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OBSESIÓN PELIGROSA

Anna estaba enamorada de Dan desde la infancia. Con los años había intentado controlar sus sentimientos hacia él, pero el destino iba a ponérselo muy difícil porque el padre adoptivo de Anna designó antes de morir a Dan como su tutor.

OBSESIÓN PELIGROSA Patricia Wilson Resumen Anna estaba enamorada de Dan desde la infancia. Con los años había intentado controlar sus sentimientos hacia él, pero el destino iba a ponérselo muy difícil porque el padre adoptivo de Anna designó antes de morir a Dan como su tutor. En lo sucesivo, el hombre al que amaba se encargaría de cuidarla... ¿Cómo podría entonces Anna evitar la peligrosa obsesión que sentía por él? Capítulo 1 Anna sabía que amenazaba lluvia, pero siguió caminando por el bosque. Se suponía que caminar calmaba los nervios, pero en ese momento nada podría tranquilizada. Levantó la vista hacia las copas de los árboles gigantes, que habían sido testigos de cambios y visto a mucha gente que había vivido y muerto en Langford Hall. Ninguno de ellos pudo ser tan querido como Gavin Toren. Ella le había querido como a un padre y su repentina muerte la había dejado sin consuelo. Ella no era una Toren, sino una Mazzini, y siempre lo había sabido. A pesar del cariño y cuidados que Gavin le había prodigado y de su profundo amor y amistad por Elaine, Anna nunca había olvidado que sólo era una huérfana bajo la tutela de Gavin y que no era una Toren. ¡Dan se había encargado de recordárselo! Pronto, muy pronto, llegaría Dan. Anna se irritaba al pensar que tendría que acatar cualquier decisión que él tomara, porque no podría hacer nada al respecto. Dan pronto se enteraría de los planes futuros para Anna y si él se molestaba tanto como ella, las cosas resultarían bien. De cualquier modo había suficientes problemas y Anna no quería aumentar los pesares de Elaine. Por primera vez en la vida, Dan tendría que escucharla. Anna no lo había visto durante cuatro años, desde que tenía casi dieciocho años y acababan de aceptarla en Oxford. Quizá ya no era el mismo; tal vez ahora a Dan no le importaba Elaine. Quizá querría vender Langford Hall. El se pondría furioso por la nueva responsabilidad que habían depositado sobre sus hombros. Pues bien, Anna tendría que afrontar la situación. ¡El no sería el único furioso! Al llegar al extremo del bosque y mirar Langford Hall a través del extenso prado, notó que el cielo estaba casi negro. Cada vez que veía las elegantes, bellas y equilibradas líneas de la vieja mansión georgiana, sentía una emoción extraña, y en ese momento la observó con más detenimiento que de costumbre. Quizá pronto dejaría de verla para siempre. Todo dependía de la decisión de Dan. Todas las esperanzas y temores de Anna se concentraban en esa casa, así como sus sueños infantiles. Respiró con fuerza y se dirigió a la mansión. No solía dejarse llevar por la autoconmiseración. Por su parte, Elaine tenía suficientes preocupaciones para que también se pusiera a consolarla. Entró en el gran Vestíbulo cuadrado y al escuchar voces, se volvió hacia la sala. No oía la de Dan porque aún no había llegado estaba segura porque el único coche aparcado frente a la fachada era su propio Polo, que Gavin le había regalado cuatro meses antes, con motivo de su vigésimo primer cumpleaños. Las lágrimas le nublaron la vista. No volvería a ver a Gavin Toren y ella tendría que valerse por sí sola. -Dan llegará en medio de un temporal -al ver a Anna entrar, Elaine habló con calma, a pesar de lo que sentía. Estaba arrebujada en el sofá, cansada y preocupada, y Anna olvidó sus pensamientos al ver la palidez de su cara. -Es posible que no llegue -hasta mañana -declaró Edna. Resultaba evidente que Edna, el ama de llaves de los Toren, había estado hablando con Elaine, y Anna movió la cabeza mientras decía: -¡Vendrá pronto, esta misma noche! Elaine sonrió y su cansado rostro se iluminó un momento mientras miraba a Anna. -Me parece misterioso que siempre adivines cuándo llegará Dan. Quizá sea la sangre galesa que llevas por parte de tu madre. «Tal vez se deba a que siempre he tenido que defenderme de Dan, por lo que he desarrollado un instinto que me previene», pensó Anna con amargura, pero sonrió mientras Edna salía de la habitación. Elaine observó el rostro de Anna. La chica era de aspecto agradable. Tenía una larga melena negra y lacia, los ojos oscuros, rodeados por tupidas pestañas, y la tez pálida. Anna siempre había sido muy reservada y sombría. A pesar del cariño que se tenían, Elaine se sentía un poco inmadura a su lado, a pesar de ser cuatro años mayor. ¿Sería la mezcla de sangre italiana con la galesa lo que convertía a Anna en una persona tan compleja? ¡Seguramente se debía sólo a su gran inteligencia! -¿Qué dirá Dan? -preguntó Elaine, preocupada- ¡No sé qué hacer acerca de la boda! Será difícil posponerla y no soportaría tener que organizarlo todo de nuevo. He hablado con el tío Jack y está dispuesto a ocupar el puesto de papá para entregarme al novio. -¿Crees que Dan estará de acuerdo? Faltan dos semanas y no tendrá tiempo para acostumbrarse a estar en casa faltando papá. -Estoy segura de que estará de acuerdo --declaró Anna sin estar muy convencida. Nadie sabía lo que Dan diría o pensaría. Lo esperaba una sucesión de conmociones. Su padre había muerto de manera repentina, la boda de Elaine estaba planeada, las invitaciones entregadas, y quedaba pendiente el asunto de la tutela. En el fondo de la mente de Anna estaba el problema de sus exámenes finales, pero por el momento, tendría que quedarse en esa casa. Después de que ayudara a Elaine a luchar en cualquiera batalla contra Dan, continuaría con sus estudios. En cuanto a lo otro, Dan estaría de acuerdo con ella. Su tutor había muerto y a los veintiún años Anna no necesitaba de otro, y, desde luego, no de Dan. El no querría tener esa carga puesto que vivía intensamente en un círculo mundano. Aun así, Anna estaba un poco nerviosa mientras se preparaba para la lucha que tendría que afrontar. Sonó el teléfono. Era Steve, que quería hablar con Elaine. Anna vio la oportunidad de salir de la habitación. -¿Sirvo el té de la tarde o espero a que llegue el señor Toren? -le preguntó Edna a Anna al asomarse. -Esperaremos un poco; no creo que a ninguna de las dos nos haga mucha falta. Además, debo buscar algunas cosas en mi alcoba. Se puso de pie deprisa, contenta de tener una excusa para salir y estar sola. Era difícil quedarse allí mientras Elaine le escrutaba el rostro, preguntándose, igual que ella, cómo reaccionaría Dan ante la situación. -¡Ese hermano tuyo llegará tarde! -le informó Edna cuando Anna salía al pasillo en dirección a la gran escalera de roble y a la tranquilidad de su alcoba. -Viene de muy lejos, de California, y debemos concederle un poco más de tiempo. De todos modos, llegará pronto, así que mantén la tetera caliente Anna logró esbozar una sonrisa. ¡Dan no era su hermano! El se lo había hecho ver de muchas maneras desde la niñez. El rostro de Edna mostró satisfacción y dio a entender que conocía bien a la familia. -De acuerdo. Tú siempre te has llevado bien con el señor Dan. ¡Qué ironía! Eso parecía, porque ella siempre se las había arreglado para protegerse de sus ataques. Anna se volvió y corrió escalera arriba mientras reflexionaba sobre los hechos. Estaba preocupada y de nada le servía negarlo. , Dan siempre había ejercido gran poder sobre ella. Él tenía dieciocho años cuando Anna llegó a esa casa; Elaine tenía diez y las dos chiquillas se habían llevado muy bien. Dan, desde luego, era mayor, y no tenía ganas de pasarse la vida con dos niñas a su lado; pero incluso durante el crecimiento de Anna él se mostró dominante o, al menos, eso le pareció a ella, aunque nunca le criticó abiertamente. Era algo más sutil, que ella podía leer en la expresión de sus ojos. ¿Seguiría Dan la misma política de antes... ignorarla casi todo el tiempo... o querría interferir? No había forma de huir. Anna no podría cortar con todo y salir corriendo con el pretexto de regresar a Oxford. El período académico estaba a punto de terminar y no había motivo válido para que ella regresara a la universidad, a menos que quisiera huir de Dan. Elaine la necesitaba y Anna no era cobarde, estaba acostumbrada a lidiar con los problemas. Agradecida, cerró la puerta y el único alivio que sintió fue saber que allí estaba libre de todas las miradas. No tenía nada que hacer en su dormitorio, y se dirigió a la ventana para mirar la fachada de la casa, sin encender la luz, esperando la llegada de Dan. ¡Eso no era novedad! Durante casi toda su vida había esperado su llegada, preguntándose cómo estaría él. Cuando Dan estudiaba en Cambridge, ella siempre esperaba con nerviosismo las vacaciones, rogándole a Dios que Gavin no presumiera con los resultados que ella había obtenido en los estudios. Gavin siempre lo hacía y Dan solía mirarla con una expresión de fastidio que cohibía a Anna. En una ocasión, Dan la había levantado para darle un abrazo y esa muestra de afecto la conmocionó tanto que se debatió para que él la soltara. Dan se había mostrado divertido lo mismo que Gavin. Aquél la había calificado como un pequeño puerco espín. Anna siempre había sabido que debía ocultar el hecho de que casi todo lo que hacía era para complacer a Dan, que deseaba despertar su interés y recibir Sui aprobación, aunque la mayor parte del tiempo ella le fuera indiferente. Olvidó el pasado y se obligó a recordar que Dan llegaría cansado, afligido y seguramente necesitaría apoyo. Elaine le esperaba como si él fuera la respuesta a todo, y Anna lo aguardaba con temores egoístas en el fondo de su mente. El padre de Dan era quien había muerto repentinamente, y ella debía tratar de mostrarse normal y no causarle más pesar. Anna seguía espiando desde la ventana cuando el coche apareció. Anna no reconoció el vehículo porque seguía pensando, en el pasado y esperaba ver el, Porche de Dan. Él debió de alquilar un coche en el aeropuerto; tenía que ser Dan, lo presentía. Cuando el vehículo se detuvo y Dan salió, Anna se ocultó detrás de la cortina, aunque, dada la oscuridad, era imposible que él la viera. Ella sí podía verlo, y sintió que el corazón se le detenía. Las luces de la casa se reflejaban en el pelo de color dorado de Dan. Llevaba un traje oscuro y la camisa blanca resaltaba de tal modo que Anna pensó que podría tocársela desde ahí. ¿Cuántas veces en la vida había visto llegar a Dan? ¿Cuántas veces le había esperado impaciente desde ahí? Fue como revivir el pasado en un solo destello. Él permaneció de pie, mirando la arboleda, antes de volverse hacia la casa, observándola casi con cariño. También recordaba su vida en ese sitio antes de que la fama y sus obligaciones lo hubieran alejado. Levantó la cabeza y miró a la ventana de Anna, que contuvo el aliento y dio otro paso atrás. ¡El no podía verla! A esa hora sólo notaría sombras. Fue casualidad el hecho de que él dirigiera la mirada a la habitación de ella, pero, ¿por qué reaccionaba Anna de esa manera? No obraba con naturalidad, a pesar de que había decidido demostrarle que había olvidado la forma en que solían evitarse. ¡Ella debió saludarlo con la mano, abrir la ventana y llamarlo! Oyó que la puerta del coche se cerraba y comprendió que no podía posponer el encuentro por mucho tiempo. Dan estaba en casa y debía saludarlo. Su padre había muerto y él, seguramente, esperaba verlas, a Elaine y a ella, de inmediato. Anna debía ayudarlo a sobrellevar su tristeza. Dejaría para después la lucha contra él, en caso de haberla. Miró su reflejo en el espejo y deprisa se pasó el peine por la tupida y larga melena. ¿Debía cambiarse? La chaqueta roja no era adecuada en momentos como ése y llevaba unos vaqueros; su indumentaria habitual en la universidad. Pero era demasiado tarde, porque si se retrasaba, él creería que evitaba verlo. Dan sabía que Anna tenía buenos motivos para enfrentarse a él. La chica salió de la habitación, caminó por el pasillo y llegó a la escalera. -Dan, no pudimos comunicamos contigo a tiempo. Llamamos a Nassau y les pedimos que enviaran una lancha a la isla, pero nos dijeron que no estabas allí. -No te preocupes por eso, Elaine. Sucedió de manera repentina, ¿no? Yo tuve que irme de allí porque estaban rodando los pasajes finales de mi último libro y hubo varios cambios en el guión. Fui a Nassau con la intención de regresar directamente a Inglaterra para asistir a tu boda. No imaginé que... -la grave y agradable voz calló un momento-De todos modos, cuando recibí tu mensaje ya había acabado con las modificaciones del guión y estaba listo para viajar. Elaine le rodeó el cuello con los brazos. -Lo siento, Dan. Ojalá hubieras estado aquí. ¡Fue terrible! -Elaine se dejaba abatir fácilmente por la adversidad, y Dan sonrió al abrazar a su hermana, con el rostro apoyado en el pelo de ella. -Lo sé, cariño, lo sé -murmuró para consolarla. Anna estaba a mitad de la escalera cuando él la vio y, aunque siguió abrazando a Elaine, la observó bajar al vestíbulo. -Hola, Dan -no se le ocurrió algo más que decir. Verlo de nuevo fue más perturbador de lo que había imaginado; además, Elaine ya se había disculpado y explicado por qué no habían podido comunicarse con él antes del funeral. Seguramente Dan sabía que Anna también lo sentía porque había querido a Gavin Toren como a un padre. De hecho, era el único padre que recordaba y él debía de saberlo. Elaine se había desmoronado ante los acontecimientos, y había sido Anna quien se había puesto en contacto con Dan. -Anna -murmuró con voz grave, dando un paso hacia ella. Pero no la abrazó como lo había hecho con Elaine, y Anna se lo agradeció en silencio, porque aún no era capaz de dominarse por completo. Él colocó las manos sobre los hombros de ella y la observó. Casi de reojo, Anna observó las huellas del cansancio en el rostro de él. -Estás cansado -habló casi de manera acusadora y por primera vez, los bien delineados labios esbozaron una sonrisa. -Pido disculpas por ello -sus ojos brillaron un momento con la misma risa irónica que ella recordaba y la chica desvió la cabeza porque de pronto tomó consciencia de las fuertes manos sobre sus esbeltos hombros y recordó otras cosas que la obligaron a alejarse un poco. -¡Lo voy a echar de menos, Dan! -murmuró, pesarosa, y él la abrazó sin mucha presión. -Lo sé -suspiró Dan en tanto le acariciaba el pelo. -Serviré la cena porque es tarde para el té –la aparición de Edna con su expresión testaruda sacó a todos del trance y Dan se irguió, soltó a Anna y se volvió hacia sus maletas que estaban en el vestíbulo, junto a la puerta. -Dame diez minutos, Edna -ordenó el escritor-. Necesito refrescarme un poco. -Sí, señor Toren -el gesto abatido de Edna había desaparecido. Dan había regresado y ella sabía que el barco ya tenía una mano fuerte dirigiendo el timón. Él le dio un beso en la mejilla al pasar a su lado y Edna se fue a la cocina, roja como una manzana. Volvían a ser una familia, aunque Gavin ya no estaba. Después de cenar, se sentaron en la sala y Anna se mantuvo al margen, observando. Siempre había hecho lo mismo en presencia de Dan y le fue fácil retornar a su antiguo papel. Dan escuchaba las preocupaciones de Elaine e intentaba darles una solución. -Steve y yo... bueno... hemos pensado posponer la boda -sugirió Elaine, y de inmediato Dan la miró con ternura. -No la pospongáis -sonrió como si sus palabras hubieran sido severas y deseara asegurarse de no haber herido a su hermana- Faltan dos semanas, todo está dispuesto. No cambies nada, Elaine, papá lo habría querido así. -No sé, Dan... -Yo sí -aseguró-. La vida continúa, Elaine. Lo quisiste cuando estaba vivo. Ahora debes seguir tu propio camino. -¿Quién será el padrino, Dan? Se me ocurrió que quizá el tío Jack... -Estoy de acuerdo -cubrió las manos de Elaine con las suyas- Me alegro de que no me impongas esa responsabilidad porque no me gustaría sustituir a papá. Durante un momento pareció muy triste, antes de volverse hacia Anna con mirada penetrante. -¿Qué planes tienes tú? -¿Después de los exámenes finales? -Anna lo miró-. Me quedaré en Oxford y cogeré un empleo temporal mientras me dan los resultados. Quizá vaya a Gales a visitar mi tierra, o a Italia, que también es mi hogar. Elaine se casará y se quedará aquí, ya que Langford Hall ha sido de vuestra familia desde hace varias generaciones. Cuando mencionó el trabajo temporal, las cejas de Dan se juntaron, pero al escuchar las últimas palabras se enfadó y apretó los labios. -Desde que te quedaste bajo la tutela de Gavin, éste ha sido tu hogar y sigue siéndolo. No sé qué dice el testamento y no me importa. Tengo todo el dinero que necesito. ¡Yo no vivo aquí y no pienso regresar! Si crees que... -¡No quiero decir que me vayáis a echar! -Anna desvió la cabeza para no ver el rostro iracundo- Gavin y yo hablamos hace mucho tiempo. Sabía que al morir él, yo iría... no podría... Las lágrimas le impidieron hablar y Dan se apiadó de ella, de modo que dejó los planes para otro momento. El panorama para el futuro cercano no era optimista. El no sabía nada todavía y Elaine tampoco. Quizá el abogado no se lo diría a Dan. A lo mejor Gavin no lo había dicho en serio, puesto que había estado muy enfermo. -Son los exámenes finales de tu carrera -declaró Dan, mirándola con fijeza. -Sí -se alegró de poder controlar de nuevo sus emociones porque no le era fácil enfrentarse a esa intensa mirada; los recuerdos no dejaban de entrometerse y ella no acababa de acostumbrarse a la presencia de Dan. Pero comenzaba a comprender que cuatro años no eran mucho tiempo. -¿Qué harás después? -Aún no lo he decidido. Cuando haya terminado los exámenes, veré qué se presenta. Estoy casi decidida a viajar al extranjero. -¿Decidida? ¡Qué extraña elección de palabras! -alzó una ceja y no dejó de observar a Anna-. ¿No tiene relación con el hecho de que te sentirás desprovista de un hogar? -¡En absoluto! Esa fue siempre mi intención y Gavin y Elaine lo sabían. Desde luego, es posible que no apruebe los exámenes finales. -Eso sería raro, ¿no? -preguntó él con sorna- Hasta ahora has sido una estudiante ejemplar. -¿Cómo lo...? -Papá y yo nos manteníamos en contacto -aseguró a secas- ¡Eres un genio para las matemáticas! ¿Qué piensas hacer con ello? -Las posibilidades son ilimitadas -respondió un poco tensa- Podría emplearme en la industria, la banca, el gobierno... -volvía a incitarla como de costumbre, pero de pronto, Dan se echó a reír. -¿El gobierno? ¡Menos mal que vivo en el extranjero, porque cuando explote tu temperamento quisquilloso las repercusiones se harán sentir en todo el mundo! -¡Quizá puedan llegar a tu paraíso isleño! -se arrepintió de haberlo dicho porque Dan notó el dejo de amargura en el tono y entornó los ojos. -No lo creo -aseguró--. Ser dueño de una isla, por pequeña que sea, tiene sus ventajas. Tengo todo el equipo indispensable para sobrevivir y una paz completa. Por eso he vivido allí durante los últimos cuatro años. En la isla puedo escribir. «¡Y estar solo con mi esposa!» No lo había dicho, pero su rostro lo sugería y Anna desvió la cabeza hacia el crepitante fuego. -Ay, Dan, no te hemos preguntado por Daphne. ¿Cómo está? -preguntó Elaine. -Muy bien -respondió con voz severa- Su hijo tiene tres años y se llama Trevor. Anna pensaba que había superado ese asunto; sin embargo, las palabras de Dan la herían hasta tal punto, que deseó con todas sus fuerzas salir huyendo. Estaba buscando una excusa para hacerla, cuando Edna asomó la cabeza por la puerta. -Teléfono, Anna. Te llaman de Oxford. -¿Es que no pueden arreglárselas sin ti? -preguntó Dan, burlón, y ella lo miró con impaciencia. -Todavía no trabajo para el gobierno. Debe de ser Bryan -aseguró mirando a Elaine, irritada consigo misma porque sentía la necesidad de fingir alegría delante de Dan. -¿Bryan? -oyó que preguntaba Dan cuando salía de la sala. -Es el novio de Anna -le informó Elaine en voz baja- Creí que papá te lo había dicho. ¡Puede que tengamos otra boda este año! Anna cerró la puerta que daba al vestíbulo y se apoyó un momento contra ella, con los ojos cerrados y la respiración entrecortada. Bendito Bryan por sacarla de ahí, porque si seguía así, pronto habría tormenta. -¿Estás bien? -Edna estaba de pie con el teléfono en mano, como normalmente lo hacía, convencida de que si dejaba el auricular sobre la mesita durante más de un segundo, la comunicación se cortaría. -Estoy bien, pero dame un minuto antes de colgar pues contestaré en el estudio -Anna se dominó y se dirigió hacia el otro lado del vestíbulo. Tendría que tener cuidado, porque si Dan la veía en ese estado, de inmediato pensaría... -¿Qué pasa? Espero que no estés muy desconsolada, Anna. Nada hará que Gavin Toren regrese Bryan se enorgulleció de dar un consejo práctico y ella oyó su voz con alivio. -Estoy bien -aseguró la chica- Y Dan ya ha llegado. -¡Ah, el famoso hermano! -No tengo parientes -le recordó un poco irritada- Elaine es la hermana de Dan; ¡yo no soy nada de él! -¡Lo siento! ¿He dicho algo inoportuno? -No -Anna se obligó a reír- Pero has cometido el mismo error que Edna. -¿Te has enfadado con ella? -preguntó Bryan, divertido-. Creí que te habían criado como parte de la familia. -Así es, pero deja de hurgar en mi vida -reía y Bryan dejó el asunto en paz, con lo que Anna se tranquilizó. La relación que hubiera entre Dan y ella, no era el tema que quería ahondar en ese momento. Desvió la atención de Bryan hacia otros asuntos y le resultó agradable conversar con él un rato. Capítulo 2 A su regreso los encontró hablando en voz baja, pero Dan ni siquiera la miró. -¿Lo has arreglado, Anna? -Elaine le sonrió-. ¿Vendrá Bryan a la boda? . -Lo siento, Elaine, pero como les falta personal, no puede salir del hospital ni por un día. -Él es médico -le explicó Elaine a su hermano- El año pasado terminó su carrera y ahora cumple con el internado en el hospital. Cuánto lo siento, Anna -sonrió-. No importa que no venga, pero espero que seguirás con la idea de ser mi primera dama de honor. -Por supuesto que sí -se dio cuenta de que Dan la observaba ahora, aunque no hizo comentario alguno -Voy a ayudar a Edna con los platos. Anna se concentró en lavar los platos con tal energía que Edna manifestó que estaba más tranquila sin su ayuda. Pero Anna no la escuchaba. Estaba abstraída en sus pensamientos, repasando tiempos pasados y reflexionando sobre les peligros que el porvenir traería consigo. Encontró a Dan solo cuando regresó a la sala, y Anna no tuvo oportunidad de salir furtivamente. De todos modos no habría podido hacerlo, porque él se había vuelto al oír que la puerta se abría. Dan se sacudía agua de la chaqueta y ella le miró como si estuviera muy interesada en sus movimientos. -¡Estás mojado! Había sido una tontería decir eso, pero al menos había disimulado su azoramiento. Miró alrededor como si esperara encontrar a Elaine escondida y, como de costumbre, su nerviosismo irritó a Dan. -Elaine se ha ido a acostar -le informó él a secas-. Estoy mojado porque llueve y he ido a guardar el coche en el garaje. ¿He respondido bien a todos los puntos? -¿Eso has hecho? -sabía que lo miraba con fijeza, que volvía a acostumbrarse a él y, durante un momento, Dan pareció impacientarse. -¿El qué? ¿Guardar el coche? No, me lo impidió un Polo blanco. ¡Lo han dejado abandonado delante de la puerta principal! -Lo lamento, de habérmelo dicho... -¿Es tuyo? -se apoyó contra la repisa de la chimenea con las manos dentro de los bolsillos y sin quitarle los ojos de encima. -Sí, tu padre me lo regaló cuando cumplí veintiún años. -Hace cuatro meses -comentó y la sorprendió. También la asombró el hecho de que él supiera que ella seguía viva. Quiso salir, pero al parecer, Dan deseaba hablar. -¿Piensas regresar a casa cuando termines tus estudios? -preguntó él. -No lo he decidido -Anna mintió al acercarse a la ventana y ver la noche oscura y lluviosa- Por el momento tengo muchas cosas en la mente. El matrimonio de Elaine, los exámenes y... -Ha debido ser una conmoción muy fuerte para ti, Anna -murmuró el escritor- Tenías sólo siete años cuando viniste a Langford Hall. Papá fue como un padre para ti. ¡Ojalá yo hubiera estado aquí! -Intentamos ponemos en contacto contigo -respondió de inmediato, a pesar de que Dan no estaba enfadado. -Querrás decir que intentaste ponerte en contacto conmigo -la corrigió-. Conozco bien a Elaine. Se desmorona frente a cualquier crisis; no tiene tu fortaleza. -Nunca imaginamos que su corazón... -el hecho de que Dan la alabara era algo extraño y perturbador, y se obligó a volverse para decirle lo que la atormentaba desde la muerte de Gavin-. ¿Vas a vender Langford Hall, Dan? Espero que no, porque eres rico. No necesitas dinero. No soportaría pensar que alguien... -No -aseguró en voz baja- Nunca venderé esta propiedad; guarda demasiados recuerdos para mí. Me sorprende que te hayas encariñado tanto con la casa, puesto que estás decidida a irte. ¿Te has sentido a gusto aquí alguna vez? -Quería mucho a Gavin -insistió en contestar para ocultar su pena. Quizá habría estado a gusto de haberse comportado Dan de una forma distinta. -El también te quería y tu madre eligió bien cuando le pidió a papá que fuera tu tutor. -¡Eran parientes muy lejanos! -y él estuvo enamorado de ella hasta que apareció un apuesto italiano moreno -declaró Dan. -¿Es una broma? ¿Cómo es posible que digas eso? -lo miró, sorprendida, y el escritor esbozó una sonrisa divertida mientras observaba el rostro femenino. -Papá me lo dijo, por eso aceptó que viniera aquí y por eso te quería tanto. -¿No me quería por mí misma? -preguntó Anna con amargura, aunque sabía qué esperar exactamente de Dan. -No he querido decir eso y siento habértelo dado a entender -aseguró, irritado - Sabes muy bien que te quería por lo que eres. -A pesar de mis rarezas -la lengua de Anna parecía haber cobrado vida propia. -El no debió de notarlo -le informó a secas-, Me pregunto cuál será la situación cuando se lea el testamento y se sepa que tus padres insistieron en que tuvieras tutor hasta los veinticinco años -añadió pensativo - No sé qué dirá la ley a ese respecto. ¿Será posible que heredes de inmediato? Anna salió rápidamente de la habitación para evitar tener que darle explicaciones a Dan. No podía permanecer ahí y mentirle al respecto. Tampoco podía decirle que la responsabilidad de la tutela había recaído en él. El abogado sólo le había hablado de sus propios asuntos. Desde su llegada a la casa, Anna había adorado en secreto a Dan. Se sentía fascinada por su vitalidad, y su alegría se desbordaba cuando él le dirigía una de sus sonrisas. Pero, a medida que Anna crecía, esas sonrisas se prodigaron cada vez menos. Anna se iba formando sus propias opiniones y elegía a sus amigos cosa que a menudo la enfrentaba con él. Dan podía ser muy cáustico cuando algo no concordaba con su manera de pensar. Anna suspiró y deseó haber terminado con los exámenes y, como Bryan, estar atada a un trabajo para no " tener que permanecer ahí después del día siguiente. Ella habría llegado para la boda de Elaine y se habría enfrentado a la situación durante un solo día. ¿Se quedaría Dan ahí todo el tiempo? ¿Por qué no había venido con Daphne? Quizá la tristeza de una casa con luto no era un lugar adecuado para un niño. Cerró con llave la puerta de su habitación, aunque sabía que no conciliaría el sueño. Se bañó y preparó para acostarse. Luego se sentó frente al espejo para cepillarse el pelo y miró su imagen. No siempre había tenido ese aspecto. Sabía que había cambiado en cuatro años y que su rápida transformación había intrigado a Gavin y Elaine. Ellos se lo habían achacado a la universidad y a la dureza de sus estudios, pero la causa era otra. Anna tenía facilidad para estudiar y no se asustaba frente al trabajo. Su transformación se debía a un deseo de agradar a Dan. Anna era alocada, casi salvaje, pero nunca había molestado a Dan porque no habría soportado que él la amonestara. -¿Cómo es posible que seas tan alocada y tan destacada en la escuela? Es un misterio. ¡Debe de haber algún truco! -solía decir Gavin. Pero él se enorgullecía de sus constantes éxitos. Dan nunca dijo nada y Anna no sabía si él se había enterado de sus logros. Luego, de la noche a la mañana, Dan se hizo famoso; sus libros eran éxitos de ventas y se hacían películas sobre ellos y ya no vivía en esa casa. Ella tenía catorce años cuando él viajó a los Estados Unidos para escribir el guión de la primera película que harían de un libro suyo, y Anna no pudo aceptar el hecho de que él se mantendría alejado casi de manera permanente. Dan tenía por aquel entonces veinticinco años y, por supuesto, no era la primera vez que se marchaba de casa. Anna se volvía introvertida cuando él se ausentaba, pero al principio él regresaba con frecuencia. En aquella ocasión, Dan no regresó en tres años de pronto, dejó de escribir a casa. Ella trabajó mucho más para ocuparse en algo que por otro motivo, y cuando él regresó, Anna había cumplido diecisiete años Y si acababa de enterarse de que la habían aceptado en Oxford, después de presentar el examen de admisión . En aquella ocasión, Anna estaba espiando desde la ventana cuando vio el coche de Dan acercarse a la casa bajo la lluvia. Estaba muy emocionada, pero era demasiado tímida para esperarlo en compañía de los demás; sin embargo, la emoción desapareció de su rostro cuando él salió del coche y lo rodeó para abrir la otra puerta y ayudar a bajar a una mujer. Era una bella rubia, de la misma edad de Dan, esbelta, casi frágil, y, desde arriba, Anna pudo ver los destellos del anillo de compromiso que llevaba puesto. Algo en su interior se congeló y murió. Tuvo la sensación de estar soñando, nunca había pensado que algo así pudiera suceder. No se habría movido nunca pero Elaine la llamó, emocionada, desde el vestíbulo. -¡Está aquí, Anna, Dan está en casa! Dan pareció sorprenderse mucho cuando la vio. Ella ya no se peinaba con trenzas. Su rostro se había refinado por la madurez, sus senos se erguían firmes debajo del jersey y sus piernas eran largas y esbeltas debajo de una amplia falda. Ya no era la niña flacucha y torpe, y durante un momento Dan no pudo apartar los ojos de ella. -¿Anna? -parecía no poder creer que ella hubiera madurado. Luego dio unos pasos más para verla mejor, y la chica se obligó a sonreír y a mostrarse natural; pero no pudo controlar los ojos y Dan dio un paso atrás, sin tocarla, conmocionado por la tristeza que leyó en el fondo de la mirada de Anna. -¡Ha crecido! -exclamó Gavin orgulloso y Dan entornó los párpados, mostrando el usual buen humor cuando hablaba con su padre. -Algún día tenía que crecer, pero nunca lo pensé. Fue una semana de tormento, una interminable pesadilla, porque Anna no fue capaz de sentir odio hacia Daphne. Algo en esa mujer era triste y vulnerable, aunque no tenía motivos aparentes para ser así. Dan se mostraba muy atento con ella y la colegiala se disculpó diciendo que tenía mucho trabajo. Pronto asistiría a la universidad. La mayoría de las veces permanecía en su habitación, fingiendo que estudiaba; sin embargo, comía con la familia y los acompañaba durante las interminables veladas en la sala. Pero tenía poco que decir y cuando Dan la miraba, sentía que se ahogaba. El también parecía tener poco que decirle y Anna imaginó que estaba molesto porque ella ignoraba a su prometida. Sin duda pensaba que era mal educada y que con los años se había vuelto una extraña. La miraba como si estuviera enfadado, con el rostro sombrío o inexpresivo, y se creó entre ellos una atmósfera extraña, aunque nadie más lo notaba. Anna no pudo afrontar la partida de los dos. Permaneció en su habitación y los vio despedirse de los demás a través de las ventanas con cortinas de encaje y con el corazón destrozado. Cuando Dan se separó del grupo, Elaine también caminó hacia la casa, pero él la detuvo para entrar solo. Había mirado hacia la ventana de Anna y ella, temerosa, se había ocultado. Se sentía incapaz de enfrentarse a él. Anna no contestó cuando él llamó a su puerta. Se dirigió al rincón más lejano, apabullada, por su desdicha, mirando la puerta como si una bestia atemorizante estuviera del otro lado. Cuando Dan abrió, ella se pegó más contra la pared. Él no habló; la miró, cerró la puerta y entró. Se acercó a ella. Entrelazó los dedos en el largo pelo y Anna sintió sus manos cálidas y fuertes cuando le inclinó la cabeza hacia atrás. Se miraron sin decir palabra. -¿Vas a dejar que me vaya sin decirme nada? ¿No te vas a despedir de nosotros? -preguntó Dan por fin. Elle estaba brindando una despedida familiar, pero ella no se sentía parte de la familia, sino perdida y sin esperanzas. Finalmente, el llanto que había logrado contener, estalló. -¡No llores! -Dan le secó las lágrimas con los dedos, pero éstas seguían brotando. No pudo obedecer a Dan y él la abrazó con fuerza, inclinándole el rostro hasta que ella abrió los ojos y lo miró. -¡Anna! -murmuró, ensimismado-. ¡Dios santo! ¿De dónde vienes? A ciegas, Anna movió la cabeza sin comprender sus palabras, pues todo su ser se estremecía. El le rozó los labios con los suyos y ella le correspondió con intensidad, de modo que lo que iba a ser un simple gesto de despedida se convirtió en un beso apasionado. La voz de Gavin hizo que Dan volviera a la realidad. Su padre lo llamaba desde el vestíbulo y Dan se puso tenso. Se alejó un poco y abrochó la blusa de Anna, que de alguna manera se había abierto. Se arregló la corbata y miró a la chica, sin expresión. -¡Llévame contigo! -sollozó Anna sin pensar. -Voy a casarme dentro de dos semanas -respondió con los párpados entornados, porque ella se estremeció como si él la hubiera golpeado-. He regresado sólo para que conocierais a Daphne y porque tenía asuntos que arreglar con mis editores en Londres. Viviré muy lejos de aquí. -No puedes casarte con ella -rogó y se avergonzó- ¿Cómo has podido besarme así si vas a compartir tu vida con otra? -No conoces a los hombres, Anna. Si reaccionas así con cualquier tipo, éste te besará igual -tenía el rostro duro y frío-. ¡Deseo casarme con Daphne y aunque no lo quisiera, ella está embarazada! El rostro de Anna perdió color y Dan se volvió. -Tienes sólo diecisiete años, ¡sobrevivirás! -exclamó sin piedad. Salió cuando la voz de Gavin se acercó peligrosamente. -¿Has encontrado a Anna? Ella oyó la pregunta y la respuesta. -Sí, y ya me he despedido de ella. Lo había hecho, se había despedido de la manera más despiadada porque ahora Anna comprendía que sus sentimientos hacia Dan no eran sólo la devoción posesiva de una niña. La herida que él le había causado nunca sanaría y Anna se quedó apoyada en la pared, sin moverse, mientras ellos, en el coche, se alejaban de su vida. Sin embargo, la herida sí sanó. Dan tenía razón. Durante un tiempo le resultó muy doloroso aceptar la idea de que Daphne estuviera embarazada y él tuviera que casarse con ella. Su ídolo se había caído del pedestal y ella se concentró en otros asuntos y en conocer gente nueva. Y si Dan pensaba que en lo sucesivo podría continuar dirigiendo su vida, estaba equivocado. Él iría a ver al abogado al día siguiente y se enteraría de la noticia. Se alegró de no haberlo prevenido. ¡A ella nadie la había prevenido tampoco! -No puedes casarte con ella -rogó y se avergonzó- ¿Cómo has podido besarme así si vas a compartir tu vida con otra? -No conoces a los hombres, Anna. Si reaccionas así con cualquier tipo, éste te besará igual -tenía el rostro duro y frío-. ¡Deseo casarme con Daphne y aunque no lo quisiera, ella está embarazada! El rostro de Anna perdió color y Dan se volvió. -Tienes sólo diecisiete años, ¡sobrevivirás! -exclamó sin piedad. Salió cuando la voz de Gavin se acercó peligrosamente. -¿Has encontrado a Anna? Ella oyó la pregunta y la respuesta. -Sí, y ya me he despedido de ella. Lo había hecho, se había despedido de la manera más despiadada porque ahora Anna comprendía que sus sentimientos hacia Dan no eran sólo la devoción posesiva de una niña. La herida que él le había causado nunca sanaría y Anna se quedó apoyada en la pared, sin moverse, mientras ellos, en el coche, se alejaban de su vida. Sin embargo, la herida sí sanó. Dan tenía razón. Durante un tiempo le resultó muy doloroso aceptar la idea de que Daphne estuviera embarazada y él tuviera que casarse con ella. Su ídolo se había caído del pedestal y ella se concentró en otros asuntos y en conocer gente nueva. Y si Dan pensaba que en lo sucesivo podría continuar dirigiendo su vida, estaba equivocado. Él iría a ver al abogado al día siguiente y se enteraría de la noticia. Se alegró de no haberlo prevenido. ¡A ella nadie la había prevenido tampoco! Pero las cosas no iban a resultar tan fáciles. A la mañana siguiente, se despertó con un terrible dolor de cabeza y bajó, tambaleante, para prepararse una taza de té antes de que los demás se levantaran. Se llevó la bebida a su habitación, se la bebió con dos aspirinas y volvió a acostarse. Bajó a las diez, cuando Dan entraba en la casa y, por la expresión de él, comprendió que había descubierto la verdad, la miró con severidad y le señaló el salón. -Ven conmigo, por favor. -No he desayunado -respondió, tratando de no mostrar su nerviosismo. - Me he despertado con dolor de cabeza y he vuelto a acostarme. Sigo con dolor... -Sin duda se debe al peso de la culpabilidad -la cogió por el brazo y Anna no tuvo más remedio que entrar en el salón y se estremeció cuando él dio un portazo. -Esta mañana Winters me ha llamado para pedirme que fuera a su oficina -la observó con frialdad- Creo que lo conoces. -Es... es el abogado -contestó, evitando la mirada de él. Finalmente se decidió a afrontarla, más por terminar de una buena vez que por un acceso de valor. -Anoche tuviste la oportunidad de informarme acerca del enorme papel que tendré en tu vida -gruñó-. No dijiste nada y permitiste que Winters me lo dijera. «Imagino que Anna te habrá informado de que reemplazarás a tu padre como tutor» -Dan estaba furioso y ella había olvidado la habilidad que él tenía para imitar cualquier voz- Tuvo que repetírmelo porque a ti no se te había ocurrido mencionármelo. ¿Por qué no me lo dijiste? La sujetó por los hombros y Anna volvió a recordar que Dan era muy fuerte. -Supuse que no querrías cargar con ese peso. -¡Ya me figuro que serás una carga pesada! -se burló-. Sea como fuere, ahora soy tu tutor y tú lo sabes. -¡Tengo veintiún años y eso es ridículo! Sé muy bien que no heredaré el dinero de mi padre hasta que cumpla los veinticinco y no me importa. ¡Pero un tutor es otro asunto! Cuando mi madre estipuló esa condición, yo era una niña y ella pensó que yo necesitaría de un tutor durante mucho tiempo. -¡Quizá intuyó el tipo de persona que serías! exclamó. El rostro de Anna palideció y Dan se alejó de ella. -¡Maldición, Anna!¿, ¿Por qué no me lo dijiste? -¡Quizá yo también tenga cierta intuición! -replicó con amarguraSupuse que se suscitaría esta escenita. Bastantes problemas hay sin tener que añadir éste. ¿Para qué sirve un tutor? ¡Legalmente soy mayor de edad y puedo hacer lo que quiera, y lo haré! -¿Quién te lo impedirá? -murmuró y se volvió hacia ella- Papá te cuidó. Ahora ya no necesitas a alguien que te proteja, excepto quizá... que te vigilen. El tono de él se había vuelto repentinamente amable, y eso la animó. -Dile al abogado que no aceptas, Dan -rogó mirando los sombríos ojos que la observaban. -Ignoro qué complicaciones legales surgirían con eso. ¿Por qué no decimos que soy tu tutor y entonces... olvidamos el asunto? -sugirió. -¿Estás dispuesto a hacer eso? La sorpresa le hizo abrir mucho los ojos y Dan sonrió. -¿Por qué no? De por sí tengo bastante trabajo sin tener la obligación de mantenerte en cintura durante los próximos cuatro años. Ya no te conozco bien. -¡Nunca me conociste! ---exclamó sin poder reprimirse y se ruborizó por la forma en que él la miró. -¿Eso crees? Es posible que te sorprenda. Anna se dirigió a la puerta dando por terminada la charla y se felicitó por salir del lío tan fácilmente, pero la voz de Dan la detuvo. -¡ Ven aquí! -pudo haberse irritado por el tono, pero sólo se sorprendió y regresó, intrigada. Dan le El agarr6 el brazo con una mano y descansó la otra con suavidad en la frente de la chica- Estoy comprobando tu dolor de cabeza -murmuró divertido. No sé cuál es el papel de un tutor, pero esto me parece primordial. A Anna no le pareció divertido y no le agradó la cercanía de Dan. Pero si él pensaba tomar a broma su condición de tutor, la situación no sería tan complicada. Para Anna fue un esfuerzo olímpico sonreír durante el día de la boda de Elaine. A lo largo de las últimas; dos semanas, había soportado cada día dedicándose en cuerpo y alma a los preparativos para ese acontecimiento. No había estado quieta ni un segundo y se las había arreglado para evitar a Dan. Sólo lo veía por las noches, a la hora de la cena, y a veces más tarde, cuando a ella no se le ocurría ninguna excusa para ausentarse de la sala. No se sentía cómoda en su compañía. Los cuatro años la habían cambiado. La delgada, hebra que la había mantenido bajo el poder de Dan se había roto y nada la había reemplazado. El era como un extraño y Anna no sabía si se debía a que ella había cambiado o a la actitud de Dan. -Trabajas hasta el agotamiento -le comentó Edna-. No tienes necesidad de hacerlo todo. ¡La señorita Elaine permanece sentada soñando mientras tú atiendes mil cosas a la vez! -Lo hago con mucho gusto -respondió Anna, aunque no era cierto, porque más bien lo hacía por necesidad. Dan no había dicho cuándo se iría. Casi todos los días recibía llamadas de sus editores en Londres y en los Estados Unidos, y se pasaba mucho tiempo en el estudio; sin embargo, su presencia se dejaba sentir. En cualquier momento podría decidir interferir en la vida de Anna y ella temía que eso sucediera. No deseaba volver a tener ninguna relación con Dan. El día de la boda, la iglesia estaba llena y Anna se encontraba a la entrada, esperando la llegada de la novia y tranquilizando a las dos damitas de diez años. Primero sería la ceremonia, luego ofrecerían una recepción en un gran hotel de la ciudad y finalmente todo acabaría; además, sus vacaciones pronto concluirían. Deseó poder sobrevivir a las últimas semanas. Elaine todavía no se había dado cuenta de la velada animosidad que existía entre Dan y Anna. Le daría mucha tristeza si lo descubría, porque ya habían tenido suficientes problemas. A los ojos de Elaine, su hermano seguía siendo un gigante, el mismo que había sido para Anna en el pasado. Elaine estaba bellísima, del brazo del tío de Dan, y Anna dedicó unos segundos a colocarle el velo antes de que comenzara la música y entraran en la iglesia. Y aunque sabía en dónde estaba Dan, no lo miró. De haber estado a oscuras, ella lo habría localizado. ¿En qué estaría pensando él? ¿Recordaba su propia boda? ¿Se arrepentiría de que Daphne no estuviese presente? El novelista estaba en la primera fila y cuando Elaine pasó junto a él, el escritor se volvió despacio para observar a las dos sobrinas del novio y luego a Anna. La cogió por sorpresa y durante un momento se miraron a los ojos. Elaine había elegido los vestidos pensando en Anna, y ésta estaba bellísima. Pero no la consolaba saberse guapa. Cuando Dan la miraba, nada la consolaba. Por algún motivo, le guardaba resentimiento y no podía relajarse en su presencia. Desvió la cabeza y dio un paso adelante para tomar el ramo de la novia, obligándose a cumplir con sus funciones, aunque sintió que los ojos de Dan la taladraban mientras ella permanecía de pie y daba comienzo la ceremonia. Al terminar la celebración, Anna caminó por la nave, apoyada en el brazo del padrino; se propuso no mirar a nadie y su mente le ordenó que caminara tranquila, porque pronto todo terminaría. Pero antes posaría para las fotos frente a la iglesia, y después se incorporaría a los invitados. Fue el foco de atención de todos los concurrentes. Cuando se preparaban para la foto de grupo, levantó la cabeza y vio a Bryan. El estaba vestido para la ocasión y un poco nervioso porque trataba de captar la mirada de Anna. -¡Bryan! Por favor, ¿puede esperar un minuto? -le preguntó al fotógrafo antes de correr hacia el prado, sosteniéndose el tocado, contenta y aliviada. Bendijo a Bryan por haber llegado a ayudarla. -¡Dijiste que no podrías salir del hospital! –se arrojó a los brazos de él, que sonreía contento. -Hice un cambio y corrí un poco. De haber sabido que me recibirías así, habría abandonado todo y que se las arreglaran solos. La alejó un poco para observarle el rostro y Anna sintió tanto cariño que se alzó de puntillas para besarlo frente a todos. Bryan era agradable, bondadoso y sin pizca de dureza. ¿Por qué no podía enamorarse de él? ¿Por qué no lo amaba con pasión? -¿Me incluirás en alguna de las fotos? -le sonrió y Anna volvió a sus obligaciones como dama principal, pero no le soltó la mano, porque Bryan era un escudo que la protegía de Dan y sus inquietantes sentimientos. Pareció dar resultado. Durante un rato Bryan fue el foco de atención y Anna le presentó a Dan. -Este es Bryan Scott, de quien te habló Elaine –le tomar el ramo de la novia, obligándose a cumplir con sus funciones, aunque sintió que los ojos de Dan la taladraban mientras ella permanecía de pie y daba comienzo la ceremonia. Al terminar la celebración, Anna caminó por la nave, apoyada en el brazo del padrino; se propuso no mirar a nadie y su mente le ordenó que caminara tranquila, porque pronto todo terminaría. Pero antes posaría para las fotos frente a la iglesia, y después se incorporaría a los invitados. Fue el foco de atención de todos los concurrentes. Cuando se preparaban para la foto de grupo, levantó la cabeza y vio a Bryan. El estaba vestido para la ocasión y un poco nervioso porque trataba de captar la mirada de Anna. -¡Bryan! Por favor, ¿puede esperar un minuto? -le preguntó al fotógrafo antes de correr hacia el prado, sosteniéndose el tocado, contenta y aliviada. Bendijo a Bryan por haber llegado a ayudarla. -¡Dijiste que no podrías salir del hospital! –se arrojó a los brazos de él, que sonreía contento. -Hice un cambio y corrí un poco. De haber sabido que me recibirías así, habría abandonado todo y que se las arreglaran solos. La alejó un poco para observarle el rostro y Anna sintió tanto cariño que se alzó de puntillas para besarlo frente a todos. Bryan era agradable, bondadoso y sin pizca de dureza. ¿Por qué no podía enamorarse de él? ¿Por qué no lo amaba con pasión? -¿Me incluirás en alguna de las fotos? -le sonrió y Anna volvió a sus obligaciones como dama principal, pero no le soltó la mano, porque Bryan era un escudo que la protegía de Dan y sus inquietantes sentimientos. Pareció dar resultado. Durante un rato Bryan fue el foco de atención y Anna le presentó a Dan. -Este es Bryan Scott, de quien te habló Elaine -le Capítulo 3 Anna siguió animada y sonriente en la recepción; habló con todos y condujo a Bryan de un grupo a otro, hasta que él se quejó. Elaine le estaba muy agradecida, pero muchas personas la miraron con extrañeza una y otra vez, y Dan parecía estar molesto. Ella no evitó lo más posible y cambió de dirección cuando él la miró como si estuviera a punto de hablarle; finalmente, Anna fue a refrescarse y al salir del baño vio que él la estaba esperando. -¿Pasa algo? -preguntó al vedo sombrío y segura de que durante su breve ausencia algo de importancia había ocurrido. -Aún no -respondió, severo-. Por algún capricho del destino sigues de pie. En dos semanas no has descansado y hoy has llegado al límite. ¿Qué te pasa? -Nada, me divierto. El hecho de que Dan mostrara preocupación por ella la conmocionó y se obligó a seguir con el papel que estaba representando, pero no era fácil engañar a Dan. -¡Eso dices! --exclamó--. ¡Pero yo creo que estás a punto de estallar! -No puedo quedarme sentada cuando hay tanto que hacer... -él la cogió de un brazo con firmeza. -Nadie me había informado de que harías las funciones de madre de la novia, monaguillo y encargada del banquete -declaró, enfadado-. ¡Pensé que sólo serías la primera dama de honor! -Quiero que este día sea memorable para Elaine -protestó y trató de soltarse- Si no sigo... y además, Bryan está... -¡No me vengas con eso, Anna! --el rostro de Dan se endureció y le apretó el brazo con más fuerza, casi con crueldad-. Bryan está muy bien acompañado en estos momentos. Pero no te preocupes, porque seguramente no ha despegado los ojos de esta puerta. ¡No creo que admire a nadie estando tú presente! ¡Tu proceder no tiene nada que ver con él! Dan habló con burla y amargura, y el rostro expresivo de Anna mostró irritación. -Me gustaría regresar al salón -había tensión en su voz y los ojos de Dan la recorrieron de pies a cabeza, mientras la soltaba. -¡Eres muy bella! -murmuró y levantó la mano hacia el rostro femenino para acariciarle la tez con sus dedos largos. Anna se estremeció y se atemorizó. -Por favor, Dan, estoy cansada. -Lo sé -aseguró con tono agresivo-. Y no tengo derecho a ayudarte. ¿Es eso lo que tratas de decirme con tanta sutileza? ¿No se supone que soy tu tutor? Se miraron con furia hasta que el rostro de Dan se suavizó al sonreír. -Tienes que comer algo -declaró decidido-. Me sentaré a tu lado para asegurarme de que comas lo suficiente para tener energías y seguir adelante. Te desplomarás cuando regreses a casa. Su actitud la ponía en una situación difícil, porque no era posible seguir enfadada con alguien que sonreía de esa manera. Anna hizo un tremendo esfuerzo por mostrarse natural y tranquila mientras él la llevaba al salón y la acercaba a la mesa. -¿Cuánto tiempo libre tiene tu novio? -preguntó Dan mientras comían. -Pocas horas, regresará esta noche. Trabaja tanto que casi ya no lo veo le fue difícil hablar y tratar de fingir que Bryan la tenía loca de amor, pero lo intentó. El instinto le advertía de que debía mantener a Dan en su lugar, y ese sitio ya no era su corazón; eso había terminado tiempo atrás. -Si te vas al extranjero o trabajas para el gobierno, pondrás a Bryan en una situación difícil. ¿Qué hará, te seguirá como un perrito faldero? -No es de los que harían eso -replicó. -Parece quererte mucho y es posible que supedite su vida a la tuya. -Hablas de él como si fuera un hombre inseguro, y débil. -Todo en ti lo hace zozobrar -murmuró Dan con mofa- Eres muy bella y, de alguna manera, demasiado vivaz para ser una simple mortal. No hacéis buena pareja. Anna se puso de pie y dejó el plato sin haber comido mucho. -Ya no tengo hambre -aseguró. -Estás enfadada -comentó al ver que echaba chispas por los ojos-Te prefiero así que controlada. Eso indica que sigues con vida y, en calidad de tutor tuyo, necesito saber que ése es el caso. -¡Ofreciste olvidar el asunto! -Pero sin descuidarte -le recordó. Anna dio media vuelta y fue en busca de Bryan. ¿Qué intenciones tenía Dan? Ella no le había dado motivos para que él pensara que le guardaba un poco de cariño. No se lo tenía. El incidente había ocurrido hacía cuatro años y había durado sólo un momento, durante el cual se había dejado llevar por una locura pasional. Anna retornó a la actividad, agotándose, y unos minutos después Dan apareció y se apoyó en el marco de la puerta, mirándola mientras ella se aferraba al brazo de Bryan y trataba de ignorar al escritor. La casa estaba muy sola sin Elaine, pero Anna se sentía bien. Tenía que estudiar para los exámenes y se pasaba casi todo el tiempo en su habitación. Además, se había acatarrado. Dan comenzó a escribir otro libro y parecía contento de trabajar en el estudio de Langford Hall. Casi no le dirigía la palabra a Anna durante la cena y se disculpó diciendo que cuando escribía casi no hablaba. Eso le pareció estupendo a Anna, que trabajaba todo el tiempo, aunque saber que Dan estaba en la casa le hacía difícil la tarea. Después de una mañana de mucho trabajo, ella salió a pasear por la arboleda y se encontró con el escritor. Resultaba evidente que él había salido a buscarla. -No puedes seguir así, Anna -le dijo al abordarla- Con exámenes o sin ellos, vas a terminar por ponerte enferma. -No tienes motivos para preocuparte por mí masculló entre dientes. Había querido echar a correr cuando lo vio, pero de nada le habría servido, porque él estaba decidido a hablar con ella y lo habría alcanzado. -¡Tengo muchos motivos para preocuparme por ti! No te recuperas de ese catarro, casi no dejas tu habitación y comes poco. Las pequeñas caminatas son la única concesión a tu salud. Antes eras más vivaz y ahora te desvaneces poco a poco ante mis ojos. -Será sólo durante una semana más –aseguró Anna-. Casi todos estarán preparándose para regresar, listos para los exámenes finales. Yo regresaré a la universidad el viernes. -¡No estás en condiciones físicas para hacerla tan pronto! -Me iré de todos modos. Estoy acostumbrada a tomar decisiones. Además, eso me permitirá estar con Bryan antes de que los exámenes me monopolicen. -¿De verdad te vas a casar con él? -preguntó con los labios apretados¿Tenía razón Elaine al decir que pronto tendríamos otra boda? -Por el momento, los dos estamos sumamente ocupados, pero imagino que tarde o temprano sucederá -respondió muy tensa, porque pensar en el matrimonio la ponía nerviosa. -¿Vives con Bryan? -Vivo en la residencia de la universidad -respondió después de recobrar el aliento y de tragar en seco. Dan no se dio cuenta de que ella se había ruborizado. -Lo sé, pero sabes que no es eso lo que quiero decir -habló con tanta dureza que Anna quedó pasmada. Supongo que quería proteger a su recién adquirida pupila, que deseaba calibrarla, y eso la enfureció. No necesitaba que Dan husmeara en su vida. Además, parecía contento de no tener a su esposa a su lado. -¿Quieres saber si me acuesto con él? ¡No es asunto tuyo! -se volvió y lo miró de manera feroz- Yo no te hago preguntas de índole personal, así que lo que Bryan y yo hagamos es asunto nuestro. Nos queremos -añadió con voz ahogada. Pero no era cierto, porque sólo se tenían afecto, y designarlo como su novio o amante sería inexacto porque los dos estaban demasiado ocupados con sus estudios para estar juntos mucho tiempo. Simplemente era una situación cómoda para ambos. Llevaban dos años saliendo juntos y casi siempre en compañía de amigos. De ninguna manera se lo diría a Dan ni daría lugar a que él pensara que ella seguía aferrada al recuerdo de hacía cuatro años. -¿Os queréis? -cuando Anna se disponía a alejarse, le sujetó los hombros y la hizo volverse para que lo mirara- ¡Parece que no es capaz de controlarte! -Nos queremos -respondió-. Y como es así, no necesito que nadie me controle. -Siempre has necesitado un poco de control, excepto cuando yo estaba presente. -Te tenía miedo -murmuró tensa- Para mí eras como un amenazante hermano mayor. -¿Siempre? -preguntó con sorna y la sujetó con más fuerza. -¡He madurado y he comprendido que no eres perfecto! -los largos dedos se clavaron en los delicados hombros y Anna casi no podía respirar- No te conozco en absoluto y con el tiempo, es lógico que la gente se aleje. -Es verdad, nada permanece igual. Las vidas cambian y no siempre van en mejor dirección. Yo me fui para hacer fortuna y lo logré, pero al hacerlo perdí toda una vida. Bajó las manos y se volvió hacia el sendero, y de nuevo Anna tuvo ganas de consolarlo. Dan había perdido a su padre, y aunque ella quería mucho a Gavin, debía de ser peor para el escritor. De pronto, el arrepentimiento la desgarró y extendió una mano para tocarle un brazo. -Oh, Dan. Él la observó durante un momento; luego sonrió y le cubrió los dedos con su mano. -¡Al diablo! exclamó Dan-. No sirve de nada lamentarse. Le rodeó los hombros con un brazo y la guió hacia el sendero para regresar a la casa. -¿Cuándo regresarás a las Bahamas, a tu isla? preguntó pasado un minuto, tratando de llevar la conversación a un terreno neutral y deseando con desesperación que Dan se alejara lo más posible de ella. -Cuando las cosas se hayan calmado -respondió-. Me es fácil trabajar en Langford Hall. Sólo necesito una máquina de escribir y aquí tengo una. Deseo que todo vuelva a la normalidad y que Elaine regrese de su luna de miel. Me quedaré hasta que hayas terminado tus exámenes finales. -¡No es necesario! ¡No debes ir a Oxford a verme! Anna habló de manera extraña y nerviosa, y se puso rígida cuando Dan apartó el brazo de sus hombros. -No tengo intenciones de ir. Sé que estarás muy ocupada y que cada minuto libre se lo dedicarás a Bryan. Me conformaré con estar al otro lado del teléfono, en caso de que me necesites... en caso de que alguno de los dos me necesite. -Supongo que tu esposa te echará de menos -intercaló-. Cuanto más tiempo permanezcas aquí, más tardarás en reunirte con ella. Piensa que durante cuatro años no te necesitamos y lo mismo ha ocurrido durante los últimos siete. -¡Conozco mis defectos! -gruñó-. De haber estado aquí, habría visto más a papá. Acepto mi negligencia. Sin embargo, no estoy desatendiendo a mi mujer porque no lo es. Ella se detuvo, boquiabierta; Dan también dejó de caminar y la observó con frialdad. -Dijiste que te casarías con Daphne -murmuró asombrada, mientras trataba de asimilar la información-. Le vi un gran anillo y... -Al final, el matrimonio no nos pareció conveniente -le informó. Dan permaneció quieto, con las manos dentro de los bolsillos y la mirada burlona. Anna se ruborizó al comprender por qué él se mostraba tan mordaz. Daphne se había quedado embarazada y, sin embargo... Jamás imaginó que Dan podría defraudar a alguien. ¿Sabía él que no se casaría con esa pobre chica embrazada cuando vino a verlos a la casa? ¿Cuántas mujeres más había en el camino? ¿Así era la vida en el mundo literario y de las películas, o ella era demasiado joven para notar cómo era él en realidad? -Entonces, como estás sin ataduras ni obligaciones, puedes hacer lo que te venga en gana, ¿no? -logró decir Anna con frialdad- Sería agradable saber que habrá alguien en esta casa, además de Edna. -¿Eso qué importa? -se burló--. Me diste a entender que no regresarías a Langford. -No tengo por qué regresar -replicó--. La gente es quien forma un hogar, no un conjunto de piedras viejas. -Me han calificado de muchas maneras, pero nunca me habían asociado con una piedra vieja ---comentó él con ironía- Pero eso no me sorprende. Supongo que ahora mi hogar está en la isla, eso si tengo uno. Al irse Elaine desapareció la última calidez de Langford Hall. ¿Por qué hemos de seguir teniendo esta propiedad, Anna? No soy bienvenido y tú no deseas, vivir aquí. El se volvió hacia la casa y sus palabras hirieron el corazón de la joven. . -Dan -habló en susurros y él se volvió y adivinó todo por la expresión de sus ojos. -¿Te doy lástima? ¡No la necesito y tampoco de un montón de piedras viejas! -Entonces, vende la propiedad -murmuró con amargura, porque la burla de él le quitó el deseo de ser amable. -Eso no; durante generaciones un Toren ha vivido en ella y algún día habrá descendientes. Aún no me he casado, pero lo haré. Además, hace dos semanas me rogaste que no la vendiera. Si cambias de opinión con tanta rapidez, seguramente lo harás de nuevo. Y como Elaine se ha casado, sólo quedamos tú y yo. Lo dejaremos pendiente hasta que sepas lo que deseas hacer y hablamos del asunto. -Cuando me case, también yo tendré mi casa repuso Anna. -Avísame cuando llegue el momento -murmuró Dan-. Desde luego, un médico no podrá darse ese lujo, pero tendrás tu herencia y si trabajas para el gobierno, ¿quién sabe? Tal vez te la venda a ti. Dan quiso llevarla a Oxford, pero Anna se negó. Tenía su coche y no habría podido viajar con el escritor a su lado. El se encogió de hombros y la dejó en paz, y ella partió sintiéndose muy triste y culpable. El trayecto le pareció interminable y su resfriado se complicó con tos. Fue agradable regresar al lado de sus compañeros, aunque en ese momento todos estaban tensos y lo mostraban de diferentes maneras. En su pequeño grupo de amigos había pocos que salieran con frecuencia, pero ella se unió a ellos todas las noches de la última semana previa a los exámenes, para ir a comer pizza y beber una copa de vino en un bar bullicioso del pueblo. Era un sitio popular entre los estudiantes. Anna creyó que vencería al catarro, pero éste empeoraba día a día. Decidió que saldría por última vez el viernes. Su sentido común le aconsejaba quedarse en la cama, pero había decidido no hacerle caso. El tiempo pasado con Dan le había perturbado más de lo que deseaba aceptar, y cada momento a solas era propicio para que él se colara en sus pensamientos. No podía permitirse el lujo de que volviera a dominarle la mente. El ambiente de ese viernes era más bullicioso que de costumbre; Anna se sentía nerviosa y sin ganas de diversión, a pesar de su aparente alegría. El ruido le retumbaba en la cabeza; el humo le irritaba los ojos y comenzó a sentir que tendrían que ayudarla a regresar a su dormitorio. De nada le serviría llamar a Bryan, porque la amonestaría por no haberse cuidado del catarro. La imagen de Dan apareció de repente frente a ella, y lo miró boquiabierta y atontada. No podía creer que en realidad fuera él; pensó que era un espejismo, pero después de cerrar y volver a abrir los párpados, Dan seguía presente, más enfadado que nunca. -¡Vamonos! -ordenó el novelista. La cogió del brazo, la puso de pie y se oyeron varias protestas que lo irritaron más. -¡Anna!¿, ¿Quién es ese Superman? -¡Suéltela, señor! Todos rieron, pero nadie trató de detener a Dan. Bromeaban con ligereza y Anna comprendió que si Dan la estuviese raptando no habría nadie en condiciones para ayudarla. La condujo hacia la puerta y al aire libre, donde ella comenzó a toser sin control. Él no le tuvo ninguna consideración. La esperó con creciente impaciencia antes de llevarla a su coche, el mismo con que había ido a Langford Hall. -¿Qué haces y por qué has venido? No quiero... -¡Entra! . Las palabras sobraban, porque la metió en el coche y a ella le pareció que sólo pasaron unos segundos antes de que él entrara en el aparcamiento de uno de los mejores hoteles. Tampoco le fue difícil salir del coche; Dan tiró de ella sin miramientos y Anna casi no tocó el suelo con los pies, mientras él la conducía a través de unas impresionantes puertas, hasta llegar a un opulento vestíbulo. Anna todavía no se había repuesto de la conmoción causada por su repentina aparición. Pero se recuperó cuando se encontró en la habitación de él y oyó que Dan pedía una taza de café. -¿Qué haces? -exigió la chica al ponerse de pie sintiendo las piernas débiles y mirándolo con furia. Dan la miró con más furia. -Hablaré contigo después de que te hayas bebido el café y puedas pensar con claridad. Ella comprendió de inmediato. -¿Crees que estoy borracha? -Estoy seguro -replicó. -Te equivocas; sólo he bebido una limonada con hielo. Y si has pedido el café para mí, cancela la orden. ¡No me gusta el café sólo! Dan la observó con detenimiento, levantó el auricular y cambió la 'orden por una bandeja con té. Anna tuvo que sentarse porque las piernas ya no la sostenían. -¿Qué diablos hacías con ese grupo de camorristas? -.:...gruñó, acercándose a ella muy erguido. -Ese grupo de camorristas son estudiantes que se desahogan antes de los temibles exámenes. También tú fuiste estudiante. ¿Nunca hiciste algo parecido? -¿Estaba Bryan con vosotros? -inquirió, mostrando recelo e ignorando los comentarios de Anna. -No. ¿Qué haces aquí, Dan? Si crees que toleraré ese asunto del tutelaje, que es una tontería... -He venido a despedirme porque regreso a la isla. Dan se volvió y Anna sintió que un terrible desaliento la envolvía. -¡Ah! Dan se volvió para mirarla con el ceño fruncido. -Durante un momento pensé que te habían informado de mi partida y que celebrabas la noticia. -Ya te he dicho lo que estábamos haciendo murmuró. Levantó la cabeza y lo miró con ojos sombríos y cansados-o Dijiste que te quedarías hasta que yo terminara los exámenes. -¿Por qué motivo habría de hacerlo? No necesitas un tutor. No somos amigos ni parientes, así que, ¿qué diablos somos? Reñirnos cada vez que nos vemos. No hay motivo para que me quede. -Supongo que tienes razón --desvió la mirada y después de un momento, él se acercó y le obligó a levantar la cabeza. -¿Has comido? -No, no me apetecía una pizza... Pero Dan no la escuchó, porque estaba pidiendo unos sandwiches para acompañar el té. -Te odiarán porque el té seguramente ya viene en camino. -No te preocupes por eso; no les pasará nada si no cometen el error de mostrar desagrado -señaló con seriedad y ella quedó segura de que nadie se quejaría después de ver el rostro de Dan, rojo de ira. -¿Cómo diste conmigo? -lo observaba como si estuviera levemente drogada y él la miró con irritación. -Pregunté en dónde se reunían los estudiantes y seguí el ruido. -¿Por qué te tomaste la molestia? Podrías haberme enviado una postal desde la isla -habló con frialdad y con los labios apretados. -Pensé que te gustaría estar segura de que me iba. Si quieres, puedes acompañarme al aeropuerto para que no te quede ninguna duda de que quedarás libre. «¿Libre? Querrá decir sola». Ella desvió la cabeza y él se quedó callado; el silencio que se creó fue casi insoportable. Anna se quitó la chaqueta y se arrellanó en un sillón. Dejó de luchar contra el cansancio y cuando el camarero llegó para colocar la bandeja sobre una mesita, estaba casi dormida. --Come, bebe y alégrate ---comentó Dan con burla al servirle el té y señalar los sandwiches. Ella no deseaba comérselos, pero pensó que debía hacerla. Era mejor ceder cuando Dan estaba furioso, y nunca lo había visto de peor humor. Anna concilió el sueño y él ya no habló. Se paseaba por la habitación. De pronto, ella sintió que la sacudían levemente. -¡Levántate, es hora de que te acuestes en la cama! -ordenó el escritor. -¿Me llevarás al dormitorio? ---casi no podía mantener los ojos abiertos y se tambaleó cuando Dan la soltó. -No, hay una habitación contigua a ésta y pasarás aquí la noche para que pueda vigilarte. -No puedo. -¿Nunca has pasado una noche fuera de la residencia? -preguntó Dan con dureza, y como era obvio que ya se había formado una idea, Anna no lo desilusionó. Muy enfadado, la llevó a la habitación vecina, donde señaló una mullida cama de aspecto tentador. Anna fue presa de un nuevo ataque de tos, pero Dan salió sin que le importara el hecho de que ella podría ahogarse. ¿Qué otra cosa podía esperar de él? Anna se dijo que eso no era justo, que aunque Dan no se hubiera interesado nunca en ella, siempre había sido considerado. Y si analizaba bien la situación, debía aceptar que ella siempre había sido la primera en plantear problemas. La obsesión que había tenido por él la hizo ser tímida y sensible, por lo cual era imposible llevarse bien con ella. De seguro Dan se había hartado de la situación. De pronto, Anna recordó que no tenía nada consigo, ni siquiera un camisón, pero no abandonaría la deliciosa cama. Se desnudó con dificultad, se sentó para quitarse los zapatos y descansó un momento porque la tos la agotaba aún más. Dan regresó, pero ya no le importó que la viera en ropa interior. -He bajado para conseguir esto -murmuró y le enseñó un jarabe contra la tos-. ¿Estás segura de que no bebiste alcohol? Estas medicinas pueden ser peligrosas cuando se mezclan con bebidas fuertes; provocan sopor. -Una limonada -respondió, cansada- Y nada podría ponerme más somnolienta de lo que estoy. Dan le dio una cucharada y Anna se mantuvo quieta, como una muñeca de trapo, mientras él giraba la tapa de la botella y dejaba la cuchara sobre la mesita. La chica tenía los párpados cerrados y no pudo hacer el esfuerzo de abrirlos. -A la cama -murmuró Dan al ponerla de pie y luego la dejó sobre las frescas sábanas, antes de cubrirla con cuidado y apagar las luces. -Gracias, Dan -él no respondió y ella ya dormía cuando Dan salió. A la mañana siguiente, una camarera la despertó cuando le llevó el desayuno; Anna se sentó en la cama y comió casi todo. Sabía que Dan llegaría para ver cómo estaba. El lo hizo, justo cuando ella terminaba, pero esa mañana no estaba tan cansada, de modo que fue consciente de que sólo llevaba la ropa interior. -Puedes levantarte -le informó a secas al mismo tiempo que Anna se cubría con las sábanas hasta el cuello-. Pagaré la cuenta, te llevaré a la universidad y me iré. Las palabras la hicieron sentirse muy sola y no pudo hablar. Se limitó a mirarlo con fijeza. --Cuando llegues a los dormitorios debes presentarte a la encargada y decirle que estas enferma -la miraba de manera agresiva y ella bajó la vista. -Solamente es un resfriado. -Aunado a un terrible agotamiento. En esas condiciones las pulmonías se desarrollan con facilidad. Y dado el aspecto de tus compañeros de anoche, supongo que te preguntarán dónde has estado y no se preocuparán más. -¡Todos somos adultos y sabemos cuidamos! Seguramente nadie te vigiló cuando eras universitario. -Tenía más aguante que tú, no había organizado ninguna boda, perdido a un ser querido, trabajado hasta el agotamiento, ni pescado un catarro. ¡No acostumbro a hacer mil cosas a la vez! -Es una lástima que los exámenes tengan que ser ahora -murmuró, inquieta por la voz agresiva. --Cierto. Sin duda tendrás que volver a presentarte el año que viene murmuró con sarcasmo. Aquello era demasiado. Anna sintió una ola de furia y sin meditar se destapó, bajó las piernas de la cama y se puso de pie. -¡Nunca llegarás a saberlo! Y para entonces seré independiente, gracias al cielo. Medítalo bien si crees que puedes separarme de mis amigos y traerme a un hotel para darme un sermón al día siguiente, como si fueras un tío sesentón. Sabemos muy bien cómo está el asunto del tutelaje. ¡La isla te llama, así que vete! El enfado desapareció un poco cuando vio que Dan la observaba con un gesto de diversión. -Muy bien -aceptó--. Me iré a mi sitio, pero no olvides totalmente mi consejo. ¡Si bajas más de peso, estarás demasiado flaca para ser interesante! De manera intimidante, el recuerdo de las caricias de Dan, cuatro años atrás. llenó su mente. Casi podía sentir la sensualidad de las manos de él en su cuerpo. Se ruborizó y Dan torció los labios antes de salir y cerrar la puerta. Durante la época de exámenes, comprendió lo que Dan había visto cuando la había acusado de descuidar la salud. La muerte de Gavin, el esfuerzo de mostrarse natural en presencia de Dan, el trabajo que se había adjudicado para la boda de Elaine y los estudios, la habían dejado al borde del agotamiento. El catarro le duró semanas y aunque comenzaba a desparecer, comprendió que debía acudir a un médico. Lo único que parecía funcionarle era el cerebro y luchó durante los exámenes como si fuera una batalla sin fin. Tuvo que aceptar que volver a estar en compañía de Dan la había desmoronado. Siempre lo había considerado muy importante en su vida y no podía aceptar que él hubiera defraudado a una mujer. A solas, buscaba al antiguo Dan, aquél al que había amado con locura. Eso no fue provechoso para su estado físico. Empeoró la situación y le causó insomnio. Dan se había ido muy lejos. Pensaba en él mientras yacía en cama, esperando que amaneciera. Los exámenes terminaron, pero ella no pudo tranquilizarse. Los demás estaban felices, pero ella no tenía nada que celebrar. Todos los años de estudio le parecieron un desperdicio y pensó que quizá ni siquiera debía haberse presentado a los exámenes finales. Bryan la llamaba con regularidad, pero' no deseaba verlo. Todo significaba un gran esfuerzo; comer la agotaba, pero se las arregló para que Bryan no se diera cuenta. No quería que la sermoneara, porque ésa era función de Dan. Decidió quedarse en la universidad para tratar de descansar. De todos modos no sabía qué hacer. En casa había dicho que se iría al extranjero. Declaró que cogería un empleo mientras se enteraba de los resultados, idea que a Dan no le agradó. De hecho, no estaba en condiciones de hacer nada y ya había rechazado dos entrevistas porque no tenía ánimos para asistir a ellas. Además, no tenía a dónde ir. Definitivamente no podía regresar a Langford Hall. Sería terrible sin la presencia de Elaine, y ella pasaría todo el día pensando en Dan. Ni siquiera estaba segura de tener el derecho de regresar allí. A pesar de lo dicho por Dan al principio, se habían despedido casi como enemigos. El no se había puesto en contacto con ella. Por ese lado, al menos, todo estaba tranquilo. Durante las noches no lograba conciliar el sueño, aunque dormía breves siestas durante el día. Ya no estaba resfriada. Quizá la próxima semana se sentiría con ánimos para irse de ahí y comenzar una nueva vida... Capítulo 4 Dan llegó cuando Anna se había echado a dormir un rato, cosa que hacía con bastante frecuencia últimamente, porque el cansancio le impedía pensar con normalidad. Cuando Anna abrió los ojos lo vio de pie, junto a ella, y furioso. Su tutor se movía con nerviosismo, y aunque ella habló, Dan no le hizo caso y volcó su furia contra la desventurada mujer que estaba en el umbral. -¿Por qué no me han llamado antes? ¿La política de la escuela es permitir que un estudiante se desmaye sin avisar a los familiares? Dan estuvo furioso y Anna no pudo intercalar palabra alguna. ¡No podía creer que él estuviera ahí! -¡La actividad, los exámenes finales, tantos estudiantes... después de todo, son mayores de edad, señor Toren! Muchos de ellos no soportan la tensión de todo esto. Comprendimos que sucedía algo cuando ella dejó de salir de su habitación... -¡Pues va a salir de ella ahora mismo! -gruñó Dan-. Y si hay alguna formalidad, encárguese de ella. ¡Dentro de quince minutos la sacaré de aquí! La mujer salió dando un portazo. Anna ya se había sentado en la cama, un tanto desorientada. -¡Dan!, ¿Qué haces aquí? No comprendo. -Me han pedido que venga -respondió muy tenso-. Han llamado a casa y yo estaba allí. De haberlo hecho un día más tarde, no habrían encontrado a nadie, porque planeaba regresar mañana a la isla. Además, estaba en casa por mera casualidad. ¡ Aquí no sabían que la familia se había separado y es evidente que tú no pudiste hablar con cordura! -No recuerdo que me hayan hecho preguntas murmuró, temblorosa. -Lógico -observó la palidez de su rostro-. No necesito ser médico para reconocer el agotamiento mental y físico. Apuesto a que no sabes qué día es hoy. ¿En dónde estaba tu novio, mientras tú desfallecías? -No he salido. Bryan trabaja mucho y yo... -¡Saldrás ahora mismo! --exclamó. -Puedo quedarme aquí, yo... -Es posible que no te hayas dado cuenta, Anna, pero ya no queda ni un estudiante en la universidad. ¡Los exámenes han terminado y todos se han ido! ¿Pensabas quedarte hasta que el portero te encontrara? Irás a casa conmigo. -¡No iré a Langford Hall! Creí... ¿Por qué no estás en Bahamas? -Decidí esperar un poco. De todos modos, no regresarás a Langford Hall. He dicho que vendrías a casa conmigo y me refería a la isla. Ya tengo mi billete de avión y tendré el tuyo en menos de una hora. Estoy seguro de que no cobrarán tarifa de adulto por ti -añadió con sarcasmo-. ¡No eres más que un bonito montón de huesos! -No puedo ir a la isla -declaró con la mano en el cuello-. No puedo ir porque... No pudo terminar la frase. No podía reconocer ante Dan lo difícil que le resultaría soportar la presencia de Daphne. ... :Vendrás conmigo, Anna -se arrodilló a su lado para observarle el rostro demacrado-. No te dejaré -murmuró, decidido-. Estás al borde del colapso. Permanecerás conmigo hasta que esté seguro de que te has recuperado. -¡Estoy perfectamente! -aseguró con enojo-. Iré a casa de Elaine y Steve. -¡Se acaban de casar! Serías inoportuna. -¡No necesito que me cuides! -no tenía ganas de reñir, pero trató de protestar. -Eres una criatura y después de las últimas semanas comienzo a sentir admiración hacia tu madre por la previsión que tuvo. ¡Jamás sobrevivirás sola! -abrió el armario y comenzó a llenar la maleta. Cuando Anna protestó y se puso de pie, Dan le ordenó que volviera a acostarse. Dado su terrible humor, la chica decidió que era más conveniente obedecer y lo observó con los ojos bien abiertos mientras él guardaba sus cosas. -Por su aspecto, toda tu ropa debe de quedarte grande -especuló-. En Nassau compraremos lo que puedas necesitar. Antes de que pasara una hora, Anna estaba en el coche de Dan, rumbo a Londres, demasiado cansada para seguir protestando y con los ojos fijos en el perfil de él. -Si el coche es alquilado, debe de costarte una fortuna -comentó pasado un rato- Hace tiempo que lo tienes. Dan la miró, sorprendido por el comentario banal. Quizá pensó que Anna se había vuelto loca. -Lo compré a mi llegada. -¿Cómo lo venderemos? ¡Tendremos que hacerlo a nuestra llegada a Londres! Volvía a hablar como una niña, en plural. «¿Qué haremos con esto, Dan? ¿Qué les diremos, Dan?» Preocupado, él la miró de soslayo y notó que tenía las manos entrelazadas sobre el regazo. -En este momento no me importa si lo abandonamos en la carretera respondió enfadado. Le cubrió las manos con una 'suya-. ¡Duérmete, falta mucho para que lleguemos!. -De acuerdo, estoy cansada, Dan. -Muy bien -habló con voz extraña y ronca, y Anna quedó intrigada durante un rato antes de cerrar los ojos y quedarse dormida, con la cabeza apoyada en el hombro del escritor. El no vio la expresión desolada de la chica mientras conducía hacia el aeropuerto. A Anna todo le pareció un sueño. Pasaron la noche en un hotel, y aunque ella trató de dormirse de inmediato, Dan llamó a un médico, que la examinó y la miró como si ella se hubiese puesto enferma premeditadamente. Diagnosticó fatiga y secuelas de un resfriado mal curado. Dijo que podía hacer el viaje, pero que tendría que descansar tan pronto como llegara a su destino. Dan escuchó al médico con el ceño fruncido y cuando el doctor salió, cerró la puerta y dijo que él había hecho el mismo diagnóstico. Por primera vez en mucho tiempo, Anna durmió relajada y profundamente. Cenó algo por complacer a Dan y lo siguió con la mirada cuando él apagó la luz antes de salir de la habitación. Estaba preocupada por todo: por la isla, por estar en el mismo sitio donde Dan había llevado a otras mujeres. Volvía a sentir unos celos infantiles, porque le resultaba difícil controlar sus pensamientos. Lo había querido mucho. ¿Cómo se sentiría ella cuando llegaran a la isla? Se hizo preguntas acerca del hijo de Dan. ¿Seguía viéndolo él? ¿Lo aceptaba como su hijo? Durante cuatro años Anna había pensado que Dan estaba casado y en ese tiempo ella había construido una vida basada en ese hecho. Era posible que Daphne fuera a verlos. Aferrada a las sábanas, durmió un profundo y restaurador sueño. Las islas parecían joyas dentro de un mar cristalino y verde, y las blancas olas lamían con su espuma la playa. Anna las observaba fascinada. Desde el aire, el paisaje era el paraíso soñado por todos: coral, mar y cielo. En ese momento, estaba tranquila y satisfecha, más de lo que había estado desde que Dan se había alejado. -¿Puede uno ver la isla desde aquí? Ilusionada, se volvió hacia su tutor y por primera vez en mucho tiempo, él le sonrió. Después, se mostró tenso y enfadado; era evidente que no la deseaba a su lado y que se impacientaba igual que ella por el asunto de la tutela. Por lo mismo, fue un alivio ver que la antigua sonrisa le suavizaba los ojos por un momento. -No, es muy pequeña y queda en el horizonte. Si voláramos más alto, quizá la veríamos. Mide sólo cinco kilómetros cuadrados. Muchas islas son así; otras son más pequeñas. -¿Tiene nombre? -Sí. Amara Cayo -¿Qué significa? --el interés de Anna pareció olvidar por un momento su mal humor, que no lo abandonaba desde que la sacó de la universidad. -Cay significa islita. Hay unas setecientas en Las Bahamas, quizá más. Nadie lo sabe a ciencia cierta. -Amara es un nombre bonito, ¿qué significa? -No lo sé. Quizá fuera el nombre de la amante de algún pirata. Esas islas solían ser muy peligrosas por que las frecuentaban los bucaneros. En la actualidad hay mucho contrabando. No es seguro navegar entre ellas de noche. Podría decirse que los piratas siguen visitándolas. -¡Pero éstos ya no usan pendientes de oro y machetes! -exclamó Anna. El le tomaba el pelo, como solía hacer en otros tiempos; sintió que una ola de felicidad la envolvía. Cuando se mostraba tan bondadoso con ella, no podía recelar de él. Lanzó un suspiro y su rostro se iluminó con una sonrisa. -¿Me vas a explicar ese suspiro de añoranza? -preguntó el novelista. -¡A la satisfacción! -exclamó, bajando la guardia-. Pensaba que... Se perturbó al darse cuenta de lo que decía. Había estado a punto de exteriorizar sus pensamientos y revelar que estaba contenta. Era muy posible que al llegar a Amara Cay encontrara a otra mujer. -¿Qué ibas a decir? -¿Qué estarán haciendo en casa? -preguntó de manera evasiva y él hizo una mueca. -Seguramente has suspirado de alegría, porque no haces lo mismo que ellos pueden estar haciendo comentó a secas. -No he avisado á Bryan que me iría -murmuró, sintiéndose culpable-. Se preocupará. -Después de que aterricemos, le enviarás un mensaje -recomendó Dan-. Y como sus ocupaciones le impidieron enterarse de que estabas enferma, es posible que aún no sepa que te has ido. -No comprendes nuestra relación -protestó sabiendo que debía seguir fingiendo estar enamorada de Bryan, porque nada había cambiado. Pero sólo soñaba despierta. La tensión de los últimos meses la había dejado vulnerable y no deseaba reñir con Dan. En la vida de él no había lugar para ella. La cuidaba por considerarla una responsabilidad. ¡Ella no era más que eso! La trataba como a una hermana. De haber sido ella Elaine, habría hecho exactamente lo mismo. -¿Comprender? ¡No, definitivamente no la comprendo! -musitó con furia velada y Anna se encogió. Eso dio fin a la tranquilidad y Anna dirigió la vista al mar color turquesa. Su alegría se había desvanecido y el mundo ocupaba su real dimensión. Dan la llevaba a la isla para que se repusiera y esto requería bastante tiempo. El y Anna no tenían nada en común. Nassau estaba atestada, bulliciosa y calurosa. De hecho, el clima era perfecto, pero después de Inglaterra y debido al estado de salud de Anna, no pasó mucho tiempo antes de que se sintiera cansada. -Iremos directamente a la isla -exclamó Dan después de observar su palidez y el cansancio de sus ojos. -Creo que me voy a cortar el pelo -murmuró la chica al alejárselo de la nuca. -No te precipites. Dale tiempo y te acostumbrarás al calor. Puedes recogértelo como solías hacerlo. -¡Pesa mucho! -se quejó con testarudez. -Es muy bonito y, si te lo cortas, te arrepentirás, porque no podrás hacer nada al respecto. Las acciones drásticas pueden ser contraproducentes. El tono la sorprendió y se volvió para mirarlo, pero Dan estaba muy ocupado buscando un taxi. El taxi los llevó hasta el muelle y ahí el calor no resultaba tan abrumador porque la brisa del mar refrescaba. Además, el panorama era fascinante. Detrás del muelle había un mercado al aire libre y de las islas llegaban barcos con fruta, legumbres, caracoles, cangrejos y langostas. Todo era tan colorido que Anna podría haberse quedado todo el día observando. Además, algunas personas conocían a Dan, porque le hablaban, reían y bromeaban con él. Alegres, observaban a Anna con curiosidad. Dan no les explicó quién era y ella se sintió incómoda. Debían de estar acostumbrados a verlo en compañía de Daphne. -¡Adelante! -Dan le indicó que caminara mientras el conductor del taxi llevaba algunas de las maletas, y no tardaron en subirse a una elegante lancha blanca, anclada en el muelle. Dan le pagó al chofer y acomodó a Anna en el camarote, debajo de la cubierta; abrió la ventana para que entrara la brisa. -Quédate sentada un rato y recupérate, en seguida vengo. Nerviosa, lo observó irse, pero él sólo fue al mercado, porque regresó pronto con frutas y legumbres, muchas de ellas desconocidas para Anna; lo acompañaba un vendedor moreno con más bultos. Así vivía Dan en ese sitio cálido y emocionante. Con razón no había regresado a Inglaterra. Anna se entristeció y cerró los párpados para no ver el futuro. Dan volvía a ocupar su corazón y ella estaba demasiado cansada para echarlo fuera. -¿Anna? -murmuró. La cogió por los hombros al inclinarse para observarle el rostro--. ¿Te sientes mal? -No, estoy bien --esbozó una sonrisa, pero no lo convenció. -Sube a cubierta y vamos a empezar el trayecto. La brisa te hará bien. Cuando lleguemos a casa, Josie te llevará a la cama. -¡No quiero acostarme! -protestó y lo siguió a cubierta. Se paró junto a él, cuando levantó el ancla e hizo funcionar los motores. -Ha llegado el momento de que obedezcas bromeó, pero ella notó que estaba preocupado y eso aumentó su sentimiento de culpa. Ni siquiera había preguntado quién era Josie. Anna comprendió que no debía entrometerse y que debía dominar la lengua. Sería tal como Dan quería que fuera, y luego ella regresaría a Inglaterra y lo olvidaría. Pero recordó que no tenía hogar y se obligó a olvidar ese detalle. ¡No se convertiría en una carga para Dan ni para nadie! Ya en mar abierto, la lancha se deslizó como un galgo y Anna se sintió emocionada mientras se sostenía de la barandilla, aliado de Dan. El rostro del escritor, con expresión primitiva y libre, le dio a entender que disfrutaba del viaje y comprendió muy bien cómo se sentía él. -¿Te gusta? -la miró con el rabillo del ojo y, pasmada, Anna no pudo controlar la emoción que la embargaba. Desvió la cabeza antes de contestar. -¡Mucho! No dijo nada más, pero cuando lo miró sin que él se diera cuenta, notó que sonreía y el corazón se le volvió a aligerar. Por lo pronto estaba con Dan, y aunque sólo fuera durante el viaje, compensaba con creces la infelicidad que había sufrido. -¡Mira! -señaló las olas y redujo la velocidad cuando comenzó a navegar en aguas menos profundas. Anna miró y se quedó boquiabierta. Lo que veía parecía un país de hadas, un mundo de coral y diminutos peces. El agua era tan cristalina que podía ver la dorada arena del fondo y los corales blancos con reflejos rosados, formando castillos y cavernas. -¡Qué bonito! -Te llevaré a bucear -prometió-. Después de que recobres tus fuerzas. -¿Hay tiburones? -preguntó, sin apartar los ojos del fondo del mar. -No por el arrecife. Al otro lado de la isla hay una bella bahía donde me gusta nadar. Anna estaba tan hipnotizada y encantada que no notó que la lancha reducía más la velocidad y, al levantar la cabeza, vio que se dirigían hacia una playa arenosa, con palmeras y arbustos en flor, rocas blancas y al fondo, detrás de un pequeño embarcadero, una casa blanca rodeada de coloridos jardines. Era Amara Cay, la isla de Dan. La miró con los ojos bien abiertos, se sujetó el pelo ondeante y Dan acercó la lancha al atracadero, apagó los motores y saltó para amarrar y ofrecerle la mano. Anna seguía admirada cuando él le rodeó la breve cintura y la levantó para bajarla al muelle. -¡No puedo creerlo! -murmuró-. A menudo me he preguntado cómo sería tu isla y... ¡ahora estoy aquí! -¡Por fin! -señaló con voz extraña cuando ella levantó la cabeza y vio que Dan la observaba con detenimiento y con una expresión incomprensible. -Podría ser el cielo -rió nerviosa. -A veces, está cerca de serlo -murmuró Dan. Dan guió a Anna hacia la casa, y la chica notó que estaba contento de haber regreso, de haberse alejado de Inglaterra, de Langford Hall y de los momentos tristes. El deseaba vivir yeso hacía. Le había dicho a Elaine que tan pronto terminara su trabajo en los estudios cinematográficos, regresaría a la isla. De no haber sido por la muerte de Gavin y la boda de Elaine, Anna quizá no lo habría visto de nuevo. Pensarlo la tranquilizó, y se mordió un labio porque se sentía temblorosa y decaída después de la emoción del viaje. La casa le pareció muy lejana y creyó que sería mucho esfuerzo caminar hasta ella. Sin previo aviso, Dan la cogió en brazos, hecho que la sorprendió. -Estás débil, señorita -insistió cuando ella le rogó que le permitiera caminar- Faltan unos metros y estarás mucho más cerca de Josie y de la cama. Dan reía de nuevo, ya no estaba de mal humor, y Anna le echó los brazos al cuello para equilibrarse. -¿Quién es Josie y qué pensará si nos ve llegar así? -protestó. -Josie lleva la casa y Abe, su esposo, se encarga del jardín y de todo lo demás; tan pronto como te vea, pensará que he pescado una sirena de pelo negro. Oculta tus piernas para no desilusionarla. Anna tuvo ganas de reír, pero el recibimiento la preocupaba. -¿Hay alguien más en casa? -No, mi casa no está abierta a todos mis pupilos. ¡Sólo soy capaz de asumir una responsabilidad a la vez! La apretó con más fuerza y la miró, sonriendo. -Relájate -ordenó amable-Nadie te comerá. Quiero que vuelvas a la normalidad de hace siete años. -Eso fue hace mucho tiempo -dejó de sonreír. Hay mucha diferencia entre los catorce y los casi. veintidós años. -Me he dado cuenta -aseguró y Anna volvió a tomar conciencia de Dan, pero no como un hermano mayor. Estar en sus brazos era parte de sus ilusiones. Los fuertes y bronceados músculos que la ceñían, le provocaban emociones que la ruborizaron y atemorizaron. Por impulso volvió el rostro hacia el cálido y fuerte cuello, como si ella fuera up animalito que ocultaba la cabeza; Dan no dijo nada. El no tardó en ponerla de pie, justo cuando Anna notó que pisaba el entablado de la terraza. Abrió los ojos y notó que una mujer la observaba con curiosidad. La señora, de cara redonda, se mostraba intrigada; Anna comprendió que era Josie. Pero la señora sonrió tan pronto como se dio cuenta de que Anna no estaba desmayada. -Es Josie -Dan la presentó de manera británica-. Ella te llevará a la cama. Anna no protestó porque no escuchaba; observaba la casa mientras entraban siguiendo a Josie, que estaba agitada y contenta. Era una residencia fabulosa y no le quedó la menor duda de que Dan era muy rico. Anna no supo por qué lo había dudado, ya que cada uno de sus libros era un éxito. Un hombre entró con el resto del equipaje y el escritor lo presentó como Abe. Este era sorprendentemente alto y-delgado. -¿Puedo admirar la casa? -preguntó Anna. -Después de que hayas bebido algo refrescante-le prometió al conducida a la terraza, donde la sentó en una silla de mimbre blanco con cómodos cojines-. Estás deshidratada. -Dirás marchita -lo corrigió con malicia y él esbozó una sonrisa. -¡Ah, emerge la antigua Anna! Volverás a la normalidad después de unos días de descanso. -Sea cual fuere la normalidad -intercaló sin pensar, reclinada y mirando el colorido jardín y el mar. -Normal será cuando te mire y te diga: ¡Ahí está Anna! Irritante, bella y muy inteligente --comentó-. Hasta entonces serás una huerfanita que recogí en mi camino y traje a casa. Anna no lo miró porque temió ponerse a llorar, pero si él se dio cuenta, no dio señales de ello. Josie regresó con un vaso grande lleno de una bebida helada. A Anna le pareció deliciosa. -Tienes cinco minutos para ver la casa y romper algunos objetos -declaró Dan al ponerla de pie, cuando terminaron las bebidas- Después, dormirás unas horas. Anna no discutió. Estaba cansada y tensa, y el ridículo deseo de llorar comenzaba a dominarla. Lo miró con agradecimiento y se alejó mientras él se dirigía a su despacho, donde ordenaría lo que había escrito en Langford Hall. Daba la impresión de estar sumamente satisfecho y ella comprendió que se debía a que estaba en casa. Ella trataría de no interferir en su rutina. Anna regresaba al largo y fresco recibidor cuando el teléfono sonó y oyó que Dan contestaba. -¡Daphne, querida! -exclamó contento. Anna se detuvo para escuchar y tuvo la sensación de que la cabeza le pesaba como plomo-. No hace ni media hora que he vuelto. ¿Qué? ¿Eso hace? ¡Ponlo al teléfono! Anna oyó a Dan reír y decir algunas palabras que habría preferido no oír- Hola, Trevor, ¿cómo está mi chiquillo? Anna se volvió y caminó a ciegas por el recibidor; estuvo a punto de tropezar con Josie, que al verla la condujo a una habitación fresca y tranquila donde ya había preparado la cama. -El señor dice que usted debe dormir y estoy de acuerdo con él -habló con severidad mientras conducía a Anna a la cama- Ahora, señorita Mazzini, quítese el vestido y acuéstese. -Soy Anna -murmuró, cansada, y las lágrimas no brotaron porque sus ojos estaban calientes y secos. -Muy bien, señorita Anna, ¡a la cama! Fue agradable que la atendiera como lo haría una madre y Anna sólo deseaba dormir; cualquier cosa con tal de olvidar la alegría en la voz de Dan cuando habló por teléfono. Él no se había casado con Daphne, pero eso no importaba; ella seguía siendo parte de su vida y lo que él había dicho en Langford Hall había cobrado un nuevo significado: «al final, no quisimos casamos». Quizá no. Mucha gente en el círculo de Dan vivía con su pareja sin el lazo matrimonial. La alegría en la voz de él le había dicho todo lo que necesitaba saber. Ella estaba ahí, atrapada, y él comenzaba a inmiscuirse de nuevo en su vida. Dan entró sigilosamente cuando Anna estaba acostada. -¿Anna? Josie me ha dicho que estabas a punto de derrumbarte. ¿Estás bien? --Sólo estoy cansada -murmuró, deseando que él saliera- Me sentiré mejor después de dormir. -Josie te despertará más tarde -se acercó a la cama y la observó-. Duérmete y no te preocupes por nada. -No he hablado con Bryan -comentó con pretendida preocupación, aferrada a su mentirijilla debido a que de nuevo la había decepcionado. -Lo llamarás por teléfono cuando te levantes -declaró Dan con un tono de severidad y Anna pensó que estaba enfadado con ella por haber olvidado el asunto. -¡Será muy caro! . -Dime el número y hablaré yo por ti -ofreció, pero Anna no se lo permitiría. Dan podría averiguar que la relación entre ella y Bryan no era la ideal. -Bryan podría estar dormido. Trabaja tanto que... -¡Lo despertaremos! Si tú me llamaras estando yo dormido... -se volvió y caminó hacia la puerta-o Lo harás más tarde cuando quizá esté de guardia nocturna -terminó con tono sarcástico y cuando él cerró la puerta, las lágrimas empezaron a deslizarse por las mejillas- de la joven. ¿Qué hacía ella ahí, viviendo en la casa de Dan, ilusionándose con sueños imposibles? Todo era en vano, siempre lo había sido. Despertó y vio un rostro moreno muy cerca del suyo. Era Josie, que la sacudió con suavidad. -Es hora de la cena, señorita Anna --murmuró-. El señor Dan piensa que es mejor que la despierte para que duerma bien por la noche. . ¡Dormir! Era el mejor estado en que podía encontrarse, pero asintió y sonrió mientras bajaba las piernas de la cama y se daba cuenta de que no se sentía mal. El letargo que la había acosado durante tanto tiempo, finalmente comenzaba a desvanecerse, pero en su lugar el dolor aumentaba cuando pensaba en Dan. Sin embargo, se sentía más animada. Se duchó y se dirigió al armario donde Josie había colocado sus pertenencias. Toda la ropa le pareció demasiado grande y, tras unos instantes, eligió un vestido amplio, de color amarillo, que no se le caería. Cuando entró en la sala, levemente iluminada, Dan servía una bebida y se volvió para observarla. -¡Bellos huesos, una cascada hermosa de pelo, pero poco de lo demás! -exclamó Tendremos que engordarte para no perderte de vista. Le entregó una copa y sonrió al ver que ella hacía una mueca. -"Es brandy con propósitos medicinales -le informó. Cuida de que no se te suba a la cabeza por debilidad. No me agradaría verte alborozada y perdiendo el control -le escudriñaba el rostro. -¿Con lo que comenzaría a lanzar todos tus finos adornos y antigüedades al suelo? -bromeó. -En realidad, no estaba pensando en eso -replicó haciendo un gesto con los labios. Por fortuna, Josie les anunció que la cena estaba servida y Anna se alegró de que el giro de la conversación enfocara temas más seguros. Dan habló todo el tiempo de las islas. Más tarde, Anna fue presa del pánico cuando Josie fue a desearles las buenas noches a la sala donde bebían el café, porque de manera incongruente, llevaba -puesto un pequeño sombrero blanco. Anna tuvo que dominar la risa. -¿Se acuesta con ese sombrero puesto? Sintió que explotaría por la risa contenida, pero la respuesta de Dan la serenó. -Josie y Abe han terminado sus labores del día. Se van a su casa y ella suele ponérselo para viajar. -¿A su casa? ¿No viven aquí? -No -se puso de pie para servirse más café-.Viven en una de las islas más grandes, a unos kilómetros de distancia. Les compré la lanchita que viste junto a la mía. Insistieron en que se irían a casa todas las noches y yo tuve que aceptar, pero confieso que ese arreglo me conviene. -Entonces, ¿quién... es decir... nos quedaremos solos? -Sí -se volvió para mirarla-. Pero no tienes motivos para preocuparte. Grita si sueñas con piratas, iré como un rayo a tu lado. Anna no se refería a eso. Bastante malo era convivir con Dan, como para encima hacerlo sin otras personas en la casa. Oyó el ruido del motor de la lancha que se alejaba, y eso la atemorizó. -¿Qué dirá la gente? -preguntó. -¿Quién? -se acercó y la miró de nuevo-Viviste segura muchos años conmigo y por eso imaginé que ahora eso no te preocuparía. -Te equivocas, sólo pienso en lo que la gente...-no pudo pronunciar el nombre de Daphne. -Ah, te refieres a Bryan -se burló--. Él no lo sabe y no se lo diremos. -No tenemos secretos en nuestra relación --declaró a la defensiva. No temía a Dan, sino a sus propias reacciones. -Bryan aún no sabe en dónde estás. Llámalo ahora mismo. ¿No dijiste que se alarmaría? -habló con tono burlón, como si no la hubiera creído, y ella afrontó la situación para defenderse. -Lo haré, gracias, si me pides la comunicación. -¡Dicho y hecho! Tan pronto como se estableció la comunicación, Dan tendió el auricular a Anna, salió y cerró la puerta, hecho que la tranquilizó. Bryan no estaba alarmado, sólo sorprendido, y ella habló más que de costumbre con él. Fue maravilloso escuchar una voz juiciosa. Comenzaba a pensar que estaba loca, aunque tenía sus dudas en cuanto a la cordura de Dan. Si Daphne se presentara pronto... el que no estuviera casada con el escritor no tendría importancia; ella le había dado un hijo y si habían decidido vivir juntos, sin casarse, el asunto no cambiaba. Dan era de Daphne y la mujer se sentiría lastimada y enfadada si encontraba a otra en casa de él. El novelista no parecía complacido cuando Anna se reunió con él y la chica se sintió culpable por el precio de la llamada. -Siento haber tardado tanto, pero el tiempo ha pasado sin que nos diéramos cuenta. -Cuando uno está enamorado así sucede. Lo recuerdo muy bien -olvidó la seriedad, sonrió y abrió la puerta- Vamos a dar un paseo por la playa antes de acostamos -sugirió- Esta noche la luna está preciosa y buscaremos barcos piratas. Se dirigieron a la playa, a la luz de la luna plateada, pero Anna estaba tensa como siempre y nada de lo que Dan hacía la relajaba. Luego la llevó hasta la puerta de su habitación. -Cuando recobres tu peso normal, iremos a Nassau para que te compres ropa -le informó. No es conveniente que te vistas con la talla equivocada. Supongo que no querrás quedarte así de flaca y que comerás más de lo que has comido en la cena. -No necesito más ropa -protestó. -La necesitarás. A menudo vuelo a los estudios y tengo cenas en Nassau. Y por supuesto, me acompañarás. -No me quedaré aquí tanto tiempo -se volvió, presa del pánico, al pensar que vería a Daphne y conocería al hijito de Dan. ¿Sabía Daphne que Anna estaba en casa? ¿Se lo habría dicho Dan cuando hablaron por teléfono? ¿Qué pasaría? ¡Anna no era hermana de Dan! -¿Cómo piensas irte? -preguntó serio, pero seguramente bromeaba. -¿He sido raptada? -le siguió el juego. -Sí -respondió esbozando una sonrisa. -¡No hagas bromas tan aterradoras, Dan! -rió, pero él se limitó a observarla con las cejas levantadas y los ojos bien abiertos. -¿Quién está bromeando? -preguntó, salió y cerró la puerta. Anna se estremeció. Desde luego, era ridículo creer que se trataba de un rapto, aunque Dan lo había dicho con mucha seriedad. Se acostó y a pesar de que la noche era cálida, la chica temblaba. Capítulo 5 Sin dar órdenes ni sugerir nada, Dan estableció una rutina para la total recuperación de Anna. Era infalible. Durante el día, él trabajaba y la ignoraba. Llegaba al despacho antes de que ella se levantara, se encerraba allí durante horas y el tecleo de la máquina de escribir le advertía a la chica de que no debía interrumpido. Josie respetaba el trabajo de Dan casi con fervor religioso y pasaba por el despacho de puntillas. Finalmente, eso empezó a divertir a Anna, que sólo hacía lo que podía. Descansaba, comía, paseaba por la isla y nadaba en la piscina, en la parte de atrás de la casa. Fue recobrando la salud, se bronceó y cogió los kilos que le faltaban. Dan no hacía comentario alguno, pero cada noche, durante la cena, la inspeccionaba con detenimiento y sonreía al verla mejor de salud. Dan era el hombre más astuto que conocía. Luchaba por mantenerlo alejado de su vida, pero cada día que pasaba eso le costaba más trabajo. Una mañana, después del desayuno, Anna se percató de que no oía ningún ruido en el estudio. Fue a la cocina para averiguar qué sucedía y Josie le reveló el motivo. -El señor Dan se ha ido temprano a Nassau --declaró mientras pulía la plata- Ha dicho que no le espere para la comida, pero que regresará poco después de esa hora. Eso hizo que Anna se sintiera atrapada, como si realmente él la hubiera raptado, y se paseó inquieta hasta que Josie le sirvió la comida. Acababa de terminar cuando la lancha llegó y poco después Dan entraba en la habitación, cargado de cajas. -¿Me has echado de menos? -preguntó, y al verla enfurruñada, sonrió divertido. -Me habría agradado hacer un viajecito -murmuró Anna. -He ido de compras -anunció y colocó las cajas' en un extremo de la mesa- Decidí que me acompañarás bien arreglada y es hora de que tengas ropa bonita para tus viajes a Nassau. Cenaremos allí por lo menos dos veces por semana. -¿Me has comprado ropa? -no sabía si mostrar-, se agradecida o molesta¡Es difícil que hayas adivinado mi talla! -Le pedí a Josie que se fijara en las etiquetas de tu ropa para el tamaño y una antigua amiga, dueña de í una tienda, me ayudó. Después de ver lo que podría sentarte bien, me acompañó a otras tiendas y heme aquí. ¡Eres una desagradecida, muchacha! Pero Dan no estaba enfadado, salió y le pidió a Josie que le sirviera la comida. Anna observó con sentimientos ambiguos las cajas. ¿Qué le habría dicho Dan a su amiga? ¿Le diría que su hermana vivía con él? ¿Conocería la amiga a Daphne? Estuvo indecisa un momento, pero al final ganó el deseo de abrir las cajas. Las levantó, fue a su habitación y las dejó caer sobre la cama; abrió una de ellas y pensó que Dan no podía haber elegido mejor. Era un vestido precioso, casi del mismo color que había llevado como primera dama en la boda. Lo sostuvo frente a ella y se observó en el espejo, sorprendida al ver que había recobrado su color normal y que parecía contenta. Giró y vio cómo volaba la falda, pero se detuvo en seco cuando oyó la risa de Dan desde la puerta abierta. El estaba apoyado contra el marco y la observaba con ojos penetrantes. -¡Oh, Dan, es precioso! -Tú también -declaró-. Nunca olvidaré cómo te vi en la boda. ¿Te pondrás ese vestido la primera vez que vayamos a Nassau? -¡Intenta impedírmelo! --.:..lo retó y él se acercó a ella. -No lo intentaría, hicieras lo que hicieses -la observaba y ella no podía apartar los ojos de los de él. Arrugó con los dedos el vestido y suspiró temblorosa. Dan se dio cuenta y extendió la mano para quitarle el vestido y arrojarlo sobre la cama. Anna permaneció quieta con las piernas débiles, aceptando la situación como su sino. Dan se acercó más a ella y le rodeó la cara con las manos. -¿Por qué tienes miedo? -preguntó. Fijó los ojos en los de su protegida mientras le acariciaba la nuca. Ella cerró los ojos- Nadie va a hacerte daño, Anna -añadió. Él le rozó la frente con los labios y salió, dejándola inquieta y luchando contra la desilusión que la avergonzaba. Había deseado que él la besara y se sentía herida y sin control. El no había querido besarla... ¿por qué habría de hacerlo? Existían Daphne, Trevor y la vida de Dan en la isla, y ella no sabía nada de todo eso. Sus propios sentimientos eran peligrosos y comenzaban a dominarla. Se, tranquilizó un poco. Era difícil hacerlo con Dan. El era algo muy familiar en su mente para ser un extraño; además, trabajaba demasiado como para causarle preocupaciones a ella. Había tanta tranquilidad ahí, que no pensaba en la soledad. Era un sitio que la hacía sentirse bien. La isla parecía ser extensa, aunque medía sólo cinco kilómetros cuadrados, y Anna daba largos paseos después de atender a las indicaciones de Dan en cuanto a que tuviera cuidado. -Creo que estás casi lista para que intentes bucear --comentó Dan una mañana al reunirse con ella en los estanques. -¿Ahora? -no pudo ocultar su entusiasmo y él sonrió al mismo tiempo que asentía. -¿Por qué no? Debí prestarte más atención, pero cuando un libro va bien, casi no me acuerdo de que hay alguien más en la casa. -Me he dado cuenta --el comentario hizo que él volviera a mirarla a los ojos. -¿Te sientes abandonada? Tuve la clara impresión de que deseabas estar sola. ¿Te resignaste al cautiverio? -Tienes una manera extraña de bromear -murmuró, cohibida, pero el escritor no dejó de mirarla. -¿Bromear? -dijo suavemente. ¿Qué pensarías si te digo que no tengo intenciones de permitir que te vayas? -¡Me iría de polizón en la lancha de Josie y Abe!-exclamó, impaciente- Por favor, Dan, en serio, ¿podemos bucear ahora? -¡Claro! -habló con acento norteamericano y eso le recordó a Anna la existencia de Daphne y el pequeño. La ilusión desapareció del rostro de la chica y Dan la miró, intrigado-. Yo mismo te lo he ofrecido. No entiendo por qué te enfurruñas. ¡Andando! Dan se dirigió hacia la casa y Anna lo siguió, pero con más lentitud. Ya no estaba ilusionada. En ese paraje, era muy fácil olvidar todo. La mente sólo recordaba las cosas agradables que no hacían daño. Dan la esperó en la terraza y luego la condujo a la parte posterior. Ignoró el supuesto enfurruñamiento de ella. El equipo estaba guardado dentro de la casa y ella olvidó un poco su tristeza cuando Dan sacó más cosas, cilindros y aletas. . . -Debes ponerte el bañador --comentó y le indicó que fuera a su habitación mientras él verificaba la presión del aire en los dos cilindros. Cuando ella regresó, Dan volvía de la lancha para llevarse más equipo en un segundo viaje. Josie apareció con un cesto que contenía la comida y Anna lo cogió, mientras observaba a Dan. -¿Estaremos allí mucho tiempo? Habló con un poco de nerviosismo, porque estaba inquieta, más por emoción que por temor. Dan se volvió para mirarla, pero de inmediato desvió la cabeza. -Depende de lo buena alumna que seas. Si no puedes dominar la técnica, regresaremos muy pronto y comeremos en la tenaza. Dan habló con fastidio, como si ella fuese una molestia, y Anna apretó los labios con enojo. Su expresión dio motivo para que él sonriera de manera burlona y Anna se acomodó en la blanca lancha mientras Dan se hacía cargo del timón y navegaba alrededor de la isla. La chica creyó que chapotearía desde la playa y le pareció alarmante ver que se adentraban en el agua, pero después de la mirada despectiva no haría preguntas. Cuando por fin la embarcación atracó en una diminuta bahía, Anna miró a su alrededor, sorprendida. Creía haber visto todo Amara durante sus caminatas, pero no reconocía ese sitio. No había playa. La exuberante vegetación llegaba hasta el agua, en algunos tramos se desbordaba en ella y en otros se detenía en las rocas blancas que parecían pequeños riscos. Era un sitio tranquilo y oculto. No tuvo tiempo para inspeccionar, ya que estaban ahí para bucear y Dan comenzó a prepararse. -Ponte esto, creo que te quedará bien de tamaño -le entregó un ceñido traje para buceo y la observó mientras ella se lo ponía. -¿Lo compraste el otro día en Nassau? -preguntó, nerviosa, y hablando más para aliviar la tensión en los ojos masculinos que la observaban, que por saber de dónde lo había sacado. -No, es de una amiga a quien le gusta bucear; no le molestará que lo uses. La primera persona en quien Anna pensó fue en Daphne, pero quizá estaba equivocada, ya que el modo de vida de Dan no excluía a otras mujeres. -¿Buceáis aquí? Es decir... cuando ella viene a quedarse... -tenía un deseo morboso de que Dan le hablara de Daphne o de cualquier mujer que visitara ese sitio. A pesar de sentirse infantil, no pudo dejar de hacer la pregunta. -No, ella es una experta y buceamos en Andros. -¿Iremos allí cuando yo aprenda bien? Dan la observaba con detenimiento y la chica sólo hacía preguntas tontas. -¿Tú? No lo creo. Allí el agua es muy profunda; para ser exacto, alcanza los cien metros. ¡Por buena que llegues a ser, nunca irás allí! -Es posible que me convierta en una experta, como tu amiga. Impaciente, Dan se volvió para ponerse un cilindro en la espalda y no contestó. Anna notó que él no vestía traje para bucear. Se protegía únicamente con un bañador negro y una camiseta de punto. Sus piernas eran fuertes y estaban bronceadas, y el pantalón corto enfatizaba la esbeltez de su cadera. Anna se ruborizó cuando el escritor la sorprendió mirándolo. -¡No te has puesto traje de buzo! --exclamó. -Sé lo que hago --contestó a secas- Allí abajo no hay tanta seguridad como en cubierta. No toques nada, a menos que sepas que es inofensivo. El coral puede cortarte o irritarte, y hay muchas cosas que te aguijonean o te hieren como son los erizos y, a veces, el aguamala. Mantente a mi lado mientras no puedas reconocer sola el peligro. Anna asintió con solemnidad y siguió observando cómo se preparaba Dan. -¿Se queda ella en la casa? -tenía el rostro encendido por la vergüenza, pero las palabras parecían brotar de su boca sin control. -¡Naturalmente! Dan no preguntó a quién se refería, estaba seguro de que seguía concentrada en la conversación anterior. -¿Duerme en la habitación que ahora ocupo? -Más bien deseas enterarte de si comparte mi cama -repuso. -¡Te equivocas! -su rostro se acaloró al máximo porque Dan estaba en lo cierto. -Como no quisiste decir eso, en realidad no deseas respuesta, ¿verdad? -se volvió hacia ella para entregarle las aletas, y Anna se las puso, contenta de poder desviar la vista. Al enderezarse, vio que él le ofrecía un cilindro y con una seña le indicó que se diera la vuelta. Anna sintió el peso en los hombros cuando Dan colocó las correas en su lugar, antes de plantarse frente a ella para afianzarlas. -Ahora, ponte sólo la máscara -se hizo a un lado, la observó y le indicó que diera un paso adelante- Yo me zambulliré, pero tú bajarás por la escalera con cuidado y esperarás una vez que toques el agua. Remoja la máscara y aguarda hasta que te diga que te muevas. ¿De acuerdo? Anna asintió con un movimiento de cabeza y desvió la mirada. Se sentía incómoda y solitaria. Bastaron unas palabras para que él se distanciara de ella y la nueva camaradería desapareciera. -No tienes motivos para asustarte -Dan habló con amabilidad y le sujetó un brazo. -No estoy asustada -lo miró con decisión y él asintió, antes de dejarse caer de espaldas por el borde de la lancha. Ella vio que se sumergía y que luego pataleaba para emerger del agua; ella comenzó a descender por la escalerilla, furiosa porque no podía lanzarse al agua como lo había hecho Dan, pero no se atrevía a desobedecer. -Muy bien, ven hacia mí. Dan flotaba a pocos metros de distancia, y Anna descubrió que las aletas no le estorbaban en el agua como sucedía en cubierta. Nadó hacia él, pataleando y sonriendo al sentirse libre en el agua. -Nada de valentías -le advirtió Dan-. Con cuidado y lentitud. Con mucha paciencia, le enseñó a usar el equipo; luego Dan se sumergió y la observó a través de la máscara, mientras el sol, que atravesaba el agua, daba reflejos dorados a su pelo, y él hacía señas con la mano bronceada. Anna, un tanto temerosa, se sumergió y recordó las instrucciones que Dan le había dado. ¡Era fabuloso! Dan se alejó, despacio, pero volvía la cabeza a cada momento para asegurarse de que ella lo seguía y, pasado un rato, Anna comenzó a disfrutar lo. Ya se encontraba en el reino de las maravillas. Vio corales que parecían flores, debajo de ella, y los peces multicolores los rodeaban. Era un espectáculo bello y Anna olvidó los recelos, pero se irritó porque en ese momento no podía poner en palabras su excitación. Después de un buen rato, Dan le tocó el brazo y le indicó que subiera; ella creyó que volverían a la embarcación, pero estaban lejos de hacerlo. Lo siguió y, de pronto, él cambió de dirección; ella lo imitó y lo siguió hasta que se encontraron en una espectacular cueva submarina. Los rayos del sol llegaban ahí débilmente y ella emergió a la superficie, imitando a Dan, y juntos descubrieron que podían mantener la cabeza fuera del agua. -¿Te gusta? -levantó su máscara y ella hizo lo mismo, emocionada. -¡Dan, esto es fabuloso! Podría quedarme aquí para siempre. -¡Tienes quince minutos más! -rió-. No lo olvides, porque si desobedeces, permanecerás siempre sobre tierra. -¡Aguafiestas! -hizo una mueca- De todos modos, estoy muerta de hambre. -Son las primeras palabras sensatas que dices desde que salimos de Inglaterra. Vamos a la lancha. Él extendió los brazos y le tocó los hombros al mismo tiempo que inclinaba la cabeza para besarla en la boca; luego volvió a ponerse la máscara y se sumergió. Anna tardó un segundo en seguirlo. El fugaz beso se sumó a la sensación de que estaba en un mundo mágico y de que nadie más que ellos estaba ahí, donde Dan era sólo para ella. Vio que él se dirigía hacia la superficie, lo siguió y después sintió que tiraba de ella hacia la calurosa y soleada cubierta. Las manos firmes de Dan le quitaron el equipo y ella comprendió, dado el temblor de las piernas, que aún no había recuperado todas sus fuerzas y que él tenía razón al limitarle el tiempo de buceo. Comieron y Anna extendió su toalla para tenderse a la sombra de la cabina. Dan permaneció al sol, pero él ya estaba bronceado y acostumbrado al sol. Ella no deseaba terminar con quemaduras y dar al traste con todo. No dejó de pensar en Dan mientras se sumía en el sueño que el suave movimiento de la lancha le causaba. Despertó más tarde y lo vio de pie, cerca de ella, observándola. -No fue mi intención dormirme. ¿Volvemos al agua? -se incorporó y él la ayudó a ponerse de pie. -No, basta por un día. Lo repetiremos mañana, si me es posible. No has hecho nada imprudente ni peligroso. Es mejor que descansemos mientras no ocurra algún contratiempo. -No me había dado cuenta de que yo fuera tanta responsabilidad -lo miró, sonriendo con malicia, y su mente prefería soñar con que no había ninguna barrera entre Dan y ella. -No lo eres, pero debo ser cauteloso. Siento como si hubiera salido ileso de una tarde peligrosa. ¡De habernos quedado más tiempo, es posible que hubiera aparecido un chickcharney para causar estragos! -¿Qué es eso? -lo miró intrigada como una chiquilla, y él se puso serio. -Tiene los ojos rojos, tres dedos en las patas y cuelga de los árboles. ¡SU única función es causar problemas! Con un gesto de exasperación, comprendió que Dan se burlaba de ella. -¡Eso no existe! -No estés tan segura. Pensé que no existían las sirenas, pero date cuenta de lo equivocado que estaba. Observó el cuerpo de la chica, que comenzaba a broncearse, cubierto sólo por el bikini y con el pelo oscuro seco y brillante. Anna sintió que la mirada de Dan la acariciaba y se estremeció cuando él fijó los ojos en los de ella. Dan extendió un brazo y le rodeó la cintura para acercarla, mientras enroscaba la larga melena en su muñeca. Ella tuvo que levantar la cabeza y su boca quedó cerca de la de él. -Bésame, sirenita --ordenó ronco--. ¡Te he sacado del agua y debes cumplir mi deseo! -¡Dan! -rió aunque sentía pánico, pero él esperó con los labios frente a los de ella y acercándola más a su cuerpo. Por primera vez en su vida, Anna sintió la piel de Dan junto a la suya y gimió emocionada al darse cuenta de que sentimientos prohibidos la asaltaban. Su mente quedó en blanco, sólo era consciente del peligroso y excitante deseo que la embargaba. Dejó de reír al ver la mirada ardiente de Dan. -¡Anna! -pronunció el nombre desde el fondo de su ser y fue una orden ronca; ella cerró los párpados antes de besarlo, pero los abrió al sentir que el beso se hacía más profundo y que Dan le soltaba el pelo para abrazarla y moldearla contra su cuerpo. Él murmuraba, emitiendo gemidos de satisfacción que provocaron oleadas de calor por todo el cuerpo femenino. Anna olvidó el miedo al ceder a las turbadoras sensaciones y le rodeó el cuello con los brazos, al mismo tiempo que le acariciaba la espalda y lo abrazaba por la cintura. Bien podían haber estado en la profundidad del agua o en las alturas; sólo había placer, calidez y un ciego instinto de aferrarse a él. -Eres un diablillo encantador -le acarició el rostro y luego el cuello con los labios, mientras la ceñía contra su cuerpo-. No te muevas, quédate junto a mí. Eso le recordó a Anna que debían regresar a la casa y mantenerse en su lugar. Al pensar en Daphne y el pequeño, salió del trance al cual había entrado por voluntad propia. Se volvió y se alejó, más avergonzada que nunca. -¿Anna? -le ciñó los hombros, sin volverla hacia él. La chica no podía mirarlo de frente y sintió que Dan se apartaba de ella- Lo siento. Dicen que el sol es un afrodisíaco y por lo visto, es cierto. ¡Quizá debería regresar a California! -Ha sido mi culpa -murmuró con un tono de vergüenza- De no haber sido... -De no haber sido ¿qué?... ¿Tú misma? -la interrumpió--. No imagino como podrías ser diferente, de modo que no te agobies por un sentimiento de culpa. Los dos sabemos de qué se trata, a qué se debe ese oculto antagonismo y que existe un deseo reprimido. En efecto, ella lo sabía. Era su obsesión por Dan, el amor de una niña convertido en el deseo de una mujer, aunque lo rechazaba. En cuanto a Dan... ¿acaso no era un hombre? -Debería irme a casa -murmuró lo más firme que le permitieron los labios temblorosos y con los ojos fijos en el apuesto hombre que estaba inclinado sobre el timón y con la llave del motor en la mano. -De acuerdo. Bastará con que vire y navegue en línea recta por el Atlántico -aseguró con sarcasmo-. ¡Es posible que establezcamos una marca! -Es en serio. -Ya lo supongo -se burló--. Por desgracia, ha sido muy breve; quizá la próxima vez lo disfrutemos más. -¡No habrá otra vez! -exclamó, arrugando la toalla. -La isla es pequeña, criatura -le recordó con sorna- Estás en ella y yo también. El pobre de Bryan está a miles de kilómetros de distancia, dedicado a la ciencia. ¡Ocurrirá otra vez porque lleva hirviendo mucho tiempo! Encendió el motor y la ignoró. Anna se sentó porque pensó que las piernas no la sostendrían y estaba insegura en cuanto a lo que había escuchado. Dan la mantendría en la isla hasta que ella... hasta que ellos... La lancha cobró velocidad y se dirigió hacia el otro lado de la isla. Anna se aproximó a Dan, que observaba el mar, y lo miró a-los ojos. -¡Deja que me vaya a casa! --exigió con voz apretada y temerosa. -No. Dan no la miró, tenía el rostro distante y sereno, y la chica comprendió que no la dejaría libre. Por lo visto no lo conocía; el Dan de su niñez había desaparecido y en su lugar estaba un extraño. -Dan... -Ahórrate una discusión -habló con rudeza-¡No permitiré que te vayas! Anna sabía que la situación no podía seguir igual, a pesar de que Dan actuaba como si nada hubiera ocurrido. Sin embargo, a ella sí le había sucedido algo. Había despertado a una vida emocionante, su conciencia se debilitaba con cada día que pasaba y no cesaba de observar a Dan. Iba con él a todos lados, porque no tenía otra opción. Iban a cenar a Nassau por lo menos dos veces por semana y bailaban hasta muy tarde. Durante el día visitaban otras islas, cuando Dan declaraba que había trabajado bastante. La embarcación se deslizaba por el mar y se dirigía a lugares nuevos y excitantes. Lejos de Nassau no había muchedumbres y todo era tranquilo, por lo que reían con facilidad. Dan le contó historias fantásticas de las islas más lejanas, muchas de las cuales eran increíbles, y los isleños que conversaban con ellos lo eran todavía más. Una tarde, Anna estaba sentada sobre un muro de piedra de poca altura, en el muelle, mirando la isla Cal. Comenzaba a conocer la mentalidad de Dan. En ese momento ella estaba comiendo una rodaja de piña, mientras él hablaba con un nativo. Ella estaba segura de que él recopilaba datos para otro libro y el anciano no se daba cuenta de que Dan lo incitaba a recordar. De pronto, el escritor cesó de concentrarse en lo que hacía y dirigió su atención a Anna. -¡Esa piña es la más dulce y se cultiva aquí! -exclamó el nativo con orgullo al ver que Anna saboreaba la fruta-¡Tenemos de todo! -la larga reseña acerca de las variedades de hierbas de la isla casi hizo que la chica se atragantara por el esfuerzo por contener la risa. Pero de pronto el anciano se alejó, Anna se echó a reír y Dan la observó divertido. -Lástima que no supiera todo eso antes -comentó Dan bromeando. ¡Te habría traído cuando llegamos a Bahamas y te habrías curado de inmediato! -¡Ha sido envenenada! -rió Anna. -El no ha hablado de la obeah -le informó con seriedad, con lo que incitó la curiosidad de la joven. -¿Qué es obeah? -Brujería. La gente anciana sigue practicándola, pero no hablan de ello. Es posible que te lo hubieran revelado dado tu aspecto y tu tupido pelo oscuro. Piensa en lo que podrías hacer con algunas de sus pociones. -¡Las experimentaría con Bryan! -respondió, porque comprendió a qué pociones se refería Dan. -¿Quién es Bryan? -preguntó con voz grave y la risa desapareció. Anna tuvo que ignorar el comentario, porque no toleraba a Dan cuando se portaba así. -Tengo los dedos pegajosos -se quejó mientras buscaba su bolso. -Lámetelos -sugirió Dan. Pero antes de que ella se moviera, él le tomó la mano, y se llevó los esbeltos dedos de Anna a la calidez de su boca. -¡No! -todo su cuerpo se estremeció como si la hubiera recorrido una corriente eléctrica; tiró de su mano y con urgencia buscó un pañuelo. -Sólo quería ayudarte -aseguró al conducirla hacia la lancha como si nada hubiera ocurrido. Quizá no significara nada para él. Para ella, era otro paso en el largo camino, otro detalle para añadir leña a la obsesión que tenía por Dan. Los viajes a Nassau se convirtieron casi en una droga, porque Anna sentía la urgente necesidad de estar en brazos de Dan. Y cuando regresaban, era frecuente que Dan se mantuviera callado y que la dejara subir sola a la casa mientras él se dirigía al despacho, donde trabajaba horas, por lo que al día siguiente parecía cansado. A Anna se le hacía cada vez más difícil mostrarse normal y, a menudo, pensaba que Dan había planeado aumentar la tensión. La fuerte excitación de los días comenzaba a ahogarla. Capítulo 6 Tendida plácidamente junto a la piscina, Anna se desperezó sonriendo. Pensó que Dan estaría en ese instante trabajando en su despacho, pero al abrir los ojos, comprobó que estaba en un error: Dan se encontraba frente a ella, observándola. Se ruborizó, pero le sostuvo la mirada y notó que las mejillas de él también se coloreaban. Anna se negó a desviar la cabeza porque en ese momento se sentía audaz y con deseos de luchar por Dan para hacerlo suyo. No obstante, las piernas le flaquearon; él dio un paso hacia Anna y le dio a entender que comprendía sus sentimientos. La chica se atemorizó y desvió los ojos porque sabía que lo había incitado con la mirada y que, en ese momento, él estaba dispuesto a complacerla. Se puso de pie y caminó hacia la casa. -Voy a cambiarme para dar un paseo. Habló por encima del hombro, pero era consciente de lo que con premeditación propiciaba. Si Dan la seguía, ella quedaría muy vulnerable y no podría protestar. Pero el escritor no la siguió y ella intuyó que él se dominaba. Se enfadó consigo misma, la vida se había vuelto muy difícil. Se pasaba los días deseando que Dan la tocara y lo único que ella hacía era propiciar el desastre. Se sentó en el borde de la cama y en vano trató de condenar su propia actitud. ¡Dan sabía lo que ella sentía! Era imposible que lo ignorara. Y cuando finalmente salió, temerosa, escuchó el tecleo de la máquina de escribir, al otro lado de la puerta cerrada del estudio. ¿Qué estaría pensando él? ¿Estaría enfadado o cansado de ella? Sabía que debía insistir en que la dejara regresar a Inglaterra, pero no se animaba a hacerlo. Eso significaría no volver a verlo. Se mordió el labio inferior y se sobresaltó cuando Josie la siguió a la terraza, agitando una carta en la mano. -Ha llegado una carta para usted, señorita Anna. ¡Finalmente le han escrito de Inglaterra! Era un sobre grande, de color crema, y al parecer contenía más de una carta. Regresó a su habitación para abrirlo, se sentó en la cama, pero el corazón seguía latiéndole con fuerza, debido al encuentro que había tenido con Dan. Una carta de Bryan cayó y la miró sin abrirla, porque imaginaba el contenido vagamente y además en ese momento todo en su vida era un sueño brumoso. Sin embargo, el corazón le dio un vuelco cuando vio la siguiente carta, procedente de la universidad. Temía abrirla porque, debido a la alegría y a la emoción de estar con Dan, había olvidado los exámenes. La leyó despacio, la releyó y luego fue en busca de Dan, sin más pensamiento que compartir su alegría. Irrumpió en el despacho y él la miró con sorpresa, pero Anna estaba eufórica. Sin embargo, la quietud en su rostro y la mirada severa la hicieron retomar a la cordura. -¡He recibido correo de Inglaterra! -exclamó falta de aliento y con la misiva en la mano. Dan ni siquiera quiso veda. -¿Una carta de Bryan y la has traído para que yo la lea? -Comentó burlón¡Qué amable! -He aprobado los exámenes -murmuró con los ojos empañados por la desilusión y lo miró con reproche-. Creí que te interesaría saberlo. Dan se levantó despacio, esbozó una sonrisa y rodeó el escritorio para acercarse a ella. De pronto, Anna comprendió que no debía estar en el despacho. Era una habitación privada y sagrada. -Siento haber entrado así -no pudo continuar ya que él sonreía y compartía su felicidad- ¡Oh, Dan, he aprobado! -¿Con qué nota? -estaba frente a ella, mirándolo fijamente, y Anna le sonrió. -¡Sobresaliente! Anna le echó los brazos al cuello y Dan la abrazó de tal manera que estuvo a punto de levantada del suelo. -¡No esperaba menos de ti! -Pero estaba muy enferma -echó la cabeza hacia atrás para mirarlo, sin soltado--. Hubo momentos en que las cifras se mezclaban en mi cabeza. No sé cómo lo he logrado. -Con brujería -sugirió con los ojos brillantes-¿No lo haces todo así? De inmediato, ella notó la expresión del escritor Y recordó los segundos que había pasado con él, al lado de la piscina. De nuevo estaba en brazos de Dan, tal como lo había estado en la lancha. Sin importar el motivo, Anna estaba ahí, envuelta en su calidez y con su rostro muy cerca del de ella. Casi por instinto, el cuerpo de la chica se relajó, y los ojos de Dan, casi acariciantes, observaron los labios entreabiertos. Cuando ella levantó la mirada, vio que él entornaba los párpados, apretaba el rostro y extendía la mano para cerrar la puerta. Apoyó a Anna contra la madera, sin cesar de mirarla. -¡Anna! -murmuró antes de apoderarse de sus labios- ¡Anna! -oyó que él repetía su nombre casi de manera febril. Él respiraba entrecortado y los alocados besos que la chica le daba no lo calmaron. La besó con ansia hasta que la boca de Anna ardió y ella sintió que las piernas le flaqueaban. Josie llamó a la puerta y los obligó a recobrar la cordura. -Señor Dan -anunció--. Creo que tenemos visita. -Está bien -habló distante y el vibrante cuerpo de Anna se mantuvo de pie sólo porque él la sostenía. Se miraron anonadados y comprendieron lo que había ocurrido. Dan la soltó a regañadientes, pero sin alejarse, y ella se inclinó para levantar la carta. Era evidente que no sería seguro que los dos salieran del despacho juntos. El comportamiento de ella junto a la piscina había incitado ese episodio y había sido la misma Anna la que se había arrojado a los brazos de Dan. -¡Anna, no te avergüences! Lo que ha sucedido fue normal. No eres mi hermana y tenemos derecho a besamos. -No es cierto. Lo siento porque he sido la culpable de que sucediera. Te... miré de cierta manera allí fuera y me arrojé a tus brazos... olvidé que soy una mujer con obligaciones -terminó riendo nerviosa. Dan calló un momento y cuando habló fue con voz serena, aunque salvaje, dado que trataba de dominar la pasión y de respirar con normalidad. -¿Tu obligación se llama Bryan Scott? ¡Lo había olvidado! ¿Te portas así con él? ¿Te enciendes cuando te abraza? A ciegas, Anna se volvió hacia él y la cabeza le temblaba sin que se diera cuenta, pero eso no calmó a Dan. Su enfado no tenía límites. -¡Me deseas! Me has deseado durante años y los dos lo sabemos. ¡Díselo a Bryan en una carta! Dile que estás más que dispuesta cuando te beso, que me lo pides cada vez que te miro. ¡Escríbele y confiesa tus pecados! Abrió la puerta y salió; saltaba a la vista que iba a indagar quién venía en la lancha de motor cuyo ruido ahora se oía con claridad. Sintiéndose culpable, Anna corrió a su habitación. ¡Nunca podría volver a mirar a Dan de frente! Pero se vio obligada a hacerlo porque, unos cinco minutos más tarde, Josie fue a su habitación y después de llamar, casi irrumpió en la alcoba. -Arréglese, señorita Anna -habló emocionada- Tenemos visitas, es una estrella del cine. Rápido, cariño, permita que la ayude a arreglarse. Fue como si la vistiera una apisonadora, pero Anna no dudó de que Josie había recibido órdenes de Dan y a regañadientes fue a la terraza, siguiendo el sonido de voces, y con el cuero cabelludo hormigueándole a causa del fuerte cepillado que Josie le había dado. Había tres personas y no le fue difícil reconocer a la estrella... Anita Sharp. Anna la había visto en varias películas y aunque en persona no parecía tan radiante, era una mujer muy hermosa. Los otros dos eran hombres; uno mayor con gafas y pelo cano y otro que parecía más joven que Anita y que, por sus modales y apariencia, también debía de pertenecer a la farándula. -¿Un polizón? -:preguntó sorprendida Anita-. Dan, querido, según creía, no permites que nadie que no tenga negocios contigo venga a la isla. ¡Ah, comprendo, es tu secretaria! -Soy el tutor de Anna -la corrigió sin mirar a la chica- Está convaleciente de una enfermedad. -¿Eres su tutor? ¡Cariño, qué divertido! Pero es difícil de creer. -Créelo o no, como desees -respondió con tono cáustico--. No me interesa. De hecho, me importa un comino. -Sí, te creo, pero me ha sorprendido que tardaras tanto en venir a recibimos -comentó la estrella con sorna, sin dejar de observar a la joven y seguramente notando su rubor. -Estábamos leyendo una carta. Anna ha aprobado sus exámenes finales de la universidad -gruñó y Anita los observó intrigada. -Ya. ¿Qué estudias, querida? ¿No son diferentes vuestras universidades a las nuestras? -Matemáticas, en Oxford -le informó Dan con creciente irritación, que la actriz fingió no captar. No estaba acostumbrada a que le hablaran de esa manera, pero tenía la piel curtida. Cualquiera podía ver que Dan estaba a punto de explotar de rabia. -Será mejor que cuides tu lengua, Nita -gruñó el hombre mayor en tanto le sonreía a Anna-. Estás frente a una jovencita muy inteligente. En Oxford no aceptan tontos. -¿Has tenido buenas notas? -preguntó el hombre más joven, que observaba a Anna y cuyo acento era inglés. -Sobresaliente -se encogió de hombros, cohibida. No le hacía falta el interés que mostraban las visitas. Bastantes problemas tenía. -¡Cielos! ¿Me ayudarás con mis declaraciones de impuestos? ¡Un ser humano normal! Agradecida, Anna correspondió a su sonrisa y se sentó en el borde de una de las sillas. -Trae champán, Dan -insistió Anita, sin dejar de observar a la chica y su tutor. que estaba de pie con los labios apretados y enfadados. Imagino que ibais a celebrar el resultado de los exámenes y, como hemos llegado, será un festejo doble. -No sé si Dan querrá celebrar el hecho de que tendrá más trabajo comentó el hombre mayor, pero el escritor ya buscaba en el mueble, detrás de la puerta que daba a la terraza. -Puse una botella a enfriar -murmuró-. ¡Será una celebración como cualquier otra! Sacó las copas y el hombre más joven se acercó a Anna. -Kieron Amery -se presentó-. Participo en la nueva película con Anita, basada en el último libro de Dan. Tenemos que hablar de algunos detalles y ha , sido una buena excusa para salir de los estudios. Lo siento si estorbamos. -En absoluto -respondió Anna al recordar que los culpables siempre se sienten vulnerables-o ¿Quién es el otro señor? -preguntó en voz baja. -Dean Orton, el productor de Dan. Dan se acercó a Anna con su copa de champán y Kieron se acercó a Anita, que lo miró con irritación. Era evidente que a la estrella no le gustaba charlar con otra mujer y como Kieron era astuto, no la contrarió. La actriz podía hacerle la vida pesada a un actor en ciernes. -No imaginaba que tendrías el champán listo para celebrar mi éxito en los exámenes -murmuró Anna al no saber qué otra cosa decir. -No fue así -le informó suavemente- El festejo que tenía planeado era completamente diferente. Fijó sus ojos en los de Anna con una extraña expresión de enfado y agresividad. La chica volvió a ruborizarse. -Lo siento -musitó, y añadió irritada-: ¡Qué desperdicio! -Tengo más champán -murmuró Dan-. No se estropeará y servirá para otra ocasión. Anna no dudó de lo que él daba a entender y desvió la mirada porque su rubor la enfadaba aún más. Pasado un rato, la dejaron al margen de la conversación, porque comenzaron a hablar de los estudios cinematográficos, de los cambios que se necesitaban y si debían modificar el guión o no. A Anna le alegró poder irse y sólo Kieron pareció notar su partida. Permaneció en su habitación, sin saber si debía rogar para que se quedaran o para que se fueran. Al cabo de un rato, Dan llamó a su puerta para decirle que todos saldrían a cenar. Se enfadó cuando ella le informó de que no iba. -j Vendrás con nosotros aunque tenga que llevarte en brazos! -gruñó. -No quiero ir. Puedes ir con ellos para despedirte. ¡Yo sería un estorbo! -Ellos no se van a ningún lado -replicó-. Regresarán y se quedarán aquí dos días. Tenemos que solucionar esto y de ninguna manera abandonaré Amara Cay para ir a los estudios. -De todos modos, no comprendo por qué tengo que... -no pudo terminar porque Dan gruñó antes de alejarse. -Vístete para ir a cenar a Nassau; de lo contrario, regresaré a vestirte. -¡Dan! -la urgencia en la voz de la chica hizo que se volviera en el umbral- Dan, quiero irme de aquí. Quiero regresar a Inglaterra. -¡No! -declaró y ella lo miró horrorizada. -¿Qué quieres decir con ese no? Quiero regresar a Inglaterra. -¡No! -declaró y ella lo miró horrorizada. -¿Qué quieres decir con ese no? Quiero irme a casa. -¿Echas de menos a Bryan? -se burló y se acercó como si estuviera acechándola. Su comportamiento era más amenazador que nunca y Anna estaba molesta y desesperada por irse. Se le enfrentó echando chispas por los ojos. -Quiero irme a casa y me iré. ¡Mañana! -y yo te digo que no, de modo que te quedarás. -¿Te has vuelto loco? El también echaba chispas por los ojos y Anna dio unos pasos atrás, hecho que lo satisfizo. -Es posible -aceptó-. Loco o no, la respuesta sigue siendo no. ¡No irás a ningún lado! Se volvió y se alejó, y Anna suspiró, dándose por vencida. Kieron Amery silbó con admiración al veda entrar en la sala, vestida de seda color rosa. Sólo los hombres estaban presentes porque Anita se-valía de la prerrogativa de ser mujer para mantenerlos esperando. -¡Si yo tuviera una protegida como tú nunca me alejaría de casa! -declaró Kieron riendo, cosa que hizo que Dan frunciera el ceño. -Te ganaría en una partida de ajedrez y te dejaría desmoralizado --comentó el escritor con ironía, pero Kieron se limitó a sonreír a Anna y ella le correspondió. La joven seguía sonriendo cuando Anna hizo su entrada triunfal, y el hecho de que estuviera hablando con Kieron, no le ganó la simpatía de la actriz. Se alegró de tener que ir a la lancha, ya que Dan la miraba ceñudo y Anita con rencor. El joven actor se sentó a su lado y la monopolizó durante todo el trayecto. Ella le estaba muy agradecida, pero también era consciente de que él navegaba en aguas peligrosas. El enfado de Anita desapareció después del recibimiento que le hicieron en el restaurante del hotel, pero no le gustó que reconocieran también a Dan y notarlo hizo que Anna sonriera para sus adentros. Se sentía mejor que durante las últimas semanas. Era cómico ver a una mujer adulta tan desesperada por llamar la atención. Comprendió que cuando Dan la llevaba a Nassau evitando los grandes hoteles, frecuentados por los turistas, se debió a que le gustaba resguardar su vida privada. No le hizo la menor gracia tener que estampar su nombre sobre servilletas de papel y Anna contenía la risa con dificultad. -Si Anita no te mata, Dan lo hará -murmuró Kieron después de observar su expresión- Será mejor que bailemos, porque deseo salvarte la vida. -Es muy gracioso --comentó la joven al comenzar a bailar en la pista-o Anita está a punto de explotar de orgullo y Dan de furia, pero los dos por la misma causa. Anna comenzó a reír a rienda suelta y Kieron le sonrió. -¿Nunca has visto a Dan en esa situación? A menudo aparece en la televisión de los Estados Unidos. -Para mí es simplemente Dan -murmuró y dejó de reír porque comprendió que vivían en dos mundos sin nada en común, exceptuando el deseo mutuo--. Su familia me cuidó desde pequeña y cuando su padre murió, él tuvo que cargar con la responsabilidad. No me lo imagino viviendo de manera extravagante. Para mí es como un hermano mayor. Dan pasó bailando con Anita, y Kieron, por instinto de supervivencia sugirió: -¿Te gustaría cambiar de pareja, Dan? -Si insistes -Dan abrazó a Anna y ella recordó la furia de él antes de que salieran de la casa; sin embargo, el estado de ánimo de la actriz mejoró. Parecía contenta de que dos hombres se disputaran su compañía para bailar. Dan bailaba cogido y serio, mirando por encima de la cabeza de Anna a las demás parejas e ignorándola totalmente. -No es necesario que bailemos -murmuró ella a secas- De todos modos ya me he cansado. Dan no le hizo caso; la abrazó con más fuerza y ella no despegó los ojos de la camisa blanca porque no se atrevió a levantar la vista. -Para una persona tan hábil con las matemáticas, has tardado mucho en contar tres botones murmuró con ironía-o Quizá deberías contar con los dedos. Le apretó la mano al mismo tiempo que rozaba el pelo de la chica con el rostro. -Uno, dos, tres -habló con suavidad mientras deslizaba la mano de ella por la hilera de botones junto al rítmico latido de su corazón. -Por favor, Dan -murmuró desesperada, y las manos comenzaron a temblarle. -Por favor, Dan -la imitó junto a su oído-. ¿Se supone que debo seguir tratándote como a una hermanita, después de haberte tenido en mis brazos? -¡No debes hablar así! --comenzaba a estremecerse y su corazón cobró un atemorizante ritmo, pero Dan fue despiadado. -¿Por qué, no te habla así Bryan? ¿Escandalizo tu mente formal y Académica? Pálida, se apartó un poco para observarlo mejor. Dan no era el mismo de siempre. -Ya no te conozco -murmuró, y sin darse cuenta, lo miró con tristeza. -Desde hace mucho tiempo no me conoces bien. Siete años, para ser exactos -respondió, tenso-o Sigues dudando entre ser una chiquilla o una mujer que me desea. -No es cierto. -Lo es -insistió y le ciñó la cintura a manera de castigo--. Luchas porque te sientes culpable acerca de tu médico que trabaja mucho, pero él no está aquí, en cambio yo, sí. ¡Te pasas los días esperando a que yo te posea! Anna se limitó a mirarlo con fijeza, sin poder desmentirlo. Era cierto y Dan era diferente. No tenía ningún remordimiento. Si ella lo acusaba de estar ligado a otra mujer, él diría exactamente lo mismo: Anna estaba ahí y Daphne no. -Quiero irme a casa. Dan sonrió despacio y le apretó más la cintura mientras, con el pulgar, le acariciaba la espalda. -¡Qué mala memoria tienes, Anna! No voy a dejar que te vayas y ya debes saberlo. Los demás habían dejado de bailar y la gente comenzaba a interesarse en ellos. Anna se soltó y caminó con premura por la pista, pero Dan la siguió de cerca. Ella no lo miró durante el resto de la velada, porque él la gustaba y por primera vez en su vida sentía temor ante él, pero tenía más miedo de sus sentimientos. Por suerte, Dan estaba muy ocupado. Se pasaba las horas con Dean Orton revisando y cambiando detalles en el guión. Eso, al menos, la alejaba de Dan y era bueno. Sin embargo, también limitaba sus actividades, porque ya no resultaba posible ser tan libre con extraños en la casa. Además, las necesidades de atenciones de Anita pronto hicieron desvanecer la sonrisa del rostro de Josie. -¡Esa mujer no sabe hacer nada! -le confió a Anna-. Deja su alcoba como si hubiera pasado un huracán por ahí. No levanta la ropa que deja caer al suelo. -Pronto se irán, Josie, y si necesitas ayuda, te la ofrezco con gusto. Josie la rechazó, pero como la chica tenía pocas ocupaciones, sintió la necesidad de ser útil, por lo que comenzó a levantarse temprano para ayudar con el desayuno y, a menudo, fregaba los platos después de cada comida. Eso la ocupaba y le daba motivos para salir del comedor. Al enterarse, Dan se enfureció. Ella estaba terminando de fregar y Josie ya se había ido a su casa cuando Dan entró en la cocina. -¿Qué diablos haces? -gruñó. -Ayudo. Josie tiene mucho más trabajo y yo solía ayudar a Edna en casa. -Aquí es diferente -le señaló-. Si Jossie tiene más trabajo del que puede hacer, que la ayude Abe. -Lo hace; no comerías si no lo hiciera y ellos no podrían irse a su casa. -Están acostumbrados a las visitas -la furia de Dan parecía disminuir y convertirse en curiosidad- No sé cómo este grupo puede ser tan diferente. -Pues Anita es todo un grupo -replicó-. No te habías dado cuenta de que he ayudado y es posible que tus visitas femeninas anteriores hayan ayudado a Josie sin que te enteraras. -Cierto -aceptó pensativo--. Bueno, tal vez sea conveniente que sigas haciéndolo. -¡ y quizá tú deberías ayudar a Anita a recoger la ropa que deja tirada en su alcoba! -exclamó, enfurecida por la actitud de Dan y por la aceptación de él en cuanto a que había llevado a otras mujeres a la isla. -Veré qué puedo hacer -se volvió hacia la puerta y Anna, malhumorada, reanudó el trabajo con los hombros tensos. ¡Quizá Dan ayudaba a Anita a arrojar la ropa en el suelo de su alcoba! -¿Se te ha pasado el mal humor? -preguntó Dan al abrazarla por detrás y ella brincó-. De hecho, estás más segura en la cocina que en la sala reconoció-. Allí se libra una batalla y estoy casi dispuesto a matar a Anita. Sin soltarla, inclinó la cabeza y le rozó la nuca con los labios. Anna luchó, pero él la volvió, atrapándola contra el fregadero, y le levantó la barbilla con la mano. -¿paz, Anna? -sugirió seductor- Me es difícil luchar contigo. ¿Bajarás tu bandera pirata? Sonreía y los labios de Anna temblaron. Era una locura, pero lo amaba tanto que no podía seguir manteniendo la tensión entre los dos. -Lo siento. ¿Interrumpo algo? Anita los sorprendió antes de que pudieran moverse, así que Dan se volvió despacio, sin soltar la cintura de Anna. -No -respondió con desenvoltura- Le decía a Anna que mañana la llevaré a bucear. -¡Querido, no cuentes conmigo! -exclamó Anita con desagrado--. No tolero a esos horribles pescaditos. Además, me duele la cabeza -observó a Anna-. ¿Tienes un poco de agua para mi aspirina? -El grifo está allí -respondió Anna sonriendo con dulzura- Sírvete. Dan salió silbando suavemente y sonriendo con disimulo; Anna también salió, pero en dirección opuesta. Pero la actriz no había dicho todo. Anna decidió dar un paseo por la playa. La luna seguía brillando y proporcionaba claridad; la chica se puso una chaqueta y salió por la puerta de atrás para evitar a los demás. Al parecer, Dan estaba nuevamente encerrado en el despacho con Dean Orton, y cuando Anna pasaba por un lado de la casa, oyó voces que provenían de la terraza. Eran las de Anita y Kieron. Se detuvo y temió que si notaban su presencia le pedirían que los acompañara. -Algo está sucediendo entre Dan y esa chica comentó Anita-. La mira como un lobo hambriento. -No seas odiosa, querida -murmuró Kieron-. Sabes que ella no es su hermana, por lo que no tendría nada de malo. -Sea lo que fuere, ella no ha venido a recuperarse, lo sé -anunció la actriz- Creo que interrumpimos algo bastante sórdido. -Nita. uno de estos días alguien te demandará o asesinará. Ella acaba de terminar sus estudios universitarios y Dan la cuida. Yo sí creo que ha estado enferma. Está muy delgada. -He visto que la observas mucho -comentó, Anita, riendo nerviosaPero no te intereses mucho en ella porque los he pescado abrazados en la cocina. ¿Disminuye eso tu ardor? -¡Eres imposible! -al parecer, Kieron tuvo la temeridad de realmente enfadarse con la actriz- Sabes lo que él siente por Daphne y no olvides a la criatura. Anna corrió a la casa y se dirigió a su habitación. Capítulo 7 Al día siguiente, Dan estuvo más ocupado que de costumbre. Anna volvió al antiguo retraimiento y él lo notó de inmediato y se enfadó. Se desquitó con Anita. Si se hacían cambios en beneficio de la actriz, ella debería también trabajar más. La sala se convirtió en despacho gran parte de la mañana y Kieron dictaba los nuevos parlamentos. Anna ayudó a Josie, que estaba de mal humor, y después del almuerzo huyó a la playa. Por lo visto, la sesión de buceo se había cancelado. No le agradó que Kieron y Anita finalmente salieran a reunirse con ella. No sólo ya sabía lo que ellos pensaban, sino que el actor la observaba de manera totalmente diferente, y eso la cohibía e incomodaba. Por primera vez le preocupó tener puesto el bikini negro. Kieron no le quitaba los ojos de encima y cuando Dan y Dean salieron a unirse al grupo, Anna se alejó más, sobre la brillante arena. Al ver que Kieron cambiaba de postura para poder veda desde lejos, se irritó más. Regresó a la casa, decidida a vestirse y a quedarse dentro. Camino de su habitación, se encontró con Josie y no le dio tiempo para cambiar de expresión. -¿Va a quedarse dentro con el día tan bonito que hace, señorita Anna? -He venido a cambiarme porque, al parecer, no estoy lo suficientemente cubierta -masculló con inusitada irritación. Nunca le hablaba así a Josie y la mujer de rostro moreno se quedó pensativa. La mirada de comprensión que le dirigió, hizo que Anna se preguntara si esa mujer había visto algo por la ventana o si Abe le había ido con algún chisme. -Necesita una prenda bonita que la cubra mejor -aseguró Josie-. ¡Tengo algo para usted! Se alejó, pero pronto regresó con un largo lienzo de tela que extendió para que Anna lo viera bien. -Su pelo es negro como el de las chicas de aquí -señaló-. Es hermoso y lo tiene largo. Anoche le compramos esto en el mercado. Nos ha ayudado mucho y está convaleciendo. Queríamos hacerle un regalito. -¡Ah, Josie, qué amables! Anna no supo qué decir. El regalo era inesperado. Admiró la tela con flores rojas y azules, sobre un fondo de color crema. No sabía qué hacer con la tela. -No sabía qué comprarle, pero Abe la eligió. ¡Ese hombre es muy sentimental! -Josie rió y todo su cuerpo se estremeció-. Le enseñaré cómo se usa. Envolvió la cintura de Anna con la tela y se la anudó; con satisfacción dio un paso atrás para ver el resultado. El sarong llegaba a los tobillos de Anna y el rostro del ama de llaves se iluminó de alegría. -Sólo le falta una flor grande en el cabello para que la confundan con una isleña -sugirió y sintiéndose con confianza, la tuteó-: ¡Eres mejor que una estrella de cine! Anna salió a la terraza y la seda le rozó las piernas y se agitó con la brisa; se detuvo junto a un arbusto próximo a la puerta y se colocó una flor roja en el cabello. Caminó con indiferencia, evitando a los demás y acercándose al mar. Kieron no tardó en reunirse con ella y la miró con admiración. -¡Parece que te has escapado de Hawai! -comentó al observarla de pies a cabeza. -Me ardían las piernas -respondió a secas. No deseaba la compañía de Kieron porque ya no era el compañero de buena disposición que había sido al principio. Después de oír las palabras venenosas de Anita, él la miraba de manera muy distinta y Anna se mordía la lengua para no hablarle con brusquedad y decirle que se alejara. Caminó un poco más y deseó que Kieron la dejara. Pero él la siguió, sin dejar de mirarla. -¿Te llevará Dan a los estudios? -preguntó y Anna se cohibió por la forma en que la miraba-o Yo te llevaría de paseo y te enseñaría la ciudad. -Volveré a Inglaterra para buscar trabajo. -Dan es muy rico y no permitirá que trabajes.¿No piensa él mantenerte a su lado? -¡De ninguna manera! Este asunto de la tutela es simplemente una cuestión legal que durará poco tiempo. Pronto recibiré dinero propio. Y he venido aquí para reponerme. -¡Me parece que tu aspecto es inmejorable! -le cogió un brazo y antes de que ella pudiera hacer algo al respecto, vio que Dan estaba a sus espaldas. -Anita te necesita -le informó con seriedad a Kieron-. Con un poco de suerte, esta noche tendremos arreglado este asunto y podréis iros. Distaba mucho de ser el anfitrión amable, pero el actor se volvió y se alejó. -¿Tenías que ser tan descortés con Kieron? preguntó, molesta. -Así es -se burló¿A dónde ibas con él? ¿Pensabas ofrecerle una muestra de tu hospitalidad? Anna reaccionó de inmediato. Lo abofeteó y al ver que Dan se enfurecía más, se volvió y corrió hacia las dunas de arena, en dirección opuesta a la casa. Dan la siguió y cuando ella volvió la cabeza, notó su expresión sombría. Corrió más rápido, tierra adentro y rumbo a la casa, pero por un camino diferente. A Dan le fue fácil alcanzarla, sobre todo porque estaban en arena suave y el sarong se enroscó en los tobillos de Anna y la hizo caer. De inmediato trató de levantarse, pero Dan estaba arrodillado, con la camisa abierta hasta la cintura. -¿Tienes miedo? -preguntó con frialdad- ¿Esperas la paliza que te mereces por la bofetada o por tu indumentaria exótica? ¿Quieres provocar a alguien? -¡Estoy más cubierta que con el bikini! -jadeaba después de correr y caerse, y lo miraba con desafío en los ojos. -¡Pero mucho más sugerente! -gruñó--. Kieron está lívido por la pasión y Anita verde por los celos. -Ella se lo merece -replicó--. ¡Quizá ya no desee quedarse! -¿Quieres que volvamos a nuestro agradable arreglo doméstico? preguntó con voz suave y Anna desvió la cabeza. -Pensaba en Josie -murmuró, inquieta. Trató de levantarse, pero Dan la apretó contra la arena mientras la recorría con la mirada. -¿Sabes qué aspecto tienes? -murmuró enfadado-. ¡Con razón Anita tiene pavor! Eres el sueño erótico de un hombre y ella lo sabe. Esbelta, exótica, un poco primitiva. Eres como esa flor que llevas, fresca y esplendorosa; Cualquier hombre te desearía, sin preocuparse por como podría poseerte. -¡Dan! Él no prestó atención al ruego en la voz y se estiró Bajó la cabeza para besarla con suavidad y sus labios se deslizaron por el cuello hasta el suave valle entre los senos sensualmente para cubrirla y presionarla contra la suave arena. -¿Crees que yo soy diferente? –preguntóConfías en el pasado para salvarte y permites que te vea en este estado. ¡El pasado quedó atrás, Anna! ¡Te deseo! Levantó la cabeza para mirada con pasión y Anna se movió inquieta para escapar mientras podía, pero su acción sólo excitó más a Dan. Sus manos le acariciaron los senos mientras los ojos de Dan no se despegaban del rostro de ella. La chica respiró con fuerza cuando él le desabrochó la parte posterior del bikini y " dejó al descubierto la sedosidad de sus senos. La cabeza de Dan bajó hasta que sus labios rozaron los erguidos pezones y Anna se estremeció, gimiendo por el deseo. No trató de resistirse y Dan gimió suavemente, mientras besaba el oscuro pezón. Anna cedió sin luchar, entrelazó las manos en el tupido y sedoso pelo y moldeó la cabeza masculina mientras se arqueaba ante la demanda de Dan. Cuando él la besó con profundidad, olas de placer recorrieron a Anna. Deslizó las manos debajo de la camisa de Dan y recorrió la cálida y húmeda piel de la fuerte espalda. Resultó evidente que Dan esperaba esa reacción en Anna y también que no se resistiría. Deslizó una mano por el sarong abierto y de manera posesiva le acarició la pierna, para luego dejarla descansar entre los muslos. Dan levantó la cabeza y le acarició el otro seno, mientras observaba su cara. -¡Dime lo que sé muy bien! --exigió, ronco-.Dime lo que he esperado oír todos estos días. -¡Te deseo, Dan! -abrió los ojos y vio que los de él reflejaban deseo, dolor y algo que parecía enfado-. ¡Eres mío! Los sensuales labios del escritor sonrieron despacio y sus ojos se entornaron dando a entender que comprendía. -Entonces, bésame, sirena -ordenó emocionado-. ¡Bésame como si realmente lo dijeras en serio! Anna observó los labios sensuales y tentadores y con un gemido de frustración, levantó un poco la cabeza y presionó su boca contra la de él. Dan le correspondió y le impidió protestar. -¡Dan, Dan!¿, ¿Dónde estás? --escucharon la voz enfadada de Anita-. ¡Dan, te necesitamos ahora mismo! Él levantó la cabeza y miró el rostro 'de Anna. Ella estaba demasiado abstraída para sentirse confusa y él se dio cuenta. Con ternura y sin prisa, le abrochó el bikini antes de ponerse de pie y tirar de ella. -¡Dan! ¿Dónde diablos estás? La voz de Anita, más cerca que nunca, por fin penetró en la confusa mente de la chica y comprendió lo que había dicho y hecho, pero no se avergonzó. Ella había cedido al amor de siempre por Dan y él lo sabía. El rostro del escritor daba muestras de gozo cuando volvió lentamente hacia la casa, por una ruta oculta entre los árboles, y ella caminó a ciegas porque todo su ser era etéreo y vulnerable. La velada se inició bastante bien y todos se mostraron corteses, a pesar de la manera brusca con que Dan casi le había ordenado a Kieron que regresara a la sala. Sin embargo, Anna se sintió casi sitiada. El actor la seguía por doquier y ella no podía hacer gran cosa para evitarlo. Por fortuna, Dan no estaba molesto con ella y parecía dirigir sus furiosas miradas a Kieron y a Anita, que comenzaba a irritarlo cada vez más. La actriz se negó a trabajar después de la cena y el grupo daba la impresión de que no se iría de ahí en bastante tiempo. -Llevemos este molesto asunto a los estudios declaró con petulancia Anita-. Allí trabajo mejor. De todos modos, es hora de que regreses a California, Dan. Anna puede acompañarte y no tendrás que holgazanear aquí. Tienes un apartamento en California y estarás con Anna. Era un comentario mordaz y Dan se molestó. -No holgazaneo - replicó-. Vivo aquí. Además, Anna no tiene que estar bajo mis cuidados. ¡Es una mujer, no una niña! -Está bien, querido, si eso es lo que quieres. Nos quedaremos uno o dos días más -murmuró Anita. La chica esperaba que Dan explotara, pero él la sorprendió. . -No hay más remedio --comentó-. Pero tanto trabajo resulta abrumador. Mañana temprano descansaremos e iremos a bucear. Ya es hora de que le dé otra lección a Anna. ¿Qué os parece? -miró a Dean Orton, que sonrió y asintió. -Estoy dispuesto en cualquier momento. ¿Qué dices tú, Kieron? -Un descanso nos vendrá bien. Anna debe de estar aburrida con las alteraciones del guión. Le enseñaré algunos trucos. -¡Odio las actividades como el buceo! -intercaló Anita, molesta- Te lo dije antes. -No tienes que acompañamos -aseguró Dan, amable- Puedes quedarte a revisar el guión o a descansar. Necesitamos un descanso y nos lo tomaremos. -Me quedaré -replicó la actriz con fastidio, y Kieron reprimió su alegría a duras penas. Fue fácil adivinar sus pensamientos: en ausencia de Anita, tendría una total libertad de movimientos. La chica esperaba que Anita le ordenara a Kieron quedarse, pero no lo hizo y eso le dio valor al actor. -Te ayudaré con el buceo, Anna -ofreció, mirándola de tal manera que la chica se sintió molesta. -Muchas gracias. Esperó a que Dan interviniera, pero él no lo hizo y todos comenzaron a hablar de nuevo. De manera velada, Dean y Kieron trataron de aplacar a Anita, y Anna, furiosa, salió a la terraza para observar el mar. Oyó ruido de pasos y sin volver la cabeza supo que era Dan. Desde hacía tiempo lo reconocía. -¿No tienes sueño? -se acercó y se detuvo detrás de Anna y ella respiró con fuerza. -Todavía no. -¿Quieres dar un paseo por la playa? -deslizó la mano por un brazo de ella, pero Anna se soltó, más irritada consigo que con Dan por los sentimientos que la asaltaban. -Ah, tienes una de tus rabietas. Has estado dándole vueltas a las cosas. ¡Debí saber que tu mente activa no descansaría! Se burlaba de ella, aunque hablaba con seriedad y Anna supuso que debía considerarla muy tonta. Eso la hizo avergonzarse de su comportamiento anterior en la playa. -No estoy de mal humor -respondió-. ¿Qué te ha hecho pensar eso? Estoy emocionada por ir a bucear mañana con todo el grupo. -Mucho -murmuró-. Imagina: Anita se quedará y tendrás tres hombres sólo para ti. -¡No seas tan sarcástica! -trató de alejarse, pero él la acercó al extender los dos brazos en dirección a la barandilla. -Haz una lista de lo que me permites ser y trataré de complacerte murmuró junto al pelo de ella- Sabes que haría cualquier cosa por ti. -¡Tampoco seas condescendiente conmigo! Puedo funcionar muy bien sin que me traten como a una chiquilla irritada. Con las manos en la cintura de Anna, Dan la hizo volverse y con los pulgares, le acarició la cadera. -Pronto se irán, cariño -le recordó, en un susurro--. Me desharé de ellos tan pronto como pueda. Te quiero sólo para mí. -¡No te molestes! Comienzo a acostumbrarme a ellos -lo miró a los ojos, molesta por el apelativo de «cariño», porque Dan seguía burlándose de ella. ¿Cuántas palabras parecidas les diría a otras mujeres? Sintió el dolor de los celos y añadió: -De todos modos, Kieron prometió enseñarme algunos trucos. Dan la ciñó con fuerzas. -Le enseñaré un truco mejor si se acerca mucho a ti; lo ahogaré. ¡Eres mía! -No tienes derecho a decir eso -su corazón empezó a latir aceleradamente y las piernas le flaquearon. -¿Por qué no? Esta tarde, en la playa, me miraste a los ojos y me dijiste lo mismo. Anna notó que los ojos de Dan brillaban y desvió la mirada. -Estaba asustada y... luego inquieta. ¡Creo que perdí el control! -No te preocupes, es un estado que podrá suscitarse otra vez cuando ellos se hayan ido. -Pienso irme pronto. El rostro de Dan dejó de mostrar burla. Le apretó un brazo con fuerza y la hizo levantar el rostro . -Hablar es muy fácil, pero son los hechos lo que cuenta. ¡No te irás a ningún lado! -¿Durante cuánto tiempo? -en vano luchó por soltarse-. No puedes obligarme a seguir aquí. -Podrías acudir a Kieron para que te salve, porque parece estar a punto de gritar de rabia. -¿Crees que puedes decirme lo que se te antoje? -había llanto en su voz y Dan lo notó, pero ni por eso se calmó. -No es cierto, aunque te lo mereces. Inclinó la cabeza y la besó con dureza. Anna comprendió que no era posible salir impune cuando se provoca a un hombre como Dan Toren. Cuando ella había necesitado ayuda, él la había involucrado en su vida para cuidarla y la había atendido con bondad. Dan la soltó con brusquedad y se volvió para entrar en la casa; la mano de Anna se extendió hacia el escritor, pero éste no vio el gesto. -Dan, lo siento. Él no contestó y cuando Anna entró, Dan ya estaba en su despacho, con la puerta bien cerrada. No había forma de evitar el paseo del día siguiente. Por más molesto que Dan estuviera, había declarado que irían a bucear. Ella volvía a ser un estorbo y él se lo hacía ver con su comportamiento. Llevó el cilindro de la joven a la lancha y le entregó lo demás, dejándola cargada con el equipo. En esa ocasión no la atendería en todo. Anna llevaba puesta una camiseta de punto sobre el bikini, pero eso no desanimó a Kieron, quien no cesó de admirar sus largas y bronceadas piernas, aunque Dan no pareció notario, y si así fue no le importó. Dan se hubiera ido, dejándola atrás, si ella no se hubiese apresurado. El enfado de él era tan evidente, que ella evitaba encontrarse con sus miradas iracundas. Cuando Dan redujo la velocidad de la lancha para anclar en las tranquilas aguas de la pequeña bahía, Anna se sintió muy triste. La última vez que estuvo ahí con él la situación era diferente. Entonces, Dan no sabía, sólo sospechaba lo que ella sentía. Ahora ya lo sabía y el compañerismo que habían creado con tanto cuidado había desaparecido. ¿Qué sentía él? Con dolorosa claridad recordó las palabras que Dan había dicho casi cinco años antes: «Reacciona así con cualquier hombre, y te besará igual». Se suponía que ella era inteligente, pero tratándose de Dan, no aprendía bien. Esperaba demasiado de él y deseaba recuperar a su ídolo. Todo era una ilusión. Anna ni una vez pidió ayuda. Se puso el traje de buceo y notó que Dan la observaba cuando ella terminaba de cerrarse la cremallera. Kieron levantó el cilindro de la chica, pero Dan se lo quitó de las manos y se acercó para ayudarla, sin hablarle. A Anna no le quedó otra opción que seguir las instrucciones de la vez anterior y después de que todos se lanzaron al agua cristalina, ella descendió con cuidado y con más temor que en su primera experiencia. Sabía que tendría que cuidar de sí misma, pero no se sentía capaz. Remojó su máscara y flotó antes de mirar hacia el fondo y ver que Dan estaba debajo de ella, observando sus movimientos. A una señal de él, lo siguió. A pesar de sus pensamientos tormentosos, el mundo submarino no tardó en cautivarla y se rezagó porque buceaba más lentamente que Dan. Se sumió para ver de cerca los corales, los peces de bellos colores brillantes que nadaban a su alrededor, mirándola con ojos redondos y, al parecer, curiosos. Olvidó el mundo de la superficie y deseó tocar el bello coral que parecía una fiesta de flores blancas y rosas. Pero recordó las palabras de Dan y no quiso desobedecerlo. Kieron la dejó en paz. De hecho, ella no podía verlo. Seguramente el actor había comprendido el mensaje de Dan cuando éste le había quitado el cilindro. Anna se alegró por eso. Hizo varias volteretas dentro del agua, tal como había visto que Dan las hacía, y tuvo que detenerse porque una de las aletas se le salió del pie. Con la prisa, debió de ponérsela mal. Extendió el brazo para tratar de recuperarla, pero la aleta se deslizó hacia el fondo y le fue imposible alcanzarla. Sin la aleta se sintió casi desnuda y bajó más para recuperarla. Sólo entonces se dio cuenta de la profundidad en que se encontraba. La aleta se había enganchado en el coral y a Anna le pareció que pasaba mucho tiempo antes de que consiguiera cogerla con sumo cuidado. Tuvo miedo y deseó regresar de inmediato a la superficie. Pataleó e hizo una mueca porque la acometió un dolor terrible. Había dado contra el coral. No era la primera vez que tocaba coral desde que estaba en la isla; había ocurrido en la playa. Pero le dolía mucho el pie y sabía que Dan se irritaría por su descuido. Rápidamente miró alrededor, pero él no estaba cerca y ella emergió a la superficie antes de que Dan se acercara nadando. Le fue difícil subir a cubierta, donde encontró a Dean. -¿Estás cansada? -le sonrió y la ayudó. -Sí, y Dan dijo que no estaríamos aquí más de una hora, ¿no es así? -Sí. Tenemos que terminar el guión. Si nos quedamos más tiempo, Dan se desquitará con Anita y es posible que yo me ponga en la fila para zarandearla también -rió mientras Anna se quitaba el traje de buceo--. De todos modos, muchacha, el tiempo es oro. Cuando el escritor subió a la cubierta, ellos reían y eso no pareció divertirlo. Ella se estaba quitando el pantalón por los pies y el dolor la obligó a hacer una mueca. -¿Qué te pasa? De manera agresiva, Dan se acercó a ella, pero Anna no le diría que había perdido la aleta, por haberse preparado descuidadamente, y que había pataleado contra el coral dada su urgencia por llegar a la superficie. -Sólo es un raspón. He hecho unas piruetas ahí abajo. -¡Te he visto y lo has hecho sin que te indicara cómo! -se volvió justo cuando Kieron se acercaba. Ya está aquí el hombre de los trucos. -Dejad eso -dijo Dean en un susurro y Kieron no lo oyó-. ¿Qué vamos a hacer con Anita? -Hacerla trabajar hasta la muerte, creo que nadie nos condenaría por ello -comentó Dan, burlón-o Estoy cansado de tantos cambios, y no los hubiese hecho de no ser por... -Lo sé -Dan le dio una palmadita a Anna en el brazo, y ésta no comprendió de qué hablaban, pero los dos callaron cuando Kieron se acercó y Dan lo miró con bastante amabilidad. -Hablemos de Anita -sugirió-. ¡Cuanto antes lo hagamos, antes podréis iros! -No es una perspectiva muy halagüeña -musitó Kieron sin apartar la vista de Anna-. ¿Quién quiere irse? -¡Yo! -exclamó Dean-. Nuestro presupuesto es limitado y si Anita sigue quejándose, se nos acabará el dinero. Anna escuchaba sólo a medias. Deseaba levantar el pie para ver por qué le dolía tanto, pero no lo haría en presencia de Dan. Cada vez que giraba el tobillo, Dan la observaba y ella sentía que jugaban al escondite. Esperaría hasta estar en la casa. Una vez en su habitación, tampoco observó nada en su pie. Tenía una mancha negra justo donde se había golpeado y supuso que sería el inicio de un cardenal. A pesar del fuerte golpe, el coral no le había abierto la piel, al menos por lo que podía ver. Le dolía estar de pie, de modo que se puso un poco de algodón y solucionó el problema; además, las sandalias ocultaban el apósito. Si Dan se hubiera mostrado más amable con ella, se lo habría dicho. Ante su severidad, no había tenido más remedio que pasar desapercibida, habilidad que había desarrollado desde su infancia siempre que se trataba de Dan. Una velada infeliz siguió a una tarde no muy grata. Dan estaba a punto de estallar con Anita, y el ambiente era tan tenso que Kieron también decidió quedarse en segundo término. -Si no concluimos esta noche tendré que idear alguna excusa para huir -le murmuró a Anna después de la cena, cuando Dean y Anita siguieron al escritor al despacho--. Ella lo está haciendo con toda premeditación. -¿Por qué? Anna no comprendía que alguien pudiera ser como Anita y se preguntó cómo lograba esa mujer hacer algo de provecho. -Eres muy dulce e ingenua --comentó Kieron-.Nita esperaba tener a Dan a sus pies, pero encontró a una chica exótica que no se despega más de unos metros de Dan. . -La isla es pequeña -replicó, molesta, con el rostro encendido. -Contigo aquí, Dan la hace más chica. -Supongo que te habían hablado de Dan y de mí -exclamó brincando para ponerse de pie, pero el talón le dolió y se arrepintió. En ese preciso instante, Dan entró y vio la escena, de modo que se acercó y casi le ordenó a Kieron que saliera del despacho. -Mantente alejada de él -exclamó, en tanto Anna, dolorida, se mordía el labio. -Un poco de suerte me vendrá bien –comentó un tanto llorosa- ¡Déjame tranquila! Dan la observó con los párpados entornados. -Eso es casi imposible, ¿no? -se burló y se tranquilizó un poco-. ¿Te duele algo? -No --declaró-. Pero estoy harta de nuestras constantes riñas. ¡Quiero irme con ellos! Dan mostró diversión en vez de enfado, y se acercó para abrazarla con firmeza. -¿Lo dices sólo para oírme repetir que no te lo permitiré? -preguntó en un susurro y sonrió abiertamente al ver que ella sacudía la cabeza con azoro-. No quieres irte y yo no deseo que te vayas, así que no hablaremos del asunto. Te hice prisionera mucho antes de saber exactamente lo que sientes. -No siento... Dan bajó la cabeza y la besó con las manos enroscadas en su pelo. -Basta, criatura -gruñó al volverse para salir y cuando Anna levantó la vista vio que Anita desaparecía en el vestíbulo. Con presagios fatales, Anna pensó que las sospechas que la otra pudiese tener acababan de ser confirmadas. El lío sólo empeoraría. Fue a su habitación y al ver que la mancha negra se hinchaba, se asustó. Se dijo que era de esperar ya que había sido un golpe muy fuerte. Se animó al pensar que bien podía haberse golpeado la nariz. De todos modos, le dolía mucho. Estaba a punto de acostarse cuando llamaron a la puerta, de modo que se puso la bata otra vez. -¡Adelante! --esperaba que no fuera Kieron con intenciones amorosas; pero quien entró fue Anita. -¿Qué quieres? -no fingiría amabilidad después del comportamiento de la otra y de las cosas que había dicho aquella noche en la terraza. -Sólo he venido a advertirte del peligro que corres -murmuró la actriz y sus uñas esmaltadas parecían garras contra la puerta- Tenía sospechas, pero ahora sé por qué estás aquí. No creas que eres la primera. Dan ha tenido muchas mujeres, pero sólo le interesa una. Imagino que no sabes nada de Daphne. -Lo sé todo -respondió enfadada- La conozco y he pasado una semana con ella; además, ¡esto no te incumbe! -Estás equivocada si piensas que Dan renunciaría a ella -aseguró Anita-. Llevan cuatro años juntos y la relación es tan permanente como puede serlo con Dan. -No necesito tus consejos. Y si crees que algo ocurre aquí, díselo a Dan. Recuerda que eres su huésped. ¿Cómo crees que él reaccionaría si te encontrara aquí? Las palabras preocuparon un poco a Anita; la chica lo notó, de modo que siguió insistiendo: -De por sí Dan está furioso por la tardanza en continuar rodando la película. Si no estás lista para irte pronto con el guión a tu agrado, se negará a cambiar un solo detalle más. -¡No se atrevería! -había un dejo de temor en el fondo de los ojos rencorosos. -¡Lo hará! ¡No necesita más dinero! Dean Orton también está molesto. Quizá elija a otra estrella para la película si tú no te apresuras, sobre todo si le menciono esta conversación a Dan. La estrategia dio resultado, porque la actriz salió e inmediato y dejó temblorosa a Anna. Ella no necesitaba que le dijeran cómo vivía Dan, ya lo había averiguado. Le dolía demasiado como para que se lo recordaran. El pie le latía, por lo que se quitó la bata y se dispuso a acostarse. Dan entró sin haber llamado a la puerta. -¿Era Anita la que salía de la habitación? -preguntó en tono agresivo. -Sí --comenzaba a irritarse, además de estar dolorida. La habitación parecía una estación de tren; sólo faltaba que los demás llegaran también. -¿A qué ha venido? -A pedirme una taza con veneno; ¡pero desafortunadamente aún no he preparado la poción! --exc1amó--. ¡Quizá lo haga mañana! -¡Anna! -amenazador se acercó y Anna brincó a la cama, con lo que se hizo aún más daño en el pie. -¡Por Dios, sal de aquí! -se volvió para cubrirse y darla la espalda a Dan. -Anna -habló con más suavidad, pero ella permaneció rígida y con el rostro oculto. -Vete, Dan. No quiero que estés aquí, de hecho, no te quiero en ningún sitio -se tranquilizó al verlo irritado y lo único que oyó fue el portazo que él dio al salir. Capítulo 8 la mañana siguiente, Anna se sintió muy enferma porque el pie le latía más y el empeine estaba muy hinchado. Debía decírselo a Dan. Se armó de valor para bajar de la cama, pero le fue imposible apoyar el pie en el suelo. Se sentía con fiebre, atolondrada e incapaz de pensar a causa del dolor. Estaba junto a la puerta cuando oyó que la lancha se alejaba y cojeó por el pasillo a tiempo para ver que la embarcación daba vuelta en dirección a Nassau. Era increíble, pero se habían ido. Las palabras que ella había dicho la noche anterior debían de haber surtido algún efecto, pero Dan también se había ido con ellos. -¡Dan! -gritó tontamente, porque sabía que nadie la oiría. Sin embargo, el grito desesperado sacó a Josie de la cocina. -El señor Dan se los ha llevado -comentó alegre antes de mirar a Anna-. ¡Ay, Dios! Anna oyó que Josie llamaba, muy angustiada, a Abe. Lo último que sintió fue el dolor. Recobró el conocimiento y vio que Abe estaba de pie en la lancha más pequeña, con el cuerpo delgado inclinado hacia adelante como si quisiera cobrar más velocidad, y descubrió que ella descansaba la cabeza en el amplio regazo de Josie. -No te preocupes. Abe alcanzará al señor Dan en el muelle y te llevará al hospital con tal prisa que no te darás cuenta. Volvió a sumirse en la oscuridad y en la confusión. Durante un momento sintió que unos brazos fuertes la ceñían y compendió que eran los de Dan. Estaba segura de que había murmurado su nombre y que él no le había contestado, por lo que imaginó que estaba furioso con ella por el problema adiciona Trató de explicar, pero él no se lo permitió. Se limitó a colocar la cabeza de ella sobre su hombro y a abrazada con fuerza. Sabía que todo había terminado. Había causado disturbios en la vida tranquila de Dan e impedido que él se fuera a California para estar con Daphne y su hijo. Ella ya no regresaría a Amara Cay. Vagamente se oyó decir: «No regresaré a la isla, nunca, nunca». Despertó en una habitación alegre, soleada y cómoda, acostada en una cama blanca, y no comprendió. Movió el pie y no le dolió mucho, sólo estaba sensible. ¿Cómo lo habían logrado tan rápidamente y dónde estaba Dan? -¡Hola! Por fin ha despertado. Comenzábamos a preguntamos cuándo lo haría. Era el médico, que se acercó sonriendo a la cama. -No sé dónde estoy. Anna esbozó una sonrisa y quiso preguntar por Dan, pero sabía que no debía hacerlo. Vagamente recordaba que Dan había estado ahí, pero tuvo miedo de abordar el asunto. -Está usted en Nassau, en el hospital -la observó muy serio--. Es usted una chica con mucha suerte. De no haber sido por la rapidez con que actuó la servidumbre del señor Toren y de él mismo en traerla acá, me estremezco al pensar en las posibles consecuencias. -El pie me dolía muchísimo. ¿Me lo han examinado? Ya no me duele tanto. -La he operado y ya no le dolerá mucho. Lleva aquí una semana y el pie ha tenido tiempo para sanar. -¿Una semana? -los vagos recuerdos volvieron: recuerdos de Dan hablando con el médico y explicándole-. ¿Ha estado aquí el señor Toren? -Todo el tiempo. Anoche, cuando la fiebre cedió, se fue por primera vez y usted se quedó profundamente dormida. Dudo que él haya dormido más de unos minutos en toda la semana. Se negó a marcharse. Supongo que es responsable de su bienestar -volvió a mirarla de manera extraña. Era la misma mirada especuladora que parecía recibir con frecuencia cuando mencionaban a Dan, y Anna deseó mentirle al médico o decirle que no se entrometiera-. Le sugerí que se fuera a descansar ---continuó al ver que ella no le explicaba nada- Pero estoy seguro de que regresará más tarde. -¿Qué, por qué... el pie?.. -Coral. Se le incrustó un trozo debajo de la piel. Ese tipo de coral puede causar fiebre aunque sólo pinche la piel. A usted se le incrustó un trozo bastante grande. ¡Ahí se encontró a sus anchas! Desde luego, el señor Toren explicó que estuvieron buceando, aunque dijo que llevaba puestas las aletas. -No todo el tiempo --explicó el accidente y el médico se mostró más severo. -Debió curárselo de inmediato. Incluso entonces, habría necesitado a un médico. No comprendo por qué no se lo dijo a nadie. Anna pensó que por orgullo. Orgullo, vergüenza y deseo de no prestarse a la censura de Dan. Aunque, por intentar pasar desapercibida, había causado más problemas. ¿Qué pensaría él? Cerró los párpados antes de desacreditarse más ante sí, llorando. El médico salió sin decir más. Dan llegó más tarde y Anna se conmovió al ver la palidez en su rostro y el agotamiento en sus ojos. -¿Cómo te sientes? -se sentó junto a la cama, pero no intentó tocar a la chica-. Dicen que podrás salir dentro de unos días, pero tú sabes mejor cómo te sientes. -Un poco débil, pero por lo demás, bien. -De acuerdo. Haré los trámites para que salgas dentro de dos días. -¿Vendrás por mí? Sufrió una desesperación repentina. Dan se mostraba frío y distante, y ella volvió a sumirse en una ola de tristeza. -No, esta noche volaré a los Estados Unidos. No hemos terminado el guión, pero Anita ha exigido irse. El asunto debe llegar a su fin para que no se pierda más dinero con los retrasos. -Lo sé, Dean me lo dijo. ¿Cómo regresaré a la isla? ¿Vendrá Abe por mí? -No regresarás a Amara Cay; te irás a casa. Pediré que te traigan tus pertenencias aquí antes de irme y en el aeropuerto tendrán un billete para Londres a tu nombre. Ya he hecho una transferencia a tu banco. Podrás disponer del dinero cuando llegues. -Dijiste que no dejarías que me fuera -le recordó, acongojada-o ¡Dijiste que no permitirías eso! -Fue un juego amoroso, Anna. Tengo compromisos propios y tú también. Vete a casa en cuanto salgas del hospital -habló con frialdad y no se inmutó cuando ella lo miró de frente. -No tengo casa -parecía que los ojos oscuros le llenaban el rostro y con el ceño fruncido, Dan se movió. -Tienes suficiente dinero y un título universitario. Hay una vida por delante en Inglaterra para ti y la mía está aquí. Nunca has querido un tutor y desde luego yo no he buscado esa responsabilidad. Recuerdo que estabas decidida a irte al extranjero o quedarte y conseguir empleo. Tienes casi veintidós años y tu hogar está en Langford Hall. -Te equivocas, porque ya no lo es. Se volvió en la cama, con el rostro desviado hacia la almohada. Dan no la quería a su lado... nunca la había querido, excepto aquellos momentos en que ella había olvidado, el amor propio y casi le había rogado que la amara. El se alejaba para vivir su vida, regresaba al lado de Daphne y de un chiquillo llamado Trevor. Los días en la isla también habían terminado. Dan nunca había sido de Anna. Recordó las palabras que había gemido en la playa: «¡Eres mío!» El había dicho lo mismo, pero había mentido. Era un juego amoroso al cual él estaba acostumbrado. Cerró los párpados para detener las lágrimas y Dan permaneció inmóvil un momento. -Adiós, Anna -le tocó el pelo antes de irse. Las lágrimas no fluyeron. Ella se preguntó qué había esperado. En realidad aquello no la sorprendía porque siempre había sabido que Dan era de otra. Pero estaba obsesionada y pensaba en él casi todo el día; aparecía en casi todos sus sueños. Anna habría sido lo que Dan hubiera querido. Pero él no la deseaba... quería alejarla de su vida para siempre. Anna no esperaba tener otra visita, pero Josie fue a verla el último día de su estancia en el hospital. La mujer de rostro moreno estaba preocupada. -¡ Vaya susto que nos diste! -Declaró con franqueza-. Abe y yo pensamos que te perdíamos. -Soy muy tonta -aceptó Anna, enternecida por la preocupación de Josie-. Causo muchos problemas. -Te echaré mucho de menos, cariño -confesó Josie casi llorando--. He tenido que venir temprano para luego regresar a la isla. Llegaremos tarde, pero quería verte antes de que te fueras a Inglaterra. Anoche trajimos tus maletas -añadió muy triste. -Gracias, pronto tendré que prepararme para el viaje. Me alegro de que hayas venido, Josie, y también yo te echaré de menos. Ahora que el señor Toren está en California, no habrá mucho trabajo en la isla. ¿Importa si llegas tarde? -¡No está en California, cariño! -aseguró Josie, mirándola preocupada. Sin duda se preguntó si Anna seguía con fiebre- Está aquí, en Amara, tenso como un tambor y extremadamente enojado. Esa estrella de cine ha revuelto todo. El señor Dan tardará unos días en reponerse; además estuvo toda la semana pasada contigo y casi no durmió. No es el mismo. ¡Ojalá regresaras! Anna no oyó más que la información que la conmocionó. Dan no estaba en América, le había mentido. Quiso alejarla de su vida y decidió mentir. Eso le decía más que muchas palabras. Se alegró cuando Josie consultó el reloj y anunció que debía irse. Anna nunca se había sentido tan despreciada. Esperaba con ansia la hora de subir al avión Todo se había arreglado para que partiera sin contratiempos. Un taxi pasó a recogerla, en el aeropuerto le tenían un asiento reservado y lo único que tuvo que hacer fue seguir caminando. El pie le molestaba un poco y le habían dado instrucciones de que se lo cuidara. El médico se había sorprendido al enterarse de que ella regresaría a Inglaterra, pero Anna no le dio explicaciones. Jamás las daría. Se encontró con otros pasajeros, turistas que regresaban a sus casas. Ella hacía lo mismo. Dio las gracias al taxista cuando él bajó sus maletas. No tuvo que darle propina porque ya se la habían dado. Dan era terriblemente eficiente. Se quedó sola con las maletas, de pie en medio de una multitud que revoloteaba a su alrededor. Pensó en su casa y se acongojó. Pasar el resto de su vida sin Dan era un pensamiento terrible. Comprendió que toda su vida anterior había desaparecido. Elaine, Steve, Bryan y sus días en Oxford eran sólo sueños que casi no la afectaban. Sólo quedaba Dan y el temor le atenazó la garganta al pensar que se estaba alejando de él. Estaba dispuesta a rogarle que le concediera más tiempo y deseaba vedo acercarse a ella una vez más. No era mucho pedir. Regresaría a Inglaterra al día siguiente, ella misma pagaría su billete. -No quiero subir a ese avión. ¿Puedo cederle mi lugar a otra persona? -la mujer en el mostrador la miró como si Anna se hubiera vuelto loca, pero se encogió de hombros y asintió. -Deje su nombre y dirección y le devolveremos el dinero. Tenemos más pasajeros que asientos. No habrá dificultad en traspasar su lugar. ¡Alguien se lo agradecerá! , Pero no Dan. El se enfadaría mucho. No importaba, lo que sí le interesaba era vedo una última vez para llenar sus recuerdos de él y poder tolerar el futuro. Dejó las maletas en consigna y corrió a conseguir un taxi que la llevara al muelle. No sabía cómo seguiría desde allí, pero de pronto se sintió llena de energía. En el muelle había unas cuantas lanchas y algunos hombres hablando. Todo parecía extrañamente tranquilo, hacía calor, pero no había humedad. -¿Alguien podría llevarme a Amara Cay? Se trata de una emergencia. . Los hombres parecían discutir sin palabras; miraban el mar y el cielo y luego a ella. Finalmente ganó el apremio de Anna. -Yo la llevaré. Mi embarcación es más rápida que las de ustedes. El hombre, muy serio, la ayudó a subir con rapidez aunque Anna no esperaba galanterías, sólo deseaba ver a Dan. El hombre guardó silencio y la embarcación voló a la máxima velocidad. Ella sabía que esa gente no era parlanchina con quienes no conocía, pero que con los conocidos nunca cesaban de hablar. Ese hombre no fue la excepción, no trató de iniciar una conversación, y aunque lo hubiera hecho, ella estaba demasiado intranquila para contestar. A él sólo le preocupaba la velocidad y cuando llegaron al muellecito de Amara, saltó y levantó a Anna para colocarla en el entablado antes de que ella pudiera moverse. -¿Cuánto le...? La maleta estaba a su lado y el hombre se disponía a regresar. -El señor Toren me pagará la próxima vez que vaya a Nassau -le gritó al cambiar de posición la palanca de velocidades. Anna reflexionó sobre la curiosa virtud de los habitantes de Nassau de no interesarse por el dinero. Contenta, levantó la maletita y vio que la lancha se alejaba. Si Dan la hubiera visto llegar, la habría hecho volver a bordo. Notó que no estaba la lancha de Dan ni la de Abe. Todo el lugar se encontraba en un extraño silencio; el mar estaba quieto y no había viento. Caminó hacia la casa y la observó como una vez lo había hecho con Langford Hall, con un nuevo enfoque pues sabía que sería la última vez. Entró en la casa y sus pisadas fueron el único sonido que rompía el silencio. Pasó por todas las habitaciones. La casa estaba desierta y, al parecer, también la isla. Permaneció un segundo en el vestíbulo, indecisa y sin comprender qué ocurría. ¿Se habría ido Dan a California? ¿Se habría equivocado Josie? Quizá la mujer había regresado, se había enterado de que Dan se preparaba para irse y se había marchado a Nassau con Abe. Una fuerte brisa comenzó a soplar y Anna se relajó con el aire fresco y con la interrupción de aquella extraña quietud. La arena llegaba al vestíbulo, era algo que ella nunca había visto antes y, casi sin darse cuenta, fue a cerrar la puerta sin ver nada porque tenía la mente confusa. ¿Qué podía hacer? Se sentó en el borde de una silla y trató de explicarse la situación. Se sobresaltó cuando la puerta principal se abrió y volvió a cerrarse de golpe. Salió deprisa del vestíbulo y su corazón brincó al ver a Dan, con ,el pelo revuelto y sacudiéndose la arena de la ropa. El no la vio de inmediato, pero ella dio un titubeante paso adelante, con lo que Dan levantó la cabeza con los ojos bien abiertos. -¡Anna! Dan parecía esculpido en piedra y Anna perdió el valor; no pudo pronunciar palabra, moverse, ni desviar la cabeza. -¿Qué diablos haces aquí? -preguntó furioso y amenazador dando un paso hacia ella- ¿Por qué no has cogido el avión? -He dejado... que se fuera. Quería... Dan caminó por el pasillo y la agarró por los hombros para sacudida. Echaba chispas por los ojos y estaba muy tenso. -¿Qué quieres? ¡Responde! Te dije que yo no regresaría a la isla. No deseo que estés aquí. ¿Por qué has vuelto? -Quería verte, quería... sólo una vez más... Fue un murmullo porque las lágrimas la ahogaban. Dan se quedó inmóvil. Le soltó los hombros con lentitud y ella pesó que él se relajaría y la dejaría. Estaba preparada para rogar y, al parecer, eso tendría que hacer. Pero Dan suspiró profundamente antes de abrazarla y colocar el rostro sobre el pelo femenino. -¡Pequeña loca! -murmuró con severidad- ¿Por qué has tenido que regresar?.. ¿Por qué ahora precisamente? -Déjame quedarme esta noche, Dan -rogó sin poder levantar la cabeza y abrazada a él fuertemente- ¡Mañana me iré para no regresar jamás! -Quizás obtengas más de lo que imaginaste –le advirtió mientras le levantaba el rostro. Triste, Dan movió la cabeza y torció los labios- Ya no hay solución, tendrás que quedarte aunque yo no lo desee. Anclé la lancha al otro lado de la isla, todo está amarrado lo mejor que se puede. Yo estaba allí cuando regresaste. No hay manera de salir de Amara Cay. ¡Si fuera por la embarcación y te metiera en ella, no lograríamos nada, sería demasiado tarde! -¿Tarde? -repitió confusa por la seriedad de Dan. -Has regresado para enfrentarte a un huracán,. Anna -le observó el rostro compungido, el largo pelo negro y el esbelto cuello--. Ahora sabrás qué tipo de sirena eres. Ojalá Neptuno comprenda que estás aquí y recuerde que eres una de los suyos. La soltó, se alejó y consultó el reloj. -Quizá tengamos dos horas. ¡Andando! A Anna no le importó a lo que se enfrentaría siempre y cuando estuviera con Dan. Se dirigieron de inmediato a la cocina. -Puesto que estás aquí, será mejor hacer algo útil , y no cuentes con tener dos horas. Por el momento tenemos energía. Prepara una comida, bocadillos para después, busca todos los termos y llénalos con bebidas calientes -se volvió y le agarró los brazos- Y desde ahora hasta que pase el huracán, cuando te diga que hagas algo, lo harás de inmediato. ¿Comprendes? -¡Lo que tú digas! Dan la miró con ironía y salió de la cocina; Anna no tardó en oír fuertes golpes en la parte posterior de la casa, pero decidida, siguió con sus tareas. Eran bastantes. No sabía cómo era un huracán, sólo lo había visto en el cine. Quizá fuera emocionante, pero más importante era la excitación de estar con Dan y la actitud de él fue tan apremiante que ella debía obedecer. Se dio prisa con todo y sólo se tomó unos minutos para ir a su habitación a ponerse el pantalón vaquero y la blusa que había llevado. Preparó lo que él le había encargado y salió al vestíbulo justo cuando Dan regresaba, sombrío. -La comida está lista -declaró la chica. -Mantenla caliente; en este momento no debemos perder el tiempo comiendo... ponte un jersey grueso -añadió al observarla. -No tengo. Mi equipaje está en Nassau -la voz se le quebró al ver que él la acusaba con la mirada. ,Ella no debería estar ahí, se lo decía con los ojos. -Ve por uno mío y tenlo a mano. Es posible que haga mucho frío, no lo sé a ciencia cierta. -¿Puedo ir a tu... habitación? -Claro que puedes. Dan salió y Anna se mordió el labio. Todo lo que ella decía empeoraba la situación. Corrió a la habitación de él y buscó el jersey; cogió el primero que vio salió como si el mismo diablo la persiguiera. Echó un vistazo a la cocina y comprobó que todo estaba en orden. La comida se mantenía caliente y fue a buscar a Dan. Comprendió a qué se debían los golpes: el escritor había colocado contraventanas y acababa de llegar a la entrada de la casa. El viento cobraba fuerza de manera alarmante y cuando Anna miró el mar, se quedó petrificada por la sorpresa. Bullía, ya no era cristalino ni color turquesa. El oleaje rompía con fuerza contra lo que antes era una playa tranquila, y Anna se alarmó. Era testigo de una escena desconocida, como si estuviera en un sitio extraño, en otra isla. Las bellas palmeras se inclinaban casi hasta el suelo y algunas ramas yacían sobre la arena. -¡Por Dios, Anna, entra en la casa! -gritó Dan, cogiéndola del brazo y tirando de ella- Me faltan dos contraventanas para terminar. No puedo preocuparme pensando a dónde te has ido. ¡Quédate aquí! La empujó hacia adentro y dio un portazo; de hecho, la puerta se le escapó de las manos; la premura de Dan convenció a la chica. El le había dado tareas que ejecutar y ella las había terminado. ¿Qué faltaba por hacer? Recordó algunas películas que había visto y corrió a la cocina para bajar los vasos, ollas y sartenes y guardarlos en los armarios, segura de que Dan le preguntaría si se había vuelto loca. Entró en silencio mientras ella seguía guardando cosas y cuando la chica levantó la mirada, él asintió. -¡Muy bien! Pero la-preocupación primordial no son unos cuantos vasos. Ahora que he terminado de protegemos lo mejor posible, hay algo en que puedas ayudarme. Resguarda los adornos y cuadros, tienen un valor especial para mí. Tenía un buen motivo para coleccionarlos y de ninguna manera quiero que terminen destruidos. Tenía unas cajas dispuestas y las llenaron. No hicieron mención al viento que parecía penetrar en la casa. El mar rugía como Anna nunca lo había oído, y el ruido de las olas al romper contra la playa era alarmante. Recordó que la isla era pequeña y que tenía poca tierra alta. El viento y el mar estaban enfurecidos, y la tierra parecía frágil e insignificante. Imaginaba la altura de las olas y al mar como una gigantesca masa que los invadía. -¿ Ya está aquí el huracán? -no pudo ocultar el temor y Dan esbozó una sonrisa. -Todavía no, puede decirse que es una advertencia previa. Lo demás vendrá después. Los dos levantaron la cabeza cuando un trueno estremeció la casa y Dan se puso de pie. -¡Ya está! ¡Vamos a resguardamos! Anna siempre pensó que la habitación en el centro de la casa era extraña por ser diferente. Dan arrastró las cajas hasta allí y le ordenó que se mantuviera quieta. -¡La comida! -¡Dios mío, eres una mujer irritante! ¡Vamos! Juntos llevaron todo lo demás, y mientras Anna extendía un mantel sobre una mesita y colocaba la comida, Dan llevó los bocadillos y los termos antes de cerrar la puerta. -Come mientras puedas -ordenó--. Es posible que sea la última comida caliente que tengamos en bastante tiempo. -¿Cuánto durará? -Aún no nos ha llegado con toda su fuerza –se encogió de hombros- Nadie lo sabe y todo depende de la velocidad con que viaje, dónde esté el ojo y hacia dónde se dirija. Comieron sin hablar por un buen rato. El ruido alrededor de la casa crecía porque el viento formaba fuertes ráfagas. La lluvia golpeaba el techo como si quisiera derribarlo. Anna alejó su plato poco después porque no pudo comer más; Dan la imitó. Anna se arrebujó en un sillón y observó que Dan se sumía en el único sofá. -¿Estás asustada? -preguntó de pronto y Anna lo negó con un movimiento de cabeza. -No, estoy aterrorizada. Por el momento no se me ocurre una palabra más larga. Dan le sonrió. -Ven a sentarte a mi lado para que lo afrontemos juntos. Anna no necesitó una segunda invitación. Al lado de Dan toleraría cualquier cosa. Se acurrucó en el otro extremo del sofá y vio que el escritor apoyaba la cabeza en el respaldo y que parecía estar cansado. Oyeron un fuerte crujido y Dan se irguió con los ojos bien abiertos. Extendió los brazos para acercarla a su cuerpo. -¿Qué ha sido eso? -tenía ganas de ocultar el rostro en el pecho de Dan y él debió de adivinarlo porque le acarició el pelo. -Supongo que es un árbol que ha caído. -¿Es posible que un árbol caiga sobre la casa? -No, aunque si el huracán nos llega de lleno, cualquier cosa puede suceder. -Pensé que estaba aquí --comentó, temblorosa, y Dan lo negó. -Lo sabremos si nos ataca directamente. Yo lo he visto en una ocasión -se reclinó y tiró de ella. Hasta ahora no nos hemos enfrentado a ningún problema serio. Esta es la segunda casa que tengo en Amara Cay y fui cauteloso para que ésta soportara todo, menos un huracán directo. Quizá aguante eso también, al menos esta habitación debería ser muy fuerte . -¿Qué le pasó a la otra casa? -Cuando compré la isla ya había una casa. Por suerte yo no estaba aquí cuando se presentó la tormenta. Cuando volví, todo había sido arrasado. Lo tuve bien presente cuando construyeron ésta. La estructura es de acero reforzado. No hay ningún árbol cercano que pueda caerle encima y ordené que esta habitación fuera extremadamente fuerte para poder sobrevivir en ella. No es bella, pero es maciza. Anna miró a su alrededor. Vio velas, agua y un estuche grande de primeros auxilios, los termos y en un rincón, sobre una mesa, un radio transmisor y receptor. En ese preciso momento, la radio cobró vida. -¡Amara Cay, Amara Cay! ¿Me escucha? Cambio. Dan la soltó y se acercó para conectar el micrófono y hablar. -Aquí Amara Cay, adelante, Johnny. ¿Cómo está la situación? Cambio. -No es muy seria, pero se intensifica al este. Ustedes son los últimos con quienes debo comunicarme. Buena suerte, Dan. Oyeron un fuerte zumbido y la voz cesó. Dan regresó a sentarse al lado de Anna. -Ya viene -murmuró-. ¿Por qué no estás en el avión a kilómetros de aquí? -Preferí quedarme -confesó, en un susurro-. Suceda lo que suceda, prefiero estar aquí. Dan la acercó a su cuerpo y ella se acurrucó contra é1, cerró los párpados mientras el viento gruñía como un fantasma y sintió un pánico como no había experimentado en su vida. Capítulo 9 Anna abrió los ojos, oyó que Dan hablaba por radio y no pudo creer que se hubiera dormido. Asombrada, tuvo que mirar a su alrededor. Seguía observando cuando Dan se volvió. ¡Estaban con vida y seguían ahí! El rostro se le iluminó con una sonrisa y él se acercó a ella. -Terminó -permaneció de pie con los ojos fijos en Anna, sonriendo también. -¡Me he dormido, no puedo creerlo! -Bastante tiempo. Me he comunicado con Nassau y me han informado de que el huracán apenas nos rozó. No nos dio de lleno. -¿Regresará? -No, porque se alimentan de agua. El huracán ha tocado la costa este de Estados Unidos y terminará agotándose -extendió un brazo para tomarle la mano--. ¿Quieres ver los daños? -la puso de pie y la sujetó porque Anna se tambaleaba. . -¿Has salido? -Sólo unos metros. La radio me hizo regresar, pero contesté cuando comenzabas a moverte. Seguía abrazándola porque Anna estaba demasiado atontada para moverse. Quizá hubiera dormido poco, pero había sido un sueño profundo. -Vamos a ver qué daños ha causado el viento murmuró Dan con la cabeza levantada. El interior de la casa estaba igual, nada se había roto ni estropeado. Pero cuando Anna salió por la puerta principal y vio el amanecer gris, aún lluvioso, le dio gracias al cielo de que el huracán sólo los hubiera rozado. El mar estaba sombrío y gris, y la playa llena de algas y sedimentos, con lo que el colorido había desaparecido. La isla había sufrido graves daños. El pequeño muelle estaba destruido; los fuertes tablones se habían convertido en restos flotantes. En el jardín, ninguna planta había sobrevivido; el bello arbusto ya no existía y gran parte del prado estaba desnudo. . La playa se hallaba cubierta con los restos de bellas palmeras y aunque muchas seguían de pie, otras habían sido arrancadas. Ramas y ramitas estaban incrustadas en las contraventanas y parecían flechas. Anna imaginó lo que habría ocurrido si Dan no hubiera tomado las precauciones necesarias. Se habían salvado de milagro, porque el huracán no los había atacado de frente. -¿Qué daños ha sufrido la casa? -preguntó, conmocionada por la evidencia de la majestuosa ira de la naturaleza. -Unos cristales rotos y algunos mosaicos desprendidos ---comentó satisfecho--. No está nada mal. -¿Y la lancha? -¡Eso es otro asunto! Voy a quitar las contraventanas e iré a ver qué ha pasado. Alejó el brazo de la cintura de Anna, la única preocupación de Dan en ese momento eran la casa, la lancha y Amara Cay. Anna entró de nuevo en la casa y comenzó a limpiarla. Primero colocaría todo en su sitio. Los cuadros eran pesados, pero logró colgarlos y recordó el sitio de cada uno. Deseaba terminar antes del regreso de Dan. Con extremo cuidado, colocó los adornos. Cada pieza había sido escogida como si tuviera un significado especial. A ella le encantaron al verlas por primera vez. Dio unos pasos atrás y, complacida, observó lo que había hecho antes de ir a la cocina. Estaba fregando los platos de la noche anterior cuando Dan entró mojado hasta la cintura y enlodado. -¿Sigue la lancha en pie? -se volvió y abrió los ojos con asombro al ver la apariencia de Dan. El asintió y sonrió con lentitud. -Un poco maltratada, pero la bahía está protegida. La he dejado allí porque aquí no ha quedado en dónde amarrarla. Llegar hasta allí es peligroso. Algunos árboles están a punto de caer. Observó los platos. -No uses más agua, porque es posible que nos falte mientras las cosas mejoran. -Ay, quería bañarme. -¡Me toca a mí primero! -Dan rió al observarse-. Si queda agua, podrás darte una ducha después de mí, pero espérate hasta que te avise. Se dirigió a su habitación y Anna sacó y guardó los platos justo en el momento en que Dan le gritaba que ella ya podía usar la ración de agua que le correspondía. Anna sentía que había dormido con esa ropa durante toda la semana y se la fue quitando y dejando caer mientras caminaba hacia la ducha en su habitación. Eso le recordó a Anita y las quejas de Josie, pero decidió olvidar el pasado y el futuro. Estaba aterida y cansada, pero sabía que Dan no la obligaría a irse ese mismo día. Aunque llegara una embarcación, no tendría en dónde atarla. Juntos habían pasado la terrible noche y se habían enfrentado al peligro. Siempre lo recordaría. Anna se duchó con rapidez porque no quería desperdiciar el agua. Un leve ruido le hizo volver la cabeza, pero no se sorprendió al ver a Dan de pie, envuelto en un albornoz negro y con los ojos alerta, observándola. La vibrante mirada recorrió el sedoso pelo negro, la redondez de los senos, las esbeltas y largas piernas y repitió el recorrido otra vez. Anna no se sintió tímida ni tuvo el deseo de cubrir su cuerpo. Lo miró, respiró entrecortadamente y el pulso se le aceleró. El se acercó a ella lentamente, mientras se quitaba el albornoz y se metía debajo del chorro de agua para abrazar a la chica. Anna se lo permitió gustosa. La chica le rodeó el cuello con los brazos y él le acarició la piel mojada, moldeándole la cintura y la esbeltez de los muslos. -Sabías que vendría -murmuró Dan junto al rostro de Anna. -Sí -se apretó más contra él y contuvo la respiración cuando la abrazó más fuerte. -¿Cómo lo supiste? -preguntó un poco asombrado. -Deseaba que lo hicieras. -¡Bruja! -le quemó las mejillas y el cuello con los labios- Bésame -susurró pronunciando la palabra en un suspiro. Anna buscó los labios del escritor con pasión ciega, presa del deseo que la consumía. No hablaron. Se movían con desesperación y sus corazones latían al unísono. Se besaron de manera primitiva, con lujuria desencadenada por la necesidad, y olvidaron la valiosa agua que caía sobre sus cuerpos. -¡Te necesito! -susurró Dan y la levantó un poco. Parecía tener una fuerza sobrehumana en tanto la abrazaba, dispuesto a poseerla porque ya no podía esperar. Anna se aferró a él mientras unían sus labios. Cuando la chica se arqueó, sintió que el fuego la atravesaba; gimió de manera apasionada, y movió el cuerpo al fiero ritmo de la posesión hasta que Dan la puso de pie, con el cuerpo relajado después del frenesí que habían compartido. Anna no se dio cuenta de cuándo él cerró los grifos y le ató una toalla alrededor de la cintura. Cuando la sacó y la colocó sobre la mullida alfombra, Anna abrió un poco los párpados. Dan le envolvió el pelo con otra toalla y la levantó en sus brazos. La chica sintió la cama debajo de su cuerpo, pero el mundo había desaparecido; nada existía, sólo el rostro que se cernía sobre ella y los dedos morenos que acariciaban su barbilla. -¡Dan! -fue un murmullo apenas audible que pareció provenir desde muy lejos, pero él no le permitiría ni eso. -¡Shh! -desenvolvió el largo cabello, colocó las manos sobre la temblorosa piel para quitarle la toalla que la cubría-o No hables, dulce Anna, no digas nada. Te necesitaba con fiereza, pero ahora te amaré. La había poseído casi con locura, como un hombre impulsado por la desesperación, pero en ese momento la acariciaba y besaba con ternura. Cada hábil contacto la revivía y los murmullos contra su piel la hicieron gemir de embeleso. Después de besarle todo el cuerpo, Dan llevó los labios a los de ella y con la lengua, la entreabrió la boca antes de bajar la cabeza hacia los rosados pezones. -¡Dan! -rogó al no soportar el éxtasis y el cuerpo fuerte y duro volvió a ella, obligándola a otra capitulación para poseerla con ternura hasta que ella gritó, pidiendo satisfacción. El la apretó contra su cuerpo con la misma pasión que había mostrado antes. Anna se estremeció sin control mientras regresaba poco a poco a la realidad. Observaba el rostro de Dan, él también la contempló un buen rato antes de arrojar las toallas al suelo y volver a abrazarla. Luego se cubrieron con las sábanas. -Estás cansada -murmuró mientras acariciaba los labios con los dedos. -Sí -se sentía lánguida y se preguntó por qué no podía hablar y por qué le parecía que los ojos de Dan llenaban todo el mundo--. Sí, estoy cansada. -Entonces, duerme conmigo, cariño. Las palabras resonaron en su mente como una campanita de cristal, y volvió la cabeza hacia el hombro de él al mismo tiempo que cerraba los ojos. No era lo que había imaginado durante tanto tiempo. Estaban en el cielo y se sentía muy a gusto. -Dan -murmuró el nombre y él pareció comprender sin necesidad de más palabras. La abrazó y Anna, sintiéndose segura, cayó en un profundo sueño. Anna despertó casi al mediodía, pero él no estaba a su lado. Tenía las sábanas enroscadas en la cintura y tuvo un ataque de ansiedad ridícula al pensar que él debía de haberla visto en esa postura. No quiso pensar en lo ocurrido. Dan la había alejado, pero ella había regresado. Había dormido con él porque ella así lo había querido. ¿Cómo se sentiría Dan en ese momento, a plena luz del día? La ropa estaba donde la había dejado caer y la levantó para doblarla antes de ir a comprobar si todavía había agua. Había y usó poca antes de vestirse con la otra muda que tenía: el vestido blanco con el que había llegado. Pero no salió de la alcoba. En esa habitación se encontraba el recuerdo de la felicidad. Más tarde comprendió que tenía que salir para ver la luz del día. Al entrar en la cocina vio que el desayuno estaba sobre la mesa; Dan no estaba ahí, pero el café seguía caliente. Oyó el sonido de un motor que se acercaba y pronto descubrió el motivo por el cual él había abandonado su tarea. Alguien venía a la isla en una lancha rápida, la cual en ese momento disminuía la velocidad. A regañadientes, salió a la terraza. Le habría gustado estar a solas con Dan porque no ignoraba lo que él debía estar pensando. El casi no le había hablado cuando se amaron y nada había cambiado. Dan tenía su vida en la isla y ella en otra parte. Las horas que habían pasado en esa casa abrazados, le parecían irreales. Era una lancha de la policía y cualquier vestigio de magia desapareció cuando Anna vio quién estaba de pie en cubierta, agitando un brazo en dirección a Dan. Recordaba con claridad el pelo rubio y el bello rostro. Daphne regresaba a casa y Dan la esperaba animado y pleno de felicidad. Acercaron la lancha y uno de los policías brincó a los restos de la pequeña bahía para ayudar a Daphne a bajar. La mujer rodeó el cuello de Dan, riendo, mientras él la llevaba a tierra firme. Los dos estaban muy contentos y desde ahí, Anna pudo ver que Dan estaba muy satisfecho. Anna se volvió para entrar en la casa antes de que la vieran, pero no encontró dónde ocultarse. La lancha esperó unos minutos y mientras Dan hablaba con los dos hombres a bordo, antes de que la embarcación se alejara de la isla, Anna decidió que tendría que enfrentarse a lo que viniera. Se encontraba en la cocina cuando los dos entraron; sirvió el café con manos torpes y se obligó a levantar la cabeza y a sonreír. Fue lo más difícil que había tenido que hacer en su vida. -¡Vaya, es Anna! Jamás olvidaré tu exótico color de pelo. No tenía la menor idea de que estuvieras aquí. ¿Te ha afectado la tormenta? -¡Sí y fue toda una experiencia! -Anna sonrió a medias y se puso tensa cuando Dan entró. No quiso mirado con reproche porque no-tenía deseos de echarle en cara nada. Ella comprendía. De inmediato él le escudriñó el rostro y al notar la torpeza de Anna, dejó de sonreír. Aceptó la taza de café que la chica le ofrecía y dejó de mirarla. -¡Me debes una explicación! -le dijo a Daphne el escritor. - Él se apoyó en la mesa y le sonrió a la recién llegada con actitud indulgente. Saltaba a la vista que ellos dos se llevaban muy bien, que se interesaban el uno por el otro, y Anna se sintió avergonzada al pensar que de ser Daphne no saludaría a otra mujer con tanta calidez, al menos no a la mujer que había estado a solas con Dan. Desde luego, Daphne debía recordarla como la hermanita de Dan, por lo cual no la consideraba una amenaza. -Es una visita corta -comentó Daphne-. La lancha me recogerá dentro de una hora. Visitarán las demás islas pequeñas antes de venir por mí. Mencioné tu nombre y de inmediato aceptaron traerme. -Johnny es amigo mío, aunque en una situación como la presente, hacen cualquier cosa -intercaló Dan-. No has dicho el motivo de tu visita. -Venía hacia aquí cuando anunciaron el peligro del huracán. Tan pronto terminó, seguí adelante. Tenía que saber cómo estabas, Dan. ¡Recuerda que tengo intereses invertidos en ti! -rió divertida, aunque había tristeza en sus ojos- También se trata de Anita. -Por el momento, olvidaremos ese tema. ¿Cómo está Trevor? -preguntó, sonriendo abiertamente. Anna ya no quiso escuchar más. Dan no la había vuelto a mirar desde la ojeada que le había lanzado al entrar. Esperó que la conversación se detuviera en algún momento y se preparó para intercalar lo suyo, pero no tuvo oportunidad porque Dan lo dijo por ella. -Cuando la lancha regrese nos iremos también, Anna -comentó-. El agua no durará mucho y la isla necesita muchas reparaciones. Primero me encargaré de ti y luego iré por Abe. El traerá a una cuadrilla de hombres. Después de que desayunes, recoge tus cosas para que puedas partir. Anna se limitó a asentir. Ella sólo había pedido un día más y Dan sólo le había ofrecido eso, un día. Había aclarado su postura cuando ella estaba en el hospital, y no había cambiado de opinión. Anna no pudo comer, pero se bebió el café deprisa y los dejó solos. -Es bellísima, Dan -Anna oyó las palabras de Daphne cuando se dirigía a su habitación- Ese pelo yesos ojos oscuros... -¡En efecto, es muy bella! -exclamó Dan con voz brusca y con un enfado profundo que trató de ocultar. Anna siguió caminando. Pudo oír desde su habitación que seguían hablando. Comprendió que estaban acostumbrados a verse y seguramente tenían mucho que decirse. No se atrevió a regresar por temor a encontrar a Daphne en brazos de Dan. Después de un buen rato, Dan fue a buscarla. -¿Qué haces? ---entró como si fuera lo más normal del mundo y Anna casi se divirtió al notar que él estaba intrigado. -Nada en especial, pero os he dejado solos para que os pusierais al corriente en las noticias. -No hay muchas -la observó con curiosidad-. Daphne y yo nos comunicamos con frecuencia, necesitamos hacerlo. -Comprendo -bajó la cabeza para desviar los ojos. -Me gustaría que me miraras de frente -susurró mientras se acercaba a ella- Quise hablar contigo cuando desperté, pero dormías muy a gusto y no me atreví a molestarte. Anna recordó su postura y se ruborizó. -¿Qué pasa? -le levantó el rostro. ¿A qué se debe tu repentina timidez? Lástima que ahora no tengamos tiempo porque te cambiaría el estado de ánimo muy pronto -le rozó las mejillas con los labios. Anna sabía que ya no había tiempo, pero no le rogaría que le permitiera quedarse con él. -No necesitas hablar conmigo, Dan -se obligó a mirarlo a los ojos intrigados-. Comprendo lo que quieres decir. -¿De verdad? -le ciñó los esbeltos hombros y la observó, pero Daphne lo llamó desde el vestíbulo. -¡El tiempo se ha acabado, Dan! La lancha se acerca, puedo oída. Sonriendo levemente, él seguía mirando a Anna. -Jamás te comprenderé -murmuró-. Siempre fuiste una criatura extraña que observaba desde las sombras. -¡Dan! -gritó Daphne con más premura-. ¡No queda tiempo, debo coger un avión! -Ya vamos -se volvió y salió-. Date prisa . Anna -habló casi con fastidio. Si perdemos esta oportunidad, tendremos que quedamos varados hasta que Abe se arriesgue a venir. Dan no la quería en la isla y ella también debía coger un avión. No tardaría en lograrlo pues su equipaje estaba en el aeropuerto y Dan no tendría que arreglarle nada. ~ Se fueron por la misma ruta que Dan había tomado para llegar. Dan levantó a una y luego a la otra, para pasárselas al hombre de la lancha. Cuando levantó a Anna la abrazó con fuerza durante un momento, pero ella se mantuvo rígida para protegerse de cualquier sentimiento y cuando él brincó hacia dentro de la embarcación, tenía el rostro endurecido. Dan no tenía nada que decide; además, él no tuvo la oportunidad de hablar porque Daphne no cesaba de vociferar para que la oyeran, dado el rugido del motor. Anna observó el rostro animado de la mujer, que no era la misma que había ido con Dan a Langford Hall hacía casi cinco años. La infelicidad y la vulnerabilidad habían desaparecido. Anna imaginó que la vida la trataba muy bien. Se volvió para divisar Nassau, final de sus sueños y de su oportunidad de huir. Daphne no perdió tiempo. Al parecer, se había entretenido más de lo previsto esperando a que el huracán terminara y se despidió de Anna muy amablemente. -Tu visita fue corta --comentó Anna por decir algo y se sorprendió de no tenerle rencor a esa mujer. -Aproveché para venir porque estaba a medio camino. No puedo alejarme mucho tiempo de Trevor, ni pasar mucho sin ver a Dan. El modo de vida de la pareja sorprendió a Anna. Ella no podría vivir sin ver a Dan y así había sido toda su vida. Pero de ese momento en adelante, no volvería a vedo. Permitió que la condujeran a un taxi, con un brazo insensible apoyado en Dan, y los dos vieron que Daphne cogía otro. Anna cerró los ojos cuando él se despidió de Daphne con un beso. No era muy consciente del rumbo que seguían hasta que el taxi se detuvo frente a un hotel, donde Dan sacó las maletas. -Es hora de que hablemos largo y tendido -declaró. Dan pidió dos habitaciones y no hubo problema había varias vacías. La mayoría de los turistas había huido, uno de ellos en el lugar de Anna. Dan la dejaría en el hotel hasta que le consiguiera billete a Inglaterra. Anna lo siguió al ascensor y permaneció callada hasta que él abrió la puerta de la habitación y la hizo entrar. -Esta es tu habitación -aseguró, irritado--. La mía es la siguiente. Y como no has comido nada desde anoche, vaya pedir que te suban algo. Luego, buscaré a Abe y regresaré a tu lado. Dan estaba enfadado con ella por haber regresado para complicarle la vida y estaba furioso consigo por haberla amado. No lo culpaba porque fue ella quien se arrojó en sus brazos desde que llegó a la isla. Quizá la situación habría sido diferente si Daphne no se hubiese presentado sin previo aviso, aunque sólo habría sido cuestión de un día más. Anna no dijo nada y Dan salió sin volver la cabeza. La chica dejó pasar diez minutos antes de llamar a recepción. -¿Podrían reservarme un vuelo a Inglaterra? preguntó deprisa. No hubo problema, así que la llamaron casi de inmediato para decirle que un vuelo saldría dentro de media hora, el tiempo justo para que ella llegara al aeropuerto. Incluso le pidieron un taxi. Le sería muy fácil irse de Bahamas. Capítulo 10 El aeropuerto estaba más tranquilo que la vez anterior, y le fue fácil facturar su equipaje. Todo había vuelto a la normalidad; el cielo azul estaba despejado, igual que cuando llegó. Anunciaron su vuelo y caminó casi a ciegas sin ver más que su triste futuro; no tenía ninguna ilusión ni esperanza. Llevaba la cabeza gacha sin saber hacia dónde se dirigía, sólo seguía a los demás pasajeros. -¿A dónde diablos crees que vas? Con brusquedad, la voz de Dan la hizo volver a la realidad, mientras él le ceñía el brazo con la fuerza del acero. Se volvió y notó que Dan tenía el rostro enrojecido por la furia. Parecía incapaz de controlarse, estaba violento y Anna se estremeció de temor. No pudo hacer otra cosa más que mirarlo con fijeza y mover la cabeza. Ella regresaba a casa, al sitio que le correspondía, y le evitaba a él la pena de tener que decirle otra vez que se fuera. Pero, ¿por qué estaba tan enfadado? Quizá ella debía haber esperado para despedirse de él, pero había sido incapaz de hacerlo; ya se había despedido muchas veces de Dan. -¡Han anunciado mi vuelo! exclamó. Dan la sacudió, echando chispas por los ojos y emitiendo un peligroso sonido desde el fondo de su garganta. Su furia llamaba la atención y Anna, preocupada, miró alrededor. -Sabes que tengo que irme, Dan. Tienes que comprenderlo. -¿El qué? ¿Comprender que regresaste a mí, que dormiste conmigo y que te arrepentiste y por eso regresas al lado del médico que nunca tiene tiempo para ti? ¡No, no lo comprendo! -Dan, por favor -trató de soltarse, pero él la sujetó con más fuerza. -¿Puedo ayudarla, señorita? -un hombre, seguramente con tendencias suicidas, se acercó, y Dan se volvió hacia él como un tigre, con el fuerte cuerpo tenso como el del animal, presto para matar. -¡Sí, dejándonos en paz! -No hay problema, gracias -le dijo Anna al desconocido. Dan parecía harto y casi la arrastró para alejarla de la pista. -¡Mi equipaje está en el avión! -¡Mereces tener problemas! -gruñó- Es lo único que me has dado toda la vida. . -¡ Ya no! Anna trató de liberarse, pero él la miró amenazador. -Puedo sacarte a rastras de aquí. Anna decidió acompañado y todas las personas presentes los observaron. -¿Pueden?.. -rogó con la mirada a la empleada en el mostrador. -¿Bajar sus maletas del avión? Lo intentaré –la diversión en la voz de la mujer sólo la hizo avergonzarse más, pero, al menos, ya no tendría que ver más miradas divertidas. Dan casi la arrastraba y permitió que la gente pensara lo que le diera la gana. Un taxi los esperaba y Dan la empujó hacia adentro, sin soltarle el brazo, al parecer seguro de que ella abriría la otra puerta para salir corriendo. -Ya veo que la ha alcanzado, señor Toren --el moreno rostro sonriente la miró por el espejo retrovisor y Dan gruñó: -La tengo, ¡llévenos al hotel! Anna no tenía nada que decir y de todos modos no se atrevía a hablar. Dan estaba furioso, fuera de control. ¿Qué esperaba él de ella? ¿Deseaba que se quedara para entretenerlo mientras Daphne no estaba? ¿Realmente creía que deseaba regresar con Bryan o lo había dicho sólo como excusa? ¡La noche anterior, él la había amado y luego la había mantenido abrazada! ¿Qué tipo de persona creía que era ella? -¿Cómo supiste que?... -¡Hiciste la reserva por medio del hotel! No eres tan lista como crees. El mal humor hizo que olvidara un poco su congoja, pero no haría ninguna escena ante el conductor del taxi. Llegaron pronto al hotel y Dan seguía sin soltarle el brazo mientras pagaba al taxista. -Gracias, logró hacerlo justo a tiempo. Le dio al hombre un fajo de billetes y el hombre quedó encantado. Atravesaron el vestíbulo con rapidez. -Ahora... Dan casi la arrojó dentro de la habitación antes de cerrar con la llave y guardársela en el bolsillo. La observó alejarse deprisa, poniendo cierta distancia entre ellos. -Será mejor que me expliques por qué te ibas sin decirme nada ni tenerme la más mínima consideración -gruñó con los ojos entornados-o Si imaginas que permitiré que borres la obsesión que tienes por mí con una sola noche de pasión para luego regresar al lado de tu novio, estás muy equivocada. Pasmada ante sus palabras, Anna se volvió. -¡Recibí lo que merecía! ¿Eso tratas de decirme? No te molestes, lo sé todo. ¡Sólo te pedí un día más y ya lo he tenido! -¿Qué dices de mí? -murmuró con amargura y levemente sosegado. -Tienes a Daphne -le recordó y Dan se volvió con la mano en el pelo. -¡Dios, concédeme fuerzas! ¿Lo dices porque fue a verme? Te dije que no estoy casado con ella. ¿No me crees? -Sí, pero en esta época eso no tiene importancia... me refiero al matrimonio. Además está tu hijo y... -¿Qué hijo? -se volvió hacia Anna, casi enloquecido--. ¿Sabes que con cada día que pasa te vuelves más rara? Ahora me adjudicas un hijo. ¡No tengo hijos! - Trevor... -balbuceó temblorosa porque el mundo le pareció patas arriba, ya que sus creencias de cinco años comenzaban a desmoronarse. -Trevor no es mi hijo, es hijo de Daphne. ¿Qué otros crímenes me imputas? -No tiene importancia -respondió cansada- Querías que me fuera, me dijiste que me fuera, incluso me reservaste un lugar para el vuelo. -Sólo porque me rogaste no regresar a Amara. Se acercó a ella y la miró con frustración. -Mientras te llevaba al hospital y estuve sentado a tu lado pidiéndole al cielo que te bajara la fiebre, tú no dejaste de alucinar. ¡No querías regresar a Amara, nunca, nunca, nunca! Le ciñó los hombros y la obligó a apoyarse en su pecho y la observó con tanto enfado que ella permaneció quieta. -¡Te amo! Permitir que te fueras casi me mató y cuando regresaste, no pude creerlo -la soltó y se dio media vuelta con los hombros caídos- Querías irte, ¿no? ¿Qué soy para ti? ¿Sólo una obsesión de hace tiempo que ya fue exorcizada? Ella permaneció de pie como si fuera de piedra. Escuchaba, pero su corazón se negaba a creer. Le parecía que se había pasado la vida esperando y añorando a Dan y, en ese momento, él parecía perdido y solitario. Su infelicidad era auténtica. -Si lo deseas, Anna, puedes irte --comentó con el rostro desviado y observando el cielo a través de la ventana- He sobrevivido casi cinco años sin ti, ¿qué importancia tiene el resto de mi triste vida? Anna no pudo hablar y cuando Dan se volvió hacia ella, él vio que las lágrimas humedecían el rostro de la chica y que le extendía los brazos. -¡Oh, Dan, te amo con locura! Mi vida está vacía cuando no estás a mi lado y siempre ha sido así. No digas que me amas si no es cierto. ¡No lo soportaría! Incrédulo, Dan la observó durante un segundo; luego la abrazó y apoyó el rostro húmedo contra su pecho. -¡Anna, mi Anna! Debes saber que te adoro. La meció y buscó su rostro con los labios, mientras ella cerraba los ojos. Dan la apartó para mirarla detenidamente durante un buen rato. -Querida, no hay otra mujer -murmuró y luego suspiró. Durante cuatro años no ha habido otra mujer, desde que te encontré. Me aislé en Amara, traté de embellecerla, compré objetos que te fascinarían, todo con la esperanza de que algún día vendrías a mi lado. -¿Compraste Amara por mí? -Compré Amara para tener un poco de paz. Quise construir un sitio de ensueño, un lugar donde traerte que fuese sólo para nosotros dos. No les doy la bienvenida a muchas personas en Amara Cay. -Se la diste a Daphne --murmuró tensa- Y a la mujer a quien le pertenece el traje de bucear. -No confías en mí -de nuevo habló con amargura y comenzó a alejarse y rechazarla con las manos. ~¡No me dejes! -frenética, se aferró a él y olvidó el último vestigio de celos- ¡Siempre he confiado en ti! De no haberlo hecho, nunca habría... -¿Nunca te habrías entregado a mí de manera tan dulce y alocada? terminó por ella, abrazándola de nuevo-. Daphne es únicamente una amiga y ojalá también lo sea tuya. La mujer del traje de buceo viene con su marido la observó con tanto cariño que Anna nunca volvería a dudar de él- ¡Es a ti a quien amo! -declaró ronco y levantó la mano de la chica para llevársela a los labios y besarle la cálida palma. -Ay, Dan. ¿Por qué no regresaste por mí? Creí que te casarías con Daphne, eso dijiste. -¿Cómo podía hacerlo? Sabía que te había herido sobremanera, yo estaba sumido en mi propia culpa y teníais apenas diecisiete años. Supuse que se te había pasado. Cuando fui a la boda y vi cómo saludabas a tu médico, lo confirmé. -¡Jamás podría olvidarte! -levantó la cabeza y Dan se dejó caer en una silla, tirando de Anna. -Será mejor que te hable de Daphne -suspir6-. Me escucharás, Anna, porque entre nosotros no debe haber ningún malentendido, nada debe separamos. -No hay nada de eso -se acurrucó sobre Dan y él, nervioso, rió. -¡No me atrevo a arriesgarme! Te conozco desde hace tiempo y has sido evasiva toda tu vida. La chica pensó que no lo había sido realmente, que sólo amaba a una persona, pero temía demostrar su cariño. Ya podía decirlo. Volcaría todo su amor en Dan. Apoyó la cabeza en el hombro de su amado y feliz, escuchó el grave sonido de su voz. -Háblame de Daphne -murmuró y él la abrazó con más fuerza. -La conozco desde hace años. Cuando vine aquí para escribir el primer guión, no sabía cómo hacerlo. Daphne es guionista y trabajó conmigo. Llegué a conocerla bien y también conocí a su novio, Trevor Blaine. Son los mejores amigos que he tenido. Calló un momento y Anna comprendió que a Dan le era doloroso el relato. -No necesitas seguir -le acarició el rostro, pero Dan le detuvo la mano para darle un beso. - -Necesito hacerlo para que no haya secretos ni fantasmas. Trevor era un doble cinematográfico continuó con voz aguda- Conoces mis libros; son intrigas políticas, rápidas y trepidantes, con mucho trabajo para una persona con esa especialidad. Escribirlas es fácil, pero el asunto es diferente cuando tienen que filmarse. Hace casi cinco años estábamos en una parte bastante peligrosa del libro que comenzaba a rodarse. Se necesitaba un accidente espectacular, importante para la película; no era sólo un ardid sin consecuencias. Dean leyó el libreto y dudó. Yo acepté, pero de mala gana. Trevor quiso que no se hiciera cambio alguno porque pensaba que podría lograrlo sin riesgo. También dijo que sería lo mejor que hubiera hecho y que lo colocaría en la cima. Se entusiasmó mucho y convencimos a Dean. De hecho, no lo dejamos en paz hasta que aceptó. Dan suspiró y descansó el rostro en la cabeza de Anna. -Ignoro qué sucedió. Quizá Trevor se confió demasiado; tal vez se preparara sin tomar en cuenta la máxima cautela; quizá perdiese la concentración o el asunto era imposible. Chocó y cuando llegaron a él, estaba muerto. -y tú te sentiste responsable -murmuró Anna rodeándolo con los brazos. --Sí. A Daphne la sedaron y estuvo en el hospital casi una semana; yo iba a verla todos los días porque me sentía culpable al no haberme negado a que lo hiciera y no haber prescindido de la escena. Cuando Daphne finalmente comenzó a hablar, sólo podía hacerlo conmigo y me informó de que estaba embarazada. Le pedí que se casara conmigo y ella me miró sin expresión. Yo insistí diciendo que ella necesitaba a alguien que la cuidara y que la ayudara a criar al hijo de Trevor. Sabíamos que el matrimonio sólo sería de nombre, fue un asunto táctico. Éramos sólo amigos y finalmente, ella aceptó. El anillo que viste se lo había dado Trevor. Ella nunca se lo quitó y yo sabía que siempre lo usaría. «Nuestros amigos cercanos sabían todo y nos acompañaron el tiempo que pudieron. No podíamos dejarla sola mucho tiempo y cuando fui a Inglaterra la llevé conmigo. Fue entonces cuando la conociste y comprendí que el sentimiento de culpabilidad me había robado algo que había estado ante mis ojos durante casi toda mi vida. -¿Por qué no me lo explicaste? Levantó la cabeza para besarlo con ternura y eso ayudó un poco a que Dan olvidara su tristeza que se había acrecentado mientras hablaba. -¿Cómo podía hacerlo? Daphne me necesitaba y tú comenzabas a convertirte en mujer. Pensé que debías olvidarme ya que tu obsesión era infantil. Le inclinó el rostro para mirarla a los ojos antes de acercar los labios para tocarla. -Cuando eras una niña solía observarte y me preguntaba qué hacer, qué necesitabas -murmuró añorante-. Parecía que deseabas que te cuidara, pero si yo lo intentaba, actuabas como si yo fuera un monstruo. Me alejaba de ti, preocupado por la extraña niña que se había convertido en parte de nuestras vidas y que me observaba con ojos sombríos y cautelosos. Papá me contaba las peleas en las que te metías, pero yo no le creía. Cuando yo estaba en casa, tú te mostrabas tranquila, observabas y esperabas, misteriosa y sombría. Me iba preocupado y me preguntaba por qué me tenías tanto miedo. Te recordaba como una chiquilla de largo pelo negro y ojos tristes e inteligentes. Hizo una pausa y sonrió con tristeza. -Cuando regresé a casa con Daphne, no pude creer el cambio que se había operado en ti. Saliste a la puerta para recibimos y ya eras una mujer; serena, controlada y exóticamente bella. Me quedé asombrado. -Yo quise llorar -Confesó Anna-. Llevaste a Daphne y me pareció que todo se derrumbaba. -Calla, cariño -volvió a abrazada y besarla-. Nunca quise hacerte daño apoyó la cabeza en el pecho de ella mientras la acariciaba-o ¡Me hechizaste! Durante esa larga semana deseé verte todo el tiempo, pero no estabas más cerca de mí de lo que siempre habías estado. Evitabas mirarme a los ojos y cuando inesperadamente levantaba la cabeza, notaba que me observabas con la misma mirada que recordaba, deseando algo que yo no comprendía. Antes de que pasara la semana, estaba tan enamorado de ti que fue necesario irme y pensar en no volver nunca. -¡ y yo pensé que mi vida terminaba! -apartó un mechón de la frente de Dan y él la miró, intrigado. -¿Así fue? -Me dijiste que me repondría. Me repuse, al menos la lógica me indicó que sí. Quizá me hubiera recuperado antes si no me hubieses besado. -¡No fue mi intención hacerlo! No bajaste a des pedirte de mí, así que tuve que ir a verte, a pesar de saber que sería muy peligroso. Al ver que llorabas, quise llevarte conmigo, pero mi conciencia fue más fuerte. Daphne me necesitaba por culpa mía y ya le había pedido que se casara conmigo. Tú tenías una vida por delante. Eres muy inteligente y no me necesitabas. -No es cierto -murmuró casi enfadada y Dan esbozó una sonrisa. -Lo comprendí cuando te besé, pero ya era demasiado tarde. No creía que se me presentaría otra oportunidad. -¿Por qué no te casaste con Daphne? --eso la preocupaba y como Dan había dicho que no habría secretos entre los dos, se animó a hacer la pregunta. -Poco a poco, ella salió de su tristeza. Al principio estaba desvalida, pero después me dijo que no podría casarse con nadie. Estaba deprimida. La ayudé todo el tiempo y nos convertimos en buenos amigos. El hijo de Trevor nació y es un chiquillo maravilloso. Ella, por fin, conoció a otro hombre y comenzó a rehacer su vida. Sin embargo, lleva el anillo de Trevor en la otra mano. ¿Te diste cuenta, tonta? -No, estaba muy ocupada con los celos y sintiéndome culpable porque Daphne me cae bien. Tenía curiosidad por saber de qué hablabais pero no me atrevía regresar a la sala. -¿Imaginaste una escena de amor? -rió, antes de hacer una muecaHablábamos de Anita. Daphne terminará los últimos detalles del guión. También hablamos de ti --confesó ronco--. Le dije que te amaba y que no permitiría que regresaras a Amara, si algo te pasaba. -¿Todavía deseas que me vaya? -¡Iré contigo! -declaró él con vibrante decisión-. He venido aquí para pagar dos billetes para nosotros y no sólo uno para ti. -Amara Cay me gusta mucho. Pensé que yo había causado muchos problemas y que querías a Daphne y al pequeño. Sabía que no podría mantenerme alejada de ti si regresaba y por eso quise decirte que jamás volvería. ¡No te rogaba que me dejaras ir, Dan! Te prometía que permitiría que vivieras como deseabas... -Repítelo -la instó mientras sus cálidas manos la acariciaban-o ¡Repite eso de que no puedes mantenerte alejada de mí! -Creo que lo sabes -confesó, falta de aliento. La mano de Dan se deslizó por el escote del vestido para descubrir un hombro dorado y sedoso, pero no fue suficiente, de modo que bajó los dedos a los botones hasta que pudo admirar la belleza de un seno desnudo. -Bruja hermosa y exótica -murmuró, enternecido-. ¡Muéstrame cómo te es imposible mantenerte alejada de mí! Anna ya estaba incitada por la mano que la acariciaba y las palabras de Dan acabaron de encenderla. Colocó la mano de Dan sobre su seno, mientras entreabría los labios junto a la boca masculina; la pasión, la necesidad y la excitación estaban presentes en la forma en que arqueó su cuerpo. Dan la soltó, se puso de pie, la levantó en brazos, caminó a la cama y tendió en ella a la chica; mientras la desvestía, la observaba con franco deseo. Anna se arrodilló, cálida y desnuda frente a él, y comenzó a quitarle la ropa, besando la piel que descubría, encantada al ver que los fuertes músculos se tensaban. Acarició el cuerpo del escritor con el mismo placer que mostraba Dan y él se estremeció violentamente antes de tenderla otra vez sobre el colchón, acostarse a su lado y entornar los párpados. -Ahora, ninfa del mar -murmuró ronco-. ¡Revélame tus secretos, háblame con tus ojos oscuros, demuestra que me deseas tanto como yo a ti! -No puedo -murmuró--. Soy muy tímida. Toda mi vida... -¿Quieres regresar a la isla? -la mordisqueó con suavidad y trazó círculos con la lengua alrededor de sus pezones. -Sí, oh, sí. Quiero estar contigo y vivir en Amara.¡No deseo irme de allí jamás! -Yo mantendré alejados a todos -bromeó mientras su corazón latía junto al de ella-o Si quieres ir conmigo, demuéstrame hasta qué punto lo deseas. Anna se movió con lentitud, pero su corazón latía rítmica y aceleradamente porque Dan hablaba en serio, a pesar de las palabras que había dicho a la ligera. Vislumbró un fuerte deseo en el fondo de sus ojos, casi temerosos. Dan necesitaba convencerse de que él era más que una obsesión, más que la extraña fijación de una criatura. Anna bajó la cabeza y comenzó a besarle el cuerpo, guiada sólo por el recuerdo del placer que Dan le había proporcionado. Le acarició y se detuvo en los sitios que lo estremecían, siguió el trayecto de los dedos con la boca y se excitó al ver que a Dan le era difícil mantenerse quieto. Tímidamente, sus dedos también se deslizaron por las fuertes y largas piernas, mientras le besaba el plano vientre y más abajo. La respiración de Dan se entrecortó. -¡Anna! extendió las manos y le tomó la cabeza; respiraba como torturado cuando tiró de ella para acercarla, obligándola a colocarse encima de su incitado cuerpo y moldeándola a él- Ya no puedo más. -Me pediste que te amara así. ¿No lo he hecho bien? -murmuró temblorosa. -¿Bien? -ya no pudo mantenerse quieto y la abrazó con fuerza- Me vuelves loco, más de lo que he estado todos estos años sin ti. -Quise demostrarte que mi obsesión... Dan rodó en la cama, sin despegada de su cuerpo. -Si es una obsesión, también yo la tengo. Es amor, cariño, un amor que no puede ser más profundo ni primitivo. Unió los labios a los de ella y se limitaron a pronunciar palabras de pasión y de amor. Anna imaginó que estaba de regreso en una isla que no era Amara Cay; era una isla llena de luces que se desvanecían dentro de una aterciopelada oscuridad. Sin embargo, al abrir los ojos vio que Dan la observaba de manera triunfal y pleno de felicidad. -¡Eres mía! -murmuró. -y tú mío -repuso en el momento en que él le besó los párpados para secar las lágrimas de alegría que le brotaban. -Llévame de regreso a Amara -rogó Anna, poco después, mientras yacían abrazados. -Después de que me case contigo --declaró Dan. -¿Los trámites son lentos aquí? -levantó la cabeza del hombro bronceado y Dan negó con la cabeza. -No lo sé, nunca me he casado. Se miraron bastante tiempo y él sonrió con malicia. -En cuestión de un minuto, me darán la información por teléfono. -¿Qué me dices de Langford Hall? -preguntó ¿Y qué me dices de Edna? -¡Necesitamos dos hogares! -respondió decidido--. No permitiré que tengas que sufrir otro huracán. Pasaremos la mitad del tiempo aquí, y la otra en Langford Hall. Los recuerdos tristes que aún queden desaparecerán. -¡Edna durante medio año y Josie durante el resto! -Anna rió-. ¿Quién podría querer más? Lo observó, pensativa, cuando la asaltó otra idea. -¿Qué se supone que haré con una licenciatura en matemáticas en Amara Cay durante medio año? El rostro de Dan expresó un poco de preocupación y, muy serio, se volvió hacia Anna. -Dímelo tú -sugirió-. Tenías muchos planes. -Bueno, no he visto ningún banco en Amara comentó con el ceño fruncido y eso hizo sonreír de nuevo a Dan-. Por lo tanto, eso queda descartado. En cuanto a trabajar para el gobierno, pienso dedicarme al de nuestro diminuto reino, así que enmarcaré el diploma y lo colgaré encima de la cabecera de nuestra cama. -Te amo -murmuró Dan, abrazándola fuerte-. Trato de no ser egoísta y de no monopolizarte -la observó muy serio--. Eres muy inteligente y no tengo ese derecho. -No te preocupes, ya se me ocurrirá algo para que mi cerebro no se atrofie. Te diré una cosa -añadió con suavidad- ¡Mis hijos serán los más listos del mundo! -y todos ellos se apellidaran Toren -añadió Dan feliz. Se casaron en Inglaterra porque quisieron compartir su felicidad con Elaine, pero Dan tenía otro motivo. -Cuando Elaine se casó, te vi caminar detrás de ella y pensé: «Algún día, cariño mío, caminarás por esta nave, pero irás delante y te acercarás a mí. Eso se ha convertido en realidad y deseo verlo. Quiero ver a las mismas personas y verte caminar hacia mí, para que entres de lleno en mi vida. -Traté de no estorbarte -murmuró Anna, muy segura en brazos de Dan. -¿Por qué? -Tuve que luchar contra los sentimientos que seguían haciéndome daño, pero cuando estaba en Oxford y me dijiste que regresarías a la isla, me sentí muy sola -levantó la cabeza para mirarle a los ojos-o ¿Por qué te fuiste de Inglaterra? -Nunca quise irme sin ti -sonrió-. Pero tú no me querías a tu lado. Fue mi turno de mantenerme en la sombra y esperar. -¿Qué hubiera pasado si no llego a caer enferma por agotamiento? -Seguiría esperando -aseguró- Pero me alegro de no haber tenido que hacerlo. De lo contrario, me habría quedado en Lagford Hall o en otro sitio, esperando el tiempo que hubiese sido necesario. -No puedo creer que esto sea cierto -suspiró Anna-. A veces temo despertar, alejada de tus brazos, y pensar que todo ha sido un sueño. -Cuando tengas otro anillo, además de éste, lo creerás -murmuró Dan y le besó los dedos. Con una expresión de profunda felicidad, miró los ojos de Anna. --Soy feliz teniéndote, mi Anna. ¡Eres mi sueño convertido en realidad! Ella lo miraba de igual forma, pero él le cerró los párpados con tiernos besos. Dos semanas más tarde, cuando la lancha de Dan, reparada y recién pintada, llegaba a la costa de Amara Cay, Anna se volvió hacia su amado, riendo feliz y confiada. -¡Abe se ha encargado de todo! -exclamó-.¡Todo está como cuando vine la primera vez! -Pero entonces, no sabías que todo era para ti y que tu lugar es a mi lado le recordó al ayudarla a bajar al nuevo muelle- ¿Ya lo sabes, cariño? -¡Sí, lo sé! -¿Por qué? -Tuve que luchar contra los sentimientos que seguían haciéndome daño, pero cuando estaba en Oxford y me dijiste que regresarías a la isla, me sentí muy sola -levantó la cabeza para mirarle a los ojos-o ¿Por qué te fuiste de Inglaterra? -Nunca quise irme sin ti -sonrió-. Pero tú no me querías a tu lado. Fue mi turno de mantenerme en la sombra y esperar. -¿Qué hubiera pasado si no llego a caer enferma por agotamiento? -Seguiría esperando -aseguró- Pero me alegro de no haber tenido que hacerlo. De lo contrario, me habría quedado en Lagford Hall o en otro sitio, esperando el tiempo que hubiese sido necesario. -No puedo creer que esto sea cierto -suspiró Anna-. A veces temo despertar, alejada de tus brazos, y pensar que todo ha sido un sueño. -Cuando tengas otro anillo, además de éste, lo creerás -murmuró Dan y le besó los dedos. Con una expresión de profunda felicidad, miró los ojos de Anna. --Soy feliz teniéndote, mi Anna. ¡Eres mi sueño convertido en realidad! Ella lo miraba de igual forma, pero él le cerró los párpados con tiernos besos. Dos semanas más tarde, cuando la lancha de Dan, reparada y recién pintada, llegaba a la costa de Amara Cay, Anna se volvió hacia su amado, riendo feliz y confiada. -¡Abe se ha encargado de todo! -exclamó-.¡Todo está como cuando vine la primera vez! -Pero entonces, no sabías que todo era para ti y que tu lugar es a mi lado le recordó al ayudarla a bajar al nuevo muelle- ¿Ya lo sabes, cariño? -¡Sí, lo sé! Los ojos oscuros brillaron de alegría, ya no mostraban vestigios de añoranza. Dan levantó a Anna en brazos, justo en el momento en que Jossie, sonriente, abría la puerta para darles la bienvenida