OBSESIÓN PELIGROSA
Patricia Wilson
Resumen
Anna estaba enamorada de Dan desde la infancia. Con los años había
intentado controlar sus sentimientos hacia él, pero el destino iba a
ponérselo muy difícil porque el padre adoptivo de Anna designó antes
de morir a Dan como su tutor.
En lo sucesivo, el hombre al que amaba se encargaría de cuidarla...
¿Cómo podría entonces Anna evitar la peligrosa obsesión que sentía
por él?
Capítulo 1
Anna sabía que amenazaba lluvia, pero siguió caminando por el bosque. Se
suponía que caminar calmaba los nervios, pero en ese momento nada podría
tranquilizada. Levantó la vista hacia las copas de los árboles gigantes, que
habían sido
testigos de cambios y visto a mucha gente que había vivido y muerto en
Langford Hall. Ninguno de ellos pudo ser tan querido como Gavin Toren.
Ella le había querido como a un padre y su repentina muerte la había
dejado sin consuelo. Ella no era una Toren, sino una Mazzini, y siempre lo
había sabido. A pesar del cariño y cuidados que Gavin le había prodigado
y de su profundo amor y amistad por Elaine, Anna nunca había olvidado
que sólo era una huérfana bajo la tutela de Gavin y que no era una Toren.
¡Dan se había encargado de recordárselo!
Pronto, muy pronto, llegaría Dan. Anna se irritaba al pensar que tendría
que acatar cualquier decisión que él tomara, porque no podría hacer nada
al respecto. Dan pronto se enteraría de los planes futuros para Anna y si
él se molestaba tanto como ella, las cosas resultarían bien. De cualquier
modo había suficientes problemas y Anna no quería aumentar los pesares
de Elaine. Por primera vez en la vida, Dan tendría que escucharla.
Anna no lo había visto durante cuatro años, desde que tenía casi
dieciocho años y acababan de aceptarla en Oxford. Quizá ya no era el
mismo; tal vez ahora a Dan no le importaba Elaine. Quizá querría
vender Langford Hall. El se pondría furioso por la nueva responsabilidad que habían depositado sobre sus hombros. Pues bien,
Anna tendría que afrontar la situación. ¡El no sería el único furioso!
Al llegar al extremo del bosque y mirar Langford Hall a través del
extenso prado, notó que el cielo estaba casi negro. Cada vez que veía las
elegantes, bellas y equilibradas líneas de la vieja mansión georgiana,
sentía una emoción extraña, y en ese momento la observó con más
detenimiento que de costumbre. Quizá pronto dejaría de verla para
siempre. Todo dependía de la decisión de Dan. Todas las esperanzas y
temores de Anna se concentraban en esa casa, así como sus sueños
infantiles.
Respiró con fuerza y se dirigió a la mansión. No solía dejarse llevar por
la autoconmiseración. Por su
parte, Elaine tenía suficientes preocupaciones para
que también se
pusiera a consolarla. Entró en el gran
Vestíbulo cuadrado y al escuchar voces, se volvió hacia la sala. No oía la de
Dan porque aún no había llegado estaba segura porque el único coche
aparcado frente a la fachada era su propio Polo, que Gavin le
había regalado cuatro meses antes, con motivo de su vigésimo primer
cumpleaños. Las lágrimas le nublaron la vista. No volvería a ver a Gavin
Toren y ella tendría que valerse por sí sola.
-Dan llegará en medio de un temporal -al ver a Anna entrar, Elaine habló
con calma, a pesar de lo que sentía. Estaba arrebujada en el sofá, cansada
y preocupada, y Anna olvidó sus pensamientos al ver la palidez de su
cara.
-Es posible que no llegue -hasta mañana -declaró Edna.
Resultaba evidente que Edna, el ama de llaves de los Toren, había
estado hablando con Elaine, y Anna movió la cabeza mientras decía:
-¡Vendrá pronto, esta misma noche!
Elaine sonrió y su cansado rostro se iluminó un momento mientras
miraba a Anna.
-Me parece misterioso que siempre adivines cuándo llegará Dan.
Quizá sea la sangre galesa que llevas por parte de tu madre.
«Tal vez se deba a que siempre he tenido que defenderme de Dan, por
lo que he desarrollado un instinto que me previene», pensó Anna con amargura, pero sonrió mientras Edna salía de la habitación.
Elaine observó el rostro de Anna. La chica era de aspecto agradable.
Tenía una larga melena negra y lacia, los ojos oscuros, rodeados por
tupidas pestañas, y la tez pálida. Anna siempre había sido muy reservada
y sombría. A pesar del cariño que se tenían, Elaine se sentía un poco
inmadura a su lado, a pesar de ser cuatro años mayor. ¿Sería la mezcla
de sangre italiana con la galesa lo que convertía a Anna en una persona
tan compleja? ¡Seguramente se debía sólo a su gran inteligencia!
-¿Qué dirá Dan? -preguntó Elaine, preocupada- ¡No sé qué hacer
acerca de la boda! Será difícil posponerla y no soportaría tener que
organizarlo todo de nuevo. He hablado con el tío Jack y está dispuesto a
ocupar el puesto de papá para entregarme al novio.
-¿Crees que Dan estará de acuerdo? Faltan dos semanas y no tendrá
tiempo para acostumbrarse a estar en casa faltando papá.
-Estoy segura de que estará de acuerdo --declaró Anna sin estar muy
convencida. Nadie sabía lo que Dan diría o pensaría. Lo esperaba una
sucesión de conmociones. Su padre había muerto de manera repentina,
la boda de Elaine estaba planeada, las invitaciones entregadas, y quedaba
pendiente el asunto de la tutela.
En el fondo de la mente de Anna estaba el problema de sus exámenes
finales, pero por el momento, tendría que quedarse en esa casa. Después
de que ayudara a Elaine a luchar en cualquiera batalla contra Dan,
continuaría con sus estudios. En cuanto a lo otro, Dan estaría de acuerdo
con ella. Su tutor había
muerto y a los veintiún años Anna no necesitaba de otro, y, desde luego, no
de Dan. El no querría tener esa carga puesto que vivía intensamente en un
círculo mundano. Aun así, Anna estaba un poco nerviosa mientras se
preparaba para la lucha que tendría que afrontar.
Sonó el teléfono. Era Steve, que quería hablar con Elaine. Anna vio la
oportunidad de salir de la habitación.
-¿Sirvo el té de la tarde o espero a que llegue el señor Toren? -le
preguntó Edna a Anna al asomarse.
-Esperaremos un poco; no creo que a ninguna de las dos nos haga
mucha falta. Además, debo buscar algunas cosas en mi alcoba.
Se puso de pie deprisa, contenta de tener una excusa para salir y estar
sola. Era difícil quedarse allí mientras Elaine le escrutaba el rostro,
preguntándose, igual que ella, cómo reaccionaría Dan ante la situación.
-¡Ese hermano tuyo llegará tarde! -le informó Edna cuando Anna salía al
pasillo en dirección a la gran escalera de roble y a la tranquilidad de su
alcoba.
-Viene de muy lejos, de California, y debemos concederle un poco más de
tiempo. De todos modos,
llegará pronto, así que mantén la tetera caliente Anna logró esbozar una
sonrisa. ¡Dan no era su hermano! El se lo había hecho ver de muchas
maneras desde la niñez.
El rostro de Edna mostró satisfacción y dio a entender que conocía bien a
la familia.
-De acuerdo. Tú siempre te has llevado bien con el señor Dan.
¡Qué ironía! Eso parecía, porque ella siempre se las había arreglado
para protegerse de sus ataques. Anna se volvió y corrió escalera arriba
mientras reflexionaba sobre los hechos. Estaba preocupada y de nada le
servía negarlo. , Dan siempre había ejercido gran poder sobre ella. Él
tenía dieciocho años cuando Anna llegó a esa casa; Elaine tenía diez y
las dos chiquillas se habían llevado muy bien. Dan, desde luego, era
mayor, y no tenía ganas de pasarse la vida con dos niñas a su lado; pero
incluso durante el crecimiento de Anna él se mostró dominante o, al menos, eso le pareció a ella, aunque nunca le criticó abiertamente. Era algo
más sutil, que ella podía leer en la expresión de sus ojos. ¿Seguiría Dan
la misma política de antes... ignorarla casi todo el tiempo... o querría
interferir?
No había forma de huir. Anna no podría cortar con todo y salir
corriendo con el pretexto de regresar a Oxford. El período académico
estaba a punto de terminar y no había motivo válido para que ella
regresara a la universidad, a menos que quisiera huir de Dan. Elaine la
necesitaba y Anna no era cobarde, estaba acostumbrada a lidiar con los
problemas.
Agradecida, cerró la puerta y el único alivio que sintió fue saber que allí
estaba libre de todas las miradas. No tenía nada que hacer en su dormitorio,
y se dirigió a la ventana para mirar la fachada de la casa, sin encender la luz,
esperando la llegada de Dan. ¡Eso no era novedad! Durante casi toda su vida
había esperado su llegada, preguntándose cómo estaría él. Cuando Dan
estudiaba en Cambridge, ella siempre esperaba con nerviosismo las
vacaciones, rogándole a Dios que Gavin no presumiera con los resultados
que ella había obtenido en los estudios. Gavin siempre lo hacía y Dan solía
mirarla con una expresión de fastidio que cohibía a Anna.
En una ocasión, Dan la había levantado para darle un abrazo y esa
muestra de afecto la conmocionó
tanto que se debatió para que él la soltara. Dan se había mostrado divertido
lo mismo que Gavin. Aquél la había calificado como un pequeño puerco
espín.
Anna siempre había sabido que debía ocultar el hecho de que casi todo lo
que hacía era para complacer a Dan, que deseaba despertar su interés y
recibir Sui aprobación, aunque la mayor parte del tiempo ella le fuera
indiferente.
Olvidó el pasado y se obligó a recordar que Dan llegaría cansado, afligido
y seguramente necesitaría apoyo. Elaine le esperaba como si él fuera la
respuesta a todo, y Anna lo aguardaba con temores egoístas en el fondo de
su mente. El padre de Dan era quien había muerto repentinamente, y ella
debía tratar de mostrarse normal y no causarle más pesar.
Anna seguía espiando desde la ventana cuando el coche apareció. Anna
no reconoció el vehículo porque seguía pensando, en el pasado y esperaba
ver el, Porche de Dan. Él debió de alquilar un coche en el aeropuerto; tenía
que ser Dan, lo presentía.
Cuando el vehículo se detuvo y Dan salió, Anna se ocultó detrás de la
cortina, aunque, dada la oscuridad, era imposible que él la viera. Ella sí
podía verlo, y sintió que el corazón se le detenía.
Las luces de la casa se reflejaban en el pelo de color dorado de Dan.
Llevaba un traje oscuro y la camisa blanca resaltaba de tal modo que Anna
pensó que podría tocársela desde ahí. ¿Cuántas veces en la vida había visto
llegar a Dan? ¿Cuántas veces le había esperado impaciente desde ahí?
Fue como revivir el pasado en un solo destello.
Él permaneció de pie, mirando la arboleda, antes de volverse hacia la
casa, observándola casi con cariño. También recordaba su vida en ese sitio
antes de que la fama y sus obligaciones lo hubieran alejado. Levantó la
cabeza y miró a la ventana de Anna, que contuvo el aliento y dio otro paso
atrás. ¡El no podía verla! A esa hora sólo notaría sombras. Fue casualidad el
hecho de que él dirigiera la mirada a la habitación de ella, pero, ¿por qué
reaccionaba Anna de esa manera? No obraba con naturalidad, a pesar de que
había decidido demostrarle que había olvidado la forma en que solían
evitarse. ¡Ella debió saludarlo con la mano, abrir la ventana y llamarlo!
Oyó que la puerta del coche se cerraba y comprendió que no podía
posponer el encuentro por mucho tiempo. Dan estaba en casa y debía
saludarlo. Su padre había muerto y él, seguramente, esperaba verlas, a
Elaine y a ella, de inmediato. Anna debía ayudarlo a sobrellevar su tristeza.
Dejaría para después la lucha contra él, en caso de haberla.
Miró su reflejo en el espejo y deprisa se pasó el peine por la tupida y larga
melena. ¿Debía cambiarse? La chaqueta roja no era adecuada en momentos
como ése y llevaba unos vaqueros; su indumentaria habitual en la
universidad. Pero era demasiado tarde, porque si se retrasaba, él creería que
evitaba verlo. Dan sabía que Anna tenía buenos motivos para enfrentarse a
él. La chica salió de la habitación, caminó por el pasillo y llegó a la escalera.
-Dan, no pudimos comunicamos contigo a tiempo. Llamamos a Nassau y
les pedimos que enviaran una lancha a la isla, pero nos dijeron que no
estabas allí.
-No te preocupes por eso, Elaine. Sucedió de manera repentina, ¿no? Yo
tuve que irme de allí porque estaban rodando los pasajes finales de mi
último libro y hubo varios cambios en el guión. Fui a Nassau con la
intención de regresar directamente a Inglaterra para asistir a tu boda. No
imaginé que... -la grave y agradable voz calló un momento-De todos modos,
cuando recibí tu mensaje ya había acabado con las modificaciones del guión
y estaba listo para viajar.
Elaine le rodeó el cuello con los brazos.
-Lo siento, Dan. Ojalá hubieras estado aquí. ¡Fue terrible! -Elaine se
dejaba abatir fácilmente por la adversidad, y Dan sonrió al abrazar a su
hermana, con el rostro apoyado en el pelo de ella.
-Lo sé, cariño, lo sé -murmuró para consolarla. Anna estaba a mitad de la
escalera cuando él la vio y, aunque siguió abrazando a Elaine, la observó
bajar al vestíbulo.
-Hola, Dan -no se le ocurrió algo más que decir. Verlo de nuevo fue más
perturbador de lo que había imaginado; además, Elaine ya se había
disculpado y explicado por qué no habían podido comunicarse con él antes
del funeral. Seguramente Dan sabía que Anna también lo sentía porque
había querido a Gavin Toren como a un padre. De hecho, era el único padre
que recordaba y él debía de saberlo. Elaine se había desmoronado ante los
acontecimientos, y había sido Anna quien se había puesto en contacto con
Dan.
-Anna -murmuró con voz grave, dando un paso hacia ella. Pero no la
abrazó como lo había hecho con Elaine, y Anna se lo agradeció en silencio,
porque aún no era capaz de dominarse por completo. Él colocó las manos
sobre los hombros de ella y la observó.
Casi de reojo, Anna observó las huellas del cansancio en el rostro de él.
-Estás cansado -habló casi de manera acusadora y por primera vez, los
bien delineados labios esbozaron una sonrisa.
-Pido disculpas por ello -sus ojos brillaron un momento con la misma risa
irónica que ella recordaba y la chica desvió la cabeza porque de pronto tomó
consciencia de las fuertes manos sobre sus esbeltos hombros y recordó otras
cosas que la obligaron a alejarse un poco.
-¡Lo voy a echar de menos, Dan! -murmuró, pesarosa, y él la abrazó sin
mucha presión.
-Lo sé -suspiró Dan en tanto le acariciaba el pelo.
-Serviré la cena porque es tarde para el té –la aparición de Edna con su
expresión testaruda sacó a todos del trance y Dan se irguió, soltó a Anna y
se volvió hacia sus maletas que estaban en el vestíbulo, junto a la puerta.
-Dame diez minutos, Edna -ordenó el escritor-. Necesito refrescarme un
poco.
-Sí, señor Toren -el gesto abatido de Edna había desaparecido. Dan había
regresado y ella sabía que el barco ya tenía una mano fuerte dirigiendo el
timón. Él le dio un beso en la mejilla al pasar a su lado y Edna se fue a la
cocina, roja como una manzana.
Volvían a ser una familia, aunque Gavin ya no estaba. Después de
cenar, se sentaron en la sala y Anna se mantuvo al margen, observando.
Siempre había hecho lo mismo en presencia de Dan y le fue fácil retornar a
su antiguo papel. Dan escuchaba las preocupaciones de Elaine e intentaba
darles una solución.
-Steve y yo... bueno... hemos pensado posponer la boda -sugirió Elaine,
y de inmediato Dan la miró con ternura.
-No la pospongáis -sonrió como si sus palabras hubieran sido severas y
deseara asegurarse de no haber herido a su hermana- Faltan dos semanas,
todo está dispuesto. No cambies nada, Elaine, papá lo habría querido así.
-No sé, Dan...
-Yo sí -aseguró-. La vida continúa, Elaine. Lo quisiste cuando estaba
vivo. Ahora debes seguir tu propio camino.
-¿Quién será el padrino, Dan? Se me ocurrió que quizá el tío Jack...
-Estoy de acuerdo -cubrió las manos de Elaine con las suyas- Me
alegro de que no me impongas esa responsabilidad porque no me gustaría
sustituir a papá.
Durante un momento pareció muy triste, antes de volverse hacia Anna
con mirada penetrante.
-¿Qué planes tienes tú?
-¿Después de los exámenes finales? -Anna lo miró-. Me quedaré en
Oxford y cogeré un empleo temporal mientras me dan los resultados.
Quizá vaya a Gales a visitar mi tierra, o a Italia, que también es mi hogar.
Elaine se casará y se quedará aquí, ya que Langford Hall ha sido de
vuestra familia desde hace varias generaciones.
Cuando mencionó el trabajo temporal, las cejas de Dan se juntaron,
pero al escuchar las últimas palabras se enfadó y apretó los labios.
-Desde que te quedaste bajo la tutela de Gavin, éste ha sido tu hogar y
sigue siéndolo. No sé qué dice el testamento y no me importa. Tengo
todo el dinero que necesito. ¡Yo no vivo aquí y no pienso regresar! Si
crees que...
-¡No quiero decir que me vayáis a echar! -Anna desvió la cabeza para no
ver el rostro iracundo- Gavin y yo hablamos hace mucho tiempo. Sabía que
al morir él, yo iría... no podría...
Las lágrimas le impidieron hablar y Dan se apiadó de ella, de modo
que dejó los planes para otro momento. El panorama para el futuro
cercano no era optimista. El no sabía nada todavía y Elaine tampoco.
Quizá el abogado no se lo diría a Dan. A lo mejor Gavin no lo había
dicho en serio, puesto que había estado muy enfermo.
-Son los exámenes finales de tu carrera -declaró Dan, mirándola con
fijeza.
-Sí -se alegró de poder controlar de nuevo sus emociones porque no le
era fácil enfrentarse a esa intensa mirada; los recuerdos no dejaban de
entrometerse y ella no acababa de acostumbrarse a la presencia de Dan.
Pero comenzaba a comprender que cuatro años no eran mucho tiempo.
-¿Qué harás después?
-Aún no lo he decidido. Cuando haya terminado los exámenes, veré qué
se presenta. Estoy casi decidida a viajar al extranjero.
-¿Decidida? ¡Qué extraña elección de palabras! -alzó una ceja y no
dejó de observar a Anna-. ¿No tiene relación con el hecho de que te
sentirás desprovista de un hogar?
-¡En absoluto! Esa fue siempre mi intención y Gavin y Elaine lo sabían.
Desde luego, es posible que no apruebe los exámenes finales.
-Eso sería raro, ¿no? -preguntó él con sorna- Hasta ahora has sido una
estudiante ejemplar.
-¿Cómo lo...?
-Papá y yo nos manteníamos en contacto -aseguró a secas- ¡Eres un genio
para las matemáticas! ¿Qué piensas hacer con ello?
-Las posibilidades son ilimitadas -respondió un poco tensa- Podría
emplearme en la industria, la banca, el gobierno... -volvía a incitarla como
de costumbre, pero de pronto, Dan se echó a reír.
-¿El gobierno? ¡Menos mal que vivo en el extranjero, porque cuando
explote tu temperamento quisquilloso las repercusiones se harán sentir en
todo el mundo!
-¡Quizá puedan llegar a tu paraíso isleño! -se arrepintió de haberlo dicho
porque Dan notó el dejo de amargura en el tono y entornó los ojos.
-No lo creo -aseguró--. Ser dueño de una isla, por pequeña que sea, tiene
sus ventajas. Tengo todo el equipo indispensable para sobrevivir y una paz
completa. Por eso he vivido allí durante los últimos cuatro años. En la isla
puedo escribir.
«¡Y estar solo con mi esposa!» No lo había dicho, pero su rostro lo
sugería y Anna desvió la cabeza hacia el crepitante fuego.
-Ay, Dan, no te hemos preguntado por Daphne. ¿Cómo está? -preguntó
Elaine.
-Muy bien -respondió con voz severa- Su hijo tiene tres años y se llama
Trevor.
Anna pensaba que había superado ese asunto; sin embargo, las palabras
de Dan la herían hasta tal punto, que deseó con todas sus fuerzas salir
huyendo. Estaba buscando una excusa para hacerla, cuando Edna asomó la
cabeza por la puerta.
-Teléfono, Anna. Te llaman de Oxford.
-¿Es que no pueden arreglárselas sin ti? -preguntó Dan, burlón, y ella lo
miró con impaciencia.
-Todavía no trabajo para el gobierno. Debe de ser Bryan -aseguró mirando
a Elaine, irritada consigo misma porque sentía la necesidad de fingir alegría
delante de Dan.
-¿Bryan? -oyó que preguntaba Dan cuando salía de la sala.
-Es el novio de Anna -le informó Elaine en voz baja- Creí que papá te lo
había dicho. ¡Puede que tengamos otra boda este año!
Anna cerró la puerta que daba al vestíbulo y se apoyó un momento contra
ella, con los ojos cerrados y la respiración entrecortada. Bendito Bryan por
sacarla de ahí, porque si seguía así, pronto habría tormenta.
-¿Estás bien? -Edna estaba de pie con el teléfono en mano, como
normalmente lo hacía, convencida de que si dejaba el auricular sobre la
mesita durante más de un segundo, la comunicación se cortaría.
-Estoy bien, pero dame un minuto antes de colgar pues contestaré en el
estudio -Anna se dominó y se dirigió hacia el otro lado del vestíbulo.
Tendría que tener cuidado, porque si Dan la veía en ese estado, de inmediato
pensaría...
-¿Qué pasa? Espero que no estés muy desconsolada, Anna. Nada hará que
Gavin Toren regrese Bryan se enorgulleció de dar un consejo práctico y ella
oyó su voz con alivio.
-Estoy bien -aseguró la chica- Y Dan ya ha llegado.
-¡Ah, el famoso hermano!
-No tengo parientes -le recordó un poco irritada- Elaine es la hermana de
Dan; ¡yo no soy nada de él!
-¡Lo siento! ¿He dicho algo inoportuno?
-No -Anna se obligó a reír- Pero has cometido el mismo error que Edna.
-¿Te has enfadado con ella? -preguntó Bryan, divertido-. Creí que te
habían criado como parte de la familia.
-Así es, pero deja de hurgar en mi vida -reía y Bryan dejó el asunto en
paz, con lo que Anna se tranquilizó. La relación que hubiera entre Dan y
ella, no era el tema que quería ahondar en ese momento.
Desvió la atención de Bryan hacia otros asuntos y le resultó agradable
conversar con él un rato.
Capítulo 2
A su regreso los encontró hablando en voz baja, pero Dan ni siquiera la
miró.
-¿Lo has arreglado, Anna? -Elaine le sonrió-. ¿Vendrá Bryan a la boda? .
-Lo siento, Elaine, pero como les falta personal, no puede salir del hospital
ni por un día.
-Él es médico -le explicó Elaine a su hermano- El año pasado terminó su
carrera y ahora cumple con el internado en el hospital. Cuánto lo siento,
Anna -sonrió-. No importa que no venga, pero espero que seguirás con la
idea de ser mi primera dama de honor.
-Por supuesto que sí -se dio cuenta de que Dan la observaba ahora, aunque
no hizo comentario alguno
-Voy a ayudar a Edna con los platos.
Anna se concentró en lavar los platos con tal energía que Edna manifestó
que estaba más tranquila sin su ayuda. Pero Anna no la escuchaba. Estaba
abstraída en sus pensamientos, repasando tiempos pasados y reflexionando
sobre les peligros que el porvenir traería consigo.
Encontró a Dan solo cuando regresó a la sala, y Anna no tuvo
oportunidad de salir furtivamente. De todos modos no habría podido
hacerlo, porque él se había vuelto al oír que la puerta se abría. Dan se
sacudía agua de la chaqueta y ella le miró como si estuviera muy
interesada en sus movimientos.
-¡Estás mojado!
Había sido una tontería decir eso, pero al menos había disimulado su
azoramiento. Miró alrededor como si esperara encontrar a Elaine
escondida y, como de costumbre, su nerviosismo irritó a Dan.
-Elaine se ha ido a acostar -le informó él a secas-. Estoy mojado porque
llueve y he ido a guardar el coche en el garaje. ¿He respondido bien a
todos los puntos?
-¿Eso has hecho? -sabía que lo miraba con fijeza, que volvía a
acostumbrarse a él y, durante un momento, Dan pareció impacientarse.
-¿El qué? ¿Guardar el coche? No, me lo impidió un Polo blanco. ¡Lo
han dejado abandonado delante de la puerta principal!
-Lo lamento, de habérmelo dicho...
-¿Es tuyo? -se apoyó contra la repisa de la chimenea con las manos dentro
de los bolsillos y sin quitarle los ojos de encima.
-Sí, tu padre me lo regaló cuando cumplí veintiún años.
-Hace cuatro meses -comentó y la sorprendió. También la asombró el
hecho de que él supiera que ella seguía viva. Quiso salir, pero al parecer,
Dan deseaba hablar.
-¿Piensas regresar a casa cuando termines tus estudios? -preguntó él.
-No lo he decidido -Anna mintió al acercarse a la ventana y ver la noche
oscura y lluviosa- Por el momento tengo muchas cosas en la mente. El
matrimonio de Elaine, los exámenes y...
-Ha debido ser una conmoción muy fuerte para ti, Anna -murmuró el
escritor- Tenías sólo siete años cuando viniste a Langford Hall. Papá fue
como un padre para ti. ¡Ojalá yo hubiera estado aquí!
-Intentamos ponemos en contacto contigo -respondió de inmediato, a
pesar de que Dan no estaba enfadado.
-Querrás decir que intentaste ponerte en contacto conmigo -la corrigió-.
Conozco bien a Elaine. Se
desmorona frente a cualquier crisis; no tiene tu fortaleza.
-Nunca imaginamos que su corazón... -el hecho de que Dan la alabara era
algo extraño y perturbador, y se obligó a volverse para decirle lo que la
atormentaba desde la muerte de Gavin-. ¿Vas a vender Langford Hall, Dan?
Espero que no, porque eres rico. No necesitas dinero. No soportaría pensar
que alguien...
-No -aseguró en voz baja- Nunca venderé esta propiedad; guarda
demasiados recuerdos para mí. Me sorprende que te hayas encariñado tanto
con la casa, puesto que estás decidida a irte. ¿Te has sentido a gusto aquí
alguna vez?
-Quería mucho a Gavin -insistió en contestar para ocultar su pena. Quizá
habría estado a gusto de haberse comportado Dan de una forma distinta.
-El también te quería y tu madre eligió bien cuando le pidió a papá que
fuera tu tutor.
-¡Eran parientes muy lejanos!
-y él estuvo enamorado de ella hasta que apareció un apuesto italiano
moreno -declaró Dan.
-¿Es una broma? ¿Cómo es posible que digas eso? -lo miró, sorprendida,
y el escritor esbozó una sonrisa divertida mientras observaba el rostro
femenino.
-Papá me lo dijo, por eso aceptó que viniera aquí y por eso te quería tanto.
-¿No me quería por mí misma? -preguntó Anna con amargura, aunque sabía
qué esperar exactamente de Dan.
-No he querido decir eso y siento habértelo dado a entender -aseguró,
irritado
- Sabes muy bien que te quería por lo que eres.
-A pesar de mis rarezas -la lengua de Anna parecía haber cobrado vida
propia.
-El no debió de notarlo -le informó a secas-, Me pregunto cuál será la
situación cuando se lea el testamento y se sepa que tus padres insistieron en
que tuvieras tutor hasta los veinticinco años -añadió pensativo
- No sé qué dirá la ley a ese respecto. ¿Será posible que heredes de
inmediato?
Anna salió rápidamente de la habitación para evitar tener que darle
explicaciones a Dan. No podía permanecer ahí y mentirle al respecto.
Tampoco podía decirle que la responsabilidad de la tutela había recaído en
él. El abogado sólo le había hablado de sus propios asuntos.
Desde su llegada a la casa, Anna había adorado en secreto a Dan. Se
sentía fascinada por su vitalidad, y su alegría se desbordaba cuando él le
dirigía una de sus sonrisas. Pero, a medida que Anna crecía, esas sonrisas
se prodigaron cada vez menos. Anna se iba formando sus propias
opiniones y elegía a sus amigos cosa que a menudo la enfrentaba con él.
Dan podía ser muy cáustico cuando algo no concordaba con su manera de
pensar.
Anna suspiró y deseó haber terminado con los exámenes y, como Bryan,
estar atada a un trabajo para no
"
tener que permanecer ahí después del día siguiente. Ella habría llegado para
la boda de Elaine y se habría enfrentado a la situación durante un solo día.
¿Se quedaría Dan ahí todo el tiempo? ¿Por qué no había venido con
Daphne? Quizá la tristeza de una casa con luto no era un lugar adecuado
para un niño. Cerró con llave la puerta de su habitación, aunque sabía que
no conciliaría el sueño.
Se bañó y preparó para acostarse. Luego se sentó frente al espejo para
cepillarse el pelo y miró su imagen. No siempre había tenido ese aspecto.
Sabía que había cambiado en cuatro años y que su rápida transformación
había intrigado a Gavin y Elaine. Ellos se lo habían achacado a la
universidad y a la dureza de sus estudios, pero la causa era otra. Anna tenía
facilidad para estudiar y no se asustaba frente al trabajo. Su transformación
se debía a un deseo de agradar a Dan.
Anna era alocada, casi salvaje, pero nunca había molestado a Dan porque
no habría soportado que él la amonestara.
-¿Cómo es posible que seas tan alocada y tan destacada en la escuela? Es
un misterio. ¡Debe de haber algún truco! -solía decir Gavin. Pero él se enorgullecía de sus constantes éxitos. Dan nunca dijo nada y Anna no sabía si él
se había enterado de sus logros.
Luego, de la noche a la mañana, Dan se hizo famoso; sus libros eran
éxitos de ventas y se hacían películas sobre ellos y ya no vivía en esa casa.
Ella tenía catorce años cuando él viajó a los Estados Unidos para escribir
el guión de la primera película que harían de un libro suyo, y Anna no pudo
aceptar el hecho de que él se mantendría alejado casi de manera
permanente. Dan tenía por aquel entonces veinticinco años y, por supuesto,
no era la primera vez que se marchaba de casa. Anna se volvía introvertida
cuando él se ausentaba, pero al principio él regresaba con frecuencia.
En aquella ocasión, Dan no regresó en tres años de pronto, dejó de
escribir a casa. Ella trabajó mucho más para ocuparse en algo que por otro
motivo, y cuando él regresó, Anna había cumplido diecisiete años Y si
acababa de enterarse de que la habían aceptado en Oxford, después de
presentar el examen de admisión .
En aquella ocasión, Anna estaba espiando desde la ventana cuando vio el
coche de Dan acercarse a la casa bajo la lluvia. Estaba muy emocionada,
pero era demasiado tímida para esperarlo en compañía de los demás; sin
embargo, la emoción desapareció de su rostro cuando él salió del coche y lo
rodeó para abrir la otra puerta y ayudar a bajar a una mujer.
Era una bella rubia, de la misma edad de Dan, esbelta, casi frágil, y, desde
arriba, Anna pudo ver los destellos del anillo de compromiso que llevaba
puesto. Algo en su interior se congeló y murió. Tuvo la sensación de estar
soñando, nunca había pensado que algo así pudiera suceder. No se habría
movido nunca pero Elaine la llamó, emocionada, desde el vestíbulo.
-¡Está aquí, Anna, Dan está en casa!
Dan pareció sorprenderse mucho cuando la vio.
Ella ya no se peinaba con trenzas. Su rostro se había refinado por la
madurez, sus senos se erguían firmes debajo del jersey y sus piernas eran
largas y esbeltas debajo de una amplia falda. Ya no era la niña flacucha y
torpe, y durante un momento Dan no pudo apartar los ojos de ella.
-¿Anna? -parecía no poder creer que ella hubiera madurado. Luego dio
unos pasos más para verla
mejor, y la chica se obligó a sonreír y a mostrarse natural; pero no pudo
controlar los ojos y Dan dio un paso atrás, sin tocarla, conmocionado por la
tristeza que leyó en el fondo de la mirada de Anna.
-¡Ha crecido! -exclamó Gavin orgulloso y Dan entornó los párpados,
mostrando el usual buen humor
cuando hablaba con su padre.
-Algún día tenía que crecer, pero nunca lo pensé. Fue una semana de
tormento, una interminable pesadilla, porque Anna no fue capaz de sentir
odio hacia Daphne. Algo en esa mujer era triste y vulnerable, aunque no
tenía motivos aparentes para ser así. Dan se mostraba muy atento con ella
y la colegiala se disculpó diciendo que tenía mucho trabajo. Pronto
asistiría a la universidad. La mayoría de las veces permanecía en su
habitación, fingiendo que estudiaba; sin embargo, comía con la familia y
los acompañaba durante las interminables veladas en la sala.
Pero tenía poco que decir y cuando Dan la miraba, sentía que se ahogaba.
El también parecía tener poco que decirle y Anna imaginó que estaba
molesto porque ella ignoraba a su prometida. Sin duda pensaba que era mal
educada y que con los años se había vuelto una extraña. La miraba como si
estuviera enfadado, con el rostro sombrío o inexpresivo, y se creó entre
ellos una atmósfera extraña, aunque nadie más lo notaba.
Anna no pudo afrontar la partida de los dos. Permaneció en su habitación
y los vio despedirse de los demás a través de las ventanas con cortinas de
encaje y con el corazón destrozado. Cuando Dan se separó del grupo,
Elaine también caminó hacia la casa, pero él la detuvo para entrar solo.
Había mirado hacia la ventana de Anna y ella, temerosa, se había ocultado.
Se sentía incapaz de enfrentarse a él.
Anna no contestó cuando él llamó a su puerta. Se dirigió al rincón más
lejano, apabullada, por su desdicha, mirando la puerta como si una bestia
atemorizante estuviera del otro lado. Cuando Dan abrió, ella se pegó más
contra la pared.
Él no habló; la miró, cerró la puerta y entró. Se acercó a ella.
Entrelazó los dedos en el largo pelo y Anna sintió sus manos cálidas y
fuertes cuando le inclinó la cabeza hacia atrás. Se miraron sin decir
palabra.
-¿Vas a dejar que me vaya sin decirme nada? ¿No te vas a despedir de
nosotros? -preguntó Dan por fin.
Elle estaba brindando una despedida familiar, pero ella no se sentía parte
de la familia, sino perdida y sin esperanzas. Finalmente, el llanto que había
logrado contener, estalló.
-¡No llores! -Dan le secó las lágrimas con los dedos, pero éstas seguían
brotando.
No pudo obedecer a Dan y él la abrazó con fuerza, inclinándole el rostro
hasta que ella abrió los ojos y lo miró.
-¡Anna! -murmuró, ensimismado-. ¡Dios santo! ¿De dónde vienes?
A ciegas, Anna movió la cabeza sin comprender sus palabras, pues todo
su ser se estremecía.
El le rozó los labios con los suyos y ella le correspondió con intensidad,
de modo que lo que iba a ser un simple gesto de despedida se convirtió en
un beso apasionado.
La voz de Gavin hizo que Dan volviera a la realidad. Su padre lo
llamaba desde el vestíbulo y Dan se puso tenso. Se alejó un poco y
abrochó la blusa de Anna, que de alguna manera se había abierto. Se arregló la corbata y miró a la chica, sin expresión.
-¡Llévame contigo! -sollozó Anna sin pensar.
-Voy a casarme dentro de dos semanas -respondió con los párpados
entornados, porque ella se estremeció como si él la hubiera golpeado-. He
regresado sólo para que conocierais a Daphne y porque tenía asuntos que
arreglar con mis editores en Londres. Viviré muy lejos de aquí.
-No puedes casarte con ella -rogó y se avergonzó- ¿Cómo has podido
besarme así si vas a compartir tu vida con otra?
-No conoces a los hombres, Anna. Si reaccionas así con cualquier tipo,
éste te besará igual -tenía el rostro duro y frío-. ¡Deseo casarme con Daphne
y aunque no lo quisiera, ella está embarazada!
El rostro de Anna perdió color y Dan se volvió.
-Tienes sólo diecisiete años, ¡sobrevivirás! -exclamó sin piedad. Salió
cuando la voz de Gavin se acercó peligrosamente.
-¿Has encontrado a Anna?
Ella oyó la pregunta y la respuesta.
-Sí, y ya me he despedido de ella.
Lo había hecho, se había despedido de la manera más despiadada porque
ahora Anna comprendía que sus sentimientos hacia Dan no eran sólo la
devoción posesiva de una niña. La herida que él le había causado nunca
sanaría y Anna se quedó apoyada en la pared, sin moverse, mientras ellos,
en el coche, se alejaban de su vida.
Sin embargo, la herida sí sanó. Dan tenía razón.
Durante un tiempo le resultó muy doloroso aceptar la idea de que Daphne
estuviera embarazada y él tuviera que casarse con ella. Su ídolo se había
caído del pedestal y ella se concentró en otros asuntos y en conocer gente
nueva. Y si Dan pensaba que en lo sucesivo podría continuar dirigiendo su
vida, estaba equivocado. Él iría a ver al abogado al día siguiente y se enteraría de la noticia. Se alegró de no haberlo prevenido. ¡A ella nadie la había
prevenido tampoco!
-No puedes casarte con ella -rogó y se avergonzó- ¿Cómo has podido
besarme así si vas a compartir tu vida con otra?
-No conoces a los hombres, Anna. Si reaccionas así con cualquier tipo,
éste te besará igual -tenía el rostro duro y frío-. ¡Deseo casarme con Daphne
y aunque no lo quisiera, ella está embarazada!
El rostro de Anna perdió color y Dan se volvió.
-Tienes sólo diecisiete años, ¡sobrevivirás! -exclamó sin piedad. Salió
cuando la voz de Gavin se acercó peligrosamente.
-¿Has encontrado a Anna?
Ella oyó la pregunta y la respuesta.
-Sí, y ya me he despedido de ella.
Lo había hecho, se había despedido de la manera más despiadada porque
ahora Anna comprendía que sus sentimientos hacia Dan no eran sólo la
devoción posesiva de una niña. La herida que él le había causado nunca
sanaría y Anna se quedó apoyada en la pared, sin moverse, mientras ellos,
en el coche, se alejaban de su vida.
Sin embargo, la herida sí sanó. Dan tenía razón.
Durante un tiempo le resultó muy doloroso aceptar la idea de que Daphne
estuviera embarazada y él tuviera que casarse con ella. Su ídolo se había
caído del pedestal y ella se concentró en otros asuntos y en conocer gente
nueva. Y si Dan pensaba que en lo sucesivo podría continuar dirigiendo su
vida, estaba equivocado. Él iría a ver al abogado al día siguiente y se enteraría de la noticia. Se alegró de no haberlo prevenido. ¡A ella nadie la había
prevenido tampoco!
Pero las cosas no iban a resultar tan fáciles. A la mañana siguiente, se
despertó con un terrible dolor de cabeza y bajó, tambaleante, para prepararse
una taza de té antes de que los demás se levantaran. Se llevó la bebida a su
habitación, se la bebió con dos aspirinas y volvió a acostarse.
Bajó a las diez, cuando Dan entraba en la casa y, por la expresión de él,
comprendió que había descubierto la verdad, la miró con severidad y le
señaló el salón.
-Ven conmigo, por favor.
-No he desayunado -respondió, tratando de no mostrar su nerviosismo.
- Me he despertado con dolor de cabeza y he vuelto a acostarme. Sigo con
dolor...
-Sin duda se debe al peso de la culpabilidad -la cogió por el brazo y Anna
no tuvo más remedio que entrar en el salón y se estremeció cuando él dio un
portazo.
-Esta mañana Winters me ha llamado para pedirme que fuera a su oficina
-la observó con frialdad- Creo que lo conoces.
-Es... es el abogado -contestó, evitando la mirada de él. Finalmente se
decidió a afrontarla, más por terminar de una buena vez que por un acceso
de valor.
-Anoche tuviste la oportunidad de informarme acerca del enorme papel
que tendré en tu vida -gruñó-. No dijiste nada y permitiste que Winters me
lo dijera. «Imagino que Anna te habrá informado de que reemplazarás a tu
padre como tutor» -Dan estaba furioso y ella había olvidado la habilidad que
él tenía para imitar cualquier voz- Tuvo que repetírmelo porque a ti no se te
había ocurrido mencionármelo. ¿Por qué no me lo dijiste?
La sujetó por los hombros y Anna volvió a recordar que Dan era muy
fuerte.
-Supuse que no querrías cargar con ese peso.
-¡Ya me figuro que serás una carga pesada! -se burló-. Sea como fuere,
ahora soy tu tutor y tú lo sabes.
-¡Tengo veintiún años y eso es ridículo! Sé muy bien que no heredaré
el dinero de mi padre hasta que cumpla los veinticinco y no me importa.
¡Pero un tutor es otro asunto! Cuando mi madre estipuló esa condición,
yo era una niña y ella pensó que yo necesitaría de un tutor durante
mucho tiempo.
-¡Quizá intuyó el tipo de persona que serías! exclamó.
El rostro de Anna palideció y Dan se alejó de ella.
-¡Maldición, Anna!¿, ¿Por qué no me lo dijiste?
-¡Quizá yo también tenga cierta intuición! -replicó con amarguraSupuse que se suscitaría esta escenita. Bastantes problemas hay sin
tener que añadir éste. ¿Para qué sirve un tutor? ¡Legalmente soy
mayor de edad y puedo hacer lo que quiera, y lo haré!
-¿Quién te lo impedirá? -murmuró y se volvió hacia ella- Papá te
cuidó. Ahora ya no necesitas a alguien que te proteja, excepto quizá...
que te vigilen.
El tono de él se había vuelto repentinamente amable, y eso la animó.
-Dile al abogado que no aceptas, Dan -rogó mirando los sombríos ojos
que la observaban.
-Ignoro qué complicaciones legales surgirían con eso. ¿Por qué no
decimos que soy tu tutor y entonces... olvidamos el asunto? -sugirió.
-¿Estás dispuesto a hacer eso?
La sorpresa le hizo abrir mucho los ojos y Dan sonrió.
-¿Por qué no? De por sí tengo bastante trabajo sin tener la obligación
de mantenerte en cintura durante los próximos cuatro años. Ya no te
conozco bien.
-¡Nunca me conociste! ---exclamó sin poder reprimirse y se ruborizó por
la forma en que él la miró.
-¿Eso crees? Es posible que te sorprenda.
Anna se dirigió a la puerta dando por terminada la charla y se
felicitó por salir del lío tan fácilmente, pero la voz de Dan la detuvo.
-¡ Ven aquí! -pudo haberse irritado por el tono, pero sólo se sorprendió
y regresó, intrigada. Dan le El agarr6 el brazo con una mano y descansó la
otra con suavidad en la frente de la chica- Estoy comprobando tu dolor
de cabeza -murmuró divertido. No sé cuál es el papel de un tutor, pero
esto me parece primordial.
A Anna no le pareció divertido y no le agradó la cercanía de Dan. Pero si
él pensaba tomar a broma su condición de tutor, la situación no sería tan
complicada.
Para Anna fue un esfuerzo olímpico sonreír durante el día de la boda de
Elaine. A lo largo de las últimas; dos semanas, había soportado cada día
dedicándose en cuerpo y alma a los preparativos para ese acontecimiento.
No había estado quieta ni un segundo y se las había arreglado para evitar a
Dan. Sólo lo veía por las noches, a la hora de la cena, y a veces más tarde,
cuando a ella no se le ocurría ninguna excusa para ausentarse de la sala. No
se sentía cómoda en su compañía. Los cuatro años la habían cambiado. La
delgada, hebra que la había mantenido bajo el poder de Dan se había roto y
nada la había reemplazado. El era como un extraño y Anna no sabía si se
debía a que ella había cambiado o a la actitud de Dan.
-Trabajas hasta el agotamiento -le comentó Edna-. No tienes necesidad
de hacerlo todo. ¡La señorita Elaine permanece sentada soñando mientras tú
atiendes mil cosas a la vez!
-Lo hago con mucho gusto -respondió Anna, aunque no era cierto, porque
más bien lo hacía por necesidad. Dan no había dicho cuándo se iría. Casi
todos los días recibía llamadas de sus editores en Londres y en los Estados
Unidos, y se pasaba mucho tiempo en el estudio; sin embargo, su presencia
se dejaba sentir. En cualquier momento podría decidir interferir en la vida
de Anna y ella temía que eso sucediera. No deseaba volver a tener ninguna
relación con Dan.
El día de la boda, la iglesia estaba llena y Anna se encontraba a la entrada,
esperando la llegada de la novia y tranquilizando a las dos damitas de diez
años. Primero sería la ceremonia, luego ofrecerían una recepción en un gran
hotel de la ciudad y finalmente todo acabaría; además, sus vacaciones
pronto concluirían. Deseó poder sobrevivir a las últimas semanas. Elaine
todavía no se había dado cuenta de la velada animosidad que existía entre
Dan y Anna. Le daría mucha tristeza si lo descubría, porque ya habían tenido suficientes problemas. A los ojos de Elaine, su hermano seguía siendo un
gigante, el mismo que había sido para Anna en el pasado.
Elaine estaba bellísima, del brazo del tío de Dan, y Anna dedicó unos
segundos a colocarle el velo antes de que comenzara la música y entraran
en la iglesia. Y aunque sabía en dónde estaba Dan, no lo miró. De haber
estado a oscuras, ella lo habría localizado. ¿En qué estaría pensando él?
¿Recordaba su propia boda? ¿Se arrepentiría de que Daphne no estuviese
presente?
El novelista estaba en la primera fila y cuando Elaine pasó junto a él, el
escritor se volvió despacio para observar a las dos sobrinas del novio y
luego a Anna. La cogió por sorpresa y durante un momento se miraron a los
ojos. Elaine había elegido los vestidos pensando en Anna, y ésta estaba
bellísima.
Pero no la consolaba saberse guapa. Cuando Dan la miraba, nada la
consolaba. Por algún motivo, le guardaba resentimiento y no podía relajarse
en su presencia. Desvió la cabeza y dio un paso adelante para
tomar el
ramo de la novia, obligándose a cumplir con sus funciones, aunque sintió
que los ojos de Dan la taladraban mientras ella permanecía de pie y daba comienzo la ceremonia.
Al terminar la celebración, Anna caminó por la nave, apoyada en el brazo
del padrino; se propuso no mirar a nadie y su mente le ordenó que caminara
tranquila, porque pronto todo terminaría. Pero antes posaría para las fotos
frente a la iglesia, y después se incorporaría a los invitados.
Fue el foco de atención de todos los concurrentes. Cuando se preparaban
para la foto de grupo, levantó la cabeza y vio a Bryan. El estaba vestido para
la ocasión y un poco nervioso porque trataba de captar la mirada de Anna.
-¡Bryan! Por favor, ¿puede esperar un minuto? -le preguntó al fotógrafo
antes de correr hacia el prado, sosteniéndose el tocado, contenta y aliviada.
Bendijo a Bryan por haber llegado a ayudarla. -¡Dijiste que no podrías
salir del hospital! –se arrojó a los brazos de él, que sonreía contento.
-Hice un cambio y corrí un poco. De haber sabido que me recibirías así,
habría abandonado todo y que se las arreglaran solos.
La alejó un poco para observarle el rostro y Anna sintió tanto cariño que
se alzó de puntillas para besarlo frente a todos. Bryan era agradable,
bondadoso y sin pizca de dureza. ¿Por qué no podía enamorarse de él? ¿Por
qué no lo amaba con pasión?
-¿Me incluirás en alguna de las fotos? -le sonrió y Anna volvió a sus
obligaciones como dama principal, pero no le soltó la mano, porque Bryan
era un escudo que la protegía de Dan y sus inquietantes sentimientos.
Pareció dar resultado. Durante un rato Bryan fue el foco de atención y
Anna le presentó a Dan.
-Este es Bryan Scott, de quien te habló Elaine –le tomar el ramo
de la novia, obligándose a cumplir con sus funciones, aunque sintió que los
ojos de Dan la taladraban mientras ella permanecía de pie y daba comienzo
la ceremonia.
Al terminar la celebración, Anna caminó por la nave, apoyada en el brazo
del padrino; se propuso no mirar a nadie y su mente le ordenó que caminara
tranquila, porque pronto todo terminaría. Pero antes posaría para las fotos
frente a la iglesia, y después se incorporaría a los invitados.
Fue el foco de atención de todos los concurrentes. Cuando se preparaban
para la foto de grupo, levantó la cabeza y vio a Bryan. El estaba vestido para
la ocasión y un poco nervioso porque trataba de captar la mirada de Anna.
-¡Bryan! Por favor, ¿puede esperar un minuto? -le preguntó al fotógrafo
antes de correr hacia el prado, sosteniéndose el tocado, contenta y aliviada.
Bendijo a Bryan por haber llegado a ayudarla. -¡Dijiste que no podrías
salir del hospital! –se arrojó a los brazos de él, que sonreía contento.
-Hice un cambio y corrí un poco. De haber sabido que me recibirías así,
habría abandonado todo y que se las arreglaran solos.
La alejó un poco para observarle el rostro y Anna sintió tanto cariño que
se alzó de puntillas para besarlo frente a todos. Bryan era agradable,
bondadoso y sin pizca de dureza. ¿Por qué no podía enamorarse de él? ¿Por
qué no lo amaba con pasión?
-¿Me incluirás en alguna de las fotos? -le sonrió y Anna volvió a sus
obligaciones como dama principal, pero no le soltó la mano, porque Bryan
era un escudo que la protegía de Dan y sus inquietantes sentimientos.
Pareció dar resultado. Durante un rato Bryan fue el foco de atención y
Anna le presentó a Dan.
-Este es Bryan Scott, de quien te habló Elaine -le
Capítulo 3
Anna siguió animada y sonriente en la recepción; habló con todos y
condujo a Bryan de un grupo a otro, hasta que él se quejó. Elaine le
estaba muy agradecida, pero muchas personas la miraron con extrañeza
una y otra vez, y Dan parecía estar molesto.
Ella no evitó lo más posible y cambió de dirección cuando él la miró
como si estuviera a punto de hablarle; finalmente, Anna fue a refrescarse y
al salir del baño vio que él la estaba esperando.
-¿Pasa algo? -preguntó al vedo sombrío y segura de que durante su breve
ausencia algo de importancia había ocurrido.
-Aún no -respondió, severo-. Por algún capricho del destino sigues de pie.
En dos semanas no has descansado y hoy has llegado al límite. ¿Qué te
pasa?
-Nada, me divierto.
El hecho de que Dan mostrara preocupación por ella la conmocionó y se
obligó a seguir con el papel que estaba representando, pero no era fácil
engañar a Dan.
-¡Eso dices! --exclamó--. ¡Pero yo creo que estás a punto de estallar!
-No puedo quedarme sentada cuando hay tanto que hacer... -él la cogió de
un brazo con firmeza.
-Nadie me había informado de que harías las funciones de madre de la
novia, monaguillo y encargada del banquete -declaró, enfadado-. ¡Pensé
que sólo serías la primera dama de honor!
-Quiero que este día sea memorable para Elaine -protestó y trató de
soltarse- Si no sigo... y además, Bryan está...
-¡No me vengas con eso, Anna! --el rostro de Dan se endureció y le
apretó el brazo con más fuerza, casi con crueldad-. Bryan está muy bien
acompañado en estos momentos. Pero no te preocupes, porque
seguramente no ha despegado los ojos de esta puerta. ¡No creo que admire
a nadie estando tú presente! ¡Tu proceder no tiene nada que ver con él!
Dan habló con burla y amargura, y el rostro expresivo de Anna mostró
irritación.
-Me gustaría regresar al salón -había tensión en su voz y los ojos de Dan la
recorrieron de pies a cabeza, mientras la soltaba.
-¡Eres muy bella! -murmuró y levantó la mano hacia el rostro femenino para
acariciarle la tez con sus
dedos largos. Anna se estremeció y se atemorizó.
-Por favor, Dan, estoy cansada.
-Lo sé -aseguró con tono agresivo-. Y no tengo derecho a ayudarte. ¿Es eso
lo que tratas de decirme
con tanta sutileza? ¿No se supone que soy tu tutor?
Se miraron con furia hasta que el rostro de Dan se suavizó al sonreír.
-Tienes que comer algo -declaró decidido-. Me sentaré a tu lado para
asegurarme de que comas lo suficiente para tener energías y seguir adelante.
Te desplomarás cuando regreses a casa.
Su actitud la ponía en una situación difícil, porque no era posible seguir
enfadada con alguien que sonreía de esa manera. Anna hizo un tremendo
esfuerzo por mostrarse natural y tranquila mientras él la llevaba al salón y
la acercaba a la mesa.
-¿Cuánto tiempo libre tiene tu novio? -preguntó Dan mientras comían.
-Pocas horas, regresará esta noche. Trabaja tanto que casi ya no lo veo le fue difícil hablar y tratar de fingir que Bryan la tenía loca de amor, pero
lo intentó. El instinto le advertía de que debía mantener a Dan en su lugar,
y ese sitio ya no era su corazón; eso había terminado tiempo atrás.
-Si te vas al extranjero o trabajas para el gobierno, pondrás a Bryan en
una situación difícil. ¿Qué
hará, te seguirá como un perrito faldero?
-No es de los que harían eso -replicó.
-Parece quererte mucho y es posible que supedite su vida a la tuya.
-Hablas de él como si fuera un hombre inseguro, y débil.
-Todo en ti lo hace zozobrar -murmuró Dan con mofa- Eres muy bella
y, de alguna manera, demasiado vivaz para ser una simple mortal. No
hacéis buena pareja.
Anna se puso de pie y dejó el plato sin haber comido mucho.
-Ya no tengo hambre -aseguró.
-Estás enfadada -comentó al ver que echaba chispas por los ojos-Te
prefiero así que controlada. Eso indica que sigues con vida y, en calidad
de tutor tuyo, necesito saber que ése es el caso.
-¡Ofreciste olvidar el asunto!
-Pero sin descuidarte -le recordó.
Anna dio media vuelta y fue en busca de Bryan.
¿Qué intenciones tenía Dan? Ella no le había dado motivos para que él
pensara que le guardaba un poco de cariño. No se lo tenía. El incidente
había ocurrido hacía cuatro años y había durado sólo un momento, durante
el cual se había dejado llevar por una locura pasional.
Anna retornó a la actividad, agotándose, y unos minutos después Dan
apareció y se apoyó en el marco de la puerta, mirándola mientras ella se
aferraba al brazo de Bryan y trataba de ignorar al escritor.
La casa estaba muy sola sin Elaine, pero Anna se sentía bien. Tenía que
estudiar para los exámenes y se
pasaba casi todo el tiempo en su habitación. Además, se había
acatarrado. Dan comenzó a escribir otro libro y parecía contento de
trabajar en el estudio de Langford Hall.
Casi no le dirigía la palabra a Anna durante la cena y se disculpó
diciendo que cuando escribía casi no hablaba. Eso le pareció estupendo
a Anna, que trabajaba todo el tiempo, aunque saber que Dan estaba en la
casa le hacía difícil la tarea.
Después de una mañana de mucho trabajo, ella salió a pasear por la
arboleda y se encontró con el escritor. Resultaba evidente que él había
salido a buscarla.
-No puedes seguir así, Anna -le dijo al abordarla- Con exámenes o sin
ellos, vas a terminar por ponerte enferma.
-No tienes motivos para preocuparte por mí masculló entre dientes. Había
querido echar a correr cuando lo vio, pero de nada le habría servido, porque
él estaba decidido a hablar con ella y lo habría alcanzado.
-¡Tengo muchos motivos para preocuparme por ti! No te recuperas de
ese catarro, casi no dejas tu habitación y comes poco. Las pequeñas
caminatas son la única concesión a tu salud. Antes eras más vivaz y
ahora te desvaneces poco a poco ante mis ojos.
-Será sólo durante una semana más –aseguró Anna-. Casi todos estarán
preparándose para regresar, listos para los exámenes finales. Yo regresaré a
la universidad el viernes.
-¡No estás en condiciones físicas para hacerla tan pronto!
-Me iré de todos modos. Estoy acostumbrada a tomar decisiones.
Además, eso me permitirá estar con Bryan antes de que los exámenes me
monopolicen.
-¿De verdad te vas a casar con él? -preguntó con los labios apretados¿Tenía razón Elaine al decir que pronto tendríamos otra boda?
-Por el momento, los dos estamos sumamente ocupados, pero imagino
que tarde o temprano sucederá -respondió muy tensa, porque pensar en el
matrimonio la ponía nerviosa.
-¿Vives con Bryan?
-Vivo en la residencia de la universidad -respondió después de recobrar el
aliento y de tragar en seco. Dan no se dio cuenta de que ella se había ruborizado.
-Lo sé, pero sabes que no es eso lo que quiero decir -habló con tanta
dureza que Anna quedó pasmada. Supongo que quería proteger a su recién
adquirida pupila, que deseaba calibrarla, y eso la enfureció. No necesitaba
que Dan husmeara en su vida. Además, parecía contento de no tener a su
esposa a su lado.
-¿Quieres saber si me acuesto con él? ¡No es asunto tuyo! -se volvió y lo
miró de manera feroz- Yo no te hago preguntas de índole personal, así que
lo que Bryan y yo hagamos es asunto nuestro. Nos queremos -añadió con
voz ahogada.
Pero no era cierto, porque sólo se tenían afecto, y designarlo como su
novio o amante sería inexacto porque los dos estaban demasiado ocupados
con sus estudios para estar juntos mucho tiempo. Simplemente era una
situación cómoda para ambos. Llevaban dos años saliendo juntos y casi
siempre en compañía de amigos. De ninguna manera se lo diría a Dan ni
daría lugar a que él pensara que ella seguía aferrada al recuerdo de hacía
cuatro años.
-¿Os queréis? -cuando Anna se disponía a alejarse, le sujetó los hombros
y la hizo volverse para que lo mirara- ¡Parece que no es capaz de controlarte!
-Nos queremos -respondió-. Y como es así, no necesito que nadie me
controle.
-Siempre has necesitado un poco de control, excepto cuando yo estaba
presente.
-Te tenía miedo -murmuró tensa- Para mí eras como un amenazante
hermano mayor.
-¿Siempre? -preguntó con sorna y la sujetó con más fuerza.
-¡He madurado y he comprendido que no eres perfecto! -los largos dedos
se clavaron en los delicados hombros y Anna casi no podía respirar- No te
conozco en absoluto y con el tiempo, es lógico que la gente se aleje.
-Es verdad, nada permanece igual. Las vidas cambian y no siempre van en
mejor dirección. Yo me fui para hacer fortuna y lo logré, pero al hacerlo
perdí toda una vida.
Bajó las manos y se volvió hacia el sendero, y de nuevo Anna tuvo ganas
de consolarlo. Dan había perdido a su padre, y aunque ella quería mucho a
Gavin, debía de ser peor para el escritor. De pronto, el arrepentimiento la
desgarró y extendió una mano para tocarle un brazo.
-Oh, Dan.
Él la observó durante un momento; luego sonrió y le cubrió los dedos con
su mano.
-¡Al diablo! exclamó Dan-. No sirve de nada lamentarse.
Le rodeó los hombros con un brazo y la guió hacia el sendero para
regresar a la casa.
-¿Cuándo regresarás a las Bahamas, a tu isla? preguntó pasado un minuto,
tratando de llevar la conversación a un terreno neutral y deseando con
desesperación que Dan se alejara lo más posible de ella.
-Cuando las cosas se hayan calmado -respondió-. Me es fácil trabajar en
Langford Hall. Sólo necesito una máquina de escribir y aquí tengo una.
Deseo que todo vuelva a la normalidad y que Elaine regrese de su luna de
miel. Me quedaré hasta que hayas terminado tus exámenes finales.
-¡No es necesario! ¡No debes ir a Oxford a verme! Anna habló de manera
extraña y nerviosa, y se puso
rígida cuando Dan apartó el brazo de sus hombros.
-No tengo intenciones de ir. Sé que estarás muy ocupada y que cada
minuto libre se lo dedicarás a Bryan. Me conformaré con estar al otro lado
del teléfono, en caso de que me necesites... en caso de que alguno de los dos
me necesite.
-Supongo que tu esposa te echará de menos -intercaló-. Cuanto más
tiempo permanezcas aquí, más tardarás en reunirte con ella. Piensa que
durante cuatro años no te necesitamos y lo mismo ha ocurrido durante los
últimos siete.
-¡Conozco mis defectos! -gruñó-. De haber estado aquí, habría visto más a
papá. Acepto mi negligencia. Sin embargo, no estoy desatendiendo a mi
mujer porque no lo es.
Ella se detuvo, boquiabierta; Dan también dejó de caminar y la observó
con frialdad.
-Dijiste que te casarías con Daphne -murmuró asombrada, mientras
trataba de asimilar la información-. Le vi un gran anillo y...
-Al final, el matrimonio no nos pareció conveniente -le informó.
Dan permaneció quieto, con las manos dentro de los bolsillos y la mirada
burlona. Anna se ruborizó al comprender por qué él se mostraba tan mordaz.
Daphne se había quedado embarazada y, sin embargo... Jamás imaginó que
Dan podría defraudar a alguien. ¿Sabía él que no se casaría con esa pobre
chica embrazada cuando vino a verlos a la casa? ¿Cuántas mujeres más
había en el camino? ¿Así era la vida en el mundo literario y de las películas,
o ella era demasiado joven para notar cómo era él en realidad?
-Entonces, como estás sin ataduras ni obligaciones, puedes hacer lo que te
venga en gana, ¿no? -logró decir Anna con frialdad- Sería agradable saber
que habrá alguien en esta casa, además de Edna.
-¿Eso qué importa? -se burló--. Me diste a entender que no regresarías a
Langford.
-No tengo por qué regresar -replicó--. La gente es quien forma un hogar,
no un conjunto de piedras viejas.
-Me han calificado de muchas maneras, pero nunca me habían asociado
con una piedra vieja ---comentó él con ironía- Pero eso no me sorprende.
Supongo que ahora mi hogar está en la isla, eso si tengo uno. Al irse Elaine
desapareció la última calidez de Langford Hall. ¿Por qué hemos de seguir
teniendo esta propiedad, Anna? No soy bienvenido y tú no deseas, vivir
aquí.
El se volvió hacia la casa y sus palabras hirieron el corazón de la joven. .
-Dan -habló en susurros y él se volvió y adivinó todo por la expresión de
sus ojos.
-¿Te doy lástima? ¡No la necesito y tampoco de un montón de piedras
viejas!
-Entonces, vende la propiedad -murmuró con amargura, porque la burla
de él le quitó el deseo de ser amable.
-Eso no; durante generaciones un Toren ha vivido en ella y algún día
habrá descendientes. Aún no me he casado, pero lo haré. Además, hace
dos semanas me rogaste que no la vendiera. Si cambias de opinión con
tanta rapidez, seguramente lo harás de nuevo. Y como Elaine se ha
casado, sólo quedamos tú y yo. Lo dejaremos pendiente hasta que sepas
lo que deseas hacer y hablamos del asunto.
-Cuando me case, también yo tendré mi casa repuso Anna.
-Avísame cuando llegue el momento -murmuró Dan-. Desde luego,
un médico no podrá darse ese lujo, pero tendrás tu herencia y si trabajas
para el gobierno, ¿quién sabe? Tal vez te la venda a ti.
Dan quiso llevarla a Oxford, pero Anna se negó. Tenía su coche y no
habría podido viajar con el escritor a su lado. El se encogió de hombros y la
dejó en paz, y ella partió sintiéndose muy triste y culpable.
El trayecto le pareció interminable y su resfriado se complicó con tos.
Fue agradable regresar al lado de sus compañeros, aunque en ese
momento todos estaban tensos y lo mostraban de diferentes maneras. En su
pequeño grupo de amigos había pocos que salieran con frecuencia, pero ella
se unió a ellos todas las noches de la última semana previa a los exámenes,
para ir a comer pizza y beber una copa de vino en un bar bullicioso del pueblo. Era un sitio popular entre los estudiantes. Anna creyó que vencería al
catarro, pero éste empeoraba día a día.
Decidió que saldría por última vez el viernes. Su sentido común le
aconsejaba quedarse en la cama, pero había decidido no hacerle caso. El
tiempo pasado con Dan le había perturbado más de lo que deseaba
aceptar, y cada momento a solas era propicio para que él se colara en sus
pensamientos. No podía permitirse el lujo de que volviera a dominarle la
mente.
El ambiente de ese viernes era más bullicioso que de costumbre; Anna
se sentía nerviosa y sin ganas de diversión, a pesar de su aparente alegría.
El ruido le retumbaba en la cabeza; el humo le irritaba los ojos y comenzó
a sentir que tendrían que ayudarla a regresar a su dormitorio. De nada le
serviría llamar a Bryan, porque la amonestaría por no haberse cuidado del
catarro.
La imagen de Dan apareció de repente frente a ella, y lo miró
boquiabierta y atontada. No podía creer que en realidad fuera él; pensó que
era un espejismo, pero después de cerrar y volver a abrir los párpados,
Dan seguía presente, más enfadado que nunca.
-¡Vamonos! -ordenó el novelista.
La cogió del brazo, la puso de pie y se oyeron varias protestas que lo
irritaron más.
-¡Anna!¿, ¿Quién es ese Superman?
-¡Suéltela, señor!
Todos rieron, pero nadie trató de detener a Dan.
Bromeaban con ligereza y Anna comprendió que si Dan la estuviese
raptando no habría nadie en condiciones para ayudarla. La condujo hacia
la puerta y al aire libre, donde ella comenzó a toser sin control.
Él no le tuvo ninguna consideración. La esperó con creciente
impaciencia antes de llevarla a su coche,
el mismo con que había ido a Langford Hall.
-¿Qué haces y por qué has venido? No quiero... -¡Entra! .
Las palabras sobraban, porque la metió en el coche y a ella le pareció
que sólo pasaron unos segundos antes de que él entrara en el aparcamiento
de uno de los mejores hoteles.
Tampoco le fue difícil salir del coche; Dan tiró de ella sin miramientos y
Anna casi no tocó el suelo con los pies, mientras él la conducía a través de
unas impresionantes puertas, hasta llegar a un opulento vestíbulo. Anna
todavía no se había repuesto de la conmoción causada por su repentina
aparición.
Pero se recuperó cuando se encontró en la habitación de él y oyó que Dan
pedía una taza de café.
-¿Qué haces? -exigió la chica al ponerse de pie sintiendo las piernas
débiles y mirándolo con furia.
Dan la miró con más furia.
-Hablaré contigo después de que te hayas bebido el café y puedas pensar
con claridad.
Ella comprendió de inmediato.
-¿Crees que estoy borracha?
-Estoy seguro -replicó.
-Te equivocas; sólo he bebido una limonada con hielo. Y si has pedido el
café para mí, cancela la orden. ¡No me gusta el café sólo!
Dan la observó con detenimiento, levantó el auricular y cambió la 'orden
por una bandeja con té. Anna tuvo que sentarse porque las piernas ya no la
sostenían.
-¿Qué diablos hacías con ese grupo de camorristas? -.:...gruñó,
acercándose a ella muy erguido.
-Ese grupo de camorristas son estudiantes que se desahogan antes de los
temibles exámenes. También tú fuiste estudiante. ¿Nunca hiciste algo
parecido?
-¿Estaba Bryan con vosotros? -inquirió, mostrando recelo e ignorando los
comentarios de Anna.
-No. ¿Qué haces aquí, Dan? Si crees que toleraré ese asunto del tutelaje,
que es una tontería...
-He venido a despedirme porque regreso a la isla.
Dan se volvió y Anna sintió que un terrible desaliento la envolvía.
-¡Ah!
Dan se volvió para mirarla con el ceño fruncido.
-Durante un momento pensé que te habían informado de mi partida y que
celebrabas la noticia.
-Ya te he dicho lo que estábamos haciendo murmuró. Levantó la cabeza y
lo miró con ojos sombríos y cansados-o Dijiste que te quedarías hasta que
yo terminara los exámenes.
-¿Por qué motivo habría de hacerlo? No necesitas un tutor. No somos
amigos ni parientes, así que, ¿qué diablos somos? Reñirnos cada vez
que nos vemos. No hay motivo para que me quede.
-Supongo que tienes razón --desvió la mirada y después de un
momento, él se acercó y le obligó a levantar la cabeza.
-¿Has comido?
-No, no me apetecía una pizza...
Pero Dan no la escuchó, porque estaba pidiendo unos sandwiches para
acompañar el té.
-Te odiarán porque el té seguramente ya viene en camino.
-No te preocupes por eso; no les pasará nada si no cometen el error de
mostrar desagrado -señaló con seriedad y ella quedó segura de que
nadie se quejaría después de ver el rostro de Dan, rojo de ira.
-¿Cómo diste conmigo? -lo observaba como si estuviera levemente
drogada y él la miró con irritación.
-Pregunté en dónde se reunían los estudiantes y seguí el ruido.
-¿Por qué te tomaste la molestia? Podrías haberme enviado una postal
desde la isla -habló con frialdad y con los labios apretados.
-Pensé que te gustaría estar segura de que me iba. Si quieres, puedes
acompañarme al aeropuerto para que no te quede ninguna duda de que
quedarás libre.
«¿Libre? Querrá decir sola». Ella desvió la cabeza y él se quedó
callado; el silencio que se creó fue casi insoportable.
Anna se quitó la chaqueta y se arrellanó en un sillón. Dejó de luchar
contra el cansancio y cuando el camarero llegó para colocar la bandeja sobre
una mesita, estaba casi dormida.
--Come, bebe y alégrate ---comentó Dan con burla al servirle el té y
señalar los sandwiches. Ella no deseaba comérselos, pero pensó que debía
hacerla. Era mejor ceder cuando Dan estaba furioso, y nunca lo había visto
de peor humor.
Anna concilió el sueño y él ya no habló. Se paseaba por la habitación. De
pronto, ella sintió que la sacudían levemente.
-¡Levántate, es hora de que te acuestes en la cama! -ordenó el escritor.
-¿Me llevarás al dormitorio? ---casi no podía mantener los ojos abiertos y
se tambaleó cuando Dan la soltó.
-No, hay una habitación contigua a ésta y pasarás aquí la noche para que
pueda vigilarte.
-No puedo.
-¿Nunca has pasado una noche fuera de la residencia? -preguntó Dan con
dureza, y como era obvio que ya se había formado una idea, Anna no lo
desilusionó. Muy enfadado, la llevó a la habitación vecina, donde señaló
una mullida cama de aspecto tentador.
Anna fue presa de un nuevo ataque de tos, pero Dan salió sin que le
importara el hecho de que ella podría ahogarse. ¿Qué otra cosa podía
esperar de él? Anna se dijo que eso no era justo, que aunque Dan no se
hubiera interesado nunca en ella, siempre había sido considerado. Y si
analizaba bien la situación, debía aceptar que ella siempre había sido la
primera en plantear problemas. La obsesión que había tenido por él la hizo
ser tímida y sensible, por lo cual era imposible llevarse bien con ella. De
seguro Dan se había hartado de la situación.
De pronto, Anna recordó que no tenía nada consigo, ni siquiera un camisón,
pero no abandonaría la deliciosa cama. Se desnudó con dificultad, se sentó
para quitarse los zapatos y descansó un momento porque la tos la agotaba
aún más.
Dan regresó, pero ya no le importó que la viera en ropa interior.
-He bajado para conseguir esto -murmuró y le enseñó un jarabe contra la
tos-. ¿Estás segura de que no bebiste alcohol? Estas medicinas pueden ser
peligrosas cuando se mezclan con bebidas fuertes; provocan sopor.
-Una limonada -respondió, cansada- Y nada podría ponerme más
somnolienta de lo que estoy.
Dan le dio una cucharada y Anna se mantuvo quieta, como una muñeca de
trapo, mientras él giraba la tapa de la botella y dejaba la cuchara sobre la
mesita. La chica tenía los párpados cerrados y no pudo hacer el esfuerzo de
abrirlos.
-A la cama -murmuró Dan al ponerla de pie y luego la dejó sobre las
frescas sábanas, antes de cubrirla con cuidado y apagar las luces.
-Gracias, Dan -él no respondió y ella ya dormía cuando Dan salió.
A la mañana siguiente, una camarera la despertó cuando le llevó el
desayuno; Anna se sentó en la cama y comió casi todo. Sabía que Dan
llegaría para ver cómo estaba. El lo hizo, justo cuando ella terminaba, pero
esa mañana no estaba tan cansada, de modo que fue consciente de que sólo
llevaba la ropa interior.
-Puedes levantarte -le informó a secas al mismo tiempo que Anna se
cubría con las sábanas hasta el cuello-. Pagaré la cuenta, te llevaré a la
universidad y me iré.
Las palabras la hicieron sentirse muy sola y no pudo hablar. Se limitó a
mirarlo con fijeza.
--Cuando llegues a los dormitorios debes presentarte a la encargada y
decirle que estas enferma -la
miraba de manera agresiva y ella bajó la vista.
-Solamente es un resfriado.
-Aunado a un terrible agotamiento. En esas condiciones las pulmonías se
desarrollan con facilidad. Y dado el aspecto de tus compañeros de anoche,
supongo que te preguntarán dónde has estado y no se preocuparán más.
-¡Todos somos adultos y sabemos cuidamos! Seguramente nadie te vigiló
cuando eras universitario.
-Tenía más aguante que tú, no había organizado ninguna boda, perdido a
un ser querido, trabajado hasta el agotamiento, ni pescado un catarro. ¡No
acostumbro a hacer mil cosas a la vez!
-Es una lástima que los exámenes tengan que ser ahora -murmuró,
inquieta por la voz agresiva.
--Cierto. Sin duda tendrás que volver a presentarte el año que viene murmuró con sarcasmo.
Aquello era demasiado. Anna sintió una ola de furia y sin meditar se
destapó, bajó las piernas de la cama y se puso de pie.
-¡Nunca llegarás a saberlo! Y para entonces seré independiente, gracias al
cielo. Medítalo bien si crees que puedes separarme de mis amigos y traerme
a un hotel para darme un sermón al día siguiente, como si fueras un tío
sesentón. Sabemos muy bien cómo está el asunto del tutelaje. ¡La isla te
llama, así que vete!
El enfado desapareció un poco cuando vio que Dan la observaba con un
gesto de diversión.
-Muy bien -aceptó--. Me iré a mi sitio, pero no olvides totalmente mi
consejo. ¡Si bajas más de peso, estarás demasiado flaca para ser interesante!
De manera intimidante, el recuerdo de las caricias de Dan, cuatro años
atrás. llenó su mente. Casi podía sentir la sensualidad de las manos de él en
su cuerpo.
Se ruborizó y Dan torció los labios antes de salir y cerrar la puerta.
Durante la época de exámenes, comprendió lo que Dan había visto cuando
la había acusado de descuidar la salud. La muerte de Gavin, el esfuerzo de
mostrarse natural en presencia de Dan, el trabajo que se había adjudicado
para la boda de Elaine y los estudios, la habían dejado al borde del
agotamiento. El catarro le duró semanas y aunque comenzaba a desparecer,
comprendió que debía acudir a un médico.
Lo único que parecía funcionarle era el cerebro y luchó durante los
exámenes como si fuera una batalla sin fin. Tuvo que aceptar que volver a
estar en compañía de Dan la había desmoronado. Siempre lo había
considerado muy importante en su vida y no podía aceptar que él hubiera
defraudado a una mujer. A solas, buscaba al antiguo Dan, aquél al que había
amado con locura. Eso no fue provechoso para su estado físico. Empeoró la
situación y le causó insomnio. Dan se había ido muy lejos. Pensaba en él
mientras yacía en cama, esperando que amaneciera.
Los exámenes terminaron, pero ella no pudo tranquilizarse. Los demás
estaban felices, pero ella no tenía nada que celebrar. Todos los años de
estudio le parecieron un desperdicio y pensó que quizá ni siquiera debía
haberse presentado a los exámenes finales. Bryan la llamaba con
regularidad, pero' no deseaba verlo. Todo significaba un gran esfuerzo;
comer la agotaba, pero se las arregló para que Bryan no se diera cuenta. No
quería que la sermoneara, porque ésa era función de Dan.
Decidió quedarse en la universidad para tratar de descansar. De todos
modos no sabía qué hacer. En casa había dicho que se iría al extranjero.
Declaró que cogería un empleo mientras se enteraba de los resultados, idea
que a Dan no le agradó. De hecho, no estaba en condiciones de hacer nada y
ya había rechazado dos entrevistas porque no tenía ánimos para asistir a
ellas.
Además, no tenía a dónde ir. Definitivamente no podía regresar a
Langford Hall. Sería terrible sin la presencia de Elaine, y ella pasaría todo el
día pensando en Dan. Ni siquiera estaba segura de tener el derecho de
regresar allí. A pesar de lo dicho por Dan al principio, se habían despedido
casi como enemigos. El no se había puesto en contacto con ella. Por ese
lado, al menos, todo estaba tranquilo. Durante las noches no lograba
conciliar el sueño, aunque dormía breves siestas durante el día. Ya no estaba
resfriada. Quizá la próxima semana se sentiría con ánimos para irse de ahí y
comenzar una nueva vida...
Capítulo 4
Dan llegó cuando Anna se había echado a dormir un rato, cosa que
hacía con bastante frecuencia últimamente, porque el cansancio le
impedía pensar con normalidad. Cuando Anna abrió los ojos lo vio de
pie, junto a ella, y furioso. Su tutor se movía con nerviosismo, y
aunque ella habló, Dan no le hizo caso y volcó su furia contra la
desventurada mujer que estaba en el umbral.
-¿Por qué no me han llamado antes? ¿La política de la escuela es permitir
que un estudiante se desmaye
sin avisar a los familiares?
Dan estuvo furioso y Anna no pudo intercalar palabra alguna. ¡No podía
creer que él estuviera ahí!
-¡La actividad, los exámenes finales, tantos estudiantes... después de todo,
son mayores de edad, señor Toren! Muchos de ellos no soportan la tensión
de todo esto. Comprendimos que sucedía algo cuando
ella dejó de salir de su habitación...
-¡Pues va a salir de ella ahora mismo! -gruñó
Dan-. Y si hay alguna formalidad, encárguese de ella. ¡Dentro de quince
minutos la sacaré de aquí!
La mujer salió dando un portazo. Anna ya se había sentado en la cama, un
tanto desorientada.
-¡Dan!, ¿Qué haces aquí? No comprendo.
-Me han pedido que venga -respondió muy tenso-. Han llamado a
casa y yo estaba allí. De haberlo hecho un día más tarde, no habrían
encontrado a nadie, porque planeaba regresar mañana a la isla. Además,
estaba en casa por mera casualidad. ¡ Aquí no sabían que la familia se
había separado y es evidente que tú no pudiste hablar con cordura!
-No recuerdo que me hayan hecho preguntas murmuró, temblorosa.
-Lógico -observó la palidez de su rostro-. No necesito ser médico para
reconocer el agotamiento mental y físico. Apuesto a que no sabes qué
día es hoy. ¿En dónde estaba tu novio, mientras tú desfallecías?
-No he salido. Bryan trabaja mucho y yo...
-¡Saldrás ahora mismo! --exclamó.
-Puedo quedarme aquí, yo...
-Es posible que no te hayas dado cuenta, Anna, pero ya no queda ni
un estudiante en la universidad. ¡Los exámenes han terminado y todos
se han ido! ¿Pensabas quedarte hasta que el portero te encontrara? Irás
a casa conmigo.
-¡No iré a Langford Hall! Creí... ¿Por qué no estás en Bahamas?
-Decidí esperar un poco. De todos modos, no regresarás a Langford
Hall. He dicho que vendrías a casa conmigo y me refería a la isla. Ya
tengo mi billete de avión y tendré el tuyo en menos de una hora. Estoy
seguro de que no cobrarán tarifa de adulto por ti -añadió con sarcasmo-.
¡No eres más que un bonito montón de huesos!
-No puedo ir a la isla -declaró con la mano en el cuello-. No puedo ir
porque...
No pudo terminar la frase. No podía reconocer ante Dan lo difícil que le
resultaría soportar la presencia de Daphne.
... :Vendrás conmigo, Anna -se arrodilló a su lado para observarle el rostro
demacrado-. No te dejaré -murmuró, decidido-. Estás al borde del colapso.
Permanecerás conmigo hasta que esté seguro de que te has recuperado.
-¡Estoy perfectamente! -aseguró con enojo-.
Iré a casa de Elaine y
Steve.
-¡Se acaban de casar! Serías inoportuna.
-¡No necesito que me cuides! -no tenía ganas de reñir, pero trató de
protestar.
-Eres una criatura y después de las últimas semanas comienzo a sentir
admiración hacia tu madre por la previsión que tuvo. ¡Jamás sobrevivirás
sola! -abrió el armario y comenzó a llenar la maleta. Cuando Anna protestó
y se puso de pie, Dan le ordenó que volviera a acostarse. Dado su terrible
humor, la chica decidió que era más conveniente obedecer y lo observó con
los ojos bien abiertos mientras él guardaba sus cosas.
-Por su aspecto, toda tu ropa debe de quedarte grande -especuló-. En
Nassau compraremos lo que puedas necesitar.
Antes de que pasara una hora, Anna estaba en el coche de Dan, rumbo a
Londres, demasiado cansada para seguir protestando y con los ojos fijos en
el perfil de él.
-Si el coche es alquilado, debe de costarte una fortuna -comentó pasado
un rato- Hace tiempo que lo tienes.
Dan la miró, sorprendido por el comentario banal.
Quizá pensó que Anna se había vuelto loca.
-Lo compré a mi llegada.
-¿Cómo lo venderemos? ¡Tendremos que hacerlo a nuestra llegada a
Londres!
Volvía a hablar como una niña, en plural. «¿Qué haremos con esto, Dan?
¿Qué les diremos, Dan?» Preocupado, él la miró de soslayo y notó que tenía
las manos entrelazadas sobre el regazo.
-En este momento no me importa si lo abandonamos en la carretera respondió enfadado. Le cubrió las manos con una 'suya-. ¡Duérmete, falta
mucho para que lleguemos!.
-De acuerdo, estoy cansada, Dan.
-Muy bien -habló con voz extraña y ronca, y Anna quedó intrigada
durante un rato antes de cerrar los ojos y quedarse dormida, con la cabeza
apoyada en el hombro del escritor. El no vio la expresión desolada de la
chica mientras conducía hacia el aeropuerto.
A Anna todo le pareció un sueño. Pasaron la noche en un hotel, y aunque
ella trató de dormirse de inmediato, Dan llamó a un médico, que la examinó
y la miró como si ella se hubiese puesto enferma premeditadamente.
Diagnosticó fatiga y secuelas de un resfriado mal curado. Dijo que podía
hacer el viaje, pero que tendría que descansar tan pronto como llegara a su
destino. Dan escuchó al médico con el ceño fruncido y cuando el doctor
salió, cerró la puerta y dijo que
él había hecho el mismo diagnóstico.
Por primera vez en mucho tiempo, Anna durmió relajada y
profundamente. Cenó algo por complacer a Dan y lo siguió con la mirada
cuando él apagó la luz antes de salir de la habitación. Estaba preocupada
por todo: por la isla, por estar en el mismo sitio donde Dan había llevado a
otras mujeres. Volvía a sentir unos celos infantiles, porque le resultaba
difícil controlar sus pensamientos. Lo había querido mucho.
¿Cómo se sentiría ella cuando llegaran a la isla? Se hizo preguntas acerca
del hijo de Dan. ¿Seguía viéndolo él? ¿Lo aceptaba como su hijo? Durante
cuatro años Anna había pensado que Dan estaba casado y en ese tiempo
ella había construido una vida basada en ese hecho. Era posible que
Daphne fuera a verlos. Aferrada a las sábanas, durmió un profundo y
restaurador sueño.
Las islas parecían joyas dentro de un mar cristalino y verde, y las blancas
olas lamían con su espuma la playa. Anna las observaba fascinada. Desde
el aire, el paisaje era el paraíso soñado por todos: coral, mar y cielo. En ese
momento, estaba tranquila y satisfecha, más de lo que había estado desde
que Dan se había alejado.
-¿Puede uno ver la isla desde aquí?
Ilusionada, se volvió hacia su tutor y por primera vez en mucho tiempo,
él le sonrió. Después, se mostró tenso y enfadado; era evidente que no la
deseaba a su lado y que se impacientaba igual que ella por el asunto de la
tutela. Por lo mismo, fue un alivio ver que la antigua sonrisa le suavizaba
los ojos por un momento.
-No, es muy pequeña y queda en el horizonte. Si voláramos más alto,
quizá la veríamos. Mide sólo cinco kilómetros cuadrados. Muchas islas son
así; otras son más pequeñas.
-¿Tiene nombre?
-Sí. Amara Cayo
-¿Qué significa? --el interés de Anna pareció olvidar por un momento su
mal humor, que no lo abandonaba desde que la sacó de la universidad.
-Cay significa islita. Hay unas setecientas en Las Bahamas, quizá más.
Nadie lo sabe a ciencia cierta.
-Amara es un nombre bonito, ¿qué significa?
-No lo sé. Quizá fuera el nombre de la amante de algún pirata. Esas islas
solían ser muy peligrosas por
que las frecuentaban los bucaneros. En la actualidad hay mucho
contrabando. No es seguro navegar entre ellas de noche. Podría decirse
que los piratas siguen visitándolas.
-¡Pero éstos ya no usan pendientes de oro y machetes! -exclamó
Anna. El le tomaba el pelo, como solía hacer en otros tiempos; sintió
que una ola de felicidad la envolvía. Cuando se mostraba tan bondadoso con ella, no podía recelar de él. Lanzó un suspiro y su rostro se
iluminó con una sonrisa.
-¿Me vas a explicar ese suspiro de añoranza? -preguntó el novelista.
-¡A la satisfacción! -exclamó, bajando la guardia-. Pensaba que...
Se perturbó al darse cuenta de lo que decía. Había estado a punto de
exteriorizar sus pensamientos y revelar que estaba contenta. Era muy
posible que al llegar a Amara Cay encontrara a otra mujer.
-¿Qué ibas a decir?
-¿Qué estarán haciendo en casa? -preguntó de manera evasiva y él hizo una
mueca.
-Seguramente has suspirado de alegría, porque
no haces lo mismo que
ellos pueden estar haciendo
comentó a secas.
-No he avisado á Bryan que me iría -murmuró, sintiéndose culpable-. Se
preocupará.
-Después de que aterricemos, le enviarás un mensaje -recomendó
Dan-. Y como sus ocupaciones le impidieron enterarse de que estabas
enferma, es posible que aún no sepa que te has ido.
-No comprendes nuestra relación -protestó sabiendo que debía
seguir fingiendo estar enamorada de Bryan, porque nada había
cambiado.
Pero sólo soñaba despierta. La tensión de los últimos meses la había
dejado vulnerable y no deseaba reñir con Dan.
En la vida de él no había lugar para ella. La cuidaba por considerarla
una responsabilidad. ¡Ella no era más que eso! La trataba como a una
hermana. De haber sido ella Elaine, habría hecho exactamente lo mismo.
-¿Comprender? ¡No, definitivamente no la comprendo! -musitó con
furia velada y Anna se encogió.
Eso dio fin a la tranquilidad y Anna dirigió la vista al mar color turquesa. Su
alegría se había desvanecido y el mundo ocupaba su real dimensión. Dan
la llevaba a la isla para que se repusiera y esto requería bastante tiempo. El
y Anna no tenían nada en común.
Nassau estaba atestada, bulliciosa y calurosa. De hecho, el clima era
perfecto, pero después de Inglaterra y debido al estado de salud de Anna,
no pasó mucho tiempo antes de que se sintiera cansada.
-Iremos directamente a la isla -exclamó Dan después de observar su
palidez y el cansancio de sus ojos.
-Creo que me voy a cortar el pelo -murmuró la chica al alejárselo de la
nuca.
-No te precipites. Dale tiempo y te acostumbrarás al calor. Puedes
recogértelo como solías hacerlo.
-¡Pesa mucho! -se quejó con testarudez.
-Es muy bonito y, si te lo cortas, te arrepentirás, porque no podrás hacer
nada al respecto. Las acciones drásticas pueden ser contraproducentes.
El tono la sorprendió y se volvió para mirarlo, pero Dan estaba muy
ocupado buscando un taxi.
El taxi los llevó hasta el muelle y ahí el calor no resultaba tan
abrumador porque la brisa del mar refrescaba. Además, el panorama era
fascinante. Detrás del muelle había un mercado al aire libre y de las islas
llegaban barcos con fruta, legumbres, caracoles, cangrejos y langostas.
Todo era tan colorido que Anna podría haberse quedado todo el día
observando.
Además, algunas personas conocían a Dan, porque le hablaban, reían y
bromeaban con él. Alegres, observaban a Anna con curiosidad. Dan no
les explicó quién era y ella se sintió incómoda. Debían de estar
acostumbrados a verlo en compañía de Daphne.
-¡Adelante! -Dan le indicó que caminara mientras el conductor del
taxi llevaba algunas de las maletas, y no tardaron en subirse a una
elegante lancha blanca, anclada en el muelle.
Dan le pagó al chofer y acomodó a Anna en el camarote, debajo de la
cubierta; abrió la ventana para que entrara la brisa.
-Quédate sentada un rato y recupérate, en seguida vengo.
Nerviosa, lo observó irse, pero él sólo fue al mercado, porque regresó
pronto con frutas y legumbres, muchas de ellas desconocidas para
Anna; lo acompañaba un vendedor moreno con más bultos.
Así vivía Dan en ese sitio cálido y emocionante. Con razón no había
regresado a Inglaterra. Anna se entristeció y cerró los párpados para no
ver el futuro. Dan volvía a ocupar su corazón y ella estaba demasiado
cansada para echarlo fuera.
-¿Anna? -murmuró. La cogió por los hombros al inclinarse para
observarle el rostro--. ¿Te sientes mal?
-No, estoy bien --esbozó una sonrisa, pero no lo convenció.
-Sube a cubierta y vamos a empezar el trayecto. La brisa te hará bien.
Cuando lleguemos a casa, Josie te llevará a la cama.
-¡No quiero acostarme! -protestó y lo siguió a cubierta. Se paró junto a él,
cuando levantó el ancla e hizo funcionar los motores.
-Ha llegado el momento de que obedezcas bromeó, pero ella notó que
estaba preocupado y eso aumentó su sentimiento de culpa. Ni siquiera había
preguntado quién era Josie. Anna comprendió que no debía entrometerse y
que debía dominar la lengua. Sería tal como Dan quería que fuera, y luego
ella regresaría a Inglaterra y lo olvidaría. Pero recordó que no tenía hogar y
se obligó a olvidar ese detalle. ¡No se convertiría en una carga para Dan ni
para nadie!
Ya en mar abierto, la lancha se deslizó como un galgo y Anna se sintió
emocionada mientras se sostenía de la barandilla, aliado de Dan. El rostro
del escritor, con expresión primitiva y libre, le dio a entender que disfrutaba
del viaje y comprendió muy bien cómo se sentía él.
-¿Te gusta? -la miró con el rabillo del ojo y, pasmada, Anna no pudo
controlar la emoción que la embargaba. Desvió la cabeza antes de contestar.
-¡Mucho!
No dijo nada más, pero cuando lo miró sin que él se diera cuenta, notó
que sonreía y el corazón se le volvió a aligerar. Por lo pronto estaba con
Dan, y aunque sólo fuera durante el viaje, compensaba con creces la
infelicidad que había sufrido.
-¡Mira! -señaló las olas y redujo la velocidad cuando comenzó a navegar
en aguas menos profundas.
Anna miró y se quedó boquiabierta. Lo que veía parecía un país de hadas,
un mundo de coral y diminutos peces. El agua era tan cristalina que podía
ver la dorada arena del fondo y los corales blancos con reflejos rosados,
formando castillos y cavernas.
-¡Qué bonito!
-Te llevaré a bucear -prometió-. Después de que recobres tus fuerzas.
-¿Hay tiburones? -preguntó, sin apartar los ojos del fondo del mar.
-No por el arrecife. Al otro lado de la isla hay una bella bahía donde me
gusta nadar.
Anna estaba tan hipnotizada y encantada que no notó que la lancha
reducía más la velocidad y, al levantar la cabeza, vio que se dirigían hacia
una playa arenosa, con palmeras y arbustos en flor, rocas blancas y al fondo,
detrás de un pequeño embarcadero, una casa blanca rodeada de coloridos
jardines. Era Amara Cay, la isla de Dan.
La miró con los ojos bien abiertos, se sujetó el pelo ondeante y Dan
acercó la lancha al atracadero, apagó los motores y saltó para amarrar y
ofrecerle la mano. Anna seguía admirada cuando él le rodeó la breve
cintura y la levantó para bajarla al muelle.
-¡No puedo creerlo! -murmuró-. A menudo me he preguntado cómo sería tu
isla y... ¡ahora estoy aquí!
-¡Por fin! -señaló con voz extraña cuando ella levantó la cabeza y vio que
Dan la observaba con detenimiento y con una expresión incomprensible.
-Podría ser el cielo -rió nerviosa.
-A veces, está cerca de serlo -murmuró Dan.
Dan guió a Anna hacia la casa, y la chica notó que
estaba contento de haber regreso, de haberse alejado de Inglaterra, de
Langford Hall y de los momentos
tristes. El deseaba vivir yeso hacía. Le había dicho a Elaine que tan pronto
terminara su trabajo en los estudios cinematográficos, regresaría a la isla.
De no haber sido por la muerte de Gavin y la boda de Elaine, Anna quizá
no lo habría visto de nuevo.
Pensarlo la tranquilizó, y se mordió un labio porque se sentía temblorosa
y decaída después de la emoción del viaje. La casa le pareció muy lejana y
creyó que sería mucho esfuerzo caminar hasta ella. Sin previo aviso, Dan
la cogió en brazos, hecho que la sorprendió.
-Estás débil, señorita -insistió cuando ella le rogó que le permitiera
caminar- Faltan unos metros y estarás mucho más cerca de Josie y de la
cama.
Dan reía de nuevo, ya no estaba de mal humor, y Anna le echó los brazos al
cuello para equilibrarse.
-¿Quién es Josie y qué pensará si nos ve llegar así? -protestó.
-Josie lleva la casa y Abe, su esposo, se encarga del jardín y de todo lo
demás; tan pronto como te vea, pensará que he pescado una sirena de pelo
negro. Oculta tus piernas para no desilusionarla.
Anna tuvo ganas de reír, pero el recibimiento la
preocupaba.
-¿Hay alguien más en casa?
-No, mi casa no está abierta a todos mis pupilos.
¡Sólo soy capaz de asumir una responsabilidad a la vez!
La apretó con más fuerza y la miró, sonriendo.
-Relájate -ordenó amable-Nadie te comerá. Quiero que vuelvas a la
normalidad de hace siete años.
-Eso fue hace mucho tiempo -dejó de sonreír. Hay mucha diferencia entre
los catorce y los casi. veintidós años.
-Me he dado cuenta -aseguró y Anna volvió a tomar conciencia de Dan,
pero no como un hermano mayor. Estar en sus brazos era parte de sus
ilusiones. Los fuertes y bronceados músculos que la ceñían, le provocaban
emociones que la ruborizaron y atemorizaron.
Por impulso volvió el rostro hacia el cálido y fuerte cuello, como si ella
fuera up animalito que ocultaba la cabeza; Dan no dijo nada. El no tardó
en ponerla de pie, justo cuando Anna notó que pisaba el entablado de la
terraza.
Abrió los ojos y notó que una mujer la observaba con curiosidad. La señora,
de cara redonda, se mostraba intrigada; Anna comprendió que era Josie.
Pero la señora sonrió tan pronto como se dio cuenta de que Anna no estaba
desmayada.
-Es Josie -Dan la presentó de manera británica-. Ella te llevará a la cama.
Anna no protestó porque no escuchaba; observaba la casa mientras
entraban siguiendo a Josie, que estaba agitada y contenta. Era una residencia
fabulosa y no le quedó la menor duda de que Dan era muy rico. Anna no
supo por qué lo había dudado, ya que cada uno de sus libros era un éxito.
Un hombre entró con el resto del equipaje y el escritor lo presentó como
Abe. Este era sorprendentemente alto y-delgado.
-¿Puedo admirar la casa? -preguntó Anna.
-Después de que hayas bebido algo refrescante-le prometió al conducida a
la terraza, donde la sentó en una silla de mimbre blanco con cómodos cojines-. Estás deshidratada.
-Dirás marchita -lo corrigió con malicia y él esbozó una sonrisa.
-¡Ah, emerge la antigua Anna! Volverás a la normalidad después de unos
días de descanso.
-Sea cual fuere la normalidad -intercaló sin pensar, reclinada y mirando el
colorido jardín y el mar.
-Normal será cuando te mire y te diga: ¡Ahí está Anna! Irritante, bella y
muy inteligente --comentó-. Hasta entonces serás una huerfanita que recogí
en mi camino y traje a casa.
Anna no lo miró porque temió ponerse a llorar, pero si él se dio cuenta,
no dio señales de ello. Josie regresó con un vaso grande lleno de una bebida
helada. A Anna le pareció deliciosa.
-Tienes cinco minutos para ver la casa y romper algunos objetos -declaró
Dan al ponerla de pie, cuando terminaron las bebidas- Después, dormirás
unas horas.
Anna no discutió. Estaba cansada y tensa, y el ridículo deseo de llorar
comenzaba a dominarla. Lo miró con agradecimiento y se alejó mientras él
se dirigía a su despacho, donde ordenaría lo que había escrito en Langford
Hall. Daba la impresión de estar sumamente satisfecho y ella comprendió
que se debía a que estaba en casa. Ella trataría de no interferir en su rutina.
Anna regresaba al largo y fresco recibidor cuando el teléfono sonó y oyó
que Dan contestaba.
-¡Daphne, querida! -exclamó contento. Anna se detuvo para escuchar y
tuvo la sensación de que la cabeza le pesaba como plomo-. No hace ni
media hora que he vuelto. ¿Qué? ¿Eso hace? ¡Ponlo al teléfono! Anna oyó a
Dan reír y decir algunas palabras que habría preferido no oír- Hola, Trevor,
¿cómo está mi chiquillo?
Anna se volvió y caminó a ciegas por el recibidor; estuvo a punto de
tropezar con Josie, que al verla la condujo a una habitación fresca y
tranquila donde ya había preparado la cama.
-El señor dice que usted debe dormir y estoy de acuerdo con él -habló con
severidad mientras conducía a Anna a la cama- Ahora, señorita Mazzini,
quítese el vestido y acuéstese.
-Soy Anna -murmuró, cansada, y las lágrimas
no brotaron porque sus ojos estaban calientes y secos.
-Muy bien, señorita Anna, ¡a la cama!
Fue agradable que la atendiera como lo haría una madre y Anna sólo
deseaba dormir; cualquier cosa con tal de olvidar la alegría en la voz de Dan
cuando habló por teléfono. Él no se había casado con Daphne, pero eso no
importaba; ella seguía siendo parte de su vida y lo que él había dicho en
Langford Hall había cobrado un nuevo significado: «al final, no quisimos
casamos». Quizá no. Mucha gente en el círculo de Dan vivía con su pareja
sin el lazo matrimonial. La
alegría en la voz de él le había dicho todo lo que necesitaba saber. Ella
estaba ahí, atrapada, y él comenzaba a inmiscuirse de nuevo en su vida.
Dan entró sigilosamente cuando Anna estaba acostada.
-¿Anna? Josie me ha dicho que estabas a punto de derrumbarte. ¿Estás
bien?
--Sólo estoy cansada -murmuró, deseando que él saliera- Me sentiré mejor
después de dormir.
-Josie te despertará más tarde -se acercó a la cama y la observó-.
Duérmete y no te preocupes por nada.
-No he hablado con Bryan -comentó con pretendida preocupación,
aferrada a su mentirijilla debido a que de nuevo la había decepcionado.
-Lo llamarás por teléfono cuando te levantes -declaró Dan con un tono de
severidad y Anna pensó que estaba enfadado con ella por haber olvidado el
asunto.
-¡Será muy caro!
.
-Dime el número y hablaré yo por ti -ofreció, pero Anna no se lo
permitiría. Dan podría averiguar que la relación entre ella y Bryan no era la
ideal.
-Bryan podría estar dormido. Trabaja tanto que...
-¡Lo despertaremos! Si tú me llamaras estando yo dormido... -se volvió y
caminó hacia la puerta-o Lo harás más tarde cuando quizá esté de guardia
nocturna -terminó con tono sarcástico y cuando él cerró la puerta, las
lágrimas empezaron a deslizarse por las mejillas- de la joven. ¿Qué hacía
ella ahí, viviendo en la casa de Dan, ilusionándose con sueños imposibles?
Todo era en vano, siempre lo había sido.
Despertó y vio un rostro moreno muy cerca del suyo. Era Josie, que la
sacudió con suavidad.
-Es hora de la cena, señorita Anna --murmuró-.
El señor Dan piensa que es mejor que la despierte para que duerma bien
por la noche.
.
¡Dormir! Era el mejor estado en que podía encontrarse, pero asintió y
sonrió mientras bajaba las piernas de la cama y se daba cuenta de que no
se sentía mal. El letargo que la había acosado durante tanto
tiempo, finalmente comenzaba a desvanecerse, pero en su lugar el dolor
aumentaba cuando pensaba en Dan. Sin embargo, se sentía más animada.
Se duchó y se dirigió al armario donde Josie había colocado sus
pertenencias.
Toda la ropa le pareció demasiado grande y, tras unos instantes, eligió un
vestido amplio, de color amarillo, que no se le caería. Cuando entró en
la sala, levemente iluminada, Dan servía una bebida y se volvió para
observarla.
-¡Bellos huesos, una cascada hermosa de pelo, pero poco de lo demás! -exclamó
Tendremos que
engordarte para no perderte de vista.
Le entregó una copa y sonrió al ver que ella hacía una mueca.
-"Es brandy con propósitos medicinales -le informó. Cuida de que no
se te suba a la cabeza por debilidad. No me agradaría verte alborozada y
perdiendo el control -le escudriñaba el rostro.
-¿Con lo que comenzaría a lanzar todos tus finos adornos y antigüedades
al suelo? -bromeó.
-En realidad, no estaba pensando en eso -replicó haciendo un gesto con
los labios.
Por fortuna, Josie les anunció que la cena estaba servida y Anna se
alegró de que el giro de la conversación enfocara temas más seguros.
Dan habló todo el tiempo de las islas.
Más tarde, Anna fue presa del pánico cuando Josie fue a desearles las
buenas noches a la sala donde bebían el café, porque de manera
incongruente, llevaba
-puesto un pequeño sombrero blanco. Anna tuvo que dominar la risa.
-¿Se acuesta con ese sombrero puesto? Sintió que explotaría por la risa
contenida, pero la respuesta de Dan la serenó.
-Josie y Abe han terminado sus labores del día. Se van a su casa y ella
suele ponérselo para viajar.
-¿A su casa? ¿No viven aquí?
-No -se puso de pie para servirse más café-.Viven en una de las islas
más grandes, a unos kilómetros de distancia. Les compré la lanchita que
viste junto a la mía. Insistieron en que se irían a casa todas las noches y yo
tuve que aceptar, pero confieso que ese arreglo me conviene.
-Entonces, ¿quién... es decir... nos quedaremos solos?
-Sí -se volvió para mirarla-. Pero no tienes motivos para preocuparte.
Grita si sueñas con piratas, iré como un rayo a tu lado.
Anna no se refería a eso. Bastante malo era convivir con Dan, como
para encima hacerlo sin otras personas en la casa. Oyó el ruido del motor
de la lancha que se alejaba, y eso la atemorizó.
-¿Qué dirá la gente? -preguntó.
-¿Quién? -se acercó y la miró de nuevo-Viviste segura muchos años
conmigo y por eso imaginé que ahora eso no te preocuparía.
-Te equivocas, sólo pienso en lo que la gente...-no pudo pronunciar el
nombre de Daphne.
-Ah, te refieres a Bryan -se burló--. Él no lo sabe y no se lo diremos.
-No tenemos secretos en nuestra relación --declaró a la defensiva. No
temía a Dan, sino a sus propias reacciones.
-Bryan aún no sabe en dónde estás. Llámalo ahora mismo. ¿No dijiste
que se alarmaría? -habló con
tono burlón, como si no la hubiera creído, y ella afrontó la situación para
defenderse.
-Lo haré, gracias, si me pides la comunicación. -¡Dicho y hecho!
Tan pronto como se estableció la comunicación,
Dan tendió el auricular a Anna, salió y cerró la puerta, hecho que la
tranquilizó. Bryan no estaba alarmado, sólo sorprendido, y ella habló más
que de costumbre con él. Fue maravilloso escuchar una voz juiciosa.
Comenzaba a pensar que estaba loca, aunque tenía sus dudas en cuanto a la
cordura de Dan. Si Daphne se presentara pronto... el que no estuviera casada
con el escritor no tendría importancia; ella le había dado un hijo y si habían
decidido vivir juntos, sin casarse, el asunto no cambiaba. Dan era de Daphne
y la mujer se sentiría lastimada y enfadada si encontraba a otra en casa de él.
El novelista no parecía complacido cuando Anna se reunió con él y la
chica se sintió culpable por el precio de la llamada.
-Siento haber tardado tanto, pero el tiempo ha pasado sin que nos
diéramos cuenta.
-Cuando uno está enamorado así sucede. Lo recuerdo muy bien -olvidó la
seriedad, sonrió y abrió la puerta- Vamos a dar un paseo por la playa antes
de acostamos -sugirió- Esta noche la luna está preciosa y buscaremos barcos
piratas.
Se dirigieron a la playa, a la luz de la luna plateada, pero Anna estaba
tensa como siempre y nada de lo
que Dan hacía la relajaba.
Luego la llevó hasta la puerta de su habitación. -Cuando recobres tu peso
normal, iremos a
Nassau para que te compres ropa -le informó. No es conveniente que te
vistas con la talla equivocada. Supongo que no querrás quedarte así de flaca
y que comerás más de lo que has comido en la cena.
-No necesito más ropa -protestó.
-La necesitarás. A menudo vuelo a los estudios y tengo cenas en Nassau.
Y por supuesto, me acompañarás.
-No me quedaré aquí tanto tiempo -se volvió, presa del pánico, al pensar
que vería a Daphne y conocería al hijito de Dan. ¿Sabía Daphne que Anna
estaba en casa? ¿Se lo habría dicho Dan cuando hablaron por teléfono?
¿Qué pasaría? ¡Anna no era hermana de Dan!
-¿Cómo piensas irte? -preguntó serio, pero seguramente bromeaba.
-¿He sido raptada? -le siguió el juego.
-Sí -respondió esbozando una sonrisa.
-¡No hagas bromas tan aterradoras, Dan! -rió, pero él se limitó a
observarla con las cejas levantadas y los ojos bien abiertos.
-¿Quién está bromeando? -preguntó, salió y cerró la puerta. Anna se
estremeció. Desde luego, era ridículo creer que se trataba de un rapto,
aunque Dan lo había dicho con mucha seriedad. Se acostó y a pesar de que
la noche era cálida, la chica temblaba.
Capítulo 5
Sin dar órdenes ni sugerir nada, Dan estableció una rutina para la total
recuperación de Anna. Era infalible. Durante el día, él trabajaba y la ignoraba. Llegaba al despacho antes de que ella se levantara, se encerraba
allí durante horas y el tecleo de la máquina de escribir le advertía a la
chica de que no debía interrumpido.
Josie respetaba el trabajo de Dan casi con fervor religioso y pasaba por el
despacho de puntillas. Finalmente, eso empezó a divertir a Anna, que sólo
hacía lo que podía. Descansaba, comía, paseaba por la isla y nadaba en la
piscina, en la parte de atrás de la casa. Fue recobrando la salud, se bronceó y
cogió los kilos que le faltaban. Dan no hacía comentario alguno, pero cada
noche, durante la cena, la inspeccionaba con detenimiento y sonreía al verla
mejor de salud. Dan era el hombre más astuto que conocía. Luchaba por
mantenerlo alejado de su vida, pero cada día que pasaba eso le costaba más
trabajo.
Una mañana, después del desayuno, Anna se percató de que no oía ningún
ruido en el estudio. Fue a la cocina para averiguar qué sucedía y Josie le
reveló el motivo.
-El señor Dan se ha ido temprano a Nassau --declaró mientras pulía la
plata- Ha dicho que no le espere para la comida, pero que regresará poco
después de esa hora.
Eso hizo que Anna se sintiera atrapada, como si realmente él la hubiera
raptado, y se paseó inquieta hasta que Josie le sirvió la comida. Acababa de
terminar cuando la lancha llegó y poco después Dan entraba en la
habitación, cargado de cajas.
-¿Me has echado de menos? -preguntó, y al verla enfurruñada, sonrió
divertido.
-Me habría agradado hacer un viajecito -murmuró Anna.
-He ido de compras -anunció y colocó las cajas' en un extremo de la
mesa- Decidí que me acompañarás bien arreglada y es hora de que tengas
ropa bonita para tus viajes a Nassau. Cenaremos allí por lo menos dos veces
por semana.
-¿Me has comprado ropa? -no sabía si mostrar-, se agradecida o molesta¡Es difícil que hayas adivinado mi talla!
-Le pedí a Josie que se fijara en las etiquetas de tu ropa para el tamaño y
una antigua amiga, dueña de í una tienda, me ayudó. Después de ver lo que
podría sentarte bien, me acompañó a otras tiendas y heme aquí. ¡Eres una
desagradecida, muchacha!
Pero Dan no estaba enfadado, salió y le pidió a Josie que le sirviera la
comida. Anna observó con sentimientos ambiguos las cajas. ¿Qué le habría
dicho Dan a su amiga? ¿Le diría que su hermana vivía con él? ¿Conocería
la amiga a Daphne?
Estuvo indecisa un momento, pero al final ganó el deseo de abrir las cajas.
Las levantó, fue a su habitación y las dejó caer sobre la cama; abrió una de
ellas y pensó que Dan no podía haber elegido mejor. Era un vestido
precioso, casi del mismo color que había llevado como primera dama en la
boda.
Lo sostuvo frente a ella y se observó en el espejo, sorprendida al ver que
había recobrado su color normal y que parecía contenta. Giró y vio cómo
volaba la falda, pero se detuvo en seco cuando oyó la risa de Dan desde la
puerta abierta.
El estaba apoyado contra el marco y la observaba con ojos penetrantes.
-¡Oh, Dan, es precioso!
-Tú también -declaró-. Nunca olvidaré cómo te vi en la boda. ¿Te pondrás
ese vestido la primera vez que vayamos a Nassau?
-¡Intenta impedírmelo! --.:..lo retó y él se acercó a ella.
-No lo intentaría, hicieras lo que hicieses -la observaba y ella no podía
apartar los ojos de los de él. Arrugó con los dedos el vestido y suspiró temblorosa.
Dan se dio cuenta y extendió la mano para quitarle el vestido y arrojarlo
sobre la cama. Anna permaneció quieta con las piernas débiles, aceptando
la situación como su sino. Dan se acercó más a ella y le rodeó la cara con
las manos.
-¿Por qué tienes miedo? -preguntó. Fijó los ojos en los de su protegida
mientras le acariciaba la nuca. Ella cerró los ojos- Nadie va a hacerte daño,
Anna -añadió.
Él le rozó la frente con los labios y salió, dejándola inquieta y luchando
contra la desilusión que la avergonzaba. Había deseado que él la besara y se
sentía herida y sin control. El no había querido besarla... ¿por qué habría de
hacerlo? Existían Daphne, Trevor y la vida de Dan en la isla, y ella no sabía
nada de todo eso. Sus propios sentimientos eran peligrosos y comenzaban a
dominarla.
Se, tranquilizó un poco. Era difícil hacerlo con Dan. El era algo muy
familiar en su mente para ser un extraño; además, trabajaba demasiado
como para causarle preocupaciones a ella. Había tanta tranquilidad ahí, que
no pensaba en la soledad. Era un sitio que la hacía sentirse bien.
La isla parecía ser extensa, aunque medía sólo cinco kilómetros
cuadrados, y Anna daba largos paseos después de atender a las indicaciones
de Dan en cuanto a que tuviera cuidado.
-Creo que estás casi lista para que intentes bucear --comentó Dan una
mañana al reunirse con ella en los estanques.
-¿Ahora? -no pudo ocultar su entusiasmo y él sonrió al mismo tiempo que
asentía.
-¿Por qué no? Debí prestarte más atención, pero cuando un libro va bien,
casi no me acuerdo de que hay alguien más en la casa.
-Me he dado cuenta --el comentario hizo que él volviera a mirarla a los
ojos.
-¿Te sientes abandonada? Tuve la clara impresión de que deseabas estar
sola. ¿Te resignaste al cautiverio?
-Tienes una manera extraña de bromear -murmuró, cohibida, pero el
escritor no dejó de mirarla.
-¿Bromear? -dijo suavemente. ¿Qué pensarías si te digo que no tengo
intenciones de permitir que te vayas?
-¡Me iría de polizón en la lancha de Josie y Abe!-exclamó, impaciente-
Por favor, Dan, en serio, ¿podemos bucear ahora?
-¡Claro! -habló con acento norteamericano y eso le recordó a Anna la
existencia de Daphne y el pequeño. La ilusión desapareció del rostro de la
chica y Dan la miró, intrigado-. Yo mismo te lo he ofrecido. No entiendo
por qué te enfurruñas. ¡Andando!
Dan se dirigió hacia la casa y Anna lo siguió, pero con más lentitud. Ya no
estaba ilusionada. En ese paraje, era muy fácil olvidar todo. La mente sólo
recordaba las cosas agradables que no hacían daño.
Dan la esperó en la terraza y luego la condujo a la parte posterior. Ignoró
el supuesto enfurruñamiento de ella. El equipo estaba guardado dentro de la
casa y ella olvidó un poco su tristeza cuando Dan sacó más cosas, cilindros
y aletas. .
.
-Debes ponerte el bañador --comentó y le indicó que fuera a su habitación
mientras él verificaba la presión del aire en los dos cilindros. Cuando ella
regresó, Dan volvía de la lancha para llevarse más equipo en un segundo
viaje.
Josie apareció con un cesto que contenía la comida y Anna lo cogió,
mientras observaba a Dan.
-¿Estaremos allí mucho tiempo?
Habló con un poco de nerviosismo, porque estaba inquieta, más por
emoción que por temor. Dan se volvió para mirarla, pero de inmediato
desvió la cabeza.
-Depende de lo buena alumna que seas. Si no puedes dominar la técnica,
regresaremos muy pronto y comeremos en la tenaza.
Dan habló con fastidio, como si ella fuese una molestia, y Anna apretó los
labios con enojo. Su expresión dio motivo para que él sonriera de manera
burlona y Anna se acomodó en la blanca lancha mientras Dan se hacía
cargo del timón y navegaba alrededor de la isla. La chica creyó que
chapotearía desde la playa y le pareció alarmante ver que se adentraban en
el agua, pero después de la mirada despectiva no haría preguntas.
Cuando por fin la embarcación atracó en una diminuta bahía, Anna miró
a su alrededor, sorprendida.
Creía haber visto todo Amara durante sus caminatas, pero no reconocía ese
sitio. No había playa. La exuberante vegetación llegaba hasta el agua, en
algunos tramos se desbordaba en ella y en otros se detenía en las rocas
blancas que parecían pequeños riscos. Era un sitio tranquilo y oculto.
No tuvo tiempo para inspeccionar, ya que estaban ahí para bucear y Dan
comenzó a prepararse.
-Ponte esto, creo que te quedará bien de tamaño -le entregó un ceñido traje
para buceo y la observó mientras ella se lo ponía.
-¿Lo compraste el otro día en Nassau? -preguntó, nerviosa, y hablando más
para aliviar la tensión en los ojos masculinos que la observaban, que por
saber de dónde lo había sacado.
-No, es de una amiga a quien le gusta bucear; no le molestará que lo uses.
La primera persona en quien Anna pensó fue en Daphne, pero quizá
estaba equivocada, ya que el modo de vida de Dan no excluía a otras
mujeres.
-¿Buceáis aquí? Es decir... cuando ella viene a quedarse... -tenía un deseo
morboso de que Dan le hablara de Daphne o de cualquier mujer que visitara
ese sitio. A pesar de sentirse infantil, no pudo dejar de hacer la pregunta.
-No, ella es una experta y buceamos en Andros. -¿Iremos allí cuando yo
aprenda bien?
Dan la observaba con detenimiento y la chica sólo hacía preguntas tontas.
-¿Tú? No lo creo. Allí el agua es muy profunda; para ser exacto, alcanza
los cien metros. ¡Por buena que llegues a ser, nunca irás allí!
-Es posible que me convierta en una experta, como tu amiga.
Impaciente, Dan se volvió para ponerse un cilindro en la espalda y
no contestó. Anna notó que él no vestía traje para bucear. Se protegía
únicamente con un bañador negro y una camiseta de punto. Sus piernas eran
fuertes y estaban bronceadas, y el pantalón corto enfatizaba la esbeltez de su
cadera. Anna se ruborizó cuando el escritor la sorprendió mirándolo.
-¡No te has puesto traje de buzo! --exclamó.
-Sé lo que hago --contestó a secas- Allí abajo no hay tanta seguridad como
en cubierta. No toques nada, a menos que sepas que es inofensivo. El coral
puede cortarte o irritarte, y hay muchas cosas que te aguijonean o te hieren
como son los erizos y, a veces, el aguamala. Mantente a mi lado mientras no
puedas reconocer sola el peligro.
Anna asintió con solemnidad y siguió observando cómo se preparaba Dan.
-¿Se queda ella en la casa? -tenía el rostro encendido por la vergüenza,
pero las palabras parecían brotar de su boca sin control.
-¡Naturalmente!
Dan no preguntó a quién se refería, estaba seguro de que seguía
concentrada en la conversación anterior.
-¿Duerme en la habitación que ahora ocupo?
-Más bien deseas enterarte de si comparte mi cama -repuso.
-¡Te equivocas! -su rostro se acaloró al máximo porque Dan estaba en lo
cierto.
-Como no quisiste decir eso, en realidad no deseas respuesta, ¿verdad? -se
volvió hacia ella para entregarle las aletas, y Anna se las puso, contenta de
poder desviar la vista.
Al enderezarse, vio que él le ofrecía un cilindro y con una seña le indicó
que se diera la vuelta. Anna sintió el peso en los hombros cuando Dan
colocó las correas en su lugar, antes de plantarse frente a ella para
afianzarlas.
-Ahora, ponte sólo la máscara -se hizo a un lado, la observó y le indicó
que diera un paso adelante- Yo me zambulliré, pero tú bajarás por la
escalera con cuidado y esperarás una vez que toques el agua. Remoja la
máscara y aguarda hasta que te diga que te muevas. ¿De acuerdo?
Anna asintió con un movimiento de cabeza y desvió la mirada. Se sentía
incómoda y solitaria. Bastaron unas palabras para que él se distanciara de
ella y la nueva camaradería desapareciera.
-No tienes motivos para asustarte -Dan habló con amabilidad y le sujetó
un brazo.
-No estoy asustada -lo miró con decisión y él asintió, antes de dejarse caer
de espaldas por el borde de la lancha.
Ella vio que se sumergía y que luego pataleaba para emerger del agua;
ella comenzó a descender por la escalerilla, furiosa porque no podía lanzarse
al agua como lo había hecho Dan, pero no se atrevía a desobedecer.
-Muy bien, ven hacia mí.
Dan flotaba a pocos metros de distancia, y Anna descubrió que las aletas
no le estorbaban en el agua como sucedía en cubierta. Nadó hacia él,
pataleando y sonriendo al sentirse libre en el agua.
-Nada de valentías -le advirtió Dan-. Con cuidado y lentitud.
Con mucha paciencia, le enseñó a usar el equipo; luego Dan se sumergió
y la observó a través de la máscara, mientras el sol, que atravesaba el agua,
daba reflejos dorados a su pelo, y él hacía señas con la mano bronceada.
Anna, un tanto temerosa, se sumergió y recordó las instrucciones que Dan le
había dado.
¡Era fabuloso! Dan se alejó, despacio, pero volvía la cabeza a cada
momento para asegurarse de que ella lo seguía y, pasado un rato, Anna
comenzó a disfrutar lo. Ya se encontraba en el reino de las maravillas. Vio
corales que parecían flores, debajo de ella, y los peces multicolores los
rodeaban. Era un espectáculo bello y Anna olvidó los recelos, pero se irritó
porque en ese momento no podía poner en palabras su excitación.
Después de un buen rato, Dan le tocó el brazo y le indicó que subiera; ella
creyó que volverían a la embarcación, pero estaban lejos de hacerlo. Lo
siguió y, de pronto, él cambió de dirección; ella lo imitó y lo siguió hasta
que se encontraron en una espectacular cueva submarina. Los rayos del sol
llegaban ahí débilmente y ella emergió a la superficie, imitando a Dan, y
juntos descubrieron que podían mantener la cabeza fuera del agua.
-¿Te gusta? -levantó su máscara y ella hizo lo mismo, emocionada.
-¡Dan, esto es fabuloso! Podría quedarme aquí para siempre.
-¡Tienes quince minutos más! -rió-. No lo olvides, porque si desobedeces,
permanecerás siempre sobre tierra.
-¡Aguafiestas! -hizo una mueca- De todos modos, estoy muerta de
hambre.
-Son las primeras palabras sensatas que dices desde que salimos de
Inglaterra. Vamos a la lancha.
Él extendió los brazos y le tocó los hombros al mismo tiempo que
inclinaba la cabeza para besarla en la boca; luego volvió a ponerse la
máscara y se sumergió.
Anna tardó un segundo en seguirlo. El fugaz beso se sumó a la sensación
de que estaba en un mundo mágico y de que nadie más que ellos estaba ahí,
donde Dan era sólo para ella.
Vio que él se dirigía hacia la superficie, lo siguió y después sintió que tiraba
de ella hacia la calurosa y soleada cubierta. Las manos firmes de Dan le
quitaron el equipo y ella comprendió, dado el temblor de las piernas, que
aún no había recuperado todas sus fuerzas y que él tenía razón al limitarle el
tiempo de buceo.
Comieron y Anna extendió su toalla para tenderse a la sombra de la
cabina. Dan permaneció al sol, pero él ya estaba bronceado y acostumbrado
al sol. Ella no deseaba terminar con quemaduras y dar al traste con todo. No
dejó de pensar en Dan mientras se sumía en el sueño que el suave
movimiento de la lancha le causaba.
Despertó más tarde y lo vio de pie, cerca de ella, observándola.
-No fue mi intención dormirme. ¿Volvemos al agua? -se incorporó y él la
ayudó a ponerse de pie.
-No, basta por un día. Lo repetiremos mañana, si me es posible. No has
hecho nada imprudente ni peligroso. Es mejor que descansemos mientras no
ocurra algún contratiempo.
-No me había dado cuenta de que yo fuera tanta responsabilidad -lo miró,
sonriendo con malicia, y su mente prefería soñar con que no había ninguna
barrera entre Dan y ella.
-No lo eres, pero debo ser cauteloso. Siento como si hubiera salido ileso
de una tarde peligrosa. ¡De habernos quedado más tiempo, es posible que
hubiera aparecido un chickcharney para causar estragos!
-¿Qué es eso? -lo miró intrigada como una chiquilla, y él se puso serio.
-Tiene los ojos rojos, tres dedos en las patas y cuelga de los árboles. ¡SU
única función es causar problemas!
Con un gesto de exasperación, comprendió que Dan se burlaba de ella.
-¡Eso no existe!
-No estés tan segura. Pensé que no existían las sirenas, pero date
cuenta de lo equivocado que estaba.
Observó el cuerpo de la chica, que comenzaba a broncearse, cubierto sólo
por el bikini y con el pelo oscuro seco y brillante. Anna sintió que la mirada
de Dan la acariciaba y se estremeció cuando él fijó los ojos en los de ella.
Dan extendió un brazo y le rodeó la cintura para acercarla, mientras
enroscaba la larga melena en su muñeca. Ella tuvo que levantar la cabeza y
su boca quedó cerca de la de él.
-Bésame, sirenita --ordenó ronco--. ¡Te he sacado del agua y debes
cumplir mi deseo!
-¡Dan! -rió aunque sentía pánico, pero él esperó con los labios frente a los
de ella y acercándola más a su cuerpo. Por primera vez en su vida, Anna
sintió la piel de Dan junto a la suya y gimió emocionada al darse cuenta de
que sentimientos prohibidos la asaltaban. Su mente quedó en blanco, sólo
era consciente del peligroso y excitante deseo que la embargaba.
Dejó de reír al ver la mirada ardiente de Dan.
-¡Anna! -pronunció el nombre desde el fondo de su ser y fue una orden
ronca; ella cerró los párpados antes de besarlo, pero los abrió al sentir que
el beso se hacía más profundo y que Dan le soltaba el pelo para abrazarla y
moldearla contra su cuerpo.
Él murmuraba, emitiendo gemidos de satisfacción que provocaron
oleadas de calor por todo el cuerpo femenino. Anna olvidó el miedo al
ceder a las turbadoras sensaciones y le rodeó el cuello con los brazos, al
mismo tiempo que le acariciaba la espalda y lo abrazaba por la cintura.
Bien podían haber estado en la profundidad del agua o en las alturas; sólo
había placer, calidez y un ciego instinto de aferrarse a él.
-Eres un diablillo encantador -le acarició el rostro y luego el cuello con los
labios, mientras la ceñía contra su cuerpo-. No te muevas, quédate junto a
mí.
Eso le recordó a Anna que debían regresar a la casa y mantenerse en su
lugar. Al pensar en Daphne y el pequeño, salió del trance al cual había
entrado por voluntad propia. Se volvió y se alejó, más avergonzada que
nunca.
-¿Anna? -le ciñó los hombros, sin volverla hacia él. La chica
no podía mirarlo de frente y sintió que Dan se apartaba de
ella- Lo siento. Dicen que el sol es un afrodisíaco y por lo
visto, es cierto. ¡Quizá debería regresar a California!
-Ha sido mi culpa -murmuró con un tono de vergüenza- De
no haber sido...
-De no haber sido ¿qué?... ¿Tú misma? -la interrumpió--.
No imagino como podrías ser diferente, de modo que no te
agobies por un sentimiento de culpa. Los dos sabemos de qué
se trata, a qué se debe ese oculto antagonismo y que existe un
deseo reprimido.
En efecto, ella lo sabía. Era su obsesión por Dan, el amor de
una niña convertido en el deseo de una mujer, aunque lo
rechazaba. En cuanto a Dan... ¿acaso no era un hombre?
-Debería irme a casa -murmuró lo más firme que le
permitieron los labios temblorosos y con los ojos fijos en el
apuesto hombre que estaba inclinado sobre el timón y con la
llave del motor en la mano.
-De acuerdo. Bastará con que vire y navegue en línea recta por el
Atlántico -aseguró con sarcasmo-.
¡Es posible que establezcamos una marca!
-Es en serio.
-Ya lo supongo -se burló--. Por desgracia, ha sido muy breve; quizá la
próxima vez lo disfrutemos más.
-¡No habrá otra vez! -exclamó, arrugando la toalla.
-La isla es pequeña, criatura -le recordó con sorna- Estás en ella y
yo también. El pobre de Bryan está a miles de kilómetros de distancia,
dedicado a la ciencia. ¡Ocurrirá otra vez porque lleva hirviendo mucho
tiempo!
Encendió el motor y la ignoró. Anna se sentó porque pensó que las
piernas no la sostendrían y estaba insegura en cuanto a lo que había
escuchado. Dan la mantendría en la isla hasta que ella... hasta que ellos...
La lancha cobró velocidad y se dirigió hacia el otro lado de la isla. Anna
se aproximó a Dan, que observaba el mar, y lo miró a-los ojos.
-¡Deja que me vaya a casa! --exigió con voz
apretada y temerosa.
-No.
Dan no la miró, tenía el rostro distante y sereno, y la chica comprendió
que no la dejaría libre. Por lo visto no lo conocía; el Dan de su niñez había
desaparecido y en su lugar estaba un extraño.
-Dan...
-Ahórrate una discusión -habló con rudeza-¡No permitiré que te vayas!
Anna sabía que la situación no podía seguir igual, a pesar de que Dan
actuaba como si nada hubiera ocurrido. Sin embargo, a ella sí le había
sucedido algo. Había despertado a una vida emocionante, su conciencia se
debilitaba con cada día que pasaba y no cesaba de observar a Dan.
Iba con él a todos lados, porque no tenía otra opción. Iban a cenar a
Nassau por lo menos dos veces por semana y bailaban hasta muy tarde.
Durante el día visitaban otras islas, cuando Dan declaraba que había
trabajado bastante. La embarcación se deslizaba por el mar y se dirigía a
lugares nuevos y excitantes. Lejos de Nassau no había muchedumbres y
todo era tranquilo, por lo que reían con facilidad. Dan le contó historias
fantásticas de las islas más lejanas, muchas de las cuales eran increíbles,
y los isleños que conversaban con ellos lo eran todavía más.
Una tarde, Anna estaba sentada sobre un muro de piedra de poca
altura, en el muelle, mirando la isla Cal. Comenzaba a conocer la
mentalidad de Dan. En ese momento ella estaba comiendo una rodaja de
piña, mientras él hablaba con un nativo. Ella estaba segura de que él
recopilaba datos para otro libro y el anciano no se daba cuenta de que
Dan lo incitaba a recordar.
De pronto, el escritor cesó de concentrarse en lo que hacía y dirigió su
atención a Anna.
-¡Esa piña es la más dulce y se cultiva aquí! -exclamó el nativo con
orgullo al ver que Anna saboreaba la fruta-¡Tenemos de todo! -la larga
reseña acerca de las variedades de hierbas de la isla casi hizo que la chica se
atragantara por el esfuerzo por contener la risa.
Pero de pronto el anciano se alejó, Anna se echó a reír y Dan la observó
divertido.
-Lástima que no supiera todo eso antes -comentó Dan bromeando. ¡Te
habría traído cuando llegamos a Bahamas y te habrías curado de
inmediato!
-¡Ha sido envenenada! -rió Anna.
-El no ha hablado de la obeah -le informó con seriedad, con lo que incitó
la curiosidad de la joven.
-¿Qué es obeah?
-Brujería. La gente anciana sigue practicándola, pero no hablan de ello.
Es posible que te lo hubieran revelado dado tu aspecto y tu tupido pelo
oscuro. Piensa en lo que podrías hacer con algunas de sus pociones.
-¡Las experimentaría con Bryan! -respondió, porque comprendió a qué
pociones se refería Dan.
-¿Quién es Bryan? -preguntó con voz grave y la risa desapareció.
Anna tuvo que ignorar el comentario, porque no toleraba a Dan cuando se
portaba así.
-Tengo los dedos pegajosos -se quejó mientras buscaba su bolso.
-Lámetelos -sugirió Dan.
Pero antes de que ella se moviera, él le tomó la mano, y se llevó los
esbeltos dedos de Anna a la calidez de su boca.
-¡No! -todo su cuerpo se estremeció como si la hubiera recorrido una
corriente eléctrica; tiró de su mano y con urgencia buscó un pañuelo.
-Sólo quería ayudarte -aseguró al conducirla hacia la lancha como si nada
hubiera ocurrido. Quizá no significara nada para él. Para ella, era otro paso
en el largo camino, otro detalle para añadir leña a la obsesión que tenía por
Dan.
Los viajes a Nassau se convirtieron casi en una droga, porque Anna sentía
la urgente necesidad de estar en brazos de Dan. Y cuando regresaban, era
frecuente que Dan se mantuviera callado y que la dejara subir sola a la casa
mientras él se dirigía al despacho, donde trabajaba horas, por lo que al día
siguiente parecía cansado. A Anna se le hacía cada vez más difícil mostrarse
normal y, a menudo, pensaba que Dan había planeado aumentar la tensión.
La fuerte excitación de
los días comenzaba a ahogarla.
Capítulo 6
Tendida plácidamente junto a la piscina, Anna se desperezó sonriendo.
Pensó que Dan estaría en ese instante trabajando en su despacho, pero al
abrir los ojos, comprobó que estaba en un error: Dan se encontraba
frente a ella, observándola.
Se ruborizó, pero le sostuvo la mirada y notó que las mejillas de él
también se coloreaban. Anna se negó a desviar la cabeza porque en ese
momento se sentía audaz y con deseos de luchar por Dan para hacerlo suyo.
No obstante, las piernas le flaquearon; él dio un paso hacia Anna y le dio a
entender que comprendía sus sentimientos.
La chica se atemorizó y desvió los ojos porque sabía que lo había incitado
con la mirada y que, en ese momento, él estaba dispuesto a complacerla. Se
puso de pie y caminó hacia la casa.
-Voy a cambiarme para dar un paseo.
Habló por encima del hombro, pero era consciente de lo que con
premeditación propiciaba. Si Dan la seguía, ella quedaría muy vulnerable y
no podría protestar. Pero el escritor no la siguió y ella intuyó que él se
dominaba. Se enfadó consigo misma, la vida se había vuelto muy difícil. Se
pasaba los días deseando que Dan la tocara y lo único que ella hacía era
propiciar el desastre.
Se sentó en el borde de la cama y en vano trató de condenar su propia
actitud. ¡Dan sabía lo que ella sentía! Era imposible que lo ignorara. Y
cuando finalmente salió, temerosa, escuchó el tecleo de la máquina de
escribir, al otro lado de la puerta cerrada del estudio. ¿Qué estaría pensando
él? ¿Estaría enfadado o cansado de ella? Sabía que debía insistir en que la
dejara regresar a Inglaterra, pero no se animaba a hacerlo. Eso significaría
no volver a verlo. Se mordió el labio inferior y se sobresaltó cuando Josie la
siguió a la terraza, agitando una carta en la mano.
-Ha llegado una carta para usted, señorita Anna. ¡Finalmente le han
escrito de Inglaterra!
Era un sobre grande, de color crema, y al parecer contenía más de una
carta. Regresó a su habitación para abrirlo, se sentó en la cama, pero el
corazón seguía latiéndole con fuerza, debido al encuentro que había tenido
con Dan.
Una carta de Bryan cayó y la miró sin abrirla, porque imaginaba el
contenido vagamente y además en ese momento todo en su vida era un
sueño brumoso. Sin embargo, el corazón le dio un vuelco cuando vio la
siguiente carta, procedente de la universidad.
Temía abrirla porque, debido a la alegría y a la emoción de estar con Dan,
había olvidado los exámenes. La leyó despacio, la releyó y luego fue en
busca de Dan, sin más pensamiento que compartir su alegría.
Irrumpió en el despacho y él la miró con sorpresa, pero Anna estaba
eufórica. Sin embargo, la quietud en su rostro y la mirada severa la hicieron
retomar a la cordura.
-¡He recibido correo de Inglaterra! -exclamó falta de aliento y con la
misiva en la mano. Dan ni siquiera quiso veda.
-¿Una carta de Bryan y la has traído para que yo la lea? -Comentó burlón¡Qué amable!
-He aprobado los exámenes -murmuró con los ojos empañados por la
desilusión y lo miró con reproche-. Creí que te interesaría saberlo.
Dan se levantó despacio, esbozó una sonrisa y rodeó el escritorio para
acercarse a ella. De pronto, Anna comprendió que no debía estar en el
despacho. Era una habitación privada y sagrada.
-Siento haber entrado así -no pudo continuar ya que él sonreía y
compartía su felicidad- ¡Oh, Dan, he aprobado!
-¿Con qué nota? -estaba frente a ella, mirándolo fijamente, y Anna le
sonrió.
-¡Sobresaliente!
Anna le echó los brazos al cuello y Dan la abrazó de tal manera que
estuvo a punto de levantada del
suelo.
-¡No esperaba menos de ti!
-Pero estaba muy enferma -echó la cabeza hacia atrás para mirarlo, sin
soltado--. Hubo momentos en que las cifras se mezclaban en mi cabeza. No
sé cómo lo he logrado.
-Con brujería -sugirió con los ojos brillantes-¿No lo haces todo así?
De inmediato, ella notó la expresión del escritor Y recordó los segundos que
había pasado con él, al lado de la piscina. De nuevo estaba en brazos de
Dan, tal como lo había estado en la lancha. Sin importar el motivo, Anna
estaba ahí, envuelta en su calidez y con su rostro muy cerca del de ella. Casi
por instinto, el cuerpo de la chica se relajó, y los ojos de Dan, casi
acariciantes, observaron los labios entreabiertos. Cuando ella levantó la
mirada, vio que él entornaba los párpados, apretaba el rostro y extendía la
mano para cerrar la puerta. Apoyó a Anna contra la madera, sin cesar de
mirarla.
-¡Anna! -murmuró antes de apoderarse de sus labios- ¡Anna! -oyó que él
repetía su nombre casi de manera febril.
Él respiraba entrecortado y los alocados besos que la chica le daba no lo
calmaron. La besó con ansia hasta que la boca de Anna ardió y ella sintió
que las piernas le flaqueaban.
Josie llamó a la puerta y los obligó a recobrar la cordura.
-Señor Dan -anunció--. Creo que tenemos visita.
-Está bien -habló distante y el vibrante cuerpo de Anna se mantuvo de pie
sólo porque él la sostenía.
Se miraron anonadados y comprendieron lo que había ocurrido. Dan la
soltó a regañadientes, pero sin alejarse, y ella se inclinó para levantar la
carta.
Era evidente que no sería seguro que los dos salieran del despacho juntos.
El comportamiento de ella junto a la piscina había incitado ese episodio y
había sido la misma Anna la que se había arrojado a los brazos de Dan.
-¡Anna, no te avergüences! Lo que ha sucedido fue normal. No eres mi
hermana y tenemos derecho a besamos.
-No es cierto. Lo siento porque he sido la culpable de que sucediera. Te...
miré de cierta manera allí fuera y me arrojé a tus brazos... olvidé que soy
una mujer con obligaciones -terminó riendo nerviosa.
Dan calló un momento y cuando habló fue con voz serena, aunque salvaje,
dado que trataba de dominar la pasión y de respirar con normalidad.
-¿Tu obligación se llama Bryan Scott? ¡Lo había olvidado! ¿Te portas así
con él? ¿Te enciendes cuando te abraza?
A ciegas, Anna se volvió hacia él y la cabeza le temblaba sin que se diera
cuenta, pero eso no calmó a Dan. Su enfado no tenía límites.
-¡Me deseas! Me has deseado durante años y los dos lo sabemos. ¡Díselo
a Bryan en una carta! Dile que estás más que dispuesta cuando te beso, que
me lo pides cada vez que te miro. ¡Escríbele y confiesa tus pecados!
Abrió la puerta y salió; saltaba a la vista que iba a indagar quién venía en
la lancha de motor cuyo ruido ahora se oía con claridad.
Sintiéndose culpable, Anna corrió a su habitación. ¡Nunca podría volver a
mirar a Dan de frente!
Pero se vio obligada a hacerlo porque, unos cinco minutos más tarde,
Josie fue a su habitación y después de llamar, casi irrumpió en la alcoba.
-Arréglese, señorita Anna -habló emocionada- Tenemos visitas, es una
estrella del cine. Rápido, cariño, permita que la ayude a arreglarse.
Fue como si la vistiera una apisonadora, pero Anna no dudó de que Josie
había recibido órdenes de Dan y a regañadientes fue a la terraza, siguiendo
el sonido de voces, y con el cuero cabelludo hormigueándole a causa del
fuerte cepillado que Josie le había dado.
Había tres personas y no le fue difícil reconocer a la estrella... Anita Sharp.
Anna la había visto en varias películas y aunque en persona no parecía tan
radiante, era una mujer muy hermosa. Los otros dos eran hombres; uno
mayor con gafas y pelo cano y otro que parecía más joven que Anita y que,
por sus modales y apariencia, también debía de pertenecer a la farándula.
-¿Un polizón? -:preguntó sorprendida Anita-. Dan, querido, según creía,
no permites que nadie que no tenga negocios contigo venga a la isla. ¡Ah,
comprendo, es tu secretaria!
-Soy el tutor de Anna -la corrigió sin mirar a la chica- Está convaleciente
de una enfermedad.
-¿Eres su tutor? ¡Cariño, qué divertido! Pero es difícil de creer.
-Créelo o no, como desees -respondió con tono cáustico--. No me interesa.
De hecho, me importa un comino.
-Sí, te creo, pero me ha sorprendido que tardaras tanto en venir a
recibimos -comentó la estrella con sorna, sin dejar de observar a la joven y
seguramente notando su rubor.
-Estábamos leyendo una carta. Anna ha aprobado sus exámenes finales de
la universidad -gruñó y Anita los observó intrigada.
-Ya. ¿Qué estudias, querida? ¿No son diferentes vuestras universidades a
las nuestras?
-Matemáticas, en Oxford -le informó Dan con creciente irritación, que la
actriz fingió no captar. No estaba acostumbrada a que le hablaran de esa
manera, pero tenía la piel curtida. Cualquiera podía ver que Dan estaba a
punto de explotar de rabia.
-Será mejor que cuides tu lengua, Nita -gruñó el hombre mayor en tanto le
sonreía a Anna-. Estás frente a una jovencita muy inteligente. En Oxford no
aceptan tontos.
-¿Has tenido buenas notas? -preguntó el hombre más joven, que
observaba a Anna y cuyo acento era inglés.
-Sobresaliente -se encogió de hombros, cohibida. No le hacía falta el
interés que mostraban las visitas. Bastantes problemas tenía.
-¡Cielos! ¿Me ayudarás con mis declaraciones de impuestos?
¡Un ser humano normal! Agradecida, Anna correspondió a su sonrisa y
se sentó en el borde de una de las sillas.
-Trae champán, Dan -insistió Anita, sin dejar de observar a la chica y su
tutor. que estaba de pie con
los labios apretados y enfadados. Imagino que ibais a celebrar el resultado
de los exámenes y, como hemos llegado, será un festejo doble.
-No sé si Dan querrá celebrar el hecho de que tendrá más trabajo comentó el hombre mayor, pero el escritor ya buscaba en el mueble, detrás
de la puerta que daba a la terraza.
-Puse una botella a enfriar -murmuró-. ¡Será una celebración como
cualquier otra!
Sacó las copas y el hombre más joven se acercó a Anna.
-Kieron Amery -se presentó-. Participo en la nueva película con Anita,
basada en el último libro de Dan. Tenemos que hablar de algunos detalles y
ha , sido una buena excusa para salir de los estudios. Lo
siento si
estorbamos.
-En absoluto -respondió Anna al recordar que los culpables siempre se
sienten vulnerables-o ¿Quién es el otro señor? -preguntó en voz baja.
-Dean Orton, el productor de Dan.
Dan se acercó a Anna con su copa de champán y Kieron se acercó a
Anita, que lo miró con irritación. Era evidente que a la estrella no le gustaba
charlar con otra mujer y como Kieron era astuto, no la contrarió. La actriz
podía hacerle la vida pesada a un actor en ciernes.
-No imaginaba que tendrías el champán listo para celebrar mi éxito en los
exámenes -murmuró Anna al no saber qué otra cosa decir.
-No fue así -le informó suavemente- El festejo que tenía planeado era
completamente diferente.
Fijó sus ojos en los de Anna con una extraña expresión de enfado y
agresividad. La chica volvió a ruborizarse.
-Lo siento -musitó, y añadió irritada-: ¡Qué desperdicio!
-Tengo más champán -murmuró Dan-. No se estropeará y servirá para otra
ocasión.
Anna no dudó de lo que él daba a entender y desvió la mirada porque su
rubor la enfadaba aún más.
Pasado un rato, la dejaron al margen de la conversación, porque
comenzaron a hablar de los estudios cinematográficos, de los cambios que
se necesitaban y si debían modificar el guión o no. A Anna le alegró poder
irse y sólo Kieron pareció notar su partida. Permaneció en su habitación, sin
saber si debía rogar para que se quedaran o para que se fueran.
Al cabo de un rato, Dan llamó a su puerta para decirle que todos saldrían
a cenar. Se enfadó cuando ella le informó de que no iba.
-j Vendrás con nosotros aunque tenga que llevarte en brazos! -gruñó.
-No quiero ir. Puedes ir con ellos para despedirte. ¡Yo sería un estorbo!
-Ellos no se van a ningún lado -replicó-. Regresarán y se quedarán aquí
dos días. Tenemos que solucionar esto y de ninguna manera abandonaré
Amara Cay para ir a los estudios.
-De todos modos, no comprendo por qué tengo que... -no pudo terminar
porque Dan gruñó antes de alejarse.
-Vístete para ir a cenar a Nassau; de lo contrario, regresaré a vestirte.
-¡Dan! -la urgencia en la voz de la chica hizo que se volviera en el
umbral- Dan, quiero irme de
aquí. Quiero regresar a Inglaterra.
-¡No! -declaró y ella lo miró horrorizada.
-¿Qué quieres decir con ese no? Quiero regresar a Inglaterra.
-¡No! -declaró y ella lo miró horrorizada.
-¿Qué quieres decir con ese no? Quiero irme a casa.
-¿Echas de menos a Bryan? -se burló y se acercó como si estuviera
acechándola. Su comportamiento era más amenazador que nunca y Anna
estaba molesta y desesperada por irse. Se le enfrentó echando chispas
por los ojos.
-Quiero irme a casa y me iré. ¡Mañana!
-y yo te digo que no, de modo que te quedarás.
-¿Te has vuelto loco?
El también echaba chispas por los ojos y Anna dio unos pasos atrás, hecho
que lo satisfizo.
-Es posible -aceptó-. Loco o no, la respuesta sigue siendo no. ¡No irás a
ningún lado!
Se volvió y se alejó, y Anna suspiró, dándose por vencida.
Kieron Amery silbó con admiración al veda entrar en la sala, vestida de
seda color rosa. Sólo los hombres estaban presentes porque Anita se-valía
de la prerrogativa de ser mujer para mantenerlos esperando.
-¡Si yo tuviera una protegida como tú nunca me alejaría de casa! -declaró
Kieron riendo, cosa que hizo que Dan frunciera el ceño.
-Te ganaría en una partida de ajedrez y te dejaría desmoralizado --comentó
el escritor con ironía, pero Kieron se limitó a sonreír a Anna y ella le
correspondió. La joven seguía sonriendo cuando Anna hizo su entrada
triunfal, y el hecho de que estuviera hablando con Kieron, no le ganó la
simpatía de la actriz. Se alegró de tener que ir a la lancha, ya que Dan la
miraba ceñudo y Anita con rencor. El joven actor se sentó a su lado y la
monopolizó durante todo el trayecto. Ella le estaba muy agradecida, pero
también era consciente de que él navegaba en aguas peligrosas.
El enfado de Anita desapareció después del recibimiento que le hicieron
en el restaurante del hotel, pero no le gustó que reconocieran también a Dan
y notarlo hizo que Anna sonriera para sus adentros.
Se sentía mejor que durante las últimas semanas. Era cómico ver a una
mujer adulta tan desesperada por llamar la atención. Comprendió que
cuando Dan la llevaba a Nassau evitando los grandes hoteles, frecuentados
por los turistas, se debió a que le gustaba resguardar su vida privada. No le
hizo la menor gracia tener que estampar su nombre sobre servilletas de papel y Anna contenía la risa con dificultad.
-Si Anita no te mata, Dan lo hará -murmuró Kieron después de observar
su expresión- Será mejor que bailemos, porque deseo salvarte la vida.
-Es muy gracioso --comentó la joven al comenzar a bailar en la pista-o
Anita está a punto de explotar de orgullo y Dan de furia, pero los dos por la
misma causa.
Anna comenzó a reír a rienda suelta y Kieron le sonrió.
-¿Nunca has visto a Dan en esa situación? A menudo aparece en la
televisión de los Estados Unidos.
-Para mí es simplemente Dan -murmuró y dejó de reír porque
comprendió que vivían en dos mundos sin nada en común, exceptuando
el deseo mutuo--. Su familia me cuidó desde pequeña y cuando su padre
murió, él tuvo que cargar con la responsabilidad. No me lo imagino
viviendo de manera extravagante. Para mí es como un hermano mayor.
Dan pasó bailando con Anita, y Kieron, por instinto de supervivencia
sugirió:
-¿Te gustaría cambiar de pareja, Dan?
-Si insistes -Dan abrazó a Anna y ella recordó la furia de él antes de
que salieran de la casa; sin embargo, el estado de ánimo de la actriz
mejoró. Parecía contenta de que dos hombres se disputaran su compañía
para bailar.
Dan bailaba cogido y serio, mirando por encima de la cabeza de Anna
a las demás parejas e ignorándola totalmente.
-No es necesario que bailemos -murmuró ella a secas- De todos modos ya
me he cansado.
Dan no le hizo caso; la abrazó con más fuerza y ella no despegó los ojos
de la camisa blanca porque no se atrevió a levantar la vista.
-Para una persona tan hábil con las matemáticas, has tardado mucho en
contar tres botones murmuró con ironía-o Quizá deberías contar con los
dedos.
Le apretó la mano al mismo tiempo que rozaba el pelo de la chica con el
rostro.
-Uno, dos, tres -habló con suavidad mientras deslizaba la mano de ella
por la hilera de botones junto al rítmico latido de su corazón.
-Por favor, Dan -murmuró desesperada, y las manos comenzaron a
temblarle.
-Por favor, Dan -la imitó junto a su oído-. ¿Se supone que debo seguir
tratándote como a una hermanita, después de haberte tenido en mis brazos?
-¡No debes hablar así! --comenzaba a estremecerse y su corazón cobró un
atemorizante ritmo, pero Dan fue despiadado.
-¿Por qué, no te habla así Bryan? ¿Escandalizo tu mente formal y
Académica?
Pálida, se apartó un poco para observarlo mejor. Dan no era el mismo de
siempre.
-Ya no te conozco -murmuró, y sin darse cuenta, lo miró con tristeza.
-Desde hace mucho tiempo no me conoces bien. Siete años, para ser
exactos -respondió, tenso-o Sigues dudando entre ser una chiquilla o una
mujer que me desea.
-No es cierto.
-Lo es -insistió y le ciñó la cintura a manera de castigo--. Luchas porque te
sientes culpable acerca de tu médico que trabaja mucho, pero él no está
aquí, en cambio yo, sí. ¡Te pasas los días esperando a que yo te posea!
Anna se limitó a mirarlo con fijeza, sin poder desmentirlo. Era cierto y
Dan era diferente. No tenía ningún remordimiento. Si ella lo acusaba de
estar ligado a otra mujer, él diría exactamente lo mismo: Anna estaba ahí
y Daphne no.
-Quiero irme a casa.
Dan sonrió despacio y le apretó más la cintura mientras, con el pulgar, le
acariciaba la espalda.
-¡Qué mala memoria tienes, Anna! No voy a dejar que te vayas y ya debes
saberlo.
Los demás habían dejado de bailar y la gente comenzaba a interesarse en
ellos. Anna se soltó y caminó con premura por la pista, pero Dan la siguió
de cerca. Ella no lo miró durante el resto de la velada, porque él la gustaba
y por primera vez en su vida sentía temor ante él, pero tenía más miedo de
sus sentimientos.
Por suerte, Dan estaba muy ocupado. Se pasaba las horas con Dean Orton
revisando y cambiando detalles en el guión. Eso, al menos, la alejaba de
Dan y era bueno. Sin embargo, también limitaba sus actividades, porque ya
no resultaba posible ser tan libre con extraños en la casa. Además, las
necesidades de atenciones de Anita pronto hicieron desvanecer la sonrisa
del rostro de Josie.
-¡Esa mujer no sabe hacer nada! -le confió a Anna-. Deja su alcoba como
si hubiera pasado un huracán por ahí. No levanta la ropa que deja caer al
suelo.
-Pronto se irán, Josie, y si necesitas ayuda, te la ofrezco con gusto.
Josie la rechazó, pero como la chica tenía pocas ocupaciones, sintió la
necesidad de ser útil, por lo que comenzó a levantarse temprano para ayudar
con el desayuno y, a menudo, fregaba los platos después de cada comida.
Eso la ocupaba y le daba motivos para salir del comedor.
Al enterarse, Dan se enfureció. Ella estaba terminando de fregar y Josie
ya se había ido a su casa cuando Dan entró en la cocina.
-¿Qué diablos haces? -gruñó.
-Ayudo. Josie tiene mucho más trabajo y yo solía ayudar a Edna en casa.
-Aquí es diferente -le señaló-. Si Jossie tiene más trabajo del que puede
hacer, que la ayude Abe.
-Lo hace; no comerías si no lo hiciera y ellos no podrían irse a su casa.
-Están acostumbrados a las visitas -la furia de Dan parecía disminuir y
convertirse en curiosidad- No sé cómo este grupo puede ser tan diferente.
-Pues Anita es todo un grupo -replicó-. No te habías dado cuenta de que
he ayudado y es posible que tus visitas femeninas anteriores hayan ayudado
a Josie sin que te enteraras.
-Cierto -aceptó pensativo--. Bueno, tal vez sea conveniente que sigas
haciéndolo.
-¡ y quizá tú deberías ayudar a Anita a recoger la ropa que deja tirada en su
alcoba! -exclamó, enfurecida por la actitud de Dan y por la aceptación de él
en cuanto a que había llevado a otras mujeres a la isla.
-Veré qué puedo hacer -se volvió hacia la puerta y Anna, malhumorada,
reanudó el trabajo con los hombros tensos.
¡Quizá Dan ayudaba a Anita a arrojar la ropa en el suelo de su alcoba!
-¿Se te ha pasado el mal humor? -preguntó Dan al abrazarla por detrás y
ella brincó-. De hecho, estás más segura en la cocina que en la sala reconoció-. Allí se libra una batalla y estoy casi dispuesto a matar a Anita.
Sin soltarla, inclinó la cabeza y le rozó la nuca con los labios. Anna luchó,
pero él la volvió, atrapándola contra el fregadero, y le levantó la barbilla con
la mano.
-¿paz, Anna? -sugirió seductor- Me es difícil luchar contigo. ¿Bajarás tu
bandera pirata?
Sonreía y los labios de Anna temblaron. Era una locura, pero lo amaba
tanto que no podía seguir manteniendo la tensión entre los dos.
-Lo siento. ¿Interrumpo algo?
Anita los sorprendió antes de que pudieran moverse, así que Dan se volvió
despacio, sin soltar la cintura de Anna.
-No -respondió con desenvoltura- Le decía a Anna que mañana la llevaré
a bucear.
-¡Querido, no cuentes conmigo! -exclamó Anita con desagrado--. No tolero
a esos horribles pescaditos. Además, me duele la cabeza -observó a Anna-.
¿Tienes un poco de agua para mi aspirina?
-El grifo está allí -respondió Anna sonriendo con dulzura- Sírvete.
Dan salió silbando suavemente y sonriendo con disimulo; Anna
también salió, pero en dirección opuesta.
Pero la actriz no había dicho todo. Anna decidió dar un paseo por la
playa. La luna seguía brillando y proporcionaba claridad; la chica se puso
una chaqueta y salió por la puerta de atrás para evitar a los demás. Al
parecer, Dan estaba nuevamente encerrado en el despacho con Dean
Orton, y cuando Anna pasaba por un lado de la casa, oyó voces que
provenían de la terraza. Eran las de Anita y Kieron. Se detuvo y temió
que si notaban su presencia le pedirían que los acompañara.
-Algo está sucediendo entre Dan y esa chica comentó Anita-. La mira
como un lobo hambriento.
-No seas odiosa, querida -murmuró Kieron-. Sabes que ella no es su
hermana, por lo que no tendría
nada de malo.
-Sea lo que fuere, ella no ha venido a recuperarse, lo sé -anunció la
actriz- Creo que interrumpimos algo bastante sórdido.
-Nita. uno de estos días alguien te demandará o asesinará. Ella acaba
de terminar sus estudios universitarios y Dan la cuida. Yo sí creo que ha
estado enferma. Está muy delgada.
-He visto que la observas mucho -comentó, Anita, riendo nerviosaPero no te intereses mucho
en ella porque los he pescado abrazados en la cocina. ¿Disminuye eso tu
ardor?
-¡Eres imposible! -al parecer, Kieron tuvo la temeridad de realmente
enfadarse con la actriz- Sabes lo que él siente por Daphne y no olvides a la
criatura.
Anna corrió a la casa y se dirigió a su habitación.
Capítulo 7
Al día siguiente, Dan estuvo más ocupado que de costumbre. Anna
volvió al antiguo retraimiento y él lo notó de inmediato y se enfadó.
Se desquitó con Anita. Si se hacían cambios en beneficio de la actriz, ella
debería también trabajar más. La sala se convirtió en despacho gran parte de
la mañana y Kieron dictaba los nuevos parlamentos. Anna ayudó
a Josie, que estaba de mal humor, y después del almuerzo huyó a la playa.
Por lo visto, la sesión de buceo se había cancelado.
No le agradó que Kieron y Anita finalmente salieran a reunirse con ella.
No sólo ya sabía lo que ellos pensaban, sino que el actor la observaba de
manera totalmente diferente, y eso la cohibía e incomodaba. Por primera vez
le preocupó tener puesto el bikini negro. Kieron no le quitaba los ojos de
encima y cuando Dan y Dean salieron a unirse al grupo, Anna se alejó más,
sobre la brillante arena. Al ver que Kieron cambiaba de postura para poder
veda desde lejos, se irritó más. Regresó a la casa, decidida a vestirse y a
quedarse dentro.
Camino de su habitación, se encontró con Josie y no le dio tiempo para
cambiar de expresión.
-¿Va a quedarse dentro con el día tan bonito que hace, señorita Anna?
-He venido a cambiarme porque, al parecer, no estoy lo suficientemente
cubierta -masculló con inusitada irritación. Nunca le hablaba así a Josie y la
mujer de rostro moreno se quedó pensativa. La mirada de comprensión que
le dirigió, hizo que Anna se preguntara si esa mujer había visto algo por la
ventana o si Abe le había ido con algún chisme.
-Necesita una prenda bonita que la cubra mejor -aseguró Josie-. ¡Tengo
algo para usted!
Se alejó, pero pronto regresó con un largo lienzo de tela que extendió para
que Anna lo viera bien.
-Su pelo es negro como el de las chicas de aquí -señaló-. Es hermoso y lo
tiene largo. Anoche le compramos esto en el mercado. Nos ha ayudado mucho y está convaleciendo. Queríamos hacerle un regalito.
-¡Ah, Josie, qué amables!
Anna no supo qué decir. El regalo era inesperado.
Admiró la tela con flores rojas y azules, sobre un fondo de color crema. No
sabía qué hacer con la tela.
-No sabía qué comprarle, pero Abe la eligió. ¡Ese hombre es muy
sentimental! -Josie rió y todo su cuerpo se estremeció-. Le enseñaré cómo
se usa.
Envolvió la cintura de Anna con la tela y se la anudó; con satisfacción dio
un paso atrás para ver el resultado. El sarong llegaba a los tobillos de Anna
y el rostro del ama de llaves se iluminó de alegría.
-Sólo le falta una flor grande en el cabello para que la confundan con una
isleña -sugirió y sintiéndose con confianza, la tuteó-: ¡Eres mejor que una
estrella de cine!
Anna salió a la terraza y la seda le rozó las piernas y se agitó con la brisa;
se detuvo junto a un arbusto próximo a la puerta y se colocó una flor roja
en el cabello.
Caminó con indiferencia, evitando a los demás y acercándose al mar.
Kieron no tardó en reunirse con ella y la miró con admiración.
-¡Parece que te has escapado de Hawai! -comentó al observarla de pies a
cabeza.
-Me ardían las piernas -respondió a secas.
No deseaba la compañía de Kieron porque ya no era el compañero de
buena disposición que había sido al principio. Después de oír las palabras
venenosas de Anita, él la miraba de manera muy distinta y Anna se mordía
la lengua para no hablarle con brusquedad y decirle que se alejara.
Caminó un poco más y deseó que Kieron la dejara.
Pero él la siguió, sin dejar de mirarla.
-¿Te llevará Dan a los estudios? -preguntó y Anna se cohibió por la forma
en que la miraba-o Yo te llevaría de paseo y te enseñaría la ciudad.
-Volveré a Inglaterra para buscar trabajo.
-Dan es muy rico y no permitirá que trabajes.¿No piensa él mantenerte a
su lado?
-¡De ninguna manera! Este asunto de la tutela es simplemente una
cuestión legal que durará poco tiempo. Pronto recibiré dinero propio. Y he
venido aquí para reponerme.
-¡Me parece que tu aspecto es inmejorable! -le cogió un brazo y antes de
que ella pudiera hacer algo al respecto, vio que Dan estaba a sus espaldas.
-Anita te necesita -le informó con seriedad a Kieron-. Con un poco de
suerte, esta noche tendremos arreglado este asunto y podréis iros.
Distaba mucho de ser el anfitrión amable, pero el actor se volvió y se
alejó.
-¿Tenías que ser tan descortés con Kieron? preguntó, molesta.
-Así es -se burló¿A dónde ibas con él? ¿Pensabas ofrecerle una muestra de
tu hospitalidad?
Anna reaccionó de inmediato. Lo abofeteó y al ver que Dan se
enfurecía más, se volvió y corrió hacia las dunas de arena, en dirección
opuesta a la casa. Dan la siguió y cuando ella volvió la cabeza, notó su
expresión sombría.
Corrió más rápido, tierra adentro y rumbo a la casa, pero por un
camino diferente. A Dan le fue fácil alcanzarla, sobre todo porque
estaban en arena suave y el sarong se enroscó en los tobillos de Anna y
la hizo caer. De inmediato trató de levantarse, pero Dan estaba
arrodillado, con la camisa abierta hasta la cintura.
-¿Tienes miedo? -preguntó con frialdad- ¿Esperas la paliza que te
mereces por la bofetada o por tu indumentaria exótica? ¿Quieres
provocar a alguien?
-¡Estoy más cubierta que con el bikini! -jadeaba después de correr y
caerse, y lo miraba con desafío en los ojos.
-¡Pero mucho más sugerente! -gruñó--. Kieron está lívido por la pasión y
Anita verde por los celos.
-Ella se lo merece -replicó--. ¡Quizá ya no desee quedarse!
-¿Quieres que volvamos a nuestro agradable arreglo doméstico? preguntó con voz suave y Anna desvió la cabeza.
-Pensaba en Josie -murmuró, inquieta.
Trató de levantarse, pero Dan la apretó contra la arena mientras la recorría
con la mirada.
-¿Sabes qué aspecto tienes? -murmuró enfadado-. ¡Con razón Anita
tiene pavor! Eres el sueño erótico de un hombre y ella lo sabe. Esbelta,
exótica, un poco primitiva. Eres como esa flor que llevas, fresca y
esplendorosa; Cualquier hombre te desearía, sin preocuparse por como
podría poseerte.
-¡Dan!
Él no prestó atención al ruego en la voz y se estiró
Bajó la cabeza para besarla con suavidad y sus labios se deslizaron por el
cuello hasta el suave valle entre los senos
sensualmente para cubrirla y presionarla contra la suave arena.
-¿Crees que yo soy diferente? –preguntóConfías en el pasado para salvarte y permites que te vea en este estado.
¡El pasado quedó atrás, Anna! ¡Te deseo!
Levantó la cabeza para mirada con pasión y Anna se movió inquieta
para escapar mientras podía, pero su acción sólo excitó más a Dan.
Sus manos le acariciaron los senos mientras los ojos de Dan no se
despegaban del rostro de ella. La chica respiró con fuerza cuando él le
desabrochó la parte posterior del bikini y
" dejó al descubierto la sedosidad de sus senos.
La cabeza de Dan bajó hasta que sus labios rozaron los erguidos
pezones y Anna se estremeció, gimiendo por el deseo. No trató de
resistirse y Dan gimió suavemente, mientras besaba el oscuro pezón.
Anna cedió sin luchar, entrelazó las manos en el tupido y sedoso
pelo y moldeó la cabeza masculina mientras se arqueaba ante la
demanda de Dan. Cuando él la besó con profundidad, olas de placer
recorrieron a Anna. Deslizó las manos debajo de la camisa de Dan y
recorrió la cálida y húmeda piel de la fuerte espalda.
Resultó evidente que Dan esperaba esa reacción en Anna y también
que no se resistiría. Deslizó una mano por el sarong abierto y de
manera posesiva le acarició la pierna, para luego dejarla descansar
entre los muslos. Dan levantó la cabeza y le acarició el otro seno,
mientras observaba su cara.
-¡Dime lo que sé muy bien! --exigió, ronco-.Dime lo que he esperado oír
todos estos días.
-¡Te deseo, Dan! -abrió los ojos y vio que los de él reflejaban deseo, dolor
y algo que parecía enfado-. ¡Eres mío!
Los sensuales labios del escritor sonrieron despacio y sus ojos se
entornaron dando a entender que comprendía.
-Entonces, bésame, sirena -ordenó emocionado-. ¡Bésame como si
realmente lo dijeras en serio!
Anna observó los labios sensuales y tentadores y con un gemido de
frustración, levantó un poco la cabeza y presionó su boca contra la de él.
Dan le correspondió y le impidió protestar.
-¡Dan, Dan!¿, ¿Dónde estás? --escucharon la voz enfadada de Anita-.
¡Dan, te necesitamos ahora mismo!
Él levantó la cabeza y miró el rostro 'de Anna. Ella estaba demasiado
abstraída para sentirse confusa y él se dio cuenta. Con ternura y sin prisa, le
abrochó el bikini antes de ponerse de pie y tirar de ella.
-¡Dan! ¿Dónde diablos estás?
La voz de Anita, más cerca que nunca, por fin penetró en la confusa mente
de la chica y comprendió lo que había dicho y hecho, pero no se avergonzó.
Ella había cedido al amor de siempre por Dan y él lo sabía. El rostro del
escritor daba muestras de gozo cuando volvió lentamente hacia la casa, por
una ruta oculta entre los árboles, y ella caminó a ciegas porque todo su ser
era etéreo y vulnerable.
La velada se inició bastante bien y todos se mostraron corteses, a pesar de
la manera brusca con que Dan casi le había ordenado a Kieron que regresara
a la sala. Sin embargo, Anna se sintió casi sitiada.
El actor la seguía por doquier y ella no podía hacer gran cosa para
evitarlo.
Por fortuna, Dan no estaba molesto con ella y parecía dirigir sus
furiosas miradas a Kieron y a Anita, que comenzaba a irritarlo cada vez
más. La actriz se negó a trabajar después de la cena y el grupo daba la
impresión de que no se iría de ahí en bastante tiempo.
-Llevemos este molesto asunto a los estudios declaró con petulancia
Anita-. Allí trabajo mejor. De todos modos, es hora de que regreses a
California, Dan. Anna puede acompañarte y no tendrás que holgazanear
aquí. Tienes un apartamento en California y estarás con Anna.
Era un comentario mordaz y Dan se molestó. -No holgazaneo -
replicó-. Vivo aquí. Además,
Anna no tiene que estar bajo mis cuidados. ¡Es una mujer, no una niña!
-Está bien, querido, si eso es lo que quieres. Nos quedaremos uno o dos
días más -murmuró Anita.
La chica esperaba que Dan explotara, pero él la sorprendió. .
-No hay más remedio --comentó-. Pero tanto trabajo resulta
abrumador. Mañana temprano descansaremos e iremos a bucear. Ya es
hora de que le dé otra lección a Anna. ¿Qué os parece? -miró a Dean
Orton, que sonrió y asintió.
-Estoy dispuesto en cualquier momento. ¿Qué dices tú, Kieron?
-Un descanso nos vendrá bien. Anna debe de estar aburrida con las
alteraciones del guión. Le enseñaré algunos trucos.
-¡Odio las actividades como el buceo! -intercaló Anita, molesta- Te lo
dije antes.
-No tienes que acompañamos -aseguró Dan, amable- Puedes quedarte
a revisar el guión o a descansar. Necesitamos un descanso y nos lo
tomaremos.
-Me quedaré -replicó la actriz con fastidio, y Kieron reprimió su alegría a
duras penas. Fue fácil adivinar sus pensamientos: en ausencia de Anita, tendría una total libertad de movimientos. La chica esperaba que Anita le
ordenara a Kieron quedarse, pero no lo hizo y eso le dio valor al actor.
-Te ayudaré con el buceo, Anna -ofreció, mirándola de tal manera que la
chica se sintió molesta.
-Muchas gracias.
Esperó a que Dan interviniera, pero él no lo hizo y todos comenzaron a
hablar de nuevo. De manera velada, Dean y Kieron trataron de aplacar a
Anita, y Anna, furiosa, salió a la terraza para observar el mar.
Oyó ruido de pasos y sin volver la cabeza supo que era Dan. Desde hacía
tiempo lo reconocía.
-¿No tienes sueño? -se acercó y se detuvo detrás de Anna y ella respiró
con fuerza.
-Todavía no.
-¿Quieres dar un paseo por la playa? -deslizó la mano por un brazo de
ella, pero Anna se soltó, más irritada consigo que con Dan por los
sentimientos que la asaltaban.
-Ah, tienes una de tus rabietas. Has estado dándole vueltas a las cosas.
¡Debí saber que tu mente activa no descansaría!
Se burlaba de ella, aunque hablaba con seriedad y Anna supuso que debía
considerarla muy tonta. Eso la hizo avergonzarse de su comportamiento
anterior en la playa.
-No estoy de mal humor -respondió-. ¿Qué te ha hecho pensar eso? Estoy
emocionada por ir a bucear mañana con todo el grupo.
-Mucho -murmuró-. Imagina: Anita se quedará y tendrás tres hombres sólo
para ti.
-¡No seas tan sarcástica! -trató de alejarse, pero él la acercó al extender los
dos brazos en dirección a la barandilla.
-Haz una lista de lo que me permites ser y trataré de complacerte murmuró junto al pelo de ella- Sabes que haría cualquier cosa por ti.
-¡Tampoco seas condescendiente conmigo! Puedo funcionar muy bien sin
que me traten como a una chiquilla irritada.
Con las manos en la cintura de Anna, Dan la hizo volverse y con los
pulgares, le acarició la cadera.
-Pronto se irán, cariño -le recordó, en un susurro--. Me desharé de ellos
tan pronto como pueda. Te quiero sólo para mí.
-¡No te molestes! Comienzo a acostumbrarme a ellos -lo miró a los ojos,
molesta por el apelativo de «cariño», porque Dan seguía burlándose de ella.
¿Cuántas palabras parecidas les diría a otras mujeres? Sintió el dolor de
los celos y añadió:
-De todos modos, Kieron prometió enseñarme algunos trucos.
Dan la ciñó con fuerzas.
-Le enseñaré un truco mejor si se acerca mucho a ti; lo ahogaré. ¡Eres
mía!
-No tienes derecho a decir eso -su corazón empezó a latir aceleradamente
y las piernas le flaquearon.
-¿Por qué no? Esta tarde, en la playa, me miraste a los ojos y me dijiste lo
mismo.
Anna notó que los ojos de Dan brillaban y desvió la mirada.
-Estaba asustada y... luego inquieta. ¡Creo que perdí el control!
-No te preocupes, es un estado que podrá suscitarse otra vez cuando ellos
se hayan ido.
-Pienso irme pronto.
El rostro de Dan dejó de mostrar burla. Le apretó un brazo con
fuerza y la hizo levantar el rostro .
-Hablar es muy fácil, pero son los hechos lo que cuenta. ¡No te irás a
ningún lado!
-¿Durante cuánto tiempo? -en vano luchó por soltarse-. No puedes
obligarme a seguir aquí.
-Podrías acudir a Kieron para que te salve, porque parece estar a punto de
gritar de rabia.
-¿Crees que puedes decirme lo que se te antoje? -había llanto en su voz y
Dan lo notó, pero ni por
eso se calmó.
-No es cierto, aunque te lo mereces.
Inclinó la cabeza y la besó con dureza. Anna comprendió que no era
posible salir impune cuando se provoca a un hombre como Dan Toren.
Cuando ella había necesitado ayuda, él la había involucrado en su vida para
cuidarla y la había atendido con bondad.
Dan la soltó con brusquedad y se volvió para entrar en la casa; la mano de
Anna se extendió hacia el escritor, pero éste no vio el gesto.
-Dan, lo siento.
Él no contestó y cuando Anna entró, Dan ya estaba en su despacho, con la
puerta bien cerrada.
No había forma de evitar el paseo del día siguiente. Por más molesto que
Dan estuviera, había declarado que irían a bucear. Ella volvía a ser un
estorbo y él se lo hacía ver con su comportamiento. Llevó el cilindro de la
joven a la lancha y le entregó lo demás, dejándola cargada con el equipo. En
esa ocasión no la atendería en todo.
Anna llevaba puesta una camiseta de punto sobre el bikini, pero eso no
desanimó a Kieron, quien no cesó de admirar sus largas y bronceadas
piernas, aunque Dan no pareció notario, y si así fue no le importó. Dan se
hubiera ido, dejándola atrás, si ella no se hubiese apresurado. El enfado de
él era tan evidente, que ella evitaba encontrarse con sus miradas iracundas.
Cuando Dan redujo la velocidad de la lancha para anclar en las tranquilas
aguas de la pequeña bahía, Anna se sintió muy triste. La última vez que
estuvo ahí con él la situación era diferente. Entonces, Dan no sabía, sólo
sospechaba lo que ella sentía. Ahora ya lo sabía y el compañerismo que
habían creado con tanto cuidado había desaparecido.
¿Qué sentía él? Con dolorosa claridad recordó las palabras que Dan había
dicho casi cinco años antes: «Reacciona así con cualquier hombre, y te
besará igual». Se suponía que ella era inteligente, pero tratándose de Dan,
no aprendía bien. Esperaba demasiado de él y deseaba recuperar a su ídolo.
Todo era una ilusión.
Anna ni una vez pidió ayuda. Se puso el traje de buceo y notó que Dan la
observaba cuando ella terminaba de cerrarse la cremallera. Kieron levantó el
cilindro de la chica, pero Dan se lo quitó de las manos y se acercó para
ayudarla, sin hablarle.
A Anna no le quedó otra opción que seguir las instrucciones de la vez
anterior y después de que todos se lanzaron al agua cristalina, ella descendió
con cuidado y con más temor que en su primera experiencia. Sabía que
tendría que cuidar de sí misma, pero no se sentía capaz.
Remojó su máscara y flotó antes de mirar hacia el fondo y ver que Dan
estaba debajo de ella, observando sus movimientos. A una señal de él, lo
siguió.
A pesar de sus pensamientos tormentosos, el mundo submarino no tardó
en cautivarla y se rezagó porque buceaba más lentamente que Dan. Se
sumió para
ver de cerca los corales, los peces de bellos colores brillantes que nadaban a
su alrededor, mirándola con ojos redondos y, al parecer, curiosos.
Olvidó el mundo de la superficie y deseó tocar el bello coral que parecía
una fiesta de flores blancas y rosas. Pero recordó las palabras de Dan y no
quiso desobedecerlo. Kieron la dejó en paz. De hecho, ella no podía verlo.
Seguramente el actor había comprendido el mensaje de Dan cuando éste le
había quitado el cilindro.
Anna se alegró por eso. Hizo varias volteretas dentro del agua, tal como
había visto que Dan las hacía, y tuvo que detenerse porque una de las aletas
se le salió del pie. Con la prisa, debió de ponérsela mal. Extendió el brazo
para tratar de recuperarla, pero la aleta se deslizó hacia el fondo y le fue
imposible alcanzarla.
Sin la aleta se sintió casi desnuda y bajó más para recuperarla. Sólo
entonces se dio cuenta de la profundidad en que se encontraba. La aleta se
había enganchado en el coral y a Anna le pareció que pasaba mucho tiempo
antes de que consiguiera cogerla con sumo cuidado.
Tuvo miedo y deseó regresar de inmediato a la superficie. Pataleó e hizo
una mueca porque la acometió un dolor terrible. Había dado contra el
coral. No era la primera vez que tocaba coral desde que estaba en la isla;
había ocurrido en la playa. Pero le dolía mucho el pie y sabía que Dan se
irritaría por su descuido. Rápidamente miró alrededor, pero él no estaba
cerca y ella emergió a la superficie antes de que Dan se acercara nadando.
Le fue difícil subir a cubierta, donde encontró a Dean.
-¿Estás cansada? -le sonrió y la ayudó.
-Sí, y Dan dijo que no estaríamos aquí más de una hora, ¿no es así?
-Sí. Tenemos que terminar el guión. Si nos quedamos más tiempo, Dan se
desquitará con Anita y es posible que yo me ponga en la fila para
zarandearla también -rió mientras Anna se quitaba el traje de buceo--. De
todos modos, muchacha, el tiempo es oro.
Cuando el escritor subió a la cubierta, ellos reían y eso no pareció
divertirlo. Ella se estaba quitando el pantalón por los pies y el dolor la
obligó a hacer una mueca.
-¿Qué te pasa?
De manera agresiva, Dan se acercó a ella, pero Anna no le diría que había
perdido la aleta, por haberse preparado descuidadamente, y que había
pataleado contra el coral dada su urgencia por llegar a la superficie.
-Sólo es un raspón. He hecho unas piruetas ahí abajo.
-¡Te he visto y lo has hecho sin que te indicara cómo! -se volvió justo
cuando Kieron se acercaba. Ya está aquí el hombre de los trucos.
-Dejad eso -dijo Dean en un susurro y Kieron no lo oyó-. ¿Qué vamos a
hacer con Anita?
-Hacerla trabajar hasta la muerte, creo que nadie nos condenaría por ello -comentó Dan, burlón-o Estoy cansado de tantos cambios, y no los hubiese
hecho de no ser por...
-Lo sé -Dan le dio una palmadita a Anna en el brazo, y ésta no
comprendió de qué hablaban, pero los dos callaron cuando Kieron se acercó
y Dan lo miró con bastante amabilidad.
-Hablemos de Anita -sugirió-. ¡Cuanto antes lo hagamos, antes podréis
iros!
-No es una perspectiva muy halagüeña -musitó Kieron sin apartar la vista
de Anna-. ¿Quién quiere irse?
-¡Yo! -exclamó Dean-. Nuestro presupuesto es limitado y si Anita sigue
quejándose, se nos acabará el dinero.
Anna escuchaba sólo a medias. Deseaba levantar el pie para ver
por qué le dolía tanto, pero no lo haría en presencia de Dan. Cada vez que
giraba el tobillo, Dan la observaba y ella sentía que jugaban al escondite.
Esperaría hasta estar en la casa.
Una vez en su habitación, tampoco observó nada en su pie. Tenía una
mancha negra justo donde se había golpeado y supuso que sería el inicio de
un cardenal. A pesar del fuerte golpe, el coral no le había abierto la piel, al
menos por lo que podía ver. Le dolía estar de pie, de modo que se puso un
poco de algodón y solucionó el problema; además, las sandalias ocultaban el
apósito. Si Dan se hubiera mostrado más amable con ella, se lo habría dicho.
Ante su severidad, no había tenido más remedio que pasar desapercibida,
habilidad que había desarrollado desde su infancia siempre que se trataba de
Dan.
Una velada infeliz siguió a una tarde no muy grata. Dan estaba a punto de
estallar con Anita, y el ambiente era tan tenso que Kieron también decidió
quedarse en segundo término.
-Si no concluimos esta noche tendré que idear alguna excusa para huir -le
murmuró a Anna después de la cena, cuando Dean y Anita siguieron al
escritor al despacho--. Ella lo está haciendo con toda premeditación.
-¿Por qué?
Anna no comprendía que alguien pudiera ser como Anita y se preguntó
cómo lograba esa mujer hacer algo de provecho.
-Eres muy dulce e ingenua --comentó Kieron-.Nita esperaba tener a Dan a
sus pies, pero encontró a una chica exótica que no se despega más de unos
metros de Dan. .
-La isla es pequeña -replicó, molesta, con el rostro encendido.
-Contigo aquí, Dan la hace más chica.
-Supongo que te habían hablado de Dan y de mí -exclamó brincando para
ponerse de pie, pero el talón le dolió y se arrepintió.
En ese preciso instante, Dan entró y vio la escena, de modo que se acercó
y casi le ordenó a Kieron que saliera del despacho.
-Mantente alejada de él -exclamó, en tanto Anna, dolorida, se mordía el
labio.
-Un poco de suerte me vendrá bien –comentó un tanto llorosa- ¡Déjame
tranquila!
Dan la observó con los párpados entornados.
-Eso es casi imposible, ¿no? -se burló y se tranquilizó un poco-. ¿Te duele
algo?
-No --declaró-. Pero estoy harta de nuestras constantes riñas. ¡Quiero irme
con ellos!
Dan mostró diversión en vez de enfado, y se acercó para abrazarla con
firmeza.
-¿Lo dices sólo para oírme repetir que no te lo permitiré? -preguntó en un
susurro y sonrió abiertamente al ver que ella sacudía la cabeza con azoro-.
No quieres irte y yo no deseo que te vayas, así que no hablaremos del
asunto. Te hice prisionera mucho antes de saber exactamente lo que sientes.
-No siento...
Dan bajó la cabeza y la besó con las manos enroscadas en su pelo.
-Basta, criatura -gruñó al volverse para salir y cuando Anna levantó la
vista vio que Anita desaparecía en el vestíbulo.
Con presagios fatales, Anna pensó que las sospechas que la otra pudiese
tener acababan de ser confirmadas. El lío sólo empeoraría. Fue a su
habitación y al ver que la mancha negra se hinchaba, se asustó. Se dijo que
era de esperar ya que había sido un golpe muy fuerte. Se animó al pensar
que bien podía haberse golpeado la nariz. De todos modos, le dolía mucho.
Estaba a punto de acostarse cuando llamaron a la puerta, de modo que se
puso la bata otra vez.
-¡Adelante! --esperaba que no fuera Kieron con intenciones amorosas;
pero quien entró fue Anita.
-¿Qué quieres? -no fingiría amabilidad después del comportamiento de la
otra y de las cosas que había dicho aquella noche en la terraza.
-Sólo he venido a advertirte del peligro que corres -murmuró la actriz y
sus uñas esmaltadas parecían garras contra la puerta- Tenía sospechas, pero
ahora sé por qué estás aquí. No creas que eres la primera. Dan ha tenido
muchas mujeres, pero sólo le interesa una. Imagino que no sabes nada de
Daphne.
-Lo sé todo -respondió enfadada- La conozco y he pasado una semana con
ella; además, ¡esto no te incumbe!
-Estás equivocada si piensas que Dan renunciaría a ella -aseguró Anita-.
Llevan cuatro años juntos y la relación es tan permanente como puede serlo
con Dan.
-No necesito tus consejos. Y si crees que algo ocurre aquí, díselo a Dan.
Recuerda que eres su huésped. ¿Cómo crees que él reaccionaría si te
encontrara aquí?
Las palabras preocuparon un poco a Anita; la chica lo notó, de modo que
siguió insistiendo:
-De por sí Dan está furioso por la tardanza en continuar rodando la
película. Si no estás lista para irte pronto con el guión a tu agrado, se negará
a cambiar un solo detalle más.
-¡No se atrevería! -había un dejo de temor en el fondo de los ojos
rencorosos.
-¡Lo hará! ¡No necesita más dinero! Dean Orton también está molesto.
Quizá elija a otra estrella para la película si tú no te apresuras, sobre todo si
le menciono esta conversación a Dan.
La estrategia dio resultado, porque la actriz salió e inmediato y dejó
temblorosa a Anna. Ella no necesitaba que le dijeran cómo vivía Dan, ya lo
había averiguado. Le dolía demasiado como para que se lo recordaran. El
pie le latía, por lo que se quitó la bata y se dispuso a acostarse.
Dan entró sin haber llamado a la puerta.
-¿Era Anita la que salía de la habitación? -preguntó en tono agresivo.
-Sí --comenzaba a irritarse, además de estar dolorida. La habitación
parecía una estación de tren; sólo faltaba que los demás llegaran también.
-¿A qué ha venido?
-A pedirme una taza con veneno; ¡pero desafortunadamente aún no he
preparado la poción! --exc1amó--. ¡Quizá lo haga mañana!
-¡Anna! -amenazador se acercó y Anna brincó a la cama, con lo que se
hizo aún más daño en el pie.
-¡Por Dios, sal de aquí! -se volvió para cubrirse y darla la espalda a Dan.
-Anna -habló con más suavidad, pero ella permaneció rígida y con el
rostro oculto.
-Vete, Dan. No quiero que estés aquí, de hecho, no te quiero en ningún
sitio -se tranquilizó al verlo irritado y lo único que oyó fue el portazo que él
dio al salir.
Capítulo 8
la mañana siguiente, Anna se sintió muy enferma porque el pie le latía más
y el empeine estaba muy hinchado. Debía decírselo a Dan. Se armó de valor
para bajar de la cama, pero le fue imposible apoyar el pie en el suelo. Se
sentía con fiebre, atolondrada e incapaz de pensar a causa del dolor.
Estaba junto a la puerta cuando oyó que la lancha se alejaba y cojeó por el
pasillo a tiempo para ver que la embarcación daba vuelta en dirección a
Nassau. Era increíble, pero se habían ido. Las palabras que ella había dicho
la noche anterior debían de haber surtido algún efecto, pero Dan también se
había ido con ellos.
-¡Dan! -gritó tontamente, porque sabía que nadie la oiría. Sin embargo, el
grito desesperado sacó a Josie de la cocina.
-El señor Dan se los ha llevado -comentó alegre antes de mirar a Anna-.
¡Ay, Dios!
Anna oyó que Josie llamaba, muy angustiada, a Abe.
Lo último que sintió fue el dolor. Recobró el conocimiento y vio
que Abe estaba de pie en la lancha más pequeña, con el cuerpo delgado
inclinado hacia adelante como si quisiera cobrar más velocidad, y descubrió
que ella descansaba la cabeza en el amplio regazo de Josie.
-No te preocupes. Abe alcanzará al señor Dan en el muelle y te llevará al
hospital con tal prisa que no te darás cuenta.
Volvió a sumirse en la oscuridad y en la confusión. Durante un momento
sintió que unos brazos fuertes la ceñían y compendió que eran los de Dan.
Estaba segura de que había murmurado su nombre y que él no le había
contestado, por lo que imaginó que estaba furioso con ella por el problema
adiciona Trató de explicar, pero él no se lo permitió. Se limitó a colocar la
cabeza de ella sobre su hombro y a abrazada con fuerza.
Sabía que todo había terminado. Había causado disturbios en la vida
tranquila de Dan e impedido que él se fuera a California para estar con
Daphne y su hijo. Ella ya no regresaría a Amara Cay. Vagamente se oyó
decir: «No regresaré a la isla, nunca, nunca».
Despertó en una habitación alegre, soleada y cómoda, acostada en una
cama blanca, y no comprendió. Movió el pie y no le dolió mucho, sólo
estaba sensible. ¿Cómo lo habían logrado tan rápidamente y dónde estaba
Dan?
-¡Hola! Por fin ha despertado. Comenzábamos a preguntamos cuándo lo
haría.
Era el médico, que se acercó sonriendo a la cama.
-No sé dónde estoy. Anna esbozó una sonrisa y quiso preguntar por Dan,
pero sabía que no debía hacerlo. Vagamente recordaba que Dan había
estado ahí, pero tuvo miedo de abordar el asunto.
-Está usted en Nassau, en el hospital -la observó muy serio--. Es usted
una chica con mucha suerte. De no haber sido por la rapidez con que actuó
la servidumbre del señor Toren y de él mismo en traerla acá, me
estremezco al pensar en las posibles consecuencias.
-El pie me dolía muchísimo. ¿Me lo han examinado? Ya no me duele
tanto.
-La he operado y ya no le dolerá mucho. Lleva aquí una semana y el pie
ha tenido tiempo para sanar.
-¿Una semana? -los vagos recuerdos volvieron: recuerdos de Dan
hablando con el médico y explicándole-. ¿Ha estado aquí el señor Toren?
-Todo el tiempo. Anoche, cuando la fiebre cedió, se fue por primera vez
y usted se quedó profundamente dormida. Dudo que él haya dormido más
de unos minutos en toda la semana. Se negó a marcharse. Supongo que es
responsable de su bienestar -volvió a mirarla de manera extraña. Era la
misma mirada especuladora que parecía recibir con frecuencia cuando
mencionaban a Dan, y Anna deseó mentirle al médico o decirle que no se
entrometiera-. Le sugerí que se fuera a descansar ---continuó al ver que
ella no le explicaba nada- Pero estoy seguro de que regresará más tarde.
-¿Qué, por qué... el pie?..
-Coral. Se le incrustó un trozo debajo de la piel. Ese tipo de coral puede
causar fiebre aunque sólo pinche la piel. A usted se le incrustó un trozo
bastante grande. ¡Ahí se encontró a sus anchas! Desde luego, el señor Toren
explicó que estuvieron buceando, aunque dijo que llevaba puestas las aletas.
-No todo el tiempo --explicó el accidente y el médico se mostró más
severo.
-Debió curárselo de inmediato. Incluso entonces, habría necesitado a un
médico. No comprendo por qué no se lo dijo a nadie.
Anna pensó que por orgullo. Orgullo, vergüenza y deseo de no prestarse a
la censura de Dan. Aunque, por intentar pasar desapercibida, había causado
más problemas. ¿Qué pensaría él? Cerró los párpados antes de
desacreditarse más ante sí, llorando. El médico salió sin decir más.
Dan llegó más tarde y Anna se conmovió al ver la palidez en su rostro y el
agotamiento en sus ojos.
-¿Cómo te sientes? -se sentó junto a la cama, pero no intentó tocar a la
chica-. Dicen que podrás salir dentro de unos días, pero tú sabes mejor
cómo te sientes.
-Un poco débil, pero por lo demás, bien.
-De acuerdo. Haré los trámites para que salgas dentro de dos días.
-¿Vendrás por mí?
Sufrió una desesperación repentina. Dan se mostraba frío y distante, y ella
volvió a sumirse en una ola de tristeza.
-No, esta noche volaré a los Estados Unidos. No hemos terminado el
guión, pero Anita ha exigido irse. El asunto debe llegar a su fin para que no
se pierda más dinero con los retrasos.
-Lo sé, Dean me lo dijo. ¿Cómo regresaré a la isla? ¿Vendrá Abe por mí?
-No regresarás a Amara Cay; te irás a casa. Pediré que te traigan tus
pertenencias aquí antes de irme y en el aeropuerto tendrán un billete para
Londres a tu nombre. Ya he hecho una transferencia a tu banco. Podrás
disponer del dinero cuando llegues.
-Dijiste que no dejarías que me fuera -le recordó, acongojada-o ¡Dijiste
que no permitirías eso!
-Fue un juego amoroso, Anna. Tengo compromisos propios y tú también.
Vete a casa en cuanto salgas del hospital -habló con frialdad y no se inmutó
cuando ella lo miró de frente.
-No tengo casa -parecía que los ojos oscuros le llenaban el rostro y con el
ceño fruncido, Dan se movió.
-Tienes suficiente dinero y un título universitario. Hay una vida por
delante en Inglaterra para ti y la mía está aquí. Nunca has querido un tutor y
desde luego yo no he buscado esa responsabilidad. Recuerdo que estabas
decidida a irte al extranjero o quedarte y conseguir empleo. Tienes casi
veintidós años y tu hogar está en Langford Hall.
-Te equivocas, porque ya no lo es.
Se volvió en la cama, con el rostro desviado hacia la almohada. Dan no la
quería a su lado... nunca la había querido, excepto aquellos momentos en
que ella había olvidado, el amor propio y casi le había rogado que la
amara. El se alejaba para vivir su vida, regresaba al lado de Daphne y de
un chiquillo llamado Trevor. Los días en la isla también habían terminado.
Dan nunca había sido de Anna.
Recordó las palabras que había gemido en la playa: «¡Eres mío!» El había
dicho lo mismo, pero había mentido. Era un juego amoroso al cual él estaba
acostumbrado. Cerró los párpados para detener las lágrimas y Dan
permaneció inmóvil un momento.
-Adiós, Anna -le tocó el pelo antes de irse.
Las lágrimas no fluyeron. Ella se preguntó qué había esperado. En
realidad aquello no la sorprendía porque siempre había sabido que Dan era
de otra. Pero estaba obsesionada y pensaba en él casi todo el día; aparecía en
casi todos sus sueños. Anna habría sido lo que Dan hubiera querido. Pero él
no la deseaba... quería alejarla de su vida para siempre.
Anna no esperaba tener otra visita, pero Josie fue a verla el último día de su
estancia en el hospital. La mujer de rostro moreno estaba preocupada.
-¡ Vaya susto que nos diste! -Declaró con franqueza-. Abe y yo pensamos
que te perdíamos.
-Soy muy tonta -aceptó Anna, enternecida por la preocupación de Josie-.
Causo muchos problemas.
-Te echaré mucho de menos, cariño -confesó Josie casi llorando--. He
tenido que venir temprano para luego regresar a la isla. Llegaremos tarde,
pero quería verte antes de que te fueras a Inglaterra. Anoche trajimos tus
maletas -añadió muy triste.
-Gracias, pronto tendré que prepararme para el viaje. Me alegro de que
hayas venido, Josie, y también yo te echaré de menos. Ahora que el señor
Toren está en California, no habrá mucho trabajo en la isla. ¿Importa si
llegas tarde?
-¡No está en California, cariño! -aseguró Josie, mirándola preocupada. Sin
duda se preguntó si Anna seguía con fiebre- Está aquí, en Amara, tenso
como un tambor y extremadamente enojado. Esa estrella de cine ha revuelto
todo. El señor Dan tardará unos días en reponerse; además estuvo toda la
semana pasada contigo y casi no durmió. No es el mismo. ¡Ojalá regresaras!
Anna no oyó más que la información que la conmocionó. Dan no estaba
en América, le había mentido. Quiso alejarla de su vida y decidió mentir.
Eso le decía más que muchas palabras. Se alegró cuando Josie consultó el
reloj y anunció que debía irse. Anna nunca se había sentido tan despreciada.
Esperaba con ansia la hora de subir al avión
Todo se había arreglado para que partiera sin contratiempos. Un taxi pasó a
recogerla, en el aeropuerto le tenían un asiento reservado y lo único que
tuvo que hacer fue seguir caminando. El pie le molestaba un poco y le
habían dado instrucciones de que se lo cuidara. El médico se había
sorprendido al enterarse de que ella regresaría a Inglaterra, pero Anna no le
dio explicaciones. Jamás las daría.
Se encontró con otros pasajeros, turistas que regresaban a sus casas. Ella
hacía lo mismo. Dio las gracias al taxista cuando él bajó sus maletas. No
tuvo que darle propina porque ya se la habían dado. Dan era terriblemente
eficiente. Se quedó sola con las maletas, de pie en medio de una multitud
que revoloteaba a su alrededor.
Pensó en su casa y se acongojó. Pasar el resto de su vida sin Dan era un
pensamiento terrible. Comprendió que toda su vida anterior había
desaparecido. Elaine, Steve, Bryan y sus días en Oxford eran sólo sueños
que casi no la afectaban. Sólo quedaba Dan y el temor le atenazó la garganta
al pensar que se estaba alejando de él. Estaba dispuesta a rogarle que le
concediera más tiempo y deseaba vedo acercarse a ella una vez más. No era
mucho pedir. Regresaría a Inglaterra al día siguiente, ella misma pagaría su
billete.
-No quiero subir a ese avión. ¿Puedo cederle mi lugar a otra persona? -la
mujer en el mostrador la miró como si Anna se hubiera vuelto loca, pero se
encogió de hombros y asintió.
-Deje su nombre y dirección y le devolveremos el dinero. Tenemos más
pasajeros que asientos. No habrá dificultad en traspasar su lugar. ¡Alguien
se lo agradecerá! ,
Pero no Dan. El se enfadaría mucho. No importaba, lo que sí le interesaba
era vedo una última vez para llenar sus recuerdos de él y poder tolerar el futuro. Dejó las maletas en consigna y corrió a conseguir un taxi que la
llevara al muelle. No sabía cómo seguiría desde allí, pero de pronto se sintió
llena de energía.
En el muelle había unas cuantas lanchas y algunos hombres hablando. Todo
parecía extrañamente tranquilo, hacía calor, pero no había humedad.
-¿Alguien podría llevarme a Amara Cay? Se trata de una emergencia.
.
Los hombres parecían discutir sin palabras; miraban el mar y el cielo y
luego a ella. Finalmente ganó el apremio de Anna.
-Yo la llevaré. Mi embarcación es más rápida que las de ustedes.
El hombre, muy serio, la ayudó a subir con rapidez aunque Anna no
esperaba galanterías, sólo deseaba ver a Dan. El hombre guardó silencio y la
embarcación voló a la máxima velocidad. Ella sabía que esa gente no era
parlanchina con quienes no conocía, pero que con los conocidos nunca
cesaban de hablar. Ese hombre no fue la excepción, no trató de iniciar una
conversación, y aunque lo hubiera hecho, ella estaba demasiado intranquila
para contestar. A él sólo le preocupaba la velocidad y cuando llegaron al
muellecito de Amara, saltó y levantó a Anna para colocarla en el entablado
antes de que ella pudiera moverse.
-¿Cuánto le...?
La maleta estaba a su lado y el hombre se disponía a regresar.
-El señor Toren me pagará la próxima vez que vaya a Nassau -le gritó al
cambiar de posición la palanca de velocidades. Anna reflexionó sobre la
curiosa virtud de los habitantes de Nassau de no interesarse por el dinero.
Contenta, levantó la maletita y vio que la lancha se alejaba. Si Dan la
hubiera visto llegar, la habría hecho volver a bordo.
Notó que no estaba la lancha de Dan ni la de Abe. Todo el lugar se
encontraba en un extraño silencio; el mar estaba quieto y no había viento.
Caminó hacia la casa y la observó como una vez lo había hecho con
Langford Hall, con un nuevo enfoque pues sabía que sería la última vez.
Entró en la casa y sus pisadas fueron el único sonido que rompía el silencio.
Pasó por todas las habitaciones. La casa estaba desierta y, al parecer,
también la isla. Permaneció un segundo en el vestíbulo, indecisa y sin
comprender qué ocurría. ¿Se habría ido Dan a California? ¿Se habría
equivocado Josie? Quizá la mujer había regresado, se había enterado de que
Dan se preparaba para irse y se había marchado a Nassau con Abe.
Una fuerte brisa comenzó a soplar y Anna se relajó con el aire fresco y
con la interrupción de aquella extraña quietud. La arena llegaba al vestíbulo,
era algo que ella nunca había visto antes y, casi sin darse cuenta, fue a cerrar
la puerta sin ver nada porque tenía la mente confusa. ¿Qué podía hacer? Se
sentó en el borde de una silla y trató de explicarse la situación. Se sobresaltó
cuando la puerta principal se abrió y volvió a cerrarse de golpe.
Salió deprisa del vestíbulo y su corazón brincó al ver a Dan, con ,el pelo
revuelto y sacudiéndose la arena de la ropa. El no la vio de inmediato, pero
ella dio un titubeante paso adelante, con lo que Dan levantó la cabeza con
los ojos bien abiertos.
-¡Anna!
Dan parecía esculpido en piedra y Anna perdió el valor; no pudo
pronunciar palabra, moverse, ni desviar la cabeza.
-¿Qué diablos haces aquí? -preguntó furioso y amenazador dando un paso
hacia ella- ¿Por qué no has cogido el avión?
-He dejado... que se fuera. Quería...
Dan caminó por el pasillo y la agarró por los hombros para sacudida.
Echaba chispas por los ojos y estaba muy tenso.
-¿Qué quieres? ¡Responde! Te dije que yo no regresaría a la isla.
No deseo que estés aquí. ¿Por qué has vuelto?
-Quería verte, quería... sólo una vez más...
Fue un murmullo porque las lágrimas la ahogaban.
Dan se quedó inmóvil. Le soltó los hombros con lentitud y ella pesó que él
se relajaría y la dejaría. Estaba preparada para rogar y, al parecer, eso
tendría que hacer. Pero Dan suspiró profundamente antes de abrazarla y
colocar el rostro sobre el pelo femenino.
-¡Pequeña loca! -murmuró con severidad- ¿Por qué has tenido que
regresar?.. ¿Por qué ahora precisamente?
-Déjame quedarme esta noche, Dan -rogó sin poder levantar la cabeza y
abrazada a él fuertemente- ¡Mañana me iré para no regresar jamás!
-Quizás obtengas más de lo que imaginaste –le advirtió mientras le
levantaba el rostro. Triste, Dan movió la cabeza y torció los labios- Ya no
hay solución, tendrás que quedarte aunque yo no lo desee. Anclé la lancha
al otro lado de la isla, todo está amarrado lo mejor que se puede. Yo estaba
allí cuando regresaste. No hay manera de salir de Amara Cay. ¡Si fuera por
la embarcación y te metiera en ella, no lograríamos nada, sería demasiado
tarde!
-¿Tarde? -repitió confusa por la seriedad de Dan.
-Has regresado para enfrentarte a un huracán,.
Anna -le observó el rostro compungido, el largo pelo negro y el esbelto
cuello--. Ahora sabrás qué tipo de sirena eres. Ojalá Neptuno comprenda
que estás aquí y recuerde que eres una de los suyos.
La soltó, se alejó y consultó el reloj.
-Quizá tengamos dos horas. ¡Andando!
A Anna no le importó a lo que se enfrentaría siempre y cuando estuviera
con Dan. Se dirigieron de inmediato a la cocina.
-Puesto que estás aquí, será mejor hacer algo útil , y no cuentes con tener
dos horas. Por el momento tenemos energía. Prepara una comida,
bocadillos para después, busca todos los termos y llénalos con bebidas
calientes -se volvió y le agarró los brazos- Y desde ahora hasta que pase
el huracán, cuando te diga que hagas algo, lo harás de inmediato.
¿Comprendes?
-¡Lo que tú digas!
Dan la miró con ironía y salió de la cocina; Anna no tardó en oír fuertes
golpes en la parte posterior de la casa, pero decidida, siguió con sus tareas.
Eran bastantes. No sabía cómo era un huracán, sólo lo había visto en el
cine. Quizá fuera emocionante, pero más importante era la excitación de
estar con Dan y la actitud de él fue tan apremiante que ella debía obedecer.
Se dio prisa con todo y sólo se tomó unos minutos para ir a su habitación a
ponerse el pantalón vaquero y la blusa que había llevado.
Preparó lo que él le había encargado y salió al vestíbulo justo cuando Dan
regresaba, sombrío.
-La comida está lista -declaró la chica.
-Mantenla caliente; en este momento no debemos perder el tiempo
comiendo... ponte un jersey grueso -añadió al observarla.
-No tengo. Mi equipaje está en Nassau -la voz se le quebró al ver que él la
acusaba con la mirada. ,Ella no debería estar ahí, se lo decía con los ojos.
-Ve por uno mío y tenlo a mano. Es posible que haga mucho frío, no lo sé
a ciencia cierta.
-¿Puedo ir a tu... habitación?
-Claro que puedes.
Dan salió y Anna se mordió el labio. Todo lo que ella decía empeoraba la
situación. Corrió a la habitación de él y buscó el jersey; cogió el primero
que vio salió como si el mismo diablo la persiguiera.
Echó un vistazo a la cocina y comprobó que todo estaba en orden.
La comida se mantenía caliente y fue a buscar a Dan. Comprendió a qué se
debían los golpes: el escritor había colocado contraventanas y acababa de
llegar a la entrada de la casa. El viento cobraba fuerza de manera alarmante
y cuando Anna miró el mar, se quedó petrificada por la sorpresa.
Bullía, ya no era cristalino ni color turquesa. El oleaje rompía con fuerza
contra lo que antes era una playa tranquila, y Anna se alarmó. Era testigo de
una escena desconocida, como si estuviera en un sitio extraño, en otra isla.
Las bellas palmeras se inclinaban casi hasta el suelo y algunas ramas yacían
sobre la arena.
-¡Por Dios, Anna, entra en la casa! -gritó Dan, cogiéndola del brazo y
tirando de ella- Me faltan dos contraventanas para terminar. No puedo
preocuparme pensando a dónde te has ido. ¡Quédate aquí!
La empujó hacia adentro y dio un portazo; de hecho, la puerta se le
escapó de las manos; la premura de Dan convenció a la chica. El le había
dado tareas que ejecutar y ella las había terminado. ¿Qué faltaba por hacer?
Recordó algunas películas que había visto y corrió a la cocina para bajar
los vasos, ollas y sartenes y guardarlos en los armarios, segura de que Dan
le preguntaría si se había vuelto loca. Entró en silencio mientras ella seguía
guardando cosas y cuando la chica levantó la mirada, él asintió.
-¡Muy bien! Pero la-preocupación primordial no son unos cuantos vasos.
Ahora que he terminado de protegemos lo mejor posible, hay algo en que
puedas ayudarme. Resguarda los adornos y cuadros, tienen un valor especial
para mí. Tenía un buen motivo para coleccionarlos y de ninguna manera
quiero que terminen destruidos.
Tenía unas cajas dispuestas y las llenaron. No hicieron mención al viento
que parecía penetrar en la casa. El mar rugía como Anna nunca lo había
oído, y el ruido de las olas al romper contra la playa era alarmante. Recordó
que la isla era pequeña y que tenía poca tierra alta. El viento y el mar
estaban enfurecidos, y la tierra parecía frágil e insignificante. Imaginaba la
altura de las olas y al mar como una gigantesca masa que los invadía.
-¿ Ya está aquí el huracán? -no pudo ocultar el temor y Dan esbozó una
sonrisa.
-Todavía no, puede decirse que es una advertencia previa. Lo demás
vendrá después.
Los dos levantaron la cabeza cuando un trueno estremeció la casa y Dan
se puso de pie.
-¡Ya está! ¡Vamos a resguardamos!
Anna siempre pensó que la habitación en el centro de la casa era extraña
por ser diferente. Dan arrastró las cajas hasta allí y le ordenó que se
mantuviera quieta.
-¡La comida!
-¡Dios mío, eres una mujer irritante! ¡Vamos!
Juntos llevaron todo lo demás, y mientras Anna extendía un mantel sobre
una mesita y colocaba la comida, Dan llevó los bocadillos y los termos
antes de cerrar la puerta.
-Come mientras puedas -ordenó--. Es posible que sea la última comida
caliente que tengamos en
bastante tiempo.
-¿Cuánto durará?
-Aún no nos ha llegado con toda su fuerza –se encogió de hombros- Nadie
lo sabe y todo depende de la velocidad con que viaje, dónde esté el ojo y
hacia dónde se dirija.
Comieron sin hablar por un buen rato. El ruido alrededor de la casa crecía
porque el viento formaba fuertes ráfagas. La lluvia golpeaba el techo como
si quisiera derribarlo. Anna alejó su plato poco después porque no pudo
comer más; Dan la imitó.
Anna se arrebujó en un sillón y observó que Dan se sumía en el único
sofá.
-¿Estás asustada? -preguntó de pronto y Anna lo negó con un movimiento
de cabeza.
-No, estoy aterrorizada. Por el momento no se me ocurre una palabra más
larga.
Dan le sonrió.
-Ven a sentarte a mi lado para que lo afrontemos juntos.
Anna no necesitó una segunda invitación. Al lado de Dan toleraría
cualquier cosa. Se acurrucó en el otro extremo del sofá y vio que el escritor
apoyaba la cabeza en el respaldo y que parecía estar cansado.
Oyeron un fuerte crujido y Dan se irguió con los ojos bien abiertos.
Extendió los brazos para acercarla a su cuerpo.
-¿Qué ha sido eso? -tenía ganas de ocultar el rostro en el pecho de Dan y
él debió de adivinarlo porque le acarició el pelo.
-Supongo que es un árbol que ha caído.
-¿Es posible que un árbol caiga sobre la casa? -No, aunque si el huracán
nos llega de lleno, cualquier cosa puede suceder.
-Pensé que estaba aquí --comentó, temblorosa, y Dan lo negó.
-Lo sabremos si nos ataca directamente. Yo lo he visto en una ocasión -se
reclinó y tiró de ella. Hasta ahora no nos hemos enfrentado a ningún problema serio. Esta es la segunda casa que tengo en Amara Cay y fui
cauteloso para que ésta soportara todo, menos un huracán directo. Quizá
aguante eso también, al menos esta habitación debería ser muy fuerte .
-¿Qué le pasó a la otra casa?
-Cuando compré la isla ya había una casa. Por suerte yo no estaba aquí
cuando se presentó la tormenta. Cuando volví, todo había sido arrasado.
Lo tuve bien presente cuando construyeron ésta. La estructura es de acero
reforzado. No hay ningún árbol cercano que pueda caerle encima y ordené
que esta habitación fuera extremadamente fuerte para poder sobrevivir en
ella. No es bella, pero es maciza.
Anna miró a su alrededor. Vio velas, agua y un estuche grande de
primeros auxilios, los termos y en un rincón, sobre una mesa, un radio
transmisor y receptor.
En ese preciso momento, la radio cobró vida. -¡Amara Cay, Amara Cay!
¿Me escucha? Cambio.
Dan la soltó y se acercó para conectar el micrófono y hablar.
-Aquí Amara Cay, adelante, Johnny. ¿Cómo está la situación? Cambio.
-No es muy seria, pero se intensifica al este. Ustedes son los últimos con
quienes debo comunicarme. Buena suerte, Dan.
Oyeron un fuerte zumbido y la voz cesó. Dan regresó a sentarse al lado de
Anna.
-Ya viene -murmuró-. ¿Por qué no estás en el avión a kilómetros de aquí?
-Preferí quedarme -confesó, en un susurro-. Suceda lo que suceda,
prefiero estar aquí.
Dan la acercó a su cuerpo y ella se acurrucó contra é1, cerró los párpados
mientras el viento gruñía como un fantasma y sintió un pánico como no
había experimentado en su vida.
Capítulo 9
Anna abrió los ojos, oyó que Dan hablaba por radio y no pudo creer que
se hubiera dormido. Asombrada, tuvo que mirar a su alrededor. Seguía
observando cuando Dan se volvió. ¡Estaban con vida y seguían ahí! El
rostro se le iluminó con una sonrisa y él se acercó a ella.
-Terminó -permaneció de pie con los ojos fijos en Anna, sonriendo
también.
-¡Me he dormido, no puedo creerlo!
-Bastante tiempo. Me he comunicado con Nassau y me han informado de
que el huracán apenas nos rozó. No nos dio de lleno.
-¿Regresará?
-No, porque se alimentan de agua. El huracán ha tocado la costa este de
Estados Unidos y terminará agotándose -extendió un brazo para tomarle la
mano--. ¿Quieres ver los daños? -la puso de pie y la sujetó porque Anna se
tambaleaba.
. -¿Has salido?
-Sólo unos metros. La radio me hizo regresar, pero contesté cuando
comenzabas a moverte.
Seguía abrazándola porque Anna estaba demasiado atontada para
moverse. Quizá hubiera dormido poco, pero había sido un sueño profundo.
-Vamos a ver qué daños ha causado el viento murmuró Dan con la cabeza
levantada.
El interior de la casa estaba igual, nada se había roto ni estropeado.
Pero cuando Anna salió por la puerta principal y vio el amanecer gris,
aún lluvioso, le dio gracias al cielo de que el huracán sólo los hubiera
rozado. El mar estaba sombrío y gris, y la playa llena de algas y
sedimentos, con lo que el colorido había desaparecido. La isla había
sufrido graves daños.
El pequeño muelle estaba destruido; los fuertes tablones se habían
convertido en restos flotantes. En el jardín, ninguna planta había
sobrevivido; el bello arbusto ya no existía y gran parte del prado estaba
desnudo. .
La playa se hallaba cubierta con los restos de bellas palmeras y
aunque muchas seguían de pie, otras habían sido arrancadas. Ramas y
ramitas estaban incrustadas en las contraventanas y parecían flechas.
Anna imaginó lo que habría ocurrido si Dan no hubiera tomado las
precauciones necesarias. Se habían salvado de milagro, porque el
huracán no los había atacado de frente.
-¿Qué daños ha sufrido la casa? -preguntó, conmocionada por la
evidencia de la majestuosa ira de la naturaleza.
-Unos cristales rotos y algunos mosaicos desprendidos ---comentó
satisfecho--. No está nada mal.
-¿Y la lancha?
-¡Eso es otro asunto! Voy a quitar las contraventanas e iré a ver qué ha
pasado.
Alejó el brazo de la cintura de Anna, la única preocupación de Dan
en ese momento eran la casa, la lancha y Amara Cay.
Anna entró de nuevo en la casa y comenzó a limpiarla. Primero colocaría
todo en su sitio. Los cuadros eran pesados, pero logró colgarlos y recordó el
sitio de cada uno. Deseaba terminar antes del regreso de Dan. Con extremo
cuidado, colocó los adornos. Cada pieza había sido escogida como si tuviera
un significado especial. A ella le encantaron al verlas por primera vez. Dio
unos pasos atrás y, complacida, observó lo que había hecho antes de ir a la
cocina.
Estaba fregando los platos de la noche anterior cuando Dan entró mojado
hasta la cintura y enlodado.
-¿Sigue la lancha en pie? -se volvió y abrió los ojos con asombro al ver la
apariencia de Dan. El asintió y sonrió con lentitud.
-Un poco maltratada, pero la bahía está protegida. La he dejado allí
porque aquí no ha quedado en dónde amarrarla. Llegar hasta allí es
peligroso. Algunos árboles están a punto de caer. Observó los platos.
-No uses más agua, porque es posible que nos falte mientras las cosas
mejoran.
-Ay, quería bañarme.
-¡Me toca a mí primero! -Dan rió al observarse-. Si queda agua, podrás
darte una ducha después de mí, pero espérate hasta que te avise.
Se dirigió a su habitación y Anna sacó y guardó los platos justo en el
momento en que Dan le gritaba que ella ya podía usar la ración de agua que
le correspondía.
Anna sentía que había dormido con esa ropa durante toda la semana y se
la fue quitando y dejando caer mientras caminaba hacia la ducha en su
habitación. Eso le recordó a Anita y las quejas de Josie, pero decidió
olvidar el pasado y el futuro. Estaba aterida y cansada, pero sabía que Dan
no la obligaría a irse ese mismo día. Aunque llegara una embarcación, no
tendría en dónde atarla. Juntos habían pasado la terrible noche y se habían
enfrentado al peligro. Siempre lo recordaría.
Anna se duchó con rapidez porque no quería desperdiciar el agua.
Un leve ruido le hizo volver la cabeza, pero no se sorprendió al ver a Dan
de pie, envuelto en un albornoz negro y con los ojos alerta, observándola.
La vibrante mirada recorrió el sedoso pelo negro, la redondez de los senos,
las esbeltas y largas piernas y repitió el recorrido otra vez.
Anna no se sintió tímida ni tuvo el deseo de cubrir su cuerpo. Lo miró,
respiró entrecortadamente y el pulso se le aceleró. El se acercó a ella
lentamente, mientras se quitaba el albornoz y se metía debajo del chorro de
agua para abrazar a la chica. Anna se lo permitió gustosa.
La chica le rodeó el cuello con los brazos y él le acarició la piel mojada,
moldeándole la cintura y la esbeltez de los muslos.
-Sabías que vendría -murmuró Dan junto al rostro de Anna.
-Sí -se apretó más contra él y contuvo la respiración cuando la abrazó más
fuerte.
-¿Cómo lo supiste? -preguntó un poco asombrado.
-Deseaba que lo hicieras.
-¡Bruja! -le quemó las mejillas y el cuello con los labios- Bésame -susurró
pronunciando la palabra en un suspiro. Anna buscó los labios del escritor
con pasión ciega, presa del deseo que la consumía.
No hablaron. Se movían con desesperación y sus corazones latían al
unísono. Se besaron de manera primitiva, con lujuria desencadenada por la
necesidad, y
olvidaron la valiosa agua que caía sobre sus cuerpos.
-¡Te necesito! -susurró Dan y la levantó un poco. Parecía tener una fuerza
sobrehumana en tanto la abrazaba, dispuesto a poseerla porque ya no podía
esperar. Anna se aferró a él mientras unían sus labios.
Cuando la chica se arqueó, sintió que el fuego la atravesaba; gimió de
manera apasionada, y movió el cuerpo al fiero ritmo de la posesión hasta
que Dan la puso de pie, con el cuerpo relajado después del frenesí que
habían compartido.
Anna no se dio cuenta de cuándo él cerró los grifos y le ató una toalla
alrededor de la cintura. Cuando la sacó y la colocó sobre la mullida
alfombra, Anna abrió un poco los párpados. Dan le envolvió el pelo con otra
toalla y la levantó en sus brazos.
La chica sintió la cama debajo de su cuerpo, pero el mundo había
desaparecido; nada existía, sólo el rostro que se cernía sobre ella y los dedos
morenos que acariciaban su barbilla.
-¡Dan! -fue un murmullo apenas audible que pareció provenir desde muy
lejos, pero él no le permitiría ni eso.
-¡Shh! -desenvolvió el largo cabello, colocó las manos sobre la
temblorosa piel para quitarle la toalla que la cubría-o No hables, dulce
Anna, no digas nada. Te necesitaba con fiereza, pero ahora te amaré.
La había poseído casi con locura, como un hombre impulsado por la
desesperación, pero en ese momento la acariciaba y besaba con ternura.
Cada hábil contacto la revivía y los murmullos contra su piel la hicieron
gemir de embeleso. Después de besarle todo el cuerpo, Dan llevó los labios
a los de ella y con la lengua, la entreabrió la boca antes de bajar la cabeza
hacia los rosados pezones.
-¡Dan! -rogó al no soportar el éxtasis y el cuerpo fuerte y duro volvió a ella,
obligándola a otra capitulación para poseerla con ternura hasta que ella
gritó, pidiendo satisfacción. El la apretó contra su cuerpo con la misma
pasión que había mostrado antes.
Anna se estremeció sin control mientras regresaba poco a poco a la
realidad. Observaba el rostro de Dan, él también la contempló un buen rato
antes de arrojar las toallas al suelo y volver a abrazarla. Luego se cubrieron
con las sábanas.
-Estás cansada -murmuró mientras acariciaba los labios con los dedos.
-Sí -se sentía lánguida y se preguntó por qué no podía hablar y por qué le
parecía que los ojos de Dan
llenaban todo el mundo--. Sí, estoy cansada.
-Entonces, duerme conmigo, cariño.
Las palabras resonaron en su mente como una campanita de cristal, y
volvió la cabeza hacia el hombro de él al mismo tiempo que cerraba los
ojos. No era lo que había imaginado durante tanto tiempo. Estaban en el
cielo y se sentía muy a gusto.
-Dan -murmuró el nombre y él pareció comprender sin necesidad de más
palabras. La abrazó y Anna, sintiéndose segura, cayó en un profundo sueño.
Anna despertó casi al mediodía, pero él no estaba a su lado. Tenía las
sábanas enroscadas en la cintura y tuvo un ataque de ansiedad ridícula al
pensar que él debía de haberla visto en esa postura. No quiso pensar en lo
ocurrido. Dan la había alejado, pero ella había regresado. Había dormido
con él porque ella así lo había querido. ¿Cómo se sentiría Dan en ese
momento, a plena luz del día?
La ropa estaba donde la había dejado caer y la levantó para doblarla antes
de ir a comprobar si todavía había agua. Había y usó poca antes de vestirse
con la otra muda que tenía: el vestido blanco con el que había llegado. Pero
no salió de la alcoba. En esa habitación se encontraba el recuerdo de la
felicidad. Más tarde comprendió que tenía que salir para ver la luz del día.
Al entrar en la cocina vio que el desayuno estaba sobre la mesa; Dan no
estaba ahí, pero el café seguía caliente. Oyó el sonido de un motor que se
acercaba y pronto descubrió el motivo por el cual él había abandonado su
tarea. Alguien venía a la isla en una lancha rápida, la cual en ese momento
disminuía la velocidad.
A regañadientes, salió a la terraza. Le habría gustado estar a solas con
Dan porque no ignoraba lo que él debía estar pensando. El casi no le había
hablado cuando se amaron y nada había cambiado. Dan tenía su vida en la
isla y ella en otra parte. Las horas que habían pasado en esa casa abrazados,
le parecían irreales.
Era una lancha de la policía y cualquier vestigio de magia desapareció
cuando Anna vio quién estaba de pie en cubierta, agitando un brazo en
dirección a Dan. Recordaba con claridad el pelo rubio y el bello rostro.
Daphne regresaba a casa y Dan la esperaba animado y pleno de felicidad.
Acercaron la lancha y uno de los policías brincó a los restos de la pequeña
bahía para ayudar a Daphne a bajar. La mujer rodeó el cuello de Dan,
riendo, mientras él la llevaba a tierra firme. Los dos estaban muy contentos
y desde ahí, Anna pudo ver que Dan estaba muy satisfecho. Anna se volvió
para entrar en la casa antes de que la vieran, pero no encontró dónde ocultarse. La lancha esperó unos minutos y mientras Dan hablaba con los dos
hombres a bordo, antes de que la embarcación se alejara de la isla, Anna
decidió que tendría que enfrentarse a lo que viniera.
Se encontraba en la cocina cuando los dos entraron; sirvió el café con
manos torpes y se obligó a levantar la cabeza y a sonreír. Fue lo más difícil
que había tenido que hacer en su vida.
-¡Vaya, es Anna! Jamás olvidaré tu exótico color de pelo. No tenía la
menor idea de que estuvieras aquí. ¿Te ha afectado la tormenta?
-¡Sí y fue toda una experiencia! -Anna sonrió a medias y se puso tensa
cuando Dan entró. No quiso mirado con reproche porque no-tenía deseos de
echarle en cara nada. Ella comprendía.
De inmediato él le escudriñó el rostro y al notar la torpeza de Anna, dejó
de sonreír. Aceptó la taza de café que la chica le ofrecía y dejó de mirarla.
-¡Me debes una explicación! -le dijo a Daphne el escritor.
- Él se apoyó en la mesa y le sonrió a la recién llegada con actitud
indulgente. Saltaba a la vista que ellos dos se llevaban muy bien, que se
interesaban el uno por el otro, y Anna se sintió avergonzada al pensar que de
ser Daphne no saludaría a otra mujer con tanta calidez, al menos no a la
mujer que había estado a solas con Dan. Desde luego, Daphne debía
recordarla como la hermanita de Dan, por lo cual no la consideraba una
amenaza.
-Es una visita corta -comentó Daphne-. La lancha me recogerá dentro de
una hora. Visitarán las demás islas pequeñas antes de venir por mí.
Mencioné tu nombre y de inmediato aceptaron traerme.
-Johnny es amigo mío, aunque en una situación como la presente, hacen
cualquier cosa -intercaló Dan-. No has dicho el motivo de tu visita.
-Venía hacia aquí cuando anunciaron el peligro del huracán. Tan pronto
terminó, seguí adelante. Tenía que saber cómo estabas, Dan. ¡Recuerda que
tengo intereses invertidos en ti! -rió divertida, aunque había tristeza en sus
ojos- También se trata de Anita.
-Por el momento, olvidaremos ese tema. ¿Cómo está Trevor? -preguntó,
sonriendo abiertamente.
Anna ya no quiso escuchar más. Dan no la había vuelto a mirar
desde la ojeada que le había lanzado al entrar. Esperó que la conversación
se detuviera en algún momento y se preparó para intercalar lo suyo, pero no
tuvo oportunidad porque Dan lo dijo por ella.
-Cuando la lancha regrese nos iremos también, Anna -comentó-. El agua
no durará mucho y la isla necesita muchas reparaciones. Primero me
encargaré de ti y luego iré por Abe. El traerá a una cuadrilla de hombres.
Después de que desayunes, recoge tus cosas para que puedas partir.
Anna se limitó a asentir. Ella sólo había pedido un día más y Dan sólo le
había ofrecido eso, un día. Había aclarado su postura cuando ella estaba en
el hospital, y no había cambiado de opinión. Anna no pudo comer, pero se
bebió el café deprisa y los dejó solos.
-Es bellísima, Dan -Anna oyó las palabras de Daphne cuando se dirigía a
su habitación- Ese pelo yesos ojos oscuros...
-¡En efecto, es muy bella! -exclamó Dan con voz brusca y con un enfado
profundo que trató de ocultar. Anna siguió caminando. Pudo oír desde su
habitación que seguían hablando. Comprendió que estaban acostumbrados
a verse y seguramente tenían mucho que decirse. No se atrevió a regresar
por temor a encontrar a Daphne en brazos de Dan.
Después de un buen rato, Dan fue a buscarla.
-¿Qué haces? ---entró como si fuera lo más normal del mundo y Anna casi
se divirtió al notar que él estaba intrigado.
-Nada en especial, pero os he dejado solos para que os pusierais al corriente
en las noticias.
-No hay muchas -la observó con curiosidad-.
Daphne y yo nos comunicamos con frecuencia, necesitamos hacerlo.
-Comprendo -bajó la cabeza para desviar los ojos.
-Me gustaría que me miraras de frente -susurró mientras se acercaba a
ella- Quise hablar contigo cuando desperté, pero dormías muy a gusto y no
me atreví a molestarte.
Anna recordó su postura y se ruborizó.
-¿Qué pasa? -le levantó el rostro. ¿A qué se debe tu repentina timidez?
Lástima que ahora no tengamos tiempo porque te cambiaría el estado de
ánimo muy pronto -le rozó las mejillas con los labios.
Anna sabía que ya no había tiempo, pero no le rogaría que le permitiera
quedarse con él.
-No necesitas hablar conmigo, Dan -se obligó a mirarlo a los ojos
intrigados-. Comprendo lo que quieres decir.
-¿De verdad? -le ciñó los esbeltos hombros y la observó, pero Daphne lo
llamó desde el vestíbulo.
-¡El tiempo se ha acabado, Dan! La lancha se acerca, puedo oída.
Sonriendo levemente, él seguía mirando a Anna.
-Jamás te comprenderé -murmuró-. Siempre fuiste una criatura extraña
que observaba desde las sombras.
-¡Dan! -gritó Daphne con más premura-. ¡No queda tiempo, debo coger un
avión!
-Ya vamos -se volvió y salió-. Date prisa . Anna -habló casi con fastidio.
Si perdemos esta oportunidad, tendremos que quedamos varados hasta que
Abe se arriesgue a venir.
Dan no la quería en la isla y ella también debía coger un avión. No
tardaría en lograrlo pues su equipaje estaba en el aeropuerto y Dan no
tendría que arreglarle nada.
~ Se fueron por la misma ruta que Dan había tomado para llegar. Dan
levantó a una y luego a la otra, para pasárselas al hombre de la lancha.
Cuando levantó a Anna la abrazó con fuerza durante un momento, pero
ella se mantuvo rígida para protegerse de cualquier sentimiento y cuando él
brincó hacia dentro de la embarcación, tenía el rostro endurecido.
Dan no tenía nada que decide; además, él no tuvo la oportunidad de
hablar porque Daphne no cesaba de vociferar para que la oyeran, dado el
rugido del motor. Anna observó el rostro animado de la mujer, que no era la
misma que había ido con Dan a Langford Hall hacía casi cinco años. La
infelicidad y la vulnerabilidad habían desaparecido. Anna imaginó que la
vida la trataba muy bien. Se volvió para divisar Nassau, final de sus sueños
y de su oportunidad de huir.
Daphne no perdió tiempo. Al parecer, se había entretenido más de lo
previsto esperando a que el huracán terminara y se despidió de Anna muy
amablemente.
-Tu visita fue corta --comentó Anna por decir algo y se sorprendió de no
tenerle rencor a esa mujer.
-Aproveché para venir porque estaba a medio camino. No puedo alejarme
mucho tiempo de Trevor, ni pasar mucho sin ver a Dan.
El modo de vida de la pareja sorprendió a Anna. Ella no podría vivir sin
ver a Dan y así había sido toda su vida. Pero de ese momento en adelante,
no volvería a vedo. Permitió que la condujeran a un taxi, con un brazo
insensible apoyado en Dan, y los dos vieron que Daphne cogía otro. Anna
cerró los ojos cuando él se despidió de Daphne con un beso.
No era muy consciente del rumbo que seguían hasta que el taxi se detuvo
frente a un hotel, donde Dan sacó las maletas.
-Es hora de que hablemos largo y tendido -declaró.
Dan pidió dos habitaciones y no hubo problema había varias vacías.
La mayoría de los turistas había huido, uno de ellos en el lugar de
Anna. Dan la dejaría en el hotel hasta que le consiguiera billete a
Inglaterra. Anna lo siguió al ascensor y permaneció callada hasta que
él abrió la puerta de la habitación y la hizo entrar.
-Esta es tu habitación -aseguró, irritado--. La mía es la siguiente. Y
como no has comido nada desde anoche, vaya pedir que te suban algo.
Luego, buscaré a Abe y regresaré a tu lado.
Dan estaba enfadado con ella por haber regresado para complicarle
la vida y estaba furioso consigo por haberla amado. No lo culpaba
porque fue ella quien se arrojó en sus brazos desde que llegó a la isla.
Quizá la situación habría sido diferente si Daphne no se hubiese
presentado sin previo aviso, aunque sólo habría sido cuestión de un
día más.
Anna no dijo nada y Dan salió sin volver la cabeza. La chica dejó pasar
diez minutos antes de llamar a
recepción.
-¿Podrían reservarme un vuelo a Inglaterra? preguntó deprisa. No hubo
problema, así que la llamaron casi de inmediato para decirle que un vuelo
saldría dentro de media hora, el tiempo justo para que ella llegara al
aeropuerto. Incluso le pidieron un taxi. Le sería muy fácil irse de Bahamas.
Capítulo 10
El aeropuerto estaba más tranquilo que la vez anterior, y le fue fácil
facturar su equipaje. Todo había vuelto a la normalidad; el cielo azul
estaba despejado, igual que cuando llegó.
Anunciaron su vuelo y caminó casi a ciegas sin ver más que su triste
futuro; no tenía ninguna ilusión ni esperanza. Llevaba la cabeza gacha sin
saber hacia dónde se dirigía, sólo seguía a los demás pasajeros.
-¿A dónde diablos crees que vas?
Con brusquedad, la voz de Dan la hizo volver a la realidad, mientras él le
ceñía el brazo con la fuerza del acero. Se volvió y notó que Dan tenía el
rostro enrojecido por la furia. Parecía incapaz de controlarse, estaba violento
y Anna se estremeció de temor.
No pudo hacer otra cosa más que mirarlo con fijeza y mover la cabeza. Ella
regresaba a casa, al sitio que le correspondía, y le evitaba a él la pena de
tener que decirle otra vez que se fuera. Pero, ¿por qué estaba tan enfadado?
Quizá ella debía haber esperado para despedirse de él, pero había sido
incapaz de hacerlo; ya se había despedido muchas veces de Dan.
-¡Han anunciado mi vuelo! exclamó.
Dan la sacudió, echando chispas por los ojos y emitiendo un peligroso
sonido desde el fondo de su garganta.
Su furia llamaba la atención y Anna, preocupada, miró alrededor.
-Sabes que tengo que irme, Dan. Tienes que comprenderlo.
-¿El qué? ¿Comprender que regresaste a mí, que dormiste conmigo y que
te arrepentiste y por eso regresas al lado del médico que nunca tiene tiempo
para ti? ¡No, no lo comprendo!
-Dan, por favor -trató de soltarse, pero él la sujetó con más fuerza.
-¿Puedo ayudarla, señorita? -un hombre, seguramente con tendencias
suicidas, se acercó, y Dan se volvió hacia él como un tigre, con el fuerte
cuerpo tenso como el del animal, presto para matar.
-¡Sí, dejándonos en paz!
-No hay problema, gracias -le dijo Anna al desconocido. Dan parecía
harto y casi la arrastró para alejarla de la pista.
-¡Mi equipaje está en el avión!
-¡Mereces tener problemas! -gruñó- Es lo único que me has dado toda la
vida. .
-¡ Ya no!
Anna trató de liberarse, pero él la miró amenazador.
-Puedo sacarte a rastras de aquí.
Anna decidió acompañado y todas las personas presentes los observaron.
-¿Pueden?.. -rogó con la mirada a la empleada en el mostrador.
-¿Bajar sus maletas del avión? Lo intentaré –la diversión en la voz
de la mujer sólo la hizo avergonzarse más, pero, al menos, ya no tendría que
ver más miradas divertidas. Dan casi la arrastraba y permitió que la gente
pensara lo que le diera la gana.
Un taxi los esperaba y Dan la empujó hacia adentro, sin soltarle el brazo,
al parecer seguro de que ella abriría la otra puerta para salir corriendo.
-Ya veo que la ha alcanzado, señor Toren --el moreno rostro sonriente la
miró por el espejo retrovisor y Dan gruñó:
-La tengo, ¡llévenos al hotel!
Anna no tenía nada que decir y de todos modos no se atrevía a hablar.
Dan estaba furioso, fuera de control. ¿Qué esperaba él de ella? ¿Deseaba
que se quedara para entretenerlo mientras Daphne no estaba? ¿Realmente
creía que deseaba regresar con Bryan o lo había dicho sólo como excusa?
¡La noche anterior, él la había amado y luego la había mantenido abrazada!
¿Qué tipo de persona creía que era ella?
-¿Cómo supiste que?...
-¡Hiciste la reserva por medio del hotel! No eres tan lista como crees.
El mal humor hizo que olvidara un poco su congoja, pero no haría
ninguna escena ante el conductor del taxi. Llegaron pronto al hotel y Dan
seguía sin soltarle el brazo mientras pagaba al taxista.
-Gracias, logró hacerlo justo a tiempo.
Le dio al hombre un fajo de billetes y el hombre quedó encantado.
Atravesaron el vestíbulo con rapidez.
-Ahora...
Dan casi la arrojó dentro de la habitación antes de cerrar con la llave y
guardársela en el bolsillo. La observó alejarse deprisa, poniendo cierta
distancia entre ellos.
-Será mejor que me expliques por qué te ibas sin decirme nada ni tenerme la
más mínima consideración -gruñó con los ojos entornados-o Si imaginas
que permitiré que borres la obsesión que tienes por mí con una sola noche
de pasión para luego regresar al lado de tu novio, estás muy equivocada.
Pasmada ante sus palabras, Anna se volvió.
-¡Recibí lo que merecía! ¿Eso tratas de decirme? No te molestes, lo sé
todo. ¡Sólo te pedí un día más y ya lo he tenido!
-¿Qué dices de mí? -murmuró con amargura y levemente sosegado.
-Tienes a Daphne -le recordó y Dan se volvió con la mano en el pelo.
-¡Dios, concédeme fuerzas! ¿Lo dices porque fue a verme? Te dije que no
estoy casado con ella. ¿No me crees?
-Sí, pero en esta época eso no tiene importancia... me refiero al
matrimonio. Además está tu hijo y...
-¿Qué hijo? -se volvió hacia Anna, casi enloquecido--. ¿Sabes que con
cada día que pasa te vuelves más rara? Ahora me adjudicas un hijo. ¡No
tengo hijos!
- Trevor... -balbuceó temblorosa porque el mundo le pareció patas arriba,
ya que sus creencias de cinco años comenzaban a desmoronarse.
-Trevor no es mi hijo, es hijo de Daphne. ¿Qué otros crímenes me
imputas?
-No tiene importancia -respondió cansada- Querías que me fuera, me
dijiste que me fuera, incluso me reservaste un lugar para el vuelo.
-Sólo porque me rogaste no regresar a Amara. Se acercó a ella y la miró
con frustración.
-Mientras te llevaba al hospital y estuve sentado a tu lado pidiéndole al
cielo que te bajara la fiebre, tú no dejaste de alucinar. ¡No querías regresar
a Amara, nunca, nunca, nunca!
Le ciñó los hombros y la obligó a apoyarse en su pecho y la observó con
tanto enfado que ella permaneció quieta.
-¡Te amo! Permitir que te fueras casi me mató y cuando regresaste, no
pude creerlo -la soltó y se dio media vuelta con los hombros caídos- Querías
irte, ¿no? ¿Qué soy para ti? ¿Sólo una obsesión de hace tiempo que ya fue
exorcizada?
Ella permaneció de pie como si fuera de piedra. Escuchaba, pero su
corazón se negaba a creer. Le parecía que se había pasado la vida esperando
y añorando a Dan y, en ese momento, él parecía perdido y solitario. Su
infelicidad era auténtica.
-Si lo deseas, Anna, puedes irte --comentó con el rostro desviado y
observando el cielo a través de la ventana- He sobrevivido casi cinco años
sin ti, ¿qué importancia tiene el resto de mi triste vida?
Anna no pudo hablar y cuando Dan se volvió hacia ella, él vio que las
lágrimas humedecían el rostro de la chica y que le extendía los brazos.
-¡Oh, Dan, te amo con locura! Mi vida está vacía cuando no estás a mi
lado y siempre ha sido así. No digas que me amas si no es cierto. ¡No lo
soportaría!
Incrédulo, Dan la observó durante un segundo; luego la abrazó y apoyó el
rostro húmedo contra su pecho.
-¡Anna, mi Anna! Debes saber que te adoro.
La meció y buscó su rostro con los labios, mientras ella cerraba los ojos.
Dan la apartó para mirarla detenidamente durante un buen rato.
-Querida, no hay otra mujer -murmuró y luego suspiró. Durante cuatro
años no ha habido otra mujer, desde que te encontré. Me aislé en Amara,
traté de embellecerla, compré objetos que te fascinarían, todo con la
esperanza de que algún día vendrías a mi lado.
-¿Compraste Amara por mí?
-Compré Amara para tener un poco de paz. Quise construir un sitio de
ensueño, un lugar donde traerte que fuese sólo para nosotros dos. No les
doy la bienvenida a muchas personas en Amara Cay.
-Se la diste a Daphne --murmuró tensa- Y a la mujer a quien le pertenece
el traje de bucear.
-No confías en mí -de nuevo habló con amargura y comenzó a alejarse y
rechazarla con las manos.
~¡No me dejes! -frenética, se aferró a él y olvidó el último vestigio de
celos- ¡Siempre he confiado en ti! De no haberlo hecho, nunca habría...
-¿Nunca te habrías entregado a mí de manera tan dulce y alocada? terminó por ella, abrazándola de nuevo-. Daphne es únicamente una amiga y
ojalá también lo sea tuya. La mujer del traje de buceo viene con su marido la observó con tanto cariño que Anna nunca volvería a dudar de él- ¡Es a ti a
quien amo! -declaró ronco y levantó la mano de la chica para llevársela a los
labios y besarle la cálida palma.
-Ay, Dan. ¿Por qué no regresaste por mí? Creí que te casarías con
Daphne, eso dijiste.
-¿Cómo podía hacerlo? Sabía que te había herido sobremanera, yo estaba
sumido en mi propia culpa y teníais apenas diecisiete años. Supuse que se te
había pasado. Cuando fui a la boda y vi cómo saludabas a tu médico, lo
confirmé.
-¡Jamás podría olvidarte! -levantó la cabeza y Dan se dejó caer en una
silla, tirando de Anna.
-Será mejor que te hable de Daphne -suspir6-. Me escucharás, Anna,
porque entre nosotros no debe haber ningún malentendido, nada debe
separamos.
-No hay nada de eso -se acurrucó sobre Dan y él, nervioso, rió.
-¡No me atrevo a arriesgarme! Te conozco desde hace tiempo y has sido
evasiva toda tu vida.
La chica pensó que no lo había sido realmente, que sólo amaba
a una persona, pero temía demostrar su
cariño. Ya podía decirlo.
Volcaría todo su amor en Dan. Apoyó la cabeza en el hombro de su
amado y feliz, escuchó el grave sonido de su voz.
-Háblame de Daphne -murmuró y él la abrazó con más fuerza.
-La conozco desde hace años. Cuando vine aquí para escribir el
primer guión, no sabía cómo hacerlo. Daphne es guionista y trabajó
conmigo. Llegué a conocerla bien y también conocí a su novio, Trevor
Blaine. Son los mejores amigos que he tenido.
Calló un momento y Anna comprendió que a Dan le era doloroso el
relato.
-No necesitas seguir -le acarició el rostro, pero Dan le detuvo la mano
para darle un beso.
- -Necesito hacerlo para que no haya secretos ni fantasmas. Trevor era un
doble cinematográfico
continuó con voz aguda- Conoces mis libros; son intrigas políticas,
rápidas y trepidantes, con mucho trabajo para una persona con esa
especialidad. Escribirlas es fácil, pero el asunto es diferente cuando
tienen que filmarse. Hace casi cinco años estábamos en una parte
bastante peligrosa del libro que comenzaba a rodarse.
Se necesitaba un accidente espectacular, importante para la película; no
era sólo un ardid sin consecuencias. Dean leyó el libreto y dudó. Yo
acepté, pero de mala gana. Trevor quiso que no se hiciera cambio alguno porque pensaba que podría lograrlo sin riesgo. También dijo que
sería lo mejor que hubiera hecho y que lo colocaría en la cima. Se
entusiasmó mucho y convencimos a Dean. De hecho, no lo dejamos en
paz hasta que aceptó.
Dan suspiró y descansó el rostro en la cabeza de Anna.
-Ignoro qué sucedió. Quizá Trevor se confió demasiado; tal vez se
preparara sin tomar en cuenta la máxima cautela; quizá perdiese la
concentración o el
asunto era imposible. Chocó y cuando llegaron a
él, estaba muerto.
-y tú te sentiste responsable -murmuró Anna rodeándolo con los brazos.
--Sí. A Daphne la sedaron y estuvo en el hospital casi una semana; yo iba
a verla todos los días porque me sentía culpable al no haberme negado a
que lo hiciera y no haber prescindido de la escena. Cuando Daphne
finalmente comenzó a hablar, sólo podía hacerlo conmigo y me informó de
que estaba embarazada. Le pedí que se casara conmigo y ella me miró sin
expresión. Yo insistí diciendo que ella necesitaba a alguien que la cuidara y
que la ayudara a criar al hijo de Trevor. Sabíamos que el matrimonio sólo
sería de nombre, fue un asunto táctico. Éramos sólo amigos y finalmente,
ella aceptó. El anillo que viste se lo había dado Trevor. Ella nunca se lo
quitó y yo sabía que siempre lo usaría.
«Nuestros amigos cercanos sabían todo y nos acompañaron el tiempo
que pudieron. No podíamos dejarla sola mucho tiempo y cuando fui a
Inglaterra la llevé conmigo. Fue entonces cuando la conociste y comprendí
que el sentimiento de culpabilidad me había robado algo que había estado
ante mis ojos durante casi toda mi vida.
-¿Por qué no me lo explicaste?
Levantó la cabeza para besarlo con ternura y eso ayudó un poco a que
Dan olvidara su tristeza que se había acrecentado mientras hablaba.
-¿Cómo podía hacerlo? Daphne me necesitaba y tú comenzabas a
convertirte en mujer. Pensé que debías olvidarme ya que tu obsesión era
infantil.
Le inclinó el rostro para mirarla a los ojos antes de acercar los labios para
tocarla.
-Cuando eras una niña solía observarte y me preguntaba qué hacer,
qué necesitabas -murmuró añorante-. Parecía que deseabas que te cuidara,
pero si yo lo intentaba, actuabas como si yo fuera un monstruo. Me alejaba
de ti, preocupado por la extraña niña que se había convertido en parte de
nuestras vidas y que me observaba con ojos sombríos y cautelosos. Papá me
contaba las peleas en las que te metías, pero yo no le creía. Cuando yo
estaba en casa, tú te mostrabas tranquila, observabas y esperabas, misteriosa
y sombría. Me iba preocupado y me preguntaba por qué me tenías tanto
miedo. Te recordaba como una chiquilla de largo pelo negro y ojos tristes e
inteligentes.
Hizo una pausa y sonrió con tristeza.
-Cuando regresé a casa con Daphne, no pude creer el cambio que se había
operado en ti. Saliste a la puerta para recibimos y ya eras una mujer; serena,
controlada y exóticamente bella. Me quedé asombrado.
-Yo quise llorar -Confesó Anna-. Llevaste a Daphne y me pareció que
todo se derrumbaba.
-Calla, cariño -volvió a abrazada y besarla-. Nunca quise hacerte daño apoyó la cabeza en el pecho de ella mientras la acariciaba-o ¡Me hechizaste!
Durante esa larga semana deseé verte todo el tiempo, pero no estabas más
cerca de mí de lo que siempre habías estado. Evitabas mirarme a los ojos y
cuando inesperadamente levantaba la cabeza, notaba que me observabas con
la misma mirada que recordaba, deseando algo que yo no comprendía.
Antes de que pasara la semana, estaba tan enamorado de ti que fue necesario
irme y pensar en no volver nunca.
-¡ y yo pensé que mi vida terminaba! -apartó un mechón de la frente de
Dan y él la miró, intrigado.
-¿Así fue?
-Me dijiste que me repondría. Me repuse, al menos la lógica me indicó
que sí. Quizá me hubiera recuperado antes si no me hubieses besado.
-¡No fue mi intención hacerlo! No bajaste a des pedirte de mí, así
que tuve que ir a verte, a pesar de saber que sería muy peligroso. Al ver que
llorabas, quise llevarte conmigo, pero mi conciencia fue más fuerte. Daphne
me necesitaba por culpa mía y ya le había pedido que se casara conmigo. Tú
tenías una vida por delante. Eres muy inteligente y no me necesitabas.
-No es cierto -murmuró casi enfadada y Dan esbozó una sonrisa.
-Lo comprendí cuando te besé, pero ya era demasiado tarde. No creía que
se me presentaría otra oportunidad.
-¿Por qué no te casaste con Daphne? --eso la preocupaba y como Dan
había dicho que no habría secretos entre los dos, se animó a hacer la
pregunta.
-Poco a poco, ella salió de su tristeza. Al principio estaba desvalida, pero
después me dijo que no podría casarse con nadie. Estaba deprimida. La
ayudé todo el tiempo y nos convertimos en buenos amigos. El hijo de
Trevor nació y es un chiquillo maravilloso. Ella, por fin, conoció a otro
hombre y comenzó a rehacer su vida. Sin embargo, lleva el anillo de Trevor
en la otra mano. ¿Te diste cuenta, tonta?
-No, estaba muy ocupada con los celos y sintiéndome culpable porque
Daphne me cae bien. Tenía curiosidad por saber de qué hablabais pero no
me atrevía regresar a la sala.
-¿Imaginaste una escena de amor? -rió, antes de hacer una muecaHablábamos de Anita. Daphne terminará los últimos detalles del guión.
También hablamos de ti --confesó ronco--. Le dije que te amaba y que no
permitiría que regresaras a Amara, si algo te pasaba.
-¿Todavía deseas que me vaya?
-¡Iré contigo! -declaró él con vibrante decisión-. He venido aquí para
pagar dos billetes para nosotros y no sólo uno para ti.
-Amara Cay me gusta mucho. Pensé que yo había causado muchos
problemas y que querías a Daphne y al pequeño. Sabía que no podría
mantenerme alejada de ti si regresaba y por eso quise decirte que jamás
volvería. ¡No te rogaba que me dejaras ir, Dan! Te prometía que permitiría
que vivieras como deseabas...
-Repítelo -la instó mientras sus cálidas manos la acariciaban-o ¡Repite eso
de que no puedes mantenerte alejada de mí!
-Creo que lo sabes -confesó, falta de aliento. La mano de Dan se deslizó
por el escote del vestido para descubrir un hombro dorado y sedoso, pero
no fue suficiente, de modo que bajó los dedos a los botones hasta que
pudo admirar la belleza de un seno desnudo.
-Bruja hermosa y exótica -murmuró, enternecido-. ¡Muéstrame cómo te es
imposible mantenerte alejada de mí!
Anna ya estaba incitada por la mano que la acariciaba y las palabras de
Dan acabaron de encenderla. Colocó la mano de Dan sobre su seno,
mientras entreabría los labios junto a la boca masculina; la pasión, la
necesidad y la excitación estaban presentes en la forma en que arqueó su
cuerpo.
Dan la soltó, se puso de pie, la levantó en brazos, caminó a la cama y
tendió en ella a la chica; mientras la desvestía, la observaba con franco
deseo. Anna se arrodilló, cálida y desnuda frente a él, y comenzó a quitarle
la ropa, besando la piel que descubría, encantada al ver que los fuertes
músculos se tensaban. Acarició el cuerpo del escritor con el mismo placer
que mostraba Dan y él se estremeció violentamente antes de tenderla otra
vez sobre el colchón, acostarse a su lado y entornar los párpados.
-Ahora, ninfa del mar -murmuró ronco-. ¡Revélame tus secretos, háblame
con tus ojos oscuros, demuestra que me deseas tanto como yo a ti!
-No puedo -murmuró--. Soy muy tímida. Toda mi vida...
-¿Quieres regresar a la isla? -la mordisqueó con suavidad y trazó círculos
con la lengua alrededor de sus pezones.
-Sí, oh, sí. Quiero estar contigo y vivir en Amara.¡No deseo irme de allí
jamás!
-Yo mantendré alejados a todos -bromeó mientras su corazón latía junto
al de ella-o Si quieres ir conmigo, demuéstrame hasta qué punto lo deseas.
Anna se movió con lentitud, pero su corazón latía rítmica y
aceleradamente porque Dan hablaba en serio, a pesar de las palabras que
había dicho a la ligera. Vislumbró un fuerte deseo en el fondo de sus ojos,
casi temerosos. Dan necesitaba convencerse de que él era más que una
obsesión, más que la extraña fijación de una criatura.
Anna bajó la cabeza y comenzó a besarle el cuerpo, guiada sólo por el
recuerdo del placer que Dan le había proporcionado. Le acarició y se detuvo
en los sitios que lo estremecían, siguió el trayecto de los dedos con la boca y
se excitó al ver que a Dan le era difícil mantenerse quieto.
Tímidamente, sus dedos también se deslizaron por las fuertes y largas
piernas, mientras le besaba el plano vientre y más abajo. La respiración de
Dan se entrecortó.
-¡Anna! extendió las manos y le tomó la cabeza; respiraba como torturado
cuando tiró de ella para acercarla, obligándola a colocarse encima de su
incitado cuerpo y moldeándola a él- Ya no puedo más.
-Me pediste que te amara así. ¿No lo he hecho bien? -murmuró
temblorosa.
-¿Bien? -ya no pudo mantenerse quieto y la abrazó con fuerza- Me
vuelves loco, más de lo que he estado todos estos años sin ti.
-Quise demostrarte que mi obsesión...
Dan rodó en la cama, sin despegada de su cuerpo.
-Si es una obsesión, también yo la tengo. Es amor, cariño, un amor que no
puede ser más profundo ni primitivo.
Unió los labios a los de ella y se limitaron a pronunciar palabras de
pasión y de amor. Anna imaginó que estaba de regreso en una isla que no
era Amara Cay; era una isla llena de luces que se desvanecían dentro de
una aterciopelada oscuridad. Sin embargo, al abrir los ojos vio que Dan la
observaba de manera triunfal y pleno de felicidad.
-¡Eres mía! -murmuró.
-y tú mío -repuso en el momento en que él le besó los párpados para secar
las lágrimas de alegría que le brotaban.
-Llévame de regreso a Amara -rogó Anna, poco después, mientras yacían
abrazados.
-Después de que me case contigo --declaró Dan.
-¿Los trámites son lentos aquí? -levantó la cabeza del hombro bronceado
y Dan negó con la cabeza.
-No lo sé, nunca me he casado.
Se miraron bastante tiempo y él sonrió con malicia.
-En cuestión de un minuto, me darán la información por teléfono.
-¿Qué me dices de Langford Hall? -preguntó ¿Y qué me dices de Edna?
-¡Necesitamos dos hogares! -respondió decidido--. No permitiré que
tengas que sufrir otro huracán. Pasaremos la mitad del tiempo aquí, y la
otra en Langford Hall. Los recuerdos tristes que aún queden desaparecerán.
-¡Edna durante medio año y Josie durante el resto! -Anna rió-. ¿Quién
podría querer más?
Lo observó, pensativa, cuando la asaltó otra idea.
-¿Qué se supone que haré con una licenciatura en matemáticas en Amara
Cay durante medio año?
El rostro de Dan expresó un poco de preocupación y, muy serio, se volvió
hacia Anna.
-Dímelo tú -sugirió-. Tenías muchos planes.
-Bueno, no he visto ningún banco en Amara comentó con el ceño fruncido
y eso hizo sonreír de nuevo a Dan-. Por lo tanto, eso queda descartado. En
cuanto a trabajar para el gobierno, pienso dedicarme al de nuestro diminuto
reino, así que enmarcaré el diploma y lo colgaré encima de la cabecera de
nuestra cama.
-Te amo -murmuró Dan, abrazándola fuerte-. Trato de no ser egoísta y
de no monopolizarte -la observó muy serio--. Eres muy inteligente y no
tengo ese derecho.
-No te preocupes, ya se me ocurrirá algo para que mi cerebro no se
atrofie. Te diré una cosa -añadió con suavidad- ¡Mis hijos serán los más
listos del mundo!
-y todos ellos se apellidaran Toren -añadió Dan feliz.
Se casaron en Inglaterra porque quisieron compartir su felicidad con
Elaine, pero Dan tenía otro motivo.
-Cuando Elaine se casó, te vi caminar detrás de ella y pensé: «Algún día,
cariño mío, caminarás por esta nave, pero irás delante y te acercarás a mí.
Eso se ha convertido en realidad y deseo verlo. Quiero ver a las mismas
personas y verte caminar hacia mí, para que entres de lleno en mi vida.
-Traté de no estorbarte -murmuró Anna, muy segura en brazos de Dan.
-¿Por qué?
-Tuve que luchar contra los sentimientos que seguían haciéndome daño,
pero cuando estaba en Oxford y me dijiste que regresarías a la isla, me
sentí muy sola -levantó la cabeza para mirarle a los ojos-o ¿Por qué te
fuiste de Inglaterra?
-Nunca quise irme sin ti -sonrió-. Pero tú no me querías a tu lado. Fue mi
turno de mantenerme en la sombra y esperar.
-¿Qué hubiera pasado si no llego a caer enferma por agotamiento?
-Seguiría esperando -aseguró- Pero me alegro de no haber tenido que
hacerlo. De lo contrario, me habría quedado en Lagford Hall o en otro sitio,
esperando el tiempo que hubiese sido necesario.
-No puedo creer que esto sea cierto -suspiró Anna-. A veces temo
despertar, alejada de tus brazos, y pensar que todo ha sido un sueño.
-Cuando tengas otro anillo, además de éste, lo creerás -murmuró Dan y le
besó los dedos.
Con una expresión de profunda felicidad, miró los ojos de Anna.
--Soy feliz teniéndote, mi Anna. ¡Eres mi sueño convertido en realidad!
Ella lo miraba de igual forma, pero él le cerró los párpados con tiernos
besos.
Dos semanas más tarde, cuando la lancha de Dan, reparada y recién
pintada, llegaba a la costa de Amara Cay, Anna se volvió hacia su amado,
riendo feliz y confiada.
-¡Abe se ha encargado de todo! -exclamó-.¡Todo está como cuando vine
la primera vez!
-Pero entonces, no sabías que todo era para ti y que tu lugar es a mi lado le recordó al ayudarla a bajar al nuevo muelle- ¿Ya lo sabes, cariño?
-¡Sí, lo sé!
-¿Por qué?
-Tuve que luchar contra los sentimientos que seguían haciéndome daño,
pero cuando estaba en Oxford y me dijiste que regresarías a la isla, me
sentí muy sola -levantó la cabeza para mirarle a los ojos-o ¿Por qué te
fuiste de Inglaterra?
-Nunca quise irme sin ti -sonrió-. Pero tú no me querías a tu lado. Fue mi
turno de mantenerme en la sombra y esperar.
-¿Qué hubiera pasado si no llego a caer enferma por agotamiento?
-Seguiría esperando -aseguró- Pero me alegro de no haber tenido que
hacerlo. De lo contrario, me habría quedado en Lagford Hall o en otro sitio,
esperando el tiempo que hubiese sido necesario.
-No puedo creer que esto sea cierto -suspiró Anna-. A veces temo
despertar, alejada de tus brazos, y pensar que todo ha sido un sueño.
-Cuando tengas otro anillo, además de éste, lo creerás -murmuró Dan y le
besó los dedos.
Con una expresión de profunda felicidad, miró los ojos de Anna.
--Soy feliz teniéndote, mi Anna. ¡Eres mi sueño convertido en realidad!
Ella lo miraba de igual forma, pero él le cerró los párpados con tiernos
besos.
Dos semanas más tarde, cuando la lancha de Dan, reparada y recién
pintada, llegaba a la costa de Amara Cay, Anna se volvió hacia su amado,
riendo feliz y confiada.
-¡Abe se ha encargado de todo! -exclamó-.¡Todo está como cuando vine
la primera vez!
-Pero entonces, no sabías que todo era para ti y que tu lugar es a mi lado le recordó al ayudarla a bajar al nuevo muelle- ¿Ya lo sabes, cariño?
-¡Sí, lo sé!
Los ojos oscuros brillaron de alegría, ya no mostraban vestigios de
añoranza. Dan levantó a Anna en brazos, justo en el momento en que Jossie,
sonriente, abría la puerta para darles la bienvenida