Problemas filosóficos de la modernidad
Benítez Grobet, Laura Aurora, Luis Ramos Alarcón Marcín
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Benítez Grobet, Laura Aurora, Luis Ramos Alarcón Marcín. Problemas filosóficos de la modernidad.
2019, 978-607-30-0975-1. hal-03690182
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Problemas filosóficos
de la modernidad
Filosofía
laura BeníteZ GroBet
luis ramos-alarcón marcín
Coordinadores
Problemas filosóficos
de la modernidad
FilosoFía
Facultad de FilosoFía y letras
universidad nacional autónoma de méxico
La presente edición de Problemas filosóficos de la modernidad fue realizada en el marco del proyecto unam-dGapapapiit IN 402614, “El problema de la sustancia en la filosofía moderna y sus antecedentes”.
Primera edición:
Noviembre de 2019
D. R. © Universidad Nacional Autónoma de México
Ciudad Universitaria, Alcaldía Coyoacán,
C. P. 04510, Ciudad de México
ISBN 978-607-30-0975-1
Todas las propuestas para publicación presentadas para su producción
editorial por la Facultad de Filosofía y Letras de la unam son sometidas a
un riguroso proceso de dictaminación por pares académicos, reconocidas
autoridades en la materia y, siguiendo el método de “doble ciego”, conforme a las disposiciones de su Comité Editorial.
Prohibida la reproducción parcial o total,
por cualquier medio, sin autorización escrita
del titular de los derechos patrimoniales.
Editado y producido en México
laura BeníteZ GroBet
luis ramos-alarcón marcín
Coordinadores
Problemas filosóficos
de la modernidad
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Contenido interaCtivo
● Agradecimientos
● Introducción
● Lista de abreviaturas
● Libertad y conato de la multitud en Spinoza y Maquiavelo
● La categoría de “tinieblas” en la filosofía natural de Giordano Bruno
● Vivir en consonancia con la sustancia única e infinita: propuesta
práctica de Giordano Bruno
● Espacio geométrico, materia y sustancia en Johannes Kepler
● Un diálogo sostenido entre Descartes y Poincaré. (Consideraciones
en torno al concepto de método y sus implicaciones en el desarrollo
del conocimiento filosófico-científico)
● Las objeciones de Hobbes a las Meditaciones cartesianas. Una
discusión sobre la sustancialidad del pensamiento
● El materialismo organicista de Margaret Cavendish
● Apuntes sobre la noción de scientia intuitiva en Spinoza
● Inmanencia y sustancialización de la naturaleza en la filosofía de
Spinoza
● Bibliografía
● Índice de autores
● Índice de conceptos
● Índice general
agradeCimientos
E
ste libro ha sido posible por medio del apoyo de muchas
personas e instituciones. Los coordinadores agradecemos el apoyo de los autores para realizar sus artículos bajo las
limitaciones de espacio y de tiempo con que contamos, así
como a su paciencia ante el tiempo que tomó la publicación de
la obra. Agradecemos a la Coordinación de Publicaciones de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional
Autónoma de México (unam) y, en particular, a Juan Carlos Cruz Elorza, por su apoyo en incluir esta obra como
parte de la colección de libros de Filosofía Moderna de la
Facultad de Filosofía y Letras de la unam. También agradecemos a Antonio Rocha Buendía por su apoyo en la revisión del manuscrito original, así como a Manuel Tapia
Cruz y a Ricardo Sánchez Uribe por la elaboración de los
índices de autores y de conceptos.
Por su parte, sea esta obra un homenaje al trabajo
ininterrumpido del Seminario de Historia de la Filosofía creado por José Antonio Robles García (q. e. p. d.)
y Laura Benítez Grobet en 1985. Actualmente dirigido por
Laura Benítez Grobet y Luis Ramos-Alarcón Marcín, el
Seminario reúne tanto en sesiones semanales como en Coloquios anuales, a importantes especialistas nacionales y
extranjeros, con vistas a entablar un diálogo en beneficio
de una mejor comprensión de la filosofía moderna, uno de
los fundamentos de nuestro presente.
Por último, agradecemos a la Dirección General de
Asuntos del Personal Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México que, por medio del Proyecto
8
agradecimientos
IN402614, “El problema de la sustancia en la filosofía moderna y sus antecedentes”, ha dado los fondos
para la publicación de este libro.
papiit
Laura Benítez Grobet y Luis Ramos-Alarcón Marcín
introduCCión
laura BeníteZ GroBet
luis ramos-alarcón marcín
a historia de la filosofía es una actividad intelectual
que nuestro contexto académico latinoamericano debe
valorar por su carácter hermenéutico no sólo acerca del
pensamiento de individuos y sociedades, en ciertos tiempo
y espacio, sino sobre todo por su capacidad de aclarar los
presupuestos incluidos o excluidos en nuestro pensamiento
actual. Por una parte, hoy en día no podemos pensar ingenuamente que los historiadores pueden “reconstruir” el
pasado tal y como fue. Los historiadores no son máquinas
del tiempo que nos lleven a experimentar el pasado como
si fuera un presente en toda su realidad. Tampoco son arqueólogos que saquen a la luz aquello que quedó sepultado
por los sucesivos presentes. No son ocasionales ni gratuitas
las discusiones entre los arqueólogos acerca de la destrucción debajo de su pretendido descubrimiento del pasado.
Si los historiadores reconstruyen el pasado, será sólo en
cuanto que lo construyen tanto a partir de aquellas huellas y vestigios con que cuentan, así como bajo la guía de
las preguntas formuladas desde su presente. En cuanto a lo
primero, los textos publicados, las cartas, los testimonios
y las discusiones, entre otros, son huellas y vestigios que
forman parte de una sociedad localizable en un tiempo y
en un espacio, y, a la vez, muestran las crisis dentro de esa
sociedad, las diferencias e incluso oposiciones entre individuos y grupos. No son meros grupos monolíticos que piensan al unísono. En cuanto a lo segundo, no es extraño que
L
10
introducción
las preguntas que los historiadores formulan hacia el pasado sean las mismas que se formulan en su presente, preguntas compartidas por su propia sociedad o en las que se
da esa misma crisis que mencionamos antes. Así, cuando
preguntamos por los presupuestos metafísicos de los filósofos racionalistas al apostar por pocos principios que den
homogeneidad conceptual a la realidad, o por aquellos presupuestos metafísicos de los filósofos empiristas al apostar
por la experiencia como índice de todo conocimiento, o si los
principios de fundamentar la moral competen sólo a la voluntad o a otras instancias, estamos haciendo preguntas que
pertenecen a nuestro propio presente. En efecto, las categorías
de “racionalista” y de “empirista” son categorías historiográficas que funcionan sólo desde la epistemología, una disciplina que, como tal, es bastante reciente en una historia de
la filosofía que cuenta con más de dos mil quinientos años.
La epistemología surge como disciplina a partir del siglo
xviii bajo el interés de aclarar las mejores vías para adquirir
conocimientos claros y distintos, útiles y efectivos, a la vez
que para separarlos de aquellas ideas falsas, inadecuadas,
equívocas.
Con esto no pretendemos simplemente ser escépticos sobre el mismo quehacer de los historiadores de la filosofía,
sino mostrar que es un quehacer filosófico que exige aclarar
los supuestos desde los cuales hace sus preguntas y construye sus categorías. Los historiadores de la filosofía tenemos que hacer un trabajo triple: desde una primera arista,
debemos conocer al pensamiento de las filósofas y filósofos
para aclarar sus propias creencias, inquietudes, certezas,
incertidumbres, razonamientos, argumentos, conclusiones
y exclusiones. Desde una segunda arista, debemos evaluar
la adecuación o inadecuación de lo primero, pues el historiador de la filosofía no debe de hacer hagiografía, sino
partir de que estudia a personas que, como seres finitos
de carne y hueso, pudieran ser geniales en ciertas tareas,
pero en otras se equivocaron, tuvieron errores, prejuicios,
etcétera. Finalmente, desde una tercera arista, debemos
entablar diálogos, entre las filósofas y los filósofos y, sobre
laura benítez grobet y luis ramos-alarcón marcín
11
todo, entre nosotros y ellos. Para realizar esta triple tarea
de modo continuo, ayuda plantear una pregunta que responda a distintas filósofas y filósofos que abra la comprensión a sus obras y periodos.
En este libro el lector encontrará nueve estudios especializados en los principales problemas filosóficos de la
Filosofía Moderna y sus antecedentes, a modo de aquella
pregunta que planteamos que guíe el triple trabajo de los
historiadores de la filosofía. En cada artículo el lector encontrará una pregunta que articula parte de los intereses
y problemas que se plantean distintas filósofas y filósofos,
de modo que sirva de hilo conductor en una discusión real
o hipotética entre ellos. Así, el lector podrá acceder a una
mejor comprensión de las filósofas y los filósofos modernos
desde dentro y en relación con sus contextos, ya sea reconociendo las particularidades históricas de la lengua en que se
expresa; las del contexto político y social en que se desenvuelve, así como algunos de los problemas filosóficos perennes.
En el primer artículo de este libro, titulado “Libertad y
conato de la multitud en Spinoza y Maquiavelo”, Luis Ramos-Alarcón Marcín realiza una lectura de Maquiavelo en
clave spinoziana y estudia la interpretación republicana
que el holandés hace de El príncipe y de los Discursos a
partir de su realismo político, del rechazo de las utopías
y de la enseñanza de Maquiavelo sobre la libertad. El autor parte de la tesis maquiaveliana de que el conato de la
multitud no debe depender de un príncipe sino de los fundamentos del Estado que forman, de modo que la vuelta a
esos fundamentos es indispensable para conservarse.
El segundo artículo, realizado por Ernesto Schettino,
lleva por título “La categoría de ‘tinieblas’ en la filosofía
natural de Giordano Bruno”. Aquí se estudia de qué modo,
ante la ruptura con la física aristotélica y sus derivados escolásticos, Giordano Bruno tenía que cuestionar y sustituir coherentemente la teoría consolidada por Aristóteles
de los cuatro elementos sublunares (tierra-agua-aire-fuego) y del supralunar (éter). El autor muestra cómo Bruno
alcanza una solución teórica general para el tránsito de la
12
introducción
Unidad absoluta hacia el despliegue pleno de la multiplicidad y el cambio, que es una adecuación de la tesis cusana
de la complicatio-explicatio, la cual le permite establecer
los diversos grados y escalas de la materia, del ser, de la
naturaleza, de la realidad.
¿Hay consecuencias prácticas sobre las respuestas que
demos a las discusiones acerca de la sustancialidad de Dios
o de las almas? En el artículo “Vivir en consonancia con la
sustancia única e infinita: propuesta práctica de Giordano Bruno”, Astrid Martín del Campo estudia la relevancia
del aspecto práctico a lo largo de la obra de este filósofo.
Se trata de lo que el nolano considera la máxima aspiración humana, a saber, la unión con lo Uno. Bruno propone
que esta unión es posible mediante la comprensión de la
sustancia única e infinita, comprensión que implica teoría
y práctica, razón y acción, donde el deseo desempeña un
papel fundamental para que el ser humano se dirija hacia
tal objetivo. Pero este acceso no se da sin relación con el
mundo, sino por medio del apoyo en referentes sensibles
concretos que simbolicen e impulsen el deseo hacia la Unidad; es decir, considera los sucesos concretos y los seres
particulares como representaciones de dicha Unidad.
La transformación de la idea de espacio realizada durante la revolución copernicana se basa en la refutación
del concepto de tópos y en la postulación positiva de una
entidad que pudiera soportar la expresión de fuerzas inmateriales y el tránsito de los cuerpos materiales. El artículo
de Francisco Javier Luna Leal, titulado “Espacio geométrico, materia y sustancia en Johannes Kepler”, estudia el
caso particular de Johannes Kepler que, a las exigencias
anteriores, suma la necesidad de que el espacio permitiera
una medición precisa de los fenómenos celestes. Entre las
palabras que Kepler usó para tratar de describir el espacio
como una entidad diferente de los cuerpos materiales y las
fuerzas residentes en él, estaban: aer, anima, auram aetheream y σχέσις, las cuales denotan la dificultad conceptual
para describir una idea nueva que fuera consecuente con el
resto de su cosmología. Sin embargo, la visión de conjunto
laura benítez grobet y luis ramos-alarcón marcín
13
es la de cuerpo o continente inmaterial, relacionado de forma directa con la noción de espíritu divino.
En su artículo “Un diálogo sostenido entre Descartes y
Poincaré. (Consideraciones en torno al concepto de método
y sus implicaciones en el desarrollo del conocimiento filosófico-científico)”, Verónica Díaz de León Bermúdez realiza
un discurso análogo en torno a dos personajes tan prolijos
en la historia de la ciencia que genera la exigencia de conocer profundamente la obra de ambos autores. No obstante,
la claridad y precisión expositiva que caracterizan el discurrir científico-filosófico de los pensadores que se enuncian
en el título de este artículo nos da la posibilidad de realizar
un conversatorio entre ambos genios, aún basándonos únicamente en algunos de sus escritos.
Continúa el artículo de Rogelio Laguna, titulado “Las
objeciones de Hobbes a las Meditaciones cartesianas. Una
discusión sobre la sustancialidad del pensamiento”, en donde el autor presenta un estudio de los argumentos y contrargumentos entre Hobbes y Descartes respecto a la sustancialidad del pensamiento. Se trata de un intercambio
que se realizó en 1641 con motivo de la publicación de las
Meditaciones metafísicas.
El debate sobre el dualismo alma-cuerpo y la nueva
ciencia mecánica de su tiempo no se reduce a la filosofía
cartesiana. En el artículo “El materialismo organicista de
Margaret Cavendish”, Viridiana Platas Benítez presenta y
discute el concepto de sustancia en la filosofía natural de la
Duquesa de Newcastle. Para ello, considera el diálogo entre el vitalismo y el materialismo organicista que Cavendish desarrolla para cuestionar y refrendar su teoría. El
materialismo organicista estratifica la materia en grados
y tipos de movimiento, determinados por la velocidad, el
grosor y sutileza de las partes. Asimismo, la propuesta
vitalista de la materia evita confundir materia animada e
inanimada.
Por su parte, el artículo titulado “Apuntes sobre la noción de scientia intuitiva en Spinoza”, de Antonio Rocha
Buendía, muestra que la ciencia intuitiva no está limitada
14
introducción
a un tipo de objetos. Más bien, un mismo objeto puede ser
conocido de manera muy distinta por la imaginación, por la
razón o por la ciencia intuitiva, esto es, los tres grados de
conocimiento que Spinoza acepta.
El artículo “Inmanencia y sustancialización de la naturaleza en la filosofía de Spinoza”, de José Ezcurdia, continúa
con el estudio de las consecuencias éticas de la inmanencia
de la única sustancia. Este artículo defiende que, para Spinoza, la naturaleza se vertebra en una causalidad inmanente, que le otorga una densidad ontológica efectiva, que hace
de ella el fundamento de la determinación tanto de los planos del ser y el conocer, como de la génesis y la forma del
valor moral. En este sentido, el artículo busca dar cuenta
de las implicaciones metafísicas, epistemológicas y éticas de
la noción de inmanencia, en el marco del spinoziano proyecto de la sustancialización de la naturaleza.
Por último, el lector encontrará al final del volumen tres
herramientas de trabajo muy útiles: una amplia bibliografía especializada sobre los autores y temas tratados en el
libro; un índice de los autores mencionados en el libro y un
índice de los principales conceptos también tratados en el libro, de manera que el lector podrá ubicar fácilmente libros,
artículos, autores y conceptos de su interés.
Agradecemos nuevamente a la Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México por su apoyo a la publicación de este libro.
Lista de abreviaturas
L
a abreviatura es puesta en la primera columna, mientras que el título completo en la segunda columna en
cursivas, más las indicaciones de partes, capítulos o según
sea el caso. Para las traducciones utilizadas, ver la bibliografía al final.
aristóteLes
De Caelo
Fís.
Met.
PA
bruno, Giordano
BoeuC
BOL
Cábala
Causa
De immenso
De la magia
De minimo
De monade
De rerum princ
De Umbris
Expulsión
Furores
Sobre el cielo.
Física.
Metafísica.
Partes de los animales.
Oeuvres Complètes. Les Belles
Lettres.
Jordani Bruni Nolani Opera
Latine Conscripta.
La cábala del caballo Pegaso.
De la causa, principio y uno.
De Immenso et Innumerabilibus.
De la magia. De los vínculos
en general.
Del Mínimo Triple y de su Medida.
De monade numero et figura.
De rerum principiis et elementis et
causis.
Las Sombras de las Ideas.
La expulsión de la bestia triunfante.
Los Heroicos Furores.
16
Il candelaio
Infinito
Lampas trig.
Sello
Sobre magia
Spaccio
desCartes, René
AT, VII, 28-29
El mundo
Meditaciones
diógenes
Vidas
Hume, David
Tratado, 2, p. 617
Kant, Immanuel
KvV
lista de abreviaturas
El candelero.
Sobre el infinito universo y
los mundos.
Lampas triginta statuarum.
El Sello de los Sellos.
Sobre magia.
Spaccio de la Bestia Trionfante.
Œuvres de Descartes, ed. de Adam y
Tannery de la obra de Descartes, séptimo tomo, pp. 28-29.
El mundo o Tratado de la luz.
Meditaciones metafísicas.
Vidas, opiniones y sentencias de los
filósofos más ilustres.
Tratado de la Naturaleza Humana, 2,
p. 617.
Crítica de la razón pura.
maquiaveLo, Nicolás
Discursos, 1, 16
Discursos de la Primera Década de
Tito Livio, primera parte, capítulo 16.
Príncipe, 2
El príncipe, capítulo 2.
problemas filosóficos de la modernidad
PLatón
Tim
séneCa
Tranquilidad, 15, 1
sPinoza, Baruj
CM
E1d3
E1a4
E1Ap
E1p18d
E1p11s
E3Praef
Ep 32, p. 170
1KV2, 19
TIE§3
TTP 3
TP 1/1
17
Timeo.
De la tranquilidad del alma, parágrafo
15, parte 1.
Pensamientos metafísicos.
Ética, libro 1, definición 3.
Ética, 1, axioma 4.
Ética, 1, apéndice.
Ética, 1, demostración, proposición 18.
Ética, 1, escolio, proposición 11.
Ética, Prefacio del tercer libro.
Epistolario, carta 32, p. 170 en la
edición de Gebhardt.
Tratado Breve, primera parte,
capítulo 2, parágrafo 19.
Tratado de la reforma del
entendimiento, parágrafo 3.
Tratado Teológico Político, capítulo 3.
Tratado Político, capítulo 1, parágrafo 1.
Libertad y Conato de La muLtitud
en sPinoza y maquiaveLo
luis ramos-alarcón marcín
Universidad Autónoma de la Ciudad de México
[email protected]
ABstract: The following chapter defends that Spinoza interprets Machiavelli from a republican point of view. Political realism, rejection of utopias, and Machiavelli’s conception of freedom are some of the features that Spinoza’s
interpretation finds in the political thought of the Florentine
secretary. Scholars use to find these in the Discourses. But
this chapter locates them also in possible readings of the
Prince, insofar the conatus of the multitudo must not depend only of the Prince, but in the foundation of the State.
H
ay importantes temas comunes en los pensamientos
del secretario florentino Nicolás Maquiavelo (14691527) y del filósofo holandés Baruj de Spinoza (1632-1677).
Por ejemplo, que un imperium o gobierno es un tipo de
cuerpo;1 que la autonomía es el único criterio para evaluar
los distintos gobiernos o Estados; que la historia es indispensable para comprender tanto la verdadera naturaleza
humana como la política, pues nos ayuda a comprender el
contexto político del pueblo y, con ello, concebir acciones
políticas adecuadas; que si el pueblo no abandona su ignorancia, será aprovechada por los príncipes para conservar
monarquías, entre otras ideas en común.2
1
Schettino, “Política e imperium en Maquiavelo y Spinoza”, en Diánoia, xlvii,
48, pp. 41 y ss.
2
Altini (La fábrica de la soberanía, pp. 119 y ss.) reconoce importantes diferen-
20
libertad y conato de la multitud
En este breve ensayo haremos una lectura de Maquiavelo en clave spinoziana y estudiaremos la interpretación
republicana que el holandés hace de El príncipe y de los
Discursos a partir del realismo político, el rechazo de las
utopías y la enseñanza de Maquiavelo de que la libertad y
el conato de la multitud no deben depender de un príncipe
sino de los fundamentos del Estado que forman, de modo
que la vuelta a esos fundamentos es indispensable para
conservarse. El eje de este estudio serán las dos citas directas que hace Spinoza de Maquiavelo en el Tratado político
de Spinoza, obra que quedó inconclusa a la muerte del holandés en 1677. Citaremos El príncipe (1513) y los Discursos
(1512-1517), pues el primero describe cómo pueden ser gobernados y mantenidos los principados o monarquías,3 y el
segundo se dedica al estudio de la república.
1. El realismo político en Spinoza
El holandés inicia su Tratado político con las siguientes
palabras:
Los filósofos conciben los afectos, cuyos conflictos soportamos, como vicios en los que los hombres caen por su culpa.
Por eso suelen reírse o quejarse de ellos o (quienes quieren parecer más santos) detestarlos. Y así, creen hacer una
labor divina y alcanzar la cumbre de la sabiduría, cuando
han aprendido a alabar, de diversas formas, una naturaleza
humana que no existe en parte alguna y a vituperar con sus
dichos la que realmente existe.4
El falso celo religioso de aquellos filósofos les hace creer
que es una obra divina quejarse, denigrar y detestar los
afectos humanos, como si ellos no los tuvieran, pues consideran que agradan al Dios que imaginan cuando, en reacias entre ambos autores, como que el primero trata de manera directa la política, mientras que el segundo lo hace desde la metafísica y la física.
3
Príncipe, 2, p. 59.
4
TP 1/1.
luis ramos-alarcón marcín
21
lidad, no hacen otra cosa que rechazar su propia naturaleza.5 Sin embargo, Spinoza considera absurdo el dilema
entre reír o llorar por los afectos humanos,6 pues quien
acepta este dilema sólo exhibe su ignorancia respecto a la
verdadera naturaleza humana y el aprecio y la alabanza
por una naturaleza humana imaginada. Por ejemplo, una
naturaleza social y racional que, independiente de su cuerpo y afectos, le indica obedecer un bien trascendente. Esta
imaginación excluye al cuerpo de la naturaleza humana y
conlleva la ilusión de que el alma no sólo puede vivir al margen de la naturaleza corporal, sino que debe hacerlo, al grado
de creer que el hombre se encuentra en la naturaleza como
un imperio dentro de otro imperio;7 esto es, el deber moral
y político del alma es domar al cuerpo. Pero para el holandés sólo hay un imperio, el de Dios o la Naturaleza, y el ser
humano es una cosa natural que sigue sus reglas.
De hecho, el objetivo de la filosofía según Spinoza es
“amar intelectualmente a Dios”,8 actividad que no concibe como un abandono por lo trascendente, pues identifica a Dios con la Naturaleza. Para el holandés, los seres
humanos somos individuos que expresamos a Dios tanto
5
Vid Ramos-Alarcón, El concepto de ingenium en la obra de Spinoza, pp. 98-101,
en donde se estudia las ilusiones acerca de un Dios rector de una Naturaleza impotente. Quienes creen en esta ilusión, tienden a no seguir los principios de amor
y piedad de la religión, sino a manifestar crueldad sobre los demás.
6
Por ejemplo, ante la dificultad que encuentran los seres humanos para reflexionar sobre la sencillez (simplicitas), la inocencia (innocentia) y la fe (fides), Séneca
recomendaba la risa contra los vicios para no imitarlos y superar los embates de
las pasiones que entristezcan al ánimo (Tranquilidad del alma, 15, 1). Nos dice
que “debemos [...] rendirnos a no tener por aborrecibles, sino por ridículos, todos
los vicios del vulgo, imitando antes a Demócrito que a Heráclito. Éste siempre
que salía en público lloraba, y el otro reía. Éste juzgaba todas nuestras acciones
por miserias, y aquél las tenía por locuras” (ibid., 15, 2; esta misma apreciación la
encontramos en: Horacio, Cartas, 2, 1). Séneca sigue la recomendación de Demócrito de reírnos de la fluctuación de ánimo en lugar de aborrecerle pues considera
que tal actitud es más humana que llorar: quien ríe conserva esperanza, mientras que el que llora sólo aloja desconfianza. Juliano (Cartas, 201 b-c) relata que
Demócrito se reía de la tristeza de Darío cuando éste, recién enviudado, creía
que era el único en el mundo que sufría penas; entonces le propone a Darío que
reviviría a su esposa si encontraba en su reino tres personas que no hubieran
sufrido pena alguna (Demócrito, A 20 Diels-Kranz). Vid. Sorabji, Emotions and
Peace of Mind..., pp. 17 y ss.
7
E3Praef.
8
E5p36 y ss.
22
libertad y conato de la multitud
en mente como en cuerpo, a través de nuestra existencia,
pensamientos, acciones y pasiones. La libertad es la mejor
forma en que un ser humano puede expresar a Dios, pues
no se trata de una acción caprichosa ni ausente de necesidad y determinación sino de la autodeterminación,9 esto es,
de la determinación por la sola naturaleza humana, que es
la forma en que el ser humano expresa a Dios o la Naturaleza. Cabe decir que la física del holandés afirma que cada
individuo es un cuerpo compuesto por muchísimos otros
cuerpos que, aunque tengan distintas naturalezas, se conectan10 y ajustan entre sí bajo la particular proporción de
movimiento y de reposo11 del individuo (en adelante PMR).
Entonces, la existencia y duración del individuo no es otra
cosa que la conservación de su particular naturaleza, que
es su singular PMR, pues el individuo se esfuerza por conservar esa proporción entre sus partes para perseverar en
su ser.12 Este esfuerzo o conato es la esencia actual del individuo y es producto de una colaboración: ningún individuo
puede existir de manera independiente del mundo, sino
que su existencia y duración es una dependencia de otros
cuerpos. Empero, esta dependencia en el individuo libre es
la conservación de su PMR sobre la PMR de otros cuerpos,
mientras que la dependencia en el esclavo es inversa, esto
E1d7.
Las partes del individuo pueden tener esencias o naturalezas diferentes pero
éstas se conectan y se ajustan entre sí para conservar aquella particular proporción de movimiento y de reposo. Spinoza define coherencia o conexión [cohaerentia] de las partes de un todo en una epístola en los siguientes términos:
“Por conexión [cohaerentia] de las partes no entiendo pues, otra cosa sino que las
leyes o naturaleza de una parte de tal manera se ajustan [sese accommodare] a
las leyes o naturaleza de otra parte, [de manera] que no existe la mínima contrariedad [contrarientur] entre ellas. En cuanto al todo y las partes, considero a las
cosas como partes de algún todo en tanto en cuanto se ajustan [se accommodare]
realmente unas a otras, de suerte que concuerdan entre sí en la medida de lo
posible…” (Ep 32, p. 170, de Spinoza a Oldenburg, oct.-dic., 1665). La conexión
o cohesión de las partes de un todo es el acomodo, ajuste o adaptación entre sus
leyes o patrones de conducta, de manera que no son contrarias entre sí sino que
colaboran entre sí para “traer a la existencia” la esencia de su todo, el individuo.
No tiene caso preguntar qué se da primero, si el todo o las partes, pues no se
puede dar uno sino las otras. Vid. Ep 32; E1p12d; 1KV2, 19.
11
Vid. Ramos-Alarcón, “Sustancia, inmanencia e individualidad en Spinoza”, pp. 44-52.
12
El principio ontológico de los cuerpos es el siguiente: “Cada cosa, en cuanto está
en ella, se esfuerza por perseverar en su ser” (E3p6).
9
10
luis ramos-alarcón marcín
23
es, el esclavo se conserva sólo en cuanto que reproduce una
naturaleza ajena. En cuanto al ser humano, la autodeterminación de la naturaleza humana es la acción conforme a
la razón, en contra de la esclavitud que es la determinación
externa de las pasiones, que son los deseos, alegrías y miedos causados por cosas ajenas a la naturaleza humana. Antes de continuar, cabe decir que el conato de cada individuo
es su misma potencia (o potentia), es decir, su capacidad de
actuar en función de su sola naturaleza. Spinoza distingue
el término de potencia del de potestad (o potestas), que podemos definir como una especie de potencia, a saber, como
la capacidad de un individuo de influir sobre la conducta
de los demás. Por lo pronto, nos interesa subrayar que la
potencia de un individuo aumenta o disminuye conforme
éste es más o menos capaz de conservar su esencia o PMR
entre los cuerpos que lo constituyen.
Ahora, el ser humano no nace libre sino que se libera
por medio del aumento de su poder, pues nace esclavizado
a las pasiones, y sólo por medio de su conocimiento puede superarlas (por ejemplo, acomodarlas en su beneficio) y
actuar conforme al solo dictado de la naturaleza humana.
Como el ser humano es mente y cuerpo, aquello que dicta
la razón es deseado afectivamente, pues ella misma no es
sólo concepto, a diferencia de las propuestas de Hume y
Kant,13 para quienes las ideas y los afectos son dos clases
distintas de eventos o entidades mentales. Por ejemplo, según Spinoza la razón muestra que no podemos aumentar
nuestro poder y libertad sin aumentar a la vez el poder y
Para Hume y Kant, la razón censura sin poder porque es puro concepto y por
sí sola no puede hacer nada frente a los afectos más fuertes y contrarios. Hume
considera que la razón no tiene fuerza motivacional porque considera que no
puede ser afecto: “La razón es y sólo debe ser la esclava de las pasiones, y no
puede pretender otro oficio que el de servirlas y obedecerlas” (Hume, Tratado, 2,
p. 617). Kant responderá que la razón debe ser práctica y debe tener una fuerza
motivacional, aunque agrega que está más allá de nuestra capacidad explicar
cómo es que la razón tiene fuerza motivacional. Desde la perspectiva spinoziana,
el problema moral que enfrentaría la perspectiva de Hume y Kant sería la imposibilidad de que una idea racional motive. En cambio, desde la perspectiva de
Spinoza, la razón motiva de suyo, y puede reprimir los afectos y dirigir la vida de
los hombres. Ver Garret, “Spinoza’s ethical theory”, pp. 295-296.
13
24
libertad y conato de la multitud
la libertad de nuestros semejantes, es decir, de aquellos
individuos de nuestra misma naturaleza humana; de modo
que, quien tiene conciencia de la utilidad de la vida en
comunidad, no podría dejar de desearla. Para lograr este
objetivo, el filósofo holandés propone dos planes paralelos:
uno ético y otro político, es decir, la ética consiste en la vida
libre, autónoma, virtuosa o poderosa que es guiada por el
conocimiento adecuado de la naturaleza humana, aquella
naturaleza común a todos los seres humanos. En cambio,
la política realiza esta ética por medio de una construcción
social deliberada. En este sentido, ética y política son dos
caminos paralelos, no contrarios necesariamente.
Por lo anterior, si consideráramos que todos nuestros
afectos son vicios, entonces no podríamos dejar de odiarnos
a nosotros mismos y sentirnos culpables por existir. De ahí
que el holandés denuncie aquellas éticas y políticas que
derivan de tal consideración, pues los filósofos que las elaboran, continúa Spinoza en su Tratado político, “conciben
a los hombres no como son, sino como ellos quisieran que
fueran. De ahí que, las más de las veces, hayan escrito una
sátira, en vez de una ética y que no hayan ideado jamás
una política que pueda llevarse a la práctica, sino otra, que
o debería de ser considerada como una quimera o sólo podría ser instaurada en el país de Utopía o en el siglo dorado
de los poetas, es decir, allí donde no hacía falta ninguna”.14
El asunto de comprender adecuadamente la naturaleza
humana es medular tanto en la ética como en la política: en
la primera para que cada individuo sea capaz de reconocer
sus límites y capacidades con respecto a las pasiones y al
intelecto;15 en la política porque sólo se logrará establecer
una asociación humana durable conforme esté regulada
por las leyes de la naturaleza humana.
TP 1/1.
Ver Ramos-Alarcón, El concepto de ingenium en la obra de Spinoza, pp. 146
y ss.
14
15
luis ramos-alarcón marcín
25
2. La enseñanza de Maquiavelo
La anterior cita hace un claro eco del capítulo 15 de El príncipe, en donde reconoce el florentino que su obra se aparta de
los criterios de quienes han escrito sobre la conducta de un
príncipe con sus súbditos y amigos. Dice Maquiavelo que:
[…] como mi intención es escribir algo útil para quien lo
entiende, me ha parecido más conveniente ir detrás de la
verdad efectual de las cosas que de la imaginación de ellas.
Y muchos se han imaginado repúblicas y principados que
nunca se han visto ni conocido en la realidad, porque de
cómo se vive a cómo se debería vivir hay tanta distancia,
que quien deja lo que se hace por lo que se debería de hacer aprende antes su ruina que su preservación; porque un
hombre que quiera hacer profesión de bueno en todo lo que
hace tiene que arruinarse, entre tantos que no son buenos.16
Según el florentino, no tiene caso idear repúblicas y principados que nadie ha conocido, porque son sociedades que
sólo existen en la imaginación de quienes conciben a los seres humanos como deberían de ser, es decir, como buenos
y no como acostumbran ser. En lugar de imaginar las sociedades, Maquiavelo propone su “verdad efectual”, a saber,
que las sociedades históricas se construyen sobre la manera
en que suelen vivir los seres humanos para preservarse, y
esa manera o costumbre no sigue el bien cristiano. De hecho, en los Discursos17 encontramos que la debilidad y el no
amor a la libertad se deben a una mala interpretación del
cristianismo. Pero aquí nos interesa reconocer tres premisas
en el pensamiento del florentino: 1) la propia preservación
como uno de los principales objetivos de la vida humana
(sino es que el principal); 2) el éxito de la acción individual
para con esa preservación en función de su acuerdo con “lo
que se hace”, es decir, la costumbre del contexto en que se
realiza, y 3) el fracaso de la acción individual para con esa
16
17
Príncipe, 15, p. 181.
Discursos, 2, 2, pp. 159-160.
26
libertad y conato de la multitud
conservación en función de su desacuerdo con la costumbre
del contexto en que se realiza. En este sentido, el problema de
la vida política que muestra Maquiavelo radica en que la
acción individual debe ser evaluada en función del contexto
y no de un criterio trascendente a ese contexto; es decir, el
principal criterio en política radica en el beneficio de la acción para el propio actor, lo que rechaza de este campo la moral
cristiana de ser bueno sin mirar el beneficiario ni el objetivo.
De ahí que concluya este argumento con la siguiente recomendación para el gobernante: “Por lo cual un príncipe que
quiera mantenerse tiene que aprender a poder no ser bueno,
y usarlo o no usarlo según necesidad”.18
Pero, ¿con qué objetivo nos dice esto Maquiavelo? Spinoza
no acepta que las circunstancias determinen los criterios morales de la acción humana,19 pero reconoce que la experiencia
y la historia muestran que así actúan los Estados monárquicos y aristocráticos. Nos dice en su Tratado político que:
Maquiavelo ha mostrado, con gran sutileza y detalle, de qué
medios debe servirse un príncipe al que sólo mueve la ambición de dominar, a fin de consolidar y conservar un Estado
[imperium]. Con qué fin, sin embargo, no parece estar muy
claro. Pero si buscaba algún bien, como es de esperar de
un hombre sabio, parece haber sido el probar cuán imprudentemente intentan muchos quitar de en medio a un tirano, cuando no se pueden suprimir las causas por las que el
príncipe es tirano, sino que, por el contrario, se acrecientan
en la medida en que se le dan mayores motivos de terror.
Ahora bien, esto es lo que acontece, cuando la masa llega a
18
Idem.
Ajeno a la ética spinoziana es sostener que el hombre actúe según las circunstancias. Como dice Hubbeling (Spinoza, pp. 42-43), la ética del filósofo holandés
parte de tesis no morales para concluir tesis morales. Por ejemplo, al comentar
Spinoza con un amigo acerca de un libro anónimo titulado Homo politicus, sostiene que “es el libro más pernicioso que los hombres hayan podido concebir.
El sumo bien para aquel que lo ha escrito es el dinero y los honores, a los que
subordina su doctrina. Él conoce el camino para alcanzarlo, a saber: interiormente, rechazar toda religión, y exteriormente, aceptar aquella que más puede servir
al propio bien y, ante todo, no ser fiel a nadie, sino en la medida de que sirva al
propio interés. Por lo demás, alaba en sumo grado el fingir, el prometer sin dar,
el mentir, el jurar en falso y otras muchas cosas” (Ep 44, de Spinoza a Jelles, 17
de febrero de 1671, p. 228).
19
luis ramos-alarcón marcín
27
dar lecciones al príncipe y se gloría del parricidio como de
una buena acción.20
El holandés considera que Maquiavelo es un sabio21 y
es guiado por los dictámenes de la razón que se centran
en la afirmación de que lo más útil para el hombre es el
hombre, por lo que no puede buscar otra cosa que el bien
de los seres humanos. A partir de esta interpretación de
las intenciones de Maquiavelo, para Spinoza El príncipe
describe los medios que utiliza un monarca guiado por el
solo apetito sin freno de dominar (sola dominandi libidine) a los demás para consolidar y conservar un Estado;
es decir, muestra los medios que un monarca utilizará
para influir sobre la conducta de los demás y controlar
su comportamiento pero, aunque crea que lo hace sólo
para conservarse a sí mismo, consigue con ello conservar
un Estado, aunque éste no será libre. Entonces, la finalidad de esta descripción del poder (potenza) o de la
capacidad de un príncipe para actuar de acuerdo con su
voluntad sobre la voluntad de los miembros del Estado
no es tanto la promoción de las monarquías, sino la de
mostrar a los miembros del Estado los medios de que se
servirá el príncipe para conservarse a través de una forma particular de Estado.
Ahora, el parricidio tratado por Spinoza en esta cita es
descrito en el tercer libro de El príncipe, en donde nos dice
el florentino que, los seres humanos de buen grado cambian de señor cuando creen que van a mejorar,22 pero se
engañan23 pues el nuevo señor tiende a ser peor que el
TP 5/7.
A partir de esta interpretación, Spinoza califica al florentino como “acutissimus
Machiavellus” (TP 5/7; TP 10/1), “vir sapiens” (TP 5/7) y “prudentissimus vir” (TP
5/7). En cuanto a la discusión, vid. Gallicet Calvetti, “Spinoza lettore del Machiavelli”, pp. 501-547.
22
En cuanto a la búsqueda de mejoría, los Discursos afirman que los hombres
siempre desean cosas nuevas (Discursos, 3, 21), al grado de que se puede apreciar poco la libertad cuando se tiene (Discursos, 1, 16) y descuidarla.
23
Hemos trabajado sobre esto en los siguientes textos: Ramos-Alarcón, “Ciudadanía y hospitalidad en Maquiavelo”, e “Ingenio y multitud en Maquiavelo y
Spinoza”. El pasaje dice: “Pero en el principado nuevo consisten las dificultades.
20
21
28
libertad y conato de la multitud
anterior. Esto se debe a que “mejorar” significa para ellos
realizar sus intereses y esperanzas; creen que la causa de
no haberlos realizado radica en el antiguo señor y que, al
cambiarlo, los podrán satisfacer, pero el nuevo señor se
encuentra con el mismo problema que el anterior, a saber,
que no puede satisfacer los intereses de todos y que inevitablemente, por tanto, los va a agraviar. Para Spinoza, lo
que el florentino muestra aquí es la imprudencia de quienes creen que suprimen un mal gobierno al suprimir al gobernante, pero sin suprimir la causa del mal gobierno. En
términos spinozianos, la multitud no mejorará mientras
mantenga la misma organización del Estado pues, en tal
caso, sea quien sea el nuevo príncipe seguirá ejerciendo el
mismo poder despótico sobre la multitud y no realizará todos sus intereses y esperanzas, de modo que la multitud no
será libre, es decir, no podrá actuar según sus propios intereses sino de acuerdo con los del príncipe. Asimismo, esto
muestra que la verdadera mejora para la multitud vendrá
cuando cambien aquella organización en que dependen de
la voluntad de un solo hombre para depender, más bien, de la
voluntad de todos. Esto será posible si la organización sigue los intereses comunes de la multitud, de manera que el
Estado sólo ejerza su poder para defender esos intereses y,
con ello, desaparecería la causa del ejercicio despótico del
poder. Estas dos formas de organización de la multitud distinguen dos tipos: el vulgo o multitud esclava acostumbrada a
la servidumbre, es decir, a que les indiquen externamente
cómo conservarse, y la multitud libre, esto es, la asociación
Y ante todo si no es completamente nuevo, sino como miembro, que en conjunto
puede llamarse casi mixto, sus variaciones nacen en primer término de una dificultad natural que existe en todos los principados nuevos, que es que los hombres de buen grado mudan de señor creyendo mejorar, y esa creencia los hace
tomar las armas en contra de aquél; en lo cual se engañan, porque después ven
por experiencia que han empeorado. Lo cual deriva de otra necesidad natural y
ordinaria, que hace que siempre haya que ofender a aquellos de quienes se llega
a ser príncipe nuevo, con ejércitos y con otros infinitos agravios que trae consigo
la nueva adquisición; de modo que tienes por enemigos a todos aquellos que has
ofendido al ocupar el nuevo principado, y no puedes conservar la amistad de los
que te pusieron en él, porque no puedes satisfacerlos del modo que ellos se habían imaginado y tampoco puedes emplear contra ellos remedios fuertes, porque
estás obligado con ellos” (Príncipe, 3, p. 63).
luis ramos-alarcón marcín
29
de hombres libres que se autoconserva. Aunque no lo trataremos en este ensayo, cabe decir que si bien la finalidad
del Estado para Spinoza es la libertad y seguridad de los
seres humanos, la política lleva a cabo este fin de manera
distinta en función del grado de libertad del pueblo. Aquí
nos encontramos con la relevancia del realismo político:
si la política no considera las diferencias particulares de
cada pueblo y con base en ello busca aumentar su libertad,
entonces está destinada al fracaso y traerá consigo mayor
represión y esclavitud.
En este tenor, continúa la cita de Spinoza:
Quizá [Maquiavelo] haya querido probar, además, con qué
cuidado debe guardarse la multitud libre24 [libera multitudo] de confiar su salvación a uno solo. Ya que, si éste no es
vano,25 como para creer que puede agradar a todos, debe
temer continuas asechanzas; de ahí que se verá forzado a
protegerse más bien a sí mismo y a tender asechanzas a la
multitud, en vez de velar por ella. Me induce admitir más
bien esto último el hecho de que este prudentísimo varón
era favorable a la libertad e incluso dio atinadísimos consejos para defenderla.26
Para Spinoza, El príncipe es una obra indispensable
para los republicanos porque le muestra a la multitud libre que sólo pueden confiar su salvación a sí mismos, es
decir, su libertad y seguridad, pues la perderán si se la
confían a un solo hombre: en tal caso, ese individuo estará
obligado a protegerse a sí mismo de la multitud, antes que
protegerla a ella pues, si no es un gobernante torpe, vanidoso y vacío, sabrá que ofenderá a muchos porque no podrá
satisfacer los intereses de todos. De hecho en los Discursos Maquiavelo opone República y Principado y considera
mejor al primero en tanto que éste otorga mayor libertad
a los hombres y mantiene el bien o la utilidad común que
La traducción de Domínguez omite el término “libera”.
Atilano Domínguez traduce “vanus” como “ingenuo”, pero preferimos una traducción más literal para acentuar el realismo político.
26
TP 5/7.
24
25
30
libertad y conato de la multitud
se deriva de la vida libre,27 de manera que aumentan su
dominio y riquezas28 y, al fin y al cabo, un pueblo es más
prudente, estable y tiene mayor juicio que un príncipe.29
Con base probablemente en afirmaciones como éstas, Spinoza interpreta a Maquiavelo como un vocero de la libertad
de la multitud. Como sostiene Atilano Domínguez,30 esta
novedosa interpretación será recogida por Rousseau en su
Contrato social,31 en donde afirma el ginebrino que El príncipe es el libro de los republicanos porque le da grandes
lecciones al pueblo.
3. La salud del cuerpo social en Maquiavelo
El tema del primer capítulo del tercer libro de los Discursos
es demostrar la necesidad de restablecer con frecuencia el
primitivo estado de un grupo religioso, de una monarquía o
de una república para que tenga larga vida. Maquiavelo comienza el capítulo con las siguientes palabras: “Es evidente que la existencia de todas las cosas de este mundo tiene
término inevitable; pero sólo cumplen todo el curso a que el
cielo generalmente las destina las que no desorganizan su
cuerpo, sino al contrario, lo mantienen tan ordenado que
no se altera, o si se altera, no es en su daño”.32 Si bien todas
las cosas del mundo perecen,33 cada cosa está ordenada según cierto curso y lo realizará completamente conforme no
desorganice su cuerpo ni sufra alteraciones que la dañen.
Continúa el texto: “Y refiriéndome a cuerpos mixtos, como
son las repúblicas o las sectas, afirmo que son saludables
Discursos, 1, 16, p. 90.
Discursos, 2, 2, p. 158.
29
Discursos, 1, 58, pp. 144-146.
30
Domínguez en Spinoza, Tratado político, pp. 121-122, n. 87.
31
Rousseau, Contrato social, III, 6.
32
Discursos, 3, 1, p. 221. Machiavelli, Discorsi sopra la Prima Deca de Tito Livio,
3, 1, p. 195. He modificado ligeramente la cita de Luis Navarro en función del
original: Navarro traduce “tutto il corso” como “toda la misión”; “loro ordenata”
como “les destina”; “corpo” como “constitución”; “sètte” como “sectas religiosas”.
33
En Discursos, 3, 17, muestra que no hay república eterna.
27
28
luis ramos-alarcón marcín
31
las alteraciones encaminadas a restablecerlas en sus principios originales. Por eso están mejor ordenadas34 y gozan
más larga vida las que en sus propias instituciones tienen
los medios de frecuente renovación o la consiguen por accidentes extraños al régimen habitual de su existencia”.35
Los cuerpos perecen si no se renuevan y esa renovación
es una alteración positiva para la salud del cuerpo social,
sea una monarquía, una república o un grupo religioso.
Hay dos medios para conseguir la renovación: de manera
externa como la ayuda fortuita de accidentes no esperados
ni planeados, o de manera interna. En cuanto a lo primero,
el florentino nos recuerda que la fortuna varía constantemente y, al ser obstinados los hombres en su conducta, serán felices mientras actúen conforme a la fortuna, a la vez
que serán infelices en cuanto actúen en contra de ella.36
Por ejemplo, la toma de Roma por los galos sirvió para que
renaciese en la república la observancia de la religión y
de la justicia, que de otra manera hubiera continuado su
caída hasta llegar a desaparecer.37 En cuanto al restablecimiento de los principios originales en una república a
través de las instituciones o de la prudencia interna, como
también la llama, hay dos tipos: por medio de una ley que
con frecuencia obligue a los ciudadanos a dar cuenta de
su propia conducta o, bien, por medio de un hombre eminente que con sus ejemplos y valerosos esfuerzos produzca
el mismo efecto que aquella ley. El florentino pone como
ejemplo de las leyes la creación de los tribunos de la plebe,
de los censores y de aquellas leyes dictadas en contra de la
ambición y la insolencia de los hombres.38 Como ejemplo
de hombres virtuosos y eminentes, pone a Horacio Coclés,
Escévola, Fabricio, los dos Decios y Régulo Atilio.39 Lo que
aquí nos interesa es el hecho de que, en cuanto los ciudaNavarro traduce “ordenatas” como “constituidas”.
Discursos, 3, 1, p. 221.
36
Príncipe, 25, p. 296.
37
Discursos, 3, 1, p. 195.
38
Ibid., pp. 195-196.
39
Ibid., p. 196.
34
35
32
libertad y conato de la multitud
danos dan cuenta constantemente de su propia conducta,
se obligan a mantener sus actos ajustados a las antiguas
leyes, lo que restablece los principios originales de la república y renace continuamente su bien. Es decir, resurge en
los ciudadanos el respeto por las antiguas leyes; los buenos
ciudadanos desean imitar a los hombres virtuosos y los malos se avergüenzan de actuar en contra de ellos.
Entonces, la renovación del cuerpo social sólo puede hacerse
[...] volviendo a las primitivas instituciones, porque los principios de las sectas, repúblicas y reinos, por necesidad contienen en sí algo bueno en que fundan su primer prestigio
y su primer engrandecimiento, y como con el transcurso del
tiempo aquella bondad se corrompe, si no ocurre algo que la
vivifique, por necesidad mata al organismo que animaba.
Por eso los médicos dicen hablando del cuerpo humano: que
diariamente se le agrega algo que necesita curación.40
Todo nuevo cuerpo social se funda con cierto prestigio
y engrandecimiento, a saber, la autoridad moral,41 distinta a la autoridad institucional o política. Después de ser
formado, el cuerpo social se conserva mejor y dura más
tiempo en cuanto sus instituciones y miembros obedecen
esa autoridad moral y, por tanto, podemos decir que esta
forma primigenia u original es el bien de ese cuerpo social.
Al cuerpo social le daña que sus instituciones y miembros
dejen de seguir sus primitivas instituciones pues, en tal
caso, actúan de manera contraria al orden original y todo el
Estado cambia a otro orden. Así, el florentino retoma una
enseñanza médica y dice que, como el cuerpo humano, el
cuerpo social recibe todos los días cambios que requieren
ser curados en función de las primitivas instituciones. Esta
renovación de la salud del cuerpo social es un aumento de
su poder (potere o potenza),42 pues tiene una mayor capacidad para influir sobre sus miembros y guiar su conducta.
Discursos, 3, 1. La cita que pone Maquiavelo en latín es: “Quod quotidie aggregatur aliquid, quod quandoque indiget curatione”.
41
Arrillaga Aldama, “Maquiavelo: el poder que fue y no pudo ser”, p. 229.
42
Príncipe, 3. Vid. Schettino, “Política e imperium en Maquiavelo y Spinoza”,
pp. 46 y ss.
40
luis ramos-alarcón marcín
33
4. El conato de la multitud
Cuando en su Tratado político estudia las causas de la
disolución de la aristocracia como forma de Estado o su
transformación en otros tipos de Estado, recurre al texto
de Maquiavelo. Nos dice Spinoza que: “La causa principal
por la que se disuelven tales Estados [los aristocráticos],
es la que señala el sutilísimo florentino (Discursos de Tito
Livio, III, 143), a saber, que al Estado, como al cuerpo humano, se le agrega diariamente algo que necesita curación;
de ahí que es necesario, dice, que alguna vez ocurra algo
que haga volver al Estado a su principio, en el que comenzó
a consolidarse”.44
Como podemos apreciar, la cita de Maquiavelo es casi
textual. Tanto Maquiavelo como Spinoza consideran que
un Estado civil es un tipo de cuerpo y, por tanto, puede
funcionar de manera análoga como lo hace el cuerpo humano. Para Spinoza, el Estado es un cuerpo compuesto
por la suma de fuerzas o poderes que cede cada individuo
con vistas a cumplir ciertos intereses pero, a diferencia de
Hobbes, aquí el individuo nunca pierde todo su poder, pues
ello significaría su propia muerte. Aquí nos interesa centrarnos en el Estado y considerar que, como cuerpo, tiene
un conato, es decir, se esfuerza para conservar su particular constitución o PMR entre sus ciudadanos y le ocurre lo
mismo que hemos visto que describe Maquiavelo: todo Estado requiere volver al principio que lo constituyó si desea
autoconservarse. Continúa entonces la cita del Tratado político: “Si esto no se produce a su debido tiempo, sus vicios
se acrecentarán hasta el punto de que no podrán ser erradicados sino con el mismo Estado. Y esto, añade [Maquiavelo], puede acontecer o bien por casualidad o bien por una
prudente decisión de las leyes o de un hombre de excepcio-
43
El texto del Tractatus Politicus pone “acutissimus Florentinus Disc. I. lib. 3 in
Tit. Livium…” (Gebhart, p. 348/84).
44
TP 10/1.
34
libertad y conato de la multitud
nal virtud”.45 Para Spinoza, un Estado civil será más libre
y poderoso si su multitud es libre y está organizada a partir
de leyes seguidas por todos, de manera que se conserva
por su virtud y no por la fortuna. Tanto Maquiavelo como
Spinoza subrayan constantemente la autonomía como el
mejor medio para la autoconservación, pues nunca se sabe
qué esperar de la fortuna, si beneficio o desgracia.46 Si bien
la ayuda externa depende más de la fortuna que del individuo, será la virtud y autonomía de éste la que le permita
tomar ventaja de ella. Y continúa Spinoza: “No cabe duda
que es una razón de grandísimo peso que, si no se evita este
inconveniente, el Estado no podrá subsistir por su sola virtud, sino únicamente por la suerte; y que, en cambio, si se
ha puesto el remedio adecuado a ese mal, no podrá sucumbir por un vicio interno, sino tan sólo por una inevitable
fatalidad […]”.47 Si el Estado no está constituido a partir de
leyes que aplican a todos y de instituciones que vigilan esa
aplicación, el Estado no será autónomo y más dependerá
su existencia de la ayuda externa de la fortuna, pero desaparecerá con los vicios internos de su propia multitud. Por
ejemplo, aquel Estado cuyo gobierno depende de la buena
voluntad del príncipe,48 sucumbirá tarde o temprano porque uno solo no podrá mantener esa voluntad ante todos
TP 10/1.
Maquiavelo sostiene en un lenguaje aristotélico que, si la ocasión es a la virtud
del gobernante lo que la materia es a la forma, entonces la ocasión sin virtud es
vana. Dice: “juzgo que puede sostenerse solo quien, por abundancia de hombres o
de dinero, es apto para juntar al ejército preciso y entrar en pelea con quienquiera que le asaltase, como juzgo que siempre necesitan de ayuda ajena quienes no
pueden medirse con el enemigo en batalla y les es menester refugiarse dentro de
sus muros y defenderlos” (Príncipe, 4, p. 52).
47
TP 10/1.
48
Nos dice Spinoza: “un Estado cuya salvación depende de la buena fe de alguien
y cuyos negocios sólo son bien administrados si quienes los dirigen, quieren hacerlo con honradez, no será en absoluto estable. Por el contrario, para que pueda
mantenerse, sus asuntos públicos deben estar organizados de tal modo que quienes los administran tanto si se guían por la razón como si se guían por la pasión,
no puedan sentirse inducidos a ser desleales o a actuar de mala fe. Pues para
la seguridad del Estado no importa qué impulsa a los hombres a administrar
bien las cosas, con tal que sean bien administradas. En efecto, la libertad de
espíritu o fortaleza es una virtud privada, mientras que la virtud del Estado es
la seguridad” (TP 1/6).
45
46
luis ramos-alarcón marcín
35
los asuntos del mismo Estado; dejar los asuntos públicos a
la bondad del gobernante es lo mismo que dejarlos a la fortuna. En cambio, si se constituye con leyes obedecidas y
defendidas por todos, entonces será sólido, aprovechará la
ayuda externa y soportará los embates de la fortuna.
Conclusiones
Spinoza realiza una lectura republicana de las dos obras
de Maquiavelo y considera que en ellas expresa la ruta que debe
seguir la multitud libre para conservar y acrecentar su libertad y seguridad, así como la multitud esclava para liberarse. Para el holandés, el florentino abrió una tradición
política que defiende la autonomía de la multitud y que lo
hace por medio del estudio de la historia o la descripción
de experiencias de gobiernos pasados y presentes como el
fundamento para conocer al imperium o gobierno. Por tanto, desde esa tradición no podemos conocer al Estado civil
simplemente por el uso apriorístico de la razón o por la
aplicación de valores extrapolíticos. Spinoza sigue de cerca esta tradición y construye un concepto de razón que se
adapta a ella como concepto de la naturaleza humana: todo
lo que hacen los seres humanos son conceptos y afectos de
esa naturaleza, de modo que comprende desde ideas racionales hasta pasiones. Por último, así como le ocurre a los
seres humanos, hay multitudes más fuertes y libres o más
débiles y esclavas conforme son capaces de conservarse por
sí solas, es decir, en cuanto aumentan su poder o potentia
y expresan mejor su particular constitución a través de sus
miembros; en otros términos, una multitud sólo es libre si
todos sus miembros también lo son.
La Categoría de “tiniebLas” en La
fiLosofía naturaL de giordano bruno
ernesto schettino
Facultad de Filosofía y Letras, unam
[email protected]
aBstract: After the Aristotelian physics and its scholastic facing
certain problems, this chapter studies Giordano Bruno’s approach
the theory of the four sublunar elements (earth, water, fire, and
wind), and the supralunar element (ether). This chapter, I study
in what way, before the rupture with the physics, Aristotelian and
its scholastic derivatives, Giordano Bruno, had, questioned and
substituted, coherently, the theory of life and the trees of the sublunary elements (earth-water-air-fire) and the supralunar (ether).
The author shows how Bruno achieves a general theoretical solution for the transition from absolute unity to the full unfolding of
multiplicity and change. He arguments, which is an adaptation of
the Cusanian thesis of complication-explication, which allows the
various degrees and scales of matter, being, nature, and reality.
“Pues el mismo Dios que dijo: Del seno
de las tinieblas brille la luz”.1
E
l tema de este trabajo es uno de los más oscuros del
Nolano, y no decimos esto por el asunto de las tinieblas, sino por lo complejo de su tratamiento.
En el marco de la ruptura con la física aristotélica y sus
derivados escolásticos, Giordano Bruno se sintió obligado a buscar y experimentar nuevas tesis con relación a la
1
II Co. 4, 6. [“quoniam Deus qui dixit de tenebris lucem splendescere”]. La traducción al español de las citas bíblicas es de la Biblia de Jerusalén.
la categoría de “tinieblas” en la filosofía natural
38
sustancia y a las formas elementales de la materia como
principios que permitieran una mejor comprensión de la
realidad física, todo con el objeto de poder fundamentar
su nueva y revolucionaria concepción del universo. Dichas
tesis representaron un punto vital no sólo para el establecimiento, consolidación, explicación y hasta justificación
de la nueva cosmología representada por el proceso de la
revolución copernicana, sino que también fueron esenciales para dotar de un nuevo marco metafísico (ontológico
y teológico) a buena parte de la revolución científica del
siglo xvii en su conjunto, aunque la mayor parte de los actores involucrados en ésta o bien sólo lo reconocieran parcialmente, o no quisieran hacerlo o no les conviniera y lo
ocultaran.
En los diferentes intentos brunianos por formular una
nueva teoría ontológica adecuada a las nuevas concepciones de la realidad, que fuera aceptable socialmente (esto
es, tuviera credibilidad) y estuviera suficientemente fundada en el plano filosófico, se nota la necesidad de enfrentar
el asunto en varios terrenos, bajo diversas perspectivas y
con diferentes aproximaciones. Como dice Ciliberto: “Si sa,
l’opera di Bruno offre tale pluralità di livelli di lettura da
non poter essere esaurita in un percorso univoco, lineare.
Da qui deriva la sua straordinaria capacità di interrogare il
tempo, la sua stessa fortuna. Può, debe essere indagata secondo una pluralità di prospettive, di punti di veduta volta
a volta individuati”.2
Esta actitud también era producto de la conciencia que
tenía el Nolano, por una parte, del carácter finito y limitado del conocimiento humano ante una realidad infinita y,
por otra, a la necesidad teórica del auténtico filósofo de no
renunciar jamás a la persecución de objeto tan preciado por
inalcanzable que sea,3 enfrentando de la mejor manera posi-
2
Ciliberto, La ruota del tempo, pp. 15-16.
Ésta es uno de los contenidos básicos de lo que Bruno denomina el heroico
furioso.
3
ernesto schettino
39
ble los obstáculos gnoseológicos y los prejuicios ideológicos
existentes que se presentaran al respecto.
Ante todo tenía que cuestionar y sustituir coherentemente la teoría consolidada por Aristóteles de los cuatro
elementos sublunares [tierra-agua-aire-fuego] y del supralunar [éter], que constituía uno de los ejes —si no es que el
fundamental— que le daba sentido, congruencia y fuerte
credibilidad a la teoría cosmológica dominante.4 Los ‘4+1’
elementos eran concebidos como substancias-esencias [ousía] sensibles en movimiento. Aquéllos, los sublunares, dadas sus diferencias de peso, de temperatura y de sequedad
y humedad, con movimientos imperfectos de carácter violento provocados por la rotación de la esfera de la Luna, y
rectilíneos de carácter natural de ascenso y descenso para
retornar a sus lugares naturales, con lo cual daban origen
a la generación y la corrupción, comenzando por los meteorológicos, que serían los primeros compuestos. El éter,
dada su ausencia de gravedad y su consistencia carente
de mezclas, con su movimiento circular, perfecto y eterno,
se distinguía en forma tajante de los otros cuatro y dividía radicalmente en dos al mundo físico, uno celeste y otro
sublunar, dando con ello lugar a una doble física, a la vez
que daba sentido y determinaba la idea del universo como
finito y geocéntrico.
Derivado de lo anterior, se postulaba como evidente,
conforme a razón y como un hecho con plena comprobación
empírica, el lugar natural de los elementos, estableciéndose una radical y absoluta jerarquía no sólo espacial sino
también ontológica. De modo que era preciso desmantelar
también los supuestos gnoseológicos aristotélicos, particularmente la apariencia de plena concordancia de los mismos con los datos sensibles (o sea, denunciar las carencias
de su empirismo, que constituía otro de los pilares del predominio de la física aristotélica).
4
Para una explicación más amplia de la posición bruniana sobre los elementos,
véase nuestro artículo “Innovaciones brunianas a la idea de elemento”.
la categoría de “tinieblas” en la filosofía natural
40
Para Bruno, antes que nada, todo esto representaba un
error de origen que acarreaba otros innumerables,5 puesto que aquellas cosas que se habían tomado como ‘elementos’ no eran en realidad más que diversas manifestaciones
—hasta contradictorias— de diferentes clases de compuestos, en diversos grados de mezcla. Destacando también el
carácter no sensible per se de los auténticos elementos. Asimismo era esencial hallar los auténticos fundamentos para
establecer la unidad ontológica y física que pudiera sustentar la idea de un universo homogéneo e infinito, a la vez
que eliminar la dualidad y la falsa jerarquía en el mundo
físico, así como subsanar el abismo establecido entre éste
y el metafísico.
Otro punto básico para el desarrollo de las nuevas concepciones radicaba en la sustitución de la concepción negativa
de la materia como pura privación y hez de las substancias,6
frente a las formas y al mundo espiritual, ya que ello tenía
como consecuencia la desvalorización del mundo sublunar
ante el celeste y de la naturaleza ante el mundo divino, lo
que a su vez derivaba en una forma de subestimar la filosofía natural ante la metafísica y de la filosofía respecto a la
teología, con todos los prejuicios y perjuicios que de esto brotaban. De manera que era preciso rescatar lo que se había
perdido en el camino del triunfo peripatético y escolástico,
como eran, entre otras muchas ideas, algunas de las concepcio-
5
Bruno insiste constantemente en este antiguo principio teórico en contra de
la física aristotélica. V. gr. Infinito, p. 225 [BoeuC IV, p. 335], De immenso, II,
I, donde por cierto relaciona los mínimos con el asunto del error: “Vulgata sententia est; parvus error in principio, magnus in fine est; parva et minima quippe
omnia sunt semina et elementa, in quibus specierum tota pene substantia consistit”. Cabe decir que se suele citar las obras completas de Giordano Bruno como
“BoeuC” (París, Belles Lettres) y después poner el número del volumen, seguido
del número de página.
6
“Là onde non è un prope nihil, un quasi nulla, una potenza nuda e pura, se tutte
le forme son come contenute da quella, e dalla medesima per virtù dell’efficiente
(il qual può esser anco indistinto da lei secondo l’essere) prodotte e parturite; e
che non hanno minor raggione di attualità nell’essere sensibile ed esplicato, se
non secondo sussistenza accidentale, essendo che tutto il che si vede e fassi aperto per gli accidenti fondati su le dimensioni, è puro accidente; rimanendo pur
sempre la sustanza individua e coincidente con la individua materia”. Causa,
BoeuC III, pp. 23-25.
ernesto schettino
41
nes físicas y teológicas de los presocráticos y del platonismo, así
como la propia idea aristotélica de materia prima. Respecto a
esta última, el Nolano notaba una importante inconsistencia respecto a su concepción de los elementos y, en el fondo,
el desperdicio teórico de una buena idea.
Por otro lado, el sincretismo alcanzado por la escolástica
entre las doctrinas de Aristóteles y del cristianismo, obligaba
también a luchar contra interpretaciones dogmáticas que supuestamente se veían sancionadas por las Escrituras, y que
pretendían, entre otros aspectos, una congruencia entre ambas, con lo que reforzaban mutuamente su autoridad. Pero
lo que constituía una situación aún más grave en detrimento del desarrollo de la filosofía y la ciencia modernas era el
afianzamiento aún más radicalmente dogmático del supuesto
valor de verdad incuestionable para todo fin, incluyendo las
cuestiones científicas, de lo establecido por la Biblia, aspecto
agravado en la segunda mitad del siglo xvi por las posiciones
cerradas e intolerantes derivadas de la lucha de la Iglesia católica contra los reformados, consolidadas con las posiciones
del Concilio de Trento. Éstas otorgaban un indiscriminado
valor absoluto de verdad (“palabra de Dios”) a todos los contenidos de las Escrituras,7 dotándolas, en caso de duda, de una
jerarquía en la exégesis de fuentes para su solución, que privilegiaba en primer término el sentido literal8 de las mismas,
con una primera base de interpretación en los Padres de la
Iglesia, una segunda en los Doctores de la misma, una tercera
en los concilios y una cuarta —y definitiva— en la infalibilidad
del papa. Por si esto fuera poco, siendo la tridentina una Iglesia militante, había reforzado su dogmatismo ideológico con la
reorganización de su aparato represivo inquisitorial mediante la creación de la Congregación del Santo Oficio y lo había
rematado con otro órgano auxiliar destinado a expurgar o
prohibir los libros sospechosos de herejía: la Congregación del
7
Aspecto en lo que no diferían mucho las iglesias reformadas, salvo en que la
Iglesia tridentina rechazaba las lecturas con interpretaciones personales de las
mismas.
8
Lo que se pensaba como un antídoto contra las herejías, particularmente la luterana.
la categoría de “tinieblas” en la filosofía natural
42
Índice. Lo que mostraba al Nolano y a sus contemporáneos no
sólo lo peligroso de enfrentar crítica y directamente los temas
“teológicos”,9 sino también la ineficacia en la tarea de convencer sobre lo erróneo en cualquier asunto teórico si no atendía
también estos aspectos ideológicos.10
La fuerza de la tradición escolástica de apoyo ideológico
en la teología y de ésta, con fundamento último en la Biblia,
era plenamente vigente en el mundo académico —y, de nueva
cuenta, no sólo en el campo católico, sino también en el reformado, aunque en ambos campos hubiera algunas naciones y
grupos más tolerantes—, por lo que Bruno procederá a varias
operaciones al respecto: una consistirá en intentar separar la
filosofía de la teología dogmática de base religiosa; otra, de carácter relativamente subrepticio, en tratar de distinguir los
campos de la teología dogmática de la metafísica —esto es, de
la teología filosófica en sentido estricto—; otro más en insistir,
contra la interpretación literal de los textos bíblicos, en que
los autores de los mismos tenían como objetivo la salud moral
y religiosa del pueblo y no la pretensión de hacer un tratado
teórico. Tesis que destaca ya en La cena de las cenizas, y que
luego retomará Galileo con efectos de momento contraproducentes, dado el resultado de la condena en 1616 del copernicanismo por parte de las Congregaciones del Santo Oficio y
del Índice, así como también, y no por mera casualidad, del
‘pitagorismo’;11 aunque, tras el paso avasallador de la ciencia
9
En realidad dogmas y otras creencias de la religión cristiana, que habían suplantado con los supuestos textos ‘revelados’ a la reflexión crítica sobre la divinidad. Pese a lo cual, bajo metáforas literarias, analogías, mitos e imágenes, así
como con una idea abstracta de ‘metafísica’, Bruno se atreve a realizar en sus
obras ataques radicales al dogmatismo religioso, especialmente al cristiano, v.
gr. en La expulsión de la bestia triunfante y, sobre todo, en La cábala del caballo
Pegaso.
10
Que hoy consideramos externos a la ciencia y hasta ridículos, pero que en la
práctica real de la época representaban una carga efectiva y pesada que sobrellevar y no se la pensaba —o no se la quería pensar— como ajena a la cuestión
científica, sino todo lo contrario. Además, su peso era doble, ya que no se trataba
tan sólo de problemas teológicos en sentido estricto, sino también y más perturbador aún, de meras cuestiones religiosas contaminadas con otros elementos
ideológicos y políticos.
11
El decreto de la Congregación del Índice no sólo condenaba las tesis de que la
tierra se mueve y el Sol está en el centro, sino que añadía la prohibición de la
ernesto schettino
43
desde los siglos xviii y xix, finalmente la propia Iglesia católica terminaría utilizando el argumento de que se trata de pasajes simbólicos, renunciando así vergonzantemente a la línea
rígida establecida por el Concilio de Trento y con base en la
cual justificó muchos de sus crímenes contra los intelectuales.
El Nolano también tenía que luchar contra el argumento de
autoridad, doble en el caso de Aristóteles: por ser el filósofo y
representar un saber establecido con gran antigüedad; para lo
cual mostrará que sabios y sabiduría anteriores a él sustentaban tesis contrarias (lo que podríamos denominar ‘argumento
de contrautoridad’), como era el caso de las concepciones de los
presocráticos, pero incluyendo también textos bíblicos (particularmente los atribuidos a Moisés y Salomón, quienes son las
figuras bíblicas más encomiadas y reconocidas por Bruno), así
como de los caldeos, egipcios,12 etcétera.
El uso del mito13 (tanto de tipo religioso14 como poético)
también le sería útil para poder expresar ideas y posibilidades de interpretación, con imágenes, metáforas y analogías que le sirvieran para comunicar sus nuevas tesis,
sobre todo en puntos riesgosos y difíciles, aquellos donde
los sentidos y la razón no eran tan sólidos como para atenerse esencialmente a ellos, un poco a la manera de los ‘mitos verosímiles’ sostenidos en el Timeo platónico. De modo
que, aún en una misma obra, tendrá expresiones directas
de filosofía natural, junto con otras de corte teológico, mítico, mágico y literario; asunto particularmente notable en
interpretación ‘pitagórica’, la cual pensamos sería también una forma velada de
referencia a tesis cosmológicas de Bruno.
12
En especial los textos del Corpus Hermeticum, que constituye una de sus fuentes más estimadas, sobre todo el Asklepius, donde se presenta una revalorización
de la materia. V. gr. 15 (16-22) [V. II, p. 314]: “Dès lors la matière elle aussi,
bien qu’elle ne soit pas engendrée, contient cependant en elle-même le principe
de toute génération puisqu’elle offre à toutes choses un sein inépiuisablement
fécond propre à leur conception. Voici donc en quoi se résume toute la qualité de
la matière: elle est capable d’engendrer, bien qu’elle soit elle-même inengendrée.
Or, s’il est de la nature de la matière d’être capable d’enfanter, il en résulte que
cette même matière est tout aussi capable d’enfanter le mal”.
13
Recurso, como otros, ampliamente usado en el Renacimiento para escapar a la
censura y esconder tesis peligrosas.
14
Incluyendo, por supuesto, directa o indirectamente, los de la tradición judeocristiana, como son precisamente los relativos a luz y tinieblas.
44
la categoría de “tinieblas” en la filosofía natural
las obras que quedaron en el nivel de manuscritos,15 en los
cuales debate consigo mismo para intentar aclarar dificultades y enigmas de la naturaleza insuficientemente tratados
o con respuestas insatisfactorias, particularmente cuando
tocan temas escabrosos o prohibidos.
Es preciso señalar que la cuestión de los fundamentos
últimos de la realidad física, incluyendo el asunto de los
elementos, no sólo era un punto especialmente difícil debido a factores de lo más diversos, como algunos de los ya
indicados, sino que en ese caso concreto también tenía que
ver con la fuerza de los argumentos y pruebas empíricas
aportadas a favor de la concepción aristotélica. Por lo que
otro problema fundamental era el de los distintos niveles
de la realidad, comenzando por el asunto de los tránsitos
entre ellos; ante todo se requería de una reformulación de
la idea de sustancia y forma substancial, así como de la
idea de principios y elementos, en particular ante una física como la aristotélica que, de acuerdo con la crítica bruniana, concebía como formas ‘substanciales’ las manifestaciones inmediatas y singulares de conformación material,
los cuales para él son meros accidentes,16 y no establecía
una adecuada diferenciación entre los elementos y los compuestos, como mostrará en su análisis.
Además de todo esto, Bruno también enfrenta críticamente
la necesidad interna de su propia concepción monista radical de explicar el tránsito de la unidad absoluta (Mónada de
mónadas, substancia suprasubstancial, Unidad [complicatio]
absoluta, causa de causas, principio de principios, primer eficiente, etcétera; en pocas palabras, Dios) hacia el mundo físico
desplegado (explicatio) como universo infinito, incluyendo la
existencia de entes compuestos, finitos, perecederos, vicisitu-
15
De magia, Theses de magia, De vinculis in genere, Lampas triginta statuarum,
etcétera.
16
“[…] gli aristotelici, platonici e altri sofisti, non han conosciuta la sustanza
de le cose; e si mostra chiaro che ne le cose naturali quanto chiamano sustanza,
oltre la materia, tutto è purissimo accidente; […]” (Causa, BoeuC III, Proemiale
Epistola, p. 15).
ernesto schettino
45
dinales, cambiantes, múltiples, efímeros, complexionados, accidentales, umbrátiles, etcétera.17
Bruno alcanza una solución teórica general para el tránsito de la Unidad absoluta hacia el despliegue pleno de la
multiplicidad y el cambio, que es una adecuación de la tesis
cusaniana de la complicatio-explicatio, la cual le permite
establecer los diversos grados y escalas de la materia, del
ser, de la naturaleza, de la realidad; pero no por ello dejaba de concebir como un punto fundamental no resuelto, a
la vez que central para la coherencia de sus tesis, el paso
decisivo de la unidad física absoluta hacia los elementos,
ya que una vez establecido éste, el tránsito de los auténticos elementos a la conformación de los compuestos y sus
propiedades resultaba relativamente más comprensible y
fácil de establecer y explicar, con base fundamentalmente
en la determinación cuantitativa (‘número’), el resto de los
fenómenos naturales.
Intentando resolver el tránsito de la Unidad absoluta a
los elementos y a los individuos compuestos, no sin vacilaciones y con muchas variantes teóricas, Bruno llega a una
nueva concepción general de la realidad física, que constituye el marco ontológico de su revolucionaria cosmología,
en la cual se termina por transitar insensiblemente de la
metafísica a la física y de ésta a la matemática (lógica) y viceversa, concebidas sus estructuras como mundos o aspectos
de la realidad integrados aunque diferenciados en sus determinaciones esenciales. Precisamente la trilogía constituida
por los poemas frankfurtenses es uno de sus intentos más
productivos en su objetivo de desarrollar esta concepción: el
De monade atendiendo el aspecto metafísico, el De immenso
el físico, y el De triplici minimo el matemático (geométrico),
pero en todos estableciendo los vínculos entre ellos.18
La tesis, que adquiere por momentos un fuerte sabor pitagórico (lo que, como indicamos, tendría implicaciones cen-
17
Aquí no nos referimos a los mínimos, porque éstos están en el nivel de los principios, sino a los ínfimos, que constituyen el nivel más bajo de la escala.
18
Cf. la Epistola dedicatoria et clavis, BOL I, I, pp. 196 y ss.
la categoría de “tinieblas” en la filosofía natural
46
trales en la etapa de la ciencia posterior a su muerte) y cusaniano, sostiene la idea del despliegue (explicatio)19 divino
de —o desde— la Unidad absoluta, ‘substancia suprasubstancial’ o Mónada como concentración igualmente absoluta
(complicatio)20 a —o hacia— la Mónada como Universo o
Naturaleza plenamente desplegada, pasando por todos los
estadios y determinaciones intermedios, incluyendo lo que
considera entes ‘umbrátiles’, ‘apariencias’ [‘fenómenos’].
Haciendo parcialmente abstracción de las diversas aproximaciones y variables explicativas que utiliza con diferentes fines, podemos establecer un esquema del sistema
físico-ontológico bruniano de la siguiente manera: se da un
despliegue (explicatio) que va (pero también está en y regresa a)21 de Dios, en tanto causa de causas y substancia
suprasubstancial (como complicatio y coincidentia oppositorum absoluta),22 a la Materia (en un primer momento del
despliegue), como la auténtica substancia física, integrada e indistinta en unidad plena con el ‘alma universal’. La
cual en un nuevo grado de la escala se desdobla23 o —como
19
Se puede traducir por despliegue, desarrollo, autodesarrollo, desenvolvimiento, etcétera.
20
Que es la vía del conocimiento humano para alcanzar una representación de la
naturaleza o de Dios como Unidad suprema a partir de los singulares y sensibles:
“Prima, dunque, voglio che notiate essere una e medesima scala per la quale la
natura descende alla produzion de le cose, e l’intelletto ascende alla cognizion di
quelle; e che l’uno e l’altra da l’unità procede all’unità, passando per la moltitudine di mezzi”. (Causa, BoeuC III, p. 291] “Quindi è il grado delle intelligenze;
perché le inferiori non possono intendere molte cose, se non con molte specie,
similitudini e forme; le superiori intendeno megliormente con poche; le altissime con pochissime perfettamente. La prima intelligenza in una idea perfettissimamente comprende il tutto; la divina mente e la unità assoluta, senza specie
alcuna, è ella medesimo lo che intende è lo ch’è inteso. Cossí dunque, montando
noi alla perfetta cognizione, andiamo complicando la moltitudine; come, descendendosi alla produzione de le cose, si va esplicando la unità. Il descenso è da uno
ente ad infiniti individui e specie innumerabili, lo ascenso è da questi a quello”.
Ibid., pp. 295-297.
21
En más de un pasaje destaca Bruno que Dios es principio, medio y fin. Cf.
Summa terminorum metaphysicorum.
22
Cf. De immenso VIII, X, en BOL, I, II, pp. 312 y ss. En el De monade (BOL, I, II,
p. 350), lo explica como el parto de la díada: “Linquitur a diadis partu solidaria primum / Omnipotencia, principio est hinc materiali / Appropiata dias, siquidem hinc
est sectile primo”.
23
“Dias ex Monade, (ut ex fluxu puncti linea) procedit”. De monade, III (BOL,
V. I, P. II, p. 353); “Bimembris quoque prima est uniuscuiusque generis divisio.
ernesto schettino
47
dice el propio Bruno— se bifurca en Tinieblas, como principio de la corporeidad y Luz,24 como principio espiritual (les
denomina provisionalmente ‘primeros accidentes’ o ‘primeros principios’ naturales). De ahí pasa a los medios fundamentales, esto es, los elementos en sentido estricto, en que
las Tinieblas y la Luz se despliegan a su vez en dos grupos o géneros: substancias corpóreas: los átomos (‘tierra’,
‘árido’) y el aglutinante (lo ‘húmedo’, ‘agua’), y substancias
‘espirituales’ o ‘incorpóreas’: el espacio (‘aire’, ‘éter’, ‘espíritu’) y la luz (‘fuego’, a veces también ‘espíritu’).25 De cuyo
entrelazamiento e interacción (ya que para Bruno todos los
compuestos, sin importar el tipo al que pertenezcan, están necesariamente conformados por los cuatro elementos,
aunque con distintas cantidades y proporciones [número])
se originan los ‘grandes animales’26 o compuestos primordiales según predomine en ellos el ‘fuego’ (soles o astros) o
el ‘agua’ (tierras o planetas), que a su vez están integrados
en ‘sínodos’, o sea, los diferentes sistemas solares. Luego
están estructurados los primeros compuestos [simientes]
(pues aunque éstos podrían pensarse como anteriores a los
cuerpos celestes, no obstante pareciera en algunos textos que
Bruno se inclina a concebir que se forman en éstos, como compuestos en los soles y en las tierras), que son los ‘mínimos de
género’ y los ‘mínimos sensibles’.27 En seguida estarían los innumerables géneros y especies propios de cada tipo de cuerpo
celeste. Para llegar finalmente a un número infinito de individuos
finitos, sensibles, accidentales, complexionados y vicisitudinales, que están sujetos al número y al movimiento; son com-
Omnes oppositionis genus duos tantummodo terminus primo per se complectitur”.
24
Debe quedar claro que para Bruno tanto las Tinieblas como la Luz son principios naturales, físicos. Si aprovecha los nombres e imágenes bíblicas es, por
una parte, porque no tiene términos apropiados para designar los principios,
que impidan mayores confusiones; por otro, porque con ellos puede expresar su
concepción panteísta bajo un adecuado velo escritural.
25
Por más que intentamos hacer a un lado esta asociación de ideas, no podemos
dejar de pensar al respecto en la física de las partículas: quarks, gluones, fotones.
26
V. gr. Infinito, Diálogo tercero, p. 176; De immenso, V, IX, BOL, I, II, p. 146.
27
De minimo, I, IX y X.
la categoría de “tinieblas” en la filosofía natural
48
puestos de muy diversa especie, y están determinados por los
anteriores que se dan en los cuerpos celestes.28
De acuerdo a la síntesis anterior, tendríamos un modelo de
escala de la realidad física, con los siguientes grados esenciales:
Explicatio:29
1. [M o M0] Dios [como complicatio o Unidad absoluta que,
por inexorable necesidad, sustenta todos los grados y escalas y
está presente en ellos; además de los atributos teológicos esenciales de infinitud, eternidad, Verdad, Bien, etcétera].30
2. [M1] Materia31 [en su sentido primario y más radical,
como unidad originaria e indistinta del mundo físico].
28
De Umbris, BOL, V.II, P. I, p. 49: “Conceptus XX”: “Omne quod est, post vnum;
necessario multiplex est & numerosum. Praeter vnum igitur atque primum omnia sunt numerus. Vnde sub infimo gradu schalae naturae est infinitus numerus, seu materia: in supraemo vero infinita vnitas, actusque purus. Descensus
ergo, dispersio, & euagatio fit versus materiam. Ascensus, aggergatio, & determinatio fit versus actum”.
29
“Elementum rerum omnium vere atque proprie est unum, proxime duo, proxime quatuor: una materia, duo contraria, quatuor prima et simplicia corpora
quae posuit Empedocles”, y adelante en la ratio aclara lo de los ‘dos elementos’:
“Quando ponimus duo elementa, non est dicendum calidum et frigidum accidentia, sed substantias et completas substantias”. Thes. de magia, VII, en BOL, III,
p. 459.
30
Entre otros muchos textos donde Bruno toca el asunto, especialmente como la
suprema Unidad destacan el Quinto diálogo del De la causa, el Capítulo X del De
immenso, en general la Summa terminorum metaphysicorum y el apartado “De
Patre seu Mente seu Plenitudine” de la Lampas triginta statuarum.
31
“[…] es preciso que haya algo indistinto antes que la materia se distinga en
corpórea e incorpórea; il cual indistinto es expresado por el género supremo de la
categoría; […]”, Causa, Epístola proemial, Argumento del cuarto diálogo, pp. 2223. Dada la importancia de este texto para el conjunto, nos permitimos citarlo en
extenso: “Nel quarto dialogo, dopo aver considerata la materia nel secondo [terzo,
realmente], in quanto che la è una potenza, si considera la materia in quanto che
la è un suggetto... Secondo, raggionandosi iuxta gli Proprii principii, si mostra una
essere la materia di cose corporee e incorporee con piú raggioni. De quali la prima si prende dalla potenza di medesimo geno; la seconda, dalla raggione di certa
analogia proporzionale del corporeo e incorporeo, absoluto e contratto; la terza, da
l’ordine e scala di natura, che monta ad un primo complettente o comprendente; la
quarta, da quel che bisogna che sia uno indistinto prima che la materia vegna distinta in corporale e non corporale; il quale indistinto vien significato per il supremo
geno della categoria; la quinta, da quel che, siccome è una raggion comune al sensibile e intelligibile, cossí deve essere al suggetto della sensibilità; la sesta, da quel,
che l’essere della materia è absoluto da l’esser corpo, onde non con minor raggione
può quadrare a cose incorporee che corporee; la settima, da l’ordine del superiore
e inferiore che si trova ne le sustanze, perché, dove è questo, se vi presuppone e
intende certa comunione, la quale è secondo la materia che vien significata sempre
per il geno, come la forma vien significata dalla specifica differenza; la ottava è da
un principio estraneo, ma conceduto da molti; la nona, dalla pluralità di specie
ernesto schettino
49
3. [M2] Bifurcación en los principios primeros: Materia
corporal [Tinieblas32/corporeidad/materia]33 y Materia espiritual34 [Luz/alma del mundo/forma].
4. [M3] Elementos [en el sentido de componentes primarios
de la realidad física, derivados de los primeros principios]: de
la materia corporal ‘tierra’ [‘árido’, los átomos, mínimos físicos
absolutos] y ‘agua’ [lo ‘húmedo’, magnetismo, el aglutinante
che si dice nel mondo intelligibile; la decima, dalla similitudine e imitazioni di tre
mondi, metafisico, fisico e logico; la undecima, da quel, che ogni numero, diversità,
ordine, bellezza e ornamento è circa la materia”. BoeuC III, p. 21.
32
Sin que el término tenga una connotación moral o religiosa, sino en el sentido
natural de materia oscura. De hecho, Bruno toma en consideración la imagen de
la creación del Génesis, apropiándose de algunos de los términos, tal como aparecen en la Vulgata, para usarlos para sus propios fines —por supuesto con otro
significado— en algunos de sus intentos de interpretación de los primeros y más
difíciles grados de la explicatio y éste es el caso para una de sus versiones de los
primeros principios: “In principio creavit Deus caelum et terram / terra autem
erat inanis et vacua et tenebrae super faciem abyssi et spiritus Dei ferebatur
super aquas / dixitque Deus fiat lux et facta est lux / et vidit Deus lucem quod
esset bona et divisit lucem ac tenebras” (Gn I, 1-4) [“En el principio creó Dios el
cielo y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo,
y un viento de dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: ‘Haya luz’, y
hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad”].
También utiliza el Génesis para distinguir entre la Luz como principio, producto
del primer día, y las luminarias o astros como compuestos, producto del cuarto,
como grados muy diferentes de la explicatio. Galileo utilizará los términos en un
pasaje del Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo y en otros textos
para referirse a los planetas en contraposición a los soles, siguiendo —o interpretando— a Bruno, sin mencionarlo.
33
De rerumprinc., BOL III, p. 510, 11-16: “In spacio subinde sunt duo materialia,
terra videlicet et aqua. Terram appellamus interdum aridam, Interdum atomos;
aqua interdum est vapor, interdum magis subtiliata est aër. Duo consistentia
immaterialia sunt spiritus et anima communiter dicta”.
34
En este punto tendrá Bruno una duda radical a lo largo de sus obras. Sin
embargo, debe entenderse ‘espiritual’ como aquello que siendo principio no es
substancia (el espacio) o siendo principio y substancia no es directamente cuerpo
(la luz), es decir, lo no directamente corpóreo, pero que sin embargo es condición
de posibilidad de la corporeidad y de ninguna manera se debe entender como
sobrenatural, o no natural, sino, por lo contrario, como coprincipios naturales
junto con los principios corpóreos. “Sia quantosivoglia diversità secondo la raggion propria, per la quale l’una descende a l’esser corporale e l’altra non, l’una
riceve qualità sensibili e l’altra non, e non par che possa esser raggiore comune
a quella materia a cui ripugna la quantità ed esser suggetto delle qualitadi che
hanno l’essere nelle demensioni, e la natura a cui non ripugna l’una né l’altra,
anzi l’una e l’altra è una medesima, e che (come è più volte detto) tutta la differenza depende dalla contrazione a l’essere corporea e non essere corporea. Come
nell’essere animale ogni sensitivo è uno; ma, contraendo quel geno a certe specie,
[…]”. Causa, Diálogo cuarto, BoeuC III, p. 243 [ed. esp., p. 122]. Al respecto
también es importante la argumentación previa a este pasaje en boca de Teófilo,
personaje que representa a Bruno.
50
la categoría de “tinieblas” en la filosofía natural
de lo corpóreo] y de la materia espiritual ‘fuego’ [luz] y ‘aire’
[espacio, ‘espíritu’].35
5. [M4] Los grandes compuestos [‘grandes animales’]: los
cuerpos celestes (soles, donde predomina en el compuesto
el elemento fuego-luz; planetas, con predominio de tierra y
agua: átomos y aglutinante), integrados en sínodos —sistemas solares—, que producen en su seno —por sí y por su
interacción— al resto de los compuestos (animales, plantas, piedras, etcétera).
6. [M5] Compuestos fundamentales [todos ellos también
integrados, bajo diversas complexiones y números, por los
cuatro elementos (espacio, luz, átomos y aglutinante)]: mínimos de género y mínimos sensibles (semillas o simientes).
7. [M6] Determinaciones primarias de los elementos
(compuestos dominados por alguno de los elementos, en especial los fenómenos meteorológicos,36 v. gr. ‘fuego’, llama,
luminosidad; ‘cielos’, ‘campos’, ‘atrios’, etcétera).
8. [M7] Géneros y especies generados a partir de los niveles anteriores en y por los cuerpos celestes.37
9. [Mn] Los innumerables individuos vicisitudinales.
Para Bruno todos los grados de la escala son reales: la
existencia de los géneros, las especies, los universales, es
actual, aquí y ahora, efectiva y concreta (no una existencia sólo en la abstracción, en el pensamiento), y para esto
ciertamente le sirven —aunque no se identifique con ellas,
puesto que va más allá de las mismas— las concepciones
platónica y, sobre todo, neoplatónicas de la participación
35
De rerum princ, BOL III, p. 511, 17-22: “In duobus principiis immaterialibus,
spiritu videlicet et anima (immaterialia dico, quia non sunt materia licet in materia, quia spiritus et anima non recipiunt aquam et terram, sed recipiuntur), est
lux, quia nimirum radicaliter omnibus in rebus ita insita est, sicut spiritus atque
anima; et interdum nomine lucis animam atque spiritum intelligunt”.
36
El Nolano destaca los Meteorológicos como la obra más valiosa de Aristóteles
en el terreno de la física. En La cena de las cenizas [p. 209; BoeuC, II, pp. 259261] aunque un tanto en burla llega a afirmar que “Todavía al final del primer
libro de sus Meteora habla como profeta y adivino. Porque, aunque quizá él mismo no se comprenda, con todo, tropezando y mezclando siempre en cierto modo
algo de su propio error al divino furor, dice en lo más y lo principal la verdad”.
37
“Sic solem et tellurem dicimus principia omnium particularium substantiarum seu specierum, ut facit Hesiodus, Virgilius et Parmenides”. Thes. de magia,
loc. cit.
ernesto schettino
51
(que tanto le molestan a Aristóteles) y de las emanaciones,
pero manejándolas como una y en una misma y única realidad y no como dos mundos diferentes, el inteligible y el
sensible, separados e independientes. Una cosa es que no
percibamos con los sentidos más que a los individuos determinados y otra es que no existan real, substancialmente
aquéllos. Tampoco es aceptable que no se puedan conocer
los demás niveles de la realidad no sensible a través de las
otras facultades cognoscitivas: la imaginación, la razón, el
intelecto (es preciso recordar aquí la idea del ascenso por
esta vía hacia lo divino).
Destaca que no se trata de meras abstracciones, sino
expresión del despliegue o explicatio de Dios en el universo, y que mientras más elevado o complicado es un nivel,
más permanente, necesaria y substancial es su existencia.
Contra lo que se deduce de las apariencias fenoménicas
[umbrátiles], lo sensible e individual no es lo más real ni
substancial, sino todo lo contrario: son lo más cambiante,
inestable, accidental y perecedero, particularmente frente
a los elementos y, sobre todo los primeros principios, que
en sí y por sí no son sensibles, pero que constituyen el fundamento de la realidad física en su conjunto y, por consiguiente, de manera indirecta también son la base de lo
sensible.
Bruno se siente forzado a distinguir los grados de la materia desde el nivel primario [M1] o género supremo de la
categoría, en donde representa la indistinción o indeterminación plena (por contener todas las determinaciones y
niveles), en que se identifica consigo mismo y es indiferente
respecto al alma del mundo, a la corporeidad e incorporeidad, etcétera,38 hasta llegar a los individuos compuestos,
singulares, vicisitudinales, accidentales, etcétera.
Con todo, debemos destacar que Bruno no queda satisfecho con ninguna de sus representaciones de la escala,
porque sabe que el conocimiento humano sólo es capaz de
38
El quinto diálogo del De la causa representa ampliamente esta tesis de la
unidad plena.
la categoría de “tinieblas” en la filosofía natural
52
aproximaciones limitadas,39 aunque progresivas (“La verdad es hija del tiempo”), a la realidad infinita y, por ello,
va proponiendo diversas modalidades y manifestaciones de
escalas.40
En esta ocasión nuestro punto de interés está centrado
en la categoría de tinieblas como la primera bifurcación o
desdoblamiento de la Materia complicada [que hemos situado, junto con la Luz, como grado M2]. De hecho este
despliegue representa uno de los puntos más difíciles para
toda concepción monista de realidad, pues es el paso del
principio absoluto, lo Uno por excelencia, a la multiplicidad, que el Nolano concibe pitagóricamente como la producción de la díada a partir de la Mónada absoluta.41
Las tinieblas, como las define el propio Bruno, son la
materia densa o la densidad corporal,42 en el sentido de ser
la base o sujeto primero de la corporeidad sensible, aunque
ella misma no sea sensible en sí, como tampoco lo es la
Luz ni lo son los elementos en pureza. La sensibilidad es
una propiedad de los compuestos, aunque tenga sus fundamentos en la interacción de los principios y elementos
espirituales con los corpóreos.
Tinieblas y Luz estarían genéricamente relacionados y
específicamente diferenciados. Los designa en ocasiones
como Materia y Alma del mundo, Materia corpórea y Materia incorpórea,43 substancia material y substancia espi“[…]; come con diverse vie di filosofare possono prendersi diverse raggioni di
materia, benché veramente sia una prima e absoluta; perché con diversi gradi si
verifica ed è ascosa sotto diverse specie cotali, diversi la possono prendere diversamente secondo quelle raggioni che sono appropriate a sé; […]”. Causa, BoeuC III,
Epístola proemial, Argumento del tercer diálogo, p. 17.
40
Nos permitimos remitir al lector a nuestro artículo: “Las funciones de la escala
en Bruno”.
41
Cf. De monade, cap. III, pp. 349 y ss.
42
“Unde nota quemadmodum de luce & tenebra (tenebram enim densitatem corporis apello) nascitur umbra, cuius lux pater est, tenebra mater”. De umbris,
Intentio XXVII, BOL, II, II, p. 36. También la determina en la Summa terminorum metaphysicorum(en el rubro Oppositio, BOL I, IV, p. 84): “[…] ut tenebras
intelligamus rerum potentiam passivam, lucem potentiam activam; tenebras
materiam, lucem actum; tenebras foeminam, lucem marem”.
43
Al respecto, dice Ciliberto: “Non per caso, proprio qui si è individuato il passaggio di Bruno a un monismo orientato in senso nettamente fisico-immanentistico.
Questo è vero, ma solo in parte. In effetti quello bruniano è, e resta, un monismo
39
ernesto schettino
53
ritual. A pesar de las diferencias de nombres y de los diversos tratamientos teóricos, se trata de una preocupación
con una firme base común que arrastra desde sus primeras
obras (el De umbris idearum,44 v. gr.) hasta las últimas y
póstumas, especialmente la Lampas triginta statuarum.45
Sin embargo, podemos decir que las tesis determinantes de
su concepción ontológica, el núcleo fuerte y decisivo tanto
de su metafísica como de su filosofía natural, están expresadas determinantemente en el De la causa, principio y
uno, texto al que no cesa de referirse de manera constante
en la mayoría de sus obras y donde el planteamiento ontológico de su materialismo panteísta es más radical, aunque
sin la riqueza de matices con relación a los fenómenos naturales, que irá desarrollando en otros de sus textos.
En el De la causa, sin dejar tampoco de plantear algunas
importantes cuestiones y alternativas posibles, había establecido firmemente las bases fundamentales de su teoría
sobre la materia, revalorizándola frente a las concepciones
aristotélica, platónica y escolástica, rescatando aspectos
de posiciones materialistas y panteístas de la Antigüedad
(presocráticos, epicúreos, estoicos, neoplatónicos y neopitagóricos), así como medievales (especialmente las de Avicebrón y David de Dinant), de modo que aquélla, en su nivel
más radical y primario, como género de las substancias,
como principio de los principios, como sujeto por excestrutturalmente imperniato nella connessione organica di essere assoluto e di essere comunicato, di ‘ombra’ e di ‘luce’. E’qui che si stringe il nesso organico tra
Dio e Vita infinita. Offuscare uno di questi lati, in un senso o nell’altro, vuol dire
togliere a questa posizione il suo carattere specifico. In Bruno ‘materiale’ e ‘corporeo’ non si identificano. Il che vuol dire che la valorizzazione del corporeo (della
materia corporea) non toglie, di per sé, fondamento all’incorporeo (alla materia
incorporea). Sono l’uno e l’altroa spetti di una stessa sostanza”. Ciliberto, Giordano Bruno, pp. 240-241.
44
Publicada en París en 1582, que, junto con su comedia Il candelaio [El candelero], son las obras más tempranas que nos han llegado de la extensa producción
bruniana.
45
Obra que estaba en proceso de redacción cuando el Nolano fue hecho prisionero
en Venecia por el Santo Oficio en 1592. Tiene la supuesta pretensión de ser un
texto didáctico, pero para nosotros que estamos alejados de sus representaciones
simbólicas se convierte en una de sus obras más complejas e intrigantes; empero,
su riqueza en tesis y sugerencias teóricas nos obliga a tomarla como central para
el problema que aquí nos ocupa y preocupa.
54
la categoría de “tinieblas” en la filosofía natural
lencia, dejaba de ser la ‘hez de las substancias’, pasando
a convertirse en la auténtica substancia, alcanzando el
plano divino:
Por tanto no es [la materia] un prope nihil, casi una nada,
una pura y desnuda potencia, si todas las formas están contenidas en ella, y de ella, por virtud de lo eficiente (el cual
puede ser, en cuanto al ser, no distinto de ella), producidas
y engendradas. [Se muestra que las formas] tienen menos
carácter de actualidad en el ser sensible y concreto por su
subsistencia accidental, puesto que todo lo que se ve manifiesto a través de los accidentes fundados en dimensiones es
puro accidente; y tan sólo permanece siempre la sustancia
indivisible, que coincide con la indivisible materia.46
Ya en el desarrollo más pleno de su concepto de materia47 en el cuarto Diálogo del De la causa, afirma:
De esta manera, todos quieren que las cosas sean hechas
por la materia por separación, y no por adición o recepción.
Corresponde, por tanto, decir más bien que [la materia]
contiene las formas y las implica, antes que pensar que esté
vacía de ellas y que las excluya. Aquella [materia] por tanto, que explicita lo que tiene implicado, ha de ser llamada
cosa divina y excelente progenitora, generatriz y madre de
las cosas naturales, o mejor, en suma, [como] la Naturaleza
toda.48
46
Causa, pp. 23-24 [“Là onde non è un prope nihil, un quasi nulla, una potenza
nuda e pura, se tutte le forme son come contenute da quella, e dalla medesima
per virtù dell’efficiente (il qual può esser anco indistinto da lei secondo l’essere)
prodotte e parturite; e che non hanno minor raggione di attualità nell’essere
sensibile ed esplicato, se non secondo sussistenza accidentale, essendo che tutto
il che si vede e fassi aperto per gli accidenti fondati su le dimensioni, è puro
accidente; rimanendo pur sempre la sustanza individua e coincidente con la individua materia”. BoeuC III, Epístola proemial, pp. 23-25].
47
En la exposición del De la causa, el Nolano procede por la vía del ascenso desde
la forma explicada de materia y alma del mundo [M3 y 2] hacia la Unidad plena
[M1] que trata en el Quinto diálogo, lo que suele provocar cierta incomprensión
de sus tesis.
48
Causa, Cuarto diálogo, p. 129 [“Tutti dunque per modo di separazione vogliono
le cose essere da la materia, e non per modo di apposizione e recepzione. Dunque
si de’ più tosto dire che contiene le forme e che le includa, che pensare, che ne sia
vota e le escluda. Quella, dunque, che esplica lo che tiene implicato, deve essere
chiamata cosa divina e ottima parente, genetrice e madre di cose naturali, anzi
la natura tutta in sustanza”. BoeuC III, p. 259.
ernesto schettino
55
La materia corpórea —es decir, las tinieblas—, que se
manifiesta en el nivel de los elementos como los átomos
(‘tierra’, ‘árido’) y lo aglutinante (‘húmedo’, ‘agua’, etcétera), se caracteriza por no ser un continuo infinito, sino una
infinidad de discontinuos. Por esta razón Bruno sostiene
que en su relación con la materia incorpórea, llámese alma
del mundo o Luz, no es ésta la que se halla en las tinieblas,
sino a la inversa, éstas en aquélla, pero entendiéndose que
forman una unidad superior inseparable, integrando así el
contenido unitario y pleno del universo. Sin embargo, en
el nivel de los elementos [M3], la continuidad está representada por el ‘aire’, ‘éter’, ‘espíritu’ concebidos como sustancias ‘inmateriales’ o incorpóreas, que llenan el espacio
absoluto,49 el cual es el receptáculo infinito, de algún modo
pleno de la sustancia espiritual (luz o alma del mundo).
No obstante, para ciertas determinaciones la prioridad
recaería en la materia corporal, en tanto manifestación
sustancial, como sujeto:
Y realmente es necesario que así como podemos establecer un principio natural constante y eterno, establezcamos
igualmente un principio formal. Vemos que todas las formas naturales se desprenden de la materia y vuelven a la materia; por lo que en realidad parece que, salvo la materia,
ninguna cosa es constante, durable, eterna y digna de ser
tenida por principio. Aparte de que las formas no tienen
el ser sin la materia, en ésta se engendran y corrompen,
surgen del seno de ésta y en él se acogen; por lo cual la
materia, que permanece siempre fecunda y la misma, debe
tener la prerrogativa capital de ser reconocida como el único principio substancial, como aquello que es y permanece
siendo; y a las formas no hay que concebirlas sino como diversas disposiciones de la materia que van y vienen decaen
y se renuevan, por lo que ninguna puede ser reputada por
principio. Por eso ha habido quienes luego de haber examinado bien la esencia de las formas naturales, según pudie-
49
Para un desarrollo más amplio de la concepción bruniana del espacio como
principio nos remitimos a nuestro artículo: Schettino, “Eternidad e infinito, tiempo y espacio en Giordano Bruno”.
56
la categoría de “tinieblas” en la filosofía natural
ron concebirla Aristóteles y otros que se le asemejan, han
concluido finalmente que aquéllos no son sino accidentes y
circunstancias de la materia; y por lo tanto, que ha de ser
referida a la materia la prerrogativa de ser acto y perfección, y no a cosas de las que podemos decir con verdad que
no son ni sustancia ni naturaleza sino cosas pertenecientes
a la sustancia y a la naturaleza, que dicen ser la materia;
la cual, según ellos, es un principio necesario, eterno y divino, como para aquel Moro Avicebrón que la llama “Dios en
todas las cosas”.50
El nivel originario de la materia [M1], que expresa la
unidad plena de todas las determinaciones físicas, que es
eterna, infinita, inmutable en su propia naturaleza, esto es, en
pocas palabras, divina o, aún más fuerte, manifestación esencial
de Dios o la auténtica teofanía, resulta insuficiente para
entender la explicatio, el despliegue, el ‘vestigio’, que se
manifiesta plena y extensamente como Universo; por consiguiente también como unidad de lo múltiple, como coincidencia de los opuestos, como número de los innumerables.
De ahí la necesidad de los siguientes grados.
Todavía en La cena de las cenizas el Nolano aparece
como indeciso al respecto: “si es una la materia de las cosas
en un género, como si son dos las materias en dos géneros:
porque todavía no determino si la sustancia y materia, que
llamamos espiritual, se transforme en la que denominamos corporal, y viceversa, o realmente no sucede esto”.51
50
Causa, Diálogo tercero, pp. 98-99 “[…] e veramente è cosa necessaria che come
possiamo ponere un principio materiale costante et eterno, poniamo un similmente principio formale. Noi veggiamo che tutte le forme naturali cessano dalla
materia e novamente vegnono nella materia: onde par realmente nessuna cosa
esser costante, ferma, eterna e degna di aver esistimazione di principio, eccetto
che la materia; oltre che le forme non hanno l’essere senza la materia, in quella si
generano e corrompono, dal seno di quella esceno, et in quello si accogliono: però
la materia la qual sempre rimane medesima e feconda, deve aver la principal
prorogativa d’essere conosciuta sol principio substanziale, e quello che è, e che
sempre rimane; e le forme tutte insieme non intenderle, se non come che sono
disposizioni varie della materia, […]”. BoeuC III, pp. 189-191].
51
Cena … p. 208. “[…], se una è la materia delle cose, in un geno; se due sono le
materie, in dui geni: per che ancora non determino se la sustanza e materia che
chiamiamo spirituale, si cangia in quella che diciamo corporale, e per il contrario; o veramente non”. BoeuC, II, p. 259.
ernesto schettino
57
Vieja disyuntiva, importante para el resto del análisis bajo
formas más maduras del pensamiento bruniano.
De manera que se ve obligado a establecer un despliegue
teórico de la materia, si bien combinando en ocasiones los
niveles o grados [ya sea con M1 o M3]. La materia como
Tinieblas —completada con su necesariamente asociada,
la Luz— representa, pues, la gran mediación, categoría
dialéctica central para Bruno.52
Por los que admiten una materia de lo incorpóreo, pero
que no sería la misma de lo corpóreo, lo cual para ellos sería
antinatural, Bruno afirma [aunque no es muy convincente
que digamos] que no hay tal ‘antinaturalidad’, sino que el
sujeto es el mismo, aunque se distinga en la contracción a
ser corpórea o no. Para ello recurre a la idea de origen en
Anaximandro de ‘indeterminado (‘apeiron’) en el sentido de
contener todas las determinaciones: “Aquella materia por
ser actualmente todo lo que puede ser, tiene todas las medidas, tiene todas las especies de figuras y de dimensiones;
y porque las tiene todas, no tiene ninguna, porque lo que
es tantas cosas diversas, precisa que no sea ninguna de las
particulares. Conviene a lo que es todo, que excluya todo
ser particular”.53
De aquí que se deba ‘contraer’ a dos modalidades de materia, como especies distintas del mismo género, con propiedades diferentes (incluso contrarias), que Bruno denomina
en el Camoeracencis acrotismus “primeros accidentes”, por
darle un nombre.54 Aquí ‘accidente’ debe ser tomado en el
sentido de mediación antes mencionado:
Por esto, a partir de la relación entre luz y tinieblas, como
de forma y materia, de acuerdo a los diferentes grados y medidas de los elementos que intervienen en la formación de
las cosas diversas, haré derivar el número de las distintas
52
Cf. los términos ‘Medio’ expresados en las distintas partes de la Summa terminorum metaphysicorum.
53
Causa, Cuarto diálogo, pp. 122-123 [BoeuC, III p. 245].
54
“Ejus prima accidentia (si tamen accidentia dici possunt) sunt tenebrae et
lux, ex quibus subinde est ignis, et caligo in genere, quae nobis sunt secundaria
elementa”. Camoer. Acrot., in BOL V: I, P. I, p. 80.
la categoría de “tinieblas” en la filosofía natural
58
especies, en las cuales se concibe ahora más luz, ahora más
oscuridad. En este sentido en verdad la luz es una cierta
sustancia en sí invisible, difundida en todo el universo e
ínsita en todas sus partes, de cuya mezcla con las tinieblas
y a partir de una determinada asociación y composición se
proyecta hacia la luz sensible.55
En el despliegue o explicación de la Materia [M1] “es necesario concebir en la naturaleza dos especies de sustancia,
una que es forma, y otra que es materia; porque es preciso
que haya una actividad substancial en que reside el poder
activo de todo; y que haya un poder o substrato en el cual
exista una no menor potencia pasiva de todo; en aquél reside el poder de hacer; en ésta, la capacidad de ser hecho”.56
Y es que por sí, aisladamente, una y otra no serían capaces de producir el universo, sus elementos, sus entes, sus
determinaciones, sino que serían puros indefinidos o nada.
Si bien pleno de imágenes, metáforas y elementos míticos, en la Lampas triginta statuarum Bruno establece los
principales atributos en torno a lo que serían las tinieblas.
Con el uso de términos mítico-religiosos y con las metáforas bíblicas el Nolano busca vías más ricas de comprensión
y explicación de la realidad, sin que ello implique una renuncia a formas teóricas de expresión más estrictas. Para
la luz existen textos más rigurosos, tanto en el sentido físico como en el metafísico (sobre todo es el caso de muchos pasajes del De immenso), aunque al respecto también
abundan valiosos desarrollos en la Lampas, los cuales permiten su mejor comprensión, además del hecho que para
Bruno en este nivel resultan inseparables luz y tinieblas.
Esto, por lo demás, provoca muchas confusiones57 y hasta
contradicciones —aparentes y reales—, pues las funciones
de cada una son indispensables y complementarias para
la existencia de la realidad física, ya que de lo contrario
55
De imagine comp., Cap. XII, BOL II, III, p. 117, 14-22.
Causa, Diálogo.
57
Aún en destacados tratadistas de Bruno, v. gr. Kristeler o Michel.
56
ernesto schettino
59
no se pueden comprender cabalmente la naturaleza y el
universo.
La Lampas triginta statuarum presenta una exposición
diferente, la cual hasta se podría interpretar —y se ha
interpretado— equivocadamente como dualista y espiritualista. Su análisis se hace más complejo porque pretende presentarnos dos tríadas de principios de lo inferior
y de lo superior o de los informes e infigurables, con lo
que a nuestro parecer fuerza su propia interpretación,
reubicando el espacio a principio básico [Caos] (aspecto
en que creemos tiene razón); desdoblando, sin embargo,
innecesariamente al género de la materia corpórea entre
la privación [Orco] y las tinieblas [Noche], aunque respondan a la intención y estructura formal de la obra. De igual
manera nos parece inconsistente el incorporar al Padre o
Mente —quien en principio y de acuerdo con otras obras
de Bruno debiera estar en otro nivel, por encima de todos—, al lado del Intelecto primero y la Luz, para integrar
la tríada superior.
Lo anterior, además del uso de la terminología mítica y
de la obsesión por establecer treinta determinaciones para
cada figura principal, en principio por fines didácticos y
mnemotécnicos, constituye una dificultad adicional para
una adecuada interpretación y aprovechamiento del texto.
Sin embargo, su riqueza en sugerencias teóricas, algunas
de ellas realmente novedosas, hacen obligada su lectura,
en particular para el tema de las tinieblas, que, aunque
presente a lo largo de sus obras, no tienen un desarrollo
específico, por lo menos bajo esa terminología y nivel [M2].
Si bien es cierto que establecerá la vinculación y la unidad entre los miembros de cada tríada y de éstas entre sí
—dado que terminan siendo inseparables—, más allá del
sentido de relativos y correlativos, puesto que se trata de
principios infinitos, eternos e inmutables, de modo que
vienen siendo aspectos de lo Uno y, en ese sentido, terminan por quedar dialécticamente integrados, si no es que
identificados, con los atributos del Padre o Mens. Podemos
afirmar que Bruno va desarrollando estos aspectos sin
la categoría de “tinieblas” en la filosofía natural
60
abandonar sus tesis fundamentales expresadas en el De
la causa, pero sin que esto represente llegar a una tesis
definitiva de manera categórica.
En la Lampas triginta statuarum, Bruno habla de treinta58 ‘condiciones’ del tercer infigurable [la Noche o las Tinieblas], las cuales nos permiten resumir y concretar la idea
de este integrante del nivel de la materia [M2] que representa a la materia corpórea:
I. Es sujeto inmutable y permanente de todas las especies de la naturaleza.
II. Es por sí misma sujeto imperceptible, individuo e inmóvil.
III. No es cognoscible por sí, sino a través de la sucesión
infinita de formas, que son ‘hijas de la luz’. La luz, por el
contrario, sí sería cognoscible por sí misma y causa del propio conocimiento.
IV. Es primer sujeto, infinito y, en este sentido, llena todo
el espacio (aquí designado bajo la figura mítica del Caos).
V. No es una mera ficción lógica, un artilugio metafísico,
sino el sujeto por excelencia, estable (eterno).
VI. No es activa, sino sujeto de todos los actos y acciones
[potencia pasiva].
VII. Es inalterable.
VIII. No es un ente en el sentido de los aristotélicos, sino
el substrato de todos los entes.59
58
Algunos de los métodos gnoseológicos y menmotécnicos desarrollados por Bruno en algunas de sus obras lo impelen a conservar ciertas estructuras formales
y simetrías que, en ocasiones, redundan en repeticiones aparentemente innecesarias o en algún tipo de debilidad explicativa, algo semejante a lo que le ocurre
a Hegel cuando pretende a toda costa mantener sus estructuras explicativas, v.
gr. sus tríadas. La parte correspondiente a estas consideraciones (por razones
teóricas no les denomina ni determinaciones ni propiedades) están en BOL, V.
III, pp. 23 a 32.
59
“Sabe que, de la eterna substancia corpórea (la cual no puede surgir de la nada,
ni tampoco es aniquilable, sino que sólo se puede rarificar, condensar, ordenar
y configurar), el compuesto se disuelve, se transforma su constitución, cambia
la figura, se altera el ser, varía la fortuna, permaneciendo siempre lo que en
substancia son los elementos; y eso mismo, que siempre fue, permaneciendo uno
el principio material, es la verdadera substancia de las cosas, eterna, ingenerable, incorruptible”. Spaccio, p. 38 [“Conosce che dell’eterna sustanza corporea (la
quale non é denihilabile, ne adnihilabile: ma rarefabile, inspessabile, formabile,
ordinabile, figurabile) la compositione si dissolve, si cangia la complessione, si
ernesto schettino
61
IX. Es informe, capaz de ser sujeto de todas las formas,
pero que no se conforma o limita a una o unas sino que las
quiere todas.
X.60
XI. En el sentido antes indicado es el verdadero ente del
cual se hace o produce cualquier cosa. Es base, pero no parte, de todos los compuestos.61
XII. Es materia última a la vez que primera, porque a
ella se reduce todo cuando es despojado de las especies y
demás determinaciones.
XIII. Es incapaz de accidentes, pues éstos se dan sólo en los
compuestos y son resultado de las formas, no de la materia.
XIV. Carece de cantidad. Del mismo modo que ninguna forma es pertinente a la materia, tampoco lo es la cantidad; “Porque de la manera que ninguna forma es apropiada a la esencia
de la materia, así tampoco lo es una determinada cantidad;
incluso de esta forma se entiende el infinito. Por consiguiente, como la forma sin materia es un indefinido cualquiera, del
mismo modo también la materia sin forma es un indefinido;
por tanto, cuando se combinan se definen mutuamente”.62
XV. Es unidad por sí misma, substrato pasivo de la multiplicidad que plasma un eficiente.
XVI. Es ente en sí, no causado. “Tal es por potencia, por
tanto es potencia que no tiene potencia y cuya potencia no
existe, al igual que el acto, no tiene causa”.63
XVII. Es indeterminado y carece de nombre, porque no
pertenece a ninguno ni tiene propiedades.
muta la figura, si altera l’essere, si varia la fortuna; rimanendo sempre quel che
sono in sustanza gl’elementi: et quell’istesso che fú sempre perseverando l’uno
principio materiale, che é vera sustanza de le cose, eterna, ingenerabile, incorrotibile”. BoeuC V/1, p. 21, Epistola explicatoria.
60
Falta el artículo X en el manuscrito y está omitido en la edición.
61
“[…] per venire a conchiudere che una sia la materia, una la potenza per la
quale tutto quel che è, è in atto; e non con minor raggione conviene alle sustanze
incorporee che alle corporali, essendo che non altrimente quelle han l’essere per
lo possere essere, che queste per lo posser essere hanno l’essere, […]”.
62
Lampas trig., pp. 27-28.
63
Ibid., p. 28
la categoría de “tinieblas” en la filosofía natural
62
XVIII. Es fundamento, principio necesario constitutivo de
los compuestos, pero no es compuesto. Y no interviene en su
definición porque no es propio de ninguno estando en todos.
XIX. Es principio intrínseco pasivo, no activo.
XX. Es término, la resolución última de todo compuesto,
“porque después de la corrupción de la última forma o especie nada permanece fuera de la materia”.64
XXI. Le llama ididad,65 porque no se le puede definir
ni como cantidad, ni cualidad, ni esencia y no se la puede
llamar no ente.
XXII. No es perfecta ni imperfecta, está más allá de estas
determinaciones vinculadas a la esencia y a la producción.
XXIII. Es una en sí, en sentido privativo [quizá cabría
decir absolutamente], por estar exenta de número y de
cualquier determinación y contracción.
XXIV. “Ninguna es su naturaleza, ni se puede decir que
tenga alguna naturaleza, sino que ella misma es la naturaleza o una especie de naturaleza, indistinta de la otra
naturaleza o especie de naturaleza, que es la luz, de cuya
unión se producen todos los seres naturales”.66
XXV. De la acción de la luz sobre ella no se produce ninguna alteración o perfección de ellas, pues son absolutamente inmutables, sino que se genera un compuesto que
necesariamente es cambiante.67
XXVI. Es inmóvil e inalterable en la acción de la luz.
XXVII. Más que contener las tinieblas a la luz, ésta contiene a aquélla.
XXVIII. No es fea o bella, sino el substrato de las mismas.
XXIX. En su sustancia no asimila nada que permita mutación, puesto que en nada puede aumentar o disminuir, ni
puede llegar algo que le sea propio o apropiable.
64
Ibid., p. 29.
Resulta difícil de traducir, pero se puede relacionar con identidad, con sí mismo.
66
Ibid., p. 30.
67
Parodiando a Heráclito, dice Bruno: “no se puede nombrar dos veces el mismo
compuesto, porque apenas es nombrado es ya diverso”. Idem.
65
ernesto schettino
63
XXX. Es delimitada por la luz de manera relativa, en función de las especies derivadas. Aunque hay una cierta lucha
entre tinieblas y luz, no son realmente contrarias, sino tan
sólo por analogía, puesto que no son de un género común.
Es imprescindible destacar que la perspectiva que abre
Bruno con esta idea de la escala de la materia provoca
una cierta confusión en la mayoría de sus intérpretes, tanto de sus críticos como de sus partidarios, ya que algunos
sostienen la idea de inconsistencia o hasta de absurdo,
mientras que otros lo consideran ya sea como idealista
ya como materialista. Así, Hélène Védrine, una de las
mejores intérpretes de su filosofía natural, afirma casi a
manera de remate del capítulo donde trata el concepto de
materia: “En insistant sur l’unité de l’univers il jette les
bases d’un monisme qui, suivant la manière dont on la considère, peut être interprété comme un spiritualisme absolu mais plus souvent comme l’esquisse d’un matérialisme
conséquent”.68
No obstante, de acuerdo con nuestra propia explicación,
creemos que se trata fundamentalmente de una profunda y
complicada síntesis entre la idea de un Dios inmanente al
universo y una rica concepción de la naturaleza, en pocas
palabras, la expresión de un materialismo panteísta.
A modo de conclusión presentamos el siguiente pasaje
del De la causa como ejemplo de las múltiples síntesis que
recogen la idea de totalidad dialéctica en que se manifiestan los distintos grados de la escala:
Por tanto toda potencia y acto que en el principio está como
implicado [complicado], unido y uno, en las restantes cosas
está dividido [explicado], disperso y multiplicado. El Universo que es el gran simulacro, la grande imagen, unigénita naturaleza, es también él todo lo que puede ser, con las
mismas especies, los miembros principales y el contenido
de toda la materia, a la que nada se añade y nada se quita,
siendo a la vez todas y la única forma; pero no todo lo que
puede ser, con esas mismas diferencias, modos, propieda-
68
Védrine, La conception de la nature, p. 295.
la categoría de “tinieblas” en la filosofía natural
64
des e individuos. Por tanto, no es más que una sombra del
primer acto y de la potencia primera, y por eso la potencia
y el acto no son en él la misma cosa porque ninguna de sus
partes es todo lo que puede ser. Sin contar que, en la manera específica que hemos dicho, el Universo es todo lo que
puede ser sólo de un modo desarrollado, disperso y distinto.
Su principio en cambio es único e indistinto; porque en él
todo es todo y lo mismo; simplemente, sin diferencia ni distinción.69
69
Causa, Tercer diálogo, pp. l05-l06.
vivir en ConsonanCia Con La sustanCia
úniCa e infinita: ProPuesta
PráCtiCa de giordano bruno
astrid martín del campo
Facultad de Filosofía y Letras, unam
[email protected]
asBtract: This presentation discusses the relevance of
practicality over the work of Giordano Bruno and how
reason, the main basis of it, is insufficient to give way to
action that leads to what is proposed as the highest human aspiration: union with the One. Accessed such union
by understanding the unique and infinite substance,
which involves understanding theory and practice, reason
and action, where desire plays a key role for the human
being is directed towards that goal. Hence the need to rely
on specific sensitive referents that symbolize and promote
the desire to Unity.
Introducción
lo largo de la obra de Giordano Bruno encontramos
un gran interés por llevar a la práctica las teorías que
desarrolla. El Nolano abarca temas de física, metafísica,
epistemología, cosmología y ética, así como de magia y arte
de la memoria. Resulta, empero, muy importante subrayar la particularidad de la magia y del arte de la memoria
brunianos, a fin de distinguirlos de aquellas prácticas de
la tradición con las que, aunque comparten algo en común
A
66
vivir en consonancia con la sustancia
y llevan el mismo nombre, en algunos puntos centrales resultan radicalmente distintas y hasta opuestas.1
Al adentrarnos en el pensamiento de Bruno en su conjunto, podemos advertir su intención por generar transformaciones, tanto en el individuo, como en la sociedad y en
la naturaleza. Los cambios que propone los fundamenta en su
concepción del universo, pues sus planteamientos sobre la
materia, el alma y la sustancia, sientan la base de su propuesta ético-práctica. Por tanto, el objetivo de esta presentación consiste en mostrar la continuidad que hay entre la
noción de sustancia, fundamento de la teoría bruniana, y
la propuesta práctica que desarrolla a partir de ésta.
1. Concepción de sustancia en Bruno
El filósofo napolitano concibe al universo sin límites y abarcando todo lo existente; nada le escapa, pues lo contiene
todo integrando una unidad absoluta, infinita y eterna. En
ésta, todo se encuentra formado por una misma sustancia,
compuesta de dos géneros: materia y alma.2 Anteriormente,
La magia de Bruno entendida en la concepción más general del término como
sabiduría con poder operativo, coincidirá con la tradición que le antecede al compartir la posición activa del ser humano. Sin embargo, se distingue de aquélla
en varios aspectos: mientras que Ficino, Pico y Agripa, por ejemplo, comparten
con el neoplatonismo y la tradición hermética la influencia astral, al sostener
que el cosmos se divide en tres regiones jerárquicamente diferentes, donde la
región supraceleste ocupa el sitio más importante, como región divina; la región
celeste que comprende a los astros como intermedia, y a partir de ella los poderes
divinos intermedian para llegar a la tercera y última región, que es la sublunar,
Bruno rechazará tal jerarquización y con ello marcará una distancia significativa con sus predecesores, pues no admite la jerarquía celeste porque ésta se opone
directamente a dos de sus principales postulados: la infinitud del universo y la
posición que ocupa Dios en el mismo. En el universo infinito de Bruno, el arriba
y el abajo dejan de tener sentido; el universo no tiene un centro, y por tanto,
tampoco un arriba o un abajo. Sólo en los mundos finitos hay arriba y abajo, pero
sólo respecto a su propia región. Vid. Infinito, p. 145. Además, sostiene que Dios
se manifiesta de forma infinita en todo el universo, en toda la naturaleza, y no
privilegia al cielo sobre la Tierra en cuanto a la presencia divina. De este modo
reafirma su oposición frente a la atribución que se hace de la región supralunar
como morada exclusiva de la divinidad, y con ello su rechazo sobre la jerarquía
celeste y la influencia astral.
2
“De una misma materia corporal se hacen todos los cuerpos y de una misma
sustancia espiritual resultan todos los espíritus”. Cábala, p. 124.
1
astrid martín del campo
67
los filósofos presocráticos, al igual que Platón y Aristóteles, aunque con sus respectivas diferencias, concibieron a
la materia como la entidad que compone a los cuerpos, es
decir, aquello de lo que están hechos, entendiéndola como
algo pasivo que recibe su forma gracias a la acción de un
agente externo.3 Después de Aristóteles y hasta Giordano
Bruno, existe un largo periodo que, en términos generales,
retoma esta concepción de materia haciendo aportaciones
que no modifican en lo esencial las concepciones heredadas
de los griegos.4 Así, podemos afirmar que hasta antes del
Renacimiento, la materia es concebida como informe, pasiva y que adquiere su forma no de sí misma, sino por una
intervención externa.
En oposición a esta tradición, Giordano Bruno irrumpe y
atribuye a la materia una dignidad muy distinta.5 Deja de
concebirla como una entidad diferente a la sustancia para
entenderla como “género corpóreo” disperso en la diversidad de los seres, pero inseparable del otro género, el alma,
con el que forma la única sustancia. En su concepción, la
materia y el alma no existen de manera independiente y
todo lo que hay en la naturaleza posee ambos géneros. De
ahí que, al ser un género de la sustancia, la materia no
necesita un agente externo que le dé forma, pues junto con
“Dicen que la sustancia de todos los entes es la materia primera; lo cual lo dice
también Crisípo en su libro I de los Físicos, y Zenón. Materia es aquello de que
se hace una cosa cualquiera que sea”. Diógenes, Vidas, p. 93.
4
En este periodo encontramos aportaciones de numerosos pensadores cristianos
y árabes que, a pesar de sus innovaciones, para la comparación que nos interesa
hacer con Giordano Bruno no establecen una diferencia crucial con la tradición
antigua.
5
Bruno se opone a la noción aristotélica de materia, no sólo porque afirma que
la materia también es activa, cuando el Estagirita le atribuye pasividad —pues
recurre a los cuerpos celestes y a un primer motor para dar cuenta del origen de
movimiento— sino que además difieren al explicar la constitución de los cuerpos.
Para Aristóteles existen cuerpos simples, constituidos por un solo elemento, y
cuerpos compuestos, formados por los cuatro elementos. También argumenta la
existencia de una jerarquía de los cuerpos en la naturaleza, entre otras características, a partir de su constitución material. Esta escala en orden ascendente
es: tierra, agua, aire, fuego y divino cuerpo celeste. El Nolano juzga errónea esta
idea porque en su teoría cada compuesto posee los cuatro elementos, aunque
alguno predomine sobre los otros tres: “Dondequiera que esté la tierra seca, allí
hay agua, aire y fuego, o manifiesta o latentemente”. Infinito, p. 230. “De una
misma materia corporal se hacen todos los cuerpos”. Cábala, p. 124.
3
68
vivir en consonancia con la sustancia
el alma, que no está fuera, sino que le es inherente, adquiere
su forma y ambas constituyen la única sustancia dispersa en
todo. “La materia es la potencia por la que las formas llegan
a ser. Es potencia pasiva, pues es en ella donde las formas
arraigan, y es potencia activa, pues ella es la que lleva al acto
de existencia a la potencia pasiva que ella misma constituye.
Es, a la vez, potencia pasiva y potencia activa”.6
Así, al sostener una sola sustancia, Bruno también rechaza la superioridad de los cuerpos celestes sobre los que
nos rodean, en virtud de que todos los cuerpos poseen la
misma sustancia corpórea.7 Por tanto, difiere de sus antecesores en cuatro puntos principales: la concepción activa o
semi activa de la materia, su definición como “género corpóreo” —que implica su vinculación inherente con el alma—
el origen inmanente de su movimiento y su unidad, que es
idéntica en todos los seres. De esta forma, no estamos sólo
ante diferencias o polémicas de orden parcial, sino ante
una diferencia fundamental, metafísica, que sólo se comprende al abordar su concepción acerca del alma.
Al igual que con el caso de la materia, el filósofo napolitano rompe con el concepto, predominante en su tiempo,
que afirmaba la existencia de múltiples almas. Para él, en
cambio, el alma es sólo una y se encuentra en todas partes, de manera que todo lo que hay en el universo infinito
participa de ella. Así, todos los cuerpos están en el alma,
por lo que su participación de ella es total, es decir, cada
cuerpo posee al alma completa y no una parte de ella, ya
que el alma no tiene partes y está entera en cada cosa.
Por eso dice que además de infinita, el alma también es
totalmente infinita, pues se encuentra totalmente en todas partes. En ello se diferencia del universo, que, aunque también es infinito, no es totalmente infinito porque
no está completo en todos lados. Bruno sostiene que: “La
sustancia corpórea difiere de esta otra sustancia —mente,
Gómez de Liaño, “Introducción a De la Causa, Principio y Uno”, en G. Bruno,
Mundo, magia, memoria, p. 7.
7
“El cuerpo del hombre es de la misma materia que el de los demás animales y cosas
tenidas por inanimadas”. Bruno, “Sobre magia”, en Mundo, magia, memoria, p. 118.
6
astrid martín del campo
69
alma y espíritu sublime— en que el cuerpo universal está
todo entero en todo el universo, en cambio aquélla se halla
toda entera en cualquier parte, constituyendo y aportando
por todas partes el todo y la imagen del todo, en unos sitios
más claramente, en otros más oscuramente”.8 El alma, dice
el Nolano, es la potencia activa que genera el movimiento
desde el interior de cada ser. Todo se mueve por este principio intrínseco y no por una causa externa. Entonces, ya
no es necesario buscar un primer motor —como el aristotélico— para explicar el origen del movimiento, pues éste
se genera a partir de la actividad del alma en el interior de
cada individuo. Y aconseja: “Haz patente que el movimiento
de todos proviene del alma interior, a fin de que con la luz
de una contemplación tal procedamos al conocimiento de la
naturaleza con pasos más seguros”.9
Un alma común une todo, sin embargo, no actúa de la
misma manera en todas partes sino según la disposición
que cada cuerpo presente, pues la materia no se encuentra siempre del mismo modo dispuesta. Y aunque el alma
sí es siempre la misma, su acción depende de la disposición encontrada. “La del hombre (el alma) es la misma en
esencia específica y genérica que la de las moscas [...] y
cualquier cosa que tenga alma, igual que no hay cuerpo
que no contenga en su interior la presencia más o menos
vivaz y perfecta del espíritu [...] tal espíritu se une [...] ora
a una especie de cuerpo ora a una otra y adquiere diversos
grados y perfecciones de ingenio y actuaciones en razón de
la diversidad de complexiones y miembros”.10
De esta forma Bruno anima todo lo existente en el universo infinito, y al hacer que todas las cosas participen del
alma, eleva la dignidad de cada individuo. En su teoría ya
no hay seres superiores e inferiores según su constitución,
porque todo está formado de la misma materia y todo participa de la misma alma. Así, materia y alma forman la
Gómez de Liaño, “Introducción...”, en op. cit., p. 27.
Infinito, p. 242.
10
Cábala, p. 120.
8
9
70
vivir en consonancia con la sustancia
única sustancia que todo lo comprende. Podemos afirmar
entonces que en el pensamiento de Bruno, el principio de
unidad es el fundamento de todas sus teorías: el alma, presente en todo, junto con la materia, que también todo lo
abarca, constituyen la única sustancia que todo comprende.
Concebir todo unido, evidentemente transforma la manera de operar en el universo. Por tanto, esta concepción
tendrá repercusiones importantes en las acciones del ser
humano. De ahí que el Nolano utilice el principio de Unidad como base para actuar e intentar producir efectos, cuya
principal innovación radica en afirmar una sola sustancia
que todo comprende, en oposición, principalmente, a Aristóteles, que sostiene la existencia de múltiples sustancias.
En cuanto a los individuos particulares, a éstos los explica como manifestaciones de la misma sustancia, pues
“Toda producción, del tipo que se quiera, es un cambio,
permaneciendo siempre idéntica la sustancia, porque no
hay más que una [sustancia], no hay más que un ser divino e inmortal”.11
Así, al unir materia y alma, “Bruno materializa todo el
universo pero a cambio de espiritualizar toda la materia”.12
Explica la diversidad de individuos a manera de diversidad
de modos del único ser, más no como diversidad de seres.
El universo comprende todo el ser y todos los modos del ser,
mientras que las cosas particulares participan del ser, pero
no de todos sus modos. Así, los individuos o cosas particulares son los modos o accidentes de la única sustancia. Los
cambios los explica pues, no como alteraciones del ser, ya
que, tomando al universo infinito como una totalidad, éste
no cambia en sí mismo; lo que se modifica son solamente
los modos del ser en las cosas particulares.13 Por ello afirma que “todas las diferencias que se ven en los cuerpos, en
Sobre magia, p. 142.
“Para Bruno hay una sola sustancia: la materia universal, que engendra, soporta
y vuelve a acoger las cosas todas, que no son más que accidentes y adjetivos de esa
gran sustancia y sujeto”. Gómez de Liaño, “Introducción...”, en op. cit., p. 33.
13
“A la esencia propia y diferencia distintiva (elemento formal), Aristóteles la
llama sustancia primera y Bruno, accidente, mera complexión transitoria de la
materia”. Gómez de Liaño, “Introducción...”, en op. cit., p. 67.
11
12
astrid martín del campo
71
cuanto a las formas, complexiones, figuras, colores, etc., y
a las propiedades y relaciones, no son más que una cara
diferente de la misma sustancia, cara escurridiza”.14
Una sola sustancia que todo abarca permite garantizar
la continuidad entre todo lo existente, incluida la continuidad entre el individuo y el resto del universo. Esta concepción será clave para la ética-práctica que propone Bruno,
afirmando que la máxima meta a que aspira el ser humano
es el ascenso a la Unidad, la cual se logra a partir de una
correcta comprensión de la misma e implica no sólo un ejercicio racional —que es indispensable, pero también insuficiente— sino que además requiere de un ejercicio práctico.
Con esto podemos anticipar ya el nivel de importancia que
posee la cuestión práctica en el pensamiento del Nolano.
2. Teoría y práctica
Si bien es cierto que toda propuesta ética implica la práctica de la misma, no siempre se proponen modelos que
atiendan detalladamente su viabilidad, y ocurre que, sin
explicar la forma de realizarlos, se sitúan en un nivel predominantemente teórico, sin mostrar cómo se llega a la
ejecución efectiva de la teoría que se sostiene. Éste no es
el caso de Giordano Bruno, quien a lo largo de su obra
manifiesta claramente su gran interés por la práctica de
su propuesta, explicando, con especial atención, el modo
de conseguirla.15
Así pues, en su planteamiento filosófico, la acción adquiere una relevancia tal que se sitúa en el mismo nivel de
la teoría al concebir a ambas indispensables en la búsqueda de la empresa humana más elevada.16 La importancia
Sobre magia, p. 144.
Además de sus textos cosmológicos y metafísicos, vemos que Bruno dedica
gran parte de su obra a la magia y al arte de la memoria; ambas representan
las herramientas prácticas con las que propone llevar a la acción las teorías que
plantea.
16
Eugenio Canone (“Una scala per l’al di qua...”, en F. Meori, La magia
nell’Europa moderna, pp. 494, 497) explica que Bruno se dirige al estudio de la
14
15
72
vivir en consonancia con la sustancia
que otorga a la acción lo lleva incluso a sostener que el discurso teórico no alcanzará el grado de “verdadera” filosofía
si no se acompaña de la ejecución de lo que profesa, por
lo que sólo concibe como “verdadero” filósofo a aquel que
mantiene una consonancia entre su intelecto y sus acciones, afirmando: “Y por ello ha determinado la Providencia
que sus manos se ocupen en la acción y su intelecto en la
contemplación, de manera que no contemple sin acción y
no obre sin contemplación”.17
Por ello, considera que el “verdadero” filósofo no se limita a teorizar, sino que busca concordar su discurso con
su forma de vida, así como incidir en los demás hacia la
práctica de las concepciones que plantea.18 No concibe pues
a la filosofía de otra forma, más que como la unión entre
teoría y práctica.19
El ámbito teórico de su propuesta, que consiste en la
búsqueda de la comprensión racional, y en el que expone
su visión del universo, aunque lo trata a lo largo de su obra,
lo desarrolla principalmente en sus textos metafísicos,20
mientras que su atención hacia la práctica efectiva de dicha comprensión, igualmente presente en casi todos sus escritos, la expone con mayor explicación en el grueso de sus
textos morales, mágicos y mnemotécnicos,21 donde además
naturaleza también para la construcción de una ética eficaz, pues para el Nolano
cada sabiduría verdadera debe ser capaz de proveer una ética útil.
17
Expulsión, p. 111.
18
“Sólo te has complacido en escupir la sabiduría, sólo en tocarla con los labios
y olerla con la nariz. Declaro que no actúas correctamente”. De Umbris, p. 27.
19
Pierre Hadot (Ejercicios espirituales y filosofía antigua, p. 12) ha insistido en
marcar la diferencia entre el discurso filosófico y la filosofía, señalando que la segunda implica también la práctica de las ideas que sostiene: “Todas las escuelas
criticaron, en efecto, el peligro que corre el filósofo cuando piensa que su discurso
puede bastarle sin necesidad de hacerlo concordar con la vida filosófica […] Tradicionalmente, quienes mantenían un discurso sin intentar que éste emanase de
su experiencia y existencia, eran denominados ‘sofistas’”.
20
Su concepción metafísica la desarrolla principalmente en tres diálogos escritos
en italiano: La cena de las cenizas, De la causa, principio y uno, y Sobre el infinito
universo y los mundos. También en los poemas escritos en Fráncfort: De triplici
minimo et mensura, De innumerabilibus, immenso et infigurabili, De monade,
numero et figura, así como en otros textos, igualmente escritos en latín.
21
En sus textos sobre magia y arte de la memoria explica con más detalle el funcionamiento de los mecanismos psicológicos que permiten (o impiden) pasar de la comprensión racional a la práctica efectiva, es decir, que conducen a la acción voluntaria
astrid martín del campo
73
de la ética, entiende a la magia y al arte de la memoria
como formas de ejercicio y de arte al mismo tiempo. Ejercicio
en cuanto a proceso que debe practicarse cotidianamente22 y
arte por tratarse de una actividad creativa y no mecánica,
es decir, una actividad que atiende a las circunstancias y
relaciones del momento, así como el lugar en que se ejerce, pues si bien Bruno describe cierta guía general para
llevar a cabo las prácticas que propone, también insiste
en que cada situación deberá recurrir a las modificaciones que amerite.23 De ahí que en sus textos sobre magia
considere, por ejemplo, que los vínculos que ha de crear el
mago, no son permanentes sino que cambiarán según las
circunstancias:24 “El genio muta y se altera continuamente según se alteren las formas, temperamentos y especies:
porque quien cautiva siendo niño, no cautiva de la misma
manera cuando es joven; y lo que fascinaba a la muchacha,
deja de hacerlo cuando ésta se ha convertido en mujer
madura”.25 Por tanto, considera que una adecuada comprensión racional de su planteamiento filosófico lleva, de
forma natural, a practicar lo comprendido, manifestando
así la necesidad de una concepción racional previa a la acción, concepción que califica como compleja y como la primera parte de un proceso que, en tanto incompleto, habrá
dirigida hacia la Unidad, y por lo mismo, tales elementos psicológicos poseen un rol
fundamental en el conjunto de su pensamiento, mientras que en sus diálogos morales, principalmente en Los heroicos furores, ejemplifica dicha práctica.
22
En este ámbito el ejercicio abre el camino no sólo a las costumbres mejores y peores,
sino también a la inteligencia y a la actividad de todas las facultades según la capacidad del individuo. Vid. Sello, p. 11.
23
Matteoli y Sturlese (“Il canto di Circe e la ‘magia’ della nuova arte della memoria
del Bruno”, en F. Meori, La magia nell’Europa moderna, p. 472) sostienen que: “Para
una aplicación fecunda, en su arte de la memoria, Bruno no impone las imágenes,
sólo la sintaxis con la cual deben organizarse”. “Bruno utiliza las imágenes astrológicas como un ejemplo del tipo de imágenes que se pueden usar y deja, explícitamente
y de forma reiterada, la libertad del lector para escoger las imágenes que le parezcan
más convenientes”. Ibid., p. 468.
24
“El vínculo que une al vinculante con el vinculado debe ser móvil, activo. No puede limitarse a ser un recuerdo de la belleza divina, no puede ser reflejo de una imagen que recuerda
un elemento sobrenatural o extra lógico: su carácter específico es, por el contrario, actividad”.
Bassi, “Metamorfosi della magia di Giordano Bruno”, en F. Meori, La magia nell’Europa
moderna, p. 394.
25
De la magia, p. 73.
74
vivir en consonancia con la sustancia
de continuarse con su ejercicio práctico para acceder a la
unión con la Unidad. De esta forma reitera la magnitud
que otorga a la acción; magnitud que se presenta de manera evidente cuando expresa que el remordimiento, no tanto
por lo que se ha hecho, sino por lo que no se hizo, es uno de
los dolores más grandes para el ser humano:
Creed a quien puede juraos
Que en el mundo no hay condición más triste
Que pueda igualarse con la del remordimiento,
Ya que el pasado no hay quien lo rehaga.
Y aunque el arrepentimiento siempre dé tormentos,
Aquel que más nos combate y tanto más nos ultraja
E imprime llagas que no se pueden curar
Es el pensamiento del tiempo en que se pudo hacer y no se hizo.26
La cita anterior es una clara invitación a la acción, a fin
de evitar el sufrimiento que provoca la inacción, traducida
como frustración del desarrollo propio de lo humano. Incluso atribuye a la acción manual, por encima del ingenio, el
mérito principal gracias al cual el hombre ha podido triunfar sobre las demás especies, siendo evidente que antes de
actuar, se ha reflexionado, pero concibe como clave y paso
final de dicho éxito, la manipulación efectiva operada sobre
la naturaleza:
Examina contigo mismo lo que ocurriría en el supuesto de
que el hombre tuviera el doble de ingenio que tiene y el
intelecto agente le iluminara con mucha más claridad de lo
que lo hace y sin embargo las manos se le transformaran en
dos pies, quedándole todo lo demás intacto y tal como está;
dime: ¿podría quedar impune la convivencia entre los hombres?, ¿podrían establecerse y durar sus familias y uniones
igual o más que las de los caballos, ciervos, cerdos, sin que
fueran devorados por innumerables especies de animales,
viéndose de esa manera sometidos a mayor y más cierta
destrucción? Y por consiguiente ¿dónde estarían las enseñanzas de las doctrinas, las invenciones de las disciplinas,
las estructuras de los edificios y otras muchas cosas que
26
Expulsión, p. 111.
astrid martín del campo
75
nos indican la grandeza y excelencia humana y hacen del
hombre triunfador en verdad invicto sobre las restante especies? Todo esto, si lo examinas atentamente, se refiere
principalmente no tanto al dictado del ingenio como al de la
mano, instrumento de los instrumentos.27
Operar el conocimiento es, por tanto, la combinación que
permite al hombre acceder a la Unidad. Por ello, a lo largo
de la obra del Nolano encontramos reiteradamente su insistencia en las duplas “enseñar y realizar”, “comprender
y hacer”, “entender y operar”, “conocer y actuar”, “meditar
y cumplir”:
Quien de hecho no prepara, no busca, no comprende y no
realiza la unidad, no prepara, no comprende y no realiza
nada; quien no alcanza un solo y único sentido y un único
entendimiento a partir de los múltiples sentidos y de los
múltiples niveles de conocimiento, no posee ningún sentido, ningún entendimiento; quien en definitiva no conoce el
entendimiento mismo y no opera a través de él, no conoce
nada y en nada opera. Según los grados de participación
con la unidad, sin embargo algunos conocen y actúan participando de ella.
Estas son consideraciones para enseñar y realizar la unidad en cada multiplicidad, la identidad en cada diversidad.28
En El sello de los sellos dice que cada acción humana
debe poseer tres elementos: ser meditada con sabiduría
antes de llevarse a cabo, ser cumplida a tiempo y con prontitud y, que aquello que ha sido meditado y cumplido, debe
ser conservado y defendido con valor.29
Insiste en que para poder dar el paso de la teoría a la
práctica, es necesario incluir como apoyo otros elementos,
además del racional, que es indispensable pero insuficiente
para generar las acciones que sustenta. Por ello propone
que la razón se acompañe de cuestiones pertenecientes al
ámbito de la psique, en las que se incluye la imaginación,
27
Cábala, pp. 121-122.
De la magia, p. 32.
29
Sello, p. 3.
28
76
vivir en consonancia con la sustancia
la sensibilidad, el amor y la voluntad, entendida esta última como fortaleza para dirigirse hacia lo deseado.
3. Impulso que mueve a la acción
Bruno concibe a la Unidad infinita y eterna como el bien
supremo, y a lo múltiple, concreto y cambiante, como particularidades inferiores. Explica que en el ser humano existe
una inclinación natural hacia los bienes menores, inclinación que se modifica cuando adquiere la comprensión de la
Unidad y entonces busca la unión con ésta, pues tal comprensión implica una transformación en el sujeto, quien no
sólo transforma su manera de concebir al universo, sino que
también se transforma a sí mismo al concebirse como parte integrante de dicha unidad, cambiando así su manera de relacionarse con lo demás, consigo mismo, y por ende, modifica su
forma de actuar. Bruno sostiene que: “Las almas se alejan
de la divinidad, no tanto como rebeldes cuanto por cierto
orden en virtud del cual se inclinan hacia la materia, de
manera tal que vienen a caer, no a causa de una libre intención, sino como por cierta oculta consecuencia. Y ésta no
es otra que la inclinación que tienen a la generación, como
a cierto bien menor”.30 De ese modo cambia su inclinación
natural hacia lo que concibe como cuestiones menores
por la búsqueda de un bien superior. El objeto de su
deseo ha cambiado y ya no desea lo individual, concreto,
múltiple y cambiante; ahora quiere ascender a lo Uno,
infinito y eterno.31 No se enfoca ya en los hechos transitorios, abandonando así la inestabilidad que les es propia.
El objeto de su interés es estable y ello le brinda confianza
en el rumbo que ha elegido.32 Bruno sostiene que: “No siente
30
Furores, p. 70.
De hombre vulgar y común como era, se torna raro y heroico, tiene costumbres y
conceptos raros, y lleva una vida extraordinaria. En este punto acaba su vida según
el mundo loco, sensual, ciego e ilusorio, comenzando a vivir intelectualmente. Vid. Furores, p. 75.
32
No sufre la angustia de la muerte quien se interesa más por otro aspecto de la cosa.
Algunos arrastrados por el deseo de seguir la voluntad divina (en la que creían firme31
astrid martín del campo
77
amor ni odio por las cosas mortales, estimándose demasiado digno para ser siervo y esclavo de su cuerpo […] pues el
cuerpo no puede ya tiranizarle más de cuanto él mismo lo consienta, ya que el cuerpo está en él sometido al espíritu como el
mundo corporal y la materia se hallan sujetos a la divinidad
y a la naturaleza”.33 Es importante recordar que el ascenso a la Unidad que propone el Nolano no es un ascenso
físico,34 sino que se consigue partiendo del conocimiento de
la naturaleza, desligado de cualquier aspecto o referencia
hacia lo sobrenatural,35 pues ni admite la separación entre mundo inteligible y mundo físico sostenida por Platón,
ni acepta la separación que hace Aristóteles entre mundo
celeste y mundo sublunar. A su vez, su crítica no se limita
a la filosofía platónica y aristotélica, también la dirige a
la escisión entre la esfera de la divinidad y la esfera de
la naturaleza hecha por las religiones judeo-cristianas,36
afirmando constantemente que su propuesta práctica (por
ejemplo, en el caso de la magia natural) requiere un largo aprendizaje en el que se combina arte, técnica natural
y lo que hoy entendemos como técnica psicológica, que lo
distancian de la capacidad de obrar milagros y de aquello
mente) no eran turbados por amenaza alguna ni por miedo alguno de origen diverso
que les persiguiere. ¿Debería yo quizá considerar intenso el amor por la virtud que no
pueda disipar el miedo de un hecho transitorio? Fácilmente podría creer que quien
tiene miedo de los hechos temporales no haya estado nunca en contacto con hechos
divinos. Vid. Sello, p. 50.
33
Furores, p. 150.
34
“No es cosa natural ni conveniente que el infinito sea comprendido, es, sin
embargo, conveniente y natural que el infinito sea, por el hecho de serlo, infinitamente perseguido (en esa forma de persecución que no necesita de movimiento
físico, sino de cierto movimiento metafísico; que no se dirige de lo imperfecto a lo perfecto, sino que va describiendo círculos por los grados de la perfección para alcanzar
ese centro infinito que ni es formado ni es forma)”. Furores, p. 78.
35
En la magia de Bruno no intervienen fuerzas externas; se basa en el conocimiento de los mecanismos espontáneos del saber y la memoria, en los recursos
naturales de la interioridad psíquica, y en la fuerza de las imágenes para fortalecer
enormemente la facultad y disposición del alma. Vid. Matteoli y Sturlese, “Il canto di Circe...”, en op. cit., p. 482). Nicoletta Tirinnanzi (“Eroi e demoni tra Ficino e
Bruno”, en F. Meori, La magia nell’Europa moderna, p. 404) explica que el ascenso a la Unidad propuesto por Bruno no pasa nunca por la mediación demoniaca,
y esto vale para el individuo como para la colectividad, ya que para el Nolano en
el obtuso amor a los demonios se refleja la fe, raíz de todos los males.
36
Canone, “Una scala per l’al di qua...”, en op. cit., pp. 498-499.
78
vivir en consonancia con la sustancia
que implique un don sobrenatural, cuando no engaño e impostura.37
Entonces, en la empresa que se ha planteado rumbo
a la Unidad como máxima aspiración, el ser humano se
enfrenta a su propia inclinación natural que tiende hacia
los bienes menores o concretos, así como a la costumbre
de seguir tal inclinación, a la que se encuentra tan habituado. Por ello, aunque parte de la comprensión racional
de la Unidad para dirigir sus acciones hacia la unión con
ésta, tal comprensión no le basta para superar el obstáculo que representa su tendencia hacia lo concreto. Es por
ello que, consciente de la magnitud de tal impedimento,38
advierte que para pasar de la comprensión racional a la
búsqueda activa de la Unidad, es necesario incluir otros
elementos además del racional. En esta línea de búsqueda,
concibe a la actitud emocional como un factor fundamental
para pasar de la reflexión a la acción, pues en este tránsito
de la teoría a la práctica, cargado de dificultad debido al
contexto cotidiano, alejado de las cuestiones teóricas que
plantea, encuentra un apoyo en el ámbito de la psique, sosteniendo que si se hace una adecuada intervención en ésta,
es posible dirigirla hacia el deseo racional de unión con lo
Uno, pues para el ser humano resulta más sencillo vincularse con referentes sensibles, en virtud del impacto directo
que provocan sobre el deseo, tanto de acercamiento o alejamiento, según si el impacto generado es positivo o negativo,
agradable o desagradable. De ese modo, el deseo es lo que
mueve a la acción, y dirigir el deseo hacia referentes sensibles resulta más sencillo y habitual que dirigirlo hacia un
objetivo abstracto.
Por ello, la forma que propone para dirigirse hacia la
unión con la Unidad —que es un deseo abstracto y de ahí
la dificultad práctica de vinculación directa— consiste en
dirigir tal deseo hacia un objeto sensible que lo simbolice.
37
Ibid., p. 508.
Los pensamientos que hacia atrás lo reclaman para apartarlo de tan generosa
empresa son los afectos sensibles y otras afecciones naturales, que miran por el
gobierno del cuerpo. Vid. Furores, p. 79.
38
astrid martín del campo
79
De ese modo obtenemos un referente concreto que facilita
nuestro vínculo con la noción abstracta a la cual se desea
ascender.
El Nolano recurre entonces al Eros como el apoyo y complemento que necesita la razón para provocar acciones. Eros
entendido en el sentido amplio que abarca al amor y al deseo, es decir, como aquello que se quiere y con lo cual se busca la unión. Sostiene que el amor es la fuerza que todo une
y mantiene la unidad. Pues todas las cosas huyen del mal y
persiguen el bien, ya sea siguiendo sus estímulos internos o
movidas por algo externo,39 de ahí que cuando el ser humano
logra una correcta comprensión intelectual de la Unidad, es
estimulado interiormente hacia la búsqueda de unión con ella.
No obstante, necesita también de un estímulo externo para actuar y dirigir su vida en consonancia con dicha búsqueda. Un
estímulo que fortalezca su ánimo y no desista de su objetivo al
verse obstaculizado por múltiples factores de orden práctico
que le complican mantenerse en tal empresa.40 Por ello Bruno
insiste en la importancia de perfeccionar y fortalecer el ánimo,
a fin de generar una actitud y disposición que permita mantenerse firme en el camino que se ha decidido emprender.
Explica que el deseo se alimenta de imágenes, las cuales,
cuando impactan al ánimo,41 provocan emociones que impulsan a la acción, es decir, que impulsan hacia la búsqueda de lo deseado. Y como es más fácil vincularse con una
imagen que con un concepto,42 —para el Nolano el vínculo
39
Sello, p. 60.
Leemos en Furores (p. 159) el siguiente pasaje: “—De ahí viene que todo el afecto
del Furioso sea ambiguo, dividido, trabajoso y con mayor facilidad para inclinarse
hacia lo bajo que para forzarse a las alturas, puesto que se encuentra el alma en
país inferior y hostil, tocándole en suerte una región lejana a su patria natural,
donde tiene menguadas sus fuerzas. / —¿Crees que pueda procurarse remedio a
esta dificultad? / —Cumplidamente, mas durísimo es el comienzo, y se va llegando
a mayor facilidad a medida que el progreso en la contemplación se hace más y más
fructífero”.
41
Leemos en Sello (p. 10) lo siguiente: “Ciertas cosas oídas y vistas mil veces te
escapan en el momento menos oportuno. Y otras con las cuales los sentidos han
tenido contacto una sola vez de modo superficial, se apoderan de la memoria”.
42
“La operación del intelecto precede a la operación de la voluntad, pero ésta es
más vigorosa y eficaz que aquélla, puesto que para el intelecto humano más fácil
es amar la voluntad y la belleza divina que comprenderla”. Furores, p. 72.
40
80
vivir en consonancia con la sustancia
de la vista es el más eficaz—43 se recurre de manera directa
a algo particular y concreto como medio para, a través de
ello, vincularnos con la Unidad.44
Esto es posible debido a la concepción del universo como
una unidad indisoluble de materia y alma, donde la materia, lejos de separarnos de la noción de Unidad que todo
comprende, constituye una vía de relación con ella, evidentemente porque ella misma es materia. Cabe aclarar que al
recomendar la vinculación con un objeto sensible (imagen),
no está proponiendo una relación exclusivamente física
o material, sino también abstracta,45 ya que no pretende
vincularse con tal objeto concreto por lo que éste es en sí
mismo como individualidad, que como tal es un bien menor.46 Recurre a ello como medio para acceder a su máximo
objetivo, pues partiendo de que la Unidad se manifiesta
en múltiples e infinitas formas, Bruno explica que el ser
humano puede vincularse con ella a través de sus manifestaciones. Por tanto, la relación entre ser humano y
Unidad a partir de las manifestaciones particulares, se
logra al concebir en éstas la Unidad incorruptible a la que
“Mediante ciertas apariencias superficiales a través de la vista, resultan conmovidas varias pasiones del ánimo”. Sello, p. 55. “Todo amor procede de la vista:
el amor inteligible de la vista inteligible; el sensible de la vista sensible. La palabra vista tiene dos significados: potencia visual y acto de la potencia visual. El
acto engendra la consiguiente afección del apetito sensitivo o intelectivo”. Furores, p. 81. “La vista, aun no siendo causa inmediata del desear, es, sin embargo,
causa primera y principal. Ibid., p. 83.
44
En su arte de la memoria, Bruno pone en práctica la creación de imágenesconceptos, donde las imágenes no deben ser estáticas sino activas, condensando
emociones y conocimiento para involucrar al espectador evocándole y transmitiéndole contenidos abstractos y complejos. De ese modo los conceptos abstractos
se transforman en imágenes concretas, así como en la naturaleza física los entes
se despliegan en el espacio, manteniendo todo unido en una real necesidad. Vid.
Matteoli y Sturlese, “Il canto di Circe...”, en op. cit., p. 474.
45
La magia bruniana es una enseñanza natural según la cual cada cosa mantiene una relación simbólica con la totalidad. Para el Nolano, los estúpidos e
insensatos idólatras (judíos y cristianos) no han sabido comprender el culto mágico egipcio por el cual el ser humano se relaciona directamente con Dios y sin
intermediarios a partir de la comunicación simbólica que es el lenguaje mismo de
la divinidad. Vid. Canone, “Una scala per l’al di qua...”, en op. cit., pp. 491, 502.
46
El Nolano expresa con mayor claridad su jerarquía de valores cuando habla
sobre el amor, señalando que es más digno amar al absoluto que a sus manifestaciones pasajeras, sin negar que se puede amarlo a través de ellas y este amor
es superior al que se les pueda profesar a las cosas por sí mismas.
43
astrid martín del campo
81
pertenecen, es decir, viendo la totalidad en lo particular,
más allá de su ser concreto y cambiante: “De hecho, aquello que debe ser concebido sobre la verdad de las cosas
no puede ser expresado de manera completa por ninguna
apariencia sensible, pero la esencia de las cosas se insinúa en nosotros por una especie de orden que da a sus
accidentes”.47
Para el Nolano sólo podemos llegar a una realidad superior por medio de las inferiores. Así, lo concreto, imagen
u objeto, no se toma en cuenta por sí mismo sino por lo
que evoca, es decir, por la noción abstracta que representa.48 De ahí que afirme: “Cuánta razón tiene este Furioso
al resentirse contra aquellos que le reprenden creyéndole
cautivo de una belleza inferior a la cual prodiga sus votos y
dedica imágenes […] puesto que si las cosas bajas derivan
y dependen de las más elevadas, así también es posible ascender desde aquellas a éstas”.49 Bruno propone recurrir a
lo sensible (inestable) como vía de acceso a lo Uno (estable)
porque su objetivo final es la estabilidad de la Unidad, y
aunque recurra a la particularidad sensible como vehículo
hacia ella, también reconoce todo lo individual como parte integrante y conformadora de dicha Unidad, explicando que lo importante consiste en tener conciencia sobre el
orden mediante el cual se concibe como bien superior a la
totalidad de la Unidad, y como bienes menores a la multiplicidad individual.50 “Todos los amores —si no son animales y cautivos de la generación, como instrumentos de la
naturaleza en cierto modo— tienen por objeto la divinidad,
tienden a la divina belleza, la cual se comunica primera47
Sello, p. 21.
Dios, su divina belleza y resplandor, relucen y se hallan en todas las cosas, y
por ello no estimo error el admirarlo en todas las cosas, según el modo en que a
cada uno se comunica. Error sería ciertamente si diésemos a otros el honor que a
él solo corresponde. Vid. Furores, p. 141.
49
Ibid., p. 140.
50
“Ni creo que mi verdadera divinidad mostrándoseme como lo hace en vestigio e
imagen, desdeñe el ser honrada en imagen y vestigio y recibir sacrificios, siempre
que mi corazón y afectos sean ordenados y miren más alto, puesto que ¿quién
es aquel que puede honrarla en esencia y sustancia propia, si de tal manera no
puede comprenderla?” Furores, p. 140.
48
82
vivir en consonancia con la sustancia
mente a las almas y resplandece en ellas, y a partir de ellas
se comunica después a los cuerpos: de ahí que el afecto bien
ordenado ame los cuerpos por lo que en ellos hay de indicio
de la belleza espiritual”.51
4. Rescate de este mundo: sensibilidad y deseo
Bruno afirma que atender las cuestiones sensibles no representa ninguna degradación para el ser humano, sino
que incluso le ayuda a elevar su condición, siempre que se
recurra a lo corpóreo con la disposición adecuada, es decir, teniendo presente su pertenencia al orden universal.
Sólo así es posible superar el caos empírico que conduce
al extravío, cuando no se comprende que más allá de los
cambios incesantes que suceden en los entes individuales,
la Unidad que todo abarca se mantiene idéntica.
Teniendo conciencia de lo anterior, se ve en las cosas
más allá de lo ordinario al percibir en la belleza de un ser
particular, la sensación de belleza absoluta, lo cual produce deleite. Parte entonces de una percepción sensible para
ascender al ámbito abstracto por medio de la imaginación
y la fantasía, elevándose de un placer físico a un placer
mental más amplio.
Con el ánimo así dispuesto, encuentra indicios de la
belleza absoluta en diversidad de seres que participan de
ella, y a través de éstos se eleva: “Bien sabes que el amor
de belleza corporal, a quienes tienen buena disposición, no
solamente no conduce a retardo alguno en empresas mayores, sino que más bien les presta alas para alcanzarlas”.52
De este modo, rescata al mundo sensible de la concepción
negativa que le confiere la inestabilidad que lo caracteriza, restituyéndolo como vehículo de acceso a una noción
superior, abstracta y estable. Con ello, eleva también la
dimensión del placer que genera, al considerarlo un regalo
51
52
Ibid., p. 61.
Furores, p. 140.
astrid martín del campo
83
de la naturaleza, por lo que lanza una fuerte crítica a la concepción nociva sobre el placer propagada por las religiones
que promueven su abstinencia mediante la promesa de un
gozo mayor en otra vida:
Esta [la Solicitud], envidiosa de la calma y beatitud o incluso de la sombra del placer que podemos tener en este
ser nuestro, habiendo dado leyes al coito, a la comida, al
dormir (a causa de lo cual no sólo podemos deleitarnos menos, sino muy a menudo dolernos y atormentarnos) hace
que sea robo lo que es un don de la Naturaleza, y pretende
que se menosprecie lo bello, lo dulce, lo bueno, y que tengamos estima a los males amargos y culpables. Seduce al
mundo para que deje el bien cierto y presente que tiene, y
se ocupe y meta en mil torturas por la sombra de un porvenir glorioso.53
Los entes sensibles se presentan así como símbolos de
la Unidad, y gracias al deseo que despiertan, en virtud del
placer que pueden provocar, impulsan a salir en la búsqueda de unión con ellos. Tales entes sensibles, ya sean
objetos concretos o imágenes, tendrán mayor poder para
persuadir a la acción según la magnitud del impacto emocional que generen sobre el sujeto, y de la fuerza con que
incrementen su deseo. Por ello Bruno se presenta como
creador de imágenes con el objetivo de impactar en el ánimo y mover a la acción. Las imágenes pueden ser gráficas,
metafóricas o conceptuales, según correspondan a la pintura, la poesía o la filosofía; su importancia radica en la
eficacia que tengan para persuadir: “Los filósofos son de
algún modo pintores y poetas, los poetas son pintores y
filósofos, los pintores son filósofos y poetas. Por eso los verdaderos poetas, los verdaderos pintores y los verdaderos filósofos tienen predilección unos por otros y se admiran
mutuamente”.54
53
54
Expulsión.
Sello, p. ix.
84
vivir en consonancia con la sustancia
Conclusión
Para Bruno, vivir en consonancia con la sustancia única,
infinita y eterna, significa mantenerse consciente de la
Unidad a la que pertenecemos y en la que estamos inmersos, tomando en cuenta los sucesos concretos y los seres
particulares como representaciones de dicha Unidad. De
esa forma se concibe la vida misma, y se vive, de manera
diferente, pues con ello el sujeto se transforma a sí mismo
y a su conducta, elevándose a la Unidad misma.
esPaCio geométriCo, materia
y sustanCia en JoHannes KePLer
Francisco Javier luna leal
Universidad de Barcelona
[email protected]
aBstract: The transformation of the idea of space made in
the course of the Copernican revolution was based on the
refutation of the concept of tópos and the positive nomination of an entity that could support the expression of intangible forces and the movement of material bodies. In the
particular case of Johannes Kepler, to the above conditions
will have to be added to the necessity of a space which
allowed accurate measurement of celestial phenomena.
Among the Kepler’s words that he used to try to describe
the space as a separate entity of material bodies and forces
residing there, were: aer, anima, auram aetheream and
σχέσις. It denoted the conceptual difficulty of build a new
idea consistent with the rest of his cosmology too to describe
the spatiality. We can define the space’s idea of Kepler as an
immaterial frame or continent, directly related to the notion of divine spirit.
Introducción
L
a transformación del concepto de espacio fue un elemento
primordial de la revolución copernicana. Uno de los principales campos de batalla de los cosmólogos modernos se encontró en la crítica y sustitución de las ideas aristotélicas sobre
la espacialidad que sostenían al geocentrismo clásico. Si bien
aquí nos referiremos sólo a un periodo y a un autor en particular, no es difícil percibir que la idea de espacio es inherente
espacio geométrico, materia y sustancia
86
al problema astronómico y cosmológico en general. Al postular objetos materiales e inmateriales que existen o se mueven
en, con o a través del espacio, se presupone que ese espacio
es capaz de sostener las determinaciones propias de dichos
objetos. Las propiedades físicas de los objetos especializables
necesariamente mantienen un vínculo, si no de identidad, sí
al menos de expresión con su espacio asociado, pues, dicho de
otra forma, el espacio es lo que posibilita la manifestación
de las propiedades perceptibles de los objetos.
Pero nuestra experiencia del espacio no es inmediata,
ésta se nos presenta a través de las relaciones entre objetos y fenómenos; en ese sentido interviene siempre alguna
forma de métrica. Dicha métrica debe ser compatible con la
conceptualización de los fenómenos a los cuales se aplique.
Lo anterior tiene también su recíproco, debido a que la experiencia del espacio nos es posible por los entes que percibimos
en el espacio y por la forma en que medimos sus relaciones,
es entonces que el vínculo entre métricas y objetos espaciales nos revela los rasgos que se piensan como inherentes al
espacio. En tal sentido, el espacio no es una sensación, sino
un proceso de representación asociado al desarrollo social e
histórico, ya que todo espacio se construye, al menos en la
medida que los fenómenos expresados en la conciencia no
son primitivos sino representaciones de los individuos atadas a los marcos lingüísticos del pensamiento.1
El actual análisis social del espacio parte de la crítica
kantiana del mismo como un concepto subjetivo que no
está dado por la experiencia sino que es entendido como
“La condición de posibilidad de los fenómenos”.2 La crítica
kantiana subjetivó la idea de espacio y posteriormente la
fenomenología la historizó, éste fue el gran acierto de Husserl, pues al retraer el concepto de espacio a la Lebenswelt
1
La atención que los teóricos de la arquitectura han dado al concepto de espacio
se ha basado en lo que Henri Lefebvre, en The production of Space, llamó en los
años setenta el “proceso productivo”. Dicho concepto, que ha servido para formular la idea de un espacio cultural opuesto o al menos precedente a cualquier
espacio real y ha servido para explorar los vínculos entre ideología y espacio, no
sirve para analizar al espacio mismo.
2
KvR, I, 1.1, §2, “Die Bedingung der Möglichkeit der Erscheinungen”.
francisco javier luna leal
87
abrió la dimensión fáctica del problema. Pero la analítica
de Husserl de la historicidad del concepto de espacio fue
apenas un esbozo; al vincular prioritariamente el espacio
moderno con la idealización universalizada de un abstracto espacio euclidiano infinito,3 dejó de lado las dificultades
del proceso así como todas las variantes históricas. Una
analítica del espacio no es completa sin una revisión de su
representación conceptual y también de sus métricas, pues
la idea de espacio no es separable de la de objetos espaciales así como de la medición usada para determinarlos. Es
importante señalar que la historicidad no implica que sea
arbitrario, pues la postulación de objetos espaciales en la
física va acompañada de expectativas de sus transformaciones y propiedades. La correcta anticipación de los fenómenos espaciales ha servido como criterio correctivo de los
distintos conceptos de espacio, precisamente la sustitución
del concepto de espacio de Aristóteles por uno nuevo en
Kepler que tenía como finalidad expresar mejor la armonía
entre conceptos, percepciones y medidas que estaba construyendo la cosmología copernicana.
En este trabajo me enfoco en dos aspectos del problema
de la construcción del espacio que realizó Kepler, en primer
lugar la crítica y corrección de la idea de gravedad de Aristóteles, paso necesario para desmontar el edificio geocéntrico de la cosmología, y, en segundo lugar, la exploración
de la compleja idea de espacio inmaterial, misma que le
permitió al astrónomo suabo exigir una medición precisa
como obligación de la cosmología. De manera marginal quisiera anotar que esa multiplicidad de acepciones que usó
Kepler para intentar definir su idea de espacio denota la
dificultad de alcanzar un nuevo concepto por el camino de
la resignificación de palabras tomadas del platonismo y de la
tradición cristiana de Cusa, por lo demás única vía posible;
pero esa multiplicidad también nos habla del propio pensamiento kepleriano en lucha constante entre la formulación
3
Husserl, Die Krisis der europäischen Wissenschaften und die transzendentale
Phänomenologie, §8.
espacio geométrico, materia y sustancia
88
intelectual precisa y la introspección en busca del error
propio, lo cual lo impulsó a retornar en busca del matiz
adecuado para expresar la perfección de la obra divina que
era el cosmos.
I. La idea de gravedad
La crítica de la noción de lugar de Aristóteles que hace Kepler sólo fue posible unificarla hasta después de obtener
sus principales leyes del movimiento planetario. Es a la luz
de la nueva armonía espacial basada en un nuevo concepto de
gravedad que las viejas ideas del tópos basadas en la distinción de grave/liviano pueden ser rechazadas con seguridad.
En la “Introducción” a la Astronomia Nova (1609), el sajón
deslinda cualquier propiedad del punto geométrico de los
efectos físicos, identidad que se señala como el fundamento
del rozamiento de Aristóteles. Bajo la distinción entre propiedad física y lugar geométrico, Kepler postuló tres errores de la gravedad antigua:
1. Un punto matemático, sea o no el centro del Mundo, no
puede mover a lo grave ni puede efectivamente mover a los
objetos que hacia sí mismo tienden.
2. Es imposible que la forma de una piedra mueva a su
propio cuerpo buscando un punto matemático, como lo es
el centro del Mundo, independientemente del cuerpo en el
cual éste forma parte.
3. No se puede sostener que los cuerpos graves tiendan al
centro del Mundo, huyendo de la revolución de los extremos. Es incomparable la proporción entre el indivisible
punto medio del Mundo, que no tiene ningún efecto, y los
extremos del universo.4
El primer punto niega cualquier virtud del lugar
geométrico y traslada esta última a los cuerpos y, en última instancia, a su composición física. El segundo repudia la idea de forma y la teoría de las causas finales.
4
Kepler, Astronomia Nova, “Introdvctio in hoc opvs”, p. 24.
francisco javier luna leal
89
Finalmente, el tercer punto presenta un argumento físico
que no es de Aristóteles sino de Empédocles,5 pero que
se utilizaba en la hermética y que había sido rescatado
por aquellos que después de la crítica de Tycho Brahe
creían en los cielos fluidos. En ese último punto, Kepler
enfrenta a los cosmólogos geocentristas auxiliándose del
propio Aristóteles. El problema del vórtice supuestamente generado por el primum mobile en su revolución diaria
fue rechazado y señalado por Kepler (de manera un tanto
paradójica) como “absurdo”, apoyándose en la crítica del
De Caelo al problema, y si le dedicó un lugar especial fue
probablemente porque él mismo usó la noción de vórtice
en su cosmología y por eso mismo no podía conceder un
uso incorrecto de ella.
Pero esos errores de la idea antigua de gravedad sólo
pudieron ser presentados como tales hasta que se les opuso
la “vera doctrina de gravitate”. Kepler resume su propia
teoría enunciando una serie de axiomas:
1. Toda sustancia corporal, en cuanto se extiende como corporal, es apta naturalmente para estar en reposo en cualquier lugar [omni loco] que ella ocupe, fuera de la influencia
de otros cuerpos de su misma familia [cognata].
2. La gravedad es una disposición corporal mutua de los
cuerpos del mismo tipo para unirse o integrarse juntos (y la
facultad magnética es de este tipo). La Tierra arrastra a la
piedra mucho más de lo que la piedra busca a la Tierra.
3. Los cuerpos graves no buscan el centro del Mundo (en
especial si colocamos a la Tierra en dicho centro), en cuanto
centro del Mundo, sino por ser el centro esférico de un cuerpo de su mismo tipo.6
El corolario de los axiomas de Kepler es la afirmación de
que, si no existiera una segunda fuerza que mantuviese las
trayectorias de la Tierra y la Luna, éstas convergerían, “la
5
6
Expuesto por Aristóteles en De Caelo, 295a.
Kepler, Astronomia, “Introdvctio in hoc opvs”, p. 25.
espacio geométrico, materia y sustancia
90
Tierra ascendería 1/54 del camino y la Luna descendería
las cincuenta y tres partes restantes”.7
Los axiomas de Kepler se basan en las consecuencias del
heliocentrismo copernicano y en la idea de homogeneidad
espacial de Bruno. El tercer axioma de Kepler es una consecuencia directa del sistema heliocéntrico, como el propio
Copérnico había deducido ya en su obra. Así, al trasladar
la Tierra al tercer cielo era imposible que los cuerpos graves en su superficie buscaran su centro en tanto centro del
Mundo, debía por lo tanto existir una fuerza en el cuerpo
terrestre que atrajera las cosas. El segundo axioma no es
más que una universalización del primero e implica directamente una uniformidad en la composición de los cuerpos
de los planetas. Finalmente, el primer axioma es el resultado del rechazo de la teoría del lugar natural, pues ya sin
esa tendencia a un punto geométrico y lejos de la acción de
las otras fuerzas, la materia podía estar en reposo en cualquier punto del espacio. Esta idea de inertia materiae se
relacionaba de forma inmediata con la hipótesis solar de
Kepler, al postular una fuerza motriz en el cuerpo del sol
que con su movimiento arrastrara como un vórtice a los
planetas, “de ahí se sigue que la fuerza del Sol luche con
esta inercia de la materia”.8
El concepto clave de la gravedad de Kepler es el de cognatus o familiaridad, pues en torno a él es que se justifica la
influencia de cuerpos separados por la distancia. El alcance
de la familiaridad de los cuerpos celestes está en directa relación con la homogeneidad cósmica. Al reclamar un parentesco entre la Tierra y la Luna, Kepler justificó la mutua
atracción entre ambos, requiriendo entonces de una fuerza
proporcionalmente contraria que los mantenga en las órbitas. Dicho parentesco también implicaba que compartían
propiedades como la composición material y los accidentes
geográficos. Es claro que Kepler consideraba a todos los planetas como pertenecientes a la misma familia, pero en la As7
8
Ibid., p. 26.
Kepler, El secreto del universo, XVI, n. 5, p. 169.
francisco javier luna leal
91
tronomia Nova tenía dudas sobre la vinculación entre planetas, estrellas y, sobre todo, del Sol con el resto de los astros.9
La imagen física de la maquinaria celeste del suabo se
basaba en las propiedades activas de la materia y no en
el concepto de lugar aristotélico. La materia y las fuerzas
inmateriales no fueron pensadas por Kepler como dos entidades sin relación, antes bien las fuerzas siempre estaban
sustentadas en los cuerpos materiales. Incluso la luz, con su
carga de emotividad en el pensamiento teológico cristiano, fue asociada por Kepler a la materia.10 Por ejemplo en
De Stella Nova (1604), se afirmó de manera tajante que
“en suma nada de estas [propiedades inmateriales] son sin
materia”.11 Al vincular las potencias activas a los cuerpos materiales, Kepler se comprometió con un nuevo concepto de
sustancia material como el que ya había defendido Bruno
en De la causa, donde afirmó: “La materia no es ese prope nihil, esa pura y desnuda potencia sin acto, poder, ni
perfección”,12 por el contrario, “todas las formas están contenidas en ella y de ella”.13 Así como la luz quedó asociada
al cuerpo del fuego, la gravedad de Kepler estaba vinculada a la masa de los cuerpos celestes.
Para explicar la armonía del movimiento astronómico
Kepler postula dos fuerzas opuestas, una emanando del
cuerpo solar y otra residente en cada planeta. De ambas
fuerzas se podía explicar el curso de los planetas en sus
caminos a través del espacio. Kepler la presentó así en
su primera obra, el Mysterium Cosmographicum (1596): “la
primera es la rotación absolutamente uniforme y peren9
La separación del Sol como ente especial y único, por ende diferente de las estrellas, fue una necesidad del sistema físico de Kepler que marcó una distancia
con la homogeneidad de Bruno, pero también tensiones con la idea de fuerza
vinculada a materia, pues Kepler admite desde muy temprano (De Stella, XIX)
que las estrellas y el Sol están ambos hechos de fuego.
10
“Muestre un ejemplo donde la luz esté por sí misma o por la iluminación indirecta, carecido de sustrato material y llegue a la figura”. Kepler, De Stella nova
in pede serpentarii, XIX, I, p. 246.
11
Kepler, De Stella nova in pede serpentarii, XIX, I, p. 248.
12
Bruno, Causa, IV, p. 126. “[...] la materia non è quel prope nihil, quella potenza
pura, nuda, senza atto, senza virtù e perfezione”, Dialoghi italiani, I, p. 307.
13
Bruno, Causa, I, p. 183, “Proemiale epistola”: “se tutte le forme son come contenute da quella, e dalla medesima per virtù dell’efficiente”.
92
espacio geométrico, materia y sustancia
ne del cuerpo solar junto con su propia esencia inmaterial,
que se expande hacia todo el mundo, especie que hace las
veces de motor; la otra causa son las libraciones y direcciones magnéticas inmutables y perennes de los propios cuerpos móviles”.14 Por supuesto existían problemas inherentes
a dicha imagen que Kepler no logró responder, como la naturaleza de la fuerza gravitacional y su relación con la luz y
el magnetismo, pues ambos fueron usados como metáforas
de dicha fuerza; también estaba la polémica homogeneidad
entre el Sol y las estrellas afirmada por Giordano Bruno,
pero no aceptada por Kepler más que con suma dificultad.
Más allá de esos problemas, la maquinaria celeste de
Kepler, si bien es aún ambigua en su funcionamiento interno, le sirvió para reformular la idea de gravedad y en
consecuencia a descartar la noción de levedad y sustituirla
por el concepto de densidad. La nueva gravedad conllevaba
desechar los lugares geométricos como explicación de los
fenómenos corporales, y sustituirlos por fuerzas y propiedades con manifestaciones espaciales. Esta nueva gravedad
implicaba la acción de los cuerpos a través del espacio, incluso sin contacto material.15 El efecto de las mareas fue
el ejemplo clásico de la acción a distancia de la Luna, de él
Kepler extrajo la consecuencia de que “si el poder atractivo
de la Luna se extiende hasta la Tierra, el poder de la Tierra
más debería llegar hasta la Luna y más arriba”.16
La relación entre el espacio y la nueva gravedad es íntima, el espacio kepleriano debía permitir que las fuerzas
se manifestaran a través de él y también permitir el movimiento de la materia, la luz y las otras fuerzas inmateriales. Adicionalmente el espacio de Kepler debía posibilitar una medida exacta de los fenómenos y las fuerzas que
14
Kepler, Prodromus, XVI, n. 4, p. 168. Idea complementada en la Astronomia
Nova bajo el concepto de hipótesis física; al respecto: Bernard Goldstein y Giora
Hon, “Kepler’s Move from Orbs to Orbits: Documenting a Revolutionar y Scientific Concept”, en Perspectives on Science, vol. 13, núm. 1, p. 87.
15
En la edición de 1621 al El secreto del universo, Kepler afirmó que las influjos
celestes no necesitan de una materia que los sostenga. Vid. Kepler, El secreto del
universo, XVI, n. 7, VIII, p. 94.
16
Kepler, Astronomia, “Introdvctio in hoc opvs”; Gesammelte Werke, III, p. 27.
francisco javier luna leal
93
operan sobre él. Esta última exigencia se desprende de la
idea de ordenamiento universal que desarrolló en el Mysterium Cosmographicum, donde postuló a la materia como
la expresión física de la cantidad matemática.17 Al estar los
cuerpos mismos regidos por los principios de la geometría,
las fuerzas que en ellos residían, lejos de ser la expresión
ambigua de vínculos simpatéticos, se debían expresar por
relaciones geométricas precisas que podían ser mesuradas.
Por ende, ese concepto de cuerpo material debía ser compatible con uno análogo de espacio que permitiera que dichas
propiedades se manifestaran.
II. La idea de espacio
Desde el Mysterium la concepción kepleriana básica del
espacio quedó delineada, pero era más un principio de investigación que un concepto aplicable a la descripción de
los cielos. Desde la óptica copernicana, el movimiento de los
cuerpos materiales debía ser posible a través de la totalidad
del cielo, lo cual excluía la posibilidad de cielos sólidos. Aún
arrastrando cierta idea de orbe celeste, Kepler afirmó que
“es absurdo y monstruoso situar a estos cuerpos [los orbes]
en el cielo provistos de materialidad alguna de modo que
impidan el paso de otros cuerpos”.18 Sin ser un paso revolucionario, el rechazo temprano de los “Adamantini orbes”
abrió las puertas para una idea de espacio inmaterial,19
pero también generó un nuevo problema, pues sin orbes
sólidos que guiaran el movimiento se necesitaba explicar la
rotación de los cielos. Esa necesidad era lo que para Kepler
justificaba la cosmología solar que se desprendía del heliocentrismo astronómico.
17
Kepler, El secreto del universo, “Praefatio ad lectorem”, pp. 69-70.
Kepler, El secreto del universo, XVI, p. 165.
19
Para poner en contexto el problema, todavía Clavio, el matemático referente
de los jesuitas, declaró que los planetas se mueven como “clavos en una rueda”.
Christophori Clavii, In Sphaeram Joannis de Sacro Bosco commentarius, “De
numero orbium coelestium”, Roma, 1607, p. 43.
18
espacio geométrico, materia y sustancia
94
Aunque desde la perspectiva copernicana el problema
anterior no era tan grave, pues tanto el cielo de las Fijas como el Sol eran inmóviles, todavía se debía explicar
el movimiento de los planetas y sus revoluciones eternas.
Sin existir una razón en el espacio mismo que explicara
las órbitas, se recurrió entonces a la exploración de una
vitalidad inherente a la materia que permitiera conservar
las trayectorias de los astros. “hay en cada planeta un espíritu peculiar [peculiaris anima], por cuyo impulso la estrella asciende en su curso, y suprimidos los orbes que se
sigan las mismas cosas [sic]”.20 La existencia de un espíritu
o alma planetaria, lejos de ser un regreso a un animismo
ingenuo, viene a significar la postulación de un principio de
movimiento interno a la materia. Esta alma sirve para explicar la atracción mutua entre miembros de la misma familia, como vimos arriba, y también se le asigna el papel de
guía, los metafóricos ojos de cada planeta que le permiten
seguir un camino en un espacio sin líneas de referencia.21
Posteriormente, Kepler creyó hallar pruebas de la existencia de esa alma en la existencia de patrones geométricos
en la generación de los minerales, los copos de nieve y las
formas vegetales.
Un cielo que permitiera el libre movimiento de los astros
debía ser un vacío como el de los atomistas y el de Giordano Bruno, o bien de materia fluida. A esa segunda tesis
se adhirieron reformadores de la astronomía y teólogos,
en especial se convirtió en el signo de los astrónomos más
competentes después de las mediciones de Tycho Brahe sobre los cometas. Algunos teólogos destacados, como el cardenal e inquisidor Bellarmino, creían que los cielos fluidos
poseían un fundamento bíblico. Bellarmino afirmaba que
“no hay más que un cielo sidéreo, ígneo o de aire [...], era lo
más conforme con las Escrituras”.22 Bellarmino creía que
los planetas se movían como “las aves por el aire y los peces
20
Kepler, El secreto del universo, XXII, p. 210.
“An ergo binos singulis Planetis tribues oculos, Keplere?”, Kepler, Astronomia
Nova, III, 39; Gesammelte Werke, III, p. 261.
22
Bellarmino, Lectiones Lovanienses, citado por Antonio Beltrán, 2006, p. 96.
21
francisco javier luna leal
95
por el agua”.23 Kepler también creyó descubrir un motivo
religioso en la existencia de la fluidez de los cielos, pero
fuera de esa coincidencia, el sajón siempre fue ajeno a las
pretensiones dogmáticas de los teólogos como Bellarmino.
Las afirmaciones de Kepler sobre la sustancia de los
cielos siempre tienden a la metáfora y son en extremo dubitativas, sin embargo, dentro de esos márgenes el sajón
habla del espacio como aer, espíritu y más comúnmente
como auram aetheream. Por ejemplo, en el Mysterium afirmaba: “las estrellas son transportadas libres de estas trabas de los orbes a través de los campos y el aura etérea”.24
En realidad, las tres palabras son una suerte de sinónimos
para tratar de explicar la sustancia del espacio. Kepler
afirmó que la idea de espacio como aire no debía ser entendido como que el espacio era en sentido estricto los cuerpos materiales que en él se mueven, ni tampoco que dicha
materialidad fuera necesaria para sustentar a las fuerzas
celestes. En una nota a la segunda edición del Mysterium
explicaba:
No ciertamente que los influjos celestes tengan necesidad
de materia alguna por la que se trasladen hasta nosotros;
pues, es falso aquello de Aristóteles, que el aire era necesario para transportar hasta el ojo la sensación del cuerpo solar [...]. Mas bien al contrario, mientras menos materia hay
en el camino intermedio, otro tanto menos resulta impedida
la luz en su trayecto. Estas palabras quieren pues decir: tal
como los cuerpos no impiden que los influjos celestes penetren en el interior, del mismo modo las facultades motoras
no necesitan de cuerpos intermedios cualquiera a modo de
cadenas o de palancas que empujasen a moverse a los cuerpos de los planetas. Me gustó jugar con la palabra ‘aire’ y
¿qué es ‘orbe’ o ‘cielo’? ¿Qué, sino aire? Y ¿qué es aire? ¿Qué,
sino una especie inmaterial de cuerpo en estado de giro que
imparte el movimiento a los planetas? Pero, juegos aparte,
concedamos que nuestro aire es un cuerpo inmaterial per-
23
Idem.
“[…] stellae per campos et auram aetheream liberae istis orbium compedibus
transportentur”, Kepler, Mysterium, XVI; Gesammelte Werke, I, p. 56.
24
espacio geométrico, materia y sustancia
96
meable para los poderes magnéticos, motóricos, calóricos,
luminarios y similares; […].25
La formulación de un espacio como cuerpo inmaterial
nos conduce hacia la idea de un ente con realidad propia
que soporta a los cuerpos y a las fuerzas. Esa inmaterialidad, aunque cercana a la idea de vacío, no era idéntica al
concepto de los atomistas antiguos. Recurriendo al estoicismo, Kepler nombra a su aura etérea como aire o espíritu.26
Ese espíritu inmaterial interactúa con los cuerpos materiales y porta la fuerza motora que emana del cuerpo solar.
Inevitablemente en la explicación del funcionamiento del
espacio resuenan ecos del anima mundi platónica, Kepler
pide a su lector: “supón todo el mundo lleno de un espíritu
[anima] que arrastra a cuanto de estrellas y cometas alcanza, y esto con aquella presteza que exige la distancia del
lugar al Sol y el vigor de la fuerza [virtutis] en ese sitio”.27
Aunque la tradición principal a la que hace referencia Kepler es la cristiana, pues el sajón apela a una alegoría trinitaria para que sus lectores comprendan el funcionamiento
del cosmos. Al espacio le corresponde el Espíritu Santo: “El
espíritu está uniformemente en el intervalo entre el punto
[medio] y la superficie externa”.28
Aunque el alma universal de Kepler se entiende bajo un
esquema cristiano, en ella coexisten elementos pitagóricos
y platónicos. El aire/espíritu de Kepler se concibe como per25
Kepler, El secreto del universo, XVI, n. 7 (1992, p. 170).
Margaret J. Osler, Atoms, Pneuma, and Tranquillity, p. 148. Patrick Boner,
en Kepler’s cosmological Synthesis, pp. 31-32, analiza el pneuma de Kepler y lo
coloca en relación directa con Aristóteles en Sobre la generación y la corrupción,
aunque la fuente principal sobre el tema fuera Aristóteles, las ideas estoicas
tenían un eco importante en la época. Al respecto véase también: L. M. Carolino,
“Manuel Bocarro Francês, the comet of 1618 and the Impact of Stoic Cosmology
in Portugal”, en Granada, Novas y Cometas entre 1572 y 1618, p. 211.
27
Kepler, El secreto del universo, XXII, p. 210.
28
Ibid., II: “Dei trinuni imago in Sphaerica superficie, Patris scilicet in centro,
Filij in superficie, Spiritus in aequalitate σχέσεως inter punctum et ambitum”
(Gesammelte Werke, I, p. 23). Cf. con la traducción de Rada (Bruno, El secreto del
universo, p. 94): “del aura celeste que todo lo llena o extensión del firmamento,
que sería imagen del Espíritu”. La palabra griega σχέσις la utilizó Euclides en el
libro V para definir razón entre dos magnitudes del mismo tipo, pero también se
puede traducir como continente, figura y como aire; tiene un sentido espacial y
también de límite. Cf. Cratilo, 424a.
26
francisco javier luna leal
97
fección matemática, pues ahí está la geometría perfecta con
la cual se hizo el diseño del cosmos. La metáfora que usaba
Kepler desde el Mysterium para hablar de Dios, era la del
arquitecto o artífice divino,29 quien diseña el cosmos perfecto
en base a la geometría. Esta metáfora apunta hacia la identidad entre cantidad y materia, como elementos de una geometría que estaría tanto en la mente de Dios como en la del
hombre. Siguiendo una tradición del hermetismo expresada
en el Asclepio, Kepler hace una analogía entre Dios sentado
en su trono regio y el hombre con su planeta que también es
un pequeño sínodo y por ende un centro. El sajón escribe que
“el hombre es ciertamente y por completo como una especie
de Dios en el mundo y su hogar la Tierra, al igual que el de
Dios, si tuviese hogar corpóreo sería el Sol, luz inaccesible”.30
La idea de espacio como espíritu matemático divino no
es una metáfora vacía. Para Kepler representaba la posibilidad de aplicar una matemática que arrojase resultados
precisos a la medida de los movimientos celestes, siempre
que se descubriera cuál. La búsqueda de resultados precisos y comprobables se sustentaba en esa idea de espacio,
el descubrimiento de una métrica adecuada fue el ideal
que animó la sustitución que hiciera el sajón de su primer
acercamiento geométrico del Mysterium, donde rechazó
las secciones lineales por su carácter infinito para adoptar las
técnicas infinitesimales de Arquímedes en la Astronomia
Nova. La adecuación de sus técnicas matemáticas puede
ser vista como un intento de descubrir la precisión del espíritu divino. Al ser el espacio mismo el espíritu geométrico, o
al menos una alegoría suya, la búsqueda de precisión, aún
comprendiendo que los cuerpos materiales no eran representaciones perfectas de los geométricas, quedaba justificada. Al medir de cierta forma el espacio mismo y no sólo los
fenómenos, Kepler esperaba poder descubrir con precisión
perfecta las relaciones matemáticas.
29
En la Dedicatio de 1597 del Mysterium Kepler compara a Dios con “alicuius ex
nostratibus Architectis” (1937-1990: VIII, p. 17), mientras que en la nota 2 al cap.
xi lo nombra “Deum mundi architectum” (1937-1990: VIII, p. 63).
30
Kepler, El secreto del universo, XVI, p. 165.
un diáLogo sostenido entre desCartes
y PoinCaré. (ConsideraCiones en torno
aL ConCePto de método y sus imPLiCaCiones
en eL desarroLLo deL ConoCimiento
fiLosófiCo-CientífiCo)
verónica díaZ de león BermúdeZ
Universidad del Claustro de Sor Juana
[email protected]
aBstract: This chapter highlights two aspects shared by Descartes’ thought and Poincaré’s The science and the hypotheses:
1) the methodological function of a moderate skepticism, and,
2) the value of hypotheses. The chapter concludes that, for
both authors, scientific theories are approximations of reality,
and that these are susceptible to correction and improvement.
I. Sobre el escepticismo
P
ublicada en el umbral del siglo xx (1902), La ciencia y
la hipótesis se presenta como una obra que pone de manifiesto el carácter crítico del así llamado “el último gran
universalista” francés.
En cada uno de los apartados de la obra referida, Poincaré vislumbra la caída del viejo edificio científico, porque
éste se mostraba incapaz de reconocer la flexibilidad y
equivocidad de la ciencia. Por ello, el ilustre matemático
señala que las teorías científicas son sólo aproximaciones
de la realidad pero nunca la realidad misma. No obstante, ello no cancela la generación del conocimiento científico,
pero éste debe hacerse bajo la puesta en claro de que no pue-
100
un diálogo sostenido entre descartes y poincaré
de anquilosarse. De aquí que también señale que las teorías
científicas (y filosóficas) son aproximaciones que resultan
susceptibles de mejorarse por investigadores de la época y
posteriores.
Bajo este tenor, ¿qué tipo de propuesta metodológica nos
ofrece Poincaré?
Primero nos indica que debemos tener un escepticismo saludable y moderado: “Para un observador superficial, la verdad científica está fuera de toda duda; la lógica de la ciencia
es infalible, y si los sabios se equivocan algunas veces, es por
haber desconocido sus reglas”.1
Estas palabras de Poincaré son considerablemente relevantes, ya que a través de ellas el genio matemático está
denunciando un cierto aire de dogmatismo presente en el
trabajo científico de su época, dogmatismo que se acompaña por una actitud acrítica: suponer que la ciencia es
infalible. Ante ello, aboga por una actitud escéptica, pero
de corte moderado: “Dudar de todo o creerlo todo son dos
soluciones igualmente cómodas, pues tanto una como la
otra nos exime de reflexionar”.2
Así pues, hace un llamado al escepticismo, pero no de
manera radical sino mesurado: “el escepticismo absoluto
no es razonable; debemos desconfiar; pero no podemos condenar en conjunto; es necesario discutir”.3
Frente a ello, hago intervenir el primer parangón con la
propuesta metodológica de Descartes.
En su muy atinado estudio sobre el escepticismo, Richard H. Popkin apunta que desde la Antigüedad existen
dos tipos de posturas escépticas: por un lado, la denominada académica, y por el otro, la pirrónica.4
1
Poincaré, La ciencia y la hipótesis, p. 13.
Ibid., p. 14.
3
Ibid., p. 15.
4
Del escepticismo pirrónico diré, apoyada en Popkin (The History of Scepticism,
pp. 17-43), que se trata de una postura radical, claramente detectada en la postura de Sexto Empírico (hacia 200 d. C.), pues sus escritos denotan la apoteosis
escéptica pirrónica: dado que la evidencia es insuficiente o inadecuada para determinar si es posible algún tipo de conocimiento, el escéptico pirrónico opta por
suspender el juicio. Así pues, vemos que, aunque en los dos tipos de escepticismo
se desconfía del conocimiento, el escepticismo pirrónico asume una postura más
2
verónica díaz de león bermúdez
101
Enfocándonos en el escepticismo académico, encontramos que su propósito es demostrar que aquellos que
afirman conocer algo verdadero sobre la naturaleza de
las cosas están equivocados, pues —según los escépticos
académicos— ninguna proposición puede presumir de ser
totalmente verdadera. Una prueba que se ofrece para sostener la falta de certeza en el conocimiento es que, por
ejemplo, la información que obtenemos vía los sentidos
puede ser engañosa; pero incluso se va más lejos, y se afirma que el conocimiento meramente racional también está
privado de un sólido sustento para considerarlo plenamente verdadero. De aquí que los escépticos académicos llegan
a sostener que nada es cierto, que sólo podemos obtener, en
el mejor de los casos, un conocimiento parcial sujeto a las
probabilidades.
El espíritu dubitativo cartesiano es heredero de este escepticismo, pero convirtiéndolo en una postura moderada.
Tengamos en cuenta que existen dos temas fundamentales
en torno al método cartesiano. Uno de ellos radica en articular los preceptos que nos indican la acertada conducción
de nuestro entendimiento para la adquisición del conocimiento claro y evidente.
El segundo es el concerniente al tópico de la duda, que
se desarrolla en las Meditaciones metafísicas (1641).5 Al
hablar de aquello que nos causa incertidumbre, Descartes
desarrolla básicamente una tercia de argumentos escépticos (la desconfianza ante el conocimiento proveniente de
los sentidos, la falta de distinción entre la vigilia y el sueño, así como la posible existencia de un genio maligno), los
cuales, aparentemente, podrían convertirse en la vía para
debilitar el propósito de la construcción de una empresa firadical, pues ni siquiera reconoce la probabilidad de los juicios o proposiciones
sino que presenta un desplome absoluto del conocimiento al no emitir reflexión
alguna sobre el mismo.
5
En obras precedentes como Investigación de la verdad por la luz natural y Reglas para la dirección del espíritu (ambos textos contemporáneos entre sí, probablemente escritos alrededor de 1628), así como en el célebre Discurso del método
(1637), se presentan argumentos en torno a lo dudoso que es el conocimiento
proveniente de los sentidos.
102
un diálogo sostenido entre descartes y poincaré
losófica cuya principal labor sea el conocimiento realmente
incuestionable, el conocimiento claro y distinto.
Me daré la licencia de evitar exponer el desarrollo de los
citados argumentos escépticos. Sólo resaltaré que cuando
el filósofo francés solventa su propio desafío, obtenemos
dos enriquecedoras aportaciones. Por un lado, por sí sola
la trama dubitativa, al tener como guía un propósito metodológico, nos da tres valiosas lecciones: (1) todo aquello que
sea objeto de duda, por más nimia que ésta sea, será considerado como si fuera falso; (2) en nuestra investigación
sobre el mundo externo, debemos avanzar hasta conocer
algo cierto, y (3) si no se llega a obtener el conocimiento
indudable, al menos se sabrá con certeza que no hay algo
cierto.6
Por otra parte, el fuerte embate que representa el argumento del genio maligno es el antecedente necesario para
la construcción de la empresa filosófica cartesiana, y a la
vez, el ejemplo prístino para caracterizar a Descartes como
un escéptico moderado. En el ejercicio mental que representa la figura del genio maligno, Descartes se pregunta si
todo lo que hay en el mundo es incierto, pues si este personaje fantástico lo hace dudar de la existencia de su propio cuerpo y sus sentidos, ¿qué le queda? La solución que
otorga es que justo en este acto de poner todo en duda, es
donde se encuentra la respuesta a lo que realmente existe: “Ya estoy persuadido de que nada hay en el mundo; ni
cielo, ni tierra, ni cuerpo, ¿y no estoy asimismo persuadido
de que yo tampoco existo? Pues no: si yo estoy persuadido de
algo, o meramente si pienso algo, es por que yo soy”.7 Tras
esto, afirma que la única certeza que tiene hasta aquí es
la siguiente: yo soy, yo existo, es necesariamente verdadera, cuantas veces la pronuncio o la concibo en mi espíritu.8
Teniendo la idea clara y distinta de que es, la siguiente
pregunta a la que se enfrenta Descartes es a saber qué es,
Descartes, Meditaciones, Meditación segunda, AT VII, 24.
Ibid., p. 27.
8
Ibid., p. 29.
6
7
verónica díaz de león bermúdez
103
pues ya afirmó que si es por tanto existe, luego pues, ¿qué
es eso que existe? La respuesta es contundente: una cosa
que piensa (res cogitans), y verdaderamente indubitable,
porque es lo único que lo hace ser y existir cuanto tiempo
ejerza su pensamiento. Esta cosa que piensa, evidentemente también duda, entiende, afirma, niega, pero también
siente; es decir, lo que oímos, olemos o vemos son sensaciones provenientes del pensamiento. Es pues, en esta solución al argumento escéptico del genio maligno, donde me
baso para sugerir que el espíritu dubitativo cartesiano es
de condición saludablemente mesurado. En efecto, el cogito
hace manifiesta la experiencia única en la que el yo es captado directamente por el pensamiento. Ésa es la finalidad
con la cual se practica la postura escéptica y no el denunciar que nada es posible de conocerse.
Insisto, si Descartes pretende obtener un conocimiento
científico de lo real, lo hará en primera instancia a través
de una radical sospecha sobre todo lo que conocemos, pero
con la clara intención de superar este escepticismo. Y pertinentemente así lo indica Bernard Williams cuando comenta que el Método de la Duda no constituye todo el método
filosófico cartesiano, pues sólo introduce y conforma parte
de la investigación, dando paso a una verdadera reconstrucción y sistematización del conocimiento.9
Así pues, con base en lo presentado sugiero que Poincaré
tiene el mismo propósito, pues a través de su escepticismo
moderado hace un llamado a generar auténticas disputas
filosóficas y científicas, que buscan, por un lado, impregnar
al ámbito científico de una actitud crítica y, por otro lado,
propiciar un “des-tradicionalismo”, necesario para un camino científico fértil.
Esto me conduce al siguiente elemento que propongo
como punto de convergencia entre ambos genios: la condición necesaria de formular hipótesis.
9
Williams, Descartes: el proyecto de la investigaación pura, p. 41.
104
un diálogo sostenido entre descartes y poincaré
II. La hipótesis como herramienta esencial
en la búsqueda de la concatenación
entre las relaciones intrínsecas y
extrínsecas de la realidad
De suyo, el llamado a ser sensatamente dubitativo es una
condición imperiosa para toda la ciencia, pues sin él la
generación de hipótesis resultaría imposible. Para Poincaré, la generación de hipótesis es vital. Nos dice que la
hipótesis debe reconocerse como una herramienta o factor
fundamental en la investigación científica, otorgándole así
el estatuto de necesaria y legítima. Para ahondar en ello,
indica que hay tres tipos de hipótesis: “unas que son verificables, y que una vez confirmadas por la experiencia llegan a ser verdades fecundas; otras, sin poder inducirnos en
error, pueden sernos útiles fijando nuestro pensamiento;
[…] un tercer grupo no son hipótesis más que en apariencia
y se reducen a definiciones o convenciones disfrazadas”.10
Sólo las dos primeras son las más fecundas para la investigación científica; no obstante, la tercera se menciona, nos
parece, para prestar la mayor atención posible a nuestras
indagaciones.
En apoyo a esta idea, menciono que Descartes aporta un
elemento considerablemente significativo. Me refiero a las
dos siguientes declaraciones que aparecen en El mundo:
[…] supongamos que Dios crea de nuevo, a todo nuestro alrededor, tanta materia que, de cualquier lado que nuestra
imaginación se pueda extender, ya no perciba ningún lugar
que esté vacío [...] supongamos expresamente que no tiene
la forma de la tierra, ni del fuego, ni del aire, ni de ninguna otra forma sustancial más particular [...] concibámosla
como un verdadero cuerpo, perfectamente sólido, que llena
igualmente todos los largos, anchos y profundidades de este
gran espacio en medio del cual hemos detenido nuestro pensamiento.11
10
11
Poincaré, op. cit., p. 14.
Descartes, El mundo, AT XI, 32-33.
verónica díaz de león bermúdez
105
Y al final del capítulo VII sostiene: “no les prometo dar
aquí demostraciones exactas de todas las cosas que diré,
me limitaré a proseguir la descripción que he comenzado, como si no tuviera otra intención que contarles una
fábula”.12 Siguiendo la interpretación de Laura Benítez, de
la primera cita debemos tener presente la insistencia, desde el inicio, que lo que nos ofrece Descartes es una consideración hipotética, en la que si bien “se subraya la perspectiva geométrica desde la homogeneidad material (la cual
se da con base en la extensión); de ahí la materia resulte
un cuerpo perfectamente sólido y, por ende, continuo”. Sin
embargo, no se deja de lado el hecho de ser una hipótesis
abstracta, que hace énfasis en el punto de vista geométrico-matemático sobre el universo, cuyo reto será “dar paso a
una perspectiva física”.13
Así pues, frente al tipo de hipótesis de las que nos habla
Poincaré, el criterio hipotético cartesiano cobra vigencia
en el pensamiento del geómetra decimonónico, pues si
bien para el filósofo del xvii el reto es llegar a la explicación física una vez geometrizado el espacio, Poincaré hace
énfasis en que son muy valiosas las asistencias hipotéticas,
pues a partir de ellas la experiencia tiene un legítimo criterio para conformar la verdad.
Respecto a la segunda cita, el acercamiento que detecto con la propuesta poincariana es en referencia a la tendencia de antropomorfizar las concepciones científicas. El
genio matemático de los albores del siglo xx señala críticamente que el antropomorfismo (la tendencia de atribuir
cualidades humanas a las cosas y a los hechos) ha desempeñado un desafortunado protagonismo en la investigación
científica sin contemplar las consecuencias negativas que
éste propicia; por ejemplo, la noción del esfuerzo no puede
servir para medir la fuerza. Así lo explica Poincaré: “esta
noción de esfuerzo no nos hace conocer la verdadera naturaleza de la fuerza; se reduce en definitiva a un recuerdo de
12
13
Descartes, El mundo, AT XI, 48.
Benítez, La modernidad cartesiana, pp. 52-54.
106
un diálogo sostenido entre descartes y poincaré
sensaciones musculares y no se supondrá que el Sol experimenta una sensación muscular cuando atrae a la tierra”.14
Como puede notarse, se juzga como perniciosa esta inclinación antropomórfica dadas la consecuencias absurdas
a las que nos puede llevar, pero sobre todo, resulta inadmisible para la auténtica investigación científica porque:
“puede ser que encuentre todavía alguna vez un símbolo
que parezca cómodo a algunos espíritus, pero no puede fundar nada que tenga un carácter verdaderamente filosófico
o científico”.15
Ante esto, Poincaré nos indica que para soslayar la tendencia antropomórfica, debemos tener en cuenta el papel
fundamental de las convenciones, es decir, los acuerdos a
los que rigurosamente llegamos en el estudio de la realidad. Así lo expone: “Vemos en el punto de partida una experiencia muy particular y bastante grosera; en el punto
de llegada, una ley completamente general y precisa, en la
que consideraremos la certeza como absoluta. Esta certeza
nosotros nos la hemos conferido, por decirlo así, libremente, considerándola como una convención”.16
No obstante, Poincaré advierte que la adquisición libre
de estas convenciones podría acercarnos, o provocar que
caigamos, en un escenario arbitrario. Por ello, como consigna fundamental, Poincaré señala que estas convenciones deben tener un vínculo experimental; esto es, nuestras
convenciones nos dan verdades adquiridas en tanto que
las demostramos experimentalmente. De cara a este convencionalismo, me daré otra licencia sólo que ahora de carácter interpretativo. Descartes señala, en la segunda cita
presentada, que no se aventurará a dar demostraciones
exactas sino que lo que nos ofrecerá es algo como contarnos
una fábula. Estimo que dicha declaración no es para envolvernos en un ambiente ficticio (como tradicionalmente se
entiende el relato de la fábula), sino para resaltar la inten-
14
Poincaré, op. cit., p. 104.
Idem.
16
Ibid., p. 107.
15
verónica díaz de león bermúdez
107
ción didáctica de sus postulados. El motivo de ello estriba
en que, al igual que Poincaré, Descartes también reconoce
que nuestras teorías científicas son aproximaciones de la
realidad, y que éstas son susceptibles de corrección y perfeccionamiento. En efecto, el mundo es una fábula17 que
nos ofrece, a través del testimonio de la comprobación experimental y el atento uso de la razón, la gestación de convenciones explicativas, necesarias para el enriquecimiento
de la investigación científica.
A modo de conclusión
En este texto intenté demostrar dos elementos de convergencia entre Descartes y Poincaré. Más allá de lo entretenido e interesante que resulte para mí dicho ejercicio,
estimo que hay una lección importante para quienes nos
dedicamos al estudio de la filosofía.
Las tesis filosóficas no son generación espontánea. Al
respecto, Hegel decía que era un desacierto considerar a la
historia de la filosofía como una simple sucesión de errores
que se refutan unos a otros, una especie de galería de opiniones, locuras y extravagancias. Decía, que en realidad
la historia de la filosofía es la historia de la verdad; aún
cuando la verdad sea una y las filosofías que la buscan muchas.18 Yo intento ser fiel a esa lección, y a través del diálogo propuesto entre estos dos genios, busco ir conociendo,
poco a poco, la totalidad de lo real.
Aquí hago referencia al famoso cuadro de Jean Baptist Weenix, de 1647, donde
retrata a Descartes sosteniendo un libro con la reveladora frase “Mundus est
fabula”.
18
Hegel, Lecciones sobre la historia de la filosofía, vol. ii, p. 421.
17
Las obJeCiones de Hobbes
a Las Meditaciones Cartesianas.
una disCusión sobre La sustanCiaLidad
deL Pensamiento
roGelio laGuna
Facultad de Filosofía y Letras, unam
[email protected]
aBstract: This article presents an analysis about the arguments and answers on the substantiality of mind between
Hobbes a Descartes. This discussion was held in 1641 with
motive of the first edition of Descartes’s Meditations.
Introducción
n las siguientes páginas hacemos una revisión de la
discusión entre Descartes y Hobbes a propósito de la publicación de las Meditaciones en 1641. Consideramos que
el análisis minucioso de algunos argumentos de esta discusión es relevante para comprender las tensiones y alternativas explicativas de la onto-epistemología del siglo xvii, especialmente acerca del origen y naturaleza del pensamiento y
si éste puede concebirse o no como una sustancia y, si fuera
así, de qué tipo.
El intercambio entre Descartes y Hobbes resulta relevante porque muestra que en el siglo xvii no hay una doctrina
hegemónica sobre el pensamiento, y que hay importantes
problemas explicativos a los que ambos pensadores se enfrentan cuando quieren dar cuenta del tema. Hobbes y Descartes, sabemos, se abren paso desde perspectivas y tradiciones distintas. Su intercambio se dificulta, veremos, debido a
E
110
las objeciones de hobbes a las meditaciones
la incompletud de un lenguaje común para la nueva ciencia,
un asunto que no sólo es exclusivo de los argumentos de estos
pensadores sino al que se enfrentan con frecuencia los filósofos modernos, que no pocas veces se ven afectados en sus
discusiones por la multivocidad de los conceptos.
Aunque ni Hobbes ni Descartes tuvieron la última palabra respecto a la naturaleza del pensamiento, su intercambio nos presenta un panorama de las diferentes rutas de la
modernidad filosófica, cuyos ecos permanecen en las discusiones contemporáneas.
El origen de la discusión
Las objeciones de Hobbes, así como las respuestas de Descartes, se incluyeron en la primera edición de las Meditaciones en 1641. El propio Descartes, a través del padre
Mersenne, había solicitado a diversos pensadores que leyeran el manuscrito y emitieran sus comentarios y críticas
al respecto. Éstas fueron agrupadas e incluidas como parte
de la edición. Hobbes, que en ese momento se encontraba
escribiendo De Cive, fue invitado por Mersenne y sus comentarios se incluyeron como las terceras objeciones.
Nacido en 1588, Hobbes estaba al tanto de la filosofía
cartesiana, con la que había entrado en contacto debido a
su exilio en París, ciudad donde se hizo cercano a Gassendi
y a Mersenne, gracias a que era el protegido del marqués de
Newcastle, también en el exilio. Poco después pudo entrar
en contacto con Descartes debido a que los tres personajes
mencionados eran interlocutores del filósofo de la Turena.
Se cuenta que en alguna ocasión Gassendi y Hobbes se
habrían reunido con Descartes en la mesa de Newcastle.1
Descartes, sin embargo, no veía con buenos ojos a Hobbes e
incluso llegó a decir alguna vez que éste sólo quería discutir con él para hacerse fama.
1
José María Hernández, El retrato de un dios mortal. Estudio sobre la filosofía
política de Thomas Hobbes, p. 76.
111
rogelio laguna
La antipatía frente a Hobbes, Descartes también la muestra al discutir con otros ingleses como Harvey y More.2 En su
correspondencia con dichos pensadores Descartes pierde la
paciencia cuando cree que dichos pensadores no han entendido su filosofía y cuando éstos usan las palabras y conceptos de manera distinta a como están presentados en su filosofía. La creación de un lenguaje común estaba pendiente.
Cuando publica las Meditaciones, Descartes se encuentra
en la plenitud de su vida intelectual, en cambio se trata de
un periodo de formación en el caso de la filosofía de Hobbes,
quien aunque ya había publicado Elements of Law (1640) y
un inédito tratado de óptica, aún no desarrolla a plenitud las
propuestas monistas y antisustancialistas de obras posteriores. Esto último dificulta establecer con precisión el trasfondo de las críticas del inglés, cuyas propuestas sobre la mente
y el lenguaje seguirán transformándose hasta sus versiones
más acabadas en el Tratado del cuerpo y el Leviatán.3 En el
caso de Descartes, mientras tanto, se cuenta con la publicación previa del Discurso del método, así como todas las respuestas a sus objetores, por lo que si bien es difícil decir que
uno de ellos gana la discusión, al menos puede decirse que los
argumentos cartesianos nos resultan más claros.
Objeciones y respuestas
Debemos comenzar por decir que el centro de las objeciones
de Hobbes es, en su gran mayoría, la “Segunda Meditación”. Recordemos que en ésta Descartes había establecido
No obstante, Descartes se muestra conciliador con el marqués de Newcastle,
posiblemente debido a la posición política del noble inglés.
3
Incuso Stewart Duncan (“Hobbes’s Materialism in the Early 1640s”, [en línea],
p. 4) indica que Hobbes a lo largo de su filosofía no usa consistentemente su
terminología. Aunque tenemos que admitir que Descartes también posee inconsistencias terminológicas. Por su parte, Marcus P. Adams (“The Wax and the
Mechanical Mind…”, en British Journal for the History of Philosophy, vol. 22,
3) indica que para este periodo puede también ser útil revisar las notas manuscritas que más adelante se convertirán en De Corpore, pero admite que éstas no
evitan la exposición poco clara de Hobbes.
2
112
las objeciones de hobbes a las meditaciones
la certeza del pensamiento frente a las importantes dudas
que surgen ante las impresiones de los sentidos y ante la
realidad sensible. Asimismo descubre la certeza de la existencia frente al engaño de las percepciones, y postula la
autonomía del pensamiento respecto a la materia. “[…] el
pensamiento es; sólo a él no puedo arrancarlo de mí. Yo
soy, yo existo; es cierto. Pero ¿cuánto tiempo? Únicamente
mientras pienso. […] Voy a imaginar: yo no soy ese conjunto de miembros llamado cuerpo […] ¿qué soy entonces?
Una cosa pensante. ¿Qué es eso? Una cosa que entiende,
que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también y que siente”.4 Hobbes justamente en la segunda
de sus objeciones comenzará por cuestionar enfáticamente
los que tal vez sean los pasajes más célebres del filósofo
de la Turena. Ahí el inglés confronta la parte medular de
la filosofía cartesiana, señalando que le parece muy adecuado que Descartes diga “que es una cosa que piensa”5
pero inmediatamente expresa que tiene importantes dudas
cuando el francés identifica al “yo” con una razón, espíritu, alma o entendimiento, porque, escribe: “De la misma
manera yo podría decir: soy caminante, entonces soy una
caminata. El señor Descartes toma entonces la cosa inteligente y la intelección, que es un acto, por una misma cosa
[…] Todos los Filósofos, sin embargo, distinguen al sujeto
de sus facultades...”6
Puede verse que Hobbes critica que Descartes deduzca
de una experiencia del sujeto la naturaleza pensante del
“yo”, como si no pudiera distinguir entre la propiedad de
una cosa y su esencia. El yo piensa, admite Hobbes, pero
esto desde su perspectiva no conlleva a que se postule una
naturaleza sustancial (inmaterial) que piense. Dice: “Es
posible entonces que una cosa que piensa sea el sujeto del
espíritu, de la razón o del entendimiento, y por lo tanto que
AT VII, 28-29. Hemos hecho ligeros ajustes a la traducción de Jorge Aurelio
Díaz en este pasaje.
5
AT IX, 134.
6
Idem.
4
rogelio laguna
113
sea algo corporal, lo contrario de lo cual es asumido o supuesto, pero no probado”.7
Es decir, Hobbes, leyendo a su manera la “Segunda
Meditación”, considera que si bien Descartes descubrió el
ejercicio del pensamiento, el francés ha ignorado que debe
haber un sujeto de pensamiento que sostenga dicha actividad, ese sujeto no puede ser él mismo pensamiento sino
que, en opinión de Hobbes, debe ser corporal. Pues el pensamiento está anclado en la corporalidad, el cuerpo es su
condición de posibilidad. Así, es injustificada y errónea la
estrategia de Descartes al presentar como conclusión un
pensamiento descorporalizado.
Hobbes en lo anterior pasa por alto el programa completo de las Meditaciones, pues la lectura de la totalidad de la
obra muestra que Descartes en la “Segunda Meditación”
no ha negado la materialidad del sujeto definitivamente, sino
que ha tomado una ruta metódica; despliega un escepticismo saludable con que se propone evitar todo aquello que
pueda ser falso y así construir el conocimiento desde un
piso firme. Ese piso para Descartes, en principio, no puede
ser el cuerpo, a menos que pase por un proceso de verificación epistemológica, ese proceso concluye en la “Sexta
Meditación” en la que el cuerpo aparece como un elemento
indisociable del ser humano.
Debe comprenderse que a diferencia de Descartes, Hobbes no tiene que pasar por la ruta escéptica puesto que,
como lo explicitará en sus obras posteriores, considera que no
podrían existir contenidos mentales sin mundo externo.8
Las ideas son el resultado de la interacción del cuerpo con
los objetos del mundo, por lo que para Hobbes basta que
exista una sola idea en la mente para demostrar la existencia del mundo externo y del propio cuerpo.
Frente a Descartes, Hobbes afirma que una cosa que
piensa es algo corporal pues “parece que los sujetos de to-
7
Idem.
Cf. Antoni Defez i Martín, “Hobbes y el problema del realismo metafísico”, en
Logos. Anales del Seminario de Metafísica, vol. 35, pp. 274 y 277.
8
114
las objeciones de hobbes a las meditaciones
dos los actos se entienden únicamente bajo una razón corporal o bajo una razón de materia…” Más adelante agrega:
“[…] No podemos separar el pensamiento de una materia
que piensa; parece que se debe inferir que una cosa que
piensa es material, más bien que inmaterial”.9 La discrepancia con Descartes es ya evidente, Hobbes no admite que
se conciba el pensamiento como una sustancia pensante, y
por tanto rechaza la distinción mente-cuerpo que da sentido a las Meditaciones. El acuerdo entre ambos autores está
lejos y de entrada no parten de los mismos principios.
La respuesta de Descartes es contundente, el filósofo de
la Turena le aclara a Hobbes que cuando habló del pensamiento como razón, entendimiento o alma, no se refiere
únicamente a la facultad de pensar sino a las cosas dotadas
de la facultad de pensar.10 El pensamiento, a diferencia de
la caminata que sólo es acción, es acción y facultad, y también es la cosa en la que residen éstas.11
Aparece en seguida la queja de Descartes de que su interlocutor usa “conceptos muy concretos y compuestos […]
con el fin de impedir, en cuanto es capaz, que se pueda separar el pensamiento del cuerpo”.12 Descartes ciertamente
advierte que Hobbes no está aceptando los argumentos de
sus Meditaciones, o no los entiende.13 Después dice: “Y no
sirve para nada decir, como lo hace allí ese Filósofo, que un
pensamiento no puede ser el sujeto de otro pensamiento.
Porque ¿quién sino él ha inventado alguna vez eso?”14
A continuación Descartes le concede a Hobbes que ningún accidente puede ser sin sustancia, pero señala que
éste no ha entendido que él utiliza la palabra pensamiento
tanto como acción, como sustancia.15 Además explica, aunAT IX, 135.
Idem.
11
Idem.
12
AT IX, 136.
13
Adams (“The Wax and the Mechanical Mind”, en op. cit.) dice que Descartes
rechaza rápidamente las objeciones de Hobbes y en ocasiones no las comprende,
especialmente sería el caso de las cuartas objeciones hobbesianas.
14
Idem.
15
AT IX, 137.
9
10
rogelio laguna
115
que en las Meditaciones debió quedar claro, que los actos
intelectuales no tienen ninguna afinidad con los actos corporales y que el pensamiento difiere por completo de la extensión. Así, respondiendo a la acusación hobbesiana de
que ha separado injustificadamente el alma y el cuerpo,
Descartes explica que la reflexión le ha llevado a distinguir
entre dos conceptos claros de sustancias, pero que “resulta
fácil reconocer, por lo que ha dicho en la sexta Meditación,
si ellas no son más que una misma cosa, o si ellas son dos
cosas diferentes”.16 Recordemos que en ese pasaje de las
Meditaciones el filósofo francés había establecido la unión
del alma con el cuerpo en el caso del ser humano,17 aunque,
al contrario de lo comentado a Hobbes, dicha distinción y
la comprensión de dicha unión no es fácil de resolver, como
se lo hará saber a Descartes, sobre esos mismos pasajes, la
princesa Elizabeth de Bohemia.18
En la tercera de sus objeciones Hobbes insiste a Descartes que está injustificado en identificar a quién entiende
con el entendimiento, pues esto “es caer en esta manera
de hablar escolástica: el entendimiento entiende, la vista
ve, la voluntad quiere […] cosas que son todas oscuras, impropias y muy indignas de la nitidez ordinaria del Señor
Descartes”.19 A esto Descartes da una respuesta breve, señalando que el yo que pienso es distinto de mi pensamiento
como una cosa lo es de su modo y agrega: “no veo en ello
ningún lugar para la duda, ni razón para que se me acuse
de oscuridad”.20 En el fondo de la discusión los pensadores
16
Idem.
En la Sexta meditación Descartes dice que: “La naturaleza enseña […] que no me
hallo en el cuerpo únicamente como el piloto se halla en su navío, sino que estoy unido
a él de la manera más estrecha, y cuasi entremezclado, hasta el punto de componer con
él una unidad”. AT VII, 81. Daniel Garber señala que es interesante que Hobbes no
aborde directamente los argumentos de la Sexta meditación. Cf. D. Garber, “Descartes
contra los materialistas: cómo el enfrentamiento de Descartes con el materialismo conformó su metafísica”, en F. Jaran, De la metafísica a la antropología: reinterpretando
el dualismo de Descartes.
17
AT IX, 138.
18
AT III, 660 y AT IV, 1.
19
AT IX, 138.
20
Idem.
17
116
las objeciones de hobbes a las meditaciones
argumentan desde sus perspectivas, lo que le parece claro
a uno, al otro le parece oscuro.
En su sexta objeción, Hobbes retoma su tesis de que el
pensamiento, al contrario de lo afirmado por su interlocutor, tiene una base material, o al menos, que considera que
es de tal naturaleza que puede ser compartido tanto por
hombres como por animales.21 Descartes en el Discurso había establecido en el lenguaje la prueba definitoria de la
ausencia del alma en los animales, y por lo tanto su radical corporalidad frente a la dualidad humana, cuestión
que se reafirma en las Meditaciones. Hobbes, que seguramente había leído el Discurso, provoca al francés con la
afirmación de que el pensamiento puede ser semejante en
un hombre y en un animal,22 puesto que, en su opinión,
las acciones y sentimientos requieren la idea de las cosas:
“porque cuando afirmamos que un hombre corre, no tenemos un pensamiento distinto del que tiene un perro que
ve correr a su amo”.23 Si el perro reacciona al amo con temor,
como nosotros reaccionaríamos a la visión de un león, se
debería, dice Hobbes, a que se tiene la imagen de la cosa
que se teme. Es cierto que los perros no pueden afirmar
nada, reconoce Hobbes, pero esto no quita ni pone nada al
pensamiento, a menos que creamos que los nombres que
componen las afirmaciones y negaciones “son los nombres
de la cosa misma que está en el espíritu de quien afirma”.24
Es decir, que haya una identidad palabra-idea.
La argumentación de Hobbes en esta objeción es incompleta, pero señala el importante problema de explicar la
DISC, AT VI, 56-60.
A. Defez i Martín (“Hobbes y el problema del realismo metafísico”, en op. cit.,
p. 281) explica este asunto: “Hobbes no sólo cree posible determinar los efectos
y el funcionamiento de la imaginación, sino también su naturaleza. La imaginación no es otra cosa que movimiento de las partes internas del cuerpo —del
cerebro—, y aquello por lo cual los contenidos mentales, procedentes del sentido,
se nos presentan ordenados en series o sucesiones. No es algo exclusivo de los
humanos: también los animales poseen. Y lo mismo cabe decir del entendimiento, pues el entendimiento es sólo la imaginación que surge mediante palabras u
otros signos voluntarios, y los animales son capaces de entender por costumbre
signos y palabras.
23
AT IX, 142.
24
Idem.
21
22
rogelio laguna
117
relación del lenguaje con los contenidos mentales, evidentemente teniendo de fondo una postura nominalista. En su
respuesta, Descartes evita entrar en el tema y sólo le dice
que es evidente que es muy distinto ver a un león, que ver
a un león y temerle, así como ver a un hombre correr y afirmar que se lo ve. “Y no encuentro aquí nada que necesite
respuesta o explicación”.25
En la séptima y octava objeción Hobbes reclama a Descartes que haya afirmado en las Meditaciones que ha descubierto ideas que no provienen de sus sentidos sino sólo
de la reflexión. En esta época Hobbes, nos dicen los comentadores, no cree que todo en la realidad tenga que ser material, pero sí afirma que las ideas sólo pueden provenir
de los sentidos, así lo dice en la décimo cuarta objeción:
“La idea que nuestro espíritu concibe de triángulo proviene
de otro triángulo que hemos visto, o que hemos inventado
sobre las cosas que hemos visto”.26 De esta forma, para el
británico, que Descartes diga que ha conseguido la idea de
Dios o de alma (o de un yo sustancial) con la reflexión es un
uso impreciso, por no decir ilegítimo, del lenguaje.
Al contrario del francés, para Hobbes la idea de mí mismo proviene de mirar mi cuerpo, pues del alma no tenemos
idea alguna, como tampoco se tendría de Dios. Estas concepciones dice Hobbes sólo pueden provenir de concluir,
tras mirar mi cuerpo, o el funcionamiento del mundo, que
hay algo que le otorga movimiento.27 Se trata de una suerte
de ideas de segundo orden. En el caso del cuerpo le llamamos alma a un principio que suponemos encerrado en el
cuerpo que le hace sentir y moverse. Es decir, se trata de
“concebir” el alma o Dios, pero no se puede tener una idea
de éstos, como tampoco, dice Hobbes a Descartes, se puede
tener una idea del Sol: “porque se concibe mediante el ra25
Idem.
AT IX, 150.
27
Éste es un argumento que Hobbes retoma en el capítulo XXVII de su crítica a
Thomas White de 1643, en donde explica que entes como Dios, o los ángeles no
tienen una imagen en la mente debido a que no pueden percibirse. También se
refiere a ello en capítulo XV de Decive. Cf. S. Duncan, “Hobbe’s Materialism in
the Early 1640’s”, en op. cit., p. 11.
26
118
las objeciones de hobbes a las meditaciones
zonamiento que [el Sol] es muchas veces mayor de lo que
parece a la vista; […] esta última no es la idea del Sol sino
una consecuencia de nuestro razonamiento que nos enseña
que la idea de Sol sería varias veces mayor si se le mirara
de más cerca”.28
Descartes responde a Hobbes que está confundiendo su
noción de idea con dibujos en la fantasía, pero que en el
fondo no ha hecho más que concordar con su noción de idea,
que es justamente cuando algo se captura con el entendimiento y no con los sentidos. Agrega después: “mientras
este Filósofo no quiera ponerse de acuerdo conmigo en el
significado de las palabras, nada puede objetarme que no
sea frívolo”.29
En la novena objeción el inglés continúa con sus comentarios a las Meditaciones; es ya evidente que su argumentación no se ajusta a las premisas cartesianas.30 Hobbes
señala que así como no hay idea de Dios ni de alma, tampoco la puede haber de sustancia, cuya idea Descartes había
considerado con mayor realidad objetiva que las ideas de
otras cosas: “[…] en tanto que es una materia capaz de recibir diversos accidentes y está sujeta a los cambios de éstos, es
percibida y probada por el razonamiento; pero ella sin embargo no es concebida, o no tenemos de ella ninguna idea.
[…] ¿cómo se puede decir que las ideas que nos representan
sustancias son algo más y tienen más realidad objetiva que
aquellas que nos representan accidentes?”31
Antes de revisar la respuesta de Descartes debemos anotar que los comentadores señalan que cuando Hobbes dice
que no hay idea de algo no quiere decir que esto no exista,
sino que se concibe a través de la reflexión y no a través de
los sentidos, al menos eso parece ser su propuesta en este
AT IX, 143.
Idem.
30
Cuestión que, por otro lado, nos hace preguntarnos cuál es en el fondo el origen
de las discusiones, pues es cierto que Hobbes en lugar de refutar puntualmente
los argumentos aprovecha para exponer sus propias ideas, lo que probablemente
haría pensar a Descartes que se encuentra en un diálogo de sordos, donde se está
dejando a un lado su obra y se aprovecha el foro para otros fines.
31
AT IX, 144.
28
29
119
rogelio laguna
periodo. ¿Pero entonces Hobbes admite la existencia de la
sustancia pero no el conocimiento de ésta? La brevedad de
las objeciones no nos permite encontrar una respuesta definitiva a esta pregunta. Mientras tanto, Descartes encuentra la crítica de Hobbes como la prueba de que el inglés
no ha comprendido su filosofía. Le responde aclarando que
las ideas de sustancias son más completas, porque éstas
son más que los modos, y si una sustancia fuese infinita
tendría más realidad, “lo cuál de por sí es tan obvio, que no
hay necesidad de aportar una explicación más amplia”.32
Finalmente, en su penúltima objeción Hobbes reclama a
Descartes haber recuperado el mundo material bajo la premisa de que Dios nunca nos puede engañar, pues se trata,
en su opinión, de una premisa débil. Para Hobbes es evidente que Dios podría engañarnos como el médico engaña
al paciente si es necesario para su salud. La ruta, por tanto, para sostener la realidad del mundo material, podemos
intuir, debía ser otra para el inglés, por ejemplo, que no se
pueden explicar los contenidos mentales sin los cuerpos del
mundo. En su respuesta, Descartes afirma que de lo que él
ha escrito no se sigue que nunca podamos ser engañados,
sino solamente que no puede haber una voluntad de engañar en Dios.33
Reflexión final
La serie de objeciones y respuestas que hemos expuesto
nos han permitido observar las dificultades que existen
para considerar a la modernidad filosófica como un bloque
de ideas homogéneo compartido por los pensadores, incluso
cuando hay importantes puntos en los que sus proyectos
coinciden. En el caso de Descartes y Hobbes sabemos que
ambos buscan alejarse de las explicaciones aristotélicas
tradicionales y crear las bases para la nueva ciencia que
32
33
Idem.
AT IX, 152.
120
las objeciones de hobbes a las meditaciones
dé cuenta de manera efectiva de cómo está conformada la
realidad, el conocimiento y la propia constitución humana.
Sus principios, sin embargo, son incompatibles en importantes puntos, por ejemplo en la concepción que tienen de
la sustancia y en el uso de ésta como vía explicativa; también difieren respecto a la inmaterialidad del pensamiento y
la ruta escéptica como método de afinar el conocimiento tanto
del mundo material como el de la metafísica.
La inexistencia de un lenguaje común es una de las razones que impiden la construcción de un diálogo amplio,
cuestión que ejemplifica de las dificultades que tuvieron
los pensadores de la modernidad temprana para dialogar
entre ellos y dar a conocer sus ideas a sus contemporáneos.
Finalmente, hemos insistido que en ocasiones es muy
difícil establecer, sobre todo en el caso de Hobbes, qué es
exactamente lo que quiere decir con sus breves y a veces ambiguos argumentos, especialmente si tomamos en cuenta que
es un pensador en un momento de formación. Es plausible,
como dice Stewart Duncan, que en los primeros años de la
década de 1640 el pensador británico no fuese todavía un
materialista, por lo que los reclamos a Descartes no provienen porque Hobbes piense que el pensamiento es material,
o que no existen las cosas inmateriales. Se trata en cambio
de una postura epistemológica en la que Hobbes quiere establecer el proceso en el que se forman las ideas; propone
un sensualismo como criterio epistemológico, lo que ciertamente era incompatible con el asombro cartesiano que en
la reflexión había descubierto la libertad del pensamiento
y su autonomía respecto a la materia.
eL materiaLismo organiCista
de margaret CavendisH*
viridiana platas BeníteZ
Universidad El Bosque, Colombia,
Departamento de Humanidades
[email protected]
aBstract: This paper explains the materialistic natural philosophy of Margaret Cavendish through the exposition of the organic materialism’s development in the works of the philosopher, in order to show that although they supposed contradictions,
her ideas are consistent. Thus this paper explores the consequences of the organic materialism for Cavendish’s epistemology.
Introducción
a filosofía natural de Margaret Cavendish, Duquesa
de Newcastle (1623-1676), no fue tomada en serio ni
por sus contemporáneos, ni por la filosofía posterior. No
le bastó ser uno de los miembros activos del Círculo de
Newcastle,1 ni ser la primera mujer en asistir a una sesión
de la Royal Society para ser admirada o respetada entre los
intelectuales del siglo xvii y los siglos venideros.
L
* Este texto es producto tanto del proyecto papiit unam IN 401614, como del
Proyecto Solidario HF03012018, “Filosofía experimental en el siglo xvii, nuevas
relaciones y contexto”, del Grupo ANALIMA del Departamento de Humanidades
de la Universidad El Bosque. Agradezco la generosa, pertinente y minuciosa
revisión de la doctora Silvia Manzo a este trabajo.
1
Durante la Guerra civil, algunos intelectuales y nobles que apoyaban a Carlos
I se exiliaron en París de 1645 a 1648. Entre ellos estaban los hermanos Cavendish, William y Charles, quienes por su iniciativa fundaron el Círculo de Newcastle, al cual perteneció Thomas Hobbes, Kenelm Digby y Walter Charleton, y
que estableció contacto con René Descartes, Pierre Gassendi y Marin Mersenne.
122
el materialismo organicista de margaret cavendish
Afirma Eilleen O’Neill que “de los seiscientos cincuenta
libros en inglés publicados por mujeres entre 1640 y 1700,
cerca de una docena son trabajos originales de Cavendish”,2
y contando las reediciones, sus obras suman un total de
veintiuna. Autora prolífica, quien, como la Décima Musa,
incursionó en diversos géneros literarios como prosa, poesía, novela y teatro, también se encargó de la biografía de
su esposo el Duque de Newcastle, William Cavendish, además de su autobiografía.
Sin embargo, y como era natural para las mujeres de la
época, careció de educación formal, pese al entusiasmo de su
esposo y su cuñado por proveerle de un ambiente intelectual
estimulante; no tuvo un preceptor propio —como Lady Conway— pero sí un ímpetu que le condujo a revisar la vanguardia filosófica y, en su momento, la condujo a criticarla. Así, ni
el aristotelismo, ni el platonismo, ni el atomismo modernos
permanecen incólumes ante el análisis de la filósofa.
El presente trabajo se centra en el materialismo organicista de Cavendish, propuesta polémica considerada tanto
en su época como en la actualidad como contradictoria y
asistemática. Sin embargo, sostengo que no existe tal contradicción, y que dicha incoherencia es aparente, pues más
bien debe considerarse como el producto de un ejercicio
de autocrítica que sirve de espejo a la vez para mostrar
las limitaciones de las propuestas de sus contemporáneos.
Para mostrar lo anterior, me centraré en el desarrollo del
concepto de materia en algunas de las obras de filosofía
natural de Cavendish, lo cual también me permite esbozar
algunas de sus consecuencias epistemológicas.
1. Cavendish vs. Cavendish
Frecuentemente se ha hablado del carácter crítico de la
filosofía moderna, pero escasamente se ha observado un
Eillen O’ Neill, Introduction, en Margaret Cavendish, Observations upon experimental philosophy, Cambridge, p. xi.
2
viridiana platas benítez
123
ejercicio de revisión propio que implique la formulación deliberada de tesis contrarias a lo que el autor previamente
ha establecido.
Éste es el caso de An argumental discourse, que aparece
en Observations upon experimental philosophy (1666), obra
que contribuye a los debates de la época en torno a los métodos, límites y alcances de la naciente filosofía experimental. Si bien la apuesta crítica se dirige a los fundamentos
de la lógica experimental de Robert Hooke o Henry Power,
es sugente que en An argumental discourse la Duquesa de
Newcastle exponga y contraponga sus “concepciones anteriores” con sus “concepciones actuales”, todas ellas concernientes a los atributos de la materia, la definición del
movimiento, la percepción y el conocimiento, y la relación
entre Dios y el mundo.
Cabe destacar que este ejercicio argumentativo, al igual que
las tesis presentadas en los textos de filosofía natural de la autora, han sido considerados como evidencia de las contradicciones de las propuesta de Cavendish, y que su pensamiento se
distingue por su irracionalidad y asistematicidad deliberada.3
Al respecto, considero que esta lectura no es adecuada,
pues si bien sí es posible encontrar contradicciones en el desarrollo de las tesis sobre la materia en las distintas obras
de Cavendish, es evidente que su obra se sostiene sobre un
mismo hilo conductor: la idea de una materia organizada
y autorregulada, a saber, un materialismo organicista, y
que, la aparente contradicción existente en sus obras es
3
Esta idea es principalmente sostenida por Eve Keller, en “Producing Petty Gods: Margaret Cavendish’s Critique of Experimental Science”, en ELH, vol. 64, núm. 2, p. 258, y
por Jay Stevenson en “The Mechanist-Vitalist Soul of Margaret Cavendish”, en Studies
in English Literature, 1500-1900, vol. 36, núm. 3, p. 540. Por su parte, Denise Tileryen
(“English Them in the Easiest Manner You Can...”, en Rhetoric Review, vol. 26, núm.
3, p. 270) sostiene que la filosofía de Cavendish argumenta en contra de los métodos y
sistemas de la época a través de un estilo retórico cuyo objetivo es la divulgación de sus
ideas más allá de los círculos intelectuales masculinos. Este uso retórico se manifiesta
en su trabajo literario, donde la facultad imperante es la “imaginación” (fancy) más que
la razón, y el libre juego de la ideas que la sistematicidad. Al respecto, considero que si
bien existe evidencia clara del papel que juega la imaginación para la formulación de
nuevas ideas, para Cavendish la filosofía natural tiene un punto arquimédico: la razón.
Esto se puede constatar como el fundamento de la filosofía especulativa y, por ende, de
su crítica al programa experimental.
124
el materialismo organicista de margaret cavendish
producto del desarrollo y maduración de los términos de
una propuesta filosófica coherente.4
En ese sentido, el ejercicio desarrollado en An argumental discourse sugiere una argumentación autocrítica, que
no sólo nos muestra las opciones visibles en ese momento
para entender a la materia, sino que señala qué consecuencias tendría acoger cualquiera de ellas para un sistema de
filosofía natural.
El materialismo organicista de Margaret Cavendish sostiene que la materia está compuesta de distintos grados
de percepción y sensación, que van de la materia activa
hasta la inactiva. En An argumental discourse discute su
“antigua concepción”, precisamente el materialismo organicista, y se inclina por una postura “nueva” basada en un
vitalismo de la materia.
En ese sentido, desde el vitalismo se cuestiona ¿cómo es
posible que aquella materia que no tiene movimiento interno propio pueda moverse? Responde la filósofa:
Porque dicen [las concepciones actuales], si [la materia] es
movida, debe ser movida por su propio movimiento o por la
parte animada de la materia. Por su propio movimiento no
se puede mover, porque no tiene ninguno: pero si es movida
por el movimiento de la [parte] animada, entonces la animada debe por necesidad transferirle movimiento; esto es,
siendo incapaz de moverse por un movimiento innato, debe
moverse por la comunicación del movimiento.5
Si se mantiene esta postura es menester precisar cómo
se efectúa el movimiento de la parte inanimada: ¿realmente es inherente al movimiento de los cuerpos? o acaso ¿la
parte activa conduce a la inactiva?, como un caballo que
traslada a su jinete o un hombre que mueve una vara de
madera.
4
Esta postura también es defendida por Emma Wilkins en “‘Exploding’ inmaterial substances: Margaret Cavendish’s vitalist-materialist critique of spirits”, en
British Journal for the History of Philosophy, vol. 24, 5.
5
Margaret Cavendish, Observations upon experimental philosophy, pp. 26-27.
En adelante, las traducciones son mías.
viridiana platas benítez
125
La cuestión nos remite a los Principios de la filosofía de
Descartes, donde el movimiento se define como “la traslación de una parte de la materia o de un cuerpo de la
vecindad de los que contactan inmediatamente con él y que
consideramos como en reposo a la vecindad de otros”.6 En
ese sentido, la afirmación de Cavendish sigue la línea cartesiana, a saber, el movimiento está en el móvil y no en el
que mueve, en razón de que no le es propio mover, sino ser
movido.
Con todo, la nueva formulación de la visión de la materia
no cede a la idea de mezclar materia animada e inanimada; por ello, es mejor distinguir entre grados de densidad
y rarificación en la materia, lo cual permite entender por
qué hay movimientos más lentos y más rápidos: “Mis pensamientos actuales replican que el ejemplo esgrimido de
la vara trasladada no nos satisface todavía; porque dicen,
supongamos que la vara tenga su propio movimiento, aunque
no sea movimiento visible, exterior, local y progresivo, como
el de los animales…”7 En apariencia, Margaret Cavendish
propone un animismo de la sustancia material, en el cual
además de proponer la existencia del movimiento de traslación, también se instituye la presencia de imperceptibles
movimientos presentes en cada una de las partes del cuerpo, mismos que tienen origen en la misma materia.8
Como puede apreciarse, esta explicación simplifica la
visión anterior de la autora donde se distinguen distintos
modos de la materia según su inactividad o su grado y tipo
de actividad, mientras que el vitalismo opta por un solo
tipo de materia: materia activa.
Principios, II, 25, p. 88.
Ibid. p. 28.
8
Usando los términos de Lady Conway, Cavendish describe el movimiento local
y la acción vital. Con todo, es muy probable que Conway no haya conocido a la
Duquesa salvo por los comentarios de More, como en la carta de marzo 1664-65.
Según Sara Hutton (“In dialogue with Thomas Hobbes: Margaret Cavendish’s
natural philosophy”, en Women’s Writing, 4:3, p. 114), Cavendish obsequió a
More sus Poems and Fancies y sus Philosophical Letters. Es probable que Conway leyera este último.
6
7
126
el materialismo organicista de margaret cavendish
Cabe recordar que para la epistemología mecanicista la
percepción sensible se explica a través del choque de partículas impactando el cuerpo; sin embargo, el problema de la
traducción de lo físico a lo inmaterial es un tanto endeble:
decir que los impactos sobre el cuerpo producen imágenes
es como querer crear un ángel de piedra.9
Considero que en el siglo xvii el problema de la interacción entre el alma y el cuerpo no sólo se decanta sobre
el modo en que dos sustancias tan distintas actúan (pues
esto queda resuelto en tanto que finalmente, sólo tenemos
la experiencia de y desde la unión entre ellas),10 sino que
ello implica la cuestión de la naturaleza de los contenidos
del entendimiento, a saber, siendo éstos imágenes deben
provenir de condiciones que le sean afines.
De esa manera, según la nueva explicación de la Duquesa, si la materia posee el atributo del movimiento intrínseco es plausible atenuar el problema de la traducción de los estímulos físicos a contenidos intelectuales. Con
todo, la propia Cavendish formula una objeción desde el
materialismo organicista: si la materia entera es eminentemente activa, “¿cómo es que los niños no caminan
tan pronto nacen? Además, si la parte de la materia con
movimiento propio es de dos grados, sensitiva y racional,
¿cómo es que los niños no hablan antes de aprender? Y
si es perceptiva, ¿cómo es que los niños no entienden tan
pronto nacen?”11
Sin embargo, postular la idea de una materia activa con
grados de sensación y de racionalidad resolvería el problema de la naturaleza de los contenidos, pero abriría la
disyuntiva entre disposición innata y los contenidos innatos, cuya respuesta no es señalada en este texto.
Con todo, y tras analizar el carácter continuo o discontinuo de la materia, y la presencia de Dios en la naturaleza,
la filósofa cierra esta querella con la siguiente afirmación:
9
Ejemplo utilizado por N. Malebranche en la Recherche de la verité. L. III, II, III,
para ilustrar la incompatibilidad de las ideas con una causa material.
10
Cf. Carta de Descartes a Elisabeth de Bohemia del 21 de mayo de 1643.
11
Cavendish, Observations upon experimental philosophy, p. 29.
viridiana platas benítez
127
“todas las partes racionales de mi mente, se inclinan hacia
mis concepciones anteriores, las cuales parecen más probables que aquellas de las últimas”.12
Hasta aquí hemos apreciado cómo es que Cavendish
parece abandonar el materialismo organicista por un vitalismo materialista, no obstante, la filósofa regresa a su
punto de partida inicial. Con todo, es importante entender que este itinerario no sólo responde a las posibilidades
existentes en su propio sistema, sino también a las posibilidades existentes en el clima intelectual de su tiempo.
Para comprender mejor lo anterior, considero pertinente hacer una breve revisión de los matices existentes en
el desarrollo del materialismo organicista entre 1655 y
1664, lo cual nos permite entender mejor la integración
de éstos en el texto previamente analizado y en la consolidación del materialismo organicista como la idea de
sustancia imperante en la filosofía natural de Margaret
Cavendish.
2. El fundamento materialista de la
filosofía de Margaret Cavendish
Toda aproximación a la filosofía de Cavendish tiene como
punto de partida su visión materialista del mundo natural.
Sin embargo, es importante apreciar que esta postura, a
pesar de tener un hilo conductor coherente a lo largo de
la producción filosófica de su autora, sí presenta algunos
matices. Considero importante señalarlos, en razón de que
ello proporciona consistencia al materialismo organicista
de Cavendish, el cual es nada menos que la base de su crítica a la filosofía experimental. De esta manera, el materialismo como fundamento de la filosofía de Cavendish es
claramente señalado en el Prefacio de Philosophical Letters de 1664:
12
Ibid. p. 42.
128
el materialismo organicista de margaret cavendish
Primero: que la Naturaleza es infinita, y la eterna sierva de
Dios: Segundo, que ella es corporal, y en parte auto-moviente,
divisible y compuesta; que en toda y en cada criatura particular, así como toda percepción y variedad en la Naturaleza,
está hecha por auto-movimiento corpóreo, el cual denomino
materia sensitiva y racional, el cual es vida y conocimiento,
sensación y razón. Otra vez, que esas partes sensitivas y racionales de la materia son las partes de la Naturaleza más puras
y sutiles en tanto que partes activas, partes cognoscentes, pensantes y prudentes, [además de] partes diseñadoras, arquitectónicas y trabajadoras, no la Vida y el Alma de la Naturaleza,
y que no hay parte de la naturaleza sin esta vida o alma; que
no solamente los animales, también los vegetales, minerales y
elementos, y lo que más hay en la naturaleza, está dotado con
esta vida y alma, sensación y razón: y porque esta vida y alma
es una sustancia corpórea, es dividible y compuesta; porque
divide y remueve partes de partes, así como también compone
y une partes a partes, y trabaja en un movimiento perpetuo sin
descanso; acciones mediante las cuales ninguna criatura puede
desafiar a una vida o alma particular en sí misma, sino que
cada criatura puede tener[,] gracias más a su naturaleza divisible y compuesta de esta materia auto-movible que a almas y
vidas naturales.13
Esta extensa cita marca los elementos centrales del materialismo organicista, e inclusive su ubicación en el contexto
filosófico moderno, pues es importante advertir al lector que
Philosohical Letters es un texto crítico hacia el dualismo susCavendish, Philosophical Letters, sin paginación: “First, That Nature is Infinite, and the Eternal Servant of God: Next, That she is Corporeal, and partly
self-moving, dividable and composable; that all and every particular Creature,
as also all perception and variety in Nature, is made by corporeal self-motion,
which I name sensitive and rational matter, which is life and knowledg, sense
and reason. Again, That these sensitive and rational parts of matter are the purest and subtilest parts of Nature, as the active parts, the knowing, understanding and prudent parts, the designing, architectonical and working parts, nay,
the Life and Soul of Nature, and that there is not any Creature or part of nature
without this Life and Soul; and that not onely Animals, but also Vegetables,
Minerals and Elements, and what more is in Nature, are endued with this Life
and Soul, Sense and Reason: and because this Life and Soul is a corporeal Substance, it is both dividable and composable; for it divides and removes parts from
parts, as also composes and joyns parts to parts, and works in a perpetual motion
with|out rest; by which actions not any Creature can challenge a particular Life
and Soul to it self, but every Creature may have by the dividing and composing
nature of this self-moving matter more or fewer natural souls and lives”.
13
viridiana platas benítez
129
tancial y el mecanicismo cartesiano, el mecanicismo y la teoría
de percepción hobessiano, la pneumatología moreana y el animismo de la química paracelsista de J. B. van Helmont.
Por ello, cada uno de los temas antes transcritos deben vislumbrarse con un objetivo específico: el de trazar la línea más
adecuada de explicación del mundo natural, a través de un
análisis puntual y crítico de la opiniones de sus contemporáneos.14 En ese sentido, también debe entenderse el papel que
desempeñó el atomismo en los Philosophical Fancies (1653)
como modelo explicativo, el cual es reemplazado en Philosophical and physical opinions de 1655, en razón de que:
No puedo pensar que la sustancia o la materia infinita es solamente un cuerpo de polvo, tal como los pequeños átomos,
y que no hay solidez, sino la que éstos producen, tampoco
cambio o variedad, sino en tanto se mueven, como simplemente volando alrededor como el polvo y las cenizas, que
son sopladas con el viento, lo que me hace pensar que producirían tales incertidumbres, tales figuras desproporcionadas y creaciones confusas como si hubiera un infinito y
eterno desorden…15
Al respecto, puede señalarse que el atomismo en la temprana filosofía de Cavendish responde al contexto de la filosofía natural en las primeras décadas del siglo xvii; en
Así, pese a la insistencia de Cavendish por señalar que su filosofía es producto
únicamente de su mente y que sus conceptos no se relacionan de ningún modo
con la de sus contemporáneos, no debe caerse en la tentación de leer la filosofía
de Cavendish de modo aislado a la filosofía de Hobbes, Descartes, More, Glanvill,
Hooke, J. B. van Helmont, etcétera, pues, en especial, Philosophical Letters invitan al debate y a la reconstrucción de un momento histórico en el desarrollo de
la ciencia moderna. Vid. S. Hutton, “In dialogue with Thomas Hobbes: Margaret
Cavendish’s natural philosophy”, en op. cit.; E. Wilkins, “‘Exploding’ immaterial
substances: Margaret Cavendish’s vitalist-materialist critique of spirits”, en op.
cit., y Emma Wilkins, “Margaret Cavendish and the Royal Society”, en Notes and
Records. The Royal Society Journal of the History of Science, 68.
15
Cavendish, A condemning treatise of atomes, en Philosophical and Physical
Opinions, sin paginación: “I Cannot think that the substance of infinite matter
is onely a body of dust, such as small atoms, and that there is no solidity, but
what they make, nor no degrees, but what they compose, nor no change and
variety, but as they move, as onely by fleeing about as dust and ashes, that are
blown about with winde, which me thinks should make such uncertainties, such
disproportioned figures, and confused creations, as there would be an infinite
and eternal disorder…”
14
130
el materialismo organicista de margaret cavendish
efecto, su función en el desarrollo de la nueva ciencia es
fundamental, pues la revitalización del epicureísmo constituyó un modelo explicativo que permitió establecer las
bases del comportamiento de la materia.16
De esta manera, la explicación escolástica del movimiento del mundo natural como actualización de formas,
que promovía la explicación de por qué se ejecuta el movimiento, pasó con el atomismo a la explicación del cómo se
ejecuta los movimientos, la organización y hasta apariencia de la materia.
En ese sentido, Cavendish y sus contemporáneos se sumaron a la tendencia de proveer una explicación estructural,17
no obstante, la indagación sobre las operaciones de la materia requiere de un elemento que cohesione y ordene a la
naturaleza; dicho componente sólo puede encontrarse en el
presupuesto de la unidad y orden del mundo natural. Esta
tesis configura el núcleo de la separación del modelo atomista de explicación,18 pues para la Duquesa
16
Vid. Catherine Wilson, Epicureanism at the Origins of Modernity.
Steven Nadler define: “Structural explanations account for the properties or behaviour of a complex entity ‘by alluding to the structure of that entity’, where ‘structure’
refers to ‘a set of constituent entities or processes and the relationship between them’.
The resulting explanation is causal, since the structure alluded to is considered the
cause of the properties or behaviour being explained. Mechanical explanations are
‘structural’ in so far as the phenomenon is causally explained by linking it (through
laws of nature) to a structure of insensible particles, to an arrangement of minute bodies related to each other by position and motion, rather than to some single entity
or to a number of entities considered individually. Because, however, the structures
employed in mechanical explanations are inaccessible to observation, given the minute
and insensible size of their constituent entities, any account of the mechanical cause
of a phenomenon must necessarily be more or less hypothetical”. S. Nadler, “Doctrines
of explanation in late scholasticism and in the mechanical philosophy”, en D. Garber
y M. Ayers, eds., The Cambridge History of Seventeenth-Century Philosophy, p. 520.
18
Deborah Boyle ofrece una reconstrucción puntual del atomismo temprano de Cavendish y su posterior detracción. En razón de la evidencia existente Boyle señala que
“Given these expressions of skepticism and her description of the poems as ‘fiction’,
we cannot asume that Cavendish was presenting atomism as true scientific theory”.
D. Boyle, “Margaret Cavendish’s Nonfeminist Natural Philosophy”, en Configurations, 12, 2, p. 197. Sin embargo, esto no parece criterio suficiente para el abandono de
esta postura, por lo que proponemos atender también a la búsqueda Cavendish por
sostener el orden y regularidad en el mundo natural que, en apariencia, el atomismo
no podía proporcionar. Por otra parte, cabe destacar las implicaciones que tiene la idea
de orden y regularidad en la naturaleza para la idea de la política y la organización
social de Cavendish. Cf. Ian Lawson, “Bears in Eden, or, this is not the garden you’re
looking for: Margaret Cavendish, Robert Hooke and the limits of natural philosophy”,
en British Journal of History of Philosophy, vol. 48, 4.
17
viridiana platas benítez
131
[...] seguramente tales figuras errantes y confusas nunca
podrían producir tales efectos infinitos; tales composiciones
raras, tales figuras varias, tales tipos diversos, tales constantes continuidades de cada tipo, tales reglas exactas, tales leyes indisolubles, tales decretos fijos, tal orden, tal método, tal vida, tal sensación, tales facultades, tal razón, tal
conocimiento, tal poder, lo cual me hace condenar la opinión
general de los átomos, aunque no mis opiniones particulares sobre las figuras, que los átomos largos producen aire,
los redondos agua, los cuadrados lisos tierra; […].19
Por ello, la explicación del mundo natural implica necesariamente concebirlo bajo un principio regulativo inherente a la materia, mismo que asegura su unidad, regularidad y orden. Es así que la idea de naturaleza implica
una noción de sustancia homogénea, en este caso, materia
homogénea de magnitud infinita, en la cual todas las determinaciones particulares de forma, tamaño, peso y espesor
se producen por su movimiento interno:
La razón por la que no hay una confusión en la naturaleza,
sino un curso ordenado en ella, es que la materia eterna
siempre es una y la misma: porque aunque hay infinitos
grados, la naturaleza de la materia nunca cambia. Pero
toda la variedad está hecha de acuerdo con los varios grados, y los varios grados mitigan y en algún sentido producen
una igualdad en el infinito; así es como no son los varios
grados de la materia, que luchan entre ellos, sino los varios movimientos los que los conducen unos contra otros.20
19
Cavendish, A condemning treatise of atomes, en Philosophical and Physical Opinions, sin paginación: “But surely such wandring and confused figures could never
produce such infinite effects; such rare compositions, such various figures, such several kindes, such constant continuance of each kinde, such exact rules, such undissolvable Laws, such fixt decrees, such order, such method, such life, such sense, such
faculties, such reason, such knowledge, such power, which makes me condemn the
general opinions of atoms, though not my particular opinions of the figures, that
the long atoms make air, the round water, the flat square earth; […]”.
20
Cavendish, Philosophical Opinions. p. 5: “The Reason, that there is not a Confusion in Nature, but an orderly Course therein, is, the Eternal matter is alwayesone, and the same: for though there are Infinite degrees, yet the Nature of that
Matter never alters. But all variety is made according to the several Degrees, and
the several degrees do palliate and in some sense make an Equality in infinite;
so as it is not the several degrees of matter, that strive against each other, but
several motions drive them against one another”.
132
el materialismo organicista de margaret cavendish
Para 1655 ya se cuestionaba la eficacia del modelo mecanicista con relación al origen del movimiento. La tesis teológica cartesiana, a saber, que Dios había creado al mundo
y al movimiento al mismo tiempo,21 no parecía suficientemente convincente para quienes buscaban entender este
fenómeno sin recurrir a elementos trascendentes. De ese
modo, la necesidad de pensar un modelo de materia viva
que no tenga fundamentos teológicos se convierte en uno de
los temas preeminentes de la filosofía de Cavendish.
3. Los vestigios animistas en Philosophical
and physical opinions (1655)
Para entender el organicismo en la visión materialista de
Cavendish debe tenerse en consideración el contraste entre la postura de la primera edición de Philosophical and
physical opinions y la sostenida más adelante en Grounds
y en Observations. Mientras que en las últimas obras mencionadas se enfatiza la tesis de la materia mixta, en la obra
de 1655 se aprecia una postura con rasgos animistas.
Se puede especular que el motivo de esta posición no
sólo se debe al conocimiento que Cavendish tenía de la
medicina antigua, en especial de los tratados hipocráticos
y galénicos,22 también puede entenderse como un modelo
de explicación viable para el problema del inicio del movimiento sin recurrir al creacionismo.
De este modo, en estos primeros planteamientos la filósofa sostiene que si bien toda la naturaleza es material,
existe una materia sutil y activa, que inclusive puede “comparar [similizing] al espíritu”: la materia innata. Ésta es
definida como:
21
Principios, II, 36, p. 96.
Cf. An epistle to justifie the Lady Newcastle, and truth against falshood, laying
those false, and malicious aspersions of her, that she was not authour of her
books, en Philosophical and Physical Opinions, sin paginación.
22
viridiana platas benítez
133
Los espíritus o esencias en la Naturaleza son como el mercurio: considero [que] éstos son fluidos, se dividirán en cuerpos esféricos, corriendo alrededor, aunque éstos no sean de
un tamaño [Quantity] tan pequeño, y aunque son esféricos,
aquellas figuras que [se] producen por movimientos diversos y sutiles, pueden diferenciarse diversa e infinitamente.
Esta materia innata es un tipo de dios o dioses para la
parte sosa de la materia, teniendo poder para formarla,
como le plazca, y ¿por qué no, cada grado de materia innata ser como diversos dioses, y un movimiento tan fuerte
ser un dios para el más débil, y así tener un infinito y eterno gobierno?23
El elemento activo rápidamente es relacionado a los
procesos orgánicos. De ese modo, se comienza a perfilar
la identificación entre vida, movimiento y percepción que
será clave para la tesis de la materia mixta. La vida se
define entonces como “el extracto o espíritu de la materia común”,24 responsable de los “movimientos comunes
de la materia” como la atracción, retención, digestión y
expulsión;25 estas operaciones básicas de los organismos
tienen como función explicar la capacidad que tienen todo
cuerpo en general de realizar de manera autónoma su organización y conservación.
Lo anterior no sólo permite a la filósofa establecer las
bases de sus observaciones sobre el comportamiento de
23
Ibid., p. 6: “The Spirits, or Essences in Nature are like Quick-silver: for say it
be fluid, it will part into little Sphaerical Bodies, running about, though it be
nere so small a Quantity: and though they are Sphaerical, yet those Figures they
make by several, and subtle motion, may differ variously, and Infinitely.This
innate matter is a kinde of god or gods to the dull part of matter, having power to
form it, as it please, and why may not every degree of Innate matter be as several
gods, and so a strong motion be a god to the weaker, and so have an infinite, and
Eternal Government?”
24
Ibid., p. 7: “Life is the Extract, or spirit of common matter: this extract For
when Matter comes to such a degree, degree, it quickens. quickens. is Agile,
being alwayes in motion; for the Thinnesse of this matter causes the subtilty of
the Quality, or property, which quality, or preporty is to work upon all dull Matter.
This Essence, or life, which are Spirits of sense, move of themselves: for the dull
part of Matter moves not, but as it is moved thereby”.
25
Idem. “Attractive is that which we call Growth, or youth. Retentive, is that
we call strength. Digestive is that we call Health, that is an equal distribution
of parts to parts, and agreeing of those spirits. Expulsive is that which we call
Death, or decay”.
134
el materialismo organicista de margaret cavendish
los cuerpos, la sintomatología de las enfermedades y los
posibles remedios para éstas, sino también configura los
elementos básicos para su concepción de la percepción sensible y las operaciones de la mente.
La Duquesa de Newcastle clasifica los movimientos de los
espíritus en dos: internos y externos. A su vez, estos movimientos se distinguen en razón del sujeto que los ejecuta,
a saber, animales o vegetales. De ese modo, entre los movimientos externos de los animales refieren a su posición,
traslación o situación, mientras que los movimientos internos refieren a operaciones epistemológicas que van desde la
imaginación, la innovación, el juicio y las pasiones.26
Estas distinciones nos conducen a su idea de “mente”,
siendo ésta “el espíritu de los espíritus”, también conocidos
como espíritus racionales, que se distinguen de los espíritus sensitivos en razón del tipo de operación que les corresponde. Así, mientras que los espíritus sensibles se encargan de
realizar la organización más elemental de la materia, los espíritus racionales se encargan de orquestar dicha organización.
Hasta aquí, el lector atento notará la tensión existente en
la base metafísica de la filosofía natural de Cavendish, pues,
si en su planteamiento inicial declara la composición material de la naturaleza, ¿por qué recurre ahora a cierta idea
de ‘espíritu’? Considero clara la intención de introducir este
elemento: el espíritu, alma o pneuma tradicionalmente había sido el modelo de explicación de los procesos fisiológicos.
En esa medida, si la búsqueda de un principio organizativo inherente a la materia era preeminente, lo más viable fue sostener una noción de ‘espíritu’ compatible con la
26
Ibid., p. 11: “The external motions of Animals are, running, turning, wind|ing,
tumbling, leaping, jumping, shoving, throwing, dart|ing, climbing, creeping,
drawing, heaving, lifting, carrying, holding, or staying, piercing, digging, flying,
swimming, di|ving. The Internal motion, is, contriving, directing, examin|ing,
comparing, or judging, contemplating, or reasoning, ap|proving or disapproving,
resolving. From whence arise all the Passions, and several Dispositions. These,
and the like, are the visible Internal motions in Animals. The Internal motions
of Vegetables, and Minerals, are in operation; As, contracting, dilating; which
is Attractive, Reten|tive, Digestive, Expulsive. The Vegetables External motion,
is, increasing, decreasing, that is, enlarging, or lasting; although there may be
matter not moving, yet there is no matter, which is not moved”.
viridiana platas benítez
135
propia materia; en esta medida, la oposición entre espíritu
activo y materia pasiva se matizaba con esta idea de materia sutil e inclusive, con la idea de mente como “espíritu
de los espíritus”.
Lo interesante de esta observación es que cuando se
habla de “materia con atributos del espíritu” finalmente
se está incurriendo en imprecisiones que corren el riesgo
de caer en una contradicción al absurdo. Margaret Cavendish identificó perfectamente esta tensión en su filosofía y
es por eso que en las obras de los años posteriores se omite
por completo cualquier referencia a los ‘espíritus’; además
la negación del componente espiritual es un hilo conductor
importante en la edición de 1663 de Philosophical and physical opinions. Bajo esa perspectiva puede comprenderse
mejor la idea de la naturaleza mixta.
4. Materia y conocimiento: la naturaleza mixta
Como se ha revisado, para Margaret Cavendish la unidad
de la naturaleza sólo puede entenderse a partir de su constitutivo material. De esta manera, la naturaleza es materia
con movimiento interno y conocimiento propio; sin embargo, la materia entera no tiene todos estos atributos a la vez,
pues también existe la materia inanimada. La materia animada y la inanimada se encuentran mezcladas, y por ello,
la primera mueve a la segunda. Así, nos dice Cavendish que:
Toda la materia es parte animada y parte inanimada, y toda
la materia está en movimiento o es movida, y no hay parte
de la naturaleza que no tenga vida y conocimiento, porque no
hay parte de la materia que no tenga mezcla de materia animada e inanimada; y aunque la materia inanimada no tenga
movimiento, ni vida ni conocimiento por sí misma, como tiene la animada, sin embargo estando ambas tan cercanamente unidas y mezcladas en un cuerpo, la inanimada también
mueve a la animada, aunque no de la misma forma.27
27
Cavendish, Observations upon experimental philosophy, pp. 25-26.
136
el materialismo organicista de margaret cavendish
En estos momentos, el amable lector seguramente ya ha
notado la perplejidad aquí planteada, es decir, la estipulación de una materia inanimada que sí se mueve; con todo,
cabe aclarar que el carácter del movimiento de este tipo de
materia no se explica únicamente apelando al movimiento
de traslación; tampoco se explica mediante la transmisión
por choque, pues la idea de que la materia inanimada reciba movimiento de la animada es inviable, ya que si fuera capaz de recibir movimiento y por tanto, conservarlo,
ya no sería inanimada, lo cual es otra contradicción en
términos.
Entonces, ¿qué tipo de movimiento le corresponde a este
tipo de materia? Antes de contestar esta pregunta, debe explicarse los tipos de movimientos existentes en la naturaleza
infinita: el movimiento propio infinito (infinite self-motion)
y el conocimiento propio infinito (infinite self-knowledge).
A su vez, éstos se subdividen en infinitos movimientos particulares (infinite particular self-actions) e infinitos conocimientos particulares (infinite particular knowledges).28
Los conocimientos particulares, a su vez, se dividen en
conocimiento de sí mismo, conocimientos de sus propias
acciones y conocimientos externos o de otras partes y acciones, lo cual propiamente es para la filósofa la definición
de percepción. La percepción, afirma, tiene su origen en
el movimiento propio, el cual es de dos tipos, racional y
sensitivo.
Por otra parte, según el criterio mecanicista, el principio
de individuación radica en los movimientos de las partes de
la materia, es decir, los infinitos movimientos particulares,
regidos por los infinitos conocimientos particulares, constituyen los cuerpos individuales.
Así, la naturaleza tiene una extensión infinita con un número de partes también infinita; además, las partes de la mezcla
material son precisamente modificaciones de figuras y tamaños. Es interesante notar la insistencia de Cavendish por mos-
28
Ibid., p. 137.
viridiana platas benítez
137
trar el carácter continuo de la materia, pues en sus Poems and
fancies de 1653 su postura era abiertamente atomista.29
Como hemos visto, el cambio de modelo no debe tomarse
como un capricho intelectual: Cavendish se adapta a los cambios de la época y el uso de lentes para la observación del mundo ha proporcionado a los intelectuales razones fácticas para
defensa de la división continua de la materia. El infinito extrapartes ha ganado la batalla y ha conciliado la fe con la ciencia;
el milagro del infinito ahora debe observase intra-partes.
Pese a lo anterior, Cavendish es asimismo una crítica
constante de los instrumentos de observación del mundo; no sólo desconfiaba de los telescopios, también tenía
grandes reservas sobre los resultados de la observaciones
basadas en los microscopios. El único instrumento válido
para desarrollar la filosofía natural es la razón y la sensación, los cuales “deberán ser el fundamento de mi filosofía
natural, y no ningún efecto particular ni tampoco ningún
instrumento artificial…”30
Regresando al tema de los tipos de movimiento, si bien
Cavendish estipula el conocimiento propio como un tipo de
movimiento, no debe jamás confundirse con un atributo del
alma. Como se mostró antes, el materialismo organicista
de la Duquesa de Newcastle no admite la presencia ni existencia de alma o del espíritu:
La naturaleza es puramente corporal o material, y no hay
nada que le pertenezca, o [no] hay parte de naturaleza que
no sea corporal; así, natural y material o corporal son una
y la misma [cosa]; por lo tanto, los seres espirituales, no-seres, seres-mezclados y cualquier otra distinción que los eruditos establecen, de ningún modo pertenecen a la materia.
Tampoco hay tal cosa como movimiento incorpóreo, puesto
que todas las acciones de la naturaleza son corpóreas, siendo [por ello] naturales. Y no puede haber abstracción hecha
A World made of atoms, p. 5, apud Margaret Alic, El legado de Hipatia:
Los Átomos pequeños en sí pueden constituir un Mundo,
Por ser sutiles, y de formas mil:
Al irse moviendo encuentran lugares apropiados,
y las Formas que mejor concuerdan hacen todas las clases”.
30
Cavendish, Observations upon experimental philosophy, p. 100.
29
“
138
el materialismo organicista de margaret cavendish
del movimiento y la figura de la materia o el cuerpo, sino
que son inseparablemente una [misma] cosa.31
Las consecuencias de esta afirmación son sumamente
sugerentes pues:
1. La distinción del movimiento en su carácter mecánico y cognitivo no admite ningún tipo de dualismo entre
operaciones materiales y operaciones intelectuales. El
tipo de cognición establecido aquí estriba en operaciones
de orden el material.
2. Como consecuencia de esto último, la naturaleza de
los contenidos epistemológicos es material, y por ende,
para Cavendish sí es posible elaborar un ángel de piedra.
3. Siguiendo la cita anterior, si bien es evidente que no
hay abstracción, también se sigue que no hay representación. Existe aquí una homogeneidad que no pone límites
entre el intelecto y el mundo, a saber las imágenes, lo
cual tiene como consecuencia lo que podría denominarse
continuidad epistemológica. De ahí que exista una eficacia de la razón y de la sensibilidad que supera a los instrumentos de observación.
Pero el carácter del movimiento de la materia inanimada todavía va más lejos, pues el tipo de movimiento que
le pertenece es el conocimiento de sí misma; así la materia inanimada no posee percepción, pues ésta compete
sólo a la materia animada. Acaso ¿tendrá percepción de
sí misma? Para la Duquesa, la percepción está muy lejos
del conocimiento de sí, pues es necesario el movimiento del
principio interno para la percepción sensible, por ello, el
tipo de conocimiento que le compete a la materia inanimada es la de la conciencia, que podría interpretarse como
conocimiento inmediato exento de movimiento.
De esta manera, la naturaleza opera y constituye a los
cuerpos gracias a la mezcla de ambos tipos de materia.
31
Ibid., p. 137.
viridiana platas benítez
139
La materia animada proporciona movimiento local, percepción y conciencia que divide y compone a las infinitas
partes de la naturaleza en partes y figuras que son propiamente los individuos, mientras que la materia inanimada
proporciona conciencia a aquellas partes que son conducidas, divididas y compuestas.
Conclusiones
El materialismo organicista de Margaret Cavendish se fundamenta en una estratificación de la materia en grados y
tipos de movimiento, determinados por la velocidad, el grosor y la sutileza de las partes. Esta propuesta fue considerada extravagante en su época, aún cuando ésta adquiere
sentido si se toma en consideración la formulación moderna del atomismo y el corpuscularismo en Inglaterra y la
cercanía de Cavendish con el Círculo de Newcastle.
Entonces, ¿en dónde radica su peculiaridad? En la extravagante personalidad de la filósofa más que en la propuesta misma. Si somos atentos al pensamiento de Cavendish no debe extrañarnos su aparente perplejidad e
inconsistencia. “Su filosofía debe ser entendida a la luz
de su desarrollo gradual y en el contexto que rodea el debate sobre el dualismo alma-cuerpo y la nueva ciencia
mecánica de su tiempo”.32
Por ello, considero que su propuesta metafísica es coherente y aun señalando los cambios de dirección tomados a
lo largo de su vida, es sintomática la idea de que la razón y
la sensación sean la égida del desarrollo de la filosofía más
que la pura confianza en el instrumentalismo.
La razón debe revisarse y ponerse a prueba y si existe
un ejercicio filosófico que explore sus consecuencias y sea
consciente de sus limitaciones es precisamente la filosofía
natural de Margaret Cavendish, Duquesa de Newcastle.
32
Jaqueline Broad, Women Philosophers of the Seventeenth Century, p. 40.
aPuntes sobre La noCión de scientia
intuitiva en sPinoza
antonio rocha Buendía
Facultad de Filosofía y Letras, unam
[email protected]
aBstract: After E2p40s2 and TIE §§18-24, this chapter argues that one and the same object will be perceived differently by imagination, reason or intuitive science —the
three kinds of knowledge according to Spinoza. Intuitive
science does not have a limited scope or a restrained kind of
objects. It is knowledge of singular essences. Bestowing to
the Spinozist determination of that which “belongs to the
essence”, I will try to prove that mathematical examples
which were employed by Spinoza to explain the difference
between every kind of knowledge, even though are adequate to discern between imagination and reason, they are insufficient to understand the intuitive science, to the extent
that it requires a considerably deeper level of concretion
and singularity of its objects.
L
a importancia de la scientia intuitiva en la obra de
Spinoza es un hecho indiscutible: no sólo constituye
el mejor y más alto tipo de conocimiento, sino que Spinoza la asoció, en la última parte de la Ética, con la virtud
suprema del alma [summa virtus],1 su más grande contento [summa acquiescentia]2 y, en consecuencia, con la
1
E5p25: “Summus mentis conatus summaque virtus est res intelligere tertio
cognitionis genere” [El supremo esfuerzo del alma, y su virtud suprema, consiste
en conocer las cosas según el tercer género de conocimiento].
2
E5p27: “Ex hoc tertio cognitionis genere summa quae dari potest mentis
acquiescentia, oritur” [Nace de este tercer género de conocimiento el mayor contento posible del alma].
142
apuntes sobre la noción de scientia intuitiva
beatitudo.3 No menos conocido es, sin embargo, el carácter
oscuro y elusivo que ha presentado tal doctrina para la ya
larga tradición de lectores de la filosofía spinoziana. Sin
pretender, ni mucho menos agotar la discusión en torno a
ella, quisiera ofrecer algunos elementos que contribuyan a
clarificar algunas de sus interrogantes.
En primer lugar, apoyándome sobre todo en el segundo
escolio de la proposición 40 del segundo libro de la Ética,
así como en los parágrafos 18 a 24 del Tratado de la reforma del entendimiento, mostraré que la scientia intuitiva
no posee un rango limitado o un tipo privilegiado de objetos sobre el cual pudiese ser aplicada, sino que, en principio, uno y el mismo objeto puede ser conocido ora desde
la imaginación, ora desde la razón, ora desde la ciencia
intuitiva. Luego, con base en la descripción del género
más alto de conocimiento como conocimiento de las esencias singulares,4 así como en la determinación spinozana
de “lo que pertenece a una esencia”,5 intentaré mostrar
que los ejemplos matemáticos empleados por Spinoza para
ilustrar las diferencias entre cada género de conocimiento,
si bien pueden ser adecuados para distinguir imaginatio
y ratio, resultan insuficientes para hacernos comprender
la scientia intuitiva, en la medida en que ésta reclama un
nivel de concretud y singularidad de sus objetos considerablemente más profundo.
Empecemos, pues, por el principio. En el famoso segundo escolio a la cuadragésima proposición del libro segundo de
la Ética, Spinoza define su tipología del conocimiento. El
primer género, llamado imaginación u opinión, tiene una
doble fuente: (1) proviene de la “experiencia vaga”, es decir, del comercio sensible con el mundo “de un modo mutilado, confuso y sin orden respecto del entendimiento”.6
3
E5p42dem. “Beatitudo in amore erga Deum consistit (per propositionem 36
hujus et ejus scholium) qui quidem amor ex tertio cognitionis genere oritur…”
[La felicidad consiste en el amor hacia Dios (por la Proposición 36 de esta Parte,
y su Escolio), y este amor brota del tercer género de conocimiento].
4
E5p36s y TIE §19 y 22.
5
E2d2.
6
E2p40s2. Esta caracterización corresponde al segundo género de percepción
antonio rocha buendía
143
Las cosas se nos presentan en su particularidad más tosca
e inconexa, signadas por el azar y la arbitrariedad de la
fortuna;7 cuando aprehendemos el mundo desde la imaginación no entendemos la cosa según el lugar que necesariamente ocupa en la naturaleza, es decir, el orden causal
mediante el cual ha sido producida, sino que la juzgamos
a partir del efecto que tiene sobre nuestro cuerpo.8 Pero
la aprehensión imaginaria emerge también (2) a partir de
los signos del lenguaje y la opinión de los otros, “por ejemplo, de que al oír o leer ciertas palabras nos acordamos de
las cosas, y formamos ciertas ideas semejantes a ellas, por
medio de las cuales imaginamos esas cosas”.9 Determinamos los objetos a partir de los signos mediante los cuales nos
los representamos, de modo que llegamos a pensar que el
vocablo ‘pomum’, completamente arbitrario, nos dice algo
acerca del fruto con el cual solemos asociarlo.10 La imaginación, pues, es conocimiento mediato en el peor sentido
de la palabra: sus contenidos están en el alma sin revisión
ni crítica.11
El segundo género es el de la razón, conocimiento adecuado que procede por nociones comunes, es decir, “aquello que
descrito en TIE§ 19: “2. Est perceptio, quam habemus ab experientia vaga, hoc
est, ab experientia, quae non determinatur ab intellectu; sed tantum ita dicitur,
quia casu sic occurrit, et nullum aliud habemus experimentum, quod hoc oppugnat, et ideo tanquam inconcussum apud nos manet” [II. Hay la percepción que
tenemos por experiencia vaga, es decir, por una experiencia que no es determinada por el entendimiento, sino que se llama así porque surge casualmente; y,
como no tenemos ningún otro experimento que la contradiga, se nos ofrece como
algo inconmovible].
7
Si bien es cierto que, según el esquema ontológico spinoziano, todo acontece
de manera absolutamente necesaria, Spinoza reserva el término fortuna para
hablar de “[los sucesos] que no caen bajo nuestra potestad, o sea, no se siguen de
nuestra naturaleza”, E2p49s.
8
Cf. E2p16c2: “Sequitur secundo quod ideae quas corporum externorum habemus, magis nostri corporis constitutionem quam corporum externorum naturam
indicant” [Se sigue, segundo: que las ideas que tenemos de los cuerpos exteriores
revelan más bien la constitución de nuestro propio cuerpo que la naturaleza de
los cuerpos exteriores].
9
E2p40sc2.
10
E2p18sc.
11
En TIE§ 19, esta segunda forma de la imaginación aparece como el primer
modo de percepción: “1. Est perceptio, quam ex auditu aut ex aliquo signo, quod
vocant ad placitum, habemus” [I. Hay la percepción que tenemos de oídas o mediante algún signo de los llamados arbitrarios].
144
apuntes sobre la noción de scientia intuitiva
es común y propio del cuerpo humano y de ciertos cuerpos
exteriores”.12 Se trata de la identificación de propiedades
compartidas, esto es, de una cierta convergencia constitutiva de dos o más cuerpos. El carácter adecuado de las
nociones comunes proviene del hecho de que, cuando somos afectados por una propiedad que es común a nuestro
cuerpo y al cuerpo afectante, reconocemos esa propiedad
como formalmente presente en los dos cuerpos, como constitutiva de ambos.13 A partir de la observación de que un
determinado cuerpo, desplazándose más o menos rápido,
impacta sobre el mío y haciendo que éste, a su vez, se desplace, reconocemos al movimiento como propiedad común
en virtud de la cual ambos cuerpos pueden mutuamente
afectarse. Del mismo modo, reconocemos a la conscientia,
la imaginatio o la memoria, como propiedades compartidas
por ciertos cuerpos que hemos llegado a identificar como
humanos.14 En estos casos, no meramente extrapolamos,
como en la imaginación, una afección, una experiencia particular y la convertimos en concepto, sino que derivamos
una propiedad objetiva y necesariamente compartida.
El tercer género es, por fin, la scientia intuitiva, “y este
género de conocimiento progresa, a partir de la idea adecuada de la esencia formal de ciertos atributos de Dios, hacia el conocimiento adecuado de la esencia de las cosas”.15
Como es bien sabido, Spinoza clarifica su clasificación
del saber con un solo ejemplo, que me permitiré citar en
extenso para darle sustento a lo que argumentaré posteriormente:
Dados tres números, se trata de obtener un cuarto que sea
al tercero como el segundo es al primero. Los mercaderes no
dudan en multiplicar el segundo por el tercero y dividir el
12
E2p39dem.
Cf. E2p38 y 39.
14
Dejamos aquí a un lado la discusión sobre si imaginatio, conscientia y memoria podrían considerarse como propiedades compartidas exclusivamente por los
cuerpos humanos o si, por el contrario, como sugiere E3p57sc, tales propiedades
son también compartidas por cierto número de bestiae.
15
E2p40sc2.
13
antonio rocha buendía
145
producto por el primero, y ello, o bien porque no han echado
en olvido aún lo que aprendieron, sin demostración alguna,
de su maestro, o bien porque lo han practicado muchas veces con números muy sencillos, o bien por la fuerza de la Demostración de la Proposición 19 del Libro 7 de Euclides, a
saber, por la propiedad común de los números proporcionales. Ahora bien, cuando se trata de números muy sencillos,
nada de esto es necesario. Por ejemplo: dados los números
1, 2 y 3, no hay nadie que no vea que el cuarto número
proporcional es 6, y ello con absoluta claridad, porque de la
relación que, de una ojeada, vemos que tienen el primero
con el segundo, concluimos el cuarto.16
Sin duda, el ejemplo es problemático. Ríos de tinta se
han derramado buscando desmenuzar sus contenidos, fijar qué partes corresponden a qué tipos de conocimiento
y despejar el sentido de cada uno de ellos. Particularmente
respecto a la ciencia intuitiva: ¿qué significa proceder a partir de la idea adecuada de la esencia formal de un atributo?,
¿cómo se pasa de ahí a la esencia de las cosas?, ¿qué quiere
decir Spinoza, en fin, cuando afirma que tal conocimiento
es uno intuitu o, como ha traducido Vidal Peña, “de una
ojeada”? En todo caso, transitar desde la esencia de los
atributos hacia la naturaleza de las cosas parece mucho
más complicado que meramente “echar un vistazo”.
Partamos de lo más simple. Al menos una cosa es segura: lo que muestra con toda claridad el ejemplo de Spinoza es que una misma cosa —la relación proporcional entre
números en este caso— puede ser conocida por cada uno de
los distintos tipos de conocimiento. Ninguno de los tres géneros posee, por tanto, un rango limitado o un tipo especí-
16
Idem. “Haec omnia unius rei exemplo explicabo. Dantur exempli gratia tres
numeri ad quartum obtinendum qui sit ad tertium utsecundus ad primum. Non
dubitant mercatores secundum in tertium ducere et productum per primum dividerequia scilicet ea quae a magistro absque ulla demonstratione audiverunt,
nondum tradiderunt oblivioni vel quia id saepe in numeris simplicissimis experti
sunt vel ex vi demonstrationis propositionis 19 libri 7 Euclidis nempe ex communi proprietate proportionalium. At in numeris simplicissimis nihil horum opus
est. Exempli gratia datis numeris 1, 2, 3, nemo non videt quartum numerum proportionalem esse 6 atque hoc multo clarius quia ex ipsa ratione quam primum ad
secundum habere uno intuitu videmus, ipsum quartum concludimus”.
146
apuntes sobre la noción de scientia intuitiva
fico de objetos, sobre el cual pudiese ser aplicado, sino que,
en principio, uno y el mismo objeto puede ser conocido o
bien mediante la imaginación, o bien mediante la razón o bien
mediante la ciencia intuitiva. La distinción entre ellos, por
tanto, no debe ser buscada en el trazado de un campo de
realidad que le perteneciera en propiedad a uno u otro.
Se ha propuesto con lucidez que los géneros de conocimiento corresponden, más bien, a grados distintos de actividad del
alma,17 formas de vida,18 modos distintos de estar en el mundo y relacionarse con él.19 Nosotros no podemos sino estar de
acuerdo con tales interpretaciones, pero proponemos además
que, ateniéndonos al ámbito estrictamente epistemológico, la
diferencia entre los géneros se localiza en una distinción respecto al grado de concreción de su conocimiento, es decir, al
quantum de determinación con que aprehenden su objeto.
En ese sentido, para Spinoza la imaginación es siempre
un conocimiento tosco, una aprehensión bruta y unilateral
de las cosas. Apenas unas líneas arriba del ejemplo citado, el filósofo de Ámsterdam había desarrollado su crítica de la construcción imaginaria de conceptos o nociones
generales:20 nuestro cuerpo, debido a limitantes estructurales, sólo puede formar un cierto número de imágenes distintas y simultáneas. Si ese número es sobrepasado, esas
imágenes empezarán a confundirse, hasta el punto en que
nuestra alma imagine todos esos cuerpos de manera confusa
y sea incapaz de aprehender sus distinciones y determinaciones singulares, subsumiéndolos a todos, arbitrariamente, bajo un solo atributo o propiedad. Así pues, las nociones
formadas a partir de la imaginación no pueden ser sino
“ideas sumamente confusas”. Ahora bien, debido a que lo que
se generaliza, lo que se universaliza es precisamente aquello
en virtud de lo cual los seres singulares han afectado mayormente a nuestro cuerpo, tales nociones universales serán
17
Filippo Del Lucchese, “Democracy, ‘Multitudo’ and the Third Kind of Knowledge in Spinoza”, en European Journal of Political Theory, 8, pp. 339-363.
18
Gilles Deleuze, Spinoza y el problema de la expresión, pp. 283-297.
19
Pierre Macherey, Hegel o Spinoza, Cap. 2.
20
Cf. E2p40sc1.
antonio rocha buendía
147
no sólo confusas, sino completamente arbitrarias e idiosincráticas. Su carácter inadecuado es lo que distingue a la
imaginación de la razón y la ciencia intuitiva.
Las proposiciones 41 y 42 de la segunda parte de la Ética, sin embargo, nos indican que tanto el conocimiento del
segundo género como el del tercero son adecuados y necesariamente verdaderos;21 ambos nos enseñan a distinguir
lo verdadero de lo falso.22 ¿Dónde reside, entonces, la diferencia entre razón y ciencia intuitiva?
La razón se sitúa en el umbral mismo de un entendimiento
reformado: capta las relacionas entre cosas, sus leyes de composición y descomposición, sus conveniencias y repulsiones. La
ciencia intuitiva es, por su parte, el conocimiento más fino y
depurado: conocimiento de las “cosas singulares”, como afirma
su definición y nos recuerda la proposición 24 del libro quinto.
La scientia intuitiva es, dice Spinoza, el supremo esfuerzo del alma23 y su más grande alegría,24 por eso resulta tan
extraño el ejemplo del cuarto proporcional, anteriormente citado. La proporcionalidad es, sin duda, una cosa muy
grande y respetable, pero parece difícil que alguien conceda que es también la suprema felicidad y virtud del alma.25
La dificultad que enfrentó Spinoza para ilustrar el tercer género descansa, pensamos, en la elección de sus ejemplos. Si bien el cuarto proporcional ilustra a la perfección
la distinción entra imaginación y razón —es decir, entre un
conocimiento asumido sin comprobación y otro que reposa
sobre la fuerza de la demostración matemática—, nos parece insuficiente para caracterizar la potencia y concreción
del tercer género.
21
E2p41: “Cognitio primi generis unica est falsitatis causa, secundi autem et tertii est necessario vera” [El conocimiento del primer género es la única causa de
la falsedad; en cambio, el del segundo y el tercero es verdadero necesariamente].
22
E2p42: “Secundi et tertii et non primi generis cognitio docet nos verum a falso
distinguere” [El conocimiento del segundo y tercer género, y no el del primero,
nos enseña a distinguir lo verdadero de lo falso].
23
E5p25.
24
E5p27.
25
Cf. Aaron Garret, “Knowing the essence of state in Spinoza’s Tractatus Teologico-Politicus”, en European Journal of Philosophy, vol. 20 (1), pp. 54-55.
148
apuntes sobre la noción de scientia intuitiva
Insistamos un poco más sobre la diferencia entre razón
y ciencia intuitiva. La ratio, decíamos, opera por nociones
comunes, es decir, por propiedades compartidas de las cosas, que están igualmente en la parte y en el todo,26 pero
que, por ello mismo, “no constituye la esencia de ninguna
cosa singular”.27 La extensión, por ejemplo, está presente
en mi cuerpo y los de ustedes, pero no constituye la esencia
singular de ninguno de nosotros.28 La ciencia intuitiva, en
cambio, se ocupa precisamente de las esencias singulares;
su especificidad radica en aprehender las cosas tal como
son en Dios.29 No le bastan, por tanto, las nociones comu26
E2p38: “Illa quae omnibus communia quaeque aeque in parte ac in toto sunt, non
possunt concipi nisi adaequate. Demostratio: Sit A aliquid quod omnibus corporibus
commune quodque aeque in parte cujuscunque corporis ac in toto est. Dico A non posse concipi nisi adaequate. Nam ejus idea erit necessario in Deo adaequata tam quatenus ideam corporis humani quam quatenus ideas habet ejusdem affectionum quae
tam corporis humani quam corporum externorum naturam ex parte involvunt hoc
est haec idea erit necessario in Deo adaequata quatenus mentem humanam constituit sive quatenus ideas habet quae in mente humana sunt; mensi gitur A necessario
adaequate percipit idque tam quatenus se quam quatenus suum vel quodcunque
externum corpus percipit nec A alio modo potest concipi. Q.E.D.” [Aquello que es
común a todas las cosas, y que está igualmente en la parte y en el todo, no puede ser
concebido sino adecuadamente. Demostración: Sea A algo común a todos los cuerpos,
y que se da igualmente en la parte de un cuerpo cualquiera y en el todo. Digo que A no
puede ser concebido sino adecuadamente. Pues su idea será en Dios, necesariamente,
adecuada, tanto en cuanto tiene la idea del cuerpo humano como en cuanto tiene las
ideas de las afecciones del mismo, cuyas ideas implican en parte tanto la naturaleza
del cuerpo humano como la de los cuerpos exteriores; es decir, dicha idea será en Dios
necesariamente adecuada, en cuanto que Éste constituye el alma humana, o sea en
cuanto que tiene ideas que se dan en el alma humana. Así pues, el alma percibe A
de un modo necesariamente adecuado, y ello tanto en cuanto se percibe a sí misma,
como en cuanto percibe su cuerpo a cualquier cuerpo exterior, y A no puede ser concebido de otra manera. Q.E.D.].
27
E2p37.
28
Spinoza expone los requisitos para determinar “lo que pertenece a una esencia”
en EIIdef2: “Ad essentiam alicujus rei id pertinere dico quo dato res necessario
ponitur et quo sublato res necessario tollitur; vel id sine quo res et vice versa id
quod sine re nec esse nec concipi potest” [Digo que pertenece a la esencia de una
cosa aquello dado lo cual la cosa resulta necesariamente dada, y quitado lo cual
la cosa necesariamente no se da; o sea, aquello sin lo cual la cosa —y viceversa,
aquello que sin la cosa— no puede ni ser ni concebirse.]
29
EVp29s: “Concebimos las cosas como actuales de dos maneras: o bien en cuanto concebimos que existen con relación a un tiempo y lugar determinado, o bien
en cuanto concebimos que están contenidas en Dios y se siguen unas de otras en
virtud de la necesidad de la naturaleza divina. Ahora bien, las que se conciben como verdaderas o reales de esta segunda manera, las concebimos desde la
perspectiva de la eternidad, y sus ideas implican la eterna e infinita esencia de
Dios, como hemos mostrado en la Proposición 45 de la Parte II: ver también su
Escolio”.
antonio rocha buendía
149
nes, sino que debe ir más allá de ellas para captar la esencia formal de su objeto.
Éste era precisamente el problema del que se ocupaba
Spinoza hacia el final de su Tratado de la reforma del entendimiento: ¿cómo, a partir del orden de las cosas fijas y
eternas, es decir, de las leyes de la naturaleza —leyes de
producción, composición y descomposición— se puede transitar hacia el de las cosas singulares y mudables?30 En efecto, en el §93 de ese tratado, Spinoza apuntaba: “De simples
axiomas universales, en efecto, no puede el entendimiento descender a las cosas singulares, ya que los axiomas se
extienden al infinito y no determinan al entendimiento a
contemplar un objeto más bien que otro”.31 Toda la cuestión
aquí, insistimos, es la captación de lo singular.
Por ello nos atrevemos a sostener la ineficacia del ejemplo del cuarto proporcional para hacernos comprender la
especificidad de la ciencia intuitiva. Una figura geométrica
o la relación de proporcionalidad numérica nunca son, estrictamente hablando, plenamente singulares. De hecho,
ambas se forman por procedimientos de abstracción,32 por
lo que sus propiedades “específicas” son siempre ya universales, generales. En aquellos objetos, el nivel de las leyes
fijas y eternas coincide plenamente con el de la cosa finita,
ésta se agota en aquéllas. Por eso, al tratar este mismo
ejemplo en el TIE, Spinoza batalla demasiado para distinguir entre el tercer y el cuarto modo de la percepción, los
cuales corresponden a lo que en la Ética será denominado
ratio y scientia intuitiva. Los matemáticos, escribe, “saben
qué números son proporcionales entre sí en virtud de […]
la naturaleza de la proporción y su propiedad […] No obstante, tampoco ellos ven la adecuada proporcionalidad de los
números dados y, si la ven, no lo hacen en virtud de dicha pro-
30
Cf. TIE §§101-103.
“Nam ab axiomatibus solis universalibus non potest intellectus ad singularia
descendere, quandoquidem axiomata ad infinita se extendunt, nec intellectum
magis ad unum quam ad aliud singulare contemplandum determinant”.
32
Cf. Y. Melamed, “Mapping the labyrinth of Spinoza’s Scientia Intuitiva”, en J.
Haag y M. Hag, Übergänge, diskursiv oder intuitiv?..., pp. 114-115.
31
150
apuntes sobre la noción de scientia intuitiva
posición, sino intuitivamente”.33 Ven la proporcionalidad en su
legalidad universal, pero todavía no esta proporción específica.
Pero es que, en el caso de los números, comprender la ley de
la proporción en un caso, es comprenderla en todos los casos.
Lo que se nos escapa en el ejemplo es la singularidad, pues la
ciencia intuitiva, como vimos, reclama un nivel de concreción
y especificidad considerablemente más profundo.
Es esta ambigüedad la que ha provocado tantas confusiones en los lectores de Spinoza, llevándolos a atribuir a nuestro autor la tesis de una forma de conocimiento cuasi mística,
no discursiva, incomunicable, etcétera.34 Esta confusión es
reforzada por el uso de Spinoza del término “intuición” para
nombrar al tercer género.35
Afortunadamente, como ha notado Yitzhak Melamed,36 el
neerlandés nos ha dado otro ejemplo en el mismo TIE, que nos
puede ayudar a combatir este malentendido. Se trata de los
distintos modos de aprehender la unión entre alma y cuerpo.37
La razón nos dice, procede mediante la deducción de una cosa
a partir de otra: del efecto a la causa, de la propiedad a la esencia. Así, por ejemplo, del hecho de que sentimos nuestro cuerpo y no otro cualquiera, concluimos la unión de alma y cuerpo.
Más adelante, Spinoza afirma que este modo de percepción
“nos proporciona la idea de la cosa y […] además, nos permite
sacar una conclusión sin peligro de error”.38 Pero en una nota
a pie de página, advierte: “cuando procedemos así, no entendemos de la causa más que lo que consideramos en el efecto […]
33
TIE §24: “Sed mathematici vi demonstrationis prop. 19, lib. 7 Euclidis sciunt,
quales numeri inter se sint proportionales, scilicet ex natura proportionis ejusque proprietate, quod nempe numerus, qui fit ex primo et quarto, aequalis sit
numero, qui fit ex secundo et tertio; attamen adaequatam proportionalitatem
datorum numerorum non vident, et si videant, non vident eam vi illius propositionis; sed intuitive, nullam operationem facientes”.
34
Cf. Por ejemplo, Yirmiyahu Yovel, “The Third Kind of Knowledge as Alternative
Salvation”, en Spinoza and Other Heretics. Vol. I: The Marrano of Reason, pp.
153-171.
35
Cf. Frédéric Manzini, “D’ouvient le conaissance intuitive?”, en F. Manzini, dir.,
Spinoza et sesscolastiques...
36
Cf. Y. Melamed, “Mapping the labyrinth of Spinoza’s Scientia Intuitiva”, en
op. cit.
37
TIE, §§21-22.
38
TIE §28.
antonio rocha buendía
151
la causa sólo es explicada en los términos más generales […]
se atribuye a la causa […] algo que concebimos claramente
[…], pero nada más que propiedades y no la esencia particular
de la cosa”.39
El género supremo de conocimiento, por su parte, percibe una cosa por su sola esencia o por el conocimiento de su
causa próxima.40 Contrario al anterior, va de la captación
de la esencia a la conclusión de todas sus propiedades o
efectos.41 Así, “por el hecho de haber conocido la esencia del
alma, sé que está unida al cuerpo”.42
Así pues, en la ciencia intuitiva no desaparecen ni la
racionalidad ni la causalidad, sino que son reapropiadas
por la mente para la aprensión de sus objetos singulares.
Por tanto, ni mística ni incomunicabilidad: la idea verdadera debe, como afirma el §41, captar la estructura causal de su objeto: “la idea, en cuanto objetiva, se comporta
exactamente igual que su objeto, en cuanto real”, por tanto,
“aquellas cosas que tienen conexión con otras, como sucede
con todas las que existen en la Naturaleza, serán entendidas, y sus esencia objetivas tendrán esa misma conexión
unas con otras; es decir, que de ellas serán deducidas otras
ideas que tendrán, a su vez, conexión con otras”.43
La ciencia intuitiva, pues, se diferencia de la razón por
su concreción: capta esencias singulares; y se diferencia
asimismo de la imaginación en que esta aprehensión de lo
singular es ya racional, ha sido despojada de los particularismos y la rudeza propia del primer género.
TIE nota f al §19. La nota completa en latín es como sigue: “Hoc cum fit, nihil de causa
intelligimus praeter id, quod in effectu consideramus: quod satis apparet ex eo, quod tum
causa non nisi generalissimis terminis explicetur, nempe his, Ergo datur aliquid, Ergo
datur aliqua potentia, etc. Vel etiam ex eo, quod ipsam negative exprimant, Ergo non est
hoc, vel illud, etc. In secundo casu aliquid causae tribuitur propter effectum, quod clare
concipitur, ut in exemplo ostendemus; verum nihil praeter propria, non vero rei essentia
particularis”.
40
TIE §19.
41
TIE §96.
42
TIE §22.
43
“et contra, quae habent commercium cum aliis rebus, uti sunt omnia, quae in
Natura existunt, intelligentur, et ipsorum etiam essentiae objectivae idem habebunt commercium, id est, aliae ideae ex eis deducentur, quae iterum habebunt
commercium cum aliis”.
39
152
apuntes sobre la noción de scientia intuitiva
Sostenemos, pues, que la noción de intuición tiene por
objetivo señalar precisamente este doble distanciamiento.
Sin duda, lo particular nos es dado en la imaginación, pero
bajo la forma de la parcialidad, la incompletud, la confusión y la inmediatez. En EIIp40sc2, de hecho, se afirma que
el conocimiento inadecuado se da en primer lugar “a partir
de las cosas singulares”. Es por ello que el camino hacia
la verdad y la adecuación debe transitar por las nociones
comunes; pero también es verdad que la ciencia intuitiva
puede releerse como un auténtico retorno a lo singular,
como una vuelta a lo concreto. La ciencia intuitiva es intelección racional de lo concreto, posible, sin embargo, sólo
para una mente que ha pasado por la ratio,44 es decir, para
una mente que ha andado el largo y difícil sendero de una
reforma del entendimiento.
44
E5p28.
inmanenCia y sustanCiaLizaCión
de La naturaLeza en
La fiLosofía de
sPinoza
José eZcurdia
Facultad de Filosofía y Letras, unam
[email protected]
aBstract: For Spinoza, nature is articulated in an immanent causality which gives it an effective ontological
density, becoming the foundation for determination in both
planes of being and knowing as in genesis and form of moral
value. In this sense, the intention of this paper is to acknowledge the metaphysical, epistemological and ethical implications of the notion of immanence within the spinozian
project on the substantialization of nature.
pinoza desarrolla un proyecto filosófico en el que la sustancialización de la naturaleza se constituye como uno
de sus objetivos teóricos fundamentales. Frente a la filosofía escolástica que plantea una separación de la naturaleza
respecto de Dios que aparece como su principio trascendente, Spinoza identifica a la naturaleza con Dios mismo,
otorgándole a ésta una sustancialidad efectiva. Para nuestro autor la naturaleza es el ámbito expresivo y constitutivo
de Dios o la sustancia, de modo que asegura para sí una
completa densidad ontológica, que se le había visto escamoteada desde la perspectiva metafísica de la filosofía escolástica, que postula un Dios trascendente.
¿Cómo concibe Spinoza la naturaleza? ¿Qué forma presenta, al identificarse con Dios o la sustancia? ¿Cuál es la operación teórica fundamental, a partir de la cual Spinoza
S
154
inmanencia y sustancialización
lleva adelante una sustancialización de la naturaleza?
¿Qué implicaciones tiene dicha sustancialización, frente
a la filosofía escolástica? ¿Cuáles son los rasgos metafísicos, epistemológicos y éticos, de una filosofía en la que
la naturaleza reclama para sí una cabal sustancialidad?
Spinoza, en primera instancia, lleva a cabo una crítica
a toda noción metafísica que suponga una separación de la
naturaleza respecto de su propio principio. Teorías como
la de la participación, de corte platónico o neoplatónico,
o la de la creación a partir de la nada, de orientación judeocristiana, al postular un Dios trascendente, son para el
filósofo de Ámsterdam doctrinas fundadas en la imaginación que no dan cuenta de la propia identidad entre Dios
mismo o la sustancia y la naturaleza.
Spinoza apunta con relación a la noción de creación a
partir de la nada: “Lo que es creación: nosotros decimos,
pues, que la creación es una operación en la cual no concurren otras causas que la eficiente, es decir, que una cosa
creada es una cosa que, para existir, no supone nada más
que Dios […] debemos notar que nosotros dejamos de lado
las palabras de la nada, comúnmente empleadas por los
filósofos, como si la nada fuera una materia de la cual las
cosas fueran sacadas”.1
La doctrina de creación de la nada, como la de participación, son para Spinoza nociones que escamotean a la naturaleza su estatuto ontolológico efectivo al subordinarla a
la figura de un principio trascendente. Para nuestro autor
sustancia y naturaleza se identifican, por lo que cualquier
figura metafísica que plantee una dependencia de la naturaleza misma respecto a Dios, es objeto de una crítica que
ve en ella no un resultado de un conocimiento adecuado,
fundado en el ejercicio de la recta razón, sino en la mera
imaginación.
Para Spinoza, la metafísica escolástica de la trascendencia, al vertebrarse en la lógica aristotélica de géneros y
especies, se resuelve en una concepción de la naturaleza en
1
CM, X.
josé ezcurdia
155
la que ésta encuentra en Dios mismo no sólo la causa primera
que es su fundamento, sino también la causa final hacia
la cual ha de encaminarse para asegurar su precaria sustancialidad. Los conceptos universales, las causas primera
y finales, son para Spinoza, al igual que las nociones mismas de creación a partir de la nada y participación, ideas
inadecuadas de la imaginación que no reflejan a cabalidad
la propia interioridad entre Dios y la naturaleza. Para
nuestro autor, Dios y la naturaleza se identifican, pues, de
no ser así, la naturaleza, al ser producida por Dios y no
obstante tener menor peso ontológico que éste, implicaría
tanto un efecto imperfecto que no refleja la perfección de
su causa, como también un Dios carente e incompleto que
sólo en la naturaleza misma encontraría su perfección. La
doctrina de la causa final implica tanto la concepción de un
Dios imperfecto como de una naturaleza imperfecta, que
sólo fuera de sí encuentran el dominio para dar recta satisfacción a su forma.
Spinoza señala al respecto:
Sin embargo, añadiré todavía lo siguiente, a saber, que esta
doctrina del fin trastoca totalmente la naturaleza. Pues lo
que en realidad es causa, lo considera como efecto, y a la
inversa. Además, lo que por naturaleza anterior, lo hace
posterior. Y, por último, lo que es supremo y perfectísimo,
lo vuelve imperfectísimo. Pues, como consta, es perfectísimo aquel efecto que es producido inmediatamente por Dios,
y cuantas más causas intermedias necesita algo para ser
producido, tanto más perfecto es. Pero, si las cosas que han
sido inmediatamente producidas por Dios hubieran sido hechas para que Dios alcanzara un fin, entonces, la últimas,
por causa de las cuales se hicieran las anteriores, serían las
más excelentes de todas. Además, esta doctrina acaba con
la perfección de Dios pues, si Dios obra por un fin, apetece
necesariamente algo que carece.2
Causalidad primera y final son para Spinoza nociones
que ponen en entredicho la perfección y la suficiencia de
2
E1Ap.
156
inmanencia y sustancialización
Dios, en la medida que implican una naturaleza imperfecta que supondría la existencia de una causa también
imperfecta. ¿Cómo un Dios perfecto podría crear una naturaleza imperfecta? ¿Cómo una naturaleza imperfecta
podría colmar un Dios perfecto? Spinoza descalifica la
noción de trascendencia y las causas primeras y finales,
que establecen una metafísica en la que la naturaleza
ve minada su sustancialidad efectiva, que es el principio
para dar cuenta de la propia omnipotencia y perfección
divinas.
Para Spinoza, los conceptos universales en los que se
articula la lógica de géneros y especies establecen una
cadena de mediaciones respecto de Dios y la naturaleza,
que deja sin explicar la forma singular de cada una de las
ilimitadas cosas concretas en la que se constituye la naturaleza misma. Los conceptos de la lógica de géneros y
especies vacían en su universalidad la densidad ontológica
de las cosas particulares, perdiendo de vista la singularidad en la que se cifra su forma. Los conceptos universales, al colocarse como principio trascendente y causa final
de la naturaleza, hace de ésta una mala copia que no da
cumplimiento a la forma universal de su principio mismo,
minando las condiciones para reconocer su propia sustancialidad.
Spinoza subraya:
De causas semejantes han nacido, además, esas nociones
que llaman universales como hombre, caballo, perro, etc., a
saber: porque en el cuerpo humano se han formado al mismo tiempo tantas imágenes, por ejemplo de hombre, que
exceden su fuerza de imaginar, no en verdad por completo,
pero sí lo bastante para que el alma no pueda imaginar
las pequeñas diferencias de los seres singulares (a saber,
el color, el tamaño de cada uno) […] Por lo cual, no es asombroso que entre los filósofos, que han querido explicar las
cosas naturales por sus solas imágenes, hayan nacido tantas controversias.3
3
E2p40s1.
josé ezcurdia
157
La lógica de géneros y especies es para Spinoza un catálogo de mediaciones producto de una imaginación que no
reconoce la singularidad de las cosas concretas en las que
se constituye Dios o la naturaleza. Los conceptos universales, al remitir la explicación de los particulares a formas
abstractas, pierden de vista la densidad ontológica peculiar de las cosas concretas en las que la naturaleza misma
se constituye como tal.
Creación a partir de la nada, teoría de la participación,
causas primeras y finales, así como la lógica de géneros y
especies, son herramientas de una metafísica de la trascendencia que es para Spinoza el blanco de una crítica a
partir de la cual le otorga relieve a la concepción de una
interioridad radical entre Dios y la naturaleza. Para Spinoza, Dios o la sustancia es idéntico a la naturaleza y es por
ello, como hemos señalado, que ésta goza de una sustancialidad que no le es condicionada ni limitada por ningún
principio trascendente. ¿Cuál es el concepto fundamental a
partir del cual Spinoza reconoce la densidad ontológica de
la naturaleza? ¿Cómo es que ésta se caracteriza si prescinde en su determinación de concepciones como aquella de
creación a partir de la nada o aquellas relativas a la lógica
de géneros y especies, y a las causas finales?
Spinoza establece una relación interior entre Dios y la
naturaleza que se concibe bajo la noción de causalidad inmanente. La causalidad inmanente es el horizonte teórico
capital a partir del cual se ordena el proyecto spinoziano de
la sustancialización de la naturaleza.
Spinoza señala:
Dios es causa inmanente, pero no transitiva, de todas las
cosas.4
Todas las cosas que son, son en Dios y deben concebirse por
Dios; por tanto, Dios es causa de las cosas que son en Él
[…] Además, fuera de Dios, no puede darse ninguna sustancia, esto es, ninguna cosa fuera de Dios, que sea en sí
4
E1p18.
158
inmanencia y sustancialización
[…] Dios es, pues, causa inmanente, pero no transitiva, de
todas las cosas.5
La noción de causalidad inmanente establece una interioridad entre Dios y la naturaleza que desarbola la arquitectura de la metafísica de la trascendencia: la causalidad
inmanente hace de Dios o la sustancia una causa que se
expresa en su efecto, a saber, la naturaleza misma, encontrando en ésta el dominio en el que se constituye como tal.
Para Spinoza, la naturaleza es el ámbito de la determinación de Dios o la sustancia, en cuanto se resuelve como
su ámbito expresivo y constitutivo. Dios o la sustancia y la
naturaleza presentan una interioridad dada por el carácter inmanente de la relación causal inmanente en la que se traban.6
Spinoza, a partir de la noción de inmanencia, radicaliza
una neoplatónica noción de emanación en la que la causa,
Dios, se encuentra tan sólo parcialmente en su efecto, la naturaleza misma. La noción de inmanencia supone una causa
que se encuentra no parcial, sino totalmente en su efecto.
Dios es idéntico a la naturaleza pues la naturaleza afirma a
cabalidad su principio inmanente. Inmanencia y expresión
son las coordenadas fundamentales a partir de las cuales
Spinoza otorga a la naturaleza una completa sustancialidad.
El filósofo de Ámsterdam es heredero de la reflexión de
una estela de filósofos que desde la baja Edad Media y el
Renacimiento venían poniendo en entredicho la concepción
metafísica de la trascendencia. La univocidad de Duns Scotto, el panteísmo bruniano, al acortar o eliminar la distancia entre Dios y la naturaleza, se constituyen como fuentes
5
E1p18d.
Cf. Deleuze, Spinoza y el problema de la expresión, p. 171, donde este autor
señala los nexos de los conceptos de expresión e inmanencia, en función de la determinación de su forma y relación en el pensamiento de Spinoza. Al respecto
señala: “La idea de expresión rinde cuenta de la verdadera actividad del partícipe,
y de la posibilidad de la participación. Es en la idea de expresión, que el nuevo
principio de la inmanencia se afirma. La expresión aparece como la unidad de lo
múltiple […] Dios se expresa él mismo en el mundo; el mundo es la expresión, la
explicación de un Dios […] que es el ser o del Uno que es”.
6
josé ezcurdia
159
fundamentales del ambiente reflexivo del que se nutre la
filosofía de Spinoza.7
En este punto podemos preguntar: ¿Cómo se caracteriza
la naturaleza, dado que encuentra en Dios o la sustancia
su principio inmanente? ¿Cómo concibe Spinoza a la naturaleza, toda vez que no enmarca su determinación en una
metafísica de la trascendencia en la que Dios aparece como
causa final y ente perfecto entre los entes imperfectos, y en
la que no caben la lógica de géneros y especies? ¿Cómo se
determina la naturaleza, en la medida que aparece como
ámbito expresivo y constitutivo de la sustancia?
La noción spinoziana de causa inmanente, a nuestro modo
de ver, plantea una sustancialización de la naturaleza que
implica la caracterización de ésta bajo una quíntuple forma,
a la que le dedicaremos nuestra atención:
a) La naturaleza como orden y conexión necesaria. Como
ley natural.
b) La naturaleza como sujeto, en el sentido moderno del
término.
c) La naturaleza como autoconciencia.
d) La naturaleza como cuerpo vivo.
e) La naturaleza como comunidad.
Estas cinco caracterizaciones, desde nuestra perspectiva,
encuentran su fundamento en la noción de causa inmanente, dotando de contenido y haciendo inteligible el proyecto
spinoziano de la sustancialización de la naturaleza. Estas
caracterizaciones que hemos señalado arrojan luz sobre
aspectos metafísicos, epistemológicos, éticos y políticos diCf. ibid. “En cuanto a la emanación, es cierto que de ella, al igual que de la participación, se hallarán trazas en Spinoza. Precisamente la teoría de la expresión
y de la explicación, tanto en el Renacimiento como en la Edad Media, se formó en
autores fuertemente inspirados por el neoplatonismo. Queda que [Spinoza] tuvo
por meta y por efecto transformar profundamente ese neoplatonismo, de abrirle
vías totalmente nuevas, alejadas de la emanación, incluso si ambos temas coexistían […] Es la idea de expresión la que puede mostrar cómo el neoplatonismo
evolucionó hasta cambiar de naturaleza, en particular cómo la causa emanativa
tendió más y más a convertirse en causa inmanente”.
7
160
inmanencia y sustancialización
versos, que nutren la propia identificación spinoziana de la
sustancia con la naturaleza misma.
a) La naturaleza como orden y conexión
necesaria. Como ley natural
Spinoza lleva a cabo una recepción del cartesianismo en la
que la res extensa y la res pensante se conciben como atributos de la sustancia. Para Spinoza, los atributos son el
ámbito expresivo y constitutivo de una sustancia que aparece como su causa inmanente. La sustancia se expresa en
sus atributos, pensamiento y extensión, constituyéndose
como tal.
Spinoza señala en cuanto a la concepción de los atributos extenso y pensante: “Por atributo entiendo aquello que
el entendimiento percibe de la sustancia en cuanto constituye la esencia de la misma” (E1d4). Atributos pensante y
extenso son para nuestro autor registros expresivos y constitutivos de la sustancia. Para nuestro autor, los atributos
no son diferentes de la sustancia, en tanto ésta es causa
inmanente de los mismos. Los atributos aseguran para sí
una completa densidad ontológica, pues la propia sustancia como causa inmanente encuentra en ellos el horizonte
de su determinación.
Ahora bien, el nexo y la relación necesaria entre los modos de cada atributo están determinados por las leyes de
naturaleza, que establecen con éstos también una relación
de causalidad inmanente. Las leyes de la naturaleza se expresan en el orden y la conexión de los modos de cada atributo, encontrando así el dominio de su afirmación.
Spinoza apunta en La reforma del entendimiento: “Esto
sólo puede decirse de las cosas inmutables y eternas, y de
las leyes que, inscritas en éstas como en su verdadero código, rigen y ordenan la actuación de los singulares; por tanto, las cosas singulares mudables dependen de las inmuta-
josé ezcurdia
161
bles, íntima y esencialmente (por así decirlo) y sin ellas no
pueden existir ni concebirse”.8
En el Tratado teológico político suscribe:
Entiendo por gobierno de Dios, el orden fijo e inmutable
de la naturaleza o la concatenación de las cosas naturales.
Porque antes hemos dicho, y en otra parte demostrado, que
las leyes universales de la naturaleza, por las que todo se
hace y se determina, no son más que los eternos decretos de
Dios, que son verdades eternas y de absoluta necesidad. Por
consiguiente, decir que todo se hace por leyes naturales o
por el decreto y gobierno de Dios, es exactamente lo mismo.9
El encadenamiento de los ilimitados modos en los que se
expresan y se constituyen los atributos extenso y pensante tiene su fundamento en las leyes de la naturaleza. Las
leyes de la naturaleza rigen el movimiento y la conexión
necesaria de los atributos en los que la sustancia como causa inmanente se afirma. Las leyes de la naturaleza, las cosas
inmutables eternas, son el fundamento de la necesidad y la
conexión causal en la que los modos o las cosas singulares se
articulan, satisfaciendo la forma de los atributos extenso
y pensante, que son constitutivos de la esencia de la sustancia.10
Spinoza establece una progresión que va de la sustancia
a los atributos, y de ahí a las leyes y a los modos de cada atributo, que implica la determinación de una naturaleza que
goza de una cabal sustancialidad: la progresión sustanciaatributos-leyes-modos se vertebra no en una jerarquía que
hiciera de la sustancia una forma eminente y trascendente,
8
TIE §81.
TTP 3, §§ 7 y 8.
10
Cf. Deleuze, op. cit., p. 15: “Hay un orden en el que Dios produce necesariamente. Este orden es el de la expresión de los atributos. Primero, cada atributo
se expresa en su naturaleza absoluta: un modo infinito inmediato es, pues, la
primera expresión del atributo […] El atributo se expresa de una manera cierta
y determinada o, más bien, de una infinidad de maneras que constituyen los modos existentes finitos. Este último nivel permanecería inexplicable si los modos
infinitos, en el género de cada atributo, no contuviesen leyes o principio de leyes
según los que los modos finitos correspondientes son ellos mismos determinados
y ordenados”.
9
162
inmanencia y sustancialización
sino en una relación inmediata en la que la sustancia misma es interior a los propios modos que son su dominio expresivo y constitutivo. Para Spinoza la sustancia, como las
propias leyes de la naturaleza que dan cuenta de la forma
de los modos de cada atributo, aparecen no como causas
remotas o lejanas, sino como causas próximas o inmediatas.
La spinoziana noción de inmanencia establece una ontología en la que la naturaleza se concibe como la realización de lo
real. Las diferentes regiones de lo real presentan una relación
inmediata e interior, que ofrece a la naturaleza misma, una
efectiva sustancialidad. Spinoza hace expresos estos planteamientos cuando señala la relación entre la Natura naturante
(sustancia y atributos) y la Natura naturalizada (leyes de la
naturaleza/modos finitos de cada atributo). La relación entre
Natura naturante y Natura naturalizada se determina como
una relación de causalidad inmanente, en la que la sustancia
que existe y se concibe por sí encuentra en los propios modos
de cada atributo el ámbito de su necesaria determinación.
Spinoza señala al respecto:
Antes de proseguir, quiero explicar, más bien, advertir aquí,
qué debemos entender por Natura naturalizante y qué por
Natura naturalizada. Pues, por lo que antecede, estimo que
ya consta, a saber, que por Natura naturalizante, debemos entender aquello que es en sí y se concibe por sí, o sea, aquellos
atributos de la sustancia que expresan una esencia eterna e
infinita […] Por naturaleza naturalizada, en cambio, entiendo
todo aquello que se sigue de la necesidad de Dios, o sea, de la de
cada uno de los atributos de Dios, esto es, todos los modos de los
atributos de Dios, en cuanto se los considera como cosas que
son en Dios y que sin Dios no pueden ser ni concebirse.11
Los ilimitados modos de los atributos extenso y pensante
reciben su realidad de la necesidad que implica su forma como
ámbito expresivo y constitutivo de la sustancia. La Natura naturante se expresa en la Natura naturada, y al expresarse en
ella se constituye como tal. Spinoza, al llevar a cabo la recepción del cartesianismo, otorga a la noción de ley natural una
11
E1p29.
josé ezcurdia
163
decidida centralidad en una metafísica en la que naturaleza
no depende de ningún principio trascendente para constituirse como tal. La naturaleza, que encuentra en la noción de ley
natural su forma y fundamento, obtiene para sí una decidida
sustancialidad. El orden necesario establecido por las leyes de
la naturaleza en el dominio de los modos finitos de los atributos pensante y extenso, se afirma como la satisfacción de Dios
o la sustancia en tanto causa inmanente. Las leyes de la naturaleza y la forma singular y la conexión necesaria de los modos
en los que se realizan son el corazón de la determinación de los
atributos extenso y pensante. La sustancia o naturaleza tiene
en las propias leyes naturales que aseguran el orden y la relación causal de los modos de los atributos extenso y pensante,
el horizonte de su determinación.
La naturaleza, como orden y conexión necesaria de los
modos de los atributos extenso y pensante, aparece como
figura metafísica capital, que dota de contenido al proyecto spinoziano de sustancialización de una naturaleza, que no aparece más como no-ser, privación o una mala copia de un
principio trascendente.
En este contexto es pertienente hacer expreso el sentido de la definición genética que acuña Spinoza. La definición, al dar cuenta de los objetos, los propios modos de los
atributos extenso y pensante, ha de señalar justo su causa
eficiente, esto es, las propias leyes de la naturaleza que son
su principio constructivo. La sustancia, al ser causa inmanente, se afirma como causa eficiente de las cosas finitas y
objeto de una definición que ha de mostrar el motor formativo de sus objetos.12
Cf. Cassirer, El problema del conocimiento, vol. 2, p. 25, en relación a la forma de la definición genética spinoziana: “Se trata de retener el ser individual
concreto en cuanto tal: en toda su determinabilidad y peculiaridad, pero comprendiéndolo al mismo tiempo como el producto de leyes necesarias y universales. No debemos, por tanto, adoptarlo sencillamente como un dato fijo, sino que
debemos crearlo constructivamente a base de sus factores fundamentales. Sólo
contemplándolo dentro de esta conexión necesaria, llegaremos a formarnos una idea
verdadera y adecuada de su ser. Todo conocimiento verdaderamente creador es,
por tanto, un conocimiento sintético, parte de los elementos primarios, simples,
para combinarlos de un determinado modo, con sujeción a leyes, llevándolo de
este modo hacia nuevos contenidos del saber. El pensamiento sólo puede llegar a
12
164
inmanencia y sustancialización
Spinoza, para ilustrar estos planteamientos, brinda el
ejemplo de la definición de un círculo que alcanza su forma,
no por la suma de ángulos ilimitados, sino por un radio que
gira sobre uno de sus extremos.
Nuestro filósofo apunta en su Correspondencia:
Pero ahora, para saber de cuál idea, entre muchas, de una
cosa, se pueden deducir todas las propiedades del objeto,
sólo observo un principio: que la idea o definición de la cosa
exprese la causa eficiente. Por ejemplo, para investigar las
propiedades del círculo, inquiero si de la idea del círculo, que
supone, consta de infinitos rectángulos, se puede deducir todas sus propiedades; inquiero, digo, si esa idea explica la causa
eficiente del círculo. Como no ocurre eso, busco otra cosa, a saber, que el círculo es un espacio descrito por una línea, uno de
cuyos puntos está fijo y el otro móvil. Pero, como esta definición expresa la causa eficiente, sé que puedo deducir de ella
todas las propiedades del círculo.13
Para Spinoza los modos de los atributos extenso y pensante se constituyen como tales no en la medida en que
participan de una esencia trascendente que fuese su principio o modelo, sino en tanto que afirman las leyes naturaleza que son su fundamento inmanente y que se afirma
en ellas a la manera de una causa eficiente. Spinoza niega
toda causa final e identifica las causas formal y eficiente,
satisfaciendo las exigencias metafísicas que plantea la concepción de una naturaleza que se articula bajo la figura de
la ley natural.
Nuestro autor, al establecer una definición genética que
tiene como meta mostrar la causa eficiente de los modos finitos, desarbola como hemos anticipado una lógica de géneros y especies en la que el género mismo desdeña el resorte
formativo de los objetos. Spinoza desmantela una lógica de
comprender plenamente lo que de este modo brota del pensamiento mismo […]
De aquí se desprende, de un modo interiormente consecuente, la teoría de la
definición que Spinoza desarrolla en su estudio sobre el modo de mejorar el entendimiento […] Toda auténtica definición es […] genética, no se limita a copiar
un objeto existente, sino pone de manifiesto las leyes de su propia formación”.
13
Ep 60.
josé ezcurdia
165
géneros y especies que privilegia la vaguedad del concepto
universal en detrimento de una causa formal que a la vez
que se determina como causa eficiente, es el núcleo de la
propia ley natural que da cuenta del movimiento productivo en el que se constituyen las cosas finitas.
Spinoza nos dice en La reforma del entendimiento:
Ha de mostrarse brevemente que la diferencia que existe entre la esencia de una cosa y la esencia de otra, es la misma
que existe entre la actualidad o existencia de la misma cosa y
la actualidad o esencia de otra. Querer concebir la existencia
de Adán por la existencia más general, es igual que atender a
la naturaleza del Ente en general para concebir la esencia de
Adán, definiéndolo como ente. Es decir, cuanto más en general se concibe la existencia, más confusa se nos presenta y
más fácil será aplicarla a cualquier objeto.14
Spinoza realiza una crítica a la lógica de géneros y especies que viene a dar realce a una concepción inmanentista
en la que la noción de ley natural supone una naturaleza
que se tiene a sí misma como fundamento: la naturaleza
contiene en sí las reglas de su propio despliegue y formación, la razón misma no ha de postular una esencia trascendente con relación a la cual ésta aparezca como mero
devenir, privación, no-ser, potencia o una forma con una
profunda insuficiencia ontológica. La lógica de géneros y
especies es incapaz de dar cuenta de los objetos, pues deja
de lado el motivo constructivo de los mismos, en aras del
sostenimiento de un edificio lógico-metafísico articulado
por la figura de la trascendencia.
En este contexto, Spinoza pone sobre la mesa a la matemática justo como paradigma de un conocimiento adecuado, capaz de dar cuenta de las leyes naturales. La matemática, toda vez que no sujeta la forma de sus objetos a
la realización de pretendidas causas finales a la manera de
la propia lógica de géneros y especies, muestra el principio
14
TIE §16.
166
inmanencia y sustancialización
formativo de los objetos, precisamente en tanto una causa
formal que se afirma como causa eficiente.
Spinoza nos dice en la Ética: “De donde pasaron a sentar
como cierto que los juicios de los dioses superan con mucho
la capacidad humana, esto, sin duda, hubiera sido la única
causa de que la verdad quedara eternamente oculta al género humano, si la Matemática, que no trata de fines, sino
tan sólo de las esencias y las propiedades de las figuras, no
hubiese mostrado a los hombres otra norma de la verdad”.15
La noción de ley natural, toda vez que se constituye
como principio para determinar la forma de la relación
causal inmanente entre Dios y la naturaleza, implica en su
formulación una crítica tanto al andamiaje metafísico de
la filosofía escolástica, como a sus planteamientos lógicos
y epistemológicos. La ley natural spinoziana se constituye
por un lado como causa eficiente y principio genético de los
particulares en los que Dios o la sustancia se afirma como
causa inmanente, y por otro como horizonte fundamental
de una crítica a una filosofía escolástica en la que la noción de
trascendencia y la lógica de géneros y especies se determinan como productos de una imaginación.
La noción de ley natural de Spinoza involucra aspectos
ontológicos y epistemológicos asociados a la noción de causa inmanente. Ambos aspectos se determinan mutuamente y esclarecen recíprocamente su contenido. Hasta aquí
hemos puesto nuestra atención fundamentalmente en los
aspectos ontológicos, refiriéndonos tangencialmente a
los epistemológicos. La noción de ley natural, en este sentido, viene a aclarar un momento importante del proyecto
spinoziano de la sustancialización de la naturaleza. Las leyes naturales son la naturaleza misma que ha conquistado
una sustancialidad efectiva, en tanto satisfacción de Dios o
la sustancia misma como causa inmanente. En el siguiente
apartado, “La naturaleza como sujeto, en el sentido moderno del término”, toda vez que ampliaremos algunas concepciones de corte epistemológico que arrojan luz sobre la
15
E1Ap.
josé ezcurdia
167
crítica spinoziana a al carácter pasivo que supone la razón
en lógica de géneros y especies, ensancharemos también la
significación de la concepción spinoziana de causalidad inmanente y, con ella, del proyecto de la sustancialización de
la naturaleza, desde la perspectiva de su cumplimiento a
partir de la figura de la razón misma y su activa afirmación
en el conocimiento adecuado.
b) La naturaleza como sujeto, en el sentido
moderno del término
Para Spinoza el atributo del pensamiento se constituye
en ideas del entendimiento, que son su ámbito expresivo.
La causalidad inmanente y expresiva en la que Spinoza
articula la relación entre la sustancia y la naturaleza, se
hace efectiva en el dominio de un conocimiento racional en
el que la idea satisface la forma del atributo del pensamiento que es su principio genético. La idea spinoziana,
en este sentido, goza de un carácter activo, que contrasta
con la dimensión pasiva que presenta el concepto universal de
la filosofía escolástica, que depende de la sensibilidad para
actualizar su forma. Las ideas spinozianas presentan una
suficiencia ontológica y un carácter activo, que es la realización de la forma del alma en tanto modo del atributo del
pensamiento.
Spinoza apunta al respecto: “Por idea entiendo un concepto del alma, que el alma forma por ser una cosa pensante”.16
Y da la siguiente explicación: “Digo concepto más bien que
percepción, porque el nombre de percepción parece indicar
que el alma padece en virtud del objeto; en cambio, el concepto parece expresar una acción del alma”.17 Spinoza establece una teoría del conocimiento en la que la idea afirma a
la sustancia, en tanto la sustancia o el atributo pensante se
expresa en la idea. Las concepciones ontológicas spinozia16
17
E2d3.
E2d3d.
168
inmanencia y sustancialización
nas de la sustancia como causa pensante resultan decisivas
en la determinación del carácter activo de la idea. El carácter activo de la idea es precisamente condición interior de
la afirmación de la sustancia como causa inmanente, en el
atributo del pensamiento. Spinoza rechaza las concepciones
escolásticas del entendimiento agente y el entendimiento
paciente, en la medida que no reconocen el propio carácter
activo de la idea. Las ideas para Spinoza en ningún sentido
dependen de una forma sensible que las actualizara y detonara su desenvolvimiento en pos de la aprehensión de una
esencia trascendente.
Spinoza apunta en La reforma del entendimiento:
Hasta ahora hemos distinguido la idea verdadera de las demás percepciones y hemos hecho ver que las ideas ficticias,
falsas, etc., tienen su origen en la imaginación, esto es, en
ciertas sensaciones fortuitas (por así decirlo) y aisladas, que
no proceden de la fuerza misma de la mente, sino de causas externas […] Podéis entender por imaginación lo que os
plazca, siempre que se conciba por ella algo diferente del
entendimiento y que pone al alma en la situación de un ser
pasivo…18
La lógica de géneros y especies es para Spinoza resultado
de una imaginación que presenta un carácter pasivo y se
rinde a la sensibilidad: los conceptos universales de la filosofía escolástica no afirman el carácter activo de la razón,
en tanto afirmación del atributo del pensamiento. La crítica nominalista spinoziana a la lógica de géneros y especies
pone de relieve el carácter pasivo de los conceptos en los
que ésta se articula, los cuáles, toda vez que dependen de
los avatares de la percepción y se pierden en el movimiento solipsista y aporético de la dialéctica, no cuentan con la
orientación activa de una razón que se constituye como dominio expresivo de la sustancia en tanto causa inmanente.19
18
TIE §73.
Cf. Rousset (“Las implicaciones de la identidad spinozista del ser y la potencia”, en Spinoza: potencia y ontología, p. 11), quien subraya el carácter activo
del entendimiento, en tanto fuente de la idea adecuada, en oposición al carácter
19
josé ezcurdia
169
Para nuestro autor la idea, en tanto presenta un carácter activo, se constituye como fuente del conocimiento adecuado y de la noción de verdad. El conocimiento adecuado
se hace inteligible en el marco de la concepción de una idea
activa, que supone la afirmación de la sustancia como causa inmanente, y no depende de ninguna forma exterior o
trascendente, que apareciese como el modelo para trazar
su forma. Las ideas del atributo pensante para Spinoza, si
bien, por la teoría del paralelismo entre los atributos, dan
cuenta de las cosas o modos del atributo extenso, gozan
de una adecuación dada por el carácter activo en el que se
constituyen, que es fuente de la verdad.20
Spinoza nos dice en la Ética: “Por idea adecuada entiendo la idea que, en cuanto se considera en sí, sin relación con
el objeto, tiene todas las propiedades o determinaciones intrínsecas de una idea verdadera”.21 Carácter activo, adecuación y verdad, se encabalgan en la noción spinoziana de
pasivo o potencial del mismo en la filosofía aristotélica: “En sus dos últimas Partes, la Ética nos enseña que el Bien y la Beatitud se definen por la realización de
nuestra potencia, de la “Potencia del Entendimiento o la libertad del Hombre”;
el Tratado de la reforma del entendimiento expone más particularmente la tesis
según la cual nuestras ideas verdaderas, por oposición a aquellas que son ficticias, falsas o dudosas, son los “productos” de la “potencia de nuestro espíritu”, es
decir, de la “potencia de nuestro entendimiento”, no siendo éste más que nuestro
espíritu en tanto que es activo. Éstas son afirmaciones esenciales del sistema
spinozista, aquellas que le caracterizan ante otros filósofos, de las cuales Spinoza
era perfectamente consciente; pero ellas se ligan a una reflexión más general,
quizá menos explícitamente desarrollada, menos aparente, reflexión de orden
ontológico, relativa a la noción misma de potencia, sobre el ser de la potencia, y
por consecuencia sobre la relación de la potencia y el ser, y que es fundamental y
del todo originaria. El spinozismo postula, en efecto, una identidad de la potencia
y del ser que implica una identificación del ser en potencia y en acto, en franca
ruptura con la enseñanza tradicional aristotélica que prevalecía a la época, según la cual el ser en potencia constituye un ser menor que el ser en acto, en la
medida en que no está aún el ser en la realidad, en la medida en que se encuentra privado de la existencia efectiva…”
20
Cf. Cassirer, op. cit., p. 23: “En este tipo de conocimiento, el intelecto no es ya
algo condicionado, sino el elemento condicionante. La ‘idea’ adquiere ahora la
significación y la importancia que el sistema maduro de Spinoza le atribuye. La
idea no debe despreciarse como si fuese la imagen muda pintada en una tabla,
sino que nace en la afirmación o la negación. Es, pues, más bien un concepto que
una imagen, debe llamársele ‘conceptus’ y no ‘perceptio’, ya que sólo así expresamos que no es algo que venga dado desde fuera, sino que debe su origen pura y
exclusivamente al espíritu”.
21
E2d4.
170
inmanencia y sustancialización
idea, que satisface la determinación de la sustancia misma
como causa inmanente del atributo del pensamiento. Es en
este punto que Spinoza se vale de la concepción metodológica cartesiana de la claridad y la distinción para asegurar
la verdad intrínseca a la idea adecuada. La claridad y la
distinción son justo los criterios de la afirmación de una
verdad que en la idea adecuada tiene su marco expresivo:
Spinoza suscribe al respecto: “Luego no hemos de temer
fingir algo, si podemos percibir de un modo claro y distinto
[…] La idea de lo ficticio no puede ser clara y distinta, sino
que es siempre confusa, y toda confusión procede de que
la mente conoce sólo precisamente algo que en realidad es
compuesto e integrado de partes y no se distingue lo conocido de lo desconocido o no atiende a la distinción de la
muchas partes que se contienen en una cosa”.22
Para Spinoza la claridad y la distinción dan lugar a la
recta determinación de la verdad como dimensión intrínseca de la idea adecuada. El movimiento deductivo de la
razón es en este sentido fruto de la caución metodológica
de la claridad y la distinción que promueve el cabal encadenamiento de las ideas, según las leyes de la naturaleza del
atributo del pensamiento que son su principio.
Spinoza desdeña el conocimiento sensible, en la medida
que las cosas imprimen en el entendimiento tan sólo una
serie más o menos amplia de formas finitas, y no las causas
próximas o las propias leyes de la naturaleza que son su principio. Por el contrario, la idea adecuada, al orientar su movimiento a partir de los criterios de la claridad y la distinción, afirma las propias leyes de la naturaleza del atributo
pensante, en tanto determinación del principio constructivo de sus objetos.
Spinoza nos dice:
De la duración de las cosas singulares, que se hallan fuera
de nosotros, no podemos tener ningún conocimiento, sino
uno muy inadecuado.23
22
23
TIE §60.
E2p31.
josé ezcurdia
171
En efecto, cada cosa singular, lo mismo que el cuerpo humano,
debe ser determinada por otra cosa singular, a existir y obrar
de cierta manera y ésta, a su vez, por otra, y así hasta el infinito. Puesto que en la proposición precedente hemos demostrado, por esa común propiedad de las cosas singulares, que de la
duración de nuestro cuerpo no tenemos sino un conocimiento
muy inadecuado, se deberá, pues, concluir esto mismo acerca
de la duración de las cosas singulares, a saber, que de ella no
podemos tener sino un conocimiento muy inadecuado.24
Según Spinoza la idea adecuada, al expresar inmediatamente la sustancia, posee de manera intrínseca a la verdad, sin necesidad de llevar a cabo contrastación empírica
alguna. La razón spinoziana, al contar con una ontología
inmanentista, conquista una confianza tal en su propio movimiento deductivo que prescinde de toda perspectiva sensible o experimental. Para Spinoza la aprehensión de las
cosas finitas reenvía al entendimiento a otras cosas finitas,
sin poder asir las leyes de la naturaleza que aseguran su
conexión necesaria, y sin precipitar tampoco la afirmación
activa del entendimiento mismo, según las leyes de la naturaleza del propio atributo del pensamiento, donde tiene su
asiento la idea adecuada. Tanto por la concepción ontológica
del paralelismo y del común fundamento entre los atributos
extenso y pensante, a partir del cual el sujeto da cuenta de
las leyes naturales en dichos atributos, como por la forma
de la idea adecuada en tanto expresión de un entendimiento
activo que expresa el atributo pensante, la idea spinoziana
obtiene para sí una suficiencia ontológica que se constituye
como ámbito cabal de la determinación de la verdad.
Spinoza apunta al respecto: “Lo verdadero no se distingue de los falso únicamente por una denominación extrínseca, sino ante todo por una denominación intrínseca: Si algún artesano, por ejemplo, concibe rectamente un utensilio,
aunque no se pueda llegar a hacer nunca, su pensamiento
es verdadero lo mismo si existe el utensilio que si no”.25
24
25
E2p31d.
TIE §64.
172
inmanencia y sustancialización
En su Correspondencia afirma: “Entre la idea verdadera
y la adecuada, no reconozco ninguna otra diferencia sino
ésta, que el término verdadera tiene en cuenta solamente
la concordancia de la idea con su objeto (pensado) y el término adecuada, en cambio, la naturaleza de la idea en sí misma;
de modo que, en realidad, entre la idea verdadera y la adecuada no hay ninguna diferencia, fuera de esta relación
extrínseca” (Ep 60).
Para Spinoza, el atributo del pensamiento se constituye
en una serie ilimitada de modos sujetos a leyes. Los modos
del atributo pensante son las representaciones o conceptos en los que dicho atributo se determina como tal. Así,
independientemente de que las representaciones o modos
del atributo pensante den cuenta de las leyes que rigen los
modos del atributo extenso (por la doctrina del paralelismo
entre los atributos), dan lugar a una idea adecuada que
tiene a la verdad como dimensión intrínseca: los modos del
atributo pensante son el pensamiento mismo en el que la
verdad se esclarece, a condición de seguir, como señalamos,
los cartesianos criterios de la claridad y la distinción.
El filósofo holandés hace expresos estos planteamientos cuando señala que los modos del atributo pensante y
las representaciones de dichos modos en tanto conceptos,
se enrocan entre sí, dando lugar a la propia afirmación de
las leyes naturales que ordenan el movimiento del propio
atributo del pensamiento. Esencias formales y esencias
objetivas establecen relevos de manera indefinida, que
satisfacen la forma de la naturaleza como pensamiento.
Para Spinoza, el pensamiento crea sus herramientas espirituales, los conceptos o representaciones, que a su vez
son el objeto de nuevas herramientas más elaboradoras,
promoviendo la afirmación del pensamiento mismo en
tanto naturaleza.
Spinoza apunta al respecto:
En un principio, los hombres lograron, laboriosa e imperfectamente, la realización de ciertos trabajos valiéndose de los
instrumentos que la naturaleza les ofrecía; después fabrica-
josé ezcurdia
173
ron otros más difíciles, con menos esfuerzo y mayor perfección y, procediendo gradualmente en nuevas realizaciones y
mayor perfección, llegaron a producir con poco esfuerzo las
cosas más difíciles. Así, también, el entendimiento se forja
por sí mismo sus instrumentos espirituales, mediante los
cuales adquiere la capacidad de realizar otras nuevas obras
espirituales y, de estas obras, otros instrumentos o capacidades de ulteriores investigaciones…26
De igual modo señala:
La idea verdadera (tenemos una idea verdadera) es distinta
de su ideado [u objeto] representado: una cosa es el círculo
y otra la idea del círculo, pues ésta no es algo que tenga
periferia y centro como el círculo mismo; una idea de algún
cuerpo tampoco es nada corporal. Siendo algo totalmente
diverso de su objeto, la idea será, por sí misma, algo inteligible; la idea, en cuanto a su esencia formal, puede ser
objeto de otra idea objetiva y, a su vez, esta esencia objetiva,
considerada en sí, será también algo real e inteligible y así
indefinidamente.27
Para nuestro autor el atributo del pensamiento se constituye en un movimiento autoproductivo en el que el enroque mismo entre las esencias objetivas y las esencias
formales da satisfacción a la sustancia en tanto causa inmanente. En este sentido, la determinación de las leyes de
la naturaleza a partir de la matemática no es sólo el objeto
mismo de la ciencia, sino la forma misma del atributo del
pensamiento, en tanto naturaleza. El atributo del pensamiento encuentra en el despliegue del conocimiento científico la determinación de su forma como dominio expresivo
y constitutivo de la sustancia.
Spinoza completa estos planteamientos cuando determina al propio atributo del pensamiento como autómata
espiritual. El autómata espiritual da lugar a los conceptos
en los que se constituye como tal, en tanto atributo del pensamiento que se constituye en sus propias representacio26
27
Ibid., §41.
Ibid., § 42.
174
inmanencia y sustancialización
nes. El autómata espiritual, al desplegarse atendiendo a
los cartesianos criterios de la claridad y la distinción, lleva
adelante la afirmación y la determinación de las propias
leyes de la naturaleza en la que se constituye el atributo
del pensamiento.
Spinoza subraya:
Esto es lo mismo que dijeron los antiguos, al afirmar que la
verdadera ciencia procede de la causa al efecto, bien que nunca
llegaron a concebir, que yo sepa, el alma con un agente que
observa ciertas leyes al modo de un autómata espiritual;
por eso y desde un principio, en cuanto nos ha sido posible,
adquirimos un conocimiento de nuestro intelecto y de una
norma tal de la verdadera idea que nos dé la seguridad de
no confundirla con falsas o ficticias.28
El autómata espiritual es la forma de un atributo del
pensamiento que al aparecer como causa eficiente de la
idea verdadera se determina como ámbito constitutivo de
la naturaleza, a saber, de la afirmación de las leyes de la
naturaleza del atributo del pensamiento. El autómata espiritual es para Spinoza el marco de realización de unas
leyes de la naturaleza del atributo pensante que en la producción de la idea adecuada se afirma como tal.
Para nuestro autor, la verdad no se concibe desde el
ángulo de un realismo metafísico que ve en ésta la adecuación de la mente a la cosa. Por el contrario, la verdad
es expresión fundamental y domino constitutivo de atributo del pensamiento que aparece como su causa a la
vez formal y eficiente. Atributo del pensamiento, leyes
de la naturaleza y verdad, se determinan como momentos interiores de la afirmación de una sustancia que se
constituye como una naturaleza que reclama para sí un
carácter autoproductivo y una densidad ontológica que
en el movimiento mismo de la razón encuentra su cumplimiento.
Spinoza señala con relación a este punto:
28
Ibid., §74.
josé ezcurdia
175
El que tiene una idea sabe, al mismo tiempo, que tiene una
idea verdadera y no puede dudar de ello. […] En el escolio
de la proposición 11 de esta parte se ha explicado lo que
es la idea de la idea; pero ha de notarse que la proposición
anterior es bastante manifiesta por sí, pues nadie que tenga
una idea verdadera ignora que la idea verdadera implica la
suma certidumbre: en efecto, tener una idea verdadera no
significa nada más que conocer una cosa perfectamente o sea,
lo mejor posible; ni nadie, por cierto, puede dudar de esta
cosa a no ser que crea que la idea es algo mudo, como una
pintura sobre una tabla y no un modo de pensar, a saber,
el entender mismo, y, pregunto, ¿quién puede saber que entiende una cosa a no ser que entienda antes las cosa?, esto
es, ¿quién puede saber que está cierto de una cosa a no ser
que antes esté cierto de las cosa? Además, ¿qué puede ser
más claro y más cierto como norma de la verdad, que la
idea verdadera? Sin duda, así como la luz se manifiesta a sí
misma y manifiesta las tinieblas, así la verdad es norma de
sí, y de lo falso.29
Para Spinoza, el autómata espiritual es plano de la afirmación de la verdad como afirmación de la sustancia como
causa inmanente. En este sentido, podemos señalar que
para nuestro autor, el ser, la propia sustancia, encuentra
en la dimensión del conocer el horizonte de su determinación: el propio autómata espiritual implica el desarrollo
del ser como conocer, y la afirmación del conocer como ser.
Spinoza, en este sentido, sienta una concepción moderna
del conocimiento en la que éste conquista una cabal sustancialidad. El autómata espiritual aparece como un sujeto
en el sentido idealista y moderno del término, en el que la
naturaleza se expresa y se constituye como tal.
El proyecto spinoziano de la sustancialización de la naturaleza tiene en la forma del conocimiento científico una
vía importante de realización. La interioridad entre ser y
pensar que establece Spinoza a partir de la figura del autómata espiritual es el resorte de la determinación de una
naturaleza que obtiene una plena sustancialidad, que como
hemos anticipado no se concibe de ninguna manera como una
29
E2p43s.
176
inmanencia y sustancialización
forma degradada que no satisface las notas que supone su
principio trascendente. Para Spinoza, Dios o la sustancia
no se determina como un ente perfectísimo entre los entes
imperfectos, sino como la propia función del conocer que es la
propia afirmación de la sustancia como causa inmanente
que es idéntica a la naturaleza.
La naturaleza spinoziana es conocimiento, en tanto el
hombre o sujeto como modo del atributo del pensamiento
satisface su forma bajo el horizonte de la idea adecuada y la
afirmación de las leyes de la naturaleza que son su principio.
Spinoza establece una moderna teoría del conocimiento que
se opone puntalmente a la arquitectura ontológica-epistemológica de la filosofía escolástica: para Spinoza el conocer
no se encuentra supeditado al ser, la verdad no se determina
como adecuación del intelecto a la cosa. Por el contrario, el conocer para Spinoza es ámbito afirmativo del ser, en tanto el
ser encuentra en el conocer, en la idea adecuada, en el sujeto
mismo, su dominio expresivo y constitutivo.
El proyecto spinoziano de la sustancialización de la naturaleza tiene en la noción de idea adecuada un momento
importante de su articulación. La naturaleza aparece no
sólo como ley natural que determina la conexión necesaria de las cosas finitas, sino también como un conocimiento
científico deductivo, que satisface su forma como conocimiento o pensamiento. El pensamiento o el sujeto en tanto
autómata espiritual se constituye como corazón de la naturaleza, dado que aparece como dimensión constitutiva de la
esencia de la sustancia.
Conclusiones
La determinación de la naturaleza como ley natural por un
lado, y como sujeto, en el sentido moderno del término, por el
otro, son resultado justo de la concepción spinoziana de la
sustancia como causa inmanente. Dios o la sustancia se expresa en la naturaleza y al expresarse en ella se constituye
justo como ley natural y como sujeto o autómata espiritual.
josé ezcurdia
177
Evidentemente la doble determinación de la naturaleza
como ley natural y como sujeto presentan, digamos, una
interioridad que afirma el sentido moderno de los planteamientos filosóficos spinozianos, de cara a la crítica a la
filosofía escolástica: la naturaleza en tanto ley natural se
constituye como objeto de conocimiento, tan sólo en la medida en que un sujeto que ha ganado una total autonomía
viene a desenvolver su forma; ley natural e idea adecuada
se constituyen como el revés y el derecho de una naturaleza que reclama para sí una completa densidad ontológica, y
como hemos anticipado, se afirma en un ser que se concibe
como conocer, y como un conocer que se realiza como ser.
La naturaleza spinoziana conquista una densidad ontológica efectiva, que pone en entredicho la arquitectura metafísica de la trascendencia en la que ésta aparecía como
no-ser o privación. El dinamismo de la naturaleza es para
Spinoza signo de su realidad, y rasgo esencial de la propia
filosofía spinoziana como una filosofía moderna que hace
de la noción de inmanencia y del problema del conocimiento, clave fundamental para edificar su edificio metafísico.
Hasta aquí, el presente texto, “Inmanencia y sustancialización de la naturaleza en la filosofía de Spinoza”, primera parte, ha abordado los dos primeros incisos (a y b) de los
cinco (c, d y e) en que se articula. En la segunda y tercera
partes abordaremos los incisos restantes, así como una reflexión sobre la significación de la concepción inmanentista
de la sustancia, en el elenco de la filosofía moderna.
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índiCe de autores
A
Adams, Marcus P.: 111.
Agripa: 66.
Aristóteles: 11, 15, 39, 41,
43, 50, 51, 56, 67, 70, 77,
87, 88, 89, 95, 96.
Ayers, Michael: 130.
B
Bassi: 73.
Bellarmino: 94, 95.
Benítez, Laura: 22, 105.
Bohemia, Elizabeth de:
115.
Boner, Patrick: 96.
Boyle, Deborah: 130
C
Canone: 71, 77, 80.
Carolino, L. M.: 96.
Cavendish, Margaret:
13, 121-132, 134-139.
Charleton, Walter: 121.
Ciliberto: 38, 52, 53.
Clavii, Christophori: 93.
Conway, Lady: 122, 125.
Crisipo: 67.
D
Defez i Martín, Antoni:
113, 116.
Deleuze, Gilles: 146, 158,
161.
Demócrito: 21.
Descartes: 13, 99, 100-107,
109-121, 125, 126, 129.
Digby, Kenelm: 121.
Domínguez, Atilano: 29,
30.
Duncan, Stewart: 111,
120.
E
Empédocles: 48, 89.
Euclides: 96, 145.
F
Ficino: 66, 77.
G
Garber, Daniel: 115, 130.
Garret, Don: 23, 147.
Gassendi, Pierre: 110, 121.
Giordano Bruno: 11, 12,
37, 40, 53, 55, 65, 67, 71,
73, 92, 94.
206
Glanvill: 129.
Goldstein, Bernard: 92.
H
Hadot, Pierre: 72.
Harvey: 111.
Hegel: 22, 60, 107, 146.
Heráclito: 21, 62.
Hobbes: 13, 33, 109-121,
125, 129.
Hon, Giora: 92.
Hooke, Robert: 123, 129,
130.
Horacio: 21, 31.
Hubbeling: 26.
Hume, David: 23.
Husserl: 86, 87.
Hutton, Sarah: 125, 129.
J
Juliano: 21.
K
Kant: 23, 86.
Keller, Eve: 123.
Kepler, Johannes: 12, 85,
87-97.
Kristeler: 58.
L
Lawson, Ian: 130.
Lefebvre, Henri: 86.
M
Malebranche, Nicolás: 126.
Maquiavelo, Nicolás: 11,
índice de autores
19, 20, 25-27, 30, 32-35.
Mersenne: 110, 121.
Michel: 58.
More: 111, 125, 129.
N
Nadler, Steven: 130.
Navarro, Luis: 30, 31.
O
O’Neill, Eilleen: 121.
Osler, Margaret J.: 96.
P
Peña, Vidal: 145.
Pico: 66.
Platón: 67, 77.
Poincaré: 13, 99, 100, 103107.
Popkin, Richard H.: 100.
Power, Henry: 123, 131.
R
Ramos-Alarcón, Luis: 11,
21, 22, 24.
Rousseau: 30.
S
Séneca: 21.
Sexto Empírico: 100.
Sorabji: 21.
Spinoza, Baruj: 11, 13,
14, 19-24, 26-30, 32-35,
141-150, 153-177.
Stevenson, Jay: 123.
Sturlese: 73, 77, 80.
problemas filosóficos de la modernidad
T
Tilery, Denise: 123.
Tirinnanzi, Nicoletta: 77.
Tycho Brahe: 89, 94.
V
Van Helmont, J. B.: 129.
W
White, Thomas: 117.
207
Wilkins, Emma: 124, 129.
Wilson, Catherine: 130.
Y
Yitzhak, Melamed: 149,
150.
Z
Zenón: 67.
índiCe de ConCePtos
A
Accidente: 31, 40, 44, 47,
54, 56, 57, 61, 70, 81,
90, 114, 118.
Acción: 12, 22, 23, 25-27,
46, 47, 50, 52, 53, 57,
62, 67, 69, 71, 72, 7476, 78, 79, 83, 90, 92,
113, 114, 125, 126, 130,
133, 137, 138, 149, 155,
163, 166, 167, 173.
Acto: 56, 63, 64, 68, 74,
80, 102.
Afecto(s): 20, 21, 23, 24,
35, 78, 81.
Alma: 21, 49, 51, 52, 54,
55, 66-69, 79, 83, 94,
112, 115, 116, 117.
Alma universal: 46, 96.
Amor: 21, 25, 76, 77, 79,
80, 82, 142.
Apeiron: 57.
Atributo(s): 48, 58, 59,
123, 135, 144, 145, 160,
161, 163, 164, 169, 171,
172.
Autoconciencia: 159.
Autodeterminación: 22, 23.
Autonomía: 19, 34, 35,
112, 120, 177.
B
Bien: 21, 25, 26, 27, 32,
48, 76, 79, 80, 81, 83,
169.
Bien supremo: 26, 76.
C
Causa: 15, 28, 44, 46, 51,
60, 63, 69, 151, 155, 157.
Causa eficiente: 163-166,
174.
Causa final: 155, 156, 159,
164.
Causa formal: 165, 166.
Causa inmanente: 157160, 163, 166, 168, 170,
175, 176.
Complicatio: 12, 37, 44-46,
48.
Conato: 11, 19, 20, 22-24,
26, 28, 30, 32-34.
Conocimiento: 10, 13, 14,
23, 24, 38, 46, 51, 60,
69, 75, 77, 80, 99-103,
113, 119, 120, 128, 131,
210
132, 135-138, 141-147,
150-154, 163, 165, 167,
169, 170-177.
Cuerpo(s): 12, 13, 19, 2123, 30-33, 47-50, 66-70,
77, 78, 82, 88-93, 96,
97, 102, 104, 105, 111117, 119, 124-126, 129,
133, 135, 136, 138, 139,
143, 144, 146, 148, 150,
151, 156, 159, 171, 173.
Cuerpo social: 30-32.
D
Deseo: 12, 23, 76, 78, 79,
82, 83.
Dios: 12, 21, 22, 44, 46,
48, 49, 51, 56, 63, 66,
80, 81, 97, 104, 117119, 123, 126, 128, 132,
133, 142, 144, 148, 153159, 161-163, 166, 176.
E
Elemento(s): 11, 39, 4042, 44, 45, 47-52, 55,
57, 58, 60, 67, 70, 73,
75, 78, 85, 96, 97, 103,
104, 107, 113, 128, 130,
132-134, 142, 163, 169.
Eros: 79.
Espacio: 9, 12, 47, 49, 50,
55, 59, 60, 80, 85-88,
91-97, 104, 105.
Espíritu: 13, 34, 47, 50,
55, 66, 69, 77, 94-97,
101-103, 106, 112, 116,
117, 132-137, 169.
índice de conceptos
Ética: 24, 26, 71, 72, 73.
Explicatio: 49, 51.
Expresión: 12, 51, 58, 63,
86, 93, 146, 158, 159,
161, 171, 174.
F
Forma: 14, 43, 44, 57, 61,
84, 88, 173.
Fortuna: 31, 34, 35, 38,
60, 61, 105, 143, 150.
Fundamento: 14, 35, 42,
66, 70, 88, 94, 123, 127,
137, 159, 161, 164, 171.
I
Idea; Idea adecuada: 145,
168, 169, 170, 171-177.
Imagen: 49, 63, 69, 73,
79-81, 91, 92, 96, 116,
117, 169.
Imaginación: 14, 21, 25,
51, 75, 82, 104, 116,
123, 134, 142-147, 151,
152, 154, 155, 157, 166,
168.
Imperium / gobierno / Estado: 19, 26, 32, 35 / 19, 28,
34, 78, 161 / 11, 20, 26,
27, 28, 29, 30, 33-35, 37.
Indeterminado: 57, 61.
Individuo: 22-24, 29, 33,
60, 71, 77.
L
Ley; Ley natural: 22, 24,
31-35, 83, 88, 106, 113,
125, 131, 147, 149, 150,
problemas filosóficos de la modernidad
159, 160-166, 170-174,
176, 177.
Libertad: 11, 19, 20, 2230, 32, 34, 73, 120, 169.
M
Magia: 15, 16, 44, 48, 50,
65, 66, 68, 70, 71-75,
77, 80.
Materia; M. prima: 6, 12,
13, 34, 38, 40, 41, 46,
48-50, 52-63, 66-70,
77, 80, 85, 86, 88, 9096, 104, 105, 114, 118,
122-129, 131-136, 138,
139, 154.
Memoria: 65, 68, 71-73,
77, 79, 80, 144.
Mente: 22, 23, 46, 48, 59,
68, 77, 82, 97, 111, 113,
114, 117, 127, 129, 134,
135, 148, 151, 152, 168,
170, 174.
Modos: 63, 70, 119, 125,
146, 150, 160-164, 169,
172.
Mónada: 44, 46, 52.
Movimiento: 13, 22, 39,
47, 67-69, 77, 88, 90,
91, 93-95, 97, 116, 117,
123-128, 130-139, 144,
161, 165, 170, 172-174.
Multitud: 11, 19, 20, 22,
24, 26, 28-35, 146.
N
Natura naturada: 162.
Natura naturante: 162.
211
Naturaleza; N. humana:
14, 16, 19-24, 35, 40,
44, 46, 54, 56, 58, 59,
62, 67, 69, 72, 77, 80,
81, 101, 109, 110, 112,
115, 116, 126, 128,
130-139, 143, 145, 148,
149, 153-167, 170-177.
P
Pasión: 21, 34.
Pensamiento: 9, 10, 25,
57, 66, 70, 71, 74, 91,
105, 109, 112-116, 120,
123, 139, 158, 160, 163,
164, 167, 170-176.
Poder (potere o potenza):
23-28, 32-35, 38, 43,
58, 66, 75, 79, 83, 91,
92, 96, 97, 104, 131,
133, 171.
Política: 19, 24, 26, 29,
32, 35, 110, 111, 130.
Potentia / potencia: 23,
35, 52, 151 / 23, 46, 54,
58, 60, 61-64, 68, 69,
80, 91, 147, 156, 165,
168, 169.
Principio de individuación:
136.
Principio(s): 10, 15, 17,
21, 22, 31-33, 38, 40,
44, 46-56, 59-64, 68,
70, 72, 93, 94, 113, 114,
117, 120, 125, 131, 132,
134, 136, 138, 142, 146,
153-159, 161, 163-167,
170, 172, 174, 176.
212
R
Razón: 12, 14, 16, 23, 24,
27, 34, 35, 39, 43, 51,
55, 59, 69, 75, 79, 81,
94, 96, 107, 112, 114,
115, 123, 125, 127-131,
134, 137-139, 142, 143,
146-151, 154, 163, 165168, 170, 171, 174, 176.
Realidad; real: 9, 10, 12,
25, 38, 40, 42, 44, 45,
48, 49, 51, 52, 55, 58,
81, 95, 96, 99, 104, 107,
112, 117-120, 146, 155,
162, 169, 170, 177.
S
Scientia intuitiva / intuición: 13, 141, 142, 144,
146-150, 152 / 150, 152.
Sujeto: 47, 52, 53, 55, 57,
60, 61, 70, 76, 77, 83,
84, 101, 112-114, 134,
159, 166, 167, 171, 172,
175, 176, 177.
Sustancia; S. pensante:
12, 13, 22, 38, 44, 54-56,
58, 62, 65, 66-71, 81, 84,
85, 89, 91, 95, 109, 114,
índice de conceptos
119, 120-134, 136, 138,
154, 157-163, 166-176 /
114.
U
Unidad; U. absoluta: 11,
12, 24, 40, 44-46, 48,
51, 54-56, 61, 66, 68, 70,
71, 73-84, 115, 130, 131,
135, 158, 159 / 44-46,
48, 66.
Universo: 16, 38-40, 44,
46, 55, 56, 58, 59, 63,
64, 66, 68-72, 76, 80, 88,
90, 92-97, 105.
V
Verdad: 19, 21, 25, 28, 41,
48, 50, 56, 58, 60, 61,
72, 75, 81, 83, 101-107,
147, 148, 152, 156, 158,
160, 161, 163, 166, 168176.
Virtud: 34, 54, 68, 76-78,
83, 88, 141, 144, 146149, 167.
Y
Yo: 102, 103, 112, 117.
índiCe generaL
Agradecimientos
7
Introducción
Laura Benítez Grobet y Luis Ramos-Alarcón Marcín
9
Lista de abreviaturas
15
Libertad y conato de la multitud
en Spinoza y Maquiavelo
Luis Ramos Alarcón Marcín
19
La categoría de “tinieblas” en la filosofía
natural de Giordano Bruno
Ernesto Schettino.
37
Vivir en consonancia con la sustancia única
e infinita: propuesta práctica de Giordano Bruno
Astrid Martín del Campo
65
214
índice general
Espacio geométrico, materia y sustancia
en Johannes Kepler
Francisco Javier Luna Leal
85
Un diálogo sostenido entre Descartes
y Poincaré. (Consideraciones en torno al concepto
de método y sus implicaciones en el desarrollo
del conocimiento filosófico-científico)
Verónica Díaz de León Bermúdez
99
Las objeciones de Hobbes a las Meditaciones
cartesianas. Una discusión sobre
la sustancialidad del pensamiento
Rogelio Laguna
109
El materialismo organicista
de Margaret Cavendish
Viridiana Platas Benítez
121
Apuntes sobre la noción de scientia
intuitiva en Spinoza
Antonio Rocha Buendía
141
problemas filosóficos de la modernidad
Inmanencia y sustancialización
de la naturaleza en la filosofía de Spinoza
José Ezcurdia
153
Bibliografía
179
Índice de autores
205
Índice de conceptos
209
215
Problemas filosóficos de la modernidad fue realizado
por la Facultad de Filosofía y Letras de la unam, se
terminó de producir en noviembre de 2019 en la
Editora Seiyu de México S.A. de C.V. Tiene un formato
de publicación electrónica enriquecida exclusivo de
la colección
así como salida a impresión
por demanda. Se utilizó en la composición, a la que
contribuyó Édgar Gómez Muñóz, la familia tipográfica
completa Century SchoolBook en diferentes puntajes y
adaptaciones. La totalidad del contenido de la presente
publicación es responsabilidad del autor, y en su caso,
corresponsabilidad de los coautores y del coordinador
o coordinadores de la misma. El cuidado de la edición
estuvo a cargo de Raúl Gutiérrez Moreno.
Imagen en guardas y cubierta:
Lubok anónimo (siglo xviii o posterior)
relativo a “El gato de Kazán” e intervención textual contemporánea en el original. La breve sentencia que acompañaba a
la imagen dentro de un marco (quizá una
loa étnica a los tártaros o bien una sátira política) fue sustituida en la presente
imagen por un axioma contemporáneo:
“La búsqueda del fundamento de todas
las ciencias…” El gato, aunque con un
origen en la socioestética eslava pretende
remitir últimamente al felino risueño y
relativista Lewis Carroll; convirtiéndolo
así en el psicopompo que conduce -al
iniciado- hacia el replanteamiento continuo del marco operativo de las muchas
realidades (y sus respectivas ciencias)
imbricadas.
E
ste libro comprende nueve estudios especializados
en problemas filosóficos de la Filosofía Moderna. Cada capítulo propone una pregunta que articula parte de los intereses y problemas que se plantean
distintas filósofas y filósofos, de modo que sirva de hilo
conductor en una discusión real o hipotética con ellos. Así,
el lector podrá acceder a una mejor comprensión de la obra
de Maquiavelo, Giordano Bruno, Johannes Kepler, René Descartes, Tomás Hobbes, Margaret Cavendish y Spinoza a través
de problemas como libertad y necesidad, individuo y multitud,
claridad y tinieblas, sustancia y modo, espacio geométrico y materia, inmanencias y trascendencia, ciencia intuitiva e imaginación.