro chocante por su
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
realismo, que retrata el hambre y la lucha por la supervivencia
las proscritas poblaciones del Nordeste brasileño.
257
de
31 Minas Gerais es una de las unidades de la federación brasileña,
localizada en la región sureste (entre los paralelos 14 y 22 Ylos
meridianos 41 y 51), Ytiene ese nombre porque fue en la región
que corresponde a su territorio donde se descubrieron, a mediados
del siglo XVIII, las grandes minas de oro y después las de muchos
otros minerales nobles.
32 ruc-sr es la conocida sigla, entre los brasileños,
Universidad Católica de Sao Paulo.
de la Pontificia
33 En Brasil llamamos faoela a la aglomeración de casas construidas,
inicialmente, con restos de material de construcción, tablas viejas,
láminas de zinc, en fin, con chatarra diversa, y que hasta hace muy
pocos años carecía totalmente de los servicios de agua, luz, desagüe,
recolección de basura y transporte.
Las primeras fauelas fueron formadas por los contingentes de
esclavos libertos de fines del siglo pasado que, sin oferta de trabajo,
sin instrumentos ni calificación para el mismo, invadieron los cerros,
o morros, de las ciudades grandes. Abandonados en los caminos,
caminaron hacia los núcleos urbanos en la esperanza de sobrevivir.
Muchas de las [auelas que llenan las grandes ciudades brasileñas
ya no se exhiben sólo en los marros -hoy espacios predilectos de la
burguesía- de los que anteriormente
se apoderaban, sino también
en áreas junto a las carreteras y los arroyos, en terrenos urbanos
tomados por "invasión" y debajo de viaductos, en todas las áreas
"abandonadas" en que pueden instalarse en grupos familiares
pequeños o grandes, para vivir cerca del trabajo o de la "civilización".
Las mayores faoelas de Brasil se encuentran en los marros de Río
de Janeiro, porque para allá se encaminaron las multitudes de
esclavos liberados. La de la "Rocinha" tiene hoy más de 500.000
habitantes y pese a lo amontonado de sus viviendas, en estado de
casi promiscuidad que traduce el abandono de sus habitantes por la
sociedad, ellos mismos vienen politizándose, a menudo con ayuda
de "pastorales" de la Iglesia Católica, y con eso aglutinándose en
organizaciones de "moradores del barrio" que reivindican servicios
públicos.
En esa faoela, como en muchas otras, se agrava un clima de
violencia y de hostilidad que según entiendo es la respuesta a la
secular exclusión de la vida social de aquellos brasileños que fueron
obligados a "contar sus días de vida".
Así, como una "fuerza de venganza" de los oprimidos contra sus
opresores pagamos el precio, hoy, de tener en las fauelas uno de los
mayores problemas sociales, que entre otras cosas exige soluciones
urgentes y definitivas.
258
PAULO FRElRE
Entre esas soluciones estaría la reforma agraria. Brasil sigue
siendo tan colonial como en el siglo XVI, cuando fue dividido en
grandes latifundios -las capitanías hereditarias- en la esperanza,
ingenua, que tuvo Portugal de hacer de "esas tierras donde
plantando todo se da" un espacio habitado y productivo.
Los latifundios inmensos, sin producir y sin gente, propiedad de
una sola familia, han impedido que se haga en el país -que hoyes
uno de los pocos países capitalistas modernos e, increíblemente,
la
octava economía del mundo- una división más humana y más
racional, que por lo demás nunca se ha intentado con seriedad, de
esas tierras.
. En realidad hoy los gobernantes, sobre todo los presidentes
municipales, hombres o mujeres, tienen que encarar esos conjuntos
"clandestinos" -conspicuos en casi todos los grandes núcleos
urbanos del Brasil- para dar condiciones de habitación dignas a
quienes están en la necesidad de vivir allí.
Tiene que haber voluntad política aliada a las soluciones
técnicas, puesto que con la actual estructura económico-social de
Brasil no es posible acabar con los millares de [aoelas esparcidas por
todo el país.
En la ciudad de Sao Paulo la administración actual ha tratado de
mejorar las condiciones de las [auelas -pero sólo de las surgidas en
terrenos capaces de soportar la fijación de gran número de casas y
de personas, desanimando a las que se han instalado en terrenos
sujetos a derrumbes-, porque éstas ya no son el lugar de "paso" que
los migran tes utilizaban antes de poder adherirse a la vida
económica de esa metrópolis.
Hoy todos nosotros, tanto de la sociedad civil como de la
sociedad política, sabemos que la [aoela es el único espacio posible
de residencia, en la ciudad de Sao Paulo, para los trabajadores que
han llegado en los últimos años, con la ciudad ya saturada e
"hinchada" por el exceso de población (los censos dicen casi 10
millones, pero la estimación, más real, es de 12 millones), y que son
obligados a unirse a los antiguos habitantes de las [auelas, a los
desposeídos y marginados condenados desde hace más de un siglo a
vivir en ellas.
La población de las [cuelas de la ciudad de Sao Paulo aspira a la
legalización de sus construcciones -actualmente hechas en su
mayoría de ladrillos o bloques de cemento y cubiertas de tejas- y de
la posesión de los terrenos. Son innumerables las "sociedades de
amigos del barrio" que organizan escuelas y grupos de alfabetización
de adultos, en convenio con la Secretaría Municipal de Educación, y
solicitan de los poderes municipales otros servicios públicos.
Así, reclaman que la posesión de hecho de sus viviendas se
transforme en propiedad de derecho. La población de las [auelas
intuye que eso posibilitaría la urbanización de las [auelas, lo que en
consecuencia aseguraría servicios públicos mejores que los
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
259
existentes. En gran número de faoelas de Sao Paulo hay agua y luz
eléctrica, y ocasionalmente desagües.
La ciudad de Sao Paulo, que cuenta con el tercer presupuesto
más grande del país (después de la Unión y del estado del que es
capital, el estado de Sao Paulo), polo dinámico de la economía
nacional y centro cultural de la nación, contradictoriamente
tiene,
en 1992, una población de casi un millón defaveZadosviviendo en
las 1.790 fauelas registradas por el organismo competente de la
presidencia municipal.
34 Los corticos, igual que las [auelas, no son exclusivamente problemas
de habitación, sino principalmente
síntomas de problemas sociales
más amplios y graves.
Los corticos se forman cuando varias familias habitan en una sola
casa. En general alquilan al propietario o más comúnmente
subalquilan a un intermediario un pequeño espacio dentro de una
vivienda.
Los primeros corticos se instalaron en antiguos caserones del
c.entro de las ciudades, que albergaran antes a familias acomodadas.
Estas, alser "obligadas" a irse a vivir en barrios nobles, alejados de
los grandes problemas del centro y zonas aledañas, que hoy son
focos de violencia, dejaron sus antiguas viviendas, con sus
innumerables salas ,'cuartos, para ser las "casas" de esos habitantes
de clase media muy baja o baja. Actualmente los corticos se han
diseminado por toda la ciudad, también en casas más modestas que
aquellos nobles caserones.
Obviamente la promiscuidad es grande, así como los riesgos
generados por la falta de higiene y la mala conservación de los
antiguos caserones aristocráticos y de las construcciones precarias
de esos nuevos corticos.
Datos estimados por un organismo de la Secretaría que se
encarga de la vivienda en la ciudad de Sao Paulo, SEHAB-HABI,
indican que en 1992 hay en esa ciudad 88.200 casas convertidas en
corticos y un total de 3 millones de personas viviendo en ellas.
Algunas veces una familia no tiene exclusivamente para sí el
espacio alquilado, sino que lo comparte con otras familias, que se
alternan en turnos de 8 o 12 horas cada una, sobre todo si ese
espacio se encuentra en el centro de la ciudad, lugar privilegiado
por esa clientela.
Una parte de la población de la ciudad de Sao Paulo, como casi
todas las grandes ciudades brasileñas, vive en esas condiciones
impuestas por la división injusta del producto nacional y de las
tierras brasileñas.
35 Los llamados "jardines" de la ciudad de Sao Paulo son los barrios de
la clase media alta y de la clase alta, que inicialmente estaban
subdivididos en Jardín América, Jardín Europa y Jardín Paulista, y
260
PAULO FREIRE
hoy forman un todo en que las calles arboladas con césped y
jardines en las banquetas alternan con las casas grandes, bonitas y
bien construidas dentro de jardines inmensos y floridos y los
edificios de departamentos
en que no fa!tan el buen gusto, el
confort y el lujo.
Los 'Jardines" son el opuesto antagónico de lasfavelasy de los
corticos.
36 La etnociencia viene siendo entendida y ejercida por el equipo de
investigadores de la Unicamp (Universidad de Campinas,
Campinas, Sao Paulo, Brasil) -entre los que hay diferencias
adjetivas, no sustantivas-, entre los que se cuenta Márcio Campos,
como una etnografia del saber y de la tecnología (etnotecnología)
de contextos culturales diferenciados. Es la etnociencia hecha a
partir de la academia sobre la otra ciencia, de la otra cultura. Con
ella se ha estudiado, por ejemplo, a diversos grupos indígenas del
territorio brasileño, así como a los caicaras (aquí caicara es el
habitante mismo de la zona de la playa) del estado de Sao Paulo,
como un cuerpo de conocimientos que articula la ciencia y la
tecnología de esos pueblos con la cultura que les es propia.
El foco de los estudios de esos científicos se concentra en cómo
esos pueblos que viven de la pesca, de la recolección, de la
agricultura y de la caza construyen su conocimiento y elaboran sus
técnicas de protección y de extracción a partir de observaciones,
percepciones y vivencias que según los investigadores son creaciones
científicas porque están sistematizadas.
En el medio de los académicos más conservadores todo esto es
considerado apenas como un conocimiento del tipo del "sentido
común", incluso "precientífíco", pero los etnocientíficos refutan esa
interpretación
afirmando, porque lo entienden como verdad, que
los conocimientos de esos pueblos son científicos en forma análoga
a los sistematizados en las universidades. Se diferencian sólo por las
bases, los a priori y las metodologías utilizados en los dos focos de
producción de conocimiento. Y finalmente por las diferentes y
válidas formas de lectura del mundo y los consiguientes saberes
diversos que continuamente
emergen del proceso vivencia! y que
están cargados de conciencia de la situación histórica -no
prehistórica- de cada uno y de cada pueblo.
En consecuencia, ese grupo defiende, desde el punto de vista
ambiental amplio, no sólo la conservación de la diversidad biológica
del planeta, sino también la conservación de la diversidad
sociocultural, mantenedora de la primera que, por su
predominancia
geográfica, está compuesta en su gran mayoría por
los "pueblos de las selvas tropicales".
37 Freire designa como Río, como por lo demás es usual entre
nosotros, a la ciudad de Río de janeiro, Famosa por su belleza
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 261
inigualable, construida entre el mar, las montañas, las selvas y una
laguna, Río es una de las ciudades más importantes del país desde el
punto de vista político, económico y cultural, Fue capital de Brasil
desde el período colonial, cuando el polo dinámico nordestino de
la producción azucarera cedió el lugar a! "ciclo de la minería" en la
región que hoy llamamos Sudeste, hasta 1960, cuando la sede del
gobierno de la Unión fue trasladada a Brasilia. Esta última fue
construida por la osadía del presidente Juscelino Kubitschek y por
los talentos de los arquitectos Osear Niemeyer y Lucio Costa.
Durante parte del gobierno militar la cidade maravilhosa-como
llamamos los brasileños a Río de Janeiro, en homenaje, cantándolefue la ciudad-estado denominada Guanabara.
38 Ariano Suassuna, hoy miembro de la Academia Brasileña de Letras,
que fue también uno de los brillantes alumnos del colegio Oswaldo
Cruz, nació en Taperoá, pequeña ciudad situada justo en el centro
del estado de Paraíba, en la región del sertiio,junto a la sierra de
Borborema.
Ariano, por mal que suene su nombre y por más claro que sea el
color de su piel, es uno de esos hombres nordestinos orgullosos de
serlo. Es uno de esos que aman el calor, las piedras, el suelo árido, la
vegetación pobre, pero sobre todo la sabiduría y la astucia del
pueblo de su región.
Sus obras, que parten del "inculto(a)", del analfabeto(a)
o
casianalfabeto(a) , del suelo seco, de los hombres austeros y de las
mujeres fuertes que se forjan en la agresividad de la vida dura, de
las manos callosas y los pies descalzos por la pobreza y rajados por la
sequedad de sus cuerpos flacos, sin grasa, expuestos años y días al
sol inclemente, exponen la maña, la malicia y el poder de engañar
que tienen esos hombres y esas mujeres frente a la opresión" y al
opresor.
Esos cuentos relatados en el habla ingenua de los personajes de
sus Autos en un lenguaje popular, en el contexto y las situaciones
que tan bien caracterizan el Nordeste brasileño, rebasaron los
límites de la región y tomaron Brasil y el mundo, desde que Ariano,
muy joven, escribió su más bella y famosa obra, el Auto da
Compadecida.
39 Esta expresión -interdicción
del cuerpo- está escrita entre comillas
por Freire en alusión y referencia a la categoría que he venido
explorando en mis trabajos de investigación sobre la historia del
analfabetismo brasileño.
Gracias a estos estudios he percibido que la ideología de la
dominación jesuita, utilizada para amansar a! indio, al colono y al
negro en el comienzo de la colonización brasileña para favorecer el
enriquecimiento
de la corona portuguesa y luego de la propia
Compañía de Jesús, que había venido hasta aquí con la misión
262
PAULO
FREIRE
oficial de "instruir y catequizar al indio", fue tan eficiente que la
clase dominante la tomó para sí como uno de los mecanismos
capaces de reproducir la sociedad de los pocos que saben y pueden,
y de los muchos que permanecen excluidos de ser, saber y poder.
Fue a esa ideología a la que denominé "ideología de la
interdicción del cuerpo", entendiéndola como la que "explicando"
el fenómeno de la no ocupación del espacio privilegiado de la
escuela por la inferioridad intrínseca, por la incompetencia de
quien no los ocupa, camufla las verdaderas razones de las
interdicciones, como lo hace todo el discurso ideológico dominante
porque es la voz de la clase dominante. Éstas, las interdicciones, y
aquél, el discurso ideológico, en realidad están en relación
dialéctica con el contexto político y económico de nuestra sociedad,
por el modo como ella, la sociedad, produce su existencia.
Una organización social como la nuestra, colonial aun después
de su autonomía política (1822) y que hasta hoy conserva rasgos
característicos de una sociedad colonial, que por lo tanto se ha
venido conformando históricamente con valores, comportamientos,
normas, jerarquías y prejuicios pautados por la discriminación, por
el elitismo y por el autoritarismo, habrá de fundarse en las
prohibiciones y en las interdicciones.
Éstas pudieron así determinar que el analfabetismo brasileño
recayese sobre las capas socialmente más desvalorizadas, desde el
comienzo de nuestra historia hasta nuestros días. Por lo tanto,
actualmente inciden principalmente sobre las negras, los negros y
las mujeres blancas, todos pertenecientes a las capas populares.
La lectura del mundo de los jesuitas en el período en que
estuvieron en Brasil en misión ordenada por el gobierno de joáo III
(1549-1759) sobrestimaba el incesto, la desnudez y el canibalismo
-formas de estar siendo de los indígenas- introduciendo la noción
del pecado e introyectando la obediencia, la sumisión, la jerarquía,
la imitación, el ejemplo, la devoción cristiana -valores europeosque intentaban negar el pecado. Éste es el origen de lo que he
llamado ideología de la interdicción del cuerpo (d. Ana Maria
Araújo Freire, Analfabetismo no Brasil; ya mencionado en el cuerpo
de esta obra de Freire).
40 El "pasado esclavócrata de Brasil" aún tiene mucho de presente. En
las discriminaciones aristocráticas de las diferentes clases sociales
en las de raza y en las de sexo. Ya no en las de religión -que existían
entre nosotros unas décadas atrás.
Brasil ha sido considerado por la "cultura del Norte", por aquella
que deja "escurrir" su saber garganta abajo, hacia nosotros, en el
hemisferio sur, uno de los territorios descubiertos por el europeo
blanco y civilizado.
En 1500 en realidad Brasil fue "conquistado" por Portugal que
aquí clavó su bandera entre los altares y las misas de los padres
PEDAGOGÍA
DE LA ESPERANZA
263
católicos y los indios desnudos, provistos de tabúes y del "arte" de
oprimir y explotar.
Se creó entonces en estas tierras americanas una colonia que
tendría la función de producir lo que la división mundial del
trabajo de la época le exigió.
De ese modo, si económicamente
no era viable ir al Oriente a
buscar las especias, éstas debían ser extraídas aquí (en la región
amazónica), o producidas aquí (en el Nordeste).
Con la elección de qué producir -el azúcar- en las inmensas
extensiones de tierra dada, con la posibilidad de que Holanda
construyese los ingenios necesarios para la fabricación del producto
de consumo buscado en Europa y con la experiencia, pequeña pero
suficiente, de Portugal en el proceso de fabricación, subsistía apenas
un problema: quién trabajaría en el plantío de la caña y quién la
molería en los ingenios. Y quién purgaría las mieles que hervían en
las calderas con las maderas de la selva atlántica, entonces densa y
exuberante, del Nordeste brasileño.
La solución encontrada fue la esclavitud negra. Para eso los
colonizadores fueron a buscar a ciudadanos y ciudadanas de África,
comprándolos -como piezas del engranage de los ingenios
azucareros- a los holandeses, que por algún tiempo hicieron el
tráfico de negros entre África y Brasil.
A partir de 1534 y hasta 1888, cuando se abolió la esclavitud,
entraron en Brasil millares de negros y negras en un promedio
estimado en cinco mil almas por año (digo "alma" irónicamente,
porque los jesuitas que aquí llegaron en 1549 consideraban que los
negros y las negras eran seres sin alma).
Registran nuestros historiadores que la vida útil de ese "carbón"
que fue quemado en la producción azucarera de los primeros
siglos brasileños era, en promedio, de siete años de trabajo
esclavo.
Las mujeres, menos expuestas al trabajo pesado, eran muchas de
ellas "esclavas de la casa", dedicándose entonces al servicio
doméstico de las "casas grandes" vale decir, de la casa donde residía
el "señor" y su familia.
Fue común en ese tiempo de producción esclavista en Brasilia
"cruza" de hombres blancos con sus esclavas negras, porque querían
"poseer" a varias mujeres o inclusive porque querían aumentar su
patrimonio más valioso, los esclavos, a través de sus propios
descendientes.
Así se formó en Brasil una sociedad que de elitista y autoritaria
se transformó en discriminatoria y por lo tanto poco o casi nada
respetuosa de las relaciones de persona a persona, sobre todo
-reafirmo con el autor- cuando esa relación se da entre diferentes
sexos, razas y clases, sobre todo cuando ocurre entre blancos o
blancas ricos y pobres negros o negras.
264
PAULO FRElRE
41 Quilombo, en la acepción empleada en este libro, tiene una
connotación política fuerte como un lugar en el cual los negros
esclavos del Brasil se refugiaban yjuntos, en solidaridad total,
construían sus ciudades, prácticamente autosuficientes, en una
verdadera cultura de resistencia a la opresión barbarizan te de la
esclavitud.
Décio Freitas, el mayor estudioso de la cuestión negra entre
nosotros, asegura en su obra Palmares: a guerra dos eseravos que:
"Mientras hubo esclavitud en Brasil, los esclavos se rebelaron y
marcaron su rebelión con protestas armadas cuya periodicidad no
encuentra paralelo en la historia de ningún otro país del Nuevo
Mundo" (p. 11).
Debo advertir que la historiografía oficial omite tal
interpretación. La niega como real. Es que tiene "razones" para no
entender y no aceptar un hecho incontestado como fue el
contenido político y revolucionario de las rebeliones esclavas.
Esto pone de manifiesto la presencia del autoritarismo "rancio" y
discriminador del color que los negros (as) , siempre "vencidos(as)"
en nuestra historia, fueron obligados(as) a aceptar en el silencio
yen el "mutismo".
Hoy se difunden, aún tímidos, los "movimientos negros",
dirigidos por algunos negros y negras, aquellos y aquellas que a
partir de la aceptación de su negritud están haciendo su
valorización yasí forjando un nuevo tiempo y un nuevo espacio
para la raza negra en Brasil. Sin dejar jamás de saberse y
sentirse brasileños y brasileñas, estos hombres y estas mujeres
vienen acentuando, intencionalmente,
las marcas culturales
de la herencia africana. El silencio secular finalmente está
siendo sustituido por la voz, con la que se asumen
históricamente.
Los rebeldes esclavos(as) del siglo XVI no se rebelaron sólo para
preservar sus herencias africanas, sino que lucharon también y
bravamente por más de un siglo contra la esclavitud como sistema
económico-social del cual eran las mayores víctimas, tuvieran o no
conciencia crítica de ello.
La República Negra de Palmares, el quilombo más importante,
implantada en el sur de la capitanía de Pernambuco, fue ejemplo
de una economía productiva y de una organización social ejemplar
de negros y negras sublevados contra el régimen esclavócrata de
trabajo en que se fundaba la economía colonial, aliado del
latifundio y del monocultivo del azúcar.
Termina Freitas su contundente, bello e importante estudio
sobre las sediciones negras ocurridas desde fines del siglo XVI hasta
fines del XVII en el Nordeste brasileño, la región mas dinámica
económicamente
en los tiempos coloniales debido a la producción
azucarera, con estas palabras:
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
265
Cada quilombo erguido en la cima de una sierra selvática
constituye una pequeña y oscura epopeya. Cuando se aprecian
en conjunto y en una perspectiva histórica, los quilombos asumen
la dimensión de una gran epopeya.
No tuvieron éxito en los intentos de transformar la sociedad,
pero mostraron el predicado específico de la epopeya -la acción
heroica a través de la cual el hombre se afirma como tal,
independientemente
del éxito o del fracaso. Estas rústicas
repúblicas negras revelan el sueño de un orden social fundado
en la igualdad fraternal y están por eso incorporadas a la
tradición revolucionaria del pueblo brasileño.
Palmares fue la manifestación más elocuente del discurso
antiesclavista de los negros brasileños en sus casi tres siglos de
esclavitud. La resolución, tomada en la sierra da Barriga, de
morir antes de aceptar la esclavitud expresa la esencia del
mensaje que los negros palmarinos envían desde el fondo de su
noche. Pues, retomando la reflexión hegeliana: "El amo no es
amo sino por el hecho de que posee un esclavo que lo reconoce
como tal". [Décio Freitas, Palmares: a guerra dos eseravos, 2a. ed.,
Río deJaneiro, Graal, 1978, p. 210.]
42 Las discriminaciones autoritarias de la sociedad brasileña han
estado proclamando que el analfabeto no sabe pensar, decidir u
optar, por lo tanto no debería reconocérsele el derecho a votar. Se
dice también que los electos por él serían incultos e "igualmente"
nocivos para la nación.
Quienes así piensan olvidan que los "analfabetos" son analfabetos
de escritura y no de oralidad, y que la lectura del mundo antecede a
la lectura de la palabra, para citar al propio Freire.
Nuestra tradición histórica, surgida del nuevo modo de
producción esclavista de los tiempos coloniales, ha determinado
que seamos una sociedad autoritaria, como afirmo en algunas notas
de esta obra de Freire.
En el Brasil imperio votaban únicamente los "hombres buenos",
vale decir, los hombres que poseían bienes. La primera constitución
republicana de 1891, por el hecho de haber excluido a los
analfabetos (junto con los mendigos, las mujeres y los militares
subalternos) del acto de votar, perpetuó dialécticamente la
inexperiencia democrática. Y en medio de esta inexperiencia de
optar y elegir, la mujer votó y fue votada por primera vez entre
nosotros en el año de 1933.
Solamente en las elecciones de 1985 pudieron votar los
analfabetos que así lo desearan, pero no con carácter obligatorio,
como es el caso para todos los mayores de dieciocho años
alfabetizados, nacidos en Brasil o naturalizados, hombres y mujeres.
A partir de las elecciones de 1989 fue concedido a los jóvenes de
ambos sexos mayores de dieciséis años de edad el derecho de votar,
evidentemente, siempre que supiesen leer y escribir.
266
PAULO FRElRE
Con esta tradición histórica de "rancia aristocracia y elitismo" se
pueden entender el asombro, el rechazo y el miedo que los
procesos electorales provocan en Brasil, cualquiera que sea su nivel.
43 Luiza Erundina es la alcaldesa de la ciudad de Sao Paulo, y la
administración petista es la que ella realiza para la población de esa
inmensa ciudad de Sao Paulo como miembro del Partido de los
Trabajadores, el PT.
El PT, partido político nuevo tanto por su edad como por las
ideologías que lo orientan, posee una militancia aguerrida y
comprometida, y por esas razones cada día aumenta su intervención
y participación en la escena política nacional, y no sólo en los
municipios donde colocó alcaldes.
44 La Secretaría Municipal del estado de Sao Paulo ofrece, dentro de
los preceptos constitucionales, prioritariamente
la enseñanza de
primer grado (355 escuelas) de ocho años lectivos de duración.
Mantiene también una única escuela de nivel medio -segundo
grado- y muchas de educación infantil o prescolar (324). No
mantiene ninguna de nivel superior y apenas cinco de "educación
especial" exclusivamente para deficientes auditivos, con niveles de
primero y segundo grados de enseñanza.
En Brasil existen tres instancias de poder -federal, estatal y
municipal- que ofrecen enseñanza gratuita, respectivamente, de sus
competencias como prioridades, de nivel superior, medio y primario.
Digo prioritario porque nada impide, y de hecho sucede, que un
estado de la federación mantenga en funcionamiento
escuelas de
primer grado y de grado superior (el estado de Sao Paulo es el
mejor ejemplo), como también sucede que la municipalidad
ofrezca enseñanza de los tres niveles: superior, medio y primario.
Sólo en carácter muy excepcional la federación ofrece hoy
educación que no sea de nivel superior.
Es importante señalar que a esa red oficial de educación -sea de
enseñanza regular o de las diferentes modalidades de enseñanza
abierta- se suma la red privada, que también ofrece escolaridad
para los tres niveles de enseñanza instituidos en el país.
Estos establecimientos particulares de enseñanza están bajo el
control y la fiscalización de los órganos públicos vinculados a la
educación en las tres esferas de poder, además de obedecer,
evidentemente,
a los principios, objetivos y finalidades impuestos
por la Ley de Directivas y Bases de la Educación Nacional a la
educación escolarizada brasileña.
45 La tradición autoritaria y centralizadora del poder, tan familiar a la
sociedad brasilefia, se ha extendido, obviamente, a todas sus
instancias. No se podría esperar otro comportamiento
que ése, en el
ámbito de la educación.
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
267
Hasta 1961, cuando tuvimos la primera ley votada por el
Congreso nacional englobando los tres niveles de enseñanza (todos
los asuntos de educación, de 1822 a 1921, fueron impuestos por
decretos y por decretos-Ieyes, con excepción de dos leyes que
instituyeron, en 1827, los "cursos jurídicos" y las "escuelas de las
primeras letras"), las disciplinas y el quantum a estudiar de cada una,
sus objetivos, sus evaluaciones, pero sobre todo sus contenidos
-hasta entonces comúnmente llamados programas- eran
determinados por reglamentaciones
legales de varios tipos
emanadas del Ministerio de Educación con el aval de la Presidencia
de la República.
La citada Ley de Directivas y Bases de la Educación Nacional de
1961 fue la que posibilitó, ya no sólo excepcionalmente
o
únicamente en la letra de la ley, sino de hecho, algunas
deliberaciones de los poderes oficiales locales y de los propios
establecimientos
de enseñanza.
Experiencia inédita de democratización
de la enseñanza, por su
extensión y profundidad, fue la iniciada en la gestión democrática
de la alcaldesa Luiza Erundina por la capacidad de dirección, de
autoridad y de competencia profesional, pedagógica y política de
Paulo Freire.
Este trabajo arduo y dificil de realizar sin los "rancios"
autoritaristas e ínterdictores y sin llegar al otro extremo, el de la
permisividad y el espontaneísmo,
preocupaciones
constantes de
Freire, fue realizado con fuertes adhesiones en su gestión como
secretario desde ell de enero de 1989 hasta el 27 de mayo de 1991.
De este modo los contenidos estudiados por los alumnos de las
escuelas municipales de Sao Paulo que se adhirieron a la nueva
experiencia democrática de autogestión son aquellos que,
partiendo de las necesidades y de la vivencia de la comunidad, son
explorados cognoscitivamente
al mismo tiempo por los profesores y
profesoras de las diversas áreas del conocimiento.
El estudio por la multidisciplinariedad,
la elección de los temas a
estudiar como parte de la democratización
de la enseñanza, ha
dado resultados excelentes en lo referente a la adquisición del
pensamiento científico que parte del sentido común, que los niños
llevan consigo a la escuela. Y ellos además van percibiendo lo que es
fundamental para su formación, la unidad en la pluralidad de las
cosa y la parcialidad de las interpretaciones
dentro de la totalidad
del universo.
Freire, en la dirección de la Secretaría Municipal de Educación
de Sao Paulo, realizando una gestión genuinamente
democrática,
dio pruebas de que la descentralización
no sólo es posible sino que
es también deseable para fortalecer las decisiones que vienen al
encuentro de los deseos y las necesidades de las diferentes
comunidades, en términos de clases sociales, en el caso de esa
inmensa metrópolis que es la ciudad de Sao Paulo.
268
PAULO FRElRE
Habiendo delegado poderes a los cuadros técnicos de la
Secretaría, propició la formación de diversos órganos colegiados
que deliberaron sobre diversos temas ligados al núcleo principal del
acto de educar de ese órgano municipal que es la escuela.
En esos órganos colegiados participan alumnos(as),
profesores(as), directores(as), supervisores (as) , orientadores(as),
madres y padres de alumnos y todo el personal de apoyo que trabaja
en las escuelas, en fin, todos los interesados en el proceso educativo.
46 Freire podría haberse referido a trabajos suyos anteriores a 1960
para exponer su preocupación por los contenidos desde sus
primeros trabajos escri tos.
Me refiero al informe del Tema 3 que elaboró y fue presentado
por la Comisión de Pernambuco, la cual integró el 11Congreso
Nacional de Educación de Adultos realizado el} Río de Janeiro del 6
al 16 dejulio de 1958.
Recientemente presenté una tesis en el Simposio Minero del
Pensamiento Paulo Freire realizado en POI;OSde Caldas del 3 al 6 de
septiembre de 1992, asegurando que a través de este trabajo de
1958 Freire marcó su entrada en la historia de la educación
brasileña por la tesis revolucionaria que presentó en aquel congreso
sobre la educación de adultos.
Ese trabajo de Freire, estoy segura, fue la semilla de todos los
otros trabajos suyos que se sucedieron, pero además aquél tenía un
valor propio en sí.
Afirmé también, en la pequeña y bella hacienda hidromineral de
Minas Gerais, que la Pedagogía del oprimido; cuando fue publicada en
1970, irónicamente en inglés, en Estados Unidos, y no en su lengua,
el portugués, marcó a mi entender su lugar en la historia de la
educación universal.
Este libro, revolucionario desde que los primeros lectores y
lectoras lo leyeron, es revolucionario por el modo como su autor va
comprendiendo
la relación pedagógica entre los hombres y las
mujeres del mundo. Y abriendo a ellos y a ellas la posibilidad de
liberar a todos cuando tomen sus historias como tema de reflexión
y, "destacando" sus problemas, puedan enfrentarlos. Así, lo que
antes no parecía viable, se va transformando por el sueño en
"inédito viable" cuando quien soñó el sueño -el oprimido- se libera
liberando a su opresor (véase nota 1).
Los temas problema por estudiar, por meditar y por superar para
cada sociedad serían, obviamente, los contenidos experimentados
por estos hombres y estas mujeres que en comunión hacen la praxis
liberadora.
Ahora, con la Pedagogía de la esperanza, Freire expone y ahonda
sus temas preferidos de análisis de un modo más maduro, porque
objetivamente es necesario analizarlos como elementos del cuerpo
de una pedagogía crítica y liberadora, llevándonos a entender mejor
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
269
aún su pensamiento pedagógico por su seriedad crítica, por su
objetividad humanística y por la subjetividad comprometida, siempre
aliadas en todas sus obras a la innovación creativa. Freire nos lega así
no sólo la Pedagogía de la esperanza sino una pedagogía que es de la
esperanza porque está "empapada" en la posibilidad del diálogo, en
la utopía y en la liberación de los hombres y de las mujeres.
Retomando el informe del Tema 3, cuya temática propuesta por
el Ministerio de Educación, que organizó y convocó el evento, fue
"La educación de adultos y de las poblaciones marginales,favelas,
mocambos, corticos, núcleos de extranjeros, etc.", Paulo Freire
propuso, en un lenguage político-pedagógico
absolutamente
nuevo,
progresista y renovador para la época, que la educación de los
adultos en las zonas de los mocambos (construcciones hechas de
palos y barro cubiertas de palma) debería basarse en la conciencia
de la realidad de la cotidianidad vivida por los alfabetizandos, no
pudiendo reducirse jamás a la simple alfabetización mecánica y sin
compromiso. Los contenidos, entonces, deberían surgir de esa
vivencia de la realidad.
En el cuerpo de aquel informe, Freire habla de la importancia
de los "programas", como eran llamados comúnmente los
contenidos en aquella época. Transcribiré parte de las
"Conclusiones y recomendaciones",
puesto que éstas, siendo la
síntesis de su discurso total, no sólo condensan las ideas sino que
también apuntan soluciones.
Así, la importancia de los "contenidos programáticos", que
deberían ser democráticamente
seleccionados por las partes
interesadas en el acto de alfabetizar, dentro de una propuesta más
amplia de educar, era:
e) Que el programa de dichos cursos, siempre de acuerdo con la
realidad local, regional y nacional, sea elaborado con la
participación de los educandos, en algunos de sus aspectos, por lo
menos los que, flexibles y plásticos, se preocupan:
1. Por aspectos higiénicos, morales, religiosos, recreativos,
económicos de la vida local.
2. Por aspectos que engloben la vida regional y nacional,
principalmente
en lo concerniente al desarrollo del país.
3. Por el desarrollo y la utilización de la dirigencia democrática
local.
4. Por la creación de nuevas actitudes frente a la familia, a los
vecinos, al barrio, al municipio, basadas en un espíritu de
solidaridad y comprensión.
[Las cursivas son mías.]
De este modo, ya desde los años cincuenta, Freire hacía una
relación dialéctica entre la alfabetización, los contenidos por
estudiar y el acto político de educar, vinculando este último
elemento a los dos primeros.
270
PAULO FREIRE
47 En Brasil llamamos bate papo a una plática sin compromiso,
pretensiones o incluso inconsecuente.
sin
48 La Pedagogía del oprimido como obra de fundamental importancia
para las rupturas en innúmeras sociedades de nuestro tiempo sufrió
embargos e interdicciones en varias partes del mundo. Así sucedió
en los años setenta en Portugal, España y América Latina, donde
mandatarios extremadamente
autoritarios y sin legitimidad popular
proscribieron la Pedagogía del oprimido como "yerba mala".
Tengo en mis archivos una carpeta sobre la interdicción de esta
obra de Freire en Portugal, país en el cual las instituciones quedaron
bajo el yugo salazarista hasta la Revolución de los Claveles en 1974.
Consta en esos archivos que ahora analizo que el 21 de febrero
de 1973 la Dirección de Servicios de Información, órgano de la
Secretaría de Estado de Información y Turismo, ordenó en el Oficio
n° 56-DGI/S que el director general de la Seguridad se dignase, "por
el bien de la nación portuguesa", "tomar providencias en el sentido
de aprehender la publicación" de la Pedagogía del oprimido de Paulo
Freire, editada por joáo Barrote, puesto que aquella dirección había
averiguado que se trataba de "una obra de teoría política y
experiencia de mentalización del pueblo para una revolución
social".
Aun entendiendo
que la Pedagogía del oprimido no era una obra
"necesariamente
[... ) de naturaleza marxista" el documento asegura
que en esta obra de Freire se nota "mucho su influencia" -del
marxismo, obviamente.
Las autoridades también entendieron que siendo reducido el
tiraje de la obra e "inaccesible" su lenguaje no era tan peligrosa
dentro de la nación portuguesa.
Olvidaban que el tiraje se multiplicaba clandestinamente
y que la
restricción del lenguaje no era general. Los súbditos portugueses de
las colonias africanas son testimonio de ello: sus experiencias y
sufrimientos los llevaron a entender el lenguaje y las propuestas de
Freire.
49 Thiago de Mela, poeta del Amazonas que canta y decanta con tanta
belleza y creatividad al río Amazonas -"Patria del agua"-, vive
actualmente en sus orillas, a veinticuatro horas en barco desde
Manaus.
Vive alIado, vive con, vive de y vive para ese "río-mar" tan amado
como la selva amazónica y como ella lleno de sorpresas.
Entre la flora y la fauna, la pororoca (ruido estruendoso que
resulta del encuentro de las aguas del río con las del océano
Atlántico), montes inundados y hombres y mujeres caboclos
(mezcla de blanco con indio) dentro de ese escenario
extraordinario,
exuberante y exótico, vive Thiago de Melo la vida en
ese mundo de millones de vidas.
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA 271
Sin embargo, en los sesenta era agregado cultural de la
embajada de Brasil en Chile cuando, luego de una reunión en la
que recibió en su casa a brasileños y brasileñas, casi todos exiliados
en el país vecino, y en la que Paulo Freire expuso cómo estaba
alfabetizando a los adultos, compuso uno de sus poemas más
emocionados.
Luego de la reunión quedó agitado y sin poder dormir frente al
asombro que le causó la comprensión de la educación de los
adultos por parte de Freire. Entonces, solidario con un sinnúmero
de personas que estaban imposibilitadas de leer la palabra, compuso
la "Canción para los poemas de la alegría" en ese día del verano de
1964 (esa canción se anexa a la edición brasileña de La educación
como práctica de la libertad).
Compuso para que su alegre asombro por la creación del
método mezclado con el triste asombro por haber sido considerado
subversivo pudiese anunciar el asombro de la esperanza.
50 El presidente del Brasil joáo Belchior Marques Goulart asumió la
presidencia de la nación el 7 de septiembre de 1961 luego de
peripecias para regresar de China a Brasilia, capital brasileña y sede
del gobierno de la Unión.
Tuvo que interrumpir su visita oficial para asumir el lugar del
entonces presidente jánio Quadros, que sorpresivamente renunció
a los siete meses de tomar posesión, después de ser electo por las
esperanzas del pueblo.
La gestión de Goulart, así como de diez gobernadores
populistas, fue vigilada por los militares, por la clase dominante y
por los "dueños del mundo" del nordeste brasileño, por ser
erróneamente
considerado comunista.
Indeciso en sus medidas de reformas de base, medidas necesarias
al país y de interés para los estratos subalternos y por lo tanto
progresistas, dejó casi tan insatisfecha a la izquierda como a la
derecha, que consideró que ya había ido demasiado lejos en sus
concesiones a "esa gente".
Huelgas, inclusive de marineros y sargentos del Ejército
Nacional; organización por parte de los campesinos, principalmente
las Ligas Camponesas [Ligas Campesinas); movimientos de educación
y cultura popular intención de reforma agraria en los latifundios
improductivos; legislación social para los (as) tra?~jadores(as)
rura~es;
discursos desmedidos e inflamados de los parucipantes en las vanas
instancias del poder, inclusive en la calle; un Programa Nacional
para la Alfabetización de los Adultos, que venía al encuentro de los
intereses de los estratos secularmente marginados de la escuela; el
pedido de exoneración del ministro de Economía, Carvalho Pinto,
que de algún modo conseguía aplacar las iras de la derecha, todo
eso, entre otros motivos, desembocó en el golpe militar. Ese que fue
hecho en nombre de la subversión (?), de la inflación (que en aquella
272
PAULO FREIRE
época era de 100% y hoyes de 1.000% en el mismo lapso) y de la
carrupción (!!!), y que sofocó a la nación brasileña desde el 1 de abril
de 1964 hasta el 15 de marzo de 1985.
51 Sobre el Programa Nacional de Alfabetización véanse notas 7, 27 Y49.
52 Esta ciudad se llamaba Segundo Montes, el nombre de uno de los
jesuitas asesinados hace pocos años por las fuerzas del poder
establecido en El Salvador.
Los residentes de ese lugar nos contaron que durante largos
años ellos mismos tuvieron que refugiarse en Honduras huyendo de
las matanzas que hacía el Ejército Nacional de mujeres, niños y
hombres no siempre comprometidos con la lucha revolucionaria.
Así fue en Perquin, donde hubo más de dos mil muertos, simples
campesinos que fueron amontonados en un pequeño terreno
donde habían sido asesinados como ejemplo y como amenaza para
que todos desistiesen de la lucha. Para que desistiesen de la lucha
por querer SER MÁS.
Los sobrevivientes caminaron entonces acongojados hacia el país
vecino. Diez años más viejos, caminaron ansiosos y afligidos junto a
mansas y calmas -pues
las tropas de la ONU llegadas recientemente,
estaban en misión de paz-, cruzando montañas y valles durante
días, de regreso a su país para reconstruirlo.
Volvieron a su provincia -Morazán- cerca de donde habían
salido, pero sustituyendo el viejo lugar, manchado de sangre, por
uno nuevo en el que, entre montes y vientos, pudiesen construir un
lugar de vida y no de muerte.
Así surgió Segundo Montes.
Plantan alimentos, crían animales de corte discutiendo su
organización social y cantando sus canciones, alfabetizando a sus
adultos y educando a sus niños. Son mujeres y hombres que leyendo
el mundo con humanismo yjusticia están creando un mundo
diferente, teniendo como referencia a Segundo Montes, el padre.
Este jesuita y otros cinco compañeros fueron despertados para
sufrir la angustia de saberse destinados a la ejecución.
La orden era no dejar testigos, por eso la mujer que realizaba el
servicio doméstico en la casa de los padres, así como su hija de
quince años, no se salvaron.
Esta matanza, una táctica inhumana, fue premeditada por las
fuerzas del poder como una forma de intimidación, como si no
bastase el asesinato de Don Romeo, que fue muerto cuando
celebraba una misa en la catedral de El Salvador.
El gobierno de derecha esperaba que con la matanza de los
jesuitas conseguiría la rendición de todas las guerrillas de izquierda,
pero contradictoriamente
éstas se fortalecieron.
Segundo Montes, español de nacimiento, mártir salvadoreño,
vive vivo en los jVNAS! más que en el nombre de la "ciudad" que su
PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA
273
pueblo grita cada pocos minutos alabando a quien homenajean o
saludando en sus deseos irrefrenados a la educación de la que tanto
necesitan y quieren, con estrepitosos coros de "jVNA LA EDUCACIÓN
POPULAR!".